LOS DIEZ MINUTOS

MÁS SANGUINARIOS DE

LA HISTORIA

POR DEIVID CASTLE

Desde Odessa, 13 de marzo de 1905,

en la plaza del puerto. Empezamos a

despedirnos de las embarcaciones y

damos alimentos a los marineros del

Potemkin.

Minutos después en las mismas

escalinatas de la plaza fuimos

atacados por los cosacos. Sin piedad

y con sangre fría empiezan a disparar

sin importarles la edad, raza, o

situación física de cualquier persona,

a todos los que estábamos.

Se desvanecen muchas personas por

el camino a la hora de huir de los

soldados, habiendo muerto hasta

niños inocentes.

Como aquel niño que en la

profundidad de la mente se me

quedó, cuando sin piedad un soldado

mata a un pobre chiquillo sin culpa y

a su madre sin importarle su vida.

Esta madre pide piedad a los

soldados, falleciendo al final la mujer

con su niño en brazos muerto bajo

una lluvia de balas.

Otra madre con su carricoche con un

niño de meses muere fusilada

dejando al niño a su suerte en las

escaleras picadas y alargadas. ¡Qué

crueldad y tan poca lógica!

Los que escapamos de ese barullo

escalamos las barricadas de leña y al

llegar abajo empezamos a lanzar

gritos de júbilo y de triunfo: a

nuestros pies había muchísimos

fusiles y armas de los cadetes.

Cuando se fueron los soldados, las

personas que buscaban los familiares

o amigos perdidos volvieron al lugar

de la masacre, ya que otros muchos

por temor y no volver al lugar

masacrado, no volvieron a este

espacio maldito.

Volvimos agotados a los refugios los

que no teníamos a nadie perdido, con

un espíritu de venganza, rabia, ganas

de justicia y a la vez tristes por el

sanguinario ataque de los cosacos

blancos hacia todas las personas

inocentes.

Pensando que en cualquier momento

podrían volver y terminar de

masacrar sin importarles la vida de

ningún ser o criatura, como

máquinas sanguinarias sin

conciencia.

Esto daba oficialmente por

iniciada la Revolución Rusa.