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    L M IG R IO Ny S U S N R R IO N E S

    Rodrigo Garca de la Sienray Raquel Velasco COORDINACIN Y EDICIN)

    liter l pu lishing

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    LA MIGRACION SUS NARRACIONES

    Rodrigo Garca de la Sienra y Raquel Velasco COORDINACIN EDICIN)

    liter l pu lishing

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    Diseo de portada e i nteriores: DM

    Primera e dici n 2014

    Todos los derec hos reserva dos

    2013 Ro driga Ga rca de la Sienra y Ra quel Velasco Go nzlez 2013 Litera l Publishing

    5425 Renwick Dr.Houston, Texas 77081www.literalmagaz ine.com

    ISB~: 97 8-0-9897957-6-0

    Ning una p arte d el contenido de est e libro puede repro ducirse, a lmacenarse

    o trans mitirse de ni nguna forma, ni por ningn medio, s ea ste electrnico,qumico, mec nico, ptico , de grabacin o de fot ocopia, sin el permiso dela casa e ditoria l.

    Printed and made in USA

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    ndice

    Presentacin

    Rodrigo Carca de la Sienra, Raquel Velasco

    La ciudad enAl otro lado, de Heriberto YpezRosa Mara Burrola Encinas 13

    La espera, lo imposible, la ajenidad.La figuracin heterogenia de Don Diego de Zama

    Norma Anglica Cuevas Velasco 33

    Sujeto migrante/migracin subjetiva.El hablador, de Vargas Llosa

    Rodrigo Carca de la Sienra 59

    Minar la escritura: Mitoy oralidad enEl zorro de arribay el zorro de abajo, de Jos Mara Arguedas.La movilidad del sujeto migrante.

    Mayco Osiris Ruiz 85

    Migracin: una pica de la hegemona culturalBryan Klett Carca 103

    Migraciones intelectuales: el grupo VueltaMalva Flores 127

    La dispora y el muroRaquel Velasco 157

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    igraciones intelectualesel grupo Vuelta

    Malva Flores

    ... heme aq u, aunq ue privado de mi pat ria, de vosotros y de

    mi casa, y aunq ue se me ha arrebatado to do cuanto qui tarme

    se pudo, sigo acom paado, s in emb argo, de mi ingenio y del disfruto; ningn derecho pudo el Csar tener sobre l.

    OV IDIO

    La historia podra comenzar en cualquier parte e incluso re -montarse a un periodo lejano de la humanidad. Unos sesen -ta mil aos atrs, segn han precisado los cientficos, alguna

    de las todava impredecibles regiones africanas sera testigo dedos hechos tan sorprendentes como trascendentales: el pri -mero, ya se sabe, tiene que ver con el origen y aparicindel horno sapiens sobre la superficie terrestre; el segundo,no menos extraordinario y acaso simultneo al primero, se

    refiere a su impresionante traslado que, a partir de una pri -mera situacin nmada, derivara en la ocupacin de todoterritorio habitable. La genealoga de las migraciones, dis-crepancias aparte, podra te rier en este primer gran aconte -cimiento su esplendor y decadencia .

    Miles de aos ms adelante, un pequeo pueblo situadoen la frontera franco-espaola, presenciara uno de los ac-

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    tos ms simblicos del desplazamiento, de su forzosa exis-tencia pero tambin de la fascinacin que convoca para lahistoria de los intelectuales del siglo pasado. La historia, eneste caso, comienza en 1933, ao en que Walter Benjaminabandona Alemania, y se prolonga, no sinllevar de por me-dio una larga serie de penurias econmicas y espirituales,hasta su huida de Francia, donde se haba asentado, en elao 1940. La ancdota, a partir de aqu, es bien conocida:tras una penosa travesa por las montaas, Benjamin llegaa Port-Bou junto con un grupo de personas guiadas poruna mujer de nombre Lisa Fittko. La intencin de Benja-min, luego de ingresar aterritorio espaol con ayuda de unavisa norteamericana obtenida gracias a las gestiones de MaxHorkheimer, era la dellegar a Nueva York en donde lo es-peraban, en un departamento instalado en las mrgenes delHudson, sus amigos Gretel y Theodor W. Adorno.

    Desde su arribo a tierras norteamericanas, los Adornohaban madurado largamente la idea de trasladar a Benja-min al otro lado del Atlntico. Alabando el aura surrealistaque impregnaba la ciudad, Gretel intentara persuadir al fi-

    lsofo en varias ocasiones de que su vida trascurrira en eselugar de un modo similar a como ocurra entre las arcadasparisinas. Sin embargo, es preciso sealar que el traslado alos Estados Unidos no terminaba de convencer completa-mente a Benjamin. Preocupado por las dificultades econ-micas y por la situacin cadavez ms dura en una Europaasediada por los nazis, habr de preguntarse si lasclavesde un mejor futuro no le aguardaran en Israel, en donde loespera su otro gran amigo, Gershom Scholem.

    Finalmente, el destino - o la fatalidad - terminarnpor arrastrarlo a Port-Bou aquel 26 de septiembre de 1940.

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    Como se sabe,un desafortunado cambio de administracinocasion el cierre de la frontera y el desconocimiento de lasvisas de entrada. Desmoronado fsica y anmicamente, Ben-jamin opt, quiz, por la solucin ms trgica: el suicidio.En el inventario realizado ms tarde por las autoridades, nose encontraron rastrosdel portafolios que, segn testimo-nios de Lisa Fittko, Benjamin atesor celosamente durantela travesa y cuyo contenido le resultaba ms importanteque su propia vida. A miles de kilmetros de all, sus ami-gos lo esperaran en vano. Tiempo despus, Adorno habrade recordar de esta manera el impacto de las malas noticias:

    Cuando en el otoo de 1940 recib en Nueva York la noti-cia de su muerte, tuve real y muy literalmente la sensacinde que con esta muerte, que interrumpa la conclusin deuna gran obra, se le haba quitado a la Filosofa lo quemejor hubiera podido desear. Desde ese momento, hecontemplado como una tarea esencial hacer todo lo posi-ble, en la medida de mis dbiles fuerzas, para elaborar loque qued de su obra y, frente a sus posibilidades, slo es

    un fragmento, hasta poder dar una idea de tal potencial.(1995: 81-82)

    El desdichado fin de Benjamin, la estampa de su muerte yde su vida toda, nos pone de frente a un smbolo del fin dela modernidad. Su caso acrisola la temperatura del siglo xx:desde la irona que supone la existencia de un flaneur, des-preciado sistemticamente por las instituciones acadmicasy que a su m uerte se convierte en uno de los autores mscitados por la academia y sus especialistas; pero tambin delos desgarramientos polticosy las tensiones histricas que

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    vieron, en el siglo que recin termin, el advenimiento y ca-da de dos de las ms graves mitologas polticas , en palabr asde Francois Furet (1995): el fascismo y el comunismo, qu e,entre muchas otras consecuencias, implicaron los desplaza -mientos, tanto territoriales como int electuales, de un nmer otan grande de personas como los habitantes de Occident e.

    Es necesario precisar, sin embargo, las diferencias entr elos tipos de desplazamientos llevados a cabo por los ser eshumanos. En el caso del H omo sapiens, donde la dispersinse ve imp elida por la necesidad de descubrir nuevos terri-torios con finalidades casi siempre ligadas a la subsisten-cia, nos encontramos frente una de las manifestaciones m stempranas de un fenmeno inevitablemente impregnadopor resonancias bblicas: el xodo.

    El caso de Benjamin, ms trgico y ms complejo, pue-de leerse en varios momentos. El primero se remonta hastaaquel 1933 en que el filsofo abandona su patria persuadidopor el cariz cada vez ms oscuro de los acontecimientos qu ese suscitaban a su alrededor. En dnde se inscriben, pues,las acciones de Benjamin? Por una parte, latoma de concien-

    cia de los tiempos difciles que se avecinaban y la posteriordecisin de abandonar Alemania, implican un desterrarse as mismo; pero la existencia de factores externos a la volun-tad d el filsofo, de todo ese trasfondo de adversidades qu ele significaba el ascenso del antisemitismo, comprometen l alibertad de su eleccin volvindola casi obligatoria y tran s-formndolo, en ms de un sentido, en desterrado.

    Junto al ostracismo, tan popular entre los atenieses, eldestierro ha sido entendido como una prctica en la que l avoluntad de un tercero influye para que una persona o gru-po de personas tenga que abandonar un determinado lugar.Es cierto que el primero se relaciona, casi siempre, con un

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    hecho individual, pero las causas y los motivos por los cua -les se produce, permiten emparentarlos . No deja de ser sig-nificati vo que la palabra exilio, ligada m s bien a una actitudideol gica, guard e, a su vez, un e strecho vnculo con las an-teriores. S e llama exiliado a todo aqu el indi viduo obligadoa abandonar su pas por razones poltic as o ideolgicas. Sise revisa el caso de lo s exiliados republicanos espaoles, po-dr ad vertirse que la derrota de la R epblica y el ascensodel franquismo suponen un cambio d e ideologa poltic aen Espaa qu e obliga a los vencidos a salir de su tierra. Lomismo puede decirse con respecto a Benjamin y al resto delos judos desplazados por la lleg ada de los nazis al poder .

    Como podr advertirse, cada uno de estos conceptos seestablecen y redondean de acuerdo con las razones que losoriginan. Todos, sin embargo, resultan emparentados porel vnculo comn del traslado, de la migracin , y las causaspor las que se producen determinan su especificidad, si bienes posible que esas causas no impliquen siempre un trasfon-do poltico o ideolgico .

    Los ejemplos que hemos consignado implican, sobre

    todo, una migracin fsica, es decir, un traslado. Sin em-bargo, existen otro tipo de desplazamientos, no necesa-riamente fsicos, propiciados por un cambio de postura uorientacin en el terreno de lo que podramos denominarel mbito intelectual . Ese tipo de mo vimientos, estas mi-graciones int elect uales, registran, por as decirlo, un dobletraslado. El primero, de naturaleza fsica , tiene que ver conel desplazamiento hacia la conformacin de grupos o cen-tros de trabajo int electual que permiten la convivencia deideologas ms o menos parecidas . Las revistas, en muchasocasiones verdaderos refugios de e xiliados -polticos ono-, son el ejemplo ms claro de esta situacin. El segun-

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    do, de carcter ms bien ab stract o, se refiere una suerte d e migracin de creen cias , a travs de la cual un int electu alaband ona una postura ideol gica determinada para tra sla-darse haci a alguna otra .

    El plano in estable en el que podemos ubicar las tensio-nes que se desprenden d el ejercicio de este traslado pu edellevamos a pensar que e xiste, como qu era ngel Rama, unatransculturacin R ama, 1987: 29).

    La desgarradura d el sujet o que emigra, bien por ex ilio,auto exilio o destierro, implic a naturalmente la exposicinde varias etapas que apuntan fin almente a la imbricac in decultu ras: la del que ll ega y a la qu e se llega. Refiri ndose a lcaso de Jos Mara Argueda s, Cornejo Polar establ ece qu e

    el migrant e, aunque tambi n mestizo en una ampli aproporcin, se instalar a en dos mundos de cierta m a-nera antagnicos por su s va lencias: el ayer y el all , deun l ado, y e l hoy y e l aqu , de otro, aunque ambas po-siciones es tn ine vitablem ente teidas la una por la otraen permanente pero cambi ante fluctuacin. De esta

    suerte, e l migrante habl a desde dos o ms lo us y - mscomprometedorament e an - dupl ica o multiplica ) landol e misma d e su condici n de sujeto. Es probabl e,entonces, que l a confi guracin de sujetos, discur sos yrepresentacion es plur ales e n la obra de Arguedas tengams de una relaci n, en al gn m omento decisiva, con sucondicin de mi grante. (1994: 209)

    Cuando un mi grante se niega a reunir fin almente en un solosujeto al qu e habla d esde e sos dos lo us cuando su trans-plant acin, s u dislocaci n, perman ece ina lterable c omo un afractura anmi ca, una suert e de esquizofrenia intelectual

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    ocurre y la transcultura cin se vu elve imposible. Pero quocurre cuando el sujeto migrante, reunido con otros de sumisma condi cin, entabla una batalla para refrendar su con-dicin anm ala, disidente? En el mbito de la cultura, sue-le fundar una revista que con el paso d el tiempo cohesionaproyectos culturales pero tambin inquietudes int electuales.

    MIGR AC ION ES, R EDES Y REVISTAS: EL GRUPO VU ELTA

    La crtica sobre los procesos de despla zamientos y migra-ciones es tan amplia como los mismos procesos. En losltimos tiempos, y para el caso particular de la historia yliteratura latinoamericanas, la reflexin sobre las distintasmigraciones, sus efectos y caractersticas en relacin conla literatura, ha producido una vasta bibliografa.' Por suparte, desde hace ya varios aos se han realizado estudiossobre las revistas como el centro desde donde se establecenredes int electuales que afectan, inciden y modifican el cam-po cultural y que, como toda red, pueden ser vistas como

    configuraciones transfronterizas de apo yo Pita: 2009).El carcter vehicular de las revistas Sheridan : 1985) permi-te tal fenmeno, pero la red que las publicaciones tejen es

    Vase, por ejemplo, The P olitics o] Exile in Latin Ame rica (2009) de LuisRoniger y Mario Sznajder. En 2006 apareci P otica s de la distancia. A dentr o yafuera de la literatura argen tina , editado por Sylvia Molloy y Mariano Siskind;Suje tos en trnsito : (in)migracin , exilio y dis pora en la cu ltura la tinoa mer ica-na (2003), editado por lvaro Fernndez Bravo, Florencia Garramuo y SalSosnowski; The Other Latinos : C entr a l and South Americans in the Unit ed Sta tes,de Jos L~is Falconi y Jos Antonio Mazzoti (2007); El norte y el sur de M xicoen la diversi dad de su liter a tura, Norma Anglica Cuevas y Raquel Velasco, eds.(2011 ), Po tica s de los (dis) locamientos, de Gisela Heffes, ed. (2012), entre muchosotros aparecidos durante este comienzo de siglo.

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    una doble malla: la que uneal grupo con el campo culturaly la que sostiene y da cohesin al ncleo ms importante desus colaboradores.

    Las revistas son pues el sitio de un combate intelectualo esttico, pero tambin un mapa de las relaciones intelec-tuales, con susclivajes de edad e ideologas, una red de co-municacin entre la dimensin cultural y la poltica (Sarlo,1992: 15).

    Si bien no podemos olvidar que Repertorio Americ a-no, editada por Joaqun Garca Monge entre 1919y 1958,signific un esfuerzo titnico donde se intent reunir la di-versidad del continente, las revistas culturales latinoameri-canas tuvieron suauge entre las dcadas 70y 80 del siglopasado, pero desde principios de siglo fueron una fuente deirradiacin intelectual, en muchos casos arropada en cierto editorialismo militante't.?

    Aunque suestudio y revisin son relativamente cerca-nos a nuestros das y, en general, el tema ha sido tratado

    El fin de siglo XIX y e modernismo vieron e nacimiento de una buena

    parte de las revistas hispanoamericanas ms importantes. Con la aparicin de lasvanguardias, nace tambin lo que Fernanda Beige denomina como editorialis-mo programtico . Aunque no en todas ellas ocurri este fenmeno, -caracte-rizado por un editorialismo militante cuyos productos, generalmente, servancomo terreno de articulacin entre la poltica y la literatura (2003: 108) -, valela pena mencionar, en Argentina: Babel (1921), Pri sma (1921), Proa (1922), Re-novacin (1923); Martn F ierr o (1924), Clarida d (1926), Qu (1928), A Partir deCero (1952). En Mxico destacan Irradiador (1924), Horizonte (1926), MxicoModerno (1920), Falange (1922), Ulises (1927), Contemporneos (1928), Cuader-nos Americanos (1942). En Per: Boletn Titikaka (1925) y Amauta (1926). EnUruguay: Alfar (1929). En Brasil, Fo lha Acadmica (1928), Ca dernos de NossoTiempo (1953) YRevista Brassiliense (1956); En CostaRica: Repertorio Americano(1919). En Chile: Claridad (1920), Flechas (1924), Caba llo de Bastos (1925), Dna-mo (1925), Pro, Vital, Total (1934, 1935 Y 1936, respectivamente). En Cuba: Social(1919) , Cart eles (1919) y Revista de Avance (1927). Terminada la poca de lasVanguardias pueden destacarse, en Argentina: Sur (1931), Con tempornea ( 1948),

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    con mayor amplitud por losestudios realizados en el conosur del continente, deben consignarse amplios trabajos so-bre revistas particulares como Sur y The Rol e of Mexico'sPlural in Latin American Literary and Political Cultur ede John King (1989y 2007, respectivamente), los libros deGuillermo Sheridan sobre Contemporneos y Examen, yun buen nmero de estudios agrupados en volmenes quabordan este tema.'

    No podemos dejar de mencionar que muchas de estasrevistas funcionaron tambin como una casa que conjuntun buen nmero de escritores de distintas nacionalidadescon un propsito comny que, en el terrible panorama po-ltico de Latinoamrica bajoel yugo de las dictaduras querecorrieron el siglo pasado, se alzaron como la voz de ladenuncia.

    Para nuestro caso, resulta ejemplar la conformacin deun grupo que se reuni en torno de Octavio Paz en dosrevistas: Plural y Vuelta. Por la duracin de la ltima deellas (veintids aos) y por su papel en el campo culturalmexicano, a sus miembros ms cercanos se les conoci y

    an se les llama,el Grupo Vuelta. Su historia general hasido

    Po esa Buen os Aires (1950), Contorno (1953), Semanario M ar cha (1959). En M-xico: Examen (1932), Tal ler (1938), El H ijo Pr digo (1943), Pl ural (1971), Vuelta(1976), adems de Cuadernos Ame ricanos, Revista de la Universida d y Nexos . EnChile: Mandrgora (1938). En Per:' Las Mora das (1947) y Hora Zer o (1970). EnCuba: Orgenes (1944). Despus de la Revolucin Cubana: Lunes de Revolucin,Casa de las Amricas (1960), El Caimn Barbudo (1966). En Colombia: Espira l(1944) Y Eco (1860 Y 1983), entre otras muchas aparecidas en distintos pases.Otras revistas importantes, realizadas por hispanoamericanos fuera de continentefueron Mundo Nuevo (1966) YLibre (1971).

    3 Son importantes los trabajos y compilaciones realizados por Claude Fellpara el CRICAL (19~2), e de Sal Sosnowski (1999) y e de Regina Crespo (2010),entre otros.

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    ya planteada envarios estudios, pero aqu nos referiremosparticularmente a un aspecto que creemos singular: la con-formacin de un grupo de migrantes , en su acepcin tan-to fsica como intelectual, que desde la disidencia buscaronun refugio y construyeron dos casas, la ltima de las cualestuvo una resonancia notable en el campo cultural mexicanoe hispanoamericano.

    EL GRUPO VU ELTA: UNA G ENEAL OG A INT ELECTUAL

    Cuando Gabriel Zaid public en Vuelt a el artculo Intelec-tuales (1990), fuimos testigos de una definicin que puedeconsiderarse no slo un retrato hablado de Paz-que acaba-ba de obtener el premio N obel- sino, tambin, de la imagenintelectual que los integrantes del grupo Vuelta defendieron.Esto no resulta tan extrao considerando que cuando los in-telectuales definen a Los Intelectuales estn construyendosu propio retrato oel del grupo al que pertenecen (Bobbio,1998).

    Intelectual es el escritor, artista o cientfico que opinaen cosas de inters pblico con autoridad moral entre laslites (Zaid, 1990: 21), fueron las palabras con las queelpoeta regiomontano inici aquel artculo. Independiente-mente de la definicin que a grandes rasgos inclua las di-versas ideas que al respecto se han suscrito desdeel affair

    4 Aparte del libro de King sobre Plural, citado anteriormente, y de las tesis oestudios sobre estas revistas: Octavio Paz y el circu lo de la revista Vuelta (2007),de Jaime Perales Contreras, Vue lta: uma revista de auto r (1995), de Tania Piacen-tini, y The Journal Vuelta and the Emergence of Mexican Neoconservatism (2007), de Avital H. Bloch, en 2011 publiqu un estudio sobre la ltima revista deOctavio Paz, Via je de Vuelta. Est am pas de una re vista (2011).

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    Dreyfus y el Yo acuso de Emile Zola, Zaid public una listade aquellos que no deban ser considerados intelectualesy que, en pocas palabras, seran quienes intervienen en lavida pblica bien como especialistas, opinando por terceroso los que estn sujetos a una verdad oficial. Asimismo, seincluyen aqu tambin quienes, aun cuando intervienen enla vida pblica (comentaristas, rack stars, peluqueros, etc-tera), no cuentan conel respeto de las lites. Sin embargo,el punto de partida intelectual del grupo Vuelta puede cla-rificarse mejor si se revisa someramente el desarrollo de losintelectuales enel siglo pasado.

    El nacimiento de los intelectuales modernos tuvo su fede bautismo durante los juicios que se llevaron a caboenFrancia a raz del caso Dreyfus, cuya difusin y repercusio-nes entre la opinin pblica francesa dividieron a la nacinya los hombres de letras de aquel momento. Cuando Zola in-tervino a favor del capitn Dreyfus mediante la publicacinde una carta abierta, publicadaen L'Aurore al presidentefrancs, modific para siempre la idea del lugar que tenanen la sociedad los hombres de letras . A partir del desple-

    gado que, a la maana siguiente, firmaran enL'Auror e elmismo Zola, Georges Clemenceau, Marcel Proust, AnatoleFrance, Gabriel Monod, Lon Blum, entre otros -el Ma-nifiesto de los Intelectuales , como se llam aquel docu-mento -, los intelectuales se desempearn como un goznepblico entre el saber, la opinin y la poltica.

    La defensa del capitn Dreyfus publicada por Zola in-cluy una serie de denuncias contra quienes haban conde-nado al militar bajoel cargo de alta traicina la Repblicafrancesa pero, sobre todo, estableci la distancia, es decir, laindependencia del intelectual respecto de los asuntosy laspersonas sobre los que opinaba conel propsito de preser-

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    var el fin primero y ltimo de su encomienda: la exposicinde la verdad y la demanda de justicia. No menos importantefue preveer y hasta exigir, por parte de Zola, el propio yprevisible juicio de sus opiniones a la luz del da , ante untribunal expuesto a la opinin pblica (Zola, 1998: 97-98).

    Dicha opinin pblica fue muy sensible al yo acusode Zola pero que sus pares reconocieran a la nueva especieno fue sencillo: muy pronto losantidreyjusards y la derechanacionalista francesa adoptaron el trmino intelectuales enforma peyorativa. Si podemos considerar, de acuerdo con lahistoria oficial,el surgimiento del intelectual moderno comoel instante en que se advierte por primera vez el verdaderoalcance de la prensa, parece evidente que junto con los pode-res poltico o econmico se destac tambin el perfil de quie-nes detentaban el poder ideolgico y los instrumentos desu accin: las palabras, un poder muy diferente de las armasreales -prerrogativa del Estado- o de la acumulacin delos bienes materiales, privilegio del poder econmico (Bob-bio, 1998). No es extrao entonces que, para caracterizar alos intelectuales que enfrentan cualquier poder ideolgico,

    Edward Said destaque como esenciales los siguientes atribu-tos: conocer cmo se debe usar correctamente el lenguaje ycundo intervenir en el lenguaje (1996: 7).

    Estos rasgos reconocen y privilegian a los individuos queconforman ese grupo, particularmente escritores y filsofos,singularidad que propici la disputa contempornea sobrelos hombres del saber como parte del estatuto intelectual.Por eso no es casual que al describir las diferencias entre loscientficos y los intelectuales literarios , en Las dos cultu-ras -el artculo que dio lugar a una extendida y agria pol-mica- el nobel de fsica Charles Percy Snow asegurara quelos escritores aprovecharon un momento de distraccin de

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    los dems para tomar el nombre de 'intelectuales', como sno existieran otros (1978: 15). Quiz para evitar la disputa\alrededor del nombre, Michael Walzer ha privilegiado la ta-rea de estos individuos por encima de las capacidades de suintelecto llamndoles crticos sociales (1993). Lo cierto esque, ms all del patronmico, en el origen de la dilatada historia de los intelectuales modernos se reconoce a un asuntode orden blico (el juicio del capitn Dreyfus) como el mo-mento en que, apoyados por la opinin pblica, los hombresde ideas vencieron a los hombres del poder poltico. Este na-cimiento prefigur tambin la batalla de quienes, con las armas de la palabra, enarbolaron la verdad y la justicia como ebastin a defender. No obstante, esta nueva figura del campocultural naci junto con aquellos enemigos que, a lo largo dsu historia, ha tenido que enfrentar: no slo disputa contraquienes detentan el poder sino que, paradjicamente, tam-bin enfrenta a quienes detentan el saber. El campo de batallaha sido, desde entonces, la opinin pblica y el territorioconquistar, allende las distintas razones de la disputa, la legitimidad.

    La historia de los intelectuales de Occidente y su crticaes amplsima. La literatura de y sobre ellos es tan vasta quela sola lectura de alguna de sus listas- siempre incompleta,siempre en renovacin - puede producir vrtigo y ofrecerla idea, no tan insensata, de que la verdadera y nica funcinde los intelectuales ha sido hablar sobre s mismos y entre smismos. Si bien los intelectuales discuten ideas, modos dver el mundo y creencias, tambin es cierto que defienden causas y la energa que los rene se nutre de algo parecidoa la fe. Sin embargo, en su caracterizacin no debe desesti-marse un elemento que por debajo de la fe, las creencias olos compromisos, se cuela subrepticiamente hacia la super-

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    ficie de esa especie. En un artculo sobre la relacin entreJean-Paul Sartre y Raymond Aron, Daniel Bell se pregun-taba sobre la fascinacin de los intelectuales por el marxis-mo y su raz religiosa (1990). Esta respuesta ha sido aducidainnumerables vecesy est contenida en los epgrafes queRaymond Aron utiliz enEl opio de los intelectuales; exis-ten muchas ms, sin embargo, la que ofrece Lewis A. Coserme parece interesante no tanto porel asunto del que trata

    sino por su descripcin implcita de los intelectuales.Coser recuerda queel efecto de la crisis norteamerica-na del 29Yla depresin econmica fueron devastadoras noslo por la prdida masiva de empleo sino tambin porelimperio del caosy la desilusin que hicieron ruinasel mag-nfico edificio de la civilizacin liberal. Es en ese momentocuando muchos intelectuales realizan peregrinajes a laURSSy quedan admirados, fascinados, porel orden y el poderdel estado sovitico, cuya energa, unida a la del resto dela nacin, pareca dirigida a la construccin del bienestarcomn. Coser aade un dato sugerente que alude a lava-nidad intelectual. Aunque eneste caso se relaciona con lasoportunidades que se les ofrecieron a los intelectuales queviajaron a laURSS y cuyos textos de conciencia social pu-dieron ser traducidos para un amplsimo pblico, planteauna idea frtil para entender los mecanismos de actuacinde los intelectuales, sus necesidades y aspiraciones:

    [... ] la mayora de los admiradores intelectuales de laUnin Sovitica parecan capaces de llegar a un pblicoque antes no les era accesible. Sentan que finalmente po-dran comunicar sus ideas agrandes masas de hombres delas cuales antes haban estado separados por restriccionesde clase. La insistente pregunta: Para quin escribe uno?

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    Pareca, finalmente, haber recibido una respuesta ade-cuada: para la humanidad progresista. (1980: 250)

    Los intelectuales intentan hablar para nosotros, los ciudada-nos. Somos nosotros, quienes formamos la opinin pblica,el ncleo de su inters. No hay intelectual a quien le atraigala pasin del eremita y su ntimo anhelo consiste en tenerreservado un balcn lo suficientemente visible en el foro

    del pueblo o, en su gracia, de la humanidad progresista .No obstante, y pese a que nosotros somos o deberamos sersus interlocutores, la reflexin sobre su tarea en la sociedadque les da existencia ha sido un conflicto cuya solucin hantratado de dilucidar los propios intelectuales, de modo queno pocas veces han privilegiado la discusin de su papel porencima de la defensa de los valores universales y de la crticasistemtica de los poderes poltico y econmico. No es dif-cil suponer, entonces, que existan tantas definiciones comointelectuales: clrigos, orgnicos, comprometidos, indepen-dientes, mandarines, liberales, mediadores, universales, es-pecficos, sin mandato, terminales, colectivos, mediticos,globales, filotirnicos, etctera. La definicin de unos ha su-puesto, necesariamente y por contraste, la de los otros; perosus diferencias, siempre mviles, pueden reunirse alrededorde un concepto que no suelen incluir en sus auto definiciones,aunque histricamente los haya determinado: la lealtad. Esteconcepto est presente cuando Zola expone su alegato paraser leal a la verdad y a la justicia y cuando reclama al presi-dente una investigacin leal que establezca los actos y lasresponsabilidades de los culpables. Veinte aos ms tarde, en1927, Julien Benda publicar un libro fundacional en cuyomismo ttulo la lealtad, o ms bien, la falta de ella, est impl-cita: La tr a ici n de los in telec tua les.

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    En cada una de las denominaciones que hemos mencio-nado late imperceptiblemente esa palabra: lealtad, de modoque podramos pensar que para ellos existen slo dos clasesde intelectuales: los verdaderos y los falsos (como queraSartre); es decir, los leales y los traidores (como denunciBenda). El asunto en cuestin es: leales a qu y cmo?Ambas interrogantes -qu y cmo- estn profundamen-te relacionadas entre s; la defensa de distintas causas o valores determina su respuesta. Si pensamos en el motivocentral que llev a Zola a intervenir en el caso Dreyfus -expo-ner la verdad y la justicia, valores universales, en nombre dela humanidad- encontramos delineados los principios quehan defendido los intelectuales desde entonces y, parad-jicamente, lo mismo podran decir, junto con Zola, Sartre,Brecht, Gorki, Aragon, N eruda, Garca Mrquez, ErnestoCardenal y hasta el sub comandante Marcos, vestido poralgunos medios con el ropaje de los intelectuales. La de-fensa de las causas justas puede plantearse tambin como lacustodia de la igualdad de los individuos frente al Estado ocomo la defensa de la utopa igualitaria. No podemos olvi-

    dar, sin embargo, que estas posturas han justificado, en susextremos, el exterminio o a la supresin sistemtica de laslibertades individuales.

    La defensa de valores eternos y desinteresados (la jus-ticia y la razn, fundamentalmente), era prerrogativa de losintelectuales, tarea que para Benda haba sido traicionadapor esos clrigos a favor de intereses ajenos al espritu. Lasubordinacin de estos valores a distintos particularismos (elpartido, la nacin, la raza, etctera) converta a los intelectua-les en idelogos obnubilados por las pasiones polticas. Poreso, para Benda era obligatoria la independencia intelectual,libertad que supone tambin la idea de que el hombre es due-

    MIGRACIONES INTELECTUALES 143

    o y responsable de su propia historia. En este sentido, losintelectuales autnticos conforman una clereca sostenidaen pautas de verdad y justicia cuya actividad no est guiada,como en el caso de los laicos, en la obtencin de ventajasmateriales en relacin con los poderes seculares. Si los inte-lectuales independientes deben ser capaces de refutar estospoderes es posible, a la luz de las ideas de Benda, discernirla figura del intelectual como un ser aparte, alguien capaz dedecirle la verdad al poder, un individuo duro, elocuente, in-mensamente valiente y aguerrido para quien ningn podermundano es demasiado grande e imponente como para nocriticarlo y censurarlo con toda intencin (Said, 1996: 26).

    Estos aos fueron particularmente decisivos para laconstruccin de la idea sobre los intelectuales. Dos aosdespus de la aparicin del libro de Benda, Karl Mannheimpublic Ideologa y utopa, obra imprescindible para el en-tendimiento del tema. Dice Mannheim que esa capa socialque no pertenece a clase alguna, cuando menos relativamen-te, para usar la terminologa de Alfred Weber, es la 'intelli-gentsia socialmente desvinculada' (1987: 137). La historia

    de los intelectuales en el siglo pasado tiene otros puntos dereferencia no menos importantes; sin embargo, en generalparte de estos tres momentos: elYo acuso de Zola, la trai-cin de los clrigos de Benda y el papel de los intelectualesen la sociedad sostenido por Mannheim. A partir de ellos,en coincidencia o refutndolos, se han construido muchasde las definiciones que les siguieron. Hay quienes consi-deran, por ejemplo, que podemos entender esta prolficahistoria encontrando las vertientes que distinguen a losintelectuales caracterizados por Benda frente a los inte-lectuales orgnicos de Antonio Gramsci o quienes ven la

    , ramificacin distinguiendo entre los clrigos y los man-j

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    darine s de Chomsk y, etctera. Las r amificaciones de losintelectuales son, lo decamos atrs, tan variadas como indi-viduos ha y. Ellas suponen modos, formas de actuar y fun-ciones dif erentes, pero implican tambin a grupaciones qu e,en el tran scurso del tiempo, se han aliado a distintas cau sasy, en con secuenc ia, a diversas l ealtades. As tambin , la ideamisma de la agrupacin de lo s intelectuale s ha sido moti vode altercado , sostenido gene ralmente po r los int electu a-les indep endientes , que aun conformando grupos manti e-nen como bandera la autonoma de su crtica, negndos e areconocer alguna lealtad distinta a la de su alejamiento d elos poder es seculares. Sin embargo, como apunt Geor geOrwell, al escritor que se rehsa a vender sus opinion essiempre se le tacha de egosta (2006: 17).

    Los integrantes del grupo Vuelta se consideraron miem-bros de esta estirpe, si bien no constituyeron un grupo sinfisuras. A su interior existieron innumerables divergencia spolticas y estticas, pero se r eunieron en la defen sa de l aindependen cia crtica. Esta defensa puede seguirse en las in-numerables batallas que establecieron y que se renen en l a

    historia de la polmica ms notable d el grupo, alrededor d ela independencia del int electual frente al Estado. Las estan-cias de est a larga disputa pueden verificarse, por ejemplo , enla deri va de la polmica iniciada en Pl ural en 1972, durant ela administracin de Luis Ech everra, y las posturas ant a-gnica s de Carlos Fuentes y Gabri el Zaid. Puede seguirs e atravs de la querella que se inici en 1988, cuando Enriqu eKrau ze public La comedia mexicana de Carlos Fuentes ,y encontrara su ms virulenta e xposicin durante el Colo-quio de Invierno, organizado por la revista Nexos, la UNAMy el Conaculta . Para entender con ma yor claridad esta d e-riva es nec esario recordar que varios de los miembros ms

    MIGRACION ES INTELECTUALES 145

    representativos d el grupo Vuelta fueron testigos de la cadade los dos sistemas totalitarios modernos: el nazi y el comu -nista, pero tambin de su apogeo. En el caso de este grupo,debe sealarse tambin que en su propio campo cultural elmexicano y el latinoamericano), se enfrentaron al pensa-miento hegemnico de la izquierda latinoamericana, la que,curiosamente se autonombraba disidente.

    TRASLADOS CONVERSION ES

    El perfil de los miembros de este grupo nos permite avistaruna migracin con caractersticas peculiares. La primerade ellas, fsica, pues la mayora de sus integrantes distinti vos-por slo hab lar de los miembros de su Consejo Edito-rial, todos el los hispanoamericanos -, son personajes quesufrieron distintos exilio s o cuyo retrato intelectual slo sepuede conc ebir desde el desarraigo . Toms Segovia, Jos dela Colina y Ramn Xirau, son hijos d el exilio espaol; Da-nubio Torres Fierro, Ida Vitale y Enrique Fierro llegaron a

    Mxico perseguidos por la dictadura urugua ya; GuillermoCabrera Infant e, Severo Sardu y y Reinaldo Arenas eran e xi-liados d el rgimen cubano. Otros inmigr antes seran pilaresde la re vista: Ul alume Gonzle z de Len, uruguaya, y Ale-jandro R ossi, venezolano. G abriel Zaid, hijo d e inmigrantespalestin os, y Enrique K rauze, nieto de polacos perseguidospor el naz ismo, no lo fueron men os. Y Paz? l mismo lodijo: siempre f ue un p eregrin o en su patr ia .

    As , podemos leer tant o Pl ura l como Vuelta como eldiario de varias m igracion es fsi cas: las de sus propios miem-bros, y las de los escr itores que encon traron e n ambas pu-blicaciones un re fugio frente a los es tragos de las pasiones

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    polticas que como una amplia ala de cuervo ensombrecial siglo pasado. La historia misma de ambas publicacioneses la de un proceso ambulatorio, centrado, en primera ins-tancia, en la figura de su director.

    A partir desu renuncia a la embajada de la India en 1968durante el conflicto estudiantil en Mxico, podemos ver aPaz viajando de un lado a otro, convertido en un verdaderonmada entre Francia, Inglaterray Estados Unidos. El poe-ta busca empleo con cierta desesperacin porque,aunquela clase universitaria y la comunidad intelectual mexicanasadmiran su gesto de renuncia, no le ofrecen trabajo. Su obse-sin es fundar una revista; sin embargo, la que planeaba desdela India junto con Toms Segovia y Carlos Fuentes, sevinoabajo y, en su lugar, apareci Libre, la revista que por ltimavez reunira a la crema y nata del Boom Latinoamericano.Las tensiones polticas y la consecuente polarizacin de lasopiniones ante la represin de los intelectuales en Cuba, danal traste a ese proyecto del que Paz se separa muy pronto.

    Tras dicha experiencia, funda en Mxico la revista Plu ra lque, al abrigo de las pginas de Exclsior, tendr una corta

    existencia. El golpe echeverrista al diario de Julio Scherer hasido comentado en innumerables ocasiones. De all salieronlos miembros de Plural para fundar Vuelta, en diciembre de1976. Pero al ocurrir este periplo fsico, haca mucho tiempoque el poeta haba abandonado el credo que lo llev a escri-bir aquel famoso poema de 1936, No pasarn . Ha sido elmismo poeta quien en muchas ocasiones relat esta migra-cin de creencias.? En medio de la euforia que le produjo suasistencia al Congreso Int ern acion al de Escr itores Antif ascis-tas , celebrado en Valencia, al joven Paz atestigu tambin la

    Vaseparticularmente Itinera rio (1993).

    MIGRACIONE S INT ELEC TUALE S 14 7

    defenestracin de Andr Gide, un episodio del que siemprelamentar su incapacidad para, en ese momento y lugar, de-fender pblicamente al autor de Retou r de l'U.R.S.S.Muchosaos despus reconocera este error mediante una toma deconciencia que lo llev a entablar una lucha feroz que paral, y para tantos, culmin simblicamente con la cada delMuro de Berln. En Polvo de aquellos Iodos , publicado enPlu ra l en marzo de 1974, Paz confes que su primera per-cepcin sobre los campos de exterminio sovitico haba sidoerrnea, error que le fue evidente al leer Archipi lago G ulagde Alexandr Solzhenitsyn donde se exponan con claridadlas atrocidades del sistema sovitico. Decidi entonces nocerrar los ojos frente a las atrocidades cometidas contra losdisidentes de aquel lado del mundo o de Amrica Latina,particularmente de Cuba. Dicha conviccin cifr la suertede Plural y, ms tarde, la de Vuelta .

    Paz no fue el nico intelectual que enel siglo pasadosufri una desilusin con respecto al comunismo y, desdela perspectiva que venimos sealando, modific, traslad,migr sus creencias. La lista de los intelectuales que prime-

    ro abrazaron la causa y pronto abjuraron de aquella pasines [argusima. En el caso del grupo Vuelta, aparte de Pazo de Jos de la Colina, cuya familia se exili en RepblicaDominicana, Cuba y Mxico despus de la Guerra Civil

    6 No slo Andr Gide puede considerarse uno de los intelecruales que con ma-yor claridad pronto sedesilusion de esa pasin. Intelecruales, cientficos y artistasde todo el mundo tarde o t emprano echaron marcha atrs en su ilusin. Baste recor-dar, entre muchos otros, a Albert Camus, ltalo Calvino, Leo Strauss, Irving Kristol,David Horowitz, Charles Simic,Francois Furet, Alain Besancon, Arthur Koestler,Jorge Semprn, Hans Magnus Enzensberger, Pier Paolo Passolini, Ignazio Silone,muchos de los miembros de la revista Partisan Review, etctera, por no mencionara las vctimas del totalitarismo sovitico.

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    Espaola, podemos ver que all se agruparon aquellos soli-tarios / solidarios -como los nombr Paz recordando laspalabras de Camus -, en cuyas facciones asoma la cicatrizdel desengao poltico: el rostro del converso.

    Caso ejemplar esel de uno de los miembros hispanoa-mericanos ms identificables del grupo Vuelta: Mario Var-gas Llosa. Es conocida su incorporacin temprana a unaclula comunista en los patios de la Universidad de SanMarcos, en Per; mucho ms tarde, su ingreso a la cubanaCasa de las Amric as y, a raz del conflicto originado por elencarcelamiento del poeta Heberto Padilla, su deslinde dela poltica cubana. Enrique Krauze, en su retrato del perua-no seala:

    A todos, tarde o temprano, les llega su Krondstad , escri-bi Daniel Bell, refirindose al momento de la desilusincon respecto a la Revolucin sovitica. El Krondstad deVargas Llosa no fue un advenimiento nico sino un pro-ceso paulatino. En un primer momento, como a tantosartistas e intelectuales de Occidente, no slo lo cautivaron

    los actos de justicia social (reforma agraria, educacin ysalud universal, etc.) sino sobre todo el fervor cultural dela Revolucin. Figuras como Jean-Paul Sartre, Simone deBeauvoir, Juan Goytisolo, Hans Magnus Enzensberger,Julio Cortzar, Mario Benedetti, ngel Rama, Jos de laColina, Carlos Rangel, Ernesto Sabato, Juan Rulfo, et-ctera, llegaron a Cuba como huspedes de honor paraatestiguar los prodigios de una revolucin con libertad.Vargas Llosa viaj a Cuba en cinco ocasiones. Gradual-mente fui viendo -al principio no quera ver, al principioincluso me molestaba reconocerlo- una serie de mani-festaciones que indicaban que la realidad, en la prctica,

    MIGRAC ION ES INTELECTUAL ES 14 9

    no era de ninguna manera lo que la imagen, la publicidady la ilusin nos queran hacerver. (2011: 401-402)

    Pero otros miembros del grupo Vuelta tambin son muestrade este tipo de migracin de creencias y es notable cmo,en las distintas generaciones que formaron ese grupo, pode-mos encontrar ejemplos de ello. Hay excepciones, por su-puesto, y quiz la msclara est representada por la figuradel poeta Toms Segovia. Sin embargo, para no abundar enlas particularidades de cada uno de los integrantes del gru-po, daremos slo tres ejemplos, de tres generaciones.

    En 1955 Eduardo Lizalde ingres a las filas del PartidoComunista Mexicano. Sin embargo, segn ha declaradoelpoeta en una entrevista, su filiacin era, en muchos senti-dos, ms un producto de cierta virulencia poltica que de unconocimiento profundo sobre las convicciones del partido:

    Ingres al PC por el 55, y entr a l -y lo he contado-como enemigo de la poltica estaliniana, pero sin muchaconciencia histrica de lo que haba sidoel partido en

    Mxico y en el mundo. Lo aprend ms tarde, perso-nalmente con Jos Revueltas y en los textos de OctavioPaz, que -desde distintas posturas-, estaban msen-terados que yo de lo que haban sido Lenin, Trotsky,Stalin o Serge, y de todas las luchas ideolgicas quesesuscitaron desde el nacimiento de la revolucin de oc-tubre (Campos, 1968: 41).

    Las certezas poticas que afectaban por entonces el trabajode Lizalde son indisociables de esas ansias crticas y revuel-tas aultranza que luego ocasionaran su expulsin, junto convarios de sus camaradas polticos, no slo del PCM sino tam-

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    bin de otros organismos polticos comoel Partido ObreroCampesino o la Liga Leninista Espartaco. Aos ms tarde,siendo ya miembro deVuelta, y como prlogo al primertomo de La exp eri encia de la libertad - reunin de los de-bates que ocurrieron enel marco de aquel encuentro de in-telectuales organizado porVuelt a en 1990 para celebrar lacada del Muro de Berln-, Eduardo Lizalde reconoce quela recepcin belicosa que produjo tal del Encuentro era pre-

    visible en un amplio sector de nuestro medio periodsticoyuniversitario, tan largamente contaminado por la demagogiay el activismo de la ms sectaria y fidesta 'izquierda' marxis-ta (1991: 5). Por ello no le pareca extrao que el encuentrohubiera sido tachado como simple concilibulo de reaccio-narios al servicio de la poltica imperialista .

    Ms ac, quien fuerael sub director deVuelta y actualdirector de Letr as Libres, Enrique Krauze, haba iniciado

    7Un resumen de estasperipecias polticas lo proporciona el propio Lizalde enentrevista con Marco Antonio Campos. Dice el poeta: En una revista que sellamLetra Viva, que dirigamos Revueltas, Gonzlez Rojo, Joaqun Snchez Mc Gregor,Jos Luis Gonzlez (el puertorriqueo) y yo, criticamos desde la izquierda (as ledecamos) la invasin de Hungra y la represin en Polonia. Eso se vio muy mal enel partido. Inevitablemente se agudizaron las diferencias.La lucha interna se volvitan grave que termin con nuestro total aislamiento. Y se acab entonces la cdulaCarlos Marx, cuyo espritu dirigente eraJos Revueltas, que era el idelogo de ladisidencia y quien tena la mayor experienciapoltica. Nuestra expulsin ocurri en1960, aunque nosotros salimos por propio pie en 1959 tras la VIII convencin delPartido en el F [ ] entramos de inmediato al Partido Obrero Campesino, queera resultado de una antigua divisin del Partido Comunista, escindido mil veces.Fue un romance rpido. Desde que entramos, pese a que pronto fuimos dirigentesnacionales de aquella pequea familia de ilusos, comenzaron las discrepancias conCarlos Snchez Crdenas y otros dirigentes, que eran lombardistas a ultranza. In-cluso alfinal, Snchez Crdenas y yo tuvimos una reunin con Lombardo Toledanoen la casade ste, ala que Revueltas no quiso asistir por las querellas pblicas quetuvo con Lombardo enlos ltimos aos. Snchez Crdenas propona la fusin conel PP,convertido en PPS. Rompimos con ellos, y Revueltas y yo con otro pequeogrupo, fundamos en el mismo 1960 la Liga Leninista Espartaco, de la que nos echa-ron tambin en 1963 otros curiosos prochinos y neostalinistas 1968 : 41).

    MIGRACION ES INTELECT UAL ES 151

    su carrera crtica enel suplemento cultural deSiempr e , LaCultura en M xico, presidida entonces por nuestro caudi-llo cultural, Carlos Monsivis (Krauze, 1994: 8A). Desdeall, y en colaboracin con su amigo Hctor Aguilar Camn,escribi varios ensayos donde el objetivo era darle en lamadre a Paz , segn resea el historiador, recordando lasreuniones de los miembros de aquella publicacin, dondedeciden, en junio de 1972, realizar un

    ataque sorpresa al bastin del liberalismo reaccionarioy burgus de la cultura mexicana : la revista Plural . Ob-jetivo: expulsar del discurso a los intelectuales liberalesque tenan por valores absolutos la libertad de expre-sin y la democracia . El tenienteH. A. C. y el cabo E. K.-mea mxima culpa- escriben un texto donde sostie-nen que a nuestra imprecisa cultura nuestros intelectua-les slo pueden oponer una finta o una herida, no unaobra . En el nmero de agosto, las Letrillas dePlur a lnos tratan con benevolencia: nos llaman pareja de sia-meses intelectuales un medio cerebro en dos cabezas.

    Yo estaba feliz de que alguien enPlural me deletreara.Desde haca meses- esquirol intelectual, liberal embo-zado- era un lector secreto de la revista enemiga. (8A)

    Finalmente, y para no alargar esta exposicin, los ejemplosnos conducen a Christopher Domnguez Michael, quien seinici como crtico literario en las pginas deProceso, casi almismo tiempo que ingres a trabajar al Fondo de CulturaEconmica. Pero su filiacin poltica se modific radical-mente. En su Recuerdos del Partido Comunista Mexicano,manifiesta no slo su militancia en ese rgano poltico, al queperteneci como miembro de la Comisin Juvenil, sino tam-

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    bin SU visita a la URSS, en 1980, la que describe como unade las ltimas visitas oficiales de los comunistas mexicanosa la madre patria , pues un ao despus, el PCM se autodi-solvi . No slo aqu sino tambin en otras entrevistas, Do-mnguez Michael afirma que ingres al PCM por clasicismo o, tambin, como consecuencia de una enfermedad infan-til : el comunismo. Pero, a diferencia de otros miembros delgrupo Vuelta, en l ya no se expresa un mea cu lpa sino, talvez, una valoracin ms justa, menos apasionada aunque nomenos personal:

    Como tantos hijos del siglo me fascin ante los mitosdel bolchevismo. Pero sufra una escisin igualmentetpica entre el totalitarismo de esa mitocracia y mi afnsincero por la libertad. He dicho libertad y no justicia,pues debo precisar que a los comunistas mexicanos, adiferencia de otras tendencias de la izquierda, les inte-resaba esencial y paradjicamente la libertad poltica,sueo de intelectuales antes que de trabajadores. La ge-neracin de mis padres luch por libertades polticas en

    el 68. Y, en el Mxico actual, stas han ido imponin-dose, a pesar del autoritarismo del PRI, pese a la doc-trina leninista, a contracorriente de la extrema derechapanista. Por ello no me arrepiento de haber sido, en elmomento que lo fui, comunista. (1999: 111)

    Como vemos, las migraciones fsicas y de creencias de los in-telectuales encuentran, en la construccin deun rgano edi-torial, en este caso una revista, una razn de ser que anima laconversacin intelectual y se planta como un sitio en dondelogran reunirse intereses culturales, polticosy estticos. Ennuestro caso, estos desplazamientos dieron por fruto a uno

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    de los ms visibles grupos de poder cultural en el pasadofin de siglo mexicano. Estos escritores, desarraigados de ori-gen, construyeron una casa intelectual, cuyos cimientos fue-ron la independencia del escritor, la defensa de la libertad yde la literatura. El material que dio cohesin a estos conver-sos fue la vocacin polmica y la certeza de que la literaturaes la mejor forma de la conversacin.

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