Índice Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
The Arrangement 3
Sobre el Autor
Créditos
Sinopsis
a vida de Avery se le está escapando entre los dedos. Todo por lo que ha
trabajado desaparecerá si no acepta este trabajo.
A Avery no le atrae la idea de ser una prostituta, pero sí lo hace su primer
cliente. Sean es demasiado difícil de resistir.
Esta podría ser la oportunidad de arreglar sus cuentas y encontrar el amor. Sólo
tiene que tener suficientes agallas para llevarlo a cabo.
The Arrangement #2
L
Capítulo 1 Traducido por Pandora Rosso
Corregido por Clau12345
os ojos de Sean están trabados con los míos. No reacciona ante mis
palabras. No hay una sonrisa en sus labios, ni una sensación de alivio o
alegría. En cambio, se queda a un suspiro de mis labios, con sus dedos
acariciando gentilmente mi mejilla. Su otra mano está sujetándome
posesivamente contra su cintura. Su cuerpo es tan duro. Mis pensamientos
siguen desviándose a la idea de pasar mi lengua por su firme estómago. Eso
hace que los dedos de mis pies se curven y me siento avergonzada, pero no
aparto la mirada.
Nadie me había mirado así antes. Quiero decir, no es una mirada tierna y
dulce. Los ojos de Sean están llenos de un deseo que los oscurece a cada
segundo. Es como si sus ojos pudieran devorarme por completo. Esa mirada
carnal hace que mi cuerpo se caliente. Mi corazón golpea contra mis costillas
como si estuviera intentando salvarse, como si supiera que Sean es malo para
mí.
No sé qué espero que haga Sean, pero es lento en hacerlo. Se burla de mí,
dejando sus labios tan cerca de los míos que tiemblo. Para el momento en que
Sean acorta la distancia entre nosotros, apenas puedo controlarme. Roza su
labio inferior sobre el mío. La electricidad que se ha estado construyendo entre
nosotros se enciende y respiro de forma sobresaltada. Mis piernas se sienten
como si quisieran correr, pero no puedo. Mis músculos se contraen como si mi
instinto de luchar o huir estuviera tomando el control, pero contengo la
sensación. No hay modo de que Sean me lastime. La señorita Black dejó en
L
claro que ella lo lastimaría si algo me sucedía. Mi corazón por otro lado, bueno,
esa es otra historia.
Me quedo de pie mientras el cuerpo de Sean se presiona fuertemente contra el
mío. Cada curva, cada músculo, se deslizan en su lugar hasta que no hay
espacio entre nosotros. Su cuerpo está caliente y duro como una roca. Lo
siento a través de la suave tela y sé cuánto me desea.
Los dedos de Sean se enredan suavemente en mis rizos mientras sus labios rozan
los míos otra vez. Mi estómago cede y siento que estoy cayendo. El beso es tan
delicado, tan perfecto. Hace que me maree, como si estuviera borracha, y tan
pronto sus labios se han ido, quiero más. Mis ojos se abren. No me había dado
cuenta de que los había cerrado.
Sean retrocede y me observa con esa intensa mirada. Marca un camino entre
mis ojos y labios. Sean inclina su cabeza y descansa su frente contra la mía,
trabando nuestro ojos. Siento su tórax expandirse mientras toma una respiración
inestable. La excitación está rebosante, apenas contenida.
No sé qué quiero, o qué quiero que él haga. Mi mente está perdida en una
caverna de lujuria y no puedo encontrar la salida. Demonios, ni siquiera sé si
quiero salir. Mi vida es una mierda y este pequeño respiro es el cielo. No hay
razón para pensar, nada de qué preocuparse. Después de esta cita tendré lo
que necesito, además de recuerdos para mantenerme caliente en noches
frías. Entonces, ¿por qué estoy temblando? ¿A qué le tengo miedo? Hice las
paces con esta decisión. Sí, sigue diciéndote eso, dice una voz amarga en mi
mente.
Me toma un momento, pero me doy cuenta que Sean me asusta en una
manera que no puedo comprender. La mayoría de los miedos en mi vida son
tangibles, pero este no lo es. Mis emociones están aturdidas, como si no
supieran qué es real y qué es falso. Sean no me ama realmente. Yo no lo amo,
pero aun así… hay algo entre nosotros y me atrae.
El modo en que sus ojos me devoran, la forma que sus manos se sienten sobre
mi piel y la manera en que me provoca, me vuelven loca. Nunca había
reaccionado así ante un chico en toda mi vida. Nunca hubo ningún calor, ni
siquiera una chispa. Eso es lo que hace que las cosas con Sean sean más
intensas. Desde el primer día, sentí algo por él. Llegó a mi vida y llenó un
agujero que ni siquiera sabía que tenía. Es demasiado pronto para eso. Luego
de un par de besos y sonrisas, sueno como si estuviera lista para casarme con el
tipo. ¿Qué demonios está mal conmigo?
Sean me mira atentamente mientras pienso. Mis senos presionan más fuerte
sobre su pecho cada vez que inhalo. Se siente bien. Quiero más. Como si
pudiera leer mi mente, Sean baja sus pestañas, mirando fijamente mis labios.
Cuando baja su boca para encontrar la mía, los pensamientos escapan de mi
mente. Estos corren como un río creciente, y se han ido antes de que pueda
pestañear.
Los dedos de Sean se deslizan hasta mi mejilla, e inclina mi cabeza a un lado.
Mi corazón late más fuerte en mi pecho. Sus labios son llenos y suaves, buscan
los míos, aplicando la ración justa de presión y profundizando el beso.
Presiono mi cuerpo contra su pecho y rodeo su cuello con mis brazos. Juego
con el cabello en su nuca mientras me besa, sintiendo las sedosas hebras
deslizarse entre mis dedos.
Mientras nos besamos, un pensamiento cruza mi mente, una advertencia. Algo
sobre besar. Revolotea en mi mente, confuso. Sean lame la comisura de mis
labios una vez, y luego dos veces. Mi corazón se acelera mientras lo hace,
estoy lista para abrir mi boca y dejarlo besarme más profundamente. Quiero
que lo haga. Lo quiero a él. Mi cuerpo está cargado, listo para ese beso. Cada
centímetro de mí está temblando. Hay una ola de deseo dentro de mí y su
beso la liberará.
Su beso, besar…
—No puedo —digo en su boca mientras el recuerdo me golpea. Jadeando lo
alejo y aparto la mirada.
Capítulo 2 Traducido por flochi
Corregido por Aяia
l beso se rompe. Apenas puedo respirar. El rápido ritmo de mi corazón no
disminuye. Mis manos tiemblan en su cuello y no tengo manera de
ocultarlo. Me alejo de él y el aire frío llena el espacio, dándome
escalofríos.
—Lo siento.
Sean no dice nada al principio. Me observa. Siento sus ojos deslizarse por mi
cuerpo. Notan el leve temblor, el modo en que envuelvo mis brazos alrededor
de mi estómago, y la manera en que no puedo mirarlo a los ojos. En lugar de
exigir mis servicios, Sean vuelve sigilosamente a su silla, como si no le importara.
—No hay nada por lo que disculparse.
Lo miro por encima de mi hombro. No le creo. Mi mirada le dice eso.
Sean me sonríe.
—Es parte del paquete, señorita Smith. Las vírgenes asustadizas son atractivas.
—Esa es la mirada que me dio cuando mi auto se averió. Algo en el modo en
que me observa me hace sentir como si tuviera un torbellino de emociones.
Mi cara se ruboriza y aparto la mirada. ¿En qué estaba pensando? No puedo
hacer esto. No puedo estar con él, no cuando me afecta de esta manera.
Todo el asunto del sexo es un pasatiempo para él, pero para mí no lo es.
Acepté este trabajo porque necesito el dinero, pero es incluso más que eso, lo
acepté porque tengo sentimientos por Sean. Me gusta la manera en que me
hace sentir. Quiero conocerlo mejor. Quiero que sea mío.
E
Esto no se trata de eso.
El temblor se hace más perceptible. Sean se pone de pie y camina detrás de
mí, frotando sus manos sobre mis brazos. Presiona un beso en mi sien y me
abraza.
—Tus preferencias decían que besar en los labios estaba fuera de los límites. No
debería haberlo hecho. Me disculpo.
—¿Fuiste por lo único que no podías tener? —Marqué eso en la hoja. Los besos
crean afecto. No puedo sentir eso por él. Ya lo sientes, dice una voz en mi
cabeza. Vete al infierno, respondo, sabiendo que es verdad. Siento su mirada
en mi cara.
Sosteniéndome con fuerza, Sean dice:
—Es mi naturaleza. Lo siento, Avery. No volverá a suceder, a menos que me
pidas que te bese.
A medida que habla, su cálido aliento sopla en mi oído. Me estremezco en sus
brazos y lo siento sonreír. Asiento. El nudo en mi garganta hace que hablar sea
difícil.
Sean me sostiene de esa manera por un momento y luego pregunta:
—¿Puedo preguntar por qué esa acción en particular está fuera de los límites?
Lo siento respirar en mi espalda. Sean está presionando su cuerpo contra esta, y
me sujeta con fuerza.
—Sólo si puedo preguntar lo que originalmente querías este fin de semana. —Lo
miro.
—Ah, entonces parece que estamos en un callejón sin salida. —Esos ojos azules
brillantes ocultan sus pensamientos.
Asiento. Está en lo correcto. No voy a contarle mis cosas si él no me cuenta las
suyas.
La voz de Sean es profunda y sonora.
—Sospecho la razón, pero por lo general, las suposiciones no terminan bien.
—¿Me estás diciendo idiota? —Las comisuras de mi boca se elevan. ¿En serio?
¿Qué le pasa?
Sean se ríe como si no tuviera idea de lo que estoy hablando, y me gira hacia
él.
—¿Qué? —La sonrisa alcanza sus ojos.
—Sabes lo que pasa cuando supones1, ¿no?
Levantando una ceja hacia mí, inclina su cabeza y chasquea la lengua.
—¿Humor de escuela primaria? ¿En serio? ¿Esta noche se deterioró hasta ese
punto? —Sean niega con la cabeza y se vuelve a sentar, desplomándose en la
silla.
Me encojo de hombros y doy un paso hacia él.
—Podría ser diferente si me dices qué querías. Yo también podría querer eso. —
Cruzo mis tobillos y lo contemplo. Lo que sea que haya tenido planeado para
la noche se cayó a pedazos cuando entré por la puerta.
La oscuridad se desplaza en los ojos de Sean, como si recordara algo que
quiere olvidar. Cambia su postura confiada y sus hombros se hunden un poco.
Su pecho se tensa junto con su garganta. Los músculos se estiran mientras
intenta no reaccionar. No quería hacerle eso. Sé que es debido a lo que dije.
Me siento terrible por eso y quiero quitarle el dolor que veo en sus ojos.
Me acerco a él, sin tener un plan, simplemente haciendo lo que siento que es
correcto.
—Sean —digo con suavidad. Cuando no me mira, pongo una mano en su
hombro. Sigue sin reaccionar. Levanto una pierna con cuidado y me cierno a
horcajadas en su regazo. Eso le llama la atención. Sus ojos se mueven
rápidamente hacia los míos. Una advertencia se dispara en mí, pero la ignoro.
Hay algo peligroso acerca de él, puedo sentirlo.
Estoy parada sobre Sean y lentamente bajo hasta que estoy sobre su regazo,
mirándolo a la cara. Apoyo mis muñecas en su nuca y lo miro a los ojos.
1 Supones: En inglés, assume. Es un juego de palabras de chicos que dice que cuando uno
supone, hace de sí mismo y de la otra persona, idiotas. ASS (idiota) U/you (tú) ME (yo).
Sean no se mueve. No dice nada. Enredo mis dedos en los rizos de la base de
su cuello y me inclino más cerca. Con el corazón latiendo rápidamente,
presiono mis labios en su mejilla. Repito la acción, y lo hago una y otra vez,
hasta que llego a su cuello. Mi estómago da un vuelco cuando el espacio
entre mis piernas se hace más caliente. Inclino mis caderas, e intento cambiar
mi peso sobre su regazo, pero Sean me detiene.
Mirándome a la cara, desliza ambas manos debajo del dobladillo de mi
vestido. Sus palmas calientes recorren el exterior de mis muslos hasta que
descansan en la curva de mi trasero. Sean me sostiene con fuerza, y me lleva
más arriba de su regazo. Ese es el momento en que siento su dura longitud a
través de sus pantalones. Jadeo y clavo mis dedos en sus hombros.
Sean no sonríe. En cambio, tengo al Sean del vestíbulo, el que es
completamente oscuro, sin nada de luz en sus ojos. Sus dedos se presionan en
mi piel y recorren el borde de mis bragas de encaje.
Ninguno de nosotros habla. Sean me mira, sin quitar su mirada de mis labios a
medida que inclina nuestras caderas, haciendo que su erección se frote contra
mis finas bragas. No puedo ocultar lo mucho que me gusta. Con sus manos en
mi trasero, me tira contra él y luego yo retrocedo. Estoy retorciéndome en su
regazo, mis ojos trabados con los de él. Mi cuerpo ansia su toque. No estoy
satisfecha con sus manos en mi trasero. Las quiero en mis pechos, sobre todo mi
cuerpo. Las quiero dentro de mí. Inclino mi cabeza hacia atrás y me muevo
contra él. Al arquear mi espalda, mis pechos se presionan contra mi sujetador.
Gimo en voz alta, y su nombre se desliza de mi boca.
Esa acción lo deshace. Sean se pone de pie repentinamente, llevándome con
él.
—Envuelve tus piernas a mi alrededor —dice, mientras se pone de pie y camina
a través de la habitación. El lugar entre mis piernas se presiona contra él a
medida que nos lleva a la cama. Su mirada no cambia. El calor en sus ojos dice
que me devorará. Me pregunto qué hará. Sean me recuesta en la cama y me
mira—. Dime qué quieres —dice, subiéndose a la cama y acostándose a mi
lado. Su mano acaricia mi mejilla.
—A ti —susurro—. Quiero estar contigo.
Los ojos de Sean se deslizan sobre mi cuerpo después de que se acuesta sobre
su costado.
—Dime cuándo detenerme.
Asiento. La aprehensión se dispara a través de mis venas, pero la lujuria está
ardiendo más caliente. Las manos de Sean están sobre mí y mis ojos se cierran.
Mi espalda se arquea en su mano, queriendo sentir su tacto. Sean empieza en
mi cuello, su dedo dibujando lentamente una línea al costado de mi garganta,
a través de mi clavícula y entre mis pechos. El movimiento es dolorosamente
lento, provocándome y encendiendo el calor que surge a través de mi cuerpo.
Ligeramente, su dedo traza la curva de mis pechos y los vuelve a rodear,
deteniéndose en mi ombligo. El dedo de Sean se sumerge en el pequeño surco
y sigue bajando más allá de mi vestido, y no se detiene. Jadeo cuando ese
ligero toque alcanza la pendiente entre mis piernas. Los ojos de Sean están
trabados en los míos mientras su dedo hace su camino entre mis muslos.
No puedo apartar la mirada de su rostro. Me siento atrapada, a pesar de saber
que puedo decirle que se detenga. La mano de Sean regresa a mi cara, y esta
vez, cuando la traza por mi cuello, sus dedos permanecen en mi piel. El vestido
violeta tiene un escote bajo, y Sean sumerge su dedo bajo la lujosa tela,
trazando la curva de mi pecho con su dedo.
Respiro con dificultad, queriéndolo ahí, deseando que me hiciera cosas que
nunca pensé que querría. Mis pezones se endurecen y presionan contra el
sujetador de encaje. Una imagen de los dientes de Sean tirando suavemente
de la piel sensible parpadea en mi mente. Gimo y empujo mi pecho hacia él,
pero no me toca así. Todo es suave, como un copo de nieve tocando mi piel.
Su otra mano refleja el movimiento, trazando la suave piel a lo largo de mi
cuello y bajando hasta mi pecho. Cuando termina con ambos costados, estoy
retorciéndome en la cama. Cada pedazo de mi cuerpo está caliente. Nunca
quise tanto a un hombre. No sé qué hacer. Mis instintos dicen que lleve sus
labios a los míos, pero no puedo.
En cambio, agarro su camiseta y tiro de él hacia mí. Me siento en la cama y le
quito la camisa, deshaciendo torpemente los botones, uno a la vez, hasta que
están sueltos. Sean me deja desvestirlo sin decir una palabra. Cuando le quito
la camisa, casi muero. Cada centímetro de él tiene los músculos marcados,
como los de una maldita estrella de cine. La piel bronceada es lisa y tensa. Los
músculos se elevan y bajan a la perfección. El cuerpo de Sean es material de
dios griego. Lo miro fijamente y extiendo mi mano, pero las de Sean se estiran
hacia adelante y sujetan mi muñeca, deteniéndome.
Negando con la cabeza, dice:
—Nada de tocar.
La decepción me inunda y siento que mi labio inferior hace un puchero antes
de que note lo que estoy haciendo.
—Pero, ¿por qué?
Sean sonríe malvadamente y se inclina hacia mí. Sus ojos fijos en mi boca.
—Pon ese labio en su lugar ahora mismo o, lo juro por Dios, te besaré con tanta
fuerza que te correrás.
Sus palabras me sorprenden. Mi labio regresa a su posición normal, pero el lugar
entre mis piernas palpita ante su sugerencia. Mis ojos se traban con los suyos y
siento que una mirada sorprendida y esperanzada llena mi cara. Con el
corazón latiendo con fuerza, digo:
—¿Realmente puedes hacer eso?
La única respuesta que obtengo es una sonrisa malvada. Antes de que pueda
decir algo más, Sean me hace sentar. Sus manos alcanzan mis costados y
empieza lentamente a bajar la cremallera del vestido. La manera en que me
mira me hace sentir excitada e inquieta a la vez. Me quedo perfectamente
inmóvil, intentando no reaccionar. Aunque dije que nada de besos, no puedo
dejar de mirar su boca. Imágenes de un beso que me haga venir parpadean
en mi mente.
Sean debe verlo en mi cara, porque me sonríe.
—Simplemente pídelo, señorita Smith.
Le devuelvo la sonrisa mientras sus manos se deslizan en el interior del vestido,
sintiendo la suave curva de mi cintura.
—No contenga la respiración, Sr. Jones.
El regocijo brilla en sus ojos, y mi vestido desaparece. Estoy yaciendo en la
cama, apoyada sobre mis codos en nada más que mi ropa interior. Sean está
arrodillado en la cama junto a mí. Absorbe mi cuerpo como si no pudiera tener
suficiente. Sus ojos abrasan mis pechos primero y luego bajan a mi cintura,
antes de que su mirada permanezca en mis bragas. Intento estar tranquila y
confiada, del modo en que la señorita Black me dijo que me comportara, pero
no puedo.
Le sonrío tímidamente y aparto la mirada. Algo dentro de mí quiere cubrir mi
cuerpo para que él no pueda verme. Los dedos de Sean reanudan su trazo
lento. Cuando la yema de su dedo índice se desliza sobre mi pezón, no puedo
soportarlo más. Lo agarro por la muñeca.
—Si no me tocas, y me refiero a tomarme en tus brazos y presionar tus manos
sobre cada centímetro de mi cuerpo, voy a gritar.
Sean me sonríe. Se inclina más cerca, poniendo sus labios junto a mi oído, y
responde:
—¿Gritarás mi nombre? Porque me gustaría escucharlo. —Antes de que pueda
responder, Sean presiona sus labios en mi garganta, me agarra en sus brazos, y
me recuesta en la cama. Su cuerpo está sobre el mío. Siento su dura longitud
contra mí.
Ese cuerpo duro es todo mío. Mis dedos rasguñan su espalda a la vez que besa
mi cuello. Los bordes de mi visión titilan. Cuando cierro mis ojos, aparecen
ráfagas blancas de luz. El latido entre mis piernas se conecta a cada beso.
Lentamente, mis piernas se abren y lo quiero ahí.
En ese momento la noche se va al demonio. En cuestión de segundos, todo va
del completo éxtasis al completo desastre. Escucho un sonido agudo
proveniente del otro lado de la habitación. Sean alza la mirada al mismo
tiempo que yo. Ninguno de los dos reconoce el sonido.
—¿Es tu celular? —pregunta Sean.
Negando con la cabeza, respondo:
—No. Mi teléfono no hace ese sonido. —Y no tengo idea de qué lo hace.
Sean se pone de pie y me deja acostada en la cama. Me pongo de costado
mientras va hacia la ventana, hacia el ruido. Presiona sus manos contra el vidrio
y mira hacia abajo.
—Mierda.
Capítulo 3 Traducido por Pimienta
Corregido por ☽♏єl
ué es eso?
Antes de que pueda contestar, hay un golpe en la puerta.
Sean gira a tiempo para ver la puerta abrirse, y deja caer una
caja negra en mi bolso.
La señorita Black está parada al lado de dos hombres grandes. Están vestidos
con trajes caros como los clientes del hotel, como si estuviesen aquí para una
cena de negocios. Deben ser los ninjas golpeadores que Mel mencionó.
La señorita Black entra en la habitación. Agarro la colcha entre mis manos y me
cubro.
—Sr. Ferro, creo que usted está violando su contrato. —Ella ni siquiera me mira
cuando cruza el umbral—. Vístase señorita Stanz. Se va.
No entiendo lo que está pasando. Cuando no me muevo, la señorita Black
mueve una mano hacia uno de los hombres grandes y calvos que la
acompañan. El que tiene la piel oscura y ojos negros como la tinta comienza a
caminar hacia mí. Agarra el vestido del suelo y me lo entrega.
—Vístase, señorita Stanz, o haré que él lo haga por usted.
Sean se apoya en el marco de la ventana con los brazos cruzados sobre su
pecho. Parece estar enojado.
—¿Le importaría decirme cuál regla fue violada?
—¿Q
—Sabe muy bien de cuál regla se trata, Sr. Ferro. —La señorita Black mira su
vestido, como si estuviera buscando una pelusa. Se alisa la falda y me mira
mientras me pongo el vestido por encima de mi cabeza. No tengo idea de lo
que está pensando o qué hicimos, pero ella está aquí.
—Ilumíname —responde Sean. La mirada en sus ojos dice que no está
contento. El músculo de su mandíbula se mueve mientras espera.
Black lo mira con su ceño fruncido.
—Muy bien. Sacaste nuestra propiedad de las instalaciones. Nosotros no damos
tres avisos, Sr. Ferro. Fue descuidado y sabe, tan bien como yo, qué pasa con
los clientes descuidados en este negocio.
Sean camina hacia ella lentamente.
—Soy muy consciente. Sin embargo, la violación fue un descuido. La señorita
Stanz me siguió afuera.
—¿Por qué hiciste eso? —La señorita Black desliza su mirada de Sean a mí. La
miro fijamente, con el corazón acelerado, sabiendo que voy a ser despedida.
Sean tendrá otra virgen para follar, y a mí me mandaran de una patada a la
calle.
Abro la boca para confesar, pero Sean me interrumpe.
—Porque yo se lo pedí.
—Sr. Ferro, las reglas están escritas en piedra. No podemos permitir que los
clientes las ignoren. Las reglas no son sugerencias, son obligaciones. Me temo
que tendrá que saciar sus necesidades en otro lugar. —La señorita Black
chasquea los dedos hacia mí—. Venga, señorita Stanz. —La señorita Black gira
sobre sus talones y sale por la puerta. Miro hacia Sean con impotencia. Él inclina
un poco la cabeza, diciéndome que me vaya. Agarro mi bolso y sigo a la
señorita Black hacia la salida. Los dos hombres grandes están detrás de mí.
Las zancadas de la señorita Black son rápidas. Me apresuro para mantener el
ritmo.
—¿Qué pasó? —pregunto mientras las puertas del ascensor se cierran. Estamos
solas.
Ella suspira, como si estuviera molesta.
—¿Realmente te dijo que lo siguieras afuera? —Asiento, fiel a la historia. Ella
aprieta sus dedos bien cuidados contra su sien—. Los hombres como él no son
nada más que problemas. Siempre presionando los límites para ver si pueden
salirse con la suya. Siento haberte puesto en medio de esto, Avery. No volverá a
suceder.
—No entiendo cómo lo supiste. No fuimos muy lejos. ¿Y qué era ese pitido?
—Hay un transmisor en tu pulsera. —Ella mira mi muñeca—. Ya te lo dije.
Sabemos exactamente dónde te encuentras. ¿Dónde está?
—Me lo puse en la pierna. —Señalo y todavía está allí—. Quedaba grande en
mi muñeca.
La señorita Black actúa como si yo fuera una niña de primer grado.
—Muñeca, Avery. Tiene que estar en la muñeca. Haré que reajusten el tamaño.
—Ella niega con la cabeza, como si yo fuera idiota.
—Lo siento. No lo sabía.
—Bueno, no lo sabrías. Acabas de comenzar. El pitido era un localizador que
pusimos en tu bolso. —Agarra mi bolso y lo abre, sacando una pequeña caja
negra—. Se apaga cuando estamos afuera del edificio. Eso sólo ocurre si el
cliente viola su contrato. Te hace saber que estamos llegando. Normalmente
no me presento personalmente en todos los casos, pero como eres nueva,
pensé que no confiarías en el personal de seguridad.
Asiento y miro mi bolso, preguntándome cuando lo puso adentro. Pensé que lo
había tenido conmigo toda la noche. Sean debió ver el localizador cuando se
acercó a la ventana. Tenía la parte superior abierta y estaba al lado de la
ventana. Me pregunto cómo sabía lo que significaba. Sean parecía saber que
la señorita Black estaba en camino.
—¿Él había hecho esto antes?
La señorita Black me mira, confundida. El ascensor desacelera a medida que
llega a la planta baja. Cuando las puertas se abren, Black reanuda su ritmo
acelerado. Mirando por encima del hombro, contesta:
—No, no que yo sepa. Era un nuevo cliente.
Un auto nos está esperando en la acera. La señorita Black camina hacia él,
con la cabeza bien alta. Un valet mantiene la puerta abierta y ella se desliza
dentro del auto. La sigo. Los hombres que habían entrado en la habitación de
Sean con la señorita Black se han ido. No los veo por ninguna parte.
—Deja de buscar, querida. Son invisibles cuando tienen que serlo. —La señorita
Black se hunde en el asiento. Su ceño está fruncido y sus ojos se presionan
cerrados—. ¿Qué tan lejos has llegado? Dime que todavía eres virgen, por
favor. —La señorita Black mira al frente. Estoy sentada a su lado en el asiento
de la limusina.
—No llegamos tan lejos. Y sí, lo soy. —Y no estoy feliz por eso tampoco. O tal vez
sí. No lo sé. Esta noche no fue para nada como pensé que sería.
—Bien —dice la señorita Black, aliviada—. Te pagaremos por tus servicios de
esta noche. El Sr. Ferro tuvo que pagar por adelantado. Por lo tanto, no tienes
que preocuparte por ser estafada2.
—Ese es un mal juego de palabras.
Ella se ríe y me mira. Estoy mirando hacia adelante, neurótica.
—Eres una chica divertida.
—Esa es una forma de decirlo —murmuro. Mirándola, digo—: Lo siento. Me
siento un poco trastornada. Pensé que iba a…
Ella me interrumpe.
—Lo sé. Este trabajo puede ser una montaña rusa emocional. Pero no te
preocupes. Se hace más fácil.
Lo dudo, aunque no digo nada. Llegamos a lo de la señorita Black y salgo de la
limusina. Antes de que pueda irme, ella dice:
—Voy a encontrarte otro cliente para el fin de semana. Esto no será en vano. Te
lo prometo. Ven, vamos a poner esto en orden.
Asiento y la sigo en silencio. Me paga una insana cantidad de dinero en
efectivo. No es lo que pensé que iba a recibir, pero es suficiente para un par de
2 Ser estafada: En inglés: getting stiffed. Significa al mismo tiempo ser estafado y tener sexo.
semanas, siempre y cuando nada salga mal. Agarro mi dinero, lo meto en mi
bolso y me dirijo a mi auto.
Después de rociar el motor, enciende enseguida. Conduzco de vuelta al
apartamento, temblando, con el viento invernal contra mi cara. Consideré
sellar la ventana con cinta adhesiva, pero parecería aún más marginal.
Cuando llego al interior de la residencia de estudiantes, evito mi habitación por
el momento y voy a buscar a Mel. Su puerta está entreabierta. Es un poco
después de la medianoche. Llamo a la puerta de madera y empujo para
abrirla.
—¿Mel? ¿Estás aquí?
Asia, su compañera de habitación, está sentada en la cama hablando por
teléfono. Ella niega con la cabeza hacia mí, moviendo su corto cabello negro
brillante.
—Un segundo —le dice a la persona en el teléfono. Alzando la voz, Asia me
dice—: Mel está trabajando hasta tarde. Dijo que no volvería hasta después de
las 2:00 am.
Asiento con la cabeza.
—Gracias.
Aturdida, camino de regreso a mi habitación. Si Amber obstruyó la puerta de
nuevo, voy a matarla. Meto la llave en la cerradura y giro. Sorprendentemente,
la puerta se abre. Mi pequeña y pobre habitación está vacía. ¡Gracias a Dios!
Tan pronto sé que estoy sola, las lágrimas aparecen y no se detienen hasta que
me desmayo en mi cama.
Capítulo 4 Traducido por Belle 007
Corregido por Laurence15
a mañana siguiente apesta. Amber y Dennis están peleando. Cubro mi
cabeza con una almohada, pero aun así no consigo silenciarlos. Como si
fuera poco, Amber tiene la calefacción tan alta que estoy sudando. Me
levanto y apago el calefactor. Esconderme bajo las mantas no sirve cuando la
habitación está a 65 grados.
—¡No toques eso! —me espeta Amber—. Me estoy congelando.
—Me estoy derritiendo, Amber. Déjalo apagado por un rato. —Sueno
razonable. Pero ella me hace una mueca. Tan pronto como me alejo, Amber
vuelve a prender la cosa.
Dirige su enojo hacia mí.
—Eres tan perra, Avery. No puedes hacer lo que quieras, cuando quieras.
¡También vivo aquí!
Amber está furiosa, como si tuviera razón. Dennis la mira, pero sus ojos giran
hacia mí cuando exploto.
Me vuelvo contra ella, gruñendo, con mis manos apretadas en puños a mis
lados.
—¿Estás completamente loca? ¡Nunca puedo hacer lo que quiero! ¡Estás aquí
todo el tiempo, bloqueas la puerta, me dejas fuera de mi propia maldita
habitación! ¡Tienes sexo en mi cama cuando no estoy aquí y tus novios usan mis
mantas para limpiarse después de que meten su polla en tu ser desagradable!
L
¡Si alguien es una perra, eres tú! —Amber me está mirando, sus ojos volviéndose
brillosos, como si fuera a llorar. No me importa. No me importa ni un poco.
—Eres tan mala, Avery. —Amber solloza y se vuelve hacia Dennis, que la
sostiene en sus brazos flojamente.
Él escuchó mi pequeño griterío. Está callado por un segundo antes de
preguntarle:
—¿Qué quiso decir con novios? —Enfatiza la parte plural de la palabra—.
¿Pensé que éramos exclusivos, Amber? ¿Has estado follando a otros chicos? —
La empuja lejos y grita en su cara.
Estoy tan enojada. Agarro mis ropas y corro fuera de la habitación. Mientras la
puerta se cierra detrás de mí, escucho a Amber sollozando, diciendo cosas
desagradables sobre mí, negando haber estado con alguien más. No sé por
qué a él le importaría. Dennis folla a cualquier chica que levante su falda.
Enfurecida, camino hasta lo de Mel y golpeo. Aún es temprano.
La puerta cruje abierta y ella me mira con ojos nublados.
—Oh, diablos. ¿Quieres que vaya a golpear a Puticienta en la cara? Porque la
golpearé en todas partes. Sólo di la palabra. Pude escucharlos gritando desde
aquí. —Mel bosteza la última parte y echa un vistazo pasillo abajo. Cuando no
respondo, pestañea fuertemente y pasa frente a mí—. Voy a pegarle una
patada en su trasero blanco. Ven conmigo y observa.
Agarro el brazo de Mel y la detengo.
—Quizá más tarde. —Ella me mira y luego de nuevo al pasillo. Trato de
convencerla—. Déjame usar la ducha y te invitaré el desayuno.
Mel me da una mirada que es claramente de Mel. Es toda actitud.
—Quiero panqueques con chips de chocolate, y no esa mierda que sirven en
la cafetería. ¿Estamos hablando de La casa Internacional de los panqueques?
Río.
—Sí, si eso es lo que se necesita.
Capítulo 5 Traducido por PaolaS
Corregido por flochi
l soborno está infravalorado. Creo que si sobornara a Mel con una pila de
panqueques con chispitas de chocolate, podría hacer que golpeara a
Amber. Mel se los come, inundados en jarabe de fresa. Los panqueques
se ven como si hubieran sido fusilados.
—¿Cómo puedes comer eso? —le pregunto. Es tan dulce. Yo tengo huevos y
tocino. Bueno, tenía tocino. Mel ya se lo comió.
—Es jodidamente fantabuloso. Todo el mundo debería comer esto de
desayuno. Todos los días. Es el desayuno de los campeones. —Ella se mete otro
montón de panqueques esponjosos en su boca. Una gota de jarabe cae por la
comisura de su boca.
—El cereal lo es. Y te ves como una vampiresa así. —Toco la esquina de mi
boca e inclino la cabeza hacia ella, diciendo—: Tienes jarabe. ¿O eso es
baba?
Mel se pone tiesa mientras limpia la mancha roja. Me señala con un tenedor
lleno de panqueques y me dice:
—Yo no babeo. No a menos que sea un tipo particularmente caliente.
Entonces quizás babee, un poco. —Mastica y toma un trago de leche, luego
pregunta—: Entonces, ¿cómo te fue anoche? ¿Todavía estás en el equipo V?
Me río.
—Eres tan estúpida. Equipo V. Sí, todavía estoy en el equipo V. Las cosas se
salieron de control anoche. Black apareció y me sacó de allí.
E
La mandíbula de Mel cae y el tenedor se queda a medio camino de su boca.
—¡No me digas! —Se inclina más y baja la voz—. ¿Qué demonios pasó?
Le digo. Mientras vuelvo a contar los horribles acontecimientos de la noche
anterior, muevo la comida por mi plato. No me siento con mucha hambre hoy.
Cuando termino mi historia, miro hacia ella. Mel no ha comido un bocado. Le
digo:
—Black dijo que me emparejará con otra persona. Me pagó un poco, lo
suficiente para invitarte y pagar algunas cuentas, pero no lo suficiente para
sentirme libre de la forma en que pensé que estaría. No sé qué hacer.
—Has vuelto al punto de partida.
Asiento.
—Sí, supongo que sí.
—¿Por qué Sean hizo eso? Casi parece que quiso destruir todo el acuerdo.
—No lo hizo. No reaccionó bien cuando me presenté. Se fue. Lo perseguí. No es
como si me hubiera hecho ir afuera para irritar a Black. Parecía tan sorprendido
como yo cuando ella se presentó.
—Ese chico está loco. —Ella apunta su panqueque hacia a mí antes de meterlo
en su boca.
—Ya sabíamos eso. —Suspiro y apoyo la cabeza en mi mano. Empujo mis
huevos y pinto el plato blanco con la yema amarilla.
Mel me observa.
—Pareces decepcionada. Si no te conociera, pensaría que estabas
enamorándote de ese tipo. Tienes los ojos llorosos y estás haciendo corazones
en tu comida.
—No lo estoy —le digo, enderezándome.
—Lo que sea —dice Mel—. Yo sólo digo lo que veo. Tienes esa mirada de Bambi
en tu cara, como si estuvieras embelesada por el Sr. Fenómeno.
Resoplo de la risa.
—Eres tan desquiciada. Eso no es lo que pasa. No sé si pueda hacerlo de
nuevo.
—Es sólo un hombre, una vez. —Me recuerda.
Asiento.
—Así se suponía que sería esta vez.
Después del desayuno, me dirijo a la biblioteca para ponerme al día con el
trabajo escolar. El edificio es enorme y huele a libro viejo. Una vez que llego a
las estanterías, la iluminación es un asco. Navego a través de la enorme
construcción hasta que encuentro mi silla en la esquina. Es un buen lugar
porque nadie viene aquí. Hay un escritorio y una silla contra la pared al final de
una de las filas. Lanzo mi mochila en él y saco mi trabajo.
Después de unas horas, me inclino con la mano en mi cabello, mirando la
pared de cemento en frente de mí. No me puedo concentrar. No tengo idea
de qué hacer. Pensé que mis problemas financieros estarían resueltos y que
podría volver a estudiar. Sean era el cebo ideal, pero luego Black lo mandó a
volar. No sé si puedo hacerlo con alguien más.
Los recuerdos vuelan por mi mente y puedo sentir las manos de Sean en mi piel.
Deseo que Black no hubiera aparecido. Deseo que las cosas hubieran
progresado más. Me pregunto cómo se sentiría tener mi cuerpo cubierto de
sudor, deslizándose sobre el suyo, cómo se sentiría tenerlo en mi interior. Mi
cuerpo se calienta con la idea.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no escucho a Marty llegar hasta
que está a mi lado.
—Bueno, miren lo que tenemos aquí.
Salto asustada cuando me habla y giro en la silla. No tenía idea de que estaba
ahí. Marty se ríe de mí. Lleva unos jeans oscuros con parches deshilachados en
los muslos, una camiseta y una chaqueta de mezclilla. Su cabello rubio está
peinado en puntas. Se ve como un fragmento de los años 80.
Me giro hacia Marty, queriendo darle una palmada a su pierna, pero él esquiva
mi mano.
—¡Me has asustado de muerte! —le susurro medio gritando.
Se ríe y deja caer su mochila en el suelo al lado de mi escritorio, y luego apoya
su cuerpo extra alto contra la pared. Metiendo las manos en los bolsillos, dice:
—Sólo las personas que tienen algo que ocultar se ponen así de nerviosas.
¿Qué has hecho? ¿Besaste a una chica? —Me guiña un ojo y sonríe.
Cubro mi corazón con la mano, pretendiendo que reanude su ritmo normal,
pero me ignora. No miro a Marty cuando habla y él lo comprende.
—Así que, sí tienes algo que ocultar. ¿Es jugoso? —Lo miro, pensando que el
contacto visual directo ayudará, pero el chico ve a través de mí. En voz aguda,
chilla—: ¡Oh Dios mío! ¡Tienes que decirme! —Mientras Marty habla, cae de
rodillas y se mueve hacia mí, apretando sus manos debajo de su barbilla, como
si estuviera rogando.
Me río.
—No hay nada que contar. —Me retuerzo en mi silla y vuelvo a leer mi libro de
texto.
—Eres una mala mentirosa.
Suspirando, le digo:
—Ya sé. —Me desplomo hacia adelante, poniendo mi cara en el libro—. No
puedo mentir, pero no lo puedo decir.
Agarra mi hombro y me levanta. Lo miro a la cara mientras me pregunta
entusiasmadamente:
—¿Se trata de las preguntas que me hiciste el otro día? —Mi cara debe
responder por mí, porque Marty se entusiasma más—. Oh, Dios mío, has hecho
algo moralmente deplorable, ¿no es cierto? ¿Qué hiciste?
Cuando no respondo, comienza a razonar, cosa que me asusta a muerte.
Levanta sus dedos:
—Bueno, los dos sabemos que no es nada relacionado con mentir. Así que eso
deja engañar. —Levanta un segundo dedo y hace una pausa, mira a mis
hombros caídos, y dice—: No me imagino eso tampoco. Estás programada
para no hacer trampa. Eso deja robo y adulterio...
—¿Vas a enumerar los siete pecados capitales y esperar que confiese cuando
llegues al mío?
Apunta con un dedo a mi cara.
—¡Ajá! Eso quiere decir que es uno de los siete grandes.
—Eres un idiota. Déjame en paz. —Finjo leer mi libro. Marty agarra las páginas y
tira de ellas—. ¡Oye!
—Me cuentas todo, ¿por qué esto no? —dice, sosteniendo mi libro fuera de mi
alcance. Intento capturarlo y fallo. Él es demasiado alto.
—Porque no puedo. Y de todos modos no importa, porque todo está jodido. —
Dejo de saltar por mi libro y me siento con fuerza en la silla. Siento como si una
ola de desesperanza cayera sobre mí. De repente, no puedo respirar y mi
corazón late con fuerza. Me agarro el cabello de los lados de mi cabeza y
miro al suelo, diciendo—: No puedo hacer esto. —Mi respiración se vuelve
dificultosa, como si estuviera teniendo un ataque de asma.
Marty baja mis libros y se arrodilla junto a mí, poniendo su mano en mi espalda.
—Vaya, Avery. Cálmate. Respira lentamente.
Las lágrimas brotan de mis ojos, pero no caen. Por una vez, me gustaría que lo
hicieran. Ojalá pudiera llorar y terminar con esta parte de mi vida de una vez.
Me balanceo en el asiento.
—No puedo hacer esto.
—¿Hacer qué, cariño? Sé más específica. —La mano de Marty frota pequeños
círculos en mi espalda. Se inclina hacia mí—. Dime, amor. Voy a ayudarte en lo
que pueda.
—Pero de eso se trata. —Miro hacia él con los ojos vidriosos—. No me puedes
ayudar, nadie puede. Tengo que hacer algo que no quiero hacer. Estoy jodida
en todos los sentidos, hasta el cuello y sin salida.
Marty mantiene su mano en mi hombro y me mira con una expresión que no
puedo leer. No es lástima, es otra cosa. Es como el primo bastardo de la
lástima.
—Avery, ¿alguna vez piensas que estás sola porque quieres estarlo? —Me erizo
ante la sugerencia, pero él presiona un dedo en mis labios para cerrarlos, y
niega con la cabeza—. No, no hables. Escucha. Hay un tiempo para escuchar,
y eso es ahora. Sé que no tienes a nadie y que estás sola, pero no tiene que ser
así. Estoy aquí y también lo está Mel. Nos rechazas, Avery. Cuando las cosas se
ponen difíciles, te refugias en ti misma y nadie puede pasar a través de esos
muros que levantas. No tiene por qué ser así. Los amigos son tu familia ahora. Yo
sé que haría cualquier cosa por ti, ni siquiera tienes que pedirlo.
Mierda. Sus palabras provocan lágrimas que se apresuran por mi cara. Marty
me sonríe, como si fuera sabio. Tal vez lo es. Tal vez soy yo la que está jodida. Tal
vez no tengo que hacer todo sola, pero no me imagino de otra forma. Las
únicas personas de las que podía depender en las buenas y en las malas eran
mis padres. La familia lo era todo para ellos, para mí. Ahora que no tengo una,
me siento perdida, como si no perteneciera a ningún lugar, como si no pudiera
confiar plenamente en nadie.
Me seco las lágrimas de la cara con el dorso de la mano.
Marty mete la mano en su bolsillo y me entrega un pañuelo limpio y blanco.
Está perfectamente doblado en cuartos y parece que estuviera planchado. Lo
sostiene hacia a mí.
Me río, medio ahogándome con la flema en mi garganta. Agarro el pañuelo y
lo paso por mis ojos antes de sonarme la nariz.
—Me hiciste llorar. Nadie me hace llorar.
—¿En serio? —pregunta con ironía—. Todo me hace llorar. ¿Por qué crees que
traigo un pañuelo? —Él me sonríe.
Miro hacia la tela blanca en mis manos, húmeda por las lágrimas. La confesión
se escapa de mi boca.
—Me ofrecieron un puesto para ser una prostituta cara. Si lo acepto, se
resuelven mis problemas de dinero. Puedo terminar la escuela y seguir adelante
con mi vida.
—Pero… —dice, sin asumir nada. Marty es así de bueno. Él no me condena.
—Pero lo que es obvio. Pero estaría vendiendo mi cuerpo. Pero estaría dejando
a un extraño tener sexo conmigo. Pero estaría entregando mi virginidad a una
persona rara... —Mi voz se desvanece mientras digo las palabras, pensando en
Sean.
Marty sonríe suavemente y añade:
—Pero te gusta alguien.
Levanto la vista hacia él.
—¿Cómo lo sabes?
Se encoge de hombros.
—Es sólo una corazonada. Es algo en el modo que suena tu voz, como que hay
más de lo que estás diciendo. Entonces, ¿quién es este tipo?
Miro mis manos mientras hablo.
—Nadie. Ni siquiera lo conozco. Él me ayudó cuando me robaron mi auto. Lo
he visto un par de veces, y luego me dieron la oferta de trabajo. Después de
hablar contigo el otro día, lo hice... acepté el trabajo porque él era el cliente.
Luego, las cosas se arruinaron y ahora no puedo tenerlo. —Mi voz se atora en
mi garganta mientras hablo. Sacudiendo la cabeza, pregunto—: ¿Qué pasa
conmigo? ¿Cómo puedo querer a un tipo que es tan retorcido? Pidió una
prostituta virgen.
—Y apareciste tú —dice Marty, palmeando mi rodilla—. Mira, la vida no siempre
tiene sentido. Tal vez todo esto está en tu destino. Tal vez se supone que debes
estar con este chico al final, no sé, pero me parece que eso es lo que te
detiene.
—¿Qué?
—El chico retorcido. ¿Estás totalmente segura de que no hay manera de que
sea tu cliente de nuevo?
Mis ojos se encuentran con los suyos. Niego con la cabeza.
—No, la madama estaba muy enojada.
—Bueno, sube la apuesta. Dile que es él o nada.
—¿Y si dice que no? —Estoy jodida si ella dice que no.
—Entonces no estarás peor de lo que estás ahora. ¿Por qué no tratas de
conseguir el dinero y el hombre? Ve por el oro, chica. Sólo serás joven una vez.
—Golpea su hombro con el mío y me sonríe.
—¿Tienes más clichés que te estés muriendo por usar?
—Nop, sólo sé lo mucho que te irritan. Ve a buscar a tu jefa, prostituta. Y si
haces que funcione, te voy a llevar de compras. —Marty consigue una mirada
aturdida de mis ojos—. Vi un pequeño vestido perfecto en Black Label. A
cualquier chico le encantaría arrancártelo.
Me río y me inclino en su hombro. El agujero en el centro de mi pecho, ese
dolor tormentoso que me estaba consumiendo, se marchita y siento que tal vez
pueda hacer esto. Tengo que convencer a la señorita Black para que recupere
a Sean. Yo puedo hacer eso.
Creo.
Capítulo 6 Traducido por Soñadora
Corregido por Clau12345
uego de prometerle a Marty que iríamos de compras en la noche, me
dirijo a mi auto. Tirando del asiento hacia adelante, lanzo mis libros a la
parte de atrás. Cuando voy a empujar el asiento de nuevo, no se mueve.
Hoy no hace tanto frío, pero igual, estar parada sola en un estacionamiento es
pedir problemas. Mis antecedentes de ser robada son vergonzosamente altos.
Tiro del asiento, pero está atorado. Trepo a la parte de atrás y uso todo mi peso
para jalarlo, tratando de obligarlo a que se enderece. Hay un ruidoso
chasquido y luego el asiento se libera y vuelve a su posición. Trato de meterme
entre el asiento y la puerta para que no se atore de nuevo, pero no entro. Así
que soy forzada a trepar por entremedio de los asientos, con la cabeza
primero, y casi caigo por la puerta. Me paro, sacudo mi ropa, y entro en el
auto. Me inclino hacia atrás antes de agarrar el cinturón de seguridad. Los
viejos cinturones de mierda. Medio esperaba que se desprendieran.
Enciendo mi auto mágico y voy hacia las oficinas de la señorita Black. Cuando
llego, el lugar está lleno de gente. Nunca antes había visto a nadie allí. Hay
trabajadores en los escritorios. Oigo a una mujer en el teléfono diciendo algo
sobre el seguro para los empleados. Me quedo parada en la entrada con la
boca abierta, estupefacta. ¿Se necesitan tantas personas para administrar un
burdel? El teléfono suena sin parar. Es como el centro de atención al cliente de
prostitutas.
La señorita Black me ve desde la otra punta de la habitación. Está parada en el
escritorio de un hombre mayor, dándole un archivo. Una mirada irritada
aparece en sus ojos y rápidamente camina hacia mí en su traje entallado.
Mete los archivos restantes bajo su brazo.
L
—¿Puedo ayudarte?
Asintiendo, la miro.
—Sí, eso creo.
—Muy bien, ven conmigo. —La señorita Black tiene una postura perfecta,
incluso en esos tacones. Camina frente a mí y la sigo hacia su oficina, donde
cierra la puerta—. Es extremadamente poco profesional venir sin avisar, Avery.
—Lo siento —digo, agarrando una silla. Me siento al borde de mi asiento y
pongo mis manos en su escritorio. La señorita Black está inclinada en su silla con
las piernas cruzadas—. Necesitaba discutir algo con usted.
—Lo permitiré esta vez. Sin embargo, en el futuro, si quieres hablar conmigo,
debes esperar hasta tu chequeo durante el fin de semana.
—Ese es el punto. Como las cosas se complicaron la otra noche, no iba a venir
a chequearme este fin de semana y no quería esperar a que me llamara.
Decidí que no sirvo para esto. —Mi corazón está golpeando mientras hablo.
Trato dificultosamente de que mi cara no muestre mis nervios. Mis manos
descansan perfectamente en su escritorio. No hay temblor en mi voz—. Estoy
retirando mi aplicación. Gracias. —Me levanto, como si fuera a irme.
Su pequeño discurso sobre la rara conveniencia que soy, es mi única carta a
favor. Estoy fingiendo. Necesito este trabajo, pero lo quiero en mis términos.
Camino a la puerta y agarro el picaporte. La señorita Black no dice nada hasta
que estoy lista para abrir la puerta.
—Espera —dice ella. Me detengo y giro a mirarla—. Siéntate por favor. —La
señorita Black se endereza en su silla y se inclina hacia adelante. Sus ojos me
recorren mientras voy a sentarme frente a ella—. Lo de la otra noche fue una
anormalidad. Ese no es el curso habitual de los eventos. En todo mi tiempo
haciendo esto, esa fue apenas la segunda vez que tuve que intervenir. Me
disculpo si eso hizo que cuestionaras tu elección de trabajar aquí. Hay otros
clientes que han estado con nosotros durante más tiempo, que tienen
antecedentes comprobados y seguros. Me aseguraré…
La interrumpo:
—No estoy interesada. La cosa es que, no me sentí amenazada la otra noche,
y si bien pudo haber roto sus reglas, él no me hizo sentir como una prostituta. No
esperaba que eso sucediera. Yo fui la idiota que lo siguió afuera. No fue él
quien rompió la regla, fui yo.
La señorita Black me mira con sus ojos oscuros. Las yemas de sus dedos se
presionan una tras otra mientras me mira desde atrás de su escritorio.
—Hay algo que no me estás diciendo. ¿Qué es?
—Consideraré quedarme si me es dada una segunda oportunidad con ese
cliente. No saldré del hotel esta vez. Haré mi trabajo y usted tendrá su dinero. —
Mi garganta se tensa mientras hablo. Mi corazón late muy rápido. Esto me
asusta muchísimo. Todo el asunto. Y aquí estoy yo, diciéndole qué hacer. Hasta
donde sé, ella tiene a esos ninjas fortachones encerrados en su armario y ellos
saldrán a romperme la cara por sugerir semejante cosa.
La señorita Black me mira. No respiro. Mi lengua está entre mis dientes para
evitar que siga hablando nerviosamente. Sus dedos índices están presionados
juntos y luego los golpea tres veces, como si estuviera decidiendo algo.
—Así que, ¿esto es por el dinero?
No.
—Sí.
—Y… —indaga.
—Y no creí que podría hacer esto, pero después de la otra noche, sé que
podría hacerlo con él.
—Incluso si quisiera, no creo poder recuperarlo. Intercambiamos algunas
palabras concisas luego de lo que pasó. —La señorita Black golpea su
escritorio. Me mira.
Digo lo que quería decir rápidamente.
—Sólo dígale. Si se niega, consideraré a alguien más. ¿Estamos de acuerdo?
La señorita Black no es estúpida. Se inclina hacia mí y dice:
—Hay algo más sucediendo aquí, de eso estoy segura. Sin embargo, no estoy
dispuesta a dejar escapar un buen negocio por una suposición. Le preguntaré
bajo la condición de que si dice que no, continuarás trabajando para nosotros,
de que confiarás en mi criterio cuando seleccione a otra pareja para ti.
No quería esta parte. Soy pésima mintiendo. No puedo simplemente decir que
sí, lo verá en mis ojos. Mi estómago se retuerce mientras extiendo mi mano
hacia ella.
—Trato hecho —digo, y estrechamos las manos sellando el acuerdo.
Accedí a estar con otro hombre si Sean no me acepta.
Ruego a Dios que diga que sí.
Capítulo 7 Traducido por Nanami27
Corregido por Samylinda
lla no usará ese vestido de ninguna maldita manera —dice Marty,
con las manos cruzadas sobre su pecho. Se eleva sobre Mel, que
está sentada a su lado en medio de una tienda ostentosa. De cualquier modo,
necesito un vestido para mi próxima cita. Todavía estoy esperando tener
respuestas de si será con Sean o no. Mi estómago se está retorciendo. No tengo
ganas de ir de compras, pero esperaba que me distrajera. Ya que Mel y Marty
no concuerdan en nada, ha sido una noche interesante.
—¿Cómo puedes decir eso? —dice Mel, exasperada. Este es el séptimo vestido,
el séptimo par de zapatos y el séptimo juego de accesorios que me puse
durante la última hora y media—. Mira cuán pequeña se ve su cintura en esa
cosa. Es EL vestido.
Marty se levanta y se para a mí lado. Estoy de pie en una pequeña plataforma,
delante de un espejo. La encargada de la tienda me mira, pero no dice nada.
Marty señala mis caderas:
—Es cierto, ¡pero no hace nada por esta región, ni por sus pechos! Dios mío,
parece que parió dieciséis hijos. Los vestidos sin sujetador son para las chicas
con pechos falsos, no para nuestra Avery. —Marty hace un gesto hacia mi
escote en este vestido, o hacia la falta del mismo. Miro hacia abajo. Bueno, tal
vez tenga razón—. Un buen vestido no sacrifica un dote por otro. —Chasquea
los dedos hacia la asistente—. ¡El siguiente, por favor!
—Eres una reina del drama —le digo cuando salgo del cubículo. Agrego—: Y
deja de chasquear los dedos como si la chica fuera un perro. Ya te odia lo
suficiente.
—E
Él agita sus pestañas, mirándola.
—Lo siento, cariño. Me siento tan emocionado. Estás haciendo un trabajo
estupendo. Mantenlo así.
Amanda, la empleada, sonríe y asiente, pero estoy segura de que se está
imaginando estrangulando a Marty en su mente.
—Voy por el siguiente vestido elegido. Deja ese en el vestidor que yo lo pondré
en su lugar.
Asiento y vago hacia el vestidor. Bajo la cremallera del vestido y tiro de la suave
tela por encima de mi cabeza antes de volver a colocarlo en el soporte. Estoy
de pie en ropa interior cuando mi teléfono vibra. No lo hubiera escuchado si no
estuviera en el vestidor. Lo saco y reconozco el número. Es la señorita Black. Mi
corazón comienza a latir con fuerza de inmediato y la esperanza llena mi
pecho.
—¿Hola? —digo, contestando el teléfono con un golpe de mi dedo. Estoy tan
emocionada, tan aterrorizada. Quiero el vestido perfecto para Sean. No puedo
esperar a escuchar cuándo será nuestra próxima cita. Sean hizo parecer como
que nos estaríamos viendo mucho el uno al otro.
—Señorita Stanz, buenas noches. —La señorita Black parece la misma de
siempre. Es difícil leer sus emociones. Tal vez no tenga ninguna—. He
contactado al Sr. Ferro y quería llamar para decirle los resultados de nuestra
conversación. Como sospechaba, él ya no está interesado en usar nuestros
servicios.
Una ráfaga de aire abandona mis pulmones, y me siento con fuerza en el
asiento inflado dentro del vestidor.
—¿Le dijo que sería yo?
—Sí, lo hice. Estaba bastante firme en su decisión de no seguir el acuerdo
contigo, incluso después de habérsele informado que solicitaste la llamada
para corregir la situación. Te encontraré otra pareja. Dame un poco de tiempo
y tendremos todo arreglado. Te llamaré cuando todo esté listo. Que tengas una
buena noche.
Y entonces la llamada se corta. Me quedo mirando a mi teléfono. Me siento
como una calabaza vacía. Pongo mi cabeza entre mis manos y trato de
calmarme.
Las palabras de Black rebotan en mi mente. No es hasta después de un
momento que me doy cuenta de lo que significaban… Sean no me quería. Él
me rechazó. La preocupación aparece en mi cara mientras me pregunto qué
hice. ¿Por qué diría que no? Todo parecía perfecto la otra noche. No entiendo
por qué haría esto. Pensé que le gustaba.
Llaman a la puerta. La voz de Amanda me hace respingar.
—Tengo la siguiente selección aquí. —Abre la puerta y cuelga el vestido en un
gancho. Cuando se gira para mirarme, su sonrisa desaparece—. ¿Estás bien?
Pareces enferma.
—Estoy bien —consigo decir en voz ahogada. Pienso fingir por el resto de la
noche, ocultando los sentimientos que me bombardean. Le entrego el vestido
que me hizo parecer plana y me pongo este. Es de un azul profundo con
puntadas plateadas a lo largo del dobladillo. Hay un cinturón fino en la cintura
y un escote que cae en una profunda “V”. La falda se ciñe en mis caderas y se
ensancha en los muslos. Es sexy y lindo, todo en un mismo vestido.
Deambulo como un zombi hacia el centro de la tienda y muestro el vestido.
Hay una falsa sonrisa estampada en mi rostro. Mel y Marty jadean cuando
salgo. Es una buena señal.
Marty habla primero:
—Ese es el vestido, como el vestido fóllame de todas formas hasta que sea
martes.
Amanda parpadea, como si nunca hubiera oído una palabra grosera antes.
—¡¿Quieres callarte, cincuenta sombras de gay, y dejarla mostrar el vestido?! —
Mel le dice a Marty y salta para mirarme—. Date la vuelta, cariño. Muestra lo
que tienes. —Giro lentamente con las palmas levantadas mientras me miran—.
Te ves caliente, Avery. Estoy de acuerdo con la reina del drama. Tienes que
comprarte este. Es perfecto. A Sean le va a encantar.
Trago saliva y mantengo la sonrisa en mi cara.
—No es para Sean.
—¿Qué? —dicen al unísono.
Marty mira a Amanda y mueve la mano mientras habla.
—Tráenos agua cristalina, cariño. —Amanda sonríe y se va. No tengo duda de
que escupirá en la de él. Marty y Mel se ponen a mis costados. Nos miramos en
el espejo mientras hablamos en voz baja—. ¿Qué pasó? ¿Cómo lo sabes?
—Recibí una llamada mientras estaba en el vestidor. Sean rechazó la
propuesta.
Los ojos de Mel se abren salvajemente y mira a Marty, que está extrañamente
silencioso. Mel se hace cargo. Ella desliza su mano por mi cintura y dice
—Al diablo con él, entonces. No lo necesitas, Avery. Era un placer para los ojos.
Una obsesión. Nada más. Te ayudaré a elegir un chico nuevo, alguien mejor.
Marty la mira.
—¿Tú también? ¿Toda la escuela se está prostituyendo ahora?
Mel toma la defensiva. Cruza los brazos sobre su pecho y entrecierra los ojos.
—¿Tienes algún problema con eso?
—No —dice Marty, casi gimiendo—. Me siento excluido.
Eso me hace reír. También toma a Mel con la guardia baja, quien resopla tan
fuerte que suena como un cerdo. Los dos la miramos fijamente.
—¿Esperabas que dijera eso? —Sacudo la cabeza—. ¿Dónde encontraste esta
canasta gay, de todos modos?
—Él es mi compañero de laboratorio —respondo, esperando a ver qué hace
Marty sobre la acusación de que es gay, pero él le resta importancia. Me
pregunto qué está pasando por su cabeza. La última vez que asumí que sabía
algo acerca de alguien por la forma en que se veía, bueno, no salió bien.
Resulta que la mujer no estaba embarazada. Desde entonces, no suelto las
cosas de esa manera.
—Eso fue ingenioso —dice Marty, presionando la mano contra su barbilla y
examinando a Mel como si nunca la hubiera visto antes—. Me gusta lo que
hiciste.
Los dos charlan y yo miro el vestido azul oscuro y sé que algún otro chico va a
quitármelo. Trago y camino de vuelta al vestidor para quitármelo. Este es el
vestido que tendré puesto cuando resuelva mis problemas financieros. Este es el
vestido que un tipo me quitará la noche que pierda mi virginidad.
Varios cientos de dólares más tarde, salgo de la pequeña tienda ostentosa con
un nuevo vestido y zapatos de seda. Costaron una buena parte del dinero que
gané con Sean, pero es necesario para hacer lo que sea que siga. Después
que salimos, pongo las cosas en mi auto.
—Vamos a comer algo —dice Marty.
—Me parece bien —contesta Mel.
Marty aplaude como si tuviera cinco años y grita:
—¡En el blanco! —Este es un giro importante en los acontecimientos desde que
vino a la tienda conmigo. Mel se reunió con nosotros y trajo su auto.
Echándome un vistazo, él me dice—: No te ofendas cariño, pero tu auto me
asusta.
—No me ofendo —le digo—. Oigan, voy a hacer un mandado y luego iré. No
tengo hambre todavía. Almorcé tarde. —Estoy mintiendo, pero ninguno me
dice nada. Saludo y me meto en mi auto.
Tengo que recoger mi último cheque de mi empleador anterior. En el momento
en que llego allí, está oscuro. El sol se pone tan temprano en esta época del
año. Mi suéter no hace mucho para mantenerme caliente. Tengo que comprar
un abrigo. Mi madre me habría gritado por usar algo tan fino. Dios, la echo de
menos. En noches frías como esta, ella estaría cocinando sopa de pollo con
fideos. El pan habría estado en el horno durante todo el día, llenando la casa
con ese maravilloso aroma. Recuerdos así me asaltan en los peores momentos.
Me siento en el auto por un momento, tratando no pensar en el pasado.
Moviéndome rápido, corro por el estacionamiento y camino hacia el frente del
restaurante. Hay una fila de gente esperando para sentarse. Un hombre está
hablando con la mesera. Hay una mujer hermosa en su brazo. Ella tiene el
cabello de color marrón oscuro con un toque de rojo. Un vestido negro se
aferra a su cuerpo curvilíneo. La envidio por un momento, deseando tener
curvas así.
—Hola, Stacy —digo mientras me acerco a la mesera—. Sólo pasé a recoger mi
cheque.
—Claro, pero no estaban listos cuando entré. Puede que tengas que esperar.
Asiento, con la intención de pasar por delante de ella. Estoy vestida como una
vagabunda, con jeans ajustados y mi suéter perforado. Destaco como una
bailarina exótica en un preescolar. Un escalofrío se apodera de mí cuando
estoy a punto de pasar frente a ella. El hombre en el podio se gira. Sus ojos
azules se traban en los míos y me congelo.
Sean.
Nos miramos el uno al otro por medio segundo. Sean está vestido con un traje
negro que le sienta muy bien. Hace resaltar sus hombros y sus músculos. La
camisa que lleva es del color del cielo nocturno, un perfecto azul oscuro, como
mi vestido nuevo. Un escalofrío encierra mi corazón mientras este trata de subir
por mi garganta. No puedo hacer otra cosa que mirar.
La chica en su brazo se inclina posesivamente cerca de él.
—¿Hay algún problema? —espeta.
Parpadeo y sacudo la cabeza. La odio. Odio todo acerca de ella. Quiero
arrancarle la cara. Mis dedos se flexionan a mis lados mientras lo pienso, pero
prefiero que Sean no sepa cuán obsesionada con él estoy.
—No, señora —le digo, sabiendo que “señora” molesta a cualquier persona
menor de treinta años—. Su mesa estará lista en un momento.
Abro mi camino con el hombro, dejando a Sean mirando detrás de mí.
Llego a la habitación de atrás y encuentro la oficina de Lenny. Es mi jefe, o lo
era hasta que la señorita Black me contrató.
—Hola —digo, mi corazón sigue latiendo por haber visto a Sean—. ¿Mi cheque
está listo?
—Sí. Acabo de terminarlo. Aquí está. Espero que vuelvas, si alguna vez
necesitas un trabajo de nuevo. Eres una buena chica.
Lenny me entrega mi cheque. Él es un hombre mayor con barba gris en la cara.
Su pelo blanco es fino y descansa a un lado. Cuando no le está gritando al
personal, me recuerda a mi padre.
Asiento, con los dedos en el cheque.
—Lo haré. Gracias por todo.
—No hay problema, Avery.
Le sonrío y salgo de la oficina. Me dirijo a la cocina y tengo suficientes miradas
de odio para toda la vida, pero tengo que llegar a la puerta de atrás. No hay
manera de que me vaya por el frente. Soy afortunada de haber mantenido mi
compostura la primera vez. Si veo a Sean de nuevo, voy a enloquecer.
Salgo por la puerta de recepción y camino por el estacionamiento, de vuelta a
mi auto. El estacionamiento está bien iluminado, pero hay pedazos que no lo
están. Miro a mi auto y me apresuro, caminando rápido y frotándome los
brazos para tratar de mantener el calor. Una chaqueta es indudablemente una
prioridad. Cuando llego a mi auto, meto mi cheque en la guantera y agarro
una lata de éter. Levanto el capó y lo sostengo mientras rocío el éter,
conteniendo la respiración para no aspirarlo.
—Señorita Smith —dice una voz familiar detrás de mí.
Capítulo 8
Traducido por Fer_lul
Corregido por ☽♏єl
s una noche maravillosa para un auto rocía y enciende —dice
Sean. Sorprendida, retrocedo, y la lata de éter sale volando de mi
mano. Golpea mi parabrisas, astillándolo, antes de rodar hacia el
motor. Sean estira el brazo bajo el capó y agarra la lata—. Estás un poco
nerviosa, ¿no?
—Sí, lo estoy —le digo, agarrando la lata después de cerrar el capó—. Cuando
chicos desconocidos se me acercan, las cosas nunca terminan bien. —Trato de
pasar por delante de él para entrar a mi auto, pero él no se mueve. Cuando lo
miro a la cara, estoy enojada—. Mejor regresa con tu nueva puta. En mi
opinión, no parece una mujer paciente.
—No pedí tu opinión —dice con una confianza que yo nunca he sentido.
—Qué agradable. Realmente me asustaste, y rompiste mi parabrisas. A menos
que planees robarme, vete. —Cruzo los brazos sobre mi pecho y miro a todas
partes menos a Sean. El estacionamiento está completamente vacío. Es la hora
de la cena y el restaurante está lleno. Siempre está lleno.
—¿Qué robaría? Ese vestido que tienes en el asiento trasero…
—Dime qué quieres o vete —digo. Mis uñas están penetrando mi piel a través
del suéter. Aprieto mi mandíbula tratando, con mucho empeño, de no decir
algo estúpido.
—¿El vestido es para tu próximo amante?
—E
—No es para ti, si eso es lo que estás preguntando. —Estoy enfurecida. No es mi
intención. No quiero estarlo, pero no puedo evitarlo. Sean hace que mi sangre
bombee y mi cuerpo simplemente reacciona.
Los ojos de Sean se mueven rápidamente sobre mí, como si se estuviera
entreteniendo.
—No uso vestidos, pero aprecio tu intención.
—Déjame entrar en mi auto —siseo y dejo caer mis manos a mis costados. Él
está bloqueando la puerta.
—¿Qué vas a hacer si digo que no? —Sus ojos brillan, como si pensara que esto
es divertido.
Me inclino, acercándome a su cara. Una perversa sonrisa se desliza a través de
mis labios mientras hablo.
—Voy a arrancarte tus bolas, y luego te atropellaré.
Sean se estremece y da un paso lejos de la puerta. Paso delante de él,
rozándole el hombro y luchando contra el impulso de lanzarme a sus brazos.
Estoy tan dañada. Él está en una cita con una puta y yo todavía lo deseo.
¿Cuántas veces me dejaron caer cuando era un bebé? No hay manera de
que esto sea normal. Me siento con fuerza en el asiento del conductor y cierro
la puerta de un tirón.
Sean se inclina sobre esta, apoyando sus manos en el techo. Habla por la
ventana abierta:
—Eres hermosa cuando estás enojada.
—Vete al infierno. —Giro la llave y arranco. El motor explota y ruge a la vida.
Dios, ¿esto podría ser peor? ¿Él está aquí para burlarse de mí? No lo entiendo.
Pongo el auto en reversa y acelero. Estoy lista para irme, pero sus palabras me
detienen.
—Hubiera preferido tenerte a ti. —Sean se endereza y gira para alejarse. Tiene
las manos en sus bolsillos mientras regresa al restaurante.
El auto chisporrotea y se cala. Dejé de acelerar el motor sin darme cuenta. Lo
pongo en punto muerto y salgo.
—¡Espera! —Sean se detiene y gira para mirarme. La luz de arriba crea un
resplandor dorado sobre su cabeza. Tiene las manos en los bolsillos y hay una
leve sonrisa en sus labios.
Dejo mi auto donde está y corro los tres pasos hacia él.
—¿Qué quieres decir?
Sean me mira como si hubiera inhalado demasiados gases.
—Fuiste mi preferencia.
Lo miro como si me hubieran golpeado en la cabeza con una tabla.
—Entonces, ¿por qué le dijiste que no?
Algo destella en sus ojos, pero se desvanece rápidamente. Trata de ocultarlo
mirando hacia abajo y empujando una piedra con su zapato.
—No debería haberlo hecho —confiesa.
—Entonces arréglalo. —Mi corazón late demasiado fuerte mientras lo miro.
Sean alza la mirada y encuentra la mía.
—Tenía la impresión de que no es el tipo de cosa que puedo arreglar.
—Si no me quieres, supongo que podría follar a alguien más... —Giro lejos de
Sean, pero me agarra la muñeca y me tira hacia él.
—Nunca dije que no te quería. —Abre su teléfono y marca un número. Lo miro.
Alguien contesta—. Cambié de opinión —dice sin ninguna introducción—. Sí, la
señorita Stanz. La quiero mañana por la noche en mi puerta usando solamente
un moño. —Corta la llamada antes de que la persona pueda responder. Sus
ojos están trabados en los míos todo el tiempo—. ¿Eso es lo suficientemente
claro?
Una sensación de esperanza vertiginosa se agita dentro de mí. Estoy tan
dañada. ¿Por qué me gusta este tipo? Él está en una cita con una puta. Me
ordenó por teléfono. Me quiere desnuda, con un moño.
—Tal vez. —Trato de ocultar mi sonrisa, pero fallo en hacerlo. Froto mis brazos,
tratando de ahuyentar el frío.
Sean se saca la chaqueta y la pone sobre mis hombros.
—Ven adentro y cena con nosotros.
Todo tipo de energía nerviosa se desliza a través de mí. Tuerzo las manos y digo:
—¿Contigo y tu puta? No me gustan los tríos. Sé que no está en mi lista todavía,
pero estoy bastante segura de que no me gustan.
—¿Cómo lo sabes si no lo has probado? —Su voz es ligera, burlona. Él me sonríe.
—Porque soy posesiva. No comparto.
Sean me mira de arriba a abajo. El movimiento me hace sentir como si mi
estómago y mi cerebro se estuvieran yendo a la deriva. Sus pestañas oscuras
son exquisitas.
—Me gusta eso. Yo tampoco comparto. La mujer es mi contadora. Íbamos a
revisar unos registros esta noche. No pensé que te volvería a ver, pero me
alegra haberlo hecho. Ven adentro.
Niego con la cabeza y miro hacia mi auto. La mitad está fuera del área de
estacionamiento.
—No puedo. Quiero decir, no debería. Black se molestará si se entera de esto.
—Y actúas tan contradictoriamente que siento como si tuviera un latigazo
cervical.
La forma en que sus ojos me devoran me debilita. Sean logra acercarse a mí de
algún modo. Antes que lo note, está acariciando suavemente mi brazo con su
dedo. Me mira por debajo de sus pestañas y dice:
—Por favor.
Me derrito. ¿Cómo puedo negarme? Él lo ve en mi cara. Ofrezco una última
protesta desanimada.
—Pero no estoy vestida para la ocasión.
Él agarra mi mano.
—No me importa. —Me tira hacia su pecho y envuelve sus brazos a mi
alrededor. La forma en que me mira me hace temblar. El deseo cobra vida
dentro de mí—. Me gustaría poder besarte. —Sus labios apenas rozan los míos
mientras habla. Es un truco cruel, besar sin hacerlo realmente.
—Tal vez, algún día.
Esto lo hace sonreír.
Capítulo 9 Traducido por Debs
Corregido por Laurence15
e acomodo en la mesa, con mi jeans andrajosos y un suéter
demasiado grande, sintiéndome fuera de lugar. Cuando alzo la vista
de mi plato, Sean me está mirando. Él le explica a su contadora que
soy una vieja amiga y que cenaré con ellos. Los ojos de ella pasan sobre mí,
antes de darme una mirada que dice que no piensa que sea una amenaza. Lo
que sea. Ella puede agarrar su cuerpo perfecto y metérselo por dónde le
quepa. Además, toda la atención de Sean está dirigida a mí.
Dayla tiene una tablet sobre la mesa, donde presiona botones, pidiéndole a
Sean que esclarezca sus gastos.
—No puedes tener una deducción de eso, Sean.
—No habría venido aquí si la maldita unión de empresas se hubiera llevado a
cabo —dice Sean, arrancando un pedazo de pan de la hogaza en la mesa—.
¿El viaje extra no es un gasto?
Ella suspira.
—Tu jet privado no es un gasto. Necesito la factura de combustible cuando
vuelvas, junto con estos otros papeles. —Sus ojos se mueven hacia mí—.
¿Puedes creerlo? Él evita Nueva York a toda costa, y una vez que llega, gasta
dinero como si fuera agua.
No tengo idea de quién es Sean, de por qué está evitando Nueva York, o la
razón de la repentina ola de gastos. Le sonrío educadamente y digo:
M
—Sí, Sean siempre está derrochando dinero como un marinero borracho,
cuando llega a la Gran Manzana.
Sean me sonríe. Dayla pone los ojos en blanco.
—No sería tan malo si me dijera qué son algunos de los gastos. Como éste.
¿Qué te costó $ 8000 la semana pasada?
Los ojos de Sean permanecen fijos en los míos, con diversión. Mi estómago se
revuelve.
—Entretenimiento —dice.
Me toma un momento, pero me doy cuenta de en quién gastó ese dinero. Ese
fue el pago inicial para tenerme. Sean ve la comprensión en mi mirada y me
guiña el ojo, mientras Dayla tiene la mirada fija en su tablet. El nerviosismo
revolotea a través de mí, y sonrío torpemente.
Dayla mira hacia arriba y dice:
—Necesito más información, Sean. Honestamente, ¿cómo voy a ser tu
contadora si no me das detalles? Necesito información específica. —Ella me
mira, buscando ayuda.
Me recuesto en la silla y digo:
—No voy a meterme. Él es tu cliente. Arréglalo.
Ella se ríe ligeramente y me da una mirada de si pudiera.
—Dios bendiga a la mujer que lo haga entrar en razón.
Sean no se ve afectado, pero sus ojos se mueven entre nosotras, como si le
preocupara. Corta nuestra conversación.
—Si no hay más preguntas, tenemos que seguir nuestro camino.
—Nada que ya no hayas evitado decirme. —Su cara bonita se tensa mientras
se desliza a través de su tablet, sacudiendo la cabeza.
Sean se levanta y dice:
—Haz lo mejor que puedas. No espero que encuentres una manera de deducir,
reclamar o marcar todo como un gasto. —Ella asiente poco a poco, como si su
mente aún se estuviese recuperando de la reunión—. Por favor, toma tu
tiempo. Yo me encargo de la cuenta.
—Mándame una copia por email —insiste—. Esta fue una cena de trabajo.
Sean asiente y se dirige a la entrada del lugar. No sé cómo no lo vi cuando
trabajaba aquí. Lo habría recordado.
—¿Vienes mucho por aquí? —pregunto.
—No, ¿por qué? —Le dice a la anfitriona que le gustaría pagar la cuenta con el
camarero. Ella va corriendo a buscarlo. Sean se gira hacia mí, esperando una
respuesta.
—Trabajaba aquí, hasta hace unos días.
Él me sonríe.
—Me han dicho que conseguiste un trabajo mejor. Uno con beneficios.
Me río.
—Beneficios para ti, tal vez.
—Señorita Smith, me despachó muy rápido. Le aseguro que este acuerdo
beneficiará a ambas partes.
La anfitriona vuelve con nuestro camarero. Los ojos de Sean me inspeccionan,
admirando abiertamente mi cuerpo. Aparto la mirada, incapaz de procesar lo
que está sucediendo. Sólo cenamos. Eso es todo. Nosotros comimos juntos.
Contrólate, Stanz.
Sean paga la cuenta y le da al camarero una propina lo suficientemente
grande como para dejarlo sin habla. Su mandíbula cae, mientras Sean se
marcha conmigo en su brazo.
El fresco aire nocturno me golpea la cara así que estamos afuera. Tiemblo y
trato de correr hacia mi auto, pero Sean agarra mi muñeca.
—¿A dónde crees que vas?
—A casa, loco. No se supone que esté contigo en este momento.
—¿Quién lo dice?
—Tú lo dices —le digo, sonriendo. Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y
tira de mí hacia él. Imito su llamada telefónica de antes—. La quiero en mi
puerta usando nada más que un moño.
Sean sonríe. La forma en la que su sonrisa se dispersa a través de su cara hace
que me derrita. ¡Dios mío!
—Dije eso, ¿no? —Asiento—. Bueno, no hemos tenido postre.
Me giro fuera de sus brazos, riendo suavemente.
—No voy a comer postre contigo.
—¿Quién dijo que estaríamos comiendo? Tú eres el postre —dice Sean, tirando
de mi brazo juguetonamente—. Y no puedo esperar para probarte.
No puedo borrar la sonrisa de mi cara. Riendo, me alejo de él nuevamente.
—Me tengo que ir. Ve a comer un KitKat3. —Él me sigue a mi auto a través del
estacionamiento. Me detengo frente a la puerta, esperando que trate de
besarme, pero no lo hace. Sean permanece a dos pasos de distancia—.
Gracias por la cena.
—Fue un placer. —Hay una mirada intensa en sus ojos, me hace querer ser
perseguida.
Abro la puerta de mi auto y agarro la lata de éter. La rocío en el motor, camino
de vuelta a mi asiento, entro y cierro la puerta. Sean está sentado a mi lado en
el asiento del pasajero.
—Así que… postre.
—¿En serio? —Me río—. Este es el auto del infierno, ¿o lo olvidaste?
—Oh, no lo he olvidado. Este auto está vívidamente grabado en mi memoria.
—Sean agarra mi mano y la levanta hasta su boca, apretando sus labios
suavemente. Una ligera sensación corre a través de mi cuerpo, tirando de mí
hacia esos labios, como si fueran magnéticos. Sean levanta sus ojos color zafiro
y me mira.
Me olvido de respirar. Me olvido de todo. Tomo una respiración irregular y tiro mi
mano de la suya.
3 KitKat: Es una galleta bañada en chocolate.
—Me tengo que ir.
—Voy contigo. —Sean agarra el cinturón y tira de él a través de su cintura, listo
para meterlo en su lugar.
—Yo no haría eso.
Capítulo 10 Traducido por LizC
Corregido por Samylinda
l lo hace de todos modos. El metal suena, y su cinturón de seguridad está
abrochado.
—Dime que me vaya si no quieres verme.
Sean observa mi cara cuando lo dice, sabiendo que no quiero que se vaya.
Lleva su mano hasta mi rostro, y arrastra sus dedos por mi mejilla. Imágenes de
cuerpos resbaladizos pasan por mi mente.
—No es eso. —Suspiro. Él está a unos centímetros de mis labios. Esa sensación
me consume. Quiero cerrar la distancia y presionar mi boca en la suya, pero no
lo hago.
—Entonces, ¿qué es? —responde en voz baja.
Me quedo en silencio por un momento. He olvidado de qué estoy hablando.
Sus ojos son tan hermosos. La curva de esos labios es hipnótica. No es de
extrañar que no pueda pensar a su alrededor. Encuentro mi cerebro y digo:
—Ese cinturón de seguridad sólo se abrocha. No se desabrocha.
Sean sonríe lobunamente, como si acabara de desflorar toda una multitud de
vírgenes, y yo fuera la siguiente.
—Entonces supongo que voy contigo.
Enciendo el auto, sacudiendo la cabeza ante su tenacidad. Sale del
estacionamiento a trompicones y me dirijo a la carretera. Sean trata de
encender la calefacción. Le digo que no, pero es demasiado tarde. Una nube
É
de humo blanco sale disparada de las rejillas de ventilación. Giro el interruptor,
apagándolo.
—No toques nada.
—¿No hay calefacción? —dice frustrado, pero cuando me mira, se ve
preocupado—. ¿Por qué no llevas un abrigo?
—Porque no tengo uno. Son caros y parecía un desperdicio de dinero. Cuando
hace mucho frío, tengo un suéter que puedo usar.
—¿Te refieres a esa otra bola de hilo inmensa que te vi usar? —Asiento. Sus ojos
se desplazan a la ventana que está abierta al lado de mi cabeza, haciendo
que el aire frío agite mi cabello—. ¿Por qué sigues conduciendo esta cosa? Es
una trampa mortal.
Le disparo una mirada asesina.
—¿En serio? ¿Me estás preguntando por qué estoy conduciendo un auto de
mierda? Porque no tengo ocho mil dólares para gastar cada vez que quiero.
Apenas puedo mantener esto funcionando. —Debe haber algo en la manera
en que lo dije, porque Sean no me presiona más. En cambio, el tema cambia
hacia él.
Los dedos de Sean están en la parte superior de la ventana, y él mira afuera
hacia el cielo.
—No he estado aquí en esta época del año en mucho tiempo. Había olvidado
lo mucho que me gusta. El aire huele a nieve. —Él me da una media sonrisa y
pregunta—: ¿A dónde vamos?
—Ya lo verás. —Conduzco hacia un parque. Está muy oscuro y no hay muchas
luces a lo largo de la carretera una vez que estamos dentro.
Sean mira a su alrededor y dice:
—Si no estuviera atrapado en mi asiento, me preocuparía que me fueras a
cortar en pedazos y dejarme en el bosque.
—Tengo que sacarte del cinturón de seguridad de algún modo —le respondo.
Sonriendo.
—Eres un poco retorcida, ¿lo sabías?
—Oh, ¿y tú no lo eres?
—Yo nunca he dicho eso. —Sean me mira y sacude la cabeza.
—¿Entonces qué? —digo, conduciendo por delante del edificio que estaba
buscando. Hay pocos autos en el estacionamiento. Conduzco por la parte
trasera y detengo el auto, que se estremece y se apaga.
—Me sorprendes, eso es todo. —Sean mira a su alrededor y pregunta—:
¿Dónde estamos?
—En la pista de patinaje. —Salgo del auto y camino hasta su lado. Abro la
puerta de un tirón, y lo encuentro tratando de liberarse del cinturón de
seguridad—. Yo me encargo. Espera un segundo. —Abro la guantera y agarro
un destornillador. Me inclino sobre su regazo y lo meto en la hebilla del cinturón.
Puedo sentir el aliento de Sean en mi mejilla. Su perfume me inunda mientras
agito el destornillador y la hebilla se abre—. Listo.
La mirada de Sean es intensa, como si estuviera a punto de morir porque hice
algo muy sexy. La forma en que me mira hace que sienta cada nervio de mi
cuerpo como si estuviera estirado firmemente. Me dan ganas de gritar de
emoción y reír.
—Gracias —dice Sean, su voz un poco ronca. Me doy vuelta y me alejo. Sean
sale del viejo auto y cierra la puerta—. ¿Qué estamos…? —pregunta, pero no
tiene la oportunidad de terminar antes de ser golpeado en la cara con una
bola de nieve.
Me río histéricamente, de pie junto a la enorme pila de restos de hielo de la
pista. Después de que arreglan el hielo, todas las virutas son desechadas para
derretirse. Agarrar un poco de hielo y lanzar una bola de nieve a alguien en
verano es la cosa más divertida que hay. Ya que hace frío afuera, hay mucho
más hielo de lo normal, porque todavía no se ha derretido, pero aun así… Sean
no se lo esperaba. La expresión de su cara no tiene precio.
Sean se gira hacia mí en cámara lenta, sus ojos notando la pila de nieve.
—¿Me trajiste aquí para tener una pelea de bolas de nieves?
Asiento.
—Bueno, no puedo quitarme mi cinturón de castidad por cualquiera. Tienes
que ganártelo, hombre.
—Pensé que lo había comprado —dice, caminando lentamente hacia la pila
de nieve. Es más alta que nosotros dos. Se parece a esos grandes montones de
nieve que se ven en los estacionamientos después de que los aradores
empujan toda la nieve a un lado.
Me subo cuesta arriba, sonriendo como una lunática.
—Compraste el cinturón, no la llave.
—Voy a pretender que no estoy en un infierno metafórico y…
¡Splash! Lanzo otra bola de nieve hacia él. Esta golpea su mejilla y explota en
una nube de polvo.
—Hablas demasiado. —Me río y empiezo a agarrar y lanzar bolas de nieve tan
rápido como puedo.
Sean no vacila. Corre hasta el montón de nieve en su traje y abrigo negro a
medida. Sube la colina, así que está más arriba que yo. Lo golpeo en el
estómago con algunos tiros antes que tenga tiempo para tomar represalias.
Una bola de nieve golpea mi oreja y la nieve cae por mi suéter. Mis manos
comienzan a arder por la falta de guantes, pero no presto atención a eso. Nos
estamos riendo y saltando alrededor de la colina de nieve, peleando como
niños pequeños. Sean se ríe tanto que sus ojos se llenan de agua. Cuando
menos me lo espero, corre directamente hacia mí. El cuerpo de Sean choca
contra el mío y me sujeta en la nieve, sosteniendo mis manos a mis costados.
Grito cuando la nieve va a lugares que no debería ir.
—¡Apestas! ¡Déjame ir! ¡Déjame ir! ¡Déjame iiiiiirrr! —Mi risa se convierte en gritos
histéricos cuando él tira de mis pies y la nieve se mete por mi espalda. Trato de
librarme de su agarre, pero él no me deja.
Agitándome, sacudo mis piernas fuera de su agarre y giro. Mi pierna se
engancha con la suya y Sean cae a mi lado. Aprovecho mi oportunidad y salto
sobre él, sentándome a horcajadas, y metiendo nieve en su rostro.
—¡Eres tan malo! —Río, tratando de hacer que coma nieve.
Sean agarra mis muñecas y me tira hacia abajo, sobre él. Nuestros ojos
conectan y no puedo apartar la mirada. Me estoy congelando, pero no me
importa. Lo deseo. Inclinándome poco a poco, pienso en besarlo, en cómo se
sentiría. En ese momento alguien abre la puerta trasera de la pista de hielo y
comienza a gritar.
—¡Malditos niños! ¡Salgan de ahí! —Él no puede vernos, está muy oscuro, pero
hemos sido tan ruidosos que sabe que estamos aquí. Apunta una linterna a la
pila de nieve.
Mis ojos se agrandan y contengo una risa. Salgo de encima de Sean y lo ayudo
a ponerse de pie, arrastrándolo por la muñeca a la parte trasera de la pila de
nieve. Nos quedamos ahí por un momento, hasta que el hombre se da por
vencido, y luego río a carcajadas.
—Mierda —dice él, con las manos en las rodillas y respirando con dificultad—.
No me habían gritado así desde la secundaria.
—Sí, ¿qué hiciste en ese entonces? —digo, riendo.
—Empapelé el auto del director con papel higiénico... y fui atrapado por él
cuando salió a almorzar temprano. —Sean resopla una risa y sacude la
cabeza—. Me dejó salirme con la mía.
Le sonrío mientras nos dirigimos a mi auto. Siento que debería agarrar su mano,
pero no lo hago. Nos sonreímos el uno al otro y entramos al auto. Respirando
con dificultad, lo miro. Mi rostro está helado y he estado sonriendo tanto que se
ha atascado en esa forma.
—Gracias —le digo.
—¿Por qué? —Sean me mira, pero él no lo sabe todavía. Hay una mancha que
marca mi vida. Se cierne sobre mí como una nube gris.
—No me he reído tanto en mucho tiempo.
Sean agarra mi mano y la levanta hacia sus labios, sosteniendo mis dedos
congelados entre los suyos.
—Yo tampoco. —Sean abre la boca, como si quisiera decir algo más, pero no
lo hace. En su lugar, libera mi mano, y yo lo llevo de vuelta al restaurante,
donde agarra su moto y nos separamos.
Capítulo 11 Traducido por carogarciaez
Corregido por flochi
uando llego a casa, tengo frío y estoy cansada. Mi mente está dando
vueltas, incapaz de comprender cómo esta noche pasó de ser
desastrosa a ser feliz. Las líneas de risa en mi cara se ven como si fueran
a estar grabadas en mi piel, hasta que entro a mi dormitorio. Amber está arriba
de algún tipo, montándolo como a un caballo, y los dos están desnudos. Miro
hacia otro lado, pero no consigo hacerlo antes de captar una escena de sus
pechos rebotando, y de ruidos sexuales que no me molestaría no haber
escuchado. Otra vez.
Voy hacia la ducha y cierro la puerta con llave. Me quedo ahí un largo rato,
esperando que los dos se desgarren los músculos de la ingle o algo así. Después
de un tiempo, el agua caliente golpea contra mi espalda y comienzo a pensar
en Sean. Me pregunto si alguna vez seré así. Amber es una zorra. Me pregunto
qué la hizo así, y ruego a Dios que no me pase lo mismo. Cuando salgo de la
ducha, me envuelvo en una toalla y me dirijo hacia nuestra habitación. El sexo
salvaje ha terminado, y me dirijo a buscar ropa.
Amber está sentada en su cama con una sábana rosa envuelta sobre su
cuerpo. El tipo con el que estaba ya se ha ido. Disgustada, digo:
—¿Ese fue el cuarto chico esta semana?
—Sí, no gracias a ti. Dennis intentó dejarme después de que contaras todo. —
Amber agarra un paquete de cigarrillos y los golpea en su palma después de
abrir la ventana. Está fumando otra vez. Qué maravilla.
C
—No habría nada que ocultar si no te follaras a cada tipo que pasa por aquí.
—Me pongo unos pantalones y me voy hacia mi cama.
Amber se ríe amargamente.
—Necesitas follarte a alguien. Deberías de haber aceptado la oferta de tener
un trío.
—Me disgustas —digo, mirando al techo y deseando que se caiga por la
ventana.
—¿Te estas guardando para alguien, Avery? ¿Crees que el chico correcto
simplemente entrará a tu vida y estarás enamorada? Sé realista. La vida no
funciona de esa manera. El sexo es sucio. No tiene nada que ver con el amor.
—Siento pena por ti —susurro, no pensando en lo que he dicho.
—Vete a la mierda, perra. Actúas como si fueras mejor que yo, pero no lo eres.
Eres una maldita zorra, pero aún no lo sabes. —Aspira su cigarrillo y lo mantiene
en su boca—. O quizás sí sabes, y es por eso que eres una perra. —Libera una
nube de humo blanco por la ventana.
Cuando la gente se entera que Amber es mi compañera de cuarto, sienten
lástima por mí. Su reputación la precede. Ella es una puta y todos lo saben. La
cosa es que, aunque es absolutamente detestable, sus palabras son ciertas.
Me giro y siento calambres en el centro de mi pecho. Después de mañana,
seré una puta… una de verdad.
Presionando mis labios, digo:
—Tienes razón.
Amber se ríe, como si no me creyera. Espera a que diga algo más, a que la
insulte otra vez, pero no lo hago. No puedo. Soy una hipócrita. No me gusta
que sea una zorra porque me afecta. No, eso no es verdad. No me agrada
porque ella es repugnante, porque siempre tiene el pene de algún chico en su
boca. Por lo menos es lo que me he dicho todo este tiempo.
Ya no quiero pensar más en eso. Cierro mis ojos, esperando que el sueño llegue,
pero no lo hace. Me quedo despierta mucho tiempo después de que Amber se
duerme. Mi corazón se acelera con tanta fuerza que no puedo soportarlo. Me
acurruco en una bola y siento las lágrimas correr por mi cara. Desearía que las
cosas no fueran como son. Me quedo dormida, deseando que mi vida sea
diferente, esperando un milagro.
Capítulo 12
Traducido por carogarciaez
Corregido por Laurence15
a señorita Black me llama y me hace saber que tengo una cita esta
noche. Uso mi nuevo vestido. Esta vez me cambio en mi habitación.
Amber no está alrededor, me está evitando, lo que es algo agradable.
Cierro mi nuevo vestido y pongo los tacones en mi bolsa, porque tengo que
manejar mi auto a lo de Black.
Cuando llego, la señorita Black me mira, aprueba mi vestido, y después hace
todas las mediciones. Finalmente, comenta sobre mi lencería. Estoy usando un
conjunto de algodón blanco que está adornado con encajes y bordados. El
sostén no es más que una banda elástica gruesa, apenas oculta mis pezones. Si
me inclino hacia adelante, van a salirse del sostén y del vestido.
La señorita Black dice:
—La braga como un bikini está bien para el acto de virgen. Pero cuando esto
termine, te quiero en tanga o en G-string4. Sin excepciones. —Me siento como
una mala empleada. Asiento y no digo nada. Ella parece pensar que me
quedaré aquí mucho tiempo, aunque le dije que no lo haría.
—Ya que la otra noche no terminó bien, estoy cambiando el protocolo contigo.
Aquí tienes un teléfono. Te llamaré si tu brazalete sale de las instalaciones. El Sr.
Ferro no obtendrá más oportunidades, ¿entendido? —Asiento, y ella me
4 G-string: Especie de tanga que sólo lleva un pequeño cordón en la cintura y en el trasero, y el
triángulo de tela adelante.
L
echa—. Vístete y ve al auto. Y recuerda, ten confianza. Aunque no tengas idea
de qué quiere o de qué estés haciendo, actúa como si lo supieras.
Camino hacia al auto que me está esperando en la acera y subo al asiento
trasero. He tenido más tiempo para pensar sobre esto, así que no estoy tan
nerviosa. La última vez estaba a punto de vomitar. Esta vez sólo tengo un serio
caso de mariposas en el estómago. El auto para enfrente del mismo hotel. Me
dan el mismo número de habitación, y eso me sorprende. Me pregunto si esta
es su habitación, si aquí es donde se hospeda mientras está en Nueva York.
Con los hombros atrás, atravieso el vestidor hacia el elevador. Presiono el botón
hacia el penthouse. Cuando el elevador se abre, camino hacia el final del
pasillo y toco la puerta. Sean tira de esta para abrirla. Está usando una camisa
blanca, abierta en el cuello, con una corbata que ha sido deshecha. A la
altura de la cintura, la camisa está dentro de unos pantalones hechos a la
medida. Él está descalzo. La barba de varios días en sus mejillas lo hace más
sexy de lo que ya es. Sus ojos se deslizan sobre mí, y se siente como una caricia.
—Les dije desnuda con un moño, señorita Smith. ¿Tengo que llamar a tu jefe? —
Sean suena serio, pero la sonrisa en su cara hace que mis nervios se
desvanezcan.
Camino por delante de él y entro en la habitación.
—Dijeron que no tenía permiso para caminar desnuda por el vestíbulo.
—¿Y haces todo lo que te dicen?
—Sólo a veces. Quizás. —Sonrío—. Lo intentaré la próxima vez, si quieres.
Se ríe y cierra la puerta. Sean camina a través de la habitación y cierra una
laptop que está abierta en la mesa. Él ha estado trabajando. Hay círculos
negros bajo sus ojos, como si estuviera bajo una cantidad tremenda de estrés.
No me di cuenta de ellas anoche. Camino más adentro en la habitación, y
miro alrededor. Es la misma de la otra noche. Debe estar hospedándose aquí.
Sean cruza la habitación y agarra una botella del bar.
—¿Una bebida, señorita Smith?
—No, gracias, Sr. Jones. Soy una profesional. Nosotras no bebemos.
—No tienes permiso para beber, ¿verdad? —pregunta.
—Sí tengo. No está prohibido. —Él camina hacia mí con una mirada
depredadora en sus ojos, que hace que mi estómago se revuelva.
—Entonces, ¿por qué no?
—No quiero que mi primera vez sea cuando estoy muy borracha para
recordarla. Llámame romántica, pero suena más atractivo para mí de esa
manera. —Estoy nerviosa. Mis dedos se entrelazan con los de mi otra mano.
Trato de detenerme, pero entonces, simplemente hago otra cosa.
Los ojos de Sean se mantienen fijos en mi escote.
—Eres muy atractiva, y también lo es tu intención de recordar. —Sus ojos se
mueven hacia mi cara—. ¿Esperas ser interrumpida esta noche? —Muevo mi
cabeza en forma de negación—. Bien. Empecemos donde lo dejamos la última
vez. Desnúdate. Tira ese hermoso vestido al suelo y acuéstate en mi cama.
Mi corazón está latiendo. No pensé que él haría esto. Sean está actuando frío y
distante. Es como si no lo conociera.
—¿Estás seguro?
—Sí —dice calmadamente—. Hazlo. —Sean se sienta en la silla y me mira.
Mi corazón está latiendo tan rápido, que no puedo ocultar lo nerviosa que
estoy. Quizás debería haber aceptado la bebida. Alcanzo el cierre de mi
vestido y lo deslizo hacia abajo. Hago un pequeño baile con mis hombros para
quitármelo y se cae al suelo, alrededor de mis tobillos. La mirada caliente de
Sean absorben mi cuerpo. Cuando me doy vuelta para caminar hacia la
cama, me detiene.
—Espera. —Me detengo—. Ven aquí. —Camino hacia a él con mis tacones aún
puestos. El sostén apenas me contiene. Me paro enfrente de él.
Sean estira lentamente sus brazos hacia mí. Pone sus manos alrededor de mi
espalda y me acerca a él, y luego toca mis pechos a través del sostén. Me
impacta la manera en la que se comporta, me hace querer llorar. Está
actuando como si yo fuera un objeto. No me gusta esto, pero no puedo parar.
Sean no tendrá otra oportunidad. Y si digo que no, esto se termina.
Sean aprieta mis pechos, pero me asusta. No se siente como si estuviera con él.
Tengo una versión oscura del hombre que am…
Oh Dios mío. Ese es el momento en que me doy cuenta. Lo amo. Estoy aquí,
pensando que este trabajo va a ser algo más, pero no lo será. Sean no tiene
ninguna inclinación romántica hacia mí. Quiero gritarle. Quiero darle una
bofetada en la cara y preguntarle cómo pudo haber actuado de esa forma,
pero no puedo.
Los ojos de Sean miran a los míos y, por un breve momento, veo remordimiento.
Aparece y se va más rápido de lo que puedo parpadear. Sean es frío y
distante. Señala la cama.
—Acuéstate ahí, de la manera en que estabas el otro día. —Lo deseo, pero
quiero al chico del restaurante, el chico de la pelea de bolas de nieve, el que
se paró a ayudarme a recuperar mi auto. Por alguna razón él no está y no sé
cómo traerlo de vuelta. A medio camino de la cama, me detengo y giro a
verlo.
—Haz lo que te digo —dice.
Con el corazón latiendo, voy hacia la cama y me pongo en el lugar que
estaba el otro día. Él me mira, pero no se mueve de la silla.
—Abre tus piernas. —Hago lo que me dice, separándolas. Mi corazón salta
violentamente en mi pecho. No sé si pueda hacer esto. Quiero a Sean. Quiero
romper ese cascarón—. Ahora, desliza tu mano debajo de tus bragas y frótate
lentamente.
Lo miro, sintiendo como la vergüenza se extiende por mi cara.
—Sean, por favor…
—Cuando hayas hecho eso, iré. —No se mueve. La expresión severa en su cara
no cambia.
Puedo irme o quedarme. Puedo protestar, o puedo hacer lo que él quiere.
Sintiéndome tonta, hago lo que pide. Deslizo mi mano entre mis piernas y me
froto. Al principio, lo único que siento es que soy completamente estúpida, pero
mi cuerpo cobra vida. Estoy muy cargada emocionalmente para que nada
suceda. Sean me mira desde el otro lado de la habitación. Lentamente me
relajo y sólo pienso en las sensaciones que se disparan a través de mí. Cuando
dejo de mirarlo, Sean está a mi lado. Siento su peso en la cama.
Sean respira en mi oreja.
—¿Puedo? —pregunta, deslizando su mano sobre la mía, bajando a la sensible
carne entre mis piernas. Asiento y quito mi mano, pero él la sostiene ahí—. Te
quedas —dice, mientras mete la mano más abajo y acaricia mi piel
resbaladiza. Jadeo, sorprendida con la intensidad del toque. Mis caderas se
levantan al encuentro de su mano.
Mi corazón está latiendo muy rápido y fuerte. Me siento caliente y asustada. Me
quiero relajar. Quiero estar con él, pero no soy su amante. Soy su prostituta.
Antes que me dé cuenta, las lágrimas están bajando por mis mejillas. La mano
de Sean me acaricia gentilmente, pero no lo miro. No puedo hacerlo.
Los dedos de Sean se deslizan dentro de mí y me sobresalto. Ha estado
besando mi cuello y finalmente se aleja para mirarme.
—Avery —dice, su voz está llena de preocupación. Sean aleja su mano de mis
bragas y me acerca a su pecho. Me acuna en sus brazos y pregunta—: ¿Por
qué estás llorando?
Agitando mi cabeza, digo:
—Estoy bien. Tengo algo en el ojo. —Sean asiente y agarra mi muñeca,
sacándome de la cama—. ¿A dónde vamos?
—Quiero bañarme contigo. ¿Podemos hacer eso? —Sus ojos se encuentran
con los míos, y aunque no lo entiendo, hago lo que pide.
Asintiendo, digo:
—Sí, eso sería agradable. —Presiono mis labios y consigo detener las lágrimas.
Sean llena la enorme bañera del baño y me invita a entrar. La habitación está
decorada con mármol y tiene detalles en blanco. Es hermosa. Sean agarra mi
mano y me tira hacia él. Limpia la humedad de mis mejillas con sus manos, y
me sostiene con fuerza. Susurra en mi oído:
—Lo siento. Yo no quería… —Suspira y se tira hacia atrás para mirarme.
Sonriendo tristemente antes de mirar a la bañera, ondea su mano, como
diciéndome que debería entrar con ropa. Asiento y entro al agua tibia.
Cuando me siento, él agarra mi mano.
Sean me sonríe, pero aún siento náuseas. Debo estar verde, ya que él dice:
—No tenemos que hacer esto.
—Sí, tenemos. Tengo que superarlo y simplemente hacerlo. Nada en mi vida ha
resultado como pensé que lo haría. ¿Por qué esto sería diferente? —Sueno
amargada. No puedo esconderlo.
Sean se sienta en el borde de la bañera y me mira. Mi ropa interior está
transparente. Cuando su mirada vuelve a mi cara, dice:
—Lo siento. No quería mirar antes de que estuvieras lista, pero eres hermosa. No
pude evitarlo.
Me las arreglo para mostrar una débil sonrisa.
—No estabas actuando como tú mismo. —Es una declaración, un hecho.
Sus ojos se mueven hacia otro lado, como si estuviera avergonzado.
—No sabía cómo actuar.
—Creí que ya habías hecho esto antes.
—Lo he hecho, es sólo que… esto es diferente —dice, pasando sus manos por
su cabello.
—¿Por qué? No entiendo.
—Sé que no lo entiendes, Avery. Créeme cuando te digo que esto es diferente.
No conocía a las otras. A ti te conozco. Me gustas. Eso lo cambia todo. —Su voz
se vuelve un suspiro y no me mira.
Trago saliva y me paro en la bañera. El agua de derrama sobre mí cuando me
levanto y desabrocho mi sostén. El cierre se deshace y lo dejo caer en el piso
del baño, a los pies de Sean. Él me mira, sus ojos oscureciéndose a cada
momento. Mira hacia mis pechos como si quisiera lamerlos. Me quito mis bragas
mojadas y las lanzo hacia él. Sean las atrapa. Una sonrisa atraviesa su cara.
—¿Un repentino caso de exhibicionismo, señorita Smith? —No parece poder
levantar la mirada hacia mi cara.
Agarro su mano y lo tiro hacia mí. Sus pies están en el otro lado de la bañera.
Presiono mi cuerpo desnudo y mojado contra el suyo y arrastro mis dedos a
través de su cabello. Decido que tengo que hacer esto hasta el final o no
hacerlo en absoluto. Me estoy conteniendo, y él también lo está haciendo.
Espero que el remover mi barrera haga que él también quite la suya.
Mirándolo a los ojos, digo:
—Cállate y bésame.
Capítulo 13 Traducido por liebemale
Corregido por Aяia
ualquier escombro de la barrera que Sean tuviera, se desmorona y cae.
Presiona su cuerpo fuertemente contra el mío, antes de rozar nuestros
labios. El beso es suave al principio, pero luego se vuelve más
demandante. Su lengua pasa sobre mis labios, exigiendo que los separe.
Cuando abro la boca, se sumerge en ella. Sean me besa más profundo y me
encanta. Mis dedos se enredan en su pelo. La camisa húmeda se aferra a su
pecho cincelado. Aprieto mis pechos con más fuerza contra él, deseando
poder sentir su piel contra la mía. Como si pudiera leer mi mente, Sean me
aparta y se saca la camisa. Cuando me toma en sus brazos nuevamente,
nuestros cuerpos están unidos. Mis pechos se aplastan contra su duro torso. El
dolor en mis pezones se siente mejor cuando me froto contra él. Me retuerzo en
sus brazos, deslizando mi cuerpo contra el suyo. Las manos de Sean bajan por
mi espalda y sujetan mi trasero. Tira de mí hacia él, y me levanta fuera del
agua. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y me lleva a la cama.
Mirándome a los ojos, me recuesta en esta.
—Dime cuando parar. Quiero que tú también lo disfrutes.
Asiento. Todo mi cuerpo está hipersensible y deseando su toque. Tan pronto
como su pecho se desliza contra mí, quiero sus manos en lugares al que las
manos no deberían ir. Mis piernas se separan y Sean desliza sus dedos entre
ellas. Me acaricia suavemente mientras me besa, finalmente deslizando su
dedo dentro de mí. Empujo mis caderas contra su mano, queriendo más.
Sean se aleja sonriendo, y dice:
C
—Tranquila. Ve despacio. No quiero hacerte daño.
Asiento y sostengo su mirada. Ya no me siento asustada. Sólo quiero tenerlo.
Quiero mostrarle lo que me hace sentir cuando me mira con esos ojos tristes.
Quiero hacerle sonreír, y no quiero que se detenga. Agarrando su cara entre
mis manos, tiro de él hacia abajo, hacia mi boca. Su mano se desliza entre mis
muslos otra vez y presiona dentro de mí.
—Despacio —dice, empujando más fuerte hasta que siento que algo me
pellizca. Hago un ruido. Duele un poco, pero estoy tan excitada que apenas lo
siento. Sean deja de mover su mano—. ¿Estás bien?
Asiento y muevo mis caderas contra su mano.
—Por favor. —Es el único pensamiento coherente que puedo pronunciar. Mis
caderas se mueven contra su mano una y otra vez. Un calor constante se está
construyendo dentro de mí. Si no lo tengo dentro de mí pronto, voy a gritar.
Sean mira cómo se mueve mi cuerpo, mientras su mano me hace ser lujuriosa.
Me las arreglo para abrir los ojos, y ruego otra vez—: Por favor.
Es como si algo dentro de él se derrumbara. Sean se mueve y retira su mano. Yo
jadeo, deseándola de nuevo. En un segundo, Sean está desnudo y sobre mí.
Aparta el cabello de mi rostro y me mira a los ojos. Siento su dura erección
presionando contra mi estómago. Lo quiero entre mis piernas. Mi mente está
llena de lujuria. Inclino mis caderas contra él, presionándome contra su pierna.
—¿Estás segura de que quieres esto? —pregunta.
Asiento y de repente tengo ganas de hablar. Me aferro a él, tratando de tirarlo
hacia mí.
—Por favor, Sean... por favor —digo, y luego pronuncio una gran cantidad de
deseos obscenos. No puedo callarme. Sé que nunca dije nada como las cosas
que están saliendo de mi boca. Digo las cosas más calientes que jamás dije,
cosas que nunca pensé que querría, antes de que Sean me calme. Separa mis
piernas con su rodilla y se sitúa sobre mí. Sus manos están a cada lado de mi
cabeza, sosteniéndolo. Veo su cuerpo espectacular y tengo ganas de lamerlo.
Sean dice:
—Eres tan hermosa. —Siento su pene entre mis piernas. Se frota contra mí,
volviéndome loca. Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas y tiro de él
hacia mí. Se desliza dentro de mí y yo jadeo. Sean se queda quieto mientras me
acostumbro a la sensación—. ¿Estás bien?
Asiento.
—Sí. —Mirándolo a los ojos, pongo mis manos en su trasero y empiezo a
moverme. Hago lo que mi cuerpo me pide, y ahora lo quiere más profundo. Me
acerco a él, moviendo mis caderas lentamente, permitiendo que las deliciosas
sensaciones me alcancen por completo. No tengo idea de quién soy, o qué
me ha pasado. Me olvido de todo el dolor que aflige mi alma cada día y me
pierdo en él.
Sean baja su cuerpo sobre el mío y empieza a empujar, luego se retira
lentamente, y empuja de nuevo. El movimiento es tan profundo que no puedo
soportarlo. Clavo mis uñas en su espalda y me muevo violentamente contra él.
Sean empuja contra mí más rápido y duro. El sentimiento en mi interior crece
más caliente y húmedo, finalmente explotando, enviando oleadas de placer a
través de mí. Grito mientras me vengo, mis uñas se clavan en su espalda. Sean
sigue meciéndose contra mí, prolongando la sensación. Cada parte de mi
cuerpo está sensible. Lo siento todo. Hay una sensación palpitante dentro de
mí, que aferra su duro pene y me llena de felicidad. Un momento después, lo
siento estremecerse dentro de mí. Inocentemente, le pregunto:
—¿Te viniste?
Él asiente.
—¿Te he hecho daño? No iba a venirme, no esta vez, pero oh por Dios... eres
tan sexy. No pude evitarlo.
Le sonrío y aparto el cabello negro de sus ojos.
—Me gustó.
—Me alegro. —Sean sale de mí lentamente y yo gimo. Me acerco a él con una
sonrisa en mi cara.
—Vuelve.
Me sonríe y me besa en la frente.
—Todavía no terminé contigo. Voy a conseguirte Advil5 y a calentar el agua del
baño. ¿Estás preparada para un poco de sexo en el agua?
—Eso suena perfecto. —Me quedo desnuda en la cama cuando se va a
conseguirme un analgésico. Lo tomo y bebo de la botella de agua que me
ofrece.
Cuando Sean regresa, camina hacia mí completamente desnudo. Esta es la
primera vez que lo veo realmente. Su cuerpo está compuesto por músculos
perfectamente esculpidos en las piernas, los brazos y el tórax. Y sus
abdominales, oh Dios mío, son tan duros, tan perfectos. El deseo de lamerlos se
dispara en mí nuevamente. Mis ojos vagan hacia abajo, y no oculto mi lujuria.
Me quedo mirando su erección mientras camina hacia mí, y presiono mis
muslos con fuerza para tratar de controlarme.
—¿Qué es esa mirada? —pregunta Sean, deteniéndose ante mí. Estoy
acostada sobre mi espalda, con las sábanas cubriendo escasamente mi
cuerpo. Mi cabello está extendido alrededor de mi rostro en largos y oscuros
rizos. Sus ojos se deslizan sobre mí, y esa sensación caliente regresa.
Sonrío perezosamente. Me siento como si estuviera flotando en una nube.
—Me siento suave y esponjosa, como si pudiera flotar.
—¿Entonces, estás feliz?
Asiento, todavía sonriendo como si nada pudiera sacarme de esta euforia.
Antes que pueda decir otra cosa, Sean me levanta en sus brazos. No me lo
esperaba, así que grito y me río hasta que estoy firme contra su pecho. Su piel
está caliente y suave.
Presiono el lugar a lo largo de su hombro, trazando un dedo sobre su músculo
mientras me acerca a la bañera.
—Quiero pasar mi lengua sobre este lugar.
Eso lo hace sonreír. Sean me mira en sus brazos. Da un paso al baño de mármol
y se detiene. No me baja. Mirándome a los ojos, pregunta:
5 Advil: Es una pastilla analgésica.
—¿Hay algún otro lugar al que tu lengua quiera ir? —Un rubor intenso tiñe mis
mejillas de rojo. No sé de dónde vino o por qué ha pasado. Entierro mi cara en
su hombro, tratando de ocultarlo. Él se ríe—. Al parecer, sí.
Conmigo en sus brazos, da un paso adentro de la gran bañera. Me aferro a él,
con la esperanza de que tenga pies más firmes que los míos. Yo me hubiera
resbalado. Sean fija los dos pies en la parte inferior de la bañera, y me baja al
agua antes de sentarse. La bañera es lo suficientemente grande como para
considerarse una pequeña piscina. Si me acostara, podría flotar y aún tener
espacio antes de chocar contra las paredes. Sean se sienta frente a mí, y
presiona el botón de los chorros. Agarra mi mano con la pulsera y la baja al
agua.
—La primera vez que te vi corriendo por la orilla de la carretera, persiguiendo tu
auto, nunca imaginé que iba a terminar haciendo esto contigo. —Sus ojos
están hambrientos otra vez, como si no pudiera tener suficiente de mí—. ¿Qué
pensaste de mí?
Miro la espuma en la superficie del agua y digo:
—Pensé que eras caliente y que no tenía tiempo para este tipo de cosas. Si
alguien me hubiera dicho que estaría en la cama contigo esta noche, me
habría reído como una loca.
La cosa es, que no tengo ganas de reír. Soy una prostituta. Esto no es real. Esto
no es lo que quería. Hice lo que tenía que hacer y tuve mucha suerte de
tenerlo como cliente.
Capítulo 14 Traducido por mel94_
Corregido por Clau12345
uando levanto la vista, es como si Sean pudiera ver que la vergüenza
me está asfixiando. Es la primera vez desde que tuvimos sexo, que
puedo realmente pensar con claridad. Ese sentimiento de felicidad se
ha disipado y todo lo que queda es la duda. Mi estómago se retuerce y no
puedo mirarlo.
Sean parece sentirlo. Se mueve a través de la bañera y me toma en sus brazos,
besando mi frente. Me recuesto contra él por un momento y me siento segura.
¿Cómo puedo estar tan dañada? Este hombre no me protegerá. Me compró.
Está tan jodido como yo. Sean me sostiene más cerca.
Su voz es perfecta, rica y solitaria.
—No pienses en nada en este momento. —Sus manos se mueven detrás de mi
cabeza y masajea mi cuero cabelludo. Hace que mi cerebro se ralentice. Los
pensamientos que inundaban mi mente desaparecen cuando me tira hacia su
regazo. Mis piernas están a un lado.
Sean me sostiene, acariciándome la cabeza y no dejándome ir. Su otra mano
sostiene mi espalda, trazando mis curvas a medida que desaparece debajo de
la línea de agua. Me quedo mirando a la pared, sin pensar, sólo respirando.
Tengo la cabeza contra su pecho y escucho el sonido de su corazón. Me
reconforta. No pienso en lo que he hecho. Pretendo que esto es una cita.
Pretendo que el afecto que hay entre nosotros es bidireccional, que no soy la
única que siente algo. Es más fácil así. Sé que cuando vaya de nuevo a la
residencia, la culpa chocará contra mí con fuerza. Trato de no sentir nada,
pero algunas cosas son imposibles. No hay manera de preparar mi corazón
C
para algo así, algo que se siente real, pero que no es más sustancial que el
vapor.
Mi garganta se comprime mientras pienso. Mi cuerpo ha debido tensarse,
porque Sean susurra en mi oído:
—Señorita Smith, no sé si estás o no consciente de esto, pero eres una mujer
muy hermosa y soy afortunado de tenerte como mi amante.
No puedo evitarlo. Sonrío contra su pecho. Decido dejar de pensar. Voy a
seguir mis instintos. Finalmente cedo a mi obsesión con sus hombros. Trazo mi
dedo a lo largo de ese lugar perfecto que quiero mordisquear. Presiono un
beso en su pecho, sobre su corazón. Sean se pone rígido, pero no me doy
cuenta. No veo la mirada en sus ojos, la forma en que el dolor se dispara
debajo de la superficie.
Estoy demasiado distraída. Le doy besos en el cuello, y cambio de posición
para estar a horcajadas sobre su regazo y así poder deslizar mi lengua por su
hombro. Cuando lo hago, las llamas en mi cuerpo cobran vida y los persistentes
pensamientos se pierden bajo una ola de deseo. Mis pechos se presionan
contra él mientras lamo su piel. Ya que ambos estamos mojados, su piel está
resbaladiza y se desliza cuando me levanto sobre el agua para alcanzar sus
hombros.
Sean inclina la cabeza hacia un lado y gime mi nombre cuando lo hago. Trazo
mi lengua sobre sus músculos que suben y bajan, lamiendo y besando
lentamente su suave piel. Las manos de Sean viajan por mi espalda y ahueca
mi trasero suavemente. El deseo se está construyendo nuevamente dentro de
mí. Deslizo mis pechos contra él, presionando mis labios contra su piel húmeda.
Cuando me muevo para sentarme en su regazo, él está duro. Mirando a sus
ojos, bajo lentamente por su longitud. Está tan duro y fuerte. Las sensaciones
que se disparan a través de mí mientras lo hago son divinas. El dolor no me
impide llevarlo todo hacia dentro. Tan sólo me recuerdan la nube de lujuria que
llenaba mi mente la última vez que me vine. La mirada de Sean permanece
trabada con la mía. Él jadea cuando bajo por completo, me guía con sus
manos en mis caderas.
Ninguno de los dos dice nada. Me siento en posición vertical sobre su regazo y
Sean se apoya contra el borde de la bañera. Su mirada se detiene en mis
pechos antes de regresar a mi cara.
—Eres hermosa, Avery.
Sonrío, porque no sé qué decir. Nunca pensé que fuera nada, y aquí tengo a
este hermoso hombre diciéndome que soy impresionante. Antes de que pueda
pensar en eso, Sean se desplaza debajo de mí. Suspiro y mi boca se abre en
una pequeña “O”.
—¿Te gusta eso? —pregunta, y asiento. Me gusta mucho. Antes de que tenga
la oportunidad de hablar, Sean lo hace de nuevo. Esta vez gimo en voz alta y
echo mi cabeza hacia atrás. Sean agarra mis brazos para que no caiga.
Respirando con dificultad, mueve sus caderas en lentos círculos. Ejerce presión
en todos los lugares correctos. Mi espalda se arquea y esta vez, grito. Se siente
como si él lo siguiera haciendo, y tal vez lo esté, pero no voy a detenerlo para
preguntarle.
Sean está perfectamente tranquilo, con los ojos llenos de fuego mientras
alcanzo, cada vez más, el éxtasis en su regazo. Continúa el movimiento,
presionando sus caderas con más fuerza contra las mías, llevándome cerca de
la culminación. Apenas puedo mantenerme arriba suyo. No tengo idea de
dónde poner las manos. Antes de que pueda pensar en eso, están en ambos
lados de mi cabeza, tirando de mi cabello. No pienso en cómo me veo o en
qué ve él. Sólo disfruto lo que me está haciendo. Mis pechos arden, ansiando
sus caricias, pero Sean mantiene sus manos bajo el agua, agarrando
fuertemente mi trasero. El mundo se vuelve borroso y lo único que sé es qué
siento y cómo Sean me hace desearlo. El calor se acumula dentro de mí,
calentándome a pesar de que estamos en el agua. Mientras Sean se mueve
dentro de mí, hago todo lo posible por sentarme.
Cuando dice “Acaba para mí, Avery”, mete su cadera profundamente en la
mía y no puedo controlarme. Lo siento pulsando en lo más profundo de mí y lo
monto tan intensamente como puedo. El agua salpica mientras lo hago. Tengo
las manos sobre los hombros de Sean y las clavo cada vez más fuerte. Me
observa con una mirada carnal. Sus ojos se mueven entre mis pechos que
rebotan y mi cara; sus manos me sostienen fuertemente contra su regazo, y el
empuja más duro, más profundo. Caigo sobre su pecho, sin aliento. Las manos
de Sean encuentran mi húmedo cabello. Besa mi rostro mientras un torbellino
de placer atraviesa todo mi cuerpo. Él todavía está duro en mi interior, lo que
hace que los temblores sean más deliciosos.
Apenas me recupero cuando empieza a besarme el cuello. Todavía no puedo
hablar. Soy un desastre de calor y respiraciones agitadas. Siento sus cálidos
labios presionando suavemente contra mi caliente piel. Una de sus manos está
en mi cabello, y la otra alrededor de mi cintura. Me levanta, haciéndome
jadear. Me sienta en su regazo y me sostiene, de modo que estoy de espaldas
a él. Me apoyo en su torso y él envuelve sus piernas alrededor de mis caderas.
Sus brazos me rodean y me sostienen con fuerza, como si pudiera salir volando.
Nos sentamos en silencio por un largo tiempo. Me pregunto en qué está
pensando. Cuando salimos de la bañera, Sean me lleva a la ducha. Agarra mi
mano y entramos en ella. Usando gel de ducha, Sean frota sus manos por mi
cuerpo y me enjabona de arriba a abajo. Luego agarra el champú y lo aplica
en mi cabello. Después me da la vuelta y tira de mi cuerpo contra el suyo,
antes de que el jabón se enjuague. Con un brazo alrededor de mi pecho y el
otro alrededor de mi cintura, me sostiene firmemente. Giro la cabeza hacia un
lado y dejo que me abrace. Sean no me suelta de inmediato. Me doy cuenta
de que su corazón se acelera y no sé por qué. Late salvajemente, como si él
estuviera corriendo o tuviera miedo. Agarrando sus manos, aflojo su agarre y
giro hacia él.
—¿Qué pasa? —No puedo ignorarlo más. Algo le está molestando. No tengo
derecho a preguntar, pero quiero hacerlo sentir mejor.
Sean sonríe y dice:
—Nada. —Ese es el fin de la conversación. Nos enjuaga y salimos. Sean me
entrega una bata blanca y esponjosa. Me deslizo en ella y le doy las gracias.
Asiente con la cabeza y me deja para que desenrede mi cabello en el baño.
Me lleva más tiempo de lo que quería, pero no tengo acondicionador o las
cosas que uso normalmente en mi cabello. Me peino, sintiendo como si me
estuviera arrancando las hebras. Cuando salgo del baño, Sean está vestido.
Tiene las mismas ropas de antes, con una excepción: también está usando
zapatos.
El pánico se dispara en mí y se instala en mi pecho. Agarrando mi bata por el
cuello, le pregunto:
—¿A dónde vas? —Sean no me mira. Sus movimientos son rápidos y erráticos,
como si quisiera huir de mí. Sean camina por la habitación y cierra las puertas
del armario. Permanece allí durante un momento, mirando hacia el picaporte
antes de girar hacia mí. Una sonrisa falsa se extiende en sus labios y se dirige a
la puerta con las llaves en la mano.
Doy un paso hacia delante.
—¿Te vas?
No puedo creer esto. Sean me mira compasivamente por un momento. Mi
estómago se retuerce. Me siento como si me hubieran tirado por un acantilado.
La mirada que me da dice que así es como son las cosas, pero no puedo
aceptarlo. Mi corazón late fuertemente. El miedo se abre camino por mi
columna vertebral.
—Sí. —Su voz es fría—. Sal de mi camino.
—No puedo. —Mi voz se atora en mi garganta. Una voz en lo profundo de mi
mente me dice que me arrepentiré de esto, que me aparte, pero no puedo.
Estiro mi brazo para agarrarlo—. Sean, quédate.
Una fría mirada atraviesa su cara. Mi corazón golpea pesadamente en mi
pecho, como si hubiera sido disparado.
—Te dije que te movieras. No me hagas forzarte. —No me muevo. No puedo.
Estoy congelada por el miedo y el remordimiento que me bloquea con tanta
fuerza que no puedo ni hablar. No sé cuál es la expresión en mi cara, pero es la
equivocada.
Sean agarra mi brazo y me aparta del camino. Pienso que caminará a través
de la puerta sin decir una palabra, pero se detiene. Sus ojos no se encuentran
con los míos. Hay algo en él que me hace pensar que me estoy perdiendo de
algo. El agarre de Sean se afloja en mi hombro, pero no me suelta. Siento como
si lo estuviera sostuviendo, como si él se estuviera cayendo a pedazos. Cuando
habla, lo hace con dificultad.
—Pensé que podía hacer esto, pero... no puedo. No es por ti. Yo… —Sus
oscuras pestañas ocultan sus hermosos ojos azules. Cuando exhala, se ve
abatido. Me dan ganas de arreglar lo que le está haciendo daño, pero estoy
empezando a pensar que soy yo—. Necesito pensar.
La mano de Sean se desliza de mi hombro y se aleja sin decir nada más. El
instinto me dice que tengo que detenerlo, ayudarlo, pero sé que no puedo.
Algo está sucediendo en su interior, y lo está destruyendo. Es la razón por la que
evita Nueva York, es la razón por la que se está alejando de mí. Sean
desaparece por la puerta, con la cabeza baja entre sus hombros.
The Arrangement 3
El sexo no es amor, pero se siente como si lo fuera…
Se siente así hasta que Sean sale huyendo de la habitación. Por un momento,
todo parecía estar bien. La vida de Avery no se sentía tan imposible. Tenía el
hombre y el dinero. Pero todo cambia. La línea entre la realidad y la fantasía se
vuelve confusa. Es imposible saber si los sentimientos de ella son genuinos, o sólo
una ilusión.
Para empeorar las cosas, algo del pasado de Sean sale a la superficie.
Devastada, Avery se da cuenta que Sean no es el sujeto que pensaba que era.
El corazón de Avery no puede soportar otra pérdida, y esta vez, parece que
está a punto de perderlo todo.
The Arrangement #3
Sobre el Autor
H.M. Ward nació en Nueva York y vive en Texas. Estudió teología, ciencia que le
fascina. Le encantan las historias que combinan la teología, la cultura y la vida.
Siempre le ha gustado crear. Desde pequeña ama escribir y pintar. Opina que
ambas se complementan entre sí en su mente. Dice: ¨Mis palabras se extendían
como la pintura sobre el papel, y me gusta recrear un encuentro emocional
entre el lector y la experiencia¨.
Es una romántica empedernida. Cree en el amor verdadero, y tuvo la suerte de
encontrarlo y mantenerlo. Le encantan las historias sombrías y melancólicas y la
música. Toca el violonchelo, y competía cuando era más joven.
Créditos Moderadoras:
Flochi y Pimienta
Staff de Traducción:
Pandora Rosso
flochi
Pimienta
Belle 007
PaolaS
Soñadora
nanami27
Fer_lul
Debs
LizC
Carogarciaez
liebemale
mel94_
Staff de Corrección:
☽♏єl
Aяia
flochi
clau12345
Laurence15
Samylinda
Recopilación y revisión:
☽♏єl
Diseño:
ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ