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La peor de todas las persecuciones

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Derechos de autor registrados

2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.

Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

La peor de todas las persecuciones. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada

Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia

Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La

Inmaculada Niña.

http://angarmegia.com - [email protected]

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Federico Salvador Ramón Artículo publicado en la revista mariana Esclava y Reina

Marzo/Abril de 1928 Guadix – Granada - España

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado

Antonio García Megía

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Federico Salvador Ramón.

Revista mariana Esclava y Reina. Marzo/Abril, 1928.

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Es, en verdad, espantable leer cuanto escribe nuestro bienaventurado Maestro

Montfortiano de persecuciones a su libro, a él y a los que, de algún modo, tomen parte en

la obra de la Esclavitud Mariana por él profetizada.

Leer su libro será bastante para sufrir persecución.

Y al considerar tanta saña en los enemigos de mayor conocimiento y amor de

María, pronunciado y enseñado por el bienaventurado Luis María, no puede menos que

surgir en nuestra mente la idea de cuánto habrán de ser perseguidos los que no sólo deseen

conocer la Esclavitud, y practicarla de modo ordinario, sí que aquéllos que la conozcan y

amen y deseen practicarla del modo más perfecto. «Serán ·pequeños y pobres según el

mundo, y rebajados ante los otros, como el talón lo es respecto de los demás miembros

del cuerpo».

Pero, ¿en dónde están esas persecuciones?

La Esclavitud debe ser hoy más conocida que en los tiempos que han pasado desde

que apareció el libro de la Verdadera devoción, y, sin embargo, no se escucha, en parte

alguna, el fragor de la persecución ruidosa.

Las muy contadas revistas que hablan de la Esclavitud Mariana, El mensajero de

María, Reina de los Corazones y Regina dei Cuori, que son las de más mérito y

nombradía, no nos dicen que los esclavos y esclavas sean perseguidos. Esto no obstante,

nosotros creemos que hay persecución y, más, creemos que la peor de las persecuciones,

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pues, aparte la persecución del silencio que por doquiera se nota en torno del espíritu

mariano enseñado por el Maestro de Montfort, hay otra persecución que pesa como

plancha de plomo sobre el espíritu mariano montfortiano, asfixiándolo tan impíamente

que, a duras penas, llega a sentirse en las almas, en general, la vida mariana práctica para

la salvación y perfección de los enamorados de María, y para la restauración de todas las

cosas en Cristo.

Y es, a no dudarlo, nacido este espíritu de sobrecogimiento que embarga el

desarrollo de la doctrina y práctica de la Esclavitud Mariana, el supremo estado de

irreligión y la desenfrenada indiferencia que inspira por doquier el peor de todos los

errores y herejías, el liberalismo religioso que envenena, envilece y esfuma el verdadero

espíritu de fe.

Para estos tiempos hartos de herejías y rebosantes de impiedad, los tiempos de

más peligros para el alma que han conocido los siglos todo lo espiritual, y, muy

especialmente, lo que supone la propia negación, es una quimera impracticable. Hablar a

este mundo de propio sacrificio es sueño irrealizable. Predicarle de sumisión, de

disciplina, de obediencia, de observancia, de piedad…, es la mayor de las locuras.

«Porque no hay que creer como dice nuestro Vidente, que es oro todo lo que

reluce, que todo lo dulce es miel, y que todo lo fácil de hacer y que practica el mayor

número es lo que más conduce a la santificación». Y como podemos decir que estarnos

en la plenitud de tales tiempos, osados para Dios, envilecedores para el individuo y

corruptores para la familia y para la sociedad, de aquí que, aunque, como dice el

bienaventurado de Montfort, es necesario escoger entre todas las devociones a la

Santísima Virgen la que mejor nos lleve a la muerte de nosotros mismos, como la mejor

y más eficaz para nuestra salvación.

¿Pero, en tales tiempos, ¿quién piensa en santificarse anonadándose, buscando

donde quiera la muerte mística más perfecta, para que más viva en nosotros Dios?

No es oro todo lo que reluce y por eso hay algo, mucho si queréis, que reluce hasta

en el interior de los templos. Pero, ¡ay dolor!, que son pocas las que anoche vivieron

recogidas para venir a la mañana siguiente al lado de Jesús y de María y, en cambio, son

legión las desnudas, 1as descocadas, las procaces en el hablar y en el mirar, porque esa

es la moda, que vienen, no nos atrevemos a decir a comulgar, hasta el alma de los

devaneos de la noche anterior en reuniones, en teatros, en cines... y en donde se les antoja

las más de las veces.

Y siendo así, ¿cómo es posible hablar de la Esclavitud de amor a la Reina de la

Pureza, a la Virgen Inmaculada?

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Y sí ni hablar se puede, ¿cómo habrá quien viva esa vida de sacrificio que exige

vivir en la tierra, pero caminando al cielo?

Pero todavía nos atreveríamos a preguntar más, ¿cómo oirán las almas si no hay

quien les predique?

Es indudable que la Esclavitud es poco conocida y, por lo tanto, poco amada. Hay

algunas partes de la tierra, muy escasas, en donde se habla de Esclavitud, pero, ¿se vive

la Esclavitud para que los pueblos imiten esa vida?

Alguna vez ha parecido llegada la hora de hacer de la Esclavitud una

extraordinaria propaganda, pero la falta de preparación parece que ha dado por resultado

que la Esclavitud aparezca como diluida en todas las fórmulas y prácticas piadosas, sin

que de ella se dé a conocer su propio carácter, su personalidad.

Y entonces acaso brillaron más los encargados de hacer de la Esclavitud algo de

todo y sin personalidad propia, que los que hubieran querido ver a la Esclavitud en sí

misma antes que en sus relaciones con las demás prácticas piadosas, y por ese modo

fácilmente se preparaba el camino para que los devotos falsos, todos de buena fe, sin

duda, llegaran a colocarse a la altura de aquellos devotos que califica nuestro Beato de

devotos críticos, los cuales más son de adentro que de afuera, más hombres de fe que

herejes, más piadosos que impíos y, por ser así, más terribles perseguidores de la obra de

María. Porque, bien sabido es que la persecución de los buenos a las obras buenas es la

más irresistible de todas las persecuciones y es, por consiguiente, el yunque en donde

nuestro Señor prueba las obras que de veras son de Él.

La astucia de Luzbel no tiene medida y él sabe lanzar prevenciones en las almas

de los que son capaces de ser devotos críticos, regateadores de las obras de Dios, porque

sabe el mal espíritu que tales devotos querrán medir la obra de Dios por la propia

obscuridad de sus entendimientos y por lo menguado de la propia voluntad.

Desgraciados devotos críticos que tanto daño hacen a las almas muchas veces con

una sola mirada, con una sonrisa, con una sola palabra despectiva, burlona o de reproche.

¡Oh sabios, oh buenos, oh altos! Advertir que sobre vosotros, por mucho que seáis,

está el querer divino y la gloria de la Inmaculada que quiere sus esclavos, nuevos y

valientes soldados de uno y otro sexo, hagan conocer, y amar, y honrar a María más que

ha sido conocida, amada y honrada hasta hoy, y que serán dichosos los que se alisten en

esa legión, formada por María y por Ella fortalecida.

Que todo lo que aparece, como enseña de los verdaderos devotos de María, es

pequeño, ¿qué importa?

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Que no es mayor que la huella de un hombre, ¿pues acaso no han de ser los

esclavos como el talón?

Que todo sea nacido de Dios y de María, eso es lo necesario, que no viva la

Esclavitud de la carne y de la sangre con la fingida y engañosa prudencia que la carne

inspira.

Que los esclavos y esclavas sean humildes, pequeños y despreciables para el

mundo, eso es lo que hace falta, lo que urge es que vengan al mundo los apóstoles

anunciados por el Vidente de la Esclavitud.

Entretanto, que Dios salve a las almas marianas y a la devoción a María del daño,

que según la Verdadera Devoción, pueden causarles:

§ 1 - Los devotos críticos

«Los devotos críticos son, por lo común, los sabios orgullosos,

espíritus fuertes y pagados de sí mismos, que en el fondo tienen

alguna devoción a María, pero que critican casi todas las prácticas

de devoción a la Santísima Virgen con que las personas sencillas

honran sencilla y santamente a esta tierna Madre, sólo porque no se

acomodan a su orgullo.

Ponen en duda todos los milagros e historias referidos por autores

fidedignos o sacados de historias de las órdenes religiosas, que da

fe de la misericordia y del poder de la Santísima Virgen.

No saben ver sin pena a las gentes sencillas y humildes arrodilladas

ante un altar o una imagen de la Santísima Virgen, a veces en el

ángulo de una calle, rogando a Dios, y hasta los acusan de idolatría

cual si a dorasen la madera o la piedra, dicen que ellos no pueden

aprobar esas devociones exteriores y que no son de espíritu tan

cándido que vayan a creer tantos cuentos e historias como se

atribuyen a la Santísima Virgen.

Si se les refieren las alabanzas admirables que los santos Padres han

tributado a María, o responden que al hacerlo así hablaban como

oradores, exagerando las cosas, o dan una mala interpretación a sus

palabras.

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Todos estos falsos devotos y gentes orgullosas y mundanas son

mucho de temer y hacen gran daño a la devoción a la Santísima

Virgen, alejando de ella a los pueblos de una manera eficaz, bajó

pretexto de destruir sus abusos».

¡Ignorantes, orgullosos, mundanos!

¡Los devotos críticos!

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