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ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA POBLACIÓN AFRO-DESCENDIENTE EN PARAGUAY
Documento de trabajo
Lic. Ana Barreto – Dr. Ignacio Telesca
PARA COMENZAR
Desde la conquista del territorio bañado por los ríos Paraguay y Paraná por parte de los europeos, la
población de la región estuvo marcada por la presencia africana en forma de personas esclavizadas.
Esta situación continuó hasta la abolición de la esclavitud en 1870 en la actual República del
Paraguay, siendo la población afrodescendiente esclavizada de un 4% aproximadamente. Si se tiene
en cuenta la población afrodescendiente libre, el porcentaje de la misma aumenta a un 13%,
dependiendo de las condiciones del censo realizado.
Ante la toma de conciencia de esta realidad, la pregunta que surge es por qué hace falta justificar y
fundamentar la incorporación de la categoría afrodescendiente en un censo poblacional del
Paraguay.
La pregunta no es baladí y tiene también sus tentaciones. En especial, en la de caer en esencialismos
estancos, pero no sólo de la población afrodescendiente o indígena, sino fundamentalmente del
resto, del que no se considera ni uno ni otro, sino simplemente como ‘paraguayo/a’. Pero, qué
significa o mejor dicho, significó ser paraguayo. Se asume generalmente que dicha categoría existe
y existió desde la misma colonia basándose en esa categoría de mestizaje que todo lo incluye y
disculpa.
Más allá del machismo inherente en tal idea (puesto que sin cuestionamiento alguno se acepta que
la mujer guaraní gustosa tuvo descendencia con cuanto español quisiera, algo que se repetirá con la
función de la mujer tras la guerra contra la triple alianza), la documentación histórica nos pone en
alerta que nunca la sociedad colonial y republicana se consideró mestiza, que hasta fines del siglo
XVIII la población de la provincia del Paraguay era eminentemente indígena (las 2/3 partes) y que
los cambios demográficos producidos tras la expulsión de los jesuitas en 1767 no se refieren tanto a
una ‘integración’ en una supuesta sociedad ‘nacional’ sino a la intención de huir de la
discriminación y exclusión a que eran sometidos los pueblos indígenas (encomiendas, entre otras) y
la población afrodescendiente (esclavitud y amparo para la población libre).
Esta negación del otro, de los diferentes otros, llega a su culmen en la celebración del primer
centenario de la independencia cuando en el Álbum Gráfico que se editó para dicha conmemoración
no se duda en afirmar que la población paraguaya “es homogénea, predominando en absoluto la
raza blanca. En 30.000 puede calcularse el número de indios que en estado salvaje habitan el centro
del Chaco. En la Región Oriental son hoy objeto de curiosidad, así como los negros” (López
Decoud, 1911: 83).Es más, en la introducción a la obra el mismo autor sostendrá que “existe entre
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nosotros perfecta homogeneidad étnica: el pigmento negro no ensombrece nuestra piel” (López
Decoud, 1911: 8).
Más claro aún lo dejará Manuel Domínguez, en 1907, en la respuesta que le dará al general
argentino -y pintor- José Ignacio Garmendia, renegando contra los que sostienen que el Paraguay es
guaraní, reafirma una vez más que “este pueblo es blanco, casi netamente blanco… ¡más blancos,
más altos, más inteligentes, más hospitalarios y menos sanguinarios que los otros [los vecinos]”
(Domínguez, 2009: 43).
Desde este primer centenario hasta nuestro segundo que acabamos de pasar, mucha agua no ha
corrido bajo el puente, y si bien es cierto que pocos firmarían la expresión de Manuel Domínguez,
muchos sí lo harían con los dichos de López Decoud.
DESDE EL MISMO MOMENTO DE LA CONQUISTA
No es, importante señalarlo, la falta de bibliografía lo que imposibilita superar las visiones de
principios de siglo XX. La obra pionera de Josefina Pla (incluso para la región),Hermano negro, en
1972 ya señalaba la presencia de población esclavizada desde el mismo momento de la llegada de
los europeos. Fue esta investigadora quien hurgando en el Archivo Nacional se topó con un
documento referente a la venta de los bienes de Juan Nava, entre los que se encontraba un
matrimonio de esclavos proveniente de África, el documento es del año 1556.
La entrada de los esclavos en estos primeros años se hacía fundamentalmente vía Brasil y vía
contrabando: “entre 1588 y 1597 llegaron desde las costas brasileñas 233 esclavos, de los cuales
219 fueron introducidos en forma de contrabando. Sin embargo, es recién en el siglo siguiente que
vamos a encontrarnos con barcos negreros anclando en el puerto de Buenos Aires: en marzo de
1602 llegaron en dos navíos 675 esclavos” (Telesca, 2010b: 338). No olvidemos que hasta 1620 la
provincia del Paraguay se extendía desde Asunción hasta Buenos Aires.
UNA SOCIEDAD CON AFRODESCENDIENTES
La bibliografía que se refiere en general al afrodescendiente en el Paraguay (Pla, 1972; Cooney,
1995; Argüello, 1999; Boccia, 2004) a pesar de hacer una muy buena presentación del tema, peca
de centrarse en dicha población como si fuera un organismo que nace, se reproduce y desaparece
con la guerra contra la triple alianza. Sin embargo, si dejamos de lado su relacionamiento con el
resto de la sociedad nos hacemos una imagen incompleta tanto de la población afrodescendiente
como de la del resto de la sociedad.
Sabemos que los y las provenientes del continente africano fueron introducidos esclavizados. Esto
implica, cazados en África, hacinados en los barcos negreros, marcados en los puertos de
desembarque (las personas que pudieron salir vivas) y finalmente vendidos cual objetos a sus
nuevos amos.
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Quien llevaba la peor parte en este mecanismo legislativo que hacía factible y deseable el régimen
esclavista era la mujer. Era a través de ella que la esclavitud se transmitía. La descendencia de una
mujer esclavizada, sea quien fuera la contraparte masculina, continuaba siendo esclava; no así si el
varón esclavizado tenía descendencia con una mujer libre.
Desde esta situación podemos vislumbrar cómo las estrategias para eludir la esclavitud serán
diferentes para un varón o para una mujer esclavizada. Esta última sólo podrá liberarse del yugo a
través de la muerte, la huida o que alguien compre su libertad. Para los varones se daba la
posibilidad de formar familia con mujeres libres, con lo cual garantizaba que su descendencia lo
sería también.
MUJERES Y VARONES, ESTRATEGIAS DIVERSAS PARA ELUDIR LA ESCLAVITUD
Esta diferenciación de las estrategias utilizadas por parte de las mujeres y los varones esclavizados
la podemos ver de una manera muy gráfica con el siguiente caso ocurrido a fines del siglo XVIII.
Paraguarí era una inmensa estancia que pertenecía al colegio de los jesuitas en Asunción, con
población esclava. Al momento de la expulsión de los jesuitas en 1767 vivían en la estancia más de
500 esclavos. Como tras la expulsión se realizó un inventario detallado de todos los bienes de la
Compañía de Jesús, podemos ver una relación etaria y por sexo de la población esclavizada al
tiempo que se visualiza el proceso de venta de las personas esclavizadas.
TABLA I DIVISIÓN EN EDAD Y GÉNERO DE LOS ESCLAVOS DE PARAGUARÍ1
Varones Mujeres Total Menores de 14 126 134 260 Entre 14 y 50 88 117 205 Mayores de 50 10 7 17 Totales 224 258 482
TABLA II ESCLAVOS EN LA ESTANCIA DE PARAGUARÍ
1/8/1767-31/5/1771
519 fueron inventariados en 1767
Más 5 que estaban en Asunción Menos 188 enviados para ser vendidos en Buenos Aires y en Asunción
Más 6 que estaban ocultos Menos 18 adultos muertos después del inventario hasta la tasación
Más 12 nacidos hasta la tasación
Menos 9 párvulos muertos desde el inventario hasta la tasación
Más 89 nacidos después de la tasación
Menos 40 párvulos muertos desde la tasación
Total 631 255 Quedan 376 esclavos
1 No de todas las personas se refieren los datos precisos por eso el total es sólo de 482. Al número de 88 varones entre los 14 y 50 años habría que agregar seguramente a los 11 que se agregaron tras el primer inventario, como se señala en la Tabla II.
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Período Había Nacieron Murieron Vendidos Total
En 1/6/1771 3952 395 1/6/1771-12/1/1772 395 13 5 403 12/1/1772-16/1/1773 403 22 14 77 334 16/1/1773-18/1/1774 334 13 7 181 159 18/1/1774-14/1/1775 159 4 1 94 68 14/1/1775-20/9/1775 68 1 1 68 0
FUENTE: Archivo General de la Nación, Buenos Aires (AGN), sala IX, 22.8.1-22.9.1
De acuerdo a este inventario, para fines de 1775 no quedaban más personas esclavizadas
dependientes de las temporalidades de los jesuitas. Esto no significa que Paraguarí se haya quedado
sin población afrodescendiente. Un censo realizado por el gobernador Melo de Portugal en 1782
nos trae un nuevo panorama poblacional de la localidad.
TABLA III
POBLACIÓN EN PARAGUARÍ EN 1782
Mujeres Varones Total Absoluto % Absoluto % Españolas/es 164 35,3 301 64,7 465 Indias/os 47 72,2 18 27,8 65 Negras/os y mulatas/os libres 128 55,4 103 44,6 231 Negras/os y mulatas/os esclavos 86 46,0 101 54.0 187 TOTAL 425 44,8 523 55,2 948
RESUMEN
Absoluto % Españoles 465 49,0 Indios 65 6,9 Negros y mulatos libres 231 24,4 Negros y mulatos esclavos 187 19,7
TOTAL 948 100 FUENTE: Aguirre, 1949.
El censo de 1782 nos permite ver una nueva conformación de la población. No es novedosa, en
tanto que nos haga pensar que tras la expulsión de los jesuitas la zona se pobló de españoles
(entiéndase siempre, jurídicamente, españoles no provenientes de Europa, sino lo que
tradicionalmente se suele llamar ‘españoles americanos’). Sabemos que la misma orden mientras
aún estaba en Paraguarí arrendaba parte de sus territorio a campesinos del lugar, que son los que en
1782 componen el grueso de la categoría ‘españoles’. Pero lo que más nos interesa es la aún
presencia de personas esclavizadas (seguramente adquiridas por los nuevos colonos) y de este grupo
de ‘negros y mulatos libres’.3
2 Se incluyen en la lista, 19 esclavos que pertenecían a la estancia de San Lorenzo. 3 La expresión ‘negro y mulato’ la trae la misma fuente, pero por lo general no existía una denominación clara que se aplicara en la provincia del Paraguay, vemos utilizar indistintamente palabras como ‘negro’, ‘mulato’, ‘africano’, ‘pardo’,
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Contamos con una fuente que nos puede dar pistas sobre cómo se fue conformando este grupo, pero
antes de eso veamos la conformación de la población en 1799, para lo cual contamos con otro censo
realizado por el gobernador Lázaro de Ribera.
TABLA IV
POBLACIÓN EN PARAGUARÍ EN 17994 1ª edad 2ª edad 3ª edad Total
mujeres varones mujeres varones mujeres varones mujeres varones Españolas/es 243 230 258 243 38 29 539 502 1.041 Mestizas/os 9 8 14 10 9 7 32 25 57 Indias/os 13 12 15 20 6 8 34 40 74 Pardas/os libres
109 112 50 60 9 9 168 181 349
Pardas/os esclavos
39 29 28 20 4 6 71 55 126
Morenas/os libres
26 20 19 19 7 7 52 46 98
Morenas/os esclavos
38 32 37 30 5 5 80 67 147
TOTAL 477 443 421 402 78 71 976 916 1.892 FUENTE: AGN Fondo Lamas, 2.636, f. 76
TABLA V
POBLACIÓN EN PARAGUARÍ 1782-1799
1782 1799 Absoluto % Absoluto %
Españoles/as 465 49,0 1.041 55.0 Mestizos/as 57 3,0 Indios/as 65 6,9 74 4,0 Pardos/as y morenos/as libres 231 24,4 447 23,6 Pardos/as y morenos/as esclavos 187 19,7 273 14,4
TOTAL 948 100 1.892 100 Si bien existen pequeñas variaciones entre ambos censos, podemos comprobar que la población
considerada afrodescendiente en Paraguarí en vísperas de la independencia rondaba el 40%, más
alta que la media, como luego veremos. Pero volvamos a nuestro tema de las estrategias
diferenciadas entre los varones y las mujeres esclavas.
Una fracción de la estancia que perteneció a la Compañía de Jesús pasó a formar parte de las
propiedades del nuevo Real Colegio Seminario de Asunción. También los esclavos. Contamos con
cuatro inventarios de esclavos de esta propiedad que se encuentran en el Archivo Nacional de
Asunción (ANA): el de 1781 con sus “procreos” hasta 1784; de 1792; de 1801 y de 1817, ya en
época independiente (no olvidemos que la esclavitud recién se abolió en 1870).
etc. Si bien en el significado no es igual un pardo que un mulato que un negro, estas diferencias no eran tenidas como tales por las fuentes, de una manera consistente. 41ª edad del nacimiento a 15 años; 2ª de 15 a 60; 3ª de 60 adelante
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La tabla VI, aunque extensa, nos muestra en primer lugar cómo los varones de las familias (seis en
total) se casan con mujeres libres y de esa manera se corta el vínculo familiar con la estancia,
aunque ellos sigan participando, como es el caso de Juan Ventura, que termina siendo capataz en la
estancia de Caacupé. Al mismo tiempo podemos apreciar cómo las actividades económicas se van
agrupando en torno a una familia que se va haciendo más grande, como la de Miguel, que se
concentra en la estancia de Tacuruty. Hemos querido poner los nombres de las personas, que si bien
hace extensa la lista, creemos importante darle un poco más de visibilidad a las personas y no
reducirlas a meros números estadísticos.
TABLA VI LISTA DE ESCLAVOS DEL REAL COLEGIO SEMINARIO, 1781-1817
1781-4 1792 1801 1817 Tacuruty Caacupé
Cosme Capata
z
María Salomé su mujer X 60 años
Juan Ventura X 28 30 (casado con mujer
libre) Capataz
Manuel X 26 Melchor X 25 Melchora X 18 30 X Hilaria X Lorenza X 15 X
Domingo X 24 (casado con mujer
libre)
María Josefa X María Vicencia, hija de Melchora 3 X José Tadeo, hijo de Lorenza X Juana Tomasa, hija de Lorenza X María Manuela, hija de Lorenza X Juan Ángel, hijo de Lorenza X
Isidro X 40 casado con mujer libre
Luisa su Mujer Rosalía X 16 María Silvestre X 14 María Petrona X 10 18 María de la Encarnación X María Eusebia X María Concepción 6 Manuel Ignacio 4 13 Miguel Antonio, hijo de María Petrona X
7
Bartolomé, hijo de Rosalía, difunta 8 X
Raymundo X 40 Teodora su mujer X 36 Asencia X 24,
Joaquín X 20 (casado con mujer
libre)
Juan Esteban X 12 X María Juana X 11 X María de la Encarnación X
Salvador X 9 18 (casado con mujer
libre) X
María Tomasa 6 X Juan Esteban, hijo de Asencia 7 María Antonia, hija de Asencia 8 X María Nicolasa, hija de Asencia 5 Santiago, hijo de María Juana X Felipe, hijo de María Juana X José Lorenzo, hijo de María Juana X
Benita, hijo de María Juana X Dorotea, hijo de María Juana X María Josefa, hija de María Antonia X
Félix X
Pasan al colegio de Asunción, él es mayordomo y su mujer cocinera
María Regina su mujer X Alejo X María todos Santos X
Miguel X 40 50 Capataz Isabel su mujer X 30 40 X Valeria X Mariano X 11 María Petrona X 13 18 X María de la Cruz X 11 16 X María de la Encarnación X Eusebia 8 15 X Andresa 6 13 X María de la Asunción 5 X Felipe 3 Mauricio 8 María Benedicta 2 X Juan José 3 Baltasar 4 X Ignacio, hijo de María de la Cruz 2
8
María Lorenza, hija de María Petrona De meses X
Felipe, hijo de Miguel X Bernardino, hijo de Miguel X Gaspar, hijo de Miguel X Nicolás, hijo de María Petrona X Tadeo, hijo de María Petrona X Manuel, hijo de María Petrona X Feliciano, hijo de Andresa X María Rufina, hija de Andresa X Luisa, hija de María de la Cruz X María Martina, hija de Eusebia X Juana Ángela, hija de Eusebia X Marcelino, hijo de Tomasa X Justo Pastor, hijo de Tomasa X Rosa Antonia, hija de Tomasa X María Inocencia, hija de Tomasa
X
Antonina, hija de Tomasa X
Valentín (casado con mujer libre) X
Francisco Solano soltero X
Juan Damián, hijo de una esclava que está en la ciudad
2
José Bernardo X
Andresa X Escolástica, su hija X TOTAL DE ESCLAVOS 37 28 27 28 21
FUENTE: ANA, NE vol. 8.1, NE vol. 583, NE vol 739, NE vol. 1221 y NE vol. 3132.
El cuadro nos muestra que casi todos los varones, no jefes de familia, terminan casándose con
mujeres libres y en los que no figura ese dato, desaparecen de los sucesivos inventarios. El caso de
Juan Ventura, pareciera que es el heredero del cargo de capataz de su padre para la estancia de
Caacupé. El caso de Isidro, del segundo núcleo familiar, es igual de interesante, ya que casado en
segundas nupcias lo hace con una mujer libre. Desgraciadamente aún no hemos encontrado otros
registros de igual envergadura para estancias privadas para ver si era sencillo o no para los esclavos
varones casarse con mujeres libres.
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AFRODESCENDIENTES LIBRES
No es difícil comprender por qué una persona esclavizada intentaba evadir dicha sujeción. Pero
debemos dar un paso más y meternos en la descendencia libre de esos afrodescendientes. Pareciera
que pronto en la América española su número fue creciendo, ya que poseemos Reales Cédulas de
fines del siglo XVI, en donde se intentaba regular la vida de este grupo de negros y mulatos libres
(Telesca, 2010b). Es una nueva clase de personas para la cual la corona española no había pensado.
Existían los españoles, los indígenas y los esclavos, pero ¿qué hacer con los afrodescendientes
libres? La forma de control más utilizada era la del cobro de tributos, de impuestos, de esta manera
se puede saber quiénes y cuántos son (además de obtener un ingreso extra para las arcas reales),
entonces obligaron a todo varón afrodescendiente a pagar un marco de plata a la corona. Así como
todo indígena estaba sometido al régimen de encomienda, todo afrodescendiente libre tenía que
pagar su tributo del marco de plata.
Sabemos que ser afrodescendiente era sinónimo de pobreza, por lo que era mínima la posibilidad
que tenían de pagar dicho impuesto. Esta dificultad ya se reconocía en una Real Cédula de 1577, y
la razón se debía, decía el documento,a que eran “gente que no tiene asiento ni lugar cierto” y se
plantea una manera de solucionar dicho problema: “obligarlos a que vivan con amos conocidos”,
que los amparen y que sean éstos los que tengan que pagar dichos tributos “a cuenta del salario” del
afrodescendiente.
Como se puede entrever, esta institución del amparo no era otra cosa que una esclavitud encubierta.
Además, la autoridad designada para dar en amparo a una familia afrodescendiente libre era el
gobernador, quién la utilizaba para beneficiar a sus favoritos. Como bien lo manifestara Félix de
Azara a fines del siglo XVIII, “…ningún esclavo ni su posteridad puede tener libertad aunque se la
dé su legítimo dueño, porque al momento que alguno la consigue lo aprisiona el gobernador y lo
entrega a algún particular, en amparo, según dicen, para que lo haga trabajar como esclavo sin más
obligaciones que la de cualquier dueño respecto a sus esclavos, menos que no le puede vender.”
(Azara, 1904: 48).
LA FUNDACIÓN DE EMBOSCADA
La población afrodescendiente libre fue creciendo en número con el correr de los años aunque
carecemos de datos específicos. De hecho, el único censo del siglo XVII fue el realizado por el
obispo Faustino de Casas en 1682 (Velázquez, 1972). De sus datos sabemos que vivían en la
provincia del Paraguay 38.666 habitantes, de los cuales la mitad (19.070) lo hacían en los siete
pueblos de indios controlados por los jesuitas. No hay datos para afrodescendientes libres, pero sí
para esclavos, 1.134 en las dos únicas ciudades existentes en ese momento, Asunción y Villa Rica
(que venía de trasladarse de su antigua locación en el hoy departamento brasileño de Paraná a su
localización actual).
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No será sino hasta un siglo después que se comience a distinguir claramente entre esclavos y libres
en los censos. Sin embargo, sabemos que cuando en 1714 se funda la población de Villeta del
Guarnapitán se trae para su población a 38 familias de pardos libres (Velázquez, 1978). Y que la
población parda libre era importante en la provincia del Paraguay, al margen de los esclavos, lo deja
de manifiesta justamente la fundación del pueblo San Agustín de la Emboscada en 1741, que se
hizo exclusivamente con pardos libres (Granda, 1983; Blujaki, 1980).
Ya antes se había fundado el fuerte de Arecutacuá y en dicha construcción habían participado 40
mulatos libres, de los cuales muchos permanecieron una vez terminado el fuerte en 1719. La
función del fuerte era la de antemural ante las incursiones de los grupos indígenas aún no sometidos
por los españoles, pero pareciera que el lugar escogido no fue el ideal ya que enseguida se sintieron
las necesidades alimentarias y la creciente del río Paraguay destruyó parte de la construcción. En
1741, el gobernador Rafael de la Moneda decide no sólo mudar de lugar el sitio, sino que en
adelante ya no sería un fuerte sino un pueblo. La función continuaría siendo la misma, la de defensa
(como bien lo indica el nombre de Emboscada), y los pobladores exclusivamente pardos libres (de
hecho, al lugar también se lo denominaba Camba Reta). Para 1745 Emboscada ya estaba lista y en
1761 vivían allí 112 familias y 572 personas, todos afrodescendientes libres (Telesca, 2009).
A estos afrodescendientes libres que fueron a habitar el recién fundado pueblo, se los liberó de
pagar el tributo del marco de plata y se los dispuso como Pueblo de Indios, viviendo en comunidad,
lo cual no funcionó y los habitantes de Emboscada peticionaron al gobernador para que los dejasen
trabajar como libres o mudarse al Chaco, lo cual les fue denegado. De hecho, la población de
Emboscada fue constantemente explotada por los gobernadores, ya que, al decir de Azara,
“arbitrariamente disponen [de ellos] como que carecen de patrono y a cualquiera hora se hallan en
su hogar” (Azara, 1904: 49). Así como los indígenas eran explotados a través del sistema de
encomienda, de igual manera a los afrodescendientes libres se los utilizaba cual esclavos ya sea por
los amparadores, ya sea por los gobernadores.
ESTRATEGIAS DE LOS AFRODESCENDIENTES LIBRES
Ante esta situación no serán inentendibles todas las acciones emprendidas por este grupo de
afrodescendientes libres para dejar de ser tenidos como tales y ser considerados dentro del grupo de
españoles. Pero antes de ver estas estrategias tengamos un pantallazo general de los datos
demográficos.
Para fines del Paraguay colonial contamos con dos censos detallados, uno realizado en 1782 por el
entonces gobernador Melo de Portugal (Aguirre, 1949) y el otro en 1799 confeccionado por el
gobernador Lázaro de Ribera (Maeder, 1975). Para el período independiente hasta 1870, el único
censo que se realizó fue en 1846 por orden del presidente Carlos Antonio López (Williams, 1976;
Kegler, 1976). La siguiente tabla nos muestra la población total ‘negra y mulata’ dividida en libre y
esclava, así como también el porcentaje del total de la población del Paraguay.
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TABLA VII
POBLACIÓN AFRODESCENDIENTE EN PARAGUAY DESDE 1782 HASTA 1846 1782 1799 1846 total % total % Total %
Libres 6.893 7,2 7.948 7,4 8.416 3,6 Esclavos 3.953 4,1 4.598 4,3 8.796 3,8 TOTAL 10.846 11,3 12.546 11,7 17.212 7,4
FUENTE: Aguirre, 1949; Maeder, 1975; Williams, 1976
Podemos apreciar que la población esclavizada permanece casi estable, pero la población
afrodescendiente libre se reduce proporcionalmente a la mitad en esos 64 años. Es importante
comprender entonces qué pasaba con esa población libre. La historiografía tradicional suele poner
su acento en el espíritu abierto de la sociedad considerada española, que permitía integrarse al resto
de la sociedad. Sin embargo, esa imagen idílica es puesta en duda a partir de la documentación de la
época.
Un 3 de marzo de 1757 se reúne el cabildo asunceno y se queja al gobernador a través de un escrito
“...en el que contiene que los negros, negras, mulatos y mulatas visten sedas y en sus vestuarios
galones de plata y oro y los mulatos usan espuelas y cabezadas de plata y que por esta causa
no hay excepción de los españoles y señores en los actos públicos, [...] y habiéndose
conferenciado acordaron sobre el primer punto que sólo se les permita a los dichos negros,
negras, mulatos y mulatas que vistan ropa de lana de castilla decentemente sin cintas y
galones de plata y oro, ni que se les permita usen espuelas ni cabezadas de plata, sobre lo
cual dicho señor gobernador dijo que mandaría por bando para su observancia”.
El problema para los cabildantes radicaba en “que por esta causa no hay excepción de los españoles
y señores en los actos públicos”. Los miembros del cabildo no podían aceptar esa falta de
distinción. Sin lugar a dudas, ésta no es una queja gratuita e inventada. Los afrodescendientes
querían dejar de ser estigmatizados y discriminados, no sólo económicamente sino también jurídica
y socialmente. Uno de los huecos que encontraron fue justamente el equipararse a través de las
vestimentas, algo común también en el resto de la América colonial.
Además, los cabildantes se quejan en esa misma reunión que los afrodescendientes no utilizan su
iglesia, la de San Blas, sino que se bautizan y casan en la de los españoles (Telesca, 2009).
Una primera estrategia que se desprende del clamor de los cabildantes es el mimetizarse con los
españoles a través de la vestimenta, los que sí sentían el impacto, al punto de prohibir dicha
identificación. Esto nos lleva a cuestionarnos cómo eso podía ser posible, es decir, nos debe poner
en alerta sobre la poca diferenciación existente entre los considerados ‘españoles’ y los
considerados ‘pardos’. No podemos dejar de reconocer, sin embargo, que la vestimenta puede verse
como una estrategia para ser considerado ‘español’ o simplemente como un mero afán de progreso.
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Lo que no puede dejar dudas es el uso de las parroquias destinadas a españoles para formalizar los
bautismos o casamientos. Hasta la independencia, los afrodescendientes y los indígenas que vivían
en Asunción y sus alrededores tenían una iglesia destinada para ellos, la de San Blas y sólo podían
utilizar dicha iglesia. El gobernador Melo de Portugal lo explicará correctamente en 1783 en un
informe sobre la provincia del Paraguay, donde dirá que la parroquia de San Blas no tenía un
territorio fijo, sino que la “jurisdicción del párroco [de dicha parroquia] se extiende a todos los
indios, mulatos y negros así esclavos como libres, moradores en todo el distrito de la Catedral y la
Encarnación [en Asunción]”.
Estas dos últimas iglesias, Catedral y Encarnación, eran destinadas a la población española, si un
mulato o pardo o negro era bautizado o casado en dichas iglesias, significaba entonces que no era ni
pardo, ni negro, ni mulato, sino español. Por supuesto que esto no se podría hacer sin la
complicidad del párroco, pero la queja de los cabildantes nos señala que era una situación más que
habitual.
Un tercer mecanismo o estrategia utilizada por la población afrodescendiente para dejar de ser
tenida como tal y asumida con el status de español, era el de formar parte de las milicias de
españoles. Así como había una iglesia destinada para los afrodescendientes, también existía una
compañía destinada a los pardos y éstos sólo podían pertenecer a dicha compañía. Sin embargo, en
1796 los comandantes de las cuatro compañías de pardos que existían, se quejan a su autoridad y
expresan:“...que hallándose exhaustas de individuos dichas compañías [las de pardos], así por la
extracción o separación de estos soldados, los que olvidando su calidad se hallan interpolados entre
las milicias españolas, como también por la falta de jurisdicción para obligar a varios pardos libres
exonerados de toda pensión, antes bien entregados a una suma libertad y ocio nada útiles a ambas
majestades (de los cuales presentamos listas) así de los que se han separado como de lo que viven
en la forma predicha...”.
Al igual que ocurría con los párrocos de las iglesias de la Encarnación y la Catedral, que aceptaban
que los pardos recibieran los sacramentos allí, lo mismo ocurría con los comandantes de las cuerpos
de milicias de españoles que permitían a los pardos formar parte de las mismas.
Más allá de las complicidades necesarias, es claro que formaba parte del imaginario posible que
ambos casos se pudieran producir. Hemos trabajado en otros textos en los que se presentan algunos
casos que utilizan el haber participado en las milicias de españoles como testimonio de formar parte
de la población española (Telesca, 2005; 2009; 2010c).
Uno de estos casos se puede ver reflejado en la historia de Tomás Sosa. Luego de casado, la familia
de la esposa de Tomás quiso anular el matrimonio alegando desigualdad de sangre (y estamos en
1822). El cura de Capiatá, Pedro José Moreno, replica que ya le había comentado a la familia de la
novia, previo a la boda, que la bisabuela de Tomás había sido parda, pero que su “sucesión había
sido procreada de hombres blancos.” Y agrega como dato probatorio que los “varones de la
expresada sucesión por la relatada cualidad habían servido a lo político y militar entre los blancos.”
13
Situación parecida es la de Pedro Juan Ortiz, a quien en 1832 el cura de Yuty, Julián Curtido, no le
permitía casarse. La razón, expresa el mismo Pedro, se debe a “que dicen que el abuelo de mi
pretendida es pardo, y que por esto ella mi pretendida me es desigual. En lo que juzgo que nuestro
cura no tiene razón de excusarse: lo primero porque el padre legítimo de mi pretendida fue hombre
blanco sin disputa ni duda alguna y la madre, aunque haya sido mestiza o tercerona, por el
matrimonio se hizo de la misma condición que su legítimo marido como se deduce de la Ley 7, tit.
2 Part. 4. Lo segundo porque fuese lo que fuere mi pretendida, es reputada por blanca en el público,
pues que un hermano suyo entero es soldado urbano, que está sirviendo en la clase y compañía de
blancos.”
Casos como el de Tomás Sosa o el de Pedro Ortiz eran bastante comunes y una buena cantidad de
ellos se pueden encontrar en el Archivo de la Arquidiócesis de Asunción, en la sección de
Impedimentos Matrimoniales.
Por otro lado, los expedientes judiciales que se encuentran en el Archivo Nacional de Asunción nos
presentan a los afrodescendientes haciendo también uso de las herramientas que la justicia les ponía
a su alcance.
En el último cuarto del siglo XVIII, encontramos en la Sección Civil y Judicial de dicho Archivo 39
casos en donde se involucran a esclavos o negros y mulatos directamente. De estos 39 casos, 9 se
dan entre españoles (venta, donaciones y una señora que se opone al casamiento de su hijo con una
mulata); 15 contra negros (por deuda, 5 por adulterios, por matar una mula, 4 por heridas, 2 por
robo, por fuga y por falsificación de firma); y 15 demandas por parte de los negros (9 por maltratos,
8 por papeles de venta, pide libertad de hijas, uno para que no se venda). Importante es señalar que
6 de estas últimas demandas fueron puestas por mujeres (en Telesca 2010c hemos trabajado en
detalle el caso de la mulata Luisa Lezcano contra Juana Agustina de Achucarro).
No se ha de dudar que los miembros de la elite acusaran recibo de estas estrategias e intentaban
impedirlo, como vimos con los cabildantes en 1757. Otro botón de muestra nos lo traen también
unas Actas del Cabildo de Asunción, pero esta vez de 1806. Uno de los regidores, Florencio
Antonio Zelada, había fallecido y en artículo mortis se casó con su esclava con quien había tenido
cuatro hijos. No sólo se casó sino también les concedió la libertad. Todo hubiese quedado en un
buen gesto si es que los hijos no hubiesen concurrido al Cabildo para solicitar un certificado sobre
su padre para recurrir al Soberano. Los miembros del cabildo asunceno se dividen en sus opiniones
y el mayor opositor a entregar dicha solicitud fue el regidor José Esteban de Arza, sus razones eran
claras y las manifiesta abiertamente. Comienza afirmando que de “no haber intervenido dicho
matrimonio necesariamente resultarían esclavos” estos descendientes, y piensa que es urgente la
negación de tal pedido “a vista de los perjuros que se iban a cometer impunemente, bien sea
conducidos los declarantes de la sencillez de ellos, o bien sea produciéndose de malicia”. Es bien
consciente de los objetivos de los solicitantes, “que sus fines no tenían otro objeto que con el
transcurso del tiempo fuesen iguales y de una misma esfera los hijos, nietos, etc. de ellos con los de
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este cuerpo… y aquí un absurdo el máximo que puede excogitarse, por no ser justo que un hombre
vil y de mala estirpe se hombree con otro limpio, noble y bien nacido” (Telesca, 2010a: 151-152).
POBLACIÓN AFRODESCENDIENTE EN ASUNCIÓN Y EMBOSCADA
Vimos que la población afrodescendiente reconocida como tal en los censos de fines coloniales
rondaba el 13%, sin embargo en ciertas localidades su presencia era más marcada, como en la
ciudad de Asunción.
TABLA VIII
POBLACIÓN DE ASUNCIÓN ENTRE 1782 Y 1799 1782 1799
Españolas/es 2.120 42,9% 3.963 53,5% Indígenas 118 2,4% 283 3,8% Negros/as y mulatos/as libres 1.546 31,3% 1.853 25,1%
Esclavos/as 1.157 23,4% 1.305 17,6% TOTAL 4.941 100% 7.404 100%
FUENTE: Aguirre, 1949; Maeder, 1975
En 1782, los negros y mulatos en Asunción representan el 24,9% de la población parda total (el
22,8% de la población libre total y el 29,3% de la población esclava), mientras que en 1799, el
25,2% (el 23,3% de la población parda libre y el 28,4% de la población esclava).La presencia
femenina entre la población afrodescendiente era importante, fundamentalmente entre los adultos,
como lo demuestra el siguiente cuadro.
TABLA IX POBLACIÓN AFRODESCENDIENTE EN ASUNCIÓN EN 1782 DIVIDIDO POR SEXOS
Mujeres Varones
Adultas/os libres 764 66,7% 382 33,3% Párvulas/os libres 200 50,0% 200 50,0% Adultas/os esclavas/os
566 60,5% 370 39,5%
Párvulas/os esclavas/os
95 43,0% 126 57,0%
1.625 60,1% 1.078 39,9% FUENTE: Aguirre, 1949
Llama la atención esta diferencia entre mujeres y varones adultos. Uno podría pensar en la fuga que
se da entre los varones esclavos, pero en el número de negros libres la diferencia es aún mayor.
Podría pensarse también en la emigración a otros pueblos del interior para trabajos, sin embargo, la
misma diferencia se da también a nivel provincial. Tampoco se puede pensar en más nacimientos de
mujeres, porque los datos nos dicen otra cosa. Se puede tener en cuenta por otro lado una alta
mortalidad debido a los trabajos duros, o incluso a que los varones se escapen de los controles
censales para no ser enviados a los fortines. Ambas hipótesis pueden incluirse, pero el trabajo duro
que provoque una muerte precoz en Asunción es más difícil que se dé, y respecto al huir del censo-
tributo, al darse la misma relación entre los esclavos, ‘libres’ de tributo y bajo el control de sus
15
amos, la explicación queda un poco débil. Seguramente son todas las anteriores razones juntas,
porque si comparamos con los esclavos que los jesuitas tenían en su colegio de Asunción en el
momento de la expulsión de la orden en 1767, los porcentajes son un tanto diferentes, incluso
tenemos el dato de los recién nacidos, que en la siguiente tabla incluimos entre paréntesis.
TABLA X
DIVISIÓN EN EDAD Y GÉNERO DE LOS ESCLAVOS DEL COLEGIO JESUITA EN ASUNCIÓN, 1767
Varones Mujeres Total Menores de 14 119(40) 137(38) 256(78) Entre 14 y 50 85 98 183 Mayores de 50 10 17 27 Totales 214 252 466
FUENTE: AGN, sala IX, 22.9.1, cfr. Telesca 2008a
Otra de las comunidades en donde la población afrodescendiente era numerosa es Emboscada, ya
que fue creado el pueblo precisamente para albergar a pardos y mulatos libres. Lo importante es
señalar que desde su creación en 1741 mantuvo un crecimiento estable.
TABLA XI POBLACIÓN DEL PUEBLO DE EMBOSCADA DE 1761 A 1846
1761 1782 1799 1846
Pardos libres 572 773 897 2.422 Esclavos 2 25 2 Españoles 108 994 Indígenas 96 TOTAL 572 775 1.136 3.418
FUENTE: Telesca, 2009; Aguirre, 1949; Maeder, 1975; Williams, 1976
Para 1799 poseemos una descripción detallada. La planilla censal fue firmada el 30 de julio de
dicho año por su párroco, don Francisco Amancio González de Escobar. Importante es detenerse en
su clasificación, a los habitantes los denomina por su gentilicio, emboscadeña/o, y a los españoles
que viven allí les agrega también su situación de arrendatarios. Es decir, no podrían estar morando
en dicho pueblo que era exclusivo para afrodescendientes, pero parece que el pueblo arrendaba sus
tierras a campesinos de los alrededores. Otro dato importante es la existencia de población esclava y
de indígenas. Más investigación es necesaria para comprender quiénes eran los poseedores de los
esclavos, si sólo la población española o si también había emboscadeños con esclavos, y para
comprender si los indígenas estaban encomendados y a quién. Los pardos libres agregados pueden
ser pardos que arrienden un pedazo de tierra en Emboscada o que estuvieran trabajando para alguna
familia de españoles. Lo importante de esta planilla es que fue confeccionada por un párroco que
conocía su comunidad desde casi sus orígenes.
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TABLA XII POBLACIÓN EN EMBOSCADA EN 1799
1ª edad 2ª edad 3ª edad Total mujeres varones mujeres varones mujeres varones mujeres varones Emboscadeñas/os 189 187 241 105 50 47 480 339 819 Españolas/es arrendatarios
19 25 34 24 4 2 57 51 108
Indias/os 44 3 36 13 0 0 80 16 96 Pardas/os libres agregados
2 36 13 24 0 3 15 63 78
Esclavas/os 6 7 5 10 4 3 15 20 35 TOTAL 260 258 329 176 58 55 647 489 1.136
FUENTE: AGN Fondo Lamas, 2.636, f. 99
Desgraciadamente los datos de 1846 aún no han sido desmenuzados, sólo poseemos datos
generales, pero en cierta medida podemos comparar los censos de 1782 y 1799.
TABLA XIII POBLACIÓN DE EMBOSCADA 1782- 1799
1782 1799 mujeres varones total mujeres varones total
Pardas/os libres
niñas/os 69 69 138 191 223 414 adultas/os 222 413 635 304 179 483
Esclavas/os niñas/os 6 7 13 adultas/os 2 2 9 13 22
Españolas/es niñas/os 19 25 44 adultas/os 38 26 64
Indígenas niñas/os 44 3 47 adultas/os 36 13 49
TOTAL 293 482 775 647 489 1.136
Al igual que lo que ocurría en Asunción, para 1799 tenemos que la población masculina adulta,
entre 15 y 60 años, emboscadeña, es menos de la mitad respecto a la femenina (105 y 241
respectivamente). La relación se invierte con la población parda agregada, lo que indica es una
mano de obra ocasional o que aún no se había instalado definitivamente en la zona. Sin embargo,
los datos de 1782 nos dan una pintura totalmente opuesta, los varones adultos duplican a las
mujeres adultas.
La diferencia que se nota a partir de 1799 es la incorporación al censo de la población española, es
decir, ni parda ni indígena. En 1846 esta población aumenta en relación al total, de representar
apenas el 10% en 1799 pasa al 30% cincuenta años más tarde.
Pero de la tabla se puede extraer un dato aún más significativo. En 1782 y 1799 la población parda
que vivía en Emboscada representaba el once por ciento de toda la población parda libre de la
provincia, sin embargo en 1846 el treinta por ciento de toda la población parda libre del Paraguay
vivía en Emboscada.
Esto nos indica que mientras que la población emboscadeña no tenía necesidad de ocultar su origen
étnico, o les resultaba más dificultoso, el resto de la población afrodescendiente libre continuó con
17
la estrategia de ir mudando su adscripción étnica. Es que tras la independencia, las discriminaciones
a que eran sometidos desde épocas coloniales poco cambiaron.
TRAS LA INDEPENDENCIA
Llama la atención que a pesar de que la mitad de la población asuncena era afrodescendiente, no
fuese éste un tema que mereciese la atención de los que planificaron el nuevo estado que iría a darse
en el Paraguay. De hecho, la única mención a los esclavos en los debates que se sucedieron tras
mayo de 1811, es la necesidad de confeccionar una nueva vestimenta para el esclavo Manuel,
herrero, que pertenecía al fisco de la provincia (Orden del 17 de noviembre de 1811, firmada por los
miembros de la Junta Gubernativa).
Como hemos señalado, la esclavitud será abolida en 1870 y la ley de libertad de vientres recién se
sancionará a fines de 1842 para que entre en vigencia el primero de enero del año siguiente. A partir
de esa fecha los nacidos de madre esclava serán llamados libertos y recién ganarán su libertad al
cumplir los veintitrés años las mujeres y los veinticinco los varones. Sin embargo, la sangrienta
guerra contra la triple alianza que se prolongó desde 1864 hasta 1870 les llegó antes que pudieran
reclamar su libertad.
No es sólo una cuestión de legislación sino que incluso llama la atención la perpetuación de la
esclavitud cuando hubo posibilidades de ir haciéndola desaparecer. Por ejemplo, cuando en 1824 el
Dr. Francia suprimió las órdenes religiosas en el Paraguay se encontró con un grupo de personas
esclavizadas importante. A los de la ranchería de los dominicos (que veinte años antes contaba con
una población de cien personas) hay que sumarles la de los mercedarios y franciscanos. Además, la
orden de los predicadores poseía una estancia con población esclava en Tavapy que superaba el
medio millar y los mercedarios otra en Areguá con igual población o más. Sin embargo, el Dr.
Francia no les dio la libertad una vez que sus amos ya no existían más, sino que los sumó a la
esclavatura del estado. Lo mismo hizo con los esclavos pertenecientes a aquellas personas cuyos
bienes eran confiscados por el estado.
Resulta hasta irónico, entonces, leer el catecismo que redactó el mismo Dr. Francia destinado a las
escuelas primarias de la república. Una de las preguntas hacía referencia a la bondad del gobierno y
a los hechos positivos que demuestren dicha bondad; el niño tenía que responder que uno de estos
hechos positivos había sido “el haber abolido la esclavitud sin perjuicio de los propietarios”
(Telesca, 2010a: 154).
Así como el gobernador de la Moneda había fundado el pueblo de Emboscada con población parda
libre, lo mismo ocurrió con la fundación del pueblo de Tevegó en 1813 (Williams, 1971).Tevegó
era un antiguo poblado de los indios guanás, setenta kilómetros al norte del poblado más norteño
del Paraguay que era Villa Real, sobre la banda oriental del río Paraguay. Ya despoblado el lugar de
los guanás, la Junta “ha tomado la resolución de que todas las familias que componen la numerosa
parcialidad de pardos de Tavapy vayan a fundar un nuevo pueblo en el paraje de Tevegó” (27 de
18
enero de 1813, firmado por los miembros de la Junta). La intención era clara, “el resguardo y la
pacificación de las fronteras… por la utilidad que ofrece su establecimiento a toda la Villa [Real] y
su territorio, sirviendo de antemural no sólo contra los indios de la otra banda del río, sino también
contra los de esta parte”. Una vez más, los pardos eran utilizados para formar poblaciones
antemurales. A diferencia de Emboscada, Tevegó no perduró más que una década.
Toda la documentación apunta a que el Dr. Francia consideraba al contingente pardo como si fuera
un grupo diferenciado de la sociedad, de hecho utiliza la expresión “parcialidad” para referirse a
ellos, la misma que se utiliza para los grupos indígenas. Las actitudes del Dr. Francia, continuadoras
del imaginario del Antiguo Régimen, son también las compartidas por la sociedad en su conjunto.
El siguiente caso lo pone de manifiesto.
En el Archivo Nacional de Asunción, en la Sección Civil y Judicial (441.15) nos encontramos con
el caso de Felipe Manuel Ralea, peinero de profesión, vecino del barrio asunceno de San Roque. Su
padre había fallecido y él era el único hijo del matrimonio. En 1817 quiere casarse con la parda
libre María Juana Rejalaga, con quien ya tenía dos hijos. Posee ya el consentimiento de su madre y
como es mayor de 25 años da por descontado el permiso oficial “no obstante la tolerable
desigualdad que media entre nosotros”.
Al no tener parientes en la república a nadie podría afectar esta ‘desigualdad’. Sin embargo, quien
se opone es José Mariano Vargas, Fiscal General, quien considera la anuencia de la madre
irracional e injusta, “y sobre todo semejantes matrimonios jamás tienen sino fatalidad y desastres
por la diversidad de calidad que es uno de los motivos inductivos de la prohibición”. El Dr. Francia,
finalmente, resuelve “no ha lugar a conceder licencia”. De hecho, ni los cónsules ni el Dr. Francia
eliminaron las leyes españolas vigentes durante la colonia, que prohibían a los blancos y a los
indígenas casarse con los pardos, con las castas. Incluso estas leyes continúan durante la época de
Carlos Antonio López.
El 19 de septiembre de 1842, el cura interino del pueblo de Yuty, José Eusebio Escobar, había
casado al indio Juan Antonio Mbarayú con la esclava María Magdalena Chaparro, viuda del esclavo
Felipe Castelvi, leemos en el volumen de Impedimentos Matrimoniales de 1843 del Archivo de la
Arquidiócesis de Asunción. Los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso en
diciembre de 1843 se enteran que el indígena no era libre sino que pertenecía al pueblo de San
Cosme, por lo que deciden iniciar un juicio eclesiástico para anular dicho matrimonio y de hecho,
ponen preso al amo de la esclava, José Mariano Aquino, por contravenir el reglamento de policía
del 27 de junio de 1842, que en su artículo 23 ordenaba que quien “abrigase en su casa … indios de
pueblos … sufrirá la multa de 50 pesos y, en su defecto, dos años de grillete en trabajos públicos”.
Se puede ver acá la estrategia utilizada por muchos indígenas, el abandonar su propio pueblo para
terminar mezclándose con el resto de la población. Nuestro protagonista termina casándose con una
esclava, cuyo amo sale de testigo del casamiento. Sin embargo, la autoridad civil articuló los
mecanismos necesarios para revertir la situación. Cincuenta años antes el gobernador Alós se había
19
enfrentado con la misma situación, la de un indígena artesano viudo del pueblo de Yaguarón, que se
había casado con una esclava de las inmediaciones, con el beneplácito del ama y del cura.
PARA CONCLUIR, DE LOS AFRODESCENDIENTES A LA SOCIEDAD
Debemos, más no sea brevemente, intentar incorporar al análisis de la población afrodescendiente a
la sociedad en su conjunto. Si bien es claro el por qué y el cómo de las estrategias utilizados por los
afrodescendientes para dejar de ser tenidos como tal y ser asumidos como españoles, o blancos de
linaje, es importante pensar en cómo esto pudo darse. La pregunta que siempre nos viene es cómo
puede ser que no se notase la diferencia. Y la raíz del problema es que estamos acostumbrados a
dejarnos guiar por los conceptos y terminamos ubicando en casilleros cerrados a las personas. Un
‘español’ tendrá que ser un blanco, un ‘indio’ un descendiente de los pueblos ancestrales y un
pardo/mulato/negro un descendiente de africanos. Éstas son, sin lugar a dudas, las categorías
clásicas con las que se movía el Antiguo Régimen y que en Paraguay perduraron hasta 1870. Sin
embargo, en cuanto dejamos de lado el concepto y nos detenemos en las personas, nos damos
cuenta que detrás de cada categoría se escondía un mundo de posibilidades diversas. Un caso nos
puede comenzar a desengañar.
El 14 de abril de 1795 el virrey Melo de Portugal, que previamente había sido gobernador del
Paraguay, les pidió a los frailes del convento de Santo Domingo de Asunción que le vendiesen dos
criados “que debían ser paraguayos y de este convento, y que el uno fuese Juancho el barbero, y el
otro de los más blancos, y bien presenciado” (ANA, SCJ, 1454.1). Esta expresión ‘de los más
blancos’ nos pone en alerta de las diferencias en apariencia que había entre los mismos
esclavizados. Algo que Melo de Portugal sabía muy bien.
Del otro lado de la moneda vemos como la sociedad a la que solemos considerar como blanca, no lo
era tanto y esto lo comprobamos siguiendo el relato de Ildefonso Bermejo, uno de los extranjeros
traídos por Francisco Solano López a mediados del siglo XIX, quien dejó una narración rica en
detalles sobre la vida social del Paraguay de esos años. Cuando se refiere al congreso nacional
reunido en 1857 para re-elegir al presidente Carlos Antonio López, nos comenta que entre los
miembros del congreso no vio ningún negro pero “sí noté que había gran número de mulatos”. La
situación es aún más llamativa si tenemos en cuenta que para elegir y ser elegido había que ser
propietario, es decir, nuestro autor está describiendo a la elite del Paraguay. De más está decir, que
sólo Bermejo veía mulatos, el resto de la sociedad y los mismos parlamentarios, veían sólo
paraguayos, blancos de linaje (Telesca, 2010a).
La sociedad paraguaya poseía ciertas características que hacían posible que estos pasos categoriales
fuesen posibles. La razón primera era la extrema pobreza de la Provincia. Sólo tener en cuenta que
recién después del establecimiento del Estanco del Tabaco, en 1780, entra la moneda metálica a la
provincia. El principal producto que se vendía a otras provincias era la yerba mate, pero de este
rubro usufructuaban fundamentalmente los comerciantes santafecinos y porteños. Si la pobreza
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nivela, algo aún más aglutinante es el uso generalizado de la lengua. El Paraguay era monolingüe y
monolingüe guaraní.
Por otro lado, no existía la categoría de ‘mestizo’ ni en los cuadros poblacionales ni en el uso de la
legislación. La única vez que se utilizó el término mestizaje en los censos fue en el de 1799, y esto
se dio porque la hoja matriz vino confeccionada de la capital del Virreinato. De hecho, los censistas
mucho caso no le hicieron ya que sólo registraron al 1% de la población como mestiza, el resto era
‘español’, ‘india’ o ‘parda’ (libre o esclava).
Esta realidad va a suscitar situaciones que harán cambiar la misma composición poblacional de la
provincia. Cuando los jesuitas fueron expulsados del territorio de la corona española en 1767, la
mitad de la población de las trece misiones que dependían del obispado asunceno dejaron atrás sus
antiguos pueblos y se incorporaron al campesinado pobre paraguayo, pero no en calidad de ‘indios’
sino que el censo de 1782 los incorpora como españoles.
Si en 1761 las 2/3 partes de la población era considerada indígena, veinte años más tarde lo será
sólo una tercera parte. La siguiente tabla lo deja más que manifiesto.
TABLA XIV COMPARACIÓN POBLACIÓN ENTRE 1761 Y 1846
1761 1782 1799 1846 % % % %
Población indígena 51.921 61,0 30.171 31,3 29.570 27,4 1.200 0,5 Población no indígena 33.217 39,0 66.355 68,7 78.500 72,6 237.664 99,5
TOTAL 85.138 100 96.526 100 108.070 100 238.864 100 FUENTE: Telesca, 2009; Aguirre, 1949; Maeder, 1975; Williams, 1976
Los indígenas desde el mismo inicio del sistema de encomienda buscaron la manera de eludir ese
régimen de explotación. La forma más usual era la huida. La expulsión de la Compañía de Jesús fue
una oportunidad invalorable para muchos indígenas para abandonar sus pueblos e instalarse en
tierra ajena como ‘tolerados’. Se dio también que desde el gobierno asunceno se recuperaron
territorios previamente ocupados por los jesuitas y las tierras se repartieron entre la elite, necesitada
ésta de mano de obra, por lo cual la nueva remesa de indígenas fugados de los ex pueblos jesuitas
sació dicha necesidad.
No hemos de entrar en pormenorizar esta realidad, lo que ya hemos hecho en otros trabajos
(Telesca, 2009), sino llamar la atención sobre la conformación social de la provincia y la república
del Paraguay. Si la población indígena pasa de un 66% a un 0,5% en sólo 80 años estaríamos frente
a un genocidio sin precedente, pero no es el caso; ni tampoco significa esto que la sociedad se
reconociera como indígena o al menos mestiza. Por el contrario, la documentación siempre recalca
la limpieza de linaje de la población.
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Es decir, estamos por un lado frente a grupos de la sociedad, indígenas o afrodescendientes, que
bregan para dejar de ser discriminados y excluidos, y por otro, frente a una sociedad que a pesar de
ir conformándose con estos contingentes, no se reconoce sino como blanca, manteniendo en
vigencia las discriminaciones existentes desde épocas coloniales.
La guerra contra la triple alianza diezmó a la población por igual y en los censos de fines del siglo
XIX la categoría étnica desaparece. Cuando las nuevas generaciones se ven en la necesidad de
repensarse a sí misma tras la guerra, optan por inventar una tradición, la del mestizaje. Muy a la
moda en el resto del continente también; en Chile por ejemplo Nicolás Palacios publicaba en 1904
La raza chilena, en donde postulaba la conformación de dicha raza con la mezcla entre los
peninsulares y los araucanos.
La diferencia la encontramos en que mientras en otros países como Chile o Argentina, esta versión
era una más entre las posibles, en Paraguay se convirtió en la hegemónica y única. A los postulados
de Manuel Domínguez se le adosan los trabajos de Moisés Bertoni sobre la civilización guaraní y
luego Natalicio González hará de ella una ideología de estado. Es decir, es esta misma raza mestiza
la que apelará a un sistema de gobierno autoritario.
El triunfo en la guerra del Chaco reafirmará la supremacía de la raza paraguaya y los gobiernos
dictatoriales de Morínigo y Stroessner no harán sino echar más leña al fuego; al punto que hoy es
casi historia oficial.
El Censo 2012 es una oportunidad importante no sólo para visibilizar a los diferentes componentes
de la sociedad paraguaya, sino también para reflexionar sobre la conformación histórica de la
misma.
22
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