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Grandes pechos amplias caderas mo yan

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  1. 1. El premio Nobel de literatura 2012 nos refleja en esta apasionante historia el valor de la figura femenina en una sociedad patriarcal y opresora (Vctor Fernndez, Servicios Centrales). En un pas de opresin, mltiples injusticias y evidente dominacin masculina, Mo Yan exalta la figura y el cuerpo femenino. La protagonista, Shangguan Lu, una frrea superviviente que da a luz a ocho nias hasta conseguir al deseado varn que har perpetuar la estirpe, arriesga su vida en diferentes ocasiones para salvar la de sus hijos
  2. 2. y nietos en medio del caos, de las guerras y las penurias de la violenta sociedad china del ltimo siglo. Sola, con escasa ayuda y sometida a la agitacin poltica del feudalismo o de la era maosta, Madre, que fue obligada a crecer con los pies vendados y a casarse con un herrero estril, representa el homenaje del autor a la resistencia y al universo femenino. El carcter y temperamento de Shangguan Lu y de sus hijas contrasta con el del nico varn de la familia y tambin el narrador de
  3. 3. la historia el pequeo y mimado Jintong quien, lactante hasta la adolescencia, vive ensimismado con el seno femenino, una imagen que se condensa en esta obra pica, cmica y trgica a un tiempo, como la verdadera realidad china. Kenzaburo Oe, Nobel de Literatura 1994: alguna vez dijo: Si pudiera escoger al prximo Premio Nobel, sera Mo Yan.
  4. 4. Mo Yan Grandes pechos amplias caderas ePub r1.0 bigbang951 24.04.14
  5. 5. Ttulo original: Fng r fi tn Mo Yan, 1996 Traduccin: Mariano Peyrou Diseo de portada: Marcos Arvalo Editor digital: bigbang951 ePub base r1.1
  6. 6. Al alma de mi madre
  7. 7. Lista de personajes principales En chino, el apellido va delante del nombre. Entre familiares, los nombres propios se emplean mucho menos que los trminos que designan relaciones (Primera Hermana, Hermano Menor, Viejo Tres, etc.). A lo largo de esta novela, varios de los personajes cambian de nombre, y algunos de ellos lo hacen, por distintas razones, en ms de una ocasin. Los apodos, que pueden incluir nmeros, son corrientes. Madre: Shangguan Lu. Nombre
  8. 8. durante la infancia: Xuaner. Hurfana desde nia, fue criada por su ta y su to, Gran Zarpa. Casada con el herrero Shangguan Shouxi. Se convirti al cristianismo al final de su vida. Hermana Mayor: Laidi, hija de Madre y de Gran Zarpa. Casada con Sha Yueliang y madre de Sha Zaohua. Despus de la fundacin de la Repblica Popular, la obligaron a casarse con Sol Callado, un soldado tullido y mudo. Despus tuvo un hijo con Hombre-pjaro Han, llamado Papagayo Han. Segunda Hermana: Zhaodi, hija de Madre y de Gran Zarpa. Casada con
  9. 9. Sima Ku, el comandante de las fuerzas antijaponesas. Madre de las mellizas Sima Feng y Sima Huang. Tercera Hermana: Lingdi, tambin conocida como el hada-pjaro, hija de Madre y de un buhonero que comerciaba con cras de pato. Primera esposa de Sol Callado, madre de Gran Mudo y de Pequeo Mudo. Cuarta Hermana: Xiangdi, hija de Madre y de un curandero ambulante. Quinta Hermana: Pandi, hija de Madre y de un carnicero de perros. Casada con Lu Liren, comisario poltico del Batalln de Demolicin. Madre de Lu Shengli. Desempe diversos
  10. 10. puestos oficiales. Se cambi el nombre a Ma Ruilian tras la fundacin de la Repblica Popular. Sexta Hermana: Niandi, hija de Madre y del monje superior del Monasterio de Tianqi. Casada con el americano Babbitt, piloto de un bombardero. Sptima Hermana: Qiudi, fruto de una violacin a Madre por parte de cuatro desertores. Vendida a una mujer rusa como hurfana, se cambi el nombre a Qiao Qisha. Octava Hermana: Yun, una melliza engendrada por Madre y por el misionero sueco Malory. Naci ciega.
  11. 11. Yo (narrador): Jintong, el nico hijo varn de Madre, nacido a la vez que Octava Hermana. Shangguan Shouxi: Herrero, el marido impotente de Madre. Shangguan Fulu: Herrero, padre de Shangguan Shouxi. Shangguan L: Esposa de Shangguan Fulu, madre de Madre. Sima Ting: Administrador de la Casa Solariega de la Felicidad, en la poblacin de Dalan. Despus ejerci funciones de alcalde. Sima Ku: Hermano menor de Sima Ting, esposo de Zhaodi (Segunda Hermana). Un patriota, unido a los
  12. 12. nacionalistas durante la Guerra de Resistencia (1937-1945). Sima Liang: Hijo de Sima Ku y de Zhaodi (Segunda Hermana). Sha Yueliang: Esposo de Laidi (Hermana Mayor), comandante de la Banda de Mosqueteros del Burro Negro durante la Guerra de Resistencia (1937- 1945). Desert y se pas al lado japons. Sha Zaohua: Hija de Sha Yueliang y Laidi (Hermana Mayor). Creci junto a Jintong y Sima Liang. Hombre-pjaro Han: Amante de Lingdi (Tercera Hermana). Pastor Malory: Misionero sueco.
  13. 13. Tuvo una aventura ilcita con Shangguan Lu y engendr a los mellizos Jintong y Yun. Papagayo Han: Hijo de Hombre- pjaro Han y Laidi. Lu Liren: Tambin conocido como Jiang Liren y, ms adelante, como Li Du. Ejerci varios cargos oficiales para los comunistas. Lu Shengli: Hija de Lu Liren y Shangguan Pandi (Quinta Hermana). Lleg a ser alcaldesa de Dalan. Sol Callado: Hijo mayor de la Ta Sol. Vecino de la familia Shangguan. Naci mudo. Se comprometi con Laidi (Hermana Mayor), qued tullido en
  14. 14. combate y regres para casarse con ella. Ji Qiongzhi: Profesora de Jintong, para quien resulta un gran estmulo.
  15. 15. Captulo 1
  16. 16. I Desde su kang la plataforma de ladrillo y tierra prensada en la que sola dormir, donde estaba acostado tranquilamente, el Pastor Malory vio un haz de luz roja y brillante que iluminaba el pecho rosado de la Virgen Mara y la cara regordeta del Nio Bendito, que ella sostena entre sus brazos, y que estaba con el trasero desnudo. El agua de las lluvias del ltimo verano haba dejado unas manchas amarillas sobre el leo del retablo, dando a la Virgen Mara y al Nio Bendito una expresin ausente. Una araa de patas largas
  17. 17. colgaba de un hilo plateado junto a la luminosa ventana, mecindose en una ligera brisa. Por la maana, las araas traen felicidad, y por la tarde prometen riqueza. Eso era lo que la plida pero hermosa mujer haba dicho, un da, al ver a una de estas criaturas de ocho patas. Pero a qu felicidad puedo aspirar yo? Todos los pechos y culos celestiales de sus sueos fulguraron en su mente. Oy, provenientes del exterior, el ruido de los carros y los graznidos de las grullas en la cinaga lejana, adems de los balidos enfadados de su cabra lechera. Los gorriones golpeaban ruidosamente contra el papel
  18. 18. que tapaba la ventana. Las urracas, los llamados pjaros de la felicidad, cotorreaban en los lamos cercanos. Por la apariencia que tena todo, bien podra ser que la felicidad estuviera hoy en el aire. Entonces, de repente, su mente se aclar, y la hermosa mujer con una tripa increblemente grande apareci de forma violenta, rodeada por un halo de luz cegadora. Sus labios temblaron nerviosamente, como si estuviera a punto de decir algo. Estaba en el undcimo mes de embarazo, as que hoy deba de ser el da. En un instante, el Pastor Malory comprendi el
  19. 19. significado de la araa y de las urracas. Se incorpor y baj de su kang. Despus de coger un cntaro de barro negro, camin hasta la calle que haba detrs de la iglesia, donde vio a Shangguan L, la esposa de Shangguan Fulu, el herrero, que estaba inclinada, barriendo la calle frente a la tienda. Su corazn se detuvo por un instante y sus labios temblaron. Dios de mi vida murmur. Seor Todopoderoso. Se santigu con un dedo y retrocedi lentamente hasta una esquina para observar, en silencio, a la alta y decidida Shangguan L que, callada y concentrada, barra el polvo que se
  20. 20. haba humedecido con el roco y lo diriga hacia su recogedor, separando cuidadosamente los trozos de basura y dejndolos a un lado. Sus movimientos eran torpes pero vigorosos; su escoba, trenzada con campanillas de mijo dorado, era como un juguete en sus manos. Tras llenar el recogedor y apisonar el polvo que quedaba en el suelo, se irgui. Justo cuando Shangguan L haba empezado a irse, oy un fuerte ruido a su espalda y se dio la vuelta para ver de qu se trataba. Algunas mujeres venan corriendo a travs de la puerta negra de la Casa Solariega de la Felicidad, donde
  21. 21. tenan su hogar las familias acomodadas de la ciudad. Iban vestidas con harapos y sus caras estaban manchadas de holln. Por qu estas mujeres, que normalmente se visten con sedas y satenes, y que nunca se dejan ver sin antes haberse pintado los labios, van vestidas as? En ese momento, un carretero conocido por todos como Viejo Paro surgi del conjunto montado en su nuevo carro, con su dosel verde oscuro y sus ruedas de goma. Las mujeres subieron a bordo incluso antes de que se detuviera del todo. El carretero baj y se sent en uno de los hmedos leones de piedra a fumarse una
  22. 22. pipa en silencio. Sima Ting, el administrador de la Casa Solariega de la Felicidad, emergi del conjunto con un ave de cetrera, movindose tan rpida y grcilmente como un jovencito. Bajando de un salto, el carretero le ech una rpida mirada al administrador, que le quit la pipa de las manos, dio unas cuantas pitadas bien ruidosas y dirigi la vista hacia el cielo rosceo de la primera hora de la maana, bostezando con fuerza. Hora de irse dijo. Esprame en el Puente del Ro del Agua Negra. Tardar un momento. Con las riendas en una mano y el
  23. 23. ltigo en la otra, el carretero hizo girar el carro. Las mujeres que iban en la parte de atrs gritaban y charloteaban. El ltigo restall en el aire y los caballos empezaron a trotar. Las campanas de cobre que llevaban los caballos alrededor del cuello empezaron a cantar vigorosamente, las ruedas del carro crepitaban en el camino de tierra y unas nubes de polvo se levantaban al paso del vehculo. Despus de echar una meada en medio de la calle, Sima Ting le grit al carro, que ya estaba lejos; despus, aferr su ave de cetrera y se subi a la torre, que consista en una plataforma de
  24. 24. unos cien metros de altura apoyada sobre noventa y nueve gruesos troncos y coronada por una bandera roja que se meca plcidamente en el limpio aire de la maana. Shangguan L lo estuvo observando mientras l escudriaba el noroeste. Con su cuello largo y su boca puntiaguda, se pareca un poco a un ganso que se hubiera metido en un canal de irrigacin. Una nube de niebla que pareca de pluma lleg rodando por el cielo y se trag a Sima Ting para regurgitarlo despus. Los matices sangrientos de la salida del sol tieron su cara de rojo. A Shangguan L le pareci que la cara se
  25. 25. le cubra de una deslumbrante capa de jarabe pegajoso. Cuando levant el ave de cetrera por encima de su cabeza, tena la cara tan roja como la cresta de un gallo. Shangguan L escuch un dbil sonido metlico. Era el gatillo que accionaba el disparador. Con el trasero del ave apoyado en su hombro, se qued quieto, esperando solemnemente. Lo mismo hizo Shangguan L, mientras el peso del recogedor le entumeca las manos y haca que le doliera el cuello por sujetarlo en una posicin tan forzada. Sima Ting baj el ave de cetrera y se enfad como un nio pequeo en pleno berrinche. Ella lo
  26. 26. escuch maldecir a la pistola: T, pequeo bastardo! Cmo te atreves a no disparar?. Lo volvi a levantar y apret el gatillo. Pam! Una llamarada sigui al penetrante sonido, y simultneamente oscureci los rayos del sol e ilumin su cara enrojecida. Entonces, una explosin interrumpi el silencio que se cerna sobre el pueblo; la luz llen el cielo de brillantes colores, como si un hada, de pie sobre la punta de una nube, estuviera regando la tierra con radiantes ptalos de flores. El corazn de Shangguan L se aceler, excitado. Aunque no era ms que la esposa del herrero, manejaba el martillo
  27. 27. y el yunque mucho mejor de lo que nunca lo hara su marido. La mera visin del metal y el fuego le calentaba la sangre en las venas. Los msculos de sus brazos se agitaron como ltigos. Acero negro que golpeaba contra el rojo, chispas volando por el aire, la camisa empapada de sudor, arroyuelos de agua salada descendiendo por el valle entre los pechos bamboleantes, el penetrante olor del metal y de la sangre llenando todo el espacio que hay entre el cielo y la tierra. Observ a Sima Ting retroceder en su percha; el lmpido aire de la maana, a su alrededor, se haba cargado con el olor de la plvora.
  28. 28. Dando vueltas por la pequea plataforma, anunci a toda la ciudadana de Gaomi del Noreste: Atencin, compaeros y conciudadanos adultos: se acercan los japoneses.
  29. 29. II Shangguan L vaci el recogedor sobre la superficie del kang, cuyas esterilla de hierba, sbanas y manta haban sido enrolladas y apartadas a un lado, y despus mir con preocupacin a la mujer de su hijo, Shangguan Lu, que gema mientras coga el borde del kang. Cuando hubo terminado de apelmazar la tierra con las dos manos, le dijo suavemente a su nuera: Ya puedes volver a subir. Shangguan Lu se estremeci bajo la dulce mirada de su suegra. Fij la vista tristemente en el amable rostro de su
  30. 30. suegra y entonces temblaron sus labios cenicientos, como si quisiera decir algo. El diablo se ha vuelto a apoderar del viejo bastardo de Sima, haciendo que disparara su pistola a primera hora de la maana exclam Shangguan L. Madre dijo Shangguan Lu. Frotndose las manos para quitarse la tierra, Shangguan L murmur casi en silencio: Mi buena nuera, haz lo que puedas. Si este es tambin una nia, habr sido una tonta por seguir defendindote. Unas lgrimas brotaron en los ojos de Shangguan Lu, que se mordi el labio
  31. 31. para no decir nada; sostenindose el abultado vientre, volvi a subir al kang, que estaba cubierto de tierra. T ya has pasado por esto dijo Shangguan L mientras tenda un rollo de algodn blanco y unas tijeras sobre el kang. Sigue adelante y ten ese beb. Despus, con un gesto de impaciencia, aadi: Tu suegro y el padre de Laidi estn en el establo atendiendo a la burra negra. Este va a ser su primer potrillo, as que yo tambin debera ir a echarles una mano. Shangguan Lu asinti. Se oy el sonido de otra explosin, trado por el viento; los perros, atemorizados, se
  32. 32. pusieron a ladrar. Entonces pudieron escuchar la voz de Sima Ting, que deca: Compaeros y conciudadanos, tenis que escapar si queris conservar la vida, no esperis ni un minuto ms. Sinti que el beb que llevaba en su interior dio una patada, como en respuesta a los gritos de Sima Ting; el penetrante dolor la haca sudar por cada uno de los poros de su cuerpo. Apret los dientes para evitar que se le escapara el alarido que surga de su interior. A travs de la niebla causada por las lgrimas, vio el exuberante pelo negro de su suegra, que se arrodill frente al altar y coloc tres varillas de
  33. 33. incienso en el quemador de Guanyin. Un humo fragante, con olor a sndalo, comenz a ascender, dibujando volutas, hasta que llen la habitacin. Compasivo Bodhisattva Guanyin, el que socorre a los cados en desgracia y a los desprotegidos, protgeme y ten piedad de m, entrega un hijo varn a esta familia Apretando su panza curvada e hinchada con las dos manos, Shangguan Lu clav la vista en el enigmtico y brillante rostro de cermica de Guanyin, que estaba en su altar, y dijo unas oraciones para su interior mientras unas nuevas lgrimas empezaban a rodar por
  34. 34. su cara. Quitndose los pantalones humedecidos y subindose la camisa para que la tripa y los pechos quedaran al descubierto, cogi el kang por el borde. Entre contracciones, se pas los dedos por el pelo intentando desenredrselo y se apoy contra la esterilla de hierba y mijo, que estaba enrollada contra la pared. Vio su perfil reflejado en la superficie de un espejo que colgaba en la celosa de la ventana: el pelo empapado de sudor, los ojos grandes, rasgados y sin brillo, la nariz plida y con el puente alto y los labios gruesos pero agrietados sin dejar de temblar ni
  35. 35. por un momento. Un rayo de sol cargado de humedad atraves la ventana y cay sobre su vientre. Sus venas azules e hinchadas y su piel blanca y marcada por la viruela le parecieron espantosas. Se sinti presa de sentimientos encontrados, oscuros y luminosos, como el azul claro del cielo de verano de Gaomi del Noreste que se cubra de nubes tenebrosas y llenas de lluvia. Apenas poda soportar mirar esa tripa enorme, increblemente tirante. Una vez haba soado que su feto, en realidad, era un trozo de acero fro. En otra ocasin, so que era un sapo enorme y lleno de verrugas. Era capaz
  36. 36. de soportar la idea del pedazo de acero, pero la imagen del sapo la hizo estremecerse. Seor del Cielo, protgeme Ancestros Venerables, protegedme Padre del Cielo, Madre de la Tierra, espritus amarillos, hadas astutas, ayudadme, por favor. Y as estuvo rezando y suplicando, presa de terribles contracciones. Se aferr al colchn, con los msculos tensos y doloridos y los ojos a punto de salrsele de sus rbitas. Sobre el fondo lquido de la luz roja, unos hilos de color blanco incandescente giraban y se enroscaban y brillaban enfrente de ella como la plata cuando se derrite en un horno.
  37. 37. Finalmente, su fuerza de voluntad no pudo evitar que el alarido se abriera paso a travs de sus labios; vol por la celosa y se desplaz calle arriba y calle abajo, y por los alrededores, donde se encontr con el grito de Sima Ting y ambos se entrelazaron, formando una trenza sonora que culebre hasta llegar a las orejas peludas del corpulento pastor sueco Malory, un hombre de cabeza voluminosa y pelo rojizo y spero. Malory iba subiendo por los peldaos de madera podrida del campanario, y detuvo el paso. Sus ojos bovinos, de un azul profundo, siempre hmedos, llorosos y capaces de conmoverlo a uno
  38. 38. hasta lo ms profundo de su alma, emitieron sbitamente unas chispas danzantes de sobrecogimiento y jbilo. Santigundose con sus gruesos y enrojecidos dedos, exclam, con un fuerte acento de Gaomi: Dios Todopoderoso. Comenz a subir de nuevo por la escalera, y cuando lleg a lo alto, hizo taer una oxidada campana de bronce. Su desolado sonido se expandi a travs del amanecer neblinoso y rosceo. En el preciso momento en el que la campana empez a sonar, cuando el grito que anunciaba el ataque de los japoneses se cerna en el aire, un flujo
  39. 39. de lquido amnitico brot de entre las piernas de Shangguan Lu. El olor caracterstico de una cabra lechera ascendi por el aire, as como el aroma, a veces penetrante y a veces sutil, de los brotes de algarrobo. La escena en la que haba hecho el amor con el Pastor Malory debajo del algarrobo, el ao anterior, se le apareci ante los ojos con una claridad notable, pero antes de poder disfrutar del recuerdo su suegra entr corriendo en la habitacin con las manos manchadas de sangre, llenndola de miedo, ya que vio unas centellas verdes surgiendo de esas manos. Ya ha llegado el beb? le
  40. 40. pregunt su suegra, casi a gritos. Ella asinti con la cabeza, avergonzada. La cabeza de su suegra temblaba, brillando, a la luz del sol, y entonces se dio cuenta con asombro de que el pelo de la anciana se haba vuelto canoso. Pensaba que ya lo habras tenido. Shangguan L se acerc a tocarle la tripa. El contacto con aquellas manos con los nudillos grandes, las uas duras, las piel spera, todas cubiertas de sangre le dio ganas de retroceder, pero careca de la fuerza necesaria para alejarse de ellas, por lo que se instalaron sin ninguna ceremonia en su
  41. 41. hinchada panza, haciendo que se le parase el corazn por un instante y enviando una corriente helada que recorri sus entraas. Tena ganas de gritar, y eran gritos de terror, no de dolor. Las manos de Shangguan L indagaron la zona, presionaron un poco y finalmente apretaron con violencia, como si estuvieran comprobando si un meln est suficientemente maduro. Al final se apartaron y quedaron colgando al sol, pesadas, sin esperanzas, tras haber constatado que el meln an tiene que madurar un poco ms. Su suegra flotaba etreamente ante sus ojos, salvo por aquellas manos, que eran slidas,
  42. 42. extraas, independientes, libres para dirigirse adonde quisieran. La voz de su suegra pareca venir desde muy lejos, desde las profundidades de un estanque, transportando el hedor del fango y los borborigmos que producen los cangrejos: un meln cae al suelo cuando llega su momento, y nada lo puede parar tienes que ser ms dura, xa-xa hu-hu o quieres que la gente se burle de ti? No te molesta que tus siete preciosas hijas se burlen de ti? Observ cmo una de esas manos descenda dbilmente hasta que, con gran desagrado, la sinti apretndole la
  43. 43. tripa otra vez, produciendo unos suaves sonidos huecos, como los que hace un tamborcito hmedo de piel de cabra. Todas las jvenes sois unas mimadas. Cuando tu marido vino al mundo, yo estuve cosiendo suelas de zapatos todo el tiempo Finalmente, el golpeteo se detuvo y la mano se retir hacia la sombra, donde su perfil se pareca a la zarpa de una bestia salvaje. La voz de su suegra centelle en la oscuridad; la fragancia de las flores de algarrobo se meca a su alrededor. Mira esa panza. Es enorme y est cubierta por unas marcas muy raras.
  44. 44. Debe ser un nio. Buena suerte para ti, y para m, y para toda la familia Shangguan, desde luego. Bodhisattva, acompala, Seor del Cielo, ven a su lado. Si no tienes un hijo varn no estars mejor que una esclava durante el resto de tu vida, pero si tienes uno, sers una seora. Creme o no me creas, eso es cosa tuya. En realidad, no es Te creo, Madre, te creo! dijo Shangguan Lu reverentemente. Su mirada se pos en las oscuras manchas de la pared, y su corazn se llen de tristeza cuando afloraron los recuerdos de lo que haba pasado tres aos antes. Acababa de parir a su sptima hija,
  45. 45. Shangguan Qiudi, y su marido, Shangguan Shouxi, estaba tan cegado por la rabia que haba cogido un martillo y la haba golpeado en la cabeza, manchando la pared con su sangre. Su suegra coloc un cesto dado la vuelta junto a ella. Su voz arda a travs de la oscuridad como las llamas de un incendio: Di esto: El beb que tengo en la panza es nio, es un pequeo prncipe. Dilo! El cesto estaba lleno de cacahuetes. El rostro de la mujer estaba cargado de una sombra amabilidad; era en parte una deidad, y en parte una madre
  46. 46. cariosa, y Shangguan Lu se conmovi hasta las lgrimas. El beb que hay dentro de m es nio, un pequeo prncipe. Tengo dentro de m un prncipe es mi hijo Su suegra le puso unos cacahuetes en la mano y le dijo que exclamara: Cacahuetes, cacahuetes, cacahuetes, nios y nias, el equilibrio entre el yin y el yang. Cerrando el puo con los cacahuetes dentro, llena de gratitud, repiti el mantra: Cacahuetes, cacahuetes, cacahuetes, nios y nias, el equilibrio entre el yin y el yang. Shangguan L se agach; las
  47. 47. lgrimas que caan de sus ojos pasaron desapercibidas. Bodhisattva, acompala, Seor del Cielo, ven a su lado. Una gran alegra colmar pronto a la familia Shangguan! Madre de Laidi, acustate aqu y pela cacahuetes hasta que llegue el momento. Nuestra burra est a punto de parir, y es su primera cra, as que no puedo quedarme aqu contigo. Ve, Madre dijo Shangguan Lu, emocionada. Seor del Cielo, protege a la burra negra de la familia Shangguan, haz que alumbre sin problemas Dejando escapar un suspiro, Shangguan L cruz la puerta.
  48. 48. III La luz tenue de una inmunda lmpara de aceite de haba que descansaba sobre una piedra de molino, en el establo, parpadeaba nerviosamente, dejando escapar desde la punta de su llama rfagas de un humo negro que ascendan dibujando tirabuzones. El olor de la lmpara de aceite se combinaba con el hedor de las deposiciones y los orines de la burra. El aire estaba totalmente viciado. El negro animal yaca en el suelo, entre la piedra de molino y una artesa de piedra de color verde. Lo nico que vio Shangguan L al entrar fue
  49. 49. la temblorosa luz de la lmpara, pero escuch la voz ansiosa de Shangguan Fulu preguntando: Qu ha sido? Se gir hacia ese sonido y frunci los labios, y despus atraves la habitacin pasando junto a la burra y a Shangguan Shouxi, que estaba dndole un masaje en el vientre al animal; camin hasta la ventana y arranc la cortina de papel. Una docena de dorados rayos de sol iluminaron la pared opuesta. Entonces fue hasta la piedra de molino y apag la lmpara de un soplido, liberando al olor del aceite quemado de tener que competir con los
  50. 50. dems olores rancios. La cara oscura y aceitosa de Shangguan Shouxi adquiri un brillo dorado; sus minsculos ojillos negros brillaron como dos pedazos de carbn ardiendo. Madre dijo con temor, vmonos. Todo el mundo de la Casa Solariega de la Felicidad ya se ha ido, y los japoneses llegarn en cualquier momento Shangguan L mir fijamente a su hijo con una expresin que significaba: Por qu no puedes ser un hombre? Evitando los ojos de ella, l agach la cabeza, empapada de sudor. Quin te ha dicho que se dirigen
  51. 51. hacia aqu? pregunt enfadada Shangguan L. El administrador de la Casa Solariega de la Felicidad ha disparado su pistola y ha dado la voz de alarma murmur Shangguan Shouxi, secndose el sudor del rostro con el brazo, que estaba cubierto de pelos de burro. Era diminuto, comparado con el musculoso brazo de su madre. Sus labios, que haban estado temblando como los de un beb sobre una teta, se quedaron quietos cuando enderez la cabeza. Levantando sus pequeas orejas para identificar mejor los sonidos, dijo: Madre, Padre, escuchis eso?
  52. 52. La voz spera de Sima Ting entr perezosamente en el establo. Ancianos, madres, tos, tas hermanos, cuadas hermanos y hermanas corred, poneos a salvo, escapad mientras podis, escondeos en los campos hasta que haya pasado el peligro. Los japoneses se acercan. Esto no es una falsa alarma, es de verdad. Conciudadanos, no perdis ni un minuto ms, corred, no arriesguis vuestras vidas por unas pocas cabaas destartaladas. Mientras estis vivos, las montaas siguen siendo verdes, mientras estis vivos, el mundo sigue girando Conciudadanos, corred mientras podis,
  53. 53. no esperis hasta que sea demasiado tarde. Shangguan Shouxi peg un respingo. Has odo eso, Madre? Vmonos! Irnos? Irnos dnde? dijo Shangguan L tristemente. Claro que la gente de la Casa Solariega de la Felicidad ha salido huyendo. Pero por qu bamos a unirnos a ellos? Nosotros somos herreros y granjeros. No le debemos ningn arancel al emperador, no tenemos impuestos pendientes con la nacin. Somos ciudadanos leales, est quien est en el poder. Los japoneses tambin son humanos, no es cierto? Han ocupado el noreste, pero dnde estaran
  54. 54. si no tuvieran un pueblo para labrar los campos y pagar por sus casas? T eres su padre, el cabeza de familia. Dime, no tengo razn? Los labios de Shangguan Fulu se abrieron para mostrar dos filas de dientes fuertes y amarillentos. Era difcil saber si se trataba de un gesto risueo o de enojo. Te he hecho una pregunta! grit ella, enfadada. Qu ganas con ensearme esos dientes amarillos? No sirves ni para tirarte un pedo! Con cara de mal humor, Shangguan Fulu dijo: Por qu me lo preguntas a m? Si
  55. 55. t dices que nos vayamos, nos vamos, y si dices que nos quedemos, nos quedamos. Shangguan L suspir. Si vemos buenas seales es que estaremos bien. Si no, no podremos hacer nada para evitarlo. As que ponte a trabajar y apritale la panza. Abriendo y cerrando la boca para darse valor, Shangguan Shouxi pregunt en voz alta, pero sin mucha confianza: Ya ha llegado el beb? Cualquier hombre que merezca ese nombre sabe concentrarse en lo que est haciendo dijo Shangguan L. T ocpate de la burra y djame a m
  56. 56. los asuntos de mujeres. Es mi esposa murmur Shangguan Shouxi. Nadie ha dicho que no lo sea. Apuesto a que esta vez ser un nio dijo Shangguan Shouxi mientras presionaba con fuerza sobre el vientre de la burra. Nunca antes la haba visto tan gorda. Eres un intil Shangguan L estaba empezando a perder la confianza . Protgenos, Bodhisattva. Shangguan Shouxi quera decir algo ms, pero la cara de tristeza de su madre sell sus labios. Vosotros dos seguid con lo
  57. 57. vuestro aqu dijo Shangguan Fulu, y yo mientras ir a ver qu est pasando ah fuera. Dnde te crees que vas? pregunt Shangguan L, cogiendo a su marido por los hombros y arrastrndolo de vuelta a donde yaca la burra. Lo que pasa ah fuera no es asunto tuyo! T sigue masajeando la panza de la burra. Cuanto antes d a luz, mejor. Querido Bodhisattva, Seor del Cielo. Los antepasados de la familia Shangguan eran hombres de hierro y acero; cmo pueden haberme tocado dos ejemplares tan intiles? Shangguan Fulu se agach, y con sus
  58. 58. manos, que eran tan delicadas como las de su hijo, apret el vientre de la burra, que sufra contracciones. El animal yaca entre l y su hijo; apretando por turnos, uno tras otro, parecan estar a ambos lados de un columpio. Suban y bajaban, masajeando la piel de la burra. El padre era dbil, el hijo era dbil, y apenas conseguan nada con sus suaves manos, torpes y mullidas como el algodn. De pie, detrs de ellos, Shangguan L no poda hacer nada ms que mover la cabeza de un lado al otro, desesperada, hasta que se acerc a su marido, lo cogi por el cuello y lo sac de en medio.
  59. 59. Venga orden, fuera de aqu. Mand a su marido, un herrero que no era digno de ese oficio, rodando hasta la esquina, donde se qued, trepado sobre un saco de heno. Y t, levntate le exigi a su hijo. Siempre ests por el suelo. Nunca dejas tu racin de comida sin terminar, pero no hay forma de encontrarte cuando hace falta que eches una mano. Seor del Cielo, qu he hecho yo para merecer esto? Shangguan Shouxi dio un respingo como si le acabaran de perdonar la vida y sali corriendo junto a su padre, en un rincn. Los pequeos ojillos oscuros de
  60. 60. ambos giraban en sus rbitas, y los dos tenan una expresin en la que se combinaban la astucia y la estupidez. El silencio que reinaba en el establo volvi a romperse con los gritos de Sima Ting, provocando un estremecimiento en el padre y en el hijo; pareca como si sus intestinos o sus vejigas estuvieran a punto de traicionarlos. Shangguan L se arrodill en el suelo frente a la panza de la burra, sin preocuparse por la suciedad, con cara de solemne concentracin. Despus de arremangarse, se frot las manos, haciendo un ruido penetrante como si estuviera restregando las suelas de dos
  61. 61. zapatos. Apoyando la mejilla en la panza del animal, escuch atentamente, con los ojos entrecerrados. Entonces acarici la cara de la burra. Burra le dijo, venga, termina de una vez con esto. Es la maldicin de todas las hembras. Despus apart un poco el cuello del animal, se inclin sobre l y apoy las manos en su vientre. Como si estuviera aplanando una superficie, empuj hacia abajo y hacia afuera. Un gemido lastimero surgi de la boca de la burra y sus piernas se separaron con una cierta rigidez y los cuatro cascos golpearon con violencia, como si se estuviera tocando a retreta en cuatro
  62. 62. tambores simultneamente. Su irregular ritmo haca que se tambalearan las paredes. La burra levant la cabeza, la dej un momento suspendida en el aire y despus la dej caer de nuevo al suelo. El golpe produjo un sonido hmedo y pegajoso. Burra, aguanta un poco ms murmur. Quin nos puso a las hembras en primer lugar? Aprieta los dientes, empuja empuja ms fuerte. Coloc las manos junto a su pecho para transferirles un poco ms de fuerza, inspir profundamente, contuvo la respiracin y apret hacia abajo lenta y firmemente. La burra se estaba esforzando; un
  63. 63. lquido amarillo brot de los orificios de su nariz mientras mova la cabeza en todas las direcciones y la golpeaba contra el suelo. Al otro extremo de su cuerpo, el lquido amnitico y las heces hmedas y pegajosas se diseminaban a su alrededor. Horrorizados, padre e hijo se cubrieron los ojos. Compaeros, convecinos, la caballera japonesa ya ha partido del cuartel del condado. He odo a testigos presenciales decir que no se trata de una falsa alarma. Corred, poneos a salvo antes de que sea demasiado tarde. Los gritos de Sima Ting llegaban a sus odos con total claridad.
  64. 64. Shangguan Fulu y su hijo abrieron los ojos y vieron a Shangguan L sentada junto a la cabeza de la burra, con su propia cabeza inclinada, intentando recobrar el aliento. Su camisa blanca estaba empapada de sudor, con lo que las duras y slidas paletillas de sus hombros adquiran un relieve prominente. La sangre fresca se acumulaba entre las patas de la burra mientras la espigada pata de su cra asomaba desde el canal del parto; pareca algo irreal, como si alguien la hubiera introducido ah para hacer una broma. Una vez ms, Shangguan L apoy,
  65. 65. entre espasmos, la mejilla sobre la panza de la burra, y escuch. A Shangguan Shouxi el rostro de su madre le pareci un albaricoque demasiado maduro, de un color dorado y sereno. Los persistentes alaridos de Sima Ting flotaban en el aire, como una mosca que busca un pedazo de carne podrida, pegndose primero a las paredes y despus zumbando hasta la piel de la burra. Shangguan Shouxi senta punzadas de miedo en el corazn, y su piel temblaba; senta que iba a suceder una catstrofe inminentemente. No tena suficiente valor como para salir corriendo del establo, ya que tena una
  66. 66. vaga sensacin, un plpito, que le deca que en cuanto atravesara la puerta caera en manos de los soldados japoneses, esos hombrecillos rechonchos, cuyas extremidades tambin eran cortas y regordetas, de narices semejantes a dientes de ajo y ojos saltones, que coman corazones e hgados humanos y se beban la sangre de sus vctimas. Lo mataran y se lo comeran, y no dejaran nada de l, ni siquiera los huesos. Y en ese mismo momento, lo saba, avanzaban en grupo por las calles de los alrededores intentando atrapar a las mujeres y a los nios mientras galopaban y arrasaban y resoplaban
  67. 67. como caballos salvajes. Se gir para mirar a su padre, con la esperanza de sentirse un poco ms seguro. Lo que vio fue a un Shangguan Fulu con la cara plida como la ceniza, a un herrero que era la vergenza de su oficio, sentado sobre un saco de heno, con los brazos alrededor de las rodillas, balancendose hacia adelante y hacia atrs y golpeando la pared con la espalda y la cabeza. A Shangguan Shouxi le empez a doler la nariz, sin que l supiera por qu, y las lgrimas empezaron a nublarle la vista. Tosiendo, Shangguan L levant lentamente la cabeza. Acariciando la cara de la burra, suspir. Burra, oh,
  68. 68. burra dijo, qu has hecho? Cmo has podido expulsar su pata de esa manera? Es que no sabes que lo primero que tiene que salir es la cabeza?. De los ojos sin brillo del animal salan chorros de agua. Se los sec con la mano, se son ruidosamente la nariz y se dirigi a su hijo. Ve a buscar al Tercer Maestro Fan. Tena la esperanza de que no necesitaramos comprarle dos botellas de licor y una cabeza de cerdo, pero tendremos que gastarnos ese dinero. Ve a buscarlo! Shangguan Shouxi retrocedi hasta la pared, aterrorizado, sin poder apartar
  69. 69. la mirada de la puerta por la que se sala a la calles, al exterior. Las ca-calles estn lie-llenas deja-japoneses tartamude, todos esos ja-japoneses Rabiosa, Shangguan L se levant, se acerc violentamente a la puerta y la abri de un golpe, dejando entrar al viento preestival del Sudeste, que estaba cargado con un penetrante olor a trigo maduro. La calle estaba en calma, absolutamente silenciosa. Un grupo de mariposas que pareca ligeramente irreal pas volando, trazando un dibujo de alas multicolores en el corazn de Shangguan Shouxi; l tuvo lo certeza de
  70. 70. que se trataba de un mal presagio.
  71. 71. IV El veterinario y maestro arquero de la poblacin, Tercer Maestro Fan, viva en el extremo este de la ciudad, junto a unos pastos que se extendan hasta el Ro del Agua Negra. La ribera del Ro de los Dragones llegaba directamente a la parte de atrs de su casa. Obligado por su madre, Shangguan Shouxi sali caminando de la casa, pero con las piernas temblando. Vio que el Sol, una bola blanca de fuego, estaba sobre la cima de los rboles, y que la docena ms o menos de ventanas de cristales tintados de la aguja de la iglesia
  72. 72. resplandeca brillantemente. El administrador de la Casa Solariega de la Felicidad, Sima Ting, estaba dando saltitos en lo alto de la torre de vigilancia, que era aproximadamente de la misma altura que la aguja. Todava estaba dando, a voces, la alarma, advirtiendo de que los japoneses estaban en camino, pero ahora con la voz ronca, afnico. Unos cuantos holgazanes lo miraban con los brazos cruzados. Shangguan Shouxi se qued quieto en medio de la calle, tratando de decidir cul era el mejor camino para ir a la casa de Tercer Maestro Fan. Poda elegir entre dos rutas
  73. 73. distintas: una iba directamente, atravesando la ciudad, y la otra pasaba junto a la orilla del ro. El inconveniente de la ruta de la ribera era la posibilidad de encontrarse con los grandes perros negros de la familia Sol. Los Sol vivan en unas casas destartaladas, todas dentro de un recinto situado al final del camino, en direccin norte. La pared que las rodeaba, baja y mal construida, era la percha favorita de todos los pollos. La cabeza de familia, la Ta Sol, se ocupaba de cinco nietos, todos ellos mudos, cuyos padres parecan no haber existido nunca. Los cinco llevaban toda la vida jugando en esa pared, en la que
  74. 74. haban hecho unas grietas creando unas formas de monturas, de manera que podan cabalgar a lomos de caballos imaginarios. Empuando garrotes, tirachinas o rifles tallados en palos, miraban desafiantes a quien pasara cerca, fueran personas o animales, con una expresin verdaderamente amenazadora en los ojos. La gente sala del paso con relativa facilidad, pero los animales no; sin importarles si se trataba de un ternero extraviado o de un mapache, de un ganso, un pato, un pollo o un perro, en cuanto se daban cuenta de su presencia se lanzaban detrs de l junto a sus grandes perros negros,
  75. 75. convirtiendo la aldea en su coto privado de caza. El ao anterior haban capturado un burro que se haba escapado de la Casa Solariega de la Felicidad; despus de matarlo, lo haban desollado y descuartizado al aire libre. La gente se paraba a mirar, esperando ver la reaccin de la gente de la Casa Solariega de la Felicidad, que era una familia rica y poderosa. El to era comandante de regimiento, y tena una compaa de guardaespaldas armados. Todo el mundo quera ver qu haran con alguien que mataba abiertamente a uno de sus burros. Cuando el
  76. 76. administrador lleg al lugar de los hechos, la mitad del condado sufri un estremecimiento. Ah estaban esos chicos salvajes, descuartizando un burro de la Casa Solariega de la Felicidad a plena luz del da, cosa que casi equivala a pedir que los descuartizaran a ellos. Imaginad la sorpresa de la gente cuando el ayudante del administrador, Sima Ku, un tirador que tena una enorme mancha roja de nacimiento en el rostro, le dio un dlar de plata a cada uno de los mudos en lugar de desenfundar su pistola. Desde aquel da, fueron unos tiranos incorregibles, y todos los animales con los que se
  77. 77. encontraban maldecan a sus propios padres por no haberlos dotado de alas. Cuando los chicos estaban en sus monturas, sus cinco perros negros, que parecan recin salidos de un estanque de tinta, se estiraban perezosamente junto a la base de la pared, con los ojos cerrados casi por completo, aparentemente disfrutando de un sueo plcido. Los cinco mudos y sus perros sentan un rechazo particular por Shangguan Shouxi, que viva en la misma calle que ellos, aunque l no era capaz de recordar dnde ni cmo haba podido ofender a esos diez temibles demonios. Pero cada vez que se cruzaba
  78. 78. con ellos, pasaba un mal rato. Les sonrea ligeramente, pero nunca pudo evitar que los perros salieran volando hacia l como cinco flechas negras, e incluso aunque en sus ataques nunca llegaban hasta el contacto fsico, y nunca lo mordieron, se pona tan nervioso, tan crispado, que le pareca que el corazn se le iba a parar. La mera idea de encontrrselos lo haca estremecerse. Tambin poda dirigirse hacia el sur, por la calle principal de la ciudad, y llegar igualmente a la casa de Tercer Maestro Fan por ese camino. Pero eso significaba que tendra que pasar junto a la iglesia, y a esa hora, el hombre alto,
  79. 79. robusto, rubicundo y de ojos azules que era el Pastor Malory estara instalado bajo el espinoso fresno, con su penetrante aroma, ordeando a su vieja cabra, la de las barbas speras e irregulares, exprimiendo las ubres infladas y rojas del animal con sus manos grandes, suaves y peludas, y echando una leche tan blanca que pareca casi azul en un oxidado cuenco de esmalte. Siempre haba un enjambre de moscas pelirrojas zumbando alrededor del Pastor Malory y de su cabra. El penetrante aroma del fresno, el olor a viejo carnero de la cabra y el rancio olor corporal del hombre se
  80. 80. mezclaban formando una pestilencia repulsiva que se expanda por el aire al contacto con el sol y contaminaba los alrededores. Nada le molestaba ms a Shangguan Shouxi que la posibilidad de encontrarse con el Pastor Malory observndolo desde abajo, desde detrs de su cabra, ambos desprendiendo un hedor indescriptible, para lanzarle una de esas miradas ambiguas, tan tpicas de l, a pesar de que el esbozo de una sonrisa compasiva mostraba que se trataba de una mirada amistosa. Al sonrer, el Pastor Malory enseaba unos dientes tan blancos como los de un caballo. Siempre estaba pasndose un
  81. 81. dedo mugriento por el pecho, hacia adelante y hacia atrs. Amn! Y cada vez que esto suceda, el estmago de Shangguan Shouxi se retorca con una corriente de sentimientos variados y ambivalentes, hasta que se daba la vuelta y sala corriendo como un perro azotado con un ltigo. Evitaba a los malvados perros de la casa de los mudos por miedo; evitaba al Pastor Malory y a su cabra lechera por asco. Lo que ms lo irritaba era que su esposa, Shangguan Lu, senta algo especial por este diablo pelirrojo. Ella era su seguidora ms devota; para ella, l era como un dios.
  82. 82. Despus de debatir consigo mismo durante un buen rato, Shangguan Shouxi decidi tomar el camino del Noreste a pesar de que lo perturbaba la torre de vigilancia, con Sima Ting subido en su percha y todo lo que ocurra abajo. Todo pareca normal por all, excepto, por supuesto, el administrador, que segua comportndose como un mono. Ya no estaba petrificado ante la posibilidad de encontrarse con los diablos japoneses, y tuvo que admirar la capacidad de su madre para evaluar correctamente una situacin. Pero para sentirse ms seguro se agach y cogi un par de ladrillos. Oy el rebuzno de un
  83. 83. pequeo burro, en algn lugar, y a una madre que llamaba a sus hijos. Cuando pas junto al recinto de los Sol, se sinti aliviado al ver que no haba nadie en la pared: no estaban los mudos subidos en sus monturas, ni tampoco ningn pollo trepado en lo alto ni, lo ms importante, los perros echados perezosamente junto a la base. En realidad se trataba de un muro bastante bajo, y sus grietas lo acercaban an ms al suelo, por lo que pudo contemplar el terreno sin que nada le obstruyera la mirada. Una matanza estaba en marcha. Las vctimas eran los orgullosos pero solitarios pollos de la
  84. 84. familia; la asesina era la Ta Sol, una mujer que tena mltiples talentos marciales. La gente sola decir que, cuando era joven, haba sido una clebre bandida que saltaba hasta el suelo desde los aleros de los tejados y que era capaz de trepar por las paredes. Pero cuando tuvo problemas con la justicia no le qued ms remedio que casarse con un hombre que se dedicaba a reparar estufas llamado Sol. Shangguan Shouxi cont los cadveres de siete pollos, de un color blanco brillante y salpicados con unas manchas de sangre que eran la nica seal de su lucha con la muerte. Un
  85. 85. octavo pollo, con la garganta cortada, escap volando de las manos de la Ta Sol y cay al suelo, donde se apoy sobre el cuello, alete un poco y comenz a correr en crculos por los alrededores. Los cinco mudos, desnudos hasta la cintura, se haban refugiado bajo el alero del tejado de la casa, y desde ah observaban alternativamente a los pollos y el afilado cuchillo que se mova en la mano de su abuela. Sus expresiones y movimientos eran alarmantemente idnticos; incluso el recorrido que seguan sus ojos pareca que haba sido cuidadosamente orquestado. Con toda la fama que tena
  86. 86. en la aldea, la Ta Sol haba quedado reducida a una esqueltica anciana llena de arrugas, a pesar de que su rostro y su expresin, su porte y sus gestos todava evocaban un resto de lo que haba sido. Los cinco perros estaban sentados en grupo, muy juntos, con la cabeza levantada y una mirada fija y misteriosa que desafiaba cualquier intento de saber qu poda significar. Shangguan Shouxi estaba tan hipnotizado por la escena en el terreno de los Sol que se detuvo a mirar con la mente limpia de ansiedad y, lo cual era an ms significativo, sin acordarse de las rdenes de su madre. Era un pequeo
  87. 87. hombrecillo de cuarenta y dos aos de edad asomndose por encima de un muro, un pblico cautivado consistente en una sola persona. Sinti la mirada glida de la Ta Sol que lo atraves como un cuchillo, rpida como un torrente, afilada como el viento, y se sinti desnudo. Los mudos y sus perros tambin se giraron para mirarlo. Unas miradas malvadas y desapacibles surgieron de los ojos de los mudos; los perros echaron la cabeza hacia atrs, preparndose para el ataque, ensearon los colmillos y grueron mientras se les erizaba el pelo de la parte posterior del cuello. Cinco perros como cinco flechas
  88. 88. en una cuerda tensa, preparados para volar. Es el momento de irse, pens, cuando oy que la Ta Sol tosa de manera amenazante. Los mudos agacharon la cabeza abruptamente, henchidos de excitacin, y los cinco perros se echaron al suelo obedientemente, con las patas extendidas hacia adelante. El sobrino Shangguan, tan digno de respeto! A qu se dedica tu madre? pregunt con calma la Ta Sol. Intent darle una buena respuesta; haba tanto que quera decir, pero no le sala ni una palabra. Ponindose rojo, empez a tartamudear, como un ladrn
  89. 89. al que pillan con las manos en la masa. La Ta Sol sonri. Agachndose, cogi a un gallo negro y rojo por el cuello y le acarici las sedosas plumas. El gallo cacare nerviosamente mientras ella le iba arrancando las plumas de la cola y las meta en un saco hecho de juncos entretejidos. El gallo se defenda como un demonio, clavando locamente sus espolones en el fangoso suelo. Tus hijas saben jugar al bdminton? Los mejores volantes se hacen con las plumas de la cola de un gallo vivo. Ay, cuando me pongo a recordar Se detuvo en la mitad de la frase y lo
  90. 90. mir fijamente mientras su mente se extraviaba en ensoaciones. Esa mirada pareca que golpeaba contra el muro hasta atravesarlo. Shangguan Shouxi no parpade y mantuvo el aliento, lleno de miedo. Al fin, la Ta Sol pareci desinflarse delante de sus ojos, como una pelota pinchada; su mirada pas de tener efectos abrasadores a ser suavemente lastimera. Cogi al gallo por las patas, desliz la mano izquierda hasta la base de sus alas y lo atenaz fuertemente por el cuello. Incapaz de moverse, el animal abandon la lucha. Entonces, con la mano derecha, comenz a arrancar las finas plumas de la
  91. 91. garganta hasta que se pudo ver la piel de color violeta y rojizo del gallo. Por ltimo, tras darle unos leves golpecitos en la garganta con el dedo ndice, cogi el resplandeciente cuchillo, que tena la forma de una hoja de sauce, y de uno solo tajo le abri la garganta, dejando salir un torrente de sangre roja como la tinta. Las gotas ms grandes empujaban a las ms pequeas, que salieron primero. La Ta Sol recuper la posicin inicial lentamente, con el gallo sangrante todava entre las manos, y lanz a su alrededor una mirada llena de melancola, con los ojos entrecerrados por la brillante luz del sol. Shangguan
  92. 92. Shouxi se sinti alegre. El aire estaba cargado con el aroma de los lamos. Mierda! Oy la voz de la Ta Sol y vio cmo el gallo negro volaba por el aire hasta caer pesadamente en el suelo, en medio del patio. Exhalando un suspiro, dej caer sus manos del muro. De pronto se acord de que se supona que haba ido a buscar a Tercer Maestro Fan para que ayudara con el parto de la burra. Pero cuando se estaba girando para marcharse, el gallo, que estaba cubierto de sangre pero todava luchaba por su vida, logr milagrosamente llegar a sus pies impulsndose con las alas. Como le
  93. 93. faltaban bastantes plumas, la cola destacaba, elevndose en una extraa y repulsiva desnudez, asustando a Shangguan Shouxi. La sangre todava le brotaba de la garganta abierta, pero la cabeza y la cresta, por todo lo que haba sangrado, se le estaban poniendo de un color blanco mortecino. Y pese a todo, segua intentando mantener la cabeza erguida. Lucha! Logr mantenerla alta hasta que se le dobl y qued colgando flcidamente. Volvi a levantarla en el aire, y volvi a caer, y la levant una vez ms; pareca que ya iba a quedarse as. El gallo se sent, moviendo la cabeza de un lado a
  94. 94. otro; la sangre y unas burbujas de espuma goteaban de su boca y un poco despus, del corte que tena en el cuello. Los ojos le brillaban como pepitas de oro. Molesta por esta visin, la Ta Sol se limpi las manos con unas pajas; pareca como si estuviera masticando algo, aunque tena la boca vaca. Escupi en el suelo y le grit a los cinco perros: Vamos!. Shangguan Shouxi se cay de espaldas. Cuando se puso de nuevo de pie, vio que las plumas negras volaban por todo el patio. Los perros estaban despiezando al arrogante gallo, llenando el suelo de
  95. 95. carne cruda y sangre fresca. Como una manada de lobos, los perros se disputaban sus entraas. Los mudos aplaudan y rean, haciendo gu-gu. La Ta Sol se sent en el umbral de su casa con una larga pipa entre los dedos, fumando como una mujer que est sumida en profundos pensamientos.
  96. 96. V Las siete hijas de la familia Shangguan Laidi (Hermano Venidero), Zhaodi (Hermano Aclamado), Lingdi (Hermano Acomodado), Xiangdi (Hermano Deseado), Pandi (Hermano Anticipado), Niandi (Hermano Querido) y Qiudi (Hermano Buscado), guiadas por una fragancia sutil, salieron desde la habitacin lateral que daba al Este y se agruparon bajo la ventana de Shangguan Lu. Siete pequeas cabezas, con trozos de paja colocados en el pelo, se reunieron para ver qu estaba pasando dentro. Vieron a su madre sentada en el
  97. 97. kang, pelando cacahuetes ociosamente, como si no pasara nada fuera de lo normal. Pero la fragancia segua saliendo por la ventana de su madre. Laidi, que tena dieciocho aos y que fue la primera en comprender lo que estaba haciendo Madre, pudo verle el pelo sudoroso y los labios ensangrentados y percibi los atemorizadores espasmos de su vientre hinchado y las moscas que volaban por toda la habitacin. Los cacahuetes quedaban hechos migajas. La voz de Laidi son cascada cuando grit: Madre!. Sus seis hermanas pequeas la siguieron. Las
  98. 98. lgrimas lavaban las mejillas de las siete chicas. La menor, Qiudi, lloraba lastimeramente; sus pequeas piernas, llenas de picaduras de chinches y mosquitos, empezaron a temblar y sall disparada hacia la puerta. Pero Laidi lleg ms rpido y la cogi en brazos. Sin dejar de sollozar, la pequea daba puetazos en la cara de su hermana. Quiero ir con mam, quiero ir con mi mam A Laidi le empez a doler la nariz y se le nubl la garganta. Clidas lgrimas rodaban por su rostro. No llores, Qiudi le deca a su hermana pequea intentando consolarla
  99. 99. y dndole palmaditas en la espalda. No llores. Mam nos va a dar un hermanito, un hermanito monsimo, con la piel clarita. Desde fuera de la habitacin se escuchaban los lamentos de Shangguan Lu. Laidi dijo dbilmente, llvate a tus hermanas de aqu. Son demasiado pequeas para comprender lo que est pasando. Ya deberas saberlo. En ese momento, un gemido de dolor brot de su boca, y las otras cinco chicas volvieron a arremolinarse en torno a la ventana.
  100. 100. Mami grit Lingdi, que tena catorce aos. Mami Laidi dej a su hermanita en el suelo y corri hasta la puerta. Tropez con la madera podrida del marco de la puerta y cay sobre un fuelle, rompiendo un gran cuenco de cermica verde oscura que estaba lleno de pienso para los pollos. Cuando logr volver a ponerse de pie, vio a su abuela, que estaba arrodillada ante el altar de Guanyin, donde el humo del incienso dibujaba crculos en el aire. Temblando de la cabeza a los pies, coloc el fuelle en su sitio y se agach para recoger los pedazos del cuenco roto, como si juntndolos pudiera
  101. 101. reducir la gravedad de su metedura de pata. Su abuela se levant rpidamente, como un caballo sobrealimentado, balancendose de un lado al otro, y moviendo la cabeza como una loca, mientras una serie de extraos sonidos brotaba de su boca. Encogindose, con la cabeza entre las manos, Laidi se prepar para el golpe que pensaba recibir. Pero en lugar de pegarle, su abuela la cogi por el lbulo de la oreja, plido y delgado, y tir hacia arriba y la impuls hacia la puerta. Con un chirrido, sali tambalendose al patio y cay en el camino de ladrillos. Desde ah vio cmo su abuela se agachaba para
  102. 102. comprobar el estado del cuenco roto; su postura ahora se asemejaba a la de una vaca que est bebiendo en un ro. Despus de lo que pareci un rato muy largo, se enderez, llevando en la mano algunos de los trozos y dndoles golpecitos con el dedo, haciendo sonar un agradable crujido. Su arrugado rostro tena un aspecto cansado; las comisuras de los labios apuntaban hacia abajo y se confundan con dos profundas arrugas que corran directamente hasta su barbilla, como si se las hubieran aadido a la cara despus de pensrselo mejor. Arrodillndose en el camino, Laidi
  103. 103. sollozaba: Abuela, ven y pgame hasta matarme. Pegarte hasta matarte? dijo, llena de pena, Shangguan L. Y con eso este cuenco volver a estar entero? Procede del reinado de Yongle, de la dinasta Ming, y fue parte de la dote de tu bisabuela. Vala tanto como un burro nuevo! Totalmente plida, Laidi le suplicaba a su abuela que la perdonara. Ya va siendo hora de que te cases! suspir Shangguan L. En lugar de levantarte temprano para dedicarte a tus labores, ests aqu
  104. 104. haciendo una escena. Y tu madre ni siquiera tiene la suerte de morirse! Laidi tena la cabeza metida entre las manos y no dejaba de lamentarse. Qu esperabas, que te diera las gracias por destrozar uno de nuestros mejores utensilios? se quej Shangguan L. Ahora deja de agobiarme y llvate a tus hermanas, que no sirven para nada ms que para ponerse hasta arriba de comida, al Ro de los Dragones a pescar gambas. Y no volvis a casa hasta que no tengis un cesto lleno! Laidi se puso de pie, cogi en brazos a su hermanita Qiudi y se fue
  105. 105. corriendo afuera. Shangguan L hizo salir a Niandi y a las dems chicas haciendo sh, como quien quiere espantar a los pollos, y despus cogi un cesto de hojas de sauce para depositar las gambas y se lo pas a Lingdi. Sosteniendo a Qiudi con un brazo, Laidi estir su mano libre y cogi la de Niandi, quien cogi la de Xiangdi, quien cogi la de Pandi. Lingdi, con el cesto para gambas en una mano, cogi la mano libre de Pandi con la suya y las siete hermanas, tironeando y recibiendo tirones, lloriqueando y sorbindose los mocos, salieron a la calle mojada por el
  106. 106. sol y barrida por el viento en direccin al Ro de los Dragones. Cuando pasaron junto al patio de la Ta Sol, notaron un fuerte olor flotando en el aire y vieron un humo blanco que sala de la chimenea. Los cinco mudos estaban llevando lea al interior de la casa, como una hilera de hormigas. Los perros negros, con las lenguas afuera, hacan guardia en la puerta, expectantes. Cuando las chicas subieron a la ribera del Ro de los Dragones, tuvieron una vista completa de toda la zona. Los cinco mudos se fijaron en ellas. El ms mayor de ellos frunci el labio superior, cubierto por un bigote grasiento, y le
  107. 107. sonri a Laidi, a quien le empezaron a arder las mejillas instantneamente. Se acord de cuando haba ido al ro a buscar agua y el mudo haba introducido un pepino en su cubo, sonrindole, como un zorro astuto, pero sin intenciones malignas, y a ella le haba dado un vuelco al corazn por primera vez en su vida. Se haba puesto roja como un tomate y haba agachado la cabeza, clavando la mirada en la brillante superficie del agua y contemplando el reflejo de su rostro sonrojado. Ms tarde, se haba comido el pepino, y su sabor se le haba quedado grabado durante mucho tiempo. Mir hacia
  108. 108. arriba, a la colorida aguja de la iglesia y a la torre de vigilancia. Un hombre, en lo alto, bailaba como un mono dorado mientras gritaba: Compaeros, convecinos, la caballera japonesa ya ha partido de la ciudad!. La gente se reuna a los pies de la torre y observaba la plataforma, donde el hombre se agarraba, de vez en cuando, a la balaustrada y se asomaba para mirar hacia abajo, como si fuera a contestar las preguntas que nadie haba planteado. Despus se enderezaba de nuevo, daba otra vuelta a la plataforma y juntaba las manos formando un megfono para lanzar la advertencia de
  109. 109. que los japoneses pronto llegaran a la aldea. De repente, el ruido de un carromato lleg desde la calle principal. De dnde haba venido era un misterio; pareca como si, sencillamente, hubiera cado del cielo o surgido de la tierra. Tres hermosos caballos tiraban de ese gran carro de ruedas de goma, y el sonido de sus doce cascos lo acompaaba, levantando nubes de polvo amarillo al avanzar. Uno de los caballos era de color amarillo melocotn, otro era rojo dtil y el tercero era verde como un puerro fresco. Robustos, suaves y fascinantes, parecan hechos de cera. Un
  110. 110. pequeo hombrecillo de piel oscura estaba despatarrado en la vara que haba detrs del caballo delantero y, desde una cierta distancia, pareca como si estuviera montado sobre el mismo caballo. Su ltigo, adornado con borlas rojas, danzaba en el aire haciendo pa pa pa, y l cantaba algo como jau jau jau. Sin advertencia previa, tir fuertemente de las riendas y los caballos relincharon, dejaron las patas rgidas y el carromato se detuvo. Las nubes de polvo que los haban ido siguiendo envolvieron rpidamente al carro, a los caballos y al conductor. Cuando el polvo volvi al suelo, Laidi vio a los
  111. 111. sirvientes de la Casa Solariega de la Felicidad corriendo, transportando cestas llenas de licores y de atados de paja y cargndolas en el carromato. Un tipo fornido se coloc en los escalones que conducan a la puerta de entrada de la Casa Solariega de la Felicidad, gritando a todo volumen. Una de las cestas cay al suelo con un sonido sordo, un hgado de cerdo se sali y el licor empez a desparramarse por el suelo. Cuando dos sirvientes se apresuraron a recoger la cesta, el hombre que estaba en la puerta baj la escalinata de un salto, hizo restallar su brillante ltigo en el aire y los golpe
  112. 112. con la punta en la espalda. Los sirvientes se cubrieron la cabeza con las manos y se echaron al suelo para recibir los latigazos que se merecan. El ltigo bailaba como una serpiente que repta por el suelo. El olor a licor se elev por el aire. El yermo era inmenso y estaba en silencio, y el trigo de los campos se doblaba por la fuerza del viento como oleadas de oro. En la torre de vigilancia, el hombre gritaba: Corred, corred, poneos a salvo. La gente sala de sus casas, como hormigas que correteaban por todas partes sin ninguna direccin. Algunos iban andando, otros corriendo y otros se
  113. 113. quedaban quietos, congelados en algn sitio; algunos iban hacia el Este, otros hacia el Oeste y otros se desplazaban en crculos, mirando alternativamente en todas direcciones. El olor que permeaba el recinto de los Sol era ms fuerte que nunca, mientras una nube de vapor opaco sala al exterior por la puerta principal. Los mudos estaban en alguna parte donde no se los vea y el silencio reinaba en el patio, roto slo ocasionalmente por algn hueso de pollo que sala volando a travs de la puerta para que se lo disputaran los cinco perros negros. El vencedor se llevaba su premio hasta la pared, para acurrucarse
  114. 114. en un rincn a roerlo, mientras los perdedores miraban con los ojos enrojecidos hacia el interior de la casa y gruan suavemente. Lingdi tirone de su hermana. Vamos a casa, vale? Laidi neg con la cabeza. No, vamos a bajar al ro a coger gambas. A mam le vendr bien una sopa de gambas cuando nuestro hermanito haya nacido. As que se fueron caminando en fila de a una hasta la orilla del ro, donde la plcida superficie del agua reflejaba los delicados rostros de las chicas Shangguan. Todas ellas haban heredado
  115. 115. la nariz elevada de su madre y los bonitos y voluminosos lbulos de sus orejas. Laidi sac del bolsillo un peine de caoba y pein, una por una, a todas sus hermanas; varios trozos de paja y bastante polvo cayeron al suelo. Hacan muecas y se quejaban cuando el peine les tiraba de las races. Cuando termin con sus hermanas, Laidi se pas el peine por su propio pelo y le dio la forma de una trenza, que se ech para atrs. La punta le llegaba a la redondeada cadera. Despus de guardar el peine, se arremang las perneras del pantaln, mostrando un par de pantorrillas bonitas y bien formadas. Despus se quit los
  116. 116. zapatos de satn azul, adornados con flores rojas. Todas sus hermanas se quedaron mirndole los pies fijamente; los tena heridos por las ataduras de los zapatos. Qu estis mirando? les pregunt enfadada. Si no llevamos un montn de gambas a casa, la vieja bruja nunca nos perdonar. Sus hermanas se pusieron rpidamente a quitarse los zapatos y a arremangarse los pantalones. Qiudi, la ms pequea, se qued desnuda. Laidi estaba de pie sobre el lodo, cerca de la orilla del lento ro, mirando cmo las algas se movan suavemente en el fondo
  117. 117. de su cauce. Los peces nadaban alegremente por ah y las golondrinas volaban a ras de la superficie del agua. Entr en el ro y grit: Qiudi, t qudate ah para recoger las gambas. Todas las dems, al agua. Entre risas y grititos, las chicas se metieron en el ro. A medida que sus talones, acentuados por las ataduras que le haban puesto cuando era pequea, se hundan en el fango, y las algas que haba bajo el agua le acariciaban dulcemente las pantorrillas, Laidi experiment una sensacin indescriptible. Doblada por la cintura,
  118. 118. meti los dedos en el lodo con mucho cuidado, alrededor de las races de las plantas, que era el mejor lugar para encontrar gambas. De repente, algo se movi entre sus dedos, producindole un escalofro delicioso. Una gamba de agua dulce, casi transparente, del grosor de sus dedos, yaca en la palma de su mano; cada una de sus antenas era una obra de arte. La lanz a la ribera. Con un arrebato de alegra, Qiudi corri hacia ella y la captur. Primera Hermana, yo tambin he cogido una! Yo he cogido una, Primera Hermana!
  119. 119. Y yo tambin! La tarea de recoger todas las gambas era demasiado para una nia de dos aos como Qiudi, que se tropez y se cay, y despus se sent en el dique y se puso a llorar. Muchas de las gambas lograban saltar de vuelta al ro y desaparecan en el agua. As que Laidi se levant y llev a su hermana hasta el borde del ro, donde le lav la espalda, que estaba llena de barro. Cada contacto del agua con la piel desnuda le produca un espasmo y un grito combinados con un torrente de palabras sin sentido. Dndole una palmada en el trasero, Laidi dej ir a la ms pequea, que casi
  120. 120. volando se fue hasta lo alto del dique, donde cogi un palo de entre unos matojos y apunt con l a su hermana mayor, maldicindola como una vieja gruona. Laidi se rio. Para entonces, sus hermanas ya haban avanzado bastante ro arriba. Docenas de gambas saltaban y se agitaban en la soleada ribera del ro. Atrpalas, Primera Hermana! gritaba Qiudi. Empez a meterlas en la cesta. Ya te coger cuando lleguemos a casa, pequea diablesa. Despus se agach de nuevo, con una sonrisa en la cara, y sigui
  121. 121. capturando las gambas, actividad que fue suficiente para que se olvidara de sus preocupaciones. Abri la boca y brot una cancioncilla, sin que ella supiera de dnde proceda: Mam, mam, qu mala eres, me has casado con un vendedor de aceite al que nadie quiere. Alcanz rpidamente a sus hermanas, que estaban, hombro con hombro, en la zona menos profunda del ro, con los traseros levantados en el aire y las barbillas casi rozando la superficie del agua. Avanzaban con lentitud, con las manos hundidas en el agua, abriendo y cerrando, abriendo y
  122. 122. cerrando. Unas hojas amarillentas que haban arrancado flotaban en las aguas, entre el barro que producan al remover el fondo. Cada vez que una de ellas se ergua significaba que haban cogido otra gamba. Lingdi, despus Pandi, despus Xiangdi, una tras otra se enderezaban y lanzaban gambas en direccin a su hermana mayor, que corra de un lado a otro capturndolas, mientras Qiudi trataba de colaborar. Antes de que se dieran cuenta ya casi haban llegado al arqueado puente peatonal que cruzaba el ro. Salid de ah grit Laidi. Todas fuera de ah. La cesta ya est
  123. 123. llena, podemos volver a casa. De mala gana, las chicas salieron del agua y se quedaron de pie en el dique, con las manos descoloridas por el prolongado contacto con el agua y las pantorrillas cubiertas con una capa de barro violceo. Cmo puede ser que hoy haya tantas gambas en el ro, her-manita? Mam ya nos ha dado un hermano varn, hermanita? Cmo son los japoneses, hermanita? Es verdad que se comen a los nios, hermanita? Por qu los mudos han matado a
  124. 124. todos sus pollos, hermanita? Por qu la abuela siempre nos est chillando, hermanita? Una vez so que en la tripa de mam haba un barbo gigante, hermanita. Una pregunta tras otra y ni una sola respuesta por parte de Laidi, cuyos ojos estaban fijos en el puente, cuyas piedras brillaban a la luz del sol. El carromato de ruedas de goma, con sus tres caballos, haba llegado hasta all y se haba detenido al comienzo del puente. Cuando el rechoncho conductor tir de las riendas, los caballos se pararon, ansiosos, sobre el suelo del puente. De las piedras se alzaron algunas chispas y
  125. 125. un fuerte traqueteo. Algunos hombres estaban de pie, por ah cerca; iban desnudos de cintura para arriba, con unos cinturones de cuero que cean sus pantalones y unas hebillas de latn que fulguraban al sol. Laidi conoca a esos hombres: eran los sirvientes de la Casa Solariega de la Felicidad. Algunos de ellos se subieron al carromato y empezaron a bajar los contenedores de paja de arroz, despus descargaron las cestas de los licores, veinte, en total. El conductor tir con fuerza de las riendas para guiar a los caballos hacia una zona del terreno que estaba vaca, al lado de la entrada del puente, en el mismo
  126. 126. momento en el que el ayudante del mayordomo, Sima Ku, sala de la aldea montando en una bicicleta negra construida en Alemania, la primera que se haba visto en Gaomi del Noreste. El abuelo de Laidi, Shangguan Fulu, que nunca haba podido tener las manos quietas, una vez haba intentado, cuando pensaba que nadie lo vea, acariciar el manillar, pero eso haba sucedido en primavera. Los ojos de enfadado de Sima Ku casi disparaban llamaradas azules. Llevaba una larga tnica de seda sobre unos pantalones de algodn blancos e importados, atados por los tobillos con unas cintas azules con
  127. 127. borlas negras, y unos zapatos de suelas de goma blancas. Las perneras de sus pantalones se agitaban, como si las hubieran llenado de aire; el dobladillo de su tnica iba metido en un cinturn tejido con seda blanca y anudado por delante, dejando un extremo largo y otro corto. Una estrecha banda de cuero que vena desde su hombro izquierdo le cruzaba el pecho como a los militares, y se conectaba con un pequeo morral de cuero a travs de un trozo de seda de color rojo fuego. Sonaba el timbre de la bicicleta alemana, anunciando su llegada como si cabalgara en el viento. Baj de la bicicleta de un salto y se quit el
  128. 128. sombrero de paja de ala ancha para abanicarse; el lunar rojo que tena en la cara pareca una brasa caliente. A trabajar! les orden a los sirvientes. Apilad la paja en el puente y humedecedla con el licor. Vamos a incinerar a estos perros de mierda. Los sirvientes se pusieron a llevar la paja al puente hasta que la pila llegaba a la altura de la cintura. Unas polillas blancas que haban venido entre la paja revoloteaban por los alrededores; algunas se caan al agua y terminaban en el estmago de los peces, y a otras se las coman las golondrinas. Empapad la paja con el licor!
  129. 129. orden Sima Ku. Los sirvientes cogieron las cestas y, haciendo un esfuerzo tremendo, las subieron hasta el puente. Despus de quitarles los tapones, echaron el licor sobre la paja, un licor magnfico, de alta graduacin, cuya fragancia intoxicaba toda esa zona del ro. La paja empez a crujir. Chorros de licor iban de un lado a otro, atravesando el puente y bajando por su fachada de piedra, deslizndose hasta llegar al ro, convirtindose en una cascada cuando las doce cestas estuvieron vacas y dejando la pared de piedra totalmente limpia. La paja cambi de color y una sbana
  130. 130. transparente de licor caa en el agua, ms abajo; no pas mucho tiempo hasta que unos pequeos pececillos blancos aparecieron en la superficie. Las hermanas de Laidi queran vadear el ro y capturar los peces alcoholizados, pero ella los detuvo: No os acerquis ah! Nos vamos a casa! Pero estaban hipnotizadas por las actividades que tenan lugar en el puente. En realidad, Laidi senta tanta curiosidad como ellas, y mientras intentaba llevarse a sus hermanas de all, segua mirando una y otra vez al puente, donde estaba Sima Ku, dando
  131. 131. palmas con aire de superioridad. Tena los ojos encendidos y una sonrisa se dibujaba en su rostro. A quin se le podra haber ocurrido una estrategia tan brillante? les grazn a los sirvientes. A nadie ms que a m, maldita sea! Venga, pequeos nipones, venid a comprobar cunto es mi poder! Los sirvientes rugieron a modo de respuesta. Uno de ellos le pregunt: Segundo Mayordomo, lo encendemos ya? No, no hasta que hayan llegado. Los sirvientes escoltaron a Sima Ku hasta el principio del puente y el
  132. 132. carromato de la Casa Solariega de la Felicidad se dirigi de vuelta a la ciudad. Lo nico que se oa era el ruido del licor goteando sobre el ro. Con la cesta de gambas en la mano, Laidi llev a sus hermanas hasta lo ms alto del dique, apartando los arbustos que crecan en el repecho que haba que subir. De pronto, una cara delgada y negra apareci ante ella. Con un estremecimiento, dej caer la cesta, que rebot en un arbusto y rod cuesta abajo hasta el borde del agua; se salieron todas las gambas, formando una masa brillante que se mova en todas las direcciones. Lingdi sali corriendo por
  133. 133. la pendiente para recuperar la cesta, mientras sus hermanas recogan las gambas. Retrocediendo hacia el ro, Laidi mantuvo la mirada fija en aquella cara negra en la que se esbozaba una sonrisa como pidiendo perdn, que dejaba al descubierto dos hileras de dientes que brillaban como perlas. No tengas miedo, hermanita le oy decir. Somos guerrilleros. No grites. Vete de aqu lo ms rpido que puedas. Mir alrededor y vio docenas de hombres vestidos de verde, escondidos entre los matorrales, con una mirada de dureza en los ojos. Algunos iban
  134. 134. armados con rifles, otros llevaban granadas y otros unas espadas oxidadas. El hombre del rostro sucio y sonriente tena una pistola de color azul en la mano derecha y un objeto resplandeciente que haca un ruidito en la izquierda. No fue hasta mucho ms tarde cuando ella se dio cuenta de que ese objeto era un temporizador de bolsillo; para entonces, ya estaba compartiendo su cama con aquel hombre de rostro oscuro.
  135. 135. VI Tercer Maestro Fan, borracho como un caballero, entr mascullando en la casa de los Shangguan. Los japoneses se acercan. Qu mala sincronizacin con vuestra burra. Pero qu puedo decir yo, ya que fue mi caballo el que la pre? El que le pone el cascabel al gato debe ser el que se lo quite. Shangguan Shouxi, veo que tienes suficientes agallas como para sacar esto adelante. Ay, mierda, qu agallas tienes! Si estoy aqu es slo por tu madre. Ella y yo ja, ja ella hizo un rascador de cascos para mis caballos
  136. 136. Shangguan Shouxi, con el rostro cubierto de sudor, sigui a Tercer Maestro Fan hasta la puerta. Fan Tres! grit Shangguan L . Cabrn, el dios local aparece muy pocas veces! Fingiendo estar sobrio, Tercer Maestro Fan anunci: Fan Tres ha llegado. Pero la visin de la burra echada en el suelo hizo que pasara de estar completamente borracho a medio sobrio. Dios mo, mirad eso! Por qu no me habis mandado llamar antes? Tir al suelo las alforjas de cuero que llevaba, se agach para acariciar las
  137. 137. orejas de la burra y le dio unos golpecitos en la tripa. Despus dio una vuelta alrededor de la parte trasera del animal y tir con fuerza de la pata que sala del canal del parto. Levantndose, movi la cabeza tristemente y dijo: He llegado demasiado tarde, es una causa perdida. El ao pasado, cuando tu hijo me trajo la burra para que se apareara, le dije que era demasiado flaca y dbil y que deberais cruzarla con uno de su especie. Pero l insisti en que la cubriera un caballo. Ese caballo mo es un semental japons de pura raza. Uno de sus cascos es ms
  138. 138. grande que la cabeza de vuestra burra, y cuando la mont, casi se parte bajo su peso. Como un gallo y un gorrin. Pero es un buen semental, as que cerr los ojos y se la foll. Si hubiera sido otro caballo, joder! Mirad, la cra no va a salir. Vuestra burra no est hecha para tener mulas. Slo sirve para producir burros, esta burra esmirriada Ya has terminado, Fan Tres? Shangguan L interrumpi su monlogo, enfadada. He terminado, s, he dicho lo que quera decir. Cogi su bolsa de cuero, se la ech al hombro y, volviendo a pasar de medio sobrio a completamente
  139. 139. borracho, avanz tambalendose hacia la puerta. Shangguan L lo cogi del brazo. Te vas? le dijo. Fan Tres sonri de una manera desagradable. Vieja cuada le dijo, es que no has odo al mayordomo de la Casa Solariega de la Felicidad? La aldea est casi desierta. Quin es ms importante, la burra o yo? Tres, tienes miedo de que no te d lo que te mereces, verdad? Bueno, tendrs dos botellas de buen licor y una enorme cabeza de cerdo. Y no te olvides de que, en esta familia, lo que yo
  140. 140. prometo se cumple. Fan Tres ech un rpido vistazo al padre y al hijo. Soy muy consciente de eso dijo sonriendo. Eres probablemente la nica mujer mayor de todo el pas que trabaja de verdad como herrero. La fuerza de esa espalda que tienes Una extraa sonrisa hizo que se le contrajera la cara. Por el culo de tu madre! Shangguan L maldijo dndole un golpe en la espalda. No te vayas, Tres. No estamos hablando de una, sino de dos vidas. Ese semental es tu hijo, por lo que esta burra es tu nuera y la mula que
  141. 141. hay en su tripa es tu nieta. Haz lo que puedas. Si la mula vive, te lo agradecer y te recompensar. Si se muere, maldecir mi propio destino miserable, no a ti. Has convertido a estos cuadrpedos en mi familia dijo Fan Tres tristemente, as que qu puedo decir? Ver si puedo traer a esta burra moribunda de vuelta a la tierra de los vivos. Muy bien. Por qu hacer caso a los delirios de ese loco de Sima? Qu podran querer los japoneses de una aldea pacfica y aislada como la nuestra? Adems, al hacer esto, ests
  142. 142. acumulando virtudes, y los espritus siempre se mantienen alejados de los virtuosos. Fan Tres abri su bolsa y sac una botella llena de un lquido verde y viscoso. Este es un tnico secreto, que ha ido pasando, en mi familia, de generacin en generacin. Funciona de una forma milagrosa en los partos de nalgas y en otras irregularidades obsttricas en los animales. Si esto no lo consigue, ni siquiera el Mono mgico podra traer a ese animal al mundo. Seor inst a Shangguan Shouxi, venga aqu y cheme una mano.
  143. 143. Lo har yo dijo Shangguan L . l es un bobo intil. Fan Tres dijo: La gallina Shangguan acusa al gallo de no poner huevos. Si tienes que insultar a alguien, Tercer Hermano Menor dijo Shangguan Fulu, hazlo en mi cara, y no te escondas por ah. Ests enfadado? pregunt Fan Tres. Este no es momento para discutir dijo Shangguan L. Qu tengo que hacer? Levanta la cabeza de la burra dijo l. Voy a darle el tnico.
  144. 144. Shangguan L separ las piernas, reuni fuerzas y cogi la cabeza de la burra. El animal se agit; por los agujeros de su nariz sala aire espasmdicamente. Ms arriba! dijo Fan Tres. Ella hizo un esfuerzo para levantarla an ms; de su nariz ahora tambin sala el aire en espasmos. Vosotros dos, estis muertos o vivos? protest Fan Tres. Los dos hombres Shangguan se apresuraron a ayudar y casi tropiezan con las patas de la burra. Shangguan L hizo girar los ojos; Fan Tres sacudi la cabeza. Al final consiguieron levantar lo
  145. 145. suficiente la cabeza de la burra, que ech hacia atrs los labios y ense los dientes. Fan Tres introdujo en la boca del animal un embudo hecho con un cuerno de buey y vaci en su interior el contenido de la botella. Esto funcionar dijo Fan. Ya podis bajarle la cabeza. Mientras Shangguan L intentaba recobrar el aliento, Fan Tres sac su pipa, la llen y se puso a fumar en cuclillas. Dos columnas de humo blanco salieron rpidamente por su nariz. Los japoneses han tomado la capital del condado y han asesinado al gobernador, Zhang Weihan, y han
  146. 146. violado a todas las mujeres de su familia. Eso te lo han dicho los Simas? le pregunt Shangguan L. No, me lo dijo mi hermano de sangre. Vive cerca de la Puerta Este, en la capital. La verdad nunca llega a ms de diez li[1] de distancia dijo Shangguan L. Sima Ku se ha llevado a los sirvientes de la familia para prenderle fuego al puente dijo Shangguan Shouxi . Eso es ms que un rumor. Shangguan L mir enfadada a su hijo.
  147. 147. Nunca te he odo decir una frase optimista ni adecuada, pero no te cansas de propagar las tonteras y los rumores. Mrate, eres un hombre, has tenido un montn de hijos y no se puede saber si eso que llevas sobre los hombros es una cabeza o una calabaza vaca. A ninguno de vosotros se os ha ocurrido pensar que los japoneses tienen madres y padres, como todo el mundo? No tienen nada en contra de nosotros, as que qu deberamos hacer? Salir huyendo? Creis que se puede correr ms rpido que una bala? Escondernos? Hasta cundo? Como respuesta a sus reproches, los
  148. 148. hombres Shangguan no podan hacer nada ms que agachar la cabeza y morderse la lengua. Pero Fan Tres sacudi la ceniza de su pipa e intent salvar la situacin. A largo plazo, nuestra hermana ve las cosas con ms claridad que nosotros. Me siento mucho mejor despus de lo que nos ha dicho. Tiene razn. Dnde podramos ir? Dnde nos esconderamos? Yo quiz sea capaz de correr y de esconderme, pero qu hago con mi burro y mi semental? Son como un par de montaas. Dnde se puede esconder una montaa? Uno puede esconderse un da, pero nunca lograr
  149. 149. que no lo descubran al cabo de medio mes. Por el culo de su madre, digo yo. Saquemos a ese beb de mula de ah y luego ya pensaremos en lo que vamos a hacer. Esa es una buena actitud! dijo Shangguan L, contenta. Fan se quit la chaqueta, se ci el cinturn y se aclar la garganta, como un maestro de artes marciales que est a punto de enfrentarse a su oponente. Shangguan L asinti con aprobacin. Eso es lo que a m me gusta ver, Tres. Un hombre deja como legado su buen nombre, un ganso salvaje deja como legado su graznido. Si traes a esa
  150. 150. mula al mundo, te dar una botella extra de licor y tocar el tambor para cantarte alabanzas. Eso es una estupidez dijo Fan . De todos modos, a quin se le ocurri cubrir a vuestra burra con mi semental? Eso se llama sembrar y cosechar. Dio la vuelta alrededor de la burra, tir de la pata de la mula y murmur: Burra, mi pequea nuera, ests ante la puerta del infierno y vas a tener que esforzarte para escapar. Mi reputacin est a tu servicio. Caballeros dijo, dndole unos golpecitos a la burra en la cabeza, traed una cuerda y un buen palo. No puede hacerlo ah
  151. 151. tirada. Tenemos que conseguir que se ponga de pie. Los hombres Shangguan miraron a Shangguan L, quien les dijo: Haced lo que os ha dicho. Cuando el padre y el hijo lo hubieron hecho, Fan pas la cuerda bajo la burra, justo por donde estaban sus patas delanteras, despus hizo un nudo y le pidi a Shangguan Fulu que pasara el palo a travs del agujero que formaba la cuerda. Ponte ah le orden a Shangguan Shouxi. Agchate y levanta el palo y apyatelo en los hombros. Los hombres Shangguan empezaron a
  152. 152. levantar el palo, que se les clavaba duramente en los hombros. Eso es dijo Fan. Vale, no hay prisa. Levantaos cuando os lo diga, y ms vale que tengis buenos hombros. Slo tenis una oportunidad. Este animal no puede aguantar muchos ms sufrimientos. Cuada, tu sitio es detrs de la burra. Lo que tienes que hacer es evitar que la cra se caiga al suelo. Dio la vuelta hasta colocarse en la parte trasera del animal, y all se frot las manos, cogi la lmpara de la piedra de molino, se roci las palmas de las manos con aceite y volvi a frotrselas y despus les sopl encima. Cuando
  153. 153. intent meter una de las manos por el canal del parto, la pequea pata se agit salvajemente. Para entonces, ya tena todo el brazo dentro de la burra, hasta el hombro, y su mejilla estaba en contacto con el casco violeta de la mula. Shangguan L no poda apartar los ojos de l, y le temblaban los labios. Vale, caballeros dijo Fan con voz apagada. Cuando cuente hasta tres, levantadla con toda vuestra fuerza. Es cuestin de vida o muerte, as que no dejis que se me caiga encima, de acuerdo? Tena la barbilla apoyada en el trasero del animal; pareca que intentaba
  154. 154. atrapar algo con la mano en sus profundidades. Uno dos y tres! Con un fuerte gruido, los hombres Shangguan hicieron una demostracin de valor poco habitual en ellos, y se tambalearon bajo su carga. Imitando el esfuerzo que se haca a su alrededor, la burra se dio la vuelta, estir las patas delanteras y levant la cabeza. Sus patas traseras se movieron y se doblaron debajo de ella. Fan Tres rod con la burra, hasta que estuvo casi boca abajo en el suelo. Su cabeza desapareci de la vista de los dems, pero sus gritos continuaban: Levantadla! Seguid
  155. 155. levantndola!. Los dos hombres estaban empleando todas sus fuerzas y Shangguan L se desliz bajo la burra y con la espalda empez a presionarle la tripa. Con un fuerte rebuzno, se apoy sobre sus patas y se puso de pie, y en ese momento algo grande y viscoso resbal por el canal del parto y sali al exterior junto a una gran cantidad de sangre y un lquido pegajoso, que cay directamente sobre los brazos de Fan Tres y de ah se fue al suelo. Fan limpi rpidamente el lquido de la boca de la pequea mula, cort el cordn umbilical con su cuchillo y anud el trocito restante, y despus llev
  156. 156. al animal a un lugar de la estancia en el que el suelo no estaba sucio, y ah le limpi todo el cuerpo con unos harapos. Con los ojos llenos de lgrimas, Shangguan L murmuraba una y otra vez: Gracias al Cielo y la Tierra, y a Fan Tres. La cra de mula logr ponerse de pie un momento, pero no mantuvo el equilibrio y pronto cay de nuevo al suelo. Su piel era suave como el satn, y su boca tena el color rojo violceo de un ptalo de rosa. Fan Tres la ayud a levantarse de nuevo. Buena chica le dijo. De tal palo tal astilla. El caballo es mi hijo y
  157. 157. t, pequea, t eres mi nieta. Cuada, treme un poco de arroz aguado para mi hija burra, que ha vuelto de entre los muertos.
  158. 158. VII Shangguan Laidi no haba guiado a sus hermanas ms que una docena de pasos cuando escuch una serie de sonidos agudos que parecan los graznidos de algn pjaro extrao. Mir al cielo para ver de qu se trataba y justo en ese momento oy el ruido de una explosin en medio del ro. Le pitaron los odos y se le nubl la mente. Un barbo destrozado vol por el aire y aterriz a sus pies. Hilillos de sangre brotaban de su cabeza naranja, que se haba partido en dos; las aletas se le movan frenticamente y las tripas se le haban
  159. 159. salido del vientre. Cuando toc tierra, un poco de barro caliente procedente del ro alcanz a Laidi y a sus hermanas. Perpleja y un tanto somnolienta, se dio la vuelta para ver cmo estaban sus hermanas, que le devolvieron la mirada. Vio un trozo de algo pegajoso en el pelo de Niandi, como si fuera hierba masticada; y siete u ocho escamas plateadas de algn pez se le haban quedado pegadas a Xiangdi en la mejilla. Unas olas oscuras se agitaban en el ro a unos pocos pasos de donde estaban ellas, formando un remolino. El agua, caliente, se elevaba por el aire y despus volva a caer al centro del
  160. 160. remolino. Una fina lmina de niebla flotaba por encima de la superficie, y Laidi pudo distinguir el agradable olor de la plvora. Intent pensar qu haba podido ocurrir, atenazada por el presentimiento de que era algo muy malo. Tena ganas de gritar, pero lo nico que hizo fue soltar un torrente de lgrimas que cayeron ruidosamente al suelo. Por qu estoy llorando? No, en realidad no estoy llorando, pens. Por qu iba a llorar? A lo mejor son gotas de agua del ro, no son lgrimas. El caos se apoder de su cabeza. La escena que haba ante ella el sol que pasaba entre los travesaos del puente, el ro
  161. 161. agitndose, con el agua totalmente embarrada, los densos matorrales que haba a sus pies, un montn de golondrinas atolondradas y sus hermanas anonadadas la envolva con una catica combinacin de imgenes, como si fuera un ovillo enmaraado. Sus ojos se fijaron en su hermana menor, Qiudi, que tena la boca abierta y los ojos cerrados; le caan lgrimas por las mejillas. A su alrededor se extendi un sonido crepitante, como de alubias frindose al sol. Los secretos que haba ocultos entre los arbustos hacan unos extraos crujidos, como de pequeas criaturas que se arrastran serpenteando,
  162. 162. pero no se oa nada a los hombres que haba visto haca unos pocos minutos. Las espinosas ramas apuntaban silenciosamente hacia arriba y sus hojas, semejantes a monedas de oro, brillaban dbilmente. Todava estaran ah? Y si era as, qu estaban haciendo? Entonces escuch un grito seco y distante: Hermanitas, al suelo hermanitas al suelo, boca abajo Escudri el paisaje buscando el lugar del que venan los gritos. En lo ms profundo de su mente, un cangrejo caminaba en crculos y le generaba un dolor terrible. Vio algo negro y brillante
  163. 163. que caa del cielo. Una columna de agua gruesa como un buey se alz lentamente desde el ro, del lado este del puente de piedra, y se difumin en todas direcciones cuando alcanz la altura del dique, como las ramas de un sauce llorn. En unos segundos, los olores de la plvora, de los lodazales del ro y de los peces y gambas destrozados se juntaron en su nariz, tratando de apoderarse de ella. Los odos le pitaban con tal fuerza que no poda or nada, pero se le ocurri que vea las ondas sonoras viajando por el aire. Otro objeto negro cay en el ro, enviando una segunda columna de agua
  164. 164. hacia el cielo. Algo azul golpe contra la ribera del ro, con los bordes curvados hacia afuera como el diente de un perro. Cuando se agach para recogerlo, una chispita de humo amarillo surgi de la punta de uno de sus dedos, y un dolor agudo recorri todo su cuerpo. Instantneamente, los ruidos estremecedores del mundo volvieron a apoderarse de ella, como si el penetrante dolor que senta en el dedo procediera de sus odos y acabara con el bloqueo en el que se encontraban. El agua formaba ruidosas olas y el humo se expanda hacia arriba. Unas explosiones
  165. 165. retumbaron en el aire. Tres de sus hermanas estaban aullando y las otras tres estaban echadas en el suelo con las manos protegindose los odos y con el culo en pompa, como esos pjaros estpidos y extraos que, cuando los persiguen, esconden la cabeza debajo de la tierra pero se olvidan de sus cuartos traseros. Hermanitas! Otra vez oy una voz entre los arbustos. Al suelo, boca abajo y venid arrastrndoos hasta aqu. Se ech al suelo, boca abajo, y busc al hombre que haba entre los arbustos. Por fin lo encontr entre las flexibles ramas de un sauce rojo. El
  166. 166. extrao de la cara oscura y los dientes blancos le haca gestos con una mano. Date prisa! le grit. Arrstrate hasta aqu. En su mente confusa se abri un hueco por el que entraron unos rayos de luz. Oyendo el relincho de un caballo, se gir para mirar a su espalda y vio un potro dorado, que al galope se subi en el puente de piedra por el extremo que daba al Sur, con las orgullosas crines al viento. Iba sin embridar y era hermoso, libre, vivaz, disfrutando de su juventud. Perteneca a la Casa Solariega de la Felicidad y era hijo del semental japons de Tercer Maestro Fan; en otras
  167. 167. palabras, era uno de sus nietos. Ella conoca a ese maravilloso potro, y le gustaba mucho. A menudo lo haba visto galopando arriba y abajo por los caminos, volviendo locos a los perros de la Ta Sol. Cuando lleg a la mitad del puente, se detuvo como si no pudiera atravesar la pared de paja, o como si se hubiera mareado por el licor con el que la haban empapado. Levant la cabeza y e