“Mientras exista una clase inferior, perteneceré a ella. Mientras haya un elemento criminal, estaré hecho de él. Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre.”
1. Mientras exista una clase inferior, pertenecer a ella.
Mientras haya un elemento criminal, estar hecho de l. Mientras
permanezca un alma en prisin, no ser libre.
2. EL LENGUAJE LIBERTARIO
3. CHRISTIAN FERRER (Compilador) EL LENGUAJE LIBERTARIO
Antologa del pensamiento anarquista contemporneo
4. Terramar Ediciones Libros de Anarres Plaza Italia 187
Corrientes 4790 1900 La Plata Bs. As. /Argentina Tel: (54-221)
482-0429 Tel: 4857-1248 ISBN: 987-1187-53-X La reproduccin de este
libro, a travs de medios pti- cos, electrnicos, qumicos,
fotogrficos o de fotoco- pias est permitida y alentada por los
editores. Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723 Impreso en
Argentina / Printed in Argentina Ferrer, Christian El lenguaje
libertario: antologa del pensamiento anarquista contemporneo - 1a.
ed. - La Plata: Terramar, 2005. 336 p.; 20x12,5 cm. (Utopa
Libertaria) ISBN 987-1187-53-X 1. Anarquismo-Ideologa Poltica. I.
Ttulo CDD 320.57
5. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 7 SOBRE LOS LIBERTARIOS CHRISTIAN
FERRER No hay muchas ideas que hayan merecido su nombre. El
anarquismo pudo reclamar ese derecho, y a ello contribuyeron las
impugnaciones gubernamentales y las connotaciones pnicas que fue
acumulando su historia. Los anarquistas afrontaron por un siglo
entero el repudio y la persecucin por parte de todos los Estados
por igual, irritados por los rasgos excntri- cos y extremos de ste
pensamiento del afuera y tan refrac- tario a los smbolos de su
tiempo. Originados en una horma anmala, los anarquistas aprestaron
y difundieron propuestas que no estaban contempladas en el pacto
fundador del ideario republicano moderno y que daran contorno a la
imaginacin antagonista del dominio del hombre por el hombre. No
sor- prende que una leyenda negra haya acompaado la historia del
movimiento libertario: utopa, nihilismo, asociales, quime- ra
poltica, fogoneros de asonadas violentas, maximalistas in-
tratables. Las recusaciones no han sido escasas pero, aunque
diversas y proferidas con buena o mala fe, no dejan de ser tri-
viales, pues la cualidad absoluta o purista de las deman- das
anarquistas no las transform necesariamente en el cerrojo de una
peticin imposible sino en el tnico de un pensamiento exigente que
nunca ha favorecido fciles transacciones polti- cas o ticas. De all
tambin que el anarquismo jams se bene- ficiara de la indiferencia
pblica. La democracia es considerada por muchos el rgimen que ha
logrado conceder al habitante el mayor grado de hospitali- dad
poltica posible. Pero la hegemona de que disfrutan en la actualidad
las instituciones asociadas a la representacin quiz sea
consecuencia de una abdicacin, efecto de decepciones his- tricas. Y
an, no es difcil reconocer en los regmenes representacionales
realmente existentes la yerra del aprendiza- je de la sumisin
humana, que en el siglo XX se impuso, bien con maneras despiadadas,
bien sofisticadas. Con ms razn causar asombro al lector de la
historia de las ideas que en un tiempo casi olvidado haya podido
promoverse una sociedad
6. 8 / CHRISTIAN FERRER sin jerarquas e instaurado
instituciones y modos de vida regi- das por costumbres y valores
libertarios, cuyo rango abarc el anarcosindicalismo y el
individualismo anrquico, el grupo de afinidad y la prctica del amor
libre, la enseanza del antiautoritarismo en las escuelas
racionalistas y la difusin de una mstica de la libertad hasta los
confines geogrficos ms inhspitos del planeta. Los anarquistas
conformaron una co- rriente migratoria hormiga, en cuyo corazn y
tripa se al- bergaba la proyeccin de un atlas indito en cuestiones
econ- micas, polticas y culturales. Quien releve los actos
histricos del anarquismo, en los que se grabaron a fuego una moral
exi- gente y tenaz, actitudes disidentes e imaginativas, humor
pardico de ndole anticlerical e innovaciones en el mbito pe-
daggico, se encontrar con una reserva de saber refractario, fruto
de un maceramiento que hoy est olvidado o es descono- cido por la
cultura de izquierda. De hecho, la supervivencia del anarquismo es,
por un lado, casi milagrosa, dada la magnitud de hostilidad que
debi sobrellevar y las derrotas que hubo de encajar; por otro lado
su perseverancia es comprensible, pues no ha surgido hasta el
momento antdoto terico y existencial contra la sociedad de la
dominacin de mejor calidad. Aun cuando el alarmista se apresure en
tacharla por fantasiosa, o incluso por peligrosa. El anarquismo se
propag al modo de las antiguas herejas, como una urgencia
espiritual que impuls al ideal de emanci- pacin madurado durante la
Revolucin Francesa a correrse ms all de los lmites simblicos y
materiales permitidos por las instituciones a las que se haba
otorgado el monopolio de la regulacin de la libertad. Quiz porque
los anarquistas fueron los albaceas ms fieles de los afanes
jacobinos, tanto como co- rreas de transmisin de la antigua llamada
milenarista, pudie- ron transformar el lema de la libertad, la
igualdad y la fraterni- dad en el trpode de una mstica poderosa. El
anarquismo trans- mita un linaje de resistencia: fue en el siglo
XIX la reencarna- cin de las rebeliones campesinas europeas, de las
sectas radi- cales inglesas y de los sans-culottes. En los
acontecimientos animados por los libertarios se encarnaron energas
polticas que esparcieron el reclamo de una sociedad antpoda, aun
cuan- do los padres fundadores de la Idea no hayan ofrecido
con-
7. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 9 tornos excesivamente planificados
del futuro. Sirva esto para tranquilizar a quienes gustan de hacer
enroques entre las pala- bras socialismo y totalitarismo. Tres
doctrinas, liberalismo, marxismo y anarquismo, cons- tituyeron los
vrtices del tenso tringulo de las filosofas pol- ticas
emancipatorias modernas. El siglo XX se nutri de sus consignas,
esperanzas y sistemas tericos tanto como los puso a prueba y los
extenu. De acuerdo con troqueles distintos, tanto Stuart Mill como
Marx y Bakunin estaban atravesados por la pasin por excelencia del
siglo XIX: la libertad. Hay, entre las tres ideas, canales
subterrneos que las vinculan con el mismo lecho ilustrado del ro
moderno. Pero tambin abis- mos separan a las ideas libertarias de
las marxistas, comen- zando por el nfasis puesto por los
anarquistas en la correla- cin moral entre medios y fines,
siguiendo por su escepticismo en cuanto a los privilegios que se
arrogaron para s el partido de vanguardia y el Estado en los
procesos revolucionarios, y culminando en la firme confianza
depositada por los anarquistas en la autonoma individual y en los
criterios per- sonales. Del liberalismo, los anarquistas nunca
pudieron acep- tar su asuncin de que libertad poltica y justicia
econmica fueran, eventualmente, polos difcilmente conciliables. Los
anarquistas prefirieron no elegir uno u otro desidertum mo- ral y
dejaron que el impulso informante y fundante de sus ideas, la
libertad absoluta, resolviera esa tensin al interior de un
horizonte mental ms amplio. Para Mijail Bakunin, quiz la figura
emblemtica de la his- toria del anarquismo, la libertad era un
mito, una acua- cin simblica capaz de contrapesar las creencias
estatalistas y religiosas; pero tambin un medio ambiente pregnante,
el oxgeno espiritual de espacios inditos para la accin huma- na.
Bakunin insisti en que era abyecto aceptar que un supe- rior
jerrquico nos diera forma. En el rechazo de las palabras
autorizadas y de las liturgias institucionales los anarquistas
cifraban la posibilidad de implantar avanzadillas de un nuevo
mundo, forjando una red de contrasociedades a la vez aden- tro y
afuera de la condicin oprimida de la humanidad. De all que el
anarquismo no consistiera solamente en un modo de pensar al dominio
sino fundamentalmente en un medio de
8. 10 / CHRISTIAN FERRER vivir contra el mismo. En su voluntad
de dar vuelta el ima- ginario jerrquico el anarquismo postul los
fundamentos de una ciencia y de una experiencia de la libertad: la
ciencia de la desobediencia como camino de autoconcientizacin y la
expe- riencia de vivir cotidianamente como espritus libres, pues la
historia es, para el anarquista, el campo de pruebas de la
libertad. Por haber demandado libertades irrestrictas el anarquismo
pudo realizar una autopsia poltica de la modernidad que cal sus
instituciones hasta el hueso, exponiendo impotencias y de- fectos
de nacimiento. Esa autopsia le estuvo vedada al marxis- mo,
obsesionado con la toma del poder, y al reformismo, que una y otra
vez trastabill con paradojas a las que no pudo destrabar y sobre
las que se arroja incombustiblemente hasta nuestros das. Si suele
decirse que Marx devel el secreto de la explotacin econmica, fue
Bakunin quien descubri el se- creto de la dominacin: el poder
jerrquico como constante histrica y garanta de toda forma de
iniquidad. La intuicin terica de los padres fundadores del
anarquismo coloc la cues- tin del poder separado en su mira:
insistieron en que las des- igualdades de poder son determinantes,
e histricamente pre- vias, de las diferenciaciones econmicas. Es
entonces en el do- minio poltico (y no slo en las actividades
cumplidas en los procesos industriales) donde se debe hallar la
clave de com- prensin de la sociedad de la dominacin. Sus colofones
mo- dernos, el Estado liberal o el autocrtico, se constituan en pe-
rros guardianes de la jerarquizacin del mundo. Hoy quizs habra que
identificar esos cancerberos, adems, en otras insti- tuciones. Pero
a los anarquistas siempre les ha sido indiferente si un territorio
es gobernado con puo de hierro o con pala- bras suaves, pues la
zona opaca que combatieron es la volun- tad de sometimiento a la
potencia estatal (un principio de so- berana antes que un aparato),
centro unificador de una geo- metra concntrica y vertical. Todas
las invenciones culturales y polticas de ndole libertaria
confluyeron en una estrategia horizontal de la contrapotencia,
negacin de la representacin parlamentaria que reduce las artes
lingsticas y vitales de una comunidad al juego de birlibirloque en
que coinciden mayo- ras y minoras. Para Bakunin, las modalidades de
la domina-
9. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 11 cin se adaptaban a los grandes
cambios histricos pero las significaciones imaginarias asociadas
con la jerarqua persis- tan, y se constituan en interdicto, en
condicin de imposibili- dad para pensar el secreto del dominio. A
lo largo del siglo XX, ha circulado en el espacio pblico la cuestin
de la dignidad econmica y ha podido tematizarse la opresin de gne-
ro: ya han adquirido alguna suerte de carta de ciudadana en tanto
problemas tericos, polticos, gremiales, acadmicos o periodsticos.
Pero la jerarqua contina siendo un tab. La camaradera humana exenta
de jerarqua podr parecer un argumento de novela buclica o de
ciencia-ficcin, pero es en verdad un tab poltico. Ese tab es
combatido, sin embar- go, no slo en ciertos momentos histricos
emblemticos sino tambin por medio de prcticas cotidianas que suelen
pasar desapercibidas a los filsofos polticos nicamente obsesiona-
dos con las condiciones de gubernamentalidad de un territo- rio,
por la legitimidad de la forma-estado o de las instituciones
representativas, o por la fiscalizacin de sus actos. La posibili-
dad de abolir el poder jerrquico es lo impensable, lo inimagi-
nable de la poltica; imposibilidad garantizada por las tecnolo- gas
de la subjetividad que regulan los actos humanos, que fo- mentan el
deseo de sumisin, y que muy tempranamente se enrazan en el aparato
psquico. Para Hobbes o Maquiavelo no puede existe unidad entre el
pueblo y su gobierno si no hay sumisin voluntaria o involuntaria,
legtima o ilegtima, y no hay sumisin sin terror, en alguna dosis.
Fundar una polti- ca sobre la camaradera comunitaria y no sobre el
miedo fue la respuesta anarquista, y para ello era preciso anular o
debilitar las instituciones autorreproductoras de la jerarqua a fin
de permitir que la metamorfosis social no sea orientada por el
Estado. Esta pretensin no poda sino ser considerada como una
anomala riesgosa por los bienpensantes y como un peli- gro por la
polica. El genio del anarquismo no slo consisti en la promo- cin de
un ideal de redencin humana sino tambin en la ins- tauracin de
nuevas instituciones y modos de vivir al interior de la sociedad
impugnada que a su vez intentaban relevarla (sindicatos, grupos de
afinidad, escuelas libres, comunidades autoorganizadas y modos
autogestionarios de produccin). De
10. 12 / CHRISTIAN FERRER all la obsesin del anarquismo por
garantizar la correspon- dencia entre fines y medios. La disciplina
partidaria, las elites iluminadas y las maquinas electoralistas son
la negacin del grupo de pertenencia conformado por espritus afines,
de la capacidad organizadora de la comunidad y de la independen-
cia poltica personal. El marxismo an no sabe cmo salir de sus
viejas certezas autoritarias ni sacar una enseanza libertaria de
setenta aos de desastre sovitico. En el caso del liberalis- mo, las
expectativas de sus promotores estn fijadas en la posi- bilidad de
hacer imperar la ley en las instituciones polticas. Pero el hecho
de poder elegir en comicios a un amo bueno (del padrecito zar al
demcrata bienintencionado la imaginera heroica de los entusiastas
de la representacin pol- tica no ha cambiado sustancialmente) no
mejora a un sistema de dominacin as como la fiscalizacin de los
actos de gobier- no es una tarea defensiva que, por otra parte,
suele reforzar el imaginario jerrquico. El problema de la
legitimidad de un gobierno, tan importante para los filsofos
polticos liberales es, para un pensamiento contrainstitucional como
el anarquis- ta, un problema mal planteado. Bakunin sostena en el
siglo XIX que los parlamentos democrticos eran sociedades
declamatorias. Y hablaba de hombres que se tomaban en se- rio al
arte del buen gobierno y al bien comn y no de las mafias polticas
de la actualidad, encadenadas a alianzas de poder de las que son
inextirpables. La preocupacin por la institucionalizacin de formas
democrticas y por la legitimi- dad de los gobiernos electos
menosprecia la sustancia de la razn de Estado, plagada de
decisionismo tecnocrtico, buro- cracias partidarias que dedican
casi todas sus energas a autorreproducir sus condiciones de
perdurabilidad, y por ase- sores y operadores gubernamentales,
subespecie cuyos cubiles se ocultan tras bambalinas. Si las
tumultuosas vicisitudes de la multitud del siglo XIX encontraron en
las ideas libertarias una suerte de confirmacin poltica es porque
ellas se adecuaban dctilmente a las pasio- nes populares ansiosas
de desencadenamiento. La energa os- cura del lumpenproletariado o
de las sediciones populares nunca ha gozado de estima entre los que
suponen que el funciona- miento automtico de las sociedades es
precondicin y clave
11. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 13 de seguridad a la hora de
permitir la discusin pblica de las libertades. Pero las necesidades
del perseguido son distintas a las del perseguidor. La poltica y la
tica anarquista confiaron en artes comunitarias que eran an ajenas
al proceso de institucionalizacin de poderes modernos tanto como en
la garra personal, que otorg estilo y temple a la potencia e
insistencia de su rechazo. Tambin fueron la causa de que el
anarquismo haya sido generador de un desorden frtil y de una
imaginera poltica impugnadora que son extraas a otras tra- diciones
polticas. Por eso es inevitable que en los momentos febriles de la
historia se atisbe la presencia de anarquistas, tan- to en los
pronunciamientos disidentes como en las asonadas espontneas, porque
los anarquistas siempre han sido aves de las tormentas. En las
prcticas histricas del movimiento libertario no se encontrar tanto
una teora acabada de la revolucin como una voluntad de revolucionar
cultural y polticamente a la so- ciedad. De hecho, difcilmente
podra acontecer lo que el siglo XIX conoci como revolucin si
previamente no germinan modos de vivir distintos. En la educacin de
la voluntad, que tanto preocupaba a los tericos anarquistas, resida
la po- sibilidad de acabar con el antiguo rgimen espiritual y
psicol- gico del dominio. En esto reside la grandeza del
pensamiento libertario, incluyendo a la variante
anarcoindividualista, que es menos una voluntad antiorganizativa
que una demanda existencial, una pulsin anticonformista. La
confianza antropolgica en la promesa humana, tpica del siglo XVIII,
fue el centro de gravedad a partir del cual el anarquismo despleg
una filosofa poltica vital que intua en la libertad, no una
abstraccin o un sueo sino un sedimento activo en las relacio- nes
sociales existentes. Bakunin o Kropotkin crean que el ori- gen de
los males sociales no se encontraba en la maldad huma- na sino en
la ignorancia. Indudablemente, en esto, los anarquistas son
herederos de la ilustracin y justamente por eso crean en la
educacin racionalista, incluso cientificista, aunque ello no los
transform en meros positivistas. Contra lo que muchos suponen, el
pensamiento anarquista es muy complejo y no es sencillo articularlo
en un declogo, pues nunca dispuso de un dogma sellado en un libro
sagrado, y eso
12. 14 / CHRISTIAN FERRER concedi libertad terica y tctica a
sus adherentes. Tampoco el anarquismo se preocup de construir una
teora sistemtica so- bre la sociedad. Quiz la propia diversidad de
las ideas y prcti- cas anarquistas favoreci su supervivencia:
cuando alguna de sus variantes decaa o se demostraba ineficaz, otra
la sustitua. Del anarcoindividualismo al sindicalismo
revolucionario, de las experiencias comunitarias a la difusin de
ideas en grupos pe- queos, o bien las experiencias autogestionarias
de la revolucin espaola, los anarquistas se han sostenido sobre una
u otra face- ta de su historia. Por lo dems, los anarquistas saben
que su ideal constituye una ardua aspiracin porque sus exigencias
los colocan en un afuera de los discursos polticos socialmente
aceptados, tanto como sus prcticas son incompatibles con el dominio
en cualquiera de sus formas. Pero si las ideas anarquistas an
pertenecen al dominio de la actualidad es porque sostienen y
transmiten saberes impensables, o al menos inaceptables, por otras
tradiciones tericas que se pretenden emancipatorias. En el
resguardo de ese saber antpoda reside su dignidad y su futuro.
13. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 15 LAS REDES DEL PODER MICHEL
FOUCAULT Vamos a intentar hacer un anlisis de la nocin de poder. Yo
no soy el primero, lejos de ello, que intenta desechar el es- quema
freudiano que opone instinto a represin instinto y cultura. Toda
una escuela de psicoanalistas intent, desde hace decenas de aos,
modificar, elaborar este esquema freudiano de instinto vs. cultura,
e instinto vs. represin me refiero tan- to a psicoanalistas de
lengua inglesa como francesa. Como Melanie Klein, Winnicot y Lacan,
que intentaron demostrar que la represin, lejos de ser un mecanismo
secundario, inte- rior, tardo, que intentara controlar un juego
instintivo dado por la naturaleza, forma parte del mecanismo del
instinto o, por lo menos, del proceso mediante el cual se
desenvuelve el instinto sexual y se constituye como pulsin. La
nocin freudiana de trieb no debe ser interpretada como un simple
dato natural o un mecanismo biolgico natural so- bre el cual la
represin vendra a depositar su ley de prohibi- cin, sino, segn esos
psicoanalistas, como algo que ya est profundamente penetrado por la
represin. La carencia, la cas- tracin, la prohibicin, la ley, ya
son elementos mediante los cuales se constituye el deseo como deseo
sexual, lo cual impli- ca, por lo tanto, una transformacin de la
nocin primitiva de instinto sexual tal como Freud la haba concebido
al final del siglo XIX. Es necesario, entonces, pensar el instinto
no como un dato natural, sino como una elaboracin, todo un juego
complejo entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos
cultu- rales que aseguran el control sobre el pueblo. Por lo tanto,
creo que los psicoanalistas desplazaron considerablemente el pro-
blema, haciendo surgir una nueva nocin de instinto, una nue- va
concepcin de instinto, de pulsin, de deseo. Pero lo que me perturba
o, por lo menos, me parece insuficiente, es que en esta elaboracin
propuesta por los psicoanalistas, ellos cambian tal vez el concepto
de deseo, pero no cambian en absoluto la con- cepcin de poder.
14. 16 / MICHEL FOUCAULT Continan considerando entre s que el
significado del po- der, el punto central, aquello en que consiste
el poder, es an la prohibicin, la ley, la frmula no debes. El poder
es esencial- mente aquello que dice no debes. Me parece que sta es
una concepcin y de eso hablar ms adelante totalmente insufi- ciente
del poder, una concepcin jurdica, una concepcin for- mal del poder
y que es necesario elaborar otra concepcin del poder que permitir
sin duda comprender mejor las relaciones que se establecieron entre
poder y sexualidad en las sociedades occidentales. Voy a intentar
mostrar en qu direccin se puede desarro- llar un anlisis del poder
que no sea simplemente una concep- cin jurdica, negativa, del
poder, sino una concepcin positiva de la tecnologa del poder.
Frecuentemente encontramos entre los psicoanalistas, los psiclogos
y los socilogos esta concepcin segn la cual el poder es
esencialmente la regla, la ley, la prohibicin, lo que marca un
lmite entre lo permitido y lo prohibido. Creo que esta concepcin de
poder fue, a fines del siglo XIX, formulada inicialmente y
extensamente elaborada por la etnologa. La et- nologa siempre
intent detectar sistemas de poder en socieda- des diferentes de las
nuestras en trminos de sistemas de reglas. Y nosotros mismos,
cuando intentamos reflexionar sobre nues- tra sociedad, sobre la
manera como el poder se ejerce en ella, lo hacemos fundamentalmente
a partir de una concepcin jurdi- ca: dnde est el poder, quin posee
el poder, cules son las reglas que rigen el poder, cul es el
sistema de leyes que el po- der establece sobre el cuerpo social.
Por lo tanto, para nuestras sociedades hacemos siempre una
sociologa jurdica del poder y cuando estudiamos sociedades
diferentes de las nuestras ha- cemos una etnologa que es
esencialmente una etnologa de la regla, una etnologa de la
prohibicin. Vean, por ejemplo, en los estudios etnolgicos de
Durkheim a Levi-Strauss, cul es el problema que siempre reaparece,
perpetuamente reelaborado: el problema de la prohibicin,
especialmente la prohibicin del incesto. A partir de esa matriz, de
ese ncleo que sera la prohibi- cin del incesto, se intent
comprender el funcionamiento ge- neral del sistema. Y fue necesario
esperar hasta aos ms re-
15. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 17 cientes para que aparecieran
nuevos enfoques sobre el poder, ya sea desde el punto de vista
marxista o desde perspectivas ms alejadas del marxismo clsico. De
cualquier modo, a par- tir de all vemos aparecer, con los trabajos
de Clastres, por ejem- plo, toda una nueva concepcin del poder como
tecnologa que intenta emanciparse del primado, de ese privilegio de
la regla y la prohibicin que, en el fondo, haba reinado sobre la
etnologa. En todo caso, la cuestin que yo quera plantear es la si-
guiente: cmo fue posible que nuestra sociedad, la sociedad
occidental en general, haya concebido el poder de una manera tan
restrictiva, tan pobre, tan negativa? Por qu concebimos siempre el
poder como regla y prohibicin, por qu este privi- legio?
Evidentemente podemos decir que ello se debe a la in- fluencia de
Kant, idea segn la cual, en ultima instancia, la ley moral, el no
debes, la oposicin debes/no debes es, en el fondo, la matriz de la
regulacin de toda la conducta humana. Pero, en verdad, esta
explicacin por la influencia de Kant es evidentemente insuficiente.
El problema consiste en saber si Kant tuvo tal influencia. Por qu
fue tan poderosa? Por qu Durkheim, filsofo de vagas simpatas
socialistas del inicio de la Tercera Repblica francesa, se pudo
apoyar de esa manera sobre Kant cuando se trataba de hacer el
anlisis del mecanis- mo del poder en una sociedad? Creo que podemos
analizar la razn de ello en los siguientes trminos: en el fondo, en
Occi- dente, los grandes sistemas establecidos desde la Edad Media
se desarrollaron por intermedio del crecimiento del poder mo-
nrquico, a costas del poder o mejor, de los poderes feudales.
Ahora, en esta lucha entre los poderes feudales y el poder mo-
nrquico, el derecho fue siempre el instrumento del poder mo-
nrquico contra las instituciones, las costumbres, los reglamen-
tos, las formas de ligazn y de pertenencia caractersticas de la
sociedad feudal. Voy a dar dos ejemplos: por un lado el poder
monrquico se desarrolla en Occidente en gran parte sobre las
instituciones jurdicas y judiciales, y desarrollando tales insti-
tuciones logr sustituir la vieja solucin de los litigios privados
mediante la guerra civil por un sistema de tribunales con leyes,
que proporcionaban de hecho al poder monrquico la posibili- dad de
resolver l mismo las disputas entre los individuos. De
16. 18 / MICHEL FOUCAULT esa manera, el derecho romano, que
reaparece en Occidente en los siglos XIII y XIV, fue un instrumento
formidable en las manos de la monarqua para lograr definir las
formas y los mecanis- mos de su propio poder, a costa de los
poderes feudales. En otras palabras, el crecimiento del Estado en
Europa fue par- cialmente garantizado, o, en todo caso, us como
instrumento el desarrollo de un pensamiento jurdico. El poder
monrqui- co, el poder del Estado, est esencialmente representado en
el derecho. Ahora bien, sucede que al mismo tiempo que la bur-
guesa, que se aprovecha extensamente del desarrollo del po- der
real y de la disminucin, del retroceso de los poderes feu- dales,
tena un inters en desarrollar ese sistema de derecho que le
permitira, por otro lado, dar forma a los intercambios econmicos,
que garantizaban su propio desarrollo social. De modo que el
vocabulario, la forma del derecho, fue un sistema de representacin
del poder comn a la burguesa y a la mo- narqua. La burguesa y la
monarqua lograron instalar, poco a poco, desde el fin de la Edad
Media hasta el siglo XVIII, una forma de poder que se representaba
y que se presentaba como discurso, como lenguaje, el vocabulario
del derecho. Y cuando la burguesa se desembaraz finalmente del
poder monrqui- co, lo hizo precisamente utilizando ese discurso
jurdico que haba sido hasta entonces el de la monarqua, el cual fue
usado en contra de la propia monarqua. Para proporcionar un ejemplo
sencillo, Rousseau, cuando redact su teora del Estado, intent
mostrar cmo nace un soberano, pero un soberano colectivo, un
soberano como cuer- po social o, mejor, un cuerpo social como
soberano a partir de la cesin de los derechos individuales, de su
alienacin y de la formulacin de leyes de prohibicin que cada
individuo est obligado a reconocer, pues fue l mismo quien se
impuso la ley, en la medida en que l mismo es miembro del soberano,
en la medida en que l es l mismo el soberano. Entonces, el instru-
mento terico por medio del cual se realiz la crtica de la ins-
titucin monrquica, ese instrumento terico fue el instrumen- to del
derecho, que haba sido instituido por la propia monar- qua. En
otras palabras, Occidente nunca tuvo otro sistema de representacin,
de formulacin y de anlisis del poder que no fuera el sistema del
derecho, el sistema de la ley. Y yo creo que
17. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 19 sta es la razn por la cual, a
fin de cuentas, no tuvimos hasta recientemente otras posibilidades
de analizar el poder excepto esas nociones elementales,
fundamentales que son las de ley, regla, soberano, delegacin de
poder, etc. Y creo que es de esta concepcin jurdica del poder, de
esta concepcin del poder mediante la ley y el soberano, a partir de
la regla y la prohibi- cin, de la que es necesario ahora liberarse
si queremos proce- der a un anlisis del poder, no desde su
representacin sino desde su funcionamiento. Ahora bien, cmo
podramos intentar analizar el poder en sus mecanismos positivos? Me
parece que en un cierto nmero de textos podemos encontrar los
elementos fundamentales para un anlisis de ese tipo. Podemos
encontrarlos tal vez en Bentham, un filsofo ingls del fin del siglo
XVIII y comienzos del XIX que, en el fondo, fue el ms grande terico
del poder burgus, y podemos evidentemente encontrarlos en Marx tam-
bin; esencialmente en el libro II de El capital. Es ah que, pien-
so, podemos encontrar algunos elementos de los cuales me ser- vir
para analizar el poder en sus mecanismos positivos. En resumen, lo
que podemos encontrar en el libro II de El capital, es, en primer
lugar, que en el fondo no existe un poder, sino varios poderes.
Poderes quiere decir: formas de domina- cin, formas de sujecin que
operan localmente, por ejemplo, en una oficina, en el ejrcito, en
una propiedad de tipo esclavista o en una propiedad donde existen
relaciones serviles. Se trata siempre de formas locales, regionales
de poder, que poseen su propia modalidad de funcionamiento,
procedimiento y tcni- ca. Todas estas formas de poder son
heterogneas. No pode- mos entonces hablar de poder si queremos
hacer un anlisis del poder, sino que debemos hablar de los poderes
o intentar localizarlos en sus especificidades histricas y
geogrficas. As, a partir de ese principio metodolgico, cmo podra-
mos hacer la historia de los mecanismos de poder a propsito de la
sexualidad? Creo que, de modo muy esquemtico, po- dramos decir lo
siguiente: el sistema de poder que la monar- qua haba logrado
organizar a partir del fin de la Edad Media presentaba para el
desarrollo del capitalismo dos inconvenien- tes mayores: 1) El
poder poltico, tal como se ejerca en el cuer- po social, era un
poder muy discontinuo Las mallas de la red
18. 20 / MICHEL FOUCAULT eran muy grandes, un nmero casi
infinito de cosas, de ele- mentos, de conductas, de procesos,
escapaban al control del poder. Si tomamos, por ejemplo, un punto
preciso, la impor- tancia del contrabando en toda Europa hasta
fines del siglo XVIII, podemos percibir un flujo econmico muy
importante, casi tan importante como el otro, un flujo que escapaba
ente- ramente al poder. Era, adems, una de las condiciones de exis-
tencia de las personas; de no haber existido piratera martima, el
comercio no habra podido funcionar y las personas no ha- bran
podido vivir. Bien, en otras palabras, la ilegalidad era una de las
condiciones de vida, pero al mismo tiempo significa- ba que haba
ciertas cosas que escapaban al poder y sobre las cuales no tena
control. Entonces, inconvenientes procesos eco- nmicos, diversos
mecanismos, de algn modo quedaban fue- ra de control y exigan la
instauracin de un poder continuo, preciso, de algn modo atmico.
Pasar as de un poder lagu- nar, global, a un poder atmico e
individualizante, que cada uno, que cada individuo, en l mismo, en
su cuerpo, en sus gestos, pudiese ser controlado en vez de esos
controles globales y de masa. El segundo gran inconveniente de los
mecanismos de poder, tal como funcionaban en la monarqua, es que
eran sistemas excesivamente onerosos. Y eran onerosos justamente
porque la funcin del poder aquello en que consista el poder era
esencialmente el poder de recaudar, de tener el derecho a re-
caudar cualquier cosa un impuesto, un dcimo, cuando se tra- taba
del clero sobre las cosechas que se realizaban; la recau- dacin
obligatoria de tal o cual porcentaje para el seor, para el poder
real, para el clero. El poder era entonces recaudador y predatorio.
En esta medida operaba siempre una sustraccin econmica y, lejos,
consecuentemente, de favorecer o estimu- lar el flujo econmico, era
permanentemente su obstculo y freno. Entonces aparece una segunda
preocupacin, una se- gunda necesidad: encontrar un mecanismo de
poder tal que al mismo tiempo que controlase las cosas y las
personas hasta en sus ms mnimos detalles no fuese tan oneroso ni
esencialmen- te predatorio, que se ejerciera en el mismo sentido
del proceso econmico Bien, teniendo en claro esos dos objetivos
creo que pode-
19. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 21 mos comprender, groseramente,
la gran mutacin tecnolgica del poder en Occidente. Tenemos el hbito
y una vez ms segn el espritu de un marxismo un tanto primario de
decir que la gran invencin, todo el mundo lo sabe, fue la mquina de
vapor o invenciones de este tipo. Es verdad que eso fue muy
importante, pero hubo toda una serie de otras invenciones tec-
nolgicas tan importantes como sas y que fueron, en ltima instancia,
condiciones de funcionamiento de las otras. As ocu- rri con la
tecnologa poltica, hubo toda una invencin al ni- vel de las formas
de poder a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Por lo tanto, es
necesario hacer no slo la historia de las tcni- cas industriales,
sino tambin de las tcnicas polticas, y yo creo que podemos agrupar
en dos grandes captulos las inven- ciones de tecnologa poltica, las
cuales debemos acreditar so- bre todo a los siglos XVII y XVIII. Yo
las agrupara en dos captu- los porque me parece que se
desarrollaron en dos direcciones diferentes: de un lado existe esta
tecnologa que llamara dis- ciplina. Disciplina es, en el fondo, el
mecanismo del poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo
social hasta los elementos ms tenues por los cuales llegamos a
tocar los pro- pios tomos sociales; esto es, los individuos.
Tcnicas de indi- vidualizacin del poder. Cmo vigilar a alguien, cmo
contro- lar su conducta, su comportamiento, sus aptitudes, cmo in-
tensificar su rendimiento, cmo multiplicar sus capacidades, cmo
colocarlo en el lugar donde ser ms til; esto es lo que es, a mi
modo de ver, la disciplina. Y les cito en este instante el ejemplo
de la disciplina en el ejrcito. Es un ejemplo importante porque es
el punto donde fue descubierta la disciplina y donde se la
desarroll en primer lugar. Ligada, entonces, a esa otra invencin de
orden tcnico que fue la invencin del fusil de tiro relativamente
rpido. A partir de ese momento, podemos decir lo siguiente: que el
sol- dado dejaba de ser intercambiable, dejaba de ser pura y sim-
plemente carne de can y un simple individuo capaz de gol- pear.
Para ser un buen soldado haba que saber tirar, por lo tanto, era
necesario pasar por un proceso de aprendizaje y era necesario que
el soldado supiera desplazarse, que supiera coor- dinar sus gestos
con los de los dems soldados; en suma, el soldado se volva
habilidoso. Por lo tanto, precioso. Y cuanto
20. 22 / MICHEL FOUCAULT ms precioso, ms necesario era
conservarlo y cuanta ms ne- cesidad de conservarlo, ms necesidad
haba de ensearle tc- nicas capaces de salvarle la vida en la
batalla, y mientras ms tcnicas se le enseaban ms tiempo duraba el
aprendizaje, ms precioso era l, etc. Y bruscamente se crea una
especie de em- balo, de esas tcnicas militares de adiestramiento
que culmina- rn en el famoso ejrcito prusiano de Federico II, que
gastaba lo esencial de su tiempo haciendo ejercicios. El ejrcito
prusiano, el modelo de disciplina prusiana, es precisamente la
perfeccin, la intensidad mxima de esa disciplina corporal del
soldado que fue hasta cierto punto el modelo de las otras
disciplinas. El otro lugar en donde vemos aparecer esta nueva
tecnolo- ga disciplinaria es la educacin. Fue primero en los
colegios y despus en las escuelas secundarias donde vemos aparecer
esos mtodos disciplinarios en que los individuos son
individualizados dentro de la multiplicidad. El colegio rene
decenas, centenas y a veces millares de escolares, y se trata
entonces de ejercer sobre ellos un poder que ser justamente mucho
menos oneroso que el poder del preceptor que no puede existir sino
entre alumno y maestro. All tenemos un maestro para decenas de
discpulos y es necesario, a pesar de esa multiplicidad de alumnos,
que se logre una individualizacin del poder, un control permanente,
una vigilancia en todos los instantes; as, la aparicin de este
personaje que todos aquellos que estudiaron en colegios cono- cen
bien, que es el celador, que en la pirmide corresponde al
suboficial del ejrcito; aparicin tambin de las notas cuantita-
tivas, de los exmenes, de los concursos, etc., posibilidades, en
consecuencia, de clasificar a los individuos de tal manera que cada
uno est exactamente en su lugar, bajo los ojos del maes- tro o en
la clasificacin-calificacin o el juicio que hacemos so- bre cada
uno de ellos. Vean, por ejemplo, cmo ustedes estn sentados delante
de m, en fila. Es una posicin que tal vez les parezca natural. Sin
embargo es bueno recordar que ella es relativamente re- ciente en
la historia de la civilizacin y que es posible encon- trar todava a
comienzos del siglo XIX escuelas donde los alum- nos se presentaban
en grupos de pie alrededor de un profesor que les dicta ctedra. Eso
implica que el profesor no puede vigilarlos individualmente: hay un
grupo de alumnos por un
21. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 23 lado y el profesor por otro.
Actualmente ustedes son ubica- dos en fila, los ojos del profesor
pueden individualizar a cada uno, puede nombrarlos para saber si
estn presentes, qu ha- cen, si divagan, si bostezan, etc. Todo
esto, todas estas futili- dades, en realidad son futilidades, pero
futilidades muy im- portantes, porque finalmente, fue en el nivel
de toda una serie de ejercicios de poder, en esas pequeas tcnicas
que estos nuevos mecanismos pudieron investir; pudieron operar. Lo
que pas en el ejrcito y en los colegios puede ser visto igualmente
en las oficinas a lo largo del siglo XIX. Y es lo que llamar
tecnologa individualizante de poder. Es una tecnologa que enfoca a
los individuos hasta en sus cuerpos, en sus compor- tamientos; se
trata, grosso modo, de una especie de anatoma poltica, una poltica
que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos. Bien, he ah
una familia de tecnologas de poder que apare- ce un poco ms tarde,
en la segunda mitad del siglo XVIII, y que fue desarrollada es
preciso decir que la primera, para vergenza de Francia, fue sobre
todo desarrollada en Francia y en Alema- nia principalmente en
Inglaterra, tecnologas stas que no enfocan a los individuos, sino
que ponen blanco en lo contra- rio, en la poblacin. En otras
palabras, el siglo XVIII descubri esa cosa capital: que el poder no
se ejerce simplemente sobre los individuos entendidos como
sujetos-sbditos, lo que era la tesis fundamental de la monarqua,
segn la cual por un lado est el soberano y por otro los sbditos. Se
descubre que aque- llo sobre lo que se ejerce el poder es la
poblacin. Qu quiere decir poblacin? No quiere decir simplemente un
grupo huma- no numeroso, quiere decir un grupo de seres vivos que
son atravesados, comandados, regidos, por procesos de leyes bio-
lgicas. Una poblacin tiene una curva etaria, una pirmide etaria,
tiene una morbilidad, tiene un estado de salud; una po- blacin
puede perecer o, al contrario, puede desarrollarse. Todo esto
comienza a ser descubierto en el siglo XVIII. Se percibe que la
relacin de poder con el sujeto o, mejor, con el individuo no debe
ser simplemente esa forma de sujecin que permite al poder recaudar
bienes sobre el sbdito, riquezas y eventualmente su cuerpo y su
sangre, sino que el poder se debe ejercer sobre los individuos en
tanto constituyen una especie
22. 24 / MICHEL FOUCAULT de entidad biolgica que debe ser
tomada en consideracin si queremos precisamente utilizar esa
poblacin como mquina de producir todo, de producir riquezas, de
producir bienes, de producir otros individuos, etc. El
descubrimiento de la pobla- cin es, al mismo tiempo que el
descubrimiento del individuo y del cuerpo adiestrable, creo yo,
otro gran ncleo tecnolgico en torno del cual los procedimientos
polticos de Occidente se transformaron. Se invent en ese momento,
en oposicin a la antomo-poltica que recin mencion, lo que llamar
bio-po- ltica. Es en ese momento cuando vemos aparecer cosas, pro-
blemas como el del hbitat, el de las condiciones de vida en una
ciudad, el de la higiene pblica o la modificacin de las relaciones
entre la natalidad y la mortalidad. Fue en ese mo- mento cuando
apareci el problema de cmo se puede hacer para que la gente tenga
ms hijos o, en todo caso, cmo pode- mos regular el flujo de la
poblacin, cmo podemos controlar igualmente la tasa de crecimiento
de una poblacin, de las mi- graciones, etc. Y a partir de all toda
una serie de tcnicas de observacin entre las cuales est la
estadstica, evidentemente, pero tambin todos los grandes organismos
administrativos, econmicos y polticos, todo eso encargado de la
regulacin de la poblacin. Por lo tanto, creo yo, hay dos grandes
revolucio- nes en la tecnologa del poder: descubrimiento de la
disciplina y descubrimiento de la regulacin, perfeccionamiento de
una antomo-poltica y perfeccionamiento de una bio-poltica. A partir
del siglo XVIII, la vida se hace objeto de poder, la vida y el
cuerpo. Antes existan sujetos, sujetos jurdicos a quie- nes se les
poda retirar los bienes, y la vida adems. Ahora existen cuerpos y
poblaciones. El poder se hace materialista. Deja de ser
esencialmente jurdico. Ahora debe lidiar con esas cosas reales que
son el cuerpo, la vida. La vida entra en el do- minio del poder,
mutacin capital, una de las ms importantes, sin duda, en la
historia de las sociedades humanas y es evidente que se puede
percibir cmo el sexo se vuelve a partir de ese momento, el siglo
XVIII, una pieza absolutamente capital, por- que, en el fondo, el
sexo est exactamente ubicado en el lugar de la articulacin entre
las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la
poblacin. El sexo viene a ser aquello a partir de lo cual se puede
garantizar la vigilancia sobre los in-
23. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 25 dividuos y entonces se
comprende por qu en el siglo XVIII, y justamente en los colegios,
la sexualidad de los adolescentes se vuelve un problema mdico, un
problema moral, casi un pro- blema poltico de primera importancia
porque mediante y so pretexto de este control de la sexualidad se
poda vigilar a los colegiales, a los adolescentes a lo largo de sus
vidas, a cada instante, aun durante el sueo. Entonces el sexo se
tornar un instrumento de disciplinamiento, y va a ser uno de los
elemen- tos esenciales de esa antomo-poltica de la que habl, pero
por otro lado es el sexo el que asegura la reproduccin de las
poblaciones. Y con el sexo, con una poltica del sexo podemos
cambiar las relaciones entre natalidad y mortalidad; en todo caso
la poltica del sexo se va a integrar al interior de toda esa
poltica de la vida que va a ser tan importante en el siglo XIX. El
sexo es la bisagra entre la antomo-poltica y la bio-poltica, l est
en la encrucijada de las disciplinas y de las regulaciones y es en
esa funcin que l se transforma, al fin del siglo XIX, en una pieza
poltica de primera importancia para hacer de la so- ciedad una
mquina de producir. Foucault: Quieren ustedes hacer alguna
pregunta? Auditorio: Qu tipo de productividad pretende lograr el
poder en las prisiones? Foucault: sa es una larga historia: el
sistema de la pri- sin, quiero decir, de la prisin represiva, de la
prisin como castigo, fue establecido tardamente, prcticamente al
fin del siglo XVIII. Antes de esa fecha la prisin no era un castigo
legal: se aprisionaba a las personas simplemente para retenerlas
an- tes de procesarlas y no para castigarlas, salvo en casos excep-
cionales. Bien, se crean las prisiones como sistema de represin
afirmndose lo siguiente: la prisin va a ser un sistema de
reeducacin de los criminales. Despus de una estada en la prisin,
gracias a una domesticacin de tipo militar y escolar, vamos a poder
transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes.
Se buscaba la produccin de individuos obedientes. Ahora bien,
inmediatamente, en los primeros tiempos de los sistemas de las
prisiones qued en claro que ellos no produ- can aquel resultado,
sino, en verdad, su opuesto: mientras ms
24. 26 / MICHEL FOUCAULT tiempo se pasaba en prisin menos se
era reeducado y ms delincuente se era. No slo productividad nula,
sino producti- vidad negativa. En consecuencia, el sistema de las
prisiones debera haber desaparecido. Pero permaneci y contina, y
cuando preguntamos a las personas qu podramos colocar en vez de las
prisiones, nadie responde. Por qu las prisiones permanecieron a
pesar de esta contraproductividad? Yo dir que precisamente porque,
de hecho, producan delincuentes y la delincuencia tiene una cier-
ta utilidad econmico-poltica en las sociedades que conoce- mos. La
utilidad mencionada podemos revelarla fcilmente: cuantos ms
delincuentes existan, ms crmenes existirn; cuan- to ms crmenes
hayan, ms miedo tendr la poblacin y cuan- to ms miedo en la
poblacin, ms aceptable y deseable se vuelve el sistema de control
policial. La existencia de ese pequeo pe- ligro interno permanente
es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de
control, lo que explica por qu en los peridicos, en la radio, en la
televisin, en todos los pases del mundo sin ninguna excepcin, se
concede tanto es- pacio a la criminalidad como si se tratase de una
novedad cada nuevo da. Desde 1830 en todos los pases del mundo se
desa- rrollaron campaas sobre el tema del crecimiento de la delin-
cuencia, hecho que nunca ha sido probado, pero esta supuesta
presencia, esta amenaza, ese crecimiento de la delincuencia es un
factor de aceptacin de los controles. Pero eso no es todo, la
delincuencia posee tambin una uti- lidad econmica; vean la cantidad
de trficos perfectamente lucrativos e inscritos en el lucro
capitalista que pasan por la delincuencia: la prostitucin; todos
saben que el control de la prostitucin en todos los pases de Europa
es realizado por personas que tienen el nombre profesional de
proxenetas y que son todos ellos ex presidiarios que tienen por
funcin canalizar los lucros recaudados sobre el placer sexual. La
prostitucin permiti volver oneroso el placer sexual de las
poblaciones y su encuadramiento permiti derivar para determinados
circui- tos el lucro sobre el placer sexual. El trfico de armas, el
trfico de drogas, en suma, toda una serie de trficos que por una u
otra razn no pueden ser legal y directamente realizados en la
sociedad pueden serlo por la delincuencia, que los asegura.
25. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 27 Si agregamos a eso el hecho de
que la delincuencia sirve masivamente en el siglo XIX y aun en el
siglo XX a toda una serie de alteraciones polticas tales como
romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros, servir de mano de
obra y guardaespaldas de los jefes de partidos polticos, aun de los
ms o menos dig- nos. Aqu estoy hablando precisamente de Francia, en
donde todos los partidos polticos tienen una mano de obra que vara
desde los colocadores de afiches hasta los aporreadores o ma-
tones, mano de obra que est constituida por delincuentes. As
tenemos toda una serie de instituciones econmicas y polticas que
opera sobre la base de la delincuencia y en esta medida la prisin
que fabrica un delincuente profesional posee una utili- dad y una
productividad. Auditorio: En la tentativa de trazar una anatoma de
lo social basndose en la disciplina del ejrcito, usted utiliza la
misma terminologa que usan los abogados actuales en el Bra- sil. En
el Congreso de OAB (Orden de los Abogados del Brasil) realizado
hace poco tiempo en Salvador, los abogados utiliza- ron
abundantemente las palabras compensar y disciplinar al definir su
funcin jurdica. Curiosamente usted utiliza los mis- mos trminos
para hablar del poder, es decir, usando el mismo lenguaje jurdico:
lo que le pregunto es si usted no cae en el mismo discurso de la
apariencia de la sociedad capitalista den- tro de la ilusin del
poder que comienzan a utilizar esos juris- tas. As, la nueva ley de
sociedades annimas se presenta como un instrumento para disciplinar
los monopolios, pero lo que ella realmente significa es ser un
valioso instrumento tecnol- gico muy avanzado que obedece a
determinaciones indepen- dientes de la voluntad de los juristas que
son las necesidades de reproduccin del capital. En este sentido me
sorprende el uso de la misma terminologa, continuando, en tanto
usted esta- blece una dialctica entre tecnologa y disciplina, y mi
ltima sorpresa es que usted toma como elemento de anlisis social a
la poblacin, volviendo as a un perodo anterior a aquel en que Marx
critic a Ricardo. Foucault: Me sorprende mucho que los abogados
utilicen la palabra disciplina en cuanto a la palabra compensar, no
la us ni una vez y con respecto a esto quiero decir lo siguiente:
creo que desde el nacimiento de aquello que yo llamo bio-po-
26. 28 / MICHEL FOUCAULT der o antomo-poltica estamos viviendo
en una sociedad que comienza a dejar de ser una sociedad jurdica.
La sociedad ju- rdica fue la sociedad monrquica. Las sociedades
europeas de los siglos XII al XVIII eran esencialmente sociedades
jurdicas, en las cuales el problema del derecho era un problema
fundamen- tal: se combata por l, se hacan revoluciones por l, etc.
A partir del siglo XIX, en las sociedades que se daban bajo la for-
ma de sociedades de derecho, con Parlamentos, legislaciones,
cdigos, tribunales, exista de hecho todo un otro mecanismo de poder
que se infiltraba, que no obedeca a las formas jurdi- cas y que no
tena por principio fundamental la ley, sino el principio de la
norma, y que posea instrumentos que no eran los tribunales, la ley
y el aparato judiciario, sino la medicina, la psiquiatra, la
psicologa, etc. Por lo tanto, estamos en un mundo disciplinario,
estamos en un mundo de la regulacin. Creemos que estamos todava en
el mundo de la ley, pero de hecho es otro tipo de poder que est en
vas de constitucin por inter- medio de conexiones que ya no son ms
conexiones jurdicas. As, es perfectamente normal que usted
encuentre la palabra disciplina en la boca de los abogados. Llega a
ser interesante ver lo que concierne a un punto clave: cmo la
sociedad de la normatizacin al mismo tiempo puede habitar y hacer
disfuncionar la sociedad del derecho. Veamos lo que pasa en el
sistema penal. En pases de Euro- pa como Alemania, Francia e
Inglaterra, prcticamente no hay ningn criminal un poco importante y
en breve no habr nin- guna persona que pase por los tribunales
penales que no pase tambin por las manos de un especialista en
medicina, psiquia- tra o psicologa. Eso porque vivimos en una
sociedad en la que el crimen ya no es ms simplemente ni
esencialmente la transgresin a la ley sino el desvo en relacin con
una norma. En lo que respecta a la penalidad slo se habla ahora en
trmi- nos de neurosis, desvo, agresividad, pulsin, etc. Ustedes lo
saben muy bien. Por lo tanto, cuando hablo de disciplina, de
normalizacin, yo no caigo en el plano jurdico; son, por el
contrario, los hombres de derecho, los hombres de la ley, los
juristas, quienes estn obligados a emplear ese vocabulario de la
disciplina y la normatizacin. Que se hable de disciplina en el
congreso de OAB no hace ms que confirmar lo que dije y
27. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 29 no es que caiga en una
concepcin jurdica. Los que estn fue- ra de lugar son ellos.
Auditorio: Cmo ve la relacin entre saber y poder? Es la tecnologa
del poder la que provoca la perversin sexual o es la anarqua
natural biolgica que existe en el hombre la que lo provoca...?
Foucault: Sobre este ltimo punto, es decir, sobre lo que motiva, lo
que explica el desarrollo de esta tecnologa, no creo que podamos
decir que sea el desarrollo biolgico. Intent de- mostrar lo
contrario, es decir, cmo forma parte del desarro- llo del
capitalismo esta mutacin de la tecnologa del poder? Forma parte de
ese desarrollo en la medida en que, por un lado, fue el desarrollo
del capitalismo lo que hizo necesaria esta mutacin tecnolgica,
pero, por otro, esa mutacin hizo posible el desarrollo del
capitalismo; una implicacin perpetua de dos movimientos que estn de
algn modo engrampados el uno con el otro. Bien, con respecto a la
otra cuestin que concierne al hecho de las relaciones de poder...
Cuando existe alianza del placer con el poder, se es un problema
importante. Lo que quiero decir brevemente es que es justamente eso
que parece caracte- rizar los mecanismos de poder en funcin de
nuestras socieda- des, es lo que hace que no podamos decir
simplemente que el poder tiene por funcin interdictar, prohibir. Si
admitimos que el poder slo tiene por funcin prohibir, estamos
obligados a inventar mecanismos como Lacan y otros estn obligados a
hacerlo para poder decir: Vean, nos identificamos con el poder. O
entonces decimos que hay una relacin masoquista que se establece
con el poder y que hace que gocemos de aquel que prohbe; pero en
compensacin, si usted admite que la fun- cin del poder no es
esencialmente prohibir, sino producir, pro- ducir placer, en ese
momento se puede comprender, al mismo tiempo, cmo se puede obedecer
al poder y encontrar en el hecho de la obediencia placer, que no es
masoquista necesaria- mente. Los nios nos pueden servir de ejemplo:
creo que la manera como se hizo de la sexualidad de los nios un
proble- ma fundamental para la familia burguesa del siglo XIX
provoc y volvi posible un gran nmero de controles sobre la familia,
sobre los padres, sobre los nios, etc., al mismo tiempo que
28. 30 / MICHEL FOUCAULT produjo toda una serie de placeres
nuevos: placer en los padres al vigilar a los hijos, placer de los
nios en jugar con su propia sexualidad contra sus padres o con sus
padres, etc., toda una nueva economa del placer alrededor del
cuerpo del nio. No hace falta decir que los padres, por masoquismo,
se identifica- ron con la ley... Auditorio: Usted no respondi a la
pregunta que se le hizo sobre las relaciones entre el saber y el
poder, y sobre el poder que usted, Michel Foucault, ejerce mediante
su saber... Foucault: En efecto, la pregunta debe ser planteada.
Bien, creo que en todo caso en el sentido de los anlisis que hago,
cuya fuente de inspiracin usted puede ver las relaciones de poder
no deben ser consideradas de una manera un poco es- quemtica, como:
de un lado estn los que tienen el poder y del otro los que no lo
tienen. Aqu un cierto marxismo acadmico utiliza frecuentemente la
oposicin clase dominante / clase do- minada, discurso dominante /
discurso dominado, etc. Ahora, en primer lugar, ese dualismo nunca
ser encontrado en Marx, en cambio s puede ser encontrado en
pensadores reacciona- rios y racistas como Gobineau, que admiten
que en una socie- dad hay dos clases, una dominada y la otra que
domina. Usted va a encontrar eso en muchos lugares pero nunca en
Marx, porque en efecto Marx es demasiado astuto como para poder
admitir esto; l saba perfectamente que lo que hace la solidez de
las relaciones de poder es que ellas no terminan jams, que no hay
de un lado algunos y del otro lado muchos; ellas la atraviesan en
todos lados; la clase obrera retransmite relacio- nes de poder,
ejerce relaciones de poder. El hecho de que usted sea estudiante
implica que ya est inserto, es una cierta situa- cin de poder; yo,
como profesor, estoy igualmente en una si- tuacin de poder, estoy
en una situacin de poder porque soy hombre y no una mujer, y el
hecho de que usted sea una mujer implica que est igualmente en una
situacin de poder, pero no la misma, todos estamos en situacin,
etc. Bien, si de cualquier persona que sabe algo podemos decir
usted ejerce el poder, me parece una crtica estpida en la medida en
que se limita a eso. Lo que es interesante es, en efecto, saber cmo
en un gru- po, en una clase, en una sociedad operan redes de poder,
es decir, cul es la localizacin exacta de cada uno en la red
del
29. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 31 poder, cmo l lo ejerce de
nuevo, cmo lo conserva, cmo l hace impacto en los dems, etctera.
Traduccin: Helosa Primavera NOTAS * Texto desgrabado de una
conferencia dada por Foucault en 1976 en Brasil. Publicada en la
revista anarquista Barbarie, Nros. 4 y 5 (1981-2), San Salvador de
Baha, Brasil.
30. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 33 LIBERTAD, DESVENTURA,
INNOMBRABLE PIERRE CLASTRES No se da con frecuencia pensamiento ms
libre que el de Etienne de La Botie. Tampoco la singular firmeza de
este co- mentario escrito por un joven an adolescente. Quiz pudira-
mos hablar de un Rimbaud del pensamiento. La audacia y la gravedad
de su interrogacin es de evidencia accidental: qu irrisin la de
intentar dar cuenta de ella refirindola a su siglo, o la de remitir
esa mirada altiva insoportable al crculo ce- rrado de los que
vuelven a trazarse una y otra vez! Cuntos malentendidos desde el
Contra uno de los hombres de la Re- forma! No es sin duda la
referencia a un determinismo histri- co cualquiera (circunstancias
polticas del momento, pertenen- cia a una clase social) lo que
conseguir desarmar la virulencia siempre activa del Discurso, ni
desmentir la esencial afirma- cin de libertad que lo crea y lo
anima. La historia local y mo- mentnea es apenas, para La Botie,
ocasin, pretexto: no hay nada en l propio del panfletario, del
publicista o del militante. Su agresin estalla con mayor alcance:
plantea una pregunta totalmente libre porque est absolutamente
libre de cualquier territorialidad social o poltica, y es
precisamente porque su pregunta es transhistrica por lo que estamos
en condiciones de orla. Cmo puede ser, pregunta La Botie, que la
mayora no tan slo obedezca a uno solo, sino que tambin le sirva, y
no tan slo le sirva sino que tambin quiera servirle? La naturaleza
y el alcance de tal pregunta impiden de entra- da que se la pueda
reducir a esta o aquella situacin histrica concreta. La posibilidad
misma de formular tan destructiva pregunta remite, simple pero
heroicamente, a una lgica de los contrarios: si soy capaz de
extraarme de que la servidumbre voluntaria sea la tnica invariable
de todas las sociedades, de la ma pero tambin de aquellas de las
que me informan los libros (con la excepcin, quiz retrica, de la
antigedad ro- mana), es sin duda porque imagino el contrario de esa
socie- dad, porque imagino la posibilidad lgica de una sociedad que
ignorara la servidumbre voluntaria. En esto radican el heros-
31. 34 / PIERRE CLASTRES mo y la libertad de La Botie. Es
acertado realizar este fcil y ligero deslizamiento de la historia a
la lgica, es acertado abrir- se al vaco de lo que parece ms
evidente, es acertado ensan- char esta brecha en la conviccin
general de que no se puede pensar en una sociedad sin divisin entre
dominantes y domi- nados. Extrandose de esto y negando la evidencia
natural, el joven La Botie trasciende toda la historia conocida
para decir: otra cosa es posible. No lo plantea en absoluto, es
cierto, como programa a realizar: La Botie no es un partisano. Poco
le im- porta, de cierto modo, el destino del pueblo mientras ste no
se subleve. Esta es la razn por la cual el autor del Discurso de la
servidumbre voluntaria puede ser al mismo tiempo funciona- rio del
Estado monrquico (de ah la torpeza de convertirlo en un clsico del
pueblo). Lo que descubre, mediante un desli- zamiento fuera de la
Historia, es precisamente que la sociedad, en la que el pueblo
quiere servir al tirano, es histrica, que no es eterna y no ha
existido siempre, que tiene una fecha de naci- miento y que algo
tuvo necesariamente que suceder para que los hombres cayeran de la
libertad en la servidumbre: ... qu desventura ha sido sta que tanto
haya podido desnaturalizar al hombre, nico ser nacido de verdad
para vivir libre, y le haya hecho perder el recuerdo de su estado
original y el deseo de volver a l?. Desventura: accidente trgico,
desgracia inaugural, cuyos efectos no dejan de ampliarse hasta el
punto de que se desvane- ce la memoria de lo anterior, hasta el
punto de que el amor por la servidumbre ha sustituido al deseo de
libertad. Qu dice realmente La Botie? Ms que ningn otro
clarividente, afirma que este paso de la libertad a la servidumbre
se produjo sin necesidad y que la divisin de la sociedad en los que
mandan y los que obedecen fue accidental qu tarea la de detectar
cul fue esa impensable desventura!. Lo que aqu se designa es
exactamente ese momento histrico en que nace la Historia, esa
ruptura fatal que jams hubiera debido producirse, ese irra- cional
acontecimiento que nosotros, los modernos, nombra- mos, en modo
similar, el nacimiento del Estado. En esta cada todos a uno solo,
La Botie descifra la seal repugnante de una degradacin quizs
irreversible: el hombre nuevo, producto de la incomprensible
desventura, deja de ser hombre, ni siquiera
32. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 35 animal. Puesto que las
bestias... no se acostumbran a servir sino manifestando el deseo
contrario..., este ser, difcil ya de nombrar, est desnaturalizado.
Perdiendo la libertad, el hom- bre pierde su humanidad. Ser humano
es ser libre, el hombre es un ser-para-la-libertad. Qu desventura,
en efecto, la que pudo llevar al hombre a renunciar a su ser y a
hacerle desear la per- petuacin de esta renuncia! La enigmtica
desventura que origina la Historia desnatu- raliz al hombre al
establecer en la sociedad una divisin tal que la libertad queda
desterrada, libertad que sin embargo es consustancial a la
naturaleza misma del hombre. Se detectan la seal y la prueba de
esta prdida de la libertad, no slo en la resignacin a someterse,
sino, an ms claramente, en el amor de la servidumbre. Con otras
palabras, La Botie opera una distincin radical a la naturaleza del
hombre o el nico ser nacido de verdad para vivir libre, y las
sociedades sin libertad en las que uno manda y los otros le
obedecen. Se notar que, de momento, esta distincin sigue siendo
pura lgica. Ignora- mos, en efecto, todo lo que hace a la realidad
histrica de la sociedad en libertad. Sabemos simplemente que, por
necesidad natural, la primera figura de la sociedad debi
instituirse segn un concepto de libertad, segn la ausencia de la
divisin entre tirano opresor y pueblo, amante de su servidumbre.
Sobrevie- ne entonces la desventura: todo se tambalea. Resulta de
esta particin entre sociedad en libertad y sociedad en servidumbre
que toda sociedad dividida es una sociedad en servidumbre. Es decir
que La Botie no opera distincin alguna en el interior del conjunto
constituido por las sociedades divididas: no hay buen prncipe que
pueda oponerse al tirano. La Botie se pre- ocupa poco por la
caracterologa Qu importa, en efecto, que el prncipe tenga un
natural amable o cruel? No es, de todas maneras, al prncipe a quien
sirve el pueblo? La Botie investi- ga no como psiclogo, sino como
mecnico, se interesa por el funcionamiento de las mquinas sociales.
Ahora bien, no hay deslizamiento progresivo de la libertad hacia la
servidumbre, no hay intermediarios, no hay la figura de un social
equidis- tante de la libertad y de la servidumbre, sino la brutal
desven- tura que provoca el derrumbamiento de la libertad de antes
en la sumisin que le sigue. Qu quiere decir con eso? Que toda
33. 36 / PIERRE CLASTRES relacin de poder es opresiva, que toda
sociedad dividida est habitada por un Mal absoluto debido al hecho
de que es, como contra natura, la negacin de la libertad. Por una
desventura, se producen pues el nacimiento de la Historia y la
divisin entre buena y mala sociedad: es buena la sociedad en la que
la ausencia natural de divisin asegura el imperio de la libertad y
es mala aquella cuyo ser dividido per- mite el triunfo de la
tirana. Diagnosticando la naturaleza del mal que gangrena todo el
cuerpo social dividido, La Botie, lejos de enunciar los resulta-
dos de un anlisis comparado de las sociedades sin divisin y de las
sociedades divididas, expresa los efectos de una pura oposicin
lgica: su Discurso remite a la afirmacin implcita, aunque previa,
de que la divisin no es una estructura ontolgica de la sociedad y
que, en consecuencia, antes de la aparicin desventurada de la
divisin social, haba necesariamente, en conformidad con la
naturaleza del hombre, una sociedad sin opresin y sin sumisin. A
diferencia de Jean-Jacques Rousseau, La Botie no dice que esa
sociedad quiz jams existiera. Inclu- so si los hombres la borraron
de su memoria, incluso si l, La Botie, no se hace muchas ilusiones
sobre la posibilidad de un retorno, lo que s sabe es que, antes de
la desventura, as viva la sociedad. Ahora bien, este saber que,
para La Botie, no poda ser ms que a priori, de pronto, para
nosotros que nos hacemos eco actualmente de la pregunta del
Discurso, se inscribe en el orden del conocimiento. De lo que
ignoraba La Botie noso- tros podemos hoy adquirir un saber emprico,
que proviene no ya de una deduccin lgica, sino de la observacin
directa. La etnologa trabaja precisamente sobre la lnea de particin
an- tao reconocida por La Botie, y quiere conocer todo aquello que
concierne en primer lugar a las sociedades de antes de la
desventura. Salvajes anteriores a la civilizacin, pueblos ante-
riores a la escritura, sociedades anteriores a la Historia: stas
son ciertamente las bien llamadas sociedades primitivas, las
primeras en desarrollarse en la ignorancia de la divisin, las
primeras en existir antes de la fatal desventura. El objeto privi-
legiado, si no exclusivo, de la etnologa es hoy en da el estudio de
las sociedades sin Estado.
34. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 37 La ausencia de Estado, criterio
inherente a la antropologa por el que se determina el ser de las
sociedades primitivas, im- plica la no-divisin de este ser. Ya no
se investiga en el sentido de creer que la divisin de la sociedad
exista antes de la insti- tucin estatal, sino en el sentido de que
es el Estado el que introduce la divisin y es su motor y su
fundamento. Suele de- cirse impropiamente que las sociedades
primitivas eran igualitarias. Se enuncia, al decirlo, que las
relaciones entre los hombres eran igualitarias porque ignoraban la
desigualdad: un hombre no vala ni ms ni menos que otro, no haba
superior e inferior. Con otras palabras, nadie poda ms que nadie,
nadie detentaba el poder. La desigualdad, ignorada por las
sociedades primitivas, es la que divide a los hombres en
detentadores del poder y sujetos al poder, la que divide el cuer-
po social en dominantes y dominados. sta es la razn por la cual los
jefes no podan ser indicio de una divisin de la tribu: el jefe no
mandaba pues no poda ms que otro miembro de la comunidad. El
Estado, como divisin instituida de la sociedad en un alto y un
bajo, es la puesta en juego efectiva de la relacin de poder.
Detentar el poder es ejercerlo: un poder que no se ejerce no es un
poder, no es ms que una apariencia. Y quiz, desde este punto de
vista, ciertas realezas, africanas u otra1 , debieran ser
clasificadas en el orden, ms eficazmente engaoso que lo que pudiera
creerse, de la apariencia. Sea como sea, la relacin de poder pone
en prctica una capacidad absoluta de divisin en la sociedad. Es, a
este ttulo, la esencia misma de la institucin estatal, la figura
fundamental del Estado. Recprocamente, el Estado no es ms que la
extensin de la relacin de poder, la incesante profundizacin de la
desigualdad entre los que mandan y los que obedecen. Ser
determinada como sociedad primitiva cual- quier mquina social que
funcione segn la ausencia de la rela- cin de poder. Ser por
consiguiente, llamada de Estado, cual- quier sociedad cuyo
funcionamiento implique, por poco que pueda parecernos, el
ejercicio del poder. En trminos laboetianos: sociedades de antes o
de despus de la desventura. Ni qu decir que la esencia universal
del Estado no se realiza en modo uniforme en todas las formaciones
estatales cuya histo-
35. 38 / PIERRE CLASTRES ria conocida se manifiesta de
distintas maneras. Slo en oposi- cin a las sociedades primitivas, a
las sociedades sin Estado, se revelan equivalentes todas las dems.
Pero una vez acontecida la desventura y una vez perdida la libertad
que rige natural- mente las relaciones entre iguales, el Mal
absoluto es suscepti- ble de todos los grados: hay una jerarqua de
lo peor, y el Esta- do totalitario, bajo sus distintas
configuraciones contempor- neas, est ah para recordarnos que, por
profunda que sea la prdida de la libertad, jams est del todo
perdida, jams aca- ba de perderse. La Botie no puede llamar de otra
forma a la desventura que destruy la primera sociedad, en la que el
disfrute de la libertad no expresaba ms que el ser natural de los
hombres. Desventura, es decir, acontecimiento fortuito sin motivo
algu- no de producirse y que, sin embargo, se produjo. Por lo tanto
el Discurso de la servidumbre voluntaria formula explcitamente dos
categoras de preguntas: primera, por qu se produjo la
desnaturalizacin del hombre, por qu se dio la divisin de la
sociedad y por qu sobrevino la desventura? Segunda, cmo pueden los
hombres perseverar en su ser desnaturalizado, cmo puede la
desigualdad reproducirse constantemente y cmo pue- de la desventura
perpetuarse hasta el punto de parecer eterna? A la primera serie de
preguntas, La Botie no da respuesta al- guna. Enunciado en trminos
modernos, se refiere al origen del Estado. De dnde sale el Estado?
Es intentar razonar lo irra- cional, intentar remitir el azar a la
necesidad, querer, en una palabra, abolir la desventura. Es sta una
pregunta vlida sin posible respuesta? Nada, en efecto, permite a La
Botie dar razn de lo incomprensible: por qu los hombres renunciaron
a la libertad? Intenta, en cambio, aportar una respuesta a la
segunda serie de preguntas: cmo puede la renuncia de la li- bertad
ser duradera? Es la principal intencin del Discurso ar- ticular
esta respuesta. Si, de todos los seres, el hombre es el nico ser
nacido realmente para vivir libre, si es, por su naturaleza,
ser-para- la-libertad, la prdida de la libertad debera ejercer sus
efectos sobre la naturaleza humana misma: el hombre se ha desnatu-
ralizado, por lo tanto debe cambiar de naturaleza. No cabe duda de
que no adquiere con ello naturaleza anglica alguna.
36. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 39 La desnaturalizacin se realiza,
no hacia arriba, sino hacia aba- jo: es una regresin. Pero se trata
acaso de una cada de la humanidad en la animalidad? No, y con ms
razn, porque observamos que los animales no se someten a sus amos
ms que por el miedo que les inspiran. Ni ngel, ni bestia, ni ms ac,
ni ms all de lo humano, se es el hombre desnaturaliza- do.
Literalmente, el innombrable. He ah la necesidad de una nueva idea
del hombre, de una nueva antropologa, La Botie es, en realidad, el
fundador desconocido de la antropologa del hombre moderno, del
hombre de las sociedades divididas. Con tres siglos de anticipacin,
anuncia la empresa de un Nietzsche ms incluso que la de un Marx de
reflexionar sobre la degra- dacin y la alienacin. El hombre
desnaturalizado existe en la degradacin porque perdi la libertad,
existe en la alienacin porque debe obedecer. Pero es exactamente
as? Las bestias acaso no tienen que obedecer? La imposibilidad de
determinar la desnaturalizacin del hombre como desplazamiento
regresi- vo hacia la animalidad reside en este dato irreductible:
los hom- bres obedecen, no forzados ni obligados, no bajo el efecto
del terror, no por miedo de la muerte, sino voluntariamente. Obe-
decen porque tienen ganas de obedecer, viven en la servidum- bre
porque la desean. Qu significa eso? El hombre desnatu- ralizado,
acaso an sera hombre, puesto que elige dejar de ser hombre, o sea
de ser libre? ste es, sin embargo, el nuevo aspecto del hombre:
desnaturalizado, pero an libre, puesto que elige la alienacin.
Extraa sntesis, impensable conjun- cin, innombrable realidad. La
desnaturalizacin que sucede a la desventura engendra un hombre
nuevo, en el que la volun- tad de libertad cede el lugar a la
voluntad de servidumbre. La desnaturalizacin hace que la voluntad
cambie de sentido, que tienda hacia una meta contraria. No es que
el hombre nuevo haya perdido su voluntad, sino que la dirige hacia
la servidum- bre: el Pueblo, como vctima de un sortilegio, de un
encanta- miento, quiere servir al tirano. Y, al no ser deliberada,
esta voluntad encubre, a partir de ese momento, su verdadera iden-
tidad: el deseo. Cmo empieza este proceso? La Botie no tie- ne ni
la ms remota idea. Cmo contina? Es que los hombres desean que as
sea, responde La Botie. No hemos avanzado mucho: la objecin es
sencilla, no cabe duda. Pues lo que La
37. 40 / PIERRE CLASTRES Botie pone en juego, discreta pero
claramente, es la antropo- loga. Se trata de la naturaleza humana y
sobre ella plantea, en suma, la pregunta: es el deseo de sumisin
innato o adquiri- do? Exista antes de la desventura que le haba
permitido rea- lizarse? O bien debe su emergencia ex nihilo a la
desventura, cual mutacin letal rebelde a toda explicacin? Preguntas
me- nos acadmicas de lo que parecen, como nos incita a pensar el
ejemplo de las sociedades primitivas. Hay, en efecto, una tercera
serie de preguntas que el autor del Discurso no poda plantearse,
pero que la etnologa con- tempornea nos permite formular: cmo
funcionaban las so- ciedades primitivas para evitar la desigualdad,
la divisin, la relacin de poder? Cmo conseguan conjurar la
desventura? Cmo actuaban para que no se diera? Pues, repitmoslo, si
las sociedades primitivas eran sociedades sin Estado, no era en
absoluto por incapacidad congnita de alcanzar la edad adulta que
marcara la presencia del Estado, sino claramente por re- chazo de
esta institucin. Ignoraban el Estado porque no lo queran, la tribu
mantena separado el jefe del poder, y, porque no queran que el jefe
pasara a detentar el poder, se negaban a que el jefe fuera jefe.
Sociedades que rechazaban la obediencia: as eran las sociedades
primitivas. Y guardmonos aqu igual- mente de cualquier referencia a
la psicologa: el rechazo a la relacin de poder, el rechazo a
obedecer, no son de ninguna manera, como lo creyeron misioneros y
viajeros, un rasgo ca- racterstico de los salvajes, sino el efecto,
a nivel individual, del funcionamiento de las mquinas sociales, el
resultado de una accin y de una decisin colectivas. No hay, por
otro lado, razn alguna para invocar, con el fin de dar cuenta de
este rechazo de la relacin de poder, un conocimiento previo del
Estado por parte de las sociedades primitivas: habran hecho la
experiencia de la divisin entre dominantes y dominados, ha- bran
comprobado y sentido lo nefasto e inaceptable de esa divisin y
habran hecho vuelta atrs al tiempo anterior a la desventura. Esta
hiptesis nos remitira a la afirmacin de que el Estado y la divisin
de la sociedad segn la relacin mando- obediencia son eternos. Se
tratara de un razonamiento muy astuto que tendera a legitimar la
divisin de la sociedad, al querer descubrir en el hecho de la
divisin una estructura inhe-
38. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 41 rente a la sociedad como tal.
Sin embargo, esta concepcin se encontrara a fin de cuentas
invalidada por las enseanzas de la historia y de la etnologa. No
podran, en efecto, ofrecernos ejemplo alguno de una sociedad de
Estado que hubiera vuelto a ser sociedad sin Estado, sociedad
primitiva. Por el contrario, ms bien parece que, llegados a un
punto, y una vez franquea- do ste, la vuelta atrs se hace
imposible, de tal manera que este paso no puede darse sino en un
nico sentido: del no-Esta- do hacia el Estado, nunca en el otro
sentido. El espacio y el tiempo, un rea cultural o un perodo
determinados de nuestra historia proponen el espectculo permanente
de la decadencia y la degradacin en las que estn comprometidos los
grandes aparatos estatales: por ms que el Estado se derrumbe y se
desmembre en seoros feudales o jefaturas locales, jams des- aparece
la relacin de poder, jams se disuelve la divisin esen- cial de la
sociedad, jams se realiza la vuelta al momento pre- estatal.
Irresistible, abatido pero no aniquilado, el poder del Estado acaba
siempre por reafirmarse, ya sea en Occidente despus de la cada del
Imperio romano, ya sea en los Andes, campo milenario de apariciones
y desapariciones de Estados, cuya ltima figura fue el imperio de
los Incas. Por qu la muerte del Estado siempre es incompleta? Por
qu no lleva en s la reinstitucin del ser no dividido de la so-
ciedad? Por qu, reducida y debilitada, la relacin de poder no deja
de ejercer? Ser el hombre nuevo, engendrado en la divisin de la
sociedad y educado en ella, un hombre definiti- vo, inmortal,
irrevocablemente incapaz de toda vuelta a la eta- pa anterior a la
divisin? Deseo de sumisin, rechazo de la obediencia: sociedad de
Estado, sociedad sin Estado. Las so- ciedades primitivas rechazaban
la relacin de poder impidien- do as que se realizara el deseo de
sumisin. Jams insistira- mos demasiado, parodiando a La Botie, en
aquello que, en realidad, no debieran ser ms que perogrulladas:
primero, en que el poder slo existe en su ejercicio efectivo; y
segundo, en que el deseo de poder no puede realizarse si no
consigue susci- tar el eco favorable de su complemento necesario,
el deseo de sumisin. No hay deseo realizable de mandar sin deseo
corre- lativo de obedecer. Decimos que las sociedades primitivas,
en tanto que sociedades sin divisin, negaban al deseo de poder
y
39. 42 / PIERRE CLASTRES al deseo de sumisin toda posibilidad
de realizacin. Mqui- nas sociales habitadas por la voluntad de
perseverar en su ser no dividido, las sociedades primitivas se
instituan como luga- res de represin del mal deseo. Ninguna
posibilidad le era con- cedida: los salvajes no queran, ni quieren,
saber nada de l. Estiman que este deseo es malo porque, si le
permitieran reali- zarse, sera admitir una innovacin social que
conducira a la divisin en dominantes y dominados y al
reconocimiento de la desigualdad entre amos del poder y siervos del
poder. Para que las relaciones entre los hombres se mantengan como
relaciones de libertad entre iguales hay que impedir la
desigualdad, hay que impedir que aflore el mal deseo bifactico que
atormenta quizs a toda sociedad y a todo individuo en cada
sociedad. A la inmanencia del deseo de poder y del deseo de sumisin
y no del poder mismo, o de la sumisin misma las sociedades pri-
mitivas oponan el hay que y el no hay que de su Ley: no hay que
cambiar nada de nuestro ser indiviso, no hay que dejar que el mal
deseo se realice. Queda ahora muy claro que no es nece- sario haber
hecho la experiencia del Estado para rechazarlo, o haber conocido
la desventura para conjurarla, o aun haber perdido la libertad para
reivindicarla. A sus nios, la tribu pro- clamaba: Sois todos
iguales, ninguno de vosotros vale ms que otro, ninguno menos que
otro, la desigualdad est prohi- bida porque es falsa, es mala. Y,
para que no se perdiera el recuerdo de la ley primitiva, la
inscriban, en marcas iguales dolorosamente tatuadas, sobre el
cuerpo de los jvenes inicia- dos en el conocimiento de esta ley. En
el caso de iniciacin, el cuerpo del individuo, como superficie de
inscripcin de la Ley, era objeto de una investidura colectiva,
querida por la socie- dad entera, a fin de impedir que un da el
deseo de un indivi- duo, transgrediendo el enunciado de la Ley,
intentara investir al campo social. Y si, por ventura, a uno de los
iguales que componen la comunidad se le ocurriera querer realizar
el de- seo de poder y de investir con l el cuerpo de la sociedad, a
este jefe deseoso de mandar, la tribu, lejos de obedecer, responde-
ra: Has querido, t, uno de los iguales que somos, destruir el ser
indiviso de nuestra sociedad afirmndote superior a los dems, t, que
no vales ms que los dems. Valdrs a partir de ahora menos que los
dems. Y el efecto, etnogrficamente
40. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 43 real, de este discurso
imaginario era: cuando un jefe quera ejercer como jefe, se le
exclua de la sociedad, abandonndolo. Si insista, podan llegar a
matarlo: exclusin total, conjuro radical. Desventura: algo se
produce, algo que impide a la sociedad mantener en la inmanencia
tanto el deseo de poder como el deseo de sumisin. Emergen a la
realidad de la experiencia, en el ser dividido de una sociedad
formada, a partir de entonces, por desiguales. As como las
sociedades primitivas son conser- vadoras porque desean conservar
su ser-para-la-libertad, las sociedades divididas no se dejan
cambiar, y el deseo de poder y la voluntad de servidumbre no acaban
de realizarse. Es total, decamos, la libertad del pensamiento de La
Botie, y transhistrico su discurso. La extraeza de la cuestin que
plantea no desaparecer en nosotros con recordar que el au- tor
pertenece a la burguesa de magistrados, ni con querer re- conocer
en l tan slo el eco indignado de la represin real que se abati, en
1549, sobre la sublevacin de las Gabelas en el sur de Francia. La
empresa de La Botie escapa a cualquier intento de apresarlo en un
siglo, no es un pensamiento fami- liar en tanto que se desarrolla
precisamente en contra de lo que hay de tranquilizador en la
evidencia inherente a cual- quier pensamiento familiar. Pensamiento
solitario, pues, el del Discurso, pensamiento riguroso que no se
nutre ms que de su propio movimiento, de su propia lgica: si el
hombre ha naci- do para ser libre, entonces el modo original de
existencia de la sociedad humana debi necesariamente desarrollarse
en la no divisin, en la no desigualdad. Hay en La Botie como una
deduccin a priori de la sociedad sin Estado, de la sociedad
primitiva. Ahora bien, es quizs en este punto donde podra,
curiosamente, revelarse una influencia de su siglo, una toma en
consideracin por La Botie de lo que suceda en la primera mitad del
siglo XVI. En efecto, con demasiada frecuencia se olvida uno, al
pare- cer, de que el siglo XVI es el del Renacimiento, el de la
resurrec- cin de la cultura de la Antigedad griega y romana, pero
tam- bin el que asiste al advenimiento de un hecho que, por su al-
cance, va a trastocar la configuracin de Occidente, a saber el
descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo. Retorno a
41. 44 / PIERRE CLASTRES los Antiguos de Atenas y Roma, es
cierto, pero tambin irrup- cin de lo que hasta entonces no exista:
Amrica. Puede medir- se la fascinacin que ejerci sobre Europa
occidental el descu- brimiento del continente desconocido por la
extrema rapidez con que se difundan todas las noticias que provenan
de allende los mares. Limitmonos a sealar unos puntos de referencia
cronolgicos2 . A partir de 1493, se publicaron en Pars las car- tas
de Cristbal Coln relativas a su descubrimiento. Poda leerse, en
1503, tambin en Pars, la traduccin lati- na del relato del primer
viaje de Amrico Vespucio. Amrica, como nombre propio del Nuevo
Mundo, aparece por primera vez, en 1507, en otra edicin de los
viajes de Vespucio. A partir de 1515, la traduccin francesa de los
viajes de los portugueses es un xito editorial. En una palabra, en
la Europa de princi- pios de siglo, no haba que esperar mucho para
saber qu suce- da en Amrica. La abundancia de informaciones y la
rapidez de su difusin a pesar de las dificultades de comunicacin de
la poca denotan un inters tan apasionado por parte de las gentes
cultivadas de aquellos tiempos, por las tierras recin descubiertas
y los pueblos que las habitaban como por el mun- do antiguo que los
libros revelaban. Doble descubrimiento e idntico deseo de saber que
no abarca a la vez la historia anti- gua de Europa y su nueva
extensin geogrfica. Conviene notar que esta rica literatura de
viajes es sobre todo de origen espaol y portugus. Los explotadores
y con- quistadores ibricos se lanzaban, en efecto, a la aventura en
nombre y con el apoyo financiero de las monarquas de Ma- drid y
Lisboa. Sus expediciones eran, de hecho, empresas de Estado, y los
viajeros estaban, por consiguiente, obligados a informar con
regularidad a las muy puntillosas burocracias reales. Pero de ello
no se deduce que los franceses de entonces no dispusieran, para
satisfacer su curiosidad, ms que de do- cumentos suministrados por
los pases vecinos. Pues si la coro- na de Francia, que se
preocupaba poco en aquella poca por proyectos de colonizacin
allende el Atlntico, no se interesa- ba sino de lejos por los
esfuerzos de espaoles y portugueses, la empresa privada hacia el
Nuevo Mundo fue, en cambio, pre- coz y mltiple. Los armadores y
comerciantes de los puertos de la Mancha y de toda la costa
atlntica organizaron, a partir del
42. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 45 inicio del siglo XVI, quizs
incluso antes, expediciones hacia las Islas y hacia lo que, ms
tarde, Andr Thevet tuvo que llamar Francia equinoccial. Al silencio
y a la inercia del Estado res- ponda, desde Honfleur hasta Burdeos,
la intensa y ruidosa actividad de los barcos y las tripulaciones
que, muy pronto, establecieron relaciones comerciales regulares con
los salvajes sudamericanos. As es cmo, en 1503, tres aos despus de
que el portugus Cabral descubriera el Brasil, el capitn Gonneville
llegaba al litoral brasileo. Tras muchas aventuras, consegua volver
a Honfleur en mayo de 1505, en compaa de un joven indio,
Essomericq, hijo de un jefe de la tribu tupinamb. Las crnicas de la
poca no retuvieron ms que algunos nombres, como el de Gonneville,
entre centenares de valientes marinos que atravesaron el ocano3 .
Pero no cabe la menor duda de que la cantidad de informacin de la
que se dispone a propsito de esos viajes no da ms que una apagada
idea de la regularidad y de la intensidad de las relaciones entre
franceses y salvajes. Nada de extrao en ello: estos viajes esta-
ban patrocinados por armadores privados que se guardaban mucho, a
causa de la competencia, de publicar todos sus secre- tos de
fabricacin! Y puede fcilmente imaginarse que la relativa escasez de
documentos escritos quedaba ampliamente compensada por la
informacin oral de primera mano que trans- mitan los marinos, al
volver de Amrica, en todos los puertos de Bretaa y Normanda, hasta
La Rochelle y Burdeos. Esto equivale a decir que, a partir de la
segunda dcada del siglo XVI, cualquier francs medio estaba en
disposicin, si lo quera, de mantenerse informado de las cosas y las
gentes del Nuevo Mundo. Este flujo de informacin, apoyado por la
intensifica- cin de los intercambios comerciales, no dej de
ampliarse y concretarse al mismo tiempo. En 1544, el navegante Jean
Alfonse, describiendo las poblaciones del litoral brasileo, era
capaz de elaborar una distincin, especficamente etnogrfica, entre
tres grandes tribus, subgrupos de la muy importante et- nia de los
Tup. Once aos ms tarde, Andr Thevet y Jean de Lry llegaban a estas
mismas orillas para trasmitir sus crni- cas, que hoy son
irremplazables testimonios sobre los indios del Brasil. Pero, con
estos dos maestros cronistas, nos encon- tramos ya en la segunda
mitad del siglo XVI.
43. 46 / PIERRE CLASTRES El discurso de la servidumbre
voluntaria fue redactado, nos dice Montaigne, cuando La Botie tena
dieciocho aos, es de- cir, en 1548. Que Montaigne, en una edicin
ulterior de los Ensayos, rectificara esta fecha diciendo que su
amigo no tena, de hecho, ms de diecisis aos, no cambia
sustancialmente el problema que nos ocupa. De ello podra
simplemente deducir- se una mayor precocidad del pensador. Que La
Botie haya podido, por otra parte, rehacer el texto del discurso
cinco aos ms tarde, cuando, estudiante en Orlans, atenda a las
clases de sus profesores de derecho contestarios, nos parece a la
vez posible y sin consecuencia. O bien, en efecto, el Discurso fue
redactado en 1548 y su contenido, su lgica interna, no podan sufrir
alteracin alguna o bien fue escrito ms tarde. Montaigne es
explcito: fue escrito en el decimoctavo ao de La Botie. As pues,
toda modificacin ulterior no puede ser sino de detalle,
superficial, destinada simplemente a precisar y afinar su expo-
sicin. Nada ms. Y tambin nada ms equvoco que esa obs- tinacin
erudita de reducir un pensamiento a lo que se procla- ma a su
alrededor y nada ms oscurantista que esa voluntad de destruir la
autonoma del pensamiento recurriendo lamenta- blemente a las
influencias. Pero, pese a todo, el Discurso sigue ah, ese Discurso
cuyo riguroso movimiento se desarrolla firme y libremente, como
indiferente a todos los dems discur- sos de su siglo. Por eso
probablemente Amrica, sin estar del todo ausente del Discurso, no
aparece sino bajo la forma de una alusin, por otra parte muy clara,
a estos nuevos pueblos que acaban de ser descubiertos. Pero, a
propsito, si por ventura nacie- ran hoy gentes completamente
nuevas, que no estuvieran acos- tumbradas a la sumisin ni atradas
por la libertad, y que no supieran qu es ni la una ni la otra, ni
jams hubieran odo nombrarlas, si se les diera a elegir entre ser
siervos o vivir libres segn las leyes que acordasen, no cabe dudar
de que preferi- ran mucho ms obedecer tan slo a su razn que servir
a un hombre... En resumen, puede asegurarse que, en 1548, el co-
nocimiento que se tena del Nuevo Mundo era en Francia ya muy
dilatado y se renovaba continuamente gracias a los nave- gantes.
Sera muy sorprendente que un La Botie no se hubiera interesado por
lo que se escriba sobre Amrica o por lo que se
44. EL LENGUAJE LIBERTARIO / 47 deca de ella en los puertos,
Burdeos por ejemplo, que se en- contraba muy cerca de sus tierras
de Sarlat. Por supuesto, el autor del Discurso no necesitaba, para
concebirlo y escribirlo, todo este conocimiento. Habra podido
perfectamente articu- larlo sin l. Pero este joven, que se
preguntaba con tanta serie- dad acerca de la servidumbre voluntaria
y soaba con la socie- dad anterior a la desventura, cmo habra
podido no quedar impresionado por la imagen que, desde haca largos
aos, ya los viajeros esbozaban de aquellas gentes totalmente
nuevas, salvajes americanos que vivan sin fe, sin rey y sin ley;
hombres que admitan una sociedad sin ley ni emperador, en la que
cada uno era su propio dueo? En una sociedad dividida, segn el eje
vertical del poder, entre dominantes y dominados, las relaciones
que unen a los hombres no pueden desarrollarse francamente, en
libertad. Prncipe, dspota o tirano, el que ejerce el poder desea
tan slo la obediencia unnime de sus sbditos. stos responden a su
deseo, hacen posible su deseo de p