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Deontología Jurídica & Principios Constitucionales

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Deontología Jurídica y los Abogados

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Dr. Marco V. Carrillo V.

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DEONTOLOGÍA JURÍDICA YPRINCIPIOS CONSTITUCIONALES

Dr. Marco V. Carrillo Velarde Ms.D.

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Dr. Marco V. Carrillo V.

Directorio 2008 - 2012

PRESIDENTE:Esc. Gabriel Cisneros Abedrabbo

VOCALES:Ing. Guillermo MontoyaArq. Msc. Ximena IdroboSr. Gustavo MeythalerDr. Daniel EscobarDra. Jacqueline CostalesMat. Iván PazmiñoTlga. Ivonne RonquilloIng. Cristian Aguirre

COORDINACIÓN:Ing. Anahí Cárdenas Oleas

DIAGRAMACIÓN:Wilson Trujillo B

www.culturaenecuador.org

”“

IMPRESIÓN:

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Dedicatoria

A los profesionales del derecho, porque con su capacidad inte-lectual y alto espíritu de justicia, emprenden en toda jornada con per-severancia la búsqueda de la verdad en bien de los necesitados.

A mis hermanos espirituales, quienes luchan en ser amigos de los pobres y de los desgraciados; de los que sufren y de los que lloran; de los que tienen hambre y sed de justicia, a ellos que con tolerancia se han propuesto como única norma de conducta, el bien de todos, su engrandecimiento y su progreso.

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Presentación“Los libros te enseñarán, y no te avergonzarán.” Asegura un refrán y

otro dice: “La pluma es lengua del alma”.

El distinguido y apreciado colega, riobambeño, compañero de fun-ciones cuando ejerce como magistrado de la Sala Penal de esta Corte Pro-vincial de Justicia, el Dr. Marco Carrillo Velarde, entre sus virtudes mani-fiestas en esta espléndida obra jurídica de su autoría, afirmo que desborda su alma y el ímpetu de espíritu.

PREMISA. Bellamente habla del profesional del Derecho como cuan-

do dice: “El abogado es hombre de sabiduría, de consulta, que siempre pone de manifiesto el altruismo y nobleza… ciudadano culto, que impone respetabilidad, justo, que profesa de manera imperativa el bienestar so-cial.”

Sin embargo y sin ambages, describe una penosa realidad relativa a nuestro campo de actividad, expresa que: “Estamos conviviendo la etapa del desamor, del irrespeto a la abogacía”, pues inclusive “…a lo mejor se busca sin sacrificio un rendimiento económico, sin mayor esfuerzo.”

Resalta que estamos “soportando calificativos peyorativos gracias a la mala fama que tiene nuestra profesión, con comentarios que van de lo ridículo a la ofensa”, por lo que recomienda “… establecer que la justicia por la que luchamos, sea labrada con dignidad, altura propias de quienes hemos escogido esta noble profesión. Justicia no es dañar a otro.”

Por aquello plantea con acierto, dentro de los ASPECTOS DEONTO-LOGICOS de su excelente obra, formular un combate ardiente y frontal a

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Dr. Marco V. Carrillo V.las prácticas de corruptela; pide que: “Ayudemos a cambiar actitudes”. Y en mi opinión se torna magnánimo al afirmar que: “Estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y principalmente la justicia.” Porque en otra frase que resulta célebre, es del pensamiento que: “La verdadera justicia alcanzaremos con moral y ética, en la práctica con comportamien-tos que brinden a la sociedad la suficiente confianza.”

En definitiva, y al punto, muy bien hace en afirmar que: “Debe asis-tirnos siempre el mejor de los comportamientos que conlleva a justipre-ciar nuestra noble profesión”.

Entre las figuras locales y nacionales de personalidades destacadas por el autor, consta también mi señor padre, por ello, no puedo menos que reconocerle en nombre de la familia, por la justicia que pregona y practica.

Dentro de la primera parte de su libro trata de: LOS VALORES FUN-DAMENTALES, asume temas gravitantes, tal la ETICA y la ABOGACIA, re-cuerda que “El hombre debe asumir la búsqueda del bien y alejarse del mal”; la DEONTOLOGIA-ETICA, ciencia de los deberes; la ETICA PROFE-SIONAL, apunta que se cualifica desde conductas elementales, en base al honor, dignidad, integridad, concernientes a las relaciones con los colegas, sobre todo, con el cliente, guardándole el secreto.

Al referirse a LA MORAL, describe su decadencia, opina por falta de compromiso, seriedad y profundidad en los estudios universitarios, ade-más, por la crisis de la sociedad, convirtiéndose el abogado algunas veces en “cómplice del fraude”, “encubridor del delito.”

Repleto en valores y principios éticos, el Dr. Marco Carrillo Velarde en mi criterio trasciende cuando plantea y escribe con decisión y valentía sobre estos aspectos relevantes e indispensables, en la vida del profesio-nal del Derecho. No cabe más que observar el respeto a todo y a todos, pues creo es la base de la convivencia social; su consecuencia es acepta-ción, armonía, paz e inclusive progreso.

Es importante no sólo saber de leyes, de su aplicación correcta, es

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indispensable –propone- ser en todo sentido honrados.

Debo resaltar aquello que incumbe a lo SOCIAL, cuando expresa: “Los abogados de ninguna manera podemos estar divorciados de la rea-lidad social, tanto más que somos conocedores de la problemática en que vive nuestro país…”

. Al hablar de la INDEPENDENCIA, HONRADEZ, PROBIDAD, RESPE-

TO, destaca que debemos hacer lo que nos indica nuestra conciencia, lo digno, no vanidoso, –pide- llevar de manera irreprochable la actividad profesional, jamás aconsejar un acto fraudulento, formulaciones inexac-tas, o preparar escritos con afirmaciones tendenciosas e incompletas, con-trarias a la verdad.

Con gran convencimiento recomienda mantener una adecuada re-lación de compañerismo entre colegas, observando recíproca lealtad, res-peto mutuo; nos recuerda lo dispuesto en el Art. 54 de la Constitución de la República: “Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio de su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga en riesgo la integridad o la vida de las personas.” Esto cuando escribe del título que denomina de los: PRINCIPIOS GENERALES Y RELACIONES CON LOS OPERADORES DE JUSTICIA, ABOGADOS Y LA SOCIEDAD,

Comenta sobre los hábitos del profesional del Derecho, de lo que debe ser su carácter, conducta superior, la elemental cortesía, la necesidad de observar puntualidad, de la discreción, la obligación de investigar; en otra parte de su texto sugiere: “Nunca olvidar la preparación personal, el estudio técnico del Derecho, la formación académica, la necesidad de la especialización, la profundización en el conocimiento.”

De los ABOGADOS Y OPERADORES DE JUSTICIA, de los primeros, es su opinión imitable que debemos estar del lado de la justicia, a quienes considera líderes de conductas humanas, incapaces de cometer fraude, por lo que –exige- combatir la corrupción, por todos los medios lícitos.

Más adelante, estima cuestionable, utilizar los medios de comunica-

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Dr. Marco V. Carrillo V.ción para discutir asuntos que se nos encomienda.

Se remite al tratadista Calamandri, quien estima que: “Los abogados debemos llamar la atención del cliente sobre la cuestión moral antes que sobre la cuestión del Derecho”.

Para finalizar la primera parte con pertinencia dedica un título a los FUNCIONARIOS JUDICIALES, a quienes preferentemente pide eficacia y celeridad en los trámites.

La segunda parte del libro titula: PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES y LEGALES, en donde cita y comenta realmente sobre aquellos más im-portantes, contenidos en la vigente Constitución de la República, muchos que vienen desde la anterior, y que hoy en la actualidad son de frecuente aplicación, uso por todos quienes estamos vinculados con el campo de las leyes.

Se refiere a cada unos de los principios de inmediación, preclusión, oficialidad, de investigación integral, del debido proceso, de contradic-ción, celeridad, ataca el retardo; de concentración, legalidad o reserva, publicidad, y de este último manifiesta que salvo honrosas excepciones los medios de comunicación son sensacionalistas; del juez natural, de la presunción de inocencia, baluarte poderoso de la libertad humana, según Carnelutti.

Otros principios que enuncia y hace bien en describirlos son: De la motivación, la inviolabilidad del derecho de defensa, dispositivo o que tra-ta del impulso procesal, se remite a un fallo de la Corte Constitucional; la oralidad, que no se debe confundir con oratoria; de oportunidad, es ex-cepción a la legalidad; el “nom bis in idem”, diferente de la cosa juzgada; la supremacía constitucional, de oficialidad, objetividad, de aplicación in-mediata y directa, el de incondicionalidad, de plena operatividad o que favorezca su vigencia efectiva.

Comparto y alabo cuando consagra aquello que dice: “Tenemos el verdadero reto de desarrollar, investigar y profundizar que los derechos y

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garantías constantes en los textos constitucionales y legales, se constitu-yan en la brújula para una verdadera convivencia social justa, que reflejará en una verdadera democracia.”

Termina su espléndida obra con los Mandamientos del inmortal tra-tadista uruguayo Eduardo Couture.

Por lo que en fin, diferente, necesario, útil, de fácil comprensión es este valioso trabajo, pues no nos somete únicamente al frío análisis de las leyes, de la doctrina, jurisprudencia, sino también, en un momento deci-sivo del ejercicio de la abogacía, cuando muy bien resalta y recuerda los principios éticos, morales, que señalan cómo debemos comportarnos, ba-sado a su vez en los pensamientos de grandes filósofos, personalidades.

Con entusiasmo aseguro que esta obra es de gran utilidad, indispen-sable en las librerías, en las bibliotecas, en las manos de los estudiantes de Derecho y de los colegas, más aún. Colton plantea que “Debemos usar un libro como las abejas las flores: para absorber su esencia”.

Mis sinceras congratulaciones y agradecimiento a la vez al Dr. Marco Carrillo, por este valioso libro que me enaltece comentar, al que desde ya le advierto un éxito completo en su edición.

Dr. Luis Costales TeránMIEMBRO DE LA CASA DE LA CULTURA“BENJAMÍN CARRIÓN” NÚCLEO DE CHIMBORAZO

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Introducción Para establecer en clara forma el papel del Abogado o Jurisconsul-

to y su relación con la sociedad, es lógico que debamos situarnos en el mundo contemporáneo, dentro de los diversos órdenes de la vida social, en que la capacidad creativa, la actitud y principios morales, no pueden encontrarse fuera del intrínseco del comportamiento profesional.

La sociedad ecuatoriana como es lógico, requiere cada día de altos niveles de intelectualidad con el propósito de seleccionar o forjar instru-mentos teóricos que necesita la comunidad nacional, para ir construyen-do el camino que la conduzca a la realización de la meta social deseada. El desenvolvimiento de la sociedad del hombre demanda el derecho de participación en la toma de decisiones, así como el acatamiento de su fun-ción como dirigido; ya no bastan las grandes palabras, si no son seguidas por hechos que correspondan a esas palabras. Los Abogados, de ninguna manera, podemos estar divorciados de la realidad social, tanto más que conocedores de la problemática en la que vive nuestro país, de manera particular respecto a la administración de justicia, al que hacer profesio-nal y en general a la actitud que asumimos como hombres y mujeres de derecho, debe asistirnos siempre el mejor de los comportamientos que conllevan a justipreciar nuestra noble profesión.

Estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y prin-cipalmente la justicia, sin estas características, no podremos cumplir con nuestro deber; la actuación del profesional del derecho jamás debe per-mitir que la cubra sombra vergonzosa alguna, la carrera debe ser límpida, clara, para que seamos mirados y respetados, con deferencia como dig-

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Dr. Marco V. Carrillo V.nidad humanas; en definitiva convertirnos en eternos defensores de los más caros derechos ciudadanos, de los derechos humanos. Pero no solo es el profesional en el libre ejercicio el que debe cumplir con estas carac-terísticas, esa reserva no es única para el abogado litigante; es también para los operadores de justicia, ya que justamente por ello en medio de sus funciones jurisdiccionales, las virtudes son esencias que adornan al juez; para el fiscal, al empleado público que en su calidad de abogado, está presto a brindar sus servicios no sólo en razón de la remuneración que percibe, sino que esta preparado a entregar su contingente honesto a la comunidad.

En las diferentes actividades que cumplimos los profesionales del derecho, debe estar presente la honradez, el secreto profesional, el respe-to al colega y magistrados; es decir ha de existir el comportamiento ético y moral, lo que conllevará sin lugar a dudas al éxito, imprimiendo confianza al cliente que espera de nosotros actuaciones transparentes.

El presente trabajo no constituye de modo alguno “el manual de comportamiento profesional”, por el contrario simplemente son claras recomendaciones que las presento, fruto de las experiencia profesional por más de dos décadas de camino recorrido, he tenido que compartir enseñanzas de ilustres magistrados y más funcionarios judiciales; de pro-fesionales del derecho en el libre ejercicio, que con su altos quilates de hombres estudiosos, han orientado a consignar día a día lo mejor de mis conocimientos modestos por cierto; de colegas abogados docentes y guías de la juventud, con sapiencia han abonado el espíritu de hombres y muje-res libres, de buenas costumbres que requiere nuestra patria.

En una sociedad conflictiva como la nuestra, debe estar fundada en el respeto y ejecutar fielmente el mandato que se nos entregue, como par-te de nuestra misión; ello impone deberes y obligaciones múltiples para nosotros mismos, al cliente, a los tribunales y autoridades ante las cuales asistimos como abogados en representación de quienes confían en nues-tros conocimientos profesionales, a nuestros colegas y a la sociedad en general.

En el presente texto que pongo a vuestra consideración, encontrarán

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un mínimo listado de principios constitucionales y legales considerando que con básicos, que creo permite no solo al abogado sino al ciudadano en general, ilustraciones que conociendo y que empoderado de los mismos, podamos exigir el cumplimiento de las normas constitucionales y legales; de tal forma que los derechos que nos asiste, no se constituya en letra muerta ni mucho menos, y que el debido proceso sea la piedra angular en el desarrollo cualitativo de la acciones judiciales.

La verdadera justicia no lo alcanzaremos únicamente siendo obser-vadores o con participaciones mínimas en las actuaciones judiciales; lo lo-graremos cuando adentrados de los problemas sociales, con moral y éti-ca, tengamos en la práctica comportamientos que brinden a la sociedad, la suficiente confianza. El respeto a la igualdad ante la ley, el derecho a que se administre justicia por parte del juez natural; a que las resoluciones de los poderes públicos sean motivados; que con el principio de publicidad, la sociedad pueda desarrollar un verdadero control a los operadores de justicia respecto a sus fallos; para que la imparcialidad del juzgador sea re-gla general en el comportamiento procesal del juez; que el abogado-fiscal en su rol de investigador cumpla con efectividad y objetividad respecto a su que hacer.

La moral constituye un conjunto de reglas, de normas de conviven-cia y de conducta humana, que determinan las obligaciones de los hom-bres, sus relaciones entre sí y con la sociedad. Pero el valor de la norma moral no es absoluto sino relativo, considerada como un fenómeno cul-tural, varía por el tiempo, la circunstancia del país. Por ello que normas antiguas dejan de serlo en el presente y viceversa, otras se comprueban con el tiempo que son tabúes y se rechazan por innecesarias.

Es correcto desde mi punto de vista, que el estudio de la moral y los valores es complejo, y tampoco es posible llegar a determinaciones éticas, estudiando las costumbres, ni apelando a la conciencia, ni recurriendo a autoridades externas a nuestro que hacer, ni por uno mismo; tendrán que hallarse los verdaderos objetivos de esta ciencia mediante los métodos del pensamiento correcto, ya que será posible crear o construir una cien-cia de la moral aplicando métodos lógicos a los datos, que lo son propios,

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Dr. Marco V. Carrillo V.apoyándose en la experiencia histórica y filosófica, que ha desarrollado la humanidad, pero con espíritu crítico y una razón activa, evitando idealiza-ciones irracionales o fantásticas; para lograr esto se requiere de hombres y mujeres que labremos y trabajemos en hechos de beneficio de la huma-nidad.

Presento y entrego este pequeño trabajo a mis queridos colegas, a mi pueblo, a mis hermanos espirituales, hombres libres y de buenas cos-tumbres, que siembran día a día la moral y el buen comportamiento ético que la sociedad nos exige y que debe ser regla interna de cada uno de nosotros.

Porque escogimos esta noble profesión, no puede ser de otra mane-

ra, que ella se constituya una forma de servir a la comunidad.

El autor

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D E O N T O L O G Í A J U R Í D I C A

Y L O S A B O G A D O S

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EL ABOGADO, QUE ES Y ADONDE VAMOS

La Palabra ABOGADO proviene del latín advocatus que quiere de-cir HOMBRE DE CIENCIA, PATRONO, LETRADO, DEFENSOR, ya que en la era romana en los asuntos donde existía dificultad, para que se les auxi-lien, los llamaban a fin de que puedan ser socorridos por personas que tenían conocimientos del derecho, es decir que eran hombres de ciencia, versados en la erudición del derecho. En la definición que hace el doctor Guillermo Cabanellas en su diccionario jurídico nos dice que Abogado es “El que con título legítimo ejerce la Abogacía. También es el profesor en jurisprudencia que con título legal se decida a defender en juicio, por es-crito o de palabra, los intereses y causas de los litigantes”. Por manera que el significado que tiene que darse por parte de quien luce ese orgullo de ser Abogado, es el que acepta esa misión en la que él, aquilata, estudia, que es hombre de consulta, cuya erudición y sabiduría pone siempre de manifiesto el altruismo y nobleza.

El Abogado no es el resultado de una consagración académica como señalaría Ossorio, sino una concreción profesional, que en el ejercicio de la abogacía se convierta dedicando su vida a dar consejos jurídicos y exigir justicia en los tribunales, quien olvida de estos hechos, puede ser cual-quier otra cosa, pero menos abogado. Estamos conviviendo la etapa del desamor, irrespeto a la abogacía, existe inconciencia respeto al rol, por lo que requerimos mutuamente que hagamos conciencia y procedamos de manera inmediata a corregir los errores que están manchando la repu-tación del abogado y en manera particular de la carrera de Derecho, que con dedicación seamos verdaderos profesionales sin caer en las redes de la corrupción en la falta de ética profesional y otras taras que se van prac-ticando en desmedro de nuestra propia profesión.

El ABOGADO tiene en su vida misma esa esencia vital, un reto que es justamente el de luchar, del trabajo honesto, el ser humano que se esfuer-za, en el propósito de cualificar al sector abogadil, aquilatando el sitial que se nos ha puesto en la historia que lógicamente corresponde al verdadero

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Dr. Marco V. Carrillo V.profesional del Derecho, quien siempre imprime una incuestionable con-ducta en su quehacer. Esto significa que los Abogados somos los llamados a decir la verdad y soldados de la justicia en la correcta aplicación del De-recho, características básicas que no pueden dejar de ser observadas ni faltar en su deber a cumplir en la sociedad.

Si somos llamados para profesionalmente solucionar problemas ajenos, no solo necesitamos la capacidad que debemos tener, sino en po-der comprender, aconsejar sobre la posible solución y ejercer con hones-tidad a ese llamado que nos hacen nuestros clientes, dando una sabia re-comendación respecto a la gravedad de las dificultades puestas a nuestra consideración. Ello significa que el profesional del derecho por su propia actitud sabrá caminar aquellos senderos difíciles que es la de entregar consejos con acierto para establecer una relación de confianza y desde luego buscar solución más adecuada y apegada a la justicia.

Aspecto fundamental que el profesional del derecho no debe nun-ca olvidar, es justamente el de la preparación personal, el estudio técnico del derecho, la formación académica, la necesidad de la especialización, la profundización en el conocimiento de las ciencias sociales en general, ello constituirá en el alimento cualificado que llegue a nuestras mentes, lo que servirá indiscutiblemente para combatir el quemeimportismo que hacen que algunos colegas sean fácil presa de ello, incluso cayendo en el barranco de la vulgaridad y desvergüenza. Pero al hablar de la formación académica, cultural y especializada de los profesionales que hemos esco-gido esta noble profesión, que al igual que otras profesiones, no debemos mirar con impavidez, desprecio, ese acervo cualitativo que debe adornar a los Abogados, ya que esa indiferencia al desarrollo en el conocimiento de nuestra disciplina, refleja que a lo mejor se busca sin sacrificio un rendi-miento económico sin el mayor esfuerzo, ya que seguramente el profun-dizar en el estudio, en el desarrollo de la técnica jurídica e incluso en la especialización, no constituyen atractivos que respondan a sus intereses “económicos” que es lo que se busca únicamente.

Se dice que la cultura de algunos profesionales del derecho, se ha venido degradando, tanto más que para obtener el título que nos debe

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cada día engrandecer, han obtenido por la “tutela” de amistades, compa-drazgos o por la comparecencia a “seminarios de dos días” que avalan la obtención de ese título, que por mil glorias debe ser honrada, justamente por la adecuada preparación que debe obtener en su carrera universitaria y aquilatada en la vida profesional. ABOGADO es el sustantivo y no el adjetivo, que contemporáneamente se pone de manifiesto, debe tener el significado de profesional lleno de moral, ávido de justicia, tolerante, cor-dial, altruista, en definitiva un verdadero profesional. De manera que ese sustantivo dicho en líneas anteriores, sea el identificador de un hombre o mujer de bien, de un ser de ciencia, ciudadano culto, que impone respeta-bilidad, justo, que profesa de manera imperativa el bienestar social.

Se pensaba hace muchos años, que el Abogado era el conocedor de vidas ajenas, de sus secretos, el pretencioso y arrogante, que después de Dios se encontraba en el centro de confianza del cliente, se identificaba como tal al abogado; en muchos casos se encarnaba en el ángel guardián, es decir se constituía en el mejor de los consuelos que tenían los hombres; hoy en día debemos unirnos como los soldados que engrosamos las filas del gran ejercito que luchamos por una justicia verdadera, que con capaci-dad y méritos propios, seamos copartícipes de una legislación eminente-mente humana, socialmente insobornable y de combate frontal a actos de corruptela que se presente en el camino de nuestra actividad profesional; en definitiva somos los puntales necesarios en el verdadero cambio para una adecuada y verdadera administración de justicia. Cabe recordar que en la Grecia antigua, donde el abogado se establece como el profesional, actuaba para defender los derechos del hombre y solo para su “cliente”; y, es justamente Pericles a quien se le considera como el primer Abogado profesional del mundo, lógicamente su actuación sin lugar a dudas, ha-bría realizado como un hombre erudito en el derecho, con sabiduría y con honradez; pero contrario a la buena práctica del verdadero Abogado, la historia nos cuenta que Augusto, dentro de sus actividades legislativas, determinó que el Abogado que cobraba como honorario con criterio de explotación, dividía lo que se obtenía para su cliente, por medio de su ac-tuación como defensor, estaba en la obligación de devolver el cuádruplo de lo recibido, ya que ese acto como es lógico concebir, era tomado como un crimen que iba en contra de la moral profesional, ya que esa cuota

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Dr. Marco V. Carrillo V.litis, que tenía un sabor a un incorrecto y cuestionable negocio, antes que ser un verdadero ejercicio de una correcta profesión que se la lleva con nobleza; y, en la misma línea de comportamiento con la sabiduría de Cons-tantino, se conoce que como castigo contra un Abogado incorrecto se daba la pena con la pérdida del ejercicio de su profesión, cuando usaba en su beneficio, esa cuota litis; ejemplos éstos que ameritan reflexiones para los profesionales del derecho cuando se actúa en el libre ejercicio.

Estos ejemplos nos orienta como guía a nuestra actuación, ya que el gremio de abogados jamás se ha constituido como sociedad para el lu-cro utilizando la defensa del derecho ajeno, explotando al cliente, aprove-chándose de la necesidad de tener como aliado a un profesional sin cua-lidades, sin ética ni moral, contaminado por la ambición profesional. Por ello, nuestros maestros, en las aulas universitarias nos orientaron y nos dijeron que la verdadera moral no muere, que es perdurable, que el bien y el mal no se fusionan, y quienes tenemos la suerte de caminar con altivez y sentimos la profesión de abogado ligado al buen nombre que llevamos, somos los llamados para constituirnos como indiqué en líneas anteriores, en verdaderos soldados del Derecho y la Justicia.

El hecho de haber estudiado la carrera de Derecho y Ciencias Polí-ticas, no le adjudica per se a una persona la calidad de abogado; hemos soportado calificativos peyorativos gracias la mala fama que tiene nuestra profesión, comentarios que van de lo ridículo a lo ofensivo. Es una profe-sión que en ves de estar consagrada académicamente, está mal vista por la sociedad, lo que es injusto ya que tal ves existen abogados “vivísimos”, pero somos la mayoría los que nos apegamos a la ley y la justicia, por lo que el entorno social no puede catalogar a la profesión de buena o mala por la actuación de sus protagonistas, ya que ella misma debe hacerse un mea culpa de los valores que enseñan la ciudadanía. Lo señalado ubicamos en las aulas universitarias, cuando no se orienta a discernir, a valorar a los demás, a reflexionar ni a ser críticos, ya que existen docentes universita-rios pocos por cierto, que intentan crear estudiantes mecanizados, memo-rizadores de conceptos y definiciones, así lo señala Osorio quien dice “El bagaje cultural del alumno más aprovechado, no pasa de saber decir de veinte y cinco maneras –tantas como profesores- el concepto de Derecho”.

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Deontología Jurídica y los Abogados 2.- Ética y Profesión.-

En el diccionario de la Real Academia le da a la ética una plena con-figuración moral y no jurídica, al establecer que es la parte filosófica que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. En tanto que en la Enci-clopedia Jurídica Omeba con acierto se expone que “muchas veces los jó-venes entran a la Facultad de Derecho y salen de ella, sin saber qué es el abogado, en qué consiste la abogacía y cómo debe ejercitarse la pro-fesión. Piensan que es un medio de enriquecerse, desempeñando una profesión lucrativa. El abogado es casi siempre, para ello, un hombre diestro en el manejo de las leyes, conocedor de toda clase de artimañas para defender, al mismo tiempo, lo blanco y lo negro. Su tarea, para al-gunos, consiste en defender cualquier cosa, mediante una paga – Ya no importa cuán injusta o repudiable pudiera ser la causa defendida...La culpa no es de ellos, sino de la defectuosa preparación, excesivamente libresca, de nuestros planes de estudio... no se le enseña a ser abogado, no se le instruye sobre las reglas de su conducta profesional. Lo apren-de por sí sólo, a fuerza de golpes, errores y fracasos, y en este apren-dizaje, suele dejar jirones, a veces irreparables, de su propia amoral” (obra citada: Tomo XI, 278)

Para recordar a Marco Tulio Cicerón, señalaba que no ha de poseer-se la virtud a la manera de un arte cualquiera, sino practicarla... la virtud cosiste precisamente en la práctica; así el abogado ha de creer en la éti-ca profesional y concomitantemente, ha de apegar su conducta cotidiana a los postulados de moralidad y contenidos de ella. Por ello los grandes maestros y docentes universitarios han insistido siempre que la formación integral del abogado excede en mucho en el dominio del derecho vigente, se requiere del análisis doctrinal, de la revisión de manera sistemática de la evolución jurídica, del manejo metodológico de las técnicas sobre la in-terpretación, organización, aplicación, creación del derecho, pero por so-bretodo de una verdadera y sólida formación valoral.

Insisto, que el abogado es un eterno luchador por el derecho y por la justicia, siendo entonces el derecho una idea práctica, el medio por muy variado que sea, se reduce siempre a una lucha contra la injusticia; la paz es el fin del derecho, la lucha es el camino o el medio para alcanzarlo; por

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Dr. Marco V. Carrillo V.ello se dice que la justicia sostiene en una mano la balanza donde pesa el derecho, sostiene en la otra la espada que sirve para hacerlo efectivo, por ello se complementan de manera recíproca. El abogado está dentro de la lucha y debe estar bien preparado para librarla, será entonces una cualidad que el abogado esté siempre alerta para luchar con la balanza y la espada. Por otra parte, a sabiendas de que toda lucha es ardua, consti-tuirá otra cualidad que el abogado esté en forma; estar en forma significa tener desarrollada bien su habilidad tanto en la teoría como en la práctica y estudiar detalladamente el asunto que se le ha encomendado o confiado.

Dentro de nuestros deberes como abogados está la probidad, la consecuencia, elementos principales de la profesión del abogado, pues no ocurre en esta como en otras funciones; se suele decir que el médico pue-de ser justo o injusto, con tal de ser sabio en su arte, pues con ello no deja de ser médico; el literato o gramático, cualquiera que sean las costumbres, si entiende de hablar y desarrollar el análisis literario correctamente, siempre será gramático o literato; y, así ocurre con otras artes; se miden por la ciencia y no se considera la voluntad. En la práctica y en la profesión de abogado no se toma menos en cuenta la voluntad que la ciencia.

El deterioro de nuestro sistema jurídico, la formación de abogados, la formación académica en las universidades, tiene una función prepon-derante para abocarse a las problemáticas lacerantes como, la abogacía de baja calidad, la intolerable lentitud en la administración de justicia, la frivolidad de las resoluciones judiciales en algunos casos, la mínima repre-sentación de los sectores desprotegidos de la población y la práctica des-honesta. Sentimos que los responsables de la educación en las Escuelas de Derecho de las Universidades, son indiferentes acaso al compromiso de preparar verdaderos profesionales con virtudes y críticos en la bús-queda de la justicia; ¿es correcto acaso que los estudiantes se orientan a ser leguleyos?, nos respondemos entonces que si las Facultades o Escuelas de Derecho no actúan sobre este fenómeno generalizado, los egresados ni siquiera sabrán las interrogantes con preguntas correctas que deben for-mular el empezar el ejercicio de su profesión; por manera que serán cau-tivos del sistema social existente, del cual somos críticos y combatientes.

La rectitud de la conducta del abogado obliga a establecer un com-

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portamiento de respeto hacia todo lo positivo, determinado por nuestros semejantes o desde la perspectiva personal. En el caso de la profesión jurí-dica que nos interesa, la ética como es lógico se centra en las reglas de con-ductas morales que han de acatarse con motivo del ejercicio profesional del derecho. En consecuencia trata de las normas de conducta que rigen el comportamiento del abogado, en su relación con el cliente, su deber para con los tribunales de justicia y demás autoridades, su relación con la con-traparte y naturalmente su responsabilidad con la sociedad. La Enciclo-pedia Omeba dice “Hablar del abogado, implica, forzosamente, hablar de ética profesional. Por ser tal el abogado debe ajustarse a normas de conduc-ta ineludibles, que al par que regular su actuación enaltecen y dignifican la profesión...El alto ministerio social que cumple, los intereses de todo orden; la libertad, el patrimonio, la honra que le son confiados y el respeto que debe guardar a sí mismo y al título universitario que ostenta, exigen del abogado el cumplimiento fiel de las normas de ética consagradas por la tradición” (Omeba 1980: Tomo XI, 259).

No se puede dejar de citar a Luis Jiménez de Asúa al considerar lo señalado en la Enciclopedia Omeba cuando dice “la conducta moral es la primera condición para ejercer la abogacía...nuestra profesión es, ante todo, ética... el abogado debe saber derecho, pero principalmente, debe ser un hombre recto” (Omeba; 1980: Tomo XI, 262).

Los Abogados y los Jurisconsultos por sus actuaciones, la historia nos hace reconocer que han quedado para vivir en la inmortalidad, ejem-plo vivo de Víctor Manuel Peñaherrera, Alfredo Pérez Guerrero, César Aníbal Espinoza, Rafael Echeverría Flores, Jorge Zavala Baquerizo, Emilio Velasco Célleri, Arturo del Pozo Saltos, Guillermo Bossano, Efraín Herre-ra Carrillo, Luis Alberto Costales Cazar, César Muñoz Llerena, José García Falconí, entre otros ilustres hombres del derecho y que pido disculpas por no nombrarlos, quienes bajo el crisol de sus actuaciones dieron y siguen dando a la sociedad ecuatoriana, luces en el ámbito doctrinario, del dere-cho y en lo político-social; constituyeron y constituyen en conductores de relevancia, entregando su vida misma, que aquilata el prestigio de nues-tro gremio profesional; así como ellos y muchos más, queremos alimentar nuestras filas con colegas llenos de vocación y estudiosos, que contem-

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Dr. Marco V. Carrillo V.poráneamente no pueden escasear a pretexto de que a lo mejor mayor fuerza tiene el utilitarismo que la ciencia, el interés personal que el social, el derecho de pocos por la justicia para todos; la esperanza que nunca lo perdemos, avizora para nuestra alegría, mejores horizontes.

La obligación en nuestras actuaciones éticas no se agotan en el des-

cargue integro de nuestras responsabilidades profesionales; porque antes de ser abogados, abogadas o estudiantes de derecho, somos hombres y mujeres que vivimos en una sociedad específica; con culturas, necesida-des, retos y posibilidades sobre las cuales debemos actuar en nuestra pro-fesión, nuestra actuación ha de ser como hombres y mujeres individuales e irrepetibles convocados a vivir en comunidad. De allí que la profesión debe ser una expresión social de la dignidad de la persona que la prac-tica.

4.- El Abogado y Cliente.-

Desde hace varios años a esta fecha, las profesiones vienen siendo cuestionadas por la falta de un verdadero comportamiento en lo concer-niente a la actitud que se asume en la práctica en las relaciones profe-sional-cliente; una de las más criticadas si cabe por decir lo menos, es la profesión de ABOGADO, increpadas con justa razón en algunos casos y ele-vadas en otros a la categoría de un verdadero apostolado particularmente. Se dice que del abogado hay que tener cuidado, apartarse y desconfiar, pero esas manifestaciones se ha generado justamente porque hemos dado pretexto para que el vulgo, tenga esa lamentable impresión adversa a la que prometimos cuando a voz en cuello manifestamos que llevaremos con orgullo, ética y moral, LA TOGA.

No trato de dar clases de moral, ética o algo parecido a mis queridos y distinguidos colegas Abogados y amigos; simplemente trato de estable-cer que la JUSTICIA que es la que por la que luchamos, sea labrada con dig-nidad, altura propias de quienes hemos escogido esta noble profesión. De allí cabe indicar que la justicia no es sinónimo de derecho, peor de una co-rrecta manifestación y actuación de los hombres; simplemente justicia es la convivencia con honestidad, no dañar a otro y dar a cada uno lo que es suyo, disposición de la voluntad humana dirigida al reconocimiento de lo

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que a cada persona le corresponde. CABANELLAS indica que la JUSTICIA es el “Supremo ideal que consiste en la voluntad firme y constante de dar a cada uno lo suyo, según el pensamiento y casi las palabras de Justiniano: “Constáis el perpetua voluntas jus suum cuique tribuendi”.

Se dice que no existe hombre o mujer que se hallen impedidos de equivocaciones, ya que se señala que el hombre justo no puede hacer mal a nadie, ni a su enemigo, la verdad es que no es permitido al justo hacer el mal, es más que una mentira imprudente, no puede invalidar la buena fe del ciudadano, indica Platón en su obra La República o El Estado. 5.- Aspectos Deontológicos.-

En las actividades profesionales, múltiples por cierto, cabe hacer una seria reflexión acerca de la que ejercemos los profesionales, en parti-cular los del derecho, la abogacía, tanto más que nos encontramos cruzan-do una etapa social llena de actos reñidos con la moral, la ética, en una sola palabra CORRUPCIÓN.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 83.12, manda a ejercer la profesión u oficio con sujeción a la ética determinando que las personas somos responsables de la mala práctica en el ejercicio de la profesión; por manera que inobservar estas obligaciones, estaríamos de alguna manera alimentando a la corrupción, ya que no existiría una expresión intrínseca para laborar como profesional del derecho, como en efecto la moral y ética manda.

Tarea urgente de los colegiados, si queremos establecer un alto con relación a las vivencias tan cuestionadas, es justamente un ardiente y fron-tal combate a las prácticas de corruptela, enfermedad que no es nueva en nuestra sociedad, sino que se ha acrecentado en estas dos últimas déca-das, en esta sociedad consumista y de grandes diferencias sociales y prin-cipalmente económicas. No podemos dejar pasar que se nos prive de una verdadera justicia, que los valores como honestidad, moral y ética se “es-condan” por la simple voluntad de quienes encabezan practicas corruptas, en las que nos imponen democracias que llenas de proclamas utilitaristas, se han convertido en la simple y llana manifestación de las Funciones del

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Estado.

Este fenómeno llamado corrupción, que en medio de una sociedad donde se exalta a la soberbia, el poder, el tráfico de influencias, constituye en el caldo de cultivo para todo tipo de prácticas como las ya señaladas, lamentablemente con ello se acrecienta la cultura del soborno, coima, y audazmente incluso el corrupto quiere pasar por listo y presume de esa condición; de tal forma que una urgente tarea como indico en líneas ante-riores, como Abogados de la República, es la de involucrarnos sin miedo alguno y enfrentar estos fenómenos que desdicen incluso de nuestra acti-vidad profesional.

No existe fórmula o panacea alguna, que permita desaparecer a es-tos males o antivalores; para hacerle frente es necesaria la actitud ciuda-dana, la del profesional, para atacar desde diversos frentes; una de ellas creando una clara conciencia ética, en el campo de la Administración de Justicia, hacer que ninguna Función del Estado meta las uñas, creando una verdadera coraza y una real independencia en una de las principales funciones u órganos estatales como es la Judicial, La Constitución de la República se hace eco de esta proclama al indicar que la administración de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atri-buciones, aplicará el principio de que goza de autonomía administrativa, económica y financiera, Art. 168.2. CRE.

Por ello la necesidad de una adecuada aplicación de normas deon-

tológicas, hoy en día de mucha importancia en la actividad diaria del hom-bre, pero por sobre todo en aquellas personas que desarrollamos nuestro accionar como abogados, que si bien es cierto de encuentra identificada como una profesión humanista, con valores éticos como es la justicia, la equidad, la seguridad jurídica, el respeto a los derechos humanos; no es menos cierto escuchar en las calles de nuestras ciudades e incluso en los pasillos de las Cortes de Justicia frases tan lapidarias como “abogado, la-drón con título”, “Dios libre a mi casa de abogados”, “ojalá nunca caiga en manos de un abogado”, “este Abogado se vendió a la otra parte”; y, otras más que de manera general en efecto son injustas, pero que son produc-to de prácticas propios de “leguleyos”, “tinterillos”, de “picapleiteros” o

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aquellos simuladores que ostentan decir ser abogados sin serlo y con ello han desprestigiado a tan noble actividad profesional. De allí es menester poner en práctica las normas deontológicas, fomentar y profundizar en las universidades, sabias decisiones en la correcta formación del futuro profesional del derecho, gravando con caracteres permanentes ese cono-cimiento y luego en su práctica profesional.

En tratándose de los profesionales del derecho, al hablar de ética es lógico que ello implica de su función social y de los elementos que le son confiados, que se resumen en la libertad, el patrimonio y la honra; reitero que pocas profesiones han sido vilipendiados como la del abogado, jus-tamente porque algunos no cumplen con las normas éticas ni el respeto así mismos y al título que ostentan, por ello es que muchas personas con-sideran al abogado como un sujeto que es preciso cuidarse y desconfiar, que sin bien es cierto estas consideraciones desmerecen de nuestra parte, también es cierto que si bien no hemos cumplido con nuestra misión de abogado, no debe afectar esos calificativos a nuestra estima.

Que no sea letra muerta esas normas y más bien se conviertan en una clara exigencia como en efecto demanda la sociedad actual. Por ello con el presente trabajo pretendo dar líneas o directrices generales de la Deontología Jurídica y Ética, haciendo que usted amigo lector, se introduz-ca, conozca y decida respecto a los aspectos vitales de nuestra existencia, esto es una actitud activa, que nos apropiemos o ponderarnos de valores, hacernos dueños y ciudadanos responsables en nuestro quehacer diario, que sea guía de nuestras actuaciones; por el contrario, la mediocridad, la corrupción, la mínima manifestación de espiritualidad se ligará como la yedra, interrumpiendo nuestra clara labor a la que juramos poner en prác-tica en beneficio de la sociedad. Este texto tiene ese principal objetivo, a que nos impulse a encontrar respuestas a los acuciantes problemas, que sacuda nuestras conciencias y malas prácticas, que ayude a cambiar de actitudes, lo que redundará en un ejercicio de nuestra profesión más ho-nesto, justo y con aquilatadas manifestaciones de un ser humano.

Es necesario poner de manifiesto que estrechamente se encuentran ligados la misión del jurista y del abogado, las dos caminan juntos en los

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Dr. Marco V. Carrillo V.variados campos de acción en el cumplimiento de sus objetivos: en el cam-po del jurista, le corresponde profundizar la ciencia del derecho desde el punto de vista de la doctrina, ya que el derecho es vivencia misma en las relaciones humanas y a él le corresponde o le pertenece la clara explica-ción del espíritu y sentido de la ley; en tanto que al abogado, está encar-gado de defender la correcta aplicación de la ley, ya sea en el campo de las relaciones públicas y privadas para que efectivamente impere el derecho.

La diferencia entre Abogado y Jurisconsulto, en varios textos que leemos suelen encontrarse y están determinados. Pero cuando decimos abogado solamente, tenemos ya bastante para saber su enorme ministerio espiritual, encontramos que el Jurisconsulto-Abogado, es el más idealista de todos, ya que llega a tener esa denominación, ya que por su elevada cultura, le permite crear y redactar la ley y con ella como es lógico el Dere-cho:; estudia a profundidad los problemas jurisprudenciales, sabe escribir y disertar lo complicado que ello es, en definitiva sabe orientar dentro de sus conocimientos a una vida de respeto en la que deben vivir las socie-dades.

Preocupado nos hallamos los colegiados de la Abogacía, por la efi-cacia de correctos y buenos procedimientos que traigan como consecuen-cia una administración de justicia verdadera, para que unidos, abogados y operadores de justicia, encontremos el mejor de los caminos para cumplir con los ideales que imperativamente reclama nuestra sociedad tan sufri-da, solicitando de manera expresa se sirvan dispensar cualquier error o exageración de apreciación que pueda haber cometido en el presente tra-bajo, ya que solo refleja mi sinceridad, buena fe que anima mis actos.

6.- Valores Fundamentales.-

El profesional del derecho, sin dudas debe tener un conocimiento de valores de la cultura humana, en particular los referidos a su conducta y de manera erguida por luchar contra todo lo que sea adverso a esos valo-res que son parte de nuestra personalidad, eso sí buscando siempre día a día la justicia como norma de la sociedad, de manera particular cuando se trata de que esa justicia debe llegar a los más débiles y desamparados, que se hallan ávidos de que la justicia no sea una quimera.

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La Constitución de la República del año 1998, nos daba a conocer en el Capítulo VII, en su Art. 97, los Deberes y Responsabilidades de todos los ciudadanos sin perjuicio de otros previstos en la misma en la misma; nos permite ubicarnos en el tiempo y espacio, en el cumplimiento de nuestro rol como ecuatorianos cuya base de responsabilidad en su observancia ha de permitir lógicamente, contribuir en el más claro y amplio desarrollo moral, económico y político siempre pensando en los amplios sectores de la población.

En el texto constitucional aprobado por los ecuatorianos y mediante referéndum y hoy vigente, en su Art. 83 del Capítulo IX, habla de las Res-ponsabilidades como Derechos, existen 17 numerales que al igual que el texto constitucional de 1998 son similares desde el punto de vista general, mismos que se encuentran indicados en líneas anteriores.

El acatamiento y cumplimiento a la Constitución, la ley y decisiones legítimas de autoridad competente, es una de las principales observancias que debemos ubicar los profesionales del derecho; con ética en nuestros actos no será imposible para el justiciable, para la sociedad en general, estar frente a un profesional idóneo en las materias de su que hacer diario, sino ante todo un ser honesto en su ejercicio profesional. Nuestra profe-sión tiene sus normas de comportamiento, normas éticas que se hallan reguladas en nuestra propia ley gremial, y ellas se constituyen en el com-pendio de conductas que nos es exigida; pues la conducta de un aboga-do es tan visible desde el comportamiento y tratamiento con los clientes, entre colegas, en las actuaciones judiciales, del comportamiento ante los operadores de justicia, en fin en nuestra vida misma.

Es necesario anotar que el profesional del derecho se debe así mis-mo y su clara misión como auxiliar de la justicia, con conducta íntegra y con claros parámetros morales, es capaz de desprenderse incluso de sus propios intereses, con equidad, abogados excepcionales e intachables con que cuenta la barra de abogados en nuestro país, es decir favoreciendo al que busca justicia; en tanto que el falso, el engañoso, el de experticias en artimañas dilatorias, siempre actuará con criterio único y exclusivamente

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Dr. Marco V. Carrillo V.utilitarista, sin mirar los medios que emplea para conseguir sus “anhelos legales” a como de lugar, incluso violentando procedimientos con el úni-co afán de satisfacer sus caprichos económicos principalmente y adquirir “fama” profesional a costa de esquilmar a su cliente.

Recordemos que en el Art. 54 inciso segundo, constitucional, indica que “Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio de su profesión, arte u oficio…”, norma que debe como es lógico observarla y practicarla. 7.- Ética y Abogacía.-

Cuando hablamos de que se ha de actuar con ética, es necesario es-tablecer lo que es la ÉTICA, que según Aristóteles; ethos, costumbre, ca-rácter, temperamento, hábito, modo de ser, es decir que la ética elabora hipótesis, propone conceptos y da explicación sobre la experiencia moral; en definitiva significa el modo de ser o carácter, siendo por manera una rama de la filosofía la que versa sobre las diferentes actos morales y cuando hablamos de ética profesional, se ha de entender como el comportamiento profesional respecto de su profesión, de modo que allí encontramos debe-res fundamentales del profesional, pautas, deberes exigidos, imposiciones indeclinables, que recae en el individuo dentro de sus responsabilidades, es un medio apropiado para organizar una actuación profesional adecua-da, convirtiendo a ese profesional en medio ejecutor categóricamente de su investidura, con lo que permite disciplinar sus actuaciones, perfeccio-nando su carácter y fortaleciendo esa conducta enmarcadas en las normas éticas.

En consecuencia, la ética, es la ciencia que estudia los actos huma-nos, señala si esos actos son buenos o malos, justos o injustos; no debe quedarse solamente la ética en el solo enunciado, por el contrario debe ser una ciencia que se la practique y no señalar que la ética es la ciencia de la virtud, sino por el contrario para hacernos virtuosos y buenos; de lo contrario sería inútil el estudio de ella, pues no se requiere saber que es la honestidad sino porqué debemos practicar esa virtud que debe ser entendida esa virtud, como una constante disposición que nos permite combatir y evitar el mal y es de tal forma el principio fundamental para una buena conducta ética. Por manera que la ética nos orienta y dice qué

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valores el hombre debe asumir en la búsqueda del bien y alejarse del mal, sin descuidar de indicar que siendo el hombre un ser social y cada socie-dad tiene sus propias características y concepciones de lo bueno y de lo malo; ahí la actitud de un profesional para asumir el bien como actividad permanente.

8.- Deontología - Ética.-

Ya en el campo profesional, la ética se le conoce también como deon-tología que se constituye en la ciencia de los deberes de una determinada profesión, en definitiva son los efectos prácticos que se encuentran adap-tados a nuestras realidades y condiciones dadas en la en el desarrollo de esa actividad. La deontología es un término que proviene del griego déon-déontos, deber y logos, tratado, doctrina, que puede traducirse como “lo que debe hacerse”; deontología es la ciencia que trata de los deberes.

Según F. Escardó, señala que de la ética se deduce la rama didáctica llamada deontología, que enseña lo que es en general justo y conveniente; más la aplicación de tales enseñanzas solo puede hacerse en las costum-bres. La ética propone responsabilidades morales; en tanto que la deon-tología acciona a través de reglas y leyes obligatorias para el recto obrar.

Se conoce que la primera profesión a la que se aplicó la deontolo-gía fue la medicina por el año 1845, lógicamente luego se introdujo en otras pero como mínimas normas que ahora existen en la mayoría por no decir en todas las profesiones universitarias como abogados, ingenie-ros, docentes, periodistas, contadores, en las actividades empresariales, públicas incluso en la política que al decir de la sociedad ecuatoriana en particular, poco se cumple en esta última actividad, esa política o mejor dicho politiquería que de por sí es muy cuestionada; ejemplo vivo del Ecuador, el llamado y fenecido Congreso Nacional, en las que sus integran-tes hablaban del código de ética, sin que sea observado a cabalidad. Es lógico cuando hablamos de código de ética, de manera rápida internamos en nuestras mentes de que se trata de un conjunto de reglas en las que de-clara la intención de cumplir con la sociedad principalmente con lealtad, y que el incumplimiento, faltas o inobservancia a ese código que manera general no están regidas por una sanción del Estado a excepción de haber

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Dr. Marco V. Carrillo V.infringido la ley; ya que estos códigos son de autocontrol de las respecti-vas profesiones, en nuestro caso los Colegios de Abogados señala lo que es lícito, lo incorrecto, lo aceptable e inaceptable, es decir que no está ajeno a la actuación profesional.

Insistir que el afán de lucro inmoderado, de utilitarismo en su pro-fesión, sin observar reglas de la ética profesional, creyendo que ello le sal-vará de sus necesidades, es una manera expresa de conducirse con falta-miento a la ética.

9.- Ética Profesional.-

Siendo en la práctica nuestra actividad profesional una función de carácter social, es menester y exigible por cierto, la necesidad de estable-cer normas deontológicas para su ejercicio; pues a lo largo de la historia, muchos han sido los intereses que se han confiado al profesional del dere-cho, en lo principal relacionado con el imperio del derecho y consecuente-mente a la búsqueda de la justicia, tal es el hecho de que la presencia del que aboga por un ciudadano viene desde los albores, cuando nace justa-mente el Estado, la propiedad privada y la presencia de las clases sociales.

No se puede soslayar que la ética en los actos comunes de los hom-bres se encuentra ubicada o mejor dicho tipificada en la conducta misma del hombre profesional del derecho; no puede ser desapercibida por la sociedad, la importancia que es para el cliente, encontrase frente a un ver-dadero profesional con solo por ser idóneo en las materias en las que se destaca y dentro de sus actuaciones diarias, pero por sobre todas las cosas la “honestidad” en su actuación profesional. De manera que la Abogacía tiene sus normas éticas, que en el caso particular de los profesionales del derecho en el país, se encuentran reguladas por la Federación de Aboga-dos y sus respectivos Colegios, constituyéndose esas regulaciones en el compendio de conductas que exigiblemente se espera de los profesionales que se encuentran identificados con su actividad y la Abogacía.

La ética profesional si bien es cierto es algo intangible, pero no es menos cierto que se visualiza, se cualifica desde conductas elementales, en el tratamiento con el cliente, entre colegas, con los operadores de justicia,

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es decir en la actuación judicial, incluso con las actividades en el ámbito privado cuando se hallan relacionados con determinados hechos incluso de carácter penal. Allí, en la actitud profesional frente a la sociedad, viene a constituirse en el termómetro de nuestra calidad profesional.

La deontología como toda norma, se inserta en el universo del De-recho en la que exige una adecuación, claridad, precisión, y si existe cual-quier modificación o cambio, es lógico que obliga a adaptar esa norma a esa nueva realidad legal o social; esos cambios no pueden crear resisten-cias, ya que al unísono los profesionales del derecho, habrán más bien que desarrollar, ampliar y cualificar esas normas, en beneficio de esa sociedad del cual somos parte.

Pero para que se pueda cumplir ese rol en la sociedad, el profesional del derecho, ha de entender primero que la sociedad ecuatoriana se halla constituida con una base fundamental, EL DERECHO, que proclama como valores fundamentales o de vital importancia la igualdad y la justicia, por manera que el Abogado no requiere ser solo experto en leyes y co-nocedor de la técnica jurídica, de las estrategias procesales, sino que es de mucha importancia como elemento imprescindible para la realización de la justicia, que garantice un claro asesoramiento, la contradicción, de observancia a los principios constitucionales y legales, de igualdad de las partes, el derecho de defensa, para que se cumpla esa tutela judicial efecti-va; precisa en consecuencia del Abogado, normas de comportamiento que han de permitir satisfacer los derechos del cliente que le son inalienables, velando siempre los valores en las que se asienta la sociedad, consolidan-do y defendiéndolos.

En el texto de Constitución presentada y aprobada en referéndum, en el Art. 169 sobre el sistema procesal indica:

“Art. 169.- El sistema procesal es un medio para la realización de la justicia. Las normas procesales consagrarán los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, celeridad y economía procesal, y harán efectivas las garantías del debido proceso. No se sacrificará la justicia por la sola omisión de formalidades”

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Dr. Marco V. Carrillo V.Ahora bien, uno de los principales principios en las que se funda

la verdadera democracia en nuestro país, no puede ser otro que el de in-dependencia de la Función Judicial, basado en el propósito justamente de quienes tienen que ver con la Administración de Justicia, no contami-ne con la ingerencia de ninguna otra Función del Estado, así el legislador constitucional aprobó en la ciudad de Montecristi,

En el nuevo texto constitucional sometido a referendo al efecto se

refiere en su Art. 170 en sus numerales 1 y 2 indica:

“Art. 168.- La administración de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, aplicará los siguientes principios:

1.- Los órganos de la Función Judicial gozarán de independencia interna y externa.

Toda violación a este principio conllevará responsabilidad admi-nistrativa, civil, penal y acuerdo con la ley.

2.- La Función Judicial gozará de autonomía administrativa, eco-nómica y financiera”.

De lo indicado en líneas anteriores, los profesionales del derecho

como no puede ser de otra manera, debemos exigir la observancia de esa independencia de los órganos de la Función Judicial, de esa manera garan-tizar una verdadera administración de justicia y libre de toda intromisión política incluso económica de los sectores llamados poderosos, quienes se han acostumbrado imponer jueces o magistrados y lo que es más, “dictar sentencias” a su favor e incluso se ha dicho a la “compra” de resoluciones.

De esa manera, convirtiéndonos en veedores ciudadanos, ayudare-mos a que en realidad exista una verdadera democracia con una observan-cia a la independencia de esa importante Función del Estado.

Claro está que los principios fundamentales e inmutables del ejer-

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cicio de abogado encontramos de manera similar en la independencia tan necesaria como la imparcialidad del operador de justicia dentro de un Estado constitucional de derechos y justicia como acabo de indicar; la dignidad que con prerrogativa de profesional del derecho, ha de actuar frente a la sociedad, esa obligación de informar a su cliente de su posición jurídica respecto a los distintos valores que se ponen en juego tanto en sus acciones u omisiones, acrecentando sus cualidades en la defensa téc-nica, sin presión alguna, con libertad e independencia de conocer, formar criterio demostrando esa honradez, probidad, rectitud, lealtad, diligencia y con veracidad, virtudes estas que debemos portar los profesionales del derecho; son causas y claras consecuencias de las necesarias relaciones de confianza entre el abogado y el cliente, son base del honor y dignidad de la profesión; integridad sinónimo de incorrupción, actitud prevalente en las actuaciones frente a su cliente y de respeto a la contraparte, guardando el secreto en tanto concierne por razón de la profesión, caso contrario la actuación adversa a este principio de manera individual afecta al honor y dignidad de toda la profesión; la diligencia, la honestidad, son requeridos exigidos por la sociedad a la abogacía, el ciudadano precisa del abogado para conocer lo trascendente de sus actos, ya que el abogado se convierte en custodio de la intimidad personal del cliente; de allí que ese secreto profesional y la confidencialidad son deberes que ineludiblemente ha de cumplir el abogado, es decir se constituye en hechos concretos de los de-rechos consagrados en las normas legales y constitucionales que son base del ordenamiento jurídico y reconocen a los clientes y de defensa propios de un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, etc; de allí la actitud de servicio, mantener el secreto profesional, la libertad de defensa e independencia, son principios básicos que no puede dejar de ser parte de nuestra propia piel.

10.- Lo Moral.-

Objetivo de trascendencia y aliento del abogado, es llamar la aten-ción de propios y extraños sobre la importancia del factor moral de mejo-ramiento de la abogacía como estamos sosteniendo en líneas anteriores; entre los motivos que se señala a la decadencia innegable de nuestra noble profesión, es la falta de compromiso, seriedad y de profundidad de los es-tudios universitarios, excesivo número de profesionales y crisis de valores

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Dr. Marco V. Carrillo V.morales, constituyen sin duda alguna al más grave y pernicioso aspecto crítico. No es justificativo y es tampoco excusa, la crisis general que sufren esos valores en la sociedad contemporánea y en particular la ecuatoria-na, porque la abogacía para tener razón de ser, debe ser un sector selecto que esté cimentada en la rectitud de la conciencia, que en el conocimiento teórico. Si no tenemos conciencia profesional digna, transparente, el pro-fesional del derecho, se convierte simplemente en cómplice del fraude, picapleitero, encubridor del delito. Por ello nuestro gremio de abogados, debe fortalecerse en el sentimiento de la responsabilidad profesional y de estar convencidos de lo selecto de los profesionales del derecho, podre-mos en poco tiempo imponer normas de conducta que ha de gravitar por su propia excelencia.

No es el derecho positivo donde el jurista encontrará el basamento de sus actos y decisiones; el derecho es cambiante, dinámico y lo que para hoy es bueno, mañana no lo ha de ser; lo que era un sistema perfecto tal ves sea modificado para mejorar. El abogado no puede ceñirse únicamente a los textos que son únicamente una guía, pero no es menos cierto que se quedan a la deriva en razón de no van al mismo ritmo que las circunstan-cias y cambios así lo requiere. El buen abogado debe ser realista, debe acostumbrarse a los cambios, a la modernización; no ve solo hasta donde llega su nariz, es decir, se pone en el lugar de los otros y ve si sus actuacio-nes son perjudiciales a los demás. El abogado que toma como alternativa la excusa de lo que dicen los códigos para justificar sus actuaciones, aún a sabiendas de que con incorrectas, no merecen el título de abogado.

Lo que debe ser un buen abogado, es poner en la balanza de sus va-lores, de su ética, de su conciencia, los pasos que va a dar y solamente allí dirimir sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto haciendo lo mejor para sí y para el conjunto de la sociedad.

En la vida diaria los abogados encontramos en la diatriba de escoger entre lo correcto según nuestra conciencia, y lo correcto según la doctrina, los textos y la misma jurisprudencia, nada de esto alterará al buen aboga-do que ha de seleccionar de acuerdo a lo que dicte nuestros pensamientos, nuestra conciencia ya que lo que debemos perseguir y sigo insistiendo es

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Deontología Jurídica y los Abogados

LA JUSTICIA.

El abogado ha de tener siempre presente la función muy importan-te, que la sociedad le confía, que no es otra cosa ni más ni menos, que la DEFENSA EFECTIVA DE LOS DERECHOS INDIVIDUALES y COLECTIVOS, pues ese reconocimiento sin duda alguna junto al respeto, constituyen la espina dorsal de un Estado de derechos y justicia, que habla nuestra Constitución, en su Art. 1 dice:

“El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descen-tralizada.”

Los abogados debemos tomar en cuenta que en el texto constitu-cional aprobado, establece que el Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático..., aspecto éste que implica que de-bemos exigir consecuentemente la aplicación de esa justicia que habla el artículo invocado.

11.- Lo Social.-

La función social que lleva el Abogado, exige para su ejercicio pro-fesional, de normas tanto más que a lo largo de cientos de años, han sido muchos los intereses que se han confiado a la abogacía y siendo de mucha trascendencia han estado relacionados al imperio de la Justicia Huma-na; por ello la abogacía ha sido acrisolada por la salvaguarda de normas deontológicas necesarias no sólo al derecho de defensa, sino para la tu-tela efectiva de los más caros intereses del Estado, consignado en el Art. 1 del nuevo texto constitucional vigente, como de derechos y justicia, so-cial, democrático. Y, es en esta sociedad con base en el derecho, donde se proclama valores fundamentales de igualdad y de justicia; el abogado se entiende que es experto en leyes y conocedor de la técnica jurídica, en estrategias procesales, el profesional del derecho se erige en el elemento necesario para la realización de la justicia, en la que garantiza la informa-ción y asesoramiento, encarnando el derecho de defensa, que es requisito indiscutible e imprescindible de la tutela judicial efectiva; por ello el abo-

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12.- Independencia, Honradez, Probidad, Respeto.-

Al referirnos a la independencia del Abogado que es necesaria como la actitud imparcial del operador de justicia, hemos de decir que es aquella que el profesional frente a su cliente informa de su posición jurídi-ca, de los valores que son distintos y que se ponen en juego en cualquiera de sus acciones u omisiones, en la que se le provee de la defensa técnica de sus derechos y consecuentemente de las libertades frente a otros agen-tes sociales, porque en definitiva estamos prestos a servir al ciudadano, de defensa del Estado Social de derechos y justicia, es decir si mantene-mos esa independencia, esa libertad sin coacción de naturaleza alguna, si formamos criterio de conocer e informar, estamos sirviendo al ideal de justicia. La confianza dadas por la relación entre abogado y cliente, acom-paña lógicamente a las virtudes de honradez, probidad, rectitud, diligen-cia como veracidad que adornan a un profesional; nuestra actuación con lealtad al cliente respeto a la parte contraria, guardar el secreto, aquilata el honor de esta profesión y consecuentemente del abogado.

La independencia a la que nos referimos en líneas anteriores, es aquella que se encuentra ligada con el principio de libertad de elección del profesional del derecho para asumir la dirección de la defensa, así como el ciudadano tiene también esa libertad para encomendar sus intereses a un abogado, como cesar esa relación en el momento que lo creyere con-veniente; pero ello desde mi punto de vista genera un desfase o un vacío entre el sustituto y sustituido, ya que de alguna manera pone en riesgo el propósito de derecho de defensa, ¿habrá entonces la necesidad de man-tener una adecuada comunicación entre ellos?; la práctica nos enseña que por lo general no se produce esta vinculación, ya que incluso el cliente “no ha cancelado el honorario” de su actuación profesional y ello viola el principio constitucional de que todo trabajo es remunerado, generando

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incluso indefensión entre la actuación del sustituto y el sustituido. Ello

hace que no podamos olvidar que el Abogado tiene la alta función que la sociedad le confía, que no es otra cosa que la defensa de manera efectiva de los derechos individuales como colectivos, así ya señalamos anterior-mente, de tal forma que el profesional del derecho ha de encargarse de los asuntos que se halle capacitado a fin de asesorar al cliente, de orientar de forma recta y efectiva, de tal forma que es necesario el incremento de co-nocimientos en materia jurídica constantemente e incluso solicitar ayuda o auxilio de sus colegas más expertos cuando así requiera.

La normas deontológicas que regulan las obligaciones del Abogado con los Tribunales de Justicia, con nuestro gremio, con nuestros colegas o con quienes asumimos la defensa técnica -clientes- se investiga o pro-fundiza en algo más que los valores fundamentales que informan sobre el ejercicio profesional en la actividad diaria, pues es lógico que se incremen-ten las preocupaciones a fin de evitar cualquier tipo de conflicto de intere-ses, en las que se protege la independencia del profesional, con mecanis-mos que permitan identificar con claridad el inicio o final de su actuación y por lo tanto de su actuación, dejando en claro esa libertad para incluso cesar en la defensa cuando no desee continuar en ella, dando al ciudadano la capacidad de designar al abogado a su elección en cualquier momento o etapa procesal. Tanto más que en la normatividad nacional establece la obligación del Estado, entregar o proporcionar de manera gratuita la de-fensa a los ciudadanos que requieran a través de la DEFENSORÍA PÚBLICA de manera gratuita, así establece la nueva Constitución vigente en su Art. 191 y en el Art. 193 del mismo texto constitucional; mismos que se encar-gan del patrocinio de las acciones, asesoría y recursos que sean necesarios interponer, y para garantizar el derecho de defensa y tutela efectiva. Esto significa que se cumple con el principio de acceso a la justicia.

Al referirnos a la Defensoría Pública, el texto constitucional vigente establece en el Art. 191 e incorpora un órgano muy importante a fin de que la población económicamente pobre, tenga acceso a la justicia cuyo texto dice lo siguiente:

“ Art. 191.- La Defensoría Pública es un órgano autónomo de la Fun-

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Dr. Marco V. Carrillo V.ción Judicial cuyo fin es garantizar el pleno e igual acceso a la justicia de las personas que, por su estado de indefensión o condición económica, social o cultural, no puedan contratar los servicios de defensa legal para la protec-ción de sus derechos.

La Defensoría Pública prestará un servicio legal, técnico, oportuno, eficiente, eficaz y gratuito, en el patrimonio y asesoría jurídica de los dere-chos de las personas, en todas las materias e instancias.

La Defensoría Pública es indivisible y funcionará de forma desconcen-trada con autonomía administrativa, económica y financiera; estará repre-sentada por la Defensoría Pública o el Defensor Público General y contará con recursos humanos, materiales y condiciones laborales equivalentes a las de la Fiscalía General del Estado.”

Debiendo indicar que, los abogados que presten sus servicios a éste órgano del Estado, no puede dejar aún lado el observar normas éticas y morales, pues la ciudadanía que será beneficiada por el auspicio de los profesionales del derecho, deberán exigir fiel cumplimiento en las accio-nes legales encomendadas. A esto se suma la participación de profesiona-les del derecho contratados por el Ministerio de Justicia y derechos Hu-manos.

Ahora bien, cuando hablamos de una de las normas éticas y que des-de la perspectiva de la deontología nos orienta, es justamente la honra-dez, cuya cualidad siendo reflexiva de toda persona, es de respeto de su misma dignidad, tanto más que su conducta ha de entenderse como un servidor de la justicia y un directo colaborador de esa administración; no puede contrastar su conducta con improbidad, deslealtad, desinterés res-pecto de su cliente, inobservancia a la normatividad, a la misma moral, es decir no puede dejar de ser un Abogado.

Desde luego que el profesional del derecho tiene toda la libertad a efectos de aceptar o no los asuntos que se solicite su patrocinio, pero siempre ha de actuar con la cautela respectiva, entendiéndose por cautela esa reserva, prudencia o celo y respeto a quien le solicitó su auspicio o de-

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fensa técnica, guardando de manera rigurosa ese secreto profesional. De tal forma que ese comportamiento y cuidado de su responsabilidad, será mirado con honores. La honradez puesta como norma de comportamiento si bien es cierto no es completa seguramente para nuestro lector, es la mo-tivación para el cumplimiento del ejercicio profesional de manera digna y conciente, es decir son directrices generales que debemos impartirlas a diario a fin de demostrar la sinceridad y evitar errores de conducta o de faltamiento a la moral, sin ello carecerían de sentido y eficacia.

El verdadero abogado debe creer en sí mismo, en sus ideas, en lo que dice nuestro yo interior, no podemos dejarnos llevar por la crítica del doctrinarismo o la injusticia, debemos actuar siempre como nos dicta nuestra moral, y aunque podamos consultar opiniones de varios autores, leer jurisprudencia y otros, debemos hacer exactamente lo que nos indica nuestra conciencia.

Diariamente nos encontramos con la injusticia, en cada Tribunal, Juzgado, en cada fallo, en los clientes, en lo que nos rodea, pero no por ello nosotros los abogados debemos convertirnos en seres injustos, ya que son nuestras actuaciones como es lógico, las que hablarán bien o mal de nues-tra profesión, no existen excusa alguna ya que nosotros somos responsa-bles de nuestra fallas y aciertos.

El buen abogado no debe ser vanidoso, al contrario de esa vanidad debe ser digno, orgulloso. No debe titubear al momento de que se tome una decisión y si vacila, es mejor que renuncie para no parecer un hazme reír. El aliado que de mejor manera tenemos, es nuestra conciencia; debe elevarse al resto de la sociedad, y si algún momento duda sobre cometer una injusticia debe cambiar de profesión u oficio.

Lógicamente que uno de los diversos motivos que determinan una decadencia innegable de tan noble profesión, es la falta de claros objeti-vos, de seriedad y profundidad de las actividades académicas en las uni-versidades, el excesivo número de profesionales y por supuesto la crisis de valores que carcome a nuestra sociedad, inclusive generando como mercancía de manera utilitarista la entrega de títulos sin miramiento pla-

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Dr. Marco V. Carrillo V.nificado en el proceso del desarrollo económico-social del país, echando prácticamente a la calle, profesionales que a la corta o a la larga, se pres-tarán para malas practicas profesionales o a alimentar las filas de miles de desocupados con título. La clara conciencia con la que ha de actuar el abo-gado, los valores morales propios de su actividad profesional, constituyen verdaderas garantías que la sociedad exige de este sector profesional; por el contrario sin conciencia social, ha de constituirse en el abogado instiga-dor del dolo, cómplice del fraude, encubridor de actos reñidos con la ley; es claro que sin normas morales no sirve ser un versado jurídico ya que cae en lo inútil, incluso en lo nocivo.

El cumplimiento de la actividad profesional con celo y generando el ser útil a la sociedad, colaborando en el desarrollo del estudio del derecho orientado hacia una más justa organización social, no se puede olvidar que el ministerio al que se escogió como profesión, se ha de compenetrar de la realidad económica circundante a fin de que dentro del rol que nos es permitido, generar legítimas reformas, ya que siendo verdad que so-mos los que conocemos las injusticias o fallas de la actual organización social, nos obligamos siempre a que nos permitan que de alguna manera podamos atenuar o suprimir, mediante reformas legislativas de beneficio común, haciendo que nos pongamos a la altura de la profesión.

Claro está que la conducta del Abogado en el papel de auxiliar prin-cipal de la administración de justicia, ha de ser desinteresado, de probi-dad, llevando el respeto muy lejos de si mismo y con ello guardar celosa-mente la independencia hacia los clientes, frente a los poderes públicos y de manera particular respecto a los operadores de justicia; esto es llevar de manera irreprochable la actividad profesional, la vida privada; esto sig-nifica que si como abogados se ejerce con verdadera autoridad moral, es el reflejo de la condición de ser él mismo un ser respetable, en definitiva no se puede romper la delicadeza que caracteriza al profesional del derecho y a un hombre de bien.

Se ha señalado que son normas del abogado entre otras, la probi-dad, que viene a ser la clara representación de un abogado a nombre de su cliente, que debe ser llevada sin lugar a dudas con alta dignidad, que exige lealtad personal, veracidad, buena fe; jamás puede aconsejar acto fraudu-

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lento alguno, formulaciones inexactas, efectuar escritos con afirmaciones tendenciosas e incompletas, contrarias a la verdad, es decir alejadas de toda ética. Nuestros alegatos sean verbales o escritos, deben ser siempre moderados y precisos, con adecuada energía, sin exigencias sino más bien con petitorios, solicitudes fundamentadas y ligados a bases legales, es de-cir sin expresiones violentas que puedan desdecir vuestra personalidad.

El Código Orgánico de la Función Judicial vigente en el Art. 26 dice:”En los procesos judiciales las juezas y jueces exigirán a las partes y a sus abogados u abogadas que observen una conducta de respeto recíproco e intervención ética teniendo el deber de actuar con buena fe y lealtad. Se sancionará especialmente la prueba deformada, todo modo de abuso del derecho, el empleo de artimañas y procedimientos de mala fe para retar-dar indebidamente el progreso de la litis. La parte procesal y su defensora o defensor que indujeren a engaño al juzgador serán sancionados de con-formidad con la ley.”

De la misma manera que la honradez y la probidad, no se puede ol-

vidar el respeto a la ley, como deber primordial de los abogados, así como hacer respetar, cumpliendo estrictamente las disposiciones emanadas de autoridad competente, sin dar pábulo a antojadizas interpretaciones de nuestro accionar. A ello se liga la dignidad que se debe llevar en la vida privada, eludiendo cuanto pueda afectar su independencia económica, sin comprometer el decoro, la consideración pública que siempre nos mere-cemos; en definitiva el abogado debe conducirse con el máximo de rigor moral, para aquilatar día a día esa estimación pública.

La moralidad del abogado, en consecuencia, no puede limitarse al buen ejemplo, sino a la acción, a ese cambio cualitativo, contrastando a la acción de ciertos profesionales del derecho cuya caracterización por su in-terés lucrativo y por encima del interés social, en tanto la mayoría de abo-gados creemos en la defensa del bien común y de la justicia, construyendo un nuevo orden social de conformidad al ideal humano, despojándose de egoísmos.

El abogado debe usar la moderación y energías adecuadas, estamos

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Dr. Marco V. Carrillo V.hablando del estilo, que debe reflejar en las expresiones sean verbales o escritas, en la que se debe tratar de decir todo lo necesario y nada más que ello en el patrocinio, aunque existan fallos adversos al interés profesional o actos de magistrados que conlleven nuestra oposición; se ha de actuar con respeto, abstenerse de expresiones violentas y que al igual frente al colega adversario, personalizar hechos constituyen faltas contra la solida-ridad profesional y error de técnica del patrocinio; la parte contraria debe ser objeto de consideraciones, pero si hay la necesidad de tratar con seve-ridad por las exigencias en la actuación judicial, el abogado se ajustará al verdadero rol de defensor técnico, evitando toda expresión vejatoria que es inútil, impropia a nuestra actividad profesional.

Más allá de los señalamientos realizados respecto a la ética y moral que los profesionales del derecho debemos practicar en nuestro queha-cer diario, varios criterios se van vertiendo respecto a que la profesión de Abogado, se ha constituido en una carrera llena de facilismos, lógicamente dejando de lado al academicismo y sentirse a la realidad sobre la base de un claro análisis de nuestra profesión, eso si, respetando como el que más las decisiones que tomen organismos que controlan la Educación Superior y de las necesidades que tienen las distintas regiones de la patria, aunque no estemos de acuerdo, la verdad se ha dicho que esta profesión noble, le han “prostituido” por la practica realizada por malos elementos. Aque-llos profesionales graduados en aulas universitarias, dentro de un marco académico exigente, quienes con hábitos a la lectura e investigación de-finitivamente aquilatan y prestigian la barra de los abogados; pero no es menos cierto que también existen centros académicos que forman a los abogados, mismos que estudian por “correspondencia”, que son promo-vidos con seminarios de un día, haciendo de la abogacía un simple oficio, vacíos de formación, faltos de orientación ética y moral para enfrentar du-ros días que agobia a la sociedad ecuatoriana, falsos e irrespetuosos de procedimientos que ostentan ser “luchadores” de la Justicia y el Derecho; pues el Derecho es más que eso, allí están juristas y abogados prestos a desempeñar el papel con principios y normas constitucionales y legales que sirven de fundamento para un verdadero ordenamiento jurídico; ya Mostesquieu decía respecto a la necesidad de contar con verdaderos abo-gados y legisladores, porque quienes no conocen ni saben las necesida-

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des de los demás, no pueden prestarse para legislar.

De tal forma el campo social que es donde actúa el profesional del derecho con dinamismo de manera extraordinaria, ese es el medio en la que nos desenvolvemos y es en aquel ambiente donde emerge la figura tanto como agente que impulsa el desarrollo colectivo; y como una coraza infranqueable que impida la consumación de hechos y actos adversos con la ley y la justicia. Es para aquello y mucho más por el bien de la colecti-vidad exige que los profesionales del derecho debemos prepararnos, para coger la tea de la libertad y justicia; encabezar las justas rebeliones contra la ignominia y la tiranía, para defender la democracia como modo de con-vivencia y no ser cómplice de gobiernos que imponen criterios violatorios a los derechos ciudadanos.

Por ello, es necesario combatir de manera franca y altiva a los des-leales del derecho que contagian con sus prácticas inmorales y utilitaris-tas, a que nuestra profesión sea considerada como uno de los males en el campo de las profesiones.

Esta es la hora en que todos los que ejercemos esta noble profesión, no queremos ser barridos del porvenir inminente, debemos sin hipocre-sías realizar el respetivo examen de conciencia y preguntarnos sobre que títulos que sea de utilidad común podremos fundar nuestro derecho a existir mañana en una sociedad mejor que la que hoy vivimos. Responde-remos entonces que el mejor título indiscutible es el cumplimiento celoso de la funciones sean públicas o no, la colaboración permanente y de ma-nera eficiente al progreso del derecho hacia una más justa organización social; el abogado no puede olvidar jamás su misterio, la búsqueda de la justicia. Nadie mejor que nosotros podemos conocer las injusticias y las fallas de la organización social, de las malas prácticas en la administración de justicia “apoyados” por el interés de quienes son económicamente fuer-tes, de las influencias políticas, económicas y familiares; nadie más indi-cado que el abogado para contribuir a combatir esas taras sociales indica-das, a atenuarlas o extirparlas, ya sea mediante acciones directas que nos concede las normas constitucional y legales para llegar hacia el legislador, que en nuestro diario ejercicio profesional con clara compresión de su sig-

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Dr. Marco V. Carrillo V.nificado, estaremos dando nuestro aporte, poniéndonos los abogados a la altura justamente de nuestra noble profesión.

Es hora de dignificar a grandes hombres juristas, abogados y huma-nistas, quienes dieron lo mejor de sus capacidades y a su debido tiempo, bajo el amparo de la investigación e identidad con la verdadera justicia, dignificaron el estudio no solo del Derecho sino de las necesidades socia-les, culturales, políticas, el de la lucha por la Justicia, quienes hasta la pre-sente, con sus obras ejemplares, nos motivan a prepararnos cívicamente, eso sí dentro de la ética y moral, entendidas ellas como el servicio a la colectividad de manera noble incluso dando su propia vida en búsqueda de esa equidad que la población lo exige.

Dejemos de lado ser el Abogado “regala firmas”, el típico pica plei-tos, el utilitarista y buscar “fama” a costa de practicas cuestionadas y nos convirtamos en estudiosos e investigadores del derecho, con actuaciones de buena fe, respetuosos de la parte contraria en la actividad profesional, de ser tolerantes, de guardar respeto a quienes intervienen en la Adminis-tración de Justicia eso sí exigiendo el mismo trato de manera recíproca; en fin debemos convencernos que somos soldados sociales en búsqueda del bienestar común.

No realicemos pactos o actuaciones que van contra las buenas cos-tumbres, contra las leyes, contra la honestidad; la actuación profesional ha de constituirse en la carta de presentación de los verdaderos Abogados, profesionales que con tesón día a día van sembrando en tierra fértil para el bienestar de la sociedad.

El vigente Código Orgánico de la Función Judicial en el Art.335 dice que está prohibido a los Abogados:

1.- Revelar el secreto de sus patrocinados, sus documentos o instruc-ciones;

2.- Abandonar, sin justa razón, las causas que defienden;3.- Asegurar a sus patrocinados el triunfo en el juicio;

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4.- Defender a una parte después de haber defendido a la otra, en procesos relacionados entre sí;

5.- Autorizar con su firma escritos o minutas elaborados por otra persona;

6.- Ser defensor en las causas en que hubiese sido juez o conjuez. Para este efecto forman unidad la causa y los actos preparatorios;

7.- Intervenir en las causas cuando esto motivare la escusa del juez o conjuez;

8.- Reunirse con la jueza o el juez para tratar asuntos inherentes a la causa que está defendiendo, sin que se notifique previamente y con la debida antelación a la contraparte o a su defensor para que esté presente si lo desea;

9.- Ejercer el derecho de acción o contradicción de manera abusiva, maliciosa o temeraria, violar el principio de buena fe y lealtad, a través de prácticas tales como presentación de prueba deformada, empleo de artimañas y ejecución de procedimientos de mala fe para retardar indebidamente el progreso de la litis; y,

10.- Las demás prohibiciones establecidas en éste Código.

13.- Principios Generales y Relaciones con los Operadores de Justicia, Abogados y la Sociedad.

Es importante establecer que dentro de un Estado de derechos y justicia, la observancia a la normatividad permite que exista una clara con-vivencia; pues decimos que nuestra sociedad está fundada en el respeto a la justicia dentro del cual el abogado tiene un rol importante, su misión no se ha de limitar únicamente a ejecutar un mandato dentro del marco del derecho, el profesional del derecho en una sociedad como la nuestra, para lograr el cumplimiento y el respeto de la justicia y de los justiciables, tenemos obligación de defender sus derechos civiles y libertades que se encuentran consignadas en la Constitución de la República, por manera que el abogado como asesor y defensor de su cliente, estará en todo mo-

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Dr. Marco V. Carrillo V.mento presto a buscar la prevalencia de la justicia, con sacrificio, tesón, con respeto, pero insobornable ante cualquier maniobra que sugiera do-blegarse a la verdad.

Desde luego que la misión que debe cumplir el abogado, genera de-beres y obligaciones múltiples, consigo mismo, frente al cliente, frente a los administradores u operadores de justicia ante la cuales concurre en representación de su defendido respecto a los colegas; en definitiva frente a la propia profesión; no se diga a la sociedad en la cual regidos como nos encontramos por normas, como medio de salvaguarda de derechos del hombre frente al Estado y a las Funciones Ejecutiva, Legislativa, Electoral, Transparencia y Control Social y Judicial particularmente.

Estar dispuesto siempre a prestar apoyo a la justicia y a mantener frente a esta una actitud respetuosa, determina que no se esté menosca-bando su amplia independencia y autonomía en el libre ejercicio de la pro-fesión. Eso no significa de modo alguno que en nuestros escritos dejemos de citar las actuaciones de los jueces y más funcionarios judiciales que ha-yan intervenido en un proceso, cuando éstos a nuestro juicio, no se hayan ceñido a las leyes o a la verdad procesal, daremos calificativos empleados en las leyes o autorizados por la doctrina.

Estamos obligados a emplear en nuestra condición profesional, me-dios persuasivos fundados en razonamientos jurídicos y no utilizar reco-mendaciones de superiores jerárquicos para presionar la independencia de los jueces, desviando así su imparcialidad en beneficio de un asunto.

No podemos dejar de señalar que el profesional del derecho, cuando toma su juramento e investido en esa calidad, acepta libremente cumplir con normas deotontológicas que implica la buena ejecución de su misión, de tal manera que nos regimos por principios de defensa del derecho que no puede doblegarse ante autoridad alguna, ser adulterada por el dinero, peor aún que se viole por el ansia del poder, de tal forma que el profesio-nal debe buscar y procurar que las normas que regulan la convivencia humana, cumplan con los fines del derecho como son justicia, seguridad jurídica y el bien común, esto es dar fiel cumplimiento a nuestra promesa

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cuando ingresamos como colegiados.

Para la existencia de una adecuada práctica profesional es lógico que debemos observar principios generales ya señalados en líneas ante-riores, como es la independencia, tan necesaria para la actividad jurídica, para asuntos judiciales, que no sea por interés de carácter personal con el fin de complacer por presiones externas; la independencia es tan necesa-ria justamente para mantener confianza en la justicia, en la imparcialidad del juez, de tal forma que a toda costa el abogado debe evitar cualquier atentado que vaya en contra de esa independencia sin descuidar su ac-titud, esto es actuando bajo normas éticas, lo que sin lugar a dudas dará satisfacción no solo a su cliente, sino a la propia administración de justicia y sociedad en general.

En el ejercicio profesional que le permita ejercerla con verdadera independencia, debe observarse el ejercicio de ciertas actividades y profe-siones incompatibles que son sancionadas por nuestra legislación.

Debemos observar como abogados, las incompatibilidades de ma-

nera escrupulosa que establecen en nuestra profesión; esto es la de abs-tenernos nuestro ejercicio cuando disponen normas previstas; debemos evitar acumular en lo posible, cargos o tareas susceptibles en que compro-meta nuestra independencia, tomarle demasiado tiempo o resultar incon-ciliable con el espíritu de la profesión. Cuando en el ejercicio del comercio, la industria, la docencia con muchas cátedras, las funciones públicas que son muy absorbentes, tareas que no requieren incluso el título profesio-nal, deben ser evitadas en lo posible por parte del profesional que desea cumplir a conciencia con el rol de auxiliar de la administración de justicia. Así, el abogado legislador o político deberá actuar con cautela especial, evitando en todo momento que cualquier acción, expresión suya, puedan ser interpretadas como tendientes a aprovechar su influencia como polí-tico, representante popular, como mandatario. El respeto a la verdadera independencia de la Función Judicial, es uno de los mejores aportes que podemos dar, ya que con ello se afianza la verdadera democracia como tengo indicado.

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Dr. Marco V. Carrillo V.De la misma manera es parte intrínseca a la misión del abogado,

como depositario de los secretos de su cliente, la de garantizar esa con-fidencialidad, obligándose a negar ante cualquier persona, autoridad a responder cualquier cuestión o interrogatorio que viole ese principio del secreto profesional; se halla obligado a respetar ese secreto respecto a cualquier información confidencial que le sea trasmitida a él por parte de su asesorado o cliente, refiérase al cliente o a terceras personas, de la misma manera se ha de obligar a guardar el secreto profesional haciendo respetar a la persona que colabore con él, dentro de su actividad profe-sional, secreto éste que no tiene tiempo limitado, salvo los casos en que el abogado se vea avocado a demandar a su cliente por honorarios y por su trabajo realizado que se halla garantizado en la Constitución Política y en la Ley de nuestra Federación; cuando sea víctima de ataques que sin justificación lo haga el cliente o en tratándose de la intencionalidad de que su cliente tenga el cometimiento de un ilícito penal, con el propósito de prevenir el hecho caso contrario se vería avocado a lo señalado en el Art. 12 del Código Penal sustantivo.

No podemos utilizar la prensa o medios de comunicación en gene-ral para que los asuntos encomendados al abogado sean discutidos, no se puede publicar en la prensa por ejemplo piezas procesales, hasta cuando no esté concluido el proceso, donde lo puede realizar siempre guardando el respeto a los operadores de justicia y funcionarios judiciales, a la parte contraria y a sus defensores, utilizando el lenguaje con decoro y mesura que exige esta profesión; caso contrario el abogado estaría avocado a una acción incluso de daño moral o de carácter penal en razón de que puede afectar la honra.

Cuando nos presentamos ante una jurisdicción de una ciudad o en el campo, no cabe excluir que nuestra actuación ha de observar normas deontológicas aplicables a la actuación misma de nuestro que hacer; así por ejemplo el guardar respeto a los jueces, tribunales y otras autorida-des, respaldando ante ataques o faltamientos de acatamientos que manda la ley; como es lógico no podemos tener actuaciones en momento alguno facilitando concientemente al juez, con informaciones falsas o que pue-da inducirlos a error; porque debemos estar prestos a luchar por todos

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los medios lícitos porque los nombramientos de los administradores de justicia de todos sus niveles, se deba exclusivamente a su aptitud para el cargo y no por consideraciones políticas, apadrinamientos, palanqueos o similares y porque los jueces se dediquen a sus actividades para las que son nombrados, sin que se contaminen y sean privados de imparcialidad en el cumplimiento de sus funciones; a presentar quejas cuando exista verdadero fundamento en contra de un funcionario o empleado judicial; a cuestionar cuando un abogado deje de desempeñar la judicatura u otro puesto público, que acepte el patrocinio de asunto del cual conoció con su carácter oficial, peor aún aquel que fuere semejante a otro en el cual expresó opinión adversa durante el desempeño de su cargo.

Creo que ningún abogado debe permitir que se usen sus servicios profesionales o su nombre a fin de facilitar el ejercicio profesional por quienes no estén legalmente autorizados para ejercerla, ya que ello cau-sa disminución del decoro cuando se firma escritos en cuya redacción no intervino, la respetabilidad de su firma debe impedir que la preste; no de-bemos ejercer influencia sobre el juzgador, apelando vínculos políticos o de amistad, utilizando recomendaciones o recurriendo a cualquier otro medio para “congraciarse” con el operador de justicia.

Las actuaciones de buena fe, con probidad, lealtad y veracidad ante los órganos jurisdiccionales, en declaraciones o manifestaciones, deben ser elementos que contribuyan con el respeto en nuestras intervenciones, incluso colaborando en el cumplimento de los fines de la administración de justicia; el respeto que nos exigimos de la misma manera como es ló-gico deber ser recíproco comportamiento ante los profesionales del de-recho. El promover y cumplir con el principio de legalidad, como consta tanto en el Art. 76.3 de la Carta Constitucional vigente que dice:

“Art. 76.- En todo proceso en el que se determinen derechos y obliga-ciones de cualquier orden, se asegurará el derecho al debido proceso que incluirá las siguientes garantías básicas:

3. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un acto u omisión que, al momento de cometerse, no esté tipificado en la ley como infracción penal, administrativa o de otra naturaleza; ni se le aplicará una sanción no previs-

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Dr. Marco V. Carrillo V.ta por la Constitución o la ley. Sólo se podrá juzgar a una persona ante un juez u autoridad competente y con observancia del trámite propio de ada procedimiento.”

Contribuyendo a la diligente tramitación de los procesos de confor-midad con la ley, la necesidad de exhortar a nuestros patrocinados o clien-tes a la observancia de conducta respetuosa respecto a quienes actúan en los órganos de justicia; ello conlleva a mantener la libertad e independen-cia en la defensa con absoluta corrección, evitando confrontaciones vanas referente a jueces y funcionarios judiciales así como a colegas, excluyendo de nuestro que hacer, expresiones con signos de aprobación o desaproba-ción respecto del cualquier interviniente, caso contrario podría ser llama-do la atención incluso ser sancionado; habrá de mantener siempre el más absoluto respeto al abogado de la parte contraria, evitando toda alusión personal, de la misma manera en los escritos judiciales, informes orales e intervenciones que se realicen en la judicatura, prevalecerá esa conside-ración.

Para nadie es desconocido que los profesionales del derecho en función de nuestros actos ante los tribunales de justicia, no podemos en-tregar pruebas, notas u otros documentos al Juez en forma diferente a lo establecido en las normas procesales, peor aún divulgar propuestas de arreglo que puedan perjudicar a su cliente, ya que esa infidelidad genera desconfianza y lo que es más adversidad a la profesión de abogado hoy cuestionada, justamente por esas malas prácticas. Hay que mantener una adecuada relación con los colegas, mantener recíproca lealtad, respeto mutuo y relaciones de compañerismo; se ha dicho que el profesional de mayor antigüedad en el ejercicio profesional debe prestar desinteresada-mente orientación, guía, consejo de modo amplio y eficaz a los de reciente incorporación al gremio profesional de quien lo solicite, eso sí en medida que sea necesaria para cumplir cabalmente con sus deberes.

Tener en cuenta que el abogado debe procurar una solución extraju-dicial en la reclamación de honorarios propios o de compañeros, mediante acto transaccional, la mediación o el arbitraje del Colegio Profesional. No podemos caer en conductas reprochables en la impugnación de honora-

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rios realizada en forma maliciosa o fraudulenta en lo referente a honora-rios o condiciones económicas de un colega; no puede producirse actos de “viveza” del abogado, cuando ha sido propuesto cambio de abogado por parte de un ciudadano, esto quiere decir que no puede engañar para “tomar”a cargo la defensa, señalar que la acción que se le solicita se haga cargo es “pan comido” y que para ese abogado el “juicio es ganado” según éste, lo que pecaría de inmoral y de una ilegalidad que se halla prohibida en la Código Orgánica de la Función Judicial que habla entre otras, de las PROHIBICIONES en sus numerales; pero es necesario anotar en esta parte lo consignado en el Art. 54 del texto constitucional vigente, inciso segun-do dice:

“Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio de su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga en riesgo la inte-gridad o la vida de las personas”.

Dentro del conjunto de hábitos que forman parte de la personalidad del profesional del derecho tenemos al carácter, que es el reflejo de un ser de conducta superior, lo que le hace apto para afrontar las contingen-cias con altura moral y decidir lo que debe hacerse de manera correcta, controlando sus impulsos y moderada voluntad, ese carácter representa una garantía que maneja en su vida social. Así, la cortesía es una etiqueta que debe llevar el profesional con la que se distingue de la vulgaridad, con ademanes moderados se constituyen en elementos peculiares; otro elemento básico es la puntualidad; el tiempo tiene un gran valor tanto para el abogado como para quienes requieren de nuestra atención y ser-vicios profesionales, ello se traduce en un verdadero valor y de respeto a los demás, en contraposición de aquellos que desprecian todo lo que le es ajeno; la discreción significa guardar silencio en los casos que se ven y se hacen, cuando estos ameritan secreto y es un rasgo de altura y una garan-tía moral accesoria de la personalidad que inspira al individuo a querer confiar el secreto; a lo señalado va de la mano la investigación, que es la sistematización de conocimientos mediante la investigación científica, lo que se constituye en una tarea relevante que le ubica al nivel de los progre-sos exigidos en la dinámica social; y, en definitiva el prestigio profesional no es la que le da la actividad profesional sino es el cumplimiento de las

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Dr. Marco V. Carrillo V.obligaciones propias de su carrera con empeño, cultura, con revestimiento interior y exterior de dignidad que debe poseer cada profesional.

En lo social la función del abogado, con el paso del tiempo el Esta-do ubica y observa que el resultado del proceso judicial no es extraño a su que hacer diario, por el contrario la evaluación que realiza la sociedad sobre el comportamiento de cada uno de quienes ostentamos ese glorioso título de abogado, determina que esa conducta colectiva nos ubique en el lugar que nos corresponde, ya que el conjunto de la sociedad lo que espe-ra del abogado, es que demos aportes importantes dentro del ámbito de las ciencias jurídicas y lo que es más en la observancia a la normatividad constitucional y legal, su aplicación sin miramiento a condiciones econó-micas, de razas, sexo, pasado judicial e incluso de carácter ideológico-po-lítico, que tanto daño ha hecho a la imagen de quienes han administrado justicia en el Ecuador.

14.- Abogados y Operadores de Justicia.-

Nuestra moralidad no debe limitarse únicamente al buen ejemplo, sino a la acción, al cambio, a una verdadera actitud en beneficio del colec-tivo, caracterizándonos no por el lucro por encima del interés social; creo que un verdadero defensor esta del lado de la justicia, líder de conductas humanas que oriente hacia el bien común, al respeto de esa voluntad co-lectiva, esto es en el obrero que orienta a la sociedad en la construcción de un nuevo orden social conforme al más alto ideal humano, donde debemos despojarnos del egoísmo. Al cultivar virtudes como profesionales y tener una formación integral mediante el estudio y seguimiento de normas mo-rales, nos constituiremos en impulsadores del cambio social, proponiendo soluciones orientadas al bien en todos los aspectos que sea posible; todo ello va de la mano por la capacidad, talento y experiencia al servicio de la sociedad. Debemos ser disciplinados, firmes y sensibles en nuestra vida profesional y privada; porque seamos fieles a la interpretación de la ley, ser guardián y defensor de los principios jurídicos, de la justicia y la ver-dad; de ser puntuales, responsables, cuyas actuaciones llenos de sereni-dad y fe por la causa de nuestros clientes, nos aquilata como profesionales y ciudadanos de bien; seamos dignos de fiar, de respeto, incapaz de come-ter fraude, desarrollando la honestidad, veracidad y prudencia.

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En el carácter de auxiliar principal de la administración de justicia, el profesional del derecho debe ser desinteresado y probo, guardar nues-tra independencia hacia los clientes, hacia los poderes públicos y especial-mente hacia los operadores de justicia; debemos actuar con irreprochable dignidad no solo en la actividad profesional hemos dicho, sino también en nuestra vida privada. La probidad reafirmamos, no solo debe importar el aspecto pecuniario, pues requiere además lealtad personal, veracidad; jamás se puede aconsejar actos fraudulentos, formular afirmaciones o ne-gaciones inexactas, ser tendencioso o retener de manera indebida docu-mentos que determine cuestionamientos al que hacer del profesional.

La actitud del abogado hacia los operadores de justicia en general, debe ser deferente, con independencia he señalado; nuestro deber es la de guardarles respeto y consideración, de abstinencia de toda familiari-dad fuera del lugar, auque se pueda mantener relaciones de amistad con alguno de ellos, evitando de no exteriorizarlas en el Tribunal. El prestar apoyo en todo momento a la magistratura, cuya alta función social como es lógico, requiere de una constante opinión forense, pero guardando eso sí la más plena autonomía, recordando que si somos auxiliares de la admi-nistración de justicia, no somos dependiente de ella.

A lo señalado en el párrafo anterior, está ligado el derecho de hacer uso del recurso excepcional de la recusación, con moderación y parque-dad, porque hay que recordar que el abuso de ellas compromete a un tiem-po, la majestad de la justicia y de la dignidad de la profesión.

Nuestro deber primordial es la de respetar y hacer respetar la ley y a las autoridades públicas, debemos cumplir con la sociedad y las obli-gaciones que el Estado nos obliga a cumplirlas. No podemos evadir jamás de cumplir incluso con el fisco. Ello da muestras que somos los abogados, hombres y mujeres, ciudadanos libres y de buenas costumbres por nues-tra actitud.

No podemos dejar de manifestar que el abogado tiene como nor-te, el servicio a la justicia, luchar por la libertad y observar el ministerio del derecho. Si conocemos de algún hecho que atente contra la honra de

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Dr. Marco V. Carrillo V.un Abogado, que un colega viole nuestras propias normas, es lógico que debemos hacer conocer a nuestro gremio. Por ello la probidad, honradez, discreción eficiencia, desinterés, veracidad y lealtad son deberes que no podemos dejar de observar y practicarlas.

Como deber esencial debemos defender los derechos de la sociedad y de los particulares siempre cooperando en la conservación y perfeccio-namiento del orden jurídico y en la realización de una recta y eficaz admi-nistración de justicia. Por ello el honor del abogado que es indivisible, está acompañado del decoro y dignidad que son elementos que caracterizan al profesional del derecho en sus actuaciones, lo contrario es indigno.

Cuando existen conductas reprochables e inmorales por parte de colegas, funcionarios judiciales e inclusive en la administración pública, debemos combatir por todos los medios lícitos, caso contrario incurriría-mos en falta grave con la pasividad, indiferencia, complaciente alimentan-do la corrupción que existe en el medio en los que nos desenvolvemos.

El abogado está en el deber ineludible de negarse a prestar toda so-lidaridad y apoyo al magistrado o al colega cuya conducta sea moralmen-te censurable. Debemos de abstenernos de toda publicidad inadecuada, combatiendo en el primer caso con los medios que la ley nos concede y nos ha puesto a nuestro alcance, tratando sobre todo, de poner en movi-miento de opinión de los colegas mediante nuestro gremio profesional; en tanto que, cuando exista hechos reprochables con nuestros colegas, debe-mos denunciar sin vacilación sobre esa conducta, ante el mismo Colegio donde nos pertenecemos y estar siempre predispuestos a tomar la causa del litigante que ha sido perjudicado por la actuación cuestionada de su patrocinante. La solidaridad que nos une como colegas, como abogados, el respeto que debemos a los jueces y más magistrados u operadores de justicia, se transformarían, si mediase pasividad o condescendencia en tales casos, en encubrimiento o complicidad.

Parece que se hace práctica y como es lógico cuestionable por cier-to, la utilización de medios de comunicación social para discutir asuntos que se nos encomienda, que no debemos hacerlo, ni dar publicidad a las

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piezas procesales que constan de los expedientes respecto a los asuntos que aún no tienen sentencia y se hallan ejecutoriados por el ministerio de la ley; a menos que sea necesario para la corrección de conceptos cuando la justicia y la moral lo exijan. Una ves concluido el proceso, el abogado puede publicar documentos y actuaciones, así como comentarios exclu-sivamente científicos, publicaciones que versen y se rijan en principios profesionales de la ética; y, como es lógico se omitirán nombres propios si la publicación puede perjudicar a alguien en su honor y su buena fama, peor aún utilizar los medios de comunicación para amenazas o forzar con-venios.

Debemos publicar eso sí, informaciones, comentarios o artículos con fines científicos, observando sin lugar a dudas las normas morales y la omisión de nombres como apellidos de las partes, cuando tal circunstan-cia causare perjuicio a los mismos.

Los medios de comunicación no pueden ser utilizados por los pro-fesionales del derecho, referente a publicidad del abogado, con anuncios cuasicomerciales en la que prometen resultados y ventajas especiales, en las que ofrecen “ganar el juicio” ya que son “todólogos” o enciclope-dias ambulantes que degeneran la imagen del profesional del derecho. Es cuestionable y ello se ve a diario en nuestro que hacer profesional, cuan-do quienes con el título de abogado, remuneran o recompensan directa o indirectamente a personas que lo recomiendan, esa práctica incurren en infracciones de la ética moral.

Debemos aceptar o rechazar asuntos sin exponer razones cuando nuestro fuero interno así lo indique; no debemos olvidar que la esencia de nuestro poder profesional consiste en defender los derechos de nuestros representados o clientes, con asistencia diligente y con estricta sujeción a las normas jurídicas y la ley moral. En el caso de los juicios penales, el abogado acusador ha de considerar como primer deber, velar porque se haga justicia y no porque se obtenga una condena, dejando aún lado esa vieja práctica inquisitoria, vendetta, revancha o mala fe. Nuestro deber es exigir que los operadores de justicia, cumplan con su deber en las que se incluyen la observancia a los derechos humanos y a las reglas del debido

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Dr. Marco V. Carrillo V.proceso.

Debemos tener presente que el objetivo ético de las personas inter-

vientes en un juicio ha de ser la recta y oportuna administración de justi-cia, a través del descubrimiento de la verdad y como es lógico del derecho real. Este es el finis operis y debe ser el finis operando porque lo demás, la remuneración, la práctica y la experiencia, pasan a ser secundarias. Los profesionales del derecho nos hemos marginado voluntariamente de las transformaciones más importantes, con ello coadyuvando al descrédito de nuestra profesión, que la gente común no cree, así como no cree en la aplicación general de la Constitución de la República ni en las leyes, como consecuencia lógica viene la desconfianza de los tribunales.

La realización de la justicia se encuentra necesariamente subordi-

nada a descubrir la verdad, por ello no es ético patrocinar causas cuya injusticia y falta de fundamentos, son conocidas de antemano; de allí que en el ejercicio de la abogacía y lo mismo se diría de la política, dificultades de orden moral y de solución difícil, de las cuales hay que prevenir. Los abogados debemos llamar la atención del cliente sobre la cuestión mo-ral antes que sobre la cuestión de derecho señalaba Calamandri, que no caben facilismos que se adoptan en forma general, porque no ahondan ni van más allá de meras declaraciones; no basta ser sincero e imparcial, ya que se diría a manera de ejemplo, el fiscal que no acuse sino cuando crea que deba acusar y no pida más pena de lo que proceda realmente, o el abo-gado no defienda los litigios injustos, incluso renunciando cuando quiera obligarlo a ello. Las omisiones que han ocasionado cuantiosos perjuicios al Estado y a la misma ciudadanía, cuando no se interpone por ejemplo un recurso de manera oportuna no obstante la consulta; el dar a ciertos fallos judiciales un alcance distinto al verdadero, el aplicar la ley selectivamente dejando fuera del juicio a sus verdaderos protagonistas de la infracción como es el caso de las infracciones financieras como sucedió en el Ecua-dor, en corruptela de la Bancocracia.

Cuando el abogado acepta un encargo es lógico que se debe al clien-te, debiendo mantener hacía él una actitud de lealtad, mantener el secreto profesional que persiste hasta la culminación del caso, lealtad que debe

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está precedida por la abstención de aceptar un encargo cuando no se crea en la razón de él o no es competente; convencimiento que se debe llegar mediante una verdadera investigación. Los deberes de los abogados se confunden casi con frecuencia con los deberes éticos del magistrado ya que toca a ambos determinar en el recta razón el objeto y fundamento de la controversia, tomando en cuenta que el objetivo común debe ser el des-cubrimiento y comprobación de la verdad porque mientras el abogado de-dica su existencia a asistir a los que no están en condiciones de defenderse por si mismos, el magistrado debe declarar el derecho en el caso concreto.

Se ha dicho que el abogado salvo en caso de los sacerdotes, conoce la vida humana en sus aspectos más variados, dramáticos e incluso do-lorosos, así mismo los más maravillosos cuando llega a la verdad de los hechos; por ello el profesional del derecho, no esta exento de cuidar en su práctica como abogado, de que su actuación esté bañado de rectitud y de observancia a las normas éticas y morales.

Es principio básico, cumplir las disposiciones legales en fiel cum-plimiento que tiene de defender de la mejor manera posible los intereses de su cliente, contrastando incluso a los intereses suyos, a los de su colega litigante como asesor de la parte contraria, incluso a sabiendas de que su cliente puede ser culpable del hecho que se investiga, en procura de ob-tener resultados positivos sin recurrir a medios ilícitos, ya que con ello más bien estaría alimentando el desprestigio de su actividad profesional en desmedro incluso del sector profesional.

He de insistir en la necesidad de que el profesional que dice luchar por la justicia, con observancia a las normas del Derecho, de mantenerse actualizados sus conocimientos, asistiendo a centros académicos de for-mación, actualización y especialización profesional, no como una simple actitud vanidosa, o para continuar en “asensos” de categorías, sino por el contrario por la necesidad de cumplir mejor con su clientela y la misma sociedad que hoy exige mayor calidad de profesionales y en particular en nuestra rama.

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Dr. Marco V. Carrillo V.15.- Funcionarios Judiciales.-

Respecto a los funcionarios judiciales debemos opinar que ellos, de-ben tener no solo conocimientos técnicos de las reglas y procedimientos, sino una firme y sólida formación axiológica que les permita orientar su conducta con base de valores propios a su función, uno de los cuales es la transparencia y la rendición de cuentas. Auque nos hayamos referido en principio que la ética se refiere a un comportamiento humano propio de la conciencia del sujeto, resulta crucial para el desempeño de la fun-ción jurisdiccional que sus integrantes compartan un conjunto de valores y principios de comportamiento que les permita un ejercicio equilibrado y con sentido del poder que el Estado despista en ellos. Reconocemos que el operador de Justicia desarrolla su actividad en un entorno complejo que, de diversas maneras, ejerce influencia en su conducta.

Desde los medios de comunicación –que a veces sentencian por an-ticipado- hasta las presiones de instituciones y las partes, el juez está in-merso en una dinámica de interrelaciones y múltiples intereses que gene-ran con frecuencia conflictos importantes sobre su manera de actuar. De ahí la necesidad importante, de dotar a los jueces de los elementos que les permitan discernir los valores que deben orientar su actuación. Es nece-sario destacar que esta orientación debe fundarse en valores compartidos e interiorizados por parte de todos los funcionarios judiciales, y no ser una mera imposición externa incapaz de producir un cambio de compor-tamientos. Se trata en consecuencia, generar pautas de comportamiento solidamente fundadas en la conciencia y capacidad crítica del juzgador.

Consolidar que se respete y aplique la carrera judicial como consta del texto constitucional vigente y constante en el Art. 170 inciso segundo, es uno de los elementos que permitirá coadyuvar a que motivados y ga-rantizados los judiciales, tiendan a cumplir con mayor eficacia y eficiencia con sus obligaciones. Existe unanimidad respecto a la necesidad de con-solidarla y profundizarla, no así respecto de los cargos que son parte de la misma, concretamente nos referimos a los jueces unipersonales y pluri-personales. Por ello en los textos constitucionales señalan a propósito de la carrera judicial, que deben generarse su ingreso mediante concursos

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abiertos de meritos y oposición, la calidad y transparencia de esos concur-sos, así como la confianza en la administración de justicia. La participación ciudadana por medio de veedurías y bajo el control de los organismos per-tinentes, justipreciarán esas nominaciones en tratándose de los funciona-rios judiciales que prestan o van a prestar sus servicios.

Justamente al hablar de la carrera judicial, en el texto constitucional aprobado y vigente, establece en sus articulados varios aspectos funda-mentales que los profesionales del derecho debemos siempre ubicar su cumplimiento, justamente para garantizar el cumplimiento de principios como el de eficacia y celeridad así como del principio de la debida dili-gencia entre otros, así el Art. 172 Ibídem dice:

“Art. 172.- Las juezas y jueces administrarán justicia con sujeción a la Constitución, a los instrumentos internacionales de derechos humanos y a la ley.

Las servidoras y servidores judiciales, que incluyen a juezas y jueces, y los otros operadores de justicia,, aplicarán el principio de la debida diligen-cia en los procesos de administración de justicia.

Y continuando el Art. 174 señala:

“Art. 174.- Las servidoras y servidores judiciales no podrán ejercer la abogacía ni desempeñar otro empleo público o privado, excepto la docencia universitaria fuera de horario de trabajo.

La mala fe procesal, el litigio malicioso o temerario, la generación de obstáculos o dilación procesal, serán sancionados de acuerdo con la ley.

Las juezas y jueces no podrán ejercer funciones de dirección en los partidos y movimientos políticos, ni participar como candidatos en procesos de elección popular, ni realizar actividades de proselitismo político o reli-gioso.”

Cuando se refiere a los requisitos para designación para servidores

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Dr. Marco V. Carrillo V.y servidoras judiciales se dice el Código Político:

“Art. 176.- Los requisitos y procedimientos para designar servidoras y servidores judiciales deberán contemplar un concurso de oposición y méri-tos, impugnación y control social; se propenderá a la paridad entre mujeres y hombres.

Con excepción de las juezas y jueces de la Corte Nacional de Justicia, las servidoras y servidores judiciales deberán aprobar un curso de forma-ción general y especial, y pasar las pruebas teóricas, prácticas y psicológicas para su ingreso al servicio judicial.”

Aspiramos que el fiel cumplimiento de las normas que constan en el texto constitucional, no se constituya en letra muerta o se privilegie la intromisión de otras Funciones del Estado para su nombramiento, la pre-sencia de compadrazgos, amistades y afines, que han desdibujado la ac-ción de los judiciales en el país.

Al opinar respecto a la independencia de los jueces, que constitu-yen el soporte estructural de un Estado Constitucional, democrático, de justicia, esa independencia adquiere significado más plausible en una ver-dadera sociedad democrática; si el juez es funcional, personal y profesio-nalmente independiente, difícilmente podremos admitir que el Estado en que vivimos es de derecho, peor democrático y de respeto a la ley madre.

Se ha dicho que existen jueces pocos por cierto, que de alguna ma-nera tienen una relación de dependencia “por amistad”generada para su nombramiento, con grupos políticos e incluso con sectores económi-camente poderosos; de allí que la referida independencia de la adminis-tración de justicia se ve opacada, impidiéndole al juez con esa “relación” sea realmente juez y se convierta en un burócrata más al servicio de la administración judicial. El sistema de reclutamiento de los jueces esto es a través de los llamados concursos de méritos, fundamentados en los exámenes tipo escogencia múltiple, buscando un perfil funcional, forma-tivo y profesional, es lo que el Estado requiere para ocupar dichos cargos; pero del contenido de esas pruebas, así como de la orientación política-

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ideológica subyace en ellas, se infiere que al Estado no le ha interesado incorporar jueces con capacidad argumentativa y dotados de una sólida formación jurídico-filosófico, sino obsecuentes obedientes de intereses contrarios a la función que deben cumplir.

Ejemplos claros tenemos al respecto, así se han dado a conocer a la faz del país, que los llamados “concursos” para jueces o magistrados, han sido esas vacantes llenados por personas que incluso no participaron en dichos concursos o pruebas, que las calificaciones fueron alteradas, que el palanqueo está al orden del día, que la ingerencia política es norma en la nominación, en fin los encargados de velar por la pulcritud y transpa-rencia en la nominación, han sido desenmascarados por sectores impor-tantes de la sociedad ecuatoriana y que ese Consejo de la Judicatura en su comisión pertinente, no tenía el aval moral para que continúen en ella; y, es lógico que el verdadero aspirante con capacidad, vea truncado un dere-cho asistido ante la designación a dedo o por canonjías que es una verdad a gritos o secreto a voz alta, situaciones éstas que incluso fue señalada por la prensa nacional. Por manera, ante estos sucesos, los abogados no podemos estar callados e impávidos, debemos exigir que se cumplan con claridad y transparencia las designaciones y que sean justamente estos organismos nominadores los que den ejemplo de calidad moral, ética y correctos procedimientos.

En el Art. 179 del texto constitucional aprobado, habla del Consejo de la Judicatura en su Sección V, y dice:

“Art. 179.- El Consejo de la Judicatura se integrará por nueve vocales con sus respectivos suplentes, que durarán en el ejercicio de sus funciones seis anos y no podrán ser reelegidos; para su conformación se propenderá a la paridad entre hombres y mujeres. El Consejo designará, de entre sus inte-grantes, una presidenta o presidente y una vicepresidenta o vicepresidente, para un período de tres anos.

El Consejo de la Judicatura rendirá su informe anual ante la Asamblea Nacional, que podrá fiscalizar y juzgar a sus miembros”.

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Dr. Marco V. Carrillo V.En lo referente al concurso para llenar estas designaciones de Voca-

les del Consejo de la Judicatura habla el Art. 180 en su parte final y dice:

“La designación de las vocales y los vocales del Consejo de la Judica-tura y sus suplentes se realizará por concurso de méritos y oposición con veeduría e impugnación ciudadana. Se elegirán seis vocales profesionales en Derecho y tres profesionales en las áreas de administración, economía, gestión y otras afines.”

Si se cumplen con las disposiciones anotadas en líneas anteriores, así como la presencia de veedurías ciudadanas en las designaciones, dire-mos que estamos garantizados en la correcta administración de justicia, al menos los profesionales del derecho nos veremos obligados a justipre-ciar la actividad de los operadores de justicia, virtud que no debe estar ex-cluido de nuestro que hacer. Allí está la responsabilidad del denominado “Quinto Poder”.

Por ello nace la necesidad de que los abogados tengamos presente la virtud, una de las cualidades requeridas para que también seamos admitidos en la sociedad, no debe ser de ninguna manera despojado de nuestra interior, es uno de los mejores antecedentes para que seamos catalogados hombres o mujeres LIBRES PENSADORES, que con voluntad propia vayamos demostrando esa discreción absoluta, condiciones que en el gremio de los profesionales del derecho es requerida para franquear las puertas y para comparecer en ese gran número de ciudadanos como HOMBRES LIBRES e INDEPENDIENTES, porque es justamente en esos mo-mentos de manera leal y sincera, donde adquirimos conocimientos que nos llevan a los hombres y mujeres a participar en las enseñanzas impar-tidas por ese grupo humano de ser independientes y, lograr la práctica de esas virtudes sociales; por eso cuando nos han proclamado abogados, procedemos a construir ese gran templo que se llama virtud concedien-do la particularidad de ser también parte del símbolo VALOR, que para nosotros se halla representada en aquella bellísima dama pura, cubierta sus ojos, y que en sus manos sostiene la balanza de la equidad e igualdad y en la otra, la espada para combatir lo adverso a la moral y ética, es decir altivando la justicia.

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Debemos orientar nuestra acción para que nos formemos como hombres y mujeres en el campo del derecho, con carácter y voluntades propias, porque precisamente estamos llamados a responder con entere-za y energía en nuestros actos y emitir nuestras ideas; a realizar hechos y ejecutar obras con cordura, modestia y moderación que es la base sobre la que descansan nuestras relaciones con la sociedad.

Por eso, el vínculo que mantenemos de manera colectiva en la vida pública debe ser interpretada como una necesidad culminante, para que esa relación quede arraigado en el corazón y conciencia de todos los ciu-dadanos de bien; es decir esa práctica de moral social es una obligación popular, indispensable para que todo el género humano pueda adquirir sus conceptos y podamos aquilatar opiniones, dentro del orden del enten-dimiento democrático, puesto que se refiere a los preceptos inquebranta-bles que sostiene la fraternidad universal y ello conlleva a la paz mundial, por manera que lo señalado define de manera efectiva la educación cívica de los pueblos y en ello estamos inmersos.

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P R I N C I P I O S

C O N S T I T U C I O N A L E S Y L E G A L E S

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Los principios en términos generales descubre y formula a partir del examen inductivo las distintas instituciones sean penales, civiles, la-borales, etc., ampliadas y consolidadas a veces por el derecho comparado, en una aplicación y observancia correcta; son inferencias generales que los juristas y profesionales del derecho efectúan como culminación de sus análisis, a manera de conclusiones, a fin de mostrar los criterios supremos en que descansa la legislación en todas las materias. Los principios recto-res son, en fin, pautas superiores y abstractas, generales e inductivas, en que descansan las distintas normas e instituciones del derecho y que los doctrinantes han propuesto como guías para interpretación de las mis-mas.

Es reiterado la opinión general de los ecuatorianos, cuando hablan del debido proceso y se refieren básicamente a los elementos que debe tener y las solemnidades que debe cumplir en cualquier proceso; así la Constitución de la República, establece que el sistema procesal es un me-dio para la realización de la justicia; las normas procesales consagran los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad y economía procesal, y harán efectivas las garantías ese debido proceso. Significa que tanto la Constitución de la República, los Tratados y Conve-nios Internacionales, así como la normatividad secundaria, demandan y garantizan que deben ser correctamente observadas y aplicadas, para que tenga como es lógico valides las decisiones judiciales.

No existe distinción en la aplicación de los principios constituciona-les y legales, así como de normas internacionales donde el Ecuador es país parte respecto a la materia y su procedimiento; es decir, es exigible que en cualquier tipo de acciones judiciales o procedimientos sean constituciona-les, civiles, penales, administrativos, laborales, etc., que el debido proceso esté asegurado.

Si recordamos a Justiniano, hemos de decir que tuvo una gran in-fluencia debido a sus revolucionarias medidas por las que organizó el de-recho romano siguiendo su clasificación que se convertiría para el derecho hechos renovadores en muchos países; así tenemos la versión del Corpus Civilis que lo dividió en tres partes: el código antiguo, Digesto o Pandectae,

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Dr. Marco V. Carrillo V.la Instituciones o novelas o nuevas constituciones. En el caso del Código Justiniano consta lo siguiente: 1.- Interpreta la ley el que lo hizo; Si el actor no prueba, el reo es absuelto; 3.- El error de los defensores no pueden per-judicar a los litigantes; 4.-El dolo no se presume y debe probarse ante los Tribunales; 5.- Es derecho evidentísimo, que es lícito a los litigantes recu-sar a los jueces; 6.- El litigante ha de sujetarse a la jurisdicción (ubicación) de la cosa; 7.- Es ley general, nadie debe ser juez así mismo, ni declarar derecho para sí: 8.- Nadie puede ser obligado a demandar, ni a acusar; y, 9.- La jurisdicción es improrrogable, la competencia es prorrogable.

Estos constituyen históricamente la reseña histórica de principios procesales.

La Constitución del Ecuador, establece principios generales en las que señala a las instituciones del Estado y cuales son las competencias, así como menciona de forma general cuales son los derechos de los ciudada-nos y cuales son sus garantías. Incorporado ahora se encuentra la Corte Constitucional, organismo obligado a controlar la constitucionalidad de las decisiones judiciales cuando existan casos, en que los jueces de cual-quier materia, en el trámite del juicio o en la sentencia, hayan desconocido o violado algún derecho establecido en la Constitución, por lo que pode-mos acceder a la Corte Constitucional para que éste organismo revise el proceso y de existir violación de un derecho constitucional y comprobado que se halle, deberá repararse esa violación constitucional.

La importancia de los principios constitucionales y legales, así como la observancia a las normas, tratados y convenios internacionales, consti-tuyen mecanismos de defensa para el ciudadano en general, ante una mala aplicación judicial e inobservancia a las reglas del debido proceso.

Es lógico que las partes para acceder a la justicia, debemos some-ternos a la ley, de manera que esas formalidades constituyen una garan-tía de carácter constitucional para los sujetos procesales, así se encuentra señalada en la Constitución de la República; los derechos y garantías que se debe observar y respetar en un proceso, constituyen una de las expre-siones que siempre ponemos a la palestra de la defensa, esto es el derecho

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Principios Constitucionales y Legales

de libertad, por ello es que constituyen y adquieren el rango de derechos como de garantías fundamentales, por manera que si estamos obligados a observarlos, no podemos tomar como simples aforismos, refranes o sim-ples pensamientos, que tomados a la ligera, ya que en estos principios es-tán encerrados como se indica en verdaderas defensas de los derechos.

En los procesos penales por ejemplo se ha de iniciar, desarrollar y concluir con observancia a los principios fundamentales, que tienen el ca-rácter de prevalentes ante cualquier perceptiva legal contraria, ya que se constituyen en orientadores de la estructura procesal, que con el carác-ter de obligatorios y prevalentes han sido implantados con la finalidad de configurar un conjunto de garantías que asegure a los individuos todas sus libertades, principios que son derivados de pactos y convenios inter-nacionales.

Principio de Inmediación

El Art. 192 de la Constitución de la República de 1998 señalaba:

“El sistema procesal será un medio para la realización de la justi-cia. Hará efectivas las garantías del debido proceso y velará por el cum-plimiento de los principios de inmediación, celeridad y eficiencia en la administración de justicia. No se sacrificará la justicia por la sola omisión de formalidades”.

En el Capítulo Octavo que habla de los Derechos de Protección el Art. 75 del texto constitucional en vigencia dice:

“Toda persona tiene derecho al acceso gratuito a la justicia y a la tutela efectiva, imparcial y expedita de sus derechos e intereses, con suje-ción a los principios de inmediación y celeridad; en ningún caso quedará en indefensión. El incumplimiento de las resoluciones judiciales será san-cionado por la ley.”(Las negrillas son mías)

Dentro de la doctrina se conoce también como principio de origina-lidad o de inmediatividad, en la que ordena la existencia de contacto entre

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Dr. Marco V. Carrillo V.el juez y las partes procesales, ya que el titular del órgano jurisdiccional, no ha de dirigir sólo los actos procesales de prueba principalmente; pues el contacto directo con las partes o terceros que intervienen de una u otra manera en el proceso es lo valedero. Es la relación directa del juzgador con las partes y con los actos procesales que estructura de manera fundamen-tal el proceso, eso no quiere decir que en el caso de procesos penales el Fiscal deje de observar este principio, ya que las diligencias investigativas que son percibidas directamente por este funcionario, serán de manera oportuna expuestas en sus dictámenes y en lo posterior en las audiencias de juzgamiento serán dadas a conocer, cuando haga presencia en su teoría del caso ante el juzgador y las partes procesales, que se lo hace de manera ininterrumpida, ya que con ello se evita la práctica de pruebas ante otros jueces que no sea el que va a dictar sentencia, con lo que se rompería jus-tamente este principio.

En materia penal, uno de los fundamentos y características en la actualidad es justamente el cumplimiento del principio de inmediación, con la que de manera efectiva los sujetos auxiliares de la acción penal como peritos, testigos, traductores, quedan obligados a comparecer ante los Operadores de Justicia y responder a los interrogatorios que se formu-len.

La inmediación en consecuencia significa la percepción directa por parte del juzgador, en la que ve y oye a las partes en cuestión, con quienes se comunica oralmente y de manera directa durante la respectiva audien-cia; contrariamente a lo que sucedía en el sistema inquisitivo, en la que el juzgador encargaba al secretario o amanuense para la recepción de prue-bas, lo que constituía una presa fácil para actos de corruptela.

No podemos olvidar que la inmediación es la comunicación directa, inmediata entre los operadores de justicia, los sujetos procesales y sus elementos, y que en nuestro medio por el cúmulo de trabajo que tienen los jueces, este principio se cumple a medias principalmente en materia civil.

Existen casos que por excepción no se cumplía con este principio constitucional y legal de inmediación, como señalaba el Art. 121 de la Constitución del año 1998 que decía:

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Principios Constitucionales y Legales

“Los dignatarios elegidos por votación popular, los delegados o re-presentantes a los cuerpos colegiados de las instituciones del Estado y los funcionarios y servidores públicos en general, estarán sujetos a las sancio-nes establecidas por comisión de delitos de peculado, cohecho, concusión y enriquecimiento ilícito. La acción para perseguirlos y las penas corres-pondientes serán imprescriptibles y, en estos casos los juicios se iniciarán y continuarán aun en ausencia de los acusados.”

En el texto constitucional aprobado el 28 de septiembre del 2008 y vigente mediante R. O. No. 499 del 20 de Octubre del 2008 dice en el Art. 233, inciso segundo, que incorpora esa excepción cuando señala:

”Las servidoras y servidores públicos y los delegados o representan-tes a los cuerpos colegiados de las instituciones del estado, estarán sujetos a las sanciones establecidas por delitos de peculado, cohecho, concusión y enriquecimiento ilícito. La acción para perseguirlos y las penas corres-pondientes serán imprescriptibles y, en estos casos, los juicios se inicia-rán y continuarán incluso en ausencia de las personas acusadas. Estas normas también se aplicarán a quienes participen en estos delitos, aun cuando no tengan las calidades antes señaladas”. (Las negrillas son mías).

Principio de Preclusión

Significa clausurar, impedir y es aplicado en el recorrido de un proceso en la que debe guardar una estructura y un orden de desarro-llo. Constituye en una de las características del proceso moderno, ya que todo proceso cruza por varias etapas de manera sucesiva sin que alteren la voluntad de juzgador o de las partes; existen actos procesales que deben practicarse dentro de un tiempo concreto, vencido el cual no será admiti-do, de manera que una ves concluida una etapa o el plazo ha sido vencido por señalamiento de la ley y no puede regresar a la etapa anterior; así por ejemplo si nos encontramos en la etapa de juicio no podemos regresar a la etapa de instrucción fiscal o etapa intermedia hablando en materia penal, por ninguna razón, salvo el caso de la declaratoria de nulidad; en conse-cuencia la preclusión es la consumación de una etapa o plazo que impide regresar a etapas anteriores o repetir plazos señalados en la norma legal.

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Dr. Marco V. Carrillo V.De manera que la preclusión supone un orden dentro del desarrollo

de las etapas consignadas en la ley, y consecuentemente será imposible que en un proceso se desarrolle y avance hacia una nueva, sin que la ante-rior se halle culminado de manera legal.

Principio de Oficialidad

Este principio rige en los procesos de delitos de acción pública, en la que el juzgador o el representante de la Fiscalía General del Estado es-tán facultados para realizar su investigación, es decir que el principio de oficialidad infiere la investigación procesal total o universal, ya que tanto el juez como el fiscal no requieren de estímulo de las partes procesales para el desarrollo de la acción penal; pero necesario es aclarar que en los delitos que tienen por objeto el ejercicio de la acción penal privada, no existe el impulso oficial sino la actividad de las partes y en particular del querellante, es decir no existe el principio de oficialidad en estos casos.

El Art. 219 del texto constitucional del año 1998 establecía justa-mente, que el “Ministerio Público” como se llamaba, prevendrá el conoci-miento de las causas, a más de que dirigirá y promoverá la investigación preprocesal y procesal, obligado además a impulsar la acusación en la sus-tanciación de los juicios penales.

En lo referente al texto constitucional vigente, en el Art. 195 de igual forma permite al representante de la Fiscalía para que impulse las causas penales, es decir cumpliendo con el principio de oficialidad.

Principio de Investigación Integral

La obligatoriedad del fiscal e incluso del juez para llevar al proceso la verdad histórica, de lo que realmente sucedió libre de distorsiones o engaños, es la observancia del principio que se analiza. Los representan-tes de la Fiscalía General del Estado, al efectuar su trabajo investigativo a través del conjunto de actividades por él realizadas, buscan la verdad que es la base de la actividad humana; al investigar integralmente las circuns-

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tancias anteriores, concomitantes y posteriores a la comisión de un injus-to penal que la ley franquea al fiscal u operador de justicia, tendrá como resultado la verdad integral, total, de manera imparcial e indiscriminada ayudando a la administración de justicia; de manera independiente y sin estímulo de las partes que se encuentran en el proceso se ha de buscar se-riamente la verdad, sin considerar si favorece o no a una de ellas, llevando a la etapa de juicio los hechos que han de servir para extinguir, eximir o atenuar responsabilidad penal del imputado.

El mejor camino para llegar a la verdad, no es la oposición de las partes en la búsqueda de la verdad histórica, sino es la investigación inte-gral o de fondo de manera objetiva.

Hay que observar lo contemplado en el Art. 24.17 del texto cons-titucional del año 1998, así como lo constante en el texto constitucional vigente en el Art. 76 que habla de los Derechos de Protección: “En todo proceso en el que se determinen derechos y obligaciones de cualquier or-den, se asegurará el debido proceso que incluirá las...“.

En la Ley Orgánica del Ministerio Público (hoy Fiscalía General del Estado) hablaba en el Art. 3 de los deberes y atribuciones del Ministerio Público, de conformidad con las normas procesales de competencia, en sus literales a, b, c, d y e ; de la misma manera en los Arts. 8 literal b); 17 literal c) y d); 19 literales f) y g) y Art. 26.

Constan además en las Directrices sobre la función de los Fiscales, actitudes que en su actuación deben ejercer sin intimidación, trabas, hos-tigamiento, injerencias indebidas o riesgo injustificado de incurrir en res-ponsabilidad civil, penal o de otra índole.

La imparcialidad, firmeza y prontitud son obligaciones a cumplir en concordancia con el respeto a la dignidad humana y de defensa de los derechos humanos, con lo que se está contribuyendo a la observancia del debido proceso y una correcta aplicación de la justicia.

La Ley Orgánica de la Función Judicial establece prohibiciones de

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Dr. Marco V. Carrillo V.los servidores y servidoras de la función judicial (fiscales), mismas que han de ser observadas de manera correcta a fin de no ser sancionados, esto es cumpliendo con clara imparcialidad, disposición que está contem-plado en el Art. 103.

Principio de Contradictoriedad o Contradicción

Es el derecho que las partes tienen a intervenir en actos sean pre-procesales o procesales, que es fundamental y de trascendencia a fin de que la presentación y contradicción de las pruebas que las partes intervi-nientes en el proceso se encuentran opuestas en sus pretensiones y, como es lógico no pueden ser las dos verdaderas ya que la una afirma lo que la otra está negando; significa que nadie está condenado a no ser escuchado y a solicitar o formular peticiones que considere son oportunas, garantías que refuerzan justamente este principio.

Por ello para que se dicte una sentencia se exige que la prueba obra-da en la etapa de juicio, le dé certeza para justipreciar la misma, certe-za ésta que se logra ejerciendo plenamente el derecho a la contradicción como elemento fundamental del derecho de defensa. El principio de con-tradicción ha sido definido por la doctrina como “el fundamento lógico y metafísico que establece, como uno de los criterios de la verdad, la impo-sibilidad absoluta de ser o no ser algo propio tiempo, en el mismo lugar y con identidad completa de las demás circunstancias”.

En el texto constitucional del año 1998 decía en su Art. 194 que: “La sustanciación de los procesos incluye la presentación y contradicción de las pruebas, se llevará a cado mediante el sistema oral de acuerdo con los principios: dispositivo, de concentración e inmediación.” Con plena concordancia a lo señalado en el Art. 24. 14 Ibídem que consagraba “Las pruebas obtenidas o actuadas con violación de la Constitución o la ley, no tendrá validez alguna.”

En la Constitución vigente en el Art. 168 numeral 6, dice que la sus-tanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y di-ligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción, inmediación y dispositivo,

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disposición que tiene concordancia con lo dispuesto en el Capítulo Octavo, de los Derechos de Protección, Art. 76 numeral 7 literal h) que indica que es derecho presentar de forma verbal o escrita las razones o argumentos de los que se crea asistida y replicar los argumentos de las otras partes; presentar pruebas y contradecir las que se presenten en su contra.

Por ello la violación al principio de contradicción trae consecuen-cias, la nulidad de pleno derecho de las pruebas que se aporta en el juicio y que no ha sido controvertida o contradicha. Principio de Celeridad

Es la respuesta efectiva que en un tiempo razonable debe darse a las pretensiones de las partes, evitando los vicios de eternizar la sus-tanciación de los procesos que genera detrimento a la administración de justicia y que se transforma en injusticia para las partes en cuestión, ya que no se trata únicamente de tener acceso a los órganos de justicia. La premisa conocida de que “justicia que tarda no es justicia”, conlleva a la preocupación de los profesionales del derecho que nos vemos avocado a esta lentitud expresada en la Función Judicial, empero tomando en cuenta la sobrecarga de trabajo, no se justifica ante la necesidad de un derecho constitucional exigida por el común de los ciudadanos que es parte de una acción legal.

En el Art. 23.27 de la Constitución de 1998 decía” El derecho al de-bido proceso y a una justicia sin dilaciones”, concomitante a esta disposi-ción el Art. 192 Ibídem consagraba que el sistema procesal será un medio para la realización de la justicia. Harán efectivas las garantías del debido proceso y velará por el cumplimiento de los principios de inmediación, celeridad... en la administración de justicia”.

El Art. 75 y 169 del texto constitucional aprobado por el soberano y que se halla vigente, indica que para la realización de la justicia, el sistema procesal es un medio y que entre otros principios consagra el principio de celeridad.

El principio de celeridad, por manera es un derecho a un proceso sin

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Dr. Marco V. Carrillo V.dilaciones que son innecesarias, pues la tutela jurídica efectiva justamente se mide en el derecho de defensa y no se está limitado al haber recurrido al órgano jurisdiccional únicamente, ya que en aras de la efectividad de esa tutela, no se ha de demorar en cumplimiento al tiempo de duración que marca la ley. Se observa en consecuencia los plazos fijados en las nor-mas legales y que estos no son únicamente para las partes procesales sino también para los operadores de justicia, que es precisamente para que no se dilaten de manera indebida los procesos.

En tratándose de materia penal, los actos procesales se han de cum-plir en cualquier día y hora, es decir que en cualquier día y hora es útil para la práctica de los actos indicados. En relación a las acciones civiles, el procedimiento define el término que es el período de tiempo que le conce-de la ley o el juez para la práctica de las diligencias y solo actúa en función de días y horas hábiles; con ello señalamos que es importante la observan-cia del mandato legal, eso sí, que las partes y en lo principal el operador de justicia, siempre observará ese principio de celeridad, combatiendo la lentitud que se aprecia en la Función Judicial, para felicidad no es regla general; de manera que habrá la necesidad de observar el Art. 103. 3 del Código Orgánico de la Función Judicial, cuando se refiere al retardo injus-tificado del despacho de los asuntos o la prestación de servicio.

Siendo la administración de justicia la más exigida dentro de la tra-mitología de los conflictos individuales o colectivos, será necesario que sea rápida y oportuna, tanto en la tramitación como en las resoluciones de la causas puestas a su resolución; el retardo en la administración de justicia lógicamente son sancionadas como lo estipula el Art. 20 Ibídem.

Principio de Concentración

Significa que en una sola audiencia se ha de realizar todos los actos que integran ese complejo llamado proceso, ya que la unidad ha de ser la característica del juicio. Es conocido también como de continuidad, en la que se establece que en una sola audiencia debe practicar o evacuarse las pruebas fundamentales, a fin de que el juez no pierda o se borre lo escu-chado las impresiones; y, es justamente en materia penal, concretamente en la audiencia de juzgamiento donde se aprecia el beneficio del princi-pio de concentración, en la fase de debate, ya que se practican medios de

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prueba solicitadas con antelación, asegurando de esta manera que la sen-tencia no demore y sea dictada inmediatamente.

Al realizarse sin interrupciones el proceso, hace que genere agili-dad, con unidad, por lo que el Juez pluripersonal aprecia el contenido del debate, lo vivido, el contacto directo lo que genera una sentencia con cer-teza, al menos así es nuestra apreciación.

Al evitar fraccionamientos de los actos ayuda que no se deforme la realidad con el ingreso de elementos extraños y al mismo tiempo asegura que en la memoria de los juzgadores, perduren los hechos por ellos oídos y observados.

En la Constitución del año 1998 este principio se hallaba consigna-do en el Art. 194. En la Constitución de la República que se halla vigente en el Art. 168 indica:

“Al administración de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, aplicará los siguientes principios: “

“6. La sustanciación de los procesos en todas las materias, instan-cias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo”.

Principio de Legalidad

En materia penal es uno de los principios fundamentales en la que los sujetos procesales principalmente no deben dejar de observar so pena de sanciones. Es un principio del debido proceso ya que como sabemos ninguna persona es sujeto pasivo de un proceso penal si no ha cometido una acción u omisión previamente que esté prevista en la ley penal. Se conoce también como principio de reserva que es una garantía para la li-bertad del hombre, pues el desconocimiento de éste principio, reflejaría que vivimos en dictadura, en medio de arbitrariedades, de tiranías. Los Estados con democracia reconocen y respetan este principio, ya que no observarlo y respetarlo, estaríamos avocados al abuso de gobernantes y de jueces cobardes e indiferentes condescendientes con la ignominia.

El principio de reserva configura una manifestación de la garantía de

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Dr. Marco V. Carrillo V.la legalidad, estableciéndose que ninguna persona será obligada a hacer lo que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe. Hay que tomar en cuenta la Declaración Universal de los Derechos del Hombre del 10 de Diciembre del año 1948, en la que consagra este principio en su Art. 11.2; el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, observa e incor-pora este postulado en el Art. 15 al señalar:

“Nadie podrá ser condenado por acción u omisiones que en el momen-to de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional e internacio-nal. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la consumación del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leves, el delincuente se beneficia-rá de ello”.

Por manera que las disposiciones indicadas, al hablar del principio de legalidad, obligan a la observancia del debido proceso, honrando como no puede ser de otra manera a este principio fundamental.

El presente principio toma en cuenta la prohibición, que ninguna persona puede ser juzgada sino de conformidad con las leyes procesales preexistentes, -nullum crimen nulla poena sine praevia lege- debiendo como exigencia que la ley debe ser escrita y consecuentemente no puede ser interpretada a discreción del juzgador en materia penal, como lo se-ñala el Art. 4 del Código Sustantivo Penal y el Art. 15 del Código Adjetivo Penal, el juez debe atenerse de manera estricta a la letra de la ley; y, en los casos de duda será interpretada la ley en el sentido más favorable al reo, sin que exista incluso interpretación análoga, como también en agravar las penas que no se hallen previstas.

En la Constitución de la República del año 1998 en su Art. 24.1 de-cía: “Nadie podrá ser juzgado por un acto u omisión que al momento de cometerse no esté legalmente tipificado como infracción penal, adminis-trativa o de otra naturaleza, ni se aplicará una sanción no prevista en la Constitución o la ley. Tampoco se podrá juzgar a una persona sino confor-me a las leyes preexistentes, con observancia del trámite propio de cada procedimiento”. Concomitante a lo anotado, el Código Penal en el Art. 2

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dice: “Nadie puede ser reprimido por un acto que no se halle expresamen-te declarado infracción por la ley penal, ni sufrir una pena que no esté en ella establecida” y, continúa “La infracción ha de ser declarada, y la pena establecida con anterioridad al acto” y, el Art. 2 del Código de Procedi-miento Penal, de la misma manera consolida este principio.

Para que exista seguridad jurídica de las personas, debemos dar

la verdadera importancia a este principio constitucional y legal, ya que se fundamenta en la protección a todo ciudadano que no debe ser presa o víctima de una investigación mientras no hubiera cometido un delito mediante acto típicamente antijurídico y que se encuentre escrita en la ley penal. Con claridad meridiana este principio de legalidad se encuen-tra redactada e incorporada en el Código sustantivo como adjetivo penal como señalamos en líneas anteriores, por lo que se reconoce el imperio de este principio en el ámbito de la legislación penal ecuatoriana.

Ya se dijo que en la Constitución del año 1998 se encontraba con-signado el principio de legalidad en el Art. 24. 1 que habla de las Reglas del Debido Proceso y en el texto constitucional vigente se halla contem-plada en el Capítulo Octavo, Derechos de Protección, Art. 76 numeral 3, y señala:”Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un acto u omisión que, al momento de cometerse, no esté tipificado en la ley como infracción penal, administrativa o de otra naturaleza; ni se le aplicará una sanción no previs-ta por la Constitución o la ley. Sólo se podrá juzgar a una persona ante un juez o autoridad competente y con observancia del trámite propio de cada procedimiento”, constituyéndose en consecuencia en un verdadero dere-cho de protección.

En la normativa internacional el principio de legalidad consta en la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Art. 9.- Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni deste-rrado.

Art. 10.- Nadie será condenado por actos u omisiones que en el mo-mento de cometerse no fueron delictivos según el derecho nacional o in-

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Dr. Marco V. Carrillo V.ternacional. Tampoco se impondrá pena grave que la aplicable en el mo-mento de la comisión del delito.

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos:

Art. 9.- Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por la ley con arreglo al procedimiento establecido en ésta.

Art. 15.- Nadie será condenado por actos u omisiones que en el mo-mento de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional e in-ternacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

En la norma de la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José, dice:

Art. 9.- Principio de legalidad y de Retroactividad.- Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede impo-ner pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con imposición ad a la comisión del delito la ley dispone la impo-sición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

El Estatuto de Roma en el Art. 23 dice: Nulla poena sine lege.- Quien sea declarado culpable por la Corte únicamente podrá ser penado de con-formidad con el presente estatuto.

Principio de Publicidad

El pueblo siempre ha tenido interés respecto a las acciones de la función de administrar justicia, ya que si nos remontamos a épocas ante-riores, era el pueblo, con la participación de todos los ciudadanos, el único que juzgaba y que con el transcurrir del tiempo se ha ido transformando,

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eso sí diferenciando al proceso penal y al proceso civil. Un ejemplo vivo de una actitud del pueblo, cuando Pilatos decía sobre la libertad de Jesús o de Barrabás; el pueblo se pronunció sobre la libertad de Barrabás.

En la actualidad el principio de publicidad, se constituye en una ga-rantía del control ciudadano, respecto a la administración de justicia, cuyo objetivo principal es la de provocar una activa participación de la sociedad civil, controle y fiscalice a los órganos de la función judicial, en búsqueda de una verdadera justicia. Con el principio que estudiamos cumple con la función de proteger o tutelar derechos fundamentales, como es el de un proceso imparcial y justo, en la que se respete por ejemplo del derecho de defensa, lo que genera un sentimiento de confianza de la sociedad respec-to a los operadores de justicia.

Garantiza con este principio, las actuaciones que son desarrolladas por los sujetos procesales, que son constitucionalmente públicos a saber: los penales, laborales, civiles, etc., salvo el de los delitos contra la seguri-dad del Estado, menores y los delitos sexuales que son reservados; y, no se admite la trasmisión de diligencias judiciales por los medios de comu-nicación social tampoco grabaciones por personas ajenas a esos sujetos procesales y a sus defensores. Esta garantía tiene como objetivo en el cum-plimiento de este principio, es la de provocar que la ciudadanía o sociedad civil tenga participación, controle e inclusive fiscalice a los órganos de la Función Judicial, en el propósito de que sea dirigida en la búsqueda de la justicia, con una correcta aplicación del derecho con respeto a la dignidad humana; se constituye como reitero, en una garantía esencial ciudadana, en especial para el sujeto investigado, ya que incluso puede ser inocente.

En nuestro país lamentablemente los medios de comunicación de manera general salvo honrosas excepciones, no son imparciales, ya que con criterios sumamente sensacionalistas, con objetivos lucrativos, desa-rrollan su actividades que lamentablemente afectan de manera negativa contra la administración de justicia, llevando hacia la sociedad civil no-ticias que generan perniciosas injusticias y que a pretexto de “cumplir” con el principio constitucional de publicidad, hacen que el imputado por ejemplo, sea con anticipación condenado o sancionado por la comunidad

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Dr. Marco V. Carrillo V.o a lo mejor sea absuelto por ese mismo colectivo.

En el texto constitucional del año 1998 se encontraba consignado este principio en el Art. 195, decía así: “Salvo los casos excepcionales se-ñalados en la ley, los juicios serán públicos, pero los tribunales podrán deliberar reservadamente. No se admitirá la trasmisión de las diligencias judiciales por los medios de comunicación, ni su grabación por personas ajenas a las partes y a sus defensores”; y, en el texto constitucional vigen-te, se encuentra señalado en el Art. 168 numeral 5, y dice “En todas sus etapas, los juicios y sus decisiones serán públicos, salvo los casos expresa-mente señalados en la ley”.

En la normativa internacional, Pacto de San José, en el Art. 8.5, es-tablece que los procesos deben ser públicos: “El proceso penal deber ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia”.

De la misma manera el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, Art. 14.1, dice: “Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente”; y, continúa señalando que “...toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las actuaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores”.

El Código Orgánico de la Función Judicial en el Art. 13 señala que las actuaciones judiciales serán públicas, salvo los casos en que la ley prescri-ba que sean reservadas.

Principio de el Juez Natural

La Constitución de la República, no puede ignorar que con este prin-cipio consolida la seguridad jurídica, ya que el derecho al juez natural, que es válido y exigible para toda clase de acciones o procesos, se encuentra incorporada en la ley madre y leyes secundarias e incluso se hallan consig-nadas en la normativa internacional.

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Se ha dicho y así se confirma que toda persona tiene derecho a ser oída por el juez que establece la ley quien conoce acerca de la litis con antelación, lo constituye una verdadera garantía del juez natural; lo que conlleva a establecer que ninguna persona puede ser juzgada por parte de una comisión, juez ad-hoc o a lo mejor por un tribunal de excepción que se crea posteriormente a la comisión del delito o injusto penal, ni por cualquier órgano jurisdiccional aunque haya sido creado con anterioridad al injusto penal. De lo señalado se establece que toda persona se encuen-tra amparada por la garantía de que ha de ser juzgado por el juez natural.

En nuestro Código de Procedimiento Penal señala que “Nadie puede ser juzgado sino por los jueces competentes determinados por la ley.”, dispo-sición que tiene estrecha relación y con antecedente a lo dispuesto en el Art. 24. 11 de la Constitución del año 1998, que señalaba: “Ninguna per-sona puede ser distraída de su juez competente ni juzgada por tribunales de excepción o por comisiones especiales que se creen para el efecto.”, dis-posición que constituye un pilar fundamental para mantener la seguridad jurídica. De manera que si un funcionario que carece de potestad judicial no puede desarrollar de manera crítica su accionar, ya que un simple “fun-cionario” que funge inconstitucionalmente de juez de “paz” (Intendentes-Comisarios) rompe también moralmente desde mi punto de vista, la ver-dadera característica de juez, ya que sus manifestaciones parcializadas, arbitrarias, rompe justamente las reglas del debido proceso, por el ama-ñamiento de medios probatorios, abuso de autoridad, rompiendo incluso el principio de la igualdad ante la ley, jueces que no son reconocidos por la norma constitucional y la ley, por ello están impedidos de juzgar a los habitantes del país, ya que estos “jueces” que son dependientes de otras funciones contrarias a la Judicial, han demostrado características de ma-rionetas políticas en beneficio de quienes los nombró.

Este principio de juez natural debe garantizar a la ciudadanía en general esa seguridad jurídica, ya que tenemos derecho a ser juzgados por un juez natural, cuya competencia surge de la ley y no por personas amai-nadas en la política y distantes de la legalidad.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 168 numeral 3 dice: “En

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Dr. Marco V. Carrillo V.virtud de la unidad jurisdiccional, ninguna autoridad de las demás funcio-nes del Estado podrá desempeñar funciones de administración de justicia ordinaria, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por la Constitución”.

El mismo texto invocado en su Art. 76 numeral 7 que habla del de-recho a la defensa, en su literal k) dice:”Ser juzgado por un juez inde-pendiente, imparcial, competente. Nadie será juzgado por tribunales de excepción o por comisiones especiales creadas para el efecto”.

Conlleva en consecuencia y hago hincapié a los abogados y ciuda-danía en general a que siempre vigilemos, se observe la aplicación de este principio, con lo que estaríamos enterrando los arbitrios que se han co-metido en muchas instituciones, ya que hacen “aparecer” comisiones es-peciales a criterio de sus principales directivos, para cumplir incluso sus venganzas políticas o personales.

La convención Americana Sobre Derechos Humanos, prevé sobre el tema en el Art. 8.1, que dice:

“Toda persona tiene derecho a ser oída...por un juez o tribunal com-petente, independiente e imparcial establecido con anterioridad por la ley...”.

De la misma manera, el Código Internacional de Derecho Privado, en su Art. 315, establece una prohibición similar:

“Ningún Estado contratante organizará o mantendrá en su territo-rio tribunales especiales para los miembros de los demás Estados contra-tantes”.

Por manera que, la legislación admite y ordena que este principio genere garantía de ser juzgado por el juez competente previamente esta-blecido en la ley, por lo que consolida el debido proceso.

Principio de Inocencia

El principio de inocencia es una baluarte poderoso de la libertad

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humana y se constituye en un freno a la fuerza estatal que consolida la seguridad jurídica, señalan tratadistas al defender este principio funda-mental, se convirtió en un mandato jurídico de carácter constitucional, de proyecciones internacionales al rebasar las fronteras de los países para te-ner una posición y eficacia mundial, ha dicho Carnelutti.

El ser considerado inocente, es un principio que ampara a todo in-dividuo de la especie humana, bien intrínseco de la persona, que lo adqui-rimos desde el nacimiento hasta la muerte, con la única excepción de que mediante sentencia ejecutoriada se declare la culpabilidad, es decir que el estado de inocencia prevalece y la obligación de probar la culpabilidad a quien funge de acusador, en contradicción a sistemas de oprobio que era el justiciable o demandado quien debía probar su inocencia.

En nuestra legislación constitucional, una de las reglas del debido proceso, concretamente señalado en el Art. 24.7 de la Constitución del año 1998 respecto a la inocencia establecía que “Se presumirá la inocencia de toda persona cuya culpabilidad no se haya declarado mediante sentencia ejecutoriada”, en materia penal es un presupuesto importante que tiene relación con las personas y es justamente el derecho a la inocencia. Sien-do la inocencia un bien y parte integrante de la personalidad del hombre, tiene su existencia desde antes del nacimiento del Estado, es decir de la presencia de clases sociales y propiedad privada, en la sociedad esclavista por parte de quienes detentaban el control de ese Estado, no reconocían ese derecho de inocencia como a la libertad.

En el Código de Procedimiento Penal en su Art. 4 habla de este prin-cipio señalando: “Todo procesado es inocente, hasta que en la sentencia ejecutoriada se lo declare culpable”.

Este bien jurídico, parte inherente al ser humano desde que nace hasta el día que muere como ya indicamos anteriormente, no puede ser “manoseado” por quienes hacen justicia en los distintos órganos de la fun-ción judicial en particular en materia penal, con manifestaciones inqui-sitivas superadas en el contexto del nuevo sistema penal oral acusatorio.

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Dr. Marco V. Carrillo V.Por ello, cuando en la situación jurídica de inocencia que se encuen-

tra reconocida por la Ley Madre así como en la ley secundaria, impone al actor, demandante, querellante o similar, la carga de la prueba en el pro-pósito de destruir en hechos concretos, esa situación de inocencia que le ampara al sujeto pasivo y que se encuentra garantizada por la Constitu-ción, determina que el supuesto causante del hecho delictivo no deje de llevar los elementos de convicción o pruebas tendentes a establecer su inocencia, lo que obliga que tanto el representante de la Fiscalía como al propio operador de justicia, investigar en cumplimiento del principio de objetividad, la verdad de los hechos; significando en consecuencia que es al Estado a través de sus funcionarios y los órganos autorizados, a demos-trar la responsabilidad penal, investigar las circunstancias eximentes o atenuantes de responsabilidad que el imputado pueda invocar en su de-fensa y a su favor.

La situación de inocencia desde el punto de vista jurídico, no des-aparece en ningún momento mientras se halla desarrollando la inves-tigación fiscal o cuando el proceso se halla en la misma sustanciación, incluso cuando se haya recibido una sentencia condenatoria si el sujeto pasivo o justiciable, ha impugnado por interposición de algún recurso, se mantiene la situación de inocencia.

En el Art. 76 numeral 2, del texto constitucional vigente, dice: “Se presumirá la inocencia de toda persona, y será tratada como tal, mien-tras no se declare su responsabilidad mediante resolución firme o sen-tencia ejecutoriada”.

El Legislador o el constitucionalista, no pierde su sapiencia al man-tener en los textos constitucionales y legales ese derecho de protección para los ciudadanos, a través del principio de inocencia, ya que ni la sentencia condenatoria que ha sido impugnada, proporciona de manera alguna la presunción de culpabilidad, justamente por la observancia del principio constitucional y legal estudiado, aunque se halle en el estado de prisión preventiva, ya que sigue bajo la situación jurídica de inocencia.

La inocencia una condición intrínseca de la humanidad, tanto más que la normativa internacional concretamente en la Convención Ameri-

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cana, en el Art. 8.2 al hablar del estado de inocencia dice: “Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mien-tras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías míni-mas...”.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en el numeral 2 del Art. 14 dice:”Toda persona acusada de u delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a le ley”.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art. 14.2 dice: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presu-ma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se hayan asegurado las garantías necesarias para su defensa”.

Por manera que, el principio de inocencia corresponde a todos los individuos de la especie humana, siendo irrebatible su trascendencia, debe ser observado por los operadores de justicia, sin que se despoje de un bien connatural a la existencia misma del ser humano, el derecho de ser reputado como inocente.

Principio de la Motivación

En la Constitución del año 1998, para asegurar el debido proceso, debía observarse entre otras reglas, la señalada en el Art. 24.13: “Las re-soluciones de los poderes públicos que afecten a las personas, deberán ser motivadas. No habrá tal motivación sin en la resolución no se enunciaren normas o principios jurídicos en que se haya fundado, y si no se explicare la pertinencia de su aplicación a los antecedentes de hecho”, de manera que esa motivación que es un requisito en todas las resoluciones como se deja anotado, significa desarrollar, exponer el pensamiento de quien motiva a través de razones y argumentaciones que con ello justifica esa adoptada postura; es la explicación que se tiene para hacer una cosa, ya que a falta de ella generaría ignorar y excluir a la otra parte de una acción o a los su-

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Dr. Marco V. Carrillo V.jetos procesales que no conozcan las razones o fundamentaciones de lo que allí se indica.

La motivación se contrae en definitiva a explicar las razones de esa resolución o explicar el porqué del hecho y el nexo con el derecho, lo que constituye en una formalidad de carácter sustancial, ya que su inexistencia generaría responsabilidades a quienes emitieron esa resolución inmotiva-da; es decir que debe darse a conocer el motivo de la misma, ya que todo en la vida tiene su razón de ser, lo que justifica que lo señalado no es arbi-trario, que es lógico y legal; que se ha tomado en cuenta datos relevantes sobre los hechos materia de esa resolución.

En el texto aprobado y publicado en el R.O. No.499 de 20 de Octu-bre del 2009, en su Art. 76, numeral 7, literal L) dice: “Las resoluciones de los poderes públicos deberán ser motivadas. No habrá motivación si en la resolución no se enuncian las normas o principios jurídicos en que se fun-dan y no se explica la pertinencia de su aplicación a los antecedentes de hecho. Los actos administrativos, resoluciones o fallos que no se encuentren debidamente motivados se considerarán nulos. Las servidoras o servidores responsables serán sancionados”.

La motivación como principio consta en textos legales y que debe ser observado por los poderes públicos.

Principio de Inviolabilidad del Derecho a la Defensa

La defensa, en sentido amplio, se entiende a toda actividad de las partes procesales que se hallan encaminadas a hacer valer sus derechos en cualquier tipo de causa. El derecho a la defensa nace como una de las instituciones de mucha trascendencia, para convertirse en uno de los ele-mentos eficaces e indispensables para la administración de justicia, indis-cutible principio del debido proceso.

El derecho a la defensa se constituye en un verdadero escudo de libertad y de protección de la inocencia; en la Constitución del año 1998 en el Art. 24.10 señalaba: “Nadie podrá ser privado del derecho de defensa

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en ningún caso o grado del respectivo procedimiento. El Estado establecerá defensores públicos para el patrocinio de las comunidades indígenas, de los trabajadores, de las mujeres y de los menores de edad abandonados o vícti-mas de violencia intrafamiliar o sexual, y de toda persona que no disponga de los medios económicos”, derecho de defensa que puede ser ejercido en cualquier momento del desarrollo procesal, ya que el hecho fundamental es la de contradecir las pretensiones que presenta la otra parte en una ac-ción legal, los mismos que no pueden ser negados, limitados o vulnerados sino en tanto y en cuanto la ley pueda limitar, por lo que el Estado está en la obligación de respetar ese derecho, tal es así que en el Art. 24. 17 de la Constitución de 1998, decía: “Toda persona tendrá derecho a acceder a los órganos judiciales y a obtener de ellos la tutela efectiva, imparcial y expedita de sus derechos e intereses, sin que en caso alguno quede en indefensión”.

En el texto constitucional de 1998 avalaba este inalienable derecho, normas contempladas en el Art. 24 numerales 4, 5, 10, 15, 17 principal-mente.

En el Código de Procedimiento Penal en el Art. 11 dice: “Inviolabili-dad de la defensa.- La defensa del procesado es inviolable.

“El procesado tiene derecho a intervenir en todos los actos del pro-ceso que incorporen elementos de prueba y a formular todas las peticio-nes y observaciones que considere oportunas. Si el procesado está priva-do de la libertad, el encargado de su custodia debe trasmitir acto seguido al juez de garantías penales, al tribunal de garantías penales de la causa o a la Fiscalía, las peticiones u observaciones que formule”.

Esta garantía mínima como señalan los Tratados y Convenios Inter-nacionales debe ser respetado y siendo parte del debido proceso, exige la presencia del juez natural, de actos previos a más de los que se encuentran consignados en los Códigos Procesales y más leyes; este derecho permite que el sujeto procesal o parte de la acción judicial, a intervenir en todas las diligencias que se practiquen que permite controlar los actos que se llevan a efecto, de la misma manera el derecho de defensa exige la práctica

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Dr. Marco V. Carrillo V.de otros que puedan respaldar su situación jurídica, a la oposición de in-troducción de elementos o actos procesales que se pueda considerar que son ilegales.

Existen varios instrumentos internacionales que garantizan y admi-ten el derecho a la defensa, tenemos así el Pacto de San José:

Art. 7.- Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y sin demora, del cargo o cargos formulados en su contra”.

Art. 8.2 dice: “a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete...” en el literal b)” comunicación previa y deta-llada al inculpado de la acusación formulada”; c) “Concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa”; d) “derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor”; e)“Derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el estado, remunerado o no según la legislación inter-na, si el denunciado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro de un plazo establecido por la ley”; f)”derecho de la defensa a inte-rrogar a los testigos presentes en el tribunal y a obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos”.

Similar afinidad de normas contiene el Pacto Internacional de De-rechos Civiles y Políticos que se encuentran consignados en el Art. 14 nu-meral 3, en los literales a), b), e), f); la Convención Americana incluye el derecho a la defensa como garantía para las partes procesales señaladas en el Art. 13 numeral 3, literales a), b), d), e), f).

No cabe duda, que los preceptos que se han situado en el análisis de este principio, admiten y aseguran el ejercicio de la defensa tanto personal como técnica, cuya vigencia es obligatoria en todos los órdenes para que se afiance el debido proceso.

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Siendo inviolable el derecho de defensa que tiene todo ciudadano, hace que el juez natural respete los derechos por ejemplo en materia pe-nal, del imputado hoy procesado; y, de esa manera se está haciendo efecti-va las garantías constitucionales que le están reconocidas.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 76, numeral 7 “El dere-cho de las personas a la defensa...” y en el Art. 191 ibídem de la Defensoría Pública, está señalando que es un órgano autónomo de la Función Judicial cuyo fin es garantizar el pleno e igual acceso a la justicia, de las personas que, por su estado de indefensión o condición económica, social o cultu-ral, no puedan contratar los servicios de defensa legal para la protección de sus derechos; cumpliendo de esta manera con su obligación el Estado, ya que siendo parte signataria de Tratados y Convenios Internacionales, no se puede dejar de observar y más aún de proteger esas mínimas garan-tías que tenemos los ciudadanos.

Principio Dispositivo

El Art. 194 de la Constitución del año 1998, prescribía que en “La substanciación de los procesos, que incluyen la presentación y contradic-ción de las pruebas, se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios: dispositivo, de concentración e inmediación.”; enten-diéndose que implica al juzgador u operador de justicia no podía ni pue-de de oficio disponer a su criterio, la práctica de diligencias, ya que debe practicarse a petición de parte, ya que al disponer el juez el cumplimiento de una prueba o diligencia está favoreciendo con esa actitud a una de las partes y perjudicando en consecuencia a la otra.

De manera que al existir una relación jurídica, que es objeto del pro-ceso, lógico es suponer que su titular pueda disponer de ella, si esa rela-ción es de derecho privado; es decir el proceso es dispositivo porque las relaciones sustanciales las partes tienen libre disponibilidad. Significando entonces que dispositivo significa disponer, ordenar, mandar.

En materia penal y en particular en el sistema inquisitivo, la iniciati-va correspondía al órgano judicial, en la que disponía en todo momento el poder de proceder de oficio, aunque no sea requerido por los particulares

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Dr. Marco V. Carrillo V.que son los interesados. En las infracciones de ejercicio privado de la ac-ción, se encuentra consignada este principio más concretamente, ya que corresponde únicamente al ofendido ejercer únicamente mediante que-rella, ya que la iniciativa queda librada a la manifestación de voluntad del ofendido o de las personas que ejerzan sus acciones.

En la Constitución vigente, en el Capítulo IV Sección Primera, Art. 168 al hablar de la administración de justicia y en el ejercicio de sus atri-buciones dice que se aplicará varios principios como el que estamos ana-lizando y en el numeral 6 dice:”La sustanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradic-ción y dispositivo.”

El Art. 19 del Código Orgánico de la Función Judicial establece que todo proceso judicial se promueve por iniciativa de parte legítima; por manera que los operadores de justicia han de resolver con lo fijado por las partes como objeto del proceso y consecuentemente en mérito de las pruebas pedidas, ordenadas y actuadas.

Existen resoluciones del Tribunal Constitucional, hoy Corte Cons-titucional, que hablan de este principio y dice: “De modo general en la doctrina se expresa que este principio se opone por definición al principio inquisitivo, ya que se puede concebir al juez investido de todas las facultades para investigar y aplicar la ley, en cuyo caso estamos frente al principio in-quisitivo, o por el contrario se lo puede concebir al Juez sujeto a la iniciativa de las partes, de tal modo que pasa sobre las partes la carga de proporcionar los fundamentos de la sentencia mediante sus actos de postulación (peti-ciones, alegaciones, aportación de las pruebas)... El principio dispositivo en su versión privatística implica pues, no solo la entrega de la iniciativa y la disposición de la acción a las partes sino también la atribución a las mismas el impulso procesal. Concibe al Juez y al proceso como órgano e institución inermes, que solo adquieren movimiento ante la solicitud permanente de las partes interesadas. Como se señaló nuestra Constitución en el Art. 194 se refiere expresamente a este principio para todos los sistemas procesales.” R. 088-2001-T.P. (R.O. 351, 20 de junio del 2001).

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Principio de la Oralidad

La Oralidad en materia penal, significó un importante avance en re-lación al tedioso proceso escrito ya que posibilita a la contraparte contra-decir con argumentos en presencia del operador de justicia posibilitando que se forme su convicción, percibiendo tales argumentos.

Se ha cuestionado la eficacia del sistema escrito, en virtud de la de-legación de funciones que los caracterizaba ya que las decisiones más im-portantes, eran resueltas por empleados o funcionarios auxiliares del juez personal o pluripersonal. En el sistema escrito predominaba la verdad for-mal, debilitándose de manera inevitable las garantías del procesado y el control ciudadano, sobre la actividad jurisdiccional.

La oralidad en materia penal particularmente ha fortalecido sin lugar a dudas, el efecto de prevención de la sanción penal; ya que no se trata de una previsión abstracta de la sanción en un tipo penal determi-nado la que provoca a lo mejor la intimidación, sino por el contrario es la aplicación de manera concreta de las normas en esta clase de juicios; de tal forma en una sociedad como la nuestra en la que la generalidad de la ciudadanía es desconocedora de los contenidos de disposiciones legales, vale decir, sólo ese debate oral y público permite insertar la justicia en el medio social, de esa manera difunde los valores en las que se funda una verdadera convivencia.

Para la existencia de la oralidad en materia penal principalmente se requiere la publicidad, la contradictoriedad o contradicción y la conti-nuidad de la audiencia; a ello se suma la presencia del representante de la Fiscalía, que exista la acusación de dicho funcionario, el contacto del ope-rador de justicia con los sujetos procesales, la participación de las partes introduciendo los medios de prueba que fundamentarán la sentencia, la sentencia después del debate y la valoración de la prueba.

De manera que el juicio oral y público ha de requerir de manera inevitable, el sistema de valoración probatoria mediante la sana crítica ra-cional, esto es la evaluación conforme el sentido común, la experiencia, la

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Dr. Marco V. Carrillo V.lógica y las reglas de la técnica que corresponden al caso materia de esa resolución.

La Constitución de la República vigente en el Art. 86.2.a), señala:

“Las garantías jurisdiccionales se regirán, en general, por las si-guientes disposiciones:

El procedimiento será sencillo, rápido y eficaz. Será oral en todas sus fases e instancias.”

El Art. 168 constitucional indica: “La administración de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, apli-cará los siguientes principios:

6.- La sustanciación de los procesos en todas las materias, instan-cias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo.”

El Código de Procedimiento Penal en el Art. 258 establece que el jui-cio es oral; bajo esa forma deben declarar las partes, testigos y los peritos. Las exposiciones y alegatos de los abogados, serán igualmente orales y de la misma manera que las resoluciones interlocutorias deben pronunciarse verbalmente, sin embargo habrá de dejar constancia de ellas en el acta del juicio; este principio habrá de observar sin lugar a dudas ya que incluso se encuentra contemplado en el Art. 18 del Código Orgánico de la Función Judicial.

Se ha dicho por parte muchos autores que la oralidad no debe ni puede confundirse con oratoria; en el caso que nos ocupa, el principio de oralidad en razón de los juicios orales, se presenta como un verdadero mecanismo, apto y eficiente para poder descubrir la verdad que ayudará al operador de justicia se forma un recto, pleno y maduro convencimiento; de la misma manera ayudará para que no invada la arbitrariedad judicial y con ello dar oportunidad a los sujetos procesales o a las partes para que puedan defender sus intereses y permitir con la oralidad que la sociedad

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Principios Constitucionales y Legales

que permite el control público de los actos de la Función Judicial.

La importancia y bondad de la oralidad se ha de advertir de manera especial en cuanto tiene que ver a las manifestaciones del procesado y respecto de las pruebas que en la etapa de juicio principalmente se han de evacuar. En la Obra “Tratado de Derecho Procesal Penal” su autor Manzini Vicenzo, respecto a la oralidad comenta: “El juez está obligado a fundar su decisión sobre el material de hecho expuesto oralmente en el proceso de manera que no puedes servirse de ningún elemento percibido únicamente mediante examen escrito. El principio de oralidad solo exige que el acto surja y se cumpla oralmente ante la autoridad judicial que por primera vez deba valerse de él a los fines del procedimiento, así que el mismo acto (ejemplo: deposición testifical) se puede considerar como oral o como es-crito, según que de él haga uso el juez que lo recibió oralmente, o el juez que se tomó conocimiento de él por el acta”.

De allí la importancia del sistema oral, como la mejor respuesta a los altos fines del debido proceso penal particularmente donde establecerá la certeza y la determinación de la responsabilidad o como también estable-cer la confirmación de la inocencia del procesado.

Principio de Oportunidad

Este principio se dice que tiene una vigencia que data de hace mu-cho tiempo, bajo el razonamiento que cuando la persecución del hecho punible le corresponde a la persona ofendida, no hay fundamento para contrastarlo con el principio de legalidad; el Estado en su calidad de per-secutor y sancionador, la sociedad incluso planteó para el legislador hoy asambleísta el problema di si todos los hechos punibles sin excepción de-ben perseguirse o a lo mejor dependía de cada caso del arbitrio del acusa-dor particular o estatal.

La oportunidad es una excepción a la legalidad, y es la posibilidad de que los órganos públicos, a quienes se les está encomendada la perse-cución penal, prescindan de ella, en presencia de la noticia de un hecho punible o, inclusive frente a la prueba más o menos completa de su perpe-

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Dr. Marco V. Carrillo V.tración formal o informalmente, temporal o definitivamente, condiciona-da o incondicionadamente, por motivos de utilidad social o razones de po-lítica criminal. De allí que, la discrecionalidad de los Fiscales para iniciar o no una investigación y la persecución penal no puede ser arbitraria sino orientada por razones que vayan a beneficiar a la colectividad en general o a la víctima en particular, pero también pueden ser elementos que están orientados por directrices de la política penal, que puede darse en virtud de la clase de delito que no revela mayor gravedad.

Este principio tiene objeticos a saber: trata de favorecer la situación del procesado o acusado; procura satisfacer los intereses de la víctima: crea la posibilidad de aplicar medidas sancionadoras alternativas a la pri-vación de la libertad; y, pretende recudir la carga de trabajo a la justicia penal, mediante diversas formas como de organización, celeridad, inme-diatez, etc.

La Ley Orgánica de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, en el Art. 173 dice:

“En aquellos delitos donde por las circunstancias, el infractor su-friere daño físico grave que le imposibilite llevar una vida normal o las únicas víctimas fuesen su cónyuge o pareja en unión libre y familiares comprendidos hasta el segundo grado de consanguinidad, a petición del Fiscal y luego de constatar que en el caso concreto la aplicación de la pena no responde a un intereses social, el juez puede conceder el principio de oportunidad y archivar el caso previa audiencia.” (las negrillas son mías).

Considero de mucha importancia desarrollar este principio de OPORTUNIDAD; el analizar a profundidad los profesionales del derecho, abogados en el libre ejercicio y operadores de justicia respectivo a esta temática a fin de que el legislador amplíe el hecho de la descriminaliza-ción que permita despenalizar conductas dichas “delictivas”, justamente estableciendo en la práctica claras diferencias entre el sistema inquisitivo y acusatorio, es justamente la clara aplicación de este principio.

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Principios Constitucionales y LegalesNO SE PUEDE JUZGAR A UNA PERSONA DOS

VECES POR EL MISMO HECHO.NON BIS IN IDEM

Toda persona que haya sido sujeto pasivo de una acción judicial, sin que haya sido objeto de una sentencia o culminado con sentencia definiti-va, considero particularmente que, no puede ser perseguida nuevamente, de forma alguna, no puede duplicarse el procesamiento o juzgamiento ya que incluso entraría en acción, la excepción de litis pendencia.

Es necesario establecer que no se puede confundir por ser de natu-raleza distinta, con la cosa juzgada, que opera sólo cuando hay una sen-tencia definitiva o en firme, en tanto que accionar dos o más por un mismo hecho a una misma persona, existe la imposibilidad de trámite. Por ello el principio procesal universal o brocado “non bis in ídem”, que significa la imposibilidad de volver dos veces sobre lo mismo, en la Constitución del año 1998 se consignaba en el Art. 24 numeral 16 decía “nadie podrá ser juzgada más de una vez por la misma causa”, significando que una persona no puede ser juzgada ni sentenciada dos veces por los mismos hechos.

En definitiva, la cosa juzgada tiene su significado cuando el delito ha sido de manera debida analizado y juzgado dentro de un proceso y concluido de manera definitiva de conformidad con las reglas del debido proceso.

Para una mejor comprensión, la cosa juzgada, Eduardo Couture, en

su Obra Fundamentos de Derecho Procesal Penal Civil, Tercera Edición, pág. 401 expresa: “Tratando, pues, de definir el concepto jurídico de cosa juzgada, luego de tantas advertencias preliminares, podemos decir que es la autoridad y eficacia de una sentencia judicial, cuando no existen contra ella medios de impugnación que permitan modificarlo”.

Por manera que la cosa juzgada procede para las sentencias así como para providencias interlocutorias que ponen fin a un proceso, en la que se manifiesta la voluntad de la ley; por ello se dice que está prohibida que una persona que haya sido sobreseída definitivamente, pueda ser ac-cionada nuevamente por un mismo hecho.

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Dr. Marco V. Carrillo V.El Código de Procedimiento Penal en el Art. 5 habla del Único Proce-

so y dice: ”Ninguna persona será procesada ni penada, más de una vez por un mismo hecho”, lo que en la práctica prohíbe que existan procesos pena-les paralelos o a lo mejor posteriores que se den inicio por un mismo he-cho contra la misma persona, ya que ello constituye una amenaza contra el sujeto o persona que se pretenda someter a un juzgamiento, entrañando injusticias y dando paso a cuestionables revanchismos y animadversiones entre las personas; en definitiva lo que prohíbe con este principio de ga-rantía constitucional y legal, de seguridad jurídica, es que ningún ciuda-dano sea perseguido procesalmente de manera indefinida más de una vez por un mismo hecho.

Dentro de la normatividad internacional contempladas en Tratados y Convenios, respecto al principio que es materia de este análisis estable-ce en el Art. 8.4 de la Convención Americana: “El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos”.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dice en su Art. 14.7 “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país”.

En el texto constitucional en actual vigencia señala en el Art. 76, nu-meral 7, literal i): “Nadie podrá ser juzgado más de una vez por la misma causa y materia. Los casos resueltos por la jurisdicción indígena deberán ser considerados para este efecto”.

Existen en la Constitución de la República muchos principios que debemos tomar atención en la práctica profesional que, como es lógico, con ellos podamos establecer el cumplimiento y observancia de los mis-mos, tanto por profesionales del derecho como de los operadores de jus-ticia, básicamente los principios constantes en los Tratados y Convenios Internacionales.

El Principio de Supremacía Constitucional contempladas en el

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Principios Constitucionales y Legales

Art. 424 constituye en el centro o rectoría en su aplicación de los demás principios que se anota en las siguientes líneas:

Art. 424 Constitucional: “SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN: La Constitución es la norma suprema y prevalece sobre cualquier otra del ordenamiento jurídico. Las normas y los actos del poder público debe-rán mantener conformidad con las disposiciones constitucionales; en caso contrario carecerán de eficacia jurídica.

La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por el Estado que reconozcan derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, prevalecerán sobre cualquier otra norma jurídica o acto del poder público”.

Es esta disposición constitucional que es la rectora de los demás principios, sin lugar a dudas debe permanecer siempre en las mentes de los operadores de justicia a fin de que la observancia a la Constitución no se constituya sólo un enunciado sino la letra viva que existe en un Estado democrático de derecho.

El de Oficiosidad, señalado en el Art. 11 numeral Tres, de la Consti-tución de la República, que dice:

“Los derechos y garantías establecidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos serán de directa e in-mediata aplicación por y ante servidora o servidor público, administrativo o judicial, de oficio o a petición de parte.(las negrillas son mías).

De Oficiosidad por el cual este principio, el Juez o Tribunal siempre ejerce la función de GARANTE sin que exista la necesidad que sea pedida por alguien, cumpliendo de esta manera una obligación de carácter cons-titucional, sin perjuicio de petición de parte.

El de Objetividad señalado en el Art. 11 inciso Segundo del numeral 8, constitucional dice:

“Será inconstitucional cualquier acción u omisión de carácter regre-

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Dr. Marco V. Carrillo V.sivo que disminuya, menoscabe o anule injustificadamente el ejercicio de los derechos.”

Este principio indica que será inconstitucional los actos procesa-les que violen derechos a garantías que se encuentran reconocidos en la Constitución y en los Tratados y Convenios Internacionales, o que sean omitidos en los actos procesales la correcta aplicación de esos derechos como garantías; por manera que, el Juez o Tribunal ha de proceder a ve-rificar de manera objetiva si se han observado esos derechos o garantías en los actos procesales, dejando aún lado toda consideración subjetiva de las causas de la violación y en el caso de establecer de manera objetiva que en el proceso se han violado esos derechos como garantías por acción u omisión, deberá rechazarlos de manera conjunta con los resultados que aflores.

De Aplicación Inmediata y Directa constante en el Art. 11 numeral 3 del texto constitucional que señala:

“Los derechos serán plenamente justiciables. No podrá alegarse fal-ta de norma jurídica para justificar su violación o desconocimiento, para desechar la acción por esos hechos ni para negar su reconocimiento.”

Con este principio, el juez personal o pluripersonal por sí y ante sí imperativamente deben aplicar los derechos y garantías que se en-cuentran garantizados en la Constitución como en los Tratados y Conve-nios Internacionales de que el Ecuador es país parte, sin que sea necesaria alguna tramitación o que sea consultado a órgano alguno del poder públi-co, o que pueda diferirse, postergarse esa aplicación para otro memento del proceso o que otra autoridad pueda resolver sobre la aplicación, tanto más que así lo establece el Art. 426, inciso segundo constitucional.

El Art. 11.3 constitucional dice:”Los derechos y garantías estableci-das en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos serán de directa e inmediata aplicación por y ante cualquier servidor o servidora pública, administrativo o judicial, de oficio o a peti-ción de parte”. (Las negrillas son mías)

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Principios Constitucionales y Legales

El de la Incondicionalidad que se encuentra establecido en el Art. 11, numeral 3, inciso segundo constitucional; no puede el juez personal o pluripersonal exigir condiciones o requisitos que no se hallen estableci-dos en el texto constitucional o en la ley que están reconociendo los dere-chos y garantías.

El Art. 11.3, inciso segundo constitucional: “Para el ejercicio de los derechos y las garantías constitucionales no se exigirán condiciones o requisitos que no estén establecidos en la Constitución o en la ley.”(Las negrillas son mías)

El de la Plena Justiciabilidad de los derechos y garantías; la Cons-titución de la República en el Art. 426, inciso tercero dice:”Los derechos consagrados en la Constitución y los instrumentos internacionales de de-rechos humanos serán de inmediato cumplimiento y aplicación. No podrá alegarse falta de ley o desconocimiento de las normas para justificar la vulneración de los derechos y garantías establecidas en la Constitución, para desechar la acción interpuesta en su defensa, ni para negar el reco-nocimiento de tales derechos”.

Es decir, que en aplicación de este principio el juez personal o plu-ripersonal no puede omitir la aplicación de las normas constantes en la Constitución o Tratados y Convenios Internacionales que establezcan de-rechos como garantías por falta de ley que pueda regular su aplicación, siendo en consecuencia de aplicación de manera inmediata sin necesidad de requisitos para su aplicación, solo a excepción de los que se encuentren señalado en la norma que los reconoce, y a esta misma se encuentren re-glamentadas y reguladas.

El Art. 11 numeral 5, constitucional señala:”En materia de derechos y garantías constitucionales, las servidoras y servidores públicos, admi-nistrativos o judiciales, deberán aplicar la norma y la interpretación que más favorezcan su efectiva vigencia.” (Negrillas son mías).

En consecuencia deviene el Principio de Operatividad, por lo que los jueces garantes sean personal o pluripersonales, deberán interpretar

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Dr. Marco V. Carrillo V.la norma jurídica que contenga derechos o garantías para que sea aplicada en la forma que favorezca a su vigencia efectiva, esto es, para que tanto las garantías como los derechos sean otorgados la tutela jurídica efectiva y expedita, de manera imparcial, conforme lo exige el Art. 75 constitucional, que habla de los Derechos de Protección.

Si la Constitución de la República establece que los derechos y ló-gicamente los principios son inalienables, irrenunciables, indivisibles, in-terdependientes y de igual jerarquía, nos está vedado a los abogados, a los operadores de justicia, funcionarios públicos en general, a querer “re-parar” algún derecho pretendido, inobservando los principios indicados.

La investigación, el trabajo individual o colectivo de los profesiona-les del derecho, operadores de justicia, funcionarios públicos y en fin de quienes estamos ligados con la administración de justicia de una u otra manera, tenemos un verdadero reto, y es la de desarrollar, investigar y profundizar que los derechos y garantías que constan en los textos cons-titucional y legales, los principios generales y fundamentales, se constitu-yan en la brújula para una verdadera convivencia social justa, que reflejará en una verdadera democracia.

Si hemos cometido equivocaciones y errado en el comportamien-to profesional, corrijamos esos errores y comportamientos; no perda-mos el amor a la abogacía, que ese amor es a la verdadera justicia.

“Si usted es capaz de sentir indignación ante la injusticia cometi-da contra cualquier ser humano, somos compañeros”

Ernesto “Che” Guevara

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Principios Constitucionales y LegalesL O S M A N D A M I E N T O S D E L

A B O G A D O

Primer mandamiento: ESTUDIA

El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.

Segundo mandamiento: PIENSA

El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

Tercer mandamiento: TRABAJA

La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.

Cuarto mandamiento: LUCHA

Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.

Quinto mandamiento: SÉ LEAL

Leal para tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es in-digno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invoques.

Sexto mandamiento: TOLERA

Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.

Séptimo mandamiento: TEN PACIENCIA

El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

Octavo mandamiento: TEN FE

Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz como sustitutiva bonda-dosa de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz.

Eduardo J. Couture

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Dr. Marco V. Carrillo V.BIBLIOGRAFIA:

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Metodología del Derecho. Unión Tipográfica Editorial Hispano-America-na. Buenos Aires.

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Obra “Tratado de Derecho Procesal Penal” Manzini Vicenzo

Código Orgánico de la Función Judicial Edición 2009.Editoail Jurídica del Ecuador.

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Diccionario Jurídico de Guillermo Cabanellas.

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Principios Constitucionales y Legales

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Dr. Marco V. Carrillo V.

Este libro se terminó de imprimir el 1 Julio de 2010, bajo el sello editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” Núcleo de Chimborazo, en la presidencia del escritor Gabriel Cisneros Abedrabbo, con un tiraje de 1000 ejemplares.