Expediente 1994-2009Página 1
EXPEDIENTE 1994-2009
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS
ROBERTO MOLINA BARRETO, QUIEN LA PRESIDE, ALEJANDRO MALDONANDO
AGUIRRE, MARIO PÉREZ GUERRA, GLADYS CHACÓN CORADO, JUAN
FRANCISCO FLORES JUÁREZ, JOSÉ ROLANDO QUESADA FERNÁNDEZ Y
CARLOS ENRIQUE LUNA VILLACORTA: Guatemala, ocho de febrero de dos mil once.
Se dicta sentencia en la acción de inconstitucionalidad general parcial
promovida por Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez contra el artículo
27 de la Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del
Congreso de la República. Los accionantes actuaron bajo el patrocinio de la
primera mencionada y de los abogados Diego Gustavo Cetina García y Nery
Estuardo Rodenas Paredes. Es ponente de este caso la Magistrado Vocal III,
Gladys Chacón Corado, quien expresa el parecer de este Tribunal.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN
Lo expuesto por los accionantes se resume: a) el artículo 12 de la
Constitución Política de la República de Guatemala establece la garantía del juicio
previo, es decir, la imposibilidad de imponer penas sin que exista un proceso
penal previo en el que se haya declarado la culpabilidad de una persona mediante
sentencia. De la garantía del juicio previo se deriva el principio de inocencia,
reconocido en el artículo 14 constitucional, según el cual, toda persona goza de
un estado de inocencia mientras no sea declarada culpable por sentencia firme,
aun cuando respecto de ella se haya abierto una causa penal y cualquiera que
sea el estado de esa causa. De esa cuenta, en el curso del proceso penal, el
imputado no puede ser tratado como culpable ni pueden ser restringido en sus
Expediente 1994-2009Página 2
derechos, especialmente el que concierne a su libertad personal, salvo que dicha
restricción tenga como propósito asegurar los fines del proceso, referidos a la
averiguación de un hecho señalado como delito o falta y al establecimiento de la
posible participación del sindicado, para así garantizar el derecho a la justicia.
Conforme a lo anterior, la restricción de la libertad durante el proceso debe ser
excepcional, lo que significa que sólo se justifica en casos de extrema necesidad,
es decir, cuando no existan otras medidas menos lesivas para asegurar estos
fines procesales. En ese orden de ideas, es dable afirmar que en el proceso
penal la libertad de la persona es la regla y la excepción es la prisión provisional,
como lo consideró la Corte de Constitucionalidad en la sentencia de veintiuno de
mayo de mil novecientos ochenta y siete, dictada dentro de los expedientes
sesenta y nueve - ochenta y siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y 70-87).
Aunado a lo expuesto, el carácter excepcional de la prisión preventiva y su
finalidad han sido recogidos y desarrollados en la legislación ordinaria,
específicamente en el artículo 261 del Código Procesal Penal, del que se
desprende que su fundamento se encuentra en el aseguramiento de los fines
procesales, revistiendo una medida excepcional aplicable cuando existe peligro
de fuga o peligro de obstaculización para la averiguación de la verdad, y que
únicamente se justifica cuando otras medidas menos gravosas para el imputado
no puedan cumplir con garantizar los fines del proceso; b) el artículo 27 de la Ley
del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República, establece: “Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de prisión
a imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la
presente, sea inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.” El texto
legal anterior recoge una presunción iure et de iure contra reo, referida a que
Expediente 1994-2009Página 3
todas las personas que han cometido esos delitos presentan peligro de fuga o de
obstaculización de la persecución penal. Este peligro de fuga, valorado en forma
abstracta y ex ante por el legislador, en ningún caso puede ser razonablemente
evitado por la aplicación de una medida menos gravosa para el imputado, aun
cuando el juez evalúe que en la situación concreta no existe. La normativa citada
viola en abstracto, es decir, para todos los casos, el derecho a ser tratado como
inocente durante el proceso penal, pues la aplicación de la prisión preventiva
deviene obligatoria y se convierte en regla procesal, sin que importen o sean
tomadas en cuenta las circunstancias materiales del caso concreto. Asimismo, la
norma viola el derecho de defensa y el derecho a la libertad personal, pues priva
de la libertad siempre y para todos los casos, solamente porque la pena es
inconmutable. Según lo consideró la Corte de Constitucionalidad en la sentencia
de diecisiete de agosto de mil novecientos ochenta y ocho, dictada dentro del
expediente treinta y nueve - ochenta y ocho (39-88), no se priva, a quien se
considere afectado, de los recursos y defensas legales, en tanto la presunción
sea iuris tantum y, por lo mismo, admita prueba en contrario. Ante ello, en el caso
de la norma objetada, se está concretando una presunción iure et de iure que no
admite prueba en contrario, por lo que, en armonía con la doctrina del Tribunal
Constitucional, se priva a la persona procesada de todo recurso o defensa legal,
al tener la prohibición un carácter obligatorio y vinculante para el juez, sin
brindarle la oportunidad de probar o refutar que en las circunstancias concretas de
su caso no existe peligro de fuga o de obstrucción de la averiguación penal, lo
que impide todo acto de defensa o recurso para el imputado. Además, al
imponerse obligatoriamente la prisión preventiva, sin verificar que sea necesaria
para asegurar los fines procesales, dicha medida deviene ilegítima, convirtiéndose
Expediente 1994-2009Página 4
en una pena anticipada que vulnera las garantías del juicio previo y la presunción
de inocencia, restringiendo la libertad sin que exista sentencia condenatoria.
Cabe añadir que si bien la gravedad del delito puede ser un elemento que el juez
habrá de tomar en cuenta para establecer si en el caso concreto existe peligro de
fuga, no debe ser el único criterio ni, menos aún, el determinante para imponer la
prisión preventiva. Así las cosas, es pertinente mencionar que la Corte de
Constitucionalidad, al dictar sentencia de dieciséis de diciembre de mil
novecientos noventa y nueve, dentro del expediente ciento cinco - noventa y
nueve (105-99), señaló que la norma que prescribía que el delito de hurto
agravado era un delito no excarcelable adolecía de inconstitucionalidad; c)
establece el artículo 13 de la Constitución Política de la República: “No podrá
dictarse auto de prisión, sin que preceda información de haberse cometido un
delito y sin que concurran motivos racionales suficientes para creer que la
persona detenida lo ha cometido o participado en él.” En tal sentido, conforme a
la norma constitucional transcrita, la potestad de la autoridad judicial para limitar la
libertad personal no es absoluta, sino que se exige una serie de requisitos que
deben ser cumplidos incondicionalmente, pues, de lo contrario, la privación de
libertad devendría ilegal. Tales requisitos son: i) desarrollo de la imputación; ii)
función jurisdiccional; y iii) facultad discrecional y no obligatoria. En cuanto al
desarrollo de la imputación, el primer elemento que dispone la Constitución es la
existencia de información previa que revele elementos de convicción suficientes
para que el juez, en el caso concreto, pueda identificar la existencia de un hecho
delictivo y que de dicha información, a su juicio, se logre determinar que la
persona ha tenido un grado de participación en ese hecho delictivo. Cabe indicar
que el desarrollo de la imputación no implica la simple sindicación. Respecto de
Expediente 1994-2009Página 5
la función jurisdiccional, es preciso señalar que conforme lo establece la
Constitución, la valoración sobre el grado de desarrollo de la imputación y la
decisión de aplicar o no la prisión preventiva están reservadas en forma exclusiva
al juez, lo que conlleva que cualquier otro poder del Estado tiene limitación
absoluta para intervenir en una decisión de tal naturaleza. Lo anterior significa
que será el hecho concreto, y no en abstracto, sobre el cual el juez podrá realizar
aquella valoración. Tal circunstancia es importante, por cuanto la función
legislativa tiene como límite la definición en abstracto de las normas que
desarrollen el precepto legislativo sobre los motivos para dictar auto de prisión
preventiva, conforme los contempla el citado artículo constitucional. De esta
manera, la potestad legislativa no puede fijar en forma anticipada el hecho
concreto, es decir, delitos en abstracto que, por la simple sindicación, policial o de
otro órgano de la persecución penal, implique normativamente y no en la realidad
fáctica, el desarrollo de la imputación. En lo que atañe a la facultad discrecional y
no obligatoria, se resalta que del desarrollo de la imputación no se deriva que el
juez esté obligado a dictar auto de prisión preventiva. Por el contrario, la norma
constitucional confiere al juez una facultad para decretar la prisión, entendiéndose
que no le impone una obligación; asimismo, aquella facultad tiene una finalidad
específica, que reside en cumplir la obligación del Estado de garantizar a los
habitantes de la República la justicia, como lo establece el artículo 2o de la
Constitución, y al señalar el artículo 13 constitucional un sentido discrecional para
cumplir esa obligación, se determina que dicha finalidad puede lograrse con
medidas distintas a la prisión preventiva, es decir, con menor afectación al
procesado. De igual forma, el artículo 2o constitucional, además de reconocer la
obligación de garantizar la justicia, incluye también, como obligación del Estado,
Expediente 1994-2009Página 6
la de garantizar la libertad de las personas, reafirmándose este derecho
sustantivo, en forma específica y privilegiada, en el artículo 4o del mismo texto
supremo, lo que determina que entre la obligación de garantizar la libertad y la
justicia, para el caso de la prisión preventiva, la Constitución dispone que el juez
podrá lograr los fines de la justicia con la menor afectación, esto es, aplicando
medidas distintas a la propia prisión. La interpretación restrictiva sobre la
privación de la libertad en materia de medidas de coerción se complementa con lo
establecido en el artículo 14 constitucional, el que reconoce que: “Toda persona
es inocente, mientras no se le haya declarado responsable judicialmente, en
sentencia debidamente ejecutoriada.” Ello implica que el tratamiento del
sindicado durante el proceso es de inocente, por lo que la privación de libertad
para garantizar el resultado del juicio se decretará sólo cuando existan razones
objetivas que impliquen peligro de fuga y la posibilidad de obstaculizar la
averiguación de la verdad, pues estas circunstancias pueden impedir que el
Estado cumpla con su obligación de garantizar la justicia; sin embargo, tales
criterios deben ser desarrollados en cada caso concreto y no en forma general
para todos los casos. El mencionado artículo 13 de la Constitución concibe la
privación de libertad por prisión preventiva como medida excepcional y no como
regla, por lo tanto, será subsidiaria, en el sentido de que el juez debe verificar si
puede lograrse el cumplimiento de la obligación del Estado de desarrollar la
justicia por otros medios que sean menos gravosos para el imputado. Tales
elementos fueron valorados por la Corte de Constitucionalidad al dictar la
sentencia de veintiuno de mayo de mil novecientos ochenta y siete, antes
mencionada. Como corolario, la prohibición de otorgar medidas sustitutivas para
aquellos delitos cuya pena sea inconmutable introduce una variable contraria a los
Expediente 1994-2009Página 7
motivos de aplicación de la prisión preventiva previstos en el artículo 13 de la
Constitución. Dicha contradicción se origina al obligar al juez a aplicar la prisión
preventiva, lo que limita el principio discrecional que le otorga la norma
constitucional para garantizar el cumplimiento de la justicia; asimismo, la
determinación de que la pena sea inconmutable podría interpretarse en el sentido
de que se excluye la obligación de verificar el grado de desarrollo de la
imputación, lo que contradice la norma citada, pudiendo, incluso, devenir en
arbitrariedad judicial. Aunado a lo anterior, al eliminarse el carácter facultativo del
juez para aplicar la prisión preventiva, se elimina también el carácter de
excepcionalidad, necesidad y subsidiariedad que deben acompañar a la medida
como recurso extremo para garantizar el cumplimiento de la justicia y tratar de
asegurar el resultado del proceso por vías con menor afectación para el imputado.
El juez, para dictar auto de prisión preventiva, no sólo debe cerciorarse de que
concurren los elementos fácticos sobre la existencia del hecho y la participación
del sindicado a que se refiere el artículo 13 constitucional, presupuestos
necesarios, mas no suficientes para dicha decisión; además, el juzgador debe
comprobar que concurre, en el caso concreto, un peligro para los fines del
proceso (peligro de fuga o peligro para la averiguación de la verdad). Así pues, lo
que está en discusión al decidir sobre la prisión preventiva no es la culpabilidad o
inocencia del imputado, sino la probabilidad racional de que existan elementos de
convicción verificables y que no es posible conseguir el cumplimiento de la justicia
por otros medios con menor afectación al procesado. De ahí que el juez sea el
único funcionario constitucionalmente autorizado para valorar el peligro de fuga o
de obstaculización de la persecución penal en el caso concreto; y d) la prisión
preventiva no es una pena anticipada, por lo que no es factible su aplicación con
Expediente 1994-2009Página 8
fines punitivos. Lo anterior conlleva que no puede regularse en función de que el
delito sea conmutable o inconmutable, como lo contempla la norma impugnada,
pues ello acarrearía violación a la presunción de inocencia, considerando al
imputado como culpable previo a que se le haya juzgado y que se haya dictado
sentencia de condena. Por ende, el carácter excepcional de la prisión preventiva,
en función de asegurar finalidades procesales, hace recaer en el juzgador, con
exclusividad, la función de valorar si concurren o no los supuestos de peligro de
fuga o de obstaculización de la justicia en el caso concreto. Sin embargo, el
Congreso de la República pretende arrogarse estas funciones jurisdiccionales, al
establecer, ex ante y de manera abstracta, que no procederá medida sustitutiva
alguna cuando los delitos sean inconmutables, lo que conlleva la imposición de
una restricción obligatoria a la libertad. Es claro que el Organismo Legislativo no
puede valorar las circunstancias concretas y personales que concurren en cada
caso, puesto que esto sólo puede ser realizado por el juez. El concreto peligro de
fuga o de obstaculización para la averiguación de la verdad únicamente pueden
valorarse a partir del estudio de las constancias procesales, siendo el juez quien
tiene, de conformidad con los artículos 13 y 203 de la Constitución, la facultad de
conocer y evaluar los elementos de prueba que pueden llevar a temer
racionalmente que el imputado está en posibilidades de sustraerse de la acción
de la justicia o de obstaculizar la persecución penal. En consecuencia, cuando el
Poder Legislativo dicta una ley que establece la no aplicación de medidas
sustitutivas para aquellos delitos inconmutables está imponiendo al juez un criterio
judicial en el caso en cuestión, lo que se ubica fuera del ámbito de potestades que
la Constitución le confiere. La norma objetada subordina al Organismo Judicial,
desembocando en violación al artículo 141 constitucional, que establece la
Expediente 1994-2009Página 9
separación de poderes y la prohibición de subordinación entre los poderes del
Estado. Asimismo, el artículo 203 del texto supremo indica que corresponde a los
tribunales la potestad de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado, que los
magistrados y jueces son independientes en su función y únicamente están
sujetos a la Constitución de la República y las leyes y que ninguna otra autoridad
puede intervenir en la administración de justicia. Con lo expuesto queda
demostrado que la función de valorar el peligro de fuga o de obstaculización para
la averiguación de la verdad es una tarea estrictamente jurisdiccional, en la que
no pueden interferir los otros organismos del Estado. En ese orden de ideas, se
concluye que permitir que el Organismo Legislativo dicte disposiciones en
abstracto que, sin conocerse las particularidades del caso, obliguen a los jueces a
valorar o dictar resoluciones en un determinado asunto o establezcan
presunciones iure et de iure, constituye una vulneración de la independencia
judicial en un intento por controlar las decisiones de los jueces. Es una acción
intolerable en un Estado republicano, democrático y representativo, basado en la
estricta separación de poderes y en el que surgen, como presupuestos
fundamentales, la independencia judicial y la exclusividad de la potestad de
juzgar, como protección de los derechos fundamentales de la persona. Cabe
indicar que la Constitución organiza el Estado para garantizar el ejercicio de los
derechos, siendo su deber especial la protección del derecho a la libertad; para
tales efectos, el Organismo Judicial se instituye como el mecanismo de tutela de
los derechos y libertades del ciudadano y como el órgano contralor de la función
pública. En consecuencia, las normas que socavan la independencia judicial son
los atentados más graves a las libertades fundamentales del ciudadano. Solicitó
que se declare con lugar la acción promovida y, en consecuencia, que se declare
Expediente 1994-2009Página 10
inconstitucional la norma impugnada.
II. TRÁMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD
No se decretó la suspensión provisional del artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República. Se confirió audiencia por el plazo de quince días al Presidente de la
República, al Congreso de la República y al Ministerio Público. Oportunamente
se señaló día y hora para la vista, la que se celebró en forma pública.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES
A) El Presidente de la República señaló que se limitaría a apersonarse en
el presente trámite para los efectos procedimentales respectivos. Solicitó que se
declare lo que en derecho corresponde. B) El Congreso de la República
manifestó lo siguiente: a) el Decreto 17-2009, cuerpo legal dentro del cual se
ubica la norma impugnada, sufrió el trámite para la formación de la ley previsto en
los artículos 176 y 177 de la Constitución Política de la República, habiendo sido
publicado como ley de la República en el Diario de Centro América el ocho de
mayo de dos mil nueve y entró en vigencia ocho días después de dicha
publicación. La emisión de la normativa referida tuvo como fundamento, según se
enuncia en el primer considerando de dicho Decreto, que: “(…) dado el
incremento de la delincuencia que padece el país es urgente reformar las leyes
que constituyen instrumentos idóneos de lucha contra la ola de criminalidad, (…)
especialmente en aquellos temas que permitirán que fiscales y jueces puedan
realizar una mejor labor de investigación, y de condena en su caso, para abatir el
alto grado de impunidad que la población reclama, todo lo cual constituirá un
mayor fortalecimiento de la persecución penal, para alcanzar gradualmente la paz
social.” Lo anterior, en concordancia con el contenido del artículo 1o
Expediente 1994-2009Página 11
constitucional, que reconoce que el Estado de Guatemala se organiza para
proteger a la persona y a la familia, teniendo como fin supremo la realización del
bien común. Aunado a ello, a efecto de apreciar de mejor manera la norma
impugnada, deben tomarse en consideración los principios aplicables para su
interpretación, así como los distintos métodos que pueden utilizarse conforme a la
estructura jurídica de las penas; b) la clasificación legal de las penas atiende a los
criterios que se refieren a su naturaleza y a su gravedad. En el caso del Código
Penal, el criterio de clasificación de las penas responde a la gravedad de éstas,
existiendo penas graves, menos graves y leves, según su duración. Asimismo, se
reconocen penas accesorias, las que acompañan a las penas principales. La
pena de prisión, pese a las considerables restricciones que se han establecido,
continua siendo la pena por excelencia, al menos si se toma en cuenta que es la
que mayores efectos intimidatorios despliega, tomando en cuenta que su éxito
derivó de la posibilidad de imponer una sanción graduable cuantitativamente y
adecuada a la gravedad del delito. Es el legislador el que tipifica las acciones que
constituyen delitos y fija las penas de prisión que, de manera genérica y como
consecuencia de incurrir en aquellas acciones delictivas, deben sufrir los
responsables de su comisión, recayendo en el juzgador la función de aplicar las
normas al caso particular, en el que habrá de considerar las circunstancias en que
hubiere ocurrido el hecho, así como el grado de participación de su autor. En ese
orden de ideas, el legislador, en uso de sus facultades, ha establecido que por la
comisión de determinados tipos de delitos no debe beneficiarse a los
responsables con la conmuta de la pena impuesta, y por la gravedad de los
hechos o las circunstancias en que ocurrieren éstos, los sindicados de su
comisión no podrán beneficiarse con medidas sustitutivas de la prisión provisional;
Expediente 1994-2009Página 12
como ejemplo de ello, cabe citar el artículo 164 (sic) del Código Procesal Penal,
pues en igual sentido, en leyes específicas ha sido establecida la prohibición de
decretar medidas sustitutivas a quienes se les imputa la comisión de
determinados delitos; y c) los accionantes aducen que la norma objetada viola el
artículo 12 constitucional, lo que no encuadra con la presente acción, pues el
sujeto pasivo fue previamente citado, como sindicado, en su primera declaración;
como imputado, en el auto de procesamiento; como procesado, en la fase
intermedia, y como condenado, en la sentencia, mediante juez pre-establecido.
Asimismo, reclaman violado el artículo 14 de la Constitución, cuando la inocencia
es un derecho inherente a la persona, y el proceso penal tiene por objeto la
averiguación de la verdad, en el que se podrá advertir si es o no es responsable.
No es cierto que se limite el derecho de defensa de los sindicados a quienes se
niega el otorgamiento de medidas sustitutivas de la prisión provisional, porque las
leyes correspondientes y las procesales específicas contemplan los recursos que
pueden utilizarse por aquéllos para procurar la reversión de la negativa. Los
preceptos recogidos en la norma objetada coadyuvan con la normativa vigente,
relativa a las penas, la conmuta y la inconmutabilidad de la pena, los que han sido
erróneamente interpretados por los accionantes, en aplicación de una prevención
general que obedece a políticas de penalidad de una realidad social para una
época determinada y que se encuadra en lo preceptuado por el artículo 1o de la
Constitución. Solicitó que se declare sin lugar la acción planteada. C) El
Ministerio Público señaló: a) el Congreso de la República, para la emisión de la
norma impugnada, tomó en cuenta los múltiples factores criminogénicos que la
ciencia criminológica, por medio de sus estadísticas, recomendó, lo que se
evidencia con los motivos específicos contenidos en los considerandos del
Expediente 1994-2009Página 13
Decreto 17-2009. En el control social se complementan dos aspectos, por un
lado, los que revisten estrategias de prevención de una conducta, y por el otro, la
reacción social frente a la realización de esa conducta. Con las estrategias de
prevención se trata de actuar sobre el individuo, conformándolo mentalmente para
que internalice las normas sociales. El control social de reacción, por su parte, se
centra en las respuestas sociales que provoca una conducta no deseada. En tal
sentido, es factible entender que en virtud del incremento de la delincuencia que
padece el país, fue de urgencia nacional poner en vigencia el Decreto 17-2009,
por lo que la acción promovida debe ser declarada sin lugar; y b) la norma que se
impugna permite a fiscales y jueces que realicen una mejor labor de investigación
y de condena, en su caso. Para que la ley cumpla la función de establecer cuáles
son las conductas punibles, debe hacerlo de forma clara y concreta, sin acudir a
términos excesivamente vagos que dejen en la indefinición el ámbito de lo
punible. La norma que se objeta es ley y debe ser fundamento utilizado para
administrar justicia. Solicitó que se declare sin lugar la acción de
inconstitucionalidad general parcial promovida, que se condene en costas a los
postulantes y que se imponga multa a los abogados patrocinantes.
IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA
A) Los accionantes reiteraron lo expuesto en el escrito de interposición y,
además, señalaron: a) la prisión preventiva pone en juego los derechos a la
libertad y a la justicia, los que encuentran reconocimiento en el artículo 2o
constitucional y, en el caso del derecho a la libertad, se reafirma en el artículo 4o
del mismo texto constitucional. El conflicto entre ambos derechos es resuelto,
según la jurisprudencia internacional, mediante el establecimiento de requisitos de
ineludible cumplimiento para la aplicación de esta medida de coerción, referidos a
Expediente 1994-2009Página 14
su estricta necesidad, su carácter subsidiario y su excepcionalidad; b) la norma
que se impugna vulnera el derecho a la presunción de inocencia, pues establece
la prisión preventiva obligatoria, sin que el juez esté en posibilidades de
determinar la concurrencia de los presupuestos de esta medida, configurándola
como una pena anticipada. La presunción de inocencia no incide únicamente en
el tema de la carga de la prueba en el proceso penal, sino que se refiere al
tratamiento del procesado, lo que se traduce en que éste debe permanecer en
libertad hasta que en sentencia condenatoria se le declare culpable; c) el
Congreso de la República argumenta que la norma que se objeta no viola el
derecho a la presunción de inocencia, pues la culpabilidad del sindicado será
declarada únicamente en sentencia; sin embargo, la norma de mérito establece
una presunción iure et de iure, pues se considera que en todos los casos de
delitos cuya pena sea inconmutable concurre peligro de fuga o de obstaculización
para la averiguación de la verdad, lo que lesiona el derecho de defensa del
imputado, el que no se limita únicamente al derecho de audiencia, sino que alude
a la posibilidad de alegar, de presentar prueba y de que los alegatos y la prueba
presentada sean tomadas en cuenta por el juzgador al asumir su decisión. En un
caso concreto, de nada serviría que el procesado demuestre arraigo, que no
concurren peligro de fuga o de obstrucción para la averiguación de la verdad,
pues siempre se le aplicaría la prisión preventiva. Asimismo, la norma atacada
infringe también el artículo 13 constitucional, pues en su regulación no se
observan los presupuestos establecidos para dictar prisión preventiva; d) por otro
lado, el artículo que se impugna contraviene el principio de separación de poderes
y la exclusividad en el ejercicio de la función jurisdiccional, despojando a los
tribunales de justicia de la independencia que la Constitución garantiza, pues,
Expediente 1994-2009Página 15
conforme a la regulación vigente, deberán aplicar obligatoriamente la prisión
preventiva, sin que puedan apreciar si en el caso concreto concurre peligro de
fuga o de obstaculización para la averiguación de la verdad; e) respecto a los
argumentos expuestos por los órganos intervinientes en el presente trámite, cabe
señalar que el aumento de la criminalidad no puede justificar la limitación de los
derechos y garantías constitucionales, pues eso es una característica propia de
un Estado autoritario. Tampoco es factible afirmar que la prisión preventiva
garantiza una mejor investigación, ya que, si bien es cierto que existen
sorprendentes tasas de criminalidad, es necesario advertir que la ineficacia de las
investigaciones efectuadas no es resultado del otorgamiento de medidas
sustitutivas, sino que se debe a la falta de recursos y capacitación. En lo que
concierne a la afirmación de que la prisión preventiva sirve como medida de
prevención general, es preciso indicar que esta medida tiene carácter asegurativo
o instrumental, cuyo fin es garantizar el objeto del proceso penal, que es la
averiguación de un hecho calificado como delito y la participación del imputado;
en cambio, los fines de la pena no son instrumentales, sino que tiene un fin en sí
misma, pues ante la amenaza de la sanción, la ciudadanía se abstiene de
cometer el delito, precisamente, para no sufrir las consecuencias de aquélla. En
tal sentido, la presunción de inocencia impide que una persona sea tratada como
culpable antes de que se dicte sentencia; y f) por último, deviene pertinente
señalar que la prisión preventiva obligatoria traerá como consecuencia mayor
hacinamiento en las cárceles, tomando en cuenta que las personas detenidas son
aquellas que cuentan con menos recursos, aumentando la posibilidad de fugas
masivas y motines, entre otras situaciones. Solicitó que se declare con lugar la
acción interpuesta. B) El Presidente de la República indicó reiterar lo expuesto
Expediente 1994-2009Página 16
en el escrito presentado al evacuar la audiencia conferida. Solicitó que la acción
intentada sea resuelta conforme a derecho. C) El Congreso de la República, a
pesar de haber sido debidamente notificado, no compareció a la audiencia
señalada. D) El Ministerio Público reiteró el contenido del escrito presentado al
evacuar la audiencia conferida y agregó que la norma impugnada fue emitida a
causa de la desesperación estatal por contrarrestar la delincuencia, para lo cual
hace uso de un arma violenta, como es el Derecho Penal; asimismo, señaló que
la normativa que se objeta se dirige a la obtención de dos fines específicos: la
prevención del delito y la protección de la ciudadanía, circunstancias que pueden
apreciarse de la simple lectura de los considerandos del respectivo Decreto
legislativo, lo que lleva a concluir que la ley no adolece del vicio de
inconstitucionalidad que se le imputa. Solicitó que se declare sin lugar la acción
planteada.
CONSIDERANDO
- I -
Es función esencial de esta Corte, la defensa del orden constitucional,
estando instituida como el órgano competente para conocer de las impugnaciones
promovidas contra leyes, reglamentos o disposiciones de carácter general
objetadas total o parcialmente de inconstitucionalidad.
En su labor, el Tribunal, a efecto de hacer prevalecer la supremacía de la
Constitución Política de la República como ley fundamental del ordenamiento
jurídico guatemalteco, procede al estudio analítico respectivo, dirigido a
determinar si la normativa que se objeta infringe o no las disposiciones de aquélla.
En tal sentido, de existir razones sólidas que demuestren en forma indubitable la
transgresión al texto fundamental por contravención o inobservancia de los
Expediente 1994-2009Página 17
derechos, valores y demás preceptos que éste reconoce, garantiza o establece,
deberá efectuarse la declaratoria respectiva, quedando sin vigencia la norma
inconstitucional.
- II -
Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez promueven acción de
inconstitucionalidad general parcial contra el artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República. Señalan los solicitantes que la norma de mérito, al regular:
“Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de prisión a imponerse, de
acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la presente, sea
inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.”, establece una presunción
iure et de iure contra reo, referida a que todas las personas a quienes se les
impute la comisión de tales delitos presentan peligro de fuga o de obstaculización
de la persecución penal, sin que se admita prueba en contrario sobre la
inexistencia de tales supuestos. Ante ello, según argumentan, la norma viola el
derecho a ser tratado como inocente durante el proceso penal, reconocido en el
artículo 14 de la Constitución Política de la República, pues la aplicación de la
prisión preventiva deviene obligatoria y se convierte en regla procesal, no
importando las circunstancias materiales del caso concreto; asimismo, limita los
derechos de defensa y a la libertad personal, ya que se priva de ésta siempre y
para todos los casos, sólo porque la pena es inconmutable. Indican también que
al imponerse obligatoriamente la prisión preventiva, sin verificar que sea
necesaria para asegurar los fines procesales, la medida deviene ilegítima,
convirtiéndose en una pena anticipada que vulnera las garantías del juicio previo y
la presunción de inocencia, lo que restringe la libertad sin que exista sentencia
Expediente 1994-2009Página 18
condenatoria. Afirman que la norma atacada deviene contraria al artículo 13
constitucional, el que determina los requisitos para decretar auto de prisión
preventiva y que confiere al juez la facultad para ello, en tanto se haga necesaria
para asegurar los fines del proceso; sin embargo, con la regulación objetada, la
imposición de la prisión preventiva deviene obligatoria, desconociéndose el
carácter excepcional y subsidiario de ésta, así como la finalidad específica que se
persigue mediante su aplicación, finalidad que bien puede cumplirse con una
menor afectación a los derechos del procesado. En tal sentido, argumentan que
la prohibición de otorgar medidas sustitutivas para aquellos delitos cuya pena sea
inconmutable introduce una variable contraria a los motivos de aplicación de la
prisión preventiva regulados en el artículo 13 constitucional. Por último, refieren
que el Congreso de la República, al emitir la norma impugnada, pretende
arrogarse funciones jurisdiccionales, pues establece, ex ante y de manera
abstracta, que no procederá medida sustitutiva alguna cuando los delitos sean
inconmutables, lo que conlleva la imposición de una restricción obligatoria a la
libertad; en cambio, según exponen, es el juez el que debe valorar si en el caso
concreto concurre peligro de fuga o de obstaculización para la averiguación de la
verdad, de conformidad con los artículos 13 y 203 de la Constitución. De esa
cuenta, aducen que con la normativa vigente se impone al juez un criterio
específico, lo que desemboca en violación al artículo 141 constitucional, que
garantiza la separación de poderes y la prohibición de subordinación entre éstos,
derivando en una acción intolerable en un Estado republicano, democrático y
representativo y en un atentado contra las libertades fundamentales del
ciudadano.
Como cuestión previa al estudio requerido por los solicitantes, estima
Expediente 1994-2009Página 19
oportuno el Tribunal, en aras de una mejor intelección del análisis a desarrollar,
referirse a las argumentaciones esgrimidas por el Congreso de la República y el
Ministerio Público, en cuanto a las razones que determinaron la emisión de la
norma que se objeta. Al respecto, ambas instituciones hicieron ver la necesidad
de la normativa que se acusa inconstitucional a efecto de establecer mecanismos
idóneos de lucha contra la criminalidad imperante en el país, justificación que
expresamente se indica en el “Considerando” del Decreto de mérito.
En tal sentido, se hace preciso señalar, en primer término, que la política
criminal, es decir, el conjunto de instrumentos y herramientas mediante los cuales
el Estado responde ante el fenómeno criminal, debe encontrar sustento y
fundamento, como política pública, en la Constitución. Así, la validez de las
normas que determinan la reacción de los órganos estatales ante el crimen, ya
sea en el ámbito penal, procesal penal o penitenciario, se encuentra condicionada
por la observancia de los valores que la Ley Fundamental pondera, el respeto de
los derechos que garantiza, el cumplimiento de los fines sociales que establece y,
en general, la sumisión a las demás disposiciones en ella contenidas. De esa
cuenta, las leyes ordinarias en las que se describen las conductas que se
consideran prohibidas por lesionar o poner en peligro bienes jurídicos de
trascendental importancia para la pacífica convivencia en sociedad (delitos y
faltas) y que, a la vez, establecen las consecuencias que pueden sobrevenir ante
su comisión (penas y medidas de seguridad), así como aquellas dirigidas a
regular los mecanismos útiles para determinar la responsabilidad de quienes han
participado en la realización de tales conductas y la consiguiente imposición y
ejecución de esas consecuencias, requieren, indiscutiblemente, su adecuación a
los postulados que el texto supremo recoge.
Expediente 1994-2009Página 20
Sobre la base anterior, es evidente que en esta materia no cualquier forma
de reacción estatal resulta congruente con el orden constitucional, sino
únicamente aquella que, dirigiéndose a proteger eficazmente el interés de la
sociedad por prevenir y reprimir el delito, garantice también el ejercicio de los
derechos y el goce de las libertades del ciudadano, los cuales, para el solo objeto
de asegurar dicho interés, si bien pueden verse afectados mediante determinadas
restricciones, éstas deben fundamentarse en la Constitución y no exceder de lo
razonablemente necesario para el logro de aquel fin. En tal virtud, una política
criminal constitucionalmente adecuada debe atender a los postulados contenidos
en el artículo 2o del texto fundamental, el cual, además de garantizar a los
habitantes de la República la justicia, la seguridad y la paz, como deberes
primordiales del Estado, impone también a éste la obligación ineludible de
proteger y asegurar la vida, la libertad y el desarrollo integral de la persona.
Ahora bien, dados los acontecimientos que a diario se suscitan, es
innegable que la sociedad guatemalteca sufre en la actualidad una escalada de
violencia que incide desfavorablemente en la vida de sus habitantes, situación
que se traduce no sólo en un aumento considerable de actos delictivos, sino en
una mayor repercusión negativa por los efectos cada vez más lesivos y
perjudiciales que se producen y, aunado a ello, por la escasa persecución y
sanción a los responsables. En efecto, los niveles de criminalidad existentes
resultan más alarmantes al apreciar el bajo índice de persecución penal –que
desemboca en la impunidad a que se refiere el “Considerando” de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, cuyo artículo 27 es la norma objetada en
la acción que se resuelve–, el que refleja que sólo en una mínima cantidad de
casos los órganos competentes del Estado logran la averiguación del hecho y la
Expediente 1994-2009Página 21
deducción de responsabilidades a los autores y partícipes del delito –conforme a
los fines del proceso penal establecidos en el artículo 5 del Código Procesal
Penal–, derivando, consecuentemente, en el incumplimiento del deber de
garantizar seguridad y justicia que incumbe al Estado, en armonía con el citado
artículo 2o constitucional, así como en la inexistencia de una efectiva reparación a
la víctima y en la creciente desconfianza ciudadana ante la función de las
autoridades.
Con todo, resulta oportuno acotar que el fenómeno criminal que sufre
Guatemala puede obedecer, entre otras causas, a realidades que han venido
reiterándose en el desarrollo de la historia nacional y cuya solución no sólo resulta
extremadamente compleja, sino que, evidentemente, requiere acciones integrales
que incidan más allá del propio ámbito de la política criminal. Así las cosas, no es
mera casualidad que factores que el conglomerado social ha resentido durante
décadas en lo que atañe, por ejemplo, a la insatisfactoria cobertura o calidad
educativa y sanitaria, o a la escasez de empleo y vivienda dignos –datos que,
junto a otros, ubican al país entre las naciones con menores índices de desarrollo
humano del continente, según se desprende de los informes emitidos anualmente
por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo–, coincidan con los altos
niveles de violencia existentes. Lo antes expuesto hace imperioso reflexionar
acerca de la necesidad de políticas públicas integrales que se dirijan a combatir
las causas estructurales de la problemática criminal que se afronta y que, por lo
tanto, no intenten incidir tan sólo en aspectos concretos que, a la postre, no
responden eficazmente a los fines perseguidos.
Estas consideraciones reflejan la inviabilidad de pretender que la simple
agravación de las consecuencias que puedan derivarse de la comisión de
Expediente 1994-2009Página 22
aquellas conductas tipificadas como delitos o faltas o, en su caso, la imposición
de mayores restricciones a los derechos y libertades del procesado operen como
soluciones integrales al problema delincuencial o como mecanismos idóneos para
asegurar una eficaz persecución penal. En ese sentido, vale referir, en lo que
concierne concretamente a las normas sustantivas y procesales que configuran la
respuesta estatal ante el fenómeno criminal, que para cumplir el deber de
asegurar la pacífica convivencia en sociedad, dichas normas, más que reflejar
una reacción extrema e intolerante ante el crimen, requieren su efectiva aplicación
a los casos en que se susciten los supuestos de hecho en ellas regulados. De
esa cuenta, lo que determinará el éxito de la política criminal que se formule no
será la gravedad de las penas a imponer o las mayores restricciones al ejercicio
de los derechos del inculpado, sino la convicción, conciencia y voluntad de que el
orden jurídico vigente se cumplirá, en tanto los órganos del Estado ejercen las
funciones que les han sido encomendadas y observen con fidelidad los principios
y preceptos que recoge la Constitución.
En conclusión, se estima que la respuesta estatal ante el problema de
violencia que vive el país debe estructurarse sobre bases constitucionales, es
decir, en respeto irrestricto de las disposiciones que la norma suprema recoge;
aunado a ello, deviene primordial perseguir, antes que la simple agravación de las
penas o la limitación de derechos, el efectivo cumplimiento del orden jurídico
aplicable que establece los deberes y funciones del Estado y sus órganos,
mecanismo específico que determinará la confianza y seguridad del ciudadano y
del conglomerado social en la aplicación de la ley.
- III -
Corresponde ahora efectuar el análisis sobre la constitucionalidad de la
Expediente 1994-2009Página 23
norma impugnada y, para tales efectos, es pertinente referirse a los preceptos
fundamentales que los solicitantes aducen violados como base de su
impugnación.
Los solicitantes denuncian que el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento
de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, al
establecer: “Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de prisión a
imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la
presente, sea inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.”,
contraviene el artículo 13 de la Constitución Política de la República que
determina los motivos para dictar auto de prisión, pues no sólo desconoce los
requisitos constitucionalmente exigidos para tales efectos, sino que limita al juez
en la función que le es propia, pues es al órgano jurisdiccional a quien compete
decidir acerca de la procedencia de aplicar dicha medida de coerción.
A ese respecto, cabe señalar que la norma que se denuncia contraria a la
Constitución establece el mandato dirigido al juez que conoce del proceso de
imponer prisión preventiva ante la sola circunstancia relativa a que el delito que se
imputa sea sancionado con pena que no tenga el carácter de conmutable; dicha
regulación acarrea, como bien señalan los accionantes, que no se observe aquel
precepto fundamental.
En efecto, la norma constitucional confiere al titular del tribunal que conoce
del proceso la facultad de decidir, en ejercicio de la función jurisdiccional que le ha
sido encomendada por el propio texto supremo, acerca de la procedencia de la
prisión preventiva en el caso concreto, debiendo constatar la existencia de
información sobre la comisión de un determinado delito y si concurren motivos
racionales suficientes que le hagan creer –al juez y únicamente a éste– que el
Expediente 1994-2009Página 24
imputado lo ha cometido o ha participado en su comisión, debiendo agregar que,
conforme a la legislación ordinaria que desarrolla el texto constitucional, deberá
también establecer si las circunstancias del caso denotan la viabilidad o no de
imponer aquella medida, para lo cual habrá de verificar si se dan los supuestos
legales que determinan su procedencia (artículos 259, 262 y 263 del Código
Procesal Penal, entre otros).
En tal sentido, la norma que se enjuicia hace caso omiso de la potestad
delegada en el juzgador por la Constitución, determinando que, sin importar lo
que éste pueda constatar e, incluso, ignorando las circunstancias específicas del
caso bajo juzgamiento, la prisión preventiva deberá ser decretada siempre, por
imperativo legal, ante la sindicación por delito cuya pena sea inconmutable.
La situación anterior determina la infracción del precepto contenido en el
artículo 13 de la Constitución, por inobservancia del mandato en él establecido, lo
que desemboca en la supresión de una facultad encomendada exclusivamente al
juez de la causa, pues sólo éste, conforme a las circunstancias del caso concreto
y atendiendo a las normas aplicables, es quien deberá decidir sobre la pertinencia
y legalidad de aplicar determinada medida cautelar o, en su caso, la no aplicación
de alguna de éstas (artículo 264 del Código Procesal Penal). Es así como la
regulación normativa atacada interviene indebidamente en cuestiones que la
Constitución ha delegado en el criterio del titular del órgano jurisdiccional, siendo
a éste al único que ha autorizado para decidir sobre la viabilidad o no de dictar,
según sus consideraciones y estimaciones concretas, auto de prisión.
En tal sentido, la supresión de la facultad jurisdiccional para decidir sobre la
aplicación de la prisión preventiva, según las circunstancias del caso, se traduce
en injerencia en el ejercicio de la función encomendada, exclusivamente, a los
Expediente 1994-2009Página 25
tribunales de justicia, conforme lo determina específicamente el citado artículo 13
constitucional, en armonía con la norma contenida en el artículo 203 del mismo
texto supremo, lo que permite apreciar el vicio de inconstitucionalidad que se
denuncia.
- IV -
Los accionantes argumentan que la norma objetada contraviene también el
precepto constitucional que reconoce la presunción de inocencia. Con el objeto
de dar respuesta al planteamiento efectuado se procede al análisis respectivo de
la manera siguiente:
A) El artículo 14 de la Constitución Política de la República Guatemala
garantiza el derecho a la presunción de inocencia, estableciendo que: “Toda
persona es inocente, mientras no se le haya declarado responsable judicialmente,
en sentencia debidamente ejecutoriada.” Vale indicar que el derecho en
referencia ha sido objeto de protección en distintos instrumentos internacionales
sobre la materia, entre los que destaca la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, en su artículo 1.1; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, artículo 14.2, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
artículo 8.2, tratados internacionales de los que el Estado de Guatemala es parte.
De igual forma, otras declaraciones de derechos e instrumentos aplicables en
diferentes regiones del planeta han determinado la necesidad de asegurar la
protección de este derecho (entre éstos, el Convenio Europeo para la Protección
de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y la Carta Africana
sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos).
Así las cosas, señala la doctrina que el derecho fundamental bajo estudio
fue reconocido expresamente, por primera vez, en la Declaración de Derechos del
Expediente 1994-2009Página 26
Hombre y del Ciudadano, surgida de la Revolución Francesa en el siglo XVIII.
Como bien es sabido, mediante este documento, cuyos redactores se
encontraban fuertemente influenciados por las ideas de la Ilustración, se
pretendía no sólo garantizar los derechos y libertades inherentes al ser humano,
sino lograr la reforma sustancial del sistema de represión penal del Antiguo
Régimen, cuya crueldad e irracionalidad habían sido motivo de duras críticas
(destaca aquí la figura de Beccaria, entre otros pensadores de la época). De esa
cuenta, en su redacción final, la Declaración establecía en el artículo IX lo
siguiente: “Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido convicto. Por
lo tanto, siempre que su detención se haga indispensable, se ha de evitar por la
ley cualquier rigor mayor del indispensable para asegurar su persona.” El
contenido de este instrumento tuvo invaluables repercusiones en la Europa
continental y de allí, por obvias razones, las ideas liberales que propugnaba
fueron transmitidas a distintos y lejanos puntos geográficos del orbe.
Como puede apreciarse, el reconocimiento del derecho a la presunción de
inocencia en la Declaración francesa intentó incidir, especialmente, en la situación
particular del imputado o sindicado durante el trámite del proceso, quien debe ser
considerado inocente y tratado como tal en tanto no se le imponga condena como
responsable del hecho que se le endilga.
Por su parte, los movimientos revolucionarios que años antes habían
desembocado en la independencia de las colonias británicas en América
atendieron también a la necesaria protección de derechos y libertades, los que, a
la postre, fueron recogidos en la Constitución de los Estados Unidos de América y
sus enmiendas. Ahora bien, en el caso estadounidense, en concordancia con el
sistema jurídico adoptado (common law), el reconocimiento de determinados
Expediente 1994-2009Página 27
derechos ha estado íntimamente ligado a las decisiones adoptadas por el Poder
Judicial y, de manera particular, por la Suprema Corte, cuya jurisprudencia ha
hecho valer la presunción de inocencia como derecho derivado del due process of
Law (el debido proceso legal), determinando la exigencia de que la condena se
funde en “prueba más allá de toda duda razonable”. De ahí que, según el
concepto del máximo tribunal de justicia de aquel país, la presunción de inocencia
se relaciona de manera especial con el tema probatorio en el proceso penal,
incidiendo en aspectos como la legalidad y validez de los medios de prueba, la
carga de la prueba y las consecuencias derivadas de ésta (in dubio pro reo).
A partir de los distintos alcances que se la han dado al derecho bajo
estudio, cabe afirmar que éste se desarrolla en dos sentidos de singular
relevancia dentro del proceso penal: a) el que atañe a la consideración y trato
como inocente del procesado, en tanto el órgano jurisdiccional no lo declare
penalmente responsable en sentencia y le imponga la pena respectiva; y b) el
concerniente a la necesaria actividad probatoria a desarrollar por quien acusa
para desvirtuar el estado de inocencia del acusado, cuya condena tan sólo podrá
basarse en prueba legítima que demuestre fehacientemente y sin lugar a dudas
fundadas su culpabilidad.
Es claro que el sistema procesal penal guatemalteco atiende a ambos
alcances del derecho fundamental, como lo demuestran las normas que resaltan
la exigencia de un trato acorde con el estado de inocencia del procesado
(artículos 14, 259, 261, 264, 268, 274, 275 y 355 del Código Procesal Penal, entre
otros), así como aquellas que determinan la relevancia de la actividad probatoria
como único medio para demostrar los hechos contenidos en la acusación y, con
ello, lograr desvanecer válidamente la presunción de inocencia del acusado
Expediente 1994-2009Página 28
(artículos 181, 183, 185, 186, 317, 318 y 385, entre otros). Conforme a lo anterior
y tomando en cuenta los motivos de la impugnación y el contenido de la norma
que se objeta, el análisis que prosigue se contrae al primero de los alcances
mencionados.
B) La exigencia constitucional de un trato acorde con el estado de inocencia
del procesado hace inviable cualquier restricción a sus derechos con fines
sancionatorios o punitivos previo a la emisión del fallo judicial que pueda
declararlo responsable de la conducta que se le imputa. De esa cuenta, la
observancia del derecho a la presunción de inocencia revela la especial atención
que merecen las medidas cautelares aplicables en el proceso penal, como
instrumentos que, traduciéndose en restricciones a la libertad individual del
sindicado (medidas cautelares de naturaleza personal) o a la libre disposición de
sus bienes (medidas cautelares de naturaleza real), el ordenamiento legal pone a
disposición del órgano jurisdiccional a fin de que, mediante su aplicación, se
asegure el efectivo cumplimiento de los fines del proceso. De dichas medidas,
conforme al contenido de la norma impugnada, es la prisión preventiva la que
revela la necesidad de un estudio de mayor profundidad.
Al respecto, es evidente que la Constitución de la República, al mismo
tiempo que garantiza el derecho a la libertad personal (artículos 2o y 4o) reconoce
también la posibilidad de restringirla (artículos 6o y 13). Así, es evidente que la
libertad de la persona no deviene en un derecho absoluto, pues resulta factible la
imposición de límites, siempre que éstos sean acordes con los postulados
constitucionales.
En efecto, la Ley Fundamental determina dos casos específicos de
restricción de la libertad del individuo: la detención y la emisión de auto de prisión,
Expediente 1994-2009Página 29
medidas de coerción personal –conforme a la calificación que de éstas
hace el Código Procesal Penal– que atañen a situaciones concretas que se
originan a partir de la sindicación por la supuesta realización de aquellas
conductas calificadas por la ley penal como delitos o faltas.
En el primer caso, es decir, la detención, señala el artículo 6o constitucional
que procederá únicamente por causa de delito o falta y siempre que exista orden
judicial librada con apego a la ley, salvo los casos de delito o falta flagrante. La
detención encuentra regulación específica en el Código Procesal Penal (artículos
257, 258 y 266), cuerpo legal que la denomina aprehensión.
Ahora bien, en lo que respecta al auto de prisión a que alude el artículo 13
constitucional (respecto del cual se determinó la contravención en que incurre la
norma objetada), el Código Procesal Penal contiene también regulación
específica, entre otras normas, en el artículo 259, el que reconoce la posibilidad
de que el juez ordene la prisión preventiva del imputado, como le llama,
recogiendo los supuestos concretos a que alude el citado artículo 13 del texto
supremo.
Como corolario, es la propia Constitución la que, al mismo tiempo que
reconoce y garantiza el derecho a la libertad personal, establece también la
posibilidad de restringir esa libertad por causas específicas referidas, como antes
se dijo, a la imputación por la comisión de delito o falta, es decir, a los supuestos
fácticos cuya información de haberse realizado viabiliza el inicio y desarrollo del
proceso penal (artículos 2, 5 y 6 del Código Procesal Penal). Aunado a ello,
dispone el mismo texto constitucional, en el mencionado artículo 14, que toda
persona se considera inocente mientras en sentencia judicial debidamente
ejecutoriada no se le declare responsable, es decir que a quien se encuentre
Expediente 1994-2009Página 30
sindicado por la comisión de delito o falta se le continuará considerando inocente
y será tratado como tal durante el trámite del proceso hasta que no se emita fallo
condenatorio en su contra.
Vale aquí indicar que al emprender la tarea de interpretar la Constitución se
hace necesario que el intérprete tome en cuenta, como principio básico que
informa su labor, que el orden fundamental que la norma suprema establece
deriva del conjunto de sus disposiciones, las que habrán de ser entendidas en su
contexto, como unidad armónica, atendiendo siempre a la interrelación existente
entre ellas.
En tal sentido, de la correcta intelección de las normas constitucionales
citadas se desprende que, para garantizar el derecho a la presunción de
inocencia, del que se deriva la exigencia de un trato al imputado que responda a
dicha presunción durante el desarrollo del proceso penal, cualquier medida que
restrinja o limite su libertad o el ejercicio de sus derechos debe ser entendida, en
todo caso, con carácter excepcional y adoptada cuando sea absolutamente
imprescindible. Así, el propio Código Procesal Penal, en desarrollo de las normas
constitucionales, dispone en su artículo 259, segundo párrafo, que: “La libertad no
debe restringirse sino en los límites absolutamente indispensables para asegurar
la presencia del imputado durante el proceso.”
De esa cuenta, es evidente que el auto de prisión a que alude el artículo 13
constitucional, en observancia del derecho a la presunción de inocencia
reconocido en el artículo 14 del mismo texto supremo, no tiene otro carácter que
el de una mera medida cautelar, es decir, un instrumento aplicable para el solo
efecto de asegurar el resultado satisfactorio del proceso, pues, por un lado,
garantiza la comparecencia del sindicado a todas las fases del procedimiento y,
Expediente 1994-2009Página 31
por el otro, impide que éste asuma conductas que puedan obstruir la acción de la
justicia. Conforme a lo expuesto, la prisión preventiva despliega la misma
naturaleza que las providencias precautorias, aunque, por su especial afectación
a derechos fundamentales, su regulación se ha elevado a rango constitucional,
siendo la norma ordinaria la que, en desarrollo del precepto supremo, establece
los supuestos y condiciones en que puede ser decretada y el control superior a
que está sometida (artículo 404, numerales 9) y 10), del Código Procesal Penal),
así como el carácter provisional y siempre revocable –incluso de oficio– de su
utilización, todo ello en armonía con su naturaleza meramente instrumental y
asegurativa (artículos 276 y 277).
En tal sentido, la prisión preventiva, como antes se indicó, atiende a la
inevitable y necesaria restricción de la libertad personal del imputado para
asegurar el éxito del proceso, deviniendo en una medida de coerción que debe
ser utilizada excepcionalmente, no sin antes constatar que concurran los
supuestos que determina el orden jurídico. Así, destaca el artículo 13
constitucional que únicamente es posible decretar auto de prisión si precede
información sobre la comisión de un delito y siempre que existan motivos
racionales suficientes para creer que el detenido lo ha cometido o ha participado
en su realización. La norma constitucional es complementada por la legislación
ordinaria, especificando el artículo 259 del Código Procesal Penal que, además
de lo anterior, es necesario, previo a emitir el auto respectivo, oír al sindicado para
así garantizar su derecho de defensa, debiendo además el juez verificar que en el
caso concreto existe peligro de fuga (artículo 262) o peligro de obstaculización
para la averiguación de la verdad (artículo 263). El Código Procesal Penal, en las
normas citadas, regula un conjunto de circunstancias que el tribunal deberá tomar
Expediente 1994-2009Página 32
en cuenta para determinar si las mismas revelan o no la existencia de peligro de
fuga o de obstaculización para la averiguación de la verdad, supuestos concretos
que hacen viable la utilización de la prisión preventiva, pues, de no existir alguno
de éstos, nada habrá que ponga en riesgo previsible el éxito del proceso y, por
ende, ningún sentido ni objeto tendrá la utilización de la aludida medida de
coerción.
Como se aprecia, la Constitución y, supeditada a ésta, la legislación
ordinaria determinan el carácter precautorio de la prisión preventiva, haciendo
relación de las características propias de una medida de tal naturaleza, entre las
que destaca el requisito de necesidad, pues únicamente será aplicada cuando las
circunstancias específicas tornen indispensable su utilización, derivado del riesgo
que supone para el proceso la posible incomparecencia del imputado o la acción
obstaculizadora que pueda emprender. Asimismo, destaca que se trata de una
medida excepcional, en el sentido de que la Constitución privilegia siempre la
libertad del imputado, lo que se traduce en que, de ser factible el aseguramiento
de los resultados del proceso mediante otros instrumentos menos gravosos para
aquél, son éstos los que deben ser aplicados, situación que incide en la
naturaleza subsidiaria de la prisión. De esa cuenta, el ordenamiento procesal
penal regula determinadas medidas sustitutivas de la prisión preventiva,
disponiendo en los artículos 264 y 264 Bis del Código de mérito que éstas habrán
de ser aplicadas siempre que el peligro de fuga o de obstaculización para la
averiguación de la verdad pueda ser razonablemente evitado por su medio. Es
así como se comprenden, entre otras, el arresto domiciliario, ciertas prohibiciones
al imputado y la caución económica, medidas que, restringiendo otros derechos
del imputado, tienden a asegurar, por igual, el resultado del proceso. Cabe añadir
Expediente 1994-2009Página 33
que tal regulación resulta acorde con el artículo 9.3 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos que establece: “La prisión preventiva de las personas
que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general, pero su libertad podrá
estar subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del acusado en el
acto del juicio, o en cualquier momento de las diligencias procesales y, en su
caso, para la ejecución del fallo.”
Por otro lado, interesa reiterar que el carácter precautorio de la prisión
provisional impide su utilización como pena anticipada, pues el imputado se
presume inocente, debiendo ser tratado como tal, y no puede ser afectado con
medidas restrictivas de su libertad u otros derechos más que en lo
razonablemente necesario para asegurar el cumplimiento de los fines del proceso
(artículos 5 y 14 del Código Procesal Penal). Cabe agregar que la diferencia
sustancial entre la prisión preventiva (medida cautelar) y la pena de prisión o
arresto (consecuencia sobreviniente por la comisión de delito o falta,
respectivamente) es destacada por el artículo 10 de la Constitución, al disponer
que los detenidos preventivamente deben permanecer en centros distintos a
aquellos en los que han de cumplirse las condenas, lo que se complementa con la
regulación que en tal sentido establece el Código Procesal Penal en su artículo
274, el que reitera el trato y consideración como inocente que en tales centros
debe darse a quienes sufren prisión con el único fin de asegurar el desarrollo
correcto del procedimiento penal.
C) Con base en las ideas expuestas, se aprecia la proporcionalidad que
debe imperar al considerar el interés general por una persecución penal efectiva,
esto es, el aseguramiento del resultado satisfactorio del proceso, y la restricción o
limitación a los derechos del imputado, cuestión que determina la compatibilidad
Expediente 1994-2009Página 34
existente entre la utilización de la prisión preventiva en el proceso penal,
observando su carácter de medida excepcional y precautoria, y el respeto a la
presunción de inocencia que la propia Constitución garantiza. Así, la utilización
de la prisión preventiva con un mero interés punitivo o desconociendo el requisito
de necesidad de su aplicación no sólo desvirtúa su naturaleza de medida cautelar,
sino que conlleva frontal contravención al derecho a la presunción de inocencia
del imputado.
En virtud de lo considerado, es evidente que la propia excepcionalidad y
subsidiariedad de la prisión preventiva, así como la exigencia de ponderar el
carácter imprescindible de su aplicación en el caso concreto para asegurar el
resultado de la causa, determinan que su utilización no puede regularse como
única medida de coerción aplicable en el proceso penal.
En efecto, la utilización obligatoria de la prisión preventiva acarrea, entre
otras, dos cuestiones específicas que es menester destacar: a) desconoce la
naturaleza cautelar de la medida, pues su utilización, al no atender ya a los
supuestos que revelen la necesidad de su aplicación, deja de obedecer al fin de
asegurar el eficaz resultado del proceso; y b) se impide al juez apreciar el carácter
imprescindible de su uso, ignorando si en el caso concreto concurren o no
aquellos supuestos legalmente exigidos.
De esa cuenta, la aplicación obligatoria de la referida medida de coerción
incide en la afectación, para todos los casos de que se trate, de la libertad
personal, sin importar si en la situación específica del imputado se hace necesario
o no imponer tal restricción. Lo anterior acarrea vulneración del derecho a la
libertad de la persona, por cuanto, la Constitución únicamente permite su
limitación ante supuestos concretos y, conforme se analizó, cuando las
Expediente 1994-2009Página 35
circunstancias específicas hagan imprescindible su restricción para el solo objeto
de garantizar el logro de los fines del proceso penal.
Aunado a ello, al no atender a su naturaleza precautoria y excepcional, la
prisión preventiva obligatoria hace recaer en el procesado los efectos derivados
de la pena que cabe imponer al responsable de la conducta que se le imputa, es
decir que su utilización incumple la exigencia de un trato como inocente que
establece la Constitución en favor de aquel. Ello es así, puesto que el único
elemento que determinará la procedencia de la aplicación de la medida será la
sindicación por un delito determinado, no así la necesidad y pertinencia de su
utilización, y que, al prescindir de la función jurisdiccional de establecer si
concurren o no los supuestos legales que hacen viable la medida, haciéndola
aplicable siempre que se impute la comisión de determinada conducta prohibida y
sin posibilidad de su revocación por motivo alguno, su uso desconocerá la
presunción de inocencia que el artículo 14 constitucional garantiza en favor del
incoado, tratándolo desde ya como responsable de la conducta que se le sindica
haber cometido.
Los criterios expresados han sido asumidos con anterioridad por este
Tribunal, específicamente al emitir la sentencia de veintiuno de mayo de mil
novecientos ochenta y siete, mediante la cual se resolvieron las acciones de
inconstitucionalidad general acumuladas identificadas con los números de
expedientes sesenta y nueve - ochenta y siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y
70-87), fallo en el que se indicó: “La regla general es la libertad personal, por lo
que la excepción es la prisión provisional. Los procesalistas coinciden en señalar
que ésta es un mal necesario, que solamente se justifica por su finalidad
asegurativa o cautelar, (en donde entrarían los valores seguridad y bien común).
Expediente 1994-2009Página 36
Aparte, claro está que estas circunstancias deben ser valoradas por el Juzgador
para decidir acerca de la conveniencia de dictar el auto de prisión, debe ajustarla
al tenor legal, el que, como en la situación de Guatemala, tiene como marco
infranqueable a la propia Constitución de manera directa. Según este marco legal
superior, la prisión provisional tiene la naturaleza jurídica de una medida cautelar
o asegurativa, y se configuran en ella los siguientes elementos: 1. Debe ser la
excepción. 2. No debe ser pena anticipada, esto es que en ningún caso pueda ser
aplicada con fines punitivos, como pudiera presentirse en cierta legislación que
excluyera la facultad de ponderación del juez para decretarla o revocarla. 3. No
debe ser obligatoria, esto es, como lo afirmara el Consejo de Europa en su
resolución 11/86 que ‘la Autoridad judicial ha de ser libre para tomar su decisión
teniendo en cuenta las circunstancias del caso’; y 4. Debe durar lo menos posible.
Según puede colegirse de la naturaleza y características de la institución procesal
estudiada, la forma como la regula nuestra Constitución en su artículo 13 es
coherente con tales principios, particularmente por el hecho de que quedó
constitucionalizada la potestad del juzgador de decretar la prisión provisional si
‘...concurren motivos racionales suficientes para creer...’ esto es, si en el ánimo de
la autoridad judicial surgen elementos de convicción que sean producto del
estudio inteligente del caso. (…) La naturaleza jurídica de la prisión provisional,
como medida cautelar que es, no puede ser confundida con una sentencia
condenatoria, que, en materia penal, adquiere el carácter de constitutiva, por lo
que el auto que decreta la prisión provisional no es incompatible con la presunción
de inocencia. En este sentido, no es preciso que para decretar la prisión
provisional haya plena prueba de la culpabilidad del procesado, sino que, aparte
de la información de haberse cometido un delito, ‘concurran motivos racionales
Expediente 1994-2009Página 37
suficientes para creer’ que el procesado lo cometió o participó en el mismo,
correspondiendo al Juez instructor su apreciación, quien deberá ponderar y
valorar los hechos, circunstancias y actuaciones.”
Conforme a las consideraciones efectuadas, es concluyente que la norma
que se objeta, contenida en el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la
Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, al establecer
la prisión preventiva como única medida de coerción aplicable en aquellos
procesos penales incoados por la supuesta comisión de delitos cuya pena de
prisión sea inconmutable, contraviene el artículo 14 de la Constitución Política de
la República que garantiza el derecho a la presunción de inocencia, pues, como
se ha advertido, no es factible que la legislación ordinaria disponga la
obligatoriedad en la aplicación de aquella medida cuando de la interpretación de
las normas constitucionales se aprecia su carácter excepcional y subsidiario.
De esa cuenta, la norma impugnada inobserva la presunción de inocencia
reconocida constitucionalmente al procesado, situación específica que determina
la exigencia de un trato acorde con tal situación y, por ende, precisa del uso
racional y prudente de los instrumentos que limitan su esfera de derechos y
libertades, lo que no se cumple al impedir la aplicación de medidas sustitutivas a
la prisión preventiva. En efecto, la aplicación indiscriminada de la medida, más
que establecer una presunción iure et de iure sobre la existencia de peligro de
fuga y de obstaculización para la averiguación de la verdad, lo que hace es
desconocer la exigencia de verificación de estos supuestos, asumiendo que la
constatación sobre su concurrencia en el caso concreto no se hace necesaria
para dictar la medida, cuestión que lejos de atender al carácter precautorio y
excepcional de la prisión preventiva, decae en su utilización como si de una pena
Expediente 1994-2009Página 38
anticipada se tratara, considerando al procesado, desde ya, penalmente
responsable del hecho que se le imputa, es decir, con anterioridad a la emisión de
un fallo condenatorio en el que, conforme al mandato de la Constitución, se haga
tal declaración y, consecuentemente, se imponga la pena respectiva.
Cabe agregar que las citadas son las disposiciones constitucionales que se
estiman infringidas mediante la regulación contenida en el precepto ordinario
objetado, las que si bien se relacionan con el sistema republicano, democrático y
representativo de Gobierno adoptado por el Estado de Guatemala (artículo 140 de
la Constitución) y la separación de poderes y prohibición de subordinación entre
éstos (artículo 141), el contenido de la norma atacada, el objeto específico de la
impugnación y la forma como se resuelve hacen innecesario realizar mayor
análisis al respecto.
- V -
Una vez efectuadas las consideraciones anteriores, habiéndose
determinado el vicio de inconstitucionalidad de que adolece la norma impugnada,
estima el Tribunal oportuno acotar lo siguiente: a) la potestad delegada en el
juzgador para decidir acerca de la aplicación de la prisión preventiva o de
cualquiera otra medida de coerción, si bien está determinada por las específicas
consideraciones y ponderaciones que el propio funcionario realice respecto de la
pertinencia y legalidad de la decisión, no puede desconocer los supuestos
específicos que, conforme a la ley, hacen procedente la medida, intentando
prever, dentro de lo razonable, los efectos y repercusiones que su decisión
particular pueda conllevar para el eficaz resultado del proceso y, con ello, para el
éxito de la acción de la justicia; b) así las cosas, aquella potestad nunca podrá
asimilarse con un actuar arbitrario o irresponsable, denotándose que la
Expediente 1994-2009Página 39
independencia que la Constitución garantiza a jueces y magistrados (artículo 203)
no hace desaparecer en ellos el deber de observar, acatar y cumplir el
ordenamiento jurídico en cada una de sus resoluciones (artículos 154, 203 y 204),
cuya infracción repercute en la obligación de responder, sea en el ámbito
administrativo, civil o penal, según corresponda, por aquellas decisiones o
conductas indebidamente asumidas o ejecutadas, como expresamente lo dispone
la norma suprema en su artículo 155; y c) lo expuesto resalta la responsabilidad
con la que el juez ha de proceder al ejercer la trascendental función que le ha sido
encomendada, procurando que la ética, el profesionalismo y la prudencia sean las
características determinantes de su labor, sin atender a fines o intereses extraños
a la legítima y justa solución de los conflictos ante él promovidos para asegurar la
pacífica convivencia social.
- VI -
Con base en las consideraciones anteriores, la acción promovida debe ser
estimada, declarando la inconstitucionalidad del artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República, precepto que deberá quedar sin vigencia al día siguiente al de la
publicación del presente fallo en el Diario Oficial.
LEYES APLICABLES
Artículos citados, 1o, 3o, 17, 19, 44, 46, 152, 153, 175, 205, 206, 267, 268 y
272, inciso a), de la Constitución Política de la República de Guatemala; 2o, 3o,
6o, 114, 115, 133, 137, 139, 140, 142, 143, 144, 145, 146, 149, 150, 163, inciso
a), 178, 183 y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad; 4, 7, 16, 20, 37, 70, 71 y 79 del Código Procesal Penal; 1, 44,
45 y 51 del Código Penal; 1, 2, 3, 5, 9, 51, 52, 57 y 68 de la Ley del Organismo
Expediente 1994-2009Página 40
Judicial; 2, 8, 28, 29, 37, 47 y 52 de la Ley de la Carrera Judicial; y 31 del Acuerdo
4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes citadas,
resuelve: I) Con lugar la acción de inconstitucionalidad general parcial promovida
por Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez contra el artículo 27 de la
Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso
de la República. II) En consecuencia, se declara inconstitucional el artículo 27
de la Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del
Congreso de la República, norma que quedará sin vigencia a partir del día
siguiente al de la publicación del presente fallo en el Diario Oficial. III) Notifíquese
y publíquese esta sentencia dentro del plazo legalmente establecido.
ROBERTO MOLINA BARRETO
PRESIDENTE
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE MARIO PÉREZ GUERRA
MAGISTRADO MAGISTRADO
GLADYS CHACÓN CORADO JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ
MAGISTRADA MAGISTRADO
JOSÉ ROLANDO QUESADA FERNÁNDEZ CARLOS ENRIQUE LUNA VILLACORTA
MAGISTRADO MAGISTRADO
Expediente 1994-2009Página 41
ANA GERALDINE CARIÑÉS GONZÁLEZ
SECRETARIA GENERAL ADJUNTA