INSTITUTO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES ALFONSO VÉLEZ PLIEGO
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
POSGRADO EN HISTORIA
CRIMINALIDAD Y DELINCUENCIA
EN LA CIUDAD DE MÉXICO DURANTE LA DÉCADA DE LOS
CINCUENTA DEL SIGLO XX
TESIS
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE MAESTRA EN HISTORIA
PRESENTA:
LIC. ROSALINDA VÁZQUEZ ARROYO
DIRECTOR DE TESIS: DR. MARCO ANTONIO VELÁZQUEZ ALBO
PUEBLA, PUE., AGOSTO, 2010.
Nacho López, “Man and pólice in delegación”, México City, 1954, in John Mraz, Nacho López, Mexican Photographer (Minneapolis, Iniversity of Minnesota Press, 2003), 134. Fuente: Piccato, P. (2008). Una perspectiva histórica de la delincuencia en la ciudad de México del siglo XX. En: Alvarado, A. (2008). “La reforma de la justicia en México”. México: El Colegio de México. p. 617.
Agradecimientos
A mi madre, mi hermana y mi tía. A Gruñas, mi prima Tere y toda su familia. A Gus, la
psicóloga María de los Ángeles y al P. Ezequiel Sánchez. A mis grandes amigos Alex,
Toño Peralta, Gerardo, Federico y Sandra Rojas. A mi sobrino Eymard y toda su
familia. Y a todas aquellas personas que creen en mí y siempre me han brindado su
apoyo.
Agradezco al Dr. Marco A. Velázquez Albo por guiarme en el camino de la
investigación. A la Dra. Lilian Illades por aceptar leer mi tesis, por soportarme en sus
clases –muy amenas- y por acceder a ser secretaría de mi jurado. Al Dr. Agustín
Grajales Porras y al Dr. Ricardo Téllez Girón López por su accesibilidad y por haber
aceptado leer mi “pequeña” tesis.
Agradezco al Archivo General de la Nación, al Archivo Histórico del Distrito Federal
Carlos de Sigüenza y Góngora, al Archivo Histórico de la Secretaria de Salubridad y
Asistencia, a la Universidad Nacional Autónoma de México, al Instituto de Ciencias
Sociales y Humanidades Alfonso Vélez Pliego, al Colegio de México, y por supuesto, al
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por becarme dos años, sin los
cuales no hubiera sido posible esta Maestría.
PRESENTACIÓN
Mi pasión por el estudio de las diversas formas en que se ha desarrollado la violencia,
la criminalidad y la delincuencia a lo largo de la historia en la ciudad de México, me
hacen disfrutar cada archivo que exploro, cada libro que abro, cada nota que leo, cada
vida que averiguo y cada sujeto –hombre o mujer- que descubro y le da vida y sentido
a la Historia.
Mi pasión por los tres temas surgió desde el momento en que estudiaba la
Licenciatura en Historia y mi inquietud a lo largo de la Maestría no cambió,
permaneció inmutable, porque cuando la pasión es grande no se puede dejar en el
tintero nada. Cuando coinciden el gusto y la pasión, se hacen guiños y resuelven
transitar de la mano, sólo entonces ningún obstáculo puede modificarla, nada te hace
abandonarla y resulta imposible dejarla. A caso sólo se toma un breve respiro para
continuar con más ímpetu.
El quehacer de la Historia requiere entusiasmo, pasión y gusto, además de
profesionalismo, rigurosidad académica y una ética a toda prueba; no podemos
permanecer ajenos al pasado, no podemos ni debemos permanecer indiferentes,
porque los escenarios de los hombres y mujeres que nos antecedieron, configuraron
un entorno donde siempre se construyó una enseñanza. Así, el saber y la experiencia
no pertenecen al pasado únicamente, también se construye en cada instante.
En virtud de lo anterior, ratifiqué continuar estudiando la violencia, la
criminalidad y la delincuencia en la ciudad de México, pero ahora como consecuencia
de un proceso urbano y moderno sin precedentes (en la década de los cincuenta)
vivenciado en la historia citadina. El Dr. Marco A. Velázquez Albo, es uno de los
culpables por haber mostrado una sensibilidad peculiar para encausar mis
inquietudes por estos caminos del quehacer de la Historia; acompañó un esfuerzo, que
fue necesario vigorizar para hacer de la cotidianidad pretérita de los de abajo –de
aquellos marginados y negados- , también Historia.
En efecto, la reconstrucción –de esa cotidianidad- fue posible gracias a la
información que pude extraer de diversas fuentes, como bibliotecas, hemerotecas y
archivos. En cuanto a las primeras; se investigó en la Benemérita Universidad
Autónoma Puebla (BUAP), en la biblioteca Dr. Ernesto de la Torre Villar del Instituto
de Ciencias Sociales y Humanidades Alfonso Vélez Pliego y en la biblioteca José
Revueltas de la Facultad de Filosofía y Letras; en la Universidad Nacional Autónoma
México (UNAM), en la Biblioteca Central, Biblioteca Nacional de México, Biblioteca
Samuel Ramos de la Facultad de Filosofía y Letras, Biblioteca Antonio Caso de la
Facultad de Derecho, Biblioteca Jorge Carpizo del Instituto de Investigaciones
Jurídicas y Biblioteca Rafael García Granados del Instituto de Investigaciones
Históricas; en el Instituto Dr. José María Luis Mora, en la Biblioteca Ernesto de la Torre
Villar del Instituto; En el Colegio de México, en la Biblioteca Daniel Cosío Villegas; en la
Biblioteca del Archivo General de la Nación; en la Biblioteca del Archivo Histórico del
Distrito Federal Carlos de Sigüenza y Góngora.
En cuanto Archivos se refiere, se consultaron el Archivo General la Nación
(AGN) Fondo: Adolfo Ruiz Cortines (ARC); el Archivo Histórico del Distrito Federal
(AHDF) Carlos de Sigüenza y Góngora, Fondo documental: Departamento del Distrito
Federal (DDF), Sección: Jefatura de Policía, Serie: Servicio Secreto; el Archivo Histórico
de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (AHSSA), Fondo: Secretaría de Salubridad y
Asistencia (SSA), Sección: Subsecretaría de Salubridad y Asistencia (SubSyA); la
Dirección General del Registro Civil del Distrito Federal (DGRC-DF); el Archivo
Histórico y Memoria Legislativa (AHyML); la Cineteca Nacional, Fondo: Centro de
Documentación e Información; la Academia Mexicana de Artes y Ciencias
Cinematográficas, S. A; el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE); y Filmoteca
UNAM.
En lo correspondiente a Hemerografía, en el Archivo General de la Nación se
consultó el diario El Nacional “Al servicio de México”. En la Hemeroteca Nacional se
consultaron: El Universal. “El Gran Diario de México”, El Universal Gráfico de la Tarde,
La Prensa “Diario Ilustrado de la mañana”, El Nacional “Al servicio de México”, y
Excélsior “El periódico de la vida nacional”. Asimismo, la Revista Criminalia y el Diario
Oficial.
Por otro lado, se utilizaron los siguientes documentales y películas; Los
Olvidados (1950), del director Luis Buñuel, (película); Víctimas del Pecado (1950),
dirigida por Emilio el Indio Fernández (película); Las Islas Marías (1950), del director
Emilio el Indio Fernández (película); Cárcel de Mujeres (1951), del director Miguel M.
Delgado (película); El Apando (1975), del director Felipe Cazals (película); Los
Ladrones viejos: las leyendas del artegio (1975), del director Everardo González
(documental); Lecumberri. El palacio negro (1976), del director Arturo Ripstein,
(documental).
Varias fueron las obras principales que fungieron como la base o piedra
angular de este trabajo de investigación. Las tres primeras pertenecen a Moisés
González Navarro: 1) La Pobreza en México, 2) Población y Sociedad (1900-1970; y 3)
Población y Sociedad II (1900-1970); en seguida, Tragicomedia mexicana 1. La vida en
México de 1940 a 1970, de José Agustín; a continuación, Los Bajos Fondos de Sergio
González Rodríguez; posteriormente, México, modernidad y corrupción en los cuarenta
de Stephen R. Niblo; y finalmente, La urbanización de México en el siglo XX de Gustavo
Garza.
El tipo de referencias bibliográficas utilizadas fueron las del formato APA (La
American Psychological Association). También se hizo uso de la cita tradicional para
referirse al material hemerográfico abordado. Es importante aclarar que en cuanto a
la información capturada en archivos y hemerotecas, se respetó al pie de la letra la
ortografía de la época, esto con la intención de observar y conocer la forma de
redacción utilizada en el periodo investigado.
Los resultados obtenidos han sido satisfactorios y me encantaría continuar en
la misma línea de investigación para profundizar con mayores detalles y madurez
académica los diversos tópicos de la violencia, la criminalidad y la delincuencia. Ha
sido apasionante trabajar en la investigación. Estar cerca de los documentos históricos
me hacen sentir afortunada; porque la Historia también entra por los sentidos, la
tocas, la observas, la hueles y con sensibilidad, escuchas las voces de los redactores y
actores de los sucesos. Conocer nuestro pasado es enriquecedor, si este se conoce a
fondo –la historia de nuestro propio país- dejaría de ser –como bien señala David
Lowenthal- un país extraño.
Las grandes ciudades modernas; Nueva York, Paris, Londres, esconden tras sus
magníficos edificios hogares de miseria que albergan niños mal nutridos, sin higiene, sin
escuela, semillero del futuro delincuente. La sociedad trata de corregir este mal, pero el
éxito de sus esfuerzos es muy limitado, sólo en un futuro próximo podrán ser
reivindicados los derechos del niño y del adolescente, para que sean útiles a la sociedad.
México la gran ciudad moderna no es la excepción a esta regla universal...
Los Olvidados, (1950), Luis Buñuel.
Abreviaturas
ARC Adolfo Ruiz Cortines.
AGN Archivo General de la Nación.
AHDF Archivo Histórico del Distrito Federal.
DDF Departamento del Distrito Federal.
AHSSA Archivo Histórico de la Secretaría de Salubridad y Asistencia.
SSA Secretaria de Salubridad y Asistencia.
SubSyA Subsecretaría de Salubridad y Asistencia.
HN Hemeroteca Nacional.
HAGN Hemeroteca Archivo General de la Nación (AGN).
SCJN Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Conaculta Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
INAH Instituto Nacional de Antropología e Historia
ÍNDICE
Introducción
1
Capítulo I
México, la ciudad de los palacios y sus contrastes
15
1.1. La pobreza: una realidad urbana
41
1.2. La pobreza y el crimen: la vida en los bajos fondos 45
1.3. Los contrastes de la modernización, la industrialización y la urbanización
51
1.3.1. El desarraigo y la nueva vida en una ciudad que se transforma 55
1.3.2. Una realidad oculta: los que menos tienen o no tienen nada 79
1.3.3. Las plagas de los pobres y los medios de atención 84
1.4. Escape y Diversión 91
Capítulo II
Violencia y locura: un arma de doble filo El caso de Higinio Sobera de la Flor
107
2.1. Explicaciones médico-científicas del comportamiento humano 107
2.2. “El Pelón” Sobera, el homicida esquizofrénico 115
2.2.1. Tratamiento y diagnóstico médico 118
2.2.2. Disparó porque quiso demostrar que no era ningún payaso 123
2.2.3. La mató porque se puso terca 127
2.2.4. Se convirtió en asesino; uno, lo insultó; la otra, le gustó 131
2.2.5. Las investigaciones, la captura, la declaración y la formal prisión 133
2.2.6. La sentencia 145
Capítulo III
Violencia y crimen: su representación en el cine
159
3.1. La industria cinematográfica del crimen
161
3.2. Crimen y pobreza en el cine 169
3.3. Víctimas y Olvidados 171
3.4. Reflejando y evidenciando la violencia y el crimen
194
Capítulo IV
Una sociedad ineludiblemente reglamentada
199
4.1. Los primeros reglamentos en materia de seguridad en México 200
4.1.1. Código Penal de 1929 202
4.1.2. Código de 1931 205
4.1.3. Código Federal de Procedimientos Penales de 1934 209
4.2. Rigiendo la conducta humana: las ciencias penales. 211
4.3. Velando y garantizando la Seguridad Pública. 213
4.3.1. La expresión de la sociedad: el Estado 214
4.3.2. Vigilando el orden social: el Derecho 216
4.3.3. Ejerciendo justicia: el Derecho Penal 217
4.4. Delito y castigo 221
4.5. Criminalidad y delincuencia 224
4.6. Crimen y transgresor 226
4.7. La Administración de Justicia 228
4.7.1. La ejecución de las sanciones y Readaptación Social 233
4.7.2. Políticas para la prevención del delito 235
4.7.3. Los menores infractores bajo la lupa de la ley 236
4.8. El Sistema Penitenciario y las formas de castigo 239
4.8.1. De los castigos corporales a la “humanización” 239
4.8.2. Delinquir y castigar: sus modificaciones en el tiempo 247
Capítulo V
Crimen y criminal desde las ciencias
271
5.1. La Criminología: orígenes y objeto 271
5.2. La Escuela Clásica o Criminología Clásica 278
5.3. La Escuela Positiva o Criminología Biológica-Positiva 280
5.4. La Nueva Criminología o Criminología Contemporánea 296
5.5. La Criminología Positiva en México 301
Conclusiones 311
Fuentes y bibliografía 321
Anexos
Introducción
La tesis escrita en la licenciatura Violencia, criminalidad y delincuencia en la ciudad de
México, 1914-1928, aborda un análisis minucioso de la criminología en general y de
sus diversas teorías, en particular; destacan la teoría frenológica de Joseph Gall, la
teoría del criminal nato de Lombroso, el método dactiloscópico de Bertillón y las
teorías reduccionistas y sociales. Se exploraron reglamentos estipulados en la
Constitución 1917. Se describieron diversos factores que influyeron en la violencia, la
criminalidad y la delincuencia: pobreza, alcoholismo, migración, el cinematógrafo y la
prensa. Se explicó la situación de las cárceles y su función, así como diversos
asesinatos políticos y se reflexiona por qué los niños y las niñas, las mujeres y los
ancianos fueron los sectores más vulnerables.
Los diversos temas abordados en la tesis de licenciatura, se ahondaron durante
la maestría debido a los diversos cursos1 que me permitieron continuar con la
investigación y articular esta tesis de maestría con mayor solidez teórica y un amplio
trabajo hemerográfico y de archivo. Ahora se considera la modernización,
urbanización e industrialización como elementos importantes para entender la
violencia, la criminalidad y la delincuencia desarrollada en la ciudad de México
durante la década de los cincuenta del siglo XX. En efecto, se lleva a cabo el análisis de
la criminología clásica, positiva y contemporánea; además, la criminología en Puebla.
Se exploran los reglamentos contenidos en la constitución de 1917 y en los códigos de
1929, 1931 y 1934. Se describen diversos escenario citadinos (los bajos fondos, los
salones de bailes y los cabarets) y diferentes casos, destacándose el de Higinio “el
1 Historia de México siglo XIX e Historia de México siglo XX con la Dra. Lilian Illades Aguiar, Historia y Demografía con el Dr. Agustín Grajales Porras y Trabajo, género y poder con la Dra. Heather Fowler Salamini, y durante mi estancia académica en la Universidad Nacional Autónoma de México los cursos sobre Crimen y control social (ciudad de México, segunda mitad del siglo XIX y primera del siglo XX) con la Dra. Elisa Speckman Guerra, Nación y extranjería. Normas y prácticas de inclusión y exclusión con el Dr. Pablo Yankelevich y Cultura y poder 1920- 1970 con el Dr. Ricardo Pérez Montfort.
Pelón Sobera”. También, se aborda la representación sociocultural en el cine, de la
violencia, la criminalidad, la delincuencia y la pobreza urbana en la ciudad de México.
Por último, se interpreta que la modernización, la industrialización y la urbanización
fueron elementos fundamentales en el ascenso de la violencia, la criminalidad y la
delincuencia durante la década de los cincuenta en la ciudad de México del siglo XX.
Acorde con lo descrito anteriormente, la violencia, la criminalidad y la
delincuencia se agudizan debido a la incidencia de diversos factores, entre ellos la
acelerada industrialización, la constante modernización y la imparable urbanización
de un entorno. La ciudad de México no fue la excepción entre los años de 1950 a 1960.
En virtud de lo anterior, la presente investigación tuvo como objetivo fundamental
investigar las formas en que la criminalidad y la delincuencia se manifestaron en la
década de los cincuenta y cómo a raíz de ésta, la industrialización, la modernización y
la urbanización influyeron para que se presentaran.
La importancia de estudiar el periodo residió en que fue ciertamente en esos
años cuando la urbanización y la modernización cobraron gran fuerza debido a que la
población de la ciudad de México las acoge con importante vigor, sin problemas
objetables y sin ninguna criticidad, en medio de una vida política peculiar, con pujanza
económica y transformación sociocultural incesante. Los paradigmas tanto de la
urbanización como de la modernización generan un notable entusiasmo por la
imperante necesidad de salir de la pobreza, evitar la marginación, erradicar la
discriminación y eliminar la violencia, pero sobre todo para mejorar las condiciones
de vida de la sociedad.
Es evidente que la urbanización y la modernización en la década de los cincuenta
del siglo XX fueron dos factores que en la ciudad de México permearon
profundamente la vida cotidiana de la sociedad, trayendo consigo grandes
transformaciones y visibles modificaciones en diferentes ámbitos socioculturales.
Llegaron diferentes formas de concebir el espacio urbano, que fueron causantes de
una serie de cambios que empezaron a generarse desde dos siglos antes pero que
cobraron gran fuerza e importancia principalmente a mediados del siglo XX. Regina
Hernández Franyuti señala que, “desde la segunda mitad del siglo XVIII estas nuevas
formas de concebir el espacio urbano empezaron a ser cuestionadas. Y en el caso de la
ciudad de México se empiezan a proponer una serie de proyectos y de medidas de
urbanización que buscan hacer de la ciudad un espacio urbano”. La ciudad de México
experimentó modificaciones sociales, culturales, económicos y políticos importantes.
La urbanización y la modernización que tuvieron lugar a nivel mundial influyeron
fuertemente en la ciudad de México acelerando un proceso, paradójicamente, de
modernización y descomposición; mientras en la ciudad se hacia patente un
crecimiento poblacional, las zonas o regiones rurales comenzaron a ser abandonadas.
Si bien, todos estos fenómenos de urbanización y modernización que
provocaron violencia, criminalidad y delincuencia en la ciudad de México venían
presentándose desde finales del porfiriato, se agudizaron en los años posteriores. Se
sabe que los años cuarentas se caracterizaron por un desarrollo industrial
intempestivo y porque una gran mayoría de industrias modernizaron sus líneas de
producción, creándose nuevas formas de producción y elaboración de manufacturas
que reclamaba el país del norte. También, el propio crecimiento del país comenzó a
generar nuevas necesidades en la población; por consiguiente la ciudad de México
inició un proceso de recuperación económica visible y fuertemente contrastante.
En medio de los contrastes la ciudad de México se urbanizaba y modernizaba.
Sin embargo, durante el sexenio de Miguel Alemán se estancó el proceso y era más
que imposible que la ciudad de México alcanzara e ingresara en las grandes ligas del
desarrollo, ya que se resentía drásticamente la carestía, la inflación, la falta de energía
eléctrica, transporte inadecuado y maquinaria obsoleta. Fue hasta el periodo de
Adolfo Ruiz Cortines cuando la ciudad de México empezó a experimentar un
“verdadero” crecimiento urbano. José Agustín (1990:119-168) señala que en este
periodo la ciudad de México experimentó un “desarrollo estabilizador” porque se
multiplicaron las gasolineras y fueron más los autos que corrían para arriba y para
abajo, convirtiendo a la ciudad en una capital moderna, caótica y peligrosa.
No obstante el nuevo caos y los novedosos peligros, en los años cincuenta la
ciudad estaba encantada por la llegada del glamour que desata una ola de fanáticos del
volante viéndose el viaducto lleno de autos que corrían a gran velocidad. Se llevó a
cabo la construcción del periférico y nació Ciudad Satélite. Pese a la modernización,
los trabajadores seguían percibiendo bajos salarios que contrastaban enormemente
con el transito de lujosos autos convertibles; que se habían convertido en un ente
necesario para los nuevos modos de vida que contrastaba con la pobreza, la
criminalidad y la delincuencia de los bajos fondos, de los otros modos de vida de las
clases bajas y olvidadas.
Además del automóvil, la modernización también trajo a la ciudad de México
música nueva como el mambo, el cha-cha-cha y por supuesto, el rock and roll. Sin
embargo, fue el automóvil el que causó más revuelo y glamour, principalmente en las
colonias Polanco y Las Lomas que deslumbraron al mundo con sus cocheras colmadas
de autos de lujo de las marcas Plymouth, Cadillac, Lincoln y Mercury. Mientras en
estas colonias el mundo giraba entorno al glamour, en la misma ciudad las
autoridades fueron incapaces de planear y sentar las bases de un sistema de
transporte público que asegurara una alternativa real y ágil para trasladarse con
facilidad en una ciudad que ya no tuvo límites.
En el contexto de la ciudad de México, la criminalidad y la delincuencia fueron
producto de la gran ola de urbanización y modernización que empezó a experimentar
la ciudad de México. La modernización trajo autos de lujo, nuevas formas de vestir,
nuevas ideas, nuevos inventos y nuevos aparatos electrodomésticos como el
refrigerador y la televisión. Además, trajo consigo nuevas formas de criminalidad y
delincuencia. Es decir, los crímenes y los criminales se modernizaron; los delincuentes
hicieron lo propio, también se modernizaron. Lo nuevo llegó para quedarse y se
adecuaron nuevas concepciones e ideas que se tenían sobre la criminalidad, la
penalidad, la seguridad pública, el bien común, el sistema judicial, el Derecho, el
Estado, las conductas antisociales, la reglamentación y la prevención de los delitos.
En efecto, en la ciudad de México se intensifica una vida urbana, moderna,
industrial y cosmopolita. Se emprende la construcción de escuelas, aeropuertos,
colonias lujosas, las sociedades adineradas disfrutan de la adquisición de autos
convertibles y lujosos. Surgen talleres mecánicos, aumentan los medios de
comunicación y el transporte público. Durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines se
construyó el primer “supermecado”. Si bien la modernización mejoró las condiciones
de vida de la sociedad, es evidente que trajo consecuencias que se reflejaron en el
aumento de la criminalidad y la delincuencia gestada en los bajos fondos o clases
bajas.
El racismo no se hizo esperar, las clases altas denigraban, humillaban y
explotaban a los que menos tenían. El racismo imperante en el periodo fue muy fuerte
porque abarcó a todos los ámbitos sociales; el indio contrastaba drásticamente con los
blancos, de cabello amarillo y ojos azules o verdes. La sociedad empezó a marcar
drásticamente las diferencias y soslayar las distancias entre los que no eran iguales.
Ante tal situación, se presentaron casos donde los pobres al querer ser y vivir como lo
hacían los ricos, eran capaces de asesinar ya que concebían que de esta manera
podrían apoderarse de propiedades y demás pertenencias.
No todos tuvieron las posibilidades de acceder a los primeros y novedosos
aparatos eléctricos. Las clases bajas sólo miraban la llegada de lo nuevo detrás de los
gruesos cristales, ya que ni remotamente podían adquirirlos. Se quedaban con las
ganas y la ilusión de obtenerlos; lo nuevo era inalcanzable y no todos tuvieron el
privilegio de gozar de estas comodidades.
La modernización no llegó sola a la ciudad de México, fue influenciada por el país
vecino. Esta se reflejó en la comida, alimentos, formas de vestir, música y películas.
José Agustín (1990:147) señala que la clase media empezó a usar chamarras de piel,
motocicletas, pantalón de mezclilla, tobilleras, “colas de caballo”, faldas con crinolina y
zapatos de charol. Se bailaba el rocanrol y el jazz. La década de los cincuenta se
caracterizó por una fuerte y acentuada rebeldía de los jóvenes que se oponían a los
tradicionalismos y reclamaban ser escuchados. Con ello la identidad nacional empezó
a tambalearse.
El lujo contrastaba drásticamente con los barrios bajos y pobres de las zonas
periféricas de la ciudad, como vecindades y viejos y olvidados barrios. Lugares donde
se gestaba la “mala vida”, los malos deseos, los vicios, la transgresión a la ley, la
corrupción, la delincuencia y la criminalidad. Sitios donde abundaban las cantinas, los
burdeles, los salones de baile, los prostíbulos, las casas de juego.
Los avances y retrocesos continuaban y para la segunda mitad del siglo XX la
violencia era fundamentalmente de tipo urbana. La paradoja de vanguardia y
descomposición no cesaba; la modernización no fue para las clases menesterosas,
únicamente benefició a unos pocos. La falta de recursos económicos y la ausencia de
oportunidades para trabajar y mejorar las condiciones de vida de los pobres y los que
no tenían nada que perder –más que la vida o su libertad-, se veían obligados a
delinquir para comer o medio comer.
Es indudable que el actuar del ser humano está ampliamente influenciado por
factores económicos y socioculturales, en medio de estos factores coexisten la vida y
también la libertad. Por ello, para regular la conducta del ser humano en la sociedad
debe cumplir con ciertas obligaciones. El hombre tiene derechos pero también
exigencias. Si incurre en la violación de las leyes debe ser corregido. Para conservar el
orden dentro de la sociedad el hombre está obligado a regirse a través de reglas,
decretos y códigos, sólo de esta manera podrá tener derecho a vivir en ella. De lo
contrario, debe privársele de la libertad. Los códigos son los que marcan tanto las
sanciones como los castigos que deben imponerse a todo aquel que no cumpla con lo
establecido. En tal sentido, el código que interesa a ésta investigación es el Penal, ya
que se encarga de los delitos, los delincuentes y de las penas sobre las conductas
delictuosas.
Las ciencias ayudan a conocer y explicar las causas del delito y los factores que
influyeron para su comisión. Las ciencias penales están obligadas a descubrir e
investigar al responsable de alguna conducta delictiva que puso en peligro la
seguridad de la sociedad y han de auxiliarse de otras ciencias, entre ellas la Política
Criminal, la Sociología Criminal, la Antropología Criminal, la Biología Criminal, la
Psicología Criminal, la Medicina Legal, la Criminalística, la Psicología Judicial y la
Estadística Criminal. Cada una de ellas cumple una función específica y su incidencia
se explicará con mayor detalle en el capítulo IV.
Por otro lado, para corregir o prevenir los delitos el Estado debe velar y
garantizar a la sociedad el orden social y el bien común. Le corresponde impartir
justicia y garantizar a la seguridad pública para una convivencia saludable. Sin
embargo, el Estado no puede hacerlo todo, aunque aporta soluciones en la ciudad de
México, como la generación del Sistema Integral de Justicia y Seguridad Pública para
garantizar seguridad, procurar e impartir justicia y readaptar socialmente al
transgresor, esto no basta per se. El presunto delincuente debe ser corregido a través
de la privación de su libertad y cumplir una pena de prisión en las cárceles.
En efecto, un breve recorrido por la historia, nos transmite que en el periodo
prehispánico –para los aztecas- las “cárceles” no fueron tan importantes, ya que
únicamente eran espacios de transito mientras se dictaba sentencia. La prisión era un
lugar de custodia, un lugar de castigo. No se buscaba la readaptación del delincuente.
Para los Mayas, el “derecho penal” incluía la pena de muerte, y al igual que los aztecas,
la prisión era un lugar de retención mientras se dictaba sentencia.
En el periodo colonial esto no cambiaría en gran medida, pero fue necesaria una
legislación “contextualizada” para lograr el orden social y político –pues había
españoles, mestizos, criollos, negros, mulatos y hombres libres y esclavos-
conviviendo en medio de un mismo escenario. En este periodo la cárcel también era
un espacio de transito mientras se dictaba la sentencia. Sin embargo, el castigo recaía
en el cuerpo físico del delincuente a través de azotes, mutilaciones, marcas, tortura,
exilio e incluso la muerte. La cárcel era un calabozo oscuro, en ella se encerraban a
negros, indios y cualquier otro criminal. Para este periodo estaba la cárcel de la
Ciudad o de Diputación, la cárcel de Belem y la Acordada.
En el periodo independiente las cárceles implementarían el trabajo, se
establecieron talleres de artes y oficios. El delincuente por ningún motivo debía
permanecer en la ociosidad. Debía mantenerse ocupado todo el tiempo. En el periodo
del porfiriato la Penitenciaría de la ciudad de México sería la más importante. Si bien
los trabajos de construcción del nuevo penal empezaron desde 1847 fue hasta 1900
cuando se inauguraría. Al principio todo había empezado con buenas medidas de
salubridad, pero durante los seis primeros años la enfermedad se propagó
rápidamente, igual que los delincuentes.
Respecto a la violencia y la criminalidad, no sólo es importante conocer las
causas que originaron y orillaron a un ser humano a cometer algún delito e infringir
las leyes. Es fundamental conocer la personalidad del sujeto. Por tal razón, es
necesario auxiliarse de las ciencias que estudian tanto al criminal como al crimen. La
criminología es una de ellas; se encarga de estudiar los delitos y las penas. Se interesa
por estudiar las conductas antisociales de los individuos. Su objetivo es realizar un
estudio completo del criminal y su acto. Se interesa en estudiar al hombre criminal a
través de la observación y la experimentación. Esta ciencia no hace el trabajo sola,
sino que se auxilia de la Antropología o la Biología Criminal, la Psicología Criminal y la
Sociología Criminal. Se indagan además de las características biológicas, morfológicas,
funcionales, psicológicas y patológicas, el contexto sociocultural y moral en el que
cada uno de ellos se desenvuelve.
Los diversos temas hasta aquí esbozados, serán profundizados y abordados a lo
largo del presente trabajo de investigación, situados en cada uno de los cinco capítulos
que lo integran. Sin embargo, antes de continuar resulta pertinente plantearse las
siguientes preguntas de investigación: ¿Cómo se manifestó la violencia, la
criminalidad y la delincuencia en la vida cotidiana de la ciudad de México, durante la
década de los cincuenta del siglo XX? ¿Cuáles fueron las transformaciones, respecto a
la violencia, la criminalidad y la delincuencia, que se vivenció a raíz de la migración
hacia la ciudad de México, durante la década de los cincuenta del siglo XX?. ¿Desde qué
perspectiva se abordó la problemática de la violencia, la criminalidad y la delincuencia
en la ciudad de México, durante la década de los cincuenta del Siglo XX?. ¿Qué
interpretación se realiza de la violencia, la criminalidad y la delincuencia en la Ciudad
de México, de la década de los cincuenta del siglo XX?
De manera general se investigaron las diversas formas en que la violencia, la
criminalidad y la delincuencia se manifestaron en la vida cotidiana de la ciudad de
México, en la década de los cincuenta del siglo XX. De forma específica, se describen
las transformaciones, se explican las perspectivas y se interpreta la violencia, la
criminalidad y la delincuencia presentada en el periodo referido. La hipótesis que guía
la investigación es que tanto la urbanización como la modernización influyeron en el
aumento de la criminalidad, la violencia y la delincuencia en la ciudad de México,
durante la década de los cincuenta del siglo XX. El cómo de la influencia será
respondido en los diferentes capítulos del trabajo de investigación. En efecto, el
trabajo está integrado por los siguientes capítulos:
El capítulo I: “México, la ciudad de los palacios y sus contrastes”, describe y
explica cómo a partir de la década de los cincuenta empieza a acentuarse la
modernización, la industrialización y la urbanización, trayendo consigo el
mejoramiento en la calidad de vida de la sociedad a través de la llegada de bienes y
servicios; autos, edificios lujosos y aparatos electrodomésticos. El capitulo es la
descripción de los palacios, pero también la descripción de los contrastes con un
mundo bajo en el que se gestaba la transgresión, la mala vida, la pobreza, la
corrupción, el vicio, el sexo, la explotación, la desgracia, la vida nocturna al lado del
lujo y las nuevas formas de vida que llegaron con la modernización. Lugares donde se
reflejaban claramente la coexistencia de condiciones deplorables, pero también las
más placenteras de vida.
En el mismo capítulo se habla de la pobreza urbana, que era un estado de vida en
la que estaba inmersa una gran parte de la población. Es en la ciudad donde se
acentúan clara y drásticamente la diferencia entre ricos y pobres, entre los que lo
tienen todo y los que no tienen nada. El capital y los recursos se encuentran en muy
pocas manos. Mientras hay una minoría rica, existe una gran mayoría pobre.
En el capitulo se fundamenta la relación entre la pobreza urbana con una
violencia de tipo urbano. Se describe cómo en los bajos fondos de las ciudades se gesta
y fermenta todo un mundo delincuencial, en el que el hampa y el crimen organizado
son los reyes del submundo criminal. Se habla de los contrastes de la modernización,
la industrialización y la urbanización en la segunda mitad del siglo XX. Los tres
factores beneficiaron a un sector de la población y hundieron a un sector amplio de la
ciudad; el desarraigo llegó en un espacio donde se buscaban mejores salarios y
oportunidades de vida. La ciudad empieza a experimentar cambios industriales,
transformaciones económicas, deterioros ecológicos, aumentos demográficos y
modificaciones socioculturales importantes. Un amplio porcentaje de personas pasan
de una sociedad rural a una sociedad urbana. Asimismo, se habla de las dificultades y
problemas que el proceso urbano acarrea a la ciudad de México. Se abordan los
problemas del crecimiento poblacional, la extensión de la mancha urbana, el transito
de automóviles, el empleo, las enfermedades, las defunciones, los servicios de
asistencia, salubridad y médicos. Finalmente, se habla de los salones de baile y
cabarets, como los espacios y lugares que la sociedad citadina disfrutó para olvidarse
por un momento de las penas, problemas económicos, personales, familiares y
sociales.
El nombre del capítulo uno (“México, la ciudad de los palacios y sus contrastes”),
ha sido muy utilizado en la historiografía, así como por diversos especialistas en el
área histórica y social; uno de ellos ha sido el Dr. Moisés González Navarro en su obra
La pobreza en México. Sin embargo, es pertinente puntualizar que tanto la estructura
como el nombre del capítulo del presente trabajo de investigación se realizó en
conjunto con mi asesor, dos años antes de conocer y consultar la obra del autor
referido.
El capítulo II: “Violencia y locura: un arma de doble filo (El caso de Higinio
Sobera de la Flor)”. Se aborda la relación existente entre la violencia y la
esquizofrenia. La violencia como resultado de problemas mentales que puede sufrir
cualquier persona. En este capítulo se habla esencialmente del caso de un asesino
peculiar de los primeros años de la década de los cincuenta. En mayo de 1952, Higinio
Sobera de la Flor, mejor conocido como “el Pelón Sobera”, tenía “problemas mentales”
que lo llevaron a cometer dos asesinatos; uno, contra el capitán Armando Lepe Ruiz; el
segundo, contra la señorita Hortensia López Gómez. Ambos en la ciudad de México.
Para tal investigación fue necesario enfocar la atención en la -esquizofrenia –
popularmente conocida como locura, trastorno mental, desvío y anomalía. Fueron
indagados diversos enfoques psicológicos, psiquiátricos y psicopatológicos.
El caso fue muy especial porque generó un debate entre las leyes y la
psiquiatría; las posiciones fueron encontradas y no se ponían de acuerdo en cómo
juzgar a Higinio, si como una persona con problemas mentales severos o como un
delincuente común. Al final, considero que el caso denotó la adecuada combinación
entre la medicina, la psiquiatría, el periodismo y las leyes.
El capítulo III: “Violencia y crimen: su representación en el cine”. En el capitulo
se aborda la relación del cine y los filmes, con la vida cotidiana de la sociedad de
México. El cine reflejó la miseria y la criminalidad en que gran parte de la sociedad de
la ciudad de México se encontraba hundida. En la pantalla grande se transmitía la
pobreza y la violencia urbana que se desarrollaba. El cine criminal proyecta las causas
del crimen y construye una imagen del mundo y las formas de vida que imperaban en
la década de los cincuenta en la ciudad de México. El cine expone el hecho criminal de
una nueva sociedad urbana-moderna, industrial y modernizada.
El crimen y la pobreza fueron representadas en el cine, transmitiéndose un
mundo víctima de la pobreza y la delincuencia, olvidado y excluido, humillado y
denigrado por la sociedad misma y las autoridades. El cine mostró esta realidad no
sólo al pueblo mexicano sino al mundo enteró. Según Álvaro A. Fernández Reyes
(2007:291-294), fueron aproximadamente 107 films los que se proyectaron y
estrenaron entre 1950 y 1960.
En el capítulo únicamente se analizan dos de ellas; Los Olvidados (1950) del
productor español pero nacionalizado mexicano, Luis Buñuel; y Víctimas del Pecado
(1950) del productor Emilio Indio Fernández. El primero es un filme basado en hechos
reales, película en la que Luis Buñuel busca transmitir que es difícil y casi imposible
ser bueno en medio de tanta pobreza y marginación. El segundo filme, se transmite
optimismo, se argumenta implícitamente que a pesar de tanta maldad, odio, ambición,
corrupción, delincuencia y pobreza puede alcanzarse la felicidad a través del amor y la
esperanza. Ambos filmes enfocan la pobreza y el crimen de diversas formas, debido a
que proyectan dos realidades diferentes, pero iguales en esencia.
El capítulo IV: “Una sociedad ineludiblemente reglamentada”, se argumenta en
torno a que todo ser humano no sólo tiene derechos que cumplir, sino también
obligaciones que forzosamente debe practicar. En el momento que el individuo
incurra en la violación de las leyes debe ser castigado. El ser humano debe regirse a
través de códigos, pues estos marcan claramente las sanciones y castigos a los que se
hace merecedor todo aquel que transgreda las leyes. Las Ciencias Penales están
obligadas a descubrir e investigar al responsable de una conducta delictiva, así como
explicar el por qué de dicha conducta.
Dentro del mismo capitulo, se analizan los sentidos de la administración e
impartición de justicia. La función y la obligación del gobierno en cuanto a la
seguridad pública de la sociedad. Asimismo, se aborda la función que debe cumplir el
Derecho en general y el Derecho Penal en particular. Mientras que el primero debe
comprender todas aquellas leyes fundamentales que aseguren y garanticen el
desarrollo y la convivencia pacifica de la sociedad, el segundo también conocido como
Derecho Penitenciario, se encarga de regular y ejecutar las penas impuestas por la
autoridad competente, como consecuencia de la comisión de delitos o cualquier
actividad delictiva. Se plantea también la importancia de la readaptación social y las
políticas para la prevención del delito.
En el capitulo se explican diversas concepciones que se han tenido del delito, en
este caso de la escuela clásica de Cesare Beccaria y la escuela positiva de Cesare
Lombroso. Asimismo, se aborda la concepción de criminalidad articulada por
Durkheim, quien siempre la concibió como un hecho social.
También, se detalla el paso de los castigos corporales a los “humanos”. Desde la
antigüedad y durante mucho tiempo los castigos recaían en el cuerpo físico del
delincuente, a través de la mutilación, marca, azotes, ahogamiento, horca,
descuartizamiento, desollamiento, la picota, el cepo, la decapitación, el arrastre y la
quema, entre otros ejemplos. Se describen cómo se recurrió al uso de la tortura para
obtener la confesión del “culpable”. Fueron diversas las formas, los métodos, las
técnicas y las herramientas para infligir dolor y sufrimiento en el presunto
delincuente. Se hacía sufrir para dar ejemplo y prevenir la comisión de delitos a través
del miedo, el horror y la crueldad. Sería hasta finales del siglo XVIII y principios del
XIX cuando las formas de castigo cambiarían y serían más “humanas”. A partir de
entonces se castigaría el alma, no el cuerpo. Se privaría de la libertad a todo aquel
individuo que transgrediera las leyes. El delincuente debía mantenerse encerrado en
una prisión. El cuerpo físico del delincuente dejaría de ser el blanco del castigo. Los
castigos dejarían de ser una ceremonia pública y teatral. Ya no debía tocarse el cuerpo.
La pena –señala Michel Foucault (1984:11-26)-, debía tratar de corregir, reformar y
curar. Por último, en el capitulo se describen los castigos prehispánicos y los que se
efectúan en la actualidad. Asimismo, se habla de las condiciones de los presos en la
prisión Nacional de Lecumberri en la década que nos ocupa.
En el capítulo V: “Crimen y Criminal desde las ciencias”, se aborda que no sólo es
necesario estudiar las causas del crimen, sino también al criminal mismo. La
Criminología es la ciencia que se encarga de estudiar al criminal a través de
observación y la experimentación. Para realizar tal investigación la Criminología se
apoya en la Antropología o la Biología Criminal, la Psicología Criminal y la Sociología
Criminal. Recurre a la interdisciplinariedad para estudiar la conducta antisocial del
ser humano, desde los antecedentes genéticos, las aptitudes, la personalidad, los
procesos mentales y la conducta dentro de la sociedad.
Finalmente, es pertinente aclarar que el trabajo en los diversos capítulos, es el
reflejo de una investigación con carácter histórico, psico-antropológico, criminalístico
y por supuesto, sociológico.
Capítulo I
México, la ciudad de los palacios y sus contrastes
Es en la década de los cincuenta del siglo XX cuando se intensifica en la ciudad de
México una vida urbana, moderna, industrial y cosmopolita (véase anexo 1). El gasto
público se acelera en la construcción de escuelas, aeropuertos, avenidas, estadios,
colonias lujosas, se construye el viaducto (véase anexo 2), el periférico y nace Ciudad
Satélite. Surgen colonias como la Condesa, Roma, Polanco y las Lomas; en las grandes
casas lucen autos de lujo de las marcas Cadilac, Plymouth, Lincoln y Mercury. Tras la
segunda guerra mundial –señala Sthepen R. Niblo- autos y camiones de la Ford Motor
Company (Ford y Mercury), General Motors (Cadillac, Buik y Pontiac), Chrysler (Donge,
Plymouth y De Soto), así como de Packard, Nash, Hudson, Studebaker, Mack e
Internation Harvester, se vendían en México (Niblo, 2008, p. 45). Lo cierto es que en la
década de los cuarenta llegaron grandes industrias automotrices, que se potenciaron
hasta los años cincuenta, justo cuando la modernidad y la urbanización se
desarrollaban con gran fuerza (véase anexo 3).
En la ciudad proliferan los hoteles, los talleres mecánicos, los medios de
comunicación y los autobuses. La televisión se convirtió en una novedad que llegaba
con la modernización; fue así como “Miguel Alemán en 1947 envió a Salvador Novo a
Estados Unidos y a Gran Bretaña con el fin de estudiar y observar la televisión y
considerar si en México debía ser comercial y de empresa privada. De esta manera, en
1950 tuvo lugar la primera transmisión televisiva en México: el cuarto informe
presidencial” (Agustín, 2007, p. 99). Al principio la televisión además de ser un medio
de comunicación se convirtió en un medio de socialización. Quienes contaban con este
aparato moderno –continúa José Agustín- solían recibir muchas visitas de todos
aquellos que querían constatar el milagroso maridaje de cine y radio en la mismísima
casa. Se transmitían películas, lucha libre en las que el Santo, Blue Demon, Black
Shadow, el Perro Aguayo, entre otros, eran los protagonistas. El box también se
televisó, la sensación del momento fue el Ratón Macías. Lenta pero
contundentemente, el cine empezó a ser desplazado por la televisión, porque ya se
tenía el cine en casa (véase anexo 4). Aunque claro, no todos tuvieron el privilegio de
gozar de estas comodidades.
La modernización llegó para quedarse y para desplazar poco a poco los viejos y
rudimientarios aparatos de uso domestico. En relación a esto, Álvaro Matute en su
artículo De la tecnología al orden domestico en el México de la posguerra, señala que
“las estufas de gas y petróleo fueron los productos más utilizados en el quinquenio
que va de 1945 a 1950; ya que sólo basta observar las ofertas del mes de mayo
(próximas al día de las madres) y de diciembre (compras navideñas). Se ofrecen
calentadores de agua-aunque en menor medida-, pues señala Matute que en la
mayoría de las casas el calentador de leña siguió presente. Aunque no eran exclusivos
de leña, porque también podían calentar el agua –puntualiza- con papel desecho,
periódico, y presumiblemente desde el inicio de los cincuenta, con los llamados
“combustibles”, unas bolsas de papel destraza con viruta petrolizada, cuyo precio era
de 10 a 20 centavos y con dos sobraba agua caliente después de un baño no
demasiado rápico. La estufa era la de mayor importancia. La estufa de gas, era para
las clases adineradas y medias, mientras que las estufas de petróleo para las clases
populares. Estos nuevos aparatos tenderían a blanquear –indica el autor- las cocinas,
al eliminar el uso del carbón como combustible para la preparación de los alimentos”
(Matute, 2006, pp. 158-162 (véase anexo 5 y 6).
Otro aparato que empezó a ganar terreno sobre todo a la mitad del siglo fue la
licuadora. La marca de renombre en estos años fue la Osterizer. Fue desplazando poco
a poco el molcajete y el metate. Asi, el licuado empezó a generalizarse como desayuno
rápido (Matute, 2006, p. 164). Además de la licuadora, otros aparatos que empezaron
a ganar terreno fueron los refrigeradores, las lavadoras y las planchas (véase anexo 7
y 8).
Con la modernización no sólo proliferaron los autos de lujo para uso distintivo
de las clases altas, también se modernizó el trasporte publico, como los autobuses y
autos de ruleteo; el nuevo contexto y las dinámicas sociales requerían la sustitución
de viejos y obsoletos vehículos para trasladarse a los lugares de trabajo y desplazarse
con mayor rapidez y eficiencia (véase anexos 9 y 10). Las exigencias se agudizaron a
tal grado que a mediados de la década de los 50 el jefe del Departamento del Distrito
Federal Ernesto P. Uruchurtu se vio obligado a mejorar el transporte público y los
autos de alquiler –hoy los famosos taxis-. Fue así que para mejorar el servicio de
transporte en el Distrito Federal y sustituir los viejos autobuses de primera y segunda
clase que se encontraban en pésimo estado, el gobierno adquirió mil quinientos
camiones, con un costo aproximado de setenta y cinco millones de pesos. Las mil
quinientas unidades adquiridas para el servicio de los pasajeros no fueron entregadas
en una sola ocasión, sino en remesas de doscientas mensualmente. Esta
modernización se llevó a cabo gracias a la solicitud de crédito que presentó la Alianza
de Camioneros al Banco de Trasnportes a través de su secretario general y después de
haber conversado con el licenciado Ernesto P. Uruchurtu jefe del Departamento del
Distrito Federal y Presidente de dicho Banco. El Departamento del Distrito Federal y
la Alianza de Camioneros consideraron aliviar no sólo el problema de transportes en
lo referente a camiones sino también el de autómoviles de ruleteo (El Universal,
viernes 23 de julio de 1955, Primera plana., HN).
José Agustín (1990:107) indica que Miguel Alemán llevó a cabo grandes obras de
electrificación e irrigación para los agricultores, expandió el Seguro Social, abrió
grandes avenidas en el Distrito Federal, impulsó la construcción de los primeros
multifamiliares, un nuevo aeropuerto más allá del viejo que se ubicaba en Balbuena y
el viaducto, primera obra “moderna” en la ciudad de México. Inauguró la carretera
Panameriana, que hasta ese momento conectaba a todo el país. Se inició la edificación
de Ciudad Universitaria que finalmente se inauguró en 1952 pero que comenzó a
funcionar hasta 1954. El mismo autor señala que Alemán tenía la costumbre de iniciar
obras e inaugurarlas en la condición que estuviesen; si no estaban concluidas, así se
quedaban, al fin y al cabo ya habían sido inauguradas.
Durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (véase anexo 11) la modernización
se acentuaría con gran fuerza, ya había aviones tetramotores y el tiempo de los vuelos
se había reducido considerablemente. Los aparatos electrodomésticos, al igual que los
automóviles, cambiaban de modelo e introducían adelantos que muchas veces eran
inútiles pero que llamaban mucho la atención. Había llantas sellomáticas, alta
fidelidad, plumas atómicas o bolígrafos y el primer supermercado, al estilo de Estados
Unidos (véase anexo 12 y 13). “El supermercado trajo la novedad del autoservicio. Ya
para finales de los años cincuenta, nuevas empresas abrieron nuevos y más grandes
espacios, que combinaban la venta de ropa con la de víveres y artículos para el hogar.
De esta manera surgieron las cadenas de tiendas Aurrera y Comercial Mexicana, poco
tiempo después se sumaría Gigante” (Matute, 2006, p. 170). Sin embargo, los pobres
podían saber que todo eso existía aunque ni remotamente pudieran adquirirlos. Las
capas medias crecían, se distanciaban de los más pobres y empezaban a encantarse
con los adelantos que la modernización traía. Otro avance importante favoreció a las
mujeres, pues en diciembre de 1952 Adolfo Ruiz Cortines emitió la concesión de los
derechos políticos a las mujeres, que a partir de ese momento podían votar no solo en las
elecciones para diputados –que se dio a partir de 1949- sino también en las
presidenciales (Agustín, 2007, pp. 127 - 131) (véase anexo 14).
La modernización no sólo trajo cambios y mejoría en la calidad de vida de la
sociedad de la ciudad de México, también trajo consecuencias inimaginables. La
proliferación de autos de lujo causó una fiebre en su consumo, principalmente de
aquellos que podían adquirirlo. Las clases altas presumían sus autos nuevos
manejando a gran velocidad en grandes y peligrosas avenidas (véase anexo 15-17).
No fueron insignificantes los accidentes, altercados o asesinatos cometidos por los
conductores de este tipo de autos particulares. Dentro del transporte público también
sucedió una situación similar; innumerables fueron los choques, atropellamientos y
muertes de transeúntes porque los chóferes –alocados y volubles- manejaban a gran
velocidad debido a la competencia del pasaje (véase anexo 18).
"CABALLEROS DE ENCRUCIJADA"
Aún el mexicano más apacible, tras del volante de su coche, puede
transformarse, de caballero, en un fiero soldado de carga, acaloradamente
dispuesto, en cada crucero, a defender su honor. Hace unos cuantos años, dos
automovilistas se rozaron las salpicaderas, se cruzaron insultos y se dieron
muerte a balazos. La semana pasada otros dos caballeros de esta clase se
lanzaron al combate en la ciudad de México, con fatales resultados.
Antonio Díaz Lombardo Jr., de 27 años, era un joven de moda, prosperó en
los negocios, que se había educado en una escuela militar de los Estados
Unidos y en la Universidad de México, en la que se graduó en economía. Su
padre había hecho millones como dueño del monopolio camionero de la
ciudad de México y como director del Instituto del Seguro Social, durante la
Administración de Alemán. El mismo joven Toño, que estaba iniciándose en
los negocios de carrera, estaba relacionado con estrellas de Hollywood y
gustaba de las fiestas de los yates y de los automóviles finos.
Una noche de la semana pasada, después de una cena, se dirigía Toño a su
casa, conduciendo su Cadillac 1953, de color pistache. De repente se le
apareció un Mercury negro. Chirriaron los frenos y apenas si los coches
pudieron evitar el choque. Al ver violado de esta manera su derecho de vía,
Toño lanzó voces irritadas al otro chofer. El que manejaba el Mercury, no
tardó en dar su respuesta: cinco rítmicos toques de claxon, que para un
americano apenas significarían "pelada y rasurada"; pero que en México
tienen un significado obsceno y de insulto intolerable. Con la sangre
hirviendo. Toño dio rápidamente vuelta en su Cadillac y emprendió la
persecución.
Alcanzó a su hombre cuando entraba con el Mercury en un garaje. Hubo
gritos y golpes. Un anciano velador vio como los dos individuos reñían a
puñetazos en un rincón lejano y obscuro. Luego salió Toño bamboleante,
sangrando de una cuchillada en el vientre. Manejó tres cuadras, se desmayó,
y su coche salió del camino. Toño falleció antes de que Díaz Lombardo,
padre, pudiera llegar a la cabecera de su cama, en el hospital. Hubo dos mil
dolientes en el sepelio. Enviaron condolencias el Presidente Adolfo Ruiz
Cortines y el ex-Presidente Miguel Alemán.
Tres días más tarde se entregó el chofer del Mercury, mostrando a la policía
una gran navaja que llevaba siempre en su llavero. Roberto Rosales Cuevas,
el heridor, de 31 años y administrador de un rancho, dijo: "Me pegó dos
veces; sin pensar saque mi navaja y lo herí. Lo hice en defensa propia. Vi
como se tambaleaba al llevarse las manos en el estómago, y oí que me dijo
'¿Qué pasa, cuate?". Eso fue todo.
"TIME" Noviembre 16 de 1953, página 342.
El sexenio de Adolfo López Mateos no se quedó atrás en lo referente a las
mejoras del transporte público, ya que al crecer la ciudad, también aumentaba su
demanda, ante la carencia de un adecuado sistema de transporte, aparecieron los
peseros o taxis colectivos, que por un peso llevaban pasaje por las grandes
avenidas, especialmente Reforma e Insurgentes -las vías Floridas de Uruchurtu-
(véase anexo 19). Después de los peseros, aparecieron taxis loquísimos como los
cocodrilos, les llamaban así porque eran verdes y tenían una franja de triángulos
blancos invertidos como colmillos y las cotorras, que claro, eran de subidos colores
verde y amarillo (Agustín, 2007, p. 182) (véase anexo 20). Al crecer la demanda de
la población para transportarse, la competencia entre conductores aumentó.
Competían y se “aventaban” carreras para ganar pasaje, lo que motivó diversas
agresiones e inclusive asesinatos entre los mismos chóferes (véase anexo 21).
En este sentido, la Unión de Choferes Proletarios del Distrito Federal
encabezada por el secretario general Roberto Zapeda, dirigieron y enviaron el 27
de diciembre de 1952 una carta al presidente de la República par que éste
ordenara la localización de uno de sus compañeros llamado Guillermo Ríos Solis
quien había sido sacrificado (asesinado) el día 25 del mismo mes a bordo de un
2 Caja: 541/238, Expediente: 784, Fondo: (ARC), AGN.
automóvil de alquiler en la colonia Narvarte dejando huérfanos a sus hijos de
pequeña edad. Piden al presidente se haga justicia3.
En la década de los cincuenta cuando la vida urbana se acentuaba y se
intensificaba, el indio sólo seguía siendo bueno para explotarlo y para despojarle lo
poco que tenía. El racismo que se acrecentó en la década fue muy fuerte, abarcaba
todo el ámbito social. Se notaba la diferencia entre las clases ricas y las clases que
tenían poco o no tenían nada. El indio contrastaba drásticamente con el blanco de
cabellos amarillos, ojos verdes y azules. El cabello y los ojos eran apreciados y
privilegiados por los gobiernos de esta década, “el racismo, el malinchismo y el
clasicismo se incrementaron con el vuelo capitalista del país. La sociedad marcaba
claramente las distancias entre los que no eran iguales. Importaba mucho la diferencia
entre la gente decente, de buen nacer y la pelusa, los pelados incultos, ignorantes y
mugrosos (véase anexo 22). Mientras los jodidos eran humillados, denigrados,
excluidos y menospreciados, los ricos eran arrogantes y déspotas. Los pobres
enseñaban a sus hijos a ser dóciles y respetuosos de la clase media o de la alta. Si algún
jodido quería trepar en las jerarquías y llegar a lo más alto tenía que ponerse muy
listo, trabajar duro para el jefe, otorgarle toda su lealtad, adivinar lo que él quería y
adelantarse, de ser posible; averiguar los puntos débiles del patrón y compensarlo
mediante severas dosis de halagos y servilismo, había que conocer los gustos del jefe y
compartirlos, aunque en lo interno causan repugnancia; se debía llamar la atención,
pero no demasiado, no presionar, a no ser que el jefe fuese presionable y, por
supuesto, estorbar al máximo o de plano sacar de la jugada, a todo aquel que también
hiciera su luchita para trepar hasta arriba” (Agustín, 2007, pp. 133-134). Para salir de
la pobreza existían diversas formas; unas, basadas en la constancia, la perseverancia y
el esfuerzo; otras, basadas en robos y asesinatos para apropiarse de inmuebles, dinero
y joyas. Tal fue el caso de la madre de María Dolores Villanueva, la profesora María de
Jesús Castañeda viuda de Villanueva, que fue envenenada por tres individuos para
apoderarse de sus propiedades. Ante la negativa rotunda por parte de la Procuraduría
3 Caja: 782, Expediente: 541/6, Fondo: (ARC), AGN.
General de la República para investigar el caso, -pues algunos funcionarios eran
complices de tal asesinato-, pidió amparo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
la cuál por su incompetencia la turnó al Juzgado Primero de Distrito en Materia Penal,
esta instancia tampoco hizo nada, por tanto, recurrió al H. Tribunal Colegiado del
Primer Circuito, pero al igual que en las instancias anteriores, tampoco resolvieron el
asesinato de su madre. Los asesinos de la profesora gozaban de grandes y fuertes
influencias. Evidentemente Lla corrupción imperaba con gran fuerza. De aquí la
impotencia de las víctimas y el escepticismo e incredulidad hacia las instancias que
administrany “hacen justicia”.
NOMBRE: Ma. Dolores Villanueva Castañeda.
Av. Centenario No. 359 (antes 106)
Azcapotzalco, D.F.
C. Presidente:
Se queja de que habiendo denunciado oportunamente ante la Procuraduría
Gral. De Justicia del D.F., el asesinato cometido en la persona de su madre la
Prfa. Ma. De Jesús Castañeda Vda. De Villanueva, al administrarle
substancias toxicas que le provocaron un derrame interior que le produjeron
la muerte, en cuyo delito intervinieron el Dr. Rodolfo Robles Luna y los
Profes. Refugio Carranza Quintero y su marido Luis Villanueva Castañeda,
para apoderarse de la propiedad de la signataria; sin evacuar las diligencias
solicitadas para la comprobación del cuerpo de delito y la presunta
responsabilidad de los delincuentes como la exhumación del cadáver, etc.,
dicha Procuraduría mandó archivar la querella; y habiendo recurrido al
amparo se le denegó la justicia tanto por el Juzgado de Dist. 10o. Del D.F. en
Materia Penal como por el Tribunal Colegiado del 1er. Circuito, tachando de
ilegales las resoluciones dictadas en su caso. Solicita su intervención ante
quien corresponda, para que le impartan justicia.
C. PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
P R E S E N T E.
Con todo respeto me permito suplicar a usted se ordene a la PROCURADURIA
GENERAL DE LA REPUBLICA, se castiguen a los malos funcionarios que por
influencias dejaron de cumplir con su deber como lo paso a demostrar a
continuación: ----------------
PRIMERO.- El 16 de Dicbre. De 1953, denunció que el día 2 del mismo mes y
año habían asesinado a mi madre la profesora jubilada Ma. De Jesús
Castañeda Vda. De Villanueva, la mataron envenenándola o dándole alguna
substancia letal que le provocó un derramamiento interior que le provocó la
muerte rápida y que la habían enterrado el día 14 como constaba en el
certificado que expiden en el panteón y que adjunté anexa a mi demanda con
otras constancias. Dijo que el mediquillo de Tacuba RODOLFO ROBLES LUNA
se presto a asesinar y a encubrir el crimen con un certificado de defunción
falso y que los que le pagaron para asesinar habían sido los profesores
REFUGIO CARRANZA QUINTERO y su marido, LUIS VILLANUEVA
CASTAÑEDA, el objeto del crimen fue el de apoderarse de la casa de mi
propiedad. Solicité la exhumación y autopsia que ordenan en estos casos y
que es requisito indispensable, los Arts. 104 y 105 del Código de
Procedimientos Penales, insistí mucho, para que los médicos legistas
hubieran rendido su dictamen pericial y este hubiera sido la base legal para
el fallo, no la declaración de una pequeña parte de los acusados de asesinato
como lo hizo la Procuraduría, quién sin investigación ni autopsia mandó mi
denuncia al archivo, por influencias que interpuso la ex-Magistrado del
Tribunal Superior de Justicia, Lic. Ma. Lavalle Urbina, quién les ofreció
protección a los asesinos para (que) cometieran su crimen y fue por una
venganza del Ing. Alberto J. Pawling y de los lideres del Sindicato de Trab. De
la Sría. De marina, como Ma. Lavalle es la novia de Aguilar y Maya, actual
Procurador del Distrito, faltó a su deber y no dio cumplimiento a lo que la ley
ordena. Además con anterioridad el Lic. Aguilar y Maya y su novia Ma.
Lavalle intervinieron valiéndose de que su padre el Lic. Aguilar y Maya era el
Gobernador del Estado de Guanajuato y también haciendo a un lado la Ley, y
no obstante de que había yo probado ampliamente mi parentesco con la
Señorita Dolores Manexo Urtiaga, quién se había quedado en poder de la
casa Núm. 14 de la Calle de la Canal en San Miguel de Allende, Gto., que era
herencia de mis antepasados, maniobró y les dio la casa a Luis e Ignacio
Villanueva y al Agente Camerino García y no conforme con esto querían
ahora apoderarse de la casa de mi propiedad, por eso mataron, ayudados
por Ma. Lavalle Urbina y protegidos por el C. Procurador del Distrito, Lic.
Guillermo Aguilar y Maya, abusando de su poder y esto es ilegal e injusto.-
Pedí amparo directo a la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación, por
incompetencia lo turnó al Juzgado Primero de Distrito en Materia Penal,
como intervinieron estas personas, el Juez inmediatamente que lo recibió sin
fundamento legal ninguno y estando obligado a conocer de dicho amparo
porque así lo ordena la Ley, lo rechazó. Pedí Revisión al H. Tribunal
Colegiado del Primer Circuito. Inmediatamente que recibieron la Revisión el
pariente del Lic. Aguilar y Maya, Lic. Aguilar Álvarez maniobró hábilmente y
estando debidamente fundadamente mi Revisión con mi escrito fechado el 11
de Diciembre de 1954, como lo tengo probado en la Procuraduría General,
con la copia fotostática que adjunte, mintió para favorecer a su pariente y lo
ayudó su amigo de ellos el Magistrado Elorduy y dijeron que como no había
yo fundamentado la Revisión no procedía el amparo en contra de la
Procuraduría del Distrito. Este fallo está equivocado descaradamente, la
Revisión la solicité en contra de actos del Juzgado no de la Procuraduría.
Solicité a tiempo y forma los dos recursos que ordena la Ley de Amparo o sea
la Queja y la Reclamación. En los dos casos, como el Presidente de la H.
Suprema Corte de Justicia ha de ser amigo de todos éstos. También faltó a su
deber y se convirtió en su cómplice de éstos y dijo que contra actos del
Tribunal Colegiado aunque la Ley lo ordene no procedía ningún recurso.
Por lo expuesto con todo respeto pido justicia, no es justo que porque se trate
de asesinos influyentes y de las mismas autoridades se quede este crimen sin
castigo que se cometió con todas las agravantes de la Ley, o sea con
premeditación, alevosía, ventaja y a traición.
Respetuosamente.
Ma. DOLORES VILLANUEVA CASTAÑEDA.
Domicilio: Avenida Centenario 359 (antes 106) Azcapotzalco, D.F4.
Con la modernización que se intensificó en la ciudad de México la influencia
norteamericana no dejó de sentirse en todos los órdenes de la vida mexicana. La
influencia seguía manifestándose en los alimentos, música, películas y formas de
vestir, “de allá venía el gusto por las grandes orquestas como la de Ray Anthony, Billy
May, Ray Coniff. Los jóvenes de las clases medias empezaron a vestir y a presumir
chamarras de piel negra, motocicletas estilo Hell´s Angels de Marlon Brando. El
pantalón de mezclilla terminó por popularizarse –aunque las escuelas privadas los
prohibían-, junto con las calcetas blancas y la chamarra roja, las muchachas utilizaban
tobilleras, crinolinas bajo la falda y cola de caballo. Una fuerte influencia
norteamericana se vio en el rebeldismo sin causa, la contracultura fue el agudo
inconformismo de los jóvenes ante el modelo de vida del anticomunismo y de los
rígidos formalismos sociales. En cuanto a la música, el jazz generó un nuevo lenguaje
4 Caja: 790, Expediente: 541/660, Fondo: (ARC), AGN.
en los jóvenes de la segunda mitad de la década de los cincuenta y el rocanrol los
marcó en lo más profundo. Al grado que aparecieron grandes bandas rocanroleras,
como Los Locos del Ritmo, los Teen Tops y los Black Jeans –aunque no hayan sido
ellos los que compusieron su propio material- sólo los primeros crearon algo original
titulado Tus ojos y Yo no soy rebelde” (Agustín, 2007, pp. 145-146). Con la llegada de la
modernización, también comenzaron a usarse con mayor fuerza los zapatos.
La identidad nacional empieza a tambalearse. En la ciudad de México se desplaza
el calzón de manta, el sombrero y los guaraches. La mayor parte de la población
empezó a utilizar pantalón y calzado -el 95.35% en 1950 usaban zapatos- refiere
González (1974:251). Lo anterior coincide con lo argumentado por José Agustín
(1990:149), quien refiere que se empezó un proceso de profundos cambios en la
identidad nacional; por un lado, se hizo evidente una desnacionalización; por otro,
aparecían nuevos rasgos del ser nacional. Surgían las primeras manifestaciones de
una nueva sensibilidad y una nueva mentalidad que afloraría con claridad a fines de
los sesenta, y en las décadas setenta y ochenta sería una realidad.
En la segunda mitad del siglo veinte empezó la fiebre por el rechazo a los
formalismos y al tradicionalismo. Era evidente que el machismo, el sombrero de
charro, el caballo, las espuelas, las mujeres tapadas y sumisas se quedaban atrás. Son
desplazadas por el destape y la rebeldía que llegaban a la par con la modernización, la
industrialización y la urbanización. El rock fue la válvula de escape y daba constancia
de formas de vida juvenil; la escuela, los ligues, las broncas con los papás, gustos,
diversión y mucha energía. Surgieron muchas pandillas juveniles que aunada a la
rebeldía ocasionaron diversos desenfrenos y desmanes, pues se rebelaban ante la
rigidez y la intolerancia de la sociedad, ya que ésta última se inclinaba hacia el culto al
dinero, el estatus, el éxito social y por supuesto el poder (Agustín, 2007, pp. 147-148).
Los jóvenes buscaban y exigían ser escuchados, buscaban su propio espacio para
poder expresarse libremente.
Todo el lujo y las nuevas formas de vida traídas por la modernización
contrastaban drásticamente con las vecindades, los barrios bajos, viejos y pobres,
ubicados en las zonas periféricas de la ciudad (véase anexos 23-25). Además,
discrepaban los bajos salarios que percibían albañiles, zapateros, carpinteros,
voceadores, vendedores ambulantes. Estos últimos sectores configuraban un
“inframundo” en el que se gestaba la transgresión a la ley, la delincuencia, la
criminalidad, “la mala vida” (véase anexos 26-28). Lugares donde fermentaban los
“malos deseos”, la lujuria, el sexo, la corrupción, el erotismo en los centros de baile y la
embriaguez. Los bajos fondos motivaban el vicio y aceleraban las prácticas
antisociales. Es así como el entorno se vuelve el condicionante principal del crimen y
la delincuencia, alimentada por la pobreza y la falta de oportunidades.
Los asesinatos no ocurren de la nada, siempre existe un detonador que la causa.
El alcohol es uno de los principales causantes. Es un gran inhibidor de dolor, de
sentimiento y pensamiento razonable. La noche del 15 de septiembre de 1956 con
motivo de la celebración del grito de la independencia, Epifanio González Olvera
asesinó ahorcando con un cinturón de plástico a su esposa la señora María Quintero
de González. El cádver de la infeliz mujer fue hallado en las primeras horas del día 16
en un terreno baldío que se localiza entre las casas 226 y 232 de la Calzada Martín
Carrera, en la colonia del mismo nombre. Los efectos del alcohol hacen que el sujeto
“olvide” sus actos cometidos. Esto mismo sucedió con Epifanio, quien negó
rotundamente haber sido el autor del bestial crimen. No lo recordaba pues había
estado ebrio hasta más no poder la noche del 15. Sin embargo, la policía lo detuvo en
los momentos en que intentaba huir llevándose a Marta Quintero, hija de su esposa.
En el momento de ser conducido a la Delegación dijo en todos los tonos ser
inocente, pero las autoridades al no estar convencidas de sus palabras lo enviaron sin
duda a la cárcel. Según la declaración rendida por Epifanio, la noche del quince él y su
esposa estuvieron con su cuñado Félix Sánchez, estando atentos a la ceremonia del
grito que estaba siendo radiada. Fue entonces cuando surgió la dificultad entre el
matrimonio, tras la cual María abandono ese lugar y se fue con rumbo desconocido.
Mientras, Epifanio siguió alcoholizándose hasta pederse, indicando que después
también se retiró hacia su casa ubicada en las calles de General Santa Anna sin
número, donde durmió a pierna suelta. Su mujer no estaba en la casa. Ayer salía con la
niña hija de su esposa cuando la policía lo detuvo. Horas antes se había encontrado en
un terreno baldío el cádaver de su esposa, atado al cuello un cinturón de plástico (La
Prensa, lunes 17 de septiembre de 1956, p. 20., HN).
La criminalidad no sólo era cometida por hombres, mujeres, jóvenes y niños,
sino también por homosexuales. Tal fue el caso de Enrique del Hierro Balbuena un
(degenerado) de cuarenta y dos años de edad de nacionalidad mexicana, con
residencia en los Ángeles California. Cuando se encontraba en la ciudad de México en
1955, ultrajó y asesinó a una niña de tan solo ocho años de edad.
Sádico Sujeto que Asesina a una Niña
Por defender su honor, una nenita de ocho años de edad fue bárbaramente
acribillada a puñaladas por un sádico sujeto.
El cadáver de la pequeña, semidesnudo, pues la ropa se la hizo jirones el
bruto aquel, yacía sobre la cama de la vivienda uno de la casa marcada con
el número 55 de las calles de Matamoros.
En su pecho se localizaron diez lesiones producidas por un puñal. Además
tenía huellas de haber sido salvajemente golpeada en la cara. La pequeña se
llamó Rita María Lara Castro y, según se sabe, su asesino responde al
nombre de Enrique y es como de 50 años de edad. Se dice agente del Banco
Capitalizador de Monterrey.
LA PRENSA tuvo los siguientes informes: a las seis de la tarde, Rita María fue
enviada por su madre Elda María Castro de Lara a comprar petróleo.
Cuando regresó le dijo: "Mamá, me das permiso, un señor me invita un
refresco". La señora le negó la solicitud, pero la chica de todas maneras fué
al restaurante El Pollito, en Comonfort 88-, propiedad de Elvira Delgado de
Tavera, donde estaba cenando el homicida.
Allí, la nena le dijo a Enrique: "Ya vengo para tomarme mi refresco", a lo que
respondió el sujeto: "Dime de cuál vas a tomar". Eligió la chica una limonada
y cuando se la terminó salió con ese sujeto.
A poco rato, la madre de la criatura, que vive en el 84 interior 6 de
Comonfort andaba en busca de su pequeña. La angus t i a d a madre fué a
casa de ese tipo, quien, con las luces apagadas respondía desde el interior sin
abrir. Inútiles fueron las lagrimas de esta buena mujer yucateca, pues el
hombre aquel no le abrió.
"Déjeme ver a mi hija, se lo ruego", gemía Elda María. Finalmente, el sujeto
en cuestión, que luce un mechón blanco en la cabeza y que tiene "amistad"
con un sujeto raro llamado "El Sandra", fue hasta los lavaderos de la casa,
donde se encontró a la señora Cruz González Barrera, quien vio cómo se
limpiaba las manos, el criminal, saliendo a la calle.
Todavía tuvo la desfachatez de despedirse de la dueña del restaurante, a la
que dijo: "Mañana le pago la cena, ahora me voy al cine".
Diremos por último que agentes del Servicio Secreto andan muy cerca del
asesino y que no será difícil que a la hora en que esta edición esté en la calle
haya caído en manos de las autoridades (La Prensa, domingo 11 de
diciembre de 1955, pp. 28 y 57., HN).
El asesinato no quedaría impune, el treceavo grupo del Servicio Secreto lograría
arrestarlo. Las investigaciones las iniciaron un día posterior al crimen de la niña Rita
María Catro hija de la Sra. Elda María Castro de Lara que vivía en Comontfort 84
interior 6. El Jefe del Treceavo grupo Braulio Guerrero Licea informó el 12 de
diciembre de 1952 al coronel y Jefe del Servicio Secreto los resultados parciales de la
investigación iniciada sobre Henrique del Hierro Balbuena asesino de la niña quien
vivía en Matamoros número 545 en un cuarto de madera número 2. Comunicaba que
el asesino había huido después de cometer el crimen. Se iniciaron inmeditamente las
investigaciones correspondientes. Estas permitieron saber que se trataba de un
individuo degenerado y homosexual. Por tanto, se le buscaba en hoteles, cabarets y
demás sitios donde concurren este tipo de sujetos. Gracias a ello se logró la detención
de Juan Rojas Median, Humberto Guadarrama Peña y Felipe de la Garza Treviño, pues
además de haber mantenido relaciones sexuales con el asesino convivían con él. Los
tres detenidos fueron interrogados pues se suponía sabían el posible paradero del
homicida. Aún no se había logrado la captura de Hierro Balbuena. Sin embargo, se
seguiría investigando sobre las posibles pistas5.
5 Caja: 11, Expediente: 78, Año: 1955, Fondo Documental: DDF; Sección: Jefatura de Policía; Serie: Servicio Secreto, AHDF.
El caso provocó bastante polémica en la sociedad y en los medios masivos de
comunicación. La madre interpuso inmediatamente la denuncia ante las autoridades.
El asesino –como sucede en la mayoría de las ocasiones- se dio a la fuga. Las
autoridades lo buscaron por cielo, mar y tierra. Pasaron varios días para que fuera
capturado por el Servicio Secreto. Finalmente y gracias al buen trabajo Del Hierro
Balbuena fue capturado, juzgado y sentenciado. No sólo debía una muerte. Después de
haber asesinado a la niña, mató a una señora que creyó era prostituta. Para localizarlo,
el Servicio Secreto giró instrucciones para que se le buscara en hoteles, cabarets y
demás lugares que frecuentan este tipo de sujetos. Al iniciar las investigaciones
lograron aprehender a tres sujetos amigos de él. La búsqueda se inició básicamente
por el homicidio de la niña. Durante las investigaciones que realizaría la Dependencia
de Jefatura de Policía del Distrito Federal del Servicio Secreto se sabría que también
había sido el autor del crimen de la señora Julia García Sanders.
El día 12 de diciembre de 1955 el coronel Manuel Mendoza Domínguez del
Servicio Secreto giró órdenes de localización y detención de Enrique del Hierro
Balbuena quien era acusado de un delito de homicidio cometido y perpetrado en la
niña Rosa Maria Castro, a los jefes de policía de diferentes ciudades y estados de la
república, como en Matamoros, Nuevo Laredo, Piedras Negras, Ciudad Juárez,
Reynosa, Mexicali, Tijuana, Agua Prieta, Nogales, Chihuahua, Tapachula, Chiapas,
Oaxaca y Veracruz. Asimismo, explicitó las características físicas del asesino: 50 años
de edad, canoso, alto, fornido, cara redonda, usa bigote ancho, pelo quebrado con
mechón blanco frente, pocho6, viste pantalón kaki claro, guayabera color ladrillo7.
A pesar de la búsqueda implementada por el Servicio Secreto no fue fácil ni
rápida la captura del asesino. Con oficio núm. 224 y expediente núm. 138, el Inspector
General de Policía Capitán 2º de Caballería Ernesto Vázquez Castellanos informó 8 de
6 En México, originalmente el pocho es una forma despectiva con que se llama a los mexicanos que se les dificulta hablar el español con fluidez, debido a que se ha olvidado o utilizan palabras de otro idioma, en este caso el inglés. 7 Caja: 11, Expediente: 78, Año: 1955, Fondo Documental: DDF; Sección: Jefatura de Policía; Serie: Servicio Secreto, AHDF.
enero de 1956 desde el estado de Veracruz al coronel Manuel Mendoza Domínguez
Jefe del Servicio Secreto del Distrito Federal que a pesar de las investigaciones
practicadas por el Servicio Secreto aún no se lograba la localización ni detención de
Enrique del Hierro Balbuena, pues “no se encontraba” en el Puerto8.
Después de dos meses de búsqueda, el asesino Henry o Enrique del Hierro
Balbuena fue detenido por el Servicio Secreto en la ciudad de Veracruz. Uno de sus
amigos -antes detenido- ayudó a su captura durante el carnaval en el puerto. Una vez
que se le tomó la declaración se supo que no sólo debía dos muertes, sino que en su
país de residencia en 1948 había asesinado dentro de la cárcel de Forson en California
a dos reos de origen italiano y en 1955 en Nueva York asesinó a dos puertorriqueños.
En suma, había asesinado a seis personas, entre ellas a una niña. Él mismo así lo
declaró.
La detención del degenerado Enrique del Hierro Balbuena tuvo lugar el día 21 de
febrero de 1956 en el Carnaval que se celebraba en el Puerto de Veracruz. Era autor
de un doble homicidio, de la mejor Rita Maria Lara Castro y la sra. Julia García
Sanders. Ambas fueron violadas. El treceavo grupo del Servicio Secreto informó al
Coronel y Jefe del Servicio Secreto la detención de Enrique del Hierro Balbuena.
Señalan que en lo que respecta al asesinato de la menor Rita Maria Lara Castro, y
gracias a las investigaciones se pudo comprobar que quien había cometido el
horrendo crimen había sido un sujeto de nombre Enrique del Hierro Balbuena, quien
tenía subarrendado un cuarto en la casa número 55 de las calles de Matamoros, donde
cometió el crimen, mismo lugar donde fue recogido el cadáver de la niña por las
autoridades del Ministerio Público de la 3/a Delegación. Posteriormente, fueron
interrogados todos los vecinos y familiares de la niña. Comprobado el caso los policías
inmediatamente iniciaron la búsqueda del asesino que había huido rápidamente
después de perpetrado el crimen. Al estudiarse los antecedentes del criminal, se supo
que había llegado a la ciudad de México por sus propias relaciones homosexuales que
8 Caja: 11, Expediente: 78, Año: 1955, Fondo Documental: DDF; Sección: Jefatura de Policía; Serie: Servicio Secreto, AHDF.
que sostenía con degenerados y afeminados que vivían en el mismo edificio, y que un
afeminado de apodo La Sandra le había ofrecido un cuarto con quien estuvo uno o dos
días, pero después Del Hierro Balbuena decidió tomar un cuarto para él solo. El
asesino era adicto a la marihuana y a las drogas. Fue buscado por la policía por todos
los centros del vicio, principalmente en el ambiente que frencuentan este tipo de
sujetos. En uno de esos lugares fueron detenidos La Sandra y La Shirley, que son
hermanos, fueron interrogados por la policía, pero ignoraban el paradero de Enrique
del Hierro. Fueron puestos en libertad bajo promesa de colaboración para la captura
de este sujeto. Debido a que el crimen cometido en la persona de la señora Julia García
Sanders era muy similar al cometido en la persona de la menor Rita Maria, así como
que dichos crímenes distaban de minutos entre la ejecución de uno y otro, fue que
desde un principio las sospechas de la policía recayeron indudablemente en Enrique
del Hierro Balbuena como presunto responsable del segundo crimen.
Para la búsqueda de este sujeto se vigilaron determinados centro de vicio, coo
cabarets y centros de reunión que este sujeto frecuentaba o podía en su caso
frecuentar. No obstante esta labor de investigación, nada se sabía con certeza. Se instó
en utilizar a los numerosos afeminados que le conocían, a que le buscaran en los sitios
por ellos frecuentados. Se hicieron numerosas investigaciones, hasta que finalmente
se obtuvo un dato muy valioso en el sentido de que Enrique del Hierro Balbuena
asistiría al Carnaval en el Puerto de Veracruz. Por ello fue que con la opinión y
autorización del Jefe del Servicio Secreto, la policía instó a los afeminados La Sandra y
La Shirley, para que asistieran a dicho carnaval y buscaran al citado del Hierro. No
importó que andaría disfrazado, pues la presencia de los afeminados ayudaría a su
captura, pues con sus relaciones y conocmiento ayudarían a desenmascararlo. Fue así
como dichos sujetos partieron al famoso Carnabal al Puerto de Veracruz, en donde
efectivamente estaba este sujeto. Le hicieron un pleito fingido y procuraron que la
Policía Local lo detuviera. Así lo hizo un policía uniformado y de fúsil, en donde
además los afeminados expusieron que ellos lo remitían a instancias de elementos del
Servicio Secreto, quien lo buscaba por homicidio. Así fue como se logró detener a este
criminal. Inmediatamente la policía lo trasladó a la Capital sujetándolo a amplio y
minucioso interrogatorio, del cual se obtuvo una amplia y completa confesión del
asesino, quien explicó cómo estranguló, violó y apuñaló a la menor Rita Maria Lara
Castro, así como también confesó minuciosamente como se encontró con la señora
Julia García Sanders, a quién no conocía ni había visto nunca, y a la que después de
haberle dado una pedrada e la cabeza, la arrastró al lote que se haya junto al 88 de
Saturno, en donde después de violarla y mancillar su cadáver, la degolló y apuñaló en
numerosas veces.
La policía recogió en Veracruz tanto el puñal que usó para sus dos crímenes
como la guayabera que traía puesta, la cual era color ladrillo y él la pintó en dicho
Puerto, de color negro. Todo se recogió en presencia de la policía, el Jefe del Servicio
Secreto, el 1er Comandante, numerosos periodistas y demás personas. Asimismo, el
asesino reconoció la piedra con que golpeó a la señora García Sanders, la cual fue
localizada con la cooperación de un hermano de la víctima. Dentro del interrogatorio
practicado a este sujeto, se llegó a obtener de él la confesión de que además de estos
dos asesinatos ha cometido cuatro más en la Unión Americana de donde es originario,
pues nació en la Ciudad de los Ángeles, California, y es ciudadano Americano. Dos de
estos asesinatos los cometió dentro de la prisión Folson, en las personas de dos
italianos también reclusos, quienes según Del Hierro, violaron a un joven recluso
amigo suyo, quien en venganza a uno de ellos le clavó el puñal en el corazón y al otro
lo degolló. Los otros dos crímenes los cometió en la Ciudad de Nueva York el 11 de
febrero de 1955, en la persona de los hermanos Burgos, ocurriendo el hecho frente a
la casa número 95 de la calle 94, donde él vivía, y por disputarse una mujer llamada
Bienvenida. Después de este doble crimen huyó a varias ciudades norteamericanas y
finalmente vino a esta ciudad.
También dentro del citado interrogatorio, Del Hierro confesó que desde los
nueve años su vida ha sido de delincuencia, pues se ha dedicado al robo, al asalto a
mano armada, por cuyo motivo había estado detenido en tres presidios
norteamericanos, por espacio de 17 años. Además fue contrabandista de drogas,
carterista, estafador, tratante de blancas y nunca ha vivido honestamente. No obstante
conocía varios oficios y trabajos útiles y remunerativos. Confiesa también al ser
interrogado, que dentro de la República Mexicana, cometió delitos tanto de fraude y
estafa como de robos y tráfico de drogas enervantes. Finalmente, fue reconocido por
los familiares y vecinos de la menor Rita Maria Lara, como el mismo que cometió el
crimen. Rindió su declaración ante la Oficina Jurídica de la Jefatura y ante el Control
del Servicio Secreto, y ambas declaraciones confesó ampliamente sus delitos. Después
de haberse comprobado plenamente la actuación delictuosa de Enrique del Hierro
Balbuena, así como que él fue quien cometió ambos crímenes, los homicidios
quedaron completamente esclarecidos. Por lo que se ponía a disposición de la Guardía
Especial de Agentes de la Sexta para lo que determinaran. El informe iba acompañado
de los certificados méditos correspondientes, el puñal, la piedra y la guayabera9.
Los datos arriba descritos formaron parte del reporte realizado por los agentes
del Servicio Secreto e iba dirigido al Coronel y Jefe del Servicio Secreto del Distrito
Federal. El reporte fue en relación a las investigaciones y captura del asesino de la
niña Rita María Lara Castro y la señora Julia García Sanders. Se muestra acontinuación
la declaración pormenorizada que hace el asesino ante el abogado de la Jefatura de
Policía del Distrito Federal.
EN LA CIUDAD DE MEXICO DISTRITO FEDERAL, siendo las trece horas
treinta minutos del día veintiuno de febrero de mil novecientos cincuenta y
seis, compareció ante el Abogado en Turno de la Jefatura de Policía del
Distrito Federal y testigos de asistencia que dan fe, el que dijo llamarse
ENRIQUE DEL HIERRO BALBUENA quien protestado para que se conduzca
con verdad y advertido de las penas en que incurren los que declaran con
falsedad, por sus generales manifestó llamarse como queda escrito, ser
originario de los Ángeles California, de cuarenta y dos años de edad, soltero,
de nacionalidad mexicana, sin domicilio fijo, Agente del Banco Popular de
Edificación y Ahorros, con oficinas en Monterrey Nuevo León y en relación
con los hechos que se investigan D I J O: --------------- Que uno o dos días antes
de la fiesta de la Virgen de Guadalupe el de la voz se encontraba viviendo en
la casa número cincuenta y cinco de las calles de Matamoros de esta Ciudad,
9 Caja: 11, Expediente: 78, Año: 1955, Fondo Documental: DDF; Sección: Jefatura de Policía; Serie: Servicio Secreto, AHDF.
de una manera provisional, y siendo como a las cinco y media horas de la
tarde se fue a meter a un puesto que está ahí cerca en donde vende
limonadas y es como fonda; que estando en ese puesto llegó una chamaquita
como de ocho o nueve años de edad, a la que el declarante le convidó una
soda y le hizo platica; que como el de la voz había andado tomando mucho
en ese día, y como acababa de comprar un paquete de cigarros de
marihuana, le dieron ganas de "irse a dar un toque en su cuarto"; que se fue
para su cuarto en la casa mencionada y la chamaquita lo fue siguiendo y se
metió con él al cuarto; que en ese lugar el de la voz empezó a alojar un
cigarro de yerba y la chamaquita le estaba platicando; que el de la voz la
trataba de "princesa" y la sentó en sus piernas; que en eso llegó a la puerta
de su cuarto la mamá de la chamaquita y preguntó por ella, pero como la
puerta estaba cerrada el de la voz contestó que la chamaquita no estaba ahí
tapándole la boca con la mano izquierda, muy fuertemente, haciendo que
casi se le desprendiera la uña del dedo meñique (misma que después se le
cayo y todavía presenta una uña nueva chica en ese lugar), que entonces
para que la chamaquita lo soltara le apretó del cuello con la mano derecha,
muy fuertemente para que la niña no le contestara a la mamá que le estaba
llamando del otro lado de la puerta; que entonces se dio cuenta de que había
matado a la niña, y que la aventó sobre la cama y le dio de puñaladas,
aunque no se acuerda exactamente de cuantas veces, pero si se acuerda de
que limpió el puñal y se lo guardó en la espalda saliéndose a la calle y
cerrando la puerta; que entonces lo vio la mamá de la chamaquita y le
preguntó por ella; que el de la voz le dijo que no la había visto y que se negó
abrir el cuarto en donde estaba el cadáver; que agarró el de la voz su
portafolio y se fue por la calle, que al ir por la vía del ferrocarril caminando,
vio venir a una mujer joven, que al de la voz le pareció una prostituta, y
entonces sintió ira contra ella y se le acercó diciendo: "a una puta como tú
debí haber matado, y no a una chamaquita: las putas siempre me han
causado perjuicios toda la vida"; que la mujer lo arañó en la cara y el de la
voz tomó una piedra y la golpeó en la cabeza; que entonces la mujer cayó al
suelo y la arrastró por los cabellos llevándosela a un lote cercano, en ese
lugar la degolló con el puñal que llevaba y le tiró muchos piquetes al cuerpo;
que le levantó el vestido al cadáver y con el puñal le desgarró la pantaleta
haciendo uso del mismo, sexualmente; que sentía mucho coraje contra la
mujer y recuerda que inclusive sintió deseos de introducirle el puñal en la
vagina y desgarrarla; que cuando mató a la niña ya se había fumado dos
cigarros de mariguana, e inclusive tenía en la mano derecha una colilla
cuando la madre preguntó por la niña; que el de la voz a estado preso en San
Quintín por varios años, y nueve años en otra prisión de Estados Unidos del
Norte; que en esa prisión mató a dos compañeros, pero no le pudieron
probar nada; que cuando estaba acuchillando a la mujer a la que se ha
referido lo vio al declarante un individuo que se quedó mirando, cuando el de
la voz lo llamó para que se acercara con el objeto de matarlo por ser testigo,
el individuo huyó: EN ESTE ACTO el suscrito abogado de guardia hace
constar que el declarante fue interrumpido por un grupo de periodistas que
volvieron a interrogarlo sobre los mismos hechos habiendo contestado ante
ellas en la misma forma que ya tiene declarado, con excepción de la
afirmación que anteriormente hizo en el sentido de que usó sexualmente de
la mujer a la que mató, circunstancia esta que ante los periodistas afirmó
que no recordaba más que haberle roto las pantaletas con el puñal; continuo
diciendo el declarante que se fue caminando la carretera de Puebla hasta el
primer pueblito, en donde vendió una pluma Schifer y tomó un camión para
Puebla en donde pidió; que de ahí se fue a Córdova por medio de un aventón
pidió; que en Córdova vendió una cadena de platino y una cartera de piel y
que con eso se fue hasta Veracruz; que desde esa fechas hasta el día que fue
detenido, permaneció en Veracruz; que cuando cometió los asesinatos de la
niña y de la mujer a que se ha referido llevaba una guayavera de color
ladrillo y otra de color blanco así como unos pantalones, prendas ellas que se
mancharon de sangre y que además resultaban fáciles de identificar, que con
ese motivo las tiñó todas de negro y son las que presenta actualmente; que
como el pelo del declarante tiene un mechón blanco muy notorio, también se
lo tiño de negro con el objeto de no ser reconocido; que actualmente ya le ha
salido nuevamente una nueva parte de blanco; que el puñal con el que
cometió esas muertes lo ha entregado ya a los agentes que lo detuvieron; que
reconoce en este acto el puñal a que se refiere y que se le muestra, así como
la chamarra o guayabera que llevaba el día de los hechos y que pintó de
negro, misma que ha entregado y que se le muestra; que todos los vecinos de
la casa número cincuenta y cinco de las calles de Matamoros se habían dado
cuenta de el de la voz había sido el autor de la muerte de la niña, toda vez
que algunos lo habían visto entrar al cuarto en donde se encerró con ella, y
la propia madre lo había visto salir del cuarto en donde se encontraron
muerta la niña, y que recuerda que le dijo a la madre de la niña que el de la
voz no tenía porque darle explicaciones al enseñarle el cuarto donde ya
estaba el cadáver cuando la madre la buscaba. Le dio de le fue lo anterior lo
ratifica en todas sus partes y firma el margen para constancia.
Doy fe. EL ABOGADO DE GUARDIA: Lic. Miguel Fernández Aguirre.T.A10.
10 Caja: 11, Expediente: 78, Año: 1955, Fondo Documental: DDF; Sección: Jefatura de Policía; Serie: Servicio Secreto, AHDF.
Justo a la mitad del siglo XX prevalecía en el escenario citadino una violencia
fundamentalmente de tipo urbano. La ciudad de México estaba inmersa en una
dinámica de industrialización, modernización y urbanización, donde la criminalidad
continuaba presentándose cotidianamente, haciendo que las estadísticas de eventos
violentos aumentara día con día en todos los ámbitos sociales y en múltiples
escenarios.
Gabriela Pineda Vda. De Flores.
C. PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPUBLICA,
C. ADOLFO RUIZ CORTINEZ.
C I U D A D
Con fecha 30 de Marzo tuve el honor de remitir a su Despacho del Palacio
Nacional, un Ocurso, relatando la tragedia en que fue sacrificada mi hija
Refugio Flores Pineda por un empleado de última categoría del Señor
Raymundo López y no habiendo recibido de la Oficina a su merecido cargo,
dirijo este nuevo Memorial, insertando el anterior y ministrando nuevos
datos, para que si lo juzga pertinente de órdenes por conducto del C.
Procurador de Justicia para que se proceda a castigar a los responsables de
este atentado.
Dice el MEMORIAL:
Respetable Señor Presidente:
Con la más profunda pena me dirijo á Yd, para suplicarle con todo
encarecimiento se sirva ordenar á quien corresponda practique una
investigación minuciosa y en el acto tan vil y cobarde cometido por un
individuo que estaba al servicio del Señor Raymundo López, propietario de la
Zapatería "La Mexicana" situada en el Centro de la ampliación del Mercado
"La Lagunilla".
El expresado individuo lleva el nombre de CELERINO MAJANGOS REYES,
quien iba armado por no sabemos quien, sin motivo alguno, al pasar mi hija
Refugio Flores Pineda frente a dicha zapatería, por la espalda y
cobardemente disparó su pistola, originándole tres perforaciones que
causaron á mi citada hija una muerte instantánea. Y lo hizo con tanta saña
que al acudir al auxilio de mi citada hija viéndola tendida y bañada en
sangre, me incliné para tomarla entre mis brazos, mismos momentos en que
el referido criminal me hizo varios disparos; pero gracias a que mi otra hija
Gloria Flores Pineda, me dio un fuerte tirón que me hizo esquivar las balas
asesinas, no quedé en el mismo lugar, escapándose milagrosamente mi
segunda hija ya citada, también á ella le hizo uno o dos disparos.
Mi intención al molestar su Alta investidura, es que el crimen citado no
quede impune, sino que se castigue al autor material y a algún otro
responsable si lo hubiere.
Soy mujer viuda, de escasos recursos, siendo el 'único sostén de toda la
familia, que es numerosa, teniendo como único patrimonio un puesto de
zapatos de metro y medio de frente y por dos de fondo, junto al del señor
Raymundo López, pues dista solamente unos ocho metros.
La finada o sea mi hija Refugio Flores Pineda dejó en la orfandad tres
criaturas de nombre: Jorge, Ortiveros, María de la Luz y Yolanda de los
mismos apellidos; por lo que usted comprenderá, señor Presidente, que la
situación en que hemos quedado es sumamente angustiosa.
Esperando señor Presidente de la República, que sabrá escuchar mi petición
y ordenar lo conducente para obtener pronta justicia, le anticipo las mas
cumplidas gracias. Soy de usted, señor Presidente, su atente segura
servidora. Soledad Pineda Viuda de Flores. Rubrica.
Datos complementarios: los hechos ocurrieron a las doce horas treinta y
cinco minutos del dia veintiuno de Marzo último, dando muerte a mi hija por
la espalda, el criminal Celerino Mijangos Reyes con las agravantes que
señala la Ley, ventaja, premeditación y alevosía y a traición, después de que
este tuvo con mi citada hija sería dificultad la tarde del sábado anterior por
haber atacado a un sobrinito menor de edad, que solamente tocó con su
mano el aparador de Raymundo López y Gloria Flores Pineda en buenos
términos le reclamó a Mijangos Reyes sus mal proceder al pegarle al niño
por la espalda y como contestación le hizo pedazos el lado izquierdo de su
blusa.
Al dia siguiente, al pasar mi hija María del Refugio Flores Pineda que iba a
desayunar, por la espalda, le hizo disparos causándole alevosamente una
muerte instantánea con una pistola 38 Super, disparando todos los
cartuchos causando la muerte de un hombre y lesionando además a dos
señoras más.
Ocurro ante su Señoría reclamando Justicia para que las Autoridades
Judiciales apliquen la Ley, girando ordenes por medio de la Procuraduría de
Justicia esa Respetable Presidencia como estila.
México, D.F. á 5 de Abril de 1954.
Nombre de Gabriela Pineda Vda, de Flores. (Huella)11.
11 Caja 785, Expediente 541/314, Fondo: (ARC), AGN.
La criminalidad y la delincuencia ha sido una realidad que todas las sociedades y
gobiernos quisieran desaparecer y arrancar desde el fondo para acabar con estas
plagas sociales. Sin embargo, esto no ha sido posible. Los números no mienten, la
violencia, la criminalidad y la delincuencia crecen cada día más. Prueba de ello son los
resultados que el Instituto Nacional de Ciencias Penales nos otorga. Para la décda de
1950 muestra los diferentes tipos de delitos cometidos tanto por hombres como por
mujeres (véase cuadro 1). Los datos son organizados en tres medias diferentes:
media anual, media mensual y media diaria.
Cuadro 1. Delitos hombres y mujeres, década de 1950.
Delitos M. ANUALES
M. MENSUALES M. DIARIA
Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Lesiones Robo Homicidio Abuso de Confianza Fraude y Estupro12 Rapto y Estupro Daño en P.A. Violación Otros Delitos TOTAL
12.496 1.020 1.041 85.0 34.7 2.83 10.969 793 914 66.0 30.4 2.20 6.120 169 510 14.0 17.0 0.46 867 58 72 4.8 2.4 0.16 1.025 99 85 8.2 2.8 0.27 1.780 15 148 1.2 4.9 0.04 1.452 86 121 7.1 4.0 0.23 951 12 79 1.0 2.6 0.03 6.521 1.031 543 85.9 18.1 2.86 42.181
3.283
3.513
273.2
116.9
9.08
Fuente: cuadro tomado del libro Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE). (1982). Distribución, tendencia y ritmo de la criminalidad en la República Mexicana, periodo 1940-1977. México: Escuela de Economía, Instituto Tecnológico Autónomo de México. p. 11.
De acuerdo con los datos, se deduce que en términos generales los hombres
fueron los que más cometieron delitos, mientras que las mujeres representan un bajo
nivel de delincuencia (véase gráficas 1, 2 y 3). En el cuadro que presenta el Instituto
Nacional de Ciencias Penales (1982:9) indica que en términos generales los hombres
representan en promedio un 93% de los presuntos delincuentes en tanto que las
12 Es un delito que consiste en tener relaciones sexuales con un (a) menor de edad, valiéndose del engaño, la superioridad que se tiene sobre ella o de la seducción.
mujeres mantienen un porcentaje cercano al 7%. Las cifras más altas son contra las
personas y delitos contra la propiedad, siendo lesiones y robo los delitos más
frencuentes, seguidos de homicidios. En las gráficas se representa esta tendencia en
las tres medias.
Grafica 1
Grafica 2
Grafica 3
La modernización maquilla a una ciudad en tantao que la urbanización genera
una ilusión óptica; hace que hombres y mujeres se vuelvan invisibles, si no pertenecen
a los círculos sociales con un poder adquisitivo importante. En efecto, las clases
menesterosas son los que menos se beneficiaron del proceso modernizador. Esta
realidad se observaba claramente en el acceso a los servicios públicos; mientras las
clases altas gozaban de todas las comodidades, las clases pobres que habitaban los
barrios, las vecindades y las colonias periféricas carecían de luz eléctrica, teléfono,
agua potable, pavimentación de calles, salubridad y por si esto hubiese sido poco, no
contaban con seguridad pública. El nivel de pobreza escondida detrás de edificios y al
margen de las avenidas fue alarmante, porque generó el surgimiento de otros
problemas sociales. Dificultades que servían para apuntalar argumentos tales como
que las clases bajas son las más violentas, las que mayor tendencia hacia la
delincuencia y la criminalidad ostentan, debido al medio social en que se
desenvuelven; un entorno donde la ignorancia, la falta de educación, la miseria, la
codicia, la falta de recursos, la desigualdad, el alcoholismo y la inmoralidad se
constituyen en factores determinantes de la pobreza urbana.
1.1. La pobreza: una realidad urbana
El termino –pobreza- es un concepto muy antiguo, por lo general tiende a designar un
estado de carencia, de falta de recursos para cubrir las necesidades básicas, es un
estado de vida en que falta lo necesario para vivir dignamente. La raíz etimológica
viene del latín paupertas. El pauperismo está integrado por vagabundos, criminales,
prostitutas, en una palabra, todo el proletariado andrajoso -lumpenproletariado-
(Marx, 1999, p. 545). Carl Marx señala la existencia de tres categorías en las que se
divide el pauperismo. Primera: personas capacitadas para el trabajo… la masa de estas
personas aumenta con todas las crisis y disminuye en cuanto los negocios se reaniman.
Segunda: se encuentran huérfanos e hijos de pobres. Estos seres son candidatos al
ejército industrial de reserva, y en las épocas de gran actividad, como en 1860 por
ejemplo, son enrolados rápidamente y en masa en los cuadros del ejército obrero en
activo. Tercera: degradados, despojos, incapaces para el trabajo. Se trata de seres
condenados a perecer por la inmovilidad a que les condena la división del trabajo, de los
obreros que sobreviven a la edad normal de su clase y, finalmente, de las víctimas de la
industria, cuyo número crece con las máquinas peligrosas, las minas, las fábricas
químicas, etc., de los mutilados, los enfermos, las viudas (Marx, 1999, p. 545). Marx
señala que en la existencia del pauperismo va implícita la existencia de la
superpoblacion, generándose un deterioro del entorno y una disminución
considerable de la calidad de vida; situación entendida como pobreza.
La pobreza implica una falta de bienes y servicios que deben obtenerse por medios
distintos a las fuentes de ingresos normales, conforme a la cultura en cuestión. Se divide
en fundamental (falta de ingresos pecuniarios) y accesoria (ignorancia e incompetencia
que impiden lograr el mínimo de bienestar). Mejor aún, pobreza no es sólo impotencia
adquisitiva de acceso a las mercancías, sino a los medios necesarios para producirlas
(González, 1985, p. 11). Los pobres, no cuentan con los medios necesarios para
producir mercancías, bienes y servicios, los ricos sí. Bajo esta perspectiva a los pobres
les toca obedecer y a los ricos mandar u ordenar; los primeros, no tienen nada –más
que fuerza de trabajo-; los segundos, tienen el recurso y los medios para la
producción. Esta es una diferencia muy marcada entre ricos y pobres.
Marx señala la existencia de una diferencia entre ricos y pobres. Indica que no es
la posesión de la tierra ni el dinero, sino el mando sobre el trabajo (“the command of
labour”) lo que distingue a los ricos de los pobres. Lo que atrae a los pobres no es una
situación mísera o servil, sino un estado de fácil y liberal sumisión (“a state of easy and
liberal dependence”), y a los propietarios la mayor influencia y autoridad posible sobre
los que trabajan para ellos (Marx, 1999, p. 520). En este sentido, no existe la
acumulación de capital, según Marx, la composición del capital se da en dos sentidos:
1) atendiendo al Valor, esto es, la composición del capital depende de la proporción en
que se divide en capital constante o valor de los medios de producción y capital
variable o valor de la fuerza de trabajo, suma global de los salarios; 2) atendiendo a la
Materia, esto es al funcionamiento en el proceso de producción, los capitales se
dividen siempre en medios de producción y fuerza viva de trabajo (Marx, 1999, p.
517). Las naciones ricas señala Marx, se encuentran interesadas en los pobres, porque
estos no deben ser ociosos, sino que han de trabajar y gastar siempre todo lo que
obtienen. Los que se ganan la vida con el trabajo diario no tienen más estimulo que
satisfacer sus necesidades, que es prudente moderar, pero que sería insensato
suprimir (Marx, 1999, p. 519), porque lo que se busca es que se generé una relación
irrompible entre el trabajo y el consumo.
Carl Marx puntualiza que la acumulación marca claramente la diferencia entre
ricos y pobres y argumenta que desde los orígenes de la primitiva acumulación se
inició la diferencia entre riqueza y pobreza. Desde el principio había una minoría
trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y otra, constituida por un tropel de
descamisados, haraganes que derrochaban cuanto tenían y aún más. Menciona el
autor que existe una historia del pecado original teológico y una historia del pecado
original económico. La primera subraya que el hombre fue condenado a ganar el pan
con el sudor de su frente. La segunda, revela por qué hay gente que no necesita sudar
para comer. Los primeros aquellos que ahorraron y lograron acumular riqueza. Los
segundos, terminaron por no tener nada. De este pecado original arranca la pobreza
de la gran mayoría, que aunque trabajan demasiado, no tienen nada que vender más
que su persona. Pero también de este pecado emerge la riqueza de una minoría,
abundancia que no termina de crecer, aún cuando sus propietarios han dejado de
trabajar (Marx, 1999, p. 607). En efecto, mientras disminuye progresivamente el
número de magnates capitalistas, crece la masa de la miseria, la pobreza, la
degeneración, la explotación (Marx, 1999, pp. 647-648).
Existe una explicación clara y sencilla por la que los pobres no pueden ahorrar a
pesar del trabajo intenso que realizan. La acumulación de capital en las clases bajas es
poca e incluso inexistente. La acumulación suele ser diminuta o lenta en un país pobre,
porque el ingreso es la fuente de ahorro y donde el ingreso por habitante es bajo, la tasa
anual de ahorro por habitante tenderá también a ser baja. En el mismo sentido, el
profesor Lewis señala que el ahorro es inexistente debido a que las clases que ganan
salarios y sueldos ahorran muy poco porque sienten mayor inclinación por el gasto que
por el ahorro. Los ahorros de las clases trabajadoras –agrega- son muy pequeños…
Tenemos muy pocas pruebas de los ahorros provenientes de los sueldos, salarios e
ingreso de los campesinos. Las clases medias y bajas nunca pueden ahorrar puesto que
están constantemente tratando de imitar los estándares de consumo de quienes son más
ricos que ellos, mientras que éstos pueden ahorrar porque sus ingresos son más que
adecuados para sus estándares convencionales de consumo (Aguilar, 1967, p. 69).
La pobreza ha sido abordada desde diversos puntos de vista. Ha sido objeto de
estudio de antropólogos, sociólogos, economistas y por supuesto, historiadores. El
vocablo cuenta con significados muy diversos. La historia de la pobreza es muy
extensa y tan antigua como la Biblia. Así, encontramos pobreza en la antigua roma, en
la antigua era cristiana, durante el periodo medieval, a lo largo de los años de la
revolución industrial, en la época moderna y contemporánea. Sin embargo, el término
pobreza no es igual en todos los tiempos, periodos o épocas. La percepción de la
pobreza cambia de acuerdo a la temporalidad y espacialidad en que se aborda. En
efecto, Moisés González Navarro (1985:11) señala que no es lo mismo ser pobre en
Estados Unidos que en la India, ni serlo en 1930 que en 1960. La pobreza es un
concepto ambiguo y generalizado. Así que el tema de la pobreza no es exclusivo de la
ciudad de México, también tiene su historia en Europa y por supuesto, en el mundo
entero.
Como bien se ha dicho, el concepto de pobreza es longevo e impreciso. Contrario
al de marginalidad que es reciente y puntual, pero con diversas acepciones. Según
Hobsbawm (Marx, 1999, p. 519) los marginales son irrelevantes para la economía
porque no los absorbe el mercado de trabajo industrializado. De forma similar, en
América Latina se llamó marginales a los asentamientos humanos urbanos periféricos
que proliferaron a partir de la segunda guerra mundial. Algunos consideran que los
marginados constituyen un sector que no pertenece a la sociedad global, ni siquiera
como clase baja, porque no participa de los bienes de esa sociedad, tales como:
empleo, educación y seguridad social. En este sentido, Marx13 explica claramente que
para hacer feliz a una sociedad (que naturalmente, está formada por los que no
trabajan) y conseguir que el pueblo viva dichoso, aún en momentos de escasez, es
necesario que la gran mayoría permanezca inculta y pobre. Pues el conocimiento dilata
y multiplica nuestros deseos y cuanto menos deseos tenga un hombre, más fácil es
satisfacer sus necesidades. Dos investigaciones mexicanas tuvieron resultado diversos
respecto al concepto de marginalidad; la primera, trajo como resultados, la
clasificación de las ocupaciones marginales en cinco grupos: 1) vendedores
ambulantes, 2) trabajadores no calificados en los servicios, 3) no calificados en la
producción, 4) no calificados de la construcción y 5) agricultores, ganaderos y
trabajadores del campo no propietarios de ningún bien; la segunda investigación,
“descubre” una heterogénea masa marginal integrada por locos, descalzados,
indígenas, enfermos, prostitutas, prisioneros, vagabundos y terroristas (González,
1985, pp. 12-15). A las aportaciones realizadas en la primera investigación, habría que
puntualizar que en efecto son “marginales” pero funcionales dentro del sistema, y sin
13 Ibidem.
son funcionales entonces no son marginales, sino subvalorados dentro de una
estructura política, social y cultural.
1.2. La pobreza y el crimen: la vida en los bajos fondos
La pobreza y el crimen están relacionados entre sí, aunque no necesariamente el
estatus económico es determinante de una conducta hostil. Sin embargo, para el caso
de la ciudad de México no podía concebirse una cosa sin la otra. Se consideraba que la
pobreza -además del alcoholismo- eran las principales causantes de la violencia.
La nueva modernidad a la mexicana trajo consigo un alto nivel de criminalidad,
delincuencia y pobreza. Esto generó diversos problemas sociales. Marx señala que si
el jornal es demasiado pequeño puede, según su temperamento, desanimarle o moverle
a desesperación; si es demasiado grande, puede hacerle insolente y vago (Marx, 1999, p.
519). Así, se ha creído que un pueblo de pobres es un pueblo de viciosos y criminales. La
pobreza es el paso obligatorio de la promiscuidad que engendrará, en las vecindades y
los callejones, abortos, infanticidios, concubinatos, raptos, violaciones, adulterios,
libertinajes, desviaciones prostibulares y homosexuales (González, 1989, p. 21). No cabe
duda que el sujeto está amplia y fuertemente influenciado por factores económicos y
socioculturales que determinan conductas y hechos sociales que prevalecen en un
momento concreto y ante una coyuntura específica.
En México, una de las causas de la delincuencia fue el alcoholismo. Los que
consumían alcohol además de perder el control físico, también perdían el control
mental; no había en ellos respeto, amor, tolerancia, armonía familiar, ni obediencia a
la autoridad. El alcoholismo en el periodo porfiriano era considerado un peligro para
el progreso de México. La famosa práctica del “San Lunes”, consistía en que los que se
dedicaban a tomar en domingo al otro día no asistían a laborar, dejando su trabajo
abandonado hasta que se les pasaba la cruda de la borrachera del día anterior. Lo que
más se consumía era el pulque. Al respecto, Pablo Piccato refiere que los ladrones,
borrachos y mendigos fueron el blanco de varias campañas oficiales de esta limpia,
quizás las campañas más severas ocurrieron en 1908-10 bajo la mano de hierro de
Porfirio Díaz, y después en 1917-1919 cuando Venustiano Carranza buscaba consolidar
y legitimar su antiguo régimen (Vázquez, 2007, p. 57). Si bien la intención de erradicar
el alcoholismo parecía buena, nunca se tuvo un resultado positivo; la mano de hierro
nunca fue tan dura como para contrarrestar el estado etílico de las personas.
El pulque para la década de los cincuenta las clases bajas lo seguín consumiendo,
porque además de ser económica era nutritiva y agradable; así que se mataban tres
pájaros de un tiro (véase anexo 29). Además de esta bebida, también se tomaba en
grandes cantidades la cerveza, que agradaba al paladar de los consumidores. Las
bebidas que se tomaban en estos años, además de los refrescos Del Valle, Delaware
Punch y los barrilitos Dr. Brown, Coca Cola y Pepsi (Agustín, 2007, p. 139), era la
cerveza14. La intención de contrarrestar el alcoholismo volvió a aparecer otra vez en
1955, pero ya no con mano de hierro, sino con la ley, así que como “solución parcial”
14 La cerveza también tiene su historia. Es una bebida fermentada hecha con granos germinados de cebada y aromatizada generalmente con lúpulo o casia, deriva su nombre del latín cervesia, la cual es una palabra de origen galo. En: Molina, P. V., Sánchez, M. L. (1982). El alcoholismo en México. I.
Patología, México: Fundación de Investigaciones Sociales A.C., p. 22. La primera región donde se elaboró la cerveza fue en Mesopotamia. “Se sabe que ya en esa época se exigía que fuese brillante y clara y para ese efecto se le sometía al filtrado de arcillas. Los egipcios fueron quienes la perfeccionaron añadiéndole pequeñas cantidadades de lúpulo, el cual actualmente sigue utilizándose para su elaboración y que es el que le da ese sabor amargo y refrescante que la caracteriza. Cuando Cristóbal Colón llegó al nuevo continente, encontró que los nativos fabricaban bebidas fermentadas, principalmente de maíz, y en sus cartas escribió que eran parecidas a la cerveza de Inglaterra. Se afirma que ya en el México prehispánico existían algunas bebidas que tenían cierta similitud con la cerveza. Una de ellas es el tesgüino que es de un claro ambar. Otro es el sendecho. En el año de 1544 el conquistador Alfonso de Herrera estableció en la Nueva España la primera fábrica de cerveza. Hacia 1825 se fija la existencia de pequeñas fábricas de cerveza en varias ciudades del país, y en 1845 se habla de cervecerías de alta fermentación en la capital. Entre las que destacan eran las de la Pila Seca fundada por Bernhard Bolgard, de origen suizo, y la Candelaria, por Federico Herzog de Baviera. En 1860 se fundó la Cervecería San Diego que operó hasta 1889. En 1865 se estableció la Compañía Cervecera Toluca y México y en 1869 Emil Dercher construyó una pequeña cervecería en la Ciudad de México. Todas estas solo eran el principio, pues sería hasta 1890 cuando se sentaran las bases de lo que con el tiempo sería una importante industria nacional. En este año se fundó en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, la Cervecería Cuauhtémoc, S. A., que durante el primer año produjo diez mil barriles y cinco mil botellas diarias. Posteriormente, en 1894 se estableció la Cervecería Moctezuma en Orizaba, Veracruz; en 1896 la Compañía Cervecera de Chihuahua y la Cervecería de Sonora; en 1897 la Cervecería La Estrella de Guadalajara, Jalisco; en 1900 la Cervecería del Pacífico y la Cervecería Yucateca; en 1901 la Cervecería Central en el Distrito Federal; en 1923 la Cervecería de Nogales en Veracruz y en 1925 empezó a funcionar la Cervecería Modelo en la capital de la República”. En: Jaime, A. F. J. (1974). La industria cervecera en México con referencia especial a la demanda, (tesis licenciatura en Economía). México: Escuela de Economía, Instituto Tecnológico Autónomo de México. pp. 5-8.
se reformó la Constitución y se consideró a la cerveza como refresco. En 1956 la
industria cervecera derramaba 130 millones de pesos entre los 21 000 empleados y
obreros que trabajaban en sus fábricas y agencias cerveceras, por otro lado, las
autoridades recogían 134,7 millones de pesos. Solo en 1957 la producción de cerveza se
detuvo debido a las malas cosechas. En 1950 un tercio de la cerveza se consumía en el
Distrito Federal, y en 1959 ocupaba la quinta parte. Ocupaba el decimoquinto lugar
mundial y el tercero latinoamericano en el consumo de cerveza, y en 1960 ocupaba a 13
000 obreros y empleados, y las agencias distribuidoras a 8 000 empleados (González,
1974a, pp. 291-292).
En 1953 dos eran las industrias cerveceras importantes ubicadas en el Distrito
Federal. La Cervecería Central S.A., ubicada en la calle Ciprés No. 280; y la Cervecería
Modelo S.A., ubicada en la calle Lago Alberto No. 156, (Serrano, 1955, p. 11). La
primera, la Cervecería Central producía las siguientes marcas o tipo de cerveza: Don
Quijote, Monterrey, Munich, Saturno, Carta Blanca, Negra (barril) y Escudo (barril). La
Cervecería Modelo S.A. producía la cerveza Corona, Negra Modelo y Victoria (p. 29)
(véase anexo 30-31).
El alcohol fue una de las causas por la que se cometieron riñas, asesinatos,
violaciones, crímenes, etc. El 6 de agosto de 1957 la señora Julia viuda de Machargo
vecina de la Avenida Rio Consulado No. 79 Bis de Tacuba de la Colonia Anahuac del
Distrito Federal, envió al Sr. Presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines una carta
en la que explicaba que el día 20 de noviembre de 1956 Hector y Jorge Nuñez
asesinaron a su esposo el señor Leoncio Machargo Acosta, en el interior de su cantina
llamada “Mi oficina” ubicada en la calle Laguna de Guzmán No. 71. Indicaba que no se
explicaba por qué causa esos individuos gozaban de absoluta libertad. Así mismo,
denunciaba que eso no era lo peor, pues en una ocasión se topó con Héctor, uno de los
asesinos y éste al reconocerla, se burló de ella y rápidamente fue a buscar a su mamá
quien comenzó a insultarla y amanezarla. Explica al presidente que quedó viuda y con
tres niños a los que debe sostener, por lo que tiene que salir a las calles ya que sus
condiciones económicas son sumamante difíciles y teme al mismo tiempo por su vida.
Por ello acude ante el presidente para solicitarle inmediatamente intervenga ante las
autoridades correspondientes para que dichos individuos sean aprehendidos y
encarcelados para que respondan por el delito que cometieron. Asimismo, llamar a la
señora Emilia viuda de Nuñez y madre de ambos asesinos para que se le reprima y
deje de molestarla y amenazarla. La carta también fue enviada al director del
periódico La Prensa, al periódico de la Policía y al Inspector General de Policía del
Distrito Federal15.
Al referirse a los bajos fondos se habla comúnmente del mundo delincuencial, el
hampa o el crimen organizado en las sociedades. Los bajos fondos son la contraparte
del mundo alto, donde impera supuestamente el respeto, la tolerancia, la honestidad.
“El bajo fondo es el submundo que posee una jerga o argot, territorios y guaridas
donde se encuentran los transgresores de la ley. En el bajo fondo se tejen y planean las
complicidades, se organizan ventas ilícitas o establecen sobornos y protecciones
contra la acción de la justicia. Las ideas de justicia se contraponen a los bajos fondos,
al “vientre pestilente” de las ciudades, que hacen que en la tierra coexistan el cielo y el
infierno; partes totalmente opuestas. Escenarios donde la virtud, la belleza, lo
armónico, la vida perfecta, la santidad y lo místico, se rasgan las vestiduras ante el
vicio, las conductas desviadas o perdidas, lo feo, lo monstruoso, lo prosaico y trivial”
(González, 1989, pp. 15-16).
La situación de violencia que se vivía en los bajos fondos de la ciudad de México
en la década de los cincuenta y ante la falta de policías que resguardaran el orden y
brindaran seguridad a la población, la misma población era la que demandaba los
hechos. El 30 de abril de 1957 un grupo de personas enviaron una carta al presidente
de la República Adolfo Ruiz Cortines en la que denunciaban a una señora apodada la
Zacatera que habitaba en la calle del Rosario núm. 29, quien además era conocida en
la Jefatura de Policía como Comadre Lola Esteves la Chata, ya que en días pasados, la
Pandilla que ella comandaba por el barrio de San Lázaro asesinaron en el Perímetro
de la Calzada de Tlalpan al Agente de la Policía Judicial. Asimismo, indicaban que a
15 Caja: 792, Expediente: 541/896, Fondo: (ARC), AGN.
través del periódico se supo que llevaban en su poder a un niño robado. Solicitaban al
presidente se castiguen los hechos delictuosos de esa la Chata, pues el Código Penal y
la Constitución General de la República condena esos actos que ponen en peligro la
Seguridad de la gente honrada. Señalan que cómo es posible que esa gente se dedique
desacaradamente al robo y al asesinato, sin que nadie pueda frenar esos males. Exigen
saber si existe algún gobierno que pueda detener esos crímenes. A la vez preguntan,
no estamos en la ciudad de México, en donde debe haber garantías para toda la gente
de bien, y la Penitenciaría para los bandidos y asesinos? Exigen rotundamente se
ponga un alto a esas personas y sean castigadas enérgicamente. Asimismo, hacen
saber al presidente que temen ser asesinados por esos maleantes. La carta también
fue enviada al Gral. Molinar Simondy Jefe de la Policía Preventiva del Distrito Fedral16.
En México, el inconciente colectivo asocia el submundo del hampa con la
oscuridad y a la delincuencia con la noche. La noche arropa a las horas, a los instantes
en que la delincuencia, el crimen, lo malo, lo feo, lo cruel y lo despiadado suceden. La
oscuridad es el momento que el hampa necesita para nutrirse, robustecerse, ser
auténtica y continuar existiendo. Durante la década de los cincuenta, los bajos fondos,
lugares donde habita el hampa y la delincuencia en la ciudad de México, se encuentran
en los barrios capitalinos como Santa Julia, Candelaria de los Patos, Peralvillo, Tepito,
el barrio Chino de Dolores, la colonia Buenos Aires, la Guerrero y Romita (véase anexo
32). Respecto al hampa, González (1989:15) la clasifica en cuatro tipos; la antigua, en
la que las bandas de criminales del Medievo, bandoleros rurales, piratas; la suburbana,
que incluye a ladrones, falsificadores, asesinos, estafadores, tahúres que desempeñan
sus tareas mediante la astucia, en pequeña escala, y surgen de los marginados de las
ciudades; la urbana, en la que actúan bajo proyectos bien organizados; y el hampa
corporativa, que se caracteriza por ser una industria a gran escala, de alcance nacional
o que va más allá de las fronteras, tiene peso en varias economías de la sociedad, tal es
el caso del tráfico de drogas. “Con la llegada de la modernidad se presentan dos
discursos; uno, el del rico que asocia lo pobre y lo vil al mundo bajo, al excremento; y
16 Caja: 792, Expediente: 541/869, Fondo: (ARC), AGN.
otro, el del pobre, que sospecha siempre que la prosperidad y la riqueza, son producto
de algo corrupto y de origen sórdido” (p. 19). En el espacio mundano, la cultura
indígena representaba el bajo fondo, la corrupción, la podredumbre, el lodo, el lugar
donde fermentaban los malos deseos, las enfermedades y las plagas sociales.
La madrugada del día 8 de julio de 1957 fue hallado un cadáver con evidencias
claras de que había sido mutilado horriblemente. Con fina segueta le amputaron dos
dedos de los pies. En uno de los llanos de la Colonia Cristo Rey, fue descubierto el
cadáver de un individuo desconocido que debió contar con 22 años de edad, el cual
estaba horriblemente mutilado y vestido solamente con unos calzoncillos. El Agente
del Ministerio Público de la Delegación de San Ángel, licenciado Francisco Herrera, al
tener conocimiento de lo anterior, con el personal a sus ordenes se dirigió al sitio
donde estaba el cadáver, para dar fe del mismo y ordenar que la ambulancia fúnebre
lo recogiera y llevara al anfiteatro de la propia Delegación. Al ser examinado
detenidamente el despojo por el médico de guardia, se pudo saber que el cadáver
tenía arrancados los dedos gordos de ambos pies y el o los asesinos pretendían
descuartizarlo, ya que en el tobillo izquiero se le apreción una profunda lesión,
producida por una segueta o algún instrumento semejante. Por otras características
descubiertas por el médico, se presumió que este crimen sea de perfiles pasionales,
pues con la saña con que fue muerto el infeliz desconocido, no se puede pensar otra
cosa. Inmediatamente se dio aviso a los Agentes de la Policía Judicial para que se
iniciaran las respectivas investigaciones y se llegue a establecer la identidad del
cadáver y descubrir al o los presuntos asesinos (El Universal gráfico de la Tarde, lunes
8 de julio de 1957, p. 5. HN).
Es evidente que la modernidad no llegó para beneficiar a todos. “El bajo fondo”
aunque unido al mundo urbano está siempre en constante conflicto con este
(González, 1989, p. 24). En los barrios bajos, la periferia, los arrabales, las cuevas o
madrigueras anidaban los bandidos de todas clases y prostitutas de diversas
nacionalidades. En efecto, “la prostitución es uno de los símbolos de los bajos fondos,
de lo marginal o subterráneo, el mundo perverso que acecha bajo la superficie
urbana”17 (véase anexo 33).
El submundo criminal de la ciudad de México mostraba una mala imagen hacía
el extranjero. Para contrarrestar tal visión, en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines se
procuró cambiar esta imagen, debido a que era necesario convencer a los
inversionistas extranjeros que México era el país idóneo para la instalación de
grandes industrias y obtener muy buenas ganancias. Del mismo modo, se buscaba
persuadir a los turistas para que visitaran y conocieran a un país seguro, donde la
delincuencia no tenía cabida. Es así como el 13 de febrero de 1953 el presidente
recibió una carta en la que le solicitaban frenar la delincuencia que perjudicaba
considerablemente al turismo y por tanto al prestigio de México en el extranjero18.
Estas cartas solicitando al presidente Adolfo Ruiz Cortines frenar la
delincuencia fueron habituales y abundantes. En una segunda carta no sólo piden al
presidente tome cartas en el asunto, sino además se sugiere la búsqueda de medidas
para ayudar a los jóvenes a no convertirse en delincuentes a través de la
implementación de deportes y actividades culturales que servirán en gran medida
para alejar a la juventud de toda idea de política o crítica19.
1.3. Los contrastes de la modernización, la industrialización y la urbanización
La modernización, la industrialización y la urbanización transitan siempre juntos. No
es posible la existencia de uno sin los demás. “Los sociólogos asocian la modernización
con la industrialización. El primer concepto ha sido muy controvertido por ser
impreciso académicamente y porque no se hace patente en la totalidad de una
población cualquiera que ésta sea. Por su parte, la industrialización se entiende como
la rápida y autosostenida transformación de una sociedad agrícola en otra industrial,
17 Ibid. 33. 18 Caja 783, Expediente 541/47, Fondo: (ARC), AGN. 19 Caja 783, Expediente 541/47, Fondo: (ARC), AGN.
dicho de otra forma, es el paso de la actividad agrícola o doméstica a la producción
industrial en gran escala” (Solé, 1998, pp. 17-18). Es el predominio naciente de la
industria sobre la agricultura, y de la ciudad sobre el campo (Lefebvre, 1978, p. 21).
Este proceso no sucede de la noche a la mañana, o en un abrir y cerrar de ojos, sino de
manera lenta pero sin pausa. El proceso de transformación está condicionado
básicamente por cuatro factores: 1) a un cierto cambio en el sistema de valores, el cual
permitiría cierto grado de movilidad social e individual en contraste con la posición y
obligaciones de parentesco; 2) instituciones como la propiedad privada, derechos de
herencia, etc.; 3) cierto grado de organización, como burocratización, organización
fiscal, etc.; y 4) la motivación por el cambio, es decir, tanto el deseo de cada individuo de
tener éxito personal como un amplio sentido de participación en el proceso del orden
social cambiante (Solé, 1998, p. 18).
El proceso de industrialización trae ventajas, pero también efectos reflejados
inmediatamente en los ámbitos demográficos, ecológicos y socioculturales. La
industrialización se apodera de regiones hasta entonces olvidadas convirtiéndolas en
importantes, porque crece sin cesar transformando todo lo que existía (Lefebvre,
1978, p. 11); se transita de una sociedad rural a una sociedad urbana. Un resultado
inmediato de este proceso industrial es la urbanización. La industrialización
determina entonces la expansión urbana.
El desarraigo respecto a los lugares de origen trae como resultado “la
debilitación de los lazos familiares y formas tradicionales de vida, la adopción de
nuevas actitudes y conductas” (Solé, 1998, p. 19). La industrialización –continúa Solé-,
derrumba las barreras de autosuficiencia de la sociedad campesina, debilita la
economía familiar y el tipo de relaciones sociales. El individuo deja de ser una
pequeña parte dentro de la unidad social de la familia, para convertirse en la unidad
básica social dispuesta a la interacción con los demás, en el nuevo y enorme complejo
de jerarquías, estructuras sociales y culturales. En el mismo sentido, Lefebvre
(1978:15) argumenta que en el tejido urbano se reabsorben simultáneamente el
antiguo campo y la antigua ciudad. Lo que define la -sociedad urbana- va acompañado
de una lenta degradación y desaparición del campo, de los campesinos, del pueblo, así
como de un estallido, una dispersión, una proliferación desmesurada de lo que antaño
fue la ciudad.
El crecimiento urbano no puede desligarse de un crecimiento demográfico y por
supuesto de un proceso migratorio. La urbanización es producto de la migración
interna siendo ésta última una consecuencia de la crisis en la estructura agraria, de
problemas del campo. La rigidez del régimen de propiedad de la tierra, el relativamente
escaso desarrollo de las fuerzas productivas, de la producción, de la productividad, y de
la ocupación rural, aunada a las crecientes dificultades de expansión de la “modernidad”
capitalista provocan los “factores de expulsión” de la población desde el campo a la
ciudad. La decisión de migrar es la respuesta de los grupos sociales afectados por la
evolución del campo y la ciudad durante un largo periodo de tiempo (Pucciareli, 1984,
p. 25). Entiéndase migración como un movimiento espacial que implica un cambio de
residencia y tiene como consecuencia la permanencia continua en el lugar de destino. La
condición esencial para que exista la migración es que se debe dar un cambio en el lugar
geográfico de residencia, con el fin de establecer de forma definitiva en un lugar
diferente del mismo país (Pimienta, 2002, p. 18). La búsqueda de trabajo, salarios
superiores y mejores condiciones de vida son factores que inducen el desplazamiento
y movimiento de la población hacía los grandes centros industriales y modernos. “El
desarrollo urbano refleja las condiciones sociales y económicas y son tanto la causa
como el efecto del funcionamiento de la economía que condicionan la calidad de vida
de la población” (Covarrubias, 1984, p. 51).
El desarrollo industrial trae como resultado –sobre todo en los países
desarrollados-, un proceso de urbanización; dinámica desencadenada por la
revolución industrial a partir del siglo XVIII, donde se evidenció un desplazamiento
inusual de personas de las zonas rurales hacía las áreas urbanas para operar las
nacientes fábricas, en virtud de que se requería energía humana, de lo que más
adelante se llamaría “fuerza de trabajo”. No se necesitaban capacidades específicas,
simplemente fuerza para mover las máquinas y cargar carbón. Para ello, era preciso
disponer de un creciente número de personas carentes de todo, excepto de energía y
fuerza física. La única población disponible, era precisamente la que venía siendo
desplazada del campo. De esta manera, empezó a moverse una gran cantidad de
población campesina que buscaba trabajo en las ciudades industriales. Así se
configuró la migración rural-urbana, que jugó un papel fundamental en la formación
de uno de los elementos imprescindibles para el desarrollo del capitalismo: el trabajo
“libre” y el “libre” mercado para su compra-venta (Stern, 1974, pp. 3-5).
Por su parte, “la modernización es un proceso histórico que se desarrolla gracias
a las revoluciones industrial y francesa que tuvieron lugar en la Europa occidental.
Ambas revoluciones produjeron una profunda e intensa influencia en el pensamiento
europeo de aquel tiempo. Los pensadores sociales se percataron del cambio y las
diferencias entre lo que precedió y lo que siguió después de ambas revoluciones. Se
dieron cuenta del surgimiento de un nuevo orden social. A partir del cual surgieron
nuevos conceptos, como el de industrialización, tecnología, sistema de producción
fabril, propiedad, democracia, ideología, capitalismo, urbanización” (Solé, 1998, pp.
30-31). La modernización es la aplicación de ciencia y tecnología, es la (rápida y
masiva) aplicación y tecnología basada en la fuerza motriz de las máquinas a esferas
(total o parcialmente) de la vida social implementada o puesta en práctica por la
intelligentsia indígena de una sociedad (Solé, 1998, p. 198). El nacimiento de lo
moderno rompe con los viejos moldes, el espíritu moderno se extiende a todos los
ámbitos de la vida social y económica Sin embargo, la modernización “no es un
proceso único, sino que va acompañado de otros procesos histórico-sociales como la
occidentalización, la industrialización, el desarrollo, la racionalización y el capitalismo,
argumenta” (Perlo, 1990, p. 8).
El concepto de modernización va ligado al de progreso. Este último “implica un
tipo de cambio lineal, acumulativo, orientado hacia un objetivo, en un periodo largo de
tiempo y es un proceso inevitable pero deseable” (Solé, 1998, p. 27). Para el caso de
México, la modernización no llega y el progreso no arriba por el ímpetu propio, sino
que viene del exterior; la primera modernidad llegó como catástrofe. Fue la destrucción
del mundo prehispánico, la destrucción de lo viejo y la implantación forzosa y forzada de
lo nuevo. La primera modernización urbana llegó en el periodo de Porfirio Díaz. A partir
de entonces arrancaría poco a poco un proceso de modernización urbana. Pero la
industrialización llega como eje central hasta el periodo alemanista, momento en que se
estructura un proyecto de modernización sólido y claro” (Perlo, 1990, p. 13). En efecto,
el “progreso” implica un rompimiento con el pasado, una fractura que deja secuelas,
porque ni todo se moderniza ni todo progresa.
1.3.1. El desarraigo y la nueva vida en una ciudad que se transforma
En las últimas décadas del siglo XIX el país empezó a experimentar un proceso lento
de urbanización y “a principios del siglo XX México aun seguía siendo una nación
predominantemente rural” (Garza, 2003, p. 25). Sin embargo, en los cincuenta se fue
quedando atrás la vieja concepción rural de México. Fue el adiós de la imagen nacional
del charro y la china poblana. La industrialización y el desarrollismo dieron origen a
formas de cultura urbana (Agustín, 2007, p. 146). A partir de la década abordada, la
mayor parte de la población reside en comunidades urbanas.
México ha experimentado en menos de medio siglo, profundos cambios en su
naturaleza y en su esencia que lo han llevado de ser un país fundamentalmente rural a
ser un país esencialmente urbano. Se presentó un proceso de urbanización que
transformó al país en general, y al Distrito Federal en particular. Mejoró la salud al
disminuir la mortalidad y aumentar las expectativas de vida. La educación se extendió
a casi todos y se crearon oportunidades de empleo productivo. El proceso generó una
de las tres ciudades más grandes del mundo, varias áreas metropolitanas de más de
un millón de habitantes e incontables de tamaño medio y pequeño (Perlo, 1990, p. 61).
Fue a partir de los años 40 cuando México empezó a convertirse en una nación
urbana, gracias a los procesos y movimientos migratorios y demás factores
económicos y socioculturales. Desde esta década la expansión demográfica y territorial
de la ciudad fue remodelando los viajes, los reorganizó de acuerdo con el proceso de
industrialización y las nuevas necesidades de los pobladores (García, 1996, p. 14). La
década es testigo mudo de una “intensa migración que genera una redistribución de la
población en el espacio y su concentración en la ciudad de México” (De Oliveira, 1976,
p. 3).
Sería a partir de los años 40 en adelante cuando empezarían a presentarse
cambios claros en términos económicos, sociales, demográficos y culturales que
transformarían a la ciudad de México en una entidad eminentemente industrial,
moderna y urbana. “El ritmo de urbanización en estos años coincidió con un
crecimiento sostenido de la actividad económica. La política de sustitución de
importaciones para poder impulsar el desarrollo industrial del país llevó a dotar de
infraestructura, equipamiento y servicios a aquellos centros industriales que
presentaban un desarrollo importante en sus mercados. Debido a estas medidas hubo
una concentración de las inversiones públicas y privadas en todo el país, incluyendo a
la ciudad de México. La urbanización no fue una consecuencia directa de la
industrialización, sino que se adelanta a ella, imponiendo demanda de empleos,
viviendas y servicios que nunca enfrentaron los países actualmente desarrollados;
tiende por otra parte a un proceso de concentración de población en un número
reducido de localidades” (Covarrubias, 1984, pp. 51-52). Sin embargo, México aún no
era un país desarrollado, no estaba ampliamente industrializado y se había
urbanizado a medias. Así que adelantarse tuvo consecuencias letales; la criminalidad,
la violencia y la delincuencia.
En la década de los 50 la industrialización empieza a desarrollarse en gran
medida y para 1954 se percibe un crecimiento económico importante. Las
exportaciones de ese año llegaron a verdaderos récords, al fin se había llegado “al
equilibrio”, al “desarrollo estabilizador”. Además de los dos paradigmas recién
llegados, “se acuñaron monedas de plata para los ahorradores que al comprarlas y
guardarlas ayudaron a disminuir el dinero que circulaba. Esto permitió que la nueva
paridad del peso no sufriera demasiados embates y que se mantuviera fija cercana a
12.50 a lo largo de su administración respecto al dólar” (Agustín, 2007, pp. 149-150).
Por otro lado, se inició la política sustitutiva de bienes de capital mediante la cual
se incrementaron las importaciones y la utilización de tecnología intensiva en capital, lo
que trajo como consecuencia la reducción en la demanda de mano de obra.
Independientemente de la mayor o menor demanda de mano de obra en la capital, las
migraciones internas han continuado, principalmente como resultado del desempleo y el
subempleo en la agricultura (De Oliveira, 1976, pp. 4-5). Los movimientos migratorios
no detuvieron su transitar y la mano de obra continuaba llegando a la ciudad de
México. Las consecuencias no tardaron en reflejarse en una gran concentración de
mano de obra desempleada, ociosa y pobre. Tampoco el proceso urbano se detiene y
la mancha urbana se despliega con mayor fuerza.
La pobreza trajo como consecuencia el abandono y desarraigo de gran cantidad
de campesinos respecto a sus lugares de origen. Se trasladaban a las grandes ciudades
en busca de mejores oportunidades de trabajo que les permitiera mejorar sus
condiciones de vida. Pero también con los migrantes marchan las formas de vida
campesina (que) se establecen en los barrios marginados de la ciudad de México (López,
1997, p. 123). Alto fue el porcentaje de la población que dejó sus tierras de origen
para establecerse en las ciudades (véase anexo 34). La situación de pobreza
únicamente cambia de lugar, pero continúa presente y con los mismos actores; ya no
es una pobreza rural, sino urbana, más dura y cruel que genera también una respuesta
igual de dura y cruel; violencia, criminalidad y delincuencia (véase anexo 35).
La vida en la ciudad en México se convierte en una vida mucho más difícil, sobre
todo en relación a la pobreza, higiene, transito y empleo (véase anexo 36). Bastantes
personas al no encontrar empleo y mejores salarios se convirtieron en vendedores
ambulantes en los mercados o en las calles (véase anexo 37). Los niños también
debían trabajar para poder sobrevivir, esto les imposibilitaba acudir a la escuela
(véase anexo 38). Otros menos audaces, transitaban las calles convirtiéndose en
vagabundos, menesterosos, mendigos, ladrones, delincuentes o incluso en criminales.
La pobreza en la ciudad de México es una consecuencia del problema migratorio
interno del país que deriva en un crecimiento urbano. La gente llegaba procedente de
muchos estados del país a establecerse de forma permanente en la ciudad de México.
En nuestro país las migraciones rural-urbanas fueron básicamente de dos tipos; una,
aquellas que responden a una situación de estancamiento; dos, aquellas que responden a
una situación de cambio tecnológico. Las primeras, generadas a partir de zonas
pauperizadas, de agricultura de subsistencia, en donde existe una desigual distribución
de los recursos agrícolas (tierra, agua, crédito, etc.) que impide la absorción productiva
de crecientes sectores que se ven obligados a migrar hacia las ciudades. Las segundas,
ocurren cuando el cambio se da a través de la introducción de riego o de tecnologías más
avanzadas modificando las características de las divisiones del trabajo y desplazando la
mano de obra del medio rural a buscar empleo en las ciudades (Stern, 1974, pp. 7-8).
Los movimientos poblacionales han estado relacionados con la urbanización, el
mercado de trabajo y la infraestructura de las comunicaciones (Pimienta, 2002, p. 15).
Los campesinos salen de sus lugares de origen en busca de cualquier tipo de trabajo y
mejores salarios y se establecen en las ciudades (véase anexo 39). Se emplean en la
rama manufacturera, servicios, construcción (véase anexo 40). Una gran parte de la
población migrante se emplea en trabajos o actividades no agrícolas, el resto en
actividades agrícolas. En la industria manufacturera están las ramas más dinámicas
(las industrias pesadas) que absorbieron una gran proporción de la mano de obra no
calificada a partir de 1950. Esta rama ocupó la mayor parte de mano de obra con
niveles de educación bajos (De Oliveira, 1976, p. 31). Así pues, la industrialización es la
causa principal de migraciones masivas hacia los centros industriales, que generalmente
coinciden con las metrópolis o las ciudades (Solé, 1998, p. 116).
Siempre ha existido una relación muy estrecha entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y la concentración de la población en las ciudades (Garza, 2003, p. 10). La
ciudad crece y la mancha urbana también, sobre todo a partir de la década de los
cincuenta, año en que el índice de crecimiento poblacional y urbano empieza una
aceleración sin precedentes. Todos perseguían y buscaban mejores oportunidades y
mejores condiciones de vida. Sin embargo, no se percataban que las condiciones de
vida que encontrarían en la ciudad serían muy complicadas y difíciles, pues una cuarta
parte de los habitantes vive en condiciones inhumanas y miserables. Al respecto,
López Paniagua y Torres Salcido en su artículo Relaciones entre cultura política y
pobreza urbana: las alternativas de la política social, públicado en la Revista Secuencia,
núm., 37, enero-abril 1997 (pp. 121.136), argumentan que la pobreza era menos mala en
el campo que en la ciudad (véase anexo 41).
Si bien, el movimiento migratorio tenía como último destino el Distrito Federal,
también lo fue Estados Unidos. Desde el periodo Cardenista, México “suscribió con
Estados Unidos un convenio temporal para que miles de campesinos, escogidos por el
gobierno Mexicano, fueran a auxiliar a los agricultores del sur estadounidense”
(Agustín, 2007, p. 75).
Entre 1951 y 1954 fueron más los mexicanos que salían que los que entraban;
partieron de México 789 608 y entraron 21 404. Aunque en 1959 desapareció la
estación de Irapuato. En 1954 México contaba con cuatro estaciones migratorias:
Irapuato, Chihuahua, Mexicali y Monterrey. En este año se estima que salieron 160
espaldas mojadas, el 43.5 % emigró por el poco trabajo que tenían en México, y la
tercera parte por el deseo de ganar mayores y mejores salarios en Estados Unidos
(véase anexo 42) (González, 1974b, pp. 146-147, 157). Los migrantes que atravesaban
la frontera ilegalmente eran expulsados por Estados Unidos y les llamó Espaldas
Mojadas (véase anexo 43) e incrementó la vigilancia (Agustín, 2007, pp. 128-129). El
desplazamiento de mexicanos se dio básicamente hacia Arizona, Nuevo México, Texas,
California, Colorado, Illinios, Kansas y Michigan. Los principales estados mexicanos
expulsores fueron Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Zacatecas, Coahuila, Chihuahua,
Monterrey, San Luis Potosí, Guerrero y Oaxaca. No sólo migraron campesinos, también
profesionistas, gerentes, técnicos, y propietarios rurales. Los contrastes entre los
salarios mexicanos y los norteamericanos eran considerables. Mientras en la época de
Ruiz Cortines en México se ganaban cinco pesos, en Estados Unidos se percibían
setenta y cinco. La administración Ruizcortinista atribuye a tres causas la emigración
de braceros mexicanos hacía Estados Unidos: las adversas condiciones
meteorológicas, la explosión demográfica y el afán de aventuras (González, 1974b, pp.
139-159).
La migración alcanzó niveles inesperados, tanto que el país norteamericano
tomó cartas en el asunto para evitar el paso de mexicanos hacia su país (véase anexos
44-46). Por ello en “1952 se aprobó multar hasta con dos mil dólares y cinco años de
cárcel a quienes albergaran a los extranjeros que entraran clandestinamente. Sin
embargo, las medidas tomadas no ayudaron ni sirvieron en gran medida, pues los
mexicanos seguían atravesando la frontera. Según el gobierno mexicano en 1952
fueron deportados 65 293 espaldas mojadas, argumenta González” (1974b:199-200).
Para estimar o calcular el crecimiento demográfico que se presentó en la ciudad
de México en la década de los cincuenta es necesario acudir a los datos arrojados por
los censos. De esta manera, conoceremos el por qué del crecimiento demográfico,
industrial y urbano. González Navarro (1974a:31-40), señala que la Dirección General
de Estadística se fundó el 26 de mayo de 1882 como una dependencia dependiente de
la Secretaría de Fomento. Los tres primeros censos, 1895, 1900 y el de 1910 se
realizaron durante el periodo del porfiriato. El cuarto debía realizarse en 1920 pero
debido a la caída del gobierno Carrancista y por no contar con el personal adecuado y
capaz, el censo se aplazó para el año siguiente. Éste se estipuló para el 26 de julio de
1921 durante la administración provisional de Adolfo de la Huerta. Sin embargo,
Álvaro Obregón la fijó hasta para el 30 de noviembre del mismo año. Para estos años
la Dirección General de Estadística ya había cambiado de nombre, se había convertido
en Departamento de la Estadística Nacional. El 15 de mayo de 1930 se realizó el
quinto censo, las autoridades se esforzaron para que fuera mucho más exacto y
completo, en cierta forma lograron su objetivo. El 6 de marzo de 1940 se levantó el
sexto censo, el ambiente no fue el adecuado ya que aún había perturbación por las
contiendas políticas. El censo arrojó la existencia de 102 000 localidades. Sin embargo,
de 14 853 localidades no se recibió documentación. Con estos resultados el Primer
Congreso Demográfico Interamericano se celebró en la ciudad de México del 12 al 21
de octubre de 1943.
El censo realizado en 1950 empezó a prepararse con anticipación, la intención
era evitar los problemas presentados en los censos anteriores. Los laboriosos trabajos
preparatorios se iniciaron con la fundación de 199 comités geográficos municipales,
encargados de la formación y revisión de los mapas, planos y croquis de los municipios
respectivos. Entre 1948 y 1949 se revisó la integración territorial del país y se contaron
aproximadamente 123 000 localidades. En todo el país se hizo una intensa propaganda
por medio de la prensa, la radio, el cine, la televisión, discos en español e idiomas
indígenas, etc. Colaboraron con el censo, mediante paga, 6 993 personas, gratuitamente
860 000, o sea una por cada 30 habitantes. En el personal no remunerado destacan el
magisterio y el ejército. Este censo tuvo, entre otros, el mérito de realizarse con el más
corto presupuesto de los que con este fin erogan los países latinoamericanos, gracias al
civismo del pueblo, tradición que se remonta a la era precortesiana, notable porque, en
general, el pueblo, se muestra renuente a colaborar con las autoridades, según confesión
de éstas. La colaboración popular fue mayor en los pequeños centros poblados, menor en
el comercio y la industria. El censo se publicó por las autoridades tres años después de
haberse realizado (González, 1974a, p. 40).
González Navarro (1974a:43-44), indica que la explosión demográfica se
advertía desde el gobierno de Cárdenas, pero empezó a manifestarse hasta 1940.
Argumenta, además la población se duplicó en 1940-1965 y aumentó 2.4 veces en 1940-
1970. El mismo autor señala cinco etapas del crecimiento puntualizando que México
se hallaba en la segunda, expansión inicial; el coeficiente de mortalidad comenzó a
descender y el aumento de población empieza en 1940, acelerándose a partir de 1950.
Esto puede observarse en la gráfica 4, ahí se muestra el índice de crecimiento de
población en toda la República mexicana desde 1910 hasta 1970. Dentro de la misma,
se evidencia que el Distrito Federal fue el lugar en el que se concentró el mayor índice
de población. En la gráfica 5 se observa únicamente el crecimiento de población que se
presentó en la Ciudad de México, de 1910 hasta 1970.
Gráfica 4.
Fuente: gráfica realizada a partir de los datos tomados del libro González, N.M. (1974a). Población y sociedad en México, 1900-1970. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. p. 48.
Gráfica 5.
Fuente: gráfica realizada a partir de los datos tomados del libro González, N.M. (1974a). Población y sociedad en México, 1900-1970. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. p. 48.
González Navarro (1974a:72, 77) indica que en 1910 en el Distrito Federal el
90.0% de la población era urbana, y en 1960 ya era el 96.0%. En efecto, el autor
distingue dos etapas –las más importantes- en la concentración urbana. El primer
periodo, corresponde a la época de la Revolución, que obedeció a la búsqueda de la
seguridad personal, en donde los habitantes del campo se movieron hacia los
pequeños poblados y estos hacia las ciudades. La segunda etapa va de 1940 a 1970 en
la que hay un desplazamiento de la población agrícola a una industrial. En efecto,
Claudio Stern (1974, p. 11) refiere que entre 1940 y 1955 se genera un crecimiento
muy dinámico de la industria manufacturera, localizada principalmente en la capital y
en la ciudad de Monterrey. Además, se hicieron grandes inversiones para mejorar la
infraestructura económica del país, evidenciadas en presas y carreteras.
La concentración de campesinos en una zona industrial se refleja en el número
de personas desempleadas, ya que el grado de industrialización no los integró a las
actividades secundarias ni terciarias de los servicios (véase anexo 47 y 48). Al crecer
rápidamente la población en la ciudad de México, la fuerza de trabajo también
aumenta tanto que sobran brazos y faltan empleos. “Entre 1940 y 1964 –fechas en que
la población creció rápidamente la fuerza de trabajo se amplió de 6 a 13.2 millones de
personas” (Aguilar, 1967, p. 71). Esto dio como resultado una población rural ociosa y
subempleada urbana. A finales de los 40, la cuestión habitacional ya era un problema
social, económico y político importante. La clase obrera se multiplicó y las ciudades
crecieron considerablemente. “La demanda de viviendas se disparó, se necesitaban
más espacios y lugares para arrendar, se requería transporte intra y suburbano,
porque se había constituido en una necesidad para los sectores urbanos” (Navarro,
1989, p. 68). Así que la explosión demográfica llegó de golpe, igual que el éxodo rural y
la industrialización (González, 1974a, p. 77). Creció todo, la mancha urbana ya no se
detuvo y se extendió a pasos agigantados (véase cuadro 2).
Los proyectos habitacionales no se crearon ni para la población pobre en general
ni para toda la clase obrera organizada, sólo fue para “ciertos sindicatos que se
encontraban ligados a las empresas paraestatales -petroleros, ferrocarrileros,
electricistas y otros ligados a la empresa privada, pero desvinculados del sector
paraestatal, como los telefonistas, argumentan Beatriz García y Manuel Perlo” (1984,
p. 136).
Cuadro 2. Distribución de la población, 1950.
Fuente: Grafica realizada con datos obtenios del libro Garza, G. (2003). La urbanización de México en el siglo XX. México: El Colegio de México. p. 31.
Si la mancha urbana crecía, también lo hacían las familias. Según los censos de
1950 y 1960 la familia era un grupo que habitaba una vivienda, y que está constituido
por un jefe (hombre o mujer), su consorte (sea unión legal o libre), hijos menores, hijos
mayores solteros, parientes, de cualquier clase, que dependen económicamente del jefe;
personas a quienes no liga parentesco civil con el jefe pero que dependen
económicamente de él, así como los criados que trabajan y duermen en la vivienda
(González, 1974a, p. 79). El concepto de familia se va modificando en relación al paso
de los años y a las condiciones de vida imperantes. El número de familias aumentó
(ver gráfica 6), en 1930 había 3 317 627, en 1940 4 200 440 y en 1950 ya había 5 105
363 familias. El número de familias medias aumentan de 2.61 en 1950, a 2.94 en 1960.
A mediados de siglo, continúa González Navarro (1974a:80-83) la mitad de las
México, distribución de la población por tamaño de ciudades, 1950.
Total
Pequeñas Medianas Grandes
15 000 a 19 999
20 000 a 49 999
Sub Total
50 000 a 99 999
100 000 a 499 999
Sub total
500 000 a 999 999
1 000 000 o más
Sub Total
Población total 25 779
Población urbana
7209 392 1 210 1 602 808 1 927 2 735 ___ 2 872 2 872
% 100.0 5.5 16.8 22.3 11.2 26.5 37.9 ___ 39.8 39.8
Ciudades 84 22 39 61 12 10 22 ___ 1 1
Grado de Urbanización
28.0
Tasa de urbanización
33
familias tenía menos de cuatro miembros y la otra mitad más de cinco. En 1950 el
número de hijos también aumentó el 51.66%, siendo los hombres los que constituyen
una abrumadora mayoría como jefes de familia; el 87.0%.
Gráfica 6
Fuente: gráfica realizada a partir de los datos tomados del libro González, N.M. (1974a). Población y sociedad en México, 1900-1970. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. p. 48. p. 80.
Desde la década de los años treinta hubo quienes veían el crecimiento de
población con buenos ojos. Sin embargo, no imaginaban que años más adelante el
aumento de población se convertiría en un grave problema, sumamente difícil de
contener o por lo menos controlar. Al respecto, González (1974a: 121-122) señala que
diversas autoridades referían que era halagador para el país el aumento de población,
(y era) augurio de su mayor desenvolvimiento. (Referían)…seguimos siendo la nación
más poblada de América Española y del continente, sólo nos aventajan Estados Unidos y
Brasil.
Para 1947, Miguel Alemán también declaraba orgullosamente que la población
mexicana aumentaba medio millón de habitantes anualmente, aumento que aseguraba
el desarrollo económico de país, rescataba González (1974a, p. 125). Pensaban que
mientras más población existiera, mayor sería el consumo de bienes y servicios.
Consideraban que el crecimiento económico iba a la par con el mejoramiento de la
calidad de vida y los medios de subsistencia. Creían que con el crecimiento
demográfico aumentaba la fuerza de trabajo nacional y el mercado del país se
ampliaba. En este sentido, Marx (1999:519) señala que los pobres son muy necesarios
para un país, pues mientras más numerosos sean estos, mayor es la riqueza del
mismo. Del mismo modo, indica que en un país libre, en el que no se consiente la
esclavitud, la riqueza más segura está en una muchedumbre de pobres trabajadores y
aplicados. Son la cantera inagotable que nutre las filas del ejército y la marina, sin ellos
no habría disfrute posible ni podrían explotarse los productos de un país. “El trabajo de
los pobres es la mina de los ricos, refiere Aguilar” (1967, p. 70). La riqueza de un país
corresponde siempre a su población y su miseria a la riqueza enfatiza Marx (1999, p.
547).
Por su parte, Ruiz Cortines creía ciegamente que el crecimiento de la población
se debía al impulso transformador de la política social de la Revolución Mexicana
(González, 1974a, p. 127). No visualizaban que este crecimiento traería graves
consecuencias. Los efectos, se notaban claramente en las condiciones en las que se
encontraba viviendo una gran cantidad de personas pobres y desempleada. Al crecer
el índice de población, los recursos y servicios que debía proporcionar el Estado no
alcanzaban ni eran suficientes. Por ello, las clases bajas eran las más olvidadas, pues
no tenían acceso a servicios de salud, vivienda y educación, no contaban con calles
pavimentadas, alumbrado público, agua potable, drenaje, obras de saneamiento y
seguridad. Las personas de las clases bajas radicaban sobre todo en la periferia de las
ciudades y las industrias, paradójicamente, se localizaban en las colonias más pobres
(véase anexo 49).
Con el paso de algunos años, las condiciones de vida mejorarían pero no para
todos. Los mayores beneficios serían para una minoría burocrática. La rápida
concentración de los ingresos se quedó en una diminuta franja poblacional. “El veloz
crecimiento de la ciudad de México y el impulso en el proceso de urbanización, se
convirtieron en un manantial de fáciles y mayores fortunas”, argumentan Alonso
Aguilar y Fernando Carmona (1967:39). Así, las diferencias de clases serían más
notorias; por un lado, una minoría adinerada; y por otro, una mayoría
abrumadoramente pobre. Marx señala (1999:553) que si los extremos de la pobreza
no han disminuido, entonces han aumentado al ascender los extremos de la riqueza.
Desde 1944 el cinturón de las colonias proletarias crecía, principalmente por el Este;
Romero Rubio, Granada, Michoacán, Ricardo Flores Magón, Primero de Mayo, Veinte
de Noviembre, Progresista, Azteca, Damián Carmona, Penitenciaría, Revolución,
General Felipe Ángeles; por el Norte, Gas, Porvenir, Victoria de las Democracias,
Mártires de Río Blanco, Río Consulado; por el Oeste, Deportiva-Pensil, Cosmopolita,
Las Palmas, Estado de Hidalgo, Francisco I. Madero y en Azcapotzalco, la Popular; al
sur, Fraternidad, Américas Unidas, Niños Héroes, entre otros (Gonzálz, 1974a, p. 156).
La concentración de una gran población obrera y pobre en la ciudad de México
empezó a manifestarse en problemas habitacionales. Las respuestas, fueron
coyunturales y los políticos no se quedaron atrás, ya que “en 1951 en el mes de
diciembre, varios diputados considerando lo elevado de los alquileres y la preferente
construcción de edificios lujosos, presentaron un proyecto sobre colonización
proletaria, pues en 1950 se había calculado que poco más de 175 000 familias vivían
en las ciento cuarenta y cinco colonias proletarias del Distrito Federal, 30 000
miembros de 5 000 familias vivían en condiciones deplorables y míseras en los
márgenes del río de la Piedad, San Joaquín y Tacubaya, fueron trasladadas a Ixtacalco
en 1951” (González, 1974a:157-158).
Con este antecedente, se procuró poner orden a la ciudad; así surgieron las
colonias proletarias en las catorce delegaciones del Distrito Federal. Las más pobladas
eran la 1, 2, 9, 13 y 14; en seguida, destacaban las delegaciones 3, 5, 6, 10 y 11. Las
delegaciones 4, 7 y 8, no contaron con ninguna colonia proletaria. Lo anteriormente
esbozado, puede corroborarse en los datos obtenidos del Archivo Histórico de la
Secretaria de Salubridad y Asistencia del Distrito Federal en el cuadro número 3.
Cuadro 3. Colonias Proletarias, ciudad de México, década de 1950.
Colonias Proletarias
1ª Delegación
2ª Delegación
1.- Aquiles Serdán 1.- Aarón Sáenz 2.- Aviación Civil 2.- Agrícola Oriental 3.- Azteca 3.- Álvaro Obregón 4.- Cuatro Árboles 4.- El Parque 5.- Damián Carmona 5.- Emilia Carranza 6.- Dieciocho de Marzo 6.- Esperanza 7.- Diez de Mayo 7.- Ignacio Zaragoza 8.- Federal 8.- Magdalena Mixhuca 9.- Felipe Ángeles 9.- Paulino Navarro 10.- Janitzio 10.- Puebla 11.- Juan Polainas 11.- Tránsito 12.- Materiales de Guerra o
Quinto Tramo 20 de Noviembre.
12.- Valentín Gómez Farías. 13.- 24 de abril.
13.- Michoacán Bis. 13.- Michoacán ampliación 14.- Miguel Hidalgo 15.- Nicolás Bravo 16.- Pantitlan 17.- Penitenciaría Sur 18.- Pensador Mexicano 19.- Peñón de los Baños 20.- Popular 21.- Primero de Mayo 22.- Progresista 23.- Revolución. 24.- 7 de Julio Bis- 24.- 7 de Julio ampliación. 25.- 7 de Noviembre. 26.- Simón Bolívar. Bis- 26.- Simón Bolívar
Ampliación.
27.- 3 Mosqueteros 28.- Valle Gómez Bis- 28.- Valle Gómez
Ampliación.
29.- Venustiano Carranza. Bis- 29.- Venustiano Carranza ampliación.
3ª Delegación
4ª Delegación
1.- Ex-Hipódromo de Peralvillo NO HAY 2.- Peralvillo. 3.- Río Consulado 4.- San Simón Tolnahuac 5.- Vallejo
5ª Delegación
6ª Delegación
1.- Atlampa 1.- Buenos Aires
7ª Delegación
8ª Delegación
NO HAY NO HAY
9ª Delegación
10ª Delegación
1.- Altamirano. 1.- Las Palonas 2.- Anahuac. 2.- Merced Gómez 3.- Anahuac Ahuahuetes. 3.- Molino de Rosas 4.- Anahuac Peralitos. 4.- Nápoles ampliación 5.- Argentina Antigua. 5.- 8 de Agosto 6.- Argentina Poniente. 6.- Tlacoquemacatl 7.- 5 de Mayo. 7.- 13 de Julio 8.- Cuauhtemoc Pensil 9.- Deportivo Pensil 10.- 10 de Abril 11.- 2 Lagos 12.- Francisco I. Madero 13.- Granada Bis- 13.- Granada Ampliación. 14.- Huichiapan. 15.- Lago Norte. 16.- Lago Sur. 17.- Legaria Ampliación. 18.- Los Manzanos 19.- Mariano Escobedo 20.- México Nuevos
21.- Modelo 22.- Pensil Norte 23.- Pensil Sur 24.- Pérez de Alva 25.- Periodista 26.- Plutarco Elías Calles 27.- Popo Bis-27.- Popo Ampliación 28.- Reforma Pensil 29.- San Diego Coyoacán 30.- Torre Blanca Bis-30.- Torre Blanca
ampliación.
11ª Delegación
12ª Delegación
1.- Acueducto 1.- Américas Unidas 2.- América. 2.- Ermita 3.- Bella Vista y ampliación 3.- Independencia 4.- Casas Alemán 4.- Josefa Ortiz de Domínguez 5.- Cove 5.- Miguel Alemán 6.- Daniel Garza y ampliación 6.- Moderna 7.- 16 de Septiembre 7.- Nativitas 8.- Molino del Rey 8.- Niños Héroes 9.- Observatorio. 9.- Portales 10.- Postal 11.- San Andrés Tetepilco 12.- San Simón Ticumán 13.- Santa María Nativitas 14.- Villita de Cortés 15.- Zacahuizco.
13ª Delegación
14ª Delegación
1.- Atzacoalco 1.- Aguilera 2.- Belisario Domínguez 2.- Aldana 3.- Bondojito 3.- Arenal 4.- Capultitlan 4.- Benito Juárez 5.- Carrera Lardizabal 5.- Cosmopolita y ampliación 6.- Casas Alemán (Cerro Prieto) 6.- El Gas Bis-6.- Casas Alemán ampliación Bis- 6.- El Gas ampliación 7.- Cuitlahuac 7.- El Recreo 8.- Defensores de la República 8.- Euzcadi 9.- Díaz Mirón 9.- Francisco Villa (La Raza) 10.- Emiliano Zapata 10.- Ignacio Allende
Bis-10.- Emiliano Zapata ampliación
11.- Jardín Azpeitia
11.- Esmeralda 12.- La Preciosa 12.- Estanzuela 13.- Liberación. 13.- Faja de Oro 14.- Libertad. 14.- Gabriel Hernández 15.- Monte Alto. 15.- Gertrudis Sánchez 16.- Obrera Popular 16.- Granjas Modernas 17.- Patrimonio. 17.- Guadalupe Victoria 18.- Plenitud. 18.- Héroes de Nacozari 19.- Porvenir. 19.- Héroes de Chapultepec 20.- Potrero del Llano. 20.- Héroes de Churubusco 21.- Pro Hogar. 21.- Juan González Romero 22.- Reynosa Tamaulipas. 22.- La Joya 23.- San Bernabé. 23.- La Joyita 24.- San Rafael Artes y anexas. Bis-23.- La Joyita ampliación 25.- San Salvador Xochimanda. 24.- La Piedad 26.- San Sebastián. 25.- Magdalena de las Salinas 27.- Santa Apolonia. 26.- Malince Bis 27.- Santa Apolonia
ampliación. 27.- Martín Carrera 28.- Santa Cruz Acayucan. 28.- Mártires de Río Blanco 29.- Santa Lucia. 29.- Maximino Ávila Camacho 30.- Santa María Camarones. 30.- Nueva Tenochtitlan 31.- Santa María Manlinalco. 31.- Panamericana 32.- Santo Domingo. 32.- Progreso Nacional 33.- Sindicato Mex. De
electricistas. 33.- 15 de Agosto. 34.- Tlatilco. 34.- Río de Consulado 35.-Trabajadores del Hierro. 35.- San José de la Escalera 36.- Tula. 36.- San Juan de Aragón 37.- Victoria de las Democracias. 37.- Santa Rosa. 38.- Zermeño. 38.- 7 de Noviembre 39.- 3 Estrellas 40.- Vallejo 41.- Vasco de Quiroga 42.- Vista Hermosa.
CONTRERAS
COYOACAN
1.- Barranca Seca. 1.- Atlántida. 2.- Guadalupe Contreras. 2.- Copilco El Alto. 3.- Héroes de Padierna. 3.- Copilco El Bajo 4.- La Concepción. 4.- Cuadrante de San
Francisco. 5.- La Cruz. 5.- Ciudad Jardín. 6.- Lomas Quebradas. 6.- El Reloj.
7.- Magdalena. 7.- Espartaco. 8.- Plazuela del Pedregal. 8.- Villa Lázaro Cárdenas. 9.- San Francisco. 10.- Santa Teresa.
GENERAL ANAYA
IXTACALCO
1.- Fraternidad. 1.- El Retoño. 2.- El Rodeo. 3.- El Triunfo. 4.- Fabriel Ramos Millan Bis 4.- Gabriel Ramos
Millan ampliación. 5.- Juventino Rosas 6.- Maestros de Ixtacalco.
IXTAPALAPA
XOCHIMILCO
1.- Banjidal. 1.- Huichapan 2.- Cacama y (El Vergel). 3.- Escuadron 201. 4.- Flores Magón (nueva). 5.- Ferrocarrilera. 6.- Héroes de Churubusco. 7.-Justo Sierra. 8.- Los Cipreses. 9.- Progreso del Sur. 10.- Sector Popular. 11.- San Gregorio. 12.- Santa Isabel. 13.- Unidad Modelo. 14.- Villa del Sur.
VILLA OBREGON
1.- Cascada. 2.- Cristo Rey. 3.- El Capulin. 4.- El Maestro (Batan Viejo) 5.- El Paraíso. 6.- Ermita. 7.- Hogar y Redención. 8.- Las Águilas. Bis 8.- Las Águilas ampliación.
9.- María G. de García Ruiz. 10.- Mártires de Tacubaya. 11.- Olivar del Conde. 12.- Olivar de los Padres. 13.- Pólvora. 14.- Progreso. 15.- Punto Colorado. 16.- Puente de Sierra. 17.- San Clemente. 18.- Tetelpa.
Fuente: Caja: 51, Exp: 5, Año: 1955; Sección: Subsecretaría de Salubridad y Asistencia, Fondo: Secretaría de Salubridad y Asistencia, AHSSA.
Considerando tales datos, es evidente que a mediados de 1950 una gran parte de
la población aún vivía en pésimas condiciones y en la miseria (véase anexo 50). En
efecto, mientras más crece la miseria dentro de la clase obrera y el ejército industrial de
reserva, más crece también el pauperismo oficial. Es la ley oficial de la acumulación
capitalista (Marx, 1999, p. 546).
Adolfo Ruiz Cortines construyó 10 multifamiliares con 2 479 departamentos, con
una inversión de $87 187 000 pesos (González, 1974a, p. 206). El mismo autor (p.
212), señala que Miguel Alemán construyó en todo el país 14 348 casas y
departamentos. Ruiz Cortines 16 500, López Mateos 48 121. Debido al crecimiento
demográfico, era urgente construir casas populares en las que residiera toda esta
población. Las familias las pagarían a largo plazo. Para tal fin se creo en 1954 el
Instituto Nacional de la Vivienda, institución que se propuso atender a los sectores
más desfavorecidos de la población rural y urbana. Sin embargo, su acción fue más
limitada que la de otros organismos. “En 1955 para asegurar a todas las familias su
patrimonio, se titularon 10 000 propiedades y 12 000 en 1956. En 1957 se expidieron
5 400 títulos de propiedad” (véase anexo 51). Sin embargo, 15 500 todavía carecían de
un titulo de propiedad (González, 1974a, pp. 158-159). También, se constituyó el
Fondo de Habitaciones Populares dentro del Banco Nacional de Obras y Servicios
Públicos (BANOPSA) refieren García y Perlo (1984:136).
El gobierno de Adolfo Ruiz Cortines se dedicó a atender los problemas del agua
potable (por medio de carros tanques) y el drenaje. En 1953 la quinta parte de la
población de la ciudad de México carecía de agua potable, sobre todo las colonias
proletarias, por ello en 1954 se distribuyeron 2 700 000 litros de agua diariamente a
20 000 mil familias en cincuenta y un colonias. Para 1956 el Distrito Federal contaba
con agua suficiente todo el día. Sin embargo, todavía se abastecía a sesenta y seis
colonias proletarias a través de pipas (González, 1974a, p. 258).
Para 1960 la electrificación se extendería porque el gobierno de Adolfo López
Mateos creo la Comisión Federal de Electricidad para ampliar las redes de
abastecimiento eléctrico. Esta comisión empezó a producir la energía que las
empresas norteamericanas se negaban a generar. A partir de entonces podía
observarse en las grandes avenidas de la ciudad de México enormes letreros
luminosos (Agustín, 2007, pp. 184-185).
Los ricos se desplazaron hacia el oeste y sur, los pobres hacia el este y el norte.
“Por un lado encontramos colonias residenciales, grandes y modernas avenidas,
residencias impresionantes y negociantes prósperos, y por otro, barriadas proletarias,
oscuras y sucias callejuelas, vecindades deprimentes y campesinos miserables”
(Aguilar, 1967, p. 83). El crecimiento hacia el norte se debió básicamente a la
proliferación de industrias, las ventajas del transporte público, la proximidad de los
barrios obreros y los bajos precios de los terrenos. Los trabajadores de las industrias
debían construir sus casas cerca del lugar de trabajo, esto les permitiría ahorrar
gastos de transporte y alimentación. Marx (1999:557-561) indica que las viviendas se
instalan allí en donde el techo resulte más barato; en barrios barrios insalubres, con
desagües espantosos, circulación escasa, máxima escasez de aire y luz.
A pesar de las transformaciones que tienen lugar en la ciudad de México que se
intensifican en la década de 1950, pues se venían presentando desde finales de la
década de los 20, no lograron modificarse ciertas costumbres. La población seguía
consumiendo maíz en su dieta diaria. González Navarro, (1974a:235-236) señala que
en un informe del Instituto Nacional de Nutriología de 1958, había un amplio
porcentaje de personas con desnutrición severa, pues en su dieta estaban ausentes
tanto las vitaminas como los minerales. La consecuencia de esta alimentación
defectuosa se reflejó en la corta estatura, la muerte por desnutrición, la pelagra20,
diversos trastornos funcionales que imposibilitaban la resistencia a las enfermedades.
El consumo de carnes, trigo y cebada en estos años fue bajo.
El crecimiento económico no sería para siempre. A partir de 1957 la economía
del país empezó a caer, las exportaciones empezaron a desplomarse, la producción
agrícola era muy mala, las importaciones de insumos aumentaron, la deuda externa
crecía y se redujo la capacidad para adquirir artículos manufactureros. Con esto llegó
la escasez de productos y el costo de la vida aumentó. Las diferencias entre ricos y
pobres se hicieron más evidentes y Ruiz Cortines finalizaba su sexenio con un país en
crisis.
El nuevo presidente, Adolfo López Mateos se encargaría de reactivar la
economía. Una de las formas utilizadas fue a través de un “ambicioso plan para la
industria automovilística, se abrieron las puertas para que empresas europeas
compitieran en México con las estadounidenses que dominaban el mercado. Al poco
tiempo en las avenidas de la ciudad de México ya circulaban nuevos vehículos. A
mediados de los años cincuenta había llegado la Volkswagen de Alemania con su
afamado vocho o sedán escarabajesco, que con el paso del tiempo llegó hacer muy
famoso y codiciado en nuestro país (en 1960 el vocho costaba 18 mil pesos). También
llegó para quedarse la japonesa Datsun, y los europeos Mercedes Benz, Volvo, Hansa,
Austin, Hilmman, Peugeot y el Citroën que “respiraba”, subía y bajaba como el chorrito
de Cri Cri. Para 1960 la ciudad de México lucía los principios de una muy mona zona
rosa. Un año más tarde López Mateos inauguraría el anillo periférico” (Agustín, 2007,
pp. 180-181).
20 Enfermedad producida por falta de vitaminas, se caracteriza por trastornos dérmicos (manchas en la piel), nerviosos y digestivos.
A pesar de que la ciudad de México de los años cincuenta seguía encaminándose
hacia la industrialización y emprendía la urbanización, escondía tras sus bellos
palacios, grandes avenidas y vehículos lujosos, un mundo pobre y mísero en el que
abundaban chozas habitadas por hombres pelados que apenas cubrían su cuerpo con
pedazos de tela remendados, hombres mugrosos que no contaban con más ropa que la
que traían puesta. En México no es novedad la existencia de más pobres que ricos.
Bien señalaba Alejandro Von Humboldt cuando recorrió las tierras de la Nueva
España, México es el país de la desigualdad, en pocas naciones del mundo los ricos son,
comparativamente tan ricos y los pobres tan pobres (Aguilar, 1967, pp. 82-83).
Es evidente que la riqueza y la miseria en México son realmente contrastantes.
Fue tanta la miseria en la que se encontraba viviendo una gran mayoría de pobres, que
no les alcanzaba –a veces- ni para comprar jabón para bañarse, pasaban semanas sin
asearse y sin cambiarse la ropa –imagínense la cantidad de enfermedades que
anidaban cada uno de ellos-. Para contrarrestar la gran cantidad de enfermedades
transmisibles derivadas de la insalubridad que imperaba en la mayor parte de la
población de limitados recursos económicos, la Secretaría de Salubridad y Asistencia
del Distrito Federal llevaba a cabo fumigaciones de las casas habitación, desinfección
de la ropa, baños públicos, mercados y bazares. Promovió servicios de lavandería,
planchado, baños y cortes de pelo gratuitos para la personas pobres. Por su parte, la
Policía Sanitaria se encargaba de efectuar visitas de inspección sanitaria a lugares
públicos, como salones de belleza, peluquerías, planchadurías, sombrererías,
sastrerías, tintorerías, agencias de inhumaciones y baños públicos. De esta manera, se
prevenía la aparición y trasmisión de todo un mundo de enfermedades. Algunos datos
arrojados de estos servicios promovidos por la Secretaría de Salubridad que llevó a
cabo en algunas colonias del Distrito Federal son los siguientes:
DESINFECCION Y BAÑOS PUBLICOS
DIRECCION GRAL. DE SALUBRIDAD EN EL DISTRITO FEDERAL.
DEPENDENCIA OFICINA DE DESINFECCION Y BAÑOS PUBLICOS
NUMERO. 85
EXPEDIENTE=
ASUNTO: Se rinde informe numérico y narrativo.
México, D.F., a 15 de junio de 1951.
C. Sub-Secretario de la Sría. De Salubridad y Asistencia.
Paseo de la Reforma y Lieja
C i u d a d.-
En relación a su atenta Circular No. 4., Expediente 803.1/1., de fecha 18 del
mes de mayo ppdo., y recibido el día 10 de los corrientes, a continuación me
permito rendir a esa Superioridad, extracto del informe numérico que
acompaño al presente, de las labores desarrolladas por la Oficina a mi cargo
en el periodo comprendido del 1/o., de septiembre de 1950 al 31 de agosto
del año en curso y que es el siguiente:
El personal de Agentes fumigadores adscritos a esta Dependencia provistos
del equipo necesario y atendiendo a llamadas telefónicas del público efectuó
676 (SEISCIENTAS SETENTA Y SEIS), fumigaciones en casas habitación
como medida precautoria.
En las casetas de fumigación instaladas en esta propia oficina se efectúo la
desinfección de 16549 (Diez y seis MIL QUINIENTAS CUARENTA Y NUEVE),
piezas de ropa enviada por diversas Oficinas de la Secretaria de Salubridad y
Asistencia, 4066 (CUATRO MIL SETENJTA Y SEIS) piezas de ropa enviadas
para su desinfección por la Oficina de Prevención Médica Contra las
Enfermedades Transmisibles, que unidas a 3509 (TRES MIL QUNIENTAS
NUEVE) piezas de ropa pertenecientes a Mercados y Bazares hacen un total
de 24,124 (VEINTICUATRO MIL CIENTO VEINTICUATRO) piezas de ropa
desinfectadas, (a la hoja 2)
El servicio de lavandería llevó a cabo el lavado y planchado de 18,780 (DIEZ
Y OCHO MIL SETECIENTAS OCHENTA) piezas de ropa que fueron enviadas
por los Dispensarios y Clínica de la Secretaría de Salubridad y Asistencia.
En los baños públicos instalados en esta propia Dependencia se proporcionó
baño gratuito a 98,787 (NOVENTA Y OCHO MIL SETECIENTAS OCHENTA Y
SIETE), personas, en los Baños Públicos de Chimalpopoca No. 12, se prestó el
mismo servicio a 119,526 (CIENTO DIECINUEVE MIL QUINIENTOS
VEINTISEIS) personas, que unidas a las personas bañadas en los Baños
Públicos del Carrizal que fueron 114,958 (CIENTO CATORDE MIL
NOVECIENTAS CINCUENTA Y OCHO), hacen un total de 333,371
(TRESCIENTAS TREINTA Y TRES MIL TRESCIENTAS SETENTA Y UNA); a
estas personas dada su situación económica se les proporciona jabón y
estropajo, así como el servicio que se les imparte es absolutamente con agua
caliente.
En los propios baños de Bolivia # 25, se les cortó el pelo a 3,355 (TRES MIL
TRESCIENTOS CINCUENTA Y CINCO) personas, en los Baños Públicos de
Chimalpopoca #12 se les cortó el pelo a 4,324 (CUATRO MIL TRESCIENTAS
VEINTICUATRO) personas, este mismo servicio se proporcionó a 4,112
(CUATRO MIL CIENTO DOCE) personas, en los baños públicos de la Plazuela
del Carrizal, haciendo un total de 11,791 (ONCE MIL SETECIENTOS
NOVENTA Y UNA) personas a quienes se les cortó el pelo y a quien
previamente se les aplicó D.D.T., al 5%., en polvo, con el objeto de destruirles
los parásitos de que eran portadores.
Los Agentes de la Policía Sanitaria adscritos a esta Dependencia, efectuaron
visita de inspección sanitaria (a la hoja 3) a los siguientes giros: Salones de
Belleza, Peluquerías, Tintorerías, planchadurías, Lavanderías, Sastrerías,
Sombrererías, Agencias de Inhumaciones y Baños Públicos en número de
6,204 (SEIS MIL DOSCIENTOS CUATRO) visitas sanitarias; la Policía
Sanitaria de que se trata al efectuar las mencionadas visitas y por
instrucciones estrictas de esta Jefatura, se apegaron para efectuar las
mismas, al Código Sanitario en vigor y Reglamento vigente, instruyéndoles
para que, el trato de ellos para con el público fuera de extrema cortesía y
amplio criterio de responsabilidad evitando con esto quejas en su contra.
La Oficina a mi cargo extendió a los giros antes mencionados 3,396 (TRES
MIL TRESCIENTAS NOVENTA Y SEIS) LICENCIAS SANITARIAS para el legal
funcionamiento de los giros susodichos, por reunir las condiciones higiénicas
enmarcadas en el Código Sanitario y Reglamento respectivo.
La Sección Administrativa de esta Oficina recibió 3,696 (TRES MIL
SEISCIENTOS NOVENTA Y SEIS) oficios y tramitó 5,275 (CINCO MIL
DOSCIENTOS SETENTA Y CINCO).
La labor profiláctica que se ha adaptado dentro de las circunstancias
humanas y material con que se cuenta se ha llevado a cabo en jornadas
sanitarias sabatinas, en las colonias proletarias del Distrito Federal, en
donde por instrucciones de la Dirección Gral., de Salubridad en el D.F., se han
instalado Clínicas para la atención del público indigente; a la fecha esta
labor se a intensificado abrumadoramente en virtud de los numerosos casos
registrados de Poliomielitis y por tal motivo, a sido necesario concentrar el
personal de Agentes fumigadores y parte de la Policía Sanitaria a la Oficina
de Desratización, Desparasitación y Control del Tifo, ubicada en la Calzada
de Chimalpopoca # 12., ya que en esa Dependencia se encuentra la campaña
de emergencia contra la enfermedad mencionada, dejando en esta Oficina
una brigada para efectuar las fumigaciones que sean requeridas para el
público en la prevención de otras enfermedades transmisibles.
Reitero a usted las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.
SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCION
EL JEFE DE LA OFICINA
(Rubrica)
Dr. Manuel Cervantes Cernas.
C.c.p. El C. Director Gral. De Salubridad en el D.F.- Cd21.
Los problemas de la aglomeración y concentración urbana en la ciudad de
México se presentaron sobre todo en las colonias proletarias. Estas se convirtieron en
verdaderos focos de insalubridad y cuna de miles de enfermedades, señala González
Navarro. Las principales consecuencias, fueron las diversas enfermedades que se
contraían gracias a la contaminación que causaban los motores de los automóviles,
autobuses (especialmente en Mixcoac y San Ángel) y las industrias, pues provocaban
irritación, intoxicación e inflamación de las vías respiratorias, causando asma,
bronquitis y neumoconiosis.
1.3.2. Una realidad oculta: los que menos tienen o no tienen nada
En el caso de la ciudad de México, desde finales del siglo XIX la pobreza y los pobres
empezaron a ser tema de preocupación tanto para las autoridades como para la
población. En el periodo del Porfiriato los pobres fueron considerados un estorbo para
el progreso y la consolidación de la nueva ciudad moderna. Pertenecer a la clase baja,
a las clases olvidadas significaba ser infeliz. La pobreza fue una de las causas del
surgimiento de la delincuencia y la criminalidad, debido a la falta de recursos
económicos, a la escasez de oportunidades en la educación y en el mercado de trabajo.
Las personas pobres vivían en barrios, barriadas proletarias, vecindarios o colonias de
la periferia, no pudieron tener acceso a servicios públicos, mucho menos al drenaje o a la
pavimentación de sus calles (Vázquez, 2007, p. 71). Por su parte, la gente rica vivía en
grandes zonas residenciales, elegantes, céntricas y seguras, gozaban de los mejores
servicios: agua, teléfono, iluminación y seguridad. Entre los mexicanos más ricos de
21 Caja: 39, Expediente: 5, Años: 1951-1952, Fjs: 16, Sección: SubSyA, Fondo: SSA., AHSSA.
principios del Porfiriato se cuentan Fausto Goríbar, Felipe Iturbe, Nicanor Béistegui,
Manuel Escandón, Sebastián Camacho, Ramón Guzmán, Carlos Haghembeck, José I.
Limantour, Ignacio de la Torre, José de Teresa (González, 1985, p. 139). Es evidente
que los ricos son extremadamente pocos en comparación con los pobres que
conforman una gran mayoría. Pablo Picatto (Vázquez, 2007, p. 71) refiere que en el
periodo del Porfiriato el pobre y el rico no podían mezclarse, dando como resultado
una división entre los espacios seguros y bellos de la ciudad moderna y la peligrosa e
insalubre zona marginal.
Desde el Porfiriato se establecieron colonias pobres y colonias ricas. La ciudad se
encontraba dividida en ocho cuarteles. El cuartel I estaba conformado por las colonias
la Bolsa y Valle Gómez, carecían de obras de saneamiento, había hornos de ladrillos,
calles sin empedrar y no contaban con agua potable. En ellas vivía el pueblo más bajo
de la sociedad. El cuartel II lo constituían las colonias Candelaria y la Merced, ahí
vivían personas de la clase media y pobre; las casas se encontraban en pésimas
condiciones higiénicas, vivía más aglomerada y muchos de los habitantes padecían de
enfermedades infecto-contagiosas. El cuartel III, era uno de los mejores, pues contaba
con calles pavimentadas, drenaje, agua limpia y no había industrias nocivas. El cuartel
IV, fue de los menos insalubres. El cuartel V, se vio afligido por epidemias de tifo en
1910 y 1911. El cuartel VI, comprendía la colonia Doctores, se caracterizaba por la
falta de urbanización y las casas carecían de instalaciones sanitarias. El cuartel VII,
padecía de los problemas industriales nocivos, sobre todo en la colonia del Chopo,
Consulado y Nonoalco, debido a que los desechos industriales eran arrojados en lotes
o zanjas cercanas. El cuartel VIII, era la zona rica, la zona residencial y estaba
constituido, entre otros por San Rafael, Juárez, Roma, Condesa, la colonia de Romita y
el pueblo de San Miguel Chapultepec. Sin embargo, a pesar de ser zonas residenciales,
no contaban con agua, alumbrado y pavimento. Además de los cuarteles descritos,
otros municipios como Mixcoac, Coyoacán, San Ángel, Xochimilco e Iztapalapa,
frecuentemente exigían drenaje, agua potable, saneamiento de cárceles, rastros,
mercados, pavimentación de calles, eliminación de basureros, traslado de panteones
lejos del centro, luz eléctrica y mejor educación. En Cuajimalpa y Tlalpan la situación
fue diferente, la primera se caracterizó por su aire “vivificante y depurador”, causa de
la “admirable” salud y longevidad de sus moradores. La segunda, gozó de fama por se
una de las regiones más sanas del Distrito Federal, por ello fue el lugar preferido para
vacacionar por las familias acomodadas de la capital (González, 1974a, pp. 143-147).
Para la segunda mitad del siglo XX, los pobres, los que menos tienen, los
menesterosos, los mendigos seguían recibiendo ayuda de la beneficencia. Sin
embargo, el concepto de beneficencia durante el periodo cardenista aún no era claro,
pues la beneficencia pública y privada sólo ayudaba a las personas necesitadas sin
relacionar su acción con la vida del país en general. Por ello en 1935 y 1936 el
gobierno federal señaló que todo ser humano tiene derecho a que se le asista cuando
por causas ajenas a su voluntad carece de lo necesario para vivir o de medios para
enfrentar sus enfermedades. Por esta razón en el Distrito Federal la beneficencia
pública desechó la vieja idea de dádiva sentimental y adoptó plenamente la de
asistencia pública. Es evidente que el desarrollo urbano del México posrevolucionario,
se fundamentó en establecer una legitimidad del gobierno en turno, mediante la
distribución de los beneficios entre los grupos pobres, desde las formas clientelistas y
corporativas tutoras de la ciudadanía (López, 1997, p. 124).
Gracias a esta transformación del concepto de beneficencia que tiene lugar en los
primeros años del cardenismo, daría como resultado una lucha en la que a los
individuos socialmente débiles se harían útiles incorporándolos al proceso de
producción. La transformación cobró mejores resultados en el momento en que
Lázaro Cárdenas envió un proyecto de ley a la Cámara de Diputados en la que se
modificaría el concepto de beneficencia por el de asistencia pública. El proyecto de ley
fue aceptado y aprobado por unanimidad, y se creo la Secretaría de Asistencia Pública
que al mismo tiempo absorbió la beneficencia pública y privada y el Departamento
Autónomo de Asistencia Infantil. La beneficencia había florecido durante el Porfiriato.
La asistencia pública pasó a considerarse como una obligación del estado, la cual
comprendía la subsistencia y el tratamiento médico de los socialmente débiles
(González, 1985, p. 193). La Secretaría de Asistencia se propuso ayudar a todos
aquellos que vivían al margen de la sociedad: expresidiarios, toxicómanos,
vagabundos y ladrones (p. 249). A partir de este momento surge la palabra
marginados. El Primer Congreso Nacional de Asistencia Pública se celebró el 16 de
agosto de 1943, en el se afirmó la asistencia como un deber del Estado (p. 262).
González Navarro, indica que eb 1942 se calculó que en la capital había mil niños
pordioseros; algunos eran huérfanos y la mayoría sólo había conocido a su madre, a
otros porque sus padres no podían cuidarlos. Para 1952 el calculo fue de 2,500 niños
mendigos a quienes se maquillaba, alcoholizaba y drogaba para desempeñar su labor.
Ante tales resultados fue necesario emprender una nueva campaña contra la
mendicidad, que se organizó en el invierno de 1953-1954; se recogieron 1 649
personas que fueron divididas considerando su edad y sexo, 935 fueron enviadas al
Internado Infantil, 287 al Albergue Temporal Femenino, 331 al Hogar Tepeyac y 96 al
Comedor Dormitorio Público y las 554 personas restantes fueron sometidas a un
tratamiento no especificado. Para 1955 se proyectó que no sólo se recogerían a los
desvalidos, sino que se haría un estudio socio-económico para reintegrarlos a sus
hogares. Gracias a estos proyectos de recogimiento, en alguna ocasión en que las
temperaturas eran extremadamente frías se internaron diariamente a 500 niños en el
refugio infantil y de 100 a 150 adultos, esto evitó que murieran de frío en las calles.
Gracias a estos resultados la campaña se hizo permanente (González, 1985, p. 251).
Fue tanta la demanda de ayuda que exigía la población necesitada, que fue
necesario crear establecimientos de asistencia social con fines diversos. En 1936 sólo
se contaba con 120 establecimientos. Para 1963 la cifra aumentó a 186.
Posteriormente disminuyó de 105 en 1940 a 74 en 1946. En 1953 hubo otro aumento
inexplicable, a 404. Los establecimientos oficiales aumentaron de una quinta parte del
total en 1936, a tres cuartas partes en 1963. El Centro de Protección Social ubicado en
la avenida Hidalgo, se encargaba de proporcionar igual ayuda a los adultos; a los aptos
se les daba trabajo; a los enfermos se les enviaba a los hospitales; los viciosos y
delincuentes eran remitidos y consignados a las autoridades. De 1955 a principios de
1958, se recogieron más de 8 mil débiles sociales, a quienes se les proporcionó cama
individual, dos sábanas, un cobertor y una almohada. Se les obsequiaba desayuno
(avena o café y dos panes), comida (sopa, guisado, carne, frijoles y dos panes) y cena
(igual que el desayuno). También se les regalaban overoles azules, a muchos se les
rapó y quienes conservaron el cabello se peinaban “perfectamente”; se bañaban
diariamente con agua caliente. Los hombres aptos hacían un poco de ejercicio. A
algunos se les regalaba un billete de ferrocarril o autobús para que regresaran a sus
lugares de origen. De 1955 a 1962 se recogieron 18 mil mendigos, 40% de ellos
inválidos, otros tantos ancianos y enfermos, el restante 20% susceptible de
rehabilitación. Sólo había entre ellos 8% de alcohólicos y toxicómanos. En marzo de
1962, se dijo que ya no se veían niños y ancianos durmiendo en las calles del centro,
porque en otras razones 600 se albergaban en tres diferentes edificios. A partir de los
sesenta, se generalizó la idea de solicitar “colaboración” en los autobuses. Algunos
pobres “decentes” envidiaban el dinero que los cancioneros ganaban en los autobuses,
más que un banquero “modesto” (González, 1985, pp. 251-252). Franck Tannenbaum
señalaba que “México es un hermoso lugar para vivir, pero un lugar difícil para
ganarse la vida”. De la misma forma, Carlos Díaz Dufoo indicaba, “somos naturalmente
ricos, pero económicamente pobres” (González, 1974b, pp. 26-27).
Gracias a la intervención de algunas instituciones, en 1958-1959 la asistencia
privada del Distrito Federal atendió a cerca de 28 mil personas, número que en 1964
casi se triplicó. En los mismos años, asistieron 219,041 niños a las guarderías de
primarias y secundarias. En 1959 proporcionó servicios por 30 millones de pesos. La
Casa de Cuna de Coyoacán recibía un promedio anual de 202 niños. Los hogares
sustitutos, que se crearon para evitar los inconvenientes de los hospicios
(promiscuidad y ausencia de lazos afectivos), recibieron 6 160 niños de 3 a 12 años a
quienes proporcionaron techo, vestidos, sustento y escolaridad. En sus guarderías
infantiles, de 54 a 59, había una inscripción media anual de 7 123 niños. La institución
de Jacarandas ubicada en la colonia de la Raza, proporcionaba consulta a las madres,
cirugía mediante el pago de una cuota simbólica, maternidad, canastilla después del
parto, baño semanal, farmacia, leche, clases de corte, educación higiénica,
alfabetización. En 1959 tenía 150 alumnas y obsequiaba a sus alumnos 400 comidas
diarias y 150 desayunos (González, 1985, pp. 254-256).
Los servicios asistenciales disminuyeron de 2.8 millones en 1936, a 2.6 millones
en 1940. Sin embargo, volvió aumentar hasta alcanzar 8.2 millones en 1950. En
seguida, disminuyó en 1952-1959. Después, aumentó nuevamente a 12.4 millones en
1960. Con respecto al número de habitantes los servicios asistenciales descendieron
de 15.2% en 1936, a 13.1% en 1940, pero en 1950 se incrementaron hasta alcanzar
41.1% y 35.7% en 1960. Los establecimientos de asistencia social con fines educativos
aumentaron de 86 en 1953 a 396 en 1954, en 1948 a 57.4%, en 1953 a 66% la
mayoría eran particulares. A partir de 1954 se incrementó el 84% y hasta 1963 el
77.5%, la mayoría eran oficiales. Asimismo, los asilos ascienden de 26 en 1930, a 79
en 1951 (González, 1985, pp. 268-269).
1.3.3. Las plagas de los pobres y los medios de atención
Mientras la población aumentaba, los enfermos y las enfermedades también lo hacían.
“Los enfermos atendidos en los hospitales oficiales aumentaron de 57,334 en 1946 a
82,064 en 1950. Para contrarrestar la situación, se redujo la estancia en el hospital a
sólo de 20 días. Se mejoró el “factor de utilización”, es decir, el número de personas
que usaban la misma cama en un hospital, de 12 en 1948, a 16 en 1950, la meta era de
30. A mediados del siglo (1940) los hospitales que dependían de la Secretaría de
Salubridad y Asistencia en el Distrito Federal, contaban con 8 488 camas, poco menos
de la mitad de las que se necesitaban: la quinta parte estaba destinada a cirugía, el
16% a la medicina interna, 10% a la maternidad, 5.56% a los niños. Al iniciarse el
gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, la Secretaría de Salubridad y Asistencia controlaba
186 hospitales con un total de 16,426 camas. Sin embargo, a pesar de que los
principales hospitales ubicados en la ciudad de México ya eran viejos (50 años de
antigüedad), se aceleraron los trabajos del Centro Médico, que estaba destinado a
alojar a 11 grandes unidades con 1,850 camas, a un costo de 60 millones de pesos”
(González, 1985, pp. 287-288).
González Navarro22, señala que en 1955 los hospitales generales y de
especialidades de los servicios coordinados ascendían a 202 y su sostenimiento anual
a 21 millones de pesos. En 1956 se pusieron en servicio 21 hospitales (construidos y
reincorporados), para dar un total de 223 con 19 558 camas en todo el país, 19 de
ellos estaban en el Distrito Federal y daban cuenta de 8 816 camas. Al Distrito Federal
le correspondían 8% de los hospitales y 45% de las camas. En suma, durante el
gobierno de Ruiz Cortines se construyeron 315 hospitales, con un costo de 57
millones de pesos, el número de camas en los hospitales públicos aumentó de 20 mil
en 1952, a 31 mil en 1958, que aunados a las 16 500 de los hospitales privados hacían
un total de 47 500 con un coeficiente de 1.5 al millar. El Centro Médico Nacional, que
debió terminarse en 1958, no se concluyó totalmente pese a que se gastaron en él 189
millones de pesos que aportó la Lotería Nacional. Es evidente que al terminar el
sexenio de Ruiz Cortines el Centro Médico aún no estaba terminado. Las obras las
continuó Adolfo López Mateos y en 1960 14 de las 18 unidades ya estaban listas. El
centro fue terminado un año más tarde.
En el Distrito Federal, el 19 de enero de 1943 se publicó la ley del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS). Señala González Navarro23 que rápidamente se
analizó la posibilidad de establecerlo de acuerdo con la situación geográfica, el
desarrollo industrial, la densidad de población asegurable y la posibilidad de
establecer los servicios necesarios. El Distrito Federal fue el elegido porque cumplió
con todos los requisitos. Meses después, el 12 de julio del mismo año, el IMSS inició
con la inscripción de obreros y patrones. Se trató de reglamentar el salario mínimo, la
jornada máxima y se buscó la estabilidad de los trabajadores domésticos,
estableciendo los diversos riesgos bajo la forma de contribución bipartita (estado y
patrones). Durante el primer semestre de servicio el IMSS prestó 1 365 000
22 Ibidem. 23 Ibid. 380-381.
atenciones médicas en 531 clínicas, 117 consultorios y dos sanatorios; surtió 291 mil
recetas a través de las 82 farmacias contratadas; obtuvo ingresos por 15.8 millones de
pesos y empleó 24% de su presupuesto para cubrir tales servicios. En 1952 las
prestaciones sociales que habían iniciado con carácter restringido cambiaron seis
años después, transformándose en centros de seguridad social para el bienestar
familiar.
Por otro lado, en referencia a los niños la situación era igual de complicada.
Debido a la gran aglomeración y al amplio número de automóviles que corrían de un
lado a otro a gran velocidad, muchos niños que caminaban, deambulaban y trabajaban
en las calles como limpiabotas o voceros corrían con la mala suerte de ser
atropellados por despiadados, brutales y alocados chóferes. Fue necesario crear un
hospital que se encargara de su atención, curación y tratamiento. De esta manera,
desde 1933 tiene lugar la construcción del Hospital Infantil finalizando en 1943. Un
año después, el 18 de abril de 1944 se inauguró el Instituto Nacional de Cardiología.
En efecto, era una obra necesaria, en un país donde el 61% de la población del
Distrito Federal era pobre. Para finales del mismo año, el 30 de diciembre, se decretó
la creación del Hospital de Enfermedades de la Nutrición. A pesar de la creación de
estos centros de salud, las autoridades consideraban que eran insuficientes, sobre
todo que hicieran honor al nombre, pues la mayoría apenas eran útiles como refugio
para los moribundos o último recurso de los desamparados; ya que en realidad
persistía la concepción de que los hospitales proporcionan un lugar donde ir a morir, a
falta de otro rincón menos desgraciado (González, 1985, p. 285).
En 1958, el Comedor Público núm. 1 diariamente obsequiaba las tres comidas a
644 personas y el número 2, a 1 750. El 74% de estos eran estudiantes, en su mayoría
del Instituto Politécnico Nacional, el 6.6% empleados. En el periodo sexenal
Ruizcortinista en las escuelas primarias de la capital se repartieron más de 150 mil
desayunos diarios donados por la Asociación Protectora de la Infancia. Durante las
vacaciones fue la dirección de Salubridad del Distrito Federal la que se encargó de
proporcionar estos servicios. La ayuda era urgente, pues el 80% de la población en
edad escolar estaba desnutrida; los beneficios y ventajas se notaban claramente con
los resultados que arrojaban los desayunos infantiles; los niños que no recibían apoyo
sólo aprobaban en un 48%, en 61% los beneficiados y en 82% quienes además
recibían otra comida. Según datos del Hospital Infantil, los niños mexicanos nacían
con una edad mental superior a la de los niños de Estados Unidos, Europa y África,
pero debido a la deficiente alimentación en el primer año se igualaban las edades y a
los tres años los mexicanos ya estaban rezagados en 30% (González, 1985, pp. 243-
244).
Las muertes no sólo eran ocasionadas por causas naturales. Las enfermedades
adquiridas provocaron varios fallecimientos en la ciudad de México, por lo que fue
necesario abatirlas a través de campañas sanitarias y de vacunación. Se luchó contra
la oncocercosis24, enfermedad parasitaria que se caracteriza por la aparición de
tumores subcutáneos, principalmente en el cráneo, que llegan a causar ceguera. Otra
enfermedad que se combatió fue la poliomielitis, el Distrito Federal, además de Puebla
y Tlaxcala, fueron las regiones más afectadas por esta enfermedad (1974a:382, 390).
Otras enfermedades, fueron la fiebre amarilla, el cólera, la difteria, la hepatitis, la
influenza, la lepra, la tosferina, la tifoidea, la sarna, el sarampión, el mal del pinto, la
peste bubónica, la salmonelosis, la rubéola, las neumonías, entre muchas otras (ver
cuadro 4). Para contrarrestar todas estas enfermedades, fue necesario alimentar a la
población, fomentar hábitos y prácticas higiénicas y promover la cultura de la
vacunación. “Mientras algunas enfermedades transmisibles disminuían o
desaparecían como la viruela, el tifo o el paludismo, otras nuevas surgían o
aumentaban, como las enfermedades degenerativas, entre ellas el cáncer y las
enfermedades del corazón”25.
24 Es una enfermedad causada por filarias parásitas, ciertos gusanos redondos, cuyo principal síntoma es la formación de nódulos fibrosos debajo de la piel, en el cuero cabelludo, en la cara cerca de los ojos, en los espacios intercostales, etc. Una de sus manifestaciones tardías es la ceguera. Las filarias es un grupo de gusanos cilíndricos, parásitos de animales y hombres en los climas tropicales. Sus huevos son absorbidos por artrópodos que se alimentan con sangre de un enfermo; en el interior del insecto se desarrollan y son inoculados en otro huésped al ser éste picado por el transmisor. Son los causantes de la elefantitis y la oncocercosis, entre otras enfermedades. 25 Op.cit., 356.
Cuadro 4. Enfermedades transmisibles.
Las enfermedades transmisibles (1926-1954)
Actinomicosis (1954)
Amibiasis (1954)
Blastomicosis (1954)
Blenorragia (1926, 1934, 1949,
1954)
Brucelosis (1949, 1954)
Carbón (1954)
Coccidicidomicosis (1954)
Muermo (1949, 1954)
Neumonías (1949, 1954)
Paludismo (1934, 1949, 1954)
Parotiditis infecciosa (1954)
Cólera (1926, 1934, 1949, 1954)
Chancro blanco (1949, 1954)
Dengue (1934, 1949, 1954)
Difteria (1926, 1934, 1949, 1954)
Encefalitis (1949, 1954)
Enfermedades de Nicolás y Favre
(1949, 1954)
Espirilosis (1954)
Estreptocosis (1954)
Fiebre amarilla (1926, 1934,
1949,
1954)
Filariosis (1926, 1934, 1949,
1954)
Granuloma venéreo (1934, 1949,
1954)
Hepatitis infecciosa (1954)
Leishmaniosis (1934, 1949,
1954)
Madurocomicosis (1954)
Mononucleosis infecciosa
(1954)
Peste bubónica (1926,
1949,
1954)
Pinto (1954)
Poliomelitis (1934, 1949,
1954)
Rickettsiasis (1949, 1954)
Rubeola (1934, 19494,
1954)
Salmonelosis (1949, 1954)
Sarampión (1934, 1949,
1954)
Sarna (1954)
Shi-gelosis (1954)
Sífilis (1929, 1934, 1949,
1954)
Tétanos (1934, 1949,
1954)
Tiña (1929, 1934, 1949,
1954)
Tosferina (1929, 1934,
1949,
1954)
Tracoma (1929, 1934,
Histoplasmosis (1954)
Influenza epidémica (1949, 1954)
Kala-azar (1954) =
Bronconeumonía
Queratoconjuntivitis infecciosa
(1954)
Quiste hidatídico (1934, 1949,
1954)
Rabia (1934, 1949, 1954)
1949,
1954)
Tuberculosis (1929, 1934,
1949,
1954)
Tularemia (1934, 1949,
1954)
Viruela (1929, 1934, 1949,
1954)
Uncinariasis (1949, 1954)
Viruela (1929, 1934, 1949,
1954)
Fuente: Datos tomados del libro gráfica realizada a partir de los datos tomados del libro González, N.M. (1974a). Población y sociedad en México, 1900-1970. México: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. p. 48. pp. 396-397.
Además de las enfermedades ya descritas, la neumonía, la bronconeumonía, la
diarrea, la anteritis, la ulceración intestinal, la cirrosis del hígado –exceso en el
consumo de alcohol-, la tifoidea, la brucelosis, la meningitis, la tos ferina, la difteria, la
erisipela, el tétanos, la tuberculosis, la lepra, la septicemia, la disentería, el paludismo,
la sífilis, la gripa, la viruela, el sarampión, la poliomielitis, el tabardillo, el cáncer,
enfermedades del corazón, entre muchas otras, fueron las enfermedades más
comunes que aquejaban sobre todo a la población pobre y débil fisiológicamente.
Estas enfermedades cobraron un gran número de víctimas de la ciudad de México.
Según las cifras de defunciones por enfermedades que proporciona la Secretaría de
Salubridad y Asistencia, la dirección de Bioestadística y el Departamento de
Recolección y Agrupamiento de los Estados Unidos Mexicanos, son las siguientes.
Éstos se representan en la gráfica 7, de esta manera se verá claramente qué
enfermedad fue la que cobró más víctimas tan sólo al inicio de la década de los 50 en
el Distrito Federal.
Grafica 7
Fuente: gráfica realizada con datos obtenidos de la Caja 12, Exp: 7, Años: 1946-1956, fjs 405, Sección: Subsecretaria de Salubridad y Asistencia (SubSyA), Fondo: Secretaria de Salubridad y Asistencia, AHSSA.
Se observa claramente que la enfermedad que más muertes causó en la ciudad
de México fue la bronconeumonía con 9 465 casos, siguiéndole la diarrea y anteritis en
menores de 2 años de edad con 6 216, las enfermedades del corazón, 3 593, cirrosis
del hígado y la diarrea 2 555, enteritis y ulceración intestinal. La que causó menos
muertes fue la neumonía. Sin embargo, las enfermedades del corazón, las defunciones
por bronconeumonía, por diarrea y anteritis en menores de dos años y la cirrosis del
hígado, representan el índice más alto de defunciones en el Distrito Federal que el
resto del centro de la República (véase cuadro 5).
Las muertes no eran únicamente provocadas por las enfermedades y la miseria
en que vivía gran parte de la población de la ciudad de México. Los asesinatos y la
criminalidad también cobraron sus propias muertes en manos del ser humano. El día
jueves 20 de agosto a la 1.30 informó el diario La Prensa que una “mariposilla”
(homosexual) había sido víctima de un tiro, disparado, al parecer, desde un automóvil,
sobre una de las avenidas laterales del Paseo de la Reforma, cerca del Monumento a la
Independencia. La víctima fue encontrada agonizante minutos después de la cobarde
agresión, por un policía bancario de servicio en un edificio cercano al lugar de los
hechos. Por otro lado, Carmen Trejo de Hernández de 36 años de edad, también fue
víctima de los asesinos, y cuyo cuerpo sin vida fue hallado sobre la banqueta con un
tio en el pecho que le atravesó de lado a lado. Al parecer, nadie vio al asesino y se cree
que huyó inmediatamente después de disparar sobre la indefensa mujer, con la cual,
posiblemente estuvo hablando minutos antes (La Prensa, viernes 21 de agosto de
1959, pp. 21 y 29., HN).
Al igual que en el siglo XIX, durante el siglo XX la limpieza y el cuidado del cuerpo
debía ser importante, pues en este siglo la higiene era el arte científico de conservar la
salud y aumentar el bienestar. Las casas o habitaciones debían poseer ciertas
características para convertirse en un sitio saludable; se debía realizar el aseo o la
limpieza del cuerpo de cierta manera, y hombres, mujeres y niños debían portar cierto
tipo de vestimenta. Era necesario eliminar microbios, gérmenes y bacterias, si bien
eran invisibles a la mirada del hombre, se encontraban por doquier. La casa era uno
de los ámbitos más propicios para el desarrollo y propagación de diversas
enfermedades y, entre ellas la tuberculosis, el tifo y el cólera eran las que causaban
mayor preocupación debido a que podían adquirir proporciones epidémicas. Era un
sitio peligroso para la salud individual y colectiva (Agostoni, 2005, pp. 564-566).
Desde el Porfiriato el hogar fue uno de los principales focos de propagación de
enfermedades. Las casas eran pequeñas y en ellas residían un gran número de
personas, todas apretadas y aglomeradas. En la década de los cincuenta esta situación
no cambiaría en gran medida. Lo vemos claramente en la película Los Olvidados de
Luis Buñuel. Este filme es una radiografía de la pobreza y la delincuencia infantil de la
segunda mitad del siglo XX (véase anexo 52).
1.4. Escape y diversión
Para olvidarse de las penas y demás pesares, la sociedad contaba con espacios para
divertirse y dejar de lado por un momento los problemas económicos, personales o
familiares. Las clases bajas buscaban diversas formas y actividades que les
permitieran escapar de esta realidad. Además del alcohol y las drogas, los
espectáculos tradicionales, el teatro, los bailes, el cine, el café, el mundo bohemio,
clubes, paseos y chapuzones en los baños públicos, el circo y los deportes fueron
algunas formas de escape que la población aprovechaba para salir de la rutina (véase
anexos 53-55). “Los domingos por la tarde la gente acudía a ver los toros, siendo
Carlos Arruza, Luis Procuna, Fermín Rivera, Calesero, Manuel Capetillo y Joselito
Huerta los toreros más famosos. También acudían a ver los partidos de futbol, siendo
el Marte, el Zacatepec, el Oro y por supuesto, el Guadalajara y el Atlante los más
buenos. En cuanto al béisbol surge en la década de los cincuenta el equipo capitalino
los Tigres. Los “clásicos” de futbol eran los juegos entre el Guadalajara y el Atlante, o
los Poli-Uni de futbol americano ya en el flamante estadio de Ciudad Universidad”
(Agustín, 2007, p. 139).
Algunos espacios de diversión y dispersión que seguían frencuentandose
durante la década de los cincuenta –pues habían aparecido décadas antes- fueron los
salones de baile. Se escuchaba y se bailaba música tropical que señala José Agustín
(2007:202-203), era tan mexicana como las canciones rancheras, por eso las
rumbeadas estaban muy de moda. Cuando se requería menor vigor, se pasaba a los
danzones chachachá de Carlos Campos y de Mariano Mercerón. Se empezaba a
escuchar, pero aún no llegaba al techo del éxito, a la Sonora Santanera de Carlos
Colorado, para muchos simplemente la Santa, que, con Sonia López, alcanzó ventas
millonarias de El Ladrón. Para bailar más pegadito o de cachetito (o de cartón de
cerveza) también se oía a Ray Connif, único gringo no rocanrolero con éxito
fulminante en México. Los salones de baile más populares en donde la gente de la
ciudad de México recurrían a divertirse y a sacudir la polilla encontramos por
supuesto, al Salón México, el Salón Colonia, el salón Los Ángeles, el California Dancing
Club, entre otros. Dentro de los cabarets frecuentados encontramos a El Burro, el Java,
la Rata Muerta, el Mata Hari, el Casino Royal, el Leda, La Fuente, el Clavel Azul, el
Estambul, el Tranvía, el Golpe, Las Islas Marías, el Molino Rojo, el Quinto Patio, la
Lupe, el Montparnasse, el Waikiki, entre otros.
Los salones de baile eran espacios donde se acudía a divertirse en pareja o con
amigos, y reflejaban la vida nocturna de las ciudades urbanas. Eran frecuentados por
todo tipo de gente, pero sobre todo de los bajos fondos, como prostitutas, albañiles,
delincuentes, ficheras. No obstante, dentro de sus clientes también había estudiantes
de preparatoria, gente de clase media, turistas, actores, deportistas, literatos, pintores
y cineastas. Cada salón era único, el tipo de decoración hacía la diferencia. Fueron
espacios donde los mejores bailadores presumían sus destrezas para el baile. Se
tocaba y bailaba swing, boogie boogie, guaracha, mambo, cha-cha-cha, rock and roll y
por supuesto, danzón. Cuando los salones de baile iniciaron, para poder entrar a
quemar zapatos, los hombres debían pagar una cantidad módica, las mujeres sólo una
sonrisa. Posteriormente, esto cambiaría y las mujeres también pagarían una pequeña
cantidad de pesos para tener derecho a entrar al salón y sacudir la polilla y gastar las
suelas de las zapatillas. La hora del zangoloteo y diversión era desde las 6 de la tarde,
hasta las dos de madrugada. Sin embargo, si el cuerpo aguantaba otro round, la
bailada podía terminar hasta las 6 o 7 de la mañana (véase anexo 56). Con todo, en los
primeros años de la década de los cincuenta, el regente de la ciudad del gobierno
ruizcortinista Ernesto Uruchurtu, aplicó su propio sistema, pues se encargó que los
clubes nocturnos cerraran a la una de la mañana y clausuró los “lugares de escándalo”.
Con la modernización también llegaron señala José Agustín (2007: 135) los destapes
o más bien, los primeros desnudos que pretendían ser “estéticos” pero eran
francamente estáticos. Las pioneras de la teta al aire refiere el autor, fueron Ana Luisa
Pelufo, Columba Domínguez, Kitty de Hoyos, Amanda del Llano y Aída Araceli.
Salón México también era conocido como El Marro. Armando Jiménez (1998, pp.
19-21) señala que este “bailadero fue fundado desde 1920, estaba situado en la calle
de El Pensador Mexicano (antes Recabado), número 16, cerca de San Juan de Letrán
(ahora Eje Lázaro Cárdenas). Señala el autor que en esta calle pululaban prostitutas, la
mayor parte de ellas de nacionalidad francesa. Describe de la siguiente manera el
lugar: la fachada era espantosa y nunca se intentó mejorarla. El interior era un poco
mejor, gracias a la decoración que ejecutó ese gran muralista mexicano, José Gómez
Rosas, apodado “El Hotentote”. En sus primeros años de vida hubo escasas trifulcas en el
interior. Más adelante se tomó la precaución de revisar a los caballeros, al entrar, a fin
de que no introdujeran armas ni botellas de licor; las mujeres solamente debían mostrar
el contenido de sus bolsos de mano. En el vestíbulo había unos espejos ondulados que
producían hilaridad a quien se paraba frente a ellos, porque uno se veía flaco flaco o
gordo gordo, o bien con las piernas cortas y el resto largo o viceversa, o digo invertido.
¡No, eso no!, se veía uno al revés, de cabeza. Tocaron en ese recinto muchos grupos; fue
infalible durante varios años el del yucateco Juan de Dios Concha, llamado inicialmente
Orquesta Concha del Salón México. Se concurría fundamentalmente a mover el callo,
restregar pecheras, hacerle al oso, chanclear, raspar guarache o menear el bote (en
cristiano, bailar); a realizar conquistas, a ver el zangoloteo, o presumir los que tenían
habilidad para danzar y a sacudir la polilla. Secundariamente iba la gente a lucir su
ropa y su peinado y a escuchar magnificas orquestas”.
Salón México “fue un lugar al que acudía gente de la clase baja y media, era
frecuentado por costureras, obreras, dependientas de tiendas o muchachas de buenas
curvas. Los hombres eran chóferes, mecánicos, carpinteros, pequeños comerciantes,
impresores, albañiles. También iban estudiantes de preparatoria y jovencitos de la
clase media alta. El salón fue muy famoso, pues también lo visitaban turistas
provincianos y extranjeros, actores, deportistas, toreros, literatos y pintores. Al
principio, señala Jiménez, los caballeros pagaban un tostón (cincuenta centavos) para
entrar y las damas entraban gratis. Pero en 1937 ellos tenían que pagar ochenta
centavos y ellas diez. Después, los hombres pagaban un morlaco (un peso) y ellas
veinte fierros. Desde antes de 1953, Salón México abrió sus puertas todos los lunes,
jueves, sábados y domingos. Sin embargo, a partir de la llegada del regente del Distrito
Federal (1957), Lic. Ernesto P. Uruchurtu se ordenó cerrar los salones de baile a las
once de la noche. Con esta medida, Salón México dejó de funcionar los jueves y bajó un
poco la clientela. Además, Salón México tuvo que cerrar durante unos días debido al
terremoto que sacudió la ciudad el 28 de julio de 1957. Al ser reparadas las averías, el
Salón volvió abrir sus pistas para la bailada. Sólo duró unos años más, pues cerró
definitivamente sus puertas en 1962, debido a que era un lugar un poco viejo y a las
presiones que el regente Uruchurtu ejercía contra la vida nocturna de la metrópoli. Un
año después, Salón México fue demolido y con él también se demolió una parte de la
historia de la ciudad. En su lugar se construyó una central eléctrica” (Jiménez, 1998,
pp. 21-23) (véase anexos 57 y 58).
Otro salón de baile muy frecuentado, señala Armando Jimenez (1998, pp. 24-29),
era el Salón Colonia, “fue inaugurado el 22 de julio de 1923. Desafortunadamente, el
día de la inauguración cayó un vendaval con granizo, tanto que deshizo el techo de
láminas de cartón del salón. Asimismo, el autor describe este salón como feito hasta
antes de 1937 y no muy limpio pues conquistó el apodo de El Piojo. Sin embargo, este
mismo año fue mejorado, se agrandó y su salón principal fue decorado por el pintor
Audix al estilo Art Nouveau con cuadros que representaban tipos de folklore cubano
del danzón: bailadores y músicos. Otros apodos cariñosos con los que se conocía el
lugar eran El Cocol, El Cololiso y El Colegio. Los miércoles eran días de postín y cada
semana se llenaba con cerca de dos mil parejas. Fue la época en que más suelas de
zapatos se gastaron. Se bailaba swing, el boogie boogie, la guaracha, el mambo, el cha-
cha-cha, el rock and roll, y por supuesto, el danzón. Al lugar acudieron personajes
como Pedro Infante, el Chaflán, el Chicote, Resortes, el Calambres y hasta Trotsky y
Fidel Castro (véase anexos 59 y 60), por mencionar a algunos importantes. El Salón
Colonia, tuvo vida durante dieciocho años, de 1939 a 1957”.
Otra forma de divertimento fueron los famosos cabarets, lugares donde se baila
y se toma. Es el espacio exacto para el tráfico prostibulario, baile y alcohol, por lo
regular bajo el régimen de ficha en donde las prostitutas conviven con la clientela y
llevan comisión del consumo alcohólico (González, 1989, p. 80). Reflejaban la vida en
la oscuridad. Además, eran un símbolo de la vida nocturna de las ciudades urbanas y
modernas. Estos espacios eran frecuentados por gente de los bajos fondos y de clase
media. Era común que los cabarets tomaran el nombre según el tipo de decoración
que hacía el propietario. Claro ejemplo fue el caso del cabaret “El Burro que tenía en
su fachada un burro de yeso pintado; La Rata Muerta, que en su interior se encontraba
decorado por una gran cantidad de ratas en diferentes actitudes; Las Sirenas que
también se encontraba decorado en su interior por muchas sirenas. Algunos otros
tomaban el nombre o número de la calle o de la colonia en la que se encontraban.
Otros recibían el nombre de algún lugar que era de total agrado para el dueño. Por
ejemplo, el cabaret Estambul, tomó el nombre gracias a que en una ocasión su dueño
se topó con un libro de viajes en el que aparecían fotografías del lugar, estas
agradaron lo suficiente al propietario para llamar así al cabaret” (Jiménez, 1998, pp.
46-47, 58, 138).
Varios fueron los cabarets que en su vida anterior habían sido prostíbulos. Se
ubicaban en calles o colonias de bajos fondos y de clase media. Se localizaban en
lugares con mucho rebumbio y alboroto. Fueron lugares con fuerte presencia de
ficheras y prostitutas. Ir a bailar, escuchar música, ver bailar a las ficheras y tomar
algunas copas o cerveza se convirtió en una fuerte costumbre de las clases bajas de las
ciudades urbanas. Se bailaba blues, fox trot, danzón y boleros, rumbas, cumbias. Hubo
cabarets donde no se bailaba, sólo se disfrutaba de un show de música (véase anexo
61) canciones de moda y strip tease (González, 1989, p. 80).
En el Porfiriato los cabarets al estilo parisino fueron un fracaso. Esto cambiaría
en las siguientes décadas, pues se convirtieron en un negocio muy rentable. Ir a bailar
y tomar algunas copas o cerveza se convirtió en una costumbre muy fuerte,
principalmente de las clases bajas. La vida urbana y el dinero acentuaron más estas
prácticas. Héctor Aguilar Camín (González, 1989, p. 80) describe así la vida cabaretil
de un mundo urbano: La emprendimos luego para el Bar del León, entonces de moda,
por las calles de Brasil, y luego a un fichadero de las calles de Palma, un galerón en
donde bailaban y se contrataban para coger unas mil mujeres, en su mayoría
desechadas de otros bailaderos, mezcladas con algunas jovencitas recién desempacadas
de congales de provincia o apenas iniciadas en la paso de la emigración campesina a la
prostitución urbana. Servían rones por wisquis y aguardientes por rones, cervezas
rebajadas con agua, sidra en botellas reetiquetadas de champaña francesa y brandis
inyectados en Tepito. Una oscura pista de baile mezclaba esa increíble oferta con los
clientes, a su vez resaca de todas las cantinas y bares de México, que expulsaban sus
residuos al cerrar en la madrugada.
El cabaret El Burro, señala Jiménez (1998, pp. 44-49) “se estrenó el 30 de marzo
de 1934, se hallaba en Porfirio Parra número 35. En la fachada resaltaba el perfil de un
enorme asno hecho de yeso y entre sus cuartos delanteros y traseros quedaba la
puerta de entrada. No había ningún problema en identificarlo. En el interior, adosado
a la pared del fondo, en relieve otro gigantesco jumento con el hocico cerrado. Por
medio de algún mecanismo lo abrían y la lengua se constituía en resbaladilla por
donde salían las coristas. En 1959, narra Armando Jiménez este desveladero celebró
sus bodas de plata y cada día se presentaron grandes personalidades, entre ellas,
Agustín Lara y Chucho Martínez Gil, el mariachi Vargas de Tecatitlán. Acudían a
divertirse a él El Indio Fernández y Arturo de Córdova, pues andaban preparando un
filme titulado Celos. El salón medía unos 80 metros cuadrados de superficie y siempre
estaba atestado de gente. La decoración del interior, excluyendo el pollino ya descrito,
era semejante a la de cualquier otro cabaretucho, así como su mobiliario, el escaso
alumbrado, su insuficiente ventilación, las ficheras, los padrotitos y sus bebidas
recicladas. En varias ocasiones fue clausurado por desordenes. En 1970 asesinaron a
un policía y esta fue una de las causas por las que fue clausurado” (véase anexos 62-
64).
Otro cabaret frecuentado era La Rata Muerta. Armando Jiménez (1998, pp. 56-
61) indica que “el dueño de este lugar se llamaba René, era de carácter muy voluble.
Primero, describe el autor, modificó una casa vieja para convertirla en prostíbulo;
después, la transformó en cabaret suprimiendo los muros intermedios del local y lo
bautizó con el nombre de El 1 (por estar en ese número del callejón de Jiménez,
formando esquina con Echeveste). Al año siguiente le cambió de nombre por el de Las
Sirenas, de 1939 a 1941 le llamó Le Rat Mort, al final castellanizó el letrero y le llamó
La Rata Muerta, así se llamó hasta que cerró sus puertas. Se encontraba en la céntrica
barriada de San Miguel, habitada por personas de mucho rebumbio, de la clase media
y proporcionaba las desveladas de 9 p.m. a 4 a.m., pero si la clientela tenía ganas de
seguirse divirtiéndo la fiesta se prolongaba hasta las 6 o 7 de la mañana. Sus paredes
interiores lucían decoraciones con temas adecuados a los distintos nombres del
fichadero: mientras se llamó El 1 tenía pintados en color negro, dígitos arábigos y
romanos de todos los tamaños y en todas las posiciones; pero el número uno
destacaba por su magnitud y por estar en diversos colores y tonos. Cuando era Las
Sirenas las pinturas representaban peces, mariscos y flora marina rodeando a sirenas
de grandes proporciones. Durante el tiempo que se llamó La Rata Muerta, en francés y
en cristiano, la decoración mostraba ratas, cientos de ratas, en un titipuchal de
actitudes. El bailadero se encontraba cerca del templo de Regina y del Teatro de las
Vizcaínas” (véase anexo 65 y 66).
Otro desveladero, como les llama Armando Jiménez (1998, pp. 88-93), “fue el
cabaret Leda, un cabaretucho situado en Dr. Vértiz 118, próximo al depósito de
tranvías y a los caldos de Indianilla, la propietaria se llamaba Cleotilde Ortiz de Rubio.
Este cabaret, refiere el autor, fue frecuentado por albañiles, sastres, mecánicos,
boleros, chóferes de tranvías, carpinteros y por supuesto, estudiantes. El encargado
del lugar era amigo de María Izquierdo, ello permitió que el lugar también fuera
recurrido por gente bien, de esta manera grandes personajes lo pisaron, entre ellos,
los pintores David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Frida Kahlo,
Aurora Reyes, Julio Bracho, El Indio Fernández, María Félix, Isabela Corona, Luis
Buñuel, Chano Urueta, Lola y Manuel Álvarez Bravo, Carlos Chávez y Agustín Lara,
Silverio Pérez, Manuel Rodríguez Manolete, entre otros. Se inauguró el 17 de julio de
1933. Su época de oro fue de 1935 a 1950. La gente iba a curiosear, platicar y a tomar
un par de copas o cerveza y a danzar con las cabareteras, quienes eran amigas de los
intelectuales. Las tandas constaban de cuatro piezas, generalmente de blues, un fox
trot, un danzón y un bolero. Por cada pieza que se baila se pagaban diez centavos a la
fichera. Lo más usual era tomar cuartitos de cerveza. El cartón con veinte botellas
costaba $5 pesos. Los meseros no eran abusivos ni la iluminación tenebrosa como en
otros desveladeros. Cerró sus puertas y la clientela decayó cuando María Izquierdo
dejó de existir. En 1957 cambió de nombre, Club de los Artistas. Sin embargo, nunca
volvió a tener su antiguo esplendor, ya no recurrían artistas ni bohemios, sino la
misma clase de gente que asiste a cualquier antro de los que abundan en esta
macrociudad de nuestros pecados, vicios y deslices” (véase anexo 67).
El otro cabaret de gran rebumbio fue el Estambul. “Su dueño era Benito
Menchaca. En 1921 rentó un departamento amplio en Bucareli número 21 para
establecer ahí un centro nocturno. El lugar estaba decorado de una mezcolanza de
estilos: otomano, griego, hindú y chino. Tanto gustó a la clientela este tipo de
decoración que los decoradores fueron contratados para decorar otros cabarets, como
el Bombay, El Dragón Rojo, el Bagdad, el Nuevo Bagdad, Las Mil y Una Noche, el Salón
de baile Smyrna Club y el prostíbulo de Ruth, en la calle de Orizaba. Completaban el
adorno algunos gobelinos26, tal vez comprados en La Lagunilla, clavada en las paredes.
Su piso era de mosaicos con figuras que con buena voluntad podían parecer turcas.
Como tenía licencia de restaurante (además de la de cabaret) abría su puerta desde las 8
de la noche hasta las 6 de la mañana. Debido a las quejas de los vecinos por el
tremendo escándalo que producía fue clausurado en 1931 y se cambió de lugar a
Gabriel Leyva (ahora Eje Lázaro Cárdenas) número 18, entre Mina y Pedro Moreno.
Además de cambiarse de dirección, castellanizó su nombre, ahora en adelante sería
Estambul, pues al principio era Stambul. En su nueva dirección permanecería hasta
1959” (Jiménez, 1998, pp. 136-139).
El primer Stambul que se encontraba en Bucareli, describe Armando Jiménez
(1998, pp. 139-141) “se hallaba en la planta baja de un edificio de departamentos de
dos pisos que media 10 metros de frente; de estos el cabaret ocupaba 7; en los 3
restantes estaba un portón para la entrada de los inquilinos. De fondo medía 12
metros. Su puerta hacía la calle estaba del lado izquierdo y había una ventana que no
se abría, del lado derecho. El muro opuesto tenía en el fondo otra ventana que daba
hacia un patio que ventilaba el salón durante el día. O sea que el desveladero se
aereaba por la puerta y como ésta se abría únicamente para dejar entrar y salir a los
clientes, ¡imagínese usted el ambiente! Su orquesta se componía tan solo de cuatro
elementos. El otro Estambul, era más grande que el primero, medía 9 metros de frente
por 15 de fondo; su pista de baile también era de mayor tamaño y tenía más mesas y
damitas de compañía que el otro. En este la orquesta era más grande, lo componían
26 Es un tapiz de la fábrica que estableció en París el rey Luis XIV en el s. XV, dirigida por los hermanos Gobellin. Estos tapices gozan de reputación universal.
cinco integrantes. Sin embargo, la categoría decayó al cambiarse de dirección, debido
a la inferior calidad del barrio, de los muebles y de la decoración. Durante los
veintiocho años que estuvo funcionando, fue cerrado en cinco ocasiones por varias
trifulcas, en dos de ellas se cometieron homicidios; el último cerrojazo, el definitivo,
para prolongar la calle de Violeta y ensanchar la de Gabriel Leyva. En la zona donde el
Estambul se ubicaba, en 1951 era un circulo de mil metros de radio, en él había –
¡agárrese usted!- 44 cabarets, 89 cantinas, 35 pulquerías, 13 burdeles, 58 hoteles de rato,
121 accesorias de prostitutas, 4 billares, 3 salones de baile y 6 vinaterías. ¿Qué les
parece?” (véase anexo 68).
Los cabarets siempre estuvieron rodeados de prostitutas de diversas
nacionalidades, principalmente mexicanas. Emilio El Indio Fernández en su película
Víctimas del Pecado muestra como es la vida en los cabarets. La prostitución ha sido
una de las instituciones más antiguas de la humanidad. La palabra prostituta deriva
del latín putida. Desde el siglo XVI se le toleró y aprovechó como un “mal necesario”.
En México en 1524 la Corona española autorizó que se construyera un burdel, que se
levantó en la Plaza del Volador (Pino Suárez y Corregidora). Siempre estuvieron
reglamentadas. En 1865 se inscribieron en un Registro que debía incluir el nombre y
fotografía de cada una, lugar de origen, edad, oficio previo, domicilio, categoría
(primera, segunda, tercera), forma de trabajo (en prostíbulo o independiente,
“aislada”), enfermedades padecidas, cambios de estado civil, muerte o retiro del oficio
por casamiento o fuga. Fue grande el número de prostitutas que fue necesario
establecer un hospital que se encargara exclusivamente de atender a estas prostitutas.
El hospital que se asignó para tal objeto fue el Hospital de San Juan de Dios-más tarde
Hospital Morelos. Los prostíbulos se ubicaron en las calles de Moras (República de
Bolivia), San Felipe de Jesús (Regina), Santa Catalina (República de Brasil), Callejón de
Damas (Bolívar), Callejón de la Cazuela (Primer callejón de 5 de mayo), Academia,
Cerrada de la Moneda… (González, 1989, pp. 61-63).
“En el Porfiriato los males, el botín y el escape de las clases bajas fueron el
alcoholismo, la prostitución, los duelos, el suicidio. Iban contra las normas del trabajo,
la Iglesia y el Estado, crecía la promiscuidad, la sífilis, la delincuencia, los abortos, los
infanticidios, los concubinatos, raptos, violaciones, adulterios. La pornografía
circulaba en libros, estampas, tarjetas postales, fotografías. Los drogadictos
consumían cocaína, mariguana y morfina” (González, 1989, pp. 64-65). Ante la
prostitución las enfermedades venéreas afloraron y se convirtieron en un problema
difícil y grave. Por ello fue necesario crear reglamentos sanitarios para controlarlas.
“En 1956 México solicitó ser incluido en el convenio internacional para erradicar
enfermedades venéreas, que afortunadamente habían disminuido gracias al uso y
efecto de la penicilina. En 1957 se ordenó desalojar a 3 mil mujeres que aún oficiaban
en la zona del Órgano; esto las arrojó a las calles, a la explotación múltiple en Santa
Veracruz, Rivero, Jiménez, López Aranda y otras vías céntricas. En 1974, Rafael Ruiz
Harrell estimó que en la ciudad de México había unas 50 mil prostitutas y una
encuesta detectó tarifas entre 500 y 10 mil pesos. Aunque su promedio mensual de
ingresos era de 3 mil pesos, después de restar mordidas o sobornos y otros gastos les
quedaban 1 562 pesos (el promedio de ingresos del Distrito Federal era para esas
mismas fechas de 1 718 pesos). A partir de entonces, las prostitutas quedaron
desprotegidas totalmente, se quedaron desamparadas tanto por la sociedad como por
las autoridades, víctimas fáciles de los abusos policíacos, multas de 50 a 300 pesos o
arrestos de 36 horas. Nuestro código penal las tipifica como delincuentes contra la
salud, la moral pública y las buenas costumbres” (González, 1989, pp. 67-68).
Otro cabaret fuera de serie fue “El Golpe”, este era diferente a los demás, pues
como señala Armando Jiménez (1989, p. 156), “en su show no actuaban bailarinas,
cantantes, cómicos ni vedettes, sino que ofrecía encuentros de boxeo y lucha libre. Fue
inaugurado el 14 de diciembre de 1951. Estaba ubicado en Camelia 157 y media 15.50
metros de frente por 36 de fondo, incluido un pasaje descubierto situado del lado
derecho, para desalojar el centro nocturno en caso necesario, como salida de
emergencia. Jamás se utilizó ésta ya que su puerta tenía sendos candados por dentro y
por fuera: también permanecían estacionados en el pasaje tres automóviles de quien
sabe quien, uno de ellos descompuesto hacía años. Ítem más, como dicen los abogados,
había allí mesas y sillas destartaladas, amén de cajas con botellas vacías de cerveza,
licores y refrescos. Incluso, un tendedero de ropa y hasta gallinas. Los encuentros de
boxeo y lucha -indica Jiménez-, se efectuaban en un ring rodeado de mesas y sillas
destinadas al público. Las dimensiones del cuadrilátero (4.10 por 4.10 metros de
superficie y 0.75 metros de altura) eran inferiores a las que establece el reglamento de
este deporte. Era frecuentado por gente de clase media, como burócratas, propietarios
de pequeños talleres o comercios. Mientras había combates la iluminación del ring era
intensa, y en el resto del salón, incluso en la pista de baile la iluminación era escasa. El
piso de mosaicos en tiras alternadas de colores café claro y café oscuro, al igual que el
lambrín, de 1.50 metros de alto. El vestidor era un solo cuartito para los dos
adversarios, con una banca de madera y seis casilleros. El baño constaba de regadera,
lavabo, W.C. y calentador de leña. La orquesta quedaba sobre una tarima de 1.70
metros de altura; la parte baja de esta se usaba para guardar triques, tiliches y
trebejos”.
Había ventanas altas que daban hacia el pasaje descubierto y aireaban el salón,
la bodega y la cocina. En ésta se preparaban caldo de camarón, sándwiches, tortas,
tacos, tostadas, sopes y salsa. El establecimiento abría de 9 de la noche a 5 de la
mañana. Los encuentros de boxeo eran a tres rounds; los de lucha, a una caída y se
efectuaban a las cero, las 2 y las 4 horas; cada sesión duraba más o menos 60 minutos.
Una orquesta de escasos integrantes y más escasa calidad, tocaba de las 9 a la media
noche y de las 3 a las 4 de la madrugada. Las ficheras incitaban a los clientes a beber
durante los combates en el ring y, por supuesto, también mientras había música. Los
luchadores y luchadoras que ahí participaban eran mediocres. Los pugilistas
formaban parte de dos grupos: aquellos cuyos laureles ya estaban marchitos, y los que
prometían; algunos de estos lograron más adelante conquistar campeonatos. El
negoció cerró sus puertas del 10 de agosto al 10 de septiembre de 1954 mientras se
realizaban mejoras: la duela de la pista se cambió por bloques de vidrio de 30
centímetros por lado, alternados con losetas de mosaico. Se instaló un plafón para
cubrir láminas y la estructura del techo; las lámparas que antes colgaban, quedaron
empotradas en ese plafón. Fue cerrado el 27 de diciembre de 1955, debido a las
reglamentaciones que el Lic. Uruchurto implantó. Un año después el edificio fue
demolido y se construyó allí una fábrica de ropa (Jiménez, 1998, pp. 157-159). Solo
por gusto, Armando Jiménez para terminar de escribir sobre el cabaret El Golpe
incluye una crónica de sinónimos malsonantes de golpe, como tatacha y tatacha fu:
trancazo, porrazo, guamazo, fregadazo, además de otros peorsonantes, también
terminados en azo, que empiezan con mad, cabr, put y chin. Señala que no en balde es
embajador de Vulgaria (véase anexo 69).
El cabaret Montparnasse fue otro de los lugares donde se iba a desvelar, a bailar
y a tomar algunas copas. Armando Jiménez (1998, pp. 226-229) señala que “fue José
Moselo quien compró con sus ahorros el Montparnasse que se ubicaba en Reforma
número 8, esquina con Bucareli, hasta donde llega ahora el nuevo edificio del
periódico Excelsior. El Montparnasse estaba frente a El Caballito de Troya. El éxito de
este bailadero se debió básicamente a que se encontraba en un lugar céntrico y
agradable. El dueño del negocio había sido un generalote, de aquellos de la
Revolución, que eran los que entonces tenían la lana. Se llamaba Francisco Borges y lo
arrendó a unas personas que no lo supieron administrar y terminaron en la cárcel.
Luego lo adquirió un amigo de Moselo. Meses después este último lo compró en tres
mil pesos de contado y el resto –nueve mil- a pagar en un año. Moselo hizo
rejuvenecer el lugar, pues lo puso elegantísimo: fue el primero en la ciudad de México
que tenía alfombra. Era un sitio para familias, sin muchachonas que ofrecieran sus
servicios para bailar, acompañar a los clientes a beber o a salir. Otro de sus atractivos,
fue el ambiente, la orquesta, la cocina, la decoración y la vajilla que era importada. El
director de la orquesta era suplido en ocasiones por Agustín Lara, que aún no era
famoso”.
“No se acostumbraban los espectáculos o shows. Sin embargo, seis meses
después de haber adquirido el establecimiento, Moselo presentó a las hermanas Pérez
Caro, bailarinas michoacanas. Jorge Negrete también interpretó canciones del género
lírico, pero la gente lo menospreció. Tal repertorio no era apto para su voz. Además,
sufría timidez frente al público. Moselo le propuso que interpretara música ranchera,
éste le hizo caso y le fue mucho mejor. Jorge recibía quince pesos en el Montparnasse
por cada actuación, que era buen sueldo (más de lo que ganaba una criadita al mes).
Cierta noche llegaron al centro nocturno tres senadores norteamericanos que andaban
de parranda. Al parecer venían de un burdel. Minutos después se sintieron enfermos; uno
se difunteó recargado en la mesa, otro en la puerta, al tratar de salir y el otro en el
hospital. Inmediatamente comenzaron las investigaciones; arribó una comisión de
Gringolandia para hacerlas. Se supone que aquellos políticos habían cenado algo
descompuesto en el prostíbulo. Eso fue suficiente para que el Montparnasse fuera
clausurado el 31 de diciembre de 1933. Al público no se le avisó nada. Pero al poco
tiempo el propietario comunicó a sus empleados que tenía un plan de abrir en el
mismo Paseo de la Reforma, otro cabaret. Se llevó dos años en instalarlo, a este lo
bautizó con el nombre de Waikiki”27 (Jiménez, 1998, p. 229).
“Durante el corto tiempo que el primer Montparnasse dio servicio enriqueció la
vida nocturna metropolitana y modificó su estilo de vida. Pues él implantó la
costumbre de los desfiles de modas, que se efectuaban los viernes por la noche. Las
chicas competían en vestido de soirêe, era muy buen espectáculo. La vencedora recibía
grandes aplausos más cincuenta pesotes. A los clientes les gustaba ver muchachas
bien arregladas y a las esposas de aquellos y a sus hijas les resultaba atractivo el
espectáculo de la moda. El 15 de enero de 1944 fue abierto otro desveladero con el
mismo nombre de Montparnasse en la calle de República de El Salvador número 97
esquina con 5 de Febrero, altos de la farmacia París. Ocho años más tarde,
específicamente el 5 de marzo de 1952 se inauguró un tercer negocio llamado Nuevo
Montparnasse, en Villalongín 26, con asistencia, de artistas de cine, teatro, radio, y de
la televisión. Solo duró seis años, pues fue clausurado en 1958. Más adelante, en 1980
abrió sus puertas otro Montparnasse (véase anexos 70 y 71), en Insurgentes Sur 2084,
pero cerró en 1989 (Jiménez, 1998, pp. 229-231).
27 Este cabaret fue muy frecuentado por Higinio “El Pelón” Sobera. Él sufría de esquizofrenia. El 11 de mayo de 1952 asesinó a Armando Lepe Ruiz y un día después asesinó a la señorita Hortensia López Gómez. Los hechos ocurrieron en la Avenida Insurgentes con dirección a San Ángel. Ver más información en el siguiente capitulo.
No sólo en la década del Porfiriato y el periodo posrevolucionario hubo quienes
retrataran la vida de los bajos fondos. La década de los cincuenta también contó con
escritores que con papel y pluma retrataron la vida nocturna de los bajos fondos de
las ciudades urbanas. Entre ellos están José Alvarado y William Burrought. El primero
describió los rincones de la noche y los espacios callejeros de la clandestinidad con
una distancia y desencanto desprovisto de exaltaciones pintorescas. William
Borrought para calcar la vida de los bajos fondos viajó a principios de los cincuenta a
México. Sergio González Rodríguez (González, 1989, pp. 53-54) describe lo que ambos
personajes descubrieron de los bajos fondos de la ciudad de México, señala que
William dividió su tiempo entre las drogas –heroína, morfina y psicotrópicos- y sus
cursos de historia y antropología para turistas, veteranos de guerra en el México City
College. Narra el autor, que la nota roja cuenta que al querer atinarle a un vaso que su
mujer se había puesto sobre la cabeza al modo de la estampa de Guillermo Tell,
Burrought la mató de un balazo en la frente, no le atinó al vaso.
Respecto a los bajos fondos José Alvarado describe lo siguiente:
Caminad de noche por Guerrero: los danzones y las luces señalan los mil
lugares donde puede conseguirse veneno a precios caros. Id por Lecumberri,
por Vidal Alcocer, por Niño Perdido, por San Antonio Abad. Allí veréis un
puesto de tacos enfrente de la puerta, una olla de hojas un poco más allá y
las mismas luces e idénticos danzones: adentro, tras la puerta de vidrio
opaco y sucio, un mostrador del mismo modelo con un gachupín de la misma
clase y habanero de igual calidad. Se alternan la sinfonola y una orquesta de
cuatro músicos envilecidos por la miseria y el contacto con la carne desolada
y triste. En todas partes el cuadro se repite: el humo denso, el olor del
drenaje descompuesto, la gorda que se ríe a carcajadas y la cacariza llena de
polvo, la esbelta con cara de ángel maltratado y la curvilínea con zapatos
verdes (González, 1989, p. 53).
Por su parte, William Borruoght señala González Rodríguez (1989:54), dejó
constancia de hoteluchos, conexiones de droga en la Merced, pleitos cantineros,
cohechos policíacos, incluso sus paseos por la “vida venenosa de San Juan de Letrán”
que poetizó Efraín Huerta, describe de la siguiente manera la vida de los bajos
fondos.
Visto desde afuera el bar Chimu se parece a cualquier otra cantina, pero
nada más entrar sabes que estás en un bar de maricas. Pedí una copa en la
barra y miré alrededor. Tres maricones mexicanos hacían posturas delante
de la maquina de discos. Uno de ellos se deslizó hacia donde yo estaba, con
gestos estilizados como una bailarina de un tempo y me pidió un cigarro.
Había algo arcaico en aquellos movimientos estilizados, una gracia de
animal depravado, bello y repulsivo a la vez. Le veía moverse a la luz de
fuegos de campamento, gestos ambiguos que se difuminaban en la
oscuridad. La homosexualidad es tan antigua como la especie humana
(González, 1989, p. 54).
Así era la vida de los bajos fondos. Los salones de baile y los caberets fueron muy
concurridos por la población citadina. A pesar de que los vecinos denunciaban antros
y cantinas como centros de vicio que el gobierno debía combatir, no eran escuchados,
pues imperaba la ilegalidad, la corrupción y la violencia por parte de las autoridades,
matronas y clientes, que no se suscitaban ni las campañas policiacas sistematicas, ni
los escándalos públicos que se veían en otros países (Piccato, 2008, pág. 635).
Capítulo II
Violencia y locura: un arma de doble filo
El caso de Higinio Sobera la Flor
La criminalidad no sólo se presentaba en las clases pobres, no era exclusiva de este
sector como regularmente se asociaba. También era una realidad ineludible en las
clases altas. En esta última la criminalidad y la violencia se manifestaban a través de
crímenes y asesinatos, cuyas causas fueron diversas. Bajo el mismo contexto citadino
de la década de los cincuenta, se aborda un caso que causó gran impacto en la
sociedad de la ciudad de México: el asunto de Higinio Sobera de la Flor, mejor
conocido como “el Pelón” Sobera, quien en el mes de mayo de 1952 asesinó a dos
personas. Sin embargo, para poder entender la forma de actuar de Higinio, es
necesario hacer un esbozo teórico acerca de la relación entre las enfermedades
mentales, específicamente la esquizofrenia y el comportamiento humano.
2.1. Explicaciones médico-científicas del comportamiento humano
La cultura de la violencia se encuentra inmersa en la vida cotidiana, a través de
diversas épocas y en diferentes sociedades que han forjado nuestra historia. El tema
ha sido abordado por diferentes ciencias: la Antropología, la Sociología, la Psicología,
la Etnología, la Etología, la Psiquiatría, la Psicopatología y por supuesto, la Historia.
Todas han contribuido al análisis teórico de la violencia y son necesarias para estudiar
el comportamiento criminal, debido a la complejidad del tema. En efecto, es elemental
estudiar las diversas teorías sobre el origen del comportamiento humano, ya que
constituyen la base sobre la cual podremos entender o tratar de comprender el
comportamiento de los delincuentes y criminales. Es probable que el aporte más
significativo haya comenzado a hacerse desde la antropología. Sus estudios son
pioneros y proporcionan características físicas y rasgos psicológicos sobre las posibles
causas del comportamiento humano en cuestión. En efecto, el Dictionnaire technique
et critique de la philosophie de A. Lanlande, define a la Antropología Criminal como el
estudio de los caracteres físicos y mentales peculiares a los autores de los crímenes y
delitos (Vázquez, 2007, p. 19).
Para la investigación que nos ocupa, es necesario enfocarnos específicamente en
la locura, el trastorno mental, el desvío, la anomalía, la mente del delincuente o la
esquizofrenia como le nombran desde diversos enfoques psicológicos, psiquiátricos y
psicopatológicos. En efecto, la psicología es la ciencia que estudia no sólo el
comportamiento humano, sino también el funcionamiento de la mente y su desarrollo.
La psiquiatría –del griego psique, alma e iatréia, curación- se dedica básicamente a
estudiar la mente del ser humano con el fin de prevenir, evaluar, diagnosticar, tratar y
rehabilitar a las personas con trastornos y desviaciones mentales en diferentes etapas.
“Surge en la segunda mitad del siglo XVIII, fruto de una encrucijada de desarrollos
teóricos y asistenciales en el contexto de los profundos cambios que promueve la
ilustración” (Kant, 2001, p. 15). Por su parte la psicopatología describe y sistematiza
los cambios que se presentan en el comportamiento humano como el trastorno
psicológico, enfermedades o trastornos mentales. Se centra en estudiar todos aquellos
procesos que pueden inducir estados “no-sanos” en el proceso mental. También la
Medicina y la Filosofía, estudian el comportamiento humano dentro de sus límites
científicos. La filosofía señala Kant (2001:12) tiene dentro de “sus principales tareas
fijar los límites de la razón”. Mientras que la Medicina, busca curar a través de la
suministración de medicamentos.
La enfermedad mental tiene su historia y múltiples y diversas acepciones de
acuerdo a cada sociedad y época en que es abordada. La locura es definida en cada
cultura de manera particular, de acuerdo a las circunstancias y las ideas imperantes
de cada época histórica. Cada sociedad identifica y define las formas de conducta, el
trastorno mental o la locura de acuerdo a las circunstancias que se presentan y en las
que se desarrolla. En este sentido, (Rosen, 1974, pp. 85-91) “describe de manera
pormenorizada cómo cada sociedad y periodo ha concebido a la locura; señala que los
israelitas al igual que otros pueblos de la antigüedad como los griegos y los romanos
consideraban a la enfermedad mental como un asunto privado; refiere, que en la
Antigua Palestina los locos que se consideraban no violentos vagaban por las calles de
la ciudad y que no era raro que tanto niños y vagabundos los siguieran para
insultarlos, lastimarlos con piedras y mofarse de ellos. El dejar libre a los dementes no
violentos se convirtió en una costumbre. Sin embargo, también puntualiza que esta
costumbre no todos la seguían. Únicamente la practicaban las clases bajas y los que no
tenían familia, pues los miembros de las clases acomodadas o nobles eran cuidados
por un servidor personal o muchas veces eran confinados en el hogar cuando había
peligro de que un enfermo mental pudiera herirse o herir a los que estaban cerca. Si el
problema era muy grave, entonces se les encerraba y controlaba. Incluso, el individuo
podía ser atado o puesto en el cepo. En cualquier caso, la medicina popular y las
prácticas médicas fueron muy importantes en el tratamiento de los enfermos
mentales para los judíos y otros pueblos de la antigua Palestina”.
La cultura greco-romana tenía una concepción propia de la locura. Señala George
Rosen (1974:96-97) que “Herodoto aceptaba dos razones que explicaban el trastorno
mental; por un lado, la atribuía a la intervención divina y sobrenatural; por otro, a
causas naturales que alteran la actividad psíquica. Su explicación de la anomalía
mental era en relación a la teoría humoral, según esta doctrina, el cuerpo se componía
de cuatro humores: sangre, ílema, bilis amarilla y bilis negra. Es decir, el humor
sanguíneo, el colérico, el melancólico y el flemático, que se producían en varias partes
del cuerpo gracias a un proceso fisiológico. Además, cada humor tenía una cualidad
básica: calor, frío, humedad y sequedad. Considerando lo anterior, la enfermedad se
originaba cuando factores externos o internos daban lugar a un exceso de aquellas
cualidades básicas que actuaba sobre los órganos produciendo efectos perjudiciales.
Así, concebían que el exceso de uno de estos humores producía la enfermedad de la
mente. Consideraban a la enfermedad como un espíritu que entraba en un infortunado
tomando posesión de él. El pensamiento popular creía que la anomalía mental se
debía a la acción de alguna fuerza sobrenatural o de algún ser que entraba en el
cuerpo o que producía su efecto desde fuera. La población griega creía en la existencia
de un poder sobrenatural que causaba las enfermedades que los hombres sufrían. Sin
embargo, estas fuerzas las concebían como seres reales, como demonios o espíritus,
no únicamente como fuerzas personificadas o abstractas”.
“Los griegos creían completamente que el poder de los dioses, causaba
trastornos mentales. La locura, era el castigo que merecían sobre todo cuando el
pueblo provocaba su ira. Se creía también que los trastornos mentales se presentaban
en determinadas estaciones del año, particularmente en el mes de febrero, pues se
festejaban las fiestas dionisiacas más antiguas. En tal mes, las personas eran muy
susceptibles; la influencia maligna de los espíritus podía causar no sólo locura, sino
cualquier otra enfermedad o la muerte. Creían también en la venganza. Concebían que
el espíritu de un hombre asesinado castigaba al homicida causándole la locura.
También atribuían a esta, la influencia de las ninfas que tenían el poder de poseer a los
mortales y privarlos de la razón. Según la concepción popular, la locura era
básicamente un estado en el que el individuo era poseído, dominado o influido por
algún ser o poder sobrenatural” (Rosen, 1974, pp. 98-106).
Rosen señala que “Platón defendía la idea de retener a los enfermos mentales
por todos los medios posibles: un hombre aquejado de locura, no debe dejarse ver más
en la ciudad; en todos los casos, sus familiares deberán confinarlo en casa, vigilándolo lo
mejor que puedan; de lo contrario, pagarán una multa. Sin embargo, la forma de
sujeción de los enfermos mentales no era efectiva, pues se empleaba la violencia para
someterlos tratando de evitar se hicieran daño alguno. Estas prácticas fueron
criticadas por algunos personajes importantes, entre ellos encontramos a Sorano
médico psicoterapéutico, quien basado en su experiencia al tratar a un gran número
de pacientes, consideraba que la amabilidad era la mejor forma de tratar a un
enfermo. No era necesario utilizar la violencia para someterlo. Las reacciones entre
los especialistas no se hicieron esperar. Mientras algunos médicos creían en la
amabilidad, otros consideraban que el mejor tratamiento al que debía someterse un
enajenado era utilizando medidas físicas y fisiológicas violentas. Como el encierro
severo, dietas muy restringidas, mantener al paciente en una habitación oscura, purgas
activas, sangrías excesivas, sumergir al enfermo repentinamente en agua fría, pegarle y
azotarlo. Sorano insistía en la amabilidad, en el buen trato a los enfermos, en
ejercicios mentales progresivos, en juegos y distracciones, pues daban buenos
resultados y los enfermos mejoraban. En 1526 -periodo medieval- Juan Luis Vives,
también abogaría por los enfermos mentales proponiendo hospitalización y trato
humano para ellos” (Rosen, 1974, pp. 156-160).
El tratamiento de los enfermos mentales era muy diverso. Para su prevención se
empleaba una gran variedad de sustancias vegetales y animales. La que más se usaba
para el tratamiento normal de la locura era el heléboro que tenía un efecto purgativo. Al
creer que los enfermos mentales eran poseídos por fuerzas sobrenaturales, para su
tratamiento se utilizaban los encantamientos y fórmulas mágicas para la expulsión de
los espíritus demoníacos. Porque los dioses no solo pueden causar la locura, también
pueden curarla (Rosen, 1974, pp. 161-163).
En el periodo medieval refiere George Rosen (1974:167-174) “la situación no
cambiaría. Los enfermos mentales seguían gozando de gran libertad, siempre y
cuando no causaran alboroto público alguno. El cuidado estaba bajo tutela y autoridad
de sus parientes o amigos. Las autoridades comunales sólo se encargaban de aquellos
enfermos que consideraban demasiado peligrosos o perturbadores como para
tenerlos en casa o aquellos que no contaban con nadie que se hiciera cargo de su
cuidado. Al igual que en la cultura greco-romana, en el periodo medieval también
creían que el trastorno mental se debía a causas naturales y/o sobrenaturales. El
tratamiento de la locura en este periodo sería un tanto diferente pues a diferencia del
que se aplicaba en la cultura greco-romana el tratamiento del enfermo mental era a
través del exorcismo o se hacían peregrinaciones a un santuario religioso”.
Desde el periodo medieval empezaron a existir lugares, hospitales e
instituciones que admitían a los pacientes con trastornos graves, tal fue el caso del
Hötel-Dieu en París, que colocaba a los pacientes dementes en camas cerradas que
tenían dos ventanas a través de las cuales se podía observar al enfermo y pasarle las
cosas. Los pacientes que estaban en camas normales eran atados a ellas con fuertes
ligaduras. Además, algunas instituciones contaban con habitaciones o un servicio
especial para esos pacientes; una Dolhaus 1326 (casa de locos), una Tollkiste 1375
(celda de locos). En Ertfurt, el Grosse Hospital, reconstruido en 1385, contaba con una
Tollboken (cabaña de locos). También en Inglaterra existían instituciones como el
hospital de St. Mary of Bethlen de Londres que contaba con nueve internados con seis
hombres enajenados. En Nüremberg, de 1377 a 1397, 37 dementes corrieron a cargo
del erario. Algunas veces se trasladaban a los enfermos a su lugar de origen y se les
daba algún dinero o a otros les proporcionaban alguna prenda de vestir (Rosen, 1974,
pp. 167-169). El hospital Hotel-Dieu parisiense fue el único que de manera sistemática
intentara la curación de los locos (Foucault, 2000b, p. 197). En el se aplicaban los
remedios habituales: sangría, purgas y en ciertos casos, vejigatorios y baños. Mientras
había esperanzas de curar a un alienado podía ser recibido en el Hotel-Dieu (Foucault,
2000a, p. 176).
Rosen (1974, pp. 189, 193-194) indica que en el periodo medieval, el hospital
en sus diversas formas, era esencialmente una institución eclesiástica, cuyo fin no era
la asistencia médica. Debía esperarse hasta el siglo XVI cuando surgieron hospitales
cuyos objetivos fueron sociales. Del siglo XVI al XIX el hospital pretendía ayudar
principalmente al mantenimiento del orden social velando por los enfermos y
necesitados. Asimismo, se crearon los hospitales generales que cuidaban a los
ancianos, a los pacientes de enfermedades venéreas, epilépticos y enfermos mentales
pasaba el tiempo, los hospitales generales se caracterizaron por convertirse en
instituciones de tipo: penal, asilo, taller y hospital, pues una meta importante era
castigar la inmoralidad y la conducta antisocial. A todos los individuos calificados de
asociales o discrepantes se los aislaba internándolos.
En el siglo XVIII la locura se concebía como una enfermedad no de la naturaleza
ni del hombre mismo, sino de la sociedad; emociones, incertidumbre, agitación,
alimentación artificial (Foucault, 2000b, p. 203). A raíz de estas condiciones, se
llevarían a cabo ciertos cambios. Es así como en 1774 G.F. Jaegerschmid propuso que a
los pacientes menos graves se les diera mayor libertad y que sólo se controlaran todos
aquellos que fueran violentos. Sin embargo, fue Willian Tuke quien introduciría un
régimen basado en el sentido común y el cristianismo, pues se hacía todo lo posible
por proporcionar un “ambiente familiar” a los pacientes. Se les proporcionara buena
comida, aire libre, ejercicio y ocupación que sustituyeran toda la brutalidad y barbarie
como las cadenas y el hambre, así la amabilidad demostró ser una terapia mucho más
efectiva que el encierro riguroso y los tratos inhumanos (Rosen, 1974, pp. 317-318).
Tuke fue cuáquero28 y miembro activo de esas innumerables “Sociedades de amigos”
que se han desarrollado en Inglaterra desde fines del siglo XVII. La sociedad de los
cuáqueros se encargaba de asegurar, a aquellos de sus miembros que tengan la
desgracia de perder la razón sin tener una fortuna suficiente para recurrir a los
establecimientos dispendiosos (Foucault, 2000b, pp. 190-192). El mismo autor refiere
(p. 203) que el ejercicio al aire libre, los paseos regulares, el trabajo en el jardín y en el
huerto siempre tienen un efecto benéfico y son favorables a la curación de los locos.
“Philippe Pinel haría lo mismo en París, pues también estaba convencido de que la
amabilidad, la simpatía y un mínimo de represión física serían más eficaces en el
tratamiento de los dementes que los métodos brutales y demostró de manera
concluyente el valor del tratamiento humanitario para los enfermos mentales” (Rosen,
1974, p. 318). En Francia, la ley de 1790 había previsto la creación de grandes
hospitales destinados a los insensatos (Foucault, 2000b, p. 196).
28 Los cuáqueros eran una secta protestante de tipo unitario de Inglaterra y los Estados Unidos, fundada por George Fox, en el siglo XVII. Por haber dicho su fundador `Temblad ante el nombre de Dios´, se les apodó quakers, que quiere decir temblorosos.
La sociedad misma fija límites para tolerar y aceptar a todos aquellos individuos
que considera enfermos y sobre todo los que presentan conductas desviadas. El
término de locura se designa a un comportamiento que rechaza las normas sociales ya
establecidas.
Para el caso de México, la psiquiatría clásica se inicia en el siglo XX con el
manicomio general de La Castañeda, que se inspiró en la psiquiatría francesa del siglo
XIX, a la que también se le agregan, señala Carlos Rodríguez Ajenjo, influencias de la
psiquiatría alemana y norteamericana (Marcos, 1983, p. 52). El manicomio de La
Castañeda fue inaugurado en 1910 como una institución alternativa a La Canoa. Sólo
funcionó 58 años, pues fue sustituido por once más. Se cerró debido a que se deterioró
por la sobrepoblación, así como por la represión y robos (p. 59). Considerando las
pésimas condiciones en que se encontraban los internos en La Castañeda, el gobierno
de Díaz Ordaz, refiere Teresa Gurza periodista mexicana, decidió en 1967 inaugurar
granjas-hospitales que serían un ejemplo en su género. Estos sitios se ubicaron fuera
de la ciudad y hacía allá fueron trasladados los cinco mil habitantes del antiguo
manicomio (p. 75).
En el manicomio general de la ciudad de México, se presentaron diversas
irregularidades por parte de las autoridades, pues se reflejaron las arbitrariedades del
Estado en la violación de las garantías individuales de los enfermos. Se encerraba a
sujetos en perfecto uso de sus facultades mentales. Además, funcionaba como una
“colonia penal”, donde ocurrían asesinatos, se traficaba alcohol y cigarrillos,
abundaban los golpes y los malos tratos y hasta las detenciones forzosas. El
manicomio funcionó de 1910 a 1968 (Sacristán, 2005, pp. 200-205).
Como nos habremos dado cuenta, en el mundo antiguo la esquizofrenia estaba
asociada a la influencia de los dioses y espíritus malos. En la época medieval, se
relacionaba con los brujos y posesiones diabólicas. Mientras en la época antigua los
enfermos mentales andaban sueltos o eran atendidos en sus casas, en la época
medieval comenzaron a surgir los hospitales; sus métodos de intervención eran
crueles y su trato inhumano. No obstante, la concepción se modificó paulatinamente
hasta que al enfermo aparentemente se le comenzó a brindar un trato más humanista.
Sin embargo, la sociedad siempre vio con suspicacia al enfermo mental. Tal situación
fue muy recurrente en la ciudad de México en la década de los cincuenta, lugar donde
transitaban enfermos mentales, que no siempre pertenecían a las clases bajas; quizás,
la única diferencia radicaba en que los esquizofrénicos de las clases medias y altas,
transitaban por las calles bien vestidos y con dinero en los bolsillos.
2.2. “El Pelón” Sobera, el homicida esquizofrénico
Higinio Sobera de la Flor, mejor conocido como “el Pelón” Sobera -se había rapado la
cabeza días antes de convertirse en asesino- (véase anexo 1). Su padre originario de
España, pero nacionalizado mexicano, poseía una finca en Villahermosa, Tabasco. Ahí
nació y vivió Higinio hasta la edad de ocho años, porque se presentó una dificultad
entre los esposos Sobera que terminó en una separación. El pequeño Higinio quedó al
cuidado de su padre; sin una familia “completa” y un hogar estable. Su padre viajaba
constantemente y el niño se quedaba encargado en diferentes lugares y diversas casas
de familiares. Poco tiempo después, fue internado en un colegio del estado de Puebla,
su inteligencia era normal; ganó varios primeros lugares en diferentes áreas. Sin
embargo, su conducta era muy cuestionable, comandaba un grupo de estudiantes que
atemorizaba a todos los demás. Los problemas fueron tan constantes que estuvo a
punto de ser expulsado del colegio. No se pudo efectuar su expulsión, porque no hubo
a quien darle aviso; sus padres no se presentaban casi nunca al colegio para visitarlo.
Cuando terminó de estudiar en el colegio, siguió su carrera profesional como
Contador Privado y al momento de graduarse, su padre se lo llevó a trabajar con él.
Higinio no quería, no le gustaba y solía decir que no tenía necesidad y si algo
efectuaba, no lo hacía bien. No era ordenado y nadie le exigía disciplina. Se presentaba
al trabajo únicamente cuando él lo decidía. Vivía de sus rentas y de su herencia. En un
interrogatorio que le realiza el general Othón León Lobato, Higinio refiere que no
tenía ninguna necesidad de trabajar y menos estando enfermo como estoy, que no
puedo concentrarme en nada absolutamente y que por lo tanto nada puedo hacer (El
Universal, miércoles 14 de mayo de 1952, 1ª sección, pp.15 y 24., HN).
Los problemas de la vida diaria no le preocupaban. Sabía que era heredero de
más de dos millones de pesos -gran fortuna en esa época, era muchísimo dinero-. Era
el segundo de 3 hijos, pero su hermano mayor, José Jr. se encontraba recluido en un
manicomio en Barcelona, España, ya que presentaba trastornos mentales. La cantidad
que don José Sobera había logrado reunir rondaba los cinco millones de pesos, de la
cual dos corresponderían a José, dos a Higinio y el resto a Luis, el hermano menor. Sin
embargo, como José el hermano mayor de Higinio se volvió loco, su herencia pasaba a
manos de Higinio, sumándose entonces la cuantiosa cantidad de cuatro millones de
pesos, misma que le sería entregada cuando cumpliera la edad de 21 años. Nunca le
fue entregada su herencia y jamás pudo poseerla, pues el Albacea del testamento, el
licenciado Luis Chico Goerne, no le hizo entrega de ella por no estar bien de sus
facultades mentales.
Higinio sabía perfectamente la cantidad de dinero que le correspondía, por eso
no tenía ninguna necesidad ni ganas de trabajar, la vida le corría sin ninguna
preocupación. Gastaba el dinero a manos llenas solamente se ocupaba de pasear y
divertirse , -informa el diario El Nacional- (viernes 16 de mayo de 1952, 2ª sección de
la 1ª parte. HN). Llevaba una vida de lujos, podía comprar lo que deseaba, como
poseer un automóvil último modelo con el que se trasladaba a los sitios que le gustaba
y que más frecuentaba. Siempre se la pasaba dentro del famoso cabaret Waikiki
ubicado en el Paseo de la Reforma -que además estaba de moda-. Además, le gustaba
caminar por el bosque de Chapultepec.
Cuando se le acababa el dinero, visitaba la casa de su madre o acudía al despacho
donde se encontraban los negocios que se ubicaban en el edificio CIDOSA, en la calle
de Uruguay, ahí le entregaban determinadas cantidades de dinero para que cubriera
sus gastos diarios. No volvían a verlo sino hasta que regresaba por más dinero.
Cuando veía las cosas difíciles y en el despacho no querían darle dinero, Higinio se
valía de su astucia infalible, la amenaza. Amagaba una y otra vez con hacer valer sus
derechos y entablar un juicio para exigir y recuperar su fortuna. Así, inmediatamente
le compraban un coche último modelo, pistolas, ropa, zapatos, vestía elegantísimos
casimires, de los más finos y se le cumplía cualquier otro antojo para que se quedara
tranquilo. De ésta forma, lo mantenían contento un tiempo, solamente así dejaba de
insistir en su herencia.
Higinio nunca encajó con su familia, por eso vivía en diferentes hoteles, pero
nunca permanecía mucho tiempo en ninguno. Sólo visitaba ocasionalmente a su
madre y hermanos, que dicho sea de paso, nunca les preocupó la forma en que vivía
Higinio. Sin embargo, le brindaban las consideraciones que necesitaba un enfermo de
ese tipo. Uno de los últimos lugares en que vivió Higinio fue en el Hotel Isabel, ubicado
en las calles de República del Salvador e Isabel la Católica. A ese lugar llegaron sus dos
hermanos y su padre al darse la separación. Años más tarde, Higinio se fue a estudiar
a los Ángeles, California y regresó cuando su padre falleció. Un año más tarde regresó
a vivir nuevamente en el Hotel Isabel. Su familia pagaba ocho pesos diarios de renta,
pero cuando éstos no la pagaban, la renta era cobrada en el edificio CIDOSA. Higinio
no duró mucho tiempo viviendo en ese lugar, fue echado por haber intentado ahorcar
al encargado del Hotel.
Era muy cariñoso con los animales, especialmente con los gatos y se ponía a
jugar sentado en la escalera con las hormigas (El Universal, miércoles 14 de mayo de
1952, 1ª sección, p. 15., HN). A veces empleaba un lenguaje incomprensible y creía que
todo aquel que se le acercaba, lo hacía con la finalidad de insultarlo. Estaba
obsesionado con su aspecto físico y tenía la necesidad de corregir sus problemas a
través de operaciones faciales, de las que se haría cargo el doctor Mario del Río, quien
le operó la nariz, las orejas y la barba. Higinio acostumbraba visitarlo con mucha
frecuencia para que le aplicara inyecciones de Gadital-Yódico, pues decía que le hacían
bien para su enfermedad de los nervios, pese a que ese medicamento sirve para curar la
gripe (El Nacional, miércoles 14 de mayo de 1952, 2ª sección, pp. 1 y 4. HAGN). El
doctor Mario del Río era consciente de que se trataba de un esquizofrénico peligroso,
en apariencia inofensivo, pero sumamente irritable por su mismo padecimiento. El
doctor aceptaba inyectarlo únicamente porque el mismo Higinio le llevaba el
medicamento y porque dicho medicamento no le causaba ningún daño. Así, Higinio
acudía a verlo por lo menos dos veces por semana.
Higinio casi siempre usaba una gorra de cuadros. No acostumbraba
emborracharse, sólo tomaba una que otra copa, únicamente le gustaba fumar
cigarrillos y pipa. No le agradaba leer, pero iba al cine siempre y cuando proyectaban
alguna película que le interesara mucho. Prefería el campo y el poder vagar
libremente. Le gustaba ir a los cabarets y bailar. Se esforzaba por ser agradable a los
demás, siente una satisfacción al exagerar los actos que comete, y como siempre ha sido
escuchado por quienes le tenían amistad y hasta cierto punto respeto por su fortuna, día
a día aumentó la forma de exagerar sus actos sintiéndose un héroe de novela (El
Nacional, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª sección de la 1ª parte, 1ª plana y p. 3. HN).
Un héroe se sintió cuando lo trasladaron de la Sexta Delegación de Policía hacia la
Penitenciaría; caminaba airadamente, pues mucha gente lo observaba a su paso.
2.2.1. Tratamiento y diagnóstico médico
Desde muy pequeño empezó a manifestar problemas de personalidad. Mientras más
transcurría el tiempo mayores eran los rasgos del trastorno, la enfermedad avanzaba.
Se agudizó, a tal grado que en una de sus tantas parrandas estaba acompañado de un
grupo de amigos, entre ellos dos aviadores. Todos salieron –en el mismo auto- a la
carretera de Toluca corriendo a gran velocidad. Higinio exclama: ustedes serán muy
buenos en el aire, pero vamos a ver qué tal son en tierra. Enseguida, lanzó el coche a una
barranca justo en el kilómetro 14; todos salieron ilesos. De los hechos tomaron
conocimiento las autoridades de Cuajimalpa (El Nacional, miércoles 14 de mayo de
1952, 2ª sección, pp. 1 y 4. HAGN). Años más tarde Higinio declararía en la
penitenciaria y ante la Policía que sólo había sido un accidente y agregaba -No soy tan
tarugo. ¿Quién se va a tirar a una barranca con todo y automóvil para morirse? Ni loco
que estuviera. No, la verdad es que se trata de un simple accidente, de esos que hay
muchos todos los días (El Universal, miércoles 14 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 15.
HN).
Estuvo en tratamiento varios años, durante ese tiempo los psiquiatras
detectaron que padecía esquizofrenia. La esquizofrenia refiere Foucault, se
caracteriza por una perturbación de la normal coherencia de las asociaciones, como
una fragmentación de la corriente de pensamiento y por una ruptura del contacto
afectivo... (Foucault, 2008, p. 14). La esquizofrenia es una división o escisión de la
mente, es un diagnóstico que se refiere a trastornos mentales crónicos y graves.
Existe en las personas que la padecen una desorganización neuropsicológica
compleja, que provocan en el enfermo una desorientación. En los estados
esquizofrénicos la deterioración adquiere el aspecto de un déficit de capacidad, las
señales espaciales y temporales se vuelven demasiado imprecisas para permitir la
orientación (p. 43). La locura en términos clínicos se entiende como una forma de
esquizofrenia, incluso se concibe como un sinónimo.
Higinio sabía que tenía problemas nerviosos y quería curarse, por eso lo intentó
de varias formas, pero su enfermedad estaba ya muy avanzada. Según el Dr. León de
Garay, a quien acudió por primera vez para que lo curara, Higinio era excesivamente
yoista. Es decir, quería que todo girara en torno a su persona y sus cambios de
carácter eran demasiado drásticos; pasaba de la alegría a la depresión, motivada por
el recuerdo de sus defectos físicos. Estar mal peinado era motivo suficiente para
hundirse en el malestar. También, se imaginaba muy cobarde y muy payaso, pues en
su niñez le repitieron ambas palabras todo el tiempo. Cuando Lepe Ruiz le dijo
“payaso” fue motivo suficiente para dispararle y matarlo. Higinio sabía que estaba
enfermo y por su propia voluntad asistía al médico. Siempre acudía solo. Los doctores
únicamente se “entendían con él directamente”. Los psiquiatras nunca llegaron a ver
a sus parientes.
En la época antigua las personas con trastornos mentales quedaban bajo
cuidado y autoridad de una cabeza de familia (Rosen, 1974, p. 153). Entre los griegos
y los romanos el cuidado de los enfermos mentales era confiado a sus parientes y
amigos. No existían asilos ni otro tipo de instituciones que se responsabilizaran y
encargaran de su tratamiento o custodia del demente. Esto cambiaría en el siglo XX,
pues los trastornados mentales ya podían acudir -incluso los llevaban- a instituciones
que se encargaban de su custodia y tratamiento. Este no fue el caso de Higinio. Él
mismo acudía solo y por su propia voluntad al médico.
Higinio se encontraba en Los Ángeles, California, estudiando inglés y otras
materias cuando su padre falleció en 1948, -según una declaración que él mismo hace
a los reporteros del diario El Universal-. Se cree que la noticia de la muerte fue el
detonante que provocó que sus nervios explotaran y se descontrolaran
drásticamente. A partir de este año empezó a visitar a los psiquiatras con frecuencia,
en principio al Dr. Alfonso León de Garay, quien inmediatamente lo sometió a
diversos tratamientos porque ya presentaba síntomas de nerviosidad aguda y fuertes
errores de conducta. Entre los tratamientos a los que fue sometido estuvieron el
narco-análisis que consistía en aplicarle inyecciones de pentotal sódico e
inmediatamente después y bajo el influjo de los narcóticos, el doctor León de Garay
procedía a someterlo a interrogatorios para comprobar los errores de conducta que
presentaba. Otro de los tratamientos consistía en aplicarle insulina y choques
eléctricos. Sin embargo, los tratamientos eran insuficientes. El Dr. de Garay lo
convenció para que se internara en el Sanatorio Floresta, ubicado en la calle de
Moneda número 1 de Tlalpan, propiedad del doctor Alfonso Millán. Estuvo internado
tres meses, de junio a septiembre de 1950. Tiempo después, por su propia voluntad,
dejó el centro de salud. Si bien había mejorado, esto no significaba que estuviese
rehabilitado; la esquizofrenia no tiene cura. Nunca tomó un tratamiento completo, no
acudía a las visitas el día que le ordenaban, se presentaba esporádicamente y cuando
él, así lo decidía. Era muy inestable y su enfermedad se agravó.
El Dr. Alfonso León de Garay, informa a los reporteros del diario Excélsior que
Higinio padecía de Psicopatía sexual, Neurosis aguda y Esquizofrenia larvada. La
psicopatía tiene como síntoma que el enfermo sea incapaz de orientar su conducta física
hacia valores morales, porque no los entiende. Agregó que se apodera del enfermo el
instinto físico, en sus más variadas manifestaciones: come, baila, etc. En Sobera de la
Flor la psicopatía se orientó hacia la cosa sexual. Sobera de la Flor es neurótico, dice el
psiquiatra, debido a que comprende que su conducta no es normal y sufre por ello
(Excélsior, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª parte de la sección A, pp. 17 y 23 A. HN).
La neurosis es un cúmulo de trastornos sensoriales y motores, causados por
enfermedades del sistema nervioso. Se caracteriza y se reconoce porque es solamente
“un sector de la personalidad el que está enfermo: ritualismo de los obsesivos
respecto de ciertos objetos y angustias provocadas por determinada situación en la
neurosis fóbica” (Foucault, 2008, p. 18). Además, surgen miedos irracionales hacia
objetos o situaciones, sensaciones de angustia que pueden coincidir con síntomas
físicos, contenido angustioso y conductas no controlables, se nota depresión y sentido
de culpa en el sujeto. Según el Dr. Garay Higinio tenía periodos largos de depresión,
causada sobre todo porque creía tener muchos defectos físicos que no le agradaban
para nada. Por ello se mandó hacer tres operaciones de cirugía plástica, pues tenía la
nariz, las orejas y la barba muy largas. En una época, le preocupó a tal extremo que a
toda la gente la veía de frente, lo hacía con la intención de que no notaran sus defectos
en el perfil. Y también padece de esquizofrenia larvada, dice Garay que se pone de
manifiesto en sus extraños gestos, en su fraseología especial: “ando deca”, por decir,
decaído; “ando depri”, por decir, deprimido; “ando crea”, por decir, creador, o sea bien
vestido; “ando descrea”, lo contrario; “ya me van a dar la insula”, por referirse a la
insulina que le inyectaban, etc (Excélsior, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª parte de la
sección A, pp. 17 y 23 A. HN).
Los médicos comprobaron el grado de anormalidad de Higinio gracias a
diversos estudios de carácter técnico-médico que les permitió emitir un diagnóstico,
mismo que habla de su peligrosidad. Al no recibir el tratamiento adecuado cada día
que transcurría, empeoraba y se violentaba con facilidad. Era vulnerable, explosivo y
voluble por lo que el Dr. Alfonso León de Garay propuso realizarle una lobotomía
frontal, que consistía -según él mismo señala a reporteros de Excélsior- en modificar el
cerebro, para reducir el grado de agresividad (Excélsior, viernes 16 de mayo de 1952,
2ª parte de la sección A, pp. 17 y 23 A. HN), ello lograría que Higinio mejorara
enormemente. Sin embargo, tal operación nunca pudo realizarse porque no contó con
el apoyo de ningún familiar.
En el periodo antiguo el papel que desempeñaban los médicos era muy pobre.
Para este periodo, no hay testimonios que demuestren que se requería examen ni
dictamen médico para diagnosticar, tratar y curar al enfermo mental (Rosen, 1974, p.
164). Diferente sería en el siglo XX, pues los psiquiatras serían los que se encargaban
de diagnosticar y declarar a una persona como enferma mental, basadas en diversos
estudios previos que practicaban al individuo. Pero este proceso no se presentó en la
época antigua, Rosen señala (1974:153), que “no existía un procedimiento para
declarar oficialmente a una persona demente. Las declaraciones de locura procedían
de la familia o el clan”.
Una de las obsesiones de Higinio era que las mujeres lo quisieran mucho, ello
explica el por qué no pudo aceptar el rechazo de Hortensia López cuando ella
pretendió aventarse del automóvil en marcha para escapar de las manos de Higinio. El
Dr. Alfonso León de Garay mencionó que Higinio no podrá nunca estar junto a una
mujer, sin intentar sobrepasarse con ella. Y si tiene en su poder mujer y pistola juntas
pues tratara de usar ambas (Excélsior, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª parte de la
sección A, pp. 17 y 23 A. HN). En otra entrevista que realizan reporteros del mismo
diario, pero ahora al encargado del Hotel Isabel, este menciona un hecho que tuvo
lugar en el cuarto en el que Higinio se encontraba hospedado, y dijo: (…) tenemos la
seguridad de que está loco, porque sus actos son los de un demente. Imagínense ustedes
que un día amarró a la lámpara de pie, en su cuarto, una reata, cambio al centro de la
habitación el ropero, la cama la hizo a un lado y luego comenzó a jalar de la cuerda al
mismo tiempo que decía: así me gusta que mueras en mis manos, pérfida mujer... y luego
reía a carcajadas... En otras ocasiones lo encontrábamos durmiendo junto a la caldera,
en las escaleras, en fin, en diversos sitios (El Universal, miércoles 14 de mayo de 1952,
1ª sección, p. 15. HN).
La demencia es la total desorganización de la vida psicológica (Foucault, 2008, p.
14), es una rigurosa -parálisis del espíritu o bien -una abolición de la facultad de
razonar- (Foucault, 2000a, p. 316). Es la perdida progresiva de las funciones
cognitivas, debido a que se presentan daños o desórdenes cerebrales. En la demencia
proliferan todos los signos negativos del déficit… ya no hay personalidad sino un ser
vivo (Foucault, 2008, p. 43). La locura es la desviación de la norma, provocada
básicamente por un desequilibrio mental, no existe un funcionamiento normal de la
razón. Foucautl señala (2000a:279,285) que la locura es el lado inadvertido del orden,
que hace que el hombre, aun a pesar suyo, sea instrumento de una sabiduría cuyo fin no
conoce; la locura mide toda la distancia que hay entre previsión y providencia, cálculo y
finalidad. Señala que llamamos locura a -esta enfermedad de los órganos del cerebro
que impide a un hombre necesariamente pensar y actuar como los otros-. El loco es el
otro por relación a los demás.
2.2.2. Disparó porque quiso demostrar que no era ningún payaso
Higinio se convirtió en asesino recién iniciada la década de los cincuenta,
específicamente el domingo 11 de mayo de 1952. Contaba con tan sólo 24 años de
edad, una inmensa fortuna y una enfermedad que determinó su comportamiento y
por lo tanto, también su vida.
El domingo 11 de mayo Higinio manejaba su automóvil marca Plymouth placas
de circulación 76-115 sobre la Avenida Insurgentes con dirección a San Ángel. Estaba
de paseo por ese rumbo, al llegar a la esquina de la Avenida Insurgentes y Álvaro
Obregón la máquina de su coche se detuvo de golpe. El automóvil que conducía
Armando Lepe Ruiz quedó atrás por lo que le tocó el claxon y le dio un empujón al
auto de Higinio para que siguiera avanzando. Este detalle lo irritó. Hasta ese momento
todo había quedado en un pequeño empujón. Higinio avanzaba despacio. Armando
Lepe le seguía tocando el claxon hasta que logró rebasarlo por el lado derecho. Al
llegar a la esquina de Insurgentes a ambos les tocó el alto, por lo que tuvieron que
detenerse obligatoriamente quedando a la misma distancia. En ese momento
Armando Lepe aprovechó para reclamarle el por qué no lo dejaba pasar y por qué lo
había insultado gravemente. Higinio ya irritado sacó su pistola. Armando, al verla le
dijo a Higinio que no fuera payaso, al tiempo que estiraba la mano hacia la cajuela de
su auto. Fue entonces cuando Higinio disparó, primero para demostrarle a Armando
que no era ningún payaso y segundo, porque pensó que trataba de sacar una pistola
de la guantera del coche. Era la una de la tarde. Después de haber hecho los disparos
inmediatamente puso en marcha su auto y huyó a gran velocidad del lugar. Higinio
estaba completamente seguro que nunca lo agarrarían, no imaginó que alguien
tomaría el número de las placas de su auto. Al huir siguió por la Avenida Insurgentes a
toda velocidad, hasta que llegó a una calle cuyo nombre no recuerda. Se detuvo a
tomar una coca-cola y un sidrál porque tenía mucha sed. Los refrescos le devolvieron
la tranquilidad. Siguió su camino, fue a dar su acostumbrado paseo por Chapultepec.
Después se marchó a casa. Sólo a su madre y a su hermana Linda les contó que había
tenido un incidente con un hombre y lo había matado (véase anexo 2).
Armando Lepe no iba solo, lo acompañaba la señorita María Guadalupe Manzano
López de 26 años, originaria de Granada, España. En una entrevista realizada por
reporteros del diario El Universal, explicó que Armando la había invitado a dar un
paseo por el campo, por eso habían comprado carnitas y limonadas, más tarde para
poder regresar a la ciudad, subieron al automóvil, pero en la esquina de Avenida
Insurgentes y Yucatán un hombre calvo les disparó, ella resultó lesionada de un rozón
de bala en el dedo anular. En el momento de los disparos y al ver que Armando había
sido herido gravemente empezó a gritar para pedir ayuda y detuvieran al carro verde;
nadie se presentó a auxiliarla. El asesino -hasta entonces desconocido- huyó. Según
una declaración que hizo la señorita Manzano ante las autoridades de la Octava
Delegación del Ministerio Público expresó que los disparos fueron hechos cuando el
carro ya iba en marcha, al grado de sentirse herida ella y darse cuenta de que estaba
mortalmente lesionado el señor Lepe, tuvo que hacer uso de los frenos de pie, para no
estrellarse por la falta de control del volante. A pocos momentos de que la señorita
Manzano frenó el vehículo Armando Lepe dejaba de existir (El Nacional, martes 13 de
mayo de 1952, 2ª sección, p. 4. HN), convirtiéndose en la primera víctima del “Pelón
Sobera” (véase anexo 3).
Armando fue trasladado a bordo de su propio automóvil hasta el hospital de la
Cruz Roja ubicada en la esquina de las calles de Monterrey y Durango, pero ya había
fallecido. Inmediatamente se procedió a practicar las respectivas investigaciones, por
parte del Agente del Ministerio Público adscrito a la Octava Delegación, licenciado
Jorge Carriedo Vasseur, él ordenó se bajara el cuerpo sin vida de Armando para
trasladarlo al anfiteatro de la Cruz Verde (El Universal, lunes 12 de mayo de 1952, 2ª
parte de la 1ª sección, p. 15. HN) y Puestos de Socorros número 2. Ahí el cuerpo de
Armando fue examinado y le fueron apreciadas una lesión de arma de fuego con orificio
de entrada en la axila izquierda y salida por el pulmón del mismo lado, que se piensa en
su trayectoria haya tocado el corazón de la víctima. Presenta además dos rozones de
bala en la espalda, y dentro del automóvil hay dos casquillos de pistola calibre 380
escuadra, que determinan claramente la forma en que fueron hechos los disparos, casi a
quemarropa, pues de otra forma no habrían quedado en el interior del auto los
casquillos (El Nacional, lunes 12 de mayo de 1952, 2ª sección, p. 4. HN).
El asesinato ocurrió en una avenida muy concurrida. Los hechos fueron
presenciados por un gran número de personas. Una de ellas acudió a la octava
delegación del Distrito Federal a denunciar los hechos ocurridos, dando detalles
pormenorizados. Asimismo, señala que el autor del crimen se dio rápidamente a la
fuga (véase expediente 1 y 2).
Armando Lepe era muy estimado en la policía, era hijo del fallecido Filemón
Lepe, quien había sido uno de los más grandes aficionados a la charrería en México y
quien además, fue por mucho tiempo -según investigaciones de reporteros de
diversos diarios capitalinos- Jefe de la Policía Montada y de los guardabosques de
Chapultepec y laboró en el Servicio Secreto. También eran muy conocidos gracias a su
hermana Rosita Lepe quien fue por algunos años reina de los charros y era una de las
mejores caballistas mexicanas. El asesinato de Lepe causó una ola de indignación no
sólo entre los agentes y el personal de la Jefatura de Policía a la cual había
pertenecido, sino también en toda la sociedad. Armando Lepe Ruiz dejó viuda a su
esposa y huérfanos a sus hijos.
Higinio pudo escapar rápidamente porque nadie hizo nada para detenerlo. El
agente de tránsito Filemón Elizalde que estaba en ese momento dando paso a los
automóviles, a la hora de escuchar los disparos, saltó de su banco y trató de ponerse a
salvo. Eso declararon ante el agente del Ministerio Público de la Octava Delegación
algunos testigos que habían presenciado los hechos. Mientras tanto, el diario El
Universal informó que el agente al escuchar las detonaciones creyó que habían sido
cohetes y que había visto correr a gran velocidad un automóvil color verde, pero no
estaba seguro, porque no lo había alcanzado a ver perfectamente. Pero después de
escuchar los disparos se percató que un automóvil Buick de dos colores estaba
estorbando el tránsito, por lo que silbó varias veces para intentar que se moviera. En
ese momento escuchó que una señora le llamaba a gritos desde un automóvil,
mientras que por otro lado, otras le hacían saber que se había perpetrado un
asesinato, por lo que corrió rápidamente a ver lo sucedido, encontrando ya al señor
Lepe agonizando. Se considera que la fuga del asesino fue negligencia del agente de
tránsito porque no trató ni intentó detenerlo.
El día del asesinato nadie sabía aún quién había sido el autor de tal crimen, por
lo que el diario El Universal sólo pudo informar que Armando Lepe había sido
asesinado por un individuo calvo y blanco que tripulaba el automóvil de circulación
76-115 desde donde se hicieron los disparos (El Universal, lunes 12 de mayo de 1952,
2ª parte de la 1ª sección, p. 15 y 21. HN). Por su parte, el diario El Nacional informaba
a la población que Armando Lepe había sido cobardemente asesinado por un salvaje
que le hizo varios disparos, por un simple incidente de tránsito (El Nacional, lunes 12
de mayo de 1952, 2ª sección, p. 4. HN). La esquina que hace la Avenida de los
Insurgentes y Yucatán ha sido conocida como “La Esquina del Crimen” (véase anexo
4), por los hechos violentos que allí siempre ocurrían. Por otro lado, el diario La
Prensa informaba que se había cometido un alevoso crimen en Insurgentes (La
Prensa, lunes 12 de mayo de 1952, 1ª plana. HN).
Ambos coches, tanto el que conducía Higinio como el que maneja Armando Lepe
tenían características similares: eran de la marca Plymouth, eran Buick y eran del
mismo modelo, 1951. Únicamente había una diferencia, el color; el de Higinio era
verde, el de Armando era azul y negro.
2.2.3. La mató porque se puso terca
El segundo asesinato que cometió Higinio fue el de la señorita Hortensia López Gómez
cuyo cadáver fue encontrado en el kilómetro 19 y medio de la carretera México-
Toluca. Higinio declaró que el asesinato de Hortensia había sido un caso sin
importancia. El asesinato tuvo lugar un día después del asesinato de Armando.
En una investigación que realizaron reporteros del diario capitalino El Universal,
en el momento en que Higinio se encontraba detenido en los separos de la Octava
Delegación de Policía, pidieron al señor Silvestre Fernández Jefe del Servicio Secreto
de la Jefatura de Policía relatara la confesión hecha por Higinio. Sin embargo, no quiso
hacerlo. Permitió que Higinio personalmente lo relatar nuevamente. En vista de la
importancia del caso, me permito las mismas consideraciones.
A eso de las 10 horas aproximadamente, salí del hotel Montejo donde me
asfixiaba, pues estaba muy nervioso. Comencé a caminar por el Paseo de la
Reforma y de pronto vi a una muchacha muy linda... me gustó mucho... ¡qué
chula era! Trataba ella de abordar un carro de los que corren de Poniente a
Oriente... al verla le eche muchas flores de esas suaves que yo me sé para con
las mujeres..."
Antes de seguir, Higinio enciende un cerillo que llevaba a la boca de su pipa,
con la que comienza a echar bocanadas de humo espeso de un tabaco inglés
de agradable olor.
--Me tiró a "lucas", no me hizo caso, seguramente porque no le gusté y eso me
dio mucho coraje, por eso cuando paró el automóvil y se subió a el, yo me subí
por la fuerza... protestó pero yo quise simular que la conocía desde antes y le
proponía hasta darle mil pesos a cambio de que se fuera conmigo a pasear y
a tomar una copas... ella se enojó mucho y me dio una cachetada, entonces
saqué la pistola y la maté... además, ya tenía en mi contra al chofer que me
pedía me bajara... después le quité al chofer el carro, como que si no me lo
entrega lo mató también porque a mí nadie me desobedece... yo soy el amo.
--Deja a un lado esas poses y sigue hablando en serio -ordenó don Silvestre- y
entonces el asesino volvió a ser un hombre tranquilo y reposado, sin muestras
de desequilibrio mental.
--Bueno, entonces me la llevé a la Posada "Palo Alto", sobre la carretera de
Toluca. La saqué del carro cargando porque ya estaba bien muerta. La metí
en el cuarto…
Pasé el rato, efectivamente, más descarnado, lleno de lujo de detalles que
revelan la bajeza del asesino y sus instintos más bestiales.
Terminada esta parte se niega a seguir hablando hasta que no le den un
cigarro que le ofrecemos.
--Ahora sí; ¡qué diferencia! La volví a cargar para llevarla al automóvil y
corrí hasta la carretera de Toluca, es decir, seguí por ella. La bajé cargándola
y besándola en sus labios ya fríos. La tiré así, miren ustedes como, y luego me
volví al automóvil, por eso tenía manchadas las ropas.
--¿Por qué esa versión falsa del pleito?29
--Para evitar que la policía me acusara de esta muerte.
--¿Y por qué le quistaste todas las alhajas, su portamonedas, su bolso?30
--Para que no supieran quien era ella y no me descubrieran nunca. Esperaba
que los perros se comieran el cadáver y que nunca más me molestaran a mí.
--Luego te das cuenta de que has cometido un acto criminal.
--Me doy cuenta de ellos, pero son cosas de la vida, qué quieren que haga
ahora. Ya no puedo revivirlos y uno está alegre algunas veces y otras, triste.
Esa noche andaba alegre pero ella me puso triste porque no quiso ir a pasear.
Si me acepta le doy dinero y todo lo que quería. En realidad no sabía que
tengo muchos millones y que podía darle un magnifico porvenir.
29 Higinio para que no le adjudicaran la muerte de Hortensia inventó que el día lunes -mismo en que asesinó a Hortensia- había tenido un incidente por el bosque de Chapultepec con un señor que lo había visto feo y que le había dicho algunas palabras entre dientes, por tanto, Higinio agarró a cachazos al supuesto y pobre señor que lo hizo sangrar, según él esa era la razón por la que llevaba la ropa ensangrentada. 30 En el momento en que Higinio tuvo a Hortensia en uno de los cuartos de la Posada de “Palo Alto” se percató que una de las alhajas que ésta lleva tenían gravadas las iníciales de su nombre, por tanto le quitó todo lo que ella llevaba, como alhajas, medias, reloj pulsera, bolso, aretes, llaves, y demás objetos.
Estas palabras las sella el asesino con una carcajada estridente que nos
revela a un Mefistófeles (El Universal, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª parte
de la 1ª sección, 1ª plana. HN).
Después de haber arrojado el cuerpo sin vida de Hortensia en el kilómetro 19 y
medio de la carretera a Toluca regresó a la ciudad de México manejando él mismo el
auto de alquiler, aunque “no recuerda” exactamente dónde lo dejó, sólo menciona -en
una entrevista que le realizan reporteros del periódico El Nacional- que cree haberlo
dejado sobre una calle de la Avenida Chapultepec, con las llaves puestas en el switch e
inmediatamente se fue a dormir placidamente al Hotel Montejo, lugar donde se
encontraba hospedado. Higinio dio muerte a Hortensia porque no soportó que ella lo
rechazara, pues amenazaba con tirarse del coche y abrir las portezuelas, no estaba
dispuesto a perderla, por eso le disparó. No supo cuantos disparos hizo, únicamente
sintió que su cuerpo se aflojó y la dejó tirada sobre el asiento. En seguida puso la
pistola en las costillas del chófer, amenazándolo y obligándolo llegar a la entrada del
Bosque de Chapultepec. Ahí lo obligó a descender del coche, acto seguido Higinio
tomo el auto y lo condujo hasta la carretera que comunica con Toluca, en el trayecto
encontró la posada “Palo Alto” (véase anexo 5).
La familia al notar la desaparición de Hortensia decidió dar parte a las
autoridades, por lo que su padre, el ingeniero Antonio López, en compañía de su
sobrino Silvio Meza acudieron el día martes 13 a las 14 horas a la Jefatura de Policía a
denunciar la desaparición de su hija que había ocurrido el lunes anterior y después de
haber recibido una llamada telefónica de Hortensia a las 7 de la noche. No volvieron a
saber nada de ella. En el mismo momento en que se encontraban en las oficinas del
Servicio Secreto denunciando la desaparición de su hija, llegó un policía para dar parte
que durante el lunes 12 por la noche se había encontrado el cadáver de una mujer
como de 23 años de edad, de finas facciones, elegantemente vestida y de
extraordinaria belleza, por el rumbo de Cuajimalpa. El ingeniero y su sobrino al
escuchar del hallazgo, no esperaron ni un minuto e inmediatamente abordaron un
automóvil de su propiedad y se dirigieron a Cuajimalpa. Al llegar a la Delegación su
sorpresa fue grande, el cadáver encontrado era el de Hortensia. Ninguno podía creer
lo que sus ojos veían, el cadáver yacía sobre una plancha vieja de granito, ella aún
conservaba sus ropas. Después de haber identificado el cuerpo, el ingeniero y su
sobrino regresaron a la Jefatura de Policía para denunciar inmediatamente el crimen
de su hija (véase expediente 3).
El cadáver violado de Hortensia presentaba seis impactos de bala. Su cuerpo fue
encontrado en una zanja ubicada en el kilómetro 19 de la carretera que conduce a
Toluca, específicamente en la Delegación de Cuajimalpa, fue plenamente identificado
por su padre y un pariente. Esto fue lo que sucedió. A las 22.30 horas, unos pastores
que acertaron parar por una de las zanjas que se encuentran a inmediaciones del
kilómetro 19 de la carretera que conduce de México a Cuajimalpa, dieron parte a la
caseta de policía del hallazgo del cadáver de una mujer hermosa y bien vestida, dando
para ello todos los detalles. De esta manera fue como las autoridades policiacas de
Cuajimalpa se trasladaron al sitio de los acontecimientos. Efectivamente, en una zanja
como de setenta centímetros de profundidad, yacía el cadáver de una guapa joven,
vestida elegantemente: sweater y falda color gris, medias de finísima calidad,
zapatillas y bolso de mano de piel de cochino. Las ropas estaban rasgadas lo que
indicaba que había sido profanado. El cuerpo de la chica presentaba seis orificios
todos producidos arma de fuego, todos localizados en tórax, brazos y piernas. Se avisó
inmediatamente a los ambulantes de la Cruz Verde quienes en pocos minutos se
trasladaron al escenario de los hechos para recoger el cadáver. Las autoridades
judiciales de Cuajimalpa, después de dar fe del cadáver determinaron trasladarlo al
anfiteatro donde posteriormente el martes a las 16 horas fue enviado a la morgue del
Hospital Juárez (La Prensa, jueves 15 de mayo de 1952, p. 2. HN) (véase anexos 6-8).
Según investigaciones realizadas por periodistas de algunos diarios capitalinos,
se sabe que en el momento en que Hortensia fue asesinada contaba con tan solo 21
años de edad, era de ojos verdes, pelo castaño claro, nariz recta, boca regular y cejas
pobladas. Su estatura era de un metro sesenta y ocho centímetros. Su aspecto era el de
una mujer hermosa que siempre vestía elegantemente (véase anexos 9 y 10). Llevaba
cinco años trabajando en la compañía Abastecedora de México, S.A., ubicada en Paseo
de la Reforma número 183, en el tercer piso. Era Secretaria Particular del propietario
y su sueldo era de novecientos pesos mensuales. Sus compañeros de trabajo la
estimaban mucho, porque era de carácter afable y simpático. Vivía con sus padres, don
Antonio López, con su madre Margarita Gómez y sus hermanos Fernando, Gonzalo y
Olga en una casa de dos pisos ubicada en la calle de Parral número cincuenta y ocho
en la Colonia Condesa. Su padre era propietario de un taller mecánico que se
encontraba ubicado en Tacubaya y gracias a este negocio don Antonio recibía buenas
utilidades, suficientes para el sostenimiento de su hogar, por lo que todo el dinero que
ganaba Hortensia lo utilizaba para gastos y necesidades personales. Hortensia inició
sus primeros estudios con maestros particulares, pero después ingresó a la escuela
Helen Helihy Hall y finalmente se graduó de Contadora Privada en la escuela del Verbo
Encarnado, institución dirigida por religiosas. Después de graduarse empezó a
trabajar en la compañía de Abastos de México S.A., por su propio gusto, pues a pesar
de que sus padres se opusieron, logró convencerlos. Al principio ingresó como
mecanógrafa y fue ascendiendo hasta que llegó a ocupar el cargo de cajera.
Los restos de Hortensia fueron trasladados a la capilla de la Agencia Gayosso. El
sepelio se llevó a cabo en el panteón Español, allá asistieron sus familiares, amigos,
compañeros de trabajo y su novio, el Sr. Smecke (véase anexo 11).
2.2.4. Se convirtió en asesino; uno, lo insultó; la otra, le gustó
En una entrevista que realizan periodistas del diario La Prensa a Higinio después de
que le comprobaron ambos crímenes, explica el por qué se convirtió en asesino, no sin
antes aclararles que quiere que todo lo que diga sea escrito y redactado tal y como lo
narra, ya que al leer los periódicos se ha percatado que alteran lo que dice. Declaro
una cosa y luego dicen otra. Hacen novela... novelones y novelistas. Pero, en fin, voy a
decirle algo de esos asuntos -los crímenes-, ya que me lo pide de buenas maneras. Pongo
como condición de que escriba exactamente lo que yo diga. No quiero que invente, como
los otros. Sus manos vuelven a agitarse. Otra vez sus dedos convierten en rosca su
cachucha. Poco a poco, va alzando los ojos. Fija sus miradas en determinado punto del
cielo de su celda. Mueve los labios y por fin habla: -Usted quiere saber por qué me
convertí en asesino, ¿No es así? Bueno, pues al grano- (La Prensa, martes 20 de mayo de
1952, pp. 2, 21, 24. HN).
Finalmente Higinio declara que se convirtió en asesino porque Armando Lepe lo
insultó y Hortensia López le gustó, dos razones suficientes para cometer ambos
asesinatos. Esta es la declaración que da Higinio a reporteros del diario capitalino La
Prensa:
"UNO, ME INSULTÓ; LA OTRA, ME GUSTÓ".
Y SOBERA FLOR ENTRA DE LLENO A LO QUE EL LLAMA "su" asunto:
"Maté a Armando Lepe Ruiz porque me insultó. Me llamó payaso y estas
palabras que para mi significan la peor injuria, porque todo tengo, menos ser
payaso. A Hortensia López Gómez la maté porque me gustó mucho, desde el
primer momento que la vi. Primero le hablé con buenas palabras. No me hizo
caso. Su desprecio me enfureció. La seguí hasta el coche de ruletero. Quise
agarrarla. Ella me empujó con todas sus fuerzas. Hizo una mueca como que
le causaba yo repugnancia y esto la perdió. Me encapriché y a la fuerza
abordé el coche donde ella ya había tomado asiento. Una locura tremenda se
apoderó de mí. Solo tuve un pensamiento, bastante brutal por cierto: hacerla
mía a como diera lugar. Forcejeamos unos segundos. Yo quería abrazarla,
pero se defendía y me arañaba. Por último me escupió la cara, al mismo
tiempo que me gritaba: "Déjeme, suélteme, bandido. Soy una mujer decente".
Perdí el control y saque la pistola. Disparé a boca de jarro. Así la maté. ¿Es
esto lo que usted quería saber? Diga, pues, en su periódico, que a uno, a
Armando Lepe, lo maté porque me injurió, y a Hortensia la asesiné porque
me gustó demasiado y sintió repugnancia por mi persona y no quiso ir a dar
la vuelta conmigo" (La Prensa, martes 20 de mayo de 1952, pp. 2, 21, 24.
HN).
2.2.5. Las investigaciones, la captura, la declaración y la formal prisión
El Servicio Secreto pronto empezó a realizar las investigaciones necesarias que
pudieran proporcionar pistas y dar con el paradero del asesino, se tenían datos que
indicaban que se trataba de un español acaudalado, las señas de Sobera coinciden con
las del asesino, es decir, calvo, de cejas pobladas y de estatura baja (El Nacional, martes
13 de mayo de 1952, 2ª sección, p. 4. HN). Todo hacía creer que se trataba del
millonario Higinio Sobera de la Flor. El número de placas de circulación del automóvil
del asesino fue la clave para identificar al criminal, sobre él recaían las sospechas por
haber sido señalado en la Dirección de Tránsito como el propietario del automóvil
verde placas 76-115 desde donde se hicieron los disparos contra Armando Lepe.
Cuando el coronel Silvestre Fernández Jefe del Servicio Secreto de la Jefatura de
Policía supo con seguridad que Higinio Sobera de la Flor era el asesino informó a la
prensa que ya sabía quien había sido el asesino y que de un momento a otro sería
capturado (véase anexo 12 y expediente 4).
Inmediatamente después del homicidio del capitán Armando Lepe Ruiz, el
Servicio Secreto empezó la búsqueda del millonario Higinio Sobera de la Flor, no
pararían hasta encontrarlo y detenerlo, pues representaba un grave peligro para la
sociedad.
Higinio fue aprehendido el día miércoles 14 en el Hotel Montejo por los agentes
del Servicio Secreto. Lo primero que hizo el Servicio Secreto para capturarlo fue
registrar los libros de todos los hoteles de la ciudad -Higinio vivía en diferentes
hoteles, no tenía un domicilio fijo-, eso dificultó su localización. El coronel Silvestre
estaba en constante comunicación con el Jefe de Grupo y varios agentes más, ordenó
instalar un cerco en el Hotel Canadá, en las Lomas, en el aeropuerto, estaciones
ferroviarias y de caminos. Además, los agentes no podían despegarse de la casa de
Mérida número 4 -ahí vivía su familia-. Higinio no podía escapar nuevamente, estaba
perfectamente vigilado. La foto tomada de su licencia para conducir había sido
repartida a más de doscientos agentes. Los detectives lo buscaban desesperadamente
hotel por hotel mostrando a los administradores la fotografía, pero la respuesta era un
rotundo “no”. El tiempo transcurría y no se tenían noticias del paradero de Higinio, no
fue sino hasta el día miércoles 14 a las 10 de la mañana cuando el Servicio Secreto
supo que en el Hotel Montejo ubicado en el Paseo de la Reforma se encontraba alojado
un individuo con señas que coincidían con las del asesino. Inmediatamente tomaron
todos los dispositivos necesarios para evitar una nueva tragedia. El jefe de grupo
Alfonso García Limón junto con los agentes Jorge Uclave González, Rubén Gómez
Tovar, Ignacio Pelayo Heredia y Jesús Cárdenas, se trasladaron rápidamente al hotel
para detener Higinio en donde el coronel Silvestre y Manuel Mendoza Domínguez
habían dictado los dispositivos. Cuando los detectives se acercaron al cuarto número
10 en voz alta llamaron al asesino, que solamente dijo: “Si pero no abro a nadie”. -Es
preferible que te entregues, dijo el agente Uclave González, pero no se recibió
contestación alguna. De pronto se escuchó un ruido hecho en el interior del cuarto,
claramente indicaba que Higinio estaba moviendo uno de los muebles para atrancar
mejor la puerta. Por ódenes de don Silvestre, el señor García Limón y Uclave González
llegaron hasta el balcón llevando una granada de gases lacrimógenos. Iban dispuestos
a lanzarla en el momento necesario para desarmar al asesino. Desde la ventana
pudieron ver que Higinio se encontraba parado frente a la puerta que había atrancado
con el ropero, sosteniendo en la mano derecha una pistola calibre 33, -la misma con la
que mató Lepe Ruiz- y en la mano izquierda sostenía una caja con 41 cartuchos para
la misma arma. Al parecer estaba dispuesto a hacer fuego sobre quien pretendiera
detenerlo. –Estas rodeado por todas partes, no es posible que te escapes…es preferible
que te entregues a nosotros, que somos la policía, repitió varias veces el señor García
Limón. Después de dudarlo un poco, Higinio arrojó sobre la cama la pistola que tenía
en la mano derecha y dijo que se rendía. Por la puerta entró rápidamente el agente
Rubén Gómez, quien lo detuvo, recogiéndole el arma y la caja de cartuchos (El
Universal, miércoles 14 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 15. HN). -¿Qué ustedes
pensaban sacrificar a muchos?, fueron las primeras palabras que Higinio pronunció el
asesino al ser aprehendido por los agentes del Servicio Secreto (El Nacional, miércoles
14 de mayo de 1952, 2ª sección, 1ª plana, pp. 2, 4. HAGN).
Después de haber logrado la captura de Higinio, el Capitán Alfonso García Limón
jefe del tercer grupo y sus agentes Ignacio Pelayo Herrera, J. Jesús Huerta Flores, Jorge
Udave González y Rubén Gamez Tovar reportaron lo sucedido al Jefe del Servicio
Secreto del Distrito Federal coronel Silvestre Fernández. El día 13 de mayo de 1952 el
tercer grupo del Servicio Secreto indicaba que Higinio Sobera de la Flor se encontraba
convicto y confeso por el homicidio perpetrado en la persona que en vida se llamó
Armando Lepe Ruiz, cuyos hechos ocurrieron el día 11 de mayo de 1952 a las 11 horas
de la mañana en las esquinas de las calles de la Avenida De los Insurgentes y Avenida
Yucatán, siendo el autor del homicidio un individuo que tripulaba el auto de Placas 76-
115 del Distrito Federal, según declaró la Sra. Guadalupe Manzano López y del Agente
de Tránsito Número 273 Filemón Elizalde González. Después de haber realizado las
investigaciones que el caso ameritaba, se logró saber que el propietario del auto de las
placas arriba señaladas indicaban que el autor del homicidio era el señor Higinio
Sobera de la Flor, con domicilio en las calles de Mérida Número 4. Por lo que bajo
autorización del Jefe del Servicio Secreto y del Primer Comandante de Agentes señor
Manuel Mendoza Domínguez, se procedió a efectuar una estrecha vigilancia de día y
de noche, tanto en el domicilio de Higinio como en las calles de Uruguay número 55,
lugar donde se ubicaba un Despacho de su propiedad.
Después de las investigaciones practicadas y de las vigilancias establecidas, se
logró saber que Higinio se encontraba en el Hotel Montejo en el cuarto Número 108
por lo que inmediatamente se procedió a su detención y presentación en la Jefatura,
siendo en el momento de su detención seriamente amenazados los Agentes número
51 y 117, ya que Higinio se encontraba armado con una pistola marcas Llama, calibre
7/65 mm., estando ésta con cartucho cortado y ocho tiros más en el cargador, por lo
que inmediatamente se procedió a su desarme y presentación. En la Jefatura fue
estrechamente interrogado en presencia del General Jefe de la Policía, del Jefe del
Servicio Secreto Sr. Silvestre Fernández y de los reporteros de los Diarios de la ciudad
de México. Higinio confesó que efectivamente el 11 del mayo siendo domingo como a
las 11 horas al transitar en su automóvil Plymouth modelo 1951 placas 76-115 por la
Avenida Yucatán, tuvo una dificultad con un señor de otro auto, el cual se le paró el
motor, siendo empujado por el auto del señor con quien había tenido una dificultad,
por lo que al revasarlo por el lado izquierdo. Ambos choferes se insultaron y al ver que
el ahora occiso metía la mano a la cajuela de su coche, él sacó su pistola con la cual le
disparó 3 o 4 tiros. Higinio no recordaba exactamente cuantos tiros fueron.
Inmediatamente al acto, Higinio escapó para ir a tomar un Sidrál y dar un paseo por el
Bosque de Chapultepec. En virtud de lo anterior, se puso a Higinio a disposición del
Jefe del Servicio Secreto. Asimismo, se ponía a disposición en el estacionamiento
Independencia-Revillagigedo el auto marca Plymouth modelo 1951 placas 76-115,
motor número P-23-458341, la pistola Llama matrícula Número 102742 así como 38
cartuchos útiles, así como una funda para la misma pistola, siendo esta pistola la que
usó para cometer el crimen31 (véase anexo 13 y expediente 5, 6, 7).
Inmediatamente después de su captura Higinio fue llevado a la Jefatura de
Policía donde confesó haber matado a Armando Lepe Ruiz porque supuso que este lo
quería matar y además para demostrarle que no era ningún payaso. Ahí mismo fue
interrogado por el general Othón León Lobato Jefe de la Policía quien le mostró una
pistola Llama calibre 380, escuadra, que fue reconocida por Higinio, y dijo: esa es la
mía, sí señor, con esa lo mate (El Universal, miércoles 14 de mayo de 1952, 1ª sección,
pp. 15, 24. HN) (véase anexos 14 y 15). Alguien avisó a la familia Sobera sobre la
captura de Higinio, porque su madre, su hermana Linda y su tío Pepe se trasladaron
rápidamente a la Jefatura de Policía. En ese momento y como era de esperar, la madre
de Higinio, la señora Zoila Luz de la Flor expresaba que su hijo era un pobre enfermo y
que lo trataran con cariño pues era de temperamento nervioso y padece de
desequilibrios mentales (El Universal, martes 13 de mayo de 1952, 2ª sección, 1ª plana.
HN).
Para identificar plenamente al asesino fue necesaria la participación del chófer
del auto de alquiler, Esteban Hernández Quezada. En la declaración que hizo el señor
Esteban dijo que se trataba de un hombre joven con aspecto de estudiante, el cual se
cubría la cabeza con una boina ya que al parecer se encontraba rapado. Su estatura es
como de un metro setenta centímetros y su complexión delgada (El Universal, jueves 15
31 Caja: 10, Expediente: 71, Fondo documental: DDF, Sección: Jefatura de Policía, Serie: Servicio Secreto, AHDF.
de mayo de 1952, 2ª parte de la 1ª sección, 1ª plana. HN). La identificación no fue
difícil; desde el momento en que Hernández lo vio, inmediatamente dijo que sí era,
principalmente porque llevaba puesta una boina muy parecida a la del criminal y
porque estaba rapado. Hernández dijo: si, tiene mucho parecido con el criminal, pues
además es de su misma estatura y la configuración de su cara es igual (El Universal,
jueves 15 de mayo de 1952, 2ª parte de la 1ª sección, 1ª plana y p. 24. HN). Después de
haber terminado la identificación, el chófer mencionó que le preocupaba la pérdida de
su automóvil, porque lo que ganaba “ruleteando” era para sostener a su familia, era
padre de 6 hijos.
La declaración que rindió el chófer Esteban Hernández Quezada en la
Penitenciaría sobre la forma en que fue asesinada la señorita Hortensia López Gómez
fue que minutos antes de las 20 horas del día lunes, después de una “dejada” a las
Lomas de Chapultepec, a bordo de su coche que corría por el Paseo de la Reforma, de
improviso una dama joven vestida elegantemente, le hizo una seña con la mano
indicándole que se detuviera. El auto frenó inmediatamente y la mujer desconocida
pidió un servicio al Sanatorio Durango32. Una vez convenido el precio, la chica abrió la
portezuela posterior izquierda del auto subiendo a el. Instantáneamente, un hombre
alto, blanco, de complexión delgada, traje gris y boina color oscuro, hizo lo mismo,
tomando asiento junto a la muchacha, a la vez que indicaba al chofer que echara a
caminar el coche. En el interior del vehículo surgió un dialogo entre ambos pasajeros.
Mientras el hombre decía que no lo abandonara, ella afirmaba no conocerlo,
suplicándole descendiera del automóvil que enfiló por las calles de Hamburgo.
Durante el trayecto, tanto ella como él continuaron discutiendo en forma acalorada.
En el momento en que el coche cruzaba por Hamburgo y Niza se escucharon varias
detonaciones. El sujeto había disparado contra la indefensa muchacha
inmediatamente empuño nuevamente su arma y amenazó por la espalda al chofer
Hernández Quezada y al mismo tiempo le ordenó continuar su marcha para salir a la
32 Hortensia se dirigía al Sanatorio Durango porque ahí se encontraba hospitalizado su novio llamado
Félix Smecke, ya que días antes éste había sufrido un accidente automovilístico en la carretera de
Puebla.
altura de la glorieta de Diana Cazadora. Estaban se vio obligado a entrar con el
vehículo en sentido contrario33, siendo detenido por un agente de transito, quien le
pidió los documentos, amenazándolo con levantarle una infracción. Mientras esto
sucedía, el empistolado y asesino continuaba amenazando a Esteban en caso de que
denunciara los hechos34. El agente de tránsito después de haber revisado los
documentos se alejó del lugar. El coche corría a gran velocidad de acuerdo con la
orden del asesino y en el momento en que pasaba frente a las rejas del Bosque de
Chapultepec, el desconocido, poniendo la pistola en la cabeza del chofer lo obligó a
bajar del auto, apoderándose inmediatamente del volante y huyendo a gran velocidad
(La Prensa, jueves 15 de mayo de 1952, p. 2. HN).
Reporteros del diario capitalino El Universal describen de la siguiente manera
las condiciones en que se encontraba Higinio en el momento de su captura: es alto,
enjuto35, pero de fuerte musculatura. Viste un traje de casimir inglés color gris con rayas
blancas, zapatos negros con rayas blancas. Camisa blanca y sin corbata. En sus manos
sostiene una cachucha de casimir de pequeños cuadros negros y blancos. Está rapado
totalmente y rasurado… Se encuentra sentado en un sillón a cuyos lados los detectives le
interrogan y hacen broma por algunas ocurrencias de aquél que, por momentos, habla
"cantinflescamente" (El Universal, miércoles 14 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 15.
HN). Antes de ser llevado a la Penitenciaría Higinio fue entrevistado por el reportero
del diario El Nacional, quién le preguntó: ¿Estás arrepentido?, ¿Arrepentido?, no hay
para qué. Lo hecho, hecho está y nada puede venir a componerlo, ahora lo que hay que
ver es la forma de salir de este lío (El Nacional, viernes 16 de mayo de 1952, 2ª sección
de la 1ª parte, 1ª plana. HN).
Higinio fue trasladado a la Penitenciaría hasta el día jueves 15 a las 15.45 horas
de la tarde, fue alojado en la celda número 21 de la Crujía H, ahí debía esperar para ser
33 El chófer trató de llamar la atención de algún agente de tránsito para que lo detuvieran y se percataran de lo que estaba sucediendo. No esperaba que Higinio fuera mucho más astuto. 34 Cuando el agente de tránsito se acercó al auto miró desde afuera al individuo que se encontraba dentro del auto de ruleteo, en ese instante Higinio abrazó el cuerpo ya sin vida de Hortensia, y en el momento en que el agente le observaba Higinio le sonrió y dijo que la muchacha iba borracha. El agente de tránsito sin más ni menos se alejó y dejó que se marcharan. 35 Delgado, seco.
procesado por el Juez Séptimo Penal, Lic. Porfirio Díaz Sibaja. El traslado de Higinio
desde los separos de la Jefatura de Policía hacia la Penitenciaría tuvo lugar en medio
de un gran tumulto, pues hombres y mujeres -pero principalmente mujeres- se
arremolinaban para ver de frente al terrible asesino, que a partir de entonces sería
conocido como “El Pelón” asesino. Esperaron mucho tiempo para verlo salir de los
separos de la Sexta Delegación, pero de pronto, frente a la Jefatura de Policía se detuvo
un Mercury propiedad del jefe García Limón, del que descendieron el jefe del Tercer
Grupo, Alfonso García Limón, Jesús Huerta Flores y José Verdín Pedraza, iban por
Higinio para llevarlo a la Penitenciaría. Dentro de los separos la voz del carcelero se
escuchó diciendo: "ese llaverooo" y un hombre sucio y astroso corrió hasta colocarse
frente a la celda número 9 cuyos goznes chirriaron al abrirse. Higinio sentado miraba
fijamente a la puerta y al contemplar a los agentes dijo: "esto está muy feo... no hay
derecho...", y luego habló incoherencias; sin embargo, no se le veía molesto en realidad. -
¿No estabas cómodo?, preguntó irónicamente un detective dirigiéndose al reo que volvió
a su risa de cínico o de idiota, para contestar: "yo estoy bien en muchas partes... si vieras
en donde he vivido te asustabas de plano" -Tráete tu cobija pues te vas con nosotros", le
informaron. -¿Otra vez?, ya es mucho ir de aquí para allá, yo de plano quiero ya estar en
un lugar, en cualquiera, pero que ya no me molesten, que ya no me estén, "vacilando",
quiero... -"Sale uno..." gritó el carcelero al Jefe de la Guardia, señor José Ríos quien
examinó los documentos recibidos por el Agente del Ministerio Público, ordenándosele se
le enviara a la Penitenciaría a disposición del Juez Séptimo Penal. Se hicieron las
anotaciones de "salida" en el libro respectivo y los detectives con su presa siguieron
adelante (El Universal, viernes 16 de mayo de 1952, 1ª plana y p. 4. HN) (véase anexo
16).
La sociedad estaba sorprendida y furiosa por los asesinatos que Higinio había
cometido. En el momento que fue trasladado de los separos de la Jefatura de Policía de
la Sexta Delegación a la Penitenciaria del Distrito un gran número de personas lo
seguían al paso del automóvil en que era conducido, algunas mujeres sobre todo le
escupían la cara, otras le lanzaban fuertes ofensas -Dios quiera y te mate un tren, dice
una, -Maldito seas para siempre, dice otra (El Universal, viernes 16 de mayo de 1952,
1ª plana y pp. 8, 14. HN), y otra gran multitud lo esperaba impacientemente en las
afueras de la penitenciaría, unos atraídos por la curiosidad y la morbosidad, y otros
por la furia que sentían contra aquel “monstruo”. En este sentido, bien señala
Speckman Guerra en su artículo Sujetos y objetos del miedo en el ámbito criminal
(ciudad de México 1860-1930) (2009:361), el pueblo poco participaba en la
elaboración de las leyes y en su aplicación, sí exigía el castigo del criminal porque sus
actos no sólo afectaban a la víctima sino a toda la comunidad.
Michel Foucautl (2000c:61) en lo referente al concepto de “monstruo”, señala
que el marco de referencia de éste, desde luego es la ley, es esencialmente una noción
jurídica –jurídica en su sentido amplio-, porque lo que define al monstruo es el hecho de
que, en su existencia misma y su forma, no sólo es violación de las leyes de la sociedad,
sino también de las leyes de la naturaleza. Además de que el monstruo aparece en este
espacio como un fenómeno a la vez extremo y extremadamente raro… el monstruo es lo
que combina lo imposible y lo prohibido.
En el automóvil que los conduciría hacia la Penitenciaría enfilaron por
Revillagigedo, Arcos de Belén, Doctor Vertíz, Fray Servando Teresa de Mier, Anillo de
Circunvalación y Penitenciaría. Una vez que los automóviles se detuvieron frente a la
Penitenciaría los celadores formaron una valla y pasaban lista de presente. En ese
momento, reporteros del diario El Universal preguntaron a Higinio cómo se sentía, a
lo que él respondió “bien”. Él sabía que el lugar al que lo habían llevado era la cárcel
mayor de México. En ese mismo instante Higinio mencionó algunas otras palabras que
fueron captadas por el reportero de Excélsior: creo que ahora voy a descansar de tanto
trajín, dio los primeros pasos dentro del penal (Excélsior, viernes 16 de mayo de 1952,
2ª parte de la sección A, pp. 17, 23A. HN). Además de estas palabras, el reportero
describe el momento en que Higinio pisa por primera vez la Penitenciaría. Llevaba
puesta su cachucha a cuadros, y bajo del brazo derecho sostenía dos cobijas. Guarda su
pipa inseparable en el bolsillo superior del saco. Fue llevado al departamento de
registro, donde un empleado lo obligó a mostrarle todos los bolsillos. Luego, uno de los
celadores lo llamó, en los instantes en que un reo lo tomó del brazo y lo hizo pararse
junto a la pared. Esto hizo montar en cólera a Higinio, quien después les dijo a los
reporteros, en tono confidencial: -Esto sí que no me gusta nada. ¿Quién manda aquí el
policía o el preso? Hay que aclararlo para saber a qué atenerse (Excélsior, viernes 16 de
mayo de 1952, 2ª parte de la sección A. HN).
Una vez dentro, lo pasaron a la oficina de Ingresos y la empleada María de los
Ángeles Salvat empezó a tomar los datos necesarios para registrar su ingreso al penal.
Las preguntas fueron las siguientes:
-¿Su nombre?
-Higinio Sobera de la Flor.
-¿Edad?
-Veinticuatro años.
-¿Originario de?
-Villa Hermosa, Tabasco.
-¿Religión?
-Católico
Posteriormente otro empleado lo tomó fuertemente por un brazo para
hacerlo dar media vuelta y quedar parado frente al experto en criminalística
que comienza, sin dar mayor importancia a su trabajo, a llenar de tinta los
dedos de asesino":
-¿Nombres de sus padres?
-José Sobera, ya extinto, y Zoila Luz de la Flor Vda. De Sobera.
-Eso es todo; pásele para adentro.- dice el empleado, ya anciano, que no
quiere tener más tratos con el degenerado asesino que mira a sus custodios
como preguntándoles: ¿qué hago?
Todavía tuvo que llegar al "departamento de registro", donde el celador
numero 283 le revisó detenidamente sus ropas para saber si en ellas no
llevaba alguna droga o una arma. Los cerillos, el tabaco de su pipa, los
cigarros, todo le fue quitado. Su cobija la recogió del suelo.
Los mismos asesinos sentían asco y al verlo penetrar a la Crujía H, se escuchó
el clásico grito del "Mayor": "entra uno... ya la leona dio a luz otro… pasa
para adentro..." (El Universal, viernes 16 de mayo de 1952, 1ª plana y pp.
8, 14. HN) (véase anexo 17).
Le fue otorgada la celda número 25, era la más segura y no había manera alguna
de que Higinio pudiera suicidarse o fugarse. En ella quedaría absolutamente solo. Uno
de los comandantes que lo custodiaba le miró los zapatos a Higinio, este último se
percató inmediatamente y dijo: ya en la policía me quitaron mi cinturón y las agujetas,
no tenga miedo, no me voy a suicidar ni a matar, tengo mucho miedo a la muerte (El
Universal, viernes 16 de mayo de 1952, 1ª plana y pp. 8, 14. HN). Sin embargo, la
policía tomó todas las precauciones que fueron necesarias y le quitaron a Higinio toda
posibilidad de quitarse la vida.
Una vez capturado Higinio por los asesinatos de Armando Lepe Ruiz y Hortensia
López Gómez por agentes del Servicio Secreto, estos últimos redactan un informe
dirigido al Jefe de la Policía del Distrito Federal Othón León Lobato sobre el resultado
de las investigaciones que se realizaron sobre ambos asesinatos. En el informe aclaran
ampliamente el caso del homicidio de Hortensia. Asimismo señalan que el auto de
ruleteo propiedad de Esteban Hernández y en el que ésta fue asesinada se encontraba
ubicado en el estacionamiento situado frente al edificio de la propia Jefatura de
Policía. Ahí mismo lo había dejado Higinio quien condujo personalmente a los agentes
a tal lugar (véase expediente 5 y anexos 18-21).
En la Penitenciaría tuvo lugar una diligencia, efectuada el día sábado 17 de mayo
en la Sala del Juzgado 7º de la Tercera Corte Penal en la que Higinio rendiría su
declaración preparatoria, la cual dio inicio a las 11.30 de la mañana, empezando con
nombrar defensores a los licenciados Adolfo Aguilar y Quevedo e Ignacio Mendoza
Iglesias (El Nacional, sábado 17 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 6. HN). Ambos
abogados se encargarían de llevar el caso de Higinio (véase anexo 22). El Ministerio
Público era representado por el Lic. Alfonso Narváez Angulo. En su declaración
Higinio recalcó y ratificó ser el asesino de Armando Lepe y de Hortensia López, que el
disgusto que tuvo con el señor Lepe fue porque lo había llamado “payaso” y porque
vio que Lepe trataba de abrir la cajuela de guantes de su automóvil, razón suficiente
por la que inmediatamente disparó. Para el caso de la señorita Hortensia López,
Higinio dijo que la mató porque se puso terca, lo rechazó y no estaba dispuesto a
perderla. Y en cuanto al señor Esteban Hernández chófer del auto de alquiler en el que
fue asesinada Hortensia, Higinio dijo que si no lo hubiese obedecido también estaría
muerto.
La policía -aprovechando la oportunidad-, pretendía culpar a Higinio de dos
homicidios más; uno, el del joven Arnoldo Galván Santoyo quien había sido abatido a
tiros el 7 de mayo -4 días antes de que Higinio asesinara a Armando Lepe- y quien
contaba con tan solo 18 años de edad; y la del estudiante nicaragüense Alfonso
Solórzano quien el 7 de febrero también había sido asesinado. La razón por la que se
le adjudicaban a Sobera estos homicidios fue porque habían ocurrido recientemente y
porque en el caso de Galván Santoyo había sido utilizada una pistola igual a la que
Higinio había ocupado para asesinar a Armando y a Hortensia.
La formal prisión fue decretada el sábado 17 de mayo por el Juez Séptimo de la
Tercera Corte Penal, licenciado Porfirio Díaz Sibaja, por los homicidios de Armando
Lepe Ruiz y de la señorita Hortensia López Gómez; por las lesiones que sufrió la
señorita María Guadalupe Manzano López; por el robo de automóvil propiedad del
señor Esteban Hernández Quezada; por la profanación de cadáver de la joven y por
portación ilegal de arma de fuego. Todos los delitos de que se acusa a Higinio fueron
comprobados tanto por su misma confesión como por las investigaciones realizadas
por los agentes del Servicio Secreto. Higinio escuchó la formal prisión sin inmutarse y
sin mayor preocupación (véase anexos 23-26).
Una vez dictada la formal prisión, Higinio fue llevado a la celda número 21 de la
Crujía H -había estado desde un inicio en la 25-. Sin embargo, no quería subir ni bajar
escaleras -pues se encontraba en el piso alto- lo pasaron a la celda 22 de la misma
crujía que se encuentra en la planta baja, ahí ordenaron a José Luis Vargas vigilarlo.
Contaba con su propia celda, sólo de esta manera se evitaría cualquier incidente. No
había duda que Higinio era esquizofrénico, mejor prueba de ello es lo siguiente: a
temprana hora pidió que se le permitiera darse un baño de regadera. Después de
desnudarse y estar listo para el duchazo, se dio cuenta que no había agua caliente, y sin
haberse mojado siquiera, empezó a secarse con una toalla y volvió a su celda. Antes de
entrar, indicó al reo que está encargado de su vigilancia, que dijera que no recibiría a los
periodistas ni a nadie que fuera a visitarlo, sino hasta el viernes después de las diez de la
mañana (El Nacional, viernes 23 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 7. HN). Higinio seguía
siendo muy voluble, un día se lanzó sobre su vigilante y le dio tan tremendos puñetazos,
que le sacó dos dientes, y lo dejó completamente noqueado (El Nacional, viernes 23 de
mayo de 1952, 1ª sección, p. 7. HN). Este incidente no sería ni el primero ni el último;
posteriormente, un fotógrafo tampoco escaparía de una buena golpiza que le
propinaría Higinio.
Desde los primeros días en la Penitenciaría Higinio empezó a recibir cartas
anónimas en las que le sentenciaban a una muerte inevitable, como castigo de los
crímenes horrendos que había cometido. -Me amenazan con matarme; ¡No, no puede
ser: tengo derecho a vivir!... (El Nacional, martes 20 de mayo de 1952, 1ª sección, p. 5.
HN). Ante tal situación rápidamente se tomaron las medidas necesarias para evitar se
cumpliera tal amenaza. Se ordenó redoblar la vigilancia para Higinio, así como vigilar
las visitas que recibía. Al principió no se sabía quién era el que tenía ganas de
asesinarlo en el penal, no fue sino gracias a una entrevista que realizó un reportero
del diario La Prensa como se supo que el que tenía ganas de asesinarlo era José Ortiz
Muñoz, alias “el Sapo” o “el Campeón de los asesinos”. Higinio temblaba de miedo,
pues le aterraba la idea de que “el Sapo” lo fuera a liquidar -tenía mucho miedo a la
muerte-. Esto le dice al reportero: Además, ¿qué necesidad hay de que me mate cuando
aun no he tenido la oportunidad de amar y ser amado? ¿No le parece? Estoy muy joven y
quiero vivir; seguir disfrutando de la vida que es tan suave. ¿No es así? (La Prensa, lunes
26 de mayo de 1952, pp. 2, 26. HN). Higinio amaba la vida, no podía concebir la idea de
llegar a morir y mucho menos que alguien se la quitara nada más porque sí. Según él,
esto es lo que opinaba de la vida.
"...Sí, la vida es muy bonita. ¿A quién no le gusta vivir? Me dicen monstruo,
asesino, loco y un montón de cosas mas; pero yo de todo me rio. No hago caso
de nada ni de nadie. Sólo quiero vivir mi vida, gozar, divertirme a mis anchas
portar mi pistola y tener mucha "lana" para gastar en cuanto se me antoje.
No sé porqué hay gente que pide la pena de muerte para mi. Esas personas sí
están locas....y locas de remate. Porque, díganme: ¿Qué necesidad hay de que
me fusilen los soldados o los policías? Yo no quiero morir. Todavía pienso
casarme".
"No soy presumido; tampoco me considero guapo; pero... con estas caídas de
ojo, no hay mujer que se me resista. A las pruebas me remito. ¿Quién es
aquella muchacha que no se enamora de mí si les hago unas señas con estos
ojos que me traigo? La verdad es que entre ellas, sobre todo entre las
jovencitas, tengo mucho partido. Ocasiones ha habido en que las he tenido
que bajar por la fuerza de mi convertible.
¡Uff! Porque les gustan los coches a algunas, que hasta fastidian. A veces no sé
si les gusto yo o el coche, o mis caídas de ojo. Bueno, ellas lo saben mejor que
yo..."
"...¡A qué caray! Las artistas me gustan...y me gustan mucho, pero la que me
trae de un ala es Elsa Aguirre. ¡Está chulísima! Tiene un cuerpo que da hasta
miedo. Es joven, bonita. Bueno, es un manguito como para chuparse los
dedos. Yo no tengo la culpa de que me guste tanto. Yo opino de ella como
admirador, como hombre, como enamorado de las cosas bellas que tiene el
mundo. Al que no le guste que me lo diga. Y se acabó el lío..." (La Prensa,
martes 20 de mayo de 1952, pp. 18-19. HN).
Además de aterrarle la idea de morir, amaba la vida tanto que quería casarse. Sin
embargo, esto no hubiese sido posible. Ya desde la antigüedad el matrimonio estaba
prohibido para todas aquellas personas que presentaban alguna anomalía cerebral
que indicara que estaba loco. En este caso, Rosen (1974:150,155) indica que en un
pasaje de las Leyes de Platón, “los dementes no podían contraer matrimonio”. Las
leyes romanas y las judías coincidían con las griegas; un enfermo mental no podía
contraer matrimonio ni debía administrar propiedades. Debido a sus trastornos
mentales se les consideraba no capaces para desempeñar ciertas actividades. Desde la
época antigua un enajenado mental no podía adquirir propiedades ni disponer de ellas…
Tampoco podía ser testigo de un testamento ni otorgarlo.
2.2.6. La sentencia
El proceso para la sentencia fue largo; ni jueces ni psiquiatras se ponían de acuerdo
sobre la forma en que Higinio debía ser juzgado. Se exigía la pena de muerte para
Higinio, porque “no era justo conservar la vida de un asesino que representaba un
peligro latente para la sociedad”. Hubo jueces como el licenciado Gaspar Trueba Lanz,
Juez Primero de Distrito en Materia Civil que se declaró a favor de la pena de muerte
como único medio efectivo y ejemplar para contener la gran ola de criminalidad que
aquejaba a toda la población; asimismo, el Juez Primero y Segundo de Distrito en
Materia Penal, licenciado Antonio Fernández Vera y licenciado Clotario Magalli,
respectivamente, estaban de acuerdo y mencionaban que la pena máxima es ejemplar
y debía aplicarse lo más pronto posible. Sin embargo, hubo psiquiatras reconocidos
como Alfonso Quiroz Cuarón, Alfonso Millán y Leopoldo Salazar Viniegra quienes
señalaron que Higinio no era moralmente responsable de los crímenes que había
cometido, por lo que consideraban que antes de ser juzgado como un criminal común,
se le debe tratar como un enfermo mental, ya que es un enfermo al que no se le prestó
la atención debida, y por ello la enfermedad progresó. Siendo Higinio una persona
moralmente irresponsable debido a su padecimiento, la Justicia no podía juzgarlo bajo
las mismas normas establecidas que a los demás delincuentes que no están en ese
caso. Su situación era especial, por ello la sentencia tardó dos años y medio en ser
pronunciada. El diario La Prensa criticaba en forma caricaturesca la forma de actuar
tanto de Higinio, la justicia y la sociedad (véase anexos 27- 30).
El castigo, es impuesto por un delito o falta a las leyes y normas socialmente
establecidas. En el periodo colonial el cuerpo era el blanco de la represión penal. El
castigo recaía en el cuerpo del condenado, del delincuente, se ponía en vergüenza al
acusado dañando su honor. Era paseado por la ciudad antes de aplicarle la sentencia
para que todo mundo se burlara de él. Los castigos que se imponían llevaban consigo
la deshonra. Otra forma de castigarlos era trasquilarlos, se les cortaba el cabello en
público como símbolo de vergüenza. Pero el castigo más grave implicaba la pena de
muerte, el más usado era la horca la pena de muerte es un espectáculo para la mayor
parte, y un objeto de compasión mezclado con desagrado para algunos (Beccaria, 2005,
p. 77). Casi no se aplicaba la pena de prisión, ya que la función de la cárcel era que a
través de sus muros y paredes se mantenía controlado al delincuente mientras le
dictaban sentencia (Vázquez, 2007, p. 111). La cárcel era un calabozo oscuro, donde se
encerraban a negros, indios y cualquier otro criminal. Cuando se trataba de un delito
grave: robo con violencia y homicidio con alevosía, se aplicaba la pena de muerte, pero
por lo general este tipo de delitos se castigaban con la horca cuando el delito era de
menor gravedad eran castigados con azotes, cárcel o destierro (Salazar, 2004, p. 107).
Cesare Becaria en los De los delitos y de las penas, en el capítulo XVI Del tormento
(2000:246-253), señala tres razones por las que se utilizaba la tortura; el primero, era
para obligar al reo a confesar un delito; el segundo, para la purgación de la infamia; la
tercera, es el tormento que se da a los reos cuando en su examen.
Fue a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX cuando cambió la forma de
castigar al delincuente. Foucautl en Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión
(2002:15-20) “señala que desaparecen los suplicios. Empieza a surgir cierta
discreción en el arte de hacer sufrir. La fiesta punitiva está extinguiéndose, desaparece
el espectáculo punitivo. El castigo poco a poco deja de ser un teatro. La ejecución
pública tiende a desaparecer. El castigo se convierte entonces en la parte más oculta
del proceso penal. La pena ya no trata de castigar, sino de corregir, reformar, curar. Lo
importante era ya no tocar el cuerpo, ahora se trata de privar de la libertad, el cuerpo
queda prendido en un sistema de coacción y de privación, de obligaciones y
prohibiciones, pues el sufrimiento físico, el dolor del cuerpo mismo, dejan de ser los
elementos constitutivos de la pena. El espectáculo desaparece y se anula el dolor”.
En el siglo XVIII cambió la concepción del castigo. Filántropos y humanistas
europeos consideraron que la pena debía ser ejemplar, pero que también debía ser
correctiva: sustituyeron el precepto de venganza por la esperanza de enmienda.
Sostuvieron que era necesario abandonar los castigos corporales y los tormentos
aplicados a los criminales, y que había que sustituirlos por la pena de prisión. Las
cárceles dejaron de ser concebidas como sitios de retención… para transformarse en
espacios de castigos y regeneración (Speckman, 2007b, p. 290). La cárcel se convierte
en un espacio donde el delincuente tiene que purgar y cumplir una pena, sin el
acatamiento de ésta, el individuo no podrá volver a disfrutar de su libertad. La cárcel
pasa de ser un espacio de tránsito a ser un instrumento de limpieza, de purga y se
convierte en un sistema de coacción y de privación de la libertad (Vázquez, 2007, pp.
170-171).
Para el caso de México, en 1872 entró en vigor el primer código penal mexicano
(Speckman, 2007a, p. 23). Asimismo, a partir de la independencia se tomaron una
serie de disposiciones que reformaban el castigo. Se prohibieron las penas de
mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos y el tormento. Si bien subsistió
la pena capital, el cuerpo de los condenados ya no era mutilado ni expuesto en
público36. La Constitución de 1917 en el Artículo 22 específica, quedan prohibidas las
penas de mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de
cualquiera especie, la multa excesiva… (Vázquez, 2007, p. 172). Por otro lado, señala
Robert Buffington (2001:164) que las leyes de México no sólo fueron avanzadas, sino
que son tan modernas como las de cualquier otra nación.
Higinio -como ya se ha mencionado- le tenía mucho miedo a la muerte, evitaba
en todo momento toparse con ella, por tal razón, cuando sabe que la sociedad y
algunos jueces piden le apliquen la pena de muerte, menciona a los periodistas del
diario La Prensa lo siguiente:
".... ¡Bueno, ya estoy preso! ¡Ni modo! Hay jueces y juzgados donde deben
conocer de mi proceso. Pero de ninguna manera deben aplicarme la pena de
muerte. Esto debe hacerse con los asesinos que matan a mansalva. Yo maté
en legítima defensa. Aunque la verdad... bueno, la verdad es que a uno lo
mate porque me insultó, y a la otra porque me gusto! ¡Y en qué forma!. Unos
dicen que estoy loco. Qué cosa más absurda. Locos son ellos. Si estuviera loco,
pediría que me aplicaran la pena de muerte; pero no soy tan tonto para
solicitar que mis días terminen en el paredón. ¡Tan linda que es la vida!"…
…"¡Uy!...¡Qué feo! Ni hablar de la pena de muerte. Esto de pararse en el
paredón, con varios fusiles por delante, es una cosa que no reza conmigo. Eso
si que no. A mi háganme lo que quieran, menos fusilarme. No quiero saber
nada de esto. Imposible que me apliquen esa pena. D e b e ser requetefeo
morir fusilado. ¿Ninguno de los que están aquí ha sido fusilado, por
36 Ibidem., p. 291.
casualidad? Y aunque me digan que se siente bonito ser acribillado a tiros, la
mera verdad es que yo siento horror por esa clase de justicia...".
"... La justicia, según mi manera de ver las cosas, es una cuestión que se
adquiere y se hace uso de ella con "lana" y con influencias. Yo, por esto,
prefiero que un juez me condene y no que me apliquen la pena de muerte así
nada mas que porque sí. ¿No les parece? ¿Qué es eso de que uno se deje que lo
fusilen si puede uno salir libre con dinero y con influencias? Esta claro que
maten frente a un paredón al que no tenga dinero ni "palancas"; pero a mí,
¿por qué han de aplicarme la pena de muerte? Esto es absurdo; una tontería,
¿no es así? Yo no soy tonto, ni loco. Quiero vivir, y vivir mucho tiempo. Eso es
todo..." (La Prensa, martes 20 de mayo de 1952, pp. 18-19. HN).
Finalmente Higinio fue condenado a cadena perpetua el día 14 de noviembre de
1954. La sentencia la dictó el Juez Séptimo Penal, licenciado Juan N. Izquierdo quien
contó con la aprobación de los jueces Luis G. Saloma Jr. y Roberto Campos Coss. Para
la resolución se tomó en cuenta el artículo 15 del Código Penal Federal que excluye de
toda responsabilidad a los que delinquen encontrándose dentro de una perturbación
mental. En tal código en el Título Primero llamado de Responsabilidad penal, Capítulo
IV que trata las Causas de exclusión del delito, en el artículo 15 y en la fracción VII
marca lo siguiente:
El delito se excluye cuando:
VII. Al momento de realizar el hecho típico, el agente no tenga la capacidad
de comprender el carácter ilícito de aquél o de conducirse de acuerdo con esa
comprensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que el agente hubiere preordenado su trastorno mental
dolosa o culposamente, en cuyo caso responderá por el resultado típico
siempre y cuando lo haya previsto o le fuere previsible.
Cuando la capacidad a que se refiere el párrafo anterior sólo se encuentre
considerablemente disminuida, se estará a lo dispuesto en el artículo 69 bis
de este Código (Marcos, 1983, pp. 56-62).
En efecto, considerando estudios médico psiquiátricos, psicopatológicos y
psicológicos, un enfermo mental no es responsable de sus actos. No obstante, esta
forma de proceder no es moderna, ya desde la antigüedad se creía que un enfermo
mental que causara lesiones corporales a otra persona no podía ser imputado
legalmente responsable. Así como tampoco podía testificar en un tribunal (Rosen,
1974, pp. 87-88). En este sentido, continua el mismo autor (pp.150-156), Platón
indicaba que a los dementes no se les exigía, en general, responsabilidad por acciones
criminales. De hecho, los griegos consideraban que un individuo mentalmente
enfermo no era responsable de sus acciones y no era castigado. Los delitos que cometía
no lo hacían sujeto de multa, ni tenía que pagar daños y perjuicios. De modo que un
demente no podía ser culpable de robo o de asesinato.
Finalmente, Higinio fue juzgado como una persona enferma y no como un
criminal común. Era un enfermo mental incurable y su enfermedad existía desde antes
que cometiera ambos asesinatos. Se consideró el expediente clínico que entregó el
doctor Alfonso León de Garay quien lo había atendido durante varios años. Además,
de acuerdo al resultado que arrojaron los análisis que practicaron y realizaron once
notables psiquiatras calificaron a Higinio como un loco incapaz de responder de sus
actos como un individuo normal. En vista de todo ello, el juez se inclinó a aceptar
finalmente el criterio de los especialistas, y el fallo fue que Higinio no era penalmente
responsable de los delitos que se le atribuían: homicidio, robo, lesiones, amenazas,
profanación de cadáver, lesiones contra agentes de la autoridad y daños en propiedad
ajena. Sin embargo, sí era responsable socialmente, y por tanto debía permanecer
recluido durante todo el tiempo necesario para su “curación”37, en el único sitio que
ante su peligrosidad ofrece debidas seguridades que reclama la sociedad ofendida: el
anexo neuropsiquiátrico de la penitenciaría. Y como no hay poder humano que pueda
devolverle la cordura a Sobera. Así opinaron los médicos. La reclusión no era temporal,
sino Ad vitam, es decir, hasta que muriera (La Prensa, domingo 14 de noviembre de
1954, pp. 2, 10. HN).
Ante tal sentencia, quedaba claro que Higinio debía pasar el resto de sus días
encerrado en la Penitenciaría del Distrito Federal, ahí lo instalarían en una celda
37
No olvidemos que la esquizofrenia no tiene cura.
especial en la que recibiría los cuidados y atención propios de un enfermo mental.
Estaría en esas condiciones hasta el momento en que se construyera un centro
especial para tales casos, pues el dictamen fue emitido mucho antes de la creación del
Centro Médico de Reclusorios. Debido a su peligrosidad, las autoridades judiciales y
médicas no permitieron enviarlo para su tratamiento y custodia al manicomio general
La Castañeda, pues este no contaba con todas las medidas de seguridad que exigían
las autoridades para su internamiento. Higinio podría recibir a los médicos
especialistas encargados de su tratamiento, y demás personal médico en su celda. Al
respecto Foucautl (2000c:48), señala que los servicios médico psicológicos implantados
en la administración penitenciaria son los encargados de decir cuál es la evolución del
individuo durante el cumplimento de la pena… como el caudal de perversidad y el nivel
de peligro… si llega a un nivel suficientemente bajo de una y otro, podrá ser liberado, al
menos de manera condicional.
La sentencia quedó integrada por veinte hojas, todas escritas por ambos lados, y
la forma en que quedó comprobado cada uno de los delitos. Los delitos amputados
fueron: 1) por los homicidios de Armando Lepe y Hortensia López, perpetrados el 11 y
12 de mayo de 1952, quedó acreditado con la fe judicial de los cadáveres, la media
filiación, la identificación hecha por familiares y los certificados de autopsia; 2) por las
lesiones causadas a Guadalupe Manzano López –mujer que acompañaba a Armando
Lepe en su automóvil el día que fue asesinado por Higinio- se probó con el certificado
médico de la lesión que ésta recibió en la segunda falange del dedo anular de la mano
derecha, por la rozadura de una de las balas; 3) por portación de arma de fuego sin
licencia. Se demostró cuando la policía recogía al asesino la pistola automática
“Llama”, calibre .765; pero el juez basándose en la jurisprudencia de la Suprema Corte,
estimó que eso no era propiamente un delito, materia de proceso, sino una falta a los
reglamentos de la policía, que en todo caso, debía ser sancionada
administrativamente; 4) el robo acreditado por la denuncia que en la 11ª Delegación
hizo el chofer Esteban Hernández Quezada, en el sentido de que el automóvil de su
propiedad, con placas de ruleteo 14-66, fue robado por Higinio. Se dijo que en este
auto Higinio asesinó a Hortensia López, y en el mismo llevó el cadáver a la Posada de
Palo Alto para profanarlo; 5) por amenazas al chofer del auto de ruleteo quedó
configurado con la declaración del mismo chofer quien denunció que Higinio lo había
amgado con una pistola para obligarlo a dejarle el automóvil; 6) por la profanación de
cadáver de Hortensia López, quedó demostrada con los certificados de las autoridades
de la Delegación de Cuajimalpa, las cuales también dieron fe de haber encontrado el
cuerpo de la bella muchacha “al pie de una alcantarilla que cruza el camino de los
hornos de tabique a unos ciento treinta metros de la carretera vieja México-Toluca”.
Estos datos, dijo el juez “tienen fuerza probatoria plena y demuestran que el cadáver
de la que en vida llevó el nombre de Hortensia López, fue objeto de actos de vilipendio,
obscenidad y brutalidad”; 7) por lesiones contra los agentes de la autoridad, las cuales
fueron cometidas contra el sargento segundo José Reyes López, del cuerpo de
vigilancia de la Penitenciaría, atacado por Higinio; 8) finalmente, por el daño en
propiedad ajena el cual consistió en que la misma ocasión anterio, Higinio, en acceso
de furia, rompió dos vidrios de la puerta del torreón de la Penitenciaría. Los daños
fueron valuados oficialmente en un peso (La Prensa, domingo 14 de noviembre de
1952, pp. 2, 10. HN).
Los peritos de la defensa que analizaron y examinaron el caso Sobera fueron los
doctores Leopoldo Salazar Viniegra y Juan Peón del Valle, ellos emitieron por
unanimidad el siguiente dictamen: el acusado, al cometer los actos que se le atribuyen,
se hallaba en un estado de inconsciencia, determinado por un trastorno mental
involuntario, de carácter patológico (La Prensa, domingo 14 de noviembre de 1952,
pp. 2, 10. HN). Pero el dictamen que emitieron los peritos del Ministerio Público
doctores Alfonso Quiroz Cuarón, Alfonso Millán Maldonado y José Sol Casao, fue más
rotundo: Sobera es un enfermo mental crónico, incurable, con manifestaciones clínicas
de esquizofrenia procesal, destructiva, progresiva… Posee un elevado grado de
peligrosidad y debe ser segregado ad-vitam, para los efectos de la defensa de la sociedad
y para su tratamiento (La Prensa, domingo 14 de noviembre de 1952, pp. 2, 10. HN).
Pues es completamente verdadero que es preciso ocultar a la sociedad aquellos que han
perdido el uso de la razón (Foucault, 2000b, p. 95). Era importante aclarar que los
enfermos mentales no eran criminales porque quisieran o tuvieran intensiones de
serlo, sino enfermos que necesitaban tratamiento. Es así como señala Foucault
(2000c:39) la locura borra al crimen. Además, los psiquiatras antes de emitir una
resolución deben decir tres puntos fundamentales; primero, si el individuo es
peligroso; segundo, si es susceptible de una sanción penal; y tercero, si es curable o
readaptable (Foucault, 2000c, p. 37). Higinio debía pasar el resto de sus días
encerrado en el Palacio Negro de Lecumberri, porque era una persona con un alto
grado de peligrosidad que generaba en la población cierto miedo. En este sentido,
Speckman Guerra en su artículo Sujetos y objetos del miedo (2009:356-359) refiere
que los criminales generan miedo no sólo en las víctimas, sino también a otros miembros
de la comunidad. También el criminal generaba un miedo en la sociedad.
El juez al considerar el dictamen emitido por los psiquiatras y peritos para
dictar sentencia, se evidencia lo que Michell Foucault señala en Los Anormales
(2000c:35-39) que el psiquiatra se convierte efectivamente en un juez; hace
efectivamente un acta de instrucción, y no en el nivel de la responsabilidad jurídica de
los individuos, sino de su culpabilidad real. Y a la inversa, el juez, por su parte, va a
desdoblarse frente al médico… El bajo oficio de castigar se convierte así en el hermoso
oficio de curar. La institución médica, en caso de la locura, tiene que tomar el relevo de
la institución judicial. Refiere que desde principios del siglo XIX se insistía y aún se
sigue insistiendo en el poder judicial del médico, o bien el poder médico del juez
(Foucault, 2000c, p. 46). Asimismo, desde comienzos del siglo XX, en 1903, para ser
precisos señala Foucault (2000c:37) apareció la circular Chaumié. A partir del cual, se
modifica el papel confiado a la psiquiatría, el cual no es definir la responsabilidad
jurídica de un sujeto criminal, porque es demasiado difícil, sino constatar si existen en
él anomalías mentales que pueden relacionarse con la infracción en cuestión.
Finalmente, los puntos resolutivos de la sentencia de Higinio Sobera de la Flor
quedaron asentados de la siguiente manera:
“Primero Higinio Sobera es socialmente responsable de los hechos que
motivaron este proceso, y que la ley define como los delitos de homicidio,
lesiones, robo, amenazas, profanación de cadáver, lesiones contra agentes de
la autoridad y daño en propiedad ajena de que lo acusó el Ministerio Público
y por lo que se le siguió esta causa, y no lo es del delito de portación de arma
de fuego sin licencia.
“Segundo, por tales hechos circunstancias de ejecución y características
personales de su autor, como medida de seguridad reclúyase a Higinio
Sobera en el Departamento Especial denominado Anexo Neuro-Psiquiatrico
de la Penitenciaría del Distrito Federal, por todo el tiempo necesario para su
curación, debiendo asimismo, ser sometido al tratamiento médico adecuado,
que le será proporcionado por los facultativos especializados que prestan
servicios en el mismo establecimiento, o por sus métodos particulares, a su
costa y sométasele a régimen de trabajo, con autorización de facultativo.
“Tercero. Por no haberse impuesto sanción, sino medida de seguridad social,
como es la de reclusión, no da lugar a condenar al sentenciado a pago de
reparación del daño que le demanda el Ministerio Público.
“Cuarto. Se decomisa la pistola “Llama” calibre .765 que sirvió como
instrumento del delito de homicidio, cometido en ofensa de Hortensia López
Gómez” (La Prensa, domingo 14 de noviembre de 1954, pp. 2, 10, 35. HN).
Es importante señalar que aún cuando el artículo 68 del Código Penal ordenaba
que esta clase de individuos debían permanecer en manicomios o en departamentos
especiales durante todo el tiempo que dure su curación, para el caso de Higinio, por
tratarse de un asunto especial y dada su peligrosidad, el juez, respaldado por el
artículo 66 y por la fracción del artículo 69 del Código Penal puede dictaminar que
Higinio debe permanecer, por tiempo indefinido y mientras así lo reclame y lo exija la
sociedad, recluido en la penitenciaría por tiempo indefinido y ahí debe proporcionarle
todo lo que requiera para su curación, pero por ningún motivo debe salir de la
Penitenciaría para buscar cura en algún sanatorio particular. Porque a los enfermos
mentales hay que reservarles un internamiento especial; internamiento que no es
médico, sino que debe ser la forma de asistencia más eficaz y más dulce: De todas las
desgracias que afligen a la humanidad, el estado de locura es, sin embargo, uno de
aquellos que por más de un motivo despiertan la piedad y el respeto; a este estado
debieran prodigarse cuidados por más de una razón; cuando no hay esperanzas de
curación, aún quedan medios, dulzura, buenos tratos que pueden procurar a esos
desgraciados al menos una existencia soportable (Foucault, 2000b, pp. 126-127).
Higinio no terminó la sentencia encerrado en el Palacio Negro de Lecumberri, la
enfermedad mental acabó lentamente con su vida. La enfermedad era incurable,
progresiva y degenerativa. Su alta peligrosidad impidió ser enviado al Manicomio
General de la ciudad de México, mejor conocido como La Castañeda.
En una entrevista para efectuar una exploración médica y psicológica realizada
por el criminalista Alfonso Quiroz Cuarón en la celda de Higinio, ocurrida en el
servicio médico de la penitenciaría del Distrito, fue muy desagradable lo observado.
Se percató que la celda presentaba un aspecto lamentable, Higinio se encontraba
viviendo en pésimas condiciones, sus ropas personales y de cama, a parte de sucias y
descuidadas, se hallaban en desorden y tiradas sobre el suelo (Garmabella, 2007, p. 92).
Esto no era lo peor, lo más desagradable, argumentaba Quiroz Cuarón (2007:92-93),
fue su aspecto personal, porque despedía un olor insoportable que hacía
prácticamente imposible la cercanía a su lado, pues el sujeto tenía varios días sin
asearse. Si su barba era crecida y descuidada, las uñas estaban negras por la materia
fecal alojada bajo ellas. Y por si algo faltaba, su aliento era fétido pues aparte de beber
sus propios orines, la misma materia fecal constituía su alimento. Quiroz Cuarón al
percatarse de las pésimas condiciones en las que vivía Higinio en la Penitenciaría del
Distrito Federal pidió al personal médico le ordenaran la celda y cuidaran de su aseo
personal, afortunadamente fue escuchado.
En la investigación médica y psicológica que efectuó Alfonso Quiroz Cuarón en
el servicio médico penitenciario de Lecumberri a Higinio, ofrece uno de los diálogos
que sostuvo con él:
--¿Se acuerda usted de Tabasco?
Higinio, luego de rascarse la cabeza y de sonreír, me respondió a media voz:
--Conozco todo eso. Un hombre con tanto asunto aquí en la penitenciaría, pos
un hombre para el archivo, la medicina, este… pos, puro mirador por ahí, ya
llevo casi un año, tengo ganas de salir y dar una vuelta, ya han cambiado
mucho, me siento enfermo, pero, pos, ya casi estoy bien.
Sin embargo, otras veces sus respuestas eran algo más coherentes:
--¿En qué hotel vivía?
--En el Isabel.
--¿De quién era el hotel?
--De unos españoles.
--¿Vivía bien?
--Cómo no, pero tengo un carácter medio raro, no congeniaba con la
familia, también vivía ahí toda mi familia, pero me aislaba para no molestar
(Garmabella, 2007, p. 93).
Su enfermedad lo había deteriorado demasiado, no era posible mantenerlo en
esas condiciones en la celda de la penitenciaría del Distrito, por lo que se hizo
necesario trasladarlo al Centro Médico de Reclusorios, ahí mantenía relación con
otros internos. Sin embargo, era un hombre que era atendido, más no curado.
Conforme pasaba el tiempo la enfermedad se apoderaba de Higinio, su estado físico y
mental se deterioraba más, por lo que su familia dispuso cuidarlo y atenderlo, ya no
representaba ningún peligro, se encontraba en estado catatónico; no podía moverse y
adoptaba posturas estáticas, no podía hacer nada. En este caso, Quiroz Cuarón señaló
que fue muy útil que la familia lo trasladara del Centro Médico de Reclusorios, a su
domicilio. Se ratificó porque ya no representaba un peligro para la sociedad. Además,
su situación era muy costosa para el Estado. En manos de la familia estaría mejor,
pues contaba con las posibilidades económicas suficientes para su cuidado.
En cuanto al estado catatónico indica Foucautl (2008:14) se caracteriza y se
reconoce por el negativismo del sujeto (mutismo, rechazo del alimento, fenómenos
llamados por Kraepelin “obstáculos de la voluntad”), la sugestibilidad (pasividad
muscular, conservación de las actitudes impuestas, respuesta en eco) y por las
reacciones estereotipadas y los paroxismos impulsivos (descargas motoras brutales que
parecen desbordar todas las defensas creadas por la enfermedad).
En efecto, Higinio ya no representaba ningún peligro para la sociedad, por lo
que sus últimos días se le vio sentado algún fin de semana en una silla de ruedas a
orillas del lago Chapultepec bajo responsabilidad de su familia y cuidando de él una
enfermera (Garmabella, 2007, pp. 93-94). Así terminó sus últimos días, en
Chapultepec, el lugar que tanto le gustaba para pasear.
Otros datos que vale la pena comentar son los del Acta de Defunción de Higinio
Sobera de la Flor. Según éstos falleció el día 02 de noviembre de 2005 a las 23:30
horas a la edad de 78 años. Las causas de la muerte fueron por Bronconeumonía
Bilateral, Neumopatia Obstructiva Crónica, Enfisema Pulmonar y Ateroesclerosis
coronaria. Falleció en su domicilio ubicado en la calle Monterrey No. 379, en la
colonia Roma Sur, Delegación Cuauhtémoc, D.F. Al visitar la casa, en efecto, existen los
datos necesarios para argumentar que probablemente falleció en absoluta soledad y
en pobreza casi extrema. La persona que declaró su defunción no pertenecía a su
familia y es altamente probable que nunca –debido a la enfermedad mental que
presentó- recibió su herencia (ver anexos 31 y 32)38.
Finalmente Higinio enfrentó su muerte a la que tanto miedo tenía.
38 Esta información no ha podido ser ratificada en su totalidad. Hasta el momento la información certera es: 1) el nombre y los apellidos, y 2) el estado civil (Soltero, porque nunca pudo casarse). Los datos que aún faltan por corroborarse son: 1) el lugar de nacimiento y nombre de sus padres (el Acta de Defunción no los específica); 2) el lugar de fallecimiento; él vivía en la calle Mérida Núm. 4 y en su Acta de Defunción indica que falleció en la calle Monterrey Núm. 379 de la Colonia Roma Sur, delegación Cuauhtémoc, Distrito Federal. Por otra parte, la persona que declaró su fallecimiento en la Dirección General del Registro Civil del Distrito Federal no tenía ningún parentesco con él. No se sabe hasta que momento su familia estuvo con él.
Capítulo III
Violencia y crimen: su representación en el cine
Las diversas formas en que la violencia -provocada por el alto índice de pobreza- se
presentó en la vida cotidiana fueron llevadas a la pantalla grande. El cine reflejó la
miseria en que gran parte de la sociedad en la ciudad de México se encontraba
hundida. Si bien, la ciudad de México estaba intensificando su modernidad, escondía
tras sus grandes y lujosos edificios un mundo diferente, un mundo que sufría los
estragos de la pobreza, la delincuencia y el crimen. Fueron pocos los directores que
reflejaron en la pantalla la pobreza urbana que se vivía en la ciudad de México en
1950. En la pantalla se transmitía y reflejaba lo que sucedía en la vida diaria de la
ciudad de México desde la aparición del cinematógrafo. El cine-documento, a más del
valor de la evidencia, capta a los personajes en su ambiente, su atmósfera social y clima
espiritual, dentro de acciones que pueden ser revividas una y otra vez (De los Reyes,
1981, p. XI). “El cine se convierte en una tradición cultural y en un fenómeno histórico
sociocultural que devela el malestar del espíritu de una época en que la
reconstrucción es decisiva. El cine está ligado a la realidad social y criminal de la
época y es ella quien lo alimenta, convirtiéndolo en un medio para interpretar nuestro
mundo. El cine se convierte en un medio para interpretar nuestro mundo” (Fernández,
2007, pp. 20, 22). El cine criminal muestra algunas ideas y a la vez otorga una
explicación popular sobre las causas del crimen que aquejan a la sociedad. A su vez
implanta valores, creencias y modos de conducta a una amplia gama de la sociedad. En
suma, el cine proyecta en la pantalla una imagen del mundo. Constituyéndose en un
hecho ineludible que la construcción de nuestra imagen del mundo se realiza cada vez
más a través de los medios (Doelker, 1982, p. 177).
El cine crea hábitos estéticos y modifica las expectativas del público. Es una
expresión cultural de masas. Se convierte en una tradición cultural, en un fenómeno
histórico sociocultural que refleja el malestar vivenciado por la sociedad. Por ello la
cultura no es sólo significado dominado por el conocimiento y la razón, sino también
emoción, pasión, miedo, goce, placer y dolor (Fernández, 2007, p. 21). La cultura en su
sentido más amplio se refiere a todos aquellos conceptos y valores, categorías y
distinciones, marcos de ideas y sistemas de creencias que los humanos usan para
construir su mundo y representarlo de manera ordenada y significativa (Garland, 2006,
p. 229). El cine lleva la realidad sociocultural a la pantalla a través del suspenso y el
melodrama. El cine y el suspenso se convierten en un hecho cultural moderno, porque
el suspenso mismo fue producto de la modernización. El criminal y su crimen forman
una unidad indivisible. La narración se basa en el enfrentamiento de fuerzas entre el
crimen y la justicia, el criminal y su castigo, el pecado y la culpa (Fernández, 2007, pp.
18, 33, 38).
El cine “expone el hecho criminal de una nueva sociedad urbana-moderna y
modernizada. Comienza a exhibir los componentes culturales “realistas” propios del
crimen, de una sociedad ávida de ponerse en escena” (Fernández, 2007, pp. 14, 139). El
cine criminal, enfatiza el autor (pp. 145-146) “descubre que las causas del crimen
germinan entre dos polos totalmente opuestos, es decir, la pobreza y la riqueza. Esto
es, de la confección de una profunda diferencia de clases. La violencia se origina de la
violencia social. Las posturas y enfoques de los directores sobre la criminalidad son
producto de una ideología social tejida por la realidad y por la ficción. Los directores
construyen relatos moralizantes de alcance masivo que no sólo dibujan el
pensamiento social sobre el crimen, sino también echan a andar un importante
aparato moralizador que mantienen creencias y practicas en boga consideradas
convenientes para la convivencia entre los individuos”.
3.1. La industria cinematográfica del crimen
La industria cinematográfica proyectó en la pantalla las formas de vida urbana que
imperaban en la década de los cincuenta en la ciudad de México. Reflejó la miseria en
que gran parte de los pobladores de la ciudad de México se encontraban hundidos. En
la ciudad hubo crecimiento económico pero no desarrollo. Con el crecimiento urbano
e industrial la pobreza se agudizó y el número de pobres aumentó. La dinámica
citadina escondía tras sus grandes y lujosos edificios un mundo diferente que sufría
los estragos de la pobreza, la delincuencia y el crimen. Un mundo que las sociedades
altas y de élite denigraban, segregaban39, excluían y/o trataban de esconder. La ciudad
como espacio urbano se convierte en el actor principal de la pantalla grande. En la
ciudad de México el rico y el pobre no podían mezclarse. Pablo Piccato (2001:13),
indica que la consecuencia fue “una división racial entre los espacios seguros y bellos
de la ciudad moderna y la peligrosa e insalubre zona marginal”. Mientras la gente rica
vivía en grandes zonas residenciales, elegantes y céntricas, gozando de los mejores
servicios públicos, la gente pobre vivía en barrios, vecindarios o colonias de la
periferia donde difícilmente podían vivir dignamente. Se excluía al pobre porque se le
consideraba delincuente y criminal. Pues ningún lugar del mundo está libre de estas
formas de desprecio a determinados grupos (Allport, 1960, p. 18). Ser pobre significaba
ser delincuente y criminal. El problema del crimen en el cine, lleva a percibir si en
determinado momento se construyen ideas sobre las causas del crimen develando los
cambios de mentalidad colectiva en los diversos periodos de la cinematografía. De esta
manera, se considera que el cine criminal se convierte en una autoridad cultural que
aborda, explica y a la vez, propone aspectos importantes sobre el problema del crimen
(Fernández, 2007, p. 119).
39 Entendiéndose por segregación una forma de discriminación institucionalizada, impuesta por la ley o la costumbre. En: Gordon, A. (1960). La naturaleza del prejuicio. Buenos Aires, Argentina: Eudeba, p. 29.
Las producciones del cine criminal mexicano son fruto de la modernización que
está experimentando la ciudad de México. Álvaro Fernández en su libro Crimen y
suspenso en el cine mexicano 1946-1955 (2007:22) refiere que los filmes son sitios y
formas emocionales, lugares de representación donde se definen concepciones acerca del
amor, la sexualidad, el crimen, entre otros. El cine criminal explica el problema criminal
que vive la ciudad de México, es una autoridad cultural que otorga en su
representación ideológica una explicación de las causas del crimen. Pero también, el
cine criminal es importante como forma de entretenimiento porque es un medio
constructor del pensamiento social que define el problema criminal (p. 117). Toda la
producción cinematográfica del crimen contiene una intención moralizante y a la vez
reitera los valores y los modelos de conducta imperantes en una sociedad (145).
No cabe duda que las películas en algún momento pueden efectivamente
influenciar a las personas directamente, pero las personas ven y escuchan únicamente
lo que desean ver y escuchar y pueden reinterpretar y retorcer cualquier punto de vista
equilibrante para impedir el “verse envueltos” (Jarvie, 1979, pp. 39-42). Pues el cine
tiene tanto consecuencias previstas como no previstas (Jarvie, 1974, pp. 21-22). El cine
posee un lenguaje convencional en alto grado que ha de ser aprendido (p. 45). La
influencia que ejerce sobre su público es tal, pues tiene mayor convencimiento y ejerce
mayor presión que la palabra hablada o escrita (Hever, 1964, p. 222). Pero este
publico, no es un público potencial, sino un objetivo a alcanzar (Durand, 1962, p. 52). La
población disfruta de estas películas. La afirmación plantea una interrogante
importante, ¿por qué el hombre disfruta observar la representación del crimen y la
violencia en el cine? La respuesta es sencilla, el cine criminal provoca en el espectador
cierto tipo de goce que aumenta cada vez que el protagonista se encuentra en peligro;
el sufrimiento prolongado, la tensión, la curiosidad, la morbosidad y la incertidumbre
es lo que más goza y experimenta el espectador. La respuesta transmite que las
películas de ficción, crimen y suspenso son las preferidas por la población. Sin
embargo, a pesar del goce que provoca el cine criminal en el espectador no causa un
comportamiento criminal.
El cine criminal describe los pormenores del acto criminal y el acto se constituye
en el componente principal que desencadena la acción, esto es, es el protagonista que
origina la tensión central del relato y se entrega al gusto por lo prohibido y el tabú
(Fernández, 2007, pp. 16-17). El asesinato refiere el autor (p. 117) es el corazón del
cine criminal. Por tal motivo, el crimen debe valorarse en el campo cultural, pues el
criminal siempre actúa de una forma antisocial en la vida de un pueblo, inmerso en un
dinamismo económico, político y sociocultural.
La industria cinematográfica mexicana se ve interesada en llevar a la pantalla
grande el crimen y el suspenso narrativo. Pero más que exponer en ellos una
estrategia comunicativa del hecho criminal de esta nueva sociedad urbana, moderna y
modernizada, se busca sembrar el interés en el espectador para que mueva a la
industria cinematográfica mexicana, tan necesitada de recursos para seguir
existiendo. El ímpetu del cine criminal, genera que las salas de los cines se abarroten.
El crimen y el suspenso funcionan como materia prima para la industria del cine
señala Fernández (2007:71), construyendo una lógica de la oferta y la demanda, de
producción y consumo. El consumo deriva del gusto, por ello se produjeron películas
ad hoc para la población. De esta manera, iban de la mano el cine, la ideología, el
contexto social y la exigencia del público. El crimen sí paga y solventa parte de la
industria cinematográfica dejando ganancias millonarias. Paga muy bien y genera
todo un fenómeno productivo, pues existe un público que lo consume y goza con las
películas (Fernández, 2007, pp. 38,72).
Los cineastas que se afanaban por producir cine criminal, indica Fernández
(2007:32-33) entre otros destacaban, Roberto Gavaldón, Julio Bracho, Tito Davison,
Bustillo Oro, Fernando Méndez, Miguel M. Delgado; en menor medida a Alfredo B.
Crevenna, Emilio Gómez Muriel, Fernando de Fuentes, Chano Urueta; y muy poco a
Alberto Gout, Emilio el Indio Fernández, Ismael Rodríguez, Miguel Morayta, Adolfo
Fernández Bustamante. En cuanto al desarrollo genérico y tipo de crimen que se
producía, -indica Fernández Reyes (2007, pp. 192-193) señala que fueron nueve tipos
diferentes de crimen el que se exponía en la pantalla, entre ellos: 1) Gángsters,
hampones y antihéroes; 2) Crimen en barrio, arrabal y cabaret; 3) Crimen de
rumberas-cabaret; 4) Criminal cosmopolita y de corte psicoanalítico; 5) Carcelario; 6)
Luchadores; 7) Espías y político; 8) Crimen pasional y chantajes; y 9) Policiaca. Dentro
del primer desarrollo genérico y tipo de crimen, el autor señala que en 1950 las
películas filmadas fueron ocho: El Suavecito, La noche avanza, Dancing, Paco el
Elegante, Asesinos en la noche, Piel Canela, El medallón del crimen y México nunca
duerme; las películas que corresponden al segundo tipo de crimen fueron: Crimen y
castigo, Los Olvidados y El bruto; dentro del tercer tipo de crimen figura únicamente,
Sensualidad; para el cuarto tipo de crimen destacan las películas: El hombre sin
rostro, En la palma de tu mano, Él, La sospechosa y Ensayo de un crimen; en el quinto
desarrollo genérico destacan: Islas Marías y Cárcel de mujeres; en el cine de
luchadores sobresalen el enmascarado de Plata, Ladrón de cadáveres y Santo vs. el
cerebro del mal y Santo vs. hombres infernales; en el cine de espías y político sólo
resalta ¡Yo sabía demasiado!; para el penúltimo tipo de crimen destacan: El teatro del
crimen, La perversa y El esqueleto de la señora Morales; y en el último tipo de crimen,
el policíaco, destacan sólo dos filmes: Ley fuga y El medallón del crimen.
Dentro de las películas en las que el cine criminal, valga la redundancia, exponía
en hecho criminal de la nueva sociedad urbana y modernizada en la ciudad de México,
encontramos que durante la década de 1950 a 1960 –según Álvaro A. Fernández
Reyes- (2007, pp. 291-294) se estrenaron aproximadamente 107 filmes. Se
mencionan sólo algunos: Los Olvidados (1950), de Luis Buñuel –el cual ganó once
Arieles en el festival de Cannes celebrado en Francia en 1951; Crimen y castigo
(1950), de Fernando de Fuentes; Víctimas del Pecado (1950), del productor Emilio
Indio Fernández; En la Palma de tu mano (1950), de Roberto Gavaldón -que ganó un
Ariel; Cárcel de mujeres (1951), de Miguel M. Delgado; Paraíso Robado (1951), de
Julio Bracho; Él (1952), de Luis Buñuel; El bruto (1952), también de Luis Buñuel; El
sindicato del crimen (1953), de Juan Orol; El asesino X (1954), de Bustillo Oro; Donde
el círculo termina (1955), de Alfredo B. Crevenna; México nunca duerme (1956), de
Alejandro Galindo; Asesinos en la noche (1956), de Miguel M. Delgado; El teatro del
crimen (1956), de Alejandro Cortés; Ladrón de cadáveres (1956), de Fernando
Méndez; La mafia del crimen (1957), de Julio Bracho; Cabaret trágico (1957), de
Alfonso Corona Blake; La venenosa40 (1957), de Miguel Morayta; Infierno de almas
(1958), de Benito Alazraki; Sábado negro (1958), de Miguel M. Delgado; Con el dedo
en el gatillo (1958), de Luis Spota; El esqueleto de la señora Morales (1959), de
Rogelio A. González; Jugándose la vida (1959), de Arturo Martínez.
Conforme llegaba la modernización y la urbanización, el cine iba desplazando
poco a poco la producción de películas urbanas, y decidió ir por los filmes de tipo
urbano. El espacio urbano, esto es la ciudad, se convirtió en el actor principal del cine
mexicano. Los temas importantes, señala Fernández Reyes fueron el tropical, el
urbano, el arrabalero, el ficheril y el cabaretil. Se pasó de un cine rural a un cine
urbano, pues sólo de esa manera se prolongaría la gloriosa edad del cine de oro
mexicano. La industria se enfoca y se interesa por representar la vida urbana de la
ciudad de México (Fernández, 2007, p. 97). Esta realidad se representa en el cuadro 1
y en la gráfica 1.
Cuadro 1 Cine rural-Cine urbano 1946-1955
1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955
Cintas urbanas
71% 63% 54% 68% 84% 88% 78% 81% 60% 69%
Cintas rurales
29% 37% 46% 32% 16% 12% 22% 19% 40% 31%
Fuente: Fernández, R. A. A. (2007). Crimen y suspenso en el cine mexicano 1946-1955. México: El Colegio de Michoacán. p. 97.
40 Segunda versión.
Gráfica 1
El cine al convertirse en un hecho sociocultural insertó en la sociedad la
costumbre de asistir y disfrutar del cine. Sin embargo, en el cine también se hacían
distinciones sociales, esto se reflejaba en los precios que podía pagar el público. La
clasificación de las salas y el tipo de cintas que se exhibían acentuaron la separación
de los estratos sociales que acudían al cine. Los cines se clasificaban en cuatro
categorías, los había de categoría A, B, C, y las Salas piojo o de Jerarquía D. Las
divisiones de las salas eran según la zona y el costo de las entradas. La practica de ir al
cine empezó a aumentar y los precios también. Los cines de categoría A eran los más
grandes, lujosos y más caros, la entrada costaba entre 5 y 4 pesos, o sea cobraban más
que el salario mínimo que variaba entre el campo y las nacientes metrópolis, de 3 a
1.65 pesos. Los cines de esta categoría eran; 1) el Alameda de Emilio Azcárraga,
construido sobre la Avenida Juárez frente a la Alameda central y estaba considerada
como uno de los mas importantes de la capital, debido a la variedad de películas tanto
mexicanas como estadounidenses (que se apegaban a la modernidad a la que Alemán
apostaba) proyectadas; 2) El Metropolitan; 3) el cine Palacio Chino; 4) y El
Chapultepec, inaugurado en 1944 frente a la glorieta de la Diana Cazadora. Este último
cine no escatimaba gastos de publicidad, pues anunciaba sus películas hasta en media
página del diario El Gran Estreno y no era raro leer a 4 columnas por 15 centímetros
de largo “Hoy clamoroso éxito, de 4 semanas de exhibición con 6 funciones diarias”.
Por ejemplo, la entrada al estreno del filme En la Palma de tu mano del director
Roberto Gavaldón costó $5.00, con cuatro funciones diarias. Los cines de categoría B
eran menos caros, la entrada costaba a la clase media entre 3 y 2.50 pesos. Los cines
que pertenecían a esta categoría eran el Margerit y el Rex. Los cines de categoría C
eran el Colonial, ubicado en el antiguo barrio de San Lucas, era de tres niveles pensado
para 5,000 espectadores, con lujosos decorados. La entrada a este tipo de cines
costaba entre 2 y 1.50 pesos. Proyectaba las películas más populares. Las Salas Piojo o
de Jerarquía D, eran exclusivamente para las clases bajas, estaban construidos en las
zonas cercanas de los barrios más populares de la ciudad, las entradas tenían un costo
entre 1.25 pesos y 60 centavos, era básicamente para los empleados, obreros,
albañiles, costureras, sirvientas, entre otros. Eran cines que se encontraban rodeados
de toda una agitada vida nocturna compuesta de cabarets, salones de baile, puestos
ambulantes, casas de juego. Contaban con lunetario, anfiteatro, butacas y galería. Los
cines de este tipo eran el Regis, Imperial, Colonia, Encanto, Lindavista, Balmori,
Parisina, Hipódromo y Lido, en este último en 1952 se estrenó y exhibió por dos
semanas el film –Él- de Luis Buñuel (Amador, 1985, pp. 387 - 391).
Para la adecuada producción y pertinente distribución, los cineastas se vieron
obligados a relacionarse con el poder. La industria del cine no estaba exenta de los
monopolios. El poder y la corrupción se hacían presentes, pues la industria funciona
en torno a la búsqueda de mejores ganancias. Desde los años 40 la industria
cinematográfica alcanzó una gran fortaleza que no volvería a disfrutar más en los años
posteriores. Se crearon los sindicatos, uno de ellos sería el Sindicato de Trabajadores
de la Industria Cinematográfica (STIC), fue apoyado por los principales
representantes de la CTM, el Gral. Salvador Carrillo y Fidel Velázquez. También se creó
el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) y la Unión de
Trabajadores de Estudios Cinematográficos (UTEC). Muchos de los directores
cinematográficos estaban afiliados a la Unión de Directores Cinematográficos de
México (UDCM) y a finales de la década de 1940 eran 39 empresas las que aparecen en
el Directorio de la Asociación Nacional de Productores de Películas. Las producciones
estaban integradas al sistema de estudios sólo en cuatro bases (Fernández, 2007, pp.
78-85):
1. Los Chapultepec de Jesús H. Abitia convertidos en Nacional Productora, en Paseo
de la Reforma.
2. Los Azteca de Gabriel García Moreno, en la Avenida Coyoacán.
3. Los México Films del fotógrafo Jorge Stahl, en la Colonia Condesa.
4. Los mejor equipados eran de la productora Cinematográfica Latino Americana, S.
A. (CLASA) (Fernández, 2007, p. 78).
De la misma forma, los estudios cinematográficos brotaban de manera
espontánea en un espacio urbano alejado del centro, como;
1. Los Tepeyac, al norte.
2. Los Cuauhtémoc en Tlalpan, que más adelante se convertirían en los América.
3. Los Azcárraga, en Churubusco con apoyo norteamericano; que poseía los cines
Alameda de todo el país y las estaciones de radio más importantes.
4. Y en 1949, los San Ángel Inn (Fernández, 2007, p. 83).
Hay un fuerte apoyo y protección del cine nacional por parte del gobierno de
Lázaro Cárdenas. Contra los monopolios se creó el Banco Cinematográfico S. A. como
una iniciativa del Banco de México, sustituyendo a la Financiera de Películas S. A. Sin
embargo, en 1947 para un mayor control del Estado el Banco Cinematográfico S. A., se
convierte en Banco Nacional Cinematográfico (BNC). La comunidad cinematográfica
se poblaría de corrupción y delincuentes de cuello blanco, fue el caso que se presentó
en la ciudad de Puebla en que el protagonista fue el excónsul de Estados Unidos
William O. Jenkins, que fue fortalecido y apoyado políticamente por el gobierno de
Carranza, y quien fue, el más temible magnate de la producción cinematográfica. Su
riqueza se debió al tráfico de alcohol a su país, fraude, explotación, boicot a
campesinos, despojo y robo de tierras, asesinato, corrupción, evasión de impuestos,
pero lo que más lo llevó a la fama y al incremento de su fortuna, fue su autosecuestro.
Rescate que pagó su gobierno en 300 mil pesos oro. Fue el propietario con la mayor
extensión de tierras en todo Puebla, 12 mil hectáreas. Recibió el apoyo del gobernador
de Puebla Maximino Ávila Camacho, hermano del futuro presidente de la República
mexicana, Manuel Ávila Camacho. Jenkins, con el apoyo político se apoderó del
imperio de exhibición Operadora de Teatros, S. A (OT) (Fernández, 2007, pp. 86-89).
En medio del auge del cine mexicano e iniciada la década de los 50, aparece un
invento nuevo, la televisión. Esta se convertía en el nuevo medio que genera un
proceso de identidad nacional e integración a la sociedad de consumo. Así el cine
iniciaba su decadencia lentamente, pero la triste realidad no llegaría tan rápido
porque para el 26 de julio de 1950 únicamente se transmitían desde el canal 4 XHTV
imágenes poco nítidas a decenas de pantallas chicas. No toda la población tuvo la
oportunidad de adquirir el nuevo aparato. El cine seguía siendo frecuentado por todos
aquellos -la gran mayoría- que no podían dentro de sus posibilidades adquirir una
televisión y llevarse el cine en miniatura hasta su hogar. La pantalla chica se convertía
en el cine en casa. Sin embargo, esto cambiaría ya un año más tarde las imágenes eran
más nítidas (Fernández, 2007, p. 61). Continúa el autor que con la aparición del canal
2 XEWTV y después del canal 5, los aparatos receptores se multiplicarían. Entonces se
fundó Telesistema Mexicano, S. A., el monopolio de Emilio Azcárraga. El nuevo medio
pronto formó parte de la vida cotidiana del México moderno durante la tercera etapa
de lo popular urbano (la primera etapa se desarrolló en los primeros 30 años, la
segunda hasta los cincuenta) .
3.2. Crimen y pobreza en el cine
Al iniciar la década de los cincuenta, en la ciudad de México se intensifica una vida
urbana y moderna sin límites aparentes. En sus grandes avenidas corrían a gran
velocidad autos nuevos y lujosos, conducidos por personas que vestían trajes caros y
elegantes. Sin embargo, la majestuosidad orgullosa y dinámica de la ciudad se vería
fuertemente confrontada porque escondía lugares llenos de inmundicia y pobreza.
Lugares donde el hacinamiento era normal, donde transgredir la ley emergía como un
evento rutinario, donde la delincuencia mandaba ordinariamente y el crimen y “la
mala vida”, coexistía con las cantinas, salones de baile, burdeles, prostitutas, casas de
juego, cabarets, niños de la calle, pandillas callejeras, vagabundos, menesterosos, el
sexo, la corrupción y la embriaguez.
El tiempo, el espacio y las relaciones nunca habían coincidido tan fuertemente
para transformar el espacio en moderno y urbano, pero a su vez, mantenerlo antiguo y
con una pobreza que rozaba la indigencia. Opulencia e indigencia transitaron de la
mano generando un escenario surrealista que pudo ser captado y proyectado por los
cineastas, quienes recrearon en sus escenas a un mundo víctima de la pobreza y la
delincuencia, olvidado y excluido tanto por las clases pudientes como por las
autoridades. El cine llevó la realidad de este “bajo mundo” y miserable a las pantallas;
lo hacía presente y lo mostraba a una sociedad que trataba de esconderla detrás de su
modernidad. Así, el cine “se convierte en una fuente de significados que se ligan a la
realidad social, criminal y delincuencial de la época” (Fernández, 2007, p. 20).
El cine hizo algunos melodramas acerca de lo que captaba en la realidad: por
ejemplo, la película El hombre que quiso ser pobre (1955), proyecta a un individuo que
ofrece dinero a los menesterosos que lo solicitan; a un periodista deseoso de fundar
una granja modelo para los niños que hasta entonces sólo comían raíces; a un
limpiabotas que quería operar a su hermana; a un empleado bancario que deseaba
educar a sus hijos y una prostituta que quería aprender un oficio. El hombre que
quiere ser pobre proporciona dinero a todos y un año después regresa a comprobar
cómo emplearon esos donativos. La película termina con una bandera mexicana
tremolando en la granja de Acolman (González, 1985, pp. 256-257).
En los barrios bajos los hombres se alcoholizan, las mujeres se prostituyen, los
niños delinquen y forman pandillas. Es aquí donde el género cinematográfico intenta
rescatar -aunque estereotipadamente- temas y ambientes cotidianos de cabarets,
“pachucos, proxenetas41, prostitutas, ficheras, rumberas, gangsters, crímenes
pasionales, números de baile, adictos y varios delincuentes menores que tejen sus
redes criminales, sus creencias, mitos, valores y lenguaje” (Fernández, 2007, p. 144).
Llevando la realidad sociocultural a las pantallas a través de melodramas colmados de
clemencia, crueldad, sufrimiento, dolor, odio e infelicidad. La temática y las tendencias
de la industria cinematográfica se dirigen hacía el cine de barrio y urbano. El entorno
se convierte en el condicionante principal del crimen, argumentaban algunos
cineastas con sus filmes. La pobreza y la falta de oportunidades fueron las que
confeccionaron básicamente a los delincuentes y criminales, inducían otro tanto de
directores.
De la cotidianidad surge una gran lista de víctimas y victimarios cobijados por la
implacable pobreza. Pero también, emergen asesinos y cadáveres en medio de la
opulencia. La explicación recae en el entorno, siempre se enfatiza.
3.3. Víctimas y Olvidados
La industria cinematográfica proyectó en la pantalla las formas de vida urbana que
imperaban en 1950. Reflejó la miseria en que un amplio sector poblacional de la
ciudad de México se encontraba. Evidenció al paradigma “modernidad” como una gran
falacia porque escondía tras sus grandes y lujosos edificios un mundo diferente, un
mundo que sufría los estragos de la pobreza, la delincuencia y el crimen. Un mundo
que las sociedades altas y de élite denigraban, segregaban42, excluían y/o trataban de
esconder.
En la ciudad de México el rico y el pobre no podían mezclarse. La consecuencia
fue una división entre los espacios seguros y bellos de la ciudad moderna y la
peligrosa e insalubre zona marginal (Piccato, 2001, p. 13). El apartheid citadino y
41 Alcahuete. Intermediario. 42 Entendiéndose por segregación como una forma de discriminación institucionalizada, impuesta por la ley o la costumbre. En: Gordon Allport, La naturaleza del prejuicio, Buenos Aires, Eudeba, 1960, p. 29.
mexicano fue letal; discriminación política, exclusión económica, marginación social y
por qué no decirlo, aislamiento racial. Mientras la gente rica vivía en grandes zonas
residenciales, elegantes y céntricas, gozando de los mejores servicios públicos, las
personas pobres vivía en barrios, vecindarios o colonias de la periferia y difícilmente
podían acceder a alguno de estos servicios. Se excluía al pobre porque se le
consideraba delincuente y criminal. Pues ningún lugar del mundo está libre de estas
formas de desprecio a determinados grupos (Allport, 1960, p. 18). Ser pobre significaba
ser delincuente y criminal.
La modernización no fue para las clases menesterosas. Tampoco llegó para
beneficiar a todos por igual, esto lo vemos claramente en los servicios públicos.
Mientras las clases altas gozaban de todas las comodidades, las clases pobres, no
tenían nada. El nivel de pobreza de la población en la ciudad fue alarmante y generó el
surgimiento de otros problemas. Se consideraba que las clases bajas eran las más
violentas, las que mayor tendencia tienen hacia la delincuencia y la criminalidad
debido al medio social en que se desenvuelven; un entorno donde la ignorancia, la
falta de educación, la miseria, la codicia, la ausencia de recursos económicos, la
desigualdad, el alcoholismo y la moral “no existe” en ellas.
El cine proyectó en la pantalla un mundo víctima de la pobreza y la delincuencia,
olvidado y excluido por la sociedad y autoridades. El cine llevó la realidad del “bajo
mundo” y miserable a las pantallas; lo hacía presente y lo mostraba a una sociedad
que trataba de esconderla detrás de su modernidad. Varios fueron los filmes que
intentaron mostrar la cruel realidad del “bajo mundo”.
Sin embargo, para la presente tesis se analizaron solamente dos películas; una,
Los Olvidados (1950) del director de origen español pero nacionalizado mexicano Luis
Buñuel; y la otra, Víctimas del Pecado (1950) dirigida por Emilio el Indio Fernández. El
primero es un film basado en hechos de la vida real, recrea escenarios marginados y
proyecta la paradoja que implica la urbanización y la modernización. Al final de la
cinta, el director revela que es difícil y casi imposible ser bueno en medio de tanta
pobreza, marginación y maldad, pues son muchos los factores que se interponen. Por
su parte, Emilio el Indio Fernández proyecta optimismo, cree que a pesar de tanta
maldad, corrupción, delincuencia y pobreza puede alcanzarse la felicidad a través de
la esperanza.
A pesar de ser diferentes, también se relacionan. Mientras la primera es un
drama social. La segunda es un melodrama de cabaret. Lo que tienen en común es que
ambas representan el crimen de barrio, arrabal y cabaretil. Para la elección de ambos
filmes se tomó en cuenta que ambas hayan gozado de amplia popularidad, la relación
que proyectaron entre crimen y sociedad, su reputación, la crítica de diversos
especialistas, el impacto que tuvieron en el público de la época y la importancia que
representan para la historia del cine.
Víctimas del Pecado, fue una cinta dirigida por el director mexicano Emilio el
Indio Fernández, fue muy bien acogida por el público citadino. El rodaje empezó el 10
de abril de 1950, pero se estrenó hasta el 2 de febrero de 1951 en el cine Orfeón43, cine
de categoría A, pues cobraban $4.00 pesos. Estuvo dos semanas en cartelera (véase
anexos 1 y 2). Se filmó en los estudios Churubusco y locaciones en Nonoalco, la
Penitenciaría del Distrito Federal y otros lugares. El argumento y la adaptación fueron
de Emilio el Indio Fernández y Mauricio Magdaleno. El productor, Pedro A. Galindo, y
Gabriel Figueroa, como fotógrafo. La canción, de Dámaso Pérez Prado, Agustín Lara y
otros. Fue una realización de Producciones Calderón Films, S. A. La película fue
filmada en blanco y negro y dura 85 minutos. El reparto está compuesto por actores
de gran popularidad, entre ellos Ninón Sevilla (Violeta), Tito Junco (Santiago), Rodolfo
Acosta (Rodolfo), Ismael Pérez Poncianito (Juanito), Rita Montaner (Rita), Margarita
Ceballos (Rosa), Francisco Reiguera (don Gonzalo), Pedro Vargas, Toña la Negra, Los
Ángeles del Infierno, Arturo Soto Rangel (director del penal), Enriqueta Reza, entre
muchos otros.
43 Expediente No. A-00138, Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
El Indio Fernández escogía sus historias y el reparto. Sin embargo, para el caso
de Víctimas del Pecado hubo una excepción, aceptó filmarla con la condición de
ponerla al servicio de Ninón Sevilla, “estrella” exclusiva del productor, Pedro. A.
Galindo. El director cinematográfico era muy renombrado por los filmes Salón México
(1948), Islas Marías (1950), pero con Víctimas del Pecado su reconocimiento fue aún
mucho mayor no sólo en México, sino también en el extranjero, entusiasmando con
ella a exigentes críticos europeos. La película no sólo fue bien acogida en México,
también gustó en Francia.
El filme dirigido por Emilio el Indio Fernández fue un género de cabareteras,
donde el tema principal son las jóvenes mujeres atrapadas entre la explotación y la
prostitución. Este tipo de filmes también se beneficiaban de una fuerte influencia
afrocubana, al tiempo que aportaban una calcinante representación de recientes
cambios en la sociedad. Este género logró expresar en ocasiones una devastadora
denuncia de la vida mexicana (Niblo, 2008, p. 67).
Rosa, una cabaretera, ha tenido un hijo del pachuco Rodolfo y quien la obliga a
tirar al bebé en un bote de basura. Violeta al saber lo sucedido corre a buscar al niño y
lo recoge; ella era bailarina en el cabaret Changoo y se dedica a cuidarlo. Esto le cuesta
a Violeta su trabajo; encariñada con el niño (Juanito) y al no encontrar trabajo
empieza prostituirse para alimentarlo. Rodolfo, empeñado en utilizarla como anzuelo
para sus delitos, trata de matar a su propio hijo, porque es un estorbo y un monstruo.
Violeta intenta defenderlo pero recibe a cambio una golpiza. Indignadas las demás
prostitutas golpean entre todas a Rodolfo, que es detenido por la policía y condenado
a seis años de prisión. Ella obtiene trabajo de fichera en el cabaretucho de Santiago, La
Maquina Loca, ahí le proporciona casa y comida. Violeta triunfa como bailarina
nuevamente. Santiago se enamora de ella y ambos llevan a Juanito a un internado. Al
pasar seis años, Rodolfo sale de la cárcel y busca a Santiago para exigirle el dinero,
pero éste se niega a devolverlo, Santiago lo asesina en la calle y rapta a Juanito para
convertirlo en ladrón y delincuente. El niño se niega, ante tal negativa Rodolfo lo
golpea despiadadamente. En ese momento aparece Violeta con una pistola y mata a
Rodolfo. Ella termina en la Penitenciaría. Mientras Juanito deambula por las calles
trabajando muy duro vendiendo periódicos y boleando zapatos en compañía de otros
niños parias frente al Monumento a la madre. Cada vez que puede acude Juanito a
visitar a Violeta, a quien tiene por su Madre. El Día de las Madres, logra con grandes
dificultades y dejando de garantía su caja de bolero, adquirir unos zapatos como
regalo para Violeta, pero llega tarde a la penitenciaría y unos policías no dejan verla.
El niño se dispone a pasar la noche en la puerta de la penitenciaría, pero el director lo
ve y conmovido, habla por teléfono con el Presidente de la República y logra que ese
mismo día Violeta salga libre y se disponga a disfrutar con Juanito una nueva vida44.
Por su parte, Los Olvidados del director Luis Buñuel fue una cinta que empezó a
rodarse a partir del 6 de febrero de 1950 y se estrenó el 9 de noviembre del mismo año,
en el cine México45, cine de categoría A, el costo de la entrada fue de $5.00, y dura 80
minutos (véase anexo 1). A la presentación sólo asistieron 20 personas, entre ellos
intelectuales y cinéfilos. Con reestreno el 8 de Julio de 2005 en las salas Salvador
Toscano de la Cineteca Nacional, Cinépolis Diana, Cinemex, Altavista y Cinemex Casa de
Arte46. Se filmó en tan sólo 21 días en los estudios Tepeyac y en locaciones de
Nonoalco, Tlatelolco, San Juan de Letrán, la Granja Correccional del antiguo pueblo de
Tlalpan y la colonia Doctores, en el Distrito Federal. El productor fue Óscar Dancigers.
El argumento y adaptación de Luis Buñuel y Luis Alcoriza, con la colaboración en los
diálogos (sin crédito) de Max Aub y Pedro Urdimalas. La fotografía, de Gabriel
Figueroa. Música, Rodolfo Halffter, sobre temas originales de Gustavo Pittaluga.
Ultramar Films, S. A., fue la compañía productora. Fue filmada en blanco y negro. El
reparto estuvo conformado por interpretes auténticos, entre ellos Stella Inda (madre
de Pedro), Miguel Inclán (don Carmelo, el ciego), Alfonso Mejía (Pedro), Roberto Cobo
(el Jaibo), Alma Delia Fuentes (Meche), Francisco Jambrina (director de la escuela de
la granja), Jesús García Navarro (padre de Julián), Efraín Arauz (Cacarizo), Jorge Pérez
(Pelón), Javier Amezcua (Julián), Mario Ramírez (Ojitos), Juan Villegas (abuelo del
44 Expediente No. A-00138, Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta. 45 Expediente No. A-00053, Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta. 46 Expediente No. A-00053, Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
Cacarizo), Héctor López Portillo (juez), Ángel Merino (Carlos, ayudante del director),
niño Ramón Martínez (Nacho, hermano de Pedro), Diana Ochoa (madre del Cacarizo),
Salvador Quiroz (dueño de la herrería), José Moreno Fuentes (policía), Ignacio
Solórzano (feriante), Ramón Sánchez (vendedor de tortas), Charles Rooner (pederasta
elegante), voz de Ernesto Alonso, entre muchos otros.
Buñuel inicia el filme y una voz en off de Ernesto Alonso, explica que las grandes
ciudades modernas como Nueva York, París, Londres y por supuesto, México, esconden
tras sus magníficos edificios, hogares de miseria, hogares que albergan niños mal
nutridos, sin higiene, sin escuela. La ciudad se convierte en cuna y semillero del futuro
delincuente. La sociedad es la principal culpable de estas formas de vida tan
degradantes. Muestra que a pesar de vivir en la miseria, los niños por momentos -
sobre todo cuando juegan la rayuela- son felices y olvidan por instantes la mala vida
por la que pasan.
En seguida aparece El Jaibo, quien siendo un adolescente escapa de la
correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Ayudado por dos niños, Pedro y El
Pelón, El Jaibo intenta robarle al mendigo don Carmelo, un viejo ciego que canta por
las calles. Después, los tres apedrean al ciego en un descampado. Pedro, a quien su
madre rechaza por vago, recoge a un niño campesino El Ojitos, abandonado por su
padre, lo lleva a la casa de unos amigos, los hermanos Meche y El Cacarizo, cuyo
abuelo vende leche de burra. El Jaibo mata en presencia de Pedro al joven trabajador
Julián, a quien echa la culpa de que lo llevaran a la correccional. Don Carmelo emplea y
explota al Ojitos como ayudante. Pedro, empeñado en que su madre lo quiera, entra a
trabajar de aprendiz en una herrería. El Jaibo, después de robar un cuchillo de la
herrería, se hace amante de la madre de Pedro. Este último aparece como culpable del
robo y es internado por su propia madre en una escuela granja correccional. El
director de la escuela, interesado en Pedro, le confía 50 pesos para que salga de la
escuela a comprarle unos cigarros. Pedro se siente feliz con tal muestra de confianza,
pero El Jaibo le sale al paso y le quita el dinero. Pedro sigue al Jaibo hasta el barrio. El
Jaibo le da tremenda paliza, en ese momento Pedro lo denuncia como asesino de
Julián. El Jaibo en venganza mata a Pedro a tubazos. Minutos más tarde, El Jaibo es
muerto por la policía al oponer resistencia para su arresto47.
En Víctimas del Pecado, el Indio Fernández, proyecta que en la periferia de las
ciudades se gesta un mundo delincuencial, en el que los niños y las mujeres son el
principal blanco de explotación y los más vulnerables. El Indio Fernández hace patente
en la pantalla un melodrama arrabalero y cabaretero. El mismo título de la película
hace pensar inmediatamente acerca de lo que tratará el argumento.
La cinta inicia con un acto pecador y cruel: una cabaretera, Rosa -compañera de
trabajo de Violeta- deja a su hijo recién nacido en un bote de basura. Violeta recoge y
rescata al bebe de una muerte segura (véase anexo 3). Este acto de generosidad tiene
gravísimas consecuencias para Violeta, pues pierde su trabajo como bailarina en el
Changoo. Para poder mantener a su bebe adoptado se prostituye (véase anexo 4). La
pobreza en que muchas mujeres de las clases bajas urbanas se encontraban hundidas,
las obligaba a trabajar como bailarinas en los cabarets (véase anexo 5). A Violeta no le
importó en ningún momento las consecuencias que acarrearía adoptar a un niño, pues
era feliz por tenerlo. Anhelaba lo que cualquier mujer anhela en la vida, ser madre; eso
era razón suficiente para quererlo y defenderlo ante todo. La sociedad les negaba a las
cabareteras el derecho a ser madres nosotras no tenemos derecho a tener hijos… dice
Violeta a unas compañeras. Para Violeta esta era la única oportunidad de convertirse
en madre, al grado que no le importaron las consecuencias que este acto le conduciría.
Este acto de amor la arrastraría hacía la fatalidad y el sufrimiento. La inmensa alegría
que sentía cuando tenía al bebé en sus brazos, años más tarde se convertiría en
lágrimas.
El Indio Fernández proyecta en su film que aún cuando Violeta sea una mujer
noble y de buenos sentimientos, que se esfuerza por salir de la pobreza por medio del
trabajo, se topa en el camino con dificultades que lo impiden. Violeta antes de llegar a
47
Expediente No. A-00053, Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
ser una gran artista reconocida y admirada en el cabaret el Changoo, había sido
fichadora, pero gracias a su esfuerzo logró ascender de categoría. Se convirtió en
artista, se había consagrado, e iba a ganar mucho dinero. Pero el amor por un niño le
cambió la vida. Por su acto bondadoso y amoroso Violeta fue despedida del Changoo,
pues si prefieres hacerla de nodriza ahorita mismo te liquido y te me vas… le dijo don
Gonzalo dueño del cabaret (véase anexo 6) y difícilmente podía encontrar trabajo.
Ante la sociedad era madre soltera. La sociedad “moderna” se contradecía en este
sentido; por un lado, no perdonaba a la mujer que abandonara o rechazara a su propio
hijo; pero por otra, castigaba, denigrando y excluyendo a mujeres que vivían solas con
un hijo, las tachaba de mujerzuelas. La sociedad misma es cruel con quienes tratan de
conducirse por el camino del bien. Ese fue el caso de Violeta, quien al salvar de un
camión recogedor de basura -curiosamente llamado Herodes- al hijo abandonado por
su propia madre, a quien le importó más, seguir siendo explotada por un hombre
delincuente que ver por su propio hijo, fue denigrada y excluida. Violeta pudo llegar
muy alto, pudo convertirse en una gran artista, pero las circunstancias y la sociedad
misma no se lo permitieron.
A pesar de haber sido expulsada del cabaret y no haber logrado meter al niño en
una guardería, ni que lo amamantaran unas indígenas, todas tenemos hombre y
maliciaria -dice una-; pues una vecina, Longina, no está de acuerdo con la
alimentación artificial y haber caído en el mundo de la prostitución. La vida le ofreció
a Violeta y a su hijo otra oportunidad, cuando Santiago, hombre enigmático pero
bueno y vestido de obrero le ofrece trabajo de fichera en su cabaretucho La Maquina
Loca (véase anexo 7). Violeta vive una ironía, pues después de haber triunfado en el
cabaret Changoo como una artista ya consolidada, caía nuevamente al bajo fondo, ya
que iniciaría una vez más como una fichera. Así se vive pero se sufre, cantaba Violeta en
el Changoo. El destino le jugaba chueco, le cobraba un precio muy alto por el cariño
que brindaba a un niño inocente y víctima de un pecado. Violeta era una mujer
trabajadora, fuerte, valiente y difícil de manipular.
Juanito fue víctima de un pecado, pecado que no cometió. Los niños representan
la inocencia, la bondad, la esperanza, la ilusión, el futuro y la vida misma. Son frágiles y
vulnerables ante la sociedad y la maldad. Los niños al no poder defenderse fueron los
más maltratados, no sólo por sus propios padres sino también por la misma sociedad.
Juanito fue despreciado por su padre desde el momento en que lo vio enredado en el
pobre rebozo de su madre (véase anexo 8). La situación del niño no lo conmovió, al
contrario, lo despreció, lo consideró un estorbo y un monstruo. Yo vivo de realidades y
no quiero estorbos… decía Rodolfo, amaba su libertad. Tener un hijo era lo peor que
podía sucederle. Su madre lo abandonó en un bote de basura obligada por Rodolfo,
pero sobre todo porque fue más fuerte su miedo al abandono. Aceptó y permitió
seguir siendo golpeada y explotada por Rodolfo; pégame, hazme lo que quieras, me lo
merezco todo, pero no me abandones… no puedo vivir sin ti, le dice a Rodolfo, quien
responde, el que quiere azul celeste, que le cueste.
La mujer se siente desprotegida y vulnerable, desamparada si no tiene a su lado
a un hombre. Este es un grave error en el que caían muchas mujeres de las clases
bajas urbanas de la época. Así fue el caso de Rosa, quien prefería cien veces humillarse
con tal de lograr que Rodolfo la aceptara nuevamente y no la abandonara, trabajaré de
día y de noche y todo lo que gane será tuyo, trabajaré duro y te tendré siempre
contento… Yo te ayudaré como siempre, te obedeceré en todo, dime qué debo hacer. La
madre que abandonó a su hijo llora desesperadamente. El acto cruel y despiadado no
la dejan en paz, mucho menos cuando Pedro Vargas le dedica –Pecadora- … por qué te
hizo el destino pecadora… cantaba Vargas en el Changoo, como poniéndole el dedo en
la llaga. El Changoo era un cabaret de perdición (véase anexo 9) frecuentado por
bastantes personas, porque en el lugar había variedades musicales caras, pues estuvo
Pedro Vargas, la Orquesta de Pérez Prado, Los Ángeles del Infierno, Toña la Negra y
Rita Montaner.
Juanito en el momento de ser despreciado por su padre y abandonado por su
madre, se convirtió en un hijo de nadie, total que el mocoso no es de nadie, de modo que
déjalo que sea otro hijo de nadie, expresaba don Gonzalo a Violeta en el Changoo. Sin
embargo, la suerte de Juanito cambió en el momento que Violeta lo salvó de la
fatalidad. Juanito crecía y se convertía en un niño de buenos sentimientos y bien
educado. A la edad de seis años sabía distinguir entre el bien y el mal. Sabía que si
sacaba muchos dieses en el internado podía llevar a sus amigos a casa de sus padres.
La bondad lo conduce a comprarle zapatos a su madre para felicitarla el 10 de mayo.
Es bolero y como el dinero no le alcanza -los zapatos costaban $12.00 y sólo contaba
con $10.00 -, (véase anexo 10) deja su cajón de limpiabotas al vendedor y le promete
regresar el sábado a pagar el resto (véase anexo 11). No quería ser ladrón porque
sabía que era malo y no debía hacerse. Juanito representaba dulzura e inocencia en un
mundo lleno de pobreza, miseria, crueldad y sufrimiento, por ello cuando Violeta llega
con la criatura a la alcoba de otras cabareteras en el cabaret La Maquina Loca, lo
adoran y ofrecen a Violeta ayudarle en el cuidado.
Rodolfo era ambicioso, cínico, engreído y macho, se dedicaba a utilizar y a
despreciar a cuanta mujer se le acercaba. Le gustaba presumir su holgada ropa de
pachuco en los bailes del Changoo (véase anexo 12). Señala José del Val (2004:20) que
el pachuco, era el mexicano migrante en los Estados Unidos y fue el tipo ideal extremo
del mexicano. No porque fuera un buen hombre, sino por ser un auténtico macho,
borracho, delincuente y golpeador de mujeres. De hecho, Rodolfo se dedica a asaltar
con su banda joyerías y cines.
Los nuevos autos, más veloces y eficaces, modernizan el modus operandi de los
delincuentes; se organizan eficientemente para robar y transportarse de un lugar a
otro en cuestión de minutos, permitiéndoles escapar de la policía rápidamente. Estas
formas de operar fueron implantadas en la ciudad de México por la famosa banda del
Automóvil Gris (Vázquez, 2007, pp. 120-128). Rodolfo encarna al típico hombre
macho y mexicano; valiente en unas cosas, pero cobarde en otras. Es valiente y frío
para asaltar y matar; asaltó con su banda el cine Lido y asesinó a la taquillera, crimen
que pagó con seis años de prisión. Más tarde, Violeta lo denunció por haber intentado
matar al niño y por golpearla (véase anexo 13). Rodolfo, jugaba dos papeles. Por un
lado se creía muy macho, pero por otro era un cobarde al golpear y explotar a las
mujeres. Abofetea en el Monumento a la Revolución a Rosa por “arruinar” su
“reputación”. Justo ahí, hace que ella deje al lloroso bebé, al “estorbo” o “el monstruo”
como él le llama, lo que no sirve, a dónde lo tiras, a la basura, no, bueno, pues ahí tienes
tu basurero.
El cabaret La Maquina Loca era de categoría más baja que el Changoo, era
frecuentado por un público humilde y algo soez de rieleros. Estaba ubicado bajo el
puente de Nonoalco, junto a él pasaba el ferrocarril. Violeta al buscar a Santiago y éste
darle trabajo, casa y comida, mejoró la vida de los tres. El ferrocarril había salvado al
niño de la miseria y la imagen de un pequeño tren de juguete se sobrepone a la del pastel
con que se celebra el cumpleaños numero seis de Juanito (véase anexo 14). La vida les
sonreía, Violeta era feliz al ver crecer sano y bien educado a su hijo Juanito (véase
anexo 15), quien se esforzaba por sacar muchos dieses, y por tener a su lado, a un
hombre bueno que la adoraba. Sin embargo, la alegría y la felicidad les duró sólo seis
años. El destino nuevamente les hacía una mala jugada, pues el mismo día en que
Rodolfo sale libre de la cárcel busca en seguida a Santiago para exigirle dinero, ante la
negativa de éste último, Rodolfo lo asesina (véase anexo 16). Inmediatamente Rodolfo
saca del internado a Juanito para obligarlo a delinquir, yo no quiero ser ladrón, le
afirma Juanito …obedece con un demonio, lo único que tienes que hacer es esconderte en
la farmacia y abrirnos cuando te demos la contraseña, le dice un integrante de la banda
(véase anexo 17).
El destino es cruel con quienes quieren ser buenos. El destino arranca la vida a
los que son compasivos y permite vivir a los malos. Santiago después de enmendar su
vida encariñándose y educando a Juanito -pues este le recordaba a su hijo-, se
convirtió también en víctima de la sociedad. Conducirse por el camino del bien es un
pecado que se paga con la vida, incluso con la libertad. La vida es injusta. Quienes se
empeñan en seguir el camino del bien, siempre se topan en su camino con dificultades
que lo impiden y se torna casi imposible no enredarse entre la maleza. Es difícil pero
no imposible que una semilla sana y buena crezca en medio de las piedras, la maleza y
la podredumbre. Emilio el Indio Fernández es lo que muestra en el filme. Después de
tanto sufrimiento, pobreza, explotación, corrupción, asesinatos y prostitución se logra
alcanzar la alegría, la paz y la felicidad.
Defender a un niño de las garras de una fiera sale muy caro. A Violeta le costó su
libertad. Al ver que Juanito era maltratado por su propio padre para obligarlo y
convertirlo en delincuente, lo defendió -como una leona defiende a su cachorro-,
matando al padre explotador a tiros. Por este acto y por privar a la sociedad de un
delincuente, debe ir a la cárcel para pagar el delito que cometió (véase anexo
18)…todo por qué, porque libró al mundo de un bandido, como si arrancar un cáncer
fuera un delito… dice la “mayora” al director de la penitenciaría, quien responde a
veces la justicia es lo más injusto del mundo… Sin embargo, un gesto de generosidad de
un individuo de la sociedad que tan mal se portó con ella, le proporciona la
oportunidad de salir libre, marcharse a vivir y disfrutar con su hijo de una nueva vida.
Fue necesario un telefonazo del director de la penitenciaría al Presidente de la
República para redimir a quienes ya habían sufrido. La sociedad que los había
castigado, condenado, denigrado y excluido los redimía y les permitía disfrutar de la
felicidad y la alegría, pues se lo merecían, y en una voz en off se escuchaba, esas rejas
que se abren, les están abriendo una vida nueva, el pasado queda aquí, sigan juntos
adelante, que la luz de la esperanza los lleve lejos, hasta encontrar algún remanso de paz
a donde todavía reinen la bondad y el amor, que tendrán que brillar siempre a pesar de
la maldad y la ambición (véase anexo 19).
En el melodrama, Emilio el Indio Fernández muestra que a pesar de tanta
pobreza, miseria y sufrimiento, se puede a través de la esperanza, alcanzar la felicidad.
El director se conmovió y fue optimista; por ello abrió las puertas de la prisión de par
en par brindando una oportunidad a los que tanto habían sufrido. La película muestra
que la justicia está de parte de aquellos que sufren los embates de la miseria, la
corrupción y la explotación. Presentó algunos aspectos nobles que todavía existen en
ese ambiente de podredumbre de los barrios bajos. Se identificó con el ambiente de la
época y mostró la verdad de los sitios. Trató de mostrar algunas verdades sobre los
niños, en el sentido de que además de nacer en un ambiente miserable corren el
riesgo de convertirse en delincuentes y ser explotados. Muchos niños son golpeados
por la crudeza de la vida, se convierten en niños de la calle, en hijos de nadie. A pesar
de todo lo anterior, no fue una cinta realista, más bien un filme reflexivo en el que
Emilio el Indio Fernández explotó muy bien el ambiente de la época
El caso de Los Olvidados de Buñuel fue diferente, trascendió lo real o acaso la
evidenció en toda su crudeza. Mostró la existencia de una ciudad perdida entre la gran
modernidad que se vivía. Desarrolla una historia sobre los niños de México, para
proyectar las formas de vida de estos olvidados.
Durante el tiempo que estuvo inactivo, Buñuel se dedicó a recorrer durante seis
meses los bajos fondos de la ciudad de México, acompañado al principio por Alcoriza y
luego por Edward Fitzgerald, su escenógrafo canadiense. Caminó por Nonoalco, la
plaza de Romita, una ciudad perdida de Tacubaya48. Pero esto no era suficiente para
mostrar personajes auténticos e historias originales, por lo que decidió consultar
detalles en el Tribunal para Menores, allí leyó tarjetas de un gran numero de casos,
todos muy interesantes. Consultó también a la psiquiatra, María de Lourdes Ricaud. Se
apoyó de las notas que salían en la prensa, ahí leyó que se había encontrado en un
basurero el cadáver de un chico de unos doce años49, eso fue lo que le dio la idea del
final de su película. Buñuel muestra imágenes desgarradoras y lugares miserables.
Buñuel, desde el principio gozó de libertad para hacer lo que quisiera en el filme,
esto se reflejó claramente a partir del momento en que realizó el casting, pues no
escogió ni a guapos ni a grandes personajes, empleó un reparto sin estrellas; el Ojitos,
fue representado por un niño campesino improvisado, no era actor. Lo estético lo hizo
a un lado. Esto se observó claramente en los personajes; El Jaibo no era apuesto, era
un adolescente alto y flaco que siempre llevaba un copete -en la época era moda
popular-, vestía una camiseta ceñida de manga corta y un overol obrero (véase anexo
48 Expediente A-00053, p. 187. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta. 49 Expediente A-00053, p. 187. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
2); Julián vestía un pantalón amarrado por una tira de tela y camiseta de rayas y
bigote, y al igual que el Jaibo, también llevaba copete.
Julián y el Jaibo eran jóvenes totalmente diferentes. Julián era un joven
trabajador, responsable, serio y sin ningún vicio. No tomaba ni fumaba, pega muy
duro, como no fuma tiene mucho aire… le advertía Pedro al Jaibo, cuando juntos
marchaban a buscarlo a la chicharroneria donde trabajaba. En el filme se mezclaba
una vieja costumbre, -el consumo de alcohol-, con una nueva moda, -fumar cigarro-. El
consumo de alcohol era muy antiguo, fumar cigarro era una nueva costumbre que
llegaba con la modernización. En la cinta se observa claramente cuando la palomilla
del Jaibo bebe alcohol y fuma en el barrio. Otra escena se presenta cuando Julián saca
a su padre borracho de una cantina (véase anexo 3). El Jaibo era cínico y ladrón,
vengativo y arrogante, además de soberbio. Estos defectos se notan claramente
cuando se detiene a “comprar” una torta a un vendedor ambulante (véase anexo 4) en
las calles de San Juan de Letrán, justo después de haber escapado de la correccional.
Huye y se pierde entre las personas, porque la policía se acerca.
Tan pronto sale de la correccional se convierte en asesino. Busca en compañía de
Pedro a Julián. Al principio su intención es únicamente platicar con él y reclamarle por
qué lo había denunciado a la policía. En venganza el Jaibo arroja una piedra a traición
a Julián golpeándolo en el cabeza, Julián cae al piso, rápidamente el Jaibo toma un
pedazo de rama y empieza a golpearlo nuevamente en la cabeza, lo mata en el acto. Sin
embargo, el Jaibo aún no se percataba que lo había matado, vámonos antes de que se
despierte, así aprenderá a no ser chiva... dice a Pedro. Acto seguido le roba el dinero y le
da una parte a Pedro, quien sin saberlo, se convertía en cómplice (véase anexo 5).
Julián era un joven maduro y responsable, trabajaba para mantener a toda su familia.
Unas mujeres al enterarse de su muerte, exclamaron, lo bueno se va y lo malo se queda.
Pedro, uno de los personajes centrales de la cinta, es un chico que necesita y
clama a gritos atención, cariño y amor. Es un niño despreciado por su propia madre,
por haber sido producto de una violación, por qué lo voy querer, no conocí a su padre,
yo era una escuincla y ni pude defenderme, contesta la madre al juez, cuando este
percibe que ella no quiere a su hijo. Pedro, era víctima de un pecado que no había
cometido. Su madre lo despreciaba por vago, por qué te voy a querer, por lo bien que te
portas, verdad., refiere ella con sarcasmo, cuando Pedro le cuestiona por qué no lo
quiere. Ella en todo momento le hace saber que no lo quiere y se lo hace sentir
ignorándolo en todo momento (véase anexo 6). Después de haber presenciado el
asesinato de Julián y de sentir la necesidad de cariño y amor de su madre, Pedro cree
ver en un sueño -pesadilla diría yo- bajo su cama, a Julián ensangrentado y riéndose;
después, observa acercarse en cámara lenta a su madre, que le habla cariñosamente
sin mover los labios, lo besa y le ofrece un pedazo de carne cruda, ensangrentada y
desgarrada, pero el Jaibo aparece y se la arrebata. En el mismo sueño, sin mover los
labios, le pregunta a su madre por qué nunca lo besa, al mismo tiempo que le dice que
ahora si se portará bien y buscará trabajo para que ella descanse.
Pedro sufre, no soporta la actitud que tiene su madre con él, por ello se esfuerza
por portarse bien y trabajar, mamá no sea mala, yo quisiera portarme bien pero no se
como. Para lograr que su madre lo quiera buscó trabajo hasta conseguirlo; primero en
una cuchillería, conocida en la época como afiladuría, en la que ganaría $7.00 pesos que
daría a su madre para comer. Sin embargo, el destino no le permitía jugar limpio,
parecía que su vida estaba atada al Jaibo quien siempre lo buscaba. En dicha afiladuría
Pedro sin darse cuenta, el Jaibo robó un cuchillo de mango de plata. Las sospechas
cayeron por supuesto en Pedro. El dueño de la herrería lo acusa del robo. La policía
fue a buscarlo hasta su casa, el gendarme dice a la madre, si se lo prueban lo
castigaran, ella contesta, pos me alegraría, porque a mí ni caso me hace, ahora que
vuelva se lo lleva y castíguenlo, castíguenlo hasta que escarmiente (véase anexo 7). No
fue necesario que la policía llevara a Pedro al Tribunal para Menores, ella misma lo
entregó. El segundo trabajo fue empujando un carrusel junto con otros niños en la
misma condición que él. La escena es cruel; mientras unos niños disfrutan de los
caballitos, otros trabajan. Los niños de condición pobre y miserable gastan sus
fuerzas, instantes de su vida para que los otros tengan un instante de felicidad.
Días más tarde del robo del cuchillo, Pedro regresa contento a la casa de su
madre, a quien no le agrada verlo nuevamente. Él le explica que se había marchado
(escapó al percatarse que el policía entraba a su casa a buscarlo) no por maldad. Sin
embargo, no puede detallarle los motivos de su ausencia. Ante la indiferencia de su
madre, Pedro exclama que le pegue pero que no se quede así, él quisiera portarse
bien, pero no sabe cómo, le dice que la culpa de todo era del Jaibo. Ella en el momento
de escucharlo, lo calla con una bofetada. Él, furioso toma un taburete amenazándola.
Sin embargo, no se atreve hacerle daño y deja que su madre lo lleve al Tribunal para
Menores. El juez argumenta que al no poder comprobarle el robo y ella al no tener los
medios para proporcionarle la educación que necesita, lo mandaran a una escuela
granja, ella está completamente de acuerdo. En seguida, el juez pregunta a la madre si
quiere ver a su hijo, ella responde, no, yo pa´que. La actitud de la madre molesta al juez
e indignado le espeta, a veces deberíamos castigarlos a ustedes por lo que hacen con sus
hijos, no les dan cariño ni calor y ellos lo buscan donde pueden. La madre obligada por el
juez acude a ver a su hijo. Pedro se encuentra molesto y resentido, la culpa de que lo
manden a la escuela granja, él no quiere ir a ese lugar. Es hasta ese momento cuando
la madre cree en su hijo y siente quererlo, si te creo hijo, le manifiesta a Pedro. Él,
molesto argumenta, y hasta ahora se acuerda de que soy su hijo (véase anexo 8).
Pedro estaba muy enfadado con el mundo entero, para él todos eran culpables
de lo que le pasaba. En la escuela granja mató a palos a un par de gallinas. Esta escena
en particular es elemental; curiosamente desquitó su coraje contra las aves que más le
agradaban. De esa forma, se vengaba de lo que la sociedad misma le hacía (véase
anexo 9). Pedro era consciente de que no era bueno, pero también sabía que no era
culpable, él no había robado el cuchillo. Días después de haber matado a las gallinas, el
director manda encerrarlo y pide le den de comer bien, pues con la barriga llena todos
somos mejores, comenta a Carlos, su ayudante, mientras sonríe y expresa con más
firmeza, pensaba que si en lugar de esto pudiéramos encerrar para siempre a la miseria.
Don Carmelo, el ciego, además de viejo era desaseado, vivía recordando la época
de Porfirio Díaz. El filme no lo explicita pero se infiere que el ciego vivió sus primeros
diez o doce años de edad, durante los primeros años del Porfirismo. Es un hombre
orquesta que hace sonar con un pie una Tambora, mientras sopla una batería de pitos
que le cuelga del cuello y toca una guitarra. Su auditorio es callejero y antes de
comenzar con el “show”, cuenta a los presentes las diferencias entre las formas de
vida porfirista y las actuales, refería, ahora les voy a cantar una canción de las del
tiempo de mi general don Porfirio Díaz, ríanse, pero en el tiempo de mi general había
más respeto y las mujeres estaban en su casa, no como ahora que andan por ahí
engañando a los maridos. Cantaba por un peso, porque suben los frijoles, suben las
canciones, decía (véase anexo 10). Además de la miseria en la que vivía fue víctima de
la delincuencia. La palomilla del Jaibo intentó robarle y al no poder, le dieron
tremenda paliza en un descampado, deberían de colgar por las patas a todos esos
criminales (véase anexo 11) argumentaba con enfado.
En el filme se proyecta a una ciudad moderna y urbanizada con altos edificios.
En la periferia, la existencia de las casas de los campesinos con techos de láminas
viejas, “muros” de carrizos y piso de tierra; a un costado, chivos, vacas, burros, gallinas
y perros. La vestimenta del Ojitos era una camisa blanca y calzón de manta, huaraches,
jorongo y sombrero típico de las zonas rurales. El Ojitos, representaba a un niño
campesino abandonado por su padre en un mercado. Situación que no distaba de la
vida real. La nobleza de Pedro converge con la tristeza del Ojitos. El primero observa al
Ojitos llorar, se conmueve y le pregunta, ¿eres fuereño? y este le contesta, no, soy de Los
Reyes. Pedro exclamó, pues si eres de Los Reyes eres fuereño, maje (véase anexo 12).
Un alto porcentaje de la población en la ciudad de México era fuereña; las
oleadas no cesaban y la pobreza aumentaba; se transitaba así, de una pobreza rural a
una pobreza eminentemente urbana. Con ella viene también, el desarraigó ineludible
y anclado en un intento por “mejorar” sus vidas en las grandes ciudades industriales y
modernas. Las nuevas personas que llegaban a la ciudad no fueron bien acogidas. La
industria los rechazaba porque no estaban capacitados para los nuevos menesteres y
la sociedad bien establecida los denigraba y excluía.
Las autoridades sanitarias habían previsto el crecimiento de las industrias, pero
no previeron la magnitud de los efectos. Planearon que las industrias tendrían que
establecerse en la periferia de la ciudad. De hecho, así lo hicieron, lo que obligó a la
clase obrera, campesina y analfabeta a instalar sus chozas o viviendas cerca de ellas.
La clase obrera industrial tenía que vivir en nuevos complejos habitacionales lejos del
centro de la ciudad y cerca de las áreas verdes que aún no se habían urbanizado
(Sacristán, 2005, p. 263). Por ello, en el filme Víctimas del Pecado se observa pasar
rápidamente, cerca del cabaret La maquina loca, a un tren expulsando humo negro,
era la periferia de la ciudad. En Los Olvidados Buñuel muestra que tras la casa
abandonada en la que por las noches se escondía el Jaibo y otros delincuentes humo
negro que despide el tren a su paso. Las zonas pobres debían estar lejos de las zonas
residenciales. Sin embargo, la huella de los campesinos se hacía presente en el mundo
urbano.
La pobreza en la que estaba hundida la mayor parte de la población urbana de la
ciudad de México fue dura, al grado que algunos padres llegaron incluso a abandonar
a sus propios hijos en los mercados, en las iglesias, en las calles, como al Ojitos de Los
Olvidados. Las familias eran grandes y para los padres era difícil alimentar y educar a
tantos hijos. Señala José del Val (2004:34) que la familia extensa como modelo de
solidaridad y sociabilidad urbana de las clases populares en la urbe, es un ejemplo
significativo y es también uno de los capitales netamente indígenas. El caso del Ojitos es
importante por ello, pues el personaje representa la vida dura y miserable por la que
pasaban muchas familias grandes y muy pobres. Había sido abandonado por su padre,
quien lo engañó diciéndole que regresaría por él. Sin embargo, pasaron muchos días y
el padre no volvió, no regresará, esas cosas pasan todos los días, hay mucha miseria y
las bocas estorban, le decía Don Carmelo al Ojitos (véase anexo 13). Al final de la
película, Buñuel proyecta que el Ojitos, después de vivir en el barrio con Pedro, el
Jaibo, Meche y el Cacarizo y una vez que ha sido explotado por don Carmelo, regresa al
mercado en espera de su padre, la esperanza de volverlo a ver aún sigue viva (véase
anexo 14); la espera se convierte en una escena con múltiples interpretaciones que el
espectador puede imaginar para el final del personaje. No es tan pesimista, pero al
considerar la historia del Ojitos y el contexto del momento, se puede prever que el
padre nunca llegará…
Las condiciones insalubres de las familias era lo habitual y constituía una parte
del escenario en los suburbios de la ciudad. El espacio era reducido y los integrantes
de la familia dormían en el mismo cuarto; adultos, jóvenes y niños, sanos y enfermos.
Buñuel muestra estas condiciones básicamente en dos escenas; una, en el momento en
que don Carmelo acude a curar a la madre de Meche, el Cacarizo anda siempre de vago
por la calle, (dice la enferma madre) pa´qué lo quiere aquí, pa´qué estén aquí, si ni
caben, contesta el ciego (véase anexo 15); la otra escena se desarrolla en la casa de
Pedro, la madre duerme con su hijo pequeño y los otros dos hermanitos duermen
juntos, en una sola cama, pero todos dentro del mismo cuarto.
Además de la pobreza y el crimen, se hacía presente la superstición. Se nota en
una escena en que el ciego, quien además de ser un hombre orquesta, era curandero-
frota con una paloma blanca moribunda la espalda desnuda de la madre de Meche que
se encontraba enferma,…todos los males que tenía usted se le pasaron a ella, nomás que
acabe de morirse y estará usted curada, dice el ciego a la madre de Meche. La
superstición se mezclaba a la vez con creencias religiosas católicas, pues en el
momento mismo en que el ciego cura con la paloma a la madre enferma, ésta última
reza a la virgen de los remedios para que le mande pronto el alivio a sus males, madre
mía de los Remedios, hazme la caridad de aliviarme… Otro momento de superstición,
se desarrolla cuando el Ojitos le pregunta a Meche qué hacía su patrón adentro de la
casa, ella responde que está curando a su madre que tenía muchos dolores. El Ojitos
contesta, eso no sirve, al momento que le muestra a Meche un diente de muerto, Meche
pregunta qué es eso. El Ojitos responde, es un diente de muerto, eso si es bueno, el que lo
lleva nunca se enferma y nadie lo puede ojear, lo encontré en el cementerio y esperé a
que fuera noche de luna para ir agarrarlo. En una tercera escena el Ojitos aconseja a
Meche embellecer su piel con leche de burra, eso hace a la chiquilla levantarse la falda,
mostrar sus piernas cubiertas en parte por unas pobres medias y frotárselas con la
leche.
A demás de vivir en la pobreza los niños eran explotados. La explotación infantil
se ve claramente en el filme en tres escenas; la primera, se presenta cuando el Ojitos es
explotado y maltratado por don Carmelo (véase anexo 16); la segunda, cuando Pedro
y otros niños de su misma condición son explotados empujando el carrusel. Esta
escena en particular, es esencial en el filme, pues mientras Pedro y otros niños deben
trabajar duro empujando los caballitos para ganar plata y comer, otros niños son
felices disfrutando de un paseo sobre el aparato que Pedro y otros empujan. Es una
imagen desgarradora (véase anexo 17). Ahí mismo llega el patrón abusivo y les dice,
hora, píquenle. Pedro contesta, esto está muy cansado. El patrón recusa, pues ya
descansarán cuando se mueran, vamos, vamos… a qué hora comemos, pregunta Pedro.
El patrón refuta, sólo piensan en comer, hay que ganarlo primero, ahora a trabajar. El
patrón golpea al Tejocote y este dice muy enojado, mostrando desde pequeño un
instinto rebelde o quizás semillas de revolucionario, si ese infeliz no nos paga, lo
saboteamos (véase anexo 18). La tercera escena de explotación infantil se presenta
cuando un pederasta elegante con barba se percata que Pedro anda solo, aprovecha
para ofrecerle inmediatamente dinero (véase anexo 19). Sin embargo, ambos deben
huir al acercarse un policía, que dicho de paso, se proyecta una buena imagen de los
policías en la película.
Pedro quería ser bueno pero no sabía cómo, su desgracia y su fatalidad lo
perseguían todo el tiempo. Su destino le impedía portarse bien. Requería cariño y
amor de su madre, y necesitaba que confiaran en él. El director de la escuela granja
confiaba en él; le ordenó que fuera al estanquillo por una cajetilla de cigarros, le dio
$50.00 pesos. Pedro fue muy feliz en ese momento. Sin embargo, su felicidad se vería
opacada nuevamente por la presencia del Jaibo. Su destino nuevamente le jugaba
chueco, “los malos” lo perseguían y además, lo encontraban. El Jaibo, al encontrarlo le
arrebata inmediatamente el dinero que este llevaba. Pedro no estaba dispuesto a
defraudar la confianza que habían depositado en él. Siguió al Jaibo hasta el barrio y le
exigió devolverle los cincuenta pesos. Al notar tal cinismo del Jaibo, se le fue encima.
Este último ofende a la madre de Pedro y él en venganza lo delata diciendo que el
Jaibo había asesinado traicioneramente a Julián (véase anexo 20). El Jaibo juró
vengarse. Ambos tenían intenciones de asesinarse. Sin embargo, el Jaibo se adelantó y
asesinó a Pedro a tubazos en el establo del abuelo de Meche. Pero el destino del Jaibo
estaba entrelazado con el de Pedro. Su fin no tardaría en llegar, minutos más tarde
encontraría la muerte de manos de la justicia al tratar de huir nuevamente (véase
anexo 21). Esta vez no escaparía ni de la muerte ni de la justicia. Don Carmelo
denuncia al Jaibo a la policía y les indica el lugar y la hora donde pueden encontrarlo.
Minutos más tarde y al momento de escuchar los disparos, don Carmelo el ciego
exclamaría, uno menos, uno menos, así irán cayendo todos… ojala los mataran a todos
antes de nacer.
Meche y su abuelo arrojaron a un basurero el cadáver de Pedro. Hasta ahí llegó
su destino. “La muerte, se convierte en un factor importante, es el corazón del cine
criminal, surge como asunto central y punto de tensión. Existe una unidad indivisible
entre crimen y criminal” (Fernández, 2007, pp. 18, 33, 38). El crimen tiene como
destino la fatalidad para quien lo ejecuta, la fatalidad lleva la mascara de la libertad, la
mascara del destino, decía Octavio Paz (García, 1972, p. 192). El mismo autor,
redondea la anterior idea retomando del francés André Bazin quien argumentaba que
los rostros más odiosos no dejan de ser la imagen del hombre. Esa presencia de la belleza
en lo atroz, esa perennidad de la nobleza humana en la decadencia, convierte
dialécticamente a la crueldad en acto de amor y caridad. Cierto o no, lo histórico es que
en medio de la modernidad, atrapada en una urbanización que llega con fuerza, pero
que nunca termina de arribar, se halla el hombre y también la mujer acosados por lo
atroz; por la inevitable violencia, criminalidad y delincuencia que no son producto de
la casualidad, sino de ser un ente olvidado. Así, los relegados, esa civilización negada
en medio de la urbe se hace presente y con una praxis que conmueve a todos y a todas.
La cinta (Los Olvidados) originalmente se titulaba La manzana podrida, pero solo
era un melodrama protagonizado por un chico vendedor de billetes de lotería50, pero
50 Expediente A-00053. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
con el apoyo del productor, la cinta dio un giro gracias a una gran investigación de
campo sobre la niñez y la juventud desvalida y olvidada en la miseria urbana.
La obra de Buñuel muestra un universo ilimitado. Proyectó uno de los
principales problemas que aquejaban a la ciudad, la delincuencia infantil. Le
preocupaban la niñez, aquellos hombres y mujeres en potencia que querían ser
buenos, pero no sabían como. El filme muestra claramente un juego de destinos que se
entrecruzan como cuchillos51. Por su crudeza estuvo autorizada sólo para adultos, ya
que mostraba una visión fílmica de la maternidad, donde las madres dejan de ser
buenas, algo que es inconcebible en el inconsciente colectivo mexicano. La trama no se
limita a ser un testimonio naturalista urbano, sino que trasciende el escenario,
situando a una parte de la realidad con sus mismas características y planteando
además, que sólo con buenas intenciones el problema no se resuelve, ni de forma ni de
fondo. La cinta no sólo está llena de niños huérfanos de cariño, atención y amor, sino
de criaturas solitarias, olvidadas por sus propios padres y también por la misma
sociedad.
Al igual que Emilio el Indio Fernández, Luis Buñuel también era un director
cinematográfico reconocido gracias a las películas El Gran Calavera (1949), Gran
Casino (1946), que había realizado algunos años atrás, pero gracias al filme de Los
Olvidados su nombre fue ampliamente reconocido no sólo en México, sino también en
el ámbito internacional. La astucia de Buñuel lo condujo a prever el posible rechazo de
la sociedad mexicana, por eso filmó dos finales. Ambos totalmente diferentes. Uno, es
el utilizado en la película -el que todo mundo conoce- en el que el Jaibo asesina a
Pedro a tubazos en el establo del abuelo de Meche y el Cacarizo, el cuerpo de Pedro es
arrojado al basurero, y al final el Jaibo es muerto por la policía. Este final es fatal y
obviamente no es optimista. El segundo final –que casi nadie conoce- es optimista y
dichoso, pues quien muere en el establo es el Jaibo, Pedro recupera el billete de 50
pesos y regresa contento a la escuela granja a entregar al director la cajetilla de
51 Expediente A-00053. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
cigarros y el cambio. El acto es el inicio para convertirse en un hombre de bien y
provecho, actúa en consecuencia para forjar un destino diferente.
La película fue enérgicamente criticada, al grado de permanecer en cartelera
únicamente los primeros tres días. Inmediatamente suscitó reacciones, tanto de
especialistas en el ramo cinematográfico como de sociólogos, literatos, prensa,
sindicatos, asociaciones, el mismo gobierno, entre otros, ya que mostraba una realidad
“denigrante” no sólo de la miseria en los barrios bajos de nuestro país, sino también
la crueldad, el odio y el crimen. El gobierno de la época la rechazó porque la película
proyectaba una visión distinta al México que promovía. Ponía en vergüenza al país. La
reacción brutal, que inclusive la prensa y el público pidieron le aplicaran a Buñuel el
artículo 33, solicitando la inmediata expulsión de nuestro país; desconocían u
olvidaban que desde 1949 se había nacionalizado.
Jorge Negrete le dijo a Buñuel que si hubiera estado en México en esos días, usted
no habría hecho esa película52. Pedro de Urdimalas “mexicanizó” los diálogos, pero
pidió no aparecer en los créditos, pues no estaba totalmente de acuerdo con el filme.
El caso más extremo fue el de la encargada de la peluquería, renunció, argumentando
que ninguna madre mexicana sería capaz de abandonar a su hijo, tal y como sucede en
la cinta53. Sin embargo, esto no impidió que la cinta ganara los premios a la mejor
dirección y de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes de 1951, en Francia. Sin
embargo, se cree que el triunfo en Cannes fue propiciado por Octavio Paz; secretario
del entonces embajador de México en Francia, Jaime Torres Bodet, quien incluyó en su
libro Las peras del olmo, un texto decisivo de Los Olvidados.
Después de su estreno, efectuado el 9 de noviembre de 1950, fue prohibida la
proyección. Aunque no por mucho tiempo. Después de haber sido premiada y
ampliamente reconocida en el festival de Cannes en 1951, la cinta volvió a proyectarse
en México en el cine Prado. Se mantuvo seis semanas en cartelera. Más tarde, el
52 Expediente A-00053. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta. 53 Expediente A-00053. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
negativo original estuvo perdido durante 20 años, pero fue hallado por trabajadores
de la Filmoteca de la UNAM. La película ganó 11 Arieles: Ariel de Oro por Mejor
Película, Ariel de Plata por Mejor Dirección (Luis Buñuel), Mejor Coactuación Femenina
(Stella Inda), Mejor Actuación Infantil (Alfonso Mejía), Mejor Actuación Juvenil (Roberto
Cobo), Mejor Fotografía (Gabriel Figueroa), Mejor Argumento original (Luis Alcoriza y
Luis Buñuel), Mejor Adaptación (Luis Alcoriza y Luis Buñuel), Mejor Edición (Carlos
Savage), Mejor Escenografía (Edward Fitzgerald) y por Mejor Sonido (José B. Carles)
(García, 1972, pp. 146-147). En el año 2003, la película fue declarada Patrimonio
Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Actualmente es considerada por casi toda la
crítica como la segunda mejor película mexicana. La primera es Vámonos con Pancho
Villa, de Fernando de Fuentes (véase anexo 22-25).
El filme ganó grandes premios y recibió iguales reconocimientos internacionales
muy merecidos. Sin embargo, es justo puntualizar que la idea de los Olvidados no fue
una idea original de Buñuel, como siempre se ha creído. Es justo dar al César lo que es
del César. En tal sentido, no sólo es oportuno, sino útil y necesario aclarar que la cinta
se basó en una novela escrita originalmente en 1944 por el michoacano Jesús
Rodríguez Guerrero que escribió la novela seis años antes y a quien Buñuel olvidó
totalmente y nunca le dio los créditos correspondientes. En la novela original,
Rodríguez Guerrero tocaba una visión mucho más cruda a la proyectada en pantalla.
De hecho, al mismo Jesús le gustaba representar a los personajes centrales de sus
novelas, y los demás personajes, también eran reales. Al autor original le gustaba que
sus personajes fueran lo más reales posibles… le gustaba que sus personajes existieran,
declaró su esposa, la señora Juana María Rodríguez Hernández en una entrevista que
realizó Francisco Castellanos, reportero de la Revista Proceso54.
3.4. Reflejando y evidenciando la violencia y el crimen
En efecto, las diversas formas en que la violencia se manifestó en la ciudad de México
durante la década de los cincuenta del siglo XX provocada por el alto índice de
54 Expediente A-00053. Centro de Documentación e Información. Cineteca Nacional-Conaculta.
pobreza, el cine las proyectó en la pantalla grande. La vida urbana, la violencia, la
delincuencia, la explotación, la exclusión y la marginación de los bajos fondos se
convirtieron en situaciones importantes del cine. Esto se reflejó claramente en el
desplazamiento lento del cine rural hacia el urbano. El cine reflejó la miseria cotidiana
y los problemas delincuenciales y criminales en que gran parte de la sociedad en la
ciudad México se encontraba hundida. El cine mostró un mundo que sufría los
estragos de la pobreza, la delincuencia y el crimen. Un mundo que la modernidad de la
ciudad de México escondía detrás sus grandes y lujosos edificios y en medio de una
vida cosmopolita y moderna. Reveló la crueldad, el odio, el crimen; una realidad
“denigrante” no sólo de los bajos fondos de nuestra ciudad, sino de todo el país.
De la misma forma, develó el malestar que una gran parte de la sociedad
vivenciaba y experimentaba. Expuso en la pantalla el hecho criminal, delincuencial y
violento de una nueva sociedad urbana, moderna y modernizada. Exhibió los
problemas que aquejaban a la sociedad de los bajos fondos. Ponía en escena las causas
principales de la pobreza, la violencia, la delincuencia y la criminalidad; esto es, la
extrema pobreza y la extrema riqueza.
Pero el cine no fue el único medio que reflejaba la violencia, la pobreza, la
criminalidad y la delincuencia que se presentaba en esta nueva modernidad mexicana;
la prensa también la hizo presente a través de sus notas. No fue fortuito el final que
realizó Luis Buñuel en Los Olvidados, -el que todo mundo conoce- donde el cuerpo de
Pedro es arrojado al basurero. Buñuel para realizar este final tan desgarrador y cruel
se apoyó en una nota que había leído en la prensa donde había leído que se había
encontrado en un basurero el cadáver de un chico de unos doce años de edad.
El cine, la prensa y la cultura van de la mano. Juntas forman una trilogía
indivisible e inseparable. La construcción del mundo se realiza a través de los medios
masivos de comunicación. Estos siempre han influido en gran medida en la vida
cotidiana de la población de la ciudad de México. La prensa se ha encargado de dar a
conocer a la población el grado de violencia y delincuencia que se vivía en la ciudad de
México, pues con frecuencia sacaba notas e imágenes de los delincuentes o criminales
más peligrosos, así como de sus peores y horripilantes crímenes. Diariamente la prensa
representó gráficamente el crimen y expresó la indignación de las elites contrastando entre su
proyecto para crear una ciudad elegante y el comportamiento de una población que no
compartió esas preocupaciones (Piccato, 2001 p. 54). La prensa, a través de sus notas daba
a conocer a la población en general las condiciones en las que se encontraba no sólo la
ciudad, sino todo el país.
Varios fueron los periódicos que en sus primeras planas cubrían notas sobre
asesinatos, crímenes, homicidios, robos, asaltos. En las primeras planas publicaban
imágenes de todo tipo de violencia, crímenes atroces que cometían los asesinos.
Otorgaba fama a delincuentes y criminales, siguiendo y cubriendo el proceso judicial
que iniciaba desde el hecho mismo, hasta la captura y sentencia del supuesto
delincuente o criminal. Cubría el momento preciso en que algún delincuente recibía
sentencia, al mismo tiempo que otorgaba un sobrenombre a los criminales. Tal fue el
caso de Higinio, al que nombró como “el asesino de Insurgentes”, “el asesino
esquizofrénico”, “el monstruo”, “el loco asesino”, “el loco asesino de Insurgentes”, “el
Pelón Sobera”.
La población y la prensa crearon dichos y canciones populares de los
delincuentes y criminales. Dichos que no sólo dieron más fama a estos delincuentes,
sino que permitirían inmortalizarlos. La población los recordaría siempre de
generación en generación. Un ejemplo claro de finales del Porfiriato fue el de Jesús
Negrete, mejor conocido como “El Tigre de Santa Julia”, el dicho más común y famoso
de este personaje entre la población de la época y la actual es “te van agarrar como al
tigre de santa Julia”.
En los primeros años de la década de los cincuenta del siglo XX, en la ciudad de
México se presentó otro casó al que la prensa dio fama; el asunto de Higinio Sobera de
la Flor. El dicho popular más conocido es “la pelaron a la Sobera”. La popularidad que
los delincuentes y criminales lograron tener en la población de la ciudad de México
fue gracias a la prensa y al cine. La prensa los hizo famosos.
Los reportajes policíacos fueron ampliamente cubiertos tanto por la prensa
como por el cine. Ambos confluían y ponían en la mira todos aquellos temas
relacionados con la violencia, la delincuencia, la pobreza, la miseria, la prostitución, el
alcoholismo, la drogadicción, el maltrato, el suicidio, y por supuesto, la criminalidad.
Hechos sociales que se manifestaban en todos los sectores sociales, en los bajos
fondos y en las clases altas.
Pero la prensa no sólo se ha encargado de evidenciar a través de sus notas el
grado de violencia y delincuencia, sino también al sujeto. Tal fue el caso de Higinio
Sobera de la Flor, “el pelón Sobera”. Las notas sobre él, fueron cubiertas por los
principales periódicos capitalinos: El Universal, El Nacional, La Prensa, El Excélsior. La
prensa quiso conocer toda la historia de Higinio, por ello investigó cómo vivió su
niñez, la vida familiar, el desarrollo de su enfermedad, la captura y el proceso jurídico.
Capítulo IV
Una sociedad ineludiblemente reglamentada
El ser humano no sólo posee derechos, también tiene obligaciones que forzosamente
debe cumplir. Cuando este incurre en la violación de las leyes debe ser castigado,
porque para preservar el orden dentro de la sociedad, es necesario que el hombre se
rija a través de reglas, decretos y códigos para mantener el orden dentro de su
sociedad y vivir en orden dentro de ella. Es imprescindible valerse de instrumentos
que dicten no únicamente sus derechos sino también las obligaciones que debe
cumplir obligatoriamente cada individuo en la sociedad. Estos códigos han de marcar
claramente los correctivos y sanciones que deben imponerse a casa individuo cuando
no cumpla con lo establecido e incurra en delitos que pongan en riesgo la seguridad de
la población y el bien común (Vázquez, 2007, p. 58).
Considerando lo anterior, un código es un cuerpo de leyes que forma un sistema
completo de legislación sobre una materia, es la recopilación de las leyes de un país y
es una regla a la que estamos sujetos todos los seres humanos. Los códigos han sido
creados por el hombre mismo. Las sociedades no están regidas por un sólo código o
por un código único. Existen diversos tipos de códigos, entre ellos, el código de honor,
los códigos de ética, el código civil, los códigos comerciales, el código penal. El que
incumbe a esta investigación es el código penal, que se encarga principalmente de
sancionar a todas aquellas personas que infringen las leyes. El código penal es el
cuerpo de leyes sobre los delitos, los delincuentes y las penas; es aquella que se refiere a
las normas generales, y la otra, que contiene las normas concretas sobre cada una de las
conductas delictuosas (Machorro, 1948, pp. 10-11).
El artículo 32 del Código Penal señala que todo individuo que se encuentre en
estado peligroso se le aplicará una de las sanciones establecidas en este Código para la
defensa social. Se considera en estado peligroso a todo aquel que sin justificación legal
cometa un acto de los conminados con una sanción en el Libro Tercero, aun cuando
haya sido ejecutado por imprudencia y no consciente o deliberadamente (Rodríguez,
2008, pp. 67,69).
4.1. Los primeros reglamentos en Materia de Seguridad en México
Fue en el año de 1872 cuando entró en vigor el primer código penal mexicano. Dicha
legislación contenía una característica especial, era mixta. Eso hizo necesario
actualizarla y eliminarle todos aquellos artículos obsoletos. Se sustituyeron los viejos
preceptos y la vieja reglamentación. En este sentido, la Dra. Elisa Speckman Guerra
(Speckman, 2002, pp. 24-25) especialista en legislación mexicana, señala que fue José
Hilarión Romero Gil quien organizó las leyes mexicanas tomando como ejemplo los
nuevos códigos europeos y el derecho hispánico. El resultado fue una legislación
remendada con fragmentos de códigos españoles y con partes del derecho hispánico.
Todo ello para llenar las lagunas que contenía la reglamentación mexicana. El
resultado fue una legislación que en México no funcionaría, pues no correspondía a las
exigencias y necesidades mexicanas. Era preciso reformar el código penal mexicano.
En el siglo XIX se consiguió avanzar en el ámbito legislativo y judicial. Se
sustituyeron las leyes antiguas por otras vigentes. Legisladores europeos y
latinoamericanos lograron promulgar códigos civiles, penales, comerciales y
procesales. Sin embargo, no se obtuvo el resultado que se esperaba, por ello fue
necesaria la participación de especialistas, juristas mexicanos que elaboraran códigos
y leyes modernas para legislar a la nueva sociedad mexicana. Así, “Manuel Dublán y
Luis Méndez plantearon la urgencia de cambiar y sustituir los códigos actuales y
expedir códigos nuevos que correspondieran con la época, las necesidades, exigencias,
costumbres y formas de gobierno mexicano que pudieran regular y vigilar el orden de
la sociedad mexicana. En 1862 se integró una comisión encargada de redactar una
propuesta de código criminal, en la que participaron Urbano Fonseca, José María
Herrera y Zavala, Antonio Martínez de Castro, Carlos María Saavedra y Manuel María
Zamacona. Pero la intervención francesa los obligó aplazar sus actividades, por lo que
tras la victoria republicana se integró una nueva comisión, encabezada por Antonio
Martínez de Castro, quien estuvo acompañado por José María Lafragua, Eulalio María
Ortega, Indalecio Sánchez Gavito y Manuel María Zamacona. Y después de tres años de
trabajo, en diciembre de 1871 el documento quedó terminado y tras ser sancionado por
los legisladores, entró en vigor al año siguiente. Más tarde, en 1880, se redactó el Código
de Procedimientos penales, que en 1894 fue sustituido por un nuevo cuerpo” (Speckman,
2007a, p. 30).
Desde el siglo XIX se lograron cambios importantes en el ámbito judicial y
procesal. El siglo XX no sería la excepción. Los legisladores seguirían reformando y
creando nuevas leyes. Las leyes debían actualizarse y reformarse, así lo exigía la
sociedad y el tiempo. En este sentido, la adición que sufrió el artículo 18 de la
Constitución en 2006 fue importante. En él se denota una clara preocupación por los
menores infractores y adolescentes. Para los primeros, se incluye la rehabilitación y
asistencia social a los niños menores de 12 años. Para los segundos, se tomaron
medidas de tratamiento y orientación que atendieran tanto la protección integral y el
interés superior del joven. Lo fundamental era lograr la reintegración del menor y del
adolescente social y familiarmente.
La adición del artículo 18 señalaba que “la Federación, los Estados y el Distrito
Federal deberán establecer, en el ámbito de sus respectivas competencias, un Sistema
Integral de Justicia que debe aplicarse a quienes comentan una conducta tipificada
como delitos por las leyes penales y tengan entre doce años cumplidos y menos de
dieciocho años de edad. También debe garantizar los derechos fundamentales que
reconoce esta Constitución para todo individuo, así como los derechos específicos que
por su condición de personas en desarrollo les han sido reconocidos. Señala que las
personas que sean menores de doce años de edad y que hayan cometido algún delito,
sólo serán sujetos a rehabilitación y a asistencia social. Asimismo, se aplicaran las
medidas de orientación, protección y tratamiento que amerite cada caso, atendiendo a
la protección integral o el interés del adolescente. Indica que en todos los
procedimientos que se sigan a los adolescentes se considerara la garantía del proceso
legal, así como la independencia entre las autoridades que efectúen la remisión y las
que impongan las medidas. La sanción deberá ser proporcional a la conducta realizada
y tendrán como fin la reintegración social y familiar del adolescente, así como el pleno
desarrollo de su persona y capacidades. El internamiento sólo se utilizará como
medida extrema y por el tiempo más breve que proceda, y podrá aplicarse sólo a los
adolescentes mayores de catorce años de edad que hayan cometido conductas
antisociales calificadas como graves” (Rodríguez, 2008, pp. 72-73).
Rodríguez Manzanera señala que la clínica criminológica es sin lugar a dudas
fundamental para la creación de códigos civiles, leyes, decretos y constituciones, pues
tiene relación con el sistema integral de justicia y seguridad pública.
4.1.1. Código Penal de 1929
También fue conocido como “Código Almaraz”, ya que fue presidida por José Almaraz
(Speckman, 2008, p. 593). Fue inspirado en la Escuela Positiva. Entró en vigor el 15 de
diciembre de 1929. Un día después de haber sido derogado el código de 1871 (Quiroz,
1939, p. 101). En este código desaparecía la pena de muerte, porque La Escuela Clínica
Criminológica de México logró crear el Consejo Supremo de Defensa y Prevención
Social, en ella figuraron grandes personalidades entre ellos, Benjamin Argüelles,
Edmundo Buentello, Francisco Gómez Chávez, José Gómez Robleda, Raúl González
Enríquez, José Quevedo Bazán, Alfonso Quiroz Cuarón, Matilde Rodríguez Cabo y Jesús
Siordia Gómez (Rodríguez, 2008, pp. 65-66).
El Código Penal de 1929, estipulaba cuándo se violaba la ley y enunciaba las
penas consecuentes. La magistratura recién creada se encargaba de la ejecución de
todas las sanciones o penas. Fue un “órgano exclusivo de la dirección y administración
de los lugares de arresto, segregación, relegación y demás establecimientos penales”.
Le competían también la prevención y profilaxis de la delincuencia. Dirigía y
administraba los lugares de arresto, segregación, relegación, detención. También se
encargaba de la custodia, vigilancia y tratamiento de los delincuentes desde el
momento en que se les aprehende o priva de la libertad. Sus miembros eran
nombrados por el Ejecutivo, pero propuestos por el mismo consejo y eran
inamovibles. El código estipulaba los procedimientos necesarios para la corrección y
adaptación social de los delincuentes, teniendo como base la separación de los
penados según sus tendencias criminales, los delitos que hubieran cometido, sus
móviles y su situación económica y social. A cada tipo de delincuente le correspondía
un tratamiento propio. Asimismo, el código procuraba combatir los factores psíquicos
que más directamente hubieran concurrido al delito (Machorro, 1948, p. 89).
El Código Penal para el Distrito y Territorios Federales de 1929 en el artículo
205, referente a las sentencias, señala que el Consejo se encargará de la corrección,
educación y adaptación social, la separación del delincuente dentro del penal
considerando el tipo de delito y sus causas. El mismo código sitúa la mayoría de edad
a los 16 años. Para la separación de los delincuentes que revelen diversas tendencias
criminales se considerara la especie de los delitos cometidos, las causas y los móviles,
así como las condiciones económicas y sociales del delincuente. El tratamiento
durante la sanción será para cada tipo de delincuente, procurando que sea individual.
La orientación del tratamiento será con el fin de lograr la mejor readaptación del
delincuente (Rodríguez, 2008, p. 66).
En este Código, señala Speckman (2008:595-596) se consideraron, que al igual
que las sentencias, el tratamiento de los sentenciados debía variar según la
personalidad del delincuente, quien debía ser estudiado por técnicos especializados
que separarían a los delincuentes con diversas tendencias criminales y les aplicarían
tratamientos científicos con el fin de transformarlos, corregirlos, curarlos o reeducarlos.
Propusieron una división en tres grupos: menores de edad, débiles, anómalos o
enfermos mentales, y mayores de edad. En relación a esto, la SCJN (p. 37) señala que
este código recogió en sus mismos términos el sistema de justicia para menores y sus
instituciones, con la única variante de haber aumentado la edad penal a los 16 años en
lugar de los quince que había establecido la Ley Villa Michel en marzo de 1928.
En el mismo sentido, el poder legislativo y judicial, refiere Rodríguez Manzanera
(2008:66-67) que el Código de Organización, Competencia y Procedimientos en
Materia Penal del Distrito y Territorios Federales de 1929, señala en los artículos 234
y 265 la obligación de realizar un examen psicofisiológico (sic) tanto del ofendido
como del presunto responsable. El artículo 234 señala que el funcionario que conozca
de un hecho delictuoso, hará que tanto el ofendido como el presunto responsable sean
examinados inmediatamente por los médicos legistas para que éstos dictaminen, con el
carácter provisional sobre los puntos a que se refiere el artículo 265. Asimismo, el
artículo 265 señala que si se justifica la detención de una persona, la policía judicial
ordenará en el preciso momento de su detención, sea examinada por el médico legisla,
para que rinda un dictamen acerca de su estado psicofisiológico y se recaben todas la
pruebas posibles sobre las circunstancias personales, género de vida, condiciones
económicas, sociales y familiares del detenido.
En suma, el nuevo código propuso un cuerpo acorde con las ideas de la escuela
positivista e incorporó algunas de sus propuestas más importantes, como considerar
la personalidad y la peligrosidad del delincuente al momento de dictar sentencia y
ejecutar la sanción, dejando a los jueces mayor arbitrio para decidir la pena apropiada
y su duración, y al Consejo supremo de defensa y prevención social la posibilidad de
culminar esta variación. Por otra parte, recogió demandas específicas como el
tratamiento especial para menores delincuentes o la condena condicional (Speckman,
2008, pp. 597-598).
El código tuvo corta vida. Señala Quiroz Cuarón (1939:101) que debido a su
ambición juvenil, no duró mucho tiempo en vigor, pues el 16 de septiembre de 1931
fue derogado, siendo presidente de la República Pascual Ortiz Rubio y Ministro de
gobernación el licenciado Emilio Portes Gil. Esto es, sólo duró dos años.
4.1.2. Código de 1931
Este código, indica Quiroz Cuarón (1939:101), entró en vigor el 17 de septiembre de
1931, un día después de haberse derogado el de 1929. En este nuevo código, indica
Speckman (2008:603) los redactores consideraron al criminal como un ser
absolutamente igual a aquel que no ha delinquido, consideraron que las acciones están
condicionadas por factores biológicos, psíquicos y sociales que escapan a la voluntad.
De ahí que definieran al delito como el acto u omisión que sancionan las leyes penales,
dejando fuera el concepto de voluntariedad. El código señalaba claramente que la
pena debía individualizarse, y debía considerarse la naturaleza del hombre a quien se
le aplicaría la pena, la cual no sería posible sin el arbitrio judicial. Señala y aclaraba
que la ley podía suministrar al juez las bases de la individualización, pero éste no
podía realizar la individualización misma, porque sólo el juzgador puede conocer al
delincuente, cuyas características varían de un sujeto a otro (Speckman, 2008, pp.
603-604).
Éste código señala las bases de la clasificación técnica para la individualización
de las penas (Mora, 1991, p. 35). De hecho, en el mismo código se suprimió al Consejo
Supremo de Defensa y Prevención Social de 1929 como órgano supremo de dirección y
administración de los establecimientos penales, y encomendó al Ejecutivo las funciones
de aquel órgano, con o que se perdió prácticamente el concepto técnico en la ejecución
de las sentencias. El código tiene un sentido social, y considera al delito como un ser
ontológico a la manera clásica (Machorro, 1948, pp. 89-99). Gustavo Salas Chavez
licenciado en Derecho por la UNAM, señala (2002:33) que fue publicado el 14 de
Agosto de 1931. Sin embargo, entró en vigor hasta el 17 de septiembre del mismo año.
Asimismo, el autor continua indicando que en su origen fue de naturaleza
ambivalente, pues en materia federal se aplicaba a toda la República, pero en materia
común sólo al Distrito Federal.
La legislación tomó muchos aspectos del positivismo criminológico y del
eclecticismo que imperaba en el momento. De tal manera, que tales aspectos fueron
plasmados en los artículos 51 y 52. Ambos artículos fueron base jurídica para el
desarrollo de la clínica criminológica en México. El artículo 51 señalaba que dentro de
los límites fijados por la ley, los jueces y tribunales aplicarán las sanciones
establecidas para cada delito, considerando las circunstancias que lo llevaron a
cometer el delito y las características del delincuente. El artículo 52 señalaba que para
la aplicación de las sanciones penales se considerara la naturaleza de la acción u
omisión, los medios que se utilizaron para cometerla, la extensión del daño causado y
el peligro corrido. Asimismo, se tomara en cuenta la edad, la educación, la ilustración,
las costumbres y la conducta del precedente del sujeto, los motivos que lo impulsaron
o determinaron a delinquir y sus condiciones económicas. Además, las condiciones
especiales en que se encontraba en el momento de cometer el delito, los demás
antecedentes y condiciones personales que puedan comprobarse, así como sus
vínculos de parentesco, de amistad u otras relaciones sociales, la calidad de las
personas ofendidas y las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que
demuestren su mayor o menor temibilidad. Por su parte, el juez debe tomar
conocimiento directo del sujeto, de la víctima y de las circunstancias del hecho en la
medida que lo requiera cada caso. En suma, ambos artículos no se encuentran muy
distantes, pues señalan que para aplicar una sanción debe conocerse al delincuente, a
la víctima y las circunstancias en las que se perpetró el delito (Rodríguez, 2008, p. 68).
Este código aún no contaba con una tipificación de los delitos adecuada, pues
consideraba a la vagancia y la malvivencia como delitos, así se estipula en el título
decimocuarto, del capítulo II correspondiente a Vagos y Malvivientes en los artículos
255 y 256, del código penal. Este procedimiento es muy extraño, pues se mandaba a
prisión a quien no tenía trabajo ni que comer en vez de mandarlo a buscar trabajo o a
un asilo. Podían tomarse otro tipo de decisiones, no tenía ningún sentido tomar
medidas tan extremas, ya que existía la posibilidad de poder aplicar medidas
preventivas, amonestar al vago para que dentro de un plazo, se dedicara al trabajo y si
no cumplía entonces incurría en la responsabilidad penal. Pero lo más extraño, señala
el Lic. Paulino Machorro Narváez (1984:164-165), era saber que en el artículo 379 el
código concede perdón legal al que roba por necesidad. Sin embargo, el artículo 256
pena al que no roba y solamente pide, aun cuando lo haga por necesidad. En los
artículos 255 y 256 el Código Penal declaraban delito a la vagancia y la mal vivencia,
básicamente por dos elementos: por no dedicarse a un trabajo honesto sin causa
justificada y tener malos antecedentes, que consistían en ser delincuente habitual o
peligroso contra la propiedad o explotador de prostitutas o traficantes de drogas
prohibidas, toxicómano, ebrio habitual o mendigo simulador o sin licencia (Machorro,
1948, p. 164).
Dicho código no fue totalmente nuevo, pues señala Rodríguez Manzanera
(2008:70-71) que recogió disposiciones similares al código de 1929, sobre todo en los
artículos 271, 284 y 285. El primero, marca claramente la función que deben cubrir
tanto funcionarios del Ministerio Público como la Policía Judicial, ya que en el
momento de levantar el acta deben asentar todas las observaciones que puedan
recoger las modalidades que el delincuente empleó para cometer el delito. El artículo
285 señala que los mismos funcionarios deben asentar en la misma acta todas las
observaciones acerca del carácter del delincuente que hubieren recogido, ya sea en el
momento de cometer el delito, ya durante la detención del presunto responsable, o
bien durante la practica de las diligencias en que hubiere intervenido.
Gustavo Salas Chávez (2002:33-35) señala que la estructura básica del Código
Penal Federal de 1931, se encuentra dividida en dos partes; una general y una
especial. La primera, la general -como su nombre lo dice- contiene reglas generales
correspondientes a la interpretación y aplicación de la ley. Se divide en seis títulos que
se refieren a 1) responsabilidad penal; 2) penas y medidas de seguridad; 3) aplicación
de las sanciones; 4) ejecución de las sentencias; 5) extinción de la responsabilidad
penal; y 6) de los menores. La segunda, -la especial- contiene delitos en particular, sus
modalidades y las penas que deben aplicarse. Se divide en veintiséis títulos, referentes
a los delitos contra la seguridad de la Nación; contra el Derecho Internacional; contra
la Humanidad; contra la seguridad pública; las vías de comunicación; la autoridad; la
salud; contra la Moral pública y las buenas costumbres; contra delitos cometidos por
servidores públicos; delitos contra la libertad y el normal desarrollo psicosexual;
delitos contra la paz y seguridad de las personas; contra la vida y la integridad
corporal; contra el honor; contra el patrimonio; contra delitos electorales; delitos
ambientales; entre otros (véase cuadro 1 en anexos).
En lo referente al robo, en el título vigésimo: de los delitos en contra de las
personas en su patrimonio, y en el capítulo I: del Robo, en los artículos del 367 al 382
señalan que para la consumación del delito de robo, sin que el abandono de ella por el
delincuente de la cosa, sin que el abandonado de ella por el delincuente o su
desapoderamiento posterior exima de la responsabilidad criminal ya contraída. Por
ello, el apoderamiento, acto material de aprehensión de objeto, que manifiesta la
intención del delincuente de poner la cosa bajo su dominio, aunque sin exigir la ley que
la atraiga hacia sí, que la desplace; la cosa deber ser mueble y si no tiene ese carácter, el
delito no es robo sino usurpación de inmueble (Machorro, 1948, pp. 204-205). Por otra
parte, Machorro Narváez (1948:207) señala que el código de 1931, principalmente en
su artículo 379 se creó el robo por necesidad, esto sería una novedad, pues los
códigos anteriores no lo habían contemplado ni considerado.
Al igual que el código de 1929, el código Penal de 1931 también sufriría algunas
reformas en sus artículos, ente ellos, los artículos 51, 52, 271, 284 y 285. El artículo
51 no fue modificado, sólo se agregó el caso particular de los delincuentes indígenas,
a los que se les sancionaría de acuerdo con los usos y costumbres de los pueblos y
comunidades a las que pertenecieran, particularmente cuando se trate de indígenas se
considerarán los usos y costumbres de los pueblos y comunidades a los que pertenezcan.
A pesar de haber sufrido algunas reformas en 1994 y 2002, el artículo 52 del Código
Penal –ahora Código Federal- pudo conservar lo esencial, esto es, la necesidad e
importancia de estudiar las características del delincuente. El contenido de este
artículo se dividió en más apartados, en ellos se denota un claro retroceso, pues le
eliminaron los dos últimos párrafos. El juez, por su parte, requeriría obligatoriamente
de dictámenes periciales que le permitieran conocer la personalidad del delincuente,
necesaria ésta para la aplicación de las sanción (es) correspondientes. Al artículo 271
se cambió funcionario, por Ministerio Público, en el 284 se quita a la Policía Judicial y se
agregan “sus auxiliares”, y en el 285 se pone “servidores” en lugar de funcionarios, y se
agrega “incluyendo el grupo étnico indígena al que pertenecen, en su caso” (Rodríguez,
2008, pp. 69-71).
El Código Penal Federal de 1931 desde su creación sufrió múltiples reformas y
también algunas adiciones; la primera, se efectúo en 1949; la segunda, se realizó en
1958; una tercera, se llevó a cabo en 1963. Ocho años más tarde, en 1971, la reforma
no prosperó, sólo logró generar una importante reforma legal. La cuarta reforma, la de
1983 corrió la misma suerte que su antecesora. La quinta y última reforma fue en
1989, ésta fue encabezada por el doctor don Celestino Porte Petit Candaudap. A pesar
de tantas reformas ninguno de los proyectos prosperó, debido a que sus temas eran
muy controvertidos y politizados, tales como el aborto y los delitos contra la
seguridad de la Nación (Salas, 2002, p. 34).
4.1.3. Código Federal de Procedimientos Penales de 1934
Esta Legislación entró en vigor el 1º de octubre de 1934, y sustituyó al código de
diciembre de 1908. Es de carácter federal y se aplica a aquellos delitos que se señalan
en el artículo 50 fracción I, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y
para los que señalan los artículo 4º, 5º y 6º del Código Penal Federal. Salas Chávez
(2002:36) señala que se basa en un procedimiento penal garantista, tutelar y
humanista, ya que se finca en el principio Indubio Pro Reo, esto es, que beneficia y esta
a favor del procesado. A la vez, continúa el autor, cuenta con un procedimiento mixto,
es decir, es más acusatorio que inquisitorio, pues existe un órgano acusador y un
órgano juzgador, y ya no un juez que investiga y resuelve. Cuenta con trece títulos
referentes a Reglas Generales; Averiguación Previa; Acción Penal; Instrucción;
Disposiciones generales a la averiguación previa y a la instrucción; Prueba;
Conclusiones; Sobreseimiento; Juicio; Recursos; Diversos Incidentes; Procedimiento
relativo a los enfermos mentales, a los menores y a los que tienen el hábito o la necesidad
de consumir estupefaciente y psicotrópicos; y de la Ejecución de Sanciones.
Del mismo modo, el código Penal Federal de 1934 cuenta con un procedimiento
bi-institucional, esto es, que por un lado las apelaciones se atienden ante el juez, y por
otro, se resuelven en los tribunales de alzada. En tal código, el procedimiento Penal
empieza en el momento mismo en que inicia la averiguación previa, hasta el momento
en que se ejecuta la sentencia. Por otro lado, se establece un término de 48 horas para
la detención administrativa practicada por el Ministerio Público. Para resolver la
situación jurídica de una persona se recurre a tres sentidos: 1) Auto de libertad por
falta de elementos para procesar; 2) Auto de formal prisión con o sin derecho de libertad
provisional bajo caución, ésta última procederá cuando: a) no se trate de delito grave,
según lo señalado por la ley; b) se garantice la reparación del daño; c) se garanticen las
sanciones pecuniarias que puedan imponerse; y d) se otorgue caución para el
cumplimiento de las obligaciones que en términos de la ley se deriven a su cargo en
razón del proceso.; 3) Auto de sujeción a proceso (siempre tendrá derecho a libertad sin
necesidad de caución). Los delitos graves serán los que señala el artículo 194 del Código
Federal de Procedimientos Penales (Salas, 2002, pp. 36-37).
El código Federal de Procedimientos Penales de 1934 no dista mucho del código
Penal de 1931. Luis Rodríguez Manzanera (2008:71) señala que aún sigue vigente,
sobre todo en lo referente al artículo 146, pues marca que durante la instrucción, el
tribunal que conozca el proceso del delincuente, debe tomar en cuenta las
circunstancias peculiares del inculpado, y debe conocerse su edad, educación e
ilustración; sus costumbres y conducta anteriores; los motivos que lo impulsaron a
delinquir; sus condiciones económicas y especiales en que se encontraba en el momento
de la comisión del delito, la pertenencia del inculpado, en su caso, a un grupo étnico
indígena y las prácticas y características que como miembro de dicho grupo pueda
tener, los demás antecedentes personales que puedan comprobarse, así como sus
vínculos de parentesco, amistas o nacidos de otras relaciones sociales; la calidad de las
personas ofendidas y las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que en su
conjunto demuestren la gravedad del ilícito y el grado de culpabilidad del agente. El
tribunal y el Ministerio Público tienen la obligación para cada caso conocer
ampliamente al delincuente, a la víctima y las circunstancias en las que se presentó el
delito, pues todo ello es fundamental para poder emitir los señalamientos que llevarán
a la ejecución de la pena o sanción.
El Código Federal de Procedimientos Penales de 1934 corrió la misma suerte
que sus antecesores, al sufrir algunas reformas, en este caso, las modificaciones
tuvieron lugar hasta 1996, pues el termino original “temibilidad” se substituyó por
“gravedad del ilícito y grado de culpabilidad del agente”, que aparecen al final del
párrafo primero (Rodríguez, 2008, p. 71). El código se encarga de los procedimientos de
averiguación previa y preinscripción, a cargo del Ministerio Público, así como todas
aquellas diligencias que realizan los tribunales, tales como la declaración preparatoria,
así como los procedimientos en segunda instancia, ante el Tribunal de Apelación. Este
código se encarga de señalar el lugar en el que el reo debe cumplir la sentencia, regula
las facultades del Ministerio Público, así como las funciones de la Policía Judicial.
Igualmente, establece las normas que debían ser observadas en los procedimientos
penales en lo referente a competencia, plazos y términos, formalidades, audiencias
(Mora, 1991, pp. 56-57).
4.2. Rigiendo la conducta humana: las ciencias penales
Con Francesco Carrara nace la moderna ciencia de derecho penal italiano (Baratta,
2009, p. 28). Las ciencias penales como un conjunto de disciplinas científicas, tanto de
naturaleza filosófica como jurídica y causal explicativa, que hacen el objeto de estudio al
delito, al delincuente y a las penas y medidas de seguridad. Son disciplinas causales
explicativas, que no intentan guiar la conducta humana, sino explicar causas, estudiar el
nexo entre el delito y los factores que influyen en su producción (Salas, 2002, pp. 37-41).
Las ciencias penales están obligadas a descubrir e investigar el responsable de una
conducta delictiva, así como explicar el por qué de dicha conducta.
Las ciencias Penales se apoyan en las ciencias auxiliares. Salas Chaves señala
(2002:37-38) que son la Política Criminal, la Sociología Criminal, la Antropología
Criminal, la Biología Criminal, la Psicología Criminal, la Medicina Legal, la
Criminalística, la Psicología Judicial y la Estadística Criminal. Cada una cumple una
función específica. La primera, la Política Criminal, es una disciplina fundamental para
el Estado pues le permite realizar la prevención y la represión del delito. La Sociología
Criminal, es una disciplina que se ocupa del delito como fenómeno social, por ello
estudia las causas sociales de la criminalidad55. La tercera, la Antropología Criminal, el
Dictionnaire technique et critique de la philosophie de A. Lande, la define como el
estudio de los caracteres físicos y mentales peculiares a los autores de los crímenes y
delitos. El Antropólogo Pierre Grapin añade que esta expresión es muy difícil de poder
justificarla, no obstante, es muy usual. El campo de estudio de la Antropología
Criminal reúne dos hechos importantes: 1) humanos y 2) criminales (Vázquez, 2007,
p. 19). Por su parte, Salas Chávez (2002:38), señala que en la Antropología Criminal el
delito, es el resultado de un triple orden de factores: 1) la personalidad bio-psíquica,
2) el ambiente físico y 3) el ambiente social. Por su parte, la Biología Criminal, se
ocupa de la vida de los criminales estudiando el fenómeno de la herencia, como la
transmisión de enfermedades, tendencias y predisposiciones. La quinta ciencia
auxiliar, la Psicología Criminal, estudia la psique del delincuente, determinando los
desarrollos o procesos de índole psicológica verificados en su mente. La Medicina
Legal, se encarga de aplicar los conocimientos de la medicina a los casos penales. La
Criminalística, es el conjunto de conocimientos especiales que sirven de instrumento
eficaz para la investigación del delito y del delincuente. Se apoya en el uso de la
balística, la grafoscopia, la química, entre otras. La Psicología Judicial,56 es una rama
55 Aclara el autor que esta opinión es de Cuello Galón. En: Salas, C. G. R. (2002). El Sistema Penal Mexicano, Estado de Justicia y Política Criminal. México: Porrúa, p. 38. 56 Señala Salas Chávez que esta definición corresponde a Francesco Antolisei, erudito en Derecho Penal Italiano. Profesor de Derecho Penal en la Universidad de Saussari, Turín y Genova, autor del famoso Manual de Derecho Penal, en su parte general y especial, por lo que se le considera uno de los
de la Psicología que tiene por objeto investigar las manifestaciones psicológicas de las
diferentes personas que participan en la administración de la justicia penal. Por
último, la Estadística Criminal, como su nombre lo indica, se encarga de observar y
calcular los fenómenos colectivos, además selecciona inmediatamente un grupo de
hechos concretos, sucesos que deben expresarse en cifras; no es sino la investigación
sistemática y metódica de la expresión numérica de la delincuencia.
4.3. Velando y garantizando la Seguridad Pública
La función del gobierno es proteger y velar por la seguridad de la sociedad, por ello
debe perseguir penalmente a los delincuentes e investigar de manera exhaustiva el
delito cometido. El papel del Estado ante la sociedad es castigar el delito cometido por
algún individuo. Debe velar y resguardar el orden social a través de la aplicación de
normas. Para tal menester, tiene la obligación de crear un Sistema Penal eficiente que
garantice a la sociedad su supervivencia en una sociedad hostil y caótica. La obligación
del Estado es otorgar a sus gobernados certeza y seguridad jurídica. Para que el
Estado Mexicano logre un desarrollo armónico tiene la obligación de garantizar a sus
ciudadanos el pleno ejercicio de sus derechos y libertades emitiendo, en el marco de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, diversos ordenamientos jurídicos
para la consecución de dicho fin (Mora, 1991, p. 43). Por su parte, el Derecho a través
de su conjunto de normas obligatorias para todo individuo, tiene la finalidad de
asegurar y garantizar el desarrollo pacífico y ordenado de la vida cotidiana de las
personas en la sociedad. No puede entenderse el Estado sin el Derecho, ambos van de
la mano, no puede concebirse uno sin el otro; aunque está claro que muchos sectores
de la población del país, no han tenido un Estado de Derecho, porque nunca han
tenido Derecho al Estado, tal y como sucedió a lo largo de la década de los cincuenta
del siglo XX, con las poblaciones marginadas de la ciudad de México.
más grandes eruditos italiano. En: Salas, C. G. R. (2002). El Sistema Penal Mexicano, Estado de Justicia y Política Criminal. México: Porrúa, p. 38.
4.3.1. La expresión de la sociedad: el Estado
Al Estado lo integran elementos como el territorio, la población, un conjunto de leyes
constitucionales y un gobierno. El Estado está formado por tres elementos esenciales: 1)
el Pueblo, cuando se desarrolla y conserva todas las características del concepto de
Nación; 2) de un Territorio, que sirve de garantía a la existencia libre de la comunidad y
de límite a su actividad; y 3) de un poder de mando, una organización dotada de un
poder de mando originario, mejor conocido como Gobierno (Salas, 2002, pp. 20-21). El
Estado es una expresión de la sociedad, está legitimado para reprimir la criminalidad,
de la cual son responsables determinados individuos, por medio de las instancias
oficiales del control social (legislación, policía, magistratura, instituciones
penitenciarias) (Baratta, 2009, p. 36). Todos aquellos que no respondan a los
ordenamientos jurídicos para la convivencia cotidiana se hacen acreedores a una
sanción, que tratándose de conductas antisociales la mayoría de las veces culmina con
la privación de la libertad (Mora, 1991, p. 43). El rompimiento del orden se sanciona y
sí es un crimen la ley tiene una ruta a seguir. En efecto, se entiende a la criminalidad
como el conjunto de las conductas antisociales que se producen en un tiempo y lugar
determinados, y al crimen como una conducta antisocial (Rodríguez, 2008, p. 8).
El territorio, es la superficie sobre la que se establece el pueblo y es el ámbito de
espacio donde el Estado ejercerá su soberanía (Salas, 2002, p. 7). Se considera al Estado
una entidad jurídica constituida por la sociedad organizada políticamente, su
propósito es garantizar el orden y el bienestar de sus miembros, a través de un cuerpo
de leyes que regulen las relaciones entre ellos, y de un conjunto de instituciones que
se encargan de proponer esas normas y de vigilar el cumplimiento de las mismas. Es el
instrumento por el que la sociedad se organiza, desarrollando instrumentos de
gobernabilidad y orden a través del Derecho, con la finalidad de poder vivir en paz y
armonía que permita alcanzar la felicidad y prosperidad del hombre. La palabra –
Estado- viene de la voz latina status, que significa condición o constitución. Se afirma
que el Estado es una institución jurídica, que al actuar frente a sus gobernados, no puede
apartarse de la ley, esto se traduce que la autoridad sólo esta autorizada para actuar en
lo que expresamente le señala la norma jurídica, y podrá incluso para hacer valer su
autoridad, utilizar la fuerza legítima que le otorga la ley frente a los gobernados (Salas,
pp. 6, 8).
El Estado está conformado por personas físicas; lo constituye un grupo de
individuos que son, hacen y forman una Nación y que se dan así mismos una norma
fundamental que rige el orden del Estado, norma fundamental la cual se denomina,
Constitución, que marca los limites y las obligaciones del Gobierno. El hombre forma al
Estado, el cual se rige por las leyes, siendo el espíritu de éstas, no otra cosa que la
libertad (Salas, 2002, pp. 8, 21). Un instrumento fundamental que utiliza el Estado
para gobernar es la Constitución, ya que marca los derechos y obligaciones tanto de
los sujetos como del Gobierno. Tanto el Estado como la Constitución, son una creación
del hombre y de la mujer. Ambos se ven obligados a elaborar leyes que no sólo
regulen su comportamiento en sociedad, sino que le imponga correctivos cuando
incurran en alguna falta o pongan en peligro el bien común. El Estado “está en
constante evolución y nunca estático”57, la sociedad lo obliga a estar en constante
movimiento debido a que así lo exigen sus necesidades políticas, económicas y
socioculturales.
Para ejercer justicia, el Estado necesita de la participación de la Política Criminal
también conocida como Política Criminológica, la cual forma parte de las ciencias
penales, la función en la sociedad es importante, pero su función dentro del Estado es
fundamental. “Es a Feuerbach58 a quien se le atribuye la paternidad de la Política
57 Ibid. 58 Nació en Landsbut, actual Alemania en 1804 y murió en Nuremberg en 1872. Fue un filósofo alemán. Abandono sus estudios de teología para estudiar filosofía en Berlín junto a Hegel, a quien más tarde se opondría. Centró sus intereses en la elaboración de una interpretación humanística de la teología, en obras como Pensamientos sobre la muerte y la inmortalidad (1830) y La esencia del cristianismo (1841), su obra más destacada, en la que considera a Dios como una hipóstasis del hombre. Definido en términos abstractos pero pensado como ente sensible, Dios es en sí mismo una noción contradictoria, según Feuerbarch; su filosofía trata de reconducir esta y otras <<espiritualizaciones>> a la realidad del <<hombre singular>>, el hombre físico, con sus sentimientos y necesidades concretas. Ludwin Feuerbach es una de las principales figuras del llamado <<hegelianismo de izquierdas>>. En: Diccionario de Biografías. (2003). V. II. España: ediciones Dimas. p. 351. Fue precursor del materialismo histórico dialéctico. Se aparta del idealismo hegeliano para postular el materialismo antropológico. En
Criminal. Los significados de la política criminológica son muy diversos. Sin embargo,
sólo se abordará la que más se aproxima a los propósitos de esta investigación. La
Política Criminológica nació como Política Criminal, el tiempo exigió bautizarla con un
nombre más amplio. La Política Criminológica son las formas o medios a poner en
práctica por el Estado para una eficaz lucha contra el delito, auxiliándose, siempre, por
la criminología y la penología. La Política Criminológica no realiza sola su trabajo,
necesita apoyarse constantemente en otras materias, entre ellas: a) de La Política
General, Política Criminológica, Política Social; b) la prevención, concepto, fin; c) los
programas y prioridades; d) de la evaluación; e) de la política legislativa; f) de la política
policial; g) de la política penitenciaria; h) de los sustitutivos penales; i) de la
peligrosidad sin delito; y j) de los cambios estructurales” (Salas, 2002, pp. 42-44).
4.3.2. Vigilando el orden social: el Derecho
El Derecho comprende todo un conjunto de leyes fundamentales o constitucionales
que tienen la finalidad de asegurar y garantizar el desarrollo pacifico y ordenado de la
vida cotidiana en la sociedad. Es la primera manifestación del desarrollo social y de la
organización de los pueblos. Es un producto del desarrollo del ser humano, el cual le
permite convivir adecuadamente dentro de una determinada sociedad (Salas, 2002, pp.
su pensamiento filosófico el instrumento valido para conocer la verdad es la razón, cuyo sujeto es el hombre. Considera que la teología y la filosofía sólo tienen sentido si se transforman en una antropología. La verdadera filosofía es la que trata sobre la ciencia del hombre. Pretende abolir el dualismo de religión sobrenatural y mundo sensible, Iglesia y Estado, por esta razón se le considera precursor de las teorías de Karl Marx y Friedrich Engels. Propone el restablecimiento de los sentidos como la base del conocimiento y sostiene que el espíritu informa y determina al cuerpo. El materialismo de Feuerbach se expresa en el adagio <<el hombre es lo que come>>. Su filosofía del Estado se opone a la religión y al concepto de Dios. Entre sus obras destacan Historia de la filosofía moderna; Exposición, evolución y crítica de la filosofía de Leibniz; La esencia del cristianismo; Tesis preliminares para la reforma de la filosofía del futuro; La esencia de la religión y Lecciones sobre la esencia de la religión. En: Diccionario de Biografías (1997). Barcelona: ediciones Nauta. Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no se ocupa de la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto, obligado: 1) A hacer caso omiso de la trayectoria histórica, enfocando de por sí el sentimiento religioso y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado. 2) En él, la esencia humana sólo puede concebirse como <<género>>, como una generalidad interna, muda, que se limita a unir naturalmente los muchos individuos. En: Marx, C., Engels, F. (1970). Tesis sobre Feuerbach y otros escritos filosóficos. México, D.F.; Grijalbo. p. 11. Véase también Engels, F. (s/f). Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Moscú: ediciones en lenguas extranjeras.
1-2). El Derecho debe garantizar a la sociedad la convivencia entre los seres humanos.
Salas Chávez, además, refiere que Oscar Morineau concibe al Derecho como el
precepto que regula la conducta humana como conducta debida. Es el objeto que nos
dice cómo debe ser la conducta, la regla que sirve para dotar a la conducta de un nuevo
sentido y no de su descripción. Aclara el autor, que si el Derecho describiera la
conducta, entonces no sería necesario legislar, ni dictar sentencias.
En el Derecho existe la filosofía del derecho y la teoría del derecho, ambas
palabras cuentan con una terminología propia. El primero, tiene por objeto los valores
conexos a los sistemas normativos. El segundo, su objeto es la estructura lógico-
semántica de las normas entendidas como proposiciones y los problemas específicos
de las relaciones formales entre normas y ordenamientos (Baratta, 2009, pp. 13-14).
4.3.3. Ejerciendo justicia: el Derecho Penal
En el antiguo Régimen el pecado y el delito eran una sola cosa. Blasfemar contra Dios
era un delito grave. Se castigaba a quien trataba de romper con el orden impuesto y
querido por Dios. Años más adelante esto cambiaría. El delito debía ser castigado por
el Estado y los pecados por la Iglesia. El Estado no debía meterse en cuestiones
morales así como la iglesia no debía intervenir en las cuestiones meramente sociales,
que sólo incumbían al Estado. Sin embargo, al romperse la ecuación entre pecado y
delito, la infracción ya no aparecerá tanto como un síntoma de enfermedad moral,
cuanto más bien como una consecuencia de la ignorancia o de una defectuosa
organización social (Prieto, 2003, p. 31).
El Lic. Paulino Machorro (1948:16), señala que la primera fuente legislativa del
sistema penal mexicano es la Constitución General de la República. Afirma el autor,
que fue hasta el siglo XVIII que el Derecho Penal era pragmático, no científico; no era la
expresión de un pensamiento teórico, metódico y sistemático, sino forma legislativa de
una reacción espontánea, casi instintiva, de los grupos humanos al sufrir la ofensa que se
llama delito. La reforma del Derecho Penal en tal siglo obedeció principalmente a
motivos sentimentales, porque se sintió herido el refinado espíritu de aquella sociedad
por el rigorismo…y por la barbarie del procedimiento penal con sus tormentos (pp. 22-
23).
Como se ha observado, existen diversos tipos de Derecho y diversas acepciones.
Se sabe que existe el Derecho Administrativo, Constitucional, Civil, Penal, Procesal,
Internacional, Positivo, Privado, Natural, Legal, el Derecho de Autor, los Derechos
Humanos, el Derecho Objetivo y Subjetivo. El derecho objetivo, es un conjunto de
normas y reglas, que además de imponer deberes, conceden facultades, y el derecho
subjetivo es una norma que permite y prohíbe (Salas, 2002, p. 4). El Derecho Positivo,
es un conjunto de normas vigentes obligatorias que regulan las relaciones jurídicas
dentro de un Estado. Por su parte, el Derecho Penal o Derecho Penitenciario es el
conjunto de normas que regulan la ejecución de las penas y medidas de seguridad,
impuestas por la autoridad competente, como consecuencia de la comisión de conductas
previstas como delitos por la Ley Penal (Mora, 1991, p. 43). En el Derecho Penal, la
pena se entiende como castigo, medida de seguridad o corrección de los hechos
delictivos del individuo que ponen en riesgo el bien común. El Derecho Procesal, se
encarga de regular la administración de justicia y de determinar la forma en como
deben desarrollarse los procesos.
El Derecho Penal en el Antiguo Régimen se caracterizaba básicamente por tres
aspectos: 1) por su política centralizadora, el monarca era quien debía no sólo crear
las leyes sino también administrarlas; 2) era pluralista, la ley y los tribunales eran
iguales sólo en cuanto al territorio, no en relación a los individuos, pues para
aplicarlas se consideraba el estamento al que pertenecía el sujeto; y 3) el delito era
considerado un atentado contra el rey y Dios (Speckman, 2007a, pp. 25-26).
En México en el periodo colonial, los castigos recaían en el cuerpo físico del
delincuente avergonzándolo, dañando su honor, paseándolo por la ciudad antes de
aplicarle la pena con el fin de que todo mundo se burlara de él. Se imponían castigos
que llevaran consigo la deshonra. En seguida, eran trasquilados (se les cortaba el
cabello en público como símbolo de vergüenza). El castigo más grande era la muerte a
través de la horca, ya que la pena de muerte es un espectáculo para la mayor parte, y un
objeto de compasión mezclado con desagrado para algunos (Beccaria, 2005, p. 77). La
pena en este periodo era considerada como el mal que por disposición de la ley se hacía
padecer al delincuente ya en su persona ora en su reputación o en sus bienes, por el daño
que éste causaba a la sociedad o a alguno de sus miembros… Era el castigo que se
imponía al delincuente por su hecho criminoso y destinado a restablecer el equilibrio
moral perturbado por el delito, satisfacer la vindicta, escarmentar al hechor para que no
volviera a delinquir y para que tal castigo sirviera de ejemplo a los demás delincuentes y
así se abstuvieran de cometer hechos ilícitos (Lozano, 1987, p. 169).
La finalidad de la pena era dar ejemplo y prevenir, muestra y advertencia tanto
para el delincuente mismo como para la sociedad en general. Todo aquel que quería
cometer algún delito debía pensarlo no sólo una vez, sino un millón de veces. De lo
contrario, le esperaría un buen tormento, corriendo el riesgo de perder la vida
públicamente. Las penas se imponen a los hombres por dos razones: la una es porque
resciban escarmiento de los yerros que ficieron. La otra es porque todos los que oyeren o
vieren, tomen exemplo o apercibimiento para guardarse que non yerren por miedo a las
penas. Con el fin de aterrorizar, las infracciones leves se castigan con rigor, las más
graves con la muerte y las aún más graves inventado nuevos suplicios… (Prieto, 2003, p.
33). De esta manera, la aplicación de castigo es para que los hombres se aterroricen y
eviten incurrir en alguna violación a las leyes. El fin de estos castigos es impedir que
se vuelvan a presentar y a repetir. No sólo debe intimidarse al delincuente, también a
la sociedad para evitar que se vuelvan a cometer los mismos delitos en el futuro,
inclusive por el mismo delincuente. La pena se aplicaba como una medida para dar
temor; o bien para procurar arrepentimiento (Padilla, 2001, p. 153).
Estas formas de castigar cambiarían y desaparecerían a principios del siglo XIX.
Michel Foucault señala que ya no se sancionan los mismos delitos, no castigan el mismo
género de delincuentes (Foucault, 2002, p. 15). Desaparece el espectáculo, hay una
anulación del dolor, pues con el paso del tiempo llegaron los rituales modernos de la
ejecución y a la vez nuevas formas de concebir el mundo y nuevas formas de castigo.
Al reformarse la práctica judicial, el castigo debía ser proporcional al delito. Se pugnó
por eliminar del catálogo de delitos los actos contra la religión y se luchó por la
existencia de criterios fijos para la administración de justicia, y por la humanización de
las penas y la aplicación de castigos proporcionales al delito (Speckman, 2002a, p. 26).
No sólo desaparecerían todo tipo de castigos corporales, sino que al sistema penal
también llegarían algunos cambios. Se empezó a luchar por humanizar la vida de los
delincuentes dentro de las prisiones.
Existen dos tipos de Derecho Penal: 1) Derecho Penal Sustantivo; y 2) Derecho
Penal Adjetivo. El primero, el Derecho Penal Sustantivo, Carranca y Trujillo (Salas,
2002, pp. 26, 30) señalan que es el conjunto de leyes mediante las cuales el Estado
define los delitos, determina las penas imponibles a los delincuentes y regula la
aplicación concreta de las mismas a los casos de incriminación. En relación al Derecho
Penal Sustantivo argumentan que, se encuentran contenidas las conductas jurídicas que
la sociedad considera valiosos, ya sea individuales o colectivos, con su correspondiente
sanción o penalidad a la cual se harán acreedores quienes se adecuen a dichas
conductas. En el segundo, el Derecho Penal Adjetivo, también conocido como Derecho
Procesal Penal, se encuentran todas las regulaciones, mecanismos y procedimientos que
deberán utilizarse, para dilucidar sobre la responsabilidad de quien se le atribuya la
comisión de alguna de las conductas invocadas, que en su caso podría resultar en la
aplicación de la pena que le correspondiera. Además, puntualiza Salas (pp. 30-32) que
el Derecho Penal Adjetivo o Derecho Procesal Penal es vital para el mejor
funcionamiento del Estado como órgano regulador y el Derecho Procesal Penal es el
conjunto de normas relativas a la forma de aplicación de las reglas penales a casos
particulares. Respecto a la misma, Mora (1991:56) refiere que el Derecho Procesal
Penal representa la salvaguarda de los intereses sociales frente a los delitos,
conduciendo al delincuente hasta su sentencia, ya sea condenatoria o absolutoria.
4.4. Delito y Castigo
El delito es una falta, un quebrantamiento de la ley. Existen diversos tipos de delitos:
el común, el de lesa majestad (aquel que se comete contra la vida del monarca), el
delito especial, (castigado por leyes distintas del código penal común), el delito
flagrante, el delito político (cometido contra el Estado). En la opinión de Émile
Durkheim (Rico, 2007, p. 39) el delito es un fenómeno normal (no se puede concebir
una sociedad que esté completamente libre de él), necesario (ya que el delito está
vinculado a las condiciones fundamentales de cualquier vida social) y útil (puesto que
las condiciones de las que es solidario son ellas mismas indispensables a la evolución
normal de la moral y del derecho). Es una noción eminentemente social, es decir,
esencialmente relativa. El delito es un fenómeno social que tiene sus orígenes en la
propia vida de las sociedades59.
Baratta (2009:57) argumenta que el delito debe ser sancionado por el derecho
penal. Mientras que José M. Rico (2007:39) señala que debe diferenciarse entre delito
y conducta desviada, pues a pesar de que el común denominador de ambos es la
violación a las normas sociales, existe entre uno y otro una diferencia de grado.
Para Hegel el delito se manifiesta ante todo como una forma de –desmoralización-,
el colapso de la humanidad y la dignidad del hombre, y es indicio, también, de
decadencia de la sociedad. Por su parte, Marx señala, que un filósofo produce ideas, un
poeta poemas, un sacerdote sermones, un profesor compendios… El criminal no sólo
produce delitos, sino también la legislación en lo criminal, y con ello, al mismo tiempo, al
profesor que diserta acerca de la legislación y, además de esto, el inevitable compendio
en el cual el mismo profesor lanza sus disertaciones al mercado general como
“mercancías” (Taylor, 2001, pp. 226-227).
59 En Revista Criminalia 1950, No. 6, año XVI, enero 1950, p. 232, director José Ángel Ceniceros, México, D.F., HN.
La escuela clásica -iniciada por Beccaria- concebía al delito como una entidad
jurídica, como un atentado al orden jurídico existente, y por su parte, la pena era
concebida como el medio de restablecer aquel orden jurídico perturbado; mide la
gravedad del delito y la pena en relación con el mal causado. Por otro lado, la escuela
positiva encabezada por Lombroso, Ferri y Garófalo, señalaban que el Derecho Penal
debía estudiarse a la luz de las ciencias naturales y con los procedimientos de éstas…. La
misma escuela postulaba que al Derecho Penal, le correspondía la idea de tomar en
cuenta la personalidad concreta del delincuente, en cada caso, porque así los factores
penales se individualizan (Machorro, 1948, pp. 34-38).
La escuela clásica iniciada por Cesare Beccaria consideraba al Derecho Penal y la
pena no como un medio para modificar al sujeto delincuente, sino un instrumento
legal para defender a la sociedad del crimen (Baratta, 2009, p. 23). El derecho de
castigar lo fundaba en la necesidad de restablecer el equilibrio jurídico perturbado por
el delito;…el delito es una entidad moral, el robo, el homicidio, etc.; la pena, es el medio
de obtener restablecimiento del orden jurídico y tiene un concepto expiatorio,
retributivo y aun correccionalista; el método lógico de la ciencia penal, es el deductivo.
Por su parte, la escuela positiva funda el derecho de castigar en la defensa social; el
delito es un producto natural de factores antropológicos y sociales; la responsabilidad
penal no resulta del libre arbitrio del delincuente, sino de la necesidad de la defensa
social; la pena tiene por fin la eliminación de los criminales incorregibles o la
readaptación de los aptos de corrección, a la vida social; su método es la aplicación de
las ciencias naturales, como la observación, la estadística y, en general, la inducción
(Machorro, 1948, p. 40).
La filosofía del pensamiento penal italiano se abre con el Tratado de los Delitos y
de las penas de Cesare Beccaria en 1764. Para Beccaria y para Giandomenico
Romagnosi, el fin de la pena es la defensa social. Sin embargo, este último señala que
la pena no es el único medio de defensa social, sino que el mayor esfuerzo de la
sociedad debe dirigirse principalmente hacia la prevención del delito, a través del
mejoramiento y desarrollo de las condiciones de la vida social (Baratta, 2009, pp. 27-
28). El pensamiento penal de la escuela clásica concibe que el fin de la pena es un
medio para la defensa social. La ideología de la defensa social se basa básicamente en
seis principios: a) principio de legitimidad; b) principio del bien y del mal; c) principio de
culpabilidad; d) principio del fin o de la prevención; e) principio de igualdad; y f)
principio del interés social y del delito natural. En referencia al principio del fin o de la
prevención, la pena al ser utilizada como medio de defensa social no actúa reeducando y
curando al delincuente, sólo es un medio represivo que segrega al delincuente (Baratta,
2009, pp. 36-37).
Francesco Carrara por su parte, afirma que el fin de la pena no es la retribución,
ni la enmienda, sino la eliminación del peligro social. Los dos primeros, son el
resultado necesario y deseable de la pena. Sin embargo, esta no es su función esencial
ni el criterio para su medida. Carrara considera el delito como un ente jurídico, que
posee una estructura real, es el acto de la libre voluntad de un sujeto. El sistema penal
según la concepción positiva, se sustenta no sobre el delito y sobre la clasificación de
las acciones delictuosas, sino más bien sobre el autor del delito y sobre la clasificación
tipológica de los autores (Baratta, 2009, pp. 30-32).
La constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala que la pena, más
que un castigo debe ser observada como medio de corrección. Pues la pena privativa
de la libertad tiene como objetivo la readaptación social del sentenciado o dicho en otras
palabras; hacer ver al individuo que su conducta es ilícita, antijurídica, y por tanto
reprochable por la sociedad. Con base en esto, la autoridad competente lo someterá a un
tratamiento, el cual se basará en estudios psicológicos que determinarán su
personalidad, las circunstancias que lo orillaron a cometer el delito y su grado de
peligrosidad: baja, media o alta, así como otras circunstancias dadas durante el tiempo
de su reclusión (Mora, 1991, p. 55). Así, –medio de corrección- se convierte en un
lenguaje políticamente correcto. Sin embargo, en la realidad subyace el castigo a lo
largo de la historia en México, que dicho sea de paso, tiene múltiples formas de
aplicación y diversos momentos de ejecución.
4.5. Criminalidad y delincuencia
La criminalidad es aquel fenómeno de masas constituido por el conjunto de las
infracciones que se cometen en un tiempo y lugar dados (Rico, 2007, p. 32). En su teoría
de la anomia, Durkheim considera que la criminalidad es normal y que es un hecho
social, que debe ser explicado socialmente (Lamnek, 2006, p. 40). Es un fenómeno
criminal que se halla en todo tipo de sociedad, no hay una sola en que no exista
criminalidad (Baratta, 2009, p. 57). La criminalidad es una forma de comportamiento
desviado y el comportamiento desviado es un fenómeno universal, que no está limitado
ni espacial ni temporalmente, así lo explica Émile Durkheim en su teoría de la anomia,
pues ésta parte de la idea de que en todas las sociedades hay comportamiento
desviado (Lamnek, 2006, p. 73). El comportamiento desviado continúa Seigfried
Lamnek (p. 101) fue definido como un comportamiento no tolerado por las normas
fijadas socialmente, el cual incluso se intentó explicar por las variables independientes
(como concepto global) de la estructura social.
La sociología criminal tiene dos nuevos campos de indagación: a) la criminalidad
de cuello blanco, fenómeno delictivo no sólo de Estados Unidos, sino de todas las
sociedades de capitalismo avanzado, y b) la cifra negra de la criminalidad, y dentro de
ésta la critica a las estadísticas oficiales. En la primera se encuentran todas aquellas
personas situadas en posiciones de alto prestigio (Baratta, 2009, p. 101). En relación
al primer campo de indagación, José M. Rico (2007:34-35) señala que en la
criminalidad existen los llamados delitos desconocidos, que pueden ser macrodelitos
o microdelitos. Los primeros, son aquellos que no se denuncian nunca y pertenecen a
ésta categoría los famosos delitos de cuello blanco y de caballero, en que los fraudes,
los hurtos y las infracciones son los más recurridos (fraudes fiscales, banqueros,
aduaneros, desfalcos en las obras públicas, fraudes en los seguros, infracciones de
tránsito, caza ilegal, malversación de fondos) y cometidos principalmente por
servidores públicos, jefes de estado, gobernantes, legisladores, jefes militares,
gerentes, agentes de tránsito. Explica el autor que este tipo de delitos no suelen
denunciarse principalmente por tres razones; la primera porque se duda sobre la
existencia real del delito, la segunda por la falta de valentía cuando llega el momento
de denunciarlos, y la tercera, por la falta de pruebas suficientes para poder comprobar
la existencia del delito. Sin embargo, a pesar de que estas formas delictivas no suelen
denunciarse se considera que la cifra negra es considerable. Por su parte, la cifra
negra de los microdelitos es incalculable, dentro de ellos y dentro de los más
importantes están “los crímenes contra la propiedad privada, robos en almacenes,
fraudes, estafas y daños a los bienes, así como los llamados crímenes sin víctima
(aborto, homosexualidad, prostitución, uso de drogas), delitos sexuales y contra las
buenas conductas.
Las cifras negras de la criminalidad, señala José Rico (2007:41) deben conocerse
a través de las estadísticas criminales, porque las estadísticas criminales permiten
estudiar el movimiento general de la criminalidad, sus ritmos y sus variaciones, sus
correlaciones con ciertas características personales, (como raza, sexo y edad), y
determinadas condiciones geográficas y sociales, (como económicas, culturales y
políticas. Sin embargo, los resultados de las estadísticas no han sido del todo certeros,
al grado que han desviado y sugerido un esquema falso de la distribución de la
criminalidad (Baratta, 2009, p. 102). En este sentido, José M. Rico (2007:41-42)
explica que los resultados arrojados por la estadística criminal tienen numerosas
limitaciones y no pueden considerarse como índices completamente validos para
medir la criminalidad de un país, sino más bien como un instrumento capaz de
analizar los modos de operar del sistema de justicia penal. No obstante, las
estadísticas siguen siendo instrumento importante para conocer la criminalidad de un
país y sus variaciones. Además, argumenta que pueden ser más validas las estadísticas
policiales, ya que tienen una relación mucho más cercana a la realidad delictiva.
El mismo autor señala60, que en la criminalidad existen generalmente tres
niveles de realidad: la criminología real, la aparente y la legal. La primera, se
encuentra constituida por el conjunto de delitos que se cometen efectivamente en un
60 Ibidem.
espacio y tiempo dados, prescindiendo de que hayan sido o no denunciados,
investigados, juzgados o condenados. El segundo nivel, se refiere a todas aquellas
infracciones comunicadas a la policía y al ministerio público o que hayan sido
descubiertas por éstos. Por último, la criminalidad legal, es aquella que resulta del
conjunto de condenas pronunciadas por los tribunales en lo penal, o por lo menos, del
número de asuntos juzgados o de decisiones adoptadas por dichos tribunales.
Asimismo, Rico (2007:32-37) argumenta que la criminalidad oculta es elevada y
los delitos que en ella se encuentran están las infracciones contra la persona,
infracciones contra la propiedad, infracciones contra la seguridad y el orden público. En
los primeros encontramos los malos tratos a los niños, brutalidades en los hospitales
mentales, instituciones penitenciarias, escuelas correccionales, locales de policía,
amenazas, extorsiones, esclavitud, incluso homicidio. En los delitos contra la propiedad
encontramos los robos, apropiación indebida, hurtos cometidos por funcionarios y
empleados, cheques sin fondos, actos de vandalismo. En las infracciones contra la
seguridad y el orden público destacan las revueltas, malas condiciones de vida,
regímenes políticos impuestos, porte ilegal de armas, criminalidad organizada,
privación de la libertad, torturas, mutilaciones, asesinatos, espionaje, sabotaje,
corrupción, genocidios. Por último, los delitos que resultan de actos patrióticos, políticos
y revolucionarios, entre ellos asesinatos de personalidades, secuestros de aeronaves,
actos terroristas. El autor concluye que los estudios sobre la criminalidad oculta
arrojan dos problemáticas; la primera, que la criminalidad es mucho más considerable
que la que aparece en los registros oficiales; la segunda, es casi imposible establecer
una línea de demarcación entre el ciudadano y el criminal.
4.6. Crimen y transgresor
El crimen es un delito grave, es una violación de las leyes civiles y morales. Existen
diversas modalidades, crímenes contra natura, crímenes de guerra, de lesa61
61 Daño, ofensa, agraviado, ofendido.
humanidad, esto es, el que se comete directamente contra el hombre o contra una
colectividad, crímenes de lesa majestad, es el que se comete contra la vida, la
integridad corporal, la libertad o la dignidad de un jefe de estado. Crimen de lesa
patria, es decir, delitos de traición, contra la independencia, la libertad o la integridad
del estado. Crímenes pasionales, es el asesinato que se perpetra por impulso de una
pasión amorosa, celos o venganza.
Durkheim (Baratta, 2009, pp. 57-58), señala que el crimen es un fenómeno
patológico cuyo carácter parece incuestionable. Sin embargo, el mismo Durkheim no
veía al delincuente como un ser radicalmente antisocial, como una especie de elemento
parasitario, de cuerpo extraño e inasimilable, introducido en el seno de la sociedad, sino
más bien como un agente regulador de la vida social. Además, argumenta que el
criminal es un individuo que ha cometido un delito, ha desobedecido las leyes,
presenta una conducta antisocial y es la persona que viola las leyes (anomia).
José M. Rico (2007:38-39) señala que desde un punto de vista jurídico, es delito
todo comportamiento humano (acción u omisión) previsto y castigado por la ley
penal a causa del orden trastornado del orden social. Argumenta, que el crimen es
estudiado desde diversos puntos, le interesa tanto al jurista, como al sociólogo y al
criminólogo. El primero, estudia el crimen jurídicamente, lo hace partiendo de todos
aquellos elementos que constituyen a la infracción, clasifica los actos delictivos y
determina las causas de imputabilidad, culpabilidad y responsabilidad de sus autores
al establecer las formas que debe adoptar la reacción social, imponiendo penas y
medidas de seguridad. En tanto que el criminólogo parte del hecho de que todo delito
es un fenómeno positivo, general, específico y susceptible de análisis, dedicándose a
su estudio científico abordando la evolución, formas, causas y consecuencias.
Por otro lado, el criminal es el actor del hecho delictivo y debe ser estudiado
individualmente. Para estudiarlo, la investigación debe apoyarse en los métodos
clínicos, como entrevistas, test, entre otros medios. Estos métodos deben ser
utilizados transversal o longitudinalmente, el primero debe permitir conocer las
características del sujeto en un momento dado, y el segundo, consiste en seguir la
evolución y estudiarlo en fechas diferentes (Rico, 2007, p. 38). Para el estudio del
criminal es necesaria la ayuda de dos de las ciencias auxiliares de las ciencias penales,
la Biología y la Psicología Criminal, pues la primera permitirá conocer la vida del
criminal a través del fenómeno hereditario, como la transmisión de enfermedades, sus
tendencias y predisposiciones. Mientras que la segunda, ayudará a conocer los
procesos y desarrollos psicológicos de su mente.
4.7. La Administración de Justicia
El Estado es el órgano que se encarga de crear un conjunto de leyes y garantizar a la
sociedad el orden social y el bien común. No sólo está obligado a velar y resguardar el
orden social sino también aplicar y hacer cumplir las leyes. Debe garantizar a sus
gobernados seguridad pública, para evitar que se genere dentro del mismo un
ambiente de caos y desorden.
Salas Chávez indica (2002:44-46) que el Sistema Integral de Justicia y Seguridad
Pública funciona de manera cíclica, no de manera lineal como muchas veces se cree. Se
encuentra integrado por cinco fases, entre ellas: 1) fase de Seguridad Pública; 2) fase
de Procuración de Justicia; 3) fase de Impartición de Justicia; 4) fase de Readaptación
Social; y 5) fase Postpenitenciaria. La primera fase de Seguridad Pública, es
fundamental, pues es ella donde el gobernado tiene su primer contacto con la
autoridad a través de las policías uniformadas. Son ellas las que a través de su
intervención pronta e inmediata ponen ante el Ministerio Público a todos aquellos
transgresores de la ley. En este sentido, al ser la policía la primera en tener contacto
con el presunto delincuente, debe dar buen trato al transgresor desde el momento de
ser aprehendido. Esto lo establece claramente el artículo 19 de la constitución política
de los Estados Unidos Mexicanos, en su párrafo III que dice: todo maltratamiento en la
aprehensión o en las prisiones, toda molestia que se infiera sin motivo legal, toda gabela
o contribución, en las cárceles, son abusos que serán corregidos por las leyes y
reprimidos por las autoridades. Asimismo, el artículo 22 establece que no debe ser
utilizada la violencia como medida disciplinaria en los reclusorios preventivos y en los
centros de readaptación social (Mora, 1991, p. 46). La policía al pertenecer al Poder
Ejecutivo Federal y Local está obligada a auxiliar a los órganos de procuración e
impartición de justicia (Salas, 2002, p. 46). La segunda, la fase de Procuración de
Justicia, continúa Salas Chávez, se inicia con el Ministerio Público, quien debe ejercer
la acción penal iniciando una investigación en que deben buscarse todas las pruebas
necesarias que permitan establecer y reconstruir las circunstancias de tiempo, lugar y
forma en que tuvo lugar el delito.
El Ministerio Público fue concebido por el Constituyente de Querétaro como el
instrumento idóneo para acabar con el procedimiento inquisitivo en nuestro país, al
quitar a los jueces la facultad de persecución de los delitos (De la Barreda, 1990, p.
167). El Ministerio Público62 tiene el monopolio del ejercicio de la acción penal. El
62 El Ministerio Público es una entidad pública que actúa como autoridad durante la integración de la averiguación previa y como parte procesal (representando al Estado) durante el proceso penal. Para el logro de sus funciones públicas tiene bajo sus órdenes a la policía judicial y posee diversas facultades que inciden directamente en la seguridad y libertad de los ciudadanos. La averiguación previa comienza cuando los agentes del ministerio público tienen noticia (a través de denuncia o querella) de que se ha cometido un acto que posiblemente pueda entrañar la comisión de un delito, e inician una investigación (averiguación previa) de los hechos. Existe la posibilidad de que, sin orden de aprehensión, se detenga y ponga a disposición del ministerio público a un probable responsable, si se da el caso de flagrancia (sorprendida la persona en el momento en el que se esté cometiendo el delito, en fuga, o sea señalado como probable responsable y se encuentren en su poder los instrumentos u objetos del ilícito), o bien si se presenta el supuesto de urgencia (que no exista autoridad judicial por circunstancias del lugar y la hora, se trate de delito grave y exista riesgo de que el probable responsable evada la acción de la justicia). El primero de estos casos es muy significativo, pues se estima que cuatro de cada 10 personas involucradas en una investigación penal son detenidas sin orden de aprehensión. En los casos en los que la averiguación se da “con detenido”, el ministerio público dispone de 48 horas, término que puede duplicarse en caso de delincuencia organizada (Art. 16 constitucional), para realizar su investigación y determinar si consigna al juez la averiguación. Durante la averiguación previa el ministerio público debe determinar si hay o no las tres condiciones que debe reunir un caso para ser presentado ante el juez e iniciar un proceso penal: la existencia del “cuerpo del delito” (existencia del ilícito); los elementos que vinculen a una persona (al indiciado) como probable responsable de tal ilícito; así como que aún esté vigente la pretensión punitiva del Estado (o como se refiere comúnmente, aunque técnicamente es incorrecto: que no se haya “extinguido la acción penal”). Si el ministerio público considera que se reúnen esos tres requisitos se “consigna” la investigación, es decir, se pone a disposición del juez el expediente y se solicita una orden de aprehensión para capturar al presunto responsable. Una vez admitida la consignación del ministerio público inicia propiamente el proceso penal. El ministerio público actúa como una autoridad administrativa. En: Zepeda, L.G. (2004). Crimen sin castigo. Procuración de justicia penal y ministerio público en México. México: Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C., Fondo de Cultura Económica. (sección de obras de política y derecho). pp. 104, 108-109, 112. En teoría, ha quedado claro cuales son las funciones principales que debe cubrir satisfactoriamen el ministerio público. Sin embargo, no es ninguna novedad que en la práctica la teoría
proceso que debe seguirse en una investigación debe cumplir lo que establece el
Derecho Procesal Penal. Primero debe pasar por las cuatro instituciones jurídicas: 1)
la denuncia; 2) la querella; 3) la autorización, y 4) la excitativa. Una vez cubierto con
todas estas, se iniciará el proceso de la averiguación previa, la cual se realizará
también en cuatro pasos: 1) el ejercicio de la acción penal; 2) el archivo definitivo por
no ejercicio de la acción penal; 3) el archivo por reserva; y 4) la incompetencia. La
denuncia la puede presentar cualquier persona, siempre y cuando se trate de delitos
que puedan perseguirse de oficio y de delitos en los que la ley no permite el perdón
del ofendido. La querella, solo la puede presentar personalmente el ofendido, o en
todo caso su representante legal, pero solo en los casos señalados por la ley (Salas,
2002, p. 46-47).
Una vez cubierto dichos requisitos de procedibilidad, se iniciará la averiguación
previa correspondiente, que también se determinará bajo cuatro posibilidades: 1) el
ejercicio de la acción penal; 2) el archivo definitivo por no ejercicio de la acción penal;
3) el archivo por reserva; 4) la incompetencia. La primera, va sobre todo contra quien
o quienes resulten responsables, después de haberse acreditado el cuerpo del delito y
la presunta responsabilidad de quien se le atribuya el delito. La segunda, se da en
virtud de que se acreditó que no hay delito alguno, o bien que el responsable de éste
tuviera a su favor alguna causa de exclusión penal. La tercera posibilidad, que aun y
cuando se tratara de hechos delictivos no hubiese suficientes elementos de prueba
para acreditar los extremos del artículo 16 constitucional, o bien por último, podrá
determinar. Por último, la cuarta posibilidad, es pasar a otra autoridad en razón de la
materia o del territorio (Salas, 2002, p. 47).
Una vez cubierto el proceso de investigación es momento para que el Ministerio
Público desarrolle la Investigación Criminal, en la que se buscarán las pruebas
queda fuera de lugar, pues el ministerio público antes y durante la averiguación previa no se apega a la constitución ni a la legalidad. Inclusive en múltiples casos la averiguación previa no se inicia. Violando los derechos penales de los presuntos responsables. Esto ha generado en la población desconcierto, impotencia, enojo, desconfianza y escepticismo en esta institución pública. No es gratuito la existencia de múltiples casos en los que la población decide hacer justicia por su propia mano. La creencia en las instituciones jurídicas y penales va cada día más en detrimento.
necesarias y suficientes para establecer y reconstruir las circunstancias de tiempo,
lugar y forma en que tuvo lugar el delito. Pues le corresponde a este la persecución de
los delitos. Son dos agentes del Ministerio Público los necesarios para iniciar la
averiguación, uno de ellos debe formular la consignación, y el otro debe elaborar las
conclusiones acusatorias (De la Barreda, 1990, p. 173). Si bien, señala De la Barrera,
debe ser un agente de la policía preventiva el que detenga al inculpado, no debe
llevarlo a su corporación policiaca, debe entregarlo de inmediato al Ministerio Público.
La policía judicial no tiene derecho a tomar la declaración del detenido, sólo debe
actuar bajo la autoridad y mando del Ministerio Público. El agente del Ministerio
Público es el encargado de la averiguación respectiva: pesquisas, cateos,
aprehensiones, entre otros. Los titulares del Ministerio Público Federal y del Distrito
Federal –señala el autor- son designados por el Presidente de la República, y los
titulares de los ministerios públicos de los estados son designados por los respectivos
gobernadores. En este caso el Presidente de la República debe influir lo menos
posible.
La tercera fase, de Impartición de Justicia, es una actividad que desarrolla
propiamente el Poder Judicial a través de órganos jurisdiccionales encargados de
decir del Derecho. Los que se encargan de elaborar las leyes son los legisladores, no
los jueces, pues éstos últimos únicamente son responsables de aplicar las leyes al caso
concreto. Es el juez el que dicta la sentencia que sella la suerte del acusado (De la
Barreda, 1990, p. 173). Al igual que el Ministerio Público pueden auxiliarse de las
policías uniformadas, judiciales o ministeriales, así como de los servicios periciales y
del propio Ministerio Público. Las autoridades responsables de esta fase son las únicas
que no forman parte ni dependen del Poder Ejecutivo, pero si tienen relación directa
con las demás fases que componen el sistema. Los jueces además de iniciar y seguir el
proceso legal que le permita establecer la verdad de los hechos, deben dictar una
sentencia para el procesado. La sentencia dictada puede ser en dos sentidos: 1)
Inacusatoria con la consecuente libertad inmediata, o 2) Acusatoria. Después de
confirmada la condena del reo, este pasa a disposición de una autoridad
administrativa bajo observación del Poder Ejecutivo (Salas, 2002, pp. 48-49).
Luis de la Barrera (1990:95-97) señala que existen tres diversos sistemas
procedimentales en materia penal: el inquisitivo, el mixto y el acusatorio. El primero,
cuyo origen se remonta a la cognitio extra ordinem del Imperio Romano y cuya
expresión deriva del derecho canónico de la Edad Media, se caracteriza por la
concentración de las funciones de acusación, defensa y decisión en un sólo órgano: el
tribunal, que domina el procedimiento en busca de la verdad se vale de la tortura de la
que se obtiene la confesión. En este caso el acusado no es un sujeto en el
procedimiento, sino un objeto de la persecución. El segundo, -el sistema mixto-, surge
de la Revolución Francesa como respuesta del sistema inquisitivo, tiene dos fases: la
instrucción o sumario, en la que predominan características inquisitivas; y el juicio o
plenario, de tipo acusatorio. El tercer sistema, -el acusatorio- nació en Roma, durante
el periodo avanzado de la República. Se caracteriza porque las tres funciones
procesales (acusación, defensa y decisión) se llevan a cabo por órganos que actúan en
nombre de la sociedad y quedan asignadas a tres sujetos diferentes: el acusador, el
defensor y el juez, que actúan sin interferencia alguna. Todos los actos de acusación y
de defensa se llevan a cabo ante el juez. Acusador y acusado actúan en igualdad
jurídica, con amplias posibilidades de aportar pruebas. En este sistema es en el que se
ofrece un procedimiento que se garantizan por igual los intereses de la sociedad y del
individuo; en este procedimiento el que ofrece mejores condiciones de conocer la
verdad histórica.
La cuarta fase, la Readaptación Social se encuentra regulada por el Derecho
Penitenciario, quien establece los lineamientos, las condiciones y los mecanismos a
los que el reo debe someterse durante su internamiento en la prisión. Asimismo,
muestra los beneficios a los que el reo tiene derecho para obtener anticipadamente su
libertad en relación a la pena que se le haya dictado. Finalmente, si el Estado
considera que el reo está readaptado éste último podrá recuperar su libertad y volver
a vivir en sociedad. Sin embargo, la readaptación del reo es un mito, la cárcel no
produce los resultados satisfactorios para la sociedad; si al contrario, las cárceles se
han convertido en verdaderas universidades del crimen, pues el reo al obtener su
libertad se incorpora rápidamente al mundo delincuencial, para cometer nuevamente
actividades delictivas. En efecto, las cifras de reincidencia en México revelan que la
readaptación es un fracaso (Salas, 2002, pp. 49-50). Además, la rehabilitación no
existe, porque los gérmenes seguirán siendo siempre gérmenes argumenta Narváez
(2005:303-322).
En relación a la quinta fase, la Postpenitenciaria, señala Salas Chávez (2002:50-
51), que prácticamente no se ha desarrollado en México. Sin embargo, tiene dos
vertientes; una, otorgar al ex-convicto posibilidades reales de desarrollo individual,
que le puedan permitir integrarse al proceso productivo del país y evitar caer
nuevamente en conductas delictivas y antisociales que lo lleven una vez más a la
prisión; dos, el Estado debe vigilar que los que obtengan su libertad anticipada se
conduzcan adecuadamente y bajo los lineamientos y obligaciones que se impusieron,
como condición para obtener dicha libertad anticipada.
4.7.1. La Ejecución de las Sanciones y Readaptación Social
Cuando un hombre rompe con el orden establecido -en el Contrato Social de
Rousseau-, realizado entre gobernante y gobernado afectando bienes jurídicos que la
sociedad considera valiosos, es necesario sancionar dichas conductas, con un doble
efecto, por un lado, como sanción directa o retributiva respecto de la obligación que le
surgió al gobernado con base en su conducta desplegada, y por otra, como medida de
amenaza del Estado respecto de quienes pudieran ser animados a repetir dicho tipo de
conductas (Salas, 2002, p. 23).
Para abordar tal rompimiento, en México, existe una ruta regulada y establecida
en la Ley que establece las Normas Mínimas sobre Readaptación Social de
Sentenciados, la cual se comenzó a extender en el Distrito Federal y reclusiones
Federales en 1971. Este señala en su artículo 7º que para lograr la readaptación social
del delincuente es fundamental estudiar y conocer la personalidad del reo desde el
momento en que quede sujeto a proceso; es requisito indispensable para su
tratamiento dentro del penal y necesario para reactualizar y no estancar su proceso
de readaptación social (Rodríguez, 2008, pp. 71-72).
Actualmente, refiere el mismo autor, que en la Ley de Ejecución de Sanciones
para el D.F. de 1999, en su artículo 12 dispone que para la ejecución de las sanciones
privativas de la libertad se establecerá un régimen progresivo y técnico tendiente a
alcanzar la readaptación social del sentenciado. Para lograrlo, es necesario que este
último cumpla con dos períodos: uno de estudio y diagnostico, y el segundo se refiere
a su tratamiento dentro de la cárcel. Tal tratamiento debe realizarse en cuatro fases:
1) internación; 2) externación; 3) preliberación; y 4) postpenitenciario. El
tratamiento se fundará en las sanciones penales impuestas y en los resultados de los
estudios técnicos que se practiquen al sentenciado. Los resultados deben ser
actualizados mensualmente. El reo debe cumplir adecuadamente tanto con los dos
períodos como con las cuatro fases de su tratamiento para lograr readaptarse y
reinsertarse en la sociedad. Lo que se busca es que el reo no vuelva a delinquir
nuevamente (Rodríguez, 2008, p. 72).
Sin embargo, en el artículo, indica Rodríguez Manzanera63 que no se incluye el
importante párrafo de la Ley de Normas Mínimas sobre Readaptación Social de
Sentenciados que dice: se procurará iniciar el estudio de personalidad del interno desde
que éste quede sujeto a proceso, en cuyo caso se turnará copia de dicho estudio a la
autoridad jurisdiccional del que aquel dependa. Al excluir el párrafo, no se permite
rehabilitar al delincuente con miras a prepararlo para que se reincorpore a la
sociedad y sea un miembro útil de la misma. No obstante, en los artículos 2, 6, 7, 8, 10,
11, 12, 14 y 16 prevén la organización del sistema, sobre las bases del trabajo y la
educación; señala, además, que el tratamiento de readaptación social será
individualizado, con base en las diversas ciencias y disciplinas pertinentes para la
reincorporación social del sujeto que ha delinquido, apoyándose en los estudios de
personalidad del sujeto y de su adecuada clasificación; también requiere de un régimen
progresivo técnico, que lleve aparejada la creación de organismos técnicos y
63 Ibid.
criminológicos en los centros penitenciarios (Machorro, 1991, 9. 40). Como nos
habremos dado cuenta, existen importantes contradicciones. Disparidades que se
traducen en una inadecuada ejecución de las sanciones y en una nula readaptación
social. Por tanto, no es casualidad que las cárceles no cumplan con una función
genuina, pues las premisas que guían las leyes son inadecuadas; se busca readaptar al
sujeto, sin antes reeducarlo; nadie puede readaptarse si antes no transita por un
proceso de reeducación.
4.7.2. Políticas para la Prevención del Delito
Para la prevención del delito el Estado debe considerar dos partes fundamentales que
el Sistema Integral de Justicia y Seguridad Pública marca, una parte general y una
parte especial. La primera comprende todas aquellas políticas públicas, como
educación, vivienda, salud, deporte, empleo y todas aquellas medidas para el
desarrollo social de la población. Estas medidas son importantes porque tratan de
evitar de manera indirecta la presencia de conductas antisociales. Sin embargo, no son
efectivas, pues no están diseñadas para combatir el crimen de manera directa. En la
segunda, el Estado interviene de manera directa a través de la policía y agencias
jurídicas que se encargan de combatir el crimen. Estas medidas están diseñadas para
enfrentar y combatir las conductas antisociales que ponen en riesgo el bien común
(Salas, 2002, p. 45).
La Ley Orgánica de la administración pública federal, en el artículo 27 fracción
XXVI, establece organizar la defensa y prevención social contra la delincuencia,
estableciendo en el Distrito Federal un Consejo Tutelar para menores infractores de más
de seis años e instituciones auxiliares, creando colonias penales, cárceles y
establecimientos penitenciarios en el Distrito Federal y en los Estados de la Federación,
mediante acuerdo con sus Gobiernos, ejecutando y reduciendo las penas y aplicando la
retención por delitos del orden federal o común en el Distrito Federal (Mora, 1991, p.
48).
Sin embargo, está demás argumentar que siempre ha sido letra muerta la
política de prevención de los delitos. No existe praxis política que sirva realmente
para pre-venir la violencia, la criminalidad y la delincuencia. En la década de los
cincuenta se priorizó la urbanización y la modernidad, pero no se efectuó una política
preventiva en relación a los grupos poblacionales vulnerables. Más bien, se
canalizaron esfuerzos para resolver un problema, cuando este ya había avanzado
demasiado y era prácticamente imposible mitigarlo.
4.7.3. Los menores infractores bajo la lupa de la ley
Los actores de la delincuencia y la criminalidad en la ciudad de México no sólo han
sido hombres y mujeres adultos, también los niños menores de edad y jóvenes
incurren en la violación de las leyes. Sin embargo, en vista de la edad que ellos
representaban, no podía castigárseles igual que a un delincuente adulto, pues no
alcanzaban la mayoría de edad jurídica, por ello fue necesario crear leyes y
reglamentos que normaran la conducta desviada y antisocial de este tipo de
delincuentes.
Una de las primeras leyes con las que se materializó el funcionamiento de las
instituciones que velaban por los menores infractores fue el Tribunal que se creo a
partir del Reglamento para la Calificación de los Infractores Menores de Edad en el
Distrito Federal, el 19 de agosto de 1926 (SCJN, 2009, p. 27). Dos años después, esto es
en 1928 se creo con la Ley Villa Michel el Tribunal para Menores64, ya con enfoque de
atención individualizada y multidisciplinaria, pues cada Tribunal estaba compuesto
por un abogado, un médico y un educador. Se crearon secciones en las que diversos
64 La delincuencia infantil o juvenil fue de tal magnitud que fue necesario reglamentar y corregir la actitud de los menores, creando un cuerpo de leyes para tal fin. De esta manera se creaba el Tribunal para Menores. Esta institución estaba fuera de órbita punitiva de los demás tribunales, ya que se trataba más bien de una institución de carácter social, a pesar de llamarse Tribunal, pues que a diferencia de los tribunales penales, esta institución no tenía como función dictar sentencias en las que se impusieran penas, sino resoluciones en las que se dictaran medidas preventivas de guarda o reclusión escolar, a través de un procedimiento de carácter más bien familiar, que se basaba en la observación fuera necesario internarlo en un establecimiento especial para menores de 15 años. Tres años más tarde, con el código de 1931 y el de Procedimientos Penales se establecía la edad de 18 años.
profesionales como psicólogos, trabajadores sociales, hacían los estudios
correspondientes (Rodríguez, 2008, pp. 72-73). La Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN) (p. 28) señala que este tipo de justicia se adecuaba quizá al régimen
norteamericano, esto se vio con desconfianza en nuestro país en el sentido de que el
actuar preventivo y protector del Tribunal requería del abandono de ciertos
principios de carácter penal, que se traducía en garantías del gobernado establecidas
en la Constitución para el caso de un juicio criminal, garantías que eran respetadas
por los órganos de justicia penal bajo el régimen establecido por el Código Penal de
1871 y el Código de Procedimientos Penales de 1880.
En esta ley se consideró que los menores de 15 años no contraían
responsabilidad criminal por las infracciones que cometían a las leyes; que la
institución formada por un normalista, un médico y un experto en estudios
psicológicos, de los cuales uno debía ser mujer, se encargarían de hacer la observación
del menor que hubiere cometido delitos o infracciones administrativas, en sus
aspectos físico, moral, social, y pedagógico, con el fin de proponer medidas; que la
policía y el Juez solo se limitarían a remitir los casos de menores al Tribunal; que las
medidas que podían adoptar eran la guarda personal, la educación correccional, la
corrección; y que para la observación podían ser conservados en un establecimiento
especial por el término de 15 días (SCJN, 2009, p. 30-31).
En suma, los menores de 15 años de edad no pueden ser perseguidos
criminalmente ni sometidos a un proceso ante la autoridad judicial (SCJN, 2009, p.
33).
Poco tiempo después de haber emitido el código Penal y el de Procedimientos
Penales de 1931 se creo en 1941 la Ley de Tribunales para Menores, continuando la
tradición de la colegiación multidisciplinaria y creando centros de observación e
investigación (Rodríguez, 2008, pp. 72-73). Las condiciones sustanciales del sistema
permanecieron intactas. Se aclaraba que los Tribunales no son autoridades judiciales
sino organismos esencialmente educativos, esto es, sin funciones sancionadoras
(SCJN, 2009, p. 51). Treinta y tres años mas tarde, esto es, en 1974 para ser específicos
se realizó en el país una profunda reforma penal sustituyéndose la ley de 1941 por la
Ley que Crea el Consejo Tutelar para Menores (SCJN, 2009, p. 52) que, señala
Rodríguez Manzanera (2008:72-73) continúo la tradición clínica y trajo importantes
innovaciones. Posteriormente también sería sustituido en 1991 por la Ley para el
Tratamiento de Menores Infractores, la cual incorporó las garantías individuales,
adaptó la legislación mexicana a las normas e instrumentos de la Organización de las
Naciones Unidas, dio prioridad al tratamiento y reconfirmó la necesidad de Comités
Técnicos Interdisciplinarios para un mejor trabajo clínico.
Los menores de edad no pueden ser sancionados con las mismas disposiciones
que se aplican a los delincuentes adultos. Se les debe corregir de manera diferente. Al
respecto, señala Juan Jesús, Mora que es pertinente que los menores infractores,
reciban un tratamiento diferente al de los adultos cuando cometen algún delito. En
virtud de la situación, fue necesario crear leyes específicas que se encargaran de
sancionar a todos aquellos delincuentes menores de 18 años de edad, para tal objeto
se creo la Ley que crea los Consejos Tutelares para menores infractores en el Distrito
Federal, que en sus artículos 1º y 2º señala “que el Consejo Tutelar para Menores
Infractores, tiene por objeto promover la readaptación social de los menores de 18
años. El Consejo Tutelar intervendrá solo en los términos que marca esta ley cuando
los menores infrinjan las leyes penales o los reglamentos de policía y un buen
gobierno, o manifiesten otras formas de conducta que hagan presumir una inclinación
a causar daños ya sea a su familia o a la sociedad” (Mora, 1991, pp. 51-52).
Al igual que en el caso de los adultos, en los artículo 41 al 52, existe la necesidad
de conocer la personalidad del delincuente individualmente, pues de esto dependerá
en gran medida su tratamiento. Los artículos establecen la observación necesaria de los
menores infractores, para conocer su personalidad auxiliándose de estudios médicos,
psicológicos, pedagógicos y de trabajo social. También señalan que serán alojados bajo
un sistema de clasificación, atendiendo a su sexo, edad, condiciones de personalidad y
estado de salud (Mora, 1991, p. 52).
En efecto, se busca también articular leyes que permitan visualizar una ruta de
solución para el caso de la violencia, criminalidad y delincuencia, efectuada por
menores infractores. En cantidad son menos, pero no por ello deja de ser importante.
De hecho, en la década de los cincuenta los delitos cometidos por “menores
infractores” fue importante y no era casualidad, ya que se encontraban inmersos
dentro de un esquema de pobreza urbana, producto de una modernización y una
urbanización no necesariamente equitativa. Las víctimas eran niños y niñas y
adolescentes abandonados en la ciudad de México. Las escuelas-granja intentaron
resolver el problema, pero como he mencionado en párrafos anteriores, eran acciones
para mitigar el efecto de una situación que no se resolvía desde la raíz.
4.8. El Sistema Penitenciario y las formas de castigo
El sistema penitenciario cuenta con una historia negra. Desde la antigüedad las formas
de castigo y las técnicas utilizadas eran muy diversas. El castigo caía en el cuerpo
físico del delincuente. Se hacía sufrir para dar ejemplo y para prevenir la comisión de
algún ilícito. Los delitos eran considerados pecados. Desde la antigüedad el cuerpo fue
el blanco del castigo. Sería hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando las
formas de castigo fueran más “humanas”. De ahora en adelante se castigaría el alma,
no el cuerpo. Se privaría de la libertad a todo aquel que infringiera las leyes y se
inventaría el trabajo dentro de la prisión como una forma de mantener activo al
delincuente y no ocupando su mente en ociosidades.
4.8.1. De los castigos corporales a la “humanización”
Para castigar los delitos era “necesario” utilizar diversos métodos, técnicas y
herramientas para infringir sufrimiento en los delincuentes o víctimas. Era necesario
intimidar y sembrar tanto en el delincuente como en la sociedad miedo y a través del
ejemplo prevenir los delitos. El castigo caía en el cuerpo físico del delincuente.
Durante mucho tiempo se utilizaron los azotes, la picota, el cepo, el descuartizamiento,
el desollamiento, la decapitación, la hoguera, el arrastre, la quema, la mutilación, las
marcas, entre otros métodos. En efecto, varios de los métodos referidos se utilizaban
para obtener una confesión, aunque su uso tenía diversas intenciones (véase anexo 1).
La tortura fue una práctica muy recurrida en el mundo. El momento culminante
se dio en el siglo XII, en el que se producen transformaciones jurídicas importantes, fue
que el procedimiento inquisitorial desplazó al procedimiento acusatorio (De la Barreda,
1990, 1990, pp. 53-54). Arrancar la lengua al blasfemo, cortarle las manos a un ladrón,
sacarle los ojos a un espía, romper los huesos a un calumniador no significa matar,
significa sólo hacer sufrir. La ocasión se aprovecha como lección, ejemplo y
advertencia (Straffer, 1974, p. 8).
No sólo ha existido en la historia de la tortura una sola forma de hacer sufrir,
sino fueron infinitos los modos de aplicar la tortura. Las formas que se empleaban
para atormentar a un desafortunado condenado a muerte han sido diversas y
numerosas. Entre ellas encontramos la tortura del agua, que consistía en obligar al
torturado mantenerse en posición inclinada, cabeza abajo y se le echaba abundante
cantidad del liquido en la boca, el sujeto terminaba por congestionarse (véase anexo
2); el suplicio de la vigilia, consistía en mantener despierto al reo el mayor tiempo
posible. Fue también conocida como el suplicio del sueño. Este tormento fue
frecuentemente practicado durante la Inquisición; la tortura de la virgencita española,
se caracterizaba porque el reo era empujado contra la –virgencita- a quien debía
abrazar con -arrebato y pasión-, como si pretendiera favores; pero eran púas que se
clavaban de repente, penetrando en la carne del desgraciado; la tortura de los Sibilos,
consistía en poner unos trozos de madera sobre la palma y el dorso de la mano, o
entre los espacios interdigitales, se ataban apretadamente con varias vueltas de
cuerda, de esta forma se buscaban dolores atroces y la interrupción de la circulación
sanguínea; la condena capital del desollamiento vivo del condenado, era uno de los
tormentos más atroces y salvajes, además el más difícil. En este la muerte llegaba
lenta y dolorosamente (véase anexo 3). Esta técnica con el paso del tiempo se
perfeccionaría y se transformaría en el suplicio de la “parrilla”; el tormento de las
sandalias de la verdad, consistía en introducir el pie del condenado dentro de una
sandalia de hierro candente, si el zapato de fuego no entraba se cortaba las falanges;
otro suplicio era vaciar sobre el torturado azufre hirviendo; otra forma era abandonar
a la víctimas ante las fauces hambrientas de las fieras; el saco de los diez gatos,
consistía en encerrar al torturado desnudo, en un gran saco donde habían metido diez
gatos salvajes, y salía o enloquecido o dispuesto a confesar; en el empalamiento, las
víctimas eran desnudadas y luego ensartadas en unos palos delgados; la sierra; el
torno; la decapitación; el descuartizamiento, este último era de tres tipos; el
descuartizamiento a mano, el descuartizamiento por medio de árboles y el
descuartizamiento con caballos; la hoguera, la picota, el cepo y la horca (véase anexo
4) (Strafer, 1974, p. 29). Ésta última fue muy recurrida en la Inglaterra. Se erigieron
horcas desde el siglo V. Fue muy recurrida porque el método era “simple”, solo se
colocaba una soga en el cuello de la víctima y se le hacía subir a una escalerilla, que una
vez apartada provocaba el ahorcamiento. Este método cambió hasta el siglo XVII, pues
la víctima llegaba a la horca en una carreta, se le ponía la soga al cuello y el caballo
arrancaba. Más tarde el método incluyó una trampa bajo la víctima, para que cayera
hasta que la soga la detuviese bruscamente, rompiéndole el cuello. Se recurría también a
la mutilación pues lisiaba al transgresor y le infligía un recordatorio permanente de su
falta (véase anexo 5), visible tanto para sí mismo como para quienes lo rodeaban. Se usó
como castigo desde al menos el siglo I (Lyons, 2005, pp. 94-166).
La tortura no se dio por si sola, entre el suplicio impuesto por la ley y el
condenado está quien aplica el sufrimiento: el suplicio, el verdugo. Es un personaje,
una potencia, un distribuidor de dolor. Es un técnico del sufrimiento... No tortura por
odio, sino por deber (Straffer, 1974, p. 28). Hubo personas que se encargaban
únicamente de hacer este trabajo. Incluso el ejercicio de la practica se pasó de
generación en generación, -continua el autor- si el padre había sido verdugo el hijo de
éste, el nieto, lo serían también.
Estos han sido tan sólo algunos tipos de tormento. Se utilizaban evidentemente
como forma de castigo pero más aún como ejemplo. Esto sufriría toda aquella persona
que incurriera en algún delito y desobedecía las leyes y preceptos establecidos. Para
obtener la verdad y la confesión de los condenados, las antiguas culturas
consideraban “necesario” utilizar el tormento, el suplicio y la tortura. Fue una práctica
muy recurrida por los pueblos antiguos, entre ellos los sumerios, los asirio-
babilónicos, los persas, los hebreos, los atenienses, los romanos, los judíos, los chinos,
los pueblos orientales y meridionales, Italia, Francia, España, Londres y Münich. Sin
embargo, todas estas formas de castigo, suplicio y tormento, señala Foucault (2002,
pp. 17-21) serían abolidas. El castigo dejaría de aplicarse al cuerpo mismo del
delincuente. Los castigos dejan de ser una ceremonia pública y teatral. No debía
tocarse el cuerpo. El castigo consistiría en privársele de la libertad. Debía encerrársele
en una prisión, ahí debía cumplir su condena. Se implanta la ejecución capital, en lugar
de morir mil veces, sería sólo una muerte, fulminante y efectiva, el condenado moriría
una sola vez, con un sólo golpe y sin recurrir a castigos prolongados y crueles. La
maquina de ahorcar había sido probada en Inglaterra en 1760, y la guillotina en 1792.
Así el condenado sufría una muerte instantánea. De esta manera, a inicios del siglo XIX
el gran espectáculo de la pena física desaparecía. La ejecución de la pena tiende a
convertirse en un sector autónomo, un mecanismo administrativo. La pena trata de
“corregir”, “reformar”, “curar”.
A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX se da un paso importante en las
formas de castigo, señala Michel Foucault (2002:15-20) que no se sancionarían los
mismos delitos, ni se castigan el mismo género de delincuentes. La fiesta punitiva
estaba extinguiéndose. Desaparecieron las viejas ordenanzas y se redactaron los
códigos “modernos”: Rusia, 1769; Prusia, 1780; Pensilvania y Toscana, 1786; Austria,
1788; Francia, 1791, Año IV, 1808 y 1810, por lo que a la justicia penal le tocaba una
nueva era. Desaparecieron los suplicios, las torturas, el descuartizamiento, las
amputaciones, había cierta discreción en el arte de hacer sufrir, los dolores eran más
sutiles y más silenciosos. Desapareció el espectáculo punitivo. La retractación pública
en Francia había sido abolida por primera vez en 1791, y la picota se suprime en 1789,
y en Inglaterra en 1837. La marca había sido abolida en Inglaterra en 1834 y en
Francia en 1832., sólo el látigo seguía manteniéndose en cierto número de sistemas
penales. La pena y el castigo dejan de ser una ceremonia y un acto teatral. Éste último
se convertiría en la parte más oculta del proceso penal. No tocar ya el cuerpo,
únicamente debe privársele de la libertad, porque el sufrimiento físico, el dolor del
cuerpo mismo, dejan de ser los elementos constitutivos de la pena, el dolor se anula.
Se acabaron aquellos suplicios en los que el condenado era arrastrado sobre un zarzo
(para evitar que la cabeza reventara contra el suelo), los descuartizamientos, las
decapitaciones. La reducción de estas “mil muertes” a la estricta ejecución capital
define toda una nueva moral propia del acto de castigar.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX llega la razón y la ilustración de las
mentes. Fue el momento en que la tortura, señala Strafer (1974:258-263) aparece
como lo que es, una inútil y absurda crueldad incompatible con los tiempos nuevos.
Fueron los filósofos, los pensadores y los literatos quienes encendieron la mecha; en
Francia, Montesquieu y Voltaire; en Italia, César Beccaria con su obra “De los delitos y
de las penas” (Dei delitti e delle pene) da el golpe de gracia al llamado Instituto de la
Tortura. Además de las aboliciones que menciona Foucault, la tortura también
desapareció en 1734 en Suecia, en Lombardía desaparece con un decreto del 11 de
septiembre de 1789, en Suiza en 1783. La tortura se iba, pero quedaban los lugares.
Finalmente “la razón” triunfa. A pesar de barrer todo residuo de tortura, sigue en pie
el patíbulo. Con la guillotina llega una muerte rápida y fulminante. El inventor fue un
filántropo, el doctor José Ignacio Guillotín. El doctor la había propuesto a la Asamblea
Nacional con palabras conmovedoras: Señores, había dicho, -con mi máquina, las
cabezas saltarán y los condenados no sufrirán ni siquiera un instante-. La construcción
del aparato se inició en marzo de 1792; en abril del mismo año ya estaba lista (Straffer,
1974, pp. 263-268).
Se iniciaba una nueva forma y nueva técnica de dar muerte. La guillotina era una
maquina que mataba rápidamente. Sin embargo, siempre hubo errores e incidentes,
sobre todo de los encargados de hacer caer el filo y el peso de la cuchilla. Hubo
quienes tuvieron que soportar varios golpes de la cuchilla para desprender la cabeza
del cuerpo (ver anexos 6).
En México la tortura también fue aplicada. Sin embargo, para el caso de las
culturas mesoamericanas no ha sido catalogada como tal, sino más bien como
sacrificios. En el México antiguo, la tortura cambia de nombre y se llama sacrificio,
pues no se martiriza a los hombres con la intención de arrancarles una confesión, el
sacrificio se hacía para aplacar la sed de los dioses. Sin embargo, esto no exime a los
pueblos antiguos la aplicación de sufrimiento y tormento a sus víctimas. Los dioses
Aztecas, los Incas y los Mayas fueron los más sedientos del mundo. Pues reclamaban
incesantemente sangre humana. La forma, del sacrificio-tortura consistía en la
extracción del corazón sobre la piedra de los sacrificios en forma de tronco de cono. En
primer lugar se le arrancaba el corazón a la víctima. Todavía caliente, era colocado en
la llamada -copa del águila-, de piedra. Luego, se le cortaba la cabeza, la cual se ponía en
un armazón de madera destinado a la exposición de cráneos, como -piezas justificantes-
que han de exhibirse ante el celo para aplacar la cólera de los dioses . Otro pueblo que
también recurría a la tortura o sacrificio humano para los dioses, fue el Maya. Un tipo
del holocausto, propio de los Mayas, era el de la inmersión en el pozo de los sacrificios.
Del famoso pozo de Chichén Itzá se sacaron, hace sesenta años, los esqueletos de
cuarenta y dos personas: ocho jovencitas, trece hombres y veintiún niños (Straffer. 1974,
pp. 85-87).
Luis de la Barreda (1990:55-56) señala, que la tortura fue empleada de manera
generalizada en los procesos de la época medieval, básicamente los practicados por la
Santa Inquisición, debido al frente que debía hacer al problema de la herejía que ya
desde el siglo XII se había convertido en una jaqueca para la Iglesia católica. El origen
de la Inquisición puede atribuirse a Gregorio IX y a ese año de 1233. El autor señala que
durante el reinado de Fernando e Isabel, la Inquisición era poco fuerte en el reino de
Aragón, y en Castilla no existía. Sin embargo, en este último lugar fue en donde los
reyes de la nueva Inquisición hicieron de ella el tribunal más eficaz y poderoso del
país. Estos mismos rasgos y características fueron trasladados a México y el Perú a
través de una cédula real emitida por Felipe II el 25 de enero de 1569. Su objetivo fue
defender la religión católica de las ideas heréticas. El tribunal de la Nueva España
ejercía jurisdicción en las audiencias de México, Guatemala y Nueva Galicia con sus
distritos y jurisdicciones, en los que caían el arzobispado de México y los obispados de
Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca, Nueva Galicia, Yucatán, Guatemala Vera Paz, Chiapas,
Honduras y Nicaragua y sus cercanías, además de la población de españoles que había
en las Filipinas.
Se ha recurrido a la tortura para lograr un fin, obtener la “verdad” en la
confesión del presunto delincuente, del presunto infractor de las leyes. Tal fue el caso
de Damiens un delincuente condenado a muerte el 2 de marzo de 1757 (Foucault,
2002, pp. 11-14). Se ha torturado en nombre de los dioses, en nombre de la justicia, de
la sociedad, de la ciencia. La tortura no tiene límites. Son infinitos los modos de
recibirla y de sentirla, como infinitos son los modos de sufrir. Se tortura no con la
intención de conocer la verdad, sino obligar soltar la lengua a quienes no quieren
hablar (Strafer, 1974, pp. 11-12, 16, 26).
Para el caso de México, después de haber logrado su independencia empezó a
otorgarse protección constitucional a los derechos humanos. Diversos serían las
promulgaciones constitucionales que prohibirían la utilización del tormento como
medio de averiguación de las causas. Señala Luis de la Barrera que todos los textos
constitucionales de la primera mitad del siglo XIX prohibieron el tormento como
quaestio procesal. Jamás podrá usarse del tormento para la averiguación de ningún
género de delito, proclama en su artículo 49, la Quinta de las Leyes Constitucionales de
la República Mexicana, suscritas en la ciudad de México el 29 de diciembre de 1836.
Seis años más tarde, esto es, el 25 de agosto de 1842, en la ciudad de México, el Primer
Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana en su artículo 7º, señala:
La Constitución declara a todos los habitantes de la República el goce perpetuo de los
derechos naturales de libertad, igualdad, seguridad y propiedad, contenidos en las
disposiciones siguientes: …XI. Nunca se podrá usar del tormento para el castigo de los
delitos, ni de alguna otra especie de apremio para su averiguación. Ninguno podrá ser
declarado confeso de un delito, sino cuando él lo confesare libre y paladinamente, en la
forma legal. Al siguiente día, el 26 de agosto de 1842, se emitía el Voto Particular de la
minoría de la Comisión Constituyente de 1842 y en el artículo 5º puede leerse lo
siguiente: La Constitución otorga a los derechos del hombre, las siguientes garantías: …
XII… En los procesos criminales, ninguna constancia será secreta para el reo; nunca
podrá ser obligado por tormentos, juramentos, ni otra clase alguna de apremio, a
confesarse delincuente… (De la Barreda, 1990, pp. 66-68).
Quince años más tarde, en la Constitución de 1857 declara: Quedan para siempre
prohibidas las penas de mutilación e infamia, las marcas, los azotes, los palos, el
tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y
cualesquiera otras penas inusitadas o trascendentales. Sin embargo, De la Barreda
señala, que a pesar de prohibirse toda forma de tormento, no se expresa
explícitamente que se elimine el tormento como medio para lograr la confesión del
acusado.
Sesenta años más tarde, la Constitución de 1917 establece que ninguna persona
podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho,
pues los tribunales estarán expeditos para administrar justicia gratuita, en los plazos
que fije la ley; que todo maltratamiento en la aprehensión o en las prisiones y toda
molestia que se infiera con motivo legal, son abusos, que deben ser corregidos por las
leyes y reprimidos por las autoridades (De la Barreda, 1990, p. 69). De la misma
forma, en su artículo 22 establece que quedan prohibidas las penas de mutilación y de
infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquiera especie, la multa
excesiva, la confiscación de bienes, y cualesquiera otras penas inusitadas y
trascendentales. No se considerará como confiscación de bienes, la aplicación total o
parcial de los bienes de una persona, hecha por la autoridad judicial, para el pago de la
responsabilidad civil resultante de la comisión de un delito, o para el pago de
impuestos o multas65.
La Constitución de 1917 tomó como base la Declaración de los Derechos del
Hombre, Salvaguarda de la Vida, la Seguridad, la Libertad y Propiedad de las Personas.
65 Archivo Histórico y Memoria Legislativa
Las disposiciones en la esfera penitenciaria de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, señalan en el artículo 18 que tan sólo el delito que merezca pena
corporal habrá lugar a la prisión preventiva. La importancia de este artículo radica en
que establece un sistema digno para procesados, pues ordena la separación de los
sentenciados; a las mujeres de los hombres, y a los menores de los adultos, pues cada
uno de ellos requiere de un tratamiento propio y diferente (Mora, 1991, pp. 44-45).
El 10 de diciembre de 1948, México suscribió, en París, la Declaración Universal
de Derechos Humanos que, con fundamento en el artículo 55 de la Carta de las
Naciones Unidas, emitió la Asamblea General de esta organización. El artículo 5º de la
Declaración expresa que nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes (De la Barreda, 1990, p. 70).
4.8.2. Delinquir y castigar: sus modificaciones en el tiempo
Para tener una idea más precisa de nuestro sistema penitenciario actual, se requiere
necesariamente de una revisión tanto de los sucesos como de los conceptos históricos.
En efecto, en una investigación realizada por Juan Jesús Mora Mora señala que la idea
de justicia en los aztecas tenía como principio que los castigos debían purgarse
cuando el infractor aún se encontraba con vida, no tenía ningún sentido aplicar castigo
al delincuente después de la muerte. Para ellos era muy importante aplicar castigo en
la tierra, en ésta era en donde el pecador debía pagar sus culpas. No recurrían al
encarcelamiento. Entre la población azteca existía un gran temor al castigo por la
severidad de las leyes, razón por la cual desde la infancia estaban obligados a
mantener una conducta intachable.
El Derecho en la cultura Azteca castigaba los delitos con destierro, penas infames,
perdida de la nobleza, destitución de empleo, esclavitud, demolición de sus propiedades,
confiscación de bienes y muerte. Era muy socorrida la pena de muerte, se utilizaba la
incineración en vida, la decapitación, el descuartizamiento y el machacamiento de la
cabeza. No existía la prevención del delito; el objetivo de la pena era afligir, torturar,
satisfacer un instinto primitivo de justicia en las diferentes clases sociales (Mora, 1991,
pp. 10-12). La prisión sólo era un lugar de custodia mientras se aplicaba la pena,
además ocupaba un pequeño espacio, esto deja claro que la prisión para la cultura
azteca no era fundamental. Entre los aztecas no existía la prisión como pena, pues éstos
rechazaban la idea de la existencia de un hombre que no representara la utilidad a la
sociedad y que, por el contrario, significara una carga para la misma. Los delitos se
dividían en leves y graves, los leves se castigaban correccionalmente, por lo general con
azotes o golpes de palos, y los graves eran contra las personas; ataque a la propiedad, al
orden público o a la moral y la desobediencia a ciertas leyes preceptivas (De la Barreda,
1990, p. 10).
Es evidente que la prevención de los delitos no ocupaba un lugar importante
dentro de la ideología azteca, debido –como se ha mencionado- al gran temor a las
medidas tan severas con que se castigaba a los que infringían las leyes. Sin embargo,
contaban con una clasificación de los delitos, Juan Jesús Mora Mora muestra la
clasificación que Salvador Toscano, especialista en la materia realizó, fundamentado
en la Legislación de Netzahualcóyotl. Según ésta, la clasificación es la siguiente: 1)
Delitos contra la seguridad del imperio; 2) Delitos contra la moral pública; 3) Delitos
contra la libertad y la integridad de las personas; 4) Delitos contra la vida y seguridad;
5) Delitos contra el honor; y 6) Delitos sexuales (Mora, 1991, pp. 10-11).
En base a esta tipificación o clasificación de los delitos los aztecas castigaban a
todos aquellos individuos que infringían las leyes. El Estado era el único que podía
aplicar y ejecutar las leyes. La finalidad era evitar la venganza privada. El Sistema
Penal y el Sistema Penitenciario Azteca contó con grandes avances, distinguieron
entre el Derecho Público y Privado, además existían las causas de justificación,
consentimiento y perdón del ofendido, la figura del indulto y la reincidencia, que fue
objeto de valoración jurídica mediante una agravación de la pena.
El Estado azteca distinguió cuatro tipos de prisiones:
1. E
l Teilpiloyan. Que estaba destinada para recluir a los deudores que
rehusaban pagar su crédito y otras penas menores.
2. E
l Cauhcalli. Cárcel para la reclusión de los delincuentes que habían cometido
delitos graves y se les debía aplicar la pena capital. Se trataba de una jaula
de madera muy estrecha, vigilada rigurosamente hasta la ejecución. A esta
cárcel también se les denominaba Petlacalli, que quiere decir casa de espera.
3. E
l Malcalli. Que era una cárcel especial para los cautivos de guerra, a quienes
se les tenía gran preferencia y no había igualdad en el trato en relación con
los prisioneros de las otras cárceles, ya que se les alimentaba en forma
abundante y tenían un buen trato.
4. E
l Petlalco. Cárcel donde eran encerrados los reos por faltas leves. Se trataba
de una galera grande, ancha y larga, donde de una parte a otra había una
jaula de maderos gruesos. Se habría por arriba una compuerta y metían por
ahí al preso, permaneciendo encerrado hasta que se determinaba su
situación jurídica (Mora, 1991, p. 11).
La prisión para los aztecas sólo era un lugar o espacio de transito, ahí el
infractor debía esperar mientras se le dictaba sentencia. La prisión únicamente era un
lugar de custodia, un lugar de castigo, no se buscaba la readaptación o la reinserción
del delincuente (véase cuadro 2).
Los Mayas fueron menos crueles. Su sentido de la vida era más sensible. En su
Derecho penal existía gran variedad de penas. La pena de muerte no era tan recurrida.
Sin embargo, sus penas siguieron siendo muy duras y crueles, eso sí eran menos
brutales que los aztecas. Era común la pérdida de la libertad en vez de la pena de
muerte. Al igual que los aztecas, la prisión era de poca utilidad. La cárcel no les era de
mucha utilidad puesto que iniciaban rápidamente la averiguación previa y el rápido
castigo de los delincuentes. La prisión también era solamente un lugar de retención
mientras se dictaba sentencia (Mora, 1991, pp. 20-21) (véase cuadro 3).
En el periodo colonial, ante una sociedad compuesta por españoles, criollos,
mestizos, mulatos, negros, hombres libres y esclavos, fue necesaria una legislación
para lograr el orden social y político. Fue hasta 1680 cuando aparece publicada en
Madrid la Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, por el rey Carlos II . En
ella se declaraba que el lugar donde los procesos deberán ser conducidos será la
cárcel pública. Asimismo, se ordenó la construcción de cárceles en todas las ciudades.
Se procuró el buen trato a los presos. Se prohibió detener a los pobres por
incumplimiento en el pago de sus obligaciones y/o quitarles sus prendas; de igual
forma se enunciaron algunos principios como: la separación de reos por sexos;
necesaria existencia del libro de registro y prohibición de juegos de azar en el interior
de las cárceles (Mora, 1991, 1991, pp. 25-26). La cárcel era considerada como un
espacio de transito mientras se dictaba la sentencia, el castigo recaía en el cuerpo
del delincuente por medio de azotes, mutilaciones, exilio e incluso la muerte. La
cárcel era un calabozo oscuro, donde se encerraban a negros, indios o cualquier
otro criminal. En el caso de las mujeres las cárceles eran de otro tipo, eran las
Casas de Recogimiento, en ellas eran encerradas, además también se les recluía en
conventos o casas de particulares en las que daban sus servicios obligatoriamente.
Con el paso de los años no sólo existirían las cárceles, también proliferarían los
presidios y las fortalezas (véase cuadro 4).
En el periodo colonial el blanco principal era el cuerpo humano. “El castigo
recaía en el cuerpo físico del delincuente, a través de azotes, descuartizamientos,
tortura, marcas con hierro en la espalda o en la frente. No se contó con una
clasificación adecuada de reos, por lo que convivían pobres con ricos, peligrosos con
personas pacificas y hombres con mujeres” (Mora, 1991, p. 30). El delito en el periodo
colonial era considerado como un hecho cometido por uno en daño o deshonra de otro.
Era la transgresión de la ley; la comisión u omisión advertida y dolosa de todo hecho o
dicho prohibido o mandado por ella (Lozano, 1987, p. 44).
Aun en el periodo colonial Juan Jesús Mora Mora (1991:30) señala que el 2 de
noviembre de 1571, el rey Felipe II, ordenó el establecimiento del Tribunal de la Santa
Inquisición en la Nueva España. Fue un tribunal que se caracterizó esencialmente por
el principio del secreto, ya que todas las actividades que realizaba no podían ser
reveladas por ningún motivo ni por persona alguna. Una de sus características
fundamentales era obtener a través de tormentos “en nombre de Dios” la confesión y
el testimonio de las personas, utilizaban los cordeles, agua, el hambre, la garrocha, el
bracero, la plancha caliente y finalmente la quema en vivo del cuerpo. Una sola casa
fue la que albergó sus instalaciones, era de aspecto triste y sombrío. Posteriormente a
finales del siglo XVI, se inauguró la Cárcel Perpetua, así se le llamó porque ahí se
establecieron los calabozos de la Santa Inquisición, en los que eran encerrados los
herejes y condenados a cadena perpetua. Los reos eran llevados por el alcaide a misa
todos los domingos y días festivos, además, los hacían comulgar en las fechas santas.
Desde el periodo colonial han existido una gran cantidad de cárceles y lugares de
reclusión. Entre los más importantes se encontraban la Cárcel de la Perpetua, la de la
Acordada, la Real Cárcel de Corte, la Cárcel de la Ciudad o de la Diputación y la Cárcel
de Belem. Todas estas cárceles dejaron de existir a principios del siglo XIX; la cárcel
Perpetua se clausuró en 1820; la cárcel de la Corte, en 1831, todos los presos que en
ella se encontraban fueron trasladados a una cárcel especial que ya se había
construido, la Santa Hermandad, a la que se le llamaría también de la Acordada (Mora,
1991, p. 31). La cárcel de la Acordada tomó el nombre de una provincia convenida en
1710, se eligió para perseguir y juzgar a los salteadores de caminos y delincuentes
acusados de delitos contra la propiedad. Se cuidó de dar a la paredes de ésta la altura y
espesor necesarios; a las puertas y cerrojos, fortaleza; y a los calabozos y separos,
seguridad. El interior del edificio se hallaba rodeado de corredores, y tenía en su centro
una fuente, cuyo único adorno consistía en una estatua mutilada; y en los otros se veían
altos paredones, en algunos de los cuales había puertas y ventanas construidas para dar
escasa luz y ventilación a las galeras en que dormían los presos y otros departamentos
necesarios para el buen funcionamiento de la prisión, como son: la capilla, panadería,
enfermería, etc (Mora, 1991, p. 32). Los delitos que más perseguía la Acordada eran los
robos, porque fue el delito más cometido por los colonos con mayor frecuencia, sobre
todo por las clases bajas. Muchas personas fueron aprehendidas por este delito.
Señala Teresa Lozano (1987:46-47,161) que había robo de ganado, de latrocinio,
robos en la Real Casa de Moneda, robos en casas particulares, hurto de diferentes
objetos, como ropa, alhajas, loza, muebles. La cárcel de la Acordada en un principio
estuvo ubicada en la casa del juez, después se improvisó en unos galerones de
Chapultepec.
El Lic. Machorro Narváez (1948:86-87) señala que el sistema carcelario en
México desde el empirismo ha sido inculto, y grosero desde el periodo colonial hasta
el establecimiento del régimen penitenciario, en 1901. Señala que durante el régimen
colonial, la cárcel general ocupaba un lugar en la planta baja del ala norte del Palacio
Nacional, allí estaban los presos alojados de una manera que hoy parece inconcebible;
aglomerados en locales que apenas les daban cabida, reinaba la suciedad más
asquerosa y la falta de la mas elemental higiene. No fue hasta después de la
independencia cuando mejoró un poco la situación de los presos, ya que el gobierno
atendía a las necesidades de los presos e intentaba mejorar su régimen. En 1848 hubo
otro intento por atender las necesidades de los presos, el prominente jurisconsulto
don Mariano Otero, Ministro de Relaciones, presentó al Congreso un proyecto para la
construcción de un penal en que se observara el régimen penitenciario; se seguiría el
sistema de Filadelfia, que consistía en la separación del trabajo, actos religiosos y
ejercicios, estableciendo el trabajo como obligatorio. Sin embargo, las condiciones no
mejorarían mucho, pues sería hasta 1901 cuando se inauguró la Penitenciaría
construida según las reglas y demás menesteres, adaptándose al sistema Bertillon66
para la identificación de los reos.
El sistema Bertillon consistía en la identificación de un delincuente o criminal
por medio de las huellas digitales. Por lo que decía: Esta filiación67 partiendo de
66 Bertillon fue “hermano del esteticista, hijo del confundidor de la Société d´Anthropologie de París, autor de una obra sobre Ethnographie moderne, inventó también la filiación antropométrica, que puso en práctica desde 1882 en calidad de jefe del Servicio de Identidad Judicial de París”, Grapin, Pierre. Antropología criminal, 1973., citado por Vázquez, A. R. (Julio 2007). Violencia, delincuencia y criminalidad en la ciudad de México 1914-1928. (tesis licenciatura). Puebla, México: Colegio de Historia, Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), p. 35. 67 Del latín filatio. Procedencia de los hijos respecto de los padres, señas personales de un individuo.
mediciones óseas, como la talla, longitud y anchura del cráneo, la longitud del dedo
medio y meñique, el codo y el pie izquierdo. Las fichas individuales donde se anotaban
los datos eran objeto de una clasificación tricotómica68, retocando la clasificación
alfabética. Este método se extendió con el nombre de bertillonaje, el cual cedió
progresivamente el paso del método dactiloscópico,69 que es el estudio de las huellas
digitales, o también conocidos como dermatoglifos70 digitales, que era un estudio
mucho más seguro y que Bertillón empleo un poco, sin haber sido él su inventor. El
método de Bertillón, fue una gran aportación de la Antropología. Es sabido que la cara
interna de la última falange de los dedos presenta líneas en relieve (crestas papilares) 71
dibujando figuras que se reproducen en los objetos asidos (huellas digitales). Estas
figuras pueden ser reconstruidas con la ayuda de una técnica adecuada y se diferencian
notablemente por la densidad de las crestas (o curvas). Se dice que en la humanidad
entera se distinguen tres tipos de dibujos digitales: 1) los arcos, 2) las curvas y 3) los
remolinos, cuya distribución varía según el sexo, y en los tres principales grupos étnicos:
1) blancos; 2) amarillos y 3) negros. Ahora bien, estos dermatoglifos, especialmente los
digitales, presentan dos características preciosas y claras, que fueron puestas en
evidencia por los antropólogos y que se utilizan para la identificación judicial
(decadactilar y la monodactilar): 1) No sufren modificaciones en el curso de la vida (a
diferencia de las dimensiones óseas); 2) Cada individuo tiene sus propias huellas
compuestas, de una parte, su fórmula digital, o sea, del reparto sobre sus diez dedos de
tres tipos fundamentales de dibujos crestales; y por otra parte, de los caracteres
llamados analíticos, que esencialmente son irregularidades clasificadas del dibujo
papilar, como son -finales de línea, interrupciones, puntos, islotes, lagos, bifurcaciones
simples o doble… (Vázquez, 2007, pp. 35-36).
68 División de tres partes. 69 Dactiloscopía: literalmente significa observación de los dedos. En medicina legal, el término dactiloscopía tiene una significación bien precisa: la observación o el reconocimiento de las huellas digitales de un criminal al objeto de aclarar algún intento de simulación o disimulación de la persona. Dactilograma: es un sinónimo de huellas digitales. 70 Dermatología. Rama especializada de la medicina que profundiza en el estudio de la piel, de sus funciones y de sus enfermedades. Dermatoglifía: de dermato y el griego glyphé, gravado. Estudio de las eminencia superficiales de la piel, de pies y manos con objeto de identificación. 71 Papila dérmicas; son unos salientes cónicos del dermis capa profunda de la piel, que se insinúan en la capa superior o epidermis.
Todas estas características permiten un número fabuloso de combinaciones sin
correr el riesgo de encontrar repeticiones y se demuestra que toda coincidencia
perfecta es prácticamente imposible, lo cual permite a este método un fichaje y una
identificación de precisión inigualables (véase cuadro 5).
En el periodo de vida independiente, aún seguía vigente la Recopilación de Leyes
de los Reynos de Indias. En 1814 se reglamentan las cárceles de México, en las que se
establecían talleres de artes y oficios. Pues el delincuente no debía mantenerse en el
ocio, debía trabajar. Empezaron a elaborarse diversos proyectos en materia
penitenciaria. Se impuso una inmediata reglamentación para reprimir la vagancia y la
mendicidad. De la misma manera, el 7 de febrero de 1822 se legisló sobre la
organización de la policía preventiva contra la delincuencia. Más tarde, el 11 de mayo
de 1831 y el 5 de enero de 1833 cuando se declaró que la ejecución de sentencias
correspondía directamente al poder ejecutivo. Pero fue hasta la Constitución de 1857
cuando se sentaron las bases del Derecho penal y penitenciario. Esto se aprecia
claramente en los artículos 22 y 23. En el 22 quedan prohibidas las penas de
mutilación, de infamia, los azotes, la marca, los palos, el tormento de cualquier especie,
la multa excesiva y la confiscación de bienes de cualquier otra inusitada y trascendental.
También quedaba prohibida la pena de muerte por motivos políticos. Solo podía
imponerse al traidor a la patria en guerra extranjera, al parricida, al homicida con
alevosía, premeditación y ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador de caminos, al
pirata y a los reos de delitos graves del orden militar. El artículo 23 señala que en lo que
respecta a la abolición de la pena de muerte, ésta será hecha a condición de que el Poder
Ejecutivo se encargue de establecer, en el menor tiempo posible, un régimen
penitenciario (Mora, 1991, pp. 34, 47).
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, era urgente iniciar una reforma
penitenciaria en nuestro país. La ciudad de México, argumenta Mora Mora (1991:35)
sólo contaba con tres cárceles: la general, la penitenciaría y la casa de corrección para
menores. El régimen penitenciario en nuestro país señala el Lic. Machorro Narváez
(1948:90) comenzó a implantarse en algunos Estados de la república, principalmente
en Guadalajara, Puebla y Monterrey. En el primer estado se implantó desde los
cuarenta y en los otros dos, por los noventa. En el primero, se construyó un magnífico
edificio con amplios departamentos propios para detenidos, menores, mujeres y
sentenciados; en el último, con dieciséis crujías embovedadas, con celdas individuales
y en forma radiante, trataba de responder al postulado arquitectónico del clásico
sistema penitenciario; el de Monterrey, construida a finales del siglo XIX, adoptó
modernos progresos; pero según Macedo, el de Puebla era, por 1900 la mejor de las
tres mencionadas.
La cárcel de la Ciudad o de la Diputación se encontraba situada en el centro de la
ciudad de México, hacia el sur de la Plaza de la Constitución. En los dormitorios había
generalmente 150 personas; los detenidos se levantaban más o menos temprano, y
permanecían todo el día en el ocio. Estos lugares se encontraban mal ventilados, sin
alumbrado conveniente y en pésimo estado de aseo; existían dos departamentos, uno
para los hombres y otra para las mujeres (Mora, 1991, p. 32). Esta prisión estaba
destinada únicamente a la detención argumenta Padilla (2001:198).
Por su parte, la cárcel de Belem también conocida como Cárcel General o
Nacional, albergó a un número considerable de presos. A diferencia de la prisión de la
Ciudad o Diputación, refiere Padilla Arroyo (2001:198) que estaba destinada
principalmente a los encausados y condenados. La prisión se estableció en el año de
1863 al reacondicionarse el entonces Colegio de las Niñas de San Miguel de las Mochas
o San Miguel de Belén, que fue fundado por Domingo Pérez de Barcia. El objetivo o fin
por el cual tuvo lugar esta construcción fue para ser destinada a apagar los gritos de
dolor y desesperación de la hez social. En este lugar se podía ser inocente o culpable,
según el oro que se tuviera. En la parte posterior existió el llamado Patio del Jardín,
era el lugar donde se llevaban a cabo las ejecuciones de los delincuentes que eran
condenados a muerte. La contemplaban cinco espacios: departamento de detenidos,
encausados, sentenciados, sentenciados a prisión ordinaria y el departamento de
sentenciados a prisión extraordinaria y separados. La autoridad principal era el
Alcalde. Las celdas eran tan reducidas que apenas cabía un preso y lo esencial de sus
pertenencias. La cárcel de Belén o cárcel General desapareció hasta el año de 1931.
Desde su establecimiento albergaba a 200 hombres y 86 mujeres, más del doble de los
que cómodamente podían vivir en ella. El edificio era estrecho, lúgubre, inmundo, sus
paredes estaban salpicadas con la sangre de insectos en grado tal que a primera vista
parecía estar jaspeada a propósito. En 1886, la cárcel albergaba numerosos presos a
quienes se alimentaba con pequeñas porciones de carne, pan, arroz, caldo y atole; sólo
los no sentenciados podían recibir alimentos de sus familiares. Al edificio se le hicieron
varias mejoras, se sustituyó la vajilla de barro por una de zinc y se instalaron albercas y
duchas. La cárcel femenina hospedaba en la misma fecha 300 reclusas y distaba mucho
de reunir las condiciones adecuadas para su uso; había en ellas desaseo y aglomeración,
y a estos inconvenientes se añadía la mala comida (Vázquez, 2007, pp. 175-176).
Esta cárcel fue muy importante para el periodo (véase anexo 7). Fue otra de las
prisiones que se encontraban superpobladas de la Ciudad de México. En 1895,
Heriberto Frías pintó una imagen severa de Belem: el tifus era endémico, la basura
estaba por todas partes, los directores no hacían caso de los presos enfermos, la violencia
ocurrió entre los internos (Vázquez, 2007, p. 176). Heriberto Frías fue un periodista
que pasó tiempo de su vida encerrado en la cárcel de Belem. Durante este tiempo
escribió y retrató todos los horrores que viven los presos dentro de ella. Plasmó la
historia y la desgracia de los que ahí llegaban, así como lo que ocurría en un día común
dentro de la horripilante prisión.
Infamias precoces
En el departamento llamado de Pericos (ignoro por qué) se encuentran los
niños y jóvenes hasta de 18 años que han cometido crímenes y delitos.
No obstante que este departamento está completamente aislado de los
demás, hasta él llegan las bocanadas de abyección y vicio innoble del resto de
la aglomeración humana que aquí yace.
Todos esos muchachos llamados Pericos están ya profundamente gastados y
prostituidos, y el que aún llega con algo de dignidad, aquí la pierde o se la
hacen perder.
Víctor Alemán, niño de 12 a 13 años de edad, fue seducido (?) por otros de
mayor edad y el infeliz fue violado infamemente por cinco muchachos, entre
ellos uno comisionado en el alumbrado del departamento, de 19 años de
edad.
Tan abominable mancillamiento se perpetró a las ocho y media de la noche,
hora en que ya todos los muchachos dormían. El juzgado en turno conoció al
día siguiente del asunto y la víctima fue curada e inspeccionada en la sección
médica.
Parece que la marihuana que se le suministró lo privó del conocimiento,
aunque otros de los depravados declaran que se dio, por habérsele ofrecido
una peseta y una mancuerna de piloncillo.
De cualquier manera, sublevan esas prostituciones y promiscuidades que se
desarrollan prodigiosamente en las galeras donde duermen amontonados los
hombres, soportando hedores nauseabundos y en una temperatura de horno.
Lentamente germina en los seres sin dignidad y sin conciencia de hombres,
una depravación moral y física peor que la de las bestias, y así se comprenden
espantosas e ignoradas miserias que palpitan torpemente en esas galeras.
Ya otra vez estudiaré este asunto tenebroso del que nadie se preocupa (Frías,
1985, pp. 50-51).
En 1847 se empieza la construcción de la Penitenciaría de la ciudad de México;
sin embargo, los trabajos los iniciaron hasta 1855, terminándose en 1897,
inaugurándose hasta 1900 por el aún presidente Porfirio Díaz Mori. La Penitenciaria
del Distrito Federal: Lecumberri, también fue muy importante para la sociedad de la
ciudad de México, se construyó en San Lázaro. En la primavera de 1885 vio iniciarse la
construcción de la penitenciaria, que fue concluida el 2 de octubre de 1900. El edificio
fue calculado para 800 varones, 180 mujeres y 600 menores. Al principio la
salubridad de la penitenciaría empezó siendo magnifica, pues durante los seis
primeros años no se propagó ninguna enfermedad, la enfermería estaba desocupada y
la farmacia fue sustituida por un simple botiquín (González, 1985, p. 144). Según
datos de Piccato, la construcción de la penitenciaria fue en los llanos del Este de la
Ciudad, es decir, en San Lázaro, para enviar a los prisioneros-miasma- lejos del centro
(Piccato, 2001, p. 17) distante de donde se encontraría residiendo la clase alta, esto
con el objetivo de que la gente “decente” no tuviera ningún roce con los degenerados y
peligrosos criminales. Se dice, que surgió esta necesidad, debido a la reforma del
Código Penal de 1871. El proyecto arquitectónico fue elaborado por el Ingeniero
Antonio Torres Torija y la construcción estuvo a cargo del Ingeniero M. Quintana. El
edificio fue una copia del estilo de Bentham, o sea, del tipo Panóptico radial, donde
convergían al centro del polígono todas las crujías, en cuyo centro se erigía una torre
de 35 metros de altura destinada para la vigilancia de todo el penal (véase anexos 8 y
9). En la prisión encerraban a todo tipo de personas, no sólo a delincuentes y
criminales altamente peligrosos, sino que la prisión también se aplicó ampliamente a la
gran masa de delincuentes menores, vagos, ebrios, enfermos mentales, individuos
molestos y mendigos pertinaces, -es así como- en la mayoría de las sociedades las
prisiones crecieron y florecieron por toda Norteamérica, y después por todo el mundo”
(Vázquez, 2007, p. 87).
Cada celda de Lecumberri indica Mora Mora (1991:36) estaba creada para
albergar a una sola persona, encontrándose seguida una de otra por ambos lados;
contaban con una cama individual empotrada en la pared, un pequeño lavabo y un
retrete. A un lado pasaba un largo y angosto pasillo. Sin embargo, su cupo insuficiente
para albergar a procesados y sentenciados obligó a esta institución a modificar la idea
original, acondicionando las celdas unitarias para albergar a tres personas,
agregándose dos literas más, lo que la convirtió en cárcel preventiva y penitenciaría a
la vez. El traslado de los internos de la cárcel general causaron problemas de
sobrepoblación dentro del penal, al grado que cuando algún interno tenía visita
conyugal se veía obligado a rogarle a sus otros dos compañeros de celda que lo
dejaran solo para poder recibirla. Había sido diseñada sólo para albergar a 724
individuos y 70 años más tarde ya contaba con 3800 internos. Los graves problemas
de hacinamiento que padecía el penal de Lecumberri obligaron a pensar en una nueva
reforma penitenciaria (véase anexo 10).
Sin embargo, no se lograron grandes cambios con estas reformas. Desde un
principio se luchó por la humanización de los castigos dentro de los penales. Desde
1871 cuando el Código Penal de Martínez de Castro incluye ya un sistema
penitenciario propio. Se clasifica al reo que debe trabajar y educarse (véase anexos 11
y 12) para que vuelva al sendero del honor y la virtud (Mora, 1991, p. 34). Se piensa
en humanizar la vida de los reos dentro del penal. Es así como dentro de las prisiones
se instalan talleres de artes y oficios con la intención de que los presos laboraran en
ellos. Ya para el siglo XX readaptar al reo era uno de los principales objetivos del
sistema penal. Tal objetivo se lograría implementando el trabajo y la educación. El reo
no debía perderse en la ociosidad, debía trabajar y educarse. Por ello se instalan
diversos talleres razonablemente equipados, con instructores competentes, mercado
que asegure la demanda. Ellos harán en la cárcel lo que se hace regularmente en la
libertad (véase anexos 13 y 14). El “fajinero” aseará la prisión, casi puesto de rodillas
con un trapo que saque brillo a la piedra…. Como el aseo debe concluir a primera hora
de la mañana, los “fajineros” dormirán juntos en una galera maloliente para que
despierten juntos, y juntos acometan la piedra hasta que reluzca. Claro que siempre hay
modo de librarse de este oficio… Yo lo que tenía entendido es que, lo primero, pus que ya
te iban a traer movido, haciendo fajina, o sea la limpieza… y te golpean, o sea los cabos
de fajina, ¿no?, o te piden dinero… Por ejemplo, cuando llegas te dicen: Qué, ¿quieres
hacer fajina o das dinero? Te pedían en ese tiempo, por el 88, doscientos mil (García,
2002, pp. 243-245).
En lo referente a la educación, en las prisiones, la educación primaria se
convirtió en una obligación de los internos. Interno que no haya terminado de
estudiar su educación primaria estaba obligado a concluirla dentro de la prisión. Pues
se debía dotar al individuo de la herramienta que no tuvo cuando cometió el delito. La
educación socializa, vuelve sociable y social al huraño, enemigo, adversario. La
educación que se imparta en el Centro Penitenciario se orientará a promover la
readaptación social de los internos. Por ello, no sólo tendrá carácter académico, sino
también cívico, social, higiénico, artístico, físico y ético. La instrucción primaria es
obligatoria para todos los internos que no la hubiesen cursado” (García, 2002, p. 249).
Como bien se ha mencionado, todo quedó volando en el aire, pues las leyes
marchaban sólo del lado teórico dejando la realidad por otro. Todo ha quedado en
buenas intenciones. La realidad es otra y habla por si misma. Los reos vivían en
pésimas condiciones. Eran explotados y maltratados por los mismos guardias. Los más
pobres eran a los que peor les iba. Es evidente que el sistema penal mexicano no
cumple con sus objetivos ni sus funciones. La cárcel no ha cumplido con su función
socializadora ni de readaptación social; porque en la cárcel lo que menos existe es una
red de relaciones humanas. No existe un trabajo serio encaminado a readaptar a los
hombres y mujeres que en ellas se encuentran. Es por ello que más que centros de
readaptación social son “universidades del crimen”, drogas y corrupción, sin contar
los asesinatos y violaciones que en ella se presentan. Un claro ejemplo de la vida
dentro de las prisiones lo hace Álvaro Mutis en su Diario de Lecumberri (2003). Él
narra su experiencia cuando estuvo recluido durante quince meses en la Cárcel
Preventiva de Lecumberri. Fue detenido y encerrado en virtud de un tratado existente
entre México y Colombia, en uno de los artículos se exige que el sujeto a extradición
quede asegurado en un lugar que garantice su permanencia en el país. Esto es lo que
vio y vivió dentro del penal.
“…Así fue entonces. Yo fui de los primeros en enterarme de lo que pasaba,
después de dos días, dos días durante los cuales el miedo se había paseado
como una bestia ciega en la gran jaula del penal. Había muerto uno en la
enfermería y no se sabía de qué. Envenenado, al parecer, pero se ignoraba
cómo y con qué. Cuando llegué a mi crujía, ya mis compañeros sabían algo
más, porque en la cárcel corren las historias con la histórica rapidez con que
transmiten los nervios sus mensajes cuando están excitados por la fatiga.
Que era un tecatero y que se había inyectado la droga unas horas antes de
morir. Que iban a examinar las vísceras y que al otro día se sabría. Al
anochecer todo el penal estaba enterado y fue entonces cuando entramos en
la segunda parte de la plaga, como entonces le llamé para decirle por algún
nombre.
Una gran espera se hizo entre nosotros y nadie volvió a hablar ni a pensar en
otra cosa. En la madrugada del día siguiente fueron a mi celda para
despertarme: “Hay uno que está muy malo, mi mayor, echa espuma por la
boca y dice que no puede respirar”. Algo me resonó allá adentro diciéndome
que ya estaba previsto, que yo ya lo sabía, que no tenía remedio. Me vestí
rápidamente y fui a la celda del enfermo, cuyos quejidos se escuchaban desde
lejos. Era Salvador Tinoco, El Señas, un muchacho callado y taciturno que
trabajaba en los talleres de sastrería y a quien venía a visitar una ancianita
muy limpia y sonriente a la que llamaba su madrina. Le habían puesto El
Señas por algo relacionado con el equipo de béisbol al cual pertenecía
orgulloso, al que dedicaba todas sus horas libres con inalterable entusiasmo.
Nunca hubiera imaginado que El Señas se inyectaba. No había yo aún
aprendido a distinguir entre la melancolía habitual de los presos y la
profunda desesperanza de los que usan la droga y de la que ésta sólo
parcialmente logra rescatarlos. El Señas se quedó mirándome fijamente; y
ya no podía pronunciar ninguna palabra inteligible. Un tierno mugido
acompañaba esta mirada en la que me decía toda la ciega fe depositada en
mí, la certeza de que yo lo salvaría de una muerte que ya tomaba posesión
del flaco cuerpo del muchacho. Lo llevamos a la enfermería e
inmediatamente el médico de turno lo pasó a la sala. Una estéril lucha en la
que se agotaron todos los recursos a la mano desembocó en el debatirse
incansable de El Señas contra la dolorosa invasión de la parálisis, que iba
dejándole ciertas partes del cuerpo detenidas en un gesto vago y grotesco,
ajeno ya por completo a lo que en vida fuera el tranquilo y serio Salvador,
quien me dijera un día, como único comentario a la visita de su madrina:
“Viene desde Pachuca, mi mayor. Allá tenemos una tierrita. Ella ve de todo,
mientras salgo”. Y ahora, pensaba yo, “¿Quién podrá avisarle a la madrina
que El Señas se muere?”
Poco a poco se fue quedando quieto y de pronto una sombra escarlata le
pasó por el rostro, se aflojaron un tanto sus manos que se habían agarrotado
en la garganta y el médico retiró las agujas por donde entraba el suero y los
antídotos y nos miró con la cara lavada por el cansancio: “De todas maneras
no tenía remedio. Mientras no sepamos qué es lo que les están vendiendo
como droga, no hay nada que hacer”.
Así que eso era. Estaban vendiendo la tecata balín. Alguien había
descubierto la manera más fácil de ganarse algunos pesos vendiendo como
heroína vaya el infierno a saber qué sustancia, que en su aspecto semejaba a
los blancos polvos que en el penal se conocen con el nombre de tecata.
Regresé a la crujía. Esto era, entonces, lo que había anunciado el miedo.
¿Cuántos vendrían ahora? ¿Quiénes? No íbamos a tardar en saberlo.
Al día siguiente, en la mañana, vimos entrar una mujerona fornida, con el
pelo pintado de rubio y un aire de valkiria vencida por la miseria y el hastío
de la vida de vecindad. Traía una mirada vaga, perdida, una sonrisa helada
se le había pegado al rostro feamente. Era la mujer de Ramón el peluquero.
No entendimos muy bien en el primer momento. Pero cuando recordé la
faraónica cara de Ramón, sus ojos grandes y acuosos y algunas de sus
fabulosas digresiones en las que se perdía mientras nos cortaba el pelo, una
certeza agobiadora me llegó de pronto.
Ramón era el siguiente. Con una boleta para el dentista me fui a la
enfermería con la esperanza de haberme equivocado. Ramón era buen
amigo, un admirable peluquero. Estaba en lo cierto. Lo encontré tendido en
la cama, las manos agarradas de los bordes del lecho, gimiendo sordamente
mientras sus palabras iban perdiendo claridad entre los estertores de la
intoxicación. “No me dejes morir, güera, Güerita, a ver si el doctor puede
hacer algo. Pídeselo por favor”. El médico observaba fijamente al
moribundo: “¿Quién te dio la droga, Ramón? Otros vendrán después de tí si
tú no nos lo dices. ¿Quién te la dio? Da igual, doctor. Sálveme a mí; a los otros
que se los lleve la tiznada. Sálveme y se lo digo todo. Si me dejan morir me
callo. ¡Sálvenme, cabrones, que para eso les pagan!”, e hizo un vano intento
de saltar sobre el médico que acechaba sus palabras y lo miraba impasible,
con la amarga certeza de que de ese desesperado animal en agonía dependía
la vida de muchos otros que tal vez en ese mismo momento estaban
comprando la falsa droga.
“Dinos quién fue y te salvamos”, dijo un ayudante con la imprudencia de
quien no conoce las leyes inflexibles del recluso, Ramón no podía ya hablar;
no tenía casi aire para formar palabra alguna. Se quedó viendo fijamente al
que había hablado, con una mirada irónica acompañada de una mueca de
desprecio, como diciéndole: “¡Tú qué sabes, imbécil! Ya nada puede salvarme,
lo sé. ¿No ves que ni hablar puedo ya?”. De repente la esposa, que conservaba
hasta entonces esa congelada actitud de quien no puede recibir más golpes
de la vida, comenzó a gritar enloquecida y agarrando al médico de la blusa,
le dijo: “¡Yo sé quién la vende! ¡Yo sé, doctor. A usted se lo digo. A usted
solamente. No me gusta chivatear delante de estos pendejos!” El doctor la
sacó al jardín lleno de flores. No se demoró mucho con ella y regresó
llevándola del brazo hasta el pie de la cama. “El Señas, como venía
diciéndole, murió ayer, señora. No puede ser. Pues ése era, doctor; ni modo
que fuera otro”. La impotencia se retrataba en el rostro agotado e incoloro
del médico. Entró un oficial. Llevaba un impecable uniforme de gabardina
beige y traía un aire ajeno a todo lo que allí pasaba, que nos despertó un
sordo rencor en contra suya. Gratuito tal vez, pero muy hondo. “¿Qué hubo?,
preguntó mirando el violáceo rostro de Ramón, ¿le sacaron algo? Ya no
puede decir nada, ni dijo nada tampoco”, contestó el médico alzándose de
hombros y revisando las llaves del oxígeno como si quisiera evitar al intruso.
Ramón el peluquero empezó a temblar, temblaba como si le estuvieran
pegando en sueños. Su mujer le miraba fijamente, con rabia, con odio, como
si mirara lo que ya no sirve, lo que no sirvió nunca. Cuando dejó de temblar,
estaba muerto. La mujer no dijo nada. Se puso en pie y salió sin hablar con
nadie.
Después vino El Ford. Se desmayó mientras pintaba uno de los muros de las
cocinas. Lo llevaron a la enfermería y los médicos se dieron cuenta de que
estaba intoxicado. Se había fracturado la columna vertebral, no hablaba y
sus grandes ojos inyectados en sangre nos miraban con asombro. Todos
morían igual. La falsa droga les afectaba los centros motores de la
respiración. Poco a poco se iban asfixiando en medio de terribles dolores. El
aire les faltaba cada momento más y se metían la mano en la garganta y
trataban de arrancar allí algo que les impedía la entrada del aire. Los
amarraban a la cama y lentamente iban entrando a la muerte, siempre
asombrados, siempre incrédulos de que alguien a quien ellos nunca
delataron les hubiera engañado con la tecata balín, en la que no acababan
de creer hasta cuando sentían los primeros síntomas de su acción en su
propio cuerpo.
Al Ford le siguió El Jarocho, al Jarocho El Tiñas; al Tiñas, El Tintán; al
Tintán, Pedro el de la tienda; a Pedro el de la tienda, el chivatón de Luis
Almanza, y así, poco a poco fuimos entrando en la sorda mina de la plaga,
penetrando en el túnel de los muertos, que se iban acumulando hasta lograr
hacernos vivir como natural e irremediable este nuevo capítulo de nuestra
vida de presos. Ninguno quiso decir cómo había conseguido la droga, quién
se la había facilitado. Ninguno se resignó a aceptar que había sido el elegido
para el macabro negocio. Cuando se desengañaba y la asfixia comenzaba a
robarle el aire y el terror se le paseaba por el atónito rostro, entonces en un
deseo de venganza lo hacía callar. “¡Que nos muramos todos! –dijo uno–. Al
fin pa´qué servimos, mi coronel. Si yo le digo quién me la vendió, de nada va
a servirle. Otro la venderá mañana. Ya ni le busque, mi jefe”. Otros trataban
de negociar con las autoridades y los médicos que cercaban la cama en
busca de una pista que les indicara el origen de la plaga: “Yo sí le digo,
doctor –decian–, pero si me mandan al Juárez y me hacen la transfusión. Yo
sé que con eso me salvan. El Tiliches me lo dijo, yo lo sé. Allá les cuento quién
me vendió la tecata balín y en dónde la guardan”. Lo de la transfusión y el
Juárez era parte de una leyenda que se iba formando alrededor de las
muertes incontrolables e irremediables. No había salvación posible y los
médicos nada podían hacer contra la sustancia que, mezclada con el
torrente sanguíneo, arrastraba implacablemente hacia la tumba al
desdichado que había buscado en ella un bien diferente camino para evadir
la imposible realidad de su vida.
Fue por el décimo muerto cuando Pancho lanzó en el cine su grito
inolvidable. Tenía la costumbre de llegar cuando estaban ya las luces
apagadas. Iba a sentarse al pie del telón y gritaba a voz en cuello: “¡Ya
llegué!” Le contestaba una andanada de improperios y él, inmutable, se
dedicaba a comentar, a manera de coro griego, los incidentes de la película,
relacionándolos con la vida diaria del penal. Cuando la tensión del drama en
la pantalla nos tenía a todos absortos y tensos, en espera del desenlace, él
gritaba maliciosamente: “¡Cómo los tengo!”, y rompía el hechizo, recibiendo
el consabido comentario de los espectadores.
Cuando la tecata balín comenzó a circular y a matar, cuando cada rostro era
escrutado largamente por los demás para buscar en él las huellas de la
muerte, Pancho no volvió a lanzar su grito. Entraba, como antes, ya apagada
la luz, se sentaba al pie del telón, como siempre, y se quedaba callado hasta
el final de la función. Fue el miércoles que siguió a la fiesta nacional cuando
murieron tres compañeros en un mismo día y llegó a su clímax el terror que
nos visitaba. El cine estaba lleno hasta el último asiento. Todos queríamos
olvidar el poderío sin fin de la muerte, ese viaje interminable por sus
dominios. Pancho entró en la oscuridad y, de pronto, se detuvo en medio del
pasillo central, se volvió hacia nosotros y gritó: “¡Qué vivan los chacales y
que chinguen a su madre los muertos!” Un silencio helado le siguió hasta
cuando le vimos sentarse en su puesto habitual y meter la cabeza entre los
brazos para sollozar sordamente. Dos de los muertos eran sus mejores
amigos. Había llegado con ellos y con ellos solía vender refrescos los días de
juego en el campo deportivo.
A partir de ese día comenzó a saberse que había ya alguna pista firme. Algo
en el ambiente nos dijo que estaba cercano el final del reinado de la tecata
balín.
Al poco tiempo vi entrar una tarde, ya casi anocheciendo, a dos presos que
traían a mi crujía unos vigilantes que los cercaban cuidadosamente y los
empujaban con sus macanas. Pálidos, tartajosos, desconcertados, entraron
cada uno a una celda de la planta baja. No tardaron en llegar los oficiales y
dos médicos. En los baños se improvisó una oficina y allí fue interrogado
cada uno por separado, durante casi toda la noche. Sin violencia, paciente y
terco, el coronel fue sacándoles la verdad, haciéndoles caer en
contradicciones que servían para ir aclarando toda la historia. El Salto-salto
y su compañero, La Güera, habían sido los de la idea. Raspaban con una hoja
de afeitar cuanta pintura blanca hallaban a la mano; el fino polvo así
conseguido lo envolvían en las diminutas papeletas en las que circulaba la
droga y lo mezclaban con las que tenían la verdadera heroína. En esta forma
la ruleta de la muerte había jugado por cinco negras semanas su fúnebre
juego, derribando ciegamente, dejando hacer al azar, que tan poco cuenta
para los presos, tan extraño a ese mundo concreto e inmodificable de la
cárcel. Hasta entonces, el azar había sido otro de los tantos elementos de que
está hecha la libertad; la imposible, la huidiza libertad que nunca llega”
(Mútis, 2003, pp. 25-34).
En las prisiones existe un negocio muy remunerado en lo referente a la venta de
drogas y demás enervantes. No por nada Lecumberri es llamado “El Palacio Negro”. Lo
dicho anteriormente se corrobora con lo que a continuación se describe. No era
gratuito que a Lecumberri se le llagmara el Palacio Negro de Lecumberri. En él no solo
circulaba el hambre o la suciedad, sino también las drogas. Muchos fueron los reclusos
que encontraban una horrenda muerte por intoxicación. El tráfico de enervantes y los
hechos sangrientos eran cosa de todos los días en la Cárcel Preventiva de la Ciudad de
México. El día domingo 3 de mayo de 1952 el diario capitalino La Prensa comunicaba
en sus lectores las cosas que sucedían dentro del penal. Informaba que en los últimos
8 días transcurridos tres reclusos habían resultado intoxicados debido al exceso de
droga que se suministraron, dos de los cuales ya habían fallecido, el tercero se
encontraba luchando entre la vida y la muerte en la enfermería del presidio. El
director general de brigada Carlos Martín del Campo y el subdirector el teniente
coronel de Transmisiones Fernando Sánchez López se negaron dar a conocer los
nombres de estas personas a los diarios capitalinos, inclusive el director dictó ordenes
estrictas a sus subalternos de prohibir la entrada a los periodistas. Sin embargo, esto
no impidió a los reporteros comunicar que el último hecho sangriento que se registró
en la tarde del miércoles pasado fue cuando el reo Antonio Ramos Campos fue
agredido apuñaladas por otro recluso, quien tuvo que ser operado inmediatamente, ya
que su estado era de suma gravedad. Gracias a su investigación, se supo que la
población de Lecumberri se muestra descontenta por el hecho de que se le tiene
hambrienta. A pesar de que la comida había mejorado notablemente, a los reos se les
racionaba la comida, al grado de que cada preso recibía 60 gramos de pan blanco y
cuando alguien llegaba a exigir más alimentación, inmediatamente era castigado con
arrestos de diez a quince días en las celdas de castigo (La Prensa, domingo 3 de mayo
de 1959, pp. 42, 44. HN).
Días más tarde, el diario publicó una nota en la que daba a conocer que en la
penitenciaría estaban matando de hambre a los reclusos. Entablaban una queja
pública contra las autoridades por estos hechos, pues la ración de comida diaria que
daban a los presos se había reducido gracias a las disposiciones dictadas por las
autoridades. Señala el diario que algunos de los reos declararon que a escondidas y
durante la noche dentro del penal se trafica con los alimentos. Los reclusos
informaron a los reporteros del diario que pese a que les fue quitado por un día a la
semana la leche con que se mezcla el café, una nueva autorización prohibió el reparto
de carnes, por un día también. La leche que no se reparte a los reclusos dentro del
penal, se emplea en la fabricación de queso y mantequilla en el mismo penal, los
cuales son vendidos posteriormente en “las afueras”. Para cubrir el faltante de harina,
se ordenó que sólo se diera un bolillo a cada preso. Los reos denunciaron por escrito
ante el diario La Prensa que el tráfico de drogas y enervantes en el interior del penal
continúa en todo su apogeo, merced a las facilidades que otorgan las autoridades de
ese lugar y los celadores encargados de la vigilancia. Afirmaron también, que
diariamente a las 24 horas, por las dos puertas norte de la cárcel, salen unas
camionetas que conducen los productos elaborados en el penal, hechos con los
alimentos suprimidos para ser vendidos en diferentes comercios (La Prensa, sábado
nueve de mayo de 1959, pp. 36, 48. HN).
En la Penitenciaría de la ciudad de México salía comida y entraba droga. No solo
había tráfico de drogas sino también de comida. Las autoridades hacían negocio con
todo. El día 10 de mayo de 1959 el diario La Prensa informaba a sus lectores que las
camionetas placas números 18-58-97 y 18-8-58-04 del Distrito Federal, por las
noches eran las encargadas de sacar remesas de víveres de la Cárcel Preventiva del
Distrito Federal, a casa de particulares y establecimientos comerciales. De aquí que la
ración de comida diaria a los presos del penal se redujera. Indica el diario que dos
vehículos eran los que conducían la carne, arroz, frijol y papas que eran hurtados por
algunos empleados de la cárcel. Todos los víveres eran cubiertos con una lona y
conducidos a las casas de los jefes del penal y a algunos establecimientos comerciales,
donde finalmente eran vendidos. Los reos eran los que sufrían. Señalan los reporteros
del diario que ya habían pasado quince días en los que únicamente recibían por toda
la alimentación una taza de café negro, un bolillo y, cuando bien les iba, un
microscópico pedazo de carne, que no mitigaba en nada el hambre. Con la leche se
fabricaban quesos y mantequilla que también eran vendidos en la calle. Los demás
alimentos que se quitaban de la ración diaria de los presos condimentaban las mesas
del director de la Penitenciaría, del subdirector y de algunas altas autoridades de la
misma. Asimismo, los funcionarios del penal, en las cajuelas de sus vehículos
particulares sacaban diariamente grandes botes de leche para su consumo particular.
En la panadería del penal, se elaboraban panes finos, pasteles y bizcochos, que eran
destinados para los jefes y subalternos.
La comida podía faltar para los presos, pero no las drogas. El tráfico de drogas
fue otro de los grandes negocios en el interior de la Penitenciaría del Distrito Federal
que enriquecían a algunos funcionarios. Indica el diario que eran las mujeres quienes
en los días de visita –jueves y domingos- y en complicidad con las celadoras
encargadas de la vigilancia, introducían al penal drogas y enervantes. Después de cada
visita se introducen a la Penitenciaría de cinco a siete kilos de mariguana y algunos
gramos de droga. Las celadoras cobraban de veinte a veinticinco pesos por permitir
que las mujeres introdujeran la yerba en el interior de la cárcel. Este negocio era
supervisado por las altas autoridades del penal, quienes seguramente recibían una
fuerte participación para hacerse de la vista gorda. Cuando algún celador honesto
trataba de impedir el tráfico de drogas y enervantes, era cesado inmediatamente,
como en el caso del vigilante Juan Hernández, quien fue dado de baja por la dirección
de la Penitenciaría tan solo por haber denunciado un contrabando de mariguana (La
Prensa, domingo 10 de mayo de 1959, p. 12. HN).
La droga era introducida de diversas formas a la Penitenciaría. Una de ellas era a
través de las mujeres, quienes se introducían en la vagina un pequeño tuvo alargado y
lleno de droga. Únicamente eran revisadas por las celadoras las mujeres jóvenes. Las
señoras grandes de edad, las de respeto, no eran revisadas por consideración de su
edad. Estas mujeres introducían al penal en los días de visita la droga que sus
familiares o amigos vendían o consumían dentro del penal.
Norval Morris dice que las cárceles tienen escasos amigos. Más que a menudo son
escenario de brutalidades, violencia y conflictos raciales. Para él, las cárceles tienen
otros objetivos: castigar, disuadir, excluir, que les aseguran su permanente supervivencia
(Morris, 2001, p. 9). La cárcel pasó de ser un espacio de tránsito a ser un instrumento
de limpieza y de purga, se convierte por tanto en un sistema de coacción y de
privación de la libertad. Pues con la modernidad llegaron nuevas formas de concebir
el mundo, y por ende nuevas formas de castigo. La cárcel es el instrumento esencial
para la creación de una población criminal reclutada casi exclusivamente entre las filas
del proletariado y separada de la sociedad… (Baratta, 2009, p. 175). Mientras las
cárceles están llenas de gente de las clases bajas, los delincuentes de cuello blanco
pertenecientes en su gran mayoría a las clases medias y altas se encuentran
disfrutando de su libertad sin mayor problema.
El castigo recaía en el cuerpo físico del delincuente por medio de azotes,
mutilaciones, marcas, lapidaciones, tortura, entre otras, habían desaparecido. La
cárcel deja de ser sólo un espacio de retención temporal mientras se dictaba sentencia
y se convierte en un espacio donde el delincuente tiene que purgar y cumplir una pena
(sin la cual no podrá volver a disfrutar de su libertad). La tortura, una vieja práctica de
castigo del mundo, es una de las formas de castigo que hoy en día siguen vigentes en
las cárceles de todo el mundo. El fin principal es obtener la “verdad” y la confesión del
presunto delincuente. Estas formas de castigo no han cambiado en gran medida, pues
además de la sobrepoblación, en muchos centros penitenciarios conviven reos de alta
peligrosidad con los delincuentes ocasionales o menos peligrosos. No por nada se le
ha llamado a las cárceles “universidades del crimen”.
En este sentido, bien señala Miguel Ángel Granados Chapa (1990:11) en la época
actual, la tortura como instrumento de inquisición policiaca ha sido tan usual en
México. La tortura en sus diversas manifestaciones y con sus diversos torturadores:
los electrodos para aplicar toques, la botella de agua gaseosa y el frasco de chile
piquín, el pocito, los golpes a mano limpia o con manoplas o cachiporras o garrotes,
que sirven también para ser introducidos con violencia en la vagina o el ano, entre
otros ejemplos. Asimismo, señala que en nuestro país se ha condenado de antiguo la
tortura. Sin embargo, fue hasta abril de 1986 cuando el Congreso emitió una ley
específica con el afán de proscribirla. La tortura se practica subrepticiamente y con
ánimo y posibilidad de no dejar huellas. La tortura se aplica a un detenido
incomunicado. La incomunicación no cesa al finalizar el interrogatorio en todos los
casos, sino continúa para dar tiempo, cuando la tortura deja huellas, a que ésta
desaparezcan (De la Barreda, 1990, p. 34).
Con la modernización llegan también nuevas formas de torturar a los presuntos
delincuentes. Si bien se dejó atrás la picota, el cepo, la mutilación, los azotes, el
desollamiento, el descuartizamiento, la hoguera, la decapitación, además de otros
métodos ampliamente abordados a lo largo de las páginas. Surgieron nuevos métodos
y nuevas herramientas de infringir sufrimiento, tales como los golpes, las
quemaduras, las sacudidas, el ahogamiento, los cortes, las perforaciones, las descargas
eléctricas. Ahora se usan bastones eléctricos, revólveres, escudos, cinturones,
humillaciones, violaciones sexuales, torturas mentales, macanazos, los tasers que son
un arma de bolsillo que se vale de aire comprimido para disparar dos dardos a una
distancia de 4.5-9 m. al encajarse en la piel o en la ropa de la víctima, los dardos aplican
una descarga inmovilizadora de alto voltaje practica muy recurrida y aprobada en
algunas jurisdicciones de Estados Unidos (Lyons, 2005, p. 146).
El derecho penal contemporáneo continúa autodefiniendo la tarea de
tratamiento, es decir, de reeducar y reintegrar al delincuente a la sociedad. Sin
embargo, a pesar de los esfuerzos, no ha obtenido buenos resultados, pues –señala
Baratta- que los centros de detención ejercen efectos contrarios a la reeducación y a la
reinserción del criminal, pues estimula la individualidad, desde el momento de la
detención degrada al delincuente, al encarcelarlo lo despoja hasta de los símbolos
exteriores de la propia autonomía (la vestimenta y demás objetos personales), la vida
en la cárcel, como universo disciplinario, tiene un carácter represivo y uniformante.
Señala que exámenes clínicos realizados mediante test de personalidad han mostrado
que la posibilidad de transformar un delincuente violento asocial en un individuo
adaptable a través de una larga pena carcelaria no parece existir, y que el instituto
penal no puede realizar su objetivo como institución educativa (Baratta, 2009, p. 194).
Debido a estos resultados, fue necesario realizar reformas a las leyes penitenciarias, es
así como se introdujeron notables innovaciones en el sistema. Los países que
introdujeron reformas carcelarias incluyendo dos principios nuevos fueron Italia y la
República Federal Alemán. El primero indica Alessandro Barrata (2009:198), es el de
un trabajo carcelario equiparado fuera de la cárcel. El segundo es una apertura (por
ahora, sólo un rayo de luz) a presencias “externas” en la cárcel, a mayores contactos
entre los detenidos y la sociedad exterior.
En la década de los setenta tiene lugar un gran movimiento de reformas al
sistema penitenciario. Una de esas reformas fue la promulgación de la Ley que
Establece las Normas Mínimas sobre Readaptación Social de Sentenciados, y fue
necesario modificar la estructura de las prisiones, esto trajo como resultado la
construcción de modernos reclusorios preventivos para mantener separados a los
procesados de los sentenciados, evitando la degradante promiscuidad que se vivía en
Lecumberri. Los reclusorios debían estar ubicados en los cuatro puntos cardinales de
la ciudad de México, entre ellos están: el Reclusorio Preventivo del Norte, Oriente, Sur
y Poniente (Mora, 1991, pp. 36-37).
Capítulo V
Crimen y criminal desde las ciencias
5.1. La Criminología: orígenes y objeto
La Criminología es la ciencia encargada del estudio tanto de los delitos como de las
penas. Se interesa primordialmente en estudiar las conductas antisociales de los
individuos. Su propósito está encaminado hacia la disminución de la criminalidad a
través del estudio completo del criminal y su respectivo crimen. La Criminología es
concebida como el estudio del hombre delincuente, del delito en sus nociones jurídica,
filosófica, etnográfica, histórica y cuantitativa. Se investiga al delincuente en los
aspectos externos e internos. Se indaga el ambiente en el que se desarrolla. Se realiza
una clasificación del acto y se elucida la responsabilidad. Se efectúan sugerencias
respecto a la pena, como reacción contra el delito. Se trazan rutas para el tratamiento
y la prevención del problema (Salas, 2002, p. 39). Por sus métodos de investigación –
la observación y la experimentación-, la Criminología es una ciencia fáctica, material o
empírica; parte de sucesos y procesos (factum=hecho) que describe y explica
(Rodríguez, 2008, p. 2). En efecto, la criminalidad es un fenómeno individual y social
que incluye al delincuente, a la víctima, a la sociedad y al sistema penal (López-Rey,
1973, p. 3).
Mariano Ruiz-Funes (véase anexo 1) en revista Criminalia72 señala que la
Criminología tiene una esfera de acción peculiar y especifica. Está integrada por la
Antropología, la Biología Criminal, la Psicología Criminal y la Sociología Criminal.
Señala que un sistema de Criminología debe empezar estudiando al protagonista del
delito, es decir, al delincuente. En su escrito el autor referido, indica que existen cinco
clases de delincuentes: el constitucional, el patológico, el ocasional o emocional-
pasional, el político-social y el habitual. El delincuente constitucional (ocasional), es
un predispuesto, un psicópata o una personalidad psicopática con diversas
orientaciones. El delincuente patológico, es un enfermo mental. El delincuente
emocional-pasional, -admitiendo que la emoción es el género y la pasión un estado
afectivo permanente caracterizado por una idea fija-, es un delincuente ocasional,
pero con rasgos muy característicos. El delincuente político, se define por la índole
elevada de los móviles o motivos de su acción y por el fin que con ella se propone
alcanzar. El delincuente habitual es aquel que comete delitos que no son de alto
impacto.
Además de las diversas categorías del protagonista del delito, el autor refiere
que la criminología debe estudiar los caracteres morfológicos, funcionales,
psicológicos y patológicos de los delincuentes. La individualidad criminal posee una
parte innata y otra adquirida y un medio biológico propio de capital importancia en la
génesis de la conducta del ser humano. De la misma forma, es fundamental para el
análisis de un delincuente la Etiología Criminal, pues ella va a estudiar los factores del
delito a través de tres factores diferentes; biológicos, que se refieren al desarrollo
individual y al patrimonio hereditario, es decir, a la personalidad, en sus elementos
estáticos y dinámicos; los factores psicológicos, que son los relacionados con la
afectividad y la sensibilidad, la voluntad y la inteligencia; los factores físicos, es decir,
el resultante del medio físico, social, cultural y moral. La Criminología también se
interesa por la peligrosidad en un doble punto de vista: la prevención del delito, que
puede ser el resultado de estas conductas y la lucha directa contra aquellas. El estudio
72 En Revista Criminalia 1950, No. 6, año XVI, enero 1950, pp. 226 y 228., director José Ángel Ceniceros, México, D.F., HN.
de estas formas de la peligrosidad permiten establecer tres tipos de sujetos: 1) los
delincuentes peligrosos; 2) los posibles delincuentes peligrosos; 3) los peligrosos sin
delito que no se presume racionalmente que llegarán a ser delincuentes. En suma,
señala que la Criminología, es una ciencia sintética y empírica, que el día en que los
progresos de la Criminología perfilen como una ciencia auténtica integrará con ella las
dos ciencias sintéticas de la criminalidad.
La criminología es una ciencia burguesa, que nació cuando apareció el sistema
capitalista de producción. Sitúa el origen del discurso criminológico en la aparición de
la sociedad burguesa (Pavarini, 2008, p. 19). Refiere Pavarini que las primeras formas
del conocimiento criminológico se desarrollaron en el momento en que la clase
burguesa conquistó el poder político asumiendo el papel de clase dominante. Este
nuevo conocimiento se desarrolló en sus orígenes esencialmente como teoría política,
como discurso acerca del buen gobierno, acerca de la riqueza de las naciones, sobre los
modos de preservar el orden, la concordia, la felicidad pública. Pero no sólo en esto
radicaba su interés, sino su prioridad serían también las nuevas formas de
desobediencia, del disenso73, de la no integración y por tanto también de la violación de
las leyes que la nueva sociedad se da (Pavarini, 2008, pp. 27-28).
Salas Chávez (2002:39) manifiesta que algunos estudiosos de la criminología la
dividen en cuatro partes: a) La Criminología, la cual comprende a la Antropología
Criminal y a la Mesología Criminal, es decir, el hombre y el medio; b) La Criminografía,
que clasifica a los delincuentes, según su estado peligroso; c) La Criminometría, que mira
al fenómeno del delito, en su contenido; y finalmente d) La Criminotecnía, que aplica la
criminología a la vida social toda.
Apunta Rodríguez Manzanera (2008:4), que la Criminología nació como
Criminología Clínica. La Criminología Clínica se encarga de estudiar las conductas
antisociales de los sujetos. El objeto de estudio de tal ciencia comprende la conducta
73 Oposición, disputa, discordia.
antisocial, el delito y el bien común. Esta triada de conceptos se diferencian el uno con
el otro, pues mientras Conducta Antisocial es todo aquel comportamiento humano que
va contra el bien común, el Delito es la acción u omisión que castigan las leyes penales,
es la conducta definida por la ley. Por bien común, se entiende a la praxis desarrollada
para servir o perfeccionar la naturaleza humana; para lograrlo es necesario que haya
orden social; Así ni todo delito es una conducta antisocial ni toda conducta antisocial es
delito.
La forma en que se conduce el ser humano dentro de la sociedad puede o no
tener consecuencias. En relación con lo arriba descrito, Rodríguez Manzanera
(2008:5-6) distingue cuatro tipos de conducta: 1) Social; 2) Asocial; 3) Parasocial; y 4)
Antisocial. La primera cumple con el bien común, con las adecuadas normas de
convivencia y no agrede en forma alguna a la colectividad. La segunda, carece de
contenido social, no tiene relación con las normas de convivencia ni con el bien común.
Se caracteriza por vivir en soledad y en el aislamiento. La tercera se caracteriza por la
no-aceptación de los valores adaptados por la colectividad, pero tampoco los destruye,
no realiza el bien común, pero tampoco los agrede. Por ultimo, la conducta Antisocial,
va contra el bien común, atenta contra la estructura básica de la sociedad, destruye sus
valores fundamentales, no convive ni se relaciona con los demás sujetos.
El autor, señala74 que Pinatel75 reconoce cuatro periodos en el desarrollo de la
Criminología Clínica: 1) el Científico; 2) el Penitenciario; 3) el Judicial; y 4) el
Legislativo. En el primer periodo destacan Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Garófalo.
Aquí surge la preocupación por estudiar la criminología a través de exámenes
antropológicos, fisiológicos, biológicos y psicológicos, principalmente de enfermos
mentales y criminales. A partir de entonces surgen diversas teorías sobre el posible
origen del comportamiento criminal, estudiando diversas características genéticas y
74 Ibid. 75 Su nombre completo es Jean Pinatel, fue un Criminólogo Francés, se doctoró en Derecho y desempeñó varios puestos, entre ellos; Magistrado, Inspector General dentro de la administración del Ministerio del Interior, profesor titular de Criminología de la Universidad de París, (1950) Secretario General de la SIC (Sociedad Internacional de Criminología), y en 1973 Presidente de la misma. En: Rodríguez, M. L. (2008). Criminología Clínica. México: Porrúa.
físicas de un criminal con el objeto de conocer las causas que lo incitan a ejercer
violencia. En el segundo periodo, Rodríguez Manzanera señala que sobresalen
ingenieros como Vervaeck, Centros de Baviera y Austria, Drapkin, Centro de Rebibbia,
entre otros. En el tercer periodo, el Judicial, los estudios son básicamente de tipo
psiquiátrico. Y por último, para el periodo Legislativo, los estudios surgen en Europa a
partir de 1951.
Para el caso de México, la criminología clínica o clínica criminológica empezó a
aplicarse desde finales del siglo XIX. El desarrollo se inicia en la ciudad de Puebla
específicamente, donde el médico militar Francisco Martínez Baca ayudado por su
auxiliar, el doctor Manuel Vergara, crearon por ley el 2 de abril de 1892 el
Departamento de Antropología de la Penitenciaría de Puebla. Para el caso
latinoamericano, la Criminología Clínica la encabezó el argentino José Ingenieros,
quien propuso al gobierno la fundación de un gabinete de Psicología Clínica y
Experimental con finalidades científicas para estudiar a los delincuentes. Es así como
el 6 de junio de 1907 se creó el Instituto de Criminología, siendo Ingenieros su primer
director, hasta 1914; después, quedaría bajo responsabilidad de Osvaldo Loudet quien
formuló el modelo de Historia Clínica Criminológica que sirvió de base para estudios
posteriores (Rodríguez, 2008, p. 55).
El concepto más utilizado por criminólogos y especialistas en la materia, en
México, es el que acuñó don Mariano Ruiz Funes76, la Criminología es una ciencia
76 Era de origen español. Especialista en Derecho Penitenciario, Criminología y Derecho Penal. Fue exiliado. Muchos de sus biógrafos lo pintan como un hombre de sonrisa expresiva. Fue profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Era humanista y romántico. El delito y más aún el sujeto que lo comete, motivaron sus reflexiones y escritos. Fue culto y manejó sabiamente sus amplios conocimientos. A pesar de utilizar una gran bibliografía, no solía aburrir con citas, sino que por el contrario sabía intercalarlas en el momento preciso. No se destacó en amasar fortuna y por ello vivió pobremente, pero con ejemplar dignidad. La humildad y la generosidad fueron otras de sus virtudes. No se apartó jamás de su ideario democrático y liberal. La justicia y la libertad fueron sus dos altas pasiones, por ellas vivió y sufrió. Su obra ha sido densa y profunda en materia de temas criminológicos, penales y penitenciarios. Su libro La crisis de la prisión, fue una de sus grandes obras, publicada en La Habana en 1949. Hasta tal punto le sedujo la Criminología, su obra como criminólogo ha sido una de sus obras más importantes. Se ha afirmado que su programa de Criminología para la cátedra de la Universidad Autónoma de México, en el año de 1950, “es el más completo erudito de los que conocemos sobre esta ciencia, incluyendo las de las Universidades
sintética, causal explicativa, natural y cultural de las conductas antisociales (Rodríguez,
2008, p. 1).. Al ser sintética, señala Rodríguez Manzanera (2008:23), se compone de la
suma de todas sus partes, esto es, si no llega a la síntesis no hay Criminología.
Para su estudio, la Criminología sintética o general, se apoya en otras ciencias.
Recurre a la interdisciplinariedad, como la Biología Criminológica, la Psicología
Criminológica, la Sociología, la Criminalística, la Victimología, la Penología, la Medicina
Forense y la Psiquiatría. Rodríguez Manzanera (2008:27-29) señala, que la primera se
encarga de estudiar al hombre de conducta antisocial como un ser vivo, desde sus
antecedentes genéticos hasta sus procesos anatomo-fisiológicos, es decir, el
funcionamiento del organismo, la relación de éste con el medio ambiente, los efectos de
la alimentación, la disfunción glandular, la herencia y sus relaciones con la criminalidad,
las disfunciones del sistema nervioso central y la conducta antisocial. La Psicología
Criminológica por su parte, se encarga de estudiar el alma del sujeto criminal, se
interesa por sus aptitudes, su personalidad y los procesos mentales del criminal y su
crimen. La tercera, la Sociología, como su nombre lo dice, se encarga de estudiar la
conducta del criminal en sociedad. Estudia el acontecer criminal como fenómeno que se
da en la colectividad tanto en sus causas y factores como en sus formas, desarrollo,
efectos y relaciones con otros hechos y conductas que se dan en sociedad. Para la
investigación criminológica es importante el papel que desempeña la sociología, pues
los fenómenos sociales son decisivos en las formas de actuar de un individuo en
sociedad. Los factores sociales que pueden causar criminalidad son la marginalidad, la
pobreza, la migración, el alcoholismo, las crisis económicas, entre otros.
La Criminalística se encarga de investigar y descubrir al presunto criminal, y de
explicar y reconstruir el crimen. Es el conjunto de procedimientos aplicables a la
búsqueda, descubrimiento y verificación científica del hecho aparentemente delictuoso y
italianas”. En la Universidad mexicana, ocupó hasta su muerte la Cátedra de Criminología en la Sección de Estudios para el Doctorado en Derecho. Dentro de la criminología, se apasionó por los temas de la Psicología Criminal. Su crítica sobre la pena de prisión es implacable. Su obra ejerció una notable influencia en México y América Latina. Para una información más completa y detallada, consultar a Del Pont, L.M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español). México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco. pp. 101-118.
del presunto actor de éste. Ésta disciplina se va a encargar de descubrir el cómo, dónde,
con qué y para qué de un crimen, para identificar y descubrir al presunto criminal, así
como poder explicar y reconstruir el crimen. La Criminalística es fundamental para la
investigación criminológica sobre todo para la administración de Justicia Penal. La
investigación criminológica es utilizada por el Juez Penal, por el Ministerio Público, el
Abogado defensor y por supuesto el Criminólogo. La Victimología es una disciplina
que –como su nombre lo indica-- se encarga sobre todo del estudio científico de las
víctimas, víctima es toda aquella persona que sufre un daño por una acción u omisión
propia o ajena. La Penología, estudia la pena y sus efectos en la sociedad. Se encarga del
estudio del control y de la reacción social contra la persona o conductas que son
captadas por la colectividad como dañinas, peligrosas o antisociales. La Medicina
Forense es la técnica, es el procedimiento a través del cual se estudian y resuelven casos
concretos, habitualmente ligados a situaciones legales jurídicas. Es una ciencia
fundamental para el desenvolvimiento de las ciencias penales. Es una ciencia que
aprovecha una o varias ramas de la medicina con el fin de profundizar su
investigación. Finalmente, la Psiquiatría es una ciencia que estudia las enfermedades
mentales. Una de sus ramas, la Psiquiatría Forense va a explicar las enfermedades
mentales y su relación con el crimen, pues no todos los criminales son enfermos
mentales (Rodríguez, 2008, pp. 29-34).
Massimo Pavarini (2008:52-54) señala que existe una estrecha relación entre
la criminología y la institución carcelaria, en el sentido de que la criminología desde su
inicio se interesa únicamente por el delincuente encarcelado e ignora la realidad
social en la que éste se ha desarrollado y a la que regresará algún día. Señala el autor
que la ciencia criminológica tiene un interés limitado, pues debe estudiar al
delincuente dentro del mismo contexto en el que se desarrolla y no sólo interesarse
por los delincuentes detenidos y encerrados en la cárcel, internados en algún
manicomio o en cualquier estación de policía. Del mismo modo, refiere que el
laboratorio de la criminología debería ser la sociedad, no la penitenciaría.
La criminología es una ciencia atenta a los indicios, es una ciencia que acumula
informaciones en torno a lo que hace a la población carcelaria distinta de la no
internada. Convierte al delincuente en un conejillo de indias. La cárcel se convierte en
un laboratorio ofreciendo a la criminología la oportunidad idónea para su
investigación científica. Dentro de la cárcel, la criminología aprovecha en todo sentido
tal oportunidad, pues analiza cada gesto, cada señal de desconsuelo, de dolor, de
impaciencia, cada intimidad, cada palabra de este universo que podrán ser descritos,
clasificados, comparados, analizados, estudiados. También, estudia el color de ojos, el
perfil de la cara y cualquier otra señal que describa su objeto de estudio y que será
registrada atentamente. El papel de la criminología cumple una doble función, por un
lado se trata de conocer al delincuente dentro de la cárcel y una vez indicada la
identificación entre detenido y criminal, el conocimiento será utilizado en el exterior de
la penitenciaría, en la sociedad libre, como ciencia indicativa para individualizar a los
potenciales detentadores de la propiedad, los socialmente peligrosos. De esta manera, la
criminología ofrece su saber práctico a la política de prevención y represión de la
criminalidad y será, utilizada tanto por el juez penal como por las fuerzas de policía
(Pavarini, 2008, pp. 38-39).
5.2. La Escuela Clásica o Criminología Clásica
La escuela clásica de criminología se originó en la filosofía del Iluminismo (Taylor,
2001, p. 19). El fundador de la criminología clásica fue el Italiano Cessare Beccaria
(véase anexo 2), cuya obra más importante apareció en 1764. Señala Siegfried
(2006:18) que fue a partir de mediados del siglo XVIII cuando aparece la escuela
clásica, la cual se desarrolló en diversos países europeos en el siglo XVIII y principios
del siglo XIX, a través de las obras de Beccaria en Italia, Jeremy Bentham en Inglaterra
y Anselm von Feuerbach en Alemania. A este último, Massimo Pavarini (2008:28) no
lo refiere en su obra, en su lugar menciona a Hommel, como el representante de la
escuela clásica en Alemania, pero coincide en señalar a Beccaria, Bentham y Hommel
como los autores directamente comprometidos con los problemas de la legislación
criminal. De la misma manera, señala que la producción criminológica del liberalismo
clásico debe comenzar por lo menos en las obras de Hobbes y en todo el pensamiento
político-filosófico de los siglos XVII y XVIII. El punto de partida de la criminología
clásica es el análisis teórico del comportamiento desviado. Análisis desarrollado en el
periodo de la Ilustración. En el siglo XIX la escuela clásica sería un tanto desplazada
por los enfoques biológico-genéticos de Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raphaele
Garofalo en Italia.
La escuela clásica criminológica concebía que todos los hombres eran libres,
iguales, racionales y podían, por ello, actuar responsablemente como individuos… (pero
también) Cualquiera es capaz de cometer un crimen (Lamnek, 2006, p. 18). Todos los
hombres, siendo por naturaleza egoístas, pueden cometer delitos, cada individuo es
responsable de sus acciones, pero independientemente de su rango, todas son iguales
ante la ley, (por tanto), los derechos del hombre tenían que ser protegidos de la
corrupción y los excesos de las instituciones existentes (Taylor, 2001, pp. 19-20). Son
condiciones específicas las que conducen al individuo a comportarse de forma
desviada. Lo importante para la escuela clásica no es el actor, sino el acto mismo.
Señala Siegfried Lamnek (Ibid) que la escuela clásica reguló la justicia y la proporción
de los castigos siempre en relación al juicio social del hecho y estaban en contra tanto
de la arbitrariedad de los jueces como contra la crueldad de los castigos. La misión
histórica de la escuela clásica consistió en una reducción de la pena… con una misión
más noble y provechosa… la disminución de los delitos (Taylor, 2001, p. 28).
Beccaria, Bentham y Von Feuerbach daban mayor importancia al hecho,
argumentaban que debía conocerse más al delito que al actor, pues sólo de esa
manera podrían establecerse las medidas necesarias contra el comportamiento
desviado para evitar un caos social de comportamiento. Taylor y Jock Young
(2001:19) señalan que Beccaria fue el primero en formular los principios de la
criminología clásica, basándolos firmemente en las teorías del contrato social de Hobbes,
Montesquieu y Rousseau. La teoría clásica hacía énfasis en la conservación de la paz,
para ello era que el hombre debía celebrar un contrato social con el Estado. El objeto
de estudio de la escuela clásica se desplaza doblemente del campo individual al social,
por un lado, se considera que las situaciones y condiciones sociales son las que
desencadenan el comportamiento desviado, y por otro, las penas se aplican a través
de reglas sociales generales Siegfried (2006:18-19). La escuela liberal clásica a
diferencia de la escuela positiva no consideraba al delincuente diferente de los demás.
La escuela clásica se detenía y daba mayor prioridad al –delito- entendido como
concepto jurídico, es decir como violación de derecho y también de aquel pacto social
que se hallaba en la base del Estado y del derecho. Para esta escuela el delito surgía de la
libre voluntad del individuo, no de causas patológicas, bajo esta perspectiva el
delincuente no era diferente del individuo normal. El derecho penal y la pena, era
considerada por la escuela clásica no como un medio para modificar al delincuente, sino
más bien un instrumento legal para defender a la sociedad del crimen (Baratta, 2009, p.
23). En este sentido, Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young (2001:20) han observado
básicamente que la teoría clásica, en primer lugar, es ante todo una teoría del contrato
social, pues en primer lugar fija la forma en que el Estado debe reaccionar ante el
delincuente, en segundo lugar, las desviaciones que permiten calificar de delincuentes
a determinadas personas, y por último, la base social del derecho penal.
5.3. La Escuela Positiva o Criminología Biológica-Positiva
La Escuela Positiva o Criminología Positiva se opuso a la creencia de la libre voluntad
de la escuela clásica. La escuela positiva estaba orientada biológicamente y fue
desarrollada principalmente por el médico italiano Cesare Lombroso77 (véase anexo
77 Médico, psiquiatra, criminólogo, astrologo y esoterista italiano. Nació en Verona el 6 de noviembre de 1835. Fue hijo de padres israelitas. Descubrió el atavismo. Padre de la Teoría del Criminal Nato. Explicaba la existencia de un ser humano heredero genéticamente de ciertos factores atávicos que presuponen que el ser humano tiene tendencias al crimen. Su teoría obtuvo gran éxito en todo el mundo. Era republicano, anticlerical, positivista y nacionalista. Murió dejando escrito en su testamento que sus restos podrían ser donados a un museo. Más tarde Flavio Carola cuenta como un estudio realizado al cráneo de Lombroso demostró que éste entraba en los parámetros que él mismo había fijado para el delincuente nato. En: Narváez, H. J. R. (2005). Bajo el signo de Caín. El ser atávico y la criminología positiva en México. México: en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, pp. 303-322. Se apasionó primero en el estudio del cretinismo, luego, durante años, en el estudio y tratamiento de la pelagra y, por último, en los enfermos mentales y los delincuentes. Falleció el 18 de octubre de 1909. Su hija Gina escribió: “Sin un movimiento, sin un espasmo, su alma pasó al infinito, calmada como un río que en su desembocadura se pierde en el mar”. En Verona, su ciudad natal y también en Montescos y Capuletos, así como en Girolamo Fracastoro –quien por primera vez usara la palabra sífilis-, Cesare
3) también llamado Ezequías Marco (Rodríguez, 1977, p. 5), Enrico Ferri78 y Raphaele
Garofalo79,80 en Italia. Esta escuela aparecería hasta en el último cuarto del siglo XIX y
restaba importancia a la escuela clásica iniciada por Beccaria a mediados del siglo
XVIII. La escuela positiva explicaba biológicamente el crimen. La escuela positiva,
Lombroso tiene su monumento. En: Quiroz, C. A. (1977). Vida de Cesare Lombroso. En: Quiroz, C.A. Homenaje a Cesare Lombroso. México: Secretaria de Gobernación, Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), Biblioteca Mexicana de Prevención y Readaptación Social. pp. 13, 16. Su vida fue la de un joven sensible de provincia, donde tuvo mucho que ver la inteligencia y el fervor revolucionario de su madre. Heredó de ésta su desprecio por el lujo y esa cosa hueca de lo convencional. Su propia hija destaca que era muy tímido, a pesar de haber desafiado al mundo entero. En: Del Pont, L.M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español). México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco, pp. 34-35. 78 Nació en San Benedetto Po, Provincia de Matua el 25 de febrero de 1856, y murió en 1929. La obra de Ferri descolla en el Derecho Penal, fue uno de los creadores de la Escuela positiva. Decía que “no hay delitos sin delincuentes”. Destacaba la importancia de los factores sociales, junto a los biológicos y geográficos. Estimaba que las cárceles no corrigen sino que aumentan la delincuencia. Fue un crítico furibundo de la pena de muerte. Sus escritos influyeron en gran medida en América Latina, sobre todo en México. En: Del Pont, L.M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español). México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco, pp. 56-75. Enrico Ferri fue el más fiel seguidor de Lombroso. Fue él quien clasificó al hombre como delincuente nato. Después estos nuevos estatus los adaptó Lombroso en todos sus escritos. Era menor que el maestro (21 años). Se tituló en 1877 en la Universidad de Bolonia con una tesis en derecho donde asegura que el delincuente no actúa por libre albedrío y no está obligado moralmente a su propio comportamiento pero si es imputable legalmente y debe responder a la sociedad. En 1879 conoce a Lombroso en Turín y un año más tarde lo ayuda a fundar el Archivo di psichiatria, antropología criminale e scienze penali. Dista del maestro por su falta de sistematización en las definiciones de los delincuentes por lo que se crea una escala con diferentes tipos de estatus criminales de acuerdo con su peligrosidad, escala que influiría en Lombroso. Ferri llamará a esta escala o sistema “Sociología criminal”. En 1891 fundó la revista Scuola positiva. Fue miembro del Partido Socialista Italiano al cual se inscribió en 1893. Recorrió América Latina impartiendo conferencias en 1908 y en 1910. En 1912 fundó en la Universidad de Roma la Scuola d´applicazione giuridico-criminale. Murió algunos años después pero persiste todavía en Roma el Instituto por él fundado. En: Narváez, H. J. R. (2005). Bajo el signo de Caín. El ser atávico y la criminología positiva en México. México: en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, pp. 303-322. 79Nació en Nápoles en 1852 de una familia distinguida. Fue el menos conocido de los tres. Se dedicó a la magistratura desde joven. Ejercía la justicia que Lombroso y Ferri criticaban. Representaba la contrarrevolución. En: Del Pont, L.M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español). México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco, pp. 77-83. Murió en 1934 a la edad de 82 años. Garófalo se consideraba a diferencia de Lombroso y Ferri menos anticlerical y menos de izquierda y pensaba que la religión podría favorecer la moralización de la sociedad en cambio la socialización exagerada llevaba a una superstición a veces más pesada que aquella de la religión, opinaba que el afán de ciencia que envolvía a los socialistas no era más que una “mascara”. En: Narváez, H. J. R. (2005). Bajo el signo de Caín. El ser atávico y la criminología positiva en México. México: en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, pp. 303-322. 80 Don Mariano Ruiz Funes, con motivo de la muerte de Enrico Ferri, con su común elegancia escribió a propósito de los tres grandes de la Criminología: “Lombroso es el genio, Ferri el ingenio, Garófalo la dialéctica. Lombroso crea, Ferri propaga y Garófalo construye una apretada lógica”. En: Quiroz, C. A. (1977). Vida de Cesare Lombroso. En: Quiroz, C.A. Homenaje a Cesare Lombroso. México: Secretaria de Gobernación, Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), Biblioteca Mexicana de Prevención y Readaptación Social. p. 5.
señala Siegfried (2006:19-20) tuvo su origen en dos corrientes desarrolladas en el
siglo XIX, en el desarrollo y éxito de las ciencias naturales y los trabajos de Charles
Darwin. De esta manera, nace la Antropología Criminal, también conocida como
Criminología Positiva o Criminología Biológica. La Antropología criminal nació con el
fin de poder controlar el aumentó de la criminalidad. Fue propuesta por Lombroso
como el estudio de las regresiones monstruosas que acercan al hombre a los animales
inferiores (Narváez, 2005, pp. 303-322). Lombroso creía en la existencia de un ser
humano heredero genéticamente de ciertos factores atávicos que presuponían un
retraso racial que lo hacían tendiente al crimen. Así, se formó un status criminalis,
pues creía que el delincuente nacía, no se hacía. El estatus criminal nació cuando
Lombroso analizó el cráneo de Villela, un bandido famoso.
La escuela lombrosiana, señala Narváez Hernández (2005:303-322) se abría
paso cada vez más entre las críticas y las contradicciones con un éxito moderado pero
asegurado, pues veía la luz en su libro firmado por Lombroso y dos de sus seguidores,
ambos juristas Enrico Ferri y Raphaele Garofalo titulado Polemica in defesa della
scuola criminale positiva en 1886.
La escuela positiva de Lombroso creía en el determinismo, es decir, en hombres
que actuaban determinados por su propia biología y su medio social. Hombres que
tenían tendencias biológicas a la criminalidad. El criminal nace, no se hace. Creía en la
existencia de personas criminales y no criminales; diferenciaba entre un hombre
normal y un individuo delincuente. Para comprobar tal hipótesis buscaron, con ayuda
de las ciencias naturales, todas aquellas variables y factores que produjeran la
diferencia entre ambos tipos de personas. Lombroso se concentró en estudiar y
analizar las diferencias biológicas, tales diferencias lo llevaron a establecer un tipo de
criminal: poca capacidad craneana, frente huidiza…, gran desarrollo de los arcos
cigomático81 y maxilar…, el cabello crespo82, espeso, las orejas grandes, las anomalías de
la oreja…, la gran agudeza visual. Con tales características, Lombroso describió al
81 El arco cigomático es una parte de la cara humana. 82 Rizado, ondulado.
criminal nato, cuya criminalidad representaba su atavismo básico. Él entendía por
atavismo la manifestación de rasgos característicos de una etapa de desarrollo
biológica primitiva de la raza humana (Lamnek, 2006, p. 20). Otras características
serían: Frente huidiza y baja, acusada prominencia de los arcos filiares (recordando el
torus suborbital de los antropoides), asimetría craneana (plagiocefalia83), altura
anormal del cráneo (acro84 u oxicefalia85), huecos en los incas o hueso epactal86, fusión
del atlas y el occipital, gran desarrollo de los maxilares y de los cigomas87 (pómulos)88,
dedo gordo del pie separado y prensil89, oreja en forma de asa90, tubérculo91 de Darwin
(pequeño nódulo92 situado en la cima posterior del pabellón93 de la oreja y que
representa el repliegue de la punta de la oreja y muchos mamíferos, especialmente de los
83 Del griego plágios, oblicuo, y kephalé, cabeza. Asimetría y oblicuidad de la cabeza, en la que la porción anterior de un lado y la posterior del otro están más desarrolladas que las partes opuestas correspondientes, de modo que la máxima longitud no está en la línea media, sino en diagonal. 84 Prefijo de origen griego que significa “extremidad”: por eso entra formando parte de palabras compuestas que indican enfermedades o fenómenos morbosos en relación con las extremidades de nuestro cuerpo (tanto las superiores como las inferiores). 85 Es la cabeza en forma de “pilón de azúcar”, o sea aguda (oxi), cónica, con su punta situada en el vértice y con la frente deprimida. 86 Cúspide de la escama occipital, que cuando no se suelda con dicha escama, queda aislado en la línea media, entre los dos parietales, carácter que se encuentra en muchos animales. 87 Cigomático (o malar). Pequeño hueso par, es decir, uno por un lado (derecho e izquierdo) que forma parte del armazón esquelético de la cara. Se encuentra situado en la zona prominente de la cara debajo de cada uno de los ojos (pómulos). Diccionario médico. 88 Del latín, pomulum, manzanita, por la forma. Hueso malar. También es aquella zona prominente de la cara situada debajo de cada ojo. Sobresale mucho en ciertas razas e individualmente en determinadas personas. 89 Del latín prensus, prehensus. Adecuado o propio para la prensión. 90 Sufijo que indica enzima: como: lipasa, diastasa. Nombre dado por comparación a un órgano o parte curvado en forma de asa. 91 Tiene un significado genérico anatómico y otro específico anatomopatológico. En anatomía indica una pequeña protuberancia de forma más o menos redondeada que sobresale en un hueso o tejido blando. Los tubérculos mamilares son unos pequeños relieves de sustancia cerebral; el tubérculo de Darwin (no constante) es una pequeña protuberancia cartilaginosa que sobresale del helix del pabellón de la oreja, etc. En sentido específico anatomopatológico se denomina tubérculo la lesión elemental producida por el bacilo de Koch en el tejido; y de la palabra tubérculo deriva precisamente el término tuberculosis que recibe la infección provocada por dicho bacilo. Histológicamente el tubérculo es un Granuloma, es decir, una masa minúscula de tejido especifico de granulación formado por una o más moléculas células gigantes con varios núcleos colocados en la periferia de la células por numerosas células epiteliodes que por su estructura recuerdan las células de los tejidos epiteliales normales y por numerosas células linfoides y plasmáticas situadas en la periferia del tubérculo. 92 Del latín nodulus, dim, de nodus. Es un pequeño relieve bien circunscrito y duro de tejido neoformado, localizado en la dermis cutánea o en el tejido celular subcutáneo; puede estar provocado por procesos inflamatorios crónicos (sífilis, tuberculosis, lepra, etc.) o de naturaleza tumoral. 93 Del latín papilio - . expansión dilatada en el extremo de un paso, tubo, sonda o conducto.
monos), plegamiento de la piel de la cara por arrugas precoces, pilosidad94 anormal.
Además de las particularidades anatomorfológicas, Lombroso no dejó pasar por alto
los rasgos fisiológicos95 y psicológicos en su retrato del criminal: zurdería y
ambidextria96, estrabismo97, poca sensibilidad o hipoalgesia98 (salvo al imán y a las
variaciones atmosféricas), mirada apagada, fría y fija en el asesino, e inquieta, oblicua y
94 Del latín, pilosus, que tiene pelo o de la naturaleza de este. 95 Fisiología, del latín physiologia, y éste del griego, Physiologuia, de physiologos, fisiólogo. Ciencia biológica que tiene por objeto el estudio de la dinámica de los cuerpos organizados. Fisiología celular: estudio de las propiedades vitales del elemento del elemento anatómico. Fisiología humana, fisiología del hombre. Fisiología patológica, estudio del funcionamiento del organismo o de sus partes en estado de enfermedad. Fisiología psíquica, parte de la fisiología humana que estudia las condiciones en que se realizan los actos anímicos, psicología. 96 o Ambidextrismo. Uso indiferente de una u otra mano y también de uno u otro pie, indistintamente. El ambidextro manual puede escribir igualmente bien con las dos manos; el ambidextro de los pies, puede chutar con la misma precisión con ambos pies, siendo por lo tanto una ventaja, ya que se le permite efectuar con la misma fuerza y precisión los movimientos con ambos pies. 97 Es un defecto de la vista caracterizado por la desviación de un globo ocular hacia adentro, es decir, hacia la raíz de la nariz (estrabismo convergente) o hacia fuera (estrabismo divergente). Se distinguen dos formas, la paralítica y la concomitante o funcional. El estrabismo paralítico: se debe a la parálisis de uno o varios músculos oculares: el ojo estrábico esta desviado hacia el lado opuesto al del músculo ocular paralizado, porque en dicha dirección tracciona el músculo antagonista del paralizado. La parálisis central, cerebral o periférica del músculo recto interno (que tira del ojo hacia adentro o sea hacia la raíz de la nariz) produce el estrabismo divergente, ya que el globo ocular se desvía hacia fuera por la acción del músculo recto externo sano que no está compensada por una acción análoga del recto interno paralítico; en cambio, la parálisis también central o periférica del músculo recto externo (que tira del ojo hacia afuera) produce el estrabismo convergente, ya que el globo ocular se desvía hacia la raíz de la nariz por el músculo recto interno, cuya acción no queda compensada por la tracción hacia fuera del músculo recto externo paralizado. El estrabismo paralítico se caracteriza por la imposibilidad de mover el ojo hacia el lado del músculo paralizado, también se presenta diplopia, o sea visión doble de un objeto externo porque en el cerebro no se produce la superposición de las dos imágenes luminosas que el objeto imprime sobre la retina de cada uno de los ojos. La parálisis de los músculos oculares que produce el estrabismo puede ser congénita o adquirida, de origen central o periférica, su causa principal puede se la sífilis. El estrabismo concomitante o funcional no está producido por lesiones paralíticas, sino por la simple incoordinación de los movimientos de ambos ojos, que no coinciden en la dirección ni en el desplazamiento. En esta forma falta la visión doble (diplopia) de los objetos externos, porque en el cerebro se produce un proceso psíquico de exclusión o anulación de la imagen procedente del ojo estrábico. El estrabismo concomitante, cuyo origen es difícil de explicar, puede ser congénito o adquirido en los primeros años de la infancia; (es decir, permanente) o periódico (es decir, presente en algunos ratos y ausente en otros); continuo (o sea de la misma intensidad para los objetos cercanos que para los lejanos) o intermitente (mayor en la visión de los objetos cercanos y menor o casi ausente en la visión de los lejanos o viceversa); unilateral (es decir, afectando siempre al mismo ojo) o alternante (es decir, afectando en forma alterna ambos ojos). Por la dirección en que se desvía el ojo estrábico, el estrabismo puede ser convergente, divergente, ascendente y descendente, según que el ojo se desvíe respectivamente hacia adentro, hacia fuera, hacia arriba y hacia abajo. 98 Es la disminución de la sensibilidad al dolor (algesia); constituye una forma particular de hipoestesia, término genérico que indica la disminución de todas las diversas formas de sensibilidad objetiva (dolorosa, táctil, térmica, barestésica, etc.). ANALGESIA: abolición del dolor. Cuando es espontánea, resulta de naturaleza morbosa, porque el dolor es un magnifico timbre de alarma que protege la integridad orgánica, ya que advierte de cualquier cosa anormal. El estado patológico opuesto, es Hiperalgesia: que es el aumento del grado de sensibilidad.
errante en el ladrón; afectividad nula o perturbada, brutalidad, inestabilidad,
imprevisión, vanidad, superstición, apego al dinero, a los tatuajes, y a la orgía, es
frecuente la poca inteligencia, pero también gran actitud para la astucia (Vázquez,
2007, pp. 27-28). Lo diverso debía ser buscado en el criminal mismo, en su naturaleza
biopsíquica, en su carácter, en su historia personal (Pavarini, 2008, p. 46).
Clasificación de los delincuentes según Cesare Lombroso (Rodríguez, 1977, pp.
34-35).
1. Delincuente Nato (Atávico) 2. Delincuente loco moral (Morbo) 3. Delincuente epiléptico 4. Delincuente loco (pozzo) Alienado
Alcohólico Histérico Matoide
5. Delincuente ocasional Pseudo-Criminales Criminaloides Habituales
6. Delincuente Pasional
En la primera, Lombroso estudió el cráneo de un criminal famoso que él había
conocido antes de morir, llamado Villela. Este famoso criminal italiano había muerto a
una edad avanzada. Según Lombroso “encontró en el cráneo una serie de anomalías
atávicas, sobre todo una enorme foseta occipital media e hipertrofia del verme,
análoga a la que se encuentra en los vertebrados inferiores. Observó varias
deformaciones en el verme y una foseta occipital media (todos tenemos o debemos
tener cuatro fosas occipitales, en algunas especies inferiores se encuentra una quinta
foseta occipital en medio de las otras cuatro). Ante tales resultados, Lombroso
concluye que la evolución natural se detuvo; el sujeto no evolucionó quedándose en
una etapa anterior del desarrollo humano. Sus ideas se reforzaron al encontrar un
nuevo caso, el de un criminal llamado Verzeni, quien había asesinado a varias mujeres,
descuartizándolas, bebiendo su sangre y llevándose pedazos de carne. Lombroso,
considera que un delincuente nato es como un niño, reacciona de forma infantil, no
tiene control adecuado sobre sus emociones, es notablemente cruel. Así que entre el
criminal nato y el niño coinciden: 1) cólera (furia), 2) Venganza, 3) Celos, 4) Mentira, 5)
Falta de sentido moral, 6) Escasa afectividad, 7) Crueldad, 8) Ocio flojera, 9) Caló, 10)
Vanidad, 11) Alcoholismo y juego, 12) Obscenidad, 13) Imitación. En relación al
delincuente loco moral, Lombroso resalta las siguientes características: 1) la escasez
en los manicomios y su gran frecuencia en las cárceles y en los prostíbulos, 2) son sujetos
de peso y robustez, 3) el cráneo tiene una capacidad igual o superior a la normal, 4) en
algunos casos se han encontrado -mandíbula voluminosa y asimetría facial-, 5) es la
analgesia uno de los caracteres más frecuentes, 6) son muy astutos, por lo tanto, se
rehúsan a aceptar el tatuaje, sabiendo que es una distinción criminal, 7) anomalías
notables en los instintos, especialmente del sexual, muy precoses o contra-natura, o
precedidos y asociados de una ferocidad sanguinaria, 8) incapaces de vivir en la familia,
9) altruismo como forma de perversión de los afectos, 10) excesiva vanidad, 11) su
carácter parece contradictorio, ya que son extrañamente excitables, 12) tienen una gran
flojera por el trabajo, 13) son muy hábiles para la simulación de la locura” (Rodríguez,
1977, pp. 35-36).
Las características del delincuente epiléptico, son: 1) tendencia a la vagancia, 2)
amor a los animales, 3) sonambulismo, 4) obscenidad (masturbación, homosexualidad y
depravación), 5) precocidad sexual y alcohólica, 6) facilidad y rapidez de cicatrización,
7) destructividad, 8) canibalismo, 9) vanidad, 10) grafomanía, 11) Doble personalidad al
escribir, 12) palabras o frases especiales, 13) tendencias al suicidio, 14) tatuajes, 15)
Asociación, 16) simulación, 17) cambios de humor, 18) Amnesia, 19) Auras. Lombroso
señala dos tipos de epilepsia, una epilepsia real y una epilepsia larvada. La epilepsia
real es aquella en la cual hay ataques, el sujeto cae al suelo, echa espuma por la boca,
tiene movimientos desordenados y convulsivos y llega a morderse la lengua. Mientras
que en la epilepsia larvada, no existe el ataque, pero sí las características señaladas
anteriormente. Agrega que los epilépticos larvados son incluso más peligrosos que los
locos morales. En cuanto al delincuente loco (Pazzo), diferencia entre los delincuentes
locos y los locos delincuentes, siendo éstos últimos los enfermos dementes sin
capacidad de entender ni de querer y que cometen algún crimen sin saber lo que
hacen; por el contrario, el delincuente loco es el sujeto que ha cometido un delito y
después enloquece en la prisión. En referencia al delincuente ocasional, Lombroso
señala que no hay un tipo homogéneo, sino que están constituidos por muchos grupos
dispares. Por último, el delincuente pasional, indica Lombroso no puede ser un
delincuente loco, tampoco tiene aspectos atávicos, ni epilepsia ni locura moral, por lo
tanto presente las siguientes características: 1) rareza (5 a 6%) entre todos los delitos
de sangre, 2) Edad entre 20 y 30 años, 3) sexo, 4) cráneo sin datos patológicos, 5) belleza
de la fisonomía, 6) la belleza del cuerpo responde honestidad del alma, 7) afectividad
exagerada, 8) anestesia momentánea, 9) conmoción después del delito, 10) suicidio o
tentativa de éste inmediatamente después del delito, 11) confesión (al contrario de los
delincuentes comunes, no ocultan el propio delito ), 12) los delincuentes comunes son los
únicos que dan el máximo de enmienda. Sin embargo, hay excepciones, no en todos existe
el remordimiento ni el arrepentimiento, sobre todo en los pueblos bárbaros o
semibárbaros (Rodríguez, 1977, pp. 40-47).
Ya desde los siglos XVII, XVIII y primera del siglo XIX, se empezaron a realizar
estudios sobre el crimen y el criminal. El estudio debía hacerse a la par, no de manera
separada. Era importante y fundamental estudiar ambas cosas en conjunto. Se formó
un grupo llamado de los Fisonomistas, quienes descubrieron una gran relación entre
los rasgos físicos y de carácter del delincuente. Ellos sostuvieron que gran parte de los
criminales a los que se les había practicado la autopsia habían encontrado que poseían
una defectuosa organización cerebral, de tal manera que se concluía que existía una
relación de causalidad entre la inclinación criminal y el anormal desarrollo del
cerebelo. Años más tarde, en 1857, se habla ya de la teoría clásica que señala la
existencia de una degeneración física, moral e intelectual de la especia humana
(Vázquez, 2007, pp. 21-22).
La teoría de Cesare Lombroso que suscito entusiasmo y a la vez muchas críticas
se le conoció con el nombre del Criminal Nato. El nombre de la teoría, -igual como
sucedió con la teoría Frenológica del doctor Francois Joseph Gall-, se debió a su
discípulo Enrico Ferri. Sin embargo, Lombroso la adoptó y la usó ampliamente. La
obra más importante de Lombroso sería El Hombre Delincuente, en la que consignaría
el ser atávico y señalaba que una gran parte de los locos no nacen, sino que se
convierten en tales, mientras sucede lo contrario con los delincuentes (Narváez, 2005, p.
304). Concebía que el criminal nacía, no se hacía. La primera edición de su obra se
publicó en Milán el 15 de abril de 1876 (Del Pont, 1986, p. 49). Se creía que era la
herencia genética y las enfermedades congénitas las que determinan al hombre
criminal. Lombroso describe las condiciones en que surgió la teoría del criminal nato,
pues tuvo lugar cuando en 1870 en Pavía, diseccionaba el cráneo del tristemente
célebre criminal Villela, ahí quedó sorprendido por una importante serie de anomalías
y muy especialmente por un gran hoyuelo occipital medio (cavidad donde se aloja el
vermis99 inferior del cerebro) análogo a la que se encuentra en ciertos animales, al
verlo -dice- tal como aparece una gran llanura ante el horizonte en llamas, me pareció
resuelto el problema de la naturaleza y del origen del criminal; los caracteres
de los hombres primitivos y de los animales inferiores se reproducían en nuestra época
(Vázquez, 2007, pp. 25-26). Lombroso conservaría siempre el cráneo del criminal
Villela pues gracias a él logró concebir una especie de hombre delincuente.
Pero no sólo analizó el caso de Villela, Luis Marco Del Pont (1986:39-40)
comenta que Lombroso también realizó un peritaje a Verzeni, un criminal que había
estrangulado y despedazado a muchas mujeres sucesivamente. El criminal confesó que
lo había hecho por placer, que las estrangulaba con las manos y después les chupaba la
sangre y mordía las carnes. Le señaló, asimismo, que no tenía remordimientos y que si
volvía a recuperar la libertad, no habría podido resistir la tentación de seguir
estrangulando a otras mujeres. Esto le permitió a Lombroso empezar a creer que el
delincuente está predeterminado a delinquir.
Lombroso examinó a 383 cráneos de delincuentes italianos y 5,907 delincuentes
vivos (Del Pont, 1986, p. 37), buscaba lo que él llamaba los estigmas de la criminalidad.
99 Latín, Gusano. Lóbulo medio del cerebelo entre ambos hemisferios o lóbulos laterales.
Su idea fundamental era que todo individuo que presentara estos estigmas, era un
surgimiento del hombre primitivo, un salvaje entre los civilizados, o sea, una especie de
monstruo híbrido100, medio hombre y medio bestia, en el que algunos trazos regresivos lo
remontaban a un lejano y sombrío pasado, a épocas oscuras y salvajes, en las que el
hombre apenas sobresalía del mundo animal (Vázquez, 2007, p. 25-26). Pero Lombroso
no sólo diseccionó los cadáveres de algunos criminales. Refiere Narváez Hernández
(2005:303) que Lombroso, durante la guerra tuvo la oportunidad de analizar
centenares de cadáveres, observaciones que posteriormente compararía con las que
obtuvo de sus análisis en los manicomios de Lombardía.
Lombroso consideraba que todo hombre que presentara rasgos femeninos o que
toda mujer presentara rasgos viriles, eran considerados como seres diferentes, por lo
que todos estos rasgos y características eran suficientes para creer que poseían cierta
inclinación o tendencia al crimen. Lombroso decía que entre los criminales siempre se
encontrarían un número considerable tanto de cráneos muy grandes como de cráneos
muy pequeños, entre los hombres normales. Lo mismo sucede con la altura y la
anchura de la cara del delincuente, ya que es muy diferente a la de personas normales
porque sobrepasan la media ordinaria. Sucede lo mismo con los índices nasales
debido a que existía una relación entre la longitud y la anchura de la nariz. Él
identificaba a los criminales por el tamaño del cerebro o la forma de las orejas y el
mentón. En sus primeros estudios y mediante la disección del cadáver de un criminal
se dio cuenta que tenía rasgos y características de los hombres primitivos.
Cesare Lombroso siempre consideró que en la morfología del cerebro se
encontraban las características de un criminal nato. Pero estas características no eran
suficientes para identificar a un criminal, por ello agregaría otras, como el hábito de
tatuarse. Para tal argumentación, Lombroso analizó 10 234 tatuados de los cuales
6,348 eran criminales o prostitutas o soldados delincuentes, el resto eran soldados;
las conclusiones arrojaron que un alto número de los tatuados presentaban
100 Obtenido del cruce de dos individuos de diferente especie. En general, que está formado por elementos de distinta naturaleza.
desviación, razón por la que Lombroso considero el tatuaje como un elemento
distintivo de los delincuentes, en relación a esto, Narváez Hernández (2005:304-305)
señala: que bueno que Lombroso vivió en otra época; de lo contrario, hoy
seguramente hubiera incluido el piercing y otros cuantos ornamentos que utilizan los
y las jóvenes. Lombroso observaba en la vanidad la causa más poderosa en el tatuaje
de los delincuentes. Refería que esta vanidad se traduce en el deseo de atraer las
miradas de los demás presos. Encontró que las mujeres se tatuaban menos que los
hombres. Sobre 1175 mujeres condenadas… solo 13 eran tatuadas, (esto se traduce en
una de cada cien). Mientras que es superior en los hombres. Destaca que hay pocos
tatuados entre los locos, sólo 4 sobre un total de 800 (Del Pont, 1986, pp. 36-37).
Lombroso en su libro El hombre delincuente determina las características
irrefutables del estado criminal, rasgos que sólo presentan los hombres criminales,
como la escasez de pelo, de la fuerza y del peso, la poca capacidad cránica, la frente
amplia,… el espesor mayor del hueso craneal, el desarrollo enorme de las mandíbulas, la
oblicuidad de las órbitas, la piel más obscura, la cabellera más espesa y risada, las orejas
en forma de asa o voluminosas, la mayor analogía de ambos sexos, la poca sensibilidad
al dolor, la completa insensibilidad moral, falta de remordimientos, la imprevisión que
parece a veces valentía, y la valentía que se alterna con la vileza, la grande vanidad, la
fácil superstición, la susceptibilidad exagerada del propio yo… el hábito por tatuarse
(Narváez, 2005, p. 304).
Los estudios de Lombroso y su discípulo Ferri fueron tales que adquirieron
gran importancia y relevancia hasta mediados del siglo XX. La teoría logró tal
influencia hasta el momento en que apareció la extensa investigación del médico
penitenciario inglés Charles Goring, quien fue uno de los críticos más categóricos de
Lombroso, comparó un grupo de delincuentes y no delincuentes, sobre todo en cuanto
a las características atávicas y degenerativas, comprobó que en esos grupos no había
ninguna diferencia significativa. De esta manera, refutaba la teoría del criminal nato
de Lombroso, declaraba que no existe un tipo físico criminal en la realidad de las cosas
(Vázquez, 2007, pp. 30-31). Otro de los grandes críticos de Lombroso sería el mismo
Enrico Ferri, quien se definía como socialista y positivista, su crítica sería sobre todo
en el sentido sociológico, argumentaba que el criminal era un individuo predispuesto
al crimen, pero que llega al crimen por la sola influencia del medio social en el que
éste se encuentra.
Sin embargo, la crítica más substancial llegó de una escuela llamada Lyon o del
ambiente, cuyo representante fue Lacassagne. Él estimaba que las influencias sociales
por sí mismas tienen el poder de desarrollar dicha predisposición y determinar el
crimen y puntualizaba que la responsabilidad es sólo de la sociedad, que prepara y hace
a los criminales. Por otro lado, Gabriel Tarde hace una crítica un tanto curiosa, refiere
que sin un mejor examen no debemos apresurarnos en decir que nuestros crímenes
provienen de nuestros abuelos y que únicamente nos pertenecen nuestras virtudes,
por lo que incluye que el tipo criminal no es más que una especie de tipo criminal
(Vázquez, 2007, pp. 30-31).
Tiempo después, Lombroso tomaría distancia respecto de su teoría biológica-
determinista, redujo la influencia de los factores biológicos-genéticos y empezó a dar
mayor prioridad a la influencia de los factores ambientales. Gracias al peritaje
realizado al criminal Verzeni comenzaría a corregir sus planteamientos y estableció
finalmente diferencias entre el criminal nato y el simple delincuente de ocasión. La
clasificación de los delincuentes quedó de la siguiente forma: nato, pseudo delincuente,
matto, mattoide, pasional y habitual. Al pseudo criminal, no debería llamársele
delincuente, porque no busca la ocasión, sino que se deja sorprender por ella. Tales
delincuentes no tienen nada que ver con la epilepsia y con el atavismo… El matto,
significa en italiano loco, son los que no tienen capacidad de comprensión del hecho
criminal y a los que la ley penal considera inimputables. El delincuente “matto”, puede
ser el delincuente loco y el loco delincuente. El “mattoide” es quien está casi loco y es una
combinación de imbecilidad y megalomanía, una mezcla extravagante de orgullo y
ambición encerrada en una cabeza veleidosa y que muda frecuentemente de profesión;
es amigo de pleitos, polemista rabioso, atormentado por ideas constantes, henchidas de
argumentaciones contradictorias y con una convicción exagerada de su mérito personal
y de su propia importancia (Del Pont, 1986, pp. 39-40).
Más adelante, en 1949 William Sheldon101 propuso desarrollar una teoría más
sutil. Sin embargo, aun presentaba enfoques biológicos. Desarrolló las constituciones
endomorfa, mesomorfa y ectomorfa, y afirmaba que el tipo mesomorfo podría ser un
delincuente (Lamnek, 2006, p. 21). Sheldon sostenía que cada uno de estos tipos
correspondía un temperamento particular. Los endomorfos, son fundamentalmente
lentos, amantes de comodidad y extravertidos. Los mesomorfos, agresivos y activos. Los
ectomorfos, moderados e introvertidos (Taylor, 2001, p. 61). De los tres tipos, se
consideraba que los sujetos con característica mesomorfas eran los más peligrosos.
Diferencias esenciales entre la Escuela Clásica y la Escuela Positiva.
Diferencias esenciales
Escuela Clásica – Criminología Clásica
Escuela Biológica –
Positiva o Criminología Positiva
1. Son las condiciones sociales las que determinan y conducen al comportamiento desviado, es así como todo individuo puede presentar un comportamiento desviado. Cualquier individuo puede ser un criminal.
2. El actor no es lo importante, el hecho es
el objeto de estudio principal. 3. El interés se dirige hacia la relación
entre la sociedad y el actor, o bien la acción, después de la cual apareció el comportamiento desviado.
1. Su interés se centra principalmente en el actor y su comportamiento, e intenta explicar las causas de éste.
2. Existe una diferencia entre
criminales y no criminales, delincuentes y no delincuentes. La diferencia entre ambos son las condiciones biológico-antropológicas.
3. Los factores biológico-
antropológicos son las que finalmente determinan el
101 Nació en Warwick, Rhode Island. Murió en 1977 en Cambridge, Massachusetts. Se distinguió en el campo de la psicología. Fue pionero en el uso de la antropometría en el desarrollo de sus categorías de somatotipos, y en la numismática. Sus estudios se basaron en el uso de mochas fotografías. En 1949 analizó y estudio tres tipos de cuerpos: endomorfo, mesomorfo y ectomorfo.
4. La escuela clásica de la criminología debe ser concebida como una aproximación más reactiva que etiológica.
5. Existe una amplia relación entre la escuela criminológica clásica del siglo XVIII con el labeling approach, en el sentido en que se rechaza la investigación de las causas individuales, en la apreciación convencional de la desviación, en la adjudicación por definición de lo desviado, así como el rechazo de la valoración negativa de lo desviado.
6. El método que utiliza para su investigación es el filosófico.
comportamiento individual. Según el enfoque teórico esta determinación puede ser total o parcial o mínima.
4. El método utilizado es el empírico. 5. Las teorías biológicas de la
criminalidad son apropiadas para apoyar ideologías reaccionarias y racistas.
Fuente: Lamnek, S. (2006). Teorías de la Criminalidad: una confrontación crítica. México: siglo XXI, 6ª edición. (Nueva criminología y derecho). pp. 19-23.
A pesar de la conmoción que causó la perspectiva de la escuela biológica-
positiva, los investigadores que la dominaron y representaron empezaron a apartarse
de ella conforme fueron presentándose enfoques más modernos. Comenzaron a
considerar las condiciones sociales para la explicación de las causas de la conducta
desviada del ser humano. A partir de entonces, otorgaron mayor importancia y
prioridad a las teorías sociales. Así, aparecen los enfoques multifactoriales que
explicaban que son diversos los factores y las variables los que influyen y determinan
la formación del comportamiento desviado. Sin embargo, refiere Siegfried Lamnek
(2006:23-25), el modo de trabajo de este tipo de enfoque es inductivo, por tanto,
carece de una concepción teórica completa. Los investigadores que creían en los
enfoques multifactoriales fueron el matrimonio norteamericano de los Glueck. Ellos
creían que los rasgos básicos y las propiedades características de los propios criminales,
la vida familiar, la escuela y la organización del tiempo libre, son los factores que
conducen al ser humano actuar de manera desviada. Por su parte, Healy, -antes que
los Glueck, menciona Siegfried- explicaba que las variables que determinan el
comportamiento desviado son los males hereditarios, anormalidad mental,
constitución física anormal, conflictos espirituales, malas condiciones familiares, malos
amigos, intereses insatisfechos, malas condiciones en el desarrollo infantil temprano. Las
premisas fundamentales del enfoque multifactorial eran: a) es el medio social el que
determina el desarrollo del comportamiento desviado, no la constelación genética, b) al
ser un enfoque multifactorial no es una teoría, sino que se trata de un enfoque que
renuncia a la búsqueda de una teoría, c) la perspectiva teórica se reduce y se cree que el
comportamiento desviado se presenta en el sentido de que `lo malo causa lo malo`, d) a
tales enfoques les interesa muy poco los puntos de vista metodológico-teóricos.
La perspectiva representada por la escuela positivista no logró mantenerse a
flote durante mucho tiempo. A pesar de la gran importancia que había adquirido a
partir del último cuarto del siglo XIX, empezó a fracasar poco a poco en la medida que
iban desarrollándose nuevos enfoques. Sin embargo, la perspectiva biológico-
antropológica no se desvaneció por completo, pues aún en el siglo XX existían
especialistas que creían y defendían la teoría heredada por Lombroso, Ferri y
Garofalo. Al respecto, Luis Marco del Pont (1986:51) señala que no podrá pasarse por
alto la profunda huella que dejó Lombroso a través de sus investigaciones y
publicaciones, pues en su época conmocionaron al mundo entero, nadie podrá
desconocer que fue Lombroso el pionero de la ciencia criminológica. Tal fue el caso de
las teorías biológico-antropológicas encabezadas por las investigaciones de Hooton102
quien al examinar en Estados Unidos durante los años treinta del siglo XX señaló que
los criminales son naturalezas biológicamente subdesarrolladas, que están destinados al
crimen por taras103 hereditarias, y que llevan en su cuerpo los signos de su deficiencia,
además concluyó que los criminales están degenerados genéticamente y
morfológicamente, de donde dedujo lógicamente que el crimen sólo podría ser
102 Ernest Albert Hooton nació en 1887 en Clemansville, Wisconsin y falleció en 1954 en Cambridge, Masachusetts. Se interesó mucho por la antropología criminal y física y la arqueología. 103 Es un defecto físico o psíquico generalmente hereditario.
combatido a través de la eugenesia104 y el control de la reproducción (Lamnek, 2006,
pp. 20-21).
En la misma vertiente, Lamnek Siegfried (2006:35) refiere que en el caso de la
Sociedad de Criminología General hasta mediados de los años sesenta se llamó
Sociedad de Biología Criminal. Años más tarde, en 1977 los mexicanos organizaron a
Lombroso un homenaje, auspiciado por la Secretaria de Gobernación y organizado por
el criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón. No fue la última vez que se escuchara hablar
del atavismo, pues se seguiría escuchando todavía, sólo que ahora bajo el disfraz de la
incuestionable prueba del ADN (Narváez, 2005, p. 307).
El delito para la escuela positiva, igual que para la escuela clásica, es un ente
jurídico. Sin embargo, para la primera, el derecho que califica el hecho humano no
debe aislar la acción del individuo de la totalidad de la naturaleza y lo social (Baratta,
2006, p. 32). Esto es, que no debe separarse la acción del delincuente, del delincuente
mismo. Debe estudiarse al mismo tiempo tanto al delincuente como su acción. No
deben estudiarse por separado. No obstante, la primera perspectiva, se interesa más
por el criminal que por el crimen. La investigación debe dirigirse a encontrar todo el
complejo de las causas en la totalidad biológica y psicológica del individuo, así como la
totalidad social en la que vida del delincuente se encuentra. Lombroso en este sentido,
consideraba el delito como un ente natural un fenómeno necesario, como el nacimiento,
la muerte, la concepción, determinado por causas biológicas de naturaleza
básicamente hereditaria. La concepción del delito para la escuela positiva estaba
impregnada de un rígido determinismo biológico. Bajo esta perspectiva, el sistema
penal de la escuela positiva no otorga importancia al delito, la prioridad es el autor del
delito, es decir, la personalidad del delincuente (Baratta, 2009, p. 32).
104 Es un término que deriva del griego y que significa “bien nacido” o “buena reproducción”. Es una filosofía social que defiende los rasgos hereditarios humanos. Se caracteriza principalmente por la creación de personas más sanas e inteligentes y por el alivio del sufrimiento humano, a través de una selección artificial exhaustiva desde antes del nacimiento. Ha sido la causa de muchos problemas de discriminación.
5.4. La Nueva Criminología o Criminología contemporánea
En los años treinta del siglo XX nace la nueva criminología o criminología
contemporánea, que se caracterizó básicamente por superar las teorías patológicas de
la criminalidad, principalmente a las teorías biológicas y psicológicas que se basaban
en diferenciar a los sujetos criminales de los individuos no criminales. Señala
Alessandro Baratta (2009:21-22) que desde su origen la criminología tiene como
función específica, cognoscitiva y práctica, individualizar las causas que determinan el
comportamiento criminal, para poder combatirlos con una serie de medidas que
tienden, sobre todo, a modificar al delincuente. De esta manera, se entiende a la
criminología como el estudio de las causas de la criminalidad. La nueva criminología
se caracterizó básicamente por su rechazo al determinismo de Lombroso y por
considerar al crimen como un comportamiento definido por el derecho.
La criminología contemporánea fue resultado de las teorías sociológicas. La
sociología criminal contemporánea fue introducida por Émile Durkheim y
desarrollada por Robert K. Merton. La teoría introducida por Durkheim fue de
carácter social, en ella incluía un concepto nuevo, el de anomia, el cual utilizó a partir
de 1893 en su investigación sobre la división social del trabajo para explicar las
repercusiones sociopatológicas de la división social y humana del trabajo desarrollada
rápidamente en el industrialismo temprano. Él veía en la división del trabajo
repercusiones directas sobre las formas de solidaridad. Por ello, la moral y la
solidaridad se convertirían en los temas centrales de su sociología. De tal manera, que
la anomia, es el estado de desintegración social originado por el hecho de que la
creciente división del trabajo obstaculiza cada vez más un contacto lo suficientemente
eficaz entre los obreros y, por lo tanto, una relación social satisfactoria (Lamnek, 2006,
pp. 38-39). El objeto de estudio de la teoría de la anomia es el comportamiento
desviado, que recién se convierte en tal a través de normas socialmente relevantes (p.
74).
La obra de Durkheim se caracteriza principalmente por poner en duda el
principio del bien y del mal a través de la teoría estructural-funcionalista de la anomia
y la criminalidad. La teoría estructural-funcionalista de la anomia y la criminalidad
afirman; 1) las causas de la desviación no deben buscarse ni en factores
bioantropológicos y naturales (clima, raza), ni en una situación patológica de la
estructura social; 2) la desviación es un fenómeno normal de toda estructura social; 3)
sólo cuando se hayan sobrepasado ciertos límites, el fenómeno de la desviación es
negativo para la existencia y el desarrollo de la estructura social, si se acompaña de un
estado de desorganización, en el cual todo el sistema de reglas de conducta pierde valor,
mientras no se haya afirmado aún un nuevo sistema (es ésta la situación de “anomia”).
Viceversa, dentro de sus límites funcionales, el comportamiento desviado es un factor
necesario y útil del equilibrio y del desarrollo sociocultural (Lamnek, 2006, pp. 56-57).
Durkheim explica que cuando en una sociedad existe una escasa división del trabajo,
la diferencia entre los miembros de la sociedad únicamente es segmentaría, la
solidaridad se realiza sin mayores problemas, y por ende las posibilidades de que los
individuos violen las normas son escasas. Sin embargo, en una sociedad con un alto
grado de división del trabajo es mucho más difícil realizar la acción solidaria y por
tanto, existe una gran posibilidad de que los individuos violen las normas.
Para estudiar y analizar a fondo los fenómenos sociales, Durkheim escribió un
libro llamado Anomia. Etimológicamente, la anomia es definida como la ausencia de
normas. La anomia consiste en interpretar la desobediencia a las reglas sociales como
una contradicción entre estructura social y cultural. Es un término que se emplea
principalmente en sociología para referirse al estudio de una desviación o ruptura de
las normas sociales, no de leyes (porque no se estudia el delito). Por lo que en ciencias
sociales, la anomia es la falta de normas o la incapacidad de la estructura social de
proveer a ciertos individuos lo que necesiten para lograr las metas de la sociedad. Es
así como se cree que la cultura en cada sociedad indica y determina a través de las
normas las modalidades líticas o legales a través de los cuales es posible alcanzar
aquellas metas. Las desigualdades socioeconómicas y la estratificación entre los
mismos grupos sociales son las que provocan a todas aquellas personas que no
pueden alcanzar sus metas. La anomia se presenta cuando el sujeto pretende alcanzar
sus metas a través de medios ilícitos o ilegales. Es en este momento cuando
desobedece las normas establecidas presentando un comportamiento desviado. Su
elección de desviación no tiene nada que ver con cuestiones patológicas, sino es una
reacción normal a una situación en la cual la obtención de las metas culturales no puede
realizarse a través de los medios convencionales (Pavarini, 2008, pp. 109-110).
Durkheim hace un estudio de tipo sociológico, en el que analiza los grupos
socioeconómicos más bajos y las conductas desviadas como el crimen, el suicidio, los
desordenes mentales, el alcoholismo, entre otros. Refiere que la anomia es un colapso
de gobernabilidad porque no se puede controlar la situación de alienación que
experimenta un individuo o una subcultura, por lo que esto influye provocando una
situación desorganizada, generando un comportamiento no social, en el que no se
respetan las normas que la sociedad impone a cada individuo, es decir, que cuando la
sociedad experimenta y sufre la perdida de los valores cae en un estado de anomia
(como puede ser), alcoholismo y criminalidad (Vázquez, 2007, pp. 17-18).
El objeto de estudio de la nueva criminología o criminología contemporánea,
señala Pavarini (2008:56-59) no es el hombre delincuente en su determinación
biológica y social, sino más precisamente, la ruptura del mundo cultural que a nivel de
los sujetos determina la violación de la norma. El delincuente no puede ser considerado
como un elemento extraño y negativo para la sociedad. La división del trabajo y la
sociedad organizada jerárquicamente en relación a esta división es la principal causa
de violación de la norma, es decir, de la anomia105. El criminal rechaza la nueva
sociedad estructurada y organizada de acuerdo a la división del trabajo, no acepta la
nueva organización social fundada sobre la especialización, sobre la división
jerárquica de las funciones. El criminal rechaza su colocación social, el lugar que le fue
otorgado, y pone en discusión un orden fundado sobre la diversidad, sobre la
diferenciación de las oportunidades y de las gratificaciones. Es imposible que exista una
absoluta y completa conformidad social. El hombre viola las normas cuando no existe 105 Ausencia de normas.
una distribución igualitaria de las oportunidades sociales. En efecto, Durkheim
consideraba que el fenómeno criminal se presenta en todo tipo de sociedad, no hay
una sola en que no exista criminalidad… el delito aparece estrictamente ligado a las
condiciones de toda la vida colectiva… es un fenómeno inevitable, aunque repugnante,
debido a la irreductible maldad humana, es una parte integrante de toda la sociedad
sana (Baratta, 2009, p. 57).
El enfoque sociológico de la criminología contemporánea tuvo mayor
predominancia en Estados Unidos. Sin embargo, existió en otros países como Italia,
Alemania, Austria, Francia, Bélgica, Inglaterra, España, Canadá, Holanda y
Escandinavia, Irak, Líbano, Turquía, Egipto, Israel, la India, Nigeria, Costa de Marfil, y
Kenya, además, Iberoamérica. El conocimiento criminológico en Italia tiene una
acentuación especialmente medicopsicológica, daban mayor importancia a la
personalidad del delincuente y a la llamada criminología clínica. Sus representantes
fueron Alfredo Nicéforo -continuador de Ferri- (Del Pont, 1986, p. 75), Franco
Ferracuti, Mario Fontanesi, ambos discípulos de Benigno Di Tullio y F. Gramatica. En
Alemania y Austria las tendencias criminológicas son muy variadas, creían en una
disciplina exclusivamente de tendencias biológicas. Ahí encontramos a E. Kretschmer,
Hans W. Gruhle, Albrecht Wetzel, Adolf Lenz, J. Lange, Wilhelm Sauer, Edmund
Mezger, W. Mittermaier, E. Seelig, Von Henting, Thomas Wûrtenberger, Arman
Mergen, B. Niggemeyer, H. Gallus, H. J. Hoeveler, Hans Gppinger y Gunther Kaiser. En
Francia y Bélgica la criminología se encuentra acentuada en la corriente médico-
psicológica y a veces psiquiátrica, entre sus principales representantes encontramos a
A. Hesnard, René Resten, Jean Pinatel, G. Stefan, G. Levaseur, R. Jambu-Merlin, Charles
Germain, Robert Vouin, Jacques Leauté, M. Laignel-Lavastine, V.V. Stanciu, E. de Greeff
y Donnedieu Vabres. En Inglaterra, la criminología fue estudiada sobre bases
marcadamente realistas. Entre sus representantes encontramos (antes del surgir de la
criminología contemporánea encontramos a Maudsley, Havelock, Ellis, y Goring,
principalmente), principalmente a Hermann Mannheim, Grûnhut y Leon Radzinowicz
en Londres, Oxford y Cambridge. Además, Bárbara Wootton, Nigel Walker, Roger
Hood, Richard Sparks, John Rex, G. Duncan Mitchell. En España e Iberoamérica existe
una tendencia hacia una concepción criminológica marcadamente psicológica. Entre
sus principales representantes encontramos a Pedro García Dorado Montero, Rafael
Salillas, Constancio Bernaldo de Quirós, Quintiliano Saldaña, Manuel López-Rey y
Arrojo106 (véase anexo 4), José Ingenieros, Afranio Peixoto, H. Viega Carvalho, Roberto
Lira, Huáscar Cagias K., Carlos A. Bambaren, Guillermo Olivera Díaz, Israel Drapkin
Senderey, Héctor Solís Quiroga, José Rafael Mendoza, Elio Gómez Grillo, Juan Manuel
Mayorca, Alfonso Reyes y Alfonso Quiroz Cuarón. Finalmente, en Estados Unidos, la
atención dada a la enseñanza, la investigación y la publicación sobre la criminología ha
sido mucho más que en cualquier otro país. Entre los principales representantes
encontramos a Robert H. Gault, Frank Tannenbaum, Nathanial E. Cantor, Donal R. Taft,
Harry Elmer Barnes, Negley K. Seeters, Robert G. Caldwell, Mabel A. Elliot, Edwin H.
Sutherland, Walter C. Reckless, Paul W. Tappan, Marshall B. Clinard, Richard Quinney,
Marvin E. Wolgang, Leonard Savitz, Norman Johnston. La criminología en Canadá tuvo
grandes cultivadores, entre ellos Edward, Denis Szabo y Grygier, el segundo concebía
106 Es uno de los criminólogos españoles que más huella ha dejado en América Latina y en las propias concepciones teóricas de la Criminología. Ha permanecido más de cuarenta años exiliado que le permitieron hacer una carrera de criminólogo y penalistas. Fue miembro de más de veinte facultades de Derecho y recibió premios como la medalla de oro de Beccaria otorgada en Alemania y luego en su país, España. Publicó más de doce libros y más de 160 artículos en español, inglés y francés y una gran parte de ellos han sido traducidos a otros idiomas en Europa, África y Asia, incluido el ruso y asiático como el hindi. Es de señalar que habla cinco idiomas. Sus primeros trabajos en España se refieren particularmente al Derecho Penal (Código Penal y el valor procesal de la llamada tipicidad) y los de Criminología fueron escritos en Chile y publicados en Buenos Aires. Su obra Introducción al estudio de la Criminología amplía su bibliografía norteamericana de Sutherland, Taf y Teeters, cosa que no acontecía en los libros escritos en América Latina. Considera que la Criminología es una disciplina compleja, cuya finalidad está por ser alcanzada o lograda. En sus publicaciones de las últimas décadas se destaca su Criminología (Teoría, delincuencia juvenil, prevención, predicción y tratamiento, Ed. Aguilar, Madrid, 1975). Considera que el delito, el delincuente, la criminalidad, el sistema penal y la criminología deben hoy verse desde el ángulo socio-político y no desde el meramente causal, como se hace aún por la inmensa mayoría de los estudiosos. Su concepción de la Criminología es de un signo bastante progresista al considerar al delito como “fenómeno social político” y a la planificación como un aspecto de la “planificación nacional”. Es partidario de una Criminología empírica y es destacable su Manifiesto donde se refiere a los diversos tipos de delincuencia. Destaca que el crimen convencional no aparece en las estadísticas criminales, aunque en muchos casos sólo está registrado en los archivos de policía o de los servicios de inteligencia del Ejército y en las publicaciones de organismos defensores de los derechos humanos. En definitiva López-Rey es el criminólogo de ideas más progresistas de todos los exiliados españoles en América Latina y su obra marca rumbos a nuevos estudios e investigaciones criminológicas en temas no suficientemente explorados. En: Del Pont, L. M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español), México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco, pp.161-179. También a López–Rey y Arrojo, M. (1973). Criminología I. Teoría, delincuencia juvenil, prevención, predicción y tratamiento. Madrid: ediciones Aguilar.
el fenómeno de la criminalidad como parte del social. En Holanda y Escandinavia
encontramos a figuras como William A. Bonger quien se consideraba a favor de un
enfoque economicosocialista de la criminalidad. Sin embargo, admite la existencia de
los crímenes patológicos. De igual manera, encontramos a J.M. van Bemmelen, Stephan
Hurwitz, Karl O. Christiansen, Olof Kinberg, Marc Ancel, entre otros (López-Rey, 1973,
pp. 13-89).
5.5. La Criminología Positiva en México
La Teoría del Criminal Nato del italiano Cesare Lombroso tuvo fuerte influencia en
México. El doctor en derecho del Departamento de Teoría e Historia del Derecho de la
Universidad de Florencia, Italia, José Ramón Narváez Hernández señala que ésta
teoría se encarnó en algunos exponentes nacionales de la criminología mexicana.
La escuela positiva, señala Narváez Hernández (2005:303-322) llegó a México a
través de los juristas españoles. El autor señala que la primera traducción de
Lombroso en México fue hecha en 1884 con el título La Antropología y la Criminalidad,
publicada en El Foro. Hubo un gran interés hemerográfico y también bibliográfico, en
este último se contó con las traducciones españolas, la mayoría hechas por Adolfo
Posadas, así como los artículos de Pedro Dorado Montero107 y Rafael Salillas, los tres
107 Nació en un pueblo de la Sierra de Béjar, llamado Navacarros, en 1861. Béjar “era un pequeño foco intelectual que habían encendido Toribio Núñez el famoso traductor de Bentham”. Desde los primeros años Dorado tuvo en defecto físico, ya que a causa de un accidente quedó cojo y manco. De allí, señalan sus biógrafos, que escribiera de pie y con la mano izquierda. Critica al liberalismo y propugna la socialización de todos los servicios y un programa mínimo. A raíz de un atentado anarquista fue detenido en España junto con Unamuno y transportado a tierras de América Latina. Si bien es más conocido en el ámbito del Derecho Penal supo inyectar a éste los nuevos aires de la Criminología. Ha sido el maestro de los criminólogos, penitenciaristas y penalistas que sembraron la semilla en todo el mundo pero principalmente en España y América Latina. Dorado es el introductor en España del positivismo italiano (obras e ideas de César Lombroso y Rafael Garófalo) en momentos históricos en que existía un nivel cultural muy bajo y una carencia de producción científica. Analiza las dos escuelas penales en auge, que eran el positivismo y la clásica, y que se encontraban en pugna en sus postulados. Para Dorado, la doctrina positivista debe considerarse como una continuación de la clásica, más que como una teoría opuesta. Pedro Dorado reivindica los postulados de la escuela correccional para advertir que la escuela positiva debe dar paso decisivo en materia de sanciones, cual es el de negar a la pena todo carácter represivo, para reconocer sólo en ella el preventivo, que es una idea eje para comprender el pensamiento y los aportes significativos de Dorado. Uno de los aspectos criminológicos que más impactaron a Dorado fueron los postulados del nuevo tratamiento para menores, que equivalía
inscritos en el socialismo jurídico. Según el autor arriba mencionado, la criminología
positiva en México no fue tan radical como fue la europea, pues al menos al principio
buscó no alinear completamente a la anormalidad físico-psíquica como un factor
importante y determinante del delito. No obstante, el método lombrosiano se adoptó
rápidamente, comenzándose a estudiar a los delincuentes encarcelados; a tomarles
fotografías. Así lo realizaron los doctores Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara
en Puebla, quienes tomaron medidas y los enlistaron de acuerdo con sus
características físicas. De esta manera, ambos doctores identificaron en sus estudios
que la mayoría de los delincuentes eran de raza indígena, que por obvias razones se
encontraban degeneradas y en situación de inferioridad étnica. Además de estos
estudios, ambos criminólogos solían derivar de esas fotografías características
comunes y evidentes a diferentes tipos de criminales, de tal manera que los
clasificaron en homicidas, asaltantes, violadores y ladrones. Así, empieza a crearse en
México un catálogo de datos de delincuentes nacionales (véase anexos 5-7).
La influencia de la fotografía que existía en México, transmitida por la escuela
positiva italiana en los estudiosos mexicanos del crimen fue inocultable. Los libros en
los cuales Lombroso plasmó diseños y daguerrotipos108 de delincuentes, se
consideraban como pruebas tangibles que permanecerían en el tiempo y permitirían
demostrar a la futuras generaciones cómo los delincuentes pertenecían a una clase o
raza …las fotografías de los arrestados o liberados de la cárcel, agregadas a los datos
antropométricos …hacen mucho más fácil el establecer la identidad personal de los
maleantes (Narváez, 2005, pp. 303-322).
a un derecho penal sin pena como quería él. Aún en sus libros de Derecho Penal se ocupa de temas criminológicos. Tuvo una preocupación constante por garantizar principios fundamentales de la persona humana. Dorado fue para bien de la ciencia un hombre sin vanidades, aferrado a la observación social, que escribió con disciplina y talento y que expuso sin reservas su repugnancia viceral a lo que él llamó un derecho penal bárbaro. Para una información más completa véase a Del Pont, L. M. (1986). Los Criminólogos (Los fundadores, el exilio español), México: División de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-unidad Azcapotzalco, pp. 85-96. 108 Fue el primer procedimiento fotográfico en la historia. Se le llama daguerrotipo cuando el procedimiento es de ese tipo. Si fuera de hojalata se llamaría ferrotipo.
No sólo los estudios de Lombroso fueron traducidos en México, también se hizo
lo propio con los trabajos de uno de sus seguidores, el del jurista Enrico Ferri. Los
trabajos fueron traducidos en la última década del siglo XIX. Esto ayudó para que a
principios del siglo XX la escuela positivista mexicana se encontrara lista para crear
sus propias conclusiones. Al respecto, menciona Narváez Hernández, que Luis G.
Sierra empezó a identificar ciertas anomalías, malas conformaciones y degeneraciones
en la mayor parte de los delincuentes. Mientras que Justo Sierra observaba la existencia
de cierta propensión orgánica al delito en la mayor parte de los delincuentes. Señala
Narváez, que en México se creía en la existencia de un “criminal hereditario”, en este
sentido, los teóricos más influyentes fueron Carlos Díaz Infante y Porfirio Parra, el
primero creía en que si la herencia mórbida es un hecho, también lo es la herencia que
transmite inclinaciones o tendencias al crimen. El segundo por su parte, detallaba que
los individuos cuyo sistema nervioso pesa, como fardo abrumador, la durísima ley de la
herencia morbosa… son una faz de la evolución regresiva en el ser humano. Bajo esta
perspectiva, se creía que el status criminalis podía heredarse (Narváez, 2005, pp. 303-
322).
La influencia que ejercieron las teorías de la escuela positivista italiana en los
criminólogos mexicanos fue muy fuerte y se observaba claramente en sus escritos. El
primer criminólogo “científico” de México fue quizá Rafael de Zayas Enríquez, “jefe
político” y juez de Veracruz, y de simpatías francófilas, cuya Fisiología del crimen:
Estudio jurídico-sociológico se publicó en dos volúmenes en 1885-1886 (Buffington,
2001, p. 67). Bajo la influencia referida, indica Narváez Hernández (2005:303-322)
que por ejemplo Rafael Zayas, aseguraba que el criminal tenía …un rostro grosero,
anguloso, estúpido: el color sucio. Las mujeres son feas de formas, de facies y de
movimientos; todas tienen una expresión de fisonomía y de actitud tan siniestra como
repulsiva. En la misma línea, Porfirio Parra argumentaba respecto a los criminales que
son de inteligencia escasa, aunque a veces no carezcan de imaginación y de locuacidad
de carácter irascible, de trato difícil, de ánimo apocado, de afectos movibles y variables,
están sujetos a innumerables antojos y a indecibles caprichos, y su conducta es muy poco
honesta.
La clínica criminológica empezó a desarrollarse básicamente en Puebla. El
médico Francisco Martínez Baca109 y el Dr. Manuel Vergara escribieron un libro que
titularon Estudios de Antropología Criminal en el que demostraban que eran más
científicos y menos sensacionalistas. El libro estuvo justo a tiempo para ser presentado
en la Exposición Internacional de Chicago en 1892, pues cumplía cabalmente con los
requisitos de los tratados científicos del fines del siglo XIX, pues contenía numerosos
ilustraciones: fotografías, esmerados diagramas y espléndidos dibujos de instrumentos
científicos (Buffington, 2001, p. 74). Para sus estudios criminológicos ambos médicos
crearon su propio laboratorio y contaron con sus propios instrumentos de trabajo,
entre ellos el cefalómetro vertical y el meropogoniómetro. Juntos realizaron un
estudio muy exhaustivo, el cual comprendía diversos aspectos: 1) Generales, 2) de
Biografía, 3) Cefalometría, 4) Antropometría, 5) fisiognomía, 6) Organoscopia y la 7)
Psicología (Rodríguez, 2008, p. 63). Los resultados de sus estudios fueron publicados
en 1892. Los resultados de la investigación fueron ampliamente reconocidos. Ante tal
logro, el gobernador del Estado de Puebla, Rosendo Márquez, pidió a ambos
especialistas crear una memoria en la que plasmaran toda aquella información
obtenida durante su investigación como: estadísticas, cuadros, esquemas, fotografías,
y otros, misma que habían presentado en la Exposición Internacional en Chicago.
En dicha memoria, ambos especialistas señalaron que es fundamental conocer la
influencia que ejerce el medio en el ser humano; que la pena tenía que dejar de ser
una venganza social y debía convertirse en una reacción contra el acto malo o el
miembro enfermo. Se planteaba la utilidad y la importancia de estudiar no sólo el
crimen, sino también al criminal y la pena que se le impondría al autor del delito. Era
importante a su vez proporcionar al delincuente todos los medios necesarios para
lograr su regeneración. Estos son señalados por Rodríguez Manzanera en su libro
Criminología clínica (2008:63-64). De los cuales destaca: A) la necesidad de conocer la
109 Médico militar del Ejército Mexicano, fue profesor de Patología externa de la Escuela de Medicina y Farmacología del estado de Puebla, fue profesor de Lecciones de Cosas de la Escuela Normal para señoritas, fue médico de la Penitenciaría y director de su Departamento de Antropología. En: Buffington, R. (2001). Criminales y ciudadanos en el México moderno. Tradución Enrique Mercado. México: siglo XXI. (criminología y derecho), p. 74.
influencia del medio en el “Alma Humana”; B) la Pena deja de ser venganza social para
convertirse en reacción contra un acto malo o miembro enfermo, dejando así el Derecho
Penal su arbitrariedad; C) Necesidad de estudiar crimen, criminal y pena; y D)
Proporcional al delincuente los medios necesarios para su regeneración.
La investigación realizada por ambos doctores en 1892 denota un claro avance
en el ámbito criminológico. Esto puede notarse en la carta que ambos envían a Cesare
Lombroso a Italia en 1893, en ella no sólo manifestaban a Lombroso sus opiniones en
un punto tan debatido en la época, a la vez señalaban que a pesar de que muchos
estudiosos modernos de la época habían logrado buenos resultados, no era suficiente
para derribar las antiguas teorías en las que se fundaba la doctrina italiana.
No pretendemos defender el tipo criminal, tan combatido y duramente
criticado, del sabio Lombroso, ni tratamos de hacernos partidarios de su
doctrina, la que puede tener algunas exageraciones; sino simplemente
manifestar nuestras opiniones en un punto tan debatido, pero con tan pocos
buenos resultados, que las razones científicamente expuestas por algunos
autores modernos, no han bastado para derribar las teorías antiguas, en que
se funda la doctrina italiana (Rodríguez, 2008, p. 65).
Respecto a la carta, Cesare Lombroso confiesa a Francisco Martínez Baca y al Dr.
Manuel Vergara estar muy contento al leer su mensaje, pues el gobierno contribuía
con su apertura a la existencia de ideas nuevas. México se convertía en un país
favorecido por las nuevas ideas que surgían en el ámbito criminológico. Al mismo
tiempo, reconoce que el trabajo realizado se trata de un estudio científico y exacto.
Finalmente, alienta a ambos especialistas traducir al italiano y al francés su obra para
publicarla en Europa.
Dr. Francisco Martínez Baca
Ilustre colega:
Me congratulo con usted y me congratulo con el Gobierno que muestra un
liberalismo y un espíritu mucho más ilustrado que cuantos existen en Europa.
Favoreciendo las nuevas ideas.
Su libro es, a lo que creo, la primera contribución experimental con la que, de
diez años a esta parte, han concurrido los extranjeros a los trabajos de la
nueva ciencia.
Muchos saben hacer críticas fáciles, alabanzas o censura, pero ninguno hasta
hoy ha hecho un estudio tan perfectamente científico, experimental y exacto
ni tan ilustrado como el suyo. Yo trataré de hacer publicar su traducción en
italiano y francés, y de hacer resúmenes de él en todos los periódicos de que
dispongo.
He experimentado al leerlo la alegría más grande de mi vida.
Si usted pudiera mandarme los clichés yo los haría reproducir en Italia.
(Firmado en Turín, Italia, el 9 de mayo de 1893) (Rodríguez, 2008, p. 65).
Gracias a sus estudios, el médico Francisco Martínez Baca110 no sólo se
desempeñaría como director del Departamento de Antropología, sino también sería
nombrado catedrático de Patología Externa de la Escuela de Medicina y Farmacia del
Estado, y como auxiliar se encargaría el Médico del Establecimiento Dr. Manuel
Vergara. Así, el estado de Puebla se convertía en una entidad importante no sólo de la
República mexicana, sino de toda América Latina, pues señala Rodríguez Manzanera
(2008: 64) el 1º de Abril de 1891 se decretó la abolición de la pena de muerte y un año
después, el 2 de abril se inaugura la penitenciaria de Puebla con capacidad para 500
presos en celda individual e instalaciones completas: escuela, talleres, locutorios,
refectorio, enfermería, morgue, etc. El Departamento de Antropología Criminal creado
por Martínez Baca y Vergara no sólo destacó por lo que se ha mencionado, sino
también por haber contado con un gabinete de antropometría y departamento de
fotografía, una sección de estadística criminal y un museo, donde se fueron
coleccionando cráneos y cerebros de criminales (desarrollaron una técnica especial para
la conservación de los cerebros), así como tatuajes. El gabinete contaba con los
110 Fue un médico militar del Ejército Mexicano, profesor de patología externa de la Escuela de Medicina y Farmacología del Estado de Puebla, profesor de la Escuela de Lecciones de Cosas de la Escuela Normal para señoritas, médico de la Penitenciaría y director del Departamento de Antropología. En: Buffington, R. (2001). Criminales y ciudadano en el México moderno. Traducción de Enrique Mercado. México: siglo XXI. (criminología y derecho). p. 74
instrumentos y aparatos más modernos, importados de Francia y Estados Unidos
(goniómetro de Jacquart, cefalómetro de Stein), que fueron modificados y
perfeccionados, adaptándolos al medio (población predominantemente indígena). Se
utilizó para clasificación el sistema de Bertillón. La información recabada en cada una
de las investigaciones realizadas, era tan importante que fue necesario registrar toda
esta información en libros, por ello se llevaban tres libros; 1) el de autopsias, 2) el de
autógrafos, y el de 3) los registros del comportamiento del reo en las diversas áreas.
Las investigaciones –como se ha observado- no se hicieron en un solo campo,
sino en varios, especialmente en los de la antropología, la neuroanatomía, la
psicofisiología y algunos otros. De manera más especializada estudiaron y
profundizaron básicamente en tres campos: 1) la Cerebroscopia; 2) la Craneometría; y
la 3) Craneoscopia. En la primera, la Cerebroscopia, estudiaron y analizaron sobre la
esclerosis, las isquemias, hiperemias, las hemorragias, circunvoluciones, las lesiones
anatomo-patológicas y los derrames cefalorraquídeos. En el segundo campo, la
Cranemetría, estudiaron circunferencias, cubicación, diámetros y peso. Por último, en
la Craneoscopia observaron y estudiaron las diversas regiones, frontal y occipital
(Cruz, 1994, pp. 207-208). Por su afán de descubrir los secretos del alma criminal
mexicana, Martínez Baca y Vergara derivaron sus datos en tres fuentes importantes:
a) minuciosas inspecciones y mediciones craneanas de 26 presos (“delincuentes
notables”) ya fallecidos, realizados en la penitenciaría de la ciudad de Puebla en donde
se encontraba su laboratorio; b) datos biográficos extraídos de expedientes
carcelarios; y c) imágenes fotográficas (filiaciones) de un centenar de reclusos,
organizadas por tipo de delito (Buffington, 2001, p. 77). Debido a estos estudios
Martínez y Vergara concluyeron que el feroz y repugnante aspecto de la mayoría de los
criminales, en cuyo semblante se perfilan sus perversas pasiones…es lo que distingue al
delincuente del hombre honorable; es el estigma natural que lo separa de la ley de la
selección. Inclusive, continúa Buffington (p.78), establecieron diferencias entre los
diversos tipos de criminales clasificados a partir de sus placas fotográficas: los labios de
los violadores, por ejemplo, eran “gruesos y arqueados”, mientras que los de los ladrones
estaban “plegados” y de los homicidas eran “delgados”. Para reafirmar sus conclusiones,
indica el autor, refirieron un antiguo refrán español de tiempos de la colonia: “Nunca
confíes en un indio barbado, un español sin barba, una mujer que hable como hombre o
un hombre que hable como niño”.
La penitenciaría de la ciudad de Puebla fue inaugurada en abril de 1891, los
festejos duraron 4 días, esto es, del 1º al 4 de abril (p. 155). El proyecto para la
construcción surgió desde mediados del siglo XIX, a partir de la concesión que hizo el
Congreso de la Unión en 1834 del antiguo ex -convento jesuita de San Xavier (p. 159).
La construcción tardó casi cuarenta años. Originalmente se inició con fechas muy
similares al impulso internacional de construcción de penitenciarías (p. 162). La Dra.
Nydia Cruz (1994:163) proporciona una descripción sobre el nuevo edificio, los muros
de la nueva casa del crimen son fuertes, sólidos a toda prueba; las celdas son pequeñas
pero bastan para albergar a un hombre; cada una de ellas tiene en su estrecha cama y
en el próximo rincón los útiles para levarse; las puertas son sólidas y hay en cada una de
ellas un pequeño ventanillo que se abre por la parte de afuera y que se encuentra
constantemente cerrado. “A pesar de que las celdas eran demasiadas estrechas, el
patio trasero era amplio y espacioso y estaba adornado con tres fuentes de agua muy
cristalina y una de agua termal. Contaba con cuatro pisos, a los que dan acceso
macizas aunque no amplias escaleras y está flanqueado por torreones desde los que la
vigilancia se hace con la mayor facilidad” (Cruz, 1994, pp. 155-164).
Se consideraba que la penitenciaría de la ciudad de Puebla contaba, muestra
Cruz (1994:165), con “varios de los adelantos consecuentes de los sistemas
penitenciarios y a la expectativa de la higiene social: celdas individuales, enseres y
muebles para el aseo y limpieza personal, ropa uniformada e individualizada con el
número de clasificación y registro del penitenciario. Los talleres, el refectorio y la
enfermería que dentro del programa penitenciario tuvieron una gran importancia, ya
estaban listos para su funcionamiento. La custodia y la vigilancia permanente
aparecían como elementos de primer orden: los gruesos muros, las rondas y la certeza
de la vigilancia en todo momento, en tanto los ventanillos sólo se abrían por fuera,
aislando aún más al prisionero, sin contar con la mortificación de la oscuridad dada la
estrechez y la falta de ventanas en las celdas”. Además de lo descrito, la penitenciaría
de la ciudad de Puebla contaba con “Departamento para escuelas, salones para
talleres, salón de conferencias religiosas, locutorios para reos, departamentos de
baños y lavado de ropa, proveeduría, refectorio, enfermería, oficina de antropología
criminal, gabinete de antropometría, depósito de cadáveres, departamento de
fotografía, oficinas y habitaciones del director y demás empleados y sirvientes,
cuadras para un cuerpo de guardia especial y un lugar para la venta de artefactos
destinado a comercializar la producción de los diferentes talleres. Asimismo, se instaló
una biblioteca especializada en asuntos jurídicos y de antropología criminal. Al mismo
tiempo se instaló la oficina para la estadística criminal” (Cruz, 1994, pp. 168-169).
Las investigaciones y estudios que se han realizado para conocer el origen del
comportamiento humano han sido de gran interés. La preocupación por conocer las
causas de la violencia fue creciendo con el paso de los años. De tal manera, que para su
investigación y conocimiento fue necesario contar con los espacios adecuados para tal
fin, por ello se crearon institutos especiales y centros de diagnóstico. Del mismo modo,
se llevaron a cabo Congresos en los que se debatieron diversos temas. En este sentido,
apunta Rodríguez Manzanera (2008:60-61) que el primer Congreso realizado fue el
de San Quintín, Estados Unidos, en 1944; le siguió el de Fresnes, Francia en 1950;
posteriormente, el de Rebbia, Italia en 1954; años más tarde, el de Carabanchel,
España en 1967; y el último, tuvo lugar en Toluca, Estado de México en 1966. Bajo esta
perspectiva, en México se incluyó en el Código Penal de 1929 y en el Procesal Penal de
1931, la obligación del estudio Criminológico, a través de dos procedimientos, la 1)
Observación en internado, es decir, la creación de centros de observación, dotados de
una organización autónoma de tipo hospitalario; y 2) observación en medio libre, con
personal médico, psicológico y social, y apoyado por los servicios oficiales de salud y
asistencia, y aún por instituciones privadas.
El positivismo en México comenzó a hacerse patente, a partir de la
administración de Porfirio Díaz, uno de los tres presidentes liberales que tuvo nuestro
país, -los dos anteriores fueron Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada-. A través
del positivismo en el periodo porfirista se iniciaba una nueva forma de concebir el
mundo y la vida. El positivismo era hijo legítimo del liberalismo y hermano menor del
capitalismo. El positivismo en México fue introducido por el doctor Gabino Barreda
quien fue fundador de la Escuela Nacional Preparatoria, y alcanzó una gran aceptación
en el medio intelectual, lo mismo que entre los altos funcionarios de la segunda parte de
la administración de Porfirio Díaz, constituyendo el grupo que se llamó de los
´científicos´ precisamente por su filiación positivista, quienes fueron encabezados por
don Justo Sierra (Soberanes, 2009, pp. 213-216). El positivismo en México tuvo
muchísimo auge durante el Porfiriato con el grupo de los científicos y fue el periodo de
las grandes conclusiones, de los resultados indudables, de las certezas inconfundibles
(Narváez, 2005, pp. 303-322).
Con el positivismo se presentan a la par dos momentos importantes; por un lado,
surge el modelo científico; y por otro, declinan todas aquellas creencias de tipo
religioso en que el mundo físico era interpretado de manera sobrenatural. Con el
positivismo, el mundo físico y natural es dilucidado y explicado científicamente. La
característica más sobresaliente del positivismo es su gran fe en el método científico
que interpreta todos los fenómenos como el resultado directo de las relaciones entre
causa y efecto. En efecto, el positivismo señala que el comportamiento humano no es
más que el resultado de las relaciones de causa-efecto entre los individuos y algunos
aspectos de su ambiente (Pavarini, 2008, p. 96).
Conclusiones
Tanto la modernización como la industrialización trajeron grandes trasformaciones
socioculturales que beneficiaron y mejoraron las condiciones de vida de la población
de la ciudad de México en la década de los cincuenta de la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, en medio de las grandes transformaciones, un amplio sector poblacional
no recibió ni beneficios ni mejoras en su vida. La pobreza urbana se hizo presente y
aumentó la violencia, la criminalidad y la delincuencia. Los estigmas teóricos hacían
creer que los violentos, los criminales y los delincuentes emergían solamente de las
clases pobres, ahí en los bajos fondos donde se gestaba la mala vida. Falso, porque
también en medio de las clases medias y altas había sujetos esquizofrénicos, asesinos,
delincuentes y criminales.
La llegada de autos de lujo, la mejora en el transporte público, el arribo de los
teléfonos, la novedad de las televisiones, la sorpresa de los refrigeradores, la música
fuerte y moderna, las formas de vestir tan rebeldes, las nuevas ideas, las diversas
formas de vida, la construcción de grandes obras públicas como viaductos, autopistas,
supermercados estilo gringo, carreteras, avenidas, estadios, escuelas, colonias lujosas,
colonias proletarias, hoteles, multifamiliares, talleres mecánicos, desarrollo de los
medios de comunicación, expansión del Seguro Social, construcción e inauguración de
Ciudad Universitaria y la construcción de un nuevo aeropuerto, generaron una
agitación social importante, la transformación no tenía precedente. En un contexto
tan peculiar como el de la ciudad de México, aparecieron nuevas modas; el uso del
pantalón de mezclilla, la crinolina bajo la falda, las chamarras de piel negra, las
motocicletas, las tobilleras, las colas de caballo y los zapatos, todo un conjunto de
novedades que comenzaron a desplazar al calzón de manta y el sombrero, al jorongo
y los huaraches. Con todo esto la identidad empezaba a tambalearse o más bien a
resignificarse, porque la modernización traía e implantaba nuevos rasgos del ser
nacional.
Ante todas estas nuevas formas de vida traídas por la modernización, es
indudable y evidente que contrastaban drásticamente con todo un mundo bajo. Tras
los grandes edificios lujosos se escondían los barrios bajos, pobres y olvidados, que se
ubicaban en las zonas periféricas de la ciudad, como vecindades, viejos barrios en los
que vivía la clase proletaria: albañiles y zapateros, carpinteros y barrenderos,
voceadores y vendedores ambulantes, limpiabotas y policías, drogadictos y pandillas;
es decir, el “inframundo”, en el que se gestaba la transgresión a la ley, la corrupción, la
delincuencia, el crimen, la “mala vida”. En estos sitios abundaban los cabarets, los
salones de baile, las cantinas, las casas de juego, la corrupción, los burdeles, los vicios,
el sexo, el erotismo, las tabernas, las discotecas, los malos deseos, la perversión y la
embriaguez. En estos lugares se motivaban el vicio y se aceleraban las prácticas
antisociales. Eran la cuna del crimen y la pobreza. En estos sitios se confeccionaban
tanto los delincuentes como los criminales. La ciudad de México era una sola, pero
cada espacio configuraba un escenario peculiar, contrastante, sorprendente, doloroso,
maravilloso, conmovedor, patético, antiguo, moderno, grotesco, lacerante, vigoroso,
triste, alegre, agitado, sucio y en constante transformación.
Todo lo anterior fue producto y resultado de la gran ola de urbanización que
empezó a experimentar la ciudad. Se pasó de una ciudad mayoritariamente rural a
una fundamentalmente urbana. Esto mismo sucedió con la violencia, pues durante la
primera década de la segunda mitad del siglo XX también se transformó en una
modalidad de tipo urbano. Las pandillas se organizaban y planeaban de manera
pormenorizada sus fechorías. Hicieron uso de la modernidad, pues ahora ya no eran
simples asaltos. Se utilizaban los coches para trasladarse al sitio y escapar de la
policía en cuestión de segundos. A los teléfonos también les dieron buen uso, pues a
través de ellos secuestraban o intimidaban a sus victimas. Las armas no se quedaron a
tras, utilizaban las mejores porque ya eran otros tiempos.
Con la urbanización al aumentar el crecimiento demográfico, la mancha urbana
se extendió. La migración contribuyó fuertemente a este proceso. Bastantes personas
salían y se desarraigaba de sus lugares de origen para buscar en las grandes ciudades
industriales mejores salarios y condiciones de vida. Al crecer la población, creció la
mancha urbana y con ello el desempleo. Esto último, aunado a los bajos salarios, la
pobreza y la marginación en la que se encontraba hundida la mayor parte de la
población, se reflejaron en el nivel de delincuencia y criminalidad en la que incurrió
una gran parte de las clases bajas. Robos constantes y cotidianos, aumento de
pandillas callejeras, más asesinatos, ascendencia de accidentes automovilísticos, se
acrecentaron los asaltos a transeúntes, se elevaron las actividades ilícitas, se
incrementó la prostitución y se expandieron los cabarets.
Es innegable que el proceso de urbanización y modernización fue paradójico,
pues mientras por un lado era de vanguardia y glamour, por otro, fue de
descomposición. Es por ello, que la ciudad de México inmersa en una dinámica de
industrialización, modernización y urbanización, la criminalidad no sólo seguía
presentándose, sino que aumentaba aceleradamente. La criminalidad y la
delincuencia fueron producto y consecuencia de la gran ola de urbanización y
modernización que empieza a experimentar la ciudad de México. La vida se convirtió
para muchos migrantes en una vida mucho más difícil, sobre todo en lo referente a
pobreza, higiene, transito y empleo.
La mayor parte de los migrantes eran campesinos, los problemas ante tal
situación se reflejaron en la falta de capacidad de esta mano de obra para emplearse
en trabajos nuevos con tecnología nueva. Algunos se emplearon en la manufactura,
servicios y construcción. No obstante, la industria pesada empleó a partir de 1950
una gran proporción de mano de obra no calificada, es decir, con niveles de educación
bajos. Otros se convirtieron en vendedores ambulantes en los mercados y en las
calles, en zapateros, voceros, barrenderos, albañiles, meseros, limpia botas, entre una
infinidad de formas de trabajo para subsistir. Otros prefirieron la vida fácil, se
convirtieron en vagabundos, ladrones, delincuentes, incluso en criminales. No cabe
duda que una cosa genera la otra, que la causa y el efecto transitan de la mano y se
convierten en inseparables.
La pobreza y los problemas de desempleo y subempleo en la agricultura orilló a
muchos campesinos a dejar sus tierras y trasladarse a la ciudad de México –otros
hasta Estados Unidos-, el resultado fue el crecimiento urbano y demográfico de la
capital. Las industrias se encontraban en las colonias más pobres, es decir, en las
zonas periféricas de la ciudad. Ahí era donde radicaba la mayor parte de las clases
bajas. La periferia estaba habitada por el pueblo más bajo: indígenas, campesinos y
obreros.
Las condiciones en las que vivía la mayor parte de la población obrera era más
que deplorable –contradicciones claras de la modernización, consecuencias evidentes
de la urbanización-, pues seguían habitando en barracas de madera, hojalata, adobes,
piedra, sin sanitario, agua, baño, brasero. Las familias de más de 7 u 8 integrantes
compartían el mismo cuarto. Todos vivían apretados y conglomerados. El mejor
ejemplo de esta situación es el dialogo entre don Carmelo y la mamá de el Cacarizo en
la película Los Olvidados de Luis Buñuel: el Cacarizo anda siempre de vago por la calle
–se queja la mamá del Cacarizo-. Pa´que lo quiere, pa´que esté aquí donde ni cabe -
responde Don Carmelo-.
Es evidente que la modernización no fue para las clases bajas o los bajos fondos.
No beneficio a todos por igual. Los pobres podían saber que existían nuevos aparatos
electrodomésticos, autos de lujo, aeropuertos, grandes avenidas, teléfonos,
refrigeradores, licuadoras, planchas, lavadoras, televisiones, nuevas formas de vestir,
pero ni remotamente podían adquirirlos, pues todo era inalcanzable para ellos. La
modernización no llegó hasta los rincones más olvidados, pues mientras las clases
altas disfrutaban de lujos y los mejores servicios públicos, las clases bajas, los barrios,
la vecindades y las colonias proletarias carecían de luz eléctrica, teléfono, agua
potable, pavimentación de calles, servicios de asistencia y médicos y seguridad.
Las condiciones deplorables en las que aun vivía la mayor parte de la población
de la ciudad fueron más que alarmantes, pues estas generaron el surgimiento de
nuevos problemas. Todo ello aunado al medio social en el que se desenvuelven, la
ignorancia, la falta de educación, la miseria, la codicia, la falta de recursos, la
desigualdad, la exclusión, el alcoholismo y la moral que no existe en ellas, son los que
condicionan y confeccionan a los delincuentes y criminales.
La pobreza y el crimen están ampliamente relacionados entre sí, aunque no es
necesariamente determinante. En la ciudad de México se considera y se especula que
la pobreza –además del alcoholismo y la drogadicción- son las causas principales del
crimen. Se considera que las clases bajas son las más violentas y las que mayor
tendencia tienen hacia la delincuencia y la criminalidad, debido al contexto y al medio
social en que se desarrollan. Estos bajos fondos se encontraban en los barrios
capitalinos, como Peralvillo, Tepito, el barrio Chino de Dolores, la colonia Buenos
Aires, la Guerrero, la Romita, márgenes del río de la Piedad, San Joaquín, Tacubaya,
Iztacalco, Agrícola Oriental, Popular, Progresista, Valle Gómez, Río Consulado, Vallejo,
la Merced, Acueducto, Ermita, Iztapalapa, Portales, Obrera Popular, Granjas
Modernas, La Piedad, Río de Consulado, Tlalilco, Ferrocarrilera, Sector Popular, entre
otras. En estos lugares fermentaban las plagas y los males sociales, en ellos se
planificaban las complicidades.
A pesar de la llegada de modernización, aún en la década de los cincuenta una
gran parte de la población vivía en pésimas condiciones y en la miseria. La
modernización se olvidó de ellos. De vez en cuando las autoridades y el gobierno se
acordaban que existía otra realidad, negada o maquillada a toda costa. En medio de la
oscuridad, se vislumbraban pequeñas luces, fue el caso de Adolfo Ruiz Cortines quien
durante su sexenio se dedicó atender los problemas de la vivienda, agua potable y el
drenaje a las colonias proletarias. Distribuía agua potable a través de pipas. Sin
embargo, no era suficiente. En el sexenio de López Mateos las colonias proletarias
dejarían de alumbrarse con velas, candiles y lámparas de petróleo, pues la luz
eléctrica entraría a iluminar sus casas y su vida. Si bien, muchos servicios públicos
llegaron tarde, la ciudad de México no volvería jamás a ser la misma; la
transformación nunca se detendría y nuevos problemas habrían de surgir día tras día;
se cubría un hoyo y aparecería otro; la ciudad de México nunca durmió, no duerme,
jamás descansa.
Para “solucionar” el problema del crecimiento poblacional, en la ciudad de
México se crearon proyectos habitacionales. Estos proyectos no incluían a la
población en general, sino sólo aquellas personas que pertenecieran a las empresas
paraestatales como petroleros, ferrocarrileros, electricistas y los que estuvieran
ligados a empresas privadas pero que estuvieran desligadas del sector paraestatal,
como los telefonistas. Para ayudar a la población en general, tanto de la capital como
para el resto de la república, en 1954 se creo el Instituto Nacional de la Vivienda, esta
institución se propuso atender a los sectores más desfavorecidos y vulnerables de la
población tanto rural como urbana. Sin embargo, no logró su cometido, pues se vio
mucho más limitada que otros organismos.
Por otro lado, la criminalidad, es una realidad que generó y genera posturas
encontradas. Sin embargo, a la Historia le corresponde construir un debate serio,
maduro e integral. No basta darle soluciones mediáticas a problemas complejos, por
muy dolorosos que puedan ser determinados casos. El asunto de Higinio “el Pelón”
Sobera, nos muestra las formas en que se puede generar conocimiento y discusión
seria. El proceso del caso, fue una adecuada combinación de diversas disciplinas: la
medicina, la psiquiatría, el periodismo y las leyes. Al quehacer de la Historia le
corresponde traer a la actualidad, material para generar una conversación reflexiva y
construir un debate crítico y propositivo, donde el centro sea tanto el cómo y el qué
de la conducta, sin hacer a un lado al individuo, pues no se pueden abordar de forma
exclusiva y excluyente, porque ambas están íntimamente ligadas.
El caso de Higinio Sobera de la Flor nos muestra la relación que existe entre los
aspectos médicos y los legales. La importancia de un periodismo de investigación y el
quehacer del historiador y la historiadora, al traer información para generar
reflexión. Sobre todo nos muestra una adecuada conjunción de diversas disciplinas
para analizar un solo caso; es lo que Michel Foucault llama un sistema por partida
doble.
Higinio no fue legalmente responsable de los dos asesinatos que cometió, pues
desde muy pequeño sufría de problemas mentales. Si bien no recibió el castigo
jurídico que la sociedad exigía, Higinio sufrió el resto de sus días agobiado por una
enfermedad que lo degradaba lenta y paulatinamente. Su enfermedad poco a poco lo
arrastraba, lo conducía y lo hundía hacia una oscuridad de la cual nunca saldría.
Higinio finalmente pagó con su locura de manera infalible ambos crímenes.
Si bien desde la época antigua se tuvo la intención de cuidar a los enfermos
mentales, fue hasta el siglo XVIII cuando empezaron a evolucionar las instituciones,
así aparece una nueva concepción del enfermo mental, de la desviación. Las
instituciones se encargarían de la conducta irracional y desordenada, se orientaban
hacia otro punto de vista e iniciaban una transformación mucho más apropiada al
problema mental. Tal transformación se iniciaría a finales del siglo XVIII y principios
del XIX en la que se definiría el concepto de enfermedad mental. Pero no sólo se
definió el problema mental, también aparecieron instituciones especializadas en este
tipo de enfermos. De tal manera, que se crearon sanatorios y manicomios que se
encargaron de la custodia y tratamiento de los enfermos mentales.
Fue a partir del siglo XX cuando el problema de las enfermedades mentales
cobró la importancia que merecía, muchos enfermos mentales padecieron tratos
inhumanos tanto de médicos como de las autoridades. El ejemplo más claro de ello
fue el caso de Higinio Sobera de la Flor, quien además de ser recluido en una celda en
la penitenciaría del Distrito Federal no recibió las atenciones necesarias y adecuadas
para su tratamiento.
Si bien a principios del siglo XIX se dejaron a tras las viejas formas de castigo
como la mutilación, los azotes, el descuartizamiento, el desollamiento, la deshonra, la
muerte teatral y pública, el ahogamiento, el ahorcamiento, la hoguera. Con la llegada
de la modernización aparecieron nuevos métodos, técnicas, formas y herramientas de
castigo. Tales como la humillación, la violación sexual, el ahogamiento, los macanazos.
No sólo se modernizó el transporte y las formas de vida, no sólo llegó la
televisión, el teléfono, la lavadora, la plancha, el refrigerador, la radio, la
industrialización, la bomba atómica y las –muertes masivas-, el submarino, el avión,
edificios grandes, bellos y lujosos, grandes avenidas y mejora en la educación,
también se modernizaron las formas de castigo y de infringir sufrimiento en los
presuntos delincuentes para obtener su confesión y la “verdad”.
Si por un lado las autoridades se “olvidaban” o más bien padecían de amnesia,
de la existencia y presencia de los pobres, la delincuencia y la criminalidad en la
ciudad de México, el cine se los recordaba. El cine transmitía en la pantalla grande las
diversas formas en que la violencia se presentaba. Reflejó la miseria en que gran parte
de la sociedad se encontraba hundida. Pues a pesar de que la ciudad de México estaba
encaminándose y despegando el vuelo hacia la modernización, escondía tras sus
grandes y lujosos edificios, un mundo diferente, un mundo que sufría de pobreza,
miseria, desempleo, hambre, alcoholismo, enfermedades, delincuencia y criminalidad.
En la pantalla se reflejaba lo que sucedía en la vida diaria de la capital. Por ello el
cine está ligado en cierta medida a la realidad social y criminal de la época. Intenta
explicar popularmente las causas del crimen que aquejan a la sociedad. Expone el
hecho criminal de una nueva sociedad urbana, moderna y modernizada. Descubrió
que las causas del crimen han sido el resultado de la extrema pobreza y de la extrema
riqueza. La diferencia de clases era más marcada. La industria cinematográfica
proyectó en la pantalla las formas de vida urbana que imperaban en la década de los
50. Con el crecimiento urbano e industrial de este periodo la pobreza se agudizaba, el
número de pobres aumentaba y la delincuencia y la criminalidad se evidenciaba. El
claro ejemplo han sido los filmes de Los Olvidados de Luis Buñuel y Víctimas del
Pecado de Emilio Indio Fernández, pues ambas, pero sobre todo la primera causaron
gran expectación y motivaron grandes críticas en el público y conocedores de cine.
Ambas tenían posturas distintas; una, era más pesimista; la otra, más optimista. El
escenario casi era el mismo, pero cada director sacaba sus propias conclusiones;
optimismo o pesimismo, no había medias tintas porque el escenario advertido en la
ciudad de México, no daba lugar para ambigüedades.
Por otro lado, en cuanto Administración de Justicia se refiere, el Estado tiene la
obligación no sólo de corregir y sancionar a los transgresores de las leyes, sino de
prevenir los delitos. En México es necesario luchar por la prevención del delito, pues
ha sido evidente que no prevenirlo ha generado un círculo vicioso en el que existe
más población carcelaria y menos oportunidades para su readaptación social, porque
más que prepararlo para su readaptación se le está desadaptando. Las consecuencias
son la reincidencia. La privación de la libertad no sólo estigmatiza al delincuente, sino
que genera desintegración familiar.
Es urgente un adecuado acompañamiento del delincuente en prisión, deben
proporcionársele las herramientas necesarias para su reeducación y su consecuente
readaptación y reinserción en la sociedad. Debe existir una mejor clasificación y
división de los delincuentes. Esto se hará posible en la medida en que se cuente con
un mejor sistema penal. El castigo debe ser proporcional al delito. En efecto, en
México es necesario y urgente una mejor tipificación de los delitos. Las penas deben
ser útiles a la sociedad y deben encausarse esfuerzos de mediano y largo plazo para
eliminar gradualmente la corrupción de las autoridades competentes.
No sólo debe investigarse el delito cometido, sino al transgresor mismo. Es
fundamental conocer al transgresor para entender su acción. Lo señalan claramente
las ciencias que estudian al criminal y el crimen, entre ellas la Criminología, que se
interesa en estudiar las conductas antisociales de los individuos. Para conocer al
criminal mismo es necesaria la participación y el auxilio de otras ciencias, como la
Antropología Criminal, la Biología Criminal, la Psicología Criminal, la Sociología, la
Psiquiatría, la Victimología, la Penología, la Criminalística y la Medicina Forense y por
su puesto, la Historia.
El trabajo interdisciplinario actualmente es una exigencia, porque ninguna
ciencia por sí sola, puede generar soluciones a los problemas sociales. Más aún
cuando se trata de temas humanos y complejos como la violencia, la criminalidad y la
delincuencia, que no son producto de la casualidad, sino el reflejo de las sociedades
en las que surge.
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