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EL APRENDIZAJE DE LA DOCTRINA, RAÍZ DE LA ENSEÑANZA DE LAS PRIMERAS LETRAS EN EL MICHOACÁN COLONIAL.
Ma. Guadalupe Cedeño Peguero.
Facultad de Historia UMSNH
Archivo Histórico, Sria. Educ. Mich.
Introducción.
Para los historiadores de la educación que hemos decidido trabajar el
periodo colonial, es sumamente frustrante, escuchar el pensamiento decimonónico
empeñado en desconocer los esfuerzos del viejo régimen y sólo ver esfuerzos
educativos a partir del siglo XIX, en especial en el campo de la enseñanza de las
primeras letras.
Así por ejemplo, investigadores que se han ocupado del tema con
anterioridad, no ven organización educativa en México sino a partir del movimiento
de revolución, como si el sistema educativo nacional hubiese surgido por
generación espontánea sin antecedentes decimonónicos o coloniales básicos para
su surgimiento, crecimiento y consolidación.1
Pues bien, si efectivamente en la época colonial no podemos hablar de un
sistema educativo como ahora lo conocemos; impulsado, coordinado, financiado y
controlado por el Estado, pues como bien lo acepta Romero Flores: “la enseñanza
primaria popular, en la forma que hoy la conocemos, no nació ni pudo haber
nacido entonces”,2 es verdad también que ese logro no es resultado sólo de los 1 -. Dos de ellos son, en el terreno amateur, Jesús Romero Flores, quien no reconoce la labor educativa del periodo colonial y ve en ella una enseñanza exclusivamente religiosa. Y ya dentro de los académicos, David L. Raby, sólo ve verdaderos sistemas a partir del surgimiento de la SEP, en 1921, v. Romero Flores, Jesús. Historia de Michoacán. México, Imprenta Claridad, 1946, pp.309-338. También, del mismo autor, Historia de la Educación en Michoacán, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1948, pp.9-11. Y, Estudios Históricos. México, Costa ACIC, 1966, tomo III, 139-141, y Raby, David L. “Los Principios de la educación rural en México: el caso de Michoacán, 1915 -1929”, en. El Colegio de México. Historia Mexicana, Nº 88, vol. XXII, abril - junio, 1973, Nº 4, México, El Colegio de México, 1973, pp.553 -581, así como: Educación y revolución social en México, México, Secretaria de Educación Pública, 1974, Traducción de Roberto Gómez, Colección Sep Setentas Nº 141. 2 -. Romero. Historia de Michoacán. Op. Cit. p. 310.
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hechos del siglo XX, específicamente de la Revolución Mexicana y más bien es
consecuencia de un largo proceso de conformación, durante el cual los fenómenos
educativos fueron tomando diversas características, de las cuales, las cada vez
más sólidas y mejor organizadas, persistieron para conformar en el largo plazo lo
que hoy conocemos como sistema educativo oficial.
Así pues, es el objetivo de este trabajo analizar el momento de arranque de
las prácticas educativas introducidas y coordinadas por los frailes europeos, que
llegaron a imponer su cultura, de la cual, en mezcolanza con la nativa, surgió
nuestra actual sociedad con todas sus características y dentro de ella por
supuesto, las educativas.
Como es sabido durante la primera fase de nuestra historia colonial, la
educación de los indígenas, estuvo a cargo de las órdenes religiosas, y en
específico para nuestra región de estudio de los franciscanos, quienes fueron los
primeros en llegar, y de los agustinos, que les siguieron. Esta característica
religiosa de la educación respondió entre otras cosas a la necesidad española de
dar respuesta al compromiso con el papado de evangelizar las nuevas tierras,
pues es conocido que ante Dios, el papado y sus contemporáneos europeos,
España tenía como principal justificante de la ocupación de las nuevas tierras
americanas, la cristianización de sus pobladores.
Pero si bien, la religión fue la justificación de la conquista, también es cierto
que la primitiva educación occidentalizada de los naturales no se limitó a la
doctrina, rezos y golpes de pecho que se le imputan y la historia de la formación
de los indígenas, así como el estudio de la enseñanza de las primeras letras, es
un proceso complicado y complejo, difícil de resolver, y ni siquiera factible de
homogenizar, pues las variantes que se desarrollaron en el mundo colonial son
muchas y diferentes entre si. Así por ejemplo tenemos en primer lugar dos
grandes divisiones entre géneros: masculina - femenina. Y dentro de estas dos
otras muchas más, particularizadas por el contexto que las rodea. Como: urbana o
rural; de primeras letras o de estudios mayores; oficial o particular, de las órdenes
religiosas o del clero diocesano, etc.
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-. Las escuelas de doctrina y de primeras letras. Labor de franciscanos y
agustinos.
La labor educativa de franciscanos y agustinos en el territorio michoacano,
fue de suma importancia para la generación de la nueva sociedad novohispana.
Asentados los primeros en estas tierras en 1525, fundaron doctrina en
Tzintzuntzan, la antigua capital tarasca, desde donde, durante una primera etapa,
se desplazaron a la región del lago de Pátzcuaro para después extenderse por
gran parte del obispado de Michoacán, hasta alcanzar la suma de 48 conventos al
termino de la centuria.3
Por su parte los agustinos, iniciaron su misión en el pueblo de Tiripitío en
1537, para después pasar a Tacámbaro, desde donde pudieron internarse en la
Tierra Caliente y la Costa del Pacífico. Siendo sus primeros trabajos de ascetismo
y austeras misiones, para mediados del siglo XVI, cambiaron su política de
sacrificio y se instalaron en lugares más favorecidos del antiguo obispado de
Michoacán, logrando tener así al final del siglo XVI 22 casas.4
Para lograr la deseada transformación del indígena hacia la nueva forma de
vida los religiosos recurrieron a la utilización de los infantes, a quienes
3 -. Los conventos fueron: Tzintzuntzan, Valladolid, Querétaro, Celaya, Pátzcuaro, , Tzinapécuaro, Erongarícuaro, Purenchécuaro, Taximaroa, Acámbaro, Tzacapu, Uruapan, Peribán, Tancítaro, Tarecuato, Tzitácuaro, Xiquilpan, Apaseo y Tarímbaro, en el territorio del actual Michoacán; Guadalajara, Colima, Etzatlán, Ahuacatlán, Xuchipila, Zapotlán, Tuxpan, Autlán, Zapotitlán, Sayula, Zacoalco, Techalutla, Amecueca, Atoyac, Teoquitlán, Axiquique, Chapala, Poncitlán, Cocula, Tlaxomulco, Teul, Xala, Jalisco y Zenticpac, en Jalisco y Guaynamota, Un pueblo de Sinaloa y Tolimán en la antigua Chichimecas. Para conocer la historia de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, ver. Larrea, Fr. Alonso de. Crónica de la orden de N. seráfico P:S. Francisco. Provincia de San Pedro y San Pablo de Mechuacán en la Nueva España. Año de 1639. México, 1ª edición, viuda de Calderón, 1643. 2ª edición, La voz de México, imprenta de J:R. Barbadillo, 1882. Espinosa, Fray Isidro Félix de. Crónica de la Provincia de los apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, México, editorial Santiago, 1945. Apuntamientos bio-bibliográficos del Dr. Nicolás León, prólogo y notas de José Ignacio Dávila Garibi. Y Beaumont, Fray Pablo. Crónica de Michoacán. Morelia, Balsal Editores, 1985. 4 -. Los conventos fueron: Tiripitío, Tacámbaro, Valladolid, Yuririapúndaro, Cuitzeo, Huango, Charo, Ucareo, Jacona, Copándaro, Pátzcuaro, Guadalajara, Tonalá, Ocotlán, Zacatecas, Zirosto, Chucándiro, Tingambato, San Felipe de los Herreros, Tascan, Undameo y San Luis Potosí. Para conocer la historia de la Provincia Agustiniana de Michoacán, ver: Basalenque, Diego de. Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán. Morelia, Balsal editores, 1989. Introducción de Gerardo Sánchez. Escobar, Matías de. Americana Thebaida. Vitas Patrum de los hermitaños de N. P. San Agustín de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Mechuacán. Morelia, Balsal Editores, 1970. Col. Documentos y testimonios Y Navarrete, fray Nicolás de. Historia de la provincia agustiniana de San Nicolás de Tolentino de Michoacán. México, Editorial Porrúa, 1978. Col. Biblioteca Porrúa 68.
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adoctrinaban en al fe cristiana, para después, a través de ellos atraer a los
mayores a la religión católica. La utilización de infantes en nuestro país, se dió
desde 1523 en Texcoco, cuando los franciscanos flamencos entre los que destacó
Pedro de Gante, instalaron escuela para los hijos de los principales, para
impartirles no sólo la doctrina cristiana, sino también la lectura y la escritura, de
acuerdo a la vieja tradición europea de utilizar la educación como instrumento para
propiciar las transformaciones culturales deseadas.
Lino Gómez Canedo,5 basándose Torquemada,6 ve la utilización de
planteles educativos como una práctica común tanto en la antigüedad griega como
en las culturas prehispánicas desarrolladas, así sugiere, no debe extrañarnos que
los frailes novohispanos los hayan usado desde temprano:“En conclusión (dice):
escuelas y colegios no eran cosa nueva ni en Europa ni en México, y por lo tanto
es fácil de comprender por qué los primeros misioneros decidieron utilizarlos.”7
Además los trabajos pedagógicos franciscano se iniciaron desde la
colonización de las Antillas, cuando dividieron la educación de los aborígenes en
dos tipos, una para los niños del común, con sólo la iniciación a la doctrina y otra
para los hijos de nobles y caciques, quienes fueron atendidos en los conventos en
clases especiales, donde aprendían además a leer y escribir así como a cantar,
tocar instrumentos y otras materias más especializadas, que los prepararan para
el futuro ejercicio del poder, éste obviamente desde la perspectiva de los frailes.
La versión más acabada de este método en México, fue el famoso Colegio
de Santa Cruz de Tlaltelolco, en el cual la preparación de los alumnos traspasó
con mucho las fronteras de la enseñanza elemental.8 Sin embargo, con el paso del
tiempo y seguramente en los lugares más remotos y distantes como fue el caso de 5 Gómez Canedo, es un franciscano sobresaliente en el estudio de la labor educativa de su orden, de él se cuenta con importantes obras, como: La educación de los marginados durante la época colonial. México, Porrúa, 1982, Evangelización, cultura y promoción social. Estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes del cristianismo de México. Siglos XVI –XVIII. México, Porrúa, 1993. Evangelización y conquista. Experiencia franciscana en Hispanoamérica. México, Porrúa, 1977. 6 -. La obra utilizada por Gómez Canedo es: Monarquía Indiana, la cual cita en su obra. 7 -. Gómez Canedo, Lino. La Educación de los Marginados. Durante la Colonia. Escuelas para Indios y Mestizos en la Nueva España. México, Editorial Porrúa, 1982, p. 5. 8 .- v. Gómez Canedo. Op. Cit. pp.131 -216 y Kobayashi, José María. La educación como conquista. Empresa franciscana en México. México, El Colegio de México, 1974, pp. 292 – 407.
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las fundaciones de Michoacán, los criterios de selección, estrictos al principio en el
centro del país, pronto se relajaron y se dio acceso a la lectura y a la escritura a
muchos niños quienes en los primeros tiempos hubieran sido rechazados. Por ello,
a manera de reproche, por el relajamiento de tan importante requisito, Mendieta
señala: “en algunas partes hubo descuido en hacer esta diferencia [(especialmente en pueblos
pequeños, donde es poca gente)], que sin distinción se enseñan todos los niños, hijos de
principales y de plebeyos, a leer y escribir en las escuelas, y de aquí se sigue que en tales
pueblos vienen a regir y mandar los plebeyos, siendo elegidos para los oficios de república
por más hábiles y suficientes”.9
Según Gómez Canedo, Mendieta reprobó al principio la confusión de
clases, pero ya viejo cambio su actitud mostrándose más tolerante ante la
convivencia de nobles y plebeyos. Asimismo, Torquemada, reproduciendo a
Mendieta, agrega su impresión sobre el tema diciendo: “aunque ya no se guarda
esto tan inviolablemente como al principios de la conversión, porque entonces
había en que escoger, y así entran a aprender agora indiferentemente nobles y
comunes.”10
El relajamiento en los requisitos de ingreso se puede comprobar en la
investigación práctica, cuando Gómez Canedo, señala que en sus investigaciones
no encontró distinción entre uno y otro tipo de niños, por ello sostiene:
“Efectivamente en las referencias posteriores a las escuelas misionales y
conventuales no aparecen, de ordinario, diferencia alguna de clases.”11
En Michoacán al igual que en otras partes del país, al principio se tienen
antecedentes de esta separación, pues en 1525, antes de la llegada de los
franciscanos, un grupo de nobles y principales jóvenes tarascos, salió a México
9 -. Mendieta, Fray Jerónimo de. Historia eclesiástica indiana. Obra escrita a fines del siglo XVI. México, Editorial Porrúa, 1980 pp. 418 – 419. 10 -. Torquemada, Monarquía Indiana, Libro XV, cap. 42, citado por Gómez Canedo. Op. Cit. p.50. 11 -. Gómez Canedo. Op. Cit. p. 50.
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para ser educados en el convento franciscano de ese lugar.12 Y unos años más
tarde, el heredero del gobierno tarasco, don Francisco Hitzimengari: “aprendió la
doctrina cristiana en el monasterio de San Francisco de la Provincia de
Michoacán” fundado en Tzintzuntzan, para ser enviado a estudiar en 1535 junto
con su hermano Antonio y otros nobles infantes a la ciudad de México, aunque
también, como rehenes para mitigar la desconfianza de los españoles. 13
A parte de la atención a los nobles en Tzintzuntzan, también se aceptaba a
los macehaules, aunque según Warren sólo se les educaba a nivel elemental.14
Sin embargo, un dato que nos permite suponer la difusión de las primeras letras
mucho más allá de la formación de los grupos elitistas, es la insistencia de los
autores en la existencia de escuelas de primeras letras en todos los conventos
franciscanos y agustinos, pues junto a la doctrina, abierta para todo el “común”,
aseguran funcionaba una escuela de primeras letras donde se admitían a muchos
más niños que sólo nobles y caciques.
Lo que queda claro e innegable es la existencia de la impartición de la
doctrina, en escuelas improvisadas a las cuales se afirma, siempre se anexaba
otra para enseñar a individuos admitidos por los religiosos a leer, escribir, cantar,
etc. Por ello se asegura que las iglesias de frailes a más de la doctrina, contaron
siempre con enseñanza de primeras letras. Sin embargo esta aseveración se hace
de manera tan generalizada, que difícilmente se puede considerar como una base
firme en la cual se pueda sostener el funcionamientos de las mismas. Además es
difícil aceptar en estos primeros tiempos colmados de austeridad, una
organización más compleja que el simple ejercicio fortuito e irregular de los
misioneros con los nativos.
12 -. Benedict calcula la salida de los infantes tarascos en esta fecha, v. Warren, La conquista de Michoacán. Morelia, Fimax publicistas, 1989, p. 109. 13 .- López Serralengue, Delfina Esmeralda. La Nobleza Indígena de Pátzcuaro En la Época Virreinal. México UNAM. 1965, p. 170. 14 -. Warren dice que el método franciscano era: “muy general en su forma y muy probablemente tan sólo nos presenta la forma de instrucción que era común a los frailes. Los niños se juntaban para recibir una instrucción cuidadosa ya que ellos aprendían pronto las oraciones y podían enseñarlas a los más viejos. V. Warren. Op. Cit. P. 118.
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La historiografía en torno a la temática, hasta la fecha, contradice mi
afirmación y deja volar la imaginación sobre la existencia de sistemas y modelos
educativos de difícil comprobación en los datos empíricos.15 Esta visión se
alimenta con la generalización de casos particulares o bien en el deseo de alabar
las glorias pasadas de las diversas congregaciones religiosas. Así pues, tanto
Mendieta como Espinosa, y por supuesto Lino Gómez Canedo, estudioso de la
temática,16 así como el agustino Nicolás de Navarrete,17 sostienen la existencia de
una educación generalizada, que sugiere cierta organización, seguidora de una
tradición educativa de siglos. Aseveraciones aventuradas desde mi particular
punto de vista, pues en estos momentos cuando las mismas provincias se
encontraban en plena conformación y consolidación, es difícil pensar en una
regularización de las prácticas educativas en todas las iglesias de los
mendicantes. Además se debe considerar la mentalidad del momento la cual no
concedía a las primeras letras la importancia que hoy día le otorgamos.
Los especialistas de la temática atribuyen en general a todos los conventos
su escuela de primeras letras. Mendieta, el más antiguo, sostiene que anexa a la
doctrina funcionaba la escuela de primeras letras y cantores, en la cual, durante
los inicios, se reservó la admisión a grupos selectos, pero con el paso del tiempo
se abrieron a todos los niños que teniendo buena voz pudieran formar parte del
coro o bien, que siendo sus padres más concientes o más desahogados, 15 -. Enrique González nos dice que el sistema educativo público en nuestro país, es consecuencia de los gobiernos liberales decimonónicos, y que el anacronismo de ver sistemas y modelos durante la colonia lo introdujo Joaquín García Icazbalceta en 1892, con su obra: La educación pública en México en el siglo XVI, donde “extrapoló abusivamente al periodo colonial las modalidades específicas de ese modelo educativo, abriendo la puerta a que se buscaran, antes del siglo XIX, sistemas nacionales, centralizados, de instrucción pública, la cual se estructuraba progresivamente desde las primeras letras a la educación media y a la superior”. González y González, Enrique. “Hacer una mejor historia, sin la tiranía de las fuentes y de los modelos”, en. Téllez, Magaldy (coordinadora). Educación, cultura y política. Ensayos para la comprensión de la historia de la Educación en América Latina. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1997, pp 37-52. 16 - De este autor se cuenta con importantes obras dentro del tópico, como: La educación de los marginados durante la época colonial. México, Porrúa, 1982, Evangelización, cultura y promoción social. Estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes del cristianismo de México. Siglos XVI –XVIII. México, Porrúa, 1993. Evangelización y conquista. Experiencia franciscana en Hispanoamérica. México, Porrúa, 1977. 17 -. Fray Nicolás de Navarrete, fue provincial y cronista de la Provincia agustiniana de Michoacán aproximadamente a mediados del siglo XX, y autor de la obra ya citada.
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económicamente hablando, les permitieran asistir a recibir la instrucción elemental
ofrecida allí. Asegura este autor, que todos los monasterios novohispanos
contaban con un gran patio al frente de la iglesia para oír misa en los días festivos
y aprender la doctrina, pero al lado del templo estaba la escuela donde se
juntaban los cantores para planificar sus próximas actuaciones, enseñar a los
nuevos elementos y practicar sus cantos. 18
Espinosa, cronista franciscano de Michoacán del siglo XVIII, cita la carta
escrita por fray Martín de Valencia en 1531 para fray Matías Weinssens,
Comisario General de la Provincia Cismontana de la orden franciscana, donde se
informa entre otros asuntos, de los grandes resultados obtenidos con los niños
indios, quienes proporcionaban “muy buena esperanza en su salud espiritual”,
pues contaban ya con casi veinte conventos edificados por la ferviente mano de
los indios, todos con sus casas y escuelas donde albergaban a más de 500 niños,
“en unas poco menos, y en otras muchos más; los cuales están ya instruidos en la
doctrina cristiana …(y) muchos de ellos son maestros de otros niños”.19
Gómez Canedo asegura que el método promovido por los franciscanos se
generalizó como una práctica común de la orden, ve en ella una actividad menos
personal y más organizada que denomina sistema, y asegura fue adoptada más
tarde por las demás comunidades religiosas. Por ello afirma: “El sistema se había generalizado y estas escuelas existían seguramente, en forma más o
menos desarrollada, en todos los conventos y misiones ... (y aunque hubo oposiciones) la
institución en sí había sido generalmente aceptada y recibido el respaldo de la Corona ...”20
18 - El autor nos dice: “En la misma escuela (de los cantores), en otra pieza por si, o la misma si es larga, (donde) se enseña a leer y escribir a los niños hijos de la gente más principal, después que han sabido la doctrina cristiana, la cual solamente la enseñan a los hijos de la gente plebeya allá fuera en el patio, y sabida ésta los despiden para que vayan a ayudar a sus padres en sus oficios, granjerías o trabajos, aunque en algunas partes hubo descuido en hacer esta diferencia [(especialmente en pueblos pequeños, donde es poca gente)], que sin distinción se enseñan todos los niños, hijos de principales y de plebeyos, a leer y escribir en las escuelas, y de aquí se sigue que en tales pueblos vienen a regir y mandar los plebeyos, siendo elegidos para los oficios de república por más hábiles y suficientes”. Mendieta. Op. Cit. pp. 418 -421. 19 -. Espinosa, Op. Cit. p. 99 -100. 20 -. Gómez Canedo. Op. Cit. p.19.
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Conclusiones como la anterior surgen de noticias como la de la Junta
eclesiástica de 1539, cuando se acordó que siempre hubiese quien enseñase la
doctrina a los niños de las parroquias. Mandamiento donde también se aprecia el
relajamiento en la admisión al ofrecerla a todos aquellos quienes quisiesen
aprender mejor la nueva educación.21
Para 1558 Pedro de Gante nos proporciona otro testimonio del aumento de
escuelas en las doctrinas de su orden, al comentar la poca ayuda que podrían
esperar unas de otras, pues teniendo todas sus propias obligaciones, difícilmente
podría sobrarles algo para ayudar a sus hermanos, e informa: “ellos tienen por allá
cargo de sus escuelas, porque en cada casa las tenemos”.22
Esta idea de suficiencia de escuelas se reitera en 1568, en la relación de
actividades de la Provincia Franciscana del Santo Evangelio de México enviada al
visitador del Consejo de Indias, don Juan de Ovando, donde se asegura que en
todos los pueblos donde hay religiosos existe escuela de primeras letras. 23
Entre los argumentos manejados por Lino Gómez Canedo para sustentar la
existencia de sistemas educativos religiosos coloniales, se encuentra uno bastante
convincente con relación al tipo de sociedad impuesta a los pueblos
prehispánicos, la cual, dice, estuvo caracterizada por estar sumamente apegada a
la iglesia, provocándose así que la enseñanza de las primeras letras se viera
como un instrumento más para lograr el aprendizaje de la doctrina cristiana, y no
como una actividad separada y con validez propia, como la consideramos ahora,
así asegura:
21 -. Gómez Canedo transcribe la orden así: “Y ha de haber quien enseñe la doctrina cristiana a los niños de las parroquias, y que si algunos hijos de naturales, por mejor, quisieren ir a ser enseñados a los monasterios u otras iglesias, o conviene que allá se lleven, que no los puedan recibir ni reciban antes que hayan (cumplido) siete años, … e que en los dichos monasterios no estén más de hasta siete (años), de manera que de trece y de ahí en adelante los dejen ir a donde ellos quisieren … o a ir a enseñar o a ayudar a sus parroquias o iglesias, si algunos hubiere que sean hábiles y necesarios para ello”. Ibidem. cita 31 de p. 19. 22 -. Gómez Canedo. Op. Cit, p. 22. 23 -. Goméz Canedo trancribe el informe así: “En todos los pueblos de la Nueva España a donde residen religiosos hay escuelas, las cuales comúnmente se suelen edificar dentro del circuito que tienen los frailes y pegadas con la iglesia, a la parte del norte. Allí se juntan los niños hijos de los principales, y después que han aprendido la doctrina cristiana, que para todos es el primer fundamento, luego son enseñados a leer y escribir, y destos se escogen algunos para cantores de la iglesia ...”. Idem.
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“Es natural, por lo tanto que los misioneros pensaran en utilizar las escuelas para enseñar
el catecismo y simultáneamente las primeras letras: estaban acostumbrados a ver cómo la
lectura y la escritura se aprendían en las “cartillas” de la doctrina cristiana.24
Por esto y como encontró muchas referencias de escuelas en el espacio
novohispano, Canedo afirma: “está claro por lo tanto, que el sistema fue adoptado
generalmente en todos los conventos”.25
El Dr. Martín Ramos de la Universidad de Quintana Roo, siguiendo esta
línea descrita por Gómez Canedo, sostiene que para Juan de Herrera, fraile
franciscano lego, organizador de la escuela de Maní perteneciente a esa provincia:
“la enseñanza de las primeras letras, fundar escuelas y traducir (los idiomas
nativos) era lo mismo, era evangelizar”.26 Postura en la cual, según entiendo, se
da por hecho que habiendo doctrina habría enseñanza de las primeras letras.27
Las conclusiones de Ramos surgen del análisis que hace de los testimonios
del corregidor Franciscano Alonso Ponce quien visitó Yucatán en 1588 y del ya
mencionado Mendieta.28 Estas declaraciones de un investigador contemporáneo
reconocido,29 como es el doctor Ramos, hacen dudar sobre la informalidad de la
enseñanza de las primeras letras impartidas por los misioneros franciscanos y 24 -. Ibidem. p. 3 25 -.Se citan escuelas en: Tlaxcala, Cuautitlán y Tepotzotlán, Hueytlapan, Cuernavaca, Tehuantepec, Yohuala, Acuitlapan, Yucatán, etc. Ibidem. pp.16 -26 26 .- Ramos Díaz Martín. “Idólatras y mentores”, en. Estudios de Historia Novohispana, Nº 28, publicación semestral del Instituto de Investigaciones Históricas, México, UNAM, 2003, pp. 37-60. 27 -. En posterior comunicación electrónica con el Dr. Ramos, me hizo favor de profundizar en el concepto, del cual afirma: “Decir que doctrinar era alfabetizar es una interpretación que corresponde a cómo vemos desde el siglo XXI esos sucesos del XVI, y es una interpretación apropiada en el sentido de que corresponde al proceso que siguieron los religiosos para multiplicar sus esfuerzos de evangelización en regiones tan vastas como Yucatán o Michoacán. Así como la escuela y la religión socializan a un conjunto de individuos, así en el Nuevo Mundo la doctrina y el aprendizaje de las primeras letras fueron funcionalmente los primeros pasos de alfabetización”. 28 -. Así dice del primero: “Ponce en cambio precisa que se enseñaba a [“leer, escribir y contar, con mucho cuidado y con gran curiosidad”], no sólo en los pueblos importantes de Yucatán donde había conventos, sino también en los pueblos de visita por pequeños que fueran [“porque en todos hay escuela y maestro de escuela y cantores para oficiar las misas, los cuales rezan de comunidad el oficio de Nuestra Señora y aprenden a leer y escribir y cantar canto llano y canto de órgano, y tañer flautas, chirimías, sacabuches y trompetas”. Del segundo sólo reitera la existencia de escuelas donde: “se enseñan a leer y escribir los niños hijos de la gente más principal, después que han sabido la doctrina cristiana”. Ramos. Op. Cit, p. 44. 29 -. El Dr. Martín Ramos Díaz, obtuvo su grado en la Universidad Iberoamericana, es profesor investigador de la Universidad de Quintana Roo, cuenta con una obra importante sobre educación y ha sido apoyado por organismos internacionales en sus investigaciones, v. Estudios de Historia Novohispana, Nº 28, p.5 y 37.
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agustinos, y permiten percibir una dimensión más profunda y significativa de estas
actividades desarrolladas por aquellos.
Por su parte los agustinos sin mencionar la tradición franciscana, refieren
también la presencia de escuelas de primeras letras en sus conventos.
Basalenque y Escobar sostienen tácitamente su existencia como una práctica
bastante común, pero en su caso en lugar de ligarla a la formación de los grupos
elitistas, la vinculan al aprendizaje de la música y el canto. En la descripción de la
fundación de Tiripitío, ambos consideran a la escuela como un lugar importante
dentro del conjunto arquitectónico y funcional del pueblo.30
Al igual que los franciscanos, los agustinos insinúan la existencia de por lo
menos un conjunto de escuelas o una tradición educativa organizada, pero en las
crónicas los vestigios educativos son pocos, los planteles hay que inferirlos, y por
supuestos no se mencionan alumnos, por ello es difícil dar por hecho la
generalización de la educación escolarizada, por más que la escuela sólo fuese la
reunión de discípulos y maestros.
Navarrete llega incluso a “ver”, no sólo escuelas, ni redes, sino
organizaciones más amplias y complejas al decir: “Durante el periodo misionero que estamos reseñando, los agustinos establecieron cientos
de escuelas de primeras letras en Michoacán, pues tenían la consigna de que, al lado de
cada iglesia y monasterio que edificasen, levantaran un centro de instrucción y educación
para los niños indígenas, además del salón o de la capilla abierta para la catequesis de los
adultos. Se distinguieron, por su mejor organización y mayor número de alumnos, las
escuelas primarias, para uno y otro sexo, de Tiripitío, Tacámbaro, Guayangareo o
Valladolid, Cuitzeo, Yuririapúndaro, Charo y Ucareo”.31
30 -. El primero declara:“Ordenada la policía del pueblo (es decir, la distribución de terrenos para casas y cultivos, de calles, canales, etc), trataron del edificio de la iglesia y alrededor de ella todo lo que le pertenecía. Hacía el Mediodía el convento; al Oriente el hospital, al Norte la escuela de cantores, y de muchachos para leer y escribir, al Poniente el cementerio con sus capillas donde los niños aprehenden la doctrina …”. Basalanque. Op. Cit, pp. 68. Escobar. Op. Cit, p. 112. Fray Diego en una descripción más funcional que arquitectónica menciona: “Las escuelas, que nuestros religiosos instituyeron, fue una obra muy acertada, porque desde ocho años empiezan a aprehender a leer y escribir, y escogen las buenas voces para el coro y los otros quedan para el servicio del pueblo, sabiendo leer y escribir; los hábiles y buenas voces, pasan a aprehender canto llano y de órgano, en que han salidos eminentes.” p 70. 31 -. Navarrete. Op. Cit. p.156.
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Con este comentario, fácilmente se puede caer en las redes del
anacronismo generado por Joaquín García Icazbalceta en su obra de la Educación
Pública en México en el siglo XVI, cuando se tiene el deseo de conocer y
reivindicar al pasado, e inconscientemente se tratar de ver fenómenos de nuestra
actualidad en el pasado, situación confusa y desconcertante por necesidad, que
nos lleva al fracaso.32
Por esto, a pesar de las categóricas aseveraciones, para el caso de
Michoacán, los testimonios escolares no abundan, como suponemos debería ser
en caso de haber sido un fenómeno cotidiano y común. Por ello, más
organizaciones complejas y estructuradas, me inclino a pensar en un devenir
escolar fortuito e irregular sujeto a la voluntad de los protagonistas y a las
condiciones concretas de cada caso, las cuales de ser propicias alentaban y
estimulaban el crecimiento de la enseñanza y de lo contrario, terminaban con ella,
situación que no debe demeritar la titánica labor desarrollada por los misioneros.
La práctica nos corrobora lo anterior, al no encontrarse para nuestra región
de estudios sino contados casos del funcionamiento de estas escuelas. Así, las
tenemos en Tzintzuntzan, donde en 1535, se asegura fue educado el hijo del
Catzontzi.33 También hay testimonios en Tarecuato, pueblo michoacano, terruño
del famoso donado don Juan, señor principal del lugar quien: “Crióse en la escuela
de los religiosos, y aprendió muy bien a leer y escribir.”34
Así mismo, se cuenta con noticias sobre los hermanos Sebastián y Lucas,
también donados criados por los frailes “en buenas costumbres y les enseñaron
los fundamentos de la fe cristiana”.35 Espinosa relata el caso de estos tarascos
como producto de la labor de “aquellos padres antiguos en los principios de la
custodia de Michoacán (quienes) recibían algunos indios dándoles el hábito de 32 - González y González, Enrique. “Hacer una mejor historia, sin la tiranía de las fuentes y de los modelos”, en. Téllez, Magaldy (coordinadora). Educación, cultura y política. Ensayos para la comprensión de la historia de la Educación en América Latina. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1997, pp 37-52. 33.- Quien: “aprendió la doctrina cristiana en el monasterio de San Francisco de la Provincia de Michoacán”, v. López Serralengue, Delfina Esmeralda. La nobleza indígena de Pátzcuaro en la época virreinal. México, UNAM, 1965, p. 170. 34 -. Espinosa. Op. Cit. p. 51. También lo citan: Mendieta. Op. Cit. p. 446, y Larrea. Op. Cit. p. 35 -. Mendieta. Op. Cit. pp. 742-745.
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donados”.36 Ambos sobresalieron por su bondad y participación la fracasada
expedición a Cíbola.37
Robert Ricard retoma el tema y señala la discriminación sufrida por los tres
personajes, como una muestra de la segregación a los indígena para evitar su
acceso a la vida eclesiástica, pues tanto don Juan de Tarecuato como los donados
Lucas y Sebastián, a pesar de ser reconocidos por su piedad y ejemplar vida,
nunca se les permitió voto u ordenación alguna, por ser indios.38
Con respecto a Jalisco, territorio inicialmente perteneciente a la provincia
franciscana de Michoacán, las noticias las encontramos en Ahuacatlán pueblo
fundado por fray Francisco de Lorenzo y fray Miguel Estivales a quienes
Beaumont atribuyen la fundación de la escuela de doctrina y primeras letras. 39
Pero sin demeritar a los religiosos, este último cronista nos proporciona el
dato de una labor previa efectuada allí por un indio donado, discípulo de Gante,
dejado en esa localidad como doctrinero por el capitán Francisco Cortés de San
Buenaventura para difundir la palabra de Dios, quien allanó el camino a los
franciscanos pues los regulares prefirieron misionar en este lugar.40
El anterior testimonio pone de manifiesto la importante participación de los
indígenas en su propia adaptación a las nuevas circunstancias, pues aunque sólo
hemos encontrado este único caso en el cual la mención del donado es bastante
clara, más adelante veremos que sin la participación de los aborígenes como
36 -. Espinosa. Op. Cit. p. 248. 37 -. Con respecto a esta expedición, la participación de Sebastián y Lucas en ella, así como datos biográficos de ambos, v. Mendieta. Op. Cit. pp. 742 -745, Espinosa. Op. Cit. pp. 246-250. 38 -. Ricard, Robert. La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España de 1523-1524 a 1572. México, FCE, 1995, pp. 349 y 353. 39 -. Así nos dice: “Lo primero que estos religiosos hicieron en la Provincia de Aguacatlán, después de haber hecho un convento, y la iglesia pobre en qué vivir, fue poner escuela para enseñar la doctrina, y a leer y escribir a todos los niños de aquella Provincia”. Beaumont. Op. Cit. Tomo III, pp. 215- 216. Espinosa y Mendieta lo tratan en p. 231 y pp. 747 – 751, respectivamente. 40 -. Así relata Beaumont, este caso: “corrieron (los religiosos) a la Provincia de Aguacatlán con frecuencia, por ser los de este pueblo aficionadísimos a los religiosos, por haber tenido como maestro, en los primeros rudimentos de la doctrina cristiana, al hermano Juan Francisco, donado de nuestra orden y discípulo del celosísimo varón fray Pedro de Gante, al cual había dejado el capitán Francisco Cortés de San Buenaventura, por doctrinero de este pueblo y provincia, cuando acabó su conquista, y cuando Nuño de Guzmán entró en ella, le halló doctrinando a los naturales”. Beaumont. Op. Cit. p. 303.
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maestros de sus propios pueblos, la labor de los mendicantes se hubiera visto
sumamente limitada.
Para 1550 Fray Rodrigo de la Cruz, envió desde Ahuacatlán una carta al
rey al parecer como una respuesta al real mandato de enseñar a los indios el
castellano,41 proponiendo que en vez del español, se enseñase a los nativos el
náhuatl, considerado por su expansión como lengua general prehispánica. La
comunicación hace énfasis en el avance de la doctrina. y de las primeras letras.42
Los agustinos, como los franciscanos, tienden a generalizar los casos
particulares, y proyectan a Tiripitío como el modelo que se repite en todas sus
doctrinas, sin aclararlo debidamente, y sin que los datos empíricos así lo
sostengan. Así por ejemplo, Escobar nos dice de Tacámbaro: “El modo que
tuvieron de catequizarlos, fue el mismo que queda referido en la fundación de
Tiripitío, … ejemplar que siguieron en todas las fundaciones de Mechoacán
nuestros venerables padres.”43
Ellos también insinúan la existencia de una organización más completa y
compleja en cuanto a las escuelas de primeras letras, pero difícilmente se
corrobora ésta en los datos empíricos. Navarrete incluso habla de una “formación
41 -.La real cédula de Carlos I, exhortaba a las tres órdenes religiosas, franciscanos, dominicos y agustinos a enseñar la lengua castellana a los indígenas, “porque sabida ésta, con más facilidad podrían ser doctrinados en las cosas del Santo Evangelio y conseguir todo lo demás que les conviene para su manera de vivir”, v. Solano, Francisco de. Documentos sobre política lingüística en Hispanoamérica 1492 -1800. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991. pp. 47 -48. 42 -. Así declaraba este religioso franciscano: “También tenemos escuelas en que enseñamos a los indios a leer, escribir y contar, y que sepan decir las horas de nuestra Señora. Y para esto traemos indios a la comarca de un pueblo, cuatro; de otro seis; y de cada, uno como es. Y después que saben rezar el oficio de nuestra Señora, enviámoslos a sus pueblos para que allá recen en la iglesia el oficio de Nuestra Señora y la gente venga a la doctrina, y con oír allí decir algo, vienen mejor y tienen más devoción. Y porque nosotros no podemos ir allá sino de tarde en tarde, tenemos indios que hacen venir a los otros a la doctrina y ellos la enseñan”. Solano, Op. Cit. p. 45- 46. 43 -. Escobar. Op. Cit. p. 186. También Navarrete generaliza al decir: “Todos los pueblos principales o cabeceras de Doctrina pueden ser tipificados, en cuanto a su constitución e instituciones, por el primero que fundaron los PP. Fray Juan de San Román y fray Diego de Chávez en 1537: Tiripitío de Michoacán …”. Navarrete. Op. Cit. p. 154.
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cristiana posbautismal”, para consolidar la formación cristiana en la que se incluían
las primeras letras. 44
A pesar de estas aseveraciones, como en el caso de los franciscanos, las
referencias empíricas no abundan, y sólo hemos podido encontrar tres; en Tiripitío,
fundación primitiva modelo; en Tacámbaro donde se hace referencia
concretamente a la escuela;45 y en Charo, donde aunque no se explicita su
existencia, hay testimonios de fray Diego de Basalenque de indígenas
alfabetizados y el mismo participó en ella con los niños del pueblo.46
Haciendo un extracto de la información proporcionada por Basalenque
donde se pone de manifiesto la existencia de nativos alfabetizados en esa
comunidad, trancribimos: “En lo que hoy (1640, Charo) excede a todos los conventos es la música de la iglesia,
aunque hay cuidado en esto, y hay muchos tiples y muy hábiles en leer y escribir, cantar y
tañer chirimías y los demás instrumentos; … (ya en la cotidianeidad del convento, durante
la administración de fray Francisco de Acosta, en relación con la organización de las
actividades diarias, dice: por) la noche antes preveía (Acosta) lo que se había de hacer el
día siguiente y lo escribía todo, y luego por la mañana daba la memoria (escrita) al fiscal, el
cual lo ejecuta todo y a la noche le daba cuenta de lo hecho … (asimismo nos dice) en
cuanto al refectorio, había de haber lición, aunque no hubiese más que un religioso o él
sólo y leía uno de los indios que él tenía enseñados”.47
Sea porque en realidad no existieron, porque durante el siglo XVI no les
daban la importancia que nosotros les concedemos o porque la mayoría de los
44 -. Así dice que los adultos acudían una hora diaria a la enseñanza:“mientras que los niños la tenían en forma de escuela, con su horario completo, durante el cual no sólo aprendían el catecismo, sino también música y canto polifónico sagrado, así como a leer, escribir y contar”. Navarrete. Op. Cit. p. 150. 45 -. Navarrete cita: “También allí el misionero construyó un hospital de indios y una escuela de primeras letras, y trazó calles y dotó de agua al pueblo.” Navarrete. Op. Cit, p.9. 46 - Gerardo Sánchez en la introducción de la obra de Basalenque que hemos venido citando, nos proporciona datos biográficos del fraile al informarnos: “Los trabajos emprendidos por el viejo agustino en su última residencia, se encaminaron también a la enseñanza de la lectura, escritura, canto y música para los niños del lugar”. Basalenque. Op. Cit, p. XI, ver también a Benedict Warren, en la introducción que elaboró para otra obra de este mismo autor, donde nos hace un buen resumen biográfico del mismo y de sus días en Charo. Basalenque, Diego de. Arte de la lengua tarasca. Morelia, Fimax Publicistas, 1994. Introducción histórica y preparación fotográfica del texto por Benedict Warren, pp.VII – XXV. 47 -. Basalenque. Op. Cit, p.169 y 299.
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conventos no contaron con un Basalenque quien testimoniara sus actividades y
méritos, a pesar de su importancia las escuelas de primeras letras sólo se pueden
concebir en este periodo como una función resultado de una relación
personalizada entre el misionero y su comunidad, y no como una organización
establecida y promovida por las autoridades eclesiásticas del momento.
Sin embargo, no obstante la dificultad para localizar los datos empíricos, es
innegable la trascendencia de la labor alfabetizadora de los misioneros, pues el
uso de la lectura fue un elemento constante en las comunidades indígenas,
palpable en las letras de los coros elaborados por los frailes para la lectura y
posterior memorización de los nativos. O bien en otros ámbitos de su
cotidianeidad, como el arte plumario, según lo apunta Escobar cuando nos señala
que para su tiempo, es decir el siglo XVIII, escribían con gran destreza en sus
obras plumarias. 48
Este recurso de siempre contar con alguien que supiese leer, fue
sumamente importante para las comunidades en los litigios de tierras, de éstos
conservaron archivos celosamente guardados, pues la acechanza era constante,
ya por los blancos o por sus vecinos.49
e) Los donados.
Fueron éstos un factor definitivo en la alfabetización, sin cuyo apoyo los
frailes poco hubieran podido hacer. Los donados se distinguieron por ser nativos
48 -. Asi, nos dice: “y hoy en día, que tienen ya noticia del modo de escribir, hacen de las mismas plumas letras tan redondas, que no les excede la celebrada Antuerpia en sus alabadas imprentas …Algo de lo mucho que obraron en insignes hazañas, dejaron en este modo escrito los Tarascos a la posteridad, debiéndosele a sus plumas las noticias que quedan en éstas referidas. En esto emplearon las pequeñas y menudas plumas, … los Tarascos pintan y escriben con plumas, hacen para su defensa de las plumas sus armas, y por fin, de ellas se visten y coronan ….”. Escobar. Op. Cit, pp. 111 y 119. 49 -. Con respecto a los pleitos de Charo, Basalenque informa: “y son tan lindas las tierras, que muchos españoles se las han querido quitar con títulos que han sacado, y mercedes: más como ellos (se refiere a los matlaltzincas o pirindas nativos de este lugar) tienen más coraje y brío que los tarascos, a todos los han vencidos, como a un Mendiola, Bravo y Diego Nieto; y agora el de 1640, salió el Deán de Michoacán D. García de Ávalos, representando un derecho del Caltzontzin que había comprado, y como persona tan grave y tan favorecida en México, les dio más cuidado que los demás, pero ellos teniendo perseverancia en el pleito y con la justicia que tenían, a cabo de tres años sacaron libres todas sus tierras y una ejecutoria muy favorable, que guardan en su archivo …”, Basalenque. Op. Cit. p.166.
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educados por los religiosos, inicialmente nobles o hijos de caciques, pero más
tarde, simplemente los allegados a ellos.
En Michoacán hubo donados nobles educados en Tzintzuntzan y en
Tiripitío. 50 De ellos apenas nos llega la noticia sobre don Antonio de
Huitziméngari, nieto del Catzonzi, quien auxilió a los jesuitas en el antiguo Colegio
de Pátzcuaro como maestro de escuela “por ser muy buen escribano y buen
latino”, y en esa tarea murió al contagiarse durante una epidemia de cocolixtle.
Fue alumno de fray Alonso de la Veracruz en Tiripitío con quien aprendió latín,
griego, hebreo y castellano, y a quién a su vez, enseñó tarasco.51 Sin duda este es
un caso especial, pero Delfina Serralengue que en general, la ayuda a los frailes
fue una opción ocupacional de la nobleza indígena cuando se vio desplazada de
sus antiguos privilegios. 52 A nivel pueblerino conocemos los casos de don Juan
cacique de Tarecuato, perteneciente también a las elites nativas, así como el de
Lucas y Sebastián, niños del común.
Beaumont, en honor a la verdad, reconoce su valiosa ayuda, en un universo
avasallador que los superaba en todo, por la escasez de recursos o por la
inmensa cantidad de catecúmenos a convertir, por ello declara: “Es imponderable el fruto tan grande que se sacó en la conversión de innumerables almas,
por medio de estos donados bien enseñados en el temor de Dios, y en todo lo
perteneciente a la predicación evangélica que había congregado y entresacado de los hijos
de los principales y caciques de la tierra, el ingeniosísimo Fray Pedro de Gante. Servían de
intérpretes en las expediciones apostólicas de nuestros primitivos franciscanos, y para
acudir a todas partes en busca de tantas almas descarriadas, y encenegadas en los
errores de la idolatría, los dejaban de institutos suyos para perfeccionar su predicación
apostólica, teniendo en ello la mayor confianza, por su acreditado desempeño”.53
50 -. Para la educación con los franciscanos de Tzintzuntzan, ver: López Serralengue. Op. Cit, p. 170. 51 -. Nómina de jesuitas que, en diferentes épocas, laboraron en el colegio de Pátzcuaro, en Ramírez, Francisco. El antiguo colegio de Pátzcuaro. Morelia, El Colegio de Michoacán – Gobierno del Estado de Michoacán, 1987, pp. 153- 154. Estudio, edición, notas y apéndices de Germán Viveros. 52 -. Por ello nos dice: “Los hijos de los nobles se convirtieron en maestros y auxiliares de los frailes, ya impartiendo las nociones del [“noble arte de leer, escribir y contar”], ya enseñando la doctrina cristiana.” López Serralengue. Op. Cit, p. 155. 53 -. Beaumont. p. 303.
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Los donados fungían como doctrineros responsables de lo religioso en los
poblados más apartados, donde no alcanzaban a llegar los religiosos o también en
las no tan alejadas pero siempre numerosas comunidades que se debían atender.
Los vemos por ejemplo apoyando a fray Juan de San Román y fray Diego de
Chávez en la erección de la doctrina de Tacámbaro.54 O bien sacrificados en
Ahuaxocotlán, pueblo de Nueva Galicia, cuando Espinosa nos refiere como los
indios vecinos y enemigos de ese poblado, no pudiendo matar a los franciscanos
fray Francisco Lorenzo y su compañero fray Miguel Estivales, misioneros en esas
salvajes tierras, asesinaron a los naturales que fungían como sus auxiliares.55
Los donados con el tiempo, se fueron confundiendo con otros personajes
que funcionaban en torno a la iglesia, como los fiscales o los maestros de doctrina,
preparados por los doctrineros locales para utilizarse como ayudantes en el
trabajo cotidiano. Escobar ejemplifica esto con la organización de funciones y dice:
“el catequizar y enseñar la doctrina quedó en los maestros con la residencia
(supervisión) del ministro, y el bautizar sólo en el Párroco”.56
Los fiscales nombrados por los religiosos, tuvieron que generar su propia
organización, a veces ceñida a las normas generales, pero otras como pudieran
realizarla.57 Aún en 1740, Escobar resalta su función diciendo: “Este modo de doctrina no sólo se observaba en la cabecera adonde residía el ministro,
sino también en las visitas con la misma puntualidad que si estuviera presente, tenían
puesto N. N. V. V. ministros (,) fiscales de confianza y maestros exactos, que cuidaban de
la más pronta observancia, esto, aún hoy persevera y se les toma estrecha cuenta del
oficio y cumplimiento de su obligación”.58
54 -. Basalenque nos dice al respecto: “y muy en breve dispusieron aquí la predicación, porque como ya eran lengua, el catecismo era breve, y los sacristanes (o donados) que llevaban eran hábiles, quedaron catequizados presto”. Op. Cit, p. p.54. 55 -. “No fue en vano el temor, (refiere Espinosa) pues al alborear el día cayeron los enemigos, y no hallando con quien emplear su rabiosa saña, prendieron fuego en los cinco pueblos de doctrina, y con feroz rabia quitaron la vida a seis muchachos cristianos, que eran los maestros de la escuela.” Espinosa. Op. Cit, pp. 234/240. 56 -. Escobar. Op. Cit, p. 80. 57 -. Navarrete incluye dentro de las estructuras internas formadas por los misioneros en sus doctrinas, denominadas por él “las bases del pueblo”, a los fiscales, entre los que resalta al “mayor”, a quien describe como: el “que se encargaba de promover y vigilar todo lo relativo al culto divino, especialmente en las [“visitas”] o poblados filiales que no tenían sacerdotes de planta”. Navarrete. Op. Cit. p. 155. 58 -. Escobar. Op. Cit, p.85-92.
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La activa participación de los indígenas en su propia educación,
indudablemente imprimió al fenómeno ciertas características, desde nuestro punto
de vista favorables a los nativos, pues esto les permitió elaborar un sincretismo, a
través del cual pudieron conservar y mezclar con los nuevos elementos, aquellos
rasgos de su cultura que no contravinieran a la religión católica y por lo tanto,
subrepticiamente, conservar muchas de sus costumbres, conceptos, etcétera, los
cuales de otra forma se hubieran perdido.
f) - La conservación de las lenguas nativas y la alfabetización en ellas.
La manifestación más clara y arraigada de la conservación de los
elementos indígenas en la cultura novohispana generada en estos primeros años
de la historia de nuestra nación, es sin duda el largo periodo que prevalecieron las
lenguas autóctonas como el medio de comunicación más activo y efectivo, desde
el XVI y hasta finales del siglo XVII. Durante este lapso, la doctrina se imatrió
predominantemente en lenguas aborígenes, práctica alentada y sostenida también
por los frailes, pues a ambos les reportaba ventajas. Ricard sostiene que estos
últimos, a pesar de la insistencia de la Corona en la castellanización,59 aún a fines
del XVI los religiosos disimulaban y evadían esta política pues: “El catecismo, los
sermones, las confesiones: todo se hacía y siguió haciéndose en lenguas del país
… Siguió instando la autoridad real (en la enseñanza del idioma) hasta los fines
del siglo, pero sin resultado”.60
El fracaso de la castellanización en el XVI y el XVII, tiene que considerarse
como un fenómeno complejo, donde la resistencia de los aborígenes y la
desobediencia de los frailes jugaron un papel predominante. La primera, vital entre
los nativos para la conservación de su cultura y la segunda, expresión de la lucha 59 -. La política real de castellanización, se inició con la cédula de Carlos I de 1550,que refiere para la salvación, instrucción y conversión de los naturales, así como para que tomaran también “nuestra policía y buenas costumbres”, como uno de los mejores medios el que: “se les enseñase nuestra lengua castellana, porque sabida ésta, con más facilidad podrían ser doctrinados … y conseguir todo lo demás que les conviene para su manera de vivir”, v. Real cédula al virrey de Nueva España para que se enseñe a los indios la lengua castellana, en. Solano, Op. Cit. p. 47 -48. Doc. 26 60 -. Ricard. Op. Cit, p. 125.
20
de los misioneros para no perder su relevancia como necesarios intermediarios
entre el mundo de los blancos y las comunidades indígenas. Pero considero como
factor fundamental, la debilidad del clero diocesano cuya organización era
irrelevante en esta época, sin fuerza suficiente para acotar y enfrentar a las
poderosas órdenes religiosas.
La diócesis michoacana sólo pudo consolidarse como tal en la primera
mitad del XVII y ejercer su influencia como rectora educativa hasta finales de esta
centuria, cuando apoyándose en la real política española castellanizante, pudo
imponerse a las doctrinas religiosas.61
Ricard justifica la resistencia de los frailes a la castellanización, al sostener
que la consideraron como el primer paso a la hispanización, según entiendo, a la
caracterización de: ser católicos, hablar castellano y observar la policía española.
Dejándose de lado el cristianismo primitivo practicado por los misioneros durante
este lapso. 62 Pero había algo más atrás de esta cerrazón, pues la integración del
indio a la sociedad novohispana, sin intermediarios, significaba el desplazamiento
de los frailes como intérpretes protectores pero también como beneficiarios de los
recursos indígenas.63
Otra cuestión importante de esta temática, es ¿en qué idioma se
alfabetizaba a los indígenas?, pues durante el XVI y buena parte del XVII es
constante la enseñanza de la doctrina en lenguas indígenas y la enseñanza del 61 -. A finales del XVII, los reales mandatos de los años 80, ordenando la instalación de las escuelas de castellano en cada doctrina o parroquia michoacana, donde debía enseñarse la doctrina en ese idioma, permitieron al obispo Juan Ortega y Montañés (1684-1700), no sólo imponer esta real política de castellanización, sino también sus propias ordenanzas. 62 -. Así nos dice: “Los religiosos tomaron muy a pecho el conservar a los indios en su norma peculiar de vida, dado que nada tenía de religioso (el mezclarlos con otras etnias), y mucho más el mantenerlos alejados del trato con el europeo, muchas veces rapaz, ambicioso, inclinado a la carne, que sólo podría dar a los indios malos ejemplos y malos consejos. La diferencia de lenguas les parecía saludable muralla que por nada quisieran derruir. No hay que pasar por alto que tenían a los indios por menores de edad a quienes había que proteger, tutorear y guiar muy de cerca. Conocer el castellano era un paso a emanciparse, con peligro propio.” Ricard. Op. Cit, p. 126. 63 -. Ricard comenta al respecto: “Quizá se agregaba a estos razonamientos (de conservar puros a los indios y no distraer a los frailes en la enseñanza del castellano), al menos en algunos (religiosos) y tal vez sin darse cuenta, un secreto deseo de dominio. Si la muralla lingüística subsistía, ellos seguirían siendo los necesarios medianeros entre los indios y los funcionarios civiles, entre los fieles y los obispos, con lo cual continuarían siendo dueños y señores de sus feligreses, tan hechos a obedecer por la inmemorial sumisión precortesiana.” Idem.
21
castellano fue vista tan sólo como la excepción que ratificaba la regla.64 Así pues,
es bien conocida la labor de los mendicantes en el estudio y gramatización de las
lenguas vernáculas, así como en la elaboración de catecismos en ellas. Para
Michoacán contamos con la “Cartilla en lengua tarasca, impresa en México, año
de 1559”,65 escrita por el insigne fray Matutino Gilberti para los niños
purépechas.66
Pero esta labor se extiendió más allá del aprendizaje elemental al
producirse vocabularios, artes y otros libros, como en el Arte de la lengua tarasca
y el Arte y vocabulario de la lengua Matlalzinca, escritas por fray Diego de
Basalenque. Sin embargo, la obra más controvertida fue Diálogo de la Doctrina
cristiana, escrito en tarasco por fray Matutino Gilberti y publicado en 1559 en la
ciudad de México, el cual se vio envuelto en un gran litigio con el obispo Quiroga y
terminó por ser retirado a pesar de haberse ya distribuido a diversos lugares. 67
Dicho libro fue elaborado para los indios en tarasco porque había lectores en ese
idioma, alfabetizados que rebasaban el nivel elemental de la Cartilla para niños,
con capacidad de comprender conceptos mucho más complicados y superiores en
todo al límite memorístico proporcionado por los primeros grados de doctrina.68
Así mismo, Basalenque nos informa cuando llego a Charo, de la existencia
de un libro antiguo sobre la historia de los matlalzincas, escrito con caracteres
latinos pero en matlalzinca, por un cacique alfabetizado de los primeros años,
donde relata la llegada de su pueblo al territorio michoacano, así el agustino nos
dice:
64 -. Esta idea la expresa Ricard al decir: “el joven donado Lucas enseñaba el castellano a los niños del rumbo de Nombre de Dios. Excepción que confirma la regla, ya que Lucas era indio” Ricard. cita 58 de página 125. 65 -.Valton, Emilio. “Estudio bibliográfico”, en. Cartilla para enseñar a leer. Pedro Ocharte, 1569, edición facsimilar de Joaquín Porrua, s/f, s/n de p. 66 -. La enciclopedia de México enlista las siguientes obras publicadas de Gilberti: a) Arte de la lengua de Michoacán, 1558; b) Tesoro espiritual en lengua de Michoacán, 1558; c) Diálogo de doctrina cristiana en la lengua de Michoacán, 1559; d) Vocabulario en lengua de Michoacán, 1559; e) Cartilla para los niños en lengua tarasca, 1559 d) Gramática Maturini, 1599 y e) Tesoro espiritual de pobres en lengua de Michoacán, 1575, v. Enciclopedia de México. México, Editora Mexicana, 1978, tomo V, pp. 746 -747. 67 -. Para el relato y análisis de este conflicto v. León, Ricardo. Los orígenes del clero y la iglesia en Michoacán. 1525-1640. Morelia, UMSNH, 1997. pp. 220-224. 68 -. Con relación a los conceptos superiores que rebasan la enseñanza de la doctrina, ver el ejemplo que proporciona León sobre la adoración de las imágenes. León. Op. Cit. pp. 302 -303.
22
“Y pues hemos de tratar deste pueblo, en gracia dél y a favor suyo se me conceda decir la
causa de su venida a esta provincia, la cual referiré según un libro antiguo de su lengua, y
en nuestros caracteres en que uno de (los) primeros baptizados y que supo escribir, según
la tradición que tenían, escribió luego para que quedase en memoria”.
También son significativo los datos proporcionados por Espinosa sobre la
alfabetización en tarasco de don Juan, señor principal de Tarecuato, cuando nos
da a conocer la labor traductora de los franciscanos de esa doctrina de obras
religiosas al idioma de sus evangelizados, pues aunque sólo se menciona al
cacique, la traducción por supuesto se hizo para un público más amplio del cual no
tenemos más remedio que imaginarlo, así nos informa este cronista sobre el
mencionado personaje:
“Criose en la escuela de los religiosos, y aprendió muy bien a leer y escribir. Encontró por
su dicha la vida de N.P.S. Francisco traducida por los religiosos al idioma tarasco, y con su
lección devota se le encendió el corazón en vivos deseos de imitar aquel ejemplar vivo de
Cristo … dio libertad a muchos esclavos que tenía y les predicó y enseñó la Ley de Dios
…”69
Sin tener más recursos sino testimonios sueltos, los cuales hay que
conjuntar, relacionar e interpretar, es difícil tratar de dar respuesta a la pregunta
auto planteada arriba sobre la alfabetización de los naturales. Mi impresión, y
espero que los anteriores ejemplos así lo soporten, es que la alfabetización, la
cual desde mi punto de vista traspasó el nivel memorístico y repetitivo, no se hizo
principalmente en castellano sino en lenguas indígenas, política que concuerda
totalmente con la resistencia de las religiones a la castellanización.
Sin embargo esta labor centenaria de los misioneros, en la lucha de
poderes contra el clero diocesano, sucumbió ante la imposición de la enseñanza
de la doctrina en castellano de finales del siglo XVII ordenada por la Corona y
apoyada por el clero diocesano, lo cual significó no sólo este cambio de rumbo en
69 -. Espinosa. Op. Cit, p. 251.
23
el campo educativo, sino la imposición de una iglesia secular y jerarquizada más
conveniente a la Corona española, que la representada por los frailes, partidarios
de la autonomía de los pueblos nativos.
Por ello, según entiendo, la alfabetización anterior a la política coercitiva y
generalizada de la castellanización, fue minimizada y enterrada para desconocer
la labor de los misioneros y crear las condiciones propicias que permitieran la
imposición de estas nueva ideas, aunque como se expresa Ricardo León, yo
también pienso que: “Ese modelo de la iglesia a la manera primitiva era tal vez el
que mejor se podía aplicar a la realidad americana … (pero ante el peligro de
demasiada autonomía, se frustró pues) chocaba con la política absolutista y
concentradora de la monarquía”.70
70 -. León. Op. Cit. p. 228.