Introducción
Montes Verdes es una ciudad pequeña y aburrida donde según sus habitantes nunca ocurre nada interesante y relevante, sin embargo aquí se llevaron a cabo unas curiosas historias: la de una niña misteriosa que se pasa mirando los escaparates de una pequeña tienda, una gitana que lee el futuro a cuatro jóvenes escépticos, una mujer con aspecto preocupante que toma el mismo taxi a la misma hora y en el mismo lugar, un local que siempre está en renta, una joven que siempre es observada al caminar por un callejón oscuro y un viejo titiritero que tiene muñecos tan bien elaborados que parecen de verdad.
Sólo estaba mirando
Adela se sentía muy feliz, con apenas dieciocho años recién
cumplidos por fin había conseguido un nuevo trabajo como
dependiente en una tienda de regalos y novedades situada en una de
las esquinas de la Avenida del Toro, una concurrida calle del centro
de Montes Verdes. Si bien el sueldo no era la gran cosa, al menos iba
a poder ayudarse un poco con los gastos de sus estudios ya que
pronto estaría por comenzar la universidad.
En su primer día de trabajo Adela llegó muy puntual a las cuatro y
media, ya que le tocaría trabajar en el último turno de cinco a diez
de la noche pero antes tenía que ponerse de acuerdo con Claudia,
que era su superior, acerca de lo que tenía que hacer y una vez que
le dejó bien claro cuáles serían sus deberes Claudia se marchó a su
casa dejando a la novata a cargo de la tienda. Para Adela el tiempo se
le fue como agua ya que no hubo mucha clientela ese día, más una
que otra chica preguntando por un regalo bonito pero económico
para regalar a su mejor amiga en su cumpleaños y uno que otro
curioso de los que sólo entran a "chacharear" y al final salen sin
comprar nada.
Ya eran las nueve treinta aproximadamente y Adela estaba
preparando sus cosas para cerrar el local cuando una pequeña
sombra apareció situada exactamente frente de la vitrina al lado de
la puerta del negocio y se quedó ahí inmóvil por un lapso de diez
minutos. La joven sintió un poco de temor y trató de acercarse lo
más prudentemente posible, conforme se iba acercando notó que la
sombra no era más que una niña que no pasaría de los 8 años de
edad y eso la hizo tranquilizarse.
La pequeña era muy delgada y vestía con ropa rota y vieja, a Adela
se le encogió el corazón pensando que tal vez estuviera necesitada
de agua y alimento así que sin pensarlo dos veces abrió la puerta
para poder hablar con la pobre niña - Hola ¿Qué haces por aquí?
¿Estás perdida? ¿Quieres que te dé un vaso de agua o algo para
comer? - La chiquilla sólo observó a Adela con una mirada curiosa y
después de estar varios minutos en silencio contestó - Sólo estaba
mirando - señalando a la vitrina.
Adela se distrajo un momento viendo las cosas que se exhibían en la
vitrina donde había varios muñecos de peluche y un hermoso
vestido rosa para niña adornado con flores y moños de seda - Bueno,
entonces... - y cuando volteó para seguir hablando con la criatura
ésta ya no estaba más. - Que raro - pensó para sus adentros - debió
doblar corriendo por la esquina. - Después de eso entró de nuevo a
la tienda y terminó con sus obligaciones, bajó la cortina, cerró con
candado y se dirigió de vuelta a su casa.
Al día siguiente volvió otra vez a la tienda a las cinco de la tarde y
todo transcurrió tranquilamente durante su jornada de trabajo. Eran
cerca de las ocho cuando Claudia le avisó que tendría que marcharse
a las ocho treinta porque tenía algo muy importante que hacer - Por
esta vez puedes cerrar a las nueve y media e irte más temprano a
casa. - Está bien - le contestó Adela mientras Claudia le dejaba las
llaves del local sobre el mostrador.
Estaban por dar las nueve treinta cuando Adela tomó su bolso y las
llaves. Estaba cerrando la puerta principal cuando al voltear hacia
atrás vio otra vez a la niña de la noche anterior, al igual que ayer
estaba mirando la vitrina con la nariz aplastada contra el vidrio.
Adela notó que la pequeña traía la misma ropa que ayer - Pobrecita,
debe ser muy pobre. Tal vez tenga hambre. - Buscó en su bolso
una pieza de pan dulce que había comprado en la tienda de
abarrotes que estaba al lado del local y se lo ofreció a la niña que no
quitaba los ojos del vestido rosa - Ten, es para ti. -
La chiquilla volteó a ver de manera confundida a Adela que le
alargaba la mano invitándola a tomar lo que le ofrecía, la niña se
quedó inmóvil viendo fijamente a la pieza de pan y luego volvió a
voltear hacia la vitrina - Sólo estaba mirando - Adela muy
sorprendida le preguntó - Está bien, pero ¿No quieres el pan? - la
pequeña sólo movió la cabeza negativamente - Está bien - agregó
Adela mientras abría su bolsa para guardar el pan otra vez - Pero, ¿al
menos podrías?.. - No alcanzó a terminar lo que iba a decirle cuando
se dio cuenta de que la niña había desaparecido de repente al igual
que ayer.
En el resto de la semana todo transcurrió normal, pero cuando
llegaba la hora de salir siempre aparecía esa niña con la misma ropa
gastada mirando la vitrina y cada vez que Adela le preguntaba si
necesitaba algo la pequeña únicamente respondía - Sólo estaba
mirando - Cuando llegaba a casa Adela no podía dormir bien
pensando en esa niña, había algo en ella que la inquietaba y tenía
que averiguarlo.
El lunes cuando volvió a trabajar lo primero que hizo fue contarle a
Claudia - Oye, hay algo que te quiero comentar ¿Sabes? Desde que
comencé a trabajar aquí todos los días a la hora de cerrar siempre
viene una niña que tendrá como unos ocho años a lo más y sólo se la
pasa mirando al escaparate. - Al escuchar eso Claudia se quedó
muda de asombro. Adela se sorprendió con su reacción y
preguntó - ¿Quién es esa niña? ¿Tú la conoces? -
Cuando Claudia por fin pudo articular las palabras preguntó - ¿Cómo
es esa niña? Descríbela - Pues es pequeña, muy delgada, cabello y
ojos negros, por su vestimenta pienso que debe ser de escasos
recursos. - Al escuchar la descripción Claudia se asustó aún más -
No, pero ¡no puede ser ella! - Adela ya estaba desesperada, quería
saberlo todo de una vez - Por favor Claudia, dime quién es - Es que...
verás desde hace un año que comencé con este negocio había una
niña así como la que tú describes y se la pasaba horas y horas con la
nariz pegada a la vitrina y siempre que salía afuera a preguntarle
qué quería me decía - No se preocupe, sólo estaba mirando. -
Adela la interrumpió de golpe - Pero ¿por qué hablas de ella en
tiempo pasado? - A Claudia le tembló la voz al responder - Lo que
pasa es que... no lo vas a creer pero, esa niña murió atropellada
justo aquí enfrente de la tienda hace tres meses. -
La gitana
Javier, Francisco, Raúl y Marcelo eran un grupo de amigos que
estudiaban juntos en la secundaria. Todos los días después de clases
acostumbraban caminar en grupo de regreso a sus casas y así
aprovechaban para platicar y bromear con respecto al día que
habían tenido en la escuela.
Caminaban juntos hasta que llegaban a la Calle de los Cipreses y a
partir de ahí cada quien agarraba rumbo a su respectiva casa. Un día
iban los cuatro caminando por dicha calle y comenzaron a
despedirse - Bueno muchachos, entonces nos veremos mañana - dijo
Javier - ¡Sí, hasta mañana! - contestaron los demás y se despidieron
riéndose y chocando sus manos como era su costumbre.
En ese momento escucharon una voz femenina a sus espaldas -
Muchachitos ¿Quieren que les lea su futuro? - los cuatro jóvenes
voltearon para ver a la persona que les hablaba la cual era una
mujer de mediana edad, morena de ojos verdes, con cabello largo
negro y ondulado, vestía con una blusa color azul marino holgada,
una falda larga color violeta y además traía colgados muchos
collares y amuletos; no cabía duda que era una gitana.
Los cuatro jóvenes la miraron extrañados y Javier les hizo señas
para hablar con ellos en privado - Por favor, son puras tonterías. No
perdamos el tiempo con ella - La mujer al ver que los chicos
dudaban les dijo - ¡Vamos, anímense! Sólo les cobraré 20 pesos a
cada uno por leerles las cartas. -
Francisco volteó a ver a los demás - Yo digo que igual no perdemos
nada. - Marcelo agregó - Pues yo no tengo prisa en regresar a casa,
así que por mí no hay problema. - Raúl también se convenció -
Veinte pesos no es nada, así pues yo también le entro - Después
todos voltearon a ver a Javier esperando su decisión y aceptó no
muy convencido del todo - Bueno pues, vamos. -
La gitana les hizo señas para que la siguieran adentro de la casa
número 7 que rentaba ahí en la calle y los hizo pasar adentro donde
tenía un cuarto especial para atender a sus clientes. La habitación
estaba a media luz pintada de azul marino con estrellas plateadas y
del techo colgaban cristales, patas de conejo y piedras preciosas. En
medio había una mesa redonda con una enorme bola de cristal; la
mujer les indicó que se sentaran en las sillas que había alrededor de
la mesa y los muchachos tomaron asiento.
En cuanto se sentaron los chicos buscaron los veinte pesos para
pagarle y cuando la gitana tuvo el dinero en mano preguntó - ¿Con
quién empiezo? - Los cuatro se voltearon a ver y Francisco, quien fue
el que prestó interés desde el principio levantó la mano - Está bien,
voy primero - La gitana le dio varias indicaciones - Muy bien
jovencito, toma el mazo de cartas y revuélvelas muy bien - Francisco
obedeció - Bien, ahora córtalo en cuatro - una vez que separó las
cartas en cuatro bloques la mujer le dio una última orden - Saca una
carta de cada uno de los cuatro bloques; no importa si las tomas de
arriba, del centro o de abajo y entrégamelas boca abajo. -
Una vez que sacó sus respectivas cartas y las puso en manos de la
gitana ésta las volteó y las analizó detenidamente levantando las
cejas. Francisco esperaba ansioso a ver que decían de su destino - ¿Y
bien? - Pues... - comenzó la mujer - Las cartas dicen que tendrás un
futuro muy prometedor ¿te gusta el fútbol, cierto? - Sí, sí - contestó
Francisco algo nervioso - Efectivamente, tendrás muy buen futuro
como futbolista profesional, pero... - Todos la miraron preocupados -
¿Pero qué? - preguntó Francisco algo asustado - La agorera se quedó
viendo las cartas - No veo claro, pero parece que sucederá algo que
hará que tu exitosa carrera quede arruinada. -
Francisco quedó mudo de asombro y no pudo articular palabra -
Bueno jovencito, esto es todo lo que puedo decirte. Ahora ¿quién
sigue? - Marcelo fue el siguiente y la gitana lo puso a repetir el
mismo procedimiento que realizó Francisco. - Veamos - dijo
levantando las cartas que Marcelo le entregó - Hmm... pues aquí veo
que tienes en mente un ambicioso proyecto para cuando termines
tus estudios básicos, algo así como montar un negocio propio. -
Marcelo comentó - Eh sí, de hecho tengo en mente abrir un
restaurante de comida rápida. -
La mujer siguió analizando las cartas y agregó - Pues lamento
decirte esto, pero las cartas indican que no podrás realizar tu sueño.
- Marcelo se sobresaltó un poco - No, pero... es que. - Te entiendo
muchachito, yo sólo te estoy haciendo saber lo que veo en las cartas.
Ahora ya terminé contigo ¡El que sigue por favor! -
Ahora era el turno de Raúl y después de que revolvió y sacó sus
cartas la gitana le hizo saber su suerte - Jovencito, aquí veo que tu
gran debilidad son las féminas. - y no lo iba a negar, tenía apenas
catorce años y ya era todo un donjuan, había tenido más de cinco
novias desde que había comenzado la secundaria - Puesto a que las
mujeres son tu punto débil, eso hará que nunca logres tener una
relación amorosa estable y feliz. - Raúl se desanimó mucho el
escuchar la predicción de la mujer y agachó la cabeza.
La gitana volteó a ver al resto de los muchachos y preguntó - ¿Quién
falta? - Faltaba Javier, el más escéptico de todos que escuchaba
incrédulo cada una de las predicciones - Esto es una tontería -
Francisco le insistió que fuera - Vamos Javi, es divertido. Además ya
le pagaste, así que lo mejor será que vayas. -
Javier se colocó enfrente de la adivina y antes de que ella le dijera
algo se puso a revolver y cortar el bloque de cartas al igual que a sus
amigos y cuando terminó le entregó sus cuatro cartas; la gitana las
tomó, las volteó y las miraba fijamente con una mirada extraña e
hizo que Javier comenzara a desesperarse - Bueno ¿qué hay con mi
futuro? - La mujer volteó a ver a Javier nerviosa y le dio una orden -
Por favor ¿quieres volver a sacar las cartas? - Está bien - contestó
Javier algo fastidiado y volvió a repetir el procedimiento y la gitana
volvió a voltear las cartas y leerlas.
Todos los muchachos volteaban a verse y Javier perdió
definitivamente la paciencia - Bueno, lo que sea que haya visto,
dígamelo ya por favor. No tenemos mucho tiempo, debemos volver a
nuestras casas para ir a comer. - La gitana se quedó seria un
momento y después despegó los labios - Muchacho, las cartas dicen
que morirás joven y de manera trágica - Al escuchar eso todos se
pusieron pálidos por el asombro - ¿Escucharon eso? Dijo que Javi se
va a morir - comentó Marcelo en voz baja.
Javier se levantó bruscamente de su asiento y gritó: - ¡Es usted una
charlatana! - y luego se dirigió hacia los demás - ¡Por favor amigos!
Hay que usar la cabeza, todo esto son puras patrañas. - Francisco
quien tampoco había salido favorecido en su predicción le dio la
razón - Es verdad, no se tomen en serio nada de esto. Recuerden que
sólo vinimos para divertirnos un poco. -
La gitana los interrumpió molesta - Jóvenes, ustedes tienen toda la
libertad de creer o no lo que dicen las cartas, pero no podrán
cambiar su destino. - Lo mejor será que nos vayamos - dijo Raúl
mientras todos tomaban sus mochilas y se dirigían hacia afuera de la
casa.
Entre sus tareas, obligaciones y distracciones habituales los chicos
pronto se olvidaron del asunto y cuando pasaban por la Calle de los
Cipreses de vuelta a sus hogares nunca más volvieron a ver a la
gitana.
Pasaron los años y al terminar cada quien sus estudios se fueron
lejos de la ciudad a buscar su suerte y tuvieron que separarse. Un
día, Raúl que ya tenía 45 años, se encontraba tomando un café con
pan en la cafetería "La Palma" como acostumbraba hacer casi todos
los días. Mientras hojeaba el periódico, al levantar un momento la
vista hacia la ventana que daba a la calle vio pasar a un hombre de la
misma edad que él que caminaba con bastón cuyo rostro se le
hizo conocido - ¿Será Francisco? - se preguntó mientras salía afuera
para comprobarlo - ¿Francisco? - gritó y el hombre del bastón volteó
a verlo tratando de reconocerlo.
- Francisco, soy yo Raúl ¿No te acuerdas de mí? - Francisco se acercó
para verlo mejor y en cuanto lo reconoció se alegró mucho - ¡Raúl,
amigo! ¡Qué sorpresa! - y lo abrazó fuertemente - Sí, ya hace mucho
que no nos veíamos. Mira como ha pasado el tiempo - ¿Sí, verdad? -
Oye, si tienes tiempo me gustaría invitarte a tomar algo en la
cafetería y platicar contigo - ¡Hombre! Si tiempo es lo que más me
sobra, ándale vamos. -
Entraron a la cafetería y se sentaron a platicar - Y bueno, cuéntame
¿qué ha sido de tu vida? Desde que terminamos la secundaria no
volví a saber nada de ti - preguntó Raúl - Pues muchas cosas -
comenzó a platicar Francisco - Verás, cuando terminé la
preparatoria conseguí una beca deportiva y me fui de Montes
Verdes para tratar de abrirme camino en el ámbito del fútbol - ¿Y
cómo te fue? - preguntó Raúl interrumpiendo - Bueno, pues al
principio muy bien, hasta llegué a jugar de delantero central en el
equipo local y no es por presumir pero muy pronto me convertí en
el campeón goleador. - No me sorprende - volvió a interrumpir Raúl
- Siempre fuiste todo un mago con el balón.
Francisco prosiguió a platicar de su vida - Pues entonces empecé a
tener cierto prestigio y cuando tenía 22 años un equipo de primera
división se interesó en mí y fueron a hablar conmigo, imagínate,
estaba más que feliz y ya hasta les había firmado el contrato y todo -
¿Y luego que pasó? - preguntó Raúl ansioso - No me lo vas a creer,
pero iba manejando por la carretera para dirigirme a comenzar mis
primeros entrenamientos con el equipo cuando un tráiler se
atravesó en mi carril y me obligó a dar un volantazo, mi auto perdió
el control y se volcó, después llegó la ambulancia y me llevaron al
hospital enseguida pues tenía prácticamente los huesos hechos
añicos, la verdad es que sobreviví de puro milagro, pero nunca me
recuperé del todo, es por eso que hasta el día de hoy no puedo
caminar sin la ayuda del bastón y pues tuve que decirle adiós al
fútbol profesional . -
Raúl escuchaba todo muy consternado - Cuanto lo siento, amigo -
No te preocupes, así es la vida a veces. Pero ahora platícame de ti
¿qué has hecho en todos estos años? ¿estás casado? ¿tienes hijos?
- Pues sí, estuve casado tres veces y tengo un hijo - ¿¿Tres veces te
casaste?? - preguntó Francisco sorprendido - Raúl respiró hondo -
Pues sí, te platicaré toda la historia. En la universidad ya tenía una
novia formal la cual se llamaba Patricia, era muy hermosa e
inteligente además de que me amaba con locura, en fin, era lo que
cualquiera podía desear. - ¿Y entonces? - Entonces al terminar los
estudios ella ya quería hacer planes de boda y yo todavía no me
sentía listo para eso. -
Raúl hizo una pequeña pausa para tomar un sorbo de café - Pero
bueno, Patricia insistió mucho y tuve que acceder. Después empecé
a trabajar en un buffet jurídico y ahí trabajaba conmigo una
muchacha muy guapa que se llamaba Mariana la cual era mi
secretaria. - Francisco interrumpió - Hmm, ya me imagino lo que
pasó - Así es, empecé a tener aventuras con Mariana hasta que
una vez ella llamó a mi celular mientras me estaba bañando y
Patricia contestó y al enterarse de todo me pidió el divorcio.
Después me casé con Mariana y pasando un par de años perdí el
interés en ella así que salí en busca de otras mujeres y conocí a
Daniela. -
- ¿Y qué pasó con Daniela? - preguntó Francisco y Raúl prosiguió -
Pues ella se embarazó y me metió en un gran problema porque a
pesar de todo yo no quería separarme de Mariana ella era muy linda
conmigo y me dolía dejarla pero Daniela amenazó con decirle todo si
yo no lo hacía y no me quedó de otra que contarle la verdad a mi
mujer y al enterarse ni tarda ni perezosa se fue de la casa y luego
comenzamos con los trámites de divorcio. -
- Lo siento, de veras - interrumpió Francisco mientras agachaba la
cabeza, Raúl sólo suspiró - No lo sientas amigo, después también
arruiné todo con Daniela y sólo me dejó ver a mi hijo los fines de
semana, después se fueron a vivir fuera del país y hace ya varios
años que no sé nada de ellos. Pero bueno, son cosas que pasan. -
Los dos amigos pidieron otra taza de café y más piezas de pan para
continuar platicando - Cambiando de tema ¿Qué has sabido de
Marcelo? Lo último que supe de él fue que estaba estudiando
administración de empresas - preguntó Francisco - Pues su suerte
no ha sido tan buena como la nuestra - contestó Raúl - Después que
terminó su carrera quiso montar una pizzería, no sé exactamente
cómo estuvo el asunto, pero el caso es que se metió en un lío gordo
con el fisco y no pudo arreglarlo, así que se lo llevaron preso. -
Francisco se quedó observando fijamente a su taza de café que
humeaba cuando una pregunta de Raúl lo hizo volver a la realidad -
Por cierto, nos hemos olvidado de Javier ¿Qué rayos ha sido de él?
Parece que se lo hubiera tragado la tierra. - Hubo un largo silencio,
después Francisco levantó la vista y miró fijamente a Raúl con los
ojos húmedos - ¿No te enteraste? - Raúl movió la cabeza en señal
negativa - Fue hace como quince años, Javier volvía a su casa
después de una fiesta y mientras él estaba fuera se metieron unos
ladrones a robar, no esperaban que fuera a volver temprano, así que
en cuanto Javier entró a su casa y los descubrió éstos lo apuñalaron
violentamente hasta matarlo. -
Raúl se echó a llorar al escuchar eso y después decidió que era hora
de pagar la cuenta y salir de la cafetería. Los dos amigos decidieron
caminar un poco por sus viejos rumbos - Parece que fue apenas ayer
cuando los cuatro juntos caminábamos por aquí - comentó Raúl - Así
es, el tiempo vuela - contestó Francisco. Después doblaron por una
esquina hacia la Calle de los Cipreses y al pasar por la casa número
siete Francisco se detuvo en seco - Raúl ¿recuerdas esta casa? - Raúl
se quedó pensativo un momento tratando de hacer memoria - ¡La
gitana! - los dos se quedaron quietos mientras venían a sus mentes
cada una de las predicciones que aquella mujer les había hecho ¿De
verdad esa gitana predijo el futuro de los cuatro amigos o sólo fue
mera coincidencia?
Al hospital por favor
Gregorio ha trabajado como taxista por casi cuarenta años, es bien
sabido que en dicha ocupación a veces se suele hacer de terapeuta,
paramédico, mecánico y muchas otras profesiones más. Son tantas
las personas que suben y bajan de su taxi a diario que Gregorio
podría escribir un largo libro sobre todas las historias que ha
escuchado y vivido ahí a bordo, pero ninguna lo ha impactado tanto
como esta.
Una tarde lluviosa de septiembre Gregorio se encontraba dispuesto
a terminar su ruta y volver a su casa a descansar, iba manejando por
la Avenida Gardenia cuando una mujer joven que no pasaría de los
30 años le hizo la parada, él disminuyo la velocidad y bajó la
ventanilla para hablar con ella - Lo siento señorita, pero ya terminé
mi ruta y voy de regreso a mi casa. - La muchacha insistió - Por
favor, tengo que ir al Hospital Central. Le pagaré el doble de la tarifa
si quiere, pero por favor lléveme. -
El taxista no pudo negarse pues al pedirle que la llevara al hospital
la situación de la chica podía ser grave - No hay problema, la llevaré.
- ¡Muchísimas gracias! - respondió la mujer mientras subía a la
parte trasera del taxi. Gregorio observaba a su nueva pasajera
discretamente por el retrovisor, ella tenía un aspecto demacrado,
estaba demasiado pálida y delgada, con ojeras muy marcadas y traía
un pañuelo negro amarrado en la cabeza, pero lo que más le
inquietaba al taxista era su mirada profunda y triste.
Al llegar al Hospital Central el taxi se detuvo - ¿Cuánto le debo? -
preguntó la mujer - No es nada señorita, déjelo por mi cuenta. - Es
usted muy amable, se lo agradezco mucho - dicho esto la pasajera
salió del taxi y se perdió entre el mar de gente que entraba y salía
del hospital, después Gregorio emprendió el camino de regreso a su
casa.
A la mañana siguiente Gregorio salió temprano de su casa para
comenzar una nueva jornada de trabajo, se detuvo a tomar su café
en la cafetería "La Palma" y emprendió su ruta de siempre para
recoger pasaje en su taxi. Fue un día como cualquier otro que se fue
como agua y antes de que pudiera darse cuenta ya otra vez era hora
de terminar e ir de vuelta a casa.
Como siempre acostumbraba pasó otra vez por la Avenida Gardenia
y ahí estaba otra vez la mujer que ayer había llevado al hospital,
disminuyó un poco la velocidad al ver que la misteriosa muchacha
se acercaba y bajó la ventanilla para poder escuchar lo que le decía -
Por favor ¿podría llevarme al Hospital Central otra vez? - Ay
señorita, no es que quiera ser mala onda, pero siempre me agarra de
salida. -
La mujer agachó la cabeza y agregó - Entiendo, pero es que de
verdad necesito ir al hospital - levantó la cabeza y dirigió a Gregorio
una mirada suplicante y él no pudo decirle que no - Está bien, suba. -
¡No sabe cuánto se lo agradezco! - le contestó ella mientras abría la
puerta de atrás.
En cuanto ella se sentó en el asiento trasero el taxista la volvió a
observar discretamente por el espejo retrovisor, el aspecto de la
mujer no había mejorado, de hecho podía decir que estaba peor que
ayer, estaba más pálida con las ojeras más marcadas y otra vez traía
cubierta su cabeza con el pañuelo negro.
Durante todo el trayecto de camino al hospital la joven no
pronunciaba ni una sola palabra y sólo observaba por la ventanilla
con la mirada perdida y no es que Gregorio fuera una persona de
pocas palabras, pero no se atrevía a hacerle plática a su pasajera,
había algo en esa mujer que le infundía un cierto temor.
Gregorio había escuchado antes algunas leyendas populares acerca
de mujeres fantasmales que paraban taxis en medio de la noche y
luego de repente desaparecían, él era escéptico y no creía en esas
historias, sin embargo estaba empezando a pensar que tal vez esa
mujer que llevaba ahí en el taxi fuera un fantasma.
Cuando llegaron al hospital la mujer se bajó del taxi y preguntó -
¿Cuánto es? - al igual que ayer Gregorio no quiso cobrarle - No me
debe nada - la mujer agradeció y se dirigió hacia el interior del
nosocomio.
Al siguiente día Gregorio se levantó temprano y antes de emprender
su jornada se detuvo en un puesto de revistas y compró el periódico
local, luego fue a la cafetería por su café y su pan. Decidió sentarse
en una de las mesas a leer un rato antes de empezar a trabajar y
cuando llegó a la sección de las esquelas se llevó una gran sorpresa.
Había una fotografía de la mujer que los días anteriores había estado
llevando al hospital y al lado estaba escrito el siguiente mensaje
"Descansa En Paz: Martina Vallejo, luchaste como leona contra el
cáncer hasta el final y aunque perdiste la batalla, nosotros siempre
te veremos como una triunfadora." A Gregorio se le llenaron los ojos
de lágrimas al leer la noticia, aunque no había conocido a la mujer el
sólo hecho de haber sido testigo de algunos de sus últimos
momentos de vida lo entristeció mucho.
Durante el resto del día el taxista no volvió a pensar en la mujer del
periódico y prosiguió con su rutina como siempre. De nuevo volvió a
llegar la hora de terminar y dirigirse a su hogar. Ya estaba
oscureciendo cuando pasó por la Avenida Gardenia y en medio de la
calle Gregorio detuvo el taxi bruscamente ya que le pareció haber
visto otra vez a la mujer en el sitio donde la había recogido ayer.
Volteó por el retrovisor y los espejos laterales pero ya no la volvió a
ver - ¡No puede ser! Debo estar imaginándome cosas. - Estaba por
arrancar el taxi cuando de repente sintió un viento helado que
soplaba dentro del auto lo cual no tenía sentido ya que no traía
encendido el aire acondicionado, sintió que no estaba solo en el taxi
y se quedó ahí petrificado sin saber qué hacer y luego esuchó una
voz femenina que provenía del asiento trasero - Al hospital por
favor. -
Se renta
En la Calle de la Luna número 5 hay un local que casi siempre está
vacío con un cartelón enorme de "SE RENTA" colgando arriba de la
puerta principal, a todas las personas que han llegado a rentar el
local parece que las persigue la mala suerte ya que por X o Y motivo
nunca logran triunfar con los negocios y proyectos que quieren
llevar a cabo en ese lugar.
Los primeros que rentaron ese local cuando recién se construyó
fueron Matilde y Pedro, una pareja de jóvenes recién casados y
utilizaron el espacio para montar una pequeña panadería, el marido
despachaba y cobraba mientras su mujer horneaba los panes en la
cocina.
La panadería comenzó a prosperar rápidamente sobre todo por las
donas de chocolate que Matilde preparaba, no hubo casi ningún
habitante en Montes Verdes que no llegó a ir a la panadería tan sólo
para probar las famosas donas, pero el gusto duró muy poco
porque todavía no hacían ni el año de casados y la pareja tuvo un
fuerte disgusto que hizo que se separaran y tras su divorcio
cerraron la panadería dejando el local disponible para volver a ser
rentado.
Por varios meses el local estuvo vacío hasta que llegaron Mario y
Roberto un par de técnicos en informática a los cuales el local les
pareció adecuado para poner un ciber-café y un taller de reparación
para computadoras. Cuando tuvieron todo lo necesario para
comenzar su proyecto alquilaron el local.
El ciber-café arrancó teniendo mucho éxito ya que al estar cerca de
una escuela secundaria los estudiantes acudían a hacer tareas e
imprimir sus trabajos. También como técnicos les fue muy bien ya
que siempre arreglaban perfectamente las computadoras y las
entregaban a tiempo. Pero apenas tres meses después de haber
comenzado, en una noche se produjo un corto circuito dentro del
local provocando que éste se incendiara.
Los vecinos llamaron a los bomberos pero para cuando éstos
llegaron el fuego había acabado con todo. Fueron muchas las
pérdidas económicas que Mario y Roberto no pudieron reponerse y
no tuvieron otra opción que decir adiós a su ciber-café.
Después que arreglaron y habilitaron el local otra vez se volvió a
colocar el cartelón de "SE RENTA" y no pasó mucho tiempo para que
volvieran a interesarse por él, esta vez lo rentaron Nino y Pachis una
pareja gay de estilistas y montaron una lujosa sala de belleza donde
acudían todas las señoras de la alta sociedad de Montes Verdes.
Pasó un año y aparentemente esta vez parecía que todo por fin
había salido bien, hasta contrataron a un jovencito llamado Tito para
que los ayudara a atender a toda la clientela. Pero un día Nino
descubrió que Pachis lo engañaba con Tito y esa misma tarde
mientras Tito y Pachis se encontraban aplicando un permanente a
una clienta Nino entró hecho una furia con un cuchillo y los apuñaló
salvajemente hasta matarlos.
Las clientas salieron corriendo asustadas de la estética y llamaron a
la policía para denunciar lo ocurrido, en cuanto llegó la patrulla
detuvieron y esposaron a Nino y se lo llevaron preso. Con Tito y
Pachis muertos y Nico en la cárcel la estética llegó a su final, lo cual
significó que el local otra vez volvería a estar en renta.
El local estuvo vacío por varios años, nadie quería ya rentarlo
porque los vecinos supersticiosos comenzaron a rumorear y
propagar leyendas urbanas con respecto a ese sitio. Doña Petra, una
señora que siempre ha tenido una tienda de abarrotes frente al local
decía que si su memoria no le fallaba ese lugar se había terminado
de construir un viernes 13 y por eso estaba "salado".
Por otro lado, Don Silvestre un viejo afilador que acostumbraba
pasar siempre por la Calle de la Luna cuenta que una vez estaban
afuera los dueños del local pintando y limpiando el lugar cuando
pasó la gitana que vivía en el número 7 de la Calle de los Cipreses,
dice que vio que esa mujer les ofreció un amuleto para la buena
suerte y les dijo que si lo colgaban en la puerta la renta de su local
les iba a dejar buenas ganancias.
Los dueños le dijeron groseramente a la gitana que se largara y
entonces ella se retiró molesta del lugar no sin antes advertirles que
esa grosería les costaría muy caro. Don Silvestre supuso que la
gitana echó una maldición sobre el local y por eso siempre pasan
cosas malas en ese lugar.
Nadie puede afirmar que las historias que cuentan Doña Petra y el
afilador sean ciertas, pero lo que sí es seguro es que en ese local
hasta ahora nadie ha prosperado ni tenido suerte y por eso ahí sigue
el local abandonado esperando ser rentado y volver a tener uso.
Un día una joven que recién había llegado a la ciudad pasó por la
calle, se detuvo enfrente del local y lo miró por un largo rato - Hmm,
está un poco sucio y descuidado, pero creo que es perfecto. -
después tocó el timbre y tras unos minutos de espera salió el dueño
- Buenas tardes - saludó la chica - ¿Sí? Dígame ¿qué se le ofrece? - Lo
que pasa es que estoy interesada en rentar este local. -
Don Silvestre y Doña Petra observaban todo desde el lado de
enfrente mientras se preguntaban a sí mismos: ¿Cuál será la suerte
de esa joven al rentar ese local maldito?
Luna llena sobre el callejón de Bartolomeo
Al igual que todas las noches me encuentro aquí escondido en medio
de este callejón oscuro, sucio y maloliente al cual sólo ilumina la luz
de la luna llena. Estoy aquí quieto, observando todo en silencio: la
gente que pasa, las luces de los autos, los gatos que hurgan entre la
basura y las despreciables ratas que corren desesperadas tratando
de escapar de ellos.
Siempre tengo que ocultarme, procurar que ninguna de las personas
que pasan por aquí escuchen mis pasos al ir detrás suyo, no puedo
dejar que vean ni siquiera mi sombra, ya te imaginarás por qué los
sigo y créeme que no me gusta hacer esto, no estoy nada contento
con esta vida miserable que llevo pero ahora estoy atrapado en un
callejón sin salida aún peor que este y no tengo escapatoria.
Hace ya muchos años que me convertí en este ser despreciable que
soy el día de hoy, no sé ni cómo llegué a esto, pero no tengo otra
alternativa que esconderme a la luz del día y sólo poder caminar por
las noches alumbrado únicamente por la pálida luz de la luna. Uso
siempre un sombrero de ala ancha para así ocultar mi mirada bestial
porque ella delata que no soy más que un desgraciado adicto, un
rufián, un malhechor en toda la extensión de la palabra.
No merezco la compasión ni la consideración de nadie, no soy más
que una escoria de la ciudad, una rata más del callejón. Sé que debo
dejar mi mal camino pero por más que lo intento no puedo hacerlo.
Pero desde que la conocí a ella, hace no mucho tiempo, me siento
cada vez más mal por ser lo que soy.
Ella es una joven linda e inocente, la primera vez que pasó por mis
rumbos pensé - ¿Qué hace un ángel como ella en este mugroso
callejón? Se ve que es de buena familia - la seguí mientras caminaba
en la oscuridad pero no me atreví a abordarla ni mucho menos
hacerle daño, la seguí en silencio procurando que no me viera ni
escuchara mis pasos, se veía tan hermosa caminando bajo la luz de
la luna llena.
La seguí hasta su casa ocultándome entre las sombras de la noche y
me quedé ahí parado frente a su ventana no sé por cuanto tiempo,
tal vez fueron sólo unos minutos que a mí me parecieron una
eternidad, sólo quería volver a verla.
La noche siguiente la vi pasar otra vez sola por el callejón oscuro, mi
corazón dio un vuelco al verla caminar tan tranquila por estos sitios
tan peligrosos. No pude quedarme ahí quieto y nuevamente la seguí
hasta su casa procurando que no me viera ya que no quería
asustarla, no quería hacerle daño, sólo quería mirarla.
Me quedé ahí cerca de su ventana, todo estaba oscuro, la única luz
provenía de la luna, ella abrió la ventana, se asomó, miró en torno a
la calle y para mi buena suerte no pudo verme. No podría
describirles lo hermosa que ella me parece, es tan linda e inocente.
Por primera vez en mi vida siento una tristeza tan profunda que
hace que se me salgan las lágrimas, porque sé que nunca podré estar
con ella, no puedo dejar que vea mi rostro, tampoco mi sombra, ni
siquiera que escuche el sonido de mi pisadas. No merezco nada de
ella, lo mejor es que no sepa nunca que existo ya que no podría
sentir otra cosa hacia mí que no sea asco.
Si no fuera lo que soy podría hablarle y dejar de ocultarme, por ella
me arrepentiría y pediría perdón por todos mis malos actos, por
esta vida que tanto he arruinado y que he arruinado a muchos otros
más, pero es demasiado tarde, estoy hundido en este pozo sin fondo
del cual nunca saldré.
Si es que existe un dios espero que no tenga piedad de mí porque yo
nunca la tuve antes con nadie. Si es que existe un dios sé que me
espera el peor de los castigos pero no podré oponer resistencia
porque lo que recibiré será poco comparado con lo que merezco.
Me encuentro otra vez aquí escondido en medio de este maldito
callejón; estoy completamente inmóvil, observándolo todo siempre
en silencio: la gente, los autos, los gatos, los contenedores de basura
llenos al tope, las ratas y la luna llena.
Ella volvió a pasar al igual que todas las noches anteriores, siempre
termina su jornada laboral tan tarde, se ve que trabaja muy duro
para salir adelante y en cambio yo no hago nada que sea para bien.
No entiendo por qué pasa siempre por este maldito callejón, este
lugar no es digno de ella, este sitio es infernal, apesta a miseria y
muerte.
Otra vez la volví a seguir escondido en las sombras, sé que no puedo
continuar así, tengo que ponerle un fin a todo esto. Dije que por ella
dejaría de ser lo que soy y aunque parece que no tengo escapatoria
hay una única solución, una dura pero efectiva solución. Busco en
mis bolsillos el instrumento afilado que siempre me ha acompañado
desde que desgracié mi vida. Es el momento de acabar con esto, ya
podré dejar de esconderme en las sombras y nunca más escucharán
mis pies al andar en las noches de luna llena sobre el callejón de
Bartolomeo.
El titiritero
Calle Mármol Número 21, esta dirección corresponde a una de las
residencias más grandes, viejas y sombrías de Montes Verdes. Esa
casa pertenece a Don Aurelio un viejo solitario sin esposa ni hijos.
Siempre está solo en esa vieja casona cuya única compañía son sus
montones de marionetas y muñecos ventrílocuos que él mismo
fabrica en un taller que tiene en el ático de la casa.
Desde que el titiritero llegó a vivir a esa casa ha sido considerado
uno de los personajes más misteriosos de la ciudad, siempre está
solo, nunca sale a caminar por las calles ni tiene amigos. A veces sólo
se asoma por la ventana que da para la calle con uno de sus títeres
en brazos.
Hubo un tiempo en que montó un pequeño teatro en el patio trasero
de su casa y acudían tanto niños como adultos a ver sus funciones de
títeres. Todos aquellos que pudieron presenciar los espectáculos
dicen que lo más asombroso de todo era la calidad con la que los
muñecos estaban fabricados.
Aún desde lejos se podía ver a los títeres moverse en el escenario
como si fueran verdaderas personas en miniatura y los que podían
ver más de cerca no paraban de hablar acerca de todos los detalles
más mínimos que tenían los títeres: pliegues en las manos, uñas,
pestañas, ojos expresivos y cabello, todo se veía tan real que no
parecían simples muñecos hechos de madera.
Pero de todas las marionetas las que más llamaban la atención eran
los personajes de la "Comedia dell' Arte" italiana: Brighella,
Colombina, Coviello, Florindo, Rosaura, Scaramouche, Scapino,
Polichinela, Pantaleón, El Capitán y El Doctor pero el preferido de
todos era el Arlequín por su vestuario tan colorido.
Cuando los personajes de la comedia salían a escena, no faltaban los
niños descontrolados que se lanzaban a querer agarrar al arlequín y
eso hacía enojar mucho a Don Aurelio al grado de llegar a golpear a
uno de esos chicos y todos los ahí presentes se molestaron tanto con
esa acción y dejaron de acudir a las funciones las cuales terminaron
por dejar de llevarse a cabo.
Así como el viejo titiritero no permitía que nadie tocara a sus títeres,
también se molestaba mucho cuando alguien le ofrecía dinero a
cambio de sus marionetas - Lo siento, pero no están en venta. -
respondía de forma hostil, los interesados casi siempre
terminaban desistiendo pero muchos otros insistían - Le pagaré
muy bien por ellos, pida lo que quiera, la cantidad no es problema.
Es que de veras son fantásticas sus creaciones - ¡Ya le dije que no!
¡Lárguese! -
Por esos comportamientos la gente sensata de Montes Verdes tenía
a Don Aurelio por un viejo quisquilloso y cascarrabias pero muchos
otros decían que era realmente un brujo y que sus títeres estaban
encantados y cobraban vida. Un par de vecinos incluso afirmaban
que por las noches veían las sombras de los títeres asomarse por las
ventanas y que a veces escuchaban a Don Aurelio hablar con los
muñecos y que éstos le respondían.
Después casi todo el mundo se llegó a convencer que Don Aurelio
tenía poderes sobrenaturales ya que no se explicaban el porqué las
marionetas estuvieran tan perfectamente elaboradas. Entre las
hipótesis que se formulaban estaba que esos títeres fueran
realmente personas que Don Aurelio secuestró y les diera a beber
alguna poción mágica para que se encogieran y así poder utilizarlos
como muñecos.
Otros decían que probablemente las marionetas si fueran hechas
por el anciano pero al ser él un brujo invocó espíritus del más allá
para que entraran en ellas y les dieran vida. Mientras más corrían
los rumores hacia su persona Don Aurelio se volvía cada vez más
ermitaño y hosco.
No sé sabe cómo ni por qué, pero un día Don Aurelio preparó una
maleta vieja con su ropa y después empacó a todas sus marionetas
en cajas y salió de la casa únicamente dejando los muebles y se fue
de la ciudad para siempre lo cual sorprendió a todos y después no
pararon de preguntarse qué habría sido del viejo.
Después una agencia inmobiliaria tomó la propiedad para ponerla
en venta lo cual fue complicado ya que muchos de los habitantes de
Montes Verdes que conocieron a Don Aurelio tenían miedo de
comprarla porque no fuera a ser que estuviera embrujada.
Pasaron veinte años y llegó un matrimonio a la ciudad con dos niños
que no pasaban de los diez años. Eran una familia con posibilidades
y habían escuchado que la Calle Mármol era un buen lugar para vivir
y había casas muy bonitas. - Están de suerte - les dijo el agente de
bienes raíces por teléfono - Hay una linda casa en venta en esa calle,
si gustan pueden venir en la tarde para verla. - la familia aceptó de
inmediato.
Fueron todos en su auto a las cinco de la tarde y allí estaba afuera de
la casa el agente esperándolos - Buenas tardes señores Prado,
llegaron justo a tiempo, tengo que irme dentro de media hora
¿Quieren pasar a ver la casa ahora? - ¡Por supuesto! - contestó el
señor - Niños vengan y por favor pórtense bien - dijo la señora
Prado a sus hijos mientras les abría la puerta trasera para que
bajaran.
El agente abrió la puerta principal, una enorme y vieja puerta de
madera que rechinó al abrirse - Es una casa muy vieja, pero está en
buen estado, sólo necesitan arreglarse unos cuantos detalles. - Hizo
pasar a la familia a la sala mientras observaban todo de arriba a
abajo, estaba muy lúgubre el interior hasta que el agente abrió las
pesadas cortinas que cubrían los ventanales. - Es un poco sombría,
pero abriendo las ventanas entra mucha luz de allá afuera. -
Mientras el agente seguía mostrando la casa Arnoldo, el hijo mayor
del matrimonio que tenía ocho años comenzaba a aburrirse y
entonces se separó de los demás y subió las escaleras que daban
hacia el primer piso, al llegar al descanso se encontró con un pasillo
tan largo que le pareció que no tenía final y ahí vio que había otras
escaleras más pequeñas que conducían hacia el ático y se dirigió
hacia ellas.
Los peldaños de aquellas viejas escaleras rechinaban cada vez que
Arnoldo daba un paso, estaba todo oscuro y telarañoso y al llegar al
final encontró una puerta que estaba sellada con tablas de madera
para impedir que alguien pudiera pasar por ahí.
Sin embargo, Arnoldo pudo remover una tabla que no estaba bien
clavada y así consiguió abrir la puerta y pasar al interior del ático. El
niño miró a su alrededor y vio que ese lugar no era más que un taller
abandonado. Había una gran mesa polvorienta pegada a la única
ventana del lugar y también latas de pintura, trozos de tela y madera
amontonados en el suelo; nada que para él fuera interesante.
Arnoldo se disponía a salir de aquel aburrido y oscuro ático
cuando notó que debajo de la mesa había un pequeño baúl viejo. No
pudo resisir la tentación y lo tomó con las dos manos y lo jaló hacia
él. Al igual que el resto de las cosas en ese lugar estaba todo cubierto
de polvo, lo sacudió con la manga de su playera y notó que había
unas letras que apenas y se distinguían que decían "El Arlequín" y
eso hizo que aumentara su curiosidad y se dispuso a abrir el baúl
mientras se preguntaba- ¿Qué habrá aquí dentro? -
Con algo de dificultad el niño logró abrir el baúl y en cuanto vio lo
que había ahí dentro abrió los ojos al máximo y se quedó mudo de
asombro, se encontró con nada más y nada menos que con la
marioneta preferida de Don Aurelio y que él había olvidado llevarse
consigo. El Arlequín asustó bastante a Arnoldo porque parecía tan
real, como un pequeño hombrecito que lo miraba fijamente a los
ojos.
Amigo lector:
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que gracias a eso puedo ir creciendo y mejorando cada día así que si
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