EL MILAGRO TIENE UN PRECIO
2 REYES 5
• Nací en un hogar nacionalista• Crecí orgulloso de mi nación y mi gente.• El ejército y sus soldados llamaban mi
atención.• Nació en mi corazón el anhelo de ser un
soldado fiel de mi país.
LA HISTORIA DE NAAMÁN
• Cuando la oportunidad llegó, me uní al ejército. • Comencé con las tareas
más simples y aparentemente insignificantes. • Siempre pensé que mi
lugar estaba reservado entre los mejores.
• Fui reconocido por mi fidelidad, y un buen día empecé a ascender.
• Una mañana sucedió lo mejor: fui llamado para ser general del ejército del rey de Siria.
• La vida me sonreía:– Me casé con una mujer bella, de carácter
noble y refinado. –Dimos muerte al temido rey Acab–De los hijos de Israel tomamos siervos y
siervas como trofeos.– Llevé a casa una niña israelita, para que
sirviera a mi esposa.
La llegué a admirar porque, a pesar de su juventud, supo sobreponerse a una
condición de vida muy triste. La vida no parecía ofrecerle gran cosa, y podría
haberse amargado si se hubiera dedicado a pensar en sí misma y en su desgracia.
(CBA, pág. 871)
• Quizá sea difícil entender por qué Dios permite circunstancias que lastiman nuestro corazón:
Una temporada difícilUn problema familiarUna enfermedad inesperadaLa pérdida de un ser queridoEl olvido de alguien que un día te prometió amor y hoy
manifiesta entera indiferenciaPocos recursos económicosUn hogar que se desintegra.
• Cuando yo pensaba que todo estaba bien y que no podía desear algo más, una pequeña llaga se detectó en mi cuerpo y desencadenó lo que sería una tragedia en mi hogar y en mi vida profesional.
• La lepra me estaba matando.
• Los médicos no me podían curar.
• Habíamos probado de todo; además, temía contagiar a mi ejército.
• Mis músculos se estaban atrofiando.• Mis fosas nasales estaban muy
dañadas.• Los nervios empezaron a perder
sensibilidad.• Perdí el apetito.
• Una mañana pasó algo que nunca podremos olvidar: la criada, con el cariño de una hija, se acercó a mi esposa y le dijo algo que revivió la esperanza.
• “En mi tierra hay un profeta de Jehová que puede sanar a su esposo”.
• Sería este el comienzo para que muchos supiéramos del gran poder del Dios de Israel.
• Mi señor, el rey de Siria, envió una misiva dirigida al rey de Israel: “Cuando te lleguen a ti estas cartas, entiende por ellas que te envío a mi siervo Naamán para que lo sanes de su lepra” (2 Reyes 5:6).
• El rey Joram rasgó sus ropas, impotente ante esa petición.
• Todas mis esperanzas se desmoronaban delante de mis propios ojos.
• Estaba muy cerca de recibir una grande bendición, pero la estaba solicitando en el lugar equivocado.
• Fue entonces cuando algo volvió a revivir la esperanza.
• Eliseo envió al rey de Israel un mensaje: “Mándamelo, y sabrá que hay profeta en Israel”.
• Caminamos a casa del profeta con grandes esperanzas. “Saldrá y me sanará, me estará esperando para atenderme”, pensaba yo.
• Las expectativas que tenía eran grandes, espectaculares; no quería que ninguno perdiera detalle.
EXPECTATIVAS Y DESENGAÑOS
• La casa contrastaba con el palacio del rey.• Todo se veía demasiado sencillo; mi corazón empezó a
dudar. • Las expectativas se derrumbaban delante de mí. • Para empeorar las cosas, el profeta no salió a
recibirme; ni siquiera me vio. • Había un criado en la puerta, con un mensaje del
profeta para mí.
• Qué irónico: una criada me había mandado a buscar al profeta; ahora un criado salía a recibirme. ¿Acaso no merecía más atención mi persona?
• Sin poder salir aún de mi asombro por lo que estaba pasando, él sólo dijo firme y tajantemente: “Ve, lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te restaurará y será limpia” (2 Reyes 5:10).
Yo llevaba mi propia agenda, había formulado mi propio plan y esperaba que
Dios lo aceptara.
• Me retiré enojado, preguntándoles a mis soldados si los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no eran mejores que el Jordán adonde me había mandado: un río lodoso y lleno de fango en sus orillas.
• Cansado y muy desilusionado emprendí el camino de vuelta a casa sin ser curado.
• Sin embargo, mis “criados” se acercaron diciéndome: “¿Te parece mucho hacer lo que te pide el profeta? Anda y prueba; no pierdes nada. Quizá ésta sea tu solución. No te vayas sin antes haber probado lo que se te propone”.
BUSCA, LUCHA, PERO NO DESISTAS
• Otra vez, los criados estaban diciéndome qué hacer. Mi orgulloso corazón debía doblegarse y ganar la victoria sobre mi voluntad terca y egoísta.
• Entonces acepté; probé la alternativa que se presentaba delante de mí y, sin pensarlo más, fui al Jordán y me sumergí en sus aguas.
• No bastó una ni dos veces, hubo que sumergirse las siete veces que el profeta había indicado.
• Qué desesperante es desear algo, hacer todo lo posible para que suceda y que no se cumpla.
• Esto me enseñó que si he comenzado un proyecto o plan no puedo desistir; es necesario llegar hasta el final.
• Llegó la séptima vez: tomando todo el aire posible me volví a sumergir. ¿Puedes imaginarte el cuadro?
Cuando salí y quité el agua de mi rostro y ojos para
poder ver, descubrí el rostro asombrado de mis siervos
por el milagro que contemplaban. Mi piel era
como la de un niño. Cumplí las indicaciones y entonces
hubo sanidad.
Todos necesitamos un milagro. No sé de qué tamaño es el que tú necesites. Si escuchas su voz, no te resistas a su amor. Sigue sus indicaciones en tu vida y tendrás un final feliz. Podrás
regresar a casa y contar cuántas cosas grandes ha
hecho Jesús por ti.