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El medio ambiente urbano. ensayo teórico

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Este trabajo presenta una primera reflexión sobre los principales aspectos conceptuales de la relación ciudad y medio ambiente, caracteriza ambientalmente la ciudad de Manizales, integrando los aspectos ecosistémicos, urbanos y de gestión y propone la construcción de un modelo de ciudad ambiental que será aplicado en un proceso continuo de investigación - gestión.

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El Medio Ambiente Urbano (Ensayo versión preliminar 1996)

Por: Augusto Ángel Maya y Luz Stella Velásquez Barrero Grupo de Estudios Ambientales Urbanos GEA-UR Colombia

Introducción En Colombia, se empieza a plantear una nueva forma de interpretar la ciudad, desde la perspectiva ambiental. El Programa Nacional de Estudios Ambientales Urbanos inició en 1992 una continua reflexión sobre la temática. Actualmente, el programa articula un gran número de investigadores de todo el país y sus propuestas y modelos han trascendido las esferas políticas y gubernamentales hasta llegar a participar en diseño de la política ambiental para los asentamientos humanos en Colombia. También, se iniciaron estudios de caso que permitieron construir propuestas teóricas y metodológicas para abordar la problemática ambiental urbana del país y dar así las bases para la gestión ambiental de los asentamientos humanos. El estudio de caso Manizales sentó las bases para una propuesta de ciudad ambiental que hoy se encuentra en proceso de construcción: el Biomanizales.

Del contacto directo con la problemática urbana, mediante práctica de investigación en la ciudad de Manizales- Colombia, y con el apoyo del Grupo de Estudios Ambientales Urbanos de la ciudad, el GEA-UR, se logró con participación en el Consejo Territorial de Planeación Municipal, aportar en la consolidación de un proceso de gestión ambiental local que se integró al Plan de Desarrollo Municipal en la propuesta de la BIOCIUDAD. Esta integración de la investigación - gestión, permitió conocer las características ambientales de la ciudad para definir estrategias que buscan mejorar sus condiciones de habitabilidad. Igualmente, avanzar en la gestión del desarrollo sostenible del municipio, articulado a la región. El propósito fundamental de este trabajo es el de avanzar en una comprensión teórica y metodológica de la relación ciudad y medio ambiente y comentar una experiencia de gestión construida a partir de un modelo teórico de ciudad. Igualmente, motivar a los investigadores ambientales y urbanos a continuar pensando, discutiendo y proyectando la ciudad del futuro. Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores, la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos. REPETIDO PAG. 40 ===En este sentido, las referencias a lo urbano están signadas por los calificativos destructores y apocalípticos. Para otros, prima la ciudad, sin considerar las afectaciones que sobre la calidad de vida de los pobladores urbanos tienen los esquemas impuestos para un irracional consumo

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energético, ===la carencia de sistemas tecnológicos de reciclaje de residuos y la segregación socio-espacial que desvirtúa la esencia de ese complejo espacio colectivo. Por ello, muchas veces se plantean objetivos de sostenibilidad sin reflexionar sobre el cambio cultural requerido para esa nueva propuesta urbana. Para la ciudad de hoy, los postulados de racionalidad funcional en la distribución espacial y la "asepsia urbana" promulgados por el movimiento moderno, son cuestionados por la "crisis ambiental". No sabemos si la ciudad moderna, al menos en América Latina, es o no ambientalmente sostenible dentro de los actuales paradigmas económicos, tecnológicos y sociales. Esta crisis ambiental exige para la ciudad, alternativas distintas en procura de un mejor uso de los recursos naturales, tecnológicos y sociales. ======Desafortunadamente, existe una marcada tendencia a reducir la calidad ambiental de las concentraciones urbanas, al mejoramiento sanitario y a la solución de problemas de contaminación.==== Estos son factores fundamentales pero no únicos, sólo son una parte de la problemática. A esto se debe en gran parte, que todavía los modelos de desarrollo urbano desde una perspectiva ambiental continúen ligados a tendencias conservacionistas o de un "diseño ambiental" sustentado en la corrección de problemas de contaminación. Esto trae como consecuencia una planificación y ejecución de los proyectos inmersa en una marcada sectorización para la solución de los problemas. Aún no se concibe lo ambiental urbano de manera integral, es decir, en una relación que integre factores bióticos, productivos, tecnológicos, sociales, políticos y simbólicos. Esta separación no ha posibilitado soñar una nueva imagen urbana, y los paradigmas de mejores ciudades, como posibilidad de idear el futuro, reciben severas criticas desde un racionalismo planificador que los reta a desaparecer en un marco de desesperanza. Lo cierto es que, para lograr un desarrollo sostenible, el manejo integral de la calidad ambiental del espacio urbano se convierte en un requisito para recibir los beneficios que genera el intercambio cultural al poner el valor de los recursos escasos. Es indispensable la concentración de actividades y funciones para lograr la eficiencia energética en busca de conservar los recursos para las futuras generaciones. El mejoramiento de los niveles de bienestar de la población, depende en gran medida de una nueva idea de ciudad, que destaque la importancia ambiental y su planificación integral. Si regresan los paradigmas y las ideas de construir el futuro anticipadamente, se busca mejores desarrollos tecnológicos hacia una producción limpia, mayores niveles de producción de bienes y servicios, mejores espacios para la vida ciudadana y mayor eficiencia y compromiso en la gestión urbana. Probablemente, hacia ese futuro lo "urbano" no será censurado, por el contrario, existirán nuevas opciones articuladas al avance tecnológico logrado hoy por las comunicaciones y la informática.

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La comprensión y el conocimiento del proceso de transformación de la ciudad en la búsqueda de una visión integral y dinámica, posibilitará respuestas creativas hacia la construcción de "Utopías realizables". Para ello, es necesario conocer el contexto cultural que sustenta la nueva propuesta. La acertada observación de la realidad es indispensable y el reconocimiento de la legitimidad de lo urbano será el punto de partida a su concreción. En este caso, la ciudad deberá tomarse como herramienta para construir el nuevo equilibrio, donde los valores existentes (naturales y artificiales) sean aceptados, no para ser defendidos y protegidos sino para ser interpretados y reelaborados según las nuevas necesidades sociales. Hoy, se requiere explorar las posibilidades de nuevos paradigmas para construir una ciudad que responda integralmente a las exigencias del desarrollo urbano sostenible. La posibilidad de aproximación veraz y objetiva a la solución de los problemas del hábitat humano, insertos en un mundo cuyos factores se sobreponen, multiplican e interactúan constantemente, depende igualmente de la perspectiva integral e interdisciplinaria con que se piense e intervenga la ciudad . Visiones unilaterales producirán igualmente soluciones incompletas y parciales. Soñar una nueva ciudad es una buena alternativa, construirla es un reto. Este trabajo presenta una primera reflexión sobre los principales aspectos conceptuales de la relación ciudad y medio ambiente, caracteriza ambientalmente la ciudad de Manizales, integrando los aspectos ecosistémicos, urbanos y de gestión y propone la construcción de un modelo de ciudad ambiental que será aplicado en un proceso continuo de investigación - gestión. Los elementos aquí planteados sólo pretenden ser la base para un proceso dinámico de investigación ambiental urbana, reconociendo los límites para abarcar los componentes de esa compleja estructura que es la ciudad moderna. De hecho, falta mucho todavía para llegar a certezas científicas o hipótesis consolidadas. Las ciencias ambientales apenas están iniciando su formación y el peso de la tradición en las formas de investigación, dificulta el avance hacia una concepción interdisciplinaria de sistemas complejos, como el urbano.

PRIMERA PARTE

1. MARCO TEÓRICO DE LA RELACIÓN MEDIO AMBIENTE Y CIUDAD

Para quien haya transitado por los métodos del urbanismo, puede parecer una incongruencia que se establezca una relación entre la perspectiva ambiental y el análisis urbano. Para la opinión común, el problema ambiental no pasa de ser una preocupación de los biólogos, o quizá de los ingenieros ambientales. Por otra parte, se piensa frecuentemente que el problema ambiental surge con la industria moderna, y que éste debe ser una preocupación de los movimientos conservacionistas. A su vez, la planificación urbana pocas veces ha integrado

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en sus procesos de gestión la dinámica ambiental, privilegiando las racionalidades económicas y políticas. Si bien, desde el urbanismo se ha estudiado la ciudad , recogiendo el avance de las ciencias sociales y "naturales”, incorporando aspectos que en un principio no eran percibidos como referentes o causas de las transformaciones urbanas, la incorporación de la dimensión ambiental en los métodos de análisis urbano es todavía incipiente y el estudio de la ciudad desde la perspectiva ambiental apenas comienza . El hecho de que la perspectiva ambiental reclame su propia manera de percibir la dinámica urbana, no se debe al influjo de una moda cultural pasajera, sino a la convicción de que las formas de organización social están íntimamente vinculadas a la transformación tecnológica de los ecosistemas. En este sentido, la problemática ambiental de los asentamientos humanos, es un reto para las prácticas tradicionales de investigación, gestión y planificación. La ciudad ambiental se vislumbra como una posibilidad para lograr el desarrollo sostenible. La perspectiva de análisis ambiental de la ciudad plantea un campo interdisciplinario de análisis, sin pretender reemplazar o cubrir el objeto de estudio de las distintas disciplinas que confluyen en la investigación urbana. Este nuevo enfoque requiere de un esfuerzo de intercomunicación y acción conjunta entre miembros de los distintos saberes, por ello, la investigación ambiental urbana debe buscar la construcción conceptual y metodológica en un dialogo permanente entre las diversas disciplinas que se integran alrededor del conocimiento de los asentamientos humanos. Desde el punto de vista ambiental, la creación de espacios urbanos cada vez más grandes está relacionada con el dominio tecnológico de espacios geográficos diferentes y, por tanto, con la modificación de múltiples ecosistemas. Por esta razón, al analizar su relación con la problemática ambiental se debe tener en cuenta, la plataforma tecnológica construida y la capacidad real para elaborar a través de ella, los medios artificiales para una adecuada sustentación de las actividades económicas y sociales. Esta consideración debe atender a los límites ambientales de la densidad poblacional en concordancia con la calidad de vida urbana. Para responder ambientalmente a los procesos acelerados de crecimiento de la población urbana es necesario que las soluciones incorporen tanto la capacidad de renovación de los recursos naturales como la posibilidad de optimizar los recursos tecnológicos para la construcción de los asentamientos humanos. Cuando se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas - sobre todo metropolitanas- en función de las tecnologías prevalecientes para la construcción del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. La ciudad de hoy como centro de acumulación de recursos en un proceso de internacionalización de la economía produce impactos en la más alejadas regiones. En este sentido, el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente

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depende tanto de factores económicos, socio–políticos y tecnológicos, como del manejo, transformación y apropiación de los recursos naturales. En la ciudad, la relación entre estructura natural y estructura construida no es estática, este proceso se manifiesta en un "nuevo equilibrio" que establece cambios continuos, donde el diálogo con el contexto crea nuevos significados. Del acierto de esta interrelación depende en gran medida la lectura, interpretación y conocimiento del entorno y el territorio. La calidad de lo urbano desde el punto de vista ambiental depende de lo acertado del intercambio entre lo natural y lo construido, teniendo en cuenta las relaciones de tipo espacial y emocional que se establece con el medio y el significado cultural que puedan tener. La ciudad es expresión de la relación dinámica entre el ecosistema y la cultura que la construye, pero esta relación no se constituye por principio en una relación negativa. Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la concentración urbana en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la cultura urbana no puede seguirse construyendo a expensas del detrimento del ecosistema, tampoco logrará hacerlo en armonía con él. Esas son condiciones propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de adaptación tecnológica, y que sirven para reconocer esa relación de conflicto en la búsqueda de un nuevo equilibrio dinámico. Para que las ciudades permanezcan vivas requieren crear su propio equilibrio dentro de ese nuevo orden tecnológico, un nuevo orden que responde a particularidades culturales creadas en la interacción con el ecosistema producto de procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por el hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio ya depende de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y del establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Hoy, la urbanización se ha convertido en la tendencia demográfica dominante, por ello, la intervención ambiental en la construcción del hábitat es prioritaria. Las ciudades pueden llegar a ofrecer una mayor eficiencia, por ser el producto de la concentración de servicios, actividades y alternativas económicas, por posibilitar el intercambio y por ofrecer mejores condiciones para el disfrute colectivo del espacio. En este sentido, la importancia de la estructura urbana para el avance en los procesos de producción, el intercambio tecnológico, el crecimiento económico y el desarrollo cultural, es protagónica .

1.1. ECOSISTEMA Y CIUDAD Reflexionar sobre el hecho urbano en su perspectiva ambiental, nos conduce necesariamente a entender la dinámica relacional de un sistema complejo

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signado por determinaciones culturales, donde, el hombre en sus procesos de adaptación tecnológica regula el equilibrio de los nuevos sistemas artificializados. Si bien, la ciudad como construcción del hombre pertenece al campo de la cultura, su comprensión ambiental sólo podrá darse en la medida en que se analice en su relación con el ecosistema que la sustenta. En este sentido, es fundamental establecer la diferencia entre equilibrio ecosistémico y equilibrio cultural. A partir de allí, comprenderemos por qué la ciudad no puede analizarse como si fuese un ecosistema, y por qué, del análisis urbano, no pueden suprimirse las manifestaciones culturales como producto de la relación e interdependencia de la ciudad con el medio ecosistémico. El hombre se separa del ecosistema, construyendo sus propias reglas de alimentación, para ello necesita transformar radicalmente las leyes que regulan el traspaso energético y alterar consecuentemente las cadenas tróficas y las leyes que regulan el equilibrio ecosistémico. El hombre altera los flujos energéticos, recurriendo principalmente a los depósitos acumulados por la biomasa en períodos anteriores y los introduce en diferentes momentos del proceso. En esta forma, es el hombre quien empieza a regular el equilibrio poblacional de los nuevos sistemas artificiales.

Es necesaria una modificación terminológica para exorcizar los estudios urbano-ambientales del influjo del reduccionismo biologista. Existen dos tendencias y dos peligros en la utilización de los términos y de la metodología biológica en las ciencias sociales. Si se traspasan mecánicamente, como lo intenta la primera ecología humana de los años treinta, se cae en un reduccionismo que no contempla las particularidades de las adaptaciones culturales. Si no se adoptan los métodos de estudio, sino simplemente se transportan acríticamente los vocablos, se cae simplemente en la confusión, que es lo que ha sucedido en el campo del ambientalismo. La propuesta debe plantearse a partir de presupuestos distintos. La crisis ambiental es un problema inherente a las formas adaptativas de la cultura. La naturaleza, antes de la intervención del hombre, había llegado a ciertos "equilibrios" en los balances energéticos y en la organización de los ciclos de los elementos materiales, que se han visto afectados por la intervención humana . Es eso precisamente lo que se quiso caracterizar con el nombre de "ecosistema" y es ésta una labor que intentó desarrollar la ecología biológica. El hombre entra con pleno derecho en el sistema natural, pero lo tiene a entrar con sus especificidades, su análisis no se puede reducir a los métodos de la física o de la biología. La ciudad es la construcción del hombre, es por lo tanto, un hábitat que pertenece al campo de la cultura. En este hábitat obligado del hombre, y altamente modificado, difícilmente podrán encontrarse las características propias de los ecosistemas naturales. Es un espacio de

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transformación tecnológica de los recursos, dentro de leyes diferentes a las que regulan el ecosistema. El concepto de ecosistema ha sido formulado desde la perspectiva biológica para definir las relaciones de los organismos vivos entre sí y con los elementos abióticos del entorno. Fue propuesto por el biólogo inglés Tansley hacia los años treinta, quien condensó en esta forma los esfuerzos científicos de quienes investigaban la trama de la vida desde el momento en que Darwin formuló las leyes de la evolución. El concepto de ecosistema incluye no solo la manera como se relacionan los elementos vivos, sino igualmente, la forma como entran en la construcción de la vida los elementos físico-químicos y los flujos energéticos. De esta manera, el concepto de ecosistema recoge las transformaciones de la materia-energía que evolucionan hacia la vida dentro de reglas precisas de funcionamiento.

El ecosistema, por tanto, no es un modelo que sirva para analizar cualquier tipo de flujo energético, sino sólo aquel que se organiza en cadenas tróficas y en los ciclos bio-geo-químicos de los elementos materiales. Cuando se aplica a otros sistemas energéticos, como los sistemas tecnológicos organizados por el hombre dentro de leyes distintas de funcionamiento, el modelo pierde sus características y se torna tan general que se vacía de significado. Es importante analizar algunas de las diferencias entre los equilibrios ecosistémicos y los sistemas urbanos, así como los flujos de energía, la formación de escalas tróficas y los ciclos bioquímicos y al mismo tiempo los equilibrios que de allí resultan. En los sistemas tecnológicos, característicos de la ciudad, la energía manejada tecnológicamente depende cada vez menos de la fuente solar. La fotosíntesis se sigue dando en la agricultura, pero no en el hábitat urbano, en cuanto tal, a no ser en los pocos árboles y en los parques que se intercalan dentro de la red urbana. La ciudad depende cada vez más de la energía manejada por el sistema tecnológico. La revolución neolítica puso a funcionar al servicio del hombre las fuentes de la energía animal y la del viento. La revolución industrial moderna, sobre la que se basan los procesos de urbanización, depende del manejo de la energía fósil -carbón, petróleo y gas-. Esta energía depende indirectamente de la fuente solar, pero ya había sido reducida a energía orgánica y acumulada en los fondos de la tierra. Esta energía no es manejada según las reglas del ecosistema. Por la ley de la entropía no puede convertirse de nuevo en energía orgánica, y de hecho, sólo puede ser quemada para engendrar calor y ser dispersada en la atmósfera en sus elementos constitutivos: azufres, nitrógenos, carbonos. Moviliza al hombre, le da la posibilidad de alumbrar o climatizar su hábitat, mueve la inmensa infraestructura industrial y se dispersa por la atmósfera, ocasionando el aumento de los gases de invernadero. Quizá los impactos del desarrollo moderno sobre el equilibrio atmosférico son más visibles que los que desestabilizan los otros medios. El desarrollo industrial, con su alto consumo energético está afectando el balance adquirido por los

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procesos vivos a lo largo de millones de años. La actividad del hombre anterior a la revolución industrial, afectaba más visiblemente el suelo o los cauces de agua. El consumo energético era relativamente bajo y la dispersión rural de la población evitaba concentraciones peligrosas. Muy diferente es lo que sucede desde hace dos siglos. El inmenso consumo de carbón y petróleo, que ha servido como impulsor del desarrollo moderno y que ha permitido la concentración urbana, está empezando a desestabilizar el medio frágil de la atmósfera. Uno de los temas, por tanto, que es necesario estudiar en un análisis ambiental de la ciudad, es, sin duda, el flujo energético. La utilización de la energía crea problemas ambientales, precisamente porque no funciona según el modelo ecosistémico. La ciudad es el gran consumidor de energía y esta tiene efectos que no se reducen al casco urbano. El estudio ambiental de la ciudad lleva por tanto a examinar las consecuencias que la utilización de la energía puede tener en ambientes lejanos a través de la lluvia ácida o del efecto invernadero o el debilitamiento de la capa de ozono. Si el modelo de ciudad moderna está en crisis o no, se debe juzgar por efectos que muchas veces no están encerrados dentro de sus propios límites. El sistema de la vida se caracteriza ante todo por su diversidad. La economía del ecosistema es diferente y quizás contradictoria con la economía que regula la producción del hombre. Los ecosistemas han buscado el equilibrio a través de la biodiversidad. Al contrario de la estrategia utilizada por la evolución en la conformación de los ecosistemas, los sistemas tecnológicos tienden a la eficacia por la simplificación, es decir, por la disminución de especies y la mayor eficacia y rentabilidad de las mismas. Para cultivar estas especies domesticadas, sean vegetales o animales, el hombre necesita los recursos de suelo, agua y nutrientes. Existe, por lo tanto, una verdadera competencia entre los ecosistemas y los sistemas culturales urbanos organizados por el hombre, puesto que ambos dependen de los mismos recursos. Los sistemas urbanos, basados sobre procesos tecnológicos, tienden hacia una gran simplicidad que difícilmente se puede comparar con la biodiversidad. Son además, sistemas que no se regeneran a sí mismos, se extienden, pero no se reconstruyen. Una ciudad se hace posible en la medida en que se modifica un ecosistema. Las grandes ciudades, a su vez, dependen de la modificación de múltiples ecosistemas, de donde extraen sus recursos. Para analizar los aspectos ambientales de la ciudad, es necesario tener en cuenta la transformación inducida en los ecosistemas a través de la agricultura y otras actividades productivas que dependen de ella. La densidad urbana es posible en la medida en que depende de la extensión y de la intensidad tecnológica de la agricultura. Por esta razón, el segundo aspecto que es indispensable analizar es la relación campo ciudad. Aquí se puede observar de nuevo que los impactos ambientales

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de los procesos de urbanización no se pueden medir reduciéndolos al contorno urbano. La manera como funciona una ciudad, crea problemas ambientales consecuentes con el manejo tecnológico de los elementos. El hombre ha aprendido en forma muy lenta a reciclarlos. Lo hizo primero en la actividad agrícola, renovando los ciclos del nitrógeno y del fósforo para lograr mantener la fertilidad de los suelos, pero no ha aprendido todavía a manejar los desechos de la agricultura industrial y menos los de la ciudad. La dificultad que tiene el hombre para manejar los ciclos de los elementos tiene dos consecuencias principales: el agotamiento de los recursos y el fenómeno de la contaminación ambiental y de la producción de residuos sólidos. El problema ambiental ocasionado por el consumo excesivo de recursos y la falta de reciclaje, que afecta especialmente a las ciudades, se debe generalmente a concentraciones indebidas de algún elemento o compuesto en el tiempo o en el espacio. Ningún elemento es malo o dañino en sí mismo, sino por su concentración excesiva o porque está situado donde no le corresponde. Es posible que la especie humana y la mayor parte de los organismos vivos puedan seguir viviendo sin mercurio, sin cromo, sin níquel, sin plomo y sin cobre, pero lo que parece cada vez más difícil es que la vida pueda seguirse posibilitando con los niveles de contaminación y de basuras que alcanza la civilización moderna. Los elementos que no se reutilizan, simplemente se desechan y se descomponen penetrando como inyecciones venenosas en la trama de la vida. La contaminación con desechos ha sido un problema permanente del hombre a través de toda su historia, sobre todo en las culturas urbanas, muchas pestes se han originado en el mal manejo de los desechos. Sin embargo, el problema se ha aumentado de manera dramática durante el último siglo. Uno de los problemas ambientales más preocupantes de los que se trataron en la pasada Conferencia de Río de Janeiro, fue el de la acumulación de basuras y el manejo inapropiado de los desechos peligrosos. Especialmente dramática es la contaminación del agua. Ésta, cada vez más escasa, se está convirtiendo en elemento inservible para la mayoría de los usos humanos y para activar el proceso de la vida, debido a los niveles de contaminación. Una gran parte de los ríos y de los depósitos naturales y artificiales del planeta se ha contaminado durante el presente siglo. Estos niveles de envenenamiento no se habían registrado antes en la historia y son el producto en gran parte del desarrollo urbano. Por lo tanto, para el análisis ambiental de las ciudades, es necesario relacionar, no solo los elementos que entran y salen de la ciudad, sino también el impacto ambiental que los centros urbanos tienen sobre los ecosistemas regionales. La ciudad, en este sentido, rebasa el estrecho margen del perímetro urbano, por ello

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es necesario estudiar de dónde extrae la ciudad sus recursos alimenticios, minerales, energéticos e hídricos y dónde y en qué forma deposita los desechos. Para subsistir, el hombre necesita crear su propio equilibrio. Es el orden tecnológico, o mejor aun, el orden cultural. En los sistemas artificiales creados por el hombre, sean agrícolas, urbanos o industriales, el equilibrio ya no depende de la regulación de los nichos ecológicos, sino de las condiciones tecnológicas por medio de las cuales, el hombre introduce corrientes de energía y crea las condiciones de la nueva homeóstasis. Esto significa que la homeóstasis de los ecosistemas, difícilmente puede ser comparada con la de los sistemas complejos organizados tecnológicamente por el hombre. En estos casos, el equilibrio depende no ya de los nichos, sino de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana. El concepto de resiliencia es igualmente importante para comprender la diferencia entre los ecosistemas y los sistemas artificiales creados por el hombre. La resiliencia representa los límites dentro de los cuales es posible la conservación del equilibrio del sistema. Esto quiere decir que existen límites fuera de los cuales ya no es posible reconstruir el equilibrio. El equilibrio de un sistema tiene, por tanto, una cierta movilidad dentro de límites permisibles. Los márgenes de equilibrio se pueden mover sin peligro hasta el límite extremo. La solución al problema ambiental depende en gran parte del conocimiento que se adquiera sobre los límites de resiliencia de los ecosistemas, por una parte, y del establecimiento de límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Todo sistema artificial creado por el hombre se tiene que conservar artificialmente. Todo sistema tecnológico tiene que ser alimentado tecnológicamente. No existe transición "natural" de los sistemas artificiales a los sistemas "naturales". Esto, sin embargo, es solo relativamente válido. Otros aspecto que hay que tener en cuenta es que la vida viene asimilando los insumos tecnológicos, y muchas de las transformaciones no parece que sean reversibles. El hombre ha transformado muchas de las especies que ya no pueden adaptarse por sí mismas. Algunas de las plantas utilizadas por la agricultura, como el maíz no pueden reproducirse por sí solas, porque no son capaces de despojarse de su cobertura. La vida está ya impregnada de tecnología y sólo estamos en los inicios de la revolución biotecnológica. Este análisis nos lleva a una segunda consideración que pretende distinguir el orden ecosistémico de los ordenes artificiales creados por el hombre. Los límites entre los cuales se puede mover el equilibrio del ecosistema pueden ser modificados por la actividad humana. De hecho eso es lo que ha sucedido, especialmente desde el neolítico. Cualquier inducción tecnológica significa una alteración de los límites en lo que se puede mover un sistema vivo. En esto consiste el problema ambiental.

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Sin embargo, en los sistemas artificiales el equilibrio no depende solo de la inducción tecnológica, los impactos que la tecnología ocasiona no pueden superar los límites máximos que puede resistir el sistema natural. La tecnología no puede ampliar indefinidamente los límites de los sistemas. Una vez superados ciertos límites, el equilibrio se desploma y arrastra consigo toda la actividad del hombre, sepultando las formaciones culturales sostenidas sobre ese equilibrio. A estos nuevos equilibrios o sistemas tecnológicamente balanceados, los podemos llamar "sistemas tecnobiológicos", o sistemas socio-culturales, para diferenciarlos de los ecosistemas. Como podemos ver, estos sistemas artificiales construidos por la actividad humana no siguen exactamente las leyes que rigen el ecosistema. Mas aún, su razón de ser consiste en transformar esas leyes y construir equilibrios nuevos que dependen en gran parte del manejo tecnológico y, por supuesto, de los balances económicos y sociales. Por esta razón, es indispensable diferenciar el lenguaje. Llamar ecosistema a los sistemas artificiales, lo único que hace es dificultar la comprensión del problema ambiental. Evidentemente, los equilibrios tecnobiológicos no suprimen de un tajo todas las leyes del ecosistema y esto es lo que da pie a las confusiones entre ambos. Los campos de trigo siguen haciendo fotosíntesis. Las ciudades, que son los espacios más modificados, siguen manteniendo restos de ecosistemas . En los centros urbanos podemos encontrar algunos árboles, unas pocas aves, muy pocos insectos y muchos roedores por debajo de la superficie asfaltada, pero ya no nos topamos con los grandes predadores y los insectos han sido casi barridos. A medida que el desarrollo tecnológico avanza, desplaza cada vez más el dominio de las leyes del ecosistema. ‘’Es difícil imaginar lo que pasará con el conjunto de los niveles tróficos cuando el hombre desarrolle tecnología para transformar directamente la energía solar en energía orgánica, reemplazando la fotosíntesis. Entonces, podrá prescindir de las cadenas tróficas, aunque todavía no podemos imaginar el costo ambiental de esa aventura.’”1. ÄNGEL MAYA AUGUSTO. La Tierra Herida, pág 72. Esta última reflexión lleva a señalar otro de los campos de estudio relacionado con el medio ambiente urbano. A pesar de que la ciudad no es un ecosistema y no puede ser analizada aplicándole mecánicamente los métodos de estudio de la ecología, no se debe descuidar el estudio de los restos ecosistémicos que se conservan en el interior de las ciudades. Ha sido un estudio prácticamente desdeñado, y que sería, sin embargo, de importancia, para comprender la manera como el hombre organiza la vida al interior de sus propios sistemas culturales. Igualmente podremos aprender la manera como la vida se va acoplando a los sistemas artificiales.

1.2 APUNTES PARA UNA HISTORIA AMBIENTAL DE LA CIUDAD

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Cualquier tipo de formación socio-cultural lleva consigo necesariamente una transformación de los ecosistemas. La especie humana no puede adaptarse al medio, como venían haciéndolo las otras especies, a través de un nicho ecológico, o sea, cumpliendo una función dentro del sistema general de la vida. Su estrategia adaptativa se da a través de una plataforma tecnológica creciente que modifica por fuerza las leyes generales de los sistemas vivos. Sin embargo, el orden humano tampoco puede sobrepasar impunemente las leyes generales de la vida; tiene también sus propios límites de resiliencia. Este es el margen en el que se mueve la problemática ambiental. La ciudad es el espacio de transformación tecnológica de los recursos, es un sistema complejo que tiene sus propias leyes de funcionamiento y es quizá la mayor expresión colectiva de la cultura a través de la historia. La adaptación humana no se realiza solamente a través de instrumentos técnicos. La cultura es una plataforma compleja que combina herramientas, formas de organización social y construcciones simbólicas y por ello, la crisis ambiental no interroga solamente la tecnología, sino también las formas sociales y los instrumentos simbólicos. Vista desde esta perspectiva, la crisis ambiental no ha sido solamente un problema de la civilización moderna. Puede decirse que ha acompañado al hombre a lo largo de todo su recorrido histórico. Es evidente que el medio ecosistémico como abastecedor de los recursos necesarios para la subsistencia, tiene influencia sobre las formaciones culturales. El medio natural es la premisa fundamental de la historia. Sin embargo, el individuo aislado no puede considerarse como el fruto espontáneo del medio natural, sin tener en cuenta la estructura de las organizaciones sociales. Esto no significa, que se pueda negar la influencia que tiene el entorno ecosistémico en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano en sus actuales posibilidades de transformación. El hombre como especie, introduce cambios en el ecosistema y produce, por tanto, impactos ambientales. Desde visiones reduccionistas podría pensarse que la evolución se equivocó al introducir a la especie humana en el sistema natural, porque desde ese momento, se iniciaron los problemas ambientales que pueden acabar con los sistemas vivos. También, se ha llegado a plantear que la crisis ambiental depende de su inconsciencia o indolencia. Estas explicaciones superficiales no dan cuenta del problema de forma integral y por lo tanto, no pueden imaginar soluciones adecuadas y posibles. La historia del hombre se construye a partir de la historia de la cultura y este es un proceso de modificación, transformación y domesticación de la naturaleza en

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su conjunto, la cultura es naturaleza transformada. No se trata de que el hombre se acomode humildemente dentro de un nicho ecológico y colabore desde allí al equilibrio global. Tampoco se trata de renunciar al antropocentrismo, sino de entenderlo en su verdadero significado. El hombre no puede renunciar al destino tecnológico impuesto por la misma evolución. Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos componentes de la cultura urbana, éstos determinan en gran medida la forma como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir y reconstruir su hábitat. En este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es definitiva. Desde la perspectiva ambiental, el desarrollo urbano responde a la formación, interacción y transformación de los sistemas naturales y culturales.

Desde la perspectiva ambiental, la ciudad es el espacio de transformación tecnológica de los recursos, es un sistema complejo que tiene sus propias leyes de funcionamiento y es quizá la mayor expresión colectiva de la cultura a través de la historia. La adaptación humana no se realiza solamente a través de instrumentos técnicos. La cultura es una plataforma compleja que combina herramientas, formas de organización social y construcciones simbólicas, por ello, la crisis ambiental no interroga solamente la tecnología, sino también las formas sociales e instrumentos simbólicos. Esto no significa, que se pueda negar el influjo que tiene el entorno ecosistémico en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano en sus actuales posibilidades de transformación. La problemática ambiental urbana es inherente a la forma como se ha construido el hábitat humano, problemática que el desarrollo tecnológico moderno ha hecho más evidente y acuciante, pero que se puede rastrear en cualquier período histórico. Dicha problemática está implícita en las nuevas formas de edificar la ciudad, rompiendo con los equilibrios propios de la estructura ecosistémica. La historia de la ciudad no puede prescindir del análisis ambiental, que es parte inherente de su objeto de estudio, lo ambiental no es una nueva dimensión que viene a adherirse artificialmente a los estudios históricos urbanos, impulsada por las corrientes de moda en el momento actual. Es más bien la posibilidad de entender integralmente el fenómeno en los distintos momentos de su desarrollo. En efecto, el hombre ha hecho ciudad transformando el medio ecosistémico. El paisaje natural y urbano no son sólo el escenario de la lucha por la supervivencia, ni representan exclusivamente el piso material en el que desarrolla el intercambio o la producción, significa mas bien la raíz explicativa de su actividad social, tecnológica y simbólica.

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El análisis histórico de la ciudad deberá recoger, por tanto, algunos aspectos que son inherentes a la actividad propia de la especie humana y que representan los problemas centrales del análisis ambiental. Es esencial entender la manera como el hombre se adapta a los diferentes medios ecosistémicos y los transforma para construir sus asentamientos, la forma como esta transformación exige una organización social concreta y, la manera como los impactos negativos sobre el medio influyen en las ciudades. De ello depende en gran medida la consolidación o la decadencia de la civilización urbana. Estos aspectos quizá sean los más relevantes, aunque no los únicos que interesan al análisis ambiental histórico de los asentamientos humanos. La revolución neolítica llevó a la aparición de aldeas permanentes y ese reto cultural condujo a la aparición de las ciudades hace unos 8.000 años. Las ciudades, corazón de la civilización, determinaron un estilo de vida urbano. Con actos deliberados de construir, las ciudades se constituyeron en símbolos de poder y de dominio. Pero la historia de las ciudades está constituida igualmente por desarrollo y declive, la historia confirma que muchos de esos episodios han dependido de condiciones medioambientales. El éxito o fracaso de esta estructura cultural depende en gran medida de su capacidad de adaptación al medio ecosistémico o del encuentro de mecanismos tecnológicos y sociales que le permitan superar las restricciones del medio. Algunos ejemplos históricos son prueba de ello: La aparición de la ciudad se produce al amparo de grandes valles: Los del Eufrates y el Tigris ofrecieron la cuna de las civilizaciones Asiria y Caldea. Las culturas mesopotámicas del bajo Sumer no lograron manejar adecuadamente los recursos hídricos, y la salinización y las inundaciones influyeron, sin duda, en la caída de la civilización de Ur. Los imperios agrarios surgieron de los pueblos neolíticos en situaciones ecológicas bastante similares, a lo largo de valles fértiles y rodeados de condiciones inhóspitas. El apogeo y declive de

Teotihuacán se relaciona hoy con el manejo del agua,

En el año 100 d.C, Roma era la ciudad más grande del mundo, para su sustento extraía recursos de zonas cada vez más lejanas, empobreció las tierras y destruyó gran parte de los bosques de su entorno, el agotamiento de la periferia dificultó en gran medida la supervivencia de la población. El genio constructivo de los romanos se puso de manifiesto en la labor de ingeniería que tuvieron que desarrollar para conducir el agua; los acueductos y puentes son prueba de ello. Es seguro que el “colapso” de Roma no se debió solamente a factores políticos, los factores ambientales parecen ser significativos en este proceso. El llamado “oscuro período” que siguió a la caída del Imperio Romano, caracterizado por la inseguridad y la inestabilidad, así como por la ruptura del orden económico y cultural, supuso también un claro retroceso de varios siglos en lo que respecta a la situación urbana. Una economía de subsistencia volvía a dispersar la población hacia formas de vida rural. La nueva forma de

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organización política económica y social, el Feudalismo, trajo como consecuencia una relación de dependencia de los campesinos con el señor feudal . La necesaria protección militar cercó las ciudades y éstas crecieron a la sombra de los castillos como centro de gobierno. Aunque desde el campo formal, la indudable belleza de las ciudades medioevales descansa sobre la estética de la variedad, los problemas sanitarios se acrecentaron por la estrechez de las calles, la falta de ventilación y las dificultades técnicas para evacuar los desechos, y la carencia casi total, de sistemas de alcantarillado. Esto trajo como consecuencia un sinnúmero de enfermedades que fue imposible controlar. Las pestes se hicieron presentes como producto de la situación. El ambiente cultural urbano empieza a variar a mediados del siglo XV. Las nuevas orientaciones del pensamiento y del arte en las que juega un papel dominante el redescubrimiento de la cultura de la antigüedad clásica se difunden con la ayuda de la invención de la imprenta. Todo empieza a teñirse de una actitud de interés por el hombre y la naturaleza. El renacimiento empieza entonces a producir modelos teóricos de ciudades nuevas, ideales de ciudad que modificarán el modelo heredado del medioevo. La calidad de la ciudad es uno de los principios básicos en esta búsqueda, las consideraciones sanitarias, sociales y estéticas son condiciones para los nuevos ideales de ciudad. Posteriormente, en el período Barroco, la idea de relacionar lo urbano con lo arquitectónico cobra fuerza, puede decirse que en este período importa además de la calidad estética y ambiental expresa en el renacimiento, la calidad de las construcciones arquitectónicas en la configuración de ciudad. Esta nueva concepción de lo urbano se manifiesta a través de la composición general de los trazados urbanos, el tratamiento de los volúmenes las formas de crear espacios alrededor de ellos. La ciudad barroca se había convertido en la sede del poder central del estado, con montaje militar y burocrático. La ciudad se convierte en símbolo de ese poder y se expresa en formas que sean sensiblemente perceptibles, la magnificencia urbana no dio espacio a necesidades primarias de la población como la vivienda. Se atendieron sin embargo a gran escala los parques, plazas y hospitales. La llamada revolución industrial que se inicia en Inglaterra y se afianza en el período en el que un conjunto de innovaciones e invenciones permiten acelerar la producción sostenida de bienes asegurando un crecimiento económico con relativa independencia de la agricultura y basada en el desarrollo de la industria manufacturera. Se generaliza el uso de la máquina para reducir tiempos y costos de producción. El hierro permite el desarrollo del ferrocarril como una de las más importantes transformaciones del transporte al servicio de la producción. La posibilidad de disminuir tiempos de desplazamiento con la apertura de carreteras y canales hizo posible la ruptura de las anteriores condiciones espacio temporales y las relaciones de dependencia entre núcleos urbanos y rurales de la Europa del siglo XIX. Las formas de urbanización habían cambiado y su repercusión en la calidad de vida humana no se hizo esperar. En las ciudades se

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instalaron las fábricas, los amplios movimientos migratorios de campesinos pobres atraídos por el salario industrial, aumentaron la población de ciudades en corto tiempo. Entre 1790 y 1841 Londres pasó de 1’000.000 de habitantes a 2’235.000. El crecimiento urbano era el producto azaroso de operaciones privadas movidas por la búsqueda del máximo provecho, tanto para la instalación de fábricas como para la creación de barrios obreros. La filosofía social dominante era del más crudo liberalismo, para Smith no había que producir ninguna interferencia en el desarrollo espontáneo del sistema económico, pues ello acrecentaba la productividad. La sordidez urbana caracterizó la ciudad de la revolución industrial y generó condiciones de inhabitabilidad en las ciudades como producto de procesos de contaminación de la atmósfera y el agua, la acumulación de residuos industriales y la construcción de conglomerados de vivienda de ínfima calidad. Las largas jornadas de 16 horas no reclamaban para la ciudad y sus pobladores lugares de encuentro y esparcimiento. De acuerdo con las consideraciones precedentes, la historia de la ciudad debería verse no como una paralela cultural que se extiende sobre el paisaje, sino como la transformación tecnológica del medio natural y construido. Las reflexiones anteriores nos llevan a comprender cómo el hombre no se acopla al medio para construir ciudades de manera inmediata, sino a través de las formas organizativas de la cultura. El individuo está mediado por la estructura cultural en su posibilidad de acceder al conocimiento y transformar el medio. Por ello, las relaciones entre ecosistema y ciudad en un proceso de desarrollo urbano se pueden entender con más claridad, si observamos su evolución en la práctica histórica.

1-3 ANOTACIONES SOBRE LA PROBLEMATICA AMBIENTAL URBANA.

La ciudad es expresión de la relación conflictiva entre el ecosistema y la cultura, pero esta relación no se constituye por principio en una relación negativa. Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la concentración urbana en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la cultura urbana no puede seguirse construyendo a expensas del ecosistema, tampoco logrará hacerse conservando los equilibrios ecosistémicos. Esas son condiciones propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de adaptación tecnológica, que sirven para reconocer esa relación de conflicto en la búsqueda de un nuevo equilibrio. Para permanecer vivas, las ciudades requieren crear su propio equilibrio dentro del nuevo orden tecnológico. Un orden que responde a particularidades culturales creadas en la interacción con el ecosistema y que es producto de

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procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por el hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio depende de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y del establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos componentes de una cultura urbana, pues determinan en gran medida la forma como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir su hábitat. En este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es definitiva ya que el desarrollo urbano responde en gran medida a la formación y transformación de los sistemas culturales. . En el escaso análisis hecho hasta el momento acerca de la relación medio ambiente y ciudad, han prevalecido las tendencias reduccionistas. Según esta perspectiva, la ciudad es más un espacio consumidor de energía y productor de desechos que una opción de desarrollo. De hecho es tanto un polo de desarrollo y de construcción de cultura, como un acumulador de entropía. Lo cierto es que, la dinámica cultural de la ciudad no puede ignorarse en aras de la conservación estática de los ecosistemas. Por el contrario, la ciudad es el espacio vital del nuevo entorno tecnobiológico y sin ella no puede entenderse la cultura en su acepción moderna. No parece justo reducir la visión de lo urbano a una estructura que impacta negativamente los ecosistemas, aunque es necesario reconocer que está produciendo una crisis sin precedentes. En la explicación de la problemática ambiental de las ciudades permanecen aún visiones reduccionistas que los identifican con los impactos negativos sobre los ecosistemas, o de la visión tecnologista ajena a la naturaleza. La ciudad es una expresión cultural de la sociedad. Naturaleza y organización social participan y determinan este espacio creativo. En este sistema complejo existen relaciones dinámicas de la economía, la técnica y la sociedad con el entorno. Es necesario profundizar en las diferencias entre sistema cultural y ecosistema. El espacio urbano también pertenece a la naturaleza, pero al diferenciarse de las leyes que rigen los ecosistemas, tiene características propias en cuanto al manejo de los procesos energéticos y materiales. Entender la adaptación del hombre a los procesos naturales, permite, para el caso de lo urbano, analizar las distintas respuestas tecnológicas y económicas que se expresan históricamente en la construcción de su hábitat. El papel de la tecnología es, sin duda, predominante para posibilitar la agrupación del hombre en la compleja estructura de la ciudad. Por esta razón, la población debe entenderse dentro de un determinado paradigma tecnológico, que permite una mayor o menor densidad y unas relaciones económicas, sociales y políticas, que justifican su existencia. Sin embargo, la tecnología no define por sí sola el panorama total de la red urbana. La ciudad se construye también a través de las relaciones sociales y la elaboración simbólica. La ciudad,

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además de estructura física, es un conglomerado social y un tejido simbólico. Por tanto, lo simbólico es un subsistema de la cultura, que la hace operativa y, por tanto, tiene una importancia fundamental en la explicación de la ciudad y de lo urbano. Es importante diferenciar el concepto de lo urbano, de lo meramente ciudadano, puesto que la "urbe" se expande cada vez más hacia el espacio rural. La ciudad es un complejo sistema de relaciones urbanas dadas al interior de una estructura física limitada. Lo urbano ya no se limita a esa estructura. La tecnología permite que lo urbano se amplíe a un ámbito mayor exterior a la estructura física de la ciudad o a un amplio territorio urbano. La mayor dificultad para entender lo urbano, en toda la complejidad de sus relaciones, radica en que involucra manifestaciones sociales, políticas, económicas y simbólicas, que responden a un determinado paradigma tecnológico. En este sentido, la planificación abarca componentes fundamentales de lo urbano y considera la intervención sobre los sistemas naturales como un proceso inherente a su quehacer. Estos sistemas están interrelacionados y entre ellos se manifiestan importantes flujos de masa y energía, como resultado de su condición de sistemas eminentemente abiertos, llegando a constituir una sola unidad, de carácter socionatural o biosocial, que es el resultado de los flujos de información, materiales y energía existentes. Así el "mundo real" es aquel que se centra en el mundo de la cultura, y la acción deliberada centrada en un proceso planificador. Si bien, el desarrollo urbano ha sido analizado desde diferentes escuelas de pensamiento y desde diferentes marcos de referencia políticos y técnicos, existen pocos estudios que articulen el fenómeno urbano en la relación ecosistema y cultura; lo ambiental y lo urbano parecieran más bien distanciarse y contraponerse en la mayoría de los diagnósticos de las ciudades puesto que ha predominado la visión conservacionista de la ciudad. En este sentido, la ciudad pareciera estar signada por los calificativos destructores y apocalípticos por su misma característica de sistema complejo, razón por la cual la valorización de lo urbano desde una perspectiva ambiental, es un reto para los teóricos urbanos y para los planificadores.

1-3-1- NATURALEZA Y CIUDAD

La ciudad es el hábitat "natural" del hombre. La construcción de una ciudad depende de las relaciones que se establezcan con el medio ecosistémico que la sustenta. Recursos como el agua y el suelo constituyen la base para la subsistencia de los asentamientos humanos. Por ello, el entorno ecosistémico es determinante en la configuración de las ciudades no sólo por ser el abastecedor

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de recursos para su subsistencia, sino también por el influjo que tiene en la construcción de sus estructuras urbanas.

La relación entre estructura natural y estructura construida no es estática. En el mismo proceso de construcción se manifiesta un "nuevo equilibrio" que aparece en la construcción misma y en esta forma se introduce un elemento de cambio continuo. Es una relación dinámica que establece un diálogo con el contexto creando nuevos significados que dependen en parte de la lectura, interpretación y conocimiento del entorno o el territorio. La calidad ambiental también está condicionada por la intensidad del intercambio entre lo natural y lo construido. El hombre está mediado por la estructura socio cultural en su posibilidad de acceder al conocimiento y transformar la naturaleza. Así, el medio natural influye en la conformación de las estructuras culturales, en un proceso de adaptación que depende necesariamente de las posibilidades que tenga para la apropiación y/o producción de tecnología. En los centros urbanos se transforman tecnológicamente la mayor parte de los recursos naturales, y de la forma como se realice esa transformación depende en gran medida la calidad ambiental.

Gran parte de las ciudades latinoamericanas ha traspasado con facilidad sus límites ambientales y se está convirtiendo en estructuras frágiles y vulnerables que entran en crisis desde los mismos procesos de construcción. La enorme cantidad de material que sale de las ciudades en forma de residuos sólidos, líquidos y gaseosos y la contaminación industrial, pueden dejar graves problemas medioambientales a los que se tendrán que enfrentar generaciones futuras. Hoy , los límites ambientales ya no se encuentran sólo en el entorno inmediato o regional. La configuración de las ciudades está muy relacionada con el dominio económico–tecnológico de espacios geográficos diferentes y muchas veces distantes, la modificación del ecosistema no se limita a los alrededores de una determinada ciudad, sino a la transformación de múltiples ecosistemas que traspasan fronteras. Las ciudades son centros de acumulación de recursos que pueden llegar a producir impactos ambientales en las más alejadas regiones, en directa dependencia del dominio económico de los países. Por ejemplo, el consumo básico de productos forestales: carbón vegetal, madera y celulosa, en las últimas décadas, menguó los bosques tropicales en cerca de un 50%, aproximadamente unos 17 millones de hectáreas anuales. El Japón tiene el récord mundial en importación de madera tropical, sólo en el año 1991 importó más de 20 millones de metros cúbicos, equivalentes al 53% del comercio total. El consumo de papel en los países desarrollados es excesivo, mientras en Estados Unidos se consumen 268 kg per cápita, en la India se consumen tan sólo 2 kg. Con la internacionalización de la economía es de esperarse que el mundo se convierta en el supermercado de las ciudades ricas, y que los suministros les lleguen de la fuente más barata, independientemente de las consecuencias medioambientales derivadas de la explotación de los recursos naturales.

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Los impactos negativos sobre el medio natural o el construido por el hombre, influyen directamente en la calidad de vida en las ciudades, estos aspectos son relevantes para entender la dinámica ambiental de los sistemas urbanos. Es importante entender como la sociedad urbana se organiza para transformar, producir, asignar y administrar los recursos en un determinado territorio. En este sentido, el sistema natural y el sistema socio cultural interactúan dentro de la ciudad. Es pertinente profundizar en el análisis ambiental de temas como población, tecnología y símbolos por considerarlos fundamentales en la visión integral de la problemática ambiental urbana.

1-3-2-POBLACIÓN, CIUDAD Y MEDIO AMBIENTE

El crecimiento poblacional, la ocupación del territorio, la formación de las concentraciones urbanas o el desarrollo de la actividad agrícola, sólo podrán comprenderse de manera adecuada en relación con las transformación tecnológica del entorno natural. Paradójicamente, son esas mismas transformaciones las que dan origen al problema ambiental, pues éste depende de la capacidad o incapacidad de la sociedad para establecer "nuevos equilibrios tecno-biológicos". En América Latina, el crecimiento de la población urbana no se ha dado en correspondencia con los procesos productivos, la oferta de bienes y servicios, y la capacidad real de soporte de los ecosistemas para mantener un determinado número de población. La urbanización acelerada se manifiesta en una metropolización casi generalizada de las ciudades capitales, En América Latina se pasó de un poblamiento escaso de carácter rural en la década del 50, a un predominio urbano en el momento actual, mayor del 70%. Cada año, unos 20 millones de personas en el mundo, se van a vivir a las ciudades en un movimiento migratorio sin precedentes en la historia. Entre 1950 y 1990, la población de las ciudades del mundo aumentó de 200 hasta 2.000 millones y se pronostica que llegará a 3.000 millones en el año 2025. Hoy, existen 20 "megaciudades" de más de 10 millones de habitantes y 19 de las 25 más grandes del mundo se encuentran en países en vía de desarrollo. Otras 60 ciudades de todo el mundo superan hoy los 4 millones de habitantes. En América Latina, el incremento acelerado de la población corre parejo al empobrecimiento creciente de las masas urbanas. El crecimiento urbano no ofrece oportunidades de mejor calidad de vida a los emigrantes, por lo tanto no parece posibilitar la construcción de mejores ciudades en un futuro inmediato. Un significativo número de ciudades capitales integran las denominadas "megaciudades". Ciudad de México supera ya los 20 millones de habitantes, con un crecimiento de tipo "explosivo", su población aumentó en un 52% en los

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últimos 20 años, y un alto porcentaje lo constituye los llamados "marginados urbanos". En el mundo el número de personas que vivía en "la pobreza absoluta" pasó de 700 millones en 1980 a 1.200 millones en 1990, hoy se calcula que existen 1.225 millones de pobres absolutos, cerca del 25% de la población total. Así, una cuarta parte de la humanidad vive en un estado virtual de indigencia. Según el World watch Institute, en más de 40 países se redujeron los estándares de vida durante los años 80, especialmente en Africa Subsahariana y en Suramérica. Un factor importante de este deterioro fue y aún lo es, la enorme carga de la deuda externa. El flujo de dinero neto desde los países pobres a los ricos durante la década del 80 alcanzó 50.000 millones de dólares anuales, fundamentalmente como pago de las deudas. Es necesario ubicar entonces, la discusión de los límites ambientales del "crecimiento", de las ciudades y de su población, comprendiendo las diferencias generales entre países ricos y pobres, y las particularidades de la disparidad que existe en el interior de los centros poblados de los países pobres, en cuanto a la asignación de los recursos y la distribución de excedentes. Los límites de crecimiento poblacional deben establecerse teniendo en cuenta esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales, cuyos signos más visibles son: el agotamiento de tierras óptimas para la producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación de la urbanización y/o la agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el incremento de basuras sin posibilidades de reciclaje, la invasión al espacio público, la pauperización de la "vivienda", la pérdida de la calidad del espacio urbano, el déficit acelerado de áreas verdes y recreativas, la inseguridad y la insalubridad. Este crecimiento poblacional es preocupante, si consideramos que cada año se agregan a la población mundial más de 90 millones de habitantes y que de igual forma crece la demanda en recursos para procurarles: vivienda, energía, agua y alimentos. Pero esta demanda depende de la abundancia en que vivan determinados grupos sociales en el interior de las ciudades, en comparación con las carencias de un significativo número de población. En este sentido, es necesario considerar los procesos de migración interna que viven los mismos centros urbanos. Los efectos negativos sobre el ecosistema, la estructura urbana y la calidad de vida de la población son múltiples, puesto que se presentan serias discontinuidades, y la mayoría de las veces estos efectos superan la posibilidad de ajuste de los ecosistemas y de los sistemas económicos y sociales con impactos biológicos y económicos. En este sentido, el impacto que pueda tener la población sobre el medio ambiente, también depende de factores socio políticos y de distribución de los recursos naturales y tecnológicos. Este umbral

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es definitivo para buscar un nuevo equilibrio, razón por la cual deben considerarse: a. La demanda por alimentos, energía y vivienda en directa relación con la satisfacción de las necesidades básicas de la población.

b. Las demandas de consumo energético y de recursos naturales, de los distintos sectores que participan en la producción de bienes y servicios. c. Las densidades de los asentamientos humanos que superen la capacidad de soporte de los ecosistemas locales, para renovarse o absorber los desechos. El aumento de la densidad de población implica mayor presión sobre los recursos y las zonas frágiles no alcanzan a adecuarse. d. La demanda por servicios básicos y de infraestructura urbana en busca de una adecuada calidad de vida: agua potable, saneamiento, transporte, recreación, espacios públicos, seguridad. e. La creciente demanda por uso del suelo que conduce muchas veces a una utilización no apropiada del mismo, donde la premura de soluciones no permite la planificación. Por lo anterior, al analizar los problemas ambientales de la ciudad y su relación con la población, es necesario tener en cuenta la forma como se organiza la centralización urbana, tanto desde el punto de vista ambiental, como desde el punto de vista social. Igualmente, para entender cómo los ecosistemas se han transformado como consecuencia del crecimiento de los centros urbanos y su importancia en la distribución espacial de la población, es necesario interrelacionar estos aspectos en un proceso dinámico de crecimiento urbano. Esta dinámica poblacional registra cambios cuantitativos y cualitativos, que se expresan en el espacio urbano con efectos ambientales negativos. Las ciudades reciben migraciones fuertes de población sin que existan las condiciones apropiadas para la satisfacción básica de necesidades, y menos aun, las condiciones espaciales adecuadas para cualificar su calidad ambiental. La desigualdad en el acceso a la tierra urbana y a sus servicios, ha llevado a la apropiación de zonas públicas y de reservas ambientales y zonas frágiles, por parte de grupos marginales de población que no pueden participar en el mercado oficial de la tierra urbana. La mayoría de los Asentamientos Urbanos Marginales están localizados en áreas donde las características ambientales son identificables, esta problemática se expresa en: contaminación del suelo, del aire, del agua, procesos de erosión y hacinamiento. Dichos factores se acompañan de una creciente demanda de las comunidades por los servicios e infraestructura requeridos para no revertir al ambiente primario los residuos producidos por las actividades urbanas. Estas

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áreas se constituyen en zonas críticas, ya que no ofrecen a sus moradores posibilidades de mejorar su calidad de vida. Las densidades correspondientes a las nuevas áreas de expansión de los asentamientos urbanos precarios no resultan por lo general compatibles con las opciones tecnológicas dominantes. La existencia de terrenos disponibles con escaso valor de mercado y la búsqueda de mayor rentabilidad del suelo urbano, por parte de los "urbanizadores", ha hecho que se generen tejidos cuya dotación de servicios, provisión de infraestructura y adecuación de tierras sea cada vez más compleja. La transformación de uso del suelo trae por lo general efectos ambientales negativos sobre el entorno, donde la utilización de áreas de reserva natural o ecológica o de gran valor agrícola son urbanizadas, la ampliación del perímetro urbano sobre estas áreas ha generado desordenados procesos de expansión de las ciudades. El aumento acelerado de la población de los centros urbanos no deja de ser una preocupación central para definir los niveles de sustentabilidad de las ciudades, más aun, cuando existen niveles tan dispares en la asignación de los recursos y la distribución de excedentes, no solo entre países desarrollados y en vía de desarrollo, sino en el interior de los centros poblados de América Latina. Los límites de crecimiento poblacional no deben establecerse sin tener en cuenta esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales, cuyos signos más visibles son, entre otros, el agotamiento de tierras óptimas para la producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación de la urbanización y/o agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el incremento de los desperdicios sin posibilidades de reciclaje, la contaminación del aire, del agua, de los suelos y del paisaje. El crecimiento poblacional es un factor preocupante, si se considera la forma desigual como crece la demanda en recursos de vivienda, energía, agua y alimentos. Esta demanda depende cada vez más de la abundancia en que viven determinados grupos sociales, lo mismo que del comercio internacional. Mientras la población crece principalmente en los sectores bajos, la demanda crece vertiginosamente en las capas superiores. Ello explica en gran parte la estructura de la ciudad latinoamericana y ayuda a entender por qué la metropolización se hace cada vez más difícil de manejar en los sistemas de planificación en el largo plazo, debido al crecimiento desigual acelerado y a los procesos de migración interna que viven los centros urbanos. Si bien, lo anterior nos acerca a reflexiones que vinculan aspectos poblacionales con la posibilidad real de tener en el futuro asentamientos urbanos con mejor calidad de vida, se requiere que este proceso poblacional se integre al conocimiento tecnológico en busca de una mejor distribución del espacio, para lograr sostener las aglomeraciones urbanas, aumentando la productividad del

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medio natural circundante y ampliando sus fronteras para la consecución de recursos escasos.

1-3-3-TECNOLOGÍA Y CIUDAD

Los asentamientos humanos y en especial las ciudades son sistemas determinados por los procesos tecnológicos, desarrollo socioeconómico e intercambio de bienes y servicios. Si bien, las ciudades pueden clasificarse en el interior de un sistema social, es indiscutible que sus características espaciales y su desarrollo socioeconómico dependen de la forma como se desarrollen las transformaciones ecosistémicas y el intercambio tecnológico. Para entender ambientalmente la construcción de una ciudad es tan importante conocer la capacidad de renovación de los recursos naturales, como la capacidad tecnológica para sustentar los procesos de producción. Tecnológicamente es necesario determinar los umbrales de tolerancia del ecosistema y su capacidad de autorregulación para poder determinar el impacto y prever los daños, así como los niveles de tolerancia del ecosistema y la población para recibir los desechos.

Las ciudades como espacios de consumo y producción influyen sobre el uso racional o irracional de la energía, razón por la cual tanto en el uso industrial o doméstico se requiere buscar alternativas que permitan un aumento en el rendimiento energético y una disminución de las pérdidas por respuestas tecnológicas no apropiadas. El uso irracional de la energía es uno de los problemas ambientales de las ciudades, muchas son las causas pero vale la pena resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos de planificación. Desde una perspectiva ambiental, el manejo equilibrado del consumo energético per cápita es definitivo para la sustentabilidad de los centros urbanos, esto significa el equilibrio en los niveles tolerables de consumo, reciclaje de desechos, y alternativas tecnológicas limpias y eficientes. Sin una mayor eficiencia energética es imposible pensar en satisfacer las necesidades de la población, mientras se conserva la capacidad productiva de la naturaleza para el futuro. Las megaciudades son totalmente ineficientes en este sentido. La escala urbana no apropiada, repercute en un mayor consumo energético en los desplazamientos, en el agotamiento de las fuentes energéticas del entorno al no poder responder satisfactoriamente a la demanda, en pérdidas no registradas por incapacidad de control de las fuentes y daños por sobreuso o saturación de la infraestructura. La producción y el consumo de energía tienen impactos importantes sobre el medio ambiente. En este sentido, las medidas correctoras implican sobrecostos finales para la producción de bienes y servicios. La contaminación del suelo, el aire, el agua y la pérdida de áreas de valor ecológico son costos que asume finalmente el consumidor por el aumento del precio además de los costos

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sociales y los efectos intangibles. Los cambios en las actitudes de consumo con conductas derrochistas, la búsqueda de procesos de reciclaje energético, el desarrollo científico y tecnológico para la producción de energías alternativas y limpias, se constituyen en prioridad para el desarrollo sostenible de las ciudades. De la capacidad tecnológica para transformar los ecosistemas de los que se abastece la ciudad, depende en gran medida la sustentabilidad. Para medir el impacto ambiental de los centros urbanos se requiere además de información sobre su relación con el sistema natural, conocer las tecnologías especificas que se utilizan para la producción de bienes y servicios, vale la pena estudiar las relacionadas con la construcción de la ciudad. La perfección y adecuación tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos, aunque se conserve la demanda en aumento. De todos los factores determinantes, población, consumo y tecnologías, desde el punto de vista de la complejidad del manejo de un sociosistema complejo como el urbano, cuenta también la posibilidad de gestión y gobierno donde se determinan las políticas de desarrollo ambiental. Igualmente, la importancia que tiene el determinado ecosistema y sistema económico en el que se inscribe el asentamiento. El uso y transformación del sistema natural y sus recursos, la modificación o la creación de tecnologías para la producción y construcción de ciudad, las condiciones ambientales en que vive o pretende vivir la población y los símbolos con que se expresa y comunica, se manifiestan social y espacialmente en ese territorio cultural que llamamos ciudad. Desde el punto de vista ambiental, la creación de espacios urbanos cada vez más grandes está relacionada con el dominio tecnológico de espacios geográficos diferentes y, por tanto, con la modificación de múltiples ecosistemas. Por esta razón, al analizar su relación con la problemática ambiental se deben tener en cuenta la plataforma tecnológica construida, y la capacidad real para elaborar a través de ella, los medios artificiales para una adecuada sustentación de las actividades económicas y sociales. Esta consideración debe tener en cuenta los límites de la densidad poblacional en concordancia con la calidad de vida urbana. Al estudiar la capacidad de renovación y avance tecnológico necesarios para responder acertadamente a procesos acelerados de crecimiento de la población urbana y concentración de recursos, es necesario tener en cuenta la renovabilidad y manejo de los recursos ecosistémicos. La ciudad como centro de acumulación de recursos produce impactos en la más alejadas regiones. Cuando se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas, sobre todo metropolitanas, en función de las tecnologías prevalecientes para la construcción del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. En este sentido,

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el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente depende tanto de factores socio-políticos y de distribución de los recursos naturales como de aspectos tecnológicos. La participación de la industria de la construcción en la economía de los países pobres es fundamental, hasta tal punto que cada gobierno latinoamericano lo incluye en sus estrategias de desarrollo en los momentos de crisis recesivas. Es así como el capital vinculado a este sector es uno de los mayores generadores de riqueza y de empleo directo e indirecto, con una alta velocidad de retorno y un gran poder de redistribución de sus beneficios. Estas ventajas estratégicas, sin embargo, están relacionadas con su estrecha vinculación con la producción artesanal, con una demanda potencial alta, y una amplia base de la población vinculada al sector, condiciones que no siempre son compatibles con las costosas tecnologías de punta, utilizadas por la gran industria. Por esta razón, aunque la técnica se convierte en fundamento real para lograr un mejor equilibrio ambiental, la aplicación de sistemas de producción altamente industrializados no parece estar al alcance de los países pobres, y por consiguiente, son pocas las acciones planificadas en este sentido. Para el caso que nos ocupa, es tan significativa la carencia de sistemas de prefabricación integral propios que permitan un mejor uso tecnológico de los recursos locales en busca de una construcción racional de la ciudad, como la imposibilidad de aplicar los existentes en el mundo desarrollado, sin sacrificar los empleos aplicados a la construcción más tradicional, ni la calidad espacial y ambiental del hábitat. La razón se puede atribuir en gran parte a la falta de bases económicas sólidas para el desarrollo de proyectos a gran escala, que respondan a las necesidades crecientes de los entornos urbanos. Si bien, es importante resaltar las experiencias tecnológicas en las cuales se busca aprovechar las potencialidades locales aceptando una realidad vigente, como es el caso de proyectos de cualificación del hábitat en sectores marginales de casi toda América Latina, debe prevenirse sobre su aplicación indiscriminada en contextos diferentes, sin antes utilizar métodos de evaluación que incluyan los aspectos de interés, económico y ambiental, aplicados al sistema constructivo, tales como, disponibilidad de la materia prima en el medio, costo energético del material y su comportamiento frente al clima, durabilidad y disminución de los desperdicios. Hay que tener en cuenta también los aspectos relacionados con producción y empleo, balance entre costo de construcción, materiales y mano de obra. La vida útil de la construcción, esperada en función del dinamismo de los cambios sociales, es otro factor que poco se considera, y sin embargo, es causa corriente de pérdida de recursos valiosos. Hay que preguntarse además, cuales serán las condiciones que en el largo plazo hagan más eficientes y creativos los sistemas tecnológicos utilizados en la construcción de la ciudad, puesto que, a pesar de que la adaptación tecnológica tradicional ha estado acompañada de la

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asimilación de técnicas avanzadas, no siempre corresponden a las formas culturales del país. Es necesario buscar el equilibrio, para superar las condiciones de deterioro urbano y cubrir los déficit de cantidad y calidad del hábitat. Las perspectivas para lograr un equilibrio tecnobiológico de la construcción en estos países, parece ser la tecnificación progresiva de los procesos constructivos de la ciudad, sin reducir la composición democrática del capital vinculado y la estandarización progresiva de productos. La primera, debe partir de la aplicación de sistemas de diseño basados en un desarrollo propio, puesto que no es posible solucionar los problemas con respuestas prestadas que corresponden a necesidades de índole diferente, y que están en función, tanto de las variables físicas del medio, como del desarrollo socio-económico que cubre una amplia gama de exigencias funcionales. La segunda, busca lograr un mayor confort urbano con eficiente gasto energético y ahorro en materias primas por eliminación de los grandes desperdicios de la construcción tradicional, así como la manera de facilitar procesos socialmente difundidos, tales como la autoconstrucción, la autogestión comunitaria y la construcción progresiva, que se han constituido en mecanismos de adquisición de vivienda para la mayoría de la población en nuestras ciudades. Para el caso de la vivienda, es indiscutible que ésta se constituye en el servicio básico configurador del espacio urbano, con un aporte importante de la llamada "vivienda de interés social". Esto no significa que este hábitat se construya con una cierta intencionalidad ambiental. Por el contrario, gran parte de estos sectores se configuran sin fijar un mínimo de condiciones que establezcan progresivamente el mejoramiento de la calidad de vida y menos aun la calidad ambiental. No se trata de construir nuevos barrios donde se asiente "marginalmente" un amplio número de pobladores, sino, de garantizar que a través de un adecuado diseño urbano se obtenga el mejoramiento paulatino de la calidad de vida, valorando las respuestas espaciales, sin caer en el populismo o el folklore.

Por lo tanto, la apropiación tecnológica de los recursos es determinante para estudiar la problemática ambiental de un sistema tan complejo como el urbano, la tecnología utilizada en la construcción de la ciudad determina en gran parte la calidad ambiental urbana. En este sentido, podría decirse que el desarrollo urbano dependerá de la forma como se relacionen la tecnología, el ecosistema y el sistema socioeconómico en el que se inscribe el asentamiento. Es necesario, por lo tanto, determinar los umbrales de tolerancia del ecosistema y la capacidad de autorregulación en directa dependencia de los sistema tecnológicos utilizados por la construcción urbana. Igualmente, la tecnología empleada para la producción de bienes y servicios debe considerar la contaminación generada durante la producción para estimar el impacto a través del tiempo. Ello implica la necesidad de observar los cambios porcentuales entre la población y el consumo, de acuerdo con la tecnología utilizada.

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La técnica es un instrumento que permite llevar a cabo la práctica constructiva basada en una realidad concreta ecosistémica, económica, y social, y que busca satisfacer las necesidades materiales de una determinada comunidad. La aplicación de técnicas avanzadas en el transporte e infraestructura vial de las ciudades para racionalizar el uso del servicio, y la determinación de principios técnicos, requiere de tipologías estructurales flexibles que puedan articularse al sistema natural. Estos aspectos prioritarios aún no se han estudiado desde la perspectiva del diseño urbano. La importancia de la práctica urbanística y arquitectónica en la construcción tecnológica de la ciudad es definitiva. El desarrollo tecnológico se refleja en la configuración del ambiente y para el caso de la ciudad se expresa en la arquitectura, la infraestructura y el diseño industrial. La tecnología no se puede constituir en un objeto en sí mismo, ni puede ser ajena al proceso de transformación económica y ambiental de la ciudad. Es más bien el soporte material de esta construcción.

1-3-3-1-Las Fuentes Energéticas

La productividad creciente para la satisfacción de las necesidades humanas requiere de un crecimiento igual o superior de las fuentes energéticas que posibilitan el desarrollo. En efecto, el crecimiento energético es superior mundialmente al crecimiento poblacional o de la producción agrícola. Mientras la población crece al 2% anual y la productividad agrícola llega quizás al 3%, el consumo de energía está creciendo al 7% anual. En 12 años se duplicará la demanda de petróleo en Estados Unidos ya excesiva con relación a la demanda mundial. Pero la energía actualmente utilizada por el hombre también tiene un límite. La industrialización comenzó su carrera vertiginosa a finales del siglo XVIII con la explotación intensiva del carbón para la producción del vapor. Sin embargo, durante el siglo pasado y sobre todo en el presente, las fuentes petrolíferas han reemplazado en gran parte al carbón como fuente primaria de energía. La energía nuclear aún no aparece en el horizonte en forma segura y predominante. Todavía para 1985, el porcentaje de consumo energético nuclear será del 1% con relación a las otras fuentes de energía. El petróleo seguirá dominando el panorama energético durante muchos años, y las fuentes empiezan a dar signos de agotamiento. El petróleo, en un futuro no muy lejano, extraído de las pizarras asbésticas o arrancado al mar con altos costos de producción será un producto caro y, por lo tanto, consumible solamente por los países ricos. Con ello se ampliará posiblemente la brecha entre países ricos y pobres ya de por sí inmensa, si se tiene en cuenta que los Estados Unidos consumen las tres cuartas partes de las fuentes energéticas mundiales.

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En Estados Unidos circula un vehículo por dos habitantes y cada pareja puede ver su propia pantalla de televisión y utilizar su propio aparato telefónico. Europa no está muy por debajo de esta cifra pero al menos conserva una proporción más sensata entre población humana y aparatos técnicos. Los automóviles se empiezan a utilizar ya no por su valor de uso, sino por prestigio social, como sucedía anteriormente con la tierra o las altas torres de las familias señoriales del Renacimiento. El uso irracional de la energía es uno de los principales problemas ambientales de las ciudades. Muchas son las causas de este fenómeno, pero vale la pena resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos de planificación. La escala urbana no apropiada repercute en un mayor consumo energético debido a la mayor distribución del flujo energético. Hay que añadir las pérdidas no registradas por incapacidad de control de las fuentes y por daños por sobreuso o saturación. Las medidas correctoras implican, sin duda, sobrecostos para la producción. Las actitudes de consumo derrochistas, la ausencia de procesos de reciclaje y el poco desarrollo científico y tecnológico que existe sobre otras fuentes alternativas de producción energética, son aspectos que repercuten en el irracional consumo energético de los asentamientos urbanos. Las actitudes de consumo se constituyen en fundamento para lograr sistemas tecnológicos eficientes, que conduzcan a satisfacer las necesidades de la población. Sin embargo, la sola racionalización del consumo parece no se ser una medida suficiente. Es necesario atender también a las fuentes energéticas. Desde el punto de vista ambiental sería muy distinta una ciudad abastecida con fuente solar al modelo actual regado con petróleo. Igualmente, los impactos deberán medirse de acuerdo con la información existente sobre tecnologías específicas utilizadas para la producción de bienes y servicios. En el caso de las ciudades vale la pena estudiar las relacionadas con la construcción de la ciudad; la perfección y adecuación tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos energéticos, aunque se conserve una demanda en aumento. De hecho, generalmente, los constructores no tienen en cuenta en sus cálculos, el ahorro energético. la capacidad real de sustentación del entorno en el que se ubica el asentamiento, depende del contexto ambiental concreto que incorpora las tecnologías y los recursos que se utilizan para la construcción de la infraestructura y para la prestación de servicios, igualmente, la forma como se presenten las relaciones sociales de producción determinan la posibilidad de una mejor calidad de vida urbana, es fundamental tener en cuenta tanto la estructura de la producción como los límites ambientales de la misma. En este sentido, el problema ambiental no se refiere solamente a la explotación desmedida de los recursos, sino a su utilización social irracional, por lo tanto, es necesario planificar la producción y el consumo porque a pesar de que en la

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producción se crean las relaciones sociales, es en las disparidades en el consumo tanto nacional como internacional, donde se sienten las contradicciones. Para el análisis ambiental urbano no se podrán olvidar entonces estas complejas relaciones, pues el conflicto se manifiesta en el marco físico de las ciudades, en su segregación espacial y en el desajuste de su ámbito artificial y natural.

1-3-4-MEDIO AMBIENTE. CIUDAD Y SÍMBOLO

Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores, la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos; en este sentido, las referencias a lo urbano están signadas por los calificativos apocalípticos. Para otros, prima la ciudad, sin considerar las afectaciones que sobre la calidad de vida de los pobladores urbanos tienen los esquemas impuestos para un irracional consumo energético, la carencia de sistemas tecnológicos de reciclaje de residuos y la segregación socioespacial que desvirtúa la esencia de ese complejo espacio colectivo. En este sentido, se plantean objetivos de sostenibilidad, sin reflexionar sobre el cambio cultural requerido para esa nueva propuesta urbana.

La historia de la ciudad es la de las sociedades enfrentadas a los retos que cada momento histórico les depara, con los instrumentos tecnológicos, las relaciones de producción, los recursos naturales, las aspiraciones personales y sociales, la ideología y el arte. Con el uso de la tecnología se alcanzaron logros insospechados para las sociedades precedentes y a su vez se generaron nuevos y crecientes problemas que no siempre pudieron superarse. Las primitivas técnicas de los hombres precolombinos les permitieron desarrollar grandes y bellas ciudades, a pesar de lo cual la América Prehispánica vio su decadencia y desaparición por causas no siempre atribuibles a la colonización española. Hasta las grandes ciudades pertenecientes a sociedades cuya desaparición o decadencia se ubica a lo largo de la historia, constituyen un ejemplo de lo que puede acontecer en la escogencia de modelos de "desarrollo" inadecuados a las propias condiciones históricas.

La importante respuesta particular dada a las ciudades precolombinas en las distintas regiones de América Latina es neutralizada a partir de la colonización española. En líneas generales la tendencia reestructuradora de culturas existentes, la sustitución por nuevos "valores" impuestos todos por el colonizador, la homogeneización a escala continental de los modelos urbanísticos y arquitectónicos contenidos en las Leyes de Indias y reproducidos indiscriminadamente en todos los sitios, sin diferencias locales, iniciaron un proceso de "unificación urbana" en la que sólo quedarían marcadas las diferencias locales provenientes de las preexistencias culturales y de las particularidades ecológicas y/o aquellas determinadas por la significación social y económica que asumía cada ciudad.

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Las ciudades coloniales desempeñaban funciones bien concretas: punto de entrada y salida de los productos europeos y de los metales o materias primas americanas, centros de poder político, religioso, militar y administrativo, con existencia de algunas funciones productivas como la artesanía pero de carácter bastante reducido. "A partir de la jerarquía fijada por las funciones, en la ciudad se estructura una jerarquía piramidal de espacios significativos, desde el centro a la periferia. Dentro de esta estructura sobresalen los edificios particulares identificados con una función específica: el fuerte, la iglesia, el cabildo, el palacio del gobernador. En estos edificios mas que una exteriorización simbólica se manifiesta una exteriorización funcional acentuada por el grado de desarrollo de la cultura y de los recursos disponibles de la sociedad que los produce.

A lo largo del siglo XIX, la emancipación del continente y la formación de las burguesías nacionales, tienden a suplantar la influencia española por la asimilación de los modelos provenientes de otros países europeos, básicamente, Francia e Inglaterra. La transformación a escala ambiental no se refleja hasta fines del siglo, y en algunos casos la variación a escala urbana es una variación de estilo, que no cambia en principio la homogeneidad ambiental. Hay un cambio de diseño en cuanto a lo tipológico pero se mantiene la base funcional y conceptual, inclusive se hacen más evidentes dentro de la estructura urbana. La mano de obra local incide como elemento diferenciador y se constituye en el factor que prolongará las tradiciones y determinará el mestizaje entre la cultura europea y la cultura indígena popular. Esta diferenciación se produce en el plano estilístico mas que en la estructura conceptual de base de las ciudades. La homogeneidad queda establecida en el trazado urbano de cuadrícula, dentro del cual se insertan la arquitectura y los materiales. Este proceso de significación urbana a través de imágenes se presenta en diferentes niveles, de acuerdo con los elementos que lo estructuran. Así, en la ciudad pueden identificarse objetos o lugares de significación colectiva que transcienden los límites de los propios habitantes; se trata de los elementos primarios, los de mayor significación, entre los que se cuentan los monumentos artísticos e históricos de carácter patrimonial. Estos llegan a constituir una supraimagen o especie de mapa mental, cuya concreción física constituyó un paradigma en el Período Barroco. El plan de Fontana y Sixto V para integrar los monumentos cristianos, por medio de obeliscos egipcios a manera de mojones, obedeció a este deseo, en cuanto tenía la función práctica de orientar a los peregrinos en la capital del Catolicismo. En otro nivel se presentan los hitos urbanos que sólo adquieren significación para los lugareños, y en un orden no necesariamente decreciente, los espacios públicos, hasta llegar a los elementos de menor grado de significación, que generalmente se ubican en un territorio restringido al barrio o a las áreas privadas.

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Estos símbolos urbanos constituyen paradigmas individuales y colectivos, por medio de los cuales se crea una imagen personalizada del espacio urbano, diferenciada por niveles educativos o por características de edad, sexo, religión y origen, con lo cual se crean límites territoriales de carácter personal. Las imágenes urbanas, por tanto, están sometidas a variaciones de acuerdo con la percepción individual, la cual se encuentra en puntos comunes con la de otros individuos, hasta construir imágenes nodales que constituyen la memoria colectiva. Por esto, aunque no es posible la identificación de una imagen única y verdadera de la ciudad, se puede reconocer un sistema simbólico coherente que opera para una colectividad, determinada por un territorio. El carácter de este territorio mental simbólico lo ilustra Armando Silva en el siguiente texto: "El territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten referenciarlo como un lugar que aquel nombró con ciertos límites geográficos y simbólicos. Nombrar el territorio es asumirlo en una extensión lingüística e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisándolo, marcándolo en una u otra forma, es darle entidad física que se conjuga, por supuesto, con el acto denominativo". Esa territorialidad individual y familia corresponde a una demarcación de los límites de lo privado en un ámbito cotidiano, pero existe así mismo un territorio colectivo, que está implícito en la centralidad urbana y sustenta el reconocimiento del espacio público, de los valores patrimoniales urbanos y de la memoria colectiva. Se exige pues, un acto colectivo de carácter simbólico para la creación del territorio urbano, acto que se materializa a través de la historia, en las ceremonias de fundación de ciudades, en la asignación de patronos (próceres y santos) en la creación de obras y monumentos públicos y en sus inauguraciones multitudinarias. Como lo afirma Fabio Botero Gómez "Desde cinco o seis milenios atrás el mundo mediterráneo, desde Palestina hasta Iberia, del Alto Nilo al Ponto y del Atlas a los Alpes, ha girado esencialmente alrededor de la ciudad como ente social básico y este hecho es de tal trascendencia que ha pasado al lenguaje institucional y cultural en forma ampliamente conocida: Polis, Política, Urbs, urbano, Urbanidad, Civitas, Civilización, Civil, Civismo. A diferencia del norte, tribal hasta épocas muy recientes (en términos de la historia) el mundo mediterráneo institucionalizó el hecho urbano y lo convirtió en la piedra angular de su evolución histórica y cultural." La aprehensión de las imágenes urbanas se ha intentado por medios visuales diferentes: la pintura, la fotografía, el cine, y por las disciplinas que se ocupan de lo urbano en conjunción con la sicología. Un ejemplo lo constituye la Teoría de la Gestalt en Alemania, o la obra de Kevin Lynch "Imagen de la Ciudad". En ocasiones se ha obtenido por estos medios, resultados destacados que han revelado parte de la esencia misma de la ciudad. Sin embargo, el medio que ha

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mostrado la ciudad en forma más integral ha sido la literatura. Ella no limita su objeto a fenómenos funcionales o a su estructura física. Por el contrario, puede penetrar más profundamente en sus aspectos simbólicos que constituyen verdaderas imágenes de la ciudad, con su expresión a través del lenguaje. De esta manera, la literatura es capaz de transmitir una visión tan completa y tan rica como la capacidad misma de su autor lo permita, pero será reconocida por cada uno de los lectores de acuerdo con su propia sensibilidad, apoyado por recuerdos que lo vinculan al sitio. La comprensión simbólica de la ciudad no se limita al mapa mental elaborado a partir de los elementos de mayor significación; cada elemento urbano en su contexto es capaz de transmitir múltiples significados en su interacción con los ciudadanos. Existen en la ciudad símbolos de poder, de gobierno, religiosos o de estatus, que no son exclusivos de los sectores de estrato alto, pudiendo reconocerse aún en los barrios más apartados y de menor estrato económico. De esta manera se forma una serie de signos codificados que sustentan la elaboración de estas imágenes al asociarse en categorías que definen territorios diferenciados. Los símbolos conforman una guía estructurada que puede ser percibida por todos y que condiciona el uso de los espacios urbanos, de esta manera se construye la territorialidad que es quizá la base misma del carácter urbano del espacio citadino, más aun que el tamaño físico. Pero esta condición no está exenta de conflictos. El primero es la segregación urbana referida no solo al lugar de residencia de la población o a la separación de las actividades industriales, comerciales y financieras, sino al uso diferenciado del espacio público, con el establecimiento de dominios donde los grupos sociales no se mezclan o lo hacen sólo eventualmente. Esto se presenta muchas veces como una segregación mucho más evidente que aquella producida por los fenómenos propios de la explotación de la renta del suelo urbano, a los cuales se atribuyó gran parte de los males de la ciudad a partir de los enfoques marxistas. Los frecuentes conflictos en nuestras ciudades por causa de los vendedores ambulantes en algunas áreas del centro urbano que son apropiadas por otros sectores como el empresarial, bancario, etc. seguramente no se presentarían si esta ocupación del espacio se produjera en sectores de la ciudad más afines económicamente con los agentes dedicados a esta actividad, así se tratase de áreas igualmente públicas. El comercio general que se ubica preferencialmente en los lugares de mayor confluencia urbana, suele utilizar estrategias para llamar la atención de los transeúntes por medio de vitrinas que transmiten mensajes diferenciados para cada grupo de usuarios.

Corrientemente las personas se auto-restringen de ocupar áreas que han adquirido determinadas connotaciones. Así surgen los lugares frecuentados por

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grupos excluyentes, como los destinados al ocio nocturno que se tornan en exclusivos de grupos de jóvenes identificados por señales comunes o por la expresión de sus gustos musicales a los cuales suele asociarse una determinada manera de vestir. Así surgen igualmente, los parques de los novios, los sitios que cambian de carácter según las horas del día o de la noche, al ser ocupados por grupos de actividad diferente. Se produce una territorialidad por segregación a partir de señales identificables emitidas por los usuarios. Esto se puede percibir con la sensación de estar fuera de lugar, a pesar de ocupar un espacio público, espacio conflictivo que evidencia las diferencias, no solo de clase, sino también de grupo. La apropiación auto-restrictiva del espacio público no se limita a las ciudades más grandes o conflictivas. Aún en las de escala menor se producen dominios individuales del territorio, que abarcan sólo partes pequeñas de la estructura urbana, a tal punto que la ciudad ha generado un rechazo, una huida hacia sus márgenes, hacia su exterior. Surgen así los suburbios, en los cuales la gente se refugia dentro de su propia caparazón, puesto que ha sido negada su participación dentro de la ciudad en un proceso que es la esteriorización formal y espacial de condiciones sociales específicas. Aun así, todas las actividades urbanas se asocian con un marco territorial, incluidas las violentas que lo hacen de manera más explícita que las actividades urbanas normatizadas. Así una calle se torna peligrosa en el sentir colectivo que obedece al conocimiento de delitos cometidos allí o a asociaciones simbólicas del espacio con las situaciones de peligro que no siempre corresponden a hechos reales. Un conflicto mayor que se presenta en la ciudad moderna, cuyo modelo más acabado se encuentra en Norte América, lo constituye el proceso contrario, o sea, la desterritorialidad asociada a los procesos de modernización económica. En un futuro próximo , probablemente el decaimiento de la vitalidad urbana observable hoy en muchas ciudades y la hipertrofia de sus respectivos centros a causa del fenómeno del transporte automovilístico se resollverá a través de la comunicación en redes informáticas, que evitarán la presencia concentrada en el sitio de los diferentes actores sociales. Los medios masivos y electrónicos- televisión, radio, teléfono, fax- al incidir en la comunicación cotidiana entre las personas, tornan innecesario el encuentro físico y, en consecuencia, también innecesario el propio soporte espacial de este encuentro físico. Posiblemente, nos encontramos de hecho ante la desterritorialidad de la ciudad moderna. Este proceso que viven aún ciudades de dimensión mediana, se expresa en la estructura urbana por el predominio del transporte individual, por los nuevos espacios que reemplazan a los tradicionales. Un ejemplo lo constituyen los grandes centros comerciales rodeados de parqueaderos y los grandes conjuntos residenciales que incorporan todos los servicios y que desplazan los espacios que tuvieron significación en la ciudad tradicional. Es la movilidad de los lugares la gran causa de extrañeza del ciudadano para con su ciudad y por tanto, su falta de compromiso frente a las agresiones al medio. Desterritorialidad,

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movilidad del lugar o espacio de la indefinición no se contraponen por una determinada morfología espacial, sino como una forma, un uso y un símbolo correspondiente. La territorialidad no funciona exclusivamente para los fenómenos urbanos, es una ley de la naturaleza que opera para todos los seres vivos y sirve fundamentalmente al equilibrio dinámico que garantiza la reproducción y alimentación de cada especie. En la ciudad moderna, los conflictos por el uso del espacio urbano no obedecen a una necesidad alimenticia asociada a un equilibrio poblacional, ya que el hombre los ha roto recurriendo a ecosistemas lejanos en procura de la energía necesaria. La territorialidad urbana es una territorialidad de orden cultural, que es necesario profundizar en el estudio de las relaciones entre el hombre, el medio ecosistémico y las herramientas necesarias para su subsistencia. Segre y Salinas mencionan, en la siguiente referencia, los componentes necesarios para el análisis: "La multiplicidad de variables en las relaciones hombre-ambiente, hombre-objeto, hombre-hombre, y objeto-objeto exigen un control estricto del ambiente, un orden de los valores que lo definen, que permita salvaguardar el equilibrio ecológico, que a su vez debe estar acompañado por el equilibrio social y cultural." En el análisis de la ciudad, de su arquitectura y de su entorno es fundamental la importancia de los contenidos simbólicos, sin embargo, son pocas las aproximaciones que buscan penetrar en la relación de los símbolos ambientales con los asentamientos humanos. Para su interpretación deberá al menos tenerse en cuenta tres elementos: El primero es la interpretación del entorno como dato físico. El territorio es visto como un lugar y un sitio especial, estrechamente relacionado con la geografía, con el contexto. Ese dato físico reclama la compensación y la definición de la identidad del lugar, su significado y sus características más distinguidas, para ser tomadas como elementos de referencia y de diálogo continuo con el dato urbano; un bosque, un lago y una casa son también elementos reales. Cada territorio tiene su carácter, intensidad y estructura propia, una ley propia que debería ser tomada en cuenta como parámetro, a veces, secreto, pero profundamente asumido por la ciudad. El segundo aspecto es el de la interpretación del entorno como territorio de historia y memoria y contiene todo lo que va más allá de los datos físicos. Aparecen aquí los aspectos simbólicos, lo ancestral, los conflictos escondidos en el suelo, que surgen como datos de memoria bajo cada nuevo proyecto. Hay presencia y valores que nos pertenecen, no como nostálgicas proyecciones del pasado, sino como datos de una nueva trama. El entorno es evidencia permanente de la presencia del hombre y de sus generaciones pasadas.

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El tercer aspecto presente en las relaciones entre ciudad y entorno es la noción de tiempo. Como ya se ha dicho, la ciudad ocupa un lugar diferente hoy al que ocupaba ayer. Quizá sea la expresión tangible de la relación de la labor del hombre con la naturaleza. Es así como la ciudad cambia y es cambiada en forma sincronizada con su época. La relación periódica con las leyes de la naturaleza pone la ciudad en un continuo y dinámico momento de referencia, para el que siempre existe una respuesta cultural. Estudiar el medio ambiente urbano no puede reducirse al análisis de los aspectos demográficos, los problemas de contaminación, las estadísticas y la planimetría. Al reconocer la ciudad como un hecho cultural, se involucran también los aspectos del mundo simbólico, la percepción de sus espacios, la historia urbana, la lúdica y la estética.

1-4-EL CONCEPTO DE DESARROLLO SOSTENIBLE

Hasta hace sólo una década, el nivel de industrialización y el crecimiento económico eran los indicadores utilizados para comparar los niveles de desarrollo de los países. A mediados de los años 80 se cuestionan aquellos factores que valoraban un estilo de desarrollo que propició desigualdades e intensificó el crecimiento de disparidades entre países ricos y pobres. Los conceptos desarrollo y subdesarrollo son reemplazados por el concepto de desarrollo humano donde se incorporan indicadores de calidad de vida y desarrollo social. Posteriormente, con el reconocimiento de que existía una crisis ambiental generalizada, se plantea la necesidad de repensar el desarrollo desde la perspectiva ambiental. Hoy, los componentes, económico, social y ambiental hacen parte integral de un nuevo paradigma de desarrollo llamado Desarrollo Sostenible. Este nuevo concepto de desarrollo, si bien, se puede ubicar en un contexto histórico reciente presenta antecedentes significativos en su evolución necesarios de considerar: Por la acentuada desigualdad del desarrollo, en la década del 50 y desde una concepción más cualitativa de desarrollo, disminuir la brecha entre norte y sur se constituyó en objetivo central. Por ello, el suministro de medios financieros a través de créditos, de tecnologías provenientes de países industrializados, de equipos y ayuda técnica constituyeron las estrategias centrales de la política, los tratados y convenios internacionales. Esta concepción lineal y reduccionista no solo acentuó la desestructuración entre sectores modernos y sectores atrasados, sino que, menguó los recursos naturales y produjo impactos ambientales significativos en países ricos y pobres. La década del 60 se caracterizó por la búsqueda de un desarrollo que integrara los aspectos de la dimensión social como determinantes y prioritarios. La importancia de los aspectos relacionados con la participación política y la atención al problema de orden sanitario fueron relevantes. Pero en el acelerado proceso de industrialización que vivió gran parte de los países pobres, los

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factores ambientales no estaban considerados y los ecosistemas se tenían como una fuente inagotable de recursos para los requerimientos de los procesos productivos o como receptores ilimitados de todos los desechos industriales y de consumo. El impacto ambiental empieza a tener efectos negativos. En América Latina la implementación de tecnologías no apropiadas trajo como consecuencia efectos negativos sobre el ecosistema y acrecentó un proceso global de deterioro del ambiente. Desde la perspectiva ambiental, el proceso de industrialización no se da de igual forma en países desarrollados y subdesarrollados.

En los años 70, los países industrializados empiezan a encontrar serios problemas ambientales, las discusiones sobre el modelo de desarrollo se sintetizan en el documento publicado por R. Carson en los Límites del Desarrollo. En América Latina esta discusión se da en términos diferentes y se enfoca hacia dos formas reduccionistas de ver la problemática. Una relacionada con enfoques conservacionistas que limitarían el desarrollo debido al incremento de procesos de contaminación. Ésta que era una preocupación central de gran parte de los movimientos europeos llamados "ecologistas" no podría aplicarse por igual en los países de América latina que aún se encontraban en vía de desarrollo. En ese contexto, las preocupaciones ambientales fueron tildadas de elitistas y negativas para alcanzar "el anhelado desarrollo". Otra de las visiones que marcó un hito en el momento, fue la neo-maltusiana que surgió después de la publicación del libro "La bomba poblacional", fundamentada en la perspectiva de incorporar estrategias de acción para desacelerar el fenómeno del crecimiento demográfico. El concepto de Ecodesarrollo, introducido por Maurice Strong, secretario de la Conferencia de Estocolmo en 1972, contribuye enormemente a la reflexión sobre la necesidad de repensar el modelo imperante. Se introduce el concepto de desarrollo endógeno y autosuficiente, se plantea la necesidad de responder a objetivos económicos y sociales con una gestión ecológica de los recursos y del medio. Supera enfoques conservacionistas, integrando el concepto de ambiente a la idea de desarrollo integral. En los años 80 en su estrategia mundial de la conservación la UICN==== plantea el término sostenible, para el desarrollo; en 1986, durante la celebración de la Conferencia Mundial Sobre Conservación y Desarrollo, se menciona un nuevo paradigma de desarrollo, que integra los conceptos sostenido y equitativo. Las prioridades propuestas en su momento fueron: integración entre conservación y el desarrollo, satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, cumplimiento de la justicia social y equidad, búsqueda de la autodeterminación social y de la diversidad cultural y preservación de la integridad ecológica. En 1987, la Comisión Mundial Sobre Ambiente y Desarrollo lo retomó en su informe conocido como informe Brundtland, con énfasis en la importancia de la permanencia de las existencias de los recursos, integrando la siguiente

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definición: "El desarrollo que corresponde a las necesidades del presente, sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades". Dos conceptos se consideran inherentes a esta noción: la satisfacción de las necesidades humanas y la idea de que el estado actual de la técnica y de la organización social lleva al límite la capacidad del ambiente de responder a las mismas. En 1991, la UICN propone una nueva definición del desarrollo sostenible, que tiene por objeto, mejorar la calidad de vida de las personas dentro del contexto de la capacidad de soporte de la tierra, la meta consiste en alcanzar un nivel de bienestar económico razonable y distribuido equitativamente que pueda perpetuarse en forma continua en provecho de futuras generaciones. En 1992, la Conferencia Mundial Sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Brasil, a los 20 años de la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente Humano, plantea además, los compromisos de los países de disminuir los problemas globales como: Protección de la atmósfera , protección y manejo del suelo, conservación de la diversidad biológica, manejo ambiental de la biotecnología, protección de los océanos y las áreas costeras, protección y suministro de los recursos de agua dulce, gestión racional de los desechos; se incorpora el concepto de desarrollo sostenible para los asentamientos humanos. Las ciudades se integran a la discusión en el Foro de las ONGs y se plantean las agendas ambientales urbanas como instrumento de planificación futura de las ciudades.

1-4-1-CIUDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE

Aunque, en orden de prioridades, el desarrollo debería considerar las actuales generaciones, asegurando el crecimiento económico y el mejoramiento de la calidad de vida de todas las personas, al introducir la variable ambiental, la referencia al desarrollo se inscribe en el concepto de desarrollo sostenible. La posibilidad real de sustentabilidad urbana es tan dispar como lo ha sido el desarrollo de las ciudades. Es importante diferenciar los problemas ambientales de las ciudades de los países desarrollados, de los de los países en vía de desarrollo, ya que no se dan en iguales condiciones ni dependen de las mismos factores. En los países ricos se presentan y derivan generalmente de un exagerado consumismo y derroche como producto de la abundancia. En los países pobres se asocian a la escasez y sobre-explotación de los recursos del entorno inmediato, a la pobreza urbana, a los riesgos físicos, a la violencia sobre el espacio publico y a la inequitativa concentración de los excedentes de la producción. Las expresiones en el espacio urbano son distintas en unos y otros. En ambos, el "desarrollo" se ha dado al margen de la sostenibilidad de los recursos, sin evitar el sobreconsumo, la contaminación, el desperdicio y la depredación. El esfuerzo internacional para aportar en la solución de problemas

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ambientales comunes deberá atender las especificidades y diferencias propias de las actuales condiciones de los países, no solo con el reconocimiento de las llamadas diferencias culturales, sino, con el convencimiento que en la problemática ambiental global no puede implicarse por igual a países desarrollados y en vía de desarrollo, ni por características ni responsabilidades. De igual manera, no se puede aislar del concepto, la forma como se dan las relaciones entre el desarrollo sostenible y la actual política macroeconómica y la posibilidad de una sustentabilidad ambiental del desarrollo. Aspectos como la transformación productiva con equidad, la concertación estratégica, el financiamiento y la cooperación internacional, no corresponden con los impactos que ha producido la globalización de la economía. Del carácter de las relaciones entre políticas económicas y el medio ambiente depende en gran medida la posibilidad de un desarrollo sostenible. En 1990, el Comité Internacional de la Crisis Demográfica, con el apoyo de institutos locales de investigación urbana en el mundo, publicó los resultados de un estudio sobre condiciones de vida de las 100 ciudades más grandes del mundo, clasificándolas según los estándares de calidad que ofrecían. Los factores considerados fueron: la seguridad pública, el costo de los alimentos, el tamaño de la vivienda, la capacidad de alojamiento, las vías de acceso, la educación ciudadana, la salud pública, la paz y la tranquilidad, el tráfico y la calidad del aire. Las ciudades se clasificaron en categorías que van desde muy buenas a deficientes. El análisis comparativo demostró que un alto porcentaje de la población que habita en las ciudades más "grandes" del mundo, no alcanza ni siquiera a satisfacer necesidades básicas. Supuestamente, las ciudades deberían ofrecer una vida mejor, pero la falta de higiene, la contaminación, la inseguridad y las bajas posibilidades de empleo son la realidad de millones de personas. Los actuales niveles de consumo energético, la distribución inequitativa de recursos naturales y tecnológicos, y el crecimiento poblacional expresado en la macrocefalia urbana, no reflejan preocupación por las ciudades del futuro en el marco del Desarrollo sostenible. La fuerte degradación del entorno y la pérdida paulatina de niveles de bienestar social para la población, parecen demostrar, al menos, en el caso latinoamericano, que las ciudades no cumplen con el imperativo del desarrollo sostenible; tanto el exceso de producción y consumo como la iniquidad y la pobreza actúan negativamente sobre la sostenibilidad física de los recursos naturales, tecnológicos y sociales. En este sentido, la propuesta de un modelo ambiental para el desarrollo urbano sostenible, deberá integrar el crecimiento económico y la elevación de la calidad de vida, "sin agotar la base de los recursos naturales en que se sustenta, ni deteriorar el medio ambiente, teniendo en cuenta el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus necesidades".

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Las ciudades juegan un rol fundamental para el mejoramiento de la calidad de vida de las personas y para la conservación de los recursos escasos. Son centros para la producción, distribución y el consumo con todas las ventajas de las economías de proximidad y de concentración, en este sentido, son un potencial para el desarrollo económico en las distintas escalas territoriales y definitivas para la sostenibilidad de los recursos. Si cada asentamiento humano ocupa un lugar en el funcionamiento del sistema y contribuye al desarrollo económico social y físico sostenible, los asentamientos mayores, más diversos e innovadores –las ciudades y las megaciudades– deben ser las principales creadoras de riqueza, proporcionando el capital para todas las actividades humanas, ser también, los grandes motores del mejoramiento social para lograr el objetivo final de todo desarrollo. Es de gran importancia la estructura urbana para el avance en los procesos de producción, el intercambio tecnológico, el crecimiento económico y el desarrollo cultural. La urbanización se ha convertido en la tendencia demográfica dominante, esto supone que desde su posibilidad ambiental debería responder a una mejor calidad de vida como producto de la concentración de servicios, de actividades económicas, de mayores posibilidades de intercambio y de mejores condiciones para el disfrute colectivo de su espacio. Es innegable que en el marco de un desarrollo sostenible, el espacio urbano debe recibir los beneficios que genera el intercambio cultural. Es indispensable la concentración de actividades y funciones para lograr la eficiencia energética y conservar los recursos para las futuras generaciones. El mejoramiento de los niveles de bienestar de la población dependen en gran medida de esa nueva idea de ciudad. La sustentabilidad de los sistemas urbanos depende tanto de la capacidad de inserción en su medio natural, como de encontrar sistemas tecnológicos y sociales que le permitan superar las restricciones del medio para su crecimiento y desarrollo. Este nuevo paradigma exige cambios sustanciales en: las actitudes derrochistas de consumo de los pobladores urbanos, el uso de tecnologías inapropiadas, el abuso sobre el espacio público, el derroche energético que se produce en la construcción de ciudad, el inapropiado diseño urbano y arquitectónico que no tiene en cuenta el paisaje natural o construido en la construcción de vivienda que supere los mínimos permitidos, en el inapropiado manejo de los desechos industriales, domésticos y comerciales, en las formas de participación ciudadana y en los procesos de educación ambiental y en las tendencias equivocadas de consumo energético. La fragilidad del desarrollo urbano es innegable, lo dicen y reafirman los informes locales, nacionales e internacionales. En el actual proceso de globalización de la economía, el impacto de las ciudades afecta no solo los entornos de los que se extraen los recursos, sino también la diversidad cultural del patrimonio urbano. El estilo de vida ha cambiado y se ha ido homogeneizando.

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Las actuales vías de abastecimiento de los sistemas urbanos superaron los entornos inmediatos, próximos y mediatos. Los límites se han ampliado y universalizado y, en este sentido, las implicaciones locales de la producción urbana son difíciles de comprender sin relacionarlas con espacios-territorios ubicados más allá de sus propios límites físicos y temporales. Los sistemas de comunicación nos permiten tener una visión del impacto global y en las ciudades actúan como centros de información. La identificación de las pautas de consumo, de las salidas y entradas de energía, y la compatibilidad de la vida urbana con la vida de la tierra entendida en un espacio global, podrán ser alternativa futura de un desarrollo basado en la responsabilidad colectiva. Las ciudades como espacios de consumo y producción influyen sobre el uso racional o irracional de los recursos, en este sentido, el desarrollo sostenible de los centros urbanos reviste especial importancia para el mejoramiento de la calidad de vida de la población actual y la conservación de recursos naturales y culturales para las generaciones futuras. El uso inapropiado de los recursos naturales y culturales es uno de los problemas ambientales de las ciudades, muchas son las causas, pero vale la pena resaltar aquellas que tienen incidencia sobre los procesos de planificación para lograr la sostenibilidad de los asentamientos humanos, entre ellas: La escala urbana no apropiada para la eficiencia de la ciudad, el agotamiento de las fuentes energéticas del entorno, los daños por sobreuso o saturación de la infraestructura urbana, el aumento de los costos finales en la producción por impactos medio ambientales, la contaminación del suelo, el aire, el agua, y la pérdida de sistemas de valor ecológico y cultural. Igualmente, es prioritario atender aquellos aspectos que producen efectos ambientales negativos y que dependen más de la manera como la sociedad transforma tecnológicamente los recursos, entre ellos, las actitudes de consumo con conductas derrochistas, la ausencia de procesos de reciclaje energético y el poco desarrollo científico y tecnológico de fuentes alternativas de producción energética. Es necesario proyectar la sustentabilidad urbana con relación al manejo equilibrado del consumo energético per cápita, esto significa, el equilibrio en los niveles tolerables de consumo, reciclaje de desechos, alternativas tecnológicas limpias y eficientes, teniendo en cuenta la capacidad real de soporte de los ecosistemas circundantes y de los que se abastece la ciudad. Por tal razón, los procesos de contabilidad ambiental son determinantes para planificar prospectivamente las ciudades, cuantificando el impacto al medio ambiente de acuerdo con el número de habitantes, el nivel medio de consumo en bienes y servicios que supongan desgaste, y la degradación de los recursos.

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Para medir los impactos se requiere de información sobre las tecnologías especificas utilizadas para la producción de bienes y servicios y las relacionadas con la construcción urbana. La perfección y adecuación tecnológica permitirá reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos, aun cuando se conserve una demanda en aumento. De todos los factores determinantes: población, consumo y tecnologías, la complejidad del manejo de un sociosistema complejo como el urbano, requiere de una gestión ambiental compartida entre el gobierno y la sociedad civil. La determinación de las políticas de desarrollo ambiental o sostenible y su concreción en el espacio-territorio depende en gran medida de la capacidad que se tenga en un determinado asentamiento para la gestión ambiental local. Un desarrollo viable y sostenido a largo plazo requiere que el "capital" medioambiental no disminuya con el paso del tiempo. Con relación al desarrollo urbano sostenible, las ciudades deberán cumplir con dos principios fundamentales: el principio de "crecimiento funcional y autorregulado" y el principio de la “producción con mínimos residuos". Para el primero, habría que evaluar el crecimiento económico de cada uno de los aspectos de la economía en función de su contribución neta al conjunto del sistema. Los mecanismos de retroalimentación indicarían en qué sectores los índices de crecimiento son demasiado bajos o, por el contrario, demasiado altos. En teoría, a las economías de mercado les bastaría utilizar las señales procedentes de los precios como sistema de retroalimentación universal e inmediato. Para ello, los precios deberían contener más información de la que contienen en la actualidad. Hasta la fecha no se ha incluido la información sobre el agotamiento de los recursos naturales en las decisiones relativas al consumo y a las inversiones. No obstante, ha habido algunos intentos en este sentido. Las Naciones Unidas están revisando actualmente su sistema de evaluación de los datos nacionales, lo que permitirá determinar exactamente el grado de agotamiento de las existencias de recursos con que cuenta cada país. Así, las altas tasas de crecimiento basadas en la explotación exhaustiva de los recursos naturales aparecerían como lo que realmente son: signos de ganancias ilusorias en el plano de los ingresos, pero de una pérdida irreversible de riqueza de recursos.

Los efectos sociales y medioambientales tienen que ser asumidos por los precios, y también sería de gran ayuda la sistematización de la información urbana para reajustar convenientemente los impuestos y tasas municipales. Las ciudades deberían hacer las veces de "observatorios" para una detección precoz de los problemas específicos en el ámbito social, económico y ambiental, antes que los problemas traspasen fronteras nacionales o globales. El ahorro de energía y rendimiento energético, así como la recolección, tratamiento y reciclaje de los residuos, son aspectos que requieren de mayores

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esfuerzos de investigación urbana. Es claro que no pueden seguirse lanzando al mar los residuos peligrosos, ni tampoco enviarlos a los países en vía de desarrollo; las organizaciones internacionales tratan de llegar a acuerdos en este sentido. Del mismo modo, se precisa un esfuerzo similar a nivel local, si se busca una auténtica viabilidad del desarrollo a largo plazo. Hoy, se concibe el desarrollo de las ciudades desde una óptica más amplia, global y activa. Se están llevando a cabo, localmente, una serie de experiencias originales en las que las medidas de mejorar el entorno tienen una repercusión nacional. Para conseguir una mayor eficacia, habría que dar libertad de acción a las autoridades locales para que elaboraran métodos innovadores, constructivos y económicos. Las administraciones locales serían en este caso como "laboratorios urbanos", que proporcionarían información, en la práctica, sobre lo que funciona y lo que no funciona. Después, se recavaría información sobre los métodos eficientes en el plano local, para evaluarlos y difundirlos. En el caso de los asentamientos humanos, los límites de tolerancia y adaptación relacionados con la capacidad de soporte del ecosistema, deberán determinar las actuaciones tecnológicas en vía de consolidar el crecimiento urbano y la sustentabilidad de las ciudades. Esta nueva relación deberá ser simbiótica o de apoyo mutuo y no de parásito y dependencia. En este sentido, es fundamental conocer cómo funcionan las ciudades, su metabolismo, sus aspectos físicos, su evolución histórica y su comportamiento económico. Igualmente, comprender la problemática de los centros urbanos en cuanto a aspectos relacionados con la degradación física, social, cultural y ambiental, así como el potencial socioeconómico, cultural y ambiental. Es importante preguntarse entonces, si la ciencia y la técnica están preparadas para responder a las exigencias de la productividad y el desarrollo sostenible de las ciudades. Para ello, se debe integrar el conocimiento científico y tecnológico a los objetivos de una mejor productividad de los centros urbanos, teniendo en cuenta su importancia económica para definir la capacidad de sustentación presente y futura del sistema natural y cultural. La concentración económica de los centros urbanos es el mayor potencial energético para lograr un consumo prudente y un estilo de vida urbano que sea sostenible. Para construir ciudades en una realidad cambiante y conflictiva, no se puede partir del supuesto de una relación armónica entre el ecosistema y la cultura. Estas condiciones de dinamismo las genera el intercambio cultural en el proceso de adaptación tecnológica requerido para la construcción de ciudad. La ciencia y la técnica podrán asegurar la productividad y desarrollo sostenible de las ciudades. Esta respuesta se da en el campo relacional entre el desarrollo y la productividad de los centros urbanos, teniendo en cuenta la importancia económica de las ciudades para definir la capacidad de sustentabilidad presente y futura del

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sistema natural y cultural. El concepto de desarrollo requiere de un análisis diferencial en cuanto a las expectativas en las diferentes culturas y a las determinantes socioeconomicas para alcanzarlo, pero el paradigma del desarrollo sostenible no podrá ser mas que uno. En este sentido, países pobres y ricos, norte y sur, desarrollados y en vía de desarrollo, tienen el objetivo común de no agotar los recursos planetarios y lograr el máximo bienestar. En el caso de los asentamientos humanos, los límites de tolerancia y adaptación relacionados con la capacidad de soporte del ecosistema deberán determinar las actuaciones tecnológicas en vía de consolidar el crecimiento urbano y la sustentabilidad de las ciudades Esta nueva relación deberá ser simbiótica o de apoyo mutuo y no de parásito y dependencia. En este sentido, es fundamental conocer: Cómo funcionan las ciudades ? (su metabolismo). Qué problemática presentan las ciudades?(degradación ambiental). Qué potencial de solución existe? (alternativas ambientales) Sólo respondiendo a esas preguntas en proceso investigativo y sistemático, podremos enfrentar el reto del desarrollo sostenible, que si bien no es la panacea, es una mejor opción de desarrollo en respuesta a una crisis ambiental sin precedentes. Puede entonces, un mundo urbanizado, lograr un desarrollo sostenible? Aunque hoy, las vías de abastecimiento de los sistemas urbanos han superado los entornos inmediatos, próximos y mediatos, los límites se han ampliado y universalizado, y en este sentido, las implicaciones locales de la producción urbana son difíciles de comprender sin relacionarlos con espacios territorios ubicados más allá de sus propios límites físicos y temporales. Para la situación actual y la creciente urbanización se prevé que sólo en un mundo urbanizado es posible el desarrollo sostenible. El principal argumento se encuentra en la opción que presentan los centros urbanos para lograr el metabolismo circular, es decir cerrar el círculo de los procesos de producción, distribución y consumo con el de producción de desechos, uniendo los extremos de estos procesos energéticos. La concentración económica de los centros urbanos es el mayor potencial energético para lograr un consumo prudente y un estilo de vida urbano con características de sustentabilidad.. Los sistemas de comunicación nos permiten tener una visión del impacto global, y de esta manera, las ciudades actúan como centros de información. La identificación de las pautas de consumo de las salidas y entradas de energía, y la compatibilidad de la vida urbana con la vida de la tierra, entendida en un espacio global, podrán ser alternativa futura de un desarrollo basado en la responsabilidad colectiva. Las ciudades pueden transformar la materia prima en productos finales. Convierte alimentos, combustibles, productos forestales, minerales, agua y energía humana en edificios, bienes de consumo y poder político y financiero:

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todos los componentes de la civilización, pero sus excesivas demandas comienzan a superar la capacidad de soporte del planeta. En este gran mercado global se controlan los productos del mundo, del equilibrio local depende en gran medida el equilibrio global. Pero esta nueva ciudad del desarrollo sostenible tendrá que enmarcarse en el campo del diseño ambiental (Environmental Design) que concibe el diseño de los objetos integrados al espacio físicamente habitable por el hombre. En esta visión integral, relaciona la ciudad con su entorno inmediato e incorpora el territorio en ese conjunto totalizador. La visión integral debe concebir el entorno como una totalidad en la que quedan incluidas las distintas escalas de acción proyectual, es necesario encontrar las interrelaciones que permitan la acción transformadora. El diseño Ambiental comprende no solo los objetos producidos por el hombre, sino también el entorno físico artificial y natural. El diseño es fundamental en la acción sobre el ambiente, en un proceso estético-tecnológico y debe responder tanto a las necesidades materiales del hábitat como a las sico-sociales que estimulen el desarrollo cultural. El diseño es un acto de cultura que incorpora lo social, lo natural y lo tecnológico para dar respuestas que permitan la configuración del ambiente, el rediseño del paisaje urbano y rural, en respuesta tecnológica a las particularidades ecosistémicas y culturales de una determinada región. La planificación ambiental de las ciudades no puede seguir repitiendo modelos formales de manera indiscriminada. El compromiso para la construcción de nuevas ciudades con enfoque ambiental requiere de transformaciones sociales y tecnológicas importantes, entre otras: cambios sustanciales en las actitudes de consumo urbano, impulso a la investigación aplicada para la producción de tecnologías apropiadas en el diseño del hábitat, aplicación de tecnologías limpias en la producción industrial y la posibilidad de participación ciudadana en los procesos de planificación de la ciudad. Las ciudades deben hacerse social, ecológica y económicamente sostenibles, cumpliendo con las necesidades de hábitat, subsistencia y cohesión social. Es necesario comprender el impacto sobre el planeta en nuestro estilo de vida urbano. Debemos responsabilizarnos para crear un nuevo estilo que sea compatible con el mantenimiento sostenido del planeta. No se puede negar las ventajas culturales de la aglomeración urbana, el reto es investigar y comprometernos con el planteamiento de mejores opciones para construir ahora, las ciudades del futuro.

CIUDADES EN EL DESARROLLO SOSTENIBLE

R Ciudades centros de civilización T Ciudades sociables Y Ciudades de

convivencia U Ciudades con crecimiento orgánico I Ciudades funcionales R

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Ciudades centros de actividad económica, social y de producción cultural U

Ciudades centros de aprendizaje I Ciudades con centros rehabilitados y vitales

R Ciudades verdes Ciudades eficientes energéticamente T Ciudades

participativas Y Ciudades diversas U Ciudades plurales I Ciudades con

identidad R Ciudades de reciclaje T Ciudades saludables Y Ciudades

controlables en demanda energética U Ciudades eficientes en el transporte I Ciudades eficientes en la densidad urbana R Ciudades que planifiquen la

proximidad T Ciudades descongestionadas Y Ciudades perennes, no

desechables U Ciudades preventivas I Ciudades responsables R Ciudades con

responsabilidad urbana global T Ciudades informadas Y Ciudades de

conocimiento U Ciudades protectoras de su periferia I Ciudades compactas R

Ciudades prósperas T Ciudades arte Y Ciudades reciclables U Ciudades con

sentido de historicidad I Ciudades con apego de tiempo y lugar R Ciudades

evocadoras T Ciudades seguras Y Ciudades humanas...

1-5 MARCO TEÓRICO PARA LA GESTIÓN AMBIENTAL URBANA DE LAS

BIOCIUDADES

1-5-1 La Gestión Ambiental

El concepto de gestión en cuanto realización de acciones para la consecución de un fin determinado, ha logrado ganar terreno en la literatura académica con respecto al concepto de planificación, entendido como la ejecución de planes para acciones futuras. Mucho ha contribuido a ello el ocaso de aquella planificación que se extendiera como panacea luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, especialmente en los años 60 y principios de los 70; una planificación asociada a un modelo desarrollista que buscaba superar, lo que en su contexto se entendía como "retrasos relativos" de los denominados, a sí mismos, "países en vía de desarrollo". Si bien, es cierto que dicho ocaso se motivó en el relativo éxito –y a veces rotundo fracaso– de los planes que bajo esta concepción se aglutinaron, es necesario reconocer que el origen del fracaso estaba centrado en el paradigma

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de desarrollo que se había adoptado, y no en los planes que procuraron su implementación. No resulta entonces adecuado desechar de plano la conveniencia de la planificación para la gestión social, sin antes evaluar las razones que dieron origen a su fracaso. En este sentido, además de lo falaz del modelo de desarrollo, también es necesario reconocer la amplia confianza atribuida para la elaboración de los planes, en contraposición a la escasa atención que recibían las instancias de implementación y gestión de sus recomendaciones. En síntesis, pareciera poco oportuno visualizar la planificación y la gestión como caminos alternativos, si no se consideran instancias de un proceso unívoco de actuación que busca incidir en el devenir social. Por ello, propugnamos por una gestión planificada, en contraposición a aquella que se concibe como mera administración o concreción de iniciativas aisladas. A pesar de lo anterior, es necesario reconocer que la situación actual se caracteriza, tanto por la densidad de sus problemas como por la incertidumbre sobre su devenir y por la escasa vigencia de políticas de largo plazo. Si bien, esto nos priva habitualmente de contar con planes que orienten la gestión, es imprescindible contar con ideas rectoras o lineamientos básicos si se pretende integrarla a un proceso de planificación. Es por ello, que una ágil relación dialéctica entre objetivos de largo plazo, generales y flexibles, acompañados de una gestión de acciones y proyectos específicos, puede resultar una solución más adecuada en situaciones críticas y de futuros poco predecibles, como las actuales.

Con relación a la gestión ambiental, se ha incrementado la conformación de grupos ambientalistas que no cuentan con instrumentos reales para la realización de acciones eficientes que les permitan lograr trascender en los procesos de planificación. Lo cierto es, que los avances en la concientización sobre la problemática ambiental no van paralelos con la interiorización de instrumentos de investigación y gestión que permitan la concreción de políticas para acciones planificadas. En el caso colombiano, si bien, esta situación se discute hoy en el marco de una reciente institucionalización de la gestión ambiental, la crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales, generó una sociedad incrédula que no acepta asumir los pocos modelos exitosos, esto representa un obstáculo en la búsqueda de opciones alternativas para la planificación. De uno y otro lado surgen nuevas posiciones de carácter testimonial, que requieren del concurso estatal al frente del ordenamiento ambiental, en un proceso que oriente las potencialidades y limitaciones de cada región, para entrar a determinar una praxis ambiental para un desarrollo sostenible, así como las estrategias organizativas contra las formas piramidales de poder, intentan dar respuesta a la crisis ambiental expresada en: la destrucción de los recursos naturales, el deterioro del ambiente físico y el déficit de servicios públicos y frente

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a ello postulan autonomía y gestión para promover una democracia participativa y un desarrollo descentralizado. Todo esto hace más compleja la conformación de movimientos, que sientan sus bases en diversas agrupaciones, la mayoría con una débil identidad frente al estado y al orden económico internacional. Para las organizaciones ambientales inscritas en forma autogestionada, no se vislumbra una proyección alternativa hacia la posibilidad de interacción requerida en un proceso de desarrollo. Si bien, el ambientalismo constituye un importante movimiento social, no por ello puede entenderse que su espacio de acción continúe siendo independiente de las políticas estatales, ya que su participación en el ámbito social muestra claramente un proceso dinámico a las demandas tradicionales en la crisis ambiental. En el caso de Colombia, la conformación de los grupos ambientalistas se da a partir de un hecho que bien podríamos denominar de orden histórico: de un lado, están los partidos políticos tradicionales que en ningún momento fueron alternativa para esa conciencia promovida por los grupos ambientalistas y de gestión ciudadana; de otro, está el decrecimiento en las votaciones como una clara respuesta de inconformidad frente a las políticas estatales; consecuencia de ello es el ascenso de estos grupos en la colectividad. Así, frente al reto del activismo, aquellas propuestas que inicialmente eran consideradas excepcionales, empezaron a ser consideradas por el gobierno como normas, y pasan a ser ley; en la gestión local se vislumbra su capacidad de práctica social y los grupos alternativos entran a la política.

1-5-2 Gestión Urbana

Al ser las ciudades lugares de máxima concentración de individuos y actividades, donde la población actúa sectorialmente según intereses muchas veces contrapuestos, las cuestiones a resolver no solo son múltiples, sino que se presentan con máxima densidad y proximidad, y aún, en muchos casos, responden a intereses contradictorios. Esto pone en evidencia la interrelación de las mismas, ya sea por su origen o concomitancia o, simplemente, porque la resolución de cada una de ellas incide positiva o negativamente, sobre una amplia mayoría de las restantes. Lo anterior demuestra la necesidad de una gestión integral de los problemas ambientales urbanos. Si se considera que las ciudades latinoamericanas albergan más de 270 millones de habitantes, aproximadamente el 70% de la población total, y que este porcentaje continúa incrementándose al ritmo de los procesos acelerados de urbanización, la gestión planificada de los asentamientos urbanos asume un rol protagónico en toda política que pretenda el mejoramiento de la calidad de vida humana. En contraposición, la gestión urbana tiene las limitaciones que se derivan de la incongruencia que existe entre sus propios ámbitos jurisdiccionales

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y los ámbitos en que se originan las problemáticas. Cuestiones catalogadas como de índole ambiental, social o económica, que se viven en las ciudades, tienen origen en acciones que se realizan o en decisiones que se adoptan en espacios regionales, nacionales e incluso externos al propio país. En tal sentido, debe relativizarse la conveniencia de los procesos de descentralización, de acuerdo con una cuidadosa revisión de los tópicos y capacidades de gestión que involucran. Si bien, en términos generales, la descentralización permite una mayor cercanía de la comunidad a la toma de decisiones y una mayor trasparencia de la gestión, también aleja la posibilidad de acción sobre aspectos estructurales de la vida social. Tal es el caso de la dinámica económica, cuestión que depende muchas veces de decisiones al ritmo actual de la globalización de la economía; se han adoptado políticas progresivamente, que cada vez tienen un menor compromiso territorial nacional, regional y local. Entonces, bajo qué circunstancias y con qué requisitos podemos definir una gestión ambiental urbana? La resolución de este interrogante depende de la posición que se adopte con respecto al concepto de ambiente. En este sentido, podrían señalarse cuatro niveles sucesivamente más amplios y complejos con respecto a tal definición.

a) En un primer nivel se presenta una postura más restrictiva que consiste en igualar ambiente con ecosistema. En consecuencia, la gestión ambiental urbana sólo podría desarrollar acciones destinadas a la preservación, no tanto de un ecosistema original ampliamente transformado por la ciudad, pero sí, de los procesos y recursos naturales que estén comprometidos con el desarrollo urbano: relictos de espacios naturales, elementos vegetales, el agua en las diversas manifestaciones de su ciclo, la atmósfera, etc.

b) En un segundo nivel se iguala ambiente con medio biofísico, considerando como tal el ensamble de los procesos y recursos naturales del ecosistema original ampliamente transformado, y de los elementos antrópicos (construcciones, infraestructuras subterráneas, superficiales y aéreas) que son expresión actual de las modificaciones introducidas. Según esta posición, la gestión ambiental urbana, además de la preservación de los procesos y recursos naturales, involucraría la previsión de que los elementos antrópicos se seleccionen y desarrollen con el menor grado de afectación a los anteriores, dentro de un marco general de compatibilización de los componentes naturales y antrópicos del medio biofísico.

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c) Un tercer nivel de definición partiría de reconocer que el medio biofísico, como ambiente, no es objetivo en sí mismo, sino como espacio de sustentación presente y futura de la organización social, a la cual brinda ofertas para satisfacer sus requerimientos. En consecuencia, la gestión ambiental urbana, además de los requisitos ya expuestos, también tendría por objetivo asegurar el mayor grado de ajuste entre las ofertas del medio biofísico y las demandas de la organización social. Este ajuste, para ser consecuente con los objetivos anteriores, tiene que incidir en la organización social, mediante la promoción de aquellas demandas que guarden relación cualitativa y cuantitativa con las ofertas del medio biofísico, y la consecuente contrarrestación de las que no la tengan.

d) Un cuarto y último nivel de definición, parte de reconocer que la dialéctica entre medio biofísico y organización social se produce encuadrada en marcos políticos y culturales, así como mediada por marcos jurídico–institucionales que expresan a éstos últimos. Por tanto, la gestión ambiental urbana necesita adoptar objetivos ideológicos para sus propósitos planificadores. En síntesis requiere de: –un nivel político: profundizar en los procesos de democratización.

–un nivel cultural: develar y respetar las peculiaridades culturales, en contraposición a la homogeneización que procura la sociedad de consumo y propagan los medios de comunicación. –un nivel jurídico–institucional: promover formas instrumentales para que dicha democratización y reidentificación cultural se pueda afianzar. Es importante observar que, en tanto pasamos de un nivel a otro, el ambiente pierde objetividad sustantiva y gana cualidad interactiva, pasa de ser un campo más de actividad, a ser un requerimiento de la gestión planificada. En este sentido la gestión ambiental urbana no es un nuevo campo sectorial de actuación, sino un enfoque que debe impregnar la totalidad de la gestión urbana. Si bien, en la génesis de esta perspectiva debe reconocerse la percepción sobre la dilapidación del soporte natural, en su posterior desarrollo está el convencimiento acaecido desde entonces, de que dicha problemática es resultado de los modelos de desarrollo adoptados y que, en consecuencia, sólo puede ser revertida en el mismo campo, en relación a los supuestos ideológicos con que sea abordado el devenir social y cultural de nuestras sociedades.

1-5-3 Características de la Gestión Ambiental Urbana

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Si consideramos que la gestión ambiental urbana es un proceso dinámico hacia la planificación, corresponde entonces preguntarse cuáles son los condicionantes y características que deben asumirse, para procurar todos los objetivos implicados en la misma. Al respecto y aunque en parte resulte forzado, se podrían diferenciar los contenidos de índole político y los de índole técnico, así como las características que debe imprimirse a la gestión ambiental para que alcance el máximo de eficacia.

A. Características Políticas

Las posibilidades de desarrollar una gestión ambiental urbana eficaz dependen de la capacidad política con que cuente el organismo de gobierno de la ciudad. En este sentido podrían enunciarse los siguientes aspectos:

a) Capacidad de representación

En la ciudad, además de la gestión pública, se desarrollan procesos orientados a la búsqueda de ganancias, que giran en torno a sus diversos mercados, y procesos de reproducción de la población, que se desarrollan en los distintos segmentos comunitarios. En este sentido, la administración pública debe asumir la representación política de todos los sectores que comprende la sociedad urbana, a efecto de que su gestión sea reconocida como expresión de todos y cada uno de los segmentos de la comunidad.

b) Capacidad de interpretación

La representatividad política se concreta a través de la interpretación de los requerimientos de los diversos sectores de la comunidad urbana. En tal aspecto, debe considerarse que no todas las demandas son explícitas. Muchas de ellas, en general las relacionadas con la búsqueda de ganancia en los mercados, no se explicitan porque tienen un alto grado de selectividad con respecto a intereses privativos de algunos sectores. Otras, en general las de reproducción de los sectores más carentes, no se explicitan porque dichos sectores no alcanzan a percibir claramente sus necesidades y, menos aún, las alternativas de resolución de las mismas. Por tales razones, la administración urbana debe saber develar dichas demandas, más allá de los discursos explícitos de los actores sociales que son portavoces de los diversos sectores. Complementariamente, también debe ser capaz de prever, tanto la dinámica de requerimiento de los distintos sectores sociales, como la de los recursos con que los mismos pueden satisfacerse.

c) Capacidad de articulación

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Completando el circuito de representación – interpretación, la administración política de la ciudad debe tener capacidad para articular a los diversos actores y sectores sociales, en cuanto a explicitar y hacer públicas sus demandas, discutir sus respectivas legitimidades y urgencias, lograr consensos al respecto, establecer agendas de gestión que expresen dichos consensos en lo programático, y obtener así la gobernabilidad necesaria para actuar en nombre de la totalidad de la comunidad, esta capacidad restituye el verdadero sentido del término "mandatario", en cuanto éste no es quien detenta el mando, sino quien ejercita el mandato que le confiere la colectividad a la cual representa.

d) Capacidad de interacción

Lo hasta aquí descrito, se refiere en su totalidad al desarrollo de la gestión en el interior de los límites jurisdiccionales en que se desarrolle el gobierno urbano. Por fuera de ello, debemos recordar, la no correspondencia entre dichos ámbitos y los espacios donde se originan muchas de las problemáticas urbanas que dan lugar a las demandas comunitarias. Al respecto, una gestión urbana eficaz debe ser capaz de interactuar activamente con sus iguales, a través de formas tales como asociaciones de municipios, cooperativas regionales, comités de cuencas, entre otros, para aunar esfuerzos tanto en lo relacionado con temas tanto generales como específicos. Dichas formas de asociación inciden positivamente a su vez, en la capacidad que el gobierno urbano debe tener para efectuar demandas ante las instancias correspondientes de los niveles políticos superiores (departamentales, regionales, nacionales).

B. Características Técnicas

Concomitante con la capacidad política, una gestión ambiental urbana eficaz requiere de una sólida capacidad técnica que posibilite la gestión. Al respecto, deben destacarse dos rasgos:

a) Capacidad transdisciplinaria

Nos referimos aquí al conocimiento necesario para realizar el diagnóstico de los problemas vigentes, así como la formulación de alternativas de resolución al respecto. Cabe destacar que la definición de gestión ambiental urbana que se postula, al involucrar tanto al medio natural como al construido, los aspectos sociales, culturales y económicos y las cuestiones legales e institucionales, requiere del accionar integrado de una amplia gama de conocimientos profesionales. A efecto, es necesario que cada uno de ellos supere las arbitrarias barreras de sus formaciones disciplinares, mediante la supresión de prejuicios de primacía y

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el reconocimiento de los ámbitos y pertinencias de las restantes perspectivas, con el objetivo de enriquecer saberes específicos y actuar conjuntamente. En síntesis, es importante la confluencia multidisciplinaria para la realización del trabajo que la gestión ambiental urbana requiere.

b) Capacidad de gestión

Nos referimos a la capacidad para desarrollar procesos en los cuales se concrete la articulación de actores y sectores sociales. Al respecto, es necesario considerar que los sectores sociales tienden a actuar aisladamente en procura de sus objetivos, ya sea bajo formas solapadas o abiertas, según coberturas organizacionales instituidas o espontáneas y, especialmente, con distinto poder de incidir en la gestión. Pasar de esta diversidad de formas y capacidades, a situaciones de relativa paridad de legitimación y poder, requiere poner en juego una especial capacidad de gestión. En este sentido, cobra importancia el lograr una efectiva participación comunitaria, en especial, en lo relacionado con los sectores menos favorecidos. Es necesario superar su escasa credibilidad en los procesos participativos y hacer renacer su confianza en la participación, como camino de planificación e incidencia en la toma de decisiones. Para que esto se consolide, la capacidad técnica debe involucrar también la capacidad de "animación social", la cual puede definirse como la habilidad para conectar y catalizar esfuerzos, hacer que desaparezcan los prejuicios y disminuyan las posiciones egoístas, que predomine la comunicación y el conocimiento y, en definitiva, que se refuerce la capacidad comunitaria para la discusión y resolución colectiva de los problemas.

1-5-4 Estilo de Gestión

Se refiere a la adopción de criterios estratégicos que guíen tanto el accionar político como el técnico. Al respecto y en abierta contraposición con el optimismo absoluto de la planificación tradicional, debe reconocerse que la gestión ambiental urbana, como toda gestión social, opera sobre un campo de fuerzas complejo y de contenidos y objetivos contradictorios. Por esta razón, resulta fantasioso pretender cambios absolutos en corto plazo. Por ello, el accionar con utopías es importante, en cuanto sean imágenes futuras deseables de la sociedad que pretendamos, pero ser consciente que dichos modelos operan como objetivos, dinámicos y flexibles, a largo plazo, dado que las mismas condiciones de la realidad sobre la que actuamos están en permanente transformación.

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En este sentido, la gestión también debe ser flexible y adaptable a las diversas circunstancias, procurando incidir sobre las dinámicas propias de los procesos sobre los cuales debe operar, tendiendo paulatinamente a implantar nuevos procesos que resulten ampliamente deseables, así como a suprimir aquellos que resulten incompatibles con los modelos que se persigan. Podríamos sintetizar esto, diciendo que una gestión urbana eficaz es aquella que se fije modelos que impliquen racionalidad ambiental con productividad económica y equidad social. Pero, que simultáneamente, sea consciente que el camino hacia dichos modelos es un accionar cotidiano de carácter interactivo, en el cual los pasos a seguir y las metas a alcanzar se van seleccionando por un cuidadoso análisis del equilibrio entre lo deseable y lo factible. La gestión ambiental urbana según se la ha caracterizado, no es una fórmula ni técnica ni política de actuación. Es una actitud político–técnica de gestión de la realidad urbana. En su concepción confluye el aprendizaje devenido de los escasos resultados, tanto de la planificación tradicional, como de la gestión sectorial de las cuestiones urbanas. En lo técnico, permite recrear una nueva racionalidad globalizante que supere los comportamientos estancados de la formación academicista. En lo político, implica reasumir los roles fundamentales del Estado, en cuanto árbitro de los intereses heterogéneos y contradictorios de los diversos segmentos que conforman la comunidad urbana. También se requiere reconocer en ambos niveles, que el ámbito territorial que denominamos ciudad, es sólo un fragmento de una realidad total, cada vez más interrelacionada e interdependiente. Asumir la tarea de administrar las ciudades con tales conceptos, es un trabajo arduo, pero parece, el único camino posible, si pretendemos superar una realidad social que, orientada exclusivamente por los procesos de mercado y por las necesidades de reproducción comunitaria, sólo nos conduce a las situaciones de degradación ambiental, desigualdad social y violencia urbana, que los modelos de desarrollo dominantes están acentuando.

1-5-5 La Participación Comunitaria

Si la interdisciplinariedad se plantea para posibilitar el diálogo de las diferentes ramas del saber, para el conocimiento integral de una determinada problemática, la participación requerida para la investigación–gestión ambiental urbana debe entenderse en un proceso de discusión permanente y abierta de quienes investigan la planificación del desarrollo de las ciudades. Estas formas de aproximación, interdisciplina y participación, se plantean necesariamente en términos cualitativos, fundamentados en un análisis de proceso y respuesta a la dinámica de su objeto de estudio. Se constituyen entonces, en una reflexión crítica que considera las contradicciones que

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caracterizan el espacio urbano, posibilitando así la articulación de la investigación con las acciones sobre el ambiente en las diversas manifestaciones socio–espaciales. La concepción de una investigación participativa, es otro de los aspectos enfatizados por la perspectiva ambiental, con ello se quiere expresar la necesidad de que la investigación tienda a resolver los problemas concretos de las comunidades y a elevar el nivel de comprensión de las mismas sobre su propia realidad. La investigación no se hace, por lo tanto, exclusivamente por el prurito cientificista de los profesionales universitarios, se concibe en función de la comprensión y de la solución de los problemas.

Ello supone una nueva manera de abordar la relación de los científicos y los técnicos con la comunidad. La perspectiva ambiental ha insistido desde la Conferencia de Estocolmo, en la necesidad de democratizar en lo posible, los resultados de la investigación como una forma de construir una sociedad realmente participativa. Para el caso colombiano, esta perspectiva está contenida en el espíritu de la nueva Constitución Política y en las recientes reformas políticas del país. Para lograr estos objetivos, es necesario superar el viejo esquema sobre el cual los científicos investigaban la realidad y el gobierno ejecutaba las obras. La pregunta básica es, por lo tanto, ¿cómo involucrar a la comunidad en los procesos mismos del conocimiento de su propia realidad? En este sentido, es fundamental considerar la investigación como un proceso educativo. En efecto, la participación no consiste sólo en la consulta a la comunidad a través de encuestas o de cualquier otra forma de información, sino en involucrarla en cuanto sea posible en la tarea investigativa. El Estado debe asumir la participación sin paternalismo y sin autoritarismo, su rol dinamizador y orientador es insustituible. La coherencia y articulación de sus políticas e intervenciones, tendientes al mejoramiento de la calidad de vida, se deben inscribir en un proceso de planificación que involucre el manejo racional de recursos limitados y la valoración de las particularidades culturales. Sólo así, podrán relacionarse con los demás agentes, y entrar a definir las prioridades de planificación con cada comunidad, sobre bases tecnológicas y de investigación. En las ciudades, las comunidades comparten problemas, intereses, aspiraciones, actividades, historia, pertenencia y símbolos; su heterogeneidad se constituye en un potencial de desarrollo, puesto que ellas a través de las organizaciones pueden lograr el mejoramiento de la calidad de vida, al reconocer su entorno inmediato e identificar sus problemas específicos. Esto le permite a las comunidades, definir las prioridades de planificación y acción y trascender del apoyo institucional a la participación política.

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La participación "ciudadana", fundamentada en la pluralidad de intereses y concepciones, y enriquecida por los valores y la práctica de la participación comunitaria, hace referencia a una sociedad democrática, que permite la consolidación de lazos de solidaridad y posibilita la toma de decisiones en torno a las potencialidades y limitaciones para la realización de proyectos. Nos encontramos así, con las Organizaciones no Gubernamentales, como agentes dinamizadores del desarrollo ambiental, que facilitan la interrelación con el Estado y las comunidades; esto se deriva de su relativa autonomía para la práctica social. Pero éstas, a pesar de haber logrado establecer vínculos con la comunidad sin pretensiones políticas partidistas no siempre logran dar continuidad a los procesos comunitarios requeridos para una planificación integral. La participación, en un sentido amplio, debe establecer mecanismos que superen estos problemas, y ello depende fundamentalmente, de un cambio de actitud, el cual debe hacerse efectivo en el contexto de la descentralización y desde una perspectiva intersectorial que involucre el trabajo académico e investigativo. Reivindicar la investigación participativa desde una perspectiva ambiental, significa que las acciones requeridas para este proceso deben orientarse en dos direcciones articuladas entre sí: Por una parte, resolver los problemas concretos de las comunidades y de la sociedad, por otra, elevar el nivel de comprensión de los diferentes agentes comprometidos con la realidad ambiental urbana, más aun, estas acciones son posibles en la medida en que el conocimiento de la realidad ambiental se fundamente en instrumentos que permitan evaluar, proyectar y direccionar tendencias con base en un conocimiento tecnológico y científico. Para comprender la relación que establece la comunidad con su entorno urbano es importante tener en cuenta, además de los aspectos sociológicos que permiten su identificación, la interacción dinámica en los distintos componentes, así: –Componente de área territorial: da a conocer que una comunidad posee un territorio propio. En este sentido es importante tener en cuenta las dificultades que se presentan para la participación, cuando existen divisiones territoriales que priman sobre el sentido de pertenencia. –Componente de conocimiento: expresa lo que una determinada comunidad sabe sobre sí misma y sobre su entorno; es importante tener en cuenta como se manifiestan espacialmente estas interrelaciones para integrarlas al proceso de conocimiento. –Componente de contacto interpersonal: se designa así, el grado de relaciones entre los miembros de un determinado grupo; se debe visualizar la capacidad de interacción de la comunidad.

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–Componente de base de cohesión: indica el sentido de pertenencia sobre el territorio; es importante involucrar la capacidad de gestión del grupo. De hecho, no se retomaron todos los parámetros que pueden dimensionar el alcance del compromiso que queremos darle al concepto de participación y su comprensión para la gestión ambiental, puesto que ésta se manifiesta a través del conocimiento científico, en tanto se adopte un lenguaje aprehensible y la comunidad científica acepte ubicarse en un contexto de gestión eficiente, en que es fundamental la participación real de los diferentes agentes involucrados en el proceso de planificación. Los diferentes agentes deben complementarse y articularse: unos tienen datos e informaciones, otros definen objetivos o poseen recursos; es necesaria la investigación en el contexto de un proceso participativo– educativo. La tarea investigativa consiste en responder a las diversas formas, niveles y momentos con los adecuados canales de comunicación. Si se busca una verdadera participación comunitaria la primera responsabilidad en esta gestión se centrará en los investigadores. Si se llega a la comunidad con propuestas concretas de acción ambiental como resultado de diagnósticos previos, con etapas programáticas, apoyos institucionales, se posibilitará un nivel de discusión superior que integra a la comunidad en el proceso investigativo.

Con relación a la participación comunitaria en la gestión ambiental urbana, es importante considerar las relaciones de las comunidades con la problemática ambiental generada en la construcción de su hábitat: actividades productivas, habitacionales, recreativas y de transporte. Pero quizá, el aspecto que más ha logrado dinamizar procesos de gestión alrededor de los problemas ambientales de los centros urbanos, ha sido el del saneamiento ambiental. Muchos de estos procesos han tenido efectos directos sobre el mejoramiento integral del hábitat.

SEGUNDA PARTE

2- APROXIMACIONES A UN MODELO : LA BIOCIUDAD

José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás, había

dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y

abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que

ninguna casa recibía más sol que otra al hora del calor. En pocos años, Macondo fue

una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces

por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta

años y donde nadie había muerto.

Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas.

En poco tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa,

sino todas las de la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan

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aturdidor, que Ursula se tapó los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de

la realidad. La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio

para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar

aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y gitanos confesaron que se habían

orientado por el canto de los pájaros.”

Gabriel García Márquez. Cien Años de Soledad. Editorial Oveja Negra. Bogotá, 1987.

Para una visión integral de lo urbano es necesaria la comprensión de las relaciones y dependencias recíprocas esenciales de los fenómenos naturales, tecnológicos y sociales, y así sustentar la construcción de un "nuevo equilibrio". Estos nuevos equilibrios o sistemas tecnológicamente balanceados son "SISTEMAS TECNOBIOLÓGICOS", donde se transforman las leyes que rigen los ecosistemas para construir equilibrios nuevos que dependen en gran parte del manejo tecnológico y que están en directa relación con los balances económicos y sociales. Este proceso dinámico, inscrito en un orden estructurado, requiere que los sistemas biológicos, tecnológicos y sociales interactúen internamente. El enfoque integral debe hacer hincapié en los principios básicos de la organización, cada sistema es un todo cuya estructura específica se deriva de la interacción y la interdependencia de sus partes y en cuyo intercambio continuo de energía funciona el nuevo equilibrio dinámico. En una explicación sistémica puede comprenderse que la ciudad no es autosuficiente, y por tanto un modelo económico basado en el crecimiento de la producción no puede sino apoyarse en una interacción con la región que abastece los flujos de energía necesarios para su sostenimiento. Tal modelo no es sostenible a largo plazo, por cuanto en principio, no posee los mecanismos redistributivos que buscaba ni considera sus propios costos ambientales, su funcionamiento es un tanto parasitario; a medida que crece el capital aplicado a la producción, será una carga mayor para el entorno natural, proveedor de energía y materias primas. A pesar de las deficiencias del modelo económico que ha sustentado la planificación territorial, se considera factible encontrar un modelo acorde con las necesidades reales presentes y futuras de la población, que guíe las acciones de los planificadores en busca de un futuro para las ciudades, sin que primen actitudes extremas entre el pesimismo improductivo u optimismo infundado. Para obtener un modelo adecuado de planificación del territorio de la ciudad, se debe partir de estos presupuestos: a. El crecimiento económico de las ciudades del tercer mundo no se ha dado principalmente por el jalonamiento del proceso de industrialización, como ocurrió en Europa; otros factores más relacionados con un capitalismo dependiente, han producido algunas de las ciudades más grandes del mundo, sin que su economía permita resolver las necesidades de infraestructura necesaria para toda la

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población, por lo cual presentan altos índices de pobreza. Por tanto, las deficiencias estructurales no se solucionarán de la misma manera que las de los países que han servido de modelo. b. La ciudad es un sistema dependiente de un territorio cuya determinación se hace difícil, pues el marco económico que la sustenta es cada vez más globalizante, las posibilidades de crecimiento económico de una ciudad no se basan únicamente en los recursos ecosistémicos de su entorno inmediato, frecuentemente utiliza recursos de regiones supremamente apartadas, en esto se apoyan, por ejemplo, economías tan desarrolladas como la japonesa. c. Si no se incorpora un valor real a los recursos ecosistémicos, se favorecerá al capital, sobre los recursos naturales, lo que produce los desequilibrios ambientales. d. Cualquier nuevo desarrollo productivo debe tener un control que impida que se sobrepase la capacidad de sostenibilidad del ecosistema, e implementar medidas que en determinados plazos corrijan los desequilibrios producidos; podría considerarse un sistema económico que imponga gravámenes a la contaminación o el uso de materias primas no renovables y eliminar o rebajar los impuestos que se aplican a la producción.

En este sentido, la "Biociudad" puede constituir un norte hacia el desarrollo urbano sostenible en Colombia, para ello se deberá tener en cuenta las siguientes consideraciones: a. El imperativo económico del crecimiento de la producción debe ser reemplazado por el de "desarrollo", que implica mejores niveles de vida con una producción basada en un consumo sostenible de energía y materias primas. b. El mejoramiento de la calidad de vida depende de que el proceso de desarrollo que se adopte, considere los costos ambientales de la producción y se enmarque en un modelo sostenible y equitativo; por tanto, debe existir un conocimiento del potencial de los recursos naturales, a los cuales debe asignarse un valor dentro del proceso económico y asumir los costos de disposición de desechos para minimizar su impacto sobre el ambiente. c. Debe reconocerse la importancia de aquellos aspectos tradicionalmente subvalorados por no ser fácilmente cuantificables o cuyo valor no esté relacionado estrictamente con la producción, pero que constituyan valores de carácter ambiental, tal es el caso del patrimonio paisajístico construido o natural, es prioritario procurar su incorporación al patrimonio efectivo, para su reconocimiento y disfrute de la población. d. Se debe procurar una buena infraestructura, para mejoramiento de la calidad de vida, y no consideraciones meramente funcionales, por ejemplo: una

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consideración global sobre el transporte urbano puede ser diferente al propósito de construir vías que faciliten el desplazamiento de automóviles particulares, si en la evaluación incluimos los costos de la contaminación del aire.

Antes de analizar las condiciones de factibilidad de la biociudad, consideramos que, para lograr una política equilibrada y sustentable para la planificación del espacio urbano, se debe incorporar al menos, cuatro principios fundamentales: - El principio del uso sustentable, establece que en la producción de hoy no se deben comprometer recursos que serán escasos o que no puedan producirse a futuro. Se trata de comprender que las soluciones deben ser durables y que ellas deben planificarse a corto, mediano y largo plazo, en lo que se refiere al uso de fuentes de energía no renovables. - El principio de la responsabilidad, consiste en buscar la internalización de la externalidades, es decir que, los responsables de la congestión y de la contaminación deben integrar los costos ambientales, procurando buscar soluciones tecnológicas que las eviten. - El principio de la prevención, cuida que las soluciones que se implementen sean adecuadas, en especial en cuanto a minimizar los costos y maximizar los beneficios ambientales. Esto es claro, cuando se comparan soluciones costosas de eficiencia reducida, basadas en nuevas inversiones, con soluciones baratas de gran eficiencia, asociadas generalmente a una mejor gestión de lo existente.

- El principio de la anticipación, que consiste en asegurar que las medidas a implementar se ejecuten con anterioridad a los eventuales daños que se puedan producir, para evitar medidas correctivas, más caras y de menos utilidad.

En el marco de esta expresión biológico-cultural, para las BIOCIUDADES, es necesario definir los principios para la sustentabilidad urbana, y asumirlos como retos de planificación en un nuevo paradigma de ciudad, donde la estructura urbana y los ecosistemas que la sustentan sean considerados integralmente para el uso, protección y conservación en el tiempo. La habitabilidad urbana, la eficiencia energética, la innovación y apropiación tecnológica, y la participación ambiental democrática, son esenciales en la construcción de un nuevo modelo de ciudad. Se referencian los principales aspectos a tener en cuenta en su construcción.

I. Valoración del Medio Físico-Biótico

Con valoración del medio físico-biótico, queremos destacar la importancia que tienen el conocimiento y la investigación sobre el patrimonio natural para la sostenibilidad urbana.

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a. Un permanente desarrollo de la investigación científica y tecnológica. b. Un conocimiento apropiado de las restricciones y potencialidades del entorno, como integrantes activos y no únicamente como soportes físicos de la ciudad.

II. Habitabilidad Urbano Ambiental

Con habitabilidad urbano ambiental, se resaltan los aspectos que buscan mejorar el entorno y la calidad de vida de las personas desde el punto de vista físico, síquico y social, como aquellos que permiten optimizar el diseño urbano para el bienestar y disfrute ciudadano: a. Un entorno sano, con poca vulnerabilidad y menos externalidades negativas a largo plazo. b. Una mejor calidad del espacio construido, que permita mantener estándares de diseño y bienestar. c. Un mejor uso tecnológico para el mejoramiento de la calidad espacial y el disfrute colectivo del espacio público urbano. d. Una búsqueda permanente de la conservación y/o construcción estética del espacio urbano, como respuesta al momento cultural. e. Un diseño de edificios adecuado a las condiciones climáticas, logrando bienestar, con un consumo mínimo de energía. f. Una incorporación de los procesos que permiten el uso racional de materiales y equipamientos, evitando desperdicios que impliquen pérdida de recursos y contaminación ambiental.

III. La Eficacia Energética:

La eficacia energética es importante para el desarrollo urbano sostenible, se debe optimizar la producción y el consumo de energía, optando por buscar la reducción de la demanda, en vez de aumentar la oferta, sin disminuir los niveles de bienestar social en que se inscribe un determinado asentamiento. a. Producción energética limpia. b. Simplificación de los procesos y economía de los recursos. c. Ordenamiento territorial y urbano que ahorre energía en el intercambio de procesos energéticos. d. Escala adecuada a la capacidad de sustentación del entorno. e. Internalización de los costos medio ambientales de la producción de energía, límites de tolerancia ambiental- costos económicos. f. Internalización de los costos sociales de la degradación del entorno, uso racional de los recursos - ventajas económicas comparativas - incentivos. g. Disminución de las pérdidas negras, con sistemas tecnológicos seguros y conscientización de la población.

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h. Búsqueda de bajos consumos de energía en la producción de materiales: aprovechamiento de residuos industriales como combustibles, utilización del reciclaje y recuperación de materiales para nuevos usos.

IV. Tecnologías Eficientes, Innovadoras y Apropiadas:

Con tecnologías eficientes, innovadoras y apropiadas se busca que el desarrollo científico y tecnológico se aplique a los procesos de diseño y alternativas ambientales para la construcción urbana:

a. Unas formas físicas apropiadas que faciliten el intercambio de información, bienes y servicios. b. Un diseño creativo que responda a las condiciones naturales y construidas del entorno urbano, para el disfrute ciudadano. c. Una forma construida eficiente que permita mayores densidades urbanas sin concentraciones hipertróficas. d. Un aprovechamiento óptimo de los recursos a través de diseños tecnológicos apropiados. e. Un desarrollo que busque cualificar la producción de elementos constructivos con materiales renovables y/o reciclables.

V. Gestión Ambiental para la Participación Ciudadana:

Con la gestión ambiental se socializa el concepto de calidad ambiental urbana para adquirir un compromiso colectivo que conlleve a una mejor calidad de vida en las ciudades, igualmente, a la participación intersectorial en las políticas de planificación urbano-ambiental: a. Una gestión que busque el mejoramiento social y ambiental. b. Una participación de la sociedad civil en las decisiones ambientales locales. c. Una gestión que asegure el vínculo entre las políticas ambientales y económicas en los distintos niveles del gobierno y sectores de la economía. d. Una gestión que logre consolidar los grupos de estudios ambientales urbanos, los grupos ambientales comunales y los comités ambientales municipales. Al considerar la dinámica urbano ambiental que se establecería para la BIOCIUDAD, debe entenderse la interacción entre el ecosistema, el tecnosistema y el sociosistema. De esta manera, los componentes: social, natural y tecnológico tienen variables propias que es necesario analizar. El Sociosistema (población, servicios, producción, gestión, gobierno, instituciones). El Tecnosistema (arquitectura, infraestructura urbana , insumos, tecnología. El Ecosistema : ( suelo, aire, agua, energía , flora, fauna). Cómo construir un modelo dinámico de los elementos ambientales en una unidad territorial ? Supongamos que la extensión del modelo presentado en estas notas describe la dinámica del agua en la zona, análogamente, se puede describir en

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forma empírica los cambios y perspectivas del suelo; quedan pendientes el aire y la energía, es decir, la atmósfera y el clima en conexión con los modelos restantes, en particular con el de la tecnología. En el modelo del uso del agua se debe incorporar los aspectos de la "calidad del agua" por medio de indicadores. Lo propio ocurre para el suelo y el agua. Aquí son imprescindibles las mediciones y condiciones locales, motivo por el cual en las aplicaciones, los instrumentos de análisis, desde sus orígenes, deben proceder de la realidad concreta local; eventualmente, con participación de la comunidad. Desde un punto de vista metodológico, es posible establecer por separado los modelos de los componentes, dejando para una etapa final el establecimiento de sus interrelaciones dentro de la estructura del sistema. En el socio-sistema figura como variable fundamental el "gobierno". ¿Cómo se incorpora en los modelos? Esta es la variable que responde por "los controles" que establecen las retroalimentaciones para corregir y/o evitar las trayectorias prohibidas; es decir, las que apuntan a la no viabilidad del sistema, por ejemplo, cuando se trata de daños que sobrepasan la capacidad de auto-regeneración del ecosistema y cuyos efectos e intensidad generan condiciones de no reversabilidad. Los controles deben ser "controles de seguimiento" que den cabida a los mecanismos de autocontrol o de adaptación, pues se trata de "sistemas adaptativos". La biociudad en este enfoque se vislumbra como un sistema adaptativo, con autocontroles de tal eficiencia y sensibilidad que reduzcan a un mínimo los controles exógenos (el Gobierno). En los cambios interdependientes se ve claramente si existe un esquema de Planificación ambiental del Desarrollo Urbano. Aquí el movimiento de la estructura espacial está ligado estrechamente a los cambios en los usos del suelo. Las opciones e intereses alrededor de la distribución de estos usos, infraestructura, zonas verdes, industria, agricultura reservas, se resuelven paulatinamente en una serie de situaciones de equilibrio dinámico, por cuanto las decisiones sucesivas cambian el sistema en un proceso de autorregulación gracias a las existencias de un número de variables libres. En cambio, si estas variables son escasas, la regulación por controles directos (gobierno), puede perturbar y paralizar los ajustes espontáneos al punto de exigir más controles, en una especie de círculo vicioso. Si es posible aludir al ideal de BIOCIUDAD, se puede imaginar que una ciudad alcance el estadio evolutivo con pleno desarrollo de los autocontroles que sustituyan los controles administrativos y que los efectos ambientales nocivos se eliminen por efectos auto remediales inmediatos. Esta es la imagen de la Biociudad, en un equilibrio dinámico y autorregulado.

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En la práctica, existirán los controles, la gestión, y estarán presentes los efectos ambientales, cuantitativos y cualitativos. Para los fines de la Planificación del Desarrollo Urbano, se cuenta con modelos dinámicos acoplados de producción-población y gestión. Es factible elaborar un modelo dinámico de la evolución tecnológica, acoplado al de producción-población y gestión. Para la dinámica ambiental real no es posible disponer de un modelo integrador de todos sus complejos aspectos. Para cada caso concreto, con sus aspectos tangibles e intangibles, es pertinente elaborar un modelo específico y abordar los problemas concretos con instrumentos adecuados a su naturaleza particular. En el caso de efectos tangibles los métodos económicos de costo y beneficio sociales son suficientes; en cambio para los efectos cualitativos, se debe apelar dentro del modelo, a identificar y elaborar indicadores eficientes y coherentes. Sin embargo, es necesario considerar que la posibilidad de equilibrio en los términos aquí planteados, estaría afectada por efectos intangibles que se deben

incorporar al proceso de construcción de las biociudades.

2.1 EL CASO MANIZALES

En Colombia, la ciudad de hoy rebasa el estrecho margen del perímetro urbano y regional. Por ello, para su análisis ambiental es necesario tener en cuenta tanto los elementos que entran y salen de la ciudad en su relación con el entorno inmediato, como el impacto ambiental que los centros urbanos tienen sobre sistemas lejanos, sean estos naturales o construidos. De la forma como los municipios Colombianos se organicen para atender los requerimientos de la población en aspectos alimentarios, productivos, tecnológicos y sociales depende en gran medida la posibilidad de lograr la sostenibilidad de los sistemas naturales y culturales. Para el caso del municipio de Manizales, desde el Perfil Ambiental Municipal, se estudiaron tanto los aspectos relacionados con la extracción de recursos minerales, energéticos y forestales utilizados para la construcción de su infraestructura y vivienda, como el potencial hídrico, alimenticio y recreativo requerido para el mantenimiento y mejoramiento de la calidad de vida de la población. Igualmente, se identificaron los impactos ambientales locales y regionales derivados de la producción de desechos y de la utilización de tecnologías no apropiadas para la producción industrial y la construcción. Se dio especial atención a la caracterización de la gestión ambiental municipal, identificando los problemas y potencialidades que presentaba. Así, se dieron las bases para la elaboración de la Agenda Ambiental Local y los lineamientos para la Política de Medio Ambiente del Plan de Desarrollo Municipal. A continuación se presenta una caracterización ambiental general de la ciudad de Manizales, basada en el Perfil Ambiental Municipal y se anexan los principales instrumentos propuestos para el análisis y caracterización ambiental de las

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BIOCIUDADES, con el fin de realizar el seguimiento a los procesos de gestión ambiental requeridos en la construcción del BIOMANIZALES. Igualmente, se determinan algunos componentes de la política ambiental municipal con el fin de que sean incorporados en el Plan de Desarrollo Manizales Calidad Siglo XXI. El Perfil Ambiental Municipal sentó las bases investigativas para la propuesta del BIOMANIZALES. Esta propuesta definió los principios para la sustentabilidad urbana de Manizales en su relación con la región. Posteriormente, el Plan de Desarrollo Municipal asumió como reto de planificación el modelo de BIO CIUDAD, en que la estructura urbana y los ecosistemas que la sustentan se consideran integralmente para su uso, protección y conservación en el tiempo.

2.2 MANIZALES AMBIENTAL; Síntesis acerca de sus problemas y

potencialidades para la construcción de la Biociudad.

El municipio de Manizales se encuentra localizado en el centro de la región andina colombiana, en un área de gran importancia socioeconómica para el país. Por encontrarse en el interior de la conurbación del denominado "Eje Cafetero", su desarrollo sostenible depende en gran medida de la dinámica económica regional y nacional. Desde el año 1992, la planificación ambiental de Manizales ha estado asociada a la capacidad interinstitucional para gestionar en el ámbito nacional e internacional los proyectos de interés común para la región. Por ello, hoy se comparten macroproyectos regionales en campos de investigación básica y aplicada y se estudian alternativas tecnológicas para el desarrollo sostenible de la región ambiental. Se vienen elaborando los perfiles ambientales municipales articulando los proyectos que buscan construir en el largo plazo los modelos de BIOCIUDAD Y BIORREGIÓN . Actualmente, el desarrollo sostenible de Manizales, depende no solo de la forma como se posibilite la interdependencia en la especialización productiva y de servicios con las ciudades capitales (Manizales, Pereira y Armenia) sino también, de la manera como se comparta y complemente el potencial ambiental de la totalidad de los municipios de la región, incluyendo algunos del Tolima y el Valle del Cauca con quienes comparte ecosistemas estratégicos. Manizales posee una singular diversidad en sus geosistemas y una amplia variedad de unidades ecogeográficas naturales. El ecosistema que sustenta el Municipio, lo integran 4 zonas de vida, que van desde la selva húmeda tropical (sh–T), a orillas del río Cauca a 800 msnm, hasta la zona paramuna de la selva muy húmeda montana (smh–M)a 3.340 msnm. La extensión Municipal es de 44.163 hectáreas, de las cuales 39.694 (89.88%) corresponden al área rural y de éstas el 40.18% se ubica en la zona de vida de selva muy húmeda premontana (smh–PM) o cinturón cafetero. El área urbana comparte sólo un 2.43% de esta zona de vida, correspondiendo su mayor

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superficie a la selva muy húmeda montana baja (smh–MB) con un cubrimiento del 31.42%. Las otras zonas de vida, están distribuidas en 15.62% de selva muy húmeda montana (smh–M) y un 10.34% en selva húmeda tropical (sh–T). Manizales es un Municipio predominantemente rural, con una alta concentración poblacional en el 10.12% de su área. La ciudad de Manizales se encuentra localizada dentro de la zona de vida denominada Bosque Muy Húmedo – Montano Bajo (bmh–MB), con una precipitación anual de lluvia entre 1.600 y 3.000 mm. y una temperatura promedio de 17oC. A los bosques de esta zona de vida se les denomina también, bosques de niebla, selvas nubadas y bosque andino. Sus características botánicas se expresan en una exuberante y variada vegetación con gran potencial para la conservación de las laderas y el mantenimiento de las fuentes de agua. Pero, de la totalidad de los bosques del Municipio de Manizales, sólo se tienen inventarios parciales de los relictos ubicados en el interior del perímetro urbano de la ciudad, entre los que se encuentran Monte León, El Arenillo, Río Blanco, El Zancudo, San Luis y Vizcaya. Los inventarios de tipo cuantitativo apenas comienzan a realizarse, lo que dificulta el conocimiento integral de estos ecosistemas. La investigación ambiental básica y aplicada sobre el Municipio solo se integró como prioridad en el actual Plan de Desarrollo y se incorporaron los indicadores para medir su recuperación y conservación.

El municipio, al igual que su región ambiental se nutre de las fuentes de agua que nacen el Parque Nacional Natural de los Nevados. Manizales depende de la cuenca hidrográfica del río Chinchiná, considerada como una de las más ricas en cuanto calidad y cantidad de sus aguas. El manejo inadecuado que se le ha dado a esta cuenca y su escarpada topografía, determinan la presencia de torrenciales en sus fuentes y una elevada capacidad erosiva en sus orillas con abundante transporte de sólidos. El potencial energético de la región está determinado, en gran medida por su recurso hídrico y actualmente se adelantan investigaciones en el campo de la energía geotérmica proveniente del Volcán Nevado del Ruiz. En Manizales, debido a los procesos de actividad volcánica de la cordillera Central son manifiestos los cambios geológicos y la actividad tectónica. La ciudad se asienta en un área que por su comportamiento dinámico presenta característica de inestabilidad crítica, identificada por cuchillas residuales con derrumbes y desprendimientos en los bordes, deslizamientos rotacionales y flujos dendríticos. De un total de 149 eventos de riesgo registrados en los años 1976 y 1992, hubo 122 casos por diferentes procesos erosivos y/o desprendimientos. Las fuertes pendientes por donde drenan naturalmente las corrientes de agua, posibilitan un régimen torrencial de gran poder erosivo. Hasta hace pocos años, el proceso de urbanización no contemplaba aspectos de atención y prevención de desastres, desconociéndose igualmente el valor de los ecosistemas, del patrimonio paisajístico, del urbano– arquitectónico y de los recursos biológicos del entorno.

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La participación del medio natural en la configuración de la ciudad ha tenido especial significado debido en gran parte a las condiciones topográficas. La forma como se expandió y densificó la ciudad entre 1975 y 199O trajo como consecuencia un crecimiento contrapuesto a las exigencias ambientales y estéticas de la singularidad de su paisaje natural y construido. Este impacto coincide en un alto porcentaje con los momentos de incremento de la actividad edificadora en la ciudad. Aunque la ciudad presenta una dinámica moderada en su crecimiento y expansión, en los últimos cinco años gran parte de los asentamientos se ha ubicado sobre áreas de gran valor paisajístico y/o ecológico modificándose las características iniciales en su entorno. Afortunadamente, actualmente se trabaja en la consolidación de un proceso planificador de usos del suelo que pone especial atención a las restricciones de tipo ambiental y a la fragilidad estética del paisaje. La tradicional sectorización de las actividades urbanas determinó diferencias y segregación en la posibilidad de acceder a los servicios comunitarios. Los problemas considerados de atención prioritaria, presentan en la actualidad mayores niveles de degradación en sectores consolidados, y déficit cualitativos y cuantitativos en las áreas donde se desarrollaron programas de vivienda de interés social. La baja calidad ambiental de los denominados "sectores marginales", se debe en gran parte a la ausencia de programas de recuperación de la vivienda y el entorno. En estos sectores la población pasó de 500 familias en 1987 a 1.378 en 1995. Se agudizaron los problemas por el aumento de la población en áreas de riesgo siendo necesario invertir mayores recursos en obras civiles construidas para su sostenimiento. Hoy y articulado al Plan de Desarrollo se trabaja sobre la comuna piloto para el mejoramiento de la calidad ambiental, atendiendo factores de saneamiento ambiental, de reciclaje de edificaciones y de construcción de infraestructura apropiada para el disfrute colectivo del espacio público y la recreación cotidiana. A este proyecto se han articulado los grupos de estudios ambientales urbanos, las ONGs ambientalistas, el Ministerio de Desarrollo a través de su política ” Mejoramiento de Vivienda y Entorno”, las universidades locales y regionales, el Ministerio de Medio Ambiente a través de la Corporación Regional , la empresa privada y las organizaciones de base de los pobladores. En Manizales, la vida recreativa se manifiesta igualmente en áreas no estructuradas, cuyos ejemplos son: las áreas residuales donde se desarrolla la recreación de la población infantil, los sectores donde la abrupta topografía no permite el acceso del vehículo, las calles (se convierten en estructuras lineales apropiadas para la recreación) y los alrededores urbanos de gran atractivo

paisajístico. En los últimos 10 años, Manizales incrementó su índice de áreas estructuradas para la recreación, pasando de 2.2 m2 a 8.3 m2 por habitante, sin embargo, la distribución espacial de ese incremento es inequitativa y existen comunas donde sólo se alcanza el 3.2%. El plan de Desarrollo actual tiene como

meta construir y adecuar áreas que incrementarían el índice en 2.8 m2 por

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habitante. Desde el Plan, se propone la recreación como parte integral de la política ambiental Municipal. El centro de la ciudad es tal vez uno de los mayores potenciales ambientales en cuanto a la utilización del espacio público y el uso turístico. Pero, la carencia de un programa integral de revitalización del centro histórico de Manizales ha incrementado algunas actividades no compatibles, que traen como consecuencia, el deterioro de esta área de importancia ambiental para la ciudad. Hoy, el centro de Manizales hace parte integral del proyecto de recuperación y conservación ambiental incluido en el Plan de Desarrollo. Se establecieron algunos mecanismos de estímulos tributarios para los propietarios de los inmuebles que recuperen las edificaciones y su entorno inmediato y se gestionó y concertó la reglamentación histórico ambiental como integral a las propuestas del Plan de Desarrollo.

2.3 EL BIOMANIZALES

El requerido esfuerzo por consolidar un proceso que persiga el logro de los asentamientos humanos sostenibles en Colombia, deberá integrar mecanismos y modelos de gestión ambiental urbana y regional. Las BIORREGIONES Y BIO CIUDADES se vislumbran como alternativa para lograr mejorar la calidad de vida de los asentamientos humanos y procurar atender los siguientes aspectos:

La Marginalidad urbana: porque uno de los mayores problemas de los centros urbanos es el de el incremento de grupos sociales cuya calidad de vida y participación en el desarrollo se ha visto obstaculizada por la exclusión y desigualdad que genera el actual modelo de desarrollo.

La cualificación y mejoramiento de la infraestructura urbana: porque los asentamientos humanos requieren mejorar su infraestructura física y evaluar las redes de servicios, los sistemas de transporte y la construcción de vivienda y mejoramiento del entorno. La búsqueda de tecnologías eficientes, reciclaje y sistemas apropiados que aseguren la sustentabilidad.

Los controles de seguimiento indispensables para asegurar la

sustentabilidad: porque alcanzar el autocontrol de los sistemas es la forma de llegar a un modelo paradigmático de ciudad sustentable, el gobierno tiene un rol importante en este control porque su papel regulador es fundamental en los procesos de gestión.

La calidad ambiental de los asentamientos humanos: porque es necesario avanzar en el concepto de calidad de los asentamientos hacia estadios mayores. En este sentido, es necesario cualificar los espacios públicos urbanos para la

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recreación y las relaciones humanas y la responsabilidad social sobre el entorno y los recursos naturales y culturales.

El Biomanizales se propone como modelo de una opción económica, social y ambiental para las ciudades colombianas. Los principios fundamentales para su desarrollo sostenible son: el desarrollo económico, el mejoramiento de la calidad de vida de la población y el uso racional de los recursos naturales y culturales del Municipio y su región ambiental.

En el Biomanizales el imperativo del crecimiento económico de la producción deberá ser reemplazado por el desarrollo, lo que implica mejores niveles de vida con una producción basada en un consumo sostenible de energía y de materias primas.

Para lograr el desarrollo sostenible del Biomanizales se requiere de una base investigativa que permita conocer del potencial de los recursos naturales y culturales de la región ambiental en su relación con los requerimientos sociales de los asentamientos humanos. A estos recursos, es necesario asignarles un valor dentro del proceso económico, procurando tecnológicamente minimizar los costos ambientales que generan los procesos de contaminación.

EL Biomanizales procurará evitar las actitudes de consumo urbano que generan desperdicio por uso inadecuado de los recursos, o de tecnologías utilizadas para el diseño y la construcción del hábitat.

Para la construcción del BIOMANIZALES es necesario evitar aquellas actividades que presentan incompatibilidad de uso con el entorno y llevan a la pérdida paulatina de niveles de bienestar social para la población. Tanto el exceso de producción y consumo como la iniquidad y la pobreza actúan negativamente sobre la sostenibilidad física de los recursos naturales, tecnológicos y sociales. Para una visión integral del Biomanizales es necesario dar alternativas que conduzcan a mejorar las relaciones y afectaciones recíprocas de los fenómenos naturales, tecnológicos y sociales.

La política ambiental del Biomanizales busca mejorar la calidad de vida de la población del municipio en la meta de lograr el desarrollo sostenible, por ello deberá proyectar, desarrollar y atender los siguientes aspectos en su relación con el modelo general de BIOCIUDAD :

I. La Valoración del Medio físico–biótico del municipio y su región: destaca la importancia que tiene el conocimiento e investigación sobre el patrimonio natural para la sostenibilidad urbana. Se atenderán especialmente el desarrollo de la investigación científica y tecnológica y el conocimiento de las restricciones y potencialidades del entorno, como integrante activo y no únicamente como soporte físico de los asentamientos humanos del municipio. A estas actividades deberán integrarse las universidades de la región.

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II. La Habitabilidad urbano ambiental del municipio en áreas urbana y rural: se debe resaltar la importancia que tiene para el entorno, el mejoramiento de la calidad de vida de la población desde el punto de vista físico, psíquico y social, por ello se debe optimizar el diseño urbano de la ciudad para el bienestar y el disfrute ciudadano, procurando: un entorno sano, una menor vulnerabilidad a los riesgos físicos, una mejor calidad del espacio construido, un mejor uso tecnológico del espacio urbano, incorporar procesos que permitan el uso racional de materiales y equipamientos, evitando el desperdicio y la pérdida de recursos que contribuyen a la contaminación ambiental. A estas actividades deberán integrarse los empresarios privados y las organizaciones de base representativas de comunas y veredas ( asentamientos humanos rurales del municipio).

III. La eficacia energética para la sostenibilidad ambiental del municipio y la

región: es importante la optimización de la producción y el consumo de la energía, reducir la demanda de energía en lugar de aumentar la oferta energética, pero, sin disminuir los niveles de bienestar social en que se inscribe un determinado asentamiento. Se deberá atender especialmente, la producción energética limpia, la simplificación de los procesos y economía de los recursos, el ordenamiento territorial y urbano que ahorre energía en el intercambio de procesos energéticos, la escala adecuada a la capacidad de sustentación del entorno natural y construido, la disminución de las pérdidas negras de energía con sistemas tecnológicos más confiables y seguros, la búsqueda de bajos consumos de energía en la producción de materiales requeridos en la construcción urbana, el aprovechamiento energético y tecnológico de los residuos industriales.

IV. La implementación de tecnologías eficientes, innovadoras y

apropiadas: se busca que el desarrollo científico y tecnológico se aplique a los procesos de diseño y alternativas ambientales para la construcción urbana, con formas físicas apropiadas que faciliten el intercambio de información, bienes y servicios. El municipio deberá procurar: una forma construida eficiente, que permita menor consumo energético, mejores sistemas de comunicación, aprovechamiento óptimo de los recursos a través de diseños tecnológicos apropiados, desarrollo tecnológico que procure cualificar la producción de elementos constructivos con materiales renovables y/o reciclables.

V. La gestión ambiental municipal para la participación ciudadana: se procurará socializar el concepto de calidad ambiental urbana, atendiendo el compromiso colectivo de conseguir una mejor calidad de vida en los asentamientos humanos de la región, basado en una gestión que busque el mejoramiento social y ambiental, una participación de la sociedad civil en las decisiones ambientales locales, una gestión que asegure el vínculo entre las políticas ambientales y económicas en los distintos niveles del gobierno y sectores de la economía, una gestión que logre consolidar los grupos de estudios

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ambientales urbanos, los grupos ambientales comunales y los comités ambientales municipales.

El Biomanizales se deberá construir bajo los siguientes principios :

Uso sustentable de los recursos: establece que en la producción de hoy no se deben comprometer irracionalmente recursos que serán escasos o irreproducibles mañana. El principio de la responsabilidad: consiste en propender por internalizar las externalidades, es decir, que los responsables de la congestión y de la contaminación deben integrar costos ambientales, procurando buscar soluciones tecnológicas apropiadas que las eviten. El principio de la prevención: vela porque las soluciones que se implementen sean adecuadas, en especial en cuanto a minimización de los costos y maximización de los beneficios ambientales. Ello es claro cuando se comparan soluciones costosas de eficiencia reducida, con soluciones baratas de gran eficiencia asociadas generalmente a un mejor uso de los existentes. El principio de anticipación: consiste en asegurar que las medidas a implementar se ejecuten con anterioridad a los eventuales daños que se puedan producir, con el fin de evitar las medidas correctivas que son más costosas y de menor utilidad. Aquí corresponde hablar de la necesaria anticipación a los problemas, para evitar que haya que enfrentarlos cuando sea más difícil o incluso imposible su solución.

En la práctica, para que se instrumenten los controles y permanezca la investigación-gestión, es necesario avanzar en la construcción de indicadores para medir los efectos ambientales cuantitativos y cualitativos y direccionar políticamente las tendencias no sostenibles. Para la dinámica ambiental real del municipio no es posible disponer de un modelo que integre todos sus complejos aspectos. Cada caso concreto requiere incorporar aspectos tangibles e intangibles y elaborar un modelo específico. Es necesario abordar los problemas concretos con instrumentos adecuados a su naturaleza particular. En el caso de efectos tangibles, los métodos económicos de costo y beneficio sociales son suficientes; en cambio para los efectos cualitativos se debe apelar, dentro del modelo, a identificar y elaborar indicadores eficientes y coherentes. La concertación interinstitucional para la aplicación de instrumentos y seguimiento de los procesos debe iniciarse en el menor tiempo posible y articulada a la política ambiental del Ministerio del Medio Ambiente, en los observatorios ambientales urbanos. Si bien en Manizales se ha iniciado el proceso de construcción de la Biociudad , es necesario considerar que la posibilidad de equilibrio dinámico planteada por el

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modelo teórico, estará afectada por efectos intangibles que es necesario incorporar en el proceso de construcción del Biomanizales. Así la participación ambiental ciudadana y la educación ambiental comunitaria serán determinantes para la consolidación de las acciones, programas y proyectos.

CONCLUSIONES

En el actual modelo de desarrollo, la posibilidad de ciudades sostenibles es cada vez más remota, los altos niveles de consumo, la distribución inequitativa de recursos naturales y tecnológicos y el crecimiento poblacional expresado en la macrocefalia urbana, no reflejan preocupación por las ciudades del futuro en el marco de la sustentabilidad. Pero esto no significa que regresemos a la ruralidad primitiva negando las ventajas culturales de la aglomeración urbana. El reto es investigar y comprometerse con el planteamiento de mejores opciones para construir ahora las ciudades del futuro. La problemática ambiental de las ciudades es un reto para las prácticas tradicionales de investigación, diseño, planificación y gestión. Posiblemente, en un futuro urbano próximo, la utilización óptima de los recursos no dependerá de una determinada escala de ciudad y de su relación con el entorno inmediato o regional. Pero sí, de las condiciones en que se den el intercambio tecnológico y la apropiación del conocimiento científico-técnico sobre el ecosistema y los sistemas socioculturales. Igualmente, será necesario evaluar el patrimonio natural y cultural de los sistemas urbanos, no solo como un problema de contabilidad ambiental. Es determinante incorporar indicadores que permitan medir y direccionar el crecimiento de las ciudades hacia la planificación de su desarrollo sostenible. La BIOCIUDAD como proyecto permanente y concertado, exige iniciar su planificación en aquellos aspectos considerados como críticos. En una visión integral la comprensión de las relaciones e interdependencias de los fenómenos naturales, tecnológicos y sociales debe sustentar la construcción de un "nuevo equilibrio". tecnobiológico. Para los asentamientos humanos, en el marco de esta expresión biológico–cultural, LA BIOCIUDAD, es necesario definir los principios para la sustentabilidad urbana. Estos principios deberán asumirse como retos de planificación en un nuevo paradigma de ciudad, donde la estructura urbana y los ecosistemas que la sustentan sean considerados integralmente para el uso, protección y conservación en el tiempo. La habitabilidad urbana, la eficiencia energética, la innovación y apropiación tecnológica, y la participación ambiental democrática, son esenciales en la construcción de este nuevo modelo de ciudad.

La propuesta debe continuar construyéndose a partir de las diferentes reuniones participativas entre los habitantes de la ciudad, el gobierno municipal, los concejales, el Consejo Territorial de Planeación Municipal, las organizaciones de

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base, las ONG's y los grupos de investigadores. Así, se llegará a consolidar el proceso de INVESTIGACION-GESTIÓN, inherente a la propuesta de

BIOCIUDAD.

La BIOCIUDAD como premisa de la política ambiental y del desarrollo sostenible de los municipios, deberá trascender las diferentes unidades territoriales, del barrio a la región. El municipio como unidad de desarrollo sostenible para la construcción de las BIOCIUDADES, deberá articular en la propuesta, a los líderes de la ciudad, los comuneros, los representantes institucionales. Esta fase de socialización y sensibilización sobre la propuesta, garantizará en primer término la efectividad de las acciones y el compromiso de los pobladores. Una de las acciones prioritarias para lograr poner en marcha la gestión ambiental requerida para la construcción de las BIOCIUDADES es la de integrar esfuerzos institucionales para orientar, identificar y valorar el potencial ambiental de las distintas unidades territoriales con el propósito central de mejorar la calidad de vida de los habitantes del municipio . Es fundamental recuperar y mantener el sentido de pertenencia de los habitantes sobre su ciudad y entorno, dignificar su existencia, proporcionando espacios públicos confortables y mejorando la calidad en la prestación de servicios urbanos, así mismo, procurar un ambiente sano y seguro y establecer los mecanismos de participación ciudadana para un enfoque responsable en lo público, social y ambiental. El conocimiento de la realidad ambiental local es el punto de partida para avanzar en la construcción del conocimiento y los métodos requeridos para la gestión ambiental urbana . En este sentido, este proceso de investigación–gestión deberá: 1. Procurar la comprensión ambiental urbana integral y articular las propuestas de solución para los problemas ambientales de las ciudades en un proceso permanente de investigación.

2. Identificar los principales factores que intervienen en la dinámica urbana local y caracterizar lo esencial de su problemática ambiental teniendo en cuenta determinantes espacio–temporales. Esta identificación de los problemas en las distintas unidades territoriales, permitirá ajustar la agenda de investigación – gestión. 3. Buscar los mecanismos para la investigación–gestión ambiental urbana, procurando integrar sus estrategias a la política de planeación del desarrollo municipal. El conocimiento de la realidad ambiental requiere de un seguimiento e investigación permanente sobre la problemática, para delimitar los campos de

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acción, establecer prioridades y dar alternativas de solución más apropiadas a las particularidades locales.

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