Estimado Carlos: Hoy tengo que darte una noticia, que no por esperada es menos agradable. Me
voy de vacaciones.
Considero que tú y todos nuestros amigos del blog, en
breve haréis lo mismo y espero que podamos poner en
práctica todas las pistas que hemos ido vertiendo en
esta sección de fotografía lúdica, ya recuerdas, los
carteles, las texturas, las puestas de sol, mariposas,
vidrieras, chimeneas, florecillas, castillos, las mil
facetas del agua, los puertos, y todas las ideas que se
presenten al ver las cosas con mirada atenta y diferente.
Yo, me voy a la montaña. Tengo una cita con el Watzmann,
una cumbre deslumbrante en el Parque Nacional de
Berchtesgaden, muy cerca del famoso Nido del Águila,
la casa que le regaló a Hitler el partido Nacional Socialista.
Cada diez años aparezco por allí e intento coronarlo.
En el año 2000 tardé casi 12 horas en subir y bajar;
no te extrañe, ya que hay que salvar 2000 mts. de desnivel.
Es curioso pero cada vez me parece más alto.
Los que no están muy entrenados, sufren con el esfuerzo más de lo que disfrutan, y no
encuentran mucho placer en estas ascensiones. Pero tampoco hay que darse palizas soberanas
para poder gozar de la fascinación de las cumbres.
Hay grandes macizos que tienen teleféricos que facilitan las ascensiones y así puedes
disfrutar los encantos de la altura, sin los inconvenientes de la sudada previa.
Son famosos el de la Aiguille de Midi en Chamonix con 11 Km. de recorrido, hasta la zona italiana,
casi tocando el Mont Blanc; el del Zugspitze, (en la foto), el monte más alto de Alemania; el de la
Tofana en Cortina d’Ampezzo o el ferrocarril de cremallera que asciende a la Jungfraujoch,
atravesando por un túnel la trágica cara norte del Eiger.
Y una vez arriba… a disfrutar.
Como decía el poeta: “allí en la cima el azul
es más azul todavía, amanece más aurora,
el viento es más huracán y la nieve blanca y pura
permanece hasta el verano adornando su estatura”.
La verdad es que desde sus altas cimas, las
miserias de los hombres parecen mucho más
pequeñas y florece la solidaridad, rara avis,
pues muchas veces dependes de la mano de un
amigo.
Además de la solidaridad, florecen en la
montaña numerosas especies de plantas
silvestres, que como te exponía en otra
de mis epístolas, son una delicia en verano
y pueden darnos mucho juego en invierno,
buscándoles el nombre, como los Epilobium
de color magenta que adornan la vista del
Cervino desde la vertiente italiana.
En las montañas encontramos una flora
peculiar por las condiciones que imponen la
altura, el frío y la pequeña ventana de tiempo
en la que se tienen que reproducir.
Dicen en Cantabria que el verano en “La Montaña” empieza en Santiago y termina en Santa Ana.
Algunas especies como la Eriophorum Scheuchzeri
forman grandes conjuntos tapizando fugazmente las altas
praderías, como éstas que adornan la silueta del Wetterhorn. Hay que aprovechar la ocasión
para inmortalizarlas. Espero que los “conversos” a esta técnica, como Silvia o Iñigo disfruten de
alguna oportunidad veraniega para iniciar una bella colección de flores silvestres.
La montaña ofrece múltiples perspectivas; además de flores podemos descubrir enhiestos picos
que nos producen sentimientos encontrados. Por un lado nos retan con sus figuras imposibles
y por otro nos aterran por la dificultad que
entrañan.
Todos los años se cobran su peaje en vidas
humanas, de jóvenes y no tan jóvenes, que
seducidos por el reto de su dificultad,
sucumben a las fuerzas de la naturaleza.
Dejando abajo las penas, las renuncias y los
sueños no cumplidos, van buscando el silencio,
el esfuerzo y los límites personales.
Decía un ilustre montañero francés que al
final, la roca y el hielo no dejan de ser un desierto en el que nosotros mismos modelamos
nuestros espejismos, nuestros sueños.
Pero la naturaleza, puede ser dura y cruel… o plácida, como la vida misma.
Al lado de estas imágenes de dificultad y dureza encontramos otras rebosantes de deleite y
bucólico gozo.
Con los animales en el monte, se produce un efecto de sinergia que ya hemos comentado en otras
ocasiones. Tanto las fotografías de las altas cumbres, como de los animales, por separado son
suficientemente cautivadoras, pero cuando aparecen ambos motivos juntos, todavía tienen un
plus añadido.
Resumiendo un poco, las montañas pueden ser un motivo fotográfico que se presta a muchos
puntos de vista. Podemos inmortalizarlas, solas, con flores, con casas o refugios, con animales,
convertidas en protagonistas o únicamente como fabulosos decorados.
Conozco a pocas personas que no se vean seducidas por sus cortantes aristas o sus albos
penachos enhiestos. Que no sientan una explosión de gozo al coronar con duro esfuerzo las
majestuosas cumbres y contemplar los extensos panoramas que ofrecen, mientras el viento
de las alturas trae las nubes al alcance de la mano y el tiempo parece detenido bajo el intenso
azul celeste. Que no perciban en la cima, que ya nada se interpone entre el cielo y tú.
Bueno Carlos, por el hecho de fijar todo esto por escrito, se me está agudizando la nostalgia de
las cimas y me están entrando todavía más ganas de trepar.
Así que os deseo que tanto tú como nuestros
buenos amigos del blog, tengáis todos unas
felices vacaciones y que hagáis “montañas”
de buenas fotos, porque luego, recordar,
…es volver a vivir.
Hala, que me marcho. Ya me despido.
¡¡¡ Hasta la vuelta, amigos. !!!
Un abrazo
Javier