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La pochota la diana 15 pasajes gráficos

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LA POCHOTA A LA DIANA: 15 PASAJES GRÁFICOS DE TUXTLA GUTIÉRREZ, es un ejercicio plástico que intenta rescuperar a través de 15 estampas, imágenes que han acompañado y acompañan a los habitantes de Tuxtla Gutiérrez en su recorrido por esta, y que pueden ser tomadas como referencia, incluso poética.

Estas imágenes ó pausas citadinas, han sido elegidas un tanto al azar, siguiendo una ruta de poniente a oriente –entrada y salida- de Tuxtla Gutiérrez. Nos hubiera gustado haber elegido otras más, sin embargo, ya son objeto de otros registros y documentales.

Es una especie de tour de force, en el que sus autores Marcela Reyes y Juan Ramón Lemus, hemos echado mano de una serie de recursos técnicos propios de la gráfica. Nos hemos esforzado para que cada imagen contenga ciertos aspectos plásticos diferentes.

Tomamos pues: la Pochota, el Puente (que ha Remplazado a La Fuente Mactumatzá), la Antorcha ó Mano de Sebastian, el Cerro Mactumatzá, El Parque Morelos, San Pascualito, Antigua Presidencia Municipal, el Edificio Maciel, el Panteón Municipal, el Parque 5 de Mayo, el Rio Sabinal, la Estatua de La Libertad, la Catedral de San Marcos, el Cañon del Sumidero, y la Diana Cazadora.

Los tuxtlecos hemos visto desaparecer a lo largo de tres décadas parte importante de su arquitectura y estructura física por factores físicos, geográficos, históricos, clima, y también en pos de la modernidad, sin embargo, existe en cada uno de nosotros una memoria particular de esta ciudad que no quisieramos ver destruída.

Así, pues, hemos podido encontrar por esta ciudad vacíos en la historia de su arquitectura; vemos en las calles pedazos de historias sin concluir o borradas. Sin embargo, la memoria de los transeúntes o conductores de vehículos se ha fijado casi simbólicamente en puntos que nos ubican territorialmente y tratamos pese a la destrucción o su desaparición, de preservar.

Este proyecto hace referencia al -rescate visual- de un tipo de patrimonio cultural; es un esfuerzo plástico que llama la atención de lo que sobrevive, para que no sea olvidado. Cabe mencionar que este proyecto ha sido auspiciado por el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias 2010-2011.

gradecemos de manera invaluable para la realización y conceptualización de este proyecto a nuestros muy queridos amigos: Jorge Humberto Aguilar Arzate, Roberto Ramos Maza, Eduardo Hidalgo, Guadalupe Moreno Corzo y José Antonio Platas Olvera.

“Dedicamos este trabajo a nuestro hijito Yael, quien nos enseña todos los dias la importancia de transitar por una ciudad llena de vida”

Juan Ramón Lemus Marcela Reyes Vázquez

LA CIUDAD ES INTERACCIÓN ENTRE LA POBLACIÓN Y MEDIO AMBIENTE. La ciudad es interacción entre la población y medio ambiente. Se expresa por sus elementos físicos: calles, edificios, jardines y parques. Ahí se concentra una población distribuida en toda su extensión. Es así, escenario peculiar de una forma de ser y actuar. Pero la ciudad no es únicamente estructura física, es ante todo producto de la intensión humana, resultado de la acción social y derivación de manifestaciones culturales. Es producto de la historia.

Es por consiguiente espacio estratégico de interacción entre el espacio de la globalización y la experiencia local, manifestándose en ella: la modernidad y la tradición, la calle pública y la casa particular. Así, la ciudad es espacio construido, social y simbólicamente. Pero habría que reconocer dos niveles para definir el espacio urbano: el material, donde se suscita la experiencia o práctica cotidiana, donde se construye la percepción, donde la gente se apropia de él; y el espacio resultado de la representación, en ideas e imágenes de sus habitantes.

La ciudad es el espacio donde se forman y expresan las identidades. Es el escenario y el componente de la identidad. Pero también, la ciudad es esa región cultural, expresión de una cultura intima. Una región que es soporte de la memoria colectiva. Un espacio geo-simbólico cargado de afectividad y significados.

El lugar es el principal ordenador de quien lo habita, le da sentido a su vida cotidiana y le otorga sentido y consciencia de quien es. En suma, la identidad urbana es el resultado de la integración social con su tiempo y su espacio, es decir de su historia. Y si el espacio de la ciudad es el componente esencial de la identidad, cualquier mutación del espacio urbano conlleva una modificación de la identidad, y viceversa.

Por todo ello, el trabajo de los quince pasajes gráficos de Tuxtla, denominada así, de manera cotidiana por todos sus residentes, representa memoria, afectividad e identidad de dos de sus habitantes, señalando con una ruta lineal, tal como es su forma de ciudad, un trayecto que tiene por sentido una secuencia del interior al exterior hacia la última frontera. Donde son señalados puntos de ciudad sobre esa secuencia o desde la perspectiva apreciada desde esa ruta.

Sin embargo, las imágenes urbanas no sólo se ocupan del elemento físico, son descripciones de escenarios de la ciudad donde se suscitan actos, donde acontecen hechos, constructivos y destructivos. Especifican vicisitudes urbanas vividas y apreciadas por dos narradores gráficos que con sus expresiones plásticas significan y simbolizan sus percepciones.

Los que habitamos Tuxtla, nos identificamos inmediatamente con esas referencias de la ciudad. Muchos coincidimos con las valoraciones que los dos artistas nos comparten. No obstante, también para lo ajenos, para los visitantes de la ciudad, queda claro, el arraigo, los vínculos y la identidad plasmada en cada gráfico. Pero también se logra comprender el padecimiento que ocasiona las pérdidas patrimoniales y las trasformaciones identitarias.

Humberto Aguilar Arzate

¿CÓMO SABEMOS LOS TUXTLECOS QUE SOMOS TUXTLECOS? Decía John Steinbeck: ¿Cómo sabremos que somos nosotros sin nuestro pasado?” Podría decir, parafraseándolo: ¿cómo podemos saber los tuxtlecos que somos tuxtlecos? ¿Con que nos identificamos? ¿Cuáles son los elementos que nos hacen sentir que somos parte de un paisaje? El paisaje tuxtleco, y por ende nuestra identidad, tiene una historia peculiar. Cualquier habitante de la Ciudad de México, se identifica plenamente con símbolos como “El Ángel”, o los tapatíos ven su ciudad, su paisaje, en las torres de su catedral. No encuentro nada así en los tuxtlecos. Pareciera que cuando están a punto de cohesionarse con algún elemento, éste es derruido por la ignorancia, por la estulticia, o por la arbitrariedad. Y quedamos, de nuevo, huérfanos de identidad y por tanto de cohesión, sin la cual los grandes proyectos de futuro de la ciudad son difíciles de realizar.

Georges Bertrand, un geógrafo francés contemporáneo, declaró que “El paisaje en sí mismo no existe. Cuando una mirada cruza un territorio, ocurre un proceso entre alguien que mira y sobre todo ve un paisaje, que pone en marcha su memoria y que la traduce en su materialidad, de hecho un paisaje”. He recordado esta otra cita a propósito de la carpeta “La Pochota a la Diana” que han realizado Marcela Reyes y Juan Ramón Lemus. Ellos han visto el paisaje tuxtleco a través de sus símbolos, han puesto en marcha su memoria –y su sensibilidad- y la han materializado, y pueden ayudar a otros tuxtlecos a construir con fragmentos un paisaje de su propia memoria.

Tuxtla, como todas, es una ciudad y al mismo tiempo es muchas ciudades. Una es la ciudad de la cotidianidad, otra la del ocio, otra la ciudad personal e íntima, otra la del recuerdo personal o colectivo. También está la ciudad de la ignominia, o la vergonzante, la que no quiere voltear a los ríos sucios y malolientes, o la que no quiere mostrar que tiene un alma indígena e ignora todo de las danzas y los rituales zoques. Es paradójicamente una ciudad llena de símbolos, pero que se destruyen o se ignoran.

El recorrido longitudinal que proponen Juan Ramón y Marcela podría tomarse como un viaje por el alma tuxtleca, esa que brilla intermitente y muchas veces parece apagarse. Los elementos que lo conforman permiten hilar la memoria pero también plantearnos el futuro de una ciudad mutilada. Nuestro pasado está mutilado. No existe el Parque Central de la infancia de muchos tuxtlecos, o ya no está su escuela, o derribaron la casa de los abuelos, o al ampliar una calle crearon paisajes chatos y anodinos que no dicen nada a la sensibilidad.

Tuxtla y sus símbolos nos hablan de una cuestión de la que poco se dice: la propiedad del paisaje urbano. Se trata de una propiedad pública que pocos asumen. Cada dueño de una casa hace con su fachada lo que le viene en gana, sin pensar que forma parte de un paisaje colectivo; al mismo tiempo, la mayoría piensa que si algo es propiedad pública, es que es de nadie, al contrario de pensar que es de todos. Las autoridades ni siquiera piensan en función de un paisaje urbano, y peor, creen que la propiedad pública es de ellas, no de los ciudadanos. La fuente Mactumactzá, que revive en este trabajo, y que ya era un icono de los tuxtlecos, es un ejemplo de ello. Las autoridades municipales la arrasaron sin ninguna consideración a la memoria y la identidad de cientos de miles de ciudadanos.

Esta carpeta, con singularidad creatividad y amor, nos vincula al paisaje del que somos dueños, -irresponsables si se quiere-, los tuxtlecos, quienes tendrían que saber, que sin memoria no hay futuro; que nuestra ciudad nunca será una gran ciudad, si no tenemos elementos clave que la identifiquen en el planeta, y con los que nos identifiquemos con orgullo. La exquisita belleza de un joyonaqué no puede seguir siendo un tesoro secreto para el mundo. Ese es precisamente un gran elemento del paisaje tuxtleco

Roberto Ramos Maza

La Pochota a la Diana15 pasajes graficos de Tuxtla

Marcela Reyes – Juan Ramón Lemus Chiapas/México - Diciembre-2011

IMPRESIÓN

Para Marcela Reyes y Juan Ramón Lemus

Esta es la idea que recorre la ciudad,

que pisa y se introduce y sube y baja,

que pinta y que raya el ayer y el ahora y los mezcla en un solo trabajo

que guía mis pasos,

que genera una impresión o dos o tres o cuatro.

Y entonces, el proceso necesario que el color y el trazo traen

unirá las manos de un hombre y una mujer en un camino con la misma dirección:

de ceiba a cinco de mayo,

de antorcha a san pascual,

de fantasma de una fuente que habita bajo blancos arcos

hasta diana cazadora de esto y lo otro.

Él y Ella:

la idea y el sueño que ruedan cerro arriba,

que vuelan río abajo,

que se amacielan o se asumideran,

que ríen o rezan,

que tumba o que puente.

Actos y lugares indistintos.

La libertad de creer es estatuaria.

Ésta es tu área,

son tus manos y las mías,

mis huellas y las tuyas:

recorrer es volver a vivir.

Eduardo Hidalgo

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