El Romanticismo: novela y teatro.
La novela romántica.
La novela romántica se inspira fundamentalmente en la época medieval, es una novela histórica
que acentúa el nacionalismo literario como expresión de la recuperación de la identidad de cada
pueblo. Los protagonistas suelen ser personajes secundarios que participan de algún hecho
histórico relevante; se trata de la historia con una presentación novelada.
Walter Scott (1771-1832).
Considerado el padre de la novela histórica y, por ende, de la romántica. De origen escocés, pasa
allí su infancia y juventud. Estudia leyes y realiza numerosos viajes, en uno de ellos visita el
inhóspito norte de Gran Bretaña donde recupera antiguos relatos de la tradición oral. En 1814
publica Waverly, la primera novela histórica, en ella destaca su interés por el folclore escocés,
descripciones de sucesos históricos y de la naturaleza; se ayuda de su propia experiencia personal
y del estudio para la elaboración de la obra; la caracterización del protagonista es la típica del
héroe romántico. Esta es la primera de las tres novelas que forman la �trilogía escocesa �: Guy
Mannering (1815) y El anticuario (1816). Publica un volumen de narraciones en cutro series de
1816 a 1830: Cuentos de mi posadero, donde destaca la historia de La pastora de Lammermoor. Su
obra más conocida es Ivanhoe, publicada en 1823 y ambientada en la época de Ricardo Corazón
de León.
Los héroes de Scott son desconocidos dotados de virtudes que los hacen populares y recuerdan lo
hierático de los personajes de las novelas de Chrétien de Troyes. Son personajes planos sin un
análisis profundo de su personalidad puesto que al autor lo que le interesa es moverlos en un
trasfondo histórico que resulte atractivo.
Ilustración para la ópera Ivanhoe.
Alejandro Dumas (1802-1870).
Este parisino conoció su primer éxito con una obra teatral. La publicación de sus novelas históricas
y dramas le proporcionó una fortuna considerable, que malgastó e invirtió en empresas que
fracasaron. Arruinado murió refugiado en el hogar de su hijo.
Todos los géneros literarios se dan cita en la numerosa obra de Alejandro Dumas (tragedias,
melodramas, novelas de aventuras, artículos, etc), si bien se sabe que contó con el trabajo de
algunos colaboradores. Dos de sus obras más conocidas son Los tres mosqueteros (1844) con sus
continuaciones y El conde de Montecristo (1845-1846).
Los tres mosqueteros.
Victor Hugo.
Ya hemos podido apreciar su faceta como poeta de gran capacidad y expresividad. No menos
prolífico fue Hugo en el campo narrativo, donde demostró sobradamente su valía como literato.
Sus novelas están ambientadas, siguiendo el canon romántico, en épocas pasadas, sin embargo,
Hugo se cuida mucho de enlazar sus argumentos con los debates sociales contemporáneos. En
realidad sus novelas discurren en torno a una idea que funciona como eje de las aquellas, tal y
como acontece cuando trata sobre la miseria moral y material en Los miserables (1862). En 1831
publica su primera gran novela: Nuestra Señora de París, que trata la historia de Cuasimodo,
campanero jorobado de la catedral parisina en el siglo XV, junto a la gitana Esmeralda y las
historias de amor entrecruzadas, que culminan en un destino fatal.
Novelas históricas y sociales también son El último día de un condenado a muerte (1829) y Claude
Gueux (1834), cuya idea central es la defensa de la abolición de la pena capital. Las novelas de
Hugo muestra su tendencia a reflejar la posición del pueblo, de los más desfavorecidos
contraatacando a los postulados novelescos en los que la aristocracia y la burguesía eran el centro
de la narración. Sin duda alguna, sus obras son el espejo de las transformaciones que acusa la
sociedad francesa del siglo XIX, en constante revolución e inestabilidad política y social. Los
personajes de Hugo recuerdan a los héroes clásicos grecolatinos por cuanto están abocados a un
destino fatal que los persigue a lo largo de sus vidas.
Mary Shelley (1797-1851).
Hija de escritores se educó en un ambiente dominado por las ideas románticas e ilustradas. Huye
de la casa paterna en compañía del poeta Percy Bysshe Shelley con quien acaba casándose.
Muerto su marido pidió que se le arrancase el corazón en la pira mortuoria. Conservó el órgano y
la acompañó en sus viajes. Murío empobrecida en su Londres natal. En 1818 publica Frankenstein
o el moderno Prometeo.
El ciego se topa con Frankenstein.
Esta novela está inspirada en el mito de Prometeo, tan bien dibujado por Esquilo, y en el Paraíso
perdido de Milton. Frankenstein es una novela de terror y ejemplo de la novela gótica en la que el
ambiente se construye a raíz de paisajes sombríos, pasadizos y cámaras secretas, bosques
lúgubres, ruinas medievales y castillos con criptas misteriosas. La novela es una alegato contra la
ambición creadora del hombre, su mal uso de los avances científicos, su equiparación con el poder
divino, el desprecio por la naturaleza y la dignidad del ser humano cargado de imperfecciones.
Teatro romántico.
El teatro romántico rompe con los principios defendidos durante el Neoclasicismo. Las obras a
menudo presentan una introducción en la que los autores explican las modificaciones que han
pretendido introducir en sus obras. Uno de estos prefacios, y que se considera como el decálogo
del drama romántico es el que Victor Hugo escribió para su obra Cromwell en 1827. En él defiende
que el nuevo teatro venga a ser una síntesis de lo anterior donde, junto a la trama principal, se
desarrollen acciones paralelas que acaban fusionándose en una sola, alcanzando la idea de un
todo unitario.
El drama romántico, siguiendo los postulados de Hugo, se caracteriza por los siguientes aspectos:
Rechazo de la regla de las tres unidades. El interés de los románticos reside en analizar la
evolución de un personaje en el tiempo; les interesa el cambio de escenarios y, asimismo, se
solapan varias acciones sobre el escenario. En ocasiones esta complejidad estructural limita la
capacidad de representación de algunas obras.
Rechazo de la regla del decoro. Se muestran en escena aquellos pasajes que pudieran resultar
hirientes para el espectador; la realidad lo exige.
Temas históricos. Mitificación del pasado nacional.
Mezcla de géneros. Se entrelazan elementos cómicos y trágicos en una misma obra.
Los héroes sustituyen a los personajes tipo. El héroe romántico se impone a los personajes
planos del neoclasicismo. Aquel se mueve por el impulso que le proporcionan sus deseos pero
se encuentra siempre con la fatalidad que acaba venciéndolo.
El drama romántico por excelencia es Lorenzaccio de Alfred de Musset. En Francia también
destacará Alfred de Vigny, Victor Hugo y Dumas; en Inglaterra, Byron, y en
Alemania, Büchner y Heinrich von Kleist.
Además del drama romántico, durante esta época se cultivan otras formas teatrales: el drama
burgués, el melodrama, el teatro popular y la ópera.
El teatro en el siglo XIX intentó reflejar los ideales románticos de aquella época: su visión de la vida como conflicto y un mundo de sentimientos y pasiones.Los temas principales son el amor trágico, opuesto a las convicciones morales de la época, la lucha por la libertad y la fuerza del destino. La crueldad y la venganza discurren en estas obras, plagadas de desgracias y drama.
Este drama romántico se divide en dos subgéneros: la tragedia (aunque a veces puede considerarse mas realista que romántica) y el melodrama, desarrollando a su vez otro: la ópera. La principal diferencia entre la tragedia y el melodrama reside en su grado de profundidad: los melodramas son obras cuyos protagonistas, muy simples, intentan desencadenar emociones (lo que nosotros llamaríamos culebrones), mientras que en la tragedia, los personajes son profundos, e intentan no solo hacernos sentir, sino también reflexionar.
La Edad Media, por su caracter sentimental primario (honor, venganza, celos, engaños, ...) es el contexto histórico preferido, pero aun así varia conforme a los gustos del autor, que normalmente buscan un ambiente misterioso y fantástico, en lugares lúgubres y retirados, para mantener la intriga en suspensión. Esta importancia al ambiente, da lugar a que la escenografía pase a la máxima prioridad, junto con la aceptación del teatro como lugar fijo para la interpretación, se añaden numerosos avances
Se pasa a la precisión y adecuación histórica en el vestuario, abandonando el traje de época, habitualmente usado en el teatro, para adaptarse a la época del personaje. A partir de ahí, la precisión histórica en el vestuario se estableció como norma.
Bambalinas, paralelas a las candilejas, se reemplazan por muros continuos que representan las paredes de una habitación, llamado “escenario de medio cajón”. Al mismo tiempo se desarrolla la maquinaria teatral y la tramoya, con escenarios ascendentes e incluso giratorios.
Los decorados se hacen también precisos históricamente o realistas en el caso de comedias contemporáneas.
Aparece la luz de gas para la iluminación, que si bien hizo más peligrosa la asistencia al teatro debido a los numerosos incendios que provocaban, mejoró considerablemente la iluminación de la escena y permitió por primera vez dejar a oscuras la sala o auditorio, lo que centraba toda la atención en el escenario.
escenario de medio cajón ("Romeo y Julieta", Shakespeare)..Como ya hemos indicado, la finalidad del genero teatral romántico es "emocionar" al espectador. En esta época se crean nuevos teatros, que, sin embargo, disminuyen de tamaño, lo cual escénicamente es muy significativo, pues ese hecho diversifica la oferta de tendencias teatrales y crea una mayor cercanía del auditorio con el actor. Debido a esto y a otras causas, la interpretación también progresa y encuentra nuevas técnicas de actuación y entrenamiento del actor. Son importantes los monólogos, ya que solo así se dan a conocer los sentimientos más íntimos de los personajes.
Estos personajes solían presentar unas características comunes, casi genéricas:
En su actitud se muestran valientes, rebeldes o incluso arrogantes frente a una realidad que se opone a sus deseos: se enfrentan con las barreras que su destino les impone.
o El héroe romántico es un personaje misterioso que busca la felicidad, pero a quien persigue la desgracia. Es un seductor que no acepta normas ni imposiciones y que tiene algo diabólico (malicioso, pícaro, ...)
o La heroína romántica es una mujer bella, capaz de dar su vida por amor; con frecuencia sufre por su causa.
Psicológicamente, carecen de equilibrio y se guían por las pasiones. Los motivos psicológicos y racionales de sus acciones pasan a un segundo plano.
Los protagonistas suelen ser extraños y misteriosos. Muchos aparecen marcados por un sino trágico que desemboca en la catástrofe final.
Don Juan Tenorio (José Zorrilla)El siglo XIX es una época de cambio en Europa, pues se produce una revolución política, social y económica, además de la llamada “revolución industrial”, que hace variar la composición social de los pueblos. Se buscaba un cambio y una mejora artística, y al mismo tiempo aparecen nuevos auditorios, un público formado por la burguesía y las capas populares, generalmente poco instruidas, que buscaban en el teatro una forma de entretenimiento. Los autores pasaron del Clasicismo (mas exactamente neoclasicismo) al Romanticismo (y mas tarde al Realismo). El teatro sufrió numerosas modificaciones con la nueva época, rechazando las ideas clasicistas e ilustradas:
No tiene ninguna pretensión didáctica, su objetivo no es otro que el de conmover al espectador. Se borra la separación entre tragedia y comedia. Los actos ya no son tres de forma obligatoria. No se acepta la regla de las tres unidades: espacio, tiempo y acción. Hay polimetría (medida irregular) e incluso se mezcla prosa y verso.
Aunque el primer drama del romántico nos llegó desde Alemania en 1776, de manos de Goethe, es incuestionable que el mayor representante de este género es William Shakespeare (¿quién no conoce alguna de sus historias "Romeo y Julieta", "El sueño de una noche de verano" o "El mercader de Venecia"?). Sus obras se han traducido a los principales idiomas y se siguen aun representando en todo el mundo. En España, el teatro romántico tuvo su modelo en el teatro francés, y los dramaturgos españoles (así se llamaba a los escritores teatrales de este siglo) fabricaron un producto a imitación de los franceses. Estos fueron el duque de Rivas y José Zorrilla (del que hablaremos mas abajo). Junto a ellos cabe destacar a Francisco Martínez de la Rosa, que escribió La conjuración de Venecia; a Antonio García Gutiérrez, autor de El trovador, y a Juan Eugenio de Hartzenbuch, creador de Los amantes de Teruel.
NOVELA HISTORICA
El Romanticismo provoca en España la aparición de un género -la novela- que encontrará feliz acogida entre los numerosos lectores de laprimera mitad del siglo XIX. Esta querencia por lo novelesco se puede observar desde los múltiples ámbitos que envuelven la propia novela: editores o empresarios, autores y lectores. La proliferación de empresarios y colecciones se debe, entre otras razones, a la meramente mercantil, pues no se escatima ningún esfuerzo con tal de vender rápidamente un producto literario que por regla general adolece de originalidad y calidad. El ya citado empresario Cabrerizo aprovechará un lance luctuoso que conmovió a España -el trágico terremoto de Orihuela en 1829- para encargar a Estanislao de Kotska Vayo una novela -Los terremotos de Orihuela o Enrique y Florentina (1829)- que tendría como asunto la historia de unos amores trágicos situados a escasas jornadas del desastre mencionado. La difusión del terremoto, tanto por la prensa local como por los principales periódicos madrileños, actuaría como el medio propagandístico perfecto. Otro tanto ocurre, a nuestro entender, con Jaime el Barbudo de López Soler, editada por Bergnes en el año 1832. Se trata, al igual que el caso anterior, de un episodio real reflejado y analizado con detenimiento en la prensa del momento. El mismo Mesonero Romanos cita las aventuras y desventuras de este célebre bandolero enMemorias de un setentón, y su historia aparece en el mundo de ficción gracias a la pluma de dramaturgos y novelistas, como Sixto Cámara (1826-1862), Florencio Luis Parreño (1822-1897) y Francisco de Sales Mayo. El relato de López Soler aprovecha así la fama de este personaje histórico a sabiendas de que el público leería con avidez este relato protagonizado por un individuo real que pocos años antes (1824) había sido ejecutado y descuartizado. La novela de López Soler no puede, aun así, considerarse un mero episodio histórico, pues el universo novelesco en nada se asemeja a la estricta realidad.
La novela histórica es un género que ofrece también rápida fama y enriquecimiento a los autores. No debemos olvidar que el empresario Delgado abonó 6.000 reales a Espronceda por su novela Sancho Saldaña, cifra desorbitada si tenemos en cuenta la escasa remuneración que se percibía en aquella época por una obra original, peor pagada, según testimonio de los principales escritores costumbristas, que una adaptación o traducción. El escritor romántico, a diferencia de lo que ocurre en otros movimientos literarios, no se contenta con la sola adscripción a un determinado género. La novela histórica es obra de un heterogéneo grupo de escritores adscritos a muy diversas formas literarias. No debemos olvidar a este respecto que la novela es el género de moda, lo suficientemente atractivo como para permitir las incursiones de numerosos escritores conocidos como poetas, dramaturgos o costumbristas. Al referido caso de Espronceda, poeta lírico por antonomasia, habría que añadir el de Larra o Estébanez Calderón, autores encasillados en un específico género -el Costumbrismo- y que, sin embargo, figuran por derecho propio en los anales de la narrativa romántica gracias a sus relatos El doncel de don Enrique el Doliente y Cristianos y moriscos, respectivamente. Críticos, poetas y dramaturgos -recuérdese el caso de Martínez de la Rosa- prescinden de su habitual trayectoria literaria para ensayar nuevas formas prosísticas encaminadas a la creación de un mundo de ficción de honda raigambre romántica. Sin embargo, ninguno alcanzó difusión y fama por sus relatos novelescos, oscurecidos por la presencia de autores extranjeros que sí tuvieron una fuerte presencia en los círculos literarios españoles. El género novelesco no produjo entre nosotros un Walter Scott, un Manzoni o un Víctor Hugo; de ahí que la novela histórica del Romanticismo esté inspirada en la obra del escritor escocés o bajo la tutela de autores franceses, como Víctor Hugo o Alejandro Dumas. La obra literaria de Walter Scott se relaciona en múltiples aspectos con las novelas de López Soler, Vayo, Larra, Espronceda,
Cortada... La huella de Víctor Hugo se evidencia también entre los sectores afines al Romanticismo, pues gracias a la novelaNôtre-Dame de Paris su fama se acrecentó de tal manera que incluso llegó a superar a Scott. El artículo de Mesonero Romanos El Romanticismo y los románticos, publicado en el Semanario Pintoresco Español de 10 de septiembre de 1837, es una festiva sátira contra la escuela hugólatra y la mencionada obra de dicho autor. El testimonio de Mesonero es lo suficientemente revelador como para pensar que la influencia de Víctor Hugo había suplantado a la de otros autores extranjeros, siendo el verdadero ídolo de la sociedad romántica española.
Las tendencias de la novela histórica, así como la posible periodización de la misma, han sido aspectos considerados por la crítica. Felicidad Buendía establece tres etapas claramente diferenciadas. La primera correspondería al período 1827-1833, época en la que «empieza la lectura de autores extranjeros, y como consecuencia de ello la traducción de la novela de aquéllos y la imitación más o menos servil de sus modelos» (1963, pág. 24). Las características principales de este primer período se deben a tres circunstancias. Por un lado, la actividad desarrollada en las empresas editoriales mencionadas con anterioridad; por otro, la publicación en España de novelas extranjeras, y por último, las ediciones de obras originales debidas, principalmente, a escritores españoles en el exilio. En torno a la fecha de 1830 aparecen en España novelas históricas consideradas por la crítica como piezas clásicas del género; tal es el caso de Los bandos de Castilla o el caballero del cisnede López Soler. Dicho autor publica igualmente, por estas fechas, numerosas novelas con el seudónimo Gregorio Pérez de Miranda: Enrique de Lorena (1832), Kar-Osmán o memorias de la casa de Silva (1832), El pirata de Colombia (1832)... Estanislao de Kotska Vayo publica en 1830 Grecia o la doncella de Misolonghi, y un año más tarde La conquista de Valencia por el Cid. Novelas como El conde de Candespina de Patricio de la Escosura, Los árabes en España o Rodrigo de Salvador García Vahamonde, Tancredo en el Asia de Juan Cortada, El primogénito de Alburquerque de López Soler, aparecieron en los años 1832 y 1833, fecha esta última que cierra el primer ciclo de la novela histórica establecido por Buendía. La incidencia de Scott es obvia, pues es en este período cuando se introducen en España sus obras. Recordemos al respecto que en el año 1828 Ignacio Sanponts (1795-1846) y Buenaventura Carlos Aribau (1798-1862) formaron una sociedad para editar unas obras escogidas de Scott, encargándole a López Soler la primera traducción de Ivanhoe. Sin embargo, tal como refiere José F. Montesinos (1966, pág. 61), la censura hizo fracasar dicho propósito. No menos interesante es la traducción por estas fechas de la novela I promessi sposi(1827) de Manzoni, autor que influiría en posteriores novelas españolas como El señor de Bembibre de Enrique Gil y Carrasco.
Novela Fantastica
La literatura fantástica, que surge en el romanticismo, pretende mostrar la presencia de hechos sorprendentes, insólitos o invisibles que no pueden explicarse solo con la razón. Los autores más representativos del siglo XIX Hoffmann, en Alemania y Allan Poe en EE.UU. En España Gustavo Adolfo Bécquer encuentra en las leyendas el género adecuado para introducir rasgos propios de la literatura fantástica.
NOVELA INSTROSPECTIVA
El rasgo distintivo del movimiento romántico es su arraigo en lo subjetivo. El centro, el principio de organización es el sujeto, concebido como Yo individual. Y la función del romanticismo en la
formación de la cultura burguesa fue representar la subjetividad como Yo individual, de forma que los lectores interpretaran su existencia inmediata desde el punto de vista de un esquema que distingue al sujeto que percibe y desea del mundo físico y social que lo rodea, esto es, el Yo frente al no-Yo. Los románticos convirtieron al sujeto individual en el punto de vista desde el que había de considerarse el mundo, por lo que tuvo este movimiento un carácter profundamente introspectivo. De modo que el verdadero tema de la literatura o el arte romántico no suele ser el tema externo, sino la vida psicológica íntima. El espacio psíquico se hace cada vez más profundo y abismal. Una consecuencia de su postura determinadamente individualista fue que el universo podía reflejarse dentro de un sujeto individual. Y el arte, como capacidad de inventar, es paradigmático de la capacidad del hombre de introducir la existencia misma en su mente y reescribirla de acuerdo con las imágenes del deseo. El poeta romántico define, crea y transforma en sus textos la realidad y da vida al yo definidor y creativo. El centro dominante y volitivo de la conciencia que rehace la existencia en los textos románticos es la "imagen del deseo" proyectada por el poema.. El Yo representado por el texto romántico es, por tanto, inevitablemente, el sujeto autor en el proceso de construirse a sí mismo: el esfuerzo de sobrepasar la conciencia de sí alienante mediante los poderes de la imaginación, es decir, el poder mental de introspección y reconstrucción del mundo externo. Esa búsqueda, a través del arte, de un Yo independiente y ordenador genera el sentimiento romántico y la ironía romántica: la sinceridad romántica apasionada proclama que el arte puede ser equivalente a la experiencia, mientras que la ironía romántica juega con la laguna que hay entre arte y experiencia. Así, pues, el texto romántico anima al lector a confundir al verdadero escritor-persona con el sujeto narrador o el sujeto de la acción creado por el texto (confesionalismo): el Yo lírico o el protagonista, de modo que se tiene a identificar el arte con la vida. Pero la obra romántica podía leerse también como imagen del deseo colectivo, de una subjetividad generalizada y no sólo como autorrepresentación de un individuo. Esa relativa apertura de la obra desaparece en los sucesores del romanticismo de finales del siglo XIX, para quienes el Yo íntimo se había desvinculado no sólo de su actividad externa sino también de cualquier modo de deseo transindividual. La estructura del Yo romántico se puede resumir en tres arquetipos interrelacionados a los que correspondían casi todos los héroes o imágenes poéticas: el transgresor prometeico de las barreras del deseo; el individuo superior y alienado socialmente; y la conciencia fragmentada.