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DESARTICULAR LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Educar sin barreras patriarcales31 JULIO, 2013
ANDAR en diversidad
Dos funcionarias públicas y un colectivo de varones antipatriarcales explican qué se
puede hacer para no criar futuros machistas
(AC-FACSO) “Yo no soy Johana y quiero que me digan Johnny”. En una secundaria de la
Provincia de Buenos Aires la determinación de un estudiante movilizó las estructuras
educativas tradicionales. Conmovidas, las docentes empezaron a preguntarse: “¿Cómo
lo registramos en el libro de asistencia?, ¿Cómo se vestirá?, ¿A que baño irá?”. Las
concepciones machistas impregnan el lenguaje, las prácticas y todas las relaciones
sociales que inciden en la construcción identitaria de las personas. Una educación con
perspectiva de género permite contribuir con la conformación de una sociedad menos
patriarcal.
“Un chico o una chica en un registro de asistencia puede adoptar el nombre que
quiera, porque es un reconocimiento interno de la escuela. Y cuando uno plantea ésto,
la institución se alivia y dice ‘¡Ah bueno, se puede!’”, explica la Subdirectora de la
Dirección de Psicología Comunitaria Pedagogía Social, Claudia Lajud, refiriéndose a la
situación planteada por Johnny. “Las docentes y la planta directiva aceptaron llamarlo
así pero no toleraban la idea de que se vistiera como varón”, recuerda.
FOTO: La Antropóloga Social y docente Claudia
Lajud./AC-FACSO
Así comenzó uno de los muchos acompañamientos educativos enfocados en que se
reconozca e incluya a las personas con identidades de género diversas. “Con la
vivencia de Johnny, la escuela hablaba desde un sujeto de poder, donde se puede o no
aceptar al otro; y no se trata de aceptar o tolerar sino de reconocer a un sujeto con
condiciones de igualdad”, plantea la antropóloga y docente Claudia Lajud. La
subdirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social lleva adelante procesos en
las escuelas con datos obtenidos de la Mesa de Violencia de Género. Esa articulación,
según Lajud, marca la diferencia porque “hay docentes travestis y chicos o chicas que
han asumido otra identidad de género en las escuelas”.
“La cuestión de género se da en el marco de las relaciones sociales y la escuela tiene
preponderancia en la formación de los sujetos, porque los chicos ingresan en un
momento de construcción subjetiva, por lo tanto todo lo que sucede deja sus marcas.
En gran parte de su historia la escuela ha perpetuado relaciones de género del orden
patriarcal”, explica Lajud. La antropóloga y docente destaca que desde el Ministerio de
Educación se está poniendo la atención en tener una educación inclusiva, “sacando
estereotipos y roles patriarcales de los textos escolares y de la formación inicial y
continua de los y las docentes porque estuvieron atravesadas por relaciones históricas
patriarcales que los y las configuraron como sujetos”.
La cultura que da predominancia al rol masculino y al varón atraviesa todos los
ámbitos sociales. “Al patriarcado lo tenemos internalizado hasta los huesos”, resume
Cristian Prieto, uno de los integrantes del colectivo de Varones Antipatriarcales. “En la
forma en que preformatea nuestras maneras de relacionarnos con las mujeres, con
otros varones y con personas con identidades de géneros diversas”, explica Prieto. El
eslogan que proclama el espacio que él integra es “¡Ni Machos, Ni Fachos!”. La idea
surgió de la necesidad de algunos de sus compañeros por tener un grupo de discusión
entre varones sobre las cuestiones de género.
Se aprende a ser varón identificándose e interactuando con otros y otras
El Colectivo de Varones de origen Platense sostiene que se aprende a ser varón
identificándose e interactuando con otros y otras. Ellos apuestan a la pedagogía
popular emancipatoria, al trabajo cultural y creativo, como formas de resistencia y
transformación. También promueven relaciones de cooperación, solidaridad, afecto y
confianza, como modo de construir nuevas formas de ser masculino. La agrupación se
expandió a otros puntos del país como Mendoza, Neuquén, San Luís, Rosario, Buenos
Aires, Haedo y Capital Federal.
En Olavarría funciona, desde hace cuatro meses, un espacio terapéutico nuevo que
pretende trabajar la violencia de género con los agresores. Funciona en el SUM del
área pediátrica del Hospital Municipal y está coordinador por la psicóloga Ana Lausher,
directora de Salud Mental Municipal. Ella intenta abordar el tema teniendo en contra
“toda una impronta cultural y de crianza donde los varones no lloran, si se quejan son
maricones y con la idea de que los hombres arreglan todo a las piñas. Son educados
para no manifestar los sentimientos y con menos posibilidades de poner en palabras lo
que les pasa, mayor posibilidad de descargar todo en un impulso, por sentir angustia,
bronca, desesperación y no poder ponerlo en palabras”.
La violencia de género es una problemática que está atravesada por lo cultural, pero
también hay que resaltar los factores individuales
Lausher explica cómo puede influir la educación familiar y cultural cuando no se tiene
en cuenta el respeto propio y por el otro. “Todo esto se sigue escuchando y a veces de
la boca de las mujeres, porque el machismo no solo lo ejercen los varones. La violencia
de género es una problemática que está atravesada por lo cultural, pero también hay
que resaltar los factores individuales”. Al espacio que ella coordina llegan hombres
denunciados y otros por voluntad propia que buscan ayuda para canalizar de una
forma no violenta lo que sienten. “Automáticamente donde empiezan a hablar de lo
que les pasa bajan el nivel de ansiedad, bajan el nivel de impulsividad y pueden poner
en palabras lo que podría haber sido una acción violenta”, explica la psicóloga.
Existen hoy leyes como la de femicidio, la de identidad de género, la de matrimonio
igualitario y hay avances en la protección contra la violencia familiar, contra la trata de
personas y la contra explotación sexual, que representan pasos importantes en favor
de una sociedad menos patriarcal. Esto no siempre fue así. “En los ’90 yo trabajaba en
Inicial, cuando un niño jugaba en el ‘rincón de la casita’ era visto como un problema y
empezábamos a entrevistar a los padres y si era posible lo mandábamos a una
consulta psicológica. Hoy esto está superado porque se ha empezado a romper con
ciertos estereotipos culturales que agregaron valor a qué es ser hombre y mujer”,
recuerda Lajud.
La educación familiar y la cultura influyen sobre la construcción de la subjetividad de
los niños y niñas, de ahí la necesidad de que exista una legislación que ampare lo
derechos humanos de las niñas y mujeres, pero también que desde el ámbito
educativo (el familiar, el formal y el no formal) se continúe acompañando el proceso de
desnaturalizar la violencia de género camuflada en prácticas cotidianas.
Recomendaciones para una comunicación con perspectiva de género