EL RETIRO Y YO
Una de las cosas que más me gustaba cuando era pequeño
era ir al Parque del Retiro. Lo pedía con la insistencia con
que los niños piden las cosas: ¡¡¡“quiero ir al Retiro…!!!” Y
muchas veces lo conseguía y me iba con mis papis a ese
paraíso que para mí era el parque del centro de Madrid.
Íbamos andando desde la Glorieta de Embajadores donde
vivíamos, pasando por la Ronda de Valencia hasta llegar a
Atocha y entrando al Parque después de subir la famosa
“Cuesta de Moyano”.
Eran otros tiempos, los de mediados del siglo pasado, en que
había mucha menos gente, menos coches y más tiempo, entre
otras cosas porque aún no había empezado la televisión ni las
maquinitas. Y los niños teníamos la ilusión de ir al parque a
jugar con la tierra, a patinar, a montar en bicicleta (muchas
veces alquilada), a jugar al fútbol o a ver los animales de la
“Casa de Fieras”, que así es como se llamaba entonces al
“mini-zoo” de Madrid, que también estaba en el Retiro.
Poco podía yo pensar entonces la cantidad de sucesos
históricos que habían pasado en este parque. La de reyes y
personajes influyentes de la nobleza y de la sociedad que
habían desfilado por este territorio, antes salvaje y cerrado y
luego convertido en parque más o menos cuidado y abierto.
Aunque no del todo porque hay zonas que están cerradas los
fines de semana y solo abren sábados y domingos como son
los jardines de Cecilio Rodríguez.
A lo largo del tiempo el Retiro ha sufrido muchísimas
transformaciones, pero voy a empezar por contarles las que
he conocido. Y para eso nada mejor que enseñarles algunas
fotos familiares donde se ve el ambiente de la época, que no
era otra que los años 60.
Casi desde que fue abierto al público y con cámaras
fotográficas de la época manejadas por fotógrafos
ambulantes, los novios se hacían fotos en El Retiro. Y mis
papis no podían ser menos…
El Retiro era y sigue siendo un lugar esparcimiento, un
verdadero oasis en el centro de Madrid donde se podía
pasear tranquilamente, comer, merendar, jugar y, cómo no,
sentirse enamorado/a.
También se podía montar en bicicleta en la llamada
“Chopera” donde había dos casetas de madera redondas
como chozas en las que te alquilaban esos juguetes que solo
los más ricos podían tener. Y ahí aprendí yo a montar gracias
a mi papi que tuvo la paciencia de enseñarme.
Y luego el estanque con sus barcas también alquiladas (¡lo
más para los enamorados!) y sus peces que estaba
prohibidísimo pescar, pero que muchos chavales pescaban
hasta con anzuelos hechos con alfileres.
El Paseo de coches lo era también de las motos, pues allí se
organizaban carreras que a veces pude ver con mi padre. Me
impresionaban las balizas de paja que ponían en el
improvisado circuito.
Pero lo que más me gustaba era la “Casa de Fieras” donde
pude ver por primera vez leones, osos polares y pardos,
monos, dromedarios, cebras y ¡el elefante! que me
impresionaba sobre todo cuando cogía con su enorme trompa
el cacahuete que le daba subido encima de los hombros de mi
padre.
Con él jugaba al fútbol en los pinares de la entrada de la
Cuesta de Moyano donde cogíamos piñones y luego
merendaba bebiendo agua de las fuentes con chorrito, de
esos que estaban saliendo siempre y el agua era limpia y
fresquita: ¡qué tiempos! Ahora solo se puede beber agua en
la fuente del paseo de coches y con cuidado porque te puedes
poner perdido.
Nos gustaban también la Rosaleda (sobre todo en primavera,
claro), la fuente del Angel Caído, el Palacio de Velázquez y el
Palacio de Cristal con su estanque.
Y no digamos el llamado “Parterre”, ese enorme jardín en la
entrada de la puerta de la calle Alfonso XIII con esos cipreses
tan redondeaditos y el famoso Auhehuete, ese árbol
centenario tan enorme y famosísimo.
Pasábamos de vez en cuando por la Casa de Vacas, la
Montaña artificial y el Templete de la música, aunque por
estas zonas íbamos menos porque estaban más lejos.
Y El Retiro era (¡y es!) una maravilla, una forma de “pisar
tierra” en medio de un Madrid cada vez más ciudadano. Y no
digo de “pisar hierba” porque eso sí estaba terminantemente
prohibido y vigilado por unos guardias vestidos con un
curioso traje campero, entre marrón oscuro y gris, que te
multaban previo aviso con sus silbatos. Las parejitas también
tenían que tener cuidado con sus demostraciones de amor
porque podían ser primero amonestadas y luego multadas.
A pesar de eso el Retiro hacía honor a su nombre y era un
auténtico lugar de tranquilidad, reposo y descanso. Un
enorme y precioso jardín donde relajarse, respirar un aire
mejor, pasear, admirar monumentos, ver animales, montar
en bicicleta o en barca, enamorarse o jugar con los niños.
¿Pero cómo empezó todo? ¿Por qué se le llama “Retiro”?
Pues porque era un lugar de eso, de retiro, o sea, de
descanso. Para los reyes, claro. Y para sus cortes también,
por supuesto.
Todo empezó con un monasterio que los monjes de la Orden
de San Jerónimo fundaron allá por el siglo XV cerca del río
Manzanares. La iglesia que tenían se llamaba de san
Jerónimo el Real, también conocida como “del Paso” por
haber sido fundada por el rey Enrique IV como homenaje a
un caballero suyo que triunfó en un juego llamado así y que
consistía en no dejar pasar a ningún caballero por un puente.
El caso es que estos monjes se hartaron de vivir cerca del río
que no era muy sano y pidieron a la reina Isabel la Católica,
sucesora de Enrique IV, que les dejase otros terrenos para
trasladar el monasterio. Y así lo hizo cediéndoles las tierras
donde hoy sigue existiendo la iglesia de los Jerónimos que es
lo que queda del monasterio, además del claustro que ahora
está dentro de la ampliación de museo del Prado.
Pero esto sería como la prehistoria del Retiro. En realidad
todo empieza cuando al valido del rey Felipe IV, el famoso
Conde Duque de Olivares, se le ocurre la idea de construir un
palacio alternativo al Alcázar Real (hoy Palacio de Oriente).
Al rey le parece bien porque tenía cerca todos los bosques de
lo que hoy es el parque del Retiro, y más aún. Y a este rey le
encantaba la caza, así que el palacio se hace y además con
prisas.
Se hicieron jardines con numerosos caminos entre árboles,
estanques que se comunicaban por canales, preciosas
fuentes, pequeñas iglesias o capillas, etc. Se empezaron a
poner de moda las fiestas en estos jardines que incluían
desde viajes en góndola a espectáculos de luchas entre
fieras, como en los circos romanos, pasando por cacerías,
corridas de toros, funciones de teatro o fuegos artificiales.
¡Vamos que se lo pasaban bomba!
Hasta la llegada al trono de Carlos III no se hicieron cambios
importantes en el Retiro. Este rey fue el promotor del Jardín
Botánico, así como de un Gabinete de Historia Natural que
terminó siendo el actual Museo del Prado. Todo esto muy
cerca del Retiro. Y ya dentro de él, hizo construir el
Observatorio Astronómico y la Real Fábrica de Porcelana.
Esta última, como otros muchos edificios y jardines, fue
destruida por la Guerra de la Independencia, ya que los
franceses usaron el Retiro como acuartelamiento.
De hecho en unos terrenos que en esa época eran del parque
se fusiló a muchos madrileños. Hoy se levanta en esa zona un
obelisco entre las plazas de Neptuno y Cibeles con una llama
permanente que recuerda no solo a estos sino a todos los
caídos por España.
Total que cuando Fernando VII pudo por fin reinar, se
encontró con un Retiro destrozado. Tanto es así que hoy solo
queda de él lo que era el Salón de Reinos que modernamente
fue Museo de Ejército (actualmente absorbido por el museo
del Prado) y el Casón de Buen Retiro, que era el salón de
bailes del palacio y que ahora también ha pasado a depender
de dicho Museo.
Y el hombre se propuso restaurarlo, sobre todo una zona
llamada “el Reservado”. Por cierto que el Retiro ya había sido
abierto al público por Carlos III aunque de manera un tanto
restrictiva, tanto en el tiempo como en las vestimentas y
modos de comportarse en el parque.
Dentro de ese “Reservado” hizo construir los llamados
“Caprichos”, una serie de construcciones “caprichosas” de
las que nos quedan en el mismo Retiro la llamada “Casita del
Pescador”, la “Montaña artificial”, la "Casa del
Contrabandista" (ahora Florida Park). En otros parques como
el de la Alameda de Osuna también quedan algunos
"Caprichos".
Pero no todo fueron “caprichos” en el reinado de Fernando
VII. En el Retiro mismo construyó la llamada “Casa de
Fieras” y puso otra vez en marcha el Estanque Grande. Y lo
que no consiguió José Bonaparte (que lo propuso) lo hizo la
segunda esposa del rey Fernando, Isabel de Braganza, que
logró que el Gabinete de Ciencias que, como decíamos antes,
construyó Carlos III y que los franceses habían destrozado se
convirtiese en museo de pintura, nada menos que en el
Museo del Prado.
La hija de Fernando VII, Isabel II, pasaba bastante tiempo en
el Reservado del Retiro que construyó su padre y que ya fue
la única zona del parque donde la gente no podía pasar.
Además se empezaron a poner en marcha algunos alicientes
como puestos de bebidas o las barcas del estanque,
abriéndose bastantes paseos y restaurándose jardines, sobre
todo los del Parterre.
Sin embargo la reina Isabel fue la responsable de que el
Retiro se hiciese más pequeño al vender al Ayuntamiento de
Madrid en 1865 una parte del mismo donde se construyó el
barrio que hoy se conoce como “los Jerónimos”.
Tres años más tarde, en 1868, estalla la “Gloriosa
Revolución” que exilió a Isabel a Francia y “revolucionó” el
Retiro al convertirlo en un parque totalmente público
llamado “Parque de Madrid”. Hasta las tapias del Reservado
fueron derribadas. Fueron los años del breve reinado de
Amadeo de Saboya y de la Primera República hasta que se
restauró la monarquía en la figura del rey Alfonso XII, hijo de
la reina Isabel II.
Poco le duró al rey el parque, ya que lo cedió al
Ayuntamiento en 1876. Se levantó un muro de piedra y
ladrillo sobre el que se colocó una verja pero solo por las
zonas que daban a la calle de Alfonso XII (Granada es esa
época) y Alcalá, dejándose la antigua tapia en el resto.
Cuando el rey murió le sucedió su viuda, por cierto
embarazada, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena y
fue entonces cuando el retiro empezó a ser lo que es hoy. La
moda eran los jardines llamados “paisajistas” que imitaban la
naturaleza al contrario que los franceses e italianos que
buscaban los jardines geométricos con bastantes árboles
frutales que fue lo que en principio se hizo en el Retiro.
Se impuso por tanto la moda inglesa con praderas de césped
y caminos más o menos sinuosos con árboles de sombra.
El hijo de María Cristina fue el rey Alfonso XIII que nada más
jurar la Constitución, en 1902, puso en el Retiro la primera
piedra del que sería monumento a su padre situado en el
estanque.
En el barrio de los Jerónimos y el Paseo del Prado quedó una
zona verde que se llamó “Jardines del Buen Retiro” donde se
instalaron una serie de atracciones como tiro al blanco,
teatro, bailes, etc. que tenían mucho éxito en el buen tiempo.
Pero en 1905 todo ese terreno se aprovechó para construir el
Palacio de Comunicaciones, más conocido como el “edificio
de Correos” que desde 2007 ha pasado a ser la sede principal
del Ayuntamiento de Madrid.
Por los “felices años 20” del siglo pasado se construyeron las
primeras líneas del Metro de Madrid, correspondiendo a la
Línea 2 la estación de Retiro, que sigue abierta en la
actualidad.
Pero en 1931 se proclama en España la Segunda República,
lo que obliga a Alfonso XIII a exiliarse en Roma.
A pesar de que el Gobierno de la República enseguida hizo
públicos otros dos parques como son El Campo del Moro y la
Casa de Campo, en 1935 declaró al Retiro como “Jardín
Artístico”, protegiéndole de forma especial.
Sin embargo en 1936 hubo una rebelión de parte del ejército
contra el gobierno, que dio lugar a la Guerra Civil durante la
cual e incluso después, el Retiro se vio afectado, primero por
los bombardeos tanto de la aviación como de la artillería y
después por el expolio que sufrió por parte de los madrileños
que, acosados por el hambre y el frío, talaban árboles y
cortaban arbustos para hacer leña.
También la población de gatos que siempre existió (y existe)
en el Retiro, se vio muy mermada por la caza a que fueron
sometidos con la primaria pero legitima intención de comer
algo de carne.
Durante los “40 años de paz” que siguieron bajo la dictadura
del general Franco, en el Retiro se hicieron jardines nuevos,
destacando los de Cecilio Rodríguez, cerrándose la famosa
Casa de Fieras que se trasladó a la Casa de Campo
convirtiéndose en el nuevo Zoo de Madrid. También se
hicieron aberraciones como la Torre de Valencia en la
esquina de las calles de O’Donnell y Menéndez Pelayo, la
cual afea notablemente esa perspectiva del parque.
Al morir Franco en 1975 le sucedió un nieto de Alfonso XIII,
el Rey D. Juan Carlos de Borbón, quién reinstaura la
democracia de manera que en 1977 ya se eligen gobernantes
en España, entre ellos los responsables del Ayuntamiento de
Madrid que -¡por suerte!- intentan mejorarlo de manera
notable.
Aparte de instalarse nuevos monumentos y jardines, se cierra
el parque al tráfico lo que hace que muchos madrileños
prescindan del coche para ir al Retiro. Entre ellos mis padres
que tenían la costumbre de ir todas las tardes con el 600
primero y con el 127 después al Paseo de coches donde
aparcaban y se dedicaban entre otras cosas a dar de comer a
las palomas en la placita del monumento a Martínez Campos.
A partir de entonces se iban andando desde Embajadores,
como cuando yo era pequeño, lo cual era mucho más sano
para ellos y para todos.
También se han cambiado los sistemas de riego, que ahora se
hace con agua no potable y en muchos casos por goteo
dirigido de forma automática.
Se han intentado eliminar las llamadas “barreras
arquitectónicas”, o sea los bordillos, escaleras, etc. para que
la gente que va en silla de ruedas pueda circular a gusto por
el parque.
Hay bastantes zonas de recreo para niños con toboganes,
columpios y cosas de esas que tanto gustan a los pequeños y
a veces disgustan a los papás que tienen que esperar
pacientemente a que terminen de “recrearse”.
Y por si fuera poco hay en el centro del retiro unas
Instalaciones Deportivas Municipales con campos de futbol,
pistas de tenis, polideportivos de futbol sala, balonmano,
baloncesto, etc.
Lo que sigue sin haber son fuentes cómodas y servicios
públicos abundantes. Las fuentes son tipo “ducha” porque los
chorros son tan fuertes que no hay manera de beber. Y los
servicios públicos son escasos, concretamente solo cuatro del
parque: los del Templete de música, el Angel caído, la fuente
de la alcachofa y los del paseo de coches a la altura de la
antigua Casa de Fieras. Luego se puede acceder cuando
están abiertos los de edificios como la Casa de Vacas, el
Palacio de Cristal, el de Velázquez o el Polideportivo. Y luego
ya los de los kioscos, pero estos son privados.
¿Qué, os habéis hecho una idea de por dónde va esto de “El
Retiro”? ¿A que es un parque fantástico, lleno de historia, de
monumentos, de naturaleza, de anécdotas y, sobre todo, lleno
de vida? Pues no hemos hecho más que empezar, porque os
espera un recorrido por todas las zonas del parque con
muchísimos más detalles y curiosidades que creo que os va a
gustar… Y mucho…!!!!!
Para que os empecéis a orientar aquí teneis un mapa de los
que regalan en los Puntos de Información con las 16 zonas en
que lo hemos dividido para iros explicando con detalle cada
una de ellas:
El Ángel CaídoComo vivíamos en Embajadores y nos íbamos a pie desde
casa entrábamos siempre por la puerta que está después de
subir la famosa “cuesta de Moyano” y que se llama “Puerta
del Angel Caído”.
Empezaremos por contar que lo de Moyano viene de D.
Claudio Moyano, el que fuera político en el siglo XIX y
responsable de la famosa “Ley Moyano” de Educación.
Al final de la Cuesta de Moyano podemos ver una estatua de
D. Pío Baroja el famoso novelista autor, entre otras muchas,
de novelas como “La busca”, “El árbol de la Ciencia”,
“Zalacaín el aventurero” o “Memorias de un hombre de
acción”. También escribió una novela ambientada en el
parque: “Las noches del Buen Retiro”. De origen vasco, D.
Pío terminó viviendo y queriendo a Madrid adonde llegó para
hacerse cargo –junto con su hermano Ricardo- del negocio de
panadería que hoy día continúa y se conoce como “Viena
Capellanes”. Murió muy cerca del Retiro, en la calle Ruiz de
Alarcón, dentro del barrio de los Jerónimos.
Muy cerca de la entrada llamada “del Angel Caído” hay un
túnel que comunica con la estación de Atocha:
Esta puerta del parque es por la que entrábamos casi
siempre. Se conserva el estilo original aunque ha sido
mejorada:
Da la sensación de que las bases de las columnas de esta
puerta son de granito nuevo y no recuerdo que cuando venía
de pequeño hubiera esta bonita planta en el centro: son
begonias de flor (Begonia semperflorens) que como su
nombre científico indica siempre están florecidas. Pero estas
plantas son variables, es decir, que las van cambiando cada
cierto tiempo.
Nada más pasar la puerta nos encontramos con una subida
bastante pronunciada que se llama Paseo del Duque de
Fernán Núñez, por la que solo se puede pasar a pie o en bici,
como ocurre en todo el parque, a menos que se sea de la
policía, de los jardineros o bien se tenga permiso para pasar
mercancías a los kioskos. En ese caso se permite el paso de
coches o motos. O de camiones donde van los caballos que
luego utiliza la policía para hacer sus vigilancias.
A la derecha está la entrada para el Observatorio
astronómico aunque cuando pasé por allí estaba cerrada:
Este Observatorio fue una idea del famoso marino Jorge Juan
quién se lo propuso a Carlos III que lo encargó al no menos
famoso arquitecto Juan de Villanueva empezándose a
construir en 1790. Se compró lo que en su época era un
magnífico telescopio y desde aquí los astrónomos empezaron
a trabajar en contacto con colegas europeos.
Pero llegó la invasión de Napoleón y todo se destruyó hasta
que en 1845 se vuelve a trabajar en el Observatorio y además
se termina de construir el edificio. Tras distintas etapas se
llega a la situación actual en la que existen otros centros
como el de Yebes en Guadalajara o el de Calar Alto en
Almería en donde, mediante las modernas técnicas de
Radioastronomía se realizan investigaciones sobre el espacio,
habiendo quedado el Observatorio de Madrid como museo.
Se puede visitar con guía los viernes a las 11.
Aparte del edificio, que es una pequeña maravilla con sus
columnas y su cúpula en la que no falta el tejado de zinc y la
veleta, podemos ver un pozo de agua fresca que puede
sacarse con un cubo y una polea o la inscripción oficial de la
altitud sobre el nivel del mar de la ciudad de Madrid.
Dentro del Observatorio, nada más entrar, podemos ver
curiosos telescopios de madera así como un péndulo de
Foucault también con pivotes de madera que demuestra el
giro de la Tierra.
Los jardines que rodean al Observatorio son preciosos: hay
desde frutales como el albaricoquero hasta especies
tropicales como palmeras, pitas o chumberas:
Al lado del Observatorio y más cerca del paseo del Duque de
Fernán Núñez por el que vamos se ven unos edificios desde
la verja así como un monumento modernista de hierro
además de una especie de pequeño palacete:
En la esquina de este edificio que da al paseo hay un cedro
en el que han anidado unas cotorras argentinas que se han
dedicado a hacer unos nidos enormes con ramitas
cuidadosamente entretejidas en los que viven varias parejas.
Lo primero se las oye porque tienen una forma de piar o
gritar muy especial. Luego se las ve como van y vienen a los
nidos ¿Qué de donde vienen? Pues son las descendientes de
las que se han escapado de jaulas y que se asentaron en
Madrid hace años, en zonas como la Casa de Campo o la
Ciudad Universitaria. Su nombre científico es Myiopsitta
monachus, o Cotorra Monje Argentina.
En la siguiente esquina de este edificio hay un pasillo o
corredor al que se accede entrando por una puerta y
enseguida vemos un cartel donde indica el Registro de
Gerencia de Infraestructuras o bien la dirección a seguir
para encontrar el Instituto de Enseñanza Secundaria Isabel
la Católica que ya se encuentra fuera de lo que es el Retiro.
Siguiendo por este pasillo llegamos al otro edificio que es el
“Laboratorio Central de Estructuras y Materiales”
dependiente del Ministerio de Fomento. Se le conoce como el
“CEDEX” (Centro de Estudios y Experimentación de Obras
Públicas).
Cuando yo era niño, mis papis y yo nos solíamos quedar justo
en el pinar que está junto a estos edificios y que vemos en las
siguientes fotos:
En esta zona era donde mis papis y yo íbamos a pasar
muchas tardes. Mi madre se llevaba “labor”, es decir, lana
para tejer punto o telas para coser vestidos y mi padre yo nos
dedicábamos a jugar al futbol y a coger piñones de los pinos
cercanos.
Se trata de los llamados “pinos piñoneros” (en latín “Pinus
pinea”), los cuales son enormes llegando hasta los 30 metros
y presentan una especie de espigas amarillas donde se
produce el polen que al moverlas sale en forma de polvillo
amarillo. Estas son las flores masculinas, siendo las
femeninas las piñas que producen esos piñones tan ricos y
que es posible recoger del suelo, sobre todo cuando hace aire
o después de que haya llovido. Las hojas son las típicas de los
pinos en forma de aguja y salen de dos en dos.
Son árboles que viven muchísimos años, hasta 500, por lo
que los que hay ahora son los mismos que los que yo veía de
niño, vamos seguro.
Cuando yo era niño había bancos de madera con estructuras
de hierro, bastante incómodos, la verdad, donde las mamás
hacían labores, charlaban y nos daban las meriendas. Para
beber había una fuente de piedra de la que salía
continuamente un chorrito de agua fresca. Eso sí se ha
perdido hoy porque las fuentes del Retiro son de un agua
peor que la del grifo y que sale a toda pastilla de forma que
en vez de beber te duchas.
Ahora el ambiente es distinto, han puesto columpios y la
gente ya no suele coger piñones:
También hay otros arbustos que antes no existían como son
el madroño, las fotinias, los durillos y las mahonias:
Enfrente hay una pared de ladrillo y una puerta. Se trata del
“Centro de Información y Educación Ambiental” donde se
dan cursos de jardinería y clases de educación ambiental,
que para eso se llama así.
Vamos a pasar a ver como es por dentro:
Nos encontramos una especie de “pasillo” adoquinado en el
que a la derecha está lo que es el Centro en sí y a la
izquierda los Viveros Municipales.
La verdad que es uno de los lugares menos conocidos de El
Retiro y donde se pueden aprender muchas cosas
relacionadas con la energía y los cultivos de huerta. Os lo
recomendamos.
En una pequeña zona de césped pasado el pinar y cerca del
paseo hay unas cuantas zelkovas, que es un arbolito que me
costó encontrar bastante, incluido un chaparrón, pero al final
las encontré y aquí las teneis:
A la Zelkova serrata se le llama también “zelkova japonesa”,
porque es oriunda de Japón, China, Taiwan y Corea. La
descubrió un alemán en un templo del Japón, llevó unas
plantas a Holanda y así se la empezó a conocer en Europa.
Lo de “serrata” viene por las hojas que tienen como dientes
de sierra en sus bordes. Se caen con relativa facilidad y se
utilizan de forraje para el ganado. Tienen flores de sexos
separados, o sea, que las hay masculinas y femeninas y son
verdosas y pequeñas. Los frutos también son verdosos y en
forma de cápsulas, también pequeñas. La madera es muy
fuerte y se puede usar para ebanistería y construcción. Las
zelkovas son árboles que crecen muy despacio y pueden vivir
hasta dos siglos. También se les utiliza para hacer bonsáis.
Muy cerca de las zelkovas hay un par de arbolitos que pasan
casi desapercibidos pero son muy curiosos porque se trata de
un nogal americano y de un zumaque de Virginia, o sea,
también americano:
El nogal americano se llama Juglans nigra, o sea que también
se le conoce como “nogal negro” y proviene de la zona este
de Norteamérica. La corteza está un poco cuarteada y las
hojas son compuestas, con forma de lanza y algo aserradas,
pero menos que las de las zelkovas. Las flores son de sexos
separados y los frutos son auténticas nueces comestibles. De
hecho los indios americanos se las comían. La madera es muy
dura y se utiliza en ebanistería, para recubrir casas por
dentro, hacer culatas de armas de fuego o incluso barcos.
Al lado hay otro pequeño árbol que es aún más rarito; se
llama “zumaque de Virginia”:
Procedentes de Virginia (Norteamérica), los zumaques
pertenecen a la familia de los anacardos, siendo su nombre
científico Rhus typhina. La corteza del tronco es blanquecina
y con bastantes grietas y las hojas compuestas y con una en
el extremo, también con pequeños dientes. En otoño se
ponen de color amarillo-rojizo. Hay flores masculinas y
femeninas a veces en el mismo árbol y otras en árboles
distintos. Los frutos son casi esféricos, rojos y aterciopelados.
Si seguimos subiendo hacia la estatua del Angel Caído, a la
derecha veremos una plantación de almendros (Prunus
dulcis) que es relativamente moderna. Son de dos
variedades, la dulce y la amarga, la mayoría de estos últimos
por lo que las almendras no son comestibles, no os molestéis
en intentar cogerlas.
Pero a pesar de que son amargas hay gente “pa tó” que se
dedica a comérselas:
Pegados a la pared de los Viveros del Ayuntamiento hay una
serie de árboles y arbustos:
El sauzgatillo abunda por estos pagos, junto con una serie de
arbustos:
Su nombre científico es Vitex agnus-castus o sea “arbusto del
cordero-casto” porque en la Edad Media se creía que tenía
propiedades anti-afrodisíacas. De hecho lo tomaban los
monjes para guardar el voto de castidad. Pero actualmente
se utiliza como regulador de la menstruación y palitivo de los
efectos de la menopausia. También se usa como sedante,
aunque yo la verdad prefiero tomar otras cosas, por si las
moscas o “por si los monjes”. Se venden preparados de
sauzgatillo a partir de sus hojas (infusiones) y de sus frutos
que, por cierto, tienen un cierto sabor picante por lo que
también se le llama “pimiento loco”. Es típico de la cuenca
mediterránea y muy conocido y utilizado, por ejemplo, en
Marruecos.
Por aquí encontramos también hasta vides y madroños:
Higueras, olmos, almeces y manzanos, junto con algún que
otro pino y pitosporo, completan la variedad botánica de la
zona, que no es poca.
Lo siguiente en esta parte derecha de la subida es esta noria
que data del siglo XVIII y se llama “de sangre” porque era
movida por mulas al igual que otras que había y que servían
para sacar agua para el riego, y también para los ríos y
estanques del parque. Es de origen persa y tiene dos ruedas
de madera: la vertical está sobre el pozo y la horizontal tiene
una vara larga que la une a la mula que la mueve. Por
supuesto las dos ruedas están engranadas por lo que la una
hace que mueva la otra.
Toda esta zona de los almendros y la noria se conoce como
“El Huerto del Francés” porque los franceses utilizaron la
zona en la Guerra de la Independencia y la noria se usó para
sacar agua para la fábrica de porcelanas que también hubo
aquí.
Al lado de la noria hay un pino que está dentro de un
cuadrado de césped que es nada menos que un negral (Pinus
nigra) de los que hay unos cuantos cerca del Palacio de
Cristal pero que son raros en el Retiro.
Pero ahora os contaremos toda la historia. Antes deciros que
en la acera de enfrente, o sea, la de la izquierda según se
sube, hay una serie de árboles, algunos de ellos enormes.
Los más grandes son los cedros y los eucaliptos, pero
también hay castaños de indias, tanto a uno como a otro lado
del camino, así como otros árboles que aparecen en primer
plano en las fotos y que no son otros que los almeces, Celtis
australis para los científicos.
De los frutos del almez, una vez maduros, se puede hacer
mermelada y de las semillas que contienen se puede sacar un
aceite muy especial.
También hay unos pequeños árboles que son las famosas
mimosas (Acacia dealbata), las más resistentes al frío a pesar
de provenir de Australia y Tasmania. Son muy llamativas sus
hojas compuestas de otras muy pequeñitas y flores exóticas
que salen en enero y febrero formando grupos con llamativos
estambres amarillos. Los frutos son unas judías aplastadas de
color marrón.
Los castaños de indias son muy típicos en el Retiro pero
también los hay en otros muchos parques. Hablaremos de
ellos con detalle en el capítulo “Casa de Vacas-Templete”.
Casi al final de esta cuesta hay una caseta de las que usaban
los guardas antiguos, esos que iban con sus trajes de pana y
lana marrones y grises. Ahora los guardas tienen otro estilo y
estas casetas se usan para guardar utensilios de jardinería
Y un poco más arriba hay unos “urinarios” (que palabra,
¿verdad?) de los auténticos, con sus rejas de hierro forjado y
sus azulejos blancos.
A la derecha hay unos columpios que la gente suele usar
como “gimnasio al aire libre” donde destaca un pino carrasco
cuyo tronco está prácticamente horizontal.
Pero aparte de los pinos también crecen en esta zona otros
árboles como el roble o, de nuevo, el almez:
Y por fin llegamos a una amplia plazoleta donde está la
fuente que alberga en su centro la famosa estatua del Angel
Caído, única representación de Lucifer (o sea del Diablo) que
existe en una vía pública. La hizo en bronce el escultor
Ricardo Bellver en Roma y la verdad es que para llegar aquí
tuvieron que pasar muchas cosas, entre otras, ganar la
Exposición de Bellas Artes en España en 1878 y a la vez una
mención honorífica en la Exposición de París.
Pero la historia de este monumento y este sitio del Retiro en
particular es mucho más larga y complicada. Antes de
contarla veamos con detalle la escultura:
No os creáis que siempre ha salido agua por las bocas de los
dragones. Cuando yo era pequeño la fuente estaba seca y el
agua no se puso hasta el año 1980, es decir, casi cien años
después de su construcción. Y ahora os contaremos la
historia.
Estos terrenos fueron en principio una iglesia llamada de San
Antonio de los Portugueses porque la hizo un rico portugués.
Estaba rodeada de un estanque que estaba unido al estanque
grande por medio de un río artificial (también llamado
“grande”) lo que servía para que los reyes y los nobles
pudieran hacer viajecitos en barco. Todo esto era en el siglo
XVII y reinando Felipe IV.
Luego, cuando Carlos III fue rey esta ermita fue derruida y se
construyó allí la citada Fábrica de Porcelana, llamada “La
China” por los madrileños, y que produjo importantes piezas
para la Casa Real Española, algunas de las cuales se
conservan en museos como el Arqueológico Nacional así
como en el Palacio Real de Madrid o la Casita del príncipe de
El Escorial. Estuvo abierta desde 1760 hasta 1812, cuando la
llamada “Batalla del Retiro” acabó con ella por los
bombardeos de los ingleses (aliados de los españoles) contra
las tropas francesas que estaban acampadas en esta zona.
Una vez destruida por la guerra, en el mismo sitio que habían
ocupado primero la ermita y luego la fábrica, se hizo la
plazoleta y la fuente en la que se pensaba poner una estatua
del rey Fernando VII, pero al final se puso la famosa del
Angel Caído en el año 1886.
La Rosaleda
A mí la Rosaleda del Retiro siempre me ha parecido un sitio
mágico. Bueno casi mejor un sitio “místico”. Sí porque
cuando iba de pequeño ya sabía que las rosas eran flores
preciosas, que olían muy bien pero que no se las podía ni
tocar. Solo oler con mucho cuidado. Y eso es lo que hacía
cada primavera, olerlas y disfrutar de esos perfumes
naturales, sencillos, que salían de esas flores casi sagradas.
Pero y los colores… llegar a la Rosaleda, entrar y ver esa
cantidad de flores cada una de un color. Y es que las hay de
todos los colores: blancas, rosas, malvas, amarillas,
naranjas, rojas…
Y luego los arcos (que se llaman “pérgolas”) llenos de
flores, y las fuentes y los paseos todos tan simétricos. Es
como estar en un jardín de sueño. Que supongo es lo
quería el que ideó el sitio que fue el famoso jardinero D.
Cecilio Rodríguez del que hablaremos más al llegar a los
jardines que llevan su nombre.Como vivíamos en
Embajadores y nos íbamos a pie desde casa entrábamos
siempre por la puerta que está después de subir la famosa
“cuesta de Moyano” y que se llama “Puerta del Angel
Caído”.
Antes de la Rosaleda en este espacio había un “Estanque
de patinar” donde la gente patinaba sobre hielo en
invierno. Pero como daba bastante el sol el hielo duraba
poco así que este estanque se pasó a un sitio más sombrío
como es el Campo Grande (entre el estanque y la Rosaleda)
y en su lugar se puso un invernadero gigante (de los que se
llaman “estufas”) para plantas exóticas. Lo donó el
Marqués de Salamanca que lo tenía en su palacio del Paseo
de Recoletos.
Todo esto sucedió en 1876 y la estufa se mantuvo hasta
1930, pero lo que es ya la Rosaleda se empezó a construir
en 1914 que fue cuando el Ayuntamiento se la encargó a D.
Cecilio Rodríguez el cual se fue a París para coger ideas.
Con tan mala suerte que le sorprendió allí nada menos que
la Primera Guerra Mundial. A pesar de todo pudo cumplir
su misión y traer un proyecto de jardín e incluso rosales
para plantarlos.
Como las guerras y las rosas no se llevan bien, la Rosaleda
se destruyó en la guerra civil y tuvo que ser reconstruida y
replantada en el año 1941 con otros cuatro mil rosales.
Un sitio así se presta muchísimo a las fotos pero no solo de
las rosas sino de la gente, sobre todo si se acaban de casar
como les ocurrió a mis papis:
Esta es la zona del llamado “Paseo del Uruguay” que va
desde el Angel Caído hasta la Puerta de Granada por la que
se sale a la Plaza del Niño Jesús.
En este paseo de tierra y utilizando los troncos de los
árboles como postes se suelen organizar partidillos de
fútbol en los que a veces Diego ha participado. Pero eso es
en vacaciones o fines de semana. A diario un grupo de
jubilados lo utiliza para jugar a la petanca. Hay un par de
fuentes para beber agua y/o “ducharse” en cuanto te
descuides.
Viniendo del Angel Caído encontramos unos setos donde
enseguida vemos la estatua dedicada al gran maestro
Chueca (Madrid 1846-1908), muy de moda no solo por sus
zarzuelas sino por la plaza y el barrio que llevan su
nombre. Pero su fama le llegó por ser el autor de la música
de zarzuelas tan conocidas como “La Gran Vía” o “Agua,
azucarillos y aguardiente”, aunque en realidad él iba para
médico.
Este busto lo compró en el Rastro el propio Cecilio
Rodríguez y fue esculpido por el escultor catalán Pedro
Estany, como puede leerse en la parte derecha de la base.
En los alrededores destacan una serie de pinos, de los
llamados “carrascos” (Pinus halepensis), que significa
“pino de Alepo” que es una ciudad de Siria donde hay
muchos). Estos pinos son altos, sobre los 20 metros, y los
troncos tienen la corteza blanquecina sobre todo cuando
son jóvenes. Luego se va haciendo más pardo-rojiza. Se
distinguen muy bien porque su copa es irregular y algo
dispersa, al contrario que los piñoneros que la tienen
bastante redondeadita. Las piñas son diferentes a las de
éstos, más alargadas, pero también tienen piñones que se
pueden recoger por la zona en otoño. Es sí solo los
producen cada dos años, lo que pasa es que como en la
Rosaleda hay unos cuantos, si no es uno es otro el que los
tiene, así que siempre los hay. Son oscuros y tienen unas
alitas como membranas que son para que el viento los aleje
del pino y que nazcan otros.
La madera no es demasiado buena pero se utiliza para
hacer cajas de embalar, traviesas de tren y como
combustible. Sin embargo su resina es muy apreciada y se
usa (sobre todo en Grecia) para dar aroma a los vinos y
también para obtener una sustancia disolvente como es la
esencia de trementina.
Su corteza es muy rica en taninos, así que es utilizada para
curtir cueros y también para teñir telas.
Estos pinos carrascos son bastante fuertes, crecen rápido y
les gustan los suelos calizos, resistiendo muy bien la
sequía. Pueden vivir hasta 200 años, lo que no está nada
mal.
Siguiendo la llamada “senda botánica” encontramos otros
interesantes ejemplares de árboles y/o arbustos.
Destacan las fotinias (Photinia serrulata) de las que hay
varias grandotas y centenarias, injertadas en troncos de
membrillos, según me dice mi amiga Isabel de los “Puntos
de Información” del propio parque. El nombre en la latín
significa “reluciente aserrada” por la textura de sus hojas
que cuando empiezan a salir son rojizas y luego se van
haciendo verdes. Las flores son blancas, pequeñas y salen
en grupos con forma de “paraguas”. Los frutos son
pequeñas esferitas carnosas de color rojo y salen a
principios de otoño. Estas plantas son orientales y
provienen de China, Japón y también de la isla de Formosa.
Otro matorral de esta zona incluido en la citada “senda
botánica” es el durillo o Viburnum tinus, que significa
“atar” (por sus ramas flexibles que sirven para eso) y
“laurel” por el parecido de sus hojas.
Por cierto son muy amargas y se utilizaban antes
cociéndolas para bajar la fiebre. Sus flores son parecidas a
las de las fotinias, pero sus frutos son ovalados y de color
azul oscuro (casi negro) con poca carne y un hueso en el
centro. De todas formas los pájaros se los comen en el
invierno.
El bonetero es otro de los arbustos de esta parte de la
senda botánica cuyo nombre le viene porque sus frutos (de
color anaranjado) tienen cuatro partes que sobresalen y
parecen el “bonete” de un cura. Por eso en latín se le
llama Euonymus europea que significa “el bien nombrado
de Europa”, ahí es nada…!!! Hay que tener cuidado con sus
frutos porque en pequeñas dosis son purgantes y pueden
ayudar a vomitar pero si te pasas resultan muy tóxicos. Las
flores son pequeñas, blancas o verdosas y en racimos. El
carbón que sale de su madera quemada se usaba para
hacer pólvora.
En esta zona más cercana al Angel Caído hay otra estatua
dedicada a D. Manuel de Tolosa Latour, médico que
dedicó su vida a la protección de la infancia. Nacido en
Madrid en 1857 estudió medicina y se especializó en
pediatría escribiendo libros sobre la especialidad y
siempre en defensa de los menores. Sobre todo se
preocupó y ocupó de los niños enfermos y necesitados
impulsando la creación de hospitales infantiles como el de
Chipiona y otros que se llamaron “marítimos” por utilizar
las propiedades curativas del mar y del sol. Fue Secretario
General del Consejo Superior de Protección a la Infancia y
la ley que fue aprobada en este sentido se llamó “Ley
Tolosa”. Otros cargos fueron los de subinspector jefe de la
Inspección Médico-escolar del Estado y secretario del
Tribunal Tutelar de Menores.
Casado con una importante actriz de la época era
apasionado de la literatura y del teatro, destacando su
amistad con escritores y dramaturgos, sobre todo con D.
Benito Pérez Galdós de quién fue íntimo amigo, tanto que
el doctor aparece con otro nombre en varias obras de éste.
Hace poco tuve ocasión de ver una carta manuscrita de
Tolosa a Galdós felicitándole por su obra teatral “Electra”.
Pero sobre todo es muy de destacar su labor como
defensor de los niños y también de las madres que en
estos finales del XIX y principios del XX estaban bastante
abandonados. Murió de repente en su casa de Madrid en
1919.
Y siguiendo con las estatuas, al otro lado de la Rosaleda
encontramos la de D. Miguel Moya Ojanguren, fundador
de la Asociación de la Prensa de Madrid para proteger a
los periodistas de la situación difícil en que se
encontraban. Nació en Madrid en 1856 y fue abogado pero
sobre todo periodista, llegando a dirigir diarios de la época
tan importantes como “El Liberal”, “El Imparcial” y “El
Heraldo de Madrid”, entre otros. Falleció en 1920 y siete
años más tarde el periodista D. Torcuato Luca de Tena,
director de ABC, sufragó la mayor parte de los gastos de
esta estatua que encargó al gran escultor D. Mariano
Benlliure.
Cerca de este monumento hay algunos álamos blancos así
como un enorme aligustre.
Pero también muy cerca vemos un ejemplar muy curioso
del llamado “Árbol de Júpiter”, en latínLagerstroemia
indica, que proviene de China y cuya madera se utilizaba
allí para construir barcos o utensilios muy bien pulidos.
Sus flores rosas son muy bonitas y su tronco es
espectacular por lo retorcido.
Aunque parezcan tejos no lo son: son
“cefalotejos” (Cefalotaxus harringtonia) los cuales tienen
unos frutos en forma de nuez que les vienen muy bien a
las ardillas que hay por la zona.
Más abundantes son una serie de pinos piñoneros que
están alrededor de la Rosaleda en sí misma y que tienen la
ventaja de que podemos ver y tocar sus piñas y piñones
porque todavía no son muy altos:
Y en esos pinitos tuve la suerte de ver un pájaro carpintero
verde o pito real (Picus viridis) que se dejó acercar ante mi
sorpresa y mi alegría. Me da la impresión que se trataba
de un pollito o bien un adulto que estaba cansado por el
calor. Estos pájaros son frecuentes en el Retiro y es fácil
verles y más aún oírles porque su canto se oye desde
bastante lejos.
También podemos oír los golpes que dan sobre la madera
de los troncos para saber por el sonido si hay larvas para
comer. O bien para hacer su nido que, como todo el mundo
sabe, es un agujero en el tronco de un árbol. Allí ponen de
5 a 7 huevitos de los que saldrán los pequeños pájaros
carpinteros. Comen insectos, ya sean adultos o larvas,
sobre todo hormigas, pero también pueden comer
lombrices, caracoles o incluso semillas y frutos. Para sacar
las larvas de la madera tienen una lengua bastante larga -
10 cms.- que además es pegajosa.
Pero lo mejor de la Rosaleda es ella misma, es decir, el
jardín donde están las rosas. Las hay de todos los colores,
tamaños, olores… En fin, meterse aquí en primavera es
todo un lujo de sensaciones.
Hay dos tipos de rosales, los antiguos y los modernos y
dentro de cada grupo una serie de ellos que cada uno se
llama de una manera. Los nombres los tenéis en una de las
puertas (ver la segunda foto de este capítulo) y también
los pone en unos azulejitos al lado de cada rosal.
Ahora os vamos a deleitar con una serie de fotos que
podríamos llamar “paisajes de la Rosaleda”:
Nos vamos acercando: algunas matas de rosas con sus
ejemplares de cerca.
Y para terminar de extasiarnos, ahí van una serie de rosas
“sueltas” que no en vano son el símbolo del amor:
Una vez que nos hemos deleitado con las rosas nos
fijaremos en otras cosas que hay dentro de la Rosaleda
como son las fuentes. Hay dos, mejor dicho tres ya que en
el estanque central también las hay, pero con estatuas
tenemos la del Fauno y la de Cupido.
Nada más entrar por la puerta que se supone principal,
donde están los mapitas y cartelitos explicatorios, nos
encontramos con la fuente de Cupido que lógicamente le
representa con sus alitas, su arco y sus flechas… En fin
completo él y dispuesto a hacer de las suyas con las
parejitas que se acerquen por la zona.
Si seguimos caminando en línea recta encontraremos el
estanque que es de granito y tiene forma de cruz, estando
situado justo en la zona donde estaba la estufa del
Marqués de Salamanca que contábamos al principio. Está
un poco sobreelevado del resto de la Rosaleda y tiene
cuatro zonas de tierra (dos circulares y otras dos
cuadradas) donde se ponían plantas acuáticas en la
primitiva estufa. Como en todas estas fuentes y estanques
el agua circula gracias a una bomba y se cambia de vez en
cuando.
Más adelante y siempre en línea recta desde la entrada
nos encontramos con la fuente del Fauno que es muy
parecida a la de Cupido o sea que deben ser de la misma
época y quizás del mismo autor aunque esto no se sabe
con seguridad.
Y en el otro eje de la elipse que forma la Rosaleda nos
encontramos otros dos pequeños monumentos que
consisten en unos jarrones de fruta prácticamente
idénticos:
Y como no hemos dicho nada del seto que rodea la
Rosaleda, lo decimos ahora. Es un ciprés de
California (Cupressus macrocarpa) lógicamente podadito y
reducido a seto, porque de por sí es un árbol. Se distingue
del ciprés normal porque los frutos de este son mayores,
de ahí su “apellido”macrocarpa que significa “frutos
grandes”. Si frotáis las hojas veréis que tienen un cierto
olor a limón. También recordar (porque lo hemos dicho
unas cuantas veces) que los setos de dentro son todos de
boj.
Este es el “cogollo” de la Rosaleda, pero nosotros hemos
incluido en esta zona la que hay cruzando el paseo de
Fernán Núñez a la altura del punto de Información que
está en una de las casetas que había en la Chopera para
alquilar bicicletas.
Junto a la caseta hay unos aparatos para hacer ejercicio,
normalmente la gente mayor, y unos columpios para niños:
Y ya que hablamos del almez y de los pinos, no podemos
olvidar el enorme pino carrasco que hay en esta zona:
Justo enfrente de todo esto está la zona que corresponde
al llamado “Castillo de Telégrafos” que vamos a incluir
aquí.
El nombre le viene de que tiene el aspecto de torres de
castillo y que además se usaba como Telégrafo Óptico de
una red que comunicaba Madrid con Aranjuez a base de
señales luminosas. Ya no se usa, claro, y además está en
obras porque se quiere hacer en este recinto un Museo de
Meteorología.
Más a la izquierda hay dos edificios que corresponden al
actual Observatorio Meteorológico desde donde se realizan
mediciones diarias de temperatura, humedad, presión
atmosférica, lluvia viento y hasta radiación solar. Este y el
existente en la Ciudad Universitaria son los dos
observatorios que se encargan de las mediciones de todos
los parámetros meteorológicos de la ciudad de Madrid.
Este jardín está lleno de vegetación que va desde los pinos
carrascos a las palmeras de Fortune pasando por árboles
del amor, fresnos, encinas, almeces, durillos, fotinias,
rosales e incluso laureles.
La verdad es que la zona es mucho más “boscosa” de la
que parece y desde luego está poco transitada excepto por
el personal del Observatorio que entra y sale de su trabajo.
Pero más resistentes aún son las encinas que eran los
árboles del bosque que cubría ésta y todas las zonas del
Retiro y de la región.
Y ya que hemos incluido esta parte en la Rosaleda os
enseñaremos algunas rosas que también crecen por aquí:
A mí esta zona siempre me ha parecido curiosa porque
poca gente sabe que existe esto en el Retiro. Se me ha
hecho algo misteriosa de visitar, como si fuera medio
prohibido, pero merece la pena darse una vueltecita por
aquí. Veremos a ver cómo queda después de las obras y se
pueda visitar el Museo Meteorológico.
El Jardín de las Plantas Vivaces
Después del Angel Caído y a la derecha de la Rosaleda
hasta la calle Menéndez Pelayo, hay una zona bastante
desconocida del Retiro que en su día fue tan solo un
estercolero en donde se secaban las hojas caídas para
hacer mantillo.
Pero en la década que va de los sesenta a los setenta (del
siglo XX, claro) se hicieron unos jardines bastante majos,
con su estanque y todo que al final se conocen con el
pomposo nombre de “Jardín de las Plantas Vivaces”. ¿Qué
significa eso?
Pues según los botánicos son plantas que pierden su tallo
y hojas en invierno (a veces queda una especie de roseta
de hojas pegada al suelo). Pero sobreviven las raíces que
en verano regeneran la planta completa.
Nada más entrar en esta zona nos sorprende ver árboles
enormes como cedros, pinos y eucaliptos:
Por aquí también pasaron mis papis y tuvieron tiempo de
hacerse una foto como ésta:
En la parte de arriba, la que da a la Rosaleda por el paseo
de Fernán Núñez, hay un seto en el que encontramos
árboles como los pinos piñoneros o los plátanos:
Y también una serie de arbustos entre los que destacan los
madroños:
De los madroños hablaremos largo y tendido en la zona del
Paseo de coches donde los hay a docenas, porque por algo
son el árbol típico de Madrid.
Otros matorrales cercanos son estos cuyas fotos e historia
os contamos ahora:
El Pitosporo se llama también “azahar de la
China”, (Pittosporum tobira) y aunque suele ser arbusto
también se puede hacer árbol y llegar a medir hasta 10
metros. Sus hojas son típicas, saliendo todas de un mismo
punto. Son brillantes y bastante duras, así que aguantan el
invierno. Las flores son blancas y en forma de estrella,
parecidas a las del azahar, y huelen muy bien: les gustan
mucho a las abejas. Los frutos son cápsulas verdosas con
semillas rojas y pegajosas para que se peguen a los
animales que intenten comerlas y así se dispersen mejor.
De hecho su nombre significa “semilla pegajosa” en
griego. Lo de “tobira” es su nombre en japonés.
Al lado está este ejemplar de cornejo que es un matorral
un tanto rarito:
Su nombre científico es Cornus florida o cornejo blanco
por sus flores. Aquí le pillamos ya en verano con esos
frutitos tan bonitos y con sus hojas grandes tipo hortensia.
Provienen de América y resisten mal la polución lo que
quiere decir que en Retiro no hay tanta.
Cuando me enteré de que había un árbol que se llamaba
“de las pelucas” creí que era una tomadura de pelo, nunca
mejor dicho. Pero no, resulta que va en serio y todo es
porque las flores forman una especie de “entretejidos” que
le dan ese aspecto de “cabellera” que se pueden ver en las
fotos (y en la realidad).
Su nombre científico es Cotinus coggygria y provienen del
Sur de Europa y de China. Aunque lo más espectacular
son sus flores tipo “peluca”, sus hojas también son
curiosas porque son redondeadas, parecidas a las del
árbol de amor. Los frutos son pequeñitos y triangulares.
Por detrás de estos setos podemos ver uno muy amplio y
con una base de lirios donde crecen árboles tan
variopintos como el pino carrasco, el aligustre de la China,
los castaños de indias y los plátanos con sus
correspondientes encinas que son típicas de aquí.
En esta que podríamos llamar “parte alta” del jardín y
aparte de los citados encontraremos también ciruelos
japoneses (Prunus salicina) junto a eucaliptus, robinias (o
falsas acacias), almeces y más pinos carrascos, por cierto
bien espigaditos.
¿Pero de donde salen estas cotorras? Pues de las que se
han escapado hace años de sus jaulas, pero de un tiempo a
esta parte salen de sus nidos que suelen hacer en los
cedros, como los que veíamos en el Paseo del Duque de
Fernán Núñez al subir desde la cuesta de Moyano:
Entre ciruelos y cedros hay que destacar algunos
eucaliptos:
Y todo ello vigilado por la policía, en este caso a caballo:
Y ya al final de la zona que hemos llamado “alta”, cerca de
la calle que da a la puerta del niño Jesús, hay un ciprés de
Arizona que no tiene desperdicio.
Su nombre científico es Cupressus arizónica aunque
cuando se les usa como arbustos se les suele llamar
“arizónicas”. Como es lógico provienen del sur de EE.UU.
y norte de Méjico y son muy resistentes a sequías, vientos,
heladas, etc. por lo que son utilizados como setos en
montones de sitios. Las hojas son típicas de coníferas es
decir pequeñitas y en forma de escamas y los frutos son
esas pelotitas marrones con las todos hemos jugado.
A los que les gusta jugar con los gatos y alimentarlos es a
algunas personas que se molestan en ponerles agua y
comida a su alcance, ante la satisfacción de los mininos:
Pero si empezamos a bajar justo por la parte que está más
cerca del Angel Caído veremos lo primero una carretera
donde suele estar parado un camión de la Policía Nacional
en el que transportan los caballos para hacer sus rondas
por el parque.
Yendo hacia la izquierda enseguida nos encontramos la
llamada “Area Canina” lo que significa que solo se puede
entrar con perro o perros, que aquí se pueden soltar para
que corran lo que quieran.
Es un problema lo de los perros en el Retiro (y en otros
parques, claro) porque la normativa dice que hay que
llevarlos atados pero los dueños se quejan porque les
gusta soltarlos y que disfruten. Pero hay personas a las
que les molesta… En fin, un lío.
Bajando una cuesta considerable llegamos a una
instalación para niños que se llama “La Cabaña” donde van
muchos colegios porque hay una huerta y les explican
cosas prácticas sobre las hortalizas.
Cerca de aquí encontramos otra fuente de esas tipo
“ducha”, pero algo es algo… A todo esto estamos muy
cerca de la calle Menéndez Pelayo y de la Plaza de Mariano
de Cavia.
Desde ahí divisamos otra vez los pinos carrascos, los
cedros, los aligustres, etc., que ofrecen una perspectiva
preciosa desde abajo.
Seguimos estando al lado de la calle citada como vemos en
las siguientes fotos:
Quizás lo más bonito de toda esta zona sea el pequeño y un
poco escondido estanque que está próximo a la entrada
que luego veremos:
Aunque también sean bonitos estos cerezos japoneses:
Si retrocedemos un poco encontraremos la puerta llamada
“de Dante”, la más moderna de todo el Retiro. Inaugurada
en 1980 gracias a unos industriales italianos a los que
hacía ilusión que su ilustre compatriota estuviera presente
en nuestro parque y corrieron con los gastos.
Dante vivió entre los siglos XIII y XIV y ha pasado a la
historia como un innovador sobre todo por su obra “La
Divina Comedia” escrita en verso y donde se habla de todo
lo divino y lo humano, considerándose una pieza maestra
de la literatura universal.
Volviendo a la zona cercana al estanque veremos un
montón de árboles y arbustos. Entre estos destacan los
acantos, cuyas enormes hojas fueron inmortalizadas en los
capiteles de las columnas corintias. Sus flores, agrupadas
en altas espigas, son de verdad preciosas: color malva y
blanco y con los cinco típicos pétalos de las llamadas
“papilionáceas”, o sea, en forma de mariposa. Los frutos
son muy curiosos, en forma de “peonzas” y haciendo un
ruidito especial al diseminarse. Si los cogeis tened cuidado
con las espinas: ¡por algo se les llama “acantos” que
significa “espina” en griego.
Hay algunos acantos que se encuentran en la base de pinos
piñoneros que también hay algunos por aquí:
Por esta zona vimos un precioso pito real mayor de edad,
no como el pollito de la Rosaleda:
Podemos ver aquí árboles de otras épocas como son las
secuoyas y los gingkos:
Estas secuoyas son las gigantes (Sequoiadendron
giganteum), que son descomunales y pueden vivir entre
2000 y 4.000 años. Las podéis ver por curiosidad en
internet y las más famosas son la ya desaparecida
"Mariposa Grove" del Parque Nacional de Yosemite. Para
que os hagáis una idea tenía un túnel en su tronco por el
que pasaba una carretera.
Otra muy conocida es la llamada "General Sherman", con
un peso de más de 2.000 toneladas, que ya es decir.
Pero, como decíamos, las de nuestro parque no son de esa
especie sino de otra de tamaños más normalitos, aunque
siempre tirando a grandes, pudiendo superar los 100
metros de altura y con un diámetro de tronco de hasta 4 ó
5 metros. La corteza es oscura y un poco esponjosa,
desprendiéndose de ella capas rojizas.
Son en concreto de la especie Sequoia sempervirens,
también llamada secuoya roja o de California. Y de allí son,
de la costa del Pacífico de Estados Unidos, de la zona que
va desde el sur de Oregón hasta las Montañas de Santa
Lucía.
El nombre le viene de un indio cheroquee que se llamaba
así: Seequayah (1770-1843) y que fue capaz de inventar un
alfabeto para el dialecto que se hablaba en su tribu.
De los ginkgos hablaremos sobre todo en la Casa de Fieras
que es donde quizás son más abundantes. Ahora nos
fijaremos en otros arbolitos más normales como son los
almendros y el boj hecho árbol, que también los tenemos
por aquí.
Esta es una de las zonas del Retiro con más variedades
botánicas, así que no es de extrañar que encontremos aquí
especies tan curiosas como la morera de papel, la mahonia
o el podocarpo.
Los científicos la llaman Broussonetia papyrifera porque de
su corteza se sacaba pasta de papel en la China. Es
originaria de allí y también de Japón, Taiwán y Malasia. Es
un árbol que aunque crece muy rápido también envejece
muy deprisa, no todo van a ser ventajas.
La mahonia o “uva de Oregón” es conocida como Mahonia
aquifolium y su nombre se debe a un horticultor americano
de origen irlandés, Bernard M. Mahon, que vivió entre
1775 y 1816.
Sus hojas son perennes y se parecen a las del acebo por el
brillo de su haz y sus espinas en el borde. Las flores son
racimos amarillos (¡si no no sería la mahonia de flores
amarillas!) tan bonitos que pueden usarse en floristería y
los frutos son morados con forma de uva o aceituna.
Los científicos llaman a esta planta Podocarpus
neriifolius aunque se la suele llamar podocarpo de hojas de
adelfa por su parecido con las de ésta. Sin embargo se
utiliza en jardinería mucho menos, así que resulta raro
verlo.
En la naturaleza se la puede encontrar desde la zona del
Himalaya hasta China, así como en el sureste de Asia y en
Nueva Guinea.
Mucho más comunes son los robles y los tejos, presentes
también en esta zona:
Del tejo (Taxus baccata) hablaremos al comentar el que
existe junto al Palacio de Velázquez porque es muy curioso
tanto por su longevidad, toxicidad, frutos especiales, etc.
La catalpa, el ciprés de Monterrey y los arces del Japón,
esos sí que son un poquito más exóticos.
Los científicos la llaman Catalpa bignonioides: el nombre
“catalpa” es de origen indio y el apellido “bignonioides” es
en honor a un bibliotecario de Luís XV de Francia llamado
Pane Bignon. Proviene del Sur de Estados Unidos y es un
árbol que crece bastante rápido y resiste bien las heladas.
Tiene flores grandes y blancas de las que salen frutos que
parecen habas gigantes que cuelgan de las ramas.
El ciprés de Monterrey es llamado también Ciprés limón o
Pino limón pero su nombre científico es Cupressus
macrocarpa. Resiste muy bien el viento y se adapta a todo
tipo de suelos pero es sensible al frío y puede resultar muy
atacado tanto por los pulgones como por un hongo que le
pone las hojas marrones.
Más exótico resulta el arce del Japón de que en este jardín
hay dos bonitos ejemplares:
El nombre científico es Acer japonicum, que está claro lo
que quiere decir. Es una especie de arbusto que puede
convertirse en árbol, eso sí pequeño, como es el caso.
Proviene de Asia, como su nombre indica, pero también del
norte de América y del norte de África.
Las hojas son pequeñas, palmeadas y con los extremos muy
puntiagudos, poniéndose rojas en otoño. Las flores también
son pequeñas y dan lugar a unos frutos con una especie de
alitas que se llaman “disámaras”.
Y de estos arces tan peculiares pasamos al típico, al de
siempre, al arce común:
No sé si será porque le gusta el campo, el caso es que a
este arce se le conoce como Acer campestre y es el arce
más común. Aunque su origen es europeo también es muy
abundante en, Argelia, Asia Menor y Persia.
Sus hojas son las típicas palmeadas, las cuales se suelen
poner amarillentas en verano. Las flores son en racimo y
los frutos en disámara.
Los arces tienen muchas aplicaciones: la madera para
carpintería, las hojas para pienso y como astringente, así
como para hacer productos de cosmética. Puede vivir en
cualquier tipo de suelo y resiste muy bien la sequía.
Volviendo a lo exótico nos sorprende en esta zona nada
menos que una araucaria de Chile:
Se le conoce como “pino de Chile” aunque su nombre en
latín es Araucaria araucana. Ni que decir tiene que su
origen es andino, siendo un auténtico fósil viviente puesto
que se trata de una especie de hace muchos millones de
años.
Los sexos de los árboles están separados, todos ellos en
forma de conos aunque de distinta forma los masculinos y
los femeninos. Las hojas son en forma de escamas anchas y
gruesas, resultando muy duras y espinosas. Las semillas
son comestibles y se consumen como postre en Sudamérica
con el nombre de “piñones”.
Al sur de Norteamérica y en Centroamérica se da esta
planta que abunda por los parques porque es muy
agradecida. Es la yuca que no tiene que ver con la
mandioca sudamericana cuyos tubérculos se comen de muy
distintas formas. No, esta es la Yucca aloifolia y no se
come.
También se le llama “yuca pinchuda”, porque sus hojas
“pinchan”. Las flores son muy bonitas, blancas y como
caídas en racimos que se llaman “panículas”. Las podeis
ver en el capítulo del Parterre. Los frutos son como uvas
negras y son plantas muy resistentes sobre todo al calor y
la sequía.
Pero para árbol exótico este que os presentamos ahora. Ya
lo es su nombre “naranjo de los osages”:
Descubrí este árbol una tarde de otoño hace unos años
paseando con mi hijo por la zona del estanque de los patos.
Bueno en realidad descubrimos el fruto que estaba
precisamente flotando en dicho estanque. Lo sacamos y lo
llevamos a casa no sin antes mirar por los árboles de
alrededor a ver si se veía algo parecido. Pero nada, así que
no supe responder a las preguntas de que era. Solo sabía
que era un fruto pero muy raro.
Al cabo del tiempo mis amigos los podadores del Retiro me
explicaron que era el fruto de un árbol muy especial que
estaba allí al lado y que se llamaba “naranjo de los osages”,
más conocido como Maclura pomífera en el mundo
científico. Y es que la descubrió el geólogo americano
William Maclure (1763-1840). Lo de pomífera es porque los
frutos ¿se parecen? a los de las manzanas.
Y ahora diréis: ¿y lo de los “osages”? Pues eso es debido a
una tribu sioux que se llamaba así y usaban los frutos de
estos árboles para pintarse y la madera para hacer mazas
de guerra. Por cierto que los frutos termina por ser
anaranjados, de ahí lo de “naranjo”.
Actualmente estos arbolitos se dan por el centro y el sur de
Estados Unidos, siendo muy utilizados al principio por los
colonos. Fue introducido en Europa en 1810 a través de los
ingleses, como tantas cosas. Son bastante resistentes (los
arbolitos, bueno y los ingleses también) y crecen rápido
pudiendo vivir hasta 150 añitos, que no está mal, quién los
pillara.
La madera es súper fuerte a la vez que flexible: se le llama
“madera de hierro” o sea que aparte de los indios también
la usaban los colonos para hacer traviesas del ferrocarril
entre otras cosas.
También los enebros están por la zona, con sus típicos
frutos redondeados y duros que al partirlos nos dejan un
olorcillo a ginebra delatando el uso que se les da para
producirla.
Cerca descubrimos este ejemplar de Picea pungens
(variedad “glauca globosa”), con sus hojas típicamente
blanquecinas:
Esta picea se llama también “del Colorado” puesto que
proviene de esta región de Norteamérica, aunque aquí en
Europa se suele utilizar en jardines la variedad “glauca”
que es muy bonita al ser sus hojas de un color blanco
azulado.
Y justo detrás de esta picea destaca una acacia de Japón,
alta y preciosa, de nombre científico Sophora japonica. Es
un árbol muy longevo (puede vivir más de cien años) que
procede de China y Corea y que resulta muy decorativo
tanto por sus flores como por sus frutos en forma de
rosarios de guisantes de color verde fosforito.
Pero cuidado porque este arbolito tiene propiedades un
tanto especiales de manera que si se ingieren partes del
mismo se pueden tener unos cólicos horrorosos. Fijaos que
las hojas que caen a un estanque, por ejemplo, hace que
esas aguas ya sean “laxantes”.
También por aquí no podían faltar los árboles del
amor (Cercis siliquastrum) nombre que significa “árbol”
(del griego “kerkis”) de “silicua”, que es el fruto en forma
de judía pero con las semillas en medio. Se llama “árbol del
amor” por sus hojas en forma de corazón y “de Judas”
porque dice la leyenda que en uno de estos árboles se
ahorcó el discípulo traidor tras delatar a Jesús. Las flores
de color malva son muy bonitas, del tipo de las
papilionáceas (con alas de mariposa) y se pueden comer en
ensalada, ahora que se va poniendo de moda eso de comer
flores. Los frutos con forma de algarroba pueden ser
usados como astringentes.
Incluso descubrimos en esta zona un par de manzanos que
dan frutos muy curiosos por lo pequeños, aunque los
árboles sean relativamente altos:
Son manzanos comunes aunque las manzanas no sean las
que vemos habitualmente en las fruterías. Se llamanMalus
pumila que significa “manzanas pequeñas” por el tamaño
de los frutos. Son oriundas del oeste asiático y de las zonas
templadas de Europa.
Las flores son blancas o ligeramente rosadas y aparecen
unos días antes que las hojas. Se multiplica por semillas,
por injertos y por estacas y es el árbol frutal más cultivado,
por lo que existen muchas variedades.
Si queremos “tomar algo”, en la zona hay un kiosco de esos
típicos del Retiro, además con unos columpios para los
niños.
Pero quizás lo más importante de esta zona de las vivaces
sean unos árboles que han resistido no solo el paso del
tiempo sino también la construcción del retiro en sí como
parque. Nos referimos a las encinas que son de lo poco que
queda del bosque natural que era lo que había aquí hace
cientos de años.
La encina es un árbol típico de nuestra zona que podemos
encontrar en la Casa de campo o en el monte de El Pardo,
así como en toda la sierra de Madrid. Es típico de toda la
zona mediterránea, no solo de España sino del resto de
Europa. En Extremadura se cultivan en las fincas llamadas
dehesas y las bellotas son comidas por los cerdos en
libertad. Son los famosos “cerdos ibéricos”. El nombre
científico de la encina es Quercus ilex.
Y si queremos salir de la zona por otra puerta que no sea
la de Dante, podemos hacerlo por la del niño Jesús,
también llamada “Puerta de Pacífico”:
Cerca de la puerta nos llama la atención un ejemplar de
liquidámbar de los que hablaremos al ver los que hay en la
entrada por la Puerta de Alcalá.
Y aquí acaba la visita a esta zona llamada “Jardín de las
Plantas Vivaces” más conocida como “Rocalla” por todos
los jardineros y podadores del parque. Y es que vivaces, lo
que se dice “vivaces” no hay apenas, salvo el acanto. Para
mí lo más destacable de la zona sea el que es donde hay
más variedad de árboles y arbustos y, sobre todo que se
conserva todavía el bosque de encinas que durante siglos
fue el paisaje natural de este entorno.
Los Jardines de Cecilio Rodríguez
Una de las zonas más cuidadas del Retiro son estos
jardines diseñados por el gran jardinero del parque que
fue D. Cecilio Rodríguez.
Y tan cuidada que hasta hace muy poco (concretamente
hasta el mes de marzo de 2010) estaba cerrada al público
los fines de semana para que se conservara mejor en toda
su belleza. Actualmente está abierta todos los días con
horario de 10 a 6 de la tarde en invierno y hasta las 8 en
verano.
Lo primero y como homenaje a su creador, os contaremos
algo de la vida de este gran jardinero que nació en
Valladolid y empezó como aprendiz en el Ayuntamiento de
Madrid con tan solo 8 años. Poco a poco y a base de
trabajar mucho y bien en los jardines y viveros fue
ascendiendo de categoría hasta ser nombrado Jardinero
Mayor del Retiro en 1914. Diseñó y puso en marcha la
Rosaleda y se encargó también de la casa de Fieras. Llegó
a ser el Director de Parques y Jardines de Madrid y tras un
paréntesis en que fue destituido, volvió a su cargo en los
años cuarenta, diseñando y construyendo los jardines que
hoy llevan su nombre. Los terminó en 1941.
El monumento a su diseñador está entrando a la izquierda,
más o menos a mitad del recinto, pero nada más entrar
por la puerta principal, o sea la que da a la antigua Casa
de Fieras, nos encontramos con una auténtica “postal”: la
fuente con las gaviotas, las columnas, las losetas
ajedrezadas, los cipreses recortados, los pinos y al fondo el
Pabellón, pasando por los cuatro estanques con sus
fuentes en el centro, las pérgolas…y los pavos reales
paseando majestuosamente por todo el recinto.
Si después de deleitarnos con esta preciosa panorámica
giramos la vista a derecha e izquierda veremos unos
enormes pinos piñoneros (Pinus pinea) que no son los
únicos porque los hay repartidos por todos estos jardines,
algunos muy curiosos, como luego veremos.
Pero enseguida nos topamos con la llamada Fuente de las
Gaviotas que fue donada al Retiro por la Embajada de
Noruega en 1962 y que está rodeada por unos setos en
forma redondeada.
Son en total siete gaviotas que esculpió en hierro el
malagueño Jaime Fernández Pimentel. Al oxidarse
demasiado fueron sustituidas en 1999 por otras iguales
que hizo el mismo escultor pero en acero inoxidable. Las
rocas las trajo de la Pedriza madrileña el arquitecto
Manuel Herrero Palacios, justo el que diseñó los jardines
de la Casa de Fieras.
Alrededor de esta fuente hay ocho columnas de granito
que no se sabe si fueron hechas a propósito para aquí o se
trajeron de otros sitios. El caso es que llevan aquí desde el
año 30 del siglo pasado, o sea que…
Justo pasada la fuente hay otras dos columnas muy
parecidas a éstas aunque no son iguales sino más clásicas:
Un poco más a la derecha hay una fuente con surtidor y un
pequeño estanque que relajan a quienes se aventuran por
allí.
Esta se llama “fuente de la bellota” porque efectivamente
hay una en lo alto, justo por donde sale el chorrito. Es de
1925 y está hecha en piedra caliza y granito. En ella hay
plantas acuáticas como estas calas con sus flores tan
curiosas:
Aunque el nombre vulgar es muy sencillo (cala o “lirio de
agua”), el científico no lo es tanto…Zantedeschia
aethiopica, nada menos. Todo es por culpa del botánico
italiano G. Zantedeschi por una parte y por Etiopía de otra,
aunque en realidad son originarios de Sudáfrica.
Son plantas de las llamadas “vivaces” porque tienen un
tallo carnoso subterráneo que todos los años vuelve a
brotar. La flor se llama “espata” y es muy usada en las
floristerías. Las hojas son grandes y consistentes y los
tallos sirven para la reproducción. También pueden vivir en
tierra y de hecho las hay en macetas aunque hay que
regarlas mucho o sumergirlas en parte en agua.
Rodean a la fuente dos estanques llamados “en cascada”
porque tienen varios desniveles por los que discurre el
agua:
Esas plantas más o menos altas que rodean a estos
estanques son cannas, conocidas por los botánicos
como Canna indica: aparte de hojas grandes y flores
bonitas (ver fotos, please), estas plantas tienen unos tallos
subterráneos que se llaman “rizomas” de los que siempre
están dispuestos a salir tallos y raíces por lo que son muy
resistentes. Pero también se pueden reproducir por
semillas, o sea que en esta zona del Retiro hay cannas para
rato.
Entre las cannas salen otras plantas que los jardineros
consideran “malas hierbas” pero que tienen unas flores
muy bonitas. Son las correhuelas o Convolvulus arvensis:
Al fondo a la derecha (como dicen en los bares) vemos una
casetita de las de ladrillo que antes servían para refugio de
los guardas y ahora para almacenar algunos utensilios de
los jardineros.
Los gatos, que no son tontos, tienen en esta zona uno de
sus refugios predilectos por lo que no es difícil
encontrarlos tomando el sol o intentando buscar algo de
comer, aunque siempre hay quién les pone algún paquetito
con comida. También pude ver una ardilla de las “nuevas”,
porque antes se soltaron otras que misteriosamente
desaparecieron.
Muy cerca hay una preciosa puerta antigua que muchas
veces está cerrada pero que merece la pena echarla un
vistazo:
Aunque no se sabe muy bien su antigüedad ni procedencia
exacta, puede que esta puerta sea bastante antigua, hasta
del siglo XVIII y está hecha de granito, bolardos incluidos.
Por cierto más bonitos que los que se usan ahora en las
calles.
A la derecha se encuentra uno de los árboles de los antes
eran más abundantes en el Retiro pero que ahora cada vez
hay menos. Se trata del olmo común (Ulmus minor), el
olmo de siempre, las “olmas” de las plazas de los pueblos.
La grafiosis es la enfermedad que ha acabado con muchos
olmos, no solo del Retiro, sino de todas partes. Es un hongo
microscópico que se mete en los vasos del árbol por donde
circula la savia y los cierra. El árbol termina por secarse.
Este honguito lo llevan al olmo unos escarabajos de la
familia de los “escolítidos” que se alimentan de la madera.
Pero también pueden propagarse por las raíces, o sea que
los olmos lo tienen muy crudo.
Y un poco a la izquierda de la famosa puerta hay un árbol
del que hablaremos sobre todo en el Palacio de Cristal ya
que allí hay unos cuantos, pero dentro del estanque. Sin
embargo este lo tenemos plantado en tierra seca pero
sigue siendo un ciprés calvo o de los pantanos (Taxodium
distichum), una de la pocas coníferas de hoja caduca.
Y un poquito más adelante nos encontramos con la joya
botánica de los jardines que no es otra que el arce
plateado (Acer saccharinum) que está allí sobre una
parcelita de césped como quien no quiere la cosa. El tronco
del angelito mide casi 4 metros de perímetro y 20 de
altura, casi nada, y es uno de los pocos de esta especie que
viven en Madrid. Estos árboles son típicos del Canadá y de
su savia se saca el famoso “jarabe de arce” a base de
hacerles unas incisiones en el tronco parecidas a las que se
hacen en los pinos para sacar resina. Esta savia les gusta
también mucho a unos mosquitos que al sacarla del árbol le
hacen formar como si fueran palomitas de maíz por lo que
se les llama “escama algodonosa del arce”.
Si nada más entrar, en lugar de irnos hacia la derecha lo
hacemos hacia la izquierda, descubriremos una estatua y
unas fuentes:
La estatua es de piedra caliza y representa a la diosa
romana Venus, también llamada “Diosa Flora” porque se
supone que protegía a la vegetación, así que no hay duda
de que está en el sitio adecuado. Lo que pasa es que no se
sabe quién la hizo aunque parece que la trajo aquí el
propio Cecilio Rodríguez sobre 1929 y luego, en 1997, se
hizo el pedestal.
Las fuentes son muy parecidas a las del lado derecho y, por
supuesto, tan refrescantes y relajantes como aquellas.
Al lado de estas fuentes por esta parte izquierda de los
jardines podemos ver algunos árboles curiosos como este
ciruelo (Prunus domestica para los científicos):
Un poco más adelante hay una edificación de ladrillo rojo
donde podemos ver el llamado, sin duda por su sencillez,
“estanque rústico”.
Y rústicas son también las plantas que lo rodean. Se llaman
“cineraria gris” o Senecio cineraria y como veréis tienen
las hojas verde blanquecino. Son como de terciopelo y
además están todo el año. En verano le salen flores
amarillas.
Un poco más adelante hay una zona hecha en ladrillo rojo
por donde se puede subir y acceder a una parte muy poco
conocida de los jardines que tiene una especie de
“terracita” que da a la calle Menéndez Pelayo y desde
donde se puede ver la iglesia del Hospital de Niño Jesus.
En la misma terrazita hay pequeños olivos y una plantación
de romero en un rectángulo que me recuerda a mi papi al
que le encantaba darse friegas con alcohol de romero, que
huele tan bien como la planta:
En la parte de abajo hay un estanque llamado “rústico” que
tiene forma de arco y dos bóvedas circulares, todo ello en
ladrillo rojo:
Pero quizás lo más espectacular de estos jardines sea la
zona central con sus cuatro estanques provistos de
surtidores y rodeados de cipreses cortados en redondo o
cuadrado:
Se pueden encontrar rincones muy tranquilos en esta zona
como el que vemos ahora:
Muy cerca de la fuente de los noruegos hay un curioso
árbol de hojas rojizas que se llama “árbol de las pelucas” o
“Cotinus coggygria”:
Como ya veíamos en una de las fotos anteriores, los pavos
reales son típicos de esta zona, así que ahora os ponemos
algunas de las que mejor han quedado:
A derecha e izquierda de los jardines hay unas
edificaciones en ladrillo rojo (tres a cada lado) que se
utilizan algunas para dar cursos de jardinería a jóvenes
(por cierto subvencionados por el INEM) y otras para que
los jardineros puedan guardar sus utensilios.
Muy cerca del edificio de los podadores vemos un frondoso
pitósporo o azahar de la China, llamado así porque sus
flores pequeñas y blancas huelen nada menos que a
azahar:
También muy cerca podemos ver una mata de
durillo (Viburnum tinus) del que ya hablamos en La
Rosaleda:
Casi pegando con la “casita de los podadores” podemos ver
este otro ciruelo:
Y detrás del edificio pegando con la verja se encuentran
una hilera de plantas que en primavera da gusto verlas. Por
ejemplo la espirea (Spirea arguta):
Justo al lado están las celindas o falsos
jazmines (Philadelphus coronarius) con flores que huelen
fenomenal:
Las lilas (Syringa vulgaris) también están por aquí con sus
flores tan apreciadas no solo por las personas sino también
por los insectos, sobre todo por las mariposas. Lo que no
nos parece bien es que algunos/as de las primeras (o sea de
las personas) se atrevan a llevárselas a su casa.
Por otro lado os diremos que las lilas proceden de los
Balcanes y su nombre científico proviene del griego
“syrinx” que significa “flauta” pues con su madera se
hacían estos instrumentos.
Si nos desplazamos un poco hacia el centro de los jardines
encontraremos una morera llorona, Morus alba (variedad
“pendula”), llamada así porque sus ramas cuelgan. Me
dicen mis amigos los podadores que esta es injertada, o sea
que es un ejemplar especial.
Muy cerca hay una especie de abeto que en realidad no lo
es porque se trata de una picea, más concretamente Picea
abies:
Estos son unos de los que se usan como árboles de
Navidad, sobre todo en nuestro país, y se les llama “abetos
rojos” precisamente por el color de sus flores masculinas.
Las femeninas son piñas alargadas que cuelgan de las
ramas. Su madera es muy dura y resistente así que usa
para bastantes cosas, entre otras para hacer instrumentos
musicales. Tanto que los famosos violines Stradivarius
fueron hechos con madera de estos árboles.
En esta misma zona hay un tipo de roble que no es el
común sino el negro Quercus velutina, originario del Este
de Estados Unidos:
Si se quiere se puede salir (¡y entrar!) por la parte derecha
de los jardines porque para eso hay una puerta lateral:
Pero si seguimos avanzando, que es lo suyo, nos
aproximamos al pabellón acristalado:
Delante del pabellón en su esquina izquierda según vamos
hacia él nos encontramos con este pino piñonero que
milagrosamente aún se conserva en pie:
Si nos subimos al segundo piso del pabellón, como hicimos,
contemplaremos una preciosa panorámica de los jardines:
Este pabellón se dedica a la celebración de actos públicos,
ya sean del propio Ayuntamiento o bien de ministerios o
universidades que lo soliciten. Antes se celebraban bodas,
pero esta práctica ya se acabó aunque muchos novios
eligen estos jardines para hacerse las fotos el día de su
boda.
Los pavos que antes veíamos tienen en esta zona del
pabellón uno de sus refugios preferidos. De hecho se les
puede ver con total confianza y tranquilidad y muchas
veces emitiendo sus gritos para marcar su territorio:
La verdad es que el pabellón es un sitio de lo más
acogedor, sobre todo por sus alrededores llenos de árboles
y arbustos en un suelo de césped siempre húmedo y bien
cuidado.
También hay algunas especies curiosas como este magnolio
de hoja caduca que sale ¡después de las flores!, que son
blancas y preciosas:
Se llama Magnolia soulangeana o también “magnolio
chino” o “árbol tulipán” y es un híbrido que procede del
cruzamiento de dos especies de magnolios. Puede tardar
algunos años en florecer, pero como veis merece la pena
esperar.
Hay más especies de árboles en estos jardines como son los
cedros, las acacias, las robinias, etc. Y también algunos que
otros arbustos más, pero hemos visto los más abundantes y
también los más curiosos.
Y ya nos vamos pero en este caso no por la “puerta de
atrás”, porque está casi siempre cerrada y, como puede
verse, también bastante remodelada:
Por esta puerta es por donde empezamos a ver los pavos
con el niño los domingos cuando estos jardines estaban
cerrados. Siempre les traíamos algo de comer y le
encantaba verlos de cerca, aunque fuera a través de las
rejas.
A partir de ahora ya vamos a poder disfrutar de esta zona
todos los días. Esperemos que sepamos cuidarla por es un
auténtico tesorito.
La Casa de Fieras
Ir al Retiro me gustaba, pero cuando además entrábamos
a la casa de fieras la cosa era “muy fuerte”, como se dice
ahora. Y no es que las instalaciones fueran nada del otro
mundo. Eran de éste, y además un tanto precarias y
pobretonas, como era todo en esos tiempos.
Pero a mí me parecía toda una aventura, era como hacer
un viaje no solo a África, sino al Polo, al desierto, a todos
los sitios de donde procedían los pobres animalitos que allí
sobrevivían.
La primera “Casa de Fieras” no fue esta sino otra situada
junto al Jardín Botánico y que fue creada por el rey Carlos
III para mostrar a los madrileños animales tanto de las
colinas de Sudamérica como otros de Europa, Asia y
África. Después de la Guerra de la Independencia el rey
Fernando VII la trasladó al Parque del Retiro.
Nada más entrar a la izquierda, estaban los leones, los
pobres sin sitio, en una pequeña jaula con el suelo de
cemento y que olía… Bueno pues a tigre, aunque fuesen
leones. De todas formas a mí me encantaba mirarlos y,
sobre todo, al final de la tarde, cuando se ponían a rugir.
¡Que rugidos! Se oían hasta fuera del Retiro. Aprendí a
imitarlos y hasta hoy si me pongo creo que me podría salir
algo parecido.
Luego estaban los osos polares, muertos de calor en
verano, en una fosa con un pequeño estanque donde se
bañaban, aunque la mayor parte del tiempo la pasasen
dando vueltas por el poco sitio que tenían, siempre de la
misma forma, siguiendo sus propios pasos. Había uno que
tenía un colmillo por fuera, seguramente de alguna pelea
entre ellos. Les echábamos trozos de pan que solían
comerse, a veces cogiéndolo en el agua.
También había un par de osos pardos en dos jaulas
pequeñas, separadas unos cincuenta metros. Esos tenían
peor suerte y menos sitio. También aceptaban los trozos de
pan duro que les echábamos.
Después en esa zona hicieron un foso donde pusieron
monos. Esos tenían mejor suerte porque por lo menos
había cierto espacio y podían hasta trepar por las cuerdas
colgadas de palos que pusieron. Allí vivían relativamente
bien a pesar de las golosinas que mucha gente les echaba y
que comían sin darse cuenta que les podía hacer bastante
daño. Se convirtieron en una de las estrellas del zoo,
bueno, de la “Casa de Fieras”.
¡Pero la estrella de verdad era el elefante! Hubo varios
pero el más famoso de todos fue “Pizarro”, una hembra (a
pesar del nombre) que fue traída a Madrid para participar
en las luchas de animales que entonces se hacían en las
plazas de toros. Después “trabajó” como atracción de feria:
la enseñaron a abrir botellas de vino con la trompa y
beberse su contenido…..Un día arrancó la cadena que la
sujetaba y salió a la calle entrando primero en una bodega,
seguramente atraída por el olor del vinillo. Después de
beber a sus anchas se fue por la calle Alcalá hasta el Horno
de San Onofre (entonces en la calle Velázquez) donde se
puso a comer panes y pasteles hasta que los guardias
consiguieron llevarla de nuevo a su jaula. Vivió hasta 1873
año en que murió de una indigestión seguramente
producida por las chucherías que la gente le daba.
Otra elefanta famosa fue “Julia”, que era a quién yo le daba
trozos de pan y cacahuetes subido en los hombros de mi
papi. Eso sí, en cuanto te descuidabas te hurgaba con la
trompa en los bolsillos para quitarte caramelos, azucarillos
o cualquier cosa que se pudiera comer.
También la jirafa, que estiraba su cuello para coger la
comida que le dábamos, era otra de las atracciones:
Y los camellos, aunque en realidad fuesen dromedarios,
con una sola joroba:
A mí me encantaban las cabras, que se subían en la red de
la jaula y se las podía acariciar a la vez que le dábamos los
consabidos trozos de pan duro. También había antílopes,
cebras, creo que algún “ñu”, canguros, etc. Y animales
pequeños como conejillos de indias que estaban en una
jaula al final de los leones y osos y a los que era muy
divertido observar. Y luego había una gran jaula de aves
rapaces con buitres, águilas, cóndores, etc., la cual se
reprodujo y está ahora en el actual Zoo de Madrid adonde
se trasladaron todos los animales en el año 1972.
La “Casa de Fieras” fue reformada en 1921 bajo la
dirección del famoso jardinero mayor D. Cecilio Rodríguez,
cambiándose las jaulas por otras más modernas a la vez
que se hicieron nuevos jardines. De esta época son los
arcos del paseo central, así como las plazoletas con
cerámicas de vidrio y el estanque de los patos con casita
incluida que está próximo a los jardines que llevan el
nombre de este ilustre jardinero. Más tarde, después de la
guerra civil, se hizo otra reforma para reparar los daños
que la contienda dejó también en esta zona del parque.
Nada más entrar a la derecha, nos recibe una plazoletita de
cerámica que es una maravilla, como se puede ver:
Y a la izquierda están dos abetos de Masjoan (Abies
masjoanni) como el que hay al final de esta zona, al lado de
los estanques de patos, y del que luego hablaremos por ser
el más emblemático.
Al lado hay un primer estanque donde a Diego le encantaba
ir a dar de comer a los patos:
Justo alrededor hay unos pequeños arbustos que
pertenecen a la especie Mahonia aquifolium:
La zona está rodeada de árboles y arbustos como son los
cedros, algún abeto, enebros, encinas, magnolios,
aligustres, tuyas orientales y las fotinias que están
pegaditas al estanque:
Alrededor del foso de los monos hay una serie de plátanos
(concretamente ocho) llamados “de sombra” (Platanus
hybrida) que realmente lo son ya que la dan muy buena y
muy agradable en verano.
Hasta un olivo podemos ver pegadito a donde antes
estaban las jaulas de los leones y ahora está la Biblioteca
Municipal.
Al fondo, justo en la esquina vemos una fuentecita de las
de “caño ducha”:
Los olmos ya sabemos que por culpa del hongo maldito (ver
capítulo de Cecilio Rodríguez) están en peligro de
extinción. Aquí hay unos cuantos que de momento se
conservan bastante bien:
Hace unos años Diego y yo cogimos aquí una urraca que se
había caido de un nido. La llevamos a casa y la cuidamos
durante unos días, pero se puso malita y aunque llamamos
a Grefa para intentar salvarla no pudimos hacer nada.
Un poco más a la derecha y ya en la verja de Menéndez
Pelayo podemos ver unos ciruelos rojos oPrunus cerasifera
pisardi atropurpurea:
Estos ciruelos proceden del Oeste de Asia, concretamente
de la región del Caúcaso. Tienen unas flores color rosa
pálido que salen en primavera antes que las hojas, que son
de color rojo púrpura. Los frutos son pequeñas ciruelitas
que no se pueden comer, claro. Esta
variedad “atropurpurea” es la más usada en jardinería.
Retrocediendo un poco vemos un matorral de Berberis
julianae, o agracejo chino:
El acebo no siempre tiene pinchos en sus hojas. Por
ejemplo en las de arriba no les hace tanta falta puesto que
los animales que se las comen no pueden subir tan alto.
También por aquí hay un pequeño arbusto de agracejo rojo
o Berberis thunbergii:
Pero vayamos a la entrada del paseo principal, la que está
bordeada por dos osos de piedra (o leones que no está muy
claro el tema):
Sobre dos pedestales de granito dos osos de piedra caliza
(que parecen leones) vigilan este paseo:
Además de por las pérgolas con sus rosas, el paseo está
jalonado por unos curiosos laureles en forma de conos
redondeados:
Enseguida veremos lo que se suele llamar “abeto rojo”,
pero que en realidad es una “picea”, en concreto Picea
abies, de las que ya hablamos en los jardines de Cecilio
Rodríguez.
Y ese arbolazo que vemos detrás no es otro que un super-
plátano de sombra que la verdad “asombra” por su tamaño.
Hay un árbol que también llama la atención por su altura y
frondosidad que es el arce negundo o americano:
Su nombre científico es Acer negundo y es un árbol que
viene del centro y este de Estados Unidos. Este es el único
ejemplar del Retiro que tiene hoja compuesta, los demás
arces tienen la hoja simple.
La paulownia imperial (Paulownia tomentosa) se llama así
por Anna Pawlownia, hija de Pablo I de Rusia. Es un árbol
poco conocido procedente de China y de las que hay varias
en estos jardines. Tiene unas hojas grandes y casi
triangulares y unas bonitas flores violetas en forma de
campanillas de las que salen unos frutos redondeados y
terminados en pico que terminan poniéndose marrones.
Las “paulonias” tienen unas profundas raíces que filtran las
sustancias contaminantes, por lo que pueden regenerar los
suelos, así que para esto son estupendas. En la China
antigua se plantaba una cuando nacía una niña y se
cortaba cuando se iba a casar para hacerle regalos con su
madera. Pensaban que esto daba suerte al nuevo
matrimonio. Bonito, ¿no?
Cerca podemos encontrar placitas donde descansar y
tomar el sol es un placer:
El frío diciembre nos trae imágenes de acacias con sus
algarrobas:
No es el caso del aligustre del Japón, Ligustrum
japonicum, que se mantiene verde en invierno y da los
frutos morados que tan bien le vienen a no pocas aves
para sobrevivir
En la parte derecha de los jardines hay un edificio de
planta baja y paredes de ladrillo rojo que empezó siendo la
casa del capataz de los jardineros. Ahora alberga las
oficinas de los encargados del parque, así como a los de
los jardineros, regadores, etc. Era además donde se
cambiaban los Reyes Magos cuando llegaban de Oriente.
La casita pequeña de al lado con el tajado de zinc tiene los
aparatos de filtración del agua reciclada que se usa para el
riego.
Por fuera de los jardines hay cedros al lado de este edificio
y por dentro tres árboles y un arbusto que son, según se
entra, una arizónica, un ciprés, un laurel y un evónimo:
Este laurel está muy pimpante. Su nombre científico
es Laurus nobilis, tan querido y usado por los romanos
para distinguir a los vencedores y ahora imprescindible en
la cocina.
Llegamos al final del edificio donde hay una columna y a su
lado los evónimos:
Si continuamos nuestro paseo siguiendo por este camino
veremos unos cuantos olmos blancos:
Muy cerca podemos ver algunos liquidámbares:
En cambio en primavera las acacias rosadas, aunque sean
“falsas” porque en realidad son robinias, se ponen así de
espléndidas:
Aparte de los que vimos al principio, en esta zona hay más
columpios:
Si caminamos más hacia la verja que da a Menéndez Pelayo
y justo a esta altura podemos ver una especie de “pitas”
que se llaman “formio” o “cáñamo de Nueva Zelanda”:
Su Nombre científico es Phormium tenax y se trata de unas
hierbas perennes con unas raíces tipo “rizoma” de las que
se sacan fibras para hacer cestos o similares.
Pero también hay otros monumentos de piedra en esta
zona como este banco con su columnita que data más o
menos de 1830 y estaba en la primitiva Casa de Fieras
aunque no se sabe muy bien cómo llegó hasta aquí. El caso
es que ahora la encontramos cerca de la verja de la calle
Menéndez Pelayo y a la altura de la de Sainz de Baranda.
Nada más entrar por la puerta llamada del “Doce de
Octubre” nos encontramos a la derecha un pequeño
templete que sirve de “biblioteca de viejo” donde la gente
pone libros y revistas con la intención de que otros puedan
leerlos.
Para que nadie se despiste y también porque nos hemos
propuesto poner imágenes de todas las puertas del parque,
aquí vemos la citada del “Doce de Octubre”:
Y justo enfrente de la biblioteca popular se encuentra otro
parquecito para niños:
Entre los árboles cercanos destacan, por su altura y su
frondosidad, los olmos:
Los acebos proliferan por aquí: los hay con y sin pinchos, y
algunos de hojas blancas:
El acebo se llama Ilex aquifolium y proviene del sur y el
oeste de Europa. Como todo el mundo sabe es un arbusto
que con los años puede convertirse en árbol. Sus hojas son
perennes y son típicos sus bordes ondulados y con
pequeños pinchos. Pueden ser verdes, con bordes
amarillentos o amarillentas del todo. Los pinchos son una
defensa, por lo que suelen tenerlos las hojas de las partes
bajas de la planta donde llegan los animales que se las
comen, como las cabras.
Hay acebos macho y acebos hembra, o sea que son plantas
de sexos separados. Son típicos los frutos en forma de
bolitas rojas que aparecen por la época navideña de la que
son un símbolo. Pero para eso tiene que haber cerca un
acebo macho y otro hembra, porque si no…
Si seguimos por el pasillo de la puerta del Doce de Octubre
antes de salir fuera de estos jardines a la izquierda
descubriremos dos sabinas:
Los científicos las llaman Juniperus thurifera y son árboles
con los sexos separados que crecen bastante lento. Los
frutos tardan un año en madurar y son de un color verdoso
azulado. Aunque no lo parezca, estos arbolitos son tóxicos y
su madera no se pudre porque la resina la hace resistente a
insectos y microorganismos. Tanto es así que se usa
bastante para hacer muebles, utensilios o incluso
esculturas. Resisten muy bien tanto las temperaturas
extremas de calor o frío como los incendios, así que son un
chollo las sabinas estas.
Al lado de las sabinas aparece una robinia o falsa acacia
con flores de color rosa, como las que vimos antes:
Muy cerca están unos columpios que tienen como una
especie de “tren” por el que suben los niños y hacen todo el
recorrido. A Diego desde luego le encantaba y hemos
pasado muchas tardes por aquí, sentados en estos bancos
mientras él jugaba:
De todos los árboles de estos jardines quizás el más exótico
por antiguo sea el Ginkgo biloba, que significa “albaricoque
plateado”, árbol originario de China que tiene 270 millones
de años de antigüedad y cuyos ejemplares pueden llegar a
ser milenarios.
Esta especie sobrevivió en monasterios chinos hasta que un
alemán los descubrió y los empezó a plantar en la ciudad
de Utrech.
Tiene muchísimas propiedades curativas: mejora la
circulación sanguínea, es bueno para las enfermedades
nerviosas y retrasa el envejecimiento, entre otras
maravillas. Son de sexos separados, es decir que hay
machos y hembras. Los primeros tienen una copa más
puntiaguda, mientras que las hembras son más
redondeadas.
Las hojas son curiosísimas en forma de abanico y unos
nervios muy marcados. Son bastante duras y muy buenas
para guardarlas en libros. En otoño se ponen de un color
amarillo dorado precioso. Y los frutos también son más que
curiosos. Son unas bolitas parduzcas que cuando caen al
suelo y maduran huelen que alimentan porque tiene un
ácido que se llama “butírico” y que huele fatal. Bueno en
realidad estos no son los auténticos frutos sino semillas
que no han sido fecundadas y se pudren, cosa que no pasa
en ninguna otra planta. Si se produce la fecundación, para
lo que es indispensable que haya árboles machos y
hembras cerca, al final del verano y del otoño se producen
una especie de frutos de semillas comestibles. ¡Vamos que
los arbolitos son raros de narices!
Otra especie muy interesante en esta zona es el boj, de
nombre científico Buxus sempervirens, cuya madera ha
sido y es usada para fabricar utensilios tales como peines,
cuencos, piezas de ajedrez e incluso instrumentos
musicales. El escritor Camilo José Cela lo inmortalizó en su
libro “Madera de boj” haciendo referencia a su dureza y
resistencia.
Y otro árbol susceptible de ser “tallado” por los jardineros
es el tejo (Taxus baccata), que aquí vemos hecho una
auténtica “tarta nupcial” de un montón de pisos.
Esta otra “talla vegetal” tan artística la podemos ver
entrando por la puerta principal, justo al lado del estanque
de patos. Son estos cipreses que los jardineros han tallado
en forma de puertas y que a mí me sugieren porterías de
fútbol primitivas, no sé por qué.
Las palmeras se asocian con lugares cálidos y de costa,
pero en Madrid y en concreto en esta zona las hay. Son las
llamadas “Palmeras de Fortune”, en latín Trachycarpus
fortunei que llaman la atención por su altura y exotismo.
Aparte del citado al principio hay unos cuantos olivos más
en estos jardines, aunque sus aceitunas no se recolecten.
Pero ahí están:
Al lado de la verja y ya casi en la salida de la puerta de
Herrero Palacios que da justo enfrente del sanatorio del
Niño Jesús hay otra serie de columpios:
Los niños que tengan gusanos de seda en sus casas tienen
aquí un sitio donde recolectar hojas para alimentarlos.
Bueno casi que no porque nos quedaríamos sin estos
árboles que no son otras que las moreras. Son de la
variedad “llorona”, en latín Morus alba pendula, porque
como puede apreciarse en la foto las ramas caen, como
pasa en el sauce llorón que ahora veremos.
Y este es el sauce llorón o Salix babylónica para los
expertos, con sus típicas ramas que caen “en cascada”.
Es un árbol originario de China y que, contra lo que
pudiera pensarse por su aspecto, no es demasiado longevo.
Lo mismo que le pasa a los olmos es atacado por hongos así
que hay que cuidar bien a estos arbolitos.
Lo de “babylonica” es porque se pensaba que procedía de
Babilonia, pero no, en realidad es un árbol originario de
China donde era costumbre plantarlo en los cementerios y
que, contra lo que pudiera pensarse por su aspecto, no es
demasiado longevo. Lo mismo que le pasa a los olmos es
atacado por hongos así que hay que cuidar bien a estos
arbolitos. Además de ellos se extrae el famoso “ácido
acetilsalicílico” que se usa como analgésico, por ejemplo en
las aspirinas.
No podemos dejar de hablar de otro árbol monumental
como es este abeto que es muy especial porque fue
concebido casi de casualidad. La historia es que proviene
de un híbrido entre el abeto blanco (Abies alba) típico del
sur de Europa y el pinsapo (Abies pinsapo) o abeto de
Andalucía. El cruce se produjo de manera casual y
espontánea en una masía del Montseny catalán llamada de
Masjoan por ser el apellido de los indianos que eran los
antiguos propietarios. Pero los que se dieron cuenta de que
este abeto era distinto que los otros fueron Nicolau y Jesús
Masferrer (padre e hijo) entre los años 1950-1960. Para
estar seguros mandaron a Madrid unos 500 árboles y los
expertos certificaron que se trataba de una nueva especie.
Y todo fue porque el polen del abeto blanco fecundó las
piñas del pinsapo y así vinieron al mundo estos abetos que
fueron llamados Abies masjoanni, como este que vive aquí
y que es enorme:
El álamo blanco, Populus alba, llamado así porque sus
hojas son muy blanquecinas por la parte de abajo, también
proporciona sombra y frescor al parque. Cuando corre la
brisa, las hojas tiemblan y dejan ver su parte inferior
blanca.
Los cedros abundan en estos jardines, en este caso son los
llamados “del Himalaya” (Cedrus deodara)por ser típicos
de esa cordillera. Lo de “deodara” significa “dedicado a
Dios” en sánscrito, y no es para menos porque su aspecto y
su altura son verdaderamente “divinos”.
Y casi tan altos resultan los cipreses de los que se dice que
“creen en Dios”…Estos árboles que son tan altos es lo que
tiene, que incitan al misticismo.
Los enebros suelen tener pinchos, pero no sin son
“híbridos” como les pasa a estos:
También hay un precioso “ciprés calvo” (Taxodium
distichum) justo en uno de los estanques. Se llama así
porque en invierno pierde las hojas y se queda “calvo”.
También se le llama “ciprés de los pantanos” porque vive
en aguas pantanosas, aunque en el Retiro sean
“estancosas”. Procede de Estados Unidos donde abunda en
los estados de Texas y Misisipi, entre otros. Su madera
resiste muy bien la humedad por lo que se usa en la
construcción de barcos, tuberías, toneles, etc.
Otra joyita botánica de esta zona era el “ciprés
fúnebre (Chamaecyparis funebris) que es un árbol tan
longevo que puede vivir hasta 800 años, como uno que hay
en China. Además su madera es muy fuerte y sus frutos
pueden quedarse cerrados de tal manera que resisten a un
incendio y después son capaces de dispersar las semillas.
Mejor suerte tuvo el liquidámbar que había a su lado:
Se llama también “árbol del ámbar”, pero los científicos le
llaman Liquidambar styraciflua y es un arbolito que
proviene del Sur de EE.UU., México y Guatemala. Lo del
ámbar es porque de su corteza sale una resina que es como
"ámbar líquido". El “apellido” Styraciflua significa "rico en
sustancias gomosas”.
Las hojas se parecen a las del arce y son muy bonitas en
otoño cuando se ponen amarillas o rojizas. Las flores son
unos pequeños racimos sin nada especial pero los frutos
son muy curiosos, como pelotitas con pinchos.
Además tiene aplicaciones. Por ejemplo su madera se usa
para hacer revestimientos, muebles, molduras, etc.
También a partir de su pulpa se puede hacer papel. Las
hojas tienen un aroma balsámico y de la corteza de su
tronco se obtiene el "estoraque", que es una especie de
resina usada tanto en medicina como a nivel industrial.
Estos árboles están (en el caso del ciprés fúnebre “estaba”)
cerca de un par de estanques con casitas para patos:
Estos estanques fueron proyectados por Cecilio Rodríguez
y datan de 1918, aunque parecen más modernos porque
han sido remodelados.
Por esta zona hubo una época en que era frecuente
encontrarse gnomos, sobre todo si eras un niño o te sentías
como tal:
Al hacer las nuevas obras de 2010 han dejado entre ambos
estanques una zona de rosas amarillas:
Y en el 2011 nos sorprende una plantación de magnolios
chinos (Magnolia soulangeana) cuyas flores salen antes
que las hojas, como le pasa a los almendros, ciruelos,
manzanos, etc.
Estos magnolios chinos son híbridos de dos especies de
magnolios: Magnolia denudata y Magnolia liliflora. Y la
verdad es que han quedado muy bien porque las flores son
espectaculares y llaman la atención; se parecen un poco a
las de los tulipanes, ¿a qué sí?
El camino de vuelta hacia la entrada de la antigua Casa de
Fieras lo marcan estos dos leones, o mejor, leonas, aunque
hay quién dice que son dos oseznos:
Aquí solíamos quedar con mi madre, que venía encantada a
ver a su nieto:
Y para salir y entrar por esta zona tenemos la puerta
llamada con el nombre del diseñador de estos jardines, o
sea, Herrero Palacios:
Creemos que hemos hablado de casi todo lo que hay en
esta zona de la antigua “Casa de Fieras” a la que tanto me
gustaba ir de pequeño. Ahora solo falta esperar que se
construya la nueva “Biblioteca Municipal” justo donde
estaban los leones y los osos polares. Cuando esté
terminada la añadiremos a esta página.
El Florida Park
Desde que me fui a vivir cerca del Retiro casi todos los
días voy a trabajar entrando por la puerta del Florida
Park, la que da justo enfrente de la calle Ibiza.
La puerta de entrada es la llamada de la Reina Mercedes:
Justo enfrente hay una tienda de alquiler de bicis que me
hizo mucha ilusión que la pusieran porque yo aprendí a
montar en el Retiro, en la Chopera, y hacía mucho que no
había bicicletas de alquiler por aquí.
La verdad es que el tema “bicis” se ha vuelto a poner de
moda gracias a esta tienda de alquiler, que también ha
abierto otra de venta en Ibiza 2.
Además, en Sainz de Baranda 16 (muy cerquita), hay otra
tienda donde también alquilan y hacen rutas en bici con
monitores por el Parque y zonas turísticas próximas.
Entremos en bici o a pie, al pasar la puerta nos
encontraremos con tres posible caminos. El de la derecha
nos lleva hacia la fuente de las rosas, el de enfrente al
Florida Park y el de la izquierda a la nueva Biblioteca
Municipal.
Y también veremos con casi toda seguridad a alguno de los
“negritos” o “blanquitos” que se dedican a vender “cosas
malas” a quienes se acercan por allí. Recuerdo que a
Diego, cuando era pequeño, le daban bastante miedo y no
quería entrar por esa puerta.
Los árboles de este paseo son casi todos castaños de
indias pero, según se va a la derecha y antes de llegar al
propio Florida Park, podemos ver una serie de arbustos de
hojas grandes y verdes que son los acantos, como los que
vimos en el jardín de las vivaces.
También podemos ver, entre otros, un cerezo (de hojas
rojizas), unos laureles-cerezos, un laurel normal (sin
cerezo), una pita, unos pitosporos un aligustre o unos
pensamientos:
Sin embargo una de las “estrellas botánicas” de esta zona
es, sin duda alguna, el castaño de flores rosas (Aesculus
rubra):
Pero hablemos ya del edificio que da nombre a esta zona,
o sea, del famoso “Florida Park”, que empezó siendo uno
de los “caprichos” de Fernando VII. Construida en ladrillo
y con tejados de teja y zinc tiene un pórtico y un espacio
grande y circular que se decoró con dibujos de la fábrica
de la China (de la que hablamos en “El Ángel Caído”).
También había otras habitaciones más pequeñas de
paredes cubiertas de terciopelo rojo y tela de raso con
rayas. Por si fuera poco, pusieron una colección de
autómatas, o sea muñecos que se mueven solos, entre los
que había un fraile pedigüeño, unas andaluzas y ¡un
contrabandista! Y de este último le vino su primer nombre
de “Casa del Contrabandista”.
Luego se convirtió en un centro de los que se llamaban “de
higiene”, como una especie de balneario donde la gente
podía hacer inhalaciones, darse pulverizaciones o tomar
aguas oxigenadas en bebidas gaseosas. El encargado de su
explotación se comprometió a dar dejar pasar cada día a
dos pobres para que se curasen gratis de sus males.
Después el edificio fue habilitado para Sala de Fiestas y
restaurante, que es lo que es en la actualidad:
Aquí ha habido y sigue habiendo actuaciones musicales, se
han hecho montones de programas de televisión, se han
rodado escenas de películas, en fin, todo un “edificio
emblemático”, como se dice ahora. También se celebran
muchas bodas, comuniones, “eventos” de empresas… Hay
un ambientazo que no veas y además hasta muy tarde,
incluso algo más que la hora de cierre del parque.
Si rodeamos el edificio, lo primero veremos un camino
asfaltado en el que paseando entre pinos, acacias y
castaños, encontramos a la derecha los acantos y también
unos arbustitos que no son otros que los
famosos Cotoneaster lacteus o “griñolera lechosa”, con sus
típicos frutitos rojos:
Al seguir bordeando el Florida, justo en la esquina antes
de torcer a la izquierda, vemos un parterre triangular con
tres curiosas plantitas:
Y tan curiosas porque estamos ante auténticos fósiles
vivientes de unos 200 millones de antigüedad. Son del
grupo de las araucarias y las descubrió un guarda forestal
en Australia, justo en el llamado “Wollemi National Park”
en Nueva Gales del Sur, relativamente cerca de Sydney.
Las vió en unos cañones y le llamaron la atención; las llevó
a los científicos y se comprobó que era una especie
desconocida hasta ahora. Y todo eso hace muy poco
tiempo, en el año 1994.
Se le llamó Wollemia nobilis y a partir de entonces se la
conoce en todo el mundo y se la reproduce para mandarla
a parques, jardines botánicos, etc., porque además parece
ser que estuvo a punto de extinguirse. En realidad es una
conífera, como los pinos y abetos, y tiene sus piñas, sus
amentos con el polen, etc. Ahora bien, sus ramas salen
todas del tronco, no se ramifican, y sus hojas son largas y
aplanadas saliendo bastantes de cada rama. Se les suele
llamar “pinos wollemi”, aunque se las clasificó en el grupo
de las araucarias.
Continuando por este paseo, siempre alrededor del
Florida, veremos la parte más moderna de éste, así como
una serie de plantas al borde de su jardín:
Aparte del seto de aligustre, observamos en esta pared la
presencia de bambúes y laureles-cerezo:
Y así llegamos otra vez a la puerta principal enfrente de la
cual vemos una estatua dedicada al famoso tenor mejicano
Pedro Vargas:
Este tenor, que nació en 1906 y murió en 1989, es una de
las voces más conocidas de Méjico donde también actuó
en bastantes películas. Su magnífica voz le hizo ser
conocido como “el ruiseñor de las Américas” entre otros
apodos y nos ha dejado grabaciones inolvidables de
canciones tanto mejicanas como de boleros conocidos en
todo el mundo como “Allá en el rancho grande”, “Cielito
lindo”, “Viva México, “Quizás, quizás, quizás”, “La flor de
la canela” o “Volver, volver”.
Detrás de esta estatua hay un arbusto muy curioso con
unas flores que parecen cepillos rojos. Son los llamados
“limpiatubos”, en latín Callistemon citrinus y los “cepillos”
son en realidad los estambres de las flores que sobresalen
de los pétalos para atraer mejor a los insectos. Proviene
nada menos que de Australia, concretamente de la zona de
Nueva Gales del Sur y Victoria.
Por un paseo paralelo al de coches, yendo hacia abajo y
después de bajar unas escaleras (de muy pocos peldaños,
por cierto) nos encontraremos con una amplia plaza
empedrada en cuyo centro hay una preciosa fuentecita
que se llama “plaza del mármol”:
Esto es otra de las ideas de D. Cecilio Rodríguez por lo
que se supone que se construyó hacia 1941 y, aparte de la
fuente central, se incluían en el conjunto cuatro esculturas
sobre pedestales y tres bancos de piedra. Estos últimos
están bastante bien conservados, pero de las esculturas
solo quedan los pedestales, que le vamos a hacer.
Los setos son de boj, el exterior cuadrado y circular el más
cercano a la fuente. Entre ellos se suelen plantar flores del
tipo de las margaritas.
Y estos son los pedestales de las estatuas que había (y ya
no hay):
Aquí tenemos la prueba de que haberlas las había…
Según me cuenta mi amigo Mario estas estatuas
desaparecieron por arte de “birlibirloque” hace unos
veinte años, y lo peor es que no se sabe que ha sido de
ellas.
Algunos aprovechan el rectángulo empedrado para dar
rienda suelta a sus aficiones artísticas:
En primavera los árboles de la zona se ponen tan
frondosos como este castaño de indias:
Aún en invierno podemos ver estos ginkgos con sus hojas
amarillas:
A Diego le gustaba jugar a hacerse una especie de cabaña
con un amigo a base de poner ramitas en unos arbustos
que había en esta zona. Ahora hay estos avellanos:
Salimos de la plaza del mármol bajando unas escaleras de
pocos peldaños:
A ambos lados de este nuevo paseo hay unos setos de un
matorral llamado “abelia” con flores que duran mucho y
huelen muy bien:
A continuación y ya en el paseito que lleva a la puerta de
Sainz de Baranda hay otros setos de agracejo chino y de
durillo, junto con pitosporos:
Y entre unos y otros vemos unos columpios de “última
generación” que hacen las delicias de los más pequeños,
por lo menos a Diego no había quién le sacara de aquí:
Girando a la izquierda para subir por el camino paralelo a
Menéndez Pelayo nos encontramos con otras matas que
tienen unos frutitos rojos en racimos. Son “bambúes
sagrados” o “nandinas” (Nandina domestica) iguales que
las queadornan la estatua de Cecilio Rodríguez en sus
jardines:
Los pinos piñoneros son enormes en esta zona, por lo que
no es extraño que les encante a las ardillas:
Un poco más arriba hay otros columpios más tradicionales:
Muy cerca hay un pequeño abeto que esperemos crezca y
se haga como los que luego veremos:
Y así, poco a poco, vamos subiendo por estos caminos entre
castaños, pinos, cedros, acacias, hiedras, etc. para ir
acercándonos otra vez al edificio del Florida Park:
Pero antes nos desplazamos a la izquierda según se sube y
descubrimos una gran pradera que hace las delicias de la
gente:
Los árboles del amor se llaman Cercis siliquastrum y ya
hablamos de ellos en el Jardín de las vivaces, pero aquí los
vemos en plena floración y luego con sus frutos en forma
de judías marrones:
Y ya puestos a jugar, para eso Diego y yo somos
especialistas, sobre todo él:
A veces hay accidentes, como en todas partes, lo que pasa
es que algunos son aquí muy espectaculares:
Pero en general hay tranquilidad, como la que se respira en
las siguientes fotos de estas acogedoras praderas:
Tanto es así que una mañana pudimos hacer fotos a este
pájaro carpintero (Picus viridis) que estaba sacando
lombrices del césped:
No podíamos dejar de citar a este enorme abeto que se
encuentra casi en la puerta del propio Florida y que no es
otro que el de Masjoan (Abies Masjoanni) como los dos de
la entrada y el del final de la Casa de Fieras:
Si cogemos el camino según se entra a la derecha, lo
primero que nos encontramos es una preciosa fotinia
(Photinia serrulata):
Y enfrente unas matas del típico “durillo” (Viburnum tinus):
A la izquierda vemos más acantos, como los que había
alrededor del Florida:
Los castaños abundan por la zona, lo cual no es extraño
pues los hay por casi todo el Retiro:
El nombre científico es Quercus robur y, sin que sirva de
precedente, estamos hablando de un árbol autóctono de
España aunque también los haya por Europa. Son árboles
altos y muy fuertes (“más que un roble”). Las hojas tienen
unos “lóbulos” típicos que las hacen inconfundibles. Hay
flores masculinas en forma de amentos que cuelgan en
primavera mientras las femeninas pasan más
desapercibidas. Los frutos son las bellotas…de roble, las
cuales comen no pocos animales y también las podemos
comer nosotros. Son más recias que las de encina pero se
pueden comer asadas. A mi padre le gustaban y de vez en
cuando las asábamos en la placa de hierro de la cocina de
carbón. Al ser su madera muy resistente se usa para
construir un montón de cosas, entre ellas toneles para
envejecer el vino “en barrica de roble”.
Antes de llegar a los columpios vemos en el césped unos
cuantos avellanos (Corylus avellana), en concreto siete que
me recuerdan a los que veíamos en Cantabria y que tanto
le gustaban a mi suegra cuando íbamos a Riaño, cerca de
Reinosa:
Entre ellos vemos unos arbustos llamados “mundillos” o
“bola de nieve”, aunque su nombre científico es Viburnum
opulus.
También se les llama “sauquillos” (como Paquita Sauquillo
que, por cierto, es vecina de la zona) y son típicas sus
flores blancas, que no huelen a nada pero que desde lejos
parecen bolas de nieve. Los frutos son unas bayitas rojas
que se comen los pájaros pero que son tóxicas para las
personas.
Al lado vemos este arbusto con sus flores también blancas
pero con otra forma muy distinta; es un “hibisco” o “rosa
de mayo”:
El nombre científico es Hibiscus mutabilis y, como tantas
plantas del Retiro, proviene de China, aunque no es muy
frecuente en parques. Y es que hay que cuidarlos bastante,
pero a cambio dan sus preciosas flores blancas no solo en
primavera, sino también en otoño.
Y pegados a las traseras del Florida están estos columpios
que tienen bastante éxito, aunque no eran los favoritos de
Diego:
Estos otros son más modernos y aquí si que Diego hacía
sus pinitos, sobre todo subirse por la escalera y bajar por la
barra “a lo bombero”:
Pero antes solíamos jugar al fútbol en esta zona:
A veces surgía un partidillo con otros niños y sus papás y
entonces poníamos otra portería un poco más atrás de
donde está hecha la foto. Ahora esa zona ha sido
replantada con arbustos, como el “rosal de Siria” (Hibiscus
syriacus) que nos encontramos a la derecha del camino y
que resulta espectacular por sus flores violetas:
Un poco antes nos encontramos dos sauzgatillos como los
que vimos en la pared de ladrillo de subida al Angel Caído:
Por aquí hay también matorrales que son fotinias, aunque
de una especie distinta a la anterior, en concreto la
llamada Photinia fraseri (variedad “red robin”), cuya
particularidad es que las hojas cambian de color según la
estación del año pasando de rojas en primavera a violetas
en verano y verdes en invierno:
Y avellanos como en el parterre de enfrente:
Los “árboles de las pelucas” son nuevos aquí, aunque ya
hablamos de ellos en el capítulo del jardín de las plantas
vivaces:
También encontramos esta especie de mahonia cuyas
flores amarillas salen en invierno:
A esta altura y al lado de la verja de Menéndez Pelayo
encontramos este olmo (Ulmus pumila):
Por esta zona y justo pegadito a la verja de la calle
Menéndez Pelayo también suele ir mucha gente haciendo
footing: ¡otro “pasillo de trotones”!
Enseguida descubrimos una de las plazas más bonitas y
quizás menos conocidas, al menos por su nombre. ¿Os
suena la Plaza de Panamá?
En el Florida Park hay un cartel de cemento que lo indica
con una flecha, pero quizás está un poco lejos y no te haces
idea del camino para llegar a esta plazita que tiene un
estanque que llaman “óvalo”, en cuyo centro hay una
fuente con surtidor rodeada de rosas y donde destaca un
monumento a un preboste panameño como ahora veremos.
Parece que este “estanque de rosas” se hizo poco después
de la guerra civil, posiblemente en el año 1940.
A su lado está el monumento al prócer panameño D. Justo
Arosemena, a quién el nombre le iba como anillo al dedo,
sólo hay que leer en la placa una de las frases que le
hicieron famoso: “La patria del hombre es el mundo…”
Arosamena fue un político panameño nacido en 1817 y que
colaboró en la redacción de la Constitución de su país del
que llegó a ser Presidente. Fue también embajador en
Washington, Chile, Inglaterra y Francia. Negoció las
condiciones en que Colombia le permitía a Estados Unidos
hacer el famoso “Canal de Panamá”. Además fue un
hombre clave para que Panamá se hiciese independiente
por lo que ha pasado a la historia como "el más ilustre de
los panameños y padre de la nacionalidad”. Además de
político y jurista fue filósofo y dejo pensamientos tan
contundentes como el que se lee en la placa del
monumento que, por cierto, fue idea de la Embajada de
Panamá, que se hizo cargo de todos los gastos.
Detrás del monumento hay un curioso árbol, llamado “de
los farolillos”:
Este árbol se llama también “jabonero de la China” porque
procede tanto de China como de Corea y Japón y además
tiene “saponina”, sobre todo en las semillas, sustancia que
produce espuma y sirve para limpiar. ¡Vamos que es como
si fuera jabón!
El nombre científico es Koelreuteria paniculata como
homenaje al naturalista alemán del siglo XVIII llamado
Koelreuter. Lo de “paniculata” es por sus flores en racimos
de los llamados “panículas” en Botánica.
¿Y lo de los farolillos? Pues porque sus frutos tienen la
forma de farolillos chinos y además aguantan muchísimo en
el árbol: se les ve incluso en invierno. En el Retiro son
como quien dice nuevos y no hay muchos, pero se adaptan
muy bien al clima de Madrid.
Entre castaños de indias, plátanos de sombra y algún que
otro roble hay una zona de césped donde son frecuentes los
partidillos de fútbol, así como las partidas de cartas en las
mesas con sillas que hay al efecto.
También hay quién le gusta pasear por aquí y disfrutar
dando de comer a las palomas… y ya de paso a las ardillas:
Y ya en el extremo de esta zona del Florida y cerca del
paseo de coches, podemos ver el monumento erigido a D.
Francisco de Paula Martí Mora, que fue el inventor de una
técnica ya en desuso y que consistía en escribir muy
rápido lo que alguien decía. Se llamaba “taquigrafía”.
Este buen señor nació en Játiva en 1761 y en 1803 publicó
un libro llamado “Taquigrafía castellana o arte de escribir
con tanta velocidad como se habla y con la misma claridad
que la escrituras común y la pluma estilográfica”. Un
poquito largo el título pero el libro tuvo éxito y el sistema
empezó a utilizarse al ser muy práctico para “coger al
vuelo” todo tipo de notas o apuntes. En mis tiempos era
típico que las chicas estudiasen “taquimecanografía” para
ser secretarias y poder transcribir a máquina los escritos
que les dictasen sus jefes.
Aparte de inventar la taquigrafía, Francisco de Paula fue
grabador de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando y además escribió algunas obras de teatro.
Murió en Lisboa, adonde fue tratando de curarse la
hemiplejia que le aquejaba, en 1827.
La Montaña Artificial
Fernando VII era un rey muy caprichoso, y uno de sus
caprichos fue que le construyesen una montaña en el
Retiro. Y así fue como se hizo la montaña artificial que hoy
podemos ver entrando por la puerta de O’Donnell:
Por cierto y de pasada os diremos que O’Donnell fue un
militar y político canario progresista que tuvo una gran
importancia a mediados del siglo XIX, llegando a ser en
tres ocasiones Presidente del Consejo de Ministros.
Nada más entrar nos encontramos este paisaje:
A todo esto la montaña artificial está hueca pues la
hicieron a base de ladrillos; de hecho dentro hay unas
“cuevas” que fueron convertidas en salas de exposiciones.
Había también una noria para subir el agua para las
cascadas (ahora se hace con una bomba) y un observatorio
en la alto para que el rey pudiera ver el paisaje de los
alrededores de Madrid.
Alrededor de la montaña hay una ría y otras cascadas
además de la que se ve en la puerta de entrada:
Enseguida vemos un camino que sube hasta la cima:
Por el camino encontramos una serie de árboles y arbustos:
Y justo antes de llegar a la cima vemos estos
ruscos (Ruscus aculeatus):
Al coronar la montaña, nos encontramos con una especie
de “búnker” de cemento lleno de pintadas y sobre el que se
puede uno subir y tener una panorámica de los
alrededores:
Bajando un poquito nos encontramos con la “sala de
máquinas” de la montaña, pintada de riguroso color rosa y
convenientemente “graffiteada”. Dentro se encuentran los
mecanismos de las bombas de agua que haya circulación
por el interior de la montaña para que “funcionen” las
cascadas:
Y como todo lo que sube baja, nosotros también lo hacemos
por un camino similar al de la subida:
Aunque el descenso no es largo ni peligroso (por mucho
que se quiera esta no es más que una montaña “de
capricho”), el caso es que hay que bajar, sobre todo porque
así veremos la otra “cara” de la montaña donde están otras
tres cascadas, una de ellas la principal, con estatuas y
todo:
A la izquierda del camino, nada más terminar de bajarlo,
aparece esta pequeña cascada:
Pero a derecha de esta según se mira encontramos la
cascada principal, jalonada por dos leones:
Los dos leones son del mismo estilo que las que hay en la
casa de fieras; son jovencitos, por lo que tienen una barba
incipiente.
Y un poco más a la derecha otra nueva cascada, más
pequeña que la principal, pero que no está nada mal:
Si seguimos rodeando la montaña hacia la puerta de
entrada, a la izquierda del camino nos sorprenderán otra
vez las palmeras, los olivos y unos curiosos árboles
llamados “huingans” que provienen de Chile y Argentina,
de unas zonas habitadas por unas tribus llamadas
“mapuches”:
Como os habéis podido dar cuenta, la verdad es que la
montaña está bien protegida por una exuberante
vegetación.
Si cuando estábamos arriba, junto a la altura del “chalet
rosado”, quisiéramos bajar, hay una escalerita de ladrillos
que nos lleva abajo:
Aquí se forma un pasillo entre la montaña y la verja por el
cual pasan continuamente (día y noche) las gentes que
recorren al trote el parque:
Pasa por delante de la entrada de la montaña, que fue sala
de exposiciones en su día:
Y por dentro había una preciosa sala de exposiciones
abovedada en la que en navidades incluso se solía poner un
belén viviente.
Bajando de la montaña en dirección al paseo de coches hay
un enorme parterre donde destacan como seto las andinas:
Hay en este parterre un par de secuoyas rojas que son
mucho más pequeñas que sus parientes las gigantes, como
ya explicamos en “El jardín de las plantas vivaces”.
De ellas os hablaremos en el capítulo de la Casa de Vacas-
Templete, que hay un par de ellas en la ría que merecen la
pena. Ahora vemos este bonito pitósporo (Pittosporum
tobira):
Y ahora nos fijamos en estos cedros con algunas fotinias
cerca:
Pero en esta zona lo que de verdad destaca es otro de los
caprichos de D. Fernando: la llamada “Casita del
Pescador”:
Se llama así porque era desde donde el rey pescaba los
peces que había en el estanque, y estaba decorada con
tapices, muebles de la época, etc. Ahora es un Punto de
Información donde hay personas encantadoras que te
explican todo lo que quieras saber del Retiro y la verdad
es que es muy agradable el ambiente, aunque la
decoración sea rústica, o sea, normal.
Son llamativas las hornacinas (que son los huecos donde
antes hubo estatuas) y las pinturas que son del estilo
“pompeyano” porque recuerdan las que se hacían en
Pompeya. Han sido hechas por los restauradores a quienes
encargaron que pusieran la “casita” al día.
Fue construida por el arquitecto D. Isidro González
Velázquez, empezándose la obra en 1817. Los jardines
fueron diseñados por D. Bernardino Berogán y la verdad
que siguen siendo preciosos. En general esta es una zona
muy tranquila y muy agradable. Por dentro es una casa
pequeña, un auténtico “capricho” vamos, con dos
pequeñas estancias y un techo alto, eso sí. La vemos una
mañana cualquiera:
En el estanque ya no hay peces, como cuando pescaban
los reyes y sus amigos, pero sí que hay una serie de patos
de distintas especies:
Muy cerca de aquí había otras dos construcciones que son
la casa Rústica o Persa y la Casa del pobre y del rico.
La primera estaba decorada como si fuera oriental, a base
de sedas y cosas traídas de la China, pero de verdad, no
como las de ahora. Por fuera estaba decorada con troncos
de árboles con su corteza y todo.
La “Casa del pobre y del rico” tenía mucha gracia porque
era muy rústica, hecha con muros de piedra, ladrillo y
troncos de árboles. El piso de abajo era el de los pobres (al
fondo había un matrimonio llegado de Cuba que los
protegía) y el de arriba el de los ricos, decorado
lujosamente, claro. Para dar vida a todo pusieron unos
autómatas que los representaban.
Alrededor del estanque hay una serie de árboles
interesantes entre los que destacan los huingans, como
algunos de los que vimos que rodean la montaña.
También podemos deleitarnos contemplando un fresno que
hay al lado de una palmera, justo entre el estanque y la
montaña:
Es la especie de fresno de hoja pequeña (Fraxinus
angustifolia) que proviene del norte de Africa y es muy
frecuente en España. En concreto en la provincia de
Madrid es muy abundante, incluso tenemos las famosas
dehesas de fresnos al pie de la Sierra del Guadarrama.
Desde luego en el Retiro hay unos cuantos, como hemos
ido viendo y más que veremos de esta y de otras dos
especies más.
Son de la misma familia que los olivos y sus hojas tienen
propiedades medicinales. Si se mastican fortalecen las
encías y dicen que son buenas para el reuma. Las ramas
han sido y son empleadas como alimento para el ganado.
Los frutos son de los llamados “sámaras”, planos y
largados. La madera es buena y de hecho se utiliza en
ebanistería para hacer mangos y otros utensilios. Para
vivir necesitan humedad (suelen estar próximos a ríos)
pero si no la tienen pueden incluso llegar a perder las
hojas en verano resistiendo con sus raíces hasta que
lleguen las lluvias.
Al ladito del fresno hay un almez, que no es de los
habituales sino de otra especie llamada Celtis
occidentalis; los otros son “australis”. Se le llama también
“almez americano” y se distingue apenas del otro por sus
hojas que son menos curvadas y su corteza que termina
teniendo nudos y callosidades.
Y un poco más allá podemos ver este arce negundo (o
simplemente “negundo”) que eso sí, no sabemos si es
macho hembra, porque esta especie tiene los sexos
separados. Proveniente de América del Norte es bastante
típico en los jardines y parques. Ahora recuerdo otro en
los jardines de Cecilio Rodríguez, que ya vimos, y hay
algunos más en el Retiro.
También en la orilla de este estanque hay unos arbustos
de manzanos un tanto exóticos que son nada menos que el
"manzano silvestre de Siebold" (Malus toringo
sargentii), especie proveniente de Japón (de hecho a veces
se utiliza como bonsái) y que es bastante raro en nuestro
país.
Casi enfrente y siempre a la orilla del estanque, vemos
este fresno de flor:
Su nombre científico es Fraxinus ornus y curiosamente
pertenece a la misma familia que los olivos, siendo típico
de la zona mediterránea. Su madera se usaba para hacer
cercados, de ahí su nombre que deriva del griego
“phraxis" que significa eso. La especie es por la palabra
latina “orno" (montaña) ya que se cultiva en sitios
montañosos. ¡Así que en esta zona de la “montaña
artificial” está en su ambiente!
En el sur de Italia y Sicilia se cultiva para sacar lo que se
llama "maná", una bebida dulce que tiene propiedades
laxantes. Como si fuera un pino al que se saca la resina, se
sangra el árbol durante el verano, haciéndole unas
incisiones en la corteza por las sale este “maná”.
Casi junto al paseo y siempre cerca de la casita del
Pescador, aparece este arbolazo que además le han puesto
un cartelito que pone “Ailanto, Ailanthus altissima”: de
hecho se le llama “árbol del cielo”. Viene de China así que
no es raro que cada vez haya más y se adapten a todos los
ambientes y condiciones, bien en solitario o formando
bosquecillos. La corteza del tronco es lisa pero tiene unas
curiosas rayas blancas. Las hojas son compuestas de
bastantes hojitas opuestas con una en la punta de la
ramilla. De ellas se puede sacar un colorante amarillo para
teñir la lana y sirven también para fabricar papel, pero si
se las frota huelen mal. Lo mismo les pasa a las flores de
los ejemplares masculinos, por lo que se suelen plantar
más los femeninos. Los frutos son ramilletes de sámaras,
parecidos a los del fresno.
En ese mismo paseíto encontramos una importante encina,
recuerdo del monte salvaje que habría por aquí antes de
ser parque:
Y luego, entre castaños, plátanos y magnolios, unos
almeces de los normales, o sea, “australis”:
Muy cerca del estanque hay una placita poco conocida
llamada “Glorieta de Sevilla” que procede de la Primera
Feria de la Planta y de la Flor que se celebró aquí en el
año 1968 (tenía yo 16 años, pero no recuerdo nada de
esto).
En el centro hay una fuente con un pie octogonal, o sea,
con ocho caras de granito en las que hay grabados los
nombres de doce escritores sevillanos.
Entre ellos destacan los hermanos Machado, los Álvarez
Quintero y Gustavo Adolfo Bécquer.
Que os vamos a decir (que no sepáis) de D. Manuel y D.
Antonio Machado, hermanos pero separados por la guerra
civil. El primero fue un notable poeta modernista que al
terminar la guerra civil se puso a favor de los vencedores
mientras su hermano Antonio siguió fiel a sus ideas
liberales. Entre ambos escribieron varias obras de teatro,
la más famosa: “La Lola se va a los puertos”.
Y que contar del romántico Gustavo Adolfo Bécquer, otro
sevillano de pro, autor de “Rimas”, “Leyendas” o “Cartas
desde mi celda”, entre otras.
De los hermanos Alvarez Quintero hablaremos largo y
tendido cuando lleguemos a su enorme monumento en la
zona que hemos llamado “Casa de Vacas-Templete”.
De D. Benito Más y Prat decir que fue un poeta, escritor,
periodista y autor dramático que nació y vivió en Écija,
muy cerca de Sevilla. D. Luis Montoto Rautenstrauch fue
un escritor experto en el folklore de la zona y además
estudioso de los refranes y proverbios.
También os contaremos que D. José María Izquierdo
Martínez fue un notable escritor y humanista de la misma
Sevilla, mientras el poeta D. Francisco Rodríguez Marín,
nació en Osuna y llegó a ser Director de la Real Academia
Española.
Por último D. Torcuato Luca de Tena fue abogado y
periodista, fundador nada menos que del semanario
"Blanco y Negro" y, sobre todo, del diario "ABC", que
continúan publicándose.
Hace unos años, unos cuantos, pues estamos hablando de
1920, esta glorieta tenía otro diseño, con seis bancos
recubiertos de azulejos sevillanos y una especie de
monolito, también de azulejos, donde estaban los nombres
de los antes citados.
Todo esto se hizo porque la Reina Victoria Eugenia se
inventó la “I Feria de la Planta y la Flor” para recaudar
fondos con fines benéficos. Solo se ha conservado la Virgen
de los Reyes, patrona de Sevilla, con su imagen en 12
azulejos sobre un muro pintado de amarillo:
En esta misma plazoleta hay un altísimo olmo
negro (Populus nigra):
En el cartel se cuenta, por ejemplo, que estos árboles eran
cortados por los chicos jóvenes y llevados a la plaza de los
pueblos para celebrar la llegada de la primavera en la
“Fiesta del Árbol Mayo”. Se les suele llamar “chopos” y son
o bien machos (solo con flores masculinas) o bien hembras
(solo con flores femeninas).
También son típicos de la zona los naranjos (Citrus
aurantium) que le dan su punto de color, cuando tienen
frutos, claro está:
Unas rosas rojas le dan alegría a la zona en primavera:
Los árboles del amor tampoco podían faltar por aquí:
En este paseo nos encontramos un serbal de
Suecia (Sorbus intermedia) que en realidad es un híbrido
que surgió de forma espontánea entre el serbal silvestre y
el mostajo en las regiones escandinavas. Además de bonito
es un árbol muy resistente a la contaminación, sobre todo
por gases, así que es ideal para plantar en el centro de
ciudades.
Y muy cerca de las ruinas de la ermita, que ahora veremos,
podemos disfrutar de estos membrilleros japoneses, uno de
flores rojas y el otro de flores blancas:
Estos membrilleros japoneses son arbustos que provienen
de China, aunque luego se introdujeron en Japón y ahora
ya son cosmopolitas porque alegran cualquier jardín donde
se planten. Las flores son espectaculares y los frutos son
unas pequeñas manzanitas que huelen muy bien.
Un poco más arriba nos encontramos con unas ruinas
románicas que yo siempre había pensado que eran
artificiales, es decir, que las habían puesto allí para que
hiciera bonito y eso.
Pero que va, resulta que son los restos de una auténtica
iglesia románica que se trajeron piedra a piedra desde
Ávila, igual que se hizo con el templo de Debod que se
trajo desde Egipto.
La idea fue de Cánovas del Castillo, político conservador
de finales del siglo XIX que fue varias veces Presidente del
Consejo de Ministros, quién hizo que el Estado comprase
esta iglesia que estaba a las afueras de Ávila a un
particular que se había quedado con ella. En realidad era
la iglesia de San Pelayo, construida en el siglo XI, pero se
la conoce como “de San Isidoro” por haber reposado en
ella los restos del santo en su traslado desde Sevilla a
León. En el año 1258 se convirtió en parroquia, pero luego
su culto desapareció por pasar a la nueva catedral.
La compra se hizo en el año 1884 como adorno de los
jardines del Museo arqueológico, pero en 1896 fue cedida
al Ayuntamiento de Madrid que la situó en el Retiro.
A “vista de podador”, las ruinas de la ermita se ven así:
Un poco más arriba, yendo hacia la verja, hay unos
curiosos matorrales con unos frutos que parecen bolitas
de algodón o lichis pelados:
Se trata de una planta que proviene de Norteamérica y se
llama “bolita de nieve” (Symphoricarpos racemosus) por
sus frutos que, en realidad, son bayas, como las uvas.
Como éstas también maduran en otoño, pero son blancas
con un ligero tinte rosa.
Al lado hay una plantación de forsitia, muy espectacular
por sus flores amarillas, de las que hablaremos más
adelante:
Y si queremos ver rosas silvestres, las podemos encontrar
entre unas matas de nandinas entre la casita del pescador
y el principio del paseo de coches:
Siempre viniendo hacia el Florida y más o menos cerca de
la verja de Menéndez Pelayo, hay unas praderitas donde
Diego y yo (y más gente), hemos jugado bastante al fútbol:
Nos movíamos entre perales, concretamente unos llamados
“de Callery”:
Y también cerca de aquí, Diego se ha dedicado a volar
helicópteros en la época en que le dio por esta afición:
Este olmo pumila o siberiano (Ulmus pumila) destaca, con
su tronco inclinado, en el paseo junto a la verja de
Menéndez Pelayo:
Esta especie de olmo parece ser que resiste a la terrible
grafiosis, el hongo que ataca los vasos conductores de la
savia, por lo que cada vez se planta más en los parques.
Las flores aparecen al final del invierno, antes de que
salgan las hojas. Los frutos, que maduran en primavera,
son de los llamados “en sámara”, con una sola semilla cada
uno.
Al borde de este paseíto crecen una serie de árboles y
arbustos con unas flores preciosas. Hay que verlos en
primavera, ¡claro está! Empezamos por la ya antes
mencionada forsitia o “campanita china” aunque provenga
de Albania y Yugoslavia.
Los manzanos, con sus flores rosas o blancas, son una
gozada de color:
Aquí volvemos a ver perales de Callery (Pyrus
calleriana), con sus típicos racimos de flores blancas.
También las rosas están por esta zona, y tan bonitas como
éstas:
Hay dos pequeños parques circulares con columpios donde
hemos pasado muchas tardes y mañanas y, a veces, casi
noches, porque no había manera de que Diego dejase de
columpiarse o de bajar por el tobogán, o de subirse a los
“muelles”, en fin…
Y al lado crecen estos manzanos que vemos con sus
manzanas y todo:
Los podadores tienen una perspectiva envidiable de todo
esto:
Un buen día por la mañana descubrí a un señor que daba
de comer a los gorriones y estos se le posaban en las
manos. Le pedí permiso para hacerle una foto y me dijo
que sí:
Muy cerca han plantado hace poco tres arbolitos que son
alcanforeros (Cinnamomun camphora):
Se llaman así porque de ellos se sacaba el alcanfor, aunque
ahora se hace de forma sintética. Provienen de Asia
tropical, Malasia, Taiwan y Japón y tienen unas hojas
brillantes y duras que se vuelven rojas antes de caer,
aunque es de hoja perenne, o sea que siempre las tiene.
Las flores son pequeñitas, como los frutos, que son
pequeñas bayas de color púrpura. Si se rompe una hoja
(hacedlo con las del suelo, por favor) huele un poco a
alcanfor, pero esta sustancia se sacaba del tronco que, por
cierto, también tiene una madera apta para hacer muebles
y sirve para espantar a los insectos.
Cuando hacía las anteriores fotos no había gorriones, pero
sí una pareja de mirlos:
Otra vez, cuando iba para casa, ví en las escaleras del
Metro de Ibiza una paloma quieta. Me acerqué y tenía la
cabeza herida, seguramente le habían picado otras
palomas y la habían tirado del nido. La cogí y la llevé a
casa donde la cuidé a base de mucha paciencia. Después
de unos cuantos días, y cuando ví que ya volaba, la llevé al
Retiro para soltarla; hice un video del evento y de ahí he
sacado estos fotogramas:
Y así, poco a poco, hemos ido recorriendo esta zona de la
montaña artificial hasta llegar a la puerta de salida cerca
de la que hay una hilera de castaños de indias, así como un
enorme eucalipto rojo, una acacia de tres espinas, dos
olmos y una caseta de guarda de las de antes.
Al lado hay una acacia de las llamadas “de tres espinas”,
ahora veréis por qué.
El nombre científico es Gleditsia triacanthos y son árboles
originarios de América, concretamente del delta del
Missisipi. El nombre le viene de un profesor alemán de
Botánica del siglo XVIII llamado J.Gottlieb Gleditsch y del
griego “acantos” que significa “espina” porque las suele
tener de tres puntas y las hay en el tronco y las ramas. Las
hojas son compuestas de muchas pequeñas hojitas y las
flores salen en racimos tanto las masculinas como las
femeninas.
Los frutos son tipo “algarroba” que, en realidad, son
legumbres de vaina pardo rojiza, algo retorcidas y con una
sustancia pegajosa y dulce donde van las semillas. Mi
padre las cogía del suelo en la Casa de Fieras para dárselas
a las cebras, cabras, elefante, camellos, ciervos, etc. y la
verdad que les gustaban mucho. Luego Diego y yo hemos
hecho lo mismo en el Zoo, sobre todo con los dromedarios
que venían como locos a comérselas.
Y así llegamos a esta puerta que se llama “de América” y es
la única de todo el parque que tiene inscrito el año en que
se hizo, 1932.
El Paseo de Coches
El paseo de coches es como la Gran Vía o la Castellana
del Retiro, es decir, la “calle” principal del Parque. Fue
abierto en la época de la Primera República, o sea, por
1873, patrocinado por el Duque de Fernán Núñez y al
principio era de coches…, pero de coches de caballos:
¿Qué quién era Fernán Núñez? Pues un aristócrata que
quería poderse pasear a caballo por el Retiro para lo cual
no le importó pagar 55.000 pesetas (la mitad de lo que
costó abrir el Paseo) al Ayuntamiento que puso el resto.
Eso sí, pensando en hacer negocio porque al principio
había que pagar 2,50 pesetas al día por carruaje o caballo,
aunque había abonos.
Después de mucha polémica pues algunos no querían que
se abriera, en 1874 se inauguró el primer “Paseo de
Carruajes” del Parque del Retiro.
A partir de 1885 se dio permiso para que se pudiera
circular en bicicleta, bueno en “velocípedo”, por este
paseo. Una de las asiduas era la famosa bailarina llamada
“la Bella Otero” que iba con su hija en un tándem.
Ya entonces se empezaron a alquilar bicicletas a dos
pesetas la hora, algo más baratas que lo hace ahora mi
amigo Luis, de By-Bike, aunque éstas tampoco son nada
caras.
Hasta el Rey Alfonso XII se hizo asiduo del paseo, (en
coche de caballos, no en bici, claro) y aquí se venía todas
las tardes. El atentado que sufrió en 1880 fue justo
después de hacer este paseo, cuando iba hacia el Palacio
Real. Salió ileso y al día siguiente volvió, o sea, que le
encantaba.
Cuando aparecieron los primeros coches automóviles,
también se hicieron asiduos de este paseo, que ya se
empezó a llamar “Paseo de Coches” como en la actualidad,
aunque ahora solo pasen por aquí los de la Policía y
algunos de mantenimiento del parque.
Recuerdo haber ido con mi padre a ver carreras de motos
al Paseo de coches, que se rodeaba de sacos de tierra y
neumáticos usados como “medidas de seguridad”.
Pero también se organizaban aquí otro tipo de carreras:
La entrada al Parque por este paseo era y es por la puerta
que hay en la calle de O’Donnell, justo enfrente de las
Escuelas Aguirre, ahora Casa Árabe, y que se llama
“Puerta de Madrid”:
Y entrando en lo que es la puerta en sí (¡nunca mejor
dicho!), tenemos que decir que la Puerta de Madrid es una
de las más impresionantes. Fue construida en 1900 por el
arquitecto municipal D. José Urioste Velada, como todas a
base de hierro forjado, tanto las puertas como las farolas,
siendo las columnas de granito y de caliza los motivos
escultóricos entre los que destacan las cabezas de león.
En realidad las puertas son cuatro: dos laterales para que
pasen los peatones y dos centrales (entre las tres
columnas) para los carruajes primero y los coches después.
Y ahora para nadie porque están cerradas.
Según se entra a la izquierda hay un arbolito que es muy
curioso porque es nada menos que un castaño de flores
rosas (Aesculus rubra), como el que hay a la puerta del
Florida Park:
En una pequeña plazoletita que hay en la parte derecha del
principio del paseo, destaca un monumento levantado en
granito y caliza, que representa a Fray Pedro Ponce de
León, inventor del alfabeto de los sordomudos. En realidad
era un monje benedictino que había nacido en Sahagún
(León) y que parece que educó a algunos niños sordos en el
monasterio de San Salvador de Oña. Lo primero les
enseñaba a escribir mientras les señalaba con el dedo
índice de la mano derecha las letras que hacía con los
dedos de su mano izquierda, y después los objetos
identificados o rotulados con su respectivo nombre; luego
les hacía repetir, primero de forma manual y luego por
escrito, las palabras que correspondían a los objetos. No
está claro si fue el pionero en estas tareas o no, pero el
caso es que la Asociación de Sordomudos de Madrid le
dedicó esta estatua en 1920, justo a los 400 años de su
nacimiento.
Y durante una serie de años, todos los domingos se
reunían los sordomudos de Madrid para “hablar” de sus
cosas alrededor de esta estatua:
Y ahora vemos el monumento tal cual:
Por detrás de la estatua hay otra inscripción, ésta dedicada
a Juan Pablo Bonet (1573-1620), que fue soldado en África
e Italia y luego maestro del hijo sordomudo del
Condestable de Castilla. Esto le hizo interesarse por la
fonética y también por lo que había hecho Ponce de León.
Total que publicó un libro titulado “Reducción de las letras
y arte de enseñar a hablar a los mudos”, donde estaba el
famoso “alfabeto”.
Justo al lado de este monumento hay unos parterres
sembrados con unas flores azules muy curiosas. Son los
“agapantos” o “lirios africanos”, Agapanthus africanus,
también conocidos como “flores del amor” que vienen de
Sudáfrica y tienen unas raíces muy resistentes, de las que
se llaman “rizomas” que hacen que aguanten los inviernos
y en primavera-verano les salgan esas flores azules tan
bonitas que alegran la zona.
Cerca de aquí descubrimos un árbol muy especial (que ya
lo vimos en la zona “Florida Park” tras el monumento a
Arosemena) llamado “de los farolillos” porque sus frutos al
secarse parece eso, farolillos chinos. En realidad su
nombre científico es Koleuteria paniculata y, como muy
bien pone en la tablilla del parque, los frutos son “cápsulas
ovoides compuestas por tres valvas”. Son de origen asiático
(China, Corea, Japón) y tienen una sustancia que se llama
“saponina”, sobre todo en las semillas, que puede hacer
espuma y servir como jabón.
También nos encontramos por aquí, entre otras cosas, una
higuera y unos arces:
La higuera es una planta bastante curiosa porque las flores
femeninas (que están en las higueras femeninas porque
también las hay masculinas) están dentro de los higos
jóvenes, que en realidad son brotes modificados. Tienen un
pequeño orificio por el que entra una pequeña abeja que
las poliniza, lo que es bastante alucinante. O sea que en
realidad los higos no son frutos sino flores modificadas; los
frutos son esos pequeños “pipos” que están dentro de los
higos y se suelen quedar entre los dientes. Proviene de
Asia Menor y se cree que es una de las primeras plantas
cultivadas por el hombre, antes incluso que los cereales.
Estos arces son nativos del sur y centro de Europa y se
crian aislados, sin formar bosque. Por eso y por su
resistencia son ideales para los parques porque además
dan mucha sombra.
Y también está por ahí este enorme castaño de Indias:
Caminando por el paseo entre laureles y boneteros nos
encontraremos con el monumento a un músico ilustre, el
maestro Chapí.
Ruperto Chapí fue un compositor alicantino nacido en
Villena en 1851. Destacó en la banda municipal por lo que
muy joven (a los 16 años) se vino a Madrid y, tras pasarlo
bastante mal, consiguió estudiar en el Conservatorio con el
maestro Arrieta. Fue Primer Premio Fin de Carrera junto
con Tomás Bretón, con quién ingresa en la orquesta del
Circo Price como profesor de cornetín y es aquí donde
estrena su primera zarzuela. Gracias a otra, que estrenó ya
en el Teatro Real, consigue una beca para ampliar estudios
en París y Roma donde compuso sus primeras óperas.
Tras volver a España, se casó con una madrileña, tuvo dos
hijos y compuso numerosas zarzuelas (hasta 155), entre las
que destacan “El rey que rabió” en 1891 y la más conocida
de todas, “La Revoltosa”, en 1897. También fue compositor
de música sinfónica y socio fundador de la tan
controvertida Sociedad General de Autores y Escritores
(SGAE) en 1893. Le cabe el honor de ser uno de los
profesores de D. Manuel de Falla. Murió aquí, en Madrid,
en 1909, aunque sus restos reposan en Villena.
Detrás del mismo hay plantado un frondoso laurel y una
Palmera de Fortune:
Los magnolios son también parte importante de la
decoración de este paseo:
La especie es Magnolia grandiflora, procedente de Estados
Unidos y que se llama así en honor a un gran botánico
francés de finales del siglo XVII y principios del XVIII
llamado Pierre Magnol.
Desde el monumento a Chapí y por un camino paralelo al
paseo y lleno de castaños de indias, llegaremos a una
pequeña plaza:
Por ella paso cada día en mi bici y allí está el famoso
“Monumento a Cuba” que fue empezado en 1929 a
instancias del general D. Miguel Primo de Rivera, entre
otros. Es curioso que a un dictador se le ocurriera hacer un
monumento a una nueva república… en fin. Pero la propia
caída de su dictadura y otros problemas políticos
retrasaron la inauguración hasta octubre de 1952 (tenía yo
dos mesecitos); además así coincidía con el 460 aniversario
del descubrimiento.
Y nos quedan ahora todas las esculturas en bronce que
fueron hechas por el famoso Mariano Benlliure:
Al lado de esta placita hay unas explanadas de hierba y
también de tierra donde hemos jugado muchísimo al fútbol
cuando Diego era pequeño. Incluso hacíamos partidos en el
césped con otros niños y sus correspondientes padres.
Luego pusieron un campo de petanca rodeado de una
pequeña cerca de madera (donde también echábamos
partidos…de fútbol) y por fin han puesto un “parque para
mayores” con pedales y maquinitas para que los
“teóricamente mayores” puedan hacer ejercicio:
A veces los partidos se organizaban en las zonas de hierba
justo al lado del paseo:
Entre enormes castaños, acacias, magnolios, etc., nos dedicábamos a dar pataditas al balón. Las casetas blancas son de la Feria del Libro que estaba puesta cuando hice la foto.
Una vez estaba con Diego jugando al fútbol por aquí y,
justo antes de irme a jugar al tenis, oí que decían por los
altavoces de la feria del Libro: “Francisco Gavilán firma
ejemplares de su libro…. en la caseta nº ----“. Yo le conocía
de haber jugado al tenis con él hacía años, después nos
habíamos visto e intercambiado libros (Paco es autor de
algunos tan conocidos como “La guerra de los sexos”, por
ejemplo). Ante la sorpresa y disgusto de Diego, me fui para
la caseta en pantalón corto como estaba y le dije a Paco:
“que tal, ¿nos jugamos un partidito?” Él se quedó
asombrado de verme por allí vestido de forma tan
deportiva, empezamos a hablar y me preguntó por un libro
mío ya descatalogado. Me recomendó que lo llevase a la
que entonces era su Editorial (Edaf, por más señas); así lo
hice, lo reeditaron y hoy sigue en las librerías. ¿Increíble,
no?
Lo de la feria del Libro es algo típico del Paseo de coches
del Retiro. Cada año se montan las casetas por primavera y
se desmontan al cabo de dos o tres semanas. Todo el
proceso lo vivo cada día porque la atravieso para ir a
trabajar.
La primera vez que fui a firmar un libro mío lo hice con
toda la ilusión del mundo. ¡Qué importante, firmar en la
Feria! Luego ves que es entretenido por la gente que
conoces, algunos lectores de tus libros, te lo pasas bien
charlando y dedicando algunos ejemplares (pocos)… Pero
uno se cansa, se termina aburriendo y se desmoraliza
cuando te confunden con un vendedor de la caseta y te
preguntan por el precio de otro libro. El sentido del humor
ayuda, pero si no eres un escritor de verdad famoso, ir a la
Feria es un verdadero rollo.
Ya casi estamos llegando al monumento a Martínez
Campos, eso sí, vamos por la parte derecha del paseo en
dirección a la Rosaleda. Enfrente hay magnolios y detrás el
Florida Park, que ya vimos en el capítulo correspondiente.
Pero antes de llegar vemos un par de ejemplares botánicos
muy interesantes:
A través del paseo del Perú, que es de tierra, nos
presentamos en la Plaza de Guatemala donde está el
famoso monumento al general Martínez Campos.
Llegamos, ahora sí, a la placita donde se encuentra la
estatua del general subido en su caballo, encima de una
roca y en el centro de un pequeño estanque.
Antes de la guerra civil se llamaba “Plaza de los Cisnes” y
tenía un jardín rodeado de una verja metálica:
La idea de hacer este monumento fue de un par de
profesores de la Academia Militar, a los que en 1888 se les
ocurrió hacer un homenaje a este gran general que fue D.
Arsenio Martínez Campos. Este era de Segovia (como mi
madre), donde nació en 1831 y se hizo famoso por
participar en las campañas de África, Méjico y Cuba, así
como en las guerras carlistas. A las órdenes del Gobierno
de la Primera República, conspiró contra éste para
proclamar como Rey a D. Alfonso XII, lo que le hizo muy
popular alcanzando el grado de Capitán General y siendo
incluso nombrado Presidente del gobierno conservador.
Pero solo por unos meses, ya que se llevaba mal con
Cánovas del Castillo. Sus ideas contra la esclavitud le
hicieron militar en el Partido Liberal, llegando a ser
Ministro de la Guerra en 1881. Murió en Zarauz
(Guipúzcoa) en 1900.
La estatua se hizo al fin por suscripción popular, impulsada
por un marqués, participando también la Familia Real, el
Gobierno y el Ejército, que aportó las 21 toneladas de
bronce necesarias para que el insigne Mariano Benlliure
pudiese esculpirla.
Queda muy bien que al fondo de la estatua del general
Martínez Campos se pueda ver la del rey a quien él ayudó a
reinar, D. Alfonso XII, que preside el estanque:
Mis padres estuvieron viniendo a esta placita una serie de
años, junto con una prima de mi padre y su marido (María
y José). Empezaron viniendo con el Seat 127 (que a veces
lavaban en el paseo) y terminaron utilizando el autobús,
pero el caso es que aquí se venían cada tarde, charlaban y
daban de comer a las palomas.
Esta placita es muy buena para muchas cosas, o sea, que
tiene muchos usos: pasear, patinar, correr, charlar, dar de
comer a las palomas, ir en bici…
Aparte de los setos de cipreses, durillos y algunas fotinias
que hay alrededor de la plaza, también destacan unos
arbolitos que yo pensaba que eran tuyas, pero que gracias
al blog “Mis árboles de Madrid”, que hace mi amigo José
Manuel y que está fenomenal, me enteré que eran nada
menos que “libocedros” (Calocedrus decurrens:
Se les llama “cedros de incienso” o “libocedros de
California” y son de la familia de los cipreses. El nombre
científico significa “hermoso cedro” (“kallos” en griego es
“bonito”) y lo de “decurrente” quiere decir que las
pequeñas hojas están pegadas a la propia ramilla. Estos
cedros se introdujeron en Europa a mediados del siglo XIX
y en concreto estos del Paseo de Coches son de la variedad
“aureovariegata” que se refiere al color amarillo dorado de
las hojas. Son más bonitos y crecen algo menos que sus
parientes normales.
Vemos ahora un durillo y, sobre todo, el citado y enorme
plátano de sombra:
A su lado crece este laurel-cerezo:
En todo el paseo de coches hay muchísimas actividades
que iremos viendo poco a poco. Para ir a la plaza de
Guatemala desde el paseo hay unas escaleras y por allí
suelen ponerse algunos músicos:
Un poquito más abajo, a la izquierda, hay una bonita
estatua que representa a Hércules “buscando las
amígdalas del rey de la selva” como dice Jesús Díez de
Palma en su libro “Descubriendo el Retiro” (Ediciones La
Librería) que otra vez os recomendamos:
En realidad la estatua se llama “Hércules y el león de
Nemea” y le representa en el primero de los doce trabajos
que tuvo que hacer para ganarse la inmortalidad. Se
supone que es del año 1650 y que estaba en el Palacio
Real, desde donde se trasladó al Retiro en el reinado de
Carlos III. Tiene que ver con otra que está al final del
paseo, justo donde están los dos pinos, y que se llama
“Hércules y la hiedra de Lerna”.
Y al lado hay una curiosa fuente de cuatro grifos que es
como un oasis, ya que es una de las pocas en las que el
agua no sale a presión y hasta se puede beber.
En el paseo que viene de la plaza del mármol, paralelo al
de coches, hay un monumento al que fue el más popular
de los alcaldes de Madrid: D. Enrique Tierno Galván.
Nacido en Madrid en 1918 (aunque sus padres eran de
Soria), el llamado cariñosamente “profesor Tierno” se
doctoró en Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad
Complutense de Madrid y fue Catedrático de Derecho
Político en las Universidades de Murcia y Salamanca. De
esta última cátedra fue expulsado en 1965 por oponerse al
régimen franquista. Se autoexilió a Estados Unidos donde
siguió dando clases para volver en 1967 y fundar de
manera clandestina el que sería luego Partido Socialista
Popular (PSP), con el que obtendría escaño de diputado en
1977. Posteriormente fue nombrado Presidente honorífico
del PSOE y elegido Alcalde de Madrid en 1979 y de nuevo
en 1983.
De carácter peculiar, son famosos sus bandos municipales
escritos en un estilo barroco a la vez que irónico y
humorístico. Conectó con la juventud y se convirtió en el
alcalde de la llamada “movida madrileña”. Gran renovador,
impulsó la modernidad en todos los sentidos y promovió,
entre otras muchas actividades culturales, el hábito de la
lectura, trayendo la Feria del Libro al Paseo de Coches del
Retiro, donde sigue celebrándose. Por eso los libreros le
homenajearon con este monumento cuando murió en 1986,
en el ejercicio de su cargo. El autor fue un escultor
apellidado “Ferrer”, tal y como puede leerse en la propia
escultura.
Un poco más adelante, pero muy cerca, nos encontramos
otra estatua, esta vez de una diosa griega llamada “Hera”:
La diosa Hera era la hermana mayor y a la vez esposa de
Zeus, siendo la “patrona” de los matrimonios y los
nacimientos. Sus símbolos eran la vaca, el pavo real y el
león entre los animales y la granada como fruto. Esta
última representa la sangre y la muerte, y es que no os
creáis que Hera era (sin hache) tan buenecita como parece
en la estatua, sino que era (otra vez sin hache) bastante
celosa y vengativa.
La estatua parece ser del año 1750, realizada en piedra
caliza por un tal Blanco. Fue colocada aquí en el año 2006
para sustituir a la de un efebo que desapareció
misteriosamente. Antes estaban en los jardines de Cecilio
Rodríguez y antes aún en la plaza del mármol, donde como
vimos solo quedan los pedestales.
Justo a la puerta de la casa de Fieras hay un árbol grande,
de copa ancha, que es una “sófora” o acacia del Japón,
antes llamada Sophora japónica y ahora Styphnolobium
japonicum:
Aunque se llama “japonesa”, esta acacia no existe en
Japón, sino que es oriunda de China y Corea, aunque ya se
he extendido por todo el mundo porque es muy aparente
para los parques y jardines (en el Retiro hay más de 600).
Además, de sus botones florales se extrae una sustancia
que tiene propiedades antihemorrágicas y
antiinflamatorias. Bueno, de hecho siempre se ha usado
este árbol en la medicina tradicional china. También se le
llama “árbol de la miel” porque sus flores papilionáceas
tienen bastante néctar, lo que hace las delicias de los
insectos.
En sus ramas se posan no solo gorriones y urracas, sino
también palomas, como la que vemos en la siguiente foto:
Muy cerca de la sófora se instala los días festivos un teatro
de guiñol de un señor argentino que lleva bastantes años
haciéndolo: se llama “Títeres Clavileño” y tiene un sistema
de venta de boletos para un sorteo de un muñeco de títeres
que hace que la gente no se vaya sin pagar. A Diego solo le
gustaba algo cuando era muy pequeño; enseguida le dejó
de gustar porque prefería jugar a la pelota o columpiarse.
A veces la nieve hace su aparición en Madrid (y en el
Retiro, claro), y entonces el paisaje cambia:
Caminando hacia la Rosaleda, el Paseo de Coches es recto
y amplio, tanto para pasear como para ir en bici, patinar,
etc. Hay cedros al lado de la verja de Cecilio Rodríguez,
pinos y otras especies al otro lado y plátanos de sombra y
madroños a ambos.
Empecemos por los cedros de los que hay una inmensa fila
que jalona toda la verja de los jardines de Cecilio
Rodríguez:
Al lado de los cedros hay otra hilera de castaños de indias,
dejando entre ellos un camino que es ideal para ir con bici,
más tranquilos que si vais por el paseo que suele estar más
lleno de bicis y patines.
Los madroños son los árboles típicos de Madrid (¡el oso y el
madroño!) y están a ambos lados de este tramo final del
paseo de coches:
Las hojas son parecidas a las del laurel y, como éstas, son
perennes, es decir que las hay en todas las épocas del año.
Las flores son como pequeñas campanitas blancas en
racimos que cuelgan. Salen en otoño.
Los frutos son bayas redondas, con verruguitas en la piel,
que tardan en madurar un año y tienen por dentro un
montón de semillas. Se pueden comer, están buenos, pero
no conviene comer muchos. De hecho el nombre latino del
madroño es Arbutus unedo que significa “arbolillo” y “me
como solo uno” (por lo de “unedo”). A mí me dio por
comerlos aquí y tuve suerte de no pillar una indigestión…
Además pueden estar contaminados por las sustancias que
se echan para evitar las plagas. Una cosa curiosa es que
como tardan tanto en madurar se juntan los de un año con
los de otro.
Aparte de ser típico de la costa sur de Europa, es curioso
que los madroños provengan de Irlanda del Norte. ¿Será
por eso que los madrileños nos llevamos bien con los
irlandeses? Para terminar deciros que se puede hacer una
rica mermelada con los frutos de madroño y en Portugal
hacen una bebida alcohólica que llaman “medronho”.
Entre los madroños podemos ver otra vez unos matorrales
de flores muy resistentes y olorosas llamados
“abelias” (Abelia grandiflora), como las que hay cerca de la
plaza del mármol, bueno y en muchos otros sitios del
Retiro.
En el centro del paseo hay, como ya decíamos antes,
multitud de actividades: desde pasear a ir en bici, jugar a
la pelota, ver títeres, hacer gimnasia, correr, patinar, etc.
Y también está abierto a eventos como la llegada del Papa,
en este caso Benedicto XVI, para lo cual se pusieron
casetas como en la Feria del Libro así como unos muy bien
diseñados confesionarios:
Pero volvamos a lo de los patines que es quizás la actividad
más habitual ahora en este paseo:
Pero la Policía controla bastante bien todo el Retiro y
también el paseo de coches, claro:
Los “pinos” que veíamos con los jugadores de hockey no
son tales. Bueno uno sí es un pino piñonero, pero el otro es
un cedro. Al principio eran dos pinos que fueron los únicos
que se dejaron sin talar cuando se hizo el paseo y se les
llamó “los Torenos” en homenaje al Conde de Toreno, que
era el Comisario del Parque cuando se inauguró el Paseo
de Coches.
Justo entre cedro y pino vemos una estatua que representa
otra vez a Hércules, pero esta vez no con el león sino con
la hidra de Lerna.
Este es el segundo trabajo de Hércules para el que le
ayudó su sobrino Yolao. Entre los dos mataron a esta hidra
que era hermana del león de antes, o sea, el de Nemea.
Las dos esculturas son gemelas, proviniendo ambas del
Palacio Real en tiempos de Carlos III.
Un poco más adelante de los Torenos, un buen día vi una
escena curiosa entre un gato y una ardilla:
Si volvemos hacia el Florida caminando por la parte
izquierda del paseo nos volveremos a encontrar los
madroños y una hilera de plátanos de sombra, además de
otros árboles y otras estatuas:
Ramón de Campoamor fue un poeta y autor teatral nacido
en 1817 en Navia (Asturias), donde, por cierto, hemos
veraneado unas cuantas veces en sus playas al lado de la
ría. Fue criado por una tía suya y estudió en el precioso
pueblo de Puerto de Vega, muy cerca de Navia, y donde
también nos hemos tomado unas cuantas “sidrinas”.
Estudió Filosofía en Santiago y lógica y matemáticas en el
Convento de Santo Tomás en Madrid. A los 18 años se hace
jesuita en Torrejón de Ardoz, pero pronto deja el tema
religioso y se matricula en Medicina en Madrid. Tampoco
le interesa esa ciencia y se decanta por las Letras
dedicándose al Periodismo y la Literatura.
Colabora en distintas publicaciones y empieza a escribir
teatro a los 20 años. Un poco antes ya había escrito sus
primeras poesías nada menos que de la mano del gran
Espronceda. También estuvo en Méjico cuando mandaba
allí el Emperador Maximiliano I, siendo, como si dijéramos,
el comediógrafo de la Corte. Llegó a escribir hasta
zarzuelas, estando encuadrado en el llamado
“Romanticismo”. Poco a poco se fue pasando al género
Realista con géneros muy personales como las llamadas
“Humoradas”, “Doloras” y “Pequeños poemas”.
Como filósofo era de los llamados “positivistas”, y como
político (que también lo fue) era moderado y monárquico,
estando a favor de la reina Isabel II. Fue auxiliar del
Consejo Real y Gobernador Civil de Castellón y Alicante. Se
casó con una dama rica de origen irlandés con la que no
tuvo hijos. Fue Diputado en el Congreso, Gobernador de
Valencia, Director General de Beneficencia y Salud,
Consejero de Estado, Académico de la Lengua y Senador
del Reino. Total, un auténtico prócer, no sólo en España,
sino también en Hispanoamérica. No se salvó de padecer la
terrible enfermedad de la gota y murió en Madrid a los 83
años.
De todas formas mi profesor de Literatura, el señor Llanos
a quién tanto admiraba yo, decía de Campoamor que era
un poco “tostón”, poeta de ripios y de literatura de no
mucha calidad. Ahora bien, famoso lo fue y la estatua que
tiene en el Retiro, adonde iba con frecuencia, es de las más
rimbombantes.
Esta estatua fue idea del periodista Mariano de Cavia (cuya
plaza está muy cerca del Retiro, con la famosa “fuente de
los patos”) quién lo propuso en 1914. Fue realizada por el
escultor D. Lorenzo Coullaut Valera, añadiéndose después
otras dos en bronce que hacen referencia a dos de sus
“Doloras”. La primera representa a un cura que recibe a
una aldeana y escribe notas en un libro (“Quién supiera
escribir”). La segunda es un gaitero sentado en una roca
(“El gaitero de Gijón”). Ambas fueron robadas: la segunda
fue recuperada por la policía en el Rastro de Madrid y de la
primera hubo que hacer una reproducción exacta en 1995.
En este mismo paseo nos encontramos a continuación un
monumento a un médico insigne como lo fue el Doctor
Cortezo, famoso por la céntrica calle madrileña que lleva
su nombre. Pero en su época (1850-1933) lo fue por otras
muchas cosas. Pues sí, porque D. Carlos María Cortezo y
Prieto de Orche, que así se llamaba el doctor, se licenció en
Medicina en la facultad de San Carlos de Madrid (donde
hoy está el Museo reina Sofía) en 1870, o sea, con veinte
añitos. Se fue a estudiar al extranjero y volvió hecho una
eminencia, iniciando en España lo que se conoce como
“bacteriología”.
En el año 1873 sacó plaza en el Hospital de la Princesa y a
los dos años ya era Decano de este hospital. También se
metió en política, militando en las filas del partido
republicano de Castelar, llegando a ser senador y poco más
tarde, en 1899, Director General de Sanidad. En 1904
publicó la famosa “Instrucción General de Sanidad”, y dos
años más tarde fue nombrado Ministro de Instrucción
Pública, creando el “Instituto de Higiene, Alfonso XIII”, al
frente del cual puso nada menos que a D. Santiago Ramón
y Cajal, dotándole con los mayores adelantos médicos del
momento. También fundó, con el famoso doctor D.
Francisco Méndez Álvaro (también con calle en Madrid), la
que llamaron “Sociedad Española de Higiene”.
Todo este lateral del paseo está jalonado por distintos
árboles y arbustos. Los árboles del amor son de los más
espectaculares en primavera.
Y entre estos árboles y algunos pinos y boneteros del
Japón, podemos ver un pedestal de granito parecido a los
de los monumentos de Hércules que hay en el paseo:
Si seguimos paseando por este lado del paseo veremos
algunos árboles y arbustos como el cedro, el aligustre o la
picea:
Y así damos por concluido nuestro “paseo por el Paseo..,
de coches” que ha tenido un poco de todo, desde la
espectacular puerta de entrada, el castaño rosa, el árbol
de los farolillos, los magnolios, la estatua de Ponce de
León (el de los sordomudos), el monumento a Cuba, “el
área de mayores” con sus aparatos de gimnasia, la encina
con su pedestal, el estanque con el monumento a Martínez
Campos, el gran plátano de sombra, las estatuas de
Hércules y la diosa Hera, la fuente de los cuatro caños, la
sófora del Japón, los títeres de Clavileño (que por cierto
era un caballo de madera que sale en El Quijote), la Feria
del Libro, la visita del Papa, los patinadores, los madroños,
los cedros y los castaños de la verja de Cecilio, la estatua
de Hércules y la hidra con “los Torenos” (cedro y pino), las
estatuas de Campoamor y el doctor Cortezo, el pedestal de
piedra, los pinos enormes, etc.
Os ponemos lo más importante en un mapita:
Nota: Los grabados del Paseo de Carruajes (menos el de “los Torenos”),
los ciclistas antiguos y la carrera de coches de pedales están sacados del
libro de Carmen Ariza Muñoz “Los Jardines del Buen Retiro”, editado por
el Ayuntamiento de Madrid. El grabado de “los Torenos” es de la Revista
“Madrid Histórico” de Ediciones La Librería. La foto antigua del paseo a
la altura del Florida Park es de otro libro que tiene el mismo título y es de
la misma editorial, pero cuya autora es Consuelo Durán Cermeño. Las
fotos de Bahamontes, la de las motos y la de la reunión de sordomudos son
de Manuel Gil (1955), la del atasco de coches antiguos de Mario
Fernández (1931) y la del coche antiguo de Tomás Guzmán (1953); casi
todas ellas aparecen en el libro “El Retiro en el objetivo de nuestra
memoria”, editado por el Ayuntamiento con fotos aportadas por la gente.
La foto de la piña de cedro es de la página web de la Escuela de Ingenieros
Agrónomos. Las demás fotos son mías.
La Casa de Vacas y el Templete
No recuerdo cuando empecé a oír hablar de la Casa de
Vacas. Me imagino que de pequeño y pensaría que era una
casa donde había vacas. Pues no estaba muy lejos de la
realidad porque aunque desde hace muchos años no las
hay sí que las hubo al principio.
En el siglo XIX había una especie de granja con vacas que
se ordeñaban delante de los clientes que podían degustar
leche pura en vasos. Era una especie de “kiosco de leche”
con vacas incluidas. Esto también se hacía en Madrid en
las que se llamaban “vaquerías” donde junto a los establos
había un punto de venta de leche.
La casa donde yo nací, en el barrio de Embajadores,
estaba junto a una granja donde había vacas, aunque en
lugar de vender allí mismo la leche, se distribuía a las
lecherías. Se llamaba la “Granja Poch” que, por cierto, a
mí me hacía mucha gracia este nombre.
Pero la vaquería del Retiro se cerró antes de que yo
naciera, en el año 1921, cuando pasó a ser el restaurante
“Ideal Retiro” que tenía terrazas y pistas para bailar y
patinar. Por cierto actividades que se siguen haciendo
alrededor de la actual Casa de Vacas, aunque el patinaje
esté prohibido.
Después de la guerra este lugar se convirtió en una sala
de fiestas que se hizo muy famosa. Se llamaba “Pavillón” y
en ella actuaban muchos artistas de la época. Pero
también fue cerrada y abandonada, hasta que en 1981 un
incendio la destruyó.
Sin embargo el Ayuntamiento decidió rehabilitar el edificio
como cuando era restaurante, siendo inaugurado en 1986
como Centro Cultural con el nombre que tenía al principio
de todo, o sea, “Casa de Vacas”.
Continuamente hay exposiciones de pintura, escultura,
fotografía, libros, etc. o también teatro y hasta certámenes
de magia. Recuerdo uno que hubo durante una semana y
que a Diego le encantó de tal manera que a partir de
entonces ya hace sus pinitos como mago. Todas las tardes
íbamos y así pudimos conocer personalmente a
profesionales como Aisman o Monthy entre otros, y a un
faquir del que no recuerdo el nombre pero que lo hacía
fenomenal.
Hace poco que han plantado unos arbolitos muy curiosos
justo delante de la barandilla de la fachada principal:
Si os digo que es una planta de la familia de las rosas no sé
si me creeréis, pero es así. Se trata delAmelanchier
grandiflora también conocido como “cornijuelo” o
“guillomo”. Las flores, muy delicadas, salen en primavera
antes que las hojas, y los frutos son pequeñas bayas que
pasan del rojo al negro púrpura y les encantan a los pájaros
que se las comen enseguida.
Por dentro es un recinto amplio y en forma de “C”
rectangular donde, como decimos, suele haber
exposiciones varias y diversas.
La Casa de Vacas, sin ser enorme, es bastante grande y
está rodeada por patios con balaustradas de estilo
decimonónico, así como por abundante vegetación.
Los cedros quizás sean los árboles más llamativos que
rodean la Casa de Vacas, pero también hay plátanos, pinos,
acacias y hasta palmeras de Fortune, pasando por
matorrales grandes, tales como el Lauroceraso o las
Fotinias.
Al pasar la balaustrada por la parte principal vemos un
lauroceraso grande, matorral de hojas brillantes que, al
romperse, huelen a almendras amargas lo mismo que sus
flores. Hirviendo las hojas se hace una infusión que es muy
buena para la tos. Además no hace falta arrancarlas pues
se caen estando aún verdes.
El nombre significa “cerezo con hojas de laurel” y en latín
es Prunus laurocerasus, o sea que es de la misma familia
que los ciruelos.
Justo en el rincón donde están las palmeras que antes
veíamos llama la atención un árbol de tronco grueso y liso
y cuya altura sobrepasa la del edificio. Se trata de un
almez, pero mucho mayor que los del paseo del Ángel
Caído, que son nuevos.
Yo, que casi todos los días atravieso parte del Retiro para
ir a trabajar, paso al lado de la Casa de Vacas, pero entro
en esta zona después de dejar el monumento a Martínez
Campos por un paseo llamado de la República
Dominicana.
El árbol que predomina es uno de los más abundantes y
agradecidos del Retiro, tanto por sus racimos de flores
como por sus castañas que, en otoño, están por todas
partes.
Los Castaños de Indias proceden de Albania, Bulgaria y
Grecia y su nombre científico es Aesculus
hippocastanum que significa “encina que produce
castañas para los caballos”. Y es que, aunque no se
pueden comer, los frutos sí sirven para comida de
animales: a veces incluso se hace harina con ellas.
A mí me hacía mucha gracia cuando mis padres me decían
que tuviera cuidado con esas castañas que eran “locas” y
tenían veneno. Yo jugaba con ellas y luego, cuando fui
adolescente, las utilizábamos unos cuantos amigos para
hacer peleas en el propio Retiro. Había que tener cuidado
porque eran auténticas “piedras” y los “castañazos”
(nunca mejor dicho) hacían bastante daño.
La corteza de estos castaños es astringente y se usa
también para curar enfermedades circulatorias. Todo ello
haciendo infusiones a base de cocerla.
También me resultaban muy curiosas las hojas de las
llamadas “compuestas” bueno, “palmado-compuestas”
pues parecían la palma de una mano, eso sí, con siete
dedos, que son las hojitas o “foliolos” que tiene cada
enorme hoja. Eran difíciles de poner en los herbarios que
hacíamos para el colegio porque no cabían en las hojas de
los cuadernos. En las flores me fijaba menos, y mira que
son bonitas en esos racimos blancos que salen en cuanto
empieza a hacer menos frío en Madrid.
A la derecha de este Paseo de la República Dominicana
quedan unos jardines en forma de triángulo que, a su vez,
tienen otro triángulo en el centro y cerca una ría que
comunica con el estanque.
A su alrededor hay seis zonas ajardinadas separadas por
otros tantos paseos:
En estas zonas hay bastantes árboles y arbustos que las
hacen muy fresquitas en verano. Hay castaños y cedros,
por supuesto, y también pinos, fresnos, árboles del amor,
palmeras de Fortune, ginkgos y bambú, así como enormes
eucaliptos y secuoyas.
Pero no hay duda que las estrellas del lugar son las
secuoyas:
Se trata de la secuoya roja, conocida como Sequoia
sempervirens, que no es la gigante que veíamos en el
Jardín de las Plantas Vivaces. Estas son de tamaños más
normalitos, aunque siempre tirando a grandes, pudiendo
superar los 100 metros de altura y con un diámetro de
tronco de hasta 4 ó 5 metros. La corteza es oscura y un
tanto esponjosa, desprendiéndose de ella capas rojizas.
También se las conoce como “secuoyas de California” por
ser de allí, de la costa del Pacífico de Estados Unidos, en
concreto de la zona que va desde el sur de Oregón hasta
las Montañas de Santa Lucía. El nombre le viene de un
indio cheroquee que se llamaba así: Seequayah (1770-
1843) y que fue capaz de inventar un alfabeto para el
dialecto que se hablaba en su tribu.
También os diremos, según lo que pone en el cartelito de la
Senda Botánica, que la más alta en la actualidad tiene
nombre: se llama “Hyperion” y mide 115 metros y medio.
Las del Retiro son un poco más pequeñas.
Muy cerca, en un pequeño paseo vemos un
fresno (Fraxinus angustifolia) de una altura más que
considerable:
Otro ejemplar de altura de la zona es el eucalipto, de los
cuales hay dos, uno cerca de las secuoyas y el otro un poco
más allá:
El otro eucalipto está enfrente del estanque de la diosa
Diana, donde el camino da al paseo de la República
Dominicana:
Yo conocí los eucaliptos porque a mi padre le encantaba
hacer vahos con sus hojas cocidas que cogíamos de las que
se caían al suelo. Se ponía una toalla por encima de la
cabeza y aspiraba los vapores “eucalípticos” con
delectación. Así se curaba los catarros y la verdad que la
esencia de los eucaliptos está en muchos productos
farmacéuticos para la tos, resfriados, etc.
Ambos son eucaliptos blancos (Eucalyptus globulus) de los
que el padre Rosendo Salvado envió semillas desde
Australia a su familia en Tuy (Pontevedra), donde por
cierto hemos pasado unas excelentes vacaciones durante
varios años. Esto fue por el año 1863 (lo de las semillas, no
lo de las vacaciones…) y como los gallegos vieron que el
arbolito crecía rápido y la madera era buena para hacer
pasta de papel, pues hala, se pusieron a plantar eucaliptos
por toda Galicia, a base de cargarse no pocos bosques
autóctonos.
Una de las cosas más llamativas de esta zona es la que yo
llamo “ría” y que es como un riachuelo que sale desde una
rocalla cerca del monumento a Cuba y discurre más o
menos paralela al Paseo de Colombia para, después de
pasar bajo el de la República Dominicana, terminar en el
estanque.
En las orillas hay otros arbustos como fotinias, durillos,
abelias, laureles-cerezo, y también Prunus
cerasifera “Atropurpurea”, más conocido como “cerezo
rojo” que en primavera, o incluso antes, empieza a echar
unas bonitas flores blancas:
Hay un matorral grandecito que pasa desapercibido pero
que es todo un centenario. Se trata de un boj(Buxus
sempervirens) situado en el pradito de la orilla izquierda:
La ría hay que limpiarla de vez en cuando, y de eso se
encargan estos señores:
Esta ría es un resto (junto con la otra de la que hablaremos
en el capítulo del Estanque) de los canales que recorrían el
Retiro con el Estanque como centro y en los que se hacían
fiestas, batallas navales, etc. Se cree que fue construida
entre 1890 y 1900, aunque pudiera ser anterior. La
longitud de este tramo es de unos 160 metros.
La diosa Diana, también llamada Artemisa, hija de Zeus y
Leto y hermana gemela de Apolo, es la protectora de la
caza y de la naturaleza en general. También era hechicera
y nos dio a los mortales algunas claves de esta ciencia. En
fin, que tiene muy buena fama esta diosa y está muy bien
que tenga una estatua en el Retiro. Por cierto que no se
sabe muy bien de donde ha salido. Quizás sea de principios
del XVIII, pero el caso es que se descubrió por casualidad
en 1969, porque había quedado escondida entre la maleza
del Retiro. Se la conocía como “Diana cazadora” o también
“La Pastora” y para que se la pudiera ver en condiciones se
le preparó el “decorado” en que está ahora.
En 1994 se le restauraron el brazo derecho y los dedos,
pero otra vez volvieron a desaparecer; total que al final se
ha quedado sin ellos. Fijaos también en que hay un perrito
con ella al cual está sujetando la boca, con la mano
izquierda, claro está. Y la pierna izquierda pisa la cabeza
de un animal, probablemente un ciervo, símbolo de Acteón.
Aparte de las grandes, también hay pequeñas palmeras de
Fortune acompañando a la diosa. Y con sus curiosas flores
amarillas:
Las palmeras de Fortune proceden de China y Vietnam y
son muy resistentes, tanto al frío como al calor, así que
cada vez se plantan en más sitios.
El agua no está demasiado limpia, pero esto no es algo que
preocupe a las ranas, que pululan por toda la ría y el
estanque de Diana:
Pero las ranas no son los únicos animales que viven por
aquí:
Desde este “oasis divino” y pasando por debajo del Paseo
de la República Dominicana, la ría continúa hasta llegar al
estanque grande.
Las piedras que se ven a la derecha de este final de la ría
cubren lo que los jardineros llaman “LA GRUTA”, que no
es otra cosa que el recinto donde estaban todas las
bombas de agua para regar el Retiro. Hoy día el riego se
hace por fases, de manera que ya no hace falta este tipo
de bombas.
Justo en la esquina de los dos paseos, el de Colombia y el
de la República Dominicana, se encuentra el monumento
al mariscal gaditano D. Juan Van Halen y Sartí (¡vaya
nombrecito para ser de Cádiz!). Lo que pasa es que su
padre era belga y marino como él. Pero el hijo fue un
auténtico trotamundos y un gran militar ya que participó
en batallas como la de Trafalgar, después en la Guerra de
la Independencia tras la que tuvo de exilarse a Londres
por apoyar a José Bonaparte y ser –además- acusado de
hereje. Después se fue a Rusia para ponerse a las órdenes
del zar Nicolás I en la campaña del Cáucaso. De allí saltó a
Bélgica donde luchó para que este país se independizase
de Holanda, siendo nombrado Teniente General por el rey
Leopoldo I. Cuando Fernando VII murió pudo volver a
España donde volvió a servir como militar a las órdenes
del General Espartero. Terminó sus días en 1864, en
Cádiz, su patria chica, (bueno al lado, porque él nació en
realidad en San Fernando).
De todas formas este busto no es el original, sino una
réplica del mismo (hay otra en el Museo Naval) que fue
donada al Ayuntamiento por un descendiente del
interesado, concretamente por el Senador D. Juan Van-
Halen Acedo, tal y como reza en la placa lateral de bronce
del monumento.
Una vez recorrida la que hemos llamado “zona triangular”,
pasamos a otra cuadrada donde hay bastantes cosas
interesantes. Ponemos también un mapita para irnos
ambientando:
Si volvemos hacia atrás por el paseo de Bolivia y antes de
llegar al de coches, nos encontramos a la izquierda una
placita con un monumento dedicado a los hermanos
Álvarez Quintero. ¿Qué quiénes eran? Pues según mi
profesor de Literatura unos autores de obras menores que
tenían su gracia pero poco más. Pero la verdad es que han
ido ganando con el tiempo y ahora sus obras, sobre todo
las de teatro (también fueron poetas, novelistas y
periodistas) se ven con agrado, pues siempre son
divertidas.
Ellos eran de Utrera, o sea que todas son de ambiente
andaluz y llenas de esa gracia peculiar.
Este monumento se levantó en 1934, cuando aún vivían
ambos hermanos, aunque no asistieron a la inauguración,
organizada por los ayuntamientos de Madrid y Sevilla con
sus alcaldes a la cabeza. El escultor fue D. Lorenzo
Coullaut Valera, aunque a su muerte en 1932 fue su hijo
Federico el encargado de terminarlo, sobre todo el jinete
de bronce. La lápida la hizo un primo de los hermanos, D.
Juan de los Ríos Quintero.
Entre las obras de teatro más conocidas de estos
hermanos, de nombres Serafín y Joaquín, podemos
destacar “Amores y amoríos”, “Doña Clarines”,
“Malvaloca”, “Las de Caín” y·Mariquilla terremoto”.
También escribieron libretos de zarzuelas como “La buena
sombra”, “La mala sombra” “El traje de luces”, “Los
Borrachos” y “La reina mora”.
Alrededor de todo esto hay un pequeño seto circular de
rosales:
Para acceder a esta zona desde el paseo de Bolivia hay que
bajar unas escaleras:
También te puedes encontrar una serie de arbolitos y
arbustos como los que vemos ahora:
A la derecha del monumento a los Álvarez Quintero
descubrimos una curiosa fuente:
Se calcula que es de 1750 y posiblemente provenga del
escudo de algún edificio municipal. Fue restaurada en 1994
y desde luego es de Madrid, porque tiene el oso y el
madroño.
Y también una especie de laurel cerezo pero menos
conocida y que se llama Prunus lusitanica:
Proviene de Portugal (claro) y también de las Canarias y
del norte de África. Es uno de los arbustos típicos de la
laurisilva canaria porque necesita lluvias frecuentes y
niebla (en Madrid no tenemos tanto de esto pero se
adapta). Su madera es de color rosa y se puede usar en
ebanistería, pero esta especie se usa más en parques y
jardines como adorno.
Y también hay por aquí ruscos (Ruscus aculeatus) como los
que vimos en la montaña artificial, aunque aquí no los
pillamos con frutos:
Hay quienes se desentienden del paisaje y aprovechan la
tranquilidad de esta zona para medir sus fuerzas:
Cerca de aquí, caminando hacia la calle de O’Donnell y tras
pasar el monumento a Fray Ponce de León (del cual
hablamos en el Paseo de Coches), nos encontraremos con
unos columpios en una placita circular:
Justo detrás del tobogán vemos un abeto común (Abies
alba):
Los abetos blancos se llaman también “del Pirineo”, porque
abundan allí. De estos abetos se extrae la esencia de
trementina y otras sustancias que se usan para barnices.
Su madera es bastante buena para fabricar violines, pianos
o tapas de guitarra; incluso se usó en su región de origen
para hacer órganos. Son árboles muy decorativos, que a
veces se han cortado para adorno de Navidad, menos mal
que esto cada vez se hace menos.
Si subimos hacia la puerta de Madrid nos encontramos
unos interesantes arces campestres (Acer campestre):
Estos árboles son originarios de Europa, Argelia, Asia
Menor y Persia y se les llama también “menores” o
“campestres”. Las hojas son palmeadas y las flores unos
racimos de color amarillento. La madera es buena para la
ebanistería y las hojas se pueden aprovechar para pienso,
aunque también tienen propiedades astringentes.
Por los alrededores pululan desde cedros a pinos,
eucaliptos, cipreses, sin contar los consabidos plátanos de
sombra, castaños, etc.
Hay unos cuantos tejos en fila, (Taxus baccata) que
también merecen la pena:
También las fotinias tienen su hueco en esta zona, como en
tantas otras
Y hasta un pequeño acebo encontramos por aquí:
Pero sin duda que la estrella botánica de la zona es el
granado. A Charo y a mí nos empezó a gustar y a intrigar
este arbolito que veíamos sin saber muy bien que era. Poco
a poco empezamos a pensar que podía ser un granado,
hasta que el cartel de la senda botánica se encargó de
confirmarlo:
El granado (Punica granatum) es un árbol bíblico y
mitológico que proviene de Las regiones del suroeste de
Asia pero que se ha extendido por zonas más o menos
cálidas y templadas de Europa y, por supuesto, por
Canarias y Baleares. Se piensa que pudo ser “el árbol del
bien y del mal” del Paraíso. Sí, el que hizo pecar a Adán
quién, en lugar de comerse una manzana, se comería una
granada. Lo mitológico lo explica muy bien el cartel de la
Senda Botánica que siempre os recomendamos leer.
Aparte de la belleza del árbol, sus frutos son las famosas
granadas, que son comestibles tanto en ensaladas, como en
jugos (como la antes famosa “granadina”), zumos, etc. Las
pieles de granada se usaban para colorear pieles de
animales y la corteza de las raíces del granado para
eliminar las tenias o solitarias del intestino de los humanos.
También la madera del tronco es muy apreciada porque es
bastante dura y rígida, así que se pueden hacer trabajos de
carpintería o marquetería con ella.
Si bajamos desde la placita de los columpios que veíamos
antes hasta el edificio de la fuente de la salud, que veremos
luego, nos encontraremos un camino rodeado de tilos y con
algún que otro arce:
Junto a la verja que da a la calle Alcalá crecen las
celindas (Philadelphus coronarius), también llamadas falsos
jazmines, con sus olorosas flores:
Y un poco más hacia el interior del parque descubrimos la
llamada Plaza de Galicia, con un cruzeiro muy interesante
que nos recuerda a esa bellísima tierra de la que nos
hemos ido enamorando –gracias a Diego (¡que se hizo “fan”
del Depor!)- y ya no sabemos estar sin ir por allí.
Este cruceiro es una copia exacta del que existe en la Plaza
del Obradoiro de Santiago de Compostela y fue encargado
por el Ayuntamiento de Madrid para ocupar el centro de
esta Plaza de Galicia en el año 1980.
Y ahora veamos los cuatro escudos que hay en la base del
cruceiro y que representan a las cuatro provincias
“galegas”:
Pero nos falta hablar de lo que se llama la “plataforma” que
tiene forma de vieira y donde hay gentes que se suben para
ensayar sus actuaciones artísticas, como si fuera una
especie de escenario:
Y por último hablaros de los bancos que rodean a la
plataforma, que son cinco:
Ahora os ponemos los otros cuatro escudos, ya sin el
banco, porque son todos idénticos (los bancos, no los
escudos):
Por los alrededores te puedes encontrar en otoño setas
como éstas:
Pero si es verano el paisaje es mucho más agradable:
La “lluvia de oro” se puede entender de varias formas,
pero la que vemos aquí es botánica y, por cierto, de una
belleza importante por sus flores amarillas en racimos
colgantes. Son de las que tienen forma como de mariposas
y dan los frutos en legumbre. Se trata de la
especie Laburnum anagyroidesque, aunque tiene un
aspecto tan bonito, hay que tener cuidado con ella porque
todas las partes de la planta son venenosas:
Las espireas (Spiraea hypericifolia) están preciosas
cuando florecen, y lo hacen cerca de la Casa de Vacas en
estas praderitas.
También las campanitas chinas (Forsythia x intermedia
Zabel) se dan mucha prisa en florecer (ya en Febrero o
Marzo) y nos empiezan alegrar la primavera. Estas son un
cruce de Forsythia suspensa x Forsythia viridissima, las
dos procedentes de China y Japón.
Hay una edificación en la zona que los jardineros utilizan
para guardar utensilios y donde queda una fuente (con dos
caños), que en otros tiempos fue muy famosa:
Así era la fuente en el siglo XIX y la casa donde estaba se
llamaba también “Casa de la Salud”. Todo esto forma
parte de los caprichos de Fernando VII que la mandó
construir en 1817 al arquitecto D. Isidro González
Velázquez. Pero lo que es el manantial ya existía desde el
año 1788 siendo muy conocido y apreciado por los
madrileños por ser sus aguas muy buenas para el riñón y
el estómago. La gente iba allí bien a beber directamente o
con sus botijos y sus cántaros para llevársela a las casas.
Algo parecido hacían mis padres con las fuentes del
Parque del Oeste, adonde íbamos cada dos meses más o
menos a hacer acopio de agua porque mi madre decía que
le iba muy bien para el estómago.
Volviendo a esta del Retiro, os diremos que tiene un solo
depósito pero dos caños: uno que era al principio para la
familia real y el otro para la gente. En 1870 se hizo un
kiosco al lado y no olvidemos que muy cerca está también
la Casa de Vacas que era una especie de “cafetería de la
leche”. En 1905 la fuente quedó dentro de la llamada
“Zona de Recreo”, que era un reservado de pago que
sustituyó a los “Jardines del Buen Retiro” que estaban
cerca de la Plaza de la Cibeles.
Cerca de aquí podemos ver, entre otros árboles y arbustos,
un manzano recién plantado:
Si nos asomamos a la verja que da justo a donde se juntan
las calles de O’Donnell y Alcalá, veremos el monumento al
famoso General Espartero, aunque más lo fue su caballo…
D. Joaquín Baldomero Fernández Álvarez Espartero (1793–
1879), más conocido como “Espartero”, fue un famoso
general que intervino en las guerras carlistas que
enfrentaron a los partidarios del Archiduque Carlos
(“carlistas”) con los de la Reina Isabel II (“isabelinos”) que
apoyaban a la reina regente Dña. María Cristina. El
general Espartero ganó la batalla del puente de Luchana
que liberó a Bilbao del asedio carlista en la primera guerra
(hubo tres) y consiguió acabar con la misma en la localidad
de Vergara, donde se dio el abrazo con su contrario, el
general Maroto, que dirigía las tropas carlistas. También
llegó a ser regente del reino en la minoría de edad de la
futura reina Isabel II.
Volviendo de nuevo al interior del parque, y siempre que la
estación del año sea favorable, podemos ver paisajes como
éste:
Y si la estación no es tan favorable, siempre nos quedan
arbolitos como estos:
Y ya vamos a entrar en la zona cuadrada donde están la
Casa de Vacas y el Templete, o sea ésta:
Esta zona se llamó “Zona de Recreo” a partir de 1905, para
sustituir a los desaparecidos “Jardines del Buen Retiro”
que estaban cerca de Cibeles. Se cerró y costaba dinero
entrar (1 peseta), pero había no solo música (en un Quiosco
parecido al actual), sino patinaje alrededor del mismo. Y
también teatro (primero al aire libre y luego en uno
cubierto) y café-restaurante en la Casa de Vacas. La
“explotación” de la zona se alquilaba a particulares, el
primero de los cuales fue un tal Julio Más y Bonache.
De la Fuente de la Salud ya hemos hablado antes, y
también del edificio de la Casa de Vacas y de algunas
plantas y árboles cercanos. Seguiremos hablando de otros
como este tilo que está justo en la esquina izquierda que da
al Paseo del Estanque:
Ahora vemos otros árboles y arbustos que hay por aquí:
Por si no habíais visto bien la Casa de Vacas, aquí tenéis
otras perspectivas:
Como este capítulo trata de la Casa de Vacas, la hemos
rodeado enterita:
En las praderitas de al lado hay montones de árboles y
arbustos:
Llegamos ya, por fin, a la plaza del Templete de música,
llamada del maestro Villa.
Antes de existir este Templete había un Quiosco de música
en el que tocaban bandas militares, así como la llamada
“Sociedad de Conciertos” que dirigía el maestro Ricardo
Villa, a quién está dedicada la plaza. En 1906 el
Ayuntamiento de Madrid convoca un concurso para la
explotación de esta Zona de Recreo, con la condición de
que se haga un nuevo Quiosco con capacidad para cien
profesores de orquesta. Se lo adjudicó un tal Augusto
Comas que presentó un proyecto del arquitecto Carlos Le
Grand que pudo ser al final el autor del Templete, aunque
esto no es del todo seguro. Como se puede ver tiene planta
octogonal y una barandilla que lo rodea, de auténtico
hierro forjado. Tiene un piso medio subterráneo en el que
se suelen guardar las sillas plegables de madera que se
usan para los conciertos y unas escaleras de piedra por las
que se sube.
Por cierto que un día Diego y yo las bajamos
apresuradamente porque estábamos jugando a la pelota en
el mismo Templete y llegaron unos tíos con unas pintas…
Le dije “¡vámonos ya, corriendo!” y él al principio no
entendía, pero cuando me vio como bajé rápido las
escaleras, salió detrás de mí y así nos salvamos de un
posible atraco.
Es muy curioso el eco que hay dentro del templete, que
tiene unas estupendas condiciones acústicas. A mí me
encanta de vez en cuando subir y hablar o incluso
canturrear algo. Está recubierto de un techo muy bonito
con cubierta de plomo.
En el año 2004 se sustituyó el césped que lo rodeaba por
un suelo adoquinado y se plantaron una serie de árboles
como unos tilos, de los que luego hablaremos.
En primavera y verano hay unos estupendos conciertos los
domingos por la mañana. Eso sí, hay que ir prontito para
coger silla o bien llevársela de casa, o si no, oírlo a pie.
Nosotros vamos de vez en cuando y la verdad que hay
algunas orquestas muy interesantes.
En la plaza del maestro Villa hay dos tipos de pinos, los
piñoneros y los carrascos:
En esta placita, de vez en cuando, podemos encontrarnos
con visitantes insospechados:
Alrededor de la plaza hay algunas acacias rosas o, mejor
dicho, falsas acacias, porque en realidad son robinias:
Este árbol proviene de América del Norte pero fue
introducida en Europa ya en el siglo XVIII. Las hojas son
compuestas de 12 o 15 hojitas ovaladas y las flores forman
en primavera llamativos racimos de color rosa. Por cierto
que las flores son de las llamadas “papilionáceas” o sea de
las de forma de mariposa; los frutos son del tipo legumbre.
Y también hay nuevos “fichajes”:
Si nos entran ganas de hacer lo que nadie puede hacer por
nosotros, aquí tenemos unos servicios clásicos, de los de
toda la vida:
Nos fijamos ahora en los setos de toda esta zona, que son
de durillo:
Llegamos ya al final de este paseo, que tantas veces hago a
pie, y que nos acerca a la estación de metro de Retiro, pero
antes hay que pasar por este caminito, ver los tilos (y a
veces los negritos) y pasar el túnel:
En el túnel he pasado algún susto que otro cuando he visto
negritos en cada extremo y tenía que pasar entre ellos.
Pero la verdad nunca me pasó nada porque creo que ellos
están a otros negocios.
Y es justo aquí donde están los tilos, que son unos árboles
de lo más curioso y que a mí me han hecho siempre mucha
gracia. Bueno a mí y a los romanos, que les pusieron el
nombre de tilia que puede venir de la palabra
griega ptilion que significa “pluma”, lo que seguramente
sería por la bráctea que hace “volar” a los frutos.
Los más corrientes son los de la especie Tilia platyphyllos o
tilo de hojas grandes aunque también los hay de hoja
pequeña (Tilia cordata), el europeo (Tilia europea) que es
un híbrido natural de los dos anteriores y el plateado (Tilia
tomentosa) cuyas hojas tienen el envés blanquecino.
Al cocer las flores (con sus brácteas incluidas) se obtiene
una infusión, la famosa “tila” que dicen que sirve para
calmar los nervios. A mí madre le gustaba con agua de
azahar (también calmante), que venía en una botella de
cuello muy largo y color azul. ¡Toda una pócima para tener
tranquilidad!
Y después de ver los tilos, salimos ya al metro o a la calle
Alcalá:
Esta iglesia, llamada de San Manuel y San Benito, es una
mezcla de gótica y bizantina y está recubierta de mármol,
siendo su cúpula de cobre rojo. La hizo el arquitecto
Fernando Arbós (1844-1916) gracias al dinero que dejaron
para ello (además de para una escuela gratuita para hijos
de obreros) un matrimonio catalán de padres italianos:
Manuel Cavaggioli y Benita Maurici, de ahí el nombre de la
iglesia en la que se celebró misa por primera vez el día 1
de enero de 1911.
Alfonso XII y Alcalá
Le he llamado así a esta parte del Retiro porque no sabía
cómo llamarla y pensé que esta zona está más o menos
entre estas dos calles. La zona próxima a la calle Alfonso
XII está muy cerca del Casón del Buen Retiro, del antiguo
Museo del Ejército y de los Jerónimos que tienen mucho
que ver con la historia del parque. Pero como todo eso lo
contamos ya en el capítulo “Introducción”, no vamos a
repetirlo ahora.
Vamos a entrar, como hacen muchísimos turistas, por la
puerta que da a la de Alcalá, que se llama así porque era
la salida de Madrid hacia Alcalá de Henares.
Esta Puerta fue construida en 1788 por orden de Carlos III
para sustituir a otra que ya había aquí mismo desde el siglo
XVI. El arquitecto fue el italiano Francesco Sabatini, el
mismo de los jardines) que diseñó un monumento de estilo
neoclásico al estilo de los “arcos de triunfo romanos”. Hoy
día es famosísima en el mundo entero y todo el que viene a
Madrid se hace una fotito aquí.
Pero antes de entrar en el Parque hay que leerse los
cartelitos que hay, uno en la acera de la puerta, en la Plaza
de la Independencia y el otro nada más entrar:
Las normas del Parque son cuatro, pero que yo vea solo se
cumple la de respetar a la fauna. Por lo menos a las
palomas y a las ardillas (sobre todo) creo que sí se las
respeta e incluso alimenta. Aunque para bien alimentados
los gatos son “lo más”, que hay bastantes personas que se
encargan de ello en muchas zonas del Retiro.
Tirar las bolsas, periódicos, chicles y basura en general a
las papeleras me da la sensación de que se hace a medias.
A quienes lo llevamos a rajatabla y otros que simplemente
“pasan”.
En cuanto a los perros mucha gente los lleva sueltos y a
veces se forman unas peleas de perros que ya, ya… Creo
que hay una normativa municipal que permite soltarlos
solo hasta las 10 de la mañana, pero se ven perros sueltos
todo el día. A veces te encuentras uno “juguetón” que te
empieza a ladrar y el dueño/a te dice: “no te preocupes, si
no hace nada…” Pero el susto no te lo quita nadie.
Y lo del césped ya es un cachondeo. Casi debía poner
“Prohibido no pisar el césped” y probablemente –por llevar
la contraria- dejaríamos de pisarlo. No solo lo pisamos y
jugamos al fútbol, sino que muchos se tumban en él para
comer o darle otro tipo de alegrías al cuerpo. ¡Qué tiempos
aquellos en que si pisabas un poquito salía un guardia y te
daba unos pitidos que salías corriendo de allí!
El cartelito termina con un par de artículos y una pegatina:
Pero vayamos ya a lo que es la llamada “Puerta de la
Independencia”:
Los pilares de esta puerta provienen de un Casino llamado
“de la Reina” que estaba en la calle Embajadores (mi barrio
de nacimiento) y que el Ayuntamiento de Madrid regaló a
la reina Isabel de Braganza (segunda esposa de Fernando
VII) allá por el año 1817. Se llevaron adonde están ahora
en 1885 y el arquitecto D. José Urioste y Velada los
aprovechó añadiéndoles otros, así como la verja de hierro
forjado. Las esculturas las hizo el que era entonces escultor
de la Corte, D. Valeriano Salvatierra. La obra en su
conjunto la terminó el contratista D. Evaristo Vidal en 1886
y los materiales son: granito, caliza (las estatuas) y el
hierro forjado de la verja.
Pasada la puerta nos recibe una fuente que recibe el
nombre de la puerta, o sea, “de la Independencia”:
Parece ser que esta fuente es del año 1945 y muy
probablemente se deba al que fue gran jardinero D.
Cecilio Rodríguez.
A los lados de esta fuente hay sendos paseos en pendiente,
adornados por setos de durillo:
Hay un “peligro” que empieza ya en esta zona y continúa
hasta el final del paseo: son las gitanas que te “atacan”
provistas de ramitas de romero que expolian del propio
parque.
Y ya empezamos a subir por el Paseo de México (con “x”),
uno de mis caminos habituales para ir de casa al
despacho.
En el centro del paseo hay césped, adornado por diversas
plantas y flores que cambian cada poco:
En la subida hacia la fuente de los galápagos, vemos
álamos blancos que nos dan una agradable sombra para
subir la cuesta en verano, trufados con algunos
liquidámbares y un eucalipto:
También se les conoce como “chopos blancos” o “chopos
plateados” y son árboles propios de Europa y Asia, así
como del norte de África. Crecen rápido y, entre otras
cosas, resulta curioso el envés de sus hojas blanquecino
(de ahí lo de “alba”) y con unos diminutos pelillos. Esto
hace que retengan la contaminación porque el polvo
atmosférico se queda allí pegado. Florecen antes de que
broten las hojas. Las flores masculinas son muy pequeñas,
de color rojizo, y están en una espiga que se llama
“amento”. Las femeninas son parecidas pero de color
amarillo verdoso. Los frutos son pequeñas cápsulas que
liberan semillas algodonosas que ponen todo perdido (la
gente dice que es “polen”).
La madera es relativamente blanda y se ha usado para
hacer tallas en imaginería, pero también para hacer pasta
de papel, paneles, embalajes, contrachapado, cerillas
(porque arde despacio), así como para carpintería, suelos,
etc. La corteza se usó antaño para curtir y teñir. Las raíces
pueden ser un problema si hay edificios cerca porque
pueden socavar los cimientos. Son árboles que viven muy
a gusto en la humedad que hay cerca de los ríos, pero son
muy resistentes al frío y la contaminación.
Entre estos álamos y castaños hay un eucalipto,
concretamente rojo:
A continuación los liquidámbares que decíamos y que han
sustituido a algunos álamos que han ido envejeciendo o
rompiéndose sus ramas por el viento.
Aparte de los omnipresentes castaños de indias, según se
sube a la izquierda podemos contemplar unos cuantos
abetos:
Los manzanos también viven por aquí dando sombra y
color a quienes deciden hacer una pausa y descansar un
ratito en el césped:
Y en una zona tan “amorosa” no podían faltar los “árboles
del amor”:
Algunos cipreses hay también por aquí, como este de
Arizona:
La primera plazoleta, según se sube a la izquierda, la han
dedicado a unos columpios de esos modernos que hacen
las delicias de los pequeños y también de algunos mayores
que los usan como improvisados aparatos de gimnasia.
En esta placita destacan un par de árboles muy curiosos
que son “moreras de papel”, según se puede leer en un
cartel al lado de la mayor, que está justo en el centro.
Esta morera se llama en realidad Broussonetia
papyrifera y es un árbol oriental que proviene de China,
Japón, Taiwán y Malasia. Como curiosidad os diremos que
tiene la particularidad de retoñar por las raíces, de forma
que al final invade el terreno que la rodea. Y además
“chupa” bastante agua. Crece rápido, pero envejece lo
mismo (de rápido, claro).
Hay moreras de estas que son machos y otras hembras: las
dos que hay aquí son machos porque tienen los amentos
masculinos alargados. Si no, tendrían unas flores de forma
esférica y color rojizo-anaranjado. Dan flores al final de la
primavera. Los frutos son como moras rojas y carnosas
que maduran al principio del otoño.
La madera de su tronco es muy fibrosa y se ha usado
desde siempre en Asia para producir un papel llamado
“washi”, bastante duro y muy bonito. También se han
usado sus fibras para hacer tejido y en Corea se hacía con
ellas el “hanoi”, un papel tan fuerte que usaba para hacer
puertas e incluso “chalecos antiflechas” a base de pegar
varias hojas.
Por los alrededores podemos ver olmos y álamos, sin
contar los consabidos castaños, almeces, etc.
Se trata de “olmos campestres” (Ulmus minor) los cuales
tienen unas raíces muy fuertes siéndolo también su
madera que se usaba, entre otras cosas, para fabricar
carros. Antes se plantaba como árbol de sombra pero
ahora el problema es la grafiosis, que es la enfermedad
esta que se debe a un hongo (transportado por un
escarabajo comedor de madera) que colapsa los vasos de
la savia del árbol y provoca su muerte. En cambio está
capacitado para soportar las heladas que sean. Eso sí, si le
dan a elegir, prefiere las zonas húmedas como las riberas
de los ríos.
Este árbol es conocido también por “álamo plateado” o
“piramidal” por su forma alargada. En realidad su nombre
científico es Populus alba Bolleana o var. Pyramidalis y es
una especie que se obtuvo de árboles salvajes en
Turkmenistán en 1872. Tienen la corteza tal como la
vemos en la foto y las hojas y las hojas con el envés
blanquecino pero no tanto como el álamo blanco o Populus
alba normal.
Las flores masculinas son unos amentos rojo-verdosos con
menos “pelillos” que el “alba”, por lo que son menos
molestos en primavera (los otros ponen perdido el suelo de
los parques). De todas formas se suelen usar más los
árboles hembra, cuyas flores no tienen esos pelillos
algodonosos tan molestos. Por cierto, que las flores
aparecen antes que las hojas. Los frutos son cápsulas
pequeñas con muchas semillas rodeadas por muchos pelos
lanosos y blancos. Maduran cuando está avanzada la
primavera. Se trata de árboles bastante longevos que
pueden llegar a vivir hasta 400 años.
Y llegamos ya a la famosa fuente de los Galápagos, que es
una de las más famosas del Retiro y donde casi todo el
mundo nos hemos hecho una foto (o varias).
Esta fuente se construyó en 1832 para celebrar el
nacimiento de la reina Isabel II. La hicieron entre el
arquitecto José María Mariátegui y el escultor José Tomás,
que usaron piedra de Colmenar Viejo (para lo que es la
fuente en sí) y bronce para las estatuas.
Al principio la pusieron en la Red de San Luis, pero en
1878 fue trasladada a su emplazamiento actual en la plaza
de Nicaragua del Retiro. Este traslado fue propuesto por
D. José Urioste, director de Fontanería y Alcantarillado del
Ayuntamiento de Madrid.
Y así es ahora:
Pero desde arriba las cosas siempre se ven mejor:
De esta plaza de Nicaragua nos trasladamos a la llamada
Puerta de Hernani por un paseo donde hay, sobre todo,
castaños:
Hace poco que, justo antes de este paseo, nos han puesto
esta curiosa escultura:
Y al final esto es lo que nos encontramos, una placita con
dos fuentes muy distintas:
Según se viene desde la de los Galápagos, la primera que
nos encontramos es la de las Cuatro Gracias o de las
Sirenas. Se piensa que fue hecha alrededor del 1900,
aunque hasta 1943 no fue colocada en este lugar por el
famoso jardinero Cecilio Rodríguez.
Representa las cuatro sirenas de la mitología griega entre
cuyas piernas hay cuatro cabezas de tritones:
Y la segunda es la llamada “Fuente del pequeño tritón”:
Esta curiosa fuente parece ser que fue realizada en 1750,
y estaba en lo que se llamaba “Real Posesión de la Casa de
Campo”, siendo colocada donde está ahora por el mismo
que colocó la anterior, o sea, por D. Cecilio, y en el mismo
año 1943, que es cuando parece que se dedicó a estas
cosas.
Nos centramos ahora en lo que es la puerta en sí, llamada
de Hernani, pero que data de 1888, cuando se cerró el
parque. Al principio era una simple puerta de servicio,
metálica y diseñada por el arquitecto D. José Urioste y
Velada. Pero otra vez en 1943 (que es el “año clave” de
estas cosas), el Ayuntamiento encargó otra vez a D. Cecilio
Rodríguez (no podía ser otro) que la remodelase y la
pusiese “a tono”. Y así lo hizo, colocando cuatro pilares de
granito con jarrones arriba y diseñando el pequeño jardín
que hoy subsiste, con las fuentes que acabamos de ver.
Puso también algunas estatuas de reyes que luego se
llevaron al Paseo de las Estatuas, como veremos al final de
este capítulo.
Hace unos añitos esta puerta lucía así:
Y cuando nieva, el panorama cambia:
Alrededor de esta placita destacan los cipreses:
También hay una enorme mata de laurel:
En el cartel de la Senda Botánica se explica que el
laurel (Laurus nobilis) se utiliza desde hace mucho tiempo
para condimento de guisos y también para preparar
escabeches. Es bueno para los gases, por unos aceites
esenciales que tiene. Dice también que hay laureles
machos y otros hembra, aunque todos tienen flores
amarillas en pequeños racimos. Los frutos son bayas en
forma de bolitas, primero verdes y luego oscuras.
¿Qué de donde viene eso de ponerse la corona de laurel?
Pues parece ser que a Apolo le gustaba la ninfa Dafne a la
que perseguía. Esta debía estar un poco harta de él y se
fue con su padre, el río Peneo quién la convirtió en laurel,
que en griego se dice “dafne”. Apolo, desesperado, se
conformó con usar el laurel como corona y, como era el
dios de la luz y la perfección, se empezaron a poner
coronitas a los artistas y deportistas triunfadores.
Es menos conocido que las hojas de laurel se pueden
poner sobre las picaduras de abejas y avispas para
calmarlas y que mezcladas con harina o miga de pan son
antiinflamatorias. La madera del laurel se puede usar en
marquetería, muy típica en el sur de España.
Debajo de los laureles hay unos setos de una plantita que
se llama “hebe anderson”, así por las buenas, que es
procedente de Australia. Florecen en verano y aguantan
muy bien la contaminación, aunque soportan peor las
heladas. El nombre científico es muy parecido: Hebe
andersonii.
Si bajamos desde esta zona hacia la puerta de la
Independencia por un paseo de tierra paralelo a la calle
Alcalá, veremos esto:
Aparte de castaños hay acacias, robinias, sóforas, cedros,
pinos y más árboles curiosos que ahora veremos. Y como
arbustos abundan sobre todo las fotinias y algunos más que
también que iremos viendo.
Entrando en la primera plazoletita de tierra que hay, según
se baja a la derecha, nos encontramos unos árboles
especiales que no son otros que los llamados “parasoles
chinos”. Al lado está el cartel de la Senda Botánica que nos
lo explica.
Qué que pone en el cartel? Pues que se trata de árboles
que vienen de China, Japón y Taiwán, que se están
poniendo de moda en parques y calles de todo el mundo.
Son utilizados desde hace mucho tiempo en medicina
china: con los capullos se tratan fiebres, hemorragias y
convulsiones y con sus semillas tostadas se hace una
especie de té. La madera se usaba para hacer instrumentos
de cuerda. También nos explican que estos árboles son de
la familia del cacao y que en el Retiro los hay aquí y otro
detrás de la Fuente de la Salud. Por cierto, que se me
olvidaba, el nombre científico es Firmiana simplex.
En esta misma plazoleta podemos ver el monumento
dedicado al escritor cordobés D. Luis de Góngora y Argote
(1561-1627), o sea, de los del “Siglo de Oro”:
Es un monumento de piedra caliza sobre granito en forma
rectangular, de los que se llaman “estelas”. Representa a
Polifemo, que era un cíclope enamorado de una pastora
llamada Galatea, pero que el pobre no conseguía comerse
una rosca con ella. El libro es “Fábula de Polifemo y
Galatea”, escrito en 1612.
La idea de este monumento fue de una asociación llamada
“Juventud Creadora” quienes se la encargaron al escultor
valenciano Vicente Beltrán en 1927, que ganó el Premio
Nacional de Escultura con ella.
Este escritor cordobés (hijo de un juez y una noble) estudió
en Salamanca y tomó lo que se llaman “órdenes menores”
en 1585, siendo canónigo en la catedral de su ciudad natal.
Pero la verdad es que salió un poco juerguista, así que le
trasladaron en comisiones por distintas provincias. Ya
entonces se dedicó a escribir versos muy apreciados por
los cantantes de la época. En 1609 vuelve a Córdoba y, a
partir del año siguiente, su estilo se hace más barroco y
complicado, utilizando metáforas (comparaciones) e
hipérbaton (alterar el orden lógico de las palabras). Entre
1610 y 1611 escribe laOda a la toma de Larache y, dos
años más tarde, el Polifemo, un poema basado en
las Metamorfosisdel poeta latino Ovidio. También en 1613
divulga en la Corte su famoso poema Soledades, que dejó
incompleto, pero gracias a él le salieron muchos seguidores
que se hicieron llamar “culteranos”, en contra de los
“conceptistas” como Quevedo, o los “clasicistas” como
Lope de Vega.
Góngora se hizo bastante famoso, así que el rey Felipe III
le nombró capellán real en 1617, lo que le llevó a vivir en
Madrid hasta 1626. Desde aquí procuró dar cargos y hacer
favores a sus familiares. Pero de poco le sirvió porque al
año siguiente perdió la memoria y se volvió a Córdoba
donde murió de apoplejía en la más completa miseria.
Bajando por este paseo y entre otros árboles que ya hemos
citado, nos encontramos algunos curiosos tilos:
Y varios arbustos, aparte de las citadas fotinias:
Como esta Kerria japonica o rosa japonesa que procede de
China y Japón y que puede crecer hasta los 3 metros. Las
flores salen antes que las hojas y justo en este momento es
cuando hicimos las fotos anteriores.
Cerca ya de la puerta de la Independencia hay algunos
macizos de lilas, unas blancas y otras azul clarito:
Las lilas tienen por nombre científico Syringa vulgaris, y
son de la misma familia que el olivo o los fresnos. Su
nombre viene de flauta en griego (“syrinx”), porque con la
madera de estos arbustos (que también pueden ser
árboles) se hacían estos instrumentos musicales.
Las hojas tienen forma de lanza y las flores son violetas o,
más raramente, blancas, rosas o azules. Huelen muy bien
(a mi suegra le encantaba cogerlas en el campo) y salen en
unos ramilletes casi “pensados” para ser puestos en un
jarrón. A las mariposas les atraen mucho por su olor y
además su néctar les encanta. De estas flores se sacan
muchos perfumes. Los frutos son cápsulas secas, de color
parduzco cuando maduran, con una forma alargada. Es
curioso, pero para que salgan buenas flores es necesario
que la planta pase frío en invierno, cuanto más mejor.
Si entramos por la Puerta de la Independencia y giramos a
la derecha encontraremos el que yo llamo “pasillo de los
trotones” que tiene un éxito descomunal:
Si echamos un momento la vista atrás veremos otra sófora
más:
Nada más entrar a la izquierda empieza la llamada “Senda
Botánica” con una robinia señalizada con el primer cartel
(nº 1) de la senda.
Si queréis que os cuenten la historia de los árboles más
interesantes del Retiro apuntaros a las charlas de los
sábados a las 11, justo en esta Puerta de la Independencia,
y unas chicas muy simpáticas que trabajan en los Puntos de
Información os harán un recorrido por el Parque,
empezando por esta robinia, claro.
De las robinias no hablamos ya aquí porque lo hicimos en
el capítulo del Paseo de Coches a propósito de la que hay a
la entrada de la Casa de Fieras.
A ambos lados de este pasillo hay bastantes árboles y
arbustos de los que vemos algunos.
Este tipo de fresnos llamados “norteños” o “excelsior”
tienen las hojas más anchas que los “angustifolia” y, como
ellos, pertenecen a la familia de las “oleáceas”, como los
olivos. Florecen antes de que salgan las hojas, aunque las
flores son un poco “birriosas” y forman pequeños
ramilletes. Lo “normal” es que haya fresnos macho y
fresnos hembra, pero ¡algunos cambian de sexo cada año!,
así, por las buenas. Hay otros que llevan ramas del sexo
opuesto, otros hermafroditas y otros que tienen flores de
doble sexo. O sea que sexualmente estos árboles son de lo
más variado. Los frutos son del tipo “sámara”, primero
verdes y luego marrones. Con las hojas se pueden preparar
infusiones laxantes y diuréticas. La madera se usa en
carpintería, así como para fabricar herramientas, entre
otras cosas.
Aquí podemos ver tres tipos de “acacia” que están juntas
en este pasillo:
De repente nos aparece un palmito (Chamaerops
humilis) que aprovechamos para contaros que es la única
palmera europea (hay muchas en Cabo de Gata) y que sus
cogollos tiernos son comestibles, aunque no se venden en
los mercados. Sus flores son amarillas y salen en panículas
y sus frutos son carnosos y rojizos (se les llama “dátiles de
perro”).
Pero también hay aligustres como este:
A todo esto, los “trotones” no cejan en su empeño:
Más o menos a la mitad de este pasillo, que va desde la
Puerta de la Independencia hasta el Paseo de las Estatuas,
hay un camino de tierra bordeado por tilos que va a la
Fuente de los Galápagos pasando por el Teatro de Títeres:
Junto a la verja de la Puerta de España vemos unos perales
muy especiales que se llaman “de Callery”:
Estos árboles, de nombre científico Pyrus calleryana,
proceden de China pero se han extendido por muchas
partes del mundo y, sobre todo, abundan en Norteamérica.
Las hojas son como arrugadas y las flores blancas, con
cinco pétalos, saliendo en ramilletes. Los frutos son peritas
bastante duras pero a las que el frío reblandece y así
pueden ser comidas por los pájaros. Son muy resistentes a
las plagas y ellos mismos (los perales) pueden llegar a
serlo, al desplazar a otras especies más vulnerables.
Por este pasillo (hay otros tres) que va desde el paseo de la
verja (o “de los trotones”) hacia el interior del parque nos
encontramos una plazoleta donde hay unos curiosos
columpios de madera:
Y un poco más a la izquierda vemos un kiosco, con sus
mesitas y sillitas:
La mayoría de los árboles son castaños de indias, tal y
como los vemos en la foto anterior, con su traje otoñal.
Pero también hay en esta zona (que consta de ocho
parterres alrededor de la placita de los columpios) otros
muchos árboles y arbustos.
Cerca del kiosco destaca ese “súper-fresno” que es de los
“angustifolia”:
Y entre el kiosco y el paseo de Méjico hay unos curiosos
“árboles de Júpiter”:
Su nombre científico es Lagerstroemia indica y son
arbolitos de origen chino y japonés. Las hojas se vuelven de
color amarillo-anaranjado en otoño, pero lo más curioso es
que se ponen más oscuras al final de cada día. Sus flores
son de distintos colores, las de aquí son malvas, pero
también pueden ser blancas, rosas o incluso púrpuras, y
salen en grupos que se llaman “panículas”. Los frutos son
redondeados y las semillas tienen alas y son tóxicas.
Toleran muy bien el frío, pero solo dan flores en sitios
donde los veranos sean calurosos y los inviernos
relativamente suaves, como pasa en Madrid.
En estos parterres destaca este olmo negro (Populus
nigra), rodeado de castaños:
Pero también hay por aquí otros “gigantes”:
Pero no todo el mundo está tan “crecidito”:
Y ahora algunos animalillos que descubrimos por aquí:
De esta zona llegamos al “Paseo de los tilos” que nos
llevará al Teatro de Títeres.
Estos tilos son de otra especie que los que hemos visto
hasta ahora, que eran de los de hoja grande. Estos crecen
más rápido y es curioso como en verano les forran el tronco
con una especie de venda para que el sol no les queme.
Esto se hace no solo en estos árboles sino en todos los
jóvenes de troncos delicados.
Aparte de los tilos, en este paseo hay también sendas filas
de castaños que suben hasta la Fuente de los Galápagos.
Pero antes, a la izquierda según se sube, hay una
explanada donde se encuentra el Teatro de Títeres:
En el mismo edificio ya vemos un arbolito y algunos
matorrales de adorno:
Pero vayamos a las actuaciones, que aquí lo que interesa
son los títeres:
Después de disfrutar con la actuación podemos echar una
ojeada a los arbolitos que hay alrededor del teatro. Los hay
enormes, como estas robinias:
O este eucalipto que es de los llamados “rojos”:
Más o menos a la mitad de este pasillo, que va desde la
Puerta de la Independencia hasta el Paseo de las Estatuas,
hay un camino de tierra bordeado por tilos que se dirige a
la Fuente de los Galápagos pasando por el Teatro de
Títeres:
Las arizónicas tipo árbol también merodean por aquí:
Las tuyas y el pitósporo son, desde luego, más modestos:
También vemos por aquí este curioso álamo negro del
Canadá que es el resultado de la hibridación de otras dos
especies: el álamo negro europeo y el chopo de Virginia o
del Canadá:
El nombre científico es Populus canadensis y son árboles
que crecen muy rápido y se utilizan mucho para fijar
riberas pantanosas, luchar contra la erosión del suelo,
como cortavientos y para producir madera y celulosa. Hay
árboles hembra que tienen flores en forma de amentos
verde amarillentos en primavera que, hacia principios de
verano, desprenden auténticas “tormentas de nieve” en
forma de semillas algodonosas. Las flores de los machos
son amentos rojos y más gruesos.
Y si os da sed, como a estos chicos, tenéis al ladito una
fuente:
Los arbolitos que más os llamarán la atención al lado del
Teatro de Títeres son estos:
Se trata de las albizias o acacias de Constantinopla,
también conocidas como “árboles de la seda”(Albizia
julibrissin). Provienen de China, Taiwán, Irán y toda esa
zona. Fueron traídas a Europa en el siglo XVIII y en
España las hay por toda la costa y también en el Retiro,
como podéis ver.
Si seguimos subiendo por el paseo que hemos llamado “de
los tilos”, llegaremos a la Fuente de los Galápagos, pero
antes de llegar, a la derecha, encontramos otro kiosco:
Cerca del kiosco hay cosas bastante interesantes:
Si seguimos bajando, en los parterres de alrededor nos
encontraremos arbolitos interesantes:
Pero, sin duda, una de las “estrellas” de la zona es la
catalpa:
Tanto es así que se la considera el nº 3 de la Senda
Botánica y, en su cartelito, nos cuentan cosas interesantes.
Como que los científicos la llaman Catalpa bignonioides y
que esa palabra viene de “cataba”, que es como los indios
cherokees llamaban a este árbol, que proviene del sur de
los Estados Unidos. Y es que se fumaban los frutos (una vez
triturados) y también los usaban como narcótico mezclados
con la corteza. Las flores son como pequeñas trompetillas
blancas con algo de amarillo dentro.
También encontramos por aquí algunos espinos blancos en
forma de arbolitos:
Estos espinos, de nombre científico Crataegus monogyna,
se llaman también “majuelos” y son típicos de Europa, Asia
y norte de África. Las flores forman ramilletes blancos y
huelen muy bien; de ellas salen esas típicas bayas rojas que
antes nos tirábamos de pequeños metiéndolas en una caña
y soplando. La madera es muy densa y se utiliza para
fabricar mangos de herramientas y para producir carbón
vegetal. Son muy adaptables o sea, “todo terreno”: les da
igual que el clima sea cálido que frío y viven desde el nivel
del mar hasta los 1.800 metros de altitud o más.
En primavera nos podemos encontrar con estos magnolios
chinos (Magnolia soulangeana) cuyas flores salen antes
que las hojas, y de los que ya hablamos en el capítulo “La
Casa de Fieras”.
O estos perales de Callery (como los que vimos antes),
también con sus flores a tope:
Mucho más modestos son los fresnos:
Abundan también los robles:
Las hojas lobuladas son típicas y las bellotas también.
¡Unas cuantas ha asado mi padre en la placa de la cocina
de carbón!
En el cartel de la Senda se puede leer que el roble sirve de
hogar a muchos animales, tanto mamíferos como aves o
insectos. Simbolizan dureza, resistencia y nobleza siendo
sagrados para los celtas, cuyos druidas cortaban hasta el
muérdago con hoces de oro para sus rituales. ¡Qué tíos!
Los españoles preferimos talarlos a partir del siglo XVI
para hacer barcos, hala. Hoy día los robledales son bosques
muy apreciados y se intentan conservar como verdaderas
joyas de la naturaleza.
Si continuamos bajando hacia la verja de la calle Alfonso
XII, descubriremos una plazoletita de arena donde se
yergue un enorme ciprés:
Y si ahora subimos un poquito en dirección al Paseo de las
Estatuas, nos encontraremos con el nº 5 de la Senda
Botánica, que es un olmo común, o sea, de los de siempre:
¿Qué que pone en el cartelito de la Senda? Pues que en
latín se llama Olmus minor y que la tristemente famosa
grafiosis o enfermedad del hongo, ha terminado con la vida
de muchos olmos del Retiro y de todas partes. De hecho en
el siglo XIX el olmo era el árbol más abundante en el
parque. Y menos mal que quedan algunos como éste o el
que vimos al principio de este capítulo o también otro del
que hablamos en “Los jardines de Cecilio Rodríguez”. En
ambos hay fotos de los típicos frutos en “sámara” y
también explicamos lo del escarabajo que trasmite el
dichoso hongo que tapona los vasos conductores del árbol.
Y ya estamos en el llamado “Paseo de las Estatuas”, al que
se entra por la Puerta de España, justo frente al Casón del
Buen Retiro.
Esta puerta se terminó en 1893, habiendo sido proyectada
dos años antes por el arquitecto José Urioste y Velada, el
mismo que hizo la de Hernani. Se utilizaron materiales de
primera como como el ladrillo de Valladolid o Sigüenza, la
piedra de Colmenar y el hierro forjado. A ella se accede
por unas escaleras que suelen estar decoradas con bonitos
centros de flores.
Antiguamente esta puerta era como vemos en este
grabado:
Pasada la puerta estamos ya en el llamado “Paseo de las
Estatuas”, aunque en realidad se llame “de la República
Argentina”:
Este paseo es de los más anchos del parque e iba recto
desde el monumento a los Caídos del Dos de Mayo, en el
Prado, hasta el estanque. Hoy día la mitad del paseo
corresponde con la calle Antonio Maura.
Las estatuas son trece, aunque hay catorce pedestales
porque uno está vacío. Y es que la verdad han tenido
bastante trasiego. Todo fue idea de un fraile benedictino
que hizo esculpir 114 estatuas en cinco años (1743-1748),
reinando Felipe V y luego Fernando VI (por cuya calle paso
todos los días). Los escultores Juan Domingo Olivieri y
Felipe de Castro dirigieron estas obras (que hicieron otros)
y la idea era ponerlas fuera del Palacio Real. Pero reinando
Carlos III, el famoso arquitecto Francisco Sabatini (el de
los jardines) las quitó de ahí y las guardó dentro. Luego, en
1842, fueron restauradas y distribuidas por distintos sitios
como la Plaza de Oriente de Madrid (40 estatuas), el
Parque del Retiro (13 estatuas), el Museo del Ejército (6
estatuas) y el resto en Aranjuez, Toledo, Burgos, Logroño y
Vitoria.
Las de este paseo están así distribuidas desde 1989 y
fueron restauradas en 1997, aunque llegaran al parque en
1847, lo que pasa en que estaban en otros sitios. ¡Tú fíjate
si han tenido trasiego juego las estatuitas!
La primera, según se sube a la izquierda, es la de D.
Fernando IV de Castilla (Sevilla, 6 de diciembre de 1285 -
Jaén, 7 de septiembre de 1312), llamado el Emplazado y
que fue Rey de Castilla (1295-1312). Su madre fue la reina
María de Molina(famosa por la calle) que le ayudó siendo
su regente, evitando que le quitaran el trono sus “nobles
familiares”. Fernando IV acordó las fronteras con Aragón y
participó en la llamada "Reconquista", conquistando la
ciudad de Gibraltar y el pueblo de Alcaudete (Jaén).
También hizo importantes reformas en la administración y
la justicia. Murió muy joven, con tan solo veintiséis años.
El siguiente por la izquierda es D. Sancho IV, padre del
anterior, e hijo (el segundo) de Alfonso X el Sabio, al que
sucedió en 1284. Antes se había rebelado contra él cuando
quiso favorecer a los hijos de su primogénito, D. Fernando
de la Cerda, que había muerto en combate. Sancho tenía
26 años cuando se proclamó rey: había nacido en
Valladolid en 1258. Su reinado fue tormentoso porque los
partidarios de su hermano mayor, a las órdenes de su tío,
el infante D. Juan, se enfrentaron con él. Al final Sancho
metió en la cárcel a su tío y mandó ejecutar a miles de sus
enemigos. Luego le perdonó, pero su tío se volvió a
sublevar y con un grupo de marroquíes intentó conquistar
Tarifa, defendida por Guzmán el Bueno que perdió allí a su
hijo (“Guzmán, Guzmán…” ¡famoso episodio!) pero no
cedió la plaza.
Al final Sancho IV se hizo amigo del rey de Aragón Jaime II
y entre los dos se dedicaron a “reconquistar” territorio a
los musulmanes. Fue amigo y tutor del Infante D. Juan
Manuel, autor de “El Conde Lucanor”. Su mujer fue su tía
María de Molina con quién tuvo 7 hijos (y otros tres
extramatrimoniales…), o sea, 10 en total. No está mal,
¿verdad? Murió en Toledo en 1295 con solo 37 años,
dejando heredero a D. Fernando IV (el de la primera
estatua) con solo 9 años y a cargo de su madre como
regente, como ya explicamos.
La tercera subiendo por la izquierda es la del rey Enrique
II de Castilla y León, el primero de la dinastía de
Trastámara, rama bastarda de la Casa de Borgoña, al ser
hijo de Alfonso XI y de su amante Dª Leonor de Guzmán,
exactamente el 4º de los 10 que tuvieron. La mujer legítima
del rey, doña María de Portugal, estaba “negra” y
deseando que su hijo legal Pedro, fuera rey. Lo fue cuando
Alfonso murió de peste y se llamó Pedro I, más conocido
como “el cruel” o “el justiciero”.
Después de muchas guerras entre hermanastros, con la
ejecución de Leonor incluida, Enrique consiguió ser rey en
1366 a base de recompensar a todos los que le habían
ayudado, por lo que se le llamó “el de las mercedes”. Solo
duró un año, pues Pedro le volvió a derrotar, pero dos años
más tarde y con ayuda de los franceses, fue Enrique el
vencedor, matando a su hermanastro y reinando hasta
1379, año en que murió en Santo Domingo de la Calzada,
siendo sucedido por su primogénito Juan I. Había nacido en
Sevilla en 1333, tuvo 3 hijos con su esposa, una noble
llamada Juana Manuel (no, no es Manuela) y otros 14
“extra” (¡hala!). Supo defender Castilla frente a Aragón,
reconstruyendo el reino al que incorporó el señorío de
Vizcaya; defendió a los judíos (aunque los había perseguido
en la guerra civil) y fue favorable a los franceses frente a
los ingleses.
Y la cuarta corresponde a D. García, así, a secas, que en
realidad es el rey de León García I, hijo primogénito de
Alfonso III y Jimena de Pamplona. Tuvo problemas con su
padre, quién le llegó a encarcelar al haberse sublevado.
Pero luego abdicó y repartió el trono entre sus tres hijos:
León para García, Asturias para Fruela y Galicia para
Ordoño. Así fue como en el año 910 subió al trono como
García I de León, lo que quiere decir que fue el primer rey
de este reino.
En 911 invadió el territorio musulmán, poniendo su granito
de arena en la Reconquista, repoblando luego las tierras
del Duero. Fundó el Convento de Dueñas y falleció joven en
La Rioja en el año 913, a los 43 años. Casado con una noble
llamada Muniadona (¡vaya nombrecito!), no dejó
descendencia (no me extraña) por lo que fue sucedido en el
trono por sus hermanos.
Para terminar esta fila de la izquierda según se sube, nos
quedan dos señoras y un pedestal. La primera es Dña.
Urraca, que suena a personaje de tebeo, pero que en
realidad se trata de la reina Urraca I de Castilla y León,
hija mayor del rey Alfonso VI y de Constanza de Borgoña. Y
además es que se trata de la primera reina como tal,
gracias a que su padre no tuvo descendencia masculina.
Claro que luego nació un hermanastro, Sancho Alfonsez,
que a lo mejor se lo hubiera impedido a no ser porque
murió en la batalla de Uclés (precioso pueblo, por cierto).
Urraca se casó ¡a los 12 años! con Raimundo de Borgoña,
en un matrimonio de conveniencia preparado por su padre
desde que ella tenía seis años. Con él tuvo otros dos hijos,
la parejita: Sancha y Alfonso Raimúndez, quién al final
sería el rey.
Pero mira tú que el mismo año que muere su hermanastro
(1108) lo hace su marido. Inmediatamente se plantea que
se case de nuevo (“no es bueno que una mujer esté sola…”)
y al final le “recomiendan” que lo haga con el rey de
Aragón y Navarra Alfonso I llamado “El Batallador”, y con
razón. Pero ella estaba enamorada de un tal Gómez
González, conde castellano con quién tuvo dos hijos,
bastardos, claro. Total que se casa y a partir de ahí se lía
parda. Al principio muchos pactos con su marido, pero
luego cada uno quería reinar en todos los territorios que
pudiese. Así que hubo no solo las típicas disputas
matrimoniales, sino auténticas guerras entre ellos, no
exentas de esporádicas reconciliaciones. Hasta que al final
se separaron por una supuesta consanguinidad. Urraca,
muerto el conde que fue padre de sus dos primeros hijos,
se enamoró de otro conde llamado Pedro González de Lara
con quién tuvo otros dos hijos y no se llegó a casar porque
los nobles castellanos se lo impidieron e incluso le
encarcelaron a él.
Esta reina tuvo un gran poder en Galicia y lo que luego
sería Portugal, donde tuvo sus más y sus menos con su
hermanastra Teresa y su marido Enrique de Borgoña. El
arzobispo Gelmírez y el propio Papa Calixto II también
tuvieron bastante que ver en todas las intrigas y batallas en
las estuvo metida nuestra buena Doña Urraca. Y a todo
esto la reconquista que “distraía” a los beligerantes y
promovía pactos y alianzas.
Al final reinó en Castilla y León (donde había nacido en
1081) desde el año 1109, mientras su hijo Alfonso VII, con
quién tuvo sus problemillas, lo hacía en Extremadura y
Toledo. Doña Urraca murió por complicaciones en un parto
en la localidad de Saldaña en 1126, con sólo 44 años.
Y la segunda es Doña Berenguela, mujer también guapa a
la par que inteligente y hábil en las negociaciones políticas.
Era segoviana (como mi madre), pues en esta ciudad nació
en 1180, hija primogénita del rey de Castilla Alfonso VIII y
su esposa Leonor Plantagenet. Al ser heredera de Castilla
quisieron casarla muy pronto, bueno, con tan solo 7 añitos
ya pidió su mano un duque, pero no se casaron. Sí lo hizo
con 17 años y en Valladolid con el rey Alfonso IX (que era
tío segundo suyo), con el que tuvo 5 hijos, el tercero de los
cuales llegaría a ser rey y además muy famoso: nada menos
que Fernando III el Santo.
Pero en 1204, recién nacida su última hija, el Papa
Inocencio III anuló su matrimonio por consanguinidad,
aunque los hijos sí se consideraron legítimos. Total que
Berenguela se tuvo que ir a Castilla, a casa de su padres (o
sea, a la Corte), a cuidar de sus hijos.
Cuando Alfonso VIII murió en 1214, heredó su corona el
joven príncipe Enrique, que solo tenía 10 años. En principio
fue regente su madre, pero murió enseguida y ahí tenemos
ya a Berenguela, su hermana, de regente de Castilla. Sin
embargo los nobles de la familia Lara (con Álvaro Núñez a
la cabeza) se apoderan del príncipe porque querían que
fuese Alfonso IX rey también de Castilla. Pero Enrique
muere de la forma más tonta: siendo todavía un niño una
teja le cae en la cabeza y le mata. Así que el trono pasa
directamente a manos de Berenguela.
Pero ella no quiso ser reina (de hecho solo lo fue en el año
1217) porque enseguida renunció al trono, que dejó a su
hijo Fernando, al cual favoreció muchísimo a lo largo de
todo su reinado. De entrada le casó con una europea,
siendo la boda en la catedral de Burgos. Después logró que
firmara con su padre el pacto de Toro que puso fin a la
guerra entre Castilla y León. O cuando en 1222 consigue
que se firme el Convenio de Zafra por el cual se casa una
de la familia de los Lara (que no eran precisamente muy
amigos) con su hijo Alfonso, hermano de Fernando, claro.
Dos años más tarde logra el matrimonio de su hija
Berenguela con el que Alfonso IX quería como yerno, lo
que acercaba el trono leonés a Fernando. El remate fue ya
que en 1230 se firma gracias a ella el Tratado de las
Tercerías, por el que las hijas de Alfonso IX de un anterior
matrimonio renuncian al trono de León a cambio de dinero
y ventajas.
Así que al final consiguió que Castilla y León estuviesen en
un solo reino bajo el reinado de su hijo Fernando III, alias
el Santo, que encima pudo dedicarse a reconquistar
Andalucía porque su madre se encargaba de reinar. Y no
contenta con eso, cuando se le murió su primera mujer le
buscó una novia francesa. ¡Eso es una madre! Además
protegió no pocos monasterios y supervisó personalmente
las obras de las catedrales de Burgos y Toledo, siendo
también amante y protectora de la literatura. Por fin murió
en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, en 1246, a los
66 años.
Y ahora viene la “escultura fantasma”, o sea, el pedestal,
tal cual:
Enfrente de este pedestal vemos otra vez la estatua de
“Sancho 4º” ahora con el alias de “El Bravo” y con la
misma fecha de fallecimiento, 1295. Aquí hay gato
encerrado porque los señores son distintos y las señoras
del escudo también.
En fin, sigamos bajando por la derecha porque en estatua
anterior ha debido haber algún error al poner el pedestal.
La siguiente está clara: es de un tal Alonso 1º “El
Batallador”, rey de Aragón. Bueno en la estatua pone
“Alonso”, pero se le conoce como “Alfonso” y si habéis
leído antes lo de Doña Urraca se trata de su segundo
marido con el que tuvo una relación más que tormentosa.
El caso es que este rey nació en 1073 en un pueblito de
Huesca llamado Hecho, siendo hijo de Sancho Ramírez (rey
de Aragón y Navarra) y de su segunda esposa Felicia de
Roucy. Fue rey porque murió su hermanastro Pedro I, que
es el que en realidad iba a serlo, y su reinado empezó en
1104 y terminó con su muerte en 1134. Vivió pues 61 años
que se pasó de batalla en batalla. De formación muy
religiosa, todo su empeño era luchar contra los
musulmanes y de hecho les conquistó Zaragoza, Tudela,
Tarazona y Calatayud, duplicando así el reino de Aragón. Al
casarse con doña Urraca lo amplió a León, Castilla, Toledo,
Navarra y Aragón. Total que se le subió el éxito a la cabeza
y se hizo llamar “Emperador de León y rey de toda
España”, o incluso “Emperador de España”, así, por las
buenas. Pero, como ya sabemos, los nobles forzaron la
anulación de su matrimonio y se le acabó el chollo. Luchó
contra los moros en Córdoba, Granada, Valencia, Cullera,
etc., llegando a luchar codo a codo con el Cid Campeador
en su juventud. Al morir cedió sus reinos a las Órdenes
Militares, dado lo religioso que era, pero los nobles no lo
aceptaron y sus territorios se dividieron entre Ramiro II el
Monje, que se quedó con Aragón, y García Ramírez el
Restaurador, que fue elegido rey de Navarra.
El siguiente es otro rey godo (no si al final nos terminamos
aprendiendo la lista) llamado D. Chintila del que se sabe
muy poco, ni siquiera el año que nació. Lo que sí es que fue
rey de los visigodos entre el 636 y el 639. El anterior se
llamaba “Sisenando” y parece que le dejó la monarquía
bastante “pachucha”. A Chintila le nombraron rey los
nobles y los obispos, o sea que venía bien recomendado. En
su reinado convocó dos Concilios en Toledo en los que se
defendieron las posesiones de los reyes y sus herencias, y
se establecieron penas bastante fuertes contra los que
pudieran atentar contra ello o usurparles el poder.
También se dejó claro que los reyes debían ser elegidos
entre nobles (ni siervos, ni clérigos, ni extranjeros).
Además, se prohibió a los que no fueran católicos residir en
el reino, así que muchos judíos tuvieron que convertirse.
Tanto cuidado nos hace pensar que el reinado de este rey
tuvo bastante “movida”. Cuando murió, parece que de
muerte natural, le sucedió su hijo Tulga, que es el que
aparece en el escudo de la estatua.
Nos quedan cuatro estatuas para llegar a la Puerta de
España. La siguiente corresponde a Ramón Berenguer IV,
Conde de Barcelona, que nació en esta ciudad en 1113, hijo
de Ramón Berenguer III y Dulce de Provenza. En 1131
muere su padre y hereda el Condado de Barcelona. Fue
enemigo de Alfonso VII (hijo de nuestra amiga Doña
Urraca) y por eso Ramiro II de Aragón le ofreció casarse
con su hija. ¡Cuando ésta tenía un añito, no os lo perdáis!
Al final hubo que esperar un poco, claro, pero se
terminaron casando en 1150, él con 37 y ella con tan solo
14. A Ramiro le gustaban los monasterios y de hecho se
retiró a uno, dejando a Ramón como Conde Barcelona y
Príncipe de Aragón. Y eso porque la boda con su hija fue de
las llamadas “Matrimonio en Casa”, que quería decir que
tu suegro te dejaba el mando, pero lo que es ser rey se
quedaba para tu primer hijo. Hubo bastante jaleo con la
cesión de sus reinos a las Órdenes Religiosas que hizo
nuestro ya conocido Alfonso el Batallador; al final hubo que
negociar con dichas Ordenes (del Hospital, del Santo
Sepulcro, de los Templarios) para que Berenguer pudiera
disponer de ellos. También tuvo que pactar con Alfonso VII
para recuperar tierras, cosa que hizo por otro lado
luchando contra los sarracenos, no solo en tierras de
Aragón y Cataluña, sino en expediciones por Murcia,
Valencia o Almería.
Tuvo cinco hijos con Petronila (y otro más, de madre
desconocida) y como el primogénito murió al nacer le dejó
todos sus títulos catalanes y aragoneses al segundo, que se
hizo llamar Alfonso II de Aragón, porque su madre le dejó
esta corona dos años después de la muerte de Ramón
Berenguer, en 1164.
La tercera estatua, según se sube por la derecha,
representa al rey Carlos II de España (1661-1700), que no
fue precisamente de lo mejor que ha pasado por el trono
español.
Hijo del rey Felipe IV y la archiduquesa Mariana de Austria
(su segunda esposa) fue el último hijo varón que sobrevivió.
Así que al morir su padre le nombraron rey con solo 4 años.
Se hizo cargo de la regencia su madre hasta que fue mayor
de edad en 1675. Era bastante “feíto” y “poca cosa” por lo
que la gente empezó a llamarle “el Hechizado” al pensar
que era así por algún encantamiento.
Además no le dieron una gran formación, por lo que
siempre dependió de validos, uno de los cuales fue su
propio hermano bastardo, D. Juan José de Austria. Carlos II
se casó con María Luisa de Orleans, sobrina del rey Luis
XIV de Francia, a quien amó (a la sobrina, no al rey) más
que ella a él. Bueno al final parece que le tomó cierto
cariño. Pero no se sabe si porque este rey no “funcionaba”
demasiado bien, el caso es que ella murió sin hijos en 1689
y él se deprimió bastante.
Dejó el reino a cargo del Duque de Medinaceli y después
del Conde de Oropesa. Y volvió a casarse, esta vez con
Mariana de Neoburgo. Pero las cosas iban mal en lo
político, puesto que Francia nos estaba dando “sopas con
honda” y quitándonos territorios.
Al final de su vida intentó gobernar, pero con poco éxito, de
forma que era su mujer, aconsejada por el arzobispo de
Toledo, la que en realidad gobernaba, o lo intentaba.
Carlos II murió de agotamiento a los 38 años de edad,
aunque parece que aparentaba más.
Como tampoco tuvo hijos con esta segunda esposa, en su
testamento dejó como heredero a Felipe de Anjou, nieto de
Luis XIV y a su hermana la infanta María Teresa de Austria,
Pero su mujer (ya su viuda) quería que fuese rey su
sobrino, el archiduque Carlos de Austria, lo que dio lugar a
confrontaciones bélicas (o sea guerras) en toda Europa.
La segunda estatua según se sube por la derecha es la del
famoso Emperador Carlos I de España y V de Alemania.
¿Qué os vamos a contar de él que no sepáis? Pues que
nació ¡en un lavabo de señoras! Sí, porque su madre Dña.
Juana I de Castilla fue al baño a las tres de la mañana
pensando que le había sentado mal la cena (estaba en un
baile en Gante) y allí mismo tuvo al gran Emperador, ella
solita. El padre era Felipe el Hermoso y se trataba del
segundo hijo de la pareja. Era el año 1500, febrero por más
señas.
Carlos se educó en Flandes, por lo que su cultura era
flamenca total (pero no de Andalucía…). El príncipe ya era
Duque de Luxemburgo desde que tenía un año y a los 15 le
nombraron Señor de los Países Bajos. En 1516 su abuelo,
Fernando II de Aragón, le nombraba Gobernador y
Administrador de los Reinos de Castilla y León, al estar su
madre (la reina Juana) incapacitada por su enfermedad
mental. En ese mismo año fue también nombrado Rey de
Navarra y de Aragón, esto último asimismo por no poder
serlo su madre. Total que iba acumulando poder a marchas
forzadas.
En 1517 se embarcó hacia España, concretamente a
Santander, aunque terminó en Asturias por el mal tiempo.
Al año siguiente las Cortes de Castilla le tomaron
juramento como rey en Valladolid, pidiéndole una serie de
cosas como que aprendiera español (que no sabía), que no
nombrase a extranjeros en cargos importantes, que no
sacase oro ni caballos de Castilla y que fuese respetuoso
con su madre, que estaba recluida en Tordesillas. También
en este mismo año fue jurado rey en Aragón y al siguiente
en Barcelona por las Cortes Catalanas. Por si fuera poco, al
morir el Emperador Maximiliano I en este mismo año de
1519, Carlos es elegido como nuevo Emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico.
Sin embargo al llegar a Castilla, el flamante Emperador
Carlos dio cargos a sus colaboradores venidos desde los
Países Bajos, luego se fue a Aragón y terminó convocando
Cortes en Santiago de Compostela y yéndose a Alemania y
dejando como regente al cardenal Adriano de Utrecht.
Total que surgió el llamado “movimiento comunero” de
Castilla, cuyos cabecillas fueron Juan de Padilla, Juan
Bravo y Francisco Maldonado, vencidos al fin en la famosa
batalla de Villalar. Al final el rey volvió y se hicieron
cambios en la organización del reino en las Cortes de
Valladolid de 1523.
En Levante también se “levantaron” contra el rey con el
pretexto de formar tropas para luchar contra los piratas
berberiscos y este movimiento, llamado “las Germanías” se
extendió hasta las islas Baleares. Al final también fueron
vencidos por el ejército del emperador Carlos, que empezó
a organizar Castilla con el sistema de los Consejos que se
encargaban de toda la administración. El más importante
era el Consejo Secreto de Estado y también el Consejo de
Indias, este último para gobernar las tierras de
Sudamérica. Estos Consejos estaban formados por
personas elegidas por el rey, quién tenía siempre la última
palabra, aunque despachase con los secretarios de los
mismos. A todo esto, Valladolid era la capital del reino (¡o
del imperio!).
Y en Sudamérica los españoles no parábamos… Hernán
Cortés conquistó Nueva España (Méjico), Francisco Pizarro
hizo lo propio con los incas, formando el virreinato de Perú.
Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó a los Chibcha, que
ahora son Colombia. El capitán Sebastián de Benalcazar
fundó en 1534 la ciudad de Quito y Francisco de Orellana,
tras fundar Guayaquil, descubrió el Amazonas; ambos
habían salido a buscar el mítico “El Dorado”. Juan
Sebastián Elcano dio la primera vuelta al mundo en 1522,
terminando el viaje empezado por Fernando de Magallanes
y llevando la soberanía de España a las islas Filipinas y las
Marianas. Es curioso cómo se arrendó lo que entonces era
“provincia de Venezuela” a unas familias alemanas, o sea,
que hubo un gobierno alemán en Sudamérica gracias a un
rey español con raíces germanas.
A todo esto Pedro de Mendoza funda Buenos Aires en el
llamado “Río de la Plata” y Juan de Salazar y Gonzalo de
Mendoza son los que fundan Asunción, hoy capital de
Paraguay. Por último deciros que Pedro de Valdivia fundó
Santiago, hoy capital de Chile. Y así es como se hizo este
gran imperio bajo el mandato de este rey que consiguió ser
tan poderoso.
Pero claro, “el que mucho abarca…”, así que el hombre
tuvo que hacer frente a no pocas pegas. Por ejemplo
Enrique II de Navarra se alió con el rey francés Francisco I
y entre los dos y un montón de navarros deseosos de ser
independientes se enfrentaron a los ejércitos imperiales de
Carlos, aunque terminaron perdiendo.
También topó Carlos V con la Iglesia, (¡cómo no!) pero lo
hizo a su favor porque consiguió que todo lo que saliese del
vaticano tuviera que pasar por su censura antes de ser
publicado. A esto se le llamó “Pase Regio” y le daba al
emperador el mango de la “sartén eclesiástica”. También
se convirtió en “Patriarca de las Indias”, supervisando así
toda la labor evangelizadora en el nuevo continente. Sin
embargo, no siempre el Papa estuvo tan acorde; estamos
hablando de Clemente VII, aliado del rey de Francia
Francisco I.
Otros enemigos fueron los turcos como Solimán el
magnífico, sultán del Imperio Otomano. Hubo famosas
confrontaciones en Argel, Viena o Túnez, entre otros. Y con
el antes citado rey Francisco I tuvo nada menos que cuatro
guerras que terminaron con famosas batallas como la de
Pavía en 1525, o famosas “paces” como la Paz de Cambrais
en 1530. O bien la tregua de Niza en 1538 o la paz de
Crepy en 1544.
El luteranismo fue un problema para Carlos V que, según el
Edicto de Worms de 1521, excomulgó a los protestantes
que respondieron con una “liga”, oponiéndose a ese edicto
en la llamada “Dieta de Espira”, en 1526.
El entonces Papa Pablo III convocó el famosísimo Concilio
de Trento en 1545, pero ni él ni Carlos V pudieron ver su
final. Lo que hizo al año siguiente El Emperador fue
empezar una guerra contra los protestantes que acabó en
la famosa batalla de Mühlberg, en 1547, por la que Tiziano
le hizo el retrato a caballo. Tras muchos dimes y diretes se
les dio libertad de culto a los protestantes en 1552,
mediante el Tratado de Passau. Y, según la Paz de
Augsburgo (1555), se reconoció el derecho de los alemanes
a ser católicos o protestantes ¡Hay que ver lo que cuesta
que le dejen a uno pensar y creer lo que quiera!
Después de tanto jaleo, a Carlos le dio por reflexionar y
abdicó en Bruselas a favor de su hermano Fernando, a
quién dejó lo que se dice “el Imperio”. Y a su hijo Felipe
toda España y las Indias.
Carlos V vuelve a España en barco, desde Flandes a Laredo
y de allí a la Vera, a Jarandilla, para curarse de la gota,
viviendo en el castillo de los Condes de Oropesa esperando
cuatro meses hasta que estuvo lista la casa-palacio que le
estaban haciendo al lado del Monasterio de Yuste, que era
de la orden de los Jerónimos, tan relacionada con el Retiro.
Y allí se “retiró” durante el año y medio último de su vida,
que al final perdió de la forma más tonta por culpa del
paludismo que le inoculó un mosquito de uno de los
estanques del palacio.
En esta casa palaciega conoció a su hijo ilegítimo D. Juan
de Austria, el último de los de este tipo, pues tuvo otros
cuatro fuera del matrimonio con su prima Isabel de
Portugal, de quién tuvo seis legítimos, uno de ellos el antes
citado y futuro rey Felipe II.
Enfrente tenemos a Gundemaro, que fue un rey visigodo
que en el año 610 asesinó a su antecesor Witerico,
bastante déspota, por cierto. El caso es que Gundemaro
había sido un simple soldado que consiguió llegar al trono
en el que estuvo solo dos años, ya que murió en Toledo en
612, de muerte natural. Representaba a la nobleza
visigoda católica y, en su reinado, hizo la guerra a los
vascones sometiéndoles y evitando sus correrías por los
valles del Duero y del Ebro. También contribuyó a que la
capital estuviera en Toledo, acabando con la primacía de
Cartagena. Le sucedió un noble muy culto llamado
Sisebuto.
Y así terminamos este paseo por esta zona del Retiro de la
que os ponemos ahora el mapita correspondiente:
El Parterre
Este es uno de los sitios “mágicos” del Retiro que me
fascinaban de pequeño. Ver esos jardines tan cuidados,
todo tan geométrico, tan perfecto, esas flores preciosas en
esos “parterres” (¡nunca mejor dicho!). Y luego los
cipreses recortados, como los laureles y los aligustres, la
verdad que me hacían mucha gracia y me preguntaba
cómo se podía conseguir que un árbol tuviera esas formas.
Pues, como casi todo en esta vida, este es un invento
francés, con permiso de los chinos, que seguro lo
inventaron antes. Como la palabra “parterre” que en
realidad significa “por tierra”, que es por donde se les
ocurría plantar estos árboles y arbustos tan geométricos.
Pero actualmente se entiende como una parte de un jardín
adornada con plantas. Y eso es lo que es esta zona del
Retiro, un “parterre”, eso sí, bastante grandecito.
Como no podía ser de otra forma, este sitio tiene raíces
francesas. La culpa la tuvo Felipe V (1700-1746), rey
Borbón, que le encargó al arquitecto Robert de Cotte (que
también lo fue de su abuelo Luis XIV) que hiciese una
reforma en el parque al estilo francés.
Pero de todo el proyecto inicial solo se hizo lo que vemos
hoy y conocemos como “Parterre”, aunque desde el siglo
XVIII haya cambiado un poquito bastante. Al principio se
llamaba “Jardín Ochavado” porque tenía ocho calles
cubiertas de enramados que daban a una plazoleta en el
centro.
Después, en el siglo XIX, este jardín se fue deteriorando
hasta que fue reformado por Francisco Viet, jardinero
mayor de los jardines del Campo del Moro. De él fue la
idea de hacer el muro de ladrillo y el mirador.
Después de la guerra civil, nuestro amigo Herrero Palacios
lo volvió a reformar, poniendo setos bajos de boj con
césped dentro, así como los laureles, sabinas y aligustres
recortados que tanto me llamaban la atención de pequeño.
Para entrar en el Parterre podemos hacerlo por arriba,
viniendo desde el estanque, o bien por abajo, desde la
calle Alfonso XII. En este caso entraremos por la Puerta de
Felipe IV, la cual se hizo en 1680 para que entrara en
Madrid María Luisa de Orleans, la primera esposa de
Carlos II, de quién hablamos en el Paseo de las Estatuas.
Esta puerta estaba al principio en la Carrera de San
Jerónimo, en la actual Plaza de Cánovas del Castillo, más
conocida como Plaza de Neptuno, ya que hasta allí llegaba
el Retiro en esa época.
El autor de la puerta, de estilo Barroco, fue Melchor de
Bueras, quién utilizó piedra (en concreto, granito puro)
procedente de Tamajón, que es un pueblecito de
Guadalajara que tiene hasta su propia “Ciudad
Encantada”.
Vemos ahora algunos detalles de esta puerta:
Mi “cuñao” José Antonio, que es el máximo experto de la
familia, ha intentado traducir esta inscripción, pero la cosa
es complicada porque debe haber erratas, con palabras
que no están ni en latín ni en nada. Total que, después de
muchos esfuerzos, la traducción podría ser. “PASA TÚ,
MARIA ANA DE TÍ, POR LA CONCORDIA A LA CUAL
AMBOS Y A LOS COLOSOS CUANTOS DIVINIDAD GENIO
ERIGES ALABANZAS. SALUD Y FAVOR. 1690”.
Bueno el caso es que son unas palabras de bienvenida a
esta señora porque muy bien escrito no está, no sabemos
si fue el autor de la frasecita o el escultor o ambos, que no
tenían su día.
Alrededor de la puerta hay algunos matorrales curiosos:
O estos lirios que, en primavera, están así de bonitos:
Y el aligustre, que pillamos ya con sus frutos:
Y árboles, como este olmo, que ha sobrevivido a la
grafiosis:
Pero vamos a entrar ya de lleno en el Parterre, para lo
cual tenemos que subir unas escaleras:
Y nos encontramos con este panorama:
Pero, si giramos un poco a la izquierda, nos
encontraremos la joya botánica del Parterre:
Su nombre científico es Taxodium mucronatum, que
quiere decir que se parece al tejo y que las hojas son
terminadas en punta; pero también se le llama “ciprés
mejicano”, aunque son árboles que proceden de
Norteamérica. Su nombre normal “ahuehuete”, significa
“árbol viejo de agua” por necesitarla bastante, de hecho se
le confunde con los cipreses calvos, como los que viven en
el estanque del Palacio de Cristal. En Méjico hay algunos
que tienen entre 2.000 y 6.000 años. Bueno hay uno en
Oaxaca que mide ¡¡¡52 metros de perímetro…!!!
Este del Retiro se dice que fue plantado en 1632, pero es
posible que lo haya sido en el siglo XIX. En cualquier caso
el ejemplar también tiene sus añitos…La especie es muy
antigua ya que existen desde hace entre 100 y 200
millones de años, vamos que son auténticos “fósiles
vivientes”.
También se dice que sobrevivió a la tala que los franceses
hicieron en el Parque cuando la Guerra de la
Independencia porque le usaron para poner un cañón
sobre sus ramas. Si dispone de agua no pierde las hojas,
que se renuevan constantemente. Este del Retiro se pone
de color marrón en invierno porque se secan algunas hojas
al no tener tanta humedad. Le vemos en distintas épocas
del año:
Este árbol, aparte de en algunos ritos religiosos, era usado
en Méjico como astringente y cicatrizante; bueno no todo
el árbol, claro, sino la corteza (sobre todo quemada), la
resina y las hojas. Sin embargo la madera, a pesar de lo
espectacular de sus troncos, es demasiado débil, así que
no se utiliza mucho, lo cual es bueno para estos arbolitos
tan majos, porque si no… Ahora vemos un poco de la
“anatomía” del ahuehuete:
En el del Retiro hay un par de cartelitos hablando de él,
que –además- es el nº 8 de la Senda Botánica:
Al lado del ahuehuete hay una especie de estanque con
una fuente enmedio que se llama “de la alcachofa”. Se
cree que este estanque y su gemelo, que está enfrente,
cada uno con su fuente (¡vaya pareado!), fueron
construidos en 1712, durante el reinado de Felipe V, o sea,
que son de lo más antiguo del Parterre. Como veis la
forma es de un rectángulo con dos semicírculos en los
extremos, todo ello de granito. La fuente es de bronce, con
base de piedra caliza.
Aunque al final os ponemos el mapa completo, no resisto
la tentación de incluir ahora uno (sacado de Google),
donde se ven todos los jardines donde estamos ahora:
Rodeando a los estanques hay unos aligustres recortados a
modo de setas, con las copas perfectamente redondeadas:
Y ya que estamos con arbolitos, hablemos de los laureles,
también recortaditos en forma de “pirulís” que rodean a
los “parterres” del Parterre:
Pero veámoslos más de cerca:
En las fotos anteriores ya se veían los dos enormes cedros
que acompañan al ahuehuete:
Estos cedros se llaman “del Himalaya” porque la especie
procede de allí. Su nombre científico esCedrus deodara y
ya hemos visto algunos en el Paseo de Coches, en la Casa
de Fieras y en Alfonso XII-Alcalá. Son árboles muy grandes
y que viven muchos años, ¡hasta mil! Ya vimos sus flores
masculinas de color amarillento en forma de pequeños
penachos de los que sale el polen. Y las femeninas en
forma de piñas que salen verticales. De su madera se saca
una sustancia antiséptica que, además, puede ser
empleada en perfumería. Resisten muy bien tanto el frío
como el calor, pero las heladas fuertes hacen que se les
caigan las hojas. ¡Menos mal que en Madrid cada vez hay
menos heladas!
Vamos a hablar ahora de los cuatro jarrones que están en
el centro de los cuatro parterres grandes que rodean a los
estanques. Posiblemente sean de la época de Felipe V,
aproximadamente de 1712, y no fueron colocados donde
están ahora. Son muy parecidos, de hecho las imágenes
que aparecen en todos ellos son las mismas, y están
hechos de piedra caliza y sobre pedestales del mismo
material:
Y en cuanto a arbolitos nos falta hablaros del magnolio,
por cierto nº 9 de la Senda Botánica:
Aunque ya hablamos de los magnolios en el Paseo de
Coches, donde los hay a mansalva, añadimos aquí algunos
datos sacados del cartel de la Senda Botánica que, como
siempre, está muy bien.
Dice allí que sus flores son las más grandes del Parque, de
ahí su nombre científico Magnolia grandiflora. También
dice que son oriundas del sudeste de Estados Unidos, que
sus hojas son grandes, fuertes y brillantes, que la parte
femenina de la flor (pistilo) es muy dura, se cree que
porque en principio eran polinizados por escarabajos que
podían dañarles. Ahora son las abejas las que hacen ese
trabajo, y además encantadas, porque estas enormes
flores son muy suculentas para ellas. Los magnolios son
plantas muy antiguas que llevan unos 100 millones de
años en este planeta, que ya son años…
Caminando hacia arriba por el centro del Parterre, nos
encontraremos con una estatua que es un homenaje al
escritor Jacinto Benavente, madrileño y Premio Nobel de
Literatura en 1922.
Hijo del también famoso doctor Benavente (con otra
estatua muy cerca), Jacinto empezó a estudiar Derecho,
pero al morir su padre lo dejó y se dedicó a viajar, sobre
todo a Francia y Rusia, a la vez que se empezó a interesar
por la literatura. Y también por el circo, del que llegó a ser
empresario e incluso se enamoró de una trapecista
inglesa, aunque no llegó a casarse nunca.
Empezó a escribir, primero poemas y cuentos y luego ya
obras teatrales, que fueron las que le dieron la fama.
Sobre todo “Los intereses creados” (1907), “Señora Ama”
(1908) y “La malquerida” (1913). La primera se estrenó en
el Teatro Lara de Madrid (que, por cierto, me encanta) y
tuvo tanto éxito que le sacaron a hombros y le llevaron así
hasta su casa. Está basada en “la comedia del arte”
italiana, pero a la española, y se critica en ella el
materialismo de la sociedad. Las otras dos son lo que se
llaman “dramas rurales” por estar ambientados en la vida
en los pueblos.
Benavente tuvo relación con Valle-Inclán, primero de
amistad, pero tras una discusión en la tertulia del Café
Madrid, fueron enemigos y D. Jacinto montó otra tertulia.
La guerra civil le sorprendió en Madrid, pero luego se fue
a Valencia, mostrándose adicto al Frente Popular, ya que
tenía pasión por todo lo soviético. Eso le causó no pocos
problemas al terminar la guerra; de hecho su nombre fue
prohibido de las carteleras aunque se siguieron
representando sus obras. Pero después se hizo más o
menos adicto al régimen y fue rehabilitado.
A mi profesor de Literatura, el señor Llanos, no le gustaba
mucho Benavente, y no era el único. De hecho su teatro
peca quizás de novelesco, pero es “poco teatral”. De todas
formas tiene mucho mérito, no solo por haber conseguido
el Premio Nobel, sino por ser Académico de la Lengua,
Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, Diputado de las
Cortes, Hijo Predilecto de Madrid, etc…y además de
escribir casi doscientas obras, haber sido periodista,
novelista, autor de cuentos y, sobre todo, un autor teatral
muy considerado en su época.
Este monumento fue esculpido por el escultor Vitorio
Macho en 1961 e inaugurado en el Parque al año
siguiente. En principio se iba a colocar al lado de la de su
padre, el doctor Benavente, que luego veremos, y que
había sustituido a la de los héroes madrileños de la Guerra
de la Independencia, los capitanes Daoiz y Velarde, que
estuvo aquí hasta 1886 y que ahora se encuentra en la
Plaza del Dos de Mayo. Pero al final la del hijo fue la que
se puso en el centro. El pedestal y el monolito son de
granito y lo que es la estatua y la efigie de D. Jacinto, de
bronce. A ambos lados hay dos jarrones parecidos a los
que vimos antes en los cuatro parterres:
Estos jarrones se hicieron en mármol en el año 2001,
imitando los cuatro de piedra que vimos antes. Hay otros
dos en la barandilla del mirador, que veremos después.
Nos fijamos ahora en la estatua que hay al fondo a la
izquierda según se entra, que es la del doctor Benavente,
padre de Jacinto, el escritor.
D. Mariano Benavente González nació en Murcia en 1818
y se le considera el primer pediatra español. Dirigió el
Hospital del Niño Jesús, enfrente del Retiro, y empleó
métodos nuevos en la curación de enfermedades infantiles.
En el pedestal primitivo (que estaba rodeado de un
pequeño jardincito con una cerca metálica) había una
frase que resume su espíritu: “Medicación sencilla y amor
materno devuelven la salud al niño enfermo”. Tuvo tres
hijos, el menor de los cuales fue el famoso escritor.
Y cerca de esta estatua andaba un día este buen hombre
que se entretenía en ordenar sus cosas mientras los
gorriones y alguna paloma aprovechaban los restos de su
desayuno:
Muy cerca vemos los cipreses recortaditos que tanta
gracia me hacían de pequeño; y me siguen haciendo,
porque la verdad es que son de lo más curioso:
Ya que en la zona de la Casa de Vacas-Templete no lo
hicimos, aunque hay uno con el nº 74 de la Senda
Botánica, lo hacemos ahora, cuando estos aparecen con el
nº 7 de dicha Senda. El nombre científico es Cupressus
sempervirens que significa “siempre vigoroso” o también
“siempre verde”, ya que estos árboles mantienen las hojas
en todo el año. Proviene de zonas mediterráneas como
Líbano, Siria, Sur de Grecia, Túnez o Marruecos. Se le
llama ciprés común, piramidal, italiano o de los
cementerios. Hay dos variedades: la “horizontal” en que
las ramas son más abiertas, como es el caso de los del
Parterre, y la “vertical”, que es la más típica, con copas
muy alargadas y terminadas en punta. Serían los que
“Creen en Dios” como diría Gironella.
De hecho son símbolo de los cementerios, pero antes lo
fueron de hospitalidad ya que en Mesopotamia y Asia
Menor se usaban para señalizar los puntos de
abastecimiento de las caravanas en el desierto. Los
romanos los plantaban al lado de las posadas y en la
entrada de las ciudades. Los griegos en los cementerios
porque son árboles que viven mucho, 500 años o más,
incluso hasta mil. Y en la Edad Media se pusieron de moda
en los conventos y monasterios porque su forma alargada
resulta muy espiritual.
Las hojas son pequeñitas, en forma de escamas, y las
flores las hay masculinas, que son como terminaciones
amarillas al final de las ramas, y femeninas en forma de
pequeños conos o en grupos de 8 a 14 escamas opuestas.
Salen al final del invierno. Los frutos son esas pelotitas de
las que hemos hecho muchas fotos, por ejemplo en la
placita de la Puerta de Hernani, sin ir más lejos. Las
semillas son irregulares y tienen alas.
Son muy resistentes al frío, al calor, al viento y a todo tipo
de suelos salvo si tienen mucha agua o sal, que eso sí que
lo llevan mal. Su madera se usa en ebanistería e incluso
para hacer barcos: se ha llegado a decir que el Arca de
Noé se construyó con madera de cedros. La resina tiene
propiedades cicatrizantes y las piñas tienen taninos y se
han usado para hacer ungüentos para varices,
hemorroides, etc. Con las hojas se pueden hacer
infusiones y vahos, o sea que da gusto con estos arbolitos
que nos resultan tan familiares.
Enfrente de la estatua del Doctor Benavente hay otra
dedicada al Doctor Angel Pulido Fernández:
Este señor fue un famoso médico que nació en Madrid
justo un siglo antes que yo, en 1852. Vivía en la calle
Infantas, en un piso modesto, con su mujer y sus hijos,
pero su inteligencia y espíritu de trabajo le hicieron
destacar no ya en el mundo de las bellas artes, como era
su primera intención, sino en el de la medicina. Aparte fue
político (Director General de Sanidad y Senador vitalicio) y
periodista. Y como médico fue presidente del Colegio de
Médicos y, sobre todo, se dedicó a la Pediatría,
especializándose también en el paludismo y la
tuberculosis.
En el verano de 1903 hizo un viaje por los Balcanes donde
descubrió unas comunidades sefardíes que le llamaron la
atención porque hablaban una especie de castellano.
Pensó que sería bueno establecer relaciones comerciales
en esa zona y así se lo propuso a su majestad Alfonso XIII,
quién creó la “Unión Hispano-Hebrea”, de forma que se
empezó a enseñar español en los Balcanes y además unos
4.000 marroquíes del Protectorado Español se apuntaron
al asunto. El doctor Pulido, aparte de publicar libros sobre
el tema, intentó que hubiera una cátedra de hebreo en
Madrid, pero sin éxito porque al final la administración no
pagaba al catedrático:¡qué país!.
En 1920, y siempre por iniciativa de Pulido, fue fundada la
Casa Universal de los Sefardíes, publicando el libro La
reconciliación hispano-hebrea, aunque él siempre se
mantuvo fiel al catolicismo. Fue apoyado por escritores
como el famoso Rafael Cansinos Assens, el autor favorito
de mi “cuñao” Jose, que es un todo un sabio del judaísmo.
Un buen día de invierno “por la mañana muy tempranico…”
(como dice la canción) me encontré al lado de la estatua
que acabamos de ver a unas cotorritas que son de la
especie Myiopsitta monachus, o Cotorra Monje Argentina,
de las que cada vez hay más, y no solo por el Retiro.
Una de las cosas que más destacan por aquí son las tres
fuentes que están en el frontal de ladrillos rojos. Todas
ellas provienen de la de la reforma que en 1841 hizo el
jardinero mayor del Palacio Real, D. Francisco Viet y
Báyez. Bueno todas no, porque la que hay más a la
derecha es una reproducción, como luego veremos. La del
centro se llama “Fuente de la Concha”, con perdón de mis
amigos argentinos…
En los laterales hay un par de curiosos bajorrelieves:
En los laterales hay otras dos fuentes pequeñas: una
auténtica y otra menos, porque es una copia de la que
había antes:
En estos ladrillos que –además- estaban siendo picados por
los obreros para su restauración, se posan los pájaros para
comer su arenilla:
Si subimos por cualquiera de las dos rampas de arena que
hay por los lados llegaremos al mirador:
Por si acaso hay una barandilla con una reja muy bonita y
unos jarrones:
Por último, aunque no sean el monumento más destacado
de la zona, hablar un poquito de las farolas, que en verano
nos permiten pasear por aquí de noche:
Os ponemos ahora, en un mapita de los de Google, todo lo
que acabamos de ver en esta zona:
Si seguimos por la parte de arriba, justo por el paseo del
centro, que se llama “del Paraguay”, llegaríamos a la
fuente de la Alcachofa, de la que hablaremos en el último
capítulo, el del Estanque.
A mano izquierda nos encontramos con un monumento en
forma de lápida con placas de bronce que está dedicado al
Mariscal Francisco Solano López (1826-1870), héroe
paraguayo.
Héroe lo fue porque luchó por la independencia de su país,
del que llegó a ser Presidente. Murió luchando en la
guerra llamada “de la Triple Alianza”: Brasil, Argentina y
Uruguay contra Paraguay.
Este mariscal era hijo del anterior presidente y tuvo una
vida no muy larga pero sí muy intensa: nombrado
embajador viajó por Europa donde conoció en París a una
irlandesa casada con la que tuvo siete hijos, el primero de
los cuales fue el famoso coronel Panchito López, el de la
canción. A todo esto él ya tenía otros tres de su
matrimonio con una paraguaya. Como también lo era
Elvira, la última cuidadora de mi madre, natural de Tobatí
y a quién podemos ver en la puerta de la Casa de Vacas
con más familia y amigos.
Cerca de este monumento llaman la atención arbustos
como estos:
Por aquí descubrimos, en un enero, a nuestras amigas las
cotorritas argentinas intentando buscar algo que comer
entre la hierba:
Y árboles como cedros, cipreses, acacias, robinias,
castaños, etc.
O estos manzanos que empiezan a florecer en cuanto
sienten la primavera:
En el final de este paseo, justo al llegar a la fuente de la
alcachofa, hay una caseta de guarda:
Seguimos caminando por el Paseo del Estanque hasta
llegar al
Si nos volvemos a meter en dirección al Parterre
encontraremos una serie de caminos con parcelas de
césped donde hay bastante variedad de árboles y arbustos,
aunque de ellos ya hemos hablado en otras zonas.
Pero lo más importante de esta zona es el llamado
Estanque de las Campanillas, que se llama así porque
antiguamente las tenía. Las campanillas, claro, que
estaban en un templete en el centro del estanque, eran de
plata y sonaban con el viento.
Ahora el estanque está así:
Pero normalmente, en los tiempos modernos, estaba así:
Los árboles del fondo, que rodean el estanque de las
campanillas, son álamos blancos, Populus alba:
Pero también hay otros:
Vamos a dar una vueltecita por dentro del estanque,
aprovechando ahora que no tiene agua:
En principio se dijo que las obras eran debidas a unas
filtraciones de agua que había que arreglar. Pero al
excavar apareció un muro de ladrillo rojo de dos metros de
alto por uno de ancho que parece ser corresponde al
estanque primitivo que se hizo en 1630, más o menos.
Total que ahora se trata de recuperar ese muro e intentar
reconstruir el estanque tal y como era en los tiempos de
Felipe IV, con sus campanillas y todo. De momento el
estanque debería llamarse “de los gatos”, porque se ha
convertido en un paraíso para ellos:
Si bajamos por una pequeña rampa cerca del estanque,
veremos una especie de caseta donde se guardaba la
bomba de agua que permitía el funcionamiento de la
fuente en la rocalla.
Un día de enero, muy frío por cierto, nos encontramos por
aquí a una buena amiga:
Estamos ya muy cerca de una placita donde hay una
escultura de una señora con un “vestido de Eva” que está
recostada leyendo un libro. Se le llama “la mujer sedente”:
Esta escultura la hizo un tal Santiago Costa en el año 1943
y pertenecía a un grupo de tres esculturas que había en la
fuente de Juan de Villanueva que diseñó el arquitecto
Víctor D’Ors. Todo ello estaba en la Glorieta de San
Vicente y luego en el Paseo de Camoens, en el Parque del
Oeste. Se trasladó al Retiro en el 2006, o sea que es casi
nueva en el Parque.
Un poquito más abajo, hacia Alfonso XII, hay unos urinarios
que son un verdadero monumento porque fueron
construidos justo cuando el parque se abrió, por fin, al
público:
Como puede verse esta “casita” tan peculiar la han
reformado (o mejor, rehabilitado) y justo aquí estaba
recién pintada de este color rojo que, la verdad, queda
muy bien.
Todavía un poquito más cerca de la calle Alfonso XII hay
estos columpios:
A ambos lados de lo que es el Parterre, hay unos paseos
desde los que se pueden ver los jardines en todo su
esplendor:
En la parte de arriba, justo en ambos laterales, podemos
ver unos matorrales que son nada menos que “jazmines de
primavera” (Jasminum mesnyi Hance):
Estos jazmines son de la misma familia que los olivos y
proceden de China. Los frutos son, pequeños, redondos y
de color oscuro.
Cruzamos ahora el Parterre y vamos por el paseo de
enfrente:
Desde este paseo podemos ver esta increíble panorámica:
Cuando nieva en cantidad, el Parterre es una de las zonas
del Parque con más encanto:
Antes de terminar una anécdota: desde el Parterre salió la
primera ascensión de un globo aerostático en Madrid. La
protagonizó el italiano Vicente Lunardi en agosto de 1792,
aunque solo se elevó 300 metros y terminó su aventura en
el pueblo de Daganzo, cerca de Alcalá de Henares.
Y así terminamos este paseo por esta zona del Retiro de la
que os ponemos ahora el mapita correspondiente:
Nota: Las foto de la panorámica del Parterre es de mi
amiga Chus, la podadora de altura. La de las sabinas con
nieve de mi amigo Manuel Gil. Los grabados del plano de
Teixeira los saqué del blog “Arte en Madrid” (que os
recomiendo) y, en concreto, fueron publicados aquí por
Mercedes Gómez. También el grabado del estanque de las
campanillas de Berge. El de Meunier está sacado del libro
“Descubriendo el Retiro de mi amigo Jesús Díaz, Ediciones
La Librería. Lo mismo que la foto de ese estanque de los
tiempos de antes de las obras. Los grabados que
reproducen las vistas antiguas están sacados de los libros
“Jardines del Buen Retiro” de Consuelo Durán Cermeño y
de otro del mismo título pero cuya autora es Carmen Ariza
Muñoz, ambos editados por el Ayuntamiento de Madrid.
Las fotos de los troncos de ahuehuetes de Méjico son de la
página “Los Superárboles del mundo” y la de los frutos de
Infojardín. El sello del mariscal Solano está sacado de
Wikipedia. El grabado del globo de Vicente Lunardi lo
hemos sacado de una página de Internet que se llama
“Memoria de Madrid”.
La Chopera
“Aprender a montar en bicicleta es el primer desafío de
cualquier niño, la primera lección que aprende ante la
futura adversidad: si no pedaleas, te caes, una enseñanza
que, a su vez, te concede la primera libertad.”
Esto dice mi admirado Manuel Vicent, así que La Chopera
es uno de los sitios del Retiro que más me gustaba cuando
era pequeño porque era donde podía andar en bicicleta. O
en triciclo, que a veces lo prefería para no caerme sin
pedalear. Y es que aquí me enseñó mi padre a montar en
bici, que le costó bastante, por cierto, y yo empezaría a
sentirme libre.
De todas formas era una “libertad vigilada”, porque toda la
aventura se limitaba a circular alrededor de dos casetas
rústicas, llenas de bicicletas y triciclos y regentadas por
dos señores que recuerdo como si los viera ahora: uno con
el pelo blanco y muy simpático, el otro con menos pelo y
algo más serio, con los que mi padre hizo una buena
amistad y que nos trataban muy bien.
Mi padre también se alquilaba alguna bici de vez en
cuando, porque sabía montar muy bien y era capaz de
hacer “ochos” en muy poco sitio. Incluso se quedaba
parado en la bici sin caerse. Yo le admiraba porque, al
contrario, yo era bastante torpe y a la mínima me caía, así
que muchas veces prefería el triciclo.
Aunque sabía montar en bici gracias a que mi padre se lo
tomó con mucha paciencia y me iba empujando el hombre
y, a la vez, sujetando el manillar hasta que, poco a poco,
me fui soltando.
Pero es que mi padre había incluso corrido alguna carrera
de aficionados y tenía una copa de haber ganado alguna
vez.
La cosa del alquiler de bicis duró hasta los años 80, que es
cuando se hicieron estas fotos:
Ahora estas casetas han quedado como “Puntos de
Información”, una de ellas aquí (la del fondo de la foto),
otra en la Rosaleda y la otra en La Casita del Pescador.
En estos “Puntos de Información” hay gentes muy amables
que le explican a quienes les consultan todo lo que quieran
saber sobre el Retiro, les dan planos, folletos, les dicen
cuando y donde son las actividades, en fin… Además
organizan charlas semanales sobre distintos aspectos del
Parque: árboles, aves, monumentos, historia, etc.
Precisamente Carlos me puso en contacto con Manuel Gil,
gran conocedor y amante del Retiro y de Madrid en
general, que me trajo a mi despacho (aparte de algunas
fotos que salen en distintas zonas de esta web) un anillo
de los que se ponían en las bicis, así como un recibo de la
Licencia de Circulación:
Se supone que todas las bicis que alquilaban en el Retiro
tendrían su “chapita” de haber pagado la Licencia al
Ayuntamiento; a mí desde luego me resulta familiar, como
de haberlas visto puestas cuando las alquilábamos.
Pero esta explanada ha tenido muchos usos, los primeros
relacionados con las vacas, las ovejas, etc. porque era
aquí donde, en tiempo de Alfonso XII, se celebraba la feria
del ganado de Madrid. Alfonso XIII hizo construir un
pequeño hipódromo que no tuvo éxito por eso, por
pequeño. Y unos años más tarde (en 1907) se utilizó la
zona para la que se llamó “Exposición de Industrias
Madrileñas”, con unos cuantos pabellones.
Se conoce que lo del hipódromo era una idea que quedó
ahí, así que años más tarde, en la década de los sesenta,
se organizó aquí algún que otro concurso hípico:
Pero vamos a ver los árboles que hay ahora en esta parte
de la Chopera; lo que no hay curiosamente son chopos,
vamos que no hay ni uno. ¿Y por qué se llama “La
Chopera”? Hombre pues porque hace mucho tiempo, como
en el siglo XVII o así, parece que hubo muchos y se quedó
con el nombre.
Justo enfrente de la puerta de la caseta podemos ver estas
robinias que se llaman “casque rouge”.
Al lado vemos las “thujas” con sus partes amarillentas tan
llamativas:
La especie es Thuja occidentalis y proviene del Canadá,
donde consiguieron sobrevivir por su enorme resistencia al
frío y a las condiciones difíciles en general. Por eso hoy día
se encuentran en jardines de todas las latitudes,
incluyendo los del Retiro, claro.
Y en los mismos parterres de las thujas hay unas preciosas
albizias que se llaman también acacias de Constantinopla o
“árboles de la seda” (Albizia julibrissin):
Y en otros parterres próximos hay unos pequeños cedros
de la especie Cedrus atlántica glauca; esto último quiere
decir “blanco”, porque son de un precioso gris entre
azulado y blanquecino:
Su nombre vulgar es “cedro azulado” o “cedro azul del
Atlas”, porque provienen de esas montañas del Norte de
África.
Otros “habitantes” de estos parterres son los curiosos
robles americanos o de los pantanos, Quercus palustris, de
la misma familia que las encinas y los robles normales:
todos ellos producen bellotas. Pero estos vienen de
Norteamérica y Canadá y se adaptaron muy bien en
Australia y Argentina. Las hojas tienen entrantes (se
llaman “lobuladas”) y pasan del verde primaveral al rojo
otoñal. En el Retiro, aparte de estos de la Chopera, los hay
cerca de la Fuente de la Alcachofa y del monumento a
Martínez Campos. Todo esto y más lo podéis leer en el
cartelito nº 12 de la Senda Botánica.
En dos parterres paralelos y que dan a la plazoletita hay
las dos especies de magnolio, la “grandiflora”y
la “soulangeana”.
Pero como de la primera especie ya hablamos bastante en
el Paseo de Coches, nos centramos ahora en la segunda.
Pero no todo van a ser especies exóticas, también lo
modestos laureles andan por aquí metidos:
Aunque no hablaremos más de ellos porque lo hicimos en
“Alfonso XII-Alcalá”. Igual que de los ginkgos citados y
“hablados” en la casa de Fieras, pero no podemos dejar de
ver alguno de los que hay por aquí, por cierto, todos
machos, es decir, que no producen esos frutos que dan tan
“buen olor”.
Pero una de las estrellas botánicas de la zona son los
madroños, ya “hablados” en el Paseo de Coches, pero
también muy presentes aquí:
Además en esta zona les han puesto el cartelito de la
Senda Botánica y así nos enteramos que, para nuestra
sorpresa, parece ser que no está nada claro que sea el
árbol del escudo de Madrid. ¡Vaya chasco! Dice también
que tienen una sustancia, llamada “arbutina” que es la que
hace que sean indigestos e incluso que te sientas
“borrachito” si comes muchos. Y dice más cosas curiosas e
interesantes, así que hay que pasarse por esta placita y
leer el susodicho cartelito.
En los siguientes parterres se repiten las especies de las
que hemos hablado, así que nos vamos ya directamente a
lo que es el llamado “Bosque de los Ausentes”, homenaje a
las víctimas del 11-M:
Lo primero, leer la placa conmemorativa en cemento que
hay nada más asomarnos a la ría:
Para entrar hay un par de puentes de madera por esta
parte y otro por detrás:
“Respete la vegetación”, “Los perros han de ir atados”,
“No pisar el césped” y “No montar en bicicleta”.
Reconozco que no he cumplido la última norma, pero eso
sí, he subido y bajado con mi bici muy despacito y cuando
o no había nadie o muy pocas personas.
En las fotos anteriores os habéis dado cuenta de que hay
una columna muy curiosa, parecida a la que vimos en la
Casa de Fieras.
A su lado están los cipreses que, junto con los olivos,
representan a las 192 víctimas de los atentados. En
principio se plantaron en la glorieta de Atocha, pero luego
se pensó en buscar un lugar definitivo, que fue
precisamente este.
Hablando de los olivos, que los hemos visto ya muchas
veces, diremos que su nombre científico esOlea europea,
que viene del latín “óleum” (aceite) y son uno de los
árboles más típicos de toda la zona mediterránea. Desde
muy antiguo se extrae el aceite de sus frutos, las
aceitunas, de las que hay muchas variedades; por ejemplo
las picudo, empeltre, hojiblanca, cornicabra, lechín,
manzanilla, verdial, picual, etc. El proceso de recolección
se ha simplificado gracias a máquinas que mueven las
ramas y redes sobre las que caen las aceitunas. Estas se
tratan mediante diversos lavados y macerados hasta que
se hacen comestibles o se prensan para sacar aceite. El
aceite de oliva se usa en la cocina, bien en crudo para
guisos y ensaladas, o bien para fritos, asados, etc.
También se utiliza como suavizante de la piel, bien
directamente o formando parte de cremas.
Los olivos son muy longevos, incluso más de mil o hasta
1.500 años, que ya es decir. Las hojas son alargadas y
perennes, o sea que tienen hojas todo el año. Se pueden
hacer infusiones con ellas para la hipertensión. Las flores
son blancas y en racimos, y salen a mitad de la primavera.
Su madera es muy dura y se usa en ebanistería, bien como
leña o para hacer carbón vegetal. Resisten muy bien la
sequedad y el calor, así como el viento, pero no la
humedad excesiva. Las heladas pueden afectar a las
aceitunas, lo que provoca no pocos desastres en Andalucía
(Jaén sobre todo), máxima productora mundial. Nosotros
somos unos “fans” de los aceites llamados “de oliva
virgen” que usamos continuamente y a veces nos
permitimos el lujo de degustar verdaderas “exquisiteces”
en ensaladas o sobre rebanadas de pan. De pequeño
muchas veces merendaba tostadas de pan con aceite y un
poquito de azúcar por encima… ¡que tiempos!
Entre el bosque del recuerdo y las pistas deportivas, al
final, a mano izquierda, vemos unos pinsapos:
Los pinsapos son abetos típicos de Andalucía, en concreto
de las Sierras de Málaga y Cádiz, donde fueron
descubiertos por un botánico ¡suizo!
Y, por si os entra sed, aquí han puesto una bonita fuente:
Hasta ahora hemos visto lo que es la parte central de la
Chopera, que en el mapa de Google sería esto:
En la parte más inferior de esta zona donde hay una serie
de castaños de indias y unos bancos de madera:
En estos setos, en primavera, aparte de los castaños
floridos, vemos algunos arbustos muy bonitos, como esta
“espirea” con sus flores blancas de cinco pétalos y cáliz
amarillo. Se llama Spiraea hypericifolia y es una rosácea
que da unos preciosos ramilletes de flores de los llamados
“umbelas” porque tienen forma de paraguas. Sus
enemigos son las orugas (luego mariposas) y los hongos
microscópicos.
Al lado vemos unas lilas, americanas por más señas, que
llaman la atención por su color violeta:
Su nombre científico es Ceanothus thyrsiflorus o
también Ceanothus repens, más conocido como “Ceanoto”
o “Lila de California”, por proceder de allí. En su ambiente
natural sus hojas –ricas en proteínas- sirven de alimento a
orugas de mariposas y animales grandes como ciervos o
puerco espines. Los indios de Norteamérica las usaban
para hacer cestos con sus ramas, así como en infusiones
para curar enfermedades. En el Retiro solo sirven para
decorar, aunque algunos bichejos seguro que las
aprovechan.
Si nos fijamos en los setos de la zona, veremos que se trata
de durillos (Viburnum tinus):
Como muy dice en el cartel de la Senda Botánica (nº 14 de
la misma), estos arbustos no soportan bien las condiciones
extremas, ya sean heladas o sequedad. Así que en la
naturaleza se encuentran en sitios frescos y húmedos. En
jardines proceden de vivero, que se adaptan mejor, pero
aun así. De los ramilletes de hojas blancas salen unos
frutos como pequeñas aceitunas azules, casi negras. Se
podría utilizar en infusión para bajar la fiebre o para la
retención de líquidos, pero se dejó de usar por ser bastante
tóxico, así que, ojo.
Desde aquí varios caminos conducen hacia la verja de
Alfonso XII; se les llama “Paseo del Marqués de Pontejos” y
uno de ellos llega a la “Puerta de Murillo”:
En realidad esta puerta es “de servicio”, de ahí que tenga
muy pocos adornos. Fue hecha en 1893 por el arquitecto
José Urioste y Velada, siguiendo las instrucciones de su
colega D. Agustín Felipe Peró, encargado de todo el
proyecto de cerramiento del parque. Los materiales son
hierro forjado y bronce.
En los parterres de los alrededores podemos encontrar
espireas, forsitias o celindos, entre otros:
Llegamos ya a lo que es la verja de Alfonso XII:
Y paseando por aquí, sería por primeros de Abril, nos
encontramos esta agradable sorpresa:
Es el árbol nacional del Japón y su nombre científico
es Prunus serratula. El tronco es gris brillante con grietas
horizontales y las hojas son primero entre verdosas y
rojizas, luego se vuelven verdes y en otoño se ponen rojas
del todo.
Si subimos desde aquí hacia el Parterre nos encontraremos
una casita que utilizan los jardineros para guardar sus
aperos de jardinería:
Y, si venimos del Parterre, podemos encontrarnos esto:
Si entramos hacia la Chopera desde la fuente de la
Alcachofa, veremos esto:
Nos encontraremos con la entrada del Polideportivo que se
llama “La Chopera”, como no podía ser de otra forma:
Esta entrada tiene recuerdos “sombríos” para nosotros,
sobre todo para Diego, al que le “birlaron” una bici que
dejó justo en esta puerta… ¡pero sin seguro!
Aquí se hace bastante deporte: fútbol (7 y sala), tenis,
pádel, baloncesto, balonmano, gimnasia, etc. Y también
hay clases de Gim Jass y de Pilates. Pero en lo tocante al
tenis os puedo decir que es bastante difícil coger pista. Y
otra cosa: si vas un domingo por la tarde (con pista
reservada antes) y luego te apetece seguir jugando, no
puedes, ¡porque ya están cerradas las taquillas! Te tienes
que ir y dejar allí la pista vacía porque no hay quién te la
quiera cobrar, pero en cambio sí hay gente para echarte.
En fin, es lo mismo que en otros polideportivos
municipales que son caros y encima difíciles de disfrutar.
Así cuidamos el deporte de base y popular en nuestra
querida ciudad que, eso sí, pretende ser “sede olímpica”.
En la parte del polideportivo que da a la Chopera hay
algunos arbolitos y arbustos, que vemos ahora:
Un poco más allá vemos en la foto anterior algo azul que
son unas “cabinas-urinarios” de esas prefabricadas que se
ponen en conciertos o fiestas al aire libre.
Pero un buen día, domingo por más señas, vi que habían
puesto otras azules, una de ellas caída. Pensé que algunos
gamberros la habían tumbado. ¡Y claro que sí, pero con un
tío dentro! De repente aparece una cabeza y luego sale
todo él, lleno de cacas y jurando en arameo. Llamó a la
policía, que casualmente pasaban en un coche por aquí, e
intentaron perseguir a los autores de la “bromita”. Al
seguir mi camino encontré un cable atado a los bordes con
el que no me caí (iba en bici), de milagro. Lo quitamos
entre unos chicos que pasaban y yo. ¡Menudo episodio!
Y ahora nos vamos a ir ya directamente a la parte más
bonita de esta zona de la Chopera (¡sin chopos!) que es la
ría y el estanque.
Dio la casualidad que encontramos una familia feliz que se
estaba dando un bañito:
Pero estos patitos no eran los únicos en la “piscina”:
Del estanque sale una ría que tiene un recorrido de lo más
romántico, sobre todo en primavera, claro. Vamos a
seguirla desde su “nacimiento” hasta que desemboca en el
estanque
Y así llegamos al puentecito
Llegamos ya al final de la ría, antes de desembocar en el
estanque:
Si cruzamos el puente nos encontraremos otra zona, una
especie de “montañita”, donde hay bastantes cosas por ver:
A la derecha hay una caseta para guardas:
Y enseguida una plazoletita de arena
Los cedros del Atlas se llaman científicamente Cedrus
atlántica y provienen del norte de África, de las montañas
del Atlas, de ahí su nombre, claro está. Podéis ver las
ramas y flores masculinas y femeninas en “El Paseo de
Coches”, donde hay una buena colección según se va, a la
izquierda, de Florida Park a la Rosaleda. Según pone en el
cartel de la Senda, “el aceite y la resina de los cedros se
utilizaban en Egipto para embalsamar momias”. Parece ser
que son antisépticos, anti-hongos y que espantan a los
insectos, pues mira tú que bien.
Pero por aquí también hay unos buenos ejemplares de
pinos, uno de ellos con su cartelito nº 15 de la Senda
Botánica:
Son los “pinos piñoneros” que eso es lo que significa Pinus
pinea (“pinea” es “piña” en latín). Los hay en muchas zonas
del Retiro, la primera subiendo desde la cuesta Moyano
hacia el Angel Caído, a la derecha, en el pinar donde yo
jugaba al fútbol con mi papi. Dice en el cartel que hay unos
seiscientos en todo el parque, o sea, que nos podemos
hinchar a coger piñones, cosa que mucha gente hace, yo
me incluyo, porque están buenísimos y son carísimos.
Los eucaliptos no podían faltar por aquí:
Su nombre científico es Eucaliptus camaldulensis, original
de Australia como todos donde suele vivir cerca de ríos o
lagos porque la verdad que sus raíces “chupan” mucha
agua. El nombre viene del griego “eu caliptós” que quiere
decir “bien cubierto”, por lo protegidas que están sus flores
(se refiere a las “pirindolillas”). Lo de “camaldulensis” es
porque la primera vez que se habló de este árbol se hizo en
un catálogo de plantas cerca de un monasterio de monjes
camaldulenses, cerca de Nápoles. Todo esto y más lo tenéis
en el cartelito de la Senda, nº 17.
Aparte repetiros que de estos árboles se saca muchísima
pasta de madera para papel, por eso se plantaron tanto en
zonas como Galicia, desplazando a otros árboles con el
consiguiente desastre ecológico. Además se extraen de
ellos lo que se llaman “gomorresinas” y aceites esenciales
como el famoso “eucaliptol”, presente en tantos productos
farmacéuticos para descongestionar las vías respiratorias.
Mi padre era más directo: cogía las hojas del suelo, las
cocía y cuando estaba hirviendo se ponía delante del cazo
con una toalla y aspiraba. Eran sus famosos “vahos de
eucalipto” que hacía casi siempre que se acatarraba.
Las encinas son un recuerdo del pasado salvaje de la zona:
Pero también hay por aquí otros arbolitos y arbustitos:
Hay a quienes esta zona les priva:
Si nos acercamos un poco a la zona que linda con el
llamado “jardín de los planteles” podemos ver alguna otra
cosita:
Y justo en el borde, en el límite con la siguiente zona, que
es el Jardín de los Planteles, hay un monumento
pequeñito:
Este fotógrafo era de Cáceres, nació en 1957 y durante
siete años trabajó como fotógrafo en la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo. Luego pasó al periódico
EL PAÍS. Tuvo la desgracia de morir en Panamá en 1990
(con sólo 33 años), mientras hacía fotos sobre la invasión
norteamericana a ese país. Sus compañeros le rindieron,
entre otros, este homenaje.
Y ahora seguimos viendo arboles, arbustos y algunas cosas
más:
Si bajamos al Paseo de Fernán Núñez, nos encontraremos
cosas como estas:
El nombre científico de estas hierbas es el de Cortaderia
selloana y son unas gramíneas procedentes de Sudamérica
(Brasil, Argentina y Uruguay por más señas). Sus flores son
los típicos “plumeros”, que tanto le gustaban a mi mami
(los llamaba “pelusos”) y sus hojas son largas y aplanadas
con los bordes cortantes (de ahí su nombre científico) por
los pelos duros que tienen. Pueden usarse para sacar
celulosa y en infusión para bajar la fiebre. Es una planta
muy dura y resistente aunque prefiere el calor y lleva mal
lo de las heladas.
Y un poco más abajo llegamos a la puerta por la que
empezamos esta página, que es la que da a la “cuesta
Moyano”:
Para terminar de ver esta zona nos queda ir recorriendo la
verja hacia la puerta de Murillo:
Ya no nos queda más que poneros el mapita de Google
donde aparezcan todas las zonas de esta Chopera (¡sin
chopos!):
Nota: La foto de la antigua explanada de las bicis la saqué
de la caseta del Punto de Información, la de la niña en
triciclo es de Charo Carrasco y la antigua de los niños,
también en triciclo, de José Manuel Estévez, ambas del
libro “El Retiro en el objetivo de nuestra memoria” editado
por el Ayuntamiento de Madrid. Las de los Pabellones de
la Expo de 1907 están sacadas del libro “Descubriendo el
Retiro de Jesús Díez de Palma (Ediciones La Librería), lo
mismo que la del concurso hípico. El resto de fotos son
mías.
El Jardín de los Planteles
Esta la zona más salvaje del Retiro, así que siempre que de
pequeño venía por aquí me parecía que estaba “en la
selva”.
Y por ser un sitio diferente empezaremos por el final, es
decir, por poneros el mapita, aunque aquí el paisaje es
más bien monótono. Pero a pesar de que todo parece
igual, hay tres zonas distintas: el Jardín de Marqués de
Pontejos, el de las Tres Plazas, y el de los Planteles en sí.
Entre estos dos últimos está el Paseo de los Carros, y el
que va pegado al Polideportivo se llama “del
transformador”, porque allí estaba antes. Todo esto me lo
ha contado mi amigo Paco Granados, encargado del
Parque. La zona se cierra por la Avenida de Cuba y el
Paseo de Fernán Núñez.
El recorrido lo empezamos desde la plaza de Honduras,
donde está la Fuente de la Alcachofa, que veremos luego
en la zona del Estanque.
Lo primero que nos llama la atención es una estatua plana:
Este general, Francisco Morazán Quesada, es el “padre de
la Confederación Centroamericana” porque se sublevó
contra los españoles en Honduras (donde había nacido en
1792), siendo asistente del Alcalde Mayor de Tegucigalpa.
Total que se hicieron independientes con la idea de hacer
la República de Centroamérica. De hecho, él llegó a ser
presidente de El Salvador, Honduras, Costa Rica, y
también de la citada “Federación Centroamericana”.
Propuso reformas como el libre comercio, cambió la ley de
exportaciones y protegió la industria textil. También dejó
libertad de culto, que cada cual pudiera elegir la religión
que quisiera, procuró que todo el mundo tuviera derecho a
la educación y mejoró las cárceles. Pero los
conservadores, después de una serie de batallas en estos
países, consiguieron primero destituirle y, después de
capturarle en una ciudad llamada “Cartago”, le fusilaron
en septiembre de 1842. Sus últimas palabras fueron “Aún
estoy vivo”.
El monumento se lo regaló la embajada de Honduras al
Ayuntamiento de Madrid, quién se lo encargó al tal
Castillo para que lo hiciera.
A la izquierda de la estatua queda una acequia que va a lo
largo de toda esta zona y que sirve para regar, claro está.
Más a la izquierda queda el Paseo de Cuba, que hace una
especie de badén que va a dar a la Plaza del Angel Caído.
Por los alrededores hay montones de árboles y arbustos:
Y también algunos pajaritos:
De repente, en un olmo, se nos aparece un curioso
personaje:
Y seguimos paseando por aquí:
En la zona lindante con el Parterre, hay una especie de
“montañita”:
En este parterre hay unas cuantas cosas curiosas:
Los lirios no son “del valle” pero sí que los hay en este
parterre:
Otras criaturas también andan por estas latitudes:
Hay un paseo que divide la zona del Jardín del Marqués de
Pontejos con las otras dos zonas que veíamos en el mapita
al principio. Se llama justamente así:
En otro de estos paseos, concretamente el que va paralelo
al de las pistas del Polideportivo, hay una especie de
pequeñas fuentes de piedra, sin agua, eso sí, que son casi
los únicos monumentos de la zona, descontando la estatua
que vimos al principio.
Pero seguimos viendo fontines, este es el segundo:
Y nos fijamos también en sus alrededores:
El nombre científico del arbolito es Feijoa sellowiana, y
procede de América tropical, Brasil y Norte de Argentina.
Sus frutos son las famosas “guayabas”, que son
comestibles y se pueden hacer con ellas compotas,
mermeladas, etc. Saben un poco ácidas y tienen vitaminas
B y C, aunque aquí son poco conocidas. Por cierto, los
escarabajos son del género Crepidodera, por si alguien le
interesa.
Y vamos ya con el tercero de los fontines:
La fecha aproximada de estos fontines es 1865, año arriba,
año abajo. Se parecen a otros que hay en el Jardín Botánico
y están hechos en granito.
Por los alrededores de los fontines hay una cantidad de
parterres con cosas tan interesantes como estas:
La zona es un poco “selvática”:
De repente, entre tanto “follaje”, aparecen arbustos como
este:
O plantitas en flor como estas:
Por aquí se ven bastantes bichejos, como estos:
Y no faltan árboles como estos robles:
O esta encina:
No resisto la tentación de enseñaros algunos senderos
más de esta zona:
Cuando ponen el riego automático se produce un efecto
visual muy curioso:
¿Dices tú de árboles? Para árboles los pinazos estos que
hay ya en el extremo de la zona que da al Angel Caído
Y como ya pusimos al principio el mapita de Google, solo
nos queda la “Nota de agradecimientos”, que esta vez es
bastante cortita:
El Palacio de Cristal
¿Un “palacio de cristal”?, que cosa tan rara pensaba yo de
pequeño. ¿Cómo puede ser un palacio “de cristal”? Pero
ibas allí y lo veías, tenía muchos cristales, aunque no era
“todo” de cristal. Y luego el estanque, con esos árboles
metidos en el agua, los patos, los cisnes, los peces…
echarles de comer. Y luego la gruta: eso era ya la aventura
total. Meterse dentro, bastante oscuro y con el agua
cayendo por allí: “cuidado no te mojes”. Esa sensación de
estar como en una película, pero de verdad.
Claro esto ahora nos pueden parecer tonterías, pero
cuando eres pequeño estas cosas son emocionantes y la
impresión que te dejan puede durar toda la vida. De hecho
todavía me parece raro que se llame “palacio de cristal” y
cuando estás dentro ves que es algo muy especial, un sitio
con magia. Y la gruta aún tiene su “puntito”, gusta
atravesarla sobre todo si la estás enseñando a alguien.
Así que empezamos a enseñaros esta zona, lo primero el
palacio, claro:
Y ya que estamos recordando tiempos pasados, veamos
algunos grabados del Palacio hace unos añitos. En
concreto en 1883 se inauguró una Exposición Nacional de
Minería para la que se hizo un palacio, el de Velázquez,
que se encargó al arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.
Cuatro años más tarde, en 1887, se hizo otra Exposición
dedicada a las Islas Filipinas para la que además del
anterior, se construyó otro nuevo palacio, el de Cristal,
que le encargaron al mismo arquitecto.
Lo hizo al estilo del Crystal Palace en el Hyde Park de
Londres, todo a base de hierro y cristal. La construcción
fue rápida porque las piezas venían ya hechas, así que en
seis meses estaba terminado. Se empleó como invernadero
para las plantas filipinas, así que en el centro se hizo un
pequeño estanque y varios surtidores para que tuvieran
humedad. Por dentro es parecido a una catedral con sus
dos naves que se cruzan en lo que se llama el “crucero”
donde hay una cúpula bastante alta. Fue inaugurado por la
regente Dña. María Cristina de Habsburgo el 30 de junio
de 1887, ya que el rey Alfonso XII había fallecido.
Enfrente del Palacio de Cristal había, desde 1883, una
construcción de estilo árabe (“neonazarí”, por más señas)
que se llamó “Pabellón Real”, rematado por una enorme
cúpula dorada. Estaba sobre la rocalla donde ahora está la
gruta y se unía al palacio por un puentecito de madera.
Se hicieron casas típicas filipinas y se trajeron filipinos de
verdad para que viviesen allí y la gente pudiera ver sus
costumbres. En el estanque se pusieron barcas, también
filipinas, para que se pudiera dar un paseo en ellas:
Vamos a ver ahora algunos detalles de la puerta y la
fachada del palacio:
Si lo vemos desde uno de los laterales descubriremos más
cosas:
Con lluvia o con sol, siempre es una gozada entrar en el
palacio, que es justo lo que vamos a hacer ahora, pero ante
echemos una miradita artística:
Y así es en la realidad:
Aquí dentro te puedes encontrar cosas de lo más variado:
Y para terminar con lo que es el palacio, veamos sus
alrededores más cercanos:
Este estanque es de lo más bonito de todo el Retiro y,
además, está lleno de cosas y criaturas muy interesantes:
El surtidor es bastante espectacular, se parece al “jet
d’eau” del Lago Leman de Genéve (Suiza), aunque un poco
más modesto:
Otro “habitante” de este estanque es el ciprés de los
pantanos o ciprés calvo, porque es de las pocas coníferas
(del tipo “pino”, para entendernos) que se queda sin hojas
en invierno:
Su nombre científico es Taxodium distichum lo primero
significa “parecido al tejo” y lo segundo que tiene las hojas
en dos filas por cada ramilla. Proviene del Sur de Estados
Unidos y son árboles grandes, que pueden llegar a los 40
metros. La corteza es pardo rojiza y tiene fibras que se
pueden desprender. La base del tronco suele estar más
ensanchada, sobre todo si vive en el agua y en este caso
pueden sobresalir raíces al aire para que el árbol respire.
Las hojas son verde claro en primavera, amarillentas en
verano y rojas en otoño. Las flores masculinas son
pequeños racimos de color verde rojizo y las femeninas
esas piñas redondas que veíamos antes y que tienen dos
semillas debajo de cada escama. Su madera no se pudre
fácilmente, así que es usada para construir recipientes al
aire libre, así como para barcos, etc. Aunque prefiere las
aguas estancadas, también pude vivir en terreno seco, de
hecho en el Retiro hay dos en los Jardines de Herrero
Palacios.
En el agua viven también una serie de animalitos:
Estos cisnes negros son australianos y los hay también
Tasmania. Fueron introducidos en Nueva Zelanda donde se
hicieron plaga. O sea que vienen de muy lejos; lo que pasa
es que como son tan bonitos y tan elegantes se han
convertido en elementos decorativos de los estanques de
los parques. Algunos se han escapado y criado en libertad
en Austria, Slovenia y Holanda. Y también algunos en Japón
han tenido su “aventurita”. Aunque no son migratorios, sí
pueden desplazarse muchos kilómetros si se trata de
buscar mejores lugares para comer. Que siempre son lagos
donde anidan en colonias de miles de individuos. Hacen
nidos grandes de unos dos metros de diámetro por uno de
alto y los colocan sobre bancos de arena o en las hierbas
acuáticas. Ponen de cuatro a diez huevos grandes, de color
verde clarito y los incuba la pareja durante unos 40 días.
Los pollitos son blancos y se suben encima de los padres
(típico de los cisnes); enseguida se les pone el plumaje gris
oscuro. A los seis meses empiezan a volar y en dos años
son adultos. Su nombre científico (que se me olvidaba)
esCignus atratus.
Pero además de los cisnes hay otras aves en el estanque
como son los patos y las palomas:
Pero ya puestos vamos a contaros algunas cosas sobre
estas tortuguitas. Por ejemplo que se llamanTrachemys
scripta y que hay dos variedades, la de orejas
amarillas (Trachemys scripta scripta) y la de orejas rojas
que es la Trachemys scripta elegans, justo la que sale en la
foto. Bueno no son “orejas” sino manchas a los lados de la
cabeza. Son oriundas de América del Norte, de toda la zona
que va desde Virginia hasta el golfo de Méjico.
Cuando son pequeñas (que es cuando se las vendía en las
tiendas de animales hasta que se prohibió) se alimentan de
bichitos que encuentran en el agua, como larvas,
renacuajos, insectos acuáticos, etc., sin despreciar algún
bichejo muerto que encuentren por ahí. Luego, cuando se
hacen mayores (que es cuando el personal las “largaba”) se
hacen más vegetarianas y al final comen de todo. ¿Por qué
se prohibió su venta? Pues porque como la gente las
soltaba en ríos, lagunas, etc. y son muy voraces, dejaban
sin comida a nuestros queridos galápagos.
Y ya para terminar deciros que los machos son algo más
grandes que las hembras, que tienen las uñas de las patas
delanteras más largas, y también la cola, claro. El cortejo
consiste en el que macho masajea la cabeza de la hembra
con esas uñitas y si a esta le gusta se sumerje en el agua y
pasa “lo inevitable”. Entre marzo y mayo la hembra hace
de una a tres puestas de entre 5 y 20 huevos en agujeros
de pequeña profundidad cerca del agua. Tras dos o tres
meses (entre junio y julio) nacen las tortuguitas de unos 2
cms. Pero crecen muy deprisa en unos tres años (por eso la
gente se deshacía de ellas) hasta que a los 4 ya son
mayores. Si hace mucho frío hibernan de diciembre a
febrero y si no, hacen una especie de “descanso hibernal”.
Otro elemento curioso del estanque es la gruta con su
cascada:
Estar dentro de la gruta es una tontería porque es
pequeñísima, pero cuando era niño era toda una aventura
para mí.
Si queremos ver lo que hay encima de la gruta, se puede ir
por otro caminito, saliendo del palacio a la derecha, y subir
a un pequeño mirador:
Si en lugar de ir hacia la gruta nos vamos por la cuestecita
que queda a la derecha, estaremos justo en la zona donde
se hizo el palacio “neonazarí”:
Otro día descubrimos incluso la casita de esta ardilla, que
estaba en una morera:
Si seguimos rodeando el estanque, justo enfrente del
palacio, nos encontramos dos cosas interesantes, una viva
y otra de piedra.
La de piedra son unos cubos de hormigón como los que hay
en los puertos, que justamente es la idea que quiso darnos
el escultor vasco Agustín Ibarrola, que seguro que os suena
porque es el que hizo lo del famoso “bosque de Oma”
(cerca de Guernika) con árboles pintados de colores, etc. Al
final se los boicotearon y se tuvo que ir del país vasco.
También ha hecho cosas como “el bosque encantado” en
Salamanca a orillas del Tormes (pintando de colores olmos
secos por la grafiosis), los “cubos de la memoria”, que son
como estos del Retiro pero también coloreados (en la playa
de Llanes) o el “bosque de los tótems” en la estación de
Príncipe Pío de Madrid.
Esto del Retiro se inauguró el 7 de junio de 1982 y es como
una construcción de un dique con bloques de hormigón:
Un poco más arriba nos encontramos la “cosa viva”, que no
es otra que un enorme cedro:
Su nombre científico es Cedrus deodara (que en sánscrito
significa “árbol de los dioses”) y proviene del Himalaya.
Sus propiedades curativas le hacen muy apreciado en la
medicina ayurvédica de la India. Su madera, por dentro, es
aromática y se usa para hacer incienso o sacar de ella
aceites esenciales que pueden usarse, entre otras cosas,
como repelentes de insectos. También es “anti-hongos” por
lo que se utiliza para la conservación de especias en su
almacenaje y como antiséptico en general. También se
sacan de él no pocos perfumes por su olor, que es muy
típico. Es un árbol muy fuerte, que soporta bien tanto el
frío como el calor, aunque no las heladas si son muy
persistentes. Puede vivir más de mil años, que no es poco.
Si seguimos bordeando la barandilla que rodea el
estanque, veremos otro “arbolito” interesante: ¡un
eucalipto!
El Acer pseudoplatanus, “falso plátano”, “arce blanco” o
“sicomoro” (que todos estos nombres tiene), también anda
por aquí. Son árboles más o menos grandes que pueden
llegar hasta los 30 metros, de troncos rectos con cortezas
lisas y de color gris que poco a poco se van agrietando y
saliéndole escamas. Las hojas son palmeadas, con cinco
lóbulos, las flores salen en racimos de color amarillo y los
frutos son con alas (se llaman “sámaras”). En las hojas se
envuelve tradicionalmente el queso de cabrales porque
estos árboles son de la cordillera cantábrica. La parte de
abajo, los laterales y el mástil de los violines Stradivarius
son de la madera de estos árboles. La parte de arriba se
hace con abeto rojo. Todo esto lo podéis ver en el cartelito
de la senda botánica nº 46 que tenéis al pie del árbol en
esta zona.
Pero hay más árboles y arbustos por aquí:
Y así, a lo tonto, nos vamos acercando a un pequeño
monumento que no es otro que el dedicado al Doctor
Cortezo:
Aparte de ser famoso por la calle que tiene en Madrid,
donde nació en 1850, también lo fue en su época por
muchas otras cosas. Se hizo médico en la Facultad de San
Carlos (que estaba donde ahora está el Museo Reina Sofía)
y se doctoró allí en 1870, con tan solo veinte años. Se fue a
estudiar al extranjero y así consiguió ser uno de los
pioneros de la bacteriología en España. En 1873 sacó plaza
en el Hospital de la Princesa del que en dos años se hizo
Decano. Se metió en política en el partido de D. Emilio
Castelar llegando a ser senador liberal. Durante varios
años fue Director General de Sanidad, publicando en 1904
una “Instrucción General de Sanidad”. En 1906, con el
gobierno de D. Raimundo Fernández Villaverde le
nombraron Ministro de Instrucción Pública y creó el que
llamó “Instituto de Higiene, Alfonso XIII”. ¿Y sabéis a quién
puso al mando? Pues nada menos que a D. Santiago Ramón
y Cajal, a quién le dio todas las facilidades para que
siguiese con sus investigaciones. Por si no fuera poco, en
colaboración con el doctor D. Francisco Méndez Álvaro,
fundó la “Sociedad Española de Higiene”. ¡Vamos que se
merece la estatua, la calle y lo que haga falta!
Si seguimos paseando esta zona nos encontraremos más
árboles y arbustos:
Si bajamos un poquito nos encontramos un sendero,
paralelo al paseo de Julio Romero de Torres, donde
también hay cosas interesantes:
Y, por supuesto, muchos más árboles y arbustos, pero como
ya los hemos visto por esta zona y no queremos repetirnos,
nos vamos directamente al Paseo de Julio Romero de
Torres, el que pintó a la mujer morena y esas cosas:
Si echamos a caminar hacia la Rosaleda, nos encontramos
bastantes cositas:
Deciros, como podéis ver en el cartel, que el nombre
“aligustre” viene de que sus ramillas servían para “atar”
(ligar) en la antigüedad. Se distinguen de los de la China
porque las hojas son verdes y no tienen los bordes
amarillos. En medicina se han utilizado para reforzar el
sistema inmunológico, pero ahora yo creo que se ponen
como adorno y punto. Por cierto hay muchos setos de
aligustre, como ya hemos ido viendo.
El paseo este de Julio Romero de Torres es, como el
nombre, relativamente largo:
Más o menos a la mitad, a la derecha según se va a la
Rosaleda, podemos ver un pequeño pinar donde los pinos
no son pequeños. Lo curioso es que son pinos negrales o
laricios (Pinus nigra), que no son los más frecuentes en “el
Reti”.
Y junto a estos pinos, un arbustito que tiene su gracia:
La griñolera es conocida por los científicos
como Cotoneaster horizontalis y pertenece a la familia de
las Rosáceas, que es una muy buena familia donde están
las rosas, claro. Proviene del oeste de China y su nombre
quiere decir “membrillo imperfecto” porque sus hojas se
parecen a las de algunos membrillos. Es muy sufrida para
los jardines y parques aunque en el Retiro no hay muchas
o, por lo menos, yo esta es la primera que veo.
Y también por aquí, un poco a la izquierda, queda una
estatua que no tiene nada que ver con el cava:
D. Ricardo Codorníu Starico fue un auténtico ecologista
cuando aún no se conocía la palabra. Nació en Cartagena
en 1846 y desde muy pequeño le gustaban los árboles y las
aves. Así que estudió Ingeniería de Montes en Villaviciosa
de Odón, terminando la carrera en El Escorial. Se casó con
una cartagenera y se fue a vivir a Murcia. Tuvo nada
menos de ocho hijos con ella y luego 22 nietos y cuatro
biznietos. Ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de Montes de
Murcia y fue persona clave para repoblar la Sierra de
Espuña, así como la de la zona de Guardamar, deteniendo
las dunas. Aparte de eso fue un divulgador del respeto a los
árboles y a la naturaleza en general, particularmente a las
aves. Dio muchas charlas, conferencias, etc. y escribió unos
cuantos libros sobre estos temas. Le concedieron la Gran
Cruz de Isabel la Católica, la Cruz del Mérito Agrícola y la
Encomienda de Alfonso XII, entre otros galardones. Por
ejemplo, fue felicitado por el Papa Benedicto XV (no XVI,
claro). Entre sus múltiples nietos estaba D. Juan de la
Cierva y Codorníu, inventor del autogiro, al cual explicó de
pequeño por qué podía volar un avión. Murió en Murcia, en
1923 cuando tenía 77 años.
La estatua es obra del escultor Ignacio Pinazo (¡que mejor
apellido para esculpir al “Apóstol del Árbol”!) que la hizo
en piedra caliza por encargo del Cuerpo Nacional de
Ingenieros.
Nos vamos aproximando al final del paseo encontrando
diversos árboles y arbustos como los que hemos visto en
esta zona.
Al final llegamos a una plazoleta donde los pinos (carrascos
y piñoneros) destacan por encima de otros, ¡nunca mejor
dicho!
Pero vayamos a las “edificaciones”:
Por fin vemos el monumento de quién da nombre al paseo:
El busto, las letras y los escudos son de bronce y el
monolito es de granito y piedra artificial. Este pintor
cordobés tenía una plaza con su nombre en Madrid, que
era la antigua de los Carros y allí le pusieron este
monumento en la Segunda República (1932), siendo
Presidente D. Niceto Alcalá-Zamora y Alcalde de Madrid D.
Pedro Rico. Después, la plaza volvería a ser de los Carros y
a D. Julio se le trasladó al Retiro, dándole nombre a un
paseo del parque, todo esto en 1972, o sea que tampoco
hace tanto.
Julio Romero de Torres nació en Córdoba en 1874, en el
Museo Provincial de Bellas Artes del que su padre era
conservador, a la vez que pintor e investigador de las artes.
Así que no es raro que tuviera tres hijos pintores; Julio, el
más conocido, empezó a pintar en la Escuela de Bellas
Artes de Córdoba con solo 10 años. Enseguida destacó y se
presentaba a premios de pintura, obteniendo varios de
mucho prestigio como el Primer Premio de la Exposición de
Barcelona de 1911 y el de la de Múnich en 1913. Viajó por
Francia, Italia, Inglaterra y Países Bajos, hasta que en 1916
se hizo Catedrático de Ropaje en la Escuela de Bellas Artes
de Madrid. Aquí conoció a la “crème de la crème” porque
va a las tertulias con Ortega y Gasset, Jacinto Benavente,
Manuel y Antonio Machado, Pérez de Ayala y los hermanos
Álvarez Quintero. También conoce a Joaquín Costa, y se
hace muy amigo de Ramón María del Valle Inclán. Se va
con él a la tertulia nocturna del Café Nuevo Levante,
juntándose allí nada menos que con los hermanos Baroja,
Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez Solana, Rafael de Penagos,
etc. Se hizo también amigo del entonces joven torero Juan
Belmonte, al que pinta, lo mismo que al ya consagrado
“Machaquito".
Pero lo que hizo famoso a D. Julio son los cuadros de
mujeres morenas, agitanadas y con detalles eróticos muy
avanzados para la época.
Pero si seguimos caminando por un paseo, dejando a la
izquierda la caseta de los guardas llegaremos a otro
monumento de otro genio, en este caso de la Literatura.
Que no es otro que D. Benito Pérez Galdós, el famoso autor
de los “Episodios Nacionales”.
D. Benito Pérez Galdós es una gran figura de la Literatura
Española, famoso por haber escrito “Los Episodios
Nacionales”, pero autor de otras muchísimas obras no solo
novelas, sino también teatro.
Nació en Las Palmas en 1843, décimo hijo de un coronel
que le contaba sus aventuras en la Guerra de la
Independencia. ¡De casta le viene al galgo! Estudió en un
colegio “progre” de Las Palmas y sacó el título de Bachiller
en Artes en La Laguna, empezando a colaborar en la
prensa local con poesía, ensayos y cuentos. Siempre tuvo
mucha imaginación. Una prima que llegó a su casa a vivir
le trastornó bastante por lo que, para evitar males
mayores, sus padres le mandaron a Madrid a estudiar
Derecho.
Aquí conoció a D. Francisco Giner de los Ríos, el fundador
de la Institución Libre de Enseñanza, que le animó
bastante a escribir y le hizo “fan” de una filosofía llamada
“krausismo”. Aparte de esto le encantaba ir al teatro y
además fundó la “Tertulia Canaria” con un par de amigos
suyos. También iba al Ateneo a leer (que era gratis), sobre
todo novelistas franceses e ingleses. Allí se hizo amigo del
famoso Leopoldo Alas “Clarín” y empezó a colaborar con
varios periódicos. Vivía bien, en casa de cualquiera de sus
dos hermanas o en la de su sobrino, que era José Hurtado
de Mendoza. Vestía bastante a su aire, se cortaba el pelo al
rape y siempre llevaba un puro a medio fumar en la boca y
una enorme bufanda blanca. Era muy modesto y muy
tímido pero muy observador y con una memoria visual
excelente. Le gustaba, además, pintar, y se le daba bien.
En 1887 se va a París como periodista para cubrir la
“Expo” y traduceuna obra de Dickens. Total, que al final
deja la carrera de Derecho y se dedica de lleno al
periodismo escribiendo, entre otras cosas, sobre la nueva
Constitución una vez caída Isabel II.
Su primera obra de teatro fue Realidad, estrenada por
María Guerrero en 1891. Al año siguiente La Loca de la
Casa y al otro La de San Quintín, que fue la tuvo más éxito.
En total escribió nada menos que veintidós obras de teatro,
casi nada. Y un montón de novelas como Marianela,
Fortunata y Jacinta, Nazarín, las que hizo sobre
Torquemada (Torquemada en la hoguera, en la cruz, en el
purgatorio, y Torquemada y San Pedro) y además, Miau,
Tormento o La desheredada.
Galdós las pasó canutas con su editor y cuando consiguió
liberarse de él puso una Editorial que llamó “Obras de
Pérez Galdós” justo al lado de mi despacho, en la calle
Hortaleza 104: ¡no sabía yo que había tenido un vecino tan
ilustre! Allí vendía, entre otras, sus novelas Doña
Perfecta o El abuelo de la que se hizo la película de
Fernando Fernán Gómez. Pero se cansó de este negocio y
en 1904 firmó contrato con la Editorial Hernando.
Como cuenta en Memorias de un desmemoriado fue
bastante mujeriego, pero no se casó nunca. Prefería los
amores “de pago”, sin complicaciones. De todas formas
tuvo una hija natural, cuya madre se suicidó, y fue “amigo”
de la actriz Concha Morell y la escritora Emilia Pardo
Bazán, que da nombre a un colegio público del que fui
alumno.
Falta contar como era el día a día del bueno de D. Benito:
se levantaba muy pronto y se ponía a escribir hasta las 10
de la mañana, siempre a lápiz. Luego se iba de paseo por
Madrid y entre eso y los viajes en trenes de tercera por
toda España, conocía al personal como nadie. Cuando
estaba fuera se quedaba a dormir en pensiones de lo más
cutre. Beber no bebía, pero estaba todo el día fumando
puros. Por la tarde leía en español, francés o inglés y luego
volvía a salir de paseo o iba a un concierto, La música le
encantaba, tanto que llegó a ser crítico musical. Con el
dinero era un desastre, lo ganaba y lo repartía sin medida,
de manera que siempre llevaba a su lado pedigüeños a los
que soltaba billetes como si tal.
En política, aparte de su paso por las Cortes, fue jefe de la
Coalición republicano-socialista, junto a Pablo Iglesias,
pero pronto se cansó del “rollo político” y siguió
escribiendo.
Fue en persona a la inauguración de su estatua en el
Retiro, en 1919, pero estaba casi ciego y pidió que le
auparan para palpar su cara: se emocionó. Al año
siguiente murió en Madrid siendo acompañado su ataúd
por unos 20.000 madrileños. Era muy querido y muy
admirado, con toda la razón.
Muy cerca de su estatua hay una de esas “bibliotequitas”
donde la gente deja y coge libros, aunque la verdad la
mayoría son “infumables”, no como los puros de D. Benito.
Siguiendo hacia el paseo de coches iremos a una de las
esquinas de esta zona donde hay un kiosko:
La morera blanca, conocida por los científicos como Morus
alba, es un arbolito de origen chino, pero que desde hace
mucho se cultiva por todas partes, sobre todo porque sus
hojas son el alimento favorito de los gusanos de seda que
se crían en Europa desde el siglo XVI. Yo, la verdad, es que
no les he criado nunca, pero los he visto en esas cajas de
zapatos donde mis amigos les echaban las hojas de morera
que devoraban. Luego hacían un capullo de auténtica seda
del que salía una mariposa.
Si seguimos caminando por el Paseo del Uruguay nos
encontraremos otro kiosko, pero antes veremos bonitos
ejemplares:
Desde aquí hay un bajadita hasta la ría en la que también
vemos buenos ejemplares en los parterres de uno y otro
lado.
Y así llegamos a lo que es la ría que bordea una isla, pero
antes hay un paseo:
Si seguimos bajando nos encontramos el primer puente:
Donde había un personaje que ya es como de la familia:
Después de pasar el puente llegamos a la isla. ¿Y qué nos
encontramos?
Aunque hemos visto muchas de estas
palmeras, Trachycarpus fortunei para los científicos, en
este lugar hay un cartelito de esos de la Senda Botánica
que, por cierto, la hicimos un sábado Charo y yo, y nos
calamos porque llovía a cántaros. Ahí nos cuenta que estos
árboles originarios de China se adaptan muy bien al frío,
por lo que los hay en muchísimos parques, incluso de
países nada cálidos.
Vamos ahora con los sauces llorones de los que no hay
muchos en el Reti. Pero aquí sí hay dos, uno en la islita y
otro en la orilla:
El sauce llorón era el nº 24 de la antigua senda botánica y
tenía cerca un cartelito de esos verdes. Allí se explicaba
que el nombre científico -Salix babylonica- era por el
idioma celta que significa “cerca del agua”, lo cual les va
muy bien. Lo de Babilonia es porque los babilonios
desterrados colgaban sus instrumentos musicales de sus
ramas. ¡Este Linneo (que es quien les bautizó) a veces se
complicaba la vida! En realidad proviene de China y hasta
el siglo XVIII no se introdujo en Europa, concretamente en
Inglaterra. No viven demasiado porque son sensibles a las
plagas, sobre todo a los hongos y también a los insectos
(orugas, larvas, pulgones, cochinillas, etc.). La mayoría de
los de los jardines son hembras, ya que se reproducen
mejor por esquejes.
Si vamos al extremo izquierdo de la isla veremos desde allí
una glorieta de tierra rodeada por un zócalo tipo “banco
escalonado”, donde uno se puede sentar:
Pero sigamos por la isla hacia el paseo de Julio Romero de
Torres, aunque antes nos fijemos en esta curiosa “casita de
metal”:
Y ya sí, nos vamos a subir por el puente de madera que nos
lleva al paseo de D. Julio:
Según vamos bajando a la derecha, nada más pasar el
eucalipto, nos encontramos otro árbol, pero mucho menos
conocido. Es el “palosanto” (Diospyros lotus), de la familia
del caqui y del ébano. De hecho se le pueden injertar
caquis y de esta forma se ha comercializado mejor esta
fruta. Estos árboles son o bien machos o bien hembras, de
este en concreto aún no sabemos el sexo, pero estamos en
ello. Las flores son pequeñas y de color verdoso. Sus frutos
se pueden comer, de hecho en Pakistán se los comen,
aunque tienen que estar bien maduros, porque si no te
pueden dar gases. Son como los caquis, pero de color
naranja. A todo esto, no os he contado que su nombre
científico significa “el trigo de Zeus” y que en Grecia se le
llamaba “la fruta de los dioses”. Este árbol se extendió
desde el este de Asia al oeste de Europa, habiéndolos
también en Estados Unidos y el norte de África.
El otro palosanto que hay en el Retiro está justo al lado,
siguiendo el puente a la derecha, antes de llegar al otro
puente.
Pero antes del palosanto, a izquierda y derecha del puente,
podemos ver bonitos arbustos:
La palmera de Canarias (Phoenix canariensis) es típica de
nuestras queridas islas y muy resistente gracias a que sus
raíces aprovechan muy bien el agua subterránea. Y
también a que tanto su tronco como sus ramas y hojas son
más que fuertes. Viven muchísimo, hasta dos o incluso tres
siglos, que ya está bien. Producen dátiles, pero más
pequeños y peores que los de la datilífera, que por eso se
llama así, claro. Se usa mucho como adorno en parques y
jardines, pero por ejemplo en la isla de La Gomera se
utiliza su savia (que se llama “guarapo”) para producir la
riquísima “miel de palma”. Hasta sus hojas tienen
aprovechamiento como escobas para barrenderos.
Pero, atentos: si miramos a la ría en sí, al agua, veremos a
sus habitantes más normales, que son los patos. Los hay de
todos los colores, como veréis en las fotos.
Pero no siempre están en el agua:
Y ya no nos queda más que salir de la isla por el tercero de
los puentes:
Una vez al otro lado, nos fijamos en un laurel-cerezo y un
pitósporo:
Lo bueno es que todo esto fue antiguamente una “Ría de
patinar”, que así se llamaba. Todo empezó cuando a finales
del siglo XIX la gente patinaba en el estanque del Palacio
de Cristal que se quedaba helado cada invierno. Podéis
verlo en el grabado que hay al principio de este capítulo.
Luego se hizo otra “pista de patinaje”, en lo que ahora es la
Rosaleda, pero el problema que había es que al estar al
descubierto el hielo se derretía pronto. Pero a partir de
1876 a Doña Isabel II se le ocurrió que poniendo unos
arbolitos en la ría, que son los que acabamos de ver, el
hielo duraría mucho más al crearse una zona de umbría.
Pero volvamos a los tiempos actuales y demos un paseíto
por la zona que nos queda por ver:
Yendo hacia el Paseo de Cuba encontraremos unas casas
bajas de ladrillos que los guardas y jardineros utilizan para
tener allí sus cosas y aparcar sus coches.
Si subimos un poco hacia el palacio encontramos árboles
“potentes”:
Hemos recorrido todo esta zona cercana al Palacio de
Cristal para arriba y para abajo, para la izquierda y para la
derecha, hemos entrado al palacio, lo hemos rodeado, pero
no lo hemos visto desde el aire. Y para eso hay una foto que
sale en el libro de Carmen Ariza Muñoz que es la repera:
Pero que conste que todo esto es ahora parte de un museo:
No podíamos terminar sin el mapita de Google donde
ponemos todas las cosas más llamativas que hemos ido
viendo:
El Palacio de Velázquez
Este sitio siempre ha sido un poco raro para mí. Cuando
era pequeño no recuerdo haber ido mucho por esta zona
que he descubierto ya de mayor. En principio no era de
entrar a las exposiciones, pero luego me fui aficionando
poco a poco y recuerdo algunas que me impresionaron,
como la de esculturas de Juan Muñoz.
El edificio es muy parecido al del Palacio de Cristal y lo
hizo el mismo arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y con
materiales parecidos. Su nombre vienen del apellido de
este señor, no del pintor, como mucha gente se cree. Se
construyó para la Exposición Nacional de Minería,
inspirado en el Crystal Palace de Londres. Bueno en
realidad esta “expo” fue también de Artes Metalúrgicas,
Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, casi nada. El
ingeniero fue un tal Alberto del Palacio y el ceramista que
decoró con azulejos la fachada se llamaba Daniel Zuloaga
al que ayudó su hermano Germán. Los hierros forjados son
de la fábrica de Bernardo Asins, el mismo que hizo los del
otro palacio. Se eligió esta zona llamada “El Campo
Grande” precisamente por eso, por ser “grande” y poder
hacerse en ella una gran exposición y que la gente pudiera
ir a verla sin problemas y darse un paseo por un sitio tan
bonito. La inauguró su majestad D. Alfonso XII junto con el
rey de Portugal D. Luis I, el 30 de mayo de 1883.
El edificio es muy parecido al del Palacio de Cristal y lo
hizo el mismo arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y con
materiales parecidos. Su nombre vienen del apellido de
este señor, no del pintor, como mucha gente se cree. Se
construyó para la Exposición Nacional de Minería,
inspirado en el Crystal Palace de Londres. Bueno en
realidad esta “expo” fue también de Artes Metalúrgicas,
Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, casi nada. El
ingeniero fue un tal Alberto del Palacio y el ceramista que
decoró con azulejos la fachada se llamaba Daniel Zuloaga
al que ayudó su hermano Germán. Los hierros forjados son
de la fábrica de Bernardo Asins, el mismo que hizo los del
otro palacio. Se eligió esta zona llamada “El Campo
Grande” precisamente por eso, por ser “grande” y poder
hacerse en ella una gran exposición y que la gente pudiera
ir a verla sin problemas y darse un paseo por un sitio tan
bonito. La inauguró su majestad D. Alfonso XII junto con el
rey de Portugal D. Luis I, el 30 de mayo de 1883.
Una vez terminada la exposición minera el palacio se
aprovechó para la de Filipinas de la que hablamos en el
capítulo “El Palacio de Cristal”. Luego se dejó como
“Museo de Ultramar” y ahora es otra “sucursal” del Reina
Sofía. Estuvo cerrado por obras entre 2005 y 2010, aquí
nos tomamos las cosas con tranquilidad…
Todos los materiales utilizados en su construcción son de
procedencia española: los ladrillos rojos vinieron de
Zaragoza, los adornos en barro cocido (que luego veremos
con detalle) son de Madrid, de Santigosa y Cia., los
azulejos se hicieron en la Real Fábrica de la Moncloa, el
mármol de algunas de las empresas que participaron en la
Expo y las columnas de la Fundición Sanford, que también
era muy famosa.
El edificio es una gran nave central con lo que los
arquitectos llaman una “bóveda de cañón” y cuatro
torreones en las esquinas que se unen por galerías.
Pero veamos parte a parte como es la fachada del edificio:
Del señor que no sabemos quién es poco podemos decir y
de Diego Velázquez, el pintor tampoco hay mucho que
decir porque seguro que le conocéis de sobra. Recordar
que nació en Sevilla en 1559 y que aprendió a pintar con el
que luego fue su suegro Francisco Pacheco. Fue pintor de
cámara de la corte de Felipe IV que tuvo como valido al
famosísimo Conde Duque de Olivares. Sus obras son
también de las más famosas de la pintura universal; os
recordamos algunas: “La adoración de los Magos”, “La
vieja friendo huevos” o “El aguador de Sevilla”, todas ellas
de su etapa sevillana.
Una vez que le ficharon como pintor de la corte en Madrid
se dedicó a pintar “cosas” como “Los Borrachos”, “La
fragua de Vulcano”, “La rendición de Breda” (también
llamado “El Cuadro de las Lanzas”), los retratos de Felipe
IV, el Conde Duque de Olivares, el Papa Inocencio X o
Esopo, entre otros.
Y ya lo más de lo más son los “Paisajes de la Villa Médicis”
(que me encanta), el “Cristo crucificado”, “Las hilanderas”
y “Las meninas”. Velázquez murió en Madrid en 1660 y os
digo una cosa: a mi sigue siendo el pintor que más me
gusta, no sé por qué. Os recomiendo ir al Museo del
Prado, al ladito del Retiro, y volver a echar una ojeada a
esos cuadros que, después de más de cuatrocientos años,
siguen estando vivos y son la “creme de la creme” de la
pintura universal.
A la izquierda de la puerta principal, según se mira, hay
una serie de arcos donde podemos ver otros dos señores:
Juanelo Turriano era un señor italiano que nació en
Cremona en 1500 y que resultó ser un virguero de los
relojes, los autómatas y la ingeniería en general. Su
formación fue práctica, en el taller de su padre, que se
dedicaba a construir y reparar artilugios mecánicos. Luego
se hizo relojero, pero también fabricó grúas para levantar
cañones, dragadoras para desecar la lagunas en Venecia o
bombas de agua. Al ganar Carlos V la batalla de Pavía, toda
la región de Lombardía quedó en manos españolas y el rey
conoció a Juanelo en Bolonia en 1530, cuando le hicieron
emperador. Se lo llevó a España y le hizo “relojero de la
Corte” y lo primero que hizo fue reparar un reloj italiano
que le gustaba mucho al rey. Después construyó otro,
llamado “Cristalino”, al que se le llamó “reloj astronómico”
porque señalaba las horas, los días y los movimientos de
todos los planetas, enseñaba las ocho esferas planetarias,
marcando las horas solares y las lunares y estaba decorado
con los signos del zodiaco, además de otras estrellas. Tenía
1500 piezas y era una maravilla, así que el rey estaba
encantado porque le gustaban muchísimo los relojes.
Se llevó a Juanelo a Yuste y allí empezó otra etapa con el
sucesor Felipe II con el que no le fue tan bien. Siguió en la
Corte, que estaba a veces en Madrid y otras en Toledo, y el
nuevo rey le nombró “Matemático Mayor del reino” y le
puso a trabajar en distintas obras como las acequias del
Jarama y de Colmenar de Oreja y la presa de Tibi en
Alicante. En el Monasterio del Escorial fue el asesor para la
construcción del reloj de una de las torres y de las
campanas de la Basílica.
Además fue uno de los que asesoraron al Papa Gregorio
XIII para reformar el calendario con todo ese lío de los
años bisiestos, aunque no le hicieron demasiado caso
después de todo lo que se molestó.
Pero lo que más fama le dio fue el llamado “artificio de
Juanelo”, que era un sistema a base de enormes cucharas
que permitían subir el agua del Tajo hasta el Alcázar de
Toledo, cosa que era un problema gordo desde la época de
los romanos porque el desnivel es de unos 100 metros y el
recorrido en horizontal de unos 300.
Juanelo lo consiguió pero no cobró, porque el agua llegaba
al Alcázar (que era del ejército real) y no al Ayuntamiento
con el que había firmado el contrato. Al final el pobre
estuvo pagando de su bolsillo su propio invento durante 6
años y al final se arruinó.
Felipe II le dijo que hiciera un segundo invento para lo
mismo y que firmase otro contrato con él que le cedía todos
los derechos. Pero el muy truhán le puso una cláusula (la
“letra pequeña”) por la cual tampoco le pagó nada. Al final
Toledo se quedó sin agua y Juanelo sin dinero. Murió en la
ruina en 1585 y además la Inquisición estaba intentando
“empapelarle”. Así tratamos a los genios en este país.
Por lo menos la historia le ha reconocido sus méritos y nos
ha dejado un legado en forma de “Veintiún libros de
ingenios y máquinas” que en su época estuvo prohibido por
“secreto”. Aparte de los relojes, las grúas, las campanas,
los ingenios para subir agua, etc., Juanelo hizo un autómata
llamado “el hombre de palo” que fue muy famoso aunque
no se supo muy bien para que servía: hoy hay una calle en
Toledo con este nombre. También es cierto que el de
Juanelo aparece en los escritos de Cervantes, Lope,
Quevedo, etc., porque fue toda una leyenda en su época.
Y ahora os contamos cosas sobre Juan de Herrera, claro
está.
Este buen señor nació en un pequeño pueblo de Cantabria
en 1530. Como era hijo de una familia acomodada, le
enviaron a estudiar Humanidades y Filosofía a la
Universidad de Valladolid. En 1548 se hace “caballero de
Felipe II” (príncipe aún) y viaja por Flandes, Alemania e
Italia donde “se empapa” del renacimiento. Lucha como
soldado con Carlos V en Flandes y le acompaña a Yuste,
como Juanelo.
Luego queda a las órdenes de Felipe II, que le trató mejor
que al relojero. Se encarga de enseñar al príncipe Carlos
hasta que en 1563 se pone a las órdenes de Juan Bautista
de Toledo, nada menos que para hacer el Monasterio del
Escorial. Al final lo termina él, trabajando en ello nada
menos que 14 años, hasta 1584.
Antes fue nombrado “Inspector de Monumentos de la
Corona” lo que hace que muchas construcciones de esa
época tengan su estilo sobrio, sencillo, basado en la
geometría y llamado “herreriano”.
Fundó la Academia de Matemáticas y Delineación” que
luego fue de “Ciencias Exactas, Físicas y Naturales”,
siendo su primer director.
Aparte de lo del Escorial, hizo otras construcciones míticas
como el Palacio Real de Aranjuez (con los proyectos de
jardines incluidos), la Catedral de Valladolid o la Casa de la
Moneda de Segovia.
Murió en Madrid en 1594, después de estar enfermo
durante tres años. Su influencia en la arquitectura es
enorme, pues a partir de él se crea un nuevo estilo (el
“herreriano”, como dijimos antes) que sustituyó al
plateresco y duró prácticamente un siglo.
Nos vamos ahora a la parte derecha de la fachada:
Y vuelta otra vez a la parte izquierda para rodear el
edificio:
Y ya nos vamos a la parte de atrás:
El Conde de Aranda fue un personaje muy importante en su
época. Es de los míos, porque nació el mismo día que yo, el
1 de agosto, sólo que un poco antes (1719) y en un castillo,
el de Siétamo, en la provincia de Huesca. Se llamaba Pedro
Pablo Abarca de Bolea (un nombre muy tenístico), y como
era “de familia acomodada” le enviaron a estudiar al
Seminario de Bolonia (tan famosa ahora para los
estudiantes con ese plan tan “estupendo” que han
inventado) y también a Roma. Se hizo sus viajecitos por
Europa y allí se dio cuenta de que lo que “molaba” era la
Ilustración. Le entró la vocación militar y se fue a Prusia
donde conoció a Federico el Grande, y luego a París antes
de volver a España.
Fernando VI le nombró embajador en Lisboa y con Carlos
III llegó a Capitán General y luego a Gobernador de
Valencia, terminando como Presidente del Consejo de
Castilla en 1765, con 46 añitos. Dicen las crónicas que era
sincero, cabezota, muy patriota y monárquico.
Lo del “motin de Esquilache” es un episodio muy conocido
porque el ministro italiano Leopoldo de Gregorio (marqués
de Esquilache) se propuso modernizar las calles dotándolas
de alumbrado (que hacía pagar a la gente, eso sí),
adoquines (en lugar de tierra), fosas sépticas (en lugar del
“agua va”), parques y jardines, etc. Ah y además se le
ocurrió la idea de que la gente dejara las capas largas y los
sombreros grandes (llamados “chambergos”) y los
cambiara por otros de tres picos y capas más cortas. Todo
para que los delincuentes no pudieran camuflarse. Pero sus
enemigos influyeron en la gente para que se opusiera y así
lo hicieron, de forma que el rey se tuvo que ir a Aranjuez y
se formó un lío enorme. Al final y después de muchas
cartas y negociaciones, el ministro Esquilache se tuvo que
ir a Italia y fue el Conde de Aranda uno de los beneficiados
al ser nombrado Presidente del Consejo de Castilla, como
dijimos antes. El Marqués de la Ensenada (anterior
presidente) fue desterrado. Y lo bueno es que a base de
negociaciones y por las buenas, Aranda consiguió casi todo
lo que Esquilache quería imponer.
Otra consecuencia fue la expulsión de los Jesuitas, a los
que culparon del motín. Aranda buscó pruebas y, ante el
regozijo de las demás órdenes religiosas, fueron
expulsados. Voltaire (gran enemigo de las religiones) dijo
de él “con media docena de hombres como Aranda, España
quedaría regenerada”. Sin embargo él mismo se ocupó de
que los jesuitas pudieran seguir trabajando y de que la
gente no se metiera mucho con ellos.
En 1773 Aranda es nombrado Embajador de España en
Francia donde estuvo 10 años y consiguió éxitos como la
devolución de Menorca (que era inglesa) o de La Florida y
parte de Nicaragua y Honduras. Pero eso sí, las Bahamas
se las quedaron los ingleses, así como Gibraltar.
Llegó a España en 1784 hecho un auténtico “ilustrado”, o
sea, modernizador de la sociedad, oponiéndose al conde de
Floridablanca. En 1788 muere Carlos III, nombran rey a
Carlos IV y un año más tarde empieza la Revolución
francesa. Floridablanca se esfuerza en ocultarlo pero
Aranda consigue que le destituyan y encierren en
Pamplona por “abuso de poder”, pasando a ser él
Consejero del Reino.
El conde de Aranda estuvo en principio con la revolución,
porque era “ilustrado”, pero cuando encarcelaron a la
familia real francesa suavizó su postura, porque en el fondo
era también monárquico. Pero sus ideas de enciclopedista
se volvieron al fin en su contra y esto favoreció que fuera
sustituido por Manuel Godoy, favorito de la reina María
Luisa. Al final fue desterrado a Jaén y en 1795 el rey Carlos
IV le permite irse a Aragón donde murió en el pueblecito
de Épila en 1798. Fue un gran estadista que intervino en
numerosos tratados y tomó importantes decisiones. Por
ejemplo, gracias a él se hizo el primer censo de españoles
de la historia. Promovió muchas obras como canales,
conventos, fábricas de cerámica, etc. También le gustaba el
campo y los jardines y de hecho creó El Pardo y favoreció
El Retiro. Como curiosidad, deciros que la Duquesa de Alba
es lejana descendiente suya.
Y llegamos ya a la parte central de atrás, que es parecida a
delantera pero sin esfinges:
Hemos rodeado el edificio, pero no podemos dejar de
fijarnos en algunos arbolitos:
Pero lo más llamativo es el tejo del que aquí vemos el
ejemplar más llamativo de todo el parque:
El tejo (Taxus baccata) es un árbol o arbusto muy antiguo,
que lleva en la Tierra millones de años. Procede de Europa,
el oeste de Asia y norte de Africa. Ahora los hay en España
en casi todas las sierras, aunque cada vez va habiendo
menos. Son típicos de la cordillera cantábrica.
El tronco, que a veces son varios como en este ejemplar
que hay tres, es muy fuerte y crece retorcido. De su
madera se hacen instrumentos musicales, abarcas, zuecos,
arcos o simplemente cercas. Las hojas son planas y en
forma de aguja, saliendo en dos filas de cada rama. Las
flores masculinas son amarillentas y en forma de pequeñas
moras y las femeninas son como copitas verdes que luego
se ponen rojas y se llaman "arilos". Están en plantas
separadas, o sea que hay tejos macho y tejos hembra.
Menos la parte roja de los frutos, el resto del árbol es
venenoso porque tiene una toxina llamada "taxina". De
todas formas de la taxina se saca el "taxol" que es un
anticancerígeno. Se dice que los pueblos cántabros o
astures usaban las semillas de los frutos (que son bolitas
negras) para suicidarse cuando les rodeaban los enemigos.
En la cultura celta el tejo simbolizaba el paso entre la vida
y la muerte. Así se pasaba de la "noche de todo lo sagrado"
("All hallow even", el ahora famoso "Halloween") al día de
los difuntos o "Samain", el 1 de noviembre que era el
primero de año para los celtas. Todo esto lo explica muy
bien el cartelito nº 44 de la Senda Botánica al lado de este
tejo.
Para terminar deciros que los tejos crecen muy despacio y
pueden vivir muchos años, hasta 1.500, pero lo normal es
que no lleguen a los 800, que no está mal, así se puede uno
permitir el lujo de hacer de "puente" entre vida y muerte.
Seguimos ahora viendo otros árboles y arbustos de los
alrededores.
Pero después de darle tantas vueltas al Palacio (bueno en
realidad una sola, pero con mucho detalle), lo suyo es
entrar dentro de una vez y eso es lo que hacemos ahora:
La verdad es que si no lo conoces impresiona la primera
vez que entras porque es un sitio que tiene magia y además
es tan grande que puedes pasear y ver tranquilamente la
exposición de turno. Suelen ser artistas modernos, con eso
que ahora se llaman "instalaciones" que son esculturas
raras, a veces con videos, objetos en movimiento, luces,
etc. Pero a nosotros nos gustan y solemos ir por allí, así
que os recomiendo la visita.
Al salir nos encontraremos de frente un par de parterres
bastante amplios con una serie de arboles y arbustos:
Si seguimos caminando hacia el paseo de Cuba, nos
encontraremos otro paseíto con dos curiosas casetas de
ladrillo rojo y tejado de zinc.
Y al lado de las casetas otro kiosco que es autoservicio, o
sea, que tienes que ir tú a por los refrescos o lo que sea:
Si seguimos subiendo por este paseo veremos más cosas,
claro:
Nos vamos a ir acercando a ver que descubrimos:
Y ya puestos nos metemos dentro:
El quejigo es una especie de encina pero con menos hojas,
aunque también tienen pinchos. Su nombre científico
es Quercus faginea y son típicos de lo que se llama "bosque
mediterráneo". Sus bellotas maduran antes que las de las
encinas y también se aprovechan. De la madera se pueden
hacer vigas porque es muy fuerte y también se usa como
leña o para sacar carbón vegetal. En algunas zonas hay
verdaderos bosques de quejigos, por ejemplo en Murcia.
Andalucía, etc.
Este arbusto de nombre tan "fogoso" conserva las hojas
verdes incluso en invierno (se caen al empezar el siguiente)
y son típicos sus frutos en forma de bayas rojas que
provienen de flores blancas y pequeñas muy agrupaditas
formando "paraguas". Proviene de la zona que va desde los
Balcanes hasta el Mar Negro.
A todo esto no os hemos contado todavía nada de la pista
de bolos que está al lado de la casita:
Alejándonos poco a poco hacia el Paseo de Cuba esquina
con el del Estanque hay una serie de setos con pinos y boj
sobre todo:
Llegamos así al Paseo de Cuba:
Y a la plaza de la Fuente de la Alcachofa donde nos fijamos
en los tradicionales "urinarios", ahora cerrados:
Manuel Summers rodó en uno de estos urinarios, el de
señores, claro, unas escenas de su película"To er mundo
e güeno". Con una cámara oculta les decía a los que
entraban que tuvieran cuidado porque había un león
que "les iba a comer la colita". Los tíos pensaban que era
un locático, entraban y... ¡ahí estaba el león! El susto que
se daban era de miedo (nunca mejor dicho) y salían
corriendo escaleras arriba. Salvo uno que, con cuidadito
para no molestar al felino, consiguió hacer su pis. Y es que
"hay gente pa tó".
Lo de la fuente de la alcachofa lo dejamos para el último
capítulo, el de "El Estanque".
Y ahora seguimos paseando por aquí hacia el Palacio.
Según me cuentan, parece que las "cajas verdes" metálicas
que hay al lado de ambos transformadores guardan los
mecanismos eléctricos que sirven para dar luz a los kioskos
de alrededor.
Y ya llegando otra vez al Paseo de Venezuela, nos
encontramos el monumento a Andrés Eloy Blanco:
Este buen hombre nació, como yo, en Agosto, aunque de
1897, en Venezuela, en el Estado de Sucre y fue un
momtón de cosas: abogado, escritor, humorista, poeta y
político. En 1923 le doeron el Primer Premio en los Juegos
Florales de Santander y vino a España a recibirlo. También
fue a la Habana donde conoció a disidentes venezolanos y
empezó a editar un periódico clandestino en su país. De
fuertes convicciones revolucionarias, tras un golpe de
estado fue encarcelado en una prisión que era una isla con
un castillo en forma de barco. Allí escribió su libro "Barco
de piedra", el primero de otros muchos de poemas, pero
también escribió obras de teatro, libros de humor y
artículos de política.
De hecho tuvo cargos políticos: Inspector de Consulados y
Ministro de Relaciones Exteriores. Creó el Partido
Democrático Nacional que luego se integró en Acción
Democrática, siendo también Presidente de la Asamblea
Nacional Constituyente, gracias a la cual todos los
venezolanos pudieron tener elecciones libres. Sin embargo
terminó perdiendo su cargo y se marchó a Méjico donde se
dedicó sobre todo a escribir poesía. No os lo vais a creer
pero los versos de la canción "Angelitos Negros", que
popularizó Antonio Machín, son suyos.
Tuvo la mala suerte de morir relativamente joven, a los 58
años, en un accidente de tráfico.
Estas plantas, las "euphorbias", se llaman así porque las
usaba un médico griego de un rey de Mauritania que se
llamaba así (el médico, no el rey). Este señor vio que el
látex era tóxico y se le ocurrió recomendarlo para que los
guerreros lo pusieran en la punta de sus flechas. ¡Mira tú
que idea! Y es que es irritante para piel, boca, nariz y ojos.
El de la especie llamada "resinífera" se usaba para pintar
barcos porque así no se les pegaban parásitos marinos. Y
hay una, la Euphorbia pulcherrima,que es la famosa "flor
de Pascua", usada como adorno navideño. El látex de
algunas especies puede ser utilizado como medicamento,
así que tampoco son tan malas.
Pero en concreto ésta de aquí sí tiene un látex irritante, así
que cuidado con cortar tallos porque os afectaría a la piel y
a los ojos sobre todo. Además es una especie muy
resistente que aguanta los fríos, los calores y que necesita
muy poca agua. Una curiosidad es que en Oriente Medio se
la considera protectora y tienen la costumbre de llevar
algunas ramas a las casas cuando nace un niño.
Otra vez volvemos al paseo:
Y ahora nos vamos al pinarcito que hay detrás del Palacio:
En los siguientes parterres que dan al Paseo de Venezuela
hay una serie de árboles y arbustos más que interesantes.
Pero hay por aquí un par de arbustos de lo más curioso:
Se trata del Liquidambar styraciflua o "liquidámbar
americano" que, entre otras cosas, tiene la particularidad
de que las flores masculinas están en unas ramas y las
femeninas en otras. Estos árboles tienen una resina tipo
"ámbar" (de ahí su nombre) que es como una goma que se
llama "storax" y se usó en medicina para los pulmones, la
ciática, etc. Es curioso que mezclada con tabaco la fumaran
los emperadores aztecas y en Francia se llegó a usar como
perfume para los guantes. Podéis ver y leer más sobre
estos arbolitos al final del capítulo de la "Casa de Fieras".
Si bajamos un poquito nos encontraremos más cosas
curiosas:
Al fondo hay unos urinarios de los de antes, en un edificio
rojo ahora (antes amarillo) como el que vimos entre la
Puerta de Alcalá y el Parterre.
Por un módico precio uno/a puede ir al servicio con opción
a papel y todo, que para eso están los correspondientes
cuidadores.
Nos queda por ver alguna otra cosa de los alrededores:
Nos queda por echar una ojeada a una zona de césped con
bastantes árboles y arbustos que queda entre el paseo de
coches y el tejo, más o menos.
Entre otras cosas podemos leer en el cartel que el
saúco (Sambucus nigra) es un "árbol mágico" al que se le
han atribuido no pocas historias, como deshacer los
hechizos, sobre todo los de "magia negra". Así que
cuidadito con hacerles algo porque nos podríamos
arrepentir... Sus flores, blancas primero y luego
amarillentas, forman curiosos "paraguas" y tienen un olor
inconfundible. Con los frutos, que son como pequeñas uvas
verdes que terminan siendo moradas, se pueden preparar
zumos, mermeladas, jaleas, salsas o sopas. Eso sí están
maduras, porque si no pueden ser indigestas. También dice
que en algunas zonas de España se ponen ramas de saúco
en las puertas de las casas en la noche de San Juan,
pensando que el santo bendecirá la casa y dará salud a los
habitantes de la misma. Pero para lo que en realidad sirve
es para hacer infusiones que bajan la fiebre.
Si subimos un poco hacia el Paseo de Coches podíamos
encontrar algo interesante, aunque ya no está:
Creo que nos hemos dado un buen paseíto por dentro y por
fuera de este Palacio tan precioso. Pero no podemos
terminar sin el mapita de turno: