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RESUMEN: En esta comunicación abordamos un aspecto de la filosofía de los valores: el valor moral. Este participa de la naturaleza y de las características del valor en general, pero también presenta notas específicas. Dos cuestiones se plantean aquí: cómo llegamos al conocimiento del valores moral, y la distinción entre valors y normas éticas. Se concluye haciendo referencia a la educación moral o adquisición de los hábitos morales. Se analiza el concepto de ley. Entre el romanticismo o primacía del amor, y el rigorismo o primacía de la ley existe un término medio, la ley como expresión del bien general querido por el hombre. Aún se sigue hablando de que "las cosas tienen un valor u otro," de que tienen valor "positivo o negativo." Esto es mirar el problema de los valores desde el punto de vista de las cosas. Importa considerar los valores como algo que tenemos o que podemos tener en nuestro interior las personas. Los valores están arraigados en la misma condición de la existencia y los valores constituyen un punto de mira y el objetivo último en la formación de toda la personalidad De hecho, una fuente de ansiedad de los jóvenes es la de no contar con los valores accesibles para construir la base que le permita establecer su propia identidad y un modo personal de relacionarse con el mundo. Un valor es la creencia estable de que algo es bueno o malo; de que algo es preferible a su contrario. Estas creencias nunca van solas, sino que siempre están organizadas en nuestro psiquismo de manera que forman escalas de preferencia relativa. Cada uno tiene una escala de valores. Esta afirmación debería ser completada con otras, que actualmente son aceptadas por la psicología: El número de valores que posee una persona es relativamente pequeño. Los verdaderos valores, los que íntimamente me dicen "por dónde ir," son pocos, La existencia de muchos valores acaba en dispersión y despersonalización. Los valores son universales. Es decir, que existe un conjunto

valores del hombres

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valores del hombre por ser el unico que es capaz de realizar valores

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RESUMEN: En esta comunicación abordamos un aspecto de la filosofía de los valores: el valor moral. Este participa de la naturaleza y de las características del valor en general, pero también presenta notas específicas. Dos cuestiones se plantean aquí: cómo llegamos al conocimiento del valores moral, y la distinción entre valors y normas éticas. Se concluye haciendo referencia a la educación moral o adquisición de los hábitos morales. Se analiza el concepto de ley. Entre el romanticismo o primacía del amor, y el rigorismo o primacía de la ley existe un término medio, la ley como expresión del bien general querido por el hombre.

Aún se sigue hablando de que "las cosas tienen un valor u otro," de que tienen valor "positivo o negativo." Esto es mirar el problema de los valores desde el punto de vista de las cosas. Importa considerar los valores como algo que tenemos o que podemos tener en nuestro interior las personas. Los valores están arraigados en la misma condición de la existencia y los valores constituyen un punto de mira y el objetivo último en la formación de toda la personalidad De hecho, una fuente de ansiedad de los jóvenes es la de no contar con los valores accesibles para construir la base que le permita establecer su propia identidad y un modo personal de relacionarse con el mundo.

Un valor es la creencia estable de que algo es bueno o malo; de que algo es preferible a su contrario. Estas creencias nunca van solas, sino que siempre están organizadas en nuestro psiquismo de manera que forman escalas de preferencia relativa.

Cada uno tiene una escala de valores. Esta afirmación debería ser completada con otras, que actualmente son aceptadas por la psicología:

El número de valores que posee una persona es relativamente pequeño. Los verdaderos valores, los que íntimamente me dicen "por dónde ir," son pocos, La existencia de muchos valores acaba en dispersión y despersonalización.

Los valores son universales. Es decir, que existe un conjunto de valores que so comunes a todos los hombres y a lo largo y ancho del mundo., Lo que diferencia a unos hombres de otros es la mayor o menor intensidad que con que los viven.

Es verdad que los valores que tenemos reflejan nuestra personalidad, pero también lo es que de nuestros valores son responsables, en gran medida, las instituciones en las que hemos vivido, la cultura en la que nos movemos, y, en toda su amplitud, la sociedad.

Importancia de los valores. Los valores son pautas y guías de nuestra conducta. Sólo el hombre es capaz de trascender del estímulo al sentido. Las personas nos interrogamos constantemente acerca del significado de nosotros mismos, de lo que hacemos y del mundo que nos rodea. Esto es un indicador de que las personas tenemos necesidad de encontrar un sentido, de obrar con propósito claro, de saber a dónde nos encaminamos y por qué razón. Una escala de valores permite elegir entre caminos alternativos. Es como el mapa del arquitecto; no es necesario que continuamente, pero conviene tenerle presente.

Un sistema de valores permite al hombre resolver los conflictos y tomar decisiones. La escala de valores será responsable en cada caso de los principios y reglas de conducta que se pongan en funcionamiento. La carencia de un sistema de valores bien definido deja al sujeto en la duda, a la vez que lo entrega en manos ajenas a su persona.

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Los valores son la base de la autoestima. Se trata de un "sentimiento base" (McDougall), un sentimiento de respeto por uno mismo. Este sentimiento necesita, para mantenerse y verse reforzado, de un sistema de valores coherente. Sólo sé quién soy si s sé lo que prefiero, si sé definir algunos objetivos de mi vida con cierta claridad. Y solamente sé lo que quiero si he asimilado algunos valores que me ayudan a entender, dar sentido y expresar mi relación con el mundo y con las cosas de manera integrada y que me proporciona paz.

Los valores defensivos. Hay valores y antivalores. Estos aparecen a veces camuflados como valores. Por eso, los valores, como todo lo humano, deben pasar por la criba de la autenticidad. Existen valores negativos, que simplemente justifican lo que uno hace.

Tipos de valores. Desde la clasificación de Spranger, que clasificaba los valores en "teóricos," "económicos," "estéticos," "sociales," "políticos" y "religiosos," se han sucedido las clasificaciones que intentan aclarar un mundo tan intrincado. Cuando pensamos que una persona tiene un valor, estamos imaginando que estima mucho una forma de comportarse los hombres. Siempre que pensamos en valores deberemos preguntarnos por nuestra situación interior en estos dos terrenos: el terminal y el instrumental.

Valores terminales. son los valores más abstractos y de innegable universalidad (amistad, aprecio, armonía interior, autoestima,. Belleza, estabilidad, igualdad, la paz mundial, la salvación, libertad, placer, prosperidad, realización, sabiduría, familia, felicidad, amor, plenitud vital). De estos valores, unos son personales y otros interpersonales. ¿En qué orden los inculcamos y trasmitimos?

Los valores instrumentales son aquellos que se refieren a la estima que tenemos por determinadas conductas y formas de comportarse de los hombres (abierto, afectivo, ambicioso, animoso, autocontrolado, creativo, educado, eficaz, independiente, intelectual, honrado, limpio, lógico, magnánimo, obediente, responsable, servicial, valiente). Esta escala es relativa, pues de acuerdo con la consideración social de cada uno, da preferencia a unos valores obre otros.

Los valores son inseparables de la ética. Esto es natural, porque todo lo relacionado con el hombre implica una dimensión ética. Por eso, educar en valores es una educación en libertad y para la libertad; ésta es la base de la ética. Así pues, no es suficiente conocer r los valores, sino que hay que integrarlos en la propia vida. Este es el objetivo de la educación moral. El hombre es un ser ético o moral. Posee un conocimiento operativo de la diferencia objetiva entre el bien y el mal y también de la posibilidad que el hombre tiene de realizar actos buenos o malos. La bondad o maldad de un acto no depende de su realización física, sino de su relación a su propio fin y percepción. Un acto es bueno cuando se ordena al fin propio del hombre. La expresión del orden que regula los actos humanos es la ley. Moralidad y ley se hallan estrechamente relacionados.

La conciencia, que incluye el conocimiento de la ley, es juez de la moralidad de nuestras acciones. Ley no es una coacción de la libertad, como tan frecuentemente se oye decir, porque la ley expresa el orden que regula la bondad del acto humano. No proviene de fuera del hombre, sino de su misma naturaleza. La educación moral ha de conducir, por tanto, a la formación del hábito de cumplir la ley. Adquirir hábitos morales. A veces se ha contrapuesto la libertad a la ley. El romanticismo da especial relieve a los hechos afectivos, desvinculándolos de los actos de la voluntad. El rigorismo kantiano del imperativo

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categórico pone a la ley frente al amor. Esta división rompe la unidad del humano.

Por voluntad se entiende una instancia desiderativa que no es orgánica, sino que es de la misma índole que el intelecto. Tiene la misma amplitud que el intelecto. El amor es una forma del querer, y se encuentra en el principio y el fin de todo acto de voluntad. La ley es expresión particular de la misma tendencia universal al bien que mueve al amor. La ley posibilita a la voluntad la realización del bien. Es, pues, fruto del amor.

Una hermosa tarea de la educación es crear la conciencia de que el ejercicio de la voluntad está en el cumplimiento de las leyes y que en este cumplimiento se vuelven a ensamblar el amor y la ley.

La educación moral, como cualquier educación, es primariamente intelectual; pero no solamente intelectual. La necesidad de actividades concretas resulta fácil de programar y realizar cuando se trata de hábitos particulares o destrezas. Pero cuando se trata de un hábito tan general como "disposición para el cumplimiento de las leyes," resulta muy difícil determinar qué actos deben realizarse para adquirir tal disposición.

Un acto tiene valor educativo cuando está bien hecho; en otro caso sería indiferente o tal vez negativo para el fin que se persigue. Esto vale tanto como decir que en la formación del hábito para el cumplimiento de la ley sirven los actos en los cuales se cumpla bien alguna ley. En otras palabras: la preocupación por la obra bien hecha es esencial en la formación de cualquier hábito.

Conclusión

No existe coincidencia a la hora de señalar si son antes los valores o las normas éticas. Unos creen que son las normas éticas las que sirven de fundamento a los valores: lo que se ajusta a unas normas éticas determinadas "vale" como bueno, lo que contradice esas normas éticas "no vale," porque es malo. Max Scheler introdujo la polaridad de valores, en la que los dos polos (lo bueno y lo malo) "valen." Por el contrario, otros piensan que los son valores lo que deben servir de fundamento a las normas éticas: lo que "vale," es bueno; lo que no "vale," es malo. Nuestro punto de vista es el siguiente: primero están los Valores, después vienen las Normas éticas y, por último, está la relación entre valores y normas éticas. Señalamos también la naturaleza del valor moral: éste afecta a los comportamientos en los que la persona se responsablemente (en libertad). Por eso, el valor moral aparece como la razón de ser del hombre. Es el que más influye en la forja de la personalidad del individuo. De ahí su complejidad: ha de realizar un ideal universalmente válido, sin perjuicio de la peculiaridad irrenunciable del sujeto en que se encarna. Según escribe Jolivet: "El hombre, al inventar los valores, invéntase a sí mismo a partir de sí mismo y deviene propiamente lo que es."

A raíz del número creciente de entradas en Valores Humanos I, hemos creído conveniente ampliar el contenido del tema.

En valores humanos I hablábamos de como los valores podían ser de gran ayuda en el tratamiento de los problemas psicológicos. En este artículo vamos a tratar qué significan desde una perspectiva antropológica y filosófica. Animamos a los lectores a participar a través de vuestras sugerencias que podéis mandar por correo electrónico, ya que una de

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las ideas de ecojoven es la participación de todos los internautas.   AMM

El hombre, como animal racional, posee capacidades que le diferencian del resto de los seres vivos. Una de esas capacidades es la de emitir "juicios de valor", fulanito es muy empático, menganita tiene don de gentes... Esto es: valorar las cosas que le rodean.

¿Qué son los valores?

Distintas posiciones filosóficas y antropológicas han sostenido diferentes posturas acerca de su definición y realidad. Aquí solo vamos a mostrar las dos posiciones que nos parecen más interesantes o que han creado controversia.

Uno de los puntos de vista defiende la existencia de los valores por si mismos, independientemente de todo e independientemente de que el hombre los perciba o no. Por otro lado, está la teoría que sostiene, que los valores son producto de la capacidad intelectual del hombre.

En nuestra opinión, ambas posiciones poseen un criterio válido, ya que las cosas no existen con independencia de sus valores, y los valores no existen sin un sustrato que los mantenga. La persona valora las cosas, y el objeto o cosa ofrece un fundamento para ser valorado. La capacidad intelectual del Homo Sapiens ha de servirle para descubrir por qué una cosa es buena. Pero este descubrimiento solo es posible a quien contempla el mundo de forma positiva, a quien previamente ha comprendido que todo lo que nos rodea tiene una finalidad, un sentido, una razón de ser y que es buena.

Luego de todo esto, podemos concluir que valor es todo aquello que hace a las cosas buenas.

Interiorización de los valores

El ser humano, para comportarse como tal, ha de tender al bien que la razón le propone como objetivo de su natural tendencia a la felicidad. Toca a la persona hacer una valoración de las cosas y establecer una jerarquía de importancia. Así comprenderá que hay valores que deben ser sacrificados en aras de valores más altos: la salud es más importante que el dinero.

La diferente jerarquización de los valores es lo que otorga la talla moral a cada individuo.

Es evidente que la educación de una persona dependerá de esta "escala moral" que haya interiorizado y que se encuentra en congruencia con el propio proyecto de vida.

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Función de los valores

El sujeto valora las cosas que le rodean en función de sus circunstancias. Un plato de comida adquiere mayor valor para una persona que se muere de hambre que para una que se ha saciado a conciencia y vomita con solo mentarle la comida. Nuestros valores siempre están influidos por nuestras motivaciones y necesidades.

Hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre todas las realidades humanas.

La valoración que hacemos de las cosas no la efectuamos con la sola razón, sino con el sentimiento, las actitudes, las obras... Con todo nuestro ser.

Cuando contemplamos una obra de arte, con frecuencia sentimos que nos conmueve, y nos lleva a pronunciarnos en emotivas exclamaciones de aprobación y admiración. Los Lirios de Vincent Van Gogh, podrán venderse por miles de millones, pero una cosa es lo que cuestan y otra lo que valen.

¿Acaso no poseen el mismo valor el día que los pintó que hoy? Tal vez esté ahí uno de los problemas de nuestra sociedad: una gran sensibilidad para lo económico y una escasa sensibilidad para los otros valores...

Educar en valores

Educar al hombre en los valores humanos es educarlo para que se oriente en el valor real de las cosas. La declaración universal sobre los derechos humanos de la ONU recoge el común sentir de los hombres que reconocen los valores que dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.

Hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre todas las realidades humanas, y que no debe supeditarse a ningún otro valor terreno, dinero, estado, ideología...

Y si el "mundo de los valores" puede servir de guía para la humanidad en sus aspiraciones de paz y fraternidad, deben servir también de guía al individuo en sus deseos de autorrealización y perfeccionamiento.

La escala de valores será la que determine sus pensamientos y su conducta. La carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado instalará al sujeto en una indefinición y vacío existencial que le dejará a merced de criterios y pautas ajenas.

Por último, me gustaría agregar, que los valores nos ayudan a despejar las principales interrogantes de la existencia: quienes somos, y que medios nos pueden conducir al logro de ese objetivo fundamental al que todos aspiramos: la felicidad. Ojalá que a nadie le hiciera falta perder a alguien o algo para darse cuenta de lo mucho que tenía.

Los valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.

La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero también nos pone

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en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino y no será culpado o alabado por ello. Nosotros, en cambio, si prestamos oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar como bestias, y de este modo, deshumanizarnos. Boecio, el filósofo y cortesano del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza, y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un defecto.

Si no descubrimos lo que somos, tampoco descubriremos qué valores nos convienen. Cuanto mejor percibamos nuestra naturaleza, tanto más fácilmente percibiremos los valores que le pertenecen.

Alimentación y naturaleza

Hay una diferencia entre los valores humanos en general y nuestros propios valores personales. El concepto de valores humanos abarca todas aquellas cosas que son buenas para nosotros como seres humanos y que nos mejoran como tales. Los valores personales son aquellos que hemos asimilado en nuestra vida y que nos motivan en nuestras decisiones cotidianas.

Podríamos comparar la diferencia entre los valores humanos en general y los valores personales con la diferencia que hay entre ciertas comidas y su respectivo valor nutricional para el cuerpo humano. La nutrición es para el cuerpo lo que los valores son para la persona humana.

Cuando se habla de la nutrición corporal hay espacio para las preferencias personales. Entre comer coliflor, chícharos o judías verdes, cada uno puede escoger a su gusto; el número de calorías apenas varía. Nuestro organismo asimilará estos alimentos y se nutrirá más o menos igual. Se insiste, más bien, en que la dieta sea balanceada. El organismo cubre tus necesidades y se mantiene en forma en la medida en que el alimento es sano y la dieta equilibrada.

En la esfera de los valores humanos se requiere también un equilibrio y que cada uno de los valores, tomado individualmente, sea saludable. Así como ciertos alimentos son esenciales y otros sólo sirven para adornar algún platillo, así también los valores tienen una jerarquía, según favorezca más o menos nuestro desarrollo humano. Una porción discreta de pastel de zanahoria con helado de vainilla es un excelente postre para una comida familiar, pero no se nos ocurriría comer pastel y helado tres veces al día y terminar con una discreta porción de carne con papas. Nuestro organismo no lo soportaría (nuestra línea tampoco). Los valores humanos también pueden ordenarse y clasificarse de acuerdo con los beneficios que nos proporcionan. Algunos son esenciales; otros son más periféricos.

Una jerarquía de valores

Entre los valores objetivos existe una jerarquía, una escala. No todos son iguales. Algunos son más importantes que otros porque son más trascendentes, porque nos elevan más como personas y corresponden a nuestras facultades superiores. Podemos clasificar los valores humanos en cuatro categorías: 1) valores religiosos, 2) valores morales, 3) valores humanos inframorales y 4) valores biológicos.

1. Los valores biológicos o sensitivos no son específicamente humanos, pues los compartimos con otros seres vivos. Entre ellos están la salud, el placer, la belleza física y las cualidades atléticas. Desafortunadamente, muchos ponen demasiado énfasis en este nivel. No es raro escuchar frases como ésta: Mientras tenga salud, todo lo demás no importa. Según esto, uno lo pasaría mejor siendo un saludable jefe de la mafia que un enfermizo hombre de bien. No eres más persona porque seas sano o bien parecido. Eso no aumenta tu valor.

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2) Los valores humanos inframorales son específicamente humanos. Tienen que ver con el desarrollo de nuestra naturaleza, de nuestros talentos y cualidades. Pero todavía no son tan importantes como los valores morales. Entre éstos están los intereses intelectuales, musicales, artísticos, sociales y estéticos. Estos valores nos ennoblecen y desarrollan nuestro potencial humano.

3. Los valores morales o éticos son superiores a los ya mencionados. Esto se debe a que tienen que ver con el uso de nuestra libertad, ese don inapreciable y sublime que nos permite ser constructores de nuestro propio destino4. Hay todavía un cuarto nivel de valores, el más elevado, que corona y completa los valores del tercer nivel, y que nos permite incluso ir más allá de nuestra naturaleza. Son los valores religiosos. Éstos tienen que ver con nuestra relación personal con Dios.

El mundo de hoy pasa por alto un hecho muy sencillo: la persona humana es religiosa. Aunque seguramente será difícil encontrar esta afirmación en un texto de sociología, no ha habido en la historia una sola sociedad que no haya sido religiosa. Preguntar por la existencia de Dios es algo que está íntimamente unido al por qué de la existencia humana. Buscamos de forma natural la trascendencia, porque es lo que da sentido y significado a nuestra vida sobre la tierra. Si el hombre cultiva los valores religiosos con tanta tenacidad, es porque ellos corresponden a la verdad más profunda de su ser.

Ciertas cosas son buenas para nosotros porque nos ayudan a alcanzar nuestro fin u objetivo. Si acertamos a descubrir a dónde vamos como hombres, cuál es nuestro objetivo, podremos entonces saber qué es bueno para nosotros en ese sentido.El valor moral, es el estudio de hechos relativos a la conducta humana, hechos del hombre que podemos llegar a conocer, mediante la OBSERVACIÓN INDIVIDUAL, o por la observación objetiva de los grupos Sociales. En este caso, la observaci6n del comportamiento de la vida social e individual del Perú. El situarnos objetivamente y considerar las reglas obligatorias de la conducta tal como existe en diferentes grupos sociales y estudiar las costumbres, como por ejemplo, grupos sociales de la Costa, la Sierra y el Norte del país, tienen sus propias características de modus vivendi; en ellas existen relativas al matrimonio, o la muerte, los contratos, las instituciones, las prácticas, las reglas, las ideas concernientes a la justicia, a la responsabilidad, al respecto a la vida humana, a los deberes domésticos, profesionales, cívicos, etc., hechos sociales que constituyen lo que se denomina las COSTUMBRES. En tal sentido, puede hablarse de la moral de los habitantes del Centro, Costa y Norte, etc.

Se afirma con bastante frecuencia que la Conciencia basta para darnos a conocer y hacernos AMAR EL BIEN.

Si todas las conciencias están de acuerdo y conocemos las reglas que dos de ellas admiten, es posible OBRAR COMO hombre honesto y hasta como héroe, sin haber reflexionado sobre la Moral. La verdadera moral, decía “Pascal, se ríe de la moral». Entre todos los moralistas, quizá sea Kant el que con mayor claridad ha expresado ese carácter ideal de la moral: quizá nunca ha podido ser realizado en el mundo un acto verdaderamente moral, es decir, inspirado por el puro respeto del Deber.

En consecuencia, debe edificarse el ideal moral por el solo medio del razonamiento.Para hablar sobre el tema de valores humanos es muy importante enfocar desde la perspectiva de tres dimensiones: Desde el punto de vista filosófico, desde el punto de vista de las comunicaciones, y desde el punto de vista de nuevas tecnologías. Por otro lado, es imprescindible enfocar socialmente e individualmente.

La sociedad peruana actualmente tiene serios problemas de conducta, y las personas que pertenecemos a una sociedad en países subdesarrollados tenemos una característica que permita identificarnos con facilidad; como es lógico no es posible estandarizar los parámetros que rigen nuestra conducta; sin embargo, es

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posible enderezar nuestra conducta. Construyendo parámetros ideales que encaminen nuestros actos al bien común.

A continuaci6n analicemos en síntesis muy apretada las dimensiones sociales e individuales que permitan tomar acci6n para una educaci6n masiva acerca de los Valores Humanos, que coadyuve optimizar las relaciones humanas para el logro de una mejor vida social dentro del respeto mutuo entre las instituciones, empresas, así como los profesionales de diferentes especialidades que prestan sus servicios como integrantes de una sociedad, deban hacerlo con moral y honestidad.

En Argentina hay una gran intolerancia social, las personas están (más que a la defensiva) en constante estado de agresión para con los demás individuos de la sociedad. Esto se debe a los grandes hechos históricos, mencionados por Tomás Abraham, que han dejado una huella muy marcada en la sociedad, y la cual todavía no deja de sangrar. Además esta intolerancia se ve agravada por el hecho de que hoy todos opinan sobre todo, pero sin asumir que uno puede estar equivocado sobre lo que está opinando, es decir, que más que tratarse de un intercambio de opiniones es una lucha por imponer “conocimientos”. Hoy todos “son” médicos, abogados, ingenieros, políticos, contadores, filósofos, etc., al pensar que todos tienen la razón sobre cualquier tema, nadie cede en sus pretensiones.

Por otro lado noto que no hay interés general, es decir, que las personas están enfrascadas en lo que les ocurre exclusivamente a cada una de ellas, y no piensan (o no les interesa) que con sus actitudes y acciones, también influyen en la vida social. Pero como podemos pretender que haya un comportamiento social de las personas, si dentro del grupo familiar de cada individuo, este comportamiento está cada vez más y más desvalorizado. Las familias ya no se comportan como tales. No hay respeto hacia los padres, los hijos no tienen ganas de hacer nada porque ven a los padres absolutamente agobiados por las cargas de sus responsabilidades y no quieren sufrir lo mismo que están sufriendo sus padres.

Al no haber un objetivo en común al que la sociedad en su totalidad (o por lo menos en su mayoría) se interese en seguir, seguirá ocurriendo lo que está ocurriendo, que es vivir como se puede en lugar de cómo se debe.

 

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El valor es tanto un bien que responde a necesidades humanas como un criterio que permite evaluar la bondad de nuestras acciones.

Cuando hablamos de valor, generalmente nos referimos a las cosas materiales, espirituales, instituciones, profesiones, derechos civiles, etc., que permiten al hombre realizarse de alguna manera. El valor es, entonces, una propiedad de las cosas o de las personas. Todo lo que es, por el simple hecho de existir, vale. Un mismo objeto (persona o cosa) puede poseer varios tipos de valores, por ejemplo, un coche puede ser útil además de bello.

El valor es pues captado como un bien, ya que se le identifica con lo bueno, con lo perfecto o con lo valioso. El mal es, entonces, la carencia o la ausencia de bien. Se llama mal al vacío, es decir, a lo que no existe. Por ejemplo, el agujero en el pantalón, es la falta o ausencia de tela.

Existen dos tipos de bienes; los útiles y los no útiles:

Un bien útil se busca porque proporciona otro bien, es el medio para llegar a un fin. Por ejemplo, si voy a comprar un coche para poder ir al trabajo (utilidad) busco un coche de buena marca, de buen precio, que me sirva para mi fin, ir al trabajo. Un bien no útil, por el contrario, es el que se busca por sí mismo. Por ejemplo, las personas son bienes no útiles, porque valen por sí mismas, por el hecho de existir como seres humanos, tienen dignidad y no pueden ser usadas por los demás.

Los valores valen por sí mismos, se les conozca o no. Van más allá de las personas, es decir, trascienden, por lo que son y no por lo que se opine de ellos.

Todos los valores se refieren a las necesidades o aspiraciones humanas. Las personas buscamos satisfacer dichas necesidades.

Los valores físicos, como el afecto y la salud, así como los valores económicos, el poseer una existencia con un mínimo de confort, satisfacen en gran medida estas necesidades básicas.

1.2.- IMPORTANCIA.-

Pensamos que debemos partir de nuestra propia realidad, una de las conclusiones del Informe General de la Comisión Nacional de Seguridad Ciudadana (Ver Anexo: Unidad de Defensa Nacional PLAN DE CAPACITACIÓN), enuncia y señala de manera terminante la parte de responsabilidad que le correspondería al sistema educativo del país, respecto del estado de violencia y el clima de inseguridad que afecta a la ciudadanía nacional. Se expresa textualmente:

"Fracaso de la política de prevención y difusión de valores en la escuela pública. El riesgo más próximo para las grandes ciudades peruanas es el establecimiento de una cultura juvenil violenta".

Una de las manifestaciones preocupantes en el comportamiento de la juventud y otros segmentos de la población peruana, se configura en el imaginario colectivo como una aguda crisis de valores. Corrupción desenfrenada en las altas esferas políticas (con esto

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se hace especial alusión a lo ocurrido en la última década del siglo XX), ascenso de la criminalidad, violencia juvenil, las barras bravas, terrorismo, narcotráfico y drogadicción, protestas violentas con atropello de los derechos ciudadanos, proclividad a la anarquía, impunidad, etc.

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Comentarios(12) »

1. Dixson Velasquez 18-07-2007 - 14:17:14 GMT -4

NO SOLO LOS VALORES QUE NOS INCULCAN EN NUESTROS HOGARES SON LOS NESESARIOS!!! LA EDUCACION EN VALORES A VENIDO A EVOLUCIONAR Y MODERAR TODOS NUESTROS VALORES NO SOLO ES EDUCAAR EN VALORES LO QE NESECITA NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO SINO TAMBIEN INTEGRAR A TODOS EN EL PROCESO UNA EDUCACION DE TODOS Y PARA TODOS.....

REFLEXION: ¡el valor de la vida es el mas importante de todos si estamos vivos hacemos todo lo que queramos para aportar a la educacion!

2. Dixson Velasquez 18-07-2007 - 14:17:39 GMT -4

NO SOLO LOS VALORES QUE NOS INCULCAN EN NUESTROS HOGARES SON LOS NESESARIOS!!! LA EDUCACION EN VALORES A VENIDO A EVOLUCIONAR Y MODERAR TODOS NUESTROS VALORES NO SOLO ES EDUCAAR EN VALORES LO QE NESECITA NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO SINO TAMBIEN INTEGRAR A TODOS EN EL PROCESO UNA EDUCACION DE TODOS Y PARA TODOS.....

REFLEXION: ¡el valor de la vida es el mas importante de todos si estamos vivos hacemos todo lo que queramos para aportar a la educacion!

3. angel capuano 18-07-2007 - 14:20:05 GMT -4

hola mari piensi que la educacion sin valores no es educacion asi que las mismas van a la par muy bueno tu articulo

angel capuano

4. malgaret sanchez 18-07-2007 - 14:27:01 GMT -4

hola amiga. de los valores puedo decir que valen por sí mismos, se les conozca o no. Van más allá de las personas, es decir, trascienden, por lo que son y no por lo que se opine de ellos.

Todos los valores se refieren a las necesidades o aspiraciones humanas.

5. Karellys Camacho. 19-07-2007 - 14:23:07 GMT -4

Page 11: valores del hombres

Hablar de valores hoy en día es muy importante ya que en esta sociedad se están debilitando de una manera muy radical, la base de una familia esta en inculcarle valores a sus hijos primordialmente el respeto, la tolerancia, el amor, la igualdad y entre muchos otros que podamos considerar para que exista una excelente sociedad; la familias la primera escuela que un niño tiene y en la escuela se van a reforzar todos los valores que fueron inculcados en casa para así construir una sociedad digna para todos.

6. Karellys Camacho. 19-07-2007 - 14:23:11 GMT -4

Hablar de valores hoy en día es muy importante ya que en esta sociedad se están debilitando de una manera muy radical, la base de una familia esta en inculcarle valores a sus hijos primordialmente el respeto, la tolerancia, el amor, la igualdad y entre muchos otros que podamos considerar para que exista una excelente sociedad; la familias la primera escuela que un niño tiene y en la escuela se van a reforzar todos los valores que fueron inculcados en casa para así construir una sociedad digna para todos.

7. ALLISON FLORES 20-07-2007 - 07:12:08 GMT -4

Marycarmen este tema que escoguiste juega un papel fundamental hoy en día en la educación debido a los valores que se ven en la instituciones así como también en nuestro hogares tiene un criterio que deja mucho que decir, será que estos valores no se estan transmitiendo correctamente... Bueno yo entiendo por valor, algo que responde a necesidades humanas como un criterio que permite evaluar la bondad de nuestras acciones. Entonces será necesario integral la instituciones, los padres y la sociedad para poder tener una buena educación en valores

8. karla correa 20-07-2007 - 19:39:55 GMT -4

hola chica, sin duda alguna la educación tiene que estar basada principalmente en los valores ya que es un elemento fundamental en el desarrollo de la sociedad. porfa comenta mi blogwww.karla3c.nireblog.com

9. sheyla hernandez 20-07-2007 - 19:42:22 GMT -4

hola mary carmen espero estes bien, es muy importante tu informacion ya que como docente debemos estar pendiente en todo momento de impartirle y reforzarle los valores a nuestros alumnos.www.carolinah.nireblog.com

10. ANNIE L PEÑA G 20-07-2007 - 21:28:10 GMT -4

hola amiga tu texto es importante ya que como futuros docentes,debemos enseñarles valores,respeto a nuestros niños ya que ultimamente se a ido perdiendo,gracias

11. karina 21-07-2007 - 16:50:12 GMT -4

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Hola mary,mi comentario acerca de tu articulo es q los valores vienen desde nuestros hogares y en la escuela lo unico q vamos es a reforzarlos y a ponerlos es practica en nuestro dia a dia.

12. normarys george 21-07-2007 - 20:05:43 GMT -4

hola maryla base fundamental par que el hombre pueda vivir en sociedad son los valores y es lo que va a determinar la calidad de vida que este pueda tener

Hoy en día los valores están de moda ¿por qué será? aunque quizá no sea esta la palabra más adecuada. Mas bien habría que decir que los valores están de actualidad. La palabra "moda" indica algo que prevalece y que cae; en cambio los valores no pasan y caen sino que o se actualizan o bien dejan de estar en la actualidad. Si pasado un plazo de tiempo esos valores dejan de estar ahí no es porque hayan dejado de tener importancia sino que sencillamente han perdido notoriedad. Por ejemplo: el valor de la solidaridad no hace mucho estuvo en la palestra a raíz de la campaña del 0´7, ahora que ya ha pasado la campaña no es que el valor solidaridad haya pasado de moda sino que ya no está en la actualidad diaria como lo estaba; pero su importancia sigue estando ahí y los países del tercer mundo siguen necesitando nuestra ayuda.

Por tanto no hay valores de moda sino valores que relucen más que otros; en buena medida porque nosotros necesitamos unos valores más que otros.

Los valores morales son un claro ejemplo de lo que estamos diciendo ya que siempre han estado ahí en cambio ahora salen a la palestra con una especial intensidad y así vemos que por todas partes llueven los cursillos de educación en valores, ¿a qué es debido? Creo que nos hemos ido percatando en la actualidad de lo necesitados que andamos de ellos en el conjunto de nuestra sociedad y en el conjunto de nuestra vida, forman parte de nuestra vida y nos ayudan simplemente a ser humanos. ética y humanidad andan bastante de la mano como también andan de la mano ética y religión, que uno sepa si no hay persona humana no puede haber religioso/a.

Cuando hoy en día se habla tanto de la educación en valores es porque nos estamos dando cuenta de lo bajos que andamos en valores morales o en valores humanos que para el caso es lo mismo.

Y ¿qué ocurre con el resto de valores? Los estéticos, los religiosos, los intelectuales, los útiles... están ahí y no dejan de ser esenciales pero sin duda que son los morales los que nos permiten ordenar los restantes de una forma ajustada a las exigencias de nuestra naturaleza o de nuestro ser personal, ya que los valores morales actúan como integradores de todos los demás y no como sustitutos de ellos.

Pero a todo esto no hemos dicho aún lo que es un valor y ya va siendo hora de hacerlo.

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Lo primero que hay que decir es que el terreno de los valores es un tanto escurridizo ya que los valores son cosas difíciles de precisar. Por eso hay que recurrir a los ejemplos. Todos sabemos más o menos lo que es un adjetivo; es lo que acompaña al nombre mostrándole o calificándole. Pues bien un valor es algo que acompaña siempre a lo bueno y así decimos que lo bueno tiene valor y lo malo no. Después vendrá la traducción de ese valor. Cómo se patentiza o se concreta ese valor, lo cual nos llevaría a hablar de la norma en cuanto expresión del valor. La normatividad forma parte de nuestra vida precisamente porque necesitamos valores y puesto que los valores muchas veces se nos escurren y no atisbamos a verlos es por lo que necesitamos de la norma; pero toda norma responde a algún valor hasta el punto de que, valga la redundancia, una norma sin valor es una norma sin valor.

Volviendo un poco al tema tendríamos que decir con Ortega que cuando nos enfrentamos a las cosas, no solo hacemos con respecto a ellas operaciones intelectuales, como comprenderlas, compararlas o clasificarlas sino que también las estimamos o desestimamos, las preferimos o las relegamos; es decir: las valoramos. Por eso uno de los problemas más serios en torno a los valores es si son reales o los inventamos. Es decir ¿un valor es en sí valioso o es valioso porque lo deseamos? Ya que hablamos de la solidaridad: ¿la solidaridad, es en sí valiosa y por eso deseamos construir un mundo solidario, o por el contrario son algunas personas las que han decidido que la solidaridad sea un valor?

Realmente tendremos que decir que los valores valen y por eso nos atraen y nos complacen, no son una pura creación subjetiva. Consideramos buenas aquellas cosas que son portadoras de algún tipo de valor, como es el caso de una melodía hermosa o el de una propuesta liberadora. Y las consideramos buenas porque descubrimos en ellas un valor y no por que decidamos en nuestro fuero interno dárselo. Ahora bien para que esos valores salgan a la palestra tendrá que intervenir un sujeto humano que los capte, de ahí que la creatividad humana sea también conformadora de la realidad ya que ayuda a dar a luz valores y formas de percibir valores. Dependerá de esa intervención del sujeto humano la captación de unos valores y no de otros.

Lo que si debemos hacer es no confundir valor y precio. Normalmente estamos demasiado habituados a poner precio a las cosas y al final acabamos pensando que no sólo fijamos su precio sino también su valor y ahí está el error porque un precio si que podemos ponerlo pero un valor no. Por tanto tendremos que decir que los valores son cualidades o adjetivos reales de las personas, las cosas, las instituciones y los sistemas.

Por tanto cuando se habla de crisis de valores ¿qué se quiere decir? ¿no será acaso que se está cambiando en cuanto a la manera de estimar? Es como si tuviéramos que cambiar de muebles ya que los que tenemos se nos han quedado anticuados o inservibles. Cuando nos decidimos a cambiar es cuando notamos la importancia que tienen para nuestra vida ¿podemos vivir sin muebles? Ciertamente podríamos pero que inhumano y que incómodo sería. Pues así sería nuestra vida sin valores o pensemos sino, en un mundo sin generosidad, sin armonía, sin lealtad...

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Otro problema que se nos puede plantear es el de la visibilidad. Que uno sepa, los valores no se ven, luego estamos hablando de cosas in visibles lo que no quiere decir que sean irreales. Qué decir, dado el caso, de la "elegancia", nosotros podemos apreciar la forma, el color, pero ninguno de nuestros sentidos: vista, oído, olfato... nos permite captar la elegancia, la captamos en la medida que contamos con una capacidad distinta de los sentidos que nos permite captar la elegancia y esta es precisamente la capacidad de valorar.

Un aspecto también a tener en cuenta en lo referente a los valores es su polaridad. Los valores son polares al modo positivo-negativo. Todo valor tiene su correspondiente antivalor: justicia-injusticia, igualdad-desigualdad, utilidad-inutilidad, belleza-fealdad, agilidad-torpeza, salud-enfermedad...

Por último destacar que hay valores y valores. Hay valores que humanizan, sin ellos nuestra humanidad se degrada, mientras que hay valores que son deseables. Así, es deseable que una persona sea simpática a que no lo sea, pero en cambio no es deseable que una persona sea hipócrita, porque la hipocresía no es una peculiaridad más del carácter, sino una característica que lo deshumaniza. Luego serán morales aquellos valores que nos humanizan, aquellos de los que no podemos prescindir si queremos seguir siendo humanos. En cambio hay otros valores que son simplemente deseables. El que todo el mundo sea hermoso es deseable pero nadie pierde cotas de humanidad porque no sea hermoso. Igualmente, si nos encontramos a alguien que desprecia la justicia seguramente pensaremos que a esa persona le falta humanidad y que no aspirar a la justicia significa perder humanidad. Pues bien, de alguna manera los valores morales son aquellos que nos permiten crecer en humanidad y viceversa, carecer de valores humanos supone carecer de aquello que hace nuestra vida más humana y es por ello por lo que son reguladores del resto de valores.

Al finalizar estas breves líneas simplemente constatar lo ya dicho, que estamos en un terreno resbaladizo y que hoy en día todo el mundo habla de valores aunque en el fondo nadie sepa muy bien qué es un valor y para qué sirve, incluso las mentes más conspicuas.

En nuestra reflexión pasada terminamos diciendo que cuando se carece de una concepción correcta de la persona humana y de su dignidad y, consecuentemente, de sus valores, se llega al fenómeno de la amoralidad o relativismo moral. De ahí se pasa a una vida vacía de sentido. Ello es a su vez es el caldo de cultivo para el hedonismo. El resultado de una vida desenfrenada lleva a las adicciones, que van más allá de las conocidas, como el alcohol, las drogas y el juego. Ahora existen las adicciones al sexo, a la comida, al trabajo, al consumismo, a la televisión, a las computadoras, a los juegos electrónicos y a la violencia, incluso dentro de la familia.

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¿Cómo podemos salir de este círculo vicioso y dañino? ¿Cómo podemos recuperar la valorización de lo moral y el sentido de nuestra dignidad? Muchos rechazan los principios morales que nuestros padres y la generación anterior nos inculcaron, por encontrarlos "pasados de moda" (argumento que ya refutamos).

Pero ello no es la razón principal. La razón principal es que la gente de hoy no ve la relación entre estos principios y la realización de la persona humana. En esto, creo yo, falló la generación anterior. Esa generación se limitó a transmitir unos principios --siempre válidos, de ello no hay duda-- pero sin establecer claramente su dimensión personal, su conexión con la dignidad de la persona y sus demás valores. En otras palabras, la educación moral (formal e informal) quedó despersonalizada.

No es que nuestros padres o educadores conscientemente dejaran de mostrarnos los porqués de los valores morales. Lo que pasó fue que el contexto social de la generación pasada era diferente. La sociedad de hace 40 años en general gozaba de unas leyes, un entorno, un sistema educativo, en una palabra, una cultura, que apoyaba la vida familiar y la moral básica. La objetividad de los principios morales fundamentales no se cuestionaba, excepto en algunos círculos académicos. Por consiguiente, no se sentía la necesidad de ahondar en las razones del porqué ser moral.

Pero vino la famosa y convulsa década de los 60 y todo lo que antes "se cocinaba en la penumbra", por decirlo de algún modo, pasó al frente de la cultura, de la vida social. No sólo fueron los medios de comunicación y del entretenimiento los que comenzaron a difundir el relativismo moral que vivimos hoy, también lo hicieron las universidades, las instituciones políticas y otras instancias que moldean la opinión pública, como el arte y hasta ciertos sectores de las instituciones religiosas. Todo ello ha influido en los padres de familia y otros educadores, que se han encontrado sorprendidos y un tanto faltos de preparación para enfrentar la nueva manera de pensar.

Es por ello que se necesita una recuperación del sentido de la objetividad de la moral, pero expresándola de una manera nueva. El discurso moral moderno tiene que asumir la dimensión de la personalización, no sólo como estrategia, sino

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más aún, porque es su razón de ser. Reiteramos: la moral se funda en la dignidad de la persona humana y ello hay que demostrarlo. No sólo eso, también hay que demostrar que la moral no sólo no perjudica la libertad verdadera (tan preciada hoy en día), sino que, por el contrario, es precisamente lo que la fomenta. "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres," dijo Jesucristo refiriéndose a los mandamientos (Juan 8:32). Sólo así la vida moral recuperará su atractivo original, su belleza intrínseca. Sólo así la generación contemporánea se sentirá atraída hacia ella.

En la reflexión anterior dijimos que cada una de las dimensiones de la persona humana constituye un valor por razón de su participación en la dignidad humana, que es el valor fundamental de la persona.

Ahora bien, cada uno de esos valores, precisamente por serlo, constituye también una exigencia de respuesta. Es decir, cuando me encuentro frente a uno de estos valores mi conciencia me exige que lo respete o incluso, si la situación lo amerita, que haga algo por él. Pongamos un ejemplo. Supongamos que me encuentro ante una persona que pasa hambre. El valor de su integridad física está en peligro. Ese valor se presenta ante mí como una exigencia de ayuda. Mi conciencia me reclama que haga algo, en la medida de mis posibilidades, por esa persona que pasa hambre.

Esa exigencia que emana, por decirlo de alguna manera, del valor que constituye la integridad física, o simplemente la corporeidad de la persona humana, se llama valor moral. En este caso, ese valor moral se concreta en el mandamiento "da de comer al hambriento" (cf. Mateo 25:35). Es decir, la exigencia o reclamo, que constituye el cuerpo de la persona, precisamente por ser un valor, es un valor moral. La dimensión moral de ese valor humano que es el cuerpo surge cuando se contempla ese valor humano desde su dimensión de exigencia, de reclamo.

Podríamos llegar a la misma conclusión utilizando otras dimensiones de la persona humana como ejemplos. Pero el que hemos utilizado nos basta. Generalizando, podemos afirmar que los valores morales son los mismos valores humanos (que son las dimensiones de la persona humana) desde su dimensión de exigencia, de reclamo, a respetarlos e, incluso, si la situación lo amerita, a hacer algo por ellos.

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Vemos entonces que los valores morales no tienen nada de abstractos ni de irrelevantes en relación con la experiencia humana concreta. Al contrario, los valores morales son los valores más importantes que existen, porque precisamente son los que protegen y promueven la dignidad de la persona humana en sus distintas dimensiones. Obsérvese que hemos dicho que "son los valores que protegen la dignidad de la persona humana." Es decir, para seguir con el ejemplo del hambriento, cuando doy de comer a una persona necesitada no estoy simplemente alimentando a una persona, estoy ayudando a la persona misma como persona. La razón de ello es, como ya hemos explicado, que la persona humana es una unidad sustancia (no accidental) de varias dimensiones, especialmente de cuerpo y alma. Cuando toco el cuerpo de una persona, toco a la persona misma.

A través de este ejemplo tan sencillo hemos visto la conexión entre los valores morales y la dignidad de la persona humana. Ello es a lo que nos referíamos cuando hablábamos de la necesidad de personalizar el discurso moral.

Cada individuo muestra de manera diferente sus valores a través de manifiestos concretos, desde valores sociales como la igualdad, la justicia, el respeto, la socialización y la convivencia, hasta los valores afectivos como autoestima, autonomía, responsabilidad o planificación. Los seres humanos asumen de manera distinta cada valor y lo asimilan, interiorizan y aplican de acuerdo a su formación y construcción personal dentro de la sociedad y de la relación con su medio. Las condiciones históricas, sociales y religiosas que le toca vivir a cada individuo marcan un rumbo en el establecimiento de los valores.

Los valores morales son, pues, los que reclamaríamos para llevar adelante una existencia verdaderamente humana. Son valores que ayudan a acondicionar la vida de todos los seres humanos y además están al alcance de todas las fortunas personales, porque todos tienen la posibilidad de ser justos, la posibilidad de ser honestos. Si bien es cierto que una sociedad tiene el deber de organizarse de tal manera, tiene que acomodar de tal forma las creencias a estas ideas de valor, que sea realmente posible ser justo y ser libre sin ser un héroe.

Me temo que estamos organizando nuestras sociedades de un modo tal que para vivir en ellas unos valores morales como los que estoy mencionando es necesario ser un héroe en demasiadas ocasiones. La gran tarea de nuestras sociedades consiste en hacer que estos valores se conviertan en auténticas creencias, que muevan las decisiones de la vida cotidiana hasta tal punto que quien viva por estos valores no necesite ser en absoluto un héroe.

¿Cuáles serían los valores morales de los que no se puede retroceder y en los que importa educar en la escuela, en la familia y en una sociedad que se denomine pluralista

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y que los comparte porque sin ellos no puede serlo? Comentaré únicamente cinco, porque lo interesante no es hacer un catálogo de valores, sino descubrir cuál es el eje central desde el que se pueden articular los demás. El criterio para hablar de ellos en una escuela pluralista sería el de la ciudadanía. Pero, ¿qué es ser ciudadano?

Un ciudadano es alguien capaz de hacer su propia vida, pero con sus iguales. El ciudadano tiene dos lados fundamentales: hace su vida, no se la hacen, no es siervo ni esclavo, pero no la hace en solitario, sino en la polis, en la ciudad, la hace con otros que no son ni más ni menos que él, sino sus iguales. Uno de los grandes retos del siglo XXI es meter hasta la médula de los huesos que es preciso que los seres humanos puedan hacer su vida, sus elecciones, con aquellos que no son más que ellos y no tiene porqué sentirse acomplejados, ni menos que ellos, por tanto, no tienen porqué sentirse superiores, sino que a fin de cuentas son sus iguales.

Si he empezado antes con un prólogo sobre los valores es porque quisiera dejar bien claro desde el comienzo cuál es mi posición al respecto y es que los valores no son algo puramente subjetivo. Los valores, como la libertad y la justicia, son valiosos por sí mismos, y no porque algún grupo social haya decidido conferirles valor. Los valores no son subjetivos. Pero tampoco se descubren situándose ante la realidad de forma pasiva, tampoco se trata de sentarse tranquilamente en una pasarela para verlos desfilar, sino que es preciso insertarse en la realidad. Ningún descubrimiento humano se hace sin implicarse en la realidad.

Cuando yo era pequeña, mi padre, que era una persona extraordinaria, me decía: "Hay gente que cree que Newton descubrió la Ley de la Gravedad, porque una vez vio caer una manzana y entonces se dio cuenta de que los graves caían hacia abajo, y hay gente empeñada en que Pasteur tampoco tuvo demasiado mérito en el descubrimiento de la penicilina porque, al fin y al cabo, se dio cuenta un día de que había un trozo de pan con moho y descubrió la penicilina. Si Newton y Pasteur no hubieran tenido la formación que tenían, nunca hubieran podido formular la Ley de la Gravedad ni descubrir la penicilina. Mucha gente había visto caer manzanas y mucha gente había visto el pan recubierto de moho y, sin embargo, no habían caído en la cuenta ni de que la caída de los graves se podía formular matemáticamente ni de que la penicilina podía ayudar para curar".

Los valores, como todo descubrimiento de la humanidad, son valiosos por sí mismos, pero se descubren en la implicación con la experiencia. Sin esa implicación, sin vivir con los marginados, los que sufren, los vulnerables, es difícil apreciar el valor de la solidaridad; sin haber experimentado en carne propia la marginación, el sufrimiento o la vulnerabilidad, es imposible apreciar el valor de la solidaridad y de la aspiración a la igualdad; es imposible apreciar lo que vale poder echar una mano y poder recibirla. Los valores se descubren en la implicación con la experiencia, en la implicación con la realidad, no se descubren en los libros. Se aprenden -y a mí me pareció una vez que era una buena idea formularlo así- a través de un proceso de degustación.

Posiblemente lo de la degustación se me ocurrió porque no entiendo nada de vinos y tengo amigos, que entienden muchísimo, que se avergüenzan de ir conmigo cuando piden un buen vino, porque me den uno de marca o a granel. Ellos piden el vino, olfatean, chasquean, y entienden si está picado o no.

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A mi juicio, la educación es como un proceso de degustación de valores que se va haciendo en la experiencia. Quien no degusta el valor de la solidaridad, de la igualación o de la libertad puede acabar prefiriendo la esclavitud, porque al fin y al cabo es más cómoda, o la desigualdad, porque al fin y al cabo es lo que hay.

Los valores de los que yo quisiera hablar son cinco, e importa transmitirlos en esa experiencia descubridora, en esa degustación de la vida cotidiana en la que únicamente, si las creencias acompañan a las ideas, se puede hacer el proceso de degustación y, en caso contrario, hay una auténtica esquizofrenia. Son cinco valores muy sencillos: los tres famosos de la Revolución Francesa y dos más. El valor de la libertad, el valor de la igualdad, el valor de la solidaridad, el valor del respeto y el valor del diálogo. Lo interesante no es nombrarlos, porque los nombres los sabemos todos. La importancia de este siglo y de este milenio es ir comprendiendo qué entendemos por esos valores, qué significados tienen y cómo se realizan en la vida cotidiana. De todo ello hablé pormenorizadamente en Ciudadanos del mundo (Alianza, 1997).

Empezando por la libertad, se puede entender al menos, como independencia, como participación y como autonomía. Si recuerdan ustedes aquella extraordinaria conferencia, que pronunció Benjamin Constant después de la Revolución Francesa sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, hablaba de dos maneras de entenderla: la libertad como independencia y la libertad como participación.

Libertad como independencia es la libertad que más aprecia el liberalismo, la libertad propia del Estado de Derecho moderno, la libertad de expresión, de conciencia, de asociación, de reunión, de desplazamiento, todo ese mundo originario de los siglos XVI Y XVII, en los que se habla de unas libertades básicas, que son las que alguien puede ejercer sin interferencia. ¿Qué es ser libre? Libre es poder expresarse, poder forjarse su propia conciencia, poder informar, sin que nadie interfiera, ni el Estado ni los demás ciudadanos. Esa libertad como independencia es preciosísima y cuando no se puede ejercer, cuando se acalla la expresión, la información, una sociedad es claramente injusta. Lo que ocurre es que la libertad como independencia no es toda la libertad, sino una parcela de la misma y, a menudo, apreciamos mucho esa libertad y, sin embargo, otros modos de ejercerla no tanto.

Sin abandonar, con todo, esta forma de entender la libertad, cabe recordar que toda libertad apareja responsabilidades. Sin duda, importa la libertad de expresión, pero en la escuela y en la universidad habría que cuidar de que la gente tuviera algo que expresar; importa la libertad de información, pero también sería bueno que los que leen la información tuvieran criterio para entender qué es lo que están leyendo, porque estas libertades se vienen enunciando desde los siglos XVI y XVII y ya va siendo hora de que, además de enunciarlas y decir que hay que expresarse o de que hay que forjar la conciencia, tengamos algo que decir y lo entendamos.

A menudo, la gente se expresa libremente, pero no dice absolutamente nada, se puede informar de cualquier cosa, pero se acaba informando de estupideces y quien lee aquello de lo que se informa no tiene ningún criterio para decidir si lo que está leyendo es una información contrastada, una opinión de alguien a quien se le ha ocurrido por la mañana o una estupidez soberana. Ya va siendo tiempo de complementar las libertades, que son tan valiosas, con ese otro lado de forjar gente preparada para ejercerlas con algo de sustancia vital. Evidentemente, lo peor es suprimirlas, pero no basta con no suprimirlas,

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sino que conviene ir dándoles algún contenido, algún criterio; no basta con decir que hay que forjar la conciencia si, al final, acabamos forjándonos la conciencia de un lechuguino.

A veces, cuando veo cómo escriben los alumnos de la universidad, cómo olvidan lo que es la sintaxis, si es que alguna vez la han conocido, me temo que ni siquiera tienen libertad de expresión, que no tienen la capacidad de expresar lo que quieren decir, porque carecen del lenguaje necesario para ello. No debería olvidar esto el medio educativo en el que nos encontramos, no debería olvidar que enseñar a expresar lo que se quiere decir es parte integrante de la libertad de expresión.

La libertad como independencia tiene que ir cobrando contenidos como los mencionados, y complementarse al menos con los otros dos modos de entender la libertad. El segundo es la libertad como participación. Decía Constant en su famoso escrito que el pueblo griego en la época de Pericles entendió que eran libres, que eran ciudadanos, los que participaban en la asamblea a la hora de tomar las decisiones de la vida pública, los que decidían con sus iguales acerca de la guerra, la paz, las leyes. Libertad quería decir participación.

El hombre es el resultado de su interrelación dialéctica con el entorno natural, social y cultural en un sistema de producción determinado, interacción básicamente mediada por su conciencia, aunque también influida por los procesos inconscientes.

Su personalidad es valorada como el fruto de la modelación durante dicha interacción, de sus características constitucionales así como de la incorporación de otras, gracias a mecanismos de aprendizaje condicionados, instrumentales e imitativos que operan sobre todo a partir de relaciones interpersonales significativas establecidas en el hogar, la escuela, el centro laboral y el resto del entorno en el contexto de un sistema de producción social específico. Se delimita así un conjunto estructurado que consiste en características biopsicosociales culturales y espirituales que se establecen y se expresan durante la interacción sujeto-medio y que delimitan en esencia sus particularidades como individuos.

Un aspecto trascendente durante dicho proceso de estructuración de la personalidad –que comienza en el momento de la fecundación y termina solo con la muerte– es la incorporación y reforzamiento de valores, cuya expresión será matizada por el desarrollo filosófico, profesional, político-ideológico, cultural y espiritual alcanzado.

En nuestro país, durante muchos de los últimos años, se ha producido una acelerada decadencia en la práctica de los Valores. Los mismos han sido sustituidos en gran medida por falacias o por la instalación de creencias que sólo tienen por objetivo ocultar oscuros intereses perversos.Si seguimos cultivando la creencia de que no pagar impuestos constituye un mérito atribuible a la pericia de quien los evade, sin tener en cuenta que el destino que debe dársele es la salud, la educación, la seguridad y la protección de la población en general. Si tal conducta la justificamos diciendo que nuestros gobernantes no los administran adecuadamente, pero tampoco exigimos que se apliquen bien los recursos.Si los pseudos empresarios siguen considerando “buenos negocios” a las malas prácticas comerciales.Si continúan las prácticas monopólicas y/u oligopólicas, sin darle ninguna protección a los usuarios y dejándolos expuestos a la voluntad del más fuerte.Si seguimos manteniendo y fortaleciendo una sociedad en la que una minoría se lleva la utilidad que genera la mayoría, y seguimos utilizando como paliativo a las Organizaciones con Fines Sociales que asisten a los perjudicados por esta causa, es como generar una guerra sin cuartel contra toda la sociedad, y a la vez, convocar a una inmensa cantidad de voluntarios para atender a los heridos, sepultar a los

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muertos y consolar el dolor de sus familiares, pero la destrucción sigue sin tenerse en cuenta. De este modo, las causas de los males siguen agravándose.Si se continúa con las prácticas clientelistas que con el pretexto de la ayuda social se busca el voto, pero también se fomenta el ocio.Si los ciudadanos comunes seguimos cometiendo el error de no ejercer nuestros derechos, y además creernos exentos de obligaciones.Actuando de este modo, estamos eludiendo nuestro compromiso para con las generaciones que nos sucederán.Hay una enorme cantidad de ejemplos que se caracterizan por llevar a cabo actividades en la que están ausentes los Valores.Si a todo eso le agregamos que los argentinos estamos asociados con el escepticismo y la derrota, difícilmente podamos terminar con la sucesión de crisis que reiterativamente nos castigan. No se arregla nada diciendo “y bueno, así estamos…”Sin embargo, como en casi todos los problemas de este mundo, existen soluciones. Tal vez sean muchas más.Pero hay una que entendemos que es esencial: cada uno de nosotros, desde el más humilde puesto de trabajo y/o actividad que realicemos, desde el más modesto rol que desempeñemos en nuestra sociedad, podemos contribuir a revertir esta situación.Es imprescindible que nos convenzamos de que tenemos la obligación de revertir esta situación de degradación tan grave, partiendo de los principios éticos y morales que nos legaron nuestros antecesores, es decir, tenemos que volver a las fuentes.Para construir, es imprescindible que abandonemos las malas prácticas, por pequeñas que sean. Pues la suma de esos pequeños desvíos, da como resultado la falta de cumplimiento de compromisos mayores y fundamentales para iniciar la etapa de la reconstrucción moral y material.Sin duda que dado el estado avanzado de descomposición social, hará falta que lo hagamos en forma personal primero, para extenderlo al grupo que tenemos afín y así comenzar con una tarea de buenas realizaciones y de difusión, para que otros grupos los tome y se generalice hasta lograr el cambio tan ansiado por la mayoría.Será de una gran importancia que asumamos el compromiso de cumplir con esta misión, como también que lo hagamos todos los días. De tal manera de tener una respuesta positiva para esta pregunta: ¿Qué hice hoy para mejorar mi situación y la de nuestro país?La prosperidad podrá llegar con toda la fuerza, pero tendrá que surgir desde la base de la población y de lo que cada uno de nosotros nos impongamos a través de nuestra tarea diaria.Las crisis económicas y sociales tienen un componente que sin duda, es capaz de superarlas: la práctica individual y general de los Valores.La población, el Estado, el mercado, las Organizaciones con Fines Sociales, deben recibir el mensaje de que estamos dispuestos a exigir el respeto de los Valores, porque primero, lo haremos cada uno de nosotros. Y esto puede surgir en cada una de las organizaciones de las que formamos parte.Hagámoslo sin temor, hagámoslo con paciencia, pues demandará tiempo en una primera etapa, pero luego se acelerará. Sepamos que será una de las soluciones más efectivas para restablecer la dignidad de todos los hombres. Y así podremos superar las dificultades que parecen insolubles.Esta acción, además de ser la más eficaz para obtener buenos resultados, será desde el comienzo, el mejor augurio para nuestro futuro que podremos iniciar desde el día que estamos viviendo.

Cuando caminábamos por la vida, apresuradas, en una sociedad decaída y empobrecida en valores, entre aquella multitud de gente orgullosos de ser Culichis que día a día luchan por el yo, yo y sólo yo, con tanta distracción encontramos una mirada que provoco remordimiento en nuestro ser, ojos tristes, tan lejanos, sin sueños, sin esperanzas, un segundo nos fue suficiente para buscar

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respuesta a aquella mirada perdida inocente sin alegría. Seguimos nuestro camino sin olvidar aquellos ojos que abarcaban cada segundo de nuestra mente y empezamos a justificar, lo opaco de su mirada de; ¿por qué eras lo que eras?, ¿por qué trabajar a su corta edad?, buscamos mil pretextos pero al final nos dimos cuenta que esta sociedad era la culpable de su desilusión. Imaginábamos lo que podría llegar a ser si su mundo fuera diferente y vivir un mejor presente.Seguimos pensando hasta llegar a nuestro destino y al final nos dijimos: no se quién eras? pero te agradecemos infinitamente la oportunidad que nos has dado de que gracias a ti presentarles a ustedes jóvenes lo siguiente:Queremos decirte que los valores no se conquistan, no se imponen, se cultivan como una flor que se abona con pequeñas acciones diarias, se riegan con las aguas vivas de la transformación para una mejor sociedad de la que somos parte, sin importar las distancias, niveles sociales, los años o las culturas, con lucha constante día a día es muy difícil en ocasiones hacer cambiar la perspectiva de las personas mucho antes de ti de dar nuevos frutos en lo que valores se refiere y estos dependan de nosotros para ser los primeros y juntos lograrlos, ¡Animo, juntos lo lograremos! Siembra esperanza y cosecharas un mundo mejor, olvida el pasado e inicia de nuevo.Pues bien, el problema no es que porque nadie asume sus valores ¿nosotros tampoco? El verdadero problema es quedarnos así, ser como ellos y no tener la fuerza de mejorar.EL DAÑO QUE TÚ HACESEn ocasiones nos es tan fácil herir los sentimientos de las personas que a veces ni lo percibimos. Hasta el más insignificante comentario de desprecio que hacemos hacia alguien puede dañarlo demasiado, aunque para ti haya sido una pequeña broma sin sentido, es importante que cuides cada palabra que dices, ya que no sabes por la situación por la que esa persona está pasando.Recuerda que sólo tu puedes cambiar esa perspectiva propia de lo que vez, dicen o quieres ver de las personas que menosprecias, sin detenerte tan sólo un poco a conocerlas.!!!No hagas de ti algo que no eres!!!Esta es la historia de Cristian que llevaba una clase son un maestro, al cual se acercaba en ocasiones pero no muy seguido que tenia un cierto temor, pero le caía bien.

Un día que se encontraba en camino a la escuela a tomar la clase de ese maestro le avisan que había fallecido; el en esos momentos no supo como

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reaccionar, muchos pensamientos golpearon en su mente; se preguntaba ¿Cómo es posible? ¿ a caso es una broma? Pues lo acababa de ver días antes. Recordaba lo que le había enseñado y muchas otras cosas mas. Nunca le había pasado algo así era una experiencia nueva para el, le preguntaba a dios ¿Por qué? El cual le respondió con otra pregunta; Cristian ¿a caso has valorado la vida de tus seres queridos o personas cercanas a ti mientras ellos viven?

Lo cual le enseño una gran lección.

Moraleja: Es importante valorar en la vida a nuestros padres, hermanos, amigos, maestros y demás personas cercanas. Debemos decirle cuanto los apreciamos o queremos. Cual importantes y significativas son sus vidas para nosotros, debemos de decir lo que decimos por esas personas especiales antes de que sea demasiado tarde.Pero a veces no tenemos tiempo de dirigirle ni siquiera una palabra a persona tan cercana, buscamos mil pretextos y hasta lo discriminamos con el hecho de no hablarle, ni siquiera de decirle “Hola”, ni para preguntar ¿cómo estas?

Vivimos para nosotros mismos y nos olvidamos que tenemos en nuestro camino a personas que en algún momento nos pueden ayudar.

"Por eso valora la existencia de los demás igual que la tuya"Cada día reflexiona la importancia de los valores, de lo aprendido, piensa cómo lo puedes aplicar y mejorara la sociedad en base a estos, al terminar el día recorre mentalmente lo logrado ante cada evento que has vivido.

La filosofía y los valores. Notas

polémicas para un tema de actualidad.Rafael Plá León

Publicado en Umbral, revista cultural, Santa ClarA

[email protected]

El problema de la formación (o de la recuperación) de valores morales en

los jóvenes y en la población en general, ocupa hoy el tiempo de muchos

educadores, filósofos, líderes políticos, dirigentes revolucionarios y toda

índole de trabajadores ideológicos. Y la tarea no es sólo de nuestro país, ni

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siquiera puede decirse que sea una tarea de organizaciones comunistas

exclusivamente; no. En ella están inmersas las más variadas fuerzas

espirituales, desde la Iglesia hasta los medios de comunicación, pasando

por gobiernos, partidos políticos, escuelas, sectas y congregaciones.

Obviemos por el momento lo que puede ser el meollo de la discusión -o al

menos lo más práctico-, que versaría en torno al contenido de valores

concretos como la honestidad, la valentía, la fidelidad, la sinceridad, etc.

Nos interesa detenernos en un aspecto colateral de forma: ¿cómo orientar

el trabajo de formación de valores? ¿Qué forma darle a la actividad de

divulgación de ideas que pretende el objetivo de sensibilizar a las personas

con el mundo moral?

A primera vista no es fácil captar el problema: se sobreentiende que el

profesor (el maestro, el periodista, el propagandista, el político, el pastor, el

cura o el artista) lleva la misión de transmitir una experiencia de

sensibilización con el mundo que le rodea, y que para esto basta enseñarles

a los alumnos (niños, pueblo, feligreses, público) ideas llenas de emoción

que hayan expresado pensadores de otros siglos. La formación de valores

así entendida, sin embargo, corre el riesgo de levantar desdeños escépticos

y de terminar en aburridos sermones o en actividades demasiado emotivas

que no despierten reflexión ni interiorización en los jóvenes a quienes va

dirigida.

La primera piedra significativa en el camino la puso el filósofo griego

Sócrates, quien, ante el asombro de todos exclamó: "la virtud no se

enseña". El dardo, bien dirigido al corazón de las doctrinas de los sofistas,

conserva hoy todo su interés y merece que lo examinemos más

detenidamente. En efecto, "enseñar la virtud" significaría enseñar a las

personas la bondad, es decir, a ser buenos. Pero ya se ha visto que ningún

malvado ha cambiado su forma de ser luego de oír una disertación sobre la

necesidad de ser bueno. De modo que el discurso sobre la bondad es

impotente con el malvado e innecesario para el bueno. La virtud no se

aprende, se lleva dentro. Nadie se vuelve bueno si ya antes no lo era. De

modo que el proceso de formación o transmisión de valores concebido como

enseñanza lineal de maestro a discípulo queda completamente

desacreditado. Y de esto dan fe los inútiles sermones moralistas que

intentan enaltecer las virtudes en abstracto, o ensalzando determinadas

posturas ejemplares. Los valores, más que enseñarlos, hay que ejercitarlos.

Page 25: valores del hombres

La crisis de esta forma lineal de intento de transmisión de valores está

reforzada por la tradición religiosa medieval, que construyó en torno a la

Iglesia y sus principales representantes toda suerte de leyendas (verídicas o

no) encaminadas a enaltecer las figuras que encarnaban las más altas

virtudes. Dios empezó a ocupar el lugar que Platón había reservado al

"eidos" (ideas), viéndose como modelo de perfección y de conducta

ejemplar.

Pero el mal abundaba entre sus discípulos terrenales, y la discusión se

centró en la realidad o irrealidad del mal. Aquellos que con Anselmo

consideraban que el mal no tenía una realidad positiva, sino que era sólo

deficiencia de bien, intentaron liberar a Dios de toda responsabilidad por la

tan extendida maldad humana. Pero de todas formas, el razonamiento, por

cualquier camino que tomara, ponía en crisis la manipulación ideológica de

la religión: o Dios había creado el mal al mismo tiempo que el bien; o el bien

creado era impotente para alcanzar la plenitud, dejándole un espacio al mal

-cosa que pondría en duda la perfección divina-. Lo que parecía evidente era

la unión indisoluble de ambos términos. Las mentes más esclarecidas

podían confirmar por esta observación que el proceso de formación de

valores no puede concebirse como transmisión "pura" de lo "positivo". Aquí

lo "negativo", el "mal" es esencial para percibir lo "positivo", el "bien".

La Ilustración moderna supo jugar bien con las contraposiciones del bien y

del mal. A Rousseau, por ejemplo, no escapó la contradicción que encerraba

la educación en sociedad. Mientras más "educado" era el individuo, más se

envilecía, más corrompía su espíritu con las ilustradas maneras de ocultar

su verdadera naturaleza, de disimular ante sus similares sus impulsos

naturales. Y el hombre aprendía no sólo a disimular su propia personalidad,

sino a codiciar los bienes comunes o de los demás y a maquinar planes para

lograr sus egoístas propósitos. El "retorno a la naturaleza" fue, entonces, el

lema que presidiera su teoría educativa. Es decir, abstenerse de enseñar al

niño teorías fabricadas, dejarlo desarrollar sus impulsos, para que fuera

libre. Cualquier pedagogo puede asustarse con estas ideas, pero no se

puede negar que en su punto de partida hay un grano racional importante:

la sociedad actual (burguesa) -que en principio no se distingue de la que

vivió Rousseau- limita en buena medida la libre expresión de la

personalidad.

Page 26: valores del hombres

La formación de valores morales no puede ser una actividad formal, porque

corre el peligro de lograr resultados contraproducentes. Tiene, pues, que

partir del conocimiento profundo de las leyes de la actividad subjetiva, para

seguirlas y aprovecharlas en toda su plenitud. Pero no me refiero sólo a las

cuestiones que tienen que ver con la psicología, sino también a las que

tienen que ver con la actividad propia del pensamiento, es decir, con la

actividad teórica.

Todo individuo tiene capacidad para el pensamiento teórico, pero muy

pocos la logran desarrollar. Aquí influyen factores que tienen que ver con la

enseñanza, la habilidad de maestros y profesores para formar esa

capacidad y desarrollarla, pero también factores relacionados con los

prejuicios hacia ese tipo de actividad. (No entraría aquí a considerar los de

más peso, aquellos que tienen que ver con la posibilidad real que tenga

cada individuo para participar en una actividad notablemente alejada de la

producción material que ocupa a la mayor parte de la sociedad). Es común

que la mayoría de las personas manifieste un desprecio total por la

actividad teórica. Este desprecio llega a calar, incluso, en los propios predios

de la ciencia, en científicos que privilegian el sentido empírico por encima

del teórico, cuando en realidad ambos momentos se necesitan uno del otro

y son inconcebibles uno sin el otro, si nos queremos mover en el ámbito de

la ciencia, es decir, del conocimiento verdadero. Pero ese desprecio no

ayuda en la tarea de la formación de valores; sobre todo si pretendemos

que esa formación sea sólida y no se derrumbe al primer choque con la

realidad.

Una de las causas más elementales del derrumbe de sistemas de valores es

la comprensión empírica de los mismos. El proceso de pérdida de valores

pudiera describirse así de forma esquemática: 1) se identifican los valores

con determinadas realidades empíricas, no avanzándose hacia el concepto

de tales valores; 2) la realidad se desarrolla y esas determinadas realidades

empíricas pierden su carácter original desvinculándose de aquel significado

que las ligaba a aquel valor; 3) al mantenerse el vínculo formal del valor con

la realidad se hace evidente el absurdo porque todo el mundo se percata de

la no correspondencia; 4) el valor pasa a ser un elemento formal que no

guía la actividad vital de nadie, pasando a ser, sí, componente importante

del mundo de la simulación social.

La importancia que tiene el mundo de la subjetividad quedó clara en la

Page 27: valores del hombres

historia del pensamiento humano, sobre todo cuando la filosofía alemana se

empeñó en la engorrosa tarea de pasar el tema por los tortuosos caminos

de la reflexión racional. Prometo no abusar de la paciencia de un lector no

acostumbrado a la lectura de semejantes tratados teóricos -confieso que yo,

latinoamericano al fin, tampoco lo estoy del todo-; sólo quiero señalar dos

posiciones clásicas: la de Kant y la de Hegel.

Para Inmanuel Kant, la razón pura llegaba en su desarrollo a un atolladero

de antinomias, de las cuales no podía desembarazarse. La vida práctica

(moral) no podía guiarse por la razón pura, puesto que de este modo la

actividad de los individuos carecería de una guía segura al no poder

discernir entre las contradicciones cuál sería la vía correcta hacia la verdad.

La razón práctica tendría supuestamente otras reglas y aquí sería la fe

quien dictara y no la razón pura.

El imperativo categórico fue la fórmula kantiana que expresó mejor que

nada en su época la idea del perfeccionamiento moral de los individuos, en

medio de una convulsa realidad que parecía en todo momento serle hostil.

"Actúa de modo que tu acción pueda erigirse en principio de una legislación

universal" -así rezaba, poco más o menos. Si tu acción es egoísta,

individualista, es imposible tomarla como modelo para los demás, puesto

que todos, al satisfacer sus deseos, entrarían en conflictos mutuos. Si, por el

contrario, tu acción está orientada a hacer el bien a los demás, si es una

acción colectivista, no egoísta, sí puede servir de modelo a la sociedad. De

este modo se multiplicarían las buenas acciones y se fortalecerían los

vínculos sociales.

Pero el imperativo categórico no es la ley jurídica que desde el exterior

dictamina lo que el individuo puede o no hacer; ni tampoco es la presión

moral exterior que te obliga a una actitud aunque la ley te permita lo

contrario. No, el imperativo categórico es justamente ese valor moral que

desde el interior de ti mismo estructura toda tu personalidad y no habrá ya

necesidad de ley humana alguna que te imponga hacer el bien, porque Dios

mismo estará dictando sus leyes desde el interior de tu subjetividad.

Kant, sin embargo, tiene claridad sobre una cosa: el imperativo categórico

es un ideal; cosa que en su concepto quiere decir que no es ni será nunca

realidad. Así mismo, la eliminación de la contradicción es el ideal del

conocimiento científico, aunque la realidad indique que la contradicción es

Page 28: valores del hombres

inherente al pensamiento. El divorcio entre la realidad y el ideal es la base

cosmovisiva de la posición de Kant y de la forma en que concibe el mundo

ideal. El ideal no es real; la realidad no tiene nada de ideal. El ideal, en esta

concepción, no tiene más remedio que conformarse con asumir una función

de modelo de perfección, pero renunciar a convertirse en realidad. Lo más

que puede hacer es servir de acicate a la realidad para que se perfeccione,

manteniendo así en constante presión la actividad humana. El hombre, al

trazarse metas en correspondencia con un ideal, actúa aún a sabiendas de

que ese ideal no llegará nunca a ser real, pero lo ayudará, no obstante, a

ser mejor. Es lo que nombramos "idealismo": diseñar la actividad humana

en correspondencia con un ideal social, no con la realidad que siempre será

demasiado "corrupta" en relación con la "belleza" del ideal. Muy de otra

forma comprenderá Hegel el carácter y la función del ideal. Para no hablar

ya de Marx.

En Hegel la clave es aquella famosa y enigmática fórmula: todo lo real es

racional; contraponiendo al divorcio kantiano, la identidad de realidad y

pensamiento. Esta posición estuvo preparada por la evolución filosófica del

kantismo en las obras de Fichte y de Schelling, fundamentalmente. No

puede entenderse la actividad humana contraponiendo el mundo práctico al

pensamiento teórico, el mundo "real" al ideal "racional". Tampoco nadie con

mediana sabiduría puede aceptar la impotencia del ideal en la concepción

kantiana, cuando por otro lado se contempla el mundo de la cultura humana

y, fundamentalmente, la obra de una revolución social como la francesa y -

pudiéramos agregar nosotros- como la cubana.

La idea de cualquier forma se realiza (aunque sea de forma "ïmperfecta").

La realidad es posible expresarla en imágenes subjetivas (sean ya

representaciones artísticas, conceptos científicos, doctrinas morales, leyes

jurídicas, representaciones religiosas, etc.) de un modo más o menos

exacto. Tampoco hay que desesperarse porque la idea no se pueda realizar

de modo perfecto, ni porque la imagen subjetiva sea sólo aproximada. Esta

situación no cambia el hecho de que la idea se realiza y la realidad se

idealiza.

De ahí que haya que modificar en algo el concepto que tengamos de ambas

cosas: ni la realidad es todo lo existente, ni la idea es algo simplemente

subjetivo. Esto modifica forzosamente la actitud que tengamos ante el

problema de la formación de valores. Ya los valores no existirán en un

Page 29: valores del hombres

mundo ideal inmaculado, ni la realidad será tampoco ese antro de perdición

donde se estrellan todas las bellas ideas.

La realidad es. No hay que quejarse mucho de ella. Pero tampoco hay que

pensar que en el mundo de las cosas reales se dé todo de un golpe y para

siempre. La realidad evoluciona, se desarrolla, y si se desarrolla es que en

ella se está desplegando la idea, la idea de un fin. Llega un momento

también en que esa finalidad se cumple y, aunque siga existiendo, ya no es

real el proceso u objeto en cuestión. Es cuando las cosas pierden su sentido,

cuando los valores se trastruecan.

La idea, por su parte, no es ese reflejo pasivo de que hablan los

materialistas ingleses y franceses. No, señor, la idea es algo mucho más

importante, activo y creador. Lo primero es el verbo, después vendrá su

enajenación natural y por último, su enajenación espiritual, donde podrá

retornar a sí como idea conocida, como concepto.

El proceso de formación de valores debería tomar en cuenta este ciclo; o

mejor: lo que puede enseñarnos este ciclo. No pueden transmitirse valores

en abstracto, ni al margen de la realidad. Nuestro espíritu no se cultiva en

invernadero. Lo ideal (el valor, el bien) está en estrecha comunión con lo

real (el "mal"). No se pueden educar valores sino a través del prisma de sus

contrarios, los vicios. El bien, por otro lado, no es una substancia etérea,

sino real. El valor se da en la propia realidad, aunque a primera vista nos

topemos con el carácter viciado de esa misma realidad.

Pero no es Hegel quien nos hace llegar a todas estas conclusiones. Si

decimos que tenemos que tomar lo que nos puede enseñar el análisis de

Hegel y no lo que dice textualmente Hegel es porque apreciamos que la

doctrina hegeliana está a su vez viciada. Viciada de idealismo: el espíritu en

él no hace más que conocerse a sí mismo, no a la realidad, que no es más

que la forma enajenada (extraña a sí misma) que adopta la Idea en su

primera negación.

El espíritu hegeliano es ya un espíritu objetivo, que se encarna en un pueblo

y se eleva desde sus formas primitivas hasta las más sublimes (arte, religión

y filosofía). Pero espíritu al fin. La actividad humana sigue aquí bajo los

dictados de lo ideal, de la razón. Es necesario aún comprender al hombre

por sus propios códigos materiales y no por la forma en que los filósofos lo

Page 30: valores del hombres

idealizan.

Marx, tras la influencia feuerbachiana, planteó en su forma más descarnada

el problema de la ideología, es decir, de aquella actividad humana

encaminada a construir ideas (valores). Y descubrió que detrás de cada

idealización humana, detrás de ídolos e ideales, se escondían fuerzas

humanas perfectamente medibles y constatables: perfectamente

materiales.

La práctica, en su sentido materialista, fue el elemento que le sirvió para

dar tal giro. Él apuntaba el mérito que correspondía al idealismo al haber

desarrollado este concepto, aunque fuera de manera idealizada.

Correspondía ahora darle carne, desarrollarlo por la vía materialista, por la

que aún no había transitado. Y esa práctica a la que hacía referencia era la

práctica productiva, donde el hombre se procuraba los medios de

producción y reproducción de su vida material y, a la vez, del mundo de

representaciones ideales, de toda la cultura.

Es en la práctica donde el hombre comprueba la veracidad de sus

representaciones, de sus conceptos. Es la práctica humana la que decide

sobre la realidad de los valores que guían su actividad. Esta paradoja -que la

práctica determine sobre los valores que a su vez le sirven de guía- es la

clave de la actividad humana. No hay unidireccionalidad en ella. La acción

recíproca de lo material y lo ideal (elementos que por demás se separan

sólo en la abstracción filosófica) explica el modo práctico de actuar del

hombre y las formas en que el propio hombre se representa esa acción.

El hombre actúa primeramente siguiendo pautas trazadas por generaciones

anteriores. En el curso de su acción va creando, junto a los productos

materiales de su actividad, formas nuevas de la propia actividad, esquemas

nuevos adecuados a la circunstancia que ha transformado. Estos esquemas,

a su vez, se convierten en guía de la actividad posterior. Este es el esquema

ideal de la práctica humana, pero eso no significa que cada individuo lo siga

conscientemente. Lo común es que el individuo corriente consuma los

productos culturales creados por anteriores generaciones acríticamente, es

decir, se deje llevar por prejuicios ideológicos propios de épocas pasadas y

no llegue a desarrollar la capacidad de criticar la propia realidad. O,

también, que los individuos desarrollen su nueva actividad práctica sin

tomar conciencia de los nuevos esquemas, o sea, espontáneamente, de

Page 31: valores del hombres

modo que no quedan a salvo de los zigzagueos y desvaríos.

En este proceso práctico de asimilación cultural es que transcurre la

transmisión de valores. No pueden entonces enseñarse como entes

absolutos que tienen un significado inalterable para todos los tiempos y

lugares. Precisamente quien así los toma los convierte en fetiches y termina

dominada su actividad por estos entes ideales.

El marxismo orienta el pensamiento en una dirección determinada: hacia la

investigación de los fundamentos económicos de toda ideología. Es la

cuestión de la llamada "última instancia", de la que se ha hecho demasiado

abuso. Pero el intento de rectificación de los errores del dogmatismo no

trajo mucho provecho teórico: el pensamiento se lanzó prácticamente a una

negación del carácter determinante del factor económico con mil fórmulas

predominantemente subjetivistas.

El hecho es que el esquema de pensamiento propio del marxismo fue y

sigue siendo el materialismo, tal y como lo comprendió Marx. Esto implica

que para comprender el complejo problema de la formación y transmisión

de productos ideales como son los valores morales, debemos antes saldar

cuenta con la realidad económica en que vivimos. Antes de juzgar si alguien

o toda una masa de individuos faltan a la ética o a la moral social, hay que

comprender las relaciones económicas de la sociedad en cuestión, para

saber a qué están obligados los individuos por la ley económica de dicha

sociedad.

El pecado original de la llamada "axiología" (me refiero a la pretensión de

separar de la filosofía una especial "ciencia de los valores") está

precisamente en la destrucción del vínculo del mundo ideal (al cual

pertenecen los valores) con el mundo material de las relaciones económicas

de producción. Este vínculo ya lo había establecido Hegel, aunque,

ciertamente, no con mucha claridad. Marx parte de él, pero invierte su

fórmula: no es el pensamiento el que se enajena en la realidad (en este

caso, no se establecen relaciones económicas siguiendo pautas morales);

las relaciones económicas se establecen según las propias leyes que

imponga la madurez de las fuerzas productivas de la sociedad y quedan

refrendadas luego en las más diversas formas espirituales.

Quien pierda de vista esta correspondencia corre el peligro de no

Page 32: valores del hombres

comprender el rejuego ideológico alrededor del aseguramiento de los

medios materiales para reproducir la vida tanto individual como de la

sociedad en general. Las formas de propiedad, por ejemplo, deben

adecuarse al carácter de las fuerzas con que se cuente la sociedad para

producir y a su grado de madurez, y no puede una persona inteligente

tomar por definitiva la idea de que la propiedad privada es un valor

sacrosanto contra el cual no se puede atentar. Así como toda imposición

artificial de una propiedad social sobre medios de producción artesanales

traerá inevitablemente el desestímulo al desarrollo de esas fuerzas

productivas, por mucho que se enaltezca el amor al trabajo creador.

Es cierto también, por supuesto, que la "última instancia" es justamente

eso: última. El mundo ideal tiene suficiente capacidad para influir en la

actividad de los individuos. El predominio de valores como la honestidad, la

sinceridad, la fidelidad, la solidaridad no siempre se explica por factores

económicos. Más bien, las primeras instancias (la educación familiar, la

escuela, las circunstancias políticas) explican estos hechos con más

consecuencia cuando se trata de individuos, grupos o incluso generaciones.

Cuando los valores se instauran en la sociedad como formas ideales de la

actividad humana, los individuos se subordinan acríticamente a esos

esquemas. La libertad consiste, en este caso, en la relación crítica (en el

sentido valorativo, no precisamente negativo) hacia los valores, donde el

individuo considere la correspondencia de los valores con la realidad que le

toca vivir. Consumir acríticamente un producto ideológico trae aparejado el

peligro de ser manipulado por los ideólogos de la clase vitalmente

interesada en la conservación de un estado de cosas determinado.

La liberación completa de los individuos pasa inevitablemente por la

formación no de valores abstractos, sino de la capacidad misma de valorar,

es decir, de la capacidad de juzgar críticamente los valores sociales a través

del prisma de la propia realidad material, de juzgar acerca de la vigencia de

unos y otros; y también -¿por qué no?- de crear nuevos valores en sintonía

con las nuevas circunstancias.

Esta posición ante los valores responde directamente a la concepción del

ideal propia del marxismo; concepción que pocos se molestan en estudiar,

confundiéndola constantemente con otras completamente opuestas a ese

esquema de pensamiento (me refiero más concretamente a la forma

cristiana y a la forma kantiana de concebir el ideal). En Marx no hay la más

Page 33: valores del hombres

mínima concesión a la visión idealista cuando concibe lo ideal. Y los que hoy

abusan tanto de la noción de "utopía" asociándola al marxismo deberían

plantearse con más seriedad la cuestión de la consecuencia lógica de un

esquema de pensamiento.

El materialista consecuente no puede confundirse con el hecho de que el

hombre se traza proyectos para conducir su actividad. Un individuo de

pensamiento crítico no renuncia a plantearse metas ideales. Todo lo

contrario. Lo que hace es no darle el carácter de fetiche al cual

subordinarse, sino que se lo plantea como principio de solución de las

contradicciones que realmente enfrenta en la práctica. Ese es justamente el

carácter del ideal en su concepción marxista, que nada tiene que ver con la

noción de utopía, es decir, de ideal inalcanzable pero "movilizador".

Concebir el ideal como principio de solución de una contradicción real es la

única forma práctica de planteárselo. Es muy simple de entender: si usted

tiene un problema siempre buscará la forma de solucionarlo; y para eso, lo

primero que tiene que hacer es tener una idea de por dónde encaminará

sus esfuerzos. Si tiene éxito o no en su empeño dependerá del grado de

habilidad que demuestre en la solución del problema. Pero si usted de

entrada se plantea la idea como algo imposible, se estaría cerrando de

antemano toda posibilidad de solución. Aquí usted no estaría plegándose a

la idea, que probablemente ni se corresponda con la realidad y, por tanto,

mal pudiera servir para conducir la actividad hacia un fin práctico.

Simplemente, con sentido crítico, ha considerado la viabilidad de esa idea,

pero está en condiciones de reconsiderarla en cuanto la práctica le

demuestre que no es viable.

Los valores, como forma eminentemente ideal de la actividad humana,

guardan respecto al conjunto de la actividad práctica material ese mismo

carácter que hemos considerado aquí en relación al ideal en general.

Estas han sido sólo algunas ideas en torno al proceso de formación de

valores que he intentado extraer de la historia del pensamiento universal.

Quedaría aún lanzar una mirada por otra tradición de pensamiento que

tiene su trayectoria peculiar y que nos daría explicaciones más adecuadas

para entender mejor el proceso específicamente nuestro de crisis y

reformulación de valores. Me refiero, claro está, a la tradición de

pensamiento latinoamericano, donde se inserta el pensamiento cubano.

Page 34: valores del hombres

Pero esto lleva su estudio especial, que hacen ya otros especialistas más

competentes.

Quede esto como una invitación al debate, más que como exposición

erudita inapelable.