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  • LUCIO ANNEO SNECA (4 a. C. 65)III

    Ciento o ms aos te agobian; pues bien, llama a cuentas a tu existencia; computa qu porcin de

    este tiempo se te llev el acreedor; qu porcin la amiga, qu porcin el rey, qu porcin el cliente, qu

    porcin tomaron las charlas con tu mujer, qu parte la correccin de los esclavos, qu parte las caminatas

    por la ciudad en cumplimiento de los deberes de la cortesana; aade a esta suma las enfermedades que t

    mismo provocaste; aade el tiempo que sin provecho discurri, y vers cmo tienes ms pocos aos de los

    que cuentas. Haz memoria de cuntas veces perseveraste en el propsito, de cuntos das transcurrieron con

    la destinacin que les asignaste, de cundo sacaste provecho de ti mismo, de cundo tu rostro mantuvo una

    tranquila dignidad, de cundo tu alma no sucumbi a la cobarda, de cuntas obras terminaste en tan largo

    plazo de vida, d cuntos te la defraudaron sin que t sintieses la prdida, cunto de ella te rest el dolor

    vano, la necia alegra, la codiciosa avidez, la conversacin complaciente, y cun poco se te dej de lo que

    era tuyo. Entonces comprenders que tu muerte es prematura.

    Cul es la causa de todo esto? Que vivs como si tuvierais que vivir siempre; que nunca os viene a

    las mientes la idea de vuestra fragilidad; que no meds el tiempo que ya ha transcurrido; lo perdis como si

    tuvierais un repuesto colmado y abundante, cuando, por ventura, aquel mismo da de que hacis donacin a

    un hombre o a una cosa, ser para vosotros el ltimo.

    VIII

    Acostumbro maravillarme de ver cmo algunos piden tiempo, y que aquellos a quienes lo piden son

    muy fciles en darlo. Unos y otros hacen caudal de aquello por lo cual piden el tiempo, pero ninguno hace

    caudal del tiempo mismo. Pdese como nadera y como nadera se da; se juega con la cosa ms preciosa del

    mundo; y lo que engaa es ser el tiempo incorporal, que no impresiona la vista, y por eso se le tiene por cosa

    despreciadsima, o mejor, de valor nulo.

    Nadie restituir los aos, nadie te los devolver. Seguir su camino la edad y no modificar su

    direccin ni atajar su andadura; ningn ruido har, ni te dar aviso de su velocidad; avanzar con pies de

    fieltro. Ni mandato real ni favor del pueblo pondrn su meta ms lejos; correr con la misma prisa con que el

    primer da se lanz a la carrera; no se equivocar, no se detendr. Qu pasar? Que t estars descuidado y

    la vida se apresurar y luego se presentar la muerte a cuyo poder, lo quieras o no, sers entregado.

    Lucio Anneo Sneca, De la brevedad de la vida (58), III y VIII.


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