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Proto LópezAño VI Nº 09 12/12/2016

Coordinación EditorialLic. Enriqueta NoriegaJefe de Información y PromociónRedacción y Montaje

Lic. Andrea Rodríguez

El Maestro Proto López es una de esas personas privilegiadas cuya vida se convirtió en su trabajo, la pasión yencanto que la música consiguió despertar en él ha dejado huellas en Guayana, especialmente en la UNEG, dondefue el creador de diversos grupos musicales, reconocidos en más de un festival. Medio siglo dedicado al arte aún nole es suficiente y cómo, si todavía tiene más que ofrecer a esta ciudad.

“Uno de los coros que dirige la profesora Irma (Iorio) cantó mi arreglo musical del Padre Nuestro y escucharlo, como

parte del público me causó una emoción que no puedo describir; casi todos estaban ahí, esos muchachos, quienes ahora

son unos hombres y mujeres profesionales, estaban haciendo lo que les enseñé, lo que a ellos les gusta hacer, música”,

recordó el Maestro Proto López sobre una de las presentaciones que lo homenajeaban en sus 50 años de vida artística,

celebrados en noviembre del 2016.

El Maestro Proto insiste en que es medio siglo de vida musical, aunque sus allegados argumenten que son muchos más,

pero López no lo ve así, para él su vida son las cuatro cuerdas de esa caja de madera con curvas de sirena, sin embargo.

su trabajo, su profesionalización, comenzó a los 13 años, cuando grabó su primer disco con la canción “Puerto Ordaz”,

acompañado de Marlene Arias, Zulay González y Argenis Cardozo.

Ese disco de 45 revoluciones, grabado con el sello disquero de

La Llovizna, marcó el antes y el después de este artista nacido

en Güiria (Edo. Sucre), el 26 de diciembre de 1952, en el seno

de una numerosa familia con excelente oído musical, un don

heredado de padre y madre por igual, el primero un violinista

de profesión y la segunda, una prodigiosa voz que se lucía en

los coros de la iglesias.

“Eramos 12 hermanos y todos tocábamos algún instrumento, en

la casa había de dónde escoger, pero creo que el cuatro llegó a

mí por casualidad, como algo espontáneo, un día simplemente

me puse afinar uno, para poder tocarlo, porque soy zurdo,

supongo que ese fue mi momento, comencé a practicar cuatro y

a cantar, me convertí en el cuatrista de la escuela, hasta

participé en un concurso de la radio y gané, aunque mi padrino

era el juez, entonces, no sé si me llevé el premio por eso”,

comentó Proto entre risas.

Los cierto es que ese primer concurso es uno de sus recuerdos más queridos, relata que por su triunfo le dieron el libro

Mantilla y un par de zapatos, la emoción de ese día aun lo acompaña, aunque bromeé sobre un posible arreglo del

concurso. A ese reconocimiento le siguieron muchos más, el Premio Bicentenario Natalicio del Libertador, Premio

Cultura mención Persona, ser nombrado Patrimonio Cultural Intangible del Municipio Caroní, entre otros, pero quizás el

más recordado y por el que más pregunten es el que recibió en 1974, el Nacional de Cuatro.

Una vida al son de cuatro cuerdas

Educador musical de varias generaciones, el Maestro Proto

celebró en noviembre 50 años de vida artística.

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La canción “Natalia” de Antonio Lauro, fue la pieza ganadora de aquel año y los intérpretes, Cheo Hurtado y Proto

López; “esa canción me encanta, le hice incluso un arreglo coral, pero no la he tocado más de dos veces, después del

premio”, reconoce el Maestro, quien aseguró no saber dar explicación a ese hecho, solo que quizás ya lo interpretó

bastante.

“No quería que fuera músico”Se podría decir que López comenzó a formalizar su educación musical

cuando llegó a Guayana, tenía solo 9 años; la familia se instaló en El Roble

Por Fuera en San Félix y la iglesia San Buenaventura fue su nicho cultural.

Allí conoció las primeras notas del piano de la mano de la profesora

Angeline Español, en la Academia de Música Santa Cecilia.

También vivió en el Campo A­2 de Ferrominera, pero comenta que nunca se

desligó de El Roble, de la iglesia o de la música, de hecho participó en

diversos eventos y competencias durante su adolescencia; contó que en uno

de esos concursos tocó en grupos diferentes, la anécdota le causa mucha

gracia, el maestro relató que ambas agrupaciones llegaron a la final, la de su

liceo y la de San Buenaventura y él se presentó en las dos, ganó la segunda y

sus compañeros de escuela se molestaron con él, “me decían que era un

vendido”, recuerda López riéndose.

Las competencias y la instrucción musical dieron orientación al talento que

ya parecía innato en él, pero el Maestro aseguró que al principio no contó

con el apoyo de su padre, una figura demasiado fuerte en su vida. “Él decía

que dedicarse a esto no pagaba, él era violinista y supongo que lo decía con

cierta razón, en mi casa lo respetábamos mucho y mi relación con él fue muy

especial, éramos amigos”, comentó.

Tan grande era el respeto hacia el padre que ninguno de sus 12 hijos se

atrevió a tocar el violín, para ellos era el instrumento de su papá, un

artefacto sagrado que solo él podría tocar, “aún los conservo, yo soy el que

guardó sus violines, puedo tocarlos un poco, de hecho”, expresa el Maestro

Proto, con cierto dejo de nostalgia en la voz.

Así el padre se impuso, lo mandó a Caracas para alejarlo de la música y de la iglesia, porque también temió que su hijo

menor se fuera al seminario, “él me dijo que no sería ni cura ni músico, así que estudié para ser perito electrónico en la

capital, pero en secreto me iba también a la academia de música”, contó López, como quien confiesa una travesura de la

que no se arrepiente.

Su vida es la música, tuvo la suerte de convertirla

en su trabajo.

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La carrera como perito electrónico no duró mucho, al año ya estaba de

regreso en Bolívar y con una oferta de trabajo en la Corporación

Venezolana de Guayana (C.V.G), ahí comenzó a involucrarse en las

comunidades UD­102 (Simón Bolívar), UD­103 (Moreno de Mendoza),

UD­104 (Antonio José de Sucre), UD­112 (Manuel Piar), la enseñanza

musical se centró en San Félix y poco a poco se extendió a los sectores

de Puerto Ordaz.

La familia primeroSu trabajo como maestro musical y sus diversas presentaciones ya lo

habían hecho casi famoso; antes de obtener el preciado reconocimiento

de 1974, ya tenía un amplio currículo de conciertos en casi todos los

estados del país y luego de ganar el Festival viajó por Europa, primero fue a España como director invitado de la

Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), después junto con Cheo Hurtado y Roberto Todd llegó hasta Rusia, siempre

con el cuatro en la mano.

De esa experiencia solo conserva el buen recuerdo de dar a conocer la música venezolana en el Viejo Continente, donde

el cuatro no es tan conocido, mucho menos con el toque punteado y charrasqueado que le otorga el Maestro Proto. “Nos

llevaban flores al escenarios, me sorprendió que les gustara tanto, pero cuando llegó el momento de volver me alegré

más, extrañaba a mi familia, por eso cuando me pidieron seguir con el grupo, les dije que no”, relató.

López prefirió la familia a las giras y de eso tampoco se arrepiente, en total tiene seis hijos: Marcos, Saraí, Sairé, Siraí,

también un niño de 11 y una niña de 8 años, todos instruidos en la música. El maestro realmente disfruta estar rodeado

de los suyos, se pone en evidencia cada vez que los menciona, de hecho, contó que se inventó el Día de los Sobrinos en

su cumpleaños, así tiene la excusa perfecta para verse y compartir, pero con quienes siente más apego es con sus

hermanos o quizás ellos con él, por ser el menor, describió su relación con ellos como de admiración y confesó que “la

inspiración más grande para su carrera fue su hermano Gonzálo, "el mejor músico de la familia, hizó su vida en Valenci,

murió cuando a penas tenía 49 años”.

Música unegistaEl Maestro extraña a los que se fueron, de los 12 hermanos ya quedan solo 8, a todos los recuerda con amor y

admiración, especialmente a su padre, quien con el tiempo aceptó la pasión artística de su hijo menor y disfrutó sus

logros; “recuerdo siempre una jornada cultural de la C.V.G con Serenata Guayanesa como invitado, papá subió al

escenario con ellos, se preparó para tocar el violín, pero los nervios lo traicionaron, me vio y me dice que se le olvidó la

canción”, cuenta López sonriendo, pareciera que revive ese momento, “pero él no se quedó ahí sin saber qué hacer, me

dice '¿canto?' e inmediatamente comienza a cantar 'inquieto Caroní...'", continúa imitando lo mejor que puede a su

progenitor, esa canción no estaba en el programa, pero ver a su padre feliz por compartir escenario con esos íconos de la

región, aún lo alegra.

Brindar instrucción musical fue el estandarte de su

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Esa jornada no fue la única que organizó durante su época en

C.V.G, durante 16 años, trató de impulsar la cultura, incentivar el

estudio del cuatro, pero cuando salió de la corporación sintió

que quizás debía emprender en otras áreas, compró unos

autobuses y decidió incursionar en el sector trasporte, pero

siendo la música su vida, no lo dejó ir tan fácil, el Maestro no

recuerda quién lo llamó avisándole que en la Universidad

Nacional Experimental de Guayana (UNEG), necesitaban un

director musical.

Atendió el llamado, no dejó pasar la oportunidad y desde la

UNEG se puso manos a la obra en la creación de grupos

musicales, el primero el Experimental Caura, también creó y

dirigió a Simplemente Gaita, la Universidad del Bolero y la

Estudiantina Universitaria, que ahora lleva orgullosa su nombre.

Bajo la dirección de López la "Luz de Guayana" se llevó su primer premio nacional en Maracaibo y luego otro en

Cumaná, “me complace haber trabajado en la institución, porque colaboré con su crecimiento cultural”, expresó.

Fundación Proto López

Una de las cosas que más le gustaron al Maestro fue crear temas y arreglos para los grupos y corales que dirigió, uno en

especial le causa emoción, Gran Sabana, inspirada en una de las bellezas naturales que representan al estado Bolívar, “la

primera vez que vi esa inmesidad fue en 1974 y fue algo

indescriptible para mí, quise plasmarla en una canción y quizás me

quedé corto".

La música, sin duda, es su vida y hacer de ella su trabajo para

Proto es una bendición, por lo que ofrecer sus conocimientos a los

niños, enseñarles y ver como se apasionaban por el arte, como él lo

hizo en su juventud, es su mayor satisfacción, por eso ahora su

sueño está encaminado a continuar la enseñanza.

“Quiero hacer una fundación, una que ayude a los niños que no

pueden estudiar música por falta de dinero, porque viven muy

lejos, por lo que sea que los limiten, es mi meta hacer una

institución de la que esos niños puedan beneficiarse”, confesó el

artista, que después de medio siglo aún tiene mucho que dar a

Guayana.

La Estudiantina unegista ahora lleva su nombre.

Trabajar con niños fue su más grande satisfacción, por eso la

siguiente etapa de su carrera está dedicada a ellos.