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1 EL ESPAÑOL DE LA CALLE (MODAS, MITOS, RITOS y NOVEDADES) Rafael del Moral UNIVERSIDAD DE RELACIONES INTERNACIONALES MOSCÚ 1 DE NOVIEMBRE DE 2007 CUARTA CONFERENCIA DEL CICLO

El español de la calle, modas, mitos, ritos y novedades

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Curso impartido en la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú en el añó 2007

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UNIVERSIDAD DE RELACIONES INTERNACIONALES

MOSCÚ

1 DE NOVIEMBRE DE 2007

CUARTA CONFERENCIA DEL CICLO

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Resumen Los cambios en las lenguas se inician en boca de los jóve-nes. Esta conferencia navega por las razones de los cam-bios, por la tipología de hablantes, especialmente los habi-tantes de las ciudades, que los llevan a cambio, y por los fenómenos más recientes, por las tendencias y por las po-sibilidades de modificación, ilustrando los principios con ejemplos que aclaren todo aquello que es difícil aprender fuera del entorno vivo de la lengua.

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1. Palabras en continua turbulencia

Seguro que ustedes conocen el objeto que guardo

en mi mano izquierda y que, maravilla de la técnica, con-tiene en su interior el repertorio más grande de informa-ción que jamás conoció lugar tan reducido. Trasladado a papel podría ocupar sorprendentes dimensiones en una estantería de libros. Se trata de un objeto que existe desde hace algunos años y que todavía no tiene nombre en español, o, dicho de otra manera, tiene tantos que está a la espera de que uno de ellos eclipse a los demás y se alce como definitivo. Mesa, silla, lámpara son tan ge-nerales que apenas tienen sinónimos y un objeto como este debería nombrarse de manera inequívoca. Pero es tan reciente que carece de palabra y para nombrarlo ne-cesitamos recurrir a la imaginación. La publicidad, de-seosa de mostrarse elegante y seductora lo llama dispo-sitivo de almacenamiento, y cuando prefiere someterse a la invasión anglófona puede nombrarlo como memory stick, o USB memory, memory key o pen drive. De mane-ra mimética muchos españoles lo nombran memoria stick, lápiz de memoria, llave de memoria o memoria USB. Pero el español castizo tiende a huir de la pedan-tería, de la cursilería y, si es posible, del anglicismo. Poco

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habituado a la articulación germánica, se refugia en el ingenio popular y le concede nombres tan originales co-mo metafóricos. Los hablantes, alarmados por la com-plejidad, recurren a la palabra comodín: pásame el ca-chirulo, que es como decir pásame esa cosa pero con mucha más gracia, o bien, según he oído decir, pásame el chiriflú, que es más onomatopéyico, e incluso lo he oído llamar pinganillo… Y por su parecido con otros obje-tos, y en particular por su modo de introducirlo, algunas personas lo llaman pinchito, porque así se lleva hacia el ordenador, y por la misma razón algo mucho más inge-nioso y mimético, aunque también escatológico, vulga-rote y relacionado con la administración de medicamen-tos: supositorio. ¿Qué podría entender cualquier extran-jero si al llegar a una oficina oye decir: préstame tu supo-sitorio que voy a sacar unos datos del ordenador?

El fenómeno contrasta con otras realidades abs-

tractas parcas en posibilidades y que el español debe ingeniárselas para su uso. ¿Sabe alguno de ustedes lo que es el pepeyú? Solo los que han vivido en la España profunda podrían saberlo. Ustedes saben, en esto no hay nada que añadir, que el fútbol mueve multitudes en los estadios, y también, fuera de ellos, en la televisión. Las cadenas privadas se han especializado en la retras-misión de partidos en directo, pero por un precio que

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nadie podía sospechar hace unos años. El procedimien-to para la compra solo tiene un nombre, un anglicismo, pay per view, el único que la propaganda empresarial le concede. Pagar para ver sería un desagradable disfe-mismo, y la forma inglesa, pay per view, mitiga la desor-bitada exigencia económica. Lo frecuente es que la re-transmisión se siga en los bares, tan cercanos a la vi-vienda de todos los españoles, tan frecuentes en cual-quier barrio y tan habituales en la vida social española, y para un grupo de personas. Los que van a verlo, hartos de la exigencia articulatoria lo llaman peperyu o ya, sen-cillamente pepeyú en imitación fonética. Si la palabra se mantiene, ¿quién recordará dentro de unos años su ori-gen? Que nadie se alarme tildando de incultos a los es-pañoles. Pasaría en cualquier lengua. Por recurrir al sen-tido inverso, una famosa plaza londinense lleva un ex-traño pero atractivo nombre: Elephan and trumpet, ele-fante y trompeta… ¿Qué tiene que ver, como diríamos en español de la calle, la gimnasia con la magnesia? Pues bien… El nombre de aquella plaza, concedido en la época de Enrique VIII de Inglaterra y las estrechas políticas ma-trimoniales, era el de Infanta Isabel, en castellano, pero en boca de los ingleses se convirtió en la original expre-sión enfant, infanta, Elephan, Isabel place, relajando la pronunciación a modo inglés, se convirtión en Trampet.

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Son los obligados tributos de nuestra lengua al inglés, que antes lo fueron del inglés a nuestra lengua.

Y el tercer ejemplo, la tercera vía para la creación

de palabras en español, no tiene contaminación extra-njera, sino que se somete a los cauces tradicionales de nuestro patrimonio morfemático. Se trata de un nuevo término exigido por los ritmos modernos que necesita también de preámbulo. La flor de la vida, el inicio de la belleza, más femenina que masculina, puede despertar-se a una edad tan temprana como los quince años. El surgimiento, la eclosión, el volcán de estética, había des-arrollado un término tan popular como cariñoso: quin-ceañeras. Quinceañeras, o chichas de quince años, son las bellas y jóvenes, aunque tengan algunos más… Y aunque la edad fuera superior, si acompaña la belleza se extiende el término. En el extremo de la estética, en el declive, la palabra cuarentona designa la decadencia. Pero eso ha dejado de ser así. Ahora la belleza, aunque tan miserable en eternidad como siempre, se ha hecho mucho más duradera. No es raro, sino frecuente, encon-trar cómo los cuarenta no son límite, sino continuidad. Para satisfacer y dar nombre a este fenómeno ha nacido la palabra cuarentañera, que tanto alegra, por igual, a hombres y mujeres…

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2. El español de la calle

Es el español de la calle, el de las charlas, el espa-

ñol-español. La lengua como instrumento de comunica-ción oral existe desde hace al menos decenas de mile-nios. Los manuales de español, a pesar de los grandes pasos de las últimas décadas, se detienen sobre todo en el estudio de la transmisión escrita de la lengua y mucho menos en la oral. El español oral se agita, modifica, alte-ra, ingenia, concibe, ironiza, rompe y muestra su plena vitalidad, y también expone, en su caso, y describe los principios mediante los que se crean y recrean las expre-siones de una lengua que se muestra viva, tan elegante como despiadada según se exija, alegre y solemne, y tan pletórica e ingeniosa para la expresión festiva, como se-ria y precisa en la grave. El lenguaje de la calle es el habla tal como brota natural y espontánea en la conversación diaria, a diferencia de las manifestaciones lingüísticas conscientemente formuladas, y por tanto más cerebra-les...

La posición social y el nivel cultural condiciona el uso lingüístico, pero cada vez más los españoles, una vez generalizado el acceso a la cultura por la vía de la igual-

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dad, hablan con dos registros, uno descuidado y corrien-te, aunque vivo, que se usa entre amigos, y otro más cuidado reservado para situaciones formales, pero no existen fronteras marcadas entre los grupos.

Puse el titulo a esta conferencia, acuciado por las

demandas académicas de esta universidad, sin saber to-davía cómo la iba a llenar de contenido, pero consciente de que deseaba sentirme embajador de las novedades del lenguaje en los jóvenes españoles, que es probable-mente lo que más pueda interesar a los jóvenes de aquí, y tal vez lo menos estudiado en las excelentes clases de lengua española que se imparten en esta universidad. Por eso la llamé: El español de la calle: modas, mitos, ritos y novedades. Es verdad que las lenguas están vivas, que cambian, que evolucionan, pero las novedades no son tan rápidas como las modas en el vestir, por ejem-plo. Los ritos se mantienen, de alguna manera, con los principios de siempre, los mitos no hay manera de evi-tarlos. Algunas expresiones duran, sin saber por qué, años y años, mientras otras desaparecen sin que ni si-quiera tengamos tiempo de estudiarlas. Haremos, por tanto, una revisión de los cambios, de las tendencias lin-güísticas prestando una especial atención al lenguaje de los jóvenes, a sus formas, a sus innovaciones, a sus usos y maneras. Y como el lenguaje está al servicio de la so-

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ciedad que lo sustenta, dos son los grupos sociales, que citaré en palabras de Cervantes: Dos tipos de gente son, los que tienen y los que no. Es verdad que las clases so-ciales españolas están ahora mucho menos distantes que hace unos años. Pero como eso es algo muy difícil de evitar, se acomoda también el lenguaje a las clases bajas o medias, que son las más numerosas, y a las privi-legiadas. Este lenguaje del que vamos a hablar sirve también para las privilegiadas.

3. Lengua en calma y lengua en ebullición

Todo hablante siente la necesidad de proteger el

contenido de su discurso. Unos lo hacen para defender-se de la policía, otros para preservar sus ideas, otros pa-ra identificarse socialmente. Nacen así zonas lingüísticas, jergas, lenguajes orales específicos. Expresiones de pro-tección o de identificación que, en un primer momento, parecieron pasajeras, fruto de una moda, se han aclima-tado perfectamente dentro de la lengua española, ex-tendiendo su uso a otros grupos. Una lengua es el ins-trumento que usan los seres humanos para comunicarse y para ello los usuarios modifican, cambian, inventan y eliminan todo lo que consideran necesario para ajustar-

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se unas veces a sus deseos y otras a sus caprichos. Las distintas lenguas no serían otra cosa que códigos que han sido establecidos por sus usuarios y que se desarro-llan como más conviene a éstos, dando siempre priori-dad a la comunicación.

Un hablante común, normalmente, no persigue en

sus enunciados la pureza de la lengua y la corrección gramatical, sino que está mucho más interesado en que el oyente sepa lo que quiere decir y decodifique de ma-nera exacta el mensaje. Se sirve de distintas posibilida-des, combina métodos ingeniosos, inventa, en definitiva. Desde el punto de vista formal puede utilizar el apócope, las siglas, la derivación, adoptar voces de otros idiomas de moda o, lo que es, a mi juicio, más interesante, actua-lizar o recuperar voces perdidas o en desuso. También se recurre a figuras retóricas, en especial la hipérbole, pero también la ironía o la metáfora.

En español coloquial es tan grande la voluntad de

producir a cada paso nuevos efectos que constantemen-te han de renovarse muchos de sus esquemas sintácticos y estilísticos. Esa continua mudanza supone la elimina-ción progresiva de elementos viejos o desgastados por el frecuente uso y que han perdido ya su eficacia. La lengua

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oral busca la innovación, el término original y cambiante que se distancia de situaciones anteriores.

Los cambios en las costumbres, los inventos, las

nuevas realidades, modifican constantemente la expre-sión. El español de los últimos años ha añadido a su pa-trimonio léxico miles de palabras, y cada vez más se im-pone la especialización. En los campos semánticos de las nuevas tecnologías el español medio se encuentra limi-tado en su vocabulario por la dificultad de hacer frente al amplio caudal de nuevas realidades y sus maneras de concebirlas. En ese deseo de expresarse ampliamente y sin complejos, prestigiamos el habla diaria desafiando a la lengua estándar.

Lo que une a todas las hablas marginales es el es-

tigma social que su uso comporta, frente al prestigio de la lengua estándar. Lejos de seguir el modelo, el joven selecciona las formas que se apartan de la norma. Por eso, en el lenguaje diario y natural, cuando no se sirve de voces asociadas a un sociolecto, busca dentro de su propio repertorio léxico todas aquellas palabras o expre-siones informales henchidas en sí mismas de expresivi-dad.

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4. Modas y mitos en el español de los jóvenes

En esta conferencia dictada a modo de miscelá-

nea, la enumeración del título, modas, mitos, ritos y no-vedades, no figuran, por su extensión, los rasgos y carac-terísticas generales del español coloquial. Parece más acomodado, e interesante, desarrollar una parcela, la más viva y creadora, la más expresiva. Me refiero al len-guaje fresco, y no al acomodado, al lenguaje en boca de los hablantes novicios, de los recién ingresados en el clan una vez abiertos los ojos de la convivencia.

Hace algunas décadas a la modalidad juvenil del

castellano se la llamaba, en muchos casos, cheli, jerga juvenil, lenguaje pasota… porque todo aquello era pro-pio de ambientes urbanos marginales, de barrios bajos, de lo que algunos sociólogos llaman tribus urbanas…

En las últimas décadas viene siendo habitual aso-

ciar el término juventud, en algunos sectores sociales, a conceptos y actitudes venidos de fuera como punk y rock, o también nacidos en el interior como pasotismo o postura que consiste en alejarse de cualquier compromi-so que pueda resultar conflictivo, y movida o actitud consistente en el divertirse de manera colectiva. El desa-

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rrollo de la movida ha creado un fenómeno particular y socialmente curioso: el botellón. Chicos y chicas atavia-dos con su atuendo de viernes eligen espontáneamente un lugar abierto de la ciudad, no muy lejano del centro, y se concentran en el mismo los fines de semana. En bol-sas de plástico se llevan al lugar algunas bebidas en bo-tellas grandes, que son más económicas y que dan nom-bre al encuentro, el botellón... Habitualmente son cien-tos, pero pueden ser miles… Y en esos casos han tenido que intervenir las autoridades municipales. No solo para cuidar la seguridad, pues la concentración se parece mu-cho a esas imágenes de concentraciones de pingüinos, pero con vasos llenos de bebida, sino también y, sobre todo, para la limpieza, pues la madrugada del día si-guiente es verdaderamente el desértico y accidentado panorama después de una batalla con algún que otro rezagado que no solo no ha querido volver a casa, sino que tampoco ha tenido fuerzas ni estabilidad para hacer-lo… Es la movida y el pasotismo juntos. Movida por lo que supone la concentración, pasotismo porque pasan o evitan las ofertas comerciales que pretenden reunirlos en caros establecimientos concebidos por la sociedad de consumo.

La rebeldía juvenil ha invitado desde siempre a

vinculaciones con grupos marginados o auto-

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marginados. Los movimientos sociales juveniles tienden a distanciarse de la generación anterior, y eso es lo que, por no perder la costumbre, también sucede ahora. Ob-servemos la evolución de los gustos en los movimientos musicales. Cada vez que una generación se aleja de la juventud, se lleva con ella la moda y gustos musicales, y casi repentinamente nacen otros que, aunque relacio-nados con los anteriores, suponen una nueva dimensión. Mis vecinos en Madrid, que rondan los veinte años, han elegido la música electrónica con especial énfasis en los sonidos bajos. Cada vez que la música alcanza al volu-men adecuado a sus oídos, enloquecen los míos… Y los fabricantes de equipos de reproducción de bajos no han tenido en cuenta las consecuencias en el oído de los adultos.

Las modas, los mitos, los ritos, nacen esencialmen-

te en ambientes urbanos, se desarrollan en barrios que generalmente detestan a los barrios vecinos, y se ex-tienden mediante mecanismos poco estudiados y difíci-les de analizar. No todos los jóvenes urbanos están inte-grados en grupos. Los hay ideológicamente exclusivistas, casi racistas, solitarios, violentos y exigentes, con el pelo corto, el flequillo engominado, la ropa ajustada, las bo-tas anchas y aficionados a la música bacalao. Otros vis-ten pantalones ajustados sin bolsillos, marcando cuerpo,

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con cualquier adorno vulgar. No suelen llevar el pelo suelto y entre sus gustos musicales, privilegian la música monótona y exótica. El color negro predomina entre sus atuendos, cuidadosamente despeinados, y algún adorno metálico libremente asido a la ropa o a la piel, indistin-tamente.

5. Las clases populares y la clase elitista

Pero las ciudades, y esto parce un irremisible des-

tino, han desarrollado al menos dos clases sociales dife-renciadas: y junto a las populares, aparecen las elitistas… ¿Y cómo se distinguen las clases bajas de las acomoda-das? ¿Quiénes son las clases bajas y quiénes las acomo-dadas?

Con frecuencia el español acude a la expresión

gente bien, sin que sepamos con precisión su significado. Sabemos que no es gente de bien, es decir, personas honradas y de buena intención. Pero somos muchos los que entendemos que la gente bien es un grupo social acomodado. En las clases populares no hay gente bien, aunque sí gente de bien. Digamos entonces que un joven que pertenece a la clase alta o gente bien es aquella per-

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sona que tiene todo lo que quiere sin necesidad de lu-char por ello, aquel chico o chica a la que todo le viene, en términos coloquiales, caído del cielo. El cielo, como ustedes saben, no es el poder divino, los ángeles y la bóveda celeste, sino metáfora de papá o mamá, o am-bos a la vez. Y si además de tener todo lo que quiere sin hacer nada para conseguirlo, alardea de ello y lo utiliza como medio para sentirse por encima del resto de la so-ciedad, entonces no lo llamamos chico de la alta clase, sino pijo. La palabra tuvo cierto valor despreciativo, pero hoy vive acomodada en su uso. Algunos chicos y chicas, cada vez más tienen a bien llamarse pijos y pijas, identi-ficarse con ellos, especialmente si lo oyen en boca de alguien que lo dice con respeto y admiración. Menos agraciados se sienten si los llaman niños pera, denomi-nación que se tiñe de menosprecio intelectual.

Los pijos, a partir de ahora me voy a permitir usar

la palabra en su dimensión positiva, se mueven en co-ches de lujo, especialmente alemanes, guardan su ropa de marca en amplios armarios, se congratulan mirando su colección de camisas, de polos, de faldas, de zapatos, de lencería… Entre sus equipos, uno dedicado a algún deporte exótico como el puenting, el barranquismo, que consiste en elegir la ruta difícil que nadie ha hecho antes por un barranco, el senderismo que es como en barran-

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quismo pero por senderos, el surf, o también el vóleibol o el beisbol americano… Entre sus gimnasias preferidas, cicling y pilates…

La gran clase social, particularmente consumista,

idolatra las marcas en cualquier artículo, pero especial-mente en aquellos que se muestran a diario. La ropa es símbolo de identificación, escudo de clase, mensaje se-lecto de identidad. Socialmente importante es el precio que la etiqueta luce en una tienda, y especialmente si el escaparate está a la vista de muchos. Pero lo que de verdad define la actitud no son tanto sus inclinaciones, sino sus posesiones: los ricos cursis pijos tienen concien-cia de serlo, y además les gusta serlo, les gusta mostrarlo y les gusta ser reconocidos. Para entrar en una discoteca pija el look es importante. El portero ha de procurar que no entre nadie con pendiente o piercing a la vista, ni vaqueros, ni calcetines blancos o zapatillas de deporte; deben ir con camisa o polo, y el pelo corto, a ser posible engominado. Ellas visten faldas con medias negras y za-patitos de tacón o botas altas, pero el aspecto pijo se lo conceden los detalles y los complementos. Fundamental, el pañuelo acomodado al cuello. Si los pijos llaman nues-tra atención por su aspecto no es porque su estilo sea ostentoso sino porque con él se hacen identificables.

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No sé si ustedes, que tanto conocen y que tantas

veces me han sorprendido con asuntos que la mayoría de los españoles ignoramos, han oído decir alguna vez que tal chica es una barbi. Probablemente saben lo que es, pero me van a permitir que razone la expresión. Bar-bi es la castellanización del nombre de una muñeca in-fantil, muy famosa en todo el mundo, Barbie. Para cono-cer exactamente a qué se refiere el hablante cuando se-ñala a una joven llamándola así, es necesario precisar las características. Se trata de una muñeca con las propor-ciones más perfectas que hayan podido imaginar el hombre, e incluso la mujer, del siglo XX. No es la imita-ción de un bebé, no, sino la imagen de una jovencita. Con esta bellísima muñeca rubia y guapísima, las niñas no juegan a ser mamás, que es a lo que han jugado siempre con las muñecas, sino a ser mujeres. Cuando le ponen determinados vestidos de lujo, la llama Barbie superstar. Pues bien, barbi se ha convertido en español en sinónimo de niña pija o niña bien. No hace falta en-trar en detalles para explicar las razones. La elegancia y delicadeza de las niñas pijas justifica todo. Y cabría decir algo más: lo vulgar está alejado de las niñas bien. Cuan-do bailan, cuando van a clase, cuando hacen una excur-sión o van al gimnasio, sea cual sea su actividad, su in-

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dumentaria será siempre impecable y, si es posible, de las mejores marcas de ropa.

La gran clase marca también sus propios espacios.

No acuden, o acuden poco, al botellón, pero sí a los loca-les de moda, a los bares de copas, a las terrazas distin-guidas, al hipódromo y al gimnasio y a las fiestas priva-das. En ellas hablan de sí mismos, y se importunan oyendo a los demás, están encantados de haberse cono-cido, ponderan sus posesiones, sus gustos y sus proyec-tos. Detestan la vulgaridad, el mal olor y la ropa sucia…

6. Ritos y novedades del español actual

Iniciamos este recorrido por los mensajes no ver-bales, es decir, aquellos que presiden la información sin ni siquiera hablar. Y aunque este es un sector más propio de la semiótica, está tan emparentado con la lingüística que no podemos prescindir de él.

6.1. En los mensajes no verbales

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La conducta comunicativa de los jóvenes, espe-cialmente fundada en el lenguaje, incluye también su conducta no verbal. La personalidad, tal y como se ex-presa en la manera como se comunican, hablan, gesticu-lan, están de pie, se visten, se peinan, se miran, se en-cuentran y todo lo demás, se convierte en nuestra con-ducta comunicativa. La forma en que nos expresamos más la forma en que los demás nos ven, es la suma total de la información que percibimos del entorno. El lengua-je es un elemento más de un continuo que configura to-do un estilo comunicativo propio, estilo que siempre ha sido negativamente valorado. A los pijos se les considera que son insustanciales en la conversación y cursis en las maneras.

La comunicación no verbal nos proporciona una

información silenciosa, pero no muda, acerca de las per-sonas y de su lugar en la sociedad. Manera de estar y de moverse, el aspecto o presencia, aunque ellos dirían el look. Fundamental melena lisa y suelta y pañuelo al cue-llo. Reconoceremos a una chica pija porque gesticula con las manos al hablar y porque va ilustrando con gestos lo que dice. Entre ellas se besan y, más que abrazo, que parecería lo esperable, se saludan con un achuchón, o un estrujón. Se acomodan con frecuencia el pelo, a veces por puro placer, a veces para llevárselo elegantemente

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hacia atrás, a ambos lados a la vez, con las manos abier-tas. Suelen ir, incluso a diario, depiladas con esmero. Uñas cuidadas, pintadas de color distante de la vulgari-dad, impecables, y las muestran escribiendo con bolígra-fos de marca o con plumas mientras pasan sus apuntes a limpio. Su copa preferida, whisky con coca-cola, su de-porte de invierno, el esquí, de verano, el surf, su medio de transporte en la ciudad, el taxi, su modo de tomar apuntes, copiar de los compañeros, su educación, exqui-sitamente expresiva. Pijos y pijas huyen de las palabras groseras, disfemismos, y vulgarismos. Es gente vital, y uno de los sentimientos que viven con mayor intensidad es el amoroso. Algunos estudiantes afirman que por lo único que vale la pena ir a clase es por los compañeros. Entre los materiales estudiantiles se pueden encontrar algunas dedicatorias como esta: Amigas durante la vida / Amigas durante la muerte / Y como la muerte es vida / Amigas eternamente. Entre ellos el viejo tópico literario del carpe diem se aplica con entereza y asiduidad. Dicho en palabras modernas su lema diario es: vive mucho y a lo loco que lo bueno dura poco.

El diálogo, sean quienes fueren los que lo realizan,

es realmente una aventura sin fin, siempre nueva. Es un encuentro de personas con todos los riesgos, entre ellos los icónicos, y las reacciones imprevisibles, y las dificul-

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tades y la incertidumbre que ello supone. La verdadera comunicación no se realiza automáticamente, es mucho más que un intercambio de ideas y de palabras. El diálo-go testimonia la profunda aspiración de los seres huma-nos para un encuentro auténtico, constantemente pues-to en discusión. El diálogo ennoblece nuestras vidas. Y vamos a hablar de ello en una revisión que destaque al menos la mayoría de los aspectos de la comunicación, desde los usos eminentemente corteses, hasta aquellos recursos sintácticos que los identifican.

6.2. En la cortesía La cortesía, aunque a veces llena de insinceridad,

suaviza las situaciones tensas mediante un delicado uso de la diplomacia. Todas las lenguas dan mucha impor-tancia a mostrarse amable o cortés, y algunas son espe-cialmente ricas en pronombres de tratamiento en pala-bras que se usan en uno u otro contexto. Los medios de que nos servimos para mostrar amabilidad, para esqui-var asperezas, son muy variados, y frecuentemente se inspiran en la entonación, pero también en muchos más procedimientos.

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El saludo tradicional español, el menos teñido de valoraciones es hola, pero en condiciones que así lo exi-jan la gran clase se dirá helo. Nada que extrañe. Gentes que ahora rondan los noventa, y que fueron educadas en la fina galantería francesa, introducían de vez en cuando frases del tipo: bon jour, comment allez-vous? La despedida es by, o by-by, pero también, chao, que pare-ce más exótico… o chaíto, que alcanza la cima de la cursi-lería.

En las últimas décadas ha vivido el español un es-

pectacular avance del uso de tú también como trata-miento de respeto, y un progresivo arrinconamiento de las formas de usted. Al mismo tiempo la fórmula de res-peto don (del latín dominus) que empezó a usase en la época del emperador Carlos V, ha enfermado gravemen-te, y vive ahora el momento más bajo de su historia, y si nada lo remedia es posible que desaparezca del uso oral en las próximas generaciones. Hoy en Madrid se recuer-da con don a personajes del pasado (don Antonio, don José), y también se usa en las publicaciones oficiales (El señor ministro, don José González Rodríguez) y en algu-nos documentos escritos como los encabezamientos de las cartas y en los sobres. Pero cada vez es menos fre-cuente dirigirse a un superior llamándolo don Manuel o don Gonzalo.

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Ambos procesos, las horas bajas del usted y del

don, ya se habían iniciado a finales de los años mil nove-cientos ochenta, y se han generalizado después un poco confundidos con los progresos en el acercamiento de las clases sociales.

En febrero de 2001 apareció en televisión el Presi-

dente del gobierno español de entonces, José María Az-nar, en una entrevista. Y el presentador, escudado en una tendencia lenta pero firme, eligió como fórmula de respeto el tú, y no el usted como parecía corresponderle. El presidente evitaba los pronombres para dirigirse al entrevistador porque la exigencia gramatical no habría aceptado el usted, pero tampoco el tú del presidente resultaba una fórmula aceptable. En este proceso de cambio que tenemos a medias, el uso del tú por parte del presidente habría sido prueba de un inaceptable y partidario afecto. Unos años después, en 2007, el presi-dente Zapatero, el actual, en una reciente mesa redonda con la gente de a pie, también en televisión, le respondía de tú a cualquier ciudadano que le preguntara… Los ciu-dadanos, sin embargo, recelosos con el uso, no se atre-vieron a tutear al presidente.

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¿Cuándo se usa ahora en España el usted? Aunque no es fácil simplificar porque los usos están muy condi-cionados y diversificados, parece que se usa como breve paso de respeto hacia el tú en la primera relación de dos personas que están algo distantes. Los jóvenes hablan de usted cuando acaban de conocer a los mayores, y los mayores a ellos de tu, pero en cuanto se intercambian unas palabras amigas, pasarán para siempre a la forma tu. El segundo uso aparece siempre que una persona su-perior en categoría social (un hombre o mujer adinera-da, alguien encumbrado por la fama, un nuevo rico... ), y sobre todo superior en categoría sociolaboral (el alto ejecutivo de una empresa, el rector de una universidad... ) quiere señalar su superioridad al inferior, marcar sus distancias, dejar ver a sus subordinados que él está en una posición distinta, se dirigirá al inferior con el usted y mantendrá permanentemente el usted para obligar al interlocutor a mantener también la forma distante de respeto. Otro uso, mucho más retórico que cortés, es el que se hace en plural para dirigirse a un público amplio. La fórmula vosotros parecería menos digna del auditorio, salvo si solo son jóvenes.

Compensado la debilidad de la fórmula de respeto entre categorías, aparece otra, más forzada que natural, que se impone como nueva fórmula de igualdad, de su-

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presión de inferioridades: la que somete al lenguaje a los usos de masculino y femenino. Cada vez más se violen-tan las fórmulas tradicionales de la lengua a favor de un progresivo uso de las fórmulas que recuerdan la presen-cia de la mujer. La frase:

Todos sabemos que el hombre está preparado pa-

ra aceptar los errores de los otros. Se convertiría en lenguaje político moderno, espe-

cialmente sindicalista, aunque también de otros ámbi-tos:

Todos y todas sabemos que el hombre y la mujer están preparados/preparadas para aceptar los errores de los otros y las otras

Y como la lengua no está preparada, nunca mejor

dicho, para esos trotes, se crean situaciones que con fre-cuencia limitan con el ridículo: algunos extremistas en la materia se han atrevido a formar el femenino de joven y jóvenes en jóvena y jóvenas. Y lo que es peor, hay quien reivindica que si existe la pareja esposo / esposa, habría que habilitar también el grupo marido / marida… En fin, en estar cosas nos debatimos ahora los españoles… Y bien está mientras no lleguemos a peores…

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En esa misma línea el lenguaje se pone al servicio

de la nueva sociedad, la que ahora autoriza a los homo-sexuales a formar familia padre-padre o madre-madre con independencia de que los hijos sean algo propios, que nunca del todo, o total, o parcialmente ajenos. La nueva convivencia ha transformado el uso. Así, palabras que fueron ofensivas formadas o derivadas del antropó-nimo María y algún sufijo despreciativo terminado el –on, hoy están en desuso. Pero como el español no tiene fronteras, pero España sí, palabras que nos resultan ofensivas no lo son en Cuba.

6.3. En la entonación Pero recuperemos nuestro estudio para hablar de

la entonación. El asunto no es insignificante. Diremos que la clase pija tiñe de tono expresivo sus conversacio-nes, pero también de velocidad y de descuido. Especial-mente marcada es la pronunciación de la s, tan enfatiza-da como precipitada. Es frecuente la entonación interro-gativa, elocuentes las inflexiones y las frases entrecorta-das por muletillas como… ¿me entiendes?... ¿sabes?

6.4. En la articulación

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No es difícil identificar a esta clase selecta median-

te atención a determinados rasgos fonéticos. Señalare-mos tres especialmente significativos: la nasalización, el énfasis en la pronunciación de la –s final y el exagerado alargamiento de las vocales de palabras que pretenden enfatizar.

Descubriremos la articulación nasalizada de cual-

quier sonido. Esta nasalización, que en el español común no presenta gran relevancia, predomina en la fonética del grupo e influye hasta tal punto que las vocales se alargan, pierden su propio punto de articulación y toman un timbre menos definido y preciso.

También es importante la tendencia a alargar la –s

en posición final, a diferencia de lo que ocurre en el es-pañol común, donde la–s postsilábica final es mucho más débil que otros sonidos en esa misma posición, co-mo la –d. En su voluntad por enfatizar la –d los españo-les llegan a pronunciar z: madiz, solidaridaz, mezquin-daz… Tradicionalmente la pérdida de la –s final de las palabras se ha desarrollado en regiones de escasos re-cursos como Andalucía y Extremadura, mientras Castilla y el norte se recrean, a veces, en la prolongación. El

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énfasis en la –s final de palabra ha sido siempre un rasgo de distinción.

Y junto a ello, una relajación distante y perezosa

de las vocales, salvo en aquella que requiere especial énfasis. Así, la palabra ideal, frecuentísima en sus valora-ciones, se prolonga a ideaaal. Mientras que en sabes, en su forma interrogativa, la a se reduce, se contrae y se oscurece hasta hacerse casi imperceptible. Digamos que suena casi ¿ss´bss?, ligeramente nasalizada.

6.5. En la morfología Pasemos ahora a la morfología para detenernos

en dos fenómenos especialmente ricos: el acortamiento de las palabras, y la apropiación y uso generalizado de determinados sufijos.

Ya no nos referimos a los acortamientos léxicos

tradicionales del tipo: foto, boli, tele, por fotografía, bolígrafo y televisión, sino finde por fin de semana, porfa o incluso porfi en vez de por favor, uni por universidad, insti por instituto, y recientemente el acortamiento trisí-labo, también como rebeldía hacia el pasado: manifa en vez de manifestación, biblio por biblioteca, o monosíla-

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bos: bus por autobús, Gon por Gonzalo… había que in-novar, y era necesario huir de las formas bisílabas.

¿Sabes que me he encontrado con Gon en la Bi-

blio? La apócope es un fenómeno característico en to-

das las lenguas, y en especial del habla de este subgrupo. La gente de clase expresan su alegría con ¡Qué diver!, en lugar de ¡Qué divertido!. Secuencias similares aparecen en ¡Qué ilu!, que significa, por si alguien no lo supiera, ¡Que ilusión! E igualmente se extiende a otras expresio-nes:

- A ver cómo me tratas hoy… que estoy depre. - O también: no, no estoy para ir de fiestas por-

que tengo la depre. El sufijo característico de la lengua juvenil es, tras

huir de los tradicionales -ito, - ita que aparecen en rega-lito y cosita, los novedosos -ata y -ota: así, el bocadillo de los desayunos es un bocata, el desagradable amigo que se ha complicado la vida consumiendo alguna droga es un drogata, el combinado alcohólico de las fiestas no es un cubalibre, sino un cubata, el vigilante de seguridad de bancos y empresas es un segurata, y el que, acuciado

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por la edad ha dejado de trabajar y va a vivir tranquilo el resto de su vida es un jubilata. La inspiración surgía en pasota, que es el que, para evitar conflictos, huye de cualquier adversidad.

Con el prefijo super- forman superbien o super-

fuerte Sabes, tía, que nos lo pasamos superbien el viernes

en el concierto.

6.6. En el léxico y expresiones Todos mostramos cierta predilección por algunas

palabras y desafecto por otras. La selección nos identifi-ca, destaca nuestros gustos, pondera nuestras persona-lidades, nos distingue, desnuda nuestra personalidad. En el breve recorrido que vamos a hacer por el léxico de la gente de clase, partimos de los nombres de persona pa-ra terminar con los anglicismos, y descubriremos, en los límites de esta presentación, otras tendencias a la metá-fora, a la ponderación y a diversas situaciones conversa-cionales. He sacado principalmente los ejemplos de habla de Madrid, en otros rincones del dominio las mo-das pueden ser distintas, no es fácil la observación de

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estos fenómenos. Que un grupo sustente el aprecio por una determinada palabra no quiere decir que esa valora-ción se extienda a todos. Espero que quienes me oyen sepan poner los límites en tan delicada descripción.

6.6.1. Los antropónimos Los nombres de persona o antropónimos, como

primer punto de este recorrido, han de alejarse también de lo que por generalizado se transforma en vulgar. Son tradicionalmente españoles: Juan, y su afectuoso Juani-to, incluso cuando la persona es adulta. En femenino, Juana, es mucho menos frecuente. José, con sus varie-dades Jose, Joseíllo y Pepe, y las femeninas Josefa y Jose-fina. Francisco, y su íntima variante Paco, que en feme-nino es Francisca, Paca o Paquita. También son frecuen-tes, me refiero a la manera tradicional, Miguel, Carlos, Pedro, e infrecuentes sus femeninos Miguela, Carlos, Petra este último con resonancias de nombre de criada. Entre las chicas, es tradicional el nombre de María, con sus variantes Mari, y con su frecuencia en otros nombres como María Dolores, María Isabel (menos frecuente Ma-riano). Pero las tendencias de los padres de las últimas décadas ha sido la de olvidar ese elenco conservador y sustituirlo por otro que hasta hace unos años nos parec-ían exóticos, pero que han pasado ahora a formar parte

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de la vida cotidiana: Alejandro, David, Álvaro, Iván… y entre las chicas, Sofía, Vanesa, Amaya, Sonia, Almudena, Silvia, Lucia... Y, lo que es peor: si la tendencia tradicio-nal al nombre compuesto nos daba soluciones con José o con María: Juan José, Antonio José, José Manuel, José Luis, María Jesús, María Dolores, María Antonia, María Josefa, María Luisa… La tendencia moderna desborda los antiguos límites y ahora nos encontramos combinacio-nes como Luis Enrique, Pedro José, Álvaro Miguel, Pedro Luis… Hay nombres especializados en un determinado modo de ser yasí como Bautista sirve para el mayordo-mo y Petra, como hemos dicho, la criada, Borja es el nombre que representa a los pijos, en sus dos versiones, Borjita y Borjamari. Nacho ocupa también los primeros puestos y de reciente moda es Beltrán. Alejandro es aho-ra Alexito, Gonzalo, Gonzalito , y Rafael, Rafita. Y entre las chicas son frecuentes Marta y Martita, Bea (de Bea-triz) y su diminutivo Beíta, María Jesús y su aporístico Chus. Y Para Pilar, Piluca.

6.6.2. Los apelativos Particularmente expresivos son los apelativos ca-

riñosos, esos que tienen su ejemplo en el inglés my dear, o en el francés mon cherie. Pues gordi, niña, cari, peke, chiki, churri son ejemplos característicos. Y no olvidemos

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que gordi es palabra recortada de gordita, precisamente en la época en que la moda exige lo contrario. Peque y chiki siguen apelando al físico, pero esta vez al tamaño. ¿No sabían ustedes que desde siempre los españoles han preferido a las mujeres peqeñas? Cari simplifica ca-riño, equivalente a amor, cielo… Mientras que churri tie-ne bases onomatopéyicas.

- Gordi, vamos a darnos una vuelta ¿vale? - Ahora no, chiki, estoy muy cansada… - ¡Ay mi churri, ¡pero qué guapa viene hoy…! 6.6.3. La metáfora Habría muchos ejemplos para hablar de la crea-

ción metafórica, pero voy a centrarme en aquellos que sencillamente pretenden llamar a un profesor con un nombre que no es el suyo.

La mala imagen que a menudo se tiene de los en-señantes explica por qué los bautizan con motes despec-tivos como el pitufo, el dumbo, obelix, rambo, el molécu-la, y para las profesoras: sor piojo, la pigmea, la cuervo, la pato. Cuando el seudónimo no encaja con las formas físicas o la actitud, lo llamarán por su apellido antepo-niendo un artículo: el Martínez, el Tortosa, la González, la Juli. Para los profesores estrictos se reserva, poco dia-

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logantes, esquivos e injustificadamente exigentes se re-serva dictador, negrero, ogro o verdugo. Pero el alumna-do también reconoce la existencia de buenos profesores, los guai, los chachi, los que saben mantener un equili-brio entre la exigencia y la comprensión, se han ganado el respeto de sus estudiantes porque no agobian y son partidarios de clases vivas y entretenidas, si es que eso es posible en alguna ocasión. Hay alumnos que interesa-dos por una asignatura pierden la motivación porque su profesor es un muermo, que quiere decir aburrido, por esta razón convierten la asignatura de filosofía en filoso-fobia, y la de pedagogía en pedajodia o la historia en his-teria… Todos sabemos que las distintas materias no tie-nen el mismo prestigio. Por ejemplo una cosa son las marías, que es el nombre que recibe la Educación Física o la música. Como son muy fáciles, son asignaturas chu-padas o tiradas. Entre las asignaturas duras, las matemá-ticas, a la que se han dado sinónimos como matematra-cas, matracas, o sencillamente mates…

6.6.4. Los sustitutos de la acción Con cierta frecuencia la palabra sustituye a la ac-

ción. Tras un chiste, no se ríen, sino que dicen: jajaja, y crean así una palabra que indica lo que tendría que haber sido la acción. O bien, de manera absolutamente

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cursi, tras la intervención de alguien que ha querido hacer un chiste dirán: risitas mil sin alterar el semblante. Para despedirse, aún delante del despedido simplemen-te dicen un besito o ¡mmua! sin ni siquiera hacer el hacer el gesto, ni tampoco acercarse a besar.

6.6.5. La ponderación Los adjetivos de valoración son: ideal, genial, divi-

no, mono – de lujo y qué fuerte. He conocido a un profe que es ideal… He pasado un día de lujo Para asegurar, sus fórmulas son: de verdad, de fi-

jo… Te lo digo de fijo, tía, que es como te lo cuento… La expresión qué fuerte se utiliza en una amplia

gama de situaciones: - ¿Sabes, tía, que el profe de mates ha suspendido a más de la mitad de la clase - ¡Qué fuerte! - Ya, tía, pero lo que yo creo es que hay poca gente en clase que se lo curra.

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La sorpresa agradable se expresa, aunque solo en

boca de los jóvenes, con los verbos flipar, alucinar o la expresión qué guay.

Mañana no hay clase, qué guay Flipar es un neologismo basado en el sonido ono-

matopéyico flip-flip, que tanto agrada a los niños, que son, supuestamente, sus inventores.

Tío, has visto cómo flipa este juego, le dice un chi-

co a su amigo. También se emplean toda suerte de exclamacio-

nes para expresar la bondad o la excelencia de algo: ¡Qué guay!, ¡Superguay!, ¡Chachi!, ¡Chachi piruli!, ¡Ide-al!, ¡Megaguay! Y, de un tiempo a esta parte, la excla-mación de la palabra inglesa ¡Fine!. ¡Yupi! es otra exclamación atribuida a estos jóve-nes. Parece ser que esta forma deriva del inglés jumpy formado a partir del verbo to jump, ‘saltar’. El adjetivo jumpy se refiere a algo que salta de improviso y, por ex-tensión, a alguien nervioso o asustadizo. En principio,

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cuando se exclamaba esta palabra, el hablante brincaba de repente, levantando los brazos, expresando con este gesto su júbilo y la admiración hacia algo sorprendente, divertido, inesperado o fantástico. Puede aparecer en su variante más castellana ¡Chupi!.

Otra expresión más moderna, y tal vez un poco

quemada ya, es ¡Faltaría plus!, empleada para reforzar una negativa o cualquier acción de rechazo. Esta fórmula es la clásica ¡Faltaría más! en la que se ha sustituido el adverbio de cantidad por su equivalente latino plus, tal vez a través del francés.

También es frecuente la exclamación ¡Yuyu!, aun-

que es una expresión que se emplea normalmente con el verbo dar (dar yuyu). Esta palabra parece ser la conse-cuencia de la repetición de la interjección ¡Uy! (Uy, uy, uy). Esta exclamación se profiere cuando se espera o se produce algún suceso positivo o negativo. También se usa cuando un acontecimiento está a punto de ocurrir y se frustra en el último instante, por ejemplo, cuando el balón, durante un partido de fútbol, no entra después de un lance en la portería. En compañía del verbo dar signi-fica miedo, repeluz y temor supersticioso. En otros ca-sos, equivale a gafe y a mal de ojo, llegando incluso a

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tener el valor de estar deprimido o estar melacólico en expresiones como “estar yuyu”.

Entre las pertenecientes al primer procedimiento,

quizá, la más importante sea guay. Guay es una palabra muy utilizada por los jóvenes, aunque creo que se inician sus horas bajas. En las décadas de 1980 y 1990 servía para calificar todo. Guay es palabra antigua que se usaba como exclamación con el valor de lamento o amenaza, sobre todo en la poesía; por extensión, tener uno mu-chos guayes significaba, como dice la Academia, padecer grandes achaques o muchos contratiempos de la fortu-na. Sólo al finalizar el siglo XX, su significado, debido en parte a su semejanza fonética, coincidió con los signifi-cados de la inglesa gay (‘alegre’). De esta manera, en un principio, este adjetivo se aplicaba a lo que era especial, extraordinario o atractivo, para pasar, en un segundo momento, a sustituir a bueno, bonito o divertido. Varias eran las funciones que podía recubrir dentro de la frase; así, se encontraba en función adverbial, como en la ex-presión pasarlo guay, y también como adjetivo aplicado a las personas en ser un tío guay. Al ser, seguramente, la expresión más usada por este grupo, sirvió también al resto de la sociedad para calificarlo, creándose de este modo la forma gente guay y, posteriormente, ir de guay, con un claro valor despectivo. Ir de guay encierra los

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conceptos de irrealidad, de falsa alegría y de falsa bon-dad, valores que se creía que predominasen entre los pijos, es decir, presenta un significado de mofa y de re-criminación de la hipocresía y de cierto aire de vanaglo-ria. En la actualidad, la palabra guay se está tiñendo de reminiscencias negativas. Son cada vez más las personas que las utilizan para denominar a muchachos adinerados y a personajes o personajillos de los que se pone en du-da sus valores artísticos o intelectuales.

Se ha hecho famosa la manera de testificar las

promesas. No lo harán por Dios, ni siquiera por Satanás, o por su madre, o por sus antepasados desaparecidos, que es lo tradicional, sino por la cobertura del móvil, por snoopy, ese perro de los comics, o por las braguitas de mafalda, la popular tira argentina de dibujos:

Que sí, que vendré, te lo juro por las braguitas de

mafalda, Hazme caso, te lo juro por la cobertura de mi móvil El juramento Te lo juro por Snoopy se utiliza en la

actualidad como una expresión burlesca contra los pijos, que la emplearon con profusión en los años 1990. La ex-presión ha quedado como símbolo del pijerío y la tonter-

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ía y sólo se repite cuando se desea encuadrar a alguien en el grupo de los frívolos.

En esa misma línea la ex presión favorita para de-cir no lo sé es lo ignoro, y también, en lugar de no hay o no queda, dirán no existe. Su negación preferida es para nada, pero en determinadas ocasiones podrían decir pues va a ser que no. Para la afirmación se usa vale, que no es exclusivo de la gente bien.

6.6.6. El eufemismo La nueva terminología, la terminología revisada, se

funda en lo políticamente correcto. Lo políticamente co-rrecto es el uso de eufemismos para rodear aquello que no debe nombrarse. Nadie en España sabe exactamente qué es lo políticamente correcto, pero hay palabras y expresiones que se empiezan a convertir en tabúes o disfemismos a favor de las nuevas vías de expresión. Los que hoy recogen la basura no son basureros, como han sido siempre, sino técnicos de limpieza; las antiguas cria-das ya no son criadas ni servidoras, sino señoras de la limpieza (aunque el término señora esté desapareciendo para las mujeres socialmente encumbradas que antes se lo atribuían). No nos llamamos camaradas, pero está de-jando de utilizarse la fórmula pasa al despacho de ese señor a favor de pasa al despacho del delegado o del presidente o sencillamente pasa al despacho de Joaquín.

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La clase política, que tanto influye en la imposición

de las formas, de una y otra tendencia, cuida el lenguaje para que el tratamiento sea igualitario, y prefiere igualar por la parte baja no hacia arriba. Así que en vez de lla-mar a todos señores, prefiere llamar a todos por su nombre, sin categorías, como hizo la revolución francesa o hace actualmente la cubana con el término compañe-ro.

6.6.7. El anglicismo Las palabras y expresiones del español se crean de

manera viva en una fábrica invisible propiedad de todos los hablantes, pero sin que los hablantes individualmen-te podamos intervenir en ello. No es fácil describir la maquinaria, pero es bueno señalar que a la fabricación patrimonial se han añadido dos potentes máquinas de hacer palabras en las últimas décadas: el enorme pero intangible aparato que fabrica siglas, y la máquina ex-pendedora de licencias para la aceptación de anglicis-mos. Ambas funcionan con gran capacidad, cada vez mayor, y elaboran palabras que nacen y mueren con las realidades que acompañan y algunas de ellas permane-cen.

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Entre sus anglicismos, con generoso uso, algunas expresiones absolutamente introducidas en el lenguaje: forever en frases como es mi chico forever; Oh my God para expresar la sorpresa, week-end comparte su uso con el moderno finde (nos referimos, claro está, al fin de semana…), fashion se acomoda mejor en boca de las chi-cas, en expresiones del tipo es un conjunto super-fashion, sorry, please, ok… Y las combinaciones hispano-inglesas: muchas Zenquiu para mostrar el agradecimien-to, qué heavy o qué strong o muy strong para mostrar el asombro.

El canon de belleza actual exige proporciones que

nunca antes, tan amenazados por guerras y epidemias, la sociedad se habría permitido. Tampoco nunca antes, según nuestra impresión, existió una sociedad tan oron-da, carnosa y mofletuda. Aquella persona delgada de antaño era un desecho social, hoy un elegante persona-je, sobre todo en el sexo femenino. En el plano lingüísti-co ha aparecido la palabra light, en su acepción inglesa de ligero, suave, que aplicada a la alimentación significa que la ingesta del producto evita o impide la acumula-ción de grasas. Pero al mismo tiempo el producto ha desvirtuado el sabor. Fundados en esa consecuencia, la palabra ha viajado en español hacia el significado de so-so, falso o desvaído. Estos significados en la lengua ingle-

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sa los cubría el adjetivo soft, por otra parte también uti-lizado para descafeinado o carente de algo que debería tener Los adjetivos light y soft dan a entender que el sus-tantivo a que acompañan no tiene las características que se suponen:

La versión cinematográfica de la novela es muy soft, o muy descafeinada Los niños pueden ver la película, es muy light. Termino este apartado comentando una de las

expresiones más novedosas como ser algo fashion. Fas-hion, como ustedes saben, es voz inglesa que significa moda o manera. El uso de esta palabra en castellano pa-rece haber variado la categoría morfológica de la misma; en inglés es un sustantivo –también un verbo, to fashion, ‘formar, hacer, adaptar, forjar’-, pero en español es un adjetivo; de este modo, unas gafas son fashion, un traje es muy fashion, y unos zapatos pueden ser muy poco fashion. Por tanto, equivaldría a moderno, de moda o actual, con estilo. En ocasiones, también se aplica a per-sonas: Borja es muy fashion.

6.7. En la sintaxis

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Seguramente, el rasgo sintáctico que mejor carac-teriza a un pijo es el uso de la expresión o sea. O sea co-necta cualquier situación…

O sea, no te lo vas a creer, tía… O sea… llegas tarde y encima te quejas

Este marcador textual tiene, tradicionalmente, un

claro valor explicativo que se concreta en tres posibles usos. Por una parte un uso reformulativo en el que o sea introduce una expresión alternativa a la ya expresada; un uso explicitativo donde presenta lo que se puede de-ducir de la proposición precedente y, para acabar, un uso ponderativo en el que el hablante introduce por me-dio de o sea un juicio que intensifica el expresado por la primera proposición. En boca de los niños bien, o sea encabeza una explicación de lo que se ha dicho o una reiteración, al igual que en el español común, pero en numerosas ocasiones aparece vacío de significado, sin función alguna salvo la de una muletilla, una especie de apéndice suspensivo, de la misma manera que otros es-pañoles dicen ¿entiendes? o ¿verdad?

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7. Ejemplos Texto 0: Punk urbano - Iosu: Qué pasa, tronco. ¿Fuiste a la fiesta del PC? - Gorka: Que va tío, me lié con una pava en el parque y pasé de la movida. - Iosu: ¿Te coscaste de que vino la madera? Los muy mamones, se llevaron el bebercio. - Gorka: No jodas. ¿Y no recibió nadie? - Iosu: Sí, dos cerdos que había por ahí… Se fueron calentitos a casa… - Gorka: Ja, ja… ¡Qué panda de capullos… ¿Y no vino toda la vasca a defenderlos? - Iosu: Qué va… se acojonaron y llamaron a una jabonera - Gorka: Y tú… ¿qué tal en el PC?… - Iosu: Una leche… Tocaron Boikot y Porretas, y el resto basura… - Va, tronco. Pues eso, que me abro. Hala… Que te cunda… - Iosu: Abur… colega Texto 1. Niñas bien - Vale, tía… pues te cuento… Al parecer, Patry dice que no le mola y tal… ¿sabes? Pues eso, que me parece un poquito fuerte ¿no? O sea que es como si le digo a Borja, mi amiguito forever, que ciao… ciao… ¿me entiendes? Pues no, eso no pasará nunca… ¿sabes? - Sí, tía, que me parece superfuerte lo de Patry y tal, es algo en plan que no me cuadra.. ¿s’bsss? Ellos fueros siempre novios has-ta la muerte ¿me entiendes? O sea, que no me cabe en la cabeci-ta…

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Texto 2. - ¡Ay tía...! ¡No te lo vas a creer! ¡O sea, qué fuerte...! Acabo de ver a Borjita liándose con Sandra... - ¡Qué dices, tía! ¿En serio? ¡Pero qué heavy... ¡ ¿no? O sea... No me lo puedo creer.. - Que sí, tía... Te lo juro por la cobertura de mi móvil... O sea, ya ves, Borjita le ha puesto los cuernos a Piluca. - Pero qué me dices, tía... O sea... Qué strong me parece. Eso no se hace ni por snoopy. O sea... Me muero antes de ponerle los cuer-nos a mi novio... - Tienes toda la razón, tía. Es que esto no puede ser. O sea, ya ves qué gentuza más falsa... Por cierto... ¿Te has fijado en el modelito que lleva hoy Sandra? - Ah síii... Es super-ideal de la muerte... Claro, con ese look que lleva ahora tan fashion no me extraña que Borjita haya engañado con otra a Piluca. ¡Es que cualquiera se resiste...! - O sea, ya te digo... Bueno, chiki, te dejo, que tengo que ir a contárselo a Gon ahora mismo. Chiaito guapísima... Te quiero. Tú y yo best friends forever... ¿Eh tía? - Sí, claro, best firends forever... Texto - 3. - Hola, tía, qué tal te han ido las vacaciones - O sea, tía, han sido super-fabu, en serio... Estuve en Baqueira una semana... ¿sabes? Y vi en una boutique un vestido super-mega fashion... buff... no te lo puedes imaginar... Solo me costó 599 euros, nada, fíjate, como los precios del mercadillo...

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- Pues yo, es que no se te ocurriría lo que te voy a contar tía. Co-nocí haciendo gim a un tío que estaba super bueno, te lo juro por snoopy... - Bueno, ya te llamaré a tu hause... chaito, mucho besitos... Ah, y... o sea... que no se te olvide darle besitos de mi parte a tu cani-che... - Te lo juro que se los daré. Ah, oye... me voy corriendo a hacerme la manicutra que se me ha roto una uña... Bye bye... Besitooos... Texto - 4 - Qué fuerte, Borja… O sea… ¿Cuánto tiempo? ¿No? - Ya ves, tío… de verdad… qué fuerte… qué tal te va todo… - Pues yo en plan muy bien, estuve ayer con esta niña y divino, vamos… ¿Y tú? ¿Qué tal? - Yo… Como siempre… O sea… Ya sabes - Ah… Espera que te cuente. El otro día estaba con la niña esta rubita monísima, que va muy fashion y me compré unos zapatos ideales y o sea luego, al volver en bus, yendo a la uni, casi me atracan, pero o sea super fuerte de verdad… - ¡Dios mío…! Pero qué super-mega-fuerte, niño.

8. Final

El español es una lengua viva, ardiente, cálida,

cambiante, capaz de modelarse y adaptarse a las situa-

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ciones más variadas. Tan brillante en la elocuencia como en las situaciones festivas, tan digna como agradable, tan alta como plebeya… Confiemos en sus posibilidades, utilicémosla siempre y en cada momento como un ins-trumento útil de comunicación, gocemos con ella, apro-vechémonos como de una propiedad tan suntuosa como económica, fiel y dócil a través del tiempo y del espacio, a través de las generaciones.

Moscú, 1 de noviembre de 2007

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EELL EESSPPAAÑÑOOLL DDEE LLAA CCAALLLLEE ((MMOODDAASS,, MMIITTOOSS,, RRIITTOOSS yy NNOOVVEEDDAADDEESS))

RRaaffaaeell ddeell MMoorraall (MGIMO, Moscú, octubre de 2007)

(Guía para el seguimiento)

Introducción 1. Palabras en continua turbulencia 2. El español de la calle 3. Lengua en calma y lengua en ebullición 4. Modas y mitos en el español de los jóvenes 5. Las clases populares y la clase elitista 6. Ritos y novedades del español actual

6.1. En los mensajes no verbales 6.2. En la cortesía 6.3. En la entonación 6.4. En la morfología 6.5. En el léxico y las expresiones

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6.5.1. Los antropónimos 6.5.2. Los apelativos 6.5.3. La metáfora 6.5.4. Los sustitutos de la acción 6.5.5. La ponderación 6.5.6. El eufemismo 6.5.7. El anglicismo

6.6. En la sintaxis 6.7. Ejemplos

7. Conclusiones