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ATREVERSE A VIVIR A CONSTRUIR NUEVAS HISTORIAS; PEQUEÑAS
COSAS
José Luis Jiménez Rodríguez
03-12-2013
En algunas ocasiones me cuestiono sobre mi futuro, nuestras nociones
preconcebidas nos llevan a construir abismos subjetivos en un mundo real y caemos en
el error de creer que las situaciones de la vida las rigen leyes inamovibles sustentadas
en experiencias del resto de la humanidad. Sentimos miedo de hacer parte de una
historia que se desenvuelve según arquetipos sociales definidos y por consigu iente
sustentando la existencia de esquemas rígidos que exculpen su futuro y su pasado.
Las situaciones afectivas entre los seres humanos se establecen equivocadamente a
partir de modelos conductuales extraídos de las experiencias familiares en la mayoría
de los casos – vacíos, frustraciones, amor, sobreprotección - , toda esta cantidad de
variables constitutivas de la psiquis de cada persona se conectan con la otra, generando
un proceso de anulación de patrones y generación de otros, de ahí que se produzcan
casos extremos de dependencia – génesis de necesidades afectivas y/o sustentación de
compañía o delegación de responsabilidades personales en el otro - , igualmente
frustración por anulación de esquemas preestablecidos. La vida no es un modelo
predeterminado, cada uno tenemos la excelsa virtud de construirla, fracasamos
inevitablemente porque nos sustentamos en patrones de fracaso.
Las historias no se repiten, hacemos que se repitan, construimos una mínima parte
de nuestra vida, los demás dictan el resto, entonces redundamos en sus errores y los
aceptamos incuestionablemente como la mejor forma de engañarnos y falsear la
infinita posibilidad de soñar y concretar. Todo inicia en la mente, todo se concibe en
ella: sueño – realidad, los seres humanos nos diferenciamos en el contraste exacto de
estos dos patrones, unos separan aún más los términos; obedecen, se condicionan, otros
tratamos de disminuir la distancia entre las expresiones, estructuramos un concepto
real y loable de libertad.
“Según la física cuántica, sea cual sea nuestra capacidad de obtener información o
nuestra capacidad de cálculo, no podemos predecir con certidumbre los resultados de
los procesos físicos porque no están determinados con certidumbre. En lugar de ello,
dado el estado inicial de un sistema la naturaleza determina su estado futuro mediante
un proceso fundamentalmente incierto. En otras palabras, la naturaleza no dicta el
resultado de cada proceso o experimento ni siquiera en las situaciones más simples.
Más bien permite un numero de eventualidades diversas, cada una de ellas con cierta
probabilidad de ser realizada”. (Hawking – Mlodinow. 2010)
Podemos considerar construcciones personales en un mundo atestado de patrones
de comportamiento donde lo más fácil e infinitamente nocivo es imitar al detalle o
inconscientemente reproducir nuestra condición primitiva o ingénita o en otras
circunstancias mediado por vacíos afectivos o una condición ética o moral poco labrada.
Seguramente las probabilidades de desarrollo y sobrevivencia del planeta y de la
misma humanidad se cimenten en este tipo de reflexiones, la difícil pero no imposible
tarea de soñar y actuar dejando de lado las concepciones sociales peyorativas respecto
a nuestra esencia de construir nuevas historias de vida, la lógica condición humana de
seguir liderando en este espacio universal un camino hacia las estrellas, un sendero que
nos posibilite salir de la monotonía social imperante y obtusa, patrocinada por todos y
cada uno de aquellos que se derrotaron a sí mismos por nunca intentar al menos
conocerse a sí mismos para después valorar y entender a los demás. Por consiguiente
las historias no se repiten, las repetimos, y cabe la posibilidad inmensa de estructurar
y concebir sueños en este plano real, donde lo único seguro es el presente en el cual
podemos atrevernos a concretar las bases de un futuro con nuevos elementos de vida,
circunstancias que acerquen más aún los términos: sueño – realidad.
Algún día alguien me dijo que las cosas pequeñas no eran importantes, que de ello
no se vivía, pero podría refutar su aseveración con la siguiente reflexión que nos lleva
a soñar, a concluir que la vida no es material, es crecimiento espiritual, que nos
enamoramos de tantos patrones efímeros y desgastados que sin temor a duda
condenan a la mayoría a la soledad, soledad propia, sin patrones que seguir,
simplemente reafirmada con el precepto social del materialismo depredador que
impone sus reglas, tal vez una marca establece la diferencia, entre amar y complacer la
retina de los demás:
Flores del camino totalmente intranscendentes, sin valor a los ojos comunes,
hermosos, bellas, alegran la vida con sus maravillosos colores y formas. “Nuestra vida
está hecha de lo que hacemos por ella” José Saramago. 1986.
Las flores del camino nos recuerdan que no es el lugar donde nos encontremos, de
quien estemos rodeados o materialmente como estemos posicionados, es lo mental, es
lo espiritual, es nuestra alma que posibilita generar belleza desde lo imposible, desde
la austeridad, desde lo recóndito, solo para los que cuentan con el don de ser
extremadamente sensibles para percibir la generosidad de la naturaleza, por
consiguiente, somos nosotros todo aquello que nos rodea.
Exploramos acaso más posibilidades que las simplemente materiales para entregar
nuestros afectos a la humanidad doliente, inmersa en un profundo sueño de apatía
reflexiva: hasta para amar hay que educarse, el amor silvestre termina siendo
compañía, el amor con profundidad genera pasión, pasión para conocer nuevos mundos
que se encuentran a la espera de desplegar todo aquello que a través de los tiempos han
estado esperando, fantasía.
Las flores del camino me traen a la mente otras posibilidades humanas poco
explotadas por nosotros mismos, bondad, dulzura, respeto, brillantes, creatividad,
solidaridad, la lista sería extensa. Fijamos nuestros objetivos en elementos superfluos
o nos ahogamos en nuestras propias dudas, dudas marginales que vulneran el espíritu
de las masas entregadas a la mediates, inmersas en el pasado y futuro de sus anhelos
sin lucha, sin revolución, entonces seguimos siendo impronta, cardumen, rebaño.
Las flores del camino me hacen recordar todo el tiempo que he guardado mis
sentimientos, anhelos, sueños, por no encajar en el pensamiento social imperante,
demostrar amor por alguien fuera de los estereotipos establecidos raya en la sospecha,
termina doliendo.
Las flores del camino me recuerdan lo sencillo y profundo de la vida, la grandeza
que poseemos, la esperanza latente de un nuevo amanecer, la belleza de lo simple, así
sus detractores lo confirmen en los extremos de la barbarie interna de su ser, energía
que revitaliza la vida, fundamento de la existencia, amar con amor, con libertad,
buscando la vida dentro de sí mismos, dentro de los demás.
“Las dudas son proyecciones continuas a un futuro que está en construcción, de ahí que
nos acostumbremos a vivir más en él, a sufrir por algo que no existe aún”.