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Revista Cultural de Torrijos y ComarcaRevista Cultural de Torrijos y ComarcaRevista Cultural de Torrijos y Comarca

AÑO XII—NÚMERO XIII

Bicentenario de la JuraBicentenario de la JuraBicentenario de la Jura de la Constitución de Cádiz de 1812de la Constitución de Cádiz de 1812de la Constitución de Cádiz de 1812

Torrijos, 20 de septiembre de 1812Torrijos, 20 de septiembre de 1812Torrijos, 20 de septiembre de 1812

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Caída de Cristo camino del Calvario, de Juan Carreño de Miranda

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EXCELENTÍSIMO AYUNTAMIENTO DE TORRIJOS

ACADEMIA DANIEL´S

ADMINISTRACIÓN DE LOTERÍA Nº 2, “LA COLEGIATA

AUTOS MARTÍN ANDINO

COPISTERÍA “MINUTO”

EMBUTIDOS Y JAMONES ESPAÑA

FARMACIA ALMOGUERA MONTERO

FERRYGÁS, S.A.

FRANCISCO J. HERNÁNDEZ “MUEBLES HERNÁNDEZ”

GASÓLEOS TORRIJOS, S. L.

GESTORÍA LUIS ACEVEDO FUENTES

INDUSTRIAS GRÁFICAS RAFAEL

JOSÉ-ISIDRO JARAMILLO VIÑUELA

JOSÉ JURADO GONZÁLEZ E HIJOS

JOSELOLY “MODA INFANTIL”

LAGOMAR ARTES GRÁFICAS, S. L.

LOS BELIS, S.A.

MANUEL SANTACRUZ LORAS, “NEUMÁTICOS SANTACRUZ”

MULTIÓPTICAS HERMINIO RUBIO

OFISERTO, S.L.

PIZZERÍA “MARDEL”

RAFAEL LONGOBARDO SERRANO

RODRÍGUEZ BAHAMONTES, S. L.

TAHONA “EL CRISTO”

Nuestro más sincero agradecimiento a los colaboradores en la publicación de esta revista y la restauración del cuadro “Caída de Cristo camino del Calvario”, estilo barroco (siglo XVII), de Juan Carreño de Miranda.

Agradecimientos

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Sumario

Agradecimientos………………………………………………………………………..………….……… 3 Sumario…………………………………………………………………………………………………….…….. 4 Editorial…………………………………………………………………………………………………….…….. 5 Historia de la Enseñanza en Torrijos. Siglo XIX. El tramo final (1895-1900)……..…………………………………………..…… 7 Ntra. Sra. de la Consolación de Táriba (Venezuela) y Torrijos………………………………………………………………………….………..……………….… 10 Alfonso de Torres “Torriculanus”………………………..………………………..…………. 11 Torrijos 1931-1944 (La Guerra Civil) Comentarios de un torrijeño amante de la Historia del pueblo que le vio nacer ………………………………………………………………….……. 13 La Fuente Grande de Santa Olalla…………………….……………..……………..…….… 18 Cuatro “Juanas” ilustres de la Edad Media………………..…….……………...…… 20 Alonso de Grana: Escultor de Cámara Real, autor de una Virgen de la Soledad para la Iglesia del Sacramento de Torrijos…………….…..…………………………. 25 Tres lienzos del pintor José Moreno para el retablo del Santísimo Cristo de la Sangre de Torrijos……..……………….……….……… 30 La Reina Isabel I en el cine………………………………….…………..………………..………. 32 Se abre el telón y aparece...Novés…………………….…………..………………..………. 35 La controvertida proclamación de la II República en Santa Olalla…………………………………..………..………………..………. 38

Revista Cañada Real Nº XIII

Patrocina

Excmo. Ayuntamiento de Torrijos

Dirección y Consejo de Redacción Asociación “Amigos de la Colegiata”

Colaboración

Justiniano de la Peña Carbonero Julio Longobardo Carrillo Jesús Sánchez de Haro Javier Biutrago Maselli

Fernando Alcántara García Josué López Muñoz

Jesús María Ruiz Ayúcar Francisco G. Gómez de Agüero

Ismael Gutiérrez Pastor Javier Sánchez de Rivera

Luis Jacinto Gómez Escobar Francisco Javier Fuentes

Juan Antonio Morales Gutiérrez

Diseño y Maquetación Jesús Sánchez de Haro

Impresión

Industrias Gráficas Rafael-Torrijos

Depósito Legal: TO--0083-2004 ——————-

Portada:

Promulgación de la Constitución de 1812, Salvador Viniegra, 1912, óleo sobre lienzo,

Museo de las Cortes de Cádiz

——————-

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado – electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc. – sin el permiso previo por escrito de los editores.

Sumario

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Editorial

Queridos amigos: Hace ya un año de la publicación del último número de esta vuestra revista “Cañada Real”, con cuyo número XII iniciábamos la serie “Monografías nº 1”, en el que rendíamos un sencillo homenaje al más eminente músico torrijeño de nuestra Historia, Fray Diego de Torrijos, “personaje tan ilustre como desconocido para la mayoría de nosotros, sus paisanos...” Habíamos previsto continuar la serie con la vida y obra de otro insigne hijo de esta villa, Alonso de Torres “Turriculano” (“Torrijano”), uno de los humanistas más preclaros del Renacimiento Español, cuya figura trataremos más ampliamente en otro número de la revista y al que ahora dedicamos, a guisa de presentación, un artículo. En el presente número vuelve a tratar la revista su tradicional variedad temática relacionada con la Historia de Torrijos. Para ello contamos con la colaboración de los historiadores locales Jesús Mª Ruiz-Ayúcar, los compañeros de la Asociación “Amigos de la Colegiata” (Justi de la Peña, Fernando Alcántara, Jesús Sánchez de Haro, Francisco G. Gómez de Agüero, Javier Buitrago, Luis Jacinto Gómez Escobar, Javi Fuentes, Josué López Muñoz y Julio Longobardo), amén de la especial del ilustre Doctor en Historia del Arte: Ismael Gutiérrez Pastor. ¡Nómina de lujo...!

Y como quiera que solemos aprovechar el Editorial de “Cañada Real” para anunciaros nuestros proyectos más inmediatos. Mañana mismo, en el Museo Parroquial, a las 12 de la mañana, tendremos el inmenso placer de presentar el lienzo recién restaurado “Caída de Cristo camino del Calvario”, obra del pintor barroco asturiano Juan Carreño de Miranda, formado en la Escuela Madrileña o “Velazqueña”, pintor de Cámara de los reyes Felipe IV y Carlos II “el Hechizado”, destacado retratista, activo en la segunda mitad del siglo XVII. El lienzo que exponemos es un original del que hay una réplica en la Magistral de Alcalá de Henares, cuadro que ha servido al restaurador, Germán Pérez Martínez, para “recuperarlo” pues el estado en que se conservaba nuestro cuadro era “desastroso”, hasta el extremo de haber

Caída de Cristo camino del Calvario. Detalle del rostro

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casi perdido su hermoso rostro (sometido a infinidad de repintes, dañado considerablemente por los excrementos de murciélagos...) Podemos hablar, sin ambages, de un “Ecce Homo torrijeño”, con una “recuperación milagrosa”, fruto de un reto personal del extraordinario restaurador. Hay más noticias dignas de mención. Entre ellas la finalización y entrega al Excmo. Ayuntamiento del Proyecto para la Declaración de Interés Regional de la Semana Santa Torrijeña.

Otra más: el pasado día 6 de diciembre conmemoramos el Bicentenario de Constitución de Cádiz, con la lectura de su articulado, además de descubrir una placa en la Plaza de España por esta celebración.

También, la presentación del libro “Retablos en la Comarca de Torrijos”, obra de los historiadores del Instituto de Estudios Comarcales “Señoríos de Entre-Ríos”, al que pertenecemos los miembros de nuestra Asociación. Libro en el que ha colaborado generosamente la Asociación Comarcal “Castillos del Medio Tajo”, a quien desde aquí agradecemos sinceramente su generosidad y disposición.

Y para “rematar” estos proyectos inmediatos: la próxima edición del libro “Dos cicloturistas” o “cicloperegrinos” en el Camino Real de Guadalupe”, junto a “Castillos del Medio Tajo”, promocionados por el “Proyecto Itínere”... Esperamos de todos vosotros, queridos amigos, sigáis prodigándonos vuestro apoyo moral y a todas las Instituciones y firmas comerciales que nos ayudan, ¡gracias infinitas!, pues en estos momentos de lacerante crisis económica nuestro reconocimiento a vuestra generosidad se multiplica y justifica aún más... Que este nuevo año 2013 venga repleto de esperanza, os desean vuestros amigos de la Asociación “Amigos de la Colegiata de Torrijos”.

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Editorial

Portada del informe presentado por la Asociación al Ayuntamiento para

declarar la Semana Santa torrijeña de Interés Turístico Regional

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Investigación

Ya hemos dedicado varios trabajos a la historia de la enseñanza en Torrijos, pero quedan lagunas, por ejemplo la del tramo final del siglo XIX. Cubrir esa fase histórica, en lo posible, es el fin del presente artículo. En 1895 se produjo un acontecimiento muy importante para la educación española: conservadores y liberales coincidieron en que la enseñanza era la base del bienestar; por ello se pusieron de acuerdo con el fin de mejorar la “instrucción pública”. Anteriormente, el bipartidismo radical estaba causando estragos en el sistema educativo; así pues, el citado consenso resultará beneficioso. El año 1900 se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. A partir de ese momento, por ejemplo, el Estado se hará cargo de la remuneración económica de los maestros, que hasta el presente correspondía a los municipios. Este otro acontecimiento político, unido al empuje de las corrientes pedagógicas desde 1876, cerrará el período que estudiamos y abrirá otro en el que se recogerán importantes frutos y se irán perfilando nuevos horizontes, aunque no siempre favorables. Resultado de la mencionada concordia por la educación fue el estreno en Torrijos de un gran edificio escolar. Ocurrió en 1897, tras más de veinte años de infructuosos proyectos. (Para más información al respecto, resulta interesante el artículo que sobre ello escribió mi amigo Adolfo Delgado en “Cañada Real”, nº 8).

Recién inauguradas las nuevas escuelas, se constituyó la Junta Municipal de Instrucción Primaria. La formaron: Don Antonio del Pozo, alcalde, en calidad de presidente; D. Vicente Barajas, párroco; D. Faustino Caro, concejal; D. Cirilo Montero y D. Telesforo Gurtubay, padres de familia. Durante el acto, los vocales recibieron la correspondiente credencial. Esto ocurrió el 12 de octubre de dicho año. En 14 de diciembre se reunió la Junta, en sesión extraordinaria, para hacer una visita de inspección a las Escuelas. La profesora de la escuela de niñas era doña María de los

Milagros Ruiz de la Tejera; el profesor de la escuela de niños, don Ambrosio Ballesteros y Ruiz. Acabado el acto, la Junta encontró a los alumnos “en buen estado de instrucción en todas las asignaturas que comprende la primera educación”. En 1898, el 11 de noviembre, también en sesión extraordinaria, la Junta examinó e informó favorablemente, tanto los presupuestos como las partidas de cuentas del correspondiente ejercicio económico. Aparece como presidente el alcalde don Ramón Alarcón.

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HISTORIA DE LA ENSEÑANZA EN TORRIJOS. SIGLO XIX. EL TRAMO FINAL (1895-1900)

Calle del Cristo. Lugar donde se encontraban las escuelas antiguas

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Desde el 31 de enero de 1899 hasta el 23 de abril, se hace constar en acta que doña Milagros Ruiz pide y obtiene licencia por enfermedad, luego se le concede prórroga y finalmente permuta su destino con doña Petra González Robles. Mientras tanto se ha reunido el Ayuntamiento con fecha 5 de marzo. Entre otros asuntos, se trata sobre el oficio remitido al pleno, por don Ambrosio Ballesteros, sobre el presupuesto de 1899 a 1900. En él se consignaba un sueldo de 1.100 pesetas como retribución anual y 279 pesetas para material, con destino a su escuela de niños. Sobre ello propone don Ambrosio algunas mejoras; pero manifiesta el pleno que el Ayuntamiento, bien a su pesar, no puede acceder a sus pretensiones por ser bastante precario el estado actual de sus arcas. En la sesión del 25 de junio del mismo año, don Ambrosio Ballesteros presenta la cuenta del ejercicio 1898-99 ante el ayuntamiento “y encontrándola conforme con el presupuesto y con los justificantes de la cantidades satisfechas…”, se acordó su aprobación. También se decidió “ingresar en la caja especial de los maestros el pago de las obligaciones de instrucción pública de esta Villa correspondiente al tercer trimestre del actual ejercicio”. Los días 18 y 19 de diciembre, la Junta realizó las visitas de inspección a las escuelas de niños y niñas respectivamente. En ambos casos detectaron un estado de instrucción muy satisfactorio, en general notable y a veces sobresaliente. Llamó la atención en los chicos su adecuado razonamiento y en las chicas el esmero en la caligrafía y en las labores de hogar. También quedó muy complacida la Junta por los buenos modales y disciplina mostrados y por el excelente estado del material… El señor presidente dirigió la palabra a los alumnos estimulándoles en el cumplimiento de sus deberes morales y religiosos, porque ello influirá en la mejora de su porvenir y en su salvación eterna. Asimismo felicitó a los profesores por el brillante resultado de los exámenes. Comunicó, por último, que se entregase a los niños unos regalos en un acto público; a los maestros se les extendería un documento acreditativo de su valía profesional. El 25 de agosto de 1900 se presentaron las cuentas del segundo semestre del ejercicio anterior. Los concejales examinaron detenidamente las mismas y se aprobaron por unanimidad. En las cuentas de la profesora doña Petra Robles queda un saldo a su favor de 2 pesetas y 16 céntimos, que pasan al siguiente semestre. Y el 9 de noviembre, el inspector de turno gira visita a las escuelas e informa del “estado satisfactorio de la enseñanza…”. Hasta aquí lo que la documentación existente puede proporcionarnos. A continuación

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Investigación

Don Ambrosio Ballesteros con sus alumnos, hacia 1895. Foto Lucas Fraile

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Investigación dedicaremos otra parte a las notas y comentarios que sobre lo expuesto podríamos ofrecer: * La sintonía alcanzada por el bipartidismo, ya citada, resulta aleccionadora para nuestros tiempos, en los que la polarización exagerada y la intromisión política resultan demoledoras para el sistema educativo. A pesar de que el común de los ciudadanos demandan una planificación y una

continuidad a largo plazo en este sector tan decisivo de la enseñanza. * Vemos que el Ayuntamiento asume, en primera instancia, la gestión de la enseñanza, bien a través de los plenos, bien mediante la Junta Municipal de Instrucción Primaria. Atiende los aspectos administrativo, económico y técnico. Así, hemos constatado que tramita la licencia por enfermedad de doña Milagros Ruiz, que elabora los presupuestos y supervisa las cuentas y, finalmente, examina y valora los resultados de la actividad escolar. En lo financiero, el Consistorio cumple con los mínimos precisos. Tengamos en cuenta que nos encontramos bajo los efectos de la “crisis del 98”: entre otras cosas, son años de vacas flacas para la economía municipal… Comparémoslo con nuestra presente crisis. En lo educativo, dentro de un modelo tradicional de escuela, los resultados fueron excelentes, gracias a la abnegación de los maestros, la disciplina del alumnado y el interés de las autoridades competentes… También en este caso valdría la pena establecer parangones. En definitiva, yo calificaría de bueno, se mire como se mire, el tramo final del siglo XIX en el sector educativo, tan importante para el progreso de la sociedad. Fuentes: Archivo Municipal de Torrijos: Caja Enseñanza Primaria y Libros de Actas. Agradecimientos: A Dalila, archivera del Ayuntamiento, por su atenta colaboración. A Francisco Agüero por cederme la foto del maestro Ballesteros. A don Félix Rodríguez por localizar las escuelas antiguas.

Fernando Alcántara, fotografía. Javier Buitrago, texto

Ayuntamiento de Torrijos en 1900

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D e s p u é s d e fundada la Ciudad de S a n C r i s t ó b a l (Venezuela) por Juan Maldonado Ordóñez y Villaquirán en 1561, los Padres Agustinos deseaban cristianizar

a los indios Táribas y enviaron a dos religiosos de su convento con sus breviarios y una tabla con la imagen de Nuestra Señora de la Consolación. Los dos padres llegaron entrada ya la noche a la zona donde hoy está la Basílica de Ntra. Sra. de la Consolación, en donde fijaron a una caña la milagrosa imagen y a su tiempo emprendieron la misión evangélica. En aquel lugar levantaron una Ermita donde oficiaban la Santa Misa. Años después, los indios Guásimos y los Capachos hicieron una irrupción contra los indios Táribas, que huyeron del lugar, junto a los Padres que volvieron para su convento de San Cristóbal. Una mujer se llevó la Imagen a su casa y la colocó en un altar, pues era india cristiana. Dice la historia que desde los campos de Machirí y Pueblo Nuevo veían por la noche iluminada la casa de la mujer y venían a ver lo que sucedía... Fue en casa de Alonso Álvarez de Zamora, uno de los primeros pobladores de Táriba, quien residía allí con su padre dedicado a las faenas agrícolas. Tenía visita Álvarez de Zamora, pues estaban pasando el día con él algunos amigos que habían acudido aquel día de San Cristóbal. Uno de los visitantes era el joven torrijeño Juan Ramírez de Andrade, que andando el tiempo sería Alférez Real de la ciudad de Pamplona (Colombia) a muy pocos kilómetros. Mientras los adultos hablaban, los jóvenes decidieron organizar una partida de bolas.

Tomaban parte en el juego el mencionado Ramírez de Andrade y tres de los hijos del anfitrión, a saber Jerónimo de Colmenares, Alonso Álvarez de Zamora y Pedro de Colmenares. Durante el transcurso del juego se les rompió una de las paletas que usaban para el mismo. La búsqueda de alguna tabla, con la que pudieran suplir la paleta rota, los condujo a la despensa de la casa, en la que se guardaban las cosechas. Allí encontraron una tablilla que parecía haber sido imagen, a juzgar por la guarnición que aún conservaba; pero ni la guarnición estaba barnizada, ni se podía distinguir figura alguna. Decididos a partirla, la golpearon sin éxito contra una piedra. Intentó lo mismo Jerónimo con un cuchillo. Salió en ese momento de la casa la madre de los muchachos, Leonor de Colmenares y, airadamente, los regañó por la irreverencia que estaban cometiendo contra la que ella conocía que había sido imagen sagrada; quitándosela, volvió a guardarla en la despensa, colgándola de una estaca en la pared. Era poco después del mediodía. Hacia las cuatro de la tarde, con sorpresa, advirtieron que la despensa resplandecía como si se hubiera incendiado. Corrieron todos, ansiosos, para apagar el fuego que parecía amenazar toda la casa; pero mayor fue aun su sorpresa cuando cayeron en la cuenta de que la luz brotaba de la tabla, y que en ella aparecía, claramente dibujada, la imagen de Nuestra Señora, bajo la advocación de La Consolación. En la actualidad, la pequeña ermita construida en la despensa del maíz se ha convertido en una basílica menor, declarada como tal por el Papa Juan XXIII, el 23 de Octubre de 1959.

Jesús Sánchez de Haro Amigos de la Colegiata de Torrijos

Numerario de la AHA de Torrijos

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NTRA. SRA. DE LA CONSOLACIÓN DE TARIBA (VENEZUELA) Y TORRIJOS

Plus Ultra

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Conforme comentábamos en el Editorial de este número, nuestra cita con los personajes más ilustres de nuestra Historia de Torrijos continúa. Y de uno de ellos, antes de plasmar su vida y obra en una futura monografía, nos conformamos aquí con breves apuntes de la misma con el manifiesto objetivo de despertar la curiosidad y el interés de nuestros queridos lectores por esta faceta de nuestra Historia Local. Así pues, tras nuestro Fray Diego de Torrijos, músico torrijeño eminentísimo, le “tocará el turno” en la próxima edición de “Cañada Real”, al no menos insigne humanista Alfonso de Torres “Turriculanus”. Las primeras noticias ilustrativas sobre nuestro personaje las hemos publicado en nuestro libro “Torrijos, perfiles históricos” – que, por cierto, un ejemplar del mismo ha llegado hasta la mismísima Universidad de Toronto (Canadá) - . Se trata de una cita de las “Relaciones Topográficas ordenadas por Felipe II, que puede consultarse en la página 43 del citado libro. “...En este pueblo (Torrijos) ha habido y hay Estudio de Gramática y Rethórica y le hay de presente y que del dicho Estudio han salido de esta villa que estudiaron en ella personas muy señaladas y eminente y letrados...” (Viñas, Carmelo y Paz, Ramón. “Relaciones de los pueblos de España ordenadas por Felipe II”. Reino de Toledo. C.S.I.C. Madrid, 1963, pág. 622. Protocolo. Manuscrito de finales del siglo XVII. Monasterio de El Escorial). Y, de entre la nómina de estos estudiantes torrijeños, alumnos del Monasterio de Santa María de Jesús, “El Otro San Juan de los Reyes” – hoy “yacimiento de Las Colonias” – figura un niño que comenzó en dicho centro sus estudios para completarlos en la Universidad de Alcalá de Henares, fundada

por el Cardenal Cisneros en 1498 y cuyo primer edificio, el Colegio de San Ildefonso, sería inaugurado por dicho prelado diez años después. En este colegio continuaría sus estudios nuestro Alfonso de Torres. Alfonso de Torres siempre hizo gala de su “torrijeñismo” a lo largo de su dilatada vida como eminente humanista. En el registro del título de Bachiller figura como “Alfonso de Torres, de Torrijos” (fol. 1.510. A.H.N., libro 397. Univ.); como “Alfonsus Torritanus Turriculanus (torrijano)” aparece en las portadas de los dos libros publicados en Alcalá de Henares en 1559: “Comentarii in quartvm Antonii Nebrisensis” (“Comentarios al libro cuarto de Antonio de Nebrija”) y “Comentarii in quintvm Antonni Nebrisensis”. Diez años después figura, asimismo, en la portada de una de sus obras más importantes: “Rethoricae Exercitationes” (“Ejercicios de Retórica”), igualmente acompañado del gentilicio “Turriculanus”.

Nos ha sido de todo punto imposible averiguar la fecha de nacimiento y el nombre de sus padres, pues la fuente documental por excelencia, el

Libro de Bautismo más antiguo del Archivo Parroquial de Torrijos comienza en 1551. Debió de nacer, no obstante, hacia 1522 y fallecer poco antes del 2 de octubre de 1584, fecha en que cesa en su cargo de Catedrático de Retórica, siendo sustituido en el mismo por el maestro Martín de Segura. Para datar la fecha aproximada de su nacimiento nos basamos en que la Tercera Reforma de la Universidad Complutense

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Torrijeñismo ALFONSO DE TORRES

“TORRICULANUS”

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prohibe la graduación de Maestro de Retórica antes de los veinte años de edad, lo que nos indica que no había nacido después de 1523. No nos cabe duda de su procedencia hidalga, de una de aquellas quince familias de hidalgos que, al decir de dichas “Relaciones” “gozan de las libertades y exenciones propias de su rango”. En la mayoría de las portadas de sus libros, junto a su nombre latinizado, aparece el escudo heráldico de su estirpe: cinco torres en aspa con la leyenda latina “Turris fortitudinis a facie inimicorum” (“Torre de fortaleza en la cara de los enemigos”). Citemos brevemente su brillante “curriculum académico”: Título de Bachiller, el 10 de junio de 1542; Licenciatura de Lógica, el 28 de mayo de 1543; Licenciatura en Artes y Filosofía, el 15 de octubre de 1543; Cátedra de Filosofía en el Colegio Univ. de S. Isidoro, 16 de octubre de 1546; Supera el examen de “collivetos in Theología”, el 25 de octubre de 1546; Catedrático de Retórica y Griego, desde el 3 de marzo de 1560 hasta el 26 de junio de 1570; Licenciatura en Teología, el 26 de abril de 1560. Poco antes recibió la Ordenación Sacerdotal, ejerciendo como racionero en Santiuste (San Justo), de Alcalá de Henares. La vida de Torres gira siempre en torno a la Universidad Complutense donde desarrolló una brillante carrera docente, administrativa y de maestro tutor de “porcionistas” o alumnos pensionados. Fue Rector del Colegio de San Isidoro hasta el 26 de junio de 1570. Estuvo al cargo de la Cátedra de Gramática y Retórica de dicha Universidad durante 38 años, desde 1546 a 1584, manteniendo una gran amistad con Alfonso García Matamoros, Ambrosio de Morales y Martín Segura. Precisamente, Ambrosio de Morales le define como “hombre muy docto en Lenguas”, por sus profundos

conocimientos de Latín, Griego y Hebreo. De su extraordinaria obra literaria, de la que hablaremos más ampliamente en la monografía anunciada, destacamos la citada “Retoricae Exercitationes”, dedicada al talaverano don Fernando Suárez de Toledo, miembro del Consejo de Estado de Felipe II y padre de dos de sus Gabriel y Fernando. En esta misma línea, publica un año después, en 1570, “Tabulae breues”, en esta ocasión dedicada a su ilustre paisano don Bernardino de Cárdenas y Pacheco, II duque de Maqueda y I marqués de Elche, especialmente concebido para la formación de su hijo del mismo nombre. En estos libros, el humanista “torrijano” busca y consigue un fin didáctico fundamental: enseñar a los jóvenes estudiantes de Gramática y Retórica a componer textos en latín. Amplísima obra traducida y comentada por la Dra. Pérez Custodio en su tesis doctoral. La máxima siempre presente en los trabajos del maestro “turriculanus” es “Nullum officium referenda gratia laudabilius est”. Lo que viene a decir en “román paladino, con el que suele fablar el pueblo a su vecino”, que dar las gracias es una obligación moral. Y, en nuestro caso, hemos de dársela a la citada Dra. por su extraordinaria estudio de la obra de nuestro paisano. Y al igual que hicimos con Fray Diego de Torrijos, prometemos rendirle un sencillo homenaje, presentando dicho trabajo divulgativo y, si fuera posible, poniendo en escena su obra dramática más conocida “El Auto del Martirio de San Justo y Pastor”, que hemos transcrito y adaptado para una posible representación por alguno de los grupos teatrales torrijeños. Esta obra fue estrenada en Alcalá de Henares el 7 de marzo de 1568, con motivo de la llegada a la ciudad de las reliquias de los Santos Niños.

Amigos de la Colegiata de Torrijos

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Torrijeñismo

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El pasado día 13 de octubre, con motivo de la inauguración de las V Jornadas Históricas, organizadas por la Academia de Historia y Arte de Torrijos, me cupo el gran honor de presentar el libro “Torrijos 1931-1944. La Guerra Civil”, obra del historiador gerindotano Juan Antonio Morales Gutiérrez. Fue en las vísperas de la reciente y lluviosa Feria de Septiembre (subyace aún en mi mente la conveniencia de un cambio de fechas, e invito a la reflexión a las dignísimas Autoridades Locales) cuando llegó a mis manos un ejemplar de este “libro histórico”, “de Historia con mayúsculas”, de Historia de Torrijos (valga la buscada retahíla de redundancias...). Es, sin duda, un libro muy esperado por muchos lectores ávidos de conocer un trágico pasado que ha marcado las vivencias de muchos torrijeños nacidos antes, durante y poco después de la “Guerra Incivil”, sin duda la más cruenta, cruel y dolorosa de nuestra Historia; trauma aún no del todo superado; pero que nuestros hijos y nietos evocarán con una visión muy diferente a la nuestra.

Movido por el interés que en mi ánimo despiertan los trabajos de mi buen amigo el historiador y ahora compañero de la Asociación “Amigos de la Colegiata de Torrijos” Juan Antonio Morales, a las diez de la noche, “me metí en la cama” – como suele decirse – y de “un tirón” me leí las 127 páginas del libro. Comencé por detenerme en su escueto prólogo, una acertadísima “declaración de intenciones” que hace innecesaria cualquier presentación del mismo, magníficamente reflejada en el segundo párrafo de dicho prólogo. Aunque, amigo Juan Antonio, permíteme matizar un gesto de humildad que te honra: Este libro arroja “no algo” sino mucha luz sobre un tema que muchos investigadores locales – entre los que me hallo – renuncian escribir; pues, en efecto, te cito textualmente “ aún viven muchos de los familiares de la contienda fratricida cuyos nombres aparecen reflejados a lo largo de este libro”. Y, asimismo, constato y doy fe de que tu tarea de investigación ha sido realizada desde y con la más absoluta objetividad y sin ánimo de reabrir viejas heridas. Me introduje en la lectura del contenido del libro y me sorprende tu capacidad de síntesis y sobriedad formal en el primer capítulo que intitulas “LA SEGUNDA REPÚBLICA”, con los epígrafes “Primer Bienio”, Triunfo de la Derecha en las elecciones generales de 1933” y “Victoria del Frente Popular en febrero del 36”, en el que reflejas fielmente las feroces luchas ideológicas entre los políticos locales, émulos de los nacionales, y germen y “caldo de cultivo del posterior conflicto fratricida. Unas breves pinceladas, siempre sus ten tadas por l a abundan te documentación, sirven para describir “el talante” de algunos de nuestros ediles...

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TORRIJOS 1931-1944 (LA GUERRA CIVIL) (Comentarios de un torrijeño amante de la Historia del pueblo que le vio nacer)

Presentación

Presentación del libro durante las Jornadas Históricas de Torrijos

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Al segundo capítulo, “LA GUERRA CIVIL”, dedicas un epígrafe , “Verano de 1936”, en sus 23 páginas, narras magistralmente “la primera parte de la tragedia torrijeña”, los asesinatos cometidos por aquellos “milicianos sanguinarios” de las que fueron víctimas una veintena de vecinos de esta villa... El tercero “TORRIJOS EN LA RETAGUARDIA (1936-1939) da comienzo con el epígrafe “Las primeras víctimas de la represión nacional fueron arrojadas al “Pozo del Camino de la Vega”, otro de los episodios más tristes y vergonzosos de los desmanes de esta “Guerra Incivil”... Culmina el libro con el Capítulo “EL FINAL DE LA GUERRA. LOS TRIBUNALES MILITARES (1939-1944)”. Digno colofón del mismo es el epígrafe final: “Juicios sumarísimos seguidos contra Agustín Rivera Cebolla y José Físcer Barbeyto”, como digna es la defensa más que fundada, fundamentada y documentada que haces de dichos Doctores, médicos de Torrijos, especialmente del primero. Como muy bien dices “la muerte de don Agustín Rivera Cebolla constituye otro ejemplo más del afán vengativo de la justicia franquista que alcanzaba, incluso a los que habían trabajado para atajar la represión frentepopulista en aquel fatídico verano de 1936” Muchos lectores conocerán mi trayectoria como modesto “filohistoridor”, calificado de “localista”, a quien cabe el honor de haber escrito, siempre en colaboración con mis compañeros de la Asociación “Amigos de la Colegiata” y del Instituto de Estudios Comarcales “Señoríos de Entrerríos”, una treintena de libros relacionados con la Historia de esta villa y sus hijos más ilustres. Algunos de vosotros, posiblemente, os preguntaréis por qué no hemos abordado tema tan fundamental como es el del impacto de la Guerra Civil en Torrijos,

cuando sí lo hicimos con la Guerra de la Independencia e nuestro libro “La Comarca de Torrijos durante la guerra de la Independencia” – en la que hubo algunos

aspectos de guerra civil -. Ante tan hipotético interrogante, me permito confesar sinceramente que jamás tuve – me permito singularizar - suficiente valor para afrontarlo. De haberlo hecho siempre planearía por mi mente el que la mayoría de los lectores torrijeños se dejarían llevar por la influencia de mi educación y, sobre todo, por la filiación política de mis familiares. Y, en este aspecto, todos ellos y,

Hermanos Longobardo-Carrillo del Río De izquierda a derecha: Rufino (legionario), Leoncio (requeté), Dionisio (legionario) y Orencio (falangista). Torrijos, octubre de 1936

Presentación

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especialmente los más próximos, mi padre y sus hermanos fueron siempre tachados de “gentes de derechas”. Sin duda, ese libro nonato me temo que sería considerado tendenciosos o cargado de subjetivismo. En los pueblos – y, en ciertos aspectos, el nuestro aún conserva “sabor popular” - aún no escasean los nada deseados prejuicios; mas, al margen de tales consideraciones, estimo no es momento ni lugar para abundar en tales detalles... No obstante, durante más de una década, mis inquietudes como amante de la Historia Local me impulsaron a investigar datos sobre las víctimas del citado conflicto fratricida entre 1936 y 1944, unos orales, otros documentales. Y no sólo me detuve en los trágicos acontecimientos de agosto de 1936, en los de las víctimas asesinadas por el “bando republicano” – evidentemente más y mejor conocidos -, sino en el de los vencidos en la contienda bélica, víctimas asesinadas por el llamado “bando nacional” – menos y por conocidos, obviamente. Desde el día 26 de septiembre de 1936, tan sólo 4 días después de la entrada en Torrijos de las denominadas tropas nacionales comienzan las represalias sistemáticas, las denominadas “acciones de guerra” o fusilamientos. De estos últimos recuerdo, a guisa de tristísima anécdota, mi visita al Juzgado Comarcal en compañía de mi amigo Luis Díaz (q.e.p.d.), oficial del mismo, invitado por él a consultar libros de defunciones del citado período. ¡Cuál no sería mi sorpresa que, encontré registrado en el libro correspondiente, con fecha del 11 de noviembre de 1939, una relación de veinte personas fallecidas por “shock traumático”, curiosa denominación la conferida a un fusilamiento masivo de republicanos. Se cumplía así la cruel máxima de Julio César: “Es ley de guerra que los vencedores traten a los vencidos a su antojo” ¡Ay de los vencidos...! Y a la tristeza del hallazgo documental de

tamaña tragedia, se unió mi constatación del infame enterramiento con que fueron “honradas” estas víctimas y otras más, hasta más de medio centenar, en el tristemente famoso Pozo del Camino de la Vega. Recuerdo vivamente dicho enclave, donde de niño, en compañía de mis amigos del barrio de “Las Colonias de Antero”, íbamos a las cambroneras que servían de valla a la finca a cazar gorriones o a colocar ballestas, con el mismo fin cinegético. Allí, a la entrada de la misma, era fácilmente perceptible un pequeño declive del terreno que denotaba la ubicación del siniestro pozo de huerta, frente al gigantesco rótulo de “Esteban Prieto Sancha, S.A., Almacenes de Coloniales y Bodegas de Vino”. Y, asimismo, viene a mi memoria, muchos años después, en el verano de 1987, siendo portavoz del CDS en el Ayuntamiento de esta villa, estando reunido con mi amigo y Alcalde Miguel Ángel Ruiz Ayúcar, recibimos la buena nueva de la exhumación de los restos de más de medio centenar de aquellos “Otros Caídos”. Un vecino, conocido industrial de hostelería, ya fallecido, excelente persona e hijo de uno de aquellos represaliados, comunicaba a Miguel Ángel, embargado por la lógica emoción, que había conseguido identificar los restos de su padre... ¡Que Dios te pague, Miguel Ángel, el haber sido el Alcalde torrijeño que autorizó dicha exhumación; por ser el Alcalde de la Concordia! ¡Gesto que permanecerá siempre en la memoria de quienes hemos visto, como tú, la posguera con espíritu ávido de perdón, de reconciliación...! ¡Sin la maniquea discriminación de “buenos y malos”, sino de españoles equivocados por mor del “mal veneno” que les inyectó aquella irresponsable clase política de ambas ideologías, que consiguió la radicalización tendenciosa de aquel mito histórico de “las dos Españas”...

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Hace unos años, una ilustre colega torrijeña, ya nonagenaria, que había sufrido en su alma el asesinato de su hermano por parte de un grupo –llámese comité - de algunos criminales republicanos, me pidió datos sobre los torrijeños que habían participado en tan horrendo asesinato; pues ella sabía que yo disponía de ellos. Ni que decir tiene que me excusé y me negué a facilitarle tales informaciones. Hoy no sería necesario, pues bastaría con leer el segundo capítulo de este libro... En numerosas ocasiones he comentado a mis familiares y compañeros de la Asociación “Amigos de la Colegiata” que jamás publicaría libro alguno sobre este tema. Insisto que me ha faltado, falta y faltará valor... Y si ahora me atrevo a realizar estos sinceros y emotivos comentarios lo hago por apoyo y completa solidaridad con el contenido, forma y exquisito tratamiento de este libro “Torrijos 1931-1944 (La Guerra Civil”)”, obra de mi buen amigo y extraordinario historiador Juan Antonio Morales Gutiérrez, quien ha contado con la valiosa colaboración de su hija Belén Morales Pérez. Como torrijeño, amigo Juan Antonio, gracias infinitas por poner a disposición de tus fieles lectores tan magistral trabajo de investigación. Gracias por tu valentía, por el rigor y objetividad con que te enfrentas a un tema “casi tabú”. Gracias por tus siempre sabios comentarios, marcados por la sensibilidad de intentar no reabrir viejas heridas aún no del todo cicatrizadas. Queridos amigos, reitero una vez más: el libro de Juan Antonio Morales es harto merecedor de ser leído por todos los amantes de la Historia, sin distinción de credos, libres de dogmatismos sectarios, al margen de la controvertida Ley de Memoria Histórica. La lectura de este libro contribuirá, sin duda, a abundar en el principio de que “hay

que conocer los errores históricos para evitar que se repitan”. A Dios gracias, nuestra España Democrática que empezó a salir del oscurantismo desde aquel 20 de noviembre de 1975 y a consagrase con nuestra Carta Magna de 1987 es una España distinta, de ciudadanos más cultos y, por ende, difícilmente “fanatizables”. Otro conflicto o guerra civil es impensable. Conflicto, que no hemos de olvidar, en el

que hubo vencedores y vencidos; pero donde – reitero una vez más - no hubo ni buenos ni malos; sino espíritus fanatizados, irresponsablemente “envenenados” por las soflamas demagógicas de aquellos “politicastros de turno”, de ambos bandos – insisto una vez más -. Españoles, unos y otros evidentemente equivocados. ¿Estaban algunos “braceros” torrijeños, convertidos en flamantes propietarios de tierras, por mor de la Ley de Reforma Agraria de 1932 y de las arbitrariedades del I.R.A, lo suficientemente preparados para asumir su nuevo “rol”? ¡Evidentemente,

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Imagen de la Calle Mayor con una casa bombardeada por las tropas

nacionales en 1936

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no...! Los entonces nuevos terratenientes se dedicaron más a frecuentar las tabernas del “Tío Chivito” y del “Tío Pajarito” que a labrar sus tierras. Sumidos en los seculares analfabetismo e ignorancia, como gran parte de los españoles, fueron propicio “caldo de cultivo” para que aquella “Clase Política de Intelectuales” ejerciese su rancia demagogia amparada en el lema “La tierra para el que la trabaja”... Y el encono insuflado irresponsablemente derivó en la mal entendida “lucha de clases”, en el enfrentamiento fratricida entre quienes, no hacía mucho, habían sido pacíficos vecinos. El paradigma de aquel odio injusto e irracional que tiñó de sangre hermana los pueblos y ciudades de nuestra España se plasma, sin duda, en Torrijos, con el martirio de aquel párroco ejemplar, dechado de santa caridad cristiana y amor por sus feligreses, don Liberio González Nombela, hoy beatificado; y del bando republicano, el asesinato “revestido de alevosía, revanchismo e injusticia” del médico titular republicano don Agustín Rivera Cebolla; sin olvidar la condena a muerte, posteriormente permutada por cadena perpetua, de uno de los maestros nacionales que dejó huella indeleble y recuerdo imperecedero entre sus alumnos de Torrijos, don Manuel Carmona Campos, aquel maestro “freinetiano” que educó a gran parte de nuestros mayores, alguno de ellos aún vivo... Las circunstancias que rodearon a la condena a muerte de los dos médicos de Torrijos, don José Físcer Barbeyto y don Agustín Rivera Cebolla están perfectamente relatadas y documentadas al final del libro. Don Paulino- Francisco Longobardo González, tío-abuelo de un servidor - ¡por qué negarlo...-, a la sazón veterinario y Alcalde del Ayuntamiento de Torrijos, en marzo de 1940, ordenó, mediante público pregón, la comparecencia en la Casa Consistorial de todos aquellos vecinos que deseasen firmar voluntariamente un escrito “en el que se hacía constar la mala

conducta de los médicos juzgados”, que sería presentado ante los tribunales militares. Un centenar de firmas, junto a testimonios cobardemente falsos, fueron decisivos para la crudelísima e injusta sentencia de ambos colegas y amigos. Don José tuvo más suerte; pues fue condenado a 30 años de prisión mayor, mientras que don Agustín era fusilado en uno de los patios de la cárcel madrileña de Santa Rita al amanecer del 23 de agosto de 1944. ¡Había trascurrido más de un lustro desde aquel famoso “parte de guerra”, del 1 de abril de 1939, del “Día de la Victoria”; pero el odio, el rencor, la venganza, los más viles sentimientos de la condición humana seguían evidentemente presentes... Para finalizar estas reflexiones, embargado por el agridulce sabor de la tristeza y de la esperanza en una España totalmente reconciliada y hermanada por el mutuo perdón; pues aún, en nuestros días, se siguen escuchando diatribas tan desdichadas como las recientes de la Asamblea de Madrid; al socaire de las resonancias sugeridoras de este extraordinario libro, vaya por delante, Juan Antonio, la más sincera enhorabuena de mis compañeros y la de este tu amigo, como sencillo reconocimiento a tu labor de historiador, unida al ferviente deseo de que tus próximas obras sobre Gerindote y Santa Olalla sean concebidas con las mismas constantes y virtudes narrativas que ésta. ¡Ánimo y adelante...!

Julio Longobardo Carrillo Presidente de la Asociación

“Amigos de la Colegiata de Torrijos” Académico de la Real Academia de Bellas

Artes y Ciencias Históricas de Toledo y de la Academia de Historia y Arte de

Torrijos

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La antigua plaza de San Pedro, actual plaza de los Mártires, situada en el centro de Santa Olalla, es uno de los lugares con mayor encanto de esta villa. Esto se debe a algunas de sus construcciones, entre las que destaca la iglesia de San Pedro con su campanario y la antigua fuente de piedra que hay en el centro. En algunos documentos del archivo municipal se da constancia de la existencia de una fuente dentro de la villa al menos desde el siglo XVI. Así queda reflejado, además, en las relaciones topográficas de Felipe II realizadas para Santa Olalla el 8 de febrero de 1576, la pregunta veintitrés del cuestionario dice: “Si es abundoso o falto de aguas y las fuentes o lagunas señaladas que en el dicho pueblo y sus términos hubiese; y si no hay ríos ni fuentes de donde beben y a donde van a moler”; a la que se responde: “Al vigésimo tercio se responde ques abundosa esta villa de agua natural de pozos dulces e de una fuente questa en ella, e van a moler a Tajo, questa a tres leguas y a unos molinos en termino de Maqueda en un arroyo a media legua desta villa”. El agua de la fuente venia desde un manantial natural, la fuente de Almorquín, mediante una cañería que recorría el camino de Alcabón y la calle Toledo hasta llegar a la plaza de la fuente. Nada conocemos de aquella fuente original, a nuestros días ha llegado una singular fuente ejecutada en el siglo XIX, en los últimos años del reinado de Isabel II.

En el primer proyecto realizado por Santiago Martín y fechado en Toledo el 30 octubre de 1867, aparece el diseño del pilón, que visto desde el aire, tiene forma de cruz de Malta, el árbol de la fuente con sus cuatro caños dorados, con sus respectivos cilindros de piedra dentro de la fuente para apoyar los cántaros mientras se llenaban, y la cúspide de la fuente donde encontrábamos una piedra de granito y un florón de hierro fundido.

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LA FUENTE GRANDE DE SANTA OLALLA

Trazado de la cañería en un plano de 1867

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Este primer proyecto se ejecutó íntegramente, prueba de ello es que los elementos retirados para modificarle han estado hasta hace poco junto a la fuente, pero no contentos con él encontramos una modificación firmada también por Santiago Martín y fechada en Toledo el 11 de agosto de 1868. Se sustituyó la cúspide por un elemento más llamativo y que la hace distinta de todas las fuentes de su época que en la comarca se conservan, un singular pináculo de fundición con un plato en el que cae el agua, toda esta pieza decorada con bellos relieves florales. No muy lejos de ella, en su pequeño jardín octogonal se conservan cuatro piedras con eslabones donde se ataban los borricos y las mulas mientras descansaban o bebían. En el año 1997 se restauró la fuente grande de la plaza y al año siguiente la fuente del Higo, inaugurada en 1934. Junto a la fuente de la Higueruela, situada en una finca del término municipal, son los únicos testigos que han sobrevivido de la antigua red de surtidores de Santa Olalla que incluía además el abrevadero, el caño, los lavaderos y la fuente de la Glorieta. Las fuentes han sido escenario de las más pictóricas escenas de la vida popular de la villa y es que ya se sabe que "tanto va el cántaro a la fuente...".

Josué López Muñoz

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Proyecto inicial de 1867 Proyecto modificado de 1868

Fuente del Higo, de 1934 Manantial y Fuente de la Higueruela

Comarca

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Continuación...

JUANA MENDOZA “LA RICAHEMBRA” Pertenece a una de las familias más nobles de Castilla, y más concretamente de

Guadalajara, la familia de los Mendoza, a la cual pertenecieron personas tan conocidas como don Iñigo López de Mendoza (marqués de Santillana), o el Cardenal Mendoza, al que en la época de los Reyes católicos se conocía con el sobrenombre de El Tercer Rey de España. El ascenso de esta familia se debió a la existencia de unos hidalgos que supieron sacar partido de las luchas y enfrentamientos de las diferentes casas nobiliarias, así como saber establecer matrimonios de conveniencia, pasando a formar parte de las grandes casas nobiliarias. Pero también a la influencia real que les apoyó en numerosas e importantes ocasiones. Por todo ello hay que destacar la sagacidad y astucia política que mostraron en todo momento.

Juana de Mendoza era hija de Pedro González de Mendoza, personaje que destacó en la

famosa batalla contra los portugueses en Aljubarrota, perdida por Castilla en 1385, la única que Portugal derrotó a Castilla.

Nació esta señora en Guadalajara en 1352. Debió poseer además de una gran fortuna por su casa, una importante fama por su belleza, por lo que fue cortejada por numerosos pretendientes. Pero supo negarse en casi todas las ocasiones, unos dicen que por su orgullo, otros por no encontrar la persona que le agradase, pero desde luego los pretendientes fueron numerosos. Finalmente se casó con el ricohombre Diego Gómez Manrique de Lara, el cual era Adelantado Mayor de Castilla, cargo que tenía competencias judiciales y gubernativas sobre una zona determinada.. Quedó viuda muy joven, y siendo como era de una gran riqueza, la aumentó con las enormes propiedades dejadas por su marido. Su fuerte temperamento debió ser famoso, como famoso fue el mal carácter de todos los Mendoza, lo cual se comprueba en la escena que Juana mantuvo con Alonso Enríquez, hijo del Almirante de Castilla, aspirante a casarse con ella, que, además, contaba con el apoyo del rey, la cual al ser pretendida por este noble y ella negarse, él preguntó las razones por las no aceptaba casarse con él. Entonces Juana le

respondió que “ella no se casaría con el hijo de una marrana”, ya que su padre le había engendrado de una judía conversa. En ese momento Alonso instintivamente la dio una bofetada de tal categoría que hizo que Juana perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

Esta es la razón por la que el rey Fernando el Católico era descendiente de judíos, al ser

hijo de Juana Enríquez, esposa de Juan II de Aragón. Lo mismo que Teresa Enríquez, al ser hija de Fadrique Enríquez. Todos ellos descendientes de aquella hermosa judía.

Inmediatamente después del manotazo los soldados detuvieron a Alonso, el cual temía

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CUATRO “JUANAS” ILUSTRES DE LA EDAD MEDIA

Iñigo López de Mendoza

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que le mandara ejecutar inmediatamente, conociendo como conocía las reacciones de la dama. Juana ordenó que viniera un sacerdote, pero entonces sucedió algo que muestra el carácter de esta mujer, pues en vez de pedirle al sacerdote que confesara al enamorado impulsivo antes de ejecutarle, Juana le ordenó que los casara "pues no se dijese que hombre alguno había puesto la mano en ella no siendo su marido". Frase que puede ser cierta o surgida como una leyenda, según hemos visto respecto a la que se dedicó a don Álvaro, lo que indica de todos modos el proceder de esta mujer, que de ser cierta muestra un orgullo sin par.

Dado el carácter de esta mujer es normal que el matrimonio se resintiera en ocasiones y

hubiera momentos en que la separación parecía inminente, pero el amor que se tenían solventaba todas las malas situaciones.

Una escena que muestra también la personalidad de esta mujer refiere el hecho de que en

una ocasión que su marido llegaba al castillo a altas horas de la noche, estando ya el puente bajado, ella se negó a subirlo, “pues no se dijese que hombre alguno había puesto la mano en ella no siendo su marido".

Los tiempos estaban muy revueltos y las pelean eran frecuentes, por lo que la vida de estos

personajes estaban en continua incertidumbre. No extrañe que estas ausencias hicieran que una mujer de las características de Juana Pimentel fuese la encargada de llevar ella las riendas de las enormes haciendas que eran propiedad del matrimonio. Manejaba las cuentas de manera increíble y sabía llevar los libros de forma tal que no necesitaba administrador. Cosa inhabitual en una mujer en aquellos tiempos.

Respecto a esta ilustre dama, el desaparecido historiador

franciscano, Manuel de Castro y Castro (autor de un inmejorable estudio sobre Gutierre de Cárdenas), en su interesante trabajo sobre “El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia y los Enríquez, Almirantes de Castilla”, nos habla de esta mujer, indicando que el mencionado monasterio fue comenzado por Enrique II de Castilla (el asesino de Pedro I, su hermanastro) y su mujer, doña Juana Manuel, pero al morir muy pronto, el patronato de la obra pasó a su sobrino don Alfonso Enríquez y a su esposa, doña Juana Mendoza, la Ricahembra de Guadalajara, los cuales hacia el año 1395 comenzaron la construcción de la iglesia que se ve en la actualidad. Pero cuando fue nombrado Almirante de Castilla las obras adquirieron un ritmo acelerado, ya que se pretendía que el mencionado monasterio fuera panteón de los Almirantes de Castilla.

Fue, pues, en el interior de los muros de este monasterio

donde se inicia la ilustre saga de los Enríquez, antepasados de nuestra Teresa, que como se ve procede de una de las más insignes y preclaras familias de la Edad Media. En este monasterio se encuentra el famoso Cristo Yacente, con un realismo impresionante, al que Unamuno dedicó uno de los sonetos más conocidos de la poesía española.

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Monasterio de Santa Clara de Palencia

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JUANA LA BELTRANEJA: “LA EXCELENTE SEÑORA” De las cuatro Juanas a las que estoy haciendo referencia, ésta es indudablemente la más

desgraciada de todas, la que más pena me da, pues pudiendo haber sido reina, quedó reducida a la situación de enclaustrada en Portugal. Una mujer que fue el vaivén de algunos nobles castellanos y del rey portugués, que por enfrentarse a Castilla se puso al lado de Juana.

Nacida en 1462, fue la única hija del rey de Castilla Enrique IV, “El Impotente” y de Juana de Portugal, su segunda mujer. Enrique había estado casado en primer lugar con Blanca de Navarra, a la cual repudió por no tener descendencia. A causa de la falta de heredero directo, algunos nobles habían comenzado a ponerse del lado de su hermano Alfonso y de Isabel, por lo que se le aconsejó que contrajera un segundo matrimonio, cosa que se realizó en 1455, casando con Juana de Portugal, la cual era hija de los reyes portugueses. La madre de Juana, fue una portuguesa demasiado alegre y dada a llevar una vida llena de desenfrenos en la corte, junto a un grupo de damas que llegaron con ella y que dieron numerosos escándalos, por lo que la fama de mujer atrevida y de comportamiento indecoroso corrió como un reguero de pólvora por todo el reino. La niña nació a los siete años de matrimonio, siendo jurada Princesa de Asturias a los pocos meses, y más tarde heredera al trono de Castilla.

Tiempo después sus enemigos le acusaron de impotencia sexual al objeto de que pudiera

reinar su medio hermano Alfonso y tras la muerte imprevista de este príncipe, lo fue Isabel, más tarde llamada La Católica. Los nobles pensaban que podrían manejar a estos niños, por lo que hicieron lo posible para que Juana fuera considerada hija de un noble llamado Beltrán de La Cueva, con lo que a esta hija de Enrique la apodaron vejatoriamente La Beltraneja. Este don Beltrán llegó a tener una enorme influencia en la corte, y de manera especial con la reina. Su poder fue inmenso y llegó a ser nombrado duque de Alburquerque y Maestre de Santiago, cargo este último apetecido por todos los nobles.

Pero lo cierto es que había entre los nobles una lucha de poderosos intereses por hacerse

con el gobierno de Castilla, a causa de la abulia mostrada por el rey, que se preocupaba más por salir de cacería, reunirse con prostitutas y otros asuntos insignificantes, que por los que de verdad interesaban a Castilla.

Se inicia una revuelta entre la nobleza, llegando a un acuerdo en el llamado Tratado de

Los Toros de Guisando por el cual se declaraba heredera a Isabel, hermana de Enrique IV, en detrimento de la verdadera hija, Juana.

Pero dos años después se reinician los enfrentamientos, y Enrique reconoce a Juana como

su heredera al trono, iniciándose una guerra civil que duró tres años.

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Juana la Beltraneja

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Entre los que se pusieron al lado de Isabel se encontraban de forma destacada don Gutierre de Cárdenas, que por entonces había entrado como ayudante de la princesa Isabel, Gonzalo Chacón (tío de don Gutierre) y otros nobles que se encontraban disconformes con la preponderancia del marqués de Villena, así como de Beltrán de la Cueva. Más tarde el arzobispo Carrillo se unió a este bando.

Juana había sido reconocida como reina por Juan Pacheco, marqués de Villena; el duque

de Arévalo, así como el marqués de Cádiz, el Maestre de Calatrava, y el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, pero cuando vio el rumbo favorable a Isabel se pasó a su lado.

Juana mostró sus buenos deseos por evitar la guerra civil, lo cual puede observarse en el

manifiesto que remitió a las villas del reino: “Luego por los tres estados de estos dichos mis reinos, e por personas escogidas dellos de buena fama e conciencia que sean sin sospecha, se vea libre e determine por justicia a quien estos dichos mis reinos pertenecen; porque se excusen todos rigores e rompimientos de guerra”.

De nada sirvieron estas buenas intenciones. Inmediatamente se inicia la guerra entre los

partidarios de Juana y los de Isabel. Juana estaba auxiliada por el rey de Portugal Alfonso V, tío de Juana, quien había solicitado dispensa al Papa para contraer matrimonio con su sobrina, y que actuaba como verdadero rey de Castilla por los derechos de su futura esposa.

Pero su ejército fue derrotado por el castellano en las batallas de Toro y Albuera y

posteriormente, en el tratado de Alcobaça renunció a sus derechos y a los de Juana, y a contraer matrimonio con ella, dándose a Juana un plazo de varios meses para contraer matrimonio o entrar en un convento.

Juana se sintió traicionada por todos.

Decepcionada, se retiró al monasterio de Santa Clara en Coimbra. De manera un tanto extraña, o como medio de demostrar un poder sobre Juana, Isabel y Fernando enviaron como testigos de la promesa de votos a Fray Hernando de Talavera, así como a otros ilustres personajes.

Sin embargo, a Juana, a pesar de su delicada

situación en el monasterio no le faltaron pretendientes para contraer matrimonio, entre los que se encontró Fernando El Católico, pues a la muerte de su esposa Isabel trató de hacer lo imposible para evitar que su yerno Felipe El Hermoso llegase a reinar en Castilla, reconociendo implícitamente de esta manera los derechos de Juana La Beltraneja al trono de Castilla. Afortunadamente Juana no aceptó esta proposición, pues habría sido una manera indigna de aceptar por esposo a quien durante tanto tiempo la había acusado de hija ilegítima de Enrique IV.

Durante muchos períodos residió en Coimbra, aunque a veces marchaba a Lisboa, y jamás

renunció a ser titulada reina, y siempre firmaba sus cartas y comunicaciones con “Yo, la reina”. Nada se sabe del lugar en que se encuentran sus restos, lo cual nos daría una exacta idea acerca de la veracidad o falsedad de la paternidad de Enrique utilizando los medios técnicos actuales para conocer la verdad.

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Monasterio de Santa Clara. Coimbra

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Sin duda, esta mujer pudo haber sido reina, si no hubiera existido una campaña de desprestigio contra su verdadero padre, una más de las que se han realizado para hacerse con el trono. Algo semejante a la campaña que se realizó contra Pedro I de Castilla. En ambos casos se supo sacar partido a unos medios propagandísticos para hacerse con el trono.

De nada sirve decir que Isabel de

Castilla ha sido una de las personas más importantes en el gobierno de España. Sin duda fue una gran reina, uno de los casos más grandes en el gobierno de España, pero eso no evita considerarla como usurpadora del trono de Castilla en perjuicio de su sobrina Juana, “La Mochacha”, como solía llamarla despectivamente.

Juana fue considerada por muchos

historiadores verdadera hija de Enrique, y recibió los sobrenombres de “La Excelente Señora” en Portugal y “La Dama del Velo”, en Castilla.

Jesús María Ruiz-Ayúcar

De la Academia de Historia y Arte de Torrijos De la Real Academia de Ciencias Históricas de Toledo

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA: Julio Valdeón Baruque: Los Trastámaras.-Temas de Hoy—2201 Manuel Barrios: Pero I El Cruel.- Temas de Hoy.- 2001 Pedro Voltes: Historia Inaudita de España.- Plaza y Janés.- 1984 Pedro López de Ayala: Crónica de los Reyes de Castilla.- BAE.- 1953 Luis Suárez: Enrique IV.- Ariel.- 2001 Luis Suárez: Isabel La Católica.- Ariel.- 2000 José Luis Martín: Isabel La Católica.- Diputación Ávila.- 2001 Almudena de Arteaga: La Beltraneja.- La esfera de los libros.- 2001 Orestes Ferrara: Un Pleito Sucesorio.- Ediciones La Nave.- 1945 Ramón Menéndez Pidal (Dir): Historia de España.- Tomo XIV.- Espasa Calpe.- Gonzalo Chacón: Crónica de don Álvaro de Luna.- Espasa Calpe.- 1940 María Jesús Fuente: Reinas Medievales.- La Esfera de los Libros.- 2004 Fernando González-Doria: Las Reinas de España.- Trigo Ediciones.- 1999 Vicenta Márquez de la Plata, otro: Reinas Medievales Españolas.- Edit Aderabán 2000

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Isabel I de Castilla

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A las 8 de la noche del domingo 16 de mayo de 1.745, en su casa de la calle de Alcalá de Madrid, moría Dª Ana Spínola de la Cerda, hija de los marqueses de los Balbases, viuda del X duque de Maqueda D. Joaquín Guadalupe Ponce de León Lencastre (otras formas pueden leerse para este apellido anglo-lusitano) y Cárdenas, con quien había casado el 9 de noviembre de 1.716; fueron las segundas nupcias del duque. D. Joaquín Guadalupe había fallecido el 18 de marzo de 1.729. Del matrimonio ducal, al tiempo del fallecimiento de D. Joaquín Guadalupe, quedaban cuatro hijos: D. Joaquín Cayetano, D. Manuel, D. Francisco y D. Antonio. A la muerte de la madre, Dª Ana, ya sólo sobrevivían dos hijos, el uno D. Francisco, entonces XIII duque de Maqueda, también duque de Arcos y otros títulos y D. Antonio, duque de Baños y, por los acuerdos del tiempo de la abuela Dª Mª Guadalupe (la IX duquesa de Maqueda) también heredero de la casa ducal portuguesa de Aveiro (los Elencastre, Lencastre o Lancaster). Eran premorientes de la madre, Dª Ana, los otros dos hermanos: D. Joaquín Cayetano, el mayor y XI duque de Maqueda, fallecido el 2 de agosto de 1.743 y D. Manuel, el XII duque de Maqueda, fallecido en 1.744. Centrada así con precisión la situación familiar de la Casa ducal de Maqueda en el ecuador del siglo XVIII, momento de la muerte de Dª Ana Spínola de la Cerda, volvamos al asunto del fallecimiento de la

duquesa. El cadáver debía depositarse inicialmente en la capilla de Nuestra Señora de los Remedios de la Iglesia de San Ginés, en la Capital del Reino y, después de su consumición, trasladarse a Ávila, junto a su esposo, enterrado en el Convento de Carmelitas de San José (primera fundación de Santa Teresa) de aquella ciudad y concretamente en la capilla de San Lázaro donde están enterrados los parientes de la Santa. Por una parte la duquesa manda, en sus disposiciones post mortem, que en ese traslado le acompañen dos capellanes de la Iglesia del Santísimo de Torrijos; por otra parte manda se digan misas en sufragio por su alma en la citada Iglesia de Torrijos y en el Convento de San Francisco (de Santa María) de la misma Villa. La vinculación afectivo-piadosa entre Dª Ana y Torrijos se manifiesta, también, con el envío al Cristo de la Sangre (Hospital de la Santísima Trinidad) de “cuatro estatuas pequeñas de plata compradas en Madrid a Florencio Kelly, a modo de pajes, con cornucopias y mecheros para luces, siempre para el altar.” El envío de las estatuas de plata al Hospital de Torrijos, aunque se lleva a cabo pocos años antes de la muerte de D. ª Ana, procedía del testamento (7 de abril de 1729) de su esposo D. Joaquín Guadalupe, dictado por ella, postmortem de él y conforme al poder (17 de marzo de 1729) que el finado le había otorgado en el lecho de muerte.

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ALONSO DE GRANAALONSO DE GRANA ESCULTOR DE CÁMARA REAL, AUTOR DE UNA VIRGEN DE LA SOLEDAD PARA LA IGLESIA DEL

SACRAMENTO DE TORRIJOS

Señoríos

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Es obligado aclarar que Florencio Kelly fue un cirujano, oculista de la Casa Real, de origen irlandés (sus padres eran naturales de Galway), formado en París, que fue parte del grupo de extranjeros llegados a España en los albores del siglo XVIII con la venida de Felipe V, formando parte del séquito del monarca. Documentado (por primera vez por el Dr. D. Carlos de Valle Inclán “El léxico anatómico de Porras y de Martín Martínez” en “Archivos Iberoamericanos de historia de la Medicina y Antropología medica”, nº 4, año 1.952) en Madrid desde 1.703, como disector en el Teatro Anatómico del Hospital General de la Corte. Florencio Kelly además de dedicarse a las tareas propias de su profesión como profesor de anatomía (“disector regio”), era un gran coleccionista de arte, pintura y objetos, y practicaba la compra y la venta en este ámbito, operando de marchante de arte y de importantes joyas (la propia reina Isabel de Farnesio era cliente suyo-“mercader de la Reina”-así como los reyes y miembros de la nobleza),lo que explica la aparición de su nombre en la adquisición que la duquesa viuda de Maqueda hace de las cuatro estatuas de plata para el Cristo de la Sangre de Torrijos. En el museo del Prado pueden admirarse algunos importantes cuadros de la colección de los Kelly, el padre Florencio y el hijo Juan Kelly López de Haro, heredero de la colección del padre y continuador de la actividad como coleccionista y marchante. Citaremos sólo uno de dichos cuadros, que forma parte, cada navidad, de nuestra entrañable iconografía: “La adoración de los pastores” de Bartolomé Esteban Murillo. Precisamente fue a la muerte de Juan Kelly cuando su viuda vendió (año 1764) a Carlos III, por intermediación de Antón Rafael Mengs, entonces en Madrid, los importantes cuadros que hoy podemos contemplar en la museo del Prado.

Florencio Kelly, fallecido el 6 de julio de 1.732, ha pasado a la historia de la Medicina del siglo XVIII en España, junto, entre otros, a Martín Martínez Pérez, médico de Felipe V, y autor de numerosos libros de Medicina, el más importante de ellos: Anatomía completa del hombre, con todos los hallazgos, nuevas doctrinas y observaciones raras hasta el tiempo presente, y muchas advertencias necesarias para la cirugía según el método con que se explica en nuestro teatro de Madrid. Año 1728, en el que muchos de sus conocimientos se atribuyen a su proximidad a Florencio Kelly (como de alguna forma confiesa el título descrito) que había traído a España su formación parisina, y la impartía en el citado Teatro anatómico de Madrid. Después de la obligada aclaración sobre un personaje interesante y curioso cuya biografía, creemos, está por hacer, retomemos el tema de las operaciones post mortem de la duquesa viuda de Maqueda. Los meses siguientes a la muerte de D.ª Ana, tras los funerales en los que ella había prohibido “convites, pompas y vanidad”, el contador de su Casa, D. José de Lizarazu se ocupa de los pagos de deudas y mandas propios de la testamentaría. Al llegar el mes de diciembre de 1.746, le toca el turno, en las obligaciones de pagos de la testamentaría de la difunta duquesa D.ª Ana, al escultor ALONSO DE GRANA, al que la Casa ducal debe abonar la hechura de dos imágenes, que fueron encargo de la finada D.ª Ana; una de ellas, San Pío V, para la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Convento de dominicos de Valencia de Don Juan (León). Téngase en cuenta que Pío V fue dominico y que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario fue instituida por este Papa con motivo de la victoria de Lepanto; asimismo que el título de Condes de Valencia de Don Juan fue ostentado durante algunas generaciones por

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los mismos titulares que el de Duque de Maqueda. La otra hechura: Nuestra Señora de la Soledad para la Iglesia del Sacramento de Torrijos. El importe a abonar para las dos hechuras es de 4.500 reales de vellón. Es todo un capítulo interesante para la historia de la Casa ducal el origen financiero del capital que soportó los pagos post mortem de la duquesa y, en particular, el pago al escultor de la torrijeña imagen de la Virgen de la Soledad. Renunciamos a desarrollarlo en detalle por razones de espacio y pertinencia, pero apuntamos en resumen la cuestión: los pagos los efectuaba en última instancia D. José Alfaro, a la sazón depositario del importe de la venta de la cabaña lanar leonesa trashumante y en aquel momento puesta al esquileo en Riaza, de señorío de la Casa ducal. Pero ¿quién es ese escultor, Alonso de Grana, con taller en Madrid, a quien la duquesa confía la “echura” (sic.) de Torrijos? No se trata de un escultor cualquiera. Puede rastrearse su biografía en las indispensables obras de Juan Agustín Céan Bermúdez “Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España”, del año 1.800, (6 volúmenes) y de Fernando Araujo Gómez “Historia de la escultura en España desde principios del siglo XVI hasta fines del XVIII y causas de su decadencia”, del año 1.885 y más modernamente en los estudios de la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, María Luisa Tárraga Baldó, en las referencias que citamos en la bibliografía de este artículo. Es a esta investigadora a la que seguimos en esta parte del artículo (lo relativo a la biografía de Alonso de Grana).

De antiguo se sabía que era su origen Valladolid y que pasó a Madrid a principios del siglo XVIII con el primer Borbón en el Trono. Ceán Bermúdez lo califica como “uno de los mejores profesores de las provincias” de los que llegaron a Madrid en esa época, aporta la fecha de su muerte (con error de un año) y el hecho de que fue enterrado en la parroquia de San Martín. Este autor decimonónico dice que labró cuatro esculturas para la balaustrada del Palacio Real, también cabezas de máscaras, labradas en piedra de Colmenar, con destino a las ventanas del piso principal del mismo Palacio. Más obras en Madrid de Alonso de Grana: tres conchas para las mismas ventanas, un trofeo de guerra para las sobre-ventanas de la escalera principal del Palacio. Una Santa Ana para la desaparecida Iglesia de Santa María (de la Almudena) la más antigua de Madrid y de la que es heredera la actual Catedral, se derribó en 1868. Imágenes de San Benito y Santa Escolástica para la Iglesia del Monasterio de Montserrat (aclaramos que de Madrid y que esta Iglesia monacal sí se conserva). Un San Juan Nepumoceno para la Iglesia de San Bernardo. Creemos que se trata de la iglesia del convento de Santa Ana, conocido también por convento de San Bernardo por ser de monjes bernardos cistercienses, fundado en 1596 por D. Alonso de Peralta, contador de Felipe II, sobre el edificio que había sido hasta 1587 el primer “Hospital de Convalecientes” (también nombrado de San Bernardo) de España, se derribó en 1846. Dos ángeles sosteniendo las lámparas para los Premonstratenses (orden religiosa de canónigos regulares de Prémontré, fundada por San Norberto en 1120, popularmente conocidos por Mostenses, también desaparecida su Iglesia en 1811). “Cuatro hechuras de unos santos mártires que están colocados en el oratorio de damas de la Reina Nuestra Señora en el Retiro”; estatuas de reyes: Recesvinto, Fruela II, Alfonso IX y Doña Berenguela, todas ellas

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con destino a las balaustradas del Palacio Real; relieves: Gedeón (el quinto de los Jueces de los judíos), para decorar el exterior del muro de la capilla del mismo Palacio, y “La Medicina” (inacabado) para la Galería principal del repetido Palacio. La aportación documental a las obras dichas de Alonso de Grana es fruto, además de los citados Ceán Bermúdez y Araujo Gómez, del catedrático de la Universidad de Valladolid, hoy jubilado, Francisco Javier de la Plaza Santiago en su tesis en la misma Universidad del año 1.975: “Investigaciones sobre el Palacio Real Nuevo de Madrid” (Publicaciones del Departamento de Historia del Arte, de dicha Universidad), y de la investigadora citada Tárraga Baldó. De todas las obras citadas unas han desaparecido y otras son de imposible identificación: cabezas de máscaras, conchas, estatuas de reyes… se conservan y están identificadas las de la Iglesia del monasterio de Montserrat de Madrid (calle de San Bernardo). En cuanto a los detalles biográficos de Alonso de Grana, además de los escuetos datos hasta aquí citados de los autores dichos, hacemos ahora un esquema siguiendo las aportaciones de los documentos descubiertos por la tantas veces nombrada investigadora Tárraga Baldó. La partida de bautismo tiene fecha del 2 de

febrero de 1.690 y por lugar Valladolid, Iglesia de San Miguel. La “declaración de pobre de solemnidad” en Madrid el 14 de noviembre de 1.767, nos enseña que, en algunos casos, en España, esculpir, también, es llorar. El documento aporta otros datos: que estaba casado, que su madre era oriunda de Galicia y que vivía en Madrid en la calle de la Manzana (que hoy conserva el nombre).El resto de la documentación investigada por Tárraga Baldó es del Archivo de Palacio: memoriales, cartas de pago, etc. Se deduce de esta documentación que su obrador estaba en su domicilio, la calle de la Manzana citada y que a pesar de su pobreza había sido considerado como eminente escultor. El 5 de julio de 1.733 recibió el título de escultor de cámara de la reina, entonces Isabel de Farnesio, la Parmesana, y en el título se dice “por la especial habilidad de D. Alonso de Grana en el Arte de Escultura como lo tenía acreditado en diferentes obras ejecutadas para su majestad” y en otro lugar se le cita como “sugeto de conocida habilidad en su facultad…” Alonso de Grana había de inventariar y valorar las esculturas en el estado que quedaron después del incendio del Real Alcázar, acaecido en la noche del 24 de diciembre de 1.734. Otros trabajos que tampoco pusieron holgura en la economía de Alonso de Grana fueron las tasaciones periciales de la testamentaría de la viuda de Carlos II, su segunda esposa, Mariana de Neoburgo, fallecida en 1.740 y la testamentaría de Felipe V, fallecido en 1.746. Este último año,1.746, en el que Alonso de Grana cobra (el 23 de diciembre) su trabajo por el encargo

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Dña. Berenguela I de Castilla, obra de Alonso de Grana

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de Dª Ana de Spínola,de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad para la Colegiata de Torrijos, es para el escultor un año intenso: desde abril trabaja en las cabezas de máscaras para el Palacio Real; el 9 de julio muere Felipe V y con el nuevo rey, Fernando VI, consigue el 11 de septiembre la Orden Regia para ocuparse, según había solicitado, de las restauraciones de esculturas del Palacio, trabajo que le ocupará los siguientes diez años, junto a otros escultores como Giovanni Domenico Olivieri y Felipe de Castro que, con diferentes criterios de restauración, pasaron a estar en el mayor favor de la Corte. Dos días después de aquella Orden Regia, el 13 de septiembre de 1.746, es nombrado “escultor de cámara honorario” del nuevo rey. El 14 de febrero de 1.768 muere en Madrid, Alonso de Grana a los 78 años de edad. Había nacido en el reinado de Carlos II, el último Austria y vivido en Madrid, como escultor real, los reinados de Felipe V, Luis I, Fernando VI y Carlos III. El dos veces nombrado escultor de cámara real, en 1.733 de la reina Isabel de Farnesio y en 1.746 del rey Fernando VI, había hecho poco tiempo antes de esta última fecha una imagen de Nuestra Señora de la Soledad para la Iglesia del Santísimo Sacramento de la Villa de Torrijos. La información que aportamos en el presente artículo, sobre donaciones de la Casa de Maqueda en Torrijos (cuatro estatuas de plata y una imagen de La Soledad) es fruto de nuestra investigación en el año 2.006 y con su publicación ahora hemos querido colaborar, desde la historia local de Torrijos, a la identificación y conocimiento de una obra más, de las pocas identificables que se conservan e inédita, del escultor real Alonso de Grana y la atribución de una autoría más del patrimonio artístico torrijeño.

Fuentes: Bibliografía: libros o revistas, además de las obras citadas en el texto. Sobre Florencio Kelly - “Una colección de pinturas compradas por Carlos III”. Mercedes Águeda Villar, en El Arte en tiempos de Carlos III (IV Jornadas de Arte) Madrid, C.S.I.C. Departamento de Historia del Arte “Diego Velázquez”. 1989 - Los orígenes del Teatro Anatómico de Madrid (1689-1728).José Pardo Tomás y Alvar Martínez Vidal. Revista Asclepio. Vol. XLIX, 1-1997. C.S.I.C. - El Hospital General de Madrid en el siglo XVIII. Juan Manuel Núñez Olarte. Año 1999; C.S.I.C. (Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia, nº 19) Sobre Alonso de Grana - Mª Luisa Tárraga Baldó: “Giovanni Domenico Olivieri y el taller de escultura del Palacio Real”. Madrid, 1.992. “El escultor vallisoletano Alonso de Grana” en Estudios de Arte. Homenaje a Martín González. 1.995. “Alfonso de Grana y la restauración de la colección real de escultura en el siglo XVIII” en Archivo Español de Arte. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Departamento de Historia del Arte “Diego Velázquez”.Instituto de Historia. Tomo LXXVII, nº 305, Enero-Marzo 2.004. Fuentes primarias de lo aportado por el autor de este artículo: APM. Sigs. Prots. 14.953 y 14.954. Los datos y precisiones: fechas, genealogía, etc. de la familia ducal de Maqueda, apuntados al comienzo de este artículo, proceden de diversas fuentes primarias consultadas por este autor.

Fco. G. Gómez de Agüero

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José Moreno (¿Madrid?, hacia 1630/1637 – Burgos, 1677) fue un refinado pintor madrileño de la segunda mitad del siglo XVII (1). Por los documentos que conservamos sobre su vida y obra, debió de nacer en Madrid, donde residían y tenían casa propia sus padres, el ensamblador Felipe Moreno y su segunda mujer Hipólita del Castillo, casados hacia 1627 o 1628, pues, según se deduce del testamento de Felipe redactado en 1652, en éste último año fue bautizado su hijo Juan, hermano del pintor. Juan siguió la carrera militar, sirvió al rey Felipe IV en la guerra de Cataluña y cuando su madre hizo testamento en 1665 no se tenían noticias suyas, de modo que José vino a quedar como único heredero de su madre y de las casas que por línea paterna la familia tenía en la Puerta del Sol de Madrid. Aunque Palomino señala a Francisco de Solís como su maestro (2), es poco lo que se sabe de su formación como pintor, a excepción de que su madre nombró al pintor Juan Montero de Rojas y al grabador Gregorio Fosmann como testamentarios junto con su propio hijo. Pero el estilo de Moreno no puede vincularse al de Montero de Rojas, siendo más bien reflejo del complejo mundo de influencias de la escuela de Madrid, guiada por los grandes maestros Juan Carreño de Miranda, Francisco Rizi y Francisco de Herrera el Mozo, y seguida

por un nutrido grupo de cualificados discípulos que en muchos casos fallecieron muy jóvenes. Uno de ellos podría haber sido José Moreno, que al morir podía tener entre 37 y 30 años aproximadamente. El colorido claro de su pintura, con delicados tonos malvas, grises plateados y carmines, los efectos de profundidad conseguidos con los contrastes de luz y sombra, y los plegados amplios recuerdan en ocasiones el estilo de su contemporáneo Juan Antonio Frías y Escalante. Por una errónea información antigua de Antonio Palomino se venía considerando que José Moreno había nacido en Burgos (3). No fue así, aunque el pintor se trasladó a la ciudad castellana en 1674 y residía en ella cuando en 1677 otorgó varios documentos de donación y de testamento poco antes de morir a finales de dicho año. Las razones del traslado a Burgos no están completamente claras. En 1674 realizó para los frailes Dominicos del convento de San Pablo cuatro lienzos para dos retablos de su iglesia, firmados en dicho año y parcialmente conservados en la parroquia de Quintanadueñas (Burgos) (4). Por el codicilo de 3 de noviembre

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TRES LIENZOS DEL PINTOR JOSÉ MORENO PARA EL RETABLO DEL

SANTÍSIMO CRISTO DE LA SANGRE DE TORRIJOS

José Moreno. Visitación. Año 1662 Museo del Prado, depósito en el Museo de Burgos

Continuación...

Colaboración

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de 1677 se sabe que Moreno mantuvo su actividad profesional en Burgos, realizando varios encargos para clientes particulares (5). Unos meses antes, el 30 de mayo de 1677 había hecho donación de las casas de la Puerta del Sol de Madrid a los frailes Franciscanos Mínimos del convento de la Victoria de la Villa y Corte, obligándose éstos a dar al pintor una renta vitalicia de 1200 reales anuales y a fundar una memoria de dos misas semanales que

debía ser trasladada allí donde muriera el donante y donde los Franciscanos Mínimos le dieran sepultura. Falleció Moreno después del 3 de diciembre de 1677, día en que dio poder a los Mínimos de Madrid para cobrar las rentas vencidas de las casas madrileñas, y dentro de dicho mes según consta por una diligencia del escribano burgalés José Gutiérrez del Campo. El óbito ocurrió en el hospital de la Concepción de Burgos y el entierro se celebró bajo el púlpito del presbiterio de la iglesia burgalesa de los Mínimos, dando así cumplimiento al acuerdo del pintor con los Mínimos de Madrid (6).

Una probable causa del afianzamiento del pintor en Burgos y de su desprendimiento de las casas de Madrid estriba en una curiosa nota del reverso del testamento de su padre fechado en 1652, en la que se indica que José Moreno tomó el hábito de San Benito en el monasterio de San Pedro de Cárdena (7). Sin embargo no hay certeza sobre esta afirmación de los escribanos, pues, de haber sido cierta, lo más natural es que Moreno no hubiera muerto en el hospital de la Concepción. Además, en los libros de gradas (o de profesiones) del monasterio de Cárdena no consta ningún José Moreno en los años 1674-1677 (8).

Ismael Gutiérrez Pastor Departamento de Historia y Teoría del Arte.

Universidad Autónoma de Madrid.

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1. Para todo lo relativo a la biografía revisada y a la obra de Moreno, véase mi artículo “El pintor José Moreno (c. 1630/1637 – 1677): revisión de su vida y nuevas obras”, en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (Universidad Autónoma de Madrid), vol. xvii, 2005

2. Antonio Palomino de Castro y Velasco. El Museo pictórico y la escala óptica (1726). Madrid, edic. Aguilar, 1947, p. 976

3. Palomino de Castro y Velasco, op. cit., edic. 1947, p. 976. 4. Alberto C. Ibáñez Pérez, “Obras del pintor José Moreno en Quintanadueñas (Burgos)”, en Boletín del

Seminario de Arte y Arqueología (Valladolid), 1977, pp. 491-494. Ismael Gutiérrez Pastor, “Iconografía de la Inmaculada Concepción en dos interpretaciones de José Moreno”, en Estudios de Historia del Arte. Homenaje al profesor D. Alberto C. Ibáñez Pérez. Burgos, Universidad de Burgos, 2005, pp. 373-379.

5. Gutiérrez Pastor, “José Moreno..., 2005, p. 70. 6. Resulta curioso, quizá fruto del azar y de la mucha devoción, que el retablo del Santísimo Cristo de Sangre

de Torrijos esté coronado fuera de su estructura por un lienzo de la Virgen de la Soledad de la Victoria, dotado de un fastuoso marco del siglo XVIII. La Virgen de la Soledad fue la principal devoción del convento de los Franciscanos Mínimos de la Victoria de Madrid, a quien Moreno hizo donación de sus casas en la Puerta del Sol.

7. Ibidem, p. 69. Los documentos del Archivo Histórico Nacional de Madrid (sección Clero, libro 7765) están cargados de información suficiente como para resolver muchos aspectos de la biografía de Moreno. Sin embargo, fueron parcialmente utilizados por el marqués de Saltillo, quien con ello contribuyó a mantener los errores de Palomino.

8. Así se deduce al menos del trabajo de Ernesto Zaragoza Pascual, “Libros de gradas de benedictinos profesos en monasterios burgaleses (1436-1833)”, en Studia Monastica 31 (1989), vol. i, fasc. 2, pp. 283-295. El autor advierte del estado incompleto en el que los documentos de los monasterios burgaleses.

NOTAS

Hospital de la Concepción de Burgos

Colaboración

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Al hilo de la exitosa emisión de la serie Isabel, que ha venido emitiendo TVE esta temporada, nos ha parecido interesante hacer un repaso a aquella filmografía que retratase la figura de la católica Reina. En una primera hojeada, sorprende comprobar que una personalidad de semejante relevancia en nuestra Historia no haya sido objeto de un mayor interés por parte de la industria cinematográfica. Por el contrario, ha sido habitualmente relegada a roles secundarios a la hora de abordar otros temas coetáneos como el final de la Reconquista, la biografía de su hija Juana y, sobretodo, el descubrimiento de América.

Casi con toda seguridad, la primera aparición de Isabel I de Castilla, como personaje, en celuloide tuvo lugar en los albores del cine mudo, en concreto en un cortometraje titulado Christophe Colomb (1904, Vincent Lorant-Heilbronn). Rodado por la pionera productora francesa Pathé, se trataba de un curioso y rudimentario experimento de extraordinaria simpleza. Existen otras dos películas mudas de temática colombina en las que también se incluyen escenas en la corte de los Reyes Católicos: una americana, The Coming of Columbus (1912, Collin Campbell), y

una producción hispano-francesa, La Vida de Cristóbal Colón y su descubrimiento de América (1916, Emile Bourgeois) En la década de los años cuarenta se prosigue con este mismo argumento en sendos títulos a un lado y a otro del charco. En primer lugar, una producción argentina, pero de director español, llamada La Carabela de la Ilusión (1945, Benito Perojo), en la que el papel de Isabel corría a cargo de la actriz Pilar Muñoz; y tres años después, en Inglaterra, donde se realiza Christophe Colomb (1949, David MacDonald) siendo ésta interpretada por Florence Eldridge. Ya en España, y siguiendo los inconfundibles recursos estilísticos de la productora Cifesa -decorados en cartón-piedra y diálogos ampulosos y grandilocuentes-, Juan de Orduña dirige Locura de Amor (1948), en la que se retrata la vida de la reina Juana y su tormentosa relación con su marido Felipe el Hermoso. Aquí, la aparición del personaje de Isabel se limita al momento de su muerte, erróneamente ubicada en el Castillo de la Mota (sí ocurrió en Medina del Campo, pero en el Palacio Real). Pocos años después, Orduña retoma el género histórico en Alba de América (1951), una hagiografía de Colón con rivetes imperialistas, en la que por fín el papel de Isabel adquiere una presencia de mayor peso en el guión. La gran Amparo

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LA REINA ISABEL I EN EL CINE

Filmografía

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Rivelles era la encargada de dar vida a la reina. Quizá la película que más profundiza en la biografía de Isabel sea La Espada Negra (1976, Francisco Rovira Beleta), rodada en varias localizaciones reales y con un magnífico elenco de actores españoles. La cinta repasa algunos de los acontecimientos más relevantes de su vida como la guerra contra su hermanastro Enrique IV, el Pacto de los Toros de Guisando o su matrimonio con Fernando de Aragón. En 1992, con ocasión del V Centenario del viaje de Colón, coinciden en la pantalla dos superproducciones americanas con desigual fortuna. Por un lado, 1492 La Conquista del Paraíso (Ridley Scott) de notable factura técnica y una memorable banda sonora de Vangelis; y por otro Cristobal Colón, el Descubrimiento (John Glen) que pasó desapercibida en la taquilla pese a contar con Marlon Brando en el papel de Torquemada. Sigourney Weaver y Rachel Ward, respectivamente, interpretaron a la reina. De nuevo en España, y ya en años más recientes, nos encontramos con otros dos nuevos ejemplos de cine histórico. El primero fue un biopic de su afamada hija, con el título de Juana La Loca (2001, Vicente Aranda) tristemente recordada por las incoherencias de su director, que no dudaba en eliminar el yugo y las flechas del escudo regio, símbolos de los Reyes Católicos. Y el segundo, y último hasta la fecha, ha sido La reina Isabel en persona (2006, Rafael Gordon), una interesante y arriesgada aproximación al personaje, ya que se trata de un largo monólogo en un único escenario, donde la actriz Isabel Ordaz va desgranando la vida de Isabel a modo de retrospectiva, haciendo balance de sus logros políticos y sociales.

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Filmografía

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También en la pequeña pantalla encontramos varios trabajos que incluyen apariciones de la Reina Católica. En 1985, el director italiano Alberto Lattuada abordó la vida del navegante genovés en una serie de televisión que contaba con un reparto internacional, en el que destacaba la actriz americana Faye Dunaway quien, caracterizada como reina Isabel en el cerco de Granada, no dudaba en calzarse una coraza metálica presta para el combate. Pocos años después, una ambiciosa serie española de ocho capítulos, titulada Requiem por Granada (1990, Vicente Escrivá), narraba la historia de los últimos años del reino nazarí y las intrigas internas entre Boabdil y su tío El Zagal. Como curiosidad cabe señalar que, para situar al espectador en la corte de los Reyes Católicos, se recurría a un plano del castillo de Malpica. Posteriormente, una producción de la televisión por cable HBO dedicaba a Isabel de Castilla un episodio de Royal Diaries (2000), una miniserie en la que retrataba la vida de diversas reinas célebres, desde Cleopatra hasta la emperatriz Sissí. Pensada para un público adolescente, la narración se centra en la juventud de Isabel, la guerra de sucesión castellana y su elección de marido. Y ya por último, este año 2012, es de agradecer que Isabel, una serie que aúna estimables dosis de rigor histórico con unas convincentes interpretaciones de los actores más veteranos, haya sabido despertar el interés por la Historia de España en un buen número de espectadores, además de poner cara a nuestro paisano Gutierre de Cárdenas, Señor de Torrijos.

Javier Sánchez de Rivera

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Fotograma de la serie Isabel en el momento que D. Gutierre de Cárdenas (Pere Ponce) presenta a Isabel (Michelle Jenner) al príncipe Fernando de Aragón con el famoso “Ese es”

Filmografía

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Don Ramón de la Cruz, uno de los dramaturgos más célebres del XVIII, ubicó la trama de uno de sus sainetes en Novés, en un día de fiesta

Corpus de 1768. El público madrileño espera impaciente a que comience la función de la compañía de Juan Ponce en el Teatro del Príncipe (ubicado donde en la actualidad está el Teatro Español). Pero esta vez el escenario del sainete que ha escrito don Ramón de la Cruz no les enseña su ciudad: no les lleva al Paseo del Prado, al Rastro o a la Pradera de San Isidro. En esta ocasión les lleva a una plaza de un pueblo toledano, donde varios danzantes bailan al son del tamboril y la dulzaina delante del atrio de la iglesia. Están en Novés. Campano, el alguacil, entra corriendo en escena y se dirige a un majo de capa: “¡Señor maestro!¡Señor maestro!”. Ibarro, el barbero, le contesta: “¿Qué trae usted tan aprisa?”. Y el alguacil le plantea el problema: “Que está rabiando el alcalde porque son las ocho y media de la mañana y teniendo que ir a las nueve a la iglesia y luego a la procesión, ha ocho días que no se afeita, y está desde amanecer aguardando a que usté fuera para quitarle las barbas y atusarle la melena”.

Así comienza el sainete ‘Los alcaldes de Novés’, una buena muestra de lo que eran estas piezas cortas de teatro, que tenían una marcada impronta costumbrista –muchas veces vinculada a Madrid- y que entroncan con el género de la zarzuela y traen a la memoria los cuadros de majos de Goya. Precisamente Goya y el autor de este sainete, don Ramón de la Cruz, eran muy amigos. Pero además de mostrar las costumbres del pueblo, estos sainetes llevaban mensaje. En este caso hay una clara defensa de la industria nacional de manto de bayeta y tafetán frente a la moda importada de las mantillas de muselina. Ramón de la Cruz aprovecha el día de fiesta para exponer el ‘conflicto’. Empieza cuando una de las mujeres del pueblo, Mariana, dice a su amiga Gertrudis, que tiene una mantilla de muselina para estrenar en la procesión. Y que se la ha traído su novio el barberillo de la capital. “A Madril envió por ella como un duque”, presume. Luego van repasando las mantillas de las otras vecinas y el autor ya introduce una primera defensora del producto nacional en boca de la amiga, de Gertrudis. “Yo tomara una buena de bayeta de aquí y estaría tan contenta”. Después aparecen los alcaldes de Novés, Merino es el alcalde del estado noble (representa a la clase privilegiada) y Callejo es el alcalde del estado llano. A ellos acude una alborotada señora Bastos. “¡Ay, lo que he visto!”, exclama, “¡la más tremenda, la más formidable cosa!”. Su entrada le permite al autor hacer algunos de los chistes de la obra, pues los alcaldes le preguntan si es que ha llovido dinero, si hay un poeta rico, una suegra amada o si el sastre ha dicho una verdad. Pero lo que ha visto la señora Bastos es otra cosa. “He

SE ABRE EL TELÓN Y APARECE … NOVÉS

Baile de máscaras en el Teatro del Príncipe

Comarca

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visto que por mi puerta pasó una mujer con manto”, aclara, “diez años ha que no había visto cosa como ella”. La mujer que lleva el manto es Paula, es forastera y provoca las burlas de las otras mujeres del pueblo que tachan de antigua esa prenda. “¿No ves qué ridiculeza que trae manto?”, se mofa una. “Mirad muchachas, ¡qué cernícalo cruza la plaza!”, se ríe otra. Al final se provoca tan alboroto en la plaza delante de la iglesia que tienen que intervenir los alcaldes. “¿Qué ruido es éste? Alguaciles, haced que nadie se mueva ni se escape de la plaza hasta que el motivo sepa”, ordena Merino. Se produce entonces una especie de juicio. El militar Chinica defiende las propiedades textiles de la muselina: “En verano no sofoca por ligera, y con los aires del invierno tampoco, porque se pega”. El abogado espejo replica que la muselina “confunde la nobleza de las damas y equivoca a las lindas con las feas, a las altas con las bajas y a las malas con las buenas”. Paula valora que el manto enseña poco y eso ayuda al cortejo: “¿Creen ustedes que los usos de las mantillas aumentan nuestros hechizos? ¡Que error!”. Y lo argumenta. “¿Qué hombre cuerdo habrá que quiera pretender a una mujer que no le ha costado verla ni el paseo de la calle, ni el acecho de la reja, ni el brujuleo del manto, ni el esperar de las fiestas, porque todo su trabajo es parecer

petimetra, y si no la buscan, ir buscando donde la vean?”, explica, “a fe que mejor sabían el arte nuestras abuelas, que si enseñaban un dedo había de ser con su cuenta y razón”. Pero el tema económico también importa y la defensa de la industria del país. La anciana Joaquina así lo advierte: “Desde que se introdujo la muselina se observa que no vale el pan barato porque no hay buenas cosechas”. El alcalde del Estado llano comenta que “en Novés la fábrica de bayetas no sirve, porque se van a Madrid o a Talavera a comprar la muselina y el dinero se lo llevan”. Y si no es bayeta, el abogado Espejo defiende que sea “tafetán de Toledo o de Valencia, que ahorra el agua y el jabón y suele durar por peñas”. Con todos estos argumentos, el alcalde del estado noble anuncia que se dispondrá un bando en el que obligará a pagar a las mujeres que lleven mantilla dos pesetas para mantener a los pobres y les prohíbe la entrada a la iglesia: “Pues la misma decencia es que vayan con mantilla que el que vayan descubiertas, que vayan como los hombres con peluquín a la iglesia, y que estén los sacristanes desde las nueve a la puerta y no las dejen entrar”. Pero además de hacer un discurso proteccionista, el dramaturgo don Ramón de la Cruz nos da varias pistas de cómo eran las fiestas del Corpus en el siglo XVIII.

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Maqueta de un teatro del siglo XVIII

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Grabado alegoría del Corpus Christi

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En la obra se cuenta que a las cuatro y media empiezan los toros. Y los alcaldes mandan a los alguaciles por las calles antes de la procesión para que vigilen si “están adornadas con decencia”. ‘Los alcaldes de Novés’ fue recopilado por Emilio Cotarelo y Mori en su obra ‘Sainetes de don Ramón de la Cruz en su mayoría inéditos’ publicada en Madrid en 1915. Según nota del autor, el legajo que contenía el sainete permanecía inédito en la Biblioteca Municipal de Madrid. ‘Los alcaldes de Novés’ es uno de los cientos de sainetes que escribió don Ramón de la Cruz (se cuentan por más de 500). Sólo en 1768 se contabilizan 18 obras de su autoría. Para satisfacer al público, las compañías de teatro tenían que estar renovando

constantemente las obras que representaban, contratando textos nuevos a los autores. Los sainetes se representaban en el intermedio de las obras largas mientras se hacía el cambio de decorado. En la época en la que se escribe y representa ‘Los alcaldes de Novés’ las técnicas escenográficas daban más posibilidades para la representación de estos intermedios gracias a los telones pintados que se alzaban, sustituyendo el sistema de cortinas laterales. La compañía de Juan Ponce, para la que escribió don Ramón de la Cruz, hacía sus funciones en el mítico Teatro del Príncipe, un teatro a la italiana que se construyó donde antes se hallaba un corral de comedias. No sería de extrañar que su tablado acogiera en el XVIII la representación de ‘Los alcaldes de Novés’. Tras el incendio de 1802 se levantó en su lugar el actual Teatro Español.

Luis Jacinto Gómez Escobar Francisco Javier Fuentes

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Ramón de la Cruz

Teatro Español levantado sobre el Teatro del Príncipe

Comarca

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Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 significaron el fin de la monarquía de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República en España. Tanto los monárquicos como los republicanos se encontraron con una situación imprevisible para ellos mismos porque la convocatoria electoral se había convertido en un plebiscito acerca del régimen político: monarquía o república; algo que en principio no estaba previsto. Más que una corriente de opinión, el republicanismo parecía una epidemia política que no se detenía ante nada ni ante nadie. Concejales y alcaldes monárquicos, empresarios, artistas, toreros, escritores, por aquello de seguir la moda, decían beber los vientos de la república. La perplejidad y el vértigo del cambio político llevaron a la clase más conservadora a buscar soluciones audaces e imaginativas, como ocurriera en Santa Olalla con la familia Sacristán. El empresario de la construcción, Quintín Sacristán, gozaba de un gran prestigio en este sector industrial. Su grupo empresarial, que competía a nivel nacional con otras grandes soc iedades , desp lazaba semanalmente desde Santa Olalla a Madrid más cien obreros locales que edificaban viviendas castrenses, iglesias o conventos en la capital. Esta saga estaba muy bien relacionada con la aristocracia, la burguesía y el clero. Había logrado licencias, a nivel nacional, para construir viviendas de militares en toda España, merced al apoyo que le dispensaba el general Saro. Sin embargo, todo cambiará con la instauración de la Segunda República en 1931. Cuantos contratos castrenses que le habían sido adjudicados fueron suspendidos por el nuevo gobierno republicano. Las edificaciones ya iniciadas en Zaragoza y

Valencia quedaron paralizadas, y la boyante empresa daría en quiebra, con la consiguiente repercusión laboral entre los obreros de la villa. Vivió Santa Olalla una azarosa y convulsiva proclamación de la Segunda República motivada por las ansias de ostentar el poder. Por una parte, el último alcalde monárquico, Pedro Hierro; por otra del moderado Manuel Arroyo, apoyado por la poderosa familia Sacristán, y por ultimo, la candidatura republicano-socialista, con Lorenzo Navarro a la cabeza. En realidad, en los pueblos pequeños las elecciones no tuvieron un marcado cariz político, sino más bien administrativo. De ahí que en muchos ayuntamientos los concejales fueran nombrados por el artículo 29 de la ley electoral. Se presentaban igual número de candidatos que de concejales correspondían al municipio y ya no era necesario votar. Fueron semanas de transición hacía la normalidad política, sin saber muy bien en qué podría consistir aquel cambio de régimen. Ante el vacío de poder creado, como ocurriera en gran parte de las zonas rurales de toda España, tras la impugnación de las primeras elecciones municipales, el bastón de mando del Ayuntamiento de Santa Olalla fue detentado por los grupos políticos citados que se lo arrebataban uno a otro, casi de manera clandestina. Ocurrió que el gobernador publicó una orden, siguiendo instrucciones recibidas del Gobierno de la República, para que en las localidades donde se hubieran falseado las elecciones municipales, deberían ser impugnadas en un determinado plazo. Y al igual que Santa Olalla, en más de setenta localidades toledanas, que impugnaron el resultado, se repitieron elecciones el día 31

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LA CONTROVERTIDA PROCLAMACION DE LA II REPÚBLICA EN SANTA OLALLA

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de mayo de 1931. Por ello, en este espacio de tiempo, de abril a mayo, todos querían entrar en la Corporación, aunque fuera provisionalmente para manejar los resortes de la política municipal y salir con ventaja en los siguientes comicios.

A los pocos días después de la celebración de los c i tados sufragios del mes de abril, el antiguo alcalde m o n á r q u i c o , Pedro Hierro, en t r e gó e l gobierno del Ayuntamiento, que ostentaba a t r a v é s d e l artículo 29 de la ley electoral, a “un grupo de o b r e r o s socialistas que se personaron

en el Consistorio con una orden del gobernador civil”, según reza el libro de actas.(1) Pero el grupo Manuel Arroyo y Quintín Sacristán no quedaron conformen con esa designación provisional y buscaron auxilio en el alcalde de Toledo, José Ballester, líder provincial del Partido Republicano Radical Socialista, y en amigos militares de alta graduación afincados en Madrid. El grupo de Sacristán preparó un “desembarco” multitudinario llegado en camiones desde Madrid, con baile y fuegos artificiales en la plaza. Así, Manuel Arroyo Fernández fue proclamado alcalde de manera provisional, a la espera de la celebración de los nuevos comicios del 31 de mayo de 1931. El periódico católico El Castellano, políticamente más afín a la candidatura de la familia Hierro que a socialistas y Sacristanes, difundió la noticia a través de la siguiente reseña:

Se dio aviso a la Guardia Civil de Santa Cruz de Retamar, al ver pasar a tres camiones ocupados por obreros de Santa Olalla, y que se encuentran trabajando en Madrid para la sociedad constructora Sacristán hermanos. Salió la Benemérita a las afueras de esta localidad, adonde llegaron en primer término don Quintín Sacristán Fuentes, don Ramiro Irazábal y otro señor que manifestó ser comandante del Estado Mayor, exhibiendo su carnet. Dijo que traía orden de la superioridad para que se entregara el mando del Ayuntamiento a los convecinos, don Manuel Arroyo, don Félix Sánchez Caro y don Jacinto Muñoz. Cuando esto sucedía, se aproximaron los camiones citados, descendiendo unos 80 hombres, que fueron registrados uno por uno, sin encontrarles armas. Como su aptitud era pacífica se les permitió la entrada al pueblo, que hicieron por distintas calles. Los nuevos representantes del Municipio organizaron un baile en la plaza pública, disparando unos veinte cohetes en plan de diversión, hasta que a media noche se retiraron a sus domicilios. En las fechas que transcurren entre el 13 de abril y el 31 de mayo, las fuerzas políticas se echaron a la calle y removieron a las masas para ser elegidos en las nuevas, y definitivas, elecciones con un punto de mira: gobernar el Ayuntamiento. En aquella segunda campaña electoral, Alonso, Villarrubia y Muñoz, líderes socialistas toledanos, dieron un mitin el primero de mayo en Santa Olalla. Parece ser que aquel acto intentó ser boicoteado y los incidentes fueron recogidos por la prensa provincial socialista: Lo que ocurre en Santa Olalla es intolerable. Allí, sin duda por una mala información, se había nombrado para la Comisión a elementos que en las últimas elecciones se presentaron como monárquicos. Pero no conformes con esto, seguían empleando

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todos los viejos y ruines procedimientos caciquiles a que estaban acostumbrados durante el régimen monárquico. El citado mitin se celebró en presencia de cuatro o cinco serenos armados con carabinas, que sin duda eran del célebre Pedro Hierro. Por otra parte, el alcalde Manuel Arroyo, elemento a las órdenes del nuevo republicano Sacristán Fuentes, trató de impedir la celebración del acto. Y no conformes aún, los señores caciques de Santa Olalla, se ocuparon de pagar a un numeroso grupo de pobres gentes para insultar a los oradores. Aunque a pesar de todo, el acto se celebró, porque, felizmente en estos tiempos, todas las actuaciones caciquiles, para impedirlos, son aguijonazos de mosquitos o, cuando más, coces de burros que no llegan a quien van dirigidas. ¡ Enhorabuena, señores sacristanes sin parroquia! Antes de celebrarse los comicios del 31 de mayo de 1931, Quintín Sacristán se desplazó desde su residencia en Madrid hasta Santa Olalla. Comenzó su campaña electoral, para la candidatura de su socio Manuel Arroyo, que ya ejercía de alcalde en funciones, con un acto público que contó con una multitudinaria presencia de sus paisanos en la plaza de la localidad. Así resumía la prensa provincial el discurso del empresario: En su turno de oradores, Quintín Sacristán ofreció para los más necesitados del pueblo una finca con quinientas fanegas para que fueran distribuidas en parcelas y explotadas por pequeños propietarios. Les instó a que formasen un Sindicato agrario con una caja de resistencia y se ofreció a ellos como trabajador e hijo del pueblo por quien en todo momento está dispuesto a dar su vida. Como se sabe, el pueblo quiso dar su nombre a una calle de la localidad, pero el orador agradecía más que fuera conservado el recuerdo de su nombre, allá en el fondo de sus almas.

Sin duda el periodista del artículo citado se refería a la finca Salamanquilla que Quintín Sacristán y Manuel Arroyo acaban de adquirir hacía menos de un año tras la conflictiva herencia de doña Elisa. Pero las promesas electorales de repartir la tierra entre pequeños propietarios fueron pura demagogia. Una vez celebrados los comicios, que a continuación narramos y consegu idos los propósitos pe r segu i dos con la oferta, n o h u b o reparto de tierra alguna. El resultado de las nuevas elecciones del 31 de mayo de 1931 abrieron la puerta de la a l ca l d í a a Manuel Arroyo, que ya sí fue elegido popularmente, representando al Partido Republicano Radical Socialista. Sin duda, la buena relación que la familia Sacristán mantenía con el líder provincial de dicha formación política, José Ballester, alcalde de Toledo, les animó para afiliarse a la misma y poder defender mejor sus intereses empresariales. El citado periódico toledano se equivocó porque las nuevas elecciones del 31 de mayo de 1931 llevaron al Consistorio a Manuel Arroyo, que fue elegido ya, de manera democrática. Su futura trayectoria política al frente del pueblo le quitó la razón al rotativo del Arzobispado. Manuel Arroyo no “fue un elemento a las órdenes de nadie”. Con acierto y moderación gobernó el Ayuntamiento de Santa Olalla, desde el 31 de mayo de 1931 hasta el 12 de junio de 1934. Pertenecía al Partido Republicano Radical Socialista, que a pesar de su

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nombre era moderado. Sin apenas tiempo de haber superado tanto sobresalto, el día 20 de junio de 1931, ocurrieron unos sucesos que marcaron negativamente el devenir de este periodo republicano en Santa Olalla. Al caer la tarde, una gran manifestación popular se disponía a recibir a sus paisanos, Serafín y Quintín Sacristán Fuentes que viajaban desde Toledo, en compañía del alcalde de la capital, José Ballester. Las elecciones a Cortes Constituyentes del día 28 de junio de 1931 estaban próximas y este candidato intensificaba su campaña por los pueblos. Su trabajo se vio recompensado días después con su elección como diputado por Toledo. Una multitud de más de 600 santaolalleros, con banderas y banda de música, salieron a recibirles. Caminaron por la carretera de Madrid hasta casi un kilómetro, en dirección a la localidad de Maqueda. Cuando el vehículo que transportaba a los políticos llegó hasta donde estaba la muchedumbre, se apearon sus ocupantes, entre vítores y aclamaciones, para dirigirse todos juntos de vuelta al centro de la villa donde estaba planificado un mitin que nunca llegó a celebrarse. El ruido de la música, los gritos de niños y mayores, las canciones y eslóganes electorales, impidieron oír el ronco ruido de un motor que se acercaba y les embestiría por detrás. Una camioneta de transporte, cargada de pellejos con vino, “circulaba a una velocidad excesiva”, en opinión de abogado y testigo presencial de los hechos, Félix Sánchez Caro. El conductor se azaró con los gritos y en vez de pisar el freno, insistió con el acelerador. La máquina se detuvo cuando la inmovilizaron los cuerpos atropellados. El resultado fue de cuatro muertos y más de una veintena de heridos. En opinión del alcalde Manuel Arroyo, del presidente de la Sociedad Obrera “La Palanca” y de otras personalidades del

pueblo que presenciaron los hechos, fue el exceso de velocidad la causa primera de la catástrofe, así como la poca luz natural existente a esas horas del día. El ocupante Jacinto Martín manifestó que al llegar a una pequeña curva, advirtieron que habían arrollado a un grupo de personas. Intentaron abrir las puertas, pero una multitud se les echó encima con navajas, cornetas, banderas y todo tipo de objetos punzantes. El terror de la multitud fue indescriptible y “de pronto la indignación se acrecienta cuando se oyen voces de que aquello ha sido preparado por enemigos políticos de la localidad. Un grupo de exaltados se arrojó sobre el camión y después de sacar a su conductor lo acribillan a puñaladas...”, narraba el diario católico El Castellano. La Guardia civil condujo al conductor, agonizante, hasta una posada a la entrada del pueblo, donde falleció. También, uno de los acompañantes resultó gravemente herido. El tercero huyó campo a través y se entregó posteriormente a la Benemérita del puesto de Torrijos. Días después, el director general de Seguridad, el torrijeño señor Gallarza, manifestó a los periodistas que había recibido la visita del señor Sacristán. Le transmitió su preocupación por la excitación existente en el vecindario. Como se culpaba a ciertos vecinos de ser los inductores del desgraciado suceso, temía que se produjeran nuevos incidentes. Para clarificar la situación envió a tres de sus agentes a realizar una exhaustiva investigación. Se personaron en el hospital de Toledo para interrogar al ocupante de la camioneta, Jacinto Martín Cabra, confirmando la veracidad de que los hechos no fueron planificados. Éste tampoco conocía a los hipotéticos inductores, Julio Hierro Abad, Pedro Muñoz y Ernesto de la Vega. Las investigaciones concluyeron con la averiguación de que el señor Hierro se

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encontraba en Toledo el día que ocurrieron los hechos visitando a un hijo que allí tenía estudiando. Por su parte, el señor Muñoz se encontraba el día de autos en Madrid gestionando la apertura de una carnicería. El número de heridos ascendió a casi una treintena, entre los que se encontraba Quintín Sacristán que fue trasladado a Madrid con lesiones en ambos muslos y perdida severa de piel. En el momento del atropello iba del brazo del alcalde de Toledo, y un empujón del santaolallero evitó otro posible herido en la persona del primer edil. Tanto el gobernador civil, señor Botella, como el presidente de la diputación, el médico torrijeño señor Fiscer hicieron acto de presencia. Nada más llegar ordenaron que el cadáver del conductor fuera trasladado al depósito judicial. Después se trasladaron al domicilio de la fallecida Primitiva López Alarcón, esforzándose en calmar al colérico padre de la joven que quería tomarse la justicia por su mano contra los supuestos implicados. Regresaron a Toledo de madrugada, una vez comprobado que los ánimos estaban más calmados. Tanto en Santa Olalla como en las poblaciones cercanas los ánimos estaban un poco soliviantados, por ello el alcalde Manuel Arroyo publicó el siguiente bando: Que vistas las causas de la terrible desgracia, y llegados a mí los murmullos y versiones que circulan por mi querido pueblo, pido serenamente que ayuden a las autoridades a conservar el orden que tanto se quiere y desea. Se acaben de una vez los rencores que puedan existir. Ha llegado la hora de que todos, absolutamente todos, sin distinción de clases, debemos evitar más desgracias. De no ser así, en días muy cercanos podrá ocurrir otra nueva. No creáis que nadie de este pueblo ha sido capaz de aconsejar un hecho tan lamentable como el ocurrido. Si el mitin anunciado se hubiera celebrado a su hora, 8 de la tarde, a las 10 h. hubiera terminado el acto, y lejos de

donde ocurrieron los hechos, nada hubiera acontecido, pues sólo la fatalidad trajo esta desgracia. ¡Habitantes de Santa Olalla! Acudo a vosotros para que contribuyáis a socorrer a las víctimas con la iniciativa tomada por el digno gobernador de esta provincia. Os repito a todos, tranquilidad, unión y cordura. Santa Olalla a 23 de junio de 1931.

Durante varios días Santa Olalla estuvo tomada por 32 guardias civiles comandados por dos tenientes. También vinieron agentes de la policía llegados de Madrid para esclarecer los hechos y averiguar la autoría de los individuos que mataron al conductor. El juez de Instrucción de Escalona, Eugenio Moro, se desplazó personalmente al lugar de los hechos para instruir diligencias y detener a los autores de la muerte del conductor, circunstancia esta que no se llegó a producir nunca.

Juan Antonio Morales Gutiérrez

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Primitiva López Alarcón

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Un Ayuntamiento Un Ayuntamiento de todosde todos

Excmo. Ayuntamiento de Torrijos (Toledo)Excmo. Ayuntamiento de Torrijos (Toledo)


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