1
E D I T O R I A L
BARRIO JUAN XXIII—CALLE 6 DE JUNIO NO. 0344 TEL. 664-2325— EMAIL [email protected] — PADRES MISIONEROS REDENTORISTAS — TARIJA -BOLIVIA
Tarija,11 de Agosto
de 2013
Volumen 1, no. 11
Año de la Fe:
MARIA SANTISIMA
Teólogos y
predicadores
deben evitar exa-
geraciones sobre la
imagen de María
Santísima
María es la gran
misionera,
continuadora de la
misión de su Hijo y
formadora de
misioneros
María ayuda a mante-
ner vivas las actitu-
des de atención, de
servicio, de entre-
ga y de gratuidad
Contenido:
María, la mujer que la
Palabra nos muestra 1
María, discípula y
Misionera 2
Documento de apare-
cida no.266-272 2
10 Aspectos que resal-
tan en el documento 3
La devoción a María
Santísima 4
Credo niceno-
constantinopolitano 4
Hermanos y hermanas… María, la mujer que la Palabra nos muestra
El Vaticano II decía a propósito del culto a María: "los teólogos y predicadores eviten con cuidado toda falsa exageración, así como una excesiva estrechez de espíritu al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios" (LG.67). Lo más práctico para moverse en el justo medio es ser guiados por lo que los textos sagrados ofrecen e insinúan. Pablo VI advertía en Marialis cultus sobre "ciertos aspectos de la imagen de María encontrados en escritos
populares....que no tienen relación con la imagen evangélica" de María.
Para acercarnos a María lo primero que hemos de hacer es leer detenidamente los evangelios. Ninguna aparición de María -de las que celebra la Iglesia- dice más y habla mejor sobre María que el evangelio cuando habla de ella. En los evangelios tenemos: la infancia de Jesús, según Lucas y Mateo, el episodio del encuentro de María con Jesús en medio de la predicación de éste, y lo que Juan relata sobre su presencia en el comienzo de la vida pública en las bodas de Caná y sobre su presencia a los pies de la cruz. Y en los Hechos de los apóstoles tenemos, finalmente, la referencia de Lucas a su oración con
los discípulos antes de la venida del Espíritu Santo.
Desde esta contexto muy bíblico - eclesial y estando ya a las puertas de celebrar las fiestas marianas en Bolivia, y sobre todo en Tarija, nuestra mamita de Chaguaya, sería muy oportuno que como fieles devotos a María Santísima y para tener una profunda experiencia de Fe cuestionarnos un poco y reflexionar profundamente sobre mi devoción
a María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo… les propongo preguntarnos juntos
¿Qué aspectos de la vida de la Virgen María me impacta como discípula de Jesús?
¿La devoción mariana que tengo me impulsa a una buena conversión personal ?
¿ Mi fervor mariano me hace un misionero al servicio de mi familia, la comunidad
parroquial, mi vecindario?
En este año de la Fe, que María Santísima acompañe a todos los peregrinos, de manera
especial, a los peregrinos tarijeños en su caminar hacia el santuario de Chaguaya
P. Carlos Alberto Urquizu Perez
2
MARÍA,
DISCIPULA Y
MISIONERA
DOCUMENTO DE APARECIDA
(números 266-272.)
La máxima realización de la
existencia cristiana como un
vivir trinitario de “hijos en el
Hijo” nos es dada en la Virgen María quien, por su fe (cf. Lc
1,45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf. Lc 1,38), así
como por su constante meditación de la Palabra y de las
acciones de Jesús (cf. Lc 2,19.51), es la discípula más
perfecta del Señor1. Interlocutora del Padre en su proyecto
de enviar su Verbo al mundo para la salvación humana,
María, con su fe, llega a ser el primer miembro de la comu-
nidad de los creyentes en Cristo, y también se hace cola-
boradora en el renacimiento espiritual de los discípulos.
Del Evangelio, emerge su figura de mujer libre y fuerte,
conscientemente orientada al verdadero seguimiento de
Cristo. Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la
fe como madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que
le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constan-
te del proyecto del Padre. Alcanzó, así, a estar al pie de la
cruz en una comunión profunda, para entrar plenamente en
el misterio de la Alianza.
Con ella, providencialmente unida a la plenitud de los
tiempos (cf. Gal 4,4), llega a cumplimiento la esperanza de
los pobres y el deseo de salvación. La Virgen de Nazaret
tuvo una misión única en la historia de salvación, conci-
biendo, educando y acompañado a su hijo hasta su sacrifi-
cio definitivo. Desde la cruz, Jesucristo confió a sus
discípulos, representados por Juan, el don de la
maternidad de María, que brota directamente de la hora
pascual de Cristo: “Y desde aquel momento el discípulo la
recibió como suya” (Jn 19,27). Perseverando junto a los
apóstoles a la espera del Espíritu (cf. Hch 1,13-14),
cooperó con el nacimiento de la Iglesia misionera, impri-
miéndole un sello mariano que la identifica hondamente.
Como madre de tantos, fortalece los vínculos fraternos
entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y
ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten
como una familia, la familia de Dios. En María, nos encon-
tramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, como
asimismo con los hermanos.
Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en
torno a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la
convivencia familiar2. María, Madre de la Iglesia, además
de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de
comunión. Uno de los eventos fundamentales de la Iglesia
es cuando el “sí” brotó de María. Ella atrae multitudes a la
comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos a
menudo en los santuarios marianos. Por eso la Iglesia,
como la Virgen María, es madre. Esta visión mariana de la
Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente
funcional o burocrática.
María es la gran misionera, continuadora de la misión de
su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz
al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra
América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto
al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los
dones del Espíritu. Desde entonces, son incontables las
comunidades que han encontrado en ella la inspiración
más cercana para aprender cómo ser discípulos y
misioneros de Jesús. Con gozo, constatamos que se ha
hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos,
entrando profundamente en el tejido de su historia y
acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su
gente. Las diversas advocaciones y los santuarios
esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la
presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo,
manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por
ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y
hermana.
Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y
caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es
ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y
fidelísima del seguimiento de Cristo. Ésta es la hora de la
seguidora más radical de Cristo, de su magisterio
discipular y misionero, al que nos envía el Papa Benedicto
XVI: “María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para
nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a
fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el
Creador del cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida
con viva alegría para decirles en
primer lugar: Permanezcan en la
escuela de María. Inspírense en
sus enseñanzas. Procuren acoger
y guardar dentro del corazón las
luces que ella, por mandato divi-
no, les envía desde lo alto”3.
Ella, que “conservaba todos estos
3
recuerdos y los meditaba en su corazón” (Lc 2,19; cf. 2,51),
nos enseña el primado de la escucha de la Palabra en la
vida del discípulo y misionero. El Magnificat “está entera-
mente tejido por los hilos de la Sagrada Escritura, los hilos
tomados de la Palabra de Dios. Así, se revela que en Ella
la Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de
donde sale y entra con naturalidad. Ella habla y piensa con
la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su
palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además,
así se revela que sus pensamientos están en sintonía con
los pensamientos de Dios, que su querer es un querer
junto con Dios. Estando íntimamente penetrada por la
Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de la
Palabra encarnada”4. Esta familiaridad con el misterio
de Jesús es facilitada por el rezo del Rosario, donde: “el
pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza
del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su
amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes
gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la
madre del Redentor”5.
Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades,
como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas
las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de
gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo.
Indica, además, cuál es la pedagogía para que los pobres,
en cada comunidad cristiana, “se sientan como en su
casa”6. Crea comunión y educa a un estilo de vida
compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogi-
da del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En
nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriqueci-
do y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la
Iglesia y su actitud acogedora, que la
convierte en “casa y escuela de la co-
munión”7 y en espacio espiritual que
prepara para la misión.
1 Cf. LG 53
2 Cf. DP 295
Material de apoyo para la Catequesis Familiar
de Iniciación a la Vida Eucarística – Disponi-
ble en www.inpas.cl 2
3 BENEDICTO XVI, Discurso al final del rezo
del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora
Aparecida, 12 de mayo de 2007.
4 DCE 41
5 RVM 1
6 NMI 50
7 Ibid. 43
10 aspectos que
resalta en el
documento de
Aparecida
Desde este texto en e l documento conclus ivo de la reun ión del CELAM de APARECIDA 2007 , en re-
lación a la Santís ima Virgen María, se destacan aspectos muy re levantes sobre la imagen de Mar-
ía Santísima y que los ci tamos a cont inuación:
1. Es ejemplo de discípu la en la acogida
disponib le de la Pa labra de Dios (266).
2. Por su fe, es e l pr imer miembro de la comunidad de Jesucr is to y colaboradora en el renacimiento espi r i tual de los discípulos (266).
3. Mujer l ib re y fuerte, conscientemente or ien-tada al seguimiento de Jesús (266), " imagen acabada y f idelís ima del segui-miento de Cr is to" (270).
4. Con el la, l lega a su cumpl imiento la esperan-za de los pobres y su deseo de salvac ión (267).
5. Como Madre, forta lece los v ínculos f raternos, al ienta la reconci l iac ión y el perdón, refor-zando así la famil ia de los creyentes (267).
6. La Ig lesia -fami l ia se genera en torno a una Madre que conf iere "alma" y ternura a la convivencia famil iar (268).
7. Es art í f ice de comunión (268): crea la comu-nión y educa en un est i lo de v ida compart i -da y so l idaria , especialmente con los más pobres (271).
8. Es modelo de escucha de la Pa labra para la vida del d iscípulo misionero (271), Madre de la Palabra encarnada.
9. Es la gran mis ionera, especialmente presente en la evangel ización de América Lat ina (269).
10. Ayuda a mantener vivas las act i tudes de atención, servic io, entrega y gratu idad de todo discípu lo (272).
4
La advocación a María Santísima
Nuestra fe y entrega a María no debe estar basada en una de-voción o preferencia de nombres. No fuimos nosotros los que tomamos la iniciativa de dar importancia a la Santísima Virgen. Nosotros solo continuamos algo que el Señor mismo comenzó. Es Él quien la eligió, quien hizo de ella su obra predilecta y la colmó de gracias por sobre toda criatura. Nuestra devoción no se basa en sueños ni fantasías, sino en la fe en la Palabra y obrar de Dios. No tenemos que recurrir a revelaciones priva-das, leyendas o fantasías. Nos basamos en la enseñanza bíbli-
ca, en el dogma y manifestación de María en el pueblo de Dios.
Si quisiéramos, no culminaríamos fácilmente la tarea de enu-merar las gracias que Dios otorgó a la Santísima Virgen. Traigamos a nuestra mente y a nuestro corazón solamente alguno de los dones más significativos que Dios le regaló y que,
en su persona, nos regaló a todos nosotros.
María es singular y única por su relación con la Santísima Trinidad. Es la hija predilecta del Padre Dios, su humilde y fiel sierva – quien no quiere hacer sino su voluntad – es Madre y
esposa del Verbo Encarnado y Santuario Viviente del Espíritu Santo.
Ella es singular y única en su relación con Cristo Jesús. Dios la puso al lado del Señor como segunda Eva, haciendo de ella la ayuda permanente en toda la obra de la redención. Inclu-yendo el inicio, en la encarnación del Verbo, en la culminación de su obra en el sacrificio del Gólgota y en la aplicación de los frutos de su redención. María es madre de Cristo, correden-tora y mediadora de las gracias. Por eso podemos afirmar que en el plan de Dios Cristo y
María, son verdaderamente inseparables.
María es única como encarnación del ideal del hombre redimido. Ella es el vivo retrato del hombre nuevo en su plenitud. Dios quiso mostrarnos en la Inmaculada la victoria total de Cristo, Redentor del hombre. Por ella aplasta la cabeza de la serpiente. La mujer vestida de sol y coronada de estrellas es la señal que Dios hace brillar y que esparce su luz sobre el mundo. Es el signo de esperanza que nos muestra el camino de la salvación como una an-
torcha ardiente y luminosa.
María en singular y única en su relación con la Iglesia, de la cual es, a la vez, miembro más distinguido y Madre bondadosa. Su regazo materno es el refugio de los pecadores y el lugar
de encuentro y unidad para el pueblo de Dios.
En función materna, María nos enseña el auténtico seguimiento de Cristo, es decir, nos ense-ña a escuchar su palabra y ponerla en práctica, diciéndonos siempre: "Haced lo que Él nos diga". (Jn. 2-5) Si queremos saber cómo debe de ser el discípulo del Señor, solamente tene-mos que mirarla a ella. Cuando Dios ama, muestra su amor con hechos. María lo sabe y lo
canta en su "Magnificat": "Porque el Señor ha hecho en mí maravillas". (Lc. 1:49)
Nuestra devoción a María está basada en hechos y en una fe que es en sí un regalo de Dios a los humildes. "Bendita entre todas las mujeres" la aclama incesantemente la Iglesia. "Tú
eres la Gloria de Jerusalén; Tú, la alegría de Israel; Tú, el orgullo de nuestra raza."
Creo en un sólo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajo del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se
hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según
las Escrituras, y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un sólo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén
BAJO TU AMPARO NOS ACOGEMOS SANTA MADRE DE DIOS. NO DESPRECIES LAS SUPLICAS QUE TE DIRIGIMOS EN NUESTRAS NECESIDADES, ANTES BIEN, LIBRANOS DE TODO PELIGRO, OH VIRGEN GLORIOSA Y BENDITA.
RUEGA POR NOSOTROS SANTA MADRE DE DIOS. PARA QUE SEAMOS DIGNOS DE ALCANZAR LAS PROMESAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. AMEN
VIRGENCITA DE CHAGUAYA. RUEGA POR NOSOTROS