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VIDA DE UNA…DE MUCHAS POR NATALIA MORALES ESPAÑA Siento que debo dar explicación a mi fenomenal y extraña maraña de historias, repletas de recuerdos tristes y vagos que me sobran para describir el compendio de mi existencia. Aunque el dolor se extienda latente, espero mi querido lector, entiendas la representación de mi soledad como resultado de las acciones no aceptadas, y conjeturadas que dan vida a lo que soy ahora. Debo, en primer lugar, reconocer que siempre me he sentido una persona bastante singular, dado que mis memorias me preceden desde que tenía tres años, sin embargo, para mí es fácil traer pequeños detalles de conversaciones ya enterradas en las arenas del tiempo. Como, por ejemplo, aquel día en el que mi madre me dijo la increíble anécdota de mi nacimiento. Fue un día soleado, ella con su hija primogénita de apenas un año y medio, se encontraba embarazada y sola en la casa de mi abuela, la cual permanecía concurrida la mayor parte del tiempo. Sin embargo, ese día, no se encontraba nadie en el pequeño

Vida de una de muchas

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VIDA DE UNA…DE MUCHASPOR NATALIA MORALES ESPAÑA

Siento que debo dar explicación a mi fenomenal y extraña maraña de historias, repletas de recuerdos tristes y vagos que me sobran para describir el compendio de mi existencia. Aunque el dolor se extienda latente, espero mi querido lector, entiendas la representación de mi soledad como resultado de las acciones no aceptadas, y conjeturadas que dan vida a lo que soy ahora.

Debo, en primer lugar, reconocer que siempre me he sentido una persona bastante singular, dado que mis memorias me preceden desde que tenía tres años, sin embargo, para mí es fácil traer pequeños detalles de conversaciones ya enterradas en las arenas del tiempo. Como, por ejemplo, aquel día en el que mi madre me dijo la increíble anécdota de mi nacimiento. Fue un día soleado, ella con su hija primogénita de apenas un año y medio, se encontraba embarazada y sola en la casa de mi abuela, la cual permanecía concurrida la mayor parte del tiempo. Sin embargo, ese día, no se encontraba nadie en el pequeño apartamento.Mi padre, que había adelantado sus vacaciones para cuando llegara el momento, pudiera apoyar a la mujer que había dado luz a su hija, materializando lo que él deseaba más que nada en el mundo, ser padre. Ese día precisamente, había pedido volver a la oficina, dado que su segunda hija hacia pequeñas bromas sobre su llegada a este mundo; podía adelantar las contracciones de su madre, hasta detenerse de

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repente, así como había iniciado el simulacro y la movilización de las fuerzas familiares.

Así que agotado y derrotado, volvió al claustro de su oficina asegurando que podría pasar otro día sin que ocurriera el espectáculo.

Cuando anuncie por fin que estaba en camino, mi madre con absoluta tranquilidad llamó a mi padre a la oficina, tomo a mi hermana y la pañalera. Mientras salía de la casa, cuando cerraba la puerta veía que su caballero salía apurado de un taxi, decidido a no perderse ese momento. Al llegar al hospital a las 2:50 mi madre no sentía dolor, solo tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para poder ver a su segunda hija. Este es el momento perfecto para decirte, mi querido lector que no soy exactamente una hija del fruto del amor, sino el resultado de un evento inesperado, porque verás, mis padres no tenían premeditado tener otra hija, quizás por eso, mi madre sentía una gran tristeza cuando se enteró de mi llegada, y por eso mi padre quería estar en todo momento con ella; para evitar que no me sintiera amada. Pero ahí es donde lo más extraño paso, y esto es lo que ella cuenta con más alegría. Al instante en que me vio, dice que se enamoró de mí. Y nunca quiso que me volviera a sentir así.

Sucede que como es normal en todos nosotros, eventualmente llegó el año que fui a la escuela, y también recuerdo que fue el año en el que tuve que aprender del mundo de los adultos; porque verás, no comprendía cual era la idea del colorear solamente donde me decía la profe, porque disfrutaba tanto la sensación del lápiz en mi mano, y el trazo de colores que iba impregnando esa hoja tan pálida y solitaria. En fin, eso le disgustaba tanto a la profe que me dejo una tarde completa en mis vacaciones en frente de un papel y miles de colores sobre una mesa; tentándome pensaba yo. Ya me imaginaba los colores en esa hoja. Tuve que quedarme quieta mucho tiempo para comprender sus verdaderas intenciones, ella quería que aprendiera no solo a moderar mis trazos, sino a comprender los limites (o más bien) los limitantes que debemos ver y acatar para que puedan decir que hemos aprendido a comportarnos.

Por otro lado, una de mis imágenes más fuertes es el despertarme temprano, el olor a comida que salía de la cocina, los cánticos matutinos donde se dan las gracias por el día, todos tomando turnos

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para la ducha, los uniformes listos desde la noche anterior, colgados inmaculados, los deberes hechos dentro de las maletas; todos listos para atender su jornada, pero recuerdo a mi padre, ya que solía peinarnos todos los días antes de ir al colegio; él se alistaba antes que todos y con el tiempo medido tomaba fuertemente sus herramientas, un cepillo y una moña, sosteniendo a la vez mi cabello liso, mientras le daba la forma de dos palmeras sobre mi cabeza; que al llegar a casa me las soltaba porque hacían que me doliera la cabeza.

También recuerdo a la escuela, aunque tuve amigos de toda la vida, este se convirtió en un lugar de concurso y apuesta, con el ánimo de formarnos para un futuro, olvidaban nuestra naturaleza para poder “insertarnos” en el mundo exitosamente. Por eso tomábamos cada espacio que podíamos, la biblioteca, el patio, las salidas al parque, para volver a ese mundo del que nos distanciaban, a esa oportunidad fantástica de ver diferentes lugares y vivir nuestras fantasías. Uno de mis lugares favoritos, fue la biblioteca, aquel lugar con estantes, silencioso y lleno de historias; quizá sea porque desde muy pequeña estuve atraída por ese misterio que ocultaban los libros, y que siempre fue una razón por la que me distanciaban de mi familia, tal vez porque esto no se viera a menudo, pero prefería quedarme horas y horas entre los libros, ya fueran los de mi casa, o aquellos que viera solitarios. No lo sé, pero algunas personas no me querían por eso.

Con el paso del tiempo fui comprendiendo la naturaleza de saber ser en los espacios, nunca sentí vergüenza por quien era, aunque no fuera amada por eso. Aprendí a aceptar todo lo que me hacía yo, mis gustos, mis ideas y mis palabras, y que, aunque me distanciaran yo podría amarlos desde mi exilio, podría admirarlos y entenderlos; para cuando pudiera volver, no tener que recurrir a la venganza y al rencor. Aunque no lo sabía, tenía aliados, o más bien, compañeros de vida, que me han dado demasiado, quizá en esa época en la que estábamos absorbidas por las imágenes y los deberes, siempre pude ser con mi hermana. Ambas, en espíritus libres tuvimos que pasar por todo tipo de adversidades, desde vivir en las falsas imágenes de la perfección, la adulación y el constante hacer las cosas “correctamente”, hasta el llanto, el dolor, y el incontento de una vida que no querían vivir. Con ella, pudimos crear puertas que se alimentaban con nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras ganas de vivir bien.

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Ella y yo, siempre unidas, hablando en lenguajes inentendibles, riéndonos de nuestras ocurrencias y de lo ridículo que se veía el mundo desde afuera, desde nuestra ventana, con ganas de querer explorarlo y desmenuzarlo para nuestro deleite; compartiendo nuestros miedos y tristezas, hasta nuestros enojos. Nuestras discusiones no tenían que envidiarle a los acontecimientos épicos, inherentes a nuestra humanidad, pero gracias al lazo que nos ataba, no durábamos enojadas por mucho tiempo. Ese es mi más grande recuerdo que prevalece; ELLA Y YO, enfrentándonos al mundo.