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24 LA VANGUARDIA TENDENCIAS DOMINGO, 22 AGOSTO 2010 RAFAEL RAMOS Londres. Corresponsal A la vejez viruelas. Después de haber sido caracteriza- do toda su vida como el enemigo de los periodis- tas por su guerra a los sin- dicatos, los recortes de plantillas y el traslado de sus buques insignia ingle- ses (The Times, The Sunday Times, The Sun y News of the World) a zonas in- dustriales alejadas del centro de Lon- dres, ahora resulta que la prensa escri- ta de todo el mundo confía en Rupert Murdoch como su salvador. La vida es- tá llena de paradojas. A Murdoch nunca le ha importado ir a contracorriente, y tampoco ahora, cuando ha decidido desafiar la noción generalizada de que muy pocos usua- rios están dispuestos a pagar por la in- formación en internet, y el pasado mes de junio levantó en torno a sus produc- tos un muro informático que no se pue- de saltar sin pagar un peaje. Incluso sus abogados se han encargado de per- suadir a Google y otros servidores de que se olviden de poner on line los artí- culos de sus medios si no quieren aca- bar en los tribunales. Editores del mundo entero esperan a ver los resultados del experimento para decidir si siguen sus pasos o bien persisten por la vía de edicio- nes digitales gratuitas en la espe- ranza de que eventualmente ge- neren ingresos publicitarios que compensen la pérdida de anunciantes y lectores en los periódicos escritos. Mur- doch está personalmente convencido de que ello nunca va a ocurrir, y de que la prensa solamente sobrevivirá si cobra en internet. A los 79 años, Keith Rupert Murdoch no ha perdido el espíritu gue- rrero que lo ha converti- do en uno de los hom- bres más temidos y po- derosos del mundo. No tan sólo por un imperio audiovisual que se extien- de por tres continentes (Esta- dos Unidos, Australia y Euro- pa), sino también porque jamás ha dudado en utilizar su fuerza e intimidar a los políticos. Sin ir más le- jos, Tony Blair hizo con él un pacto faustiano: su apoyo en las elecciones británicas de 1997 a cambio de facilitar su penetración en el mercado de la te- levisión del Reino Unido, donde se ha hecho con los derechos casi exclusivos del fútbol en directo a través de BSkyB (Sky Sports). Murdoch no es sólo un hombre sino un mito que a partir de un puñado de acciones en un periódico australiano heredadas de su padre ha construido un conglomerado de empresas mediá- ticas que influye profundamente en las grandes decisiones políticas y eco- nómicas que determinan el rumbo del planeta. Ultraconservador y euroes- céptico hasta la médula, es un genero- so contribuyente de los republicanos en Estados Unidos, y su canal de televi- sión Fox ha hecho todo lo posible por justificar la guerra de Iraq y despresti- giar a Barack Obama. La izquierda lo detesta. “Al enemigo ni el agua” es uno de sus lemas. Dicen las personas próximas a él que su tremendo carácter se ha suavi- zado desde que se casó con Wendi Deng, su tercera mujer, casi cuarenta años más joven y con la que tiene dos de sus seis hijos. Uno de ellos, James Murdoch, está al frente de BSkyB y pa- rece el heredero designado del trono después de que su hermano Lachlan, establecido en Australia, dimitiera de todos sus cargos, vendiera sus accio- nes en la News Corporation y se desen- tendiera del negocio por razones nun- ca del todo explicadas. Elisabeth Mur- doch es una ejecutiva de te- levisión en Londres. Nacido en 1931 en Mel- bourne pero con la naciona- lidad estadounidense, Mur- doch es más temido que ad- mirado. El nuevo Gobierno británico ha heredado de sus predece- sores la patata caliente de si desafiar o no el virtual monopolio que tiene de la retransmisión del fútbol, y si lo hace ya sabe que tiene un enemigo de por vida. La decisión es aún más difícil porque se trata de una coalición, y aunque el empresario audiovi- sual pidió el voto para el conser- vador David Cameron, criticó durísimamente a través de sus periódicos al líder liberal de- mócrata Nick Clegg, que aho- ra es su socio. “No se puede tener éxito a lo largo de treinta años y cons- truir un imperio sin dejar unos cuantos cadáveres por el camino, y menos aún sin apostar de vez en cuando”, dice un personaje apodado en el mundo anglosajón el Mago de Oz. Al magnate de las comunicaciones no le tiembla el pulso a la hora de jugarse todo a una sola carta. Ya lo hizo en los años noventa cuando pu- so sobre la mesa las ganan- cias futuras del rentable The Sun para evitar la quie- bra de sus negocios, y ha vuelto a hacerlo ahora con la decisión de cobrar por los contenidos en internet. El villano de la prensa escrita quiere convertir- se en su redentor.c El futuro de la prensa Al ataque. Pese a a sus 79 años, Keith Rupert Murdoch no ha perdido el espíritu guerrero oprobio de la opinión pública. Pero pa- ra él obviamente es irresistible. Sería la realización de su destino”, escribe. “¿Será capaz de hacerlo?”, se pregunta en una entrevista telefónica. “Su problema es que tiene 79 años y no puede esperar mucho más. Pero en este momento sigue esperando que las circunstancias sean favorables para adquirir el Times o aplastarlo”. Wolff asegura haber visto a Murdoch, duran- te los meses que convivió con él, tra- mando una fusión, o fantaseando so- bre una dimisión masiva de los emplea- dos del Times, o especulando con que los Sulzberger le podrían dejar entrar si mantuviera a Arthur Sulzberger en el cargo de editor y presidente. En su crónica de la caída del Jour- nal, Sarah Ellison cuenta que una vez, ante un grupo de ejecutivos, Murdoch bromeó: “Me encantaría comprar The New York Times. Y al día siguiente ce- rrarlo como servicio público”. Mientras esto no ocurre, la ventaja de Murdoch respecto a los Sulzberger es que el primero “está dispuesto a gas- tarse más dinero del que el Times está dispuesto a perder”, y socavar así al competidor, según Wolff. No importa lo que pierda. “La orga- nización de Murdoch tiene suficiente cash para seguir gastando y apoyando sus periódicos”, añade. “Sus accionis- tas le consienten el interés en los perió- dicos porque se trata de Rupert Mur- doch, pero a nadie más se le permitirá este capricho”.c 1 2 4 5 6 3 3 4 5 8 9 1 2 6 7 10 Anika tenía dos amantes. Con ambos quería comprometerse y por tanto con ninguno podía. Lo tenía todo previsto para cuando se decidiera: se mudarían a una casa en las afueras y tendrían dos hijos: un niño y una niña. Pero, mujer de este tiempo, toda decisión debía tomarla la razón. El instinto no era argumento, sólo un incómodo y gutural ruido. Y la razón no le servía para decidir entre Pablo o Eric. Un día leyó sobre la ‘opción margarita’ en un libro del siglo XIX. La duda Hojas que le quedaron a Eric Con lo que Anika no contaba era con una mayoría de hojas que no correspondie- ran a ninguno de los dos. 1. Debía establecer un periodo para decidir. Treinta y dos días le pareció suficiente para establecer una lógica. 2. Con su ordenador dibujó dos margari- tas –una para cada pretendiente– de 32 hojas –una para cada día–. El día que no se viera con Eric arrancaría una hoja de su flor, lo mismo haría con la de Pablo. Al final se decidiría por el que mantuviera más hojas, pues sería con quien más le gustaba estar. Una decisión razonada. “Sólo me equivoco cuando pienso que estoy equivocada” Hojas que le quedaron a Pablo 3 4 5 8 9 1 2 6 7 10 11 12 13 14 15 16 Hojas de los días en que Anika estuvo sola Desconcertada dedujo que, en lógica, como mejor estaba era sola. Dejó a los dos amantes y con el dinero ahorrado para su proyectado futuro, compró un piano. A los dos meses se casó con Juan, su profesor de música. En la tarjeta de boda incluyó una enigmática frase: Rupert Murdoch, uno de los hombres más temidos y poderosos del mundo El mago de Oz del periodismo >> VIENE DE LA PÁGINA ANTERIOR Jaime Serra Murdoch especula con comprar el ‘Times’

2010.08.22 la duda solo me equivoco cuando pienso que estoy equivocado

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24 LAVANGUARDIA T E N D E N C I A S DOMINGO, 22 AGOSTO 2010

RAFAEL RAMOSLondres. Corresponsal

A la vejez viruelas. Despuésde haber sido caracteriza-do toda su vida como elenemigo de los periodis-tas por su guerra a los sin-

dicatos, los recortes de plantillas y eltraslado de sus buques insignia ingle-ses (The Times,The Sunday Times, TheSun y News of the World) a zonas in-dustriales alejadas del centro de Lon-dres, ahora resulta que la prensa escri-ta de todo el mundo confía en RupertMurdoch como su salvador. La vida es-tá llena de paradojas.A Murdoch nunca le ha importado

ir a contracorriente, y tampoco ahora,cuando ha decidido desafiar la nocióngeneralizada de que muy pocos usua-rios están dispuestos a pagar por la in-formación en internet, y el pasadomesde junio levantó en torno a sus produc-tos unmuro informático que no se pue-de saltar sin pagar un peaje. Inclusosus abogados se han encargado de per-suadir a Google y otros servidores deque se olviden de poner on line los artí-culos de sus medios si no quieren aca-bar en los tribunales.Editores del mundo entero esperan

a ver los resultados del experimentopara decidir si siguen sus pasos obien persisten por la vía de edicio-nes digitales gratuitas en la espe-ranza de que eventualmente ge-neren ingresos publicitariosque compensen la pérdida deanunciantes y lectores en losperiódicos escritos. Mur-doch está personalmenteconvencido de que ellonunca va a ocurrir, y deque la prensa solamentesobrevivirá si cobra eninternet.A los 79 años, Keith

Rupert Murdoch no haperdido el espíritu gue-rrero que lo ha converti-do en uno de los hom-bresmás temidos y po-derosos del mundo. Notan sólo por un imperioaudiovisual que se extien-de por tres continentes (Esta-dos Unidos, Australia y Euro-pa), sino también porque jamásha dudado en utilizar su fuerza eintimidar a los políticos. Sin ir más le-jos, Tony Blair hizo con él un pacto

faustiano: su apoyo en las eleccionesbritánicas de 1997 a cambio de facilitarsu penetración en el mercado de la te-levisión del Reino Unido, donde se hahecho con los derechos casi exclusivosdel fútbol en directo a través de BSkyB(Sky Sports).Murdoch no es sólo un hombre sino

un mito que a partir de un puñado deacciones en un periódico australianoheredadas de su padre ha construidoun conglomerado de empresas mediá-ticas que influye profundamente enlas grandes decisiones políticas y eco-nómicas que determinan el rumbo delplaneta. Ultraconservador y euroes-céptico hasta la médula, es un genero-so contribuyente de los republicanosenEstadosUnidos, y su canal de televi-

sión Fox ha hecho todo lo posible porjustificar la guerra de Iraq y despresti-giar a Barack Obama. La izquierda lodetesta. “Al enemigo ni el agua” es unode sus lemas.Dicen las personas próximas a él

que su tremendo carácter se ha suavi-zado desde que se casó con WendiDeng, su tercera mujer, casi cuarentaaños más joven y con la que tiene dosde sus seis hijos. Uno de ellos, JamesMurdoch, está al frente de BSkyB y pa-rece el heredero designado del tronodespués de que su hermano Lachlan,establecido en Australia, dimitiera detodos sus cargos, vendiera sus accio-nes en laNewsCorporation y se desen-tendiera del negocio por razones nun-ca del todo explicadas. ElisabethMur-

doch es una ejecutiva de te-levisión en Londres.Nacido en 1931 en Mel-

bourne pero con la naciona-lidad estadounidense, Mur-doch es más temido que ad-mirado. El nuevo Gobierno

británico ha heredado de sus predece-sores la patata caliente de si desafiar ono el virtual monopolio que tiene de laretransmisión del fútbol, y si lo haceya sabe que tiene un enemigo de por

vida. La decisión es aún más difícilporque se trata de una coalición, yaunque el empresario audiovi-sual pidió el voto para el conser-vador David Cameron, criticódurísimamente a través de susperiódicos al líder liberal de-mócrata Nick Clegg, que aho-ra es su socio.

“No se puede tener éxito alo largode treinta años y cons-truir un imperio sin dejarunos cuantos cadáveres porel camino, y menos aún sinapostar de vez en cuando”,dice un personaje apodadoen el mundo anglosajón elMago de Oz. Al magnate delas comunicaciones no letiembla el pulso a la horade jugarse todo a una solacarta. Ya lo hizo en losaños noventa cuando pu-so sobre lamesa las ganan-

cias futuras del rentableThe Sun para evitar la quie-bra de sus negocios, y havuelto a hacerlo ahora con

la decisión de cobrar por loscontenidos en internet. El villano

de la prensa escrita quiere convertir-se en su redentor.c

El futuro de la prensa

Al ataque. Pese aa sus 79 años, KeithRupert Murdochno ha perdidoel espíritu guerrero

oprobio de la opinión pública. Pero pa-ra él obviamente es irresistible. Seríala realización de su destino”, escribe.“¿Será capaz de hacerlo?”, se

pregunta en una entrevista telefónica.“Su problema es que tiene 79 años y nopuede esperar mucho más. Pero eneste momento sigue esperando que lascircunstancias sean favorables para

adquirir el Times o aplastarlo”. Wolffasegura haber visto aMurdoch, duran-te los meses que convivió con él, tra-mando una fusión, o fantaseando so-bre una dimisiónmasiva de los emplea-dos del Times, o especulando con quelos Sulzberger le podrían dejar entrarsi mantuviera a Arthur Sulzberger enel cargo de editor y presidente.En su crónica de la caída del Jour-

nal, Sarah Ellison cuenta que una vez,

ante un grupo de ejecutivos, Murdochbromeó: “Me encantaría comprar TheNew York Times. Y al día siguiente ce-rrarlo como servicio público”.Mientras esto no ocurre, la ventaja

de Murdoch respecto a los Sulzbergeres que el primero “está dispuesto a gas-tarse más dinero del que el Times estádispuesto a perder”, y socavar así alcompetidor, según Wolff.No importa lo que pierda. “La orga-

nización de Murdoch tiene suficientecash para seguir gastando y apoyandosus periódicos”, añade. “Sus accionis-tas le consienten el interés en los perió-dicos porque se trata de Rupert Mur-doch, pero a nadie más se le permitiráeste capricho”.c

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Anika tenía dos amantes. Con ambosquería comprometerse y por tanto conninguno podía. Lo tenía todo previstopara cuando se decidiera: se mudarían auna casa en las afueras y tendrían doshijos: un niño y una niña. Pero, mujer deeste tiempo, toda decisión debía tomarlala razón. El instinto no era argumento,sólo un incómodo y gutural ruido. Y larazón no le servía para decidir entrePablo o Eric. Un día leyó sobre la ‘opciónmargarita’ en un libro del siglo XIX.

La duda

Hojas que lequedaron a Eric

Con lo que Anika no contaba era con unamayoría de hojas que no correspondie-ran a ninguno de los dos.

1. Debía establecer un periodo paradecidir. Treinta y dos días le pareciósuficiente para establecer una lógica.

2.Con su ordenador dibujó dos margari-tas –una para cada pretendiente– de 32hojas –una para cada día–. El día que nose viera con Eric arrancaría una hoja desu flor, lo mismo haría con la de Pablo. Alfinal se decidiría por el que mantuvieramás hojas, pues sería con quien más legustaba estar. Una decisión razonada.

“Sólo me equivoco cuandopienso que estoy equivocada”

Hojas que lequedaron a Pablo

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Hojas de los días en que Anika estuvo sola

Desconcertada dedujo que, en lógica,como mejor estaba era sola. Dejó a losdos amantes y con el dinero ahorradopara su proyectado futuro, compró unpiano. A los dos meses se casó con Juan,su profesor de música. En la tarjeta deboda incluyó una enigmática frase:

RupertMurdoch, uno de los hombresmás temidos y poderosos del mundo

ElmagodeOzdelperiodismo

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JaimeSerra

Murdochespeculaconcomprarel ‘Times’