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1 LAS BEGUINAS: LA BÚSQUEDA DE UNA RELIGIOSIDAD LAICA Y FEMENINA EMANCIPADORA Alumno: José Carlos López García Sumario: I- Contexto histórico. II- Planteamientos iniciales. III- Las beguinas. IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal. V-Conclusiones. Bibliografía I- Contexto histórico El fenómeno social y religioso que protagonizaron grupos de mujeres conocidas como beguinas debe ser contextualizado debidamente desde distintos ámbitos para la correcta comprensión de su origen y desarrollo. Entre los siglos XI y XIII se experimentaron profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que influyeron en las nuevas formas de expresión espiritual. En este periodo cronológico se produjo un renacer urbano en una sociedad marcada por su carácter rural que dio lugar a nuevos tipos de relaciones sociales y económicas, así como a incipientes grupos sociales, como la burguesía. El resultado fue que paulatinamente la ciudad se convirtió en el núcleo político y económico. Una ciudad sería aquel núcleo donde sus habitantes desarrollaran actividades en proceso de expansión como el comercio y la artesanía, y gozaran de una serie de libertades. La ciudad, por lo tanto, proporcionaba nuevas oportunidades sociales y económicas, produciéndose un éxodo desde el área rural al área urbana que favoreció el crecimiento demográfico urbano. Estos cambios no suponían una ruptura con la sociedad feudal, y pese al anhelo de promoción social que pudiera implicar el asentamiento en la ciudad, la rígida jerarquización social y política junto a las desigualdades socioeconómicas 1 generaron un marco compuesto por burgueses enriquecidos, artesanos y asalariados cualificados y unas heterogéneas capas populares formadas por una masa de 1 MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid, 1983, p. 75

José Carlos López García - LAS BEGUINAS

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LAS BEGUINAS:

LA BÚSQUEDA DE UNA RELIGIOSIDAD

LAICA Y FEMENINA EMANCIPADORA

Alumno: José Carlos López García

Sumario: I- Contexto histórico. II- Planteamientos iniciales. III- Las beguinas.

IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal. V-Conclusiones. Bibliografía

I- Contexto histórico

El fenómeno social y religioso que protagonizaron grupos de mujeres conocidas

como beguinas debe ser contextualizado debidamente desde distintos ámbitos para la

correcta comprensión de su origen y desarrollo.

Entre los siglos XI y XIII se experimentaron profundas transformaciones

sociales, económicas y culturales que influyeron en las nuevas formas de expresión

espiritual. En este periodo cronológico se produjo un renacer urbano en una sociedad

marcada por su carácter rural que dio lugar a nuevos tipos de relaciones sociales y

económicas, así como a incipientes grupos sociales, como la burguesía. El resultado fue

que paulatinamente la ciudad se convirtió en el núcleo político y económico. Una

ciudad sería aquel núcleo donde sus habitantes desarrollaran actividades en proceso de

expansión como el comercio y la artesanía, y gozaran de una serie de libertades. La

ciudad, por lo tanto, proporcionaba nuevas oportunidades sociales y económicas,

produciéndose un éxodo desde el área rural al área urbana que favoreció el crecimiento

demográfico urbano. Estos cambios no suponían una ruptura con la sociedad feudal, y

pese al anhelo de promoción social que pudiera implicar el asentamiento en la ciudad, la

rígida jerarquización social y política junto a las desigualdades socioeconómicas1

generaron un marco compuesto por burgueses enriquecidos, artesanos y asalariados

cualificados y unas heterogéneas capas populares formadas por una masa de

1 MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid, 1983, p. 75

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trabajadores poco cualificados e inestables que corrían el riesgo de engrosar las filas de

los pobres y de los marginados.2

La cultura se trasladó a la ciudad debido a la preeminencia política y económica

que ésta había adquirido, siendo la universidad la institución académica superior

resultado de esta maduración cultural.3 Debido a las nuevas corrientes culturales e

ideológicas, así como por la posición económica de la burguesía y las innovaciones que

la ciudad ofrecía, los hombres y las mujeres comenzaron a experimentar sed de

conocimientos. Por un lado, nació la figura del intelectual que quería hacer de la cultura

su medio de vida, produciéndose un “renacimiento” filosófico y teológico. Por otro

lado, en la ciudad se desarrollaban una serie de actividades liberales que requerían una

formación especializada o superior.4

A esos factores que influyeron en la religiosidad popular, hay que sumar otro no

menos importante que está relacionado con la consolidación del proceso de reforma de

la Iglesia iniciado a finales del siglo XI, y que supuso una mayor institucionalización y

burocratización5 en torno al núcleo central del poder eclesiástico, Roma, y un refuerzo

de la autoridad de la jerarquía eclesiástica, así como una renovación de las prácticas de

vida monacal (“clunización” del monacato y la posterior reacción cisterciense) y de la

formación del clero secular.6 De este modo, la Iglesia se fortalecía para hacer valer sus

intereses temporales frente a los poderes laicos y para erigirse como faro moral e

ideológico de la sociedad occidental,7 potenciando así su carácter clerical8 y generando

por ello una mayor dicotomía entre clérigos y laicos.

La suma de todos estos factores provocó en los laicos respuestas de carácter

religioso que enriquecieron la espiritualidad y la mística y que rechazaron o trataron de

depurar las fallas de la institución eclesiástica. Esas respuestas desembocaron en

movimientos religiosos que se movieron principalmente en el ámbito urbano.

2 MONSALVO, J. Mª: Las ciudades europeas del Medievo, Síntesis, Madrid, 1997, pp. 284-285 3 RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: Las universidades en la Edad Media, Arco Libros, Madrid, 1996, p. 7 4 RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: op. cit., pp. 9-13 5 MITRE, E.: op. cit, p. 73 6 AA.VV.: Historia de la Edad Media, Ariel Historia, Barcelona, 2006, pp. 193-195 7 AA.VV.: op. cit., p. 192 8 MITRE, E.: op. cit, p. 73

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Como decíamos, la ciudad estuvo marcada por acusadas desigualdades sociales

y económicas que obligaron a crear organismos de asistencia por parte de las

autoridades civiles o eclesiásticas para hacer frente a unas situaciones de pobreza que en

líneas generales era aceptada con resignación. El pobre, en ocasiones despreciado, no

era más que un instrumento de salvación para el rico bienhechor a través de la práctica

de la caridad.9 Sin embargo, entre la sociedad urbana, incluida la opulenta burguesía, se

comenzó a sublimar la pobreza hasta el punto de abrazarla de forma voluntaria tras

renunciar a los bienes materiales con el fin de imitar a Cristo. Aparecieron individuos o

grupos que reclamaban el valor absoluto y literal de los evangelios, materializándose en

una forma de vida “apostólica” marcada no solo por la pobreza, sino por la piedad, la

penitencia, el ascetismo y la comunidad de los bienes, pero sin vivir al margen del

siglo.10 Este ideal de vida se originaría en paralelo al auge del comercio y a la difusión

de una moral que justificaba la acumulación de riquezas.11

En este contexto de nuevas corrientes espirituales e ideales de vida, se fueron

configurando grupos que se moverían entre la ortodoxia y la heterodoxia y entre la

institucionalización y la no institucionalización. La Iglesia no podía oponerse a un ideal

de vida de pobreza que se apoyaba en principios evangélicos, pero hasta las órdenes

religiosas (franciscanos y dominicos) surgidas como consecuencia en este contexto

social y religioso estuvieron en un principio bajo sospecha. La sospecha radicaba en las

consecuencias sociales o políticas que estos movimientos pudieran acarrear.

La línea entre la ortodoxia y la heterodoxia no estaba todavía muy definida, por

lo que las acusaciones de herejía recayeron, más que en un ideal de vida o en la

discusión de un dogma, en las transgresiones de las normas jurídicas, la disciplina y la

organización eclesiástica, dicho de otro modo, en la obediencia a las autoridades

eclesiásticas.12 Los individuos o los grupos acusados de herejes se caracterizarían por

una feroz crítica y oposición a la jerarquía eclesiástica, motivada por su falta de

ejemplaridad,13 que derivaría en posiciones al margen de la autoridad de la Iglesia y en

la defensa y práctica de una relación directa con Dios sin la necesidad de la mediación

9 MITRE, E.: op. cit, pp. 76-77 10 BOTINAS I MONTERO, E.: Les beguines: la raóil.luminada per amor, Publicacions de l'Abadia de

Montserrat, Barcelona, 2002, pp. 18-23 11 MITRE, E.: op. cit, p. 79 12 MITRE, E.: op. cit, p. 80 13 MITRE, E.: op. cit, p. 82

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de los clérigos.14 Franciscanos y dominicos acabarían siendo aprobados e integrados en

el seno de la Iglesia como canalizadores de los nuevos ideales religiosos para

contrarrestar la subversión de los grupos opuestos a la autoridad eclesiástica.15

Otra característica de esta “primavera” espiritual es que promovió un menor

desprecio de la mujer en una sociedad que las consideraba inferiores fisiológicamente y

espiritualmente. Desde mediados del siglo XII se potenciaría la espiritualidad mariana y

la exaltación de la santidad femenina, sin embargo, la mujer siguió socialmente en una

posición de inferioridad.16 Aquellos grupos que traspasaron las líneas de la ortodoxia

tuvieron en la mujer a uno de sus principales soportes y protagonistas. Promovieron la

igualdad entre sus miembros independientemente de su sexo, no rechazando la

superioridad moral o intelectual de las mujeres. El movimiento beguinal fue uno de los

principales protagonistas de la dignificación de la mujer en ese periodo de

transformaciones sociales, económicas, religiosas y culturales del cual forma parte.

II- Planteamientos iniciales:

En el apartado anterior hemos desarrollado de forma general, pero tratando de no

obviar ningún aspecto, el contexto histórico en el cual vivieron las beguinas. En este

apartado queremos trazar una serie de líneas que nos permitirán comprender con más

profundidad el interior o el alma de este movimiento desde una perspectiva de género.

Una vez entendida esa perspectiva, expondremos la historia de las beguinas, prestando

para ello atención a su origen y localización geográfica, a sus formas de vida y a su

espiritualidad.

La vida monástica era parte de la religiosidad oficial y una vía de escape para

aquellas mujeres que querían evitar una vida laica y familiar no deseada o para aquellas

que no se hubieran casado o hubieran enviudado.17 La propia sociedad feudal y

patriarcal que las obligaba al matrimonio y a la procreación ofrecía una salida que

formaba parte de esa misma sociedad, pues las reglas monacales habían sido elaboradas

14 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 20 15 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 21 16 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 22-23 17 SEGURA GRAIÑO, C.: « La religiosidad de las mujeres en el Medievo castellano », Santes, monges i

fetilleres,Univeristat de València, 1991, p. 57

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por hombres y el monasterio dependía de una autoridad eclesiástica superior

exclusivamente masculina, independientemente de que la autoridad interna del

monasterio fuera una mujer. El monacato también era sinónimo de reclusión, por lo que

la huida de la vida laica en busca de libertad no se traducía en libertad.

Las beguinas lograron esa emancipación femenina que anhelaban a partir de una

religiosidad espontánea y propia, individual y laica, y dotada de libertad por no estar

recluidas ni sometidas a una regla.18 La mujer invadió así un terreno que le estaba

vedado cuando sin interferencias masculinas comenzó a tejer y a expresar un

pensamiento religioso de mujeres y para mujeres.19 Se trataría, por lo tanto, de una

reacción femenina desde dentro de su fe, no contra la misma,20 pues en una sociedad

que giraba en torno a la religión hubiera sido impensable una reacción desde fuera de la

cosmovisión religiosa.

Inscritas a la cultura de la pobreza literal y simbólica, estas mujeres laicas

abrazarán el camino de Cristo desde una experiencia espiritual que conduciría a algunas

de ellas al misticismo.21 Estas mujeres buscarían la unión completa con lo divino (el

amor) y sin intermediarios para alcanzar la paz. Para ello alimentarían una espiritualidad

de despojamiento, de anonadamiento, de búsqueda de un abismo que las conduciría a la

pobreza simbólica, estado divino en el cual sus almas serían libres.22

La espiritualidad femenina propia se basaba en las inquietudes vitales de estas

mujeres, pero estuvieron influenciadas por las corrientes teológicas y literarias de su

tiempo. Las referentes de este movimiento bebieron de la invitación que planteó el

Císter a descubrir el “hombre interior” y a experimentar una experiencia humana carnal

y espiritual con el fin de unirse con Dios, acudiendo a la literatura cortés y trovadoresca

para elaborar su discurso.23 Estamos, pues, ante unas mujeres con cierto nivel cultural y

teológico, bien porque su origen familiar fuese privilegiado (noble o burgués), bien

porque hubiesen estudiado en un convento o en el seno de un beguinato. Son mujeres

18 SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., pp. 59-60 19 SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., p. 55 20 MITRE, E.: op. cit, p. 73 21 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Eds.

Martínez Roca, Barcelona, pp. 13-14 22 GARÍ, B.: « La vida del espíritu », Las Relaciones en la historia de la Europa medieval, Tirant

loBlanch, 2006, pp. 260-261

23 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. Cit., pp. 13 y 15

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que crean cultura y que la hacen circular, necesitan expresarse. Y para ello recurrirán

tanto a la escritura como a la oralidad. A través de cartas y poemas, o de conversaciones

privadas o en público, expresarán sus ideas a toda aquella persona que quisiera

impregnarse de su santidad y espiritualidad laica.

Las principales místicas y escritoras asociadas a la espiritualidad para mujeres se

expresaban además en la lengua del pueblo, en las lenguas vernáculas, lo que las

convirtió al mismo tiempo en mujeres populares de cara a sus seguidores y temidas para

la autoridad eclesiástica. No solo rehusaban de tener mediadores entre el clero

masculino para relacionarse con Dios, sino que se atrevían a “predicar” sus enseñanzas

e ideales. Ese rechazo a la mediación no las convertía en enemigas acérrimas de los

otros movimientos u órdenes mendicantes. Mantuvieron en líneas generales una

especial conexión con el Císter,24 así como con distintas corrientes como el Libre

Espíritu.25 Al fin y al cabo no eran un movimiento homogéneo, definido por un cuerpo

común de ideas o reglas, sino que vivía en el mundo y se relacionaba con el mundo,

pero marcando las distancias con aquellas instituciones que las anulaba como

individuos, la institución de la familia y la institución eclesiástica. Numerosos monjes,

místicos y predicadores itinerantes se dejaron conquistar espiritualmente por estas

mujeres, siendo correspondidas por ellas, de modo que mutuamente se enseñaban, se

aconsejaban y se enriquecían espiritualmente, pero en un plano de igualdad, sin que la

diferencia de género fuese un obstáculo. Como luego veremos, el Císter estimuló las

asociaciones privadas de mujeres religiosas y su incorporación legal a su Orden cuando

el peligro de la condena y la persecución todavía seguía rondando sobre ellas.

Posteriormente aportaremos más apuntes de la espiritualidad de las beguinas a

partir de casos concretos, aunque nuestra intención en estas líneas era relacionar la

experiencia religiosa laica con la búsqueda de sí misma y la superación por parte de la

mujer en el interior de una sociedad que la ata a unos roles concretos y que la excluye

de determinados ámbitos monopolizados por el hombre.

24 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 18 25 MITRE, E.: op. cit, p. 214

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III- Las beguinas

III.1- Cronología y ámbito geográfico:

El movimiento beguinal aparece en las últimas décadas del siglo XII en torno a

Flandes, Brabante y Renania, pero ya en el siglo XIII se habría extendido por todo el

continente europeo occidental,26 incluida la Península Ibérica.

Además de la explicación ya expuesta, se barajan otros factores que

contribuyeron a la aparición de las beguinas. Hay quien ha planteado la posibilidad de

que existiera una superpoblación femenina entre los siglos XII y XIII, y en concreto un

elevado porcentaje de mujeres viudas y solteras.27 Ese elevado número de viudas ha

sido asociado por algunos autores al fenómeno cruzado, siendo pues viudas de

caballeros cruzados aquellas que comenzaron a agruparse para llevar una vida de

castidad y piedad sin votos religiosos.28

III.2- Organización y formas de vida:

Las beguinas podían vivir en solitario, en pequeños grupos entre dos y cinco

beguinas, o formando grandes comunidades agrupadas en un conjunto de casas de

pobreza que actuarían como repositorios de espiritualidad.29 En esas comunidades se

tejían unas relaciones familiares de tipo espiritual, y aunque en ocasiones existieran

lazos familiares de sangre, la relación espiritual se sobreponía a ésta.30 Podían ser

comunidades estables o puntuales, aunque no hubo una norma general para el conjunto

del territorio europeo. En el centro de Europa sí que fue común la existencia de grandes

comunidades, al contrario que en la Europa mediterránea.31 Fueron un movimiento

interclasista y heterogéneo en todos sus ámbitos, pues sus medios de vida también

fueron variados. Aquellas beguinas de origen noble o patricio podían mantener su

patrimonio y su autonomía económica con el fin de mantenerse a sí mismas o mantener

a la comunidad a la cual pertenecieran. Recibieron también el apoyo solidario de la

sociedad, hasta el punto de que algunos nobles o burgueses legaban parte de su herencia

26 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 25 27 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 29 28 MITRE, E.: op. cit, p. 214 29 NIETO, D.: « « Quispiritus ambo suntunum ». La red de espiritualidad beguina del Languedoc a inicios

del siglo XIV » ,Redes femeninas de promoción espiritual (s. XIII-XVI), Viella, Roma, 2013, p. 166

30 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116 31 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 30 y pp. 32-33

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a las beguinas, y recibieron contraprestaciones por los servicios espirituales que

ofrecían. Incluso hubo reinas, como la reina Violante de Bar, segunda esposa de Juan I

de Aragón, que contribuyeron económicamente al sostén de algunas de estas mujeres

por simpatizar con su forma de vida.32

Aun así, desarrollaron actividades económicas para su sustento, como tejer o

coser, y, en el caso de aquellas que tuvieran una mayor formación cultural, escribir o

pintar. Sin embargo, las beguinas más humildes podían recurrir a la mendicidad o a las

instituciones caritativas oficiales para salir adelante.33

Como mujeres integradas en el mundo e impregnadas de una profunda

admiración por los valores evangélicos, llevaron a cabo numerosas actividades

caritativas como la asistencia a enfermos o a presos y la instrucción de niñas,34 las

cuales muchas de ellas crecerían al calor de un beguinato y se unirían a él de adultas.

Como ya hemos apuntado, las místicas más destacadas entre el movimiento beguinal

desarrollaron una intensa actividad literaria y predicadora. Fueron, por lo tanto, mujeres

con mucha movilidad debido a que viajaban o participaban en peregrinajes35 mientras

difundían sus ideas y formas de vida, aunque en ocasiones los viajes eran forzados

debido a la persecución inquisitorial. Pese a los límites que imponía sobre la mujer la

sociedad patriarcal, aquellas que se dedicaron a la vida religiosa dispusieron de más

movilidad.36

Independientemente de estas actividades económicas, asistenciales o

intelectuales, la vida de las beguinas giró en torno a su búsqueda espiritual de forma

individual, adoptando de forma voluntaria y personal37 una vida sencilla, casta y

piadosa según unos radicales principios evangélicos, aunque no se trataban de votos

perpetuos. Distinguidas por su hábito humilde en el vestir, no establecieron estructuras o

pirámides jerarquizadas entre ellas, aunque algunas miembros contaran con cierta

autoridad38 por su espiritualidad o sabiduría. El beguinaje se configuró como un lugar

32 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 33-35

33 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 35-37

34 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 53 35 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 54 36 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 63 37 NIETO, D.: art. Cit., p. 164 38 NIETO, D.: art. Cit., p. 164

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donde desarrollar nuevas formas de relación entre mujeres al margen de la autoridad

masculina, siendo la solidaridad el centro de su relación.39 De este modo crearon unos

lazos de hermandad o de maternidad que trascendieron el aspecto biológico y los lazos

de sangre.40

III.3- La espiritualidad de las beguinas: Las experiencias de Hadewijch de

Amberes y de Margarita Porete

Las vidas de Hadewich de Amberes y Margarita Porette ilustran lo que hemos

venido exponiendo a lo largo del trabajo, que del movimiento beguinal surgieron

experiencias radicales de autonomía femenina, tanto en materia vital como espiritual, e

impulsoras de la literatura en lengua vernácula. El repaso de sus vidas también nos

permitirá introducir el último apartado de este trabajo, en el cual expondremos cómo

reaccionó la Iglesia ante el movimiento beguinal y cómo se relacionó con él.

Hadewijch, natural de Amberes (Bélgica), nació alrededor del año 120041 y

como ella misma reconoce a partir de los diez años comenzó su ardor por “el amor más

violento”.42 Al parecer fue la maestra o guía espiritual de un grupo de mujeres hasta que

las abandonó y huyó por temor a ser arrestada o desterrada.43 A Hadewijch se le ha

podido conocer, principalmente, por los poemas y cartas donde inmortaliza sus

experiencias visionarias, y que según Garí y Cirlot, comenzó a redactar a partir de los

treinta del siglo XIII en su lengua materna, el neerlandés-medio.44

Influenciada por el tema, imágenes y métrica características de la literatura

cortés,45 Hadewijch desarrolla una “mística de la experiencia” que trata de superar todo

intermediario y cuyo fin es caer en el abismo de la divinidad, es decir, lograr la unión

con la divinidad de modo que se experimente un tipo de amor que engulle a la persona.

Este desprendimiento provocaría una independencia y una libertad tan elevadas que

para la sociedad resultaría inaceptable, además de contradictoria, pues a través de este

39 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 115 40 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116 41 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura

(1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93 42 HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed.

Trotta, Madrid, 1999, p. 26 43 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura

(1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93 44 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 77 45 HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed.

Trotta, Madrid, 1999, p. 26

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tipo de experiencias se sería capaz de conciliar contemplación e integración en el

mundo.46 Esa libertad no solo sería vital, también espiritual e intelectual. Las figuras e

imágenes bíblicas serán empleadas según su experiencia, según Cirlot y Garí, “sin

ataduras”.47 Esa forma de proceder en el uso de las Escrituras generaría un recelo doble,

pues no hay que olvidar que no es un hombre quien está interpretando la Biblia. Pero la

Biblia no será la única fuente de la escritora y mística de Amberes, la tradición

cisterciense como San Agustín, así como Escoto Erígena, entre otros, completan las

influencias de su escritura.48

Desde una perspectiva en ocasiones neoplatónica, y mostrando al amor, la

belleza y la libertad como un tridente que carecería de sentido si no estuvieran

relacionadas entre sí, Hadewijch expresa su deseo y muestra su maestría49 en el

transcurrir hacia la unión con el amado, Dios. Una unión que no da lugar a confusiones,

en las que se distinguen contemplador y contemplado,50 pese a que el yo y el tú pierdan

sentido una vez se cae en el abismo y el ser conecta con la divinidad que reside en el

interior y se llega a ser “lo que Dios es”.51

Los datos que se tienen de Margarita Porete, beguina francesa nacida hacia 1260

en Valenciennes,52 proceden de las actas de la Inquisición, ya que fue perseguida a

principios del siglo XIV por su tratado de mística escrito en francés53 el Espejo de las

almas simples, obra que tendría un fin didáctico para que su experiencia sirviera a otras

almas que trataran de liberarse.54 Antes de su fatal final, el obispo de Cambrai condenó

y mandó quemar en la plaza pública de la ciudad de Valenciennes, con Margarita

presente, su libro, y además le prohibió escribir y predicar sus ideas bajo amenaza de

excomunión.55 Este acontecimiento nos localiza la influencia inicial de esta autora en el

norte de Francia. Su ciudad natal fue desde principios del siglo XIII un enclave beguinal

porque los obispos del momento favorecieron la formación de grupos de mujeres

46 HADEWICH: op. cit., pp. 12-19 47 HADEWICH: op. cit., p. 22 48 HADEWICH: op. cit., pp. 22-23 49 HADEWICH: op. cit., pp. 23,25,26 50 HADEWICH: op. cit., p. 21 51 HADEWICH: op. cit., p. 13 52 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229 53 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 232 54 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 237 55 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 224

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religiosas al margen del monasterio. Así pues, Margarita crecería y adquiriría una

notable formación en este ambiente.56

Tras esa primera condena, Margarita no se retractó y siguió adelante con la

difusión de sus ideas, hecho que provocó que el obispo la detuviera en 1308. Sin

embargo, el caso de Margarita adquiere gran interés y sería juzgada por el mismo

inquisidor general del reino, el dominico Guillermo de París.57 Durante su encarcelación

Margarita permaneció en silencio al negarse a retractarse, situación que inclinó a la

asamblea que la juzgaba a excomulgarla y a condenar su libro como herético,58 y

finalmente a condenarla a la hoguera, ejecución que tuvo lugar en París en 1310.59 Un

año después se iniciaría el Concilio de Vienne, y pese a haber sido ya condenada su

obra y ejecutada, el movimiento beguinal y la herejía del Libre Espíritu fueron

condenados en el mismo. Según Cirlot y Garí, las decisiones tomadas en Vienne

guardan una estrecha relación con el juicio a Margarita, ya que los mismos teólogos que

la juzgaron, definieron a la herejía del Libre Espíritu a partir de las tesis de su libro,60 lo

que reafirma la gran preocupación que suscitaron sus enseñanzas.

Al igual que Hadewijch, los escritos místicos de Margarita proceden de su

experiencia personal. En ellos describe los caminos a través de los cuales el alma se

liberará, quedando el alma anonadada. Margarita reconoce que estuvo buscando a Dios

hacia fuera, en su creación, pero que no logró ver a Dios como deseaba. Por ello pensó

por sí misma y consideró que debía buscar a Dios en su interior. El reflejo de Dios no lo

hallaría en el espejo del mundo, sino en su interior, el cual será reflejado a través de su

escritura. Poniendo por escrito sus anhelos e inquietudes interiores trataría de anonadar

su alma para alcanzar la libertad o unión mística, en definitiva, el amor.61 Un amor que

se situaría por encima de la ley, no contra ella, pues el anonadamiento del alma

eliminaría toda preocupación por la condena y la salvación.62

Por último, señalar que se ha planteado que Margarita fuera una copista

profesional que prestara sus servicios a abadías cistercienses, debido a la autonomía y

capacidad que demostró para elaborar libros. La relación con el Císter no se reduciría a

56 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229 57 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 225 58 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 226 59 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 223 60 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 228 61 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 236-237 62 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 238-239

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una posible relación profesional, ya que en la abadía de Villers encontró monjes que

aprobaron su obra.63 Y es que pese a la condena que padeció, su obra circuló por

numerosos monasterios y conventos entre los siglos XIV y XV, siendo traducida al

inglés, al italiano y al latín.64

IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal

Es más que evidente que el movimiento de las beguinas no fue homogéneo y que

encontró apoyos y detractores en distintas esferas de la Iglesia. Ello dio lugar a que

según la zona las beguinas tuvieran relación con una orden mendicante determinada o

con algún movimiento herético concreto. Según la situación que se diera, el recelo o

impulso inicial de estas comunidades, dependiendo de la autoridad eclesiástica de turno,

derivaría hacia la asimilación o hacia la condena. La asimilación de comunidades

beguinales provocaría la distinción entre “beguinas buenas” y “beguinas malas”, siendo

las segundas condenadas por los obispos y por la Iglesia en su conjunto en el Concilio

de Vienne (1311-1312).

La Iglesia, en el contexto de expansión de los movimientos de pobreza, trató de

canalizarlos con el fin de que no se organizaran al margen de la Iglesia y

desobedecieran su autoridad. Los movimientos femeninos independientes, en especial,

inquietaron a la Iglesia por su carácter místico,65 por lo que además de combatirlos trató

de integrarlos en alguna orden religiosa con el fin de eliminar su independencia y

contrarrestar sus posibles desviaciones.66

Las beguinas, estuvieran más o menos al margen, siempre tuvieron buena

relación con dominicos y franciscanos, pues entre ellos hubo frailes que simpatizaron

con ellas y con las que compartieron consejos. Ello facilitó la integración de muchas

comunidades beguinales bajo las reglas de las ramas femeninas que en respuesta a este

panorama de religiosidad femenina surgieron en el seno de las órdenes mendicantes.

Antes veíamos que hubo obispos que facilitaron la implantación de beguinatos

en sus territorios, pero también las autoridades civiles se prestaron a ello. En 1445, el

63 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 231-232 64 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 248-249 65 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71 66 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 115

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Consell de Orihuela autorizó a un grupo de mujeres retirarse como beguinas en unas

celdas construidas en la ermita de San Miguel, siendo su superiora, según Hinojosa, la

esposa del comendador de Aledo, lo que nos da a entender que dicha mujer, aun estando

casada, participaba de la espiritualidad beguinal. Dicho beaterio, además, adquiriría la

regla de las clarisas,67 de todos modos hay que señalar que la aparición de esta

comunidad con permiso de la autoridad civil se produjo en un periodo en el que el

movimiento estaba más que controlado y sometido por la Iglesia, pues ya había perdido

ese vigor que le había convertido en una amenaza para las estructuras patriarcales.

El siguiente caso muestra la asimilación hacía las constituciones dominicas de

un beaterio en Zamora. A principios del siglo XIII se había constituido un monasterio

dominico y, en el mismo contexto religioso, a partir de una iniciativa privada se formó

un pequeño grupo de mujeres viudas que en un recinto particular se retiraron para llevar

una vida de oración. Hacia 1258 la impulsora de este beaterio solicita, con buenos

resultados, que el papa Alejandro IV les permita integrarse en la orden dominica. Esta

integración, sin embargo, no resultó ser tranquila, ya que las nuevas monjas se negaban

a estar bajo obediencia del obispo, desatándose una serie de actos rebeldes que fueron

apoyados por los hermanos dominicos.68

Como parte activa del furor espiritual laico del siglo XIII, las mujeres laicas que

llevaban una vida religiosa no fueron ajenas a las corrientes heréticas. En algunos casos,

algunas beguinas serían consideradas ideólogas de algunas de estas corrientes.

Anteriormente veíamos la relación que vieron los teólogos entre Margarita Porete y el

Libre Espíritu en el norte de Francia. Pero en Milán se dio la misma situación en el año

1300 cuando, tras veinte años muerta, Guillerma de Bohemia fue condenada por ser

acusada de crear el movimiento del Libre Espíritu llamado “los guillermitas”.69 El Libre

Espíritu, ya de por sí un movimiento poco definido, era de tendencia panteísta y

neoplatónica. Aseguraban ser Dios al reproducirse en ellos el milagro de la

Encarnación,70 idea que nos lleva de nuevo a Margarita Porete y a Hadewijch cuando

tratan de encontrar el carácter divino que uno mismo alberga en su interior. A partir de

estas ideas se mostrarían contrarios a la autoridad eclesiástica y a su papel de

67 HINOJOSA MONTALVO, J.: “Ermitas, conventos y cofradías en tierras de Alicante durante la Edad

Media”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 8, Alicante, 1990-1991, p. 267 68 BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L.: “Santa María de las Dueñas de Zamora, ¿beguinas o monjas? El

proceso de 1279”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 20, Universidad de Sevilla, 1993, pp. 85-106 69 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71 70 MITRE, E.: op. cit, pp. 207-208

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mediadores para alcanzar la salvación, por lo que esta postura, junto a su mística, fue

determinante para ser condenados en el Concilio de Vienne.

Gracias al trabajo de Delfi Nieto hemos conocido la relación del movimiento

beguinal con el franciscanismo tanto institucionalizado como radical en el Languedoc.

Según Delfi Nieto, en las ciudades en las que había un convento franciscano forjaron

relación con laicos ajenos a la orden en busca de una nueva experiencia espiritual, como

era el caso de las mujeres que integraban el movimiento beguinal.71 Este nexo daría pie,

seguramente, a que numerosos beaterios acabaran adoptando la regla de las clarisas,

como el caso antes citado en el sur del Reino del Valencia. Sin embargo, los

espirituales, rama radical del franciscanismo, tuvieron repercusión en un terreno tan

propicio como azotado por la herejía como fue el sur de Francia. Pedro Juan de Olivi

fue uno de los franciscanos que en el sur de Francia cuestionó el camino que había

tomado la orden franciscana al temer que estuviera alejándose de su ideal. Sus escritos

circularon entre las comunidades beguinas, pasando a ser sus ideas un sustrato más de la

efervescencia espiritual, en palabras de Delfi Nieto, de este tipo de grupos.72 En

Cataluña también se daría esa vinculación entre beguinas y franciscanos radicales, como

es sabido gracias a los cánones del concilio celebrado en Tarragona en 1317.73

La fuerza del movimiento inquietó tanto a las autoridades eclesiásticas, que

antes de ser condenadas en Vienne ya fueron investigadas en 1274 en vísperas del

Concilio de Lyon. Los teólogos y obispos que elevaron al papa informes sobre las

beguinas denunciaron sus traducciones de la Biblia en lengua francesa y los errores en

los que incurrían esas traducciones, además de su rechazo a la autoridad del sacerdote y

del marido. Pero no fue hasta Vienne cuando se produjo una condena firme contra las

beguinas por su condición de herejes, siendo la excomunión la pena que aplicarían

contra ellas. Fue en este concilio cuando surge la clara distinción entre “beguinas

malas” y “beguinas buenas”, pues se determinó que las segundas sí podían vivir juntas

y llevar una vida de penitencia.

La condena establecida en Vienne no entró en vigor hasta 1317, durante el

pontificado de Juan XXII, momento en el que se desencadenó una persecución contra

71 NIETO, D.: art. cit., p. 164 72 NIETO, D.: art. Cit., p. 153 73 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 30

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las beguinas en Francia y Alemania.74 La Inquisición no procedió contra ellas

condenando al conjunto de una comunidad, sino que las persiguió y condenó

individualmente,75 como en el caso de Margarita Porete. Aun así la Iglesia consiguió

empujar a las comunidades hacia la desintegración,76 contando para ello con el apoyo de

unas autoridades municipales que facilitaron la desintegración de beguinatos, al prohibir

el ingreso de nuevas miembros e induciéndolas a prestar su labor solidaria en los

hospitales municipales.77Fue en este contexto cuando la Iglesia también aumentó las

presiones para que las beguinas se integraran en una orden, es decir, dentro de la

estructura oficial de la Iglesia. Ello supuso que mediante la reclusión en el convento las

beguinas perdieran su estilo de vida autónoma y activa.78

V- Conclusiones

Estas mujeres medievales, tomando las palabras de María-Milagros Rivera,

crearon vías de acceso al control de su cuerpo a través de la religiosidad, codificando

en un lenguaje espiritual la definición del cuerpo femenino.79 El movimiento beguinal y

su espiritualidad fueron una expresión de resistencia ante un sistema patriarcal que

recluía a la mujer en los roles reproductivos en el seno de una familia heterosexual. Para

escapar de ese sistema se organizaron de forma solidaria en una gran familia que

trascendía los lazos de parentesco, pues los lazos que establecieron las beguinas no

ataban, al contrario, les fortalecía de cara a la búsqueda de la libertad individual y

colectiva como mujeres.

El hombre fue el sujeto del cual quisieron escapar estas mujeres. Y pese a

encontrar apoyos en hombres entregados al ideal de pobreza mendicante que se

relacionaron con ellas desde una posición de igualdad, incluso obispos que no se

opusieron a su organización, fue el hombre, encarnado en jerarquía eclesiástica o en

frailes mendicantes adictos a la institución, quien acabó por denunciarlas, reprimirlas y

74 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., pp. 66-67 75 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 69 76 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 71 77 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 73 78 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 74 79 RIVERA, Mª M.: “Parentesco y espiritualidad femenina en Europa. Una aportación a la Historia de la

subjetividad”, Santes, monges i fetilleres,Univeristat de València, 1991, p.31

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someterlas. Y es que las beguinas traspasaron barreras e invadieron espacios en los que

el hombre no iba a permitir la intromisión femenina. La principal barrera que

traspasaron fue su resistencia a la autoridad y mediación del sacerdote, escapando así al

control de la Iglesia oficial. Y los espacios vedados que invadieron fueron el de la

predicación y la enseñanza religiosa, tareas que solo pertenecían al varón religioso, ni

tan siquiera al varón laico. Desobedecer a la Iglesia y al hombre fue la “herejía” de estas

mujeres, independientemente de que sus ideas fueran más o menos ortodoxas. Y es que

aunque la espiritualidad fue la puerta a través de la cual escaparon del sistema

patriarcal, en esa espiritualidad no reconocían a una Iglesia que igualmente formaba

parte del sistema que las oprimía.

Estas mujeres representaron un lenguaje vivo, en movimiento e integrado en el

mundo, sin entrar en conflicto con una vida contemplativa y espiritual. Conjugaron

ambos estilos de vida para hallar la libertad absoluta, la libertad en sí, como mujeres

dueñas de sus almas y de sus cuerpos. Según María-Milagros Rivera fueron feministas

antes de que este término fuera acuñado, ya que la razón del feminismo no es más que

no aceptar la subordinación del sexo masculino.80

80 RIVERA, Mª. M.: art. cit., p.47

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Bibliografía

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