LA TRANSMISIÓN DE LA CULTURA
LA TRANSMISIÓN DE LA CULTURA
Vamos a retomar ahora un asunto que teníamos pendiente desde el principio
, se trata del sentido pedagógico del término cultura. Hasta ahora hemos
venido desarrollando el sentido antropológico o etnográfico del término. De
hecho, una de las características de la cultura como un todo es el hecho de
que la cultura necesariamente se aprende y se transmite por aprendizaje
social. La cultura en sentido antropológico, para subsistir, necesita de la
cultura en sentido pedagógico. Y a la inversa: no puede haber cultura en
sentido pedagógico sin una cultura en sentido antropológico, porque ¿qué
elementos culturales se transmitirían entonces? ¿Qué sería lo que se
aprendiera y lo que enseñara? Así pues, vemos como en la transmisión de la
cultura confluyen los dos sentidos o acepciones del término cultura, el
pedagógico y el antropológico, y vemos también como ambos significados no
son contrarios, sino complementarios.
Para comenzar a desarrollar esas cuestiones,
trabajaremos sobre la socialización o
enculturación. una definición general sobre
estos dos conceptos prácticamente
equivalentes sería: la socialización o
enculturación es el proceso de transmisión de los valores, las conductas y
las normas de una determinada cultura que realizan las generaciones de más
edad sobre las generaciones de menor edad. O el proceso de aprendizaje
social por el que la generación de menor edad va adquiriendo la forma de
comportarse y de pensar de la generación de mayor edad, para así poder
adaptarse a desarrollar su vida en esa sociedad concreta. Tiene lugar a lo
largo de toda la vida, pero va decreciendo en intensidad según se va
creciendo, y es más fuerte y eficaz cuanto más joven se es.
Un aspecto muy interesante de esto último es el fenómeno de la
interiorización moral. Es el proceso por el que la generación joven, en los
primeros años de vida, cuando carece todavía de una autoconciencia crítica,
de forma inconsciente y sin darse apenas cuenta, va haciendo suyos todo un
sistema de valores (lo que está bien y lo que no) y de normas relacionadas (lo
que se debe hacer y lo que no). Casi sin
salir del hogar familiar y sin saber a
hablar, aprendemos a distinguir lo bueno
de lo malo y lo que se tiene que hacer de
lo que no. ¿Cómo? Muy sencillo: por un
método que la psicología moderna
denomina condicionamiento. Asociando
las conductas que se desea ver
repetidas a premios, recompensas o estímulos positivos, y a la inversa:
asociando las que no se desea ver repetidas a castigos o estímulos negativos
y desagradables (“sanciones punitivas”). Volveremos sobre estas cuestiones
más adelante.
Ese código de valores pasa a formar parte de nosotros hasta tal punto que
en el futuro, cuando poseamos inteligencia crítica plenamente
autoconsciente, nos constará reaccionar de forma racional ante los valores.
Lo que consideremos bueno o malo, moral o inmoral; lo que pensemos que se
debe hacer respecto de una cosa o de otra será más bien una reacción
emocional e irracional que nos sale de dentro, como podría ser el gusto por
una cantante o por otra, por un equipo de fútbol de Santander o por otro de
Torrelavega.
Dicho sea de paso, el proceso de interiorización moral permite entender
muy bien porque la reacción primaria de las personas es el etnocentrismo. Es
“natural” considerar la cultura propia la mejor, la más desarrollada, la más
elevada, la más humana…; y eso por un motivo tan sencillo y tan evidente
como el siguiente: porque es la nuestra, porque es la que mamamos, como la
leche materna, desde que nacemos, hasta interiorizarla como una parte de
nosotros mismos.
¿Cuál es la finalidad a la que responde el proceso de socialización o
enculturación? Parte de la respuesta ya fue esbozada al inicio de este
apartado. Sin la socialización, sin la enculturación, ninguna cultura puede
sobrevivir. Para que una cultura sobreviva, es necesario que sus miembros
más jóvenes la adquieran para así mantenerla viva en una cadena continua.
Aquella cultura que no socialice a sus miembros más jóvenes desaparecerá,
porque éstos sin duda serán aculturados; y socializados a continuación en
una cultura diferente (porque
seres humanos que no
adquieran ninguna cultura, no
existen).
Desde otro punto de vista,
¿para qué le sirve este proceso
a los individuos? También ha
sido parcialmente contestado
en la primera pregunta. Sin
este proceso, los individuos no podrían adaptarse ni desarrollar su vida y su
individualidad en la cultura en la que nacen. Todos los individuos necesitan
socializarse para poder convertirse en personas, en individuos plenamente
humanos, pues la posesión de la cultura es imprescindible para poder
conseguir este objetivo.
ENCULTURACIÓN, SOCIALIZACIÓN Y APRENDIZAJE
Llegados a este punto, vamos a detallar en qué consiste el proceso de
socialización, enculturación o aprendizaje con más elementos de análisis. En
concreto, nos interesa la respuesta a estas dos preguntas, relacionadas a su
vez entre sí: ¿En una cultura, quién socializa a quién? ¿Con qué
procedimientos de aprendizaje –desde el punto de vista psicológico- se lleva
esto a cabo?
Con respecto a la primera pregunta, hay tres posibles respuestas: la
socialización puede ser vertical, horizontal u oblicua. El primero de los
casos, el de la socialización vertical, es el más evidente. Se trata del
proceso de socialización en el que el grupo social que se encuentra en una
situación de dominio por motivos de edad o motivos jerárquicos, socializa al
grupo que se encuentra en una situación subordinada por esos mismos
motivos. Los dos ejemplos más típicos de socialización vertical son el que
tiene lugar en el seno de la familia, de padres (o abuelos, o tíos, o hermanos
mayores) a hijos, y en las instituciones educativas (de profesores a
alumnos). Es vertical porque el proceso fluye de arriba abajo, aunque
también de abajo hacia arriba se produce una cierta socialización, si bien
mucho menor (el caso en el que los hijos hacen modificar valores y actitudes
a sus padres, o los alumnos enseñan elementos de su forma de vida a los
profesores, por ejemplo).
La socialización horizontal tiene lugar entre los individuos de un grupo cuyas
relaciones internas no sean jerárquicas, sea por compartir la misma edad, el
mismo trabajo o las mismas aficiones. Sería el caso en el que los jóvenes se
enseñan cosas entre ellos, comparten valores y estéticas entre ellos; el caso
en el que los profesores –o los taxistas, o los aficionados a las setas-
comparten conocimientos, esquemas
de valores… Es horizontal porque
fluye igualitariamente entre todos sus
miembros, y todos enseñan y todos
aprenden. Si hubiera un joven
encargado de socializar a todos los
jóvenes del instituto en los valores y
la estética de la juventud, pagado por
el ayuntamiento, por ejemplo, sería un caso de socialización vertical, no
horizontal.
Un caso peculiar de socialización, muy característico de la civilización
occidental, es la socialización oblicua. No se adquiere de forma directa de
otras personas, sino a través de las figuras que aparecen en los mass-media,
especialmente los de carácter visual (la televisión, el cine o internet; por
eso es característica de Occidente, donde más fuerza y relevancia poseen),
cuyos valores, estéticas, formas de expresión, etc. son imitadas por las
personas que se encuentran sometidas a su influencia, o sea, todas.
Respondamos ahora a la segunda pregunta. ¿Cuál es el mecanismo
psicológico por el que los individuos aprenden los diversos elementos
culturales? Simplificando enormemente, podemos hablar de tres tipos de
aprendizaje: aprendizaje por imitación, aprendizaje por condicionamiento y
aprendizaje racional. El primero de ellos es fácil de distinguir: es el
aprendizaje que consiste en repetir la estética, norma moral, valor, forma
de expresión, etc. que se contempla en otro individuo. Todos los primates
superiores son capaces de aprender por imitación, y nosotros, los más
inteligentes de entre todos ellos, mucho más. Todos se relacionan entre sí,
porque es evidente que, cuanto más inteligentes, más capaces de imitar
conductas más complejas.
Ni que decir tiene, y así se dijo líneas atrás, que es el aprendizaje sobre el
que descansa la socialización oblicua. También es un tipo de aprendizaje en
el que en buena medida se basa la socialización horizontal; es muy evidente
que un adolescente imitará la forma de vestir de un amigo suyo, o
compartirán ropa, antes que fijarse en la de sus profesores.
El aprendizaje por condicionamiento es el aprendizaje basado en reforzar
las conductas que se desea mediante premios o refuerzos positivos de todo
tipo; o reprimir las conductas que no se desea ver repetidas mediante
castigos o refuerzos negativos de todo tipo. Es el mecanismo con el que se
enseña a los perros a dar la pata, o a los burros a caminar a la voz de
“¡arre!”. Aplicado a los niños: “nene, eso no se toca, caca, papá no te quiere”;
o bien “si eres bueno y te comes toda la sopa, mamá te va a leer un cuento
muy guapo sobre animales”.
Aquí cabe realizar una reflexión en la que sin duda ya habías caído.
Evidentemente, la interiorización moral se basa fundamentalmente en este
tipo de aprendizaje, que no requiere reflexión y sí obediencia. Es también el
aprendizaje típico de la socialización vertical por lo que respecta a la
socialización en el seno familiar y a los primeros años de vida en general. Es
muy eficaz, porque permite enseñar muchas cosas en poco tiempo y con poco
esfuerzo, pero tiene los defectos que ya vimos: no permite valorar ni
adaptar de forma crítica y reflexiva a las posibles nuevas circunstancias los
conocimientos adquiridos.
No obstante, el aprendizaje más
característicamente humano es el
aprendizaje inteligente. Se basa en las
facultades racionales del ser humano,
especialmente en el lenguaje, e implica
el asentimiento consciente del sujeto
que aprende, que es socializado.
En la socialización vertical, a partir de
ciertas edades, es el único que puede funcionar; en las instituciones
educativas no debería enseñarse de otra manera. También es característico
de la socialización horizontal. Tiene el inconveniente de ser lento y a menudo
cuestionado por el sujeto que es socializado; sin embargo posee una serie de
maravillosas ventajas: es plástico, es creativo, es consciente, es
modificable, es adaptable sobre la marcha… Es el aprendizaje que permite
el cambio y la transformación cultural, el que permite el enriquecimiento y la
creatividad humanas, y la evolución de las formas culturales; es el
aprendizaje verdaderamente humano, crítico y constructivo (es curioso que
muchos alumnos renuncian voluntariamente a él, acudiendo al llamado
empolle sin ningún tipo de comprensión ni reflexión interna –es decir: a un
modelo de aprendizaje por imitación).
EVOLUCIÓN Y DIFUSIÓN CULTURAL
A pesar de que, como ya vimos, el propósito general de los mecanismos de
socialización es evitar el cambio y la transformación culturales, para que la
cultura sobreviva, idéntica a sí misma, tarde o temprano, el cambio cultural
acaba produciéndose. No hay cultura que no sufra cambios y
transformaciones. Algunas de ellas son más estables y otras son más
dinámicas, pero todas ellas, sin excepción terminan por experimentar una
evolución en sus formas culturales. La cultura occidental, por ejemplo, es de
las más dinámicas, y seguramente en estos tiempos ese dinamismo se
encuentra enormemente acrecentado. La cultura de los yanomamo sin duda
es más estable, pero es cuestión de tiempo que termine por verse
modificada respecto a la descripción que de ella leímos.
Los mecanismos por los que las culturas sufren transformaciones y
experimentan cambios son dos; pero en cualquier caso el cambio cultural
implica una adaptación a un nuevo contexto cultural o natural; si este medio
permanece estable, la cultura no tiene por qué cambiar. Una superpoblación
de seres humanos que amenace con matarlos de hambre exigiría cambios en
las formas tradicionales de producir alimentos que antes bastaban para
menos personas; o la presencia de viajeros con hábitos distintos plantea
problemas latentes de moral que antes quedaban ocultos (por poner dos
ejemplos reales: el primero sucedió en la Isla de Pascua; el segundo, en la
España en la que las suecas se ponían en biquini en las playas).
El primero de ellos es el de la evolución cultural, que no es sino la
manifestación de la presencia de fuerzas internas y de pluralidad en el seno
de cualquier cultura. En unas más y en otras menos, en todas las culturas
existen minorías que presentan alternativas culturales y que pueden pasar
de ser contraculturales o subculturales
(y por lo tanto minoritarios) a ser
plenamente culturales y mayoritarios.
Por ejemplo, sin ir más lejos, el
monarquismo furibundo era, en la
España franquista de antes de ayer, un
exotismo, y claramente contracultural –
podía llevar a la cárcel. Hoy en día es
norma, y todos compiten por ser a cada
cuál más monárquico. El mismo juicio
podría hacerse respecto del
democratismo de nuestra sociedad. La
respuesta a un cambio en el contexto histórico de la España contemporánea
llevó a un cambio cultural de valores, cambio producido por evolución
interna.
En realidad, es difícil separar la evolución interna de la difusión cultural. La
difusión cultural provoca en las culturas que entran en contacto con ella la
adquisición de elementos culturales de una cultura extraña, haciéndolos
como propios. Está claro que las relaciones comerciales, los viajes, el
consumismo y los mass-media, estimulan en una enorme medida la difusión
cultural, si bien hoy en día esta tiene casi
una única dirección: de la cultura occidental
norteamericana al resto del mundo (y de las
culturas más poderosas a las más débiles).
Decimos que ambos aspectos se encuentran
relacionados, porque a menudo el empujón
para la evolución interna lo da la difusión
(los ideales democráticos en España,
también difundidos desde la Europa civilizada). En cualquier caso, son
muchísimos los ejemplos de la difusión cultural: desde el lenguaje lleno de
términos ingleses, hasta los pantalones vaqueros, pasando por los tomates,
el tabaco, las patatas, el café, el rock, etc. Y una aspecto, ya mencionado
anteriormente, debe quedar muy claro: el quietismo cultural es imposible; si
una cultura es incapaz de evolución interna, la difusión cultural la hará
cambiar, o más fácilmente, desaparecer.
Para finalizar con este apartado, quedaría el realizar una reflexión general
sobre el sentido de la historia cultural humana. Llega el momento de
preguntarse por el sentido general de la marcha de la cultura humana,
marcha que, recordémoslo, comenzó modestamente hace algo más de dos
millones de años con los humildes chopers y los Homo Habilis. La pregunta
que vamos a hacernos es una pregunta de filosofía de la historia: ¿hacia
dónde camina la evolución cultural humana? ¿Tiene algún sentido la evolución
cultural humana, algún patrón que nos permita ver su marcha general?
Un punto de vista característico sobre estas cuestiones es el del
evolucionismo unilineal. Este punto de vista sostiene que la cultura humana
evoluciona desde una mayor pluralidad cultural hacia una menor pluralidad y
diversidad cultural. Por utilizar una comparación tomada de la biología, del
mismo modo que el planeta tierra está perdiendo continuamente
biodiversidad, también está perdiendo riqueza y variedad cultural. Todas las
culturas caminan hacia su absorción por la cultura dominante, que de la mano
del consumismo, el capitalismo y los mass-media, está invadiendo el planeta
entero: la cultura occidental, en su versión estadounidense.
En cierto sentido, este punto de vista coincide con el de un pensador alemán
del siglo XIX llamado Hegel, quien sostenía que la historia humana es la
historia del despliegue y el desarrollo de la razón humana. Puesto que la
razón humana es única, lo racional
sólo puede ser una cosa, y tiene
que acabar por triunfar. Por eso
se impone la cultura occidental,
por ser la más racional, la más
poderosa, la más rica, la más
tecnológica (su éxito es la
demostración de su racionalidad;
lo irracional es falso y no puede
triunfar a la larga). Por eso
triunfa la democracia liberal
burguesa y el capitalismo de
mercado con su peculiar sistema de libertades; ese es el destino cultural
común al que toda la humanidad se verá abocada, tarde o temprano. Ahora
bien, ese triunfo de la razón lleva tiempo, pasos adelante y atrás, y
constantes enfrentamientos (de ahí la crisis y enfrentamientos con el
mundo árabe, que no puede oponerse al poder de Occidente y no está
dispuesto a aceptar su visión cultural del mundo, aunque sin duda esta
acabará por triunfar). Ni que decir tiene que este punto de vista está
bastante de acuerdo con muchos de los puntos de vista del etnocentrismo.
Una variante de la hipótesis anterior la constituye el llamado evolucionismo
multilineal. Según esta teoría, la evolución y el cambio cultural mantienen la
riqueza y la diversidad cultural humanas. No hay pérdidas netas de
diversidad cultural, aunque el cambio y la transformación sean constantes.
La mejor forma de entender su punto de vista es con un ejemplo. Los
romanos, al conquistar toda la cuenca mediterránea e imponer el lenguaje
latino, sin duda destruyeron una enorme cantidad de lenguas locales. En
España, sin ir más lejos, acabaron con las lenguas celtas e íberas. Sin
embargo, automáticamente, el latín se rompió en un sinfín de dialectos como
el francés, el toscano, el provenzal, el dálmata, el rumano, etc. En esos
dialectos se escribieron obras como El Quijote o La Divina Comedia, pasando
por el Cantar de Mio Cid o La Canción de Roldán. ¿Es eso pérdida de
diversidad cultural o empobrecimiento cultural? De ninguna manera.
Además, también es difícil determinar que sea una sola línea cultural la que
determine la evolución cultural futura. Hay otras civilizaciones lo bastante
sólidas como para asumir una enorme cantidad de elementos culturales
occidentales sin perder su identidad. Desde luego, es una teoría muy
razonable.
Todavía habría un tercer punto de vista: el polimorfismo cultural. El
polimorfismo cultural defiende que la cultura humana camina cada vez hacia
una mayor diversificación, cada vez hacia una mayor diversidad y pluralidad
cultural. Si el evolucionismo unilineal contemplaba la evolución cultural
humana como un árbol en el que un montón de raíces confluían en un tronco
común, el polimorfismo pensaría más bien en un tronco del que salen cada
vez más ramas. El aumento de seres humanos es a su vez un aumento de su
diversidad cultural.
Hay un par de detalles históricos que de alguna manera refuerza su punto
de vista. Desde luego que hoy en día existen en el planeta Tierra un
sinnúmero de lenguas y dialectos; pues bien: todos ellos surgieron de un
tronco lingüístico común. Y por supuesto, toda la increíble diversidad
tecnológica humana se viene desarrollando desde un único y solitario
artefacto: el choper. Sin embargo, es un punto de vista más difícil de
defender para el mundo contemporáneo y sus procesos de globalización
impulsados por los mass-media, cuya tendencia general es, en principio,
unificadora y homogeneizadora. Según esta, habría más masa humana, no
más seres humanos plurales.
Tan sólo un ejemplo: ¿qué porcentaje de las páginas de internet, sobre el
total, están en inglés? ¿Qué porcentaje en swahili –lengua de varios cientos
de millones de personas-?