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Historia de España
2º BACHILLERATO
Prof. Antonio Parada Moreno
Ud. I La Hispania romana y la monarquía visigoda
HISTORIA DE ESPAÑA Ud. La Hispania romana y la monarquía visigoda
2º BACHILLERATO Página 2
1. CONTEXTO. PREHISTORIA Y EDAD ANTIGUA.
La Prehistoria.
Introducción
La Prehistoria es el periodo histórico comprendido entre la aparición del ser humano
capaz de fabricar instrumentos (hace unos 2,4 millones de años) y la invención de la
escritura (hace unos seis mil años). Se caracteriza por el llamado proceso de
hominización.
El proceso de hominización es la progresiva adquisición por los homínidos (*) de
rasgos propios que los diferencian de los primates. Los etapas en este proceso están
representadas por los australopithecus y las ramas del género homo (homo habilis,
homo erectus, homo neardenthalensis y homo sapiens)
Las etapas en las que se divide este largo periodo histórico se basan,
fundamentalmente, en el material con el que los seres humanos fabricaban sus
instrumentos (piedra o metal) y en las características de su forma de vida:
Paleolítico (2,4 millones de años-10.000 aC.). Los seres humanos eran
recolectores, cazadores y nómadas. Inventaron el fuego, fabricaron utensilios
de piedra, manifestaron creencias religiosas y capacidad artística.
Neolítico (10.000-4.000 aC.). El hombre se hizo agricultor, ganadero y
sedentario. Empezó a habitar en poblados estables, inventó la cerámica y
fabricó tejidos.
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Edad de los Metales (del Cobre, del Bronce y del Hierro) (4.000-3.000 aC.).
Aunque los metales empezaron a producirse hace unos 7.000 años, la
producción se intensificó notablemente hace unos 4.000 años. Las grandes
invenciones de aquella época fueron la rueda, la vela y el arado. El ser humano
comenzó a habitar en ciudades y a dotarse de organizaciones complejas.
La Prehistoria en la península Ibérica
Los primeros pobladores de la península Ibérica llegaron de África hace un millón de
años aproximadamente.
Destacan los restos paleolíticos dejados en la sierra de Atapuerca (Burgos) (*). Los
restos aquí encontrados pertenecen a un tipo de homo erectus, el homo antecessor. El
antecessor dio paso al homo sapiens hace unos cien mil años. Setenta mil años
después (hace unos treinta mil), una nueva colonización procedente de África tuvo por
protagonista al Homo sapiens sapiens u hombre de Cromagnon responsable de la
aniquiliación de los neandertalenses, Otros asentamientos importantes de este periodo
se localizan en las orillas de los ríos Manzanares, Tajo y Guadalquivir.
Los neandertalenses vivieron en Cantabria, Pirineos, Levante y Andalucía. Los homo
sapiens o cromagnones dejaron su huella encuevas como Altamira (Cantabria) y Tito
Bustillo (Asturias).
Hacia el año 5.000 aC. la revolución neolítica (*) se extendió por las islas Baleares y
por la Península desde las zonas levantinas y andaluzas hacia el interior. A esta época
pertenece el arte rupestre levantino con importantes ejemplos en Cogull (Lérida) y La
Valltorta (Castellón).
En torno al 4.000 aC. la población de la Península comenzó a utilizar los metales.
Encontramos manifestaciones de la Edad del Cobre en Los Millares (Almería) en la
que se aprecia también avances en agricultura y fabricación de cerámica (vaso
campaniforme).
Desde el año 1.800 aC. comenzó a usarse el bronce (aleación de cobre y estaño)
destinado fundamentalmente a la fabricación de armas y herramientas, muestra de
sociedades más jerarquizadas (El Argar en Almería). Esta etapa se caracterizó
también por innovaciones culturales y la creación de los campos de urnas o
cementerios con grandes vasos de cerámica que contenían las cenizas de los difuntos
(Can Misert en Barcelona).
Hacia el año 1.200 aC. empezaron a llegar a la Península los pueblos celtas
procedentes del interior de Europa instalándose en áreas desde el Sistema Ibérico
hacia el sur y oeste de la Península. Los llegados desde 700 aC. trajeron las técnicas
de fabricación de hierro. Paralelamente era introducido en zonas de Andalucía y
Levante por los fenicios y griegos.
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La Edad Antigua.
Introducción
Las innovaciones del Neolítico y la Edad de los Metales se difundieron por el planeta a
diferentes ritmos y con distinta intensidad. Algunas zonas desarrollaron importantes
civilizaciones entre 4.000 y 2.000 aC. (China, India, Mesopotamia y Egipto). Otras se
mantuvieron largo tiempo en la Prehistoria. No obstante y con carácter general recibe
el nombre de Edad o Historia Antigua el periodo comprendido entre 3.000 aC y finales
del siglo V de nuestra Era (476 dC.). Se iniciaría con la invención de la escritura y
finalizaría con la caída del imperio romano de Occidente.
La civilización griega se desarrolló entre los siglos VIII y I aC. en las tierras e islas
bañadas por el mar Egeo. Pronto se organizaron en ciudades-estado y durante los
siglos VIII y VI aC. se expandieron por el Mediterráneo y fundaron numerosas
colonias. También lo hicieron así los fenicios, pueblo que habitaba las costas del
Mediterráneo oriental y montañas del Líbano. Griegos y fenicios rivalizaron por la
colonización del Mediterráneo occidental. La colonia más destacada de estos últimos
fue Cartago, localizada al norte de África.
Hacia el 300 aC. una potencia emergente, Roma, se propuso el control del
Mediterráneo occidental rivalizando con la poderosa Cartago. Durante siglo y medio
ambas potencias se enfrentaron en las Guerras Púnicas y sirvieron para la expansión
de Roma por ambas orillas del Mediterráneo.
En torno al 200 de nuestra Era, el Imperio Romano se extendía desde las islas
Británicas hasta el desierto del Sáhara y desde Hispania hasta Mesopotamia. La
unidad política instaurada por Roma aseguró la difusión de una cultura común que se
había inspirado en la antigua Grecia.
A finales del siglo IV grupos de germanos empujados desde el este por el pueblo huno
penetraron en las fronteras del Imperio y se instalaron en el mismo. Durante el siglo V
la parte occidental del Imperio Romano se fragmentó políticamente.
Las colonizaciones, Tartessos y los pueblos prerromanos
En la primera mitad del primer milenio aC. llegaron a la Península los fenicios, los
griegos y los cartagineses. Estos pueblos colonizadores buscaban el control de la ruta
de los metales y para ello fundaron en la costa mediterránea y suratlántica ciudades o
colonias y pequeños establecimientos comerciales llamadas factorías.
Los fenicios, posiblemente primero realizaron viajes de exploración y después
fundaron asentamientos estables. Su principal colonia, Gadir (Cádiz), se remonta al
siglo IX aC. Posteriormente fundaron Malaka (Málaga), Sa Caleta (Ibiza), Sexi
(Almuñécar), etc. Los fenicios nunca mostraron interés por adentrarse en el interior de
la Península ni manifestaron deseos de conquista. Se limitaron a practicar con los
indígenas un comercio de trueque. No obstante, realizaron aportaciones como el
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salazón de pescado, el uso del torno de alfarero y la escritura (que usaba alfabeto
fonético) y probablemente el cultivo de la vid.
Los griegos llegaron a la Península en el siglo VIII aC. y establecieron colonias en el
litoral catalán y levantino. La colonia más importante fue Emposion (Ampurias),
además de Rhode (Rosas) Hemeroskopeion (Denia) o Akra Leuke (Alicante). Gracias
a su gran actividad comercial, los griegos aportaron numerosos elementos de su
cultura: la moneda, la escritura, el cultivo del olivo y distintas manifestaciones
artísticas.
Los cartagineses o púnicos continuaron la obra de los fenicios. Procedían de Cartago
(en el actual Túnez). En el s. VII aC. se establecieron en las islas Baleares y en el s. VI
aC. se apoderaron de las colonias fenicias peninsulares. Sus principales fundaciones
fueron Qart Hadasht (Cartagena) y Mago (Mahón). Sus continuos enfrentamientos con
los griegos les llevaron a repartirse las influencias comerciales: el norte para los
griegos y el sur para los cartagineses.
En el primer milenio antes de Cristo habitaban en la Península una serie de pueblos
que llamamos prerromanos y que los historiadores clasifican en dos/tres conjuntos:
Pueblos de la cultura íbera o Íberos. Se extendían en la franja mediterránea y
sur peninsular. Estaban influidos por los pueblos colonizadores. Se asentaban
en poblados fortificados, situados en zonas elevadas. Su estructura político-
social eran las ciudades-estado. Podemos citar a los Layetanos, Edetanos,
Contestanos, Carpetanos, Deitanos, Oretanos, Turdetanos, etc. No obstante, el
reino de Tartessos es el primer Estado histórico conocido de la Península.
Alcanzó su mayor explendor entre los siglos VIII y VI aC y desapareció
alrededor del 500 aC bajo dominio cartaginés. Su localización exacta se
desconoce pero es muy probable que su núcleo principal se concretase en la
actual Huelva y valles bajo y medio del río Guadalquivir.
Pueblos de la origen o influencia celta. Celtas y Celtíberos. Los Celtíberos se
localizaban en el centro y oeste peninsular. Se trataba de zonas en las que la
influencia de los colonizadores era muy débil y en cambio era mayor la de los
pueblos procedentes del norte de Europa: los celtas de procedencia
indoeuropea entraron en la Península Ibérica por los Pirineos hacia el 1100 aC.
Se asentaban en poblados fortificados (castros). Su estructura político-social
eran los clanes y tribus. Podemos citar a los Cántabros, Vascones, Astures,
Arévacos, Vetones, Lusitanos, etc.
2. HISPANIA, PROVINCIA ROMANA.
Conquista romana de la Península y explotación económica.
La llegada de los romanos
Roma comenzó a incorporar Hispania a su área de influencia a partir de 218 aC. A
diferencia de los colonizadores anteriores, Roma acabó implantando su dominio al
conjunto de la península Ibérica, a la que convirtieron en provincia.
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Los romanos llegaron a la península Ibérica durante las Guerras Púnicas, en las que
se enfrentaron a los cartagineses por el dominio del Mediterráneo.
En 264 aC. Roma se enfrentó a Cartago por el control de la Isla de Sicilia y del
Mediterráneo occidental (I Guerra Púnica). El conflicto acabó con la victoria de Roma y
con Cartago orientando su expansión hacia la península Ibérica; buscaba recursos
económicos y humanos. En el año 238 aC. el general cartaginés Amílcar Barca
desembarcó en Gadir y sus sucesores Asdrúbal y Aníbal conquistaron el sureste
peninsular. Para contener su expansión, Roma firmó con Cartago el tratado del Ebro
por el que los cartagineses se comprometían a no extenderse al norte de este río.
En 219 aC. Roma declaró la guerra a Cartago porque Aníbal tomó Sagunto, ciudad
aliada de Roma aunque se situaba al sur del río Ebro. En el transcurso de la guerra, el
general romano Publio Escipión desembarcó en Emporion (218 aC), tomó Qart
Hadasht (Cartagena) y más tarde Gadir. Los cartagineses fueron expulsados de la
Península y Roma emprendió su conquista.
Conquista de la Península
Los romanos conquistaron sin mayores dificultades las zonas que habían vivido en
contacto con los colonizadores fenicios y griegos. Cuando decidieron extender su
dominio al conjunto de la Península comenzaron sus complicaciones porque coincidió
con otros conflictos bélicos (guerras civiles romanas y III Guerra Púnica) y
especialmente por la resistencia de los pueblos del oeste, norte y centro peninsular. La
estrategia de éstos se basó en la guerra de guerrillas contra las legiones romanas.
La conquista duró aproximadamente 200 años, se realizó por la fuerza o a través de
pactos con los pueblos peninsulares y se realizó en cuatro etapas:
1. Primera etapa (218-170 aC.). Roma dominó el sur y la costa oriental de la
Península.
2. Segunda etapa (154-133 aC.). Roma conquistó la Meseta donde se
desarrollaron las guerras lusitanas y celtibéricas por la fuerte oposición de sus
pobladores. Los lusitanos, dirigidos por Viriato, derrotaron repetidamente a los
romanos en tierras del actual Portugal y Extremadura hasta que fueron
sometidos tras el asesinato de su jefe. Los celtíberos resistieron heroicamente
el cerco romano a Numancia (cerca de la actual Soria), siendo derrotados en
133 aC. por Publio Cornelio Escipión. La mayoría de los defensores prefirieron
incendiar la ciudad y matarse antes que entregarse.
3. Tercera etapa (123-121 aC.). Continuación de la expansión hacia el interior
peninsular y conquista de las islas Baleares.
4. Cuarta etapa (29-19 aC). Roma sometió a los pueblos del norte peninsular
(galaicos, cántabros y astures) en las llamadas guerras cántabras. Fue
entonces cuando el emperador Augusto dio por concluida la conquista de
Hispania.
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La explotación económica
Durante la conquista romana, el Estado, los funcionarios y los comerciantes romanos
sacaron de la Península grandes riquezas. Especialmente rentables por su fácil
transporte y atractivo precio en el mercado eran los esclavos (habitualmente
habitantes de las ciudades indígenas que tras haber sido ocupadas por los romanos
se habían sublevado) y los metales (especialmente oro, plata, cobre y cinabrio; oro de
Sierra Morena y el noroeste peninsular; plata en la zona de Cartago Nova (Cartagena);
cobre en la zona de Ríotinto; y cinabrio en Almadén).
Con el establecimiento definitivo de los romanos en Hispania, la explotación se
diversificó y comenzó también la exportación de productos agrícolas y otras materias
primas. A cambio, los hispanos pudientes podían importar de Roma productos
manufacturados y de lujo. La agricultura hispana se basaba en la explotación de la
triada mediterránea (trigo, vid y olivo) que, mayoritariamente eran trabajados en
grandes latifundios por mano de obra esclava. En las zonas menos aptas para la
agricultura se desarrolló la ganadería y en las costas de Cádiz fue muy intensa la
industria de salazones.
Los intercambios comerciales se aseguraban gracias a la extensión de una economía
monetaria. El denario romano y sus divisiones en moneda de cobre se convirtieron en
la unidad monetaria. Hasta mediados del s. I dC se acuñó moneda en Hispania. A
partir de este momento, esta competencia quedó en manos del Estado.
El destino de la producción era doble. Por un lado, el abastecimiento de la población
peninsular. Por otro, el aprovisionamiento de la ciudad de Roma.
La Hispania romana. La sociedad hispanorromana.
El proceso de implantación del poderío romano en Hispania fue largo y respondió a
tres proyectos: la derrota de Cartago, la explotación económica del territorio y la
incorporación de la Península al dominio político de Roma.
De forma simultánea a la conquista comenzó el proceso de romanización (*) llevado a
cabo por distintos agentes: la llegada del ejército y funcionarios, la creación de
ciudades conectadas a través de calzadas y la edificación de obras públicas, el uso del
latín como lengua común y el culto al emperador.
Para administrar el territorio, los romanos dividieron Hispania en provincias, cuyo
número y extensión fue variando con el tiempo. De dos provincias en la primera fase
de conquista (Hispania Citerior e Hispania Ulterior) a seis provincias en el s. III dC.
(Gallaecia, Tarraconense, Lusitania, Cartaginense, Bética y Baleárica –esta última del
s. IV aC-).
Y en estas provincias, las ciudades representaron, mejor que nada, la esencia de la
civilización romana en Hispania. Roma fortaleció algunas ciudades prerromanas y creó
otras nuevas. Entre estas últimas destacan Emerita Augusta (Mérida), Caesaraugusta
(Zaragoza), Barcino (Barcelona), Tarraco (Tarragona), Hispalis (Sevilla) o Lucus
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Augustus (Lugo). La importancia de las ciudades para los romanos radica en que para
ellos la ciudad era:
El centro del poder político.
Un lugar de intercambio comercial.
El principal escenario de desarrollo de la vida social y del ejercicio de la
ciudadanía.
Las ciudades estaban debidamente comunicadas a través de una completa red de
calzadas entre las que destacan la Vía Augusta (que recorría la costa mediterránea),
la Vía Platea (que atravesaba la Península de norte a sur entre Astorga y Mérida y
Sevilla) y la Vía de Astorga a Burdeos (en el norte penínsular y sobre la que se
configuraría en el s. X el Camino de Santiago).
El legado de Roma.
Cuatro son los legados que Roma dejó en Hispania:
1. Una historia de progreso. Aunque discutible, la idea de progreso está asociada
a Roma. Pese a la dureza de la conquista y el rigor de la esclavitud, la obra de
Roma sigue viéndose mayoritariamente como un avance social, cultural y
político respecto a las sociedades indígenas.
2. El latín, que como lengua oficial y privada sirvió para la expresión de las
creaciones de los intelectuales hispanos y se configuró en el sustrato de los
idiomas romances que se formaron entre los siglos VII y XII.
3. El derecho romano que su en su momento reguló la convivencia de una
sociedad compleja, actualmente es base sustancia de nuestro ordenamiento
jurídico.
4. La religión. El cristianismo, que pasó de estar prohibido a ser, primero, tolerado
(313 dC) y finalmente considerado como la religión oficial del Imperio (380 dC),
se convirtió en la religión mayoritaria en Hispania impregnando las creaciones
artísticas y literarias, y reinterpretando del devenir histórico. La Iglesia de
Hispania, como la del resto de provincias del Imperio se organizó siguiendo el
modelo de la administración civil.
3. HISPANIA, REINO DE LOS VISIGODOS.
La Crisis del siglo III. Los germanos en Hispania.
La Crisis del siglo III
En el s. III, Roma y su imperio entraron en una profunda crisis política, económica y
social. Esta crisis conduciría al desmoronamiento del imperio occidental en el s. V.
La crisis política comenzó tras las primeras derrotas de Roma ante los pueblos
bárbaros (*). Como consecuencia de estas, las fronteras se hicieron inseguras, cesó la
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expansión y aumentó la importancia del ejército (necesidad de un ejército mayor y de
mayores recursos para mantenerlo)
La crisis económica estuvo asociada a la anterior. El cese de las conquistas hizo
disminuir el número de esclavos, base del sistema económico de Roma. En
consecuencia disminuyó la producción y la actividad comercial a la vez que el Estado
aumentaba los impuestos para su sostenimiento.
La crisis social motivada por la difusión del cristianismo, la ruralización de la sociedad
y la sustitución de las relaciones de tipo público entre súbditos y el imperio por otras de
carácter privado. Entre súbditos y propietarios ricos de cada comarca.
Para afrontar la crisis el emperador Teodosio I (346-395 dC.) dividió el Imperio en dos
partes: el imperio romano de Occidente con capital en Roma y el imperio romano de
Oriente con capital en Constantinopla. Sin embargo la división no pudo evitar la
penetración de los pueblos bárbaros.
A finales del siglo IV, empujados por los hunos (un pueblo nómada y guerrero de
origen asiático), godos, alanos, suevos, vándalos y alanos rompieron las fronteras del
Imperio. Hacia 406 se asentaron en tierras de éste.
Los germanos en Hispania
Los germanos que penetraron en la península fueron cuatro: los visigodos a finales del
s. IV, y los vándalos, suevos y alanos a comienzos del s. V. Los visigodos eran una
rama del pueblo godo. Como federados entraron en la península Ibérica en el año 415
con el encargo de someter a los otros pueblos germanos a cambio de tierras. Tras
arrinconar a los suevos en la antigua Gallaecia (donde se constituirían como reino),
acabar con los alanos y obligar a los vándalos a trasladarse a África, regresaron a la
Galia.
Desaparecido en imperio romano de Occidente, fundaron en reino de Tolosa a ambos
lados de los Pirineos pero tras enfrentarse a los francos y ser derrotados, se
establecieron de forma permanente en la península Ibérica. Situaron la capital de su
nuevo reino en Toledo. La mayoría de la población era hispanorromana pero quedó
sometida a los dirigentes germanos.
La Hispania visigoda. La sociedad hispanovisigoda.
Evolución histórica del reino visigodo
Podemos distinguir dos etapas y el momento de su desintegración:
1. En una primera etapa (507-585) que culminó con el reinado de Leovigildo, los
visigodos, instalados inicialmente en la Meseta, conquistaron el reino suevo y
sometieron a cántabros y artures. La fusión entre hispanorromanos y visigodos
se hizo especialmente difícil por las diferencias legislativas, culturales y
religiosas.
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2. En una segunda etapa (586-711) se completó la conquista de la Península con
la expulsión de los bizantinos. A mediados del s. VI, los bizantinos, empeñados
en restaurar en Occidente el imperio romano, tras instalarse en el norte de
África, habías ocupado el litoral sur de Hispania, desde el cabo de la Nao hasta
el golfo de Cádiz. Así mismo sometieron a los vascones del norte peninsular. A
nivel social, se logró la fusión entre godos e hispanorromanos gracias a la
conversión del rey Recaredo en el III concilio de Toledo (589), lo que conllevó
la conversión de todos los visigodos al credo católico, y a la implantación del
Fuero Juzgo (*), un código de leyes común para romanos y visigodos.
3. El final del reino visigodo tuvo lugar en el año 711, consecuencia de la
expansión de los musulmanes por el norte de África y de las luchas intestinas
entre los propios visigodos por el carácter electivo de su monarquía.
La sociedad hispanovisigoda
Las notas características de la sociedad hispanovisigoda son las siguientes:
Estaba regida por tres instituciones de orden político: la monarquía electiva, el
Aula Regia (nobles consejeros del monarca) y los concilios de Toledo
(reuniones periódicas convocadas por el rey en las que se reunían obispos y
abades, y que desde la conversión de Recaredo al catolicismo trataban
asuntos de orden religioso y político)
Era una sociedad eminentemente rural, en la que habían decaído
notablemente las ciudades como lugar de residencia y núcleos de actividad
mercantil y artesanal. Las instituciones municipales se vaciaron de contenido y
fueron sustituidas por los obispos y condes.
Se polarizó en torno a una minoría aristocrática de origen romano (que se
ocupaba de la administración civil o eclesiástica) o de origen visigodo (que
monopolizaba la dirección militar. La mayoría de la población la integraba gente
libre (pequeños propietarios agrícolas, artesanos y comerciantes) y esclavos
(cuyo origen no estaba en las conquistas sino que habían llegado a esa
condición por deudas o represión política). Creció la población de colonos:
antiguos propietarios a los que las circunstancias habían empujado a
abandonar su libertad y encomendarse a un gran propietario que los protegía
con su ejército privado. Como consecuencia proliferaron las relaciones de
dependencia.
El legado del Reino visigodo.
La difusión del legado de Roma en Hispania correspondió en buena parte al tiempo de
los visigodos. En esa difusión, romanización y cristianización fueron de la mano. Cabe
reseñar:
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En el campo del arte, la orfebrería como novedad y la prolongación de la
arquitectura siguiendo los cánones romanos aunque con construcciones mucho
más modestas.
En el ámbito de la cultura literaria, teorías políticas que triunfaron en la Edad
Media y compendios de conocimientos (Etimologías de San Isidoro de Sevilla)
4. LA PREHISTORIA, LOS PUEBLOS PRERROMANOS Y LA ROMANIZACIÓN
EN LAS ACTUALES TIERRAS DE CASTILLA – LA MANCHA. EL REINO
VISIGODO.
Prehistoria y pueblos prerromanos
La ocupación del territorio de la actual Castilla-La mancha data de hace unos 600.000
años. Hacia el V milenio aC. se desarrollaron la agricultura y la ganadería y se crearon
los primeros poblados. Así, hay vestigios del Paleolítico en los yacimientos de Pinedo
(Toledo), Los Casares (Guadalajara) o la Cueva del Niño (Albacete).
Durante el V milenio aC. fueron penetrando los avances tecnológicos y culturales del
Neolítico. Los humanos de esta época vivieron en abrigos y cuevas (Verdelpino en
Cuenca) y del III y II milenios aC. han llegado hasta nosotros yacimientos de las tres
grandes culturas de la época: la algárica (en Tébar, Cuenca); la del vaso
campaniforme (en Belbís de la Jara y Talavera en Toledo y la de Buendía en Cuenca)
y la cultura de las motillas (en distintas áreas de Ciudad Real como Motilla de Santa
maría de Argamasilla).
Al iniciarse el I milenio aC se produjo la penetración desde el norte de pueblos
indoeuropeos. Pueblos celtas fueron los vetones (al oeste de la actual provincia de
Toledo) y los carpetanos (al norte del río Tajo). Los pueblos celtíberos (belos, lusones
y olcades) se instalaron más al norte, en las actuales provincias de Cuenca y
Guadalajara. Y pueblos iberos como los oretanos y bastetanos se acomodaron al sur;
en las tierras de las actuales Albacete y Ciudad Real. Sobresalen así las necrópolis de
incineración de campos de urnas celtíberas Carrascosa del Campo (Cuenca) o Aguilar
del Campo (Guadalajara); el santuario ibérico del Cerro de los Santos (Albacete) o el
monumento funerario de la necrópolis de Pozo Moro (también en Albacete).
La romanización
Como ya hemos estudiado la llegada de cartagineses y romanos a la Península Ibérica
respondió a intereses económicos. La llegada de los cartagineses chocó con los
intereses de la otra gran potencia del Mediterráneo: Roma.
En las actuales tierras de Castilla-La Mancha los cartagineses explotaron las minas de
plata de Sierra Morena y de cinabrio en Almadén. A partir del siglo III aC. los
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cartagineses, dirigidos por Amílcar, iniciaron la conquista y anexión de tierras más al
sur. Su hijo Aníbal buscó la alianza con los pueblos de la zona (carpetanos y
oretanos).
A partir del s. II aC Roma inició la conquista de la Meseta enfrentándose y venciendo a
los pueblos allí instalados y a los cartagineses. En el año 197 aC. las tierras
castellanomanchegas se integraban en la provincia romana de Hispania Citerior. Con
el paso del tiempo, estas mismas tierras pasarían a integrarse en distintas provincias
(Tarraconense, Lusitania, Baetica y, finalmente, Carthaginensis).
Los principales centros de romanización fueron las ciudades que llegaron a su máximo
esplendor en tiempos del Alto Imperio. Destacan así Caesarobriga (Talavera de la
Reina), Toletum (Toledo), Segontia (Sigüenza) o Segóbriga (en Cuenca).
Uno de los factores que más contribuyó a la romanización del territorio fue la
construcción de una completa red de calzadas en la que Toledo jugaba un papel
fundamental. Destaca la vía que unía Emerita Augusta (Mérida) con Caesaraugusta
(Zaragoza).
La crisis del Imperio a partir del s. III llevó al abandono de las ciudades y a la
proliferación de villas, muchos de cuyos restos todavía perduran (Carranque, Toledo)
El reino visigodo
A lo largo del s. V se produjo la penetración de los visigodos en las tierras
hispanorromanas llegando a instalar su residencia real en Toledo, convirtiendo así a
esta ciudad en la capital de la recién creada monarquía hispanovisigoda. Pero salvo
en Toledo, los núcleos de asentamiento visigodo en las tierras castellanomanchegas
fueron escasos.
5. VOCABULARIO DE LA UNIDAD
Atapuerca. Yacimiento de. Yacimiento arqueológico localizado en la sierra de Atapuerca (Burgos). En el
mismo se han localizado restos fósiles de homínidos cuya antigüedad supera los 800.000 años. Han
permitido la identificación de la especie de homínido más antigua de Europa: el homo antecesor.
Bárbaros. Nombre con el que los romanos designaron a los pueblos extranjeros que se asentaban más
allá de las fronteras de los ríos Rin y Danubio.
Fuero Juzgo o Liber Judiciorum. Recopilación de más de 500 leyes promulgada por el rey visigodo
Recesvinto en 654 que regulaba los derechos y obligaciones de la población visigoda e hispanorromana.
Homínido. Mamífero primate que camina sobre dos pies en posición erguida, con gran desarrollo
cerebral. Tiene dedo pulgar oponible en la mano y gran capacidad craneal y cerebral.
Revolución neolítica. Expresión con la que se pone de manifiesto los importantes cambios que se
produjeron en esta atapa prehistórica: economía productora, forma de vida, organización del trabajo y
complejidad social.
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Romanización. Progresiva adaptación y asimilación de las formas de vida romanas.
Ruta de los metales. Itinerario comercial cuyo fin principal era la adquisición de metales en las zonas
productoras a cambio de otras materias primas o de productos de consumo.