FACULTAD DE FARMACIA
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
TRABAJO FIN DE GRADO
Consumo de azúcares añadidos en la población
española: repercusiones en la salud.
Autor: Belén Rodríguez Berdaguer
Tutor: Rosa M Ortega
Convocatoria: Julio 2018
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RESUMEN
En la actualidad existe una corriente de preocupación en las autoridades sanitarias y la
población por el consumo de azúcares. Los azúcares son un tipo de nutriente que nuestro
organismo utiliza como principal fuente de energía y que de manera tradicional se ha utilizado
para designar a los monosacáridos y disacáridos que forman parte de los alimentos. No son
nutrientes esenciales por el hecho de que podemos sintetizar la glucosa a partir de otros
precursores por ello no se han establecido necesidades diarias precisas de carbohidratos en la
alimentación humana, aunque si ha sido propuesta por la Autoridad Europea de Seguridad
alimentaria (EFSA, 2010) que el rango de ingesta de referencia de hidratos de carbono totales
(sencillos y complejos) ha de estar entre el 45-60% del total de energía, y por debajo del 10%
el sumatorio de monosacáridos y disacáridos. También la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2015) aconseja que los azúcares añadidos se consuman por debajo del 10% de la ingesta
calórica total y establece que se obtendrían beneficios saludables si el consumo se reduce por
debajo del 5%. Esta recomendación se debe a los problemas asociados últimamente a un
consumo excesivo de azúcares como la obesidad, dieta de baja calidad y riesgo de enfermedades
no transmisibles.
El objetivo del estudio es analizar el consumo de azúcares en la dieta media española y
por otro lado encontrar evidencia de las posibles repercusiones en la salud. Para ello se ha hecho
una revisión bibliográfica en la que se ha obtenido que para la población española dentro de los
hidratos de carbono el 17% de la energía total consumida la proporcionan los azúcares totales,
de los cuales el 7,3% se corresponde a los azúcares añadidos y un 9,6% a los intrínsecos.
Por ahora, estaríamos de acuerdo con la afirmación de que el consumo excesivo de
calorías representa una amenaza para la salud de las personas. Al ser los azúcares añadidos
componentes de nuestra dieta densos en energía, entre otros, son por tanto objetivo de
reducción. Separar a los azúcares añadidos como principales o únicos culpables de
enfermedades de base metabólica como la obesidad, la diabetes y las enfermedades
cardiovasculares parece ser inconsistente con la evidencia moderna de alta calidad y es muy
poco probable que produzca beneficios para la salud. La reducción de estos componentes de la
dieta sin otras modificaciones parece muy poco probable que logre ningún resultado
significativo. Por ello sería conveniente que con la colaboración de las empresas fabricantes y
la concienciación de la población podamos reducir el consumo de estos azúcares añadidos.
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Palabras clave: azúcares añadidos, población española, repercusiones.
INTRODUCCIÓN
Los glúcidos, hidratos de carbono o carbohidratos son un grupo de macronutrientes que
constituyen la mayor fuente de energía de la dieta humana. El nombre de glúcidos deriva del
griego en alusión al sabor dulce que tienen. Son conocidos también como azúcares y se
clasifican en función de la complejidad de su estructura química en monosacáridos, disacáridos
y polisacáridos (4).
Los monosacáridos son aquellos hidratos de carbono simples que no se pueden desdoblar
por hidrólisis. Aquí encontramos la glucosa y fructosa. Ambos proporcionan un sabor
azucarado y su asociación da lugar a la sacarosa que entra dentro del grupo de los
oligosacáridos. Estos están formados por la unión de dos a diez moléculas de monosacáridos.
Por último tenemos los polisacáridos que son el resultado de la unión de más de diez moléculas
de monosacáridos, siendo las moléculas más conocidas el almidón, el glucógeno y fibras como
la celulosa (4).
Existe cierto grado de confusión a la hora de hablar de azúcares que dificultan la
interpretación de los consumidores y la investigación. Por ello es importante aclarar esta
terminología para tener los conceptos claros acerca de los tipos de azúcares:
-Hidratos de carbono totales: se corresponden a la suma de los hidratos de carbono
simples o monosacáridos y de los hidratos de carbono complejos o polisacáridos (5).
-Azúcares o azúcares totales: tradicionalmente se ha asociado a los mono y disacáridos
presentes de manera natural (azúcares intrínsecos) y/o artificial en los alimentos aunque en
ocasiones puede hacer referencia al total de hidratos de carbono en la dieta (5).
-Azúcares añadidos: son definidos por el Departamento de Agricultura de EE.UU como
aquellos azúcares o jarabes que se añades a los alimentos y bebidas durante su procesamiento
o preparación. Aquí excluimos a los azúcares presentes de manera natural en frutas o lácteos.
Los azúcares añadidos más usados son principalmente la sacarosa y el high fructosa corn syrup,
ambos con un contenido equivalente de glucosa y fructosa (5). Es importante tener en cuenta
que estos azúcares añadidos son químicamente idénticos al azúcar que de manera natural
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encontramos en los alimentos y que por tanto nuestro organismo no es capaz de distinguir de
que fuente proviene el nutriente ni procesarlo de distinta manera (6).
-Azúcares libres: terminología que incluye los azúcares añadidos junto con los azúcares
presentes en la miel y zumo de frutas según definen tanto la OMS como el SACN (5).
El hecho de que la glucosa sea una molécula capaz de ser sintetizada por nuestro
organismo hace que los hidratos de carbono no se consideren nutrientes esenciales aunque sí se
recomienda que contribuyan al total de la energía de la dieta entre un 55 y 60% (3). Por otro
lado la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (European Food Security Authority,
EFSA) sugiere que el intervalo esté entre el 45-60% del total de la energía y que el conjunto de
de monosacáridos y disacáridos no supere el 10% (2). También la OMS y la Sociedad Española
de Nutrición Comunitaria recomienda la reducción en el consumo de azúcares añadidos por
debajo 10% y plantean los posibles beneficios adicionales si el consumo se encuentra por
debajo del 5%, aconsejándose que sea un consumo opcional y ocasional.
En los últimos años el papel de los azúcares en la dieta se ha convertido en un problema
público de la salud que ha generado sus controversias, aunque no se haya encontrado en la
mayoría una correlación significativa que se base en la evidencia científica (7). El consumo de
azúcares añadidos se ha asociado a problemas como la obesidad, factor de riesgo coronario,
diabetes y síndrome metabólico entre otras (8). Si se ha constatado evidencia alta entre el
consumo de azúcares sencillos y el desarrollo de caries dental aunque también puede estar
relacionado con otros factores como el consumo de almidones, la frecuencia con la que se
consumen los alimentos, higiene bucal, etc., y no simplemente por el consumo de azúcar
(2,3,9,10). Es evidente que el exceso de calorías consumidas pueden llevar a una ganancia de
peso e incremento del riesgo de obesidad y comorbilidades asociadas a la misma patología.
Juegan el mismo papel los azúcares añadidos cuando se consumen en exceso y de manera
desequilibrada en términos de gasto energético (11). Como consecuencia de esta idea está
creciendo el concepto de que un consumo excesivo de azúcares añadidos pueda contribuir a la
epidemia global de la obesidad (8,11,12).
OBJETIVOS
Por todo lo anterior, la presente revisión pretende aportar información a partir del estudio
ANIBES realizado en una muestra representativa de la población española, acerca del consumo
azúcares totales incluyendo los naturales o intrínsecos y los añadidos, además de sus principales
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fuentes alimentarias y establecer, por último, a través de una búsqueda bibliográfica si se
conoce evidencia basada en la ciencia acerca de si existen repercusiones en la salud como
consecuencia del consumo de azúcares añadidos.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se ha hecho una búsqueda bibliográfica de estudios centrados en este tema (1, 13), en
todos se ha llevado acabo un control de la ingesta y una cuantificación de lo que aportan los
alimentos de azúcares totales, intrínsecos y añadidos.
El estudio más reciente y representativo de la población española es ANIBES (9-75 años)
(1) a partir del cual se estimó la ingesta de azúcares totales, intrínsecos y añadidos. (13). Primero
se calculó la energía y nutrientes de los datos del consumo para poder estimar posteriormente
la proporción de azúcares añadidos e intrínsecos a través del etiquetado de los productos según
su marca (información de la lista de ingredientes y etiquetado nutricional), respecto de los
azúcares totales obtenidos según los datos de las Tablas de Composición de Alimentos. Se
recogió el etiquetado completo de los productos envasados de cada alimento y se clasificaron a
los alimentos de acuerdo al siguiente criterio (1):
-Alimentos sin azúcares añadidos: todos aquellos alimentos frescos que no se hayan
elaborado o procesado, sin etiquetado, y que se sospeche que no llevaran ningún ingrediente
más añadido (frutas, verduras, carnes, pescados frescos, etc.). También se incluyen en este
grupo a los alimentos envasados/etiquetados en cuya lista de ingredientes no se indique alguna
forma de azúcar añadido.
-Alimentos con azúcares añadidos: todos aquellos alimentos envasados/etiquetados en
cuya lista de ingredientes aparezca alguna forma de azúcar añadido.
A partir de estos datos se estimó a partir de cada uno de los ingredientes el contenido de
los distintos azúcares (totales, añadidos e intrínsecos) (13). El contenido en azúcares intrínsecos
se estimó en función del contenido de cada uno de los ingredientes presentes en el producto y
se restó al contenido total de azúcares de la información nutricional del producto. Se obtuvo así
el porcentaje del peso de cada uno de los dos tipos de azúcares para aplicarlo a los azúcares
totales del producto indicados en las TCA. En los casos en los que el etiquetado incluía el % de
azúcares añadidos, no era necesario el cálculo.
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Por otro lado, para conocer la evidencia basada en la ciencia respecto a si existen
repercusiones en la salud se ha realizado una búsqueda bibliográfica utilizando artículos
científicos.
RESULTADOS Y CONCLUSIÓN
Como resultados se obtuvo que del 42,1% de la energía total consumida (ETC) en la
población española lo proporcionan los hidratos de carbono y dentro de estos el 24,1% de la
ETC procede de los almidones y el 17% del total de azúcares, siendo este último porcentaje
menor en el grupo de los adultos frente a otros grupos de edad. Al desglosar el total de azúcares
en sus distintos tipos encontramos que un 7,3% se corresponde a los azúcares añadidos y un
9,6% a los intrínsecos.
41,1
1,41,9
16,8
38,5
Contribución de macronutrientes ala energía total en la población española: Estudio ANIBES
Lípidos
Proteínas
Hidratos
FibraAlcohol
24,1%
9,6%
7,3%
58,9%
Contribución de los Hidratos de Carbono a la energía total
Almidón
Azúcares intrínsecos
Azúcares añadidos
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El consumo de azúcares intrínsecos es mayor en poblaciones de mayor edad mientras que
el aporte de azúcares añadidos es significativamente mayor en edades más tempranas como la
adolescencia en donde alcanza una media del 10% de la ETC. En cuanto a la recomendación
de que la ingesta de azúcares añadidos suponga menos del 10% de la ETC se ha visto que un
58,2% de la población infantil entre 9-12 años, y sin diferencia por sexo, cumpliría con dicha
recomendación. Sin embargo en el caso de los adolescentes es menor, un 52,6% cumple, siendo
los hombres (56,2%) más cumplidores que las mujeres (46,0%). La adherencia es notablemente
mayor tanto en la población adulta (18-64 años, 76,7%) como en personas mayores (65-75 años,
89,8%). La recomendación adicional de no superar el 5% de la ETC, la cumplen el 9,4% de la
población infantil y el 13,3% de los adolescentes, valores muy inferiores que los que se obtienen
en poblaciones de mayor edad (37,5% para la población entre 18-64 años y 55,3% para los que
tienen entre 65-75 años) (13).
Los resultados acerca de las principales fuentes de azúcares totales de la dieta fueron en
primer lugar la leche y sus derivados con un 24,0%, seguido de bebidas sin alcohol (19,0%),
frutas (17,0%) y azúcares y dulces (16,0%) y cereales y derivados (12,0%). Por otro lado para
los azúcares intrínsecos, el principal aporte corresponde al grupo de frutas (31,8%), leche y
derivados (30,0%) y bebidas sin alcohol (15,0%), básicamente como zumos y néctares (11,1%).
En cuanto a las fuentes de la dieta con mayor contenido en azúcares añadidos encontramos los
azúcares y dulces con un 34,0%, bebidas sin alcohol con un 31,0 %, sobre todo los refrescos
con azúcar (25,5%) y en último lugar los cereales y derivados con un 19,1%, correspondiendo
1%1%
1%
31%
34%
19%
13%
Fuentes alimentarias de azúcares añadidos
Leche y derivados
Cereales y derivados
Bebidas sin alcohol
Azúcares dulces
Precocinados
Salsas y condimentos
Productos cárnicos
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un 15,2% a bollería y pastelería. El subgrupo de refrescos con azúcar representan para la
población infantil, adulta y, especialmente, en la adolescencia una contribución importante
(18,0% en niños, 26,0% en adultos y 30,2% en adolescentes), mientras que para los adultos
mayores representa un 9,5%. La bollería y pastelería también suponen una aportación relevante
en todos los grupos de edad. Los siguientes fuentes en aportar azúcares añadidos en el grupo
de niños y adolescentes son los subgrupos de chocolates, otros lácteos, yogures y leches
fermentadas, zumos y néctares, y cereales de desayuno y barritas de cereales. El grupo de
azúcares y dulces sobresale en los adultos y adultos mayores. También las mermeladas y otros
azúcares destacan en el grupo de adultos mayores (13).
La FAO/OMS en los informes sugieren que los hidratos de carbono cubran entre un 55-
75% de las necesidades calóricas. A nivel nacional la SENC (14) recomienda que el aporte de
los hidratos de carbono sea mayor del 50% de la ETC. De acuerdo a los resultados del estudio
ANIBES el aporte medio a la energía de los hidratos de carbono fue del 41,1%, de modo que
no se alcanzan la recomendaciones citadas anteriormente, para ningún grupo de población
según edad o sexo. El aumento progresivo del consumo de azúcares y la reducción de alimentos
ricos en almidón y fibra dietética junto con un perfil calórico desequilibrado, es consecuencia
de la ingesta elevada que existe en las sociedades desarroladas de productos de origen animal,
precocinados y edulcorados (13).
La OMS en su informe del 2015 acerca del consumo de azúcares en adultos y niños,
define a los azúcares libres como los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos
por los fabricantes, los cocineros o los consumidores, así como los azúcares presentes de forma
natural en la miel, los jarabes, los jugos/zumos de fruta y los concentrados de jugo/zumo de
fruta. Y además, establece la recomiendación de reducir el consumo de estos azúcares libres a
lo largo del ciclo de vida a menos del 10% de la ETC tanto para los adultos como para los niños.
No se aplican recomendaciones para los azúcares intrínsecos que son los que están de forma
natural en las verduras y frutas frescas puesto que no existen datos acerca de que el consumo
de estos azúcares intrínsecos tengan efectos adversos para la salud. Si que defienden que se
obtendrían beneficios adicionales para la salud si la reducción de los azúcares añadidos
estuviera por debajo del 5% de la ETC (3) . Por ello es importante la educación poblacional,
sobre todo de los más jóvenes, acerca de la reducción del consumo de azúcares añadidos donde
se observa que es notablemente más elevado (13).
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Los azúcares añadidos que contienen fructosa constituyen un foco de atención para las
políticas de salud pública puesto que varios estudios apuntan a un aumento en el riesgo de
diversas patologías como la diabetes, el síndrome metabólico, la obesidad o ECV (15), aunque
este efecto se tiende a atribuir a fuentes de alimentos líquidas tales como bebidas azucaradas
(16). De hecho, el consumo de azúcares añadidos a partir de fuentes líquidas, pero no sólidas,
se ha relacionado con varias alteraciones metabólicas, como la homeostasis alterada de la
glucosa y la resistencia a la insulina (17,18).
Existe poca evidencia que sugiera que el consumo de azúcares dentro del rango normal
de consumo humano (19) conduzca a un mayor riesgo de estas consecuencias metabólicas. Los
científicos sugieren que las bebidas azucaradas pueden presentar más riesgo que otras fuentes
de azúcares añadidos, pero advierten que la relación solo se observa en análisis de cuantiles
extremos con pocas excepciones. No hay que descartar la posible confusión residual puesto que
los consumidores de bebidas azucaradas son generalmente aquellos que consumen más
calorías, hacen menos ejercicio, fuman más y tienen un patrón dietético deficiente. Por otro
lado también es importante a tener en cuenta que la contribución de los azúcares que contienen
fructosa es difícil de separar de otros factores que contribuyen a la epidemia de la obesidad y
la enfermedad cardiometabólica. Cualquier efecto de los azúcares sobre estos factores de riesgo
depende en gran medida del equilibrio energético y la adecuación de los nutrientes (20).
Parte de estas preocupaciones tienen su origen en las diferencias de metabolismo de la
glucosa y fructosa en el hígado. Más del 90% de la fructosa ingerida se elimina en el primer
paso y se metaboliza en el hígado. Una pequeña cantidad de la fructosa absorbida por el hígado
se puede convertir durante el proceso de lipogénesis de novo en ácidos grasos (del orden del 1-
5%). Estos ácidos grasos se convierten en triglicéridos en los hepatocitos y se liberan en la
circulación sistémica formando un complejo con el colesterol-VLDL. Aunque esta es una vía
menor, algunos investigadores han postulado que potencialmente podría desempeñar un papel
en el desarrollo de la esteatosis hepática inducida por fructosa, particularmente cuando se
administran grandes dosis de fructosa (20). Algunos estudios han sugerido que los altos niveles
de consumo de fructosa (entre 210 y 280 g de fructosa / día) pueden aumentar la grasa hepática
y producir resistencia a la insulina hepática. Como en el estudio de Johnston et al. (21) en 32
hombres con sobrepeso con adiposidad central mostró que con la sobrealimentación, la fructosa
y la glucosa aumentan el contenido de grasa hepática, pero que bajo un equilibrio energético
no suponían ningún efecto sobre el contenido de grasa hepática.
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El desarrollo de caries con respecto a la cantidad consumida de azúcares añadidos es una
de las relaciones más conocidas además considerándose más intensa con el azúcar contenido
en determinados alimentos sólidos debido a su posible mayor tiempo de contacto con la
superficie dental. El esmalte se puede ver dañado como consecuencia de los compuestos ácidos
resultantes de la fermentación que las bacterias llevan a cabo sobre los azúcares, pudiendo ser
esta lesión agravada por otros factores (5). La revisión sistemática más amplia realizada (22)
sobre este tema encontró relación entre azúcares y caries en los cinco estudios seleccionados
en adutos así como en 42 de los 50 realizados en niños, concluyendo que existe evidencia
consistente de moderada calidad que muestra que la incidencia de caries es menor con ingestas
de azúcares libres < 10% de la energía total diaria en países en desarrollo, en transición e
industrializados. Por tanto, la evidencia sugiere una asociación positiva entre la cantidad de
ingesta de azúcares libres y la caries dental en niños y adultos. También apoya disminuir el
consumo de los mismos a menos del 5% por su efecto preventivo, ya que niveles de ingesta de
entre el 5 y el 10% de la energía total diaria no reducirían del todo la probabilidad de desarrollar
caries. Esto es porque para la revisión sistemática de la caries dental, en la mayoría de los
estudios, se diagnosticó la caries dental a nivel de cavitación o estado avanzado de la patología.
Sin embargo, el proceso patológico de la caries dental comienza con un daño previo a la
cavitación (23, 24) pudiendo tener lugar con cantidades de ingesta de azúcares inferiores a las
asociadas con cavidades limitadas o sin cavidades. Los efectos negativos para la salud de la
caries dental son debidos a una exposición acumulada al factor de riesgo dietético que son los
azúcares libres. Es decir, el desarrollo de caries puede tener lugar en cualquier momento de la
vida y no por estar libre de caries en la niñez no significa estar libre de caries de por vida, de
hecho la mayoría de las caries dentales ahora ocurren en adultos (25-28). Por lo tanto, incluso
una pequeña reducción en el riesgo de caries dental en la infancia es importante en la vida
posterior (3).
En cuanto a si consituyen o no los azúcares añadidos un factor de riesgo para
enfermedades cardiovasculares (ECV), existe una recomendación por parte de la Asocicíon
Americana del Corazón (American Heart Association, AHA) que sugiere que los hombres
adultos no consuman más de 150 kcal al día y las mujeres no más de 100 kcal al día de azúcares
añadidos (29). Esto implica que niveles más altos de azúcares añadidos pueden aumentar el
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riesgo de enfermedad cardíaca. Además, la DGAC 2015 concluyó que había evidencia
"moderada" en la asociación entre azúcares añadidos y enfermedad cardíaca (30). Sin embargo,
el informe de SACN publicado en 2015 no encontró una relación entre el consumo de azúcares
y los factores de riesgo para la enfermedad cardíaca (31). La evidencia en esta área es, por tanto,
mixta y no concluyente (32). Lo que sabemos es que no existen estudios clínicos aleatorizados
(ECA) donde se evalúen el vínculo entre los azúcares agregados y la ECV y que los datos
disponibles son aquellos que provienen de estudios de cohortes o de ECA que examinan los
factores de riesgo de ECV. Así parece que el consumo de azúcar dentro de un rango normal de
la dieta humana no aumentaría el riesgo de enfermedad cardiovascular. Sin embargo una
excepción son las dietas que contienen más del 20% de azíucares simples en ensayos
hipercalóricos en los que pueden causar un aumento de los triglicéridos.
Tampoco se ha descartado el desarrollo de trastornos depresivos por el consumo de dietas
ricas en azúcares y bebidas endulzadas. Así pues, el proyecto Seguimiento Univerdad de
Navarra analizó dicha asociación y obtuvo como resultado un mayor riesgo de desarrollar
depresión cuando el consumo de azúcares añadidos era mayor, al igual que los síntomas
depresivos se asociaron positivamente con el consumo de dulces de alta energía en el estudio
de Jeffery et al. (33).
El riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares ha convertido al
sobrepeso en uno de los problemas de salud más serios en los países desarrollados. Se relaciona
a la obesidad y resistencia a la insulina con dietas ricas en hidratos de carbono de índice
glucémico alto. Dicha relación es corroborada por estudios, aunque tambíen existen
contradicciones. Se basan en que estos alimentos al producir bruscas y reiteradas elevaciones
de la glucemia junto a un aumento crónico de la secreción de insulina tiene como consecuencia
la insensibilización de las células productoras de insulina y favorece con ello un acúmulo de
grasa. Se incluyen aquí a los azúcares, arroz no integral u otros alimentos elaborados con
harinas refinadas como es el pan blanco. Aún no se dispone de evidencias que puedan confirmar
esta teoría (5).
Los estudios de bebidas azucaradas constituyen la evidencia más fuerte en cuanto al
riesgo de obesidad (34). Se consideran bebidas azucaradas todas aquellas que se elaboran con
azúcar añadido y también aquellas que contienen frutas excepto si provienen de fruta al 100%.
Las bebidas azucaradas han llegado a ser la principal fuente de azúcar añadido en la dieta de
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niños y adolescentes, pudiendo llegar a suponer en algunos casos hasta el 15% de la ingesta
calórica total diaria (5). Una revisión europea publicada en 2015 analiza las 13 revisiones
sistemáticas y metaanálisis publicados hasta esa fecha (35). Nueve de estos trabajos confirman
la relación entre bebidas azucaradas y obesidad. En dos de ellos no encuentran relación y en
otros dos el resultado no es concluyente. También se confirma esta relación a partir de estudios
bien diseñados en la revisión sistemática publicada en 2016 (36).
Esta posible relación de las bebidas azucaradas con el sobrepeso, la diabetes y el síndrome
metabólico las relaciona directamente con el riesgo cardiovascular. Recientemente la
Asociación Americana del Corazón ha revisado sus recomendaciones, aceptando la asociación
entre el aumento de los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular en niños y el consumo
elevado de azúcares añadidos "al menos en su forma líquida" (37).
Las bebidas azucaradas son las que más fácilmente pueden contribuir a que se alcancen
en niños niveles de ingesta elevados de fructosa pudiendo tener como consecuencia un
incremento en la neolipogénesis hepática y contribuir a largo plazo a la resistencia insulínica y
a aumentar la adiposidad visceral. Es por ello que la Sociedad Norteamericana de
Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (NASPGHA) publicó sus
recomendaciones sobre el tratamiento del hígado graso no alcohólico en niños, en el que incluye
evitar las bebidas azucaradas con un nivel de evidencia A, pero no considera que existan
suficientes datos como para incluir en el manejo de estos niños una dieta baja en hidratos de
carbono de elevado índice glucémico en general (38).
La OMS (3) concluye que las recomendaciones se basaron en la evidencia revisada con
respecto a la relación entre la ingesta de azúcares libres y el peso corporal (evidencia de calidad
baja y moderada) y la caries dental (evidencia de calidad muy baja y moderada). La
recomendación de limitar la ingesta de azúcares libres a menos del 10% del consumo total de
energía está basada en evidencia de calidad moderada de estudios observacionales de caries
dental. En cuanto a los cambios producidos en el peso corporal por un aumento o disminución
de azúcares libres se considera una relación que está presente independientemente del nivel de
ingesta de azúcares libres. El exceso de peso asociado con la ingesta de azúcares libres se debe
al consumo excesivo de energía. Y por útimo destaca que un mayor consumo de azúcares libres
amenazaría la calidad nutritiva de las dietas al proporcionar energía significativa sin nutrientes
específicos.
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El intento de aislar un nutriente, o clase de nutrientes, para reclamar una serie de
beneficios o riesgos (39) han resultado casi universalmente en fracaso y desilusión. En el área
de bebidas endulzadas con azúcar y varias consideraciones de salud, la evidencia de más alta
calidad proveniente de revisiones sistemáticas, metanálisis y ensayos controlados aleatorizados
no sugiere señales de daño dentro del rango normal de consumo humano al menos en estudios
a corto plazo que duran seis meses o menos y en estudios de cohortes a más largo plazo donde
los azúcares que contienen fructosa son sustituidos isocalóricamente por otros carbohidratos.
se requerirán estudios a más largo plazo para proporcionar más certeza sobre este tema (40).
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