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El idolo perdido

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Preston,Douglas-1ElIdoloPerdidoINTRODUCCIÓN12PRIMERAPARTE34567891011121314151617181920SEGUNDAPARTE212223242526272829303132333435363738394041

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TERCERAPARTE424344454647484950515253545556575859606162EPÍLOGO63

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Preston,Douglas-1ElIdoloPerdido

DouglasPrestonLincolnChildElídoloperdidoTraduccióndeEduardoG.MurilloCÍRCULODELECTORES

Títulodelaediciónoriginal:RelicTraduccióndelinglés:EduardoG.Murillo,cedidaporPlaza&JanésEditores,S.A.Diseño:EmilTrögerFotodesolapa:RogerM.SpiessCírculodeLectores,S.A.(SociedadUnipersonal)Valencia,344,08009Barcelona1357969128642LicenciaeditorialparaCírculodeLectoresporcortesíadePlaza&JanésEditores,S.A.EstáprohibidalaventadeestelibroapersonasquenopertenezcanaCírculodeLectores.©1995,DouglasPrestonyLincolnChild©delatraducción:EduardoG.Murillo©1996,Plaza&JanésEditores,S.A.Depósitolegal:B.41207-1996Fotocomposición:gama,s.l.,BarcelonaImpresiónyencuadernación:Printerindustriagráfica,s.a.N.II,Cuatrocaminoss/n,08620SantVicençdelsHortsBarcelona,1996.ImpresoenEspañaISBN84-226-6281-7Nº27045EdicióndigitalAbril2006ScandeX3–CorreccióndeKory

ParaCharlesCrumlyD.P.ParaLuchie,quemeacompañóalpaseo,yenmemoriadeNorayGagaL.C.

Losautoresdeseanexpresarsuagradecimientoalassiguientespersonas,quegenerosamentededicaron su tiempoy/oexperienciaa colaborar en convertirElídoloperdidoenellibroquees:KenGoddard,TomDoherty,BobGleason,Harvey

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Klinger, Anna Magee, Camille Cline, Denis Kelly, Georgette Piligian, MichaelO'Connor, Carina Deleon, Fred Ziegler, Bob Wincott, Lou Perretti y HarryTrumbore.

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INTRODUCCIÓN

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CuencadelAmazonas,septiembrede1987Amediodía,lasnubesquenimbabanlacumbredeCerroGordoseabrierony

dispersaron. En las capas superiores del dosel de hojas, Whittlesey distinguiófranjasdoradasde luz solar.Algunosanimales,probablementemonosaraña, seagitaban y ululaban sobre su cabeza, y un guacamayo voló bajo, graznandoobscenamente.

Whittlesey se detuvo junto a un jacarandá caído y esperó a queCarlos, susudorosoayudante,loalcanzara.

—Pararemosaquí.Bajalacaja—dijoenespañol.Whittlesey se sentó sobre el tronco derribado para quitarse la bota y el

calcetínderechos.Encendióuncigarrilloyaplicólapuntaalbosquedegarrapatasquelecubríaneltobillo.

Carlossedescolgóunaantiguamochiladelejército,sobre lacual ibasujetaunacajademadera.

—Ábrela,porfavor—dijoWhittlesey.Carlos desató las cuerdas, soltó una serie de pequeños cierresmetálicos y

alzólatapa.El contenido estaba protegido por fibras de una planta indígena que

Whittlesey apartó para observar algunos objetos, una pequeña prensadora deplantasdemaderayundiariodepielmanchado.Trasvacilaruninstante,extrajodelbolsillodelacamisaunaestatuilladiminutaytalladacongranexquisitezquerepresentaba una bestia. Levantó la figura en su mano y admiró de nuevo laperfeccióndelatalla,supesoanormal.Acontinuaciónladepositódemalaganaenlacaja,cubriótodoconlasfibrasyencajólatapa.

Sacódesumochilaunahojadepapelenblancoylaextendiósobrelarodilla.Extrajounaplumadeorodelbolsillodelacamisayempezóaescribir:

AltoXingú,17desep.de1987Montague:HedecididoenviardevueltaaCarlosconlacajaycontinuarsoloenbuscade

Crocker.Carlosesdeconfianza,ynopuedocorrerelriesgodeperder lacajasialgomesucediera.Tomanotadelamatracadechamányotrosobjetosrituales;parecen únicos en su género. La estatuilla que acompaño, encontrada en unacabaña desierta de este lugar, es la prueba que buscaba. Fíjate en las garrasexageradas, en los atributos reptilianos, las señales de bipedalia. Los kothogaexisten, y la leyendadeMbwunnoesunamera invención.Todasmisnotasdecampo están en este cuaderno. También contiene una descripción completa delfracasodelaexpedición,delcualyatehabrásenteradocuandorecibasesto.

Whittleseymeneólacabezaalrecordarlaescenaquesehabíadesarrolladoeldía anterior. A aquel bastardo idiota, Maxwell, sólo le importaba que losespecímenes que había conseguido llegaran indemnes al museo.Whittlesey rióparasusadentros.Huevosantiguos,habíaaseguradoMaxwell,cuandoenrealidad

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no eranmás que vainas de semillas sin valor. Maxwell tendría que haber sidopaleontólogo en lugar de antropólogo. Resultaba irónico que se hubieranmarchadocuandosólosehallabanamilmetrosdesudescubrimiento.Asípues,Maxwell se había ido y con él todos los demás, excepto Carlos, Crocker y dosguías.Deellos,yasóloquedabaCarlos.Whittleseyreanudólanota.

Utiliza mi cuaderno y los objetos como juzgues conveniente con el fin derestablecermireputaciónenelmuseo.Ysobretodocuidadelaestatuilla.Estoyconvencido de que posee un valor antropológico incalculable. La encontramosayerporcasualidad.PareceserlapiezacentraldelcultoaMbwun.Sinembargo,no haymás señales de vida humana por los alrededores, lo cual seme antojaextraño.

Hizounapausa.Nohabíadescrito el descubrimientode la estatuilla en susnotasdecampo.Inclusoenesosmomentos,sumentesenegabaarecordaraquelhecho.

Crockersehabíadesviadodelcaminoparaexaminardecercaunjacamar.Denohabersidoasí,jamáshabríadescubiertolasendaocultaquedescendíaporunapendiente pronunciada entre muros de musgo. Después, en el húmedo valledondelaluzdelsolapenaspenetraba,setoparonconaquellatoscacabañamedioenterradaentreárbolesantiquísimos.Losdosguíasbotocudos,queporlogeneralnoparabandehablarentresíentupí,enmudecierondeinmediato.CuandoCarloslosinterrogó,unodeellosmurmuróalgoacercadeunguardiándelacabaña,ylamaldiciónquecaeríasobreaquelqueviolarasussecretos.Entonces,porprimeravez, Whittlesey les había oído pronunciar la palabra «kothoga». Kothoga, elpueblodelassombras.

Whittlesey se había mostrado escéptico. Había oído hablar de maldicionesantes, normalmente como prólogo a peticiones de aumento de honorarios. Sinembargo,cuandosaliódelchamizo,losguíashabíandesaparecido.

Deprontoaquellaancianasurgiódelamalezacomoporensalmo.Noeraunakothoga, sino tal vez una yanomano. Pero los conocía, los había visto. Lasmaldiciones que habíamencionado… la forma en que había desaparecido en laselva,máscomounacríadejaguarquecomounaseptuagenaria.

Luegoinspeccionaronlacabaña.La cabaña… Whittlesey se permitió recordar. Estaba flanqueada por dos

lápidasdepiedraconidénticastallasdeunanimalque,sentadosobresuscuartostraseros,sosteníaenlagarraalgomarchitoeinidentificable.Traslaconstrucciónseextendíaun jardín invadidopormalashierbas,uncuriosooasisdebrillantescoloresentrelaverdeespesura.

Elpisodelchamizoestabahundidocasiunmetro,yCrockerestuvoapuntoderomperseelcuelloalentrar.Whittleseylosiguióconcautela,mientrasCarlosse limitaba a arrodillarse en el umbral. El interior, oscuro y frío, olía a tierrahúmeda.Whittleseyencendió la linternayvio laestatuillaposadasobreunaltomontículodetierraenelcentrodelacabaña.Labaseestabarodeadaporvariosdiscosdeextraña talla.Entonces, la luzde la linterna iluminó lasparedes,queestabanadornadasconcráneoshumanos.Whittleseyexaminólosmáscercanosydetectóprofundosarañazoscuyoorigennologróidentificaralprincipio.Agujeros

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dentados bostezaban en la parte superior de los cráneos. Enmuchos casos, elhueso occipital estaba aplastado y roto, y las suturas escamosas habíandesaparecido.

Letemblólamanoylalinternacayó.Antesdeencenderladenuevo,observóque una tenue luz se filtraba por miles de cuencas oculares; motas de polvodanzabanenelaire.

CrockercomentóaWhittleseyquenecesitabadaruncortopaseo,paraestarsolounrato…ynohabíaregresado.

Lavegetacióndeesta zonaesmuyextraña.Predominan las cicadalesy loshelechos.Lástimaquenodispongadetiempoparadedicarloasuestudio.Hemosutilizadounavariedadparticularmenteresistentecomomaterialdeembalajeparalascajas.DejaqueJorgensenecheunvistazo,sileinteresa.

Espero estar contigo dentro de un mes en el Club de los Exploradores,celebrandonuestroéxitoconunasrondasdedrymartinisyunbuenMacanudo.Hastaentonces,séquepuedoconfiarteestematerialymireputación.

Tucolega,WHITTLESEYIntrodujolacartabajolatapadelacaja.—Carlos,quieroquellevesestacajaaPortodeMósymeesperesallí.Sino

mehereunidocontigodentrodedossemanas,hablaconelcoronelSoto.Pídeleque la envíe almuseo por avión con el resto de las cajas, tal como habíamosacordado.Élpagarátushonorarios.

Carloslomiró.—Noloentiendo—dijo—.¿Vaaquedarseaquísolo?Whittleseysonrió,encendióotrocigarrilloysiguiómatandogarrapatas.—Alguienhadellevarselacaja.TalvezpuedasalcanzaraMaxwellantesde

llegaralrío.NecesitounpardedíasparabuscaraCrocker.Carlossediounapalmadaenlarodilla.—¡Estáloco!Nopuedodejarlesolo.Sileabandono,moriráaquí,enlaselva,

señor, y sus huesos serán pasto de los monos aulladores. Hemos de regresarjuntos;eslomejor.

Whittleseynegóconlacabeza,impaciente.—Sacaelmercurocromo,laquininaylacecinadetumochila—dijo,mientras

seponíadenuevoelcalcetínsucioyseanudabalabota.Protestando, Carlos empezó a quitarse la mochila. Whittlesey se rascó las

picadurasdeinsectosdelanucaymiróhacialacumbredeCerroGordo.—Meharánpreguntas,señor.Pensaránqueleabandoné.Serámuymalopara

mí—decíaatropelladamenteCarlos,altiempoquecolocabalosobjetossolicitadosenlamochiladeWhittlesey—.Lasmoscascabouri lecomeránvivo—añadió.Seacercóa lacajay lacerró—.Volveráaenfermardemalaria,yestavezmorirá.Mequedaréconusted.

WhittleseycontemplólosmechonesblancoscomolanievepegadosalafrentesudorosadeCarlos;sucabelloeranegrocomoelazabacheeldíaanterior,antesde que entrara en la cabaña.Carlos le sostuvo lamirada unmomento y luegobajólavista.

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—Adiós—dijo,ydesaparecióentrelamaleza.Yaavanzadalatarde,Whittleseyreparóenqueespesasnubesbajasvolvíana

cubrir Cerro Gordo. Durante los últimos kilómetros había seguido un antiguocaminodeorigendesconocido,apenasunpasadizoestrechoentre lamaleza.Elsenderoseabríapasoentrelospantanosdeaguasnegrasquerodeabanlabasedel tepui, lameseta selvática que se extendía ante él. Poseía la lógica de unasendahumana,pensó;avanzaba conunpropósitodeterminado, adiferenciadelas trazadas por animales, que solían ser erráticas; conducía a una cañadaprofundahoradadaenlacimadeltepuicercano.Crockerhabríatomadoesaruta.

Sedetuvoparareflexionare inconscientementeacaricióel talismán(unarodeororodeadoporotrodeplata)quecolgabadesucuellodesdequeeraniño.Aparte de la cabaña y una aldea desierta de recolectores de raíces, no habíanencontradosignosdevidahumanaen losúltimosdías.Sólo loskothogapodíanhaberabiertoaquelcamino.

Mientrasseacercabaalameseta,vioreguerosdeaguaquerodabanporsuspronunciadas laderas. Aquella noche acamparía en la falda y emprendería laascensión demilmetros por lamañana. Sería empinada, resbaladiza y tal vezpeligrosa.Sisetopabaconloskothoga…,bien,quedaríaatrapado.

En realidad, no tenía motivos para sospechar que se tratara de una tribusalvaje.Alfinyalcabo,losmitoslocalesatribuíanlasmatanzasylasbrutalidadesaMbwun,unserdesconocido,controladoenteoríaporunpuebloquenadiehabíavisto;resultabamuyextraño.¿ExistiríaMbwun?,sepreguntó.Cabíalaposibilidaddequetodavíaquedaraalgúnvestigiodeaquelserenlaextensaselvatropical,unazonaprácticamenteinexploradaporlosbiólogos.Noporprimeravez,deseóque Crocker no se hubiera llevado su Mannlicher 30.06 cuando semarchó delcampamento.

Debía encontrar aCrocker, pensó, y luegopodría iniciar la búsquedade loskothogaparademostrarquenosehabíanextinguidosiglosantes.Seríafamoso;el descubridor de un pueblo antiquísimo, que vivía en una especie de Edad dePiedra en las profundidadesdelAmazonas, enunamesetaque flotaba sobre laselva,comoenElmundoperdidodeArthurConanDoyle.Nohabíarazonesparatemeraloskothoga.Salvoaquellacabaña…

Sedetuvodeprontoalpercibirunintensoolornauseabundo.Nocabíaduda;unanimalmuerto,ygrande.Amedidaqueavanzaba,elhedorseintensificaba.Elcorazón se le aceleró de impaciencia. Tal vez los kothoga habíanmatado a unanimal no muy lejos. Habría objetos en el lugar: herramientas, armas, quizáalgunoritual.

Continuó caminando con cautela.El olor, dulzóny fétido, se tornóaúnmásfuerte. Distinguió luz solar en un punto de la bóveda que se alzaba sobre sucabeza,señalinequívocadeunclarocercano.Sedetuvoysujetóbienlamochilaparaquenoleestorbarasiteníaqueapresurarse.

La estrecha senda, flanqueada por arbustos, descendió y giró bruscamentehaciaunpequeñocalvero.Enelladoopuesto,habíauncuerporecostadocontralabasedeunárbolquehabíasidotalladaritualmenteconunaespiral.

Alacercarsemás,observóqueelcadáverllevabaunacamisacaqui.Unanube

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demoscardones revoloteabaalrededorde lacaja torácica,abiertaycubiertadeplumas verdes de loro. Whittlesey observó que el brazo izquierdo había sidocortadoyatadoal troncodelárbolconunacuerda fibrosayquehabíadiversoscartuchosentornodelcuerpo.Entoncesviolacabeza,bajolaaxiladelcadáver,conlaparteposteriordelcráneodestrozada,losojosvidriososfijosenelcielo,lasmejillashinchadas.

HabíaencontradoaCrocker.Retrocedió instintivamente. El cuerpo, rígido ya, había sido desgarrado con

fuerzaobscenaeinhumana.Talvez,siDioseramisericordioso,loskothogayasehabríanmarchado.

Suponiendoquehubieransidoloskothoga.Entoncesreparóenquelaselvatropical,porlogeneralrebosantedesonidos,

estabaensilencio.Sobresaltado,escudriñólavegetación;algosemovíaentrelosaltísimosmatorralesquecrecíanalbordedelclaro,ydosojoscomoranurasdelcolordelfuegolíquidocobraronformaentrelashojas.Whittleseylanzóunsollozoentrecortadoyunamaldición,sepasóunamargaporlacarayvolvióamirar.Losojoshabíandesaparecido.

No había tiempo que perder; debía escapar de aquel lugar, correr hacia elcaminoqueseinternabaenlaselva.

De pronto distinguió algo en el suelo que no había visto antes y oyó unmovimientohorriblementesigilosoentrelosarbustosquesealzabananteél.

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Belem(Brasil),juliode1988Esavez,Venestabamuysegurodequeelcapatazdelmuelleibaaporél.Se refugió en las sombras del callejón del almacén y esperó. Bajo la lluvia

menuda, que oscurecía los contornos de los cargueros amarrados y levantabavaporalcaersobrelastablascalientesdelmuelle,quedesprendíanunsuaveoloracreosota,sedistinguíanlastenueslucesdelmuelle.Oíalosruidosnocturnosdelpuerto; el ladrido agudo de un perro, leves carcajadas salpicadas de frases enportugués, música de calipso procedente de los bares que se sucedían en laavenida…

Había sido un trato estupendo. Se había marchado cuando la situación enMiamisetornódemasiadopeligrosa,yhabíaelegidolarutamáslarga.Ahítodosereducía al comercio de pocamonta, pequeños cargueros que transitaban por lacosta. En elmuelle siempre se necesitaban estibadores, y ya había descargadobarcosconanterioridad.HabíadichoquesellamabaVenStevens,ynadielohabíapuesto en duda. El nombre de Stevenson, en cambio, habría despertadosospechas.

Suplancontabacon los ingredientesadecuados.HabíapracticadomuchoenMiami, donde había afilado sus instintos, que le servirían de gran ayuda aquí.Hablaba mal el portugués a propósito, de forma entrecortada, con el fin deinterpretar lasmiradasyanalizar lasreacciones.Ricon,ayudantedelcapitándepuerto,eraelúltimoeslabónqueVenhabíanecesitado.

Venrecibíaelavisocuandouncargamentollegabadesdelapartealtadelrío.Porlogeneral,lebastabacondosnombres:eldelqueentrabayeldelquesalía.Sabíaquedebíabuscar,pueslascajaseransiemprelasmismas.Comprobabaqueerandescargadasyguardadasenelalmacén.DespuésseasegurabadequefueralaúltimacargasubidaabordodelbarcocondestinoaEstadosUnidos.

Ven,cautelosopornaturaleza,noperdíadevistaalcapatazdelmuelle.Enunpardeocasioneshabíaexperimentadolasensación,comountimbredealarmaensucerebro,dequeelhombresospechabaalgo;Venhabíaoptadoporrelajarseunpoco,yalcabodepocosdíaslaalarmahabíaenmudecido.

Consultósureloj;lasonceenpunto.Aldoblarlaesquinaoyóqueunapuertaseabríaysecerraba.Sepegócontralapared.Pasosdecididossonaronsobrelasplanchas demadera, y después una figura familiar pasó bajo una farola de lacalle.Cuandolaspisadasseperdieronenladistancia,Venseasomóalaesquina.Laoficinaestabaaoscuras,desierta,talcomoesperaba.Echóunúltimovistazo,doblólaesquinadeledificioyentróenlosmuelles.

Unamochilavacíasebalanceabaensuespalda.Mientrascaminaba,introdujolamano en un bolsillo, sacó una llave y la apretó con fuerza. La llave era susalvavidas.Nohabíapasadonidosdíasenlosmuelles,yyasehabíahechounacopia.

Venpasójuntoaunpequeñocargueroamarrado,cuyaspesadasguindalezasgoteabanaguanegrasobrebitasoxidadas.Elbarcoparecíadesierto,ynisiquiera

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había un vigilante en el muelle. Aflojó el paso al aproximarse a la puerta delalmacén,situadocercadelextremodelembarcaderoprincipal.Miróunmomentohaciaatrásparadespués,conunvelozgirodelamano,abrirlapuertametálicaydeslizarseenelinterior.

Cerrólapuertaydejóquesusojosseacostumbraranalaoscuridad.Amitaddecaminodecasa.Teníaqueacabarcuantoantesysaliratodaprisa.Loantesposible, porque la codicia de Ricon no dejaba de aumentar, y los cruceros seescurríanentresusdedoscomolaarena.Laúltimavez,habíabromeadosobrelacantidad que le correspondía. Esa misma mañana, Ricon había hablado con elcapataz,quiennodejódemiraraVen.Elinstintoleindicabaquehabíallegadoelmomentodeesfumarse.

Vio que el almacén en tinieblas se resolvía en un vago paisaje decontenedoresdecargaycajasdeembalaje.Nopodíaarriesgarseaencender lalinterna.De todas formas, conocía lobastantebien ladistribuciónparacaminarcon los ojos cerrados. Avanzó con cautela entre las inmensas montañas decargamento.

Porfinlocalizóloquebuscaba;unapiladecajasconaspectomaltrecho,seisgrandesyunapequeña,amontonadasenunrincónabandonado.Sobredosdelasmásgrandesestabaescrito«MHN,NuevaYork».

Mesesantes,Vensehabíainteresadoporaquellascajas.Elchicodelcabodemarlehabíacontadolahistoria.Porlovisto,habíanllegadoporelríodesdePortode Mós el otoño anterior. Estaba previsto que fueran enviadas por avión a unmuseo de Nueva York, pero algo había sucedido a las personas encargadas derealizar lostrámites.Elaprendiz ignorabaqué.Elpagonosehabíaefectuadoatiempo,ylascajas,atadasconcintaroja,habíansidoolvidadas.

Excepto por Ven. Había suficiente espacio detrás de las cajas abandonadaspara ocultar su botín hasta que los cargueros que habían de zarpar estuvieranlistos.

La cálida brisa nocturna se colaba por una ventana. Ven sonrió en laoscuridad.HacíatansólounasemanahabíadescubiertoquelascajasnotardaríanenserenviadasaEstadosUnidos.Paraentonces,élyasehabríamarchado.

Examinó su botín, que esta vez consistía en una sola caja, cuyo contenidocabía perfectamente en su mochila. Sabía dónde estaban los mercados y quédebíahacer.Yloharía,enalgúnlugarlejano,muypronto.

Cuandosedisponíaaescondersedetrásde lascajas, sedetuvode repente.Había percibido un olor extraño, terroso, putrefacto. Un montón de curiososcargamentoshabíanentradoenelpuerto,peroningunoolíaasí.

Suinstintodisparócincoalarmas.Noacertóadetectarnadararonifueradelugar.Avanzóentreelcargamentodelmuseoylapared.

Sedetuvodenuevo.Algonoibabien.Algoibamuymal.Oyóquealgosemovíaenelestrechoespacio.El intensohedor loenvolvía.

Depronto,fueestampadocontralaparedconfuerzaterrorífica.Eldolorleestallóenelpechoy los intestinos.Abrió labocaparachillar,peroalgo lehervíaen lagarganta.Entoncesunacuchilladasimilaraunrayo leatravesóelcráneo,yunmantodetinieblascayóalrededordeél.

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PRIMERAPARTE

ElMuseodeHistoriaSobrenatural

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NuevaYork,hoyElchicopelirrojosubióalaplataforma,llamó«gallina»asuhermanomenory

tendió la mano hacia la pata del elefante. Juan lo miró en silencio y avanzócuandoelchicotocólapieza.

—¡Eh!—exclamó,echandoacorrer—.Notoquesloselefantes.El niño retiró la mano, asustado; a su edad, todavía le impresionaban los

uniformes.Muchachosmayores,dequinceodieciséisaños,solíanenviaraJuanatomarporelculo,puessabíanquesóloeraunguardiadelmuseo.Jodidotrabajo.Cualquier día se hartaría de aquella mierda de empleo y se presentaría a losexámenesparapolicía.

Miróconsuspicaciaalosniños,querecorríanelpasilloaoscuras,fascinadospor los leones disecados. Ante la vitrina que exhibía chimpancés, el pelirrojoempezó a aullar y rascarse las axilas para impresionar a su hermano. ¿Dóndecoñoestabanlospadres?

Billy,elpelirrojo,obligóasuhermanoaentrarenunasalallenadeobjetosafricanos.Alineadasenunavitrina,unasmáscarasquemostrabansusdientesdemaderalosobservaron.

—¡Vaya!—exclamóelhermanodeBilly.—Estoeschungo.Vamosaverlosdinosaurios.—¿Dóndeestámamá?—preguntóelmáspequeño,mirandoalrededor.—Sehabráperdido—respondióBilly—.Vamos.Entraronenunainmensasalapobladadeecosenqueseexponíantótems.Al

fondo,unamujerqueempuñabaunabanderitarojaguiabaconvozestridentealúltimogrupodeldía.ElhermanodeBillypercibióunolorextraño,comoahumoyraíces de árboles viejos.Cuandoel grupodesapareció tras una esquina, la salaquedóensilencio.

La última vez que habían visitado el museo, recordó Billy, habían visto elbrontosauriomásgrandedelmundo,ademásdeuntiranosaurioyuntraquidente;al menos, así creía que lo llamaban, traquidente. Los dientes del dinosauriodebíandemedirtresmetrosdelargo.Eraelanimalmásgrandequehabíavistoensuvida.Norecordabaaquellostótems.Talvezlosdinosauriossehallabanenlasalacontigua;perono,setratabade laSalade losPueblosdelPacífico,muyaburrida,llenadejades,marfiles,sedasyestatuasdebronce.

—Miraquéhashecho—dijoBilly.—¿Qué?—Noshemosperdidoportuculpa—contestóBilly.—Mamáseenfadarámucho.Billyresopló.Debíanreunirseconsuspadresenlagranescalinatafrontalala

horadecierre.Encontraríalasalidasinelmenorproblema.Recorrieronvariasestanciasmás,bajaronporunestrechotramodeescalera

y entraron en una sala larga, apenas iluminada, que olía a naftalina. Miles deavesdisecadasocupabanlasparedesdesdeelsuelohastaeltecho,ydesusojos

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sinvidasobresalíaalgodón.—Sé dónde estamos —dijo Billy, esperanzado, mientras escudriñaba la

oscuridad.Suhermanoempezóasorberporlanariz.—Para—espetóBilly.Losruidoscesaron.La sala desembocaba en un pasillo sin salida, lleno de polvo y expositores

vacíos.Laúnicaposibilidaddelosniñoseravolversobresuspasos.Suspisadasdespertabanecoslúgubres.Unabarricadadetelasymadera,quefingíasinéxitoser una pared, se alzaba al lado opuesto de la sala. Billy soltó lamano de suhermanoyfueamirardetrásdelabarricada.

—Yaheestadoaquí—afirmóconairedeseguridad—.Hancerradoestesitio,pero la última vez estaba abierto. Apuesto a que estamos debajo de losdinosaurios.Comprobarésisepuedesubir.

—Nopuedesmeterteahídetrás—advirtiósuhermano.—Escucha,estúpido,voyahacerlo.Yserámejorquemeesperes.Billysalvó labarricada,ypocodespuéssuhermanooyóelchirridometálico

deunapuertaalabrirse.—¡Eh!—exclamó la voz de Billy—.Hay una escalera de caracol. Sólo baja,

peroesguay.Voyaprobar.—¡Billy, no!—vociferó elmás pequeño, que de inmediato oyó el sonido de

unospasosquesealejaban.Elchicoechóallorar,ysusapagadossollozosresonaronenlatenebrosasala.

Alcabodeunosminutos,comenzóahipar,sorbióporlanarizruidosamenteysesentó en el suelo. Tiró de un trozo de goma que sobresalía de la punta de suzapatilladedeportehastaarrancarlo.

De repente, levantó la vista. En la sala reinaba un silencio absoluto, y laslucesde lasvitrinasarrojabansombras lúgubressobreelsuelo.Unconductodeaireempezóaemitirun ruido sordo.Billy sehabíamarchado.Elniño continuóllorando,desconsolado.

Tal vez debería seguir a su hermano. Quizá no le daría tantomiedo comopensaba. Tal vez Billy había encontrado a sus padres y estaban esperándolo.Debíadarseprisa,pueselmuseonotardaríaencerrarsuspuertas.

Selevantóypasóalotroladodelabarricada,dondeseextendíaunasalaconvitrinasllenasdepolvomoho.Vioaunladounapuertademetalentreabierta.

Elniñoseacercóymiró.Detrásdelapuerta,unaangostaescaleradecaracoldescendíahastaperdersedevista.Aúnhabíamáspolvoenesa zona, y el airetransportabaunolorextrañoquelehizoarrugarlanariz.Noqueríapisaraquellosescalones,perosuhermanoestabaalláabajo.

—¡Billy!—llamó—.¡Sube,Billy!¡Porfavor!Enlaoscuridadcavernosa,elecofuelaúnicarespuestaquerecibió.Elniño

sorbióporlanariz,seagarróalabarandillayempezóabajarpocoapocohacialastinieblas.

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LunesCuando Margo Green dobló la esquina de la calle 72 Oeste, el sol de la

mañanaladeslumbró.Bajólavistaunmomentoyparpadeó.Despuésechóhaciaatrássucabellocastañoycruzólacalle.ElMuseodeHistoriaNaturaldeNuevaYorksealzóanteellacomounafortalezaantigua.SuinmensafachadaBeauxArtsseerguíasobreunahileradehayas.

Margo enfiló hacia el sendero adoquinado que conducía a la entrada depersonal.Dejóatrásunazonadecargaydescargaysedirigióhaciaeltúneldegranitoquecomunicabaconlospatiosinterioresdelmuseo.Deprontosedetuvo.Luces rojas parpadeaban en la boca del túnel. Al otro extremo, vislumbróambulancias,cochesdepolicíayunvehículodelosServiciosdeUrgencias,todosestacionadosdecualquiermanera.

Margo entró en el pasadizo y se encaminó hacia una cabina acristalada. ElviejoCurly,elvigilante,queporlogeneraldormitabaaesahoradelamañana,arrellanadoenunasillaapoyadacontralaesquinadelagarita,conunapipadecalabaza ennegrecida posada sobre el amplio pecho, estaba despierto y de pie.Abriólapuerta.

—Buenosdías,doctora—saludó.Llamaba«doctor»atodoelmundo,desdelosestudiantesgraduadoshastaeldirectordelmuseo,tantosiestabanenposesióndeltítulocomosino.

—¿Quéocurre?—preguntóMargo.—Nolosé—contestóCurly—.Llegaronhaceunpardeminutos.Creoqueesta

vezdeberéecharunvistazoasuidentificación.Margohurgóensubolso,preguntándosesiaúnconservabalatarjeta.Hacía

mesesquenadieselapedía.—Noestoyseguradellevarlaencima—dijo,molestapornohabersacadodel

interior los restos del invierno pasado. Sus amigas del Departamento deAntropologíahabíandeclaradoasubolso«elmáscaóticodelmuseo».

El teléfono de la garita sonó, y el vigilante descolgó el auricular. Margoencontróporfinlatarjetaylasostuvoenalto.Curly,conlosojosabiertosdeparen parmientras escuchaba, ni siquiera lamiró. Colgó sin decir palabra, con elcuerporígido.

—¿Ybien?—preguntóMargo—.¿Quéhasucedido?Curlyseretirólapipadelaboca.—Noquerrásaberlo—contestó.ElteléfonovolvióasonaryCurlyatendiólallamada.Margonuncahabíavistoal vigilantemoverse con tal rapidez.Encogiéndose

de hombros, guardó la tarjeta en el bolso y echó a andar. Debía concluir elsiguiente capítulo de su tesina, y no podía perder ni un solo día. La semanaanteriorhabíasidoestéril:elfuneraldesupadre,lasformalidades,lasllamadastelefónicas.Yanopodíadesperdiciarmástiempo.

Cruzó el patio y entró en el museo por la puerta de personal, giró a la

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derecha y recorrió presurosa el largo pasillo del sótano que conducía alDepartamentodeAntropología.Losdiversosdespachosestabanaoscuras,comoerahabitualhastalasnueveyinediaolasdiez.

Elcorredordoblabaa laderechaconbrusquedad.Sedetuvoalverqueunacinta de plástico amarilla le cortaba el camino. Leyó la inscripción: «PolicíaCientíficadelDPNY—Nopasar.»Jimmy,elguardiaquesolíaocuparsedelaSaladelOroPeruano,sehallabadepieantelacintajuntoconGregoryKawakita,unjovenayudantedeconservadorenelDepartamentodeBiologíaEvolutiva.

—¿Quépasaaquí?—preguntóMargo.—Latípicaeficienciadelmuseo—respondióKawakitaconunasonrisairónica

—.Noshanencerrado.—Nadie me ha dicho nada, excepto que no deje salir a nadie —explicó el

guardia,nervioso.—Escuche—dijoKawakita—,mañanahedepronunciarunaconferenciaenel

NSF[1]yeldíadehoyserámuylargo.Simepermite…Jimmysemostrabaincómodo.—Sólocumploconmitrabajo,¿deacuerdo?—Vamos —dijo Margo a Kawakita—. Tomemos un café en el bar. Tal vez

encontremosaalguienquesepaquéocurre.—Me gustaría encontrar antes un lavabo, si no están todos clausurados—

replicóKawakita,irritado—.Espérameallí.Lacafetería,siempreabierta,estabacerradaesedía.Margoapoyólamanoen

elpomo,preguntándosesidebíaesperaraKawakita.Finalmenteabriólapuerta.Leaguardabaundíabienmovido,cuandoloquenecesitabaeratranquilidad.

En el interior, dos policías conversaban de espaldas a ella. Uno lanzó unarisita.

—¿Cuántasvan?¿Seis?—preguntó.—Heperdidolacuenta—contestóelotro—,peroyanoquedamásdesayuno

quearrojar.Cuandolosagentesseapartaron,Margoechóunvistazoalbar.Lasalaestaba

desierta.Al fondo,en lazonade lacocina, inclinadosobreel fregadero,alguienescupió,sesecó labocaydiomediavuelta.MargoreconocióaCharliePrine,elnuevoexpertoenconservacióndelDepartamentodeAntropología,quehabíasidocontratadocomo interinoseismesesatráspara restaurarpiezasconvistasa lanuevaexposición.Teníaelrostroceniciento,inexpresivo.

Los agentes se acercarona él y lo empujaronhacia adelante con suavidad.Margoseapartóparaqueelgrupopasara.Prinecaminabaconrigidez,comounrobot. La mujer bajó la vista instintivamente. Los zapatos de su compañeroestabanempapadosensangre.

Elhombrelaobservóconaireausentey,alcaptarelcambiodeexpresióndesurostro,siguiólamiradadeMargoysedetuvotanderepentequélospolicíaschocaroncontraél.

LaspupilasdePrinesedilataron.Losagentesleagarraronporlosbrazos,yélseresistió,presadelpánico.Lesacaronatodaprisadelasala.

Margoseapoyócontralaparedeintentócalmarse.Eneseinstanteapareció

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Kawakita,acompañadodeotraspersonas.—Lamitaddelmuseodebeestarclausurado—anunció.Meneólacabezayse

sirvióunatazadecafé—.Nadiepuedeentrarensupropiodespacho.Comopara recalcar suspalabras,el antiguosistemademegafoníaentróen

funcionamiento: «Atención, por favor. Todo el personal que no sea de apoyodiríjasealacafetería.»

Sesentaronydeinmediatoentraronmásempleados,técnicosdelaboratorio,en su mayor parte, y ayudantes de conservador interinos. Era demasiadotempranoparalagenteimportante.Margolosobservóconindiferencia.Kawakitaestabahablando,peroellanoleprestabaatención.

Alcabodediezminutos, laestanciaestabaabarrotada.Todoshablabana lavez,expresandosuindignaciónporelhechodenopoderaccederalosdespachos,quejándosedequenadielesdieraunaexplicación,comentandocadanuevorumorcon tono exaltado. Los trabajadores de un museo donde nunca ocurría nadaemocionanteestabanpasándoloengrande.

Kawakitaapuróelcafédeuntragoehizounamueca.—¿Tehasquedadoatontada,Margo?Nohasdichoniunapalabradesdeque

noshemossentado.EllalecontólodePrine.LashermosasfaccionesdeKawakitasecontrajeron.—Diosmío—dijoporfin—,¿quécreesquehapasado?Depronto todoelmundocalló.Unhombrecalvoycorpulento,ataviadocon

untrajemarrón,sehallabadepieenelumbral,conunaradiodelapolicíaenelbolsillodelachaquetadesaliñadayunpuroapagadoenlaboca.Avanzó,seguidopordosagentesuniformados.

Sedetuvoenmediodelacafetería,sesacudiólospantalones,retiróelpurodeloslabios,desprendióunabriznadetabacodelalenguaycarraspeó.

—Les ruegome presten su atención—dijo—. Se ha producido un incidentedebidoalcualtendránquesoportarnuestrapresenciaduranteunrato.

Depronto,unavozacusadoraseelevóenlaparteposteriordelasala:—Perdone,señor…Margovolviólacabezaparamirarporencimadeloscongregados.—Freed —susurró Kawakita. Ella había oído hablar de Frank Freed, un

conservadordeictiologíamuytestarudo.ElhombredemarróndiomediavueltaparamiraraFreed.—TenienteD'Agosta—contestó—.DepartamentodePolicíadeNuevaYork.Aquellarespuestahabríabastadoparaacallaracualquiera.Encambio,Freed,

unhombreflacodelargacabelleragris,prosiguióimpertérrito:—Talvezpuedainformarnosdeloqueestápasandoaquí—dijoconsarcasmo

—.Creoquetenemosderechoa…—Me gustaría informarles—interrumpió D'Agosta—, pero en estemomento

sólopodemosdecirquesehahalladouncadáverenel recintoyseha iniciadouna investigación.Si…—Ante losmurmullos, el teniente alzó lamano conairecansado—. Sólo puedo comunicarles que una brigada de homicidios se hapersonado en el lugar de los hechos y está realizando una investigación —continuó—.Elmuseoacabadecerrarse.Apartirdeahora,nadiepuedeentrarni

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salir.Confiemosenquesetratedeunasituacióntemporal.—Hizounapausa—.Sise ha cometido unhomicidio—añadió—, existe la posibilidad de que el asesinocontinúeenelinteriordeledificio.

»Lespedimosquepermanezcanaquíunpardehoras,hastaquelohayamosrastreado.Unoficialdepolicíapasaráparatomarnotadesusnombresycargos.

Un estupefacto silencio siguió a las palabras del teniente, que abandonó lasalaycerrólapuerta.Unodelospolicíasquesehabíanquedadoacercóunasillaaellaysesentóconairedecidido.Lasconversacionessereanudaronpocoapoco.

—¿Nos han encerrado aquí? —exclamó Freed con tono irritado—. Esto esindignante.

—Jesús—susurróMargo—,nocreerásquePrineeselasesino.—Unaideahorripilante,¿verdad?—dijoKawakita.Selevantóycaminóhacia

lamáquinadecafé.Hizocaerlasúltimasgotasdelaespitaconungolpebrutal—.Peronotanhorripilantecomola ideadenoestarpreparadopara laconferenciademañana.

Margosabíaqueaquelcientíficojovenydinámicosiempreestaríapreparadoparaloquefuera.

—La imagen es lomás importante hoy día—agregó Kawakita—. La cienciapurayanogarantizanada.

Margo asintió. Oía a su compañero, y también las conversaciones que sedesarrollabanalrededor,peronadadeaquelloleparecíaimportante;nadaexceptolasangrequemanchabaloszapatosdePrine.

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—Escuchen —dijo el policía una hora después—, ya pueden marcharse.Procurennoentrarenlaszonasdelimitadasporcintasamarillas.

Margo levantó la cabeza sobresaltada cuando una mano se posó sobre suhombro.Comosiempre,ellarguiruchoBillSmithback,quesosteníadoslibretasdeanillasenlaotramano,parecíaqueacabaradelevantarsedelacamaacausadesudesgreñadocabellocastaño.Conunlápizmordisqueadodetrásdeunaoreja,elcuellodelacamisadesabotonadoyelnudodelacorbatasuelto,representabalaperfecta caricatura del periodista frenético, y Margo sospechaba que cultivabaaquel aspecto. Le habían encargado escribir un libro sobre la exposición«Supersticiones»,queseinauguraríalasemanasiguiente.

—FenómenossobrenaturalesenelMuseodeHistoriaNatural—murmurócontonolúgubre,mientrassesentabaenunasillaasulado.Arrojólaslibretassobrelamesa,yundiluviodenotasescritasamano,disquetesyartículosfotocopiadosse desparramó sobre la superficie de formica—. ¡Hola, Kawakita! —saludó conjovialidad,dándoleunapalmadaenelhombro—.¿Hasvistotigresúltimamente?

—Sólodepapel—replicóconsequedadKawakita.SmithbacksevolvióhaciaMargo.—Me figuro que ya te habrás enterado de todos los detalles sórdidos. Muy

desagradable,¿eh?—No nos han explicado nada —repuso ella—. Sólo he oído algunas

habladuríasacercadeuncrimen.SupongoquePrineeselculpable.Elperiodistarió.—¿CharliePrine?Esetiposeríaincapazdematarunamosca,ymuchomenos

aunbípedo.No,Prinesóloencontróelcadáver,bueno,loscadáveres.—¿Loscadáveres?Smithbacksuspiró.—Nosabesabsolutamentenada,¿verdad?Presumíaquetehabríasenterado

de algo después de haber pasado unas horas sentada aquí.—Se levantó comoimpulsadoporunresorteyseacercóalamáquinadecafé.Lagolpeó,maldijoyregresóconlasmanosvacías—.Hallaronalamujerdeldirector,disecada,enunavitrinadelaSaladelosPrimates—dijo,despuésdesentarsedenuevo—.Llevabaallíveinteaños,ynadiesehabíadadocuenta.

Margogruñó.—Cuéntanoslahistoriaverdadera,Smithback—dijo.—Deacuerdo,deacuerdo.—Suspiró—.Alrededordelassieteymediadeesta

mañana, se encontraron los cadáveres de dos niños en el sótano del edificioantiguo.

Margosellevóunamanoalaboca.—¿Cómolohasaveriguado?—inquirióKawakita.—Mientras los dos os mordíais las uñas aquí, el resto del mundo se había

congregado en la calle Setenta y dos —continuó Smithback—. Cerraron laspuertas del museo. La prensa también estaba fuera; una representación muy

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escasa,porcierto.LacuestiónesqueWrightconcederáunaconferenciadeprensaen laGranRotondaa las diez para acallar los rumores, todas esashabladuríassobreelzoo.Disponemosdediezminutos.

—¿Habladuríassobreelzoo?—repitióMargo.—Hayunzooaquícerca.Oh,Dios.Menudolío.—Smithbacksecomplacíaen

callarloquesabía—.Alparecer,losasesinatosfueronmuysalvajes,yyaconocéisa laprensa:siempredaporsentadoquehaytodaclasedeanimalesencerradosaquí.

—Creoqueestásdisfrutando.—Kawakitasonrió.—Una historia así dotaría de una nueva dimensión a mi libro —admitió

Smithback— «El terrorífico y verídico relato de los espantosos asesinatos delmuseo», de William Smithback. Voraces bestias salvajes vagan por pasillosdesiertos.Podríaserunsuperventas.

—No lo encuentro divertido —replicó Margo. Estaba pensando que ellaboratoriodePrine,situadoenelsótanodeledificioantiguo,nosehallabalejosdesudespacho.

—Losé, lo sé—dijoel periodista, jovial—.Es terrible. Pobres críos.Aúnnoacabo de creerlo. Será algún truco de Cuthbert para dar publicidad a laexposición.—Suspiróyacontinuacióncompusounaexpresióndeculpabilidad—.Eh,Margo…,lamentolodetupadre.Deberíahabértelodichoantes.

—Gracias.—Lasonrisadelamujernofuecálida.—Vosotrosdos,escuchad—intervinoKawakita,poniéndoseenpie—.Hede…—Mehancomentadoquepiensasmarcharte—dijoSmithbackaMargo—,que

vasaabandonarlatesinaparatrabajarenlaempresadetupadre,oalgoporelestilo. —La miró con curiosidad—. ¿Es cierto? Creía que tus investigacionesestabandandofrutos.

—Bien —contestó Margo—, sí y no. La tesina está ocasionándome muchasdificultades.HoytengomicitasemanaldelasonceconFrock.Sehabráolvidado,como de costumbre, y quedado con otra persona, sobre todo después de estatragedia, pero confío en verlo. Encontré una monografía interesante sobre laclasificaciónkiribitudelasplantasmedicinales.—AlpercatarsedequelamiradadeSmithbackcomenzabaavagarporlacafetería,recordóunavezmásquecasinadieseinteresabaporlagenéticaylaetnofarmacologíadelasplantas—.Bien,deboprepararme.—Selevantó.

—¡Espera un momento! —dijo Smithback, recogiendo sus papeles—. ¿Noquieresasistiralaconferenciadeprensa?

Cuando salieron de la sala, Freed aún seguía protestando ante cualquieradispuestoaescucharle.Kawakita,quesehabíaadelantado,agitólamanoamododedespedidaantesdedoblarunaesquina.

Llegarona laGranRotondaydescubrieronque laconferenciadeprensayahabía empezado. Winston Wright, el director del museo, estaba rodeado deperiodistas,queleapuntabanconcámarasymicrófonos.Lasvocesresonabanenlasala.Ippolito, jefedeseguridaddelmuseo,sehallabajuntoaldirector.Otrosempleadosygruposdeescolarescuriosossehabíancongregadoalrededor.

Wrightrespondíacon irritacióna laspreguntasformuladasavoces.Sutraje

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deSavileRow,por logeneral impecable,estabaarrugado,yelescasocabello lecaía sobre una oreja. Su piel pálida aparecía cenicienta, y tenía los ojosinyectadosensangre.

—No —decía—, por lo visto pensaron que sus hijos ya habían salido delmuseo.Nonosavisaron…No;notenemosanimalesvivosenelmuseo.Bien,porsupuesto, contamos con ratones y serpientes que son utilizados para finesexperimentales, pero no hay leones ni tigres, ni nada por el estilo…No, no hevisto los cadáveres…No sé qué clase demutilaciones padecieron, si las hubo…Carezcodeexperienciapararesponderaesacuestión;tendráqueesperara lasautopsias… Quiero recalcar que la policía no ha formulado ninguna declaraciónoficial…Sinodejandegritar,nocontestaréamáspreguntas…No,hedichoquenotenemosanimalessalvajesenelmuseo…Sí,esoincluyeosos…No,novoyafacilitarnombres…¿Cómoquierequerespondaaesapregunta?Laconferenciadeprensahaconcluido…Hedichoqueestaconferenciadeprensahaterminado…Sí,claroqueestamoscolaborandocon lapolicíaen todos lossentidos…No,noveomotivospararetrasarlainauguracióndelanuevaexposición.Déjenmesubrayarque la inauguración de «Supersticiones» tendrá lugar en la fecha prevista…Tenemos leonesdisecados, sí,perosipretende insinuar… ¡LoscazaronenÁfricahacesetentaycincoaños,porelamordeDios!Nopiensocontestarningunaotrapreguntaofensivadeeseestilo…¿ElcaballerodelPostquierehacerel favordedejar de gritar? La policía está interrogando al científico que descubrió loscadáveres,perocarezcode informaciónal…No,no tengonadamásqueañadir,salvo que estamos haciendo todo cuanto podemos… Sí, claro que ha sido unatragedia…

Losperiodistascomenzaronadispersarseyentraronenelmuseo.Wrightsevolvióencolerizadohaciaeljefedeseguridad.—¿Dónde coño estaba la policía? —exclamó. Dio media vuelta y, sin mirar

atrás, añadió—: Si ve a la señora Rickman, dígale que vaya a mi despachoinmediatamente.—YsalióagrandeszancadasdelaGranRotonda.

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Margoseadentróenelmuseo,evitandolaszonasdestinadasalpúblico,hastallegar al pasillo denominado «Broadway», que recorría el edificio en toda sulongitud(seismanzanas)y,segúnsedecía,eraelmáslargodeNuevaYork.Lasparedes estaban ocupadas por viejos armarios de roble, separados cada nuevemetrosporpuertasdecristalmate,lamayoríadelascualesllevabaninscritoenpandeoro,conlosbordesennegro,elnombredeunconservador.

Margo,comoestudiantegraduada,sóloteníaderechoaunescritoriodemetaly una librería en uno de los laboratorios del sótano. «Al menos tengo undespacho», pensó mientras se desviaba del pasillo para bajar por un estrechotramo de escaleras de hierro. A una de sus compañeras de promoción sólo lehabían asignado en el Departamento de Mamalogía un desvencijado pupitreescolar encajado entre dos enormes congeladores, por lo que tenía que llevarjerseysgruesosparatrabajar,inclusoenplenoagosto.

Unguardiadeseguridadapostadoalpiedelaescaleralefranqueóelpaso,yMargo avanzó por un pasillo tenebroso, flanqueado por esqueletos de caballosguardadosenviejasvitrinas.Nohabíaningunacintapolicialalavista.

Yaensudespacho,arrojóelbolsojuntoalescritorioysesentó.GranpartedellaboratorioservíacomoalmacéndeobjetosprocedentesdelosMaresdelSur;escudos maoríes, canoas de guerra y flechas de caña se amontonaban enarmarios metálicos verdes que llegaban hasta el techo. Una pecera decuatrocientos cincuenta litros, que pertenecía al Departamento de ConductaAnimalysimulabaunpantano,descansabasobreunaestructuradehierro,bajounabateríadeluces.EstabatansuperpobladodealgasqueMargosóloconseguíadistinguiralgúnpezcuandoescudriñabaensuoscuridad.

Junto al escritorio había una mesa de trabajo larga con una hilera demáscaras polvorientas. La conservadora, una joven amargada, trabajaba encoléricosilencioydedicabaasutareaapenastreshorasdiarias.Ajuzgarporlalentitud de la producción, debía de tardar dos semanas en restaurar cadamáscara. Aquella colección en concreto constaba de cincomil piezas, y a nadieparecía preocupar que, a aquel ritmo de trabajo, el proyecto se prolongaradurantedossiglos.

Margoconectólaterminaldeordenador,yenlapantallaaparecióunmensajeenletrasverdes:

HOLAMARGOGREENPERSBIOTECBIENVENIDAAMUSENETDISTRIBUTEDNETWORKINGSYSTEMRELEASE15-5COPYRIGHT©1989-1995NYMNHANDCEREBRALSYSTEMSINC.CONECTADOALAS10:24:06DEL27-3-95SERVICIODEIMPRESIÓNDERIVADOALJ56NOLAESPERANINGÚNMENSAJE.

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Pasóalprocesadordedatosysolicitósusnotas,dispuestaarevisarlasantesdesuencuentroconFrock.Sututorsolíamostrarsepreocupadoduranteaquellasreuniones semanales, y Margo se esforzaba sin cesar por proporcionarle algonuevo.Elproblemaconsistíaenque,porlogeneral,nohabíanadanuevo,salvomás artículos leídos, diseccionados e introducidos en el ordenador; además deltrabajo de laboratorio, y tal vez… tal vez… tres o cuatro páginas de la tesina.Comprendía a la gente que se apuntaba a ganar dinero fácil concedido por elgobierno,oloqueloscientíficosllamabanconsornaunTET:TodoExceptoTesina.

Cuando Frock había accedido a ser su tutor dos años antes, Margo habíallegadoasospecharquesehabíaproducidounerror.Frock(elcerebroquehabíaelaborado el denominado «Efecto Calisto», titular de la cátedra Cadwalader dePaleontologíaEstadísticadelaUniversidaddeColumbia,jefedelDepartamentodeBiologíaEvolutivadelmuseo)lahabíaelegidocomoestudianteinvestigadora,unhonorquesereservabaaunospocoscadaaño.

Frock había empezado su carrera profesional como antropólogo físico.Confinado en una silla de ruedas a consecuencia de una polio infantil, habíarealizado trabajos de campo que aún constituían la base de muchos libros detexto.Despuésdevariosbrotesdemalariaqueimposibilitaronlainvestigacióndecampo,Frockdesviósusenergíashacialateoríadelaevolución.Amediadosdelos ochenta, había desatado un sinfín de controversias al formular una nuevapropuestaradical;suhipótesis,quecombinabalateoríadelcaosconlaevolucióndarwiniana, discutía la creencia aceptada de que la vida evolucionabagradualmente. Postulaba que a veces la evolución era mucho menos gradual;sostenía que aberraciones de vida corta («especies monstruosas») eran enocasiones ramas colaterales de la evolución. Frock aducía que la causa de laevoluciónnosiempreresidíaenlaselecciónfortuita,sinoqueelmedioambientepodíaocasionarcambiossúbitosygrotescosenlasespecies.

GranpartedelmundocientíficoalbergabadudasrespectoalateoríadeFrock,expuestaenunabrillanteseriedeartículosydocumentos.Siexistíanformasdevidaextravagantes,sepreguntaban,¿dóndeseescondían?Frockcontestabaquesu teoríapredicabauna rápidadesapariciónde losgéneros, así comoun rápidodesarrollo.

MientraslosexpertostachabanlastesisdeFrockdedesencaminadas,inclusode dislates, la prensa popular abrazaba sus ideas. La teoría llegó a conocersecomo el Efecto Calisto, por el mito griego en que una joven se transforma derepenteenunsersalvaje.SibienFrockdeplorabalasinterpretacioneserróneasdesu trabajo, tanextendidas,utilizabaconastuciaesacelebridadparadifundirsus esfuerzos académicos. Como muchos conservadores brillantes, estabaenfrascado en sus investigaciones, y Margo sospechaba a veces que todo lodemás,incluidosutrabajo,leaburría.

Alotroladodelahabitación,laconservadoraselevantóy,sindecirpalabra,sefueacomer,señalinequívocadequeprontoseríanlasonce.Margogarrapateóunascuantasfrasesenunahojadepapel,borrólapantallayrecogiólalibretadenotas.Teníaalgunosdatosnuevossobrelaclasificacióndelasplantaskiribituquetalvezintrigaríanasututor.

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EldespachodeFrocksehallabaenlatorresudoeste,alfinaldeunelegantepasillo eduardiano de la quinta planta; un oasis alejado de los laboratorios yordenadoresquecaracterizabanlaparteocultadelmuseo.Elrótulodelapesadapuertaderobledelaoficinainteriorsólorezaba:«Dr.Frock.»Margolagolpeóconlos nudillos. Oyó un estentóreo carraspeo y el ruido de una silla de ruedas aldeslizarse.Lapuertaseabriópocoapocoyapareció lafamiliarcararubicunda,con las cejas pobladas enarcadas en señal de sorpresa. Después los ojos delprofesorseiluminaron.

—Claro,eslunes.Entre.Hablóenvozbaja,letocólamuñecaconunamanoregordetayleindicócon

un gesto que tomara asiento en una butaca demasiado mullida. Como decostumbre,Frockvestíatrajeoscuro,camisablancaycorbatadecoloresvistosos.Suabundanteycanocabelloestabadespeinado.

Lasparedesdeldespachoestabancubiertasdelibreríasacristaladasantiguas,y muchos estantes, atestados de reliquias y rarezas recogidas durante susprimerosañosen la especialidad.Enormesmontañasde libros seapoyaban,enprecarioequilibrio,contraunapared.DosgrandesventanasdabanalríoHudson.Butacasvictorianas tapizadasdescansaban sobre la alfombrapersadesteñida, ysobreelescritoriohabíavariosejemplaresdelúltimolibrodeFrock,Laevoluciónfractal.Juntoaellos,Margoreconocióungranpedazodepiedraareniscagris,encuya superficie plana había una profunda hendidura tiznada y alargada quedesembocabaenunextremoentresgrandesmellas.SegúnFrock,setratabadeuna pisada de un ser desconocido para la ciencia; constituía la única pruebapalpable en que fundamentaba su teoría de la evolución aberrante. Otroscientíficosdisentían;muchos,convencidosdequenoeraunfósil,lodenominaban«eldisparatedeFrock»,ylamayoríanisiquieralohabíavisto.

—Aparteesoysiéntese—indicóelprofesor,mientrasdirigíalasillaasulugarfavorito, bajo una de las ventanas—. ¿Jerez? No, claro, nunca toma. Quéolvidadizosoy.

Sobre la butaca indicada había varios ejemplares de Nature y el textomecanografiadodeunartículoinacabadotitulado«Latransformaciónfiléticayel"helechoconpúas"delterciario».Margolosdepositósobreunamesacercanaysesentó,preguntándosesieldoctorFrockcomentaríaalgosobre lamuertede losdoschicos.

El hombre la observó un momento, inmóvil. A continuación parpadeó ysuspiró.

—Bien,señoritaGreen,¿empezamos?Decepcionada, la mujer abrió su libreta. Tras revisar las notas, comenzó a

explicar el análisis que había realizado de la clasificación de plantas kiribitu ycómolorelacionabaconelsiguientecapítulodelatesina.Amedidaquehablaba,lacabezadeFrockcaíapocoapocosobresupecho,ysusojossecerraban.Unextrañohabríapensadoquesehabíadormido,peroMargosabíaqueelprofesorescuchabaconintensaconcentración.

Cuandoterminó,elhombresereanimólentamente.—Clasificación de las plantas medicinales en función del uso, no de la

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apariencia —murmuró por fin—. Interesante. Ese artículo me recuerda unaexperienciaquetuveenlatribukideBechuanalandia.

Margoesperóconpacienciaaquesututorprosiguiese.—Los ki, como sabrá —Frock siempre daba por sentado que sus oyentes

conocíaneltematanbiencomoél—,utilizaronenunaépocalacortezadeciertoarbustocomoremediocontraeldolordecabeza.Charrièrelosestudióen1869yanotódichousoensusdiariosdecampaña.Cuandoyoaparecí, trescuartosdesiglo después, habían dejado de emplear el remedio y atribuían los dolores decabezaalahechicería.—Seremovióenlasilladeruedas—.Elremedioaceptadoen aquel tiempo consistía en que la prole de la víctima debía identificar alhechicero y, por supuesto, matarlo. Después, claro, la progenie del hechicerofallecidodebíavengarsumuerte,demaneraquemuyamenudoeliminabanalapersonaquesufríaeldolordecabeza.Yapuedeimaginarquésucedióalalarga.

—¿Qué? —preguntó ella, convencida de que el profesor explicaría cómoencajabatodoaquelloensutesina.

—Puesfueunmilagrodelamedicina—dijoFrock,tendiendolasmanos—.Lagentedejódepadecerdedolordecabeza.

La pechera de su camisa se estremeció a causa de las carcajadas. Margotambiénrió,porprimeravezaqueldía.

—Bienporlamedicinaprimitiva—dijoeldoctorcontonoalgonostálgico—.Enaquellostiempos,eltrabajodecampoaúneradivertido.—Hizounapausa—.Sededicarátodaunaseccióndelanuevaexposición«Supersticiones»alatribuki—añadió—.Se intentaráqueseaatractivaparaelgranpúblico,porsupuesto.UnjovenreciénlicenciadoenHarvardseencargarádesupervisarelespectáculo.Mehancomentadoquesabemásdeordenadoresymárketingquedecienciapura.—Frockserebullódenuevo—.Encualquiercaso,señoritaGreen,consideroqueloqueustedacabadedescribirconstituiráunestupendocomplementoasutrabajo.Sugieroqueobtengaalgunasmuestrasdeplantaskiribitudelherbarioypartadeahí.

MargoestabarecogiendosuspapelescuandoFrockvolvióahablar:—Malasuntoeldeestamañana.Ellaasintió.Elhombreguardósilenciounosinstantes.—Temoporelmuseo—dijoporfin.—Eran hermanos —repuso Margo, sorprendida—. Es una tragedia para la

familia.Laconmociónpasarápronto;siempreocurrelomismo.—Creoqueno—replicóél—.Heoídoalgosobreelestadoenquesehallaron

loscadáveres.Lafuerzautilizadafue…deunanaturalezaanormal.—Nopensaráquelohizounanimalsalvaje—dijoMargo.TalvezFrockestaba

tanlococomotodoelmundoaseguraba.Elprofesorsonrió.—Querida mía, no presupongo nada. Esperaré a tener más pruebas. De

momento, sólo confío en que este desagradable incidente no influya en sudecisióndeseguirenelmuseo.Oh,sí,meheenterado,ysentímucholamuertedesupadre.

»Usted posee tres dones indispensables para un investigador de primera

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clase: intuición de qué hay que buscar, intuición de dónde hay que buscarlo, ytesón para demostrar sus teorías. —Acercó más la silla a la joven—. El tesónteórico es tan importante como el tesón práctico, señorita Green; no lo olvidenunca.Su preparación técnica y el trabajo que desarrolla en el laboratorio sonexcelentes.Seríaunapenaparalaprofesiónperderaalguiendesutalento.

Margoexperimentóunamezcladegratitudyresentimiento.—Gracias,doctorFrock—contestó—.Agradezcosusamablespalabras…ysu

preocupación.Elcientíficoagitóunamano,yMargosedespidió.Cuandosehallabaantela

puerta,Frockhablódenuevo:—SeñoritaGreen.—¿Sí?—Vayaconcuidado.

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Alsalir,casichocóconSmithback,queseinclinóhaciaellayleguiñóunojo.—¿Comemos?—No—contestóMargo—.Estoydemasiadoocupada.Dosvecesenundía;noestabaseguradepodersoportarunadosistanaltade

Smithback.—Vamos —animó él—. He conseguido algunos detalles sórdidos sobre los

crímenes.—Melofiguro.Ella aceleró el paso, irritada por la curiosidad que el periodista le había

despertado.Elhombrelaagarródelbrazo.—Me han asegurado que en la cafetería sirven una lasaña requemada y

repugnante—dijo,conduciéndolahaciaelascensor.En el comedor se hallaba reunida la habitual multitud de conservadores,

guardiasrobustosquehablabanenvozalta,técnicosypreparadoresvestidosconlabatablancadelaboratorio.Unconservadordepositóunosrecipientessobreunamesa ocupada por científicos, quemurmuraron llenos de admiración e interés.Margo observó con atención los tarros, que contenían gusanos parasitariosconservadosenformol.

Sesentaron,yMargointentóretirarconeltenedorlacortezadelalasaña.—Talycomoteprometí—dijoSmithback.Cogióunpedazoconlamanoydio

un mordisco—. Ha estado en el horno desde las nueve de la mañana, comomínimo. —Masticó ruidosamente—. Bien, la policía ha hecho por fin unadeclaración oficial. Anoche se cometieron dos asesinatos aquí. ¡Una brillantededucción! ¿Recuerdasque losperiodistas formularonpreguntas sobreanimalessalvajes?Bien,existelaposibilidaddequelosniñoshubieransidodespedazadosporunabestiasalvaje.

—Ahórratelosdetallesmientrascomo—protestóMargo.—Literalmentedespedazados,porloqueparece.Ellalevantólavista.—Porfavor.—No bromeo—continuó Smithback—. Y hay prisa por resolver el asunto a

causa de la gran exposición que se avecina. Me han dicho que la policía hanombradoaunforenseespecial,alguienqueleelasheridasdegarrascomoHelenKellerelbraille.

—Malditasea,Smithback—exclamóMargo,dejandocaereltenedor—.Estoyhartadeesto, de tu actitud caballerosay tusdetallesmorbososmientras estoycomiendo.¿Nopuedescontarmetodoesocuandohayaacabado?

—Comotedecía—prosiguióelperiodista,ignorandolaspalabrasdelajoven—,setratadeunaexpertaenfelinosdegrantamaño;ladoctoraMatildaZiewicz.Menudonombrecillo,¿eh?Debedeserunagorda.

Peseasuirritación,Margosonrió.TalvezSmithbackfueraungilipollas,peroeraungilipollasdivertido.Apartósubandeja.

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—¿Cómotehasenteradodetodoesto?—preguntó.Élsonrió.—Dispongodefuentes.—Seintrodujootropedazodelasañaenlaboca—.En

realidad,meencontréconunamigoquetrabajaparaelNews.AlguienobtuvolahistoriadeuncontactoenelDepartamentodePolicíadeNuevaYork.Sepublicaráentodoslosperiódicosdelatarde.¿TeimaginaslacaradeWrightcuandolovea?Oh,Dios.

Chasqueó la lengua antes de volver a llenarse la boca. Cuando huboterminadosu lasaña,atacó ladeMargo.Paraser tandelgado, comíacomounabestia.

—¿Cómo es posible que haya un animal salvaje suelto por el museo? —preguntóMargo—.Esabsurdo.

—¿Sí?Puesoyeesto;hantraídoaalguienconunsabuesoparaseguirlapistaalhijodeputa.

—Ahorasíbromeas.—En absoluto. Pregunta a cualquier guardia de seguridad. Hay trescientos

cincuentakilómetroscuadradosdondeunfelinooalgosimilarpodríaesconderse,incluyendoochokilómetrosdeconductosdeairelobastantegrandesparaqueunhombre repte a través de ellos. Y bajo elmuseo yace un laberinto de túnelesabandonados.Selohantomadomuyenserio.

—¿Túneles?—Sí.¿Noleístemiartículodelpasadomes?Elprimermuseoseedificósobre

un profundo pantano que no podía drenarse de manera permanente.Construyerontodosesostúnelesparadesviarelagua.Después,cuandoelprimermuseosequemóen1911,erigieronelactualsobreloscimientosdelantiguo.Elsubsótano es enorme, con muchos niveles. La mayor parte carece de energíaeléctrica. Dudo de que alguien sea capaz de orientarse ahí abajo.—Smithbackdevoró el último pedazo de lasaña y apartó la bandeja— Además, corren loshabitualesrumoressobrelaBestiadelMuseo.

Toda persona empleada en el museo había oído la historia. Hombres demantenimiento que trabajaban en el turno de noche aseguraban haberla visto;ayudantesdeconservadorquevagabanporpasillosmaliluminadosendirecciónalascámarasdeespecímeneslahabíansorprendidomoviéndoseenlassombras,einclusoalgunosafirmabanque labestiahabíamatadoaunhombrevariosañosatrás.Enrealidad,nadiesabíaquéeranidedóndehabíasalido.

Margodecidiócambiardetema.—¿Rickmanaúntecausaproblemas?Al oír el nombre, el periodista hizo una mueca. Margo sabía que Lavinia

Rickman, jefe de relaciones públicas del museo, había contratado a Smithbackparaqueescribieraellibro.Tambiénhabíaimpedidoqueladirecciónleanticiparaeldineroporlosderechosdeautor.SibienSmithbacknoestabaconformeconlosdetallesdelcontrato,laexposiciónprometíaserunbombazodetalcalibrequelasventasdel libropodíanelevarsecon facilidadaseisdígitos.No le iba tanmalaaquel hombre, pensó Margo, teniendo en cuenta el modesto éxito que habíaobtenidosuanteriorlibrosobreelacuariodeBoston.

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—¿Rickman? ¿Problemas?—Smithback resopló—.Oh,Dios. Es lamismísimadefinicióndeproblema.Escucha,quieroleertealgo.—Sacóunfajodepapelesdeun cuaderno—. Cuando el doctor Cuthbert propuso la idea de una exposiciónsobresupersticiones,eldirectordelmuseoquedómuyimpresionado.Teníatodaslas característicasdeunacontecimiento triunfal, algo semejante a«Los tesorosdel rey Tut» o «Los siete niveles de Troya».Wright sabía que aportaríamuchodinero al museo y brindaría una oportunidad única de conseguir fondos deempresasygobierno.Noobstante,algunosdelosconservadoresmásantiguossemostraron reticentes,puesconsiderabanque laexposiciónpecabadeefectismo.—Trasunapausa,elperiodistaañadió—:MiraquéhizoRickman.

Letendióunahoja.Unaenormelíneacruzabaendiagonalelpárrafo,yunanotaalmargen,escritaconrotuladorrojo,rezaba:«¡Fuera!»

Margolanzóunarisita.—¿Loencuentrasdivertido?—preguntóél—.Estádestrozandomimanuscrito.

Fíjateenesto.Señalóotrapáginaconundedo.Lajovenmeneólacabeza.—ARickmanlepreocupaelprestigiodelmuseo.Nuncaconseguiréisponeros

deacuerdo.—Estávolviéndomeloco.Eliminacuantoseleantojacontrovertido.Pretende

quepaseeldíahablandoconelmemoquecoordinalaexposición,yéstesólodiceloquesu jefe,Cuthbert, leordena.—Se inclinó conaire conspirador—.Seguroquenuncahasvistounhombrecomoéseentuvida.—Levantólavistaygruñó—.Oh,Dios,aquíviene.

Unjovenalgoobeso,congafasdemonturametálica,aparecióantelamesa.Sosteníaunabandejasobreunmaletíndepielreluciente.

—¿Puedosentarme?—preguntócontimidez—.Eselúnicoasientolibre.—Claro—contestóSmithback—.Siéntate.Precisamenteestábamoshablando

de ti.Margo, te presento aGeorgeMoriarty, el tipo que coordina la exposición«Supersticiones». —A continuación sacudió los papeles—. Mira qué ha hechoRickmanconmimanuscrito.Loúnicoquenohatachadohansidotuscitas.

Trasexaminar laspáginas,Moriartymiróalperiodistacon laseriedaddeunniño.

—Nomesorprende—afirmó—.¿Porquéairearlostrapossuciosdelmuseo?—Vamos,George.¡Precisamenteesodotadeinterésaunahistoria!MoriartysevolvióhaciaMargo.—Tú eres la estudiante graduada que trabaja sobre etnofarmacología,

¿verdad?—preguntó.—Exacto—contestóella,halagada—.¿Cómolosabes?—Me interesa el tema. —Sonrió y la miró un momento—. La exposición

cuentaconvariasvitrinasdedicadasa la farmacologíay lamedicina.Dehecho,queríahablarcontigoalrespecto.

—Claro.¿Quédeseascomentar?Observó a Moriarty con mayor atención. Ofrecía el aspecto del típico

colaborador de unmuseo: estaturamedia, un poco gordinflón, cabello castaño,chaquetadetweedarrugada.Loúnicofueradelocomúnenéleraelenormereloj

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demuñeca,enformaderelojdesol,ysusojosdecoloravellana,muyclaros,conunbrillodeinteligencia.

Smithbackseinclinó,seremovióirritadoensuasientoymiróalapareja.—Bien —dijo—, me gustaría quedarme y presenciar una escena tan

encantadora,peroelmiércoleshedeentrevistarmeconunapersonaen laSalade los Insectos y debo terminar el capítulo que estoy escribiendo. George, nofirmes ningún contrato cinematográfico relacionado con esa exposición sinconsultarmeantes.

Traslanzarunbufido,selevantóyseencaminóhacialapuertasorteandolasmesasdelacafetería.

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8

Jonathan Hamm escudriñó el pasillo del sótano a través de unas gafas decristalesgruesosquenecesitabanunalimpiezaafondo.Llevabaunascorreasdecuero enrolladas en las manos enguantadas, y dos perros estaban sentadosobedientemente a sus pies. Su ayudante se hallaba junto al tenienteD'Agosta,quesosteníaunosplanosmuyarrugados.Habíadosagentesapoyadoscontra lapared,consendasRemingtonsdecalibre12colgadasdeloshombros.

D'Agostamanoseólosplanos.—¿Esqueestosperrosnopuedenolerelrastro?—preguntóirritado.Hammexhalóunlargosuspiro.—Sabuesos; son sabuesos. Y no; no han captado ningún olor desde que

empezamos.Mejordicho,hancaptadodemasiadosolores.Eltenientegruñó,extrajounpurodelbolsillodelachaquetayselollevóala

boca.Hammlomiró.—Oh,sí—dijoD'Agosta,quedeinmediatovolvióaguardarelpuro.Hammolfateó el aire, que por fortuna era húmedo; de hecho, era lo único

positivo de aquella expedición. Para empezar, se había topado con la habitualestupidezdelapolicía.«¿Quéclasedeperrossonéstos?—habíanpreguntado—.Queremossabuesos.»«Éstossonsabuesos—habíaexplicadoél—;sabuesosquecazanzorrosymapaches.»Encondicionesadecuadas,erancapacesderastrearaunexcursionistaextraviadodespuésdeunanevadadenoventacentímetros.Peroaquéllas,pensóHamm,noeranlascondicionesadecuadas.

Como de costumbre, el lugar de los hechos no estaba intacto; productosquímicos,pintura, tiza,milpersonasentrandoysaliendo…Además, lazonaquerodeaba la base de la escalera había quedado bañada en sangre, e incluso enaquellosmomentos,dieciochohorasdespuésdelosasesinatos,elolorimpregnabaelaireyponíanerviososalossabuesos.

Al principio habían intentado seguir el rastro partiendo de la escena delcrimen.Cuandoesofalló,Hammsugirióquetrazaranunperímetroalrededordellugardeloshechos,loquetampocohabíadadoresultadoalguno.

Lossabuesosnohabíansidoadiestradosparatrabajarentrecuatroparedes.Estaban confusos, por supuesto, y era lógico. La policía no le había dicho sibuscabanunserhumanoounanimal.Talveznisiquieralosabían.

—Vamosporaquí—propusoD'Agosta.Hammpasó las correasa suayudante, queempezóaavanzarmientras los

perrosolfateabanelsuelo.Luego los sabuesos habían recorrido un almacén lleno de huesos de

mastodonte, ,y el paradiclorobenceno conservante que se proyectó al abrir lapuerta les había retrasadomedia hora, hasta que los sabuesos recuperaron elsentidodelolfato.Trasaquelprimeralmacénhabíanatravesadootrosdosllenosde pellejos de animales, y gorilas en formol, un congelador repleto deespecímenesmuertos,yunacámaradeesqueletoshumanos.

Llegaronaunaarcadaconunapuertametálica,abiertaqueconducíaauna

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escaleradepiedraquedescendía;lasparedesestabanincrustadasdelimo.—Ahídebendeestarlasmazmorras—bromeóunodelospolicías.—Bajaalsubsótano—anuncióD'Agostadespuésdeconsultarlosplanos.Hizo

unaseñaaunodesushombres,queleentregóunalinterna.La angosta escalera desembocaba en un túnel de ladrillo, cuyo techo

abovedado apenas permitía el paso a un hombre erguido. El rastreador avanzócon los perros, seguido de D'Agosta y Hamm. Los dos agentes cerraban lacomitiva.

—Hayaguaenelsuelo—observóHamm.—¿Yqué?—preguntóelteniente.—Sicorreaguaporaquí,nohabráningúnolor.—Medijeronquehabríacharcosaquí—repusoD'Agosta—.Sólocorrecuando

llueve,ynohallovido.—Esometranquiliza—dijoHamm.Llegaron a la confluencia de cuatro túneles, y D'Agosta se detuvo para

examinarlosplanos.—Supusequenecesitaríamirareso—dijoHamm.—Ah,¿sí?—repusoelteniente—.Puesvoyadarleunasorpresa.Estosplanos

noincluyenelsubsótano.Unodelosperroscomenzóagimotearyolfatearfuriosamente.—Poraquí,¡deprisa!—urgióHamm—.¡Hancaptadoalgo!Unolor,claro.¡Mire

cómoseleserizaelpelo!Subalalinterna;noveounamierda.Conloshocicosalzadosmientrasolfateabanelaire,losperrostirabandelas

correas.—¡Fíjese!—dijoHamm—.Handetectadounolor.¿Nonotaelairefrescoenlas

mejillas?Tendríaquehabertraídolosspaniels.¡Sonespecialistasenesto!Los policías se adelantaron a los perros. Mientras uno alumbraba con la

linterna, el otro preparaba el fusil. El túnel volvía a bifurcarse, y los sabuesoscorrieronhacialaderecha.

—Sujételos,señorHamm.Talvezhayaunasesinoahídelante—dijoD'Agosta.Losperrosempezaronaaullar.—¡Sentaos! —vociferó el ayudante—. ¡Sentaos! ¡Cástor! ¡Pólux! ¡Sentaos,

maldita sea! —Los perros continuaron avanzando—. ¡Hamm, necesito que meechesunamano!

—¿Qué os pasa? —exclamó Hamm al tiempo que trataba de agarrar loscollares—.¡Siéntate,Cástor!

—¡Hágalescallar!—ordenóelteniente.—¡Se ha soltado!—dijo el ayudante cuando uno de los perros se precipitó

hacialaoscuridad.Corrierontrasél.—¿Lohuele?—preguntóHamm,deteniéndoseenseco—.¿Lohuele?Un olor acre los envolvió. El otro perro saltaba y se retorcía excitado; de

prontoseliberó.—¡Pólux!¡Pólux!—¡Espere! —dijo D'Agosta—. Olvide a los jodidos perros un segundo.

Procedamosconunpocodeorden.Vosotrosdos,pasaddelanteotravez.Quitad

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losseguros.Losdoshombrescargaronlosfusiles.En la oscuridadpreñadade ecosque se extendía ante ellos, los ladridos se

debilitaronhastaapagarseporcompleto.Seprodujounsilencio.Súbitamenteunchillidohorribleysobrehumano,comoelchirridodeunosneumáticos,surgiódeltenebrosotúnel.Losdosagentesdepolicíaintercambiaronunamirada.Elsonidomuriócontantabrusquedadcomohabíaempezado.

—¡Cástor!—llamóHamm—.¡Oh,Diosmío!¡Estáherido!—¡Vuelva,Hamm,malditasea!—ordenóD'Agosta.Enaquelmomento,unaformaseabalanzósobreellosdesde laoscuridad,y

los fusiles se dispararon; dos relámpagos acompañados de truenosensordecedores.Elestruendodespertóecosydesaparecióeneltúnel,traslocualsehizounsilencioabsoluto.

—¡Maldito idiota!¡Hadisparadoamiperro!—mascullóHamm.Póluxyacíaaunmetroymediodeellos,ydesucabezadestrozadamanabaunríodesangre.

—Selanzósobremí…—sejustificóunodelosagentes.—Dios—dijoD'Agosta—.Bastaya.Todavíahayalgoahídelante.Encontraronalotroperrodespuésderecorrerunoscienmetros.Estabacasi

partidoendos,conlosintestinosfuera.—Santocielo,fíjeseenesto—murmuróD'Agosta.Hammnodijonada.Aunosmetrosdedondesehallabaelcadáver,eltúnelse

bifurcaba.Eltenientecontinuócontemplandoalsabueso.—Sinlosperros,nohaymaneradesaberquédireccióntomó—dijoporfin—.

Salgamoscagandolechesdeaquíydejemosquelosforensesseocupendeestedesastre.

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9

Moriarty,asolasconMargoenlacafetería,semostrabaincómodo.—¿Ybien?—dijoellatrasunbrevesilencio.—Dehecho,esciertoquequeríahablarcontigodetutrabajo.—¿Deveías?Margo no estaba acostumbrada a que alguien demostrara interés por su

proyecto.—Bien, los expositores de medicina primitiva para la exposición están

completos, excepto uno. Contamos con una fabulosa colección de plantas yobjetoschamanísticosdeCamerún,peroestámaldocumentada.Sinoteimportaecharunaojeada…

—Meencantaría.—¡Fantástico!¿Cuándo?—¿Porquénoahora?Tengotiempo.Salieronde la cafetería y atravesaronuna larga saladel sótano flanqueada

por ruidosas tuberías de vapor y puertas cerradas con candado. Una de ellasllevabaunrótuloquerezaba:«Almacéndedinosaurios4.Jurásicosuperior.»Casitodos loshuesosdedinosaurioyotrascoleccionesdefósilesseguardabanenelsótano,debidoaque,según lehabíancontado,el tremendopesode loshuesospetrificadosprovocaríaelderrumbamientodelospisossuperiores.

—Lacolección sehallaenunacámaradel sextopiso—explicóMoriarty contonodedisculpacuandoentraronenunmontacargas—.Confíoenencontrarla.Yasabesquehayunlaberintodealmacenesahíarriba.

—¿SabesalgomásdeCharliePrine?—preguntóMargoenvozbaja.—No mucho. Por lo visto, no es sospechoso. Me temo que tardaremos

bastanteenverlo.EldoctorCuthbertmecomentóantesdecomerqueestámuytraumatizado.—Elhombremeneólacabeza—.Hasidoespantoso.

Yaenelquintopiso,MargosiguióaMoriartyalolargodeunampliopasadizo,y subieron por un tramo de peldaños metálicos. Los angostos y laberínticospasillosquecomponíanaquellaseccióndelasextaplantahabíansidoconstruidosbajolostejadosinclinadosdelmuseo.Acadaladohabíafilasdepuertasmetálicasbajas que comunicaban con las cámaras herméticas de las coleccionesantropológicasperecederas.Enelpasadosolíanserfumigadasperiódicamenteconuncompuestodecianurovenenosoconelfindeeliminarsabandijasybacterias.En laactualidad,seempleabanmétodosmássutilespara laconservaciónde laspiezas.

Diversos objetos se amontonaban contra las paredes de los pasadizos: unacanoadeguerra tallada,varios tótems,unahilerade tambores. Los trescientoscincuentakilómetroscuadradosdeespaciodisponibleestabanbienaprovechados,incluyendo huecos de escalera, pasillos y despachos de los conservadores másjóvenes.Sóloseexponíaelcincoporcientodeloscincuentamillonesdeobjetosyespecímenesconquecontabaelmuseo;alrestosóloteníanaccesoloscientíficoseinvestigadores.

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ElMuseodeHistoriaNaturaldeNuevaYork se componíadevariosedificiosgrandes,quealolargodelosañoshabíansidoconectadosparaformarunúnicoconjunto, amplio y complejo. A medida que Margo y Moriarty pasaban de unedificioaotro,eltechoascendía.Elpasadizoseramificóendiversospasillos.Unatenueluzsefiltrabaporunafiladeclaraboyassucias,queiluminabanestanteríasocupadaspormoldesenyesodecarasaborígenes.

—Dios, este lugar es enorme —murmuró Margo, estremecida de miedo ycontentaalavezporencontrarsesietepisosporencimadelososcurosespaciosdondehabíanperecidolosniños.

—El más grande del mundo —explicó Moriarty, mientras abría una puertamarcadaconelrótulo«Cen.ÁfricaD-2».

Encendió una bombilla de veinticinco vatios. Margo observó la diminutahabitación, atestada de máscaras, matracas de chamán, pieles pintadas yensartadas. Había también un grupo de palos largos coronados por cabezas. Elhombreindicóunosarmariosquecubríantodaunapared.

—Lasplantasseguardanallí.Lodemáseslaparafernaliadeloschamanes.Lacolecciónesmuyamplia,yEastman,eltipoquereunióelmaterialdeCamerún,noeramuymeticulosoenloreferentealadocumentación.

—Estoesincreíble—semaravillóMargo—.Noteníaniidea…—Escucha—interrumpióMoriarty—,no imaginas las cosasqueencontramos

cuandoempezamosa investigar para esta exposición.Sólo en esta secciónhaycasiciencámarasantropológicas,yjuroquealgunasnosehanabiertodesdehacecuarentaaños.

Depronto,Moriartysesentíamásconfiadoyanimado.Margodecidióquesirenunciabaa lachaquetade tweed,adelgazabaunoskilosycambiaba lasgafasporlentillas,casiseríaatractivo.

—La semana pasada —proseguía él—, hallamos una de las dos únicasmuestrasexistentesdeescriturapictográficayukaghir,¡enlacámaracontigua!Encuanto tenga tiempo, escribiré un artículo para el Journal of AmericanAnthropology.

Margo sonrió. El hombre se mostraba tan ilusionado como si hubieradescubiertounaobradesconocidadeShakespeare.Ellaestabaseguradequeelartículosólo interesaríaaunadocenade lectoresde larevista.Sinembargo,elentusiasmodeMoriartyeracomounaráfagadeairefresco.

—En cualquier caso—dijo Moriarty,mientras se subía las gafas—, necesitoque alguien me ayude a redactar el escrito que acompañará a la vitrina deCamerún.

—¿Quéquieresquehaga?—preguntóella,olvidandodemomentoelsiguientecapítulodesutesina.Elentusiasmodeljoveneracontagioso.

—Algo muy sencillo. Tengo el borrador aquí. —Extrajo un documento delmaletín—.Mira—añadió,pasandoundedoporlaportada—.Estoesunresumen.Sólotienesquedesarrollarelcontenido,haciendohincapiéenalgunosobjetosyplantas.

Margo examinó el documento. La redacción le llevaríamás tiempo del quehabíasospechado.

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—¿Quéextensióndebetener,porcierto?—Oh, entre diez y quince hojas, comomáximo. Te facilitaré los listados de

acceso y algunas notas descriptivas. Hemos de apresurarnos, pues faltan pocosdíasparalainauguración.

—Esperaunmomento.Setratadeuntrabajomuyextenso,yhedeescribirlatesina.

LadecepciónquereflejóelrostrodeMoriartyfuecasicómica.NoselehabíaocurridoqueMargotuvieraotrastareasquerealizar.

—Asípues,¿nopuedesayudarme?—Quizáencuentreunpocodetiempo—murmuróella.ElrostrodeMoriartyseiluminó.—¡Fantástico!Escucha,yaqueestamosaquí,tevoyaenseñarmáscosas.Lacondujohastaotracámaraeintrodujounallaveenlacerradura.Lapuerta

se abrió, revelando un sorprendente despliegue de cráneos de búfalo pintados,matracas,penachoseinclusounafiladeloqueMargoreconociócomoesqueletosdecuervoatadosconcuerocrudo.

—Jesús—exclamó.—Muestras de una religión—dijo Moriarty—. Espera a ver lo que vamos a

exponer;estoesloquehemosdesechado.Hemosconseguidounadelasmejorescamisas de la Danza del Sol. ¡Mira esto! —Abrió un cajón—. Grabacionesoriginales en cilindro de cera de las canciones del ciclo de la Danza del Sol,realizadas en 1901. Las hemos registrado en una cinta, y sonarán en la SalaSioux.¿Quéteparece?Unaexposiciónincreíble,¿verdad?

—Hacausadofurorenelmuseo,desdeluego—contestóconcautelaMargo.—Dehecho,nohaytantacontroversiacomolagentequierecreer.Noexisten

motivosparaenemistarlacienciaconladiversión.Margonopudoreprimirse.—Apuestoaquetujefe,Cuthbert,tehaindicadoesasdirectrices.—Siempre ha creído que las exposiciones deberían ser más accesibles al

públicoengeneral.Esposiblequelagenteacudaaéstaconlaesperanzadeverfantasmas, duendes y un espectáculo escalofriante…, y se lo brindaremos. Peroencontraránbastantemásdeloquesuponen.Además,lamuestraproporcionarámuchodineroalmuseo.¿Quétieneesodemalo?

—Nada.Margosonrió.YaseencargaríaSmithbackdecriticarlos.—Séque lapalabra«superstición»—prosiguióelhombre—,estácargadade

connotacionesnegativasparaalgunaspersonas;hueleaexplotación.Yesciertoque algunos de los efectos que estamos preparando para el espectáculo son…,bien…, un poco sensacionalistas. Por otro lado, una exposición con el título de«Religionesaborígenes»noresultaríatanatractiva,¿verdad?

Lamiróconunasúplicamuda.—Creo que nadie pone objeciones al título —replicó Margo—. Algunas

personasconsideranquevuestrosfinesnosondeltodocientíficos.Eljovennegóconlacabeza.—Sólo los conservadores antiguos y los chiflados como Frock. Eligieron

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«Supersticiones»enlugardelaexposiciónqueélhabíapropuesto;unaacercadelaevolución.Poresodespotricacontraésta.

LasonrisadeMargosedesvaneció.—EldoctorFrockesunantropólogobrillantísimo—afirmó.—¿Frock?EldoctorCuthbertopinaquehaperdidoeltino.«Esehombreesun

lunático»,dice.—Moriarty imitóel acentoescocésdeCuthbert. El sonidode suvozdespertóecosdesagradablesenlospasillostenebrosos.

—DudodequeCuthbertseatangenialcomotúcrees.—Vamos,Margo.Esunodelosmejores.—Comparado conel doctor Frock, no. ¿Quémedicesdel EfectoCalisto?Se

tratadeunodelostrabajosmásimportantesdenuestrosdías.—¿Cuenta con alguna prueba, por mínima que sea, para sustentar sus

especulaciones? ¿Se ha hallado algún rastro que demuestre la existencia deespeciesmonstruosasydesconocidas?—Negóconlacabezadenuevo,ylasgafasresbalaron peligrosamente por su nariz—. Todo teoría. Bien, la teoría tiene susitio,perohadeestarrespaldadaporeltrabajodecampo.Ysulameculos,GregKawakita, está animándole con ese programa de extrapolaciones que estádesarrollando. Supongo que Kawakita tiene sus propios motivos, pero es muytriste ver cómo una gran inteligencia se desvía por sendas tan infructuosas.PiensaenelnuevolibrodeFrock.¿Evoluciónfractal?Hastaeltítuloparecemásunjuegodeordenadorqueciencia.

Margo escuchaba con creciente indignación. Tal vez Smithback tenía razónrespectoaMoriarty.

—Bien—dijo—,considerandomirelaciónconeldoctorFrock,supongoquenoquerrás que participe en tu exposición. Podría estropear el guión. —Y dandomediavuelta,salióalpasillo.

Moriarty se quedó estupefacto. Demasiado tarde, recordó que Frock era eltutordeMargo.Corriótrasella.

—Oh, no, no; no quería decir…—balbuceó—. Por favor, sólo… Ya sabes queFrockyCuthbertsellevanfatal.Creoquesemehacontagiado.

SemostrabatancompungidoquelairadeMargosedesvaneció.—Nosabíaquesellevabantanmal—dijo,deteniéndose.—Oh,sí.Desdehacemuchotiempo.CuandoFrockelaboróelEfectoCalisto,

suprestigioenelmuseoempezóadeclinar.Ahora,sóloesjefededepartamentodenombre,yCuthbertllevalasriendas.Sóloheoídounaversióndelahistoria,porsupuesto.Losientomuchísimo.Meayudarásconlaredacción,¿verdad?

—Conlacondicióndequemesaquesdeestelaberinto—contestóMargo—.Hederegresaramidespacho.

—Oh,claro.Lolamento.Lametedura de pata había conseguido que su timidez retornara, y guardó

silenciomientrasbajabanhacialaquintaplanta.—Háblame más de la exposición. —Margo intentó tranquilizarle—. Me han

comentadoqueseexhibiránalgunosobjetosfabulosos.—Supongoque te refieres almaterial de la tribukothoga—dijoMoriarty—.

Sólounaexpediciónhaencontradorastrosdeella.Lafiguradesuanimalmítico,

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Mbwun, es… Bien, es una de las piezas principales de la muestra. —Vaciló—.Mejordicho,seráunadelaspiezasprincipales.Aúnnoestáexpuesta.

—¿Deveras?¿Vaisaesperarhastaelúltimomomento?—La situación es un poco peculiar. Escucha, Margo; esto es bastante

confidencial.—Moriartylaguiabaatravésdelospasadizos,hablandoenvozbaja—:Enlosúltimostiempos,losobjetoskothogahandespertadomuchointerésenpersonascomoRickman,eldoctorCuthbert…,inclusoWright,porlovisto.Sehasuscitadociertacontroversiaacercadelainclusióndelmaterialenlaexposición.Habrásoídohistoriassobrelamaldicióndelafigura,tonteríasdeesaclase…

—Nomuchas—repusoMargo.—La expedición que descubrió los objetos kothoga terminó trágicamente—

continuó Moriarty—, y desde entonces nadie se ha acercado al material, quepermaneceenlascajasoriginales.Lasemanapasada,fuerontrasladadasdesdeelsótano, donde se habían guardado durante todos estos años, hasta la zona deseguridad. Nadie ha tenido acceso a ellas, y no he podido preparar lamuestradefinitiva.

—¿Porquélastrasladaron?Entraronenelmontacargas.Moriartyesperóaquelapuertasecerrara.—Alparecer,lascajasfueronmanipuladashacepoco.—¿Qué?¿Insinúasquealguienlashaabierto?ElhombremiróaMargoconunaexpresióndesorpresa.—Yonohedichoeso.Girólallave,yelmontacargasdescendió.

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10

D'Agosta deseaba con todas sus fuerzas que la hamburguesa de queso conchilealojadaensuestómagodesapareciera.Demomentono lemolestaba,peroeraunapresenciaingrata.

Aquel lugar olía como todos; de hecho, hedía. Ningún desinfectante podíadisimularelolordelamuerte.Ylasparedescolorverdevómitodelaoficinadelforensenocontribuíanamejorarlasituación.Ytampocolacamilla,ahoravacía,situada como un huésped no invitado bajo las brillantes luces de la sala deautopsias.

Suspensamientosfueroninterrumpidosporlaentradadeunamujer,seguidade dos hombres. D'Agosta se fijó en las elegantes gafas y el cabello rubio queescapabapordebajodelgorrodecirujano.Lamujerseacercóytendiólamano.Elcarmíndesuslabiosseagrietóenunasonrisaprofesional.

—DoctoraZiewicz—sepresentó, acompañando sus palabras de un enérgicoapretón—.UsteddebeserD'Agosta.Ésteesmiayudante,eldoctorFredGross.—Indicó a un hombre bajo y esquelético—. Y éste es nuestro fotógrafo, DelbertSmith.

Delbertasintió,conlacámaraDeardorffapretadacontraelpecho.—¿Vieneaquíamenudo,doctoraZiewicz?—preguntóelteniente,ansiosode

repentepordeciralgo,loquefuera,contalderetrasarloinevitable.—La oficina del forense es mi segundo hogar —contestó la mujer con una

sonrisa—.Trabajoenelcampodela…¿cómolodiría?,medicinaforenseespecial.Cumploconmitareayentregouninforme.Despuésmeenterodeloquesignificapor losperiódicos.—Lomiróconcuriosidad—.Supongoqueyahabrávistoestaclasedecosasantes,¿verdad?

—Oh,sí.Continuamente.Lahamburguesaparecióconvertirseenunlingotedeplomoensuestómago.

¿Porquénohabíarecordadosucitavespertinaantesdeempezaradevorarcomouncerdo?

—Estupendo.—Ziewiczconsultósutablilla—.Aver,¿permisopaterno?Bien.Parecequetodoestáenorden.Fred,comenzaremosconel5-B.

Lamujerseenfundótresparesdeguantesdelátex,secolocóunamascarilla,gafasprotectorasyundelantaldeplástico.D'Agostahizolomismo.

Grossempujólacamillahastaeldepósitoysacóel5-B.Lafigurainformequeyacíabajoelplástico,conunbultoraroenunextremo,leparecióextrañamentecortaaD'Agosta.Elayudantedepositóelcadáveryunabandejasobrelacamilla,quetrasladóhastasituarladebajodelasluces,comprobólaetiquetadeltalóneinmovilizólasruedas.

Laforensemanipulóelmicrófonoquecolgabasobreelcuerpo.—Probando,uno,dos,tres…Fred,estemicronofunciona.Grossloexaminó.—Noloentiendo.Todoestáconectado—afirmó.D'Agostacarraspeó.

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—Estádesenchufado—dijo.Seprodujounbrevesilencio.—Bien —dijo Ziewicz—. Me alegro de que uno de los presentes no sea

científico. Si quiere hacer preguntas o comentarios, señor D'Agosta, diga sunombreyhableconclaridadhaciaelmicrófono.¿Comprendido?Todosegraba.Enprimerlugardescribiréelestadodelcadáver,yluegoempezaremosadiseccionar.

—Comprendido—respondióD'Agostaconvozinexpresiva.Diseccionar.Unacosaeraverel cadáver tendidoen lacamilla,perocuando

comenzabanacortarlo,asepararcapatrascapa…Noacababadeacostumbrarseaeso.

—¿Todo preparado? Estupendo. Día 27 demarzo, lunes, dos y cuarto de latarde. Somos la doctora Matilda Ziewicz y el doctor Frederick Gross. Nosacompañaelsargentodetective…

—TenienteVincent.—El tenienteVincentD'Agosta, delDepartamentodePolicía deNuevaYork.

Tenemosaquí…Fredleyólaetiqueta:—WilliamHowardBridgeman,número33-A-45.—Ahora,procederéaquitarlaenvoltura.Elgruesoplásticocrujió.Siguió un breve silencio. D'Agosta tuvo un fugaz vislumbre del perro

destripado que había visto por la mañana. «El truco consiste en no pensardemasiado. No pienses en tu Vinnie, que cumplirá ocho años la semana queviene»,sedijo,tratandodetranquilizarse.

LadoctoraZiewiczrespiróhondo.—Tenemosun varón caucásico, unmuchacho de unos…mmm…diez o doce

años;deestatura,bueno,resultaimposiblecalcularlaporquehasidodecapitado.Tal vez un metro cuarenta y cinco, un metro cincuenta. Peso, alrededor decuarenta y cinco kilos. Estos datos son aproximados. El estado del cuerpo nopermite distinguir marcas características. Color de los ojos y rasgos facialesindeterminados,debidoaltraumatismocranealmasivo.

»No se aprecian heridas o marcas anteriores en pies, piernas o genitales.Fred, haz el favor de frotar con la esponja la zona abdominal… Gracias. Seobservan numerosos desgarrones grandes que forman una herida extensa, deunos sesenta centímetros de largo y treinta de ancho; se inicia en la regiónpectoralanteriorizquierda,desciendeenunángulodecientonoventagradosporlos arcos costales y el esternón y termina en la región abdominal anteriorderecha. Parece que los pectoralis menor y mayor han sido arrancados de lacavidadtorácicaexterna,ylosintercostalesexternoseinternosestánseparados.Elcuerpoaparecedestripadoengradosumo.Elesternónhasidopartido,ylacajatorácica ha quedado expuesta. Hemorragiamasiva en la aorta… Es difícil verloantesdelavaryexplorar.

»Fred, limpia el borde de la cavidad torácica. Las vísceras que estánclaramenteexpuestassonelestómagoy los intestinosgruesoydelgado.Parecequelosórganosretroperitonealesestáninsitu.

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»Pasa laesponjaporel cuello, Fred. La zonadel cuellomuestra señalesdetraumatismo, algunas contusiones, tal vez indicativas de extravasación, posiblefracturadecolumna.

«Ahora,lacabeza…SantoDios.Fredcarraspeó.—Lacabezaestádecapitadaentreelatlasyelaxis.Todalaporciónoccipital

del calvario y la mitad del hueso parietal han quedado aplastadas, o tal vezperforadas y extraídas, por medios desconocidos, dejando un hueco de unosveinticincocentímetrosdediámetro.Elcráneoestávacío.Parecequeelcerebrosederramóofueextraídoporelhueco…Elcerebro,oloquequedadeél,sehallaenunabandejaa laderechade lacabeza;ydesconocemossuposiciónoriginalrespectoalcuerpo.

—Fueencontradoatrozoscercadelcadáver—aclaróD'Agosta.—Gracias,teniente.¿Dóndeestáelresto?—Esoesloúnicoquehabía.—No.Faltaalgo.¿Tienetodaslasfotosdellugardeloshechos?—Porsupuesto—respondióD'Agosta,esforzándosepordisimularsuirritación.—El cerebro presenta numerosas contusiones. Fred, dame un escalpelo del

número2yelespéculotransverso.ElponsVaroliiestáintacto,peroseparado.Elcerebelomuestradesgarronessuperficiales,peroporlodemáspermaneceintacto.Apenas se aprecian rastros de hemorragia, lo cual indica traumatismopostmortem.El fórnixestásujeto.Elcerebrohasidoseparadoporcompletodelmesencéfalo,yéstehasidobiseccionadoy…Mira,Fred,nohayregióntalámica.Ytampocopituitaria.Esoesloquefalta.

—¿Quéeseso?—preguntóD'Agosta.Seobligóamirarmásdecerca.Elcerebro,depositadoenlabandejadeacero

inoxidable, parecíamuchísimomás líquido que sólido.Desvió la vista. «Béisbol.Piensaenelbéisbol.Unbuentiro,elsonidodeunbate…»

—Eltálamoyelhipotálamo,losreguladoresdelcuerpo.—Losreguladoresdelcuerpo—repitióelteniente.—El hipotálamo regula la temperaturadel cuerpo, la presión sanguínea, los

latidosdelcorazónyelmetabolismodegrasasehidratosdecarbono,asícomoelciclosueño-vigilia.Sesuponequealbergaloscentrosdelplaceryeldolor.Esunórganomuycomplicado,teniente.

Laforenselomirófijamente,esperandootrapregunta.—¿Cómolohace?—preguntóD'Agosta,obediente.—Hormonas. Segrega centenares de hormonas reguladoras al cerebro y el

flujosanguíneo.—Ya—dijoelpolicía.Retrocedióunpaso.«Lapelotadebéisbolenelcentro

delcampo,eldelanteroreculaconelguantealzado…»—Fred,acércateymiraesto—ordenóZiewiczconbrusquedad.Elayudanteseinclinósobrelabandeja.—Parece…Bueno,nolosé…—Ánimo,Fred.—Bueno,escasi…—Seinterrumpió—.Escomounmordisco.

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—Exacto. ¡Fotógrafo! —Delbert avanzó a toda prisa—. Fotografía esto. Escomocuandounodemischicosmuerdeunpastel.

D'Agostaseaproximóunpocomás,peronovionadaespecialenaquellamasagrissanguinolenta.

—Es semicircular, como el mordisco de un humano, aunque más largo eirregulardeloquecabríaesperar.Analizaremosalgunoscortesparaaveriguarsicontienenenzimassalivales.Llevaestoallaboratorio,Fred;pidequelocongelenypractiquenmicrocortesaquí,aquíyaquí.Cincocortesentotal.Tiñealmenosunoconeosinayotroconenzimasdeactivaciónsalivar.

CuandoFredsemarchó,Ziewiczcontinuó.—Ahoradiseccionaréelcerebro.Ellóbuloposteriorestácontusionado;lógico

por cuanto fue extraído del cráneo. Fotografía. La superficie muestra tresdesgarrones o incisiones paralelas, de unos cuatro centímetros de profundidad,separadas entre sí por unos cuatro, milímetros. Procedo a analizar la primeraincisión. Fotografía. Teniente, ¿ve que estos desgarrones acaban convergiendo?¿Quéopina?

—No lo sé —dijo D'Agosta, y se acercó un poco más. «No es más que uncerebromuerto»,pensó.

—¿Uñas largas, tal vez? ¿Uñas afiladas? Vamos, ¿nos enfrentamos a unpsicópatahomicida?

FredregresódellaboratorioycontinuarontrabajandoenelcerebroduranteloqueaD'Agostaleparecióunaeternidad.Porfin,Ziewiczdijoasuayudantequeloguardaraenlanevera.

—Ahoraexaminarélasmanos—dijolamujeranteelmicrófono.Congrancuidadoretiróunabolsadeplásticodelamanoderecha,lalevantó,

lediolavueltayexaminólasuñas.—Se aprecian cuerpos extraños bajo las uñas de los dedos pulgar, índice y

anular.Fred,tresbuenasplatinas.—No eramás que un crío—dijoD'Agosta—. Es lógico que tuviera las uñas

sucias.—Talvez,teniente—contestóZiewicz.Extrajoelmaterialylodepositóenlas

pequeñasdepresionesdelasplatinas—.Fred,elzoom.Quieroobservaresto.La doctora colocó la platina sobre el portaobjetos, miró y ajustó el

instrumento.—Suciedadnormalbajoelpulgar,ajuzgarporsuaspecto.Losdemás,igual.

Fred,unanálisiscompleto,porsiacaso.Nohabíanadainteresanteenlamanoizquierda.—Ahora —continuó Ziewicz—, examinaré el traumatismo longitudinal de la

partefrontaldelcuerpo.Del,fotografíasaquí,aquíyaquí,ydondetúcreasquelaheridaseverámejor.Primerosplanosdelaszonasdepenetración.ParecequeelasesinoefectuólasincisionesenformadeYparanosotros,¿nocree,teniente?

—Sí—contestóél,ytragósaliva.Seprodujounasucesióndeflashes.—Pinzas —pidió Ziewicz—. Tres desgarrones irregulares situados en el

pectoralmayor,justoencimadelpezónizquierdo,penetranycortanelmúsculo.

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Procedoaabrirysondar laprimera incisiónenelpuntodeentrada.Sujetaahí,Fred.

»Ahora exploro la herida. Aprecio cuerpos extraños no identificados. Papelcristal,Fred.Parecetela,quizádelacamisadelavíctima.Fotografía.

El flashcentelleó,ydespués ladoctora levantóun trocitode loqueparecíahilo ensangrentado. Lo depositó sobre el envoltorio de papel cristal y continuósondandoensilencio.

—Hayotrocuerpoextrañoenelmúsculo,unoscuatrocentímetrosdebajodelpezónderechoen línea recta.Estáalojadoenunacostilla.Parecequeesduro.Fotografía.

Loextrajoylevantóungrumosanguinolentoquelaslargaspinzassujetaban.D'Agostaavanzóunospasos.—¿Quéeseso?¿Podemosecharaguayexaminarlo?Lamujerlomiróconunaligerasonrisa.—Fred,traeunvasodeaguaesterilizada.Cuando arrojó el objeto al interior y lo agitó, el líquido adquirió un tono

marrón.—Guardaelaguaparacomprobarsihaquedadoalgo—dijoZiewicz,yalzósu

descubrimientoalaluz.—SantoDios—murmuróD'Agosta—.Esunagarra,unajodidagarra.Ladoctorasevolvióhaciasuayudante.—Unbonitomonólogoparanuestracinta,¿verdad,Fred?

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11

Margoarrojó los librosy lospapelessobreelsofáyechóunvistazoalrelojcolocadosobreeltelevisor;lasdiezycuarto.Meneólacabeza.Undíaespantoso,increíble. Después de permanecer tantas horas en el museo, sólo habíaconseguidoañadirtrespárrafosasutesina.YaúnteníaquetrabajareneltextoexplicativodelexpositordeMoriarty.Suspiró,arrepentidadehaberaccedido.

Laluzdeneónprocedentedeunalicoreríasituadaalotroladodelaavenidasereflejósobrelaúnicaventanadelasaladeestarytiñólaestanciadeunazuleléctrico.Margoencendiólapequeñalámparadeltecho,seapoyócontralapuertay observó la desordenadahabitación conparsimonia. Por lo general, era pulcrahasta la obsesión, pero después de una semana de descuido, libros de texto,cartasdecondolencia,documentos legales,zapatosy jerseysseesparcíansobrelosmuebles;cartonesvacíosdecomidachina languidecíanenel fregaderoysuvieja máquina de escribir Royal yacía sobre el suelo de madera, junto a unabanicodepapeles.

Eldegradadobarrioenqueresidía(lapartealtadeAmsterdamAvenue)habíaproporcionadoasupadreotromotivoparainsistirenqueregresaraasucasadeBoston.

—Estelugarnoesparaunachicacomotú,Midge—habíadicho,utilizandosumote infantil—. Y ese empleo en el museo no es el más adecuado para ti;encerradadíatrasdíacontodosesosseresmuertosodisecadosycosasmetidasen tarros… ¿Qué clase de vida es ésa? Te compraríamos una casa en Beverly,Marblehead.Seríasmásfelizallí,Midge,losé.

Alpercatarsedequeelcontestadorautomáticoparpadeaba,Margoapretóelbotóndelmensaje.

«SoyJan.Hevueltohoyalaciudadyacabodeenterarme.Escucha,lamentomuchísimo la muerte de tu padre. Te llamarémás tarde, ¿de acuerdo? Quierohablarcontigo.Adiós.»

Esperó.Seoyóotravoz:«Margo,soytumadre.»Acontinuaciónsonóunclic.Lajovencerrólosojosyrespiróhondo.NopensabatelefonearaJan,aúnno;

ytampocoasumadre.Esperaríaaldíasiguiente.Yasabíaquélediríasumadre:«Has de regresar a casa para ocuparte de los negocios de tu padre. Él así lohabríaquerido.Noslodebesalosdos.»

Sedio la vuelta, seacomodó con laspiernas cruzadasentre lamáquinadeescribiryprocuróserenarse.Después,empezóateclear.Unosmomentosdespués,sedetuvoyfijólavistaenlaventana.Recordóquesupadrepreparabatortillas(loúnicoquesabíacocinar)losdomingosporlamañana.

—Eh,Midge—solíadecir—.Noestámalparaunviejoexsoltero,¿verdad?Algunas lucesde lacalleseapagabanamedidaque loscomercioscerraban.

Margo observó las pintadas, las ventanas entabladas. Tal vez su padre teníarazón;lapobrezanoeradivertida.

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La pobreza. Meneó la cabeza al recordar la última vez que había oído lapalabraylaexpresióndesumadrecuandolahabíapronunciado.Lasdosestabansentadas en el frío y oscuro despacho del albacea testamentario de su padre,escuchandolascomplicadasexplicacionesdeporquélafaltadeplanificacióndesupadre obligaba a la liquidación, a menos que algún miembro de la familia secomprometieraamantenerlosnegociosaflote.

Pensóenlospadresdelosdosniñosasesinados.Tambiénelloshabríandepositadograndesesperanzasensushijos.Yanunca

conocerían la decepción, y tampoco la felicidad. Luego sus pensamientosderivaronhaciaPrineysuszapatosensangrentados.

Selevantóyencendiómásluces.Debíaprepararlacena.Aldíasiguienteseencerraríaensudespachopara terminaraquel capítuloy trabajaríaenel textosobreCamerúnparaMoriarty.Yaplazaríaunadecisión,undíamás,comomínimo.Seprometióque,cuandoalasemanasiguienteacudieraasucitaconFrock,yalahabríatomado.

Elteléfonosonó.Descolgóelauricularmecánicamente.—Hola—dijo.Escuchóunmomento—.Ah,hola,mamá.

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Lanoche llegabaprontoalMuseodeHistoriaNatural.Cuandoseacercabanlas cinco de la tarde, el sol primaveral comenzaba a ponerse. En el interior,turistas,escolaresypadrescansadosdescendíanporlasescalinatasdemármolendireccióna lassalidas.Alpoco, losecosdegritosypasossedesvanecíanenlascámarasabovedadas.Unotrasotro,losexpositoresseapagaban,yamedidaquela noche avanzaba, las restantes luces proyectaban sombras fantasmagóricassobrelossuelosdemármol.

Un guardia solitario que efectuaba su ronda vagaba por una sala,canturreandoybalanceandounalargacadenadelaquecolgabandiversasllaves.Acababa de iniciar su turno, y vestía el habitual uniforme azul y negro. Hacíamuchotiempoquelanovedaddelmuseosehabíamarchitado.

«Estelugarmeponelacarnedegallina—pensó—.Fíjateenesehijodeputade allí. Unamierda nativa. ¿Quién coño pagaría dinero por ver esa porquería?Además,lamayoríaestámaldita.»

Desde una vitrina apagada una máscara le dirigió una sonrisa burlona.Aceleróelpasohastaelsiguientepuestodeguardia,dondegiróunallaveenunacaja que registraba la hora: 10.23. Al encaminarse hacia la siguiente sala,experimentólainquietantesensación,comotanamenudo,dequeunapresenciainvisibleduplicabaconsumacautelaelecodesuspasos.

Llegóalsiguientepuestodeguardiaygiró la llave.Lacajaemitióunclicyregistrólas10.34.

Sólo se tardaban cuatrominutos en alcanzar el siguiente puesto. Así pues,disponíadeseisminutosparafumarseuncanuto.

Seacurrucóenunhuecodeescaleraycerrólapuertaconllave.Miróhaciaeloscuro sótano, donde otra puerta comunicaba con un patio interior. Tendió lamanohaciaelinterruptordelaluzydeinmediatolaretiró.Eraabsurdollamarlaatención.Seaferróa labarandillademetalmientrasbajabadespacio.Yaenelsótano, avanzó pegado a la pared hasta que tanteó unamanija horizontal. Laaccionó,yelaireheladodelanochelegolpeóenlacara.Abrióunpocomáslapuertayencendióunporro.Asomadoalpatio,inhalóconplacerelhumoamargo.Una tenue luzprocedentedel lejano claustrodesiertoproporcionabaunapálidailuminación a sus movimientos. El zumbido del tráfico, atenuado por tantosmuros,pasillosyparapetosintermedios,parecíaprovenirdeotroplaneta.Sintió,aliviado, la cálida oleada del cannabis. Otra larga noche que lograría soportar.Cuandoterminódefumar,arrojólacolillahacialaoscuridad,sepasólamanoporelpelocortadoalrapeyseestiró.

Cuando estaba subiendo por la escalera, oyó que la puerta de abajo secerrabaconestrépito.Sedetuvo,estremecido.¿Habíadejado lapuertaabierta?No.Mierda,¿ysialguien lehabíavisto fumarelcanuto?Peronohabríapodidoolerelhumo,yenlaoscuridadhabríaparecidouncigarrillonormal.

Flotabaenel aireunextrañoolorapodridoquenada teníaquever conelporro.Noparpadeabaningunaluz,nisonabanpasossobrelospeldañosdemetal.

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Continuóascendiendo.Enelmomentoenquellegabaalrellanopercibióunrapidísimomovimientoa

susespaldas.Giróenredondo,yunfuertegolpeenelpecholoestampócontralapared. Lo último que vio fue cómo sus entrañas resbalaban escaleras abajo. Alcabodeuninstante,dejódepreguntarsededóndehabíasurgidoaquelhorror.

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MartesBillSmithbacksesentóenunapesadabutacaycontemplólafiguraangulosa

y afilada de Lavinia Rickman, que leía su arrugado manuscrito detrás delescritorio de madera de abedul. Dos uñas barnizadas de rojo brillantetamborileabansobre la lustrosa superficie.Elperiodista sabíaqueel tabaleonopreludiabanadabueno.Unmartesmuygrissecerníatraslasventanas.

Lahabitaciónno se correspondía conel típicodespachodemuseo.Faltabanlos desordenados montones de periódicos, revistas y libros que parecían uncomplemento indispensable en otras oficinas. En cambio, los estantes y elescritorio estaban adornados con bagatelas de todo el mundo: una muñecamejicana, un buda de latón del Tíbet, varias marionetas de Indonesia… Lasparedes estaban pintadas del verde institucional, y la habitación olía aambientadordepino.

Otrascuriosidadessedisponíanaambosladosdelescritorio,tanordenadasysimétricas como setos en un jardín francés: un pisapapeles de ágata, unabrecartas dehueso, unnetsuke japonés. Y en el centro delmotivo, se alzabaRickman,inclinadasobreelmanuscrito.Elpeloanaranjado,pensóSmithback,noconjuntabaconelverdedelasparedes.

Eltamborileoseaceleróuninstanteyluegodecrecióamedidaquelamujerpasabalaspáginas.Porfinvolviólaúltima,reuniólashojassueltasylascolocóenelcentrodelescritorio.

—Bien—dijo,levantandolavistaydedicándoleunaradiantesonrisa—.Tengoalgunaspequeñassugerencias.

—Oh.—La sección de los sacrificios humanos aztecas, por ejemplo, la considero

demasiadopolémica.—Sehumedecióeldedoybuscólapágina—.Aquí.—Sí,peroenlaexposición…—Señor Smithback, la exposición trata los temas con gusto. Esto, sin

embargo,carecedeél.Esdemasiadográfico.Cruzóelpárrafoconunrotulador.—Pero es absolutamente correcto—protestó el periodista, encogiéndosepor

dentro.—Me preocupa el énfasis, no la corrección. Algo puede ser completamente

correcto y dar una impresión incorrecta si se aplica un énfasis incorrecto.Permítame recordarle que en Nueva York contamos con una amplia poblaciónhispana.

—Sí,pero¿cómopuedeofenderesto…?—EliminaremosestapartesobreGilborg.Trazóunalíneasobreotrapágina.—Pero¿porqué…?Lamujersereclinóensubutaca.—SeñorSmithback, laexpediciónGilborg fueun fracasogrotesco.Buscaban

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unaislaquenoexistía.Unodelosmiembrosviolóaunanativa,detallequeustedrecalca con mucho celo. Nos tomamos la molestia de omitir toda mención aGilborg en nuestra exposición. ¿Realmente considera necesario documentar losfracasosdelmuseo?

—¡Perosuscoleccioneseransoberbias!—protestódébilmenteelperiodista.—Señor Smithback, dudo de que usted comprenda la naturaleza de este

encargo.—Seprodujoun largosilencioduranteelcualel tabaleosereanudó—.¿Acasocreequeelmuseolocontrató,leestápagando,paradocumentarfracasosycontroversias?

—Los fracasos y las controversias son consustanciales a la ciencia. ¿Quiénleeráunlibroque…?

—Muchas empresas que proporcionan dinero al museo se sentirían muymolestasporalgunasdeestasinformaciones—interrumpiólaseñoraRickman—.Y haymuchos grupos étnicos susceptibles, preparados para atacar a lamínimaprovocación.

—Peroestamoshablandodehechosquesucedieronhacecienaños…—¡SeñorSmithback!—LaseñoraRickmansólohabíaalzadounpoco lavoz,

pero el efecto fue sorprendente. Se hizo el silencio—. Señor Smithback, debodecirlecontodafranqueza…—Hizounapausa,selevantóconbrusquedad,rodeóelescritorioyseplantóanteelperiodista—.Debodecirle—continuó—queestátardandomásdeloquepensabaenasumirnuestropuntodevista.Noestáustedescribiendoun libroparauneditorcomercial.Hablandoenplata,queremosquenosdispenseelmismo trato favorablequeconcedióal acuariodeBostonensuanterior,ejem,encargo.—Sesentóenelbordedelescritorio—.Esperamosciertascosasalasquesindudatenemosderecho.—Empezóacontarconsushuesudosdedos—. Una: nada de controversias. Dos: nada que pueda ofender a gruposétnicos. Tres: nada que perjudique la reputación del museo. ¿Le parece pocorazonable?

LamujerseinclinóparaapretarlamanodeSmithbackentrelassuyas.—Yo…no…Elperiodistareprimióunimpulsocasiirresistiblederetirarlamano.—Entonces,asuntoconcluido.Lavinia Rickman volvió a sentarse detrás del escritorio y empujó el

manuscritohaciaelhombre.—Aún hemos de hablar de un asunto sin importancia.—Lo enunció con la

mayor precisión—: En algunas partes del manuscrito, cita comentarios muyinteresantes de personas «cercanas a la exposición», pero en ningúnmomentoidentificalasfuentesexactas.Carecedeimportancia,comocomprenderá,peromegustaríadisponerdelalistadedichasfuentes…paramisarchivos,nadamás.

Lededicóunasonrisaexpectante.AlgunasalarmassedispararonenlacabezadeSmithback.

—Bien —contestó con cautela—. Me encantaría ayudarla, pero la ética delperiodismo me lo impide. —Se encogió de hombros—. Ya sabe cómo son esascosas.

La sonrisa de la señora Rickman se desvaneció al instante, y abrió la boca

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parahablar. Entonces, paraalivio deSmithback, el teléfono sonó.Se levantó yrecogió sumanuscrito.Cuando sehallaba cercade lapuerta, oyóque lamujerrespirabahondo.

—¡Otrono!Lapuertasecerró.

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D'Agostano acababade acostumbrarse a laSala de losMonosAntropoides,donde se exhibían aquellos sonrientes y gigantescos chimpancés disecados ycolgados de falsos árboles, con brazos peludos, divertidas pollas realistas ygrandes manos con uñas reales. Se preguntó por qué los científicos habíantardadotantotiempoendeducirqueelhombredescendíadelmono.Tendríanquehabersedadocuentalaprimeravezqueecharonunvistazoaunchimpancé.Yenalgúnsitiohabíaoídoquelosmicoserancomoloshumanos,violentos,excitables,siempredándosedehostiasmutuamentehastamatarseydevorarse.«Dios,debedehaberotraformaderecorrerelmuseosinnecesidaddepasarporestasala»,pensó.

—Poraquí—indicóelguardia—,bajandolaescalera.Eshorroroso,teniente.Entréa…

—Yamelocontarámástarde—atajóD'Agosta.Despuésdelodelniño,estabapreparadoparatodo—.Dicequellevabauniformedeguardia.¿Loconocía?

—Nolosé,señor.El guardia señaló la oscura escalera que conducía a una especie de patio.

Abajo yacía el cadáver, en las sombras. Todo estaba manchado y salpicado denegro:el suelo, lasparedes, la luzdel techo.D'Agosta sabíamuybienquéeraaquello.

—Tú—dijoaunodelospolicíasqueleseguían—,traelinternas.Quieroqueseemprendaunabúsquedaexhaustivadehuellasy fibras. ¿Lapolicía científicaestáencamino?Esevidentequeelhombreestámuerto,demodoquemanténalejadosa losde laambulanciaduranteun rato.Noquieroque lo líen todo.—D'Agostabajólavistahacialaescalera—.Rediós—exclamó—,¿dequiénsonesashuellasdepisadas?Parecequealgúncapullohapisoteadoesecharcodesangre.Otalveznuestroasesinodecidiódejarnosunabuenapista.

Sehizoelsilencio.—¿Sonsuyas?—Sevolvióhaciaelguardia—.¿Cómosellama?—Norris,EricNorris.Comoledecía,yo…—¿Síono?—Sí,pero…—Cierreelpico.¿Sonésossuszapatos?—Sí.Verá,yo…—Quíteselos. Está estropeando la alfombra.—«Maldito entrometido», pensó

—. Llévelos al laboratorio forense y dígales que los guarden en una bolsa deplástico; ya saben qué han de hacer. Espéreme allí. No, no me espere. Ya lellamarémástarde.Quieroformularlealgunaspreguntas.No,quítese los jodidoszapatosaquí.—NoqueríaencontrarseconotroPrineentremanos.¿Quéocurríaenaquelmuseo?¿Porquélagenteseempeñabaenirporahípisoteandosangre?—.Tendráqueandarhastaallíencalcetines.

—Sí,señor.Unodelospolicíaslanzóunarisita.D'Agostalomiró.

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—¿Loencuentrasdivertido?Haesparcidolasangreportodoellugar.Notienegracia.

Eltenientedescendióhastalamitaddelaescalera.Aunquenopodíaverbienla cabeza, que yacía en un rincón alejado, con la cara hacia abajo, sabía quehallaríalapartesuperiordelcráneoabiertaylossesosdesparramados.Dios,enquérevoltijopodíallegaraconvertirseuncuerpo.

Unpasosonóenlaescaleradetrásdeél.—Policía científica—dijo un hombre bajo, seguido por un fotógrafo y varios

hombresmásconbatasdelaboratorio.—Por fin. Quiero luces allí, allí y allí, y todo cuanto necesite el fotógrafo.

Quieroquesedispongaunperímetroyqueserecojahastaelúltimohiloygranode arena. Quiero que empleen TraceChem en todo. Quiero…, bien, ¿qué másquiero?Quieroqueserealicentodos losanálisisconocidosyquetodoelmundorespete el perímetro, ¿entendido? Nada de jodiendas esta vez. —D'Agosta sevolvió—.¿Han llegado losdel laboratorio?¿Yel investigadordel forense?¿Osehanidoatomarcafé?—Introdujolamanoenelbolsillodelachaquetaenbuscade un puro—.Coloquen cajas de cartón sobre esas huellas. Y vosotros, cuandohayáis acabado, secad la zona alrededor del cadáver para que no vayamosrepartiendosangreportodaspartes.

—Excelente.D'Agostaoyóunavozserenaymelifluaasuespalda.—¿Quiéncojonesesusted?—preguntó.Sevolvióyvioaunhombrealtoy

delgado,vestidoconunelegantetrajenegro,enloaltodelhuecodelaescalera.Llevabaelcabellorubio,casiblanco,peinadohaciaatrás,sobreunosojosdecolorazulclaro—.¿Elenterrador?

—Pendergast—respondióelhombre,quebajóytendiólamano.Elfotógrafo,cargadoconsuequipo,leadelantó.

—Bien,Pendergast,serámejorquetengaunbuenmotivoparaestaraquí;delocontrario…

Elreciénllegadosonrió.—AgenteespecialPendergast.—Ah.¿FBI?Curioso,¿porquénomesorprendo?Bien,encantado,Pendergast.

¿Por qué coño no avisan antes por teléfono? Escuche, tengo un fiambredecapitadoydescerebradoahí.¿Dóndeestánlosdemás,porcierto?

Pendergastretirólamano.—Metemoquesólohevenidoyo.—¿Qué?Nojoda.Ustedessiempreacudenenmanada.Las lucesseencendierone iluminaronlacarniceríaquelosrodeaba.Todolo

que antes parecía negro adquirió color, y los diversos tonos de las vísceras sehicieronvisibles,aligualque,comosospechabaD'Agosta,eldesayunodeNorris,arrojado en mitad de un charco de fluidos corporales. El teniente apretó lasmandíbulas.Entoncesposólavistaenunpedazodecráneoque,situadoametroymediodelcuerpo,conservabaelcuerocabelludodelguardia.

—Oh, Dios —musitó D'Agosta, retrocediendo mareado. Delante del tipo delFBI, lapolicíacientíficayel fotógrafo,comenzóavomitar.«Nopuedocreerlo—

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pensó—. La primera vez en veintidós años, y me ocurre en el peor de losmomentos.»

La investigadora del juez de primera instancia, una joven vestida con unachaquetablancayundelantaldeplástico,aparecióenlaescalera.

—¿Quiénestáalmando?—preguntó,mientrassecalzabalosguantes.—Yo—respondióD'Agosta,ysesecólaboca.MiróaPendergast—.Almenos,

duranteunosminutos.TenienteD'Agosta.—DoctoraCollins—sepresentólainvestigadora.Seguidadeunayudante,se

acercóalcadáver,queestabanlimpiandodesangre—.Fotógrafo—llamó—.Voyadarlavueltaalcadáver.Unaseriecompleta,porfavor.

D'Agostadesviólavista.—Tenemostrabajo,Pendergast—dijocontonoautoritario.Señalóelvómito—.

No limpien eso hasta que la policía científica haya acabado con esta escalera.¿Entendido?—Todoelmundoasintió—.Necesitouninformedeentradasysalidas.Intenten identificar el cuerpo; si no es un guardia, que avisen a Ippolito.Pendergast, subamos al puesto de mando para coordinar nuestros esfuerzos.Regresaremoscuandoelequipohayaconcluidosutarea.

—Excelente—dijoelagentedelFBI.«¿Excelente?», pensó D'Agosta. El tipo hablaba como en el Sur profundo.

Había conocido individuos como aquél antes, y no tenían nada que hacer enNuevaYork.

Pendergastseinclinóysusurró:—Lasangrequesalpicalaparedesbastanteinteresante.D'Agostaechóunvistazo.—Nomediga.—Consideronecesarioqueseanaliceesasangre.EltenienteclavólavistaenlosojosdePendergast.—Buena idea —dijo por fin—. Eh, fotógrafo, haga una serie de primeros

planosdelasangrequehayenlapared.Yusted,usted…—McHenry,señor.—Quiero un análisis de esa sangre; identificación del origen, velocidad,

fuerza,uninformecompleto.—Sí,señor.—Loquierosobremimesadentrodetreintaminutos.McHenrycompusounaexpresiónafligida.—Deacuerdo,Pendergast.¿Algunaideamás?—No,eslaúnicaquesemehaocurrido.—Vámonos.En el puesto de mando provisional, todo se hallaba en su sitio. D'Agosta

siempre se encargaba de ello. No había ni una hoja de papel suelta, ningúnexpedientefueradelugar,ningunagrabadorasobrelamesa.Ofrecíaunaimagendeorden, comoaél legustaba.Todoelmundoestabaocupado,y los teléfonosteníanlaluzencendida.

Pendergastacomodósuflacafiguraenunasilla.Paraserunindividuoconunaspectotanformal,semovíacomoungato.D'Agostalehizounbreveresumende

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lainvestigación.—Muy bien, Pendergast —concluyó—. ¿Cuál es su jurisdicción? ¿La hemos

cagado?¿Noshanapartadodelcaso?Elagentesonrió.—No,enabsoluto.Porloqueacabodeoír,yohabríaactuadoigualqueusted.

¿Sabe, teniente?, hemos trabajado en este caso desde el principio, aunque loignorábamos.

—¿Porquélodice?—PertenezcoalaoficinadeNuevaOrleans.Estábamosinvestigandounaserie

deasesinatosmuyraros.Noentraréendetalles;lacuestiónesqueelcráneodelasvíctimashabíasidoabierto,yelcerebroextraído.Elmismomodusoperandi.

—Nojoda.¿Cuándoocurrióesto?—Hacevariosaños.—¿Hacevariosaños?Eso…—Sí. Los crímenes quedaron sin resolver. Primero intervino el ATF al

considerarse que se trataba de un asunto de drogas; luego, cuando el ATF nologróningúnprogreso,entróelFBI.Nopudimosavanzarporquelapistasehabíaenfriado.AyerleíuninformetelegráficosobreeldobleasesinatodeNuevaYork.Elmodusoperandi es demasiado… demasiado peculiar como para no establecerunarelación inmediata,¿nocree?Vineenaviónanoche.Oficialmente,noestoyaquí;mepresentarémañana.

D'Agostaserelajó.—Asípues,esusteddeLuisiana.Creíqueeraunchiconuevodelaoficinade

NuevaYork.—Yaacudirán.Cuandoentreguemiinformeestanoche,aparecerán.Detodas

formas,yoestaréalmandodelcaso.—¿Usted?EnNuevaYork,imposible.Pendergastsonrió.—Yoestaréalmando, teniente.He investigadoestecasoduranteaños,y la

verdad,me interesamucho.—La formaenquedijo«me interesa»provocóunaextraña sensación a D'Agosta—. No se preocupe, teniente, estoy dispuesto atrabajarconusted,talvezdeunaformadiferentealaoficinadeNuevaYork.Siusted accede a colaborar, claro está. Éste no es mi territorio y necesitaré suayuda.¿Quémedice?

Selevantóytendiólamano.«Joder—pensóD'Agosta—,losmuchachosdelaoficina de Nueva York lo descuartizarán en dos horas y media y enviarán lospedazosdevueltaaNuevaOrleans.»

—Trato hecho—dijo el teniente, estrechándole la mano—. Le presentaré atodoelmundo,empezandoporIppolito,eljefedeseguridad,conlacondicióndequecontesteaunapregunta.Hadichoqueelmodusoperandide losasesinatosde Nueva Orleans era el mismo. ¿Qué hay de las marcas de mordiscos queencontramosenelcerebrodelniñomayor?¿Ydelfragmentodeuña?

—Ajuzgarpor loquemehacontadode laautopsia, teniente, la forenseselimitó a especular sobre las marcas de mordeduras. Me interesa conocer losresultadosdelanálisisdesaliva.¿Hananalizadolauña?

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Mástarde,D'Agostarecordaríaquesólohabíarespondidoamedias.—Estánenello.Pendergast se reclinó en la silla y formó una tienda de campaña con las

manos;elcabellocasiblancolecaíasobrelafrente,yteníalamiradaperdidaenunpuntoindeterminadodelespacio.

—TendréquevisitaraladoctoraZiewiczcuandoexaminelacarniceríadehoy.—Oiga,Pendergast,porcasualidadnoestaráemparentadoconAndyWarhol,

¿verdad?—Nomegustamuchoelartemoderno,teniente.A pesar de que el lugar de los hechos estaba muy concurrido, el orden

predominaba.Todoelmundosemovíaconrapidezyhablabaenvozbaja,comoendeferenciaalmuerto.Elequipodeldepósitoyahabía llegadoysemanteníaapartado,observandoconpaciencialaactividadquesedesarrollabaantesusojos.PendergastconversabaconD'AgostaeIppolito,eljefedeseguridaddelmuseo.

—Le ruego queme complazca—dijo el agente del FBI al fotógrafo—. Tomeunafotodesdeaquí,así.—Pendergasthizounabrevedemostración—.Yunaseriedesdeloaltodelaescalera,yunasecuenciabajando.Tómesesutiempo,juegueconlosefectosdeluzysombra.

Elfotógrafolomirófijamenteuninstanteysealejó.PendergastsevolvióhaciaIppolito.—Una pregunta. ¿Por qué estaba el guardia…?, ¿cómo dijo que se llamaba,

señorIppolito?Jolley,FredJolley,¿porquéestabaaquíabajo?Noentrabaenelitinerariodesuronda,¿verdad?

—Verdad—concedióIppolito,quesehallabacercadelaentradadelpatio;sucarahabíaadquiridountonoverdoso.

D'Agostaseencogiódehombros.—¿Quiénsabe?—Ya—dijoPendergast,mirandohaciaelpatioqueseextendíaalotroladode

laescalera.Erapequeñoyprofundo.Paredesdeladrillosealzabanentresdeloslados—.Ydicequecerrólapuertadetrásdeél.Hemosdesuponerquesalióporaquí, o se dirigía en esta dirección. Hummm. La lluvia demeteoritos de Taurollegóasuapogeoaproximadamentealahoraenqueseprodujoelcrimen.TalvezJolley eraun astrónomoen ciernes, cosa quedudo.—Permaneció inmóvil unosinstantesymiróalrededor.Luegosevolvióhaciaellos—.Creoquepuedoexplicarquéhacíaaquí.

«Joder,unauténticoSherlockHolmes»,pensóD'Agosta.—Bajó por la escalera para entregarse a uno de sus vicios; marihuana. El

patioesunlugaraisladoybienventilado,perfectopara,hum,fumarunpocodehierba.

—¿Marihuana?Sóloesunasuposición.—Creoquehevistolacolilla—afirmóPendergast,señalandohaciaelpatio—

juntoalquiciodelapuerta.—Yonoveonada—dijoD'Agosta—.Eh,Ed.Echaunvistazoa labasede la

puerta.Ahí.¿Quéeseso?—Uncanuto—contestóEd.

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—¿Qué os pasa, tíos? ¿Sois incapaces de encontrar un jodido canuto? Osordenéquerecogieraishastaelúltimogranodearena,porlosclavosdeCristo.

—Aúnnohabíamosllegadoaesazona.—Deacuerdo.—MiróaPendergast.«Bastardosuertudo.Talvezeseporrono

eradelguardia.»—Señor Ippolito —dijo lentamente el agente del FBI—, ¿es normal que su

personaltomedrogasprohibidasenhorariodetrabajo?—DeningunamaneraydudomuchodequeFredJolley…Pendergastleacallóconunmovimientodelamano.—Supongoquepodráexplicartodasesaspisadas.—Sondelguardiaquedescubrióelcadáver—dijoD'Agosta.Pendergastseagachó.—Cubren por completo cualquier huella que pudiera haber quedado —dijo,

conelentrecejofruncido—.Laverdad,señorIppolito,deberíahaberenseñadoasushombresarespetarellugardondesehacometidouncrimen.

Ippolitoabriólabocaylacerródeinmediato.Eltenientereprimióunasonrisaburlona.

Pendergast echó a andar despacio hacia una gran puerta metálicaentreabiertasituadabajolaescalera.

—Oriénteme,señorIppolito.¿Adóndedaestapuerta?—Aunpasillo.—¿Queconducea…?—Bien, lazonadeseguridadsehallaa laderecha.Elasesinonopudovenir

porahí,porque…—Perdonequelecontradiga,señorIppolito,peroestoyconvencidodequeel

asesinoaparecióporahí—replicóPendergast—.Déjemeadivinar;alotroladodelazonadeseguridadseencuentraelsótanoantiguo,¿verdad?

—Exacto—dijoIppolito.—Dondehallaronalosdosniños.—Bingo—dijoD'Agosta.—Esazonadeseguridadsemeantoja interesante,señorIppolito.¿Echamos

unvistazo?Alotroladodelapuertademetaloxidado,unahileradebombillasiluminaba

unlargopasillo.Elsueloestabacubiertodelinóleodesgastado,ydelasparedescolgabanmuralesquerepresentabanactividadesdelosindiospueblo,comomolerelgrano,tejerycazarciervos.

—Muy bonitos —aprobó Pendergast—. Es una pena que los guarden aquíabajo.ParecenobrastempranasdeFremontEllis.

—Antes se exponían en la Sala del Sudoeste—explicó Ippolito—. Creo quecerróenlosañosveinte.

—Ah—dijo Pendergast, examinando una de las pinturas—. Es un Ellis, sinduda. Santo cielo, éstos sonmaravillosos. Fíjense en la luz de esa fachada deadobe.

—¿Cómolosabe?—preguntóIppolito.—Bueno,cualquieraqueconozcaaEllisloshabríareconocido.

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—No,mereferíaacómosabequeelasesinovinoporaquí.—Supongo que es una intuición —dijo Pendergast mientras observaba el

siguientecuadro—.Mire, cuandoalguienasegura«es imposible», tengo lamalacostumbrede contradeciraesapersonaen los términosmáspositivosposibles.Unacostumbremuymalaquemecuestareprimir.Claroqueahorasabemosqueelasesino,vinoporaquí.

—¿Cómo?—Ippolitoparecíaconfuso.—Fíjeseenestaestupendaplasmaciónde laantiguaSantaFe. ¿Havisitado

algunavezSantaFe?Seprodujounsilenciomomentáneo.—Er,no—respondióeljefedeseguridad.—DetrásdelaciudadhayunacordillerallamadalasierradeSangredeCristo.—¿Y?—Bien,esasmontañasadquierenuntonorojizocuandoelsolsepone,pero

notanrojo,diríayo.Esoessangredeverdad,yreciente.Esunapenaquehayaestropeadoelcuadro.

—Putamierda—mascullóD'Agosta—.Mireeso.Unaampliafranjadesangrecruzabaelcuadro.—Elcrimenessiempremuysucio.Encontraremosrastrosdesangreportodo

elpasillo.Teniente,lagentedellaboratoriotendráquetrabajaraquí.—Hizounapausa—.Acabaremosnuestropequeñopaseoyluegolesdiremosquevengan.Megustaríaseguiradelanteybuscarunaprueba,sinolesimporta.

—Comosiestuvieraensucasa—dijoD'Agosta.—Camine con cuidado, señor Ippolito. Les pediremos que, además de las

paredes,examinenelsuelo.Llegaronaunapuertacerradaconuncartelde«Prohibidoelpaso».—Éstaeslazonadeseguridad—dijoIppolito.—Ya veo —contestó Pendergast—. ¿Por qué se ha creado esta zona de

seguridad,señorIppolito?¿Acasoelrestodelmuseoesinseguro?—Deningunamanera—seapresuróacontestarelhombre—.En lazonade

seguridad se almacenan objetos raros y valiosos. Éste es el museo mejorprotegido del país. Hace poco instalamos un sistema de puertas metálicasdeslizantesconectadasalequipoinformático;encasoderoboelmuseoquedaríacerradoensecciones,comoloscompartimientosestancosde…

—Mehagounaidea,señorIppolito,muchasgracias—interrumpióPendergast—.Interesante.Unaantiguapuertaforradadecobre—susurró,examinándolaconatención.

D'Agostaobservóqueel revestimientodecobrepresentabahendiduraspocoprofundas.

—Melladuras recientesa juzgarporelaspecto—afirmóelagentedel FBI—.¿Quédeduce?—preguntó,señalandohaciaabajo.

—Hostia—murmuróD'Agostacuandoexaminólaseccióninferiordelapuerta.Elmarcodemaderahabíaquedadoconvertidoenunamasadeastillas,comosiunasgarraslohubierandestrozado.

Pendergastretrocedió.

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—Quieroqueanalicen toda lapuerta, teniente,por favor.Yahora,echemosun vistazo al interior, señor Ippolito, si es tan amable de abrir la puerta sinmanosearla.

—Nodebodejarentraranadiesinpermiso.D'Agostalomiróconincredulidad.—¿Pretendequetraigamosunajodidaordenjudicial?—Oh,no,no,esque…—Haolvidadolallave—sospechóPendergast—.Esperaremos.—Regresoenseguida—dijoIppolito,ysuspasossealejaronporelpasillo.Cuandodejarondeoírse,D'Agostasevolvióhaciaelagenteespecial.—Lamento decirlo, Pendergast, pero me gusta su forma de trabajar. Ha

demostradogranastuciacon lodelcuadroysabecómotrataraIppolito.BuenasuerteconloschicosdeNuevaYork.

Pendergastsonreíadivertido.—Gracias.Elsentimientoesmutuo.Mealegrodetrabajarconusted,teniente,

ynoconunodeesostiposresabiados.Ajuzgarporloquepasóenelpatio,aúntienecorazón.Siguesiendounserhumanonormal.

D'Agostarió.—No,nofueeso,sinolosjodidoshuevosrevueltosconjamón,quesoytomate

quedevoréeneldesayuno.Yaquelcortealcero.Odioloscortesalcero.

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Lapuertadelherbarioestabacerrada,comodecostumbre,pesealletreroquerezaba«Nocierrenestapuerta».«Vamos,Smith,séqueestásahí.»Margollamódenuevo,conmásfuerza,yoyóunavozquejumbrosa.

—¡Deacuerdo,noseaimpaciente!¡Yavoy!Lapuertaseabrióporfin,yBaileySmith,elviejoayudantedeconservador

del herbario, se sentó ante su escritorio lanzando un suspiro de irritación ycomenzóaexaminarelcorreo.

Margo avanzó con resolución. Daba la impresión de que aquel hombreconsideraba su trabajo una grosera imposición. Y cuando por fin se decidía acolaborar, costaba callarle. En circunstancias normales, habría enviado unasolicitud por escrito para evitar el mal trago, pero necesitaba estudiar losespecímenesdeplantaskiribituloantesposiblepararedactarelsiguientecapítulode su tesina. Aún no había concluido el texto que le había pedido Moriarty.Además,habíaoídorumoresacercadeotrohorribleasesinato,acausadelcualelmuseopermaneceríacerradoelrestodeldía.

BaileySmithtarareabaunamelodía,sinprestarlamenoratenciónalajoven.Ella sospechaba que, aunque tenía casi ochenta años, sólo fingía sordera paramolestaralagente.

—¡SeñorSmith!—llamóenvozalta—.Necesitoestosejemplares,por favor.—Deslizóunalistasobrelasuperficiedelamesa—.Ahoramismo,siesposible.

Smithgruñó,selevantódelabutacaycogiólahoja.Larepasóconungestodedesaprobación.

—Seguramente tardaré un tiempo en localizarlos. ¿Qué tal mañana por lamañana?

—Porfavor,señorSmith.Mehancomentadoquetalvezcerraránelmuseodeunmomentoaotro.Necesitoesosespecímenes.

Elancianobarruntó laoportunidaddecharlarunpocoyadoptóunaactitudmáscordial.

—Unasuntoterrible—dijo,meneandolacabeza—.Nohabíavistonadaigualenloscuarentaydosañosquellevoaquí.Detodasformas,nopuedodecirquemesorprenda—añadió,conuncabeceosignificativo.

Margonoquisoseguirlelacorriente.—Noeselprimero,porloquemehandicho,ytampocoseráelúltimo.—Se

volvió con la lista y la sostuvo ante su nariz—. ¿Qué es esto? ¿Muhlenbergiadunbarii?Notenemosnadadeeso.

DeprontoMargooyóunavozasuespalda.—¿Noeselprimero?Era Gregory Kawakita, el joven ayudante de conservador que la había

acompañado al bar lamañana anterior.Margo había leído su biografía; hijo depadres acaudalados, había quedado huérfano muy joven, abandonado suYokohamanatalycrecidoconunosparientesenInglaterra.Despuésdeestudiaren el Magdalene College de Oxford y realizar su tesina de licenciatura en el

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InstitutoTecnológicodeMassachusetts,habíasidocontratadoenelmuseocomoayudantedeconservador.EraelprotégémásbrillantedeFrock,porlocualMargole guardaba cierto resentimiento. Para ella, Kawakita no parecía la clase decientífico que desearía asociarse con Frock;mientras que el primero poseía unsexto sentido para la política delmuseo, el segundo se había convertido en unpersonaje controvertido, un iconoclasta. No había duda de que Kawakita erabrillante, y colaboraba con Frock en la experimentación de un modelo demutacióngenéticaquesólolosdosparecíancomprenderensutotalidad.BajolasdirectricesdeFrock,KawakitaestabadesarrollandoelExtrapolador,unprogramacapaz de comparar y combinar códigos genéticos de especies distintas. Cuandotrabajabanconsusdatosenelpoderosoordenadordelmuseo,elrendimientodelsistema se reducía hasta tal punto que la gente decía que no superaba lasfuncionesdeunacalculadorademano.

—¿No es el primer qué? —preguntó Smith, lanzando una mirada pocoamistosaalreciénllegado.

MargodirigióunamiradadeadvertenciaaKawakita,quienrespondió:—Hadichoalgoacercadequeestecrimennoeselprimero.—¿Es necesario, Greg? —le susurró Margo—. Nunca conseguiré los

especímenes.—Nada de esto me sorprende —afirmó Smith—. Ahora bien, no soy un

hombresupersticioso.—Seapoyósobrelamesa—.Éstanoeslaprimeravezqueunservagapor lospasillosdelmuseo.Almenos,eso comenta lagente,desdeluego,yonolocreo,¿saben?

—¿Unser?—preguntóKawakita.Margolepropinóunlevepuntapiéenlaespinilla.—Melimitoarepetir loquetodoelmundoasegura,doctorKawakita.Nome

gustapropagarfalsosrumores.—Porsupuesto—dijoelcientífico,yguiñóunojoaMargo.Smithlededicóunamiradasevera.—Cuentan que lleva aquí mucho tiempo. Vive en el sótano, come ratas,

ratones y cucarachas. ¿Han observado que no se ven ratas ni ratones en elmuseo?Debería haber; bien sabeDios queNuevaYork está infestado.Curioso,¿verdad?

—Nomehabíafijado—dijoKawakita—.Locomprobaré.—Además, hubo un investigador que criaba gatos para un experimento —

prosiguió Smith—. Creo que se llamaba Sloane. Sí, el doctor Sloane, delDepartamento de Conducta Animal. Un día, una docena de gatos escaparon, y¿sabenqué?Nuncavolvieronaverlos.Desaparecidos.Uncasorealmentecurioso.

—Talvezsemarcharonporquenohabíaratasquecomer—sugirióKawakita.Smithignoróelcomentario.—Algunosafirmanqueesesersaliódeunadeaquellascajasllenasdehuevos

dedinosaurioquellegarondeSiberia.—Ya. —Kawakita trató de simular una sonrisa—. Dinosaurios sueltos en el

cementerio.Elancianoseencogiódehombros.

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—Yosólorepitoloqueoigo.Otrospiensanquesetratadealgoprocedentedeunadelastumbassaqueadasalolargodelosaños;algúnobjeto,porsupuesto,comolamaldicióndelreyTut,yasaben.Si les interesamiopinión, lesdiréqueaquellos tipos se lo merecían. No me importa cómo lo llamen, arqueología,antropología o vudulogía, paramí eso es un robo descarado. No se les ocurresaquearlastumbasdesusabuelas,peronovacilanalahoradeentrarenladeotroyllevarsetodossusbienes.¿Noesasí?

—Desdeluego—contestóKawakita—.Pero¿porquédijoqueestosasesinatosnoeranlosprimeros?

Smithlosmiróconairedeconspirador.—Bien,sicomentaaalguienqueyoselohecontado, lonegaré.Unoscinco

añosatrás sucedióalgomuyextraño.—Hizouna largapausaparaaumentarelefecto del relato—. Un conservador llamado Morrissey, Montana, o algo por elestilo,participóenunadesastrosaexpediciónalAmazonas.Yasabenacuálmerefiero;aquellaenquetodoslosmiembrosfueronasesinados.Elcasoesqueundía desapareció, sin más. Nadie volvió a saber de él. La gente comenzó amurmuraralrespecto.Por lovisto,unguardiaoyódecirquehabíanencontradosucadáver,horriblementemutilado,enelsótano.

—Entiendo—dijoelcientífico—.¿CreequefueobradelaBestiadelMuseo?—Yonocreonada—seapresuró,acontestarSmith—.Leheexplicadoloque

heoído,nadamás.Leaseguroquemehancontadomontonesdehistorias.—¿Alguien ha visto a este, ejem, ser? —preguntó Kawakita sin poder

disimularunasonrisa.—Sí, señor. Un par de personas, de hecho. ¿Conoce a Carl Conover, el del

taller? Afirma que lo vio hace tres años. Llegó unamañana temprano y lo viodesaparecertrasunaesquinadelsótano,aplenaluzdeldía.

—¿Deveras?¿Quéaspectotenía?—Bien…—El anciano se interrumpió. Por fin se había dado cuenta de que

aquelhombreseburlabadeél.Laexpresióndelviejocambió—.Supongo,doctorKawakita,queseparecíaunpocoalseñorJimBeam.

Kawakitasequedóperplejo.—¿Beam?Creoquenoloconozco…BaileySmithprorrumpióencarcajadas,yMargonopudoevitarsonreír.—Gregory,intentadecirqueConoverestababorracho.—Ya —dijo Kawakita, molesto—, por supuesto. —Su buen humor se había

desvanecido.«Nolegustaqueledevuelvanlasbromas—pensóMargo—.Legustahacerlas,

peronorecibirlas.»—Bien—dijoelcientíficoconbrusquedad—,necesitounosespecímenes.—Esperaunmomento—protestóMargocuandoelhombredejósulistasobre

lamesa.ElancianoleechóunvistazoymiróaKawakita.—¿Quétaldentrodedossemanas?—preguntó.

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Variospisosmásarriba,eltenienteD'Agosta,sentadoenunenormesofádecuero,chasqueóla lengua,descansóunapiernarechonchasobre larodillade laotraypaseó lavistaporelestudiodel conservador.Pendergast,arrellanadoenuna butaca detrás de un escritorio, estaba absorto en un libro de litografías.SobresucabezacolgabaungrancuadrodeAudubon,conmarcorococódorado,queplasmabael ritodeapareamientodelairónblanco.Unartesonadode roblecon la pátina de un siglo se alzaba sobre las paredes revestidas de molduras.Elegantes lámparas doradas pendían del techo, y una gran chimenea de piedracaliza de lasDolomitasmuy labrada dominaba una esquina de la sala. «Bonitahabitación—pensóelteniente—.Dineroantiguo,NuevaYorkantiguo.Tieneclase.Noesunsitioparafumarunpurodedospavos.»Encendióuno.

—Pasandelasdosymedia—dijo,yexhalóhumoazul—.¿DóndedemoniossehabrámetidoWright?

Pendergastseencogiódehombros.—Intentaintimidarnos—afirmóypasóotrapágina.D'AgostaobservóunmomentoalhombredelFBI.—Ya conoce a esos peces gordos de los museos. Creen que pueden hacer

esperar a cualquiera —dijo por fin—. Wright y sus colegas nos tratan como aciudadanosdesegunda.

Pendergastpasóotrapágina.—Noteníaniideadequeelmuseoposeíaunacolecciónenteradebocetosdel

ForodePiranesi[2]—murmuró.D'Agostaresopló.«Debedeserinteresante»,pensó.Despuésdecomer,habíatelefoneadosubrepticiamenteaalgunosamigosdel

FBI. Resultó que no sólo habían oído hablar de Pendergast, sino que tambiénconocíanciertosrumoresquecorríansobreél.Sehabíagraduadoconhonoresenuna universidad inglesa; debía de ser cierto. Oficial de fuerzas especiales quehabíasidocapturadoenVietnamyhuidodespuésdelaselva;únicosupervivientedeuncampodeconcentracióncamboyano.D'Agostaalbergabadudasalrespecto.Encualquiercaso,suopiniónsobreaquelhombrecomenzabaacambiar.

Lapuertamaciza seabrióyentróWright, seguidodel jefede seguridad.EldirectordelmuseosesentóconbrusquedadfrentealagentedelFBI.

—SupongoqueustedesPendergast.—Eldirectorsuspiró—.Acabemosdeunavez.

D'Agostaseacomodóparapresenciarelespectáculo.Seprodujoun largosilenciomientrasPendergastpasabapáginas.Wrightse

removióenlasilla.—Siestáocupado—dijoconirritación—,volveremosenotromomento.ElrostrodePendergastquedabaocultotraselgruesolibro.—No—dijoporfin—.Ésteesunbuenmomento.Pasóotrapáginaconparsimonia,yluegootra.Eltenienteobservóconplacercómoeldirectorenrojecía.

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—Nonecesitamosaljefedeseguridadenestareunión—dijolavozdetrásdellibro.

—ElseñorIppolitointervieneenlainvestigación…Derepente,losojosdelagenteaparecieronporencimadellibro.—Yo estoy al mando de esta investigación, doctor Wright —afirmó con

tranquilidadPendergast—.SielseñorIppolitoestanamable.ElhombredirigióunamiradanerviosaaWright,queagitólamanoamodode

despedida.—Escuche,señorPendergast—dijoeldirectorencuantolapuertasecerró—,

dispongodemuypocotiempo.Confíoenquelaentrevistaseabreve.Pendergastdepositóconcuidadoeltomoabiertosobreelescritorio.—Amenudopiensoqueestasobras tempranasdePiranesi son lasmejores.

¿Noopinalomismo?Wrightcompusounaexpresióndeestupefacción.—Noséquétienequeveresocon…—murmuró.—Sus obras posteriores son interesantes, por supuesto, pero demasiado

fantasiosasparamigusto—añadióelagenteespecial.—Dehecho—empezóeldirectorcontonopedagógico—,siemprehepensado…Ellibrosecerróconunestruendosimilaraundisparo.—De hecho, doctor Wright —dijo con firmeza Pendergast, abandonando su

anteriorcortesía—,eshoradequeolvideloquesiemprehapensado.Lepropongounjuego:yohabloyustedescucha.¿Comprendido?

Wrightenmudeció,ysucaraenrojeciódeira.—SeñorPendergast,noconsentiréquemehabledeesamanera…Elagenteleinterrumpió:—Porsinohaleídolostitularesdelosperiódicos,doctorWright,leinformode

que se han cometido tres espantosos asesinatos en estemuseo en las últimascuarenta y ocho horas. Tres. La prensa insinúa que un animal feroz es elresponsable.Laafluenciadepúblicohadescendidoenun50porcientodesdeelfindesemana.Supersonalestámuypreocupado,porexpresarlodeunamanerasuave. ¿Se hamolestado en dar hoy un paseo por elmuseo que dirige, doctorWright? Lo encontraría muy edificante. La sensación de miedo resulta casipalpable. Los empleados, cuando se atreven a abandonar un momento susdespachos,salenengrupos.Elpersonaldemantenimientoevitabajaralsótanoantiguoargumentandocualquierexcusa.Noobstante,ustedactúacomosinadaocurriera.Créame,doctorWright,estásucediendoalgomuygrave.

Pendergast se inclinó y cruzó lentamente los brazos sobre el escritorio. Sepercibíaalgo tanamenazadoren supostura, tan fríoen sus clarosojos,queeldirectorseencogiódeformainconsciente.D'Agostacontuvoelaliento.

—Podemosafrontarelproblemadetresmaneras—prosiguióelagente—:asumanera,amimaneraoalamaneradelFBI.Hastaelmomento,laineficaciadesus métodos ha quedado demostrada. Tengo entendido además que lainvestigaciónpolicialsehavistosutilmenteobstruida.Lasllamadastelefónicasnosuelenatenderse,yelpersonalestá siempreocupadoo ilocalizable. Losqueseencuentran disponibles, como por ejemplo el señor Ippolito, no sirven de gran

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ayuda.Lagentesepresentatardealascitas.Todoestobastaparadespertarmissospechas.Sumanerayanoesaceptable.

Pendergast esperó la reacción del director. Como no se produjo ninguna,prosiguió:

—Encircunstanciasnormales,elFBIpropondríacerrarelmuseoycancelarlasexposiciones.Estoacarrearíaunapublicidadnegativa,seloaseguro,yresultaríamuycaroaloscontribuyentesyaustedes.Mimanera,encambio,esunpocomássuave.Sinoseproduceningúncambio,elmuseopuedepermanecerabierto;conciertascondiciones,claro.Enprimerlugar,debeasegurarmelatotalcolaboracióndelpersonaldelmuseo.Necesitaremoshablarconustedyotroscargosdirectivosde vez en cuando, y quiero una disponibilidad total. Además,me facilitará unalistaenqueconstetodoelpersonal.Interrogaremosatodoslostrabajadoresqueestuvieran, o pudieran estar, cerca de la escena del crimen. No habráexcepciones.Estableceremosunhorario,ytodoelmundotendráqueacudiralahoraconcertada,conpuntualidad.

—Perohaydosmilquinientosempleados…—protestóWright.—Ensegundo lugar—atajóPendergast—,apartirdemañana limitaremosel

accesode losempleadosalmuseohastaque la investigaciónconcluya.El toquedequedaseimponeparagarantizarlaseguridaddelpersonal;almenos,esolesdirá.

—Peroaquíserealizaninvestigacionesvitales…—Entercerlugar…—PendergastapuntóaWrightcontresdedos—.Devezen

cuandonosveremosobligadosacerrarelmuseo,totaloparcialmente.Enalgunoscasos,sólosenegarálaentradaalosvisitantes;enotros,tambiénseimpediráelacceso al personal. Tal vez avisemos con poca antelación. Esperamos que locomprenda.

LafuriadeWrightaumentó.—Elmuseosólosecierra tresdíasalaño:Navidad,AñoNuevoyAcciónde

Gracias.Estonotieneprecedentes.Seráterribleparanuestroprestigio.—Dirigióa Pendergast una mirada larga y calculadora—. Además, dudo de que tengaautoridad para hacer eso. Creo que deberíamos… —Se interrumpió al ver quePendergasthabíadescolgadoelauriculardelteléfono—.¿Quéhace?—preguntó.

—DoctorWright,empiezoahartarme.QuizádeberíamosconsultaralministrodeJusticia.

Pendergastcomenzóamarcar.—Un momento —exclamó Wright—. Creo que podemos discutirlo sin

involucraraotraspersonas.—Usteddecide—replicóelagente,marcandoelúltimonúmero.—Cuelgue, por el amor de Dios —ordenó el director, enfurecido—.

Cooperaremos,porsupuesto…,siemprequesearazonable.—Muybien.Sienelfuturoconsideraquealgoesirrazonable,podemosrepetir

lajugada.Colgóelauricularcondelicadeza.—Sivoyacolaborar,creoquetengoderechoaquesemeinformedelcursode

las investigaciones desde la última atrocidad. Por lo visto, no han avanzado

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demasiado.—Desde luego, doctor. —Pendergast fijó la vista en los papeles que

descansaban sobre el escritorio—. Según la hora registrada en los relojes delmuseo, la última víctima, Jolley, falleció poco después de las diez y media deanoche. La autopsia lo confirmará. Como sabe, fue desgarrado, como lasanterioresvíctimas.Lomataronmientrasefectuabasuronda,aunqueelhuecodelaescaleraenquesehallóelcadávernoestabaincluidoenelrecorridohabitual.Tal vez oyó un ruido sospechoso, o quizá se detuvo para fumar un canuto. Dehechoseencontróunacolilladeuncigarrillodemarihuanacercadelapuertaquecomunicaba con el patio. Se realizarán los análisis oportunos para averiguar sitomódrogas.

—Dios, sólo nos faltaba eso—murmuróWright—. Pero ¿no han conseguidopistasútiles?¿Quéhaysobreesodelanimal?Usted…

Pendergastlevantólamanoparaacallarlo.—Preferiríanoespecularhastaquehablemosdelaspruebasobtenidasconlos

expertos,algunosde loscuales talvezpertenezcanasuplantilla.Oficialmente,aúnnohemosencontradoningúnrastroqueindiquelapresenciadeunanimalenlascercanías.

»El cadáver fue hallado al pie de la escalera, si bien era evidente que elataque se había producido cerca del rellano, pues la sangre y las vísceras seesparcían a lo largo de la escalera. O rodó o fue arrastrado. Si no cree enmipalabra,doctorWright,véaloporustedmismo.

Pendergast levantó un sobre de papel manila del escritorio, extrajo unafotografíayladepositósobrelamesa.

—Oh,Diosmío—exclamóWright—.QueDiosnosasista.—Lapareddeladerechaestabacubiertadesangre—explicóelagente—.Aquí

tienelafotografía.LapasóaWright,queseapresuróacolocarlasobrelaprimera.—Será sencillo efectuar un análisis de trayectoria de las salpicaduras de

sangre—continuóPendergast—.Enesecasopareceevidentequeseprodujountremendo golpe dirigido hacia abajo que destripó al instante a la víctima. —Guardó las fotografías y consultó su reloj—. El tenienteD'Agosta se pondrá encontactoconustedparacomprobarquetodosellevaacabosegúnlasdirectricesque hemos establecido —anunció—. Una última pregunta, doctor, ¿cuál de susconservadoressabemássobrelascoleccionesdeantropologíadelmuseo?

DiolaimpresióndequeeldoctorWrightnolehabíaoído.—EldoctorFrock—respondióporfinconvozapenasaudible.—Muybien.Ah,doctor…Lehedichoantesqueelmuseopuedepermanecer

abierto,sitodosigueigual.Sialguienmásesasesinadoentreestasparedes,nosveremos obligados a cerrarlo de inmediato. El asunto quedará en mis manos.¿Comprendido?

Alcabodeunosminutos,Wrightasintió.—Excelente. Soy muy consciente, doctor, de que la exposición

«Supersticiones» se inaugura este fin de semana, y de que se ofrecerá unapresentaciónelviernesporlanoche.Megustaríaquelainauguraciónnosufriera

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retrasos, pero todo dependerá de lo que descubramos durante las próximasveinticuatrohoras.Laprudenciapuedeforzarnosaretrasarla.

ElpárpadoizquierdodeWrightempezóatemblar.—Eso es imposible. Toda nuestra campaña demárketing se iría a pique. La

publicidadseríadesastrosa.—Yaloveremos—replicóPendergast—.Amenosquetengaalgoqueañadir,

noleretendremospormástiempo.Wright,pálido,selevantóysindecirpalabrasaliódeldespachomuyerguido.D'Agostasonriócuandolapuertasecerró.—Haablandadoconmuchaeleganciaaesebastardo—comentó.—¿Quésignificaeso,teniente?—preguntóPendergast.Sereclinóenlabutaca

ycogióellibroconrenovadoentusiasmo.—Vamos,Pendergast—dijoD'Agosta,mirandofijamentealagentedelFBI—.

Hecomprobadocómosedesprendedelamáscaradeamabilidadcuandoleplace.Elagenteespecialparpadeóconairedeinocencia.—Losiento,teniente.Pidodisculpassimehecomportadodeformaincorrecta.

Sencillamente, no soporto a estos burócratas engreídos. Me temo que enocasiones me muestro muy brusco con ellos. —Alzó el libro—. Es una malacostumbrequemecuestamuchoreprimir.

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EllaboratoriodabaalríoEast,alotroladodelcualsealzabanlosalmacenesyedificiossemiderruidosdeLongIslandCity.LewisTurowsedetuvoantelaventanay contempló una enorme barcaza que, cargada de basura y rodeada deincontablesgaviotas,avanzabahaciaelmar.«ProbablementelosdesperdiciosqueNuevaYorkproduceenunminuto»,pensó.

Turowdio laespaldaa laventanaysuspiró.OdiabaNuevaYork,perohabíadecididovivirallíparaasí trabajarenunode losmejores laboratoriosgenéticosdel país. La otra alternativa consistía en ser empleado de una instalaciónmediocre enclavada en algún delicioso pueblo rural. De momento se habíadecantadoporlaciudad,perosupacienciacomenzabaaagotarse.

Oyó un pitido bajo, seguido del suave siseo de una miniimpresora. Losresultadosestabansaliendo.Otropitidoanuncióquelaimpresiónhabíaconcluido.ElordenadorOmega-9Parallel,valoradoentresmillonesdedólaresycompuestopor una hilera de grandes cajas grises que ocupaban una pared, quedó ensilencio.Sóloalgunaslucesindicabanquealgoestabaocurriendo.Eraunmodeloespecialmente diseñado para secuenciar ADN y trazar mapas genéticos. Turowhabíallegadoallaboratorioseismesesantesatraídoporaquellamáquina.

Sacó el papel de la bandeja y lo examinó. La primera página contenía unresumen de los resultados, seguido de una secuencia de los ácidos nucleicosdetectadosen lamuestra.A continuación, seextendían columnasde letrasqueidentificabanlassecuenciasprimariasylosmapasgenéticosdelgrupoobjetivo.

Enestecaso,elgrupoobjetivolocomponíanfelinosdegrantamaño.Habíansolicitadocomparacionesgenéticasconeltigreasiático,eljaguar,elleopardoyellince.Turowhabíaañadidolapantera,puestoquesugenéticaerabienconocida.El grupo de control elegido para comprobar que el proceso de comparacióngenéticahabíasidoelcorrectoylamuestraacertada,era,comodecostumbre,elHomosapiens.

Examinóelresumen:Prueba3345A5990MUESTRA:LABCRIMNYCLA-33RESUMENGRUPOOBJETIVO %coincidencias GradoconfianzaPantheraleo 5,5 4%Pantheraonca 7,1 5%Felislynx 4,0 3%Felisrufa 5,2 4%Acinonixjubatus 6,6 4%

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GRUPODECONTROLHomosapiens 45,2 33%«Bien,estoesunachorrada»,pensó.Lamuestracoincidíamásconelgrupo

decontrolqueconelgrupoobjetivo;exactamentelocontrariodeloquetendríaquehabersucedido.Habíasóloun4porcientodeposibilidadesdequeelmaterialgenéticopertenecieraaungranfelino,yun33porcientodequepertenecieraaunserhumano.

Un33porciento;demasiadobajo,perodentrodelaprobabilidad.Eso significaba que para calcular el grado de coincidencia debería acudir a

GenLab,unaenormebasededatosinternacional(doscientasgigasyenaumento)que contenía secuencias de ADN, esquemas y mapas genéticos de miles deorganismos, desde bacterias Escherichia coli al Homo sapiens. Compararía losdatosconlosqueleofrecieraGenLabparaaveriguardedóndeprocedíaelADN.Debía de tratarse de algo cercano al Homo sapiens. El porcentaje no era losuficientementealtoparaperteneceraunmono,aunquetalvezsíaunparientedellemur.

ATurowselehabíadespertadolacuriosidad.Hastaentoncesnisiquierasabíaque el laboratorio trabajaba para el Departamento de Policía. «¿Qué coño lesindujoapensarqueestamuestraprocedíadeunfelino?»,sepreguntó.

Los resultados ocuparon unas ochenta páginas. El secuenciador de ADNimprimió losnucleoides identificadosen formatode columna. Indicabaespecies,genesidentificadosysecuenciasnoidentificadas.Turowsabíaquelamayoríadelassecuenciasaparecían«noidentificadas»,puestoqueelúnicoorganismocuyomapagenéticoestabacompletoeraelE.coli.

C-G*G-TNoidentificadoG-GG-T*G-GHomosapiensT-T*C-GT-T*A-TA-IalleleT-T*T-GmarcadorG*G-GC*T-TAIC-C*A-AComienzoC-T*A-APolimorfismoG-T*A-A*T-A*G-T*G-G*T-T*T*G-T*T*T-A*T*A-T*T-T*G-T*C-C*

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C-GAIFinPoli.Turowrepasó losdatosy trasladóelpapelasuescritorio.Pulsandoalgunas

teclasdelSPARCestación10,podíaaccedera informacióndemilesdebasesdedatos. Si el Omega-9 no poseía la información que buscaba, se conectaríaautomáticamenteconInternetyencontraríaunordenadorquelacontuviera.

Examinó lahoja impresaconmásatencióny fruncióelentrecejo.«Debedetratarsedeunamuestradeficiente—pensó—.DemasiadoADNsinidentificar.»

A-ANoidentificadoA-THemidactylusA-T'TturcicusA-T'Ccont'dA-T'T-C*A-T'C-C*A-T'T-G*T-T'G-G*G-G'G-G*G-G'G-G*A-A*HemidactylusG-GHemidactylusT-TturcicusG-GturcicusT-G*G-G*G-C**G-T**T-G**C-A**A-C**Dejó de pasar las páginas. H abía algo muy extraño. El programa había

identificado una cadena de ADN como perteneciente a un animal llamado«Hemidactylusturcicus».

«¿Quécoñoeseso?»,pensóTurow.Labasededatosdenomenclaturabiológicaseloaclaró:NOMBRECOMÚN:GECOTURCO.«¿Qué?,pensóTurow.Tecleó«expandir».HEMIDACTYLUSTURCICUS:GECOTURCO.ZONADEDISTRIBUCIÓNORIGINAL:NORTEDEÁFRICA.ACTUAL ZONA DE DISTRIBUCIÓN BIOLÓGICA: FLORIDA, BRASIL, ASIA

MENOR,NORTEDEÁFRICA.LAGARTO DE TAMAÑO MEDIO DE LA FAMILIA GECO; GEKKONIDAE,

ARBÓREO,NOCTURNO,CARECEDEPÁRPADOSMÓVILES.Turowabandonó labasededatosmientras la información todavíadesfilaba.

Eraabsurdo,sinduda.¿ADNdelagartoyADNhumanoenlamismamuestra?Noera la primera vez que ocurría algo semejante. No podía echar la culpa alordenador. Era un procedimiento inexacto, y de cualquier organismo sólo seconocíanpequeñísimasfraccionesdelassecuenciasdeADN.

Revisó la lista impresa. Menos del 50 por ciento de las coincidencias eranhumanas; una proporción muy baja, suponiendo que el sujeto fuera humano,aunquenoimposibleenunamuestradeficiente.Ysiempreexistíalaposibilidadde

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la contaminación. Un par de células extraviadas podían arruinar todo unmuestreo.Estaúltimaposibilidadseleantojacadavezmásplausible.«Bien,¿quése puede esperar del Departamento de Policía de Nueva York?», se dijo. Nisiquiera eran capaces de pillar al tipo que vendía crack en la esquina de suedificio.

Prosiguió el examen. «Espera —pensó—, aquí hay otra secuencia larga:Tarentolamauritanica.»Se introdujoen labasededatosytecleóelnombre.Lapantallaleinformó«Tarentolamauritanica:lagartija.»

«Un respiro, por favor—pensó—. Esto es una tomadura de pelo.» Echó unvistazoalcalendario:el1deabrileraelsábado.[3]

Echóareír.Unabromamuybuena,cojonuda.Nuncahubierapensadoquealviejo Buchholtz se le ocurriría tomarle el pelo de aquella manera. Bien, éltambiénteníasentidodelhumor.Empezóelinforme:

MuestraLA-33Resumen:MuestraidentificadadeformaconcluyentecomoHomoGekkopiens,

nombrevulgar,hombre-geco…Encuantohuboterminadoel informe, loenvióarriba.Despuésfueabuscar

un café, sin dejar de reír. Se sentía orgulloso de cómo lo habíamanejado. Sepreguntó de dónde demonios había sacado Buchholtz las muestras de geco.«Debió de comprarlas en una tienda de animales domésticos.» Imaginó aBuchholtz mezclando muestras de células de dos o tres gecos con unas pocasgotasdesangre.«VamosaverquéhaceelnovatodeTurowconesto.»

Cuando regresó al laboratorio con el café, Turow lanzó una carcajadaestentórea.DescubrióqueBuchholtzestabaesperándole,muyserio.

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MiércolesFrock,sentadoenlasilladeruedas,seenjugólafrenteconunpañueloGucci.—Siéntese, por favor—invitó a Margo—. Gracias por venir tan deprisa. Es

espantoso,sencillamenteespantoso.—Pobreguardia—dijoella.Nadieenelmuseohablabadeotracosa.—¿Guardia?—Frocklevantólavista—.Ah,sí,unatragedia.No,mereferíaa

eso.—Alzóunacircular—.Contienetodaclasedenormasnuevas.Muymolesto.Apartirdehoy,elpersonalsólopuedepermanecereneledificioentrelasdiezylascinco.Quedaprohibidotrabajarhastatardeoacudirlosdomingos.Seapostaránguardiasencadadepartamento.Habráquefirmarcadavezqueseentreysalgadel Departamento de Antropología. Se pide que llevemos encima en todomomento alguna identificación; de lo contrario, resultará imposible acceder almuseo.—Siguióleyendo—.Veamos…¿quémás…?Ah,sí.«Procurepermanecerenla medida de lo posible en su sección asignada.» Y he de advertirle que debeevitarentrarsolaenlaszonasaisladasdelmuseo.Sinecesitairaalgunaparte,intentequealguienlaacompañe.Lapolicíainterrogaráaquienestrabajanenelsótanoantiguo.Ustedhadepresentarseaprincipiosdelasemanaqueviene.Seprohíbeelaccesoavariasseccionesdelmuseo.

Dejólacircularsobrelamesa.Margovioqueincluíaunplanodelpisoconlaszonasprohibidassombreadasenrojo.

—Nosepreocupe—añadióFrock—.Sudespachosehallafueradelazona.«Fantástico —pensó ella—. Precisamente fuera, donde el asesino estará

acechando.»—Pareceuna soluciónbastante complicada,profesor Frock. ¿Porquéno se

hanlimitadoacerrartodoelmuseo?—No me cabe duda de que lo propusieron, querida. Estoy seguro de que

Winston les disuadió de ello. Si «Supersticiones» no se inaugura en la fechaprevista,elmuseo tendrágravesproblemas.—Señaló la circular—.¿Damosporzanjadoelasunto?Hayotrascosasdelasquequierohablarconusted.

Margo asintió. «El museo tendrá graves problemas.» Su compañera dedespacho,al igualque lamitaddelpersonal,había telefoneadoaquellamañanapara avisar que estaba enferma.Quienes se presentaban formaban corrillos entorno a lasmáquinas de café o las fotocopiadoras para intercambiar rumores ycomentarios.Además,lassalasdeexposicióndelmuseoestabancasivacías.Losvisitantes habituales (familias en vacaciones, grupos escolares y niñosalborotadores) comenzaban a escasear. En aquellos momentos el museo atraíasobretodoalosmorbosos.

—Teníacuriosidadporsabersihabíaobtenidoalgunaplantaparaelcapítulosobreloskiribitu—continuóFrock—.HepensadoqueseríaunejercicioútilparalosdossometerlasalExtrapolador.

Elteléfonosonó.—Malditasea—mascullóelcientíficoydescolgóelauricular—.¿Sí?—Siguió

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un largo silencio—. ¿Es preciso? —preguntó. Hizo una pausa—. Si insiste —concluyó. Colgó y exhaló un suspiro—. Las autoridades me piden que baje alsótano. Dios sabrá para qué. Se trata de un tal Pendergast. ¿Le importaríaempujarlasilla?Charlaremosporelcamino.

Yaenelascensor,Margoexplicó:—Conseguí algunos especímenes en el herbario, aunque no tantos como

quería.¿SugierequelossometamosalESG?—Exacto —contestó Frock—. Dependerá del estado de las plantas, por

supuesto.¿Haymaterialimprimible?ESG significaba «Extrapolador Secuencial Genético», el programa que

KawakitayFrockhabíanelaboradoparaanalizarimpresionesgenéticas.—La mayoría de las plantas está en buen estado —admitió Margo—. Pero,

doctorFrock,nosédequépuedenserviralExtrapolador.«¿EstoycelosadeKawakita?—sepreguntó—.¿Poresomeresisto?»—MiqueridaMargo,susituaciónesideal—exclamóFrock,ysuentusiasmole

impulsóallamarlaporelnombre—.Ustednopuedereproducirlaevolución,perosí simularla con ordenadores. Tal vez esas plantas estén relacionadasgenéticamente, de acuerdo con la clasificación que los chamanes kiribitudesarrollaron.¿Noseríainteresanteparasutesina?

—Nomelohabíaplanteado—reconocióMargo.—Ahoraestamosprobandoelprograma,ynosconvendríarealizarunestudio

comoése—prosiguióFrock,muyanimado—.¿PorquénoproponeaKawakitaquetrabajenjuntos?

Margo asintió. En realidad, estaba convencida de que Kawakita no desearíacompartirsunotoriedad(nisiquierasuinvestigación)connadie.

La puerta del ascensor se abrió a un puesto de control custodiado por dospolicíasarmadosconfusiles.

—¿EsustedeldoctorFrock?—preguntóuno.—Sí—contestó,irritado.—Acompáñenos,porfavor.Margoempujólasillaatravésdevariasencrucijadashastallegaralsegundo

puesto de control, donde se hallaban otros dos policías y un hombre alto ydelgado que vestía un fúnebre traje negro y llevaba el cabello, de un rubioblanquecino, peinado hacia atrás. Cuando los policías apartaron la barrera, seadelantó.

—Usteddebede ser el doctor Frock—dijo, y tendió lamano—.Graciasporbajar.Comoyaledije,esperootravisita;poresonopudeirasudespacho.Dehaber sabido que estaba…—señaló la silla de ruedas con unmovimiento de lacabeza—,noselohabríapedido.AgenteespecialPendergast.

«Unacentocurioso—pensóMargo—.¿Alarma?EstetiponopareceunagentedelFBI.»

—Noimporta—dijoFrock,apaciguadoporlacortesíadePendergast—.Éstaesmiayudante,laseñoritaGreen.

MargoestrechólafríamanodePendergast.—Esunhonorconocerauncientíficotandistinguidocomousted—continuóel

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agente—.Esperodisponerdetiempolibreparaleersunuevolibro.—Gracias.—En él, usted aplica la denominada «Ruina del Jugador» a su teoría de la

evolución, ¿no es cierto? Siempre he considerado que apoyaba su hipótesisbastantebien,sobretodosidaporsentadoquelamayoríadelosgénerossurgencercadelafronteraabsorbente.

Frockseirguióenlasilla.—Bien,ah,pensaba incluir ciertas referenciasaesoenmipróximo libro.—

Dabalaimpresióndequenoencontrabalaspalabras.Pendergastindicóconuncabeceoalosdosagentesquevolvieranacolocarla

barrera.—Necesitosuayuda,doctorFrock—murmuró.—Cuenteconella.A Margo le asombró la rapidez con que Pendergast se había granjeado la

simpatíadesututor.—Debopedirleque,demomento,guardeensecretoestaconversación—dijo

Pendergast—.¿Medasupalabra?¿Yusted,señoritaGreen?—Porsupuesto—contestóFrock.Margoasintió.El agentehizouna señaaunode lospolicías,quede inmediato le entregó

unabolsadeplásticograndeconunaetiquetaenqueseleíalapalabra«prueba».ExtrajodeellaunobjetopequeñoyoscuroquetendióaFrock.

—Loquetieneensusmanoseselmoldeenlátexdelagarraencontradaenunodelosniñosasesinadoslasemanapasada.

Margo se inclinó para examinarla. Curvada y mellada, debía de mediralrededordedoscentímetrosymedio.

—Unagarra—musitóFrock,observándoladetenidamente—.Muyextraña;yodiríaquesetratadeunafalsificación.

Pendergastsonrió.—Nohemos logrado identificar suorigen,doctor,perodudodequeseauna

falsificación.Enelcanaldelaraízsehadetectadounpocodemateriaqueestánsecuenciando para analizar el ADN. Los resultados son aún ambiguos, y losanálisiscontinúan.

Frockenarcólascejas.—Interesante.—Yahoramireesto—dijoPendergastaltiempoqueintroducíalamanoenla

bolsa y sacaba un objeto mucho mayor—. Es una reconstrucción de lo quedesgarróalniño.

SeloentregóaFrock.Margo miró el molde con desagrado. En un extremo, el látex aparecía

moteadoydeformado,mientrasqueenelotrolosdetallessepresentabanclarosy bien definidos; terminaba en tres garras engarriadas: una central, grande,flanqueadapordosmáscortas.

—¡Santocielo!—exclamóFrock—.Parecedeunsaurio.—¿Saurio?—preguntóPendergast,escéptico.

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—Deundinosaurio—dijoFrock—.Untípicomiembrodelanterodeornitisquio,diríayo,conunadiferencia.Fíjeseaquí.Eldígitocentralesmuygrueso,entantoquelasgarrassondemasiadopequeñas.

Pendergastarqueólascejasenseñaldesorpresa.—Bien, señor—dijo lentamente—, nos inclinamos hacia los felinos de gran

tamaño,ohaciaalgúnotromamíferocarnívoro.—Usted sabrá, señor Pendergast, que todos los depredadores mamíferos

tienencincodedos.—Por supuesto, doctor. Si me lo permite, me gustaría explicarle nuestra

hipótesis.—Desdeluego.—Unateoríasebasaenqueelasesinoestáutilizandoesto—alzóelmiembro

—comoarmaparadespedazarasusvíctimas.Sospechamosqueloquesostengoen lamano es la imitación de algún objeto fabricado por una tribu primitiva apartirde,porejemplo,unmiembrodelanterodejaguaroleón.AlparecerelADNestádeteriorado.Talvezsetratedeunapiezaantigua,propiedaddelmuseo,quefuerobadaconposterioridad.

Frockhabíabajado la cabezahasta apoyarla sobreel pecho.Seprodujounsilencio sólo roto por los pasos de los policías que vigilaban las barreras. Frockhablóporfin:

—¿Sedetectóalgunagarrarotaenlasheridasdelguardiaasesinado?—Unabuenapregunta.Compruébeloustedmismo.Introdujolamanoenlabolsadeplásticoyextrajounapesadaplacadelátex;

unrectángulolargocontressalientesmelladosenelcentro.—Éste es un molde de las heridas abdominales del guardia —explicó

Pendergast.Margoseestremeció.Suaspectoeraescalofriante.Eldoctorexaminólossalientesconsumaatención.—La penetración debió ser extraordinaria; la herida nomuestra indicios de

unagarrarota.Portanto,sugierequeelasesinoutilizadosobjetosdistintos.Pendergast asintió. Frock inclinó la cabeza una vez más. El silencio se

prolongóunosminutos.—Otracosa—dijoderepenteenvozmuyalta—.¿Observaquelasmarcasde

lagarrasejuntanunpoco?Estánmásseparadasarribaqueabajo.—Sí—concedióelagente.—Como una mano que se cierra y forma un puño. Eso indica que el

instrumentoesflexible.—Sin duda —reconoció Pendergast—. No obstante, la carne humana es

bastante blanda y se deforma con facilidad. No hay que extraer demasiadasconclusiones de estos moldes. —Hizo una pausa—. Doctor Frock, ¿falta algúnobjetodelacoleccióncapazdecausarestosefectos?

—No existe ninguna pieza semejante en la colección—respondió Frock conuna ligera sonrisa—. Esto no pertenece a ningún animal vivo que yo hayaestudiado. ¿Se ha fijado en que esta garra tiene forma cónica y una raízmuyprofunda? ¿Observa cómo se va ahusando hasta adquirir una forma de cruz

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tripiramidalcasiperfectacercadelapartesuperior?Estacaracterísticasólosedaendosclasesdeanimales:dinosauriosyaves.Poresemotivoalgunosbiólogosevolutivospostulanquelospájarosdesciendendelosdinosaurios.Sinofueratanlarga,diríaqueesunpájaro;porlotanto,debedeperteneceraundinosaurio.—Dejó la garra de látex sobre el regazo y levantó la vista—. Una personainteligente familiarizada con la morfología del dinosaurio podría ser capaz demoldear una garra como ésta, desde luego, y utilizarla como arma mortal.Supongo que habrán analizado el fragmento original para averiguar si estácompuesto de materia biológica auténtica, como por ejemplo queratina, o dematerialinorgánico.

—Sí,doctor.Esauténtica.—¿EstánsegurosdequeelADNeraauténtico?—Sí—contestóPendergast—.Comoyaheexplicado,procedíadelcanaldela

raíz,nodedebajodelacutícula.—¿PuedopreguntarledequéeraelADN?—Aúnnotenemoselinformedefinitivo.Frocklevantóunamano.—Comprendido. Dígame, ¿por qué no utilizan los laboratorios de ADN del

museo?Nuestrasinstalacionessontanbuenascomocualquieradelestado.—En efecto, doctor, pero no sería correcto proceder así. Si los análisis se

efectuaran en el lugar de los hechos, ¿podríamos confiar en los resultados,teniendo en cuenta que tal vez el asesino fuera el encargado de manejar losaparatos?—Sonrió—. Espero que perdonemi insistencia, doctor; ¿le importaríaconsiderar la posibilidad de que esta arma haya sido construida a partir dereliquiaspertenecientesa lacoleccióndeantropología,ypensarenunobjetouobjetosqueguardensemejanzaconestemolde?

—Comoquiera—contestóFrock.—Gracias.Volveremosahablardeellodentrodeunpardedías.Entretanto,

¿seríaposibleconseguiruninventarioimpresodelacoleccióndeantropología?Frocksonrió.—¿Seismillonesdepiezas?Consulteelcatálogodelordenador.¿Deseaquele

instalenunaterminal?—Talvezmásadelante—respondióPendergast.Introdujolaplacadelátexen

labolsadeplástico—.Suofertaesmuyamable.Elpuestodemandosehallaenlagaleríasituadadetrásdelasaladereprografía.

Sonaronpasosasusespaldas.MargosevolvióyviolaaltafiguradeldoctorIanCuthbert,subdirectordelmuseo,seguidadedosagentes.

—¿Hastacuándoseprolongaráesto?—protestóCuthbert,deteniéndoseantela barrera—. Ah, Frock, veo que también han reclamado su presencia. Unamolestiatrasotra.

Frockasintiódeformaimperceptible.—Doctor Frock —dijo Pendergast—, lo siento. Éste es el caballero a quien

esperabacuandoustedllegó.Puedequedarsesilodesea.Elcientíficoasintiódenuevo.—Bien, doctor Cuthbert. —Pendergast se volvió hacia el escocés—. Le he

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pedidoquebajaraporquemegustaríaobtener cierta información sobre la zonaquehayamiespalda.—Señalóunapuertagrande.

—¿Lazonadeseguridad?¿Quéquieresaber?Estoysegurodequecualquierotrapersonapodría…

—Ah, prefiero preguntarle a usted—interrumpió el agente con cortesía noexentadefirmeza—.¿Entramos?

—Sinomerobademasiadotiempo…—dijoCuthbert—.Hedeorganizarunaexposición.

—Sí,desdeluego—intervinoFrockcontonoalgosarcástico—,unaexposición.IndicóaMargoqueempujaralasilla.—¿DoctorFrock?—llamóPendergastsinalzarlavoz.—¿Sí?—¿Seríatanamablededevolvermeelmolde?Lapuerta revestidade cobrehabía sido sacadade la zonade seguridaddel

museo y sustituida por una de acero. Al otro lado del vestíbulo se alzaba unapuerta pequeña con un letrero que rezaba«Pachydermae». Margo se preguntócómohabíanlogradointroduciratravésdeellalosenormeshuesosdeelefante.

Empujó la silla de Frock a lo largo del estrecho pasadizo de la zona deseguridad.Elmuseoalmacenaba losobjetosmásvaliososenpequeñascámarassituadas a ambos lados: zafiros y diamantes; marfil y cuernos de rinoceronteamontonados en estantes; huesos y pieles de animales extinguidos… Al otroextremo,doshombresvestidos con trajesoscuros conversabanenvozbaja.SepusieronfirmescuandoPendergastapareció.

Éste se detuvo ante una cámara abierta. La puerta, adornada con volutas,lucíaungranpomonegrodecombinación,yunapalancadelatón.Enelinteriorunabombillaarrojabaunaluzásperasobrelasparedesmetálicas.Enelcubículohabíavariascajasmuygrandesyunamáspequeñacuyatapahabíasidoretirada.Deunadelasgrandes,quesehallabaenmuymalestado,sobresalíanvirutas.

Pendergastesperóaquetodoelmundoentraraenlacámara.—Permítame ponerles en antecedentes—dijo—. El asesinato del guardia se

cometiónolejosdeaquí.Después,alparecer,elasesinorecorrióelpasilloytratóde romper la puerta que comunica con la zona de seguridad. Tal vez lo habíaintentadoantessinconseguirlo.

»Alprincipionospreguntamosquébuscabaelasesino.Comosaben,elmuseoalberga piezas muy valiosas. —Pendergast hizo una seña a un policía, que seacercóyleentregóuntrozodepapel—.Demodoqueempezamosainvestigaryaveriguamosquenadahaentradonisalidode lazonadeseguridaddesdehaceseismeses;exceptoestascajas,quefuerontrasladadasaestacámaralasemanapasada,porordensuya,señorCuthbert.

—SeñorPendergast,déjemeexplicarle…—empezóCuthbert.—Un momento, por favor —atajó el agente—. Cuando las inspeccionamos,

descubrimos algo muy interesante. —Señaló la caja dañada—. Fíjense en lastablillas. Las de dos por seis muestran profundas señales de garras. La policíacientíficamehacomunicadoque lasmarcasencontradasen lasvíctimas fueroncausadasporelmismoobjetooinstrumento.

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Pendergastclavólamiradaenelsubdirectordelmuseo.—Noteníani idea…—balbuceóéste—.Nohanrobadonada.Consideréque…

—Selequebrólavoz.—¿Podríareferirnoslahistoriadeestematerial,doctor?—Esfácildeexplicar.Noencierraelmenormisterio.Lascajasfueronenviadas

porunaantiguaexpedición.—Losuponía—dijoPendergast—.¿Porcuál?—La expedición Whittlesey —contestó Cuthbert. Tras una pausa, suspiró y

añadió—:FueunaexpediciónaSudaméricaqueseemprendióhacecincoaños.Fue…Notuvomuchoéxito.

—Fueun desastre—afirmó Frock con tono despectivo. Ignorando lamiradacoléricadeCuthbert,prosiguió—:Enaquelentonces,provocóunescándaloenelmuseo.Laexpediciónsedisgregóalpocotiempo,debidoaciertasdesavenenciasentrelosmiembros.Algunosdeellosfueronasesinadospornativoshostiles,ylosdemásperecieronenunaccidentedeaviacióncuandoregresabanaNuevaYork.Corrieronlosinevitablesrumoresacercadeunamaldiciónychismesporelestilo.

—Eso es una exageración —protestó Cuthbert—. No se produjo ningúnescándalo.

Pendergastlosmiró.—¿Ylascajas?—inquirió.—Fueron embarcadas por separado —respondió el subdirector—. Bien, ese

dato carecede importancia.Unade ellas contenía unobjetomuyespecial, unaestatuillaobradeunatribusudamericanaextinta.Seráunelementoimportanteenlaexposición«Supersticiones».

Pendergastasintió.—Continúe.—Lasemanapasada,cuandofuiarecuperarlaestatuilla,descubríqueunade

lascajasestabaabierta.—Laseñaló—.Enconsecuencia,ordenéquetodasellasfuerantrasladadasprovisionalmentealazonadeseguridad.

—¿Quérobaron?—Bien, eso es lo más sorprendente. No faltaba ningún objeto. Sólo la

estatuillayavaleunafortuna,puessetratadeunapiezaúnica,pertenecientealatribukothoga,queseextinguióhaceaños.

—Asípues,¿nofaltabanada?—preguntóPendergast.—Bueno, nada importante. Por lo visto, habían desaparecido las vainas de

semillas,o loque fueran.Maxwell,el científicoque lasempaquetó,murióenelaccidentedeavión,cercadeAsunción.

—¿Vainas?—preguntóPendergast.—No sé qué eran, la verdad. A excepción del material antropológico, no

sobrevivió ninguna clase de documentación. Sólo contábamos con el diario deWhittlesey.Cuandollegaronlascajas,serealizóciertotrabajodereconstrucción,perodesdeentonces…—Seinterrumpió.

—Serámejorquemehabledeesaexpedición—pidióPendergast.—Nohaymuchoquecontar.Seorganizópararastrearlashuellasdelatribu

kothogayllevaracabounaexploraciónycompilacióngeneralesenunazonamuy

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remotadelaselvatropical.Creoquelostrabajospreliminarescalculabanqueel95 por ciento de las especies vegetales eran desconocidas para la ciencia.Whittlesey, un antropólogo, dirigía el grupo, compuesto, creo, por unpaleontólogo,unantropólogofísico,talvezunentomólogoyalgunosayudantes.Whittlesey y un ayudante llamado Crocker desaparecieron, seguramenteasesinadosporlosnativos.Losdemásperecieronenelaccidentedeaviación.Sólodisponíamosdedocumentaciónsobrelaestatuilla,graciasaldiariodeWhittlesey.Elrestodelmaterialesunmisterio;nohaydatosdedóndefueencontrado,nada.

—¿Porquéhapermanecidoelmaterialenestascajasdurantetantotiempo?¿Porquénofuedesempaquetado,catalogadoeincluidoenlascolecciones?

Cuthbertseremovió,inquieto.—Bien —respondió a la defensiva—, pregunte a Frock. Es el jefe del

departamento.—Nuestras colecciones son enormes —explicó éste—. Hay huesos de

dinosaurioguardadosdesdelosañostreintaquenuncahansidoexaminados.Seprecisade tiempoydineropara restauraresascosas.—Suspiró—.Enestecasoparticular,sinembargo,nofueunsimpledescuido.Segúnrecuerdo,seprohibióalDepartamento de Antropología ocuparse de esas cajas cuando se recibieron.—DirigióunamiradallenadeintenciónaCuthbert.

—¡Esofuehaceaños!—replicóconacritudelsubdirector.—¿Cómo saben que no contienen objetos raros las cajas que no han sido

abiertas?—preguntóPendergast.—EldiariodeWhittleseydabaaentenderquelaúnicapiezaimportanteerala

estatuilladelacajapequeña.—¿Puedoveresediario?Cuthbertnegóconlacabeza.—Sehaperdido.—¿Setrasladaronlascajasporordensuya?—Lo sugerí al doctor Wright después de descubrir que habían sido

manipuladas—contestó Cuthbert—. Por lo general,mantenemos elmaterial enlascajasoriginaleshastaqueseemprendelarestauración;esunadelasreglasdelmuseo.

—Demaneraquelascajasfuerondesplazadaslasemanapasada—murmuróPendergast—, justo antes del asesinato de los dos niños. ¿Qué podía buscar elasesino?—MiróaCuthbert—.Antescomentóustedquehabíanrobadovainasdelascajas,¿verdad?

Elsubdirectorseencogiódehombros.—Comoyahedicho,noestoysegurodequéeran.Meparecieronvainas,pero

nosoybotánico.—¿Puededescribirlas?—Han pasado muchos años; no me acuerdo bien. Eran grandes, redondas,

pesadasyrugosasporfuera;decolormarrónclaro.Sólohevistoelinteriordelacajadosveces:cuandollegaron,ylasemanapasada,cuandobuscabaelMbwun,laestatuilla.

—¿Dóndeestálatallaahora?—preguntóelagente.

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—Estánrestaurándolapara laexposición.Ya tendríaqueestaren lavitrina,porquehoyacabanlospreparativos.

—¿Sacóalgomásdelacaja?—No.Sólolaestatuilla.—Megustaríaverla—dijoPendergast.Cuthbertserebulló,irritado.—Yalaverácuandoseinaugurelaexposición.Laverdad,noséquépretende.

¿Porquéperdereltiempoconunacajarotacuandohayunasesinosueltoporelmuseo?

Frockcarraspeó.—Margo,acérquememás,porfavor—pidió.Ellaempujólasillahastalascajas.Elhombreseinclinóconungruñidopara

examinarlastablillasrotas.Losdemáslocontemplaronensilencio.—Gracias —dijo. Se irguió y miró a los presentes—. Hagan el favor de

observar que estas tablillas están estriadas tanto por fuera como por dentro.SeñorPendergast,¿nonosestamosdejandollevarporlassuposiciones?

—Yonuncamedejollevarporlassuposiciones—replicóelagentedelFBIconunasonrisa.

—Puesestáhaciéndolo—insistióFrock—.Todosustedesdanporsentadoquealguien,oalgo,rompiólacajadesdefuera.

Se produjo un repentino silencio en la cámara. Margo percibió el olor delpolvoenelaire,yeltenuearomadelasvirutasdemadera.

DeprontoCuthbert lanzóunacarcajadaestentóreaquedespertóecosen lacámara.

CuandosedirigíanaldespachodeFrock,éstesemostrabamuyanimado.—¿Havistoesemolde?—preguntóaMargo—.Atributospropiosde lasaves,

morfología de dinosaurio. ¡Esto podría ser lo que esperaba! —Apenas podíadisimularsuentusiasmo.

—Pero,profesorFrock,elseñorPendergastsospechaquefueconstruidocomounaespeciedearma—seapresuróareplicar la joven.Mientrashablaba,sediocuentadequeellatambiénqueríacreerlo.

—¡Paparruchas!—mascullóFrock—.¿Noexperimentó la sensación,alverelmolde, de observar algo familiar, aunque extraño por completo? Estábamoscontemplandounaaberracióndelaevolución,laconfirmacióndemiteoría.

Una vez en el despacho, el científico extrajo un cuaderno del bolsillo de lachaquetayempezóagarrapatear.

—Profesor,¿cómopodríaunsersemejante…?—MargoseinterrumpiócuandolamanodeFrocksecerrósobrelasuya.

—Miqueridamuchacha,haymáscosasenelcieloyenlatierra,comoHamletseñaló. No siempre debemos especular. En ocasiones basta con observar. —Hablaba en voz baja, temblando de excitación—. No podemos desperdiciar estaoportunidad,¿meoye?¡Malditaseaestaprisióndeaceromía!Ustedseconvertiráenmisojosymisoídos,Margo.Debeiratodaspartes,buscararribayabajo,serla extensión de mis dedos. Hemos de aprovechar esta oportunidad. ¿Estádispuesta,Margo?Leapretólamanoconmásfuerzaaún.

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19

El antiguomontacargas de la sección 28 delmuseo siempre olía a cadáver,pensóSmithback.Probóarespirarporlaboca.

Elmontacargas era enorme, del tamaño de un estudio de Manhattan, y elascensoristalohabíadecoradoconunamesa,unasillayfotografíasrecortadasdelarevistadenaturalezadelmuseo;jirafasquesefrotabanelcuello,insectosquecopulaban,unmandrilqueexhibíaelculoymujeresnativasdepechoscaídos.

—¿Legustamipequeñagaleríadearte?—preguntóelascensoristaconunasonrisalasciva.Debíadetenersesentaañosylucíauntupénaranja.

—Esagradableconoceraalguien interesadopor lahistorianatural—replicóconsarcasmoelperiodista.

Cuandosalió,eloloracarnepodridaleasaltóconfuerzaredoblada.DabalaimpresióndequeimpregnabaelairecomolaniebladelMaine.

—¿Cómolosoporta?—consiguiópreguntaralascensorista.—¿Soportarqué?—dijoelhombre,antesdecerrarlaspuertas.Unavozalegreseoyódesdeelfondodelpasillo,porencimadelruidodelos

conductosdeaire.—¡Bienvenido!—exclamóunhombredeedadavanzadamientrasestrechaba

la mano de Smithback—. Hoy sólo se sirve cebra guisada. Se ha perdido losrinocerontes.Detodosmodos,hagaelfavordeentrar.

Elperiodistasabíaquesumarcadoacentoeraaustríaco.JostvonOster, responsablede lazonadepreparaciónosteológica,dondese

reducíanahuesosloscadáveresdeanimales,contabamásdeochentaaños,peroofrecíaunaspectotansonrosado,alegreyregordetequeaparentabamenosedad.

VonOsterhabíaingresadoenelmuseoafinalesdelosañosveinte.Preparabaymontabaesqueletospara lasexposiciones.Enaquellaépocasuobramaestra,unaseriedeesqueletosdecaballomontadosalpaso,altroteyalgalope,habíarevolucionado la formadeexhibiranimales.Acontinuación,VonOstersehabíadedicado a recrear hábitats de tamaño natural, tan populares en los añoscuarenta,enquecadadetalle(hastalasalivadelabocadelanimal)parecíareal.

Perolaeradelasmuestrasdehábitatshabíapasado,yVonOsterhabíasidorelegadoalaSaladelosInsectos.Habíarechazadotodaslasofertasdejubilacióny dirigía muy contento el laboratorio osteológico, donde los animales (cedidossobretodoporzoológicos)eranconvertidosenhuesosdeunblanco inmaculadoqueluegoseexaminabanomontaban.Noobstante,nohabíaperdidosutalentocomoescultordehábitats,por loque lehabíanencargado laelaboracióndeungrupo especial de chamanes para la exposición «Supersticiones». PrecisamenteSmithback quería incluir en un capítulo de su libro la trabajosa preparación deaquelgrupo.ObedeciendolaindicacióndeVonOster,entróenaquellafamosasalaquenuncaanteshabíavisitado.

—Mecomplacemuchoquehayavenidoamitaller—dijoelanciano—.Yanobajacasinadieporculpadeesosespantososasesinatos.¡Mealegromucho!

El taller parecía una extravagante cocina industrial. Profundos depósitos de

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acero inoxidable ocupaban una pared, y sobre ellos colgaban enormes poleas,cadenasyganchosparamanipularloscadáveresmásgrandes.Enelcentrodelasala se había practicado un sumidero, en cuya silla había quedado atorado unhueso.Alfondodeltallersealzabaunacocinadeaceroinoxidable,sobrelacualdescansaba un animal de gran envergadura. De no haber sido por el letreroescrito a mano sujeto a una pata de la cocina, el periodista nunca habríaadivinadoquelabestiaeraundugongodelmardelosSargazos.Picos,alicatesycuchillosdiminutosrodeabanelcuerpo,casidescompuestoya.

—Graciasporconcedermeunpocodesutiempo—farfullóSmithback.—¡Enabsoluto!—exclamóVonOster—.Ojalánospermitieranrealizarvisitas

guiadas, pero el acceso a esta zona está prohibido a los turistas. Es una pena.Tendríaquehabervenidoaverlosrinocerontes.Gott,eraimpresionante.

Cruzó la sala con ágiles zancadas y enseñó a Smithback el depósito demaceraciónqueconteníaelcadáverdelacebra.Pesealextractor,elfuerteolorpersistía.VonOsterlevantólatapayretrocediócomouncocineroorgulloso.

—¿Quéopina?Elescritorcontemplóellíquidomarrónquellenabaeldepósito.Bajolaturbia

superficieyacíaelcadáverdelacebra.Lacarneylostejidosblandosselicuabanpocoapoco.

—Estáunpocomaduro—murmuróSmithback.—¿Quéquieredecir?¡Estáensupunto!Elhornilloquehaydebajomantiene

elaguaaunatemperaturaconstantedenoventaycincogrados.Enprimerlugarse extraen las vísceras del cadáver, que se arrojan a este depósito, donde sepudren.Alcabodedossemanas,seretiraeltapón,ytodovaapararaldesagüe.Loquequedaesestagranpiladehuesosgrasientos.Luegosellenadenuevoeldepósito,seañadeunpocodealumbre,ysehiervenloshuesos;nodemasiado,porquesereblandecen.—VonOsterhizounapausaparatomaraliento—.Escomocuandosecuecedemasiadoelpollo. ¡Uf! ¡Malo!Estoshuesosaúntienengrasa;poresoloslavamos.Conelbencenoadquierenunblancopurísimo.

—SeñorVonOster…—empezóSmithback.Sinoreconducíalaentrevistaconrapidez, nunca saldría de allí. Y no soportaría aquel olor mucho más rato—.¿Podría explicarme algo acerca del grupo de chamanes en que trabaja? Estoyescribiendounlibrosobre«Supersticiones».¿Recuerdanuestraconversación?

—¡Ja,ja!¡Porsupuesto!Seprecipitóhaciaunescritorioysacóunosdibujos.Elperiodistaconectó la

grabadora.—Enprimerlugarsepintaelfondosobreunasuperficiecóncavaparaevitar

lasesquinas,¿love?Asíseconsiguecrearunasensacióndeprofundidad.Von Oster procedió a describir el proceso con verdadero entusiasmo.

«Estupendo—pensóSmithback—.Estetíoeselsueñodetodoescritor.»Mientras hablaba, el anciano acuchillaba el aire con gestos exagerados y

respirabahondoentrefraseyfrase.Cuandoterminó,dedicóunasonrisaradianteaSmithback.

—Bien,¿quiereverlosescarabajos?Smithback no pudo resistirse. Había oído hablar de aquel famoso

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procedimiento, inventado por VonOster y adaptado por losmuseos de historianaturalmásimportantesdelpaís,segúnelcual loscoleópterosdespojabanauncadáver de la carne para dejar al descubierto un esqueleto perfectamentearticulado.

Lasalaquealbergabaaquellosinsectoseracálidayhúmeda,pocomásgrandeque un ropero. Los escarabajos, denominados «dermestides» y procedentes deÁfrica,vivíanentubosdeporcelanablancadeladosresbaladizosycoronadosporuna tapa de rejilla. Avanzaban lentamente sobre hileras de animales muertosdespellejados.

—¿Qué son esas cosas? —preguntó Smithback, mirando los cadáverescubiertosdeescarabajos.

—¡Murciélagos! —respondió Von Oster—. Murciélagos para el doctorHuysmans.Setardaránunosdiezdíasenlimpiarlos.

Entrelosoloresylosinsectos,Smithbackyahabíatenidobastante.Tendiólamanohaciaelcientífico.

—He de marcharme. Gracias por la entrevista. Estos escarabajos sonimpresionantes.

—¡Hasidounauténticoplacer!—contestóVonOster—.Espereunmomento.Hadicho«entrevista».¿Quiénlehaencargadoellibro?

Hastaesemomentonosehabíadadocuentadequelehabíanentrevistado.—Elmuseo.Rickmandirigeelcotarro.—¿Rickman?—Elancianoentornólosojos.—Sí.¿Porqué?—¿UstedtrabajaparaRickman?—insistióVonOster.—En realidad no. Ella, bueno, se dedica a entrometerse —explicó el

periodista.VonOsterexhibióunaampliasonrisa.—¡Puah,escomoveneno!¿Porquétrabajaparaella?—No tuve más remedio —contestó Smithback, complacido por haber

encontradounaliado—.Nocreeríalastorturasaquemehasometido.Oh,Dios.Elcientíficoaplaudió.—¡Locreo!¡Locreo!¡Nocesadecausarproblemasentodaspartes!¡Nohace

másquecreardificultadesenlospreparativosdeesaexposición!—¿Cómoeseso?—preguntóSmithback,interesadoderepente.—Cada día aparece y dice «esto no es bueno, aquello tampoco».Gott, qué

mujer.—Muypropiodeella—afirmóelotroconunasonrisasombría.—Ayer por la tarde estuve allí, y ella entró como una loca. «¡Que todo el

mundoabandonelasala!¡Vamosatraer lafigurakothoga!»Todostuvieronqueparardetrabajarysalir.

—¿La figura? ¿Qué figura? ¿Qué tiene de especial?—Smithback pensó quealgotanimportanteparaRickmanpodíaserleútil.

—La estatuilla de Mbwun, la perla de la exposición. No sé gran cosa alrespecto.Elcasoesqueestabamuyenfadada,selorepito.

—¿Porqué?

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—Ya se lo he dicho, por la figura. Corren muchos rumores sobre ella. Yoprefieronooírlos.

—¿Quéclasederumores?Elescritorescuchóalviejodurantebastanterato.Porfinsaliódeltaller,yVon

Oster lo acompañó hasta el montacargas. Cuando las puertas se cerraron, elancianocontinuabahablando:

—¡Quémalasuertetrabajarparaella!—exclamóantesdequeelmontacargasempezaraasubir.

Smithback,absortoensuspensamientos,nolooyó.

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20

Cuando la tarde comenzabaadeclinar,Margo, cansada, levantó la vistadelmonitor. Se estiró, pulsó una tecla que puso en funcionamiento la impresorasituadaalfinaldelpasillo,sereclinóenlasillaysefrotólosojos.PorfinhabíaterminadoeltextodeMoriarty;nodemasiadoesmerado,talvez,nitancompletocomohubieraquerido,peronopodíadedicarlemástiempo.Enrealidadsesentíabastante complacida, y descubrió que estaba ansiosa por llevar una copia aldespacho de Moriarty, que se hallaba en la cuarta planta del observatorioButterfield, donde se alojaba el equipo que preparaba la exposición«Supersticiones».

Pasó las páginas del directorio en busca de la extensión de Moriarty. Acontinuación descolgó el auricular del teléfono y marcó el número de cuatrocifras.

—Central de la exposición —ladró una voz. Al fondo, se oían adiosesapagados.

—¿EstáGeorgeMoriarty?—preguntóella.—Creo que ha bajado a la exposición —contestó la voz—. Vamos a cerrar.

¿Algúnmensaje?—No,gracias.Margocolgóyconsultósureloj;erancasilascinco,horadeltoquedequeda.

Laexposiciónseinauguraríaelviernesporlanoche,yhabíaprometidoaMoriartyentregarleelescrito.

Cuandosedisponíaalevantarse,recordóquesututorlehabíapropuestoquellamaraaGregKawakita.Suspirando,descolgódenuevoelauricular.Noperdíanadaporintentarlo.Cabíalaposibilidaddequeyahubieraabandonadoeledificio.Entalcaso,dejaríaunmensajeenelcontestador.

—AlhablaGregKawakita—respondiólafamiliarvozdebarítono.—¿Greg? Soy Margo Green. —«No emplees ese tono de disculpa —le

reprendió—.¡Niquefueraunjefededepartamento,oalgoporelestilo!»—Hola,Margo.¿Quéocurre?Ellaoyóuntintineodellavesalotroextremodelalínea.—Queríapedirteunfavor.Dehecho,melohasugeridoeldoctorFrock.Estoy

efectuandounanálisisdealgunosespecímenesdeplantasutilizadaspor latribukiribitu, y él me propuso que los sometiera al Extrapolador. Tal vez encuentrecorrespondenciasgenéticasenlasmuestras.

Seprodujounbrevesilencio.—Bien,Margo,megustaríaayudarte,deveras,peroelExtrapoladornoestá

aúnencondicionesdeserutilizadoporelprimeroquesepresente.Todavíaestoybuscandovirus,ynopodríagarantizarlosresultados.

AMargoseleencendióelrostro.—¿Porelprimeroquesepresente?—Losiento,escogímallaspalabras.Yasabesaquémerefiero.Además,estoy

muyocupado,yese toquedequedanocontribuyea facilitarme las cosas. ¿Por

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quénometelefoneasdentrodeunpardesemanas?Tediréalgoentonces.Margoselevantó,cogiólachaquetayelbolso,yfueenbuscadeldocumento

impreso.IntuíaqueKawakitaledaríalargasindefinidamente.Bien,quesefueraalamierda.LocalizaríaaMoriartyyleentregaríalacopiaantesdemarcharse.Talvez éste le enseñaría la exposición, y ella procuraría averiguar qué habíaprovocadotantorevuelo.

Unos minutos más tarde, Margo caminaba con parsimonia por la Sala deSelous.Habíadospolicíasapostadosenlaentrada,yunconserjetrabajabaenelcentrodeinformación,guardandolibrosmayoresydisponiendoobjetosdeventaparalosvisitantes.«Suponiendoquevengaalguno»,pensóella.Losoyentes,queconversabanbajolaenormeestatuadebroncedeSelous,nosefijaronenMargo.

La muchacha recordó la charla que había mantenido aquella mañana conFrock. Si no atrapaban al asesino, se adoptarían medidas de seguridad másestrictas.Talvezseretrasaríalaexposicióndelatesina;quizácerraríantodoelmuseo. Margo meneó la cabeza. Si eso ocurría, tendría que regresar aMassachusetts.

Sedirigióhacia laGaleríaWalkery laentrada traserade«Supersticiones».Observódecepcionadaque lasgrandespuertasdehierroyaestaban cerradasyqueanteellasseextendíaunacuerdadeterciopelosostenidapordospostesdelatón.Juntoaunodeellossehallabaunpolicía.

—¿Puedoayudarla,señorita?—preguntó.Suplacarezaba«F.Beauregard».—DeseoveraGeorgeMoriarty.Creoqueseencuentraen lasgaleríasde la

exposición.Hedeentregarlealgo.Blandióeldocumentoanteelagente,quenosemostróimpresionado.—Lolamento,señorita.Pasandelascinco.Nodeberíaestaraquí.Además—

añadió con más suavidad—, estas salas no se abrirán hasta mañana por lamañana.

—Pero…—empezóaprotestarMargo.Diomediavueltayseencaminóhacialarotondaconunsuspiro.

Después de doblar una esquina, se detuvo. Al final del pasillo vacío vio laenormeytenebrosasala.ElagenteF.Beauregardsehallabaasuespalda,ocultoporlaesquina.Guiadaporunimpulso,giróalaizquierdaparaenfocaruncortopasadizoquecomunicabaconotro.TalveznoerademasiadotardeparalocalizaraMoriarty.

Subió por unas escaleras, miró alrededor con cautela antes de avanzar ypenetró muy despacio en una sala abovedada en que se exhibían insectos.DespuéstorcióaladerechayseadentróenunagaleríaqueseextendíaalrededordelsegundoniveldelaSalaMarina.Comotodoslosdemásestabadesiertoyenpenumbras.

Bajóporunasescalerasdecaracolhastalasalaprincipal.Conmayorlentitudaún,avanzójuntoaungrupodemorsasyunamaquetadeunarrecifesubmarinoconstruida con meticulosidad. Dioramas como aquél, tan de moda en los añostreintaycuarenta,yanoserealizabanporqueresultabandemasiadocaros.

Al final de la sala se alzaba la entrada a la Galería Weisman, donde seubicaban lasexposiciones temporalesmás largas.Se tratabadeunconjuntode

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galerías que albergarían elmaterial de «Supersticiones». Papel negro cubría elinterior de las puertas de cristal doble, donde aparecía un gran letrero querezaba: «Galería cerrada. Nueva exposición en preparación. Gracias por sucomprensión.»

La puerta izquierda estaba cerrada con llave. Sin embargo, la derecha seabrióconfacilidad.Margomiróhaciaatráscondisimulo;nohabíanadie.

Lapuertasecerróasuespalda.Lajovenseencontróenunangostoespacioque separaba las paredes exteriores de la galería de la parte trasera de laexposición propiamente dicha. Por el suelo serpenteaban cables eléctricos y sedisimulabantablasdemaderacontrachapadayclavosgrandes.Asuizquierdasealzaba una enorme estructura de cartón piedra y tablas sostenida porcontrafuertes de madera, que recordaba a la parte posterior de un plato deHollywood.Ningúnvisitantedelmuseoveríaaquellazona.

Avanzó con cautela por el estrecho espacio para no tropezar en aquelpasadizotenuementeiluminadoporbombillasrevestidasdemetalcolocadascadaseis metros. No tardó en descubrir un pequeño hueco entre los paneles demadera;eralobastantegrande,decidió,paracolarseporél.

Entró en una enorme antesala hexagonal. Tres arcos góticos conducían apasillos que se perdían en la oscuridad.De las paredes colgaban fotografías dechamanes, iluminadas por detrás. Contempló con aire reflexivo las tres salidas.Ignoraba en qué parte de la exposición se hallaba, dónde empezaba, dóndeterminaba,quédireccióndebíatomarparalocalizaraMoriarty…

—¿George?—susurró,incapazdealzarlavozenelsilencioylastinieblas.Recorrióelcorredorcentralhastallegaraunasalaoscura,másgrandequela

anterioryrepletadeobjetos.Aintervalosregulares,unhazdeluzcaíasobreunapieza:unamáscara,uncuchillodehueso,unatallaextrañacubiertadeclavos…Daba la impresión de que los objetos flotaban en la oscuridad aterciopelada.Franjasdeluzysombrasdemencialesjugabanalolargodeltecho.

Lagaleríaseestrechabaalfinal.Margotuvolaextrañasensacióndequeseadentrabaenunacavernaprofunda.«Muyefectista»,pensó.ComprendióporquéFrocksemostrabadisgustado.

Penetró más en las tinieblas, acompañada sólo por el ruido de sus pasos,amortiguadosporlamullidaalfombra.Noviolosobjetosexhibidoshastaquecasiestuvoencimadeellos,ysepreguntócómoregresaríaalasaladeloschamanes.Tal vez habría una salida que no estuviera cerrada con llave (una salida bieniluminada)enalgúnotropuntodelaexposición.

Ante ella, el angosto pasillo se bifurcaba. Tras un momento de vacilación,eligióelpasajede laderecha.Amedidaqueavanzaba,observaba laspequeñashornacinassituadasaamboslados;cadaunaconteníaunaúnicapiezadeaspectogrotesco.Elsilencioresultabatanestremecedorquecontuvoelaliento.

Elcorredordesembocabaenunacámara.Margosedetuvoanteunconjuntodecabezasmaoríestatuadas.Noestabanreducidas.Loscráneospermanecíanenelinterior,conservados,segúnrezabalaetiqueta,mediantehumo.Lascavidadesoculares aparecían rellenas de fibras, y las pieles de color caoba brillaban. Loslabios negros y marchitos dejaban al descubierto los dientes; las seis cabezas

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sonreían histéricamente en la noche. Los tatuajes azules, de una complejidadescalofriante(intrincadasespiralesquesecruzabanunayotravezysecurvabanalrededorde lasmejillas, lanarizyelmentón),habíansidoefectuadosenvida,segúnseleíaenelrótulo.

Al otro lado, la galería se estrechaba hasta un punto donde se alzaba unenormetótemrechoncho,iluminadoporunapálidaluzanaranjadasituadadetrás.Sombrasdecabezasde lobogigantescasyavesconcruelespicosganchudosseproyectaban en el techo. Convencida de haber llegado a un callejón sin salida,Margo se acercó al tótem. Entonces reparó en una pequeña abertura, a laizquierdadelafigura,queconducíaaunacámara.Avanzódespacio,conelmayorsigilo posible. Cualquier pensamiento de llamar a Moriarty otra vez se habíadesvanecido hacía rato. «Gracias a Dios, no estoy cerca del sótano antiguo»,pensó.

La cámara conteníauna selecciónde fetiches.Algunoseran simplespiedrastalladasenformadeanimales;lamayoríarepresentabamonstruosquereflejabanla vertiente más oscura de la superstición humana. Otra abertura condujo aMargoal interiordeunahabitación largayestrecha, revestidade fieltronegro.Una pálida luz azul surgía de un recoveco oculto. El techo era muy bajo.«Smithbacktendríaquecaminaragatasporaquí»,pensó.

Elrecintoseensanchabahastaformarunespaciooctogonal.Unaluzmoteadase filtraba desde las representaciones en vitrales de infiernos medievales quependían del alto techo abovedado. Grandes vitrinas dominaban cada pared. Seacercóalamáspróximayviounatumbamaya.Unesqueletoyacíaenelcentro,cubiertoporunaespesacapadepolvoyrodeadopordiversosobjetos.Sobre lacaja torácica descansaba un peto dorado, y anillos de oro ceñían los dedoshuesudos. Alrededor del cráneo se disponían jarros pintados, uno de los cualesconteníaunaofrendaconsistenteendiminutasmazorcasdemaízresecas.

El siguiente aparador exhibía un sepulcro esquimal, donde reposaba unamomia envuelta en pieles. El siguiente era aún más sorprendente: un ataúdpodrido sin tapa, de estilo europeo, con su cadáver correspondiente. El cuerpo,ataviado con levita y corbata, estaba muy descompuesto. La cabeza aparecíarígidamenteinclinadahaciaMargo,comopreparadapararevelarleunsecreto.Lascavidadesocularesvacíassobresalían,y labocaestabaosificadaenunrictusdedolor.Margoretrocedióunpaso.«SantoDios—pensó—,debedeserelbisabuelodealguien.»Eltonorealistadelaetiqueta,quereferíaconbuengustolosritualesasociadosa lostípicosentierrosdeEstadosUnidosenelsigloXIX,desmentíaelhorror visual de la escena.«Es cierto—pensó—.Elmuseo se la juega conunaexposicióntanfuertecomoésta.»

Decidióprescindirde lasotrasvitrinasyseencaminóhaciaunaarcadabajasituadaalotroladodelahabitaciónoctogonal.Másallá,elpasillosebifurcaba.Asu izquierda había una pequeña cámara sin salida, y a su derecha un largo yestrecho corredor que se perdía en la oscuridad. No quería ir por allí; aún no.Entróenlacámarasinsalidaysedetuvoderepente.Acontinuaciónavanzóparaexaminarunadelasvitrinas.

Las piezas expuestas en aquella galería giraban en torno al concepto de la

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maldadabsolutaensusmúltiplesmanifestacionesmíticas.Semostrabandiversasimágenes de un demonio medieval, así como el espíritu del mal esquimal,Tornarsuk.Sinembargo,loquefascinóaMargofueunaestatuillaque,colocadaacuatro patas, descansaba sobre un rudo altar de piedra situado en medio delrecintoe iluminadoporun focoamarillo.Lapieza, talladacon talmeticulosidadquelajovenquedósinaliento,estabacubiertadeescamas.Habíaalgoenella(talvezloslargosmiembrosdelanteros,talvezelángulodelacabeza)queresultabaperturbadoramente humano. Margo se estremeció. «¿Qué clase de imaginaciónpudoconcebirunserconescamasypelo?»Leyólaetiqueta:«Mbwun.EstatallarepresentaaldioslocoMbwun,labradatalvezporlatribukothogadelacuencasuperiordelAmazonas.Estediossalvaje,tambiénconocidocomo"ElQueAndaACuatroPatas",eramuytemidoporlasdemástribusindígenasdelazona.Segúnlasleyendaslocales,latribukothogaeracapazdeconjuraraMbwunavoluntadeincitarle a destruir los poblados vecinos. Se han hallado muy pocos objetoskothoga, y ésta es la única imagen de Mbwun que se conoce. A excepción dealgunasreferenciasenlasleyendasdelaAmazonia,nosesabenadamássobreloskothoga,osobresumisterioso"demonio".»

Unescalofríolerecorriólaespalda.Margoobservólafiguraatentamente.Lerepelíanlasfaccionesdereptil,losojospequeñosymalvados…lasgarras;tresencadaextremidaddelantera…

«Oh,Diossanto.»Su instinto le aconsejó que guardara un silencio absoluto. Transcurrió un

minuto;luegootro.Entonces oyó de nuevo el ruido que la había paralizado. Se trataba de un

extraño crujido, lento, deliberado, enloquecedoramente suave. Los pasosamortiguados por la gruesa alfombra sonaban cerca…muy cerca. Un espantosohedoramenazóconasfixiarla.

Intentando controlar el pánico,miró alrededor, despavorida, en busca de lasalidamássegura.Reinabaunaoscuridadtotal.Saliódelacámaraconelmayorsigiloycruzólabifurcación.Aloírotrocrujido,echóacorrer,correr,correr,comoun rayo en la negrura, dejando atrás los objetos siniestros y las estatuashorripilantesqueparecíanmaterializarseenlostenebrosospasillos.

Por fin, sinaliento, seacuclilló enunnichodonde seexhibíanmuestrasdemedicinaprimitiva.Se refugió trasunavitrinaqueconteníauncráneohumanoclavadoenlapuntadeunpostedehierro.Aguzóeloído.

Nada; ni ruidos, ni movimientos. Esperó, mientras su respiración seapaciguaba, y recobraba el sentido común.Nada la acechaba.De hecho, nuncahabíahabidonada,apartedesufebrilimaginación,espoleadaporaquelrecorridode pesadilla. «Ha sido una tontería colarse —pensó—. Ahora no sé si querrévolver,nisiquieraenelsábadomásfrecuentado.»

Encualquiercaso,debíaencontrarunasalida.Confiabaenque,aunqueeratarde, alguien que la oyera llamar con los puños si se topaba con una puertacerradacon llave.Resultaríaembarazosodarexplicacionesaunguardiaoaunpolicía,peroalmenosconseguiríasalir.

Miró por encima de la vitrina. Aunque todo hubiera sido fruto de su

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imaginación,preferíanovolverporelmismocamino.Contuvoelaliento,salióconsigiloyaguzóeloído.Nada.

Giróalaizquierdayavanzópocoapocoporelpasillo,enbuscadeunarutaquelasacaradelaexposición.Sedetuvoanteunaampliabifurcaciónyforzólavistaparaescudriñarlaoscuridad,mientrassedebatíaentrelasdosposibilidades.«¿Por qué no habrá señales que indiquen la salida? Supongo que aún no lashabráninstalado.Muytípico.»Elpasillodelaizquierdaparecíaprometedor;dabalaimpresióndequeseabríaaunampliovestíbulo.

Captó unmovimiento con el rabillo del ojo. Con losmiembros petrificados,dirigióunamiradatemerosaaladerecha.Unasombra—negrosobrenegro—sedeslizabafurtivamentehaciaella.

Margoechóacorrerporelpasillo, conunavelocidadnacidadel terror.Másquever,intuyóquelasparedesseensanchaban.Deprontovislumbródosrendijasverticales de luz que delineaban una puerta doble. Sin dejar de correr, seprecipitóhaciaella.Lapuertacedió,yalgocayóaunladoconunruidometálico.Percibióunadébilluz;lassuaveslucesrojasdeunmuseoporlanoche.Unairefríoleacariciólamejilla.

Cerró la puerta, sollozando, y se apoyó contra ella, con los ojos cerrados,luchandoporrecuperarelaliento.

Enlaoscuridadqueseextendíaasuespalda,seoyóelinconfundiblesonidodealguienquecarraspeaba.

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SEGUNDAPARTE

Exposición«Supersticiones»

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21

—¿Quépasaaquí?—preguntóunavozsevera.Margogiróenredondoycasisedesmayódealivio.—AgenteBeauregard,hayalgoen…—seinterrumpió.F. Beauregard, que estaba levantando los postes de latón derribados por la

puerta,alzólavistaaloírsuvoz.—Eh,ustedeslachicaqueintentóentrarantes.—Elpolicíaentornólosojos

—.¿Quésucede,señorita?¿Nosabeaceptarun«no»porrespuesta?—Agente,hayun…—Denuevo,fueincapazdecontinuar.Elagenteretrocedióycruzólosbrazossobreelpecho,alaespera.Depronto,

unaexpresióndesorpresasepintóensurostro.—¿Quécoño…?¿Seencuentrabien,señorita?Margo se había desplomado, riendo (o llorando, no estaba segura), y se

enjugabalaslágrimas.Elhombrelacogióporelbrazo.—Creoquedeberíaacompañarme.Loqueesafraseimplicaba(sentarseenunahabitaciónllenadegente,contar

lahistoriaunayotravez,talveztenerquetelefonearaldoctorFrock,oinclusoal doctor Wright, tener que regresar a la exposición) obligó a Margo aincorporarse.«Pensaránqueestoyloca.»

—Oh,no,noesnecesario—dijo,ysorbiópor lanariz—.Meheasustadounpoco.

ElagenteBeauregardnosemostrómuyconvencido.—CreoquedeberíamoshablarconeltenienteD'Agosta.—Conlaotramano,

sacódelbolsillotraserodelpantalónunaenormelibretaencuadernadaenpiel—.¿Cómosellama?—preguntó—.Hederedactaruninforme.

Eraevidentequenolasoltaríahastaqueleproporcionaralainformación.—MellamoMargoGreen—respondióporfin—.Soyunagraduadaquetrabaja

con el doctor Frock. Debía entregar un documento a George Moriarty, elconservadoracargodeestaexposición.Teníaustedrazón;nohabíanadie.

Mientrashablaba,consiguióliberarsedelagenteyseencaminóhacialaSaladeSelous. Beauregard lamiró y, tras encogerse de hombros, abrió la libreta yempezóaescribir.

Yaenlasala,Margosedetuvo.Nopodíaregresarasudespacho,pueserancasilasseis,yeltoquedequedayahabíaentradoenvigor.Noqueríairacasa.Nopodía,aúnno.

Recordó la copia de Moriarty. Apretó un codo contra el costado paracomprobarqueelbolsocontinuabaensusitio, colgadodelhombro.Despuésseacercóalquioscode información,descolgóelauriculardeun teléfono internoymarcó.

Untimbrazo.—Moriartyalhabla.—¿George?SoyMargoGreen.

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—Hola,Margo.¿Quéocurre?—EstoyenlaSaladeSelous.Acabodesalirdelaexposición.—¿Demiexposición?—preguntóél, sorprendido—.¿Quéhacíasallí?¿Quién

tepermitióentrar?—Estababuscándote.QueríaentregartelacopiadeCamerún.¿Estabasallí?Elpánicoseapoderódeellaotravez.—No. En teoría nadie puede entrar en la exposición porque estamos

preparandolainauguracióndelviernes.¿Porqué?Margo respiró hondo y trató de controlarse. Le temblaban las manos, y el

auricularrepiqueteabacontrasuoído.—¿Quétehaparecido?—preguntóMoriarty,curioso.Elladejóescaparunarisitahistérica.—Aterradora.—Pedimosaalgunosespecialistasqueseocuparandelailuminación.Eldoctor

CuthbertcontratóalhombrequediseñóelMausoleoEncantadodeFantasilandia.Seleconsideraelmejordelmundo,comosabrás.

Margorecuperóporfinlaconfianzaparahablardenuevo.—George,habíaalgoenlaexposición.Unguardiadeseguridadlaviodesdeelfondodelasalayseencaminóhacia

ella.—¿Quésignifica«algo»?—¡Exactamenteeso!Depronto tuvo la impresióndeque sehallabaotra vezen la exposición, a

oscuras,alladodelahorribleestatuilla.Recordóelsaboramargodelterrorensuboca.

—¡Oye,dejadechillar!—exclamóMoriarty—.Escucha,nosreuniremosenLosHuesos para hablar de esto. Además, en principio no deberíamos estar en elmuseo.Sí…,oigoloquedices,peronoloentiendo.

LosHuesos, como la llamaban todos losempleadosdelmuseo,eraconocidaporlosresidentesdelascercaníascomolaBlarneyStoneTavern.[4]Sudiscretofachada, encajada entre dos enormes edificios muy ornamentados, se alzabafrentealaentradasurdelmuseo,enlacalleSetentaydos.AdiferenciadelostípicosbaresdelUpperWestSide, elBlarneyStoneno servíapatéde liebrenicincoclasesdeaguamineral,perosepodíatomarcarnemechadaalestilocaseroyunajarradeHarppordiezdólares.

Boylan, el propietario, había clavado y sujeto un número sorprendente dehuesosentodoslosespaciosdisponiblesdellocal.Lasparedesestabanrepletasdeincontablesfémuresytibias,colocadosenpulcrashilerasmarfileñascomocañasdebambú.Metatarsos,omóplatosyrótulas trazabanextravagantesmosaicosenel techo. Cráneos de mamíferos extraños se alojaban en todos los huecosconcebibles. De dónde sacaba los huesos era un misterio, aunque algunosafirmabanquesaqueabaelmuseoporlasnoches.

«Lostraelagente»,selimitabaaexplicarBoylan,encogiéndosedehombros.Porsupuesto,eraellugarfavoritodelosempleadosdelmuseo.

LosHuesosestaballenoarebosar,yMargoyMoriartyseabrieronpasoentre

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la multitud hasta encontrar un reservado vacío. Margo paseó la mirada por laestanciayvioavarioscompañeros,incluidoBillSmithback.Elescritor,sentadoalabarra,hablabaanimadamenteconunarubiaesbelta.

—Bien—dijoMoriartyenvozaltaparahacerseoír—.¿Quémecontabasporteléfono?Noestoysegurodehaberloentendidobien.

Margorespiróhondo.—Bajéalaexposiciónparaentregartelacopia.Estabaoscuro.Habíaalgo.Me

siguió.Mepersiguió.—Otravezesapalabra,«algo».¿Porquélodices?Margomeneólacabeza,impaciente.—Nomepidasqueteloexplique.Oíruidos,comopasosamortiguados.Eran

tan sigilosos, tan decididos que yo…—Se estremeció—. Y aquel espantoso olor.Fuehorrible.

—Escucha, Margo… —Se interrumpió cuando la camarera se acercó paratomarnota—.Laexposiciónhasidodiseñadaparaponer lospelosdepunta.TúmismadijistequeFrockyotroslaconsiderabandemasiadoefectista.Supongoquealestarencerradaallí,solaenlaoscuridad…

—En otras palabras, han sido imaginaciones mías. —Margo lanzó unacarcajadacarentedehumor—.Nosabescuántomegustaríacreerlo.

Lessirvieronlasbebidas;unacervezasinalcoholparaMargoyparaMoriartyunapintadeGuinnesscoronadaporlosdoscentímetrosobligatoriosdeespuma.Elhombretomóuntragoconairecrítico.

—Esosasesinatos,todoslosrumoresquesehansuscitado…—dijo—.Creoqueyohabríareaccionadoigual.

Margo,máscalmada,hablócontonovacilante:—George,esaestatuillakothogadelaexposición…—¿Mbwun?¿Quélepasa?—Suspatasdelanterastienentresgarras.MoriartysaboreólaGuinness.—Lo sé. Es una obra escultórica maravillosa, una de las atracciones

principales del espectáculo. Aunque detesto admitirlo, supongo que su mayoratractivoresideenlamaldición.

Margotomóunsorbodecerveza.—George,quieroquemecuentes, conelmayordetalleposible, todo loque

sepasacercadelamaldicióndeMbwun.Ungritoseimpusoalrumordelasconversaciones.Margolevantólavistayobservóque,entrelaneblinaprovocadaporelhumo,

Smithback se acercaba a ellos cargadode libretas y con el cabello revuelto. Lamujerconquienhabíaestadohablandoenlabarrahabíadesaparecido.

—Reunióndeexpulsados—dijo—.Esetoquedequedaesunauténticocoñazo.Diosmelibredepolicíasyjefesdeseguridad.—Sinserinvitado,sesentójuntoaMargoyarrojó loscuadernossobre lamesa—.Mehancomentadoque lapolicíainterrogará a cuantos trabajan cerca de donde se cometieron los asesinatos.Supongoqueesoteincluyeati,Margo.

—Mehancitadoparalasemanaqueviene.

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—Yo no sé nada al respecto —intervino Moriarty, que no parecía muycomplacidoporlaaparicióndelperiodista.

—Bien, tú no tienes por qué preocuparte allí arriba, en tu desván —dijoSmithback—.EsprobablequelaBestiadelMuseonopuedasubirescaleras.

—Estásunpocodesagradableestanoche—observóMargo—.¿AcasoRickmanhavueltoacensurartumanuscrito?

SmithbackcontinuóhablandoaMoriarty:—De hecho, deseaba verte. Me gustaría formularte una pregunta. —La

camarerapasóporsulado,yelescritorleindicóqueseacercaraconunaseña—.UnMacallansinhieloniagua.Muybien—prosiguió—,quieroquemecuenteslahistoriadelaestatuilladeMbwun.

Sehizoelsilencio.SmithbackmiróprimeroaMoriarty,luegoaMargo.—¿Hedichoalgoinconveniente?—PrecisamenteestábamoshablandodeMbwun—explicóMargo,titubeante.—Ah,¿sí?Quécasualidad.ElcasoesqueeseviejoaustriacodelaSaladelos

Insectos, Von Oster, me comentó que Rickman había montado un cirio por lainclusión de Mbwun en la exposición, de modo que hice algunas pesquisas. —Cuando le sirvieron elwhisky;Smithback alzó el vaso enunbrindis silencioso.Trasbeberuntrago,añadió—:Yheconseguidoalgunosdatos.Alparecer,aorillasdel Alto Xingú vivía una tribu, los kothoga, que por lo visto teníanmuymalaleche.Eranaficionadosalosobrenaturalypracticabansacrificioshumanos.Comoapenassehabíanencontradorastrosdeesepueblo, losantropólogossupusieronquesehabíanextinguidosiglosatrás.Deellossóloseconservabanalgunosmitosquecirculabanentrelastribuslocales.

—Conozcoeltema—empezóMoriarty—.Margoyyoestábamoshablandodeello.Sóloquenadiepensaba…

—Losé,losé.Ahórrateelaliento.Moriarty guardó silencio irritado. Estaba más acostumbrado a pronunciar

conferenciasqueaescucharlas.—Encualquier caso,hacevariosaños,ese tipo llamadoWhittleseyorganizó

una expedición al Alto Xingú con el fin de buscar vestigios de los kothoga;objetos,aldeasantiguas,todoeso.—Seinclinóy,contonoconspiratorio,añadió—:Sinembargo,Whittleseynomencionóquenosóloibaenposdelrastrodelaviejatribu,sinoqueseproponíaencontrara latribu.Estabaconvencidodequeloskothogaaúnexistíanyquepodía localizarlos.Habíadesarrolladounsistemaquedenominaba«triangulaciónmítica».

Moriartynopudocontenerse.—Setratadeunprocedimientoqueconsisteenseñalarenunplanotodoslos

puntosdondesehanoídoleyendassobreciertospueblosolugares,identificarlaszonas donde las leyendas sonmás detalladas y coherentes y precisar el centroexactodeesaregiónmítica.Eneselugarresultamásprobabledescubrirelorigendelosciclosmíticos.

ElescritormiróunmomentoaMoriarty.—No jodas —dijo—. Lo cierto es que el tal Whittlesey se largó en 1987 y

desaparecióenlaselvatropicalparasiemprejamás.

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—¿VonOster te contó todoesto?—Moriartypuso losojosenblanco—.Quérollodetío.

—Tal vez sea un rollo, pero sabe mucho sobre este museo. —Smithbackobservó su vaso vacío con expresiónmelancólica—. Al parecer, se produjo unagrandisputaentrelosmiembrosdelaexpedición,ylamayoríaregresóantesdelo previsto. Habían descubierto algo importante que querían entregar lo antesposible.Whittlesey se opuso y se quedó en la selva, junto con un tío llamadoCrocker.Alparecer,ambosmurieron.CuandopedíaVonOstermásdetallessobrela estatuilla de Mbwun, calló como un muerto. —Smithback se estiró conlanguidezybuscóalacamareraconlavista—.Supongoquetendréquelocalizaraalgúnmiembrodelaexpedición.

—Mala suerte —dijo Margo—. Todos fallecieron en un accidente de avióncuandoregresabanaNuevaYork.

Smithbacklamirófijamente.—Nojodas.¿Ytúcómolosabes?MargotitubeóalrecordarquePendergastlehabíapedidodiscreción.Entonces

pensóenFrockylafuerzaconquehabíaapretadosumanoaquellamañana.«Nopodemosdesperdiciarestaoportunidad.Debemosaprovecharla.»

—Osdiréloquesé,perodebéisguardarelsecretoyayudarmeenlamedidadeloposible.

—Veconcuidado,Margo—previnoMoriarty.—¿Ayudarte? Claro, ningún problema —afirme Smithback—. ¿En qué, por

cierto?Margo, vacilante, les habló de su entrevista con Pendergast en la sala de

seguridad,delosmoldesdelagarraylaherida,delascajasydelahistoriaquehabíareferidoCuthbert.AcontinuacióndescribiólaesculturadeMbwunquehabíavistoenlaexposición,omitiendoelpánicoquelahabíadominadoysuprecipitadahuida.IntuíaqueSmithbacknolacreeríamásqueMoriarty.

—De modo que, cuando llegaste, estaba preguntando a George por esamaldicióndeloskothoga.

Moriartyseencogiódehombros.—Sépocacosaal respecto.Según las leyendas locales, la tribukothogaera

un grupo misterioso, dedicado a la brujería. Se suponía que eran capaces decontrolaralosdemonios.Existíaunacriaturaaquieninvocabanparaquellevaraacabosusvenganzas.SetratabadeMbwun,ElQueCaminaACuatroPatas.

»Whittlesey descubrió la estatuilla y otras piezas, las embaló y envió almuseo.Profanarobjetossagradosesunaprácticabastantehabitual.Sinembargo,enestecaso,comoWhittleseydesaparecióenlaselvayelrestodelaexpediciónperecióenelviajederegreso…—seencogiódehombros—,surgiólahistoriadelamaldición.

—Yahora,estánmuriendopersonasenelmuseo—dijoMargo.—¿InsinúasqueexisteunarelaciónentrelamaldicióndeMbwun,laBestiadel

Museoylosasesinatos?—preguntóMoriarty—.Vamos,Margo,desvarías.Ellalomirófijamente.—¿Nome comentaste que Cuthbert proscribió la estatuilla de la exposición

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hastaelúltimomomento?—Exacto —contestó Moriarty—. Se ocupó personalmente de todo lo

relacionadoconesareliquia.Ynomesorprende,teniendoencuentasuvalor.Laidea de retrasar su emplazamiento en la exposición partió de Rickman, segúntengoentendido.Debiódepensarquesuscitaríamayorexpectación.

—Lo dudo—replicó Smithback—. Su mente no funciona así. En todo caso,intentabaevitarlaexpectación.Silaamenazasconunescándalo,searrugacomounapolillaenunallama.—Lanzóunarisita.

—Por cierto, ¿por qué te interesa tanto este asunto? —preguntó elconservador.

—¿Nocreesqueunviejoobjetopolvorientopuedainteresarme?Smithbackcaptóporfinlaatencióndelacamareraypidióotraronda.—Bien, es evidente que Rickman te ha prohibido escribir sobre la figura—

señalóMargo.Elperiodistahizounamueca.—Muycierto.PodríaofenderatodosloskothogadeNuevaYork.Enrealidad,

loquedespertómicuriosidadfueelcomentariodeVonOstersobrelaactituddeRickman en este tema. Pensé que tal vez obtendría cierta información quepudierautilizarparanegociarennuestropróximotéte-a-téte.Yasabéis:«simeobligaaeliminarestecapítulo,contaré lahistoriadeWhittleseya larevistadelSmithsonian»,oalgoporelestilo.

—Espera unmomento—dijoMargo—. No te he revelado estas confidenciaspara que te aprovecharas de ellas. ¿No lo entiendes?Hemos de averiguarmáscosassobreesascajas.Elasesinobuscaalgoqueseguardaenellas.Hemosdedescubrirdequésetrata.

—Loquenecesitamosesencontraresediario—replicóelescritor.—Cuthbertaseguraquesehaperdido—repusoMargo.—¿Has consultado la base de datos de acceso?—preguntó Smithback—. Tal

vezcontengaalgunainformación.Loharíayomismo,peroelgradodeconfianzaenmíhatocadofondo.

—Y el mío—dijo Margo—. Y hoy no ha sidomi mejor día en lo tocante aordenadores.—LesrefiriósucharlaconKawakita.

—¿Y nuestro amigo Moriarty? —dije Smithback—. Eres un mago de losordenadores, ¿verdad?Además, comoayudantede conservador, tienesaccesoalosarchivosdealtaseguridad.

—Creo que deberíais dejar el caso en manos de las autoridades —replicóMoriarty,muydigno—.Noesasuntonuestro.

—¿No lo entiendes? —rogó Margo—. Nadie sabe qué está ocurriendo. Hayvidasenjuego,ytalvezelfuturodelmuseo.

—Meconstaquetusintencionessonbuenas,Margo—afirmóMoriarty—,perodudodelasdeBill.

—Mis intenciones son tan puras como una fuente pieria [5] —contraatacóSmithback—.Rickmansededicaaasediarlaciudadeladelaverdadperiodística.Sólopretendodefenderlasmurallas.

—¿Noresultaríamásfácilseguir lacorrienteaRickman?—preguntóMoriarty

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—.Creoquetuvenganzaesunpocoinfantil.¿Sabesunacosa?Noganarás.Les sirvieron las copas. Smithback apuró la suya de un trago y exhaló un

suspirodeplacer.—Algúndía,esaputamelaspagará—dijo.

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22

Beauregardfinalizó laanotaciónyguardó la libretaenelbolsillo.Sabíaquedeberíainformardelincidente.«Alamierda»,decidió.Eraevidentequelachicano tramaba nada, a juzgar por su expresión asustada. Redactaría el informecuandotuvieratiempo.

Beauregardestabademalhumor.Ledesagradabacustodiarpuertas.Detodosmodos, era mejor que dirigir el tráfico cuando los semáforos se averiaban. YcausaríabuenaimpresiónenO’Ryans.«Sí—diría—,mehanasignadoelcasodelmuseo.Losiento,nopuedocomentarnada.»

«Para ser unmuseo, haymucho silencio», pensó. Suponía que, en un díanormal,eledificiobulliríadeactividad,peroelmuseodesconocía lanormalidaddesdeeldomingo.Almenosduranteeldíalosempleadosentrabanysalíandelasnuevas salas de exposición, que ya se habían cerrado con vistas a lainauguración.Parapoderaccederaellas,seprecisabaunpermisoporescritodeldoctorCuthbert,amenosquesetrataradeunpolicíaounguardiadeseguridadenmisiónoficial.GraciasaDios,suturnoterminabaalasseis,ydurantedosdíasno pisaría aquel lugar. Partiría solo hacia las Catskills para pescar, como habíaplaneado.

Beauregard acarició la pistolera de la S&W 38 especial, siempre listaparaentrarenacción.Ysobresuotracaderadescansabaunrevólvercargadoconbalasexplosivascapacesdederribaraunelefante.

Elagenteoyóungolpeteoapagadoasusespaldas.Giróen redondo,conelcorazónaceleradoderepente,yobservó laspuertascerradasde lassalasde laexposición.Localizóunallave,lasabrióyescudriñóelinterior.

—¿Quiénandaahí?Unabrisafríalerozólamejilla.Dejóquelaspuertassecerraranycomprobólacerradura.Sepodíasalir,pero

no entrar. La chica se habría colado por la entrada delantera. Pero ¿no estabatambiéncerrada?Nolehabíandichonada.

Elsonidoserepitió.«Bien,coño—pensó—,mitrabajonoconsisteenmirardentro.Hedeimpedir

quealguienaccedaalaexposición.Nomehandichonadaacercadedejarsalir.»Beauregard comenzó a canturrear y siguió el ritmo tabaleando dos dedos

sobreelmuslo.Diezminutosmás,ysemarcharíadeaqueledificioembrujado.Elruidovolvióasonar.Beauregard abrió las puertas por segunda vez y se asomó al interior.

Vislumbróformasborrosas;vitrinas,unaentradadeaspectosiniestro.—Soyagentedepolicía.Hagaelfavordecontestar.Ningunarespuesta.Beauregardretrocedióysacósuradio.—BeauregardaOps,¿merecibes?—AquíTDN.¿Quéocurre?—Informoderuidosenlasalidatraseradelaexposición.

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—¿Quéclasederuidos?—Indeterminados.Parecequehayalguiendentro.Rumordeconversaciónyunarisaahogada.—Er…¿Fred?—¿Qué?Beauregard estaba cada vezmás irritado. El tipo con quien hablaba era un

verdaderocapullo.—Serámejorquenoentres.—¿Porqué?—Talvezseaelmonstruo,Fred.Podríaatraparte.—Vetealamierda—mascullóelagente.Nodebíainvestigarnadasinapoyo,y

aquelindividuolosabía.Unruidoásperoseoyódetrásdelaspuertas,comosialguienlasarañara.A

Beauregardlecostabarespirar.Laradiochirrió.—¿Aúnnohasvistoalmonstruo?—preguntólavoz.—Repito —dijo Beauregard, procurando que su voz sonara lo más neutra

posible—,informoderuidosnoidentificadosenlassalasdelaexposición.Solicitorefuerzosparainvestigar.

—Quiererefuerzos.—Seoyóunacarcajadareprimida—.Fred,carecemosderefuerzos.Todoelmundoestáocupado.

—Escucha—dijoBeauregard,queyahabíaperdidolosestribos—,¿quiénestácontigo?¿Porquénoloenvíasaquí?

—McNitt.Estátomandouncafé,¿verdad,McNitt?Beauregard oyómás carcajadas y desconectó la radio. «Que les den por el

culo—pensó—.Menudosprofesionales.»Ojalá el tenienteestuvieraescuchandoenaquellafrecuencia.

Esperóenelvestíbuloaoscuras.«Cincominutosmás,ymemarcharé.»—TDNllamandoaBeauregard.¿Merecibes?—Diez,cuatro—contestóelagente.—¿AúnnohallegadoMcNitt?—No.¿Yahaterminadoelcafé?—Eh, sólo estaba bromeando —repuso TDN, algo nervioso—. Lo envié al

instante.—Bien,puessehaperdido,ymiturnoacabadentrodecincominutos.Tengo

libreslaspróximascuarentayochohoras,ynadieloimpedirá.Serámejorqueleavisesporradio.

—Nomerecibe—explicóTDN.Beauregardsetemiólopeor.—¿QuécaminotomóMcNitt?¿Subióenelascensordelasección17?—Sí,yomismoseloindiqué.Tengounplano,elmismoquetú.—Para llegaraquí,hadeatravesar laexposición.Una ideamuy inteligente.

Tendríasquehaberledichoqueutilizaraelmontacargas.—Eh,nomevengasconmonsergas,Freddy.Esélquiensehaperdido,noyo.

Ponteencontactoconmigoencuantoaparezca.

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—Sea como sea,me largaré dentro de cincominutos—insistió el agente—.EntoncesEffingerseocuparádetodo.Cortoycierro.

EneseinstanteBeauregardoyóunsúbitotumultoenlaexposición.Sonóunaespeciederuidosordo.«Jesús—pensó—,McNitt.»

Abriólaspuertasyentróaltiempoquedesabotonabalapistoleradesu38.TDNsellevóalabocaotrobolloymasticó.Lotragóconunsorbodecafé.La

radiosiseó.—McNittaOps.Adelante,TDN.—Diez,cuatro.¿Dóndecoñoestás?—En la entrada trasera. No he encontrado a Beauregard. No consigo

localizarlo.—Dejaquepruebeyo.—Pulsóel transmisor—.TDN llamandoaBeauregard.

Fred, adelante. TDN llamando a Beauregard… Eh, McNitt, creo que se haacojonadoysehamarchadoacasa.Suturnohaterminado.¿Cómohas llegadohastaahí?

—Subíenelascensor,comomedijiste.Laspuertasdelapartedelanteradelaexposiciónestabancerradasy,comonollevabalas llaves,di lavuelta.Meperdíunpoco.

—Quédateahí,¿deacuerdo?Elrelevollegaráencualquiermomento.SetratadeEffinger,segúnconstaaquí.Avísameporradioencuantosepresente,yluegoregresa.

—AquívieneEffinger.¿IntentaráslocalizaraBeauregard?—¿Bromeas?Nosoysuniñera.

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23

D'AgostaobservóaPendergast,quesehallabareclinadoenelgastadoasientoposteriordelBuick,con losojosentornados.«Caramba—pensó—,untipocomoéstedeberíautilizar unTownCarúltimomodelo, comomínimo.»En cambio, lehabíanasignadounBuickdecuatroañosdeantigüedadyunchóferqueapenashablabainglés.

—GireporlaOchentayochoytomelatransversaldeCentralPark—exclamóelteniente.

Elcochecruzódoscarrilesparadirigirsealatransversal.—Tome laCincuentahasta laSesenta y cinco y crúcela—indicó—.Después

avance unamanzana hacia el norte de la Tercera y doble a la derecha por laSesentayseis.

—LaCincuenta y nuevemás rápida—replicó el chófer, conmarcado acentoárabe.

—Enlahorapuntadelatardeno.—Joder,habíancontratadoauntipoquenisiquierasabíaconducirporlaciudad.

Cuandoelvehículoenfilólaavenida,elchóferpasódelargolacalleSesentaycinco.

—¿Qué cojones hace? —bramó D'Agosta—. Acaba de pasarse la Sesenta ycinco.

—Disculpas—seexcusóelhombre.Girópor laSesentayunayseencontróconunembotellamientodetráfico.

—No puedo creerlo —dijo D'Agosta a Pendergast—. Tendría que despedir aestepayaso.

Elagentesonrió,conlosojosentrecerrados.—Fueunregalo,digámosloasí,delaoficinadeNuevaYork.Entodocaso,el

retrasonosproporcionarálaoportunidaddehablar.Se arrellanó en el asiento. Pendergast había pasado casi toda la tarde

presenciandolaautopsiadeJolley.Eltenientehabíadeclinadolainvitación.—El laboratoriodetectóvariasclasesdeADNenlamuestra—explicó—.Una

erahumana,ylaotradeungeco.D'Agostalomiróperplejo.—¿Ungeco?¿Quéesesto?—preguntó.—Unaespeciedelagarto,inofensivo.Lesgustaacomodarsesobrelasparedes

y tostarseal sol.Unverano, cuandoeraniño,alquilamosunavillaquedabaalMediterráneo, y las paredes estaban cubiertas de ellos. En cualquier caso, losresultados fueron tan asombrosos que el técnico del laboratorio creyó que setratabadeunabroma.—Abrióelmaletín—.AquíestáelinformedelaautopsiadeJolley.Nohaymuchasnovedades,metemo.Elmismomodusoperandi;elcuerpohorriblemente mutilado, la región talámica del cerebro extraída. La oficina deljuezdeprimera instanciahaestimadoqueparaprovocar talesdesgarrosdeunsolo golpe se precisaría una fuerza —consultó una hoja mecanografiada— dosvecessuperioralaquepuedealcanzarunvarónhumano.Nohacefaltarecalcar

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quesólosetratadeunaestimación.—Pendergastpasóvariaspáginas—.Además,han efectuado análisis de saliva en las secciones cerebrales del niño mayor yJolley.

—¿Y…?—Lasdospruebasdieronpositivo.—Dios.¿Significaesoqueelasesinosecomelosjodidoscerebros?—Nosóloloscome,teniente,sinoqueselehacelabocaagua.Estáclaroque

carecedemodales.¿Tieneelinformedelapolicíacientífica?¿Puedoverlo?D'Agostaseloentregó.—Noencontraráningunasorpresa.Lasangrequemanchaba loscuadrosera

de Jolley. Hallaron restos de sangremás allá de la zona de seguridad y en laescaleraqueconducealsubsótano.Claroque la lluviadeanochehabráborradotodoslosrestos.

Pendergastexaminóeldocumento.—Aquí está el informe de la puerta de la cámara. Alguien la golpeó

salvajemente,talvezconunobjetoromo.Tambiénhabíatresarañazosparalelos,coincidentes con los que presentaban las víctimas. Una vez más, la fuerzaempleada fueconsiderable.—Pendergastdevolvió losexpedientes—.Parecequetendremosqueprestarmásatenciónalsubsótano.Enresumen,Vincent,losdatossobreelADNconstituyennuestramejoroportunidad.Siconseguimosdescubrirelorigendeesefragmentodegarra,habremosobtenidolaprimerapistasólida.Poresohesolicitadoestareunión.

Elcochesedetuvoanteunconjuntodeedificiosdeladrillorojocubiertosdehiedra que dominaban el río East.Unguardia los acompañóhasta una entradalateral.

Unavezenel laboratorio,Pendergastseapoyóenunamesacolocadaenelcentrode lahabitaciónycharlócon loscientíficos,BuchholtzyTurow.D'Agostaadmitióquealsureñonolecostabanadatomarlasriendasdeunasituación.

—AmicolegayamínosgustaríacomprenderelprocesodesecuenciacióndelADN.Necesitamos saber cómoobtuvieronestos resultados y si sería precisounanálisisposterior.Estoysegurodequeloentienden.

—Desde luego —dijo Buchholtz. Era nervioso, bajo y calvo como el monteMonadnock—.Miayudante,eldoctorTurow,efectuólosanálisis.

Turowavanzóunpaso,inquieto,yhabló:—Cuando nos entregaron las muestras, nos pidieron que investigáramos si

procedíandeunmamíferocarnívorogrande,enconcreto,deun felino.EnesoscasossolemoscompararelADNdelamuestraconelde,porejemplo,cincooseisespeciessusceptiblesdecoincidir.Tambiénseleccionamosunanimalquenopuedacoincidirconlamuestra; lodenominamos«grupoexterno»,yesunaespeciedecontrol.¿Meexplico?

—Hastaelmomentosí—respondióPendergast—.Metemoquehabrádetenerpacienciaconmigo.Soyunnovatoenestasmaterias.

—Por lo general, utilizamos ADN humano como grupo externo, puesto quecasitodosumapahasidotrazado.Encualquiercaso,practicamosunaRCP,osea,unareacciónencadenadepolimerasas,alamuestra,porloquedebemosrealizar

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milesymilesdecopiasdelosgenes.Comportamuchotrabajo.Señaló una máquina enorme con largas tiras de plexiglás transparentes

sujetas a los lados, detrás de las cuales había bandas verticales oscuras,dispuestasencomplicadascombinaciones.

—Ésta es una máquina de electroforesis mediante gel de campo pulsátil.Colocamoslamuestraaquí,ypartesdeellasedesplazanalolargodeestastirasa través del gel, según el pesomolecular. Luego aparecen en forma de bandasoscuras.Segúnlaspautasdelasbandas,yconlaayudadelordenador,deducimosqué genes están presentes. —Respiró hondo—. Sea como sea, se obtuvo unalecturanegativade losgenespertenecientesa los felinosdegran tamaño;unalectura muy negativa, que no coincidía ni por asomo. Para nuestra sorpresa,obtuvimos una lectura positiva del grupo externo, o sea, el Homo Sapiens. Y,comoyasabe,reconocimoscadenasdeADNdevariasespeciesdegeco…,oesoparece.—Semostrabaunpococohibido—.Aunasí,noseconsiguióidentificarlamayoríadelosgenes.

—Poresosuponequeestabancontaminados.—Sí. Contaminados o degradados. El alto porcentaje de pares básicos

repetidosenlamuestrasugeríaunelevadogradodedañogenético.—¿Dañogenético?—inquirióPendergast.—Cuando el ADN está dañado o es defectuoso, suele reproducir de forma

incontrolada largassecuenciasrepetidasdelmismoparbásico.LosviruspuedendañarelADN,aligualquelasradiaciones,ciertosproductosquímicos,einclusoelcáncer.

Pendergast,quehabíaempezadoapasearporel laboratorio,examinaba losaparatosconlacuriosidaddeungato.

—Estosgenesdegecomeinteresanmuchísimo.¿Quésignificanexactamente?—Éseeselmayormisterio—dijoTurow—.Songenesraros.Algunossonmuy

comunes, como el citocromo B, que puede encontrarse en cualquier criatura,desde el bígaro hasta el hombre. Sin embargo, esos genes de geco… Bien, nosabemosnadasobreellos.

—Enrealidad,insinúaqueelADNnopertenecíaaningúnanimal,¿verdad?—preguntóD'Agosta.

—Desde luego, a ningún mamífero carnívoro grande que conozcamos —respondió Buchholtz—. Analizamos todos los porcentajes relevantes. No existencoincidencias suficientes para afirmar que procedían de un geco. Por lo tanto,medianteunprocesodeeliminación,meatreveríaaaventurarqueprobablementeeradeunhumano;sinembargo,losresultadossonambiguos.

—Lamuestra fue encontrada en el cadáver de un niño asesinado—explicóD'Agosta.

—¡Ah!—exclamó Turow—. En consecuencia, pudo contaminarse dematerialgenéticohumano.Laverdad,nosfacilitaríanmuchoeltrabajosinoscomentaranantesesosdetalles.

Pendergastfruncióelentrecejo.—La muestra fue extraída del canal de la raíz de una garra. Lo hizo el

patólogo forense, según tengo entendido, y se realizaron todos los esfuerzos

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necesariosparaevitarlacontaminación.—Basta con una sola célula —replicó Turow—. ¿Ha dicho una garra? —

Reflexionóunmomento—.Permitaquesugieraunaidea.Lagarrapodríaprocederdeun lagartomuycontaminadopor la sangredesuvíctimahumana;cualquierlagarto,nonecesariamenteungeco.—MiróaBuchholtz—.Dehecho,seidentificóalgo de ADN como perteneciente a un geco porque un colega de Baton Rougellevóacabo,haceaños,unainvestigaciónsobrelagenéticadeeseanimalycediólosresultadosaGenLab.Delocontrario,seríadesconocido,comolamayorpartedeesamuestra.

ElagentedelFBImiróaTurow.—Sino le importa,megustaría queefectuaranmásanálisis paraaveriguar

quésignificanesosgenesdegeco.Turowfruncióelentrecejo.—SeñorPendergast,lasposibilidadesdequelosanálisistenganéxitonoson

más elevadas, y podríamos tardar semanas en realizarlos. Me parece que elmisterioyahasidodesentrañado…

Buchholtzdiounapalmadaenlaespaldaasuayudante.—NodiscutamosconelagentePendergast.Alfinyalcabo,lapolicíapaga,y

setratadeunprocedimientomuycaro.LasonrisadePendergastseensanchó.—Mealegrodequelohayamencionado,doctorBuchholtz.Envíenlafactura

aldirectordeOperacionesEspeciales,FBI.—Escribióladirecciónenunatarjeta—.Ynosepreocupenporlosgastos,porfavor.

D'Agostanopudoevitarsonreír.SabíaquépretendíaPendergast:cubrirselasespaldas.Meneólacabeza.«Menudodemonio»,pensó.

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24

JuevesAlasonceycuartodelamañana,unhombrequeafirmabaserlaencarnación

del faraón egipcio Toth, en un ataque de locura, derribó dos expositores en eltemplo de Azar-Nar, rompió una vitrina y sacó a una momia de su sarcófago.Fueronnecesariostrespolicíasparareducirlo,yvariosconservadoresdedicaronelrestodeldíaarecomponerlasvendasyrecogerpolvoantiguo.

Menosdeunahoradespués, unamujer salió despavoridade laSala de losMonos Antropoides, farfullando que había visto algo agazapado en una esquinaoscuradel lavabo.Unequipodetelevisión,queesperabaen laescalinatasur laaparicióndeWright,grabósuhistéricahuida.

A la hora de comer, un grupo autodenominado Alianza Contra el Racismoformó piquetes en las afueras del museo para boicotear la exposición«Supersticiones».

A primera hora de la tarde, Anthony McFarlane, un famoso filántropoaficionadoalacazamayor,ofrecióunarecompensadequinientosmildólaresporla capturayentregade laBestiadelMuseo, viva.El centronegóde inmediatocualquierrelaciónconMcFarlane.

Laprensaaireótodosestosacontecimientos.Lossiguientes,sinembargo,notrascendieron.

Amediodía,cuatroempleadoshabíandimitidosinprevioaviso,otrostreintaycinco habían tomado vacaciones, y casi trescientos habían telefoneado paraanunciarqueestabanenfermos.

Pocodespués,unapreparadoradelDepartamentodePaleontologíaVertebradase desmayó sobre lamesa del laboratorio. Tras ser conducida a la enfermería,dondeadujopresionesfísicasyemocionales,pidióunpermisoindefinido.

Alastresdelatarde,seguridadhabíarecibidosieteavisosderuidosextrañosenvariassecciones.Alahoradeltoquedequeda,lapolicíadelpuestodemandohabía investigadocuatroavistamientossospechosos,ningunode loscualespudoserverificado.

Mástarde,lacentralitadelmuseocontabilizócientosietellamadastelefónicasrelacionadas con el monstruo; se incluíanmensajes de chiflados, amenazas debombayofrecimientosdeayuda,tantodeexterminadorescomodeespiritistas.

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Smithback abrió la mugrienta puerta y echó un vistazo al interior. «Aquéldebíadeserunodeloslugaresmásmacabrosdeledificio»,pensó.SetratabadelazonadealmacenamientodelLaboratoriodeAntropologíaFísicao,en la jergade los empleados, la «Sala de los Esqueletos». El museo poseía una de lasmayorescoleccionesdeesqueletosdelpaís,lasegundaenimportanciadespuésdeladelSmithsonian.Sóloaquellasalaalbergabadocemil.LamayoríadelmaterialpertenecíaaindígenasdeAméricadelNorteydelSur,asícomoafricanos,yhabíasido recogida durante el siglo XIX, cuando la antropología física alcanzó suapogeo.Hileras de grandes cajonesmetálicos se elevabanhasta el techo. Cadauno contenía como mínimo un fragmento de esqueleto humano. Etiquetasamarillentas, en que había escritos números, nombres de tribus y a veces unabrevedescripción,aparecíanenlapartedelanteradecadacajón.Otrasetiquetas,másescuetas,transmitíanelescalofríodelanonimato.

Una tarde, Smithback había deambulado entre las arcas, abriéndolas yleyendolasnotas,casitodasescritasconunacaligrafíaeleganteyborrosa.Habíaapuntadovariasensucuaderno:

Espec.nº1880-1770CaminaporlasNubes.SiouxYankton.MuertoenlabatalladeMedicineBow

Creek(1880).Espec.nº1899-1206.MaggieCaballoPerdido.CheyennedelNorte.Espec.nº1933-43469.Anasazi.CañóndelMuerto.ExpediciónThorpe-Carlson(1900).Espec.nº1912-695.Luo.LagoVictoria.DonacióndeGen.DeDiv.HenryThrockmorton(Bart).Espec.nº1872-10.Aleuta;procedenciadesconocida.Desdeluego,erauncementeriomuyextraño.Más allá de la zona de almacenamiento se extendía el conjunto de

habitaciones que conformaban el Laboratorio de Antropología Física, donde, enotrostiempos,losantropólogossolíanpasargranpartedesutiempo,dedicadosamedir huesos e intentar determinar la relación entre las razas, el lugar denacimiento de la humanidad… En la actualidad, se realizaban investigacionesbioquímicasyepidemiológicasmuchomáscomplejas.

Variosañosantes,elmuseo,graciasalainsistenciadeFrock,habíadecididofusionarloslaboratoriosdeinvestigacióngenéticayADNconesasección.Alotroladodelapolvorientazonadealmacenajedescansabaunimpolutoconglomeradode centrifugadoras enormes, autoclaves siseantes, aparatos de electroforesis,monitores y columnas destiladoras. Los científicos contaban, pues, con elinstrumental más avanzado. Greg Kawakita se había instalado en la tierra denadiecomprendidaentreelantiguoyelnuevolaboratorio.

Smithbackmiróhacialaspuertasatravésdelasaltascolumnasdematerial

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delalmacén.AcababandedarlasdiezyKawakitaeraelúnicoqueaúntrabajaba.Movía con gestos bruscos la mano izquierda sobre su cabeza, y agitaba algo.Smithback oyó la vibración de un sedal y el zumbido de un carrete. «Quemeaspen»,pensó.Elhombreestabapescando.

—¿Hasatrapadoalgo?—preguntó.Oyóunaexclamaciónyelruidodeunacañaalcaer.—Malditoseas,Smithback—mascullóKawakita—.Siemprefisgoneando.Noes

un buenmomento para ir por ahí asustando al personal. Podría haber llevadoencimaunrevólver.

Avanzó por el pasillo y apareció por la esquina. Miró con fingido enojo alperiodistaaltiempoqueenrollabaelhilo.

Smithbackrió.—Ya te aconsejé que no trabajaras aquí, rodeado de esqueletos. Mira el

resultado;alfinalhasperdidolachaveta.—Sólo estaba practicando —Kawakita rió—. Mira. Tercer estante. Giba de

Búfalo.Sacudiólacaña.Elsedalsedesenrolló,yelcebosaliódisparadohastarebotar

enuncajóncolocadoenel terceranaqueldeunaestanteríasituadaal finaldelpasillo.Smithbackseacercó.Exacto:conteníaloshuesosdealguienllamadoGibadeBúfalo.Lanzóunsilbido.

Kawakitarecobróunpocodehiloysostuvolasvueltasenlamanoizquierda,mientrasaferrabaelextremodecorchodelacañaconladerecha.

—Quintoestante,segundafila.JohnMboya.El sedal describió un arco en el aire entre los estrechos estantes, y el

diminutocebogolpeólaetiquetaanunciada.—IzaakWalton,levántate—exclamóSmithback,meneandolacabeza.Kawakitarecuperóelhiloyprocedióadesmontarlacañadebambú.—Noescomopescarenunrío—dijo—,peroesunaprácticamagnífica,sobre

todoenesteespacioconfinado.Contribuyearelajarmedurantelosdescansos,silacuerdanoseenredaenunadelasvitrinas,porsupuesto.

Cuando fue contratado en el museo, Kawakita había rechazado el soleadodespacho del quinto piso que le habían ofrecido y solicitado uno mucho máspequeño en el laboratorio porque, según argumentó, deseaba estar cerca de laacción.Desdeentonceshabíapublicadomásartículosquealgunosconservadoresveteranosentodasucarrera.Graciasasusestudiosinterdisciplinarios,realizadosbajo la dirección de Frock, no tardaron en concederle el cargo de ayudante deconservador en biología evolutiva. Kawakita siempre había aprovechado condestrezalafamadesumentorparaascender.Alprincipiosehabíadedicadoporcompleto al estudio de la evolución de las plantas, que en los últimos tiemposhabía sustituido por el programadel Extrapolador SecuencialGenético. Su otrapasión en la vida, aparte del trabajo, parecía ser la pesca con mosca, enparticular, como explicaba a cualquiera dispuesto a escucharlo, la captura delnobleyescurridizosalmónatlántico.

Kawakita guardó la caña en un estuche Orvismuy gastado y lo apoyó contodo cuidado contra una esquina. Indicó a Smithback que lo siguiera y lo guió

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hastaunescritoriodegrantamañocontressillasdemadera.Elescritorobservóque la mesa estaba cubierta de papeles, pilas de monografías manoseadas ybandejasdearenatapadasconplásticosqueconteníanhuesoshumanos.

—Miraesto—dijoKawakita,tendiéndolealgo.Setratabadeunailustracióndeunárbolgenealógico,unaguafuerteentinta

marrón sobre papel jaspeado a mano. De las ramas colgaban etiquetas condiversaspalabraslatinas.

—Muybonito—dijoSmithbackmientrassesentaba.—Comodescripciónnoestámal,supongo—replicóKawakita—;unavisióndel

siglo XIX de la evolución humana. Una obra de arte, pero una farsa científica.Estoy elaborando un artículo para la Human Evolution Quartely acerca de lasperspectivasprimitivassobrelaevolución.

—¿Cuándosepublicará?—preguntóelperiodistaconinterésprofesional.—Oh,elañoqueviene.Estasrevistassonlentas.Smithbackdejóelgrabadosobrelamesa.—¿Y qué tiene que ver esto con tu trabajo actual, el SAT, ERG, o como se

llame?—ESG,paraserexactos.—Elcientíficoseechóareír—.Nadaenabsoluto.No

esmásqueunaespeciededivertimento.Aúnmegustaensuciarmelasmanosdevez en cuando. —Guardó con todo cuidado la ilustración en una carpeta y sevolvió hacia el escritor—.Bien, ¿cómova la obramaestra? ¿Aún te hace sufrirmadameRickman?

Smithbackrió.—Supongoque, a estas alturas, todoelmundo sehaenteradodemi lucha

contralatiranía.Sóloesollenaríaunlibro.EnrealidadhevenidoparahablardeMargo.

Kawakitasesentófrenteaél.—¿MargoGreen?¿Quéleocurre?Smithback empezó a pasar las páginas de una de las monografías que

descansabansobrelamesa.—Tengoentendidoquenecesitatuayudaparaalgo.Kawakitaentornólosojos.—Llamó anoche para preguntarme si podía someter algunos datos al

Extrapolador.Ledijequeaúnnoestabaencondiciones.—Seencogiódehombros—.Ytécnicamenteescierto.Nopuedoasegurarquealcanceunaprecisióntotalen las correlaciones. Además, estoymuy ocupado, Bill. No dispongo de tiempoparaenseñaraalguiencómofuncionaelprograma.

—No se trata precisamente de una analfabeta científica a quien haya quellevardelamano—replicóSmithback—.Margorealizainvestigacionesgenéticasmuycomplejassinayudadenadie.Lahabrásvistotodoeldíaporellaboratorio.—Apartóaunladolamonografíayseinclinó—.Deberíasecharleunamano.Estápasandounamalaépoca.Supadremurióhacedossemanas.

Kawakitasemostrósorprendido.—¿Deveras?¿Deesohablabaiselotrodíaenlacafetería?Smithbackasintió.

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—Apenasmecomentónada,peroséquehasidoungolpemuyduroparaella.Hastaseplanteódejarelmuseo.

—Esoseríaunlamentableerror.—Kawakitafruncióelentrecejo.Sedispusoaañadiralgo,perosecontuvoderepente.Sereclinóenlasillaydirigióalescritorunamiradalargaycalculadora—.Esungestomuygenerosoportuparte,Bill.—Se humedeció los labios y asintió lentamente—. Bill Smithback, el buensamaritano.Tunuevaimagen,¿eh?

—Parati,WilliamSmithbackJr.—BillSmithback,elEagleScout[6]—continuóelcientífico.Después,sacudió

lacabeza—.No,nomeparecesincero.NohasvenidoaquíparahablardeMargo,¿verdad?

Smithbackvaciló.—Bueno,essólounodelosmotivos—admitió.—¡Lointuía!—graznóKawakita—.Vamos,suéltalo.—Bien,deacuerdo.—Smithbacksuspiró—.Escucha,estoyintentandoobtener

informaciónsobrelaexpediciónWhittlesey.—¿Laqué?—LaexpediciónaSudaméricaquetrajo laestatuilladeMbwun.Yasabes, la

estrelladelanuevaexposición.—Ah, sí.Seguramenteelviejo chifladodelherbario tehablódeellaelotro

día.¿Quéocurreconesaexpedición?—Bien,sospechamosqueexistealgúnvínculoentreellayestosasesinatos.—¿Qué?—exclamóKawakita,incrédulo—.Nomedigasquetútambiéncrees

eserollodelaBestiadelMuseo.¿Yporquéhablasenplural?—Noestoydiciendoquelocreatodo,¿deacuerdo?—replicócontonoevasivo

Smithback—,peroheoídomuchashistoriasrarasenlosúltimosdías.Rickmansemuestra reacia a la presencia de la estatuilla en la exposición. Además de esareliquia, la expedición envió otras piezas; varias cajas, de hecho. Quieroaveriguartodoloposiblesobreellas.

—¿Yquépintoyoentodoesto?—Nada,pero,comoayudantedeconservador, tienesaccesoalordenadorde

altaseguridaddelmuseo.Puedessolicitarlabasededatosyhacerindagacionessobreesascajas.

—Dudodequehayanintroducidoinformaciónsobreellas.Encualquiercaso,noimporta.

—¿Porqué?—preguntóelperiodista.Kawakitarió.—Esperaunmomento.Se levantó y se encaminó hacia el laboratorio. Al cabo de unos minutos

regresóconunahojadepapelenlamano.—Debesdetenerpoderespsíquicos—dijo,tendiéndoleelpapel—.Miraquéhe

encontradoenmicorreoestamañana.MUSEODEHISTORIANATURALDENUEVAYORKNOTAINTERNA

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A:Conservadoresypersonaldirectivo.De:LaviniaRickman.CC:Wright,Lewallen,Cuthbert,Lafore.Aconsecuenciadelosdesafortunadosacontecimientosrecientes,elmuseose

hallasometidoaunintensoexamenporpartedelosmediosdecomunicaciónyelpúblicoengeneral.Dadalasituación,hequeridoaprovecharlaoportunidadpararevisarlapolíticadelmuseosobrelascomunicacionesexternas.

Todo trato con la prensa se llevará a cabo por mediación de la oficina derelaciones públicas del museo. No se harán comentarios sobre asuntosrelacionados con laentidad,ni oficialni extraoficialmente,aperiodistasuotrosmiembrosdelosmediosdecomunicación.Cualquierdeclaraciónoayudaprestadaa individuos que estén preparando entrevistas, documentales, libros, artículos,etc., relativos al museo, deberá ser autorizada por esta oficina. La direcciónemprenderáaccionesdisciplinariasencasodeviolacióndeestasdirectrices.

Graciasporsucolaboraciónenestosmomentosdifíciles.—Joder—murmuróSmithback—.Leeesto;«individuosqueesténpreparando

libros».—Se refiere a ti, Bill. —El científico prorrumpió en carcajadas—. ¿Lo ves?

Tengo lasmanos atadas.—Sacó un pañuelo del bolsillo y se sonó—. Alergia alpolvodehuesos—explicó.

—Nopuedocreerlo—musitóSmithback,releyendolanota.Kawakitalediounapalmadaenlaespalda.—Bill, amigo mío, sé que de esta historia nacería un gran artículo, y me

gustaría ayudarte a escribir el libro más controvertido, ultrajante y lascivoposible,peronopuedo.Serésincero;intentolabrarmeunacarreray…mejuegoelpuesto.Tendrásquetomarotraruta.¿Deacuerdo?

Elperiodistaasintióconresignación.—Deacuerdo.—Noparecesmuyconvencido.—Kawakitarió—.Detodasformas,mealegro

dequeseascomprensivo.—Pusoenpiealescritorconsuavidad—.Tepropongoalgo; ¿qué te parece si vamos de pesca el domingo? Predicen una nidadatempranaenelConnetquot.

Smithbacksonrióporfin.—Resérvameunadetusdiabólicasninfas—dijo—.Acepto.

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26

D'Agostasehallabaalotroladodelmuseo,cuandorecibióunnuevoaviso.Sehabíavistoalgoextrañoenlasección18,enlasaladeordenadores.

Suspiró,guardólaradioenlafundaypensóensuspiescansados.Enaquelmalditolugartodoelmundosetopabaconelhombredelsaco.

Unadocenadepersonassehabíancongregadoantelasaladeordenadoresybromeaban, algo nerviosas. Dos policías uniformados custodiaban la puertacerrada.

—Muybien—dijoeltenientemientrasdesenvolvíaunpuro—.¿Quiénlovio?Unjovenseadelantó.Llevabaunabatablancade laboratorio,gafasdeculo

debotella,yunacalculadorayunmensáfonocolgabandesucinturón.«Joder—pensóD'Agosta—,¿dedóndesacanaestostíos?»Eraperfecto.

—Dehecho,novinada—explicó—,sinoqueoíunruidofuerteeinsistenteenel cuarto de la instalación eléctrica. Era como si alguien tratara de derribar lapuerta…

Eltenientesevolvióhacialosdospolicías.—Vamosaecharunvistazo.Forcejeóconelpicaportehastaquealguiensacóunallave.—Decidimoscerrarla.Noqueríamosquenadasaliera…D'Agostaatajólasexplicacionesconungesto.Aquelloresultabacadavezmás

ridículo.¿Cómocojonesselesocurríamantenerlagraninauguracióndelanochesiguiente?Deberíanhaberclausuradoelmalditoedificiodespuésdelosprimerosasesinatos.

La sala era grande, circular, inmaculada. En el centro, colocado sobre unpedestal de gran tamaño y bañado por brillantes luces de neón, se alzaba uncilindroblancodemetroymediodealtura.D'Agostasupusoqueeraelordenadorprincipaldelmuseo.Zumbabaconsuavidad,rodeadodeterminales,estacionesdetrabajo,mesasylibrerías.Habíadospuertascerradasalfondodelahabitación.

—Echadunaojeada,muchachos—ordenóasushombresmientrassellevabael puro apagado a los labios—. Yo hablaré con ese tío;me ocuparé del trabajoburocrático.

Saliófuera.—¿Nombre?—preguntó.—RogerThrumcap.Soyelsupervisordeturnos.—Deacuerdo.—D'Agosta,cansado,tomónota—.Hainformadoderuidosenla

saladeprocesamientodedatos.—No,señor,esasalaestáarriba;éstaesladeordenadores,dondesecontrola

elsoportefísico.—Lasaladeordenadores,pues.—Garabateóalgomás—.¿Cuándoreparópor

primeravezenesosruidos?—Unosminutosdespuésdelasdiez.Estábamosacabandolosdiarios…—¿Estabanleyendoelperiódicocuandooyólosruidos?—No,señor.Merefieroalascintasdecontrol.Estábamosterminandolacopia

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deseguridaddiaria.—Entiendo.Yesoocurrióalasdiez.—Las copias de seguridad no se efectúan durante las horas punta, señor.

Tenemospermisoespecialparaentraralasseisdelamañana.—Quésuerte.¿Dedóndeprocedíanlosruidos?—Delcuartodelainstalacióneléctrica.—¿Yesoestá…?—LapuertasituadaalaizquierdadelMP-3,elordenador,señor.—Hevistodospuertasahídentro.¿Adóndeconducelaotra?—Ah, a la habitación de retreta. Se accede a ella mediante unas tarjetas

especiales.Nadiepuedeentrarallí.—Ante lamiradadeextrañezadel teniente,añadió—:Contienepaquetesdedisquetesycosasasí.Esunaespeciedealmacén.La llamamos así porque todo está automatizado y nadie entra, excepto los demantenimiento.—Asintióconorgullo—.Estamosenunentornoquenoprecisadeoperadores.Comparadoconnosotros,elDPaúnestáenlaEdaddePiedra.Tienenoperariosquemontanamanolascintas.

D'Agostaentródenuevoenlasaladeordenadores.—Losruidosproveníandelotroladodeesapuertadelaizquierda.Echaremos

un vistazo. —Dio media vuelta—. Saque a esa gente de aquí —ordenó aThrumcap.

La puerta del cuarto de la instalación eléctrica se abrió y liberó un olor acables calientes y ozono. D'Agosta palpó la pared; encontró el interruptor yencendiólaluz.

Efectuó un repaso visual, como dictaban las normas. Vio transformadores,rejasquecubrían losconductosdeventilación,cablesyvariosaparatosgrandesdeaireacondicionado.Nadamás.

—Miraddetrásdeesosaparatos—indicóeltenienteD'Agosta.Lospolicíasllevaronacabounregistrominucioso.Unoechóunvistazohacia

atrásyseencogiódehombros.—Muybien—dijoeltenienteantesdesalirdelasaladeordenadores—.Creo

quenohaynadasospechoso.¿SeñorThrumcap?—¿Sí?—Elhombreasomólacabeza.—Su gente puede volver a entrar. Todo parece en orden. De todas formas,

apostaremos un agente durante las siguientes treinta y seis horas.—Se volvióhacia uno de los policías que salían del cuarto de la instalación eléctrica—.Waters, quédate aquí hasta que finalice tu turno. Pro forma, ¿de acuerdo? Teenviaréunrelevo.

«Sialguienmásvealgoextraño,mequedarésinhombres.»—Deacuerdo—respondióWaters.—Esunabuenaidea—opinóThrumcap—.Estasalaeselcorazóndelmuseo;

mejor dicho, el cerebro. Controlamos los teléfonos, la planta física, la red, lasimpresoras,elcorreoelectrónico,elsistemadeseguridad…

—Claro—interrumpióD'Agosta.El personal empezóa avanzar por la sala para ocupar suspuestos ante las

terminales.D'Agostaseenjugóelsudordelafrente.«Haceuncalordelahostia.»

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Cuandosedisponíaamarcharse,oyóunavozasuespalda.—Rog,tenemosunproblema.D'Agostavacilóuninstante.—Oh, Dios mío —exclamó Thrumcap con la vista fija en un monitor—. El

sistemaestárealizandounvolcadohexadecimal.¿Quécoño…?—¿Estaba el ordenador principal enmodo «copias de seguridad» cuando lo

dejaste,Rog?—preguntóuntipobajitocondientesdeconejo—.Siterminóynoobtuvorespuesta,talvezcayeraenunvolcadodebajonivel.

—Quizátengasrazón—admitióRoger—.Abortaelvolcadoyasegúratedequetodaslasregionesesténactivadas.

—Noresponde.—¿EstádesactivadoelOS?—preguntóThrumcap, inclinándosesobreelCRT

dedientessalientes—.Déjamevereso.Unaalarmasedisparóenlasala;unsonidoagudoeinsistente.D'Agostavio

una luzrojaenunpaneldel techosituadosobreelordenadorprincipal.Talvezdebíapermanecerallíunratomás.

—Yahora,¿qué?«Caramba, qué calor—pensó el teniente—. ¿Cómo pueden soportarlo estos

tíos?»—¿Quésignificaestecódigo?—Nolosé.Míralo.—¿Dónde?—¡Enelmanual,idiota!Estádetrásdetuterminal.Ven,yalotengo.Thrumcapempezóapasarpáginas.—2291,2291…Aquíestá.Esunaalarmatérmica.¡Oh,Diosmío!¡Lamáquina

estásobrecalentándose!¡Avisaamantenimientoahoramismo!D'Agostaseencogiódehombros.Probablementeelruidosordoqueloshabía

alertadolohabíanproducidoloscompresoresdeaireacondicionadoalfallar.«NohayqueseruncientíficodelaNASAparasospecharlo.Latemperaturaaquídebede rondar loscincuentagrados.»Cuandosealejabaporelpasillo, secruzócondoshombresdemantenimientoquecorríanendireccióncontraria.

Como la mayoría de superordenadores modernos, el MP-3 del museosoportaba mucho mejor el calor que los gigantescos aparatos de hacía diez oveinteaños.Sucerebrodesilicio,adiferenciade lostransistoresmásantiguos,podía funcionarporencimade lastemperaturasrecomendadasduranteperíodosprolongados sin sufrir deterioros o pérdidas de datos. Sin embargo, la interfazconectadaalsistemadeseguridaddelmuseohabíasidoinstaladaporotroequipoque no había seguido las instrucciones especificadas por el fabricante delordenador.Cuandolatemperaturaenlasaladeordenadoresalcanzabalostreintay cinco grados, se rebasaba la tolerancia de los chips ROM que gobernaban elsistemaautomáticodecontroldeaverías.El falloseproducíanoventasegundosmástarde.

Waters, de pie en una esquina, paseó la vista por la sala. Los técnicos demantenimiento se habían marchado una hora antes, y por fin reinaba un fríoagradableenlaestancia.Todohabíavueltoalanormalidad,ylosúnicossonidos

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queseoíaneranelzumbidodelordenadoryelrepiqueteomecánicodemilesdeteclas. Desvió la mirada hacia una terminal desocupada y vio un mensajeparpadeante:«FALLOGLOBALEXTERNOENROM.DIRIGIRSEA33BI4A03.»

Eracomochinoparaél.¿Porquénopodíadecirlo?Odiaba losordenadores.No recordaba nada que hubieran hecho por él, excepto comerse la «s» de suapellidoen lasnóminas.Tambiéndetestabaaaquelloscapulloschifladospor losordenadores.Sialgoibamal,yaseocuparíanellosdesolucionarlo.

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Smithbackdejócaerloscuadernosdenotassobrelamesadeungabinetedela biblioteca. Exhaló un profundo suspiro y se acomodó en el estrecho espacio,depositó la carpeta sobre el escritorio y encendió la pequeña luz del techo. Sehallabamuycercadelasaladelectura,conparedesrevestidasderoble,butacasdecuerorojoyunachimeneademármolquenosehabíautilizadoenunsiglo.Sinembargo,élprefería losestrechosydestartaladosgabinetes,enespecial losquequedabanescondidosentrelasestanterías.Allípodíaexaminardocumentosymanuscritosenlaintimidad.

Elmuseo albergaba una colección de libros nuevos, antiguos y raros sobretodos los aspectos de la historia natural que no tenía parangón.Había recibidotantos legadosydonacionesprivadasa lo largode losañosquesu catálogodefichas se atrasaba sin remedio. No obstante, Smithback conocía aqueldepartamento mejor que casi todos los bibliotecarios. Podía localizar cualquierdatoenuntiemporécord.

Se humedeció los labios, pensativo. Había salido de su entrevista conKawakitasinnadapositivo,yMoriartyeraunburócrataempecinado.Noconocíaanadiemásquepudieraproporcionarleaccesoalasbasesdedatos.Sinembargo,habíamásdeunaformadeabordarunrompecabezas.

Empezó a repasar el índice delNewYork Times en el ficheromicrofilmado.Retrocedióhasta1975.Noencontrónadaytampoco,comonotardóendescubrir,enlasrevistasimportantesdehistorianaturalyantropología.

Buscó información referente a la expedición en las publicaciones periódicasmásantiguasdelmuseo.Nada.ElQuiénesQuiéndelMuseodeHistoriaNaturaldeNuevaYorkconteníaunabiografíadedos líneasdeWhittleseyqueno leaportónadaquenosupieraya.

Maldijoparasí.«EstetíoestámásescondidoqueeltesorodeOakIsland.»Colocó uno tras otro los libros en los estantes y miró alrededor. A

continuación,arrancóunaspáginasdeunalibretayseacercóalescritoriodeunabibliotecaria,asegurándoseprimerodequenolohabíavistoantes.

—Hededevolverestoalosarchivos—dijoalamujer.Ellalomiróconseveridadyparpadeóvariasveces.—¿Esustednuevo?—Pertenezco a la biblioteca científica, yme trasladaron la semana pasada;

porrotación.Lededicóunasonrisa,confiandoenqueparecieraradianteysincera.Ellafruncióelentrecejo.Deprontosonóelteléfonodesumesa.Trasvacilar

un instante,descolgóelauriculary,distraída, tendióaSmithbackuna tablillayunallavesuspendidaenuncordellargoyazul.

—Firme—dijo,tapandoelauricularconlamano.Una puerta gris, situada en un rincón apartado de la sala, conducía a los

archivosdelabiblioteca.Smithbackeraconscientedequeestaballevandoacabounajugadaarriesgada,enmásdeunaspecto.Yahabíavisitadoaquellasecciónen

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una ocasión, por un asunto legítimo, y sabía que el grueso de los archivos delmuseosealmacenabaenotrositioyquelosdelabibliotecaeranmuyespecíficos.Sin embargo, tenía un presentimiento. Cerró la puerta y avanzó. Examinó lasestanteríasllenasdecajasetiquetadas.

Cuandohubo recorridoun ladode lahabitación, sedetuvo.Tendió lamanocon cautela y bajó un caja etiquetada «Central RECVG/SHPG: FacturasCargamentoAéreo».Seacuclillóyexaminóatodaprisalospapeles.

Unavezmás,retrocedióhasta1975.Decepcionado,lorevisódenuevo.Nada.Al colocar la caja en su estante, se fijó en otra etiqueta: «Facturas de

cargamento,1970-1990.»Sólopodíadedicarlecincominutos.Sudedosedetuvocercadelfinaldelapila.—Ya lo tengo—susurró,yextrajounahojaamarillentade lacaja.Sacódel

bolsillo laminigrabadoraypronuncióenvozbaja laspalabras, fechasy lugarespertinentes:Belem,puertodeNuevaOrleans,Brooklyn,elEstrelladeVenezuela.«Quéraro—pensó—.UnaestanciamuylargaenNuevaOrleans.»

—Parecemuysatisfecho—dijolabibliotecariacuandoledevolviólallave.—Quetengaustedunbuendía—contestóSmithback.Terminóelapunteenla

tablilla:«SebastiánMelmoth,entrada11.10;salida11.25.»El escritor volvió a repasar el catálogo microfilmado. Recordaba que el

periódicodeNuevaOrleansteníaunnombreraro,comoanterioralaguerracivil;Times-Picayune.

Inspeccionóelcatálogoatodaprisa.Allíestaba;«Times-Picayune,1840-hoy.»Colocóelrollode1988enlamáquina.Pocoantesdellegara1988,hizoque

la filmación pasaramás lentamente y luego la detuvo. Un titular a toda planaaparecióenlapantalla.

—Oh,Diosmío—susurró.Ahora sabía, sin elmenor asomo de duda, por qué las cajas deWhittlesey

habíanpermanecidotantotiempoenNuevaOrleans.

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—Losiento,señoritaGreen,perosupuertacontinúacerrada.Lecomunicarésumensajeloantesposible.

—Gracias—dijoMargo.Colgóelauriculardelteléfono,frustrada.¿Cómopodíaserlosojosylosoídos

deFrock,sinisiquierapodíahablarconél?Cuandoeldoctorseenfrascabaenunproyecto,solíaencerrarseacalycanto

en su despacho. Su secretaria sabía que no debía molestarle. Margo habíaintentadoenvanolocalizarlodosvecesaquellamañana.

Lajovenconsultósureloj;lasonceyveintedelamañana.Sevolvióhaciasuterminalytratódeconectarconelordenadordelmuseo.

HOLAMARGOGREENBIOTECHSTFBIENVENIDAAMUSENETSISTEMADEREDDISTRIBUIDOEMISIÓN15-5COPYRIGHT1989-1995NYMNHANDCEREBRALSYSTEMSINC.CONEXIÓNALAS11.20.45;30-3-95SERVICIODEIMPRESIÓNDERIVADOALJ56.*"ATODOSLOSUSUARIOS;AVISOIMPORTANTE"■'"'DEBIDO A LA INTERRUPCIÓN DEL SISTEMA OCURRIDA ESTA MAÑANA, A

MEDIODÍATENDRÁLUGARUNARENOVACIÓN.SEESPERARENDIMIENTODEFICIENTE.INFORMARDECUALQUIERARCHIVO

AUSENTEODETERIORADOAADMINISTRADORDESISTEMASASAP.ROGERTHRUMCAPADMIN.SISTEMS.LEESPERA1MENSAJE.Llamóalmenúdecorreoelectrónicoyleyóelmensaje.CORREODEGEORGEMORIARTYEXHIBSTFENVIADO10.14.0730-3-95GRACIASPORCOPIAPANEL.PARECEPERFECTO.NOHACENFALTACAMBIOS.

AÑADIREMOSRETOQUESDELAINAUGURACIÓNOFICIAL.¿QUIERESCOMERHOY?GEORGE.¿RESPUESTA,BORRADO,ARCHIVO(R/B/A)?Elteléfonosonóyrompióelsilencio.—¿Diga?—¿Margo?Hola.SoyGeorge.—Hola—contestóMargo—.Losiento,acaboderecibirtumensaje.—Losuponía.Graciasunavezmásportuayuda.—Hasidounplacer.Moriartycallóunossegundos.—Bien…—vaciló—.¿Teapetececomerconmigo?

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—Lolamento.Megustaría,peroesperounallamadadeldoctorFrock.Podríarecibirladentrodecincominutos,otalvezlasemanaqueviene.

»Vamosahacerunacosa—prosiguió—.Pasaabuscarmecuandovayasa lacafetería.Si Frockmeha telefoneadoya, tal vezesté libre.Sino…Bien,quizápodrías quedarte un par de minutos conmigo mientras espero y ayudarme aresolverelcrucigramadelTimesoalgoporelestilo.

—¡Claro!—aceptó Moriarty—. Conozco todos los mamíferos australianos detresletras.

Margotitubeó.—Y tal vez podamos echar un vistazo a la base de datos para intentar

averiguaralgosobrelascajasdeWhittlesey…Sehizoelsilencio.Porfin,Moriartysuspiró.—Bien, si es tan importante para ti, supongo que no perjudicará a nadie.

Pasaréporahísobrelasdoce.Mediahoradespués,alguienllamóalapuerta.—Entre—dijoMargo.—Estácerradaconllave.NoeralavozdeMoriarty.Lajovenabriólapuerta.—Noesperabaverteaquí.—¿Serácasualidaduobradeldestino?—dijoSmithback.Seapresuróaentrar

ycerrólapuertaasuespalda—.Escucha,LotusBlossom,heestadomuyocupadodesdeanoche.

—Yotambién.Moriartyllegarádeunmomentoaotroyaccederemosalabasededatos.

—¿Cómolohas…?—Noimporta—interrumpióMargoconairedesuficiencia.Lapuertaseabrió,yseasomóMoriarty.—¿Margo?—preguntó.EntoncesvioaSmithback.—Notema,profesor,nocorreningúnpeligro—bromeóelescritor—.Hoyestoy

debuenhumor.—No lehagascaso—aconsejóMargo—.Tiene ladesagradablecostumbrede

aparecersinanunciarse.Entra.—Sí,ypontecómodo—invitóSmithback,indicándolelasillasituadafrentea

laterminaldeMargo.Moriarty sesentódespacio.MiróaSmithback, luegoaMargo,ydespuésde

nuevoalperiodista.—Querrásqueaccedaa labasededatos,supongo—murmuró.Lapresencia

deSmithbacklehacíasospecharquehabíacaídoenunatrampa.—Sinoteimporta—dijolamujer.—Deacuerdo,Margo.—Moriartyapoyó losdedossobreel teclado—.Date la

vuelta.Smithback;elcódigo,yasabes.La base de datos contenía información sobre todos los millones de objetos

catalogados pertenecientes a la colección del museo. Al principio, todos losempleados podían acceder a ella, hasta que alguien del quinto piso se pusonervioso al pensar que cualquiera podía leer las detalladas descripcionesde los

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objetos y conocer dónde se almacenaban. Así pues, se había limitado el uso alpersonal de mayor categoría, desde ayudantes de conservador, como Moriarty,haciaarriba.

Ésteempezóateclearconsemblantesombrío.—Mereprenderíansiseenterarandeesto—dijo—.EldoctorCuthbertesmuy

estricto.¿PorquénoselohaspedidoaFrock?—Aúnnoheconseguidoverlo—contestóMargo.Moriartypulsólatecladeacceso.—Aquíestá.Echadunvistazorápido;nopiensoentrarenlabasedenuevo.Margo y Smithback se acercaron a la terminal, mientras las letras verdes

desfilabanpocoapocoporlapantalla:NÚMERODEFICHERODEACCESO1989-2006.FECHA:4DEABRILDE1989.COLECTOR:JULIÁNWHITTLESEY,EDWARDMAXWELLETAL.CATALOGADOR:HUGOC.MONTAGUE.ORIGEN:EXPEDICIÓNWHITTLESEY/MAXWELL,CUENCAAMAZONAS.EMPLAZAMIENTO:EDIFICIO2,NIVEL3,SECCIÓN6,CÁMARA144.NOTA:LOSSIGUIENTESOBJETOSCATALOGADOSFUERONRECIBIDOSEL1

DE FEBRERO DE 1989 EN SIETE CAJAS ENVIADAS POR LA EXPEDICIÓNWHITTLESEY/MAXWELLDESDEELSISTEMAFLUVIALDELALTOXINGÚ.SEISDEELLASFUERONEMBALADASPORMAXWELL,UNAPORWHITTLESEY.WHITTLESEYY THOMAS R. CROCKER JR. NO REGRESARON DE LA EXPEDICIÓN Y FUERONDADOSPORMUERTOS.

MAXWELL Y EL RESTO DEL GRUPO PERECIERON EN UN ACCIDENTE DEAVIACIÓN CUANDO VOLVÍAN A ESTADOS UNIDOS. SÓLO LA CAJA DEWHITTLESEY HA SIDO PARCIALMENTE CATALOGADA AQUÍ. ESTA NOTA SERÁBORRADA CUANDODICHA CAJA Y LAS ENVIADAS PORMAXWELL HAYAN SIDOCATALOGADASPORCOMPLETO.LASDESCRIPCIONESHANSIDOTOMADASDELDIARIOSIEMPREQUEHASIDOPOSIBLE.HCM4/89.

—¿Has leído eso? —preguntó Smithback—. Me pregunto por qué noterminaronlacatalogación.

—¡Chist! —interrumpió Margo—. Estoy intentando asimilar toda lainformación.

N.°1989-2006.1CERBATANAYDARDO,SINFECHA.ESTADO:E.N.°1989-2006.2DIARIO PERSONAL DE J.WHITTLESEY, DEL 22 DE JULIO (1987) AL 17 DE

SEPTIEMBRE(1987).ESTADO:TT.N.°1989-2006.3DOS MANOJOS DE HIERBA, ATADOS CON PLUMAS DE LORO, UTILIZADOS

COMOFETICHESDECHAMÁN,PROCEDENTESDECABAÑADESIERTA.ESTADO:E.N.°1989-2006.4ESTATUILLA DE ANIMAL TALLADA CON ESMERO. SUPUESTA

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REPRESENTACIÓNDEMBWUN.CF.DIARIODEWHITTLESEY,P.56-59.ESTADO:EE.N.°1989-2006.5PRENSADORA DE PLANTAS DE MADERA, DE ORIGEN DESCONOCIDO,

PROCEDENTEDELAVECINDADDECABAÑADESIERTA.ESTADO:E.N.°1989-2006.6DISCOCONDIBUJOSGRABADOS.ESTADO:E.N.°1989-2006.7PUNTASDELANZA,DIVERSOSTAMAÑOSYESTADODECONSERVACIÓN.ESTADO:E.NOTA: TODAS LAS CAJAS TRASLADADAS TEMPORALMENTE A CÁMARA

SEGURA,NIVEL2B,PORORDENDEIANCUTHBERT20/3/95.D.ÁLVAREZ,SEC'Y.—¿Quésignificantodosesoscódigos?—inquirióSmithback.—Definenelestadoactualdelosobjetos—contestóMoriarty—.«E»significa

que aún permanece embalado, que no ha sido restaurado. «EE» significa «enexposición»,y«TT»,«trasladadotemporalmente».Hayotros…

—¿Trasladado temporalmente? —repitió Margo—. ¿Basta con eso? No meextrañaqueeldiarioseperdiera.

—No basta sólo con eso—protestóMoriarty—.Quien saca un objeto ha defirmarunrecibo.Labasededatosesjerárquica.Paraaccederamásdetallesdeunaentrada,hayquedescenderunnivel.Teloenseñaré.

Pulsóvariasteclas.Suexpresióncambió.—Quéraro.El mensaje de la pantalla rezaba: «Archivo o registro invalidado. Proceso

suspendido.»Moriartyfruncióelentrecejo.—NosehaañadidonadaaestearchivoconrelaciónaldiariodeWhittlesey.—

Borró la pantalla y tecleó denuevo—. Los demás son correctos. ¿Lo veis?Aquíestánlosdetallesdelaestatuilla.

**LISTADODETALLADO**Objeto:1989-2006.4++++++++++Trasladadopor: Cuthbert,I. 40123Aprobación: Cuthbert,I 40123Fechatraslado: 17/3/95 Trasladoa: Exposición«Supersticiones» Vitrina415,Objeto1004 Motivo: Exhibición FechadeRetorno: ++++++++++

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Trasladadopor: Depardieu,B. 72412Aprobación: Cuthbert,I 40123Fechatraslado: 1/10/90 Trasladoa: Lab.Antropología2 Motivo: Restauracióninicial Fechaderetorno: 5/10/90 ++++++++++FINALLISTADO.—¿Quesignificaeso?Sabemosqueeldiariosehaperdido—dijoMargo.—Aunquesehayaperdido,tendríaqueexistirunarchivodedetalles—adujo

Moriarty.—¿Hayunaseñalderestricciónenelarchivo?Moriartynegóconlacabezaypulsómásteclas.—Yaestá—dijoporfin,señalandolapantalla—.Elarchivadordedetallesha

sidoborrado.—¿Quieresdecirquehanborradolainformaciónsobreelemplazamientodel

diario?—preguntóSmithback—.¿Puedenhacerlo?Moriartyseencogiódehombros.—Seprecisaunaidentificacióndealtaseguridad.—Lo más importante es: ¿por qué habían de hacerlo? —inquirió Margo—.

¿Puedeestarestorelacionadoconelproblemadeestamañanaenelordenadorprincipal?

—No —contestó Moriarty—. Este volcado comparado que acabo de realizarimplicaqueelarchivofueborradoantesdequeseefectuaralacopiadeseguridaddeanoche.

—Borrado, ¿eh? —repitió Smithback—. Desaparecido para siempre. Quélimpieza,quépulcritud,quécoincidencia.Empiezoadistinguirunapauta…,ymuydesagradable.

Moriartyapagólaterminalyseapartódelescritorio.—Nomeinteresantusteoríassobreunaconspiración—dijo.—¿Pudotratarsedeunaccidenteounaavería?—preguntóMargo.—Lo dudo. La base de datos tiene incorporada toda clase de controles de

integridadreferencial.Habríaaparecidounmensajedeerror.—Yahora,¿qué?—insistióSmithback.—Notengoniidea.—Elayudantedeconservadorseencogiódehombros—.Es

unproblematrivialentodocaso.—¿Es lo único que puedes decir? —resopló Smithback—. El genio del

ordenador.Moriarty,ofendido,seajustólasgafasysepusoenpie.—Nonecesitotuspullas.Mevoyacomeralgo.—Seencaminóhacialapuerta

—.Margo,regresarédespuéspararesolveresecrucigrama.—Bonitamaniobra—reprochóMargocuando lapuerta se cerró—.Eresmuy

sutil,¿verdad,Smithback?Georgetuvo laamabilidadde introducirseen labasededatos.

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—Sí,¿ydequénoshaservido?Denada.Sólohemosaccedidoaunade lascajas. El diario de Whittlesey continúa desaparecido. —La miró con aire desuficiencia—.Yo,pormiparte,heencontradopetróleo.

—Ponloentulibro.—Margobostezó—.Yaloleeré,suponiendoqueencuentreunejemplarenlabiblioteca.

—Ettu,Brute?—Smithbacksonrióy le tendióunahojadepapeldoblada—.Bien,echaunvistazoaesto.

SetratabadeunafotocopiadeunartículopublicadoenelTimes-PicayunedeNuevaOrleansel17deoctubrede1988.

CARGUERO FANTASMA ENCONTRADO ENCALLADO CERCA DE NUEVAORLEANS

PorAntonyAnastasiaBAYOU GROVE, 16 de octubre (AP). Un pequeño carguero que se dirigía a

NuevaOrleansencallóanochecercadeestapequeñaciudadcostera.Losdetallesson imprecisos,pero los informespreliminares indicanque todos los tripulanteshabíansidobrutalmenteasesinadosenaltamar.Laguardiacostera informódelsucesoalasdocemenoscuartodellunesporlanoche.

El Estrella de Venezuela, un carguero de 18.000 toneladas, de matrículahaitiana, surcaba las aguas del Caribe y las principales rutas comerciales entreSudamérica y Estados Unidos. Presentaba daños de escasa importancia, y alparecerelcargamentoestabaintacto.

Hasta el momento, se desconocen las circunstancias en que murieron lostripulantes,osialgunodeellosconsiguióescapardelbarco.HenryLaPlage,elpilotodelhelicópteroprivadoquedivisóelcargueroencallado, informóque«loscadáveres estaban diseminados por la cubierta, como si un animal salvaje loshubiera atacado. Un tipo colgaba de una porta del puente, con la cabezadestrozada.Eracomounmatadero;nuncahabíavistonadasemejante».

Lasautoridadeslocalesyfederaleshanunidosusesfuerzosenunintentopordescifrarelenigmadelosasesinatos,contodaprobabilidadunadelasmasacresmásbrutalesdelahistoriamarítimareciente.«Investigamosvariasteorías,peroaúnnohemosllegadoaningunaconclusión»,afirmóNickLea,unportavozdelapolicía.Sibiennohaydeclaracionesoficiales,fuentesfederalescomentaronquese barajaban como posibles motivos un motín, una venganza de fletadorescaribeñosrivalesyunactodepiratería.

—¡Jesús!—exclamóMargo—.Lasmutilacionesdescritas…—Recuerdan a las de los tres cadáveres encontrados aquí esta semana.—

Asintióconexpresiónsombría.Margofruncióelentrecejo.—Esoocurrióhacemásdesieteaños.Hadeserpuracoincidencia.—¿Deveras?Tedaría la razón…,sino fueraporque lascajasdeWhittlesey

ibanabordodeesebarco.—¿Qué?—Escierto.Seguíel rastrodel conocimientodeembarque.Lascajas fueron

enviadas desde Brasil en agosto de 1988, casi un año después de que laexpedición se separara, según tengo entendido. Tras este incidente de Nueva

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Orleans, las cajas permanecieron en la aduana mientras se realizaban lasinvestigaciones.Tardaroncasiunañoymedioenllegaralmuseo.

—¡Los asesinatos rituales han seguido a las cajas desde el Amazonas! Esosignifica…

—Significa—interrumpióSmithbackcontonosiniestro—quenuncamásreirécuando alguien mencione una maldición caída sobre la expedición. Y tambiénsignificaquedebescerrarsiempreestapuertaconllave.

Elteléfonosonóysobresaltóaambos.—Margo,queridamía—rugiólavozdeldoctorFrock—.¿Quéhaydenuevo?—¡DoctorFrock!Mepreguntosipodríapasarporsudespacho,cuandoausted

levayabien,claro.—¡Espléndido!Démeunpocodetiempoparadespejardepapeles lamesay

arrojarlosalapapelera.¿Quétalalauna?—Gracias—contestó Margo. Se volvió hacia su acompañante—. Smithback,

hemosde…Elescritoryasehabíamarchado.Alaunamenosdiez,alguienllamóalapuerta.—¿Quiénes?—preguntólajovensinabrir.—Soyyo,Moriarty.¿Puedoentrar,Margo?Unavezdentro,elhombrerechazólainvitacióndesentarse.—Sóloqueríadisculparmepormibrusquedad.Nopudeevitarlo;Billmepone

acienaveces.Nuncacejaensuempeño.—Soyyoquiendeberíadisculparse,George—dijoMargo—.Nosabíaquese

presentaríaasí,depronto.Seleocurrióhablarledelartículoperiodísticoquehabíaleído,perofinalmente

lopensómejorycomenzóallenarelbolso.—Queríaexplicartealgo—siguióMoriarty—.Mientrascomía,medicuentade

quetalvezexistaotraformadeaveriguaralgomássobreesearchivoborrado;eldeldiariodeWhittlesey.

Ella dejó el bolso y miró a su interlocutor, que se había sentado ante !aterminal.

—¿Leísteelmensajeinicialcuandoconectasteantesconlared?—preguntó.—¿Sobre laaveríadelordenador?Menudasorpresa.Estamañanamequedé

colgadadosveces.Moriartyasintió.—Elmensajeañadíaqueamediodía seprocederíaa restablecer elmaterial

deteriorado a partir de las cintas de la copia de seguridad. Una restauracióncompletatardaunamediahora.Portanto,supongoqueyahabránterminado.

—Bien, una cinta de copia de seguridad abarca entre dos y tresmeses dearchivos.SielregistrodetalladodeldiariodeWhittleseyfueborradoen losdosúltimosmeses,ylacopiadeseguridadpermaneceenelvolcadodeprocesamientodedatos,quizápodríarecuperarlo.

—¿Deveras?—Moriartyasintió—.¡Pueshazlo!—exclamóMargo.—Existe un cierto riesgo—advirtió él—. Si un operador se percata de que

alguienhaaccedidoalacinta…,bien,podríaseguirelrastrohastaidentificartu

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terminal.—Correréelriesgo.George,séquéopinasalrespecto,ylocomprendo,pero

estoy convencida de que existe una relación entre esas cajas de la expediciónWhittleseyylosúltimosasesinatos.Ignorodequésetrata,perotalvezeldiariopuedarevelarnosalgo.Tampocoséaquénosenfrentamos;unasesinomúltiple,unanimal,unser.Yesaincertidumbremeasusta.—EstrechólamanodeMoriarty—.Talvezpodamosprestaralgunaayuda.Encualquiercaso,debemosintentarlo.

Al advertir que Moriarty se había sonrojado, retiró la mano. Él sonrió contimidezyseacercóalteclado.

—Vamosallá—dijo.MargopaseabaporlahabitaciónmientrasMoriartytrabajaba.—¿Hastenidosuerte?—preguntóporfin,aproximándosealaterminal.—Aúnnolosé.—Teníalavistafijaenlapantalla—.Heconseguidolacinta,

pero el protocolo está liado o algo por destilo, y los controles CRC fallan. Siobtenemosresultados,talveznoseanmásquedatosdesordenadosEntraréporlapuertatrasera,digamos,paranollamarlaatención.Elporcentajedebúsquedaesmuylentoasí.—Entonces,dejódeteclear—.Margo—susurro—,lotengo.

Lapantallasellenódeletrasynúmeros:**LISTADODETALLADO**Objeto:1989-2006.2++++++++++Trasladadopor: Rickman,L. 53210Aprobación: Cuthbert,I 40123Fechatraslado: 15/3/95 Trasladoa: Motivo: Supervisiónpersonal Fecharetorno: ++++++++++Trasladadopor: Depardieu,B. 72412Aprobación: Cuthbert,I. 40123TrLW/@;fechaoval; 1/10/90 Trasl~DS*Ž~@2e345WIFU =++ET234h34! DBERROR=:?--¡Joder!—exclamóMoriarty—.Melotemía.Estádeteriorado,sobreescritoen

parte.¿Loves?Nosirvedenada.—¡ Sí, pero mira! —dijo Margo, muy excitada. Él observó la pantalla—. El

diariofuetrasladadoporladoctoraRickmanhacedossemanas,conpermisodeldoctorCuthbert.Noconstafechaderetorno.—Resopló—.Cuthbertafirmóqueeldiariosehabíaperdido.

—¡Poresoborraronesteregistro!¿Quiénloharía?—Depronto,Moriartyabriólosojosdeparenpar—.Oh,señor,hedesalirdelacintaantesdequealguiense

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décuenta.—Susdedosbailaronsobrelasteclas.—George, ¿sabes qué significa esto? Cogieron el diario antes de que se

cometieranlosasesinatos,aproximadamentecuandoCuthbertguardólascajasenlazonadeseguridad.Asípues,ocultanpruebasalapolicía.¿Porqué?

Moriartyfruncióelentrecejo.—EmpiezasahablarcomoSmithback—reprochó—.Podríahaberunmillarde

explicaciones.—Dameuna—retóella.—Lamásevidenteseríaqueotrapersonaborróelregistrodetalladoantesde

queRickmanpudieraañadirunaanotaciónde«objetoextraviado».Margonegóconlacabeza.—Nolocreo.Existendemasiadascoincidencias.—Margo…—Moriartyse interrumpióydejóescaparunsuspiro—.Escucha—

agregó,paciente—,estamospasandounaépocadifícil,especialmentetú.Séquedebestomarunadecisión,yconunacrisiscomoésta…,bueno…

—Estosasesinatosnofueroncometidosporunmaníaconormal—atajóMargo,nerviosa—,ynoestoyloca.

—Nohequeridodecireso—continuóMoriarty—.Sencillamenteconsideroquedeberías dejar que la policía resolviera el caso. Se trata de un asunto muypeligroso. Deberías concentrarte en tu vida. Escarbar en esto no te ayudará aadoptarunadecisiónsobretufuturo.—Tragósaliva—.Ytampocotedevolveráatupadre.

—¿Eso piensas? —Margo se enfureció—. No… —Se interrumpió y desvió lavistahaciaelrelojdepared—.Jesús.LlegotardeamicitaconeldoctorFrock.—Cogióelbolsoyseencaminóhacialapuerta.Antesdeabrirla,diomediavueltayañadió—:Hablarécontigomástarde.

«Dios—pensóMoriarty, sentadoante la terminalapagada.Apoyó labarbillaenlasmanos—.SiunaestudiantegraduadaengenéticadelasplantassospechaqueMbwun podría estar suelto por ahí…, si hasta Margo Green empieza a verconspiracionesdetrásdecadapuerta…,¿quépensarán losdemásempleadosdelmuseo?»

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Frockderramósinquerereljerezsobresucamisa.—Malditasea—exclamó,palpandolatelaconsusmanosregordetas.Depositó

elvasosobrelamesaconexageradocuidadoymiróaMargo—.Graciasporvenir,querida. Esundescubrimiento extraordinario.Deberíamosbajar ahoramismoyecharunvistazoalaestatuilla,peroesetalPendergastaparecerádeunmomentoaotroparaseguirmolestándome.

«Benditosea,agentePendergast»,pensóMargo.Loúltimoquedeseabaeravisitardenuevolaexposición.

Eldoctorsuspiró.—No importa; pronto lo sabremos. En cuanto Pendergast se marche,

descubriremos la verdad. La estatuilla de Mbwun podría constituir la pruebaadicionalqueestamosbuscando,siestáenlociertorespectoalacoincidenciadelasgarrasconlosdesgarrosquepresentabanlasvíctimas.

—¿Cómopodríaestarsueltoeseserenelmuseo?—preguntóMargo.—¡Ah! —exclamó él, con ojos brillantes—. Ésa es la cuestión, ¿no? Le

responderéconotrapregunta:¿Quécosa,queridaMargo,esrugosa?—Nolosé.¿Serefiereaunasuperficiedesigual?—Sí;consalientes,arrugasopliegues.Lediréquéesrugoso;loshuevosde

reptil,porejemplo,comolosdedinosaurio.Margoseestremecióalrecordaralgo.—Ésaeslapalabra…—QueCuthbertutilizóparadescribirlasvainasdesaparecidasdelacaja.Yyo

me pregunto: ¿eran de verdad vainas? ¿Qué clase de vaina ofrece un aspectoarrugadoyescamoso?Encambiounhuevo…—Elhombreseirguióenlasilladeruedas—. Siguiente cuestión. ¿Adónde han ido a parar? ¿Fueron robadas, uocurrióotracosa?

Elcientíficosehundióenlasillaymeneólacabeza.—Perosialgo…sialgohuyódelascajas—dijoMargo—,¿cómoseexplicarían

los asesinatos cometidos a bordo del carguero que las transportaba desdeSudamérica?

—Margo,nosenfrentamosaunacertijoenvueltoenunmisterioencerradoenel interior de un enigma. —El doctor sonrió—. Es esencial que reunamos másdatos.

Alguienllamóalapuertaconsuavidad.—SeráPendergast—dijoFrock—.¡Adelante,porfavor!Elagenteentró,conuntrajenegrotan impecablecomosiempre,elcabello,

casialbino,peinadohaciaatrás,ycargadoconunmaletín.AMargolepareciótanserenoyplácidocomosiempre.CuandoFrock le indicóconungestounade lasbutacasvictorianas,elreciénllegadosesentó.

—Esunplacervolveraverlo,señor—saludóFrock—.YaconocealaseñoritaGreen.Estábamoscharlando,yesperoquenolemolestesisequeda.

Pendergastmovióunamano.

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—Porsupuesto.Séquelosdosrespetaránmipeticióndeconfidencialidad.—Porsupuesto—confirmóelcientífico.—Doctor Frock, procuraré ser breve, porque me consta que está muy

ocupado.Confío enquehaya conseguido localizar la piezadequehablamos, laquepudoserempleadacomoarmaparacometeresosasesinatos.

Frockseremovióenlasilladeruedas.—Talcomoustedsolicitó,reflexionésobreelasunto.Consultélabasededatos

para localizar objetos individuales u objetos que hubieran podido romperse yrecomponerse. —Negó con la cabeza—. Por desgracia, no encontré nada quecorrespondieraniremotamentealaimpresiónquenosenseñó.Nuncahahabidonadasimilarennuestrascolecciones.

LaexpresióndePendergastnoreflejóningunaemoción.Después,sonrió.—Aunqueoficialmentenuncaloadmitiríamos,lociertoesquesetratadeun

casobastantedifícil,pordecirlodealgunamanera.—Señalósumaletín—.Estoyinundado de falsos avistamientos, informes de laboratorio y entrevistas.Avanzamosconmuchalentitud.

Frocksonrió.—Creo, señor Pendergast, que no existe diferencia entre lo que usted y yo

hacemos.Meheencontradoenlamismasituación.Nomecabelamenordudadeque Su Eminencia está actuando como si nada anormal hubiera sucedido. —Pendergast asintió—. Wright arde en deseos de que la exposición se inauguremañana, tal como se había previsto. ¿Por qué? Porque el museo ha invertidomillonesquenoposeíaenorganizarla.Esvitalquelasvisitassemultipliquenparaqueelmuseonosearruine.Ylamejorformadeconseguirloeslaexposición.

—Entiendo—dijoPendergast.Tomóunfósilquehabíasobrelamesaylediovueltasenlamano—.¿Amonites?—preguntó.

—Correcto—contestóelcientífico.—DoctorFrock—dijoelagente—,recibimospresionesdesdevariasinstancias.

Enconsecuencia,deboesforzarmeporconducirlainvestigaciónsegúnlasnormas.Por tanto, no puedo compartir los resultados obtenidos con entidades ajenas,como usted, pese a que las pautas de investigación habituales se revelenestériles.—Dejóelfósilconcuidadoysecruzódebrazos—.Dichoesto,¿estoyenlociertoalsuponerqueesustedunexpertoenADN?

Frockasintió.—Esciertoenparte.Hededicadoalgunosestudiosalosefectosdelosgenes

sobre lamorfología.Tambiénsuperviso losproyectosdevariosgraduados,comoGregory Kawakita y Margo, cuyos estudios implican investigaciones relativas alADN.

Pendergast recogió su maletín, lo abrió y sacó unas hojas impresas porordenador.

—DispongodeuninformesobreelADNdelagarradescubiertaenunadelasprimerasvíctimas.Nopuedoenseñárselo,porsupuesto;laoficinadeNuevaYorklodesaprobaría.

—Entiendo.Continúacreyendoquelagarraeslamejorpistaconquecuentahastaelmomento.

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—Es la única pista importante, doctor Frock. Le explicarémis conclusiones.Sospechoqueunlocoandasueltoporelmuseo.Mataasusvíctimasdeunaformaritual,lesabreelcráneoyextraeelhipotálamo.

—¿Conquéfin?—preguntóFrock.Elagentevaciló.—Presumimosquelocome.Margoreprimióunaexclamación.—Cabelaposibilidaddequeelasesinoseescondaenelsubsótano—prosiguió

Pendergast—.Muchosindiciosdelatanqueharegresadoallídespuésdeasesinar.Sin embargo, hasta el momento hemos sido incapaces de aislar un lugarespecífico o hallar alguna prueba consistente. Dos perros resultaron muertosdurante los rastreos.Comoprobablementeyasabía,eledificiosealzasobreunlaberintoperfectodetúneles,galeríasypasadizosqueseextiendensobrevariosnivelessubterráneos;elmásantiguodatadehacecasicientocincuentaaños.Elmuseomehaproporcionadoplanosqueapenascubrenunpequeñoporcentajedesuextensióntotal.

»Heempleadolapalabra«asesino»porqueelestudiosobrelafuerzautilizadaen los asesinatos indica que se trata de un varón, de una fortaleza casisobrenatural.Comosabe,usaunaespeciedearmadetresgarrasparadestriparalas víctimas, que por lo visto elige al azar. Carecemos de móvil. Losinterrogatoriosaempleadosdelmuseohanresultadoinfructuosos.—MiróaFrock—.Comove,doctor,nuestramejorpistasiguesiendolaúnica:elarma,lagarra.Poresomeinteresaaveriguarsuprocedencia.

Frockasintiólentamente.—HahabladodeADN.Pendergastagitólashojasimpresas.—Los resultados del laboratorio no son concluyentes, por expresarlo de un

modosuave.—Hizounapausa—.NoleocultaréqueelanálisisdelagarradetectóADNdediversasespeciesdegecónidos,ademásdecromosomashumanos.Poresosospechamosquelamuestraestabadegradada.

—¿Gecónidos?—murmuróFrock,algosorprendido—.Ycomeelhipotálamo…Quécurioso.Dígame,¿cómolosabe?

—Encontramosrastrosdesalivaymarcasdedientes.—¿Marcasdedienteshumanos?—Nadielosabe.—¿Ylasaliva?—Indeterminada.Frockhundiólacabezaenelpecho.Alcabodeunosminutos,levantólavista.—Usted insiste en que la garra es un arma —dijo—. Por lo tanto, debo

suponerqueconsideraqueelasesinoesunhumano,¿verdad?Pendergastcerróelmaletín.—Nosemeocurreotraposibilidad.¿Cree,doctorFrock,queunanimalpodría

decapitaruncuerpoconprecisiónquirúrgica,practicarunagujeroenelcráneoylocalizarunaregióninterna,deltamañodeunanuez,quesóloalguienmuyduchoen anatomía humana reconocería? Sin mencionar, además, la impresionante

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habilidaddelasesinoparaeludirlosrastreosllevadosacaboenelsubsótano.Frockvolvióainclinarlacabeza.Alcabodeunosminutos,laalzó.—Señor Pendergast —espetó con voz tronante. Margo se sobresaltó—. He

escuchadosuteoría.¿Leimportaescucharlamía?Pendergastasintió.—Enabsoluto.Adelante.—Muybien,¿conocelosesquistosdeTransvaal?—Metemoqueno.—Fueron descubiertos en 1945 por Alistair van Vrouwenhoek, un

paleontólogo de la UniversidadWitwatersrand de Sudáfrica. Eran cámbricos, deunos seiscientos millones de años de antigüedad. Revelaban formas de vidaextrañasquenuncasehabíanvistoantes,ytampocodespués;formasdevidaquenomostrabanlasimetríabilateralpropiadelreinoanimal.Surgieronenlaépocacámbrica de la extinciónmasiva. Ahora, señor Pendergast, casi todo el mundocree que los esquistos de Transvaal representan un callejón sin salida de laevolución; como si la vida hubiera experimentado con todas las formasconcebiblesantesdeadoptarlasimétricabilateral.

—Usteddiscrepadeesepuntodevista—dijoPendergast.Frockcarraspeó.—Exacto. En estos esquistos predomina cierta clase de organismo. Poseía

aletaspoderosas,largosórganosdesucciónyunaenormebocacapazdetriturar,desgarraryatravesarlaroca.Lasaletaslepermitíanavanzarporelaguaaunavelocidaddetreintaydoskilómetrosporhora.Nocabedudadequesetratabadeundepredadormuysalvajequedominóalasdemásespecies;enexceso,diríayo.Acosó a su presa hasta la extinción, y luego desapareció al cabo demuy pocotiempo.Asíprovocólaextinciónmasivamenorqueubicamosalfinaldelperíodocámbrico.Fueeso,no laselecciónnatural, loqueoriginó ladesapariciónde lasdemásformasdevida.

Pendergastparpadeó.—¿Y?—He llevado a cabo simulaciones por ordenador de la evolución según la

nueva teoría temática de la turbulencia fractal. ¿El resultado? Cada sesenta osetentamillonesdeaños, lavidaempiezaaadaptarseasuentorno;demasiadobien, tal vez.Seproduceunaexplosióndemográficade las formasdevidaquetriunfan.Entonces,derepente,delanadasurgeunanuevaespecie,casisiempreundepredador,unamáquinadematar.Seabrepasoentrelapoblaciónanfitriona,mata,sealimentaysemultiplica,pocoapocoalprincipio,despuésconcrecienteceleridad.—Frock indicó laplacafosilizadaquedescansabasobreelescritorio—.SeñorPendergast,permitaqueleenseñealgo.

Elagenteselevantóyavanzó.—Esto es un conjunto de huellas dejadas por un ser que vivió durante el

cretácicosuperior—explicóeldoctor—,justoenlafronteraK-T,paraserexacto.Eselúnicofósildesuespeciequehemosencontrado.Noexisteningunomás.

—¿K-T?—preguntóPendergast.—Cretácico terciario. Es la frontera que delimita la extinciónmasiva de los

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dinosaurios.Elagenteasintióconexpresióndeperplejidad.—Existe una relación que hasta el momento ha pasado desapercibida —

continuóFrock—entre laestatuilladeMbwun, las impresionesdegarradejadasporelasesinoyestosrastrosfósiles.

Pendergastbajólavista.—¿Mbwun? ¿La estatuilla que el doctor Cuthbert sacó de las cajas para

incluirlaenlaexposición?Frockasintió.—Mmm.¿Cuáleslaantigüedaddeesashuellas?—Unossesentaycincomillonesdeaños,aproximadamente.Procedíandeuna

formacióndondefuerondescubiertoslosúltimosrastrosdedinosaurios.Antesdelaextinciónmasiva,quierodecir.

Seprodujounlargosilencio.—Ah.¿Ylarelación…?—preguntóPendergastalcabodeunmomento.—He mencionado que no hay nada en la colección de antropología que

coincida con las marcas de garras, pero no he afirmado que no existieranrepresentacionesoesculturasdedichagarra.Lasextremidadesdelanterasde laestatuilla de Mbwun tienen tres garras, con un grueso dedo central. Ahora,observeestashuellas.—Frockseñalóelfósil—.Recuerdelareconstruccióndelagarraylasmarcashalladasenlavíctima.

—Por tanto,ustedconsideraqueelasesinopodría serelmismoanimalquedejóestashuellas—dijoPendergast—.¿Undinosauriotalvez?

Margocreyópercibirciertaironíaenlavozdelagente.Frocklomiróysacudiólacabezavigorosamente.

—No,señorPendergast.Nose tratadealgotanvulgarcomoundinosaurio,sinodelapruebademiteoríadelaevoluciónaberrante.Ustedconocemiobra.Ésteeselserque,enmiopinión,acabóconlosdinosaurios.

Pendergastguardósilencio.FrockseacercómásalagentedelFBI.—Creoqueestacriatura,estaaberracióndelanaturaleza,fuelacausadela

extincióndelosdinosaurios.Nofueunmeteorito,niuncambioclimático,sinounterribledepredador;elserqueimprimiólashuellasenestefósil, laencarnacióndelEfectoCalisto.Noeragrande,perosímuypoderosoyveloz.Probablementecazabaenmanadasyerainteligente.Sinembargo,comolossuperdepredadoressondevidacorta,noestánbienrepresentadosenlosfósilesconservados,exceptoenlosesquistosdelTransvaal.Yenestasotrashuellas,procedentesdelasTierrasdeBaldíodeTzun-je-jin.¿Mesigue?

—Sí.—Nosotros vivimos una explosión demográfica en la actualidad. ¡Seres

humanos,señorPendergast!—exclamóFrock—.Hacecincomilaños,lapoblaciónhumanaeradediezmillones.¡Hoysomosseismilmillones!¡Somoslaformadevidaquemássehamultiplicado!—Diounosgolpecitos sobre losejemplaresdeEvoluciónfractalquedescansabansobreelescritorio—.Ayermepreguntópormisiguiente libro. En él desarrollaré una extensión de mi teoría sobre el EfectoCalistoaplicadaalavidamoderna.Miteoríavaticinaqueencualquiermomento

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seproduciráunamutacióngrotesca,unserqueacosaráa lapoblaciónhumana.Nomeatrevoaafirmarque se tratede lamismacriaturaqueexterminóa losdinosaurios, pero sí de un ser similar…Bien, eche otro vistazo a estas huellas.¡RecuerdanaMbwun!Podríamosdenominarlo«evoluciónconvergente»;dosseresse parecen, no porque estén necesariamente relacionados, sino porque hanevolucionado para desempeñar la misma función. Seres que han evolucionadoparamatar.Demasiadassimilitudes,señorPendergast.

Éstecolocóelmaletínsobresuregazo.—Temoquemeheperdido,doctorFrock.—¿Noloentiende?AlgoquevinoenesacajadesdeSudaméricaandasuelto

por el museo y es un depredador muy eficaz. Esa estatuilla de Mbwun es laprueba.Lastribusindígenasconocíanlaexistenciadelserycrearonunareligiónensuhonor.Sinquererlo,Whittleseyloenvióalacivilización.

—¿Havistoustedlaestatuilla?—preguntóPendergast—.EldoctorCuthbertsemostróreacioaenseñármela.

—No —admitió Frock—. La examinaré en cuanto se presente la menoroportunidad.

—DoctorFrock,yahablamosayerdeltemadelascajas,yeldoctorCuthbertaseguróquenoconteníannadadevalor.Carezcodemotivosparadudardeél.—Elagentesepusoenpie,impasible—.Leagradezcosuayudayeltiempoquemehadedicado.Suteoríaesmuyinteresante,ymegustaríasuscribirla.—Seencogiódehombros—.Sinembargo,miopiniónrespectoalcasonohacambiado.Perdonemirudeza,doctor,peroconfíoenqueseacapazdesepararsusconjeturasdelosfríos datos de la investigación con el fin de ayudarnos en todo lo posible.—Seencaminóhacialapuerta—.Ahora,leruegoquemedisculpe.Siseleocurrealgo,póngaseencontactoconmigo.—Ysemarchó.

Frockmeneólacabeza.—Quépena—murmuró—.Esperabaquecolaboraraconnosotros,peroparece

queesigualquelosdemás.Margodesviólavistahacialamesa.—Mire—dijo—,sehadejadoelinformedelADN.Frocklanzóunarisita.—Supongoquese referíaaesocuandosedespidió.—Hizounapausa—.Tal

veznoseaigualquelosdemás,afindecuentas.Bien,noledenunciaremosporsudescuido,¿verdad,Margo?—Descolgóelauriculardelteléfono—.SoyeldoctorFrock.Deseohablar coneldoctorCuthbert.—Unapausa—.Hola, Ian.Sí,estoybien,gracias.No,esquemegustaríavisitarahoralaexposición«Supersticiones».¿Qué?Sí,yaséqueestácerrada,pero…No,heaceptadoporcompletolaideadelaexposición,esque…Entiendo.

Margoobservóqueelrostrodelprofesorenrojecía.—Enesecaso,Ian,megustaríaexaminardenuevolascajasdelaexpedición

Whittlesey.Sí,lasqueseguardanenlazonadeseguridad.Séquelasvimosayer,Ian.

Siguió un largo silencio. Margo oyó gritos amortiguados procedentes delauricular.

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—Escucha, Ian —dijo Frock—. Soy el jefe de este departamento, y tengoderechoa…Nomehablesenesetono,Ian.Niteatrevas.

Frocktemblabaderabia.Margonuncalohabíavistotanirritado.—Señor, usted carece de autoridad en esta institución. Presentaré una

protestaformalaldirector.El doctor colgó lentamente el auricular conmano trémula. Se volvió hacia

Margo,manoseandounpañuelo.—Leruegoquemedisculpe.—Estoysorprendida—reconocióMargo—.Pensabaquecomojefe…—Nopudo

terminarlafrase.—Hasta ahora tenía un control absoluto sobre las exposiciones. —Frock

sonrió, recobradaya laserenidad—.Estanuevaexposicióny losasesinatoshandespertadosentimientosenlagentequenomeesperaba.Dehecho,Cuthbertesmi superior. No sémuy bien por qué actúa así. Comprendería su actitud si setratara de algo muy embarazoso, algo que pudiera aplazar o suspender lainauguración de su preciosa exposición. —Reflexionó unos segundos—. Tal vezconozcalaexistenciadeeseser.Alfinyalcabo,fueélquienordenóeltrasladodelascajas.Talvezencontróloshuevosrotos,sumódosydos,ylosescondió.¡Yahorapretendenegarmiderechoaexaminarlos!—Seinclinóyapretólospuños.

—No creo que sea una posibilidad real, doctor Frock—le animóMargo. Suintención de mencionarle la desaparición del diario de Whittlesey se habíaevaporado.Frockserelajó.

—Tiene razón, por supuesto. Esto no es el final, puede estar segura. Encualquiercaso,confíoensusobservacionesdeMbwun.Margo,hemosdeecharunvistazoaesascajas.

—¿Cómo?—preguntóella.Frockabrióuncajóndelescritorioyhurgóenélunmomento.Acontinuación

extrajounformularioqueMargoreconocióalinstante:unapeticióndeacceso10-14.

—Cometí el error de preguntar —dijo el profesor, mientras empezaba arellenarelformulario.

—¿Nohadeserautorizadoporprocesamientocentral?—inquirióMargo.—Desde luego —contestó Frock—. Enviaré el formulario a procesamiento

central por el procedimiento habitual. Llevaré la copia sin firmar a la zona deseguridadyentraréporlacara.Nomecabelamenordudadequelapeticiónserádenegada,perocuandoesoocurra,yahabrétenidotiempodeexaminarlascajas.Ydeencontrarlasrespuestas.

—¡Nopuedehacereso,doctorFrock!—advirtiólajoven,estupefacta.—¿Porquéno?—Elhombreesbozóunasonrisairónica—.¿Frock,unpilardel

museo,actuandodemanerapocoortodoxa?Estoesdemasiado importanteparapararseenbarras.

—Nomerefieroaeso—continuóMargo.Sumiradadescendióhastalasilladeruedas.

Frockcomprendió.—Ah, sí —dijo despacio, con el rostro desencajado—. Entiendo a qué se

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refiere.Apartólasmanosdelpapel,abatido.—DoctorFrock—dijoMargo—,démeelformulario.Yolobajaréalazonade

seguridad.Elcientíficolamiróconairepensativo.—Le pedí que fuera mis ojos y mis oídos, no que caminara sobre brasas

ardientes en mi lugar. Soy un conservador respetado, una figura de relativoprestigio.Noseatreveríanaecharme.Encambio,austed…—Exhalóunprofundosuspiro y arqueó las cejas—. Podrían imponerle un castigo ejemplar, expulsarladelprogramadedoctorado.Yyonopodríaimpedirlo.

Margomeditóunmomento.—Tengounamigoqueesmuyexpertoenestaclasedesituaciones.Creoque

escapazdecasicualquiercosa.Frock permaneció inmóvil un momento. Después arrancó la copia y se la

tendió.—Ordenaréqueentreguen lacopiaarriba.Hedehacerloparamantener las

formas. Tal vez el guardia llame a procesamiento central para verificar larecepción.Nodispondrádemuchotiempo.Encuantoentre,sepondránojoavizor.—Sacó papel amarillo y una llave del cajón y los mostró a Margo—. El papelcontiene la combinación de las cámaras de la zona de seguridad—explicó—. Yéstaeslallavedelacámara.Todoslosjefesdedepartamentotenemosuna.Consuerte,aCuthbertnoselehabráocurridocambiarlascombinaciones.—EntregótodoaMargo—.Conestoseleabriránlaspuertas.Laúnicadificultadresidiráenlosguardias.—Hablabamásdeprisa,con lavistaclavadaen lajoven—.Yasabequédebebuscaren lascajas;cualquierrastrodehuevos,organismosvivientes,incluso objetos de culto relacionados con el ser, cualquier elemento que puedademostrar mi teoría. Busque primero en la caja más pequeña, la que envióWhittlesey;es laquecontenía laestatuilladeMbwun.Mireenlasotrassitienetiempo,pero,porelamordeDios,procurenocorrerriesgosinnecesarios.Váyaseya,querida,ybuenasuerte.

Antesdesalirdeldespacho,Margovolviólacabezayvioasututorbajolasventanas,deespaldasaella.Frockgolpeabaconlospuñoslosbrazosdelasilladeruedas.

—¡Malditoseaestecacharro!—mascullaba—.¡Malditosea!

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30

Cinco minutos después, Margo descolgó el auricular del teléfono de sudespachoymarcó.Smithbacksemostrabaentusiasmado.AmedidaqueMargoleexplicabaeldescubrimientodelregistrodeaccesoborradoy,conmenosdetalles,laconversaciónmantenidaconFrock,eljúbilodelescritoraumentaba.Looyóreír.

—DemodoquenomeequivocabarespectoaRickman.Ocultapruebas.Ahora,laobligaréapasarporeltuboo…

—Nilosueñes,Smithback—advirtióMargo—.Estonoesparatugratificaciónpersonal.Desconocemoslahistoriadeesediario,ynopodemospreocuparnosporellaahora.Hemosde investigaresascajas,ysólodisponemosdeunosminutosparahacerlo.

—Deacuerdo,deacuerdo.Nosencontraremosenelrellanoquehayfrenteaentomología.Ahoramismosalgo.

—Nunca había pensado que Frock fuera un radical —dijo Smithback—. Mirespetoporelviejohaaumentadoendospuntos.

Bajabaporunlargotramodepeldañosdehierro.Habíandadounrodeoconlaesperanza de esquivar los controles de policía colocados ante todos losascensores.

—Tienes la llavey la combinación, ¿verdad?—preguntóel escritordesdeelpiedelaescalera.

Margoechóunvistazoasubolsoylosiguiódespuésdemirar.Miróaamboslados.

—Sabesqueenelpasilloqueconducealazonadeseguridadhayhornacinasiluminadas,¿verdad?Adelántate,yyoteseguiréunminutodespués.Hablaconelguardia e intenta atraerle hacia un nicho con el pretexto de enseñarle elformulario.Procuraquesedélavueltaunpardeminutos.Yoabrirélapuertayentraré.Manténledistraído.Eresunbuenconversador.

—¿Éseestuplan?—bufóSmithback—.Deacuerdo.Girósobresustalones,avanzóporelpasilloydesapareciótrasunaesquina.Margoesperóy,trascontarhastasesenta,echóaandar,enfundándoseunos

guantes de látex. No tardó en oír la voz de Smithback, alzada en indignadaprotesta:

—Este papel está firmado por el jefe del departamento. ¿Intenta decirmeque…?

Lamujerasomólacabezaporlaesquina.Aunosquincemetros,elpasillosecruzaba con otro donde se alzaba una barrera de la policía. Más adelante sehallabalapuertaquecomunicabaconlazonadeseguridad.Margovioalguardia,deespaldasaella,ysosteníaelformularioenlamano.

—Lolamento,señor—leoyódecir—,peroestedocumentonohapasadopor…—Nohamiradoenel lugarcorrecto—replicóelperiodista—.Acérquesea la

luzparaquepuedaleerlobien.Sealejaronhaciaunahornacinailuminada.Cuandohubierondesaparecidode

vista,Margodobló laesquinayavanzóatodaprisaporelpasillo.Al llegara la

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entradadelazonadeseguridad,introdujolallaveenlacerradurayempujóconcautela.Lapuertagirósobrelosgoznesbienengrasados.Paseólavistaalrededorparaasegurarsedequeestabasola.Lasalaenpenumbrasparecíavacía,demodoquecerrólapuertatrasdesí.

Sucorazónyasehabíaacelerado,ylepalpitabanlassienes.Conteniendoelaliento, tanteó en busca del interruptor de la luz. Las cámaras se hallaban aambos ladosdelpasillo.Alrepararenque latercerapuertade laderechateníasujetaconcelounahojaamarillaconlapalabra«prueba»,sacóeltrozodepapelquelehabíaentregadoFrock.Leyólacombinación:«56-77-23.»Respiróhondoyrecordólataquillaquehabíautilizadoparaguardareloboeenelconservatoriodemúsicadelaescuelasecundaria.Derecha,izquierda,derecha…

Al oír un clic, accionó la palanca de inmediato. La puerta se abrió. En elinteriorlascajasformabansiluetasborrosasrecortadascontralapareddelfondo.Encendiólaluzyconsultóelreloj.Habíantranscurridotresminutos.

Tenía que apresurarse. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando vio lostablonesastilladosdeunadelascajasgrandes.Searrodillóantelamáspequeña,retirólatapayhundiólamanoenelinterior.Apartólasfibrasrígidasparadejaraldescubiertolosobjetos.

Sumano se cerró alrededor de algo duro. Margo lo sacó y vio una piedrapequeña,talladaconextrañosdiseños.«Noesmuyprometedor»,sedijo.Extrajounacolecciónde loqueparecíanboquillasdejade,despuéspuntasdeflechadepedernal,algunospunzones,unacerbatanacondardoslargosyafilados,conlosextremosennegrecidosconalgunasustancia.«Nomegustaríaquemeclavaranuno»,pensó.Aúnnohabíaencontradonadadevalor.Profundizóunpocomás.Lasiguiente capa contenía una pequeña prensadora de plantas, una matraca dechamán roja, decorada con dibujos grotescos, y una hermosa mantaconfeccionadacontelayplumas.

Guiada por un impulso, introdujo en el bolso la prensadora de plantas,cubiertadefibras,yacontinuacióneldiscodepiedraylamatraca.

En la capa del fondo yacían varios tarros que contenían pequeños reptiles;muyexóticos,peronadaextraordinarios.

Habíanpasadoseisminutos.Se incorporó,aguzóeloído,esperandopercibirencualquiermomentolospasosdelguardia.Noescuchónada.

Devolvióalacajaelrestodelosobjetosyelmaterialdeembalaje.Alalzarlatapa, notó que el forro interior estaba desprendido. Picada por la curiosidad, lolevantó,yunsobrequebradizo,estropeadoporelagua,cayósobresuregazo.Loguardóatodaprisaenelbolso.

Ochominutos.Yanoquedabatiempo.Yaenlasalacentral,tratódedistinguirlossonidosapagadosqueseoíanen

elexterior.Abrióunoscentímetroslapuerta.—¿Cuáleselnúmerodesuplaca?—preguntóSmithbackenvozalta.Margo no pudo oír la respuesta del guardia. Cerró la puerta, se quitó los

guantes y los introdujo en el bolso. Se incorporó,miró a ambos lados, y pasójuntoalnichoanteelcualSmithbackyelguardiadiscutían.

—¡Eh!

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Sevolvió.Elguardia,sonrojado,laobservó.—Ah,¿estásahí,Bill?—dijoMargo,seguradequeelguardianolahabíavisto

salirporlapuerta—.¿Llegotarde?¿Yahasentrado?—¡Estetiponomehadejado!—sequejóelperiodista.—Escuche —dijo el guardia, volviéndose hacia Smithback—, ya se lo he

repetidomilveces;eseformulariohadesercumplimentado.Delocontrario,nopuedopermitirlepasar.¿Comprendido?

Margomiró hacia el final del pasillo. Vislumbró a lo lejos una figura alta ydelgadaqueseacercaba;IanCuthbert.AgarróaSmithbackdelbrazo.

—Hemos de irnos. ¿Recuerdas nuestra cita? Ya echaremos un vistazo a lascoleccionesenotromomento.

—Tienesrazón,claro—farfullóél—.Yaarreglaremosestomástarde—dijoalguardia.

Cercadelfinaldelpasillo,Margocondujoalperiodistahastaunnicho.—Escóndetedetrásdeesasvitrinas—susurró.OyeronlospasosdeCuthbertmientrasseocultaban.Laspisadascesaron,yla

vozdeCuthbertresonóenelpasillo.—¿Haintentadoalguienentrarenlascámaras?—Sí,señor.Unhombrelointentó.Acabandemarcharse.—¿Quiénes? —preguntó Cuthbert—. ¿Esas personas con quienes estaba

hablandohaceunmomento?—Sí, señor. El hombre llevaba un formulario que no estaba debidamente

cumplimentado,porloquenolepermitíentrar.—¿Nolepermitióentrar?—Exacto,señor.—¿Quiénautorizóelformulario?¿Frock?—Sí,señor.EldoctorFrock.—¿Sabeelnombredeesapersona?—CreoquesellamaBill.Noséeldelamujer,pero…—¿Bill? ¿Bill? Qué brillante es usted. Tendría que haberle pedido una

identificación.—Losiento,señor.Insistióenque…Cuthbert ya había dadomedia vuelta, furioso. Los pasos se alejaron por el

pasillo.CuandoSmithback cabeceó,Margo se incorporó con cautela y se sacudió el

polvo.Salieronalpasillo.—¡Eh, ustedes! —exclamó el guardia—. ¡Vuelvan aquí! ¡Quiero ver sus

tarjetasdeidentidad!¡Esperen!SmithbackyMargoecharona correr y, trasdoblarunaesquina, subierona

todaprisaporlosanchospeldañosdecementodeunaescalera.—¿Adóndevamos?—inquirióMargo,sinaliento.—Quemeaspensilosé.Al llegar al siguiente rellano, Smithback se asomó cauteloso al pasillo.

Después de mirar a ambos lados, abrió una puerta con un rótulo colgado querezaba:«Mamalogía.Almacéndepongidae.»

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Yaenel interior,silenciosoyfrío,sedetuvieronpararecuperarelaliento.Amedida que sus ojos se acostumbraban a la tenue luz, Margo vio gorilas ychimpancésdisecados,erguidosenhilerascomocentinelas,ymontonesdepielesvelludas sobre estantes de madera. Una docena de estanterías abarrotadas decalaverasdeprimatescubríanunapared.

Smithbackaplicó el oídoa lapuertaunmomento.Después, se volvióhaciaMargo.

—Vamosaverquéhasencontrado.—Pocacosa—dijoMargo—.Cogíunpardeobjetoscarentesde importancia,

eso es todo. También he encontrado esto—añadió al tiempo que introducía lamanoenelbolso—.Estabaguardadoenlatapadelacaja.

El sobre sin cerrar iba dirigido a «R. H. Montague, MHNNY». El papelamarillento estaba adornado con un curioso motivo en forma de doble flecha.Mientras Smithbackmiraba por encima del hombro deMargo, ella alzó la hojahacialaluzyempezóaleer:

AltoXingú,17desep.de1987Montague:HedecididoenviardevueltaaCarlosconlacajaycontinuarsoloenbuscade

Crocker.Carlosesdeconfianza,ynopuedocorrerelriesgodeperder lacajasialgomesucediera.Tomanotadelamatracadechamányotrosobjetosrituales;parecen únicos en su género. La estatuilla que acompaño, encontrada en unacabaña desierta de este lugar, es la prueba que buscaba. Fíjate en las garrasexageradas,enlosatributosreptilianos,enlasseñalesdebipedalia.Loskothogaexisten,ylaleyendadeMbwunnoesunamerainvención.

Todasmisnotasdecampoestánenestecuaderno…

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Unsilenciosepulcralreinabaeneldespachodeldirector.Nisiquieraelruidodel tráfico de la calle, situada tres pisosmás abajo, se filtraba por las gruesasventanasblindadas.LaseñoraLaviniaRickmanestabasentadaenunabutacadecuero color vino, y Wright, tras el escritorio, prácticamente engullido por lainmensasuperficiedecaoba.Unretratodelfundadordelmuseo,RidleyA.Davis,pintadoporReynolds,losobservaba.

EldoctorIanCuthbertocupabaunsofápegadoa lapareddel fondo.Estabainclinado,conloscodosapoyadossobrelasrodillas,ysutrajedetweedpugnabadesucuerpoesquelético.Teníaelentrecejofruncido.Hurañoeirritableporreglageneral,aquellatardeofrecíaunsemblantemásseveroquedecostumbre.

Porfin,Wrightrompióelsilencio.—Ha llamado dos veces esta tarde —explicó a Cuthbert—. No puedo

esquivarle eternamente. Tarde o temprano montará un cirio por haberle sidodenegadoelaccesoa lascajas.Talvezsaqueacolaciónel temadeMbwun.Lacontroversiaestaráservida.

Cuthbertasintió.—Mejortardequetemprano.Cuandolaexposiciónseinaugureyempiecesu

andadura, con cuarentamil visitantes al día y artículos favorables en todos losperiódicos,podráarmartodoelalborotoquequiera.

Seprodujootrolargosilencio.—Detestointerpretarelpapeldeabogadodeldiablo—dijoporfinCuthbert—,

perocuando todoeste revuelode losasesinatossecalme, tú,Winston, tendrásquemostrartemáscomplaciente.Quizátodosesosrumoresacercadelamaldiciónresultenmuymolestosahora,pero,cuandolasituaciónsehayanormalizado,nonosvendríamalunpocodeescándalo.Todoelmundoquerríaentrarenelmuseopara comprobarlo por sí mismo. Sería bueno para el negocio. No podríamoshaberlomontadomejor,Winston.

Wrightmiróalsubdirectorconexpresiónceñuda.—Rumores sobre la maldición. Quizá sean ciertos. Piensa en todas las

tragediasquehanacompañadoaesahorribleestatuillaalrededordelmundo.—Lanzóunacarcajadacarentedealegría.

—Nohablarásenserio—dijoCuthbert.—Ya lo creo que sí —replicóWright—. No quiero volverte a oír hablar así.

Frocktieneamigosimportantes.Sisequejaanteellos…Bien,yasabescómoseesparcen lashistorias.Sospecharánqueocultas información,que teaprovechasdeesoscrímenesparaatraeralpúblico.Menudapublicidad,¿eh?

—Deacuerdo—concedióelsubdirectorconunasonrisagélida—.Entodocaso,no necesito recordarte que, si esta exposición no se inaugura cuando se habíaprevisto, todo quedará restringido a un plano puramente teórico. Hay quemantener a Frockbajo control. Ahora se dedica a enviarmercenarios paraquehaganel trabajo sucio.Unodeellos tratódeentraren la cámarade seguridadhacemenosdeunahora.

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—¿Quién?—preguntóWright.—Elguardiaactuócomounestúpido,peroconsiguióaveriguarelnombredel

tipo:Bill.—¿Bill?Rickmanseincorporóconbrusquedad.—Sí,creoquese llamabaBill—dijoCuthbert,volviéndosehacia ladirectora

derelacionespúblicas—.¿Noeselnombredelperiodistaqueestáescribiendoellibroparalaexposición?Estuhombre,¿verdad?¿Lotienesbajocontrol?Mehancomentadoquenoparadehacerpreguntas.

—Desdeluego—respondióRickmanconunasonrisaradiante—.Hemostenidonuestrasdiferencias,peroahoraseatienealasnormas.Comosiempredigo,sisecontrolanlasfuentes,secontrolatambiénalperiodista.

—Demodoqueseatienealasnormas,¿eh?—ironizóeldirector—.Entonces¿porquéconsiderastenecesarioenviarestamañanaunmensajeporcorreopararecordarquenadiedebíahablarcondesconocidos?

LaseñoraRickmanseapresuróalevantarunamanobiencuidada.—Lotengobajocontrol.—Serámejorqueasísea—advirtióCuthbert—.Hasparticipadoenestodesde

elprincipio.Supongoquenoquerrásqueeseperiodistaempieceaaireartrapossucios.

Seoyóunsiseoenelintercomunicador,yunavozanunció:—ElseñorPendergastdeseaverlo.—Hágaleentrar—ordenóWright.Dirigióunamiradasombríaalospresentes

—.Allávamos.Elagenteaparecióen lapuertaconunperiódicodobladobajoelbrazoyse

detuvounmomento.—Caramba,quéenternecedoraescena.DoctorWright, graciaspor recibirme

de huevo. Doctor Cuthbert, es siempre un placer. Y usted debe de ser LaviniaRickman,¿noescierto,señora?

—Sí—contestóellaconunasonrisaremilgada.—Señor Pendergast, siéntese donde guste —invitó Wright con una leve

sonrisa.—Gracias,doctor,peroprefieroestardepie.Pendergastseacercóalaenormechimeneay,cruzandolosbrazos,seapoyó

contralarepisa.—¿Ha venido para informarnos? Sin duda ha solicitado esta reunión para

informarnosdeunadetención.—No—contradijoPendergast—.Losiento,peronohaydetenciones.Locierto

es,doctorWright,quenohemosprogresadomucho,apesardeloquelaseñoraRickmanhacontadoalosperiódicos.

Lesenseñólostitularesdeldiario:«DetencióninminenteporloscrímenesdelaBestiadelMuseo.»

Se produjo un breve silencio. Pendergast dobló el periódico y lo dejó concuidadosobrelarepisadelachimenea.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Wright—. No entiendo por qué tardan

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tanto.—Haymuchosproblemas,comosindudasabrá—dijoPendergast—,perono

he venido para informarles de las investigaciones. Bastará con recordarles quehay un asesino suelto por elmuseo. No tenemosmotivos para creer que hayadejadodematar.Porloquesabemos,siempreactúadenoche;enotraspalabras,despuésde las cincode la tarde.Comoagenteespecial almandodeeste caso,lamento comunicarles que el toque de queda que hemos impuesto seguirá envigorhastaqueelasesinoseaencontrado.Nohabráexcepciones.

—Lainauguración…—empezóRickman.—Habrá que aplazarla, quizá una semana, tal vez un mes. No puedo

prometerlesnada.Lolamentomuchísimo.Eldirectorselevantó,lívido.—Usted aseguró que se celebraría la inauguración siempre que no se

cometieranmásasesinatos.Ésefueelacuerdo.—Yo no llegué a ningún acuerdo con usted, doctor —contradijo con toda

tranquilidadPendergast—.Metemoqueestamostancercadeatraparalasesinocomoalprincipiode lasemana.—Señalóelperiódicoquehabíadejadosobre larepisa—. Titulares como ésos contribuyen a que la gente se relaje y baje laguardia. Es probable que acuda mucho público a la inauguración. Miles depersonasenelmuseodespuésdeoscurecer…—Meneólacabeza—.Nomequedaotraalternativa.

Wrightmiróalagenteconincredulidad.—¿Esperaqueaplacemos la inauguraciónycausemosperjuicios irreparables

almuseoporculpadesuincompetencia?Larespuestaes«no».Pendergast,impertérrito,caminóhaciaelcentrodeldespacho.—Perdone,doctorWright,sinomeheexpresadoconsuficienteclaridad.No

hevenidoparasolicitarsupermiso,sinoparanotificarlemidecisión.—Muybien—repusoeldirectorconvoztrémula—.Entiendo.Esustedincapaz

de desempeñar bien su trabajo, y aun así se empeña en indicarme cómo deborealizarelmío.¿Tieneideadelosperjuiciosqueelaplazamientoocasionaráalaexposición?¿Sabequéclasedemensajerecibiráelpúblico?Bien,Pendergast,nolopermitiré.

Elagentelomirósinpestañear.—Todo personal no autorizado que sea encontrado en las dependencias

despuésdelascincodelatardeserádetenidoyacusadodeviolarlaescenadeuncrimen. Se trata de una falta leve. Posteriores violaciones se consideraránobstrucción a la justicia. Es un delitomayor, doctorWright. Confío en habermeexpresadoconlasuficienteclaridad.

—Loúnicoqueestáclaroahoraeselcaminohacialapuerta—dijoWrightenvozmásalta—.Carecedeobstáculos.Hagaelfavordetomarlo.

Pendergastasintió.—Caballeros,señora.Diomediavueltaysalióensilenciodelahabitación.Cerrólapuertasinhacer

ruido y se detuvo unmomento ante el despacho del director. Mirando hacia lapuerta,recitó:

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—«Demodoqueregresoparamisatisfaccióncensurado,yobtengoacambiotresvecesmásdeloquehegastado.»

LasecretariaejecutivadeWrightdejódemascarchicleenelacto.—¿Howzat?—preguntó.—No,Shakespeare—contestóél,encaminándosehaciaelascensor.Conmanotrémula,Wrightdescolgóelauriculardelteléfono.—¿Qué coño ocurrirá ahora? —exclamó Cuthbert—. Que me aspen si un

malditopolicíavaaecharnosdenuestropropiomuseo.—Tranquilo,Cuthbert—dijoWright.Habloalauricular—:PóngameconAlbany

ahoramismo.Sehizoelsilencio.EldirectormiróaCuthbertyRickmanmientrasesperabay

tratabadeapaciguarsuagitadarespiración.—Hallegadoelmomentodepediralgunosfavores—dijo—.Yaveremosquién

dicelaúltimapalabra:unsietemesinoalbino,oeldirectordelmuseodehistorianaturalmásgrandedelmundo.

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Lavegetacióndeesta zonaesmuyextraña.Predominan las cicadalesy loshelechos.Lástimaquenodispongadetiempoparadedicarloasuestudio.Hemosutilizadounavariedadparticularmenteresistentecomomaterialdeembalajeparalascajas.DejaqueJörgensenecheunvistazo,sileinteresa.

Espero estar contigo dentro de un mes en el Club de los Exploradores,celebrandonuestroéxitoconunasrondasdedrymartinisyunbuenMacanudo.Hastaentonces,séquepuedoconfiarteestematerialymireputación.

Tucolega,WHITTLESEY.Smithbacklevantólavistadelacarta.—Nopodemospermaneceraquí.Vamosamidespacho.Sucubículosehallabaenlaplantabajadelmuseo,enlomásrecónditodeun

laberintodedespachosatiborrados.Lospasadizosentrelazados,llenosdebullicioy actividad, representaron un cambio refrescante para Margo después de loshúmedos pasillos poblados de ecos que se extendían fuera de la zona deseguridad. Pasaron junto a una enorme papelera verde que rebosaba deejemplaresatrasadosdelarevistadelmuseo.FrentealdespachodeSmithback,cartasdesuscriptoressembrabanungrantablóndeanuncios,paradiversióndelpersonal.

Enunaocasión,siguiendolapistadeunejemplardeSciencedesaparecidodelahemeroteca,Margohabíapenetradoenlacaóticaguaridadelperiodista.Estabacomolarecordaba;elescritorioaparecíacubiertodeartículosfotocopiados,cartasamedio terminar,menúsde cocina chinaynumerosos librosy revistasque losbibliotecariosdelmuseosindudaardíanendeseosdelocalizar.

—Siéntate—invitóSmithback,retirandoconbrusquedaddeunasillaunapiladeperiódicos.Cerró lapuertay seacomodóenunaviejamecedora,detrásdelescritorio. Crujieron papeles bajo sus pies—. Muy bien —murmuró—. ¿Estásseguradequeeldiarionoestabaallí?

—YatehedichoquelaúnicacajaquepudemirareralaqueWhittleseyhabíaembalado.Nocreoqueestuvieraenlasotras.

Smithbackreleyólacarta.—¿QuiénesestetalMontagueaquienvadirigidalacarta?—preguntó.—Nolosé.—¿YJörgensen?—Nuncaheoídohablardeél.Smithbacksacóellistíntelefónicodelmuseodeunestante.—No consta ningún Montague —susurró mientras pasaba páginas—. Podría

serunnombredepila.¡Ajá!AquíestáJörgensen.Botánico;estájubilado.¿Cómoesqueaúntieneundespacho?

—Es normal en este lugar —explicó Margo—. Gente económicamenteindependiente que no tiene nada mejor que hacer. ¿Dónde se encuentra sudespacho?

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—Sección 41, cuarta planta. —El hombre cerró el listín y lo dejó sobre elescritorio—Cercadelherbario.—Selevantó—.Vámonos.

—Esperaunmomento,Smithback.Soncasi lascuatro.Debería telefonearaFrockparaexplicarleque…

—Después.—Seencaminóhacialapuerta—.Vamos,LotusBlossom.Miolfatodeperiodistanohacaptadoningúnolordecenteentodalatarde.

EldespachodeJörgensen,unapequeñasaladetechoaltoysinventanas,noconteníaningunadelasplantasoespecímenesvegetalesqueMargoesperabaverenellaboratoriodeunbotánico.Dehecho,enlahabitaciónsólohabíaunasilla,un perchero y un gran banco de trabajo. Un cajón de éste estaba abierto yrevelabadiversasherramientasmuyusadas.Elanciano,inclinadosobreelbancodetrabajo,manipulabaunpequeñomotor.

—¿DoctorJörgensen?—preguntóSmithback.El anciano se volvió para mirarlo. Se trataba de un hombre huesudo y

encorvado,casicalvo,concejaspobladasblancassobreunospenetrantesojosdeunazulmuyclaro.Margocalculóquedebíademedirunmetronoventa.

—Sí—dijoconvozpausada.AntesdequeMargopudieraimpedirlo,SmithbacktendióaJörgensenlacarta.Elhombreempezóaleerysesobresaltóvisiblemente.Sinapartarlavistadel

papel,acercólasillaysesentólentamente.—¿Dedóndehansacadoesto?—preguntócuandohuboterminado.MargoySmithbackintercambiaronunamirada.—Esauténtica—dijoelperiodista.Jörgensenlosobservó.Acontinuación,devolviólacartaaSmithback.—Nosénadasobreesto—afirmó.Sehizoelsilencio.—Procedía de la caja que JulianWhittlesey envió desde el Amazonas hace

sieteaños—explicóSmithback,esperanzado.Elancianocontinuómirándolosfijamenteyalcabodeunosminutoscentrósu

atenciónenelmotor.Laparejacontemplócómomanipulabalapieza.—Lamento interrumpir su trabajo—dijo Margo por fin—. Tal vez no sea el

momentomásoportuno.—¿Quétrabajo?—preguntóJörgensensinmirarlos.—Loqueestáhaciendo—contestóMargo.Elviejosoltóunacarcajada.—¿Esto?—exclamó,volviéndosehaciaellos—.Estonoesuntrabajo.Esuna

aspiradoraaveriada.Desdequemuriómiesposa,hedeocuparmede las tareasdomésticas. Elmaldito trasto se estropeó el otro día. Lo he traído porque aquíguardotodaslasherramientas.Yanotengomuchotrabajo.

—Encuantoaesacarta,señor…—empezóMargo.Jörgensenseremovióenlasillay,reclinándose,clavólavistaeneltecho.—Ignorabasuexistencia.Elmotivodelaflechadobleservíacomoblasónde

la familiaWhittlesey, y nome cabe duda de que se trata de su letra.Me traerecuerdos.

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—¿Dequéclase?—seapresuróainquirirSmithback.Jörgensenlomiróysuscejassejuntaronenseñaldeirritación.—Nada que a usted le importe—replicó—.O almenos, aún no sé por qué

deberíaimportarle.Margodirigióasucompañerounamiradadereprobación.—Doctor Jörgensen, soy una graduada que trabaja con el doctor Frock. Mi

colegaesperiodista.EldoctorFrocksospechaquelaexpediciónWhittleseyylascajasquefueronenviadasestánrelacionadasconloscrímenesdelmuseo.

—¿Unamaldición?—preguntó el anciano, arqueando las cejas en un gestoteatral.

—No,unamaldiciónno—contestóMargo.—Mealegrodequepienseasí.Noexistelamaldición,amenosqueladefina

como una mezcla de codicia, locura humana y celos científicos. No hay querecurrir a Mbwun para explicar… —Se interrumpió de repente—. ¿A qué vienetantointerés?—preguntóconsuspicacia.

—¿Paraexplicarqué?—intervinoSmithback.Jörgensenloobservócondesagrado.—Joven,sivuelveaabrirlaboca,lepediréquesemarche.Smithbackentornólosojosyoptóporguardarsilencio.Margo se preguntó si debería hablar de las teorías de Frock, lasmarcas de

garrasenloscadáveresylacajarota,peronolojuzgóprudente.—Estamosinteresadosporquecreemosqueexisteunarelaciónalaquenadie

haprestadoatención;nilapolicía,nielmuseo.Sunombresemencionaenestacarta.Pensamosquetalveznospodríacontarmáscosassobreesaexpedición.

Jörgensentendióunamanonudosa.—¿Puedoleerlaotravez?Smithbackselatendióaregañadientes.Jörgensenrecorriólacartaconlavista,ansiosocomosiabsorbierarecuerdos.—Hubo un tiempo —murmuró— en que me habría mostrado renuente a

hablardeesto;talvezaterradoseríaunapalabramásprecisa.Algunaspersonashabríanaprovechadolaoportunidadparadespedirme.—Seencogiódehombros—.Perocuandosellegaamiedad,haypocoquetemer,exceptoquizálasoledad.—Asintió lentamente mirando a Margo, con la carta estrujada en la mano—. Yohabríaparticipadoenesaexpedición,denohabersidoporMaxwell.

—Tambiénselemencionaenlacarta.¿Quiénes?—preguntóSmithback.Jörgensenletraspasóconlamirada.—He derribado a periodistas más grandes que usted. —Resopló—. Calle la

boca de una vez. Estoy hablando con la señorita. —Se volvió hacia Margo—.Maxwell fueunode los jefes de la expedición, junto conWhittlesey. Ése fue elprimer error; permitir que Maxwell se inmiscuyera y compartiera el mando.Discreparon desde el principio. Ninguno de los dos tenía el control absoluto.Maxwellganó,yyosalíperdiendo;decidióquenohabíasitioparaunbotánicoenlaexpedición.AWhittleseyaún lehizomenosgraciaqueamí.LapresenciadeMaxwellponíaenpeligrosupropósitooculto.

—¿Cuálera?—preguntóMargo.

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—Encontrar la tribu kothoga. Corrían rumores sobre una tribu ignota quevivíaenuntepui,unainmensamesetaalzadasobrelaselvatropical.Aunquelazonanohabíasidoexploradaporcientíficos,todoelmundoestabadeacuerdoenquelatribusehabíaextinguidoysóloquedabanreliquias.Elproblemaresidíaenque el gobierno local le había denegado el permiso para estudiar el tepuiargumentando que estaba reservado para sus propios científicos. Yankee gohome.—Jörgensenbufóymeneólacabeza—.Bien,enrealidadestabareservadopara la depredación, el saqueo de la tierra. El gobierno local había oído losmismosrumoresqueWhittlesey,porsupuesto.Elgobiernonoqueríaque,sihabíaindios allí arriba, se opusieran a la deforestación y la apertura de minas. Encualquier caso, la expedición debía abordar la zona desde el norte, una rutamuchomenosconveniente,peroalejadadelárearestringida.Lesestabaprohibidoascenderaltepui.

—¿Loskothogaaúnexistían?—preguntóMargo.Elancianosacudiólentamentelacabeza.—Nuncalosabremos.Elgobiernodescubrióalgoenlacimadeesetepui,tal

vez oro, platino, yacimientos auríferos. En estos tiempos, los satélites detectancantidad de cosas. Sea como sea, el tepui fue incendiado desde el aire en laprimaverade1988.

—¿Incendiado?—preguntóMargo.—Arrasadoconnapalm,unaformapococonvencionalycaradehacerlo.Porlo

visto, no consiguieron controlar el fuego, que se extendió y quemó la zonadurante meses. Emplearon equipos hidráulicos japoneses y pulverizaronliteralmentepartesenormesde lamontaña.Nocabedudadequeextrajeroneloro,elplatinoo loquefueraconcompuestosdecianuroy luegodejaronqueelveneno se vertiera en los ríos. No queda nada, nada en absoluto. Por eso elmuseonoenvióunasegundaexpediciónenbuscadelosrestosdelaprimera.—Carraspeó.

—Eshorrible—murmuróMargo.Jörgensenlamiróconsusinquietantesojoscerúleos.—Sí, horrible. No leerá nada al respecto en la exposición «Supersticiones»,

desdeluego.Smithbacklevantóunamanomientrasextraíalagrabadoraconlaotra.—Perdone,¿puedo…?—No, no puede grabar esto, ni publicarlo, ni citarlo; nada.He recibido una

notaatalefectoestamañana,comoyasabrá.Estoessóloparamí.Nohepodidohablardeelloduranteaños,yahoraestoydispuestoahacerlo,ysóloestavez.Demodoquecalleyescuche.

Sehizoelsilencio.—¿Pordóndeiba?—continuóelanciano—.Ah,sí.Whittleseynoteníapermiso

parasubiraltepui.Maxwell,unburócrataconsumado,estabadecididoaquesucompañeroseatuvieraalasnormas.Bien,cuandounoseencuentraenlaselva,a trescientoskilómetrosde cualquier clasedegobierno…¿quénormas?—Lanzóunarisita—.Dudodequealguiensepaconexactitudquéocurrióallí.Montaguemecontólahistoria,queélhabíadeducidoapartirdelostelegramasdeMaxwell.

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Noeraunafuenteobjetiva,desdeluego.—¿Montague?—interrumpióSmithback.—En cualquier caso —prosiguió Jörgensen, ignorando la pregunta del

periodista—, parece ser queMaxwell se topó con una flora increíble. El 99 porciento de las especies vegetales que crecían en la falda del tepui eraabsolutamentenuevoparalaciencia.Encontraronhelechosextrañosyprimitivos,ymonocotiledóneasqueparecíanreversionesalaeramesozoica.AunqueMaxwelleraantropólogofísico,sevolviólocoalverlavegetación.Llenaroncajatrascajadeespecímenesraros.FueentoncescuandoMaxwellencontróaquellasvainas.

—¿Eranmuyimportantes?—Erandeunfósilviviente.Algosemejantealdescubrimientodelcelacántido

enlosañostreinta:unaespeciedetodounfilumquecreíansehabíaextinguidoenelperíodocarbonífero.Todounfilum.

—Esasvainas¿parecíanhuevos?—inquirióMargo.—Loignoro.Montaguesílasvioymecomentóqueerandurascomoelacero.

Para germinar, debían ser enterradas a bastante profundidad en el sueloacidógenodeunaselvatropical.Supongoqueseguiránenesascajas.

—EldoctorFrockcreíaqueeranhuevos.—Frock debería ceñirse a la paleontología. Es un hombre brillante, pero

errático. En cualquier caso, Maxwell y Whittlesey discutieron, como era deesperar. Al primero no podía importarlemenos la botánica, pero reconocía unararezaencuantolaveía.Queríaregresaralmuseoconlasvainas.SeenteródequeWhittleseypretendíaescalareltepuiybuscaraloskothoga,yesolealarmó.Temía que las cajas quedaran retenidas en un puerto y no pudiera sacar suspreciosasvainas.Sesepararon.Whittleseyseinternóenlaselva,subióaltepuiynuncavolvieronaverlo.

»Cuando Maxwell llegó a la costa con el resto de la expedición, envió unmontóndetelegramasalmuseoparadespotricarcontraWhittleseyyexplicarsuversión de los hechos. Después, él y el resto murieron en aquel accidente deaviación.Porsuerte,habíanacordadomandarlascajasporseparado,otalveznofue por suerte. El museo tardó un año en recuperar el material, pues nadieparecíatenerdemasiadaprisaporhacerlo.—Pusolosojosenblancoenseñaldedisgusto.

—HamencionadoauntalMontague—lerecordóMargoenvozbaja.—Montague—repitióJörgensenconlavistaperdida—.Eraunjovendoctoren

antropología, candidato a trabajar para el museo; el protégé de Whittlesey.Huelga decir que cayó en desgracia cuando se recibieron los telegramas deMaxwell. Desde entonces, miraron con desconfianza a cuantos habíamos sidoamigosdeWhittlesey.

—¿QuéfuedeMontague?Elviejovaciló.—Nolosé—contestóporfin—.Desaparecióundía.Nuncaregresó.—¿Ylascajas?—AMontagueleinteresabamuchoexaminaraquellascajas,sobretodolade

Whittlesey, pero, como ya he dicho, cayó en desgracia, y le apartaron del

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proyecto, que, de hecho, se abandonó. La expedición había representado taldesastre que los peces gordos quisieron olvidar lo sucedido. Cuando las cajasllegaronfinalmente,sequedaronsinabrir.Casitodaladocumentaciónsequemóenel accidente. En teoría, había undiario deWhittlesey, pero nadie lo vio. Encualquiercaso,Montaguesequejóysuplicóhastaqueledesignaronencargadodelarestauración.Entonces,semarchó.

—¿Quéquieredecir?—inquirióSmithback.Jörgensenlomirócomosidudaraentrecontestaronoalapregunta.—Sefuedelmuseoynuncaregresó.Tengoentendidoquedejóabandonados

su apartamento y toda su ropa. Su familia inició una investigación, pero nodescubriónada.Erauntipobastanteextraño.CasitodoelmundosupusoquesehabíamarchadoaNepaloTailandiaparaencontrarseasímismo.

—Corrieron rumores —dijo Smithback. No era una pregunta, sino unaafirmación.

Elbotánicorió.—¡Pues claro que corrieron rumores!Como siempre.Rumores de quedebía

dinero,rumoresdequesehabíafugadoconlamujerdeungángster,rumoresdeque había sido asesinado y su cadáver arrojado al río East… Pero era taninsignificante en el museo que casi todo el mundo le olvidó al cabo de pocassemanas.

—¿También rumores de que la Bestia del Museo lo mató? —preguntóSmithback.

LasonrisadeJörgensensedesvaneció.—No exactamente, pero a raíz de su marcha todos los rumores sobre la

maldición afloraron de nuevo. Según se comentaba por aquel entonces, todoaquel que había estado en contacto con las cajas moría. Algunos guardias yempleados de la cafetería, ya conoce a esa gente, aseguraron que Whittleseyhabía saqueado un templo, que había algo en la caja, una reliquia maldita.Dijeronquelamaldiciónhabíaseguidoalareliquiahastaelmuseo.

—¿No quiso usted estudiar las plantas que Maxwell envió? —preguntó elperiodista—.Ustedesbotánico,¿no?

—Joven, usted no sabe nada de ciencia. No existe un botánico que dominetodas las especialidades. Nome interesa la paleobotánica de las angiospermas.Todo eso estaba fuera de mi campo. Mi especialidad es la coevolución de lasplantasylosvirus.Oera—añadióconciertaironía.

—PeroWhittleseyqueríaqueustedecharaunvistazoalosespecímenesqueenvió—insistióSmithback.

—Noséporqué.Éstaeslaprimeravezqueoigohablardeello.Nuncahabíavisto esta carta.—Se la entregó aMargo demala gana—. Yo diría que es unafalsificación,exceptoporlaletrayelcontenido.

Sehizoelsilencio.—AúnnohaexpresadosuopiniónacercadeladesaparicióndeMontague—

dijoporfinMargo.Jörgensensefrotóelpuentedelanarizyclavólavistaenelsuelo.—Measustó.

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—¿Porqué?Seprodujodenuevounlargosilencio.—Noestoyseguro—respondiópor fin—.Enunaocasión,Montague tuvoun

problemaeconómicoymepidiódineroprestado.Eramuyescrupuloso,seesforzómuchopordevolvérmelo.Noparecíapropiodeéldesaparecerdeesamanera.Laúltima vez que lo vi, estaba a punto de iniciar un inventario de las cajas. Semostrómuy entusiasmado.—Miró a Margo—. No soy un hombre supersticioso.Soyuncientífico.Comoyahedicho,nocreoenmaldicionesyesaclasedecosas…

Elancianoseinterrumpió.—Pero…—leazuzóSmithback.Elbotánicotraspasóalescritorconlamirada.—Muy bien. —Se reclinó en la silla y clavó la vista en el techo—. Les he

explicadoqueJulianWhittleseyeraamigomío.Antesdepartir,recopilótodaslasleyendas que pudo encontrar acerca de la tribu kothoga, sobre todo lasprocedentesde lospueblosde las tierrasbajasquevivíana laorilladel río, losyanomano. Recuerdo que me contó una historia el día antes de partir. Loskothoga, según un informante yanomano, habían hecho un trato con un serllamado Zilashkee, una criatura semejante a nuestro Mefistófeles, aunquemásradical; toda la maldad y la muerte del mundo emanaban de este ente, queacechabaenlosalrededoresdelpicodeltepui.Almenos,esoafirmabalaleyenda.Encualquiercaso,elacuerdoestablecíaqueZilashkeeentregaríaasuhijoaloskothogaacambiodequeéstosmataranydevoraranasuspropioshijos;además,la tribu prometía adorarle eternamente a él y sólo a él. Cuando los kothogaterminaron su siniestra tarea, Zilashkee les envió a su hijo, quien procedió aasolar la tribu, matando y devorando a sus miembros. Cuando los kothoga sequejaron, Zilashkee rió y dijo: «¿Qué esperabais? Yo soy el mal.» Por fin,mediante el empleo de la magia, conjuros o algo por el estilo, la tribu logrócontrolara labestia.Era inmortal.Portanto,elhijodeZilashkeesiguióbajoelcontrol de los kothoga, quienes lo utilizaron a su capricho, lo que resultó unaempresa peligrosa. La leyenda refiere que, desde entonces, los kothoga buscanunamaneradedeshacersedeél.—Jörgensencontemplóelmotordesmontado—.ÉstaeslahistoriaqueWhittleseymecontó.

»Cuandomeenterédelaccidentedeaviación,delamuertedeWhittlesey,dela desaparición de Montague…, bien, no pude evitar pensar que los kothogahabían logrado por fin desembarazarse del hijo de Zilashkee. —El ancianobotánicocogióunapiezadelamaquinariay,conexpresiónausente,lediovuelta—.WhittleseymedijoqueelhijodeZilashkeesellamabaMbwun,ElQueCaminaACuatroPatas.

Dejócaerlapiezaysonrió.

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A medida que se acercaba la hora del cierre, los visitantes empezaban adesfilarhacialassalidasdelmuseo.Latienda,situadaenelinteriordelaentradasur,habíahechounbuennegocio.

Lospasillosdemármolquesealejabandedichaentradasellenarondelrumorde conversaciones y pasos. En el Planetario, cerca de la entrada oeste, dondehabíadecelebrarselafiestadeinauguracióndelanuevaexposición,elruido,mástenue, despertaba ecos bajo la enorme cúpula. Los laboratorios, las aulasantiguas, las cámaras de almacenamiento y los despachos forrados de librosprotegían el corazón del museo de los sonidos de los visitantes. Los largoscorredoreseranoscurosysilenciosos.

El observatorio Butterfield se mantenía ajeno al ruido y la actividad. Losempleados, en cumplimiento del toque de queda, se habían marchado a casatemprano. En el despachodeGeorgeMoriarty, así comoen las seis plantas delobservatorio,reinabaunsilenciosepulcral.

Moriarty,depiedetrásdesuescritorio,apretóunpuñocontralaboca.—Malditasea—masculló.Depronto,unpiesaliódisparadoparadescargarlafrustración.Eltalóngolpeó

unarchivadoryderribóunmontóndepapeles.—¡Malditasea!—aulló,estavezdedolor,mientrassedejabacaerenlasillay

empezabaafrotarseelpie.El dolordesapareciópocoapoco.El hombre suspiróypaseó lavistaporel

despacho.—Joder,George,siemprelacagas,¿no?—murmuró.Debíaadmitirquenoteníaremedio.Todocuantohacíaporatraerlaatención

de Margo, por ganarse su simpatía, le salía mal. Lo que había dicho sobre supadreeratandiplomáticocomounaametralladora.

De pronto se volvió hacia el ordenador. Le enviaría unmensaje electrónicoparatratardedeshacerelentuerto.Sedetuvounmomento,pensóycomenzóateclear:«¡Hola,Margo!Sóloteníacuriosidadporsabersi…»

Moriartypulsóunateclaconbrusquedadyborrólafrase.Probablementesóloconseguiríaembrollaraúnmáslascosas.

Permaneciósentado,contemplandolapantallavacía.Sóloconocíaunmétodoseguroparaaliviarsudesasosiego:unacazadeltesoro.

Muchasdelaspiezasmáspreciadasdelaexposición«Supersticiones»eranelresultadodirectodesuscazasdel tesoro.Moriartysentíaunprofundoamorporlas inmensascoleccionesdelmuseoyestabamásfamiliarizadoconsusrinconesoscurosysecretosquelamayoríadelosempleadosmásveteranos.Acausadesutimidez,teníapocosamigosysolíadedicarsutiempolibreainvestigarylocalizarreliquias olvidadas mucho tiempo atrás en los almacenes del museo. Aquellaactividad le proporcionaba una sensación de utilidad que había sido incapaz deobtenerdeotras.

Se volvió de nuevo hacia el teclado, se introdujo en la base de datos del

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museoysemovióconhabilidadatravésdelosregistros.Sabíaorientarseenlabasededatos, conocíasusatajosypuertas traseras, comouncapitándebarcoexperimentadoqueconocelosmeandrosdeunrío.

Al cabo de pocos minutos, sus dedos teclearon a menor velocidad. Seencontrabaenunaregiónquenohabíaexploradoantes;unacoleccióndeobjetossumerios, descubiertos a principios de los años veinte, que nunca habían sidoinvestigadosenprofundidad.Secentróprimeroenunacolección,despuésenunasubcolecciónyporúltimoenlaspiezasindividuales.Aquelloparecíainteresante;una serie de tablillas de arcilla, muestras primitivas de escritura sumeria. Elcoleccionista original creía que trataban de rituales religiosos.Moriarty leyó lasentradas anotadas y asintió. Quizá pudieran utilizarse en la exposición. Aúnquedaba sitio para algunos objetos más en las galerías de miscelánea máspequeñas.

Consultó el reloj; casi las cinco. Sabía dónde estaban almacenadas lastablillas.Sisuaspectoeraprometedor, lasenseñaríaaCuthbertaldíasiguientepor lamañana y lograría su aprobación. Podría preparar su exhibición entre lafiesta del viernes por la noche y la inauguración al público. Tomónotas a todaprisaydesconectóelordenador.

Elruidodelaterminalalsumirseenlaoscuridadresonócomoundisparoenla habitación. Moriarty se levantó, introdujo los faldones de la camisa en elpantalónysaliódeldespacho,cojeandounpoco.Cerrólapuertatrasdesí.

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D'Agostabajóalpuestodemandoprovisional,sedetuvoantelapuertadelaoficinadePendergasty,antesdellamar,seasomóporlaventana.Vioauntipoalto,vestidoconuntrajeespantoso,conelrostrosudorosoyquemadoporelsol.Actuaba como si fuera el propietario del despacho; cogía papeles del escritorioparacolocarlosenotrositiomientrasagitabalacalderilladelbolsillo.

—Eh,amigo—exclamóD'Agostaencuantoabrió lapuertayentró—,esoespropiedaddelFBI.SiesperaalseñorPendergast,¿quéleparecesilohacefuera?

El hombre se volvió.Susojos,muypequeños,mostrabanunaexpresiónderesentimiento.

—A partir de estemomento, ah, teniente—dijo, con la vista clavada en laplacaqueD'Agostallevabacolgadadelcinturón,comosiintentaraleersunúmero—,hablaráconrespetoalpersonaldelFBI,delcualestoyahoraalmando.AgenteespecialCoffey.

—Bien,agenteespecialCoffey,porloqueyosé,yhastaquealguienmedigalocontrario,elseñorPendergastestáalmandoaquí,yustedestáfisgandoensuescritorio.

Coffey lededicóuna levesonrisa, introdujo lamanoenelbolsilloysacóunsobre.

Eltenienteleyólacarta.ProcedíadeWashingtonycomunicabaquelaOficinadeNuevaYorkdelFBIyelagenteespecialSpencerCoffeyseocuparíandelcaso.Dosoficiosibangrapadosalaorden:uno,delaoficinadelgobernador,solicitabaoficialmenteelcambioyaceptabatodalaresponsabilidadporlatransferenciadepoderes;elsegundollevabaunmembretedelSenadodeEstadosUnidos.D'Agostalodoblósinmolestarseenleerlo.

Devolvióelsobre.—De modo que por fin han conseguido colarse por la puerta de atrás —

comentó.—¿Cuándo vendrá Pendergast, teniente?—pregunto Coffey, guardándose el

sobreenelbolsillo.—¿Cómoquierequelosepa?Aprovechandoqueestácurioseandoensumesa,

consultesuagenda.AntesdequeCoffeypudierareplicar, lavozdePendergastsonódesdefuera

delaoficina.—¡Ah,agenteCoffey!Esunplacerverlo.Elhombresedispusoasacarunavezmáselsobre.—No es necesario —dijo Pendergast—. Sé por qué ha venido. —Se sentó

detrásdelescritorio—.Póngasecómodo,tenienteD'Agosta.Éste observó que sólo había una silla más en el despacho y se sentó,

sonriente.DisfrutabaviendoaPendergastenacción.—Al parecer, un loco anda suelto por el museo, señor Coffey —explicó

Pendergast—.Portanto,eltenienteD'Agostayyohemosllegadoalaconclusióndequedebe suspenderse la fiestade inauguracióndemañanapor lanoche.El

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asesinoactúadenoche.Nopodemosaceptarlaresponsabilidaddequemásgentesea asesinada porque la dirección se empeñe en mantener abierto el museodebidoa,digamos,motivoseconómicos.

—Sí,bien,ustedyanoeselresponsable—repusoCoffey—.Misórdenessonque la inauguración se celebre tal como se había previsto. Aumentaremos lapresenciapolicialconmásagentes.EstelugarserámásseguroqueellavabodelPentágono.Ylediréalgomás,Pendergast;encuantolafiestecitahayaterminadoylospecesgordossehayanidoacasa,trincaremosaesemamón.Sesuponequeusted es la hostia, pero nome impresiona. En cuatro días sólo ha conseguidoencontrarselapolla.Estamoshartosdeperdereltiempo.

Pendergastsonrió.—Sí, me lo esperaba. Si ésa es su decisión, qué le vamos a hacer. No

obstante,deberíasaberquepiensoenviarunacartaaldirectorparaexponermispuntosdevistasobreeltema.

—Hagaloqueledélagana,perohágaloasudebidotiempo.Entretanto,migente se instalaráal finaldelpasillo.Espero su informea lahoradel toquedequeda.

—Mi informe final ya está preparado —anunció con toda tranquilidadPendergast—.Bien,señorCoffey,¿seleofrecealgomás?

—Sí.Esperosuplenacolaboración,Pendergast.—Ytrasdeciresto,saliódelaoficina,dejandolapuertaabierta.

D'Agostaloobservóalejarseporelpasillo.—Ahora parece más resentido que antes de que usted entrara —dijo. Se

volvióhaciaPendergast—.Nosebajaráusted lospantalonesanteesegilipollas,¿verdad?

Elagentesonrió.—Vincent,me temoque es inevitable. En cierto sentido,me sorprende que

esto no haya ocurrido antes. No es la primera vez que Wright me pone unazancadilla esta semana. ¿Para qué oponerme? Así, al menos, nadie podráacusarnosdefaltadecolaboración.

—Yopensabaqueusted tenía influencias.—D'Agostaprocuróquesuvoznodelataraladecepciónquesentía.

Pendergasttendiólasmanos.—Tengobastantesinfluencias,comodiceusted,perorecuerdequeestoyfuera

de mi territorio. Como existían coincidencias entre estos asesinatos y los queinvestigué en NuevaOrleans hace unos años, tenía buenosmotivos para estaraquí,siemprequenosesuscitarancontroversiasynosesolicitaralaintervencióndelafuerzalocal.YasabíaqueeldoctorWrightyelgobernadorhabíanvisitadoaBrown. Como el gobernador ha solicitado demanera oficial la intervención delFBI,sólohabíaunresultadoposible.

—Pero¿ysucaso?Coffeyseaprovecharádeltrabajoqueustedharealizadoysellevarálasmedallas.

—Ustedsuponequehabrámedallas.Tengounmalpresentimientoacercadeesainauguración,teniente.Unpresentimientomuymalo.ConozcoaCoffeydesdehace mucho tiempo, y no me cabe duda de que sólo conseguirá empeorar la

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situación. De todosmodos, Vincent, observe que nome ha ordenado hacer lasmaletas.Nopuede.

—Nomedigaquesealegradedescargarsede la responsabilidad—protestóD'Agosta—. Tal vez mi principal objetivo en la vida sea mantener la guadañaalejadademiculo,peropensabaqueustederadiferente.

—Vincent, me sorprende. No tiene nada que ver con librarse de laresponsabilidad.Sinembargo,estasituaciónmeconcedeciertogradodelibertad.EsciertoqueCoffeytiene laúltimapalabra,perosucapacidaddecontrolarmisaccioneseslimitada.Yosólopodíaveniraquísiaceptabadirigirelcaso;enesascircunstancias, uno tiende a ser más prudente. Ahora podré guiarme por misinstintos.—SereclinóenlasillayclavósufríamiradaenD'Agosta—.Suayudaseguirá siendo muy bien recibida. Tal vez necesite a alguien dentro deldepartamentoparaaceleraralgunostrámites.

Eltenientereflexionóunmomento.—HayalgoqueadivinédeesetalCoffeydesdeelprimermomento—dijo.—¿Quées?—Esetipoestácubiertodemierdahastaelcuello.—Ay, Vincent —dijo Pendergast—, su dominio del idioma no deja de

asombrarme.

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ViernesSmithback observó disgustado que el despacho ofrecía elmismo aspecto de

siempre;niunaagujafueradesitio.Sedejócaeren labutacaconunaintensasensacióndedéjàvu.

Rickmanregresódelaoficinadesusecretariaconundelgadoexpediente,lasonrisaobsequiosayremilgadapetrificadaensurostro.

—¡Éstaeslanoche!—exclamóconjúbilo—.¿Piensaasistir?—Sí,claro.Lamujerleentregóelexpediente.—Leaesto,Bill—dijo,convozmenosagradable.MUSEODEHISTORIANATURALDENUEVAYORKNOTAINTERNAA:WilliamSmithbackJr.De:LaviniaRickman.SOBRE:Obrasintítulosobreexposición«Supersticiones».Conefectoinmediato,yhastapróximoaviso,sutrabajoenelmuseoseregirá

porlassiguientesdisposiciones:1.Todaslasentrevistasrealizadasparalaobraenpreparaciónseefectuarán

enmipresencia.2. Se le prohíbe grabar las entrevistas o tomar notas durante ellas. En

interés de la oportunidad y la coherencia, asumiré la responsabilidad de tomarnotaspersonalmentey lepasaré losapuntesparaquesean incluidosen laobraenpreparación.

3. Se le prohíbe hablar de asuntos relacionados con el museo con otrosempleados,oconcualquierpersonaconquienseencuentreenlasdependenciasdeledificio,sinmipreviaaprobaciónporescrito.Tengalabondaddefirmarenelespaciodisponiblealpieconelfindedarsuconformidadaestasdisposiciones.

Smithbackleyólanotadosvecesyluegolevantólavista.—¿Ybien?—preguntólamujer,conlacabezaladeada—.¿Quéopina?—A ver si lo he entendido bien. ¿Ni siquiera se me permite hablar con

alguien,porejemplo,alahoradecomer,sinsupermiso?—Sobreasuntosrelacionadosconelmuseo,no.—Rickmanacaricióelpañuelo

quellevabaalcuello.—¿Porqué?¿Nobastaconlanotaqueenvióayeratodoelpersonal?—Bill, ya sabe por qué. Ha demostrado que no es merecedor de nuestra

confianza.—¿Porqué?—preguntóSmithbackconvozquebrada.—Tengo entendido que ha estado husmeando por el museo, hablando con

genteenabsolutorelacionadaconustedyformulandopreguntasabsurdassobretemasajenosalanuevaexposición.Sicreequepuedereunirinformaciónsobrelos, ejem, recientes acontecimientos que han tenido lugar, debo recordarle elpárrafo diecisiete de su contrato, que prohíbe la utilización de cualquier

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informaciónnoautorizadapormí.Nada,repito,nadarelativoaladesafortunadasituaciónseráautorizado.

Smithbackseincorporóenlabutaca.—¡Desafortunadasituación!—espetó—.¿Porquénoloexpresaporsunombre,

asesinato?—Hagaelfavordenolevantarlavozenmidespacho—ordenóRickman.—Me contrató para escribir un libro, no para inventar un comunicado de

trescientaspáginasparalaprensa.Unosbrutalesasesinatossehancometidoenel museo una semana antes de que se inaugure la mayor exposición jamáspresentada.¿Pretendedecirmequenotienenrelaciónconlahistoria?

—Yo,ysóloyo,definiréquédeberáincluirensulibroyquéno.¿Entendido?—No.Rickmanselevantó.—Empiezoahartarme.Ofirmaestedocumentoahoramismo,oestáacabado.—¿Acabado?¿Quésignificaeso?¿Fusiladoodespedido?—Notoleraréestaclasedefrivolidadesenmidespacho.Ofirmaelacuerdo,o

aceptarésudimisióndeinmediato.—Estupendo—contestóSmithback—.Melimitaréallevarmimanuscritoaun

editor comercial. Usted necesita este libro tanto como yo. Ambos sabemos quepodríaobtenerunsuculentoadelantoporlahistoriasecretadelosasesinatosdelmuseo.Conozcoesahistoriasecreta,créame;hastalaúltimacoma.

Aunque el rostro de Rickman se había demudado, su sonrisa persistía. Losnudillosselepusieronblancos.

—Eso representaría una violación de su contrato —dijo lentamente—. Elmuseo cuenta con el asesoramiento legal de la firma de Wall Street Daniels,Soller yMcCabe.Sindudahabráoídohablardeella.Si ustedemprendieraesaacción, incurriríaal instanteen incumplimientodecontrato legal,enel casodequesuagenteycualquiereditorfueratanestúpidocomoparafirmaruncontratocon usted. Pondríamos toda la carne en el asador, y no me sorprendería que,despuésdeperder,nuncavolvieraaencontrartrabajoensuespecialidad.

—Esto supone una gravísima vulneración de los derechos reconocidos en laPrimeraEnmienda—logrógraznarSmithback.

—En absoluto. Buscaríamos un remedio a su violación de contrato,simplemente.Noquedaríacomounhéroe,ynisiquieraelTimesseharíaeco.Sideveraspiensaemprenderestaacción,Bill,yodeustedconsultaríaantesaunbuenabogadoyleenseñaríaelcontratoquefirmóconnosotros.Estoyseguradequeleconfirmaráquetodoestáatadoybienatado.Osiloprefiere,aceptarésudimisiónenestemomento.

Abrióuncajóndelescritorioyextrajounahojadepapel.Elintercomunicadorzumbó.—¿SeñoraRickman?EldoctorWrightporlalíneauno.Lamujerdescolgóelauricular.—¿Sí,Winston?¿Qué?¿ElPostotravez?Sí,hablaréconellos.¿Hasllamadoa

Ippolito? Estupendo. —Colgó y se encaminó hacia la puerta del despacho—.CompruebequeIppolitohaidoaldespachodeldirector—ordenóasusecretaria

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—.Encuantoausted,Bill,nopuedoperdereltiempoconcortesías.Sinofirmaelacuerdo,recojasuscosasylárguese.

Elperiodistasehabíaquedadomuyquieto.Derepente,sonrió.—SeñoraRickman,entiendosupuntodevista.Ellaseinclinóhaciaélconojosdestellantes.—¿Y…?—Aceptolasrestricciones.Lamujersesituódetrásdelescritorio,triunfal.—Bill,mealegrodequenohayanecesidaddeusaresto.—Guardólasegunda

hoja en el cajón y lo cerró—. Supongo que es lo bastante inteligente paracomprenderquenolequedaotraalternativa.

Smithbacklamiróalosojosytendiólamanohaciaelexpediente.—Noleimportaráqueloleaotravezantesdefirmar,¿verdad?Rickmanvaciló.—No; supongo que no, aunque descubrirá que pone exactamente lomismo

queantes.Noha lugaraequívocos,demodoquenobusqueambigüedades.—Paseólavistaporlahabitación,recogiósucarteraysedirigióalapuerta—.Seloadvierto, Bill. No olvide firmar. Haga el favor de seguirme y entregue eldocumentofirmadoamisecretaria.Leenviaráunacopia.

Smithbackfruncióloslabiosenseñaldedesagradocuandoviocómolamujercontoneaba las caderas bajo la falda plisada. Tras lanzar unamirada furtiva aldespachoexterior,seapresuróaabrirelcajónqueRickmanacababadecerraryextrajounpequeñoobjeto,queintrodujoenelbolsillodesuchaqueta.Cerróelcajón,miróalrededorunavezmásyseencaminóhacialasalida.

Acontinuaciónseacercódenuevoalescritorio,cogiólahojaygarabateóunafirmailegible.Cuandosalió,entregóeldocumentoalasecretaria.

—Guardeesafirma;algúndíavaldrámucho—dijosinmiraratrás,ycerrólapuertaconestrépito.

Margo acababa de colgar el auricular del teléfono cuando Smithback entró.Una vez más, tenía el laboratorio para ella sola, pues su compañera, lapreparadora,sehabíamarchadoinopinadamentedevacaciones.

—AcabodehablarconFrock.Sellevóunagrandecepcióncuandoleexpliquéquenohabíaencontradonadamásenlacajayquenotuvetiempodebuscarlasvainas.Creoqueesperabapruebassobrelaexistenciadelser.QuisemencionarlelodelacartaylaconversaciónquehabíamosmantenidoconJörgensen,perodijoquenopodíahablar.CreoqueCuthbertestabaconél.

—Parapreguntarlesobre lasolicituddeaccesoqueenvió,supongo—repusoSmithback—.ImitandoaTorquemada,comosiempre.—Señaló lapuerta—.¿Porquénoestácerradaconllave?

Margófingiósorpresa.—Ah.Metemoquemeolvidéotravez.—¿Teimportasilacierro,porsiacaso?Lo hizo y después, sonriente, introdujo lamano en la chaqueta y sacó con

parsimoniaunpequeñolibro.Lacubiertadepiel,muydesgastada,llevabaelsellodedospuntasdeflechasuperpuestas.Loalzócomosideuntrofeosetratara.

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LacuriosidaddeMargodiopasoalaestupefacción.—¡Diosmío!¿Eseldiario?Elescritorasintióconorgullo.—¿Cómolohasconseguido?¿Dóndelohasencontrado?—EneldespachodeRickman.Tuvequehacerunterriblesacrificioacambio.

Firméunahojaquemeprohíbehastahablarcontigo.—Bromeas.—Sóloenparte.En cualquier caso, enunmomentode la sesiónde tortura

abrió el cajóndel escritorio y vi este librito. Parecía undiario.Me extrañóqueRickmanguardaraalgosemejanteensumesa.Entoncesrecordéque,segúntú,eldiariohabíasidoprestado.—Sonrióconairedesuficiencia—.Comosiemprehabíasospechado.Asípues,selomanguéencuantosaliódeldespacho.—Abrióeldiario—.Ahora,acallar,LotusBlossom.Papáteleeráuncuento.

Elperiodistacomenzóaleer,despacioalprincipio,hastaqueseacostumbróalacaligrafíaylasfrecuentesabreviaturas.Lasprimerasanotacionesconsistíanenfrases breves que proporcionaban algunos detalles sobre el tiempo del día y ellugardondesehallabalaexpedición.

Ag. 31. Lluvia toda la noche. Tocino enlatado para desayunar. Avería enhelicóptero estamañana, tuve que perder tiempo por nada.Maxwell insufrible.CarlostienemásproblemasconHostaGilbao.Pidepagasuplementariapor…

—Estoesmuyaburrido—dijoSmithback—.¿Aquiénleimportaquetomarantocinoenlatadoparadesayunar?

—Continúa—urgióMargo.—Aquí no hay gran cosa—observó élmientras pasaba páginas—. Supongo

que Whittlesey era un hombre parco en palabras. Oh, Dios. Espero no haberarriesgadolavidapornada.

El diario describía el progresivo adentramiento de la expedición en la selvatropical. Habían realizado la primera parte del viaje en jeep, para despuésrecorrer en helicóptero trescientos kilómetros, hasta la parte alta del Xingú.Desde allí, guías contratados condujeron río arriba al grupo hacia el tepui deCerroGordo.Smithbackcontinuóleyendo.

Sep.6.Dejamospiraguas.Apieapartirdeahora.PrimervislumbredeCerroGordoestatarde.Selvatropicalsealzahastalasnubes.Gritosdepájarostutitl;capturadosvariosespecímenes.Guardiasmurmuranentresí.

Sep.12.Últimaracióndececinaparadesayunar.Menoshumedadqueayer.Continuamoshaciatepui.Nubesdespejanamediodía.Posiblealtituddelamesetados mil setecientos metros. Temperatura típica de selva tropical. Vimos cincocandelaria íbice raros. Recogidos cerbatanas y dardos en excelente estado.Mosquitospesados. Pecarí deXingú secopara cenar.Noestámal, sabea cerdoahumado.Maxwellllenalascajasdebasurainútil.

—¿Por qué robaría Rickman esto? —se extrañó Smithback—. Aquí no haysustancia.¿Dóndeestásuimportancia?

Sep. 15. Viento del SO.Gachas para desayunar. Tres transportes por tierrahoy, debido a atascamientos en el río. Agua hasta el pecho. Sanguijuelasencantadoras.Alahoradelacena,Maxwellencontróespecímenesvegetalesque

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lehanentusiasmado.Plantasindígenasúnicasensugénero.Simbiosisextrañas;lamorfologíaparecemuyantigua.Perolosdescubrimientosmásimportantesaúnnosesperan,estoyseguro.

Sep.16.Meretraséenelcampamentoestamañana,embalandopertrechos.Maxwell insiste ahora en regresar con su «descubrimiento». Idiota. Lomalo esquecasitodoelmundoquierevolvertambién.Todosdieronmediavueltadespuésdecomer,exceptodosdenuestrosguías.Crocker,Carlosyyoseguimosadelante.Casienseguida,nosdetuvimos.Eltarroconelespécimensehabíaroto.Mientrasvolvíamosaembalar,Crockersealejódelsendero,setopóconcabañaenruinas…

—Ahoravamosalgrano—comentóSmithback.… regresó, abrió la caja denuevo, sacó la bolsadeherramientas.Antesde

quepudiéramosregistrarlacabaña,nativaancianasaledeentrelosmatorrales,tambaleándose. Enferma o borracha, no lo sabemos. Señala la caja, empieza agritar. Pechos hasta la cintura; desdentada, casi calva. Enorme llaga en laespalda,comounfurúnculo.Carlosseresisteatraducir,peroyoinsisto:

Carlos:Elladice«demonio,demonio».Yo:Pregúntale,¿quédemonio?Carlostraduce.Mujer,histérica,chillaysegolpeaelpecho.Yo:Carlos,pregúntalesobreloskothoga.Carlos:Dicequehabéisvenidoparallevaroseldemonio.Yo:¿Yloskothoga?Carlos:«Loskothogasubiralamontaña»,dice.Yo:¿Alamontaña?¿Dónde?Másalaridosdelamujer.Señalanuestracajaabierta.Carlos:«Vosotrosllevarosdemonio»,dice.Yo:¿Quédemonio?Carlos:Mbwun.DicequevosotrosllevarosMbwunencaja.Yo:PregúntalemássobreMbwun.¿Quées?Carloshabla con lamujer, que se calmaunpocoy charladurantebastante

rato.Carlos:DicequeMbwuneshijodedemonio.Ellocohechicerokothogapidióa

demonio Zilashkee la ayuda de su hijo para derrotar enemigos. Demonio lesobligóamatarydevoraratodossushijos.DespuésenvióaMbwuncomoregalo.Mbwun ayuda a derrotar enemigos kothoga, luego se vuelve contra kothoga yempieza a matar a todo el mundo. Kothoga huyen al tepui. Mbwun les sigue.Mbwun inmortal. Hay que librar a kothoga de Mbwun. Ahora hombres blancosvienena llevarseMbwun.¡Cuidado,maldicióndeMbwunosdestruirá!¡Llevaréismuerteavuestropueblo!

Estoyestupefactoyentusiasmado.Estahistoriaencajaconciclosmíticosquesóloconocíamosdesegundamano.PidoaCarlosquepreguntemásdetallessobreMbwun. Mujer se aleja; gran agilidad para alguien tan viejo. Se pierde en elfollaje.Carloslasigue,vuelveconlasmanosvacías.Pareceasustado,noinsisto.Examinocabaña.Cuandoregresamosasenda,losguíashanhuido.

—¡Sabíaquese llevarían laestatuilla!—exclamóSmithback—.¡Ésadebedeserlamaldicióndequelamujerhablaba!

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Sep. 17. Crocker desaparecido desde anoche. Temo lo peor. Carlos muyasustado.LeenviarédevueltaenposdeMaxwell,queyaestaráamitaddelríoaestas alturas. No puedo perder esta reliquia, que creo de valor inestimable.Continuaré en busca de Crocker. Hay sendas en estos bosques que deben dehaber sido trazadas por kothoga. Me pregunto por qué la civilización pretendedestrozarestepaisaje.Talvezloskothogasesalvarán,afindecuentas.

Allíterminabaeldiario.Smithbackcerróellibroymaldijo.—¡No puedo creerlo! Nada que no supiéramos ya. Y he vendidomi alma a

Rickman…¡poresto!

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Pendergast, sentado detrás del escritorio en el puesto de mando, jugaba,absorto,conunantiguorompecabezasmandarínfabricadoconlatónycuerdadesedaanudada.Detrásdeél,losacordesdeuncuartetodecuerdasurgíandelosaltavoces de un pequeño magnetófono. El agente no levantó la vista cuandoD'Agostaentró.

—ElCuartetodecuerdaenfamayor,opus135,deBeethoven—dijo—.Estoyseguro de que usted ya lo sabía, teniente. Es el cuarto movimiento allegro,conocido comoDer schwergefasseEntschuluss; la«resolucióndifícil».Un títuloquepodríaaplicarseaestecaso,al igualquealmovimiento.Resultaasombrosocómoelarteimitaalavida,¿noleparece?

—Sonlasonce—dijoD'Agosta.—Ah,porsupuesto.—Echandolasillahaciaatrás,Pendergastselevantó—.El

jefedeseguridadnosdebeunavisitaguiada.¿Vamos?ElpropioIppolitoabriólapuertadelmandodeseguridad.AD'Agostaellugar

le recordó la sala de control de una central nuclear. Una inmensa ciudad enminiaturade rejillas iluminadas,dispuestasen complicadas formasgeométricas,ocupabatodaunapared.Dosguardiasvigilabanunaseriedepantallasdecircuitocerrado. El teniente reconoció en el centro la caja de relés de las estacionesrepetidorasutilizadaspara fortalecer las señales de las radios queportaban lospolicíasylosguardiasdelmuseo.

—Éste—dijoIppolito,al tiempoquetendía lasmanosysonreía—esunodelosmás sofisticados sistemasde seguridad. Fuediseñado especialmente para elmuseo.Noscostóunapasta,seloaseguro.

Pendergastmiróalrededor.—Impresionante—comentó.—Esdediseño—insistióIppolito.—Sinduda—repusoelagente—,peroloquemepreocupaenestemomento,

señorIppolito,eslaseguridaddeloscincomilinvitadosquesecongregaránaquíestanoche.Explíquemecómofuncionaelsistema.

—Fueideadoparaimpedirlosrobos—explicóeljefedeseguridad—.Muchasdelaspiezasmásvaliosasdelmuseollevanunchipfijoenunlugardiscreto.Cadachip transmite una tenue señal a una serie de receptores diseminados por eledificio.Sielobjetosemueve,aunqueseauncentímetro,sedisparaunaalarmaqueseñalalalocalizacióndelapieza.

—¿Quéocurreacontinuación?—preguntóeltenienteD'Agosta.Ippolitosonrió.Seacercóaunaconsolaypulsóvariosbotones.Unaenorme

pantallailuminóplanosdelospisosdelmuseo.—Elinteriordeledificioestádivididoencincomódulos,cadaunodeloscuales

abarcaciertonúmerodesalasdeexposiciónyzonasdealmacenamiento.Ensugran mayoría, van desde el sótano hasta la planta superior, pero, dada laestructuraarquitectónicadelmuseo,losperímetrosdelosmódulosdosytressonmás complicados. Cuando se acciona un interruptor de este panel, gruesas

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puertas de acero caen desde el techo para cerrar los pasajes interiores queseparanlosdistintosmódulos.Todaslasventanasdelmuseoestánenrejadas.Alaislarundeterminadomódulo,elladrónquedaatrapado.Puededeambularporelinteriordeunasección,peronosalir.Laredfuediseñadadetalmaneraquelassalidassonexternasaella,locualfacilitaelcontrol.—Seacercóalosplanos—.Supongamosquealguienintentarobarunobjetoy,cuandolosguardiasllegan,yasehamarchadodelasala.Bien,noimporta,puesalcabodepocossegundos,elchipenviaráunaseñalalordenador,conladirectrizdequeselletodoelmódulo.Elprocesoesautomático.Elladrónestáatrapadoenelinterior.

—¿Quéocurriríasiretiraraelchipantesdehuir?—preguntóD'Agosta.—Los chips son sensibles al movimiento —respondió Ippolito—. La alarma

también se dispararía, y las puertas de seguridad descenderían al instante. Elladrónnoconseguiríasalir,pormuyrápidoquefuera.

Pendergastasintió.—¿Cómoseabrendenuevolaspuertasunavezelladrónhasidoatrapado?—Desdeestasaladecontrolseabrecualquierjuegodepuertas,cadaunade

lascualesdisponedeunanuladormanual.Dehecho,setratadeunteclado.Sisetecleaelcódigocorrecto,lapuertasealza.

—Muybonito—murmuróPendergast—,perotodoelsistemaestáorientadoaimpedir que alguien salga. Nos enfrentamos a un asesino que quiere quedarsedentro.¿Cómolograrátodoestogarantizarlaseguridaddelosinvitadosdeestanoche?

Ippolitoseencogiódehombros—Muy sencillo. Sólo utilizaremos el sistema para crear un perímetro de

seguridad alrededor de la sala de recepción y la exposición. Todos los festejostendránlugarenelmódulodos.—Señalóelesquema—.LarecepciónsecelebraráenelPlanetario,aquí,juntoalaentradadelaexposición«Supersticiones»,queseencuentradentrodelmódulodos.Todas laspuertasdeacerodeestasecciónestarán cerradas. Sólo se dejarán cuatro abiertas; la puerta este de la GranRotonda, que permite el acceso al Planetario, y tres salidas de emergencia. Entodassemontaráunfuertedispositivodevigilancia.

—¿Qué partes del museo abarca exactamente el módulo dos? —preguntóPendergast.

Ippolito pulsó algunos botones de la consola. Una gran sección central delmuseodestellóenverdesobrelospaneles.

—Ésta es la zona que comprende el módulo dos —explicó—. Como puedeobservar,vadesdeel sótanohasta laplantasuperior, como todos losdemás.ElPlanetario sehalla aquí. La sala de ordenadores y la habitacióndondeestamosahora, mando de seguridad, se encuentra dentro de este módulo, así como lazonadeseguridad,losarchivoscentralesyotrasáreasdealtaseguridad.Laúnicaforma de salir del museo será a través de las cuatro puertas de acero, quemantendremosabiertasmedianteelanulador.Cerraremoselperímetrounahoraantesdelafiesta,bajaremostodaslasdemáspuertasyapostaremosguardiasenlos puntos de acceso. Habrámás seguridad que en la cámara acorazada de unbanco;selogarantizo.

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—¿Yelrestodelmuseo?—Nos planteamos la idea de cerrar los cinco módulos, pero luego la

desechamos.—Bien—dijo Pendergast, desviando la vista hacia otro panel—. En caso de

que surja algún problema, el personal de emergencia no debe toparse conobstáculos.—Señalóelpaneliluminado—.¿Quéhaydelsubsótano?Laszonasdelsótanodeestemódulo tal vezestén conectadas conél. Yese subsótanopodríaconduciracualquiersitio.

—Nadieseatreveríaautilizarlo—resoplóIppolito—.Esunlaberinto.—Noestamoshablandodeunladrónvulgar,sinodeunasesinoquehaeludido

cualquierbúsquedaorganizadaporusted,pormíoporD'Agosta.Unasesinoqueparecemoverseporelsubsótanocomopezenelagua.

—Sólo hayuna escalera que comunica el Planetario con los demáspisos—explicóconpaciencia Ippolito—,yestarávigiladapormishombres,al igualquelassalidasdeemergencia.Estátodobajocontrol,seloaseguro.Todoelperímetrogozarádemáximaseguridad.

Pendergastexaminóensilencioelplanoiluminadoduranteunrato.—¿Cómosabequeesteesquemaescorrecto?—preguntóporfin.Ippolitocompusounaexpresióndeperplejidad.—Puesclaroqueescorrecto.—Lehepreguntadocómolosabe.—El sistema fue diseñado a partir de los planos arquitectónicos de la

reconstrucciónde1912.—¿No ha habido cambios desde entonces? ¿Puertas abiertas, otras

clausuradas?—Todosloscambiossetuvieronencuenta.—Esos planos arquitectónicos ¿incluían las zonas del sótano antiguo y el

subsótano?—No. Esas zonas son más antiguas. Pero, como ya le he dicho, estarán

selladasovigiladas.Seprodujoun largosilencio,duranteelcualelagentecontinuóobservando

lospaneles.Porfin,suspiróysevolvióhaciaeljefedeseguridad.—Nomegusta,señorIppolito.Alguiencarraspeódetrásdeellos.—¿Quénolegusta?D'Agostanecesitódarselavuelta.ElásperoacentodeLongIslandsólopodía

perteneceralagenteespecialCoffey.—EstoyrevisandolosprocedimientosdeseguridadconelseñorPendergast—

dijoIppolito.—Bien, Ippolito, tendrá que revisarlos otra vez conmigo. —Con los ojos

entornados,miróaPendergast—.Enel futuro, recuerde invitarmea sus fiestasprivadas—dijo,irritado.

—ElseñorPendergast…—empezóIppolito.—El señorPendergasthavenidodelSurprofundoparaecharnosunamano

cuandolanecesitemos.Yodirijoelespectáculoahora.¿Comprendido?

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—Sí,señor—contestóIppolito.Elhombreexplicólosprocedimientosotravez.Coffey,sentadoenunasillade

operador, hacía girar con el dedo unos auriculares. D'Agosta, mientras tanto,paseaba por la habitación, observando los paneles de control. Pendergastescuchabaconsumaatención,comosinohubieraoídoanteselmismodiscurso.Cuandoeljefedeseguridadterminó,Coffeysereclinóenlasilla.

—Ippolito,haycuatroagujerosenesteperímetro.—Hizounapausateatral—.Quierotrestaponados.Sólodebehaberunaentradayunasalida.

—SeñorCoffey,lasregulacionesantiincendiosexigen…Coffeyleinterrumpióconunmovimientodelamano.—Yameocuparé yo de las regulaciones antiincendios.Usted encárguesede

los agujeros que hay en la red de seguridad. Cuantosmás agujeros haya,másproblemaspuedenaparecer.

—Metemoqueésanoeslaformacorrectadeproceder—tercióPendergast—.Si cierra esas tres salidas, los invitados quedarán atrapados. Si algo sucediera,sólohabríaunasalida.

Coffeytendiólasmanosenungestodefrustración.—Ésa es la cuestión, Pendergast. No se puede tener todo. O tiene un

perímetrode seguridadono.En cualquier caso, según Ippolito, cadapuertadeseguridaddisponedeunanuladordeemergencia.¿Cuáleselproblema?

—Exacto—intervino Ippolito—, en caso de emergencia, las puertas puedenabrirsemedianteelteclado.Sóloserequiereelcódigo.

—¿Puedopreguntarquécontrolaelteclado?—inquirióPendergast.—Elordenadorcentral.Lasaladeordenadoresestájustoallado.—¿Ysielordenadorseavería?—Contamos con sistemas de seguridad, con controles de error. Aquellos

panelesdelapareddelfondoregulanelsistemadeseguridad.Cadapanelposeeunaalarma.

—Éseesotroproblema—murmuróPendergast.Coffeyresoplóy,conlavistaclavadaeneltecho,dijo:—Siguesingustarle.—Hecontadoochentayunalucesdealarmasóloenesebancodecontroles—

continuó Pendergast, ignorando el comentario de Coffey—. Si se produjera unaverdadera emergencia, con un fallo múltiple del sistema, la mayoría de esasalarmascomenzaríanaparpadear.Ningúnequipodetécnicospodríatrabajarconeficacia.

—Pendergast, estamos perdiendo tiempo por su culpa —replicó Coffey—.Ippolitoyyosolucionaremosesosdetalles,¿deacuerdo?Apenasfaltanochohorasparalainauguración.

—¿Hanprobadoelsistema?—preguntóPendergast.—Loprobamoscadasemana—contestóIppolito.—Quierodecirsilohanprobadoenunasituaciónreal.Unintentoderobo,tal

vez.—No,yesperoquenuncaseanecesario.—Lamento decirlo —comentó Pendergast—, pero me parece un sistema

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destinadoal fracaso.Soyungrandefensordelprogreso,señorIppolito,peroeneste caso recomiendo fervientemente acudir a los viejos métodos. De hecho,durante la fiesta, desconectaría todo el sistema. Apáguelo. Es demasiadocomplicado, y dudo de su utilidad durante una emergencia. Necesitamos unmétodo de eficacia probada, algo que todos conozcamos; patrullas, guardiasarmados en cada punto de entrada y salida. Estoy seguro de que el tenienteD'Agostanosproporcionarámáshombres.

—Sólotienequepedirlo—afirmóelagente.Coffeyseechóareír.—Jesús, quiere desconectar el sistema en el momento en que es más

necesario.—Debomanifestarmirechazoabsolutoaeseplan—dijoPendergast.—Bueno,pueshágaloporescrito—repusoCoffey—yenvíeloporbarcoasu

oficina de Nueva Orleans. En mi opinión, Ippolito lo tiene todo muy biencontrolado.

—Gracias—dijoeljefedeseguridadconorgullo.—Nos enfrentamos a una situación peligrosa ymuy poco habitual—insistió

Pendergast—. No es el momento de confiar en un sistema complejo y noexperimentado.

—Pendergast, ya he oído bastante—atajó Coffey—. ¿Por qué no baja a sudespachoycomeelbocadillodesiluroquesumujerpusoenlafiambrera?

A D'Agosta le asombró el cambio de expresión en el rostro de Pendergast.Coffey retrocedió un paso instintivamente. Pendergast se limitó a dar mediavueltaysalir.Eltenientelosiguió.

—¿Adónde va? —preguntó Coffey—. Será mejor que se quede mientrasultimamoslosdetalles.

—Estoy de acuerdo con Pendergast —replicó D'Agosta—. Éste no es elmomentodeliarseconvideojuegos.Estamoshablandodevidashumanas.

—Escuche,D'Agosta,nosotrossomoslareleche,somoselFBI.NonosinteresalaopinióndeunpolicíadetráficodeQueens.

Eltenienteescudriñólacararojizaysudorosadelagente.—Ustedesunadesgraciaparalasfuerzasdelaley.Coffeyparpadeó.—Gracias.Anotaréese insultogratuitoenel informequeenviaréamibuen

amigo Horlocker, el jefe de policía, que sin duda emprenderá las accionespertinentes.

—Enesecaso,puedeañadiresteotro:esustedunsacodemierda.Coffeyechólacabezahaciaatrásylanzóunacarcajada.—Meencanta lagentequesedegüellayteahorra lamolestia.Yamehabía

dado cuenta de que este caso es demasiado importante para que un simpleteniente actúe como enlace del Departamento de Policía de Nueva York. Leapartarán de este caso en veinticuatro horas, D'Agosta. ¿Lo sabía? Pensabacomunicárselodespuésdelafiesta,paranoamargarleladiversión,perocreoqueahoraesunbuenmomento.Portanto,aprovechesuúltimatardeenestecaso.Nosveremosalascuatroparaelinformehabitual.Noseretrase.

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D'Agostanoreplicó.Curiosamente,aquellanoticianolehabíasorprendido.

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37

Un sonoro estornudo hizo vibrar vasos de precipitación y especímenes deplantassecasdesechadosenellaboratoriobotánicoauxiliardelmuseo.

—Perdón—sedisculpóKawakitaysorbióporlanariz—.Alergia.—Tomaunpañuelo—ofrecióMargo.Introdujolamanoensubolso.HabíaescuchadoladescripcióndeKawakitadel

programagenéticoExtrapolador.«Esbrillante—pensó—.ApuestoaquecasitodalateoríafuesuministradaporFrock.»

—Encualquiercaso—dijoKawakita—,seempiezaconsecuenciasgenéticasdedosanimalesoplantas.Esoseintroduceyseobtieneunaextrapolación,esdecir,unaestimacióndelordenadorsobreelvínculoevolutivoentrelasdosespecies.Elprograma empareja automáticamente fragmentos de ADN, compara secuenciassimilaresydefinecómopodríaserlaformaextrapolada.Comoejemplo,haréunapruebaconADNdechimpancéydehumano.Deberíamosobtener ladescripcióndealgunaformaintermedia.

—Eleslabónperdido—Margoasintió—.Nomedigasquetambiénrealizaundibujodelanimal.

—¡No!—Kawakita rió—.MeconcederíanelpremioNobel si pudierahacerlo.Facilitaunalista,nodefinitiva,sinoprobable,delascaracterísticasmorfológicasydeconductaqueel animalo laplantapodríaposeer.Yno se tratadeuna listacompleta,porsupuesto.Loveráscuandoterminemoslaprueba.

Tecleó una serie de instrucciones, y los datos comenzaron a desfilar por lapantalladelordenador;unaprogresiónrápidayondulantedecerosyunos.

—Esto se puede eliminar—aclaró Kawakita—, perome gusta ver los datosvolcadosdelsecuenciadorgenético.Estanhermosocomocontemplarunrío,llenodetruchas,aserposible.

Al cabo de unos cincominutos, los datos dejaron de aparecer y la pantallaproyectó una tenue luz azul. Entonces surgió la cara de Moe, de los ThreeStooges[7],yporelaltavozdelordenadorseoyó:

—¡Pienso,pienso,peronopasanada!—Estosignificaqueelprogramaestáfuncionando—explicóKawakita,yriósu

broma—.Puedetardarunahora,segúnloalejadasqueesténlasdosespecies.Unmensajeaparecióenlapantalla:«Tiempoestimadodeconclusión:3.03.40

min.»—Chimpancésyhumanosestánmuypróximos.Compartenel98porcientode

losgenes.Estodeberíairdeprisa.UnabombillaencendidasematerializóderepentesobrelacabezadeMoe.—¡Hecho!—exclamóKawakita—.Vamosaverlosresultados.Pulsóunatecla.Enlapantalladelordenadorapareció:PRIMERAESPECIE:Especie:Pantroglodytes.Género:Pan.Familia:Pongidae.

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Orden:Primata.Clase:Mammalia.Filum:Chordata.Reino:Animal.SEGUNDAESPECIE:Especie:Homosapiens.Género:Homo.Familia:Hominidae.Orden:Primata.Clase:Mammalia.Filum:Chordata.Reino:Animal.Coincidenciagenéticaglobal:98,4%.—Locreasono—dijoKawakita—,laidentificacióndeestasdosespeciesseha

llevado a cabo sólo por los genes. No indiqué al ordenador qué eran esos dosorganismos. Es un buen método para demostrar a los incrédulos que elExtrapoladornoesunafarsaounjuguete.Seacomosea,ahoraobtendremosunadescripcióndelaespecieintermedia.Enestecaso,comotúhasdicho,eleslabónperdido.

Característicasmorfológicasdelaformaintermedia:Ágil.Capacidadcerebral:750cc.Bípedo,posturaerecta.Pulgaroponible.Pérdidadeoponibilidadendedospies.Dimorfismosexualpordebajodelonormal.Pesomachoadulto:55kg.Pesohembraadulta:45kg.Períododegestación:ochomeses.Agresividad:debajaamoderada.Períododecicloenhembra:suprimido.La lista proseguía, cada vez más oscura. Bajo «osteología», Margo no

comprendiócasinada.Procesoforaminalparietalatávico.Crestailíacamuyreducida.10-12vértebrastorácicas.Trocántermayorparcialmentearticulado.Bordeprominentedelaórbita.Frontalatávicoconprocesozigomáticoprominente.«Esodebedesignificarfrentedeescarabajo»,pensóMargo.Diurno.Parcialototalmentemonógamo.Viveengrupossocialescooperativos.—Vamos, vamos, ¿cómo puede el programa deducir cosas como ésas? —

preguntóMargoseñalando«monógamo».

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—Hormonas —contestó Kawakita—. Hay un gen que codifica una hormonaexistenteenespeciesmamíferasmonógamas,peronoen laspromiscuas.En loshumanos, esta hormona está relacionada con el emparejamiento. No estápresenteenloschimpancés,quesonanimalesmuypromiscuos.Yelhechodequeel período de celo de la hembra esté suprimido… Sólo aparece en especiesrelativamentemonógamas.Elprogramautiliza todounarsenaldeherramientas(sutiles algoritmos AI, lógica confusa), con el fin de interpretar el efecto deconjuntos de genes sobre el comportamiento y el aspecto de determinadoorganismo.

—¿AlgoritmosAI?¿Lógicaconfusa?Creoquemeheperdido.—Bien,noimporta.Tampoconecesitasconocertodoslossecretos.Setratade

hacerpensaralprogramamáscomounapersonaquecomounordenadornormal.Lanza suposiciones, utiliza la intuición. Esa característica en concreto,«cooperativo»,seextrapolaapartirdelapresenciaoausenciadeochentagenesdiferentes.

—¿Esoestodo?—bromeóMargo.—No. También se puede utilizar el programa para conjeturar el tamaño, la

formaylaconductadeunsoloorganismo,introduciendoelADNdeunsoloserenlugar de dos, es decir, inutilizando la extrapolación lógica. Si nome retiran lasubvención, añadiré dosmódulosmás a este programa. El primero extrapolaráhaciaelpasadodeunaespecie,yelsegundohaciaelfuturo.Enotraspalabras,podremosdescubrirmáscosassobreseresextintosdelpasadoyconjeturarsobrecriaturasdelfuturo.—Sonrió—.Noestámal,¿eh?

—Esasombroso—semaravillóMargo.Temióquesuproyectodeinvestigaciónparecierainsignificanteencomparación—.¿Cómolodesarrollaste?

Kawakitavaciló,mirándolaconsuspicacia.—CuandoempecéatrabajarconFrock,mecomentóqueestabafrustradopor

lasdiferenciasdelarchivode fósiles.Quería llenar loshuecos,averiguar cuáleseranlasformasintermedias.Demodoqueelaboréesteprograma.Élmefacilitócasi todas lastablasnormativas.Comenzamosaprobarlocondiversasespecies;chimpancésyhumanos,asícomobacteriasvariasdelasqueteníamosnumerososdatos genéticos. Entonces ocurrió algo increíble. Frock, el viejo demonio, loesperaba, pero yo no. Comparamos al perro doméstico con la hiena, y noobtuvimosunaespecieintermedia,sinounaformadevidaextraña,muydiferentealperroolahiena.Estotambiénsucedióconotrosparesdeespecies.¿SabesquédijoFrock?

Margonegóconlacabeza.—Sonrióydijo:«Ahorayaconoceselverdaderovalordeesteprograma.»—

Kawakita se encogió de hombros—. Mi programa otorgó validez a la teoría delEfecto Calisto al demostrar que pequeñas modificaciones en el ADN puedendesencadenar a veces cambios radicales en un organismo. Me cabreé un poco,peroFrocktrabajaasí.

—No me extraña que Frock tuviera tantas ganas de que yo utilizara elprograma—dijoMargo—.Estopuederevolucionarelestudiodelaevolución.

—Sí, aunque de momento nadie le presta atención —afirmó con amargura

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Kawakita—. Últimamente todo lo relacionado con Frock es como el beso de lamuerte.Esdecepcionantededicarteencuerpoyalmaaunproyectoyqueluegola comunidad científica te ignore. Entre nosotros, Margo, pienso abandonar aFrock como supervisor e integrarme al grupo de Cuthbert. Creo que podríallevarmecasi todoelmaterialenquehetrabajado.Talveztambiéntúdeberíasplanteártelo.

—Gracias, pero me quedaré con Frock —replicó Margo, ofendida—. No mehabríadedicadoalagenéticadenohabersidoporél.Ledebomucho.

—Como quieras. De todas formas, quizá no puedas quedarte en el museo,¿verdad?Almenos,esomehacomentadoBillSmithback.Yoheinvertidotodoenestelugar.Mifilosofíaes:«Sólotedebesati.»Miraalrededor.PiensaenWright,Cuthbert,todoslosdemás.¿Sepreocupandealguienapartedesímismos?Túyyo somos científicos. Sabemos que sólo sobrevive el más apto y que hay quecombatirconuñasydientes.Laluchaporlasupervivenciatambiénseaplicaaloscientíficos.

Margoclavó lamiradaen loscentelleantesojosdesucompañero.Enciertosentido, tenía razón. Sin embargo, ella consideraba que los seres humanos,después dehaber descifrado las brutales leyes de la naturaleza, tal vez podíantrascenderalgunas.

Decidiócambiardetema.—¿ElESGfuncionaigualconADNdeplantasquedeanimales?—Exactamente igual —contestó Kawakita, recuperando el tono magistral—.

AplicaselsecuenciadordeADNadosespeciesdeplantasy luego introduces losdatosenelExtrapolador,queindicaráelporcentajedecoincidenciaquepresentanydescribirálaformaintermedia.Notesorprendassielprogramahacepreguntasocomentarios.Añadíalgunostoquesfrívolosmientrasdesarrollabalaspartesdeinteligenciaartificial.

—Creoquehecaptadolaidea—dijoMargo—.Gracias.Hashechountrabajofenomenal.

Kawakitaleguiñóunojoyseacercó.—Medebesuna,nena.—Cuandoquieras—dijoella.«Me debes una, nena.» No le gustaba la gente que hablaba así. Y cuando

Kawakitalodecía,hablabaenserio.Elhombreseestiróyvolvióaestornudar.—Mevoy.Comeréalgo,iréacasaymepondréelesmoquinparalafiestade

estanoche. Todoelmundo sehamarchadoya. Fíjate eneste laboratorio; estádesierto.

—Conque esmoquin, ¿eh? Yo he traído el vestido esta mañana. Es bonito,aunquenoesunNiponoriginaloalgoporelestilo.

Kawakitaseinclinóhaciaella.—Hayquevestirsebienparatriunfar,Margo.Lospoderesestablecidosvena

untipoencamisetay,aunqueseaungenio,nopuedenimaginarlecomodirectordelmuseo.

—¿Quieresserdirector?

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—Puesclaro—respondióél,sorprendido—.¿Túno?—¿Nobastaconserunbuencientífico?—Cualquiera puede ser buen científico. Me gustaría ocupar un cargo

importante. Como director, puedes hacer mucho más por la ciencia que uninvestigador encerrado en un sucio laboratorio como éste. Hoy no basta conrealizar investigacionesnotables.—Lediounapalmadaen laespalda—.Que tediviertas.Ynorompasnada.

Semarchó,yellaboratorioquedóensilencio.Margopermaneciósentadaunosmomentos,inmóvil.Despuésabriólacarpeta

que contenía los especímenes de plantas kiribitu. Sin embargo, no pudo evitarpensar que había cosas más importantes que hacer. Cuando por fin habíaconseguidocontactarporteléfonoconFrockylehabíadescritolopocoquehabíanencontradoen lacaja,elhombrehabíaenmudecido,comosi,derepente, todassus fuerzas le hubieran abandonado. Le notó tan deprimido que no se habíaatrevidoahablarledeldiarioylafaltadenuevainformación.

Consultóelreloj;pasabadelauna.TardaríamuchotiempoensometercadaespécimendeplantaalsecuenciadordeADNyteníaqueterminarlassecuenciasantesdeutilizarelExtrapoladordeKawakita.Noobstante,comoFrock lehabíarecordado,aquéleraelprimerintentodellevaracabounestudiometódicodeunsistemadeclasificacióndeplantasprimitivas.Coneseprogramapodríaconfirmarque los kiribitu, con su extraordinario conocimiento de las plantas, las habíanclasificadodesdeunpuntode vista biológico. El programa le permitiría obtenerplantas intermedias, especies hipotéticas cuyos auténticos duplicados tal vezpodríanencontrarseenlaselvatropicalquehabitabanloskiribitu.Almenos,ésaeralaintencióndeFrock.

Para secuenciar el ADN de una planta,Margo debía separar cada parte delespécimen. Aquella mañana, después de un largo intercambio de correoelectrónico, había recibido permiso para coger un decigramo de cada especie.Apenaserasuficiente.

Contemplólosdelicadosejemplares,queolíanlevementeahierbayespecias.Algunos eran potentes alucinógenos, utilizados por los kiribitu en ceremoniasreligiosas.Otroseranmedicinales,ytalvezseríandegranvalorpara lacienciamoderna.

Cogiólaprimeraplantaconunaspinzasyseparólapartesuperiordelahoja.La molió en un mortero con una enzima suave que disolvería la celulosa ycausaríalalisisdelnúcleodelascélulas,liberandoasíelADN.Trabajóconrapidezymeticulosidad.Añadiólasenzimasapropiadas,centrifugóelresultadoyefectuóunaevaluación.Despuésrepitióelprocesoconlasdemásplantas.

Elcentrifugadofinaltardódiezminutos,ymientraslamateriavibrabaenlacajametálica gris, Margo volvió a sentarse y dejó vagar sus pensamientos. Sepreguntóque tal le iríaaSmithbackensunuevopapeldepariadelmuseo.Sepreguntó, con una pequeña punzada de temor, si la señora Rickman se habríapercatadodeladesaparicióndeldiario.Recordóladescripcióndelosúltimosdíasen la tierra de Whittlesey. Imaginó a la anciana, apuntando con un dedosarmentosohacialaestatuilladelacaja,advirtiendoaWhittleseydelamaldición.

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Imaginó el decorado; la cabaña en ruinas, invadida por plantas trepadoras ymoscasquezumbabanalsol.¿Dedóndehabríasalido lamujer?¿Porquéhabíahuido?LuegoimaginóqueWhittleseyrespirabahondo,seinternabaenlaoscuraymisteriosacabañaporprimeravez…

«Esperaunmomento»,pensó.Eldiario referíaquesehabían topadocon laancianaantesdeentrarenlacabañadesierta.Además,lacartaquehabíahalladooculta en la tapa de la caja indicaba con toda claridad que Whittlesey habíadescubiertolaestatuillaenelinteriordelacabaña.Habíaentradoenelladespuésdequelaancianahubieraescapado.

Lavieja,pues,nomirabalaestatuillacuandoproclamóqueMbwunestabaenlacaja.«DebióverotracosaalaquellamóMbwun.»Nadiehabíareparadoenesedetalle porque no habían encontrado la carta de Whittlesey. Por eso habíanpensadoqueMbwuneralatalla.

Estaban equivocados. Mbwun, el verdadero Mbwun, no era una estatuilla.¿Quéhabíadicholamujer?«AhorahombresblancosvienenallevarseaMbwun.¡Cuidado,maldicióndeMbwunosdestruirá!¡Llevaréismuerteavuestropueblo!»

Y así había ocurrido. La muerte había llegado al museo. ¿A qué objetointroducido en la caja podía referirse? Margo sacó una libreta de su bolso yreconstruyó a toda prisa una lista de lo que había descubierto en la caja deWhittleseyel día anterior: «Prensadoradeplantas, dardos con cerbatana, discoconincisiones(encontradoenlacabaña);boquillas,cincooseistarrosconranasysalamandrasconservadas(creo);plumasdeave,puntasdeflechadepedernalypuntasdelanza,matracadechamán,manta.»

«¿Quémás?»Rebuscóensubolso,dondeguardabalaprensadoradeplantas,eldiscoylamatracadelchamán.Losdepositósobrelamesa.

Lamatracadeterioradaerainteresante,peropocoextraordinaria.Habíavistovariosejemplaresmásexóticosenlaexposición«Supersticiones».

Eldiscoresultabaintrigante.Representabaalgunaclasedeceremonia;gentedepieenun lagopocoprofundo, inclinada,conalgunasplantasen lasmanosycestas a la espalda. Muy raro. En cualquier caso, no parecía un objeto deveneración.

Lalistanoservíadegranayuda.Nadadeloquehabíavistoenelinteriordela caja se lehabíaantojadoespecialmentedemoníacoycapazde inspirar tantoterroralaanciana.

Margodesenroscóconcuidado lapequeñayoxidadaprensadoradeplantas.Lostornillosy lamaderasujetabanelpapelsecante.Laabrióysacó laprimerahoja.Teníauntalloyvariasflorespequeñas.Noidentificóaquelejemplar,quenoparecíademasiadointeresanteasimplevista.

Las siguientes láminasde la prensadora contenían flores yhojas.Quien lashabía recogido no era un botánico profesional, decidió Margo. Whittlesey, unantropólogo,habríarecogidoaquellosespecímenesporparecerlevistososyraros.Sacótodaslasmuestrasyenlaparteposteriorencontrólanotaquebuscaba.

«Seleccióndeplantasencontradasenjardíninfestadodemalashierbascercade cabaña (¿kothoga?) el 16 de septiembre de 1987. Podrían ser especiescultivables, y algunas, invasoras por abandono.» Había un pequeño dibujo del

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lugarquemostrabalalocalizacióndevariasplantas.«Antropología—pensó—,nobotánica.»Aun así, respetaba el interés deWhittlesey por la relación entre loskothogaylasplantas.

Continuólainspección.Unaplantalellamólaatención.Constabadeuntallolargo y fibroso y unaúnica hoja redonda en la parte superior.Margo reconocióque se tratabadeunaespeciedeplantaacuática, similar aunnenúfar. «Debíacrecerenunazonapropensaalasinundaciones»,supuso.

Entoncesobservóqueeldiscoencontradoenlacabañarepresentabaaquellaplanta. Lo examinó con mayor atención. Aparecía gente que recogía aquellasplantasenelpantano,enunaespeciedeceremonia.Lascarasdelasfiguraseranretorcidas, transidas de pesar. Muy extraño. Se sintió satisfecha por haberestablecido larelación.Podríaescribirun interesanteartículopara laRevistadeEtnobotánica.

Apartó el disco a un lado, volvió amontar la prensadora y la enroscó. Unpitidosonó;elcentrifugadohabíaterminado,yelmaterialestabapreparado.

Abrió la centrifugadora y deslizó una varilla de cristal en la fina capa dematerialposadaenelfondodeltubo.Laaplicóconcuidadoalgelquehabíaenlabandejaeintrodujoéstaenlamáquinadeelectroforesis.«Aesperarotramediahora»,pensó.

Se detuvo antes de accionar el interruptor. No podía dejar de pensar en laancianayelmisteriodeMbwun,¿Sehabríareferidoalasvainas,lasqueparecíanhuevos? No; no estaban en la caja deWhittlesey porqueMaxwell se las habíallevado.¿Seríaunadelasranasosalamandrasdelostarros,ounadelasplumasdeave?Parecíaun lugar improbableparaelhijodeldiablo.Ynopodíanser lasplantas,porqueestabanocultasenlaprensadora.

¿Quéera,pues?¿Habríaarmadolaancianaunescándalopornada?Margo suspiró, puso en funcionamiento la máquina y se sentó. Guardó la

prensadorayeldiscoenelbolsoyretiróunasfibrasdeembalajeadheridasalaprensadora.Habíaalgunasmásdentrodelbolso;otrarazónparalimpiarlo.

Lasfibrasdeembalar.Picadaporlacuriosidad,cogióunaconlaspinzasyladepositósobrelaplatina

delmicroscopio.Eralargaeirregular,comolavenafibrosadeunaplantadetalloduro.Talvezlasmujereskothogalasaplastabanparausosdomésticos.Observólascélulasindividuales,quedespedíanuntenuebrillo;losnúcleosaparecíanmásbrillantesqueelectoplasmacircundante.

¿NomencionabaWhittleseyeneldiarioquealgunostarrosconespecímenesse habían roto y que por eso necesitaba volver a embalar la caja? Habríanarrojadoelmaterialdeembalarantiguoempapadodeformol,cercadelacabañay vuelto a embalar la caja conmaterial encontrado por los alrededores; fibraspreparadas por los kothoga, tal vez, para entretejer con tela áspera o para laproduccióndecáñamo.

¿Podríahabersereferidolamujeralasfibras?Parecíaimposible.Noobstante,Margonopodíareprimirsucuriosidadprofesional.¿Habríancultivadolaplantaloskothoga?

Extrajounascuantasfibrasylascolocóenotromortero,añadióunasgotasde

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enzima y las machacó. Si secuenciaba el ADN, podría utilizar el programa deKawakitaparaidentificar,almenos,elgéneroolafamiliadelaplanta.

Alcabodepocorato,elADNcentrifugadoestuvopreparadoparalamáquinadeelectroforesis.Siguióelprocedimientohabitualydespuésconectólacorriente.Poco a poco, empezaron a formarse las bandas oscuras a lo largo del gelelectrificado.

Media hora después, la luz roja de la máquina de electroforesis se apagó.Margo sacó la bandeja de gel y empezó a registrar la posición de los puntos ybandasdelosnucleótidosmigradoseintrodujolosresultadosenelordenador.

Tecleó la última posición, indicó al programa de Kawakita que buscaracoincidencias con organismos conocidos, dio la orden de imprimir y esperó. Porfin,laspáginascomenzaronasalir.

Enlaprimerahoja,elordenadorhabíaimpreso:Especie: Desconocida. 10% coincidencias genéticas aleatorias con especies

conocidas.Género:Desconocido.Familia:Desconocida.Orden:Desconocido.Clase:Desconocida.Filum:Desconocido.Reino:Desconocido.«Joder,Margo!¿Quéhasmetidoaquí?Nisiquierasésiesanimalovegetal.

¡Esincreíbleeltiempoquehatardadoelaparatoendarsecuenta!»Margo no pudo evitar sonreír. Así era como el sofisticado experimento en

inteligencia artificial desarrollado por Kawakita se comunicaba con el mundoexterior.Ylosresultadoseranabsurdos.¿Reinodesconocido?Elmalditoprogramani siquiera sabía distinguir si era animal o vegetal. De pronto Margo creyóadivinar por qué Kawakita se había mostrado tan reticente a enseñarle elprograma,porquéhabíahecho faltauna llamadaaFrockparaconvencerle.Encuantosesalíadelosdominiosconocidos,elprogramafallaba.

Examinólashojasimpresas.Elordenadorhabíaidentificadomuypocosgenesdel espécimen. Había los normales, comunes a casi toda forma de vida: unaspocas proteínas del ciclo respiratorio, citocromo Z y otros genes universales.Tambiénaparecíanalgunosgenesvinculadosa lacelulosa,clorofilasyazúcares,genesdeplantasespecíficos.

Tecleó:«¿Porquénopuedesaveriguarsiesanimalovegetal?Veomontonesdegenesdevegetalesaquí.»

Hubounapausa.«¿No has observado también los genes de animal? Pasa los datos por

GenLab.»«Bienpensado»,decidióMargo.LlamóaGenLabporelmódem,yelfamiliar

logoazulnotardóenaparecerenlapantalla.ComparólosdatosdelADNdelasfibras con el subbanco botánico. Los mismos resultados: casi nada; algunascoincidenciasconazúcaresyclorofilasvulgares.

Guiadaporunimpulso,cotejólosdatosdelADNcontodoelbancodedatos.

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Tras una larga pausa, un alud de información invadió la pantalla. La jovenpulsóunaseriedeteclasyordenóalaterminalqueretuvieralosdatos.Existíannumerosas coincidencias con una diversidad de genes de que nunca había oídohablar.

SaliódeGenLab,introdujolosdatosobtenidosenelprogramadeKawakitayleordenódefinirquéproteínascodificabanlosgenes.

Unacomplicadalistadeproteínascreadasporcadagencomenzóadesfilarporlapantalla.

Colágenodeglicotetraglicina.HormonatirotróficadeWeinstein,adenosina2,6(g.positivos).Hormonasupresora,1,2,3,oxitocina4-monoxitocina.Diglicérido2,4;dietilglobulinacicloalanina.GammaglobulinaA,x-y(L+).Hormonacorticotróficahipotalámica(L-);queratinaconjuntiva(2,3mureína)

1-1-1sulfágeno,III-IVinvolución.Cápsideproteínicoderetrovirusambiloidehexagonal.Retrotranscriptasaenzimática.La lista seguíay seguía.«Muchasparecenhormonas—pensóMargo—.Pero

¿quéclasedehormonas?»Localizó un ejemplar de laEnciclopedia de bioquímica que acumulaba polvo

sobreunestanteybuscó«colágenodeglicotetraglicina».Unaproteínacomúnalamayorpartedeseresvertebrados.Eslaproteínaque

ligaeltejidomuscularalcartílago.Pasóala«hormonatirotróficadeWeinstein»:Hormonatalámicapresenteenlosmamíferosqueincrementalaliberaciónde

laepinefrinaneurotransmisoradelaglándulatiroides.Intervieneenelconocidosíndrome de «lucha o huye» al acelerar el corazón, aumentar la temperaturacorporaly,talvez,acrecentarlaagudezacerebral.

Un terrible pensamiento comenzó a formarse en lamente deMargo. Buscó«hormonasupresora1,2,3,oxitocina4-monoxitocina»:

Hormonasecretadaporlaglándulahipotalámicahumana.Sufunciónaúnnoha sido determinada. Estudios recientes han demostrado que tal vez regule losniveles de testosterona en el flujo sanguíneo durante períodos de gran tensión(Bouchard,1992;Dennison,1991).

Margovolvióasentarse,estremecida,yellibrocayóalsueloconunestrépitosordo.Mientrasdescolgabaelauriculardelteléfono,consultósureloj; lastresymedia.

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CuandoelchóferdelBuicksealejó,Pendergast,quesujetabadostuboslargosde cartón bajo el brazo, subió por los peldaños que conducían a una entradalateraldelmuseo.Enseñósuidentificaciónalguardiadeseguridad.

Ya en el puesto de mando provisional, cerró la puerta de su despacho yextrajodelostubosvariosplanosamarillentosqueextendiósobreelescritorio.

Apenassemoviódurantelasiguientehora,quededicóaestudiarlosplanos,con la cabeza apoyada sobre las manos. De vez en cuando apuntaba algunaspalabrasenunalibretaoconsultabalashojasmecanografiadasquehabíaenunaesquinadelamesa.

De repente se puso en pie. Echó un último vistazo a los planos y deslizólentamenteundedodeunpuntoaotroaltiempoquesehumedecíaloslabios.Acontinuaciónrecogiócasitodaslashojas,lasdevolvióalostubosdecartónylosguardóenlataquilla.Doblóelrestoylodepositóenunabolsadeteladedosasasque descansaba sobre el escritorio. Abrió un cajón para sacar un Colt 45Anaconda,estrecho,largoydeaspectosiniestro,queencajóalaperfecciónenlapistolerasujetabajosubrazoizquierdo.Introdujounpuñadodemunicionesenelbolsillo. También sacó del cajón un objeto amarillo, grande y voluminoso, queguardó en la bolsa de tela. Por último se alisó el traje, enderezó su corbata,deslizólalibretaenelbolsillointeriordesuchaqueta,recogiólabolsadetelaysaliódeldespacho.

Nueva York tenía poca memoria para la violencia, y ríos de visitantesinundabandenuevo los inmensosespaciospúblicosdelmuseo.Gruposdeniñossecongregabanalrededordelasvitrinas,pegabanlanarizalcristal,señalabanyreían. Los padres revoloteaban en las cercanías, pertrechados con planos ycámaras.Visitasguiadasdesfilaban,recitandoletanías.Losguardiasvigilabanenlaspuertas.Pendergastlogrópasardesapercibido.

Entró con parsimonia en el Planetario. Palmeras plantadas en macetasflanqueabanlaenormesala,yunpequeñoejércitodetrabajadoresseocupabandelosúltimospreparativos.Dostécnicosprobabanelsonidoenlaplataformadelestrado, mientras se colocaban fetiches de imitación sobre un centenar demanteles blancos. El rumor de la actividad ascendía por las columnas corintiashastalainmensacúpula.

Pendergastconsultóelreloj: lascuatroenpunto.Todoslosagentesestaríanreunidos conCoffeyparapresentar sus informes.Cruzóa todaprisa la sala endirecciónalaentradaprecintadade«Supersticiones».Trasunbreveintercambiodepalabras,elagenteuniformadodeguardiaabriólapuerta.

Variosminutosdespués,elagentedelFBIabandonólaexposición.Sedetuvoun momento, pensativo, y volvió a cruzar la sala en dirección a los pasillosexteriores. Se adentró en las silenciosas dependencias privadas del museo,alejadasdelosespaciospúblicos.Seencontrabaenlaszonasdealmacenamientoy laboratorios,prohibidasa los turistas.Los techosaltosy lasenormesgaleríasdecorativas daban paso a monótonos corredores flanqueados de armarios. Las

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tuberíasrugíanysiseabansobresucabeza.Sedetuvoenloaltodeunaescalerametálicaparamiraralrededorunmomento,consultarlalibretaycargarelarma.Porúltimoseinternóenlosintrincadoslaberintosdeloscurocorazóndelmuseo.

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Lapuertadel laboratorioseabrióconviolencia, rebotócontra laparedysecerró lentamente. Margo alzó la mirada y vio que Frock impulsaba hacia elinterior la silla de ruedas. La joven se apresuró a levantarse y le ayudó adesplazarse hasta la terminal. Observó que ya vestía de esmoquin. «Debió deponérseloantesdeveniratrabajar»,supuso.ElhabitualpañueloGuccisobresalíadelbolsillosuperiordelachaqueta.

—Noentiendoporquéestoslaboratoriossehallanensitiostanrecónditos—gruñó—.Bien, ¿cuál es el granmisterio,Margo? ¿Por qué era tan urgente quebajarapara conocerlo?Faltapocopara la imbecilidaddehoy,y se requerirámipresencia en el estrado. Es un honor vacío, por supuesto. Sólo se debe a lasventasdemislibros,comoIanCuthbertseencargódeaclararmeestamañanaenmidespacho.

Hablócontonoamargo,resignado.Margoleexplicóquehabíaanalizadolasfibrasdelacaja.Leenseñóeldisco

conlaescenadelacosecha.DescribiólosdescubrimientosycontenidosdeldiarioylacartadeWhittleseyylerefiriólaconversaciónconJörgensen.ExplicóquelaancianahistéricadescritaeneldiariodeWhittleseynopodíaaludiralaestatuillacuandoadvirtióalcientíficosobreMbwun.

Frockescuchabaaltiempoquehacíagirareldiscoensusmanos.—Unahistoriainteresante,pero¿aquévienentantasprisas?Esmuyposible

que lamuestra esté contaminada. Por lo que sabemos, la vieja estaba loca; oquizálosrecuerdosdeWhittleseyeranunpococonfusos.

—Esopenséalprincipio,peromireesto.Margoletendiólashojasimpresas.Elhombrelasexaminóapresuradamente.—Curioso—comentó—,peronocreoqueesto…—Seinterrumpiócuandosus

dedosrecorrieronlacolumnadeproteínas—.Margo—dijo,alzandolavista—.Meheprecipitado.Haycontaminación,peronodeunserhumano.

—¿Quéquieredecir?—preguntóella.—¿Ve esta proteína retrovírica ambiloide hexagonal? Es la proteína del

cápsidedeunvirusque infectaaanimalesyplantas.Estámuypresente.Yhayretrotranscriptasa,unaenzimaqueseencuentracasisiempreasociadaconvirus.

—Noestoyseguradecomprenderle.Elcientíficosevolvióhaciaella,impaciente.—Setratadeunaplanta infectadaporunvirus.ElsecuenciadordeADNles

mezcló, codificóaambos.Muchosvegetales sonportadoresdevirus comoéste.UnpocodeADNoARNenelcápsidedeunaproteínainfectalaplanta,seapoderadealgunasdesuscélulasyluegointroducesumaterialgenéticoenlosgenesdela planta, los cuales empiezan a producir más virus, en lugar de lo que lescorrespondería. Los virus de la bugalla producen esas bolas marrones queaparecenenlashojasdelosrobles;porlodemássoninofensivos.Losnudosdelosarcesylospinostambiénestáncausadosporvirus.Sontanfrecuentesenlasplantascomoenlosanimales.

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—Losé,doctorFrock,pero…—Hay algo que no comprendo —interrumpió el profesor, dejando sobre la

mesa los papeles—. Por lo general, un virus comprende otros virus. ¿Por quécodificaunvirus todasesasproteínasanimales yhumanas? Fíjeseenéstos. Lamayoríasonhormonas.¿Quéhacenhormonashumanasenunaplanta?

—Deesoqueríahablarle.Consultéenunlibroalgunashormonas.Alparecer,muchasprocedendelhipotálamohumano.

Frockmoviólacabezacomosilohubieranabofeteado.—¿Elhipotálamo?—Susojosdestellaronderepente.—Exacto.—Yelserqueandasueltoporelmuseocomeloshipotálamosdesusvíctimas.

Probablementenecesitaesashormonas…Talvezseaadictoaellas.Piense;sóloexisten dos fuentes de donde obtenerlas: las plantas, que, gracias a ese virusúnico,estaránsaturadasdehormonas,yelhipotálamohumano. ¡Cuandoelsernopuedeconseguirfibras,engullecerebros!

—Jesús,quéhorror—susurróMargo.—Estoesasombroso.Explicaelmotivodeesosespantososasesinatos.Gracias

asudescubrimiento,todaslaspiezasdelrompecabezasencajan.Lacriaturaquemerodeaporelmuseomatagente,abreloscráneos,extraeelcerebroydevoralaregión talámica, donde más se concentran las hormonas. —Miró fijamente aMargo,conmanostemblorosas—.Cuthbertcomentóque,albuscarlascajaspararecuperar laestatuilladeMbwun,habíadescubiertounaabiertaycon las fibrasesparcidas.

»De hecho, ahora que lo pienso, una de las más grandes apenas conteníafibras.Portanto,esesersehabráalimentadodeellasduranteciertotiempo.EsevidentequeMaxwelltambiénlasutilizóparaembalarlascajas.Esposiblequelacriaturanonecesitecomermucho,pueslaconcentraciónhormonaldelasplantasserámuyalta,peronecesitacomerconregularidad.—Frocksereclinóenlasilladeruedas—.Hacediezdías,lascajasfuerontrasladadasalazonadeseguridad,ytres díasmás tarde los dos niños fueron asesinados.Undía después,murió unguardia.¿Quéocurrió?Muysencillo;labestiayanopuedeconseguirmásfibras,demaneraquemataaunserhumanoparadevorarsuhipotálamoyasísatisfacersuapetito.Sinembargo,elhipotálamo,quesegregacantidades ínfimasdeesashormonas, resulta un pobre sustituto de las fibras. Basándome en lasconcentracionesdescritasenestashojas, calculoqueseprecisaríade cincuentacerebroshumanosparaigualarlaconcentraciónencontradaendoscientosgramosdeesasplantas.

—Doctor Frock, creo que los kothoga cultivaban esas plantas. Whittleseyrecogió algunos especímenes en la prensadora, y el dibujo grabado en el discoreproduce la recoleccióndeunaplanta.Estoyseguradequeesas fibrasson lostallos triturados de los nenúfares que contenía la prensadora deWhittlesey, laplantarepresentadaeneldisco.Ahorasabemosque lamujersereferíaaestasfibras cuando chilló «Mbwun».Mbwun, hijo del diablo: ¡ése es el nombre de laplanta!

Extrajo laextrañaplantade laprensadora.Eradecolormarrónoscuro,con

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una reddenerviosnegros.Lahojaeragruesaycorreosa,yel tallonegro, tandurocomounaraízseca.Margolaacercóasunarizconcautela;olíaaalmizcle.

Frocklaobservóconunamezclademiedoyfascinación.—Unadeducciónmuybrillante,Margo—elogió—.Loskothogadebieroncrear

todo un ceremonial en torno a la cosecha y preparación de esta planta,seguramente para apaciguar a ese ser. La estatuilla representa a la bestia, sinduda.¿Cómollegóaquí?¿Porqué?

—Creoquees fáciladivinarlo—contestóMargo—.Elamigoquemeayudóaexaminar las cajasme comentó que había leído un artículo sobre una serie deasesinatos cometidos en Nueva Orleans hace unos años. Tuvieron lugar en uncargueroprocedentedeBelem.Miamigolocalizólosregistrosdeembarquedelascajasdelmuseoydescubrióqueibanabordodeesebarco.

—Demodoqueelsersiguióalascajas.—Por eso Pendergast, el hombre del FBI, vino desde Luisiana —concluyó

Margo.Frocksevolvió,conojoscomocarbonesencendidos.—SantoDios.Hemosatraídoaunabestiaterriblehastaelmuseo,enclavado

en el corazón de Nueva York. Es el Efecto Calisto, más una venganza; undepredador salvaje, empeñado esta vez en nuestra destrucción. Recemos paraquesólohayauno.

—¿Quéclasedecriaturapodríaser?—preguntóMargo.—Lo ignoro —reconoció el doctor—. Un ser que vivía en el tepui y se

alimentaba de esas plantas; una especie extraña que quizá había sobrevividodesdelaeradelosdinosauriosenpequeñonúmero.Otalvezelproductodeuncambio extravagante de la evolución. El tepui constituye un ecosistema muyfrágil, una isla biológica de especies raras rodeadas por una selva tropical. Enlugaresasí, losanimalesy lasplantaspuedendesarrollarcuriosasdependenciasmutuas.Una comunidad deADN compartido… ¡Piénselo! Y después…—Frock seinterrumpió—. ¡Y después!—exclamó, dando una palmada sobre el brazo de lasilla—. Después descubrieron oro y platino en el tepui. ¿No le explicó esoJörgensen?Pocodespuésdeque laexpediciónseseparara,prendieron fuegoaltepui, construyeron una carretera, llevaron un equipo de minería pesado.Destruyeron todo el ecosistema del tepui y a la tribu kothoga con él.Contaminaronlosríosylospantanosalvertermercurioycianuro.

Margoasintió.—Losfuegosardierondurantesemanas,incontrolados,ylaplantadequese

nutríaelserseextinguió.—Y el ser emprendió un viaje en busca de las cajas y el alimento que con

tantadesesperaciónnecesitaba.Frockenmudecióyapoyólacabezasobreelpecho.—DoctorFrock—susurróMargo—,¿cómosupolacriaturaquelascajashabían

idoaBelem?Elhombrelamiróyparpadeó.—Lo ignoro. Es muy raro, ¿verdad? —De pronto, el científico aferró los

costados de la silla y se irguió, excitado—. ¡Margo! —exclamó—. Podemos

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averiguarconexactitudquéeseseser.Contamosconlosmedios,aquímismo.¡ElExtrapolador!Disponemosdel ADNdel ser. Lo introduciremos en el programayconseguiremosunadescripción.

Margopestañeó.—¿Serefierealagarra?—¡Exacto!—Frock impulsó la silla de ruedas hacia la terminal y sus dedos

volaronsobrelasteclas—.AlmacenéelinformequePendergastnosdejóverenelordenador.IntroducirélosdatosenelprogramadeGregoryahoramismo.¿Quiereayudarme?

Margoocupóel lugardeFrockanteel teclado.Al cabodeunmomento,unmensajedestelló:«Tiempoestimadodeconclusión:55.30minutos.

»Eh,Margo,estetrabajoparecemuy importante.¿Porquénoencargasunapizza?Elmejor sitio de la ciudad esAntonio's. Recomiendo la de chile verde ysalchichas.¿Quieresqueenvíetupedidoporfax?»

Eranlascincoycuarto.

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En la Gran Rotonda del museo, D'Agosta contemplaba divertido cómo dosfornidosobrerosdesenrollabanunaalfombrarojaentredoshilerasdepalmeras,la extendían por el umbral de la puerta y la colocaban sobre la escalinatadelantera.

«Semojará», pensó. Comenzaba a oscurecer, y nubarrones de tormenta sehabíanacumuladohaciaelnorteyeloeste,comomontañassobrelosárbolesque,azotadosporelviento,bordeabanRiversideDrive.Untruenolejanohizovibrarlavidriera de la Rotonda, y algunas gotas cayeron sobre el cristal mate de laspuertasdebronce; seanunciabauna fuerte tormenta. La fotografíadel satéliteque habían enseñado en el telediario de la mañana no dejaba lugar a dudas.Aquellaalfombrarojataneleganteseempaparía,aligualquemuchagentefina.

El museo había cerrado las puertas al público a las cinco de la tarde. Losdistinguidos invitados no se presentarían hasta las siete. La prensa ya habíaacudido;furgonetasdetelevisión,fotógrafosquehablabanentresíavozengrito,equipospordoquier…

D'Agostadioórdenesatravésdesuradio.Habíaapostadoacasidosdocenasde hombres en lugares estratégicos; alrededor del Planetario y otras zonas delinterior y el exterior del edificio. Era una suerte, pensó, que hubiera logradoorientarseporelmuseo.Dosdesushombressehabíanextraviadoysólohabíanconseguidorescatarlosmediantemensajesporradio.

D'Agostanoestabacontento.Enlareunióndelascuatro,habíasolicitadounrastreo final del recinto de la exposición. Coffey lo había vetado, así como lasarmaspesadasparalospolicíasdepaisanoyuniformadosquevigilaríanlafiesta;podríanasustaralosinvitados,habíaafirmadoelsubdirector.D'Agostadesviólavista hacia los cuatro detectores de metales, equipados con correastransportadorasderayosX.«GraciasaDios,tenemoseso»,pensó.

Se volvió y, una vezmás, buscó con lamirada a Pendergast. No se habíapresentado a la reunión. De hecho, el teniente no lo había visto desde laentrevistaquehabíanmantenidoconIppolitoaquellamañana.

Suradiocrepitó.—¿Teniente? Soy Henley. Estoy delante de los elefantes disecados, pero no

logroencontrarlaSalaMarina.Creoquedijo…D'Agostaleinterrumpió:—Henley,¿veesapuertagrandeconcolmillos?Bien,salgaygiredosvecesa

laizquierda.Llámemecuandollegueasupuesto.SucompañeroesWilson.—¿Wilson? Ya sabe que no me gusta tener por compañero a una mujer,

señor…—Otracosa,Henley.—¿Qué?—Wilsonllevaráelfusildeldoce.—Espereunmomento,teniente,está…D'Agostacortó.

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Oyóunfuertechirridoasuespalda,yunagruesapuertadeacerocomenzóadescenderdesdeeltechoenelextremonortedelaGranRotonda;empezabanacerrarelperímetro.DoshombresdelFBIseerguíanenlaoscuridadalotroladodelapuerta,confusilesdecañóncortoquenoconseguíanocultardebajodesuschaquetas.D'Agostaresopló.

Cuandolapuertadeacerodescansósobreelsuelo,seoyóunestruendoqueresonóenelrecinto.Antesdequeelecosedesvaneciera,lapuertadelextremosurduplicóel ruidoaldescender.Sóloquedaba levantada lapuertaeste,dondeterminabalaalfombraroja.«Cojones—pensóD'Agosta—,nomegustaríaquesedeclararaunincendio.»

Aloírunavozprocedentedelfondodelasala,sevolvióyvioaCoffey,queimpartíaórdenesasushombres.Elagentelomiró.

—¡Eh,D'Agosta!—exclamó,indicándoleporseñasqueseacercara.Eltenientenoobedeció.Coffeycaminóhaciaélcontoneándose,conelrostro

sudoroso.ArtilugiosyarmasdequeD'Agostahabíaoídohablar,peronuncavisto,colgabandelgruesocinturóndelagente.

—¿Estásordo,D'Agosta?Quieroquedosdesushombresvigilenestapuerta.Nadiedebeentrarnisalir.

«Caramba—pensóelpolicía—.HaycincotíosdelFBItocándoseloshuevosenlaGranRotonda.»

—Todosmishombresestánocupados,Coffey.UtiliceaunpardesusRambos.Heobservadoquehadesplegadoacasitodossushombresenlaparteexteriordelperímetro.Hedeapostarmisfuerzasenelinteriorparaprotegeralosinvitados,pornomencionaralosqueseencargandeltráficoenlacalle.Elrestodelmuseoestarácasivacío,ylafiestacontaráconescasaprotección.Nomegustaesto.

Coffeysesubióelcinturónylelanzóunamiradaamenazadora.—¿Sabeunacosa?Meimportaunamierdaquenoleguste.Limíteseahacer

sutrabajo.Ymantengauncanalabiertoparamí.Sealejóagrandeszancadas.Blasfemandoenvozbaja,eltenienteconsultósureloj;sesentaminutospara

elgranacontecimiento.

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Otromensajeaparecióenelordenador:«Concluido.¿Quiereimprimirdatos,verdatos,oambos(I/V/A)?».

Margo tecleó «A». Cuando los datos comenzaron a desfilar por la pantalla,Frockacercólacaraaella.Sualientoempañóelcristal.

Especie:Noidentificada.Género:Noidentificado.Familia:12%coincidenciaconPongidae;16%coincidenciaconHominidae.Orden:Posiblementeprimata;66%carenciamarcadoresgenéticoscomunes;

desviacióndelanormaimportante.Ciase:25%coincidenciaconMammalia,5%coincidenciaconReptilia.Filum:Chordata.Reino:Animal.Característicasmorfológicas:Muyrobusto.Capacidadcerebral:900-1.250cc.Cuadrúpedo, extremo dimorfismo posterior-anterior. Dimorfismo sexual

potencialmenteelevado.Pesomachoadulto:240-260kg.Pesohembraadulta:160kg.Períododegestación:Desieteanuevemeses.Agresividad:Extrema.Períododeceloenhembra:Intensificado.Velocidadlocomotriz:60-70km/h.Cubiertaepidérmica:Pellejoanteriorconplacasóseasposteriores.Nocturno.Frockexaminabalalista,siguiéndolaconeldedo.—¡Reptilia!—exclamó—. ¡Los genes de geco reaparecen! Al parecer ese ser

combinagenes de reptil y primate. Y tiene escamasposteriores.Debede ser acausadelosgenesdegeco.

Margoleyólalistadecaracterísticas,cadavezmásabstrusas.Alargamientoyfusiónconsiderablesdehuesosmetacarpianosenextremidad

posterior.Probablefusiónatávicadededos3y4enextremidaddelantera.Fusióndefalangesproximalymediaenextremidaddelantera.Extremogrosordecráneo.Probabilidadnegativaenun90%(?)derotacióndeisquion.Extremogrosoryseccióntransversalprismáticadefémur.Cavidadnasalensanchada.Tres(?)conchasmuyenvolventes.Nerviosolfativosyregiónolfativadelcerebelomuyaumentados.Probablesglándulasnasalesmucoidesexternas.Quiasmaópticoynervioópticoreducido.Frockseretirópocoapocodelmonitor.

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—Margo, esto corresponde a la descripción de una máquina de matar deprimerorden.Sinembargo, fíjeseen cuantos«probables»y«posibles»hay.Setratadeunadescripciónhipotética,enelmejordeloscasos.

—Aunasí—replicóMargo—,recuerdadeunamanerahorriblea laestatuilladeMbwunexhibidaenlaexposición.

—Sinduda.Margo,observeustedeltamañodelcerebro.—Entrenovecientosymildoscientoscentímetroscúbicos.Muyalto,¿no?—¿Alto? Increíble. El límite superior se encuentra dentro de los umbrales

humanos. Por lo visto, la bestia posee la fuerza de un oso, la velocidad de ungalgoylainteligenciadeunserhumano.Ydigo«porlovisto»porquegranpartedelosdatossonconjeturasdelprograma.Fíjeseenestascaracterísticas.—Señalólalistaconeldedo—.«Nocturno»;activodenoche.«Glándulasnasalesmucoidesexternas»;significaque tieneunanariz«húmeda»,propiadeanimalesdotadosde un olfato muy agudo. «Conchas muy envolventes»; otra característica deanimalesconórganosolfativosmuydesarrollados.«Quiasmaópticoreducido»;eslapartedelcerebroqueprocesalavisión.

»Setrata,pues,deunserconunsentidodelolfatosobrenaturalyunavisiónmuydeficiente,quecazadenoche.—Eldoctorreflexionóunmomentoyjuntólascejas—.Estomeasusta,Margo.

—Siestamosen locierto,es la ideaglobaldeesteser loquemeasusta.—Margoseestremecióalpensarquehabíaestadotrabajandoconlasfibras.

—No.Yomerefieroaesteconjuntodecaracterísticasolfativas.Ajuzgarporlaextrapolacióndelprograma,elserviveporelolfato,cazaporelolfato,piensaporelolfato.Heoídoamenudoque,a travésdeesesentido,unperropercibetodounpaisaje,igualquenosotroslocontemplamosconlosojos.Peroelsentidodelolfatoesmásprimitivoqueelde lavista, y como resultado, talesanimalesreaccionandeunaformaprimitiva,porinstinto.Esomeaterroriza.

—Noestoyseguradecomprenderle.—Dentro de escasos minutos, miles de personas llegarán al museo. Se

congregaránenunespaciocerrado.Elsercaptaráelaromahormonaldetodaesagente.Esmuyposiblequeseirrite.

Sehizoelsilencioenellaboratorio.—DoctorFrock,usteddijoquetranscurrierondosdíasentrelaaperturadelas

cajasyelprimerasesinato.Después,otromáshastaelsegundoasesinato.Hanpasadotresdíasdesdeentonces.

—Continúe—dijoFrock.—Semeocurrequelacriaturapuedeestardesesperadaaestasalturas.Los

efectosquelashormonasdeltálamoobranenlabestiayasehabrándesvanecido.Alfinyalcabo,esashormonascerebralessonunpobresustitutodelaplanta.Siusted tiene razón, el animal debe de ser casi como un drogadicto incapaz deconseguirse un chute. La actividad de la policía lo ha mantenido aplacado. Lacuestiónes¿cuántotiempomáspodráesperar?

—Dios mío —susurró Frock—. Son las siete. Hemos de avisarles para quesuspendan la inauguración, Margo. De lo contrario, tal vez se avecine unespantosodesastre.

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SeprecipitóhacialapuertaeindicóaMargoquelosiguiera.

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TERCERAPARTE

ElQueCaminaACuatroPatas

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Amedidaqueseacercaban las siete,unaconfusiónde taxisy limusinas seformaba ante la entrada oeste del museo. Personas vestidas con elegancia seapeaban con cautela; los hombres ataviados con esmóquines casi idénticos, lasmujeres con pieles. Se abrían paraguas cuando los invitados avanzabanpresurosos por la alfombra roja hacia la marquesina del edificio, con el fin deevitarlainsistentelluviaqueyahabíaconvertidolasacerasenríosylascunetasentorrentes.

En el interior, la Gran Rotonda, acostumbrada al silencio a una hora tanavanzada, resonaba con los ecos de miles de zapatos caros que cruzaban suextensióndemármolentre lashilerasdepalmerasqueconducíanalPlanetario.Lasalaalbergabaaltísimostallosdebambúadornadosconramosdeorquídeasysostenidospormaceterosguarnecidosconlucesvioletas.

Enalgunaparteunaorquesta invisible interpretabaconbríoNewYork,NewYork. Un ejército de camareros con corbata blanca, cargados con grandesbandejas de plata llenas de copas de champán y canapés, se abría paso conpericiaentrelamultitud.Riadasdeinvitadosseuníanalasfilasdecientíficosyempleadosdelmuseo,queyasehabíanlanzadosobrelacomida.Focosdeunazulpálidoarrancabandestellosdelaslentejuelasdeloslargostrajesdenoche,ristrasdediamantes,gemelosdeoroydiademas.

De lanochea lamañana, la inauguraciónde laexposición«Supersticiones»sehabíaconvertidoenelacontecimientomásimportantedeloscírculoselegantesde Nueva York. Toda clase de personajes había hecho lo posible para acudir alevento y conocer la causa de tanto alboroto. Se habían enviado tres milinvitacionesyrecibidocincomilaceptaciones.

Smithback, ataviado con un esmoquin mal entallado de solapas anchas ypuntiagudas,yunacamisaconvolantes,escudriñóelPlanetarioenbuscadecarasconocidas.Al finalde lasalasealzabaunagigantescaplataforma;aun ladosehallabalaentradadelaexposición,adornada,cerradaconllaveycustodiada.Unaenormepistadebaileimprovisadaenelcentrodelrecintosellenabaatodaprisadeparejas.Unavezenelinterior,Smithbackseencontrórodeadoalinstantedeinnumerablesconversaciones.

—Esanuevapsicohistoriadora,¿Grant?Bien,ayermeconfesóporfinenquéhabíaestado trabajando todoeste tiempo.Escuchabien; intentademostrarquelas andanzas deEnrique IV después de la segunda cruzadano fueronmásqueunafugadesusdeberesdeestadodebidaalatensiónemocional.Estuveapuntodedecirleque…

—MevinoconlaridículaideadequelosBañosEstabianoseranunmontóndeestablos para caballos. Ese hombre ni siquiera ha visitado Pompeya. No sabríadistinguirlaVilladelosMisteriosdeunPizzaHut.Ytienelacaraduradellamarsepapirólogo…

—¿Mi nueva ayudante de investigaciones? ¿La de las tetas enormes? Bien,ayerestabadepiejuntoalautoclaveydejócaeruntubodeensayollenode…

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Smithbackrespiróhondoyseabriópasohacia lasmesasdecanapés.«Estoseráfantástico»,pensó.

Frente a las puertas principales de la Gran Rotonda, D'Agosta vio másdestellos de flashes procedentes de un grupo de fotógrafos, y otro invitadodistinguido cruzó la puerta; un tipo delgado y atractivo flanqueado por dosmujeresdeaspectodemacrado.

Desdesuposición,eltenientepodíavigilarlosdetectoresdemetales,lagentequeentraba y lasmultitudesqueaccedíanal Planetario por la únicapuerta. Elpisode laRotondaestabaresbaladizoacausadelaguade lluvia,y lachicadelguardarropanocesabaderecogerparaguas.ElFBIhabíainstaladosupuestodeseguridad avanzado en un rincón del fondo; Coffey quería controlar de cercatodos los acontecimientos de la noche. D'Agosta no pudo evitar reír. Habíanintentadoquepasaradesapercibido,perolareddecableseléctricos,telefónicosyde fibra óptica que se extendían comounpulpodesdeel puesto conseguía quefueratandiscretocomounaresacadelasmalas.

Seoyóelestruendodeuntrueno.LascopasdelosárbolesqueflanqueabanelpaseoparaleloalríoHudsonseagitaronviolentamenteacausadelviento.

LaradiodeD'Agostasiseó.—Teniente,tenemosotradiscusiónacausadeldetectordemetales.D'Agostaoyóunavozchillonadefondo.—Estoyseguradequeustedmeconoce.—Échela.Hemosdelograrqueesamultitudavance.Sinoquierenpasarpor

elaro,sáquelosdelacola;estánestorbando.CuandoD'Agostaguardólaradioenelestuche,Coffeyseacercó,seguidodel

jefedeseguridaddelmuseo.—¿Informe?—preguntóconbrusquedadelagente.—Todo elmundo está en su sitio.—El teniente retiró el puro de su boca y

examinó el extremo humedecido—. Cuatro policías de paisano circulan por lafiesta. Cuatro de uniforme patrullan el perímetro con sus hombres. Cincocontrolan el tráfico del exterior, y otros tantos supervisan los detectores demetalesylaentrada.Cincohombresuniformadossehallandentrodelasala;dosdeellosmeacompañaránalaexposicióncuandocortenlacinta.Heapostadoaunhombreenlasaladeordenadores,otroenladecontroldeseguridad…

Coffeyentornólosojos.—Esos hombres uniformados que se mezclarán con los invitados en la

exposiciónnoestabanprevistosenelplan.—No es nada oficial. Sólo pretendo que estén cerca de la cabeza de la

multitud a medida que vaya entrando. No se nos permitió rastrear la zona,¿recuerda?

Coffeysuspiró.—Haga lo que le dé la gana, pero no quiero un jodido servicio de escolta.

Procurenserdiscretosynobloquearlaexposición,¿deacuerdo?D'Agostaasintió.CoffeysevolvióhaciaIppolito.—¿Yusted?—Bien, señor, todos mis hombres están también en su sitio. Exactamente

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dondeustedlosquería.—Estupendo.Mibasedeoperacionesestaráaquí,en laRotonda,durante la

ceremonia. Después nos desplegaremos. Entretanto, Ippolito, adelántese conD'Agosta. Manténganse cerca del director y el alcalde. Ya conoce la rutina.D'Agosta,quieroquepermanezcaensegundoplano.Nadadechuparcámara;nolacagueelúltimodía.¿Entendido?

Waters sentía el frío de la sala deordenadores, bañadaen luz deneón. Ledolía el hombro a causa del pesado fusil. Era el servicio más aburrido que lehabían asignado. Echó un vistazo al chiflado (había empezado a llamarlo asímentalmente)quetecleaba.EltíollevabahorastecleandoybebiendoCoca-Colasbajasencalorías.Watersmeneólacabeza.Loprimeroqueharíapor lamañanaseríapediraD'Agostauncambiodeturno.Sevolveríalocoallí.

Elchifladoserascólanucayseestiró.—Undíalargo—comentó.—Sí—contestóelagente.—Casiheterminado.Esincreíbleloqueesteprogramapuedehacer.—Supongoque tiene razón—dijoWaters sinentusiasmo.Consultó su reloj;

aúnfaltabantreshorasparaelrelevo.—Mire.El chifladopulsóunbotón.Elpolicía seacercóunpocomása lapantallay

observó. Nada, sólo un puñado de palabras; un galimatías que debía de ser elprograma.

De pronto apareció la imagen de una cucaracha en la pantalla. Al principiopermanecióinmóvil,luegoestirósuspatasverdesycomenzóacaminarsobrelaspalabras. Entoncesotra cucarachaanimada surgió en la pantalla.Ambosbichosrepararonensumutuapresenciayseaproximaron.Empezaronacopular.

Watersmiróalchiflado.—¿Quéesesto?—preguntó.—Sigamirando—contestóelchiflado.Cuatro cucarachas nacieron al poco y se pusieron a copular. Al cabo de

escasosmomentos,lapantallaestabaplagadadeaquellosinsectos,queenunparde minutos engulleron las letras de la pantalla. Por último las cucarachasprocedieronadevorarseentresí.Pasadouninstante,elmonitorquedóennegro.

—Guay,¿eh?—exclamóelchiflado.—Sí —contestó Waters. Tras una pausa, añadió—: ¿Para qué sirve el

programa?—Sóloes…—El chiflado semostréunpococonfuso—.Sóloesunprograma

guay.Nosirveparanada.—¿Cuántotiempohatardadoenelaborarlo?—Dossemanas—respondióelchifladoconorgullo—.Enmitiempolibre,por

supuesto.Elchifladosevolvióhacialaterminalycontinuótecleando.Watersseapoyó

contralapared,cercadelapuertadelasaladeordenadores.Oyóelsonidodeunmillardepies,quesearrastrabanydeslizabanenelpisodearriba,ylamúsicadelaorquestaquetocaba;elmatraqueode labatería, lavibraciónde losbajos,el

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lamentode lossaxos.Yallíestabaél,atrapadoenaquelpabellóndepsicóticos,conunchifladoporúnicacompañía.Elmomentodemayoremoción fuecuandoésteselevantóparairabuscarotraCoca-Colabajaencalorías.

Deprontooyóunruidoprocedentedelcuartodelainstalacióneléctrica.—¿Haoídoeso?—preguntó.—No—respondióelchiflado.Trasunlargosilencio,sonóungolpesordo.—¿Quécoñoeseso?—inquirióWaters.—Nolosé—contestóelchiflado,quedejódeteclearymiróalrededor—.Tal

vezdeberíaecharunvistazo.Watersacariciólapulidaculatadelfusilymirólapuertaquecomunicabacon

el cuarto. «Probablemente no será nada. La última vez, con D'Agosta, no fuenada.»Deberíaentrar.Siemprepodíapedirrefuerzosalmandodeseguridad,quesehallabaalfinaldelpasillo.SucompañeroGarcíaestaríaallí.¿Ono?

El sudor cubrió su frente. Waters alzó un brazo instintivamente paraenjugarlo y no hizo ademán de avanzar hacia la puerta del cuarto de lainstalacióneléctrica.

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Cuando Margo entró en la Gran Rotonda, vio una escena caótica: lospresentes agitaban paraguas empapados o charlaban en grupos pequeños, y elrumordesusconversacionesseañadíaalestruendoprocedentedelarecepción.EmpujóaFrockhastaunacintadeterciopeloquecolgabajuntoalosdetectoresdemetales,vigiladosporunpolicíauniformado.Alotrolado,elPlanetarioestabainundadoporuna luzamarilla. Laenormearañaquecolgabadel techo lanzabadestellosirisados.

Exhibieron sus tarjetas de identificación del museo al policía, que retiró lacintaylesfranqueólaentradatrasinspeccionarlabolsadeMargo.Cuandoéstapasó, el agente le dirigió una mirada de curiosidad. Ella bajó la vista ycomprendió;vestíatejanosyunjersey.

—Deprisa—urgióFrock—.Vamoshacialaplataforma.Éstasehallabaal fondode lasala, cercade laentradaa laexposición.Las

puertas talladas amano estaban sujetas con cadenas, y en lo alto un arco deletras toscas, que parecían de hueso, formaban la palabra «Supersticiones». Acada lado se alzaban postes de madera, que recordaban tótems enormes ocolumnasdeuntemplopagano.MargoobservóqueWright,Cuthbertyelalcaldese habían reunido en el estrado, donde charlaban y bromeaban mientras untécnicodesonidomanipulaba losmicrófonos.Detrásdeellos seerguía Ippolito,rodeado de ayudantes y administrativos.Hablaba por su radio, haciendo gestosfuriosos.Elruidoeraensordecedor.

—¡Con su permiso! —vociferó Frock. La gente se apartó de mala gana—.Fíjeseentodasestaspersonas—dijoaMargo—.Elnivel feromonaldeestasaladebe ser astronómico. ¡Será irresistible para la bestia! Hemos de detener estoahoramismo.—Señalóhaciaunlado—.Mire,ahíestáGregory.

Kawakitaseencontrabadepie juntoa lapistadebaile,conunacopaen lamano.Alverlos,avanzóhaciaellos.

—Hola, doctor Frock. Estaban buscándolo. La ceremonia no tardará enempezar.

Frockleagarródelbrazo.—¡Gregory! ¡Has de ayudarnos! ¡Hay que suspender la inauguración y

evacuareledificioahoramismo!—¿Qué? —preguntó Kawakita—. ¿Es una broma? —Dirigió una mirada de

perplejidadalapareja.—Greg—dijoMargo a voz en grito—, hemos descubierto al culpable de las

matanzas. No es un ser humano, sino un monstruo, una bestia. Nunca noshabíamostopadoconnadasemejante.TuprogramadeExtrapolaciónnosayudóaidentificarlo.SealimentadelasfibrasconqueWhittleseyembalólascajas.Comoya no las encuentra, necesita las hormonas de los hipotálamos humanos comosustituto.Creemosquehadetener…

—Basta,Margo.¿Dequéhablas?—¡Maldita sea, Gregory! —bramó Frock—. No tenemos tiempo para

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explicaciones.Hemosdeevacuarestelugarahoramismo.Kawakitaretrocedióunpaso.—DoctorFrock,coneldebidorespeto…Elprofesorleapretómáselbrazoyhablódespacio:—Escucha, Gregory. Un terrible monstruo merodea por el museo. Necesita

matarymatará.Estanoche.Todosdebenabandonareledificio.Kawakitaretrocedióotropasoymiróhaciaelestrado.—Losiento.Nosédequévatodoesto,perosihanutilizadomiprogramade

extrapolaciónparagastarunabroma…—Liberósubrazo—.Creoquedeberíasubiralestrado,doctorFrock.Leesperan.

—Greg…—empezóMargo,peroKawakitayasehabíaalejadoylosmirabaconsuspicacia.

—¡Al estrado!—exclamó Frock—.Wright puede hacerlo, puede ordenar queevacuenellugar.

Deprontoseoyóunredobledetamboresyunafanfarria.—¡Winston!—llamóFrockavozencuello,desplazándosehastaelpiede la

plataforma—. ¡Escucha, Winston! ¡Hay que desalojar el lugar! —Sus últimaspalabras flotaron en el aire cuando la fanfarria enmudeció—. ¡Hay una bestiasalvajesueltaenelmuseo!—vociferóenelsilencio.

Unsúbitomurmulloseelevódelamuchedumbre.Laspersonasmáscercanasa Frock se apartaron, se miraron entre sí y cuchichearon. Wright traspasó alprofesorconlamirada,mientrasCuthbertseseparabadelgrupoatodaprisa.

—Frock—masculló—,¿quécojonesestáshaciendo?—Saltódelaplataformayseacercó—.¿Quéteocurre,Frock?¿Tehasvueltoloco?—susurró.

Frocktendiólamano.—Ian, hay una bestia terrible en elmuseo. Sé que hemos tenido nuestras

diferencias,peroconfíaenmí,porfavor.PideaWrightquesaquedeaquíatodaestagente;ahora.

CuthbertlanzóunamiradapenetranteaFrock.—Noséquéplaneas—dijoelescocés—,niaquéjuegas.Quizásetratedeun

intentodesesperadodeúltimahoraparafrustrarlaexposición,paradejarmeenridículo.Tediréalgo,Frock;siarmasotroescándalo,ordenaréalseñorIppolitoqueteexpulseporlafuerzadelmuseoymeocuparédequenuncamásvuelvasapisarlo.

—Ian,tesuplico—Cuthbertdiomediavueltaysubióalestrado.Margoapoyóunamanosobreelhombrodelprofesor.—No se moleste —murmuró—. Nunca nos creerán. Ojalá George Moriarty

estuvieraaquíparaayudarnos.Essuexposición,ydeberíaestaraquí,peronoleveo.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Frock, temblando de frustración. Lasconversaciones se reanudaron cuando los invitados cercanos a la plataformaconcluyeronquetodohabíasidounabroma.

—Deberíamos buscar a Pendergast —propuso Margo—. Es el único consuficienteautoridadparapoderhaceralgo.

—Tampoconoscreerá—afirmóFrock,abatido.

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—Quizá —dijo Margo mientras hacía girar la silla de ruedas—, pero nosescuchará.Hemosdeapresurarnos.

Detrásdeellos,Cuthbert indicóquesonaraotro redoblede tamboresyunafanfarria.Entoncesseadelantóylevantólasmanos.

—¡Damas y caballeros! —exclamó—. ¡Tengo el honor de presentarles aldirectordelMuseodeHistoriaNaturaldeNuevaYork,WinstonWright!

Ésteocupóelestrado,sonrióysaludóalamultitud.—¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos, amigos míos, conciudadanos de Nueva York,

ciudadanos del mundo! ¡Bienvenidos a la inauguración de la mayor exposiciónjamásmontada!

Las palabras amplificadas del director resonaron en la sala. Una tremendasalvadeaplausosseelevóhastaeltechoabovedado.

—Preguntaremos en seguridad —sugirió Margo—. Sabrán dónde estáPendergast.HaytodaunahileradeteléfonosenlaRotonda.

EmpujóaFrockhacia laentradamientras lavozdeWrightatronabaporelsistemademegafonía.

—Es una exposición sobre nuestras creencias más profundas, nuestrostemores más ocultos, el lado más brillante y más oscuro de la naturalezahumana…

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De pie detrás del estrado, D'Agosta, que contemplaba la espalda deWrightmientraséstesedirigíaalpúblico,cogiósuradio.

—¿Bailey? —susurró—. Cuando corten esa cinta, usted y McNitt seadelantaránalgentío.SitúensedetrásdeWrightyelalcalde,ydelantedetodoslos demás. ¿Entendido? Procuren pasar desapercibidos y no permitan que losaparten.

—Recibido,Loo.—Cuandolamentehumanaevolucionóhastalacomprensióndelosmisterios

deluniverso,laprimerapreguntafue:¿quéeslavida?Luegopreguntó:¿quéeslamuerte?Hemosaveriguadomuchosobrelavida.Encambio,pesealosavancestecnológicos,hemosaveriguadomuypocoacercadelamuerteyloquehaymásallá…—Lamultitud escuchaba, embelesada—.Hemos sellado la exposición paraque ustedes, nuestros invitados de honor, sean los primeros en entrar. Veránmuchosobjetosrarosyexquisitos,ensugranmayoríaexpuestosalpúblicoporprimera vez. Verán imágenes hermosas y terribles, símbolos de la bondad y lamaldad más espantosa, símbolos del esfuerzo del hombre por asimilar ycomprenderelmisteriodefinitivo…

D'Agostasepreguntóquéhabríasidodelancianoconservadorde lasilladeruedas. Se llamaba Frock. Había vociferado algo, y Cuthbert, el pope delacontecimiento, lehabíaexpulsado.Políticamuseística,muchopeoraúnqueenOnePolicePlaza.

—Expreso mi más ferviente esperanza de que esta exposición iniciará unanueva era en nuestro museo, una era en que la innovación tecnológica y unrenacimientoenlametodologíacientíficasecombinaránparainfundirnuevovigoralinterésdelpúblicoporlosmuseos…

D'Agostapaseólavistapor lasalaysefijóenlaposiciónqueocupabansushombres.Todossehallabanensuspuestos.Cabeceóendirecciónalguardiaquecustodiaba la entradaa la exposición y le ordenóque retirara la cadenade laspesadaspuertasdemadera.

Cuando el discurso concluyó, una salva de aplausos estalló de nuevo en elenormerecinto.EntoncesCuthbertregresóalestrado.

—Quierodarlasgraciasaalgunaspersonas…D'AgostaconsultósurelojysepreguntódóndeestaríaPendergast.Nohabía

conseguido localizarlo en la sala, y el agente era un tipo que destacaba en lamultitud.

Cuthbert sostenía en alto unas grandes tijeras que tendió al alcalde. Ésteaferró un ojo y ofreció el otro aWright, y ambos bajaron por los peldaños delestradohastaunacintasuspendidaantelaentradadelaexposición.

—¿Aquéesperamos?—preguntóelalcalde,ysoltóunacarcajada.Cortaron lacintapor lamitadanteunadescargade flashes,ydosguardias

delmuseo abrieron lentamente las puertas. La orquesta interpretóThe Joint IsJumpin'.

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—Ahora—dijoD'Agosta—.Ocupensuspuestos.Mientraslosaplausosylosvítoresretumbaban,eltenientecorrióalolargode

laparedyentróenlaexposiciónvacía.Trasefectuarunarápidainspección,hablóporradio.

—Despejado.Ippolito,quelepisabalostalones,lomiróconelentrecejofruncido.Codocon

codo,eldirectoryelalcaldeposaronparalosfotógrafosantelapuertaydespués,sonrientes,lacruzaron.

AmedidaqueD'Agostaseadentrabaenelrecintodelaexposición,muypordelantedelgrupo, losvítoresyaplausosseapagaban.Enel interior,queolíaaalfombrasnuevasypolvo,conuntenuearomaadescomposición,hacíafrío.

Wrightyeldirectorguiabanalalcalde.Detrásdeellosseapiñabauninmensoocéanodegentequeestirabaelcuello,gesticulabayhablaba.D'Agostaobservóalamuchedumbre.«Unasolasalida.Mierda.»

Hablóporradio.—Walden,ordenea losguardiasdelmuseoqueorganicenmejor laentrada.

Haydemasiadagenteapelotonada.—Diez-cuatro,teniente.—Esto es un ara de sacrificios muy extraña de América Central —explicó

Wright,sinsoltarelbrazodelalcalde—.AquíestáelDiosSol,representadoenlaparte delantera, custodiado por jaguares. Los sacerdotes sacrificaban a lasvíctimas sobre el ara, les arrancaban el corazón aún palpitante y lo elevabanhaciael sol.Lasangresederramabaporestoscanalonesyseacumulabaenelfondo.

—Impresionante—dijoelalcalde—.NomeiríamalunadeéstasenAlbany.WrightyCuthbertrieron,ysuscarcajadasdespertaronecosenlosobjetosy

lasvitrinas.Coffeysehallabaenelpuestodeseguridadavanzado,depie,conlaspiernas

separadas,losbrazosenjarrasyelrostroinexpresivo.Casitodoslosinvitadossehabían presentado, y quienes no lo habían hecho probablemente no se habíanaventurado a salir de casa. La lluvia había arreciado, y cortinas de agua caíansobrelaacera.Desdesuposición,elagenteveíacontodaclaridadatravésdelapuertaestelafiestaquesecelebrabaenelPlanetario,unasalamuybonita,conestrellasquedestellabanen lacúpulanegraaterciopelada,suspendidaa treintametrosdealtura;galaxiasynebulosasbrillantesformabanremolinosalolargodelasparedes.Wrighthablabadesdeelestrado,ylaceremoniadeinauguraciónnotardaríaenconcluir.

—¿Cómova?—preguntóCoffeyaunodesusagentes.—Nadaanormal—contestóelhombre,examinandoeltablerodeseguridad—.

Niinfracciones,nialarmas.Elperímetroestátranquilocomounatumba.—Comoamímegusta—comentósusuperior.Desvió la vista hacia el Planetario a tiempo de ver cómo los dos guardias

abrían las enormes puertas que permitían el acceso a la exposición. Se habíaperdidoelmomentoenquecortabanlacinta.Lamultitudavanzaba;loscincomilauntiempo,alparecer.

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—¿QuécojonestramaráPendergast?—preguntóCoffeyaotrodesusagentes.Sealegrabadequeelsureñonohubieraaparecido,peroleinquietabapensarqueandabaasuaire,sincontrolalguno.

—Nolohevisto—respondiósusubordinado—.¿Quierequellamealmandodeseguridad?

—No—contestóCoffey—.Todovamejorsinél,ysinproblemas.LaradiodeD'Agostasiseó.—AquíWalden.Escuche,necesitamosayuda.Alosguardiaslescuestamucho

controlaralamuchedumbre.Haydemasiadagente.—¿DóndeestáSpencer?Tendríaqueestarporahí.Ordénelequeprohíba la

entrada;quepermitasalir,peronoentrar.Mientrastanto,ustedylosguardiasdelmuseoorganicenunafilaordenada.Hayquedominaraesegentío.

—Sí,señor.Laexposiciónsellenabapormomentos.Habíantranscurridoveinteminutos,y

Wrightyelalcaldeyaseencontrabancercade laentradaposteriorcerradaconllave. Al principio habían avanzado a buen paso, sin desviarse de los pasilloscentraleshacia los secundarios.Enaquellosmomentos sehabíandetenidoanteunavitrina,yeldirectorexplicabaalgoalalcalde,mientraslosinvitadospasabandelargo,dirigiéndosealosrinconesmásretiradosdelrecinto.

—Nosealejende lavanguardia—indicóD'AgostaaBaileyyMcNitt, losdosagentesmásavanzados.

El teniente continuó caminando y echó un rápido vistazo a dos hornacinaslaterales. «Una exposición acojonante», pensó. Una casa encantada muysofisticada, con todos los complementos pertinentes; la luz mortecina, porejemplo, no tan tenue como para que los detalles escalofriantes pasarandesapercibidos. Como la imagenmaléfica del Congo, con sus ojos saltones y eltorso erizado de uñas afiladas. O la momia contigua, erguida en un expositorvertical,manchadadesangre.«Estoesincreíble»,pensóD'Agosta.

Lamultitudentróenelsiguienteconjuntodenichos.Tododespejado.—¿Cómova,Walden?—preguntóporradio.—Teniente, no encuentro a Spencer. No lo veo por ninguna parte y, con la

gentequehay,nopuedoabandonarlaentradaparalocalizarlo.—Mierda.Deacuerdo,contactaréconDroganyFrazierparaqueleechenuna

mano.D'Agostallamóporradioaunadelasdosunidadesdepaisanoquepatrullaban

enlafiesta.—¿Merecibe,Drogan?Unapausa.—Sí,teniente.—Quiero que Frazier y usted presten apoyo aWalden, en la entrada de la

exposición.—Diez-cuatro.Miró alrededor. Más momias, ninguna cubierta de sangre. De pronto se

detuvo,petrificado.«Lasmomiasnosangran»,pensó.Diomediavuelta lentamenteyseabriópasoentre laansiosamuchedumbre

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decuriosos.Talvezsetratasetansólodeunaideaenfermizadeunconservador,deuntrucoefectista.Encualquiercaso,debíaasegurarse.

Lavitrinaestabarodeadadegente,aligualquelasdemás.D'Agostaavanzóyleyólaetiqueta:«SepulturaAnasazidelaCuevadelaMomia,CañóndelMuerto,Arizona».

Dabalaimpresióndequelasfranjasdesangresecaquemanchabanlacabezayelpechodelamomiaprocedíandearriba.Eltenienteseacercócuantopudoalexpositor y alzó la vista. La parte superior de la vitrina, abierta, dejaba aldescubierto un techo repleto de tuberías de vapor y conductos. Unamano, unreloj yelpuñodeunacamisaazul sobresalían sobreelbordede lavitrina.Unpequeñocoágulodesangresecacolgabadeldedocorazón.

D'Agostaretrocedióhastaunrincón,miróalrededoryhablóporlaradio.—D'Agostallamandoamandodeseguridad.—SoyGarcía,teniente.—García,hedescubiertouncadáver.Hayquedesalojareledificio.Silagente

loveycundeelpánico,lahemoscagado.—Cielos—exclamóGarcía.—PóngaseencontactoconlosguardiasyWalden.Nadiemásdebeentraren

laexposición. ¿Comprendido?Quieroqueevacuenel Planetario, por si hayunaestampida. Saque a todo el mundo, procurando no alarmar a nadie. Ahora,póngameconCoffey.

—Recibido.D'AgostapaseólavistaporelrecintotratandodelocalizaraIppolito.Laradio

chirrió.—AquíCoffey.¿Quécoñoocurre,D'Agosta?—Hedescubiertouncadávertendidoen lapartesuperiordeunavitrina.De

momentosoyelúnicoquelohavisto.Hemosdedesocupareledificio.D'Agosta se interrumpió al oír una voz que, por encima del rumor de la

muchedumbre,exclamaba:—Esasangreparecemuyreal.—Allíarribahayunamano—apuntóalguien.Dosmujeresseapartarondelavitrinayalzaronlavista.—¡Esuncadáver!—afirmóuna.—Noesreal—replicólaotra—.Seguroqueesuntrucoparalainauguración.Eltenientelevantólasmanosyseaproximóalavitrina.—¡Calma,porfavor!Trasunbreveyaterradorinstantedesilencio,alguienvociferó:—¡Uncadáver!La multitud se removió un momento para luego adoptar una inmovilidad

escalofriante.Despuésseoyóotrogrito.—¡Lohanasesinado!La muchedumbre comenzó a dispersarse. Varias personas tropezaron y

cayeron.Unamujergruesa,ataviadaconunvestidodenoche,sederrumbósobreD'Agostayloempujócontralavitrina.Eltenientesevioprivadodeairecuandomáscuerposseprecipitaronsobreél.Deprontonotóque lavitrinaempezabaa

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ceder.—¡Esperen!—exclamóconvozquebrada.Desde la oscuridad del techo, algo grande se desplomó sobre la apiñada

multitudyarrojóalsueloavariosdelosinvitados.Debidoasuprecariaposición,D'Agostasólovioquelafiguraestabacubiertadesangreyqueerahumana;tuvolaimpresióndequecarecíadecabeza.

Elcaossedesató.Gritosychillidosresonaronenelabarrotadoespacio,ylagenteechóacorrer.D'Agostaadvirtióque lavitrinase ladeaba.Súbitamente lamomiacayósobreél,yuncristalsehundióensupalma.Intentóponersedepie,perolamuchedumbreenloquecidalearrolló.

Oyóelsiseodesuradio,observóqueaúnlasujetabaconlamanoderechaylalevantóhaciasucara.

—SoyCoffey.¿Quécoñoocurre,D'Agosta?—Elpánicosehadesencadenado,Coffey.Tienequeevacuardeinmediatola

sala,o…¡Mierda!—exclamócuandoelhistéricogentíolearrebatólaradio.

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Margomiródesalentadaa Frock, quevociferabaal auricular deun teléfonointeriorsujetoaunapareddegranitodelaGranRotonda.EldiscursoamplificadodeWrightimpedíaalajovenoírlaspalabrasdesututor.Porfinéstecolgóydiomediavueltaenlasilladeruedas.

—Estoesabsurdo.Por lovisto,Pendergastestáenelsótano;oalmenos loestaba. Llamó por radio hace una hora. Se niegan a contactar con él sinautorización.

—¿Enelsótano?¿Dónde?—Sección29,handicho.Nomehanexplicadoporquéhabajado.Supongo

queloignoran.Lasección29abarcaunagranextensión.—SevolvióhaciaMargo—.¿Vamos?

—¿Adónde?—Alsótano,porsupuesto—contestóFrock.—No estoy segura —dijo Margo, vacilante—. Quizá deberíamos solicitar la

autorizaciónquenecesitanparaponerseencontactoconél.Elcientíficoseremovióimpacienteenlasilladeruedas.—Ni siquiera sabemos a quien debemos pedirla. —La miró y, al advertir

recelo,añadió—:Nocreoquedebapreocuparseporesemonstruo,querida.Sinome equivoco, se sentirá atraído por la concentración humana de la exposición.Nuestra obligación es hacer lo posible por evitar una catástrofe; la asumimoscuandodescubrimoslanaturalezadeesacriatura.

Margotodavíadudaba.Frockpodíahablarasí,puesélnohabíaentradoenlaexposición, no había oído los pasos resueltos y apagados, no había corrido aciegasenlaoscuridad…

Respiróhondo.—Tienerazón,porsupuesto—dijo—.Vamos.Como la sección 29 se encontraba dentro del perímetro de seguridad del

módulo dos, Margo y Frock tuvieron que enseñar dos veces sus tarjetas deidentificación hasta llegar al ascensor. Al parecer el toque de queda había sidosuspendidoaquellanoche,ylosguardiasyagentesdepolicíasemostrabanmáspreocupados por detener sospechosos o personas no autorizadas que porrestringirlosmovimientosdelosempleadosdelmuseo.

—¡Pendergast!—llamóFrockavozengrito,mientrasMargoempujabalasilladeruedasporelcorredordelsótanoapenasiluminado—.SoyeldoctorFrock.¿Meoye?

Suvozresonóymurió.Margo conocía un poco la historia de la sección 29. Cuando la instalación

eléctrica del museo había estado ubicada en las cercanías, la zona albergabatuberíasdevapor, túnelesdeabastecimientoycubículossubterráneosutilizadospor los trabajadores. Cuando en la década de los veinte el museo adoptó unsistema eléctricomásmoderno, se retiraron lasmaquinarias antiguas, dejandounaseriedemadriguerasfantasmales,empleadasparaalmacenaje.

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Margo empujaba la silla por los pasillos de techo bajo. De vez en cuando,FrockgolpeabaunapuertaollamabaaPendergast;elsilenciorespondíaencadaocasión.

—Es inútil—concluyóeldoctorcuando la jovensedetuvopararecuperarelaliento. El profesor tenía el cabello alborotado y la chaqueta del esmoquinarrugada.

Margo paseó la vista por el pasillo, nerviosa. Sabíamás omenos dónde seencontraban. En algún lugar, al final del laberinto de pasajes, se extendía elinmensoysilenciosoespaciodelaantiguacentraleléctrica,unpanteónoscuroysubterráneo utilizado en la actualidad para guardar la colección de huesos deballena.LaspalabrasdeFrocksobreelsupuestocomportamientodelabestianohabíanlogradoaplacarsuinquietud.

—Podríamos tardar horas —se quejó el científico—. Tal vez ya se hamarchado.Quizánisiquierabajó.—Suspiró—.Pendergast representabanuestraúltimaesperanza.

—Es posible que el tumulto asuste almonstruo y le incite a alejarse de lafiesta—dijoMargo.

Frockhundiólacabezaenlasmanos.—Noesprobable.Sindudalabestiaseguíaporelolor.Quizáseainteligente,

astuta,pero,aligualqueunasesinoenseriehumano,cuandoelansiadesangrela impulsa, no puede controlarse. —Frock se incorporó, con renovado vigor—.¡Pendergast!—llamódenuevo—.¿Dóndeestá?

Watersaguzóeloído,conelcuerpoentensión.Sentíalosaceleradoslatidosdesucorazónyteníalaimpresióndequelefaltabaelaire.

Se había enfrentado a muchas situaciones peligrosas con anterioridad; lehabíandisparado,apuñalado,einclusounavezlehabíanarrojadoácidoalacara.Siemprehabíaconservado lacalma,casisehabíamostrado indiferente.«Ahora,ungolpecitodenadameaterroriza.—Se llevó lamanoal cuello—.Elaireestáenrarecido en esta maldita habitación. —Se obligó a respirar lenta yprofundamente—.LlamaréaGarcía. Investigaremos juntos.Ynoencontraremosnada.»

Entoncesreparóenqueelarrastrardepiesprocedentedelpisosuperiorhabíacambiadoderitmoparaconvertirseenunrepiqueteoconstante,comoelsonidodepasosalcorrer.Creyóoírunchillidoapagado.Elpánicoseapoderódeél.

Otrogolpesordosonóenelcuartodelainstalacióneléctrica.«SantoDios,algograveestáocurriendo»,pensó.Agarrólaradio.—García,¿merecibes?Solicitoapoyoparainvestigarruidossospechososenel

cuartodelainstalacióneléctrica.Waterstragósaliva.Garcíanocontestabaporlafrecuencianormal.Mientras

guardaba la radio en la funda, observóque el chiflado se había levantado y sedirigíaalcuarto.

—¿Quéhace?—preguntó.—Voy a ver qué es ese ruido—respondió el chiflado abriendo la puerta—.

Creoqueelaparatodeaireacondicionadosehaestropeadootravez.—Tanteóen

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buscadelinterruptordelaluz.—Espereunmomento—dijoWaters—.No…UnchisporroteosonóenlaradiodeWaters.—¡Se ha producido una estampida! —Más turbulencias—. ¡Que todas las

unidades se movilicen para evacuación de emergencia! —Más parásitos—. Nopodemoscontrolaralaturbamulta;necesitamosrefuerzosahoramismo…

Waters tomó la radio, pulsó botones. En un instante, todas las frecuenciasestabanocupadas.Oyóquealgoterribleestabasucediendoenelpisodearriba.«Mierda.»

Levantólavista.Elchifladohabíadesaparecidoydejadolapuertaabierta.Laluz del cuarto seguía apagada. Sin apartar la vista de la puerta, descolgó concautelaelfusildesuhombroyavanzó.Seacercóalumbralyechóunvistazoalinterior.Negrura.

—Eh,usted—exclamó—.¿Estáahí?Cuando se internó en la oscura habitación, sintió que se le secaba la

garganta.Deprontooyóungolpeasuizquierda.Hincóunarodillaenelsueloy,guiado

por el instinto, disparó tres veces; un destello acompañado de un estruendoensordecedorencadaocasión.

Una lluvia de chispas y una lengua de fuego que se elevó hacia el techoiluminaronuninstanteelcuartoconunalegreresplandoranaranjado.Elchifladoestabaderodillas,conlavistaclavadaenWaters.

—¡Nodispare!—suplicóconvoztrémula—.¡Nodispare,porfavor!El agente se levantó lentamente. Le temblaban las piernas, y los oídos le

zumbaban.—Heoídounruido—vociferó—.¿Porquénomecontestó,imbécildemierda?—Era el aparato de aire acondicionado —dijo el chiflado. Las lágrimas le

resbalabanpor lasmejillas—.Era labombadelaireacondicionado,quesiemprefalla.

Watersretrocedióytanteóenbuscadel interruptor.Lapólvoraflotabaenelaire como una niebla azul. En la pared del fondo, una caja grande de metaldespedíahumoatravésdetresagujerosirregulares.

Watersbajólacabezayseapoyócontralapared.Un arco eléctrico recorrió la caja con un súbito estallido, seguido por un

chisporroteoyotracascadadecentellas.Elaireseimpregnódeunoloracrecasiinsoportable. Las luces de la sala de ordenadores parpadearon, perdieronintensidadylarecuperaron.Watersoyóqueunaalarmasedisparaba,luegootra.

—¿Quéocurre?—preguntó,nervioso.Laslucesseamortiguarondenuevo.—Ha destruido el tablero de distribución central —exclamó el chiflado al

tiempoqueseponíaenpieparaecharacorrerhacialasaladeordenadores.—Oh,mierda—mascullóWaters.Laslucesseapagaron.

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46

Coffeyvolvióavociferarasuradio.—¡Hable,D'Agosta!—Esperó—.¡Mierda!Cambióalcanaldelmandodeseguridad.—García,¿quécoñoestápasando?—No lo sé, señor —contestó el agente, nervioso—. Creo que el teniente

D'Agosta dijo que había un cadáver en… —Hizo una pausa—. Señor, reciboinformesdepánicoenlaexposición.Losguardiasestán…

Coffeycortó,cambiódefrecuenciayescuchó.—¡Estoesunaestampida!—graznóunavozporlaradio.Elagentecambiódenuevoamandodeseguridad.—García, avise a todas las unidades que se preparen para evacuación de

emergencia.SevolvióymiróhaciaelPlanetario.Un murmullo se elevó de la multitud, y las conversaciones de fondo

comenzaronaapagarse.Porencimadelamúsicadelaorquesta,Coffeyoyócontodaclaridadchillidosahogadosyelretumbardepiesalcorrer.Laturbamultaqueavanzabahacialaentradadelaexposiciónvaciló,luegoseprecipitóhaciaatrás.Seescucharonalaridosdeirritaciónygritosdemiedo,yCoffeycreyóoírtambiénsollozos.Lamultitudenmudeciódenuevo.

ElagentedelFBIsedesabrochólachaquetaysevolvióhacialoshombresdelpuestoavanzado.

—Procedimientodeemergenciaparacontrolarmultitudes.Adelante.De repente lamuchedumbre corrióhaciaatrás, yuna confusióndegritosy

chillidos surgió de la puerta abierta de la sala. La orquesta dejó de tocar. Encuestióndesegundos,todoelmundocorríahacialasalidadelaGranRotonda.

—¡Ve,hijoputa!—exclamóCoffey,empujandoaunodesushombresmientrassujetabalaradioconunamano—.D'Agosta,¿merecibe?

Losagentessevieronarrolladosporuntorbellinodegenteempavorecidaynotuvieronmás remedioque retroceder.Coffey se liberóde lamasade cuerposylogróalejarseunpoco,entrejadeosymaldiciones.

—¡Es como un maremoto! —voceó uno de sus hombres—. ¡Nunca loconseguiremos!

Depronto,laslucesparpadearon.LaradiodeCoffeycrepitó.—AquíGarcía.Escuche,señor,todaslaslucesdeseguridadsehanpuestoen

rojo;eltableroestá iluminadocomounárboldeNavidad.Todas lasalarmasdelperímetroestándisparándose.

Coffeyavanzódenuevo,esforzándosepornocederniunpalmode terrenoantelamuchedumbre,quesedesplazabaendireccióncontraria.Yanoveíaalosotros agentes. Las luces parpadearon por segunda vez, y entonces captó unretumbar sordo procedente de la sala. Alzó la cabeza y observó que el gruesobordedelapuertametálicadeseguridaddescendíadesdeunaranurapracticadaeneltecho.

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—¡García!—vociferóalaradio—.¡Lapuertaesteestábajando!¡Desconéctela!¡Hágalasubirotravez,porlosclavosdeCristo!

—Señor, los controles indican que sigue levantada. Algo raro ocurre aquí.Todoslossistemas…

—Meimportanunamierdaloscontroles.¡Estábajando!La multitud que huía le forzó a dar media vuelta. Los chillidos, un ruido

extraño, penetrante y sobrenatural, le estremecían. El agente nunca habíapresenciadonadasemejante;humo,lucesdeemergenciaqueoscilaban,personasquearrollabanaotrasconelpánicoreflejadoensusojosvidriosos.Losdetectoresdemetaleshabían sidoderribados, y lasmáquinasde rayosXdestrozadas, porgentevestidaconesmóquinesytrajesdenochequeseprecipitabahacialalluviatorrencial, se atropellaba para rebasar a los demás, tropezaba y caía sobre laalfombrarojaylaaceramojada.Coffeyatisbópequeñosdestellosenlaescalinataexterior,primerounospocos,despuésvarios.

—García,avisealospolicíasdelexterior.Querestablezcanelordenyechenalaprensa.¡Ysubanlapuertadeunapuñeteravez!

—Lo intentan, señor, pero todos los sistemas fallan. Estamos perdiendopotenciaeléctrica.Laspuertasdeemergenciabajanconindependenciadelared,yresultaimposibleactivarloscontrolesderectificación.Lasalarmasnoparandedispararse…

Un hombre estuvo a punto de derribar a Coffey. En ese instante Garcíaexclamó:

—¡Señor!¡Fallototaldelsistema!—García,¿dóndecoñoestáelsistemadeapoyo?ElagentedelFBIavanzóentreempelloneshastaqueseencontróaplastado

contralapared.Erainútil;jamásconseguiríaabrirsepasoentrelaturbamulta.Lapuertayasehabíacerradoamedias.

—¡Póngameconeltécnico!¡Necesitoelcódigodebloqueomanual!Laslucesparpadearonporterceravezyfinalmenteseapagaron.LaRotonda

sesumióen laoscuridad.Porencimade loschillidos,elestruendode lapuertaquedescendíacontinuósintregua.

Pendergastdeslizólamanoporlatoscapareddepiedradelcallejónsinsalidaygolpeócon losnudillosalgunos lugares.Elyeso,agrietado,sedescascarillaba.Labombilladeltechoestabarota.

Abriólabolsayextrajoelobjetoamarillo(uncascodeminero),seloajustócon cuidado y conectó la luz. Ladeó la cabeza y dirigió el potente haz hacia laparedquesealzabaanteél.Acontinuación,sacólosplanosarrugadosyenfocólaluz hacia ellos. Retrocedió y contó los pasos. Luego extrajo una navaja delbolsillo,aplicólapuntacontraelyesoehizogirarlahojaconsuavidad.Untrozodeyesodeltamañodeunplatosedesprendióyrevelólashuellasdeunaantiguapuerta. El agente tomó notas en el cuaderno, salió del callejón sin salida yrecorrió el pasillo, contando para sí. Se detuvo ante una pared desconchada.Arrancóelyeso,quecayóconestrépitoylevantóunagrannubedepolvoblanco.Laluzdelcascoenfocóunantiguopanelempotradoenlaparedabajaaltura.

Apretóelpanelamododeprueba.Lepropinóuna fuertepatadayseabrió

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conunchirrido.Unestrechotúneldescendíaenpendienteyseabríaaltechodelsubsótanoinferior,pordondecorríaunhilillodeagua,comounacintanegruzca.

Pendergastcolocóelpanel,efectuóunaanotaciónenelplanoycontinuó.—¡Pendergast!—oyóalolejos—.SoyeldoctorFrock.¿Meoye?Elagentesedetuvoy fruncióelentrecejo.Abrió labocaparacontestar.De

repentequedópetrificadoalpercibirunolorpeculiarenelaire.Depositólabolsaabiertasobreelsuelo,entróenuncuartodealmacenaje,cerrólapuertatrasdesíyapagólaluzdelcasco.

Lapuertateníaunapequeñaventanillaenelcentro,suciayrajada.Hurgóenunbolsillo,extrajounpañuelodepapel,escupiósobreél,frotóelcristalymiró.

Algograndeyoscuroacababadeaparecerenelborde inferiordesucampovisual. Pendergast oyó un resuello, como de un caballo nervioso que respirarápidayprofundamente.Eloloraumentódeintensidad.Alatenueluz,elhombreviounlomomusculosoycubiertodeásperovellonegro.

Conteniendoelaliento,elagentehundiócon lentitud lamanoenel interiorde la chaqueta y sacó el 45. En la oscuridad, pasó el dedo por el cilindro ycomprobó que las cámaras estaban cargadas. Después sujetó el revólver conambas manos, apuntó hacia la puerta y retrocedió. Al alejarse de la ventana,perdiódevistaalaforma,quesabíapermanecíaallífuera.

Seoyóun levegolpeen lapuerta,seguidodeundébilarañazo.Pendergastaferróel revólver conmás fuerza cuandovio,o creyóver,queelpomogiraba.Cerrada con llave o no, la desvencijadapuerta no detendría a lo que acechabafuera.Seoyóotrogolpeapagado,yluegosehizoelsilencio.

Pendergastmiróalinstanteporlaventana.Novionada.Sostuvoelrevólverconunamanoyposólaotrasobrelapuerta.Contóhastacinco.Después,laabrióatodaprisa,saltóalcentrodelpasilloyserefugiótrasunaesquina.Alfinaldelcorredor,unaformaoscuraseparóanteotrapuerta.Aunbajolamortecinaluz,distinguió un cuadrúpedo fuerte, con el cuerpo inclinado. Pendergast, el másracional de los hombres, lanzó una breve carcajada de incredulidad cuando vioque el monstruo tendía una garra hacia el pomo. Las luces del pasillo seatenuarony luegocobraron intensidad.Pendergastseagachó lentamente,hincóunarodillaenelsuelo,yapuntóelarma.Las lucesdisminuyeronde intensidadporsegundavez.Vioalabestiasentadasobreloscuartostraseros;súbitamenteseirguióysevolvióhaciaPendergast,queapuntóaunladodelacabezaydejóescaparelaliento.Apretóelgatillo.

Seprodujounestruendoacompañadodeundestello.Duranteunafraccióndesegundo, el hombre vio cómo una franja blanca ascendía por el cráneo delmonstruo,quealinstantedesapareciótrasunaesquina.Elpasilloquedódesierto.

Pendergastsabíacontodaexactitudquéhabíasucedido.Yahabíavistoenunaocasiónaquella franjablanca,cuandocazabaosos; labalahabíarebotadoenelcráneoyhabíaarrancadounatiradepeloypiel,dejandoelhuesoaldescubierto.La bala del calibre 45, con la punta revestida de cromo, había rebotado en elcráneodelabestiacomounaboladepapel.Pendergastseinclinóybajólamanoarmadacuandolaslucesparpadearonporterceravezyseapagaron.

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Situadojuntoalamesadeloscanapés,SmithbackhabíacontempladocómoWrightgesticulabaanteelmicrófonoyoídosuvozatravésdeunaltavozcercano.Elperiodistanosehabíamolestadoenescuchar.Sabía,consombríacerteza,quemás tarde Rickman le facilitaría una copia en disquete del discurso. Una vezfinalizadalaalocución,lamultitudsehabíadedicadoafisgarlanuevaexposición.Smithbackhabíapermanecidodondeestaba,indiferente.Inspeccionóunavezmásla mesa, mientras se debatía entre comer una gruesa gamba o un diminutocanapéaucaviare.Sedecantóporesteúltimo(dehechofueroncinco)yempezóamasticar.Observóqueelcaviareragrisynadasalado;deesturióndeverdad,noelsucedáneoqueintentabancolarenfiestaspublicitariascomoaquélla.

Detodosmodos,seapoderódeunagamba,quefuerondos,seguidasdeuntrozo de ceviche, y tres galletas cubiertas de huevas de bacalao escocés contáparas y limón, unas finas laminillas de buey frío de Kobe; filete tártaro no,muchasgracias,sinodospiezasdeaquelunisushi…Sumiradarecorriólahilerademanjaresqueseextendíansobre losquincemetrosdelamesa.Nuncahabíavistonadasemejanteyestabadispuestoaprobartodocuantoseofrecía.

Laorquestadejódetocarderepente,ycasial instantealguienlehundióelcodoenlascostillas.

—¡Eh! —exclamó Smithback, que al levantar la mirada se vio envuelto deinmediatoporunamasadegentequeempujaba,gruñíaychillaba.Fuearrojadocontralamesadelbanquete.Luchóporponerseenpie,resbaló,cayóyrodóbajola mesa. Se agachó y vio correr centenares de pies. Oyó alaridos y el ruidohorripilante de cuerpos al chocar. Captó al azar fragmentos de frases: «¡Uncadáver!»,«¡unasesinato!»¿Habríaatacadodenuevoelasesino?

Unzapatodemujer,deterciopelonegro,conuntacónaltísimoyafilado,sedeslizóbajolamesaysedetuvoantesunariz.Loapartócondesagrado,reparóenqueaúnsosteníauntrozodegambaenlamanoyloengulló.Eraasombrosalarapidezconqueelpánicoseapoderabadeunamultitud.

La mesa se tambaleó y ladeó. El escritor vio cómo una enorme bandejaaterrizabaenelsueloygalletasyporcionesdequesovolabanpor losaires.Sesacudió la camisa y empezó a comer.Aunos treinta centímetros, innumerablespiespateabanuntrozodepaté.Otrabandejacayóconestrépito,yunalluviadecaviargrissedesparramósobreelpiso.

Las lucesperdieronintensidad.Smithbackse llevóa labocauntriángulodecamembert, lo sujetóentre losdientesy súbitamente sepercatódequeestabacomiendoenmediodelmayoracontecimientoquehabíapresenciadoensuvida.Buscóensusbolsilloslagrabadora,mientraslaslucesseapagabanyencendían.

Smithbackhabló atropelladamente, con la bocapegadaalmicrófono, con laesperanzadequesuvozseoyerasobreelensordecedortumulto.Setratabadeuna oportunidad increíble. A la mierda con Rickman. Todo el mundo queríapublicarsuhistoria.Confióenque,siotrosperiodistashabíanacudidoalevento,hubieranhuidoatodaprisa.

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Laslucesparpadearonunavezmás.Cien mil por anticipado; no aceptaría ni un centavo menos. Estaba allí,

cubriríaelreportajedesdeelprincipio.Nadiepodríahacerlelacompetencia.Laslucesparpadearonporterceravezyfinalmenteseapagaron.—¡Hijodeputa!—exclamóSmithback—.¡Quealguienenciendalasluces!Empujando la silla de ruedas, Margo dobló un recodo, y esperó a que el

científicovolvieraa llamaraPendergast.Losecosdesuvozseperdieronen ladistancia.

—Estoesinútil—dijoFrock,exasperado—.Hayvarioscuartosdealmacenajemás grandes en esta sección. Tal vez esté dentro de uno y no nos oiga.Echaremosunvistazoaunos cuantos.Es loúnicoquepodemoshacer.—Gruñómientrashurgabaenunbolsillodelachaqueta—.Nuncasalgasdecasasinella.—Sonriendo,alzóunallavemaestra.

Margoabriólaprimerapuertayescudriñólaoscuridad.—¿SeñorPendergast?—llamó.Estanterías metálicas llenas de huesos enormes se materializaron en las

tinieblas.Ungrancráneodedinosaurio,deltamañodeunescarabajoVolkswagen,descansabasobreunlarguerodemadera,cercadelapuerta.Susdientesnegroslanzabandestellosapagados.

—¡Elsiguiente!—apremióFrock.Laslucesparpadearon.Tampocoobtuvieronrespuestaenelsiguientecuarto.—Unomás—insistióFrock—.Aquél,alotroladodelpasillo.Margo se detuvo ante la puerta indicada, de que colgaba el letrero

«Pleistoceno - 12B», y reparó en otra que, situada al final del corredor, dabaaccesoaunaescalera.Enelinstanteenqueabríalapuertadelcubículo,laslucesparpadearonporsegundavez.

—Estoes…—empezó.Desúbitounapotenteexplosiónresonóenelangostopasaje.Margoalzó la

vista,sobresaltada,ytratódelocalizarelorigendelruido.Dabalaimpresióndequeprocedíadeunrecodoqueaúnnohabíanexplorado.

Entonceslaslucesseapagaron.—Siesperamosunmomento—dijoFrockporfin—,elsistemadeemergencia

seconectará.Sólolosdébilescrujidosdeledificiorompíanelsilencio.Transcurrieronvarios

minutos. Margo percibió un extraño olor: un olor impío, fétido, casi rancio.Recordó,conunsollozodedesesperación,queya lohabíaolidounavez;en laexposiciónentinieblas.

—¿Ha…?—susurró.—Sí—siseóFrock—.Entreycierrelapuerta.Margotanteóelmarco,casisinaliento.—¿Doctor Frock? —susurró. El hedor aumentaba de intensidad—. ¿Puede

seguirelsonidodemivoz?—Nohaytiempo—murmuróelanciano—.Olvídesedemíymétasedentro.—No—replicóMargo—.Acérqueseamípocoapoco.

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Oyóquelasillarechinaba.Elhedoreracadavezmásfuerte;unoloratierraydescomposicióndeunpantano,mezcladoconelaromadulzóndecarnecaliente.Margooyóunresuello.

—Estoyaquí—musitóasututor—.Déseprisa,porfavor.Laoscuridad resultabaopresiva. La joven sepegóa laparedy reprimióun

frenéticoimpulsodehuir.Las ruedas chirriaron en la oscuridad y la silla chocó contra la pierna de

Margo,queempujóaFrockalinterior.Cerrólapuertaconfuerza,girólallaveyse dejó caer al suelo, mientras sollozos ahogados estremecían su cuerpo. Elsilencioreinabaenlaestancia.

Se oyó un arañazo en la puerta, suave al principio, más fuerte después.Margoseacurrucóyapoyóelcodocontralasilladeruedas.NotócómoeldoctorFrocklecogíalamanoconsuavidad.

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D'Agosta se incorporó entre los cristales rotos, aferró la radio y vio lasespaldas de los invitados que huían. Los gritos y chillidos se perdieron en lalejanía.

—¿Teniente?Unodesusagentes,Bailey,salíadedebajodeotravitrinaderribada.Lasala

sehabía convertido enun caos; objetos aplastados y diseminadospor el suelo,cristalesrotosportodaspartes,zapatos,bolsos,prendasderopa…Todoelmundohabía abandonado la galería, excepto D'Agosta, Bailey y el hombremuerto. Eltenientedirigióunafugazmiradaalcadáverdecapitado,sefijóenlasheridasdesu pecho, la ropa apelmazada a causa de la sangre seca, los intestinosgenerosamenteexpuestos,comoelrellenodeunanimaldisecado.Habíamuertohacía varios días, al parecer. Apartó la vista y volvió a mirarlo enseguida. Elhombrellevabauniformedepolicía.

—¡Bailey!—exclamó—.¿Quiénesestehombre?Elagenteseacercó,conlacarapálida.—Es difícil decirlo, pero creo que Fred Beauregard tenía un anillo de la

Academiagrandecomoése.—No joda—susurró D'Agosta. Se aproximómás y se agachó paramirar el

númerodelaplaca.Baileyasintió.—EsBeauregard.—¡Hostia!—D'Agostaseincorporó—.¿Noteníaunpermisodecuarentayocho

horas?—Exacto.Suúltimoturnofueelmiércolesporlatarde.—Entonces,haestadoaquídesde…—Eltenientefruncióelentrecejo—.Yese

hijoputadeCoffeysenegóarastrearlassalasdelaexposición.Voyahacerleunculonuevo.

—Estáherido,teniente—observóBailey.—Yamevendarémástarde—replicóconbrusquedadD'Agosta—.¿Dóndeestá

McNitt?—Nolosé.Laúltimavezquelovi,estabaatrapadoentrelamultitud.Ippolito surgió de una esquina alejada con la radio pegada a la boca. El

respetoqueD'Agostasentíaporeljefedeseguridadaumentóunpunto.«Talveznoseamuylisto,perotieneunpardehuevoscuandohacefalta.»

Laslucesperdieronintensidad.—HacundidoelpánicoenelPlanetario—dijoIppolitoporradio—.Dicenque

lapuertadeseguridadestábajando.—¡Malditosidiotas!¡Eslaúnicasalida!—D'Agostalevantósuradio—.Walden,

¿merecibe?¿Quéocurre?—¡Señor,estoeselcaos!McNittacabadesalirdelaexposición.Porpoconolo

cuenta.Noshemosdesplazadoalaentradaparaintentarquelagentesalgamásdespacio,peroesinútil.Haymuchaspersonasatrapadas,teniente.

Laslucesparpadearonporsegundavez.

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—Walden,¿estádescendiendo lapuertadeemergenciaquecomunicacon laRotonda?

—Espere un momento. —La radio zumbó—. ¡Mierda, sí! ¡Está a mitad decamino y sigue bajando! La multitud se apiña como ganado; aplastará a unadocenao…

Deprontolaexposiciónsesumióenlaoscuridad.Elimpactodealgopesadoalcaeralsueloseimpusoporuninstantealosgritosyloschillidos.

D'Agostasacóunalinterna.—Ippolito,sepuedesubirlapuertamanualmente,¿verdad?—Sí.Encualquiercaso,elsistemadeemergenciadeberíaconectarsedentro

deunse…—Nopodemosesperar,demodoquevamoshaciaallí.Yandeconcuidado,por

elamordeDios.Seencaminaronconcautelahacia laentradadelaexposición.Ippolitoabría

la marcha entre la confusión de cristales, madera rota y restos diversos.Fragmentos de objetos muy valiosos se esparcían por doquier. Los alaridosaumentabandevolumenamedidaqueseaproximabanalPlanetario.

D'Agosta, que seguía a Ippolito, no veía nada en la inmensa negrura de lasala.Hastalasvelasvotivashabíancaído.Eljefedesegundadenfocólaentradaconsulinterna.«¿Porquenoavanza?»,sepreguntóD'Agosta,irritado.DeprontoIppolitoretrocedió,presade lasnáuseas.La linternacayóalsueloyrodóhastaperderseenlaoscuridad.

—¿Quécoño…?—exclamóelteniente,echandoacorrerconBailey.Sedetuvoenseco.

El caos se había adueñado de la enorme sala. D'Agosta la iluminó con lalinternayrecordóelreportajesobreunterremotoquehabíavistoeneltelediariodelanoche.Laplataformaaparecíadestrozada,elatrilastillado.Sobreelestradode la orquesta descansaban sillas volcadas e instrumentos aplastados. Sobre elsuelo yacían restosde comida, ropasyprogramas impresos, así como cañasdebambúderribadasyorquídeaspisoteadas.

D'Agostadesvióelhazhacia laentradade laexposición.Lasaltascolumnasdemaderasehabíanderrumbado,ybajoellassobresalíanbrazosypiernas.

Baileyseacercóatodaprisa.—Hayporlomenosochopersonasaplastadas,teniente.Nocreoqueninguna

estéviva.—¿Algunodelosnuestros?—preguntóD'Agosta.—Temoquesí.CreoqueMcNittyWalden,yunodelosdepaisano.También

hayunpardeguardiasuniformados,ytresciviles,meparece.—¿Todosmuertos?—Esoparece.Nopuedomoveresascolumnas.—Mierda.—D'Agostaapartólavistaysefrotólafrente.Ungolpefuerteresonóenlasala.—Eslapuertadeseguridad,quesehacerrado—explicóIppolitoysesecóla

boca.SearrodillójuntoaBailey—.Oh,no.Martine…Joder,nopuedocreerlo.—SevolvióhaciaD'Agosta—.Martinecustodiabalaescaleraposterior.Debióvenirpara

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ayudaracontrolaralamuchedumbre.Eraunodemismejoreshombres…Eltenienteavanzóentrelascolumnasderribadas,esquivandomesasvolcadas

ysillasrotas.Sumanotodavíasangraba.Cuerposinertesyacíanenelsuelo,ynoconsiguióadivinarsiestabanvivosomuertos.Oyógritosprocedentesdel fondodelasalayhaciaallídirigiólalinterna.Lapuertadeemergenciasehabíacerradoporcompleto,yunamasadegenteseapiñabacontraella,golpeandoelmetalychillando.AlgunossevolvieroncuandoD'Agostalosiluminó.

Corrióhaciaelgrupo,ignorandolosgraznidosdesuradio.—¡Procurenconservarlacalma,yapártense!SoyeltenienteD'Agosta,dela

policíadeNuevaYork.Lamuchedumbresetranquilizóunpoco,yD'AgostallamóaIppolito.Observó

aloscongregadosyreconocióaWright,eldirector,aIanCuthbert,responsabledeaquellapayasada,aunamujerllamadaRickman,queparecíamuyimportante;enfin, las primeras cuarenta personas que habían entrado en la exposición. Lasprimerasenentrar,lasúltimasensalir.

—¡Escuchen! —vociferó—. El jefe de seguridad levantará la puerta deemergencia.Haganelfavorderetroceder.

Lospresentesobedecieron,yD'Agostaemitióungruñido involuntarioalvervarios miembros atrapados bajo la pesada plancha de metal. El suelo estabaresbaladizoacausadelasangre.Unodelosmiembrossemovíadébilmente,yseoíanleveschillidosalotroladodelapuerta.

—SantoDios—susurró—.Ippolito,abraesahijadeputa.—Ilumineaquí—pidió,señalandounosbotonessituadosjuntoalapuerta.Se

agachóytecleóunascifras.Esperaron.Ippolitosemostróperplejo.—Noloentiendo…Pulsólosnúmerosdenuevo,estavezconmayorlentitud.—Nohaycorrienteeléctrica—dijoD'Agosta.—No tendría que importar —replicó Ippolito, tecleando frenéticamente por

terceravez—.Elsistemadisponedeungrupoelectrógeno.Lamultitudcomenzóamurmurar.—¡Estamosatrapados!—exclamóunhombre.D'Agostaenfocóaloscongregados.—Cálmense todos. El cadáver de la exposición llevamuerto dos días, como

mínimo. ¿Lo entienden?Dos días. El asesino semarchó después de cometer elcrimen.

—¿Cómolosabe?—espetóelmismohombre.—Cierreelpicoyescuche—ordenóD'Agosta—.Lossacaremosdeaquí.Sino

podemosabrir lapuerta, loharándesde fuera.Tal vez tardemosunosminutos.Entretanto, manténgase apartados de la puerta, permanezcan juntos, busquensillasquenosehayanrotoysiéntense.¿Deacuerdo?Nopuedenhacernada.

Wrightseadelantóydijo:—Escuche, agente; hemos de salir de aquí. ¡Ippolito, por el amor de Dios,

abraesapuerta!

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—¡Unmomento!—bramóD'Agosta—.DoctorWright,hagael favordeunirseal grupo.—Observó los rostrosque lomiraban conexpresiónde terror—. ¿Hayalgúnmédicoentreustedes?—Silencio—.¿Enfermeras?¿ATS?

—Yoséalgodeprimerosauxilios—respondióalguien.—Estupendo.Señor…—ArthurPound.—Pound, consiga un par de voluntarios para que le ayuden. Hay varias

personas atrapadas. Necesito saber el número y su estado. Hay un agenteapostado en la entrada de la exposición, Bailey, que podrá echarle unamano.Tiene una linterna. También necesitamos un voluntario que se ocupe de reunirvelas.

Un joven flaco, vestido con un esmoquin arrugado, surgió de la oscuridad.Terminódemasticarytragó.

—Yocolaboraréeneso—seofreció.—¿Nombre?—Smithback.—Deacuerdo,Smithback.¿Tienecerillas?—Sí.El alcalde se adelantó. Tenía la cara manchada de sangre, y un ojo

ligeramenteamoratado.—Yotambiénayudaré.D'Agostalomiróasombrado.—¡AlcaldeHarper!Talvezpuedaencargarsedelpersonal.Tranquilícelos.—Porsupuesto,teniente.Laradiodeéstechirriódenuevo.—D'Agosta,soyCoffey.D'Agosta,¿merecibe?¿Quécoñoocurreahí?Elpolicíahablóconrapidez:—Hayalmenosochomuertos, tal vezmás, yunnúmero indeterminadode

heridos.Supongoque sehabráenteradodeque sehaquedadogenteatrapadabajo la jodidapuerta. Ippolitonopuedeabrirla.Aquí somos treintao cuarenta,incluyendoaWrightyalalcalde.

—¡Elalcalde!¡Mierda!Escuche,D'Agosta,elsistemaelectrónicohafalladoensu totalidad, yelmanualdeeste lado tampoco funciona.Conseguiréunequipoconacetilenoparaquecortelaplancha.Seguramentetardaráunrato;esapuertaestáconstruidacomolacámaraacorazadadeunbanco.¿Elalcaldeseencuentrabien?

—Sí.¿DóndeestáPendergast?—Notengoniidea.—¿Quiénmáshaquedadoatrapadoenelinteriordelperímetro?—Aún no lo sé —admitió Coffey—. Los informes empiezan a llegar. Había

algunoshombresenlasaladeordenadores,yGarcíayotrosmássehallabanenelmandodeseguridad.Quizáhayamásenotrasplantas.Aquíhayvariosagentesdepaisanoyguardias. Lamultitud losarrolló,yalgunos resultaronmalheridos.¿Quécoñohasucedidoenlaexposición,D'Agosta?

—Descubrieronelcadáverdeunodemishombrestendidoenloaltodeuna

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vitrina;destripado,comolosdemás.—Hizounapausayagregóconamargura—:Si me hubiera permitido efectuar el rastreo que le pedí, nada de esto habríaocurrido.

Laradiochirrióotravezyenmudeció.—¡Pound!—llamóD'Agosta—.¿Cuántasbajashay?—Hemosencontradounhombrevivo;porpoconolocuenta—contestóPound,

agachadojuntoaunaformainerte—.Losdemásmurieronaplastados;talvezunparacausadeuninfarto.

—Atiendaalsuperviviente—indicóD'Agosta.Laradiozumbó.—¿TenienteD'Agosta?—dijounavozronca—.SoyGarcía,desdeelmandode

seguridad,señor.Tenemos…Unpitidoseimpusosobrelavoz.—¿García?¡García!¿Quépasa?—exclamóeltenienteD'Agosta.—Losiento,señor,laspilasdeestetransmisorestánagotándose.Pendergast

sehapuestoencontactoconnosotros.Selopaso.Eltenienteoyólavozquetanbienconocía.—Vincent.—¡Pendergast!¿Dóndeestá?—Enelsótano,sección29.Tengoentendidoqueelmuseosehaquedadosin

corrienteeléctricayqueestamosatrapadosenelmódulodos.Metemoquedebocomunicarlemásmalasnoticias.¿Puedetrasladarseaunrincóndondepodamoshablarenprivado?

D'Agostasealejódelamultitud.—¿Quésucede?—preguntóenvozbaja.—Escucheconatención,Vincent.Hevistoaquíabajoalgoquenohelogrado

identificar.Setratadeunacriaturagrande,ycreoquenoeshumana.—Nometomeelpelo,Pendergast.Ahorano.—Hablomuyenserio,Vincent.Éstanoeslamalanoticia.Lamalanoticiaes

quetalvezsedesplazahaciaustedes.—¿Quéquieredecir?¿Quéclasedeanimales?—Loreconocerácuandoestécerca.Despideunolor inconfundible.¿Conqué

armascuenta?—Veamos…Tresfusilesdelcalibredoce,unparderevólveresreglamentarios,

dospistolasdetiro,yquizáalgomás.—Olvide las pistolas. Atienda, hemos de hablar deprisa. Evacue a todo el

mundo. Ese ser pasó junto a mí antes de que se fuera la luz. Lo vi por laventanilla de un cuarto de almacenamiento, y parecía muy grande. Camina acuatropatas.Ledisparédosveces,ydespuésdesaparecióporunaescaleraquehay al final de este pasillo. He consultado unos planos antiguos que he traído.¿Sabedóndedesembocaesaescalera?

—No—contestóD'Agosta.—Sóloconduceapisosalternos.Tambiénbajaalsubsótano,peronopodemos

suponer que esa cosa se dirija ahí. Hay una salida en la cuarta planta, y otradetrásdelPlanetario,enlazonadeserviciosituadatraselestrado.

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—Pendergast, no me lo ponga más difícil aún. ¿Qué coño quiere quehagamos?

—Coloqueasushombres,armadosconfusiles,anteesapuerta.Si labestiaaparece,disparen. Puedequeyahaya salido,no lo sé.Vincent, le acertéen lacabezaconunabaladel45deforrometálico,yéstarebotó.

De haberse tratado de cualquier otra persona, D'Agosta habría sospechadoqueseburlabadeélohabíaenloquecido.

—Deacuerdo,¿cuándoocurrióeso?—Lovihacepocosminutos,inmediatamenteantesdequesefueralaluz.Le

disparé, pero fallé. Bajé para efectuar un reconocimiento hace unmomento. Elpasillonotienesalida,ylabestiahadesaparecido.Laúnicasalidaeslaescaleraqueconduceadóndesehallanustedes.Quizásehayaescondidoenlaescalera,otalvez,si tienensuerte,hayasubidoaotropiso.Sóloséquenohavueltoporaquí.

D'Agostatragósaliva.—Sipuedebajaralsótano,reúnaseconmigo.Estosplanosparecenmostrarla

salida. Volveremos a hablar cuando se encuentre en un sitio más seguro.¿Comprendido?

—Sí.—Otracosa,Vincent.—¿Qué?—Estemonstruosabeabrirycerrarpuertas.D'Agosta guardó la radio, se humedeció los labios y observó al grupo de

personas. Lamayoría, sentada en el suelo, parecía aturdida,mientras el restointentabaencenderlasvelasqueellarguiruchohabíareunido.

D'Agostahablóaloscongregadosconlamayorsuavidadposible:—Acérquenseaquíyapóyensecontralapared.Apaguenlasvelas.—¿Quépasa?—exclamóalguien.EltenientereconociólavozdeWright.—Silencio.Obedezcan.Usted,Smithback,dejeesoyvengaaquí.La radio zumbó mientras D'Agosta paseaba el foco de la linterna por el

recinto.Lanegruraquereinabaen losrinconesmásalejadosparecíadevorar laluz. En el centro de la sala unas velas encendidas rodeaban una forma inerte.Poundyotrapersonaestabaninclinadossobreella.

—¡Pound!—llamó—.Ustedesdos,venganaquí.—Peroaúnestávivo…—¡Venganahoramismo!—Sevolvióhacia lamultitudapiñada—.Noquiero

quenadiesemuevaohagaelmenorruido.BaileyeIppolito,cojanlosfusilesysíganme.

—¿Hanoídoeso?¿Paraquénecesitanlasarmas?—vociferóWright.D'AgostareconociólavozdeCoffeyensuradioylaapagóconunmovimiento

brusco. Los tres hombres avanzaban con cautela hacia el centro de la sala,mientrasloshacesdelaslinternastaladrabanlaoscuridadqueseextendíaanteellos.D'Agostaenfocólapared,localizólazonadeservicio,elcontornoborrosodelapuertadelaescalera.Estabacerrada.Creyócaptarunolorextrañoenelaire,unpeculiarolorapodridoquenoconsiguióidentificar.Encualquiercaso,lasala

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hedía;lamitaddelosmalditosinvitadosdebíadehaberperdidoelcontroldesusesfínterescuandolaslucesseapagaron.

Guióasuscompañeroshacialazonadeservicioysedetuvo.—SegúnPendergast,talvezhayunser,unanimal,enesaescalera—susurró.—SegúnPendergast—mascullóconsarcasmoIppolito.—Déjesedechorradas,Ippolito,yescuche.Nopodemosquedarnosdebrazos

cruzados. Entraremos ahí, ¿entendido? Lo haremos según las normas; segurosfuera, balas en las cámaras. Bailey, usted abrirá la puerta, y nos iluminará.Ippolito,ustedcubriráel tramodeescaleraquesube;yomeencargarédelquebaja.Siveunapersona,exija la identificaciónydisparesino laobtiene.Siveotracosa,disparealinstante.Actuaremoscuandoyohagaunaseñal.

D'Agosta apagó su linterna, la deslizó en un bolsillo y aferró con fuerza elfusil.AcontinuaciónindicóconuncabeceoaBaileyquedirigieraelhazdeluzalapuerta.Cerrólosojosymusitóunabreveoraciónenlaoscuridad.Porúltimo,diolaseñal.

IppolitosecolocóaunladodelapuertacuandoBaileylaabrió.D'Agostayeljefe de seguridad se precipitaron al instante, seguidos de Bailey, que trazó unvelozsemicírculoconelfocodelalinterna.

Un horrible hedor les aguardaba en la escalera. D'Agosta descendió unoscuantosescalonesen las tinieblas, sintióun súbitomovimientoarribayoyóungruñido siniestro que lo paralizó, seguido de un golpe sordo, como si alguienestampaba una toalla empapada contra la pared. Entonces cosas mojadasmancharon lapared,yalgunasgotas cayeronsobre su cara.Sedio lavueltaydisparócontraalgograndeyoscuro.Laluzgirólocamente.

—¡Mierda!—oyóquemascullabaBailey.—¡Bailey,nopermitaqueentreenlasala!D'Agostadisparóunayotravezen laoscuridad,haciaarribayabajo,hasta

que la recámara se vació. El olor acre de la pólvora se mezcló con el hedornauseabundo,mientrasresonabanchillidosenelPlanetario.

Temblando,eltenientesubióhastaunrellano,casitropezóconalgoyentróenlasala.

—Bailey,¿dóndeestáeso?—exclamó,mientrascargabaelfusil.—¡Nolosé!—respondióBailey—.¡Noveonada!—¿Bajóoentró?«Dosbalasenelfusil.Tres…»—¡Nolosé,nolosé!D'Agosta sacó su linterna y enfocó a Bailey. El agente estaba cubierto de

coágulos de sangre. Tenía trocitos de carne adheridos al pelo y las cejas. Elhombresefrotabalosojos.Unolorfétidoimpregnabaelaire.

—Estoybien—dijoBailey—;meparece.Esque,contodaestamierdaen lacara,nopuedover.

Con el fusil apretado contra el muslo, D'Agosta paseó la luz por la saladescribiendo un veloz arco. El grupo, acurrucado contra la pared, parpadeóaterrorizado.DirigióelhazhacialaescalerayvioaIppolito,oloquequedabadeél, tendido en el rellano. Sangre oscura manaba sin cesar de sus intestinos

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expuestos.Lacosahabíaestadoesperandoapocospasosdelrellano.«Pero¿dóndecoño

está ahora?», se preguntó. Trazó desesperados círculos con la linterna. Habíadesaparecido.Latranquilidadreinabaenelrecinto.

No;algosemovíaenelcentrode lasala.Apesarde ladistanciay ladébilluz,el tenientedistinguióunaformagrandeyoscura inclinadasobreelhombreque yacía en la pista de baile. Los movimientos de la criatura eran bruscos,extraños. D'Agosta oyó al herido gemir una vez; después un tenue crujido ysilencio. El policía se colocó la linterna bajo la axila, levantó el fusil, apuntó yapretóelgatillo.

Seprodujoundestelloacompañadodeunrugido.Brotaronchillidosdelgrupoapiñado.Trasdosdisparosmás,larecámarasevaciódenuevo.

Eltenientebuscómáscartuchosy,alnoencontrarlos,arrojóelfusilysacólapistolareglamentaria.

—¡Bailey!—exclamó—.Reúnaatodoelmundoyprepáreseparasalir.Paseó el haz de la linterna por el suelo de la sala; la forma se había

esfumado.Avanzóconcautelahaciaelcuerpo.Atresmetrosdedistancia,violoquehabríapreferidonover;elcráneopartidoyelcerebroesparcidoporelpiso.Unasendadesangreconducíaalaexposición.Lacosasehabíadirigidoallíaloíreldisparo,ynopermaneceríamuchorato.

D'Agostadiounbrinco, rodeóa todaprisa las columnasderribadasymovióunade laspesadaspuertasdemaderahastaqueconsiguiócerrarla.Aloírunaspisadasvelocesypotentesenelrecintodelaexposición,seapresuróacerrarlaotra. Oyó que el pestillo caía. En ese instante las puertas se estremecieroncuandoalgopesadolasgolpeó.

—¡Bailey!¡Quetodoelmundobajeporlaescalera!Laviolenciadelosembatesaumentó,yD'Agostaretrocedióinstintivamenteal

observarquelamaderacomenzabaaastillarse.Cuandoapuntólapistolahacialapuerta,oyógritosychillidosasuespalda.Habíanvistoa Ippolito.EscuchóqueBaileydiscutíaconWright.Trasunafuerteacometida,unaenormegrietaseabrióenlabasedelapuerta.

D'Agostacorrióhaciaelotroextremodelasala.—¡Bajenporlaescalera,ahoramismo!¡Ynomirenatrás!—¡No! —replicó Wright, que bloqueaba la escalera—. ¡Mire a Ippolito! ¡No

piensobajar!—¡Hayunasalida!—exclamóD'Agosta.—No,nolahay;encambioporlaexposición…—¡Hayalgoenlaexposición!—bramóelteniente—.¡Muévanse!Bailey apartó aWright de un empellón y empezó a empujar a través de la

puertaalagente,quegritabaytropezabaconelcadáverdeIppolito.«Almenos,elalcaldeaparentaserenidad—pensóD'Agosta—.Debiódepresenciarcosasaúnpeoresensuúltimaconferenciadeprensa.»

—¡No pienso bajar! —insistió el director—. Cuthbert, Lavinia, escuchadme.Ese sótano es una trampa mortal; lo sé. Subiremos, nos esconderemos en elcuartopisoyregresaremoscuandoelmonstruosehayamarchado.

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Los demás descendían ya por la escalera. D'Agosta oyó cómo lamadera seastillaba.Sedetuvounmomentoyobservóalastrespersonasquevacilabanenelrellano.

—Essuúltimaoportunidaddeacompañarnos—dijo.—IremosconeldoctorWright—anuncióladirectoraderelacionespúblicas.A

laluzdelalinterna,surostrodemacradoyaterradoparecíaunaaparición.Eltenientesevolviósindecirpalabraysiguióalgrupoquedescendía,oyendo

cómolavozdesesperadadeWrightsuplicabaquesubieran.

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49

Bajolaaltaarcadadelaentradaoestedelmuseo,Coffeycontemplabacómolalluviaazotabalastrabajadaspuertasdecristalybronce.Vociferabaconlaradiopegada a la boca, peroD'Agosta no contestaba. ¿Y qué era aquellamierda quePendergast había propagado respecto a un monstruo? Supuso que el tipo yaestabaacojonadodeentrada,yqueelapagónlehabíapuestofueradesí.Comodecostumbre,todoelmundolacagaba,yél,unavezmás,teníaque limpiar lamierda.

Enelexteriordos furgonesde lapolicía frenaronanteeledificio,yagentesconmaterialantidisturbiosseapearonparacortarenseguidaRiversideDrive.Oyóelaullidodelasambulanciasqueintentabancondesesperaciónabrirsepasoentrela masa compacta de coches de radio, camiones de bomberos y furgonetas deprensa.Sehabíanformadocorrillosdepersonasquellorabanohablaban,bajolalluvia o refugiados bajo la granmarquesina delmuseo.Miembros de la prensaconseguíansaltarseelcordónyplantabanmicrófonosycámarasantelacaradelagentehastaquelapolicíalosempujabahaciaatrás.

Coffey corrióbajo la lluviahacia la siluetaplateadade launidaddemandomóvil.Abriólapuertaposteriordeuntirónysaltódentro.

Enelinterior,gélidoyoscuro,variosagentesseencargabandecontrolarlasterminales. El resplandor de las pantallas teñía sus rostros de verde. Coffey seapoderódeunosauricularesysesentó.

—¡Reagrúpense!—exclamóenelcanaldemando—.¡TodoelpersonaldelFBIalaunidaddemandomóvil!—Cambiódecanal—.Mandodeseguridad.Quierouninformedelasituaciónactual.

SeoyólavozdeGarcía,cansadaytensa.—Fallo total del sistema todavía, señor. El sistema de emergencia no se ha

conectado,ynadiesabeporqué.Sólocontamoscon las linternasy laspilasdeestetransmisormóvil.

—¿Yqué?Queloconectenmanualmente.—Todo está regido por el ordenador, señor. Por lo visto, no hay conexión

manual.—¿Ylaspuertasdeseguridad?—Señor, todo el sistema empezó a fallar cuando se produjeron aquellas

bajadasdetensión.Creenqueesunproblemadehardware.Todaslaspuertasdeseguridadbajaron.

—¿Quéquieredecir?¿Todas?—Las puertas de seguridad de los cinco módulos se cerraron; no sólo ha

pasadoenelmódulodos.Elmuseoestácerradoacalycanto.—García,¿quiénsabemássobreestesistemadeseguridad?—YodiríaqueAllen.—Pásemelo.Siguióunabrevepausa.—AlhablaTomAllen.

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—Allen,¿quéocurreconlosmandosmanuales?¿Porquénofuncionan?—Elmismoproblemadehardware.Elsistemadeseguridadfueinstaladopor

otraempresa;undistribuidorjaponés.Estamosintentandolocalizarporteléfonoaalgúnrepresentante,peroresultadifícilporqueelsistematelefónicoesdigitalyseaveriócuandoelordenadorfalló.EstamosderivandotodaslasllamadasporeltransmisordeGarcía.Ni siquiera las líneasT I funcionan.Sehaproducidounareacciónencadenadesdequevolaronatiroseltablerodedistribución.

—¿Quién?Nosabíaque…—Un policía. ¿Cómo se llama? ¿Waters? Estaba de servicio en la sala de

ordenadores,creyóveralgo,disparóunpardeveceselfusilysecargóeltablerodedistribuciónprincipal.

—Escuche, Allen, quiero enviar un equipo para evacuar a las personasatrapadas en el Planetario. El alcalde está allí dentro, por los clavos de Cristo.¿Cómopodemosentrar?¿Podríamoscortarlapuertaesteparaentrarenlasala?

—Esaspuertasfuerondiseñadaspararetrasarelcorte.Podríarealizarse,perotardaríasiglos.

—¿Y por el subsótano? Me han comentado que es como un laberinto decatacumbas.

—Es posible que se pueda acceder desde ahí, pero no existen planoscompletosdelazona.

—Pueslasparedes.¿Podríamosabrirunagujeroenlasparedes?—Losmurosinferioresquesoportanelpesosonmuygruesos,hastanoventa

centímetros en algunas partes, y todas las paredes de albañileríamás antiguashansidoreforzadas.Elmódulodossólo tieneventanasen lasplantas terceraycuarta,yestánprotegidasconbarrasdehierro.Detodosmodos,lamayoríasondemasiadopequeñasparapasarporellas.

—Mierda.¿Yeltejado?—Todoslosmódulosestáncerrados,ycostaríamucho…—Maldita sea,Allen, le pregunto cuál es lamejor formademeter dentro a

algunoshombres.Sehizoelsilencio.—Lamejor forma de entrar sería por el tejado—dijo por fin la voz—. Las

puertasdeseguridaddelospisossuperioresnosontangruesas.Elmódulotresseextiende sobre el Planetario, por la quinta planta. Sin embargo, no es posiblepenetrar por allí, pues el tejado está blindado a causa de los laboratorios deradiografía.Encambiosísepodríaentrarporeltejadodelmódulocuatro.Podríacolocarseunacargaexplosivaenunadelaspuertasdeseguridadsituadasenlospasillosmásestrechos,yaccederasíalmódulotres.Unavezahí,podríapasarseporeltechodelPlanetario,dondehayunaportillaparapoderlimpiarycuidarlaaraña.Sinembargo,haydieciochometroshastaelsuelo.

—Volveré a llamarle. —Coffey pulsó un botón de la radio y vociferó—:¡Ippolito!Ippolito,¿merecibe?¿Quécoñoestápasandoenesasala?—Cambióala frecuencia de D'Agosta—. ¡D'Agosta! Soy Coffey. ¿Me recibe? —Recorriófrenéticamentelasfrecuencias—.¡Waters!

—AquíWaters,señor.

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—¿Quéhaocurrido,Waters?—Oíunruidoenelcuartodelainstalacióneléctricaydisparécomodisponen

lasordenanzas…—¿Ordenanzas?¡Idiotademierda!¡Nohayningunaordenanzaquedisponga

dispararcontraunruido!—Losiento,señor.Oíunruidofuerteygritosycarrerasenlaexposición.Creí

que…—Está acabado, Waters. Pediré que asen su culo y me lo sirvan en una

bandeja.Noloolvide.—Sí,señor.Se oyeron, procedentes del exterior, una tos, un chisporroteo y un rugido

cuando un generador portátil fue conectado. La puerta trasera de la unidad demandomóvilseabrióyentraronvariosagentesconlostrajesempapados.

—Losdemásyavienen,señor—anuncióuno.—Muybien.Dígales que nos reuniremos aquí dentro de cincominutos para

intentarsolucionarelproblema.Salió a la lluvia. Trabajadores de los servicios de emergencia transportaban

pesadasmaquinariasytanquesdeacetilenoamarillosporlaescalinatadelmuseo.CoffeycorrióbajolalluviaysubióporlaescaleradelaRotonda.Losmédicos

seapiñabanantelapuertametálicadeemergenciaquebloqueabalaentradaestealPlanetario.Coffeyoyóelzumbidodeunasierraquecortabahuesos.

—Dígamequéhay—pidióCoffeyaljefedelequipomédico.Sobre la mascarilla manchada de sangre, los ojos del doctor reflejaban

cansancio.—Aúnnosabemoselnúmero totaldeheridos:hayvariosenestadocrítico.

Estamosefectuandoalgunasamputaciones.Creoquealgunosmássesalvaríansisepudieralevantaresapuertaantesdemediahora.

Coffeynegóconlacabeza.—Dudodequeseaposible.Tendremosquecortarla.Seacercóuntrabajadordeemergencias.—Disponemos de algunasmantas térmicas con que podríamos cubrir a esa

gentemientrastrabajamos.Elagenteretrocedióylevantólaradio!—¡D'Agosta!¡Ippolito!¡Contesten!Silencio.Trasuntenuesiseo,seoyóunavoztensa:—AquíD'Agosta.Escuche,Coffey…—¿Dóndeestaba?Ledije…—Cierre el pico y escuche, Coffey. Estaba usted haciendo demasiado ruido;

tuvequesilenciarle.Noshallamosenelsubsótano,nosémuybiendónde.Unabestiamerodea por elmódulo dos. No bromeo, Coffey; es un jodidomonstruo.MatóaIppolitoysemetióenlasala.Tuvimosquesalir.

—¿Un qué? Está perdiendo la chaveta, D'Agosta. Cálmese, ¿me oye?Enviaremoshombresparaqueentrenporeltecho…

—¿Sí?Bien,serámejorquevayanbienpreparados,sipiensanhacerfrenteaesacosa.

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—D'Agosta,yomeocuparédeello.¿QuémedecíadeIppolito?—Estámuerto;destripado,comolosdemásfiambres.—Ylohizounmonstruo.Oh,sí,claro.¿Hayotroagentedepolicíaconusted,

D'Agosta?—Sí,Bailey.—Lerelevodesucargo.PásemeaBailey.—Quelefolleunpez.AquíestáBailey.—Sargento—ladróCoffey—,ustedestáalmandoahora.¿Cuáleslasituación?—SeñorCoffey,eltenientetienerazón.TuvimosqueabandonarelPlanetario.

Bajamosporlaescaleratraserasituadacercadelazonadeservicio.Somosunostreinta,incluidoelalcalde.Hayalgoahídentro.

—Nometoquelaspelotas,Bailey.¿Lohavisto?—Noestoysegurode loquevi,señor.D'Agostasí lovio.No imagina loque

hizoconIppolito…—Escuche,Bailey.Tranquilíceseytomeelmando,¿deacuerdo?—No,señor.Enloqueamíconcierne,eltenientecontinúaalmando.—¡Acabodedárseloausted!—Coffeyresoplóylevantólavista,enfurecido—.

Elhijoputahacortado.Greg Kawakita se erguía bajo la lluvia, inmóvil, entre una tormenta de

chillidos, sollozos y blasfemias. Permanecía ajeno al agua que le empapaba elcabello, losvehículosdeemergenciasquecirculaban, lassirenasqueaullabanolos invitadosaterradosque loempujabancuandopasabanasu lado.Unayotravez repetía en sumente lo queMargo y Frock le habían explicado. Avanzó endirección al museo, luego dio media vuelta lentamente, se ciñó el caladoesmoquinycaminóconairereflexivoenlaoscuridad.

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50

Margosesobresaltócuandounsegundodisparoresonóenelpasillo.—¿Qué ocurre? —exclamó. Notó que Frock le apretaba la mano con más

fuerza.Oyeronquealguiencorríafuera.Acontinuaciónelresplandoramarillentode

unalinternasecolópordebajodelapuerta.—Elolorempiezaadesvanecerse—susurró—.¿Creequesehaido?—Margo —murmuró Frock—, me ha salvado usted. Arriesgó su vida para

salvarlamía.Alguienllamóconsuavidadalapuerta.—¿Quiénes?—preguntóeldoctorconfirmeza.—Pendergast—respondióunavoz.Margoseapresuróaabrirlapuerta.ElagentedelFBIaparecióanteella,con

un revólver en una mano y planos arrugados en la otra. El traje negro biencortadocontrastabaconsucarasucia.Cerrólapuertatrasdesí.

—Mealegrodeencontrarlessanosysalvos—dijo.EnfocóaMargo,despuésaFrock.

—No tanto como nosotros —exclamó el profesor—. Bajamos para buscarlo.¿Fueustedquiendisparó?

—Sí.Supongoquefueustedquienmellamóavoces,—¡Meoyó!—dijoFrock—.Poresosupodóndelocalizarnos.Pendergastnegóconlacabeza.—No.—Tendió la linterna aMargo, para desdoblar los planos, que la joven

observó estaban cubiertos de anotaciones escritas a mano—. La SociedadHistórica de Nueva York se disgustará cuando vea las libertades que me hetomadoconsupropiedad—comentóconsequedadelagente.

—Pendergast —susurró Frock—, Margo y yo hemos descubierto qué es eseasesino.Hadeescucharnos.Nosetratadeunserhumanoounanimalconocido.Dejequeseloexpliquemos.

Elsureñolevantólavista.—Nonecesitoquemeconvenza,doctorFrock.Ésteparpadeó.—¿No?Entonces¿nosayudaráasuspender la inauguración,aevacuara los

asistentes?—Demasiado tarde —admitió Pendergast—. He hablado por la radio de la

policíaconeltenienteD'Agostayotros.Elfalloeléctriconosóloafectaalsótano,sino a todo el museo. El sistema de seguridad no ha funcionado, y todas laspuertasdeemergenciahanbajado.

—Significaeso…—empezóMargo.—Significaqueeledificiohaquedadodivididoencincoseccionesaisladas.Nos

hallamosenelmódulodos,al igualquelagenteatrapadaenelPlanetario.Yelmonstruo.

—¿Quéhaocurrido?—preguntóFrock.

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—Cundió el pánico aun antes de que se produjera el corte eléctrico y laspuertasdescendieran.Descubrieronenel interiordelaexposiciónelcadáverdeun agente de policía. Lamayoría de los invitados lograron salir, pero treinta ocuarentapermanecenencerradosenelPlanetario.—Sonrióconironía—.Visitélaexposiciónhaceunashoras.QueríaecharunvistazoaesaestatuilladeMbwundequemehabló.Sihubieraentradoporlaparteposteriorenlugardeporlapuertadelantera, tal vez habría encontrado el cadáver e impedido todo esto. Encualquiercaso,tuvelaoportunidaddeverlaestatuilla,doctorFrock.Setratadeunaexcelenterepresentación.Selodicealguienqueentiende.

Frocklomiróboquiabierto.—¿Lohavisto?—susurró.—Sí. Disparé contra él. Me hallaba en una esquina cercana a este cuarto

cuandooíquemellamaba.Eneseinstantepercibíunolorrepugnante.Meescondíenuncubículoylovipasaratravésdeunaventanilla.Salíydisparé,perolabalarebotó en la cabezadelmonstruo.Depronto las luces se apagaron. Lo seguí yobservéqueforcejeabaconestapuerta,resollando.—Elagenteabrióelcilindrodel revólver y sustituyó los dos cartuchos empleados—. Por eso supe que sehabíanrefugiadoaquí.

—Diosmío—musitóMargo.Pendergastenfundóelarma.—Ledisparéporsegundavez,peroapuntémalyerréeltiro.Vinehaciaaquí

ensubúsqueda,perolacosahabíadesaparecido.Sindudahuyóporlaescalerasituadaalfinaldelpasillo.Noexisteotrasalida.

—SeñorPendergast,dígameunacosa;¿quéaspectotenía?—preguntóFrock.—Sóloloviunmomento.Erabajo,deconstituciónfuerte.Caminabaacuatro

patas,peropodíaenderezarse.Estabacubiertoenpartedepelo.—Sehumedecióloslabiosyasintió—.Apesardequelaoscuridadmeimpidióobservarlo,diríaqueelescultordelaestatuillasabíaloquehacía.

Alaluzdelalinterna,Margoaprecióunaextrañamezclademiedo,júbiloytriunfoenelrostrodesututor.Súbitamente,unaseriedeexplosionesapagadasresonó sobre sus cabezas. Tras un breve silencio, otra ráfaga de disparos,máscercanosyruidosos,atronó.Pendergastmiróhaciaarribayaguzóeloído.

—¡D'Agosta! —dijo. Desenfundó el revólver, dejó caer los planos y salió alpasillo.

Margocorriótraséleiluminóelcorredor.Pendergastforcejeabaconlapuertade la escalera. Se arrodilló para examinar la cerradura, se levantó y propinóvariaspatadasalapuerta.

—Estácerrada—anunciócuandoregresó—.Creoqueesosdisparosprocedíandelaescalera.Algunasbalashandobladoelmarcodelapuertayestropeadolacerradura.—Enfundóelarmaysacólaradio—.¡TenienteD'Agosta!Vincent,¿meoye?

Esperó un momento. Después sacudió la cabeza y guardó la radio en elbolsillodelachaqueta.

—¿Estamosatrapadosaquí?—preguntóMargo.Pendergastnegóconlacabeza.

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—Creo que no. He pasado la tarde en estas bóvedas y túneles, intentandoaveriguarcómohabíaeludido labestianuestrosrastreos.Estosplanos,trazadosenelsiglopasado,soncomplicadosycontradictorios,peroparecequeindicanunarutadesalidadeledificioatravésdelsubsótano.Contodosellado,nonosquedaotro camino. Hay varias formas de acceder al subsótano desde esta parte delmuseo.

—¡Esosignificaquepodemosreunirnosconlagentequepermanecearribayescaparjuntos!—dijoMargo.

—Y también significa que la bestia puede volver al subsótano —replicó elagente con semblante sombrío—. Me temo que, si bien esas puertas deemergencia pueden impedir nuestro rescate, no estorbarán demasiado losmovimientosdelmonstruo.Creoque llevaaquí el tiempo suficienteparahaberdescubierto loscaminossecretosyquepuededesplazarseportodoelmuseo,almenosporlosnivelesinferiores,sinlamenordificultad.

Margoasintió.—Suponemos que vive en el museo desde hace años. Y creemos haber

averiguadocómoyporquévinoaquí.PendergastescrutóelrostrodeMargo.—NecesitoqueustedyeldoctorFrockmecuentencuantohayandescubierto

acercadeestacriatura,yloantesposible.Cuando se volvían para entrar en el cuarto, la joven oyó un tamborileo

lejano,comountruenosordo.Quedópetrificadayescuchóconatención.Quizásetratasedeunavoz,aunquenoestabaseguradesillorabaogritaba.

—¿Quéhasidoeso?—susurró.—Eso —respondió Pendergast en voz baja— es el ruido de la gente de la

escalera,quecorreparasalvarlavida.

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Aladébil luzquesefiltrabaporlaventanaenrejadadel laboratorio,Wrightapenas podía vislumbrar el antiguo archivador. Por fortuna el laboratorio seencontrabadentrodelperímetrodelmódulodos,pensó.Noporprimeravez,sealegró de haber conservado su antiguo laboratorio cuando fue ascendido adirector. Lesproporcionaríaun refugio temporal,unpequeño respiro.Elmódulodoshabíaquedadocompletamenteaisladodelrestodelmuseo,yellossehabíanconvertido en sus prisioneros. Todas las barreras de emergencia, lascontraventanas y las puertas de seguridadhabíandescendido durante la averíaeléctrica; al menos eso había afirmado aquel incompetente agente de policía,D'Agosta.

—Alguienpagarámuycaroporesto—murmuróWright.Todosguardaronsilencio.Enaquellosmomentos,cuandoyahabíandejadode

huir,comenzabanacomprenderlamagnituddeldesastre.El director avanzó con cautela, abrió varios cajones del archivador y hurgó

entrelascarpetashastaencontrarloquebuscaba.—Ruger 38 Magnum—dijo, alzándola entre lasmanos—. Una gran pistola.

Puededetenercualquiercosa.—NoestoysegurodequeconsigadeteneraloquematóaIppolito—repuso

Cuthbert,depiejuntoalapuertadellaboratorio;unafigurainmóvilenmarcadaennegro.

—No te preocupes, Ian. Una sola de estas balas es capaz de perforar a unelefante. La compré después de que el viejo Shorter fuera asaltado por unvagabundo.Encualquiercaso,elmonstruonosubiráaquí.Ysilohace,nopodráderribaresapuerta.Esderoblemacizo,decincocentímetrosdeespesor.

—¿Quémedicesdeésa?Cuthbertseñalóhacialaparteposteriordeldespacho.—ÉsacomunicaconlaSaladelosDinosauriosCretácicos.Tambiénesderoble

macizo.—Encajó la Ruger en el cinturón—. Y esos idiotas se hanmetido en elsótanocomo lemmings.Tendríanquehabermehechocaso.—Revolviódenuevoenuncajónyextrajounalinterna—.Excelente.Haceañosquenolautilizo.

Laencendió,ysurgióuntenuerayoqueoscilódebidoaltemblordesumano.—Yodiríaquelequedapocavidaaesalinterna—murmuróCuthbert.Eldirectorlaapagó.—Sólolautilizaremosencasodeemergencia.—¡Por favor!—intervinoderepenteRickman—.Déjalaencendida,por favor,

sólounmomento.—Sentadasobreuntabureteenelcentrodelahabitación,uníayseparabalasmanosfrenéticamente—.¿Quévamosahacer,Winston?Hemosdetrazarunplan.

—Loprimeroesloprimero—dijoWright—.Necesitounacopa;éseeselplanA.Tengolosnerviosaflordepiel.

Sedirigióal fondodel laboratorioyenfocóunviejoarchivadordelquesacóunabotella.Seoyóuntintineo.

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—¿Ian?—preguntóWright.—No,gracias—contestóCuthbert.—¿Lavinia?—No,no;nopuedo.Wrightregresójuntoaellosysesentóanteunamesadetrabajo.Sesirvióun

vaso y lo vació en tres tragos.Volvió a llenarlo. El aroma cálidodelwhiskydemaltainundólahabitación.

—Tómateloconcalma,Winston—advirtióCuthbert.—No podemos quedarnos aquí, a oscuras —protestó Rickman, nerviosa—.

Debedehaberunasalidaenestaplanta.—Yatehedichoquetodoestásellado—replicóWright.—¿Y la Sala de los Dinosaurios? —preguntó la mujer, señalando la puerta

posterior.—Lavinia —dijo Wright—, la Sala de los Dinosaurios sólo dispone de una

entrada pública, que está sellada por una puerta de seguridad. Estamoscompletamenteatrapados.Detodasformas,nodebespreocuparte,porqueloquematóaIppolitoylosdemásnonosseguirá.Acecharáalapresafácil,elgrupoquevagaporelsótano.—Tomóuntragoydepositóelvasosobrelamesa—.Propongoque esperemos aquí otramedia hora y después bajemos a la exposición. Si elfluidoeléctriconoseharestablecidoylaspuertascontinúancerradas,existeotrasalida.Atravésdelaexposición.

—Alparecerconocestodaclasedeescondites—comentóCuthbert.—Ésteeramilaboratorio.Devezencuandomegustabajaraquíparahuirde

los quebraderos de cabeza administrativos y estar cerca demis dinosaurios.—Lanzóunarisitaybebió.

—Entiendo—dijoCuthbertconacritud.—Partedelaexposición«Supersticiones»sealzasobreloqueeraelantiguo

Nichode losTrilobites. Ledediquéunmontóndehorashacemuchosaños.Seacomo sea, detrás de un expositor de trilobites se ocultaba un pasadizo quecomunicaba con el corredor Broadway. La puerta fue entablada hace años paracolocar una vitrina. Estoy seguro de que cuando montaban «Supersticiones»,clavaronencimaunpaneldemaderaterciadaylopintaron.Podríamosderribarloapatadas,hacersaltarlacerraduradeundisparoencasonecesario.

—Esoparecefactible—observóRickman,másanimada.—Norecuerdohaberoídomencionarunapuertasemejanteenlaexposición—

repusoCuthbert,escéptico—.Estoyconvencidodequeseguridadhabríaconocidosuexistencia.

—Yatedigoquefuehaceaños—replicóWright—.Fueentabladayolvidada.Wrightaprovechóellargosilencioquesiguió,paraservirseotracopa.—Winston,dejadebeber—reprendióCuthbert.Tras tomar un largo trago, el director bajó la cabeza. Sus hombros se

hundieron.—Ian —murmuró por fin—, ¿cómo ha podido suceder esto? Estamos

arruinados,ytúlosabes.Cuthbertguardósilencio.

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—No enterremos al paciente antes del diagnóstico—terció Rickman con untonodesenfadadoquenolograbaocultarsudesesperación—.Unbuenrelacionespúblicaspuederepararelpeordaño.

—Lavinia, no estamos hablando de unas aspirinas envenenadas —repusoCuthbert—.Mediadocenadepersonashamuerto,talvezmás.El jodidoalcaldeestá atrapado en el sótano. Dentro de un par de horas, saldremos en losinformativosdetodoelpaís.

—Estamos arruinados —repitió Wright, que dejó escapar un sollozo leve yahogadoyapoyólacabezasobrelamesa.

—Mecagoenlaleche—mascullóCuthbert,cogiendolabotellayelvasoparaguardarlosenelarchivador.

—Todohaterminado,¿verdad?—gimióeldirectorsinalzarlacabeza.—Sí,Winston,todohaterminado—dijoCuthbert—.Laverdad,meconformo

conescaparvivodeésta.—Por favor, Ian, salgamos de aquí. ¡Por favor! —suplicó Rickman. —Se

levantóycaminóhacialapuertaqueWrighthabíacerradoylaabrióconfacilidad—.¡Noestabacerradaconllave!—exclamó.

—SantoDios—dijoCuthbert,poniéndoseenpiedeunsalto.Wright,conlacabezarecostadasobrelamesa,hurgóensubolsilloysacóuna

llave.—Cierralasdospuertas—ordenóconvozapagada.Rickmanintrodujolallave

enlacerraduraconmanotrémula.—¿Enquénoshemosequivocado?—preguntóWrightcontonoquejumbroso.—Esevidente—respondióCuthbert—.Hacecincoañostuvimoslaoportunidad

desolucionaresteproblema.—¿Aquéterefieres?—inquirióRickmanacercándoseaellos.—Losabesmuybien.Merefieroa ladesaparicióndeMontague.Deberíamos

habernosocupadodelproblemaentoncesen lugardeaparentarquenadahabíaocurrido; todaaquella sangreenel sótano, cercade las cajasdeWhittlesey, ladesaparición de Montague. En el fondo, ahora intuimos qué sucedió, perotendríamos que haber investigado el asunto entonces. ¿Te acuerdas, Winston?Estábamos sentados en tu despacho cuando Ippolito nos comunicó la noticia.Ordenaste que limpiaran el suelo y se olvidara el incidente. Nos lavamos lasmanosyconfiamosenqueelasesinodeMontague,fueraloquefuera,sehubieramarchado.

—¡Nohabíapruebasdequealguienhubierasidoasesinado!—bramóWright,levantando por fin la cabeza—. ¡Ningunaprueba de que fueraMontague! Podíahaberse tratado de un perro perdido, o algo por el estilo. ¿Cómo podíamossaberlo?

—No lo sabíamos, pero habríamos podido averiguarlo si hubieras permitidoque Ippolito informara a la policía de aquella carnicería. Y tú, Lavinia… Si norecuerdomal, temostrastedeacuerdoenquebastabacon limpiar todaaquellasangre.

—Nohabíaningunanecesidaddeprovocarunescándalo,Ian.Sabesmuybienque aquella sangre podía pertenecer a cualquier cosa—objetó Rickman—. Ian,

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fuistetúquieninsistióentrasladaraquellascajas,quienestabapreocupadoporsila exposición suscitaba preguntas sobre la expediciónWhittlesey, quien robó eldiarioymepidióque loguardarahastaque laexposiciónhubiera concluido.Eldiarionoencajabacontusteorías,¿verdad?

Elsubdirectorresopló.—Quépocosabes. JulianWhittleseyeraamigomío;almenos lohabíasido.

Discutimospor un artículo quepublicó y nuncanos reconciliamos. En cualquiercaso,yaesdemasiadotardeparaeso.Noqueríaqueeldiariosalieraalaluz.Susteoríaseranridículas.—Mirófijamentealadirectoraderelacionespúblicas—.Yosólo trataba, Lavinia, de proteger a un colega que se había vuelto un pocochiflado.Noencubríunasesinato.¿Yquémedicesdelosavistamientos?Winston,tú recibistevarios informeshaceunañodegentequehabíavistouoído cosasextrañasaaltashorasdelanoche.Nuncahicistenadaalrespecto,¿verdad?

—¿Qué podía hacer? ¿Quién lo habría creído? Eran informes absurdos,ridículos…

—¿Podemos cambiar de tema, por favor? —exclamó Rickman—. No puedopermanecer aquí, en la oscuridad. ¿Y si escapamos por las ventanas? Tal veztenderánunaredparaquesaltemos…

—Imposible—atajóWright.Exhalóunprofundosuspiroysefrotólosojos—.Esasbarrassondeacero,devarioscentímetrosdegrosor.—Paseólavistaporellaboratorio—¿Dóndeestáelwhisky?

—Yahasbebidobastante—replicóCuthbert.—Tú y tumalditamoral anglicana.—Se puso en pie con un esfuerzo y se

dirigióalarchivadorconpasovacilante.Enlaescalera,D'AgostaescudriñólafiguraborrosadeBailey.—Gracias.—Ustedmanda.El grupo de invitados, acurrucado unos peldaños más abajo, los esperaba,

entreresuellosysollozos.D'Agostasevolvióhaciaellos.—Muybien—susurró—.Hemosdeactuarconrapidez.Enelsiguienterellano

hayunapuertaque comunica conel sótano.Entraremosynos reuniremos conotragentequeconoceunasalida.¿Todoelmundolohaentendido?

—Lohemosentendido—contestóunavozqueD'Agostareconociócomoladelalcalde.

—Bien —asintió el teniente—. Muy bien, vámonos. Yo iré delante con lalinterna.Bailey,cubralaretaguardia.Infórmemesivealgo.

Elgrupodescendiópocoapoco.Alllegaralrellano,D'AgostaesperóhastaqueBaileyleindicóporseñasquepodíacontinuar.Agarróeltirador.

Nosemovió.D'Agostaloaccionódenuevo,conmásfuerza.Nohubosuerte.—¿Qué…?—Acercó la linternaal pomo—.Mierda—murmuró—.Que todoel

mundopermanezcaensusitio,enelmayorsilencioposible—dijoenvozmásalta—.Subiréparahablarconelagentedelaretaguardia.—Volviósobresuspasos—.Escuche,Bailey—susurró—,nopodemosentrarenelsótano.Algunasdelasbalasque disparamos rebotaron en la puerta, y la jamba se ha ido al carajo. Es

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imposibleabrirlasinunapalanca.DistinguióquelaspupilasdeBaileysedilataban.—¿Quévamosahacer?—preguntóelsargento—.¿Regresararriba?—Déjemepensarunmomento.¿Decuántamunicióndispone?Mequedanseis

balasenlapistolareglamentaria.—Nolosé.Quince,dieciséisbalas,talvez.—Maldita sea. No creo…—Se interrumpió súbitamente, apagó la linterna y

aguzóeloídoenlaenvolventeoscuridad.Unlevemovimientodeairetransportóunhedorimpío.

Baileyhincóunarodillaenelsueloyapuntóelfusilhaciaarriba.D'Agostasevolvióhaciaelgrupoqueaguardabaabajo.

—Bajentodosalsiguienterellano—masculló—.¡Deprisa!Trasunaseriedemurmullos,alguienprotestó:—¡Nopodemosbajarahí!¡Quedaremosatrapadosbajotierra!Larespuestadeltenientefueahogadaporundisparodefusil.—¡LaBestiadelMuseo!—exclamóunavoz,yelgrupocomenzóadescender

porlaescalera.—¡Bailey!—llamóD'Agosta,ensordecidoporladenotación—.¡Sígame,Bailey!D'Agostabajódeespaldas,empuñandolapistolaconunamanoaltiempoque

con la otra tanteaba la pared. Notó que la superficie se convertía en piedrahúmedaamedidaquedescendíahaciaelsótano.Miróhaciaarribayvioque lasiluetaborrosadeBaileyloseguía,jadeandoymascullandomaldiciones.Despuésdeloqueseleantojóunaeternidad,eltenientepisóelrellanodelsubsótano.Deprontoelsargentotropezóconél.

—Bailey,¿quécoñoera?—susurró.—Nolosé.Primeropercibíeseespantosooloryluegocreídistinguirdosojos

rojosenlaoscuridad.Disparé.D'Agostadirigióelhazdelalinternahaciaarriba.Laluzsólorevelósombrasy

piedraamarilla,toscamentelabrada.Elolorpersistía.Enfocóelgrupodeinvitadosycontóatodaprisa;treintayocho,incluidosBaileyyél.

—Muy bien —murmuró—. Nos hallamos en el subsótano. Me adelantaré, yustedesmeseguiráncuandohagaunaseñal.

Se volvió e iluminó la puerta. «Joder, esto es como la Torre de Londres»,pensó. La puerta metálica ennegrecida estaba reforzada con barras de hierrohorizontales. Cuando la abrió, un aire frío, húmedo y mohoso penetró en laescalera.Eltenienteechóaandary,aloírunchapoteodeagua,retrocedióybajólaluz.

—Escuchen—dijo—, corre aguapor aquí; unos siete u ocho centímetros deprofundidad.Entrendeunoenuno,deprisaperoconcuidado.Haydospeldañosalotroladodelapuerta.Bailey,ocupelaretaguardia.Ycierrelapuertaalsalir,porelamordeDios.

Pendergastcontólasbalasrestantes,lasguardóenelbolsilloymiróaFrock.—Fascinante,laverdad.Ungrantrabajodededucciónporsuparte.Lamento

haberdudadodeusted,profesor.Ésterestóimportanciaasusdisculpasconunmovimientodelamano.

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—¿Cómopodíaustedsaberlo?Además,fueMargoquiendescubrióeleslabónmás importante. Si no hubiera analizado esas fibras de embalaje, nunca lohabríamosaveriguado.

ElagentecabeceóendirecciónaMargo,quesehabíasentadosobreunagrancajademadera.

—Un trabajo brillante —elogió—. Podríamos contratarla para el laboratoriocriminológicodeBatonRouge.

—Suponiendo que yo permitiera que se marchara —replicó Frock—. Ysuponiendoquesalgamosvivosdeaquí,cosaquedudo.

—Y suponiendo que yo accediera a abandonar el museo —añadió Margo,sorprendidadesuspropiaspalabras.

Pendergastsevolvióhaciaella.—Meconstaqueconoceelcomportamientodeesemonstruomejorqueyo.De

todosmodos,¿creequesuplanfuncionará?Margorespiróhondoyasintió.—SielExtrapoladorestáenlocierto,labestiacazaporelolfatomásquepor

lavista.Ysisunecesidaddelaplantaestanfuertecomosospechamos…—Hizounapausayseencogiódehombros—.Eslaúnicaforma.

Pendergastpermanecióinmóvilunmomento.—Siasíconseguimossalvarlasvidasdelaspersonasatrapadasabajo,valela

pena intentarlo. —Sacó la radio—. ¿D'Agosta? —llamó, mientras sintonizaba elcanal—.D'Agosta,soyPendergast,¿Merecibe?

Laradioemitióunchirrido.—AquíD'Agosta.—D'Agosta,¿cuáleslasituación?—Nos topamos con el monstruo. Entró en la sala, mató a Ippolito y un

invitado herido. Bajamos por la escalera, pero la puerta que comunica con elsótanoestáatascada.Nohemostenidomásremedioquedirigirnosalsubsótano.

—Comprendido.¿Decuántasarmasdisponen?—Sólotuvimostiempodecogerunfusilyunapistolareglamentaria.—¿Dóndeseencuentranahora?—En el subsótano, tal vez a unos cincuenta metros de la puerta de la

escalera.—Escuche con atención, Vincent. He hablado con el profesor Frock. El

monstruoalquenosenfrentamosesmuyinteligente,talvezinclusotantocomoustedoyo.

—Hableporusted.—Si lo ve otra vez, no apunte a la cabeza, pues las balas rebotarán en el

cráneo,sinoalcuerpo.Trasunosminutosdesilencio,lavozdeD'Agostaregresó.—Escuche, Pendergast, ha de contar aCoffey todo esto.Ha decidido enviar

algunoshombres,ynocreoquetenganiideadeloqueleespera.—Haréloquepueda,peroantesdebemosintentarsacarlosdeahí.Esposible

queesabestialospersiga.—Nomejoda.

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—Puedensalirdelmuseoa travésdel subsótano,aunqueno resultará fácil.Estosplanossonmuyantiguosyquizánodemasiadofiables.Esposiblequehayaagua.

—Enestemomento,alcanzaunaalturadeunosquincecentímetros.Escuche,Pendergast,¿estásegurodeloquedice?Hayunatormentadelcopónfuera.

—Puedenelegirentreeldiluvioolabestia.Ustedessoncuarenta.Constituyenelblancomásevidente.Handemoverse,ydeprisa.Eslaúnicaescapatoria.

—¿Puedenreunirseconnosotros?—No.Hemosdecididoquedarnosaquíparaatraeralmonstruo.Nohaytiempo

para más explicaciones. Si nuestro plan funciona, nos reuniremos con ustedesmástarde.Graciasaestosplanos,hedescubiertoqueexistemásdeunamaneradeaccederalsubsótanodesdeelmódulodos.

—Joder,Pendergast,vayaconcuidado.—Ésa esmi intención. Ahora, escuche con atención. ¿Están en un pasadizo

largoyrecto?—Sí.—Estupendo. Cuando el pasillo se bifurque, avancen por la derecha.

Encontrarán otra bifurcación a unos cien metros. Entonces contacte conmigo.¿Comprendido?

—Comprendido.—Buena suerte. Corto. —Pendergast cambió de frecuencia al instante—.

Coffey,soyPendergast.¿Merecibe?—AquíCoffey.Pendergast,heintentadolocalizarledesde…—Ahoranohaytiempo.¿Haenviadounequipoderescate?—Sí.Estánapuntodesalir.—Pues ocúpese de que vayan equipados con armas automáticas pesadas,

cascos y chalecos antibalas. Ahí dentro hay un monstruo asesino y poderoso,Coffey.Yolohevisto.Sedesplazaporelmódulodos.

—¡Por los clavos de Cristo! Antes D'Agosta y ahora usted. Pendergast, siintenta…

—Sóloleavisaréunavezmás.Seenfrentaaunacriaturamonstruosa.Silasubestima,alláusted.Voyacortar.

—¡No,Pendergast,espere!Leordenoque…Pendergastapagólaradio.

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Avanzabanporeltúnelconlospieshundidosenelagua,mientraslostenueshaces de las linternas exploraban el techo y la corriente de aire acariciaba suscaras. D'Agosta estaba alarmado. La bestia podía aparecer por detrás deimproviso,porquenocaptaríansuhedor.

SedetuvounmomentoparaqueBaileylosalcanzara.—Teniente—dijoelalcalde,casi sinaliento—,¿estásegurodequehayuna

salidaporaquí?—Sólo puedo guiarme por las indicaciones del agente Pendergast, señor. Él

tienelosplanos.Loquesíleaseguroesquenoquierovolveratrás.El teniente y el grupo reanudaron lamarcha. Gotas oscuras y aceitosas se

desprendían del techo abovedado construido de ladrillos. Las paredes estabanincrustadas de limo. Todo el mundo guardaba silencio, excepto unamujer quelloraba.

—Perdone,teniente—dijoeljovenlarguirucho,Smithback.—¿Sí?—¿Leimportaríadecirmealgo?—Pregunte.—¿Quésientealtenerensusmanoslasvidasdecuarentapersonas,incluido

elalcaldedeNuevaYork?—¿Qué?—D'Agostasedetuvoymiróhaciaatrás—.¡Nomedigaquehayun

jodidoperiodistaconnosotros!—Bueno,yo…—Telefoneeajefaturayconcierteunacitaconmigo.D'Agostadirigióelhazdelalinternahaciaadelanteydescubriólabifurcación

deltúnel.Sedesvióhacialaderecha,talcomoPendergasthabíaindicado.Aquelpasillo formabaciertapendiente,yelagua fluía conmayor rapidez.El tenientetiródelaspernerasdesupantalónmientrasse internabaenlanegruraquelosaguardaba. La herida de la mano le dolía. Cuando el grupo dobló la esquina,D'Agostareparóconalivioenquelabrisayanoveníadecara.

Una ratamuerta, como una bola de billar de tamaño exagerado, se acercóflotandoychocócontralaspiernasdelagente.Alguiengruñóytratódealejarlaapatadas.Nadiemássequejó.

—¡Bailey!—llamóD'Agosta.—¿Sí?—¿Havistoalgo?—Ustedseráelprimeroensaberlo.—Comprendido.Llamaréarribaparapreguntarsihanconseguidorestablecer

lacorrienteeléctrica.—Cogiólaradio—.¿Coffey?—Recibido.Pendergastacabadecortar.¿Dóndesehallan?—En el subsótano. Pendergast tiene un plano.Nos guía por radio. ¿Cuándo

volverálaluz?—Noseaidiota,D'Agosta.Conseguiráquelosmatenatodos.Noparecequela

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luzvayaavolverpronto.RegresenalPlanetarioyesperenallí.DentrodeunpardeminutosenviaremosuncomandodelSWATparaqueentreporeltejado.

—Enesecaso,deberíasaberqueWright,Cuthbertyladirectoraderelacionespúblicas continúan arriba, probablemente en la cuarta planta; es la única otrasalidaporesaescalera.

—¿Quésignificaeso?¿Noselosllevóconusted?—Senegaronaacompañarnos.Wrightseplantó,ylosdemásleimitaron.—Por lovisto tuvieronmássentidocomúnqueusted.¿Elalcaldeestábien?

Déjemehablarconél.D'Agostapasólaradio.—¿Seencuentrabien,señor?—preguntóCoffeyconansiedad.—Estamosenbuenasmanosconelteniente.—Estoyconvencidodequedeberían regresaralPlanetarioyesperarayuda,

señor.UncomandodelSWATintervendrápararescatarlos.—He depositado toda mi confianza en el teniente D'Agosta. Usted debería

hacerlomismo.—Sí,señor,porsupuesto.Tengalaseguridaddequelograréquesalgadeahí

sanoysalvo,señor.—¿Coffey?—¿Señor?—Apartedemí,haytresdocenasdepersonasaquí;noloolvide.—Sóloquieroinformarle,señor,dequehemos…—¡Coffey!Metemoquenomehaentendido.Todaslasvidassonmerecedoras

delosesfuerzosdeustedysushombres.—Sí,señor.ElalcaldedevolviólaradioaD'Agosta.—¿Meequivoco,oesetalCoffeyesgilipollas?—murmuró.El tenienteguardó la radioen la fundaysiguióavanzandoporelpasadizo.

Luegosedetuvoyenfocóalgoquesealzabaanteellos.Setratabadeunapuertadeacero,cerrada.Elaguaoleaginosacorríaatravésdeunarejillasituadaenlabase.D'Agostaseacercóyobservóqueeramuyparecidaalapuertaquehabíaenla base de la escalera; maciza, de chapa doble, claveteada con remachesoxidados. Un viejo cerrojo de cobre, cubierto de cardenillo, estaba aseguradomedianteunagruesaanillametálica,clavadajuntoalmarco.D'Agostaagarróelcerrojoytirósinconseguirsoltarlo.

—¿Pendergast?—llamóD'Agosta.—Lerecibo.—Hemospasadolaprimerabifurcaciónynoshemostopadoconunapuertade

acerocerradaconllave.—¿Unapuertacerrada?¿Entrelaprimeraylasegundabifurcación?—Sí.—¿Ytomóelpasillodeladerechaenlaprimerabifurcación?—Sí.—Unmomento.Eltenienteoyóquepasabaunaspáginas.

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—Vincent,regresealabifurcaciónytomeeltúneldelaizquierda.¡Deprisa!D'Agostagiróenredondo.—¡Bailey!Volvemosalaúltimabifurcación.Vamos,deprisa.Elgrupodiomediavuelta,entremurmulloscansados.—¡Esperen!—exclamóBailey desde la cabeza del grupo—.Hostia, teniente,

¿lohuele?—No—respondió D'Agosta—. ¡Mierda!—exclamó cuando el fétido hedor los

envolvió—.¡Bailey,tendremosquedetenernosyresistir!Voyconusted.¡Dispareaesehijodeputa!

Cuthbert, sentado sobre la mesa, golpeaba distraídamente la superficiearañadaconlagomadeborrardeunlápiz.AlotroextremodelamesasehallabaWright,con lacabezaapoyadaen lasmanos.Rickman,depuntillas juntoaunaventana pequeña, movía la linterna entre los barrotes, apagándola yencendiéndola.Unbrevedestellodeluzrecortósudelgadasilueta,ydeinmediatoelestrépitodeuntruenoretumbóenellaboratorio.

—Estádiluviando—dijo—.Noveonada.—Ynadiepuedeverteati—replicóCuthbertconvozcansada—.Loúnicoque

consiguesconesoesagotarlaspilas.Talvezlasnecesitemosmástarde.Lamujerapagólaluzconunsuspiroaudible,ylaestanciasesumiódenuevo

enlastinieblas.—MepreguntoquéhizoconelcadáverdeMontague—susurróWright—.¿Lo

devoró?—Lanzóuna carcajada—. ¿Dónde está elwhisky? Ian,maldito escocés,¿dónde has escondido el whisky? —Cuthbert continuó dando golpecitos con ellápiz—.¡Lodevoró!Quizáconunpocodecurryyespecias. ¡PilafMontague!—Wrightrió.

Cuthbertselevantó,tendiólamanohaciaeldirectorylearrebatóla38delcinturón.Trascomprobarqueestabacargada,laintrodujoenelsuyo.

—¡Devuélvemeesoenseguida!—bramóWright.Cuthbertguardósilencio.—Eresunfanfarrón,Ian.Siemprehassidounfanfarróncelosoymezquino.Lo

primero que haré el lunes por lamañana será despedirte. De hecho, acabo dedespedirte.—Wrightsepusoenpieconunesfuerzo—.Despedido,¿meoyes?

Cuthbertsehallabaantelapuertadelanteradellaboratorio,escuchando.—¿Quéocurre?—preguntóRickman,inquieta.Elsubdirectorlevantóunamanoconbrusquedad.Silencio.Porfin,Cuthbertseapartódelapuerta.—Meparecióoírunruido.—MiróaRickman—.Lavinia,¿puedesacercarteun

momento?—¿Quépasa?—preguntólamujer,sinaliento.—Dame la linterna. Ahora, escucha. No quiero alarmarte, pero si algo

sucediera…—¿Aquéterefieres?—interrumpióellaconvoztemblorosa.—Elasesinocontinúasuelto.Noestoysegurodequeestemosasalvoaquí.—¡Perolapuerta!Winstonafirmóqueteníacincocentímetrosdeespesor…

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—Losé.Quizátodoacabebien.Encualquiercaso,laspuertasdelaexposicióneran aún más gruesas que ésta, y preferiría tomar algunas precauciones.Ayúdameatrasladarlamesahastalapuerta.

Sevolvióhaciaeldirector,quelomiróconojosturbiosyexclamó:—¡Despedido!Quierotuescritoriodespejadoalascincodelatardedellunes.CuthbertobligóaWrightaponerseenpieylosentóenunasillacercana.Con

laayudadeRickman,colocólamesaantelapuertaderobledellaboratorio.—Al menos esto le retendrá un poco —dijo, sacudiéndose el polvo de la

chaqueta— losuficienteparapermitirmedispararvariasveces, consuerte.A laprimera señal de problemas, escóndete en la Sala de los Dinosaurios. Con laspuertasdeseguridadbajadas,nohayotraformadeentrarenlasala.—Cuthbertpaseólavistaporlahabitación—.Entretanto,intentemosromperesaventana.Talvezalguienoiganuestrosgritos.

Wrightrió.—No podéis romper la ventana; no podéis, no podéis. Es un cristal muy

fuerte.Elsubdirectordeambulóporellaboratoriohastaqueporfinlocalizóunapieza

dehierroangular.Cuandolaarrojóentrelosbarrotes,rebotóenelcristal.—Me cago en la leche —masculló, frotándose las palmas de las manos—.

Podríamospegarleuntiro.¿Tienesmásbalasescondidas?—Meniegoahablarcontigo—replicóWright.Cuthbertabrióelarchivadoryrebuscóenlaoscuridad.—Nada—dijopor fin—.Nopodemosdesperdiciar lasbalasconesaventana.

Sólocontamosconcinco.—Nada,nada,nada.¿NodijoesoelreyLear?Cuthbert exhaló un profundo suspiro y se sentó. En la habitación volvió a

reinarelsilencio,sólorotoporelviento,lalluviaylostruenoslejanos.PendergastbajólaradioysevolvióhaciaMargo.—D'Agostatienedificultades.Hemosdeactuarconrapidez.—Déjemeaquí—pidióFrockenvozbaja—.Nosoymásqueunestorbo.—Ungestogalante—comentóPendergast—,peronecesitamossucerebro.Seencaminólentamentehaciaelpasillo,iluminóconlalinternaamboslados

e indicó conuna señaquenohabíapeligro.Margoempujó la silla de ruedas ysalióatodaprisa.

Mientras avanzaban, Frock murmuraba de vez en cuando algunasindicaciones. Con la pistola desenfundada, Pendergast se detenía en cadaintersecciónparaescucharyhusmearelaire.Alcabodeunosminutos,relevóaMargoyempujólasillasinqueellaprotestara.Doblaronunaesquinaylapuertadelazonadeseguridadaparecióanteellos.

Porenésimavez,Margorezóensilencioparaquesuplanfuncionara,paranocondenarles,incluidalagenteatrapadaenelsubsótano,aunamuertehorrible.

—¡Terceraaladerecha!—dijoFrockcuandoentraronenlazonadeseguridad—.¿Seacuerdadelacombinación,Margo?

Ellahizogirareldisco,tiródelapalanca,ylapuertaseabrió.Pendergastseadelantóysearrodillójuntoalacajamáspequeña.

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—Espere—dijoMargo.Pendergastsedetuvoyenarcólascejasenexpresióninquisitiva.—Nopermitaqueelolor le impregne—advirtió la joven—.Recoja las fibras

enlachaqueta.Elagentevaciló.—Tome—ofrecióFrock—.Utilicemipañueloparasacarlas.Pendergastloexaminó.—Bien,sielprofesorpuededonarunpañuelodeciendólares—dijoconironía

—,supongoqueyopuedodonarmichaqueta.Cogió laradioy la libreta, lasguardódentrode lospantalonesysequitó la

chaqueta.—¿Desde cuándo los agentes del FBI visten trajes de Armani? —bromeó

Margo.—¿Desde cuándo las graduadas en etnofarmacología saben reconocerlos?—

replicó Pendergastmientras extendía con cuidado la chaqueta sobreel suelo.Acontinuación recogió varios puñados de fibras y los depositó con suma cautelasobrelatela.Porfin,embutióelpañueloenunamangaylaanudóalaotratrasdoblarlaprenda.

—Necesitaremosunacuerdaparaarrastrarla—indicóMargo.—Veocuerdasdeembalaralrededordeaquellacaja—dijoFrock.Pendergastatóunaalachaquetaydeslizóelbultoporelsuelo.—Parecequeaguantará—dijo—.Esunapenaquenohayanbarridoelsuelo

enmuchotiempo.—SevolvióhaciaMargo—.¿Dejaráelsuficienteolorparaquelabestianossiga?

Frockasintióvigorosamente.—ElExtrapoladorcalculaqueelsentidodelolfatodelmonstruoesmuchomás

agudo que el nuestro. Recuerde que fue capaz de seguir el rastro de las cajashastaestacámara.

—¿Yestásegurodequela…cenadeestanochenolehasaciado?—SeñorPendergast,lahormonahumanaesunpobresustituto.Creemosque

la bestia vive de esta planta. —Frock asintió de nuevo—. Si huele fibras enabundancia,seguiráelrastro.

—Vamosaello,pues—dijoPendergast,levantandoelfardoconcautela—.Elaccesoalternoalsubsótanoseencuentraavarioscientosdemetrosdeaquí.Siustedtienerazón,noshemosconvertidoenelgrupomásvulnerable.Elmonstruonosperseguirá.

Margo empujó la silla de ruedas, precedida por el agente. Tras cerrar lapuerta, lostresavanzaronabuenpasoporelpasilloendirecciónalsilenciodelsótanoantiguo.

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53

Acuclillado sobre el agua, D'Agosta avanzaba al tiempo que apuntaba lapistolahacialaoscuridad.Habíaapagadolalinternaparanodelatarsuposición.Elaguafluíaconrapidezentresusmuslos,ysuoloraalgasylimosemezclabaconelhedorfétidodelmonstruo.

—¿Estáahí,Bailey?—susurró.—Sí—contestóelsargento—.Estoyesperandoenlaprimerabifurcación.—Usted cuenta con más munición que yo. Si despistamos a ese mamón,

monteguardiamientrasyoretrocedoytratoderomperelcerrojoatiros.—Conforme.El teniente caminó hacia Bailey, con las piernas entumecidas por el agua

helada.Depronto,delaoscuridadqueseextendíaanteélsurgióunaconfusiónde sonidos;un chapoteo suave, luegootro,muchomas cerca.Baileydisparóelfusildosveces,yvariaspersonasdelgrupocomenzaronagemir.

—¡Jesús!EltenienteoyóelgritodeBailey,despuésunchasquido,ysintióqueelagua

seagitabaanteél.—¡Bailey!—llamó,perosólolerespondióelgorgoteodelagua.Sacólalinternaeiluminóeltúnel.Nada.—¡Bailey!Variaspersonassehabíanechadoallorar,yalguienchillabahistéricamente.—¡Cállense!—pidióD'Agosta—.¡Tengoqueescuchar!Losalaridosseapagarondeinmediato.Elpolicíapaseólaluzporlasparedes

y el techo, perono vio nada.Bailey sehabía desvanecido, y el hedor sehabíaalejado de nuevo. Tal vez el sargento había alcanzado al cabrón, o tal vez labestia había retrocedido al oír las detonaciones. Enfocó el agua y observó quefluíarojaentresuspiernas.Untrozodeuniformeazulpasóflotandoasulado.

—¡Necesitoayudaaquí!—mascullósinvolverse.Smithbackseacercóalinstante.—Apuntelaluzaesepasaje—indicóD'Agosta.Tanteóelsuelodepiedraconlosdedos.Reparóenqueelaguaparecíahaber

aumentadodenivel.Seinclinóyalgoflotóbajosunariz,unpedazodeBailey.Seincorporódeinmediato.

—Smithback, intentarévolaratiroselcandado.Nopodemosretrocedermásconesabestia al acecho.Busqueun fusil enel agua.Si vealgo, ohuelealgo,dispare.

—¿Medejaaquísolo?—preguntóSmithback,vacilante.—Ustedtienelalinterna.Sóloseráunmomento.¿Escapazdehacerlo?—Lointentaré.D'AgostaapretóelhombrodeSmithbackyvolvió sobre suspasos.Para ser

periodista,eltíoteníaunpardehuevos.Unamanoleagarródelbrazomientrasvadeabaentreelgrupo.—Díganosquéhaocurrido,porfavor—sollozóunavozfemenina.

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D'Agostasesoltócondelicadezayoyóqueelalcaldehablabaconlamujer.Talvezvotaríaporelviejobastardoenlaspróximaselecciones.

—Que todo el mundo se eche hacia atrás —ordenó, colocándose ante lapuerta.Debía alejarse lomáximoposible para evitar queunabala le hiriera alrebotar,perolecostabaapuntarenlaoscuridad.

Seaproximóalapuerta,colocóelcañóncercadelcandadoyapretóelgatillo.Cuandoelhumosedisipó,encontróunlimpioagujeroenelcentrodelcandado,quesinembargohabíaresistidoalimpacto.

—Mierda—mascullóantesdedisparardenuevo.Elcandadodesapareció.Eltenienteapoyósupesocontralapuerta.—¡Quealguienmeecheunamano!—exclamó.Varias personas se precipitaron de inmediato sobre la puerta. Los

herrumbrososgoznescedieronconunchirrido,yelaguasecolóporlaabertura.—Smithback,¿haencontradoalgo?—¡Heconseguidolalinternadelsargento!—Buenchico.Vengaaquí.CuandoD'Agostacruzó lapuerta,observóquehabíaunaanillaalotro lado.

Dejóquepasaraelgrupoycontó;treintaysiete.Baileyhabíadesaparecido.—Muybien,cerraremosestetrasto—anuncióD'Agosta.Lapuertasecerrólentamentecontraelpotenteflujodeagua.—¡Smithback!Apunteunade las linternashaciaaquí.Quizápodamoshallar

unaformadeatrancarla.Laexaminóunsegundo.Siintroducíanunapiezademetalenlaanilla,talvez

lapuertaquedarasujeta.Sevolvióhaciaelgrupo.—¡Necesitoalgo,cualquiercosametálica!¿Alguientieneunapiezademetal

quepodamosutilizarparaasegurarlapuerta?ElalcaldepasóatodaprisaentreelgrupoyluegoseacercóaD'Agostapara

depositar una pequeña colección de objetos de metal en su mano. CuandoSmithbacklailuminó,eltenientedescubrióbroches,collaresypeines.

—Estonosirvedenada—murmuró.Trasunsúbitochapoteoyunprofundogruñido,elyafamiliarhedorsefiltró

por las tablillas inferiores de la puerta. Un golpe suave, un breve chirrido degoznes,ylapuertaseentreabrió.

—¡Joder!¡Ayúdenmeacerrarla!Como antes, la gente se abalanzó sobre la puerta hasta lograr ajustarla al

marco. Se oyó un ruido metálico y un golpe más fuerte cuando el monstruoencontróresistencia.Lapuertaseabrióunoscentímetros.

—¡Siganempujando!—vociferóD'Agosta.Otro rugido; después un tremendo impacto que obligó a los fugitivos a

retroceder.Lapuertacrujió,asediadapordospesosopuestos,ysiguióabriéndose,primero quince centímetros, después treinta. El hedor resultaba insoportable.D'Agosta vio que tres largas garras aparecían por la jamba, tanteaban lasuperficie y se lanzaban hacia adelante, extendiéndose y retrayéndosealternativamente.

—Jesús, María y José —oyó D'Agosta que decía el alcalde con tono muy

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sereno.Alguiencomenzóasalmodiarunaplegaria.Eltenientecolocóelcañóndela

pistolacercadelamonstruosidadydisparóunavez.Seoyóunterriblerugido,ylaformadesapareció.

—¡La linterna!—exclamóSmithback—.¡Encajaperfectamente!¡Métalaen laanilla!

—Nosquedaremosconunasolaluz—repusoD'Agosta.—¿Seleocurreunaideamejor?—No—susurróelpolicía—.¡Quetodoelmundoempuje!—vociferó.Por fin consiguieron ajustar la puerta al marco con un último empellón, y

Smithback introdujo en la anilla la linterna, que entró con facilidad. Mientrasrecobraban el aliento, se produjo otro impacto, y la puerta tembló, pero semantuvofirme.

—¡Corran!—ordenóD'Agosta—.¡Corran!Comenzaronachapotearporelaguaturbulenta,trastabillandoyresbalando.

D'Agostacayódebruces,selevantóysiguióavanzando,esforzándoseporignorarlos rugidosygolpesdelmonstruo, convencidodequeperdería la cordurasi lesprestabaatención.Seobligóapensaren la linterna.Eraunabuena linternadepolicía,pesada.Aguantaría.Rezóparaqueaguantara.Elgruposedetuvoen lasegundabifurcacióndeltúnel.«EshoradellamarporradioaPendergastysalirde este jodido laberinto», pensó el teniente. Se llevó lamano al estuche de laradioydescubrió,horrorizado,queestabavacío.

De pie en el puesto de seguridad avanzado, Coffey contemplaba elmonitorcon semblante sombrío. Le resultaba imposible comunicarse con Pendergast oD'Agosta. Dentro del perímetro, García y Waters, apostados en el mando deseguridad y la sala de ordenadores respectivamente, aún contestaban. ¿Acasohabíanmatadoatodos?Selerevolvióelestómagoalpensarenelalcaldemuertoylostitularesdelaprensa.

Cerca de la puertametálica de seguridad situada en el extremo este de laRotonda,unaantorchadeacetilenoparpadeabayarrojabasombrasfantasmalessobreelaltotecho.Eloloracredelacerofundidoimpregnabaelaire.Unsilencioextraño reinaba en la estancia. Aún se efectuaban amputaciones de urgenciajuntoalapuertadeseguridad.Elrestodeinvitadoshabíamarchadoasuscasasoa hospitales de la zona. Las barreras policiales habían logrado contener a losperiodistas.Unidadesdecuidadosintensivosmóvilesyotrosvehículossanitariosestabanestacionadosenlascallescercanas.

ElcomandantedelSWATseacercóaltiempoqueabrochabalahebilladeuncinturónconmunicionessobresumononegro.

—Estamospreparados—anunció.Coffeyasintió.—Explíquemelatáctica.El comandante empujó a un lado un grupo de teléfonos de emergencia y

extendióunahoja.—Nuestro observador de tiro, que dispone de planos detallados, nos guiará

por radio. Fase uno: practicaremos un agujero en el techo, aquí, para

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introducirnos en la quinta planta. Según los especialistas del sistema deseguridad, esta puerta de aquí volará con una carga, lo que nos facilitará elacceso al siguiente módulo. Después nos dirigiremos a este cuarto dealmacenamiento de la cuarta planta, situado encima del Planetario. Hay unatrampilla en el suelo quemantenimiento utiliza para limpiar y cuidar la araña.Nuestroshombresbajarán,eizaremosalosheridos.Fasedos:rescataralosdelsubsótano;elalcaldeyelgrupoqueestáconél.Fasetres: localizara losotrosquesehallandentrodelperímetro.Tengoentendidoquehaygenteatrapadaenlasaladeordenadoresyelmandodeseguridad.Eldirectordelmuseo,IanCuthberty una mujer aún no identificada quizá permanezcan arriba. ¿Usted no tieneagentesdentrodelperímetro,señor?ElhombredelaoficinadeNuevaOrleans…

—Yomeocuparédeél—atajóCoffey—.¿Quiénelaboróesteplan?—Nosotros,conlacolaboracióndelmandodeseguridad.EsetalAllentienelos

planosdelosmódulos.Encualquiercaso,segúnlosespecialistasdeestesistemadeseguridad…

—¿Ustedeslohicieron?¿Quiénmandaaquí?—Señor, como ya sabe, en situaciones de emergencia el comandante del

SWAT…—Quieroqueentrenahíymatenaesehijodeputa.¿Entendido?—Señor, nuestra prioridad es rescatar a los rehenes y salvar vidas. Sólo

entoncesnosocuparemosde…—¿Me está llamando estúpido, comandante? Si matamos a esa cosa, todos

nuestros problemas se solucionarán. Ésta no es una situación corriente,comandante,yrequiereunpensamientocreativo.

—Cuando un criminal mantiene rehenes, si se consigue liberar a éstos, seeliminaelpoderdelasesinoy…

—Comandante, ¿se durmió durante la reunión en que se planteó cómoafrontarlacrisis?Nohayunapersonaahídentro,sinounanimal.

—Perolosheridos…—Utilice a algunos de sus hombres para sacar a los malditos heridos. Los

demásseencargarándeperseguiraesacosaymatarla.Despuésrescataremosalosdemásconseguridadycomodidad.Ésassonsusórdenesdirectas.

—Locomprendo,señor.Noobstante,yorecomendaría…—Nome venga conmemeces, comandante. Actúe como ha planeado, pero

hagaeltrabajocorrecto.Mateaesemamón.ElcomandantemiróconcuriosidadaCoffey.—¿Estásegurodequesetratadeunanimal?Elagentevaciló.—Sí —respondió por fin—. No sé gran cosa sobre él; tan sólo que ya ha

matadoavariaspersonas.ElcomandanteclavólavistaenCoffey.—Bien, sea lo que sea, contamos conmunición suficiente para convertir en

fosfatinaaunamanadadeleones.—Lanecesitarán.Localiceaesacosayelimínela.Pendergast y Margo contemplaron el estrecho túnel de servicio que se

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adentraba en el subsótano. El agente trazó un círculo luminoso sobre el aguanegrayaceitosaquefluíapordebajodeellos.

—Cada vez es más profunda —comentó. Se volvió hacia Margo—. ¿Estáseguradequeelmonstruopuedesubirporestepozo?

—Casisegura.Esmuyágil.PendergastretrocedióydenuevotratódelocalizaraD'Agostaporradio.—Algohaocurrido—dijo—.Hacequinceminutosqueeltenientenosepone

en contacto conmigo; desde que se toparon con esa puerta cerrada.—Miró denuevohaciaelpozoquedescendíahaciaelsubsótano—.¿Cómopiensadejarunrastrodeolorcontodaestaagua?

—Calculaquepasaronporaquíhaceunrato,¿verdad?—preguntóMargo.Pendergastasintió.—La última vez que hablé con él, D'Agostame informó de que se hallaban

entre la primera y la segunda bifurcación. Si no han vuelto sobre sus pasos,debendeencontrarsebastantelejos.

—Enmiopinión—dijoMargo—,sitiramosalgunasfibrasalagua,lacorrientelasarrastraráhastaelmonstruo.

—Suponiendoquelabestiasea lobastante inteligenteparacomprenderquelasfibrasllegaronflotando.Delocontrario,lasseguirácorrienteabajo.

—Creoqueeslobastantelista—dijoFrock—.Nodebepensarenesesercomoenunanimal.Esposiblequeseacasitaninteligentecomounserhumano.

Pendergast utilizó el pañuelo para sacar algunas fibras del fardo ydiseminarlasalolargodelabasedeltúnel.Arrojóotropuñadoalagua.

—Nomuchas—advirtióFrock.PendergastmiróaMargo.—Esparciremos unas cuantasmás para establecer un buen rastro corriente

arriba, arrastraremos el fardo hasta la zona de seguridad y esperaremos. Latrampaestarátendida.

Despuésdeesparcirunasfibrasmás,aseguróelhato.—Con la rapidez conque fluyeel agua—dijo—, llegaráa labestiaenunos

minutos.¿Cuántocreequetardaráenreaccionar?—Silosdatosdelprogramadeextrapolaciónsoncorrectos—respondióFrock

—, la criatura puede avanzar a una gran velocidad; quizá a cuarenta y cincokilómetrosporhoraomás,sobretodoencasodenecesidad.Ysunecesidaddelasfibraspareceabrumadora.Nopodrádesplazarsetandeprisaporestoscorredores.Además,quizáelolorresidualquedejamosseadifícilderastrear,aunquedudodequeelaguarepresenteungranproblema.Lazonadeseguridadestácerca.

—Entiendo —dijo Pendergast—. Muy inquietante. «Quien esté decidido aluchar,queluche,porquehallegadoelmomento.»

—Ah—asintióelprofesor—.Alceo.Elagentenegóconlacabeza.—Anacreonte,doctor.¿Vamos?

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Smithback sostenía la linterna, cuyo haz parecía incapaz de penetrar lapalpableoscuridad.D'Agosta,másadelantado,empuñabalapistola.Elaguanegrafluíacomountorrenteporelinterminabletúnelydesaparecíaenlastinieblas.Oestaban descendiendo, o el agua estaba subiendo. Smithback sentía que leempujabalosmuslos.

Observóel rostrodeD'Agosta,sombríoy tenso,manchadopor lasangredeBailey.

—Nopuedoseguir—gimióalguientrasellos.Elperiodistaoyóquelavozdelalcalde(unavozdepolítico),tranquilizadora,

serena,decíaloquetodoelmundodeseabaoír.Unavezmás,pareciófuncionar.Smithbackechóunvistazoaldesalentadogrupo,formadopormujeresdelgadas,bienvestidas,yenjoyadas;ejecutivosdeedadmaduraataviadosconesmoquin,yyuppies de bancos y firmas legales. Ya conocía a todos e incluso les habíaadjudicado nombres y ocupaciones. Y ahí estaban, reducidos al mínimo comúndenominador,vagandoenlaoscuridaddeltúnel,cubiertosdefango,perseguidosporunabestiasalvaje.

Apesardelainquietud,elescritoraúnconservabalacapacidadderaciocinio.Alprincipiohabíaexperimentadounmomentodepuroterrorcuandocomprendióque los rumores acerca de la Bestia del Museo eran ciertos En aquellosmomentos, sinembargo, cansadoymojado, lepreocupabamásmorir sinpoderescribirellibroqueelhechodemorirasecas.Sepreguntósiaquellosignificabaqueeravaliente,ambiciosoouncompletoimbécil.Encualquiercaso,sabíaquelaaventura que estaba viviendo le proporcionaría una fortuna; fiesta depresentación en LeCirque, entrevistas enGoodMorning America, Today Show,DonahueyOphra.

Nadie podía escribir la historia como él, que se había visto envuelto en loshechos.Yhabíaactuadocomounhéroe.Él,WilliamSmithbackJr.,habíasostenidolaluzcontraelmonstruocuandoD'Agostasealejóparasaltaratiroselcandado.Aél,Smithback,selehabíaocurridolaideadeutilizarlalinternaparaasegurarlapuerta.Sehabíaconvertidoenlamanoderechadelteniente.

—Enfoque arriba, hacia la izquierda. —D'Agosta interrumpió suspensamientos.

Elperiodistaobedeció.Nada.—Creíveralgomoverseenlaoscuridad—musitóelpolicía—.Supongoquese

tratabadeunasombra.«Dios—pensóSmithback—,ojaláeltenientevivaparadisfrutardesuéxito.»—¿Sonimaginacionesmías,oelaguaescadavezmásprofunda?—preguntó.—Escadavezmásprofundaymásrápida—contestóD'Agosta—.Pendergast

noindicóquécaminodebíamostomardesdeaquí.—¿Nolodijo?Smithbacksintióquesustripasselicuaban.—Debíhaber contactadoconéldespuésde la segundabifurcación—admitió

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D'Agosta—.Perdílaradioantesdellegaralapuerta.Smithbacknotóelembatedelaguacontrasuspiernas.Seoyóungritoyun

chapoteo.—Nopasanada—tranquilizóelalcaldecuandoSmithbackapuntó la linterna

haciaatrás—.Alguiensehacaído.Lacorrienteescadavezmásfuerte.—No podemos decirles que nos hemos perdido —murmuró el periodista a

D'Agosta.Margo abrió la puerta de la zona de seguridad, echó un rápido vistazo al

interiorycabeceóendirecciónaPendergast.Éstepasó,arrastrandoelfardo.—Enciérrelo en la cámara con las cajas de Whittlesey —indicó Frock—. Es

precisoque labestiapermanezcadentroel tiemposuficienteparaquepodamoscerrarlapuerta.

MargoabriólacámaramientrasPendergasttrazabaenelsuelouncomplicadodibujoconelhato.Lointrodujeronenelinteriordelacámaraycerraronconllavelapuerta.

—Rápido—apremióMargo—.Alotroladodelpasillo.Dejaronabiertalapuertadelazonadeseguridadycruzaronelpasillohasta

la sala donde se almacenaban los huesos de elefante.Un viejo trozo de cartóncubría la ventanilla de la puerta, que Margo abrió con la llave de Frock.Pendergast empujó al profesor hacia el interior. La mujer bajó al mínimo lapotencia de la linterna, la colocó sobre un saliente situado sobre la puerta yapuntóeldelgadorayohacia lazonadeseguridad.Porúltimo,practicóconunapluma un diminuto agujero en el cartón y, tras lanzar un último vistazo alcorredor,entró.

Lasalaeragrande,malventiladay llenadehuesosdeelefante.Lamayoríadelosesqueletosestabandesmontados,ylosenormeshuesosseamontonabanenlas estanterías, como leña apilada. Un esqueleto montado se erguía en unaesquinalejana,comojaulaoscuracondoscolmilloscurvosquebrillabanaladébilluz.

Elagentecerrólapuertayapagólaluzdelcascodeminero.Margomiróporelagujerodelcartónyobtuvounaclaravisióndelpasilloyla

puertaabiertadelazonadeseguridad.—Echeunvistazo—sugirióaPendergast,apartándosehaciaunlado.Elagenteobedeció.—Excelente —dijo al cabo de un momento—. Es un escondite perfecto,

mientras laspilasde la linternaaguanten.—Sealejóde lapuerta—.¿Cómoseacordódeestahabitación?—preguntóconcuriosidad.

Margodejóescaparunatímidacarcajada.—Recordé que, cuando nos condujo hasta aquí el miércoles, vi el letrero

«Pachydermae»ymepreguntécómopodíanmeteruncráneodeelefanteporunapuerta tan pequeña. —Avanzó unos pasos—. Yo vigilaré por la mirilla. Estépreparadoparasalircorriendoyencerraralacriaturaenlazonadeseguridad.

Frockcarraspeóenlaoscuridad.—SeñorPendergast.—¿Sí?

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—Perdonelapregunta,pero¿tienemuchaexperienciaconesaarma?—Dehecho—contestóelagente—,antesdequemiesposa falleciera, todos

los inviernos solíamospasar varias semanas en la parte oriental deÁfrica parapracticarlacazamayor.Mimujereraunacazadorainsaciable.

—Ah—dijoFrock.Margodetectóalivioensuvoz—.Resultarádifícilmataraesa bestia, pero no imposible. No sé gran cosa de caza, pero es posible quetrabajandojuntoscobremoslapieza.

Pendergastasintió.—Pordesgracia,estoyendesventajaconesterevólver.Espotente,peronada

comparadoconunrifleNitroExpress375.Meayudaríamuchosipudieraprecisardóndeesmásvulnerableesabestia.

—AjuzgarporlosdatosdelExtrapolador,hemosdesuponerquesushuesossonmuyfuertes—explicóFrock—.Comoyahadescubierto,nolamataráconundisparo en la cabeza. Un tiro frontal probablemente sería rechazado por loshuesos y la poderosa musculatura del torso y nunca alcanzaría el corazón, amenos que la bala penetrara por el costado, por detrás de la extremidaddelantera.Detodosmodos,esposiblequelascostillasconformenunaespeciedejauladeacero.Ahoraque lopienso,nocreoque laspartesvitalesde labestiaseanmuyvulnerables.Undisparoenel estómagoacabaríamatándola, peronoantesdequesevengara.

—Unpobreconsuelo—observóPendergast.Frockseremovióenlaoscuridad,inquieto.—Estamosenunaprieto.Hubounmomentodesilencio.—Talvezaúnexisteunmodo—dijoPendergastporfin.—¿Sí?—preguntóFrock,ansioso.—Enunaocasión,haceaños,mimujeryyoestábamoscazandoantílopesen

Tanzania. Habíamos decidido ir solos, sin porteadores, y nuestras únicas armaseranrifles30-30.Estábamosresguardadosenunazonaumbrosa,cercadeunrío,cuandounbúfalocargócontranosotros.Porlovisto,uncazadorfurtivolohabíaherido días antes. Los búfalos son como mulas; nunca olvidan que han sidoatacados,yunhombreconunarmaseparecemuchoacualquierotro.

Margo, sentada a la tenue luz, a la espera de la llegada de un ente depesadilla,escuchandoaPendergastnarrarunahistoriadecaceríasconsuhabitualestiloparsimonioso,experimentóunasensacióndeirrealidad.

—Porlogeneral,cuandosecazanbúfalos—explicabaelagente—,seprocuradisparara lacabeza, justodebajode loscuernos,oalcorazón.Enestecaso,el30-30eradeuncalibreinsuficiente.Mimujer,queeramuchomejortiradoraqueyo, utilizó la única táctica que un cazador puede emplear en esa situación. Searrodillóydisparóalanimalparaderribarlo.

—¿Paraderribarlo?—Nose tratade tirar amatar, sinodedetener la locomocióndelantera.Se

apuntaa laspatasdelanteras, lascuartillas, lasrodillas.Sedestruyentodos loshuesosposibles,hastaqueelanimalyanopuedeavanzar.

—Entiendo—dijoFrock.

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—Estemétodoentrañaunproblema.—¿Cuál?—Hayqueserunconsumadotirador—respondióPendergast—.Lacolocación

esesencial.Esprecisoguardar lacalma,contener la respiración,dispararentredos latidosde corazón…,plantar caraa labestiaquecargacontra ti.Cadaunotuvo tiempodedispararcuatroveces.Yocometíelerrordeapuntaralpechoyrealicédostirosdirectosantesdecomprenderquelasbalassehabíanalojadoenelmúsculo.Despuésapuntéa laspatas. Falléundisparo, yel otro lo rozó, sinromperelhueso.—Meneólacabeza—.Unamediocreactuación,metemo.

—¿Quéocurrió?—preguntóeldoctor.—Mimujerconsiguiótresimpactosdirectosdecuatrotiros.Astillólascañasy

quebró la parte superior de la pata delantera. El búfalo se derrumbó a pocosmetros de donde nos hallábamos. Aún estaba vivo, pero no podíamoverse.Demodoqueyo«paguéelseguro»,comodicenloscazadoresprofesionales.

—Ojalásumujerestuvieraaquí—dijoFrock.Pendergastpermaneciócalladounosinstantes.—Amítambiénmegustaría—dijoporfin.Elsilencioregresóalahabitación.—Muybien—dijoFrock—.Comprendoelproblema.Labestiaposeealgunas

cualidades poco usuales que usted debería conocer si se propone… derribarla.Primero,esmuyprobablequeloscuartostraserosesténcubiertosdeplacasóseaso escamas. Dudo de que consiga penetrarlas con las balas. Cubren como unaarmadura las partes superior e inferior de la pata, hasta los huesosmetatarsianos,segúnmiscálculos.

—Entiendo.—Tendráquedispararbajo,apuntaralaprimeraosegundafalange.—Loshuesosmásbajosdelapata.—Sí. Equivaldrían a las cuartillas de un caballo. Apunte justo debajo de la

articulacióninferior,quesupongoserávulnerable.—Es un disparo difícil—comentó Pendergast—, virtualmente imposible si el

monstruovienedefrente.Seprodujounbrevesilencio.Margocontinuóvigilandoporlamirilla.—Creoquelasextremidadesanterioresdelabestiasonmássensibles—dijo

Frock—. El Extrapolador las describió como menos robustas. Los metacarpos ycarposdeberíanservulnerablesauntirodirecto.

—La parte delantera de la rodilla y la parte inferior de la pata —dijoPendergast,asintiendo—.Resultarácomplicado.¿Quézonasdeberíaacertarparaconseguirinmovilizaralabestia?

—Esdifícildeprecisar.Metemoque lasdospatasdelanterasyunatrasera,comomínimo.Aunasí,podríaavanzararastras.—Frocktosió—.¿Puedehacerlo?

—Para tener una posibilidad, necesitaría comomínimo cuarenta y cincometrosdedistanciarespectoalmonstruo.Loidealseríadispararantesdequesedieracuentadeloquepasa.Esodisminuiríasuvelocidad.

Frockreflexionóunosmomentos.—En el museo hay varios corredores largos y rectos, de unos treinta o

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cuarentametros.Pordesgracia,lamayoríaestáahoradivididaporesasmalditaspuertas de seguridad. Creo que queda al menos un pasillo no obstruido en elmódulo dos, en la primera planta, sección 18, pasada la esquina de la sala deordenadores.

Elagenteasintió.—Meacordaré—dijo—.Encasodequeesteplanfalle.—¡Oigo algo! —anunció Margo. Enmudecieron. Pendergast se acercó a la

puerta—. Una sombra acaba de cruzar la luz que hay al final del pasillo —murmuró.

Siguióotrolargosilencio.MargooyóunsuavecliccuandoPendergastretiróelsegurodelrevólver.

—Estáaquí—murmuróMargo—.Loveo.—Unapausa—.Oh,Diosmío.—¡Apártatedelapuerta!—lesusurróaloídoPendergast.Lajovenretrocedió,sinatreverseapenasarespirar.—¿Quéestáhaciendo?—preguntó.—Se ha detenido ante la puerta de la zona de seguridad —contestó

Pendergastenvozbaja—.Entróunmomentoydespuéssalióa todaprisa.Estámirandoalrededoryolfateandoelaire.

—¿Quéaspectotiene?—preguntóFrockconuntonodeurgencia.Pendergastvacilóantesdecontestar.—Esta vez lo veo con más claridad. Es grande, macizo. Espere, se vuelve

hacia aquí… Dios santo, es una visión horripilante, es… Cara aplastada, ojillosrojos, vello fino en la parte superior del cuerpo. Como la estatuilla. Esperen…Esperenunmomento…Vienehaciaaquí.

Margoreparóderepenteenquehabíaretrocedidohasta lapareddel fondo.Unresoplidoseoyóalotroladodelapuerta.Yenseguidaelolorfétidoinundólahabitación.Margosedeslizóhastaelsueloenlaoscuridad.Laluzquepenetrabaporlamirilladelcartónparpadeabacomounaestrella.LalinternadePendergastapenasalumbraba.«Laluzdelasestrellas…»UnavocecillaintentabahablarenlamentedeMargo.

Súbitamenteunasombracayósobrelamirilla,ytodosetornónegro.Ungolpe suave contra lapuertahizo crujir lamaderavieja.El pomoosciló

conunruidometálico.Oyeronelsonidodeuncuerpopesadoquesemovíaenelpasilloyunchasquidocuandoelmonstruoaplicósupesosobrelapuerta.

Porfin,lavocecillasehizoaudibleenlamentedeMargo.—¡Pendergast, encienda el casco de minero! —exclamó—. ¡Enfoque a la

bestia!—¿Porqué?—Esnocturna,¿recuerda?Nosoportarálaluz.—¡Absolutamentecorrecto!—confirmóFrock.—¡Atrás!—ordenóPendergast.Margo oyó un suave clic, e inmediatamente el brillo de la luz del casco la

cegó.Cuandorecobrólavisión,observóquePendergast,conunarodillahincadaenelsuelo,apuntabaelrevólverhacialapuerta,cuyocentroquedabailuminado.

Trasotrochasquido,lapuertasecombóhaciadentro.Pendergastsemantuvo

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inmóvil,empuñandoelarma.Se oyó otro tremendo crujido y la puerta se rompió en pedazos y quedó

colgadadelosgoznesdoblados.Margosepegóaúnmásalapared,altiempoqueFrocklanzabaungritodeasombro,estupefacciónymiedo.Labestia,unasiluetamonstruosaa la luzbrillante,estabaacuclilladaenelumbral.Conunrepentinorugidogutural,meneólacabezayretrocedió.

—Nosemuevan—ordenóPendergast.Apartó la puerta rota de una patada y se encaminó con cautela hacia el

pasillo. Margo oyó un disparo, luego otro. Después de lo que se le antojó unaeternidad,elagenteregresóeindicóquesalieran.Unasendadegotasdesangredesaparecíaporunaesquina.

—¡Sangre!—exclamóFrock,inclinándose—.¿Lohaherido?Pendergastseencogiódehombros.—Talvez,peronofuiyoelprimero.Elrastroprocededelsubsótano.¿Loven?

El teniente D'Agosta o uno de sus hombres debió herirlo antes. Se alejó conasombrosavelocidad.

MargomiróaFrock.—¿Porquénohamordidoelanzuelo?Frockledevolviólamirada.—Nosenfrentamosaunacriaturaqueposeeunainteligenciasobrenatural.—Sugiereustedquedetectónuestratrampa—observóelagenteconunanota

deincredulidadenlavoz.—Permitaqueleformuleunapregunta,Pendergast.¿Ustedhabríacaídoenla

trampa?Elhombrereflexionóuninstante.—Supongoqueno—respondióporfin.—Puesyaestá—dijoFrock—.Hemossubestimadoa lacriatura.Dejemosde

pensar que se trata de un animal estúpido. Posee la inteligencia de un serhumano. Si no he entendidomal, el cadáver que encontraron en la exposiciónestabaescondido,¿verdad?Esabestiasabíaque laperseguían.Esevidentequehaaprendidoaocultarsusvíctimas.Además…—vaciló—ahoranosenfrentamosaalgomásqueaunacriaturahambrienta.Cabe laposibilidaddeque ladietadeestanochelahayasaciadoporuntiempo,peroestáherida.Sisuanalogíaconelbúfalo es correcta, es posible que este ser no sólo esté hambriento, sinoenfurecido.

—Porlotanto,ustedsospechaquehaidoacazar—murmuróPendergast.Frockasintiódeformacasiimperceptible.—Entonces¿quiéneselcazadoryquiéneslapresaahora?—preguntóMargo.Nadiecontestó.

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Cuthbertexaminólapuertadenuevo.Estabacerradaacalycanto.EncendiólalinternayenfocóaWright,quepermanecíaderrumbadoenlasilla,conlavistaclavadaenelsuelo.Apagólalinterna.Lahabitaciónolíaawhisky.Noseoíanada,exceptoelrepiqueteodelalluviasobrelaventanaenrejada.

—¿QuévamosahacerconWright?—preguntóenvozbaja.—Notepreocupes—contestóRickman,convoztensaychillona—.Diremosa

la prensa que está enfermo y le enviaremos al hospital. Convocaremos unaconferenciadeprensaparamañanaporlatarde…

—Nomerefieroacuandosalgamos,sinoahora.Silabestiasubehastaaquí…—Porfavor,Ian,nohablesasí.Measustas.Dudodequeelanimalseatrevaa

hacer eso. Por lo que sabemos, lleva años en el sótano. ¿Por qué ha de subiraquí?

—Nolosé—respondióCuthbert—.Yesomepreocupa.Comprobó la Ruger una vez más, abrió y cerró el seguro. Cinco balas. Se

acercóaWrightylesacudióporelhombro.—Winston.—¿Siguesaquí?—preguntóWright,mirándoloconojosvidriosos.—Winston,veconLaviniaalaSaladelosDinosaurios.Vamos.EldirectorapartóelbrazodeCuthbertdeunmanotazo.—Estoybienaquí.Talvezecheunasiesta.—Puesvetealamierda—mascullóCuthbert.Sesentóenunasillafrentealapuerta.Oyóunbreveruido,comosihubieran

giradoelpomoparasoltarloacontinuación.Alarmado,sepusoenpiedeunsalto,empuñandolapistola.Seacercóalapuertayescuchó.

—Oigoalgo—susurró—.VealaSaladelosDinosaurios,Lavinia.—Tengomiedo—susurrólamujer—.Nomeobliguesaentrarahísola.—Hazloquedigo.Rickmancaminóhacialapuertadelfondoylaabrió.Vaciló.—Adelante.—Ian…—suplicóella.DetrásdeRickman,Cuthbertvio losenormesesqueletosdedinosauriosque

se cernían en la oscuridad. Una luz espectral iluminó de repente las grandescostillasnegrasylashilerasdedientes.

—Entraahí,malditasea.El subdirector se volvió y escuchó. Algo frotaba con suavidad la puerta. Se

inclinóparaaplicareloídoalapulidamadera.Quizáeraelviento.Depronto,fueempujadohaciaatrásporunafuerzatremenda.Rickmanchilló

enlaSaladelosDinosaurios,yWrightselevantó,tambaleándose.—¿Quéhasidoeso?—preguntó.Cuthbert,cuyacabezaaúnmartilleaba,recogiólapistoladelsuelo,sepusoen

pieycorrióhaciaelfondodelahabitación.—¡EntraenlaSaladelosDinosaurios!—ordenóasucompañero.

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Wrightsedejócaerenlasilla.—¿Quéeseseolortandesagradable?—preguntó.Seprodujootrosalvajeimpactocontralapuerta,yelchasquidodelamadera

al astillarse sonó como el disparo de un rifle. El dedo de Cuthbert apretóinstintivamente el gatillo. Cayó polvo del techo. El hombre bajó el arma unmomentoconmanostrémulas.«Estúpido,unabaladesperdiciada.Mecagoenlaleche,ojalásupieramássobrearmasde fuego.»La levantóotravezy tratódeapuntar,perosusmanostemblabandeformaincontrolable.«Hasdecalmarte—sedijo—.Respirahondovariasveces.Apuntaaunazonavital.Cuatrobalas.»

El silencio seadueñódenuevode lahabitación.Wright estabaderrumbadosobrelasilla,comopetrificado.

—¡Winston,idiota!—mascullóCuthbert—.¡Vealasala!—Sitúloordenas—respondióWright,yavanzóarrastrandolospies.Porfin

parecíalobastanteasustadocomoparamoverse.Cuthbert oyó el sonido suave otra vez, y lamadera gimió. La cosa estaba

empujando la puerta. Se oyó un horrible «crac», y la madera se partió. Unfragmentosaliódisparadohaciaelinteriordelahabitación.Unafigurasurgióenlaoscuridaddelpasillo,yunazarpacontresgarraspenetróporlaaberturayasióla madera rota. El resto de la puerta desapareció en las tinieblas, y Cuthbertdistinguióunaformaoscuraenelumbral.WrightseprecipitóhacialaSaladelosDinosauriosycasitropezóconLavinia,quesollozabaapoyadacontrae!marco.

—¡Dispara,Ian,porfavor!¡Porfavor,mátalo!—exclamó.El subdirector esperó y apuntó. Contuvo el aliento. «Sólo cuatro balas»,

pensó.ElcomandantedelequipoSWATsemovíaporel tejado—unasombrafelina

recortadacontraelañildelcielo—,mientraselobservadorguiabasuspasosdesdela calle. Coffey se hallaba junto a éste, bajo una tela alquitranada. Ambossosteníanradiosconcoberturasdegomaimpermeable.

—PiraguaaUnoRojo,avanceunmetroymediomáshaciaeleste—indicóporradio el observador, mientras miraba hacia arriba por el telescopio de visiónnocturna—.Casihallegado.

Consultólosplanosdelmuseodesplegadossobreunamesabajounasábanadeplexiglás.Larutadelcomandoestabamarcadaenrojo.

RodeadoporlasparpadeanteslucesdelUpperWestSide,lafiguraoscurasedesplegaba con sigilo sobre el tejado de pizarra, que se alzaba sobre el ríoHudson,losfarosdestellantesdelosvehículosdeemergenciaestacionadosenlaentrada del museo, y los altos edificios de apartamentos que flanqueabanRiversideDrivecomohilerasdecristalesbrillantes.

—Muybien—dijoelobservador—.Yahallegado,UnoRojo.Coffeyobservóquelasiluetasearrodillabaydisponíalascargasconrapidez.

Elcomandoesperabaacienmetros,ylosmédicostrasellos.Unasirenaaullóenlacalle.

—Colocada —anunció el comandante, se levantó y caminó despacio haciaatrásaltiempoquedesenrollabauncable.

—Hágaloestallarcuandoestépreparado—murmuróCoffey.

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Coffey contempló como todos los hombres apostados en el tejado setumbaban.Viounbrevedestello,luegootromás,yacontinuaciónoyóunsonidopenetrante.Alcabodeunossegundos,elcomandanteavanzó.

—UnoRojoaPiragua,tenemosunaabertura.—Procedan—ordenóCoffey.ElcomandodelSWATentróporelagujero,seguidodelosmédicos.—Estamos dentro —explicó el comandante—, en el corredor de la quinta

planta,yactuamossegúnlasinstrucciones.Impaciente,Coffeyconsultósureloj;lasnueveycuarto.Habíanpermanecido

debrazoscruzados,sinenergíaeléctrica,durantelosnoventaminutosmáslargosdesuvida.Ladesagradableimagendelalcaldemuertoydestripadoleacosabasincesar.

—Nos hallamos en la puerta de emergencia, quinta planta, sección 14, delmódulotres.Dispuestosparacolocarlascargas.

—Procedan—dijoCoffey.—Colocandocargas.D'Agosta y su grupo no habían informado desde hacíamás demedia hora.

Dios,sialgoleocurríaalalcalde,anadieleimportaríadequiéneraenrealidadlaculpa.ResponsabilizaríanaCoffey.Asífuncionabanlascosasenaquellaciudad.Lehabía costadomucho llegar a donde estaba, había obrado con cautela, y ahoraaquellos bastardos le arrebatarían cuanto había conseguido. Todo era culpa dePendergast.Sinosehubieraempeñadoenremoverlamierdadeotraspersonas…

—Cargascolocadas.—Háganlasestallarcuandoesténpreparados—repitióelagente.Pendergast la había cagado, no él, que había asumido el mando el día

anterior.Talveznoleculparíanaél,afindecuentas.SobretodosiPendergastnoaparecía;elhijoputaeramuyconvincente.

—UnoRojoaPiragua,rutadespejada—comunicóelcomandante.—Procedan.Entrenymatenaesehijodeputa—ordenóCoffey.—Comoyaledije,señor,nuestraprioridadesevacuaralosheridos—replicó

elcomandanteconvozinexpresiva.—¡Losé!¡Apresúrese,porelamordeDios!Apretósalvajementeelbotóndetransmisión.Elcomandantesalióde laescaleraymiróconcautelaenderredorantesde

indicarasuequipoquelosiguiera.Unatrasotra,lasfigurasoscurasemergieron,con las máscaras antigás subidas sobre la cabeza, los uniformes de camuflajeconfundidosconlassombras,losM-16yBullpupsequipadosconbayonetaslargas.Enlaretaguardia,unrobustooficialportabaunlanzagranadasde40milímetrosdeseisdisparos,unarmapanzudaqueparecíaunametralletaembarazada.

—Hemosllegadoalacuartaplanta—informóelcomandantealobservador—.ColocamosunabalizainfrarrojaantelaSaladelosMonos.

—Intérnenseveintiúnmetrosenlasala,direcciónsur—indicóelobservador—,luegoseismetrosaloestehastaalcanzarunapuerta.

El comandante extrajo una pequeña caja negra de su cinturón y pulsó unbotón.Surgióunrayoláserrubí,delgadocomounlápiz.Movióelrayoalrededor

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hasta obtener la lectura de distancia que necesitaba.Después de avanzar unosmetros,repitiólaoperación,apuntandoelhazhacialaparedoeste.

—UnoRojoaPiragua.Puertaalavista.—Bien.Proceda.El comandante se encaminó hacia la puerta e indicó a sus hombres que lo

siguieran.—Lapuertaestácerradaconllave.Colocandocargas.Elequiposeapresuróaajustardospequeñasbarrasdeplásticoalrededordel

pomoyporúltimoretrocedió,desenrollandouncable.—Cargascolocadas.Trasunruidosordo,lapuertaseabrió.—La trampilla debería estar delante de usted, en el centro del cuarto de

almacenamiento—indicóelobservador.El comandante y sus hombres apuntaron varios bastidores y dejaron al

descubierto la trampilla.Elcomandantedescorrió lospasadores,agarró laanillade hierro y tiró hacia arriba. Un aire viciado salió a su encuentro cuando seinclinó.LatranquilidadreinabaenelPlanetario.

—Tenemosunaabertura—anuncióporradio—.Parecebuena.—De acuerdo—contestó Coffey—. Controlen la sala. Bajen a losmédicos y

evacuenalosheridos,deprisa.—UnoRojo,recibido,Piragua.Elobservadorhabló.—Derriben la horma construida en el centro de la pared norte. Detrás

encontraránunavigadeveintecentímetrosdondeasegurarlassogas.—Loharemos.—Vayanconcuidado.Esunacaídadedieciochometros.El comandante y su equipo trabajaron con rapidez. Derrumbaron el muro

indicado, pasaron dos cadenas alrededor de la viga y sujetaron una polea. Unmiembrodelcomandoenganchóunaescaleradecuerdaaunadelascadenasyladejócaerporelagujero.

Elcomandanteseinclinóunavezmásyapuntólapotentelinternahacialastinieblasdelasala.

—AquíUnoRojo.Hayalgunoscuerposahíabajo.—¿Algúnrastrodelabestia?—preguntóCoffey.—Negativo.Calculoquehaydiez,docecuerpos;talvezmás.Laescalerillaya

estácolgada.—¿Aquéespera?Elcomandantesevolvióhaciaelequipomédico.—Haremos una señal cuando todo esté dispuesto. Empiecen a bajar las

camillasplegables.Lossacaremosdeunoenuno.Agarrólaescalerillaycomenzóadescender,balanceándosesobreelenorme

espaciovacío.Sushombres losiguieron.Dosseencargabandecubrirlesconlasarmas, mientras otros dos disponían trípodes con lámparas halógenas queconectabana losgeneradoresportátilesbajadosmediantesogas.Elcentrode laestancianotardóeninundarsedeluz.

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—¡Controladtodaslasentradasysalidas!—exclamóelcomandante—.¡Equipomédico,descienda!

—¡Informe!—ordenóCoffeyporradio.—Hemostomado lasala—anuncióelcomandante—.Nirastrodelanimal.El

equipomédicoestádesplegándose.—Bien.Esnecesarioqueencuentreaesacosa,lamateylocalicealgrupodel

alcalde. Creemos que bajaron por una escalera posterior cercana a la zona deservicio.

—Recibido,Piragua.Eneseinstanteseoyóunarepentinadetonación,apagadaperoinconfundible.—UnoRojoaPiragua,hemosoídoundisparodepistola.Parecíaprocederde

arriba.—¡Malditasea,subaallí!—bramóCoffey—.¡Vayahaciaallíconsushombres!Elcomandantesevolvió.—Muy bien. Dos Rojo, Tres Rojo, terminad de asegurar la sala. Cojan ese

lanzagranadas.Losdemás,acompáñenme.

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ElaguaviscosayacubríaaSmithbackhastalacintura.Mantenerelequilibrioresultaba agotador. Además, tenía las piernas entumecidas, y no dejaba detemblar.

—Elaguaasciendemuydeprisa—observóD'Agosta.—Creo que ya no tendremos que preocuparnos por el monstruo —dijo el

periodista,esperanzado.—Tal vez no. ¿Sabe una cosa? Actuó usted con gran rapidez antes, cuando

atrancólapuertaconlalinterna.Nossalvólavidaatodos.—Gracias—dijoSmithback,quecadavezapreciabamásalteniente.—Esperoquenoselesubaalacabeza—advirtióD'Agostasobreelfragordel

agua—.¿Seencuentrantodosbien?—preguntóalalcalde.—Más omenos. Algunos están todavía emocionados, otros exhaustos. ¿Qué

caminotomaremos?El alcalde, con el rostro demacrado, miró fijamente al escritor y D'Agosta,

quien,trasvacilar,contestó:—Nopuedodecirlenadadefinitivo.Smithbackyyoprobaremoslabifurcación

deladerecha.Elalcaldeobservóunsegundoalgrupoyseacercómásalteniente.—Escuche—susurrócontonosuplicante—,séquesehanperdido,yustedes

tambiénlosaben.Siesagenteseentera,senegaráaavanzar.Hacemuchofrío,yel agua no deja de subir. ¿Por qué no lo intentamos juntos? Es nuestra únicaoportunidad. Aunque quisiéramos volver sobre nuestros pasos, la fuerza de lacorrientearrastraríaalamitaddeesaspersonas.

—Muybien—accedióD'Agosta.Sevolvióhaciaelgrupo—.Escúchenmetodos.Tomaremoseltúneldeladerecha.Cójansedelamanoparaformarunacadenaysujétense con fuerza. Caminen pegados a la pared, pues la corriente es muyfuerte en el centro. Si alguien resbala, que dé un grito. No se suelten bajoningunacircunstancia.¿Comprendido?Vámonos.

Laformaoscuraatravesólentamentelapuertarotaycaminócomounfelinosobre la madera astillada. Cuthbert sintió un hormigueo en las piernas. Quisodisparar,perosusmanossenegaronaobedecer.

—Vete,porfavor—dijo,contantacalmaquehastaélmismosesorprendió.La cosa se detuvo con brusquedad y miró en su dirección. Bajo la tenue

iluminación,Cuthbert sólodistinguió lasilueta,enormeypoderosa,y losojillosrojos,que,enciertomodo,reflejabaninteligencia.

—Nomehagasdaño—suplicóelsubdirector.Elserpermanecióinmóvil.—Tengo una pistola —advirtió el hombre, apuntando con cautela—. Si te

marchas,nodispararé—prometióenunsusurro.Lacosasemoviódecostado,con lacabezavueltahaciaCuthberty,trasun

súbitomovimiento,desapareció.Cuthbert retrocedió, presa del pánico, y su linterna rodó por el suelo. Dio

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media vuelta frenéticamente enmedio del silencio y el hedor que inundaba ellaboratorio.ConpasoinseguroentróenlaSaladelosDinosauriosycerródandounportazo.

—¡Lallave!—exclamó—.¡Lavinia,porelamordeDios!Paseólavistaporlahabitaciónentinieblas.Ungranesqueletodetiranosauro

se erguía en el centro, tras la forma oscura de un triceratopo, cuyos grandescuernosbrillabanalaleveluz.

Elhombreoyóunsollozoydespuésnotóqueapretabanunallavecontrasupalma.Laintrodujoenlacerraduraycerró.

—Vámonos—apremió,apartandoaRickmandelapuerta.Dejaronatráselpieenformadegarradeltiranosauroyseadentraronenla

oscuridad.DerepenteCuthbertempujóaladirectoraderelacionespúblicashaciaunladoyleindicóqueseagachara.Escudriñólanegrura,contodoslossentidosenestadodealerta.Unsilencio sepulcral reinabaen laSalade losDinosauriosCretácicos.Nisiquieraelruidodelalluviapenetrabaenaquelsantuario.Laúnicaluzprocedíadelashilerasdeventanasdeltriforio.

Lesrodeabaunrebañodepequeñosesqueletosdestruthiomimus,dispuestosenformacióndefensivaantelamonstruosaestructuradeundriptosaurocarnívoro(cabezagacha,faucesabiertas,garrasextendidas).Elefectismodeaquellasala,que siempre había gustado a Cuthbert, le asustaba. De pronto sabía quésignificabaserlapresa.

Asusespaldas,laentradaestababloqueadaporunapesadapuertametálicadeemergencia.

—¿DóndeestáWinston?—susurróelsubdirector,mirandoentreloshuesosdeldriptosauro.

—No lo sé —gimió Rickman al tiempo que le agarraba el brazo—. ¿Lomataste?

—Fallé—murmuró—.Suéltame,porfavor.Hedepoderdispararsinestorbos.La mujer obedeció y retrocedió a gatas entre dos de los esqueletos de

struthiomimus.Seovillóreprimiendounsollozo.—¡Calla!—mascullóCuthbert.En el profundo silencio que los envolvía, el hombre escudriñó las sombras.

Rogó queWright hubiera encontrado refugio en alguno de losmuchos rinconesoscuros.

—Ian—susurróunavoz—.¿Lavinia?Cuthbert se volvió y descubrió con horror que el director estaba apoyado

contra la cola de un estegosauro.Wright se tambaleó y consiguió recuperar elequilibrio.

—Winston,¡ponteacubierto!Wrightechóacaminarconpasovacilantehaciaellos.—¿Eres tú, Ian?—Su voz denotaba perplejidad. Se detuvo para recostarse

contralaesquinadeunavitrina—.Tengoganasdevomitar—musitó.De pronto un estallido retumbó en la sala y despertó ecos demenciales. A

continuación, se produjo otro estruendo horripilante. Cuthbert observó que lapuertadelaoficinadeldirectorsehabíaconvertidoenunagujeromellado.Una

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formaoscuraapareció.Rickmanchilló,cubriéndoselacabeza.Cuthbert vio a través del esqueleto del driptosauro que el bulto oscuro

avanzabaconceleridad.«Directohaciamí»,pensó.DerepentelafigurasedesvióhacialaborrosasiluetadeWright,yambassombrassefundieron.

Seoyóunchasquido,ungrito…Silencio.Cuthbert alzó la pistola e intentó vislumbrar algo entre las costillas del

esqueleto.Laformaseirguióconalgoenlaboca,sacudiólacabezayemitióunruido,comosisuccionara.Elhombrecerró losojosyapretóelgatillo.LaRugervibró en sumano.Oyóunadetonación yun sonidometálico.Cuthbert observóqueeldriptosaurohabíaperdidopartedeunacostilla.Rickmanjadeabaygemía.

Lafiguraoscurahabíadesaparecido.Al cabo de unos segundos, Cuthbert advirtió que los goznes de su cordura

comenzaban a soltarse. Entonces, a la luz de un rayo que se filtró por unaventana, vio con toda claridad que el monstruo de ojos rojos avanzaba conrapidezpegadoalapared,endirecciónhaciaél,conlavistaclavadaensucara.

Frenético,empezóadisparar;tresrápidostiros,ycadaresplandoriluminabacalaveras, dientes y garras oscuras. La bestia se había perdido de súbito entreaquellacoleccióndeanimalessalvajesextinguidos.Luegoelpercutorgolpeósinmásconsecuenciaslasrecámarasvacías.

Como en un sueño, Cuthbert oyó voces humanas lejanas, procedentes delantiguo laboratorio de Wright. Echó a correr como un loco, indiferente a losobstáculos,cruzólapuertadestrozada,atravesóellaboratorioyseinternóeneloscuro corredor. Se oyó chillar, y por último un foco le deslumbró. Alguien lesujetóyempujócontralapared.

—¡Cálmese!¡Seencuentrabien!¡Mirad,estámanchadodesangre!—Quítalelapistola—ordenóotravoz.—¿Eseltíoalqueperseguimos?—No,dijeronqueeraunanimal.—¡Dejedeforcejear!OtroalaridosurgiódelagargantadeCuthbert.—¡Estáallí!—exclamó—.¡Losmataráatodos!¡Losabe,senotaensusojos

quelosabe!—¿Quésabe?—Notemolestesenhablarconél;estádelirando.DeprontoCuthbertsedesplomó.Elcomandanteseacercóaél.—¿Hayalguienmásallí?—preguntó,mientraslesacudía.—Sí—contestóporfinelsubdirector—.Wright.Rickman.Elcomandantealzólavista.—¿SerefiereaWinstonWright,eldirectordelmuseo?Usteddebedeserel

doctorCuthbert.¿DóndeestáWright?—Seloestabacomiendo.Lecomíaelcerebro.Sólocomíaycomía.Estáenla

SaladelosDinosaurios.—Llevadle a la otra sala y que los médicos le atiendan —ordenó el

comandante a dosmiembros de su grupo—.Vosotros tres, vamos.—Levantó la

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radio—.UnoRojoaPiragua.HemoslocalizadoaCuthbertylesacamos.—Se encuentran en este laboratorio —dijo el observador, señalando los

planos.Unavezelcomandohubopenetradoenlasentrañasdelmuseo,elobservador

yCoffeysehabíantrasladadoalaunidaddemandomóvilpararesguardarsedelalluviainsistente.

—El laboratorio está despejado—informó la vozmonótona del comandanteporlaradio—.EntramosenlaSaladelosDinosaurios.Estapuertatambiénestárota.

—¡Entren y eliminen a esa cosa! —exclamó Coffey—. Busquen al doctorWright y mantengan una frecuencia libre. ¡Quiero estar en contacto en todomomento!

El agente del FBI esperó, tenso,mientras oía tenues siseos y chisporroteosporlafrecuenciaabierta.Oyóelclicdeunarmayalgunossusurros.

—¿Oléiseso?Coffeyseinclinómás.Casihabíanllegado.Aferróelbordedelamesa.—Sí—contestóunavoz.Unruidometálico.—Apagalaluzyocúltateenlassombras.SieteRojo,cubreelladoizquierdo

deesteesqueleto.TresRojo,vea laderecha.CuatroRojo,pega laespaldaa laparedycubreelsectordelfondo.

Siguió un largo silencio. Coffey oyó respiraciones pesadas y pasosamortiguados.

Escuchóunsusurrorepentino.—CincoRojo,mira,aquíhayuncuerpo.Coffeysintióunnudoenelestómago.—Sincabeza—oyó—.Bonito.—Aquíhayotro—murmuróunavoz—.¿Loves?Tendidoentreesegrupode

dinosaurios.Másruidosdearmas,másrespiraciones.—SieteRojo,cubrenuestraretirada.Nohayotrasalida.—Quizásigaaquí—musitóalguien.—Nopasesdeahí,CincoRojo.Los nudillos de Coffey palidecieron. ¿Por qué no acababan de una vez?

Aquellostíoseranunosinútiles.Másruidosmetálicos.—¡Algosemueve!¡Allí!LavozsonócontalfuerzaqueCoffeydiounbrinco.Deinmediatoseprodujo

un estallido de armas automáticas que se disolvió cuando la frecuencia sesobrecargó.

—Mierda,mierda,mierda—repitiócomounlocoCoffey.A continuación oyó chillidos, seguidos de la cadencia rítmica de una

ametralladora. Por fin, silencio. El tintineo de… ¿qué? ¿Huesos de dinosauriodestrozadosquecaíanyrodabanporelsuelo?

Coffeyexperimentóunaoleadadealivio.Fuera loque fuera,habíamuerto.

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Nada podría haber sobrevivido a semejante descarga. La pesadilla habíaterminado.Sedejócaerenunasilla.

—¡Cinco Rojo! ¡Hoskins! ¡Oh, mierda! —exclamó el comandante por lafrecuencia.Unaráfagadedetonacionesahogólavoz,ydespuésturbulencias.¿Oeraunchillido?

—¡UnoRojo!—llamóCoffeyporelmicrófono—.¡UnoRojo!¿Merecibe?—Sólooyóparásitos—.¡Responda,comandante!¿Alguienmerecibe?

CambióalafrecuenciadelequipodestacadoenelPlanetario.—Señor, estamos sacando los últimos cadáveres —informó la voz de un

médico—.EldestacamentodelaretaguardiaacabadeevacuareldoctorCuthbertporeltejado.Hemosoídodisparosarriba.¿Necesitaremosmás…?

—¡Salgan cagando leches!—aulló Coffey—. ¡Muevan el culo! ¡Suban por laescaleraahoramismo!

—Pero ¿y el resto del comando, señor? No podemos abandonar a esoshombres…

—¡Estánmuertos!¿Loentiende?¡Esunaorden!Dejócaerlaradioysereclinóenlasilla,conlavistafijaenlaventana.Una

camioneta de la funeraria avanzaba lentamente hacia el enorme edificio delmuseo.

Alguienlediounapalmadaenelhombro.—Señor,elagentePendergastsolicitahablarconusted.Coffeynegóconlacabeza.—No;noquierohablarconesecabrón,¿entendido?—Señor,ha…—Novuelvaamencionarsunombre.Otroagenteabriólapuertatraserayentró,coneltrajeempapado.—Señor,estánsacandoloscadáveres.—¿Loscadáveres?—De las personas que había en el Planetario. No había diecisiete

supervivientes;todosestabanmuertos.—¿Cuthbert?¿Dóndeestáeltíoqueencontraronenellaboratorio?—Acabandebajarlealacalle.—Quierohablarconél.Aturdido, Coffey salió y corrió hasta dejar atrás el círculo de ambulancias.

¿CómopodíahabersecargadoauncomandodelSWAT?Dosmédicosconunacamillaseacercaron.—¿EsustedCuthbert?—preguntóCoffeyalaformainmóvil.Elhombremiróalrededorconojosdesorbitados.Elmédicoempujóaunladoalagente,desabrochólacamisadelsubdirectory

leexaminólacaraylosojos.—Aquíhaysangre.¿Estáherido?—Nolosé—contestóCuthbert.—Respiracióntreinta,pulsocientoveinte—informóunenfermero.—¿Seencuentrabien?—preguntóeldoctor—.¿Estasangreessuya?—Nolosé.

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Eldoctorlepalpólaspiernasyleexaminóelcuello.Porúltimosevolvióhaciaelenfermero.

—Lléveloaobservación.—¡Cuthbert!—Coffeycorriótraslacamilla—.¿Lohavisto?—¿Lohevisto?—¡Sihavistoaljodidomonstruo!—Losabe—afirmóCuthbert.—¿Quésabe?—Sabequéestáocurriendo,sabeexactamentequéestáocurriendo.—¿Quécoñointentadecir?—Nosodia.—¿Qué aspecto tenía?—exclamó Coffey cuando los médicos abrieron las

puertasdelaambulancia.—Habíatristezaensusojos—respondióelsubdirector—.Unatristezainfinita.—Esunlunático—dijoCoffey.—Ustednolomatará—añadióCuthbertconserenaconvicción.Laspuertassecerraron.—¡Yunamierdaqueno!—vociferóCoffeyalaquesealejaba—.¡Queleden

porelculo,Cuthbert!¡Yunamierdaqueno!

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PendergastbajólaradioymiróaMargo.—El monstruo acaba de matar a casi todo el comando, al doctor Wright

también,porlovisto.Coffeyhaconseguidoevacuaratodoslosdemás.Seniegaaresponderamisllamadas.Alparecer,meculpadelosucedido.

—¡Esehombredebeescucharnos!—exclamóFrock—.Sabemos cómohemosdeactuar.¡Bastaconquetraiganlámparasklieg!

—Comprendo cómo se siente Coffey—afirmó Pendergast—. Está abrumado,buscachivosexpiatorios.Nopodemosesperarsuayuda.

—Diosmío—intervinoMargo—.EldoctorWright…—Se llevóunamanoa laboca—. Si mi plan hubiera funcionado…, si hubiera considerado todas lasposibilidades…,talvezesagenteaúnestaríaviva.

—YquizáeltenienteD'Agosta,elalcaldeyquienesestánconellosahíabajohabríanmuerto—replicóelagente.Miróhaciaelfondodelpasillo—.Supongoquees mi deber sacarles a ustedes dos de aquí sanos y salvos. Quizá deberíamosseguirlarutaqueindiquéaD'Agosta,suponiendoqueesosplanosseancorrectos,claroestá.—ObservóaFrock—.No,creoquenoesbuenaidea.

—¡Adelante!—vociferóeldoctor—.¡Nosequedeaquípormiculpa!Pendergastesbozóunasonrisa.—No se trata de eso, profesor, sino del tiempo inclemente. Ya sabe que el

subsótanoseinundacuandolluevemucho.Oícomentaraalguienporlaradiodela policía que ha diluviado en la última hora. Cuando esparcí las fibras por elsubsótano, observé que el agua tenía al menos sesenta centímetros deprofundidadycorríaconrapidezhaciaeleste.Esosignificaqueelríodesaguaporahí.Nopodríamosbajaraunquequisiéramos.—Elhombrearqueólascejas—.SiD'Agosta no ha logrado salir ya…Bueno, sus posibilidades seránmínimas.—SevolvióhaciaMargo—.Talvezseríamejorqueustedesdospermanecieranaquí,enla zona de seguridad. Sabemos que la bestia no puede derribar esa puertareforzada.

»Suponenquedentrodeunpardehorasrestableceránlacorrienteeléctrica.Creoqueaúnquedanvarioshombresatrapadosenelmandodeseguridady lasala de ordenadores. Puede que sean vulnerables. Ustedes me han enseñadomucho acerca de ese ser. Conocemos sus puntos débiles. Esas zonas se hallancercadeunpasillolargoycarentedeobstáculos.Ustedesdospermaneceránaquí,yyosaldrédecaza,paravariar.

—No—protestóMargo—.Nopodráhacerlosolo.—Talvezno,señoritaGreen,peromepropongointentarlo.—Iréconusted—afirmóMargosinvacilar.—Lolamento,esimposible.Pendergast se detuvo junto a la puerta abierta de la zona de seguridad,

expectante.—Esa criatura esmuy inteligente—admitió la joven—.Dudo de que pueda

enfrentarsesoloaella.Siconsideraqueporquesoyunamujer.

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Elagentecompusounaexpresióndeestupor.—SeñoritaGreen,meentristecequetengatanmalaopinióndemí.Locierto

esqueustednuncasehaencontradoenunasituaciónsemejante.Sinunapistola,nopodráhacernada.

Ellalomiróconairedesafiante.—Lesalvéantes,cuandoleaconsejéqueencendieralalámpara—replicó.Elagenteenarcóunaceja.—Pendergast, deje de interpretar el papel de caballero sureño —reprendió

Frockdesdelaoscuridad—.Permitaqueleacompañe.Pendergastsevolvióhaciaél.—¿Estásegurodequeselasarreglarábiensolo?Tendremosquellevarnosla

linternayelcascodemineroparacontarconunamínimaposibilidaddeéxito.—¡Por supuesto! —exclamó el profesor con una mueca despectiva—. Me

convieneunpocodedescansodespuésdetantasemociones.Pendergasttodavíatitubeaba.—Muybien—dijoporfin—.Margo,encierrealdoctorenlazonadeseguridad,

cojalasllavesyloquequedademichaqueta,yvámonos.Smithbackagitólalinternaconviolencia.Laluzparpadeó,adquiriómásbrillo

unmomentoyvolvióaperderintensidad.—Si las pilas se agotan —dijo D'Agosta—, la hemos jodido. Apáguela. La

encenderemosdevezencuandoparaverpordóndevamos.Avanzaban en las tinieblas, ensordecidos por el ruido del agua. Ambos

caminaban cogidos de la mano. El periodista guiaba al grupo, con el cuerpoentumecidocasiporcompleto.Derepenteaguzóeloído.Pocoapoco,percibióunnuevosonidoenlaoscuridad.

—¿Oyeeso?—preguntó.Eltenienteprestóatención.—Oigoalgo—murmuró.—Mesuenaa…—elescritorseinterrumpió.—Unacascada—concluyóD'Agosta—.Sealoquesea,sehallabastantelejos.

Nocomentenada.Elgrupocontinuóandandoensilencio.—Luz—pidióD'Agosta.Smithbackencendió la linterna, laapuntóhaciadelantey laapagó.Elruido

eramásfuerte.Notóqueelaguaseagitaba.—Mierda—mascullóelteniente.Seprodujounasúbitaconmociónasusespaldas.—¡Socorro!—exclamóunavozfemenina—.¡Heresbalado!¡Nomesuelten!—Quealguienlacoja—vociferóelalcalde.Smithbackencendiólaluzyladirigióhaciaatrás.Unamujerdeedadmadura

se batía en el agua mientras su traje de noche largo flotaba en la negruzcasuperficie.

—¡Levántese!—indicóelalcaldeavozencuello—.¡Afiancelospies!—¡Socorro!Elperiodistaguardó la linternaenelbolsilloy se lanzócontra la corriente,

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quearrastrabaalamujerhaciaél.Vioqueéstatendíaelbrazoyleenlazabaelmuslocontodassusfuerzas.Notóqueempezabaaperderelequilibrio.

—¡Espere!—vociferó—.¡Dejededebatirse!¡Yalatengo!Lamujerpataleóylerodeólasrodillasconlaspiernas.Smithbacksesoltóde

D'Agostaysetambaleóhaciaadelante.Semaravillódelafuerzadelamujer.—¡Estáhundiéndome!—protestóavoces.Cayódebrucesenelaguaysintióquelacorrientelesuccionabahaciaabajo.

Vioconelrabillodelojoque'D'Agostavadeabaensudirección.Presadelpánico,lamujer se aferraba a él hasta sumergirle la cabeza. Se irguió bajo el vestidomojado de lamujer, que se agarró a su nariz y su barbilla, desorientándole yasfixiándole.Unagranlasitudseapoderódeél.Sehundióporsegundavez,conunextrañozumbidoenlosoídos.

Deprontoseencontródenuevoenlasuperficie.Tosiórepetidasveces.Seoyóunsiniestrochillido.Alguienlesujetabaconfuerza;D'Agosta.

—Hemosperdidoalamujer—anuncióelteniente—.Vámonos.Los gritos de lamujer se perdieron en la lejanía. Algunos de los invitados

chillabanhistéricos,otrossollozabanabatidos.—¡Deprisa!¡Todoelmundocontra lapared!—ordenóelteniente—.Sigamos

adelante.Ypaseloquepase,nosesuelten.¿Aúntienelalinterna?—mascullóaSmithback.

—Aquíestá.—Hemosdecontinuaravanzandooperderemosatodoelmundo—murmuró

D'Agosta. A continuación lanzó una carcajada carente de alegría—. Parece queestavezhesidoyoquienlehasalvadolavida.Estamosenpaz,Smithback.

Éste permaneció callado. Se esforzaba por ignorar los horrorosos gritos deangustia,yamástenuesyamortiguadosporelamenazadorrugidodelagua.

Elincidentehabíadesmoralizadoalgrupo.—¡Noocurriránadasinoscogemosdelasmanos!—tratódeanimarelalcalde

—.¡Mantenganlacadenaintacta!Smithback aferró la mano del policía con todas sus fuerzas. Continuaron

caminandoenlaoscuridad.—Luz—indicóD'Agosta.Elperiodistaencendiólalinterna.Yselecayóelalmaalospies.A cien metros de distancia, el alto techo del túnel se inclinaba hacia un

angostoembudosemicircular.Debajo,elaguaseprecipitabaconestrépitohaciaun abismo tenebroso. Una bruma espesa se elevaba y rodeaba la gargantamusgosadelpozo.Smithbackcontempló,boquiabierto,cómotodassus ilusionesde convertirse en un escritor de éxito, todos sus sueños, incluso el anhelo deseguirconvida,desaparecíanenaquellacascada.

Apenassepercatódequenosonabanchillidosdeespantoasusespaldas,sinovítores.Volviólacabezayobservóqueelgrupomirabahaciaarriba.Enelpuntoen que se unían la curva del techo y la pared del túnel, bostezaba un agujeronegro,deunosnoventacentímetroscuadrados.Deélsobresalíaunaescalerilladehierroherrumbroso,fijadaconpernosalaantiguaobradealbañilería.

Las exclamaciones de júbilo no tardaron en desvanecerse, cuando la

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espantosaverdademergió.—Estádemasiadoaltaparaalcanzarla—mascullóD'Agosta.

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Sealejarondelazonadeseguridadysubieronporunaescalera.Pendergastse volvió hacia Margo, se cruzó los labios con un dedo y señaló manchasescarlatasdesangreenelsuelo.Lajovenasintió;labestiahabíatomadoaquelladireccióncuandohuyódelaluz.Recordóquehabíaascendidoporaquellaescaleraeldíaanterior conSmithbackparaesquivaral guardia.El agenteapagó la luz,abrió concautela lapuertadelprimerpisoy se internóen laoscuridad, conelmanojodefibrassobreelhombro.Sedetuvounmomentoyolfateó.

—Yonohuelonada—susurró—.¿Cómose llegaalmandodeseguridady lasaladeordenadores?

—Creo que por aquí, a la izquierda—respondió Margo—. Después hay queatravesarlaSaladelosMamíferosPrimitivos.Noestádemasiadolejos.PasadoelmandodeseguridadseencuentraelpasillolargoqueeldoctorFrockmencionó.

Pendergastencendióuninstantelalinternaeiluminóelcorredor.—Nohaymanchasdesangre—murmuró—.Elmonstruosubiódirectamente

desdelazonadeseguridad,dejóatrásesterellanoyseencaminóhaciaeldoctorWright,metemo.—SevolvióhaciaMargo—.¿Cómoconseguiráatraeralabestia?

—Usandolasfibras.—Laúltimavez,nopicóelanzuelo.—Enestaocasiónnointentaremosatraparla.Sólopretendemosquedoblela

esquina.Arrojaremosalgunasfibrasenunextremodelpasillo,yustedsesituaráenelotro,listoparadisparar.Letenderemosunatrampa.Nosesconderemosenla oscuridad. Cuando aparezca, le deslumbraré con la luz del casco y usteddisparará.

—En efecto. ¿Cómo sabremos que la bestia ha llegado? Si el pasillo es tanlargocomoafirmaeldoctorFrock,cabelaposibilidaddequenocaptemossuoloratiempo.

Margoguardósilencio.—Tienerazón—admitióporfin.Callaronunosmomentos.—Alfinaldelpasillohayunavitrinadestinadaalaexhibicióndelibrosescritos

porelpersonaldelmuseo—explicó la joven—.LaseñoraRickmannuncasehatomado la molestia de llenarla. Por lo tanto, no estará cerrada con llave.Meteremoselmanojodentro.Dudoquelabestia,pormuysedientadesangrequeesté,seacapazderesistirse.Haráruidocuandofuercelavitrina.Aloírlo,usteddisparará.

—Lo siento, pero lo considero demasiado descarado —objetó Pendergast—.Hemos de formularnos la pregunta de nuevo; si me topo con un montajesemejante, ¿me daría cuenta de que se trata de una trampa? En este caso, larespuesta es afirmativa. Debemos maquinar algo más sutil. Cualquier trampanuevaenquelasfibrasseempleencomocebodespertarásussospechas.

Margoseapoyócontralafríapareddemármol.—Susentidodeloídoestambiénmuyagudo.

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—¿Sí?—Quizáelmétodomássencilloseaelmejor.¿Porquénonosutilizamoscomo

cebo?Haremosruidos,hablaremosenvozalta;pareceremosunapresafácil.Pendergastasintió.—Comolaperdizblanca,quesimulaunalarotaparaengañaralzorro.¿Cómo

sabremosqueseaproxima?—Encenderemos la linterna de forma intermitente. La pasearemos por el

pasillo.Lapondremosabajaintensidad.Asílaluzirritaráalabestia,peronolaalejará. Y podrá vernos. Pensará que nos hemos perdido y tratamos deorientarnos.Después, cuandosedispongaaatacar, conectaré la luzdel cascoyustedempezaráadisparar.

Pendergastreflexionóunmomento.—¿Ysilabestiaaparecepordetrás?—Elpasillodesembocaen lapuerta reservadaal personalde laSalade los

PueblosdelPacífico—señalóMargo.—Por lo tanto, quedaremos atrapados en un callejón sin salida —protestó

Pendergast—.Nomegusta.—Aunque no estuviéramos atrapados, no podríamos escapar si sus disparos

fallaran.SegúnelExtrapolador,esacriaturapuedemoverseconlarapidezdeungalgo.

Pendergastmeditó.—Este plan podría funcionar, Margo. Esmuy sencillo, como un bodegón de

ZurbaránounasinfoníadeBruckner.SiestabestiahaeliminadoauncomandodelSWAT,talvezpiensequepuedevenceraloshumanosconsumafacilidad.Noactuarácondemasiadacautela.

—Yestáherida,locualdisminuyesuvelocidad.—Sí,estáherida.CreoqueD'Agostalaalcanzó,yesposiblequeelcomando

del SWAT le alojara un par de balas más. Tal vez yo consiga acertarla. Noobstante,Margo,alestarherida,sehaconvertidoenunseraúnmáspeligroso.Prefieroperseguiradiezleonessanosqueaunoherido.—Enderezóloshombrosybuscósurevólver—.Cárguelo,porfavor.Estardepieenlaoscuridadconestefardoalaespaldaresultamuyincómodo.Deahoraenadelante,sóloutilizaremoslalinterna.Vayaconmuchocuidado.

—¿Porquénomeentrega tambiénel casco?Así podráutilizar el arma contoda libertad—sugirió Margo—. Si nos topamos con elmonstruo de improviso,tendremosqueahuyentarloconlaluz.

—Dudo de que algo consiga ahuyentarlo si está malherido —repusoPendergast—.Cójala,detodosmodos.

Avanzaron en silencio por el corredor, doblaron una esquina y cruzaron lapuertadeservicioqueconducíaalaSaladelosMamíferosPrimitivos.Margotuvolaimpresióndequesuspasossigilososresonabancomodisparossobreelpulidosuelo de piedra. Las vitrinas, que exhibían alces gigantes, tigres de dientes desable y lobos sobrecogedores, proyectaban destellos apagados a la luz de lalinterna. Esqueletos de mastodonte y mamuts se alzaban en el centro de lagalería.Laparejaseencaminóconcautelahacialasalidadelasala.Pendergast

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empuñabaelrevólver.—¿Veaquellapuertadelfinalconelrótulo«Sóloparaempleados»?—susurró

Margo—.Alotroladoseencuentraelpasilloquealbergaelmandodeseguridad,losserviciosdepersonalylasaladeordenadores.Aldoblarlaesquinasehallaelcorredordondetenderemoslatrampa.—Vaciló—.Silabestiasigueallí…

—MearrepentirédenohabermequedadoenNuevaOrleans,señoritaGreen.Entraronen lasección18por lapuertadepersonalyseencontraronenun

angostopasilloflanqueadoporpuertas.Pendergastbarriólazonaconlalinterna.Nada.

—Ésaes—anuncióMargo,indicandounapuertasituadaasuizquierda—.Ahíestáelmandodeseguridad.

La joven oyó un murmullo de voces cuando pasaron por delante. Dejaronatrásotrapuertaconlaindicación«Ordenadorcentral».

—Estánatrapadosahídentro—dijoMargo—.¿Deberíamos…?—No;nohaytiempo.Doblaron laesquinaysedetuvieron.Pendergast inspeccionóelcorredorcon

lalinterna.—¿Quéhaceesoahí?—preguntó.A mitad del pasillo, una maciza puerta de seguridad metálica devolvió

destellosburlonesalaluzdelalinterna.—Nuestrobuendoctorseequivocaba—dijoelagente—.Elmódulodosdebe

dedividirestepasillo.Ahíestáelbordedelperímetro.—¿Quédistanciahay?—preguntóMargo.Elhombresehumedecióloslabios.—Yodiríaqueentretreintaycuarentametros.Lajovensevolvióhaciaelagente.—¿Hayespaciosuficiente?Pendergastpermanecióinmóvil.—No, pero tendrá que bastar. Vamos, señorita Green, ocupemos nuestros

puestos.La atmósfera era casi irrespirable en la unidad demandomóvil. Coffey se

desabrochólacamisayseaflojólacorbataconunbruscotirón.Lahumedaddebíadeserdel110porciento.Nohabíavistounaguacerosemejanteenveinteaños.Losdesagüesburbujeabancomogéiseres,elaguallegabahastalostapacubosdelosvehículosdeemergencia.

LapuertatraseraseabrióyaparecióunhombrevestidoconeluniformedelSWAT.

—¿Señor?—¿Quéquiere?—Loshombrespreguntancuándoentraremos.—¿Cuándoentrarán?—repitióCoffey, irritado—.¿Hanperdidoel juicio?Seis

desushombreshansidoasesinadosahídentro,convertidosenhamburguesas.—Pero,señor,aúnquedagenteatrapadaeneledificio.Quizápodríamos…Coffeymiróalhombreconojosdestellantes.—¿No lo ha comprendido?No podemos entrar ahí a saco. Enviamos a unos

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hombres ignorandoaquénosenfrentábamos.Hemosderestablecer lacorrienteeléctrica,repararlossistemasantesde…

Unpolicíaasomólacabezaporlapuertadelafurgoneta.—Señor,acabamosderecibiruninformesobreuncadáverqueflotaenelrío

Hudson. Fue visto en la dársena. Parece que fue expulsado por uno de losdesagües.

—¿Aquiénleimportaunamierda…?—Señor, se trata de una mujer vestida con traje de noche, y ha sido

identificadacomounadelaspersonasdesaparecidasdelafiesta.—¿Qué? —Coffey estaba confuso. No era posible—. ¿Alguien del grupo del

alcalde?—Una de las personas atrapadas en el interior. Las únicas mujeres que

permanecendesaparecidasbajaronalsótanohacedoshoras.—¿Conelalcalde?—Creoquesí,señor.Coffeysintióquesuvejigaseaflojaba.Nopodíasercierto.Aquelloscabrones,PendergastyD'Agosta,teníanlaculpadetodo.Lehabían

desobedecido, habían condenado a muerte a aquellas personas. El alcalde,muerto.Lecortaríanloshuevosporaquello.

—¿Señor?—Lárguese—susurróelagente—.Lárguenselosdos.Lapuertasecerró.—AquíGarcía.¿Alguienmerecibe?—Laradiochirrió.Coffeygiróenredondo.—¡García!¿Quéocurre?—Nada, señor, excepto que aún no hay luz. Tom Allen está aquí. Quiere

hablarconusted.—Pásemelo.—Soy Allen. Aquí estamos un poco preocupados, señor Coffey. No podemos

hacernadahastaqueserestablezcalaelectricidad.LasbateríasdeltransmisordeGarcía empiezan a fallar, y lo hemos desconectado para ahorrar energía.Queremosquenossaquedeaquí.

Coffeysoltóunaestridentecarcajada.Losagentessentadosantelasconsolasintercambiaronunamiradadeinquietud.

—¿Quierenquelossaquedeahí?Escuche,Allen,ustedes,losgrandesgenios,sonlosculpablesdeestelío.Juróyperjuróqueelsistemafuncionaría,quehabíaunidadesdeemergencia.Demodoquearréglenselassolitos.Elalcaldehamuerto,yyaheperdidoamáshombresdelosque…¿Oiga?

—Soy García otra vez. Señor, esto está negro como boca de lobo, y sólodisponemos de dos linternas. ¿Qué ha sucedido con el comando del SWAT queenviaronalinterior?

—Están muertos, García. ¿Me oye? ¡Muertos! Sus tripas cuelgan comoguirnaldasdeNavidad.YtodoporculpadePendergastyD'Agosta,porculpadelcabrón de Allen y también por su culpa, probablemente. Aquí fuera, algunoshombres intentan restablecer la corriente eléctrica. Afirman que pueden

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conseguirlo,queescuestióndehoras.¿Entendido?Piensoacabarconesamalditacosa, a mi manera, y a su debido tiempo. De manera que aguántense. Nopermitiréquemueranmáshombresporsalvarsusmiserablesculos.

Alguienllamóalapuerta.—Adelante—ladróCoffey,mientrasdesconectabalaradio.Un agente entró y se acuclilló a su lado. El resplandor de los monitores

iluminósurostro.—Señor,acabodeenterarmedequeeltenientedealcaldevienehaciaaquí.Y

laoficinadelgobernadorestáalteléfono.Pidenuninformedelasituaciónactual.Coffeycerrólosojos.Smithback alzó la vista hacia la escalerilla. El oxidado inferior se hallaba a

másdeunmetrosobresucabeza.Talvezhabríapodidoalcanzarlodeunsaltodenohabersidoporelagua,queyalecubríahastaelpecho.

—¿Vealgoahíarriba?—preguntóelteniente.—Nada—contestó—.Estaluzesdébil.Noséhastadóndesube.—Puesapague la linterna—dijoD'Agosta conbrusquedad—.Déjemepensar

unmomento.Siguióun largosilencio.El aguacontinuabaascendiendocon rapidez.Otros

treintacentímetros,ytodosflotaríancorrienteabajo.Irritado,Smithbacksacudiólacabeza,cómoparadesecharaquellaidea.

—¿Dedóndecoñosaletodaestaagua?—gimió.—ElsubsótanofueedificadobajolascapasfreáticasdelríoHudson—contestó

D'Agosta—.Sefiltraaguasiemprequelluevemucho.—Pues claro que se filtra… Hasta es posible que se inunde —jadeó el

periodista—.Estaránconstruyendoarcasahífuera.—A lamierda todo—dijo una voz—.Que alguien suba sobremis hombros.

Subiremosunoporuno.—¡Olvídelo!—replicóD'Agosta—.Estádemasiadoaltoparaeso.Smithbacktosióycarraspeó.—¡Tengounaidea!—exclamó.Sehizoelsilencio.—Escuche,esaescaleradeaceroparecemuyfuerte—explicóelescritor—.Si

atamosnuestroscinturonesylosenlazamosalrededordeella,podemosaguardaraqueelaguaasciendalobastanteparacogernosalpeldañoinferior.

—¡Nopuedoesperartanto!—exclamóalguien.D'Agostatraspasóaljovenconlamirada.—Smithback,eslapeorideaqueheoídoenmivida.Además,lamitaddelos

hombresllevantirantes.—Heobservadoqueustedllevacinturón—replicóSmithback.—Claroquesí.¿Porquécreequeelaguasubirálosuficienteparapermitirnos

asirelpeldaño?—Mireahíarriba—dijoSmithback,enfocando la linternahaciael finalde la

escalerilla—. ¿Ve esa franja más clara? A mí me parece una señal de altitudmáximadelagua.Enelpasado,almenosunavez,elaguallegóhastaahí.Siestatormentaeslamitaddefuertedeloqueustedpiensa,notardaráenalcanzaresa

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marca.D'Agostameneólacabeza.—Bien, continúo opinando que es una locura—dijo—, pero supongo que es

mejor que esperar de brazos cruzados. ¡A ver, los hombres de ahí atrás! ¡Loscinturones!¡Pásenmelos!

Una vez se los hubieron entregado, el teniente ató las hebillas con losextremos,empezandoporlamásancha.DespuéslostendióaSmithback,queloscolocósobresushombros.Volteósobresucabezaelextremomáspesado,afianzólospies lomejorquepudoy, echándosehaciaatrás, lo arrojóhacia el peldañoinferior. Los tresmetros ymedio de cuero cayeron al agua tras fallar por unoscentímetros.Lointentódenuevoyvolvióaerrar.

—Déme eso —dijo D'Agosta—. Deje que un hombre haga un trabajo dehombre.

—Yunamierda—replicóelperiodista.Retrocedió peligrosamente y probó de nuevo. En esta ocasión se agachó

cuandolapesadahebilladescendióoscilando,introdujoelotroextremoporellaytiródelaimprovisadacuerdaenganchadaalpeldañoinferior.

—Muybien—dijoelteniente—.Ahoratodosnoscogeremosdelosbrazos.Nosesuelten.Cuandoelaguasuba,noselevaráhastalaescalerilla.Ascenderemospor grupos. Espero que la hijaputa aguante—murmuró, dirigiendo unamiradaescépticahacialoscinturonesanudados.

—Yqueelaguasubalosuficiente—añadióSmithback.—Sinolohace,seenteraráusteddeloquevaleunpeine.El escritor se volvió para replicar, pero decidió ahorrar aliento. La corriente

continuaba ascendiendo, y Smithback notó una presión, lenta pero inexorable,desdeabajo,cuandosuspiescomenzaronaalejarsedelpulidosuelodepiedra.

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GarcíaobservabacómoelcharcodeluzqueproyectabalalinternadeAllensedesplazaba poco a poco sobre una hilera de controles apagados, para luegodescribir elmismoarco al revés.Nesbitt, el guardia encargadode vigilarlos, sehallaba ante el escritoriomanchado de café que había enmitad delmando deseguridad.AsuladoestabansentadosWatersyelprogramadorlarguiruchodelasala de ordenadores. Habían llamado a la puerta del mando de seguridad diezminutosantes,ylosotrostreshombressehabíanllevadounsustodemuerte.Elprogramador,sentadoenlaoscuridad,semordisqueabalospadrastrosyresollaba.Waters había dejado la pistola reglamentaria sobre la mesa y la hacía girarnerviosamente.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó de repente, deteniendo el movimiento delarma.

—¿Quéhasidoqué?—preguntóGarcíaconindiferencia.—Creíoírunruidoenelpasillohaceunmomento—respondióWaters,ytragó

saliva—.Unospasos.—Siempreestásoyendoruidos,Waters.Poresoestamosencerradosaquí—

recriminóGarcía.Seprodujounbreveeincómodosilencio.—¿EstássegurodequehasentendidobienaCoffey?—inquirióWaters—.Si

esacosadestruyóalcomandodelSWAT,nolecostaránadaacabarconnosotros.—Nopienseseneso—aconsejóGarcía—.Ydejadehablardeltema.Ocurrió

trespisosmásabajo.—NopuedocreerqueCoffeydejequenospudramosaquí…—Waters,ocierraselpico,otelargasalasaladeordenadores.Waterscalló.—Llama otra vez a Coffey —dijo Allen a García—. Hemos de salir de aquí

ahoramismo.Garcíanegóconlacabeza.—Noservirádenada.Mediolaimpresióndequehabíabebidocincocervezas

de golpe. Tal vez la presión le ha afectado demasiado. Permaneceremosencerradosaquíhastaquetodotermine.

—¿Quiénessujefe?—preguntóAllen—.Damelaradio.—Nihablar.Lasbateríasdeemergenciaestáncasiagotadas.Allenempezóaprotestar,peroseinterrumpióderepente.—Hueloalgo—dijo.Garcíaseincorporó.—Yotambién.Cogióelfusillentamente,comoalguienatrapadoenunapesadilla.—¡Eslabestiaasesina!—exclamóWaters.Todos loshombres sepusieronenpieal instante, y las sillas cayeronhacia

atrás conestrépito.Alguien tropezó conel escritorio y lanzóunamaldición.Deinmediato,unmonitorcayóalsuelo.Garcíaaferrólaradio.

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—¡Coffey!¡Estáaquí!Seoyóunarañazoyelpomodelapuertacomenzóavibrar.Garcíanotóque

una oleada de calor descendía por sus piernas y comprendió que su vejiga sehabíaaflojado.Depronto,lapuertasecombóhaciaadentroylamaderaseastillóporobradeunimpactosalvaje.Enlaoscuridad,alguienempezóarezar.

—¿Haoídoeso?—susurróPendergast.Margoiluminóelpasilloconlalinterna.—Sí,heoídoalgo.Escucharon el ruido demadera al astillarse procedente del otro lado de la

esquina.—¡Está rompiendounapuerta!—murmuróel agente—.Hemosdeatraer su

atención.¡Eh!—exclamó.Margoleagarródelbrazo.—Nodiganadaquenoquieraquecomprenda—musitó.—SeñoritaGreen, no esmomento de bromas—replicó él—. Seguro que no

entiendeelinglés.—Nolosé.EsarriesgadoconfiartansóloenlosdatosdelExtrapolador,pero

esa cosa tiene un cerebro muy desarrollado. Es posible que haya vivido en elmuseoduranteaños,escuchandodesdelugaresoscuros.Talvezentiendaciertaspalabras.Nopodemoscorrerelriesgo.

—Comoquiera—susurróPendergast—.¿Dóndeestás?—llamóenvozalta—.¿Meoyes?

—¡Sí!—vociferóMargo—.¡Meheperdido!¡Socorro!¿Alguiennosoye?Elhombrebajólavoz:—Tienequehabernosoído.Ahorasólonosrestaesperar.—Doblóunarodillay

apuntó el 45 con la mano derecha, apoyando la muñeca sobre la izquierda—.Continúeenfocandohacialaesquinaymuevalalinternadeunladoaotro,comosi se hubiera perdido. Cuando yo vea almonstruo, le daré la señal. Entonces,enciendaelcascodemineroy,paseloquepase,noapartelaluzdelabestia.Siestá irritada, si ahora sólo busca venganza, tendremos que utilizar todos losmediosanuestroalcanceparadisminuirsuvelocidad.Sólodisponemosdetreintametrosdecorredorparamatarla.Sipuedeavanzartanrápidocomoustedafirma,serácapazderecorreresadistanciaenunpardesegundos.Nopuedevacilar,yrefreneelpánico.

—Unpardesegundos—musitóMargo—.Comprendido.García, arrodillado frente a la hilera de monitores, con la culata del fusil

apoyada contra lamejilla, apuntaba el cañón hacia la oscuridad. El perfil de lapuertaapenaseravisible.DetrásdeélseerguíaWaters,enposicióndecombate.

—Cuandoentre,dispara,ynopares—indicóGarcía—.Sólomequedanochobalas.Intentaréespaciarlostirosparaquepuedascargaralmenosunavezantesdequenosalcance.Yapagaesalinterna.¿Pretendesdelatarnuestraposición?

Allen, el programador y el guardia habían retrocedido hasta la pared delfondo,dondesehabíanacurrucadobajo loscontrolesde lareddeseguridaddelmuseo.

Watersestabatemblando.

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—SecargóauncomandodelSWAT—dijoconvozquebrada.Seprodujootrocrujido,ylapuertachirriócuandolosgoznessaltaron.Waters

chilló,selevantódeunsaltoyserefugióenlastinieblas,dejandolapistolaenelsuelo.

—¡Waters,cobarde,vuelveaquí!GarcíaoyóelruidodehuesoalchocarcontrametalcuandoWaterscayóbajo

losescritoriosysegolpeólacabeza.—¡Nopermitasquemecoja!—exclamó.García se obligó a volverse hacia la puerta. Intentó enderezar el fusil. El

hedor nauseabundo de la bestia le impregnaba las fosas nasales, mientras lapuertaseestremecíabajoelpesodeotropotenteimpacto.Noqueríaverloqueestabaapuntodeentrarporlafuerzaenlahabitación.Maldijoysesecólafrenteconel dorsode lamano.Aexcepciónde los sollozosdeWaters, el silencio eratotal.

Margoalumbrabael pasillo, tratandode imitar losmovimientos fortuitosdealguienque intentaorientarse.La luzrecorría lasparedesyelsuelo, iluminabalasvitrinas.Lajovenrespirabadeformaentrecortada,ysucorazónmartilleaba.

—¡Socorro!—vociferabadevezencuando—.¡Noshemosperdido!Detectóunaronquerasobrenaturalensuvoz.Noseoíanadaalotroladodelaesquina.Labestiaestabaalerta.—¿Hola?—llamóconungranesfuerzodevoluntad—.¿Hayalguienahí?La voz resonó y murió en el pasillo. Escudriñó la oscuridad para captar el

menormovimiento.Una forma oscura comenzó a definirse en la distancia, tan lejos que la

linterna apenas la iluminaba. Elmovimiento cesó.Daba la impresión de que lasiluetateníalacabezaerguida.Percibieronunextrañosonidolíquido.

—Aúnno—susurróPendergast.Lacosaseacercómásal recodo.Suresuellosonóconmayorclaridad,yde

inmediatoelhedorinvadióelcorredor.Labestiaavanzóotropaso.—Aúnno—repitióelagente.Lamano deGarcía temblaba con tal violencia que a duras penas consiguió

oprimirelbotóndetransmisión.—¡Coffey!—murmuró—.¡Coffey,porelamordeDios!¿Merecibe?—Aquí el agente Slade, del puesto demando avanzado. ¿Quién habla, por

favor?—Aquímandodeseguridad—balbuceóGarcía—.¿DóndeestáCoffey?¿Dónde

estáCoffey?—El agente especial Coffey se encuentra indispuesto. En estemomento, yo

dirijolaoperación,hastalallegadadeldirectorregional.¿Cuálessusituación?—¿Cuál es nuestra situación?—García lanzó una carcajada entrecortada—.

Nuestrasituaciónes…bienjodida.Estáenlapuerta,apuntodeentrar.Lesuplicoqueenvíeunequipoderescate.

—¡Hostia! —masculló Slade—. ¿Por qué no me informaron? —García oyóvocesapagadas—.¿Tieneunarma,García?

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—¿De quéme sirve el fusil?—susurró, reprimiendo el llanto—. Tienen quetraerunjodidobazuka.Ayúdennos,porfavor.

—García, estamos intentando poner un poco de orden. Aquí reina el caos.Resistan unmomento. Ese animal no puede atravesar la puerta delmando deseguridad,¿verdad?Serádemetal,supongo.

—¡Es de madera, Slade! ¡Una jodida puerta de madera! —masculló Garcíamientraslaslágrimasrodabanporsusmejillas.

—¿De madera? ¿Qué clase de lugar es éste? Escuche, García; aunqueenviáramosaalguien,tardaríanveinteminutosenllegar.

—Porfavor…—Tendránquearreglárselascomopuedan.Noséaquéseenfrenta.García,

peroserénese.Acudiremosloantesposible.Mantengalacalmayapunte…Desesperado,García sedejó caer al suelo, y sudedo resbaló del botón.No

habíaesperanza;todoseranhombresmuertos.

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60

Smithbackaferróel cinturónyseacercóunoscentímetrosmásalgrupo.Elaguaascendíaamayorvelocidadqueantes,observó.Seproducíanoleadascadapocosminutos,yaunquelacorrientenoparecíamásfuerte,elrugidoalfinaldeltúnel, resultaba ensordecedor. Los mayores, los más débiles y los peoresnadadores sehallabandetrásdel periodista, agarradosa la cuerda formadaporcinturones. Detrás se apiñaban los demás, chapoteando en el agua condesesperación.Todoelmundoguardaba silencio. Yanoquedabanenergíasparallorar, gemir o hablar. Smithback levantó la vista, sesenta centímetros más, yconseguiríaasirelpeldaño.

—Debe de ser la madre de todas las tormentas —comentó D'Agosta, que,situadojuntoaSmithback,sosteníaaunaanciana—.Hadeslucidolainauguración—añadióantesdesoltarunadébilcarcajada.

Eljovenselimitóamirarhaciaarribayencendiólalinterna.Cuarentaycincocentímetrosmás.

—Smithback, basta ya de encender y apagar la luz, por favor —espetó elteniente,irritado—.Yoleindicarécuándodebemirar.

Smithbacknotóqueotraoleadaleempujabacontralasparedesdeladrillodeltúnel. Surgieron algunas exclamaciones entrecortadas del grupo, pero nadie sesoltó. Si la cuerda cedía, todos se ahogarían en menos de medio minuto. Elescritorprocurónopensarenello.

Convoz temblorosaperodecidida,elalcaldecomenzóanarrarunahistoriaprotagonizadaporvariospersonajesbienconocidosdelayuntamiento.Smithback,pese a olfatear una primicia, se adormecía poco a poco; un claro síntoma dehipotermia,segúnrecordó.

—Deacuerdo,Smithback,echeunvistazoalaescalerilla.LavozásperadeD'Agostalesacódesusopor.Dirigióelhazdeluzhaciaarriba.Enlosúltimosquinceminutos,elaguahabía

ascendido otros treinta centímetros, y el extremo de la escalerilla ya casi sehallabaasualcance.Elperiodistaemitióunsuspirodesatisfacciónyliberómáscuerda.

—Haremoslosiguiente—dijoD'Agosta—.Ustedsubiráprimero.Yoayudaréalosdemásyseréelúltimoensalir.¿Entendido?

—Entendido—repitióSmithback,albordedelainconsciencia.El teniente tensó la cuerda improvisada,agarróal jovenpor la cinturay lo

empujóhaciaarriba.Elescritortendiólamanoyasióelpeldañoinferiormientrasconlaotrailuminabalaescalerilla.

—Démelalinterna—pidióD'Agosta.Smithbackselaentregóyagarróelpeldañoconlaotramano.Seizóunpoco

yvolvióabajarcuandolosmúsculosdelosbrazosylaespaldaseestremecieronespasmódicamente. Respiró hondo, se elevó de nuevo y alcanzó el segundoescalón.

—Cójasealpeldaño—indicóD'Agostaaalguien.

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Smithbackseapoyócontralaescalerilla,faltodealiento.Acontinuaciónmiróhaciaarriba,agarróeltercerpeldaño,luegoelcuartoytanteóconlospiesparaafianzarlossobreelprimero.

—¡Procurenopisaranadie!—advirtióD'Agosta.Notóqueunamanoguiabasupiehastadescansarlosobreelescalóninferior.

La estabilidad se le antojó algo celestial. Se inclinó un poco para ayudar a laancianaqueloseguía.Después,conlasensacióndehaberrecuperadolasfuerzas,reanudóelascenso.

Laescalerillaacababaenlabocadeunaanchatuberíasituadaenelpuntoenqueseuníanlabóvedadeltechoylapareddeltúnel.Sedesplazóhacialatuberíaconcautelayprocedióareptarenlaoscuridad.Unolorpútridoasaltósuolfatoalinstante. «Una cloaca», pensó. Tras detenerse unos segundos, continuóavanzando.

La tubería terminó y desembocó en la negrura. Smithback movió los pieshasta que encontraron un suelo de tierra, firme y duro, a unos treintacentímetrosdelabocadelatubería.Apenasdiocréditoasusuerte;habíallegadoa una cámara de envergadura desconocida, suspendida entre el sótano y elsubsótano.Algúnpalimpsestoarquitectónico, probablemente,unespacio abiertoenunadelasnumerosasreconstruccionessufridasporelmuseoyluegoolvidado.Avanzólentamente,arrastrandolospiessobrelanegruradelsuelo.Elhedorquele envolvía era abominable, peropor fortunanoera el olor de la bestia.Cosassecas (¿ramitas?) crujían bajo sus zapatos. A su espalda se oían gruñidos y elruidoquehacíanlosdemásalgatearporlatubería.LadébilluzdelalinternaqueD'Agostasosteníaenelsubsótanonopenetrabalastinieblas.

Diomediavuelta,searrodillójuntoalabocadelatuberíayayudóasaliralosmiembrosdelgrupo.Lesindicóquesesituaranaunladoynoseaventurarandemasiado lejos en la oscuridad. Obedientes, sus compañeros se pegaron a lapared.Unosseapoyaronconcautelacontraella,otrossedesplomaron,víctimasdelagotamiento.Sóloseoíaelrumordelasrespiracionesentrecortadas.

PorfinlavozdeD'Agostasurgiódelatubería:—Joder,¿quéesesteolor?Lamalditalinternasehaagotado,demodoquela

arrojéalagua.Muybien,señores—dijo,poniéndoseenpie—.Vamosacontar.ElsonidodeaguaalcaersobresaltóaSmithback,hastaqueadvirtióque lo

producíaeltenientealescurrirsuchaquetaempapada.Uno tras otro, los miembros del grupo pronunciaron su nombre con voz

cansada.—Bien —dijo D'Agosta—. Ahora, vamos a ver dónde estamos. Tal vez

convengabuscarunterrenomáselevado,sielaguacontinúasubiendo.—Encualquiercaso,megustaríaencontrarunterrenomáselevado—repuso

unavozdesdelaoscuridad—.Esteoloresinsoportable.—Sinluzresultarádifícil—replicóelperiodista—.Tendremosqueavanzaren

filaindia.—Yotengounencendedor—anuncióunavoz—.Comprobarésiaúnfunciona.—Concuidado—advirtióotrapersona—.Enmiopinión,hueleametano.Smithbackseencogiócuandounallamaamarillentailuminólacámara.

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—¡Oh, Dios mío! —exclamó alguien. La cámara se sumió de nuevo en lastinieblascuandolamanoquesujetabaelencendedorseagitó…,peronoantesdequeSmithbackvislumbraralaaterradoraimagendeloquelesrodeaba.

Margo deslizó despacio el haz de la linterna por el pasillo, procurando noenfocaralabestia,quelosobservabaacuclilladaenlaesquina.

—Aúnno—murmuróPendergast—.Espereaquesalgadeltodo.Labestiacontinuóinmóvilduranteloqueparecióunaeternidad,silenciosay

petrificadacomounagárgola.Margovioquesusojillosrojossemanteníanalertaen laoscuridadydesaparecíancuandoelmonstruoparpadeabaparareaparecerdenuevo.

Labestiaavanzóunpasoy luego sedetuvounavezmás, con supoderosocuerpoentensión.Alcabodeunossegundosseencaminóhaciaellosconuntroteextrañoyaterrador.

—¡Ahora!—exclamóPendergast.Margoaccionó la luzdel casco,yelpasilloquedóiluminadoderepente.Casialinstantesonóunadetonaciónensordecedora,cuando Pendergast disparó el revólver. El ser se paró. La joven observó queforzaba la vista, sacudiendo la cabeza hacia la luz en señal de desagrado. Acontinuación se agachó para lamerse el anca, donde la bala había penetrado.Margo sintió que su mente huía de la realidad; la cabeza pálida y gacha,horriblemente alargada, la franja blanca sobre los ojos, causada por la balaanterior de Pendergast, los poderosos cuartos delanteros, que, cubiertos deespesopelaje, terminabanen largasy cruelesgarras; los cuartos traseros,másbajos, de piel arrugada que descendía hacia patas de cinco garras.Manchas desangre aparecían incrustadas en su pelaje y brillaban en las escamas de loscuartostraseros.

¡Bang! La pata delantera derecha de la bestia salió lanzada hacia atrás, yMargooyóunterriblerugidoderabia.Elanimalgiróparahacerlesfrenteysaltóhaciaadelantemientrasreguerosdesalivamanabandesusfauces.

¡Bang!Elagenteerróeltiro,ylabestiacontinuóacercándoseconterroríficadeterminación.

¡Bang!Comoenunapelículaacámaralenta,Margovioquelapataposteriorizquierdasaltabahaciaatrás.Trastambalearseuninstante,elmonstruorecuperóelequilibrioy,emitiendounaullido,avanzóhaciaellosconelpeloerizado.

¡Bang! El ser no disminuyó su velocidad, y Margo comprendió en aquelmomentoquesuplanhabíafracasado,quesóloquedabatiempoparaundisparomásyquenohabíaformadedetenerelgalopedelabestia.

—¡Pendergast!Retrocedió dando tumbos, mientras la luz del casco oscilaba

enloquecidamente,conelúnicodeseodehuirdeaquellosojosrojos,clavadosenlossuyosconunaespeluznantemezcladerabia,lujuriaytriunfo.

García,sentadoenelsuelo,alerta,sepreguntabasilavozquehabíaoídoerareal, si había alguien allí fuera, atrapado en la misma pesadilla, o si suconmocionadocerebrolehabíajugadounamalapasada.

Derepente,unestruendoretumbóenelpasillo.Después,otroyotromás.Seobligóaponerseenpie.Nopodíasercierto.

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—¿Has oído eso? —preguntó una voz a su espalda. Entonces el sonido serepitiódosvecesmás.Trasunbrevesilencio,seoyódenuevo.

—¡JuroporDiosquealguienestádisparandoenelpasillo!—exclamóGarcía.Seprodujounlargoyespantososilencio.—Haparado—susurróGarcía.—¿Lohabránmatado?¿Lohabránmatado?—gimoteóWaters.Enmedio del tenso silencio, García aferró el fusil, resbaladizo a causa del

sudor. Había oído cinco o seis disparos. Y el monstruo había aniquilado a uncomandodelSWATarmadohastalosdientes.

—¿Lohabránmatado?—insistióWaters.Garcíaseconcentróenescuchar,peronooyónadaenelpasillo.Esoera lo

peor de todo: el breve renacimiento de sus esperanzas, y luego la repentinadecepción.

Seoyóunruidometálicoenlapuerta.—No—murmuróGarcía—.Havuelto.

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—¡Pásemeelencendedor!—bramóD'Agosta.Alvislumbrarelsúbitodestello,Smithbacksecubriólosojosinstintivamente.—Laleche…—oyógruñiralteniente.El periodista se sobresaltó al notar que algo le aferraba el hombro y le

obligabaaponerseenpie.—Escuche, Smithback —le susurró al oído el policía—, no me falle ahora.

Necesitoquemeayudeamantenerserenaaestagente.Smithbacksintiónáuseas cuandoabrió losojos.El sueloestabacubiertode

huesosdetodoslostamaños,rotosyquebradizosalgunos,otrosconcartílagoaúnadherido.

—No eran ramitas —repetía el joven una y otra vez—. No, no; no eranramitas.

Lallamadestellódenuevo,yD'Agostalaprotegióconlamano.Altenueresplandor,Smithbackpaseólavistaalrededor,enloquecido.Loque

habíaapartadoaunladodeunapatadaeranlosrestosdeunaperra,unaterrier,a juzgarporsuaspecto;ojosvidriosos,pelajeclaro,pequeñastetillasmarronesque descendían en filas ordenadas hasta el vientre desgarrado. Más cuerposyacían diseminados por el suelo: gatos, ratas y otras bestias tan destrozadas omuertashacía tanto tiempoque resultaba imposible identificarlas.Detrásdeél,alguienchillabasincesar.

La luz se apagó y volvió a centellear más lejos, porque D'Agosta habíaavanzado.

—Venga conmigo, Smithback—llamó—. Que todo el mundomire al frente.Vamos.

Mientras caminaba con cautela, evitando bajar la mirada, vio algo con elrabillodelojo.Volvió lacabezahacia laparedquesealzabaasuderecha.Unatuberíaoconductoqueenotrotiempohabíacolgadoa lo largode lapareda laaltura de su hombro se había desplomado, y sus restos aparecían en el suelo,semienterradosbajolasosamentas.Lospesadossoportesmetálicosdelatuberíacontinuabanclavadosalmuro,yseproyectabanhaciaafueracomopúas.Diversoscuerpos humanos pendían de ellos; daba la impresión de que sus formas sebalanceabana ladébil luz.Smithbackcaptó,peronoasimilóde inmediato,quetodosloscadávereshabíansidodecapitados.Esparcidosporelsuelo,alolargodelapared,descansabanpequeñosbultosdestrozadosquedebíanserlascabezas.

Apartólavista,peronoantesdequesucerebroprocesaraelhorrorfinal;enlamuñecacarnosadelcuerpomáspróximohabíaunrelojextravaganteenformaderelojdesol.PertenecíaaMoriarty.

—Oh,Diosmío…Oh,Diosmío—repitiósincesarSmithback—.PobreGeorge.—¿Conocía a ese tipo? —preguntó D'Agosta—. ¡Mierda, cada vez hace más

calor!Elencendedorseapagóyelperiodistasedetuvoalinstante.—¿Quéclasedelugareséste?—exclamóalguiendesdeatrás.

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—Notengoniputaidea—murmuróelteniente.—Yosí—replicóSmithbackconvozinexpresiva—.Esunadespensa.La llama se encendió otra vez, y Smithback echó a caminar con paso

presuroso. A su espalda, con voz cansina y mecánica, el alcalde animaba a lagenteaavanzar.

Depronto,laluzdesaparecióyelescritorsequedópetrificado.—Estamosenlapareddelfondo—oyóqueexplicabaD'Agostaenlaoscuridad

—. Uno de los pasadizos desciende y el otro sube. Tomaremos el camino másancho.

Elpolicíaencendióunavezmáselmecheroyreanudólamarcha,seguidodeSmithback.Alcabodeunosminutos,elolorcomenzóadisiparse.Sentíanelsuelomás húmedo y blando bajo los pies. Smithback notó, o creyó notar, la suavecariciadeunabrisafríaenlamejilla.

D'Agostarió.—Joder,québiensienta.Eltúneldesembocóenotraescalerilla.Eltenienteavanzóylailuminóconla

llama. Smithback se precipitó hacia adelante al percibir la brisa vivificadora.Oyeron el ruido de algo que pasaba a gran velocidad y dos sonidos metálicosconsecutivos. Arriba, una luz brillante se deslizó por encima de sus cabezas,seguidadeunchapoteodeaguaviscosa.

—¡Unatapaderadecloaca!—exclamóD'Agosta—.¡Lohemosconseguido!¡Nopuedocreerlo,lohemosconseguido!—Subióporlaescalerillayempujólaplacaredonda—.Estásujeta—gruñó—.Niveintehombrespodríanlevantarla.¡Socorro!—vociferó, con la boca cerca de uno de los agujeros de la tapadera—. ¡Quealguiennosayude,porelamordeDios!

Despuésseechóareír,apoyándosecontralaescalerillametálica,ydejócaerel encendedor. Smithback se deslizó hasta el suelo del pasadizo, entre risas ysollozos,incapazdecontrolarse.

—Lo conseguimos—repetía el teniente entre carcajadas—. ¡Smithback! ¡Loconseguimos! Béseme, Smithback…, jodido periodista, le quiero y espero quesaqueunmillóndeesto.

Seoyóunavozprocedentedelacalle.—¿Hasoídogritaraalguien?—preguntóelperiodista.—¡Eh,losdearriba!—voceóD'Agosta—.¿Quierenganarseunarecompensa?—¿Hasoídoeso?Hayalguienahíabajo.¡Eh!—¿Meoyen?Sáquennosdeaquí.—¿Cuánto?—preguntóotravoz.—¡Veintepavos!¡Avisealosbomberosparaquenossaquendeaquí!—Cincuentapavos,tío,onoabrimos.D'Agostanopodíadejardereír.—¡Queseancincuenta!Ahora,sáquenosdeaquí.—Sediolavueltayextendió

losbrazos—.Smithback,quetodoelmundoavance.¡AlcaldeHarper,bienvenidoalaciudaddeNuevaYork!

Lapuertacrujióunavezmás.Garcíaapretólaculatacontrasumejillaylloróensilencio.Labestiatratabadeentrarotravez.Respiróhondoeintentóqueel

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cañóndejarademoverse.Entonces, se percató de que el crujido había sido sustituido por un golpe.

Sonóporsegundavez,másfuerte,yGarcíaoyóunavozapagada.—¿Hayalguienahí?—¿Quiénes?—seapresuróacontestar.—AgenteespecialPendergast,FBI.Garcíanodabacréditoasusoídos.Cuandoabriólapuerta,vioaunhombre

altoydelgado,decabelloclaroyojosfantasmalesquelomirabanconplacidezalatenueluzdelpasillo.Empuñabaunalinternaconunamanoyunrevólverconla otra. Por un lado de su rostro rodaban ríos de sangre, y tenía la camisamoteadademanchasoscuras.Juntoaélsehallabaunajovenmenudadecabellocastañobajouncascodemineroamarilloqueempequeñecíasucabeza;teníalacara,elcabelloyeljerseycubiertosdemanchasoscuras.

Pendergastsonrióporfin.—Loconseguimos—selimitóadecir.La sonrisa del agente hizo comprender a García que la sangre de que iba

cubiertonoerasuya.—¿Cómo…?—tartamudeó.Laparejaentró,ylosdemás,alineadosbajoelesquemaapagadodelmuseo,

lamiraronfijamente,petrificadosdemiedoeincredulidad.Pendergastiluminóunasillaconlalinterna.—Siéntese,señoritaGreen—indicó.—Gracias —contestó Margo, y la luz del casco osciló de un lado a otro—.

Siempretancaballeroso.Pendergastsesentó.—¿Alguientieneunpañuelo?—preguntó.Allenseadelantósacandounodelbolsillo.ElagenteselotendióaMargo,quientraslimpiarselasangredelacaraselo

devolvió.Pendergastsesecóelrostroylasmanoscongranesmero.—Muyagradecido,señor…—Allen;TomAllen.—SeñorAllen.Pendergastleentregóelpañuelomanchadodesangre.Allenhizoademánde

guardarloenelbolsilloydeinmediatoloarrojóalsuelo.MiróaPendergast.—¿Estámuerto?—Sí,señorAllen.Estámuymuerto.—¿Ustedlomató?—Nosotroslomatamos.Mejordicho,laseñoritaGreenlomató.—LlámameMargo.YfueelseñorPendergastquiendisparó.—Ah,perotúmeindicastedóndedebíadisparar.Yonuncalohabríasupuesto.

Losanimalesdecazamayor(leones,búfalos,elefantes)tienenlosojosaambosladosdelacabeza.Siselanzancontrati,nuncapiensasenapuntaralojo;noesuntiropráctico.

—Elmonstruo, en cambio—explicóMargo aAllen—, tenía cara deprimate,conladireccióndelosojosorientadaalfrenteparaobtenervisiónestereoscópica.

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Unsenderodirectoal cerebro.Debidoal increíblegrosordel cráneo, si sealojaunabalaenel interiordel cerebro,ésta rebotadeunsitioaotrohastaquesepara.

—¿Matóalabestiadeuntiroenelojo?—preguntóconincredulidadGarcía.—La alcancé varias veces —respondió Pendergast—, pero era demasiado

fuerteyestabademasiadoirritada.Todavíanoheobservadodetenidamenteaeseser,ycreoque lodejaréparamástarde,peroestoysegurodequeningúnotrodisparolohabríadetenidoatiempo.

Elagenteseajustóelnudodelacorbatacondosdelgadosdedos.Escrupulosohastalaexageración,pensóMargo,teniendoencuentalasangreylosfragmentosde materia gris que cubrían su camisa blanca. Nunca olvidaría la imagen delcerebro de la bestia al salir disparado por el ojo perforado; una visiónespeluznante y hermosa a la vez. De hecho, los ojos de aquella criatura,horribles, encolerizados, le habían dado la idea en aquel momento dedesesperación,cuandoretrocedíaparahuirdelhedoryelalientoamatadero.

Derepentecomenzóatemblaryserodeólacintura.Pendergast indicó a García con un gesto que se quitara la chaqueta del

uniforme.Lacolocósobreloshombrosdelajoven.—Cálmate,Margo—dijo,arrodillándoseasulado—.Todohaterminado.—Hemos de ir a buscar al doctor Frock—tartamudeó Margo con los labios

amoratados.—Dentrodeunmomento,dentrodeunmomento—latranquilizóél.—¿Enviamos un informe?—preguntó García—. A esta radio aún le quedan

bastantesbateríasparaunatransmisiónmás.—Sí,ypediremosquemandenungrupoderescateparaeltenienteD'Agosta.

—A continuación Pendergast, con el entrecejo fruncido, añadió—: Supongo queestosignificahablarconCoffey.

—Nocreo—dijoGarcía—.Alparecer,sehaproducidouncambioenelmando.Pendergastenarcólascejas.—¿Deveras?—De veras. —García le tendió la radio—. Un agente llamado Slade afirma

estaralmando.¿Porquénohaceloshonores?—Comoguste—dijoPendergast—.Mealegrodeno tenerquehablar conel

agenteespecialCoffey.Delocontrario,metemoquemehabríavistoobligadoallamarle a capítulo. Reacciono con brusquedad ante los insultos. —Meneó lacabeza—.Esunamuymalacostumbrequemecuestamuchoreprimir.

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CuatrosemanasdespuésCuandoMargollegó,PendergastyD'Agostayasehallabaneneldespachode

Frock.Pendergastexaminabaalgodepositadosobreunamesabaja,en tantoelcientífico hablaba animadamente a su lado. Con aspecto aburrido, D'Agostacaminabadearribaabajo,cogíacosasyvolvíaadejarlas.Elmoldeenlátexdelagarradescansabaenelescritoriodeldoctor,comounpisapapelesdepesadilla.Enmediodelahabitación,iluminadaporelsol,habíaungranpastelqueFrockhabíacompradoparacelebrarlainminentepartidadePendergast.

—La última vez que estuve allí, tomé una sopa de cangrejo riquísima —explicaba Frock, cogiendo el codo del agente—. Ah, Margo —dijo, girando enredondo—.Entreyecheunvistazo.

Lajovencruzólahabitación.Laprimaverahabíallegadoporfinalaciudad,yporlasgrandesventanasseveíalaextensiónazuldelríoHudson,quediscurríahacia el sur y centelleaba a la luz del sol. Filas de corredores practicaban sudeportefavoritoenelpaseo.

Unarecreaciónaumentadade lospiesdelmonstruoreposabasobre lamesabaja, juntoa laplacadepisadas fósilesdel cretácico. Frock recorrió lashuellasconeldedo.

—Sinopertenecenalamismafamilia,síalmismoorden—aseguró—.Yelserteníacincodedosenlaspatastraseras;otrovínculoconlaestatuilladeMbwun.

Margoobservóatentamente laplacay la reproducciónypensóquenoerantanparecidas.

—¿Evoluciónfractal?—sugirió.Frocklamiró.—Esposible,peroseprecisaríananálisiscomparadoscompletosparatenerla

certeza.—Hizounamueca—.Noseráposible,claro,ahoraqueelgobiernosehallevadolosrestosconsabeDiosquépropósito.

En el mes transcurrido desde la trágica inauguración, el sentimiento delpúblico había derivado de la conmoción y la incredulidad hacia la aceptacióndefinitiva, pasando por la fascinación. Durante las dos primeras semanas, laprensa lo había bombardeado con artículos sobre la bestia, y las declaracionescontradictoriasdelossupervivienteshabíancreadoconfusióneincertidumbre.Elúnico elemento que podía solucionar la controversia (el cadáver de la criatura)habíasidotrasladadoinmediatamentedellugardeloshechosanosesabíadóndeenunafurgonetablancaconmatrículadelgobierno.InclusoPendergastafirmabadesconocer su paradero. Los periódicos no tardaron en centrarse en el costohumanodeldesastreylasquerellascriminalesqueamenazabanalosfabricantesdel sistema de seguridad y, en menor grado, el Departamento de Policía y alpropiomuseo.LarevistaTimehabíapublicadouneditorialtitulado:«¿Hastaquépuntosonsegurasnuestrasinstitucionesnacionales?»

Enaquellosmomentos,transcurridascuatrosemanas,lagenteconsiderabaala bestia un fenómeno único en su especie, un atavismomonstruoso, como los

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peces dinosaurio que a veces aparecían en las redes de los pescadores de altamar.Elinterésyelsobresaltosehabíandesvanecido.Yanoseentrevistabaalossupervivientes en los programas de televisión, la serie de dibujos animadosproyectadasehabíasuspendidoylasfigurasdelaBestiadelMuseoacumulabanpolvoenlasjugueterías.

Frockpaseólavistaporeldespacho.—Disculpenmifaltadehospitalidad.¿Alguienquiereunjerez?Lospresentesdeclinaronlainvitación.—No,amenosquetengaun7-Upparamezclarlo—respondióD'Agosta.Elpolicíacogióelmoldedelátexylolevantó.—Desagradable—dijo.—Muy desagradable —puntualizó Frock—. Era en parte reptil, en parte

primate.Noentraréendetalles técnicos,quedejaréaGregoryKawakita,quienestá analizando los datos con que contamos. Al parecer, los genes reptilianosdotabanalserdefuerzayvelocidad,entantoquelosdeprimateloconvertíanenun ser inteligente y tal vez homeotérmico, es decir, de sangre caliente; unacombinaciónformidable.

—Sí,claro—repusoD'Agosta,dejandoelmolde—.Pero,¿quécoñoera?Frocklanzóunarisita.—Miqueridoamigo,aúncarecemosde losdatossuficientesparaprecisarde

qué se trataba. Y como por lo visto era el último de su especie, tal vez no loaverigüemosnunca.Acabamosderecibiruninformeoficialsobreeltepuidequeprocedíalacriatura.Ladevastaciónfuecompleta.Alparecer,laplantadequesealimentaba, a la que por cierto hemos bautizado a título póstumo Liliceaembwunensis, seextinguiódefinitivamente.Laexplotaciónmineraquese llevóacaboenvenenóel pantanoque rodeabael tepui, pornomencionar el hechodeque toda la zona fue arrasada con napalm con el fin de facilitar las obras deminería.Noseencontraronrastrosdeotrosseressemejantesenlaselva.Sibienmehorrorizanesosatentadoscriminalescontraelmedioambiente,enestecasoconsidero que se liberó a la tierra de una amenaza terrible.—Suspiró—.Comomedida de precaución, y en contra de mi opinión, debería añadir, el FBI hadestruidotodaslasfibrasdeembalaryespecímenesdeplantasdelmuseo.Porlotanto,laplantatambiénsehaextinguido.

—¿Cómosabemosqueeraelúltimodesuespecie?—preguntóMargo—.¿Nopodríaexistirotroenalgúnlugar?

—Noesprobable—contestóFrock—.Esetepuiconstituíaunaislaecológicaentodos los sentidos; un paraje único donde animales y vegetales habíandesarrolladounainterdependenciasingularalolargodemillonesdeaños.

—Y,desde luego,nohaymásbestiasenelmuseo—intervinoPendergast—.Gracias a esos viejos planos que encontré en la Sociedad Histórica, pudimosdividirenseccioneselsubsótanoyrastrearcadacentímetrocuadrado.Hallamosmuchas cosas de interés para los arqueólogos urbanos, pero ninguna huella demásseres.

—Parecíamuytriste—dijoMargo—,muysolo.Casisentípenadeél.—Estabasolo—repusoFrock—,soloyperdidodespuésdehaberviajadoseis

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milkilómetrosdesdelaselvaqueerasuhogarparaseguirlapistadelosúltimosespecímenesdelaspreciosasplantasquelomanteníanconvidaylelibrabandeldolor.Noobstante,eraunacriaturamalvadayferoz.Vialmenosdoceagujerosdebalaenelcuerpoantesdequeselollevaran.

Lapuertaseabrió,ySmithbackentróagitandocongestosteatralesunsobrede papel manila mientras en la otra mano sostenía una botella de champán.Extrajounfajodepapelesdelsobreylosalzóhaciaeltecho.

—¡Uncontratoparaunlibro!—anunciósonriente.D'Agostafruncióelentrecejo,desviólavistaycogiódenuevolagarra.—He conseguido lo que deseaba, y he enriquecido ami agente—explicó el

periodista.—Y a ti también—rezongó D'Agosta, haciendo ademán de arrojar la garra

contraelescritor.Éstecarraspeómelodramáticamente.—Hedecididodonarlamitaddelosderechosdeautoraunfondoenmemoria

delagenteJohnBailey.Abeneficiodesufamilia.—Elpolicíasevolvióhaciaél.—Piérdete—masculló.—No,deveras.Cederélamitaddelosderechosdeautor,despuésdequeme

hayanentregadoeladelante,porsupuesto—seapresuróaañadir.D'Agostaavanzóhaciaeljovenysedetuvoderepente.—Cuentaconmicolaboración—murmuró,conlamandíbulatensa.—Gracias,teniente.Creoquelanecesitaré.—Escapitándesdeayer—corrigióPendergast.—¿CapitánD'Agosta?—preguntóMargo—.¿Lehanascendido?Elhombreasintió.—Nopodríaproponerauntíomejor,medijoeljefe.—Apuntóundedohacia

el escritor—. Quiero leer lo que cuentes sobre mí antes de que se imprima,Smithback.

—Esperaunmomento—Losperiodistasnosregimosporunaética…—¡Chorradas!—atajóD'Agosta.MargosevolvióhaciaPendergast.—Sospechoque seráuna colaboración de lomás emocionante—susurró. El

agenteasintió.Seoyóun tamborileosobre lapuerta,y lacabezadeGregKawakitaasomó

porella.—Oh, lo siento, doctor Frock. Su secretaria no me informó de que estaba

ocupado.Repasaremoslosresultadosmástarde.—¡Tonterías! —exclamó Frock—. Entra, Gregory. Señor Pendergast, capitán

D'Agosta, les presento a Gregory Kawakita, el creador del programa deextrapolaciónquenoshapermitidoobtenerunperfiltanprecisodelabestia.

—Leestoymuyagradecido—dijoPendergast—.Sineseprograma,ningunodenosotrosestaríahoyaquí.

—Muchas gracias, pero el programa surgió del cerebro del doctor Frock —explicóKawakita,conlavistaclavadaenelpastel—.Yomelimitéaensamblarlaspiezas. Además, hay muchas cosas que el Extrapolador no indicó, como por

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ejemploqueteníalosojosenlapartedelanteradelacara.—Caramba,Greg, el éxito tehavueltohumilde—comentóSmithback—.En

cualquier caso—agregó, dirigiéndose a Pendergast—, he de formularle algunaspreguntas.Estechampánnoesgratis,seloaseguro.—MiróalhombredelFBIconojos expectantes—. ¿De quién eran los cadáveres que descubrimos en lamadriguera?

Elagenteseencogiódehombros.—Supongoquenadameimpideresponderle,peronopodrápublicarloquele

digahastaquerecibalacomunicaciónoficial.Porelmomentosehanidentificadocinco de los ocho cadáveres. Dos eran de vagabundos que se refugiaron en elsótanoantiguo,supongoqueparaprotegersedelfríounanochedeinvierno.Otroera de un turista extranjero cuyo nombre constaba en la lista de personasdesaparecidas de la Interpol. Otro, como ya sabe, era George Moriarty, elayudantedeconservadorqueestabaalasórdenesdeIanCuthbert.

—Pobre George —susurró Margo, que había evitado pensar en los últimosmomentosdeMoriarty,su luchafinalcontra labestia.Morirdeaquellamanera,paraluegosercolgadocomounares…

Pendergastesperóunmomentoantesdeproseguir.—El quinto cadáver ha sido identificado provisionalmente a partir de la

dentadura como un hombre llamado Montague, un empleado del museodesaparecidohacevariosaños.

—¡Montague!—exclamóFrock—.Demodoquelahistoriaeracierta.—Sí—confirmóelagente—.Alpareceralgunosmiembrosdelaadministración

delmuseo,Wright,Rickman,CuthbertytalvezIppolito,sospechabanquehabíaalgoescondidoenelmuseo.Cuandoencontraronunaenormecantidaddesangreenelsótanoantiguo,ordenaronquelalimpiaransinavisaralapolicía.ComoladesaparicióndeMontaguecoincidióconesedescubrimiento,elgruponohizonadaparaarrojarluzsobreelincidente.TeníanmotivosparacreerquelabestiaestabarelacionadaconlaexpediciónWhittlesey,porloquedecidierontrasladarlascajas.Cometieronunaimprudencia,pueseltrasladoprecipitólosasesinatos.

—Tiene razón, por supuesto—dijo Frock, desplazándose en la silla hacia elescritorio—. Sabemos que el ser era muy inteligente. Comprendió que, si sedescubría su presencia en elmuseo, correría peligro. Presumo que reprimió sunaturaleza feroz comomedio de supervivencia. Cuando llegó al museo, estabadesesperado, talvezenunestadode furiadesatada,ymatóaMontaguealverque manipulaba los objetos y las plantas. Después optó por actuar con grancautela. Como conocía el paradero de las cajas, contaba con una provisión deplantas, al menos hasta que se agotaran. Las consumía lentamente, pues lashormonas de las plantas estaban muy concentradas. Además, añadía uncomplemento a su dieta de vez en cuando; ratas que vivían en el subsótano,gatos escapados del Departamento de Conducta Animal… e incluso un par devecessereshumanosdesafortunadosqueseaventuraronainternarseenlugaressecretos delmuseo. Siempre tomaba la precaución de ocultar susmatanzas, ypasaronvariosañossinquefueradetectado.—Seremovióunpocoy lasilladeruedascrujió.

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»Después,cuandotrasladaronlascajasylasencerraronconllaveenlazonadeseguridad,labestiaexperimentóprimerohambre,luegodesesperación.Quizásedespertaronenélinstintosasesinoscontralosseresquelehabíanprivadodesusplantas,seresquepodíanconstituirunsustituto,aunquepobre,deloquelehabíanarrebatado.Ladesazónaumentó,ylabestiacomenzóamatarymatar.—Frock se enjugó la frente con un pañuelo—. Sin embargo, no perdió toda sucapacidadderaciocinio.

»¿Recuerdancómoescondióelcuerpodelpolicíaenlaexposición?Apesardesu sed de sangre, de su ansia por conseguir las plantas, tuvo la lucidez decomprenderquelosasesinatosatraíanhaciaélunaatención indeseable.Talvezhabía planeado llevar el cadáver de Beauregard a su guarida. Quizá no pudohacerlo, pues la exposición estabamuy alejada de sus dominios, demodo queescondióelcadáver.Alfinyalcabo,elhipotálamoerasuobjetivoprimordial:elrestosóloeracomida.

Margoseestremeció.—Me he preguntado más de una vez por qué la criatura se arriesgó a

presentarseenlaexposición—dijoPendergast.Frocklevantóeldedoíndice.—Yotambién.Creoadivinarelmotivo.Recuerde,señorPendergast,quémás

habíaenlaexposición.Elagenteasintió.—Claro.LaestatuilladeMbwun.—Exacto —confirmó el científico—. La estatuilla representaba a la bestia,

constituíaelúnicovínculodelserconelhogarquehabíaperdidoparasiempre.—Parece que hameditadomucho sobre el asunto—intervino Smithback—.

Por cierto, si Wright y Cuthbert conocían la existencia de esa cosa, ¿por quésospechabanqueestabarelacionadaconlaexpediciónWhittlesey?

—Creoquepuedocontestaraeso—dijoPendergast—.Sabían,desdeluego,lacausa del retraso del barco que transportó las cajas desde Belem a NuevaOrleans…,delmismomodoqueustedloaveriguó,señorSmithback.

Elperiodistasepusonervioso.—Bueno,yo…—También habían leído el diario deWhittlesey, y conocían las leyendas tan

bien como cualquiera. Después, cuando Montague, la persona designada paraocuparsedelascajas,desaparecióyuncharcodesangrefuedescubiertocercadedondesealmacenabanlascajas…bien,nohacíafaltaserungenioparasumardosydos.Además—agregó,conexpresiónsombría—,Cuthbertmeconfirmóqueasíocurrió;enlamedidadesusposibilidades,porsupuesto.

Frockasintió.—Pagaron un precio terrible. Winston y Lavinia muertos, Ian Cuthbert

ingresadoenunpsiquiátrico…Esespantoso.—Cierto—intervinoKawakita—.Porotrolado,noesningúnsecretoquetodo

lo sucedido le convierte a usted en el candidato a director delmuseo conmásposibilidades.

«Sóloélpodríapensareneso»,reflexionóMargo.Frockmeneólacabeza.

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—Dudodequemeofrezcanelcargo,Gregory.Encuantotodosetranquilice,larazónprevalecerá.Soyunpersonajedemasiadocontrovertido.Además,nomeinteresa ladirección.Tengodemasiadomaterialnuevoaquíynodeseo retrasaraúnmásmipróximolibro.

—LoqueeldoctorWrightylosdemásignoraban—continuóPendergast—,dehechoalgoqueningunodelospresentessabe,esquelasmuertesnoempezaronen Nueva Orleans. Se produjo un asesinato muy parecido en Belem, en elalmacéndondeseguardabanlascajasparaserembarcadas.Loaverigüécuandoinvestigabaloscrímenescometidosabordodelbarco.

—Debió de ser la primera parada de la bestia camino deNueva York—dijoSmithback—. Creo que el círculo de la historia se cierra. —Condujo al agentehaciaelsofá—.Ahora,señorPendergast,supongoquetambiénsehasolucionadoelmisteriodelasuertedeWhittlesey.

—El ser lo mató; eso parece seguro —contestó el agente—. Diga, ¿no leimportasimesirveuntrozodeesepastel…?

Elperiodistaapoyólamanoensubrazo.—¿Cómolosabe?—¿QuematóaWhittlesey?Encontramosunrecuerdoensucubil.—¿Sí?Smithbacksacólagrabadora.—Guardeesoenelbolsillo,señorSmithback,seloruego.Sí,eraalgoque,al

parecer,Whittlesey llevabaalrededordelcuello.Unmedallónenformadedobleflecha.

—¡Estabagrabadoensudiario!—¡YenlacabeceradelanotaqueenvióaMontague!—añadióMargo.—Por lo visto, era el timbre familiar de Whittlesey. Lo descubrimos en la

guarida;untrozo,cuandomenos.NuncaaveriguaremosporquélabestialotrajodesdeelAmazonas,peroasífue.

—Tambiénhallamosotrosobjetos—intervinoD'Agosta,mientrasmasticabauntrozodepastel—yunmontóndevainasdeMaxwell.Esesererauncoleccionistaconsumado.

—¿Cómoqué?—preguntóMargo,encaminándosehaciaunadelasventanas.—Cosas que nunca adivinaría. Un juego de llaves de coche, unmontón de

monedas y fichas de metro, e incluso un precioso reloj de cadena de oro.Localizamos al tipo cuyo nombre aparecía grabado en el reloj, y afirmó que lohabía perdido hacía tres años; se lo habían robado en una visita almuseo.—D'Agostaseencogiódehombros—.Talvezelcarteristaesunode loscadáveresnoidentificados.Oquizánoloencontraremosnunca.

—Labestialoteníacolgadoporlacadenadeunclavofijoaunapareddesuguarida —dijo Pendergast—. Le gustaban las cosas bonitas; otra señal deinteligencia,supongo.

—¿Todolohabíacogidodelinteriordelmuseo?—inquirióSmithback.—Sí, por lo que sabemos—respondió Pendergast—. No existen pruebas de

quelacriaturapudiera,oquisiera,salirdelmuseo.—¿No? Entonces ¿qué me dice de esa salida hacia la que usted guiaba a

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D'Agosta?—preguntóelperiodista.—Élladescubrió—selimitóacontestarelagente—.Ustedestuvieronmucha

suerte.SmithbacksevolvióhaciaD'Agostaparaformularotrapregunta,oportunidad

quePendergastaprovechóparaservirseuntrozodepastel.—Ha sido muy amable por su parte ofrecerme esta fiesta, doctor Frock —

agradeciócuandosereunióconlosdemás.—Nossalvó lavida.Penséqueunpastelitoseríaunaformadedesearlebon

voyage.—En tal caso, me temo quemi presencia en esta fiesta es injustificada—

replicóPendergast.—¿Porqué?—preguntóelprofesor.—Es posible que no abandone Nueva York de manera permanente. La

direccióndelaoficinadeNuevaYorkhaquedadovacante.—¿QuieredecirquenoofreceránelcargoaCoffey?—Smithbacksonrió.Pendergastnegóconlacabeza.—Pobre señor Coffey. Espero que lo pase bien en la oficina de Waco. En

cualquiercasoelalcalde,quesehaconvertidoenungranadmiradordelcapitánD'Agostapiensaquecuentocongrandesposibilidades.

—¡Felicidades!—exclamóFrock.—Aúnno es seguro—repuso Pendergast—. Tampoco sé si quiero quedarme

aquí,aunquelaciudadtienesusencantos.SelevantóycaminóhacialaventanadesdedondeMargocontemplabaelrío

HudsonylascolinasverdesdelasPalisades.—¿Yquéplanestienestú,Margo?—preguntó.Ella,sevolvió.—Hedecididopermanecerenelmuseohastaqueterminelatesina.Frockrió.—Laverdadesquemehenegadoaquesemarche.Margosonrió.—Dehecho,herecibidounaofertadeColumbiaparatrabajarcomoprofesora

ayudanteel añoqueviene.Columbia fueel almamáterdemipadre.Demodoquehedeapresurarmeaconcluirla.

—¡Espléndida noticia! —exclamó Smithback—. Lo celebraremos esta nochedespuésdecenar.

—¿Unacena?¿Estanoche?—CafédesArtistes,a lassieteenpunto—anunció—.Escucha,hasdevenir.

Soyunautormundialmentefamoso,onotardaréenserlo.Estechampánempiezaacalentarse.

El jovencogió labotella,y todossearremolinaronalrededordeélmientrasFrocksacabacopas.Smithbackapuntólabotellahaciaeltechoydisparóelcorchoconun«pop»muysatisfactorio.

—¿Por qué brindamos? —preguntó D'Agosta cuando las copas estuvieronllenas.

—Pormilibro—propusoSmithback.

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—PorelagenteespecialPendergast,paraque llegueacasasanoysalvo—sugirióFrock.

—AlamemoriadeGeorgeMoriarty—murmuróMargo.—PorGeorgeMoriarty.Sehizoelsilencio.—Que Dios nos bendiga a todos —entonó Smithback. Margo le propinó un

puñetazoenbroma.

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EPÍLOGO

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LongIslandCity,seismesesdespuésElconejodiounrespingocuandolaagujasehundióensuanca.Kawakitavio

quesangreoscurallenabalajeringa.Introdujocondelicadezaelconejoen la jaulaydespuésvertióel líquidoen

trestubosdeensayoquedepositóenel tamborde lacentrifugadora,cuyatapacerró.Bajóelinterruptoryoyócómoelzumbidoseconvertíapaulatinamenteenuna especie de gimoteo a medida que la fuerza de rotación separaba loscomponentesdelasangre.

Se sentó en la silla de madera y dejó vagar la mirada. La oficina estabapolvorienta, y la luz era escasa, pero Kawakita lo prefería así. Sería absurdollamarlaatención.

Lehabíaresultadomuydifícilencontrarellugaradecuado,reunirelequipoeinclusopagarelalquiler;era increíble loquepedíanpor losalmacenesruinososdeQueens. Lo quemás le había costado conseguir había sido el ordenador. Enlugar de comprar uno, había logrado conectar mediante las líneas largas delteléfonoconelordenadorprincipalde laFacultaddeMedicinaSolokov;unsitiorelativamentesegurodesdedondedirigirsuProgramadeExtrapolaciónGenética.

Miróporlasuciaventanahaciaelpisoinferiordelalmacén,unamplioespaciooscuroyprácticamentevacío, cuyaúnica luzprocedíade losacuarioscolocadossobreestantesmetálicosalo largodelapareddelfondo.Oíaeltenueburbujeode los sistemas de filtración. La iluminación de los depósitos arrojaba unamortecinaluzverdosasobreelsuelo.Disponíadeunpardedocenasdetanques.Notardaríaennecesitarmás,peroeldineroyanorepresentabaunproblema.

Era sorprendente,pensóKawakita, que las solucionesmáselegantes fueranlasmássencillas.Yelhechodevislumbrarelprimerolasolucióndiferenciabaalcientíficoinmortaldelsimplementegrande.

ElenigmadeMbwuneraasí.Él,Kawakita,habíasidoelúnicoensospecharlo,enintuirloyseríaelprimeroendesvelarlo.

Elgemidode lacentrifugadoracomenzóaperder intensidad,ypronto la luzrojade«finalizado»parpadeócon lentitud.Kawakitase levantó,abrió la tapayextrajo los tubos. La sangre de conejo había sido dividida en sus trescomponentes:suerotransparentearriba,unacapadecélulasblancasenmedio,yunamásgruesadecélulasrojasenel fondo.Succionóconcuidadoelsueroyacontinuaciónvertiógotasdecélulasenunaseriedetubosdecristal.Porúltimoañadióvanosreactivosyenzimas.

Unodelostubosadoptóuntonopúrpura.Kawakitasonrió.Habíaresultadomuysencillo.DespuésdetoparseconMargoyFrockenlafiesta,suescepticismoinicialse

había transformado rápidamente en fascinación. Al principio había permanecidopor los alrededores, ajeno a lo que ocurría. Sin embargo, cuando se habíaacercadoaRiversideDriveyhabíasidoarrastradoporlaturbamultadeinvitadoshistéricos que huían de la inauguración, comenzó a reflexionar. Después le

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asaltaronlaspreguntas.Cuando,mástarde,oyóaFrockproclamarlasolucióndelmisterio, lacuriosidaddeKawakitanohizomásqueaumentar.Talvez,paraserjusto, gozaba de una distancia bastante más objetiva que los desgraciadosencerradosconlabestiaeneledificio;encualquiercaso,lociertoeraquehabíadetectadopequeñosdefectosenlasolución,pequeñosproblemas,contradiccionessinimportanciaquetodoelmundohabíapasadoporalto.

Todoelmundo,exceptoKawakita.Siempre había sido un investigadormuy curioso y precavido. Su insaciable

curiosidadlehabíasidodeayudaenelpasado—enOxfordydurantelosprimerostiemposenelmuseo—yvolvíaaayudarledenuevo.Sucautela,porotraparte,le había impulsado a integrar en el ordenador una función de recuperación dematerial; por razones de seguridad, por supuesto, pero también con el fin deaveriguarparaquéutilizabanlosdemássuprograma.

Porlotanto,habíaexaminadoloqueMargoyFrockhabíanhecho.Con sólo pulsar unas teclas, el programa reveló todas las preguntas que la

jovenyFrockhabíanformulado,todoslosdatosquehabíanintroducido,todoslosresultadosquehabíanobtenido.

Los datos le habían encauzado hacia la auténtica solución del misterio deMbwun.Margoyelprofesorlahabíantenidoantesítodoeltiempo,ylahabríanadivinadodehaberplanteado laspreguntasoportunas.Kawakitasabíahacer laspreguntasadecuadas.Yconlarespuesta,llegóundescubrimientosorprendente.

Ungolpesuavesonóenlapuertadelalmacén.Kawakitabajóporlaescalerahastalaplantabaja,moviéndosesinruidonivacilaciónenlaoscuridad.

—¿Quiénes?—susurróconvozronca.—Tony—contestóunavoz.Kawakitadeslizósinesfuerzolatrancadehierroy

abriólapuerta.Unafiguraentró.—Quéoscuroestáesto—dijoelhombre.Erabajoydelgado,ycaminabaconunbalanceopeculiardeloshombros.Miró

alrededor,nervioso.—Dejalaslucesapagadas—ordenóconbrusquedadKawakita—.Sígueme.Caminaronhastaelfondodelalmacén,dondehabíaunamesalarga,cubierta

defibrasquesesecabanbajounaslámparasdeinfrarrojos.Enunextremodelamesadescansabaunabalanza.Kawakitarecogióunpuñadodefibrasylaspesó,apartóvariasydejócaerunascuantasmás.Despuéslasintrodujoenunabolsadeplástico.Miróasuvisitanteconexpectación.Elhombrehundiólamanoenelbolsillo de los pantalones y extrajo un fajo de billetes arrugados. Kawakita loscontó:cincodeveinte.Asintióytendiólabolsaalreciénllegado,quelacogióconansiaysedispusoaabrirla.

—¡Aquíno!—advirtióKawakita.—Losiento—sedisculpóelhombre,avanzandoyahacialapuerta.—Prueba con cantidades más grandes —sugirió Kawakita—. Sumérgelas en

agua hirviendo; eso aumenta la concentración. Creo que encontrarás losresultadosmuygratificantes.

Elhombreasintió.—Gratificantes—repitiódespacio,comosisaborearalapalabra.

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—Tendrémásparatielmartes—dijoKawakita.—Gracias—susurróelhombre,ysemarchó.Kawakita cerró la puerta y la atrancó. Había sido un día largo, y se sentía

extenuado,peroaguardabaconansiedadlanoche,cuandolosruidosdelaciudadseapaciguabanylaoscuridadcubríalatierra.Lanochesehabíaconvertidoensupartedeldíafavorita.

Unavez reconstruido loqueMargoyFrockhabíanhecho con suprograma,todoencajó.Sólonecesitabaencontrarunadelasfibras,loqueresultóunatareadifícil, ya que habían limpiado a conciencia la zona de seguridad, vaciado yquemadolascajas,juntoconelmaterialdeembalaje.EllaboratoriodondeMargohabíaefectuadosutrabajoinicialhabíaquedadoinmaculado,ylaprensadoradeplantas había sido destruida. Por fortuna nadie se había acordado de limpiar elbolso de Margo, famoso en todo el Departamento de Antropología por sudesorden.LapropiaMargolohabíaarrojadoalincineradordelmuseovariosdíasdespuésdeldesastre,porprecaución,peronoantesdequeKawakitaconsiguieralafibraquenecesitaba.

Elmayordesafío,sinembargo,habíaconsistidoencultivarlaplantaapartirdeunasolafibra.Habíapuestoapruebatodassuscapacidades,susconocimientosdebotánicaygenética.Habíacanalizadotodassusferocesenergíasenunaúnicaempresa,arrinconandosupropósitodeejerceruncargotraspediryobtenerunaexcedenciaenelmuseo.Yporfin,hacíaapenascincosemanas,lohabíalogrado.Recordólasensacióndetriunfoquelehabíaembargadocuandoeldiminutonudoverde apareció sobre una cápsula de Petri cubierta de agar. Y ya poseía unaabundanteypermanenteprovisióndeplantasinoculadasconelretrovirusenlosdepósitos.Elextrañoretrovirusdatabadesesentaycincomillonesdeañosatrás.

Habíaresultadoserunaclasedenenúfarperversamenteatractivoqueflorecíacasideformacontinuada;grandescapullosdeunpúrpuraprofundoconapéndicesvenososyestambresdeunamarillobrillante.Elvirusseconcentrabaeneltallo,duro y fibroso. Cosechaba unos ochocientos gramos a la semana y se proponíaaumentarlacantidadpocoapoco.

«Los kothoga sabían todo sobre esta planta», pensó Kawakita. Lo queaparentabaserunabendiciónsetransformóparaellosenunamaldición.Habíanfracasadoensuintentoporcontrolarsupoder.Laleyendaexplicabaloocurridoala perfección; el demonio no cumplió su parte del trato, y su hijo, Mbwun, sehabíadesmadradoyrebeladocontrasusamos,quesehabíanmostradoincapacesdecontrolarlo.

Kawakita, en cambio, no fallaría. Los análisis del suero de conejo habíandemostradoquetriunfaría.

Lapieza finaldel rompecabezasencajócuando recordó loqueaquelpolicía,D'Agosta, había comentado en la fiesta de despedida del agente del FBI: en lamadrigueradelabestiahabíanencontradounmedallónenformadedobleflechapertenecienteaJulianWhittlesey;prueba,afirmaron,dequeelmonstruohabíamatadoaWhittlesey.¡Prueba!,menudatontería.

Prueba,enrealidad,dequeelmonstruoeraWhittlesey.Kawakita rememoróeldíaenquecomprendió todo.Fueunaapoteosis,una

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revelación. El ser, la Bestia del Museo, El Que Camina A Cuatro Patas, eraWhittlesey. Y tenía la prueba en su poder; había sometido al programa deextrapolaciónunamuestradeADNhumanoyotradelretrovirusparaaveriguarcuálseríalaformaintermedia.

Elordenadordefinióalser:ElQueCaminaACuatroPatas.Elretrovirusdelaplantaeraasombroso.Habíabastantesposibilidadesdeque

hubiera existido, sin apenas experimentar cambios, desde el mesozoico. Ensuficientescantidades,poseíaelpoderdeprovocarmodificacionesmorfológicasdeuna naturaleza pasmosa. Todo elmundo sabía que las zonasmás recónditas yaisladas de las selvas tropicales albergaban plantas ignotas de una importanciacasi inconcebible para la ciencia. Kawakita ya había descubierto sumilagro. Alcomerlasfibraseinfectarseconelretrovirus,WhittleseysehabíaconvertidoenMbwun.

Mbwun.Conesapalabra loskothogadesignabantantoa laplanta terribleymaravillosacomoalosseresenquesetransformabanquienessealimentabandeella.Kawakitacomenzabaacomprenderlaenigmáticareligióndeloskothoga.Lasplantasconstituíanunamaldiciónquesedetestabaynecesitabaalmismotiempo.Los seres mantenían a raya a los enemigos de los kothoga, pese a querepresentabanunacontinuaamenazaparasusamos.Cabíaen loposibleque latribu sólo empleara aun ser, puesmás resultaría demasiadopeligroso. El cultogiraría en torno a la planta, su cultivo y cosecha. El clímax de sus ceremoniasresidiríasindudaenlaincorporacióndeunanuevabestia,unavíctimahumanaaquien se obligaría por la fuerza a comer la planta. Al principio, se necesitaríangrandes dosis con el fin de transmitir los retrovirus suficientes para alterar lamorfologíadelcuerpo.Unavezfinalizadalatransformación,sóloseconsumiríanpequeñas cantidades, siempre combinadas con otras proteínas. Lo fundamentaleramantenerladosis;delocontrario,seproduciríanintensosdolores,inclusolalocura.Lamuertellegaríaantesdequeaquellosucediera,porsupuesto,yelser,desesperado,trataríaportodoslosmediosdeencontrarunsustitutodelaplanta.Elhipotálamohumanoera,conmucho,elmássatisfactorio.

En laconfortableoscuridad,mientrasescuchabael tranquilozumbidode losdepósitos,Kawakitaimaginóeldramaquesehabíadesarrolladoenlaselva.Loskothogavieronaunhombreblancoporprimeravez.SindudasehabríantopadoantesconCrocker,elcompañerodeWhittlesey.Talvezlabestiayaeravieja,osehabíadebilitado.TalvezCrockerhabíamatadoalacriaturaconelfusilmientrasel ser le destripaba. O tal vez no. En cualquier caso, cuando los kothogaencontraronaWhittlesey,sólohuboundesenlaceposible.

Se preguntó qué habría sentido Whittlesey al verse atado, quizá en unaceremonia,yserobligadoacomer el retrovirusdeunaextrañaplantaqueélmismo había recogido días antes. Quizá habrían preparado un brebaje con lashojasolehabríanforzadoacomerlasfibrassecas.Habríanintentadohacerconaquelhombreblanco loquenohabíanconseguidocon losdesupropiaespecie:crear un monstruo al que poder controlar, un monstruo que ahuyentara a losconstructoresdecarreteras,alosprospectoresyminerosdispuestosainvadireltepuidesdeelsurydestruirlos;unmonstruoqueaterrorizaraalastribusvecinas

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sin atacar a sus amos, que garantizara la seguridad y el aislamiento de loskothogaparasiempre.

Sin embargo, la civilización acabó por llegar, acompañada de todos susterrores.KawakitaimaginóaWhittlesey,convertidoenunmonstruo,acurrucadoenlaselva,viendocómoelfuegocaíadelcieloyquemabaeltepui,aloskothogay sus preciosas plantas. Sólo él escapó, y sólo él sabía dónde podía hallar lasfibras portadoras de vida después de que la selva hubiera sido destruida. Y losabíaporqueélmismolashabíaenviadoaeselugar.

OquizáWhittleseyya sehabíamarchadocuandoel tepui ardió.Tal vez loskothoganohabíansidocapacesdecontrolar,unavezmás,asucreación.TalvezWhittlesey, en aquel terrible estado, había trazado sus propios planes, que noincluían quedarse como ángel vengador de aquella tribu. Quizá sólo habíadeseadoregresaracasa.Habíaabandonadoaloskothoga,yelprogresoloshabíaaniquilado.

Detodosmodos,aKawakitanoleimportabanlosdetallesantropológicos.Leinteresabanelpoderinherentealaplantayelcontroldeesepoder.

Habíaquedominar la fuenteparadominaral ser.«Yyo triunfarédonde loskothoga fracasaron», pensó. Estaba controlando la fuente. Sólo él sabía cómocultivaraqueldifícilydelicadonenúfardelaselvaamazónica.SóloélconocíaelpH apropiado del agua, la temperatura exacta, la luz correcta, la mezcla denutrientesideal.Sóloélsabíacómoinocularelretrovirusenlaplanta.

Todos dependerían de él. Gracias a la combinación genética que habíarealizadomedianteelsuerodeconejo,había logradopurificar lafuerzaesencialdelvirus,disminuyendoalgunosdelosefectoscolateralesmásdesagradables.

Almenos,estababastantesegurodehaberloconseguido.Había llevado a cabo unos descubrimientos revolucionarios. Todo el mundo

sabíaquelosvirusintroducíansupropioADNenlascélulasdelavíctima.Porlogeneral,elADNselimitabaaordenaralascélulasinfectadasquefabricaranmásvirus.Asíactuabantodoslosvirusconocidosporelhombre,desdelosdelagripealosdelsida.

El virus con que Kawakita trabajaba era diferente. Inoculaba una coleccióncompleta de genes en su víctima: genes de reptil antiguos, de unos sesenta ycincomillonesdeaños,queen laactualidadsóloseencontrabanenelhumildegecoyenunaspocasespeciesmás.Al parecer, conel correrdel tiempo,habíaadoptadogenesdeprimate,sindudageneshumanos.Unvirusquerobabagenesasuanfitrión,eincorporabaesosgenesasusvíctimas.

Aquellos genes, en lugar de fabricar más virus, remodelaban a la víctimahasta convertirla en un monstruo. Ordenaban a la maquinaria del cuerpo quecambiara la estructura ósea, el sistema endocrino, las extremidades, la piel, elcabello y los órganos internos. Modificaban el comportamiento, el peso, lavelocidadylaastuciadelavíctimayleproporcionabanunolfatoyunoídomuyagudosacambiodedisminuirlavista.Ledotabandeunpoder,unaenvergadurayuna velocidad enormes, al tiempo que dejaban relativamente intacto sumaravilloso cerebro homínido. En suma, la droga (el virus) transformaba a lavíctima humana en una máquina de matar terrible. No, la palabra víctima no

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describíaconjusticiaa lapersona infectadaconelvirus.«Simbionte»seríaunapalabramásprecisa,porqueeraunprivilegiorecibirelvirus;undonotorgadoporGregKawakita.

Erahermoso.Dehecho,erasublime.Lasposibilidadesdelaingenieríagenéticaeraninfinitas.YKawakitayatenía

ideas para mejorarla. Nuevos genes, tanto humanos como de animal, que elretroviruspodía introducirensuanfitrión.Él controlabaquégenes inoculabaelretrovirus,enquéseconvertíalavíctima…Adiferenciadeloskothoga,primitivosysupersticiosos,élcontrolaba…mediantelaciencia.

Un efecto colateral de la planta era que actuaba como narcótico.Proporcionabauncuelguemaravilloso,limpio,sinladesagradablebajadadeotrasdrogas.Talvezconestacapacidadlaplantahabíaasegurado,enunprincipio,suingestión, y por ende, su propagación.Dicho efecto colateral había reportado aKawakitadineroparafinanciarsusinvestigaciones.Alprincipio,sehabíanegadoavender la droga, pero los problemas económicos no le habían dejado otraalternativa.Sonrióalpensarenlofácilquehabíaresultado.Elselectocírculodeansiososadictosyahabíabautizadoalaplanta:«aguanieve».Elmercadoestabaávido,yKawakitavendíatantocomofabricaba.

Habíaanochecido.Kawakitasequitólasgafasdesoleinhalólaricafraganciadelalmacén,lossutilesoloresdelasfibras,elaguayelpolvo,mezcladosconlosdel moho, el dióxido de sulfuro y una multitud de otros aromas. Sus alergiascrónicas habían desaparecido casi por completo. «Debe de ser el aire limpio deLong Island», pensó con ironía.Sedespojóde los zapatos, que le apretaban, ycurvólosdedosdelospiescongranplacer.

Había llevado a cabo el avance más sorprendente en la genética desde eldescubrimientodeladoblehélice.LeconcederíanelpremioNobel,pensóconunasonrisasarcástica.

Dehaberelegidoaquelcamino.Pero¿quiénnecesitabaunpremioNobel, cuandopodíadesplumaralmundo

entero?Seoyóotrogolpeenlapuerta.

ÍNDICEINTRODUCCIÓN..5PRIMERAPARTE.12ElMuseodeHistoriaSobrenaturalSEGUNDAPARTE.75Exposición«Supersticiones»TERCERAPARTE.152

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ElQueCaminaaCuatroPatasEPÍLOGO..230

[1]NationalScienceFoundation(N.delT.)[2]ArquitectoygrabadoritalianodelsigloXVIII.(N.delT.)[3]EldíadelosInocentesenEstadosUnidos.(N.delT.)[4]Blarneystone,piedradel castillodeBlarney (Irlanda),de la cual sedice

concedeelocuenciaysimpatíaaquienlabesa.(N.delT.)[5] La fuente mitológica de Pieria, sagrada para las Musas, confería

inspiraciónosabiduríaaquienbebíadeella.(N.delT.)[6]ElrangomásaltoenlaorganizacióndelosBoyScouts.(N.delT.)[7]Famosotríocómiconorteamericanodelosañossesenta.(N.delT.)