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Influenza a un año

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Carlos Ortega Hurtado Coleccionista de noticias y caricaturas

¿Aprendimos, realmente aprendimos algo? 23 de Abril de 2010. Hoy hace un año a las 23 horas y de forma inusitada, se anuncia en la televisión que las autoridades de Salud decretan la suspensión de clases en todas las escuelas para el día siguiente en el D. F. y el Estado de México, esto, debido a un virus que afecta las vías respiratorias. Se pretende con este decreto evitar el contagio entre la población más susceptible. Este escueto aviso fue solo el principio de lo que se desencadenó entre información y desinformación, supongo que las autoridades y los medios de comunicación están seguros de que todo el pueblo está expectante a esas horas de la televisión para lo que pueda ocurrírseles. El viernes 24 de abril de 2009 la ciudad capital estaba irreconocible, escuelas cerradas con alumnos que esperaban poder entrar o informándose de lo que se había decretado, transporte públicos con muy poca afluencia de pasajeros y lo más patético es que la poca gente que caminaba lo hacía con cubre boca. Nadie tiene memoria ni registro de algo similar, la poca gente en las calles nos mirábamos con desconcierto y un cierto recelo con el que pensábamos adivinar el mal en alguno de los caminantes que pasaba junto a nosotros. Las autoridades se esmeraban cada hora en dar la información más oportuna y certera. Y a pesar del descontrol de las autoridades y de los medios de comunicación (como sucedió en el terremoto del 85) una gran parte de los capitalinos se solidarizó para responder a las primeras medidas oficiales que debían tomarse. El sábado 25 de abril de 2009 la ciudad era otra; las calles estaban desiertas, los autobuses de pasajeros circulaban con tres o cuatro personas y llegando a una parada del metro el paisaje resultaba ¡INUSITADO! Todo estaba despejado, libre de vendedores ambulantes de todo tipo. Se miraban planicies de acceso que quizá tenían más de veinte años de no poderse apreciar así. Las autoridades eran protagonistas cautos en los medios de comunicación, mientras se repetía una y otra vez qué debía de hacerse para contrarrestar el mal. No se daba a conocer toda la verdad de lo que sucedía, sin embargo, el Internet resultó ser una forma no controlada por la que se empezó conocer nueva información y cómo veía el mundo nuestra situación: era un virus similar al que brotó en China a partir de los criaderos de pollos y que causó muchas muertes en poco tiempo, sólo que aquí, era un virus porcino. Aprovecho para hace tres puercas referencias, no por los cerdos sino por lo insalubre de la operación y este trío de observaciones debieran ser tantos como paradas del metro existen:

• En la parada del metro Tacuba, cuyo acceso difícilmente se localiza a simple vista desde el exterior ya que ha sido rebasado por el parafernal comercio ambulante que no solo bloque la vista sino los accesos mismos al metro, una gran parte del comercio informal esta dedicado a la venta de alimentos que ofrecen sus mercancías, en la mayoría de los casos, a cielo abierto y congregan en diferentes horas del día a gran cantidad de comensales que entran y salen del metro. Al término de las operaciones del metro todos estos establecimientos cierran sus locales, por decirlo de alguna forma, pero la realidad es que muchos de ellos solo son cubiertos con una lona o plástico para evitar ser saqueados. Un día que tuve que abandonar estas instalaciones, precisamente porque el servicio del metro se había terminado, me vi en la necesidad de caminar en dirección a la avenida Cuitláhuac para encontrar la forma de terminar mi viaje. Este recorrido lo hice entre establecimientos informales cerrados y una gran cantidad de RATAS que acostumbradas al paso humano, no se inmutaban. Mientras caminaba entre basura y

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puestos cerrados, la disputa que sostenían las ratas, ya sea por la basura o por los alimentos que estaban en resguardo en los puestos cerrados, me resultó alarmante. Generalmente no me atemoriza este tipo de animal, pero verlo en la cantidad que lo vi y escucharlo dentro de los “puestos cerrados”, me alarmó al imaginar lo que sería la venta de comida del día siguiente.

• En la parada del metro Normal, en particular en la salida que da a la puerta de la Benemérita Escuela Normal, desde hace muchos años están instalados un conjunto de taqueros de carne de puerco; llegan muy temprano, tienden sus lonas para cubrirse del sol o la lluvia, instalan despachadores, servilleteros, saleros y algunos bancos para sentarse y por supuesto, bloquean todo el acceso hacia el sur de esta salida; pican cebolla y grandes manojos de cilantro, elaboran y distribuyen salsas, empieza a hervir el perol y las sartenes fritangueras con kilos de carnitas y chicharrón (lo único que no preparan son las torillas que vienen el hieleras listas para usarse por cientos) con todo esto, queda disponible solo un pasillo muy estrecho para circular y justo para que los usuarios del metro, pasen a tomar su refrigerio de tacos de carnitas y chicharrón.

• En la estación del metro Escuadrón 201 los comerciantes ambulantes de comida están menos organizado ya que los productos son variados y parece ser que la instalación depende de lo mucho o poco que madrugue el comerciante para instalarse, pero una vez instalados este conjunto de comerciantes bloquea aún más el paso de los usuarios ya que cada uno trae su propio paraguas contra el sol o tiende su propia lona con el resultante cruce de amarras en todas direcciones.

Cierro la referencia. Este sábado como nunca, con lo poco que se sabía de la epidemia anunciada, el puerco quedó satanizado así como cualquier tipo de comida callejera; Días después hasta los restaurantes formales tuvieron que cerrar mientras los motivos de la epidemia eran aclarados. No recuerdo haber visto el exterior de las estaciones del Metro mencionadas sin toda la parafernal puesta de vendedores ambulantes y su consecuente insalubridad. Por lo pronto fuera puerco o no, se detuvo el comercio de todo tipo de alimento callejero mientras se aclaraba qué sucedía. Para el domingo 26 de abril de 2009 se empezó a informar y especular sobre la cifra oficial de contagiados y muertos a causa del virus. Las familias en el D. F. pasaron por un proceso de adaptación al que no estaban acostumbradas, por primera vez hubo que estar en casa disfrutando de los hermanos o los padres o mirando televisión y sin fútbol. Las dos semanas que transcurren a partir del lunes 27 de abril de 2009 resultan como de película de terror, nadie en las escuelas, nadie en restaurantes, todos con cubre boca, no se debía saludar de mano y mucho menos con un beso, había que desinfectarse las manos cada vez que se entraba o salía de un sitio, incluidas las estaciones del metro y lo más impactante, que aún no se ha medido: la afectación económica en todos los comercios y en la población total del país. Nuevamente fue Internet el medio a través del cual las autoridades quedaron evidenciadas respecto a la mala información que proporcionaban y hubo que acostumbrarse a un nuevo “cuenteo”:

• Las autoridades informan de la adquisición de miles de vacunas para proteger a la población. Sin embargo, aún no era claro qué debía combatirse, pero nosotros ya estábamos adquiriendo las vacunas que lo curaban.

• Se adquieren millones de cubre bocas chinos para ser distribuidos entre la población, pero mientras estos llegan, el comercio de los millones existentes se convirtió en un gran

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mercado negro. Miles de capitalinos caminaban o viajaban ahora con cubre boca como en una película de ciencia ficción. Nadie sabía, por que nadie informaba ¿qué debía hacerse ahora con los millones de cubre boca usados?

• Se informó que otros estados del país ya estaban sufriendo de este nuevo mal y al mismo tiempo se negó lo mismo en otros estados, así que la cuenta de contagiados y muertos aumentaba y disminuía en cuestión de horas.

• Salió a la luz pública que la disminución del presupuesto que debía dedicarse a la investigación, durante los doce últimos años, había destruido nuestra capacidad para la investigación científica, y así mismo, la elaboración de vacunas en las que éramos precursores a escala mundial. El argumento para esta reducción es que salía más barato comprar en el mundo que producir.

• La Organización Mundial de la Salud, dio su versión de lo que sucedía en México y del tiempo que tenía dando cuenta a las autoridades correspondientes de lo que podía suceder. Inmediatamente las autoridades mexicanas contradijeron, argumentando que realmente era gracias a ellas que la OMS sabía de la epidemia desatada.

• En algunos países se marginó el acceso de los mexicanos, sin saber bien a bien que sucedía. Pero quedó claro que la primera determinación fue proteger a su población a pesar del malestar causado en los mexicanos afectados. Decenas de mexicanos en el extranjero fueron recluidos en hoteles hasta no aclarar su sanidad.

• Se informa a escala mundial que el primer caso de esta nueva enfermedad en México, brotó en un pequeño pueblo del estado de Veracruz, en donde una gran parte de su población depende económicamente de una fábrica que cría, mata y embute cerdos para el mundo y es franquisiataria de otra gran empresa que hace lo mismo en Estados Unidos. Se demostró que esta empresa es contaminadora de agua y tierra en este poblado y también se demostró que cumple con todos los permisos necesarios otorgados por las autoridades mexicanas. Este último informe dio pauta a la estúpida creatividad política: las autoridades veracruzanas decretan levantar un monumento al “niño cero” identificado como el primer caso de esta epidemia en México.

• La pandemia afectó el Estado de Chiapas y su Secretario de Salud se contagió, causa por la cual tuvo que renunciar y casi de inmediato fue sustituido por uno nuevo para que siguiera informando que todo estaba controlado, era más importante la imagen de un Secretario de Salud sano ante los miles de turistas, nacionales e internacionales, que esperaba la entidad para la época veraniega.

• Se informa en todo el mundo que los primeros casos de esta epidemia, se dan en los Estados Unidos, y que ellos, ya tienen más personas contagiadas que nosotros, pero la diferencia, es que Estados Unidos cuenta con un sistema de salud que les permite no estar preocupados por lo que sucede.

El problema en su momento, y para variar en este país, se politizó. Se dejó a instituciones como el IPN y la UNAM para que opinaran e investigaran al respecto aunque no contaran con el presupuesto para hacerlo. Se dio a conocer que el virus lleva el nombre de AH1N1 y que es una mutación de virus porcino que afecta al ser humano. La OMS declaró la pandemia nivel mundial. El brote podría proliferarse en aquellos países que estaban en los principios de su época invernal. Se ha determinado que este virus afecta a personas primordialmente jóvenes o a mujeres embarazadas. Que apenas se están desarrollando las vacunas correspondientes en el mundo, pero que hay tratamientos para aplicar si se detecta el mal oportunamente.

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El puerco se desatanizó y nuevamente el insalubre paisaje culinario comercial en las salidas de las estaciones del Metro volvió a establecerse hasta que una nueva pandemia lo impida. Y como en México tenemos una amplia necedad política, además de una falta absoluta de capacidad hospitalaria y ya habíamos adquirido millones de vacunas; lo que se hizo con toda sapiencia y audacia fue instalar centros de vacunación en las estaciones del Metro más concurridas: tres o cuatro enfermeras del sector salud llegan todos los días con una hielera llena de vacunas para el día, se instalan en los bordes de las escaleras, unas pocas consiguen una mesa para no estar haciendo el trámite de pie y sin más, después de llenar un breve formulario, inician la aplicación de las vacunas. Solo queda una pregunta en el aire ¿Realmente aprendimos algo?