PROLOGO
Este libro no es un curso sistemático de psicología ajedrecista. Aún no es el momento de escribir una obra de tanta importancia, pues la ciencia psicológica está muy en sus principios a este respecto.
Este libro no es más que la exposición y divulgación de ciertos problemas que interesan al amplio círculo de aficionados al ajedrez.
Conviene advertir que la práctica de este arte ha reunido un sinfín de datos característicos de la psicología. Muchos ajedrecistas emplean diversos procedimientos psicológicos para me;orar el juego.
Pero este material, rico en datos, no ha sido lo bastante divulgado, ni ha dado todavía a la enseñanza del ajedrez la utilidad que puede dar, por sér aún pertenencia de la experiencia individual.
El autor intenta explicar ciertas particularidades típicas del pensamiento y la atención en la lid ajedrecista, y lo hace con la esperanza de que esta obra ayude al ajedrecista a conocer lo eficiente y lo deficiente de su juego, y le oriente en su preparación.
Posiblemente, al lector le parezcan discutibles muchos puntas tratados aquí, lo cual es lógico, pues no se ha realizado una investigación exhaustiva de sus aspectos. Y así, cuanto más aunemos nuestros esfuerzos para investigarlos, más pronto prestará la psicología su valioso servicio al perfeccionamiento del ajedrecista.
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OBJETO DE LA PSICOLOGIA AJEDRECISTA
La psic.ologia y el ajedrez
Todo ajedrecista cifra en la psi. cología la esperanza de que le ayude a conocer sus cualidades personales, imprescindibles para realizar un juego más eficaz, y a investigar la regularidad del proceso de .formación y desarrollo de estas propiedades psíquicas de la personalidad.
Estos dos objetivos determinan problemas relativamente más particulares: análisis psicológico de las particularidades del juego del oponente; determinación de los métodos de adiestramiento, teniendo en cuenta la individualidad del ajedrecista; estudio de Jos procedimientos de la meditación racional; lucha contra la falta de tiempo, y así sucesivamente. Por lo tanto, la investigación psicológica puede y debe ser aplicada para mejor perfeccionamiento de la maestrla del ajedrecista y para desarrollar y mantener sus facultades deportivas.
Pero eso no es todo. La psicologlá conviene al ajedrecista, y el ajedrez cautiva la atención de la psicologla general. Aquí es oportuno se.iialar la Importancia que este arte tiene en la formación del carácter de la persona, y la influencia positiva que ejerce en la mente, la voluntad y los sentimientos de la misma. De poco tiempo a esta parte, cibernéticos, matemáticos y especialistas en psicolo-
gía aplicada a la ingeniería han aplicado el entendimiento al ajedrez; lo consideran como un modelo ejemplar para el estudio de la imaginación creadora del hombre, y ven en el conocimiento de sus secretos la forma de descifrar el enigma de la actividad creadora del individuo. Con todo, hasta aquí no ha sido muy notable el progreso de los científicos en la confección de programas ajedrecistas para el juego realizado por computadores electrónicos. La causa de eUo ha de atribuirse a que hasta hace poco los confeccionadores de tales programa.s ignoraron específicamente la capacidad humana para dirigir el juego, o sea la importancia de los momentos emocionales y volitivos y la in" tuición, por haberse ocupado sólo en el análisis lógico de la teoría del ajedrez.
En los trabajos de las psicólogas soviéticas O. Tijomirova y V. Puschkina queda bien determinada la diferencia entre la mentalidad del ajedrecista y la de la máquina. Estas dos autoras advierten, por ejemplo, que en muchos programas confeccionados para computadores, 1a búsqueda de movimientos se efectúa por reducción de las variantes cexaminadasa. Bn cambio, el individuo reflexiona de un modo distinto: al
principio, tambi� deja a un lado las variantes que no le sadsface.n; pero si el movimiento propuesto no le conviene, amplia en se¡ulda la zona de exploración o búsqueda y anali:z.a nunas posibilidades.
El académico V. Gluscbltov señala que es necesario plantear nuevamente la realUación de dich� programas, y escribe: •Acaso el estudio de los procesos del pensamiento bumano sea la única forma conveniente para conocer a fondo la técruca de programación de las funeiones más complicadas en la esfera del trabajo intelectual del hombre. • A este rc.specto ya existen trabajos, como la competición de prO(ramas de ajedrez entre la URSS y EE UU, reaUzada el año 1967, y las interesantes prOl)Oiíciones que M. Botvinnik ofrece en su libro •El algoritmo del juego en el ajedrez•
La intensa actividad desplegada en la programación de referencia impone la slgwente pregunta: ¿Tcrminar4 la existeotia del ajedrecista cuando la máquina haya aprendido a jugar?
Al parecer, ya existe la posibilidad, teórica y de principio, de fabricar un supermaestro electrónico, por cuanto el ajedrez posee una in· formactón grande y finita. Pero no vamos a formar jwcto probable de los campeones electrónicos, sino de los de carne y hueso; cuanto más que a los ajedrecistaS y cibernéticos interesa el material acumulado por la psicología ajedrectsta.
La primera lnvestipción en este campo se debe al psicólogo francú A. Blnet, y data del ailo 1894: estudió el llamado e juego a ciegas•, y obtuvo interesantes dAtos que le permitieron sacar la justa conclusión de que la ima¡en visual del ajedrecista tjene, findamentalmente, carácter mental. Por eJemplo, ciertos maes-
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tros no pudteron contestar inmedia· uunente a la pregunta acerca del color de tal o cual c<billa del tablero. Al parect-r, en aquel titmpo, Binet tenía poca experiencia en las sutilezas del ajedrez, pues creyó en las palabras de uno de los sometidos a examen, quien le dijo que era capaz de calcular de antemano quinientos movimientos.
En 1925, los participantes en el Torneo Internacional celebrado en Moscú, fueron someudos a u n examen psicoló&JCO. L Dtakov, N. Petrovslti y P. Rudnik publicaron un libro sobre dtchos experimentos. En
los ajedrecistas, comparados con los habituales sometidos a eumen. se apreció un alto desarrollo de las cualidades dinámicas de la atención }' el pensamiento, y también la presenciil de memoria exclusivamente especffica. Los tres autores en cues· tión propusieron asimismo el llaDllldo •psicograma del ajedrecista•; esto es, las d1eciséis cualidades que determinan, según ellos, el éxito en el ¡ue¡o. A este respecto, muchas de sus tesis -como domlnio de s! mismo, fuerza sintética del pensamiento, voluntad disciplinada, y asf suces.vamente-- no ofrecen duda alguna; pero otras son ducutibJes, pues sostienen que el desarrollo del pensamiento del ajedrecista no es düectamente proporcional al nivel medio de su cultura. Desde luego, la pr.lcl.lca ba demostrado convincentemente que tal juicio es contrario a la verdad; pues el nivel cultural alto contribuye de un modo ímportante al desarrollo de la capacidad del ajedrecista. Que dichos autores afirmasen que no se descubrió la presencia de talento esencial y común en los &nndes maestros (recordamos que Lasker, Reti, Tu· takover, Torr� y otros, estuvieron entre los sometidos a e-xamen psi-
coló¡ico}. puede atribuirse solamente a lo limitado del procedímiento �e¡uido CD la Investipción.
El d�tacado maestro y psic:óloao V. Blumenfeld ha c:ootribuido seila· ladamente al estudio de los problemas psicológicos refenntes al penaamiento en el ajedrez. y ha demostrado que el modo de pensar del ajedrecista se distinJUe por su evi· denda, matiz exclusivamente emoCional y tensión volitiva; sdala, además, el carácter práctico de dicho pensamiento, por cwanto la idea Y la acción (el movimaeoto) estú c:ürectamente relacionadas en �1. La tasacu1n del tiempo eo la contienda competiti'-a intenS.fica el proceso mental y fuen.a al pensamiento a trabaJar con medios m4s económicos.
Este autor propuso por primera vez una serie de inter�ntu proce· dlmlentos a seguir en la investigación psicológica de\ arte ajedrecista. Por eJemplo, introdujo la medición del tiempo con el cronómetro, la cua\ ya es popular; el m!todo de reconstrucción de las partidas íupdas en otro tiempo; la anotación de las consideraciones del ajedrecut' en el transcurso del juego: etdtera.
t¡ualmente trató de investigar las formas iotuJtivas del pensarruento ajedrecista. En este aspecto, es m&·
na de atención su tesis de la (ntulclón producida por el recuerdo de anú&enes de posiciones anteriores a la que 'e analiza en un momento dado y anilogas a ésta.
Y dao muchos conseja� prácticos y vahOS05, como, por ejemplo, •pri· mero ha de hacerse el movimiento formso lueao entrep.rse a la meditaCión,')' no a la IJlVtrSI•. Indicó que. al dectuar u.o dlculo. oo M debe riar sólo en las represeotaclunes vasuales de la Imasinación, por cuanto son mis desvaídas que
la directa percepción de la poltura en el tablero. De aqllÍ que M& oec:esario verllic:ar todo .moV�mlano, por evidente que parezca en un principio.
De poco tiempo a esta parte, ae han publicado varios trabaJos sobre la pticolo&la aplicada al ajedrez. En u Ji bro • Psicología del afedreClSta.,
Fine anaUza la obra de Morphy, Stelnitt, Laslter, Capablanca, Alek· bine, Euwe, Botvinnilc y otros maeatros, y atribuye el desarrollo del arte y destreza en el ajedrez al papel que representan en �� los •Impulsos reprimidoh, usando la terminolosía rreudiana, y otras tesis poco firmes del psicoanihsis. Por des¡racia, Fane no ha insertado en c:ücbo bbro su valiosa experiencia adquirida en los torneos.
La anvesUgaoón de las perspectivas de los jóvenes ofrece interl!s con ayuda del examen IntroduCido por el checoslovaco L. Cheml: al jugador sometido a prueba se le pedía, por ejemplo, que hiciese aVIJl· zar con la máxima rapidez un caballo blanco situado en el escaque llO: tru haberlo realiudo, se situaban cuatro peones nearoe en los escaques 3AD, 6AO, 3AR y 6AR, respectivamente, y volvía a pedírsele que efectuase la misma operación, partiendo del escaque antedicho, pero sin saltar a las caSillas ocupada.s por dichos peones ni a Ju dominadas por eUos. En estos y otros ensayos se midió con un cronóme· tro el tiempo empleado en ellos: se tuvo en cuenta la preCISión de los movimientos o el menor número de errores. y se atendió a la peneverancía del s�rido a prueba y su decisión. Aunque las pruebas efectuadas por Chcrni apenas ofrecen un material completo y obJetivo para poder formar juicio del talento del
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ajedrecista, son dlpas de atención como base �ble para otros pro�eotos a ae¡uir en la investigación. Es curioso que los aperlmentos realizado:. por él, hace varios
aftos, predijeron el gran porvenir de V. Gorta como maestro de ajedrez. no obstante haber sido considerado uno de los ajedrecistas menos prometedores de los sometidos a prueba.
El ajedrecista y la psicología
La opinión de destacados ajedrecistas, sus comentarios sobre parti· das, artículos y Ubros constituyen un valioso material para el psicólogo. Pero, al analizarlo, ba de te· nene en cuenta Jo siguiente: primero, la mayor parte de los maestros de ajedrez no son psicólogos profesionales y, por lo mismo, los términos que usan no siempre concuerdan con el punto de vista científico; y segundo, son remisos en contar sus ideas e Impresiones vivas. A este respecto, Alclchlne se lamenta con razón: -A mi modo de ver, sería conveniente, para los millones de afi. clonados al ajedrez y para el propio JUego, que el maestro fuese más expl!cito aJ referir las causas que le han forzado a optar por determinados moVlmientos cuando comenta sus paro das ... •; pues cuando el llUiestro describe los momentos psicoló¡icos de la lid, puede darse por seguro que es un sincero entendido en este asunto.
Emanuel Lasker fue el primero en apreciar que, tras la vida de las piu..a.s, está el individuo con su carácter; y que no se pueden comprender Jos secretos de la contienda ajedrecilta si se prescinde de la psicolo&{a, las inclinaciones y el caricter del indiVIduo en el tranScurso de esa coni.Jenda.
Estimó que el ajedrez es, ante todo, una lucha entre dos personaUdadea, entre dos intelectos, y dijo: •En el tablero compiten hombres,
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y no pi�z:as de madera.• Estudió detalladamente el estilo, los aciertos y Jos fallos de sus contr10cantes, a fin de servirse, en la prácúca, de las conclUSiones deducidas. A menudo, no hizo objetivamente Jos mejores movimientos, sino subjetivamente los m4s desagradables para sus adversarios.
En una entrevista de prensa expuso: cl.a partida de ajedrez es una lucha en que participan factores muy diversos. Por eso, conocer los defectos y virtUdes de Jos oponentes, en este aspecto, tiene mucha importancia. Para citar un ejemplo, seilalaremos que Maroczi mantfiesta en sus partidas una tendenoa a ddender-se cautamente y a atacar solamente si se ve foaado a ello: Janovslt.i, en las suyas, pone de maní· fiesto una incUnación a prose&ulr el jue&o, aunque lo tenga sobrada· mente ganado; esto hace que acabe perdiendo la partida. Resumiendo, se pueden sacar muchas conclusiones del estudio minucioso de las partidas del adversario. •
En los torneos, aprovechó ma¡pstralmente la particularidad psicoló&ica de sus oontrinca.ates y les impuso lo que pan ellos era ajeno al espfritu evolutivo de la partida. Fue el pnmero en establecer que el btiJo aJedrecista refleja el carácter del Individuo, y demostró la verdad de esta tesis en la práctica.
Su método no fue entendido debidanlente por sus coetáneos de
principios de &1glu. Entonces se escribfa con írecuencla aarca de !a inexplicable csuerte de Lasker.» como SJ bta se debiera a una sugestión hipnótica que él infundiese a sus oponentes. Hoy en dia, el modo psicológico de abordar el estudio del adversario est4 m�y divulgado.
Es verdad que, con antelación a Lasker, el maestro francés Amaud de Rivihe afirmó que •el carácter, el temperamento y la personalidad del ajedrecista se pueden definir por el estilo de su juegoa. Sin etnharso. este juicio no fue argumentado y, por lo tanto, pasó inadvertido.
Eo cambio, LasJter elaboró detalladamente la clasificación de los estilos, indicando las siguientes tendencias creadoras del ajedrecista: 1) el estilo clásico, basado e.n que el plan de jue¡o no se elige a ciegas, sino racionalmente y de acuerdo con los principios del csentido común• ; 2) el estilo •maquinab, e.n que se efect\\an los movimje.ntos según el modelo estereoupado retenido e.n la memoria; 3) el estilo •56lido•, en el cual se refueru la posición y se espera que el adversario cometa un error; 4) el estilo eo que se usa de ardides o artificios para engañar aJ contrincante; y S) el estilo combinatorio.
Esta clasificación es discutible, por ser demasiado extensa la interpretación que se da al •sentido común •· Pues si el avalúo de la posJción sólo es exacta cuando se hace por intuición, entonces es poco probable que dicho avalllo pueda aplicarse a Jos representantes de un esulo determinado. Tampoco hay priocipzos únicos que determinen la división de Jos estilos, incluyendo en ella los rasgos del carácter (táctica de engañar con ardides o artificios y de esperar cualquier comisión de errores) y la naturaleza del
· pen5amlento ló&íco (el modelo, el dinamismo, etc.).
Con todo, el discutible intento de La.sJter de clasificar Jos estilos n o h a perdido vigencia; pues, ya en 1925, empleó la tradicional división del estilo en combmatorio y de posición.
Veamos cómo está actualmente el estudio de este asunto; circunstancia mu.y importante en el adiestramiento del ajedrecista para enlrentarse con un oponente. Además de cierto) avances logrados en la esfera de la aplicación práctica (el •match• Sp a s s.lu-T a l, 1965, y Spasski-Ge.ller, 1968), las in\'tsti&a· clones han progresado mucho. En la btera[ura ajedrecista actual, como e.n la de antes, con frecuencia se babia de dos estilos: el combinatorio y el de posición.
Al primero pertenecen los ajedrecistas que tienden al juego tirante y táctico con sacrificios y com· binaciones. Se estima que el ajedrecina de estilo combinatorio posee un elevado desarrollo de la imaginación creadora y una profunda capacidad para el c;Ucuto; dicha imaginación se manifiesta panicularmenen las poSJciones del medio juego. puesto que en ellas la mayor pane de las pteus brinda múltiples posibilidades de elegir un movimiento determinado. A este estilo hace relación el juego de Andersen, Morphy, Chigorín, Alekhme, Tal, Larseo y Bronstein.
Los de estilo de posición se caracterizan por plante.u de un modo fundamental y más sereno la �rtida; en su. juego prevalece el buen concepto que se tiene de los prin· cipios generales de la estrategia, y el avalúo de la poSlCión �e funda en deducciones lógicas. La generalización de lo condicional, lo consecuente y los indicios aislados es
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su credo artisuco. El coilculo concreto es más reducido en el proee¡o de la búsqueda meoul. Estos ajedreasw cons ideran el ajedrez como una disciplina ctenúfica con sus corre�pondientes leyu. Se1ún los
comentaristas. SteiDttz, Capablanca, Rubm�tem. Botvinnik, Smislov y Petrosian fonun el llderato de los maestros de esttlo de posición.
Ho> en día, se babia de un tercer est1lo llamado universal: en Q se suponen, combinados annónte:amen· te, elementos combinatorios y de po�ictón. y a �1 penenecen el jue¡o de Spa��ki y de Keres.
Según nuestro modo do ver. la tradicioral clasificación de los estilos no se asienta todavía en un �ido estudio de la inspiración ajedrecista. E.�ta clasificación ha !lido e.fecth·a en el d�rrollo do la cultura del ajedrez, y tiene aún c1erto valor positivo; gracias a ella, aunque en el aspecto general, puede hallarse el procedtmiento a o;e,ulr en la tn· \'Uti¡.actón del conjunto de cuahdade�t que consritu)en al ajedrec:úta. P�o esto no es suficiente en la actualidad.
Consideramos que uno de los defectos fundamentales de dicha clastftcación es baber definido loa er.tilos se¡ún el pnncipso, excesivamente generalizado, de la estrategta 'J la táctica: Jo que aracteriu COJ'I demasiada rectitud el espintu creador del ajedrtcina, y no manifsuta muchas de las cancteriStlcat etenciales que dtstinguen su juego.
Dentro de cada grupo de ajedrecistas de uno de los tres e.stilo$ se pueden hallar importantes diferencias en la forma de pensar, analiur Y calcular. Haber aceptado la correlación entre la estrateJia y la úctica como único indicio de la dlvi�lón de estilos impide profundl-
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zar en estos componentes del arte creador.
Comparemos el juego de d� maestros de estilo eombiratorio: Toluscb y NesbmetdiDov; si bte suele calcular exacta y escrupulosa· mente las vartantes concretas, aqu�l funda, frecuentemente, sus intenciones e.n � intuición de las amenazas combinatorias. Si se parte del existente supuesto de que el fuerte de los aj-tdrtcisW de estilo combinatorio es el cálculo concreto, podría suponerse que Tolusch y Neshmetdmov no se diferencian mucho en la forma de calcular. Pero la verdad es que el primero no es tan prc:ctso como el segundo en lo referente al cálculo de movuruentos.
La actual clasificación de a;ulos no contrsbuye a disti.ngujr y detallar mejor la característica de los ajc:dre· cistas. Lo cual puede inductr a error en cuanto al trabajo preparatorio y a In elección de la táctlca que debe emplearse en el enfrentamiento competitivo. Se ha convenido en estunar que el jugador de posición es mis fuerte en el avalúo de toda situación, y que el de combmación cal· cula me1or los elementos concretos de la posición. Sin embar¡o, Peno· slan es bastante preciso en llevar a tlrmino operaciones Uctlcu, no obstante estar incluido dentro del ¡rupo de los maestros de esolo de pocición. No en nno, Spas5ki sedala que se equivocan qwencs suponen que el ex-campeón del mundo no tiene una visión combinatoria precisa. Y el ejemplo de Petrosian no es una excepción, pues Capablanca, Sclllechter y otros m.aestroc de juego de posición se hao diStincuido por la fueru de su modo de pensar concreto.
Por lo visto, los conceptos •estilo combinatorio• y cestilo de posi· ción • no son precisos y no han sido
estudiados suficientemente; Lampoco está muy claro cómo entender el término cestilo del ajedrecista».
Por lo general, y en l a amplia c(lmpensación filosófica de este término, estilo es el conjunto de procedimientos y formas del conocimiento usados con cierta constancia por el individuo en su. actividad.
lnrentemos concretar un pooo más este concepto aplicado al ajedrez. Para lo cual, supongamos cierta situación en el tablero que brinda una combinación forzosa y gananciosa: todos los ajedrecistas la realizarán de unt> sola forma, sin que se note ninguna düerencia en su realización. Las particulandades del estilo se 11l11rufiestan cuando la posición admite varias soluciones y otras tantas formas de juego equivalentes. Por tanto, la originalidad estilística se descubre en situaciones problemáticas.
Al propio tiempo, el ajedrecista aislado valora con cierta estabilidad muchas posiciones análogas. Es fácil advertir en todo maestro determinadas inclinaciones en cada etapa de la partida; y ase, cierta constancia en el avalúo de la posición también es un componente del estilo.
Partiendo de lo dicho, puede admitirse que el estilo es una particularidad cónstante y privativa de valorar las posiciones problemáticas, y su naturaleza viene deteaninada por varios factores: el modo de pensar, el grado de emotividad y las cualidades de la voluntad, la atención y el ca.nicter. En el estilo de algunos ajedrecistas se descubren rasgos comunes, lo que nos aatorlza para hablar de grupos relativamente análogos a este respecto.
Igualmente debe tenerse en cuenra que la estabilidad estillstica no es un fenómeno invariable, pues el estilo se perfecciona y desarrolla.
Para C1Lar un c¡emplo, señalamob que el de Spasski ha sufrido camb1os esenciales en Jos últimos años. Refiriéndose a ello, Korchnoi escribe: •Empezó como ajedrecista con juego de posición; su talento táctico deslumbró tras haber salido a la arena internacional, y su JUtgo es mis académico en el ülllmo qumquenio. Por el número de derrotas sufridas en un año, Spasski puede situarse al lado del 'impenetrable' Petrosian.•
La literatura ajedrecisla olrece trabajos en que se argamenta el carácter de la evolución que han experjmentado el esúJo de Xeres, Larsen y .Boleslavskí. Pero lo más frecuente es que el espíritu creador del ajedrecisLa sea estable y permanezca invariable largo tiempo. As!, vemos los importantes cambios que ha experimentado el Juego de Simagin. quien bu estado considerado como 110 •brillante estilista combinatorio• en el transcurso de unos decenios, a110que en más de 110a ocasión él no haya admitido tal consideración. La causa de tan •estática• postura ante la c}Volución estliistica del ajedrecista debe buscarse por lo comun en la dificultad del análisis; dlficultad que se agrava a consecuencia de la definición, general e impTecisa, de la clasificación de los estilos.
Donde más se advierte esta evolución es en el juego de Jos ajedrecistas jóvenes. Y la ei'ISe�anza moderna del aj�drez encuentra ciertas dilicaltades en formar I1D p110to de vista propio y justo, debido a los criterios de1'1l11siado generaJlzados que se asientan en la tradicional clasificación de referencia
Por lo visto, establecer ana cla$i� ficac1ón general de los estilos planteará un problema con perspectivas poco favorables si no se estudian los componentes de dicho problema, como el carácter de la capacidad
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e.mooional y volitiva del ajedrecista y las cualidades de su pensamiento.
Hace unos años que el autor de estas líneas efectuó investigaciones en este sentido: se intentó distinguir los tipos característicos de la actividad mental de los ajedrecistas, apoyándose en el análisis comparado de las particularidades lógicas y formas intuitivas del pensamiento y la ImagiDación. Sobre este particular, recomendamos al lector el libro cProble:mas de la psicología en el arte•, publicado en Saratov el año 1968, en el cual se toca este tema.
Así, pues, las ideas de Lasker sobre la propia preparación psicológica para combatir al adversario son valederas e.n la actualidad. Dicha preparación tiene más valor, actualmente, por haber mejorado sustancialmente la clase del juego y haberse producido u n a nivelación esencial de las diversas fuerzas de los ajedrecistas. No se puede contar con el éxito deportivo si se desestiman Jos factores psicológicos; por ello. las ideas laskerianas sobre los estilos exigen una profunda y ulterior investigación.
Lasker también emitió importantes juicios sobre las virtudes del pensamiento ajedrecista y la estructura del proceso mental durante la elección de un movimiento; dijo que la indispensable virtud del modo de pensar del ajedrecista suponfa un ahorro de esfuerzos, y, al examinar la recíproca relación entre la belleza y la lógica, escribió: cSólo una inclinación alterada puede dar la preferencia a lo superfluo y no a Jo simple. Entre dos movimientos igualmente racionales, el individuo sano eligirá el más re<:tillneo, el más claro o, para decirlo mejor, el menos paradójico. a
Sometió a crítica las llamadas cpartidas briOanteu; demostró que
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sus autores, cautivados por el efectismo, no hacían más que aliviar la situación de sus respectivos contrincantes, y dijo que tales casos recordaban la resurrección de un muerto con el único fin de volver a vencerlo.
Con todo, advirtió que la elección de un movimiento es, no sólo una deducción lógica fundada en los principios de la estrategia y del cálculo, sino también una forma de remisión a la teoría de las probabilidades: conocer las inclinaciones del adversario vale tanto como prever su respuesta a un movimiento determinado.
Por tanto, en su idea del ajedrez se combinan la lucha psicológica y el juego con �sentido comútu, basado en las deducciones de la teoría.
Capablanca, célebre competidor de Lasker, no se distinguió con tan profunda y psicológica clarividencia. Más que polarizar en el juego de sus adversarios, lo hizo en sus propias ideas. Las p!rtidas del gran maestro cubano manifiestan exclusivamente el carácter racional de su pensamiento; su lema fue eliminar todo lo artificioso y lo superfluo.
Por ello, la obra de Capablanca contiene un material ricamente pedagógico que permite formar juicio sobre los procedimientos de la meditación racional tras el tablero. Indicó los siguientes métodos que le sirvieron de gura en el proceso del juego:
1) Es necesario atender a la acción conjunta de las fuerzas ajedrecistas. En el tablero, la operación de piezas y peones debe completarse. A este respecto escribió : •Muchos ajedrecistas intentan atacar cuando sus piezas están diseminadas por el tablero y la postura de ellas no concuerda con las operaciones a que se les destina; y así, tales ajedrecistas,
sorprendidos, trl\tan de avexiguar dónde han eometido error e.n la partida. No se debe olvidar que el prl.ncipio fundamental del juego es coordinar la acción de las piezas.,
2) Se debe optar siempre por las resoluciones más económicas ¡ esto concierne al ahorro de fuerzas� asr e.n el ataque como en la defensa. El empleo de un mayor número de piezas es aconsejable cuando se ataca contra el rey. Aconsejó: •Ha de tenerse en cuenta cada movimiento que gane o ahorre tiempo.•
3) Todo movimiento previsto no debe dlferirse, sino realizarlo en seguida: otHay que ser decidido en los propios juicios; esto es, si se considera que el movimiento elegido es conveniente, debe efectuarse. La práctica es el mejor maestro. Muchos imaginan un plan durante el juego y lo estiman opo.rtuno; pero temen llevarlo a término. ¡Hay que decidirse sin vacilación alguna a realizar Jo que se estime conve� nientel•
Alekhine desarrolló las ideas laskerlanas sobre la necesidad de conoc.er el carácter psicológico de la personalidad del contrincante. Las precisas e interesantes características de Jos ajedrecistas, elaboradas por él, son el resultado de u.n profundo estudio de Jos adversarios con quienes se enfrentó, y constituyen una guía práctica para actuar en el tablero.
Ofrecemos unos fragmentos de los comentarios que h i z o de Capablanca:
•Durante la fase de la partida en que el preciso saber cede el sitio al puro arte, Capablanca manifestó con evidente claTidad aquellas aptitudes que le dieron fama casi legendaria: exclusiva rapidez en comprender el estado de Ja posición, e indudable comprensión intuitiva de la situa-
ción. Sin embargo, estas dos aptitudes, que aplicadas debidamente debían situarlo como artista en una altura poco menos que inaccesible, en realidad, y de un modo sorprendente, lo condujeron a unos resultados totalmente opuestos : a un punto muerto; a la convicción de que este arte había agotado sus posibilidades. ¿Por qué ocurrla esto?
aPara poder contestar a esta pregunta es necesario detenerse en aquellos peligros psicológicos que entrafia la primera de las antedichas aptitudes de Capablanca. Las manifiestas ventajas que da la rapidez de comprensión (capacidad de ver casi simultáneamente una serie de momentos tácticos, que ofrece toda situación complicada, debido a la econoaúa del pensamiento y, por Jo tanto, a la confianza en sí mismo) son, hasta cierto punto, peligrosas: el ajedrecista puede llegar a la errónea conclusión de que Jos mejores movimientos s o n indudablemente aquellos que él advierte en seguida al analizar la posición; con Jo cual, su espfritu creador pierde en profundidad lo que gana en flexibilidad.
aPor efecto y consecuencia de todas las observaciones y consid� raciones, llegué a la conclusión, aparentemente paradójica, de que en el momento de competir con él (1927) su tendencia a la táctica cedió mucho ante la estrategia; por Jo cual no me pude otfiar • de él en el medio juego, es decir, hube de verificar minuciosamente cada uno de sus propósitos tácticos, pues no se el(clu1a la posibilidad de que cometiese errores. •
Estas deducciones le permitieron aprovechar Jos descuidos de Capablanca en la competición valedera para el Campeonato del Mundo. La característica psicológica del gran maestro cubano fue exacta¡ el aná-
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hsts de las partidas que conJ.tituyen dicba competición ponen de maniCíesto que ella le facilitó adivinM mú o menos las intenciones de su oponente.
Su opinión tiene asimismo interes cuando habla del peli¡ro de producirse ciertos rasgos neganvos en el c:artcrer del ajedrecista al valorar intuttivamente la posición
En cuanto al aspecto psic:oJógjco de la lucha ajedrecista, fue mucbo más teJos que Laslter, pues estimó oecesruío tener en cuenta no sólo las particularidades del juego y el �cter de sus adversarios, sino tambibl prever la preparación psicolóaica de éstos para enfrentarse con éJ. Comprendió la impoi'Ullcia de la relación directa e inversa de tal preparación. Por ejemplo: al prepararse para djspurar con Capablanca el Campeonato del Mundo, previó que el maestro cubano tratarla de utilizar la estrategia un poco arriesgada para las negras que con frecuencia le sirvtó de guía en aquel período.
Después de la competición, escribió: • J upndo las negras, usi el mismo m�todo de simplificaCión que Capa blanca adoptó en la defensa. • A pesar de que tal estrategia era nue\'a para AJekhine, su efecto psicológico quedó probado en aquel!¡ disputa.
El mitodo ale1ctuniano tiene seguidores entre los ajedreCIStas actuales. Para citar un ejemplo, me remito a un hecho ocurrido en el transcurso de mi preparación conjunta con el aran maestro Averbach. Manipulando en e1 fichero de éste, descubrí un cuaderno ntulado aY. L. Avnlxu:ha junto con las caracterfstica.s y anotaciones dt partidas de una serie de ajedrecistas, PQ6ibles futur05 adversarios. Reunir e l propio legajo de documentos ajedrecistas es una forma racional de prepararse,
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deducida de la lógica opinión alekhiniana ¡obre la necesidad de adivinar c�J se"' la tendencia teórica y la preparación psicológica del oponente.
Alekhine seilaló la importancia instructiva que tiene el ajedre-t, y estJmó que ti logro de grandes éxitos en este arte depende del cultivo de las virtudes positivas del carieter, y la ellmtDación de las negatl\·as.
En este sentido, es demostrntivo su ejemplo personal, sobre el que Retl escribió: •Al cOJJUenzo de su carrera, sorprendió a todo:. con la abundante fantasía y la volitiva tensjón de sus ataques borrascosos. Pero el hecho de no permttir que su talento natural, que cautivó a aantos admiradores su}�. se inclinase a la fantasía y someterlo a. la razón, le permitió alcanzar la cumbre de la maestría.•
Alelch.ine dijo sin rodeos: •Mediante el ajedrez, he culclvado mi cartcter¡ este arte enseña a ser objetivo, y en il puede uno ltepr a ser gran maestro s1 reconoce su& defectos y errores. ..
Y en una sere de artlculos se refirió, aunque de una forma breve, a las particularidades que �araeteriun el curso del proceso mental al analizar un movimiento. Sobre e l juego sin mirar a l tablero, escribió: •El jupdor no trata de reproducu en la tmaginación todo el tablero con sus piezas y casillas blancas y negras, como suJ)One la mayor parte de los profanos en esta materia, sino de recordar únicamente un movi· miento característico, Ja configuración de una parte del tablero ... •
Esto es una importantísima advertencia de que en toda posictón deben destacarse constantemente los elementos más valiosos >' stgntficativos, y, según nuestras observaciones, refleja el contenido de l.a actl-
,.,dad selectiva al eleg1r un movimiento en el ¡uego a la vl��.
� interesante! b menctón del movlmlento ccaracterhucoo, porque af1rma una vez mols la verdad del juicio emitido por Blumenfeld sobre el carácter demostrativo del pensamiento del ajedrecista. El avalúo general de la situación no se puede concebir como una forma de pen.o;amiento desligada de las 1deas aislada� y de la unagen concreta de las piezas. La unidad de lo sensitivo y lo lógico. lo concreto y lo ¡¡bstracro en el pensamiento ajedrecista se manifiesta en que la valoración general, las ideas y demás generalizaClones actúan conjuntamente al pensar un movimiento detemunado, o una serie de movimientos (la vart;tnte).
Ret1 hizo unas interesantes observaciones sobre el carllcter del pensamiento en cuestión. Puesto que su mentalidad era abstracta, subra.Yó la importancia d.e las valoraciones genen�les en el juego, y previno contra el peligro de aficionuse excesivamente al cá.lculo concreto y al ingenuo intento de explicar el arte del maestro por el grado de su capacidad para ccalcularo. Sus observaciones son acaso demasiado categóricas. si bien no contradicen la Idea de la riqueza de imigenes de dicho penll..alie.nto, y demuestran que estas imqenes pueden Rr diversas, o sea, mú o menos ¡eneraliuda.s.
Y escribió: •Los profanos en este asunto creen que la superioridad del maestro es directamente proporcional a su capacidad para calcular previamente. Tales ajedrecistas se sorprenden cuando, tras haberme preguntado e u t n t o s movimientoS suelo calcular en mil combinaciones, les contesto con sinceridad que, por lo común, no calculo ninguno. •
Pero si no nos apoyamos princi·
p.alml!nte en el dlc:ulo, ¿cómo eleSir un movimiento7 Rell uuma que • todo ajedrecista. sea destJicado o mediocre, posee, conscaente o inCOIUCICOtemente. prinCIJ)ÍOS de los cuales se sirve para seleccion¡¡r los movimientos : el jugador mediocre qulzá se clñe a principlos &encillos . . . , y se conforma con poder dar jaque a .;u adversario•.
Sorprende que los confeccionadores de programas para compu�dores no haya.n tenido en cuenta t!>th lDl· portantes observaciones de Reti ; hasta ahora, han intentado resolver los probl<:mas del juego de ajedrez por medio de la selección de variantes, es decir, medlaote el cálculo concreto y continuo. Y sus Intentos no han resultado dicaces.
Los trabajos de Sp1elmann y Torre ofrecen interesantes datos en orden a los estados l'SicoJó&ICOS del a¡edrecista. Torre analíu minuciosamente el problema de la formación del estilo, y establece cUAtro períodos en la evolución del mismo : 1) la forma; 2) la expresión del juego; 3) el eatilo; y 4) el pan estilo. Recalca la idea de que, aunque la obra de cada maestro es propia y original, las particularidades de su juego se asientan indudablemente en lo acumulado por el desarrollo del arte del ajedrez y por la experiencia de mucb05 afedrectstas de dhersa.s naciorWidades.
Los SOVIétiCOS han Cl>tudiado y desarrollado los métodos de preparación psicológica promovidos por Lasker y Alekhlne.
En eUo, el ejemplo de Botvinník ha lUdo lmportantfs•mo; CJl .u sistema de preparación y perfeccionamiento psicológico destacan los siguientes momentos : estudiar la caracterCstica psicológica del oponente, el estado óptimo de su capacidad de trabaJo durante la partida, y su
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predisposición psicológica a la com· petición.
Ha hecho un análisis detallado y psicológico del juego de sus oponentes, en el cual observa no sólo Jos defectos y aciertos palpables, sino también los detalles sin importancia, como movimientos clargos•, '1Ue Euwe frecuentemente deja escapar. Además, tiene una extraordinaria capacidad para tran&formar los datos obtenidos en concretos esquemas de apertura y en una forma general de desarrollar la lucha ; esta circunstancia es, de un modo subjetivo, Jo más desagradable para sus conttincantes. La profundidad con que comprende a su adversario como ente humana, se manüiesta notable· mente en los match-revancha con Smislov y Tal.
Ciertamente, no es dado a fiarse de las primeras impresiones; prefiere reunir un número suficiente de observaciones psicológicas antes de sacar conclusiones. Posiblemente ésta es la razón de que jugase con más seguridad en las competicionesdesquite que en las precedentes.
Ha comprendido hace tiempo que, en el aspecto psicológico, al Individuo le resulta difícil pasar inme· diatamente de una actividad a otra; digamos, para citar un ejemplo, a una partida de campeonato. Con el fin de estar mejor predispuesto a la competición, de movilizar sus reservas de energía volitiva y sustraerse de cuanto no está relacionado con la partida, suele darse un paseo y entrar en la sala de juego unos diez o quince minutos antes de sentarse al tablero. Este procedimiento Je .PeTmite abstraerse de toda impresión ajena al acto deportivo y concentrarse por entero desde que se pone en marcha el reloj.
Seliala también que la serenidad es condición indispensable para dar
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mejor rendimiento. Una preparación especial le ha capacitado para luchar contra la aparición de emociones negativas. Pero su serenidad en el juego no significa indifttencia, pues tiene una considerable reserva de cmaUcla deportiva., en el buen sentido de la expresión. Cree estar obligado a luchar hasta el final, y poner toda su capacidad y tensión nerviosa en la partida. En ocasiones perd1ó partidas en la undécima y decimotercera rondas por causa de la fatiga física; pero, comúnmente, su total entrega al trabajo artístico ha dado resultados positivos en la práctica.
Ha estudiado Jos problemas referentes al régimen de las competiciones, el m�todo de analizar las partidas suspendidas, los elementos que causan la falta de tiempo y demás. El método de perfeccionamien· to usado por él ha servido durante muchos al'!os de ejemplo para la preparación de los ajedrecistas soviéticos.
Sin embargo, Averbach observó justamente que no siempre dio los resultados apetecidos, pues fue adoptado a ciegas por maestros y preparadores, a pesar de que su autor advirtiese: e Posiblemente este sistema de preparación no sea provechoso para ciertos ajedrecistas ; cada maestro debe abordarlo con cautela, y usarlo teniendo en cuenta sus propias cualidades y costumbres privativas.•
Actualmente, los maestros soviéticos se plantean la cuestión de crear un sist.ema de preparación que general1ce, así la experiencia personal de los grandes especialistas en ajedrez. como los datos objetivos y científicos logrados con el esfuerzo de psicólogos, fisiólogos, pedagogos y médicos.
.t'ara alcanzar este objetivo se dispone de inmensas posibilidades. L<�s artículos y comentarios de partidas de Petrosian, Tal, Bronstein, Averbach, Korcbnoi, Simagin, Bijovski y otros grandes maestros ofrecen valiosas observaciones psicológicas. Es hora de analizar con todo detalle estos materiales e incluirlos en un sistema científico.
Igualmente es instructiva la e.xpe· riencia acumulada por los preparadores ; pero éstos la divulgan muy poco. Un ejemplo de ello es la interesante pregunta : ¿Cuándo se da por terminado eL período de preparación para un torneo? ¿Cuántos días hay que descansar antes de tomar parte en él?
Basándose en la experiencia, Botvlanik dice que conviene dejar toda actividad ajedrecista cinco días antes de la competición. Pero la práctica ha demostrado que esto no es valedero para todos, pues hay ajedrec istas que en seguida se hacen al ritmo de la lucha competitiva, para los cuales cinco días de descanso son suficientes. Pero hay otros que, por lo común, empiezan el torneo con vacilación, y pierden valiosos •puntos• durante el período de .. adaptación•; para éstos el desean-
so podrfa consistir en una intensa preparación, mediante sesiones de juego simultáneo.
Este asunto depende mucho de la penetrabjjjdad psicológica del prepi\rador. Bondarevski supo descubrir en GeUer y Spasski cierta indolencia al comienzo de la lucha competitiva. Por lo que aconsejó a Geller realizar una sesión de juego simulráneo contra reloj entre unos cuantos candidatos a maestro la •íspera de su competición con Smislov (Moscú. 195..5), y Spasski no cesó de prepararse .basta el momento de empezar su duelo con Tal (Tbilisi, 1965). El resultado fue que los dos pupilos de Bondarevskj mostraron una excelente preparación deportiva desde el comienzo de la competición.
Los preparadores Rojlin. Neshmetdinov, Voronkov, Ravinski, Koblenz y otros. ofrecen muchos métodos interesantes para reflexionar racio� naimente en el transcurso de la partida.
Se espera mucho de la psicología deportiva, particularmente de la ajedrecista. Es de esperar que el estudio de los problemas psicológicos no tarden en prestar una ayuda esencial a la enseñanza y prá�tica del ajedrez .
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EL PENSAMIENTO EN EL AJEDREZ
La incógnita de las imágenes ajedrcci!ltas
El estudio de las cuahdade:. que dan carácter 3.J peosam1ento del ajedrecista es quizá eJ problema mdos importante y que más inquieta a pr ct1COS ' a pedagog06 del ajedrez. E<>te problema aun no ha sido estudiado debidamente: por otra parte. su tn\·esugación presenta dificultades. El obJem·o primordial es determinar los defectos típicos de la ac· t1V1d11d intelectual en el transcurso de la paruda )' hallar un pr<>t:cd• maento que eleve su dec:-uv¡dacl
Como se tul dicho, el pensam.�ento del ajedrecista es mayormente ima&in•IIJ\'O,
;Qué sisnífica el concepto •imagen ajedrec1sta• ?
V . Malkin l o define como una posicaón modelo que se propone y StJUe para valorar. Desde luego, aquí se recalca la idea de que dicha imagen no sólo es un cuadro e\·i· dente de la posición en el tablero, sino tambi�n su avalúo ; es decir, la generahzación que abarca las parti culandades de la postura redproca de las ptezas y sus posables acciones. Con todo. nos parece que no sólo las postc•ones modelo conruoona.o la mantfestación de 1as un4enes, pues toda posición se refleJa como una ima¡en en la condencia. Sólo varea el arado de ¡enerallzación; o sea, varean la profundidad y exactitud
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con que �e valoran las varias posicione...
Gracias a los conocimientos y la experiencia pnlctlca, el ajedrecista valora numerosas y dhen.as posi. cioo� por su semejanza coo otras anteriores; con ello sabe aproximadamente cómo debe proceder. Sobre la base de estas po�;iciones se producen 1m.ágenes m�s generalizadas; pero muchas de ellas no pueden valorarse debidamente, no obitante ser análogas a otras anteriores y tener ciertos elementos de Ja valoración: posición Cólracterística de varias pie· zas, peligro de doble amenaza, etc.: aunque estos elementos son, por el momento, fragmentos de ulteriores valoraciones generales.
Esta es una imagen oús concreta, por diferenciarse esencialmente de la posiCión modelo.
Veamos la naturaleza dlnimica de las imágenes del pensamjento en el ajedrez, desde cuyo punto de vista las djvidiremos en residuales, inertes y precursoras.
Es la traslaaión (ntegra del avalúo de una posición anterior o del de Ja acción de unas piezas a la nueva situación creada en el tablero. Viene
a ser la continuidad de lo pasado e.a lo praeote¡ continuidad que a veces oc:upa el lupr de la realidad. La presencia de imqeoes residuale�o causa la invariabilidad en el pezua. miento y disminuye la variabilidad de la atención.
Para citar un ejemplo, ofrecemos el final de la primera partida del en· c:ue.atro ":" •1 • Gligoric {Bel&rado, 1968).
D1a1rama núm. 1
La &ituaclón de las blancas u poco envidiable. Tal acaba de tomar la dama con el movimiento 37. C X D +, aunque con ello no se comperuoa de la púdida m:ueriaJ.
A este respecto, Koblenx cscri· bló: • Despu6i de t. partacü, el propio Tal confesó habérsele fiaurado atacar &imultJnumente al rey y la torre IR, con lo cual contó recu· pera.r una c:allcüd y llevar a táml.Do su superioricüd rnatenal en un final de torTea. ¡Pero erró el ¡olpe 1 Pues la torre de Gliaoric ya estaba si· tuada en el escaque SR y amenuaba mue.•
La misma causa, esto es, el -resistro• mental de las piezas, bazo que Tal volvlese a incurrir en errot
en la partida que jugó con Rosseto (Amsterdam, 1964).
Ilin·Sbe.aeV5ld ya hablaba de tales c:a.sos el aAo 1928.
DüzgNZ111a núm. ?
En esta posición (Ilin·Shene\.slu· Nenarolcov, Moscú, 1922), las blan· c:as tienen u.n ataque decisivo. Pro"�i · gu.íó l . A7A+, RlA; 2. D6T+1, RXA; 3. T6A+ , RlC, ) la \'entaja pasó inesperadamente a las nearas. En el cálculo preliminar, las blancas contaron sólo con l • •• , RIR; 4. OSA+, R2D; S. D7C+ y 6. TIA, mate.
• ¿Por qu� no a d v e r t í el Stm· pie movim.Le.ato 3 . .... RIC? cribe lltn-Shenevsltí. 1 PuCj muy ICJl· callo! Obsérvese la posición anicial : el escaque 1 CR negro btá atacado por dos paeza.s, o sea por el alfal 3CD y la dama aituad.l en 5CR. Al calcular la c:ombinadón. se me fa· guró que el rey no pod!a retirarse a la casilla 1 CR. •
Ciertas particularidades de la posición anterior (dominio en la casaIta lCR de las negras, etc.), fueron ua:Jadadas íntegra y mentalmente a la nueva situación cread.1 en el 18· blero. Las blancas, por e¡emplo, pe.
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dlan bober mantenido la ventaja de su posición, haciendo l. &XA; pero Ja imaJ'en residual, o 1ea la serurf· dad en d dominio del escaque de referencia, frenó la variabilidad de la atención y dificultó eomprobar con objetavldad la situación.
Vamos aoa posición de otra partida llÍJl.Shentvskl-Nenarokov (Mos.• cll, 1923).
Diagrama núm. 1
la'> Cuen.u esUn rnü o menos eqwhbradas. llit�-Shene\'sll:i comenta el ulterior curso de la contienda asf : •Con objeto de bacume con la inictativtl, decidí abrir la vertic:aJ AR e hice l. TJA, PlCR; l. DlB, ClB. Despu6 de �to, pareció que nada impcdb llevar a tfrm1no mi pro¡l6-sito, ) pre&eguf 3. P4AR; puo re$U)· t6 Jo sl&atente: l . ... , PX P; 4. D x P, D x A. Esto no formaba parte de ml plan; habia abieno la vertica.l de refe�ncia, pero perdi UN pieza. OIrán que soy un pap:¡Nt.al. En electo: pero la psicolo¡ia de t'>te tambi4!n resulta interesante. Fta¡oillldo mi plan )' m1raodo el tablero, vi que el peón ne&ro en el escaque 4R era como UM 56lida partd entre la dama ad\'ersar1a y m1 alCil Indefenso. Esta idea se afsrmó en mi conciencia, de
modo que, al tomar la dama negra mi al.fiJ, ctef que Jo había hecho pal&l)do por encima de dlcbo peóo. •
Un ejemplo de la influencia neptl�a que puede �e:n:e.r la ima&e.o rea{dual lo ofrece el joego de lu bla.Dc:;¡s en la partida Sozin-KUillov (Mosctl. 1931).
Diograma mím, 4
Aqu! se prosiguió 26. A X P1 A este respecto, Sozin escribe: •Desde el punto de vista psic:oló¡ico, el error es comprensible en cierto modo: en •us dkulos. las bl.a.ncas no contaron con la posible respuesta T2D; movimiento anteriormente imposible, por la amenaza de mate coo Ja jupda 08CR.. w blancas pnaban Ucdmente c:on U. Tl'R; r.ru su error. la partida finalizó en tablas.
En el caso que acabam01 de ver, la ima&en de la posición antmot fue tan estable, que infuodó a Sot.in la convicción de que sus suposiciones anteriores eran justas.
La ima&en residual pueden crearla una pieza dete:rminada con las fun. dones Inherentes a ella o una cuilla, y tambim un &f11po de piezas o euUJ.u con funciones m� complejas. No sólo ple.zas, casUJas y mo-
vlmJeotos a!tladot, sino tambi� ldt.aa tAc:tleu 1 •tnat6¡lcu que b&D sido obfdo de ua profUDda medJ. taeí6a puedal penDI..DeCCI' COD IU upeeto relatiYUDa�te U:avariable u la coadmcJ. durante la partida.
EDmlnemos la posición del encuentro Cbejovu-Modd (�rado, 19ll).
Dittr;rcmG mim. 5
Chejover escribió: • Aquí no conduela a oada la continuaclóa 29. A1T+, RlA; 30. DlT+, porque 30. . , Dl D; 31. PSA, D1:R. Partiendo de ene supuesto, refiuioo� aobre la 19. T7T, OSO; 30. D4T, PlCR; )1. D6T y 1 'ubsi¡uleotes DlOVI· aucotos T4A y HTR, y para huir el mate hlce 19 . .PlTR. A Jo que Model tontC$tó clesacenac:b.meute cou lY • • • , D18.1, trb lo c:ua.l la conunuaeicSn 30. A1T+, RIA; ll.
DlT+, T2B; ll. AlD daba UUDC· diatamente la victoria Pero, ea la nueva situad6n, no pe4K en el movimiento A7T+, y ju¡ué de otto modo. La partida finalizó ea �bla$ • •
Vem� que la conclusión de que el plan A1T+ y DlT+ ca.reda de efieach se af1rm6 canto en el espfrltu de Chejover que las partlcura-
ridades de la postura de las tres piezas atacantes (el alfil, la torre y la dama) co fueron objeto de u.oa IUia rcflaióo en la SIJWCDIC jup· da cuudo la SUWidÓG h1bl.t cambiado �vorable.mt11te.
Se dan casos. aunque relatha· mente poco frecuentes, en que la existencia de la l.rnA¡eo residual de la po.Ici6a utuior eo la coDCiaacia causa ori�es DusloMs 69úc:u e im'&eoe� de plczu que >-. ao está ea el tablero. C impolibUH� CODCCD• tra:r d pcASamlento eo otroa ele.meo· to1 de la nueva posición, por cu1nto �1 cartcrer de la acción de dichas pina, en el perlodo anterior del desarrollo de la paruda ha lido muy importante y ha exi&�do m��eba aten· eíón.
Vdmoslo en la partida Subo· Bronstein (ZUrieh, 19Sl).
Diasrt�ma núm. 6
El alfil de aslllas negras es la p1tL1 fwlda.meoUIJ en el ataque de las bluca.s: por ello, Bron teln Jo elimina: 36. ... , TXA; l1. D6T, PlA; ll. PXT, nC'! (e) mejor R2A): )9. TIDI, DXT; 40. D8T+, y lns blancas &;�naron pronto.
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Respecto de su erróneo mov•miento 38 • . . . , T2.C? con que lr\ttultó cerrar una 'ez m:ls la peligrosa diagonal ITD·BTR, Bronsttun comenta: .Hasta entonces, las negras lucharon contra el alfil adversario situado en JAD. y efectuaron este movimiento parque continuaban luchando contra la sombra del mismo. •
Estos ejemplos nos aurorlutn a considerar la presencia de la imagen residual como una considerable Insuficiencia del pensamiento del ajedrecista. El papel negativo de tal imagen crea una situación paradójica cuando los aspectos importantes de dicho pensamiento, es decir, la
profundldad y tendencia precisas, parecen debilitarse. Por otra parte, esto reafirma Jo de •Aiustadme esas medidas•. pues, en los casos analizados, se ha observado que .las cosas no se hicieron en la debida propor
. ción en cuanto n la profundidad y dinamismo del sobredicho pensamiento.
Con todo, dtcha imagen no siempre es un impedJmento en el proceso creador: pueden observarse valores posltí\oS en ella si se regulan cons· cientemente la atención y el domlnto de sí mismo. porque las ideas originadas anteriormente en la partida no se coo\'ierten en axiomas invariables. smo que se hace uso de ellos modl!Jcandolos conforme a las nuevas circunstancias de la posietón; aquf. la presencia de las imá· genes nsiduales es muy útil. por cuanto asegura una reOexión consecuente, gracias a lo cua} se crean las premisas para una mejor suceSI�n de las etapas del desarrollo de la paruda, y el ¡uego es más Integro y sistemático.
Ofrecemos seguidamente la posición de la parllda Novotlelnov-Neshmetdinov tSaratov, 1953).
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Diag'l'ama núm. 7
En ella, las negras se propusieron responder a 16. OC con eJ sacrificio de una caUdad: 16 . . . .. T4R; 17. P4A, TXA; 18. PXT, C5C, con buen juego por las casillas negras . La partida prosiguió 16. D4A, T4R; 17. ClC, C61>; 18. D4T, CXPC; 19. P4A; aquí realizó Neshmetdinov el sacrificio propuesto anteriormente : 19 • . . . , TXA; lO. P X T, CSCI Y la posición de las negras ofrece buenas perspectivas de ataque.
En este caso, la idea de sacrificar una calidad al decimosexto movimiento nos recuerda la acción de un dueño previsor al abastecerse con tiempo de lo necesario. NeshmetdJnov consideró esta idea, la aprobó y la düerió para una ocasión más prop1cia.
La presencia de la imagen residual permite pugnar consecutivamente por la realización de un plan determinado o idea concreta ajustados a todo cambio de situación que se produzca en la partida.
Veamos un ejemplo de ello en la segunda partida del encuentro "Botvinník-Loweniiscb (Moscú-Leningrado, 1937).
DiQBrama núm. 8
Lowenfiscb se propuso romper el centro de las blancas por medio del movamlento P3A; pero no pudo realit.arlo en seguida. A este respecto escribe : •Temí, después de 14. . . . , P3A, la continuación 15. PAXP, PRXP; 16. P6R, TXP; 17. PSA, PX P; 18. A XP, TlR; 19. DST, ClA; lO. AJTD, DlA; ZJ. P4R, P X P; ll. C X P, con fuerte ataque ... Sin abandonar esta importante idea esrraté¡ica, efectúa la siguiente manio· bra de pie?.aS : 14. . . . , DlR; lS. P X P, PR XP¡ 16. P4Rl (las blancas nuevamente impiden el movimiento deseado, PSD; 17. ClC, P4AD; 18. C2D (aquJ uunpoco es posible: la proyecuda ruptura, debido a 19. P6R y 20. P5A: pero la idea de la misma n.o abandona a las negras). P4CR!; 19. P3C, PC X P; 20. PXP, RlT; 21. C4A, TICR¡ U. BlT, PlA! 1 Por fin ha podido .realizarse la idea formada anteriormente, y en el nlomento más oportuno! Luego de 23. C6D, PXP; 24. CXA, PXP, las negras obtuvieron dos peones por el alfil y cootraposibilidades muy eficaces.
Con frecuencia, la idea formada con antelación contiene una suti-
Jeza velada, y es ventajoso realizarla : pero no inmedJatamente, flino en. el momento oportuno; de lo contrario, no reportará ninguna ventaja. En tales casos, el ajedrecista la retiene en la memoria, y tfectúa manlobras de espera durante cieno tiempo. con objeto de encubrk su ardid e infundir a su adversario Ja sensación de seguridad en la posición. En este aspecto, es característica la experiencia de Bronstein, que reiteradamente ha empleado con éxlto tal procedimiento ps¡cológico; son memorables los finales de su encuentro con Resbevski (Züricb, 1953) y con Mikenas (Tallín, 1965).
Todo intento de aprovechar las posibilidades prácticas, por insignaficant�s que sean, es una medida justificada. En su libro sobre el torneo celebrado en Nueva York el año 1927, Alekhine reprocha justamente a Spielmann haber aceptado las tablas en varias partidas donde, aunque mínimas, tuvo probabilidades de ganar.
Por tanto, al atender consciente· mente a los momentos variables de la situación y al comparar lógicamente la posición ruuerior con la presente. la Imagen l'esidual influye de un modo positivo en la eficacia de la activjdad meotal y facilita tomar decisiones con rapidez y exactitud.
En las características contradictorias de las imágenes residuales arriba citadas. se manifiestan dos tendencias del pensamiento del ajedrecista : por u o lado, los mo..-imientos aislados se consideran como los elementos del desarrollo de la partida relacionados entre sf (valor positivo de dichas imágenes, alto desarrollo de la dinámica del pensamiento y la atención), y por otro se observa una tendencia a dlvldir Ja partida en etapas aisladas, al tiempo que las
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imágenes residuales estáticas o invariables pasan automáticamente de una etapa a otra.
¿Qué medidas deben tomarse para eliminar la influencia de las susoc:Uchas imágenes? Entre las recomendaciones puramente ajedrecistas merece atención el juego a ciegas.
Se estima que éste es nocivo para la salud y no contribuye al desarrollo de La atencíón del ajedrecista. No vamos a discutir la justa afirmación de que el entusiasmo por las sesiones de juego a ciegas no tiene otro fin que la publicidad y no reporta ningún beneficio. Sin embargo, nuestro consejo se refiere a un pequeflo número de partidas jugadas de este modo como procedimiento de preparación. Lo cual no resultará fatigoso para un ajedrecista formado. El juego a ciegas quizás es el mejor procedi.mlento de preparación para perfeccionar las propiedades dinámicas del pensamiento y la atención; el carácter de tal juego exige una constante y exacta comparación de las imágenes anteriores con la posición presente, y una sistemática verificación e imposición de esfuerzos volitivos para determinar la atención abstracta. Sobre todo, es importante no perder de vista la postura exacta de las piezas. Puede decirse que la pereza de pensamiento no es compatible con el juego a ciegas. Además de lo expuesto, tal ejercicio facilita el desarrollo de la visión combinatoria.
Conviene advertir que los preparadores más perspicaces usan este procedimiento en su trabajo. De esta manera, Bondarevski aconsejó a Spasski que realizase a ciegas una sesión de juego simultáneo en ocho tableros contra los ajedrecistas más fuertes de Sochi la vfspera de su competición con Tal (Tbilisi, 1965). Por ventura deba atribuirse a ello la
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extraordinaria inventiva y dinamis· roo de pensamlento que Spasskl mostró durante la competición con su adversario; por lo menos, no se apreció en él nlnguna ilusión óptica en el manejo de las piezas.
Como medio de preparación también puede servir la lectura de trabajos sobre ajedrez sin verificarla en el tablero, entrenamiento que Korchnoi, practica asiduamente.
Asimismo es muy útil plantearse mentalmente la siguiente pregunta en el discurso de la partida : ¿qué cambios se han producido en el tablero, después del movimiento efectuado por el adversario? ¿Qué se amenaza 1 Este procedimiento fue adoptado en los torneos por los ajedrecistas de Saratov, y dio resultados positivos. Unos cuantos de primera categoría aprovecharon el citado consejo, y dljeron que ya no veían las piezas en su postura anterior m variar la situación; esta insuficiencia se babra observado anteriormente en ellos.
Imagen inerte
Se caracteriza por considerar el avalúo como· el resultado definitivo de la partida, porque mentalmente se estima terminada, aunque en reaüdad continúa. El ajedrecista Imagina que el logro del objetiv·o requiere poco esfuerzo intelectivo, por cuanto sólo quedan pequeños obstáculos que vencer. Y as!, lo presente (a menudo, lo valorado con error) pasa a ser automáticamente lo venidero.
Esto hace que mengüe la objetividad de previsión y la exactitud de cálculo con que se analiza la situación creada en el tablero. En la práctica, la imagen inerte corre pareja con la incorrecta y precipitada deducción de que la superioridad ma-
terial o de posición, o el conocimiento de que se ha producido una posición modelo, predetermina el resultado de la partida.
En cuanto aparece la imagen inerte, rusminuye el esfuerzo, y se produce un estado de relajamiento. La excitación que ha movido a luchar por el logro de un objetivo trazado de antemano se transforma en un autososiego, y hasta en apat(a, cuando rucho objetivo parece haberse logrado. Consecuentemente, la contemplación apacible de la posición ocupa el Jugar de la responsabilidad, y la variabilidad de la atención y la facultad previsora descienden bruscamente; este descenso de la actividad intelectiva suele ir acompañado de errores. A consecuencia de ello, es frecuente no ganar partidas que ya están ganadas y perder otras que son irremisiblemente tablas.
Conviene se.ñalar que las imágenes inertes se distinguen por su tendencia a hacer que se valore definitivamente la posición y por su alto grado genetalizador.
En la partida Petrosian-Korchnoi (Moscú, 1963) se produjo la siguiente posición :
Diagrama núm. 9
Petrosian refiere el posterior curso de la lucha : cEstuve bastante tiempo convencido de que mi posición era superior a la de mi contrincante ; a más de esto, toda la fase anterior de la contienda, que dejó a Korchnoi constre.fiido, me infunruó la creencia en el resultado favorable de la partida ... ; pero cometí el inconcebible y e r r o de hacer :u. T X P1? Escapó a mi penetración el peligro que suponía el avance P6A, acaso por contrastar excesivamente con la indefendlbJe situación de las negras. Estoy convencido de que, si un maestro destacado no ve en seguida semejantes amenazas, no las verá después, por más que analice la posición.»
Tras 3S. TXP, la partida prosiguió 3S. .. ., P6A; 36. RSC, RlR, y las negras ganaron.
En este ejemplo se observa que la i.magen inerte estuvo ligada con la valoración definitiva de la posición; por ello, Petrosian disminuyó lógi· camente su vigilancia al considerar que la lucha estaba decidida.
¡Pero el castigo no hizo esperarse! Se perru6 una partida que se tenia ganada. Este hecho confinna una vez más el viejo dicho ajedrecista : • La partida se considerará ganada cuando el ganador haya anotado su punto en la tabla de la clasificación.•
Es discutible la afianación, de Petrosian, de que en tales casos no es posible hallar el movimiento conveniente, por más que se analice la posición. Naturalmente, Ja imagen inerte se distingue por su elevado carácter estático, puesto que está relacionada con la manifestación de un constante y emocional estado de exceso de seguridad� sin embargo, esos estados psíquicos pueden ser superados por la voluntad del individuo, mediante una critica y con-
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cienzuda verificación de las Ideas propios.
Volv<tmOS sobre otrOS ejemplos que no:. ofrece la práctica del ajedrez.
He aqur la posición de la partida Gabltkov51o - S i m a & 1 n (Sza\·noZdruy, 1950).
Diagrama mim. JO
Las bl3ncas úenen una considerable superioridad material: una calidad de mts y la rnevitable conversión del peón 7T en dama. Pero Gabliko..,sld polarizó su atención sólo en cómo asegurar la defensa de su rey. Desde luego, la amenua de las neyas es tan poderosa y la valoración del momento, expresada en el grito de •¡Salvar al reyh, {ue tan dominante, que las blancas se pu�ieron mmediatamente a la defensl\'a: 37. P8T=D+, RZT; 31. D6TD, D7C+; 39. RlR, C7 A+; 40. R2D, C X D, )' la partida terminó en tablas. Con todo, las blancas sanaban con el &ígu1ente e inesperado contraataque: 38. D8T+I (en vez del tímido movuniento 38. D6TD), R X D; 39. D6T+, y así sucesivamente. Gabllk.ovski no pensó en las posibilidades que le ofrecía la segunda dama en
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el escaque 8T; esto pone de refieve la constante y enorme influencia que ejució la magen de la posicaón reflejada en este o¡agrama, y que, aJ valorarla, las blancas pensaron úníeamente en defenderse. El movimiento 37. P8T=D+ fue calculado y hecho con la posibilidad defensiva de situar la dama en el escaque 6TD, sin relacionarlo con otras particularidades de la situación. Después de la partida. Gablilc:ovskJ dí jo que no pudo advenir la posibilicbd de sacrificar inmediat.amvue la sell.unda dama. por cuanto atendió solamente a la pehgrosa situación en que se encontraba su rey en la casilla lAR.
El siguiente ejemplo ha sido tomado de lA partida Ivko\·-Vasiulcov (competición U R S S - Yugosla\'ia, 1962).
Diagrama núm. 11
El aaque del maestro yugosla\'o es decisivo; en el cual uno de los componentes imponantes es el peón 6A, que las negras no pueden eliminar de momento, porque est4 defendido por su alfiL Al valorar la posición como favorable, Jo que no oirece duda, lvkov intenta ganar inmediatamente la partida, y no atiende a los posibles cambios de la
misma ni a que su principal triunfo, el peón de referencia, pueda ser cltmlnado. Prosiguió 19. nT, P4TR; 20. TX P?? Esto es un grave error. Con el mavimiento 20. DXPT y, luego, P4CR, �e podfa mantener un fuerte ataque. El yerro cometido por hlcov puede apreciarse en la variante 20. , DXP; 21. TIT+, R X T; 22. D4T+, RlC; 2J, D6T, DST + : 24. RlD, DXC+; 25. RlA, A X PA, r de repente se aclara que � peón 6A, pnnctpal sopone de la posición de las blancas, pudo ser elíminado impunemente. De esa manera, se d�moronó el fundamento en que se asentab3 el avalúo de la posición, y cuya solidez en el uJte· rior desarrollo de la partida aseguró la imagen, surgida • por inercia•.
La creencia en que los elementos constilutt\'OS de la valoración de una determinada posic1ón son estables, y en el siguiente periodo del juego, runto con la insuficiente variabilidad de la atención, son las causas psicológicas que impiden prever las llamadas combinaciones que producen el empate.
El si guiente dtagrama refleja la situación de Ja partida Evans-Reshe\slo (Nueva York, 1965).
Diagrama núm. 12
Las blancas están en un apuro, pues su adversario lleva ulUI. piet.a de venta¡a, y amenaza seriamente contra el rey. Por lo visto, estas consMeraciones parecaeron tan claras y evidentes a Reshevski, que, al calcular su próximo movimiento, lo consideró como una valoración es· table en lo sucesivo; si no. hubie:>e prestado atención a los pequel\06, pero esenciales, e a m b i o s que se producirían en el tablero, caso de tomar el peón blanco 3C. Esto es, tos demás peones blancos no pueden avanzar, el rey se halla en situación de •ahogado• y la postura de las dos pieus blancas en 8AD y 7 AR brinda la posibilidad de forzar el empate con el sacrlficto de las mts· mas.
Pero la con1ianza en la victoriosa reaJización del ataque fue tan grande, y la atención estuvo tan fija en los elementos posillvQs de la sltua· clón en el tablero, que Reshevski cometió la imprudencia de tomar el mencionado peón. Después de 48. . . . , D X PC7?, los defectos del juego • por lnerct¡h se manifestaron rápidamente. Prosiguló 49. DSC+, R X D; 50. TXP+, y hubo que aceptar el empate.
Si bubtera atendtdo a los cambio) que podía introducir el movimiento 48 . ... , DXPC, sin duda habría previsto la comblll3ción de su adversario, y jugado de otra manera; por e¡emplo: 48. , DlC; 49. TIA, DlR; 50. PXC, TSR+ y 51 . ... , D7T+, lo que le daba. inmediAta· mente la victoria.
Se advierte que las imilgene) inertes suelen presentarse cuando el ajedrecista logra aventajar a su contrincante en la posición ¡ esto hace que no prevea postbles camb1os en la misma, incluso los mts pnradójlcd!;, y se guJe sin reflexión por In
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persist�nte imagen del avalúo lavurable de dicha posición.
Al $Urgir la persistente lma¡en inerte, has�a el ajedrecista mis destacado pasa automáocamente los rasgos de la situación presente a la futura · aborda de manen trivial la valora�ión de las condiciones venideras. Por consiguiente, las imágenes inertes dificultan la búsqueda de nuevas posibilidades, y reducen al mínimo los elementos de la Jmaginaclón creadora.
A dl!erencia de Jas imtgenes residuales, que se presentan con valor positivo y negativo, las inertes son equivalentes, pero, condicionadas por el desequilibrio de la dinimica del pensauúent.n, intervtenen siempre como factores negativos.
La disminución del pensamiento y de Ja variabilidad de la atención est.i relacionada principalmente con Jos r:�sgos volitivos del carácter. Para ¡ubsa.nar los defectos de la atención, como presencia de la imagen estable cpor lnerc1u que hemos visto anteriormente, es necesario culnvar la autocrltica y el dominio de sC mismo.
Ejercitarse en el hallazgo de soluciones paradó jicas, esforzarse por descubrir toda excepción de la regla y desarrollar Jo concreto del pensamiento son condiciones indispensables para Juchar contra las imtgenes inertes. En las partidas de preparación es útil aplicar las variantes de apertura mú dlf:lclles, con el fin de ver el objetivo principal, no en el resultado, sino en Ja bdsqueda de los recursos ocultos de la defensa. Con ello, el ajedrecista se contamina inadvertidamente con el espíritu del escepticismo en cuanto a la valoración, por contrastable que sea. Tambim puede servir el estudio de las partidas de Lasku y Korchnoi.
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Lbwcnfl$ch escribe sobre el enorme sentido críuco del pen.s.amiento wkerlano: cAnalizar en compaiila de La.sku era un placer. tCuintaS caracterisncas de su estilo, dtversas y a menudo convmcentes, he oído en rrus dlasl ... Subrayo solamente un índtsculible rasgo de éJ : su escepticismo y fe en la defensa. Nos pon/amos a analizar una variante de determinada apenura, que a mi ver no convenía a las nqras. Pero I.asku empezaba a buscar �ngeniosamente contraposibllidades lnad'-'U· tidas, y se descubría que dicha variante era aceptable e irrebatible. •
Durante la partida conv1eoe, a veces, abstraerse de los prop1os intentos; •cruzar la línea del frente•, y tratar de �ruar por el ad\·ersano. Caso de introducirse profundamente en Jos •intereses• de él, pueden descubrirse ideas que suelen escapar a la penetración cuando se piensa unilateralmente; de ese modo, se asegura un tratamiento más objetivo del avalúo de la posición.
lma&eo precursora
Se produce al pensar en los posibles cambios de Ja situación futura ; en ello, se sobreestima la importancia de los inmlnentes acontecimientos en la partida, de suerte que el ajedrecista los coma. casi por reales y wstentes. Blumenfe.ld escribió: cA juzgar por mi propia experiencia, hay momentos en que la Idea, formada por la fantasía visual, ocupa el sitio de la realidad. •
El papel negativo de las im�genes precursoras es doble. En unos casos, se atribuye existencia real a posibles amenazas del adver&arlo. con frecuencia imaginarias, que se engeran y se convierten en amenazadores gigantes legendarios en la conciencia ; la pel'JPectiva lejana es objeto de
culto supersticioso, y se toma por factor real del avahío de una posic:•ón que e.x.Jste sólo en Ja mente. Y, en otros casos, ¡e da demasiada importancia a posibles y actJ�as maniobru de las propias piezas en el futuro, y no se considera con la debida claridad si 5U realización es o no oportuna; al contrario, a la valoración de la posición real se le al5adcn automáticamente •castillos al airea, formados por la fantasía. Esta falta de sentido traslativo de una situación supuesta a otra perceptible conduce a casos de •manía de hacer proyectos•, a una irreal planificación de las operaciones mentales en ti tablero.
Veamos segu¡da.mente la posici�a del encuentro Bondarevsk.i-Flor fl'.stocolmo, 1948).
Diagrama 11úm. lJ
Las blancas tienen ciertas posibilidades de ataque; de ellas, la ro;b •eficaz• acaso es el avance del peón 4AR, aunque, por Jo pronto, no entra15a peligro para las negras. Lo cual puede probar, por ejemplo, la siguiente variante : 28. • .. , TlRI; 29. PSA, l>XPR; 30. P X P, l'A XP; 11. D7A+, RJT. Esto es el avalúo real de la po<�ición.
Pero la maniobra PSAR tmpresiooó tanto a Flor, que, sin considerar otras pattlcularidades de lA posición, su respuesta fue dictada por la idea fija de impedir el avance del peón de referencia.
Prosiguió 28. . .. , P4AR?¡ .. 9. PXP. a.p., C X P6A¡ 30. PSARI Las ne¡ras salieron inesperadamente de lo malo y entraron en lo peor. La imagen precursora hizo que las medidas profilácticas, tomadas contra las posibles amenazas en un futuro lejano, se conviniesen en una amenaza real y efecd\'G en Jo presente. Las blancas cousi¡uleron una ventaJa evidente, medlante 30. . .. , P4CR; 31. CST, CXC; ll. DXC.
Examinemos la posición del encuentro Capablanca-Aiexander (N�>ttlngham. 1936)
Diagrama ntim. H
Prosi¡uió 26. . ., DlR? Ce'\ motivo de este mo\·imiento, Alekbine e�cribló: �<No sólo se ha perdido un tiempo valioso, sino que se b1 iod3 a las blancas la J)0$1bilidad de desatascar a su aUil de la darra. Por cuanto el adversario no amenauba inmmentemcnte, las negras hubie-5tn podido iniciar el ataque en el flanco de la dama, mediante 26 • . . . ,
3'3
AJT y el subsiguiente avanco del peón 3C. Tras lo cual, el resultado de la paruda habría sido totalmente indefirudo.•
P05iblemente, las medidas defenswas de las negras estuvieron condicionadas por la sobreesumación de la ilusoria amenaza DST. La panida continuó 17. P4CRI, D3C; 28. PXP, TXP¡ 19. TXT, DXT+; 30. RlT, TlAR; 31. DIT, y las blancas ¡¡e hic1eron con la loiciauva.
Reshe,·sJú tambi� se privó de su úniCO y activo plan (PSCD) al temer el movimiento de ruptura P4TD adversario, poco eficaz para éste en la situación dada (SpasskiReshevski, Amsterdam, 1965).
Diagrama mim. IS
Aqui las negras hic1eron 33. . ., PST. Y al rem3te de H. DlR, DlD¡ 3S. PlCR, las blancas aumentaron su superiondad, porque aquéllas no pudieron actuar eficazmente; como se ha dicho, se prh-aron de su único y activo plan al analí7.ar la reali%3-ción de la amenaza P4TD del ad\ersario.
Un caso por el estilo ocurrió en la part1da Krogius-Shujovski (Soeh!, 1967), en que, al cabo de 1.
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P4D, P4D; 1. P4AD, PJR; 3. CJAD, ClAR; 4. PxP, PXP; S. A,C, AlR; 6. P3R, P3AD; 7. C3A, ClClD; 8. AJD, 0..0; 9. DlA, TJR; JO. 0--0, ClA; 11. TlTlC, P4TD; 11. P3TD, CJC; U. P4CD, PXP; 14. P X P, CSR; B. A X A, DxA; 16. PSC1 ASC; 17. A X Cl, PXA; 18. ClD, P4AR; 19. PXP, pxp, las amenaz.as del bando negro D4C y CST f1jaron la atención del blanco. Estas amenazas parecieron tan reales y peh�osas, que forzaron a ponerse a la defensiva: 20. PJT?, A4T; 11. TlCIR?, CST; :U. Clll, con lo que se cedió la iniciativa a las neg.ras. En vez de dejarse influir por la acción de la imagen precursora, ctmvenfa h�ber c.alc.ulado la variante 10. T6C, CST; 21. TI-lC, D4C; 12. PlC, con lo que Jas blancas adelantan a su adversario en la ofensiva. Por ejemplo : 17 . ... , C6A+; l3. CXC, AXC; l4. TXP, D4T; l.S. CSC, D6T; 26. D4A+ y DlAR.
En los ejemplos que acabamos de ver se han observado casos de sobreestimación de futuras amena.tas del adversario y de subestimación de las posibilidades de la posición propia; ea ellos se eludieron voluntariamente y sin motivo las operaciones activas y se pasó a la defens1va. Tal pasividad, producida por autosugestión, hace que disminuya c<tn· siderablemente la produc1bilidad del pensamiento, y se emp1ece una
lucha contra •molinos de viento•.
En casos así, se observa insuficiente variabilidad de la atención. que se flja principalmente en un futuro le· jano y huye de la posición real en el tablero.
Niem�owltsch define acenadamente estas propiedades de la imagen precursora en su conocido aforismo : • La amenaza parece mayor que su realización. •
Con frecuencia aparece la otra cara de la imagen en cuestión ; esto es, ae exageran las probabilidades, y la atenCJón se fija unicamente en considerar las posibllldades de las propias piezas, por Jo que no se justiprecian las respuestas del oponente.
Veamos un fragmento de la partida Krogius-Bronstein (Tbílisi, 1967).
Dragrama núm. 16
En eua posición, Bronsteln se propuso atacar al rey adversario con el movimiento PST y. si se diera el caso, con los P3A y P4CR. Estas activu posjbilldades de las propias pieus cautivaron tanto a arención de Bronsteln, que consideró sus supuestas am� poco menos que tlnica.s y efea.ivas para vaJorar la posición. Por ello, sucedió 13. .. .• P$A 1 Este movimiento es ineficaz, porque, entre otras desventajas, tiene la de liberar a las blancas en el centro y en el flanco de la dama ; sin embargo. BroJlStein polarizó su atención en atacar al rey, por parecerle Ja acción que mayores peTspecbvas le ofreda. Con todo, advertimos que el avah1o de la posición requiere seguir presiooando en el cen-
tro, para Jo cual convenía haber hecho U . ... , DlC. La partida prosiguió J4. AlA, OlA; J.5. ClC, 0-0-0; 16. C3A, A3T; 17. DlR, TlDJR; 18. P4CDI, AlC; U. P4TD, PJA?
Las negras continúan en su irrealizable proyecto. La •magen pre-cursora de poder atacar al rey blanco fue tan fume que, incluso en la posición actual, donde el ataque de las negras no ofrece njnguna perspectiva, Bronstein real!%& el cseudoactivot avance PlA, y no cuenta con el brusco empeoranuento que ha experimentado su Sttuac1óo, porque persiste en su mftico ataque contra el rey.
lO. RlC, DlD; ll. TlTI, PST; u. AlC, PXP1 lnllwdas por la unagen precul"Sora, las negras han efectuado de nuevo unos movimientos carentes de acuvidad, y el último de ellos es un error decisivo. Al principio, las blancas han tenido posibilidad de reallzar el plan PlCR, T2CR y, luego, P4C; pero, ahora, lograr;!n una iniciativa amennzadora en el otro extremo del tablero. Por lo demás, repetimos. la serie de errores de las ne¡ras no es fortuita, pues la atención de Bronstein bace rato que es cautiva de supuestos irre.alizables.
Continuó 23. PDXPI Después de la partida, Bronstein marufestó que había esperado que su adversario hiciese %3. PA XP. tEsto pone de relieve cómo el cilculo de la po&ición dada estuvo sometido a la influencia del pensamiento, concentrado en los dese:tdos cambios de la posloón futura 1 Al seguir una dirección cdeterminadaa, Impuesta por la imagen precursora, cupo es-perar los siguientes movimientos: ZJ . .. . , ClC; %-4. AJR, CJA; lS. DlA, �T; 16. PJC, P3C; 17. P.5T, RlC; 18. AXC, PCXA; 19. P X P, PXP; 30. TlAIT, DlA; 31. C4D,
3S
TlT; ll. CSC, TXT; Jl. D x T, )' las oe¡ru se rind1eron.
l..�t ima&en precursora suele actuar cuando el ajedrecista cree en la aceptación trrecusable del gcñ· Cacio o cambio de pieus que propone a su contrincante.
Vdmoslo en el si¡ulente fragmento de la partida LsebcnlOhn-Tai· manov (Tbilisi, 1961).
Dúzg1VI1UJ naim. 17
�e dricne la acción de la lmagen prt orsora e!l el cálculo de Taunanov, •ulen creyó en lo Irrecusable de 1 variante 3S. • .. , T x C; 36. PX1, TID+, lo cual redutlda en betldu::o de las nearu. y que dec bvamente sucedió en la partida. S1n eutbar¡o, las ne¡ra� DO prevaeron el movimiento intermedjo 36. D6AI. que alteraba la valoración de SU5 intencaones. Debe ad\ertirse que en lo ptlcológico es diftcil prever los ll�rnados movimientoc •intermedios• Y •&elapados•. porque comónmence se rdacaonan con la nepciva de &aruJr materaal lnmedlatameore ) con la infracción de los, aparente· mente e�identes, avalúos de la posi. ción: en cambao, la pr,ctlca con· vence al ajedrecista de lo contran,.,,
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éS decir, de la com·enaencla de respetar los valores materiales y los prancipios de la esu-ate&ia. Por ello, toda posleióo saturada de adeas no estereotipadas confunde 1ncluso al ajedred$ta más ori¡inal.
Vumos la partida NiemlowitschAiekbine (Dresde, 1926).
Diagrarru1 num. JI
Las ne¡ras hicieron JS • ••. , TlAD. Y Aleltbine escribió al respecto: • Esta innecesaria suuleza pone en duda la •ictoria. Debla haberse prose¡uado 3S • . . , AXPC; 34. AXC, DXA; 37. A X P, P6D; 38. A X A, PXT, y las neglb obtenfan una cahdad por un peón. Pero se me (J¡uró que el movimiento efectuado en la partida era más eficaz y me reportarla un final hvorable dentro de cuatro movimientos ...
Sucedaó 36. AXC, DXA¡ 37. nA DI, A X PC; 38. A X P, P6D; Jt. 'OA, P7DI¡ 40. DlAJ cNo previne este movlmaeoto defensivo -prosi¡ue diciendo Alek.bine-; sólo conté con la toma del peón, lo cual me daba la ventaja. • El jue¡o proci¡uió 40 • ••. , AXA; 41. TXA, TXT; 42. D X T, TJAD; 43. DZR, DJC+; 4-4. DlA, DXD+; 4S. R X D, T7A¡ 46.
R2R, y, tras unos movimientos, �e OJcordó dejarlo en tablas.
En �asiones, al med1tar sobre una situación futura, la atención se estabiliza hasta el punto de ignorar por entero la realidad; el ajedrecista crea en la imaginación movimientos venideros, y no advierte el peligro inmediato de perder un3 pieza o un peón.
Sobre eSte particular, el maestro Riumin dice :
Diagrama núm. 19
• 1 AJ reflexionar, advertí de pron. to una •combinación•: 26 . ... , C4A; 11 • . , DXT+ y 28 . . . , C6D+, con lo que pn.aba una torre 1 Situé el caballo en el escaque de referencia y paré el reloj, sin esperar la respuesta de Capablanca.•
Pero la verdad es que Riumin no se dio cuenta de que Capablanca le tenía amenazada la dama, porque su atención estuvo con�entrada en la búsqueda de futuras operaciones.
Como \'emos, atender extrem.adamente a las posibles ventajas que pueda ofrecer la acción futura de las piezas prop1as también influye negativamente en el avalúo positivo de la situación, por cuanto se pon-
dera la superioridad de la posición propia; ello hace que disminuya la esfera de lltención del ajedrecista, que se sustrae de lo dentis y si¡ue unicamente lo que inquleta sus ideas; canto es el entuSiasmo por lo complicado que n menudo se efectúa el cálculo como 51 el adversario no existiese.
Por consiguiente, la forma de pensar condicionada por la imagen precursora negativa se presenta en dos planos : en uno, Ja insuficiencia de dinamismo del pensamiento induce a una excesava circuns�ción cuando •Se abren demasiado los ojos ante el pelí¡ro•, y en otro a una audacia sin límite, a una presunción exagerada, y hasta a una mnfa de hacer proyectos.
A pesar de eso, e:o necesario se· liala.r el valor positivo de la imagen precursora en el desarrollo de la fantasfa del ajedreclst.a.
Bn la obra de Tal, Larsen, Korchnot, Neshmetdínov y otro�. la fantaSía está, por lo general, relacionada con la realidad mediante un nnálísis crítico; gracias a la consciente variabilldad de la atención, esta mezcla de f.antasfa y percepción ayu. da a ser previsor y exacto en el cálculo y a h.allar ideas originales.
Veamoe la posición de una partida Nesbmetdino,··Kasparian (Rip. 1955).
(Véase dia¡rama núm. 20)
Aquí $e le ocurrió a Neshmetdinov dar un bello mate al rey negro. Esta ide:� se refuerza con el ctlculo preciso y se convierte en realidad. Atendamos a las dificultades que presenta su análisis, por cuanto la posición es complicada y tirante por uno y otro lado.
Sucedió 38. A6RI, TlT+; 39. AJT (el sentido del movimiento 38.
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Diagrama núm. 20
A6R está relacionado con la variante 38 . . . . , TXT+; 39. DXTI, T7D; .W. A X D), CXP; 40. T7A+, R3T; 41. DXC+!, y las negras se rindieron, porque se les da mate dentro de seis movimientos.
Por t.aJlto, las imágenes precursoras pueden ser un factor importante para desarrollar la capacidad de prever los acontecimientos en el tablero. Pero ¿,cómo eliminar las de carácter negativo?
A este respecto, Blumenfeld da Jos siguientes consejos prácticos: •Por más poderosa que sea la imaginación reproductora, In representación mental es sin duda menos viva que la percepción visual. Por ello, cuando el adversario ha efectuado un movimiento, incluso el esperado, conviene reflexionar bien, salvo en el caso de extremada falta de tiempo, sobre la respuesta preparada de antemano, porque ésta ha sido ideada en el momento en que la posición tenía existencia sólo en la mente.»
Aunque interesen las ideas bellas y las maniobras efectistas, nunca se debe olvidar la aprosa• en la vida ajedreclsta. Antes de hacer un mo·
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vimiento, conviene dar otra ojeada al tablero para cerciorarse de si el adversario amenaza con otro imprevisto. Generalmente, es acertada la idea de que todo movimiento debe hacerse en cuatro compases: trazarlo, registrarlo, verificarlo y realizarlo; de ese modo se comprueba todo intento, por más evidente que parezca.
Para combatir las imágenes precursoras de carácter negativo recomendamos ensayar el método de dinales intermedios•. Este método consiste en proponer al ajedrecista que solucione un complicado problema de muchos movimientos, pero sin mover las piezas. Así que ba dado con la solución, se le quita el tablero y se le propone que diga la posición exacta de cada pieza a partir, por ejemplo, del segundo movimiento de la combinactón, deJ quinto, y así sucesivamente.
Este procedimiento de preparación tiene cualidades fundamentales; entre ellas la de que muchas imágenes precursoras se manifiestan como incógnitas de valor tntuítivo. En la incógnita intuitiva, el ajedrecista advierte el momento culminante en que se realiza una idea, pero omite los eslabones intermedios.
El siguiente fragmento de la partida Sberbakov-Bijovski ilustra fielmente el nlor de dicho método.
(Véase dlagrama núm. 21)
Bijovski comenta: �Meditando sobre esta posición, bastante abrumadora para mí, •vi• de pronto la siguiente serie de movimientos: 1. ... , CXPA; l. CXA, C6T+; 3. RlT, D6A + ; 4. Dl-2C, C7A+; S. RlC. C6T+ ; 6. DXC, T1T; 1. A X T, r X A. .Esta variante pasó veloz por mis olos, Y la mente filó sólo la posición final. Volví a analizarla, y
Dia(rama mim. 21
descubrí que las blancas no podían eludir el jaque continuo; pero, al calcularla detenidamente, hallé que aqu�llas dispon!an de ta contunden· te respuesta 3. RZ.C y que, luego de 3. . .. , D6A +; 4. R XC, las negras no podfan resarcirse de la conside· rabie pérdida materi.al. Como ta elección era limitada, resolvf hacer l.
. , C X PA, y experimenté un gran aliv1o cuando Sherbakov continuó l. CXA, C6T+; J. RlT. Mientras pensaba la respue.,ta, •VÍ• dos variantes : una empezaba con D6A + y la otra con T7T. Traté de profundizar en ellas; pero me lo impidió 13 idea de poder lograr un empate ba!ltante suúl. A consecuencia de tal cpensamlentoa, deduje que amb.lS variantes conduelan a un mismo fin, e hice 3 • .. , D6A+?, a lo que siguió 4. Dl·lC, C1 A+; S. RIC, C6T+; 6. DXC, T7T; 1. ASD!, y las negras se rindieron. Si � no hub1eran trocado el dlculo por la .visión• y hubieran fijado la posi· ción en la mente después de cada mov1m.iento, habrían logrado fácil· mente las tablas, mediante 3. . .. , T7n,
Al an3liza.r las particularidades dinimicas del pensamiento, hemos aludido inadvertidamente al problema de sus componentes. Veamos, pues, una de las formas nús complejas del proceso intelectivo.
La intulclón en el ajedrez
Se llama intuición la percepción clara, instantánea de una 1dea o verdad como SJ se tuviera a la vista. Este concepto acaso es uno de los que han suscitado mis vivas discusiones; hasta el punto de intentar excluirlo totalmente del uso. Las discusiones en cuestión tambi�n se han referido al ajedrn.
Por tanto, ¿cabe la Intuición en el arte ajedrecista?
En su libro Torneo int.macional d� los grrmd's mcutros, B.ronstein labia de los componentes de dicho arte, y entre otras cosas dice: • Con todo, hay un cuarto componente que por venrura es el mú atrayente.
aun cuando se olv1de con frecuencia. Me refiero a la tntu1ción o, si lo prefieren, a la fantasfa ajedrecista.. La intuición ha sido y es uno de los principios del arte del ajedrez.•
Este autor se mcUna pOr la intuición. aunque 13 compara COll la fantasfa del ajedrec.iSUI.
En su Ubro El ataque, Panov dice: • El térmlno intuición es, desde lueco. impreciso y, como se sabe, el preferido de la füosoíía Idealista, la cual lo define como la percepción clara de una verdad; una especie de crevelacló1u de arribe .•. El ajedrecista debe guiarse del oHato, el
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cual le prueba si e tli iu�utiCOldu el sacrifJclo de materlnl en pos1cione:; donde no es pos1ble calcular todas las variantes ... •
Vemos que Pano' en� m contra de la intuición y en pro del •olfato ajedreclrou. Posteriormente se verá comprobado que esto, más que la manifesración negativa de una conclusión combinatoria sin calcularla exactamente, o de una anbCJp;da y a•monlou &ene de deduc:cione5 en �1 ajedrecista, es un malentendido terminológico.
En el libro ¿Su ju�o pre{endo? tE/ ajedrt�:l. Linder dice: •Toda partida es, del principio al fin. un conjunto de deducciones unida, lógicamente unas con otras.•
Este autor patentiza la 1dea de que toda partida es siempre un proc� consciente, deutro del cual no tiene lugar Jo irracioual o lo inconsciente.
Veam()!; lo que la teorfa marxilta del conOCimiento nos dice acerca de la tntulclón, cuyo justo entendimiento ülosóftco ayudad a delccminar su puesto en el arte del ajedrez.
En uno de sus renombrados • medios•, Pavlov dice: cA mi modo de ver, la intuición no es mú que lo ultimo que el hombre recuerda del camino preparado y recorrido por �J. y que exclu>e en ese momento.,
En el Diccionario filos6{ico, edición de 1963, leemos : aLa intuición repre enta un papel auxiliar en el proceso del conocimiento. En rulidad, detr:b de la facultad de percibir • instantlineamente• la verdad, se acumula la experiencia adquirida anteriormente. Los resultadO$ del conocimiento iotuiü�·o no neceslQD un criterio particular de la verdad, como •autoevidencia•. etc.; pero tambitn 4le demuestran y verifican 16cieamente en la pnlctiea. •
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l>ll l.t� tesis expuestas se deduce que la mtuldón en general y la ajedrecista en particulu son un componente del pensamiento perfecta· mente dd1mdo. A difercnc1a del análisis lógico, en la conclusión intuhl\'a lie comprende sólo el rnul· tado final de las operaciones intelec:livas, y el proceso precedente de la búsqueda es, en ese momento, :In· comprenstble.
En el ano del ajedrez, la iotui· ción se presenta al modo de • haiJaz. go lnstant�neo•, en cu)o momento el ajedrecista no comprc:nde d período preparativo para Uepr a una con· clusión.
Como en la conclusión intulti\'a � tJene plena conciencia de un rer;ultado <••ision• de una serie de mO\'tmient06 O de una maniobra) y se omiten de uo modo ¡ubconscieote 1� detalles o eslabones de la ca. dena del razonamiento, el ajedre· cisca ndmlte dicha conclu�ión como algo (ntegro, generalizado. A este re<�pecto, A. Binet dijo: • La com· prendo (la SJtuación en el tablero) del miSmo modo que el musico com· prende un acorde.,
Ad,·ertimOi que el objeto de Ja intuición pueden ser elementoa de la combinación o de la posición de la contienda ajedrecista.
A útulo de ejemplo nos remitimos a la grandloaa combinación que se produjo en la partida Polupiev,ld· Neshmetdinov (Socbi, 1958) y a Ja profunda clanndencia de Cbiaorm, quien demostró que los caballos eran suficientemente potentes para luchar contra los alfiles eo su me· morable partida con Lasker (Hastings, 1895).
Estimamos que aaibuir el •olfato ajedrecista• uclusivamente a los momentos combinatorios y a los sacrificios empobrece el concepto de •Íotuición ajedrecista•. Por otra p;r-
te, u incorrecto 1denufu:ar la ID· tuición con la (antaSia. Pues la fanc.asra del ajedrecista, la previsión de futuros cambios en el tablero, no va necesariamente acomp:�ftada de la percepción •instantinea• de una idea, porque, en el análiSIS de un plan trazado, es posible un cálculo exacto o la compren�tón de todu las fases lógicas.
Asimismo, debemoa tratar con &entido critico el Juicio em1tido por Linder; si •toda panida es, del princsp1o al fm, un conjunto de deducciones unidas lógicamente unas con otras•, ¿dónde situar la conjetura )' la búsqueda?
En �. estimamos que el ane del ajedrez es un trabajo intelectual y consciente en donde hay. �•o embargo, componentes inconscientes que incluyen el pensamiento íntulti· vo del ajedreciS!a.
¿ Cu"es son las particularidades de la intuición en el ajedrez.?
Primero : es necesario dl-'cinguir la nluiva rapidez con que se suceden las conclusiones intuitivas en el juqo.
Seaundo: la intwcióo del ajedrecista tiene UD caricter totalmente voluntario, y cada movimiento es una operación que inclure UD fm determ10ado, o tea, en UDO& casos el ataque, y la defensa en otros; por eso mio;mo, aqu� no puede esperar el momento favorable que le ilumine artí:oticamente o que le inspire, como ocurriera con Arqurmedes y con Newtoo.
En todo instante, el aledneata no necesita otra idea, por ori¡inal que sea, sino aquella que resuelve una aituación dada: y asr, el valor de cada conjetura que forma depen de de su momento oponuno. Si la idea de sacrif1car la dama, en el conocido encuentro Averbacb-Kotov
IZurtch, 1953), e le hubiera ocu· rrido •instantáneamente• a su autor unos movimientos de$pu�. habría producido indudablemente un pesar wdio. En el tcblero se deben buscar solucione$ lncaraablemcnte, 6ln dlferirla5 para luego, y en ello ha de ponerse cierto esfuerzo volitivo. Lo cual produce. durante la partida, una exclusiva tensión en los procesos menl.dles.
Creemos necesario ob¡etar a Blu· menCdd, quien, en su artJculo •El carácter del pensamiento ajedreci&· ta•, dice que el pensamiento intui· tivo es involunlllrio tras el tablero, por cuanto los dO$ oponentes piensan normalmente. ¡Aceptar tal juicio li&mfica desorientar snfundadamente al ajedrecista, pues resulta que no u necesario aspirar al lo¡ro de un objetivo determinado, que la ainsp•racióno vendrá de r;uyol
Tercero: la conclusión intuitiva acertada corre pareja can fuertes emociones positivas, sensación de placer artístico, seguridad, triunfo. BrolUtein dice acertadamente: aLa Intuición . • • ha dado al arte .del ajedrez. Lu m6s bellas combinaciones, y ha permJtsdo aJ ajedrecista sentir el verdadero placer que proporciona el arte.•
Cuarto: el caric:ter prictico y efectivo del pensamiento en el ajedrez se manifiesta cuando el ajedrecista experimenta intuitivamente el csenúdo del momento•; •siente•, por ejemplo, el instante en que toda dUaclón sig.nlfica la muerte, y debe Inmediatamente atacar, retirarse, sacrificar un peón, etc.
El •sentido del momento• se manifiesta en el ajedrecista que posee un perfecto csentldo del pell&ro•. Kotov clice: cPrt\'er el peliJTO vale tanto como evitarlo, y u la prantia del éxito en las compctlclonea. Esta
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t<ualidad &e apdltda •senttdo del pe· Ugro• en el Rjedrez.•
Vamos a detenemO$ en las cir· cunstancllls que determinan la ma· ,. fe�taCIÓO de las conclusiones intUi• th•as en el proceso de considerar un movtmtento. El acto intuitivo suele seguir a un análisis lógico de la posición en el tablero; en Hte as· pecto, la Jntutción es secundaria respecto de la consctente búsqueda de un movimiento. Stn embargo, el pro· ceso del razonaauento ú t i 1 o el cálculo preciso de vanantes no siem· pre permiten el acto selectivo, porque el ajedrecista duda a menudo, y presiente que no � satisfactor� la continuación que le dtcta el an4-lisis ló&ico. La hmitac1ón de tiempo a que esü suieto el pensanuento pooe aun mis de relieve la unp0$i· bilidad de ctairse al rí¡ido método de las operaciones lógicas.
En momentos asl se recurre a la intuiCión. En este aspecto, el psicólogo Ponomariev dice : •El acierto de toda conchaión intuitiva de· pende de cómo se logre alejarse de lo comtln, convencerse de la inutiü· dad de ciertos med.Jos conocidOi antes y mantener el entusiasmo por Jos problemas. •
El pa�o de la ló¡ica a la intuición causa un sin¡ular estado emocio!W en que se observa una combinación de emoaones opuestas. Por un lado, el ajedrecista no se siente satidecbo del curso del análisis lógico (emo· • iones ne¡ativas), y por otro man· hrne la tendencia a la búsqueda o a.t tnter" en ella (emociones po&l· IJ\ "'·
\..amos unos ejemplos que ilus· tran d carácter csecundarioo de la intut.•ión.
Encuentro K r o g i u s • G e U e r (XXVJI Campeonato de la Unión
Soviética).
Dtagrama mim, 22
eAqul e me ocurnó de pronto la idea del mov1miento CXP, rru b:a· berme conHtru:ido de que \'a.nU continuaciones lógicas no me satisfacfnn, por cuanto refor:z.aban la posición de las negras.•
Y asl, p r o s i g u i ó ll. C X P, TlTlAD; 24. DXP, TxP; lS. PlTD, RlT; U. T3CD, RJT; 27. A7C + , '/ Jas nc¡ras !le riOdiCIOO,
Partida Ke:-es- SaMIO\' (ZU.ricb, 1953).
Diagrama núm. ZJ
Acerca del decimononu movimiento de las negras, Bnlll.ttean comenta: •Estuve mucho rato pensándolo -d i j o posteriormente Smislov-, pues me tentaba tomar la torre: cuanto más que no veia que las blancas pudiesen ganar. ¡Quién desperdicia la ventaja de una torre! • No obstante, y despu�s de un prolongado análisis del mov1m1ento 19. .. , PXT, las negras hic1eron 19 . ... , P X PI Esto fue una conclusión intuithJ, )'a que no era posible calcular todas las variantes. 1 De esa manera, primero se efectllo el análisis y, luego, se llegó a la conclusión intuitiva 1
La conjetura que se ha formado > la conclusión intuitiva vuelven a Los lfmites del antlisis ló¡ico, en el cual ¡e verifican. Acerca de esta partida, Bronsrein continúa diciendo: • La 1ntuic:1ón no engañó a Sm1slo,·, quien hizo el mejor movimiento. lo cual pudo comprobarse en el análisis efectuado después del encuentro.• Resulta que, Juego de 19 • . . . , PXT; 20. DxP, TIR, las blancas cortaban la retirada del reJ negro con 21. P4TD!
Por lo ,.isto, puede dec1rse que las formas lógicas del pemamiento son la condición indispensable para manifestar la intuición y para determinar lo justo de la idea intuitiva. Las conjeturas mtuitivas del ajedrecista toman cuerpo en los movimientos r planes sobre el roblero, tras una ver1f1cación más completa por medio del análiSIS ló&ico. Sobre la necesidad de \·eríJic:ar toda conclusión intuitiva, el psicólogo M. Bunge dice: •Ella (la intu1oón) puede predisponernos a fa\·or de una teoría o mé: todo en perjuicio de otros procedirruentos o teorías. Pero la sospecha no es una demostración. La hipótesis fundada Intuitivamente necesita ser estudiada conforme a la razón
y, lue¡o, verií1cada por los procedl· mientas usuales... La intuición no nos dis� de hacer una demastra· ción exacta, o, por lo menos, muy aproximada. •
Pudiera parecer que subestun.amos y empobrecemos la importancia de la intulc1ón. No es así. La tntuición es un amportante componente del pensamiento del ajedrecista, si bien no se debe ponderQJ' su sigruficacaón; no es una fuerza misteriosa, cuya procedencia se desconozca y cuyas sugerencias sean SJempre precisas: depende del consciente trabajo mental del ajedrecista, y se manifiesta a travcs del análisls consc1ente y ló&aco. por el cual se comprueba.
Se nos puede replicar diciendo que hay casos en que la idea se manifiesta mtuitivamente después de la respuesta del oponente. No obstllnte, nos parece que la POSICión que se produce tras dicba respuesta posiblemente se ha previsto con bastante precisión. y ha tomado {orma a modo de antlisis lógico de la posición futura y como acthidad de bu�ueda intuniva en los movimientO) pre«dentes.
En la intuición deben distinguirse ciertas operaciones mentales, que eJ ajedrec1sta realiza en cierto modo •automáticamente. y que casi no se perciben en el proceso del juego. Por eJemplo: el conocimiento exacto de una posición de un final de partida o una vanante de apertura, simples procedimientos táctico� y t�ntco�. A c:onsecuencta de múltiples repeticiones, se produce cierto automatismo en la aplicación de tales procedimientos; puede obsenarse con frecuencia como la torre se sitúa detnls de un peón libre. los peones se disponen en Jos escaques de color contr.Jrío al de los del alfil
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propio cu3lldo apremia la fall:l de tiempo, y asl sucesivamente. En rea· Udad, estas reacciones automdticas son particularidades de la habitud del pensamiento y se caracterizan por su forma única: en ellas falta el elemento creador.
En cambio, el contenido de los procesos intuitivos es muy djstinto. La intuición es un proceso creador cuando descubre cosas nuevas y ori· ginales: aunque su mecanismo procede, al parecer, de la comparación de posiciones semejantes que el aje· drecista recuerda, esta comparación no sirve, ru mucho menos. para repetir inconscientemente un modelo conocido.
También conviene observar que es diílcll establecer una diferencia en· tre la parte lógica y la intuitiva del p�iento, porque las dos están estrechamente ligadas en un proceso único de percepción.
Hemos visto que la Intuición no es una misteriosa crevetaclón• de arriba, sino un componente necesario y perfectamente definido del pensamiento creador del ajedrecista. Dado esto por sentado y existente, prescribir diversos procedimiemos para acrecentar la capacidad intuí· ti va podría ser un asunto interesante. Pero, ¿hay tales recetas?
Veamos el problema fundamental que explica el mecanismo de la inLuición; problema en que está muy interesada la CJencla moderna. ln· tentemos analizar las presuntas circunstancias que originan las conclusiones intultivas en el arte del ajedrez.
Primeramente, conozcamos las observaciones que Blumeníeld hace so· bre la partida Bogollubov- Mises (Baden-Baden, 1925); observaciones que, a nuestro modo de ver. son interesantísimas.
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Diagrama nt1m. 24
e Esta posición se produjo trae; el vigésimo primer movimiento de las negras. Bogoliubov halló la siguiente combinación : n. A x P, P x A; 13. TXP+. R X T; 24. D6A+, RJC; ZS. TIC+, DSC; 26. TXD, PXT; '%7. PSA, lo que da a las blancas una superioridad definitiva . .. Esta combinación requirió un mjnucioso cálculo y un avalúo correcto de la posición. Pero todo esto es cuesuón de técruca y experiencia.
•El valor fundamental de la idea de esta combinación estriba en el movimiento 22. A X P, pues el pen· samiento puramente esquemático y basado sólo en los principios generales no es capaz de concebirla; en ella intervino indudablemente cierta asociación. No se excluye la posibiUdad de que a su hallazgo contri· buyese, aunque de una forma inconsciente para el propio Bogoliubo\', la conocida combinación que Morphi hizo contra Bird !Londres, 1885) .•
Vdmosla.
(Véase diagrama núm. 25)
Sucedió 17 . . . . , TXPA; 18. A X T, DJ-3Tl, con un ataque ,-ictorioso. ·
Dia¡rama núm. 15
Por tanto, el principio de la conclusión combinatoria Intuitiva se explica por cotejo de una posición dada con las ideas que la memoria retiene de una experiencia anterior. En el 'ubconsciente proct�to de comparación se man1flestan In diferencia y los elementos de semejanza de la pos1c1ón pre.,ente con la pasada.
El mecanismo comparativo de lo presente con lo pasado quiú permanece asimismo invariable en el hallaz¡o de ideas intuitivas de orden e!itrat�ico más general. En el encuentro Wiuelky - Krogius (Socbi, 1967}. las negras sacrificaron iJ:Ituiu,·amente una calidad, apo�ndose en diversas impresione¡¡ anteriores acerca del nlor del alfil en la defensa india cJisu:a,
Con todo, y a pesar de la supuesta naturaleza común del pnncipio de las conclusiOnes lntuiuvas, en la priictica $C manifiestan de un modo daferente e Individual. Por ejemplo: la Intuición de Petr011an se difercncía esencialmente de la de Tal o de Bronstem. lEn que! consine 1 Po-5iblemeote en que la d1versidad de furmas del pellSilmiento intuitivo se deba al tipo de asociacaón en que
prdcrt.ntemente se apoya el ajedreci'ta cuando medita sobre un movimiento o combinación. Esto ucx autoriza a admitir que unos a¡edre· dstas, en primer lugar .) de un modo subconsciente, tienen en cuent:t los elementos que engloban muc�s pP.. lclonc • y por tanto confuman la reg.la, mientras que otros h llan excepcione:. y momcm01 contrastan· tes con tu regla,, Por tanto. en un� Cl$0$ actúa el mecanismo de asociación por semcjanu. y en otros por contraste. Aclartmos es� tdea me· diante unos ejemplos.
En el encuentro Celler-Kere� (ZUrich, 1953), tras Jos movimientos de apertura l. P.JD, CJAR; l. P4AO, PlR; l. C3AD, P4D; 4. CJA, P-IA; 5. PX PO, PAXP; 6. OXP, PXP; 1. P4R, ClA; S. ASCO, C X P; !). 0.0, ClA; 10. TlR+, AlR, �ucedió 11. DSR. Posiblemente esta Idea no llamó fortuttamente la atención de Geller, pues un motivo análogo se halla en l>U partida con Jolmov CXVH Campeonato de la Untón Soviédca), aunque en aquélla las ne&ras lo¡raron defenderse efecuva mente con la maniobra T2TD. luego del corrw;poodiente avance de Jos peones.
Vol\'iendo sobre la pareada en cuestión. era m;ls efectho el mOYi· miento 1 1 . AXC+, P X A y, despul!s. n. OSR y b amenu.& C40. Keres consiguió Ubrarse de la atadura mediante 11. • .. , 0-01 Y a 12. A X C sucede Jl . ... , AJO. Postblememe. Geller no hizo JI. AXC+ porque •formaría• intuith-amente otra ao;ociación por semejanu coo la partida de dicho campeonato: • no cooperar eo nl n&tln movimiento de 1� peone.' ad�ersarlos del flanco de la dama. por cuanto ello redunda en beneficio de las negra ••
Veamos la postción de la partida Tai-Keller (Zürich, 1959).
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Diagnrma núm. 26
Puede aseaural$e que todo ajedrecista que apoya su rtflexión en ideas halladas antes en po:>iciones ancilog;u a tsta, habría proseguido mis o menos as!: 14. C4TD, ClD; 15. PXP, PXP; 16. C4D, 0.0-0; 17. AXP.
Pero Tar b w�t.;nto; su conclusión (seguramente Jntwtiva. por cuanto no fue po�Jble demostrar 0 calcular con la deb1da precisión) contra$18 con una experiencia anterior y contiene una invitac1ón wrecta a d1cha experiencia. HiZO 14. P x PI?; esto no es un caso excepcJon.al en �L Sus partidas, con lo que de pasada menctonamos el aru creador de Lasker, Korchnoi y otros maestros, están saturadas de hallazgos intuitivos que contradicen lo que aprueba la experiencia anterior ; Y asf, resulta que la JnruJcJón estJ en des..cuerdo con ella misma, incluso en un tipo de jue,o y aalento equivalente:.. Por consiguiente cad.l tipo de pensamiento intuitivo
' tiene
z.us defr<:t05 y vinude.\. Pero, ¿cómo debe el ajedrecista
combatir los defectos de su •olfato• Y desarrollar las virtudes del mlSDlo7
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Ya que bemoa b.ablado tanto de que las concluaione3 intuitiva¡ dependen de la experiCDcia antuior, la respuesta parecerla muy sencilla: analizad muchas partidas, leed mú artfcuJoa sobre teorfa; de esa manera tcndrtls ast&UI'8da una buena porción de •olfato ajedrecista•. Pero esto no es tan ficil en la realidad. Capablanca se dewcó relativamente poco al estudio del ajedrez, pero poseyó en ¡rado sumo la facultad intuitiva: en cambio, los maestros actuales tlenen conodmlentos enclclo�ic:os, pero temen a la intuición Y no saben confiar en ella.
Desde Juego, los conoc:untentOli co�tituyen un locro meritorio; pero lo Importante no consiste en su amplitud, sino en la racional orpniza. c::,on de los mismos.
Hemo� dtcho QUe la intulción se basa en comparaciones y asociaciones ; esto significa que es neceurio hallar la relación entre posiciones, ideb )' variantes aisl.ldas. compararl.ls y tratar de descubnr lo Cunda mental que las une y djstin¡ue La nperiencta anterior ha de elaborar· se, comprenderse y generalizarse mis acuvamente.
E5 preferible poseer una pequ� suma de conocimientos, flexible, entendid.l y 'Jitematizada a una enorme maq de factores a.tslad01 que representan un 1 i n ¡ u 1 a r capital muerto ajedrecista. Pues leerse uno tras otro J� artlcul011 de un diCCJo narlo enciclopédico no es el mejor m··todo �ra dearrollar el intelecto.
Capablanca tuvo una habilidad eJCtraordinaria para comparar )' descubrir lo común en las situaciones mú complicadas y contradictorias. Recordamo su relato de cómo aprendió a ¡upr al ajedrez:
•AJ tercer dCa de observar el jue¡o, mi padre, aficionado sin experiencia, movió un caballo de un
ataque blaoco a otro del m1smo color... Tras haber ¡uado la partida. le dije que era un tramposo y me rd de él. Después de una peque. ña discusión ... , le mostré cómo había movido dicho cabaUo. Me preguntó qué entendía yo de ajedrez y dónde lo había aprendido. Contesté dicien· do que si jugaba una partida conDl.IJO se la ganaría. D1jo que C$0 era imposible, pues seguramente no sabía ni siquiera colocar las p1ezas. Nos sentamos frente al tablero, y le gané la partida. Este (ue mi estreno en el ajedrez.•
Sorprende que un nilio de cuatro años manifestase tanta capacidad a los tres dias de observar el juego; advirtió la semejanza de los movimientos de las piezas, hasta entonces desconocidas para él, y sacó conclusiones (conoció las reglas del juego, y hasta adivinó que el caballo salta de una casilla blanca a otra negra y viceversa).
La manifestación de estas cualidades en su tierna inf�cia explican la economía de su pensamiento y
su elevada intuición que posterior· mente Je dieron fama.
Se nos objetará diciendo que esto no es un ejemplo típico, ya que el gran ajedrecista cubano poseyó un ¡ran talento. Pero no vamos a di:>eu· tir sobre la importancia del talento; hemos citado un fragmento de su biogra.Ua con el único propósito de demostrar la grandtOA llllportancia que tiene la eficaz y sintetizada ac
tividad en adqu1rir conocimientos ajedrecistas.
Y en lo relativo al acertado desarrollo de las aptitudes es necesario, sobre todo, trabajar tenaz y organizadamente. Por elJo, la Intuición puede y debe evolucionar, mdependientemente del ¡ra.do de talento natural, y se forma mejor mediante un trabajo consciente y perse\·erante en el cual se comparan, analizan y generalizan las partidas y los datos teóricos. JJor lo general, cuanto más estrecha y profundamente estlln unidos los conocimientos anteriores, ranto mú abonado estará el terreno para el desarrollo de la intuición.
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LA ATENCION
•¡Todo consiste en el reconcentramiento!»
El! fama que el ajedrectsta llene una gran capacidad de reconcenU11· miento. Cuando comete un acto de nqhgencia en su •ctividad laboral cotidiana, se oye con frecuencia la sincera exclamación : e ¿ Cómo puede una persona capaz de calcular com· plicadas variantes no advertir cosas tan simples como ésa 7 •
Por lo demás, está convencido de poseer dicha capacidad ; este con· ,·enctmtento se manifiesta en mu· chos de nuestros colegas al considerar los descuidos e inad\'enencías como una ctrcunstancia fortuita y no c.tracterlstica del clan de los ajedrecistas. Pues es frecuente que, después de haber perdldo una partida, traten de demostrar no sólo con varirunes, �ino también con la expresión de su rostro, que ban jugado excelentemente, 1 y que, de no ser por la fatal casualidad. 1
Entonces, ¿son fortuitos los errores que no se pueden atribuir a la poca cxperiencta o a los rudimen· tarios conoc:múentos del maestro?
De�dt lue¡o, no nos proponemos nepr el papel positivo que eJ ajedrez repre�nta en el incremento de la atención. La continuidad de Jos cambios que se producen en el ta· blero y la obligación de calcular toda posibilidad, por mínima que sea, Indudablemente favorecen a di-
cho incr�mento. Fijar la atención es un ejercicio imprescinruble para cosechar éXltO$ en las competiciones.
Y no excrai\a que N. Cirekov, P. Rudnilt y otros autores afirmen jus· t.amente que eJ ajedrez es un medío eficaz para combatir la rustra<:cíón. considernda como uno de los trastornos más graves de la atención. El primero de eUos dice :
•1.3 aptitud paza concentrar, pro· lonpda y profundamente, la aunción en Jo que sucede en eJ tablero de ajedrez es una adquisición valiosa para todo aquel que es propenso a dlsc.raerse o a padecer trastornos en la atención.
•Después de muchos ailos dedjcado a observar este fenómeno, no serfa arries¡ado afirmar que muchos casos de brusca mengua de la dis· tracctón en los niños y adolescentes coincide con eJ comienzo de su afición al juego del ajedrez, el cual inllu)'e, sin duda, en la mentalidad de ellos. •
Sto embargo, y a pesar del relativamente alto nivel de atenctón de lo:; aJedrecistas, los errores y descuidos traShuman de torneo a torneo; lo cual podría parecer incompatible con la clase de juqo de sus participantes. Realmente. esto oo se puede atribuir al desconocimiento ni a la Incomprensión. En efecto ; ex·
pr�ándose en el lenguaje de la Cl· bernética, sería risible hablar de fa!. ta de información del maestro cuando no advierte, por ejemplo, que su adversario le amenazará la dama en el siguiente movimiento.
No siempre son con�·incentes los intentos de explicar que tales hechos se deben a Ja !alta de tiempo o la ftUJga. Pero no ofrece duda de que estos dos factores influyen bastante en el descenso de la atención; con todo, son más bien un terreno abonado para la comisión de yerros, aunque poco nos aclaran sobre la naturaleza de los ml&mos. Pues sería injusto atribuir las causas de un delito a la oscuridad de la noche, al mal tiempo, a la desolación deJ lugar )' a otras circunstancias, por el simple bech() de que ello contribuya a crear una situación tan desfavorable a la víctima.
La clave del enigma de muchos descuidos y errores, ainexplicables• a primera vista, consiste, al parecer, en estudiar las características de la atención de cada ajedrecista; tam· bién estos defectos personales, y bastante tfpicos como podrá compro-barse. de Ja atención se. manifiestan por lo comtin y con más intensidad en condiciones desfavorables; o sea, en la falta de tiempo, en Ja fatiga, etcétera.
En primer Jugar, veamos cómo define la ciencia psicológica este concepto: Atención es el estado activo de la mente e inseparable de todos Jos procesos, mediante los cuales el Individuo verifica diversos aspectos de su actividad. En igual medida, el reconcenrramiento es necesario, así en la percepción como en la retencaón, reproducción y actividad del pensamiento y la ima¡inación en todas las etapas del acto volitivo: proponer el objetivo, reallz.ar la acdón y verificar su cumplimiento. La
atl!tlclón Igualmente Cavorece a la profundidad y estabilidad de las impresiones emocionales del sujeto, y no se puede reducir a un proceso psicológico aislado, pues el simple reconcentramiento no basta para conocer una nueva variante de apertura ni levantar el áJljmo combativo. Por orra parte, la atención no da ningún conocilllíento ni produce emociones, si bjen es un necesario e importante aliado de todos los pro-cesos psíquicos, y proporciona a cada uno de ellos una particularidad psicológica cuantitativa.
La atención se manifiesta estreclwnente unida al pensamiento del ajedrecista; esto da facultad ))ara hablar de la naturaJeu intelectual de ella. A la actividad ajedrecista pueden incluirse sin reserva alguna estas palabras de Juan Petrovich Pavlov : .. Todo consiste en el reconcentramiento. La regla fundamental del pensamiento es filar la atención.•
La del ajedrecista tiene, evidentemente, un caricter voluntario; cada movimiento entraña un fin determinado, y él aplica conscientemente los esfuerzos volitivos a profundizar en el trabajo y cumplir mejor el fin seliaJado. Los rasgos volitivos del carácter regulan el nivel de la concentración. La intensidad, ta capacidad y la variabilidad de la atención aumentan o disminuyen en ra%Ón directa de la potencia y la dirección de Jos procesos volitivos.
La importancia de Ja voluntad como regulador de la concentración se observa particularmente al comparar la capacidad de pensar, durante la panlda, con el wlisis efectuado en casa ; en ello, la diferencia de los estados emocionales representa tambj6n un importante papel. En igualdad de tiempo, pensar en el transcurso de la partida resulta m4s efectivo, por cuanto en ella se detenni-
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nan con más claridad Jos objetJvos concretos de la lucha. y se observa un mayor poder de las impre..oaones emocionales.
Las emociones del ajedrecista ejercen una gran influencia en el grado de atención. Se sabe que tl enojo, la desiluS.ión y el temor tmpiden reconcentnrse y profundizar ep el anillsis. Por el conrrario, la confianD y el �iego permiten man�ner la vigilancia durante la contienda.
•El SOSiego no es 01 mucho menos una cosa decorativa; la cabeza me funciona meior cuando estoy tran· quilo. Por eso, be procurado desa· rrollar tal estado anímico: especialmente para participar en los tor· neosa, dice Botvlnnik en fU libro sobre el XI Campeonato de la Unión Soviética.
• A más de esto, la atención se manifiesta espontáneamente no sólo al elegir un movimJento, sino también al saber observar los estados psicológicos de los demis. La importancia de tal clarividencia psicoló¡.ica es inestimable en la preparación del aJedrecista. 1 Culfntos errores se bao cometido en el tablero por no saber o no querer observar el estado psicoló¡ico del adversario! Un eJemplo de ello es la ftnal del XXIV Campeonato de la Ul\SS, en que el aspecto deprimldo del &rm maestra Vasiukov, quien comúnmen· mente es risueilo y alegre, me con. fund1ó. Me causó la impresión de estar d•sgustado por sua fracasos precedentes; de importarle un comino el resuJtadó de sus partidas siguientes¡ y de querer terminar cuanto antes el torneo. No comprendí debidamente la conducta de este maestro moscovita, por lo cual tom� Jo deseado por realidad. A consecuencia de esto, empectS con bastante imprudencia Ja partida; pero advertí,
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de sub•to y con gran sorprClia, que me enfrentaba no con u.n ad,·e�io lndlfer�nte y descoJtCertado, lotno con uno que iosístJa en lograr la victoria. Este error es imperdonable si se tiene en cuenta que hace muchos allos que lo conozco, y más de una vez me ha sorprendido Ja tenacidad con que lucha hasta eJ final, especialmente con los que encabeun la cla· sificación, aun cu.ando le ,·ayan mal eo el torneo.
Vasiulcov llevó la partida con li.r· meza y precisión, y la ganó merecidamente. Tras esta derrota, perdí la posibilidad de participar en el torneo interzonaJ. •
Estos casos de inadvertencia psicológica pueden obsenoarse en el periodo de preparación y en el trans· corso de una partida de competición. Cuando el ajedrecista pierde su especial contacto psicológico con el contrincante y deja de observar las alteraciones del estado de ánimo de éste. suele caer en la trampa. Se dice que Najdorf es un. especialista en •cazar• a Jos oponentes confiados.
Ingeniosamente, Tal aprovechó la tnsuflciente clarividencia psicológica de Fiscber (torneo de candidatos, Yu¡osl.avla, 1959). V. VasHiev refiere este episodio:
•Se produjo una situación en la cual P1scher pudo haber puesto a Tal en serios aprietos, con el movimiento de Ja torTe. En aquel momento dramioco, eJ maestro soviético paseaba por el escenario ... ; de pronto, y por el rabiUo del ojo, advirtió que el otro anotaba su movimiento, y con cierta e incomprensible insistencia ponía el impreso en el lado de la mesilla ocupado por él; evidentemente tntaba de que éste mirase la anor.aclón. ¿Qu� pretendía con ello? Bueno; Tal miró el im'}>reso, y vio que Fiscber babra anotado el movimiento que le tenla tan preocupado.
1 Aquí comprendió que .Fischer lo somcúa a prueba 1 • • • l. Qué: hacer? ¿Fruncir el entrecejo? Pero eso no haría mlls que confirmar lo que Fiscber se proponía. ¿Sonreírse? Esto pod!a contribuir a que se diese cuen· ta de la maniobra... Por ello, Tal continuó paseándose con el rostro serlo como si tal cosa. Y entonces Fiscber, desconcertado por la inmutabilidad de su adversario, cayó en su propia ttampa . . . Estimó erróneo su plan originario y movió otra pieza .•
P�ro este caso evidente no debe confundir al lector. Porque no se puede fiar por entero en la observación del estado de ánimo deJ adversario, por profunda que sea. Desde Juego, es necesario observar su comportamiento psicológico; pero no debe considerarse como un medio universal para competir en el ajedrez, no obstante ser un factor importante.
Volvam05 sobre Jos problemas, cuya de . .';cripción es más precisa. Nos detendremos en el análisis concreto de las particularidades de la atención que frecuentemente se presentan en la práctica. Las propiedades fundamentales de la attnción del individuo son : intensidad, capacidad de reconcentramiento, estabilidad y variabilidad.
La intensidad es el índice de reconcentramiento en un objeto, y la premisa psicológica necesaria para profundizar en la actividad ajedrecista. Puede suponerse que la indebida intensidad com})lica la sucesión y sistematización del pensamiento del ajedrecista y, por lo mismo, la claridad con que se analiza la posición.
La capacidad es el número de obJetos que la atención abarca en un momento dado: esta cualidad carac-
teriza un amplio reconcentramiento y permite determinar con mayor pre· cisión la diferencia personal entre Jos ajedrecistas; por ejemplo: diferenciar su capai)ídad de llevar mejor el juego en uno de los flancos; en todo el tablero, caso de abrirse eJ centro, y asf sucesivamente.
La estabilidad y la variabiJjdad son las cualidades dinámicas de la atención ; la primera es la duración del apoyo necesario que una tuerza determinada presta a la meditación útil, a la intensidad de la atención, y no se manüiesta como un estado estático, sino formando conjllnto con Ja variabilidad y las oscilaciones de la atención. Estas oscilaciones representan d l v e r s a s distracciones, producidas espontlneamente (ruido en la sala de la competición, falta de tiempo en la mesilla vecina, etc.).
EJ signo distintivo de la variabilidad es su cañcter consciente ; aquí el reconcentramiento pasa intencionadamente a otro flanco, al cilculo de otra variante, al avalúo de otta amenaza. La variabilidad consciente es el mecanismo fundamental de la ditWnica intelectiva en la actividad del ajedrecista.
Hemos investigado las particularidades de la atención mediBDte el anilisis de partidas y comentarlos sobre eDas, la observación del curso de las competiciones, y una serie de ottos experimentos. Se ha loa.rado establecer, en los ajedrecistas. al¡unos defectos típicos en orden al srado de intensidad. capacidad y dlnimlca de la atención, cuyos casos de alteración examinamos detalladamente, pues prevenlrlos dene un valor pricdco muy import&Dte. Asimismo, se ha tratado de relacionar los defectos típicos citados arriba con las particularidades individuales de Ja actividad mental de cada ajedrecista.
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lne.o;t¡;¡bilidad de la atención
EX"aminemos la situación de la partida Kaspari#n-Mazel (Vll Campeonato de la Unión Soviética).
Diagrama núm. 27
El juego de las negras podrC$ consistir en Jos siguientes movimientos: P4AR, P4R o bien P4AD. Al principio, Mazet polarizó su atención en el lógico P4R, para lo cual hi10 el movimiento preparatorio 11. ..., TlAlR.
Al cabo de 13. P3C, AlC; 14. AlC, las negras modificaron repentinamente su plan ; rehusaron su primera idea, e hicieron 14 . ... , CSR; lS. InA, P4AR. Tras la reahzaclón del nuevo plan P4AR, se aclara que el movimiento 12 .. ... , TlAJR no fue lógico.
Prosiguió 16. CtR, ClDlA; 17. P3A, C4C; 18. C3D, P4AI? ¡Otra sorpresa 1 Las negras han vuelto a modificar su plan, sin haber Uevado a término el Iniciado anteriormente.
Como se ha visto, sin nada que lo
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íustificase. el bando negro modificó su plan tres veces en el transcurso de sets movimientos; o sea, la ¡atención pasó de una pane del tablero a otra. Y así. las blancas obtuvieron ventaja al término de 19. CZAR y la subsiguiente ruptura P4R.
Ilin-Sbenevsld refiere un caso instructivo que le sucedió en el transcurso de su vida ajedrecista:
•Suele darse la circunstancia de poder elegir entre dOs planes de juego, y lo peor es tratar de rea!Jzarlos a la vez, porque se produce una confusión de ideas, y no se lleva mnguno de los dos a leliz termino.
Diagrama núm. 28
•Aquí (encuentro IJin-SbenevskiGrigorlev, Moscú, 1919) se me ofre.. cieron dos continuaciones : una era aprovechar la mala situación de la torre negra, por medio de l. AlA, TST; 2. D2R y la amenaza D5C, o bien 2. AlD y los subsiguientes movimientos .A2A o D2R en cuyo caso las piezas del flanco de la dama ne-
1ra se baua"rútn en una situación nada envidiable: y la otra consi)úa ca aprovechar el debilítamiento de In Bpertura del peón ne&ro 4D, mediante 1. P4A, P3CR; l. P4C y, lueIO, PSA. Pero la<> dos c:ontiDuaciODCló ae f�si�naron, e hice l. P3T7 (este movmuento es totalmente meficaz, ya que el alfil ne&ro no puede situuse en el escaque SCR, debido a 1a respuesta A X P4D), P4CD; l. P4A (tra haber perd1do un valioso tiempo, opt� por la se¡unda continuación, aunque ya era demasiado tarde para poder llevarla a tirmino), MC; l.
_P X P, P X P; 4. AlA (be aquf la
pn�era continuación o, por mejor dec1r, una parodia de ella), PXA; s. A X T, DXA; 6. P X P, A X P, y dentro de unos movimientos hube de rendirme.•
A estas palabras de Jlin-Sbenevaki debe alladirse que el insuficiente reconcentramiento en cada una de dlcbas continuaciones y la excesiva rapidez con que se pasó de una a otra y viceversa produjeron la dispersión o fra&mentación del curso de los procesos mentaJes.
Por tanto, la Inestabilidad de la atención 1e ma.nifiesta cuando el pea. amiento pasa apruuradamente de un punto a otro de la posición, y hace que se carezca de la continuidad n� para poder tomar una conclusión lltil: poc coasicuiente, 1e altera la &llcesión en el iue&o, los planes e ideas se mezclan y se realiJan desacertadamente.
La lnestabilldad de la atención se caracterka por la renuncia a buscar Lis poúbllidades ori¡.inales y encubiertas que pueda ofrecer la po&lción. En ello, el ajedrecista suele tener fe en el avalúo o cilculo primero, no obltante ser a 1u veces superficial, por peucerle que todo es sencillo y claro: esto hace que la lnesta.bllldad se combine frecuente-
mente con rasgos del c:anlcter, como t.llceso de confianza en sí mismo e irrenuión.
La inestabilidad de la atención está :relacionada con Ciertas particularidades del pensamiento ; aqu(. el ajedrecista cree mayormente en la valoración general lntuiti\"a o en la rvisión• momentinea de ,·ariant6. lo cual es contrario al an&lisis lógico )' clrcuostaDCiado. Es cierto que este modo de jupr comúnmente libra de la falta de tiempo; pero no es menos cierto que reduce el diapasón artCstico.
PO$iblemente la ca�aa pnmaria de estas insuficiencias estriba en la naturaleza del caricter iad1vidu�. ¿Qu6 hacer para auperarlas7 Cultivar la decisión y f1rmeu en orden a la elección de un mo\imienco. Esto trae a la memoria lo que Bronstein dice: e. A menudo, realizar un plan defectuoso ea mds conveniente que puar brusu e ínmotlvadamente de una idea a otra.,
Podrfan darse al&unos COI15Cjos para Incrementar la Utabilídad de la atencl�n. A nuestro modo de ver, lo aprop1ado serfa leer traba¡os ajedrecisw y solucionar composiciones sin la presencia del tablero, y tambi�n jupr partidas de prepara. cióo con los oJ01 vendados; esto \lltimo eleva el arado de reconcentramiento en la J)Oitura de las piezas 7 en cada idea que va Jur¡íendo ea el tran&curso de la l)artJda. La representación mental es men01 viva que la percepclón visual, y, sin embar¡o, eleva la facultad de verificar toda conclusión tomada y ui¡e reflexionar con exactitud y ordenación.
Mi c.xperiencia me faculta para aconsejar que durante la partida 1e formulen mentalmente las liJuientes preauntu: ¿Me habr� precipitado en valorar la posición, el plan o la
Sl
1dea? ¿Habré lermlnado demasiado pronto el análisis de la variante? Y asC sucesh·amente.
Los renombrados consejos de Korov tienen importancia pedagógica;
pues él propone analizar una posición complicada, sin mover las paez.as y empleando vein�e o treinta mioutos en ello, como medio para ejercitar la visión combinatoria.
Est-rechez de la atención
Alekhine, Botvinnik y otras autoridades ajedrec� opinan que el jugador no puede abarcar simultáneamente todas las complejas y recfp•ocas relaciones de las piezas ¡ separa mentalmente una parcela del tabte'ro, un grupo de piezas, una variante aislada o un plan, en calidad de principal objeto de la rnedttaclón. •El ajedrecista no presta atención a ciertas piezas; en sus Clllculos participan de tres a seis de las veinticinco o ueirita de que dispone•, dice Botvinnik.
De esa manera, es psicológicamente comprensible y explicable que sea necesaria cierta estrechez de la atención del ajedrecista; cierta división mental de) tablero en parcelas principales y secundarias.
La elevada variabilidad de la aten ción no es un defecto si se ejerce domlnio sobre ella, ya que no se observa ninguna disconformidad entre la tendencia a meditar debidamente sobre una variante y a saber cuándo es necesario y oportuno poner la atención en otro obje�ivo.
Pero el ajedrecista esti a veces tan sumergido en una idea determinada que no puede apartarse de ella. La insuficiencia de dominio de sí mismo estabUiu la estrechez de la atención; limita la amplitud del pensamiento; conduce a un avalúo no objetivo de la posición, y hace que se cometan errores.
Para citar un ejemplo veamos un
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fragmento de la partida Romanovski-Kasparian (Leningrado, 1938).
Diagrama núm. 29
Las perspectivas del bando blanco son poco prometedoras; tiene un peón de menos, y está sometido a un fuerte ataque del adversario, que puede pna.r de varias maneras la partida. Sln embargo, Kasparian decide dar mate con el fin de terminar pronto La contienda, para lo cual polariza su atención en formar una ted de mate con ayuda de la dama y el caballo. Esta idea lo absorbe basta el punto de no advertir la postura de las demá� piezas; el obJeto de su atención es la parcela del tablero limitada por la línea ST-SC6A-8R.
Prosi¡uió S l. . .. , Dlll + {aquJ anunció Ka.sparian dar mate dentro de t r e s movimientos); S3. R%1',
T x P+1; S4. A x T, C6A..+.+7111 Este último movimieDto se efectuó en la parti�; con &ran confusión, Romancrnki dijo a su competidor que tenia atado el c:aballo : cAl pnncspio no eotc:udió lo que le decía ; comprendió su error cuando l e K· ftal61a diqonal lTD-8TR con la ma· no, y volvió el cabaJJo a la casi lla 4R.•
¡tas negras fijaron la atención en una estrecha parcela del tablero, de modo que lo demú dejó de existir para ellas! Esto produjo el curioso caso de faltar a las reglas del jueao del ajedrez.
La estrechez de la atención u particularmente peligrosa cuando bay posibilidad de emprender acciones por todo el tablero. Con razón se dsce que lo mis diUcíl es jugar en ambos flancO$.
Lo cual ilustra esta posición del encuentro Zaltse�·Schabanov (Kru noiarks, 195�).
La. acootecunJentos se deiarrollaron asi: 14. P4C, PXP; 25. PST. ¿Cómo deben continuar las ne¡nas7 Seaún Frie�u�¡n, participante en el posterior a.tálisis de esta posición, Znltsev examinó las siguientes va·
rlantes: 1S . ... , P x C; 16. px P+, RxP: 17. TIC+, RlA; 11. DXC, con un ar:aque contundente, o bien lS . ... , PSR; l6. PXP+, RXP; 17. T X P, TXT; l&. DXT, PXC; lt. D4C+, lo cual situaba a las blancas en una posición muy ICII\1.
Pero Schabanov contbtó con 15. . .. , DxP+I ¡Esto es una fuerte e inesperada r�lica en el otro naneo 1 Las blancas, sumergidas en la 1dea de atacar contra el rey, i&noraron totalmente la existencia de la otra mitad del tablero. Prosiguió 16. D X D, T X D; 27. CSC+, PXC; 1&. P><P+, RXP; 19. R x T, P6C; 30. PSA, PSR; 31. HD, P6R; 31. P7D7, TIC+: 33. IUA, PXT; 34. TIR, P7C, )' las blancas se rindieron.
Un caso parecido ofrece lhn·She· nev•ki al citar un ejemplo de la partida Alekhine . Blackburn (San Petersburgo, 1914).
Diagrama m4m. JJ
•Aqul hizo Alekhine l. ClD, a lo que su«d.i6 L ... , D4T; %. P.fTD, PlTD, y se pierde el alfil blanco. T� Jo cual le pre¡unt�:
•-LCómo ba pod•do tener semeJante d�wdo?
a Contestó :
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•-Puu muy sencillo: be olvidado la existencia de este alfil.
•Olvidar la existencia de ciertas pieus propias es un fenómeno bastaJlte frecuente.•
En este eJemplo, lu blancas fijaron la atención en operar activamente por el centro, para lo cual la moviliuc:ión del caballo cautivó el inimo de Alelchlne: tanto que olvidó por entero el flanco de 1& dama.
A par de los ejemplos que acabamos de ver, en que el objeto de la atención ha $ido un plan o una combinación, se dan frecuentemente casos de polarizar en un movimiento aislado; sobre todo si l!ste forma pute de UIUI acción ofensiva o defensivi inmediata.
Ello produce un sln¡ular atado de engallo a sf mismo, puea se ati� forzosa la defensa de una pieza o retirada, cuando es atacada, sin �ue se tengan en cuenta otras poslbUIdades. En raJes casos, Jos lúnitu espaciales de la atene1ón son muy reducidos; tanto que a menudo se lrm•tan a unas caSilla'l.
Esto puede verse en la posición de la partida Jodos·Seraievskl (Voronesb, 1959).
Dta¡rama núm. )2
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Lu nelfiS hicieron lt. . • • , PSC? en lupr de lt. .., PX P, con mejor jueco. No o{rece d1ula de que Ser¡icvw tuvo en cuenta solamente la respuesta lt. ClCD, lo eu&l era venla]OIO para SU posición trU lt . ... , TIAlD, y polarizó en esta. continuación, que, a primera vista, parece fon..oca.
Los escaquea -tTD y SD blancos Y las otras parcelas del tablero r• basaron los limites de la atención de las oe¡ru, por cuanto a su modo de ver no resolvían el problema de la salvación del caballo s1tuado en 3AD.
Por ello, la brillante respuesta de Joda�, 21. C4n fue inesperada para Seraievski • .El sacrificio de este cabaUo ofreció la posibilidad de un fuerte ataque. ProsipJó lt. . .. , C X CJ 21. D7D+, C2Jt; 12. D6R, P4T; 23. P4CR, C4D; lA. D1D+, C2R; 25. PXPT, D4A; U. D6R, y las blancas pnaroo pronto la partida.
En el encuentro Soltolski • Jlin • Sheoevslti (Leningrado, 1937) ae produjo esta complicada posición.
DiQtrama núm. JJ
Sokolski dice: <�En esto hice 15. P5T1, inducido por las variantes 2-S.
• , DXPT; l6. TlT, D5C; '1.1. TXPI y no �e puede contestar con 17 . ... ,
1 R X T, porque sucede 28. OC+, o 15 • . . . , C5A+; 16. AXC, PXA; 'l7. TJTR, PXP¡ 28. T4T. Por un ofus �amiento incomprensible, ni llinShenevskl ni yo nos dimos cuenta de la simple respuesta 15. .. ., C X P +, tras lo cual Jas blancas ha· bdan ten1do que rendirse. •
Hemos \isto otro caso de estrechez de la atención en que el análisis mental abarca sólo dos posibilidade.. : la toma del peón ottac:ante y la ló¡ica retirada del caballo, como si no existiese una lercera posibilidad; o sea, el fuertfsimo conlra· aolpe de las ne¡ras que decidía inmed•ata.Jllente la partida.
Al estabilizarse la estrechez de la atención, no se advierten a menudo los llamados movimientos •intermedios•, ni otras inesperadas r�plicas del adversario en las parcelas -secundarias. del tablero.
En los ajedrecistas, cuya estrechez de la atención suele ser estable, hemos pod1do observar un relativo atraso en comprender la dinámica de la lucha en el tablero comparado con su elevada capacidad de ana.li.zar pro/unda y detalladamente una idea o una variante. Posiblemente, tsles ¡¡jedrecistas tienden en parte a un exceso de escrupulosidad, o Jo que
es lo mismo. a comprender mds Y melor la idea que les al rae.
Las partidas ráp1das pueden ser un medio eficaz para combuir 1<11 defecto. Porque la rapidez con que cambian las situaciones �n esta suerte de juego impide extremar la profundidad en el análisis de un plan determinado, pues los problemas se plantean continuamente en todo el tablero y exigen que la atención varfe constantemente.
Por otra parte, y rernititndome a mi prictica de preparador, estimo oportuno aconsejar que las sesiones de jueao simulnlneo con hmuación de tiempo (jugar contra ocho o diez tableros, disponiendo de cuarenta a sesenta minutos para efeetuu cua· r e n t a movimientos) contribuyen efectivamente a aumentar la capacidad de la atención.
taualmente ha dado buenos resultados el siguiente ensayo: se mostró a un grupo de ajedrecistas de primera categoría y aspirantes a maestro posici,nes complicadas ; drspués de h.abl-.r pasado la vista por ellas durante unos veinte segundos, se retiró tJ tablero, y se les pidió que estableciesen mentalmente la pOSi· csón y djesen por separado la caracter(stica general de la lucha en uno y otro flanco.
Dispersión de la atmcl6n
Con este t�rmino se designa la excesiva amplitud de la ate.ncióo, o tendencia a abarcar lo inabarcable en el tablero: desparramar su •poduo por los incontables elementos de una posición complicada menoscaba el reconcentramiento en la parte principal y decisiva de la lucha, Y dificulta valorar la situación. Esto
hace que las ideas, dirigidas hacia el antlisis de numetoS<ls variantes concretaS, se dispersen con frecuencia, y la consideración sobre el planteamiento general y estrat�¡ico pase al plano posterior.
Tal entusiasmo por los momentos concretos, en detrimento de las consideraciones generales, es la causa
S7
de que no se adviertan lo:. prmcipales indicios determinantes de la posición, maduren las circunstancias favorables a la Wta de tiempo y se valore la pos1cióo sin la debida objetividad, por cuanto se Incurre en exceso de pormenores.
Conviene subrayar la diferenCJa esencial entre las paroculalldades de la inestabilidad de la atenc1ón y su excedente variabilidad cuando aquélla se pulveriza. En el caso de inestabilidad de la atención, el penu.miento pasa consecutivamente de un objeto, importante en un momento dado, a orro; y en el de pulverización se observa una tendencia a abarcar toda la diversidad de detalles de la situación que se produce, mediante un acto simulúneo de percepción.
Tal describe justamente el estado de puherización de la atención en el comentario que hace sobre la novena paruda de su encuentro con Bot\•innik (Moscú, 1960).
Diagrama núm. J4
• Asl que la torre del rey negro neutralizó la presión que las blancas ejercen en Ja vertical R, pudieron darse por superadas las dificultad�
SS
rundamentaJes del bando ne¡ro ... Aquí quise d�traerme un poco. En el rranscurso de la contienda, las Ideas de Jos oponentes discurren de modo distinto. Muchos ajedrec1SW. particularmente los de la nueva gener�clóo, se ocupan fundamentalmente en hacer cálculO$ durante las Cinco horas que dura el juego, '! su trabajo e.n el proceso de la p3rt1da se reduce más o menos a esto: si hago eso, él hilrá eso otro, etc. 1 Cuánto esfuerzo . . . 1 Para ilustrarlo, quisiera insertar el dWoao que sostuve con Botvlnnik después de la partida. Cuando empec6 a desembuchar cual una Ametralladora las variantes calculadas en el discurso d(; la partida que demostraban la bueoa posiCJóo de las negras, Botvlnmk respondiÓ: cAl prinCIPIO, esta posición me pareció ser lo más conveniente a las blancas; pero Juego desc:uhrf un plan eficaz. CODSlSte.nte en cambiar las torres y conservar las damas•. E.n principio, esta valoración me pareció totalmente abstracta; pero en cuanto volv{ a analizar las numerosas variantes de referen· cl3, hube � aceptar que la opinión de Botvinnik: era justa. •
Lo curioso es que Tal cometió un error decisivo en la fue posterior de la partida, pues, sumergido en un mar de variantes concretas, no advirtió la principal idea estratégica de esta compleja posición: el cambio de torres era desventajoso a las blancas. Pudo haber hecho 2.1. P4AR y 22. T.SR, formando un puesto avanzado en la critica vertical R; pero esta pocjbilidad se le escapó a su penetración, seguramente por estimar demasiado costoso profundizar en las operaciones sólo por dicha vertical.
En este aspecto es instructivo el comienzo de la partida Leln-Steln (Tbillsi, 1966) : l. P4D. CJAR: l.
CJAR, P3D; 3. ClCll>, ASC; 4. PlA., PlA; S. DlA., ClClD; 6. P3R, P4R; 7. PXP, P X P; l. A4A, AlR; 9. 0.0, 0-e; 18. TlR, D1A; 11. P3TD, P4CD; U. Alll, P4TD; U. PlCD, C4A.; 14. P4C, CST; lS. P4R, TlTlC; 16. P4A., PT X P; 11. AlA, Tl-1A.; 18. PA.XP, PXP; 19. D X D, T X D; 20. C X P, A3R; lL CJD, P6C.
Di4grama núm. 15
El estado de las blancas causa uo.a impresión deplorable. Si se analizan Jos movimientos efectuados por Leln, es fácil advertir que cada uno de eUos no parece desacertado y concuerda con la resolución de un problema concreto; pero careció de un plan general de jue¡o.
La falta de tal supone la dispersión o fragmenraclón de los procesos del pensamiento y la atención. En el caso que acabamos de ver, la causa principal del trutorno de la atención de las blancas ha de atribuirse, por lo visto, al estado emocional de Lein. Pues el resultado de esta partida suponía mucho para e ; caso d e ganarla, puede clarse por seguro que hubiese participado en el torneo íntenonas. Su extraordinaria atención estuvo ausente en
este encuentro. La dispersión del curso de las ideas y la pulverización de la atención recibieron su rápido y merecido castigo.
Los casos de díspers1ón de la atenCión nos recuerdan en parte a los computadores electrónicos, e u y o funcionamiento se basa en la selección de variantes. Este in¡emo calcula mucho y con rapidez; pero no puede distinguir lo principal de Jo secundario. ·
Desde luego, dicha dispersión quebranta lo slaterruidco del proceso creador del ajedrecista, y �te no puede formar el plan estratégico t1nlco que constituye, desde el principio hasta el fin, la p3rtida de ajedrez.
El dc:sarroUo de la capac�dad t.axa· tiva del ajedrecista es un med10 eficaz para superar la dispersión de la atención. Por eUo, al analizar una posición en todo trabajo de adiestramiento, conviene ante todo hallar una respuesta clara a la pregunta •LQU� bacerh y no a la c¿cómo hacerlo? •
Un ejerdcio pnlctico es la solución de posiciones sobre el tema cH4llese un plan para las blancas o para las negras•. Por desgracia, los manuales de ajedrez carecen de tales problemas, salvo los de Lisitsin.
En mi trabajo docente con ajedre. cistas de primera categoría be practicado el procedimiento de valorar rápidamente posiciones; los asistentes debían fundar sus deducciones e indicar Jas principales ideas tícticas y estrat�gicas de la posición en el transcurso de tres a diez minutos. Los primeros intentos en este sentido arrojaron un resultado positivo; pues los mis propensos a dispersar su atención en toda suerte de menudencias empezaron a mediur con bastante disciplina, hasta el punto de tener que combatir el enremo
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opuesto, es decir, la tendencia a solucionar toda posición por medio de deducciones exclusivamente lógicas.
El estudio de la obra de Rub.insteto. Capablanca, Botvinnik, Smislov y Petrosian puede ser muy util para
combatir la sobredicha dispersión. E.n sus partidas se advierte con clandad que La atención es� orientada hada un objetivo determjnado, ya se trate de un plan estratégico de largo alcance o de una breve operación para mejorar la postura de una pieza.
Particularidades individuales de la atención
Al in\'e&tigar estas particularidades, ha de tenerse en cuenta que el carácter selectivo del reconcent:ramtento depende de los conocimientos, la experiencia y el punto de vista estético del ajedrecista, cuya esencia y propiedad de carácter, pro· pensión e interés contribuyen considerablemente a orientar la atención, Vamos a �pec.ificarlo.
La ateru:ión depende de los conocimiento teóricos y de la experiencia
Y suele fijarse en un elemento de la posición o pasar a otros elemen· tos movida por el conocimiento y la expenencta; o sea, por el hallazgo de una semejanza entre posiciones conoc1das antes y la presente en el tablero. La eXJ)eriencia viene a ser un semáforo para la atención del ajedrecista: la elu:t verde• seflala recuerdos agradables, y la aroja. indjca el peligro que entraila la asociación de dificultades halladas anteriormente.
Veamos a modo de ejemplo Ja fase de la apertura del encuentro WinterCapablanca (Hastings, 1919).
(Véase diagrama núm. 36)
La idea de excluir el alfil blanco del teatro de las operaciones, mediante los movimientos PlTR y
60
Diagrama m1m. 16
P4CR, cautivó la atención de Capa. blanca. Prosiguió 8. .. ., P'JTR; 9. A4T?, P4A; 10. C5D?, P4CR; 11. CxC+, DXC; 12. AlC, ASCR¡ U. P'JTR, AXC¡ 14. DXA, D X D; l.S. PXD, PlAR.
•Basta dar una ojeada al tablero para ver que las blancas tienen prácticamente un alfil de menos•. escribe Capablanca.
Posiblemente. al maestro cubano fijó la atención en las operctciones del flanco del rey, por asociación con una serie de partidas precedentes en que él realizó ideas semejantes a la antedicha ; esto puede verse en los primeros movimientos de la pardda que jugó con M o r r l s o n (blancas) en Nueva York un año
antes: l. P .. R, P .. R; l. CJAR, CJAD; l. AK, PJD; 4. CJA, All>; S. ,...D, P X P; 6. CXP, PlCR¡ 7. CJA. AlC; l. ASC, ClA; 9. DJD, PJTR; 18. A4TR?, o.t; 11. o-t-0, Tia; U. TlTlR, P4CI; 13. AlC. C4TR; 14. CSD, P3T, y el alftl blanco 3CR no p;arlicipa en las operaciones.
Indudablemente, loa conocimien· tos regulan en cierto modo la aten· dóa del ajedrecista; pero estima· mos necesario advenir que lo mejor para regularla son aquellos conoci· m•eotos que bao sido suficiente· mente comprendidos.
Esto confirma una vez mú lo pl'ovechoso que es anahz.v las partitbs propia�. y hacerlo pormenorizando ) con sentido crítico a fin de descu· brir los c-ambi05 bruscos de la con· tienda y los errores cometidos en ella. Korchnol indica que el W· hsis de las partidas propias ha de hacerse como si fue�e un trabaSo para publltarlo.
Por des¡racia, en muchos ajedrcci o;cas no se ob$erva este detalle ; en el meJor de tos casos, los tat01 de �us partidas esttn cubiertos de polvo en los e¡tante. de su librer!a esperando ser objeto do uo estudio crhico
Es claro que tambi�n debe conocer�oe la el!periencia de otros ajedreci�tas; en este aspectv. el cuadro parece más Ú\'Orable. Pues se estudian los artícul05 teóricos )' las partidas de los maestros destacados� ''" embar¡o, también aquC se recuerda con facihd.ld toda p.mida rápida que aparece en las colecciones de partidas de torneo, aunque falta el an4lisis serio. Nos parece que 105 rarridarios de mi procedimiento nf. pido no adquieren conocimientos con ello, sino el defecto de la atención di:r.persa.
La t:omprens•ón del material estudiado es más efectiva sl se gene·
rallza vcrb.llrnente. Pues la palabra, incluida la referente a Jas posiciones en el ajed!"ez. permite comparar y disrinauar mejor lo prmcapal; hacer deducciones prictlcas. La íormulaclón verbal de muchos aconteclmienros ajedrec:Litas ofrece la pos.abllidad de alcanur un nivel de c:ilculo puro: •YO por ah( y t!l por all4; yo de nuevo por alú, etc.•. Lo cual e� muy importante para el desarrollo de la capacidad u.xativa.
Desde luego, no pretendemos negar la importancia de tu im4aeoes visuales en el estudio de la experlen· ci a anterior; sólo queremos decir que el recuerdo visual y el mental deben desarrollarse con annonia y simultaneidad.
El aper1mento realir.ado por no�otros con uo yupo de diu ajedrecistas de primera categorla y candi· datos a maestro confinna la importancia que la noción visual tiene para el acto de fijar la atención. A dichos ajedrecistas &e les d•io que valorasen la posJcaón y formasen un plan de jae¡o en una \'ariante de la defensa india clásica que les era fa. miliar. En el tablero se introdujo un detalle nuevo y, al parecer, insiJDl· flcante : ae cambió el color de las piezas y peones, pero sin variar la posición que ocupaban.
Aunque el sentido de la posición no \'llrió, los resultados del ensayo fueron anespaados; en el transcurso de CJ, que duró unos qulnce minutos, la mayor pane de los sometidos a prueba no llegó n comprender claramente la equivalencia de las dos �idones, y formó planes poco {recuentes y desacertados. Con ello quedaba comprobado de nuevo que. en el arte del aJedrez. el c:onoci· miento de la posición tiene annonfa y con�onancia con el acto de la perct!pción de la mtsmn.
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La atucJ6a depeacle de la corri .. re utfst.Jca
C.da ajedrecista tieM su ruao penoaal. En d ane se distiquen grupos de caracteres semejantes que forman lo que llamamos estUo.
A pesar de haber varios estilos, muchos ajedrecistas se hallan balo la influencia de la corriente artfsdea que e¡ti de moda.
De esa manera, y en su dfa, la doctrina de Steinizt. los puntos de vista de Tarrascb, las Ideas de C.pablanca y de otros grandes maestros inlluyeron en el repertorio de aperturas y en los procedimientos tkrucos empleados por muchos aiedreclstu, de diversos estilos, coetineos suyos.
Hoy en d1a ocu.rre mú o menos lo mismo cuando en la apertura de la defensa india clúica y de la siciliana, y particularmente en el medio jue¡o, predominan las populares y úpic:u posiciones con presión dlnimica en d centro o con asalto de peooea a la fortaleu dd rey, mediante el apoyo flanqueado dd alfil.
Por ello, y se¡ún nuestras obletvacione�, en la actual fase evolutiva del aJedrez hay numerosas posiciones con estructUras de peones slm�tricas en el centro (para citar unos ejemplos ldalamos las que se producen en la defensa ortodoxa y la eslava) que se hallan al tnar�en de la atención de muchos ajedrecistas y que se desestiman por considerarlas aburridas, y hast.t conducentes a un aimple empate; en cambio. se atiende a estructuras de plez:ss m:i.s o modernas•.
1 No es un tributo a la moda 1
A este particular, es <;ignificativo lo que cuenta el gran maestro Taimanov acerca del semanario para Jóvenes maestros que dirigió el a�o
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1967; aeftala que seis aiedrklaw de clivei'1U te.odenciu artútleas ct. sateAdiUOD poslbilidadu antlopa a las arriba dtadu, buscaron coa Ulterá y ha1l&roa en las pan;du ideas ticticu y estrat� mú modunu que se emplean últimam•nte.
La atelld6a clepude del puato de •lm Ht�tlco
Un bello sacrificio y una Idea extraordinaria, comú.mnente llaman la atención de Jos ajedrectstas de diversos estilos; en ello se observan clertu dificultades al pasar la atención de una variante efectista a otra proaiea, au.n.que sea �� efl· c:u¡ esto se debe a la enorme influencia que Jos momentos en�ticos eje.n:e.n en d ju¡;ador. A la vez, se exi&e un serio esfuerzo vohtlvo, Jo cual auele observarse ea. los aJedrecistas con mucha imaglnaclón, a fin de desestimar una maniobra mJs efectiSta, pero menos eficaz, Y optar por la simple prosa que lleva mú prorto al objetiYo propuesto.
Muchos maestros parecen esur coovencidot de que lo racional es la belleza auprema en este arte; sin embar&o, en su interior alienta el sentunlento de que sacrüicár la dama y aanar dentro de c111co moví· mientos es prefenDle a loarar la ''ictoria sin complicaciones y dentro de cuatro, por ejemplo.
Pol>iblemente, esta 1dea se debe a la prolonpda y extensa publicidad en favor de los sacrificios y riesaos en el tablero de ajedre7. ¡ sin duda, la idea en cuest1ón es discutible. Pero qu4 se va a hacer ai el roma.nticismo sigue oponjt!ndoce al realismo en la literatura a1edreci5ta,
Veú&oslo en d siguiente frqmento de la partida Krosius-Kuz.nitaov (Essentukl, 1962).
Diagrama ntlm. 37
La.s blancas tienen muchas posibilidades. El simple movimiento 14. RlT y el s11bsigulente P5A les dan la victoria. Pero ¿a qué ajedrecista no le da un vuelco el corazón cuando ve la posibilidad de sacrificar la dama? El bando blanco fijó la atención en su casilla 4D ; las demás posibilidades (RlT) flotaron en el pensamiento, y se esfumaron en seguida. También a mí me dio un vuelco el corazón, e hice 14. D X A. Aunque no me cuento entre los partidarios de la tendencia romántica, los momentos estéticos se apoderaron incomprensiblemente de mí en esta parúda. En resumen, las blancas ganaron, si bien no por el m�dio directo. Como se ha dlcho, el movimiento 14. RlT daba inmediatamente la victoria. La partida prosiguió 14 . ... , C X D, lS. C6D+, RlA; 16. CXA, DST; 17. P3CD, CXP; 18. P x Cl (este nuevo sacri!icio tambien contribuyó a la elección del decimocuarto movimiento de las blancas), D X T; 19. AlR, D7C; lO. AXP+, P3D; :U. AXP+, RlC; ll. C1R+, RlA; 13. TlRI, P4TR; 14. C6C+, RlC; ZS. T8R+, B.lT; 26. C X T, DSD+; l7. RlAJ P3T (el
movimiento C2D era más defensivo); 28. C X P, PXP; l9. C.SC+, RJC; 30. A7A+, R4A; 31. T5R+ , BXP; 32. P3C+, y las negras se rindieron.
La tensión depende de las caracterfsdcas del juego del adversario
La actividad ajedrecista supone meditar sobre la poslcJón propia y a la -vez pronosticar la dirección del pensamiento del competidor. La elección de cada movimiento plantea la siguiente pregunta : ¿Qué
piensa el contrincante, y qué prerende?
Por eso, la atención del jugador debe estar gobernada por el conocimiento de los lados fuerte y naco del oponente y por la penetración en las particularidades de su estilo.
Ofrecemos la efemplar opinión de Larsen sobre la siguiente posición de una de sus partidas del encuentro con Ivkov (Bied, 1965).
Diagrama núm. J8
Aquí hicieron las blancas lS. CSD, a lo que sucedió lS. .. ., D x P.
Como se ha dicho, la atención es un proceso selectivo; es la tria de
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ciertos objetos, a fío de recooce.o· tratse eo ellos y abstraerse de lo. demcts. En el presente caso, la aten· ción de Larsen estuvo orientada hacia el cilculo de la po6ición después del cambio de damas. mucho antes de que el bando blanco pensase hacer J.J. CSD. El lector se pre· guntard : ¿Y por qué no lo estuvo hacia el movlmlento 15. . . . , D X P1
Sobre la posibilidad de dicho movimiento, Larsen dice : •lvkov no acostumbra tomar tal peón; estuve convencido de ello; por eso no ana· Jicé las consecuencias de este acep. table movimiento. tHaY que ahorrar tiempo en la medltación 1 •
De ese modo, Larsen no profundizó en el cálculo de las variantes relacionadas con 15. . .. , D X P. Lo cual ba de atribuirse al conocimiento de las caracterrsticas del juego de lvkov, que tiene por norma no acep. tar el sacriflcio de los peones del extremo del tablero, aun cuando tenga que ceder la iniciativa a su adversario.
Pero si esro hubiera ocurrido en un encuentro con Korchnoi, es indudable que Larsen hubiese orientado su atención hacia el cálculo del movimiento 15. . ... D X P, pues, tomo se sabe, aquél acepta casi todo sacrificio, por más arriesgado y dudoso que parezca. En este ejemplo vemos cómo las particularidades de la ntenctón y del pensamiento se adaptan al estilo individual del contrincante.
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En su segundo encuentro con TaJ (Moscd, 1961), Botvinnik orientó con acierto au atención, cuyo sistema docaJlzadou se fijó principalmente en el cAlculo de las posibilidades tlfctlcas y a¡resivas de su competidor.
En la práctica pueden verse muchos casos de acertada tendencia de la atención hacia posibles respuestas del adversario, condicionadas por las particularidades del estilo. lo cual ilustra el juego de Spasski en sus encuentros con Geller (Sujumi, 1968) y con Tal (Tbíllsi, 1965).
Podría decirse que hemos analizado detalladamente las particularidades individuales de la atención del ajedrecista. & lmportante la pregunta metódica y práctica: ¿Cómo relacionar las particularidades de referencia con los varios estilos de juego?
Al parecer, no se puede dar una respuesta concreta. Porque en el arte del maestro se observa la presencia, relativa y a Ja vez condicionada, de puntos flacos y !uertes en orden al reconcentramiento. Con todo, parece ser que eJtisten determinadas tendencias que relacionan el estilo del juego con ciertos (ndices cualitativos de la atención. Pero este proJtlema actual es por el momento insoluble
Confiémoslo a los futuros inves.· rigadores.
LA FALTA DE TIEMPO
Un fenómeno psicológico
Esta expresión S1g01Cica que no hay tiempo suf1cumte para meditar, y éste es un factor importante en lo práctica del ajedrez, pues el pensamiento, la voluntad, los senumien· tos } otras paruculandades de la per!lon31ioad del aje<lrec1sta no <e IThJnifíestan en una <>ltuación nonnaJ. Mno exuaordmaria. y que ex1ge Jlesar mmed1atamente a una concluSIÓn en condiciones de ¡uego a la ,·ez mu} complejas.
(1 conocimiento de las parlicularid.ades del juego es importante cuando falta tiempo, y tiene cieno valor psicológico por cuanto aumenta esencialmente In caracter{stlca específu:a del pensamiento del ¡ugodor y los componentes voltti•·os ) emo· c1onales de su carácter.
Como se vera comprobado má� adelante, este fenómeno se semeja u una serie de situaciones ex.traordin:�r�as que suelen darse en la \'ldl coudiana, ) cuya o;oluc1ón también esta hmitada por el uempo. Por esa razón. nos detendremos en las causas que Jo producen, y analizaremo las particularidade� fundrunentale!i del curso de los procesos mentalelt que tienen Jugar en éJ.
Primeramente hlly que darle una defmición formal; esto es, l qué lf. mne de uempo puede cons1derarse como falta de tal? Es d1fíc1l respon·
der con precisión, por tratarse de un concepto relauvo y, en cierta med1da, subjerivo. En unos casos se dispone sólo de unas decenas de segundos para hacer dieciocho o veinte movtmlentos: en otros, ocho o diez mmutos para efectuar cinco o &etS de ellos: tamb1en se considera falta de uempo, s.a la situación es complicada. El origen de este fenómeno se determina con frecuencia por las impresiones �ubjetivas del ajedrecista, que relaciona el valor de la reserva de uempo con su exper1enc1a mdividual, el carácter de la posición, las panlculandadcs del juego de su competidor, etc. Por ejemplo: Korchnoi estima normal hacer cmco o se•s mOvimientos en ues minutos; en cambio, ello es una considerable falta de uempo para jolmov o Zaitse\·, Nos cel11rerno\ al parecer de los Jueces árbitros. qu1ene� d1cen que debe c:omlderarse falta de tiempo cuando se dispone de tantos mmutos como mo\ i· mumtos quedan por hacer hasta llegar al lim1te del tiempo señalado: además, la resen•a de ttempo no debe sobrepasar lo.o; diez minutos. Recordamos que en las competiciones se dan do� horas y media para efectuar cuarenta mo\•tmientos, lo cual <;upone una media de tres minutos
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y cuarenta y c:inco segundos pan cada movimiento.
El reloj usado en el ajedrez es el atributo indispensable de los torneos, y la práctica. ha demostrado que es imprescindible. Su ausencia originó desigualdad de condiciones en las contiendas de antatlo y llevó a emplear irracionalmente el tiempo; asr, en la celebrada en Nueva York el ailo 1857, las ocho partidas jugadas entre Morpby y Paulsen duraron sesenta y dos horas, y en ellas se efectuaron solamente tresc1entos once movimientos. 1.3 panida Morpby·L6wental (Londres, 1858) se prolongó veinte horas y se hicieron sesenta y siete movimientos. Los circunstantes dijeron que los adversarios de Morphy pensaban tres o cuatro movimientos en una unidad de tiempo, mientras éste pensaba uno, si bJen ello no les reportaba nmguna ventaja.
En el torneo de Nuremberg ( 1 906) c;e estableció una norma, �&ún la rual habra que hacer qumce movimientos en una hora ; cada minuto que Pb35e de dicho limite se castipba con la pérdida de la p;art.Jda o se impon/a una multa. Pero este intento de disciplinar el pensamiento de los jugadores fue un fracaso, pues, transcurndos unos días, muchos participant� hubieron de declararse insolventes. Ante el inminente peligro de disolverse el torneo, hubo de prolongarse y cancelar dicha norma; por lo cual duró más uempo de lo regular. 1 Lo curioso es que el Cndice art(stico no fue ni mucho menos superior al de otros torneos donde tomaron parte los m1�mos ajedrecistas y en que se adoptó el reloj ! Por ello. SpielmaJUl sei\aló acertadamente que el torneo de Nurembcrg di<;ipó la duda de si era conveniente el uso del reloj ; resulta que sin él, los ajedrecistas meditan más tiempo
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sobre la posición, aunque su rendimiento es menor.
Aqu( se plante.a otra prqunta : por cuanto la norma a que se ba de ajustar el empleo del tiempo ha sido establecida objetivamente, ¿no es demasiado severa1 Pues en toda ronda de cualquier competición pueden observarse muchas partidas que transcurren en condiciones de extrema falta de t1empo. ZetniScba, Benko, Reshevski, Alatortsev, Veresova, Sabona y otros se cuentan entre los aJedrecistas que uperimentan SIStemáticamente la falta de tal.
Creemos que dicha norma concuerda mú o menos con las necesidades ob¡eti\'as del �edrecista; esto lo prueba el hecho de que la ampliación del lfmite de uempo no ha contribuido a remediar este fenómeno.
Un ejemplo de ello nos lo ofrece el torneo internacional, celebrado en Bled el ai\o 1931; en 1!1, se dteron dos horas y media para realitar tremta y cinco movimientos; a pesar de ello, dicho fenómeno perststíó con todas sus consecuencias. A este respecto. Korcbno1 dijo: •Por más uempo que se dé, siempre babr4 jugadores a quienes apremte la falta de él en un momento dado . •
Las razones expuestas nos auto. nzan para suponer que la causa de eUo tiene carácter psicológico. Veamos el juicio emitido por los es· pecialistas en esta cuestión. Botvinnik dice :
•A menudo, el ajedrecista mal&aS· ta su valioso t1empo en calcular variantes que son de antemano inadecuadas, o en continuaciones que. aunque tentadoras, no reportan nmguna \'C:ntaja. Hace uempo, propuse a nuestros maestros, que sistem4h· camente se ven apremiados por � falta de llllmpo. un procedimiento para combatir este defecto: es ne-
cesarlo jugar part1das de preparación atendi�ndo sobre todo al reloj y no a la calidad del Juego ni a sus resultados, y proseguir estos ejercidos llasta habituarse a distribuir convenientemente el tiempo para poder calcular todas las variantes necesarias.•
Aunque hace mención de ciertas premisas psicológicas, el consejo práctico y concreto de Botvinnik se reduce a jugar partidas de adiestramiento; pero, no obstante su valor metóruco, poco dice acerca del contenido psicológico de la falta de tiempo y de Jo que la origina. De la impresión de que ésta ha de buscarse solamente en la insuficiencia de preparación. Puede decirse que numerosos ajedrecistas han seguido �u consejo muchos ai\os, y, con todo, no han podido superar este defecto. Abervach dice:
•Mi propia experiencia manifiesta que Ja falta de tiempo no es ni mucho menos falta de habllídad para distribuirlo convenientemente, sino un defecto del carácter ligado con la mdecisió.n; un defecto de la práctica relacionado con la vacilación. El ajedrecista se halla falto de tiempo no por no saber distribuirlo, sino porque no está suficientemente seguro de sf mismo, no confía en su cálculo y, por lo tanto, comprueba un sinfín de veces la misma variante.
aCon ser el método de Botvi.nnilc tan sencillo, esto es: jugar partidas de p.reparación atendiendo sobre todo al reloj , a mf me parece poco efectivo y demasiado superficial. El propio Botvinnik dice que con este método se cura por entero el noventa por ciento de los que .. adolecen de falta de tiempo• . Si esto es cierto, entonces yo pertenezco. por lo visto, al diez por ciento restante; y me parece que en este ultimo tanto
por Ciento debe incluirse al autor de dicho método. •
El Juicio de Abervach relaciona la manifestación de la falta de tiempo con las particularidades individuales del carácter del ajedrecista y da, a nuestro modo de ver, una explicación más completa sobre la naturaleza del fenómeno de la misma.
Nuestras observaciones (que incluyen los siguientes torneos : Nottingbam, 1936 ¡ Moscú, 1936; La Raya-Moscú, 1948; Ziirich. 1953; el de pretendientes, celebrado e.n Yugoslavia el año 1959; la competición Unión Soviética-Yugoslavia, 1956-1966; el XXXIV Campeonato de la URSS, y orros con un total de más de quinientas partidas: además de haber observado el curso de todas las competiciones soviéticas e internacionales desde 1965 hasta 1968. y cambiado impresiones con sus participantes) nos facultan para destacar determinadas causas objetivas y subjetivas que producen la falta de tiempo. Veamos las objetivas.
Insuficiente preparación teórica
El escaso conocimiento de las posiciones típicas del medio juego y de los finales, y particularmente de los esquemas de desarrollo y variantes de apertura, hace que se emplee más tiempo en meditar sobre la posición. Polugaievslti dice que su frecllellte falta de tiempo se debe a la insuficiente preparación, en orden a las aperruras. En el torneo internacional en memoria de Chigorin (1965), el autor de estas lfneas también la experimentó, a pesar de que generalmente no adolece de tal defecto, por la misma causa que Polugaievslti expone.
La insuficiente y endeble información teórica hace que vacilemos ;
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de aquf que se verWquen con excuo las hipóteSis que se producen durante la búsqueda de un movimjento.
En este sentido es Ulteresante la opinión de la físióloga P. Sunonova, quien atribuye el origen de las emociones negativas a la lnsullciencin de lnlormación. Por ejemplo: el individuo que desconoce las normas de la circulación rodada experime.nta una sensac1ón de temor al cruzar unJ v(a concurr1da. Por lo visto, el ajedrecista e.:<perimenta una sensación parecida cuando, con su escaso caudal de conocimientos, trata de cruzar la cartería pnnc1pal del ajedrez•; esto es, se decide a ele¡ir un movimiento en posJciones analizadas por la teoría.
Falla de preparación pnlctlc:a
Una prolongada inactividad tambiEn <;uele reducir la capacidad de trabajo mental del ajedrecista Por dio. es necesario jugar unas partidas preparatorias cuando se ha de participar en una competición. Estas partid;�.; crean las premisas imprescindibles para que él se adapte Cicilmcnte al ambiente de la lucha competitiva. y contribuyen a que se manifieste la original y dinámica habitud en su juego.
Los consejos de Botvmnik arriba citados pueden ser un med1o efJCI% para combatir la falta de tiempo en Jos casos de insuficiente preparación práctica: igualmente pueden serlo unas �esiones de partidas ráp1das. Al ajedrecista suele {altarle el tiempo, especialmente al comienzo de la competición, si no ha realizado un pre\·io trabajo prepar:norio.
Debe advertirse que la falta de preparac1ón prácuca hace que disminuyan los automatizados compo-
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nentes del pensamiento, o los bJblt05 paniculares e intelectuales, que esencialmente limitan la inversión de tiempo en el cálculo y �alución de los problemas concretos y ticticos, y no que disminuya la capacubd de valorar intuitivamente Ja potl· ción.
ObJetiva complejidad de la sltuacióa
Las situaciones complejas, diná· mie:�s e indefirudas reqweren una meditación meticulosa y detallAda¡ una profunda búsqueda del plan de jue¡o. Y lo mismo requieren las posiciones en que se producen cambios esenc1ales e mespe:rados.
Botvinnik dice : • Durante la partida se producen momentos en que hay que estudiar minuciosamente la posición, lo cual eKige invertir veinte o treinta minutos, y, después, hacer con rapidez los movimientos que quedan basta el límite del tiempo establecido. Esto es una fallll de tiempo normal, y que yo no trato de su�nar . •
Este ju1cio tiene importancia, por cuanto manifiesta que la objeuva complejidad de la posición es directamente proporcional al tiempo empleado en resolverla. Y asf, parecen LD&enuas las siguientes consideraciones que aún perduran entre los ajedrecistas: Invertir no más de trelnt.l minutos en la apertura, o dlvidtr el tiempo por el número de movimientos a fin de fijar el que ha de in· vertirse en meditar sobre cada uno de ellos.
Debemos abordar crrucamente el consejo de Spielmann, según el cual conviene reservar cinco minutos para el último movimiento, por SI aca�o son nece.-.arios.. La reducción mental del tiempo a cinco minutos tiene cierta importancia como medio de
.autoverificaclón • en el proceso evolutivo de la partida; pero se&uirlo al pie de la letra puede Uevarnos a invertir el tiempo donde no sea necesario, o no lo exija la partida.
ta objetiva complejidad de la elección produce con relativa frecuencia la falta de tiempo, si uno de los dos bandos se encuentra en una situación embarazosa. El que lleva ventaja comprueba con mucho cuidado sus planes. por temor a cederla, y el que se defiende busca salir del atascadero con más tenacidad de lo habitual.
Falta de tiempo premeditada
Esto se observa cuando, insatisfecho del curso de la partida, el jugador la provoca y la usa como un procedimiento psicológiCO de lucha. Ello suele dar resulta.dos positivos. Pues al querer aprovechar nuestra falta de tiempo en benefiCIO propio, el adversario se excita y pierde la capacidad ncces.1ria para abordar crfucamente la siruac1ón; el car.lcter objetivo de l>U meditacion �e transforma en arrebatos lmpulsi"OS. Se pierde el sentido de la objetividad ; el dominio sobre las emociones propias lleva a la comisión de errores. y a menudo justifica el procedimiento en cuesuón.
Debe señalarse la posibilidad psicológica de que uno cometa errores, debido a la falta de oempo del adversano, ya que desciende la actitud crCtica ante los propósitos de éste Y se subestiman sus posibilidades de profundizar en la posición.
Se afmna que Reshevski usa tal proceduniento. A este respecto, es tnstructi\'o el encuentro KorchnoiSuetan que, en la final del XXVIT Campeonato de la Unión Soviética (leningrado, 1960). decidió el primer
puesto. Suetin logró ventaja en la apertura y, a consecuencia de ello. reforzó la presión en el medio juego. Pero Korcbnoi, por su parte, provocó la falta de tiempo; y asf consiguió apartar a su contrincante del pausado ritmo de la partida. Este formó un concepto equivocado en cuanto a la posibilidad de una victona rápida : empew a precipitarse, cometió errores graves }' perdió la partida. Gracias a su oportuna ofalra de tiempo•, Korchnoi logró una importante victoria.
La falta de tiempo premeditada se aplica cuando se ha añolizado detalladamente el conjunto de causas objetivas (una posición diHcill y sub¡eúvas lla individualidad del oponente, la posibilidad de que mcurra en errores, etc.).
Hemos incluido las especies por las que se entra en conocimiento de la falta de tiempo premeditada en el grupo de las causas objetiva� que la originan, puesto que la especie determinante es a�uf un criterio perfec tamente objetivo: la posición no satasfactorja,
La falta de tiempo también la producen causas subjeuvas: la manifestación de determinadas cunlidades ind¡vaduales del pensamiento. la voluntad y el carácter emoti\'O del a¡edrecista. El plttcólogo TiepiO\' dice que la unidad de la mente y la voluntad tiene mucha importancia en la acttvidad prácuca del pensamiento. Esta lesis puede incluirse por entero en la esfera deponlva del ajedre7.. El quebruntamiento de la unidad entre el contenido del pensamiento y su rigruosa orientación hacia los Hmites de una lucha intensiva es una de las causas prmclpales de esta falta de úempo. En la práctica, tal quebrantamiento produce una SIStemática renuncia a tomar conclusiones, una incertidumbre en valorar
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Ja pc»Jd6a y u.aa iDevitable teodeudll a proiOQPr Ja elección de u mov1111iauo forzoso.
En alau.noa ajedrecistas la inapetencia y falta de habilidad para tomar una conclusión se convienen en b•blto y en postura slstem•dca. Bronstein suele meditAr mucho, in· cluso sobre los pnmeros movunient06; en su partida con Steln (X:XVI11 Campeooaro de la URSS) invirtió veinte minutos en hacer el primer movl.mJento. Y aunque consi&tüó situarse en una posJción con buenas perspectivas, todo su esfuerzo fue desvalorado por la Wta de tiempo; cometió una serie de errores, y per. dió la partida. Abervacb cuenta: •JBroastein invirtió una vez cuannta mlnutoa en hacer el pnmer movimiento l o Y Panov ora a Grigorie• al referir casos de meduación proloncada al com1enzo del juego.
En e�los ejemplos se observa una inversión ucesíva de tiempo en efectuar Jo¡ primeros movimle.ntoa, sin serias causas objetivas que la motivasen, pue5 los sistema¡ de apertura y sus primeras jupdas son sobradamente conoc:idos de todo ajedrecista calificado; además, en las partidas citadas, n1 Bronstein ni Gri¡oriev descubrieron nada eJrtraordinarlo en la fase de la apertura, sino que se limitaron a elegir sistemas conocidos. Cabe &uponer que la prolonpda meditación de est� do¡ maestros se interpretó como un momento subjetivo que determmaba por un lado el problema de L qué esquema de apertura será más desagradable o resultm menos atra>enre al contrincante?; o lo que es Jo IDWno, por una parte trazaba el contorno de una lucha psicológica, y por otra superaba el estado de r.obreexci�c•ón propia y de ínse¡uridad, y se predisponía a trabajar normalmente.
Como se ve, la mayor parte de aje.
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drecaa&Aa vuelve a orientar 101 ldf'U Y aeatiaa.ieatos hacia la c401petiri6o en que pllrtlcipa. La lentuud de Broostein y de Gri¡onev al camieuzo del jue¡o puede interrretarse corno una particularidad 1ndiv1duat de su mentalidad. y, ante todo, insufíclente dominio de sr mt'mo er el momento de comenur la contien da; los dos pueden reconctn�e en la partida una nz iniciada la lucia. Esra circunstancia ilu.ma el desacuerdo entre la mente } 1.1 voltln· tad, menctonado antenormente.
Por analogía, es oportuno msertar aqu/ Jo que Tieplov c1t.1 acerca
de Napoleón, quien dljo del rnarilcaJ Massma que era iDcapa de trazar con antelación el plan de una bata· !la y que m.mifestaba su ap.1tidad de estratep sólo cuando la artillería empezaba a retumbar.
Hemos visto que existen ciertas causas subjetivas que aumentan la inver&ión del tiempo en la meditaCión y, por Jo mismo, contribuyen a que se marufieste su falta. Como &e ha dicbo, estas causas e deben a la renuncia a tomar conc:luslone:>, y entraftan inseguridad e indt"Cisión. Los ntptivos rasgos volitivos del carácter, que hemos · e�'lalado, son producidO$ por dudas y \'acilacíones de canttnido vario. Por ello, al de· terminv lllli diversas causu subJe· nvu que dan Jugar a la falta de tiempo, nos detendremo .. en analiur !u dudas que tiene el a¡edrec!�c.a. Y que ayudan a descubnr la naturaleza de estas causas.
� presentan cuando se In te en hallar el mo�imiento mejor, único y exclusivo casi en cada posición. Esto hace que una variante aceprable no p;muca bastante eficaz ; se quiere encontrar nlgo más contundente. A
cunsecuencia de lo cual, el a¡edteCJsta continúa la búsqueda y se le despierta la duda, lo cual le entorJ)«e la capacidad loelectJHI. Se produce una smgular e alusor1a busca de: la verdad. Spjelm:mo dice : e Desde el principio, tal ajedrecasta está condenado al iunesto método de la escrupulosidad exagerada. En cada :.atuaca6n busca objetivamente el mejor movm1iento, si baeo no r::arda m perder la posibilidad de orientarse en el caso de tod05 los pros y los contras posibles. El v¡¡líoso tiempo transcurre inconteniblcmeote, y, a la postre y en la mayor parte de los casos. tiene que decidil'!!e por un moVImiento dictado por el untido, más que por el cálculo materM.tico. Pero en ese momento su sentido está envenenado por 1nfinadad de dudas y, por lo mismo, le dieta un movimiento desacertado.•
Spielrnann quiuls es demasiado categórico; pero caracteriza justamente a los ajedrecistas que tienden a bu1;ca.r siempre la mejor solución. Debe advertirse que e�rta tendenc1a e:., teóricamente, Inconsistente. La diHrsidad de posibilidades hace que la pr:icttca del ajedrez sea inagotable; por eso, querer abarcar lo inabarcable es punto menos que imposable en la mayorfa de posiciones.
Es claro que los maestros no Ue.. san a tal extremo; pero, en la pncuca, a menudo Intentan descifrar por entero las particularidades de una posición compleJa. Y cuando ven comprobado que eiJo es impo�ible, empieza la duda de cómo
.con
unuar, y la lalta de tiempo se c1eme 50bre ellos. Muchas partidas de Borisenlto. lCotov y Udovcbich ilustran 1.1 duda de carácter a.nalítico.
Refiraéndose a esta forma inefica-z de abordar la búsqueda de un movamiento, Botvínnlk dice que es ne·
c�ric> tW.lar la medida razonable en el diapasón de la baaqueda y el Haute del tiempo, disminuyendo la calidad de Ja partida sa e5 necesario. Y asf, el divulgado aforismo •Es preferible un pJan deficiente a carecer de él• tiene importancia en la previsión de la lalta de tiempo. Aunque no tratamos de recusar la opinión de Alek.bine -quien dijo que es peli&roso fiar en la primera impresión del avalúo innaitivo sin verificarlo y que conviene atender al b.l· llaz¡o del mejor movamiento--, no debemos tomarla por absoluta, sino compaglnarla con Jas posibilidades reales y electivas.
SpielllWUl da unos consejos prácticos y acertados: • 1 No Jugufu con apresuramiento 1 rl.ovestipd todo movimaento, por mú ló¡ico que parezca! ¡Huid de t<XU quimera! 1 Si tras un breve análisis os convencéis de que el movimiento pre· visto os conviene, hacedlol ¡Si tenéis que elegir entre varios movimientos equivalentes, no profundiciis en comparaciones io.finitas 1 ¡No ol\'idéis que en la mayor parte de posiciones hay sólo ciertas contanuaciones aceptables ; pero debéis elegir una de ellas ; si no, sed de· masiado tarde! ¡No busquéis siem· pre y objetivamente el meJor movimiento, pues en realidad no suele existir, ya que, &eneralmente, es cue5tión de gusto; buscad simplemente ano que os conven¡a 1 •
Debe advertirse que en la c:aza de cmir1os blancos• el ajedrecista analiza un número de variantes relativamente grande y trata de calcular prolong.adamente cada una de ellas: en esto manafiesu su deseo de no interrumpir el c::4Jculo y valorar crfticamente la posición que oñ¡ina dacbo cálculo.
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Oudu ea roadóa de MbrcutJear el car,ctu estlllstko del adversario
Oc,pertadas por la característica no nbtctJ\ia del contrincante ) por el regJstro exclusivo del lado fuerte de su juego, e�tas dudas hacen que e subbtimen las propias posibilidades, se piense de un modo pas&vo y se manalieste el complejo de emo
ciones negauvas: e!.to Cl>, el temor,
la ap.'ltia o la ampulsiudad, la vacilac&ón y la sujectón. En ute caso, las id�.. no se dastin¡uen por un
cálculo profundo m por un amplio diapuón de ,·ariantes. El numero de variantes comparadas en el an�lisis es reducado ; y el cálculo concreto es menos profundo de lo normal. Las hipóte:.is que surgen al tomar una c:onclusaón definlth� e \eri· hcan muchas veces, y se dectüa el mO\imiento tras una comprobación mmuciosa que uage un ¡asto de tiempo considerable.
De esa manera. muchos oponentb de Tal (por ejemplo: Smislov, en el torneo de pretendientu del a�o 1959: Polugaievski. en el XXVI
Campeonato de la Unión Sovaénca. y otrO&) anduvieron escasos de tiempo, debido a la minuciosidad con que comprobaron lti reales. y a la vez no tan reale1., pos1b1hd�des tác· ucas de su oponente. Daba La &m· prestón de que ellos bu�ab;m amenazas y la.s hallaban donde objetivamente no eJtisdan. El temor subjetivo a la capac&dad combmatoria de Tal fue la causa de la inseguridad, la duda y el reiterado cálculo de dichos ajcdreci$tas.
En su partida cQn lein (SocbJ. 196n. Zattsev, cuyo iueao es butante ráptdo, anduvo escaso de tiempo; la causa de ello fueron las dudas eo CWIDlO a la \'er&Codad de SUS C<ilculos. porque babea perdido to-
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das las p.¡rt1d.as jupdas antericr· mente con aquel
Lo masmo le sucedaó a Balek en su p.¡rtícb con Taimano\ (Budapest, 1965): en el transcurso de ella. d mabtro bun¡aro c.1lculó numern-,as varaantes contundentes y posables por parte de su competidor. D�pu� del encuentro, se pudo comprobar que el recelo de Bilek carecia de fundamento. Pues Taimano' dtjo que no qUl'IO complicar el juqo. Sino hmi tar e a sostener su pequeña supenoridad en la po:¡,icaón.
El uceso de creenCJa en J¡ fuerza del adversano, o Jo que es lo mi!lmo. la sobrees11mación de �us posibilidades, es cuacterístico en Bron<acm. quien daec! que con frecuencia rehusó conunua¡;aone5 antere�ntCsi mu porque 'e fa lo:. oculto:¡, recur�o:¡, defensivos de sus competidore:¡,. ,En suma, Bronstem huyo objeti,'llmente de po aball<bdes muy efictentb ) optó evidentemente por mo\'lmaent� menos eficaces, con lo cu,¡l f;�ci· htaba el JUe¡o de su compeudor: mtc:ntras el uempo tr.anscurrí¡ en la büsqueda de posibilidades ocultas y en la Idea de si su adversarao pod&a defenderse de ellas, el autor de esta busqueda nndaba falto de tiempo.
Dudat ea (uaclóa de la lmporuacia del resultado de la partida
Hay partid3i que tienen uru lmportancJa deponiva muy particular: es nec�rio ¡.anar para �er el vencedor del torneo; hacer tabl:u para cumphr la norm.ltiva de mae:¡,tro o p.Jra part•cipar en la siguiente fase de lb c:ompeticiooes �lectivas, etc:c!tera. Con frecuencia, las consideracione5 deportivas producen una emoctón, una vacilación y un sentido de rcspon¡abilidad ellccsav06 y crettn uo estado de cobibicaón.
Aumenta la amportanc1a de cada movamlento, ya que cualquier error puede ser decisavo para tomar pane en un torneo. En to1les casos. alguno. ajedreci.uas saben domao.arse. El resultado de la paruda puede influtr mucho en el curso de las ideas y en la opción de uno u otro movimiento. Aquf, las dudas causantes de la falta de tiempo :.uelen esto�r en funci<lD de cierca subesunudón de Jo. valores de .b pos1caón propia y de sobree timación de la del ad,·ersarao. Por citar un ejemplo mencionamos la partida Danov-Sajarov (Irkut�k. 1966}; Ja victoria suponía para Sajarov participar en la final del Campeonato de la Umón Soviética. En el med1o jueao consi&uió aventajar a su contrincante en un peón: en circunstancias norma.Jes, �iblemente hubiese optado por reforzar la posición y pna.r pac;o a paso la partida: pero, ante la responqbilldad del resultado de aquel encuenrro. empezó a dudar de s1 las maniobras lent.&S conducirían al objetivo propuesto: forzó los acontecimientos. y, apremaaao por la falta de tiempo. perdió la partida.. Un cuadro anJtoao � ot.erva en las partidas Stein-Gort (Los An¡etes, 1968) y Geller - Spassk1 (Sujumi, 1968), en que la duda estuvo en función del resultado de lu atismas; produjo la Wta de tiempo, y, por COnSIIUieDte. la comisión de serios errores.
Dudas en luJiclón de lo experimentado ea la partida
Se manifiestan cuando uno se da cuenta. de haber cometido un error u omitido una pos1bllid.d. Panov dice: • El peor defecto de much06 ajedrec:iuas es lamenta.rse, durante el juqo, de haber omhido posibili-
dades en mo\'imient06 anteriores. Esta anuut meditación sobre unas variantes que bubiese.n podido reahz.arse no toac:e mis que dastraer la atención, disminuir bl capacidad competatava y absorber un tiempo vuhosoo.
A esta oportuna caracterrstlca dada por Panov, añadiremoa que las ducl.u producidas por lo eipertmcntado en la partida y el recuerdo de los errores causan bl falta de uempo. En el encuenrro lvaschao-Kroaíus (Yar01lavl, 1949), las ne¡ras llevaban ventaja : hubo un momento en que pudieron acelerar efectivamente In victoria; pero, al exa· mifl¡Jr esta posabihdad, ced1eron la ventaja ea cu�tión, y la partida lle¡6 a uo final equilibrado )' comun. Mientras medataban sobre el dascurso de aquel 5tmple final, recordab.ln Ll posibilidad omitid.. lo cual les díf'icultó la elección de moVImientos y, de ese modo, se produjo la falta de tiempo. Y, en una posiCión de simples tablu. tu nearas no adv1rtleron que habfa terminado el tiempo rqlamentarlo, y aun les faltaba hacer un movimiento.
En el encuentro Schamko\·ichWittelky (Socbi, 1967), y en el medio ¡uego, las negras habrfan podido loarar una ventaja aplastante mediante un bello golpe !Jctlco. AJ advenir esta posibilid.d un movimiento después, Wíttelky se desazonó. Según �1. sus Ideas no se apartaban de aquella omisión. lo cual se reflejó muy pronto en el posterior desarrollo de la partida; Intervino la falta de tiempo, y el bando nearo perdió un encuentro que habra jupdo excelentemente basta d momento referido. Se podrían citar muchos eJemplos como á te.
Se ha visto que esta suerte de dudas no sólo cauun un aasto de
tiempo suplemenf4lr&o, sino tambi�n un estado de emociones neptivu que hace que mencue bllLSC&IDente lo eficacia de la actividad mental y, por ello, se emplee mú tiempo en recordar el error cometiao que en solucionar les problemas &imples.
1 Cuin perfectamente casa este g4!nero de dudas ton el habitual conufo de •Convenía haber hecho tal y 1al coa • l Por lo demis. este con· seio se ca en el momento en que toda lamen ración no ti ene sentido: en que ya es demasiado tarde pan enmendar las cosas y, por tanto, hay que meditar profundamente sobre Jos problemas que plantea la nu� situación. Esta pequel\a digresjón confirma una 'e� mts que la ncila· ción radica sobre todo en la naturaleu del canlcter del individuo que diri¡e los mo,·imientos de las piezas. Al combatir toda lamenta· clón relativa a los yerros cometidos durante la partida, ¿no merece la pena pre¡untane <�: nos dejamos arrastrar por las inút1les lamenf4lciones acerca de la suerte adversa no sólo tru la mesilla de ajedrez?
Oudu en fuadóo de la uperltllcla Individual
El conocimiento de los esquemas de evolución de las aperturas y de Jos proctdiaueut05 para desarrollar las posiciones úpica.s del med1o jueao y del fin.al, sin relacionvlo crfti· c:amente con la experiencia y los conocimientos propios, puede ser motivo de duda en �1 proce.o de la meditación y de falta de t1empo.
En la partida Kro¡lus·Spasski (Le· ni n¡rado, 1960), las blancas advirtieron de pronto la pnancia de un peón '· A. X P+ en la si¡uiente e 1nvestipda apertura: l • .P4R, P4R: l. CJA.R, ClAD; 3. A5C, A4A;
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4. 0.0, CJA; 5. C X P, CXP; CS. D2R, CXC; 7. DXC. DlR: 8. P .. O, OC. �1uv1eron uno:. �cinte aunu•os meditando sobre si tomar el pcon: ademlls, el contenido del proceso intelectual no �tStló en un an.i· lisi5 Circunstanciado de la forzosa \" a r l a n t e �. AXP+. A.XA; 10. D X P, 0-0; 11. PXA, D X P, sino en la vacilación condictonada por la circunstanc•• de que nadie habfa jupdo así en esQ variante. reconooda y aprobada¡ por otra parte, infiufa el incontenible de eo de ga. nar un peón. Al remate se tmpuso
la te en la irrevocabilid.ld de la teor{a, y las blancas h1cteron 9. DXD+; e�ote movtmlento fue m� nos eCícaz que 9. A X P +, lo cual se vio comprobado en el an:Uis.is hecho después. Los veinte mmutos pstados en vacilar acerca del noveno mov m. ento �e reflejaron en el curso de In partida ; debe advertirse que este tiempo no �e invirtió ni mucho men015 en comp.uar la variante AxP+ con la DxD+. sino en la abstncta idea de d e�taba hmificada la fe en la teoría.
Esta suerte de dudas ,e manifiesta con frecuencia en los ajedrec:tSta$ que creen demasiado en lo conoc•do y lo aceptado por todos ; cuando hallan una posibilidad or•�tmal e inesperada. la reciben con precaución y recelo, lo que da lupr a la du<U: ¿cruzar el umbral de Jo conocido y Jo se&uro o decidirse por una perspectiva atrayente, aunque poco clara? En la práctica, toda duda suele decldir!le en favor de las alternativas aprobadas por 13 cxpenencia antenor. Seftalemos que toda duda seria en solucionar un problema, se conffe o no en la autoridad de la teorfa, eleva la inversión del tiempo y produce la falta del mismo.
Esto puede verse comprobado en d encuentro Rlumtn - L<Swenfisch
(MOIScú, J 936); al decir de RiumUl, las negras medilaron treinta minutos sobre el e6c:u y contundente, aunque un poco extrafio en la posición de la paruda, movimiento 14. . . . , TSD que entrañaba el sacrificio de una cahd3d. A pesar de esto, en la partida se efectuó el habitual movimiento del caballo. Riumin dijo no haber entendido la decisión to.nada por su competidor.
NOIS pnreee que la prolongada meditación de LOwenñscb sobre di· cbo movimiento se debe, más que a un mi nucioso análisis de las dos variantes antedichas y su comparación, a dudas de orden general: ¿merece la pena mererse en complicaciones poco claras si con el habitual movimiento del caballo se recupera un peón y se garantiza una posición más o menos sólida7
La indecisión y la duda en Jos ejemplos que acabamos de ver se deben a la falta de independencia del pensamiento.
De ese modo, el Insuficiente sentido critico en el análisis y la costumbre de apoyarse en lo habitual entorpecen Ja aplicación di.nátnica y artística de la experiencia. Al conm.deciJg la inseguridad objetiva de la situación con la tendencia subjetiva del ajedrecista a no considerar esta inseguridad y a fundarse en lo aprobado y lo común facilita que se manifiesten la indeciSión y la duda. Lo cual wnbién produce la falta de tiempo.
Dudas en fuocl6n de las pardcularldades illdJ'I'Iduales del estilo
SI se analiza sistemáticamente toda partida e.n que a uno de los jugadores le haya faltado ti6Dpo, podrá observarse que eUo se debe,
ademds de la inftuencia de algunas de las eau.-;as antes mencionadas, también a cierto carácter típico y determinado de la posición que se produce. Por lo común, los ajedrecistas experimentan la falta de tiempo cuando se encuentran con posiciones ajenas a su estilo, lo cual les crea subjetivamente grandes dificultades.
Comentando el encuentro Botvinnilt-Bronstein (Moscú, 1951}, Panov dice que la falta de tiempo de Botvinnik se produjo, por regla general, en posiciones dinámicas y complejas, e.n las cuales la singularidad y odginalidad de los problemas no le permitieron apoyarse en la lógica de las consideraciones estratégicas.
Estas situaciones fueron subjetivamente desagradables a Botvi.nnik, porque no se correspondían del todo con las principales eltigencias de su estilo: estructura lógica de los planes, integridad de la partida., fe en la consecuencia cientffica y causa de la variación de los hechos que se desarrollan en el tablero.
A este respecto, Botvin:nik dijo más de una vez que su juego adoleció de poca visión combinatoria. Las posiciones dinámicas y de estructura estratégica it�definida fueron bastante diffciles de resolver, incluso para el propio Botvinnik. Esto se debió a las particularidades individuales de su estilo, y fue la causa de la prolongada meditación y falta de tiempo que hicieron que cometiese serios errores en algunas partidas.
Panov sellala igu31mente que la falta de tiempo de Bronstein, de sen· tido opuesto a la de Botvinnik, fue de orden técnico y se produjo en posiciones con pocas piezas, en las cuales su advenario tuvo cieru preponderancia. TambiM observamos aquí una relación directa entre el
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gasto de tiempo en meditar y las particularidades del estilo del ajedrecista. Las situaciones que requerfan una realización precisa y ofredan menos posibilídades para efectuar ideas combina[ol'ias originales resultaban elctrañas, aburridas y anormales a la abundante fantasía artística del estilo de Bronstein.
Puede afirmarse que Botvinnik combatia mejor la falta de tiempo en posiciones con pocas piezas ; posiciones que, en cambio, e'an para Bronstein La piedra de toque.
Pueden citarse o t r o s casos. Neslunetdinov, por e j e m p 1 o, se orientaba con b a s t a o r e rapidez en toda complicación táctica; por el contrario, anduvo escaso de tiempo en la lucha de maniobra menos compleja y más reposada. Y Korchnoi invin16 más tiempo en calcular posibilidades de ataque que en la defensa de posiciones cliffciles. Estos casos confirman la presencia de una relación causa-efecto del origen de la falta de tiempo con las particularidades 1ndividuales referentes a los puntos flacos de la actividad mental.
El conocimiento de las propiedades individuales del estilo del adversario que, en ciertas posiciones, le predisponen a meditar prolongadamente, a menudo sirve de procedimiento de lucha psicológica en la práctica. Veámoslo en la partida GHgoric-Tal {torneo de pretendientes, ronda vigésimo tercera, 1959). �e logró una pequeña ventaja en el vigésimo sexto movimiento ; pero era dificil sacar provecho de eUa, debido al curso metódico y sosegado de la partida. Considerando la tendencia de Gligoric a una lucha basada en la lógica, Tal eligió una continuación arriesgada y contundente para uno y otro bando, aunque objetivamente fuese menos efi-
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caz. Y su conjetúra se vio comprobada, pues Gligoric, confuso por el modo de jugar al cmargen d� toda regla•, meditó mucho; anduvo falto de tiempo ; cometió errores, y perdió la panida.
Diagrama núm. ]9
En esto sucedió 26. .. ., P XC!? Acerca de ello, Gligoric dice: • Eso es característico de Tal. La continuación 26 • . . . , DXC; 21. D X D, P X D; 28. TXT, C X PD era más segura y objetiva para las negras, porque las blancas habrían tenido que conformarse con el logro de unas tablas... Pero las negras, contando con la falta de tiempo del oponente, optan por una posición contundente para uno y otro bando, en la cual las blancas se privan de su plan de juego •.
Prosiguió 27. T X D, T X T; 28. P3C, C7R +; 29. R2A, RllC; 30. C3R? (30. P4AI, TlR; 31. O X P), CSD; 3L P4A, T5R; 32. P4CR?, TXP+; 33. R2C, P X P, y las negras ganaron pronto.
Además de las sobredichas causas subjetivas que originan la falta de tiempo, y que, a nuestro modo de ver, son Jas más importantes,
.. e ñalamos otras : las dudas relacionadas con los puntos de vista estéticos, con ciertas posiciones y procedimientos de juego modernos, etcétera. A modo de ejemplo, citamos lo que Abervach recuerda de una de sus partidas que tenía ganada, y en 1:.1 que vio dos posibílidades de asestar el golpe definitivo; pero, en vez de verificarlas, empezó a reflexionar abstractivamente sobre cuál era el medio más correcto en orden a lo estético : ¿la belleza elemental o la clara y simple continuación? Co.ncluye diciendo: cA la postre, llegué a la lógica conclusión de que el sacrificio es una belleza innecesaria, y opté por lo seg11ndo, porque me p:.lreció mejor. Pero luego se vio comprobado que en dicha variante no advertf la pérdida de una pieza ; el juego se complicó extremadamente,
y cuve que hacer un enorme esfuerzo para conseguir la victoria�.
¿Cómo prevenir la •enfermedad• de la falta de tiempo, llamada acerradamente azote de este arte? Por el breve relato de las causas que la originan, se ha pod1do ver q11e los signos de ella abarcan una extensa zona emocional y volitiva del carácter del ajedrecísta. El análisis de las causas concretas que Ja producen ayudará a determinar un diagnóstico más preciso en cada caso particular, y esperamos que contribuya a combatir con más eficacia y mayor amplitud este complejo fenómeno mental. Pues la falta de tiempo no es la consecuencia forzosa de meditar sobre los secretos del arte del ajedrez, sino. mayormente, el resultado de la indebida postura del sujeto ante estos secretos.
El pensamiento y la falta de tiempo
Hemos analizado la dinámica de los procesos mentales. la aptitud del ajedrecista para generalizar, y Las propiedades del sentido crCtico y de la independencia del pensamiento cuando hay déficit de tiempo.
Ante todo, debe advertirse que tal déficit exige mucha agilidad de pensamiento. y pone extremamente en tensión a los componentes emocionales y voHtivos del carácter, por cuanto las acciones y movimientos deben realizarse sin dilación. La rapidez con que cambian las situaciones despierta el sentido de la responsabilidad en cada hipótesis, y produce un estado de temor e inseguridad ante los propuestos y aceptados medios de solución.
Cuando falta el tiempo y hay abundancia volitiva y desarrollo emocional, a menudo se obser\'a una contradicción entre la subjetha tP.ndencia a elevar al máximo el e(eoto de la actividad menntl y la objetiva imposibilidad de comprender debidamente la posición y de solucionarla. En suma, la solución negativa de dicha contradicción. como pérdida material, decuido y error. hace que descienda bruscamente el tono emocional y vqlilivo del ajedrecista por un período largo. La falta de .tiempo somete el carácter a una prueba diflcil, y jugar sistemáticamente sometido a ella facilita la tendencia a un descenso general de las cualidades volitivas y a una elevación de la excitabilidad emocional.
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DiruúnJc:a de los proeesos mentales
Por lo común, cuando bay falta de tiempo, dismlouye la aptitud para verificar crítica y objetivamente los cambios de situación, y aumenta el sostén en que se apoya la búsqueda de una solución en los elementos estáticos y relativamente constantes de la posición. Estas particularidades del pensamiento se presentan de dos form.as.
1) La tendencia a1 aspecto externo de la evidencia, la derechura y la naturalidad de las soluciones ele· gidas; esta tendencia se caracteriza por una considerable reducción del número de alternativas examinadas. .En una posición saturada de posibilidades tácticas, el objeto de la me· ditación suele ser una alternativa que lleva en sf amenaza inmediata o que facilita el rechazo de otra amenaza. De esa manera, el ataque directo contra una pieza produce una reacción favorable a defenderla. La elección de un movimiento, condicionada por un motivo determinado, también suele ser una tendencia a atacar en seguida: amenaza de tomar una pieza, dar mate, y así sucesivamente; pues eJ juego se plantea con frecuencia según el pcíncipio de •atacar vale tanto como defenderse•.
Veámoslo en este fragmento de la partida Botvinnilc-.Reshevski (La Haya-Moscú, 1948).
(Véase dia&rama núm. 40)
Sobre esta posición, Keres comenta: e Por faltarles tiempo, las negras no dan con una respuesta oportuna Y hacen un movimiento cualquiera, el cual les priva de las ventajas de su posición y, por consiguiente, de ganar la partida.. Resbevski hizo 28. . .. , A4AD?? Lo curioso es que
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Diagrama mhn. 40
r.un movuDlento cualquiera. puede ser e1 ataque directo contra una de las piezas más importantes del adversario, en un extremo déficit de tiempo. Entendemos que esta opción no fue casual. Por cuanto otro movimiento que rechazase la amenaza contra el peón 4A (28 . ...• P x P ; 29. TXC) no satisfizo a las negras, y Reshevski eligió l8. . , ., A4AD de entre los movimientos que hacen relación a dicho principio. La sutil variante l8 • . .. , C4C1 propuesta por Keres, daba a las negras una evidente superioridad; pero no pudo fonnar parte deJ análisis porque, en extremas circuDStancias de falta de tiempo, no respondía a ninguna de las dos exigencias de la. soluc1ón: la defensa y el ataque inmediatos.
En una contundente lucha táctica. y si apremia el tiempo, la ne� cesidad de atacar o defenderse in· mediatamente induce a un Jnconsciente, en cuanto al avalúo objetlvo de la posición que va a producirse, cambio de piezas.
Vúmoslo en la siguiente posición de la partida Boleslavskl-Pirts (Hélsinki, 1952).
Diagrama núm. 41
Acuciado por el tiempo, Boleslavski adopta •automáticamente» un procedimiento lógico, y cambia un
peón : 40. P X P? El análisis posterior demostró que este cambio era erróneo¡ con 40. P.SC se ganaba la partida. El juego acabó en un em
pate.
El cálculo concreto se caracteriza por un ampllo diapasón de ramificaciones examinadas, pues a menudo se omiten movimientos intermedios y vanantes accesorias. Lo cual mdica que la atención no está distribuida suficientemente cuando falta tiempo. En cl cálculo se descubre un descenso de la capacidad dlnlimica del pensamiento; en muchos ejemplos hemos observado que los ajedrecistas cslculaban variantes como si se guiasen por las reglas del juego de damas¡ esto es, la obligación de aceptar el sacrificio de toda pieza y peón.
A este respecto ofrecemos la siguiente posición del encuentro Reshevski-Botvlnnik (La Haya - .Moscú, 1948).
Diagrama mím. 42
Falto de tiempo, Reshevski optó por la variante l9. A6A +?, C X A; 30. P XC, CSAI Por lo vis lo, este intermedio y eficaz movimiento escapó a su consideración al estimar obliga tona la respuesta 30 . . . . , D x P • lo que daba a las blancas la preponderancia después de 31. TIC3R.
Casos como este, o parecidos, se dieron en las partidas Kan - Flor (Moscú, 1936) y Soetin - Krogius (Tbilisi, 1967); en ellas. flor y SuP... tin. escasos de tiempo, basaron su cálculo en que el adversario debr:: aceptar el sacrííic•o que le ofreefan
La tendencia a resolver directa mente las posiciones que se desarro Uan con relativa lentitud >" mamo bra se manifiesta en. la elección d' movimientos asentada en meditb técnicos •autorizados•. Tal e.s la natural� psicológica de s i t u a •aUtotruitieamente• peones en esea ques de color distinto del de los al files ; de abrir unn salida en la po sición deJ enroque, y asf sucesiva �ente.
cNo nos dejemos mfl11ir nWlca por el aparente bienestar que produoJ cen los movimientos lógicos•, ad-
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vierte Alekhlne. Esta advertencia debe tenerse en cuenta cuando el tiempo apremia.
2) La tendencia a apoyarse en los elementos estáticos y relativamente constantes de la posición destaca sobre todo cuando se intenta obtener ventaja material, • Puede per· derse la iniciativa; pero queda b pieza ganada. La ventaja material es una cosa segura.• Esto es Jo que más o menos piensa el ajedreci�ta que anda escaso de tiempo. •Todo jugador tiende a romar cualquier peón que se le ofrezca cuando el tiempo acucia•, dice Bronsteín. Los momentos dinámicos que determirum el valor de las piezas pasan a segundo término. pues, carente de tiempo, eJ a/edrecista no puede calcular objetivamente el valor de ellas. relativo por que varía de un movimiento a otro; y asJ, Se gula por la determinación exterior del valor formal y absoluto de las mismas.
Veámoslo en esta posición de la part1da Simagin-Udovchichi, Belgrado, 1961).
Diagrama núm. 4J
Las blancas lograron un íuerte ataque, tras haber sacrificado dos calidades. Aquí se ganaba en segui-
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da con JJ. P6A. Pero como el tiempo no permitió a Slmagin entretenerse en valorar las posibilidades dinámicas y ocultas que ofrecfa su posición, &te tendi6 a restablecer cuanto antes el equilibrio material, e hizo 33. C6A. Acerca de ello, dice: • Este ineficaz y catastrófico movimiento no se me borra de la memoria. Por lo general, no acostumbro establecer en seguida el eqwlibrio matenal, después de haber realizado una combinación . . Los ül timos minutos decidían el resulu�do del encuentro ; por ello, me precipité.• E1 encuentro terminó en un empate.
En tal sentido, también es ejemplar la partida Benko-GJlgorlc (Yugoslavia, 1959).
Diagrama núm. 44
Benko experimenta falta de tiem· po. Al ver que las negras amenazan con ganar un peón, mediante 34 . .. . , TlT, decide mantener r;:ipidamente el equilibrio material, l o que .momentáneamente es oportuno. Prosiguió 34. P3T, P X P; 3S. A 'X P, T4B; 36. A6D? Esto ya es un error, aunque comprensible si se tiene en cuenta la tendencia de las blancas
a no J)f!rmitír ninguna pérdida ma· terial. Era mejor sacrificar por bre· ve tiempo un J)f!Ón: 36. AlA, T4CD; 37. AZD, TXP; 38. AXA, PXA; l!l. TJA, Y las blancas acercan el rey a dicho peón y lo ganan. En la pan1da, Gllgoric logró una posición \'tntajosa.
Por iguales consideraciones que en la tendencia a consegUir ventaja matenol, el ajedrecista procura ocu� par un punto importante con una p1eza, asegurar a su rey un buen refugio. etc.
Las dos tendencias en cuestión hacen que se sobreestime la importancia de Jos elementos estáticos de la posiCión y se valoren con escasa objeuvidad las posibiUdades dmámtcas. En la práctica esto supone un descenso de la capacidad de pre\'er cualquier •truco• táctico y réplica inesperada del adversario. Tales • trucos • y trampas suelen dar buenos resultados cuando el tiempo se agot:l : pero no por su objetividad. sino por su sorpresa. Y generalmente se basan en la evidente y lógica respuesra del competidor, que cae en la trampa al no advertir el encubierto peligro que puede entrañar un mo,·imiento ingenuo.
Lo cual puede verse en la partida Resbevski · Keres (La Haya . Moscú, 1948).
<V�ase dia¡rama num. 45)
Con motivo del movimiento 3S. PST, Keres d1ce: t.Es un truco habitual cuando escasea el tiempo. >. las negras pican en el anzuelo. Objetivamente era mejor 35. C5D., Despu.!s de la evtdente, pero errónea, respuesta JS. . . . , P4CR (era más lógico y eficaz 3 5. . .. , P X P), con la cual Reshevski contó, las blancas llevaron una ventaja decisiva y ganaron pronto la partida.
Diagrama núm. 45
En los encuentros Euwe-Reshevski y SmisJov-Keres (torneo La HayaMoscú, 1948) abundan las sorpresas producidas por la falta de tiempo.
La aptitud del ajedrecista para generallzar y abstraerse
Bronstein dice : • A medida que se acerca la !alta de tiempo disminule la estrategia y aumenta la táctica.• Conviene sdalar que, al faJ. tar tiempo, se tiende a rt'SOiver los problemas que plantean determina� dos objetivos concretos: las c:onsi� deraclones sobre la integridad de un plan estratégico único y el avahío general de la posictón pasan al plano posterior. y el contenido de las Ideas tácricas se empobrece sensiblemente, porque el cllculo uene. un carácter más reducido al estar orientado hacia eJ logro de obfedvos inmediatos y fáciles de comprobar por el análisis; y así, los elementos tácticos y estratégtcos no se manifiestan con tanta claridad como cuando se juega en condtclones norma)es. Sm embargo. Bronstein está en lo cteno, pues. cuando elige un
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movimiento, caracteri2a una importante particul3ridad del ajedrecista compelido por el tiempo; el descenso de la e3pacidad para valorar toda la posición, y Ja tendencia a sen>lrse de los elementos particulares y a las veces aislados de la misma ; en ello, la tlctica resulta ser un componente su�rior a la estrategia, incluso aur d o n d e el cálculo de la variante es reducido.
En la falta de tiempo, estas particularl<bdes de la actividad mental se caracterizan por lo siguiente:
1) La tendencia a simplificar, o lo que es lo mismo, a desbrozar y reducir la posición, se debe a la objetiva necesidad y comprensión de que es de todo punto ímpos{ble resolver satisfactoriamente los problemas que plantean las situaciones complejas y dínátnicas.
La simplificación de la posición se logra con el cambio o la limitación de la movilidad de las piezas del oponente, y suele precipitarla aquel que lleva ventaja o su posición equ1vaJe a la de su contrincante. Por lo general, el método de simpUflcación no se aplica a las posiciones demasiado diffciles, por cuanto puede brindar al adversario la posiblJi
dad de realizar su preponderancia. Las más de las veces, dicha tendencia no es objetivamente correcta, y está dictada por las dudas de carácter emocional negativo que ocasiona la escasez de tiempo.
Con motivo del cambio de damas propuesto por Benko en su partida con Keres (Yugoslavia, !959), Ragozin djce : • Al disponer armónicamente sus piezas, las blancas preponderaron de un modo considerable en la posición. Y las ne¡ras estuvieron reducidas en el centro y privadas de todo contrajuego. Se podía reforzar la presión, haciendo 23. C4AR. De pronto, Benko deci-
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djó el cambto de damas. Posiblemente, tal de<:istón fue motivada por la falta de tieml'() ... •
Sobre w causas de la simpW•cación, Bro.osteln opina: • Ya no bab(a tiempo para calcular la variante; por ello, se comprende que Resbevski optase por una continuación más simple... Acerca de la posición del encuentro SJmag.in - Udovc:hich, el cual hemos visto, Simagin dice que decidió forzar la simplificación de la partida por faltarle tiempo; y asl, se le malogró la victoria.
Pero se dan casos en que la objetiva exigencia de la posición y las particularidades de la falta de tjempo no se contradicen cuando el ajedrecista tiende a simplilic.ar la luc:ba. Comúnmente, estos casos son característicos de una posición con ventaja material o con ciertas posibilidades estratégicas.
Veámoslo en este fragmento de la partida Ragozin-Taimanov (teniagrado, 1956).
Diagrama núm. 46
Las blancas se hallan en una (alta de tiempo extrema y, por lo mismo, deciden simp 1ilicar la pos1C16n, conformtndose con restituir al adversario una parte de su ventaja mate-
rial: H. TIA, C'A +'; 35. T XC, T X T, ) ganaron pronto la partida.
2) La tendencia a simpb1ic:ar la poslc1ón sobcevie� junto coa la renuncia a tomar dec:i$iooes compli· c:adas : en tal caso, se adopta la tic· 11ca de espera durante la falta de tiempo.
Esto se observa cuando el ajedre· c1 ta valor.� co.o bastante acierto su suuación: si la considera desesperanudora, entonces acepta cualquier complícac•ón con tal de hallar una salida.
La 6igu1ente posición pertenece a la partida Nedelkovicb • WohJpert (Belsrado, 1961).
DüzgTflmll mim. 47
A&obiadas por el tiempo, las bla.ocas dlfmeron para mú tarde la búsqueda de un plan que les permitiese realizotr su preponderancia en la po· sacaón: por lo cual el rey blanco baUJ diez movam.aentOI por el cua· dndo '3A-4A-4D-'3D.
Sobre una de sus partidas de la c:ompeución del afio 1948, Keres comenta: o Los últimos movimientos Cueron hechos en circunstancias
de tiempo agobiadorns; por lo cual ambos contendientes se limitaron a hacer JUpdas neutrales, con el fm de no menoscabar su posición eon nl&un movimiento des3certado.a
Esta!> palabras reflejan que es di· Hcll psicológu:amente tomilr una de· terminación cuando el üempo escasea. porque no se puede medttar en debida forma sobre ella. y su valoración depende de los momentos circun�tanciales. En este ml�mo sentido s.e manifiesta Bronstem al aoahur la partida Stah1ber&·Boleslavski (ZUrlch, 1953): .. No se puede hacer t:1l variante cuando el tiempo apremiA.•
Las parucbs que Sm.-Jov fu¡ó con Euwe, Gelle.r y Petro.".an (torneo de pretendientes, Zilrich, 1953 ), Y en las que repitió una serat de movimientos con el fin de tomar una determinación después de haber re· cuperado el tiempo, son de Importancia y utilidad para comprender las particularidades del pensam•en· to que "enimos refiriendo.
En los casos a.oalizados se ha podJdo observar un descenso de la acuvadad mental y la pruencaa de lrre�olución. En la pñctlca se producen lo) llamados •laques por fal� de uempo•, a consecuencia de que la act1tud de espera �mbi.!n depende del contrincante, que trata de frustrarla. Dichos jaqu� no "e deben mayormente a u.o plan determinado, donde el jaque es uno de su�o eslabones. 5100 al propós•to de demorar loa pl:lnes del adve�rio y a prolonpr la toma de cualquaer decisión prop11, y con frecuencl.a son errores que empeoran consíderablemente la posición de aquel que los cü.
Lo cual puede verse en e!ote fragmento de la parlada Winter-Capablnnca (Nottingham, 1936).
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Diagrama núm. 48
La situación de las negras empeorarla después de 37. D4A. Pero a Winter se le agota el tiempo, y decide dar jaque a fin de recuperarlo y luego analizar la posición. Prosiguió 31. D7T+11, y las blancas hubieron de rendirse, porque el rey negro dio inesperadamente con un refugio seguro, mientras que su colega blanco estaba indefenso de la amenaza de mate.
En su partida con Geller (Belgrado, 1961), Udovchicb también perdió al da! un •iaque por falta de tiempo• en espera de poder tomar una decisión.
Hemos visto que la tendencia a simplificar, a emplear la táctica de espera y a eludir las soluciones complicadas e importantes causa la fragmentación del pensamiento y la inconsecuencia del juego; se altera el lógico enlace entre los movimientos aislados, se contradicen Jos proyectos posteriores con Jos anteriores, y se produce una confusión de ideas. Por Jo común, eJ juego con falta de tiempo consta de planes de un solo movimiento desligados u o o s de otros.
En la partida Kan-Ragozin (Moscú, 1936), las negras ganaron un
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peón; pero después se entretuvieron en maniobrar con las torres por sus escaques lAD, lAR, lAD, 2AR, SAR, 2AR y lAR en vez de rechazar metódicamente las amenazas, poco peligrosas. del adversario. Cada una de estas maniobras fue un acto defensivo u ofensivo de una jugada y no el eslabón de un plan único. Y las negras pronto perdJeron su preponderancia.
Una situación análoga se ve en el encuentro Benko-Ker.es (Yugoslavia, 19S9).
Diagrama núm. 49
Prosiguió 39. P6A +, RXP. Aqui era de esperar 40. AJT, porque en ello se basa el sentido del sacrificio del peón ; pero Benko no llevó a �érmino su idea, sino que jugó 40. D3R1, y perdió luego de 40 . ... , P1C. ¡Be ac¡u( un caso de fragmentación total del pensamiento 1
Las partidas Olafsonn-Tal y Glígoric- Smjslov, pertenecientes también al torneo yugoslavo, son un ejemplo de fragmentación del pensamJento y de inconsecuencia del juego por falta de tiempo.
Nos parece que la inconsecuencia del juego no se produjo casualmente en los numerosos ejemplos
citados antes : la lru:llnacíón a resolver los problemas re
'tativamente
aislados ocupó el lugar del planteamiento estratégico de la partida; planteamiento que reune las operaciones tácticas aisladas y las cQmpacta. Ello motiva que, poco a poco y con ayuda de la falta de tiempo, se altere la sucesión de las etapas de la partida y desaparezca la continuidad, o motivación lógica de las resoluciones estratégicas fundamentales.
Particularidades del sentido critico del pensamiento en la falta de tiempo
Ya hemos señalado que el ajedrecista agobiado por el tiempo tiende a rebuil' toda decisión importante, a simplificar y a sostenerse en los elementos estáticos y relativamente constantes de Ja posición; con ello está íntimamente relacionado el descenso del sentido crftico del pensamiento. Por un lado, esto se manifiesta con excesiva pasividad de las ideas, falta de fe en las posibilidades activas y renuncia a tratar el contenido de la posición propia ; por otro, con la exageración del poder de los planes activos del adversario. De esa manera, se produce una actitud carente de sentido crítico ante las posibilidades del contrincante y de las propias. La carencia de dicho sentido sobreviene a menudo junto con la estrechez de la atención y del pensamiento. La idea exagerada del poder de las amenazas adversarias produce con frecuencia una sobreexcitación, que induce a tomar decisiones impulsivas y arriesgadas. Veamos más detalladamente 1 a s particularidades en cuestión.
1) La tendencia a elegir continuaciones relativamente pasivas se ca-
racteriza por rehuir, en Jo posible, las operaciones activas que impliquen cualquier riesgo. Acerca de su partida con .Botvinnik (torneo La Haya-Moscú, 1948), Keres dice que el apremio del tiempo no le permitió calcular una variante compleja y activ� ; y así optó por una defensa pasiva. En el análisis posterior se pudo comprobar que dicha variante aseguraba el empate; pero .Keres perdió la partida. Igualmente, en el encuentro Botvinnik • Smislov, perteneciente a aquel torneo, l.as blanc.as, acuciadas por el tiempo, no se decidieron a que su rey hiciera una incursión activa relacionada con el sacrificio de un peón, y perdieron la posibilidad de ganar.
La siguiente posición es del encuentro Flor - Capablanca (Moscú, 1936).
Diagramt� nzím. 50
Las blancas llevan la venfaja de una calidad. EJ movimiento 30. T7AI decidfa la partida, por cuanto armonizaba perf-ectamente con la postura atacante de las otras piezas. ApremiadD por el tiempo. Flor decidió, sin embargo, reagrupar sus piezas cerca del rey para defenderlo. Prosiguió 30. A4C?, CXA; 31. PXC,
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RlC· )l. TlD? (era mJs eficaz 32. T7A;, AlT; )). OSA+, Y la partida term1nó pronto en tablas.
Un caso análogo ocurrió en el en· cuentro Kl'ogius-Korcbnoi (Tbilisl, 1967). Las blancas calcularon las consecuencias del atrayente S3crificio de una torre; tanto, que la falta de uempo se cernió sobre ellas y hubieron de etegtr una continu .. ción menos contundente, pero más segu. ra; a la postre se produjo el empate.
La tendencia a la pasividad se ma· múesta frecuentemente al querer a�egurar la defensa mutua de un grupo de piezas. lo cual ha de atnbuirse a la esuechez del pensamien· to y de la reconcentración produCida por 111 falta de tiempo. El temor a perder una de las piezas diseminadas por el tablero obliga a reagruparl:ls. en lo posible, al objeto de distribuir mejor la atención.
Ve:imosJo en este fragmento de la pilrtida Euwe-Keres (La HayaMoscu, 1948).
Diagrama núm. 51
Con el fin de rugrupar sus pie'Za.S en el centro, Euwe hizo 34. D4D7, olvidando que su rey estaba en peligro, y hubo de rendirse o
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poco de H . .. . , T8A+. El movimiento H. D3T era un medio defen..'iivo; pero no lo tendría en cuenta, por causa del aislanuento de sus fuerzas.
En la falta de ttempo se observa una clara tendencia a •renovar el seguro de vida•. Esto es, a situar las piezas según el pnncapio: eN o hace falta mucho; basta con que se defiendan unas a otras. •
No pretendemos ni mucho menos c-ensurar los racionales métodos de lucha aprobados por la pr�ctica. Los ejemplos que hemos citado sobre este tema, y sobre otros, muestrnn solamente los casos de comisión de errores por causa de falta de tiempo, y su objeto es únicamente ilustrar nuestra opinión de que la aptitud de la actividad mental disminuye por la misma causa.
2) La tendencia a sobreestimar el efecto de las posibilidades activas del adversario distingue por lo general a muchos ajedrecistaS, y la falta de tiempo le da un impulso coosjderabJe. En circunstancias de juego normales, el jugador precavido valora con más o menos objeuvidad un peligro; pero cuando no tiene tiempo para analizar, busca una respuesta p3ra defenderse inm�tamente y no para rechnar los propósitos del adversario.
Esto se ve Uusuado en la posición de Ja panida Chirich-Pologaaevsk.i (Vmiacbka Bania, 196S).
(Vwe diagrama núm. 52)
Aqu(, Cbarich jugó erróneamente 40. TlRlD. A este respecto, dice: •Apremiado por el tiempo, me pareció peligrosfsima la amenaza del adversario en su diagonal 1TD-8TR; por eso hice ese e eficaz• movimiento en vez de 40. TX PCD; de haber hecho éste, y no el otro,
Dwgrama núm. 52
el resultado de la partida no ofrecfu duda .•
La inseguridad en el valor de la posición propia y la sobreestimación del de las posibilidades activas del competidor producen las dedsiones Impulsivas y el juego al azar cuando falta tiempo. Y esto no es seguridad na audacia, sino jugar a la ventura para librarse de la tensión �·olltiva y emocional. Esto nos trae a la memoria cuando a veces se presentan serias dificultades en la vida cotidiana y el sujeto se e-cansa de luchar con ellas•, entonces se cruza de brazos o actúa impulsivamente y al azar con el lm de salvarlas como sea y librarse de su nerviosidad . .En tal estado se encuentra a veces el ajedrecista apremiado por el tiempo. Una serie de entrevistas reallzadas despu� de una sesión de juego han mostrado que los maestros tJtpuimentados no pueden explicar el por qul! de ciertos movimientos contradictorios con el sentido común, y afirman que, en general, los han hecho contraviniendo a su concepc•ón del ajedrez, y en particular a los designios formados durante la partida. Para citar un ejemplo me
remito al encuentro Kroglus-O:mos (Tbilisi, 1967). En �J. las blancas quisieron acelerar el empate despu& de ba�r analizado b posición que se iba a producir ; jugada tras jugada 1ban convenciéndo e de que su ctlculo era exacto y dando cada vez mayor importancia a las amena-zas del adversario, hasta qoe de pronto mudaron de propósito: iniciaron un ataque a la \entura y perdieron la partida. Lo ctW se de� a la fuerte impresión que les causaron las amenaus - avance de los peones libres deJ centro del competidor ; Impresión que produjo una reacción emocional ncgath·a e hizo Que de$cendiese bruscamente el sentido c:rCtico del pensamiento.
Tras cotejar las caracterCstiC3S del estado psCquJco del •uJeto cuando está a la defensiva y cuando a la ofensiva, se ha comprobado que le es más dltccil sus acciones defensivas. El estratega M. V. Frunze dice : •Considero que el ataque actúa siempre en la psicologfa del adversario, de modo que ello basta para incrementar la libertAd de acCJón. • Este criterio es aplicable al ajedrez : por esa razón, la tendenCia a la pasividad, a la defensa, ocasionada por Ja faltA de tiempo, dificulta gownar las acciones y facílita el desarrollo de la carencta de sentido crítico, de independencia; y de otros defectos del pensamiento.
Los casos que hemos examinado no se deben estimar inevitables en toda contienda en que mterviene la escasez de tiempo, pues cualqwer epusodio concreto de ésta tambil!n contiene sutilezas espec:íficas que dependen de las circun!it<�ncias y de los competidores, Nos hemos deterudo sólo ea cierw tendencias ,e. nerales que, a nuestro modo de ver, son importantes para todo posterior estudio de este complejo problema.
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La io.Ouencla negativa de la falta de tiempo
En el examen de las partlculattdades del pensamiento en circunstancias de carencia de ue.mpo se ba descubierto una tendencia ¡eneral a descender el rendimiento de la accividad mental. Esto suscita dos preguntas interesantes: ¿es regular el descenso de la capacidad de trabajo del pensamiento?. y ¿quE valor tienen Jos componentes mentales, como lógica, intuición e imaginación ardstica, en tales casos?
Para contestar a ellas conviene primero detenerse en las particularidades de la relación recíproca entre la experiencia general del ajedrecista, la particular del asunto que se ha desarrollado anteriormente en la panida, y el juego de aquél.
Para lo cual nos remitimos al siguiente fragmento de la partida Reshcvski-Boleslavski (Zürlch, 1953),
Diagrama ntim. SJ
Reshevski andaba apurado de tiempo. Para comprender el posterior curso de la lucha es imprescindible considerar lo que Bronstein
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dice : •Temiendo cometer un error, por faltarte tiempo, Reshevslti decidió de antemano hacer los movimientos TJA. TJD, TJ-70 y T7AR, lo cual era realizable si el peón negro continuaba en la casilla 6C; pero daba a las negras la posibilidad de salvarse si dicho peón consegula situarse �n la 7C.•
La partida prosiguió 34. T3A, P7C; JS. TJD, AlA; 36. TI·7D (era mejor T8D, por cuanto las negras estaban salvadas, ttas haber adelantado el peón ; pero Resbevski prosiguió en su plan), A4A; 37. T8D+, AlA; 38. T8.SC, y las negras abandonaron el juego.
En el análisis de este ejemplo se advierte que el juego de las blancas se apoyó mayormente en el Céllculo hecho con antelación, es decir, en la maniobra T3A, T3D, T)-70, y en la previa valoración general de las posiciones que se produjesen. De ese modo, dicho juego estuvo darectamenle relacionado con la experiencia del asunto desarrollado anteriormente en la partida. aunque Cue errónea la previa conclusión de que la maniobra T3-7D era efectiva; o sea, casi se bahía previsto lo que iba a suceder en medio de la falta de tiempo.
Sin embargo, con frecuencia se observan casos en que las ideas tácticas o estratégicas previstas ya en La apertura, o al comienzo del medio fuego. no se realizan en seguida, sino mucho después y en circUIIStancias de escasez de tiempo. Por ejemplo : en el encuentro Flor-Ragozin (Moscú, 1936), las negras trazaron un plan, consistente en el enérgico movimiento PSD en el transcurso de los
movlmJentos decunosépumo y vigesimoqumto; sólo consiguieron realizarlo en el rrlgesimotercero, después de diversos cambios de situaCIÓn y cuando intervenia la falta de oempo. Desde luego, las consideraciones sobre las ventajas y des.ventaias de dicho plan, hechas unos veinte movuruentos antes, inlluyeron en la decisión de las negras.
Las Impresiones emocionales � ferentes al curso ánterior de la partida y la experiencia emocional de encuentros anteriores con el oponente a quien volvemos a enfrentarnos actúan mfluyendo en la objetividad del análisis si el tiempo apremia. En su partida con Keres (Tallin, 1965), Korchnoi no advirtió a tiempo la configuración del ataque que su adversario iba a empezar, por un lado por encontrarse bajo los efe<'tos del desarrollo de su iniciativa en la primera mitad de la panida, y por otro influyeron en él los anteriores encuentros con su competidor, los cuales habían redundado en beneficio de éste.
Por tanto, se puede fundadamentc .J!irmar que la falta de tiempo e� una !ase de la partida y, por Jo mismo, está mmterrumpidamente ligada con la evolución precedente, pues en ella se conserva, en cieno modo, la sucesión de planes trazados anteriormente, de ideas tácticas y de avaJúos de la posición e interviene la experiencia anterior del ajedreciSta en una forma artística rehecha y aplicable a las nuevas circunstancias concretas. Por ello, dicha experiencia, concretada en la nueva fase de la partida, influye considerableml!nte en el pensamiento de aquél y le ayuda o le estorba cuando acucia el tiempo.
Debe seftaJarse la diferencia fundamental que hay entre la partida rápida y In falta de tiempo, porque
comúnmente se consideran idénticas; en Ja primera, el juego no tiene la experiencia parucutar del asumo que se ha desarrollado anteriormente; en la segunda, por eJ contrario, eJ juego ofrece más posibilidades de abordar la elección artística de una solución, grac1as a las etapas precedentes del desarrollo de la posición. Pue�. al producirse la falta de uempo, la posición ya tiene su estructura y se reahzan planes consecutivos } operacJones cácucas, al contrario de la partida rápida en que predomina el cambio cru>U.JI de situaciones en el tablero, y la experiencia anterior del ajedrecista se reproduce de modo fragmentario y, mayormente, se reduce a est�blecer una relación de semejaiWl entre los índicios exteriores de la posición. Sí en la falta de tiempo el ajedrecista apoya su medJtación en lo:. conocimientos anteriores y los relaciona con todo el curso del juego presente, en la partida rápida tales conocimientos no son más que recuerdos incompletos. Y Ja caracter(�tica de estos dos fenómenos tambit:n es di· ferente. Bronstein dice que es mucho más fác1l jugar una partida rápida en un minuro que halJar un movimiento eficaz en cinco o dju minutos en una part1da seria. La falta de uempo Implica una excluSiva saturación de procesos \'ohuvos y emocionales que ponen en tensión a la actividad mental. El citado autor dice fundadamente : •No es ningún secreto que cada uoo de nosotros olvida por entero el movimiento nnotado en el transcurso de los diez primeros minutos, después de haberse librado feJim.ente de la falta de tiempo. Y puede \'elver a meditar una vez se le han calmado los nervios.. La part1da rápida no causa tan profundas y firmes impresiones, y su juego pro-
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duce con lr�cuenc•;¡ un relajauuento emocional: esto noc fac:ulta a no c:o.uiderarla como un medio efic:u pera ejerclta.rK en el juqo c:oD 61Jta de tiempo; en cambio, es muy útil para preparar a loe ajedrecistas que llevan mucho tiempo ain haber participado en torneos, pues les ayuda a restablecer la pric:tic:a y a reforzar los procedimientos tknicos.
As{, pues. hemos setlalado la re· lac1ón de la Wta de tiempo con la uperiencia del uunto que la ha precedido, y la aran importancia que estA nptriencia tiene cuando el tiempo apremia. Antes de examinar el papel que represenra.o los particulares compooentes del pensamiento en circunstancias de falta de dempo, debe advertirle que todos ellos tienen un índice de productividad mú elevado cuando la escasn de tiempo estll mds ligada con las posiciones de las etapu precedentes de la partida. Podr!an Citarse varios eJemplos de partidas en que lO$ aledrec:isw acuciadoa por el tiempo realizan un juego ex.celente. Sin embat¡o, el aa.tlísis de estas partidas demuestra que en ellas los varios estilos tienen wu misma tendencia : se observa meJor calidad de Juego cuando la falta de tiempo aparece paularirwnente y sin cambios bruscos en el rranscuno de la partida.
LOS COIIIIpollCIItes del �llSI.IDitatO
La escasez de tiempo dificulta valorar la posición mediante deducciones. En 106 casos en que las valoraciones del perfodo precedente a la Wta de tiempo dejan de actuar. el avahlo ló¡ic:o de la posición es con frecuencia un.t combinación de juici06 liSiados (en el fbDc:o de la dama -;e tiene UD peón de m's: en cambio, el cnbo.Uo adversario ocupa
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una poslc1ÓD predomio.ante en el C.• c:aque 40; ademú, amenau el avan· ce P4AR nearo. etc:itua) que no constituyen uu deducción Jeocral.
La capacidad pan bacer una �loraclón 1enerat y lósic:a de b si· tuaclón suele disminuir considerablemente cuando Do hay t•empo. Sobre este partic:ular, Korchnoi comenta : cLo mú importante y dt· lfcil ea decidir dónde las piezas estaño mejor situadas o qui re•Jrupamlanto. conviene que hap el oponente; dicho de otro modo, dar una valoración estraté&lca a las poslcloncs que van a producir las va· riantes caJcul.adas.a
Por lo común, el d.lculo de VI· riantes es bastante reducido; se analizan lu s\mples y no las c:om. plícadas ¡ esto es. las de dos o tre� movimientos que �presenten Inminentes amenar.as del competidor o posibilidades evidentes de la posición propia. También el número de variantes que abarca la atención se reduce a d01 o tres alternativas. Por esa razón. al. imprevisto movi· miento del adversario sucede una ruc:ción mlnima; o sea, se rupon· de c:on un movuniento que ha 11do previsto para otra combinación. Con todo, el dlculo de variantes, a pepr de su estreche� y limitación. es uno de los instrumentos fuodamentalu del pensamiento cuando se experimenta falta de tiempo, porque aqul las consideraciones generales paan al plano posterior y el objetivo fun· damental es resolver los problemas partlcularea de la posición.
La laualcl6a
Se manifiesta precisamente en las posiciones 5imilares a s1tuac:ioDti que han sido el objeto del anthsls en el pedodo precedente a la falta de tiempo; pero en ellas la com·
probación de las h•.P6tesia intuitivas, mediante el aruUísis lógico y consecutivo, tampoco se re3liza con la debida exactitud. Allí dond� la ló&ica conunuidad de la panida se quebranta, no se produce por lo ¡e-neral la suposición mtultlva. Sin embargo, en la falta de tiempo � puede observar a menudo la ráptda evislón• de amenazas �cucas y otros elementos de la posición y la elecCJón de movimientos sin medJW' previamente. El psicólogo Pooomariev no incluye Qt.as operaciones en la intuición creadora. Conveni· mos totalmente con su cr iterio. l..a mstantinea .visión• de combinaciones, de matices de la poslctón, no supone un hallazgo de nuevas y onginales ideas de la estrategia y la tifclica del ajedrez, ni una intuición creadora, s•no. como se ha <IJcbo. unos componentes aautomauzados• del pensam1ento; hábitos intelectuales propios y pnvauvos del ajedreCISta. Tale:. 1deas t�cticas, o sutilezas de la posición, han sido estudiadas en otro tiempo y convertidas en procedimientos •automatizad()!• tras una aplicación prolongada en la pnicuca.
D1chos hábitos intelectuales �mbtén son Importantes en el ajedrez. por cuanto SJn ello. no sería posible orientarse en la diversidad de variantes. ni distinguir lo conocido de lo desconootdo, oí comparar y analizar. Eo la falta de uempo adquieren panicular importancia debido a que la intuición y la abstracción lólttca pierden efectividad. Por Jo mismo, la imaginación del ¡jedrecista Impelido por el tiempo no trc�ne generalmente carácter creador. La previsión abarca la per�pectiva más inmediata (comúnmente dos o rres movimientOii) y se funda en el álc:ulo de la variante. Por �o. predominan los mecanísmO!l que reconstru•
yen la imaginación; o sea1 lo tmaglllaeión b3sada hasta cierro punto en los conocimientos anteríores. Y as(, puede afirmarse, por más paradój¡co que paruca. que los métod05 estereotipados de juego �on. en cierto modo, convenientes para salir airoso de la falta de tiempo. En ello, no hacen falta grandes de.scubrimtentos; lo importante es hacer los movimientos en su momento oportuno.
Incluso partiendo del breve resu· men de las particularidades del pensamiento, de Lt intuición }1 de la fantasía lógtcos, se puede admitir que la capacidad creadora del ajedrecista disminuye en cU"cunSt3n· cías de falta de tiempo; en ellas, el hábito, los procedJmtentos estereotipados y el reducido cálculo concreto de la variante determinan el conterudo del juego; no la búsqueda de lo nuevo y lo orígmal. Por consiguiente, se observa cierta estrechez en la dtnamica ardstíca. Como :;e sabt, el valor relativo de las picus y 1� escaques y el colbtante cambio de la .;ituación en el tablero son elementos que unen las correlactones temporales y espada· le�. En la acción dinámica del pen· snmiento se reflejan la unidad y la dependencia reciproca del concepto de tiempo y espacio en el juego de ajedret.. En la falta de tiempo, y con el descenso de la din�.n:uca del pensamiento y la atenc•ón. se que branta la obi�th·idad pel'l:epuva dt· las correlacion� espacio·tiempo.
El estilo y la (altll de tltmpo
Como ya se ha seffalado, la falta de tiempo es un estado mental del ajedrecista y �\e produce por una u otra c!Wídad indh·idual.
Por ello, es muy importante in·
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umur establecer la relación entre el e:oulo del a¡edrecista ) su predtspostcíón a la falla de tiempo Y el buen btto del juego en la misma. Se pu.ede hablar con pl'Optedad de la presenci:J de tal relación. pues el esttlo del ajedrecist.J refteja en gran parte los rascos de su carácter y temperamento.
Durante la 1 V Espartacada de la RFSSR rLeningrado. 1967) hicimos utttl encue�ln referente a este asu n· to. Los caento vemticuatro cuestlon.trio�. rellenados por los particapantes en dicha comperic1ón. conttenen intere�antes dóltos que permiten hablar con caerta seguridad de que e\bte una relación entre el e,uJo � el ape¡o a la falt:� áe uempo.
Basta dar una ojeada a la obra de los repruentanw: del arte ajedrecista. de 1� grand� ltlllesuos de di\ ersas tendencias .lrtfstrcas, para \llr cierta regularidad en su actitud ante la falta de tiempo.
Carabl:lnca y Petrosian se parecen mucho en el estilo de juego abundante antuicíón, dominio perfecto de la táctica, tendenCJ.a a la símpliddad y claridad de los a,·•· lua,\: además. les une la poco !re· cuente falta de tiempo en sus p3r· tída<;. Si al&una \tz la han tenado. � debe principalmente a la nece�rd.ad de solucaonar nue,·os .) compltcadn\ problemas e:.tratégicos. Lo cual puede 'erse en 1.1� pllttidas de Capablanca en el torneo de A. V R O. 1 1918) y las de Petrosían en sus encuen1ro� con Botvinnik (196)) ) con Spasskl (19661. Por lo gene· ral. los do� han jug:tdo excelente· mente en la falta de uempo, pue� en ella han m::�rufestado un perfecto dommao de los háb1tos de juego y proceduniento� técnicos.
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El arte de Borvínnik y de Por· ush ofrece un cuadro distinto; estos dos maestros expenmentan con frecuencia {alta de tiempo producida por una situación compleja y dnumJca c:ar¡ada de moñvos combanatorios, entre los cuales el brusco cambio de los aconteciJDJentos y el garo de la partida son un •catahudora poderoso, y en ella joe¡an con menos espíntu práctico y cometen más errores.
En cambio, la causa de la falta de tiempo de Korchnoi es dísunta : las tempestades combinatorias no le antranqualizan demasiado; medata más sobre el ataque., para lo cual quema :.us naves, o sobre Situaciones en que el c41culo concreto de la variante no es posable, y que requaeren una valoración bastante ab:.· tracta
No es frecuente ver a Spasski acucaado por el tiempo¡ si lo está, se debe. más que a la posición, a la sorpresa psacológaca que le da su advel'$1no. La uruvel'$1Jidad de su esttlo le permite jugar las más diversas satuacíones y le ofrece muchas \'entajas. como forur al ad· \lergrao a que juegue en posiciones que no 'Ion de su agrado. 1 Pueto el prop1o Spasski no conoce posícrones de..agradablesl Pero cuando no lo consague y se ve forzado a encauzar la paruda por la estrecha ces· peclallzac1ón • de su con trancantc, empieza n vacilar más de lo habitual y. 3 veces. anda escaso de tiempo.
Y así, puede afirmarse que cada ajedrecista tiene su estilo y su falLa de tiempo propios y pravativos. Como es d1Licil valorar la importan caa pracuca de un ulterior estudio de este problema. debe considerarse asunto de futuras investigaciones.
Con cjos prácticos
Las parucularidades psicolóttlcas del juego prec:•�o cuando al competidor se le acota el uempo, y los problemas que plante;a librarse oportunamente de la falta de uempo prop1a. uenen mucha importancia prdcuca.
SI al oponente le apremia el tlem po, e!i nece-.ano ante todo parur del avaJuo obJcuvo de la pos1ción ) no sobrcestlmarlo.
La indínac1ón a acelerar el ntmo del juego prop1o para impedir que el contncante medite oa costa ajena. es un error psicológico muy extendido, en el cual se produce una mvelación real del tiempo y no se tiene en cuenta que la tendencia emoc1onal del compcudor e!; ¡ur.ar de prisa, nl que comprende prrfectamente la Importancia de cada mo. ,.1m1ento que tfecrúa. Por el con· t:ano. el ajedrecista que tiene tlem· po de sobra �e encuentra en una si tuación deifavorilble cuando em· piet3 a prcc:lpllilrse, pues no se halla en el m1 mo estado vohuvo que su oponente, ni comprende las dificulr.�des p u:oló&•cas de su sit\13· ción : en suma, quebranta con fre· cuenc1a la contmu•dad de las ideas, juega calculando con una o d os ju¡adas de antelación, no verifica el anih�i�. d1sm1nu)'e eJ <>enudo críti· co de su pensamiento y se deja lle''ar por una lucha demas1ado arnes· pda.
Prec1Silmente, Tal empleó esta desacertada ticuca en la OCta\·a partida de su encuentro con Botvínn1k !Moscú, 1960). Al estar mejor suuado, quiso acelerar la victona y ¡ubestlmó la capac1dad de su compcti· dor para hallar movimientos precisos
en la falta de uempo: cometió un error, ) perdió la panula. Sobre otro caso l&ual, ocurndo en la p¡¡ruda Flor·Novoteloov (Moscú, 1950), Panov comenta: oNo\·otelnov expcri· mentó falta de uempo en el vtge ,. mo movimiento, y disponla sólo de cmco minutos para efectuar veinte movimientos. A pesar de su prt· ponderancta y de 10bra de uempo, Flor trató de aprovechar la situa· c1ón de su adversario: sacrificó un alfil al objeto de tenderle un lazo : iu&ó precipitadamente, J no pudo recuperar la p1eza.a Flor perdió la pan ida.
En htos dos ejemplos, la esase� de tiempo del oponente excitó hasta el punto de producir un � tado emocional en la consecución rápida de la victoria: la suces1ón de las operac1ones mentales ¡e quebran· tó, la conciencia no pudo dominar los Impulsos, y el ¡¡jedrecl!lta se halló en un estado arecuvo.
La ralta de uempo del adversario debe aprovecharse de un modo mJs racional. Pira ello, teniendo en cuenta b tendencia de Jo.; proce:.o menr.ales a solucionar eneriormente los problemas paniculares y a veri· ficar los factores estáticos de la PO· slción, es necesario examinar profundamente y comprobar una varíante de c1nc:o o seiS mov1m1entos capaz de hacer que cambie la Situación, )' Juego dectuariOI con rapi· dez: en W caso, puede esperaue que el adversario cometa errores si ello le coge desprevenido.
Desde luego, conviene tener en cuenta las particularidades individuales del estilo del oponente. Veamos un ejemplo: en su encuentro
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con Botvlnnik (MOSC\1, 1951), Bron:.tc:an U5Ó con acierto y frecuencia el procedlmiento de complicar aún más Ja:. complicaciones tácticas: en una de sus parudas de dacho encuentro perdió una torre. aunque en la falm de tiempo supo agravar la posición de tal suerte que consiguió hacer tablas. Por •u parte, Bottinník, en sus encuentros con Bronstein )' Tal, aprovechó acertadamente la relath•a incertidumbre del juego de sus dos oponentes en posiciones simplifica· das, no obsunte vcperamenur falta de tiempo.
En las situaciones en que el com petidor anda escaso de tiempo, pero prepondera en la posición. no conviene \'anar el ritmo del juego, y los movimaentos deben hacerse n un compás normal. A este respecto no estamos de acuerdo con el jwcio que Panov enute en su hbro aEI ataque•, si bten está en lo cierto cuando afirma que ha de procurarse confundir al adversario en este momento. Pero complicar la siroactón no ha de ser el resultado de un de:.eo impulsivo, �ino el producto de un análisis objetivo y crítico de ella. Por eso, la tendencia a complicar brusca.mente la posición debe basarse en Jos factores objetivos de �ta, hallados por medio del anilisis. Estimamos que lo más racional es aquf el procedimaento de lucha indicado anteraormente; esto es, tra1.ar cuidadosamente el plan de una variante de c1nco o sels movimientos, comprobarla, y lue&o efectuarlos con rapidez.
En la partida Botvlnnik-Resbevski (La Haya-Moscú, 1948), las neSr:ts plantearon su fue&o de acuerdo con el criterio de Panov : hallándose en peor situación que su adversario, el cual experimentaba falta de t1etn· po, efectuaron los movimientos casi sin meditar sobre ellos. Pero esto
no les reportó n1nguna 'en taja, pues Botvlnnilt rechazó con tirmez.a el juego ImpulSIVO, y se haT.o con Ja victoria.
Durante la propia falta d..- tieml>') se manifiestan e 1 a r a m e D 1 e las p\lrucularidades de la personalidad del ajedrec1sla en reaccionar a las dificultades ob¡eti,·as; del dommro de sl mismo depende lJ acertada superación de la falta de tiempo, en la cual es necesario abstraerse de las Ideas ajenas a la p\lrtida > reconcentrarse en ella. Nue\lras ob· servactones nos !acuitan a suponer que un método útíl es aquí 1a auto· sugest1ón, expresada en la forma 'er bal de cautoorden•. Al meditar. es necesario atender a las flucwacíoneo¡ de la atención que se obsef\ an du rante el cálculo de vanantes. Hay que regular la variab1hdad de l.:t atención en el cálculo de '.ls alter· nativas sigutentes, únicamente des· pués de haber determinado el 'alor de la variante calculada P�'·iamc:n· te. S1 ya se ttene un p!Jn trazado y bien examinado, no debe rechazar se: si raJ plan no existe, es convc. niente reducr�. como enseña la pr�ctica. a la táctjca de espera, procurando no menoscabar la estructura estratégica de Ja po,ic1ón y renunciando a toda resolución impor· rante .) comprometedora.
En toda Situación en que se rnanlrteste la falta de tiempo proptn conviene veralic3r conscaente y si:.· temáticamente las accione-;. Lo cual se logra preguntándose mentalmente: l Qué se amenaza? ¿Qué inconvenientes puede este mo' imiento poner al adver¡ario? Tambtén debe \'en6carse repetidamente la eleccton de toda resolucaón propia.
En resumen, la falta de tiempo es una prueba d1fícil para 13 psicolo· gfa del ajedrecista, y la manif�ta clón de tal falta estriba fundamen-
talmente en causas subjeuvas: dts· minuc•ón de lb cualidades volitivas e insuficienCia de sentido cr(tico del pensatmento.
El ajedrecista puede combatirla y debe hacerlo, teniendo en cuenta que es un fenómeno psicológico. para lo cual hace falta perfeccioMr las facultades del carjcter, de la voluntad )' de la atenc:iótl, además de los ejercicios puramente ajedrecistas.
La (alta de tiempo es un impedimento perfectamente salvable, pues la práctica ba mostrado que puede superarse e impedir su manifestación cuando hay oríentac•ón y sentido critico.
• El pretexto de la falta de tiempo no es jusuficable, del mismo modo que no lo es el recurso del deliaCliente al alegar que es�ba bebido en el momento de cometer el dell:o. Ln Incapacidad del maestro experimentado para atenerse al tiempo es un defecto como incurrir en error.. dice Alekbine.
Como se ba dicho, el esrudio de la !alta de oempo tiene gran importanCia de canfcter psJcolóJ.ICO general con objeto de mvestigar el estado de frustración: o sea, e la paciencia en cuanto a las dificultades
de 1 v1da y la reacción ante ellas•. Las dificultades de la vida, segun
Pavlov, ora producen sobreexcitaetón, ora depresión. Las dificultades objetivas de la &Ita de tiempo en el a¡edrez conciernen al grupo de dllicultades de la vida superables, y pueden ser superadas con el per· fecCJolUmiento de ciertos rasgos del carkter: paciencia, s0$Jeco, refrenamiento de la sobreexcitación o depresión. Todo esto facihta la manüestaclón de la falta, no obstante la presencia d.e causas objetivas y subjetivas.
Creemos que existe una relación pslcoló¡jc.a entre la falta de tiempo y otras situadones de la v1da común que producen una sistemJtica .renuncia a tomar decisiones: como dejar las cosas para úluma hora en el trabajo, diferir la prep;arac•ón a exámenes para la víspera de los mismos, etcétera.
El conocimiento de la$ particularidades de la falta de tiempo en el ajedrez puede ser lDlportante para el planteamiento de los problemas concretos a fin de perfeccionar el carácter.
Pues se dJce rundadamente que, ¡ detemunar un defecto del carácter supone medio éxito en combatirlo 1
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