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CAMINOS DE EVANGELIZACIÓN HOY DESDE NUESTRO CARISMA, ESPÍRITU Y MISIÓN MARCO E IDEAS PREVIAS A LA LECTURA: Es 11 de octubre de 2012, comienza el año de la fe. Desde mi ventana puedo ver el patio del colegio Santa Ana de Guadalajara, alumnos y profesores se encuentran en las aulas participando de un curso que sabe a 50 aniversario. Allí, entre todos ellos, se encuentran mis tres hijos varones de 6, 5 y 3 años; también compañeros y una comunidad de hermanas con las que he compartido vida y trabajo desde que el curso 2008/2009 me incorporé al centro, primero como tutora de 6º y PT y más adelante con funciones de orientación educativa. Ahora, aún de baja maternal, mientras estoy pendiente de mis pequeñas de algo más de un mes de vida cojo entre mis manos el documento de Caminos de Evangelización hoy desde nuestro carisma, espíritu y misióndedicado a la Familia Santa Ana. Con el mismo cariño con el que me lo han hecho llegar quiero yo adentrarme en su lectura. Reflexionar, orar, meditar lo escrito y, si me es posible, responder a las preguntas que se plantean y plasmar algunas conclusiones personales. Lo primero que hago es detenerme en las palabras de su portada. Para mí es importante unirlas de manera adecuada; saber conjugar “hoy”: “Evangelización y Carisma”; “Misión y Familia” “Camino y Espíritu”: Evangelizar sí, envolviendo la Buena Noticia desde un carisma que trasluzca tras lo que realizamos en aulas y patios, claustros y pasillos. Carisma que encarnan las hermanas pero que por ser inspiración del Espíritu, los laicos también podemos abrirnos a ello. Misión Compartida, encontrando el lugar de los laicos (mi lugar) en una labor ya iniciada, con historia, con herencia de heroísmo que ahora se renueva con nuestra 1

Misión compartida

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En este artículo experiencial se habla de la importancia de los adaptadores de función y del análisis de las aportaciones de los laicos para la Misión Compartida. Carmen Lamata Doctora en Psicología Escolar y del Desarrolllo.

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CAMINOS DE EVANGELIZACIÓN HOY DESDE NUESTRO CARISMA, ESPÍRITU Y MISIÓN

MARCO E IDEAS PREVIAS A LA LECTURA:

Es 11 de octubre de 2012, comienza el año de la fe.

Desde mi ventana puedo ver el patio del colegio Santa Ana de Guadalajara, alumnos y profesores se encuentran en las aulas participando de un curso que sabe a 50 aniversario. Allí, entre todos ellos, se encuentran mis tres hijos varones de 6, 5 y 3 años; también compañeros y una comunidad de hermanas con las que he compartido vida y trabajo desde que el curso 2008/2009 me incorporé al centro, primero como tutora de 6º y PT y más adelante con funciones de orientación educativa. Ahora, aún de baja maternal, mientras estoy pendiente de mis pequeñas de algo más de un mes de vida cojo entre mis manos el documento de “Caminos de Evangelización hoy desde nuestro carisma, espíritu y misión” dedicado a la Familia Santa Ana. Con el mismo cariño con el que me lo han hecho llegar quiero yo adentrarme en su lectura. Reflexionar, orar, meditar lo escrito y, si me es posible, responder a las preguntas que se plantean y plasmar algunas conclusiones personales.

Lo primero que hago es detenerme en las palabras de su portada. Para mí es importante unirlas de manera adecuada; saber conjugar “hoy”: “Evangelización y Carisma”; “Misión y Familia” “Camino y Espíritu”:

Evangelizar sí, envolviendo la Buena Noticia desde un carisma que trasluzca tras lo que realizamos en aulas y patios, claustros y pasillos. Carisma que encarnan las hermanas pero que por ser inspiración del Espíritu, los laicos también podemos abrirnos a ello.

Misión Compartida, encontrando el lugar de los laicos (mi lugar) en una labor ya iniciada, con historia, con herencia de heroísmo que ahora se renueva con nuestra presencia. Un proyecto común que crece y potencia al mismo tiempo la vocación de cada uno.

Caminar acompañados por el Espíritu para continuar el recorrido que María Rafols y Juan Bonal nos han dejado en herencia y que ha de llevar a Cristo. Atender las necesidades y hambres de hoy con nuestro ser y hacer.

Que sea pues el Espíritu quien acompañe a cada persona que se adentra en el texto, que bendiga a quienes lo encarnan en su día a día e inspire la celebración del XXVII Capítulo General. Unidos en oración y encomendados a los fundadores hagamos realidad el que el itinerario a seguir “comience en CRISTO como su fuente y tienda a Él como su fin”.

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REFLEXIÓN EN LA LECTURA Y CONTESTACIÓN A LAS PREGUNTAS

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”.

Efesios 4:11.

El documento comienza haciendo mención al Concilio Vaticano II, a la Iglesia del Nuevo Milenio llamada “Iglesia de los laicos” y a la Refundación de la misión de las HCSA que ha centrado el interés de los Capítulos desde el año 2000.

Como cristiana laica que me acerco al documento, y tras leer: recorrido histórico, síntesis de la identidad carismática y lo reflejado sobre la misión, me siento profundamente interpelada por lo que se expresa. Respondo a las preguntas que se plantean para la puesta en común como medio de compartir y agradecer lo mucho que aporta a mi vocación ser y sentirme miembro Santa Ana. También me aventuro a exponer algunas reflexiones que surgen tras repasar mi vivencia personal en el centro y lo que observo en el entorno. Ambas cosas son mi forma de colaborar en el objetivo de precisar mejor el papel específico de los laicos en los centros, espero para beneficio de la misión compartida.

A medida que he avanzado en la lectura he visto con emoción que hay un deseo fuerte de compartir la misión que se realiza con los laicos. Me consta, porque lo vivo en el centro de trabajo, que se está realizando un esfuerzo para implicar y formar a los laicos en las diferentes tareas ayudándoles a descubrir todo lo que aporta trabajar desde un carisma y con una visión determinada.

En el camino recorrido y en los objetivos, cauces y medios que se recogen de la IV Asamblea Congregacional (2004) están muchas de las claves para seguir forjando comunidad. Personalmente me ha parecido muy interesante aprovechar las que pueden ayudarnos a “redefinir nuestra identidad, no sólo desde “elementos esenciales”, sino desde la correlación con todas las formas de vida cristiana, desde el servicio humilde a todos y desde la actitud de compartir”. Una de las preocupaciones que he detectado en el centro y que también me ha invadido en ocasiones a mí es saber cómo hacer compatible una dedicación esmerada en el centro con mi proyecto de vida personal y familiar. Por mi forma de ser, muchas veces no he sabido si obraba correctamente en uno u otro sentido o si por entregarme más a uno de esos campos descuidaba el otro. Era necesario para mí discernir sobre lo correcto. También me encontré con compañeros que vivían un conflicto similar y es por ello que pensé en todo lo que podría aportar la Familia Santa Ana, si como Institución logra acompañar y ayudar a sus laicos a integrar mejor estas dimensiones, a conjugar lo profesional con lo vocacional, a conseguir fórmulas para que la vivencia del carisma repercuta positivamente en todas las dimensiones de la persona dentro y fuera del centro, que la formación se

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dirija al desarrollo vocacional de sus profesionales para que sean cristianos completos, con proyectos de vida plenos de sentido. Si cada profesional llega a ser modelo de referencia de un proyecto de vida concreto vivido desde la identidad carismática, estaremos ofreciendo a alumnos, padres y madres del centro, familias y profesionales del entorno, un testimonio del obrar de Cristo en nuestras vidas, de su amor-caridad hecha hospitalidad. La misión se propagará en mayor medida y con mayor fidelidad.

De ahí que considere que el tiempo que se destine a analizar lo que es específico de los laicos para abrir la misión a estos aspectos será una de las mejores maneras

de que sea posible compartir la misión e incluso “hacer renacer el entusiasmo y la fantasía creadora”. Los centros deben establecer las condiciones y medios precisos para que diferentes perfiles profesionales integren la vivencia del trabajo dentro de su propia llamada vocacional y aprendan a cuidar de ambas sin que estas choquen en algún aspecto.

Toda la Comunidad Educativa ha de interrogarse sobre qué aportan los laicos de específico, cuáles son los talentos que ponen al servicio de la misión (“intercambio de dones”), qué parte de la Iglesia representan los laicos con su presencia en los centros y cómo complementa su vida personal, familiar y social a la identidad carismática que hasta

ahora caracterizaba a las hermanas.

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CONTESTACIÓN A LAS PREGUNTAS (p.17, p.23):

- ¿Me siento enriquecida gratuitamente con el carisma de la caridad hecha hospitalidad desde mi propia vocación?Enriquecida desde luego y gratuitamente más aún. Enriquecida porque desde el carisma de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana descubro un modo concreto de vivir el Evangelio que se caracteriza por llevar “una vida vuelta a los otros”, atender especialmente “a los más vulnerables” y hacer “una pastoral de la presencia, la cercanía y el testimonio”. Gratuitamente porque frente al mensaje que se nos “vende en el mundo” (sobre la importancia del destacar, del poder, del acaparar, de lo inmediato); se me presenta un modo de vivir el Evangelio donde la caridad hecha hospitalidad llega hasta el heroísmo. Un carisma que puedo palpar en los centros encarnado en las hermanas, una manera de amar en la acción que tan acertadamente combina energía y bondad, sencillez y trabajo bien hecho (detalle), cercanía y respeto, vida y compromiso por la justicia, diversidad y servicio a los más necesitados. Que hace visible a Cristo en mi lugar del trabajo y me empuja a seguirle también desde allí.

Este “estilo propio” es una guía que orienta mi trabajo desde una dimensión profunda, animándome a crecer desde mi propia identidad, pues de la misma forma conforma mi vocación como cristiana y mi llamada a la vida matrimonial.

- ¿Cuál es mi compromiso en la vivencia de la caridad hecha hospitalidad?Crecer en la coherencia, crecer en hospitalidad, crecer en caridad.

Sabiendo que “nada es imposible para Dios”, que “lo necio del mundo lo escoge el Señor” y que nos anima a pedir bajo la promesa de que se nos dará. Mi compromiso es desear vivir este carisma cada día con mayor coherencia en todas las dimensiones de mi persona (familiar, profesional, social…). En el centro de trabajo tratar de dar lo mejor de mí para que los demás lleguen a lo mejor de sí, realizar las diferentes actividades con amor y encomendar al Señor, bajo la intercesión de nuestros fundadores, que me ayuden a discernir quien y dónde está el más vulnerable y la mejor forma de atenderle.

Es curioso porque cuando pienso en la etapa que estoy viviendo como madre me es más sencillo entender aquello de “atender especialmente a los más necesitados”, deja de ser un problema el entender que la caridad no suponga equidad en el reparto y que vaya necesariamente dirigida al más vulnerable. Quiero a todos mis hijos de la misma forma, a los cinco con toda el alma, pero cada día atiendo con mayor intensidad al que más lo necesita. Si uno de mis hijos o hijas enferma, o si está más preocupado o triste, será a ese a quien preste más atención, en quien más me vuelque, donde más me desgaste. No lo dudo, sale natural. Mi compromiso es a llevar este mismo modo de acción también en el trabajo, en mis relaciones con los demás, para que llegue a ser un “estilo propio” en mi forma de ser.

- ¿En qué percibo que refuerza mi identidad y mi aportación al seguimiento de Jesús, el compartir vida y misión con las hermanas?

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Las hermanas son un testimonio vivo de Cristo y me ayudan a conocerle, amarle y seguirle.Como cristiana me siento llamada a dar gratis lo que gratis recibí. A hablar de Cristo y su misericordia porque es Él quien llena mi vida de sentido y obra maravillas en ella. Por eso, al buscar trabajo sólo envié mi curriculum a centros con identidad religiosa, que se sintieran Iglesia. Quería vivir mi trabajo como parte de mi vocación y poder sentirle presente en el día a día del centro. El hecho (para mí providencia) de acabar trabajando en las Anas me permite descubrir a Cristo en cada jornada, encontrarme con personas que llevan años poniendo su vocación sobre las tarimas, cubriéndola de tiza y dando testimonio desde su cometido (sea dar clases, estar en la biblioteca, llevar la secretaría o la administración, ayudar en el comedor o permanecer en los pasillos…). Lo mejor de mi trabajo ha sido hasta ahora contar con ese testimonio de amor que dan las hermanas y disfrutar cuando percibo que cala en mis compañeros laicos. Desde mi proyecto de vida como mujer casada y ahora con hijos me enriquece el poder contar con personas a mi lado que tienen otros proyectos diferentes, pero el mismo deseo, la misma misión.

- ¿Qué rasgos del espíritu evangélico de María Ráfols y de Juan Bonal son llamada para mí en mi compromiso por el Reino?Ambos son modelos de vida de los que aprender cómo seguir a Cristo y servirle en los hermanos.

El hecho de conocer su vida y leer sobre ellos me ayudó a amar más aún mi trabajo, siendo conscientes de que somos herederos de una historia de heroísmo. De ambos me interpela su sencillez y capacidad de renuncia de sí mismos para entregarse a los demás. Me siento lejos de ello y sin embargo me atrae porque creo que por ahí llegamos a Cristo y sólo desde ahí podemos comprometernos con el Reino como Él nos lo anunciaba en la Bienaventuranzas. Sintonizo muy especialmente con la opción por los más necesitados, el amor hacia los más vulnerables. Desde niña me llama el poder permanecer junto a los que más necesitan y cuando, en cualquier ámbito, puedo orientar mi vida hacia ello me siento inmensamente feliz, me sobrecoge un sentimiento especial, me hace sentir en el lugar donde Dios me quiere.

- ¿Cómo vivo la misión de ser en el mundo signo visible del Reino?

Con cambios, con incoherencias, pero con ganas.

La misión de ser signo visible del Reino, es una misión para toda la vida. Para mí, en el trabajo, dar testimonio de Cristo es lo que verdaderamente me gustaría sentir como lo principal, así como también deseo poder hacerlo en otros ámbitos de mi vida. Como mi situación vital ha ido cambiando mucho en los últimos años, la forma de ser signo visible también. He pasado de tratar de serlo como estudiante, como compañera, como mujer a serlo también como trabajadora de un centro educativo, como esposa, como madre. Esto hace que muchas veces no alcance a realizar tantas cosas como desearía en cada uno de los lugares de las que me siento parte, pero encuentro paz si logro enfocarlo de la siguiente manera:

Por una parte no sentir discontinuidad entre un ámbito y otro. Trascender lo que hago en el trabajo, en la calle, en casa y pensar que la vocación final es seguir a

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Cristo, anunciar y vivir el Evangelio y eso desde cada uno de los lugares donde me encuentre. De otra superando el conflicto del “hacer” frente al del “ser”, poniendo el énfasis no tanto en el cometido, las acciones o los tiempos que dedico como en la forma en que hago aquello que realizo, en mi forma de ser.

CONCLUSIONES FINALES

Tras leer el documento parece claro que se tiene el sentido y el propósito firme de avanzar y favorecer la misión compartida. Se ha dado seguramente el paso más importante: ver que la situación ha cambiado, que hermanas y laicos están llamados a trabajar juntos y confiar (esperar con fe) que pueden hacerlo desde una misma identidad carismática. Ahora queda seguir reflexionando y tomando medidas para encontrar los medios que permitan complementar sus identidades específicas en los centros. El éxito del proyecto educativo-pastoral depende en parte de su capacidad para acoger y apoyarse ahora en diferentes proyectos de vida. Laicos y hermanas han de contribuir a la misión desde un estilo común expresado en formas de vida y trabajo diferentes.

El dilema que está presente en muchos de los profesionales de cómo situar correctamente el compromiso profesional dentro de su llamada vocacional es un tema a tratar por todas las comunidades educativas.

Dentro de los pasos que nos quedan por dar para el verdadero éxito de la evangelización hoy en los centros Santa Ana es conocer, comprender y atender en mayor medida la heterogeneidad del perfil de los laicos para lograr la identificación con el carisma de todos los profesionales. Sólo desde un proyecto de vida completo se puede vivir la llamada en fidelidad con el Evangelio. La reflexión sobre la llamada y vocación personal de los diferentes profesionales del centro permitirá que se tengan en cuenta para compatibilizarlos con el impulso de la misión comunitaria, de esta forma los profesionales sintiéndose “acogidos”, descubriendo la “hospitalidad” de un carisma que se abre y dinamiza para darles cabida, experimentan primero el don de sentirse amados de esa forma y podrán luego “ir y hacer lo mismo” “dando gratis lo que gratis recibieron”.

Crecen los profesionales, crece la misión, se extiende el Evangelio.

Gráfico para reflexionar sobre la situación de cambio y el nuevo punto de partida (Ahora el carisma nos hará-dará común-unidad, en una diversidad que lo enriquece):

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Gráfico para reflexionar lo común y lo diferente (no analicemos sólo la intersección):

Identidad Carismática

Fieles a nuestra vocación, Complementarios pero no idénticos

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misiónvisión

valores

una comunidad

un proyecto de vida

HERMANAS LAICOS

HOY

ANTESmisiónvisión

valores

una comun-unidad

diferentes proyectos de vida

Identidades específicas

Identidades específicas

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Queremos lograr una auténtica misión compartida. Lo que hasta ahora acometían las hermanas ha de abrirse también para dar participación a los laicos. El carisma concede a todos una misma identidad, un estilo desde el que vivir el Evangelio pero los diferentes proyectos de vida, hacen que la forma de vivir y sentir el compromiso con el trabajo sea diferente.

Al igual que los proyectos institucionales se están renovando para adaptarse a los alumnos de las aulas porque estos han cambiado, la nueva composición de los claustros y reparto de roles en el personal del centro es una diferencia notoria ante la que re-situarse. Este punto requiere de reflexión, acción y evaluación para la toma de decisiones.

La labor educativa y gestión de los centros ha pasado de estar en manos de las hermanas en exclusiva a, progresivamente abrirse y ver cómo dominan en número los laicos. Como todo cambio, la nueva situación repercute sobre la organización educativa, los aspectos didácticos, la encarnación del carisma….Lo deseable es aprovechar la coyuntura para que “nos lleve a descubrir inesperadas y fecundas implicaciones en algunos aspectos del carisma y de la propia misión” (cfr.VC 54). Pero lograrlo implica no quedarse en solventar ciertos “vacíos” que se detectan. Aunque existe la preocupación en los centros de ver como algunos aspectos no funcionan igual y la añoranza de recuperar los niveles y formas en que se hacían las cosas antes, es importante no caer en la trampa de colocar lo que tengo donde nos falta. Donde antes había más hermanas ahora hay más laicos pero pretender que los laicos sustituyan lo que antes hacían las hermanas no funcionará. Además nuestra ambición no debe contentarse con regresar al nivel inicial, sino que la misión, por pertenecer a la misma Iglesia, está llamada a renovarse y crecer.

Por una parte los laicos han de descubrir que también están llamados a vivir el carisma y que el trabajo puede dignificarse al ser vivido desde lo vocacional-testimonial-evangélico. Que su participación en tareas que antes realizaban las hermanas es posible y puede dar continuidad a lo que es necesariamente “nuestro”. Pero el éxito y la fidelidad en la realización de las mismas dependerá del grado de integración que se logre con la vocación, el perfil, los intereses y las posibilidades de los laicos.

¿Cómo mejorar en este sentido? Generando “adaptadores de función”

Antes de explicarlo voy a poner un ejemplo gráfico para que se entienda lo que es un adaptador de función: En origen un negocio familiar tiene tres camiones para exportar naranjas de Valencia a diferentes lugares de España. El mismo día de la recogida tres camiones las llevan a los puntos de venta de Bilbao, Madrid y Cádiz. Pero cambia la situación y con la crisis la compañía recorta y se queda con un sólo conductor. Si se quiere igualmente que las naranjas lleguen a destino en poco tiempo y no renunciar a sus clientes ha de buscarse una fórmula de trabajo distinta. No es lógico

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pretender que el conductor actual llegue en el mismo día a los lugares de reparto, es más, va a ser necesario ayudarle a planificar lugares y áreas de descanso para que rinda al máximo y conduzca bien ya que si no descansa suficiente será inviable terminar el viaje. De hecho sin las “nuevas paradas necesarias” el resultado en lugar de mejorar las cosas terminaría por dar problemas. Su conducción sería peor, él estaría agotado y el cansancio o mala praxis terminarían por impedir que las naranjas lleguen a destino. ¿Cómo lograr que llegue? ¿Cómo hacer del cometido de la empresa algo sostenible? Todo ello ha de ser materia de reflexión y derivar en la toma de decisiones, porque lo que sin duda es necesario es adaptar la función para garantizar el éxito.

Una forma clara de mostrar que se está avanzando en comprender el papel de los laicos dentro del colegio y acogerlos en la misión, es planificar con ellos “adaptadores de función” para que su compromiso con las labores del centro se realice de forma coherente con la vocación que tienen e incluso la potencie. De la misma forma que la edad o formación delimitan la distribución de algunas funciones, también la elección personal de los laicos ha de hacerlo. Se trata de conseguir que cada vez existan más medios y mejores condiciones en los centros para que cada uno desde su lugar y situación (desde su vocación) aporte (se implique) con plena satisfacción en el desarrollo del proyecto educativo-pastoral porque esto a su vez repercute de manera positiva en las demás dimensiones de su vida.

Por otra parte, es fundamental analizar “con todo detalle” las acciones que hasta ahora realizaban en exclusiva las hermanas y encontrar, desde la nueva distribución de roles, los medios para implicar en ellas a los laicos. Generar “adaptadores de función” que permiten adaptar los objetivos, ritmos y tareas de la misión a la forma de vida de los laicos, buscando que surjan nuevas sinergias de interés para todos.

Aunque es una evidencia, es importante resaltar que “una laico no cubre lo que antes hacía una hermana”. Los laicos no son consagrados o están consagrados al trabajo de la misma manera ni en la misma intensidad que lo está una hermana Santa Ana, necesitan orientación y acompañamiento para conjugar lo personal con lo profesional. En muchos de los casos, los profesionales de los centros desean poder enfocar su trabajo desde una dimensión más espiritual, sentirse parte de la misión. Pero al mismo tiempo necesitan no descuidar otros cometidos a los que están fuertemente llamados a servir. Con el paso del tiempo la situación vital de los profesionales cambia, evoluciona con características propias que permiten una implicación temporal mayor o menor en actividades del centro. Pero ello no ha de “mermar” el valor de sus prácticas, ni interponerse en la vivencia del carisma. Se trata de presentar a los laicos un papel donde es más importante “el ser” que “el hacer”. Que los laicos del centro vivan su compromiso aspirando a “ser” cada vez más hospitalidad, buena noticia, signo visible del Reino. Si responden a esta llamada el tiempo que están en el centro y también durante el que pasan fuera en familia, en la sociedad… la fecundidad de la misión será inmensa.

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CLAVES PREVIAS PARA DISEÑAR LOS ADAPTADORES DE FUNCIÓN

LOCALIZAR ASPECTOS CARACTERÍSTICOS DE LA MISIÓN MÁS VULNERABLES AL CONTAR CON ESTAS DIFERENCIAS

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CONOCER EL PERFIL DE LOS LAICOS (diferentes

dimensiones)

LOCALIZAR LAS DIFERENCIAS RESPECTO

DEL PERFIL DE LAS HERMANAS ANTES

IDENTIFICAR LOS ASPECTOS ESPECÍFICOS

QUE ENRIQUECEN EL PROYECTO (MISIÓN, VISIÓN Y VALORES)

PLANIFICAR ESTRATEGIAS QUE POTENCIEN ESTOS

ASPECTOS

Permite potenciar lo específico que antes no se tenía, renovando y

enriqueciendo el proyecto

IDENTIFICAR TAREAS Y COMETIDOS PROPIOS QUE

PASAN DE HERMANAS A LAICOS

PLANTEAR ALTERNATIVAS Y CAMBIOS PARA QUE

PUEDAN SEGUIR DESARROLLÁNDOSE EN EL

TIEMPO

INTEGRAR ESTOS DESEMPEÑOS EN LA

VOCACIÓN A LA QUE ESTÁN LLAMADOS LOS LAICOS

crece el propio personal conjugando su identidad personal con la identidad

comunitaria y se beneficia al proyecto no perdiendo su

carácter propio

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De esta forma se logrará:

1. Trabajar el perfil de hermana vs el perfil de laico (o perfiles): Ejemplo de actividad por grupos, las hermanas en un grupo y los profesores en otro, cada grupo trata de elaborar un perfil que refleje a los laicos del centro, los laicos hacen el retrato de hermanas, ambos después analizan lo elaborado por el otro grupo, comentan en qué grado les refleja, lo ajustan hasta que les encaja.

2. Comparar similitudes y diferencias en determinados aspectos: Intereses, tiempo y permanencia en el centro, capacidad de entrega, asociaciones y relación con comunidad, integración en la sociedad…para ser conscientes de ellos y poder cuidar su desarrollo completo y propio. Ejemplo de actividad: El equipo directivo de cada centro prepara un “compara-contrasta” con las dimensiones que desea se analizan. Este se entrega a los profesores del centro (hermanas y laicos) para que lo cumplimenten personalmente, después por grupos cooperativos se reúnen y van llegando a conclusiones. Se llega a uno general que se pasa a formato grande tipo cartulina.

3. Generar estrategias para que potenciar lo específico de cada uno suponga además enriquecer el proyecto común. Ejemplo de actividad: hecho el “compara-contrasta”, se deja un tiempo de reflexión para que cada persona piense dos acciones que permiten potenciar lo específico del grupo al que pertenecen (hermana o laico) de forma que enriquezca la misión común. Después se vayan reuniendo en función de los que han coincidido en cada uno de los aspectos señalados y así avancen en la concreción de acciones. Por otra parte será interesante analizar si han quedado aspectos sin cubrir, seguramente será en estos donde la dirección deba ayudar más a buscar medios para que se aprovechen a nuestro favor.

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Sintetizando lo expresado:

El trabajo en un centro Santa Ana no sólo no ha de interferir nunca en la dimensión personal, social o familiar de sus profesionales sino que ha de potenciarla. La vivencia de carisma supone encauzar a toda la persona hacia una vida llena de sentido para que sea verdadero signo de Buena Noticia en el mundo.

Laicos y hermanas sí pueden compartir una misma identidad carismática e identificarse con el carácter propio de los centros Santa Ana. El hecho de que las Comunidades Santa Ana sean plurales en las identidades e itinerarios de vida (hermanas, laicos solteros, casados, con hijos…, con mayor o menor posibilidad de implicarse más allá de la labor encomendada…) ha de ser un signo más de su “Hospitalidad”. Un carisma que estando bien definido permite “Acoger” dentro de sí diversos proyectos de vida.

Termino como comenzaba, recordando que estamos en el Año de la fe.

El Santo Padre nos llama a aprovechar esta oportunidad para “intensificar el testimonio de la Caridad” y “seguir a Jesús allí donde se nos llama a dar testimonio

de nuestro ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se nos confían”.

Que en comunidad podamos vivir esta fe, celebrarla y extenderla desde el carisma que se nos ha dado.

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CARISMASANTA ANA