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PLANTEAMIENTO DE LA ORIENTACION FAMILIAR (Tomado de: Ríos, J. (1994). Manual de Orientación y Terapia Familia . España: Instituto de Ciencias del Hombre. Páginas 27 a 41) El campo de la Orientación se hace cada vez más complejo y amplio. Es una exigencia de los tiempos en que vivimos. Porque ya no basta tener sentido común para poder orientar al hijo, al alumno, al amigo. Lo que hace unos años - tal vez no muchos - bastaba para salir airoso de un cometido como el de dar pautas o criterios para poder avanzar en la realización personal de un sujeto, ya no es suficiente. La multiplicidad de variables que interactúan en una situación personal es cada vez más intrincada. Y lo que es así en el orden de la "orientación personal", "profesional", "vocacional" etc, es más evidente en el terreno que ahora nos interesa: la orientación familiar. La familia no es ya el pequeño núcleo de convivencia en que casi todo se resolvía por un buen sentido común y la aplicación práctica de vivencias que eran válidas para ser transmitidas a otras generaciones. Ni las perspectivas eran tan complejas como lo son ahora, ni la presión ambiental ejercía el tremendo poder que ahora realiza, ni, por otra parte, las aspiraciones de los hijos quedaban tan lejos de las experiencias vividas por los padres. Todo, en síntesis, estaba como al alcance de la mano. Los condicionantes socioculturales no eran despóticos, ni las circunstancias socioeconómicas imprimían el ritmo de exigencias que ahora nos azota. Aún más: el propio sujeto no tenía los incentivos que actualmente le empujan a estructurar motivaciones y aspiraciones que se sitúan fuera de lo que la familia media puede afrontar con sus recursos y experiencias naturales. A todo ello, con no ser poco, se añaden otros factores que no pueden olvidarse. La familia actual está en crisis, aunque tal crisis no suponga una situación agónica. No está muerta, como se pretende, sino que atraviesa situaciones de verdadera prueba porque el contexto social le exige nuevas actitudes, nuevos enfoques, nuevos modos de elaborar las propias experiencias (RIOS GONZALEZ, 1980a). Hay una verdadera "enfermedad" que requiere un adecuado diagnóstico, un sereno pronóstico ante las posibilidades reales de recuperación y cura, así como un conjunto de resortes que es preciso poner en marcha para conseguir, progresiva y serenamente, la recuperación de aquellos niveles más amenazados en el fondo de la realidad de cada familia constituida. Tal conjunto de resortes admite diversos tratamientos que, en mi criterio, constituyen lo que ampliamente puede denominarse

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El campo de la Orientación se hace cada vez más complejo y amplio. Es una exigencia de los tiempos en que vivimos. Porque ya no basta tener sentido común para poder orientar al hijo, al alumno, al amigo. Lo que hace unos años - tal vez no muchos - bastaba para salir airoso de un cometido como el de dar pautas o criterios para poder avanzar en la realización personal de un sujeto, ya no es suficiente. La multiplicidad de variables que interactúan en una situación personal es cada vez más intrincada. Y lo que es así en el orden de la "orientación personal", "profesional", "vocacional" etc, es más evidente en el terreno que ahora nos interesa: la orientación familiar.

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PLANTEAMIENTO DE LA ORIENTACION FAMILIAR

(Tomado de: Ríos, J. (1994). Manual de Orientación y Terapia Familia.

España: Instituto de Ciencias del Hombre. Páginas 27 a 41)

El campo de la Orientación se hace cada vez más complejo y amplio. Es una exigencia de

los tiempos en que vivimos. Porque ya no basta tener sentido común para poder orientar al

hijo, al alumno, al amigo. Lo que hace unos años - tal vez no muchos - bastaba para salir

airoso de un cometido como el de dar pautas o criterios para poder avanzar en la realización

personal de un sujeto, ya no es suficiente. La multiplicidad de variables que interactúan en

una situación personal es cada vez más intrincada. Y lo que es así en el orden de la

"orientación personal", "profesional", "vocacional" etc, es más evidente en el terreno que

ahora nos interesa: la orientación familiar.

La familia no es ya el pequeño núcleo de convivencia en que casi todo se resolvía por un

buen sentido común y la aplicación práctica de vivencias que eran válidas para ser

transmitidas a otras generaciones. Ni las perspectivas eran tan complejas como lo son

ahora, ni la presión ambiental ejercía el tremendo poder que ahora realiza, ni, por otra parte,

las aspiraciones de los hijos quedaban tan lejos de las experiencias vividas por los padres.

Todo, en síntesis, estaba como al alcance de la mano. Los condicionantes socioculturales

no eran despóticos, ni las circunstancias socioeconómicas imprimían el ritmo de exigencias

que ahora nos azota. Aún más: el propio sujeto no tenía los incentivos que actualmente le

empujan a estructurar motivaciones y aspiraciones que se sitúan fuera de lo que la familia

media puede afrontar con sus recursos y experiencias naturales.

A todo ello, con no ser poco, se añaden otros factores que no pueden olvidarse. La familia

actual está en crisis, aunque tal crisis no suponga una situación agónica. No está muerta,

como se pretende, sino que atraviesa situaciones de verdadera prueba porque el contexto

social le exige nuevas actitudes, nuevos enfoques, nuevos modos de elaborar las propias

experiencias (RIOS GONZALEZ, 1980a). Hay una verdadera "enfermedad" que requiere un

adecuado diagnóstico, un sereno pronóstico ante las posibilidades reales de recuperación y

cura, así como un conjunto de resortes que es preciso poner en marcha para conseguir,

progresiva y serenamente, la recuperación de aquellos niveles más amenazados en el

fondo de la realidad de cada familia constituida. Tal conjunto de resortes admite diversos

tratamientos que, en mi criterio, constituyen lo que ampliamente puede denominarse

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"orientación familiar" pero que, sin embargo, precisa matizaciones y determinación de

aspectos y niveles.

El tema de la "orientación familiar" ha sido abordado desde posiciones unilaterales. Con el

desarrollo de las ciencias de la educación y la aplicación de las teorías derivadas del mejor

conocimiento de las ciencias relacionadas con la conducta humana, el enfoque de la familia

ha ido adquiriendo mayores ámbitos y una profundidad más acorde con las actuales

exigencias del núcleo familiar. No obstante, y a pesar del interés teórico por el tema, aún

escasean las aportaciones científicas para un mejor conocimiento de este sector. A raíz de

|a promulgación de la Ley de Educación, la Sociedad Española de Pedagogía, a través de

su revista "Bordón", abordó el estudio de problemas básicamente relacionados con la

"orientación escolar", abriendo la posibilidad de hacer un planteamiento de aspectos

vinculados a la "orientación" en general (BORDON, 1971). En el estudio introductorio, DIAZ

ALLUE (1971) plantea, aunque sin denominarlo así, el ámbito de la "orientación familiar":

"....el Orientador no puede considerar cumplido su cometido con la orientación al alumno y

el asesoramiento al Centro. Deber suyo es también, y la legislación actual lo recoge con

acierto: orientar a los padres para que sean ayuda eficaz y estímulo de sus hijos en su

perfeccionamiento personal y en su integración social. De ahí las entrevistas individuales,

conferencias periódicas y coloquios que habrá de organizar el Departamento para Informar

sobre las personalidad de sus hijos -entendida en su más amplio sentido- para orientarles

sobre "el establecimiento de sanas relaciones familiares" y para formarles en orden a esa

eficaz colaboración en la tarea orientadora". Se marcan ahí, aunque de modo un tanto

esquemático, puntos que son esenciales para la determinación del ámbito de la orientación

familiar. Porque este modo de abordar la educación de los padres requiere haber

conseguido con anterioridad un adecuado conocimiento de lo que es la familia como grupo

humano y sistema de comunicación interpersonal, así como tener en la mano los datos

precisos sobre cada familia en particular. Por ello mismo, y en la misma situación antes

citada, yo mismo hablaba de que "lo social forma parte del proceso normal de madurez

personal", para añadir que "lo que interesa destacar aquí es la necesidad de valorar y emitir

un juicio respecto al grado de madurez que ha alcanzado, en un momento concreto, el

proceso de socialización del educando. En el planteamiento actual del conocimiento del

alumno se da entrada, de manera formal, al estudio del ambiente familiar" (RIOS GONZA-

LEZ, 1971 a). Pero la realidad, hasta ahora, ha sido muy distinta por algo que ya apuntaba

en aquella ocasión: "Cuando se ha presentado este aspecto en algunos de los últimos

documentos encaminados a facilitar el proceso de evaluación, no han faltado quienes se

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han alarmado por dar entrada al análisis de la situación familiar. La alarma es infundada,

dado que hecho con tacto, no presentará grandes obstáculos", apoyando tal afirmación en

algo que, doce años más tarde, ratifico con los datos de la experiencia diaria en el trabajo de

orientación, diagnóstico y terapia de las relaciones familiares: "la familia tiende a colaborar

cuando se le ofrecen garantías de seriedad técnica y de orientación posterior. La

experiencia en la consulta psicopedagógica, centrada en el conocimiento de la dinámica

familiar, es positiva en todos los sentidos", porque "sólo un acertado conocimiento del

ambiente familiar y de cuanto se estructura en él, puede favorecer el enfoque adecuado del

proceso de integración social desde la comunidad educativa hasta la sociedad como

comunidad circundante" (RIOS GONZALEZ, 1971a).

La familia, como tal, sigue estando lejos del planteamiento completo de la orientación. Una

razón, entre otras que indudablemente pueden alegarse, es la que ya apuntaba en 1971 y

de la cual se derivó el deseo de aportar algunas pistas para que la relación con la misma

fuese realista desde las mismas instituciones educativas (RIOS GONZALEZ, 1972b).

Lo que la misma idea ha ido dando a lo largo de estos años va a constituir el fondo del

contenido de este volumen. Porque no se dará un paso eficaz sin haber aceptado y vivido

en la realidad que desde una seriedad técnica es posible tener un adecuado conocimiento

del ambiente familiar como factor estructurante de personalidades maduras como síntesis

de perfeccionamiento personal y de integración social.

Ante este planteamiento puede aducirse que la institución familiar está en evolución y que

malamente pueden darse criterios cuando el terreno sobre el que van a caer es un tanto

movedizo. No niego el hecho. Aún más: parto de él porque la realidad no puede

escamotearse por mucho que queramos. Lo movedizo y cambiante hay que delimitarlo muy

bien porque de lo contrario se pueden cometer graves errores. Quiero decir con ello que si

la institución familiar está sometida a modificaciones hay que precisar con la mayor

exactitud que sea posible, qué es lo que cambia en ella y qué es lo que, pese a todo, va a

conservar una cierta estabilidad y permanencia. Nadie duda que la familia es un grupo

primario de relación en el que se afrontan desafíos que se traducen en deberes y exigencias

inherentes a las transformaciones propias de los procesos evolutivos del ser humano en

crecimiento y desarrollo. Por ello mismo la familia puede ser vista como un sistema de

comunicación en el que tienen lugar estos procesos (MINUCHIN, 1976). El hecho inevitable

de que tales procesos tengan una concreción particular en función de parámetros culturales

no quita fuerza al hecho, también irrefutable por una realidad que se impone con claridad

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meridiana, de que tales procesos se asientan en raíces universales que no pone en duda ni

el sociólogo, ni el antropólogo, ni el mismo etólogo que aporta conclusiones para ser

aplicadas al análisis riguroso de la conducta humana. Hay, por ello, temas comunes y

universales que admitirán posteriormente la adecuación a coordenadas peculiares del

entorno en que se desarrollan las personas concretas. Así, por ejemplo, siempre se dará

una relación recíproca entre miembros de un mismo núcleo familiar, unos ritmos de

crecimiento evolutivo que determinan el tipo, nivel y características de la interacción

personal entre progenitores e hijos, progenitores entre sí e hijos entre sí. Se darán,

igualmente, cambios en la interacción en función de ciclos vitales, maduración de procesos

y perturbaciones en el desarrollo personal de cada miembro del sistema. Todo ello, unido a

las transacciones con el ambiente extrafamiliar encarnado en la escuela, el grupo social, la

pandilla o el ámbito de la socialización, así como la relación con la familia circundante y los

modos de afrontar el mundo externo en su sentido más amplio, es algo que no puede ser

negado como una realidad inevitable. Este conjunto de fenómenos constituyen lo estable

de la institución familiar. Y sobre ello es sobre lo que ha de actuar el orientador familiar.

Ante la realidad de la familia como sistema de comunicación pueden adoptarse muchas

posturas en función de parámetros que perfilen enfoques teóricos sobre los que apoyan

una determinada acción orientadora. Por ello mismo se hace necesario definir desde ahora

cuál es mi enfoque, aunque su desarrollo tenga que ser desplegado a lo largo de todo el

volumen. En ello queda implícito el concepto que aquí se defiende acerca de lo que debe

ser la orientación familiar. Tal vez sea más clarificador exponerlo en unas cuantas

afirmaciones.

1. El enfoque que postulo es el derivado del hecho de que el proceso de maduración

personal que respalda la familia se asienta en el modo de plantear y desarrollar las

relaciones que vinculan a los distintos miembros del sistema familiar.

2. Tales relaciones configuran, aún admitiendo la diversidad y diferenciación debida a

raíces constitucionales propias de cada individuo en cuanto persona perfectamente

diferenciada, un determinado estilo que explica el modo de progresar hacia la madurez

personal y la integración social en sus distintas modalidades.

3. El planteamiento, por otra parte, se centra en las teorías sistémicas que niegan la

validez o cualquier intento de explicación de un fenómeno -incluido el de la evolución

maduradora del ser humano- como algo aislado.

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4. Esto obliga a modificar el modo clásico de observar un fenómeno humano, como es el

de aislarlo de su contexto. Obliga, por ello, a observar el comportamiento y el proceso de

maduración como el resultado de interacciones y circularidades que tienen lugar en el

interior de un sistema. En este caso en el interior del sistema familiar que se analiza y

observa.

5. El planteamiento sistémico que adopto no va a centrar la orientación familiar en el

seguimiento individual de un sujeto concreto que se presenta al orientador como

"problema", sino que va a centrarse en el estudio del "sistema relaciona!" de que forma

parte ese sujeto señalado como conflictivo, difícil o problemático.

6. Consecuentemente a todo ello, el orientador familiar no se conformará con

diagnosticar la situación personal individualizada de un educando, sino que tratará de

profundizar en lo que las apariencias que le muestran los padres o los educadores (ya sean

"comportamientos anormales", "trastornos de aprendizaje", "dificultades de adaptación",

"síntomas de apariencia psicopatológica", "síndromes encuadrados generalmente en la

patología", etc...) tienen como lenguaje cifrado que obedece a un código con el que se

transmite un significado comunicacional en el ámbito de ese sistema relacional concreto.

7. Esto mismo lleva a que el orientador familiar tenga necesidad de verificar una

verdadera conversión personal para salir del terreno de la psicopatología y, mediante una

tarea de despsiquiatrización y despsicopatologización de los fenómenos vistos en un niño o

un adolescente (y vale lo mismo para las conductas adultas), efectúe una nueva descripción

de conductas individuales en términos de relaciones interpersonales plagadas de co-

municaciones simultáneas en diversos niveles.

8. Si la orientación familiar va a ayudar a cada miembro, cualquier problema sometido a

la consideración del orientador en cuanto experto, debe abordarse desde perspectivas en

las que tanto el diagnóstico como el seguimiento o terapia posterior se hagan teniendo en

cuenta los elementos relacionales implícitos en este planteamiento.

9. La familia, desde esta perspectiva, se mostrará como un terreno en el que tienen lugar

determinadas reglas para mantener estilos, introducir cambios o defender posiciones que

se estiman inamovibles.

10. Por ello mismo el orientador familiar ha de ser un experto en descubrir las reglas del

juego sistémico que pone en práctica una familia concreta. La orientación familiar tendrá

mucho de estrategia para actuar sobre tales reglas y modificar la interacción que dificulta el

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desarrollo personal de sus miembros. Igualmente deberá conocer las técnicas que facilitan

los cambios en la estructura del sistema, si es que con ellos se favorece el progreso de cada

miembro y del grupo familiar como elemento dinamizante de maduración.

Este planteamiento de la orientación familiar discrepa de otras posturas clásicas e

históricamente explicables. Porque el orientador familiar va a manejar situaciones

concretas que admiten distintos enfoques. En cualquier caso se tratará siempre de

situaciones catalogadas como problemáticas y difíciles mientras no se llegue a una

mentalización que haga situar las cosas en un nivel profiláctico más que terapéutico o

reorientador. Y los enfoques posibles tal vez puedan agruparse en dos modos tradicionales

de abordaje:

a) un intento de solución basado en la investigación de raíces bioquímicas y

neurológicas que expliquen el fenómeno que se consulta y sobre el que se desea luz y

orientación. A este enfoque corresponderá en fase posterior una técnica de solución

fundamentalmente basada en recursos farmacológicos y eminentemente organicistas.

Para tal enfoque el problema que afecta a una familia o a alguno de sus miembros parte de

una aceptación implícita de que el conflicto consultado es la consecuencia natural de unos

postulados que hacen ver al sujeto como un verdadero enfermo (1).

b) La búsqueda se funda en el modelo teórico que postula que la raíz de todo conflicto

humano está en componentes de naturaleza emocional. Para tal enfoque lo que se trae a la

consideración del experto obedece a que las vivencias del sujeto afectado han sufrido una

alteración porque la inmadurez que tenía el mismo en el momento de producirse una

determinada experiencia, impidió dar una respuesta sana y significativa. Tal respuesta fue

inadecuada en términos de salud mental y adaptación emocional, produciendo de modo

involuntario e inconsciente un "trauma" seguido de secuelas y huellas que hay que borrar.

Para tal enfoque el sujeto afectado no es un enfermo, sino que es una persona que no ha

sabido o no ha podido dar la respuesta sana que hubiera hecho posible el crecimiento

progresivo de su personalidad a partir de aquella experiencia no integrada. Esta

paralización del progreso personal puede ser temporal y transitoria, dando lugar a

comportamientos de tipo regresivo o, por el contrario, puede desencadenar una

paralización duradera y profunda que ocasiona cuadros clasificables como verdaderas

fijaciones.

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Las técnicas utilizadas por los seguidores de este planteamiento quedan encuadradas

dentro de las líneas tradicionales en los tratamientos de naturaleza psicoterapéutica en sus

múltiples modalidades. Aquí se ve al sujeto como un ser menesteroso de reestructurar su

actitud ante una realidad interna o externa que se vivió como amenaza y provocó la

paralización de que he hablado.

Sin negar validez a tales planteamientos, y admitiendo honradamente que en no pocas

situaciones hay que recurrir a ellos para encontrar una explicación satisfactoria a

situaciones que nos son planteadas en la consulta de cada día, mi preferencia -y es la que

ofrezco aquí- se inclina por un nuevo modo de otear la realidad que se nos consulta.

El enfoque defendido aquí se centra en el análisis de contexto, porque sin conocer éste no

puede explicarse satisfactoriamente el por qué de una conducta. Por ello no se trata de ver

al sujeto como un enfermo o como un ser sometido a traumas insuperables en un momento

dado de su biografía. Se trata de verlo como una pieza, un elemento, un eslabón del

sistema en que ha nacido, crece y se desarrolla.

El problema consultado hay que tratar de aclararlo considerándolo como el resultado de un

modo de comunicación disfuncional en el interior del sistema. El comportamiento, por tanto,

se contempla desde la óptica de un lenguaje con el que el sujeto que lo padece quiere

expresar algo que no acierta a formular con palabras. O algo que no le es permitido

expresar de modo directo y verbal. Es un lenguaje no-verbal, cifrado, codificado, como ya

se ha dicho.

Desde el contexto relacional y la dimensión sistémica, lo que ven los padres o los

educadores, admite una doble lectura:

a) para los padres o el observador externo…. Una perturbación

b) para el experto desde el nivel sistémico….Un comportamiento adaptado a esa

disfuncionalidad de la comunicación en ese sistema.

De este modo, un niño o un adolescente sometido a la observación del orientador que

acepta tal enfoque no será más un "enfermo", "culpable", "raíz" o "causa" de un problema

que atañe a toda la familia, sino que será una pieza más -y no la única ni la principal en la

mayor parte de los casos- de la cadena que explica el proceso que palpita bajo la

sintomatología clamorosa que se somete a estudio. La conclusión que puede adelantarse

en el mayor número de situaciones es que tal niño o tal adolescente es el "paciente

designado" de un sistema interactivo enfermo y afectado.

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La orientación, la ayuda, la terapia necesaria no afectará sólo al señalado por los padres o

educadores como afectado por "algo" que tratan de descubrir. Tales tipos de ayuda habrá

que extenderlos también a los señaladores, aunque crean lo contrario y traten de

defenderse de ello por todos los medios a su alcance.

Concepto de Orientación Familiar

Desde el planteamiento hecho anteriormente, puede decirse que la Orientación Familiar

debe ser entendida como el conjunto de técnicas encaminadas a fortalecer las capacidades

evidentes y las latentes que tienen como objetivo el fortalecimiento de los vínculos que unen

a los miembros de un mismo sistema familiar, con el fin de que resulten sanos, eficaces y

capaces de estimular el progreso personal de los miembros y de todo el contexto emocional

que los acoge.

En tal concepto quedan incluidos todos los aspectos y niveles que es preciso delimitar, con

el fin de que ningún área del comportamiento individual quede fuera del influjo del contexto

familiar como factor potenciador de las capacidades existentes en cada miembro.

Por otra parte, no debe limitarse a la consideración de los problemas o situaciones que

afectan a algún miembro en cuanto ser individualizado, sino que ha de extenderse a la

contemplación de todo el contexto familiar en que se sintetiza la dinámica del sistema de

interacción personal entre sus miembros.

Aún más: una situación familiar tomada como objeto de orientación puede colocarse en

distintos niveles. Inicialmente, puede ser una situación correspondiente a la evolución

normal de lo que es el progresivo crecimiento del sistema familiar. Orientar tal situación

sería, por ello mismo, iluminarla a la luz de los criterios de normalidad que corresponden a

cada ciclo vital del crecimiento del sistema. Tal situación será objeto de orientación en el

nivel que voy a denominar educativo. Otras veces la situación sometida a orientación va a

responder a exigencias que, sin dejar de ser normales en cuanto que tienen su explicación

en el mismo proceso evolutivo de la familia, presenta características o matices que la hacen

peculiar. Tal peculiaridad vendrá determinada por ciertas dificultades que no pueden ser

superadas con los criterios normales correspondientes al nivel anterior. Se tratará aquí de

situaciones que precisan un asesoramiento más específico porque la presencia de

variables más sutiles obligan a concretar de modo particular lo que pueden ser criterios

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generales. Precisan un tratamiento especial. A tal nivel se le va a dar aquí la denominación

de nivel de orientación o asesoramiento.

Finalmente, y la experiencia lo demuestra así, hay situaciones en las que la complejidad de

factores obliga a utilizar procedimientos más específicos. No bastan los primeros de tipo

general, ni los que en segundo lugar se han indicado como especiales. Aquí se trata de

técnicas que se sitúan en lo que puede denominarse terapia familiar.

Por todo ello, y a partir de ese triple modo de considerar el objeto de la orientación familiar,

no hay más remedio que abordar el tema de los niveles en que ésta puede plantearse.

Niveles de la Orientación Familiar

Cualquiera de los ya apuntados, y que inmediatamente serán ampliados, afrontan

situaciones relacionadas con la estructura, dinámica y desarrollo de la familia entendida

como grupo humano. La distinción de niveles obedece a la necesidad de establecer

criterios que hagan posible el crecimiento de los miembros y del sistema total desde la

plataforma de encuentros, comunicaciones y contactos perfectivos que no son idénticos en

todos los casos. A ello se añade que tales objetivos han de hacerse realidad en una vida

compartida que es, a su vez, elemento esencial para la maduración continua del sistema y

sus elementos personales.

Aquí se van a distinguir tres niveles:

a) Nivel educativo de la Orientación

b) Nivel de asesoramiento en la Orientación

c) Nivel de tratamiento terapéutico en la Orientación.

A cada uno de ellos corresponden distintas finalidades, objetivos e instrumentos para su

realización.

a) Nivel educativo de la Orientación

Finalidad

Se trata de proporcionar a la familia los medios adecuados para la realización de su misión

educativa en todos los frentes y objetivos que le corresponden como "grupo primario" en el

que han de tener lugar los procesos que precisan el contacto y la comunicación total con las

figuras significativas para el hijo, ya sea niño, adolescente o joven.

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Tal orientación, por ello, limita su acción a la formación básica de los padres para que

puedan cumplir una tarea de configurar personas sanas en el contexto que ellos mismos

han de crear y enriquecer. Es, por tanto, un nivel de contenidos mínimos para ser factores

de enriquecimiento global de los hijos.

Objetivos

Pueden indicarse los siguientes:

1. Ilustrar los estadios y procesos del desarrollo personal de los miembros del sistema.

2. Ilustrar los estadios y procesos que debe conseguir la familia como sistema para

proporcionar elementos de apoyo, seguridad y progreso a los miembros de la misma.

3. Aprendizaje de los modos en que debe verificarse el contacto perfectivo entre padres

e hijos para constituir una base sobre la que asentar las líneas fundamentales de la

maduración personal, así como los aspectos específicos de la dinámica familiar normal en

que se concreta tal contacto perfectivo.

4. Aprendizaje de los modos y peculiaridades en que ha de verificarse el encuentro

interpersonal entre los diversos planos del mismo sistema familiar en cuanto que cada

subsistema tiene unas exigencias propias y una dinámica peculiar para ser eficaces.

5. Aprendizaje de los niveles y tipos de comunicación que constituyen un elemento

básico para la interacción humana en el interior del núcleo familiar bien constituido.

Instrumentos para su realización

Es obvio que en este nivel de la Orientación se trata de utilizar instrumentos básicamente

formadores en cuanto que las finalidades y los objetivos no se apartan de lo que es el

núcleo central de la tarea educativa elemental de la familia. Tal evidencia no quita valora los

instrumentos a usar y, lo que es también evidente, hace difícil dar en el centro de las

motivaciones que hagan posible la aceptación de tales medios de formación por paite de los

padres.

Parecen imprescindibles dos caminos sobre los que las modalidades pueden adquirir

múltiples formas: por una parte se trata de poner en práctica las denominadas "escuelas de

padres" con estructuras atractivas y funcionales o, por otro lado, impulsar cuantos resortes

parezcan adecuados para instaurar, como modalidad de la educación permanente de

adultos (E.P.A.), una formación permanente de padres que los sitúe en los niveles

adecuados desde los que den respuestas válidas a sus responsabilidades educativas en el

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interior de la familia. Como en otro lugar se volverá sobre estos puntos, no es necesario

ampliarlos aquí.

b) Nivel de asesoramiento en la Orientación

Finalidad

En este nivel se pretende ofrecer a la familia criterios de funcionamiento tanto para las

situaciones normales de la dinámica familiar, como para aquéllas otras en las que cualquier

alteración de los procesos o fenómenos normales presenten dificultades que obstaculicen

la consecución de los objetivos educativos y formadores de la familia como núcleo de

convivencia enriquecedora y desarrollo personal.

Se trata aquí de afrontar situaciones de normalidad y situaciones en las que los procesos

ordinarios sufran alguna alteración o desajuste. Por ello mismo va más allá de la formación

básica de los padres. Es una especie de introducción en la comprensión de momentos

evolutivos delicados que no pueden ser abordados con criterios ordinarios.

Objetivos Bastaría indicar dos fundamentales:

1. Ilustrar los procesos y etapas de la constitución del sistema familiar a través del tiempo

mediante la creación de programas adecuados a tal fin.

2. Replantear y formular reglas de intreacción y comunicación que caracterizan los

procesos que acontecen en el interior del sistema.

Ambos objetivos se centran en la familia, sin poner el acento en lo que es la vida personal

de cada uno de sus miembros. Cuanto respalda este criterio ha sido ya expuesto en las

páginas anteriores.

Instrumentos para su realización

En este nivel hay que situar los Servicios o Gabinetes de Orientación de Padres, mucho

más ricos en contenidos y finalidades que los habitualmente puestos en juego. No pueden

reducirse a un contacto superficial y ocasional provocado por motivaciones exclusivamente

centradas en el choque que desencadenan ciertas dificultades polarizadas en el área del

escaso rendimiento escolar. Hay mucho más, ya que la función materna y paterna no se

reduce a un objetivo de control de rendimiento de capacidades. Una vez más hay que

afirmar que lo que se convierte en objetivo de un Servicio no es más que una consecuencia

de otros abandonos no abordados.

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Junto a tal instrumento -Gabinete de Orientación de Padres- hay que potenciar otra serie de

medios tendentes a plantear en todas sus dimensiones un auténtico Asesoramiento familiar

que no puede limitarse a lo que pasa por las coordenadas padres-hijos, sino que ha de

abarcar lo que atraviesa las que unen a los progenitores en su doble vertiente de

padre-madre y marido-mujer, así como las que afectan a los subsistemas que vinculan a

hermanos entre sí y a todos los miembros del núcleo central de la familia (padres e hijos),

con otros miembros vinculados a la vida familiar por múltiples motivos. Los instrumentos

tendentes a poner en práctica tal tipo de asesoramiento precisan una gran atención y a ellos

habrá que referirse en muchas ocasiones a lo largo de estas páginas.

c) Nivel de tratamiento terapéutico en la Orientación

Finalidad

El fin de este nivel es poner en manos de la familia las técnicas adecuadas para el trabajo

de elaboración y/o reestructuración de aquellos aspectos en los que una alteración

excepcional de los dinamismos del sistema familiar suponga una amenaza seria del

funcionamiento de los objetivos, medios y procedimientos inherentes a las finalidades

propias de la familia como contexto de comunicación y perfeccionamiento humano de sus

miembros.

Es evidente que se trata de situaciones excepcionales a las que hay que responder, por ello

mismo, con medios igualmente excepcionales. Se trataría, en síntesis, de situaciones en las

que hay un cierto deterioro de los mecanismos normales de funcionamiento en el sistema.

La razón de ello está en la necesaria elaboración o reestructuración de algo que ha perdido

su eficacia o su carácter progresivo. Los mecanismos de regresión o fijación que afectan al

ser individual afectan con igual fuerza al sistema familiar. Tal amenaza debe ser combatida

con resortes específicos, una vez determinada su naturaleza concreta.

Objetivos

Dado que en este nivel, y según las condiciones ya establecidas, el "paciente" es el sistema

familiar entero y su modo de interaccionar, los objetivos a tener en cuenta pueden

concretarse en lo siguiente:

1. Ilustrar los cambios y sus estrategias para conseguir romper con los dinamismos

paralizantes del progreso del grupo familiar, así como aprender el modo de imprimir en la

misma dinámica del sistema los elementos capaces de potenciar el crecimiento hacia

metas superiores para el grupo y sus miembros.

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2. Enseñar la utilización de resortes adecuados para superar las inevitables visicitudes que

derivan de la evolución de los miembros y de la interacción de los mismos con el sistema y

de éste con el ambiente.

Tales objetivos se centran en hacer posible el progreso de la familia frente a amenazas

cada vez más disgregadoras. Porque la familia se ve desafiada aquí por la exigencia de

cambios y ha de aprender estrategias que aseguren, al tiempo que la evolución adecuada a

unas circunstancias históricas concretas, la estabilidad de un dinamismo que no la

desintegre. Del mismo modo, y por el mismo desafío, ha de aprender a superar, sin

desgarrones irrecuperables, la presión de niveles de aspiraciones provenientes del

ambiente que la colocan en situaciones críticas. La adecuación entre tales aspiraciones y

sus posibilidades reales de respuesta, constituyen el núcleo central del desafío en el que no

pocas familias están actualmente sucumbiendo. Hay también, por todo ello, una verdadera

neurosis de la familia considerada como entidad grupal que está en interacción con un

ambiente y que, ya desde sus mismas posiciones interiores, sufre el incesante golpeteo de

la evolución de las personas que la integran.

Instrumentos para su realización

Cada vez es más evidente la necesidad de ofrecer a la familia Servicios de Terapia

especialmente diseñados para sus necesidades. A la alergia que en no pocos sectores

vinculados a la pedagogía se tiene ante cuanto huela a terapia, hay que decir que no todo

planteamiento terapéutico debe ser rechazado por considerarlo saturado de psicologismo.

Es éste un error que ha paralizado muchas iniciativas y ha bloqueado muy buenas

intenciones.

Quienes desde el campo de la pedagogía nos hemos adentrado en el ámbito de las terapias

no somos desertores de lo pedagógico. Lo que hay que centrar es el sentido exacto de lo

terapéutico desde planteamientos de orientación y ayuda. Y aquí la Orientación Familiar

tiene un campo muy poco explorado.

Por ello, en este nivel, es urgente abordar la implantación de Servicios de Terapia

Relacional al servicio de la Familia con diversos objetivos:

a) Terapia Relacional de todo el sistema familiar.

b) Terapia Relacional del subsistema conyugal o de pareja.

c) Terapia Relacional focalizada en uno o más miembros del sistema, ya sea como

individuos aislados (posibilidad menos frecuente en este enfoque), ya sea como

Page 14: 1.1 planteamiento de la of

componentes de determinados subsistemas según criterios que se establecerán más

adelante.

d) Terapia Relacional del S.F.O. (sistema familiar de origen) cuando haya necesidad de

ampliar hasta tales orígenes la labor de reestructuración de los dinamismos amenazados.

Hasta aquí llegan los planteamientos del enfoque dado a la Orientación Familiar, el

concepto del que se parte y los niveles en que se plantea.