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Reflexiones Peruanas N° 626

BAGUA: LA SENTENCIA Y LA POLÉMICA

Wilfredo Ardito Vega

Poco después de la tragedia de Bagua, un joven awajún viajó desde su comunidad para

averiguar dónde estaba detenido su padre. No lo iba a visitar, sino a ofrecerse en su lugar.

Los abogados le explicaron que no tenía sentido, porque él no había participado en los

trágicos sucesos del 5 de junio.

-Mi padre tampoco –replicó él -, y yo puedo resistir mejor lo que le están haciendo.

Esta anécdota muestra que para el joven awajún, su padre no era un detenido, sino un

prisionero, a quien el Estado peruano privaba de su libertad como parte de la ofensiva contra

los pueblos indígenas, que entonces había dispuesto el régimen de Alan García.

En realidad, durante estos siete años, el Ministerio Público, el Poder Judicial y la Policía

Nacional se han comportado con tanta arbitrariedad que no parecían buscar justicia, sino

doblegar a los pueblos awajún y wampís. Por todo ello me sorprendió muy positivamente

la sentencia promulgada el jueves pasado que absolvió a los 53 acusados del asesinato de

doce policías en la Curva del Diablo.

La sentencia ha generado reacciones marcadamente polarizadas: quienes habían seguido el

proceso de cerca sintieron alivio porque por fin terminaba el sufrimiento de 53 personas

inocentes y de sus familias. Otras personas, como los congresistas fujimoristas Carlos

Tubino y Lourdes Alcorta y el Ministro del Interior Carlos Basombrío señalaban su

indignación porque “no había justicia en el Perú” y los asesinos de los policías habían

quedado impunes.

Quienes creen que la Sala Penal absolvió a los homicidas, demuestran un gran

desconocimiento sobre el proceso y también sobre los trágicos incidentes del 2009.

Lo que comúnmente se denomina “el Baguazo” fue una sucesión de hechos violentos: el

enfrentamiento en la Curva del Diablo, la desaparición del mayor Felipe Bazán, la masacre

de policías desarmados en la Estación 6 de Petroperú (a muchos kilómetros de distancia) y

los disturbios ocurridos en la ciudad de Bagua donde numerosas personas quedaron heridas

por los disparos de la policía.

El proceso que concluyó el jueves pasado se refería al primer caso, el de la Curva del Diablo

y, en éste, solamente a la muerte de los doce policías, no a los diez nativos y campesinos que

allí también fallecieron. Un dato importante es que en el enfrentamiento no solo

participaron indígenas, sino campesinos de la zona a quienes la sentencia denomina mestizos.

En total junto con 22 indígenas awajún y wampís y el líder shawi Alberto Pisango, había 31

mestizos acusados.

La sentencia es un documento muy prolijo, que en 392 páginas busca contextualizar los

hechos, presentando mucha información histórica y antropológica sobre los awajún y

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wampís. Se señala como antecedentes la indignación de los indígenas por la presencia de la

empresa minera Afrodita en su territorio y el recorte del Parque Nacional Ichigkat Muja por

el gobierno de García (RP 355). Ignorando dicho descontento, García promulgó varios

Decretos Legislativos que afectaban a los pueblos indígenas, especialmente el 1015 que

permitía la disolución de las comunidades nativas y la venta de su territorio.

La sentencia recuerda que ya en agosto del 2008 se habían producido otros enfrentamientos

entre los awajún y la policía y que tanto la Defensoría del Pueblo como la OIT y AIDESEP

habían intervenido infructuosamente buscando que el régimen de García diera marcha atrás.

Al relatar el conflicto, no se oculta la violencia que sufren los policías, los bomberos y el

Ministerio Público, aunque en estos dos últimos casos, varios testimonios señalan que los

atacantes fueron mestizos y no nativos.

Se cita documentos como la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos

Indígenas y el Convenio 169 de la OIT, así los protocolos emitidos por el Poder Judicial para

abordar casos donde estén involucrados indígenas y ronderos. Se analiza conceptos como

tierra, territorio e interculturalidad. Debemos destacar especialmente que se señala que no

es posible considerar delito la interrupción de la carretera, puesto que era parte del ejercicio

del derecho a la protesta que debe ser respetado por el Estado (pp. 155-157) y los indígenas

carecían de otras posibilidades para proteger sus territorios (pp. 354-357).

Menciona el artículo 15 del Código Penal, que establece el error de comprensión

culturalmente condicionado, pero aclara que en ningún momento puede justificar una

violación a los derechos humanos (p. 358).

La absolución no se debe a un tema intercultural, sino a que los policías fallecieron por arma

de fuego y la pericia de absorción atómica mostró que ninguno de los acusados había

disparado un tiro. No tenía tampoco sustento considerar instigador a Santiago Manuin, que

estaba malherido e inconsciente cuando los hechos ocurrieron o a Alberto Pizango, que

estaba en Lima sin comunicación con los awajún a la hora que ocurrieron los hechos.

De esta manera se confirma lo que ya advertían los organismos de derechos humanos y las

instituciones de la Iglesia Católica: que las detenciones eran totalmente arbitrarias y que

muchos detenidos habían sido golpeados para obligarles a firmar confesiones. El caso más

grave fue el de Feliciano Cahuasa, quien estuvo detenido durante cinco años en el penal de

Huancas, en una zona muy fría y distante de las comunidades nativas.

Leer los testimonios de los involucrados es realmente triste, porque hace pensar cuán difícil

es una reconciliación en un país como el Perú. Varias veces he visto a los familiares de los

policías y de los procesados juntos, muy afectados, mientras los políticos de la época eluden

cualquier responsabilidad (como la Vicepresidenta Araoz).

Ahora bien, la reconciliación será imposible si persiste la impunidad, especialmente para

quienes cometieron los crímenes de la Estación 6 y los responsables de la desaparición del

mayor Bazán. Ninguno de ellos estaba entre los absueltos el jueves pasado. Por eso, pese

a que la sentencia es positiva para los acusados, queda la sensación de que la justicia está

muy lejos de llegar para quienes perdieron a sus seres queridos el triste 5 de junio del 2009.

LA FRASE W: Cuánta inconsciencia muestra quien lamenta la absolución de inocentes