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CAMINANDO Y CANTANDO

sobre la mansa barriga de una vieja lagartija

Rubén Urbizagástegui

arteidea editores

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Para

Waira y Záira

con la esperanza

de que no se me mueran

como Geraldo Vandré

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A maneira de apresentação

Ruben:

Sou eu novamente, depois de meu habitual banho noturno. Tu me

pareceste preocupado em definir o teu estilo, tua linguagem. Não

importa o que seja tanto pode ser poesia, prosa, crônica, poecrônica,

crôniemas, prosemas, poeprosas ou o que seja. O importante é que

sensibilize quem leia. Quando eu era professora de História da Arte,

vivi muito esse problema. Alguns alunos se inquietavam diante de

uma obra de arte quando não conseguiam defini-la ou entendê-la.

Eu os tranqüilizava dizendo exatamente o que te escrevi antes. A

essência, a função da arte, mais do que uma crítica social, é

exatamente essa: sensibilizar. A palavra estética, associada

comumente ao belo, na realidade vem de aiesthesis e significa o que

é sensível, o que sensibiliza. Entonces ... esteta = aquele que sente.

Estou dando uma de professora, mas não é. Simplesmente

lembrei esse tempo, os alunos, as aulas, o que me dava imenso

prazer. Mexia comigo. Era algo vivo, muito vivo. E que talvez

nunca mais eu volte a exercitar, pelo menos não em Historia da Arte.

Agora sou apenas espectadora. Lembrei até de Picasso. Contam que

em uma de suas exposições, uma cidadã teria reagido indignada

diante de um quadro dele que retratava uma mulher e teria dito,

reagindo ao cubismo: «isto não é uma mulher». Então Picasso teria

retrucado: «pois é minha senhora, é uma pintura, um quadro, não

uma mulher». É isso aí bichinho. Agora vou dormir na esperança de

ter sonhos contigo: eróticos.

Lena Vania

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A maneira de prólogo

«Meu senhor minha senhora:

Me pediram pra deixar de lado toda tristeza,

pra trazer só alegrias e não falar de pobreza, e mais

prometeram que se eu cantasse feliz

agradava com certeza.

Eu que não posso enganar

misturo tudo que vi,

canto sem competir

partindo da natureza

do lugar onde nasci

faço versos com clareza

não separo dor de amor.

Deixo claro que a firmeza do meu canto

vêm da certeza que tenho

de que o poder que cresce sobre a pobreza

e faz dos fracos riqueza

foi a que me fez cantador».

(Geraldo Vandré: Terra firme)

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CON EL RECUERDO DE UNA MUCHACHA

aún quemando mis pupilas, desesperado me embarqué en

Lima sobre el techo de un camión. Y desperté en Arequipa en

el Hotel Presidente sobre la cama de doña Teresa. Y ella

cantó para mí en quechua lo que yo voy a cantar para ti en

español:

Tengo una pena que me desborda.

A quién pues voy a contar esta mi pena?

Si le cuento a mi padre seguro me regañaría

Si le cuento a mi madre ella comprendería?

A quién pues voy a contar esta mi pena?

Si le cuento al viento

Por los techos en sus alas se lo llevaría

Si le cuento al cerro

En su pecho lo enterraría

Si le cuento al río

En sus aguas se lo llevaría

A quién pues voy a contar esta mi pena?

Mejor silbar muy despacito.

Eso fue lo que cantó para mi Teresa Luna antes de

embarcarme para Juliaca. Y quiero que tú lo sepas puesto que

yo mismo estoy ahora silbando muy despacito.

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ENTRE EL INFINITO DEL CAMINO

y el nerviosismo de las salidas cargué mi mochi1a y partí.

Con pena y alegría subí la Cuesta de Jesús. Mirando cómo a

los costados del camino -en tangente, en paralelo- florecían

las apachetas. Y nunca vi el día amanecer más temprano

como en las pampas de Juliaca. A las 4 de la mañana era tan

claro el día que me daba espanto. Y pregunté por los ojos que

ya estuvieron en este lugar tan apacible. Por aquellos que

todavía cruzarán estos caminos y por esos que nunca más

escucharán cómo canta el viento en estos parajes. En la

primera parada oriné de cara al sol lleno de júbilo por actos

tan sencillos como éste. Y vi mi meandro como una serpiente

congelarse en pleno vuelo. Entonces los compañeros me

dijeron que ese era el castigo de Amaru. Que nunca más

volveré a orinar en este lugar, a esta hora y de cara a este sol

que me deslumbra. Y es verdad que ahora estoy

comprobando. Bien de madrugada escuché el pito de un tren,

el canto del huaychulo y el reloj de la Plaza de Armas de

Juliaca. Aquí descansé tres días. Y entre el café de las

mañanas y 1a lluvia de las tardes canté y toqué charango con

José Parada, Carlos Revolledo, Lucho Agüero. Y una noche

lleno de amor y nostalgia escribí este poema: Para los tres de

Juliaca:

Podría decir esta casa no es mía

pero debajo de tu alero

mi padre extiende sus alas

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y en las cuerdas de tu charango

danza el punto fijo de su mirada.

No sé por qué caminos he venido a tu encuentro

no sé por cuáles caminos partiré de tu abrigo

soy como tú Yanamollete

en el ojo de la tormenta

buscándote buscándome

ai agüita agüita de putina palomitay

como caracol de tierra cargaré para siempre

tu pan dulce la danza de tu charango

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EN PUCARÁ VI COMO SE DORAN LOS TORITOS

cómo salen del horno bravos echando humo y fuego por los

ojos. Cómo los diablos son más diablos en el horno y cómo

salen volando para el mercado. En Sicuani hueso y pellejo

nomás se están muriendo.

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UN MIÉRCOLES DE CENIZA

bien de madrugada pegué un camión y me fui para Ayapata.

Unas 30 personas nos pegábamos en el «Pepicho». Partimos

con desconfianza. Una hora después nos sorprendió una

granizada. Muriéndonos de frío nos pegábamos unos a los

otros compartiendo ponchos, mantas, pellejos. Cómo bebí

tiritando de frío en Macusani. Cómo canté y bailé en la plaza

con las vendedoras de ponche y calentao.

Linda macuseñita

qué tienes qué te sucede

por qué ya no me miran

esos tus lindos ojos

Y borracho con ropa y todo me enterré en mi bolsa de mal

dormir. Tiritando de frío la noche entera mal pude escribir.

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AL DÍA SIGUIENTE SALIMOS PARA AYAPATA

Ya éramos como 50 personas juntas en el «Pepicho». No

tenía espacio para más y todos íbamos de pie: caras negras

quemadas por el sol y las heladas de este invierno. Una hora

después el «Pepicho» encalló en el lodo. Y llenos de barro y

frío, con lazos y palas, con piedras y conjuros, con cánticos y

rezos, silbidos y tonadas, desencallamos el camión. En cada

bajada, en cada curva saltábamos del «Pepicho». Y cómo

sufríamos viéndolo irse lentamente, recular y avanzar, recular

y avanzar para finalmente hacer la curva y descender. No sé

cuántas veces subimos y bajamos subimos y bajamos hasta

que finalmente a las cinco de la tarde llegamos a Ayapata:

Aya = muertos, Pata = rincón. Ayapata, rincón de los muertos.

De pie en la calle principal no supe qué hacer y me puse a

comer un pedazo de pan.

una bandada de pájaros danzan

en las ramas azules de los eucaliptos

ohhh sirititil

qué distante mi corazón de tus festejos

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SIGUIENDO LA SENDA DE UN ARROYO

llegué hasta el río Tupiza. Y donde los ríos se cruzan estuve

mirando las aguas claras y oscuras mezclarse y rechazarse y

finalmente aceptarse. Siguiendo su corriente llegué a Tinta:

una iglesia y dos campanarios. Aquí capturaron a Tupac

Amaru y Fernandito su hijo de seis años. El padre

descuartizado en el Cusco y Fernandito desterrado a morir

tuberculoso en el África. Tan lejos del río Tupiza ay

palomitay. Aquí estuve Fernandito, en las calles de Tinta,

buscando tu memoria. Lenta pasó la tarde. Cerca del río hay

un bosque de retamas. Allí armé mi choza y dormí. Por la

noche escribí este poema para Mónica Pudimat:

Alta y verde retamita

para quién estas amarillando?

en los caminos cerca a los ríos

para quién de fiesta vistes?

Para el loro verde y curvo pájaro de siete lenguas?

para el picaflor ave de largo vuelo?

para el rocotero de caca negra y colorada?

para quién tu saya adornas?

por qué a mí tus ojos no me miran?

pobre y triste forastero

que solitario en los caminos te enamora?

que día a día de amores te requiebra?

Alta y verde retamita

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por qué al chihuaco caso le haces

si de mierda siempre te engalana?

y a1 ruiseñor en tus enaguas escondes

y a1 periquito tartamudo riéndote consuelas

y a mí y a mí retamita

espantándome nomás te vives

deseándote nomás me tienes

alta y verde retamita

para quién pues estás amarillando?

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UN DÍA BIEN DE MADRUGADA

partí para el Cusco y por fin al atardecer pude abrazar a mis

amigos adrián valer, nilo tomaylla, el chino velásquez, eva

león, angélica, enrique rosas. Cómo es buena inflarse de

cariño por las personas. Sentarse a una mesa con los amigos

más queridos. Compartir un choclo con queso, un vaso de

cerveza, un porongo de chicha. Cusco cusco huaikichitay.

La luna detenida en tu piel

cusco cusco

sumergida en mi silencio

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UNA TARDE DE SOL Y ESTIO

escalé las montañas y subí al Sacsayhuamán. Las montañas

me parecían azules variando a veces para un amarillo pálido

del otoño. Supe que había un túnel que atravesaba el

Sacsayhuamán. Que descendía hasta la plaza de armas del

Cusco y salía en Tambomachay. Me mostraron el lugar donde

cayó Cahuide y tuve en mis manos un relato de las cosas que

contenía cuando llegaron los invasores: cereales de los más

variados tipos, mantas, flechas, porras de cinco puntas,

huaracas, quipus. Visto de aquí el Cusco parece una placita

roja donde los niños vuelan sus cometas. Es impresionante

sentir cómo debajo de los pies se abre el horizonte.

Anaranjados son los tejados de las casas y tienen un gusto

especial a amplitud y futuro. Y no obstante el pasado está tan

presente que se pega a la piel y nos persigue. No nos deja. Y

la gente camina cargando esa mezcla de pasado y futuro.

Pero aquí estamos: presentes...

sobre la montaña azul

sobre la montaña amarilla

más arriba del cielo

cuatro o cinco piedras

juntas y bien puestas

justo para que el tiempo

avive tu memoria

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UNA TARDE VAGANDO

por el mercado central. Lleno del olor de comida casera, de

los gritos desentonados de los vendedores ambulantes, de la

pelea de los gallos y el llanto de los niños, llegué a la

estación del tren. Faltan quince minutos para partir, me

dijeron, y entonces agarré mi mochila y salí rumbo a

Quillabamba. El tren baja como una serpiente orillando el río

Vilcanota que aquí se transforma en Urubamba, en Huallaga,

en Ucayali, en Amazonas y muere en el Atlántico formando

inmensas pororocas.

Vilcanota río grande

padrecito mío aukichitay

llévame en tú corriente

llévanos

aquí vamos llegando

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MACHU PICCHU ESTA LABRADO

sobre tres montañas: Machu (el viejo), Wayna (el joven) y

Wawa (el niño). El vértigo está presente en cada paso que se

da. En los jardines del Inca ahora florecen gordos los

americanos, franceses, ingleses, japoneses, alemanes. Los

manuales de turismo indican que se puede llegar hasta aquí

de dos maneras: Por los caminos del Inca: lleva de dos a tres

días. Por el tren Cusco-Quillabamba: lleva de cuatro a cinco

horas. El Machu está totalmente acabado: casas de piedra,

caminos de piedra, senderos de piedra, relojes de piedra,

canales de piedra. El Wayna tiene apenas andenería y es

difícil escalarlo. El Wawa apenas si fue comenzado.

Piedra sobre piedra escalaré hasta tus ojos

buscaré mi corazón en tus pupilas

descenderé hasta tus pies

descansaré tres días y partiré

Este fue mi pensamiento antes de llegar hasta ti padrecito

Machu Picchu. Después me quedé atado a tu corazón,

prisionero de tus pupilas. Durante tres días y tres noches no

salí de tus aposentos. Esperaba la noche para gozarte libre de

americanos, libre de franceses, libre de holandeses o

alemanes. Alta la luna iluminándome buscaba a tu hijo el

joven Wayna. Juntos jugábamos con tu Wawa. Con ellos

escondiéndonos entre tus barbas, enredándonos en tus

cabellos, burlábamos la ronda de los vigilantes. No nos

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cansábamos de contar las estrellas, de encontrar las

constelaciones más distantes: toro, piscis, escorpión,

capricornio, titilando en nuestras manos. No me cansé de

jugar con tus hijos abuelito Machu Picchu. Hasta que una

noche lleno de hambre y sed me despedí de tus aposentos y

partí.

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«0 terreiro la de casa

não se varre com vassoura

se varre com ponta de sabre

e bala de metralhadora»

(Geraldo Vandré: Cantiga brava)

CUANDO VOLVÍ EL EJÉRCITO Y LA POLICÍA

Habían tomado cuenta de las calles del Cusco. Cercaron la

Universidad. Olor a guerra en el aire. En el campus los

estudiantes discuten las posibilidades de resistencia. En los

límites se combate al ejército y la policía que amenazan

invadirla si no la desocupamos inmediatamente. El ejército

tiene tanquetas y ametralladoras. La policía cascos, escudos,

FALs made in usa. Los estudiantes están armados de piedras

y hondas. En la puerta sur hay un hondero con una puntería

infalible. Cada piedra salida de su honda es un policía con

una pierna quebrada o la cabeza rota. Fue inmediatamente

apellidado Cahuide. La policía ya tiene cuatro bajas gracias a

la puntería de Cahuide. De repente un ruido y el primer tiro.

El aire se llena de pólvora con el disparo de una

ametralladora. Hay pánico entre los estudiantes. Es pólvora

es pólvora escucho gritar. Llega el segundo ataque. E1 chorro

de la ametralladora ahora arranca el topo de los capulíes que

adornan la entrada de la universidad. Sus hojas llueven sobre

el suelo lleno de estudiantes tendidos lado a lado en la sucia

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tierra. Saltan los vidrios de las ventanas, lascas de las paredes

y el canto de las balas suena ahora familiar a nuestros oídos.

El llanto, el desespero, las correrías desenfrenadas, la

impotencia, el pánico, nos van a vencer ahora. Un extraño

sentimiento de frialdad sube por mis pies, invade mi corazón:

Páaaaaasame la eeffeee, grito. Efeeee, responden. Comienzo

e1 rescate de los heridos. De los muertos. Páaaassame la eeee,

Eeee, responden. Camino entre los estudiantes tendidos en e1

suelo. Camino buscando a Cahuide. Páaassame la Erreeeee,

grito más fuerte todavía, Eeerreeee, responden. A cua1quier

momento la descarga, e1 tiro de gracia. Que dice: Feerr,

responden. No se oye, grito. Feerrr, me gritan. Que Lo

escuche la represión, grito. Feeerrrr, escucho más fuerte

ahora. Miro la avenida de la cu1tura: los capulíes que la

adornan, las retamas, apenas si están reverdeciendo.

Agarramos a los heridos y corremos a la enfermería: cinco

fueron nuestros muertos hoy! Cahuide está entre ellos. Este

es nuestro camino: 1uchar y morir. Desde la infancia hasta

una vejez prematura, vivimos en compañía de la muerte.

Vivir para nosotros es morir cada día un poco. Debemos

entonces embarcarnos en un viaje desconocido? existir sin

raíces?

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CON LA SANGRE Y LA MIRADA DE LOS MUERTOS

todavía vibrando en mis manos, partí para Puno. Harto de

persecuciones, harto de represiones, harto de muertos y

heridos rondando mí vigilia. Asqueado de la policía y el

ejército. Con la cabeza febril hirviendo de tantas emociones.

Salí bien de madrugada. Cómo era claro el día ese día en

Cusco. Miré dos veces las montañas del Huanacauri y al

subir par las quebradas del río Tinta, me acordé de otros

muertos, de otras persecuciones. Todo ese día y esa noche los

muertos estuvieron agrupándose en mi cabeza, latiendo en mi

corazón. Cómo quise llorar y no pude. Cómo quise gritar

pero el grito se atrancaba en mi garganta. Ya en Puno en el

Hotel Europa con la cabeza pegada al vidrio de la ventana

mirando caer la lluvia tuve el siguiente diálogo con mi tío

Gabriel Alvarado, muerto el 28 de abril de 1977 en

Virunhuaira.

Para Estemio Alvarado, mi primo.

Los que partieron, partieron definitivamente, sin

retorno posible. Dora, José, El Gato. Tú mismo viejo

wairachaqui hacedor de milagros. Que se fueron

como quien sale a la calle con la cara limpia y bien

peinado, dejándonos diálogos inconclusos que

terminaremos en la muerte.

Viejo guarda-secretos nos volvemos a encontrar aquí

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en Puno. Tan lejos de Virunhuaira, donde éstas

sembrado con tu viejo bastón apuntando el rumbo del

viento, la estación de las lluvias, los caminos que

atraviesan las quebradas mas distantes, los gestos, los

apodos. Mientras yo aquí miro cómo la lluvia pasa

por mi ventana y cae con fuerza sobre las madres que

hurtan a sus hijos de tus rigores padre relámpago

padre trueno. Y es muy quieta la música de las aguas

en las calaminas aquí en Puno, Hotel Europa, cuatro

de la tarde. Qué haces aquí viejo wairachaqui por qué

me persigues?

Bien sabes rubén que para los muertos no hay

tiempos ni distancias ni los secretos son más secretos.

Tu padre por ejemplo medita sobre tus pasos y tu

madre te recuerda mientras sopla el fogón. Para tu

abuela simplemente no existes porque estás perdido

en su memoria. El Fili como tú intenta encontrarse.

Ni homo civitas ni homo ruralis. Como un perro

dando vueltas sobre su cola. Intentando decidir entre

su identidad y la locura. Ese es su dilema. Ese es

también el tuyo aunque más vasto.

Y los otros? Los que contigo eligieron el camino sin

retorno? Dora, José, El Gato? Qué juego juegan? Qué

ronda danzan?

Ah, Dora Dora. Sabes muy bien que la policía partió

sus pulmones destrozó sus riñones. No se quiso

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despedir de ti porque impedirías su partida. Ahora te

toca a ti continuar ese camino. Sin olvidar que algún

día también atravesarás éstas sombras -más leve más

claro que el aire- y verás que no es mucha la

diferencia ni más vasta la vida. Cuídate rubén,

cuídate.

Así mi tío Gabriel viejo wairachaqui salió par la

ventana de mi cuarto allá en Puno, Hotel Europa,

cuatro de la tarde. Y todavía siguió lloviendo por

mucho tiempo.

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LLUEVE EN LA PAZ Y ES DE NOCHE

Los truenos y relámpagos alumbran la ciudad de vez en

cuando. Sin un puto centavo en los bolsillos dónde voy a

dormir esta noche? Corro a guarecerme de la lluvia debajo

del balcón de una panadería. Mojado hasta el cogote me

siento en sus peldaños de adobe. El horno parece estar cerca

y calienta e1 adobe. Estoy cansado muy cansado. Duermo.

Cuando medio-despierto es de día. Una canción rueda por las

sucias calles empedradas de La Paz y siento frío, mucho frío.

Va se mande junte tudo o que você puder levar

As pedras do caminho deixe para atrâs

Esquece os mortos que eles não levantam mais

Um vagabundo esmola pela rua

Vestindo a mesma ropa que foi sua

Risque outro fosforo outra vida outra 1uz outra cor

E não tem mais nada negro amor

E não tem mais nada negro amor

Despierto. Esa canción rueda por las calles y nos empapa con

su luz. Hay como cien mendigos durmiendo dispersos a mí

alrededor. Hay un poco de sol en las calles de La Paz. Un

fuerte olor a tamales, pescado frito, café. Hora de explorar la

ciudad. Por la noche escribí esta poeprosa.

En las quebradas en los arenales atravesando las

montañas te he encontrado. Y he abierto mis

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brazos para ti. Y muy despacito así he besado tus

ojos. Y te he amado madre lluvia. Para mí así

frente a mis ojos danza. Con tus cabellos largos

canta. Muchachita de largas trenzas baila.

Hermanita llena mi corazón de cántaro sonoro y

silba. Así, así más fuerte danza. Agua-soy agua-

eres aguacero. Lava mi cara de huérfano

campanero. Danza madrecita baila. Más fuerte así

gira gira y no te acobardes en estas calles. Baila,

salta, danza.

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UN AYMARA ANCIANO Y ANDRAJOSO

con las ropas raídas y rotas por el uso arenga a los

transeúntes que ni se detienen ni 1es importa su discurso. Su

camisa parchada por mil lugares, una soga en la cintura, sus

shukuyes de llantas, me recuerdan a un equeko. La gente

pasa evitándolo. No lo miran. Está parado sobre una montaña

de basura. Abre los brazos como los curas, levanta las manos

y apunta con sus dedos arrugados a la gente que pasa.

Gesticula como esos políticos mentirosos y demagogos de

plaza pública. Un loco, pensé inicialmente. Un loco más de

los miles que pululan por las calles de La Paz, Bolivia. Sin

embargo, sus gesticulaciones son firmes y bien coordinadas

para ser de un loco. Tal vez sea un biblia, pienso, un

predicador del evangelio recién convertido y en misión de

catequización. De esos también pululan por miles en La Paz.

Curioso me acerco a escuchar su prédica. Sus palabras son

una mezcla de aymara y español campesino. Habla del Ché,

de su muerte en La Higuera, de la lucha popular boliviana.

De Juan Lechín y la Central Obrera Boliviana, mandada

dinamitar por el rey de la coca garcía meza. No entiendo bien

todo lo que dice, pero ya sé que no es un loco ni un biblia.

Hay un momento en que percibe que estoy allí y que lo

escucho. Me sonríe con sus dientes cariados y verdes por la

chaccha de la coca. Le ofrezco la mitad de las galletas que

expropié esta mañana. Cuando las recibe nuestras miradas se

cruzan por un instante y los dos sabemos que estamos en la

misma batalla. Eso basta.

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UN DÍA CALUROSO DE MARZO

Cansado y hambriento entre al Brasil por Foz de Iguazú. Llegué

hasta las cataratas. Siguiendo el olor de las flores descubrí una

planta de naranja agria. Sus frutos todavía no estaban maduros.

Encontré un costarricense. Juntos palpándolas escogimos las

naranjas agrias más suaves, las que nos parecían más maduras.

Aunque sabíamos que estaban verdes nuestra hambre era mayor. Par

algún tiempo pudimos saciar el estómago. Ahí en las Cataratas del

Iguazú escribí este poema.

En estas aguas bañadas por tus ojos

Tupâ el Dios serpiente extendía sus dominios

tan ancho como el vuelo de una flecha

más alto que un pau-brasil

Sobre estas aguas la onza jaguatirica paseaba sus rigores

sin alcanzar al tucano caricato de mal acabado pico

y la siriema de estridente grito no apagaba el zumbar

del mosquito pólvora ni del borrachudo

Y galante la guayavira escondía entre sus hojas

a la ariranha tamanduá al macaco coivara de expertos ojos

al gato vagabundo de orejas gachas.

No había entonces tempestades en este largo río del Paraná

Y los Caiguangues todavía podían andar saltar correr

nadar o amar bajo sus aguas.

En estas riberas Naipí fue prometida a Nboi

pero amaba a Tarobâ

Y con él marchó río abajo antes de la ceremonia

Furioso Nboi bajó al centro de la tierra, volvió y la reventó

Desde entonces 275 ojos lloran para ser captados

por tu Kodak Instamatic para ser guardados en tu Rolei 3M

en tú álbum de nostalgias.

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Jamás sabrás que detrás de ese manto donde nacen las nubes

aún duerme Naipí debajo de una piedra

y Tarobâ desde la ribera todavía llora clamando por Naipí.

Eso nunca lo sabrás viejo comodista mascador de tabaco

que escupes sobre estas aguas

y ayudas a tu mujer a subir pesadamente estas escaleras

construidas para ti

este elevador

para que no sientas el placer del cansancio

Viejo mascador de tabaco:

yo te estoy retratando aquí en esta mi travesía

Sin Rolei 3M sin Snica sin Polaroid

solamente con estos mis ojos que inventan la alegría

y construyen la esperanza ante tanta cagada.

Viejo mascador de tabaco:

Los Caiguangues ya no habitan más estas riberas

sólo sus cedros

perobas

angicos

carvalhos

me acompañan en el retorno

y los Ipês-rojos y amarillos alegran mis pupilas

todavía las timbauras, los bogaris, dan sombra a mi cansancio

cuando me tiendo a escuchar el canto de la paca

el silvo de la cutia el grito del caititu

En ellos reconozco tu voz poderoso Tupâ

Dios-serpiente rey de estos aguajes

sólo me resta preguntarte

qué canto cantas

qué reino habitas.

Page 29: Caminando y Cantando

FINALMENTE LLEGUÉ A RÍO DE JANEIRO

Asustado me cobijé en la Playa de Flamengo. No sé cuántos

días dormí debajo del Museo de Arte Moderno. Allí Jorginho

y Luiz fueron dos compañeros solidarios. Cuando el hambre

apretaba cocinábamos arroz con choros y completábamos la

comida con mucha cachaza. Allí experimente la solidaridad

de ladrones y mendigos. Después descubrí la Facultad de

Letras de la Universidad Federal de Río de Janeiro, allí sentí

la solidaridad de los estudiantes, nunca de los intelectuales.

La Playa de Flamengo y el Museo de Arte Moderno fueron

mis refugios por un tiempo hasta que fui rescatado por Marta

Montenegro e Ibâ dos Santos. Viviendo en la playa de

Flamengo escribí este poema, para Jorginho y Luiz.

Sobre estas aguas llenas de caca

cáscaras de melón

palitos de helados

posabas tus manos y cantabas para las diosas

oh! Tupâ gran señor de la alegría

el maíz era entonces más vistoso

más dulces sus espigas

y más gordas eran las mandiocas.

Y una bandada de palomas danzaba en tus ojos

oh! Tupâ gran señor antes que los inventores de arcabuces

descargasen sus navíos en tus playas

Ellos trocaron tus jardines por iglesias

por cuarteles el nido de tus pájaros.

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Los que heredaron sus haciendas

siembran ahora latas de cerveza

vasos de papel

frutas de plástico

luces de neón

Y es aquí donde nado de espaldas a la alegría

despreciado por mi mujer (verde retamita

floreciendo en los caminos)

condenado a la depresión a la muerte o la locura

Oh! Tupâ gran señor de la esperanza

déjame ahogarme agarrado de tus manos

y que estas arenas llenas de caca

latas de cerveza

vasos de papel

me entierren para siempre.

Page 31: Caminando y Cantando

EN LA PLAZA ONZE

conocí a dos bolivianos: Casiano y Marcelo. Me invitaron a

irme a vivir con ellos a São Cristovão. Mientras vivía con

ellos conocí a Cristina Malgahâes. Para ella escribí esta

memoria.

«María me de memoria

depois se puder perdão

que eu não conto a tua historia

se não tenho agora não, María

toda a memôria que me deu

teu coração.»

(Geraldo Vandre: María

memôria de minha canção)

Me agradaría si lloviese dijo antes de extender las sábanas

sobre la cama. Pero no va a llover pensó después de mirar el

cielo azul entonces y sin nubes. Yo no quise decir nada.

Pensaba en la cosecha del trigo. La paja que es separada por

el viento. El silbido de mi abuela llamando a la puerta del

waira. De lo lindo que es hacer el amor cuando la luna está

alta y redonda como este culito que beso lentamente. Y que

acaricio como si fuese el último aliento de mi vida.

La monté una vez

Page 32: Caminando y Cantando

Y me habló de haber estado desnuda en la floresta. Desnuda

entre la lluvia. Y de la lluvia no mojarla. De lo lindo que es

hacer el amor sobre la hierba fresca y húmeda por el rocío. Y

el río que canta. El ruido de las hojas y una voz que te llama

y no te toca.

La monté una vez más

Después hablamos de otras cosas menos alegres. Más tristes

tal vez. Y no sé si perdí la conciencia o si odié ese momento.

Desperté cuando se vestía. Tengo que irme me dijo. Y que sea

sin tristeza hablé. Un día yo también tendré que decir lo

mismo. Y partió, dejándome la quietud durmiendo como una

vieja campana. Llevándose el sol de mí cuarto. El viento, el

río, el bosque.

Nunca pudimos amarnos una tercera vez

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EN LA PLAYA DE BOTAFOGO

descubrí la existencia de la Casa do Estudante Universitario

(CEU). Solicité hospicio pero me fue negado. Allí solo la

amistad de Salgado Maranhão y Vital Farias me mantuvieron

vivo. Un día conversando sobre poetas y poesía escribí este

poema. Para Salgado Maranhão y Vital Farias.

Como aquellos navegantes que azotados por la peste y la

viruela arribaron a puerto desierto me zambullí en estas

orillas. Escarbé sus arenas. Escuché sus historias. Los que

ahora cultivan barbas blancas recuerdan a los que gritaron

patria o muerte

Y después sus escamas fueron descubiertas por pájaros

pescadores de negro pico. Aquellos que inventaron el pau-de-

arara y la picana ahora espían por el ojo de la cerradura de mi

cuarto. Perturban mí sueño. Nos vigilan. Y sobre el cielo azul

no se puede adivinar sino un negro sol muriendo sobre la

playa. Aquí los poetas ya no sueñan. Duermen con un balazo

entre los ojos.

Page 34: Caminando y Cantando

EN AGOSTO FUI SORPRENDIDO

por una carta de mi hermana que me contaba de la muerte de

Benigno Huacho en Virunhuaira. Benigno y yo habíamos pasado

juntos no sé cuántas aventuras. Habíamos cantado en no sé cuántas

serenatas. Escondiéndonos por Pisco, Macla, Huampán, habíamos

confabulado juntos. Me sentí completamente desamparado. Solo,

bajo la lluvia, me fui caminando desde Copacabana hasta el final de

Leblón. Por allí escribí este poema para Benigno Huacho, in

memorian.

«Eu tomo a vida que esta na morte

se a morte as vezes é solução.»

(Geraldo Vandré: Vem Vem)

Las personas me preguntan por qué lloro. Es la lluvia, contestó.

Nadie sabe que recibí una carta. Una carta que me cuenta de

Benigno. Benigno que tocaba la guitarra. Benigno que amaba el sol,

el aire, la tibieza de las tardes cuando las cigarras cantan. Benigno

que incendió la dinamita. Benigno que voló con la dinamita.

Benigno que es buscado entre el sol, el aire, la tibieza de las tardes

cuando las cigarras lloran. Benigno que no pudo ser enterrado. Que

no será enterrado. Benigno que me dejó su guitarra, el sol, el aire, la

tibieza de las tardes cuando las cigarras lloran lloran y yo también

lloro. Estaba tan perplejo. Me quedé horas escuchando la lluvia y al

podrido mar matando sus olas en la playa. Las personas me

preguntan por qué lloro. Es la lluvia, respondo. Agacho la cabeza y

me voy.

Page 35: Caminando y Cantando

SENTADO EN LA CINELANDIA

frente a la Biblioteca Nacional mientras esperaba por Cristina

Magalhães que nunca llegó decidí hacer este recuento. Que

mierda que no llega.

En Huairapunco conocí la caricia del viento y me envolví con él.

Amado con amada. Amante con amante. Por qué no? Te adivinaba

allí estabas allí. El viento me dijo que estaba solo. Que su morada

necesitaba de alguien como yo. Que me quedase. Si los caminos se

entrecruzan nadie está solo le dije y partí. Y el viento me silbó me

llamó toda la noche. En Puno llegué al Titicaca. Lavé mis ojos en su

ternura. Mojé mis pies en su tibieza. También el lago me dijo que

estaba solo. Que necesitaba de mí que me quedase. Y cuando partí

lloró como un niño. Me llamó todas las noches. En Villamonte

rasgué la piel de una calabaza, chupé su miel, pegué los sellos de

una carta. Ella también me pidió que me quedase, que estaba sola.

La soledad no existe le dije, le di un beso y me marché. En Joaquín

González, en Monte Quemado, en Taco Pozo, fueron las carcajadas

de los policías, sus pies pateándome las costillas, el zumbido del

oído y la falta de oxígeno cuando me aplicaban el submarino. El

dolor de los brazos colgando desnudo del pau-de-arara. Después de

los golpes eran el hambre, la sed, el tedio de las tardes y el calor del

medio día encerrado en la cárcel, los que me gritaban que yo estaba

solo. Que me cansase de vivir. Que la muerte me necesitaba. Quien

ama el canto del pueblo nunca está solo les dije. Quien cree en una

muchacha, en una sola, nunca está solo. Y yo creía en esa muchacha.

Y creo en el canto del pueblo. Y nunca estaré solo. Nunca.

Atravesé el Paraguay, Asunción, Villalta, Juan Ángel Caballero,

el Paraná, Foz de Iguazú. Y entré en estas riberas como un toro

Page 36: Caminando y Cantando

bravo más alegre con más ganas de vivir todavía. Y míos eran el sol,

el mar, el aire que respiro. El azul del cielo y también la lluvia.

Cómo puedo decir entonces que estoy solo? Fui a Río Claro y fumé

con Fernanda, reí con Regina, lloré con La Cigarra. Con Vovô robé

cuatro gallinas. Puedo entonces decir que estoy solo? Después

llegaste tú muchachita de ojos tristes. Muchachita solitaria

muchachita del viento. Me hablaste de tu soledad. Abriste para mí tu

caja de Pandora. Y así conocí los secretos de tu cuarto. Las

violaciones de tu tío y los maridos de tu madre. Y te amé. Y quise

ser tu río tu agua tu viento. Que descansases tu angustia sobre mis

hombros. Ser el cuarto azul donde los animales llegarían a comer de

nuestras manos. Ahora te siento como al aire en todas partes y en

ninguna. Y quisiera volver al té de hierba-dulce al llanto de La

Cigarra, al viento de Huairapunco. No obstante, estoy aquí

absorbiendo esta realidad con todos mis poros. En la lucha del

pueblo nuevamente. Y ya que los caminos se entrecruzan nunca

estaré solo. Aún tengo fe para creer en otra muchacha. Y mi fe en el

canto del pueblo nunca morirá. Intento decirte que la soledad no

existe. Que cada uno inventa la soledad a su manera. Que nunca

estaré solo. Nunca nunca mil veces nunca. Y siempre.

Page 37: Caminando y Cantando

Para

Marie Jose Bordier «La Mudita»

in memorian

LA ÚLTIMA VEZ QUE SUPE DE MI AMIGA

fue el 23 de Junio de 1979. Era una carta larga en papel azul.

Sus trazos eran confusos. Me decía que no servía para bailar

mis bailes. Que lo mejor sería destruir las universidades,

facultades, escuelas e iglesias y convertirlas en teatros o criar

vacas dentro de ellas. Todo eso nos lleva solamente a entrar y

estar condicionados en la sociedad de los locos, me decía.

Que Rodolfo Santana la había invitado para hacer de una loca

y después de un ángel en una obra suya. A veces tengo ganas

de gritar fuerte otras de dar besos a los perros, otras veces de

volar y desaparecer, de oír la música de tu voz o el silencio

de tus ojos cuando quieren herir, me decía en la última carta

que recibí «Me gusta la vida interior de tus ojos, nunca

descansan, no sé cómo puedes hacer eso. Te mando muchas

ilusiones. Sin ilusiones no se puede vivir. Esta semana me

pasé tres días como una autómata, al tercer día me paré para

preguntarme qué te pasa? Y vi que no tenía más ilusiones. Y

rápidamente, en seguida, bien hipócritamente, me fabriqué

algunas. Vanessa y yo te mandamos un beso y yo te envío la

ternura que me queda». Una firma bastante confusa y la fecha.

Eso es todo. Nunca más supe de ella. Escribí cartas y más

Page 38: Caminando y Cantando

cartas. Llené el correo de mensajes, telegramas y postales.

Nunca obtuve respuesta.

Terminé yendo al aeropuerto todos los fines de semana.

A todos los que partían les daba el encargo de preguntar por

ella. Que llamasen a1 340616. Que tocasen a la puerta de Los

Ruices 107 Caracas. A los que llegaban les preguntaba: el

señor viene de Caracas? Conoce a Marie-Jose Bordier? La

llamaban La Mudita. Las respuestas siempre fueron las

mismas: no. En este tramo estuve mucho tiempo. Después

llegué a pensar que yo nunca tuve una amiga. Que todo no

era más que un sueño. Que yo había inventado a esa amiga. Y

que a ese invento de tanto contarlo y recontarlo había

terminado por darlo como cierto. Que mi amiga era una

mentira que de tanto repetirlo ahora creía en ella con la

misma intensidad y vivacidad de las historias verdaderas.

Muchas veces me puse a pensar en eso. Particularmente

ahora que estoy arrojando a la basura las cartas que recibí

durante todo este tiempo de destierro. La carta en papel azul

está engrapada en la puerta de mi cuarto. Y siento un ligero

temblor y sobresalto al arrancarlo. No sé si lo que estoy

arrojando a la basura es una amiga o un sueño.

Page 39: Caminando y Cantando

DURANTE LOS TIEMPOS DE LA RESISTENCIA

a la dictadura de morales bermúdez, Dora Pozo «La Negra»

fue una de las víctimas. Después de su muerte, durante

mucho tiempo no pude relacionarme con ninguna persona.

No hubo una noche siquiera en la que dormí sin soñar con su

sombra. Para ella escribí este conjuro.

Paloma de pico roto

alas quebradas

negra coja ciega huajcha

muerta paloma

vete ya

aléjate de mi almohada

devuélveme mi guitarra

mi tarca mi quena

mi mozeño de gruesa voz

devuélveme mi charango

mi piel de venado mi bosque de retamas

devuélveme pues palomitay

Y déjame de nuevo desnudo correr entre la lluvia

el viento soplando a mis espaldas

negra muerta huajcha paloma

vete ya

aléjate de mi almohada

déjame

yaa yaa

Page 40: Caminando y Cantando

POR MUCHO TIEMPO ANDUVE BUSCANDO

a Lilian Germano Guimarães. Por una extraña razón ella me

era conocida. Siguiendo su pista pregunté por ella en todas

las facultades de historia de todas las universidades de Río de

Janeiro. Nunca la pude encontrar. Un día descubrí su

domicilio y fui por ella. No estaba. Para ella, para la nena,

escribí este poema.

Esta casa iba a ser la casa donde juntos domaríamos al viento.

El miedo no tendría cabida aquí. La mentira sería el trapo de

limpiar el piso. Nuestra casa sería brillante con la honestidad

colgando de las paredes. No habría naufragios en este cuarto.

Y si en la noche despertase gritando o si estuviese corriendo

en algún oscuro corredor perseguido por un asesino

desconocido o los capangas de tu padre, sería sólo coger tus

manos y la calma vendría a mí como un lento sueño. El sol

después de las lluvias. Aah! Calma mucha calma. Pero ese

asesino desconocido me persigue por un oscuro corredor de

un viejo predio que no conozco. Grito y llamo por tu nombre

y te busco. El asesino llega hasta mí y me clava un puñal en

la espalda. Sangrante caigo al suelo. Soy el trapo de limpiar

la sangre. Soy el polvo. Y cuando sudando estiro la mano y

despierto, es de noche en mi cuarto. Llueve afuera. Y sólo el

viento indomable se pasea por mi ventana.

Page 41: Caminando y Cantando

HASTA QUE FINALMENTE UN DÍA

pude alquilar un cuarto en un edificio de São Cristovão. Los

dueños eran dos apacibles viejitos portugueses. Por algún

tiempo allí establecí mi campo operaciones. Por las noches

hacía té de coca para matar la nostalgia. A veces escribía. Allí

escribí este prosema.

Saudade vira poeira

na estrada e no coração»

(Geraldo Vandré: Ventanía)

A veces agarro el charango y tiento una melodía. Mi cuarto

es entonces azul o verde. E1 ruido del río y los alfalfares.

Aparece una vaca mugiendo. A lo lejos un burro corre, rabo

al aire, coz al aire, más rápido que su rebuzno. Rasgo dos

veces el charango. Una hoja de coca es suficiente para mi té y

mí dolor de barriga. Y un pito de fumo insuficiente para mi

nostalgia.

Page 42: Caminando y Cantando

UN CANTO RUEDA POR LA BOCA

de las personas mientras esquivo los balazos de los policías

persiguiéndonos en las calles de Río de Janeiro. Sólo un

canto bien cantado. Como si fuese un puño irrumpe en sus

oídos y los enfurece. “Caminhando e cantando... e seguindo a

canção ...” Para que nos oigan los dictadores. Mientras corro

por la avenida Getulio Vargas, llego a Rio Branco, tuerzo en

dirección a Cinelandia. Y seguimos cantando más fuerte

todavía: Y ya somos como mil, dos mil, tres mil.

“Caminhando e cantando e seguindo a canção ... pra não

dizer que eu também não falei de flores ...” Y seguimos

cantando y ya somos un bloco de carnaval mientras los

caballos de los policías ruedan sobre la pista y caen pijando

su cansancio. Y ya somos una Escuela de Samba y no nos

pueden parar más. Nunca más. Somos el pueblo. Un millón

de personas en las calles de Río, en las Torres de Brasilia, en

las Plazas de São Paulo, Porto Alegre y Piauí. Somos el

pueblo. Esa masa que unida hace la historia.

El pueblo unido jamás será vencido. Le grito al

policía que me persigue lado a lado por las calles

de Río. Me contesta con un vergazo que me

rompe los lentes y una costilla. Las ganas de

gritarle hijo-e puta se me atranca en la garganta.

Page 43: Caminando y Cantando

CRUZANDO EL MERCADO CENTRAL DE GUATE

Un viejo maya me jala la mochila. Yo la sujeto muy fuerte. El

jala de un lado y yo del otro. Todas mis pertenencias están

ahora en esta vieja mochila. Pienso que me la quiere robar

pero el jale y afloja es muy pacífico para ser un robo. Lo

observo mejor. Está borracho. Tambaleante se aleja de mi

mochila. Se va. No comprendo esta situación extraña.

Encuentro una carona para El Salvador y mientras espero,

otro Maya se me acerca y me pide cargarme la mochila. No

gracias. Después aparece otro, no gracias, y otro y otro. No

gracias. Me pongo a conversar con el más joven. Unos 30

años. Me cuenta que tiene dos hijos y que trabaja como

cargador de bultos en el mercado. No hay trabajo para

nosotros en Guate, me dice (ahh saqué lo del borracho). Su

instrumento de trabajo es apenas una soga con la que asegura

a sus espaldas las cargas que consigue. Trabajo igual hacen

los quechuas en el Cusco, Yo mismo fui cargador de bultos

en Lima. Con mi primo Manuel cargábamos bultos, más altos

que nuestros tamaños, en el mercado de Barranco, en el

puesto de mi tía Tomasa. Cuántos años tenía? Tal vez ocho,

diez, doce años. Cómo entonces no pude entender a ese Maya

que borracho me jalaba la mochila? Observo a los Mayas

pululando en el mercado. Por los colores de sus vestidos y los

sombreros pueden ser bien identificados. Los de bolsas

blancas con rayas coloradas son de Sololá, los de sombreros

negros pequeños medio redondos de Queltzaltenango, los de

traje blanco de Chiquimula, el de allá de Huehuetenango, el

Page 44: Caminando y Cantando

otro del Atitlán, el que lleva la cinta azul en el sombrero. He

cruzado dos veces este país y puedo reconocer a su gente.

Cómo sería un mercado de trueques antes de que llegaran los

invasores? Las mujeres con sus vestidos coloridos y sus niños

a la espalda corriendo con sus tunas a cambiarlos por

naranjas. Los hombres con sus pantalones negros con

sandalias (entonces no existían los descalzos) cambiando sus

lazos por dos días de trabajo. Por sus vestidos y sus colores

sería perfectamente posible identificar las comunidades a las

que pertenecían. Eso antes de que llegaran los invasores.

Ahora la miseria entre los Mayas me causa la mayor

depresión de todo este camino. Aquí, aprehendiendo a

sobrevivir con los Mayas, escribí este poema:

Mucho antes que los invasores naufragaran en estas

playas, florecíamos como un río de retamas

hormigueando sobre la mansa barriga de una vieja y

arrugada lagartija. Los invasores nos quitaron la sal y

las tortillas, pero no pudieron quitarnos ese largo río

de retamas donde aún florecemos hormigueando

sobre la mansa barriga de una vieja lagartija.

Page 45: Caminando y Cantando

ANA MARÍA NO ES COMANDANTE

ni guerrillera de la revolución ni sabe quién es su padre. Pero

todos los días se levanta a las cuatro de la mañana prepara el

desayuno de sus cinco hermanitos lava cocina plancha y

amasa tortillas junto a su madre. Ana María es comandante

de su vida y la de sus hermanos. Con su puchito de tortillas

recorre las sucias calles de Managua intentando conseguir la

poca comida que consume. Deambula por el Mercado

Huembes, la parada de los buses, gritando tortiiiiiiiillas

tortiiiiiiillas. A las dos de la tarde Ana María va para la

escuela. Para qué vas a la escuela, le pregunto. No quiero

seguir vendiendo tortillas, me responde. Quieres una coca

cola? No, no quiere. Una cerveza? Se reí. Qué aprendes en la

escuela? Contar, sumar, dividir, multiplicar. Pero lo que más

me gusta es aprender a dar vuelto para que la gente no me

engañe. Miro a 1a gente que bebe en este sucio bar del

Mercado Huembes. Modesta pobre intentando ser limpia y

pura. Qué es lo que me molesta de aquí? Cuando hablamos

de la revolución la gente se ríe. Ana María camina entre los

borrachos. Ahora vende galletas. Ya me voy -me dice. Le

ofrezco nuevamente una coca-cola, bebe rápidamente y se va

para la escuela. Aah me olvidaba, Ana María tiene seis años.

Page 46: Caminando y Cantando

SIN DUDAR VUELVO

a los mismos oscuros rincones donde dormí, tuve hambre, soñé o

escribí una carta para los pocos amigos que me quedaban.

Carmen, mi amiga, me pide que lea en voz alta los poemas,

croniemas, prosemas, versos, crónicas, apuntes (lo que sea, qué

mierda importa?) escritos en los tiempos del destierro. Lloro a1

re-leerlos. No sabía que todo esto sería tan fuerte para mí.

Escribir quizás me salvo la vida. Tal vez haya sido mi catarsis, la

manera de no volverme loco como mi amigo juan antonio que

una mañana amaneció pintando arañas sobre el caballete vacío

instalado cerca de la ventana del oscuro cuarto que habitábamos

en Río de Janeiro. Se quitaba a manotazos las telarañas que lo

aprisionaban como si fuesen una camisa de fuerza. Aún así

alcanzó a recomendarnos «corran, corran escóndanse y no salgan hasta que alguien traiga el

fuego». Fue difícil enviarlo de vuelta al Uruguay. Parecía que

Montevideo quedaba tan lejos que ni el viento empedernido se

atrevía a pasearse por sus calles empedradas de desiertos.

Heredamos algunos de sus cuadros donde el fuego es 1a fuerza

que mueve al universo. En ellas las arañas tejen y destejen sus

largas redes del olvido. Cada vez que puedo soplo el polvo y

limpio las telas con la secreta esperanza de que juan antonio

salga corriendo de entre las llamas, gritándonos: «no les

dije, yo no les dije». Le pido a Carmen que lea mis

escritos. En su suave voz suenan tan impresionantes que me

conmueve. Continúo llorando. Llueve afuera y alguien toca 1a

guitarra.

Page 47: Caminando y Cantando

EN EL CAMPO SOY ALONDRA QUE CANTA

ríe salta baila vuela. En los montes sentada sobre una roca me

siento en paz sola conmigo misma. Me encuentro y

redescubro. Soy más yo. Y si exploro un socavón una mina

abandonada una gruta subterránea es lo máximo. Me siento

feliz y me extasío: una soga se descuelga: un cuerpo cae en el

charco sucio y brillante por las estalactitas coloridas. Me

rompo las nalgas contra el charco. Me levanto. Mis zapatos y

mis jeans se impregnan de esa luminosidad alegre. Mi

linterna alumbra el socavón y es como si alguien me gritase

hola estoy aquí descúbreme. Tú sabes, hay vida en las minas

abandonadas, en los montes, en las rocas, en los espacios

abiertos. No se qué mierda hago en esta universidad, dice ella.

La admiro extasiado. No sé cómo puede haber tanta vida en

su cuerpo pequeño. Sus cabellos caen tan perfectamente

sobre su rostro y sus hombros que me descubro admirándola

amándola deseándola. Me dan ganas de tocarla acariciarla. Y

me alegro. Tal vez nunca más la volveré a ver. Pero qué

importa? Sé que ella existe. Que está allí en algún lugar

iluminando los mundos más obscuros. Alegre y altiva

caminando por las calles, escalando montañas, explorando

minas abandonadas. Y eso me basta. Me cuenta que quiere ir

al ejército y hacer carrera militar. Yo le suplico que no, que

eso es mierda, que el mundo también puede ser explorado

como un túnel, un socavón, una mina abandonada. Nosotros

también necesitamos tu linterna para caminar sin tropezar en

un día claro con el sol del mediodía más brillante alumbrando

Page 48: Caminando y Cantando

sobre nuestras cabezas. Y eso es natural, le digo. No sé cómo

nos hemos conocido ni sé cómo nos separaremos. Nuestras

vidas son como dos ríos que se juntan por un segundo: se

iluminan, se desean, se separan para siempre. Dije para

siempre? Para ella, para verónica treviño gámez, escribí este

croniema.

Page 49: Caminando y Cantando

NO HE PODIDO LIBRARME DE TÚ RECUERDO

ni de tus palabras. Tu imagen siempre está presente

impregnada en mí. He leído muchas veces tus poemas. Me

gustan mucho. Unos más que otros. Dijiste que me iba

arrepentir por no amarte. Hoy sé que no. Si te hubiera amado

para después verte partir, mi inquietud sería más grande y

fuerte. Fuiste como la piedra en el agua que alteró mi calma y

mi cama. Mucha calma. Mi cama. El amante con el que

siempre soñé. Solo que me asusté cuando mi sueño se hizo

realidad. Tuve miedo. Temí lo que podría sentir. Temí

también a tú partida. Y no abrí mi cuerpo para ti. Espero que

un día cualquiera en cualquier otro lugar tengamos otra

oportunidad. Tal vez entonces mi deseo de tenerte en mí sea

más fuerte. Quiero saber de ti. Ojalá me escribas. Esto fue lo

que escribió para mí carmen teresa avilés ramírez antes de

abandonar Bogotá. Yo le dije que escribir era mi venganza.

Que tal vez algún día leería sus temores en mis escritos. Y

eso es lo que estoy haciendo.

Page 50: Caminando y Cantando

MI AMIGO NILO TOMAYLLA

amenazaba con escribir un poema que se llamaría «Rubén el Rey

de los Gallinazos». En este poema describiría nuestras correrías

por las calles de Lima. Nuestras andanzas por los campos

empolvados de Campo Grande y Cantagallo donde los

comuneros de Santa Rosa hacían sus fiestas y los domingos

jugaban al fútbol. Hasta allí llegamos, allí estuvimos, allí

cantamos nuestros huaynos, pasacalles, mulisas. Allí nos

emborrachamos con los comuneros de Santa Rosa, lloramos con

ellos, maldecimos con ellos cien mil veces la puta y podrida

Lima con sus calles sucias y solitarias. Con la soledad subiendo

a los buses, yendo a1 trabajo. La soledad se-mal-matando para

sobrevivir. Esos desconocidos comuneros de santa rosa,

chumbivilcas, virunhuaira, manás quinllán, gorgor que los

domingos juegan al fútbol en los parques, en los campos

polvorientos de campo grande o cantagallo. Maldecimos esa

soledad que aun sin quererlo sin ser llamada se infiltraba por las

rendijas de nuestras chozas. Maldecimos esa maldita soledad a la

que poco a poco nos íbamos acostumbrando hasta formar parte

de nuestra naturaleza, hasta hacernos duros, matarnos. Con Nilo,

mi amigo, rey de los gallinazos, cantamos fuerte para espantar

esa soledad, para negarla, para que esos nuevos extirpadores de

idolatrías que pululan en las calles sucias de la sucia Lima nos

escuchasen. Contra ellos cantamos. Nilo se marchó para Suiza y

claro, nunca escribió ese poema. Por eso aquí lo estoy

denunciando.

Page 51: Caminando y Cantando

CADA QUIEN CARGA SU CIELO

y su infierno. América Latina américa india morena negra

chola américa de mierda eres mi infierno mar azul verde flor

pájaro naranja américa cobre plata hierro canto del caititu pus

de la serpiente sátrapa sarnoso también eres mi infierno cielo

tierra aire fuego te odio sabes jodida américa mosquito

pólvora gallinazo hambriento perro andrajoso pero te amo.

Que sería de mí si caminase sin tus demonios?

Page 52: Caminando y Cantando

DESPLIEGO MI MAPA SOBRE LA MESA

Y apunto ese puntito negro que desdibuja virunhuaira. Es

más o menos por aquí digo a mis amigos. Allí mi corazón se

emborracha. Duerme sobre pellejos. Se revuelca sobre la paja

y asa calabazas en la granza de las trillas. Ahh virunhuaira

virunhuaira. El olor de lúcuma invade mis libros cuando re-

miro mis viejas fotos. Mi padre abre una pachamanca en

medio de las papas huayro de moradas flores. Cuelgo

entonces mi corazón de los eucaliptos. Y calmo espero la

tarde que se acerca olisqueando.

Hierba de muñamuña

yerba de flores blancas

ahh si sólo pudiera olerte

aah si sólo olerte pudiera

yerbita de muñamuña

hierbita de mil quereres.

Page 53: Caminando y Cantando

EN LA TARDE

veo dos pájaros cruzando el azul espacio sobre el

verde los arboles. Pienso en mis hijas. Mis ojos se

llenan de lágrimas.

Page 54: Caminando y Cantando

EN LA NOCHE

mi compañera me pide que me vaya. Te doy un poco de

dinero y te vas para Miami me dice. Es difícil tomar una

decisión. El sol da una vuelta sobre la tierra. Yo me

desvelo sobre la cama. El sol se revuelca dos veces más

sobre el pellejo de la tierra. Yo doy de vueltas en mi

cuarto oscuro. No encuentro solución. Miro las matitas de

ají y perejil que sembré el mes pasado. Están llenas de

hojas pero no sé si las veré florecer.

Page 55: Caminando y Cantando

A VECES TODO ME PARECE EXTRAÑO

Las plantas los animales. Las mujeres paseándose

con sus vestidos largos. Nada me es familiar. Ni la

cara del perro que habita esta casa. Ni siquiera el

canto del pájaro que pasa por mi ventana. Qué hago

aquí me pregunto. Qué hago?

Page 56: Caminando y Cantando

VEO UNA VACA GORDA

subiendo pesadamente por las escaleras. A dónde vas

le pregunto. It isn’t your business me responde. Y por

primera vez descubro que aquí nada es mi negocio.

Page 57: Caminando y Cantando

A Maneira de Epílogo

«E a morte que eu vi no campo

encontrei tambén no mar

boiadeiro e jangadeiro

iguais no mesmo esperar

que um dia se mude a vida

em tudo e em todo lugar»

(Geraldo Vandré: Ventanía)

Page 58: Caminando y Cantando

Caminando y Cantando

de Rubén Urbizagástegui, se terminó de imprimir el mes

de noviembre de 1996, en los talleres de Walter Cier

Impresiones, por encargo de Arteidea Editores, siendo la

tirada de 500 ejemplares