“Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas…Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para
la justicia…”“Sus heridas nos han
curado”(1 Pe 2, 21 – 24)
Reflexiones sobre la Pasión de Cristo
por la Sierva de Dios, Madre Mercedes de
Jesús, Monja Concepcionista de
Alcázar de San Juan.
Avance automático
Cristo nos eleva a la cima del amor
que es dar la vida por el amigo.Y porque somos sus amigos, nos amó con
el amor más grande, que fue dar la vida por nosotros. Pero miremos que
Jesús siempre nos levanta hacia la acción, hacia la práctica del amor porque dice:
“Seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando”.
Para que demos fruto del que glorifica al Padre hemos de vaciarnos de
nosotros mismos para llenarnos del amor, de la atención, del respeto y delicadeza que necesitan nuestros
hermanos.
¡Oh, amor infinito de Dios al hombre, inefablemente mayor que nuestro pecado,
que asumiste tan generosa y amorosamente el riesgo de habernos
creado libres entregándonos a tu único Hijo para que no perezcamos, sino que
tengamos vida eterna!
¡Oh, locura del amor de Dios hacia su
criatura, que llegaste hasta este extremo de
entregarnos lo que más amabas,
a tu Predilecto, para darnos tu Vida!
¡Con esfuerzo nos amó Dios! ¿Quién lo
puede negar mirando la Cruz?
Como el cisne, que al morir entona la más suave y dulce melodía, así Jesús, próxima su
muerte, nos abre su alma y su corazón y con acentos de ternura,
de divinidad, de eternidad,
nos dice:
“Yo les he dado la gloria que tú me diste”
Y, ¿cuál es esa gloria?
¿Cuál va a ser sino el conocimiento y el amor de su Padre todo entrañas de ternura
hacia nosotros?
El amor se vive y demuestra en
el esfuerzo. No podremos
recordar a los hombres,
sin sangre, lo que Cristo no hizo sin
sangre… la redención,
el acercamiento al Padre.
El convencimiento nos impulsa al sacrificio.
Él había vivido inmolado, había aguantado afrentas, incomprensiones, privaciones, dando a cambio amor, amor, amor, para que ahora haya amor y unidad en los que creen en Él.
No tiene sentido nuestra vida si no lo hacemos
una vez que le conocemos así a Él.¿Qué mejor triunfo de nuestra vida a la hora de la muerte que éste?
¡Oh, negra ingratitud, si no inmolamos todo, hasta la vida, como tú, por corresponderte,
por hacerte caso y poner empeño en seguirte
entregando todo nuestro ser y fuerzas a tu servicio,
en amarte a ti y al Padre y amando a los hermanos como tú quieres que nos amemos,
como tú nos amaste!
Me gusta mucho contemplar la
cara sonriente y gozosa de esos
Crucifijos de siglos posteriores que expresan al
máximo el triunfo de la bondad, del amor de Jesús. Es una alegría inmensa la que
expresan.
La alegría de la entrega, de la donación máxima del amor y de la humildad, que supuso la salvación de sus seres queridos, sus hermanos los hombres.Alegría infinita del rostro de Cristo, del rostro del Dios inmolado por amor, por la bondad de su amor.
Jesús nos descubrió tan claramente su
Pasión y dolores, primero para impulsarnos a
amarle al ver cuánto le
hemos costado y se logre el designio
del Padre, y segundo para
enseñarnos cómo hemos
de hacerlo nosotros:
“Ejemplo os he dado…”
Y Jesús, en esta angustia
prolongaba su oración y decía:
“Padre mío, si es posible, que pase
de mí este cáliz, pero no sea como
yo quiero, sino como quieras tú”
(Mt 26, 39). Y a pesar de estar
preso del terror y de la angustia
prolongó su oración. Buena
enseñanza para nosotros…
Miremos el secreto de su victoria. Peleó como hombre y se agarró a la
oración como única tabla de salvación para no sucumbir y a pesar de la ansiedad volvió una y otra vez,
por tres veces a la oración.
¡Manifestación impresionante de la imponente personalidad del Redentor!Fue la aceptación de la voluntad del Padre frente a la suya quien le hizo
ser Redentor.
La fidelidad y la gracia nos las alcanzó
Cristo por la Cruz. El camino de la Cruz
es el único de retorno al Padre, a la santidad de nuestro Origen.
María ve cómo el “Hijo del Altísimo”
e hijo de sus entrañas “era
maltratado y se doblegaba y no
abría la boca; - le veía – como
cordero llevado al matadero, como
ante sus esquiladores una oveja muda y sin abrir la boca” (Is
50, 7) y… calla ella también.
“Vosotros todos, los que
pasáis por el camino mirad y
ved si hay dolor como el dolor que me
atormenta” (Lam 1, 11s)
¿Dónde podría buscar
consuelo María ante su Hijo
muerto? ¿Dónde,
si Él era su Vida?
¡Solo en el silencio… pues que ya solo
el silencio le quedaba en común con Él…!
OIC
Realización:Monjas
Concepcionistas de Alcázar de San Juan
Texto:Sierva de Dios Madre
Mercedes de Jesús Egido
Música de John Debney
Año 2011
PAX PER SANCTITATEM