Al instituir los sacramentos, Cristo no determinó la materia y la
forma hasta el más mínimo detalle,
sino que dejó esta tarea a la Iglesia, que debería determinar qué ritos
eran los adecuados para la administración
de los sacramentos.
Estos ritos se denominan Sacramentalia, cuyo objeto es manifestar el respeto debido al
sacramento y asegurar la santificación de los fieles.
Pertenecen a categorías muy distintas; por ejemplo:
-La sustancia, en la mezcla del agua con el vino Eucarístico;
-La cantidad, en la triple efusión del bautismo;
-La calidad, en la condición del pan ácimo;
-La relación, en la capacidad del ministro;
-El tiempo y el lugar, en los días de fiesta y las iglesias;
-El hábito, en los ornamentos litúrgicos; -la postura, la genuflexión, -Las postraciones; -La acción, en los cantos, etc.
Todos estos objetos destacan la dignidad del Santo Sacrificio
y despiertan la piedad de los fieles.
Los ritos sacramentales dependen de la Iglesia que los estableció y que, por lo tanto, mantiene el derecho de conservarlos, desarrollarlos,
modificarlos o abrogarlos.
-Orans indica oración pública, ya sea litúrgica o privada;
-Tinctus, el uso del agua bendita y de las unciones que se utilizan en diversas consagraciones;
-Confessus, la confesión general de las faltas que se hace durante la recitación del Confiteor durante la Misa, durante la Comunión y en el Oficio Divino.
-Edens, el consumo de los alimentos benditos;
-Dans, limosna;
-Beneiciones papales, episcopales, la bendición de las velas, ceniza, palmas, etc.
Los sacramentales no confieren gracia santificante ex opere operato,
por virtud del rito o de la sustancia empleada, en eso consiste básicamente su diferencia
con los sacramentos.
La Iglesia no tiene la facultad de incrementar
ni reducir el número de sacramentos instituidos por Cristo, pero los
sacramentales no poseen su misma dignidad ni
privilegios.
Si todo su valor procediera del opus operantis, todas las obras
buenas de carácter externo
se llamarían sacramentales.
La virtud especial que la Iglesia reconoce
y que los cristianos experimentan en los sacramentales debería
consistir en las oraciones oficiales por las
cuales imploramos a Dios que vierta gracias especiales sobre quienes
hacen uso de los sacramentales.
No todos los sacramentales tienen el mismo efecto.
Por otra parte, algunos sacramentales, utilizados con mayor
frecuencia, el agua bendita, son objeto de una bendición que detalla sus efectos
específicos.
Uno de los efectos más sorprendentes
de los sacramentales es su virtud de ahuyentar los espíritus malignos
cuyas misteriosas y siniestras operaciones afectan a veces la
actividad física del hombre.
Para combatir este poder oculto, la Iglesia tiene como recursos el
exorcismo y los sacramentales.
Otro efecto es la protección del alma contra el pecado y las penas debidas
por éste.
Por lo tanto, en la bendición de un crucifijo,
la Iglesia, pide que este signo sagrado pueda recibir la bendición celestial a fin de que todos aquellos que se arrodillen ante él e imploren a la
Majestad Divina puedan recibir una mayor contrición
y un perdón general de las faltas cometidas.
Estos significa la remisión de los pecados veniales; porque sólo los
sacramentos, con una contrición perfecta, tienen
la capacidad de perdonar los pecados mortales y de liberar de las penas
merecidas por los mismos.
Por último, los sacramentales pueden utilizarse para obtener
favores temporales, puesto que la Iglesia misma bendice
objetos que se utilizan en la vida diaria;
por ejemplo, la bendición de una casa,
en la que se pide la abundancia del rocío celestial y la riqueza de la
fructificación de la tierra; Igualmente, en la
bendición de los campos, en la que se le pide a
Dios que derrame sus bendiciones sobre las cosechas para que la tierra fértil
supla las necesidades y carencias
de los desposeídos.
Los archivos del mes puedes descargarlos en:http://siembraconmigo.blogspot.com/
Si deseas recibir archivos de Espiritualidad Católica envía un correo sin asunto y sin texto a:
Servicio Gratuito con Fines Educativos