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CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA Secretariado Nacional de Liturgia
La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia, el
domingo duodécimo del tiempo durante el año.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas
indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o
grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida,
una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.
CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA “Celebrar y orar en tiempo de pandemia”
Secretariado Nacional de Liturgia Domingo XII – Tiempo durante el año
Iniciamos la celebración Una vez reunida la familia en torno a la Palabra de Dios, se propone comenzar con el canto «Quedate con
nosotros» (Veneziale - Maddío). Si hacemos click en el título de la canción podremos acceder a la versión
cantada.
QUEDATE CON NOSOTROS
Quédate con nosotros Señor de la esperanza
los hombres que tú amas hoy "luchan por vivir",
y aunque a veces dudamos de tu presencia en casa
no dejes que la noche nos sorprenda sin ti.
Y porque ya anochece quédate con nosotros,
no dejes que la noche nos sorprenda sin ti.
Quédate con nosotros Señor de la pobreza,
los pobres y los niños te quieren descubrir
porque a veces “no saben que son tus preferidos"
no dejes que la noche nos sorprenda sin ti.
Quédate con nosotros Señor de la justicia,
los hombres "no aprendemos a dar sin recibir"
vivimos muchas veces una justicia falsa
no dejes que la noche nos sorprenda sin ti.
Quédate con nosotros Señor de la promesa,
tú mismo aseguraste "amarnos hasta el fin"
por eso humildemente volvemos a pedirte
no dejes que la noche nos sorprenda sin ti.
Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra. Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa:
Para poder hacer esta celebración con espíritu fraterno y en paz, pidamos perdón por nuestras faltas
de amor a Dios y entre nosotros:
Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que nos invitas a no tener miedo. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que cuidas con tu Providencia. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que llamas a ser tus testigos. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del
altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo 10, 26-33. Si se prefiere se puede tomar el texto
que transcribimos aquí abajo.
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Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 26-33
Jesús dijo a sus apóstoles:
No teman a los hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba
ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído,
proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que
puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en
tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos.
No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en
el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los
hombres.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse
la siguiente reflexión:
Muchas situaciones en la vida nos inducen al miedo. Sin ir más lejos, la pandemia del Covid-19 por
momentos nos paraliza: miedo por el desconcierto, miedo alimentado por las noticias que día a día
nos reflejan la fragilidad de nuestras vidas, miedo al descubrir que tantos lugares y localidades vecinas
que habían llegado a una fase más abierta volvieron hacia atrás por la irresponsabilidad de una sola
persona... Y así descubrimos que, ni siquiera en los pequeños avances en esta situación podemos
sentirnos seguros del todo. Otras veces los miedos surgen frente a lo desconocido. Muchas veces son
los otros quienes se nos figuran como sombras amenazadoras. Su rostro, simplemente por
desconocido, nos inquieta. También nos brotan miedos internos porque conocemos nuestros límites,
porque las actitudes del otro pueden sacar de nosotros lo peor, porque no sabemos cómo plantear a
mi cónyuge, padre o hermano, compañero de trabajo algo que nos inquieta o molesta.
En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a cambiar de actitud: ¡No tengan miedo! No tener miedo de
nada, ni estas situaciones que nombramos antes, ni de la muerte, ni de anunciar la Buena Noticia a
los demás.
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Invitó a los apóstoles, que eran los que
escucharon sus palabras en aquel momento, a
que fuesen por los pueblos y ciudades de
Palestina a anunciar el Reino de Dios sin
miedo. ¿A quién podían temer? ¿Qué les
podía suceder? Jesús les dijo muy claramente
que incluso podían morir. Pero que no hay
que tener miedo, porque el Padre del cielo
estaba de su parte.
El Papa Francisco nos habla de esto al
recordarnos que “las palabras que pronunció
San Juan Pablo II el día de la inauguración
de su pontificado (1978) son siempre actuales: ¡No tengan miedo! ¡Abran, abran de par en par las
puertas a Cristo! Que sigan inspirando vuestra vida personal, familiar y social; que sean un estímulo
para seguir fielmente a Cristo, para ver su presencia en el mundo y en el otro hombre, especialmente
en aquel pobre y necesitado de ayuda".
Frente a nuestro Padre Dios, el prójimo es un hermano, no es un desconocido; y yo soy su hijo o hija,
que confiando en su amor debo salir al encuentro del otro anunciando en los ambientes en los que me
muevo: la familia, el trabajo, la comunidad, la alegría del Evangelio.
Jesús nos invita es a vivir con total confianza puesta en Dios. No solo frente a los miedos, cualquier
momento y toda nuestra vida. Porque así viviremos de un modo diverso. Con una actitud diferente.
Sentiremos la alegría de vivir y disfrutar de este inmenso regalo que Dios nos ha hecho. Cada uno de
sus minutos y segundos. Y comunicaremos a los que viven cerca de nosotros esa alegría y esa
confianza. Tendremos fuerza para luchar con las dificultades que nos vayamos encontrando, porque
Dios, estamos convencidos, está con nosotros.
En este tiempo en el que en la mayoría del país no podemos reunirnos para celebrar la misa, no
debemos dejar de tener presente que en ese simple gesto del pan compartido Dios viene a recordarnos
que está con nosotros, que no nos abandona y que se hace alimento para nuestra vida. Mientras
caminamos animados por la esperanza de reunirnos de nuevo en torno a su mesa, el Señor nos invita
a encontrar la verdadera alegría y a perder el temor.
Para concluir este momento de reflexión se propone cantar «Vida en abundancia» (Ponce – Luque - Sacchiero).
Si hacemos click en el título de la canción podremos acceder a la versión cantada.
VIDA EN ABUNDANCIA
Los lirios del campo y las aves del cielo
no se preocupan, porque están en mis manos.
Tené confianza en mí, acá estoy junto a vos.
Amá lo que sos y tus circunstancias,
estoy con vos, con tu cruz en mi espalda.
Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas.
Yo vengo a traerte Vida,
Vida en abundancia, en abundancia.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida,
Vida en abundancia, en abundancia.
No hice al hombre para que esté solo.
Caminen juntos como hermanos,
sopórtense mutuamente, ámense unos a otros.
La felicidad de la Vida Eterna
empieza conmigo en la tierra.
Sentite vivo, la fiesta del Reino comienza acá.
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Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector:
En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso,
y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector:
En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: Confiemos nuestras necesidades a Dios Padre cuya providencia está atenta siempre a nuestra
oración. A cada intención respondemos: «Óyenos, Padre nuestro».
Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector:
Por el Papa Francisco y todos los pastores, para que cobijados en el amor del Padre sean sus testigos
con fuerzas renovadas. Oremos.
Por los gobernantes, para que encuentren respuestas atinadas a los conflictos que surgen de esta
pandemia. Oremos.
Por los que sienten miedo a la enfermedad, a la pérdida de trabajo por causa de la pandemia, para que
confiando en la providencia, puedan renovar su esperanza. Oremos
Por todos los padres en su día, que puedan vivir con serenidad y alegría el don de la paternidad.
Oremos
Por nosotros para que poniendo toda nuestra vida en manos de Dios, superemos todos los temores y
transmitamos esa alegría y confianza a los que están cerca de nosotros. Oremos
Quien lo desee, puede agregar intenciones.
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Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los
apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Dios, creador del mundo,
bajo tu providencia transcurre la historia de los hombres;
escucha con bondad nuestras súplicas
y concede la paz a nuestro tiempo,
para que nos gocemos incesantemente
en la alabanza de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Rezamos por los padres en su día Antes de terminar la celebración se propone rezar especialmente por los padres en su día. Para ello se puede
realizar la bendición para los padres que está en el número 249 del Bendicional para la Argentina. Algún
miembro de la familia, o todos juntos pueden rezar esta oración pidiendo la bendición de Dios sobre el padre
o los padres de familia presentes.
Señor, Padre bueno,
de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra,
mira con ternura a este (estos) padre(s)
a quien(es), en su día,
venimos a honrar, recordar, agradecer
y valorar como uno de los regalos más preciosos
que nos has hecho y que nos colma en el afecto;
te pedimos, que bendigas a este (estos) padre(s),
que ejerce(n) su paternidad con fidelidad,
y a todos aquellos que lo son de espíritu y de corazón
por la adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
O bien si no hay ningún padre de familia presente se puede rezar
la siguiente oración:
Bendice Señor a todos los padres en su día,
protégelos y guía sus pasos,
llena sus corazones de amor,
sus mentes de sabiduría,
y regálales la paz que tú solo puedes dar.
Te pedimos especialmente por aquellos
que ya no están más con nosotros,
para que un día podamos celebrar con ellos
la alegría del reencuentro en la fiesta del cielo.
Amen.
Pedimos a Dios su bendición Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna. Y todos responden:
Amén.
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O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden:
Amén.
Para terminar la celebración podemos cantar, en esta semana que celebramos al Sagrado Corazón de Jesús el
canto «Tu Corazón, Jesús» (Canali). Si hacemos click en el título de la canción podremos acceder a la versión
cantada.
TU CORAZÓN, JESÚS
Tu Corazón, Jesús,
hogar de todos...
fuego de amor,
enciéndenos… enciéndenos…
Vengan a mí, los agobiados,
los despreciados,
los olvidados.
Vengan a mí, los afligidos,
los oprimidos
y empobrecidos.
Vengan a mí, pequeños míos,
pueblo querido,
mis peregrinos.
También podemos rezar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de
pandemia.
Invocación del Papa Francisco a San José
Protege, Santo Custodio, este país nuestro. Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad. Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos. Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados:
los voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad. Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad. Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente en los más pequeños. Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo. Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres. Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia. Amén.
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Invocación a la protección de San José Gabriel del Rosario Brochero
Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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Para compartir después de la celebración
NUESTRA IGLESIA DOMÉSTICA
Les compartimos el video que se elaboró con las fotos de las familias que fueron compartiendo las celebraciones de sus hogares del domingo pasado.
VIDEO SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Los seguimos invitando a que, después de la celebración familiar, tomen una foto de la familia y el altar donde
están celebrando en cada domingo y la envíen al mail [email protected] contando a todos quiénes y
de dónde son. Estas fotos las compartiremos en las redes sociales de la Conferencia Episcopal Argentina.
Ejemplo:
Flia. Echeverría, Rafaela (Sta. Fe).