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INTRODUCCIÓN
¿Comedia o tragedia? Es la pregunta que cada individuo puede hacerse. En Colombia se
vive en ambas; hay momentos cuando se puede disfrutar de buenas vivencias, pero
siempre llegaran las tragedias como son una enfermedad, una quiebra económica, un
secuestro o matar a alguien sin premeditarlo; sí, se puede decir que este es el drama que
vivencian los indiciados o victimarios de accidentes de tránsito, un descuido, un peatón
irresponsable, evitar atropellar a alguien, la carretera mojada, unos tragos de más y la
vida se vuelve una tragedia.
Este es el tema que se desarrollará en el presente trabajo, ver más allá que
simplemente culpar a un ser humano que la vida le cambio en unos segundos, él cual
debe enfrentar la culpa, la angustia, el dolor, en otras palabras vivir un duelo por
quitarle la vida a un ser humano “sin querer”.
Para la realización de la presente monografía, como se mencionó en apartados
anteriores, las autoras miran desde otra perspectiva cómo es la vivencia de duelo de un
indiciado por accidente de tránsito. ¿Qué pasa con estas personas? Uno de ellos muy
probablemente, se levantó como en un día normal, se despide de su señora esposa y de
sus tres pequeños hijos, sale de su casa manejando su carro como de costumbre para ir a
su trabajo y de pronto, algo terrible ha pasado pues éste cuando abre sus ojos hay mucha
gente a su alrededor, se escuchan voces y llantos, pero ¿qué paso? Y de pronto un
muerto, y ¿qué hice?, ¿yo lo mate?
A partir de lo expuesto se puede decir que en la vivencia de duelo muchos
factores pueden incidir alrededor del indiciado, ya sean sus valores o principios
morales, el significado que tenga para él, la muerte o quizás hasta el mismo hecho de
matar a alguien “con o sin culpa” y diversos factores de su personalidad; así mismo, se
podría pensar en él o la fallecida en términos de la edad, si por ejemplo fue quizás
alguien con escasos años de vida, si era joven o qué rol desempeñaba familiar y/o
socialmente, si era, como ejemplo, un padre de familia quien sostenía su hogar, esto
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causa sentimientos encontrados y cada quien de acuerdo a su personalidad y a sus
herramientas internas, procesa de una u otra manera dicha información.
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I. EL DUELO Y SUS TEORÍAS
El duelo es un tema que ha tomado gran importancia en los últimos años: A continuación se mencionaran algunos aportes teóricos que se han hecho respecto al tema.
A. Teorías del Duelo
Cuando se habla de la muerte muchas personas prefieren evadir el tema, se molestan ya
que les parece que no es un tema apropiado para una conversación o sencillamente no
dan su opinión, pero lo que no creen es que la muerte en particular forma parte del ciclo
de vida de los seres humanos, la muerte camina todo el tiempo al lado de las personas.
Los sentimientos relacionados con la posibilidad de morirse siempre están ahí,
promoviendo cambios y removiendo emociones, pensamientos y conductas. Es un
trayecto necesario a lo largo del transcurrir existencial, e inevitable. Recorrer dicho
viaje mediante una reflexión – meditación consciente facilitará el ahondamiento y la
capacidad para elaborar mejor los procesos venideros.
Es importante que se vea el dolor no como algo pasivo que sucede y que es una
“mala” jugada del destino y que no se puede hacer nada, el duelo es algo activo, esto
implica que se debe elaborar y procesar. Attig (citado en Rodríguez, 2003), describe el
duelo como un proceso lleno de elecciones, cambios y posibilidades que se puede
aceptar o descartar, seguir o evitar. En este sentido, el duelo requiere dirigirse hacia
fuera para exteriorizarlo a través de una vivencia para su efectividad.
Cuando se vivencia un duelo lo más seguro es que se pase por todo tipo de
emociones. Es probable que se esté triste, preocupado, asustado, impresionado o
confundido. Como también se puede estar enojado, engañado, aliviado, culpable,
exhausto o simplemente vacío. Las emociones pueden ser más intensas o más profundas
que lo habitual, o estar entremezcladas de una manera que nunca se habían
experimentado.
Posada (2005) comenta que algunas personas se les dificulta concentrarse,
estudiar o comer cuando están atravesando una etapa de duelo. Otras pierden el interés
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por actividades que solían disfrutar. Algunos se enfrascan en juegos de computación o
beben o comen en exceso. Y otras personas se sienten adormecidas, como si nada
hubiese ocurrido.
Todas estas emociones son reacciones naturales frente a la muerte.
Vale la pena recordar que el duelo no siempre se debe relacionar con la muerte.
Existen muchos tipos de pérdidas, una persona también puede hacer duelo tras la
ruptura de una relación íntima o después de que uno de los padres, un hermano o un
amigo cambia de lugar de residencia, perdida de un miembro del cuerpo, una quiebra
económica, un despido laboral o matar de manera involuntaria a otra persona.
Kaplan, (citado en Posada, 2005) dice que el proceso de duelo lleva tiempo y
las heridas se sanan gradualmente. Es un proceso similar a las de una herida física,
duele hasta que poco a poco que queda la cicatriz. Las reacciones que se presentan son
totalmente normales y esperables ante la pérdida de un ser querido y son comunes a
todo aquel que se encuentra en situación de duelo .Pueden presentarse de forma
simultánea o sólo algunas de ellas por una vez, el predominio de una sobre otra o
escalonadamente, pudiendo persistir algunas por un tiempo más prolongado o continuar
en la siguiente fase del duelo.
El autor anteriormente mencionado dice que durante el período de duelo se
realiza un proceso de adaptación a la vivencia de convivir sin lo que se ha perdido, ya
sea de carácter físico, material o afectivo; este proceso de adaptación, como cualquier
otro, implica una serie de etapas que deben ser vividas para la superación del duelo. Es
el proceso de adaptación a una situación nueva. Cualquiera que sea el carácter del duelo,
este proceso moviliza todo un conjunto de emociones, que varían de acuerdo con las
etapas del mismo y el grado de significado que tenía la situación o persona perdida y si
la pérdida fue inesperada o repentina (citado en Posada, 2005).
Los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito, cumplen con
algunas o todas las características que se dan en un duelo normal.
Perplejidad y aturdimiento ante lo ocurrido.
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Sensación de debilidad.
Sentimientos de culpa.
Dificultad para concentrase y hablar, entre otros.
A veces, ilusiones y alucinaciones respecto al fallecido.
Dolor y malestar – llanto y suspiros –.
Muchos autores han escrito sobre las fases o etapas que se vivencian durante un
duelo, desde los trabajos pioneros de Elizabeth Kubler Ross, a finales de los años 60. En
el presente trabajo se citaran los que se consideran más relevantes. Teniendo presente
que las fases no siempre se viven de manera ordenada.
1. El duelo según Bwolby
Existen diversas definiciones de duelo, una de las más completas que se puede
encontrar es esta la cual es una definición general, que permite incluir a algunos de los
autores más relevantes que han trabajado en el tema (Freud, 1917; Lindemann, 1944;
Bowlby, 1961; Rando, 1983; Parkes & Weiss, 1983; Niemeyer, 2000) El duelo es la
reacción ante una pérdida que puede ser la muerte de un ser querido, pero también la
pérdida de algo físico o simbólico, cuya elaboración no depende del paso del tiempo
sino del trabajo que se realice. Claramente cambia el curso normal de la vida de una
persona pero es un proceso normal.
En 1985, Bwolby (citado en Posada, 2005), habla de cuatro fases que tienen
lugar durante el duelo las cuales mencionaremos a continuación.
a. Entumecimiento o aturdimiento: En esta fase la persona se puede sentir
aturdido o embotado, sin capacidad de procesar la información. Es como si se estuviese
anestesiado y la persona crea que no siente nada o simplemente no puede expresar
dolor por lo que se actúa de forma automática y se puede hacer cosas que luego no se
recuerdan.
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El autor antes mencionado continua diciendo que la persona afectada por la
pérdida no cree lo que ha ocurrido, confusión, inquietud, oleadas de angustia disparadas
por recuerdos del difunto, agitación, llanto, sensación de ahogo, opresión, vacío en el
abdomen, sofocos debilidad muscular. Pensamientos obsesivos, repetición de los
eventos que condujeron a la muerte. Síntomas físicos, trastornos del sueño y del apetito,
nauseas, diarreas, palpitaciones mareo. Algunas personas pueden asumir una actitud
frente a la negación y es de “momificar” a la persona que ya no está, guardando todas
las cosas o posesiones de una manera intacta para que cuando la persona regrese pueda
utilizarlas. Otra manera en que se puede enfrentar esta primera fase es cuando la
persona que vivencia la pérdida se convence de que ésta no es significativa – cuando
realmente lo es - , tomando una postura como si nada hubiese pasado deshaciéndose
rápidamente de todas las pertenencias y recuerdos del fallecido y así olvidar todo la
relacionado con esa persona; sin darse un tiempo necesario para vivir el duelo (citado en
Posada, 2005).
b. Añoranza y Búsqueda: Esta segunda fase puede durar varios meses. Se
experimenta un dolor intenso y el deseo de buscar y recuperar lo que sea perdido.
El verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza. La persona tiene la
sensación de que está al borde de una crisis nerviosa y se teme perder la cordura. -
nerviosismo, por la separación, estrés, culpa, rabia, tendencia a buscar al ser querido,
continuar con la rutina acostumbrada, sueños con el fallecido, negación frustración,
miedo a la muerte, entre otros. Algunas personas en esta fase no se permiten sentir
dolor, por lo que buscan pensar y hablar solo cosas agradables del fallecido e
idealizarlo, evitan las cosas que lo recuerdan, evaden la realidad cambiando de lugar
geográfico, entre otras estrategias lo que se busca es no enfrentar la situación y no
sentir dolor - lo cual dificulta que la persona pueda avanzar y estar mejor –.
Los familiares, amigos cercanos o un terapeuta pueden ser de mucha utilidad
para escuchar lo que se siente, contener el dolor, apoyar y alentar a seguir adelante
(citado en Posada, 2005).
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c. Desorganización y Desesperanza: En este momento el individuo se enfrenta a
la realidad. La persona prefiere estar sola. Siente que tiene que hacer algo para salir de
su situación, en la cual siente fatiga, debilidad, necesidad de sueño, desesperación y
desamparo, es el momento donde se asume la realidad de la pérdida y físicamente se
está agotado, derrotado y abatido pero con la necesidad de adaptarse a lo ocurrido o de
lo contrario se dan conductas evasivas como el comenzar a consumir drogas, alcohol, o
trabajar de más entre otros. En el área emocional es común sentir el deseo de morir, lo
cual abre la puerta a enfermedades, se intensifican los problemas alimenticios y del
sueño, sentimientos de culpa, agresividad y la sensación de minusvalía.
Vale la pena recordar que cada persona vivencia el duelo de maneras distintas,
esto depende de cómo era la relación con la persona fallecida y los roles que este
desempeñaba. El duelo puede llevar a la persona a dudar de su seguridad e incluso
genera sensaciones de inutilidad, incapacidad o infantilismo. De esta manera los
intentos de querer cumplir con los roles del fallecido pueden fracasar y esto, a su vez,
puede llevar a una mayor sensación de baja autoestima, frustración y vacío, aumentando
el riesgo de depresión y por ende, la necesidad de apoyo (citado en Posada, 2005).
d. Reorganización: En este momento del duelo la persona retoma su camino de
la vida. Significa aceptación emocional de la pérdida, y un cambio en la visión del
mundo de forma que sea compatible con su nueva realidad. Se reconstruye la forma de
ser, retoma el control de su vida, búsqueda de un significado, cerrando el círculo - cerrar
la herida - perdonando y olvidando otras reacciones, aumenta la energía física y
emocional, se restaura el patrón de sueño normal.
Una vez que ha realizado los cambios necesarios en su sentido y estilo de vida, y
que ha recuperado su nivel normal de autoestima -verse a sí mismo con un sentido
positivo- Esta etapa se caracteriza por vivir para sí mismo. pp. 46 – 48
2. El duelo según Worden
El autor Worden (1997) no habla de fases o etapas del duelo. Él prefiere hablar de tareas
ya que lo que se pretende es que la persona que vivencia el duelo adquiera una mayor
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responsabilidad frente a su proceso, que no asuma una mentalidad pasiva, sino de
alguien que puede decidir y realizar ciertas tareas que le van a permitir avanzar y
sentirse mejor frente a la pérdida. El proceso implica que la persona debe cumplir cuatro
tareas básicas, si se cuenta con la ayuda de otras personas sería maravilloso. Las tareas
son las que se enunciaran a continuación.
Llevar a la persona a que reconozca la pérdida en todos los aspectos, a nivel
mental y afectivo. Esto le permitirá al individuo aceptar que la pérdida es irreversible.
Es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y
no volverá, venciendo la sensación de que "no es verdad" que haya muerto y que más
adelante volverá. Que la persona logre comprender que el reencuentro es imposible en
esta vida.
Expresar de manera abierta todos los sentimientos y emociones que se estén
sintiendo en el momento, sin reprimirse. Es importante recordar que las personas
pueden manifestar dolor de diferentes maneras después de una perdida; a nivel
emocional, de conducta e incluso físico, como también éste dolor se puede manifestar
mediante algunos síntomas u otras formas de conducta disfuncional que alargarán el
curso del duelo.
Esta segunda etapa según Worden, se puede tornar más difícil por la presión
social ya que para muchas personas el ver sufrir, llorar, no hablar, no dormir bien y no
alimentarse de una manera correcta, entre otros, son síntomas que la persona no se
encuentra bien, por lo tanto buscan la manera de distraerla para que disipe el dolor y no
lo exprese de manera abierta y tranquila. Como también está la otra cara, y es la de la
persona que vivencia el duelo que no se permite sentir o expresar dolor por temor a ser
criticado(a) o para que no sientan lastima. Hay muchas formas de bloquear los
sentimientos y negar el dolor, pero todas consisten en eso, no sentir dolor, evitar tener
sentimientos dolorosos.
Crear y desarrollar nuevas habilidades que le permitan reconstruir aspectos del
mundo interior que estén dañados o necesiten ser fortalecidos. En este momento del
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duelo lo que se busca es que la persona logre adaptarse a su nuevo estilo de vida, sin la
persona fallecida no solo sumiendo los roles del que ya no está, sino a su propia vida.
La pérdida a causa de una muerte puede cuestionar los valores fundamentales de
la vida de cada uno y sus creencias filosóficas, creencias influidas por la familia, la
educación y la religión así como por las experiencias vitales. Si el individuo se detiene
en esta tarea de no adaptarse a la perdida, luchara contra sí misma sintiéndose impotente
por lo que no desarrollara habilidades de afrontamiento necesarias y se aislará del
mundo sin lograr enfrentar las exigencias que este lo presenta.
Reinvertir toda la energía emocional que se tiene y que se está entregando a lo
perdido; sea físico, material o afectivo y, redireccionar a otras personas o intereses.
Abrirse hacia nuevas opciones en la vida.
Vale la pena recordar que no hay un tiempo específico en el cual se puede
terminar un proceso de duelo, esto depende de cada persona; pero si se puede coincidir
que el proceso termina cuando el individuo supera la última tarea. Una de las señales
que se pueden ver es cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin dolor, sin
manifestaciones físicas (opresión en el pecho, llanto intenso) y puede volver a invertir
sus emociones en la vida y en los que continúan vivos.
3. El duelo según Elisabeth Kubler- Ross
La Dra Ross (1989) hace un paralelo entre el capullo de seda de la mariposa y la
muerte:
Digo que la muerte física del hombre es idéntica al abandono del capullo de seda
por la mariposa. La observación que hacemos es que el capullo de seda y su larva
pueden compararse con el cuerpo humano. Un cuerpo humano transitorio. De
todos modos, no son idénticos a vosotros. Son, digámoslo así, como una casa
ocupada de modo provisional. Morir significa, simplemente, mudarse a una
casa más bella, hablando simbólicamente, se sobreentiende. Desde el
momento en que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, ya sea
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como consecuencia de un suicidio, de homicidio, infarto o enfermedades
crónicas (no importa la forma), va a liberar a la mariposa, es decir, a vuestra
alma” (p. 12).
García, hablando del dolor, dice:
No se puede crecer sin sufrir. El dolor tiene diversos rostros: puede estar
provocado por la irresponsabilidad humana y por circunstancias fortuitas e
imprevisibles, pero está inscrito en la ley misma de la naturaleza. Las víctimas y
familiares de accidentes de tráfico, de atentados terroristas, de malos tratos, de
adicciones, de enfermedades físicas o psíquicas, de desempleo, y separaciones,
entre otros. La dinámica del desprendimiento es una constante de la vida
humana. La persona crece en la medida en que acepta creativamente el principio
de la separación y de la pérdida como condición necesaria para vivir. Nadie
puede saber cómo reaccionará ante una pérdida hasta que no se encuentra frente
a ella (2005, ¶ 2).
Ross (citada en García, 2003, ¶ 16), menciona las distintas etapas de un
proceso de elaboración del duelo las cuales se mencionan a continuación:
a. Repulsa: Rechazo de la verdad. Se niega la realidad. Hay resistencia a
afrontar la experiencia dolorosa. Esta permite amortiguar el dolor ante una noticia
inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será
sustituida por una aceptación parcial (Ross, 1989, p. 11 – 12).
b. Rebelión: Reconocimiento de la verdad. Es el momento cuando se busca una
justificación a para tanto dolor que se siente, y es aquí donde se buscan responsables o
culpables frente a la perdida, sea médicos, familiares, amigos o Dios entre otros (Ross,
1989, p. 12 – 17).
c. Depresión: Abatimiento ante la verdad. Cuando no se puede seguir negando la
perdida, la persona se siente debilita, invadida por una profunda tristeza. Este es un
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estado, de preparación para la aceptación de la realidad en el que no se debe reprochar
al doliente por su estado. Antes por el contrario si al doliente se le permitiera expresar
su dolor, le sería más fácil la aceptación final. Esta etapa requiere de mucha
comunicación verbal, ya que el doliente es muy repetitivo en su discurso. También es
importante las manifestaciones de afecto acariciar una mano, la cabeza o simplemente
permaneciendo en silencio al lado (Ross, 1989, p. 17 – 21).
d. Aceptación: Reconciliación con la verdad. El llegar a esta etapa no significa
que el doliente se encuentra feliz, este es simplemente un primer paso en la lucha
interna que se vive. Es el momento cuando se puede sentir cierta paz, se puede estar
bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del dolor que se siente.
La vida se va imponiendo. Se sienten nuevas fuerzas y se puede llegar a pensar que
todo ese dolor tiene algún sentido (Ross, 1989, p. 23 – 38).
4. Duelo según Turmel
Turmel (2009) se refiere al duelo como un acontecimiento de los más
estresantes de la vida. Se tiene miedo de la pérdida de compañerismo y de los cambios
que puede traer a la vida. Se necesita tiempo para sanar las heridas físicas como las
emocionales, y persona responde de manera diferente (¶ 4).
Turmel dice que el duelo y las etapas del complejo proceso de duelo son
necesarias. A pesar de que el presente se considera insoportablemente doloroso, es sano
y normal para una persona en duelo de experimentar emociones intensas y cambios de
humor rápido. Estas son reacciones naturales a la pérdida (2009, ¶ 7).
Se necesita tiempo para sanar. El período de duelo depende de la situación y
varía mucho de persona a persona. El duelo no es una debilidad, es una necesidad.
Negarse a llorar no es valiente y puede causar un gran daño, más adelante (Turnel,
2009, ¶ 8).
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Hay muchos autores que abarcan el duelo diferentes maneras. Las tres etapas
descritas a continuación son las que la Asociación Canadiense de Salud Mental ofrece.
Sin embargo, la gente normalmente no se deriva de la primera etapa hasta la última en
un orden lógico. Algunas personas pueden ir y venir entre las etapas. La cantidad de
tiempo que se tarda en pasar por las diferentes etapas varían (Turnel, 2009, ¶ 12).
a. Etapa I - Adormecimiento o Shock - Inmediatamente después de la noticia de
la muerte, probablemente se experimentará un período en el que se siente muy poco,
salvo una sensación de irrealidad. Algunas personas han descrito este periodo como
encerrados en un capullo, o como "sonambulismo", a través de los detalles del funeral y
necesaria, que sigue a la muerte. Esta etapa puede durar varias semanas o varios meses
(Turnel, 2009, ¶ 13).
b. Etapa II - La desorganización - Finalmente, el choque de protección de la
naturaleza comienza a desaparecer, y los sentimientos comienzan a cobrar vida de
nuevo. Se puede tener algunos síntomas físicos como opresión en la garganta, falta de
aliento, la necesidad de suspirar con frecuencia y la fatiga extrema. Los síntomas
emocionales pueden ser aún más preocupantes. La ira en el ser amado por morir y la
culpa de no tener la compañía puede ser abrumadora. Es necesario revisar la vida de la
persona fallecida y los acontecimientos que condujeron a la muerte real. Lo más
aterrador de todos puede ser la sensación de perder el control emocional. Se trata de un
doloroso período de agitación emociona o cual es una parte normal y necesaria del
proceso de duelo. La mayoría de las personas se recuperan, pero puede llevar semanas,
meses o, hasta cierto grado, durante varios años (Turnel, 2009, ¶ 14).
c. Etapa III - Re-organización - Con el tiempo, habrá períodos en los que no se
piense en la pérdida, y el doliente se puede centrar en las tareas diarias. Un gran dolor
nunca es olvidado por completo, sino que toma su lugar entre otros de la vida, las
exigencias más inmediatas. Más profundas amistades pueden formarse a través del
proceso de compartir. Se puede tener una nueva conciencia de la preciosidad de la vida
y del valor de las personas y experiencias (Turnel, 2009, ¶ 15).
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5. Duelo según Isa Fonnegra
Años atrás las vivencias de duelo no se tenían en cuenta como en la actualidad; la
doctora Fonnegra (1999), dice: “en los últimos años ha surgido una tendencia a
reconocer el enorme valor emocional y psicológico que las perdidas tienen, a estudiarlas
y a comprender sus procesos, su curso natural y sus efectos en el ser humano” (p. 181).
Para la presente monografía se tiene en cuenta el proceso que elabora el
indiciado por homicidio culposo de accidente de tránsito, en la literatura se puede
indagar por ejemplo que para la doctora Saz (2006) “el duelo es un estado de pérdida de
un ser querido que se acompaña de angustia y de dolor moral, pudiendo ocasionar una
verdadera reacción depresiva y que necesita un trabajo intrapsíquico, llamado trabajo de
duelo para ser superado (p. 105).
Vale la pena aclarar que cada persona es única e irrepetible y con diferentes
esquemas de respuesta, pero según estudios realizados, la mayoría de las personas
tienen cierta tendencia a elaborar un proceso de duelo de manera similar, lo que
posibilita categorizar el proceso de duelo, no queriendo decir que este proceso se de de
manera rígida para todos, pues como se ha venido diciendo, la manera en cómo se actué
o se reaccione ante determinado acontecimiento de la vida, es única y se podría decir
que tiene mucho que ver con antecedentes familiares, factores culturales, factores
genéticos y a experiencias personales, entre otros.
Menciona Rojas (2005) que las experiencias de perdida y duelo son
fundamentales en el desarrollo emocional de un ser humano, en donde están
involucrados reacciones de tipo físico, emocional, familiar, conductual, social y
espiritual.
Algunas personas se podrían peguntar ¿cómo puede ser algo tan doloroso,
fundamental?, se podría ver la vida como un soplo de viento, que pasa rápidamente por
un costado sin darse cuenta, no se es responsable por los actos de los demás pero sí de
los propios, que aunque se realicen de manera inconsciente, como en el caso de algunos
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indiciado por homicidio culposo en accidente de tránsito, puede ser un evento en el cual
quizás la persona afectada toma conciencia de lo que acaba de acontecer, solo en el
instante en que abre sus ojos. Si cuando ya hay un muerto delante de ellos.
En la medida en que se maneje la situación y su proceso interno de duelo podrá
continuar su camino, con mucha más precaución, madures y responsabilidad de sus
actos.
Con respecto al tiempo, es conveniente mencionar que están involucrados
factores individuales y familiares, pues hay personas que pueden tardar más que otras en
elaborar un duelo, sin que esto quiera decir que es algo patológico.
Para algunos autores el tiempo es un factor determinante en el criterio del duelo
patológico, en lo personal diría que la elaboración de un duelo depende de diversos
factores tanto individuales como culturales, en la cotidianidad se puede ver como unas
personas demoran más en su proceso de superación ante los diversos elementos que
pueden generar o requerir un proceso de duelo como lo es la experiencia traumática que
vivencia los indiciados en accidente de tránsito.
Llegado a este punto se considera prudente mencionar que el término “Hacer y/o
procesar un duelo”, se utiliza, para referirse a las etapas o fases que se vivencia en el
mundo interior del doliente o en este caso del indiciado a partir del suceso doloroso.
Ponte (2008) comenta que en términos de la emoción, el duelo es una de las
afectaciones más fuertes, que a su vez puede generar diferentes sentimientos como
ejemplo de desolación, tristeza, angustia, y llegar hasta la depresión.
Continua diciendo la autora (2008), anteriormente mencionada, que las pérdidas
son experiencias que aunque traen dolor no se pueden evitar, todas ellas implican una
renuncia, un abandonar algo conocido y seguro para aceptar los retos que plantea el
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crecer y el alcanzar autonomía como persona. Son experiencias universales y sean o no
reconocidas como perdidas, de todas maneras generan una reacción emocional de
depravación y duelo. Pero la sociedad es generadora del sufrimiento, del dolor, de la
muerte y por ende de las pérdidas, muchas veces las ignora como experiencias
significativas por las cuales todos los seres humanos, inevitablemente, tendrán que
asumir. Sin embrago teniendo en cuenta éste desconocimiento, aún no se enseña cómo
afrontar la pérdida, qué es natural sentir ante una pérdida.
Además, sería necesario comprender que aprender a perder, constituye todo un
reto equivalente a reconocer que la vida está compuesta no solo de momentos gozosos
sino que estos se alteran con otros dolorosos; es admitir que así como hay épocas de
primavera también las hay de invierno y que conocer lo qué es un duelo y lo que se
puede esperar en los difíciles momentos de pérdida prepararía al ser humano
emocionalmente con herramientas más útiles y adaptativas para afrontar la diversidad
en el instante en que la pérdida se presenta.
Cuando la muerte ocurre en circunstancias traumáticas, el duelo puede tener la
tendencia a complicarse, porque los afectados se deben enfrentar al mismo tiempo con
el estrés postraumático.
Vale la pena aclarar que por razones personales para este trabajo, se toma en
cuenta solamente la vivencia de duelo.
Para una persona la pérdida de un ser querido como consecuencia de un
homicidio culposo o un accidente de tránsito puede ser, además de dolorosa, traumática,
mientras que para otra no. Sin embargo, algunos factores hacen que una muerte sea
traumática (y el duelo más complicado).
Teniendo en cuenta lo que evidencian los indiciados que se tuvieron en cuenta
para éste trabajo, se puede decir que el proceso de duelo en estas personas, tiene la
tendencia a complicarse debido a que entre menos esperable y prevenible sea una
muerte, más absurda e ilógica aparecerá y más difícil será el proceso de aceptación del
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hecho.
A continuación se mencionan algunos factores que se consideran importantes a
tener en cuenta y que según la Autora antes mencionada, pueden hacer que el proceso
de duelo sea más complicado.
Lo súbito, sorpresivo y no anticipado de la muerte.
La violencia, mutilación o destrucción del cuerpo.
Si la muerte fue determinada por factores de asar que pudieron haber sido
evitados.
Cuando se habla de una muerte súbita y especialmente si ha sido como en este
caso por accidente, puede complicarse debido a:
La capacidad de adaptación disminuye como consecuencia del choque; el yo sé
sobrecarga y aparecen a la vez otros múltiples factores estresantes.
El mundo presuntivo, ósea el mundo predecible que se consideraba
relativamente seguro, se extrémese sin preaviso ninguno, y las creencias que hasta
entonces representaban el orden confiable del universo personal, por ejemplo la noción
de vulnerabilidad, se alteran o invalidan.
Se trata de una muerte absurda, que no puede comprenderse ni absorberse y que
tampoco permite hacer un “cierre” (despedirse, decirse adiós, poner punto final a la
relación).
Los síntomas agudos del duelo y el choque emocional y físico persisten por más
tiempo.
El doliente reconstruye obsesivamente los eventos y el escenario en que
sucedieron, buscando entender esa muerte y obtener elementos de control sobre ella.
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Las reacciones emocionales suelen ser más intensas: son mayores la rabia, la
culpa, la ambivalencia, la desorganización, la confusión, el desamparo y la
vulnerabilidad. Todo esto unido a una necesidad de encontrarle un significado a la
muerte, un porqué.
Aparece el estrés postraumático, que se manifiesta a través de la intrusión
repetitiva de imágenes y recuerdos trágicos y del incremento de algunas respuestas
fisiológicas, de hiperactividad o parálisis, para este caso se podría presentar el temor a
conducir nuevamente, entre otros.
6. Duelo según Nancy O Connor
La doctora O Connor (1990) dice que ciertas respuestas emocionales se
presentan en forma de etapas, las cuales Ross (1967) categoriza enfocadas en el caso de
una enfermedad Terminal.
Quien según ella, descubrió que la mayor parte de los pacientes con experiencia
de duelo, experimentan periodos de negación, enojo, negociación y depresión antes de
alcanzar la aceptación. Además agrega que esos sentimientos, generalmente dados en el
orden en que los identificó la doctora Ross, antes mencionada, son sentimientos
comunes en las personas cuando se ven obligadas a ajustarse a cambios, ya sean de tipo
positivos o negativos, en su experiencia de vida.
Reacción inicial de choque e incredulidad: “No puede ser que esto esté
ocurriendo”.
Negación como mecanismo de defensa útil, puesto que permite a la spsiquis
acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un solo golpe: “Esto no me
puede ocurrir a mí”.
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Rabia e irritabilidad, como una manifestación inicial del declinar de la negación.
Preguntas como “¿por qué a mí?”, “¿por qué ahora?”, expresan la inconformidad del
paciente con su obligado destino.
Negociación, la persona se compromete a realizar buenas obras y sacrificios,
para obtener otra oportunidad.
Tristeza y depresión, esta depende en gran medida del acompañamiento familiar
y el apoyo en general.
Aceptación pacífica de la muerte.
Estas etapas no ocurren en todos los pacientes en una secuencia
cronológicamente ordenada y que no siempre al final se logra una tranquila aceptación
de la muerte por los que atravesaron las etapas antes mencionadas.
En el indiciado por homicidio culposo por accidente de tránsito, se puede
evidenciar como en su experiencia de duelo se presentan sentimientos de rabia, tristeza
y la negación entre otros, como parte de su proceso.
El Duelo normal se puede procesar entre uno a dos años, dependiendo de
múltiples factores, como ejemplo de las características del evento doloroso, entre otros.
En la literatura indagada se puede ver que algunos autores expresan que con
frecuencia un año no es suficiente, en la perdida de un cónyuge o un hijo, que por
ejemplo, un plazo de dos años puede ser una expectativa más realista del tiempo que se
requiere para la cicatrización y la recuperación.
Si se permite que la elaboración del duelo siga su curso natural, es posible
anticipar un marco característico de tiempo.
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El duelo, en general es una respuesta de adaptación al estrés, pero en los casos
más extremos puede presentarse un verdadero síndrome depresivo.
La doctora O Connor (1990) expresa que el duelo sigue un patrón predecible;
aun cuando cada persona siga los pasos de ese patrón a su propio modo, es muy útil
saber que los demás comprenden los sentimientos de la persona que se encuentra
atravesando por un duelo.
“El dolor psicológico que se pude sentir, es tan importante como cualquier
herida física observable, solo el tiempo podrá dar una distancia respecto de los
sucesos de la muerte, el tiempo por sí solo no cura, pero la duración del proceso
de duelo ayuda en la recuperación, si se permite experimentar, sentir lo que sea
necesario para liberar al fallecido y continuar con la propia vida” (O Connor,
1990, p. 24).
a. Etapa I: Ruptura de antiguos hábitos. (Desde el fallecimiento hasta ocho
semanas). Las semanas que siguen inmediatamente a una muerte son un periodo de
entumecimiento y confusión, nada es normal; prevalecen los sentimientos de choque,
incredulidad, protesta y negación. La muerte es una separación obligada, un
rompimiento, te sientes como cortado en carne viva, tus emociones esparcidas al viento.
Si el fallecimiento fue repentino e inesperado, la angustia es más aguda, es posible que
se sienta una conmoción física real cuando se recibe la noticia.
Durante esta primera fase del duelo, la persona puede experimentar cambios en
su vida cotidiana; es posible que se alteren sus hábitos alimenticios y de descanso
nocturno. Frecuentemente, la persona duerme inquieta y puede tener sueños
perturbadores, despertándose a la mitad de la noche, sin que pueda volver a conciliar el
sueño; así mismo, tal vez se despierte a las cinco de la mañana, agotada y tensa.
Algunas personas comen mas al sentirse despojadas, otras comen menos, pierden el
apetito completamente, estas perturbaciones solo duran un breve plazo y desaparecen
gradualmente. Si persisten por muchas semanas, la persona deberá hacer un esfuerzo
20
para cambiarlas, o buscar ayuda profesional para hablar acerca del progreso que se ha
tenido o ausencia del mismo.
1) La presencia del fallecido: Las lágrimas y los sentimientos de tristeza
profunda aparecen en momentos inesperados; es posible que se esté presenciando un
filme o un programa de televisión o conduciendo un auto, mercando, sentado en la
iglesia o jugando tenis, cualquier momento en que surge el recuerdo de la persona
fallecida es un momento potencial para las lágrimas. Es muy importante que se permita
la elaboración der esos sentimientos de aflicción, es purificante y depurador. Se debe
permitir derramar las lágrimas para una recuperación más rápida. La supresión del
llanto no cumple ninguna función; sin embargo el permitir que fluyan las lágrimas
aliviará parte del dolor.
En las primeras semanas de duelo es común y normal el estar preocupado
“incluso obsesionado” con la persona muerta.
El hablar con el muerto es una forma de liberar la tención que agobia al doliente,
visitar la tumba, escribirle cartas, llevar un diario o sostener una recomendación
imaginaria son medios para finiquitar los asuntos que quedaron pendientes en la
relación; es irrelevante si el fallecido escucha o no los mensajes, éstos, al igual que los
funerales son para el doliente.
2) Tener paciencia: Son muy comunes la confusión mental y una disminución
en los niveles de energía. El gasto de energía que se requiere para enfrentar y resistir los
impulsos emocionales que continúan surgiendo provoca fatiga y agotamiento, este no es
un buen momento para tomar decisiones importantes.
Las actividades cotidianas más simples como el comprar, comer, dormir o
vestirse pueden resultar molestos durante un tiempo. Pero cada día que se sobreviva, es
un paso en el camino a la recuperación.
21
b. Etapa II: Inicio de reconstrucción de la vida. (De la octava semana hasta un
año). Incluso después de que han pasado unos cuantos meses, el dolor y la confusión
siguen siendo agudos, pero estos van disminuyendo gradualmente; la recuperación
comienza a darse de manera automática y sin una percepción consciente. Los patrones
de hábitos aun serán erráticos, como en un estado de flujo, cambiando de las anteriores
rutinas establecidas a otras nuevas.
El descanso nocturno puede ser un problema todavía, es posible que todavía la
persona se despierte en la noche inquieta y tensa. Tal vez se sienta que no puede
relajarse completamente y le preocupe la fatiga constante.
1) La lucha por la recuperación: Durante esta etapa, probablemente se
tienen periodos de depresión, sintiéndose impotente para cambiar los sucesos de la vida;
junto con la tristeza pueden aparecer periodos de baja energía y fatiga.
La tensión física y el nerviosismo continuaran. Algunos sobrevivientes tratan de
enmascarar el desamparo y la aflicción con el uso creciente de alcohol, medicamentos,
cigarrillos, café u otras sustancias. Los comportamientos que en el pasado fueron
sociales y moderados, pueden llegar a convertirse en excesivos, temporal o permanente.
Si se necesita apoyo, se debe de buscar, en alguna ocasión de la vida las
personas pueden requerir ayuda. La búsqueda de orientación, la asistencia profesional
puede acelerar y facilitar la recuperación de una pérdida importante en la vida de las
personas o como lo es en este caso el suceso de los indiciados.
La salud en general, es otro factor importante. Es posible que se esté débil
físicamente y se sea más vulnerable y susceptible a enfermedades menores, como virus,
sinusitis, o gripe, además esta autora expresa que también se pueden presentar
enfermedades serias, especialmente las relacionadas en forma directa con el estrés o el
nerviosismo, como la colitis o los desordenes el tracto digestivo, la gastritis y las
ulceras; también pueden aparecer enfermedades cardiacas o incluso hasta el mismo
cáncer.
22
c. Etapa III: La búsqueda de nuevos Objetos de Amor o Amigos. (De los 12
hasta los 24 meses). La vida ha vuelto a la “normalidad”, algunos hábitos antiguos han
restablecido firmemente y las nuevas costumbres se han vuelto cotidianas. Las tareas
diarias fluyen, el dolor emocional es menos agudo.
La intensidad del duelo ha disminuido significativamente, ahora el llanto es
ocasional, aunque no deja de presentarse ciertos sentimientos de nostalgia y
abatimiento.
La depresión es una de las manifestaciones externas de una lucha interna y que
el objetivo de la lucha interna durante todo el proceso de duelo consiste en aceptar la
realidad de la pérdida o como en este caso del suceso del indiciado, encontrar una
nueva identidad y reconstruir la vida.
Luego del primer año, los hábitos en relación a los alimentos y el sueño deben
de haber recuperado la normalidad, así mismo debe de haber mejorado el estado de
ánimo, los problemas de ansiedad, el enojo, el resentimiento, la culpa, la salud en
general, el consumo de alcohol, cigarrillos y de medicamentos.
Para este entonces es probable que se cuente con nuevas amistades, se inicia a
planear nuevas actividades para el tiempo libre y para la vida.
El afectado podrá darse cuenta de que el proceso de cicatrización ha estado en
funcionamiento, su pensamiento es más agudo y claro, así como también el juicio y la
percepción son más racionales y confiables, las emociones son más estables, puede
haber menos preocupación en relación a sí mismo y al suceso.
En términos generales el afectado o en este caso el indiciado, para este entonces
deberá sentirse mucho mejor.
d. Etapa IV: Terminación del reajuste. (Después del segundo año). En esta
fase final ya se ha superado el proceso de duelo, la persona se sentirá bien, tranquila y
23
habrá asimilado la tragedia, volviendo a su vida normal.
El afectado, podrá sentir que puede sobrevivir a cualquier pérdida, sin desearlo
claro está. Sabe que el dolor pasa con el tiempo y que la madures que se alcanza puede
ser muy gratificante en términos personales.
Los plazos antes mencionados, constituyen más bien un lineamiento flexible
basado en lo que reportan generalmente las personas que han atravesado por un proceso
de duelo. Mucho depende del grado de intimidad que se hayas tenido con la persona que
falleció.
El indiciado en accidente de tránsito, normalmente no tendría nada que ver con
el fallecido, y aunque aminora un poco la pena, no quiere decir que por tal motivo logre
olvidar el suceso, pues también puede recordar el evento con dolor cuando vaya a
conducir un automóvil nuevamente o cuando pase por el sitio de los hechos, entre otros.
El periodo de duelo se ha utilizado para cicatrizar lentamente y permitirse a si
mismo experimentar y expresar las emociones más profundas y, frecuentemente
dolorosas que hayan surgido durante la aflicción, se estará preparado para el siguiente
capítulo de la vida. Al que se debe dar la bienvenida y así disfrutar la fortaleza que se ha
adquirido para enfrentar los nuevos retos que se puedan presentar.
Ramírez (1999) define la experiencia de duelo como una pérdida de un objeto,
situación o persona significativa (p. 149).
Para el autor antes mencionado, fundamentalmente, existe de fondo un coraje
porque se ha tenido una pérdida (“te perdí”, “me dejaste”, “te fuiste”) y convergen
varios sentimientos (coraje, amor, dolor). Estos sentimientos pueden estar mezclados y,
a veces, ser confusos o alguno puede ocultar al otro (que técnicamente se denominan
sentimientos enmascarados).
Se puede llegar a sentir culpa al pensar que algo falto por hacer, y entonces la
24
experiencia interna resultante es como si se quedaran algunos aspectos inconclusos. Con
facilidad se puede caer en la culpa o la depresión.
1) Pasos comunes ante la pérdida: “…existen diversos factores que entran
en juego cuando hablamos de una reacción “normal” o “patológica” en el manejo del
duelo, y no es el tiempo el indicador clave, ni el único a considerar” (Ramírez, 1999, p.
149).
Entre los factores que pueden incidir, según Ramírez (1999), se destacan las
condiciones en donde hay un sentimiento de una pre-pér-dida, por ejemplo, si es por
una enfermedad terminal, un inminente divorcio, o una próxima jubilación, entre otras,
son experiencias en las que hasta cierto punto se empieza a manejar el duelo y se
suministra un mejor estado emocional para encarar los aspectos prácticos de una futura
separación.
Mientras que una muerte imprevista, como un accidente en este caso de transito,
es una situación enteramente diferente.
Este autor, considera que existe como una especie de ruta critica, desde el
momento de la pérdida hasta la debida superación.
Expresa, que siempre existirán diferencias individuales, pero que por lo general
se puede encontrar un proceso de duelo en términos de la siguiente secuencia de
sentimientos.
a) Negación: La persona dice frases como: “no lo puedo creer”, “estoy
soñando”, “es un error”. Esta reacción aparece especialmente marcada cuando se trata
de una muerte, despedida o decepción imprevistas y ordinariamente en esta etapa no
funciona pedir al sufriente que intente resignarse ante los hechos ya que la persona ésta
demasiado enfocada en ordenar sus propias cavilaciones y sentimientos tras el impacto
inicial. Según este autor, una manifestación curiosa, aunque frecuente, es que algunas
personas se estancan en esta fase y manifiestan un trastorno en el duelo como si éste no
25
existiera. Son personas que no llegan a establecer un contacto profundo con ninguna
emoción dolorosa. (Ramírez, 1999).
b) Rebelión o coraje: Tras el estado de estupor, en el cual se dificulta
aceptar la pérdida, viene un sentimiento de rebeldía ante la dolorosa y triste verdad.
c) Aceptación: Finalmente, si la experiencia de duelo es bien superada,
viene una resignación final ante lo contundente e inevitable de la pérdida real.
El indiciado por homicidio culposo en accidentes de tránsito experimenta esta
primera fase al creer que lo que le está sucediendo no es verdad, que simplemente es un
sueño, y su primera reacción es de pensar que esto no le puede estar sucediendo.
Otro sentimiento que a menudo puede surgir entre esta clase de personas, es la
culpa; teniendo claridad de que este sentimiento se da como consecuencia de algo que
se dice o se hace.
Cada persona dirige su vida con lo que se puede llamar “un código moral, de
ética o de conducta,” que no es más que un conjunto de reglas que marcan el
comportamiento.
Cuando se hace o dice algo que va en contra de esos principios entonces se
siente culpa o remordimiento. Esta culpa a su vez se puede se puede acompañar de un
autoreproche, por lo que se hizo – matar a una persona – y por lo que no se hizo - no
frenar a tiempo, salir más temprano, no tomarse unos tragos de más. -
Algo que puede incrementar la culpa en el indiciado es el señalamiento de otros
ya sea la sociedad, la religión o frente al código penal, se cometió un delito, un pecado,
se es un asesino. Como dice Riso (1997):
“la culpa surge de la valoración moral negativa que la cultura o cada uno hace
de ciertos comportamientos considerados inadecuados o indeseables. El
sentimiento de culpa suele obrar como una forma de autocastigo que apunta
26
directo al corazón, una especie de harakiri psicológico autodestructivo, donde se
ataca a la persona y no a la conducta especifica. Es así como se sienten algunos
indiciados después de que cometen un homicidio culposo” (p. 32).
27
II. ANTECEDENTES DE ACCIDENTES DE TRÁNSITO A NIVEL
MUNDIAL
Los accidentes de tránsito en los últimos años se han convertido en la segunda causa de
muerte después del sida. Cifras mundiales de la O.M.S. En 2007 en un artículo
publicado en su página web hablan de un millón doscientas mil muertes por año en
choques a nivel mundial.
A. Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial
En 2004, por primera vez en la historia de la Organización Mundial de la Salud,
el Día Mundial de la Salud se centró en la seguridad vial. Aunque las colisiones en la
vía pública matan anualmente a más de 1,2 millones de personas a escala mundial, no se
les presta suficiente atención como problemas de salud, quizás porque muchos las
consideran todavía como si fueran irremediables (O.M.S., 2007).
Todos los años, más de 1,2 millones de personas mueren como consecuencia de
accidentes en las vías de tránsito y nada menos que otros 50 millones sufren
traumatismos. Más del 90% de las defunciones se producen en los países de ingresos
bajos y medianos. El Informe sobre la situación mundial de la seguridad vial se realizó
a través de una encuesta hecha en 178 países. Los resultados muestran que cerca de la
mitad de las personas que fallecen cada año por accidentes de tránsito en el mundo son
peatones, motoristas, ciclistas y pasajeros del transporte público, y esta cifra es aún
mayor en los países y comunidades más pobres del mundo (O.M.S. 2007).
Los traumatismos por accidentes de tránsito son uno de los principales
problemas de salud pública y de desarrollo en el mundo, y afectan de forma
desproporcionada a determinados grupos vulnerables de usuarios de la vía pública. Se
prevé que en los próximos años su volumen aumentará considerablemente (O.M.S.,
2008).
En cuanto al futuro, según las previsiones de la Organización Mundial de la
28
Salud, en el año 2020 los accidentes de tránsito podrían ser la tercera causa más
importante de enfermedad (Ver cuadro 1).
Según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para las
Américas, en 2002 se registraron 128.908 muertes en choques de tránsito en el
continente. Más del 76 % de estas muertes - es decir, 98.213 casos- ocurrieron en las
carreteras de Estados Unidos, Brasil, México y Colombia, los países más poblados del
de la región.
Y esto ocurre, a pesar de que se conoce la urgente necesidad de adoptar medidas
en varios frentes para evitar estas muertes y discapacidades, y las pérdidas y el
sufrimiento que causan.
Ya existen muchos programas y políticas para prevenir los choques de tránsito.
Incluyen estrategias para abordar las tasas de velocidad y consumo de alcohol; la
promoción del uso de cascos y cinturones de seguridad, y otras restricciones; así como
también aumentar la visibilidad de las personas que caminan y andan en bicicleta. Un
esfuerzo concertado por parte de los gobiernos, organismos no gubernamentales y
empresas privadas para mejorar la seguridad vial puede hacer un mundo de diferencia
(O.P.S., 2008).
La Organización Panamericana de la Salud considera que frente a los estudios
realizados sobre estrategias eficaces en la prevención de dichos traumatismos, indican
que es urgente adoptar un enfoque multisectorial que englobe a sectores como la salud,
el transporte, la educación, el medio ambiente y las autoridades responsables del
cumplimiento de la ley.
Los accidentes de tránsito provocan a veces secuelas que no se pueden observar
a simple vista. Esto no significa que no sean realmente graves. Estas secuelas dejan a
los involucrados en los accidentes de tránsito, en algunos casos, inhabilitados para
poder seguir teniendo una vida normal, inclusive para trabajar y para relacionarse
normalmente con su familia y su entorno social (O.M.S., 2008).
29
Un estudio que fue hecho por la Federación Europea de Víctimas de accidentes
de Tránsito -publicado en Argentina por la Asociación Civil Luchemos por la Vida -
2008, sobre diez mil accidentados encuestados, dio por resultado que en la gran mayoría
las secuelas psicológicas pueden ser sorprendentemente variadas: problemas para
dormir, dolores de cabeza, pesadillas angustiantes, stress, falta de interés, pérdida de
confianza en sí mismo, ataques de ansiedad, depresión, fobias, trastornos alimenticios,
ira, resentimiento y sentimientos suicidas.
El mismo estudio indica que luego de muchos años de ocurrido el accidente, el
25 por ciento de las víctimas se ve a sí mismo como suicida potencial.
El anterior estudio permitió observar algunas secuelas que surgen después que
se produce un accidente de tránsito, este deja secuelas físicas, psicológicas sobre todo
cuando éstas alteran la cotidianidad a lo largo del tiempo y provocan una incapacidad
física que se traduce, por ejemplo, en una incapacidad laboral o para atender a la
familia; sin contar que solo se está hablando de las victimas pero que igualmente en el
victimario o indiciado también se producen secuelas tanto a nivel emocional, laboral,
económico y familiar.
Un pequeño ejemplo de lo que viven los indiciados o victimarios de accidentes
de tránsito, lo conto el psicólogo Bruno (2009), es la historia de Roberto. Él asiste a
terapia con una marcada incertidumbre en los gestos de su rostro, parece un joven
agotado, sin fuerzas, se muestra lento y doliente, a cada pregunta que se le hace solo
quiere llorar como respuesta, pero el antidepresivo lo frena. Comenta lo ocurrido, que
“lamentablemente” bebió alcohol en una fiesta, subió a su automóvil y se dirigía “en
caravana” a las 7 de la mañana a buscar a un amigo. De pronto por una avenida sale de
una casa un perrito pequeño, lo esquivó como pudo, atropellando a un niñito de 6 años,
destrozándolo en el pavimento. “-Con ese niño morí yo también, me dijo, llorando… Su
padre me pegaba, su madre entre llantos besaba la sangre del chiquito, y yo estaba frío.”
“- De esto ya paso más de 5 meses y sé que ese momento me perseguirá por el resto de
mi vida. ¡DIOS! Si pudiera volver el tiempo atrás, si solo pudiera cambiar su pequeña
vida por la mía, lo haría, lo juro, Lo haría ya mismo. No puedo vivir así.”
30
Meses más tarde Roberto fue condenado por homicidio culposo, el psicólogo
tuvo que asistirlo en la cárcel, pareciera que allí encontró un poco de paz. La sentencia
lo pacifico.
Las personas que viven un accidente de tránsito pueden padecer graves
consecuencias psicológicas como el temor, la desesperanza y el desinterés por la vida
cotidiana, la culpa, la ansiedad, depresión, angustia y temor entre otros comenta Bruno.
El cuadro impactante de Roberto donde se vio envuelto en hechos en que quitó
la vida a un niño y hasta expuso su integridad psicofísica, lo enfrentó con la dureza con
que la realidad pone a un individuo en un desastre particular como un accidente de
tránsito, lo cual seguramente debe marcar su psiquismo y en consecuencia los efectos
negativos -legales, sociales y psicológicos – que continuaran al indiciado o victimario
por algún tiempo. Por eso estas personas suelen recordar los hechos ocurridos y se
comportan como si “volviera el tiempo atrás”, reviviendo en sueños y en su memoria lo
acontecido (Ver cuadro 1).
Dr Drug director del departamento de Lesiones y Violencia de la Organización
Mundial de la Salud en la guía prevención de lesiones y violencia dice que Las
contribuciones de la OMS en el área de prevención de las LAT seguirían el enfoque de
salud pública y, al hacerlo, intentarían abordar las brechas, disparidades e iniquidades.
La OMS y sus socios promoverán el desarrollo de un plan estratégico nacional
multidisciplinario en los países mediante el fortalecimiento de las capacidades, la
recopilación de datos, investigaciones, entrenamiento y el desarrollo de intervenciones
apropiadas de prevención de las LAT. Además, la OMS jugará un papel decisivo en el
avance de la agenda de prevención de LAT abogando a nivel regional y mundial y
alentando donaciones que soporten los trabajos para reducir la magnitud de la carga. Sin
embargo, es necesario hacer notar que serán necesarios trabajos multisectoriales
concertados, asociaciones sólidas y cooperación internacional para poder llevar adelante
dicha misión.
Históricamente, las lesiones por accidentes de tráfico han sido descuidadas
porque han sido consideradas como accidentes o sucesos aleatorios. Actualmente, se
31
sabe que las lesiones se pueden prevenir. Los cinturones de seguridad, los asientos de
seguridad para niños, el uso de cascos en motocicleta, los choferes designados, el
apaciguamiento del tráfico, etc. han sido todos eficaces en la prevención de estos tipos
de lesión.
La mayoría de los esfuerzos por prevenir las lesiones de tráfico se han llevado a
cabo en los países más ricos. Sin embargo, son los otros países los que tienen tasas
superiores de muerte y discapacidad permanente provocadas por accidentes. Estos
países necesitan con urgencia estrategias que sean adecuadas, rentables y eficaces.
“Adecuadas” significa que se tomarán en cuenta, no sólo las complejidades del
problema y la disponibilidad de recursos del país, sino también lo que ha demostrado
ser efectivo en otros lugares. Para desarrollar estas estrategias, la mayoría de los países
necesitan mejor información. Necesitan conocer las cantidades y tipos de lesiones y las
circunstancias en que éstas ocurrieron. Esta información indicará la gravedad del
problema y dónde, exactamente, es necesario aplicar las medidas de prevención con más
urgencia. El compromiso de los países con la prevención debe ser mayor. En los
próximos años, siempre y cuando exista la voluntad política necesaria, se podrán salvar
millones de vidas.
El Departamento de Prevención de Lesiones y Violencia de la OMS, en
colaboración con organismos y expertos en salud pública de todos los continentes, ha
elaborado una estrategia quinquenal para prevenir las lesiones por accidentes de tráfico.
Todos esperamos que esta estrategia servirá de guía a investigadores dedicados,
profesionales habilitados y creadores de políticas de campo para que encuentren cómo
motivar a los gobiernos a hacer más y a dar prioridad a los trabajos de prevención de
lesiones por accidentes de tráfico (2007).
1. Accidentes de Tránsito en Colombia
Según el Fondo de Prevención Vial, dice en uno de sus reportes de la pagina
web, que en los países subdesarrollados se reúne más del 80% de las muertes por
accidentes de tránsito, entre los cuales Colombia se ubica dentro de los cinco primeros
lugares; aportando en el año 2002, 190.000 accidentes, con un número de muertes de
32
6.063.000, una persona por cada 87 minutos y 42.837 heridos, uno por cada doce
minutos, un número superior al producido por el conflicto armado (2006).
La problemática de los accidentes en Colombia es tan grande, que en el año
2001 se decidió crear el llamado “Plan Nacional de Seguridad Vial”, con el fin de
implementar campañas orientadas a reducir la accidentalidad en las calles y carreteras
del país.
Según el fondo de prevención vial, en Colombia el mayor número de muertes
violentas es ocasionado por accidentes de tránsito y 65.000 accidentes son por
distracción de los conductores. Siendo los distractores más frecuentes el hablar por
celular, las mujeres llamativas en las vías, hablar con los pasajeros, entre otros (2005).
El fondo de prevención vial en sus informes anuales de la accidentalidad en
Colombia reporta que: Al hacer un balance de las ciudades más violentes de Colombia
los primeros lugares los tienen, Antioquia, Valle del Cauca y Bogotá. Una cifra que se
tiene en cuenta para medir la violencia es justamente las cifras por muertos en
accidentes de tránsito que son muy alarmantes: 5.670 personas murieron por esta
circunstancia el año pasado (2009).
En Antioquia se registraron un total de 776 muertos y 6.705 lesionados; en el
Valle del Cauca murieron por esa causa 824 personas y hubo 5.908 heridos, y en Bogotá
se hicieron 537 necropsias de personas muertas en esa circunstancia.
La embriaguez mientras se conduce sigue siendo la principal causa de
mortalidad en las carreteras del país.
De acuerdo a las cifras, en Colombia ocurre un promedio de 15 muertes y 125
lesiones cada día, y el rango más preocupante es el de jóvenes entre 20 y 24 años de
edad.
33
a. Balance nacional: Un reporte del Fondo de Prevención Vial revela que entre
enero y noviembre del 2008 se presentaron 147.525 accidentes en el país, 15.735 menos
que en el 2007.
Las
muertes en accidentes aumentaron. En el 2007 hubo 849, mientras que en el 2008 esta
cifra ascendió a 903 (2009). (Ver cuadro 2).
2. Accidentes de tránsito en Bogotá
La secretaria de transito de Bogotá reporta que en el 2008, se obtuvo el número
más bajo de muertes en accidentes de tránsito registrando las siguientes cifras (2009).
Aunque la imprudencia de peatones y de conductores continúa latente en las
calles de Bogotá, el 2008 registra las cifras más bajas de muertes y lesiones provocadas
por accidentes de tránsito en la última década.
En los incidentes viales ocurridos hasta el 21 de diciembre, la Policía de Tránsito
registró 503 personas muertas y 12.399 heridas. Para la misma fecha del 2007, habían
perecido 533 personas y 17.392 habían sufrido lesiones.
En ambos renglones, las cifras dan cuenta de una disminución importante: 5,6
por ciento en el caso de muertes y 28,6 por ciento en el número de heridos.
Mientras en 1995 el promedio diario de muertes en accidentes de tránsito en la
ciudad llegó a 3,8 casos y en 2002 a 1,8, en 2008 la media es de 1,4.
De hecho, en junio de 2008 se registró el nivel más bajo de muertes por
accidentes viales (17 casos). El pico más alto de los últimos 10 años se produjo en
diciembre de 1999, con 101 casos.
En 2008, hasta el 30 de noviembre, el récord de personas muertas estaba en
469,44 menos que en el mismo período del 2007.
34
Sin embargo, apenas en los 21 días de diciembre, la cifra fatal se incrementó en
34 casos. Solo el domingo pasado hubo cinco muertos, tres de ellos peatones.
La disminución en las estadísticas de accidentalidad en Bogotá empezó a ser
significativa desde 1997 y desde 2005 la reducción ha sido mayor.
Mientras entre enero de 1998 y octubre de 2005, cada mes morían, en promedio,
60 peatones, ciclistas, motociclistas, pasajeros y conductores, desde noviembre de 2005
hasta septiembre de 2008 el índice bajó a 39 casos.
3. Accidentes de tránsito en Medellín
Hasta el 30 de noviembre del 2005 en Medellín se habían presentado 25.587
accidentes de tránsito, lo que ubica a esta ciudad como la de más alta accidentalidad de
Colombia, según la secretaria de transito de Medellín. Diciembre del 2005.
La secretaria de transito reporta las siguientes cifras respecto a la accidentalidad
en la capital de la montaña. De 25.587 accidentes de tránsito ocurridos en el 2005, 7.318
casos son exclusivos de motocicletas. En estos se observan diversas causas como
choques, atropellos, volcamientos, caídas de ocupantes e incendios, además de esto
quedan muchos otros accidentes menores que no se reportan a la secretaria de transito y
por lo que no quedan en las estadísticas.
Los sitios con mayor accidentalidad en Medellín son el centro de la ciudad y las
inmediaciones de la Universidad Nacional, y la Terminal de transportes del norte,
explicó la Secretaría de Tránsito municipal (2005).
Las autoridades y expertos en tránsito y movilidad (secretaria de transito, fondo
de prevención vial, gobernación y alcaldía) en un foro realizado en la Universidad
Nacional de la capital Antioqueña, alertaron sobre la necesidad de aplicar en Medellín
medidas urgentes para reducir los accidentes, teniendo presente que las lesiones
causadas por el tránsito constituyen un importante problema de la salud pública, pero
35
desatendido, cuya prevención eficaz y sostenible exige esfuerzos concertados. De todos
los sistemas con los que las personas han de enfrentarse cada día, los del tránsito son los
más complejos y peligrosos (2007).
4. Accidentes de tránsito en Cali
La secretaria de transito de Cali reporta que el año 2008 aumentaron los
accidentes en la ciudad de Cali, los reportes presentados son los siguientes (2009).
El año pasado los accidentes de tránsito en las calles de Cali tuvieron un
incremento del 5,5%. Así lo demuestra el más reciente informe de la Secretaría de
Tránsito Municipal, que revela que entre enero y diciembre del 2008 se presentaron
23.006 choques, 1.199 más que en el 2007.
Según el balance de la dependencia, los meses de más accidentalidad fueron
agosto, con 2.368 casos; julio, con 2.367, y febrero, con 2.159. Para el titular de
Tránsito, Fabio Cardozo, este aumento se debe a que también se incrementó el parque
automotor de la ciudad, “lo que influye directamente en el número de accidentes”.
Y aunque Cardozo reconoció que el balance sigue siendo preocupante, hizo
énfasis en que la mayor parte de los accidentes se presentaron por imprudencia e
irresponsabilidad de los conductores.
“Hemos identificado que las principales causas de los siniestros no recaen sobre las
autoridades sino sobre los dueños de los carros. La mayoría excede el límite de
velocidad y no hace la revisión técnico mecánica que requieren los vehículos, y esto es
lo que genera los accidentes”, señaló el Secretario de Tránsito.
36
B. Discusión
Cuando se habla de indiciados o victimarios por homicidio culposo en
accidentes de tránsito, se puede pensar que es un tema muy popular por ser una
problemática constante en el mundo. ¿Quién no ha presenciado un accidente de
tránsito? Este fenómeno es tan común que se podría llegar a pensar que entrevistar un
indiciado es una tarea fácil y sencilla, pero no es verdad aunque es una población muy
abundante ubicarlos es toda una odisea. Esta dificultad se presenta por tres razones
principalmente. La primera es que no hay facilidad de tener los datos de dicha
población, el transito realiza su tarea de hacer los reportes y comparendos requeridos en
dicha situación y pasa el reporte a la fiscalía, esta entidad es la encargada de tener esta
base de datos, si se tiene una persona conocida en este lugar entonces dese por bien
servido.
La segunda dificultad es que las cárceles no tienen este público en sus
instalaciones, y no existe en Medellín un lugar donde estas personas estén retenidas que
no sean sus hogares, ya que la cárcel de conductores que había por el barrio Prado desde
hace unos años fue quitada.
La tercera dificultad que se encuentra para trabajar con indiciados o victimarios
de accidentes de tránsito, es que la mayoría de las personas no desean hablar de dicho
tema y por lo tanto es una información que permanece muy secreta, claro es de entender
que nadie se siente con la libertad de contar lo que le sucedió.
A pesar de todos los tropiezos antes mencionados se logró realizar unas
entrevistas estructuradas a una población muy mínima, logrando así hacer un
acercamiento donde se pudiera observar la teoría con las vivencias de los indiciados.
Los indiciados o victimarios por homicidio culposo en accidentes de tránsito,
vivencian las fases de duelo de una manera similar a las mencionadas por Bowlby
(1997).
37
La primera fase que el autor antes mencionado describe como “entumecimiento
o aturdimiento,” se puede observar en los indiciados; por la rapidez con que suceden los
hechos, es difícil asimilar lo que está ocurriendo y por unos momentos se puede pensar
que es un sueño. Uno de los indiciados comenta – “pensé que era una broma yo no creí
que lo que estaba sucediendo era verdad, es que todo paso tan rápido” –.
O Connor (1990) habla de la Negación como mecanismo de defensa útil, puesto
que permite a la spsiquis acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un
solo golpe, para los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito esta
protección que el organismo dispone como medida preventiva, es lo más maravilloso
que puede suceder para enfrentar un momento tan difícil.
¿Quién puede asimilar de golpe que todo está bien?, se tiene el control de la vida
y de pronto en un segundo todo se derrumba, sin premeditarlo, sin previo aviso se pasa
de ser una persona de bien a convertirse en un asesino, si con mucho dolor eso es lo que
acaba de suceder. Una de las personas entrevistadas dice: “yo quede paralizado es como
si estuviera viendo una película, no escuchaba nada, lo peor no sabía qué hacer”.
Ross (citada en García, 2003, ¶ 16) dice que primera reacción que se tiene
frente a una pérdida es la de rechazo de la verdad. Negar la realidad, es hacer una
resistencia a afrontar la experiencia dolorosa. Esta permite amortiguar el dolor ante
una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y
pronto será sustituida por una aceptación parcial. En los indiciados se puede observar
que esta primera fase, etapa, tarea o como se prefiera llamar se vivencia de una manera
clara.
Todo accidente de tránsito tiene unas características diferentes, son diferentes
personas las que conducen puede ser hombre o mujer, diferente vehículo, diferente vía,
persona muerta, una causa distinta, pero existe algo que no cambia y siempre sucederá
entre este público, es el factor sorpresa, es algo que no se preveía que ocurriera. Es este
factor el que produce según el autor (Turnel, 2009, ¶ 13) un adormecimiento o Shock
que viene inmediatamente después de la noticia de la muerte, probablemente se
experimentará un período en el que se siente muy poco, salvo una sensación de
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irrealidad. Algunas personas han descrito este periodo como encerrados en un capullo, o
como "sonambulismo".
La segunda fase según (Ramírez, 1999, p. 149). Rebelión o coraje, es el
momento después del estado de estupor, en el cual se dificulta aceptar la pérdida, viene
un sentimiento de rebeldía ante la dolorosa y triste verdad. Los indiciados o victimarios
se pueden identificar plenamente con esta fase. El sentimiento de rabia se experimenta
minutos o horas después de transcurrido en accidente, rabia consigo mismo y con la
persona fallecida.
“Si no se hubiera cruzado por donde yo iba nada de esto estuviera sucedido”,
son las palabras que expresa un indiciado. Otro dice: “soy un bruto como es que no
alcanzo a frenar, yo pensé que no iba tan rápido”. Palabras como estas pueden
demostrar los sentimientos de ira, rabia o como expresa Ponte (2008), las reacciones
emocionales suelen ser más intensas; son mayores la rabia, la culpa, la ambivalencia, la
desorganización, la confusión, el desamparo y la vulnerabilidad. Todo esto unido a una
necesidad de encontrarle un significado a la muerte, un por qué.
La doctora O Connor (1990) también se une a este mismo sentir, de los
sentimientos que se pueden vivenciar en esta etapa, rabia e irritabilidad, como una
manifestación inicial del declinar de la negación. Preguntas como “¿por qué a mí?”,
“¿por qué ahora?”, expresan la inconformidad del doliente con su obligado destino.
Las otras etapas, fases o tareas se experimentan de manera simultánea en los
indiciados, esta rapidez con las que suceden las cosa puede hacer mucho más difícil
para el indiciado la asimilación de lo acontecido. El autor Worden (1997) manifiesta
que el doliente debe crear y desarrollar nuevas habilidades que le permitan reconstruir
aspectos del mundo interior que estén dañados o necesiten ser fortalecidos. En este
momento del duelo lo que se busca es que la persona logre adaptarse a su nuevo estilo
de vida. Un estilo de vida que el indiciado no tiene claro ya que es precisamente en este
momento del duelo cuando la vida le puede dar un giro total.
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Meza Dávalos (2008) afirma que las condiciones de la pérdida también son un
factor clave. Porque una cosa es cuando hay un diagnóstico de enfermedad, y otra
cuando el acontecimiento que golpea sin esperarlo. Ahí entran en juego las capacidades
de resistencia y recuperación, un término que ahora se conoce como 'resiliencia' y
conjuga la posibilidad de salir adelante luego de un determinado dolor. Es precisamente
lo que el indiciado debe hacer para salir adelante (p. 30).
Bwolby (1985) habla de una fase llamada “desorganización y desesperanza”.
Esta fase se caracterizada por intelectualizar la perdida, se prefiere estar solo, siente
fatiga, debilidad, necesidad de sueño, desesperación y desamparo, es el momento donde
se asume la realidad de la pérdida y físicamente se está agotado, derrotado y abatido
pero con la necesidad de adaptarse a lo ocurrido o de lo contrario se dan conductas
evasivas como el comenzar a consumir drogas, alcohol, o trabajar de más entre otros.
En el área emocional es común sentir el deseo de morir, lo cual abre la puerta a
enfermedades, se intensifican los problemas alimenticios y del sueño, sentimientos de
culpa, agresividad y la sensación de minusvalía. Es justamente en este momento
cuando el indiciado se ve enfrentado a todo lo concerniente con la parte legal de sus
hechos, lo que no es nada fácil, puede ser que en este momento se sufra de insomnio,
pesadillas o deseos de morir por la incertidumbre de lo que pueda pasar. Un indiciado
comenta “no sé que pueda pasar eso es lo que no me deja en paz”, otro agrega “el no
saber que va a pasar con mi vida me tiene muy mal, no duermo pensando”. Aunque se
puedan observar algunas características de esta fase, los indiciados la viven de manera
diferente.
El autor Worden habla del proceso de duelo no como fases o etapas, si no de
tareas, donde el doliente asuma una actitud activa con su dolor. Este planteamiento es el
que más se ajusta para este momento de duelo en el indiciado, ya que es el (ella) la
única persona que debe hacer algo, sacar todas sus fuerzas y esperanzas para continuar
logrando un equilibrio entre lo que pueda suceder y su futuro.
Bwolby (1985) menciona una última etapa es la de “reorganización”, es la más
difícil para el victimario, ya que en este momento del duelo se debe mentalizar para
hacer nuevos cambios en su vida y es aquí donde el indiciado no sabe si es
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reorganización o desorganización, ya que muchas cosas pueden suceder, puede ir a la
cárcel, tener casa por cárcel, perder trabajo, vida social, afectarse la economía o el
estudio entre otros.
La culpa es un sentimiento que los indiciados suelen experimentar con
frecuencia; culpa por lo que se hizo y culpa por lo que se dejo de hacer. Como expresa
Riso (1997) “la culpa surge de la valoración moral negativa que la cultura o cada uno
hace de ciertos comportamientos considerados inadecuados o indeseables los cuales se
pueden dar los siguientes: señalamiento de otros ya sea la sociedad, la religión o frente
al código penal. No se puede desconocer que frente a la ley cometió un delito, frente al
plano religioso se pudo cometer un pecado, se es un asesino. El sentimiento de culpa
suele obrar como una forma de autocastigo
Los indiciados de homicidio culposo en accidentes de tránsito son culpables en
primera instancia pero llega un momento en que el victimario se convierte en victima; y
no solamente debe elaborar un duelo por la persona que mató, sino también por todas
las pérdidas que puede tener a nivel emocional, económico, labora, familiar y social
entre otros.
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CONCLUSIONES
El duelo es un tema muy amplio, por lo tanto como profesionales se debe pensar en los
diferentes públicos que necesitan de ayuda.
Los indiciados de accidentes de tránsito por homicidio culposo según lo
indagado, no reciben ayuda profesional que les brinde un soporte emocional para así
sobreponerse a los cambios laborales, económicos, familiares, y sociales entre otros,
que se pueden presentar después del homicidio culposo.
No se tiene conocimiento que al presente se haya hecho un trabajo que aborde
la problemática ya mencionada, desde una perspectiva psicológica. Además, todos los
trabajos de investigación –que tengamos conocimiento- no abordan esta problemática
desde la óptica del indiciado sino desde la víctima. En el momento la universidad San
Buenaventura de Medellín adelanta un trabajo con víctimas de accidentes de tránsito, lo
cual es muy importante pero no debemos olvidar que un accidente de tránsito las
personas afectadas son muchas y principalmente tenemos a la familia de la víctima y al
victimario o indiciado, este último debe enfrentar diversas situaciones sin recibir ningún
acompañamiento por parte de las entidades gubernamentales.
Las autoras consideran que la presente monografía, es un buen aporte a la
universidad, como también a los estamentos relacionados con la seguridad vial, ya que
les va a permitir ampliar los programas existentes o iniciar unos nuevos teniendo en
cuenta las necesidades aquí mencionadas.
Este trabajo se puede convertir en una inspiración para otros colegas que quieran
profundizar en el mismo.
El papel del psicólogo es velar por una salud integral (emocional, física, mental,
y social) en la vida de cada uno de sus pacientes. Su rol no es el del señalamiento y
juzgamiento, para eso fueron hechas las leyes. No se trata de saber si es un
irresponsable o no, los indiciados por homicidio culposo en accidentes de tránsito son
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seres humanos que como cualquiera que conduce, corre un riesgo, con la diferencia que
el ya mato a una persona y por lo tanto necesita todo el apoyo de una población que
tiene las herramientas hacer de ese momento una vida más llevadera y tranquila.
Como se menciona en unos párrafos anteriores, a los accidentes de tránsito no
se les presta suficiente atención como problemas de salud, quizás porque muchos los
consideran todavía como si fueran irremediables; es justo ahora cuando estamos
llamados como profesionales de la salud a brindar nuestro apoyo y conocimiento a
dicha población que tanto nos necesita. Así que MANOS A LA OBRA.
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APÉNDICE
Entrevista Estructurada
1) ¿Cuando sucedió el accidente usted pensó que era mentiras? (SI) (NO)
2) ¿Al día siguiente del accidente, cuando despertó pensó que todo había sido
un mal sueño? (SI) (NO)
3) ¿Se altero su ritmo de sueño durante los primeros días? (SI) (NO)
4) ¿Sintió rabia contra la persona muerta? (SI) (NO)
5) ¿Sintió frustración y cólera contra sí mismo? (SI) (NO)
6) ¿Su vida cambio después del accidente? (SI) (NO)
7) ¿Podía hablar tranquilamente del accidente con otras personas? (SI) (NO)
8) ¿Hubo cambios a nivel mental, emocional, social o laboral después del
accidente? (SI) (NO)
9) ¿Piensa que vale la pena continuar con sus sueños o metas que tenía antes de
que ocurriera el accidente?
10) ¿Sus relaciones con las personas son iguales que antes? (SI) (NO)
11) ¿Se sintió acompañado por su familia durante el tiempo del accidente? (SI)
(NO)
12) ¿Siente que perdió muchas cosas a causa de lo ocurrido? (SI) (NO)
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