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March 30, 2013 Autor: Borja López-Cancelos Turía La colección Un peculiar hobbie

La colección

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Un nuevo coleccionista

Daniel era un adolescente que acababa de cumplir los 18 años, era un chico normal, con sus estudios, sus amigos, sus gustos, sus hobbies… como todos los demás chicos de su edad. Bueno… no exactamente como todos los de su edad, era huérfano, pero heredero de una fortuna tan enorme y tan vasta que poco tenía que envidiar a la de Bill Gates, y sus hobbies pronto cambiarían a algo no tan normal como ver animes o jugar a videojuegos.

Todo comenzó al mes de cumplir sus 18 años, al ser mayor de edad ya podía recibir todas las cartas oficiales de otros países donde sus padres tenían contactos antes de fallecer, contactos que él mismo conocía y con los que se relacionaba, contactos que estaban ansiosos por poder pedirle que fuera embajador de España en dichos países. No un embajador como tal, pues principalmente necesitaba el permiso del gobierno de España para ejercer como embajador y poder tomar decisiones, cosa que tampoco le costaría demasiado conseguir, sino más bien una especie de contacto con contactos al que se le concedería inmunidad diplomática a cambio de conseguir y hacer algún favor al país visitado. Visto esto puede que embajador no sea la palabra más indicada, mejor digamos un amigo del gobierno. Todas esas cartas estuvo feliz de responderlas con aceptaciones y ninguna negativa desde su lujosa mansión. Si habéis visto Tomb Raider podéis imaginaros más o menos donde vivía, pero la casa era el triple de grande y los jardines el doble, con una piscina al aire libre y otra climatizada en el ala este, con un patio trasero con pistas de tenis, baloncesto, fútbol, bádminton, paddle, e incluso un campo de béisbol. La parte delantera poseía una fuente que actuaba como una rotonda en la entrada para las visitas, pero no hacía falta dar la vuelta si te dirigías al garaje, que quedaba hacia la derecha. En el ala central de la mansión estaban situados los dormitorios, cocinas, comedor, salones, recibidor y los baños principales. En el ala este se situaban las zonas de ocio tales como la sauna, la piscina climatizada (como se mencionó antes), spa, gimnasio y una zona que mandó reformar cuando tenía 12 años y ya había superado la muerte de sus padres, la convirtió en un campo de duelos de Yu-Gi-Oh, para hacerlo mandó contratar a los mejores científicos del mundo en cuanto a ingeniería mecánica y expertos en cuanto a la luz para poder lograr los hologramas como en la serie. No solo les mandó hacerlo, aprendió como lo desarrollaron y adquirió un gusto por la física y la mecánica que lo llevó a estudiar sobre eso. En el ala oeste se situaban los despachos, la biblioteca, una galería de tiro (tanto con arco o ballesta como con armas de fuego, un dojo para practicar kendo y esgrima y un taller para desarrollar sus proyectos.

A pesar de ser inmensamente rico acudía a un centro de enseñanza pública, tanto en la educación primaria como en la secundaria, lo que le permitió hacer amigos de verdad a pesar de ser poco sociable. Distribuía a las personas en varios grupos, familiares,

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mejores amigos, conocidos, desconocidos, odiados. Como se puede observar falta la categoría de amigos, eso es porque no creía en una amistad a medias, o se es amigo de verdad o solo se es conocido. En su época de instituto tenía infinitamente más conocidos que amigos de verdad, podía contarlos con los dedos de una mano, 3. Pero no todos permanecieron a su lado al pasar los años y llegar a los últimos cursos de secundaria, principalmente por los caminos que habían escogido, afortunadamente, gracias a los medios de comunicación avanzados como internet podía comunicarse con ellos siempre que quisiera. Al final solo veía con frecuencia a uno de sus amigos, César.

Cierto día, en el instituto se enteró de como una alumna que normalmente suspendía casi todo había sacado dieces en todos los exámenes de ese trimestre, lo que le pareció raro y como su curiosidad era demasiado grande como para quedarse callada decidió investigar un poco, ya que su principal teoría de que copiaba era prácticamente imposible por el índice de éxito en los exámenes en los que aprobó con un 10 era demasiado elevado para haber copiado. Mientras husmeaba por los pasillos la vio dándose aire con un abanico, pero él había estado en demasiadas subastas como para pensar que aquel era un abanico de los chinos que se usase de verdad para abanicarse, era una pieza de colección, como una obra de arte, si hubiera algún fanático de los abanicos observando estaría subiéndose por las paredes. Con todo, y aunque le pareciera absurdo y descabellado, tenía la extraña sensación de que el tener ese abanico y el sacar buenas notas de repente no era coincidencia, pero lo dejó pasar porque la razón se antepuso a la intuición.

Días más tarde, con el calor típico de mayo en los años calurosos, la chica seguía impresionando a los profesores y sin separarse de su abanico, pero la notaba mucho más apagada, como si hubiera enfermado, pálida, ojerosa, cansada… Cada vez la intuición le decía más fuerte que había relación, así que para callarla decidió hacerle caso y conseguir ese abanico. “Disculpa, te interesaría vender ese abanico, tengo un conocido que pagaría muy bien por él” “¿Cuánto es muy bien?” “2.500€” Se quedó con una cara para hacerle una foto “Es un coleccionista de abanicos, y ese parece de los que quisiera tener en sus vitrinas.” “Vendido.” “Genial, dame un número de cuenta y esta tarde se realiza el ingreso”

Ni que decir tiene que no tenía ningún amigo coleccionista de abanicos, pero según agarró el abanico se le vino a la cabeza algo que llevaba días intentando solucionar, una ecuación para lograr el máximo aprovechamiento del calor en un motor diseñado por él mismo, entonces pensó que era tan claro, que cómo no lo había visto antes.

Esa misma tarde, después de ordenar la transferencia del dinero para pagar a la chica, logró acertar en el blanco con un arco sin punto de mira, algo que quería aprender por si lo necesitaba y que llevaba practicando semanas sin mejor puntería que el 7 en la diana. Pronto se percató de que algo no iba bien cuando César le dijo que notaba algo diferente el ambiente, como una mala sensación, y con los años había aprendido que César tenía una especie de sexto sentido, algo que le permitía darse cuenta de que algo no andaba bien. Haciendo caso a la sensación de César decidió mostrarle el abanico para saber si

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esa era la fuente de la perturbación. Sus sospechas se vieron confirmadas y no quiso volver a tocarlo sin información adicional. Mandó que buscaran todo sobre dicho abanico, pero que no lo tocase nadie. Resultó ser el abanico que solía usar Jeanne Antoinette Poisson, conocida como Reinette Poisson, Madame de Pompadour, pero aunque investigaron su vida no encontraron relación alguna con lo que en teoría pasaba (que tampoco lo sabían exactamente). Los días siguientes en el instituto la chica parecía haber vuelto a tener un aspecto sano y a ser una estudiante mediocre, no podía ser coincidencia. Estaba Daniel en clase dándole vueltas más que atendiendo al profesor, cuando se fijó particularmente en los simbiontes del libro de biología y se le vino a la cabeza la respuesta a sus preguntas, el abanico era un simbionte, te transformaba en alguien diligente y trabajador que consigue sus objetivos, al igual que Reinette, pero a cambio de ese regalo roba tu energía vital, acorta tu vida mientras te permite disfrutarla con pequeños triunfos. Todo encajaba, parecía como si el abanico hubiera adquirido la personalidad de su dueña y se la transmita a su portador, pero con el inconveniente de que al igual que ella, cansada por la vida tan ajetreada y trabajadora en la Corte, muere joven. Cuando lo descubrió solo pensaba en contárselo a César cuando llegara a casa.

“Aunque Reinette murió de peritonitis lo que de verdad la mataba era la vida, ajetreada pero satisfactoria con el rey, que llevaba en la Corte, y, al igual que provoca que tus triunfos sean de frutos rápidos, también provoca la muerte acelerada.” “Pero dices que ella murió a los 42 años.” “Sí, pero todos sus esfuerzos tardaron años en verse recompensados, los esfuerzos de hoy en día están pensados para obtener el beneficio a corto plazo, como exámenes, resoluciones de problemas, ideas para un libro… por lo que la “muerte por agotamiento de la energía vital” también se produce a corto plazo.” “Si todo eso es verdad y también que produce que las personas se sientan atraídas por él, ¿Qué piensas hacer con él?” En ese instante Daniel esbozó una sonrisa y respondió “¿No recuerdas que tengo un sótano inmenso que necesita una remodelación y que está sin uso? Pues pienso guardar ahí todos los objetos como este que me encuentre. Pero para averiguar la forma de neutralizar los efectos de los objetos y que no influyan sobre nadie sin contacto, usaré el abanico.” César trató de impedírselo, pero cuando se le metía algo en la cabeza era imposible sacárselo. Argumentó que tenía amplísimos conocimientos de física y química, por lo que sería posible que en menos de un día con la ayuda del abanico lograse la fórmula de un neutralizador.

Y así fue, probó el neutralizador (una especie de líquido viscoso y espeso de color plateado) y la fatiga, la palidez y todos los síntomas de que había usado el abanico desaparecieron, solo hizo falta bañar el objeto en dicho líquido, el cual se sorprendió de ver que no dañó, por no decir que ni siquiera mojó el objeto, al sacarlo quedó intacto, como si nunca lo hubiese metido en aquella substancia. Comenzó con las obras de reforma del sótano de inmediato, describiendo al arquitecto como quería que fuera, 22 pisos de profundidad y aprovechando al máximo el espacio que ocupaba por debajo de la mansión (prácticamente ocupaba la totalidad del terreno de la residencia). Él mismo se encargó de diseñar la seguridad y encargó los circuitos a un experto. Antes de que acabara el verano ya tenía acabada la obra. Cuando se tiene dinero las obras vuelan.

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El peor objeto

Cinco años más tarde Daniel y César habían encontrado cerca de 100 objetos, unos más peligrosos que otros, pero la mayor parte prácticamente inofensivos en cuanto a efectos secundarios, pero que en malas manos podrían causar verdaderos males, como por ejemplo: la honjo masamune, la katana, más afilada del mundo, capaz de cortar la luz y volver invisible a quien la sostenga, un pedazo del Titanic; que únicamente sirve para atraer la mala suerte a una embarcación hasta hundirla, el zafiro de Poseidón; que permite controlar la causalidad de la vida del portador de su objeto gemelo, la esmeralda de Ulises; pero reduce tu vida 10 veces más tiempo que el que lo uses, el vellocino de oro; que te protege de cualquier amenaza… Esos son solo unos pocos de los muchos objetos que recopilaron y salvaguardaron en el sótano, pero no consiguieron ningún objeto que creyeran digno de almacenar en el último nivel.

Daniel se encontraba en Toledo, en pleno mes de julio, el sol brillaba en el cielo, ni una sola brisa y unas temperaturas de más de 35 grados que hacían insoportable permanecer en cualquier lugar sin sombra. Estaba tras la pista de un objeto cuyo mito le tenía asombrado desde niño, pero no se había dado cuenta hasta entonces de cuanta verdad se podía esconder tras una leyenda. Iba andando hasta la espadería más famosa de la ciudad, en parte porque necesitaba reflexionar sus siguientes pasos en la búsqueda del objeto, en parte porque le apetecía tener en su casa como adorno una espada hecha con el famoso acero toledano. De camino a allí se cruzó con una chica que le parecía familiar, cuanto más se acercaban el uno al otro más creía que la conocía. Cuando se encontraban a apenas un par de metros el uno del otro se dio cuenta de quién era. “¿Eva?” “Sí. Perdone, pero ¿Le conozco?” “Soy Daniel. Del instituto.” “¡Ah, Daniel, cuanto tiempo!” “Si, algo más de 5 años. ¿Qué es de tu vida? Oí que ibas a estudiar medicina.” “Sí, al final la estudié, pero con esto de que están cerrando hospitales y despidiendo personal médico no encuentro donde acabar el MIR.” “Vaya por dios, entonces ¿estabas aquí a ver si encontrabas trabajo?” “Sí, se podría decir que sí. Pero no ha habido suerte. ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí?” “También busco algo, si quieres tomamos algo y te lo cuento.” “Por mi genial, cualquier cosa por descansar y tomar algo bien frío.”

Daniel le contó que era millonario, ya que por lo visto ella no tenía ni idea. Después de eso se puso a relatarle como empezó en eso de buscar objetos extraños, con el abanico, y después le contó anécdotas de algunas de sus aventuras. Eva creía que se lo estaba inventando todo, pero le seguía la corriente, no quería ser grosera con un compañero con quien se acababa de encontrar pero, a pesar de la gran habilidad de Eva para disimular su escepticismo, Daniel la descubrió y quiso demostrarle que todo aquello era real. Para ello le pidió que le acompañase a su hotel, donde nadie vería nada, al

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principio parecía reacia, pero recordó que Daniel era buena persona y no haría nada malo.

Una vez en la habitación Daniel abrió su maletín y sacó de él la pluma de Edgar Alan Poe, escribió “gato” en un papel y lo puso encima de una mesita, luego lo leyó en alto y la mesa se transformó en un gato. Eva no podía creerlo, pero mientras aún se encontraba en estado de confusión Daniel sacó otra cosa, una especie de medallón antiguo perteneciente a los indios indígenas de américa que confería la capacidad de atravesar objetos sólidos. Después de ver eso y pasar por las fases de negación y explicación acabó aceptándolo y cuando por fin dijo que le creía él le soltó de golpe el objeto que buscaba en Toledo, la mesa del rey Salomón.