La cueva de Altamira y su museo
�e cave of Altamira and its museum
Pilar Fatás1
José A. Lasheras2
1 · Subdirectora Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. Secretaría de Estado de Cultura. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de España. 2 · Director Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. Secretaría de Estado de Cultura. Minis-terio de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de España.
ISSN 1699-0889http://cuadernosdearterupestre.es
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE, 7, 2014: 25-35
I N F O R M A C I Ó N • I N F O R M A T I O NR E S U M E N
A B S T R A C T
La cueva de Altamira - su arte rupestre - es uno de los paradigmas del arte rupestre paleolítico europeo, el lugar donde se identificó el primer Arte de la humanidad, sitio re-presentativo por reunir casi todas las técnicas y temas, con una amplia cronología. Por ello fue inscrita en la Lista de Patrimonio Mundial en 1985, a los pocos años de creada la Convención y recién suscrita por España. Desde su creación en 1979 el Museo de Altamira es instrumento para la gestión de la cueva, su investigación y conservación, con fines de conocimiento, educación y disfrute público.
La conservación ha sido la principal encomienda del Museo, y lo sigue siendo; di-versos proyectos a lo largo de tres décadas han permitido caracterizar los parámetros ambientales, principales factores de afección de la conservación del arte. Hoy el ré-gimen de visitas a la cueva – siempre provisional – permite el acceso a 250 personas anualmente, en una visita de 37 minutos de duración.
Es el Museo y su principal propuesta, la exposición permanente “Los tiempos de Altamira” que incluye la reproducción tridimensional de la cueva, la Neocueva, el que cumple con la misión de facilitar el acceso al conocimiento y al disfrute cultural de Altamira a los 250.000 visitantes de media que anualmente lo visitan.
Palabras clave
Altamira, Arte Rupestre, Patrimonio Mundial, Museo, Neocueva, Paleolítico
Recibido · Junio 2014Aceptado · Enero 2015Revisado · Noviembre 2015
The prehistoric art of The cave of Altamira is one of the paradigms of European Pala-leolithic cave art, the site where the first Art of humankind was identified. It is well-known for collect almost all the themes and techniques of this style in a wide chronological context. For this reason it was inscribed in the UNESCO World Heritage List in 1985, few years after the Convention was created and just after Spain has ratified it. The Mu-seum of Altamira is, since its founding in 1979, a tool for the management, research and preservation of the cave, for public knowledge, education and enjoyment purposes.
Preservation has been the main duty of the Museum, and remains so; several pro-jects over three decades have allowed to characterize environmentals parameters, that are the main concerns for preservation of imagery. The current regulation of visiting -always provisional- allows access to the cave to 250 people per year, in a 37 minutes tour.
The mission of provide the public knowledge and cultural enjoyment of Altamira to an average of 250,000 people per year is achieved by the Museum and its main offer, the permanent exhibition “The times of Altamira”, including the three dimensio-nal reproduction of the cave which is known as “New Cave” or Neocueva.
Keywords
Altamira, Cave Art, World Heritage, Museum, Neocave, Palaeolithic
Received · June 2014Accepted · January 2015Revised · November 2015
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1. LA CUEVA DE ALTAMIRA
La cueva de Altamira se encuentra a 156 metros sobre el
nivel del mar, en la parte alta de una de las colinas calcáreas
que rodean Santillana del Mar, una pequeña villa de Canta-
bria, cerca de Santander. Mide 270 metros de longitud y, en
general, su altura oscila entre 2 y 12 metros y su anchura
entre 6 y 20 metros. Durante el Paleolítico, cuando la cueva
fue habitada y pintada, una gran boca abierta hacia el norte
permitía la iluminación del área vestibular. Un derrumbe na-
tural ocurrido en época paleolítica la cegó y hoy se accede
por una puerta abierta en ese mismo lugar tras su descu-
brimiento. Toda la cueva está salpicada de figuras y signos
grabados, dibujados y pintados, aunque es el conjunto del
llamado techo de los policromos, con los famosos bisontes,
lo más interesante, espectacular y reconocido de Altamira.
Tras más de 22 000 años de acumulación de vida y arte en
Altamira, y tras el largo periodo de cierre que se inició con el
derrumbe ocurrido hace 13 000 años, su historia se reanudó
en 1879 con el hallazgo de D. Marcelino Sanz de Sautuola.
A él se debe el descubrimiento y la identificación del primer
arte de la humanidad, del arte de las cavernas de Europa, su
primer estudio y la certera atribución al Paleolítico, su publi-
cación científica y la divulgación pública. Altamira es el des-
cubrimiento para la ciencia y para toda la sociedad del arte
rupestre paleolítico. La sorpresa que produjo fue seguida de
una intensa polémica sobre su autenticidad o su antigüedad
que solo fueron aceptadas por todos a partir de 1902, tras
descubrirse en Francia otras cuevas con arte rupestre pa-
leolítico y reconocerse públicamente el error e injusticia co-
metidos desde hacía veinte años con M. Sanz de Sautuola.
La consideración de Altamira como patrimonio cultural y
como recurso para el turismo es muy temprana. En las dos
primeras décadas del siglo XX el Ayuntamiento de Santilla-
na asumió la gestión de la cueva y su conservación: instaló
una puerta metálica, nombró un guía y estableció normas
Figura 1 · Techo de los policromos -®Pedro Saura
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para su visita. En 1924 fue declarada Monumento Histórico
Artístico y se creó la Junta o Comisión de Investigación y
Exploración de la cueva de Altamira, presidida por el jefe
de la Casa Real. En 1924 se construyó el primer edificio
vinculado al monumento para vivienda del guarda-guía y
para exponer, en un gran salón de la planta baja, los ob-
jetos encontrados en la cueva en las excavaciones que se
encomendaron a Hugo Obermaier; para facilitar la visita de
los turistas se amplió la puerta de la cueva y se hizo una
carretera que permitía llegar en coche hasta ella.
En 1940 se creó el Patronato de la cueva de Altami-
ra, transformado cuatro años después en Patronato de
las cuevas de la Provincia de Santander, ampliando sus
competencias al resto de cuevas con arte y al Museo Pro-
vincial de Prehistoria de Santander. A finales de los años
60 del siglo XX se realizaron nuevas obras para facilitar
su visita: se amplió la carretera de acceso, se construye-
ron tres pabellones para una pequeña exposición, venta
de entradas a la cueva, tienda de recuerdos, cafetería y
restaurante. Y se intervino radicalmente en el interior de
la cueva: el suelo se transformó para crear un ancho y
cómodo camino que la recorría íntegramente; se instaló
a lo largo del mismo una iluminación multicolor, efectis-
ta y, ante el miedo a un derrumbe, se levantaron grandes
muros de sustentación en el vestíbulo que aislaron la sala
de policromos tanto del área vestibular –la del yacimien-
to arqueológico- como del resto de la cueva. Todas estas
obras y las luminarias instaladas fueron camufladas y en-
mascaradas con arcilla obtenida en la propia cueva para
darles una apariencia de naturalidad, para que pasaran
desapercibidas o no molestaran la visita.
Por entonces la cifra de visitantes a la cueva de Alta-
mira alcanzó las 170.000 personas al año, duplicando
las de los museos nacionales de arte contemporáneo y
de arqueología de Madrid; simultáneamente se inició la
reflexión y el análisis del grave riesgo que tal cantidad de
Figura 2 · Bisonte tumbado en el Techo de los policromos -®Pedro Saura
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visitas suponía para la
conservación del arte.
En 1978 el Gobier-
no de España, ante la
preocupación que cau-
saba ese régimen de
visita masiva respecto a
la conservación de las
pinturas adquirió la pro-
piedad de la cueva y or-
denó su cierre. En 1979
el Ministerio de Cultura
creó el Museo Nacional y
Centro de Investigación
de Altamira como instru-
mento para la gestión de
la cueva, para su inves-
tigación y conservación
con fines de conocimien-
to, educación y disfrute
público. La creación del museo puso fin a la explotación
turística, lo que supuso en Cantabria una fuerte polémica
pública fomentada por el incipiente regionalismo.
En 1982, tras un estudio encargado a la Universidad
de Cantabria, se reabrió la cueva para las visitas públi-
cas con un régimen que se consideró compatible con la
conservación: sólo 8000 personas al año, en grupos de
cinco acompañadas por un guía, entre dos y ocho gru-
pos diarios en número distinto cada mes de acuerdo con
un modelo ambiental estacional.
La cueva de Altami-
ra fue inscrita en 1985
en la Lista de Patrimonio
Mundial creada por la
UNESCO según la con-
vención que había suscri-
to España en 1982. Fue
una de las primeras apor-
taciones del patrimonio
español junto con las ciu-
dades de Oviedo, Ávila y
Santiago de Compostela,
la Alhambra de Granada,
la catedral de Burgos, el
Monasterio de El Escorial
y la mezquita de Córdoba,
cuando todas las inscrip-
ciones parecían obvias.
Altamira, junto con las
cuevas del valle de la
Vézère (inscritas en la Lista en 1979) es considerada quizá el
más destacado paradigma del arte rupestre paleolítico euro-
peo, el lugar donde se identificó el primer Arte de la humani-
dad, el sitio representativo por reunir casi todas las técnicas
y temas con una amplia cronología. La inscripción se produjo
una vez que el Ministerio de Cultura había resuelto la con-
servación del bien acabando radicalmente con los riesgos
generados por una insostenible visita masiva.
En 2008 se amplió la inscripción en la Lista y el bien pasó
a llamarse La cueva de Altamira y el Arte Rupestre Paleolítico
Figura 3 · Bisonte pintado en negro en el Techo de los policromos -®Pedro SauraFigura 4 · Uro grabado en la Galería V -®Pedro Saura
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29Figura 5 · Detalle del gran signo pintado en rojo -®Pedro Saura
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del norte de España, representado por otras diecisiete cue-
vas de Asturias, Cantabria y del País Vasco, objeto de otro
artículo en esta misma publicación.
2. EL ARTE RUPESTRE DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
La cueva de Altamira alberga uno de los ciclos pictóri-
cos más completos del arte rupestre paleolítico europeo,
y es en el techo de los polícromos donde alcanza mayor
espectacularidad y excelencia.
Hasta apenas hace tres años el periodo de realización
de pinturas y grabados se fijaba entre hace 22 000 y hace
13 000 años, desde el Gravetiense final hasta el Magda-
leniense inferior cantábrico. El proyecto de investigación
de la cronología a partir de dataciones por las series del
uranio en la calcita sobrepuesta a la pintura desveló en
2012 la existencia de una figura con más de 36 000 años
de antigüedad, lo que retrotrajo más de diez milenios la
antigüedad del arte en Altamira.
Altamira reúne todos los temas, técnicas y estilos artísti-
cos del arte rupestre paleolítico cantábrico. Los temas re-
presentados son una selección intencionada de animales,
signos abstractos y representaciones humanas. Si bien el
bisonte es el animal más reconocido, auténtico icono de
Altamira, es el ciervo - macho y hembra- el más represen-
tado a lo largo de toda la cueva y en todas sus variedades
técnicas: grabado a línea, grabado relleno con estrías,
dibujo y pintura. Completan el animalario de la cueva ca-
ballos, cabras y uros. Junto a ellos encontramos represen-
taciones no figurativas, abstractas, que calificamos como
signos. Al igual que en el caso de los animales, los signos
repiten las formas típicas del norte de España y sur de
Francia. Por último, con un porcentaje escaso, se hallan
las figuras casi humanas, nada naturalistas, llamadas an-
tropomorfos por su apariencia medio humana, medio ani-
mal e incluso en algunos casos, casi fantasmagórica. Den-
tro de esta categoría se incluyen las conocidas máscaras
de la galería final de la cueva: unos simples trazos negros
sobre las formaciones angulosas de la roca representan
ojos, cejas, nariz y boca de unos rostros, dando vida a la
roca y pareciendo que seres fantásticos surgen de ella en
este reducido pasillo final de la cueva.
Respecto a las técnicas, los artistas de Altamira utili-
zaron todo el repertorio, con usos diferenciados en unos
y otros momentos. La cabeza de un toro se realizó mar-
cando con los dedos la arcilla permanentemente húmeda
y tierna; paredes y techos están cubiertos de grabados
de animales y signos delineados con trazo fino o ancho
y profundo; algunos están rellenos de trazos o estrías y
resultan característicos del centro de la región cantábri-
ca durante el Magdaleniense. Algunas figuras se dibujan
a línea en un solo color, rojo o negro, otras se rellenan
también con tinta plana roja (ocre previamente diluido en
agua) y, en algunas, se dibuja difuminando el carbón en
tonos grises en una técnica de carboncillo que no volve-
remos a ver en el arte hasta el Renacimiento europeo. La
mayor complejidad está en las figuras policromas, aun-
que en realidad sea el uso de sólo dos colores, rojo y
negro, a los que se suma el color dorado que aporta la
roca del techo.
Figura 6 · Tareas de conservación en la cueva de Altamira -®Museo de Altamira
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Los bisontes policromos de Altamira destacan por la maes-
tría de su ejecución; quien los pintó tenía una técnica preci-
sa y realizó una ejecución magistral, sin comparación con el
resto del arte de la cueva ni con la mayoría de figuras que
se han conservado en otras cuevas hasta nuestros días; sería
una persona que destacaría igual que Miguel Ángel, Goya,
Frida Kahlo o María Blanchard lo hicieron en su época y como
maestro o maestra lo reconocemos y es reconocido por sus
colegas contemporáneos cuando visitan Altamira. Destaca sin
duda su capacidad para dotar de volumen a las imágenes
representadas; el techo de los policromos se caracteriza por
una geología sugerente con una serie de notables abultamien-
tos que el artista utiliza de manera diversa: para encajar toda
la figura de un bisonte tumbado o revolcándose, para dibujar
sólo su cabeza vuelta hacia atrás, destacada del cuerpo, para
sugerir la preñez de una gran cierva, etc.
Encontrar explicación al arte de Altamira, al arte rupestre
paleolítico es una tarea difícil, casi imposible. Sabemos que
es un arte de comunidades cazadoras recolectoras que no
explica la caza: no hay una correspondencia o relación uní-
voca entre los animales representados en las cuevas y los
restos de animales consumidos que hallamos en el depósito
arqueológico de esas mismas cuevas; se trata de represen-
taciones codificadas de acuerdo a unos valores y significa-
dos que compartía el grupo, la comunidad, que compartie-
ron grupos y comunidades de diversas regiones de Europa
a lo largo de milenios; imágenes que expresaban sus pensa-
mientos importantes, quizá trascendentes, en relación con
su manera de comprender el mundo, su lugar en el mismo y
su relación con los demás seres.
3. LA INVESTIGACIÓN PARA LA CONSERVACIÓN DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
Desde los años 80, tras la creación del museo, la con-
servación ha sido su principal encomienda, la que más
recursos ha requerido y de forma más permanente. El cie-
rre de la cueva en 1978 resolvió el gran riesgo para la
conservación: la visita masiva. Desde entonces se ha cen-
trado el esfuerzo en el mejor conocimiento del microclima
cavernario, de su alteración por la presencia de personas
en la cueva y de los efectos sobre las pinturas.
El Ministerio de Cultura promovió y costeó un convenio
de colaboración con la Universidad de Cantabria para
desarrollar el Proyecto científico técnico para la conser-
vación de las pinturas de Altamira, bajo la dirección del
profesor Eugenio Villar. Los resultados de este estudio per-
mitieron establecer un modelo físico lineal en relación a los
parámetros ambientales que se tradujo en un patrón de
visitas anuales aplicado entre 1982 y 2002.
En 1992 se analizaron los riesgos medioambientales
naturales y antrópicos, reales y potenciales que había en
el entorno inmediato de la cueva y, al año siguiente, el
Patronato del Museo aprobó el Proyecto Museológico para
Altamira para afrontar simultáneamente la investigación
para la conservación y para el conocimiento arqueológico,
así como su divulgación y la de los valores de Altamira.
La conservación era uno de los objetivos generales del
proyecto, cuyo resultado más público fue la construc-
ción del nuevo Museo de Altamira inaugurado en 2001.
Los objetivos específicos planteados y alcanzados en el
Figura 7 · Vista aérea del Museo. El círculo marca la entrada de la cueva de Altamira
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proyecto, directamente vinculados a la conservación de
la cueva fueron: la realización de estudios de las condi-
ciones ambientales de la cueva de Altamira que afectan a
su conservación y la aplicación de medidas de conserva-
ción preventiva: adquisición de la propiedad del suelo en
la vertical de la cueva y en su área impluvial; control del
entorno a través de un Plan Especial de Protección; supre-
sión del tráfico rodado en las inmediaciones de la cueva
y, la restitución del paisaje del entorno de la cueva; su-
presión de infraestructuras, viviendas e instalaciones ga-
naderas en el área impluvial del techo de los policromos.
En 1993 se pone en marcha el estudio de la Geología, a
través de un convenio con el Museo Nacional de Ciencias Na-
turales del CSIC bajo la dirección de M. Hoyos. Dentro de este
proyecto se instaló un sistema de registro ambiental perma-
nente con el objetivo de monitorizar los parámetros ambien-
tales con el régimen de visitas de ese momento y evaluar el
modelo teórico en el que se basaban las visitas desde 1982.
En 2002, poco después de inaugurar el nuevo museo,
se propuso un nuevo cierre de la cueva a la visita públi-
ca como medida preventiva urgente ante un grave riesgo
microbiológico: se habían detectado colonias de algas
activas y en expansión -manchas verdes- en el techo de
los policromos. Era el momento de realizar una nueva fase
de la investigación sobre los parámetros ambientales y
la conservación de las pinturas, que integrara el trabajo
de años anteriores y los problemas detectados en ese
momento, así como la evaluación de los parámetros am-
bientales con la cueva cerrada, sin la perturbación de las
visitas. Sendos convenios con el CSIC culminaron la ca-
racterización de los parámetros ambientales, principales
factores de afección de la conservación del arte: hume-
dad, temperatura y composición del aire, condensación
de agua sobre las pinturas y, fauna y flora microbiana.
En 2012 el Patronato del Museo aprobó la propuesta del Mi-
nisterio de Educación, Cultura y Deporte para realizar el Progra-
ma de Investigación para la conservación preventiva y régimen
de acceso de la cueva de Altamira, liderado por el Instituto del
Patrimonio Cultural de España, institución del propio Ministerio.
Tras los resultados de este programa de investigación, que in-
cluyó un ciclo anual de visitas experimentales con el objetivo de
analizar el impacto de la presencia humana en la conservación
de la cueva, el Patronato decidió la apertura de la cueva con un
régimen altamente restrictivo: cinco personas un día a la sema-
na (250 personas anualmente) acceden a la cueva de Altamira
en una visita de 37 minutos de duración, de los que sólo 8 se
permanece bajo el techo de polícromos (el sitio con arte más
destacado de la cueva, y a su vez lo más frágil). Para acceder
los visitantes han de llevar un mono desechable, calzado espe-
cial y mascarilla para minimizar la introducción de elementos
exógenos potencialmente perjudiciales. Los parámetros están
monitorizados permanentemente y su estudio integrado en un
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Figura 8 · Vista de la boca de entrada y recreación de la excavación en la Neocueva -®Museo de Altamira
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Plan de Conservación Preventiva. El Plan prevé la interrupción
de las visitas ante cualquier anomalía o riesgo grave, y es tarea
primordial del museo la permanente atención a la mejor preser-
vación del arte de Altamira, y su compatibilidad con el acceso
de los ciudadanos, por mínimo que sea. Por esto, el régimen de
visita a la cueva, sea el que sea, siempre será provisional, sujeto
a cambios en función del control del estado de conservación
que realiza el museo.
4. EL MUSEO DE ALTAMIRA, LA HERRAMIENTA DE GESTIÓN DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
Los edificios de 1924 y de los años 70 del siglo XX cum-
plían la función de ser centro de acogida de visitantes y
de breve presentación del arte y la arqueología antes de
la visita a la cueva, pero desde la creación del Museo este
asume todas las funciones propias -investigar, conservar
y divulgar-en relación con la cueva, su razón de ser y el
principal patrimonio histórico que tiene encomendado. El
proyecto museístico inaugurado en 2001 cubría objetivos
de diversa índole, pero destacar el proceso de reflexión
que permitió su definición en cuestiones diversas como la
conservación, la investigación, la divulgación científica, el
acceso y el disfrute cultural sostenible del bien.
Respecto a la conservación del monumento, el Proyecto
ha permitido la protección integral del entorno inmediato
y su recuperación (eliminando construcciones e infraes-
tructuras sobre la vertical de la cueva), la ordenación del
uso del suelo y de los vertidos (con la delimitación del área
impluvial de la cueva). La cueva de Altamira está ahora en
mejores condiciones de conservación y es mejor conocida
gracias a los actuales estudios científicos pluridisciplinares
(arqueología, geología, historiografía…)
Respecto a la divulgación del conocimiento y de los valo-
res patrimoniales de Altamira, el renovado Museo nació con
voluntad de comunicación, de emitir un mensaje interesante,
atractivo y accesible intelectualmente para el público gene-
ral al que se destina la exposición permanente y esa sala
especial llamada Neocueva (reproducción facsímil de Alta-
mira), un producto cultural con la voluntad de ser un museo
para todos. A partir de un recurso cultural de primera mag-
nitud –Altamira- se plantea el conocimiento de las formas de
vida de los grupos cazadores recolectores y de su Arte.
La reproducción de Altamira, la Neocueva, permite conocer la
Altamira paleolítica. Es un libro abierto con una única ilustración
en tres dimensiones reales, no virtuales, en las que se introduce el
visitante. Está concebida a partir del rigor científico pero con el ob-
jetivo de informar al visitante, de establecer una comunicación con
él en torno a los valores originales y actuales de Altamira. La Neo-
cueva presenta Altamira como un lugar del Paleolítico, un lugar
habitado y que conserva su arte, su creación plástica simbólica
acumulada durante milenios. Reproduce la cueva tal y como era
Figura 9 · Vista del Techo de los policromos en la Neocueva -®Pedro Saura
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cuando fue habitada y
pintada, con su arqui-
tectura natural, como
era el lugar prehistórico
y no como ha llegado
hasta nuestros días, es
decir, suprimiendo los
derrumbes naturales y
las intervenciones arti-
ficiales del siglo XX. La
Neocueva es produc-
to de la investigación,
cuyo resultado se pre-
senta a los visitantes de
una forma accesible fí-
sica e intelectualmente,
haciendo ameno el conocimiento y estimulando la reflexión perso-
nal y el diálogo con otras personas.
La Neocueva es la sala especial de la exposición permanen-
te Los tiempos de Altamira. Junto con otros espacios más con-
vencionales o semejantes a los de otros museos, presenta a los
protagonistas del Paleolítico, su aspecto, su forma de vida, los
objetos que idearon y fabricaron, y cómo los usaron; en suma:
quienes protagonizaron la vida en los tiempos de Altamira y cómo
se relacionaban con la naturaleza de la que formaban parte.
En cuanto a las instalaciones el Museo incluye un recinto de
160.000 m2 que sugiere el territorio paleolítico y que permite in-
terpretar y entender el paisaje actual, y el tránsito de aquel a éste;
el edificio principal incluye las áreas internas de trabajo técnico
científico, además de todos los servicios públicos o semipúblicos:
la exposición, tienda, cafetería, espacios para talleres, o el salón
de actos, la biblioteca, el archivo y el laboratorio que incluye el al-
macén de objetos arqueológicos. Los antiguos pabellones de los
años 70 se han rehabilitado como espacio polivalente, para reali-
zar exposiciones temporales, congresos y otras actividades, y está
en fase de rehabilitación la antigua casa de 1924 que quedará al
servicio del trabajo en la cueva entre otros usos previstos.
Trabajamos en el museo 54 personas con relación laboral direc-
ta y estable con el Ministerio, y 34 personas a través de contratas
de servicios (cafetería, tienda, seguridad, mantenimiento, limpieza
y jardinería); además, anualmente una veintena de personas tra-
bajan para Altamira a través de becas, estancias profesionales o
contratos temporales.
Los recursos económicos proceden de los Presupuestos Gene-
rales del Estado. Más del 50% de los gastos del museo correspon-
den a recursos humanos, en torno a un 30% a bienes corrientes y
servicios y un 10% nuevas inversiones.
5. ALTAMIRA Y EL TURISMO
Altamira y el turismo han sido binomio prácticamente desde
comienzos del siglo XX. En los años 20 se asoció la cueva al
turismo como un atractivo culto y exclusivo para quienes vera-
neaban en Santander.
Esta situación fue en aumento con la generalización del veraneo
y las vacaciones laborales; en los años 60 la cueva y Santillana del
Mar se había convertido en principal imagen de la región y recla-
mo turístico culto; de ahí las múltiples intervenciones para su mejor
accesibilidad, cuyos efec-
tos ya hemos tratado.
El cierre de 1978 ge-
neró una fuerte polémica
avivada por empresarios
turísticos que creían que
se desvanecía uno de sus
activos fundamentales
para el desarrollo turístico
regional, y también por
políticos locales regionalistas que se señalaron creando un conflic-
to y una seña de identidad partidista a partir de Altamira.
Tras varios proyectos fallidos de buscar alternativas para el turis-
mo en torno a Altamira, a mediados de los 90 se produjo el acuer-
do interadministrativo e institucional favorable a la realización del
actual Museo de Altamira, un producto cultural que es, a la vez, el
principal recurso cultural para el turismo de Cantabria, cuya exce-
lencia y valoración se halla a la altura de la propia cueva.
El Museo, como espacio para la cultura, puede ser utilizado
y es utilizado por los agentes turísticos para incluirlo en sus pro-
ductos turísticos. Es un producto acorde con el surgimiento de
los nuevos estilos de ocio de finales del siglo pasado, el turismo
cultural. Frente a los 170.000 que visitaban Altamira en los años
70, hoy cerca de 250.000 personas al año conocen el arte de
Altamira a través de la Neocueva y resto de salas de exposi-
ción, de las exposiciones temporales que se programan y de
la propuesta permanente de actividades que el museo ofrece a
quienes visitan el museo en todos los momentos del año.
Desde el punto de vista económico que también tiene el Pa-
trimonio, en los últimos años se han clarificado algunas conclu-
siones: el museo, con sus más de 250.000 visitantes, genera
un impacto directo en el PIB regional de más de 20.000.000 €
(calculado en 2013/2014); la apertura de la cueva no afecta
la tendencia de visitas a Altamira ni altera el producto que los
agentes turísticos diseñan. Esto es constatable comparando los
visitantes al museo en los años en que la cueva estuvo absolu-
tamente cerrada y el periodo en que la cueva se ha visitado de
forma experimental o ha estado abierta al público desde 2014.
Según un estudio económico realizado en 2014, la reapertura
de la cueva no provocaría ningún impacto económico aprecia-
ble sobre el del museo.
Justificar la apertura de la cueva en términos económicos
y de desarrollo del turismo -de un supuesto efecto llamada-
carece de fundamento objetivo. Los ciudadanos entienden y
asumen que la cueva deba estar cerrada o con un régimen de
visita mínimo para garantizar su conservación. Es misión del
Museo la adecuada conservación de Altamira pero también
facilitar el acceso tal como dice la Ley de Patrimonio Histórico
Español, que puede ser directo y personal, intelectual o virtual.
Y esta es la perspectiva de presente y futuro del Museo de Al-
tamira: trabajar para la mejor accesibilidad al conocimiento y al
disfrute cultural de Altamira.
Figura 10 · Exposición Los tiempos de Altamira -®Museo de AltamiraFigura 11 · Página siguiente, taller de Prehistoria sobre las técnicas del arte rupestre -®Museo de Altamira
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