El enamoramiento en la situación analítica: ¿Ficción o realidad?
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EL ENAMORAMIENTO EN LA SITUACIÓN ANALÍTICA: ¿FICCIÓN O REALIDAD?
Ensayo
Por: Carlos Augusto Arias Vidales
Estudiante
Universidad de Antioquia, Seccional Magdalena Medio
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Programa de Psicología
Nivel IV, Grupo 045 Asignatura: Conceptos de Clínica
Psicoanalítica
Docente: Juan Ricardo Gallo Puerto Berrío, 6 de abril de 2015
A Freud le tomó mucho tiempo darle forma a la técnica de la cura analítica. Puede
decirse, sin temor a equivocarse, que esta empresa le tomó toda su vida. Al hacer una revisión de
sus escritos (y ni siquiera tiene que ser de todos, sino que basta con tomar algunos ejemplos de
escritos realizados en distintos momentos de su actividad intelectual) se descubre fácilmente la
movilidad de la teoría y de la técnica analítica; no en el sentido de que, a fuer de ser zarandeada
por caprichosos vientos intelectuales, fuera inconstante e inconsistente, sino en el sentido de que,
en una constante actitud y una permanente actividad investigativas, Freud fue ahondando cada
vez más, a lo largo de su vida, en la comprensión y clarificación de la cura analítica y de la
doctrina a la que dio a luz, y la cual, en contraprestación, le da sustento teórico y metodológico.
Ejemplo particular de lo anterior lo constituye el fenómeno de la trasferencia, cuyo
análisis Freud llegó poco a poco a vislumbrar como el elemento esencial para la consecución de
la finalidad del tratamiento psicoanalítico, así como su mayor tropiezo cuando es puesta al
servicio de la resistencia. De los diversos aspectos que se podría tratar respecto de la trasferencia,
este breve escrito se centrará en uno en particular: el amor de trasferencia ―es decir, el
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enamoramiento que un analizante puede llegar a sentir por su analista en un momento
determinado― en el caso de que este pudiera ser correspondido por el psicoterapeuta.
En especial, interesa responder a esta cuestión: ¿El enamoramiento por parte del
analizando hacia su analista es una realidad o es tan sólo una ficción generada por la mente
perturbada del analizante? O, expresado de otra forma: ¿el amor de trasferencia es en la vida
del analizante un enamoramiento normal (al mismo título que el enamoramiento de las personas
sanas o, en todo caso, que el que se presenta por fuera de la situación analítica ―en la vida
cotidiana―), o es tan solo un síntoma más de su afección psíquica? Para responder a esta
cuestión se seguirá los planteamientos establecidos en el escrito de Freud Puntualizaciones sobre
el amor de trasferencia (1991).
Una de las características relevantes del estilo literario y argumentativo de Freud es su
habilidad crítica, su capacidad de poner en tela de juicio y revisar concienzuda y analíticamente
los argumentos y contraargumentos que, frente a sus elucidaciones teóricas y metodológicas, le
llegan tanto de fuera como de dentro del ámbito psicoanalítico, así como los formulados por él
mismo. No es exagerado afirmar que si alguien puso en práctica a la perfección la duda metódica
promulgada por Descartes, fue precisamente Freud. Ello se ve traslúcidamente en la obra en
cuestión por la manera como aborda en ella el análisis del amor de trasferencia en la situación
analítica.
Al emprender la cuestión de la realidad o irrealidad del amor de trasferencia, Freud
comienza exponiendo los argumentos que, hipotéticamente, un analista (siguiendo fielmente, por
demás, la doctrina psicoanalítica en cuanto a la concepción de la trasferencia y, en particular, del
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amor de trasferencia) podría exponerle a un analizante enamorado de él, en el intento de
«sofocar» tales «apetencias amorosas» (párrs. 23-25, pp. 170-171).
Un primer argumento que podría ofrecerse, en dicho sentido, aludiría al punto de vista
según el cual, en ese enamoramiento, la resistencia tiene una injerencia bastante obvia (al menos
para el analista) y de gran peso. Tal punto de vista se sustentaría en dos hechos contrapuestos y
verificables en la experiencia: 1) en el caso del enamoramiento real (auténtico), el enamorado
está dispuesto a hacer lo necesario para agradar y satisfacer al depositario de su amor; lo que, en
la situación analítica se traduciría en la disponibilidad y prontitud del analizante para colaborar
con el analista en la rápida solución de los problemas que su caso le plantean a este, acaso con la
intensión de que, tras la cura, su «inclinación amorosa» halle un sitio válido y pueda ser
correspondida por el psicoterapeuta; 2) por el contrario, en el caso del amor de trasferencia, el
analizante se muestra poco, o nada, interesado en el tratamiento, no da crédito a las
construcciones del analista e, incluso, lo pone en una encrucijada: de no verse correspondido, el
desaire le llevará a vengarse del psicoterapeuta apartándose de la cura… así pues, en toda esta
actitud antagonista con respecto al analista se descubre a las claras que el enamoramiento no es
auténtico.
Un segundo argumento se basa en el punto de vista de que el amor de trasferencia no está
sostenido, en definitiva, en la situación presente, sino que es la repetición de modos de proceder
anteriores, muy probablemente formados en la infancia del analizante; en definitiva, lo que se le
insinuaría a este es que su amor no es más que un síntoma de su trastorno psíquico.
Sin embargo Freud, sin negar categóricamente estos argumentos, puntualiza:
Yo querría iluminar críticamente los citados argumentos y preguntar si con ellos decimos
la verdad a la paciente o en nuestro aprieto nos hemos refugiado en disimulos y
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desfiguraciones. En otras palabras; ¿acaso de hecho no cabe llamar real al enamoramiento
que deviene manifiesto en la cura analítica?
Opino que hemos dicho a la paciente la verdad, mas no toda ella. (párrs. 26-27, p.
171).
Y, acto seguido, aclara, en primer lugar, que aunque es cierto que la resistencia está
claramente implicada en el amor de trasferencia, este no surge de aquella, no es un mecanismo
propio de ella: el amor de trasferencia ya estaba presente en la forma de una «trasferencia
tierna», y, al erigirse la resistencia en contra de «un fragmento muy penoso y fuertemente
reprimido de su biografía» (párr. 10, p. 166) que intenta irrumpir en la conciencia, se sirve de
este enamoramiento, exagerando sus manifestaciones, a fin de evitar la emergencia del material
inconciente indeseable; a guisa de esto, la genuinidad del enamoramiento que surge en la
situación analítica no es desvirtuada en modo alguno (cf. párr. 27, p.171).
En segundo lugar, Freud precisa que, si bien es verdad que el amor de trasferencia se
constituye sobre la base de comportamientos anteriores, a modo de una reedición, al fin de
cuentas todo enamoramiento se funda, en esencia, sobre la base de un carácter compulsivo
proveniente de condicionamientos infantiles; carácter compulsivo que, precisamente, asemeja al
enamoramiento normal con lo patológico: la única diferencia ―que, por cierto, no es esencial―
es que el amor de trasferencia tiene menos libertad que el enamoramiento normal, en lo cual se
vislumbra que aquel tiene una mayor dependencia de los modelos infantiles que este último
(ibíd.).
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De este modo, concluye Freud a modo de resumen:
No hay ningún derecho a negar el carácter de amor «genuino» al enamoramiento que
sobreviene dentro del tratamiento analítico. Si parece tan poco normal, ello se explica
suficientemente por la circunstancia de que todo enamoramiento, aun fuera de la cura
analítica, recuerda más a los fenómenos anímicos anormales que a los normales. De
cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular
posición: 1) es provocado por la situación analítica; 2) es empujado hacia arriba por la
resistencia que gobierna a esta situación, y 3) carece en alto grado del miramiento por la
realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus consecuencias, más ciego
en la apreciación de la persona amada de lo que querríamos concederle a un
enamoramiento normal. Pero no nos es lícito olvidar que justamente estos rasgos que se
desvían de la norma constituyen lo esencial de un enamoramiento. (Párr. 22, pp. 169-
170).
REFERENCIA
Freud, S. (1991). Puntualizaciones sobre el amor de trasferencia (Nuevos consejos sobre la
técnica del psicoanálisis, III). En Obras completas (Trad. José L. Etcheverry. Vol. 12,
pp. 159-174). Buenos Aires: Amorrortu.