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Para ver el video accede a este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=iLLTWLDQLak TEXTO PRIMERO JESUS Y LA HIJA DE JAIRO: 40. Cuando regresó Jesús, le recibió la muchedumbre, pues todos le estaban esperando. 41. Y he aquí que llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba entrara en su casa, 42. porque tenía una sola hija, de unos doce años, que estaba muriéndose. Mientras iba, las gentes le ahogaban. 43. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie, 44. se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre. 45. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen.» 46. Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí.» 47. Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada. 48. El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.»

Hija de jairo

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Para ver el video accede a este enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=iLLTWLDQLak

TEXTO PRIMEROJESUS Y LA HIJA DE JAIRO:

40. Cuando regresó Jesús, le recibió la muchedumbre, pues todos le estaban esperando.

41. Y he aquí que llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba entrara en su casa,

42. porque tenía una sola hija, de unos doce años, que estaba muriéndose. Mientras iba, las gentes le ahogaban.

43. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie,

44. se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre.

45. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen.»

46. Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí.»

47. Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada.

48. El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.»

49. Estaba todavía hablando, cuando uno de casa del jefe de la sinagoga llega diciendo: «Tu hija está muerta. No molestes ya al Maestro.»

50. Jesús, que lo oyó, le dijo: «No temas; solamente ten fe y se salvará.»

51. Al llegar a la casa, no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan y Santiago, al padre y a la madre de la niña.

52. Todos la lloraban y se lamentaban, pero él dijo: «No lloréis, no ha muerto; está dormida.»

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53. Y se burlaban de él, pues sabían que estaba muerta.

54. El, tomándola de la mano, dijo en voz alta: «Niña, levántate.»

55. Retornó el espíritu a ella, y al punto se levantó; y él mandó que le dieran a ella de comer.

56. Sus padres quedaron estupefactos, y él les ordenó que a nadie dijeran lo que había pasado.

Tomado de: http://www.bibliacatolica.com.br/es/la-biblia-de-jerusalen/lucas/8/

TEXTO SEGUNDO:

La hija de Jairo y la hemorroísaMilagros de Jesús

Marcos 5, 21-43: Pidamos conscientes de que Dios nos ama, aunque no lo merezcamos.

Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su

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manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"» Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos y le dice: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

Reflexión:

Vemos a un hombre y una mujer postrados a los pies de Jesús. Se acercan a Él. Saben que puede solucionar su problema, satisfacer sus deseos. Jairo anhela que su hija no muera. “Mi hija está enferma. Ven a imponerle las manos para que se salve y viva”. La mujer quiere verse curada de su enfermedad. “Si sólo tocara su vestido, quedaré sana”. Cuando Cristo descubre su fe, no se puede resistir. “La niña no ha muerto, está dormida... Levántate”. “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y que se cure tu mal”.

Qué grande es el hombre cuando, consciente de su pequeñez y de su indigencia, sabe buscar lo que necesita en Aquel que es verdaderamente grande. El corazón del mismo Dios se conmueve al ver la actitud de sus hijos que acuden a Él como verdadero Padre. El que ama y se sabe amado, no tiene miedo de pedir y no se reserva nada cuando se trata de dar.

Pidamos, pero no como quien cree merecerlo todo. Pidamos conscientes de que Dios nos ama, aunque no lo merezcamos. Aún más, nos ama en nuestra debilidad, que nos acerca a Él. Y así como le

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pedimos, sepamos ofrecerle el homenaje de nuestra fe y nuestra confianza total. No dudemos de su amor, que quiere darnos todo lo que realmente necesitamos, quiere curarnos de nuestra enfermedad, quiere darnos la verdadera vida.

El evangelio de hoy nos presenta a dos enfermos que acuden al médico para pedir que los cure de su verdadera enfermedad. Si ellos fueron curados, ¿qué necesitamos nosotros para lograr nuestra curación?Primero de todo saber qué me pasa, qué me duele, qué molestia siento pues siempre tenemos alguna molestia. Podemos padecer el cáncer de la inmoralidad o la pulmonía del enfado que nos hace reñir con todo mundo. Una vez localizado nuestro mal lo siguiente es acudir al doctor, a la Iglesia, al sacerdote, para que sane la dolencia del alma.

Cristo curó a estos dos enfermos pero Él decidió el momento. Sólo necesitó de su arrepentimiento sincero y de su sinceridad de corazón. ¿No nos estará pidiendo Cristo lo mismo a nosotros? Pues estemos seguro de que si tomamos la actitud de estos dos enfermos con seguridad seremos curados. Cristo jamás se deja ganar en generosidad. Si le damos uno Él nos dará el doble, según nuestra necesidad.