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RECUERDO GITANO
Va comiendo los dulces recuerdos,
tirando moronas al viento
llevando a cuestas el color caf
de los aos.
Un da caluroso contemplaba a distancia el
camino y debido al calor abrasador o debido
a la confusin de mi mente me pareci ver a
lo lejos una imagen refrescante a la
contemplacin y algo graciosa se apareci
ante m aquella visin.
No era una persona comn, normal, era una
gentil dama con una forma de ver profunda
y radiante. Cuando estuvo ante m, sus ojos
parecan distantes anclados al pasado.
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Mirando atentamente logr ver una
cristalina tristeza que rod en sus mejillas
seguida de un lastimero suspiro. Alz su
vista hacia m y note su suave cabello caer
sobre su rostro con un ligero entorno gitano.
Entonces atnito por el espectculo slo
pude pronunciar palabras sin sonido, ella,
sin entender mi asombro prosigui su
camino, mas, ahora con una mirada llena de
curiosidad al verme debajo de aquel laurel
en medio del vaco verde del paisaje.
Envuelto en aquella sombra me entregu a
pensamientos propios con tanta entrega que
ca en sueo profundo, pero sent sobre mi
inerte cuerpo una mirada inquisitiva y
despert ante tal hecho.
4
Al ir abriendo los ojos con lentitud vi
nuevamente la visin borrosa sin claridad de
aquella mujer.
Aletargado cre que era parte de mi
imaginacin, un juego que en mi mente me
confunda. Sin prestar atencin e ignorando
lo evidente, regres a mis meditaciones con
los ojos cerrados.
Pasando un rato, no muy largo, sent la
misma curiosidad pesando sobre mis
hombros.
Tanta fue la insistencia, que fue necesario
sacudirme el adormecimiento con ms
agitacin de lo normal.
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Ah estaba esa mujer, tan preciosa en sus
labios que no mir hacia otra direccin. Se
movan con la rapidez de cuando uno habla
con urgencia, pero como un coro de muchas
voces mi mente no distingua palabras, slo
un sonido extrao.
La extraeza no era en su forma sino en su
ritmo, pareca que la mujer cantaba, una
preocupada cancin, se escuchaba el
temblar de su voz en el aire.
Para intentar calmarla, la tom de los
hombros, y yo an en silencio, la mir
directamente a los ojos.
Se silenci su voz de repente al ver mi
serenidad. Aspir profundo la tranquilidad
que este extrao le transmita.
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-En aquel pasado...me gustaba...de una
manera siniestra y silenciosa-dijo, como si
ntima de m se tratara, pero an, como si
comprendiera a lo que se refera.
Llor quedamente, y sent en mis brazos
cmo aumentaba el peso sobre ellos, al ver
que se desvaneca sobre m, inerte, sin
movimiento.
Horrorizado, sin saber si mora o slo
dormitaba, la sujete, firme y decidido.
Entonces en mi mente se cruz un
pensamiento, me vea a m mismo, s, era yo
mismo, tan loco o infantil como yo mismo
poda serlo.
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En un camino sin destino, con una dama sin
nombre, con lgrimas sin razones, y con un
el pueril sentimiento de soarme literato.
Escritor, cuando me lo repito a m, no
suena tan magistral como cuando lo
pronunciaste alegre en aquel paraje, verde y
gris.
Mas no entiendo por qu tu imagen viene a
m, gitana y serena, y me doy cuenta que
duele el cuello por sostener la cabeza tanto
tiempo en un falso gesto de dignidad.
La dama se despert, llorando mirndome
directamente a los ojos, me suplicaba que
rompiera el espejo del pasado, eran muchos
los lirios de incertidumbre que florecan para
nosotros.
8
Pero con ella frente a m, disfrutaba su bello
color de ardua confusin, con pedazos de
irona, y an tan cerca de ella, tena el
pensamiento presente de conservarla a mi
lado.
En la tarde, tan parda y tan tibia, se hunda
en m, mi recuerdo y su futuro, con ese elixir
de misteriosa belleza se embotaba, a cada
palpitar toda nocin de distancia y tiempo.
Y no recuerdo con detalle su fisonoma, mas
est an en mis manos el recuerdo de su
presencia sostenindola, sus pequeos
hombros, tan frgiles y seductores.
Tan ma en ese preciso instante, tan ajena
por no conocerla, ni saber su nombre.
9
Tan negro su cabello, que me perda en su
oscuridad, no saba qu hacer, era imposible
hablar para m, como notas de cristal, sus
sollozos de rompan en mi corazn, dola
escucharla, pero me daba placer verla.
Sin tener conciencia de lo que haca, mis
brazos se cansaban rpidamente, y despacio
fueron cediendo espacio entre los dos, hasta
que lleg a m, y una imperiosa fuerza me
motiv a abrazarla.
Tal vez ella tampoco saba lo que haca yo, o
tal vez era lo que esperaba, pues enseguida
sent como su entero ser, se llenaba del
remanso y consuelo que le brindaba este
desconocido.
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Dej por un momento de llorar, y ahora era
yo el que senta una profunda tristeza, por ti
tal vez o por m, porque crea que te quera
o incluso amaba, mas, rodeada de toda su
presencia, record a otra ella.
Haba sido compaera de juegos e infancia,
haca tantos aos de aquellos sucesos, que
ya la haba olvidado, pero el espesor de esa
mirada presente, traa a mi memoria a la
nia, que alguna vez me quiso, yo sin
saberlo.
An guardaba la nota que, ya de joven, me
entreg llorando cuando le dije la trgica
noticia de mi partida, con letras precisas y
claras, escribi:
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Ir a buscarte como siempre...... aunque
no te encuentre aun cuando est segura...
de que ya te has marchado...
hasta el punto de no retorno......
Y sent pesar por ella, por que am toda una
vida a quien no se mereca, a quien no
conoca amor a nadie, navegando sin dejar
huella ni recuerdo en nadie, ni en ti, pues te
marchaste sin remordimiento alguno.
Mas no me dolas t, era ella, la del pasado y
la del presente como si de una sola persona
se tratara, convocaron en m un sentir y
vuelco de emociones, tal vez un poco de
amor, o tal vez cario.
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-Es Onrico- dijo ella, trayndome de mis
ensoaciones-
porque Sueo que duermo en tus brazos,
tus brazos duermen de cansancio, cansancio
de tantos sueos...
sueos que imaginan abrazos, abrazos que
despiertan un sueo,
el sueo en que duermo en tus brazos
-lo dijo con ojos llenos de una tierna
sonrisa.
Atnito, me qued, al reconocer su apacible
voz, sent calma y un poco de aturdimiento,
y mi nimo se agit, de un modo precioso y
brillante.
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Esa dama era ella...y mi corazn sonro.