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sergiohistoria
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IES SIERRA DE GUADARRAMA
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
1º ESO
UNIDAD 3:
EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN.
A lo largo de este tema vamos a analizar cómo se produjo la aparición de la especie humana y como
ha ido evolucionando hasta nosotros, el hombre actual. Para lograrlo realizaremos un análisis exhaustivo
de las diferentes circunstancias y cambios morfológicos que permiten su aparición y su extensión desde la
sabana africana al resto del planeta.
I - La evolución humana. El hombre en su medio
Entendemos por hominización el proceso evolutivo que lleva desde nuestros ancestros hasta el
hombre actual. Esta idea sobre el origen del hombre no fue posible hasta finales del siglo XIX, cuando la
Teoría de la Evolución de las Especies del naturalista Charles Darwin, contó con el respaldo de la mayor
parte del los científicos de su época. Tradicionalmente la idea del origen del hombre había estado
vinculada a las tradiciones religiosas, Dios había creado el mundo y en la cúspide de su obra había puesto
al hombre. Evidentemente la idea de que una evolución natural de especie en especie hubiera llevado
hasta el hombre moderno rompía con las creencias de la mayor parte de la humanidad hasta ese
momento.
La idea de evolución de las especies había sido ya apuntada por otros científicos antes de Darwin.
Lamark, por ejemplo, había planteado a finales del siglo XVIII que las especies se adaptaban a los medios y
de alguna manera se transformaban a partir de esto en especies distintas. Las gacelas que a lo largo de
generaciones iban estirando el cuello hasta convertirse en Jirafas. Cuando Darwin a la vuelta de su viaje en
el Beagle (un barco científico inglés) y tras el estudio de las especies de lugares como las islas Galápagos,
comprobó que las especies habían evolucionado de manera diferente en cada una de las islas. Para
Darwin, las especies sufrían transformaciones espontáneas que resultaban en ocasiones favorables para
las circunstancias dadas y que de ese modo se producía una selección natural.
Más allá del debate de cómo se produce esta evolución, que aun se mantiene hoy en día, la idea de
que las especies derivasen unas de otras puso al hombre en un lugar muy diferente al que había ocupado
en las mitologías religiosas de la creación. De repente el hombre formaba parte de la naturaleza y había
evolucionado del mismo modo que el resto de las especies, por lo tanto si buscábamos nuestro pariente
más cercano parecía claro que este era el “mono”. No tardó mucho el debate en simplificarse en ese “el
hombre viene del mono”, que a menudo hemos escuchado y que sirvió para hacer
burla del propio Darwin, representando en su época como un simio, tal y como le
podemos ver aun hoy en las etiquetas de “Anís del Mono”.
Hoy en día parece claro que los gorilas de las selvas africanas y nosotros tenemos un
origen común. El estudio genético de las especies nos ha permitido comprobar estas
similitudes y esos orígenes y nos permite afirmar que el 96% de nuestros genes son
idénticos a los de los chimpancés.
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La cuestión que se plantea entonces es ¿cuándo se produjo la desviación que mantuvo a los gorilas
en la selva y a nosotros nos convirtió en la especie que somos?. Parece que alrededor de hace seis
millones de años la región del sudeste de África estaba sufriendo un cambio climático. La apertura del
Rift Valley y las cadenas montañosas de su cabecera, habían provocado que una parte de la región sufriera
un descenso de precipitaciones y las antiguas selvas tropicales se aclararán y se convirtieran en un
hábitat más parecido a la sabana. En estas circunstancias vivía la especie con la que hoy los
prehistoriadores abren la serie de especies de pre-homínidos que llevan al hombre moderno. Esta especie
nueva recibe el nombre de OrrorínTurgenensis (Orrorín) y es la primera especie que a través de los restos
de un húmero fósil podemos deducir que caminaba sobre dos piernas, que tenía marcha bípeda como
nosotros. Las ventajas sobre las especies de los bosques (como el chimpancé o el gorila) en aquel hábitat
eran evidentes, la marcha bípeda les permitiría mayor velocidad, les servía también para poder llevar cosas
en las manos sin problemas además ayudarles a descubrir a sus enemigos antes precisamente por esa
posición erguida que les permitía ver más lejos y sobre las altas hierbas de la sabana.
Conviene no olvidar que la mayor parte de las conclusiones que podemos sacar de aquellos tiempos
y aquellas especies están sacadas de restos muy reducidos y en muy corto número. Para esta época de la
humanidad nuestras fuentes son por desgracia, aun muy poco generosas.
II-Rasgos morfológicos de la evolución humana. Orígenes de la sociabilidad.
La evolución de la especie humana comenzó con la marcha bípeda, esta característica que nos
distingue de otros primates y del resto de los mamíferos, es el primer elemento que parece conducir hacia
nuestra especie. Sin embargo el elemento más relevante de nuestra naturaleza humana es nuestra
capacidad de pensamiento, nuestra capacidad para razonar, para imaginar y para crear. De todos los
órganos que han sufrido transformaciones a lo largo de esa larga evolución humana, evidentemente es el
cerebro el que ha transformado nuestra especie de una manera más profunda. En primer lugar por una
evidente evolución en el tamaño de nuestro cerebro, que ha ido ganando centímetros cúbicos según nos
acercamos a nuestra especie. En segundo lugar por la evolución también de sus capacidades, quizás mucho
más importante que el volumen, pues capacidades como la del pensamiento simbólico parecen sólo al
alcance de nuestra especie y son las que marcan en buena medida las diferencias en nuestra forma de
pensar.
La evolución del cráneo de los homínidos pasó por varias evoluciones que conviene destacar. La
primera la pérdida de la cresta sagital, que aparecía en algunas especies de prehomínidos; la cresta es esa
especie de quilla que hace la bóveda del cráneo en especies como los gorilas. También es notable la
progresiva evolución de la frente, cada vez más alta
correspondiendo esto al crecimiento de la capacidad craneal. Muy
destacable también es la suavización de los arcos supraciliares (el
borde por encima del hueco de los ojos). La tercera característica
y muy importante por lo mucho que nos dice de las costumbres
de nuestros antepasados es la evolución de la mandíbula,
progresivamente más débil, de dientes más pequeños y que
pierde la proyección hacia delante que tienen las especies más
primitivas. En definitiva, en la evolución hacia nuestra especie, el
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cráneo se va haciendo cada vez más redondeado, dando cabida a un cerebro mayor, la cara más plana y la
mandíbula más recta.
La posición erguida permitió dejar libres las manos para poder llevar objetos, algo que sería
también favorecido por una evolución en los huesos de
la mano que hace nuestro pulgar oponible (puede
hacer pinza con cualquiera de los otros dedos y
especialmente con el índice), esto nos permite coger y
utilizar herramientas con gran precisión. Además de
esta ventaja (y las que comentamos a propósito de
Orrorín) el bipedismo supuso una evolución de la
estructura de la cadera que provocó un estrechamiento
del canal del parto. Esto dificultaba el nacimiento y
parece que tuvo mucho que ver con las adaptaciones
sociales que nuestra especie hizo desde hace cientos de
miles de años. La estrechez del canal provoca un parto
difícil y lleva a que las hembras necesiten de la ayuda
de otros miembros del grupo para dar a luz. Se supone que esta labor la hacían las madres y las abuelas y
que de ese modo se estrechaban los lazos familiares y grupales. Otro elemento importante es que las crías
debían nacer en un estado de “cierta inmadurez”, para que sus cráneos puedan salir por el estrecho canal
del parto. En nuestra especie los bebés nacen muy inmaduros, con los huesos del cráneo sin cerrar (lo que
llamamos fontanelas) y esa inmadurez con la que nacen (comparad una cría humana con otras especies
que son capaces de ponerse de pie, alimentarse por sí solas o desplazarse con toda la manada,
inmediatamente o a las pocas horas del parto) hace que la especie humana tenga una infancia
extremadamente larga. La maduración de nuestro cerebro se produce después del nacimiento y la enorme
plasticidad de este órgano en esa primera infancia, parece estar detrás en parte de nuestra extraordinaria
capacidad de aprendizaje. A su vez, el cuidado de madres y de crías, fortaleció los lazos del grupo, que
precisaba de la ayuda mutua para sobrevivir. Algunos antropólogos y pre-historiadores piensan que los
rasgos sociales de nuestra especie, la evolución del lenguaje, los signos y nuestras pautas de
comportamiento tienen como origen la necesidad de “los otros” para sobrevivir.
III- La hominización. Especies y distribución de los primeros homínidos
Estos cambios morfológicos, sociales y culturales se resolvieron en un periodo de tiempo que se
acerca a los seis millones de años. La primera especie que nos pone en la pista, Orrorín, tiene precisamente
esos seis millones de años y parece ser la primera especie bípeda en el camino de nuestra evolución.
Sin embargo las primeras especies de pre-homínidos que relacionamos de una manera más estrecha con
nuestra especie nacerán en torno a los 4.000.000 años en la misma zona sur-oriental de África. Se trata del
genero Austrolopithecus, primero el “Anamensis” del que se hallaron restos en el lago Turkana (en esa
zona de África) y sobre todo de la especie Austrolopithecus Afarensis, a la que pertenecen los restos de
Lucy, la hembra de Austrolopithecus que inició el estudio de esta primitiva especia y que data de alrededor
de 3.000.000 de años. El tamaño craneal de esta especie era un tercio del de nuestra especie y conservaba
numerosos rasgos primitivos como la mandíbula proyectada hacia delante o la frente huidiza como la de
Fuente: Homínidos. Las primeras ocupaciones de los continentes
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los chimpancés. A pesar de ello la dentadura es mucho más débil que la de sus antepasados primates. El
descubrimiento de Lucy se produjo a comienzos de los años 70 y el nombre, como hemos comentado en
clase, se debió al éxito de una canción de los Beatles que sonaba en aquella época: Lucy in the sky with
diamonds.
Hace alrededor de 2,5 de años aparece el género al que pertenece nuestra especie, el género
Homo. La definición del género Homo está unida a la idea de que este género tiene características
“humanas”, la más importante de las cuales es su
capacidad para generar las primeras
herramientas. A diferencia de otras especies, el
hombre es capaz de fabricar herramientas, otras
especies utilizan algunos instrumentos obtenidos
de la naturaleza, espinas para obtener gusanos de
las cortezas de los árboles, palos para defenderse o
alcanzar objetos lejanos, …, pero la capacidad de
fabricar utensilios de manera creativa es una
característica específicamente humana.
La primera especie asociada a este género es el
Homo Habilis, precisamente por esa capacidad para fabricar herramientas (de ahí la “habilidad” de su
nombre). La especie aparece en sus restos más antiguos hacia los 2.400.000 años, pero los restos más
abundantes corresponden a los 1.800.000 años de antigüedad. La especie tiene una mayor capacidad
craneal así como un cráneo más redondeado, el arco supraciliar más suave y la cara ancha y plana. En
cualquier caso la característica más importante es la de que es la especie a la que están unidas las primeras
herramientas humanas (Modo I) que se han hallado.
Entre los 1.800.000 y los 1.400.000 años aparece una especie esencial en la especie humana por ser
la primera que sale del continente africano. Se trata del Homo Ergaster, la altura de estos homínidos era
más cercana a la nuestra, con una mayor capacidad craneal y un aspecto más humano (cara más plana,
cráneo más redondeado), que sus antepasados. A los yacimientos de Ergaster están unidos los primero
restos de utilización del fuego y como hemos dicho es la especie que saldrá de África para adentrarse en
Asia y Europa.
A partir de este momento la evolución humana va a seguir un camino dividido, por un lado los
homínidos evolucionan en Europa siguiendo una línea, otra línea siguen en Asia y África determinará una
línea de evolución diferente que será la que conduzca a nuestra especie.
En Asia la especie evoluciona hacia el Homo Erectus, que tiene una larga pervivencia en el continente
asiático. En Europa el homo Ergaster da lugar en torno al 1.500.000 de años a una especie nueva, el Homo
Antecessor. El descubrimiento de esta especie se produce en el importantísimo yacimiento español de
Atapuerca (Burgos) donde encontramos los homínidos más antiguos de Europa occidental. El Homo
Antecessor deriva en otra especie el Homo Heidelbergensis que surge en torno al 500.000 años, la
capacidad craneal de esta especie llega los 1.390 cc, ya cercana a la nuestra y sus características son muy
cercanas a las nuestras, aunque su aspecto sería más parecido a la de nuestros primos más cercanos, la
especie europea más moderna que deriva del Heidelbergensis, el Hombre de Neandertal.
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El hombre de Neandertal aparece en torno a los 230.000 años y estará en el continente hasta los
28.000 años, cuando es desplazado por nuestra especie. Se trata de una especia muy evolucionada y
adaptada a las condiciones del clima de su tiempo, las glaciaciones. Los neandertales eran grandes
cazadores, su cuerpo era más fuerte que el nuestro, tenían una altura un poco menor, y algunos rasgos
diferentes, por ejemplo la nariz era muy ancha, tenían un arco supraciliar más destacado que él y su
capacidad craneal (similar e incluso superior a la nuestra) estaba distribuida de manera un poco diferente,
pues tenían el cráneo proyectado hacia atrás, dejando una frente más estrecha que la nuestra.
Curiosamente y a pesar de las imágenes que a menudo se han transmitido sobre esta especie eran rubios y
pelirrojos y de piel clara y estaban lejos de ese aspecto simiesco con el que a menudo se les ha
representado. Dominaron Europa durante 200.000 años, dejando multitud de fósiles y una tecnología (la
musteriense – Levallois) muy sofisticada.
De hecho se considera que si hoy
viéramos un Neandertal entre nosotros no nos
llamaría especialmente la atención, más allá
de que nos pareciera un poco más feo, un
poco más basto o un poco más agreste que
nosotros. Hace 40.000 años irrumpe en
Europa procedente de África nuestra especie,
que había evolucionado en ese continente
desde el antepasado común, el Homo
Ergaster. A lo largo de 10.000 años las dos
especies, Homo Sapiens (el hombre de
Cromañón) y el Hombre de Neandertal,
conviven en Europa. Los científicos siguen
debatiendo si durante ese tiempo se
produjeron hibridaciones (mezclas entre los neandertales y los sapiens), parece que hay algunos rasgos
genéticos apuntan esto, aunque se negó durante muchos años.
Recientemente una película francesa "Ao; Le dernier neandertal" presenta la última versión
cinematográfica de este encuentro. Quienes estéis interesados en estas recreaciones no dejéis de ver "En
busca del fuego", un clásico en este tipo de cine. Aquellos que no os contentéis con la imagen tenéis
también una serie bien conocida de libros de la autora Jean M. Auel, "El Clan del oso cavernario", la
recreación histórica novelada quizás más conocida.
V- Las tecnologías paleolíticas
Nuestros antepasados pasaron de vivir en las selvas tropicales en los abiertos espacios de las
sabanas, al tiempo que su mandíbula se hacía más débil (con dientes más pequeños y perdiendo los
grandes colmillos), lo que tuvo que llevar a una adaptación en su forma de alimentarse. Por otro lado las
oportunidades de alimentarse en la sabana son menos ricas que las que se daban en la selva tropical y esto
llevó a adaptaciones que tendrían importancia en la evolución de nuestra especie.
Pasamos de alimentarnos de tallos y hojas a preferir alimentos más blandos, a raíces, tubérculos,
pequeños animales y muy pronto también a disputarle los restos de cadáveres a otros carroñeros, como
Atlas Histórico Mundial; Georges Duby. Ed: Larousse
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los buitres o las hienas. Empezamos siendo recolectores de frutos y raíces y comedores de carne casuales
cuando se daba la oportunidad. Pero la importancia de comer carne se fue haciendo más intensa cuando
otras fuentes de alimentación (los frutos) escaseaban. Para ello tuvimos que convertirnos en cazadores y
en este sentido nuestra inteligencia, que cada vez necesitaba de más calorías, necesitábamos una dieta
más rica para alimentar nuestro gran cerebro, hizo que la caza fuera ganando progresivamente
importancia. Para ello el hombre tuvo que evolucionar no sólo morfológicamente sino en sus capacidades
tecnológicas y fabricar mejores y más especializadas herramientas.
Los primeros utensilios aparecen hace 2.000.000 millones de años vinculados al Homo Habilis, se
trata de lo que conocemos como Modo I (Olduvayense). Se trata de cantos rodados a los que se les ha
golpeado unas cuantas veces hasta lograr un filo o una punta destacada. Estas herramientas servían para
ayudarse en la corta de ramas duras, para romper los huesos de los animales y obtener el tuétano (la parte
de dentro que es muy rica en nutrientes y a la que otros animales no accederían). Los utensilios del Modo I
eran por así decir “universales”, servían para muchas tareas y tenían poca especialización, el filo que
alcanzaban se limitaba a unos pocos centímetros y su tecnología se prolongó durante un millón de años.
En torno a los 800.000 años la tecnología humana evoluciona hacia el Achelense o Modo 2.
Podemos caracterizar estas herramientas por su forma apuntada
y por estar completamente talladas, dejando una forma regular y
triangular con dos lados simétricos, por eso el nombre que recibe
es el de “Bifaz”. Se trata de una herramienta más especializada y
mucho más poderosa. El filo de esta herramienta alcanzaba con
facilidad unos 40 cm.
En torno a los 300.000 años y unido al hombre de Neandertal aparece el Modo 3 (Levallois). El
modo 3 se caracteriza por la utilización de una técnica llamada Levallois, que consiste en sacar un gran
número de utensilios de un núcleo de sílex. De una pieza de piedra de Sílex y siguiendo la técnica Levallois
se obtenían, cuchillas, puntas, raederas, una larga serie de piezas especializadas que servían para
distintas funciones y que se fabricaban a partir de las “lascas” obtenidas. Hacer agujeros, raspar el cuero
de los animales cazados, cortar, zaherir. Al periodo en el que esta técnica se extiende se le conoce con el
nombre de “Musteriense” y a veces se utiliza este nombre para referirse a estas técnicas. Evidentemente
se trata de una técnica muy útil para obtener herramientas para la caza, siendo el hombre de Neandertal,
como dijimos, un extraordinario cazador.
El modo 4 (podemos hablar de diferencias entre tecnologías y épocas, Auriñaciense, Solutrense,
Magdaleniense) está unido a nuestra especie y coincide con su cronología,
en torno a los 30.000 años en adelante. La evolución de la técnica consigue
piezas más pequeñas y super-especializadas. A este modo está asociada
también la fabricación de otras herramientas en materiales distintos a la
piedra, hueso, hasta de animales, como puntas, azagayas, arpones, para
cuya fabricación se utilizaban las pequeñas herramientas, como cuchillos,
buriles, fabricados en sílex. También encontramos abundantes puntas de
flecha y puntas de lanza en forma de hoja de laurel.
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