Archenti, Adriana y Morales, Orlando Gabriel (2009): “Selección excluyente y valoración: migrantes extranjeros en la prensa escrita local”. En: Verano, Alejandro (editor): Medios de comunicación en la Argentina. Diagnóstico y prospectiva. Tomo II, Ediciones de Periodismo y Comunicación, Nº 40 – II, ISBN 978-950-34-0548-2, La Plata.
Selección excluyente y valoración: migrantes extranjeros en la prensa escrita local
Adriana Archenti1
Gabriel Morales2
El presente artículo se inscribe en reflexiones surgidas a partir de investigaciones que
venimos llevando a cabo acerca de migraciones, identidades e identificaciones étnico-
nacionales y, específicamente en la actualidad, sobre representaciones de la otredad con
respecto a inmigrantes extranjeros en la Argentina3.
Realizaremos en primer término algunas precisiones sobre el fenómeno migratorio y su
relación con procesos de clasificación y categorización, manifestados en este caso
particular en el campo de la comunicación mediática. En segundo término presentaremos
algunos parámetros generales en los cuales enmarcar las formas en que bolivianos y
“asiáticos” 4 aparecen apelados en medios gráficos de comunicación editados en La Plata
y Buenos Aires en dos momentos históricos, los años 1999-2001 y 2005-2007
respectivamente. En términos de clasificaciones, estas formas -que más adelante
desarrollaremos como estrategias discursivas- pueden remitir a procesos de
discriminación involucrados en dos sentidos. En primer lugar en cuanto al significado
básico de diferenciar, clasificar, dividir, seleccionar excluyendo. En segundo lugar y
asociado al primero con la intervención de una valoración, la discriminación toma forma
en la señalización y atribución de acciones o características a grupos sociales (en este
caso migrantes) que quedan así expuestos en una situación de asimetría relativa.
A la vez, a través de un complejo juego de mediaciones, los procesos mencionados
pueden correlacionarse con acciones específicas de culpabilización, sometimiento,
exclusión, agresión hacia dichos grupos en el contexto de la sociedad mayor.1 Antropóloga. Profesora e Investigadora de la F P y C S. UNLP.2 Licenciado y Profesor en Comunicación Social. Docente e Investigador de la F P y C S. UNLP.3 Proyecto de Investigación y Desarrollo: “Relaciones interculturales y construcción de alteridad con respecto a inmigrantes extranjeros de origen boliviano y asiático en La Plata”. Fac. de Periodismo y Comunicación Social. UNLP. Directora: Adriana Archenti.4 En el contexto de nuestra investigación utilizamos la categoría “asiáticos” retomando esa genérica inclusión continental -englobante de extranjeros provenientes de diferentes países de Asia- que aparece en distintos discursos, incluyendo el de los medios gráficos. En concordancia con esta modalidad, la sociedad local aglutina orígenes diversos bajo las clasificaciones “chinos”, “japoneses”; en un proceso de homogeneización que opera, consideramos, fundándose principal pero no exclusivamente en base a rasgos fenotípicos.
En la actualidad, los movimientos poblacionales se presentan como uno de los aspectos
no tecnológicos más destacables del proceso de globalización. La cuestión de las
migraciones (uno de los flujos centrales en el mundo contemporáneo, además de los de
capital, de información, de mercancías de todo tipo), que responden a múltiples razones y
son consecuencia a la vez que causa de tal proceso, pasa a formar parte central de los
temas y problemas académicos, y también políticos y económicos de los últimos tiempos.
Lo propio sucede con la cuestión de la comunicación intra e intercultural,5 es decir, de los
modos efectivos y de los modos posibles de darse la relación entre los propios migrantes
y con aquellos que forman parte de la sociedad mayor. Por este camino, la comunicación
intercultural tiene algo que decir acerca de los procesos de negociación y lucha por el
sentido de lo social, y de los mecanismos de configuración de las clasificaciones sociales.
Es nuestro objetivo indagar de qué manera en sus diferencias, en la multiplicidad de
relaciones que despliegan, se producen los sentidos con que el fenómeno social
considerado emerge y adquiere vigencia. También examinar la forma en que se da la
dinámica histórica de la significación social en un contexto de relaciones de diferencia
cultural y, según nuestra experiencia en la temática, en gran parte de los casos de
marcada desigualdad social.
Pensar la cuestión general de las migraciones como problema comunicacional afecta
áreas diferentes de estudio, aunque estrechamente ligadas.
En sus términos más generales supone considerar el fenómeno migratorio en su aspecto
de espacio de disputa por las significaciones de la realidad social. Las migraciones como
ámbito social, así como los agentes que participan de ellas y sus intereses respectivos
son el producto de la dinámica particular de este espacio de producción de
significaciones. Se trata de reconocer la dimensión necesariamente comunicacional que
hace de todo proceso de articulación hegemónica el resultado de un conflicto entre
discursos sociales (cfr. Laclau, 1993 y 1996).
Por otra parte, en un sentido más acotado, este fenómeno involucra al que se reconoce
habitualmente como campo propio de reflexión sobre la comunicación: el de los medios
masivos. La contemplación de dicho campo se vuelve estratégica toda vez que, en la
actualidad, los medios aparecen como uno de los soportes materiales primordiales (con
sus lógicas específicas de producción, circulación y reconocimiento) para que las
imágenes de auto referencia de la sociedad mayor o alguno de sus sectores y las
5 Se usa esta categoría con fines teórico-analíticos, para designar un tipo de comunicación posible, sin desconocer instancias comunicativas y de relación vinculadas a adscripciones de otra índole.
imágenes de las llamadas “minorías” se constituyan. Los medios producen, ponen en
circulación y contrastan dichas imágenes. Y llegan a ser fundamentales en el proceso de
construcción de alteridades sociales.
La perspectiva de las migraciones internacionales en tanto “culturas en movimiento”
permite entenderlas en al menos dos dimensiones: como traslado de prácticas materiales
y simbólicas entre fronteras que además son nacionales y como producción cultural con
una dinámica específica fruto del contacto entre universos de significación más o menos
compartidos.
Uno de los aspectos centrales de la conformación de la sociedad es la construcción de
criterios clasificatorios que permitan agrupar, distinguir y, eventualmente, jerarquizar a
quienes la constituyen.
A un nivel general, la creación de categorías hace posible procesar los diferentes
estímulos operando con economía mental, esto quiere decir que se agrupan en una
misma categoría la mayor cantidad de estímulos posibles, por lo que no necesariamente
tienen correspondencia con la realidad.
Gordon Allport (1977) ha adjudicado la necesidad de creación de categorías clasificatorias
a un requerimiento de la mente humana en el sentido de procesar la especificidad de los
diversos estimulos, situaciones sociales y eventos a que la misma está expuesta.
Por su parte, Durkheim y Mauss (1971) intentaron explicar la construcción de categorías y
sistemas clasificatorios en tanto necesidad humana -individual y colectiva- demostrando
su centralidad para la vida social: al ser en su mayoría representaciones compartidas por
los miembros del grupo, constituyen una especie de mapas cognoscitivos que posibilitan
entender el mundo, orientar la conducta y expresar capacidades afectivas.
En el caso específico de los grupos étnico/nacionales, la utilidad de la adscripción se
relaciona con su funcionalidad como principio de organización social y -etnocentrismo
incluido- su disponibilidad al momento de simplificar, codificar y predecir el
comportamiento del otro en situaciones nuevas y cambiantes.
En el contexto de la diversidad del mundo social, los sujetos se ven implicados en
procesos de construcción de la otredad a través de clasificaciones que ordenan y explican
la misma. La evidencia etnográfica permite sostener que no hay sociedades humanas que
no cuenten con criterios y categorías sociales que permitan agrupar, distinguir y
jerarquizar a los miembros que las constituyen (Falomir Parker, 1991).
A finales de los años sesenta Edmund Leach señaló que la representación no conflictiva
de la alteridad producía -en términos cognitivos- un “Otro lejano” posible por la distancia
cultural y geográfica; mientras que para el caso de alteridades próximas -espacial y/o
culturalmente hablando- acuñó la categoría de “Otro incierto”, en referencia a aquél que
estando próximo es a la vez lejano, generando potencialmente sentimientos de amenaza,
inseguridad, ansiedad y miedo (cfr. Leach, 1997).
Precisamente, en la actualidad el tránsito de personas entre diferentes países activa
procesos de alterización que producen representaciones sobre una supuesta peligrosidad
de los otros y movilizan sentimientos de incertidumbre.
La presencia del migrante extranjero deviene potencial amenaza, en tanto involucra a la
vez la “fidelidad” a otra nacionalidad-territorio y una ruptura flagrante de la pretendida
“homogeneidad” de la nación por la irrupción de las diferencias al interior de las fronteras,
implicando el quiebre de una supuesta transparencia cultural (cfr. Rosaldo, 1991).
Según los procesos y proyectos históricos concretos que se consideren, y los criterios de
diferenciación de que se trate, cabe la posibilidad o bien de la “integración”, la cual
supone que tales diferencias se diluirán en el “fondo cultural comun” de la “sociedad
receptora”6, o bien que persistirán en un contexto de “coexistencia de
diversidad/diferencia” que potencialmente resulta conflictivo, dado que en la negociación
por el establecimiento de las reglas de la vida pública los migrantes, en tanto minorías, se
encuentran en posiciones subalternas de poder.
Con respecto a los propios migrantes, el sistema de relaciones imperante al momento de
su incorporación incidirá de modo diferencial en la percepción de la situación total por
parte de los sectores implicados, en el recurso -también diferencial- al “equipamiento”
cultural que cada grupo de migrantes trae consigo y en las estrategias efectivas de
inserción y de recepción.
Esta interacción dinámica de historia vivida y contexto producirá la puesta en acto
específica de capacidades o “cualidades” diferenciales susceptibles de valoración -tanto
positiva como negativa- por parte del conjunto de actores intervinientes según su
situacionalidad en el sistema total de relaciones, que funcionan a la vez como estrategias
de inserción de los distintos grupos interactuantes y como categorías clasificatorias de los
mismos al interior de la sociedad receptora.
Pensando lo arriba escrito en términos de relaciones interculturales, la visibilidad -en los
casos bajo estudio- opera mediante la atribución de rasgos que conforman un estereotipo
el cual, a su vez, incide potencialmente en las interacciones entre los sujetos.
6 Estableciendo que la categoría “sociedad receptora”, de la misma forma que aquellas de “sociedad local” o “sociedad mayor” -que usaremos en el presente texto- adolecen de un nivel de generalidad y uniformización importantes, quedando subsumidas en ellas tanto la variabilidad al interior de la misma como la dinámica procesual de la interacción, prescindiremos de las comillas de aquí en adelante.
Al analizar el mecanismo de alterización implicado, sin embargo, deben distinguirse al
menos dos vías. En una de ellas, la intervención de una bio-lógica al momento de atribuir
e interpretar diferencias instituye fronteras de manera definitiva, negando toda posibilidad
de borramiento de la diferencia por medios socioculturales, ya que tal marca no
respondería al orden de la cultura, sino al de la naturaleza. Por su parte la etnicización
(con referentes étnicos, nacionales o más ampliamente geoculturales), al menos en
términos teóricos, posibilita la inclusividad en distintos grados, dado que las fronteras aquí
se vinculan con aspectos culturales y por lo tanto no revestirían la carga de destino
inevitable atribuida a los componentes biológicos.
A nivel concreto, estas vías no solamente no se presentan con la nitidez de su
caracterización analítica, sino que además se encuentran atravesadas por relaciones de
clase. A su vez, la herencia de la hegemonía eurocentrada de la sociedad colonial
latinoamericana ha convertido la apelación a los factores de orden fenotípico en rasgos de
visibilidad de la diferencia de tal magnitud que su intervención en las relaciones de clase
es insoslayable.
Cuando las categorías clasificatorias se orientan hacia una visión jerarquizadora de la
sociedad, tendiente a legitimar prácticas productoras o re-productoras de desigualdad
social entre distintos grupos, estamos, en términos de van Dijk (1994) frente a una función
sociopolítica de la categorización.
En este marco, se pueden encontrar correlaciones entre la construcción de categorías
sociales clasificatorias y actitudes que involucran prejuicios y discriminación hacia los
migrantes, siendo que en el discurso de algunas parcialidades de la sociedad mayor se
identifican criterios de inclusión/exclusión sobre la base de una polarización entre la
percepción positiva o transparente de “nosotros” y la construcción de representaciones
sociales negativas o excluyentes sobre los “otros”. Estos criterios toman cuerpo en
distintas estrategias discursivas que, para nuestro análisis, hemos identificado en
términos de “exotización/reducción cultural”, “victimización”, “responsabilización”,
“hipervisibilización”, las cuales pueden ser registradas en las formas en que los medios de
comunicación hacen referencia a los migrantes7. Estas estrategias pueden ser
brevemente caracterizadas como:
7 Hemos profundizado esta temática en: Archenti, A. y Tomás, M.M. (2006): “Migración y “categorías de personas”: desplazamientos de población, interacción social y producción cultural”. Ponencia presentada al Congreso Internacional de Investigación en Psicoanálisis y Ciencias Sociales. Tucumán, octubre. Asimismo en: Archenti, A. (Coord.) (2006): Nosotros y los otros: una mirada antropológica y comunicacional sobre las migraciones. Revista Tr(a)mpas de la Comunicación y la Cultura. Nº 43. F P y C S. UNLP. Marzo.
Exotización/reducción cultural: operación de focalización y sobredimensión de la
diferencia cultural de modo tal que la misma aparece destacada, naturalizada y
esencializada y puede constituirse en una barrera crucial para la comunicación y la
integración.
Victimización: refiere a una condición de desventaja que deja inerme ante el
avasallamiento de algún derecho o el padecimiento de una situación objetiva (pobreza,
ilegalidad, por ejemplo). A la vez que puede implicar una solidarización con aquel que
padece la condición, marca y estabiliza al mismo en la categoría de víctima. En tanto esta
requiere ayuda, otorga un papel activo a los solidarios y de relativa pasividad a los
padecientes. Por otra parte, el sujeto “víctima” permite potencialmente la denuncia de
abusos que han quedado ocultos o invisibles en el discurso de los derechos humanos.
Responsabilización: implica la transferencia y focalización de responsabilidades por un
hecho o situación negativa en un grupo social particular -en una misma operación que
invisibiliza las responsabilidades correspondientes a otras instancias intervinientes en
dicha situación-, por medio de la cual el grupo en cuestión aparece representado en
términos desfavorables.
Hipervisibilización: debe considerarse tomando en cuenta su reverso, la invisibilidad,
siendo que ambas forman parte de un proceso en el que la visibilidad se manifiesta en
una serie de grados. La visibilidad/invisibilidad produce efectos positivos o negativos de
acuerdo a los sujetos involucrados y al contexto socio-histórico. De manera que la
visibilidad excesiva (en tanto imposibilidad de pasar desapercibido/a) puede resultar tan
opresiva como la invisibilidad.
Estas estrategias discursivas no son necesariamente exclusivas unas de otras sino que
pueden aparecer en forma correlacionada y articulada en un mismo acto discursivo o en
una sucesión de estos, durante un tiempo determinado.
Su difusión en el discurso mediático está ligada a un contexto histórico que las hace
posibles -en tanto encuentran aceptación pública, evidenciada en la masividad de su
circulación- y al que estas vienen a configurar- al formar parte del discurso público que
legitima una disposición histórica, que encuentra a uno u otro grupo en una situación más
o menos favorable en relación a la polarización positivo/negativo dominante en el
imaginario social .
En este sentido, las características propias del fenómeno migratorio boliviano y asiático
hacia Argentina en las décadas de 1990 y 2000, sumadas a otros procesos y factores de
distínta índole -tales como la cambiante situación económica del país, la crisis
socioeconómica y políticia estructural en Bolivia, la apertura económica de China, la
aceleración y mundialización de los procesos migratorios- posibilitan procesos de
clasificación y categorización que toman cuerpo, en parte, a través de estas estrategias
discursivas que circulan en el campo de la comunicación mediática. A la vez que son
estos discursos los que enmarcan las formas en que esos colectivos migrantes son
apelados en la prensa masiva y el discurso público local, al que aquella parcialmente
conforma y del que mayoritariamente toma sus fuentes.
En particular, enfocaremos dos momentos históricos, los años 1999-2001 y 2005-2007
respectivamente -incluyendo una comparación global-, para presentar algunos parámetros
generales sobre las formas en que bolivianos y asiáticos -fundamentalmente de origen
chino- son referenciados en los medios de prensa locales8.
Período 1999-2001En trabajos anteriores de este equipo hemos relevado las representaciones mediáticas en
prensa escrita local donde sujetos bolivianos (-período 1994-2001-. Cfr. Archenti y
Caggiano (1999), Archenti y Tomás (2005); Bonaparte (2005); y asiáticos (-período 1999-
2001-. Cfr. Morales 2005a, 2005b) son apelados en términos individuales o de colectivos
de pertenencia.
Con respecto al caso de los bolivianos y en un contexto más general donde los mismos se
encuadran en la categoría “migrantes limítrofes”, entrevistas y artículos publicados en los
diarios Cronista Comercial, La Nación, Hoy, Popular, dan cuenta de una hipervisibilización
vinculada a su inserción en el campo laboral.
Durante la década del 90 y particularmente hacia finales de la misma, el discurso político
y mediático sobre los inmigrantes apela a una retórica de defensa de intereses nacionales
bajo categorías fundamentalmente económicas. El caso de la publicación La Primera de
la Semana, en su Nº 3 del 4 de abril de 2000, ilustra esta estrategia discursiva de modo
paradigmático. En la editorial de dicho número y a propósito de los inmigrantes limítrofes y
su inserción en el mercado de trabajo, Daniel Hadad sostiene: “nada tiene que ver esto
con racismo o discriminación. Sólo hablamos de cuestiones vinculadas con la vida
cotidiana”. Su argumentación apela a una lógica economicista que despliega (supuestos)
índices estadísticos y correlaciones entre los mismos.
Por su parte, esta lógica, articulada con un discurso político de campaña electoral, se
puede rastrear en las palabras de Eduardo Duhalde -entonces Gobernador de la Provincia
8 El seguimiento y análisis de los medios de prensa ha incluido el relevamiento de información de los periódicos El Día, Hoy, Diario Popular, La Nación, Clarín, Cronista Comercial.
de Buenos Aires- durante el lanzamiento de la fórmula presidencial del Partido
Justicialista, integrada por él junto a Ramón Ortega, y reproducidas -con diferentes
matices- por distintos medios: “Hoy, en el fin del siglo, el trabajo no es un derecho, es una
conquista. El trabajo en la Argentina debe ser para los argentinos. Y que no me acusen de
xenofobia: la caridad bien entendida empieza por casa”. En su edición del 26 de
septiembre de 1999 el diario Hoy reproduce este pasaje del discurso del candidato en
cuestión considerándolo parte de un “nacionalismo rancio”, aunque cabe pensar que si tal
discurso puede ser enunciado es porque hay un contexto que lo hace posible y otorga
cierta legitimidad. A ese contexto contribuyen también los medios de comunicación a
través de la reproducción de los diversos discursos circulantes que hacen visibles a los
migrantes -en este caso fundamentalmente limítrofes- en términos de problema social.
La lógica economicista opera particularizando la responsabilidad que a un sector de la
sociedad argentina le cabe en la explotación de inmigrantes limítrofes, que entonces
aparecen como víctimas, pero a la vez los coloca en un lugar de complicidad dado que
aceptan condiciones de trabajo que los argentinos no, de modo que su comportamiento
es evaluado en términos de una ética del mercado que los convierte en competidores
desleales, esto en convergencia con un contexto de sospecha de radicación irregular en
el país, que nuevamente focaliza a los migrantes en una situación de ”ilegalidad”..
Correlacionando ilegalidad, precariedad y delito, el Director de Migraciones en el año
1999, Hugo Franco, expresó: “En la Capital Federal se extranjerizó el delito [...] la
indocumentación genera marginalidad y esa marginalidad produce delito” (Clarín
21/01/1999).
Respecto a esto último, la cuestión de la legalidad/ilegalidad referida a la situación
documentaria de los migrantes atraviesa el discurso de la prensa, siendo una constante
privilegiada en el tratamiento de los medios, con independencia del tópico abordado. En
el caso de la aludida competencia desleal en el mercado laboral, la consecuencia en el
plano de la práctica -no necesariamente abordada por los medios- ha sido y es la extrema
flexibilización de su fuerza de trabajo. Correlacionar “competencia desleal”, irregularidad
documentaria y flexibilización laboral implicaría profundizar en la cuestión de la
desigualdad, la misma que convirtió a migrantes limítrofes en potenciales chivos
expiatorios de la crisis socioeconómica argentina.
En el caso de los migrantes asiáticos, se destacan en el período como estrategias
discursivas aquellas que nombráramos como hipervisibilización y exotización, pudiendo
mediante estas operaciones representar a los mismos en términos positivos o negativos,
con consecuencias distintas.
El colectivo -referenciado en algunos casos específicamente en chinos continentales,
coreanos y japoneses y, en otros, bajo los genéricos “orientales” y “asiáticos”- aparece
visibilizado en distintos artículos de los diarios analizados a partir de la referencia a la
inserción de migrantes de esos orígenes en la actividad comercial y de la existencia de
megaproyectos de urbanización (creación de colonias de inmigrantes) vinculados a
capitales provenientes de países de Asia.
En particular, se enfatiza en el proyecto de una consultora china de crear una ciudad
internacional con ciudadanos de origen asiático, en la provincia argentina de San Luis; y
en el proyecto New Hope, vinculado a una colonia de la secta del reverendo coreano
Moon, en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul. En este marco, los periódicos
presentan argumentos que hacen a la problematización de la presencia de los migrantes
asiáticos en Argentina y la región aludiendo a posibles consecuencias negativas en
términos “culturales y religiosos” -bajo la concepción de una extrema diferencia entre
“ellos” y “nosotros”- y por efectos adversos sobre la actividad del “comercio y los
trabajadores” locales.
En otro marco, y con respecto al denominado “barrio chino” local. se presenta una
hipervisibilización del mismo en términos de exoticidad en la focalización sobre distintos
diacríticos tales como la lengua, religión, actitud ante el trabajo o las relaciones
comerciales, hábitos de alimentación y estilos comunicacionales, entre otros.
Mientras que en el caso anterior las figuras retóricas exotizantes con que se representa la
llegada de la migración china y sus proyectos en “nuestro” territorio y en la región hacen a
la construcción de un “otro” que se exhibe como problemático para los locales, en este
caso la exoticidad adquiere una carga de sentido positivo cuando el cronista refiere a
ciertos elementos culturales de “ellos” para hacer visible al barrio chino frente a sus
lectores.
En este último sentido, el discurso exotizante puede relacionarse con la lógica
contemporánea del marketing turístico.
Cambios y continuidades en el tiempoHay que destacar que durante el período que transcurre entre 2002 y 2005 sucedieron en
el país cuestiones altamente relevantes, tales como los ataques a quinteros bolivianos
(registrados por la prensa nacional especialmente entre 2000 y 2003), cuya importancia
no se desconoce pero no se profundizan aquí debido a la periodización que realizamos
para organizar el análisis. Consideramos que estas cuestiones fácticas podrían sustanciar
un contexto que ha posibilitado y favorecido posteriormente el discurso politicamente
correcto que distancia a los medios de la violencia objetiva e instala a los migrantes
bolivianos en el lugar de la victimización. En ese sentido, en el tratamiento de la
información los medios gráficos, pero especialmente los audiovisuales -con su despliegue
de elementos que apelan a lo emocional-, denotan una dosis de empatía, de ponerse en
el lugar del otro, que se muestra así –en su padecimiento- como ajeno, alguien diferente
del “nosotros”. Dicha empatía, que mueve potencialmente a la compasión, depende de la
experiencia palpable de la desgracia ajena, de modo que se despierta más cuanto más se
expone ese sufrimiento ante el nosotros. Esta situación puede asimismo registrarse en el
tratamiento de las cuestiones referidas a la explotación laboral de migrantes bolivianos en
talleres textiles, que desarrollamos en el segundo período considerado.
También entre estos años fue parte de la agenda mediática y pública -al menos en el
contexto de La Plata y Gran La Plata, donde se hizo trabajo de campo con realización de
entrevistas a funcionarios y análisis de documentos legislativos- el tema de la habilitación
y las prácticas de comercialización de los supermercados chinos, que asociaron a los
migrantes de ese origen con la competencia desleal. Paralelamente, en publicaciones no
solo de Capital Federal y Gran Buenos Aires sino también del resto del país, se instala en
forma progresiva la alusión a la existencia y actuación local de una red transnacional
denominada como “Mafia China” y su vinculación con una serie de hechos delictivos que
incluyen centralmente la trata de personas (enmarcada en la necesidad de regulación, por
parte del Estado, de la “migración irregular”), pero además prácticas de financiamiento a
supermercadistas chinos.
Con otras connotaciones, a partir de 2004, aparece con fuerza en el discurso público
-mediático y político- la cuestión del creciente poderío económico de la República Popular
China, enfocando en las expectativas que generaba su política exterior y de relaciones
comerciales con Argentina y otros países de la región. Una situación que puede
interpretarse como un marco propicio para los discursos posteriores que
sobredimensionan -en relación a los datos estadísticos poblacionales concretos- la
presencia y actuación de migrantes chinos en el país.
Este contexto constituye la posibilidad de una progresiva hipervisibilización de China en
tanto Estado Nación y del colectivo chino en Argentina -consecuentemente con las
estrategias discursivas que desarrolláramos más arriba- y, desde nuestra perspectiva, la
instalación de la “problemática” china en los medios y en el imaginario local.
Período 2005-2007En el marco de las estrategias discursivas a partir de las cuales organizamos nuestro
análisis, en los periódicos relevados para el período hemos encontrado que -al menos- los
migrantes individuales o colectivos aparecen apelados en tanto sujetos de la ley, del
delito, de empleadores explotadores, del estado de necesidad, de la cultura.
De esta manera, sucesos trágicos ocurridos a principios del año 2006 pusieron
-nuevamente- en evidencia la existencia de talleres textiles clandestinos en la ciudad de
Buenos Aires, y permitieron registrar el pasaje entre invisibilidad/hipervisibilidad respecto
del colectivo boliviano en dos niveles: el de una lógica económica naturalizada y el de
determinados sujetos implícitos en la misma.
La cobertura periodística sobre el incendio de un taller textil que funcionaba en
condiciones irregulares en la Ciudad de Buenos Aires, causando la muerte de ciudadanos
bolivianos, instala el tópico legalidad/ilegalidad -centrado en la cuestión de la
documentación de los migrantes- y dispara la victimización -enfocando en la relación
empleadores explotadores y trabajadores indefensos/cómplices- en la opinión pública.
Las fuentes de información a las que recurre la prensa para obtener datos sobre los
talleres clandestinos, los operativos de control, las condiciones en las que se encuentran
los trabajadores en los talleres clausurados y aquellas a las que quedarán expuestos,
están centralizadas en los organismos y funcionarios públicos locales.
Se registra una transferencia de la responsabilidad (aquello que denomináramos
“responzabilización”) sobre la situación laboral del migrante al propio colectivo
(argumentando sobre trabajadores que aceptan las condiciones de explotación,
propietarios de talleres bolivianos que explotan a sus connacionales y diplomáticos
bolivianos que estarían involucrados en asociaciones ilícitas de tráfico de personas).
También hay un énfasis -en este caso a partir de fuentes de los propios migrantes- en la
transferencia de responsabilidades a los colectivos “coreano” y “judío” en tanto estos son
propietarios o compradores mayoristas de los talleres textiles.
El trabajador boliviano y su labor aparecen referenciados en términos de “trabajador
esclavo”; “mano de obra semiesclava”. “condiciones de esclavitud”; “condiciones
infrahumanas”; “situación de hacinamiento”; “denigración”; “indignas condiciones de
trabajo”; “evasión y trabajo esclavo”.
Alrededor de los mismos sucesos, los medios registran dos tipos de manifestaciones que
involucran a los propios migrantes y dan cuenta de la complejidad de las posibles
resoluciones a estos conflictos. Las mismas no pueden remitirse a la reparación parcial de
acontecimientos puntuales, sino que exigen compromiso y políticas de Estado hacia la
regulación de la producción de industrias como la textil y la garantía de los derechos
ciudadanos de los migrantes. Por una parte, al referir a los hechos, los medios de
comunicación dan cuenta de una acción de resistencia puntual y espontánea en los
talleres, por medio de la cual se rechaza la intervención de agentes del Estado -en orden
de su clausura- ante la cuestión crucial de la pérdida de la fuente laboral. Por otra, se
registran movilizaciones con un grado mayor de organización y la participación de
diversos actores no directamente implicados en la situación, que peticionan por el
compromiso y la acción del Estado con respecto a la situación laboral y de derechos de
los migrantes.
Ambos tipos de acción involucran manifestaciones de resistencia, que resitúan al migrante
como agente de peticiones de derechos fundamentales y ciudadanía, aunque esto puede
quedar empalidecido frente al carácter pasivo que adjudica la categoría de víctima
asociada a los trabajadores bolivianos de los talleres textiles en múltiples discursos
-centralmente el de los medios- generados sobre la explotación laboral.
Durante el año anterior (2005) los medios habían enfocado sobre la situación política en
Bolivia. Los títulos de las páginas dedicadas a las noticias internacionales recurrían a los
acontecimientos públicos y la vida política boliviana reforzando las ideas de “crisis
política”, “crisis institucional”, “caos”, “conflicto”, “polarización”, “estado de guerra”,
“emergencia”, “tensión social”, “inestabilidad”, “incertidumbre”.
En la estructura argumentativa de los artículos periodísticos, la opinión de los ciudadanos
bolivianos respecto de su “realidad” aparece en un plano secundario -a manera de citas
que reafirman el discurso del redactor-. La “realidad” se presenta mediada por los
cronistas corresponsales o enviados especiales. En estos artículos hay una recurrencia a
estrategias discursivas exotizantes, haciendo descripciones del contexto de las
movilizaciones y el transcurso de la vida cotidiana en una Bolivia a la que se define como
“convulsionada”. Sin embargo, y como consecuencia de un viraje histórico en la realidad
social y en la correlación de fuerzas en el contexto político que se está describiendo, el
discurso confiere visibilidad a un sector mayoritario de la población boliviana -los
indígenas y sus descendientes- tradicionalmente excluido de los derechos ciudadanos y
de la escena pública.
Por otra parte, entre los discursos que visibilizan a los migrantes chinos en Argentina en
términos de “problema” (en los casos que nos ocupan), no ya solamente a nivel de los
medios sino en entrevistas -en el contexto de trabajo de campo realizado -, es posible
detectar que la apelación a lo económico -susceptible de aparecer bajo la forma de un
discurso “políticamente correcto” y en el marco de defensa de intereses nacionales- es un
insumo que, de acuerdo a los cánones de neutralidad que se otorgan al mismo, aparece
en primera instancia.
Esta “objetividad” solapa explicaciones que finalmente referencian los conflictos
vinculados a la competencia por fuentes de trabajo o recursos económicos en diferencias
culturales, étnico-nacionales, “raciales”. Un artículo publicado en el diario Clarín acusa un
fenómeno de características similares en Estados Unidos.
“En las últimas tres décadas el número de inmigrantes en la población activa de Estados Unidos pasó de representar un 2,6% al 13%, lo que convierte este factor en clave estructural del sistema laboral. Los choques y tensiones recogidos en el cine a través de la aclamada película Crash esconden un trasfondo económico de extrema vigencia (…) Los salarios reales de los trabajadores no cualificados -muchos de ellos afroamericanos- no levantan cabeza en este ciclo expansivo, pese a que el porcentaje de los beneficios en la economía bate récord desde 1968. Muchos en Los Ángeles culpan de ello a los sin papeles”. (Clarín. “El síndrome ^Crash^, o cómo el factor étnico incrementa su peso en el mercado de trabajo de Estados Unidos. Conexiones, 10/04/2006)
Apelando a lo económico y refiriendo en particular al colectivo chino, los medios de
prensa argentinos vinculan en forma sistemática -reproduciendo lo dicho en otros
discursos-, por una parte, a los capitales chinos con el capital internacional que pondría
en jaque a la industria nacional, y por otra, a los migrantes de ese origen dedicados al
comercio supermercadista con una competencia desventajosa para los comerciantes
locales.
Esto está en coherencia con una conjunción de discursos provenientes de diversos
sectores que hipervisibilizan a los supermercadistas chinos: los comerciantes locales en
forma particular y a través de sus organizaciones institucionales -que acusan competencia
desleal-; el sector sindical -de los trabajadores del comercio y del transporte automotor de
carga, que les imputan irregularidades e inseguridad laboral-; y los propios clientes -entre
quienes circulan discursos de sospecha sobre las prácticas de conservación y
comercialización de la mercadería por parte de los supermercadistas-.
Mientras que al tematizar los acontecimientos culturales y la vida social cotidiana de los
migrantes chinos en Argentina los medios sustancian, desde las páginas dedicadas a los
hechos policiales y al folkclore cultural, las representaciones sobre la existencia de una
supuesta “mafia china” -cuya definición adquiere un carácter mítico al punto que deviene
en una construcción imaginaria más cercana a una leyenda urbana que a un grupo
criminal concreto- y la percepción de una otredad extrema sostenida en el registro de una
lengua, una alimentación, una religión y unas tradiciones y costumbres exóticas.
En tal sentido, las referencias a los festejos del Año Nuevo chino en Argentina se han
convertido en un tópico instalado en la agenda mediática local, a la manera de un
acontecimiento extra-ordinario que involucra a la vez la apelación a todos los registros
nombrados, en términos de visibilidad cultural.
Comparación de los dos períodos analizadosAl confrontar el registro del período 2005-2007 con el correspondiente a 1999-2001,
encontramos algunas variantes tendenciales en la presentación del colectivo boliviano. Si
anteriormente los tópicos recurrentes en la apelación a dichos migrantes eran la
competencia con los nacionales por el mercado de trabajo, la situación de ilegalidad, la
condición de víctimas; en el siguiente período encontramos además dos modalidades,
según se los esté apelando en función del Estado Nacional boliviano o en tanto migrantes
en Argentina.
En el primer caso y en el marco del tratamiento de las transformaciones políticas recientes
en ese país, aparece un énfasis en la agencia, asociado a las movilizaciones campesinas
e indígenas que acompañaron el ascenso de Evo Morales a la presidencia y al peso de la
representación de estos sectores en el presente gobierno.
Por su parte, cuando el colectivo es referido en tanto migrantes bolivianos en Argentina y
su situación social actual, aparece tanto como sujeto pasivo de las acciones ilegales de
empleadores locales -y en ese sentido nominado en términos de un estereotipo de
víctima- como -y alrededor de los mismos sucesos- irrumpiendo en la escena pública en
formas embrionarias de organización que lo resitúan como agente activo de reclamos.
En relación con los migrantes asiáticos y específicamente en el caso de chinos, en ambos
periodos analizados se sostiene la apelación a la exotización mediante estrategias que
valoran la alteridad desde atribuciones diferentes y significados particulares. En este
interjuego entre lo común y lo distinto, se observa un mecanismo doblemente exotizante
-reforzado por la permutabilidad, dentro de un mismo texto o en una sucesión de estos,
de las categorías denominativas: ‘asiáticos’, ‘orientales’, ‘chinos’-, basado en la valoración
tanto positiva como negativa de los componentes seleccionados. En algunos casos
encontramos una presentación folcklorizada del colectivo, exhibida en términos de rasgos
y costumbres exóticos, no necesariamente negativos sino peculiares que contribuyen
-desde la perspectiva que asumimos aquí-, a reforzar un estereotipo de alteridad extrema.
Estas estrategias de construcción de alteridad denotan una tendencia a la esencialización
de rasgos que cristalizan en la construcción de estereotipos, pudiendo los atributos que
los conforman connotar valoraciones tanto de signo positivo como negativo. En contextos
socialmente situados, dichas estrategias pueden contribuir a generar relaciones entre los
sujetos sustentadas en prejuicios -en tanto sistemas de valores, juicios totalizadores más
o menos coherentes que tienden a dar sentido a la acción humana de una manera simple
y generalizadora-, siendo que los estereotipos constituyen el núcleo cognitivo de .los
mismos, en una operación que asimila todo lo que se puede a la categoría, permitiendo
identificar con rapidez los objetos asociados a esta y saturando todo su contenido con el
mismo efecto emocional e ideal.
Además, en el segundo período se acentúa la visibilización de la presencia del colectivo
chino tanto en el ámbito económico internacional -sustentado en la referencia al Estado y
los capitales chinos, que estarían “cambiando radicalmente el orden económico, político y
cultural del mundo”- como en el nacional. En referencia a esto último, aquello que en el
primer período aparecía como una proyección, en el segundo se presenta como un hecho
consumado y en crecimiento exponencial. En tanto existe una referencia objetiva en
relación al crecimiento de la población de ese origen en el país, también hay hechos y
situaciones que sirven de argumento para la hipervisibilización.
En este sentido, los medios se hacen eco de la existencia de un supermercadismo de
pequeña y mediana escala conformado crecientemente por migrantes chinos que se
extendería a todo el territorio nacional, la cual sigue figurándose en términos de
competencia problemática para los “locales” que ejercen esa actividad.
Algunas conclusionesEn términos de Teun van Dijk (1997) la mayor parte de nuestro conocimiento social y
político, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de decenas de
informaciones que leemos o escuchamos a diario. Desde su perspectiva, es muy probable
que no exista ninguna otra práctica discursiva, aparte de la conversación cotidiana, que se
practique con tanta frecuencia y por tanta gente como lo es el seguimiento de noticias en
prensa y televisión.
Mientras que Peñamarín (1997) señala que lo que es interesante para el análisis es que el
texto periodistico se ubica siempre entre los varios discursos sociales, se identifica con
cierta perspectiva, con cierta forma de referirse y de concebir algo en un lenguaje, se
distancia de unas perspectivas e ignora otras.
Al comienzo de este artículo, referimos a relaciones posibles entre procesos de
clasificación y producción de sentidos que pueden implicar discriminación a nivel
discursivo en referencia al contexto mediático. Las estrategias que especificamos y
desarrollamos en el análisis demuestran de qué manera los principios de diferenciación o
selección excluyente -sean las características privilegiadas negativas o positivas- al poner
en juego “ciertas perspectivas”, “ciertas formas de referirse a” e ignorar otras, en los
términos de Peñamarín, posibilitan una derivación hacia la valoración a través del
lenguaje -una de las maneras en que la discriminación se manifiesta en forma activa-.
Además, las imágenes de determinados “otros” así (re)producidas y difundidas por los
medios, conforman un insumo presente en el discurso social, disponible en un sentido de
justificación-legitimación de representaciones y prácticas.
Las estrategias discursivas presentadas en tanto victimización, responsabilización,
exotización-reducción cultural, hipervisibilización, contribuyen -de distintas maneras y en
diversas medidas- a la producción de clasificaciones discriminatorias en los sentidos
expresados.
Pese a lo antedicho, la representación que se desprende del despliegue de tales
estrategias no implica homogeneidad discursiva; en contraposición, a través de la
comparación entre los dos períodos analizados, hemos dado cuenta de ciertas
discontinuidades. Desde nuestra perspectiva, en el segundo período -al menos en lo que
respecta a bolivianos-, en el discurso de los medios locales se evidencia una
predisposición políticamente correcta hacia los migrantes -que se sostiene en un discurso
global que enfatiza en el respeto de los derechos humanos-. En ese sentido, entendemos
que esto es así en parte porque los medios, en la construccion de la informacion y la
instalacion de agendas, “testean” no solo los acontecimientos concretos sino tambien el
registro publico y la sensibilidad social ante los mismos.
El discurso de los medios no necesariamente se corresponde con los discursos y
prácticas generados en las interacciones cotidianas entre locales y migrantes, ya que las
mismas pueden admitir una cantidad de variantes según sean los sujetos, situacionalidad
y tipos de relaciones involucrados. Sin embargo, sus contenidos deben ser pensados en
articulación con estas, ya que en ese ámbito es posible registrar, por una parte, la
existencia de formas de convivencia que pueden trascender los discursos
estigmatizantes, y, por otra, la discriminación en acto -que, sobre los dos colectivos bajo
análisis, en nuestro país afecta especialmente al boliviano. Al respecto y según el “Mapa
de la Discriminación en la Argentina. Representaciones, Acciones y Percepciones",
elaborado por el INADI, este colectivo ocupa el segundo lugar entre los grupos
mencionados espontáneamente por los entrevistados -en Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, GBA, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Corrientes, Entre Ríos, Catamarca y
Chubut- como los más afectados por la discriminación. (INADI, 2007)
En cuanto a las diferencias y correspondencias de representación contenidas en los
discursos sobre migrantes bolivianos y asiáticos, tanto en los medios de comunicación
como en las entrevistas que realizáramos, las mismas deben ser interpretadas en el
marco de sus inserciones diferenciales -en términos generales, los primeros
mayoritariamente como empleados no calificados y los segundos como pequeños y
medianos empresarios- y de las cuestiones compartidas -ser extranjeros y portadores de
fenotipos especialmente visibilizados en el contexto de una “Argentina” que se visibiliza a
sí misma como portadora de un fenotipo “europeo” en una operación que excluye, por
ejemplo, la miscigenación entre europeos e indígenas en la conformación poblacional del
país.
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